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Pozo ignoto de Glauco Sentir lo que nunca se sintio De : karen Magaly Soto Martinez LIBREMENTE NO 4 ilustracion: anonimo

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Pozo ignotode Glauco

Sentir lo que nunca se sintioDe : karen Magaly Soto Martinez

LIBREMENTE NO 4

ilustracion: anonimo

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libremente

corpus:

Eduardo verde gilberto sanchezEstefania lopez javier butandaJose luis mata Mayte pardo

ximena moranchel

la revista son una coleccion sueños plasmasdos en letras, cada escritor esta atravesado por un deseo el deseo de escribir hiistorias ya sea de

si o de los demas...

El espiritu de toda revista es el dar voz a los callados de volver los escritos material de consumo para el mayor publico posible por ello libremente se presta en esta ocasion para mostrar el trabajo de nuestro hermanos editoriales aletheia y asi compartir las riqueza de cada texto e imagen elaborada por nuestros compañeros con esta tematica tan rica y antigua como lo es la alquimia este arte de estudiar la composicion de cada cosas la ciencia que dio paso a la qumica y al constante de preguntas que fueron necesarias para saber de que estamos hechos.

Erzsebét Báthory: La Condesa SangrientaAlejandro Eduardo García Pascalín

BREVE MANUAL DE RECETAS ALQUÍMICAS MODERNASEscrito por el Dr. Edward L. Greenlove para la Universidad

de MiskatonicTraducido al español por Eduardo Landaverde

Sobre el origen del pozole o “tlacatlaolli”.Mario Tepiltzin

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Paso 1. Elija la bebida de su preferencia (sea consciente de que se bebe para caer en la embriaguez, no porque el alcohol sepa bien).Paso 2. Beba copiosamente.

Paso 3. Beba más y sin importarle nada.Paso 4. Deje de pensar y olvídese de la vida (no hay hombre más desgraciado que el que sigue pensando a pesar de la ebriedad).

Paso 4.5 (adicionado por la Condesa Nachtmahr). Repetir los pasos 2, 3 y 4.Paso 5. Una vez pasada la embriaguez, vuelva a pensar y evite la deshidratación (también vomite si es necesario).

(El manual no asegura que la mentira sea verdaderamente falsa)

Paso 1. Escuche (o lea) la mentira muy atentamente (debe estudiar cada detalle para luego refutarlo).Paso 2. Invierta la lógica de la evidencia y acepte que la ‘patafísica da fe de que existen excepciones.

Paso 3. Extrapole posibles explicaciones para cada detalle de la mentira (de ser posible sugiera explicaciones adicionales).Paso 4. Haga un comparativo de todas las explicaciones potenciales y acepte la menos parsimoniosa (si con esto sigue sin creer en la mentira, repita los

pasos 1, 2 y 3).Paso 5. Refute la lógica de la realidad y acepte la mentira como verdadera.

Paso 1. Tírela al mar con un verso de rima cacofónica.Paso 2. Convénzase de que no fue más que una mancha de aire en el cielo (las estrellas de verdad no son perversas).

Paso 3. Observe la Luna todas las noches... hasta que la ame.

Paso 1. Obsérvela todas las noches en que se asome (ella tiene que acostumbrarse a su presencia y devoción).Paso 2. Espere paciente la Luna llena, y cuando así sea asegúrese de estar cerca del mar.

Paso 3. Disfrute las mareas que la Luna llena ofrece y límpiese con ellas de toda impureza terrenal.Paso 4. Una vez bañado por las olas, alce los brazos para que la Luna pueda halarle al infinito.

Paso 5. Escriba en prosa su experiencia al despertar sobre la playa.

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lo largo de la historia ha habido cientos de criminales y villanos. Muchos han sido asesinos, caníbales, torturadores y sobre todo figuras políticas y gente noble.En la gélida Hungría de los siglos XVI y XVII, en el seno de una familia aristocrática y una de las más influyentes del país, vivió una muchacha de belleza inigualable y un egocentrismo excepcional. Nacida en Transilvania en el año de 1560, hija de Anna y George Báthory, Erzsebét (Elizabeth) Báthory fue una joven consentida y culta que vivió toda su infancia dentro de su castillo.Al contraer nupcias a los 15 años con su primo Ferenc Nádasdy, en aquel momento conde, se recluyó por completo en el castillo de este último. Su marido prácticamente no visitaba la morada de la condesa; sin embargo, 10 años después del matrimonio llegaron a tener cuatro hijos, tres damas y un varón.

Hasta el momento la condesa no había realizado ninguna acción que ameritara llamársele crimen; sin embargo, con la muerte de su esposo en batalla, se empezaron a registrar actividades de cierta malicia por parte de Erzsebét. Lo primero que hizo fue desterrar a su suegra del castillo que moraba, y castigó a todas las doncellas que se opusieron a ello encerrándo-las en un sótano.A pesar de levantar intriga dentro del gobierno de Transilvania, cuando su primo Gábor Báthory ascendió al poder de aquel terri-torio, las sospechas fueron disipadas y la condesa obtuvo cuantiosos apoyos económicos.En las sociedades húngaras, sin embargo, se comentaba mucho la participación de un miembro nobiliario tan ejemplar en rituales de brujería. Corrían rumores siniestros sobre lo que sucedía en el castillo Čachtice. Se decía que se torturaban mujeres jóvenes solteras para el placer de la condesa; sin em-bargo, la realidad superó por mucho aquellas habladurías…Al haber demasiadas intrigas, se ordenó a Jorge Thurzó, primo enemistado de Erzsebét, que usara su ejército para invadir el castillo y arrestar a la noble mujer. No hubo resistencia por parte de Erzsebét.

