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LIBIA ¿UN NUEVO MODELO DE IMPOSICIÓN DE LA DEMOCRACIA? El 28 de marzo de 2011, el presidente estadounidense Barack Hussein Obama lanza un discurso en el que defiende su decisión de dar apoyo “liderando desde atrás” en la operación que la OTAN –encabezada por un grupo de Estados europeos como el Reino Unido o Francia- estaba desencadenando en Libia con el objetivo declarado de la “protección” de la población civil libia, supuestamente en peligro por las acciones del líder libio Muammar el Gadafi en su intento de reprimir la revuelta tras la aprobación de la Resolución 1773 por parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, con la abstención de las principales potencias emergentes y Alemania. A la vista de las citadas asunciones cabe hacerse una serie de preguntas ¿Cuáles han sido las modificaciones que la citada intervención ha producido en la política exterior de la Administración Obama? Qué papel han tenido las políticas de exportación de la democracia liberal en dicha intervención? ¿Han sido asumidas como propias las asunciones de determinadas corrientes de la política exterior estadounidense por parte de los europeos? ¿Cuáles son los principales debates producidos a raíz de la intervención en Libia? Este es el objeto que formará parte de la presente investigación. I-INTRODUCCIÓN Y MARCO TEÓRICO. Las políticas de exportación de la democracia liberal como forma de gobierno han sido una de las grandes protagonistas de la política exterior estadounidense de la posguerra fría. Las Administraciones de Clinton y Bush –secundadas en numerosas ocasiones por sus aliados europeos-, pusieron en marcha una política de estas características, acorde con la corriente wilsoniana de la política exterior estadounidense que pretendía, en palabras de su fundador, “hacer el mundo seguro para la democracia”. 1 1 MEAD, W. R. (2002), Special Providence. American Foreign Policy and How it Changed the World, Ed. Routledge, Nueva York, ps. 132-173. Entre los casos que permitirían ejemplificar este tipo de

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LIBIA ¿UN NUEVO MODELO DE IMPOSICIÓN DE LA

DEMOCRACIA?

El 28 de marzo de 2011, el presidente estadounidense Barack Hussein Obama

lanza un discurso en el que defiende su decisión de dar apoyo “liderando desde atrás”

en la operación que la OTAN –encabezada por un grupo de Estados europeos como

el Reino Unido o Francia- estaba desencadenando en Libia con el objetivo declarado

de la “protección” de la población civil libia, supuestamente en peligro por las

acciones del líder libio Muammar el Gadafi en su intento de reprimir la revuelta tras

la aprobación de la Resolución 1773 por parte del Consejo de Seguridad de Naciones

Unidas, con la abstención de las principales potencias emergentes y Alemania. A la

vista de las citadas asunciones cabe hacerse una serie de preguntas ¿Cuáles han sido

las modificaciones que la citada intervención ha producido en la política exterior de

la Administración Obama? Qué papel han tenido las políticas de exportación de la

democracia liberal en dicha intervención? ¿Han sido asumidas como propias las

asunciones de determinadas corrientes de la política exterior estadounidense por

parte de los europeos? ¿Cuáles son los principales debates producidos a raíz de la

intervención en Libia? Este es el objeto que formará parte de la presente

investigación.

I-INTRODUCCIÓN Y MARCO TEÓRICO.

Las políticas de exportación de la democracia liberal como forma de gobierno

han sido una de las grandes protagonistas de la política exterior estadounidense de la

posguerra fría. Las Administraciones de Clinton y Bush –secundadas en numerosas

ocasiones por sus aliados europeos-, pusieron en marcha una política de estas

características, acorde con la corriente wilsoniana de la política exterior

estadounidense que pretendía, en palabras de su fundador, “hacer el mundo seguro

para la democracia”.1

1 MEAD, W. R. (2002), Special Providence. American Foreign Policy and How it Changed the World, Ed. Routledge, Nueva York, ps. 132-173.

