libro blanco. 20 años del holocausto del palacio de justicia

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    Libro Blanco - 20 aos

    del Holocaustodel Palacio de Justicia

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    CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA

    Presidente: Guillermo Bueno MirandaVicepres idente : Hernando Torres Corredor

    Sala Disciplinaria

    Presidente: Fernando Coral VillotaVicepres idente : Eduardo Campo Soto

    Guillermo Bueno MirandaEduardo Campo SotoFernando Coral Villota

    Jorge Alonso Flechas DazRubn Daro Henao Orozco

    Temstocles Ortega NarvezLeonor Perdomo PerdomoMagistrados

    Sala Administrativa

    Presidente: Jos Alfredo Escobar ArajoVicepres idente : Jesael Antonio Gira ldo Castao

    Luca Arbelez de TobnJose Al fredo Escobar ArajoFrancisco Escobar Henrquez

    Carlos Enrique Marn VlezJesael Antonio Gira ldo CastaoHernando Torres CorredorMagistrados

    Centro de Documentacin Judicial CENDOJMariana Gutierrez DueasDirectora

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    CORTE SUPREMA DE JUSTICIA PARA NOVIEMBRE DE 1985

    Presidente: Alfonso Reyes Echanda

    Sala de Casacin CivilMagistrados:

    Jos Alejandro Bonivento FernndezHctor Gmez UribeHoracio Montoya Gil (Fallecido en la toma)Humberto Murca BallnHctor Marn Naranjo

    Alberto Ospina BoteroHernando Tapias Rocha (Presidente)

    Sala de Casacin PenalMagistrados:

    Luis Enrique Aldan Rozo (Fallecido)Fabio Caldern Botero (Fallecido en la toma)Dante L. Fiorillo Porras (Fallecido)Gustavo Gmez VelsquezHernando Baquero Borda (Fallecido) (Presidente de la Sala)

    Al fonso Reyes Echand a (Fal lecido en la toma)Pedro Elas Serrano Abada (Fallecido en la toma)Daro Velsquez Gaviria (Fallecido en la toma)

    Sala de Casacin LaboralMagistrados:

    Nemesio Camacho Rodrguez (Fallecido)Manuel Enrique Daza Alvarez

    Jos Eduardo Gnecco Correa (Fal lecido en la toma)Fanny Gonzlez Franco (Fallecido en la toma) (Presidente)

    Jun Hernndez SenzFernando Uribe Restrepo

    Sala ConstitucionalMagistrados:

    Manuel Gaona Cruz (Fallecido en la toma)Carlos Medelln Forero (Fallecido en la toma)Ricardo Medina Moyano (Fallecido en la toma)

    Al fonso Pa tio Rosell i (Fal lecido en la toma) (Presidente)

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    CORTE SUPREMA DE JUSTICIA SECRETARIA GENERAL

    Presidente: Carlos Isaac NaderVicepres idente : Yesid Ramrez Bast idas

    Sala de Casacin Civil y Agraria

    Manuel Isidro Ardila VelzquezJa ime Alberto Arrubl a PaucarCarlos Ignacio Jaramillo JaramilloPedro Octavio Munar CadenaSilvio Fernando Trejos BuenoCesar Julio Valencia CopeteEdgardo Villamil Portilla (Presidente)Magistrados

    Sala de Casacin Laboral

    Gustavo Jos Gnecco MendozaCarlos Isaac NaderEduardo Adolfo Lpez VillegasLuis Javier Osorio Lpez (Presidente)Francisco Javier Ricaurte GmezCamilo Humberto Tarquino GallegoIsaura Vargas DazMagistrados

    Sala de Casacin Penal

    Sigifredo Espinosa PrezAl fredo Gmez QuinteroEdgar Lombana Trujillo

    lvaro Orlando Prez PinznMarina Pulido de Barn (Presidenta)

    Jorge Lu is Quintero Mi lansYesid Ramrez Bast idasMauro Solarte Portilla

    Javier de J. Zapata OrtizMagistrados

    Secretaria General: Dra. Mara Cristina Duque Gmez

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    CONSEJO DE ESTADO

    Presidencia del Consejo de EstadoDoctor Germn Rodrguez VillamizarVicepres idente Doctor Gabr ie l Eduardo Mendoza Martelo

    Sala de Consulta y Servicio CivilPresidente: Gustavo Aponte SantosFlavio Augusto Rodrguez ArceGustavo Aponte SantosLuis Fernando Alvarez JaramilloEnrique Jos Arboleda PerdomoMagistrados

    Sala de lo Contencioso Administrativo

    Seccin Primera:Presidente: Rafael Enrique Ostau de Lafont PianetaCamilo Arciniegas AndradeMaria Claudia Rojas Lasso (E)Gabriel Eduardo Mendoza MarteloRafael Enrique Ostau de Lafont PianetaMagistrados

    Seccin Segunda:Presidente: Ana Margarita Olaya Forero

    Alberto Arango Mant il laTarsicio Cceres Toro

    Jess Mara Lemos BustamanteAna Margar ita Olaya ForeroAlejandro Ordez MaldonadoJa ime Moreno Garc iaMagistrados

    Seccin Tercera:Presidente: Ruth Stella Correa PalacioRamiro Saavedra BecerraMara Elena Giraldo Gmez

    Al ier Eduardo Hernndez EnrquezRuth Stella Correa PalacioGermn Rodrguez VillamizarMagistrados

    Seccin Cuarta:Presidente: Juan Angel Palacio HincapiHector J. Romero DazLigia Lpez DazMara Ins Ortiz Barbosa

    Juan Ange l Pa lacio Hincap iMagistrados

    Seccin Quinta:Presidente: Filemon Jimenez OchoaFilemon Jimenez Ochoa

    Reinaldo Chavarro BuriticMaria Nohemi Hernndez PinznDaro Quines PinillaMagistrados

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    CORTE CONSTITUCIONAL

    Presidente: Manuel Jos Cepeda EspinosaVicepres idente : Ja ime Crdoba Tr iv io

    Al fredo Be ltrn SierraRodrigo Escobar GilMarco Gerardo Monroy CabraHumberto Sierra Porto

    Ja ime Araujo Renter iaAlvaro Tafur Ga lv isClara Ins Vargas HernndezMagistrados

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    Libro Blanco - 20 aosdel Holocaustodel Palacio de Justicia

    C O N S E J O S U P E R I O R D E L A J U D I C A T U R A

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    CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA

    CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

    ISBN: 958-97728-0-3

    Impresin: LEGIS S.A.

    Bogot, D.C., 2005

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    Contenido

    PRLOGOEl Lenguaje de los Justos

    CARLOSISAACNADER

    Presidente Corte Suprema de Justicia ............................................................... xv

    PROEMIO LUCTUOSO

    GUILLERMOBUENOMIRANDA

    Presidente del Consejo Superior de la Judicatura ........................................... xix

    EXORDIO

    JOS ALFREDOESCOBARARAJO

    Presidente Sala AdministrativaConsejo Superior de la Judicatura ..................................................................... xxi

    EL VIACRUCIS DE LA JUSTICIAApartes

    FERNANDOURIBERESTREPO .......................................................................................... 1

    INFORME SOBRE EL HOLOCAUSTODEL PALACIO DE JUSTICIA

    TRIBUNALESPECIALDEINSTRUCCION ........................................................................... 47

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    PRLOGO

    El lenguaje de los justos

    Es ocioso especular sobre lo justo o injusto,

    lo acertado o errneo de los hechos pasados,

    lo til es analizarlos y, de ser posible,

    extraer una leccin para el futuro.

    Ghandi

    En el ao de 1985 sucedi la mayor tragedia a la justicia en Colombia. El

    Palacio de Justicia, con sus magistrados, magistrados auxiliares, empleados, visi-

    tantes y abogados, fue tomado en asalto por guerrilleros del M-19, quienes busca-

    ban realizar un simblico juicio poltico a la poltica de paz de la poca. Como

    respuesta a este hecho violento, el Gobierno orden la recuperacin militar del

    edificio, a costa de la vida de ms de 100 personas, entre ellas 11 magistrados de

    la Corte.

    Durante dos das la casa de la justicia fue atacada, sus estructuras derrumba-

    das, profanado el templo con sus sacerdotes dentro. Las armas que en otro tiempo

    dieron independencia al pas, silenciaron las leyes que le daban algo ms impor-

    tante: la libertad. La Corte Suprema de Justicia fue gravemente herida, abandona-

    da ese da se enfrent con palabras a la irracionalidad de un poder que no entendi

    el lenguaje de los justos. Desarmados como muchos colombianos, los rehenes

    levantaron pauelos blancos, intentaron dialogar, acudieron al derecho, confiaron

    en el respeto por la vida, pidieron que cesara el fuego, pero, como muchos colom-

    bianos inocentes, fueron invisibles en una batalla que ignor su esencia y no supocmo proteger a quienes entregaron su vida para construir convivencia.

    No se entendi el lenguaje de los justos.

    El conflicto interno que azotaba al pas se desnud frente a millones de co-

    lombianos, y aquella fue una guerra como todas: irracional, intil, despiadada, y

    en ella, como en todas las guerras, se desconoci el Derecho de Gentes y el Dere-

    cho Humanitario. Simblica y literalmente, la justicia fue hecha a un lado; lo

    sagrado se convirti en profano. Mientras los tanques ingresaban arrasando la

    vida humana, mientras las bombas la hacan volar en mil pedazos, mientras reci-ba inermes disparos de todos lados, mientras el fuego la quemaba, la justicia se

    resista a quedar hecha cenizas.

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    xvi CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA

    Dos dcadas han transcurrido desde el holocausto. Y an es difcil compren-

    der, analizar y extraer la leccin para nosotros, de una accin salvaje que termin

    con la muerte del presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echanda,el exterminio de 10 magistrados ms, la muerte de tres magistrados auxiliares,

    doce auxiliares judiciales, tres abogados asistentes, una oficinista del Consejo de

    Estado, el administrador del Palacio de Justicia, tres conductores, una ascensorista,

    seis miembros de la Fuerza Pblica, dos agentes del DAS, dos agentes del F-2 de

    la Polica Nacional, dos visitantes particulares, un transente y los guerrilleros

    responsables directos de la toma del Palacio de Justicia.

    Con el entusiasta apoyo del Consejo Superior de la Judicatura, ahora la Corte

    Suprema entrega en esta edicin especial dos documentos histricos que debenser materia de estudio y consulta para alimentar la memoria de los colombianos,

    referidos a la investigacin de los sucesos y la posterior reconstruccin del mxi-

    mo tribunal de la jurisdiccin ordinaria.

    De la entereza de quienes sobrevivieron de la antigua Corte, de quienes que-

    daban del lado de la justicia observando las cenizas, de su valenta y fe, surgi

    nuevamente la Corte Suprema de Justicia.