Lo que se encontró dentro del complejo de piedra fue horrible y causa pesadillas a la gente de la zona aún hoy en día. Habitaciones con instrumentos para desangrar doncellas, paredes y el suelo lleno de manchas oscuras con aroma putrefacto, cientos de cadáveres y mujeres moribundas a lo largo de toda la propiedad.

Entre los registros de asesinato por los que fue acusada la condesa Báthory, únicamente se encontraron 37 doncellas de familias aristócratas, pero con las demás sirvientes asesinadas se le atribuyen un total de 612 decesos.Un diario de la condesa revelaba que ella llevaba cuantificados todas las muertes que ella realizaba, y el porqué de sus atroces crímenes y el comienzo de la leyenda de la Condesa Sangrienta.A sus 44 años y afligida por la pérdida de juventud y belleza, los tesoros más preciados de la condesa, Erzsebét se dedicó a buscar los medios para preservar su hermosura. Pero el elixir de la eterna juventud le llegó de forma accidental, al abofetear a una criada cuya sangre salpicada supuestamente hizo que se desaparecieran las arrugas de sus manos. Entonces mando desangrar a aquella joven desgraciada y se bañó con el líquido recolectado.De esta forma, la Condesa Sangrienta empezó a traer mujeres del pueblo para convertirlas en objetos de sus rituales profanos para conservarla joven. Al principio fue sólo ella, su mayordomo y algunas sirvientas quienes realizaban los horribles actos, pero después pidió la ayuda de tres brujas que aceptaron sin dudar ni un segundo.

Al ser una mujer noble, a Erzsebét Báthory no se le pudo condenar por todas las muertes que causó; sin embargo, a todos sus ayudantes se les ejecutó excepto a una adolescente de 14 años, quien fue castigada con 100 latigazos de igual forma. Mientras todos escaparon de la agonía, la condesa fue en-claustrada dentro del castillo que fue su hogar durante tantos años, con sus puertas y ventanas tapadas para evitar ver la luz del sol otra vez.Y de esta forma, y a una edad de 52 años, Erzsebét Báthory cumplió una condena que duraría dos años, ya que en el año de 1614, apenas cumplidos sus 54 años, ella falleció dentro de su lujoso aprisionamiento, en una eterna oscuridad de la que su poder, influencia o belleza no la pudieron salvar.A pesar de que el horror había terminado, su descendencia fue acosada por la sociedad años más tarde, por haber sido vástagos de la mujer más cruel que Hungría había presenciado en su oscura historia.Actualmente se habla mucho de ella, pero en su momento inspiraba miedo y silencio. De ella no se habló durante décadas, por miedo a que su espíritu atormentado regresara y secuestrara a más jóvenes doncellas para alimentar su eterna sed de belleza.

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soledad en la noche de mis sueños: encarnacion que vive entre despojo de la que soy

oh sangre mia, mi transmutacion

fotografia: jaime A navarijo

fotografia: jaime A navarijo

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n enorme edificio de cristales en la gran ciudad de Bernal fue el que me vio crecer, junto con todos los avances tecnológicos de mi época. El día en que nací se descubría la manera de poder generar energía a partir de bacterias, pero en el plano social el mundo se encontraba en una decadencia total. Desde muy pequeña me gustó la ciencia, descubrir cómo sucede cada una de las reacciones de mi cuerpo y cómo se conectan a las emociones: el dolor, la felicidad, y por supuesto el amor; y no sólo el que se siente por una pareja, sino el amor puro que se tiene a los padres y cada uno de los miembros de la familia. Yo creía que había una conexión y que de alguna manera los sentimientos podían ser manipulados, idea que olvidé con el paso del tiempo.Decidí entrar a la universidad y estudiar nanotecnología. Me dediqué por completo a mis estudios y fui el mejor promedio de mi clase. No dediqué mu-cho tiempo a mi vida social, no tuve novio, ni amigos; me sentía tan sola, necesitaba compañía y sobre todo amor. Entonces conseguí mi primer trabajo en la Universidad de Frank, y mi vida siguió siendo rutinaria, tan vacía, hasta que un suceso inesperado dio un rumbo diferente a mi vida.

El 23 de febrero de 2025 empecé mi rutina diaria como cualquier otro día, sólo que me sentía muy distraída, fuera de mí. Decidí visitar la casa de mis padres para celebrar mi cumpleaños 27. Justo cuando manejaba en el kilómetro 89 vi sobre la carretera una llama de fuego en forma de lagartija. Pensé estar soñando. Me dije: “Verónica, despierta. Ya falta poco”. Eso es lo último que recuerdo, hasta que desperté en medio del bosque. Estaba muy asustada. Caminé hasta encontrar una cueva en la que estaba un libro antiguo, de color dorado. El libro estaba abierto en una página con el título EXTRAER LOS SENTIMIENTOS. “Qué locura”, pensé; pero no pude evitar arrancarla y meterla en mi bolso. Recorrí otras partes del bosque hasta que me sentí exhausta y me recosté sobre el pasto verde de una pradera. Cuando desperté estaba en mi auto. “¡Oh por Dios, me quedé dormida unos minutos en la carretera!, exclamé, creyendo que todo había sido un sueño.

Llegué a casa de mis padres, salimos a cenar, y cuando me disponía a pagar la cuenta, encontré en mi bolsa una hoja dorada. No lo podía creer, no había sido un sueño. ¡Tenía en mis manos la manera de extraer los sentimientos de una persona! ¡El amor, el dolor, el sufrimiento, la avaricia! ¡Dios mío, tenía en mis manos un poder sin igual! Podría manipular a cualquier persona, tendría a quien quisiera a mis pies, haría pagar a mis enemigos con dolor el daño que me habían hecho.

