libro hogar cristiano cap 70

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Solo es una parte, espero sirva ;)

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Page 1: Libro Hogar Cristiano Cap 70

Capítulo 70—Alegría y buen ánimo

El cristiano verdadero es animoso—No permitamos que las perplejidades y preocupaciones de la vida diaria agiten nuestro espíritu y anublen nuestra frente. Si lo permitimos, siempre habrá algo que nos moleste. La vida es como la hacemos, y hallaremos lo que busquemos. Si procuramos tristeza y aflicción, si estamos en disposición de magnificar las pequeñas dificultades, encontraremos bastantes de ellas para embargar nuestros pensamientos y nuestra conversación. Pero si miramos el aspecto alegre de las cosas, hallaremos lo suficiente para comunicarnos ánimo y felicidad. Si damos sonrisas, ellas nos serán devueltas; si pronunciamos palabras agradables y alentadoras, nos serán repetidas.

Cuando los cristianos parecen tétricos y deprimidos, como si se considerasen sin amigos, dejan una impresión errónea acerca de la religión. En algunos casos, se ha tenido la idea de que la alegría no cuadra con la dignidad del carácter cristiano, pero esto es un error. En el cielo todo es gozo; y si admitimos los goces del cielo en nuestra alma y, hasta donde podamos, los expresamos en nuestras palabras y conducta, ocasionaremos a nuestro Padre celestial más agrado que si somos sombríos y tristes.A todos incumbe el deber de cultivar el buen ánimo en vez de rumiar sus tristezas y dificultades. Muchos son los que no sólo se hacen desdichados así, sino que sacrifican su salud y felicidad a una imaginación mórbida. Hay en derredor suyo cosas que no son agradables, y se los ve de continuo con un (390) rostro ceñudo que expresa su descontento con más claridad que las palabras. Estas emociones deprimentes perjudican mucho a la salud; porque al estorbar el proceso de la digestión traban la nutrición. Si bien el pesar y la ansiedad no pueden remediar un solo mal, pueden causar mucho daño; pero la alegría y esperanza, mientras iluminan la senda de los demás, “son vida a los que las hallan, y medicina a toda su carne.”1

La Sra. de White frente a la adversidad.*NOTA: En 1867, el pastor Jaime White,

en crítica condición de salud después de un ataque de parálisis, se hallaba como

paciente en “Our Home” (Nuestro Hogar), de Danville, Estado de Nueva York. El

médico que dirigía la institución atribuía a la religión una influencia deprimente y

alentaba a sus pacientes a participar en varias diversiones con el fin de animarlos. Uno

de sus ayudantes solicitó a la Sra. de White que iniciase una subscripción para un

baile y la invitó a que asistiera al mismo para enterrar sus penas. Las palabras aquí

transcritas reflejan la respuesta que ella dió a aquella sugestión.—¿Me veis alguna vez tétrica, abatida, o quejosa? Mi fe me lo prohíbe. Lo que induce un estado tal es un concepto erróneo de lo que es el verdadero ideal del carácter y servicio cristianos. Lo que produce la lobreguez, el abatimiento y la tristeza es la falta de religión verdadera. Los que son cristianos fervientes procuran imitar

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a Jesús, porque ser cristiano es ser como Cristo. Es realmente esencial tener conceptos correctos acerca de la vida y los hábitos de Cristo para que sus principios se reproduzcan en nosotros los que queremos ser como él. Un servicio prestado a medias, mientras se ama al mundo, al yo y las diversiones frívolas, produce un siervo tímido y cobarde, que sigue a Cristo muy de lejos. El servicio cordial y voluntario que se rinda a Jesús produce una religión alegre. Los que siguen a Cristo más de cerca no son tétricos. En Cristo hay luz, paz y gozo para siempre. Necesitamos más de Cristo y menos mundanalidad, más de Cristo y menos egoísmo.2

Andemos como hijos de la luz—No concuerda con la voluntad de Dios que seamos lóbregos o impacientes, ni que seamos livianos y triviales. Satanás se esfuerza por llevar a (391) las personas de un extremo al otro. Dios quiere que, como hijos de la luz, cultivemos un espíritu animoso y feliz, a fin de que proclamemos las alabanzas de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable.3