    De las cenizas en que qued convertida la estructura fsica y humana del

    Palacio de Justicia, de las pocas estructuras que permanecan erguidas despus dela batalla, de la voz de los sobrevivientes que presenciaron la hecatombe, de quie-

    nes dirigieron los ataques, surgi la reconstruccin de los hechos, con testimonios

    conmovedores y recomendaciones de continuidad en las investigaciones.

    Meses despus del holocausto y en vista de su gravedad y complejidad, el

    Gobierno atendi el clamor pblico creando un Tribunal Especial de Instruccin

    Criminal, designado por la Corte Suprema para la investigacin de los hechos. Se

    nombr entonces a los juristas Jaime Serrano Rueda y Carlos Upegui Zapata,

    quienes dirigieron y coordinaron una investigacin, exhaustiva, con interrogantes,an sin resolver, segn el informe entregado el 31 de mayo de 1986. Fue la prime-

    ra luz sobre lo que pudo haber ocurrido en el interior del Palacio. Despus de

    revisar documentos, testimonios, grabaciones, reportajes, crnicas, pelculas y

    otros elementos que permitieran dar ilustracin sobre los hechos, el Tribunal ex-

    pidi un documento pblico.

    El informe es un documento histrico sobre los resultados de la investiga-

    cin encomendada al Tribunal Especial de Instruccin Criminal, que debe ser

    conocido por las nuevas generaciones y los investigadores que asuman el reto de

    acercarte al acontecimiento. Los vacos que all existen deben ser llenados y lacontinuidad de las investigaciones sugeridas, asumidas por quienes an creen en

    la posibilidad de alcanzar la verdad.

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    LIBRO BLANCO - 20 AOS DEL HOLOCAUSTO DEL PALACIO DE JUSTICIA xvii

    Como complemento de esta lectura, presentamos apartes del textoEl Viacru-

    cis de la Justicia, libro escrito por el doctor Fernando Uribe Restrepo, quien vivi

    los efectos de la toma del Palacio de Justicia. Cuando sucedieron los hechos,Uribe Restrepo era Vicepresidente de la Corte. Sobrevivi por encontrarse en

    Estados Unidos. A su regreso asumi la dura tarea de la Presidencia de la Corpo-

    racin, su reinstalacin y recuperacin.

    Desintegradas sus cuatro salas y reducidos sus integrantes a la mitad, Fer-

    nando Uribe Restrepo trabaj y vio resurgir de las cenizas, de la barbarie y la

    violencia una nueva Corte. El relato analiza los acontecimientos desde la emo-

    cin, desde el reconocimiento de la fuerza dbil de la justicia y la narracin de los

    das difciles de reinstalacin y dotacin de la Corte, la reconstruccin de losexpedientes destruidos en el incendio y el informe del Tribunal Especial de Ins-

    truccin Criminal.

    Tal vez el anlisis pueda curarnos de la barbarie, hacernos ms justos, ayu-

    darnos a entender, para finalmente aprender, si es posible, que en un pas sin

    jueces la violencia gobierna, las equivocaciones pululan, la tragedia y la injusticia

    se pasean abrazadas. Frente a las cenizas de la justicia esparcidas por todo el pas

    es preciso dictar una sentencia que nos permita recobrar algn da el lenguaje de

    los justos.

    Carlos Isaac Nader

    Presidente Corte Suprema de Justicia

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    PROEMIO LUCTUOSO

    El luminoso e impecable prlogo escrito por el doctor Carlos Isaac Nader,

    Presidente de la Corte Suprema de Justicia, me excusa de repetir un pensamiento

    y un sentimiento en el que coincidimos con exactitud, junto con todos los que

    hacemos parte de la Rama Judicial, frente al horrendo crimen perpetrado hace

    veinte aos en el sagrado y ms alto escenario de la justicia en Colombia.

    Pretende esta publicacin contribuir al rescate de la memoria de los sacrifica-

    dos en uno de los ms oscuros das de la patria, y emprender as un camino de

    reconstruccin y bsqueda de algunas piezas fundamentales de este triste rompe-

    cabezas que an contina incompleto, en un significativo y decidido esfuerzo

    liderado por la Honorable Corte Suprema de Justicia, y al que la corporacin que

    me honro en presidir ofrece apoyo y colaboracin irrestricta, como corresponde a

    su trascendental y principalsima misin de asegurar la independencia y la auto-

    noma de la Rama Judicial.

    Estos das de noviembre en que recordamos la tragedia sern siempre de

    pesadumbre; y de vergenza; y de dolor; y seguramente de rabia, para los colom-bianos y, sobre todo, para los familiares de los cados; pero lo sern menos el da

    de la verdad, el da del desagravio, el da de pedir y otorgar perdn; el da, en fin,

    de la justicia.

    Guillermo Bueno Miranda

    Presidente del Consejo Superior de la Judicatura

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    EXORDIO

    Los das 6 y 7 de noviembre de 1985, la locura delirante de la subversin

    consum un crimen abominable y nefando que contrista el alma y empequeece

    los espritus. Accin terrorista de tan desproporcionadas consecuencias no haba

    conocido la historia del pas, para confusin y desconcierto de nuestros compa-

    triotas y perplejidad del mundo internacional. Herida el alma nacional, cubri de

    luto los corazones de todos los Colombianos. Resquebrajadas las instituciones, se

    pervierte el sentimiento ciudadano, verstil y frgil, aunque solidario en el mo-

    mento crucial del peligro grave e inminente de la tragedia inenarrable.

    Vctima inocente de la lucha contra el sistema democrtico y republicano,

    hace exactamente veinte aos, cay la cabeza ms prestante de la Rama Jurisdic-

    cional del Poder Pblico, al desintegrase la Corte Suprema de Justicia por la ac-

    cin demoledora y cruenta de la subversin irracional. A su lado, rodendola,

    oficiando en el altar de la patria, rindindole culto al derecho, yacen Alfonso

    Reyes Echanda, su Presidente, y los Magistrados Carlos Medelln Forero, Fabio

    Caldern Botero, Manuel Gaona Cruz, Jos Eduardo Gnecco Correa, Fanny Gonzlez

    Franco, Ricardo Medina Moyano, Luis Horacio Montoya Gil, Pedro Elas SerranoAbada, Alfonso Patio Roselli y Daro Velsquez Gaviria. Son mrtires perilustres,

    sacrificados en el cumplimiento del deber, dignos de la galera de los prceres de

    la Repblica. Doctos y sabios, se llevaron el tesoro de la cultura jurdica con la

    cual enriquecieron la doctrina y la jurisprudencia. De honestidad acrisolada, la

    blanca tnica de la investidura integrrima es honra de la sociedad colombiana,

    como de sus inconsolables familiares y deudos. Su vida ejemplar, es paradigma

    de las juventudes y admiracin rendida de la comunidad en general. Su muerte,

    absurda y cruel, contribuye a exaltar la majestad de la justicia para que se engran-

    dezca la soberana de la Nacin.

    Despus del fulgor del incendio y de las rfagas de ametralladoras, el duelo

    colm intensa e ntimamente los corazones. Se presentaron hechos y episodios,

    que dejaron en entredicho a las mismas instituciones. Se extinguieron vidas valio-

    sas en el Palacio de Justicia. Se ocup el templo de las ciencias jurdicas por las

    armas, con agresividad y como un crimen de lesa patria. Se desconoci su propia

    y eminente soberana al Poder Judicial!

    Era cuestin de reciedumbre espiritual, que obligaba a superar las debilida-

    des del alma humana en los momentos de infortunio, pero ciertamente se ultraj ala Corte Suprema de Justicia. La autoridad legtima tena el derecho y el deber de

    obrar con cautela pero con energa, con firmeza. De otra manera, el pas se hubie-

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    xxii CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA

    se desbordado definitivamente por unos cauces extraos a la juridicidad, al des-

    gaire que pretenda la subversin armada.

    Todos nos estremecimos ante el drama de una sociedad que llor a los ilus-

    tres Magistrados y ya casi se olvida lo que ocurri: hubo una proclama de la

    guerrilla, que no se limit a exigir la publicacin en los medios de comunicacin

    de su propio texto. Se intent un juicio al Presidente de la Repblica por parte del

    M-19, recordando el que a su manera, esa justicia popular marxista leninista le

    hiciera aos atrs a Jos Raquel Mercado, asesinado por ese grupo subversivo. Se

    exigi la comparecencia del Jefe del Estado en aqul escenario trgico, con una

    audacia irracional, propia de la subversin trastornada, de la insana consustancial

    de las personas alejadas de la realidad. Queran que los Magistrados, que eran ver-daderos rehenes, juzgaran al Presidente de la Repblica bajo la direccin y control

    del M-19 que irrumpi a mano armada en el Palacio de Justicia.

    Si esto lo analizamos hoy, sosegadamente, no hay duda alguna de que se dio

    un golpe de Estado a la Corte Suprema de Justicia y al Consejo de Estado. El ms

    alto Tribunal de la Jurisdiccin Ordinaria, impotente ante el asalto, estaba desti-

    tuido de sus poderes y de su soberana. En calidad de secuestrados, los Magistra-

    dos dependan de la voluntad de un grupo guerrillero. Simultneamente se pre-

    tendi un golpe de Estado para deponer al Presidente de la Repblica. Por eso el

    M-19 se anticip a anunciar el nuevo gobierno que pensaron los ilusos de esa

    agrupacin insurgente empezaran a ejercer desde el Palacio de Justicia el 6 de

    noviembre. Recurdese por lo dems, que en fechas anteriores haban hecho co-

    nocer noticias segn las cuales habran constituido un gobierno provisional.

    Esas fueron objetivamente las circunstancias de tales hechos y es necesario

    expresarlas sin vacilar.

    Por otra parte, el Jefe del Estado asumi la total responsabilidad de la con-

    ducta oficial. Esa es una actitud honrosa, valerossima y no era posible esperarproceder diferente del Presidente Betancourt. En el momento ms dramtico de la

    hecatombe surgi de manera franca y espontnea una absoluta adhesin nacional

    a la causa. Superada sta, restablecida aparentemente la normalidad, apagado el

    incendio monumental y silenciados los fusiles, aquella solidaridad viva, presente,

    sincera y patritica no se expres despus de la misma manera. Son estas las

    variables de la poltica. Por eso se ha dicho que las instituciones no son negocia-

    bles y no tienen precio. Y an cuando la expresin resulte un poco fuerte y agre-

    siva, ni siquiera las vidas mas preciadas valen tanto como aquella arquitectura que

    identifica la fisionoma de la Repblica ante propios y extraos.Tratndose de la estructura constitucional; de asuntos relacionados con la

    seguridad del Estado; de polticas pblicas y de la propia soberana nacional, no

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    LIBRO BLANCO - 20 AOS DEL HOLOCAUSTO DEL PALACIO DE JUSTICIA xxiii

    se puede ceder cuando se asume la responsabilidad. Hay que mantenerse all con

    firmeza inquebrantable, con valor civil, desafiando la incomprensin de las gen-

    tes abatidas por la pena infinita de la desaparicin de los seres queridos. Todo locual presiona de una u otra manera con sentimientos explicables, para desviar el

    debido comportamiento de quienes tienen a su cargo la responsabilidad sobre las

    instituciones del pas.

