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LIBIA ¿UN NUEVO MODELO DE IMPOSICIÓN DE LA
DEMOCRACIA?
El 28 de marzo de 2011, el presidente estadounidense Barack Hussein Obama
lanza un discurso en el que defiende su decisión de dar apoyo “liderando desde atrás”
en la operación que la OTAN –encabezada por un grupo de Estados europeos como
el Reino Unido o Francia- estaba desencadenando en Libia con el objetivo declarado
de la “protección” de la población civil libia, supuestamente en peligro por las
acciones del líder libio Muammar el Gadafi en su intento de reprimir la revuelta tras
la aprobación de la Resolución 1773 por parte del Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas, con la abstención de las principales potencias emergentes y Alemania. A la
vista de las citadas asunciones cabe hacerse una serie de preguntas ¿Cuáles han sido
las modificaciones que la citada intervención ha producido en la política exterior de
la Administración Obama? Qué papel han tenido las políticas de exportación de la
democracia liberal en dicha intervención? ¿Han sido asumidas como propias las
asunciones de determinadas corrientes de la política exterior estadounidense por
parte de los europeos? ¿Cuáles son los principales debates producidos a raíz de la
intervención en Libia? Este es el objeto que formará parte de la presente
investigación.
I-INTRODUCCIÓN Y MARCO TEÓRICO.
Las políticas de exportación de la democracia liberal como forma de gobierno
han sido una de las grandes protagonistas de la política exterior estadounidense de la
posguerra fría. Las Administraciones de Clinton y Bush –secundadas en numerosas
ocasiones por sus aliados europeos-, pusieron en marcha una política de estas
características, acorde con la corriente wilsoniana de la política exterior
estadounidense que pretendía, en palabras de su fundador, “hacer el mundo seguro
para la democracia”.1
1 MEAD, W. R. (2002), Special Providence. American Foreign Policy and How it Changed the World, Ed. Routledge, Nueva York, ps. 132-173.
Entre los casos que permitirían ejemplificar este tipo de
políticas destacarían los de Haití, Bosnia y Kosovo con el primero de los presidentes
citados o Afganistán e Irak con el segundo.2
Frente a la promoción entusiasta de algunos de los líderes ya citados,
ejemplificada en discursos y doctrinas como el de Anthony Lake en la Universidad
John Hopkins en septiembre de 1993, el famoso artículo de Strobe Talbott en
relación a la intervención estadounidense en Haití, la propia doctrina Clinton o tantos
otros discursos pronunciados por el presidente Bush hijo en el National Endowment
for Democracy, el discurso inaugural de su segundo mandato, las Estrategias de
Seguridad Nacional del año 2002 y 2006 o diversos artículos y discursos de
miembros destacados de su gabinete como Condoleezza Rice; el presidente Barack
Obama, tras el alud de críticas –tanto académicas como políticas- provocadas por el
conflicto y la posguerra iraquí parecía inicialmente haber enfriado el entusiasmo
estadounidense por la expansión de la democracia tal y como había recogido en
algunos de sus discursos como el inaugural o el de El Cairo de 2009.
3 Asimismo
parecía haber asumido la elaboración de una doctrina no oficial con su discurso del
premio nobel, por el que defendía el planteamiento del autor realista Richard Haass
en relación a la existencia de “Guerras de Necesidad” y “Guerras de elección”,
identificando el conflicto de Afganistán como una de las primeras y la de Irak entre
las segundas.4
Y sin embargo, ganándose las críticas de los mismos analistas e intelectuales
realistas que se opusieron en su momento a la Guerra de Irak, entre los que
destacaban autores como Richard Haass, Michael Scheuer, Robert Kaplan, John J.
Mearsheimer o Stephen M. Walt, el presidente Barack Obama concedió el triunfo a
los defensores de la idea de intervenir en Libia, que se identificaban con el
2 TOVAR, J. (2012), Si Vis Pacem fac Bellum? Paz democrática e imperialismo liberal en la
política exterior estadounidense de la posguerra fría, Tesis doctoral, Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid, leída el 17 de enero, ps. 1-498.
3 Los citados discursos y documentos oficiales pueden verse en http://www.whitehouse.gov Para los artículos de estadistas destacan RICE, C. (2005), “The Promise of Democratic Peace. Why Promoting Freedom is the Only Realistic Path to Security”, Washington Post, 11 de diciembre y TALBOTT, S. (1996), “Democracy and National Interest”, Foreign Affairs, vol. 75, no. 6,noviembre/diciembre.
4TOVAR RUIZ, J. (2010), “El enigma de la doctrina Obama: un año de política exterior norteamericana, Real Instituto Elcano, Documento de Trabajo 2/2010, enero.
“liberalismo intervencionista”, no demasiado lejano según algunos autores, al
neoconservadurismo de algunos de los miembros de la Administración precedente.5
De igual modo, los líderes europeos que se habían opuesto con pasión a la
Guerra de Irak, con una postura claramente escéptica hacia las posibilidades de que
floreciese una democracia liberal en el desierto iraquí y cuyos debates –entre los que
destacó la famosa polémica sobre la “vieja” y la “nueva” Europa- que según algunos
llegó a poner en peligro la unidad europea y la viabilidad de las relaciones
transatlánticas
6
A la vista de semejantes posicionamientos y del intenso debate generado,
cabe preguntarse sobre las motivaciones reales de los líderes a ambos lados del
Atlántico y de la sinceridad de la recuperación de las antiguas políticas de imposición
de la democracia, vía cambio de régimen, que tantas críticas recibieron en momentos
anteriores y de la propia recuperación de las tesis de grupos ideológicos tan
destacados –particularmente en la política exterior estadounidense- como son los
liberales intervencionistas o los neoconservadores. Teniendo en cuenta las anteriores
premisas, en este trabajo nos preguntaremos cuales han sido las principales
implicaciones para la política exterior de los actores que se han visto envueltos en la
intervención en Libia–principalmente para Estados Unido- y las causas reales del
citado conflicto.
, van a modificar sus planteamientos y se encontrarían, con el
liderazgo de Cameron y Sarkozy, realizando una intervención a efectos de proteger a
la población civil y de defender la democracia liberal en el Norte de África, actuando
de manera activa para promover un cambio de régimen.
Utilizando una metodología que utiliza un marco teórico constructivista en lo
que se refiere al análisis de discursos de aquellos líderes políticos o estadistas que se
encuentran en una posición destacada de poder7
5 SMITH, T. (2008), “Wilsonianism after Iraq”, en IKENBERRY, G.J. ed., The Crisis of American Foreign Policy.Wilsonianism in the Twenty-first Century, Ed. Princeton University Press, Princeton, ps. 66-74. WALT, S.M. (2011), “What Intervention in Libya tell us about the neocon-liberal alliance”, Foreign Policy, 21 de marzo.
, proyectando sus identidades y
6 Vease por ejemplo SODERBAUM, Fredrik y VAN LANGENHOVE, Luk (2006), The EU as a Global Player. The Politics of Interregionalism, Ed. Routledge, Nueva York, ps. 15-32. Hay otros autores que sostienen posicionamientos diferentes como SERFATY, Simon (2005), The Vital Partnership, Ed. Rowman & Littelfield Publishers, Lanham, ps. 123-146, aún reconociendo la existencia de importantes divisiones a raíz del conflicto de Irak.