De regreso a Frank no dejaba de penar en todo lo que podía hacer con el gran secreto que se encontraba guardado en mi bolsa. Me sentía tan emocionada que en vez de ir rumbo a mi casa tomé el camino hacia mi laboratorio, de donde estuve toda la noche. Seguí la receta de la hoja y comencé a experimen-tar conmigo. Extraje los sentimientos que se encontraban en mi interior, aunque en realidad no encontré muchos; con la soledad en la que había vivido, muchos de ellos se habían ido. Logré obtener de mí avaricia, rencor, dolor, egoísmo y amor; pero no encontré otros sentimientos. Necesitaba de alguien más, alguien que tuviera en su vida felicidad, alegría, entusiasmo y bondad. Rápidamente vino a mi mente Laura, mi compañera de trabajo, una mujer excepcional llena de tanto amor por el mundo y, sobre todo, con bondad infinita. Conocí a Laura en el doctorado. Siempre fue sonriente, paciente y muy amable. Juntas vinimos a laborar en la universidad. Ella estaba dedicada al área de nutracéuticos. Ella intentaba ser mi amiga pero yo soy un poco antipá-tica y nunca lo permití.

Al día siguiente le platiqué lo sucedido a Laura. Ella, muy emocionada, estaba dispuesta a colaborar con mi investigación; sin embargo, puso una condición: hacer que el descubrimiento llegara a todo el mundo. Ella imaginó que sería algo bueno compartirlo y no quedárnoslo sólo para nosotras. Decía que sería magnífico dar amor y felicidad a todas las personas. “Pobre ilusa”, pensé; pero al final accedí a sus condiciones y empezamos los experimentos.Con el paso del tiempo nos dimos cuenta de que los sentimientos extraídos eran muy inestables y sólo duraban unas cuantas horas. Era necesario desarrollar una tecnología que lograra conservarlos. Recordé que en la universidad encapsulábamos los aromas y algunos compuestos que eran sumamen-te inestables. Con ayuda de proteína de amaranto logramos encapsular cada uno de los sentimientos que se habían podido extraer. Se requirieron tres años de investigación exhaustiva para poder dar a conocer este gran descubrimiento; sin embargo, tampoco se podían mantener los sentimientos por siempre pues las cápsulas eran de liberación prolongada y duraban solamente un mes. Aun así era un gran descubrimiento, y era momento de que el mundo lo conociera.

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Tuvimos una entrevista en la CNN, donde nos preguntaron de todo. Incluso algunas personas marcharon afuera de las instalaciones para evitar que las nanocápsulas salieran a la venta. Gritaban consignas en nuestra contra, decían que nos creíamos dioses. Aun así, ese mismo día salió el producto a la venta. Se podían observar las tiendas departamentales repletas de gente comprando amor, paz y felicidad. Los primeros meses obtuvimos ganan-cias sorprendentes. En tan sólo días nos volvimos millonarias. Yo estaba feliz por eso, y Laura también de tan sólo mirar cómo las personas ahora eran más humanas y tenían mejores relaciones. Cuando una pareja comenzaba a pelear, bastaba con darle en la sopa unas cuantas cápsulas de amor y durante un mes vivían una relación perfecta. Todo marchaba bien, todos felices, hasta aquellos escépticos que dudaban que fuera algo bueno.Nunca imaginamos los efectos que estos sentimientos traían consigo. Al pasar el tiempo de liberación, el amor tenía una reconversión en su receptor cerebral, y esa reconformación era igual a la del odio. Nunca investigamos qué ocurría después de que se terminaba el efecto. Cuando me di cuenta del fenómeno no me importó. Eso se arreglaba comprendo más amor. Más dinero para mí, ¿qué más da? No hablé y guardé el secreto.

Así pasaron los años y la gente comenzó a tener más y más problemas económicos. Se veían los bancos repletos de gente que pedía préstamos para seguir comprando más sentimientos. Los más vendidos eran el amor y la felicidad. Se fue convirtiendo en una adicción, una droga tan potente. Ahora se veía en las calles a familias enteras que habían sido desalojadas de sus hogares mientras yo acumulaba más y más dinero. Nunca usé las cápsulas porque las sentía realmente innecesarias, hasta que conocí a Santiago, un investigador que venía de una ciudad cercana. Jamás me había sentido tan atraída por alguien hasta que lo vi, pero como era de esperarse él se fijó en Laura, en su bondad y su ternura. No podía quedarme con los brazos cruzados, así que lo invité a cenar, le di unas cápsulas de amor y yo me tomé unas de ternura. Hice que ese mismo mes nos casáramos; Laura se quedó muy triste pero lo entendió.

Para mí ése fue el mes más feliz de mi vida, hasta que las cápsulas tuvieron el efecto contrario… Comenzaron las peleas, Santiago y yo discutíamos por todo. Entonces, al igual que las demás personas, me volví adicta a comprar las cápsulas. Llegué a tal extremo de robar los reactivos del laboratorio para preparar cápsulas en mi casa. Era la única forma de que mi esposo me amara. Entonces volví a sentir la soledad y la infelicidad de antes. Además de ello comencé a tener alucinaciones con aquel bosque que me dio el secreto que me había hecho millonaria. Soñaba con Salamandra, la criatura mítica con que me hizo chocar hace 10 años en mi cumpleaños. Podía escuchar en un eco muy lejano que ella vendría a cobrarse por todo por lo que me había regalado.

No creía que esto fuera cierto, pero día con día me fue quitando lo que más quería. Primero a Santiago; nos divorciamos pues no podíamos seguir juntos. Dos meses después me quitó a mis padres. No podía vivir así. Ya no sabía qué hacer, así que decidí acudir a Laura. Ella me convenció de que tal vez si dejábamos de producir las cápsulas y ayudábamos a las familias que habían perdido todo a causa de nuestro invento, las cosas se podían arreglar. Yo no quería acceder, hasta que al salir de mi departamento pude observar que los malos sentimientos predominaban sobre los buenos. La gente moría en las calles. Me sentía tan culpable porque siempre había puesto mis necesidades sobre los demás.