    As deba y debi ser y no de otra manera, porque es imperios restaurar esas

    bases inconmovibles de la nacionalidad, para que sobre esos cimientos se conser-

    ven las columnas de unos principios que han inspirado el sistema republicano y

    democrtico del pas.

    Por eso, la Sala Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura, alconmemorarse los veinte aos del holocausto del Palacio de Justicia, convoca a

    una jornada de solidaridad patritica entorno al Estado de Derecho y al orden

    jurdico. Porque lo fundamental es resguardar la democracia, en la cual ya no

    muchos creen con la misma conviccin ideolgica y moral de antes. Formulamos

    votos por la paz y la concordia de los Colombianos, exhortando a todos para que

    seamos solidarios en la defensa de la democracia y las instituciones. Preserve-

    mos el Estado de Derecho y el orden jurdico de la Nacin!

    En verdad, en aquella oscura y nefasta poca, el pas padeci una inmensacrisis en materia jurdica, al carecer de sus jerarquas superiores. Hoy, superada

    esa etapa triste y dolorosa de la vida nacional, nos corresponde expresar trminos

    de ecuanimidad absoluta, tranquilidad en la mente, en el corazn y en el juicio,

    para coadyuvar a reconstruir una cultura de paz, justicia, perdn y reconciliacin.

    Invitamos, entonces, a los lectores analizar detenidamente los hechos ocurri-

    dos, con sereno espritu, necesario para el razonamiento imparcial y justo.

    Jos Alfredo Escobar Arajo

    Presidente Sala Administrativa

    Consejo Superior de la Judicatura

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    FERNANDO URIBE RESTREPO

    EL VIACRUCIS DE LA JUSTICIAApartes

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    PROLOGO

    Con excepcin de las vctimas y sus familiares, nadie en Colombia sufri los

    efectos de la Toma del Palacio de Justicia como Fernando Uribe Restrepo. En

    efecto, a la angustia inicial producto de su lejana forzada e involuntaria, se sum

    el choque abrupto con la realidad de lo ocurrido cuando descendi del avin que

    lo trajo de regreso. Pero los colombianos aprendimos a acatarlo y respetarlo, con

    mayor ahnco, en los das siguientes a la Toma, cuando tuvo que recibir sobre sus

    hombros, de manera no buscada por l, la grave y riesgosa responsabilidad de

    convertirse en el Presidente de la Corte Suprema de Justicia en medio de la mayor

    crisis de la historia de esta institucin.

    El opsculo que tiene ahora en sus manos el lector describe los espantosos

    acontecimientos, los mismos que nos llenaron con tristeza y de verguenza ante el

    mundo. Pero es tambin riqusimo en la evocacin y el anlisis de los sucesos

    posteriores: la reintegracin de la Corte acompaada de las dificultades impuestas

    por la intimidacin que padecamos los colombianos sin excepcin pero, como

    algo verdaderamente inverosmil, llevada a cabo en medio de discusiones rabulescas

    sobre la legalidad del procedimiento adoptado; las asombrosas complicacionesadministrativas que se vivieron al momento del arranque de la nueva Corte; los

    pequeos detalles que muestran el desdn de algunos funcionarios; pero sobre

    todo el carcter minusvlido de la rama judicial, carente de autonoma para regir

    sus destinos y tomar sus propias decisiones. De esta situacin surgi una frase

    acuada por Uribe Restrepo, mediante la cual calific a la rama judicial como la

    rama seca del Estado colombiano. Cuanta verdad hay en ello.

    Conoc a Fernando Uribe, a menos de manera personal porque desde antes

    haba establecido contacto con l a travs de sus memorables sentencias de casa-cin, cuando me sorprendi con el ofrecimiento para integrar la nueva Corte. De

    l recib siempre lecciones de entereza, pulcritud, sindresis e inmenso valor.

    Solo l pudo desempear su tarea como Presidente de la Corte combinando la

    prudencia con la firmeza para defender los fueros de la justicia. Los colombianos

    tenemos para con l una deuda de reconocimiento.

    Nuevamente ha surgido en Colombia la discusin sobre los trgicos sucesos

    de noviembre de 1985. Despus de aprobada la ley de indulto y decretada la cesa-

    cin de procedimiento por esos hechos, un despacho judicial ha conceptuado que

    an hay conductas pendientes de castigo. El Gobierno ha credo que la ley deindulto, como lo muestran los antecedentes de su intensa discusin, pretendi

    cobijar todos los hechos luctuosos. Ha habido perdn, as no haya existido olvido.

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    4 CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA

    La sociedad colombiana ha hecho este esfuerzo supremo en aras de la reconcilia-

    cin nacional. Si se ha buscado que el congreso ratifique esta intencin, se ha

    procedido en todo caso con la mira puesta en el bien supremo de la paz y sin queello signifique interferencia en la soberana del poder judicial para aplicar la ley.

    Lo que ocurre es que por excepcin en materia de amnista e indulto la Constitu-

    cin -la nueva como la anterior- exige la concurrencia de los tres poderes. Ello

    descarta de plano la tesis de la interferencia indebida.

    En materia de autonoma de la rama judicial, se ha hecho a partir de la nueva

    Constitucin un gran esfuerzo. La creacin del Consejo Superior de la Judicatura,

    integrado en su Sala Administrativa por ciudadanos nominados por los organis-

    mos de la rama, as lo garantiza. En materia administrativa nunca hay milagros,nunca las transformaciones se dan de la noche a la maana. Puede ms la labor

    paciente y tesonera, como la que adelant Fernando Uribe al frente de la Presiden-

    cia del (sic)Corte. No obstante, las nuevas instituciones, la reciente implantacin

    de toda una nueva configuracin de la justicia, deben significar, a nuestro juicio,

    un nuevo amanecer.

    Humberto de la Calle Lombana

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    INTRODUCCION

    En el mes de octubre de 1987 recib una cordial y honrosa invitacin de parte

    del Dr. Daro Arismendi Posada, en ese entonces activo Director del peridico EL

    MUNDO de Medelln, para que me convirtiera en columnista habitual en su dia-

    rio, en cuanto no existiera incompatibilidad con las funciones de Magistrado del

    Tribunal Andino que vena ejerciendo desde principios de ese ao.

    Acept la amable invitacin y, en efecto, logr escribir cincuenta y dos co-

    lumnas durante el ao siguiente, bajo el ttulo general de Observatorio Andino,sobre temas que, en su momento, consider de actualidad. Para empezar esta labor

    de periodista ofrec al Dr. Arismendi escribir, por entregas, una crnica sobre la

    tremenda experiencia que me haba correspondido vivir como Presidente de la

    Corte Suprema de Justicia de Colombia -de lo que qued de ella- inmediatamente

    despus de los cruentos sucesos ocurridos en el mes de noviembre de 1985, cuan-

    do de la noche del da 6 a la maana del da 8, qued reducida a cenizas la majes-

    tuosa sede principal de la Justicia colombiana y diezmados sus integrantes.

    Muchas personas me haban insinuado la conveniencia de que escribiera un

    libro sobre esta experiencia, nica y amarga, y nobles amigos me instaban a ello.Esa solicitud coincida con la necesidad que personalmente senta de organizar

    experiencias, pensamientos y emociones. Opt por la crnica que ofrec al peri-

    dico EL MUNDO, como un medio ms prctico y menos ambicioso de dar a cono-

    cer mi versin sobre se triste y aleccionador captulo de nuestra historia Patria.

    El peridico la public en once entregas, que aparecieron entre el 7 y el 17 de

    noviembre de 1987, bajo el ttulo general de La Tragedia del Palacio de Justicia

    vista por Fernando Uribe.

    La crnica fue escrita en la ciudad de Quito, en el mismo sitio en donde ahorahe decidido convertirla en libro. Me fue posible reconstruir los hechos, tiempo

    despus y en un lugar lejano al teatro de los acontecimientos, gracias a la invaluable

    y oportuna ayuda de la eficiente Bibliotecaria de la Corte, Sra. Mara Luz Arrieta

    de Noguera, quien, en colaboracin con mi esposa Cecilia Restrepo de Uribe,

    logr recoger en cinco gruesos volmenes los principales documentos, noticias y

    comentarios pertinentes publicados en la prensa de Colombia durante el perodo

    en referencia.

    La tragedia del Palacio de Justicia, a mi modo de ver contina siendo un tema

    actual y de inters general puesto que pone en evidencia las debilidades estructu-rales de la Rama Jurisdiccional del Poder Publico, que se dan por igual en muchos

    Pases en desarrollo, incluidos por supuesto los que conforman el Pacto Andino;

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    6 CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA

    cuando una institucin entra en aguda crisis es cuando mejor se pueden conocer

    sus debilidades y recursos. Estos sucesos, adems, en su dimensin particular o

    histrica, constituyen un tema recurrente en Colombia; el intrincado y apasionadodebate jurdico y poltico al que, lgicamente, dieron lugar, est aun muy lejos de

    concluir, y se prolongar probablemente por muchos aos ms.

    As, por ejemplo, hace pocos das un Juez de Orden Publico (Juez sin ros-

    tro) dict auto de detencin contra la cpula del M-19, a pesar de que este movi-

    miento, luego de un exitoso proceso de paz, obtuvo una Ley de Indulto en 1989, y

    hoy tiene representacin en el Congreso y en el alto Gobierno. El Juez consider,

    sin embargo, que la ley de indulto no cubra ni poda cubrir actos de terrorismo ni

    delitos atroces, los que segn l se dieron en los hechos del Palacio; en esta difcilsituacin est adems nuevamente involucrado el Ex -Presidente Belisario Betancur.

    A raz de estos ltimos sucesos el mximo dirigente del M-19, Antonio Navarro

    Wolf -aparte de sealar que cuando ocurri la tragedia del Palacio se encontraba

    en Cuba, reponindose de heridas sufridas en un atentado contra su vida ocurrido

    en Cali, declar: ... la toma del Palacio de Justicia no fue un acto terrorista... fue

    una accin poltico-militar que intentaba hacer claridad sobre el proceso con Belisario

    Betancur.1

    El tema de la crnica que ahora se publica, y cuyo texto me ha sido solicitado

    por numerosos amigos en los ltimos aos, no es sin embargo el de la doble tomaviolenta del Palacio de Justicia, por el M-19, primero, en operacin que ha sido

    calificada con toda razn de demencial, y por las Fuerzas Armadas a rengln

    seguido, en impresionante despliegue blico que no dio tiempo para pensar en los

    rehenes. Muchas publicaciones se han hecho sobre sta inverosmil tragedia, la

    mayora con las consabidas dosis de improvisacin y sensacionalismo. Entre ellas

    me permito citar, por tenerlas a la mano, La Justicia en Llamas de Germn

    Hernndez C., Noches de Humo -Como se plane y ejecut la toma del Palacio

    de Justicia- de Olga Behar, Palacio de Justicia - Las Dos Tomas, de Manuel

    Vicente Pea Gmez (2a. edicin) y Palacio de Justicia - Defensa de nuestras

    Instituciones?, de Juan Manuel Lpez Caballero.