7 BUENO DE MESQUITA, B. (2005), Principles of International Politics: People´s Power, Preferencesand Perceptions, Ed. CQ Press, Washington D.C., ps. 1-22.
visiones del mundo o paradigmas defendidos8, acompañado con el correspondiente
enfoque realista que, reconociendo el papel de las diferentes visiones del mundo y su
influencia en las doctrinas y estrategias en política internacional –tal y como hace
Mearsheimer-que considera que se debe contrastar, en la medida de lo posible ,con la
realidad empírica de la política internacional –“ver no solo lo que se dice sino
también lo que se hace”-a efectos de sacar las correspondientes conclusiones;
sumaremos en el análisis los factores materiales y los procesos de toma de decisiones
–particularmente en el caso estadounidense- a los factores ideacionales.9
A estos efectos, el presente trabajo va a ser dividido en dos partes. La primera
analizará el discurso de algunos de los líderes occidentales más destacados en
relación a la intervención en Libia y concretamente de tres: el presidente
estadounidense Barack Obama, el presidente francés Nicolás Sarkozy y el primer
ministro británico David Cameron como fuentes primarias. La segunda parte
permitirá analizar los hechos producidos, mayoritariamente teniendo en cuenta
fuentes secundarias como son artículos referidos a autores destacados que han tratado
el tema o debatido a través de diferentes tipos de artículos y noticias de prensa, a
efectos de averiguar si realmente aquellas causas que los citados líderes defienden
que llevaron a la citada intervención, han sido realmente las causantes de la
intervención en Libia tratando, además, de arrojar algo de luz sobre algunos de los
principales debates, que se han generado principalmente en el ámbito político, sobre
la materia.
Todo ello permitirá extraer las correspondientes conclusiones que se
expondrán al finalizar el presente trabajo.
II-ANÁLISIS DE DISCURSOS.
8 Los fundamentos del constructivismo se recogen en el famoso artículo fundacional. WENDT, A.(1992), “Anarchy is What States Make of It: The Social Construction of Power Politics”, International Organization, vol. 46, nº 2, ps. 391-425. También WENDT, A. (1999), A Social Theory of International Politics, Ed. Cambridge University Press, Cambridge, ps. 376-378. En el plano de las ideas destacan también GOLDSTEIN, J. y KEOHANE, R. (1993), Ideas & Foreign Policy. Beliefs, Institutions and PoliticalChange, Ed. Cornell University Press, Nueva York, ps. 3-30. 9 MEARSHEIMER J. J. (2001), The Tragedy of Great Power Politics, Ed. Norton & Co., Nueva York, ps. 1-54. Para los procesos de toma de decisiones en Estados Unidos cabe destacar BROWN, E. y SNOW, D. M. (2000), United States Foreign Policy. Politics Beyond the Water´s Edge, Ed. Bedford/St. Martin´s, Boston, ps. 95-271. Como clásico en este ámbito con especial atención al poder de persuasión del presidente destaca NEUSTADT, R.E. (1990), Presidential Power and the Modern Presidents. The Politics of Leadership from Roosevelt to Reagan, Ed. Free Press, Nueva York, ps. 29-49.
A) Barack Obama.
El discurso de Barack Obama en lo que respecta a la intervención en Libia ha estado
condicionado por el propio desarrollo de la “Primavera Árabe” y las consecuencias
del “cambio” en toda la región. Probablemente el discurso más importante en
relación a la materia fue el que lanzó el 28 de marzo de 201110, una vez comenzadas
las operaciones militares, cuando la cuestión libia aún se hallaba en el centro del
debate político y es dirigido a los críticos de la misma para poder justificarla y en un
contexto de cierta impopularidad de la intervención, tal y como se reflejaba en las
encuestas. 11
En esencia, la justificación que Barack Obama otorga a la citada intervención se
fundamenta en dos aspectos. El primero es la dimensión humanitaria, en el que la
intervención es expuesta como una necesidad que corresponde tanto a los intereses
estadounidenses en sentido amplio –garantizar que el cambio y los procesos de
democratización de Egipto y Túnez se consoliden o poner fin a un gobierno errático
que hizo uso del terrorismo en el pasado- como a los valores –impedir que Gadafi
“masacrara” a su propio pueblo-. En este sentido las comparaciones que establece
con otros casos, como es Bosnia, tienen una motivación clara. La comparación con el
conflicto de Irak, únicamente se plantea en relación al supuesto descarte de provocar
“un cambio de régimen por la fuerza” al estilo de los defendidos por la
Administración de George W. Bush, por el elevado coste que tendría.
Por ello, argumenta que únicamente estaría implementando una Resolución de
Naciones Unidas y prestando “asistencia logística” a la oposición de diferentes
formas, al tiempo que establecen la famosa zona de exclusión aérea y permiten que
sea la oposición libia la que se encargue de derribar al régimen. Estados Unidos,
según el presidente estadounidense no mandaría tropas sobre el terreno. Con ello
pretende además –al igual que Bosnia era utilizada frente a los críticos por exceso de
la citada intervención-, convencer a los críticos con ella por defecto, al no haber ido
más allá en sus acciones.
10 http://www.whitehouse.gov/the-press-office/2011/03/28/remarks-president-address-nation-
libya 11 http://www.gallup.com/poll/148196/americans-shift-negative-view-libya-military-
action.aspx
En cierto sentido este aspecto queda como una cierta contradicción, dado que tanto el
presidente estadounidense como sus aliados ya habían pedido insistentemente la
salida de Gadafi del poder. El presidente estadounidense, además, reconoce que la
dimensión del interés afectada por la cuestión libia no se circunscribe al ámbito de la
seguridad, pero si a otros intereses y a la protección de los valores estadounidenses.
Utilizando los hechos y las declaraciones del líder libio, el presidente Obama llega a
afirmar en relación a la posible masacre que se produciría si el líder libio entra en
Bengasi que “no está en el interés americano que eso suceda. No voy a dejar que
suceda”.
La segunda justificación, relativa al liderazgo estadounidense, que tanto ha
caracterizado la citada intervención, quedaría condicionada por el multilateralismo,
la necesidad de compartir la factura y la renovación del liderazgo estadounidense en
el siglo XXI, consiguiendo que sus aliados –en este caso europeos- actúen. Por ello,
y al no haber envuelto ningún interés vital para la seguridad estadounidense –y la
necesidad de relacionar el coste de la acción con los intereses en juego-, certifica que
el rol estadounidense en la intervención va a ser limitado y se ejercería lo que se ha
venido a denominar “el liderazgo desde atrás”. Estados Unidos solo vería envuelto a
sus fuerzas armadas inicialmente y durante unos pocos días, en tanto que los aliados
europeos y árabes se encargan del resto. Asimismo, hace referencia al apoyo de
organismos regionales como la Liga Árabe para defenderla.
En lo que respecta a la transición democrática, Obama plantea la existencia de
numerosas dificultades que los libios deberán resolver, pero les garantiza su
asistencia y afirma que Estados Unidos puede “marcar la diferencia”.
Este discurso no es el único en el que Barack Obama se pronuncia sobre la cuestión
libia. En el comunicado conjunto con sus principales aliados europeos en el asunto,
David Cameron y Nicolás Sarkozy12
12 CAMERON, D., OBAMA, B. y SARKOZY, N. (2011), “Libya´s Pathway to Peace”, The
New York Times, ps. 14 de abril.
, la justificación de los citados líderes para
intervenir en el Estado norteafricano viene determinada por la necesidad de evitar la
masacre que Gadafi desencadenaría sobre su propio pueblo en un contexto de caos y
desorden, como de hacer efectivo el mandato de la Resolución 1973 de Naciones
Unidas, que les autoriza a tomar “todas las medidas necesarias” para evitar que eso
suceda. Si bien reconocen la necesidad de evitar la realización de un “cambio de
régimen por la fuerza”, también reconocen la necesidad de que Gadafi abandone el
poder, para evitar que su país se convierta en un paria internacional o un Estado
fallido que pueda fomentar futuros ataques terroristas, por lo que debería dejar paso a
una transición a la democracia que garantice una Libia próspera y segura. Por ello
habrían implementado una acción con un elevado apoyo regional e incluso del
mundo árabe remarcando la dimensión del multilateralismo.