Costó mucho que descontinuaran las cápsulas, pero por fin lo logramos. Repartí mi dinero con toda persona que me encontraba. Así fue como me encontré con Alberto, un viejo amigo de la universidad. Él estaba en decadencia, lo había perdido todo por las cápsulas. Le pedí que viviera en mi casa. Con el paso del tiempo y la convivencia nos enamoramos. Fui muy feliz. No había sentido así desde niña. Creía que todo se mejoraría, hasta que soñé de nuevo con Salamandra. Me dijo que el día había llegado. Me trajo al bosque con una especie de jurado. En medio de mi terror, Salamandra me mostró por qué me habían elegido. Me recordaron aquella niña llena de sueños, que había olvidado ya. Al parecer, si yo hubiera dado sólo amor y paz al mundo, los sentimientos serían infinitos. Cuando me mostró el mundo que pude haber creado, no pude evitar las ganas de llorar, de sentirme como una cucaracha aplastada. Entre mi llanto pedí una segunda oportunidad. Juraba que esta vez haría las cosas bien, que no dejaría que pasara lo mismo. De pronto se vio una luz enorme en el cielo… ¿Qué es eso? ¿Será que mis súplicas han sido escuchadas? ¡No! ¿Qué me pasa?, ¿a dónde voy? ¡Ayuda!...

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las 2 en punto se cierran las puertas del abismo. Él llevaba media hora esperando. Retrospectiva: conocer el secreto de la oscuridad, tomarlo y ase-gurar su colecta. Era una locura, pero no desistiría. Muchos se habían sa-crificado para que él pudiera acceder a la cámara, algunos incluso donando su vida. Lloró por eso, porque a unos cuantos no los vería para compartir el hallazgo. Después pudo tranquilizarse, e incluso dormitó durante 15 mi-nutos. Fue poco, pero bastó para una pesadilla. Un laberinto, luces, fuego. Despertó sudado. Al consultar su reloj tras la fosforescencia descubrió que se acercaba la hora. Tres minutos. Tenía poco tiempo para pensar, pero en realidad se rehusaba por lo absurdo de la idea. No podía retroceder estando tan cerca en espacio y tiempo. Exploró por última vez el túnel para familia-rizarse con los detalles que la oscuridad se tragaría dentro de dos minutos. Memorizó las líneas, adivinando el paso más parsimonioso. Cada obstáculo fue perfectamente asimilado, reduciendo al mínimo la posibilidad de errar. Un minuto más y sólo había que levantarse y correr hasta el abismo.

El tiempo llegó a cero. En su reloj la fosforescencia cambió a luz blanca dando la señal; un pitido fue insuficiente para darle tranquilidad a la hora de que todo se cubriera de tinieblas. Sin esperar un solo segundo se levantó para cruzar el túnel y saltar al abismo tras diez pasos. No hubo interrupcio-nes, dilatación o error. Su cuerpo ligero atravesó armonioso hasta toparse con la negrura de lo desconocido. Ahí fue donde perdió toda la coordina-ción, resultando el salto bastante torpe y sin gracia. No importaba, porque al caer da igual con cuanta ostentación se haga, siempre se llega al fondo. La caída fue larga, y sus nervios lamentaron el no haberse preparado psicoló-gicamente para las percepciones. El vértigo y la oscuridad son sin duda la peor combinación, pensada sólo para los responsables del pecado original en tiempos primitivos. Él sufrió las más severas violaciones a la integridad de su cuerpo, pero ya era tarde para lamentarse y el objetivo estaba cerca.

Consultó su reloj y la luz blanca le mostraba la distancia recorrida. Según le habían dicho afuera, el pozo podría no tener fin, pero en determinado momento estaría frente al secreto que guarda celosa la oscuridad. Después tendría que pegarse al muro y escalarlo gracias a las herramientas que ha-bían costado sangre a sus secuaces. Estaría en la cima otra vez a la mañana siguiente, y para las 14 horas la puerta del abismo se abriría nuevamente para dejarlo libre de compartir su descubrimiento con el mundo. Él ansió llegar al momento pero sólo seguía cayendo a través de las tinieblas infini-tas

.Después de varias horas en picada parecía que la esperanza se estaba terminando. ¿Qué tal si sus compañeros estaban equivocados y el secreto no aparecía? O peor aún, ¿qué tal si ni siquiera existía tal? Quiso alejar los pensamientos, pues le estaban causando ansiedad y eso sólo empeoraba la situación. Perder la locura en medio de un abismo sin fondo no parece agradable. Su fe flaqueaba, empero quiso ver una luz en el fondo. Consultó su reloj para comprobar la profundidad y los números le parecieron absur-dos. De pronto la vaga luz debajo de él se volvió tan

intensa como para quitar del recuerdo las cifras imposibles. ¿Ése era el se-creto? ¿Lo que guarda la oscuridad no es sino luz? Eso no valdría las vidas de sus amigos. Quiso que no fuera eso, renegó incluso. Era inútil, porque en aquel pozo nadie podría escucharlo.

Resignado se precipitaba incesantemente a la luz, que ya cercana mostra-ba un color indefinible. ¿Qué significaba esa ausencia de tono con intenso brillo y casi nula saturación? De pronto recordó que le habían advertido al respecto. Al consentir su incursión al abismo había jurado aceptar cual-quier fenómeno, por más extraño que se mostrara ante sus sentidos. Y al recordarlo cerró los ojos, porque la visión y el resto del cuerpo sólo le estor-baban para comprender lo que yacía bajo sus pies. El silencio ayudaba, pero pronto su mente también debió estar limpia. Así fue por un rato hasta que de pronto pensó involuntariamente en la luz del abismo.