    En vista de la especial gravedad y complejidad de los hechos, el Gobierno

    atendi el clamor pblico creando un Tribunal Especial de Instruccin, designado

    para la investigacin de los hechos, designado por la Corte Suprema. Nombramos

    a los Drs. Jaime Serrano Rueda y Carlos Upegui Zapata, profesionales calificados

    y de comprobada independencia, quienes dirigieron y coordinaron una completa

    investigacin que, si bien en su momento intent ser exhaustiva, no pudo llegar a

    1 EL TIEMPO, mayo 21 de 1992, pg. 9A .

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    ELVIACRUCIS DE LA JUSTICIA 7

    conclusiones finales o definitivas en varios importantes aspectos. Este Informe

    sobre el Holocausto del Palacio de Justicia (Noviembre 6 y 7 de 1985) nos fue

    entregado al Presidente de la Corte, al Ministro de Justicia y al Procurador Gene-ral de la Nacin, el 31 de mayo de 1986; el Gobierno, a instancias nuestras, auto-

    riz su 63 publicacin( 1).

    La presente es una crnica personal -historiogrfica y anecdtica- y por ello

    esta redactada, inevitablemente, en primera persona. He querido preservar, en lo

    posible, la presentacin original de tipo periodstico, lo cual, a mi modo de ver, le

    imprime mayor autenticidad. El protagonismo que de all resulta, irremediable-

    mente, nunca lo busque: me toc vivirlo, a mi pesar. Procur hacerlo con entrega

    y con mstica, pensando en todo momento en la tremenda responsabilidad que mecorresponda asumir, con mis compaeros, con la Corte Suprema, con la Rama

    Jurisdiccional y con mi Pas. Sobreviv al desafo, y quienes han calificado mi

    gestin lo han hecho con benevolencia y generosidad que mucho agradezco.

    Aspiro a que esta crnica tenga algn valor til para quienes ejercen el Dere-

    cho, y en especial para quienes cumplen la excelsa funcin de ser Jueces. De todos

    modos los sucesos apocalpticos que son el sustrato fctico de la presente publica-

    cin, hacen ya parte de la historia de Colombia y, porque no decirlo, de la historia

    de la Justicia en el mundo, dentro de la cual constituyen un infortunado, trgico,

    pero aleccionador captulo.

    Quito, junio de 1992.

    (1) Editorial Derecho Colombiano Ltda., Bogot, 218 pginas

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    8 CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA

    El Magistrado y expresidente de la Corte Suprema de Justicia, Femando Uribe

    Restrepo, tuvo la fortuna de escapar al holocausto del Palacio de Justicia por

    encontrarse en esos momentos en Estados Unidos. Pero tuvo tambin el dolor

    de enterarse de la suerte de sus compaeros y el dolor del pas entero, cuando

    emprenda el regreso hacia Colombia. Despus de los trgicos sucesos fue nombrado

    presidente de esta corporacin y con tal investidura organiz el proceso derecomposicin de la Corte, siendo protagonista no solo de lo que sigui sino

    tambin de las dificultades enormes que sufrieron tanto los miembros sobrevi-

    vientes como los nuevos magistrados despus de este luctuoso acontecimiento.

    Ahora dos aos despus, el Dr. Fernando Uribe Restrepo, quien actualmente se

    desempea como presidente del Tribunal Andino de Justicia, ha escrito en for-

    ma exclusiva para EL MUNDO, una reconstruccin de lo hechos y la evolucin

    posterior que tuvo la Corte Suprema de Justicia. Un testimonio de valor sin

    igual para la historia nacional que empezamos a publicar hoy y que continuar

    durante los das siguientes. Un texto brillante y estremecedor.

    Fernando Uribe Restrepo, vicepresidente de la Corte Suprema de Justicia en

    noviembre de 1985, sobrevivi a aquel nefasto acontecimiento por encontrarse

    en Estados Unidos, convirtindose desde ese momento en el personaje en torno

    al cual giraran las consecuencias de este terrible hecho. Dos aos despus de la

    toma del Palacio de Justicia, el doctor Uribe Restrepo ha escrito en forma ex-

    clusiva para EL MUNDO un relato minucioso y certero sobre aquellos aconte-

    cimientos y la manera dolorosa como debi enfrentar las desapariciones de suscompaeros y amigos, con quienes debi emprender la difcil y tenaz labor de

    llenar el vaco de los que murieron absurdamente en ese holocausto. Un relato

    pattico visto por un hombre que puede escribirlo ahora por cuestin de los

    azares del destino. Un documento de enorme valor para ir completando la his-

    toria de uno de nuestros ms terribles sucesos.

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    DOS AOS DESPUES

    I. LA NOTICIA

    Seran las nueve de la noche del mircoles 6 de noviembre de 1985 cuando

    regres al hotel en New Jersey, luego de una cena ofrecida por la Universidad

    offstra al grupo de veinte funcionarios judiciales provenientes de diversas partes

    del mundo, que haca ya 10 das habamos iniciado una visita al sistema legal de

    los Estados Unidos, previa invitacin oficial y dentro del programa para celebrar

    los 200 aos de la Constitucin. Encontr en la recepcin del hotel un inquietanteaunque prudente mensaje telefnico recibido durante mi ausencia, de parte de mi

    esposa, desde Bogot. Todos estamos bien pero es urgente que llames- fdo. Ce-

    cilia.

    Tan pronto entr a la habitacin pensando en el mensaje que llevaba en la

    mano, son el telfono. Era uno de los integrantes del grupo, un Magistrado afri-

    cano con quien haba simpatizado, quien en la original mezcla de ingls y francs

    que utilizbamos para comunicarnos, me avis: Juez Uribe, prenda la televisin

    que algo muy grave est pasando en Colombia y tiene que ver con la Corte Supre-ma de Justicia. Sintonic el canal de noticias y a poco, a todo color, apareci el

    Palacio de Justicia en llamas cual gigantesca tea y luego una impresionante se-

    cuencia de disparos, vidrios rotos y palomas huyendo, y un (sic)increble toma de

    un tanque de guerra subiendo lentamente la escalinata principal y derribando con

    estrpito la majestuosa puerta del templo de la justicia, en medio de la metralla.

    Record inmediatamente la leyenda del frontispicio, que adquira ahora extraa

    resonancia: Las armas os han dado la independencia; las leyes os darn la liber-

    tad. Acompaada a las imgenes una informacin confusa, en la que se mencio-

    naba al M- 19 y se indicaba que aun nada se saba de la suerte de los Magistradosy dems posibles vctimas.

    As empez para m esa larga noche, que fue infernal para otros, entre ellos

    mis compaeros absurdamente inmolados. Logr con trabajo comunicarme en tres

    ocasiones con Bogot, sin obtener mayor informacin pues nadie saba a ciencia

    cierta que estaba sucediendo, aunque de otra parte resultaba evidente la enorme

    gravedad de los sucesos en medio de la violencia desatada. No vacil por ello en

    la decisin de regresar de inmediato, consciente de la especial responsabilidad

    que podra tocarme como Vice-presidente de la Corte, cargo ciertamente honor-

    fico pero usualmente inocuo que haba vacilado en aceptar por natural retraimien-to, y por evitar interferencias en el trabajo de casacin laboral, que desde haca ya

    8 aos me tena embelesado.

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    10 CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA

    Nunca imagin que el hecho de haberme enterado en esa forma de la toma del

    Palacio habra de ser utilizado ms tarde por un alto funcionario del Estado para

    intentar descalificar mis opiniones sobre lo sucedido, en cuanto discreparon delcriterio del Presidente del Consejo de Estado, quien padeci el ataque en carne

    propia. Pienso ahora que, por el contrario, mi papel de espectador a distancia me

    oblig a reflexionar intensamente sobre lo sucedido, al paso que al Presidente del

    Consejo de Estado, vejado y herido en los sucesos, le prohiban sus mdicos ocu-

    parse de ellos.

    No se vaya Sr. Uribe que lo pueden matar. Aqu est seguro, mientras se

    sabe mejor que est sucediendo en su pas. Decan y repetan, con tono de angus-

    tia, los funcionarios norteamericanos que nos acompaaban en la gira. Segura-

    mente los tenan estremecidos, con toda razn, los titulares y fotografas de pri-

    mera pgina en los peridicos de Nueva York de ese fatdico 7 de Noviembre,

    sumados a la psima imagen que ya deban tener de Colombia como pas violento,

    dominado por criminales. Sin embargo fueron eficientes mis guas, de suerte que

    logr embarcarme a las 10 a.m. del da 7, sin haber dormido, en vuelo a Miami

    para hacer conexin inmediata a Bogot.

    Tuve tiempo durante el vuelo, a pesar del cansancio, la preocupacin y la

    angustia, de recapacitar sobre lo observado durante los primeros das de la frustra-

    da gira. Me haban impresionado gratamente la agilidad y versatilidad de los pro-cedimientos judiciales norteamericanos, observados en Washington y en Nueva

    York, diseados con criterio prctico, y exentos de intiles formalismos, apoya-

    dos principalmente en el procedimiento oral y en formas sencillas de auto-compo-

    sicin (mediacin, conciliacin, arbitramento), lo que les permita despachar sin

    dilaciones miles de casos civiles de menor cuanta. Pensaba tambin en los 600.000

    casos de Derecho de Familia resueltos en un ao por la Corte de Apelaciones de

    Nueva York, con la colaboracin de 100 rbitros voluntarios, y especialmente en

    los 190.000 detenidos que haban recibido asistencia legal gratuita a travs de la

    Legal Aid Society, equivalente a la firma ms grande de abogados que funcionaen los Estados Unidos, al servicio de los indigentes. Cuanto no podra hacerse en

    Colombia si furamos capaces de abandonar formalismos hoy obsoletos, y si nos

    convenciramos de que el problema de la administracin de justicia es asunto

    pragmtico, de resultados, no de teora y menos de retrica. Tampoco sospech

    que, sin jams haberlo pretendido, mi opinin sobre tales temas iba a ser de peso

    en los prximos meses.