A raíz de la polémica muerte del coronel Gadafi, el presidente Obama también
realizaría una serie de declaraciones a 20 de octubre de 201113
Tras la exposición del discurso del presidente estadounidense analizaremos el de sus
principales aliados en la empresa: el primer ministro británico David Cameron y el
presidente francés Nicolás Sarkozy.
en las que, tras
recordar las circunstancias que le llevaron a embarcar a Estados Unidos en la
intervención, remarca la circunstancia como una oportunidad para el pueblo libio de
construir una nueva y democrática Libia. En estas declaraciones quedan remarcada la
necesidad de “formar un gobierno interino y una transición estable a las primeras
elecciones libres y democráticas en Libia”, aunque reconoce las enormes dificultades
de la empresa.
B) David Cameron y Nicolás Sarkozy
A diferencia de lo que sucedía con el discurso del presidente estadounidense, el
discurso de los líderes europeos está marcado por una coyuntura distinta, en la que
los debates sobre la intervención en Libia –probablemente por haber sido menos
condicionados por las intervenciones en Afganistán e Irak- han tenido un perfil
político y académico mucho más bajo.
Partiendo del citado manifiesto publicado por los tres líderes, cuyas justificaciones
para la intervención –la protección de la población civil- han sido las mismas,
marcan enormes diferencias en el discurso, planteando en ocasiones una visión
todavía más idealista que en el caso del presidente estadounidense, donde la
intervención limitada y la prudencia han quedado mucho más marcadas y donde los
13 http://www.whitehouse.gov/the-press-office/2011/10/20/remarks-president-death-
muammar-qaddafi
matices eran mucho más ricos. De tal modo, uno de los principales defensores de la
intervención, el presidente Nicolás Sarkozy, se expresa el 20 de septiembre de
201114
El presidente francés remarca en la misma la gran diferencia de los sucesos
acontecidos en el marco de la Primavera Árabe respecto de lo que los “expertos”
estaban explicando y su búsqueda de la libertad y la democracia. Pone también de
manifiesto la dimensión multilateral de la intervención y exhorta a que en la futura
transición, el valor para perdonar de los rebeldes se imponga. Frente a los críticos de
que pudiese aparecer un régimen aún peor que aquel que se contribuyó a derribar,
considera que “el miedo no es un buen consejero” y considera que debe condenarse
cualquier forma de inacción y expresa su orgullo de haber participado en la
coalición, comparando lo que habría podido suceder en Libia con Srebrenica o
Camboya bajo los jemeres rojos.
en una reunión de Alto Nivel sobre Libia en el contexto de la Asamblea
General de Naciones Unidas.
Finalmente, destaca alguna referencia interesante, extraordinariamente similar a
algunos de los planteamientos defendidos por el ex presidente estadounidense
George W. Bush, particularmente en el discurso inaugural de su Segundo Mandato.
“Vamos a dar a conocer a todos los dictadores del mundo que la comunidad
internacional no estará por más tiempo condenada a dar discursos. Está condenada a
la acción. Y si es necesario, a tomar las armas al servicio de la democracia”.
En el caso del primer ministro británico David Cameron, también las referencias han
tenido un gran parecido. Ya el 22 de agosto, en un discurso lanzado ante el Consejo
de Seguridad Nacional británico15
14 http://www.diplomatie.gouv.fr/en/france-priorities/united-nations/events-2136/events-
2011/article/high-level-meeting-on-libya-speech
donde se exponen las bases para una transición en
Libia a medida que el conflicto va llegando a su fin. Nuevamente y al igual que
Sarkozy, defiende la necesidad de reconciliación en la transición a una Libia más
próspera y democrática. Defiende la asistencia diplomática y médica al Consejo
Nacional de Transición Libio y defiende dos puntos particulares de gran importancia
para la intervención. El primero sería el de la legalidad, lo que permitiría
diferenciarlo del caso iraquí, el segundo la necesidad de evitar una masacre. Con
15 “Libya: David´s cameron Full Statement”, The Guardian, 22 de agosto de 2011.
todo y aún reconociendo dificultades en la transición, considera el alzamiento un
paso importante hacia una Libia más democrática.
El discurso que lanza en la Asamblea General de Naciones Unidas el 22 de
septiembre de 2011 parece aún más revelador.16
Igualmente, el primer ministro británico afirma –utilizando a Irán de ejemplo- que la
democracia liberal es algo más que unas elecciones y critica la “falsa” dicotomía que
daría a elegir entre la represión y el islamismo; aunque reconoce que los avances
hacia la democracia no son irreversibles. También se remonta a la posguerra fría y
las políticas de expansión de la democracia liberal y la economía de mercado y
reclama la obligación de ayudar a aquellos Estados que están luchando por las
mismas. Resalta las amenazas económicas para la “Primavera Árabe” y compara la
situación que se podría haber dado en Libia con la de Ruanda o Bosnia. Con todo,
considera que Libia es un caso aislado, cuyo contexto no tiene porque aplicarse a
otros distintos y defiende de que sean los propios libios los que construyan “los
bloques de su democracia”, rechazando la idea de exportar los valores occidentales a
la fuerza. Establece además –al igual que Sarkozy, una relación a largo plazo entre la
estabilidad y la democracia, rechazando las teorías anteriores sobre el tema- e incluso
relaciona la promoción de la democracia liberal con la seguridad al afirmar que “es
lo que al-Qaeda más teme”, en una clara evocación de las afirmaciones del discurso
de la Administración Bush.
Exponiendo una vena tan idealista –
en un sentido wilsoniano e incluso neoconservadora- como la de Sarkozy, la idea de
la democracia liberal se convertiría en un eje fundamental del mismo. De tal modo,
considera que el alzamiento en Libia, tal y como había podido observar en su visita a
Tripolí y Bengasí había “escrito un nuevo capítulo de la libertad y la democracia”.
Relaciona, como en el discurso de los presidentes estadounidenses Clinton y Bush, la
democracia con la prosperidad y la estabilidad y defiende la necesidad de establecer
acciones en defensa de los derechos humanos.
Con todo, no todos los discursos lanzados por Cameron lo plantean en los mismos
términos, de hecho en unas declaraciones realizadas a 20 de octubre17
16 http://www.newstatesman.com/global-issues/2011/09/arab-world-region-libya-act
tras el
asesinato de Gadafi, realiza un recuerdo a las víctimas recordando su pasado como
17 “David Cameron: remember Gaddafi´s victims in wake of his death”, The Telegraph, 20 de octubre de 2011.
promotor de grupos terroristas –apoyando el IRA- o el caso Lockerbie,
particularmente sensible de cara al ejecutivo británico.
Una vez analizado el discurso de los diferentes líderes pasaremos al análisis de los
debates y hechos que se dieron en el supuesto libio.
III- ANÁLISIS DE LOS DEBATES SOBRE LA INTERVENCIÓN EN LIBIA.
A la hora de analizar los diferentes hechos y debates que giran en torno a la
intervención en Libia es necesario destacar que, en este momento, la información
mayoritaria de la que se dispone dado el escaso tiempo transcurrido desde el inicio de la
intervención hasta ahora viene mayoritariamente de fuentes que giran en torno al debate
político y los medios. De ello se extrae la ventaja de cara al conocimiento del análisis
del proceso de toma de decisiones que guió a la intervención pero, al mismo tiempo,
sacrificando la perspectiva que el tiempo otorga. Finalmente, es necesario destacar que
ante la existencia de debates mucho más fuertes –y de mayor entidad académica- en los
medios y los think tanks estadounidenses que en el caso europeo, la focalización de la
mayor parte de los debates reflejará este hecho al centrarse, principalmente, en los
debates estadounidenses.
A) El proceso de toma de decisiones.