Entre los casos que permitirían ejemplificar este tipo de

políticas destacarían los de Haití, Bosnia y Kosovo con el primero de los presidentes

citados o Afganistán e Irak con el segundo.2

Frente a la promoción entusiasta de algunos de los líderes ya citados,

ejemplificada en discursos y doctrinas como el de Anthony Lake en la Universidad

John Hopkins en septiembre de 1993, el famoso artículo de Strobe Talbott en

relación a la intervención estadounidense en Haití, la propia doctrina Clinton o tantos

otros discursos pronunciados por el presidente Bush hijo en el National Endowment

for Democracy, el discurso inaugural de su segundo mandato, las Estrategias de

Seguridad Nacional del año 2002 y 2006 o diversos artículos y discursos de

miembros destacados de su gabinete como Condoleezza Rice; el presidente Barack

Obama, tras el alud de críticas –tanto académicas como políticas- provocadas por el

conflicto y la posguerra iraquí parecía inicialmente haber enfriado el entusiasmo

estadounidense por la expansión de la democracia tal y como había recogido en

algunos de sus discursos como el inaugural o el de El Cairo de 2009.

3 Asimismo

parecía haber asumido la elaboración de una doctrina no oficial con su discurso del

premio nobel, por el que defendía el planteamiento del autor realista Richard Haass

en relación a la existencia de “Guerras de Necesidad” y “Guerras de elección”,

identificando el conflicto de Afganistán como una de las primeras y la de Irak entre

las segundas.4

Y sin embargo, ganándose las críticas de los mismos analistas e intelectuales

realistas que se opusieron en su momento a la Guerra de Irak, entre los que

destacaban autores como Richard Haass, Michael Scheuer, Robert Kaplan, John J.

Mearsheimer o Stephen M. Walt, el presidente Barack Obama concedió el triunfo a

los defensores de la idea de intervenir en Libia, que se identificaban con el

2 TOVAR, J. (2012), Si Vis Pacem fac Bellum? Paz democrática e imperialismo liberal en la

política exterior estadounidense de la posguerra fría, Tesis doctoral, Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid, leída el 17 de enero, ps. 1-498.

3 Los citados discursos y documentos oficiales pueden verse en http://www.whitehouse.gov Para los artículos de estadistas destacan RICE, C. (2005), “The Promise of Democratic Peace. Why Promoting Freedom is the Only Realistic Path to Security”, Washington Post, 11 de diciembre y TALBOTT, S. (1996), “Democracy and National Interest”, Foreign Affairs, vol. 75, no. 6,noviembre/diciembre.

4TOVAR RUIZ, J. (2010), “El enigma de la doctrina Obama: un año de política exterior norteamericana, Real Instituto Elcano, Documento de Trabajo 2/2010, enero.

“liberalismo intervencionista”, no demasiado lejano según algunos autores, al

neoconservadurismo de algunos de los miembros de la Administración precedente.5

De igual modo, los líderes europeos que se habían opuesto con pasión a la

Guerra de Irak, con una postura claramente escéptica hacia las posibilidades de que

floreciese una democracia liberal en el desierto iraquí y cuyos debates –entre los que

destacó la famosa polémica sobre la “vieja” y la “nueva” Europa- que según algunos

llegó a poner en peligro la unidad europea y la viabilidad de las relaciones

transatlánticas

6

A la vista de semejantes posicionamientos y del intenso debate generado,

cabe preguntarse sobre las motivaciones reales de los líderes a ambos lados del

Atlántico y de la sinceridad de la recuperación de las antiguas políticas de imposición

de la democracia, vía cambio de régimen, que tantas críticas recibieron en momentos

anteriores y de la propia recuperación de las tesis de grupos ideológicos tan

destacados –particularmente en la política exterior estadounidense- como son los

liberales intervencionistas o los neoconservadores. Teniendo en cuenta las anteriores

premisas, en este trabajo nos preguntaremos cuales han sido las principales

implicaciones para la política exterior de los actores que se han visto envueltos en la

intervención en Libia–principalmente para Estados Unido- y las causas reales del

citado conflicto.