    Pensaba as mismo en la triste situacin de la Rama Judicial en Colombia,

    vctima de la violencia, de la decidia administrativa y de la indiferencia de los

    polticos, y golpeada ahora por lo que estaba sucediendo en el Palacio de Justicia,cuya gravedad sospechaba, pero sin aproximarme siquiera a lo que en verdad fue

    esa realidad inverosmil. Las llamas, los obuses, los roquets, los tanques y la

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    ELVIACRUCIS DE LA JUSTICIA 11

    metralla, no permitan hacerse muchas ilusiones. Mentalmente evocaba la figura

    y las maneras de mis compaeros a quienes supona sufriendo esa dantesca con-

    flagracin. Recordaba adems las amenazas a la Corte, los alarmantes informesde los organismos competentes, la evidente inconsistencia de unas muy pobres

    medidas de seguridad -como aquella invitacin, que no pude atender, a un curso

    para aprender a actuar en caso de secuestro-, y la preocupacin permanente del

    Dr. Alfonso Reyes Echanda como presidente de la Corte, por esa situacin. Nada

    de ello podra resultar comprensible en Estados Unidos, en donde se apoya y res-

    peta al Poder Judicial, como vena de observarlo.

    Lo que tampoco jams podra haber imaginado en ese momento era que la

    sede de la Corte, teatro de tan cruenta batalla campal, hubiera sido dejada sin

    proteccin alguna, y que ms adelante se intentara absurdamente sostener que tal

    desamparo era imputable precisamente al Dr. Reyes Echanda.

    Al atardecer, en Miami, me recibi una funcionaria del Departamento de

    Estado, de nacionalidad peruana, encargada de facilitarme la oportuna conexin

    con el vuelo de la Eastern a Bogot. As lo hizo, con eficiencia y cortesa, y nos

    despedimos. Pero ya en el avin volvi a buscarme y, luego de decirme: sintese

    por favor Seor Uribe, me anunci sin poder ocultar su emocin, acaban de

    llamar de Washington y me piden que le avise, para que usted sepa a que atenerse

    y vaya preparado, que en el asalto al Palacio de Justicia muri el Dr. Reyes Echanda,Presidente de la Corte.

    La noticia me afect profundamente, en ms de un sentido, y especialmente

    porque admiraba la brillantez jurdica del Dr. Reyes, pero de todos modos me

    resultaba humanamente imposible prepararme para lo que vendra. En el mismo

    avin viajaba a cubrir el suceso un reportero de TV de los Estados Unidos, quien

    para mi sorpresa no vacil en identificarme. Y al bajar por la escalerilla en el

    Dorado descubr, como en una pesadilla, que el avin estaba rodeado de personal

    uniformado el que sera luego mi obligada compaa durante muchos meses.

    Mi familia, que me esperaba, durante el viaje a la casa, fue desgranando uno

    a uno los nombres de mis compaeros muertos, cuyo trgico final se haba cono-

    cido haca muy poco. No pude evitar el llanto al or cada nombre, y recuerdo que

    cuando se mencion a Fanny Gonzlez Franco, amiga muy apreciada desde la

    Universidad, exclam: No, No para eso no la nombramos en la Corte!!. Pen-

    saba, entre muchas otras cosas, en los dos aos de lucha para sacar adelante su

    nombramiento en propiedad,( 1)y en la dicha con que me haba confirmado, en

    (1) Fanny Gonzlez Franco fue la primera mujer en ocupar el cargo de Magistrado de la CorteSuprema de Colombia, en propiedad. Estuvo antes en la Corte, en interinidad, varias veces,pero haba resistencia a nombrarla en propiedad. En varias oportunidades se frustr sueleccin, por uno o dos votos; como partidario de su candidatura, opt entonces por enviar-

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    12 CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA

    nuestra ltima conversacin, que ya por fin tena al da su despacho en la Sala

    Laboral, el que haba recibido muy atrasado. Era para ella una satisfaccin ms

    que merecida, fruto de un prolongado y tenaz esfuerzo, pero que no alcanz adisfrutar. La reaccin y el llanto recurrente fueron similares al saber, con nombres

    propios, las otras muertes de Magistrados intachables, de personas de verdadera

    excepcin, irremplazables en la admiracin y el afecto de quienes tuvimos el pri-

    vilegio de su amistad. Luego del desahogo vino una extraa serenidad que me

    permiti or con detenimiento la alocucin del Presidente de la Republica, esa

    misma noche, y asistir en los das siguientes, con el corazn en la mano, a los doce

    sepelios de los Magistrados mrtires. La violencia de las armas les haba causado

    la muerte, y el derecho, al cual haban consagrado sus vidas, para nada les haba

    servido en el episodio final.

    le Las Memorias de Adriano de Margareth Yourcenar, a quienes yo saba que se oponan

    por complejo machista. Recuerdo que cuando vea a Fanny decada y pesimista duranteeste largo proceso, que al fin culmin con su eleccin en propiedad, sola llamarla SandraFanny Gonzlez O Connors, mezclando su nombre con el de la primera mujer que habalogrado llegar a la Corte Suprema de los Estados Unidos.

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    ELVIACRUCIS DE LA JUSTICIA 13

    El jurista

    Dicen los amigos del magistrado Fernando Uribe Restrepo que l naci en Bo-

    got por accidente pues toda su familia es antioquea y su vida transcurri

    casi en su totalidad en este departamento. Vi la luz en 1929, su infancia trans-

    curri en Sonsn y su bachillerato y carrera los realiz en la Universidad Pontificia

    Bolivariana. Es hijo del doctor Flix Uribe Arango y nieto del expresidente

    Carlos E Restrepo. Padre de siete hijos, varios de ellos abogados. Obtuvo un

    Master en Friburgo y otro en la Catolic University of Amrica de Washington.

    Durante 18 aos trabaj en la Andi y en 1978 entr a formar parte de la Sala

    Laboral de la Corte Suprema de Justicia, donde en virtud a sus mritos y sabi-dura fue nombrado un tiempo despus en la Vicepresidencia de esa corpora-

    cin. Este hombre al que sus amigos consideran un filsofo del derecho, escap

    al holocausto del Palacio de Justicia por encontrarse en los Estados Unidos y

    debi enfrentar la reconstruccin de la Corte y padecer las dificultades subsi-

    guientes. El doctor Uribe Restrepo ha escrito en exclusiva para EL MUNDO

    una memoria de todos estos acontecimientos. Ayer narr la manera como se

    enter de la infausta noticia y hoy nos cuenta como debi enfrentar esa cruda

    realidad. Esta serie continuar en los das siguientes, como un documento de

    gran valor para la historia nacional.

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    14 CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA

    II. ENTRE LAS CENIZAS Y EL LLANTO

    Los primeros contactos entre los Magistrados sobrevivientes fueron dramti-cos habamos vuelto a nacer; y sobrecogedores los encuentros con las viudas y los

    hurfanos de los compaeros muertos, a quienes habamos conocido en la alegra

    y en la paz de sus hogares. La depresin y la profunda tristeza predominaban en el

    quebrantado nimo de los suprstites, Jueces y Magistrados de carrera y de dedi-

    cacin exclusiva -como no puede ser de otro modo- que de la noche a la maana

    habamos visto, estupefactos, como desapareca la Corte Suprema. La ms alta

    corporacin de la Rama Judicial en realidad ya no exista, pues ramos solo 12 los

    maltrechos sobrevivientes, que habamos perdido de la noche a la maana, ade-

    ms de nuestros queridos compaeros, los archivos personales, la dotacin y lomejor de nuestras bibliotecas, lo que nunca nadie se preocup por resarcir. Mila-

    grosamente conservbamos la vida. Sabamos por experiencia propia que ni el

    Gobierno, ni el Congreso, ni los partidos polticos haban sido nunca capaces de

    preocuparse seriamente y con verdadera decisin de aliviar la tradicional penuria

    que ha mantenido a los jueces de la Republica en deprimente situacin. Eramos 12

    dolientes, desubicados cruentamente, tres de ellos restablecindose de graves he-

    ridas sufridas la noche en que la violencia avasall a la justicia. La Sala Constitu-

    cional haba desaparecido totalmente y todas las Salas de Decisin estaban desintegradas.

    Ya no existan en la Corte archivos, ni biblioteca, y haban sido destruidos ms de6.000 expedientes en trmite. De acuerdo con las normas vigentes para poca de

    normalidad no tenamos qurum para tomar decisiones. Asonal Judicial, de otra

    parte, amenazaba con un paro general de la Rama, no sin buenas razones.

    El lunes 11, luego de las conmovedoras ceremonias de velacin y sepelio,

    asistimos a una primera reunin con el Ministro de Justicia, a manera de continua-

    cin de una muy breve y frustrante entrevista que haba logrado un pequeo grupo

    de Magistrados con el Presidente de la Republica el da 7, cuando ya culminaba la

    toma violenta del Palacio. Preguntamos al Ministro Parejo Gonzlez, entre mu-chas otras cosas que nos atormentaban, si exista una relacin completa de los

    muertos, y nos contest que por supuesto s. Un funcionario del Ministerio dio

    lectura a una lista, y salt de mi asiento al escuchar mi nombre, entre los supues-

    tos fallecidos. Quien identific mi cadver?, fue lo nico que atin a decir, con

    humor negro, ante el desconcierto del Ministro y de su escribano. Se reforz as

    en muy mal momento nuestro arraigado excepticismo en relacin con la eficiencia

    del Gobierno, especialmente en lo atinente a la administracin de justicia. El cal-

    vario que sufrimos en los meses siguientes por esa misma causa, sirvi para rati-

    ficar tal sentimiento. Conviene advertir que ello fue as a pesar de una evidentebuena voluntad de muchos funcionarios, y que el Ministro Parejo Gonzlez, de

    todos modos, se constituy luego en honrosa excepcin, especialmente en los

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    ELVIACRUCIS DE LA JUSTICIA 15

    aspectos jurdicos, tanto que mereci las felicitaciones de la Corte, como ms

    adelante se dir.

    En esos das era tema ineludible de reflexin, para el pas todo y en especial

    para nosotros, lo sucedido en el Palacio. Por qu se haba suspendido la vigilan-

    cia? Por qu el Presidente de la Repblica no haba querido hablar con el Presi-

    dente de la Corte? Por qu no se haba hecho ningn esfuerzo consciente y siste-

    mtico para proteger la vida de los Magistrados? De dnde ese impresionante

    desbordamiento de fuerza destructiva como nica tctica?.

    Nuestra situacin anmica y un elemental respeto por el intenso dolor y justa

    ira de viudas y hurfanos, nos impidi asistir a las Honras Fnebres por los Ma-

    gistrados inmolados que dispuso el alto Gobierno para el domingo 10. No hubo enello arreglo ni concertacin alguna. Todos coincidimos en esa misma reaccin

    espontnea, que no fue poltica sino de autentico pudor.