Parecía explicarse de una forma remota para la mente humana. No era co-municación, sino más bien un medio de autodefinirse. “¿Así que la oscuri-dad oculta con recelo a su vástago en este abismo?”, rezó. ¿El secreto era un color que no es tal y proviene de la sombra? ¿Qué significaba todo aquello? Distaba mucho de comprenderlo bajo su paradigma humano. Tenía que olvidarse de la lógica con que había entrado. Del andar, de las barreras. Ahí no había límites en el espacio ni tampoco en el tiempo. Si lo imaginaba podría lograr sentir su ascensión, o movimientos horizontales. Si se con-centraba mucho más podía ignorar incluso las dimensiones y prescindir de su existencia. Después olvidaba la palabra con más silencio en su mente, y todo lo terrenal y humano se convertía en recuerdo lejano que podía rega-lar a la oscuridad para alimentar su negrura.

De pronto sintió que había logrado el olvido. Ya no era el ser que entró por una puerta para recorrer trecho túnel y lanzarse al abismo. Ahora forma-ba parte de la oscuridad, o más bien del vacío. El abismo le regalaba una nueva realidad donde las leyes de la naturaleza en que nació se anulan. Ahí su cuerpo es sólo idea, y usaba todavía el lenguaje y sus términos porque acababa de integrarse al infinito. Pero dentro de lo metafísico del nuevo mundo cabía la materia todavía. Esa luz del color que no es, representa el límite entre la sustancia y lo eterno.

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El secreto de la oscuridad es sólo una puerta más para acceder a lo que, bajo una patáfora, podría tratarse de un abismo mucho más oscuro. ¿Qué haría entonces si aquél objeto se le escapaba de las manos? No podría to-carlo y mucho menos apresarlo para que sus compañeros lo contemplaran. Para eso sería necesario que cada uno cruzara la puerta para lanzarse al abismo y entender su naturaleza. Sabía que era imposible.

Cerca de lo que desde la antigüedad el hombre buscó, del éter y de la Alétheia griegos, la oscuridad le aconsejó seguir hasta las últimas conse-cuencias. Dudó durante un intervalo indefinido, pero finalmente se había convencido de que, en memoria de sus compañeros muertos y de los que lo esperaban ansioso, atravesaría el umbral para llegar hasta los límites del abismo. Manipuló entonces su cuerpo sin materia para dirigirse a la luz y al sentirse frente a ella estiró el brazo de la curiosidad para contactar con lo desconocido. Éxtasis fue la palabra correcta para designar las sensacio-nes que invadieron como torrente su débil existencia. El dolor era terrible, pero la curiosidad pudo más y de pronto su figura pudo atravesar el color que no es tal. Conoció entonces un secreto del cual ningún ser humano habría pensado siquiera la posibilidad de su existencia. La experiencia era indescriptible, y sólo a través de la conexión mental podría compartir con alguien más lo que se había convertido en su verdad subjetiva. Ahora todo se plasmaba frente a él ofreciéndole la vera causa de la existencia. Era el abismo.

Aturdido escuchó un pitido que le indicaba las 14 horas. Inmediatamente se hizo la luz acompañada de un estruendo causado por la pesada puerta del abismo que se abría. Apenas pudo abrir los ojos a tiempo para distin-guir las siluetas ansiosas de sus compañeros. ¿Qué les diría ahora? Todo intento resultaba imposible. Dedicado a la desesperación comenzó a desvanecerse. Escuchó gritos desde afuera que le rogaban saliera a la luz, y recordándole que para ello tenía sólo dos minutos. Si no salía rápido, la puerta volvería a cerrarse para siempre tras sentir un invasor. Reflexionó entonces y en medio de un delirio pudo levantarse pero no quiso caminar. Un minuto y su libertad se terminaría para siempre. Pero aún, la muerte lo alcanzaría rápidamente, si es que el abismo no se lo tragaba.

Sonrió pidiendo disculpas a sus compañeros, pero ninguno de ellos pudo escucharlo. Las pesadas rocas comenzaron su retroceso pesadamente. Poco a poco la luz comenzó a irse llevando consigo la sombra del ahora cautivo. De pronto regresaron las tinieblas. Se había terminado. Se dejó caer al suelo y consultando su reloj se sintió seguro de dormitar acaso unos segundos. Luego se levantó para lanzarse nuevamente al abismo. Sólo que esta vez no habría nadie esperándolo.

-Spiegel

Él, hechicero maravilloso, de metalEstañado en atanores inclementes,

Nos da el insuflo vital, luegoNos disgrega en mercurio y azufre.

Se queda nuestra sal, ardiente en sus manos,Que al mar vierte toda junta,

Allí donde nos hemos de mezclar.Él, gran soldador del destino,

a quien debemos estas aleaciones juguetonasque por tanto nos han dado vida,

debe remover mientras va siendo, la marca de lo que ya ha sido.Disociar la nostalgia de su pensamiento,

arrancarse la existencia y no dejar rastro de su pasoa fuerza de besos y caricias; corrosivas y disolventes.

Él, siempre otro y siempre nuevo,principio transmutado y ajeno.

Él, que inyecta aqua regia en sus venas,Dejando su corazón limpio de sangre.