, van a modificar sus planteamientos y se encontrarían, con el

liderazgo de Cameron y Sarkozy, realizando una intervención a efectos de proteger a

la población civil y de defender la democracia liberal en el Norte de África, actuando

de manera activa para promover un cambio de régimen.

Utilizando una metodología que utiliza un marco teórico constructivista en lo

que se refiere al análisis de discursos de aquellos líderes políticos o estadistas que se

encuentran en una posición destacada de poder7

5 SMITH, T. (2008), “Wilsonianism after Iraq”, en IKENBERRY, G.J. ed., The Crisis of American Foreign Policy.Wilsonianism in the Twenty-first Century, Ed. Princeton University Press, Princeton, ps. 66-74. WALT, S.M. (2011), “What Intervention in Libya tell us about the neocon-liberal alliance”, Foreign Policy, 21 de marzo.

, proyectando sus identidades y

6 Vease por ejemplo SODERBAUM, Fredrik y VAN LANGENHOVE, Luk (2006), The EU as a Global Player. The Politics of Interregionalism, Ed. Routledge, Nueva York, ps. 15-32. Hay otros autores que sostienen posicionamientos diferentes como SERFATY, Simon (2005), The Vital Partnership, Ed. Rowman & Littelfield Publishers, Lanham, ps. 123-146, aún reconociendo la existencia de importantes divisiones a raíz del conflicto de Irak.

7 BUENO DE MESQUITA, B. (2005), Principles of International Politics: People´s Power, Preferencesand Perceptions, Ed. CQ Press, Washington D.C., ps. 1-22.

visiones del mundo o paradigmas defendidos8, acompañado con el correspondiente

enfoque realista que, reconociendo el papel de las diferentes visiones del mundo y su

influencia en las doctrinas y estrategias en política internacional –tal y como hace

Mearsheimer-que considera que se debe contrastar, en la medida de lo posible ,con la

realidad empírica de la política internacional –“ver no solo lo que se dice sino

también lo que se hace”-a efectos de sacar las correspondientes conclusiones;

sumaremos en el análisis los factores materiales y los procesos de toma de decisiones

–particularmente en el caso estadounidense- a los factores ideacionales.9

A estos efectos, el presente trabajo va a ser dividido en dos partes. La primera

analizará el discurso de algunos de los líderes occidentales más destacados en

relación a la intervención en Libia y concretamente de tres: el presidente

estadounidense Barack Obama, el presidente francés Nicolás Sarkozy y el primer

ministro británico David Cameron como fuentes primarias. La segunda parte

permitirá analizar los hechos producidos, mayoritariamente teniendo en cuenta

fuentes secundarias como son artículos referidos a autores destacados que han tratado

el tema o debatido a través de diferentes tipos de artículos y noticias de prensa, a

efectos de averiguar si realmente aquellas causas que los citados líderes defienden

que llevaron a la citada intervención, han sido realmente las causantes de la

intervención en Libia tratando, además, de arrojar algo de luz sobre algunos de los

principales debates, que se han generado principalmente en el ámbito político, sobre

la materia.

Todo ello permitirá extraer las correspondientes conclusiones que se

expondrán al finalizar el presente trabajo.

II-ANÁLISIS DE DISCURSOS.

8 Los fundamentos del constructivismo se recogen en el famoso artículo fundacional. WENDT, A.(1992), “Anarchy is What States Make of It: The Social Construction of Power Politics”, International Organization, vol. 46, nº 2, ps. 391-425. También WENDT, A. (1999), A Social Theory of International Politics, Ed. Cambridge University Press, Cambridge, ps. 376-378. En el plano de las ideas destacan también GOLDSTEIN, J. y KEOHANE, R. (1993), Ideas & Foreign Policy. Beliefs, Institutions and PoliticalChange, Ed. Cornell University Press, Nueva York, ps. 3-30. 9 MEARSHEIMER J. J. (2001), The Tragedy of Great Power Politics, Ed. Norton & Co., Nueva York, ps. 1-54. Para los procesos de toma de decisiones en Estados Unidos cabe destacar BROWN, E. y SNOW, D. M. (2000), United States Foreign Policy. Politics Beyond the Water´s Edge, Ed. Bedford/St. Martin´s, Boston, ps. 95-271. Como clásico en este ámbito con especial atención al poder de persuasión del presidente destaca NEUSTADT, R.E. (1990), Presidential Power and the Modern Presidents. The Politics of Leadership from Roosevelt to Reagan, Ed. Free Press, Nueva York, ps. 29-49.