    El martes 12 en la maana, en una sala de la Casa de la Moneda -la que an

    no se saba si deba ocupar la Corte o el Consejo de Estado-, como primer acto de

    la mutilada corporacin, fui elegido Presidente en propiedad por el voto unnime

    de mis compaeros. Honor que jams pretend y compromiso que a nadie dese, y

    que me llev a presidir la Corte durante ms de 14 meses -gracias a que fui reele-

    gido para el perodo ordinario siguiente- rompiendo as el record de duracin enese cargo. El Magistrado al que le correspondi tomarme el juramento de rigor, no

    pudo hablar debido a la emocin y hube de recitar por mi cuenta la frmula ritual.

    Fue designado como Vicepresidente el ilustre jurista Luis Enrique Aldana

    Rozo de la Sala Penal, lo que signific para m un gran respaldo, por su inteligen-

    cia, seoro y ecuanimidad. Me asisti y apoyo en todo momento y busqu con

    frecuencia su sabio concejo hasta cuando meses despus le fall definitivamente

    el corazn, afectado sin duda por lo que estbamos viviendo y por las muchas

    angustias y zozobras que siguieron. Su temprana muerte contribuy a que resulta-ra casi cierto lo que en alguna oportunidad manifest: que en la Presidencia de la

    Corte solo me haba quedado tiempo para abrir, leer y contestar mensajes de con-

    dolencia.

    Los sobrevivientes ramos en ese entonces Aldana, Bonivento, Baquero Bor-

    da, Daza, Gmez Uribe, Gmez Velsquez, Hernndez, Ospina y yo, y ms a

    duras penas haban sobrevivido Camacho, Murcia y Tapias, heridos durante los

    sucesos. Dentro del siguiente ao habran de morir Hernando Baquero Borda,

    vilmente asesinado, y el vicepresidente Aldana Rozo, consumido por una tensin

    que no soport su corazn para entonces ya operado. Adems nos retiramos de laCorte primero Murcia, luego Tapias, y en el presente ao Camacho, Gmez Uribe

    y yo. Dante Luis Fiorillo Porras haba fallecido el mismo da de la toma, cuando

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    16 CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA

    se encontraba hospitalizado en espera de una intervencin quirrgica, tambin del

    corazn, el que no soport el espanto de la tragedia, por lo cual nunca vacilamos

    en contarlo entre los mrtires de Palacio de Justicia. Recientemente mi sucesor enla Presidencia, el Dr. Hernndez Senz, solicit una licencia y anuncio su prxi-

    mo retiro. De esta suerte, de 24 Magistrados que ramos en el momento del asalto,

    solo 4 quedan hoy en la Corte.

    La Corte Suprema ha tenido siempre una gran movilidad, mucho mayor que

    la que parecen suponer los enemigos de la cooptacin y de la vitalicidad -hasta

    una muy temprana edad de retiro. Para los burcratas y clientelistas, los Magistra-

    dos son clientelistas y burcratas. Pero de todos modos la Corte jams haba teni-

    do tantos cambios en tan breve tiempo, ni por causa tan execrable. No fue fcilentonces la labor de reintegracin de la Corte en tan trgicas circunstancias, como

    tampoco fue sencilla la brega por la reinstalacin fsica adecuada de la ms alta

    corporacin de la justicia en Colombia, tan dura e injustamente golpeada en alma

    y cuerpo.

    El mircoles 13, un da despus de mi designacin como Presidente, aprob

    la Corte la siguiente declaracin pblica. Al redactarla nos dimos cabal cuenta de

    que hay ocasiones en que la palabra est muy lejos de poder expresar conviccio-nes, emociones y sentimientos entremezclados, como los que nos preocupaban y

    afligan en esos das.

    Dice as esa declaracin que pas prcticamente desapercibida en medio de

    las muchas tragedias de ese noviembre fatdico:

    La Corte Suprema de Justicia, en la segunda sesin plenaria celebrada des-

    pus del holocausto que la enluta, aprueba la siguiente declaracin:

    1. Deplora de la manera ms profunda la muerte violenta de sus ilustres

    Magistrados Alfonso Reyes Echanda, su Presidente, Fabio Caldern Botero, Manuel

    Gaona Cruz, Jos Eduardo Gnecco Correa, Fanny Gonzlez Franco, Carlos MedellnForero, Ricardo Medina Moyano, Horacio Montoya Gil, Alfonso Patio Rosselli,

    Pedro Elas Serrano Abada y Daro Velsquez Gaviria, ocurrida durante los dolorosos

    acontecimientos de los das seis y siete de noviembre del presente ao, en el Pala-

    cio de Justicia, sede de la corporacin y del Consejo de Estado, hechos en los

    cuales tambin se sacrificaron meritorios servidores pblicos y desvelados defen-

    sores de las instituciones patrias y perecieron otras inocentes vctimas;

    2. Reprueba este irracional atentado contra las instituciones que, como la

    Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado, solo han dedicado sus esfuer-

    zos al bien de Colombia, para asegurar el respeto de la Constitucin y de las

    Leyes, garantizar el derecho de los asociados sin tomar partido ni opinin por las

    tendencias ideolgicas que se disputan el poder y procurar la paz como supremo

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    ELVIACRUCIS DE LA JUSTICIA 17

    objetivo del Derecho, y el imperio de la justicia como factor fundamental de con-

    vivencia ciudadana;

    3. Rechaza con indignacin que el Palacio de Justicia, asiento de las ms

    altas corporaciones de la rama jurisdiccional del poder publico, fiel instrumento

    del estado de derecho, foro insustituible de la supremaca de los valores esencia-

    les de la civilizacin cristiana y centro de la solucin racional y pacifica de los

    conflictos, haya sido campo en donde se desate la ms ciega violencia;

    4. Expresa a todos los familiares y allegados de los sacrificados, su voz de

    condolencia y aliento en estas horas de tribulacin;

    5. Agradece a todos los estamentos sociales, especialmente a los Magistra-

    dos, Jueces y personal de colaboradores, la solidaridad expresada en estos mo-

    mentos de indefinible afliccin; y

    6. Finalmente, manifiesta que comprende las actitudes emocionales de al-

    gunos integrantes de la rama jurisdiccional, motivadas por la horrenda tragedia,

    e invita a todos a perseverar en el cumplimiento estricto del deber, como muestra

    de vitalidad y cohesin de la administracin de justicia y como ejemplo de cordu-

    ra y de temple de carcter, necesario aporte de los colombianos al mantenimiento

    de sus instituciones republicanas.

    Bogot, noviembre doce de mil novecientos ochenta y cinco. Casa de Pombo,

    Sede provisional de la Corte Suprema de Justicia.

    Fdo. Los doce Magistrados que sobrevivimos.

    De ese dolido texto debo hoy resaltar, aparte de su prudencia y moderacin,

    el aserto de que la Corte Suprema de Justicia y con ella toda la Rama Judicial son

    ajenas por completo a las luchas por el poder poltico. As lo exige perentoriamente

    el estado de derecho, dentro del cual la labor del Juez se limita a asegurar el

    imperio de la ley positiva, dentro de criterios de equidad, segn una jerarqua

    normativa claramente pre-establecida. No puede el Juez mandar ni aconsejar; no

    puede opinar ni acoger criterios de conveniencia; no puede en ningn caso rebasar

    los estrictos lmites de la legalidad. Esto fue precisamente lo que no entendi el

    M- 19 y lo que no entienden tampoco quienes se niegan a respetar los fallos judi-

    ciales -aunque tengan que acatarlos- por suponer que provienen del criterio y de la

    voluntad de los Jueces, cuando en realidad son tan solo la aplicacin de la Ley.

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    18 CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA

    LA REINSTALACION

    Este es el edificio donde provisionalmente est instalada la nueva Corte Supre-

    ma de Justicia, con todos los abatares que debieron sufrir sus miembros, segn

    el testimonio del presidente de entonces doctor Fernando Uribe Restrepo, quien

    en su crnica exclusiva para El MUNDO se refiere en esta tercera entrega a la

    La reinstalacin. Poco ha cambiado la situacin para la Justicia, desde el

    holocausto sufrido hace dos aos.

    Enlutado an el pas por la sangrienta toma del Palacio de Justicia, y luego por

    la avalancha del Volcn Arenas del Nevado del Ruiz, los magistrados sobrevi-

    vientes se enfrentaban a la difcil tarea de reconstruir la Corte Suprema de

    Justicia. La burocracia y la ineficiencia mantenan la rama judicial desampara-

    da, inerme y supeditada a decisiones ajenas a sus magistrados. Un panorama

    que permanece hasta nuestros das.

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    ELVIACRUCIS DE LA JUSTICIA 19

    III. LA REINSTALACION

    En la noche del jueves 14 ocurri la espantosa tragedia de Armero que con-

    movi al pas y al mundo entero. En una sola semana Colombia ocupaba la aten-

    cin internacional con dos inusitadas catstrofes. Los 20.000 muertos de Armero

    y las impresionantes escenas del rescate de cadveres y sobrevivientes superaron

    en horror los sucesos del Palacio de Justicia, que pasaron por uno (sic)das a un

    segundo plano. Se haba apagado el fuego con el lodo, como se dijo lapidariamente.

    Pero muy pronto result evidente que la toma de la Corte haba sido mucho ms

    grave para el pas que la tragedia de Armero. Esta haba sido una catstrofe natu-

    ral de grandes proporciones, agravadas en mucho por la imprevisin humana, pero

    aquello fue obra de la violencia de los hombres contra las instituciones y contraquienes las representaban. Se amain el furor ciego del volcn, dejando tristes

    secuelas de muerte y destruccin, pero la soberbia y la injusticia de los hombres,

    al destruir la Corte Suprema de Justicia, haba sembrado el caos y la anarqua

    amenazando con disolver la sociedad organizada segn principios de derecho.

    En esos das los Magistrados sobrevivientes luchbamos con verdadera an-

    gustia por encontrar un acomodo fsico que nos permitiera iniciar cuanto antes la

    ardua tarea de reconstruir la Corte, organismo esencial para la marcha ordenada

    del Estado. Mediante el Decreto 3272 de 9 de noviembre el Gobierno haba desti-

    nado la Hemeroteca Luis Lpez de Mesa, administrada por el Banco de la Republica,para servir como sede provisional de la Corte, y la vecina Casa de la Moneda para

    sede del Consejo de Estado.

    Una parte de la Corte haba estado, aos atrs, instalada en la Hemeroteca

    Nacional. En esa bella y fra casona me haba correspondido hacer las diligencias

    previas a mi posesin como Magistrado, en los primeros meses de 1978. Sin em-

    bargo, al hacernos presentes en la Hemeroteca el martes 12, junto con funciona-

    rios del Banco de la Republica, para tomar posesin de la precaria y provisoria

    sede, fuimos informados de que all el nico espacio disponible para nosotroseran dos salones en el primer piso, uno de ellos abierto al pblico. Se nos explic

    con conviccin patritica que el resto del local no se poda utilizar puesto que

    desmontar los muy importantes servicios culturales que all prestaba el Banco,

    implicaba un sacrificio excesivo y desproporcionado, mxime por tratarse de una

    solucin provisional.