Él, auténtico alquimista; tiempo.

contactos:[email protected]://www.facebook.com/Revistaletheiahttp://revistaletheia.wix.com/revistaletheia

contactos: correo: libremente_uaq @ hotmail.com facebook: libremente

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“Yo no os ordeno sino que cocer, coced al comienzo, coced al medio, coced al final, y no hagáis otra cosa”

“Con qué fin estas llamas violentas, siendo que los Sabios para nada usan carbones ardientes, ni leños inflamados para hacer la

obra hermética” (Marco Antonio Crasellame: “La Luz Saliendo por Sí Misma de las Tinieblas”).

fotografia: jaime A navarijo

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Green

La modernidad como la locura llego en tren que Porfirio Díaz anunciaría como un heraldo del bienestar, como si el advenimiento de esto año hubiera llegado como un mons-truo dispuesto a devorarlo todo, la psicología una de las tantas cabeza de esta hidra de la modernidad que al córtala habría de crecer otra mas capaz y mas potente para formar al ser humano.

Pero mas allá de la locura y la modernidad una de las tantas preguntas del ser humano, es la importancia de su propia formación, de que esta hecho el ser humano, de que están hechas las cosas, no es el por que del mundo si no de que esta hecho el mundo. El hombre como la plasticidad de su cerebro le permitió cruzo por caminos intransitados por cualquier especie animal lo que hoy llamamos curio-sidad esta habilidad tan bellamente desarrollada por la corteza cerebral humana.

Tendríamos que empezar introduciéndonos en un reino ambiguo, pervertido de conocimiento, cargado con miles de imágenes una más rara que la otra plagado de mons-truos como: dragones de dos cabezas adornado con lunas negras, coronas entronando a seres no menos aberrantes no era bestiarios eran libros de química los que cargaban esta difíciles imágenes. Quien iba a decir que aquellos quí-micos primitivos cambiarían al mundo

Que una vasija, unas cuantas hierbas que reunidas en las manos viejas de un alquimista cambiarían la concepción del mundo, que por esa época se preguntaba como un niño. El por que de cada cosa, era un mundo de sin razón para quien sus ojos no preparados para mirar tales imáge-nes en aquellos viejos y percudidos libros, paso a pasos la mente humana se convertía en un almanaque de bestias que conformaba este mundo de formulas.

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soledad en la noche de mis sueños: encarnacion que vive entre despojo de la que soy

oh sangre mia, mi transmutacion

Pasos cautelosos seguiste a lo largo del techo, aquellos frágiles intentos de pasar desapercibido. El silencio era tan denso que pude escu-charte sin necesidad de sentir tu ruido. Te observé por momentos pausados sin que te dieras cuenta. De qué sirven las palabras cuando no hay nada que decirse, cuando el lenguaje se confunde y se convierte en símbolo vacío.

Quizá sientes el peligro como el vapor de la lluvia. No eres tú el que no puede ocultarse, es el cuerpo quien te delata. Me dicen que se hace tarde, ha llegado el momento de encerrarte.

Los quelíceros de tu cuerpo no pueden tocar mi dedo, tu simple rose condena mi equilibrio. Pero mi piel es capaz de condenar el tuyo. El sol cae como las cortinas de una cascada que marca un adiós duradero. Estar vivo es exponerse al borde del amanecer. La presa se descuida, se desvanece en su propia sombra sin poder mirar los ojos que le acechan.

Ahora te tengo en un plástico que separa mi piel de tus cuatro pares de apéndices. Peleas por salir, pero la tapa ha sido puesta. Cómo se siente un animal que ha sido atrapado en las garras de un depredador artificial.

Resististe la falta de oxígeno por varios días, ¿es acaso la esperanza por volver a sentir la rugosa consistencia del techo quien te motiva?Ahora se prepara la caída de cristales, navajas más peligrosas que tu propio veneno. Yo no soy el tiempo pero me convierto en la manecilla de tus suspiros. Derramo entonces las gotas que he decido que terminen con este juego. Te veo moverte constantemente, no dejas de nadar en la sustancia que te quema. Luchas contra el equilibrio que ínsita al caos para volver al orden. Tus diminutos ojos se vuelven el amanecer que se tiende en la cuerda de un malabarista. No sé cuál sea tu último recuerdo, pero te vas quedando quieto; hasta que tus patas logran la densidad del silencio.

La pluma se hace canto y el canto se vuelve oído. Tinta no es una mancha sino una gama de crayones que controlan la nitidez de las formas. No hay contorno; se ha rasgado la diferencia produ-ciendo gotas de dulce que desinflan las líneas. Las líneas se vuelen flexibles, movedizas y juguetonas. Ya no pueden permanecer quietas, han sido liberadas para nunca volver a enjaularse en la monotonía.El sonido y las figuras no se delimitan, nada se distingue. El canto del ave no es ave ni canto, es el ave misma. Estrellándose contra el suelo la fruta no se escucha ni se mira. El ciego se vuelve sordo, y el sordo se hace ciego. Todo mezclándose y diluyéndose manchando la belleza del color primario. Pero a diferencia de otros tiempos ahora nada es confuso. Todo es claro, limpio y entrelazado con un tejer infinito. Tinta humillando la polaridad del agua ha dejado enemistad para convertirse en fluido. Reflejos marchitos de una flor que siempre será semilla, y de un cristal que suspendido en el espacio no fue capaz de caer. No es tan simple incluso el vidrio quiso acaparar las notas del silencio.

Las caricias se vuelven navajas donde el tacto separa lo uniforme de un inhalar. Cada segundo es una fracción de arena incitando al parpado. El párpado pelea; la arena se hace polvo en el ojo ajeno y se propone formar par-te del fluido venal. El llanto no termina continua la batalla sin dejar de sentir como esas navajas perforan lentamente las delgadas venas que le cubren. Todo se oculta bajo la sangre y sobre la respiración. Debo decir que el párpado no es de hombre sino de pluma, la vena de palabras, y el color del olfato.