Si algo puede sacarse en claro del proceso de toma de decisiones que ha llevado a la
intervención en Libia ha sido el destacado liderazgo francés en la intervención y el
papel preponderante de algunos de los principales actores en el mismo. Entre estos
cabe destacar el conocido ensayista Bernard Henry Levy, a la hora de “convencer”
al presidente francés para tomar una decisión, argumentando su “responsabilidad”
indirecta en la masacre, en caso de que las represalias de Gadafi condujesen a la
muerte de los rebeldes que se alzaron en Benghasi. En este sentido, la defensa por
parte del citado autor de la intervención ha quedado reflejada en numerosos artículos
escritos en prensa e incluso libros en los que defendería su papel18
18 Véase por ejemplo, entre otros muchos ejemplos HENRI LEVY, B. (2011), “Libia no es
Irak”, El país, 24 de julio.
y, de hecho,
felicitaría a Sarkozy por los éxitos conseguidos. La consecuencia más clara de su
actuación serían las sucesivas reuniones que el presidente Sarkozy y Bernard Henri
Levy tendrían con destacadas personalidades de la oposición Libia como Mahmud
Jibril, presidente del denominado Consejo Nacional de Transición.19
El liderazgo francés sería esencial en dos puntos clave del propio proceso de toma
de decisiones en Libia, 1- convencer a un escéptico Washington para apoyar de
manera decidida la intervención y 2- la obtención de la Resolución 1973 en el
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Gracias a las gestiones del presidente
Sarkozy, la secretaria de Estado, tras una reunión con el representante del Consejo
Nacional de Transición se uniría a la causa y desplazaría el debate sobre la
intervención en Libia a dos dimensiones nuevas; la primera sería el de la propia
Administración Estadounidense y la segunda al ámbito internacional.
20
En lo que respecta a la Administración Estadounidense, Hillary Clinton,
modificando sus alianzas tradicionales –particularmente con el secretario de
Defensa Robert Gates- se alinearía con destacadas personalidades femeninas de la
intervención como Susan Rice, -embajadora estadounidense en Naciones Unidas y
discípula de Madeleine Albright- y Samantha Power, asesora senior en el Consejo
de Seguridad Nacional. Frente a ellos y reclamando prudencia por la ausencia de
intereses vitales estadounidenses o de posibles lazos del Consejo Nacional de
Transición con al-Qaeda estarían Robert Gates, Tom Donilon –consejero de
Seguridad Nacional- y John Brennan, principal asesor en lucha contra el terrorismo
del presidente. A estos debates cabe añadir las presiones y debates en el propio
Senado, con John McCain y Lindsey Graham –además de John Kerry en el lado
demócrata- pidiendo una acción más decidida
21; que luego se tornaría en crítica por
no solicitar el apoyo del Senado a la intervención, que generaría un intenso debate
jurídico.22
Cabe plantearse como hace Stephen M. Walt, la división político ideológica en el
interior de la Administración Obama y los consecuentes debates prácticos sobre la
intervención en Libia como una división clara entre realistas y liberales
19 “By his Own Reckoning, One Man Made Libya a French Cause”, The New York Times, 1
de abril de 2011. 20 Tal y como se recoge en los artículos citados a lo largo de esta sección. 21 “Obama Takes Hard Line With Libya After Shift by Clinton”, The New York times, 18 de
marzo de 2011. 22 GLENNON, M.J. (2011), “The cost of “Empty Words”. A Comment on the Justice
Department Libya´s Opinion”, Harvard National Security Journal Forum, ps. 1-19.
intervencionistas –grupo ideológico que, como vimos en la primera parte, estaría
cercano a las posturas del idealismo wilsoniano en política exterior, con su visión
“maniquea” del mundo o su afán de “hacer el mundo seguro para la democracia” y
de los neoconservadores republicanos de tercera generación-, división que no será
tan marcada en el debate más académico, pero que parece remitir –con distintos
actores- a los debates internos que se producirían en otros conflictos como Irak.23
Con todo, en cuestión de horas, Obama –que seguiría más preocupado por los
acontecimientos en Egipto o Bahrein y se vería obligado a mantener un precario
equilibrio no exento de contradicciones entre la necesidad de apoyar a aliados
regionales como Arabia Saudita mientras pedía la salida de Gadafi y abandonaba a
Mubarak- acabaría pasando de una posición escéptica al apoyo a la intervención,
participando personalmente en la presión a algunos de los miembros del Consejo de
Seguridad de Naciones, mientras se debatía la Resolución a adoptar. 24
En el lado europeo, los fuertes debates internos que enfrentaron a Francia con
Alemania por la intervención en Libia se solventaron ante la suavización en
Naciones Unidas de la posición de las principales potencias emergentes –y
particularmente de China, tras la decisión de Sudáfrica de apoyar la intervención-,
siguiéndolas en su abstención. Sería de destacar, en cualquier caso, la existencia de
fuentes que parecen sugerir que en caso de obtener el apoyo del Consejo, Francia
habría seguido adelante con el de entidades regionales como la Liga Árabe –cuyo
apoyo fue decisivo a la hora de obtener la Resolución-, la Unión Europea y la Unión
Africana.
25 El intento de última hora por parte de Rusia de plantear una Resolución
alternativa quedo anulada por la decisión francesa de votar la más dura Resolución
americana –presentada por Susan Rice cuando vio oportunidades de conseguir un
documento más contundente- con la consiguiente votación positiva de la Resolución
1973.26
Al analizar la Resolución, puede observarse como gran parte de los argumentos
recogidos por los líderes occidentales en sus discursos están presentes aquí.
23 WALT, S.M. (2011), “What Intervention in Libya tell us about the neocon-liberal
alliance…op.cit. 24 “Obama Takes Hard Line With Libya After Shift by Clinton…op.cit. 25 “Sarkozy Played Crucial Role In Catalyzing International Action at UN On Libya”,
European Affairs, The European Institute, 3/18, marzo de 2011. 26 “Obama Takes Hard Line With Libya After Shift by Clinton…op.cit.
Alegando la existencia de violaciones de derechos humanos, así como la presencia de
diversos mercenarios extranjeros, dicha Resolución impone una zona de exclusión
aérea, así como disposiciones adicionales como la congelación de fondos y cuentas
del régimen libio y algunas de sus personalidades más destacadas o la limitación de
movimientos de algunos miembros del mismo. Asimismo, solicita un alto el fuego
entre las partes y el cumplimiento de las obligaciones internacionales por parte del
gobierno. A esto cabe añadir la destacada presencia de la frase que justificaría que la
supuesta operación en defensa de la población civil acabase convertida en un cambio
de régimen. Es la autorización de “todas las medidas necesarias” para proteger a la
población civil.27
Esta frase ambigua se convertiría en la fuente de críticas y acusaciones entre la
OTAN y algunas potencias emergentes destacadas como Rusia o China e incluso
Sudáfrica, con las consiguientes acusaciones a la OTAN de haber convertido la
protección de civiles en una operación política para provocar un “cambio de
régimen”, con su apoyo a las fuerzas de la oposición libia.
28 Parece que el desarrollo
de los acontecimientos a lo largo de la campaña militar, con la toma de Tripolí o
Sirte y la posterior muerte de Gadafi, hace que tal argumento no pueda ser desechado
en su totalidad.29
B) Los debates sobre la intervención en Libia ¿Una guerra de elección?
Veamos ahora los debates generados a nivel político –y hasta cierto
punto académico- planteados por la citada intervención.
Mientras que el apoyo europeo en los medios de comunicación y a nivel político, fue
más o menos claro hacia la citada intervención, especialmente si lo comparamos con
el debate producido por Irak30
27 Recogida en http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=s/res/1973%20(2011)
, en el caso estadounidense hubo un intenso debate que
recuperaría parte de los argumentos que defensores y opositores a la Guerra de Irak y
algunas intervenciones humanitarias de los años 90. Por otra parte, la división
ideológica en el seno de la Administración Obama entre realistas y liberales
intervencionistas no se trasladó necesariamente al ámbito político-académico.
28 Véase por ejemplo y entre otras muchas “Rusia considera que la OTAN excede el mandato de la ONU en Libia, El economista, 15 de abril de 2011.