    Cuando antes la corporacin haba ocupado la totalidad de ese local, haban

    quedado por fuera, en sitios distintos, las Salas Constitucional y Laboral, aparte

    de que en ese entonces no existan los 24 Magistrados Auxiliares. Era fsicamente

    imposible para la Corte, en consecuencia, acomodarse en el local sealado por elGobierno, as pudiera disponer de el en su totalidad -que no era el caso- ya que el

    Banco de la Repblica no pareca estar en condiciones de poder acatar lo que

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    20 CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA

    haba dispuesto el Gobierno. En su evidente afn por evitar trastornos en el fun-

    cionamiento normal de la Hemeroteca, de la cual los funcionarios del Banco esta-

    ban justamente orgullosos, nos sugirieron como posible solucin el museo de laCasa de Pombo situado a corta distancia, mansin colonial destartalada que el

    Banco se comprometa a refaccionar rpidamente. Ms tarde supe que el Presi-

    dente del (sic)la Repblica no haba sido partidario, en principio, de esa solucin,

    pues tena especial afecto por ese museo que consideraba obra suya.

    De todos modos tambin result evidente, a primera vista que era imposible

    fsicamente para la Corte acomodarse en las 14 vetustas habitaciones y en los dos

    pequeos patios de la casa en donde haba nacido el poeta en 1833, conservada tal

    cual, y que adems resultaba fra, desapacible y en extremo insegura. Al admirarel papayo que an se conserva en un patio interior del fantasmal inmueble, co-

    ment con mis compaeros que, al paso que bamos con todos los problemas de la

    Corte, no sera raro que yo terminara amarrado al papayo, como dicen que sola

    hacerse en algunas regiones con el bobo de la casa.

    Terminamos ocupando a regaadientes la Casa de Pombo y luego de ingrata

    puja con los mandos medios del Banco, la mitad de la Hemeroteca Nacional. Las

    muchas incomodidades que por ello sufrimos en la etapa de resurreccin, hicieron

    ms ardua e ingrata la difcil y penosa brega que nos corresponda. Fueron cierta-

    mente admirables el estoicismo y la calma de Magistrados, funcionarios y em-pleados. De mi s decir que varias veces estuve a punto de perder la paciencia.

    Recuerdo que en medio de toda esa confusin y desconcierto en relacin con

    la sede transitoria, revisaba yo el segundo piso de la Hemeroteca en compaa de

    un alto funcionario del Banco, a quien pregunt si sera posible que la Corte uti-

    lizara el ala norte. Usted sabe quien trabaja aqu? -me replic- nada menos que

    el subgerente (tal) del cual dependemos 450 empleados. Como lo vamos a mo-

    ver!! De inmediato le repliqu, sin poder contener la indignacin: Y usted sabe

    que es la Corte Suprema de Justicia, cabeza de la rama jurisdiccional, y cuantaspersonas trabajan en ella para que el pas pueda aspirar a tener alguna paz?.

    En otra ocasin el mismo desafortunado funcionario manifest, demudado y

    tembloroso, ante un grupo de Magistrados con quienes inspeccionbamos el ala sur

    del mismo piso: Yo no permitir que ocupen estas salas porque aqu hay coleccio-

    nes de peridicos muy valiosas. Tendra que guardarlas todas primero porque yo

    soy el responsable, aunque entonces los estudiantes no tendran en donde consul-

    tar. Esta vez s, con autntica ira le conteste: Como es eso que usted deja sus

    preciosos peridicos al alcance de cualquier estudiante pero no est dispuesto a

    dejarlos al alcance de los Magistrados de la Corte? Usted no nos conoce y deberahacer un curso elemental de instruccin cvica para que se de cuenta de lo que repre-

    senta la Corte y de lo grave que es para el pas que no pueda funcionar.

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    ELVIACRUCIS DE LA JUSTICIA 21

    En mi intensa experiencia como Presidente de la Corte comprob que es muy

    general la ignorancia sobre lo que es esta corporacin y sobre la funcin esencial

    que cumple dentro de nuestro estado de derecho. Ignorancia crasa que se encuen-tra incluso en figuras destacadas de nuestra clase dirigente, que no entienden en

    que consiste un fallo en derecho o como debe ser el control de constitucionalidad.

    Sin duda esa ignorancia influy en la conducta de muchos el 6 y 7 de noviembre

    de 1985, y explica en parte el nefasto resultado final de los acontecimientos.

    Problemas similares tuvimos con la necesaria dotacin que requeramos para

    trabajar, pese a la buena voluntad del Presidente, de su Ministro de Justicia y de

    algunos funcionarios del Fondo Rotatorio que administra a la justicia. Desde el

    primer da, corno es obvio, tuve necesidad de un puesto de trabajo mnimo: unescritorio, una silla, una mquina de escribir y un telfono. Pero asombrosamente

    pasaban los das y no contaba con esos indispensables elementos, a pesar de soli-

    citarlos ahincadamente a todo el mundo y a toda hora. Tuvimos asesor en asuntos

    decorativos que nos envi el Presidente de la Republica, pero sin poder de dispo-

    sicin; anuncios espontneos de vehculos blindados para cada Magistrado; ofer-

    tas de toda clase que nunca se cumplieron pero resultaba imposible obtener lo ms

    indispensable, elemental y urgente.

    Por esos das tuvimos una reunin obligada con los Altos Mandos sobre asuntos

    de seguridad, que se convirtieron en prioritarios para la Corte, aunque ello sueneincreble. Nos pregunt el Ministro de Defensa, General Vega Uribe, cmo era

    nuestra instalacin y dotacin, y al contarle para ilustrarlo sobre la instalacin de

    mi oficina dio de inmediato la orden tajante a un subalterno de que al da siguiente

    pusiera a mi disposicin un juego completo de escritorio y un telfono. Y as se

    cumpli militarmente, lo cual fue para mi un gran alivio y un motivo de reflexin

    sobre lo paradjico que es la vida, pero sobre todo sobre la urgente necesidad de

    que la Corte tuviera alguna autonoma en materia administrativa, para terminar

    con tan increble desamparo. Que adems lo han venido sufriendo tradicional-

    mente todos los jueces de la Repblica, sin que nada se haya hecho a ese respecto.

    El triste episodio del Palacio de Justicia debi servir al menos para demostrar

    cuan peligroso es para las instituciones republicanas el tener una rama judicial

    inerme, desamparada y totalmente supeditada a una burocracia ineficiente. Muy

    poco se ha hecho en tal sentido, a pesar de que de esta increble estructura admi-

    nistrativa depende en buena parte que se puedan cumplir o no los ms altos fines

    del Estado. Tienen en ello buena parte de culpa juristas que aun piensan que la

    dignidad de un juez es incompatible con las cuestiones prcticas.

    La inverosmil situacin que he intentado describir y que hizo que fuera aunms escabrosa para nosotros la etapa de resurgimiento, nos afect en tal forma

    que dio lugar a un acerbo pronunciamiento, que hoy puede sonar excesivo pero

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    22 CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA

    que en su momento fue en realidad apenas moderado. Dijo as la corte en declara-

    cin aprobada por la Sala Plena el 12 de diciembre:

    La Sala Plena de la Corte deja constancia de que en la etapa de transicin

    que ha vivido luego del incendio que destruy el Palacio de Justicia, previa a la

    etapa provisional que espera iniciar el ao entrante en el edificio del Banco de

    Crdito, segn lo convenido con el Gobierno, ha carecido casi por completo de

    elementos y facilidades mnimas para trabajar dentro de la emergencia, tales como

    papelera, mquinas de escribir, lneas telefnicas, etc.

    Ello ha sido as, luego de las grandes dificultades que encontr la Corte para

    ocupar su sede transitoria -la que result adems inadecuada-, a pesar de la bue-

    na voluntad manifiesta del alto Gobierno y de las encarecidas y reiteradas solici-tudes formuladas desde un principio a los funcionarios del Gobierno encargados

    en primer lugar al efecto, por parte del Presidente y dems funcionarios autoriza-

    dos de la corporacin.

    Espera la Corte que esta insostenible situacin no se prolongue en los prxi-

    mos das hbiles, cuando deber iniciar su normal funcionamiento, al reanudarse

    los trminos judiciales, hoy suspendidos.

    Personalmente tambin me sent obligado a dejar constancia en igual senti-

    do. En intervencin ante la plenaria el 27 de enero de 1986, cuando con el ingreso

    simultneo de cinco nuevos Magistrados terminbamos prcticamente la tarea de

    reintegracin, anote:

    Incendiada, bombardeada, ametrallada y mancillada nuestra sede, que era

    templo de la justicia, nos corresponde recibirlos a ustedes en esta Sala de la Constitucin

    de la Hemeroteca Nacional, que por ella no deja de ser digno recinto. Pero, guar-

    dianes de una Constitucin centenaria, deben ustedes instalarse en incmodos

    cubculos -espero que por pocos das- pues nada mejor se nos ofreci. Y sin em-

    bargo fueron muchos los tropiezas y dificultades que encontramos, quien lo cre-

    yera, para entrar en pacfica posesin de estos incmodos espacios, compartin-dolos incluso con el fantasma de Rafael Pombo. Por ello podra decirse que hemos

    retrocedido en la historia los cien aos que ya tiene la Constitucin que esta Sala

    conmemora, y otro siglo ms, por decir lo menos. Aunque infortunadamente tan

    increbles incomodidades se explican, pues corresponden a maas y resabios de

    nuestra administracin publica.... sintamos estas transitorias mortificaciones que

    nos han sido impuestas, no como humillacin sino como asctica disciplina en

    homenaje a nuestros compaeros asesinados, y para tener siempre presentes a los

    numerosos jueces que trabajan en peores incomodidades a todo lo largo ancho

    del territorio patrio.

    Superada esta ingrata etapa logramos instalarnos satisfactoriamente en el edificio

    del Banco de Crdito en el centro internacional de la capital, a un costo bastante

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    ELVIACRUCIS DE LA JUSTICIA 23

    elevado por cierto. Reflexionando ahora sobre lo acaecido me convenzo cada vez

    ms de que hubo buena voluntad de parte del Gobierno. Pero se trataba de una

    situacin imprevisible y difcil, sin precedentes, a la que vino a sumarse la trage-dia de Armero. No tiene la administracin del Estado la agilidad necesaria para

    atender debidamente estas situaciones anmalas de excepcin. Adems es cierto

    que siempre se ha observado que la administracin pblica, ordinariamente y por

    lo general, adolece de falta de eficiencia, de coordinacin y de agilidad.