El hombre es todo menos hombre. El canto y las manchas no le delimitan. Está en cada pluma, cristal o semilla. Ya no existe el Homo sapiens que cree dominarlo todo porque las líneas se han ido, le han desamparado. Fue borrado con la huella de un cristal y convertido en herramienta del ave que no sabe cantar. El silbido no se limita y prosigue en el camino del color. Malo es aquel que se ha comportado como hombre y que con palabras ha limitado lo que por definición es ilimitable.

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Hermes Trismegisto

En un intento de conciliar mitologías, los sabios de la antigüedad funden la deidad egipcia Dyehuty (conocido en griego como Tot) con el dios heleno Hermes, para dar origen al poderoso y sabio Hermes Trismegisto, “el tres veces grande”. Este personaje, cuyo nombre en latín es Mercurius ter Maximus, se considera el fundador de la Alquimia con su manuscrito la Tabula Smaragdina, así como del hermetismo, un conjunto de creencias filosóficas y religiosas deri-vadas de su tratado Corpus Hermeticum.

Theophrastus Bombastus von Hohenheim

Paracelso, seudónimo de Theophrastus Bombastus von Hohenheim (c. 1493-1541), médico y químico suizo. Polémico y vitriólico, Paracelso rechazó las creencias médicas de su época afirmando que las enfermedades se debían a agentes externos al cuerpo y que podían ser combatidas por medio de sustancias químicas.

Nacido en Einsiedeln (hoy en Suiza), Paracelso obtuvo el título de médico, probablemente en la Universidad de Viena, y viajó mucho en busca del conocimiento alquímico, en especial en el campo de la mineralogía. Criticó con acidez la creencia de los escolásticos, procedente de los escritos del médico griego Galeno, de que las enfermedades se debían a un desequilibrio de los humores o fluidos corporales, y de que podían curarse mediante sangrías y purgas. Dado que creía que la enfermedad procede del exterior,

Paracelso creó diversos remedios minerales con los que, en su opinión, el cuerpo podría defenderse. Identificó las ca-racterísticas de numerosas enfermedades, como el bocio y la sífilis, y usó ingredientes como el azufre y el mercurio para combatirlas. Muchos de sus remedios se basaban en la creencia de que “lo similar cura lo similar”, por lo que fue un pre-cursor de la homeopatía. Aunque los escritos de Paracelso contenían elementos de magia, su revuelta contra los antiguos preceptos de la medicina liberaron el pensamiento médico, permitiéndole seguir un camino más científico.

Las piedras podridas por el fuego se sentían en llamas, las lagunas rebosantes de agua se convertían en dragones. Los únicos ojos que me miraban eran los de aquella mujer vestida de noche, con el corazón palpitante. Dentro de él las piernas y brazos crecían rebotando en las paredes de mi órgano principalLas contracciones se confundían con mis palpitaciones cada vez más constantes, mi corazón paria a otro yo, loco desahuciado pariendo mi razón, pariendo un ser muy parecido a míMis primeros síntomas se podrían enlistar en un cuadro psiquiátrico:1. Loco de razón se envuelve dentro de su mundo y pare una idea.2. La idea le crecen brazos. Piernas y quizás una cabeza.3. A lo haber espacio en su mente atestada la idea emigra al corazón4. Ahí comienza a crecer como tumor que carcome y chupa su sangre5. La presión cardiaca comienza a incrementarse será un paro cardiaco o un parto cardiaco6. El pequeño hombre abre sus ojos y se mira dentro de otro7. El corazón revienta ,renace y se crea una persona nueva8. Loco de razón se envuelve dentro de su mundo y pare una idea.

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Es la turbulencia de sus trazos el agitado aleteo de una mosca. Aquel código que dibuja siluetas de amaneceres que se pierden. La mano de aquel hombre le persigue. El equilibrio espera ser alterado por un batido suave como el trazo de un pincel. La línea perfecta se vuelve tan insignificante como el contorno del final de un libro. Y es que la mosca pide ayuda porque sus ojos son los fractales que miran la división del todo. Nadie quiere percatarse de ello, ni siquiera a mí me interesa descifrar ese sonido. Son los colores quienes se acumulan y generan caos en el entendimiento. Se van difuminando con el paso del tiempo, se degradan sin ser vistos como el batido de las alas de la mosca.

Ella parece ser tan libre que no se cansa de continuar con las mismas piruetas. Se encuentra condenada en un sistema abierto que pretende ser cerrado. Juega cerca del hombre que no para de mover la mano. Hay tantos puntos en la imagen que no comprendo si son personas o barcos. Cómo saber que no me engañan las patas del ave sin rostro, o la huella de pintura amarilla que lo atraviesa todo. La vida implica estar al borde del amanecer que se cierra. Esta vez la mosca ya no puede mantener su vuelo. Ha caído sobre ella la mano que inquieta le esperaba. Su desplazamiento se desvanece lentamente; quizá piensa que si se agita con velocidad podrá alejarse de su miedo. La mosca se calma, intenta formar el equilibrio con el medio.

Nadie le llora, ni le mira. Sólo yo me percato de su existencia pero no comprendo su lenguaje. La belleza de su singular figura parece perderse en una agonía que persiste en su lucha. Cómo le digo que no tenga miedo, cómo decirle que ha dejado una línea roja de dinamismo eterno en el borde del cuadro.

de Lazerot

Haré alquimia con tu cuerpo. Voy a tomar toda tu sal para moldearla conforme mis ganas y tus pesares. Al mercurio y al azufre voy a depositarlos conmigo, entre mis rincones mundanos para que puedan destilar con fuego sincero; ya después podrás tomarlos y tendrán mi esencia como sello y acompañante. Tendré cuidado de separar cada uno de tus componentes, desde la sésil mata negra que cubre tu filosofal sexo, hasta la movilidad animal con que te haré reaccionar, sin excluir por supuesto los minerales que desprenderá tu cuerpo sediento de fuego del horno del tres veces grande. Pero esta noche al Mercurius ter Maximus lo sustituirá mi virilidad, es decir, un ibis más mortal pero no por ello menos caliente. Montaremos un horno alquímico que sufrirá dinamismo conforme den las ganas y la creatividad del hermetismo que me obligas a practicar. Todo sea por depositar mi azufre entre tus piernas para que se le dé claridad con tu agua regia.