Conquistad el afecto de los niños—Sonreíd, padres y maestros. Si vuestro corazón está triste, no lo revele vuestro rostro. Sea éste iluminado por un corazón lleno de amor y gratitud. Descended de vuestra férrea dignidad, adaptaos a las necesidades de los niños y lograd que os amen. Debéis conquistar su afecto, si queréis inculcar la verdad religiosa en su corazón.4

Con rostro amable y voz melodiosa—Padres, sed animosos pero no vulgares. Sed antes agradecidos, obedientes y sumisos a vuestro Padre celestial. No estáis libres para actuar de acuerdo con vuestros sentimientos si se presenta algo que os irrite. El amor que conquista será como aguas profundas que fluirán de continuo en el gobierno de vuestros hijos. Estos son los corderos del rebaño de Dios. Llevad a vuestros pequeñuelos a Cristo. Si los padres enseñasen a sus hijos a ser amables, no les hablarían nunca con tono de reprensión. Aprended a presentar un semblante agradable, y poned en vuestra voz toda la dulzura y melodía que podáis. Los ángeles de Dios están siempre cerca de vuestros pequeñuelos, y el tono duro e irritado de vuestra voz no agrada a sus oídos.5

Alegría y buen humor—La madre debe cultivar un genio alegre, contento y feliz. Todo esfuerzo hecho en este sentido será recompensado con creces en el bienestar físico y el carácter moral de sus hijos. Un genio alegre fomentará la felicidad de su familia y mejorará en alto grado su propia salud.6

Despejad las sombras—Mirad las cosas con espíritu animoso, procurando despejar las sombras que, si son toleradas, rodearán el alma. Cultivad la simpatía hacia los demás. Dejad que la alegría, la bondad y el amor compenetren el hogar. Ello intensificará el amor por los ejercicios religiosos, (392) y los deberes grandes y pequeños se cumplirán con corazón animoso.7

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Alegría sin liviandad es una gracia cristiana—Podemos tener verdadera dignidad cristiana y ser al mismo tiempo alegres y agradables en nuestra conducta. La alegría sin liviandad es una de las gracias cristianas.8

(393)

Capítulo 71—El don del habla

La voz es un talento—La voz es un talento que nos ha sido confiado y debe usarse para

ayudar, alentar y fortalecer a nuestros semejantes. Si los padres aman a Dios y se mantienen

en el camino del Señor para obrar con justicia y juicio, su lenguaje no tendrá sabor de

sentimentalismo enfermizo. Será de índole sana, pura y edificante. Estén ellos en el hogar o

fuera de él, sus palabras serán bien escogidas. No se rebajarán a la vulgaridad.1

Cada palabra ejerce influencia—Toda palabra pronunciada por los padres ejerce su

influencia sobre los hijos, para bien o para mal. Si los padres hablan coléricamente, si

manifiestan el mismo espíritu que los hijos de este mundo, Dios los tiene por tales, no como

hijos suyos.2

Una palabra en sazón puede ser como una buena semilla en las mentes juveniles y

contribuir a que unos piecitos sean conducidos por la senda recta, mientras que una palabra

incorrecta puede llevar esos pies por una senda de ruina.3

Los ángeles oyen las palabras que se pronuncian en el hogar. Por lo tanto, no regañéis;

antes sea la influencia de vuestras palabras de tal índole que ascenderá al cielo como fragante

incienso.4

Los padres deben mantener la atmósfera del hogar pura y fragante con palabras

bondadosas, tierna simpatía y amor; pero al mismo tiempo deben ser firmes e inflexibles en

cuanto a los buenos principios. Puede ser que si sois firmes con vuestros hijos ellos piensen

que no los amáis. Podéis esperar tal cosa, pero nunca manifestéis dureza. La justicia y la

misericordia deben darse la mano; no debe haber vacilación ni movimientos impulsivos.5

Expresa la gracia íntima—El principal requisito del lenguaje es el de ser puro, bueno y

sincero: “la expresión externa de una gracia interior.”... La mejor escuela para este estudio del

lenguaje es el hogar.6

Las palabras bondadosas son como rocío y suaves lluvias para el alma. La Escritura dice

acerca de Cristo que se concedió gracia a sus labios, para que supiese “hablar en sazón

palabra al cansado.” Y el Señor nos ordena: “Sea vuestra palabra siempre con gracia,” “para

que dé gracia a los oyentes.”7

El cultivo de la voz en el hogar—En el círculo del hogar debiera darse instrucción en el

cultivo de la voz. Los padres deben enseñar a sus hijos a hablar con tanta claridad que quienes

los escuchen puedan comprender cada palabra que pronuncien. Deben enseñarles a leer la