29 “Gadafi muerto”, El mundo, 21 de octubre de 2011. 30 No hace falta más que leer los principales diarios europeos de diferente tendencia
ideológica para poder observar tal hecho.
Es muy difícil negar el papel como críticos de la citada intervención que tuvieron
algunos de los intelectuales realistas de mayor influencia en este momento. El caso
más destacado sería el de Richard Haass, presidente del influyente Council on
Foreign Relations y uno de los críticos internos más destacados de la Guerra de Irak
de 2003, que ha participado activamente del debate político a través de diferentes
artículos en prensa y acuñaría el destacado concepto de “Guerra de elección”.31
De tal forma y reconociendo la existencia de motivaciones tanto morales como de
realpolitik, Richard Haass expone las divisiones internas dentro de la Administración
Obama a la hora de tomar la decisión, destacando los apoyos a la intervención y las
presiones al presidente estadounidense. Haass sostiene que Estados Unidos debería
mantenerse fuera de un país que no es ni de lejos vital para los intereses
estadounidenses y expone los riesgos de convertir una zona de exclusión aérea en
una guerra y dar credenciales de demócrata a una oposición que está muy lejos de
serlo –exponiendo la posibilidad de ayudar a llegar al poder a partidarios de un
islamismo radical-. Defiende evitar que Estados Unidos se vea envuelto en una
“costosa distracción” frente a la situación de Estados más relevantes para su política
exterior y defiende la utilización de otros métodos para presionar a Gadafi ante las
dudas de la capacidad de la oposición para echarle del poder.
32
Richard Haass no estuvo solo a la hora de realizar las correspondientes críticas a la
intervención. Douglas Bandow, por razones muy parecidas a las de Haass –ausencia
de intereses vitales-, llega a denominar a Libia una “innecesaria guerra de elección”
y compara la intervención con la política desarrollada por la Administración Bush en
Irak y a los arquitectos de la guerra en Libia con la política de la Administración
Bush que demostró las enormes dificultades de hacer ingeniería democrática
mediante el uso de la fuerza. La propia situación de Estados Unidos como la única
superpotencia permitiría a sus dirigentes optar por verse envueltos en guerras de
elección gastando recursos y sangre de ciudadanos americanos en empresas que no
son en absoluto vitales para el país norteamericano, cuando el liderazgo debería ser
marcado por la prudencia y el establecimiento de prioridades, en un momento en el
que también disponen de presencia en Afganistán e Irak. Considera los riesgos
31 HAASS, R. N. (2010), War of Necessity, War of Choice. A Memoir of two Iraq Wars, Ed. Simon and Schuster Paperbacks, Nueva York.
32 HAASS, R. N. (2011), “The U.S. Should Keep Out of Libya”, The Wall Street Journal, 8 de marzo de 2011.
militares o la posible permanencia de Gadafi en el poder, además de una incierta
reacción de la población, marcada por el escaso prestigio de Estados Unidos al
apoyar a regímenes autocráticos favorables a sus intereses. Finalmente, resaltaría la
existencia de enormes divisiones tribales y políticas en Libia o la posibilidad de que
alguien peor que Gadafi pueda llegar al poder, plantea que la intervención, lejos de
ser desafortunadamente necesaria, pone en riesgo la paz y la estabilidad en la
región.33
Michael Scheuer, experto en Ben Laden y antiguo miembro de la CIA, critica
igualmente una intervención cuyo valor para los intereses estadounidenses sería
similar a 0 y, de acuerdo con las criticas que emitió en su momento hacia la política
exterior de la Administración Bush, considera la intervención en Libia la
continuación de la misma política ya iniciada por su predecesor que continuaba con
los grandes errores de Estados Unidos en la región, el apoyo a autócratas como los de
Arabia Saudita o Bahrein, la exportación de la democracia liberal mediante el
intervencionismo compulsivo –“el bien de lujo estadounidense menos exportable de
todos”- o la nueva exposición al mundo árabe de muertes de civiles provocada por
una intervención de potencias occidentales. Todo ello sumado a la ingenuidad o la
arrogancia de determinados miembros de la Administración Obama en su creencia de
que el modelo occidental de democracia laica puede ser exportado en la región,
favoreciendo con su ímpetu misionero el crecimiento de al-Qaeda.
34
Asimismo, el autor comunitarista Michael Walzer, uno de los principales
teorizadores del concepto de Guerra Justa plantea críticas de cierta entidad a la
intervención en Libia, cuya motivación sería desconocida, considera que el apoyo
árabe que se alegó como motivo que legitimaría la intervención, no se sostiene
cuando este apoyo alcanza a países que suponen escasamente un 1 % de la población
árabe y ningún Estado árabe de cierta relevancia –ni siquiera Egipto- se habría
sumado a ella. A ello cabría añadir el escaso apoyo obtenido, con abstenciones tan
relevantes en el Consejo de Seguridad de la ONU como las de los BRIC y Alemania
o el riesgo de que nuevamente estuviesen viendo una intervención en la que la
33 BANDOW, D. (2011), “Libya: Another Unnecessary War of Choice”, Forbes, 14 de
marzo. 34 SCHEUER, M. (2007), Imperial Hubris. Why the West is Losing the War on Terror, Ed. Potomac, Books, Dulles,Virginia, ps. ix-xxi y 200-259. SCHEUER, M. (2011), “The Zawahiri Era”, The National Interest, septiembre/octubre.
población árabe muere bajo bombardeos occidentales. A ello une las dudas sobre la
naturaleza humanitaria de la intervención, pues Libia “no sería ni Ruanda ni Darfur”,
por lo que la legitimidad estaría viciada, defendiendo que la democracia liberal
debería ser construida por ellos mismos.35 En un artículo posterior, Walzer sostendría
la idea de que la Guerra en Libia no puede ser considerada justa por no cumplir con
el criterio de proporcionalidad.36
El autor liberal Michael W. Doyle, conocido por la denominada teoría de la paz
democrática
37, plantea en un artículo sus reflexiones sobre la intervención en Libia.
Tras tratar el propio concepto de la Responsabilidad de Proteger, sus orígenes e
implicaciones, sostiene que dicho concepto no autoriza a provocar un cambio de
régimen, que por las declaraciones de los líderes occidentales parece ser el principal
objetivo de la intervención y se pregunta si dicho objetivo es posible sin contravenir
la Resolución y realizar un decidido apoyo que pase por armar a los rebeldes o
darles apoyo sobre el terreno. Considera del mismo modo que Walzer, que la citada
intervención no es proporcional y se muestra partidario de que sean ellos los que se
ocupen de darse las correspondientes instituciones democráticas porque de lo
contrario el resultado podría ser una nueva guerra civil, un Estado clientelar
dependiente del exterior o una nueva autocracia mantenida por la fuerza, como
resultado de la falta de legitimidad a la que daría lugar.38
A medida que el estancamiento después de 5 meses de lucha –con el consiguiente
enfado y declaraciones del secretario de Defensa sobre las capacidades de la
OTAN
39
El autor realista Richard Haass sería el primero en abrir el debate, planteando que la
situación en Libia requería para mantener la seguridad que el presidente Obama
renunciase a su postura de no mandar tropas sobre el terreno. Considera que aunque
- iba siendo superado comenzó a abrirse un nuevo debate, parecido al de
intervenciones anteriores. El debate sobre la necesidad de construir instituciones
democráticas, el famoso Nation-Building.
35 WALZER, M. (2011), “The Case Against Our Attack on Libya”, The New Republic, 20 de
marzo. 36 WALZER, M. (2011), “On Humanitarianism”, Foreign Affairs, vol. 90, nº 4, Julio/agosto.
37 DOYLE, M. W. (1983), “Kant, Liberal Legacies and Foreign Affairs, Partes 1 y 2” en Philosphy and Public Affairs, vol. 12, nº 3 y 4.
38 DOYLE, M.W., (2011), “The Folly of Protection. Is Intervention Against Qaddafi´s Regime Legal and Legitimate?”, Foreign Affairs, 20 de marzo.