Sé que tienes los cuatro elementos pero no quieres mostrarlos; no me reproches que quiera tomarlos a la primera oportuni-dad. El AER de tus labios no me cuesta trabajo, sólo me acerco y te convenzo con la mirada hipnótica que te obligó a desvestir. La TERRA la puedo abarcar con mis brazos, y para disertaciones más profundas mi expertas palmas exploran tus relieves buscando los respiraderos de donde el IGNIS escapa queriéndose solidificar. El AQVA me resulta más difícil, pero presionan-do con paciencia, y agregando calor con las posiciones astrales y corporales más adecuadas, puedo lograr por fin que tu flujo prístino riegue los valles donde se yergue orgulloso el ibis egipcio.

Eso es alquimia, mezclar lo que no se puede para formar un tercer imposible. Con ello nuestro sexo se vuelve reluciente: al nigredo pasamos con violencia, del albedo se encarga el ibis con su excrecencia y del rubedo la parte más nutrida de tu sal. Después alcanzamos gozosos la completitud. Y los astros dicen que cesemos, que ya fue suficiente; pero no, mi ambición por ti va más allá de lo experimental. Necio, porque soy hombre, te pido quedarte para realizar otra serie de cocciones. Sonríes, y tras los cristales de tus ojos pides más con el silencio, solicitas calor de fusión, disoluciones con mi agua, y, casi en secreto, la transmutación. Y te obedezco porque tú eres mi panacea, a diferencia del resto que sólo advierte con brillo el menstruo. ¿Con-tigo para qué quiero la Piedra Filosofal?

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Para los pueblos mesoamericanos, el maíz no sólo constituía la base de su alimentación diaria, sino que de acuerdo a su cosmovi-sión, las distintas etapas de desarrollo del grano (siembra-cosecha) se asemejaban, en el discurso mítico, con el transcurrir mismo de la sociedad. El maíz siempre se ha considerado entre las comunidades indígenas, una planta providencial. Es por esto que el hombre otorgó al maíz, el papel de protagonista en un buen de relatos míticos.

Sobre el origen del maíz.

Según la Histoire du Mexique, el maíz nació de los amores de Xochiquetzal y Piltzintecuhtli, asociado a una transgresión sexual debajo de la tierra. Relata el mito que dos dioses, él llamado Piltzintecuhtli, ella Xochiquetzal, tuvieron por hijo a Cintéotl (dios del maíz), el cual se metió debajo de la tierra para volver a la luz en forma de bienes para los hombres. Así, de sus cabellos salió el algodón; de una oreja, la planta llamada huauhtzontli; de la nariz, la chía; de los dedos, los camotes y, del resto del cuerpo, otros muchos frutos. El más importante de todos, el maíz, brotó de las uñas del dios.

Sobre el origen del hombre.

El cuerpo de los humanos también se formó del maíz, de acuerdo a un mito relatado en el Pópol Vuh. Según el relato quiché, cuando los dioses decidieron crear seres mejores, los humanos, como materia prima les fallaron la arcilla y la madera. Decidieron entonces enviar al gato montés, al coyote, a la cotorra chocoyo y al cuervo a traer las mazorcas amarillas y blancas de Paxil y Cayalá. Molieron el maíz, hicieron con la masa nueve bebidas, y con ellas crearon la carne y la sangre del primer varón y la primera mujer, su fuerza y su vigor. Las maravillosas criaturas fue-ron la primera madre y el primer padre, quienes pudieron reproducirse para llenar el mundo de seres que reconocen, alaban y alimentan con sus ofrendas a los dioses.

Fray Bernardino de Sahagún, en su Historia General de las Cosas de la Nueva España, des-cribe las ceremonias que se realizaban en honor a Xipe Tótec, en Tlacaxipehualiztli, el cual consistía en efectuar sacrificios humanos e ingerir ritualmente los cuerpos de los cautivos inmolados en sacrificio; era una especie de banquete ritual. Respecto del banquete ofreci-do por los guerreros que aportaban cautivos de guerra como víctimas para los sacrificios, dice Sahagún: “[…] los llamaban xipeme (desollados)”. Los cuerpos de esas víctimas, una vez desollados y desmembrados, eran ofrecidos por los guerreros mexicas que los habían capturado a sus parientes consanguíneos, quienes eran invitados a sus respectivas casas con el fin de ingerirlos ritualmente. Al respecto dice Sahagún: “[…] cocían aquella carne con maíz, y daban a cada uno un pedazo de aquella carne en una escudilla o caxete, con su caldo y su maíz cocida, y llamaban aquella comida Tlacatlaolli”. El códice Florentino dice al respecto: “[…] entonces tomaban al sacrificado para llevarlo a la casa de quien lo había hecho cautivo. Allí podrán comer de él. Allí calentaban cada uno una taza o molca-jete donde ponían (en agua) granos de maíz, que llamaban Tlacatlaolli, maíz desgranado de los hombres. Allí también ponían trozos de la carne del cautivo”. Fray Diego Durán nos narra al respecto de la ingestión ritual”[...] la cual carne de todos los sacrificados tenían realmente por consagrada y bendita, y la comían con tanta reverencia y con tantas ceri-monias y melindres, como si fuera alguna cosa celestial”. Citando una vez más a Durán, pozolli, era el nombre dado al maíz cocido por sí solo. El significado preciso de Tlacatlaolli es “máiz desgranado de hombre”.

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