    No puede negarse, sin embargo, que esta amarga experiencia confirma el

    inveterado abandono en que se tiene a la rama judicial del poder pblico. Algo

    muy distinto hubiera ocurrido, por ejemplo, si la sede destruida hubiera sido la de

    la cabeza del poder ejecutivo o legislativo. Estremece entonces pensar en lo difcilque es normalmente la situacin de todos los Tribunales y Juzgados dispersos por

    el territorio patrio, si a la Corte Suprema de Justicia le va tan mal en Bogot, en

    permanente audiencia con el alto gobierno, y en momentos en que obviamente

    exista inters poltico en apoyarla. Colombia, definitivamente, necesita tratar mejor

    a la justicia. Nunca se insistir demasiado en ello.

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    24 CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA

    LA REINTEGRACION

    Despus de enterrar a los mrtires del Palacio de Justicia, los miembros sobre-

    vivientes de la Corte, con el dolor y el llanto aun frescos, hicieron notar el

    peligroso vaco que haba quedado para la vida institucional del pas, ya que los

    que quedaron no eran en numero suficiente para elegir a los miembros quedeberan completar la corporacin. El Ejecutivo estaba sin quien le vigilara en

    esos momentos de terribles crisis y con otro desastre que puso a palidecer de

    nuevo a la nacin. Este es solamente uno de los detalles que narra el expresi-

    dente de la Corte, Fernando Uribe Restrepo, en su captulo de hoy sobre los

    acontecimientos que siguieron al holocausto.

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    ELVIACRUCIS DE LA JUSTICIA 25

    IV. LA REINTEGRACION

    De los muchos y muy graves problemas jurdicos que ocasion el aniquila-

    miento de media Corte Suprema de Justicia y la completa destruccin de su sede,

    el de su reintegracin fue sin duda el ms serio y el que demandaba solucin ms

    urgente. De acuerdo con las normas vigentes se requeran diecisis (16) votos

    para elegir un nuevo Magistrado y los sobrevivientes ramos solo doce (12). Dos

    das despus de la tragedia colectiva el Gobierno tuvo el acierto de expedir el

    Decreto 3272, que simplemente adapt el principio jurdico de la cooptacin a la

    pattica realidad, conservando el principio de la eleccin por las dos terceras par-

    tes de los Magistrados suprstites, o sea por ocho (8) votos sobre doce (12).

    El calumniado pero indispensable sistema de la cooptacin que le permite ala Corte renovarse a s misma, consagrado en el Plebiscito de 1957, le ha permiti-

    do al pas mantener un poder judicial independiente y por ende un control consti-

    tucional respetable, de los cuales puede enorgullecerse Colombia. No es cierta-

    mente un mecanismo perfecto, pero es el menos malo de los sistemas conocidos,

    que lgicamente no agrada a los polticos clientelistas que haran un excelente

    negocio cambiando un control a las leyes, que los mortifica, por un sistema ms

    permisivo y que de paso les permitiera controlar todos los nombramientos en el

    poder judicial.( 1)

    El acierto del Gobierno al preservar la cooptacin fue duramente criticado,

    como no es de extraar en un pas con tantos leguleyos y oportunistas. Se preten-

    di la aplicacin del Cdigo de Rgimen Poltico y Municipal mediante nombra-

    mientos por conjueces, o volver al nefasto sistema de ternas de origen parlamen-

    tario, por encima del principio constitucional vigente. La Asociacin Nacional de

    Abogados Litigantes -ANDAL- la misma que luego hara sonrer irnicamente al

    pas con sus infundadas y grotescas crticas al Dr. Pardito, personificacin de

    un abogado humilde pero digno, recto y bondadoso- ( 2), insisti con vehemencia

    ante la Corte para que esta se anticipara a declarar inaplicable el Decreto 3273,pero sin sustentar debidamente su pretensin. Respondi la corporacin remitin-

    dose al procedimiento de control constitucional automtico, por tratarse de un

    Decreto de Estado de Sitio. Este control se cumpli, dentro de los trminos, me-

    diante el fallo unnime de una Corte integrada por conjueces, por impedimento

    obvio de los Magistrados titulares. As, el 24 de julio de 1986, luego de desesti-

    (1) Segn la reforma constitucional de 1991, aprobada por la Asamblea Nacional constituyentela cooptacin abierta que antes rega resulta hoy limitada por las listas de candidatos que

    debe enviar a la Corte el Consejo Superior de la Judicatura (art. 231). De otra parte lavitalicidad de los magistrados, hasta la edad de retiro forzoso, se cambi por un periodode ocho aos, sin posibilidad de reeleccin (art. 233).

    (2) Personaje de una popular ser ie de Televis in, Don Chinche.

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    26 CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA

    mar varias inslitas impugnaciones, se declaro exequible el Decreto que le permi-

    ti a la Corte resurgir de sus cenizas.

    Tambin se lleg hasta el extremo de criticar a la Corte el que sus asesinos no

    hubieran tenido en cuenta la paridad poltica, presunta garanta de imparcialidad

    que hace mucho dej de tener sentido. Y hubo quienes -profundamente adoloridos

    por la masacre de Magistrados- manifestaran que la obligacin moral de los so-

    brevivientes era la de renunciar por solidaridad con los muertos y como manifes-

    tacin de protesta contra el Gobierno. Nosotros, por el contrario, pensbamos que

    los juristas fallecidos jams hubieran aprobado una protesta que en el fondo hu-

    biera sido, ella si, un ataque contra las instituciones.

    El acierto del gobierno que permiti, mediante el citado Decreto, llenar con laprontitud requerida un peligroso vaco institucional, as como la rpida creacin e

    integracin del Tribunal especial de Instruccin para los hechos del Palacio (Decre-

    to 3300 de noviembre 13), y las oportunas medidas sobre suspensin de trminos y

    construccin de expedientes, merecieron de la Corte una felicitacin oficial al Mi-

    nistro de Justicia, Dr. Enrique Parejo Gonzlez.( 1)Tuvo tambin en cuenta la corpo-

    racin el desvelado inters del Ministro por solucionar con premura los graves pro-

    blemas que se presentaban, y su permanente disposicin al dilogo.

    Fue as como la Corte pudo iniciar, desde el 18 de noviembre, la vital laborde reintegrarse, la que habra de resultar ms ingrata y difcil de lo que en un

    principio supusimos. Iniciamos la trascendental tarea por la Sala Constitucional,

    atendiendo a una lgica prioridad. En efecto, esta importante Sala encargada de

    tramitar todas las cuestiones de constitucionalidad y de presentar los correspon-

    dientes proyectos a la Sala Plena, para que all se discuta y decida con la partici-

    pacin de juristas de distinta especializacin, haba sido totalmente borrada del

    mapa tras el asesinato de sus cuatro integrantes, Magistrados sapientes y de recti-

    tud a toda prueba. No era tarea fcil reemplazar a Manuel Gaona Cruz, Carlos

    Medelln Forero, Ricardo Medina Moyano y Alfonso Patio Rosselli. Cabe co-mentar ac que sus magistrales proyectos, cuidadosamente elaborados y amplia-

    mente debatidos entre ellos, eran con alguna frecuencia complementados y an

    enmendados en la Sala Plena, gracias a la intervencin de especialistas en el tema

    de que se tratase, bien fuera Civil, Laboral o Penal. Experiencia enriquecedora,

    garanta efectiva de acierto, que se ha repetido invariablemente en la historia de la

    corporacin, imprimindole agilidad, vigor, precisin y profundidad a nuestra

    jurisprudencia constitucional. Pero que sin embargo algunos, seducidos por siste-

    (1) El Dr. Enrique Parejo Gonzlez, luego de desempear con competencia, intel igencia y valorel Ministerio de Justicia, fue nombrado embajador de Colombia en Budapest. All se salv,milagrosamente, de un atentado de sicarios, dispuesto y organizado desde Colombia. Haseguido luchando por sus ideales con singular coraje.

  • 7/25/2019 Libro Blanco. 20 Aos del Holocausto del Palacio de Justicia

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    ELVIACRUCIS DE LA JUSTICIA 27

    mas forneos, pretenden cambiar por una Corte Constitucional de publicistas, ms

    poltica que jurdica, desdibujando as el control de constitucionalidad que es ga-

    ranta necesaria dentro de un verdadero estado de derecho.( 1)

    La reinstalacin de la Sala Constitucional vendra a llenar un vaco institucional

    ciertamente peligroso, sin antecedentes conocido, (sic) pues la ausencia de esta

    Sala dejaba sin control alguno los actos del Gobierno que estaba haciendo en esos

    das, como era su elemental deber, un intenso uso de los poderes de excepcin

    propios tanto del estado de sitio como de la emergencia econmica, justificada

    esta ltima por las destrozas consecuencia de la tragedia de Armero.

    El 19 de noviembre la Sala Plena de sobrevivientes design en reemplazo de

    los cuatro constitucionalistas trgicamente fallecidos a los Doctores Alvaro TafurGalvis, Gabriel Melo Guevara, Enrique Low Murtra( 1)y Jaime Vidal Perdomo. Se

    trataba de revivir la Corte con personajes de reconocido prestigio nacional, para

    tratar de compensar el duro golpe. No tardamos en recibir las excusas de los cua-

    tro escogidos, en razn de sus compromisos profesionales o polticos, o de sus

    problemas familiares, y este estruendoso fracaso inicial ciertamente nos desilu-

    sion. Ms adelante lograramos, sin embargo, reintegrar la Sala Constitucional a

    plena satisfaccin nuestra y del pas, con figuras tan brillantes como los elegidos

    en primer lugar, aunque quizs menos conspicuos en el medio capitalino. Los

    Doctores Jairo Duque Prez, Hernando Gmez Otlora, Fabio Morn Daz y Jai-me Pinzn Lpez -hoy reemplazado por el Dr. Jess Vallejo Meja- supieron estar

    a la altura de las circunstancias y aceptaron el desafo. Han sabido adems soste-

    ner con creces el nivel jurdico de nuestro control constitucional, considerado

    modelo internacionalmente a pesar de que en algunos crculos de la opinin na-

    cional no se le entienda ni aprecie.

    En el Acta que corresponde a la siguiente reunin de la Sala Plena de nuestra

    mutilada corporacin, celebrada el 21 de noviembre, se lee: el Magistrado Baquero

    (1) Apartir de la reforma constitucional de 1991, aprobada por la Asamblea Nacional Constitu-yente, el control constitucional qued en manos de una nueva Corte Constitucional, inte-grada por el nmero impar de magistrado que determine la Ley... atendiendo al criterio dedesignacin de magistrados pertenecientes a diversas especialidades del derecho. losmagistrados del (sic)Corte Constitucional sern elegidos por el senado de la repblica paraperiodos individuales, de ocho aos, de sendas ternas que le presenten, el presidente de larepblica. La Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado (art. 239).