39 “Gates augura un futuro muy negro para la OTAN”, Público, 11 de junio de 2011.
la oposición hubiese actuado bien hasta ese momento, el inicio de la parte más dura,
el riesgo de una guerra tribal o de búsquedas de venganza e integrar a los antiguos
partidarios de Gadafi lo hacía necesaria; exponiendo las dificultades de ejercer el
liderazgo sin una presencia clara. Para la difícil labor que comenzaba sería necesario
el apoyo regional, la descongelación condicional de los fondos del régimen libio y la
difícil construcción de instituciones democráticas en un país cuyo gobierno no
controlaba el territorio. Con todo, no hace desaparecer sus críticas a una
intervención planteada como protección de civiles y humanitaria, que tendría
realmente un motivo político claro, el de provocar un nuevo cambio de régimen.40
A este respecto el experimentado diplomático e intelectual James Dobbins, conocido
por pasadas experiencias en procesos de Nation-Building
41, analiza las posibilidades
de un nuevo proceso de este tipo que permita la generación de un “orden nuevo”,
como había sucedido en los Balcanes, Afganistán e Irak, siguiendo los patrones de
la Posguerra Fría planteados en su momento por Fukuyama.42 A este respecto
considera que a efectos regionales –con ausencia de enemigos interesados en el
fracaso libio, la mejor situación económica dada la producción de petróleo y la renta
per capita previa o la mayor homogeneidad étnica facilitarían ese proceso, en tanto
que el atraso político y la ausencia de instituciones o de una sociedad civil, la falta
de tropas sobre el terreno de las potencias intervinientes para mantener el orden o la
falta de liderazgo harían de la construcción estatal en Libia un proceso largo y
costoso.43
No todos los autores han sido críticos con el desarrollo de los acontecimientos en
Libia. Así, Stewart Patrick considera que el éxito de la intervención en Libia
reivindica a la Administración Obama y a la Responsabilidad de proteger como una
doctrina aplicable, aunque no pueda esperarse que pueda ser aplicada en todo
momento y lugar; siendo inevitablemente selectiva y contingente. Esta doctrina se
vería constreñida por la geopolítica, los recursos o la voluntad política y, además,
40 HAASS, R. N. (2011), “Libya now needs boots on the ground”, Financial Times, 22 de
agosto. 41 Véase por ejemplo DOBBINS, J.F. (2008), After the Taliban. Nation-Building in Afghanistan, Ed. Potomac Books, Washington. 42 FUKUYAMA, F. (2004), State-Building. Governance and World Order in the XXI Century, Ed. Cornell University Press, Nueva York.
43 DOBBINS J. F. (2011), “Libya Nation-Building After Qaddafi. Helping the Rebels Help Themselves”, Foreign Affairs, 23 de agosto.
considera que la necesidad de establecer la soberanía como factor de estabilidad
mundial, la necesidad de aplicar la fuerza como último recurso o la dificultad para
construir grandes alianzas así lo aconsejarían. Con todo, considera dicha aplicación
un éxito para algunos de sus promotores como Samantha Power y minusvalora las
críticas realistas a una política intervencionista y transformadora de cariz wilsoniano
por las razones expuestas.44
En este sentido cabe añadir la posición de algunos autores que han considerado
desde un punto de vista militar la intervención en Libia como un modelo de éxito,
tanto de Estados Unidos como sus aliados, de acuerdo con el propio discurso oficial
de la OTAN, que valora el cambio de régimen en Libia como un éxito incontestable
marcado por la actuación multilateral o el apoyo regional obtenido. Con todo el
debate sobre la disponibilidad de recursos militares de los países de la OTAN, que
había conducido a críticas como las de Gates, hace que determinados aspectos deban
ser sometidos a consideración y mejora.
45
El debate sobre las implicaciones de Libia para la política exterior estadounidense y
la aparición de una supuesta doctrina Obama han sido igualmente interesantes.
Algunos autores, focalizando la relación de los acontecimientos en Libia con la
denominada “doctrina” de la Responsabilidad de Proteger y una vez analizados los
factores tanto jurídicos como políticos, consideran que la situación en Libia no
supone un punto de ruptura tan radical en la aceptación de dicha premisa. De hecho,
reconoce que la idea de la Responsabilidad de Proteger siempre ha focalizado más la
prevención del conflicto y la construcción de la paz antes que las intervenciones
militares en sí mismas. Sin querer suprimir la fuerza normativa de dicho concepto o
su poder político –antes que legal, pues según el autor ni genera derechos ni los
impone-, su aplicación parcial en la intervención en Libia habla más de un caso
particular y sui generis –al igual que se dijo por los líderes occidentales en la
intervención en Kosovo- que de un modelo de aplicación a otros lugares y
contextos. En cualquier caso, consideraría que las afirmaciones pragmáticas que han
dado lugar a la intervención en Libia no serían sino una doctrina, afirmando incluso
44 PATRICK S. (2011), “Libya and the Future of Humanitarian Interventions. How Qaddafi´s
Fall Vindicated Obama and RtoP”, Foreign Affairs, 26 de agosto. 45 DAALDER, I. H. y STAVRIDIS J. G. (2012), “NATO´s Victory in Libya. The Right Way
to Run an Intervention”, Foreign Affairs, vol. 91, nº 2, marzo/abril.
que las afirmaciones de algún alto cargo de la Administración, que llevo a la
concepción del “liderazgo desde atrás”, son desafortunadas.46
Dada la concreción –prácticamente sin precedentes- de los argumentos utilizados
por el presidente Barack Obama en el discurso ya analizado de 28 de marzo de
2011, varios autores han debatido y considerado la existencia de una supuesta
doctrina Obama, canalizada a través de intervenciones militares limitadas y el
denominado “liderazgo desde atrás”. En este sentido, Michael O´Hanlon de la
Brookings Institution considera que la intervención en Libia, cuyo éxito sería
contingente y aplicable en el momento en el que se produjo, podría no tener
continuidad de cara al futuro. La inexistencia de tropas sobre el terreno y las
diferentes lealtades tribales harían que la citada intervención pudiese ser más
compleja que en el caso de Kosovo. En este sentido, la inexistencia de intereses
vitales o estratégicos serían los que dieron la mayor parte del papel principal a
diversos Estados europeos, en tanto que Estados Unidos debería estar más pendiente
de lo que sucediese en Siria, Yemen o Egipto. Este autor considera que este éxito
provisional y limitado favorecido por la impopularidad de Gadafi en el mundo árabe
o la geografía libia, que permite una campaña aérea sin mayores problemas
contribuye a la contingencia de este caso, no sería extrapolable a otros ejemplos.
47
Citando nuevamente el discurso de marzo de 2011, otros autores plantean la
posibilidad de la existencia de una doctrina Obama amparada en la prioridad
otorgada por el presidente estadounidense a la existencia de intereses vitales o
estratégicos en primer lugar, en tanto que los intereses económicos o los desastres
humanitarios quedan en segundo lugar y resultan aplicables en función del cálculo
pragmático de “coste-beneficio” defendido por la Administración. Los citados
autores reconocen que este modelo, ante la inexistencia de intereses vitales o
estratégicos, no es extrapolable a otros lugares, poniendo por ejemplo el caso de
Costa de Marfil. En este sentido, las propias declaraciones de Gadafi y la “claridad”
con que todos los elementos para poder realizar una intervención en defensa de los
derechos humanos coincidían de una manera tan clara, hacen que el mismo sea
46 CHESTERMAN, S. (2011), “Leading From Behind: The Responsibility to Protect, the
Obama Doctrine, and Humanitarian Intervention After Libya”, New York University Public Law and Legal Theory Working Papers, Paper 282, 1 de junio.