Biblia con expresión clara y distinta, de una manera que honre a Dios. Y los que se arrodillan

en derredor del altar de la familia no han de hundir el rostro entre las manos o en un sillón

cuando se dirigen a Dios. Alcen la cabeza y con santa y valiente reverencia, alléguense al trono

de la gracia.8

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Sed puros en vuestro lenguaje. Cultivad un tono de voz que sea suave y persuasivo, no duro

ni autoritario. Dad a los niños lecciones en el cultivo de la voz. Educad sus modos de hablar,

hasta que no broten espontáneamente de sus labios palabras groseras o rudas cuando se les

presenta alguna prueba.9

El cultivo de la voz es un asunto que tiene que ver con la salud de los estudiantes. Debe

enseñarse a los jóvenes a respirar debidamente, y a leer de tal manera que no impongan un

recargo indebido a la garganta y los pulmones, sino que el trabajo sea compartido por los

músculos abdominales. El hablar por la garganta, dejando que el sonido provenga de la parte

superior de los órganos vocales, arruina la salud de esos órganos y disminuye su eficiencia.

Los músculos abdominales han de hacer la parte más pesada del trabajo, usándose la

garganta sólo como un canal. Han muerto muchos que podrían haber vivido si se les hubiese

enseñado a usar debidamente la voz. El uso correcto de los músculos abdominales al leer y

hablar, será un remedio para muchas de las dificultades de la voz y del pecho y un medio de

prolongar la vida.10

Efecto de las palabras duras—En un hogar donde se pronuncian palabras duras, de

reprensión e irritación, un niño llora mucho; y en su tierna sensibilidad se imprimen rastros de

desgracia y discordia. Por lo tanto, madres, dejad que vuestro semblante se llene de sol.

Sonreíd si podéis, y la mente y el corazón del niño reflejarán la luz de vuestro rostro como la

placa pulida de un artista retrata los rasgos humanos. Aseguraos, madres, de que Cristo more

en vosotras, para que la semejanza divina se grabe en la mente plástica de vuestro hijo.11

No haya nota discordante—No permitáis que penetre en el hogar nada que se parezca a

contienda o disensión. Hablad con amabilidad. Nunca se eleve vuestra voz hasta ser áspera.

Conservad la calma. Desechad la censura y toda falta de veracidad. Decid a los niños que

queréis ayudarles a prepararse para un cielo santo, donde todo es paz, donde no se oye una

sola nota discordante. Sed pacientes con ellos en sus pruebas, que pueden pareceros

pequeñas pero son grandes para ellos.12

Cuando los padres y las madres estén convertidos, habrá un cambio completo en los

principios de su gobierno. Se habrán convertido también sus pensamientos y sus lenguas....

No se hablará en tono alto ni airado. Las palabras serán de un carácter que suavice y

beneficie al oyente.... Eliminad de la voz todas las características desagradables.13

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Capítulo 80—Cómo hemos de jugar

Lo inocente en lugar de lo pecaminoso—No se puede hacer que los jóvenes sean tan

calmosos y graves como los ancianos, el hijo tan sobrio como el padre. Aunque se condenan

las diversiones pecaminosas, como en verdad debe hacerse, que los padres, maestros y

tutores de los jóvenes provean en su lugar placeres inocentes, que no mancillen ni corrompan

la moral. No sujetéis a los jóvenes bajo reglas y restricciones rígidas, que los induzcan a

sentirse oprimidos, y a precipitarse en sendas de locura y destrucción. Con mano firme,

bondadosa y considerada, sujetad las riendas del gobierno, guiando y vigilando sus mentes y

propósitos, aunque de manera tan suave, sabia y amorosa, que ellos puedan darse cuenta de

que tenéis presentes sus mejores intereses.1

Hay diversiones, como el baile, los naipes, el ajedrez, las damas, etc., que no podemos

aprobar porque el Cielo las condena. Estas diversiones abren las puertas a un gran mal. Su

tendencia no es benéfica, sino que ejercen una influencia excitante, y producen en algunos una

pasión que los arrastra a los juegos de azar y a la disipación. Todos aquellos juegos deben ser

condenados por los cristianos y reemplazados por algo perfectamente inofensivo.2

Mientras imponemos restricciones a nuestros hijos con respecto a los placeres mundanales

que tienden a corromper y extraviar, debemos proveerles recreación inocente, para conducirlos

por sendas agradables en las cuales no haya peligro. Ningún hijo de Dios necesita vivir triste y

lamentándose.