47 O´HANLON, M. (2011), “Libya and the Obama Doctrine. How the united States Won Ugly”, Foreign Affairs, 31 de agosto.
difícilmente imitable. En este sentido y de existir algún tipo de doctrina
estadounidense, los discursos y el análisis de los hechos mostrarían a un presidente
pragmático, que atiende a todos los elementos sobre el terreno y menos ideológico
que sus predecesores. Parafraseando a Robert S. Litwak del Centro Woodrow
Wilson “no hay doctrina Obama porque el presidente no es doctrinario”. Es solo un
caso de conflicto propio del siglo XXI que ha permitido que un presidente anuncie
una serie de principios estratégicos.48
En este sentido y haciendo referencia a los acontecimientos derivados de la
Primavera Árabe, el conocido autor Robert Kaplan confirma la visión de Barack
Obama como un presidente realista que ante la falta de intereses vitales envueltos en
el caso libio, interviene de manera limitada y se niega a hacer nation-building y
realizar cálculos que le permitirían equilibrar la promoción de valores con la
necesidad de mantener la estabilidad. Por otro lado, considerando el éxito de la
estrategia realista al mantenerse durante tanto tiempo en un momento en el que los
países afectados por la “Primavera Árabe” no reunían las condiciones para tener una
democracia y reconociendo los éxitos de estadistas como Kissinger, al aliviar
indirectamente la pobreza en Asia Oriental; predice la permanencia de esta
estrategia de cara al futuro por la pervivencia de la inestabilidad en la región y la
lucha por la hegemonía en el Lejano Oriente.
49
Veamos ahora las conclusiones surgidas del análisis previo.
IV-CONCLUSIONES
A la vista de todos los elementos ya expuestos podemos extraer una serie de
conclusiones interesantes, comenzando por el propio discurso de los estadistas que se
han visto envueltos en la intervención. A diferencia de lo que habría sucedido con
los Estados europeos, la polémica provocada por una intervención como la de Libia,
que lanzó a numerosos críticos contra la decisión del presidente Obama en un
momento en el que existía muy poco apetito tras los desastres de Afganistán o
Irak,por ver envuelto a Estados Unidos en un nuevo conflicto en un país árabe y
48 COOPER, H. y SHANKER, T. (2011), “Doctrine For Libya: Not Carved in Stone”, The
New York Times, 29 de marzo. 49 KAPLAN, R. (2011), “Libya, Obama and the triumph of realism”, Financial Times, 28 de
agosto.
donde los intereses que se percibían en juego eran difícilmente de primera magnitud,
llevan al presidente estadounidense a justificar su decisión de la mejor manera
posible. Máxime, cuando las propias acciones estadounidenses en Libia vendrían a
cambiar la estrategia regional estadounidense y se hallaba difícilmente compatible
tanto con anteriores discursos como su discurso inaugural –“tenderemos la mano si
están dispuestos a abril el puño- o el famoso discurso de El Cairo de junio de 2009
como con la Estrategia de Seguridad Nacional del año 2010; todos mucho más
conciliadores en la relación estadounidense con los Estados autocráticos que los de
sus predecesores.
En este sentido plantear la diferencia de contexto y situaciones con los conflictos
anteriores parecía acuciante. Se debían realizar las comparaciones con casos que
tradicionalmente han sido menos polémicos –aunque no puedan defenderse como
modelos exitosos en la práctica- como es el caso de Bosnia y remarcar la dimensión
multilateral y cumplidora del derecho internacional a través de la implementación de
la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad. En este sentido cabe también explicar
las frecuentes e importantes contradicciones en las que cae el presidente
estadounidense al hablar del cambio de régimen –tremendamente impopular tras
Irak-descartándose a nivel retórico pero implementándose en la práctica. No se
cuestiona en ningún momento la fiabilidad de aquellos que reclamaban ser
“luchadores por la democracia”, ni siquiera en los momentos de mayor polémica en
relación al cumplimiento de los mínimos estándares por parte de la oposición libia,
como fue el del asesinato de Gadafi.
Es precisamente en atención a las circunstancias del momento, respecto de las que
hay que entender los discursos del presidente estadounidense y los argumentos que
utiliza.
Es interesante observar, además, como gran parte de los discursos hacen referencia a
la democracia liberal, pero de una manera completamente distinta respecto de sus
predecesores. Las referencias a la idea de la paz democrática “las democracias
liberales no se hacen la guerra entre ellas” tan común en los discursos de Clinton o
Bush hijo desaparecen, así como la necesidad de llevar la democracia liberal a escala
mundial. Si bien se concede importancia al caso concreto no está presente ningún
tipo de revolución democratizadora a escala mundial y, en cambio, sí que lo están el
cálculo del coste-beneficio en relación a los intereses estadounidenses, la
intervención limitada, el liderazgo desde atrás, el multilateralismo –a efectos de que
los aliados compartan la factura- y el rechazo a la presencia de tropas
estadounidenses sobre el terreno o la realización de costosos procesos de nation-
building.
Paradójicamente y por el contrario, el discurso de los líderes europeos ha estado
condicionado por un contexto mediático y de opinión pública mucho menos
condicionado por los conflictos de Afganistán e Irak y con un debate de intensidad
política mucho menor. Las justificaciones –pocas- de seguridad que se relacionarían
con el pasado de Gadafi y su supuesta promoción de grupos terroristas se verían
acompañados de evocaciones idealistas más destacadas que en el caso de Obama –
particularmente en lo que respecta a la defensa de la población civil o la democracia-
y, si bien destacan el caso libio como concreto y no aplicable a otros casos, las
evocaciones de un discurso revolucionario, muy similar al neoconservador en
términos que relacionan la democracia liberal con el mantenimiento de la estabilidad
y la promoción de la seguridad es bastante destacado, llegando a establecer
comparaciones muy claras con casos como Ruanda o Bosnia en tanto que son
evitadas –algo que Obama no hace del todo- las comparaciones con supuestos como
Afganistán e Irak. En determinados casos, las semejanzas con el discurso oficial
formulado por parte de las Administraciones de Clinton y Bush son enormemente
destacadas, si bien afirman no promover los valores occidentales mediante el uso de
la fuerza –algo que sus “acciones” parecen desmentir en la práctica- planteando
además una dicotomía clara que divide el mundo entre Estados democráticos y
Estados autocráticos.
Este discurso no se corresponde necesariamente con los hechos que describimos en
la segunda parte. En el proceso de toma de decisiones que lleva a la intervención en
Libia, aparentemente, la iniciativa francesa se tornaría fundamental y con ella las
acciones tanto de Bernard Henri Levy como del propio Nicolás Sarkozy; ofreciendo
una amplia cobertura diplomática a los defensores de la propuesta e interviniendo
decididamente para lograr el apoyo de algunos de los altos cargos de la
Administración Obama o superar las reticencias de Alemania y otros socios
europeos.
En el caso estadounidense y después de haber afrontado dos guerras, cuyas
consecuencias aún se sienten en el debate público estadounidense –siendo además el
propio presidente estadounidense uno de los críticos políticos de Irak-, el debate fue
bastante más profundo a diferentes niveles que en el caso europeo; con destacados
críticos políticos y académicos entre los que destacarían aquellos que han seguido un
posicionamiento más cercano al realismo político como es el caso de Richard Haass
o Michael Scheuer. No obstante, autores liberales como Michael W. Doyle también
fueron críticos de la misma, aunque por diferentes razones que iban más allá de la
inexistencia de intereses vitales o la creación de una potencial inestabilidad. La falta
de proporcionalidad sería para Walzer lo que convertiría a Libia en una guerra no
justa. Esta es una situación que contrasta con el lado europeo, donde no se llegó a
debates intelectuales de tal magnitud sobre la legitimidad de la propia intervención,
el establecimiento de un proceso de construcción estatal o las implicaciones
estratégicas para los actores intervinientes. El apoyo es, si cabe, aún más llamativo,
dada la elevada oposición a la intervención por parte de la población estadounidense
y a que, incluso los defensores de la misma defendían que la intervención en Libia
fuese un “asunto europeo” y reconocían la inexistencia de intereses vitales o
estratégicos.