Esto lo demuestran las órdenes y las promesas divinas. Los caminos de la sabiduría “son

caminos deleitosos, y todas sus veredas paz.”3

Mientras rehuimos lo falso y artificial, y descartamos las carreras de caballos, los juegos de

naipes, las loterías, los asaltos de boxeo, las bebidas alcohólicas y el consumo de tabaco,

debemos proveer fuentes de placer que sean puras, nobles y elevadoras.4

Lugar útil del gimnasio—Los ejercicios gimnásticos son útiles en muchas escuelas, pero si

no hay una vigilancia cuidadosa, son llevados a menudo al exceso. Muchos jóvenes, por hacer

despliegue de fuerza en el gimnasio, se han dañado para toda la vida.

El ejercicio en el gimnasio, por bien dirigido que sea, no puede substituir a la recreación al

aire libre, para la cual deberían proveer más oportunidades nuestras escuelas.5

Los juegos de pelota: principios básicos—No condeno el ejercicio sencillo del juego de

pelota; pero aun esto, con toda su sencillez, puede ser llevado a la exageración.

Siempre temo el casi seguro resultado que sigue a estas diversiones. Provoca un

desembolso de recursos que debieran dedicarse a comunicar la luz de la verdad a las almas

que están pereciendo lejos de Cristo. Las diversiones y el despilfarro de recursos para

agradarse a sí mismo, que conducen paso a paso a la glorificación propia, y el adiestramiento

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en estos juegos por placer desarrollan una pasión por tales cosas, que no favorece el

perfeccionamiento del carácter cristiano.

La manera en que se las ha dirigido en el colegio no lleva el sello del cielo. No fortalece el

intelecto. No refina ni purifica el carácter. Hay actividades que llevan a costumbres y prácticas

mundanales, y quienes participan en ellas quedan tan embargados e infatuados que en el cielo

se los declara amadores de placeres más que de Dios. En vez de quedar con el intelecto

fortalecido para ser mejores estudiantes, en vez de estar mejor preparados como cristianos

para cumplir sus deberes de tales, al ejercitarse en esos juegos llenan sus cerebros de

pensamientos que los desvían de sus estudios....

¿Se procura sinceramente glorificar a Dios en estos juegos? Sé que no es éste el caso. Se

pierde de vista el camino de Dios y su propósito. En este tiempo de gracia, la ocupación de

ciertos seres inteligentes es invalidar la voluntad que Dios ha revelado, y poner en su lugar las

especulaciones e inventos del agente humano, al lado del cual está Satanás para infundirle su

espíritu.... El Señor Dios del cielo protesta contra la ardiente pasión que se ha cultivado por la

supremacía en los juegos esclavizadores.6

El problema de muchos deportes—Los alumnos deben hacer ejercicio vigoroso. Pocos

males deben ser más temidos que la indolencia y la falta de propósito. Sin embargo, la

tendencia de la mayor parte de los deportes atléticos es causa de preocupación para los que se

interesan por el bienestar de la juventud. Los maestros se sienten turbados al considerar la

influencia que tienen estos deportes, tanto sobre el progreso del estudiante en la escuela, como

sobre su éxito en la vida ulterior. Los juegos que ocupan una parte tan grande de su tiempo,

apartan su mente del estudio. No contribuyen a preparar a la juventud para la obra práctica y

seria de la vida. Su influencia no tiende hacia el refinamiento, la generosidad, o la verdadera

virilidad.

Algunas de las diversiones más populares, como el futbol y el boxeo, se han transformado

en escuelas de brutalidad. Desarrollan las mismas características que desarrollaban los juegos

de la antigua Roma. El amor al dominio, al orgullo de la fuerza bruta, la temeraria indiferencia

hacia la vida, ejercen sobre los jóvenes un poder desmoralizador que espanta.

Otros juegos atléticos, aunque no son tan brutales, son apenas menos objetables, a causa

del exceso al cual son llevados. Estimulan el amor al placer y a la excitación, fomentando