En lo que respecta al proceso de toma de decisiones interno, la Administración
Obama quedaría dividida entre realistas y liberales intervencionistas, siendo los
primeros encabezados por Gates y los segundos por Susan Rice y Clinton –aún
cuando ésta última deba ser considerada más bien una pragmática-. Este
alineamiento rompió los tradicionales esquemas de la Administración, en los que el
alineamiento entre Clinton y Gates había sido la tónica general. El convencimiento
de un reticente presidente Obama no podría haber sido posible si, a este esquema no
le añadimos la existencia de una intervención limitada que no supusiese grandes
gastos en un caso donde los intereses vitales eran inexistentes, la renuncia a hacer un
proceso de construcción de instituciones democráticas y de mandar tropas sobre el
terreno o el apoyo decidido de la Liga Árabe. En cualquier caso, está todavía por ver
que aquella victoria en el caso libio conduzca a un mayor empoderamiento o
prominencia de los defensores del liberalismo intervencionista, teniendo en cuenta la
inacción en otros supuestos como el sirio. Otro rasgo principal ha sido el fuerte
debate existente en el Senado sobre la capacidad del presidente de llevar a cabo una
intervención sin el consentimiento de las cámaras legislativas y el debate sobre los
límites del poder presidencial en este tipo de supuestos.
Esta última cuestión nos lleva a plantear si realmente la intervención en Libia habría
supuesto una modificación en aspectos clave de la estrategia que la Administración
Obama habría utilizado en política internacional hasta el momento. La realidad es
que no parece que haya un gran cambio más allá de la intervención militar en sí
misma. Por mucho que algunos hayan destacado el planteamiento en el discurso del
presidente Obama de 28 de marzo de 2011 la formulación de determinados
elementos estratégicos, la naturaleza de caso concreto del supuesto libio, ni supone la
formulación de una doctrina, ni es extrapolable a otros supuestos.
Si cabe destacar la pervivencia de determinados elementos que han sido utilizados
estratégicamente por la Administración Obama, entre ellos las intervenciones
limitadas, el multilateralismo, el rechazo a realizar un proceso de Nation-Building en
Libia y de mandar tropas sobre el terreno o el cálculo coste-beneficio de los intereses
en juego. Todo ello hace plantear que, como algunos analistas perspicaces han
planteado, Obama sigue siendo el mismo presidente realista que era desde el
principio. De hecho, su negativa a formular doctrina y el convencimiento de que son
los hechos y el caso concreto el que debe determinar la política y no a la inversa,
parecen conducir en ese sentido.
En el caso europeo y pese a las declaraciones idealistas de líderes como Sarkozy o
Cameron, quitando el supuesto de Costa de Marfil, no parece posible una repetición
del guión libio en otros supuestos, tal y como han demostrado sus reticencias a
intervenir en Siria. A esto cabe añadir que la supuesta conversión de Sarkozy al
idealismo wilsoniano ha tenido un recorrido muy corto, dada su derrota en las
elecciones presidenciales de mayo de 2012, lo que disminuye notablemente la
posibilidad de conocer la tendencia y evolución de su política exterior desde los
comienzos de la Primavera Árabe.
En el caso de Cameron, independientemente de valores e ideales, las tradicionales
relaciones tirantes con el régimen de Gadafi y la sombra de pasados desencuentros
como el caso Lockerbie, parecen haber pesado –de hecho se reconoce en los
discursos recogidos en la primera parte-. De igual manera, la necesidad de “lavar la
imagen” de la diplomacia francesa tras los acontecimientos en Túnez o el
convencimiento de que una intervención militar podría mejorar su posición de cara a
las elecciones –como así sucedió momentáneamente- podrían haber sido factores
adicionales.
Todo ello hace pensar que la importación o recepción del discurso idealista
wilsoniano estadounidense por parte de estos líderes europeos, si bien remarcable e
importante, parece tener todavía grandes limitaciones.
En cualquier caso, no existe evidencia empírica que permita negar completamente el
convencimiento sincero de los líderes occidentales de que actuar permitiría evitar
una catástrofe humanitaria o, si se quiere, incrementar la inestabilidad de la región y
suprimir las “ganancias” de la Primavera Árabe. Las torpes declaraciones de Gadafi,
diciendo que acabaría con los opositores uno por uno y su impopularidad en el
mundo árabe, colaboraron en que dicha intervención fuese posible. En este sentido,
tanto el discurso como los hechos parecen llegar a la misma conclusión, no pudiendo
negarse la naturaleza “humanitaria” de la intervención en Libia, aún cuando la
relevancia de la “Responsabilidad de Proteger” haya sido exagerada, en tanto en
cuanto la focalización del caso se ha dado claramente en la intervención militar y no
en factores de prevención o construcción de la paz, recogidas en mayor medida
dentro de la citada doctrina. Todo ello podría llevar al cuestionamiento de su
efectividad real.
Cuestión distinta sería la cuestión de la expansión de la democracia y el cambio de
régimen. Si los cambios de régimen por la fuerza fueron uno de los principales
instrumentos de los que las Administraciones de Clinton y Bush se habían valido
para extender la democracia, siendo sucedidos por largos y costosos procesos de
construcción estatal; librarse del régimen de Gadafi –en cierto sentido un aliado
incómodo y con un pasado cuestionable- no ha sido acompañado por un proceso de
construcción estatal –cuyas incertidumbres y elevados costes ya han sido
demostrados de sobra en contextos como los Balcanes, Afganistán o Irak-, algo que
ninguna de las potencias intervinientes, muchos de ellos bajo una grave crisis
económica, estaba dispuesta asumir. Dejarle tal labor a Naciones Unidas, o bien a los
propios libios parece haber sido la tónica. En cualquier caso, las consecuencias de un
cambio de régimen, no tan exitoso como el discurso oficial de la OTAN defiende –
en Irak, por poner un ejemplo, duró escasamente un mes frente a los más de seis que
ha costado en Libia con un adversario con mucha menor capacidad de defensa- y que
ha repetido la estrategia de Kosovo o Afganistán, han comenzado a verse en una
región cada vez más inestable y donde las diferentes facciones tribales continúan
combatiendo entre ellas y contra el propio Consejo Nacional de Transición.
La naturaleza “democratizadora” de la intervención en Libia también queda
minusvalorada por la propia naturaleza de la oposición alzada contra el régimen,
entre los cuales se encontraban antiguos miembros del mismo y grupos islamistas, en
algunos casos radicales, como ya había advertido Haass. La propia muerte del líder
libio Gadafi, planteó numerosas cuestiones sobre la verdadera naturaleza del
alzamiento. La expansión de la democracia liberal, por tanto, no parece haber sido
una de las causas del conflicto, si bien y teniendo en cuenta la experiencia previa en
lugares como Afganistán, nadie garantiza que un proceso de construcción estatal o la
presencia de tropas sobre el terreno hubiesen mejorado sensiblemente la situación.
Todo ello permite plantear que las inmensas dudas existentes en relación a como se
construye una democracia liberal se mantienen.
En definitiva y viendo todo lo expuesto anteriormente, la intervención en Libia, con
toda su posible polémica como la falta de capacidades de los Estados miembros de la
OTAN o la oposición de actores clave como las potencias emergentes en un mundo
que parece modificar los equilibrios de poder preexistentes, parece tener la
naturaleza de un caso sui generis que, si bien ha obligado a la Administración
Obama a plantear una serie de principios estratégicos –por otra parte nada novedosos
y ya aplicados en otros contextos-, tiene difícil continuidad por las diferentes
especificidades expuestas, debiendo minusvalorarse su relevancia como momento de
ruptura o punto histórico clave para entender las políticas de un determinado
momento concreto.
Juan Tovar Ruiz es doctor en Relaciones Internacionales e investigador del
Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad
Autónoma de Madrid.
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