A) Barack Obama.

El discurso de Barack Obama en lo que respecta a la intervención en Libia ha estado

condicionado por el propio desarrollo de la “Primavera Árabe” y las consecuencias

del “cambio” en toda la región. Probablemente el discurso más importante en

relación a la materia fue el que lanzó el 28 de marzo de 201110, una vez comenzadas

las operaciones militares, cuando la cuestión libia aún se hallaba en el centro del

debate político y es dirigido a los críticos de la misma para poder justificarla y en un

contexto de cierta impopularidad de la intervención, tal y como se reflejaba en las

encuestas. 11

En esencia, la justificación que Barack Obama otorga a la citada intervención se

fundamenta en dos aspectos. El primero es la dimensión humanitaria, en el que la

intervención es expuesta como una necesidad que corresponde tanto a los intereses

estadounidenses en sentido amplio –garantizar que el cambio y los procesos de

democratización de Egipto y Túnez se consoliden o poner fin a un gobierno errático

que hizo uso del terrorismo en el pasado- como a los valores –impedir que Gadafi

“masacrara” a su propio pueblo-. En este sentido las comparaciones que establece

con otros casos, como es Bosnia, tienen una motivación clara. La comparación con el

conflicto de Irak, únicamente se plantea en relación al supuesto descarte de provocar

“un cambio de régimen por la fuerza” al estilo de los defendidos por la

Administración de George W. Bush, por el elevado coste que tendría.

Por ello, argumenta que únicamente estaría implementando una Resolución de

Naciones Unidas y prestando “asistencia logística” a la oposición de diferentes

formas, al tiempo que establecen la famosa zona de exclusión aérea y permiten que

sea la oposición libia la que se encargue de derribar al régimen. Estados Unidos,

según el presidente estadounidense no mandaría tropas sobre el terreno. Con ello

pretende además –al igual que Bosnia era utilizada frente a los críticos por exceso de

la citada intervención-, convencer a los críticos con ella por defecto, al no haber ido

más allá en sus acciones.

10 http://www.whitehouse.gov/the-press-office/2011/03/28/remarks-president-address-nation-

libya 11 http://www.gallup.com/poll/148196/americans-shift-negative-view-libya-military-

action.aspx

En cierto sentido este aspecto queda como una cierta contradicción, dado que tanto el

presidente estadounidense como sus aliados ya habían pedido insistentemente la

salida de Gadafi del poder. El presidente estadounidense, además, reconoce que la

dimensión del interés afectada por la cuestión libia no se circunscribe al ámbito de la

seguridad, pero si a otros intereses y a la protección de los valores estadounidenses.

Utilizando los hechos y las declaraciones del líder libio, el presidente Obama llega a

afirmar en relación a la posible masacre que se produciría si el líder libio entra en

Bengasi que “no está en el interés americano que eso suceda. No voy a dejar que

suceda”.

La segunda justificación, relativa al liderazgo estadounidense, que tanto ha

caracterizado la citada intervención, quedaría condicionada por el multilateralismo,

la necesidad de compartir la factura y la renovación del liderazgo estadounidense en

el siglo XXI, consiguiendo que sus aliados –en este caso europeos- actúen. Por ello,

y al no haber envuelto ningún interés vital para la seguridad estadounidense –y la

necesidad de relacionar el coste de la acción con los intereses en juego-, certifica que

el rol estadounidense en la intervención va a ser limitado y se ejercería lo que se ha

venido a denominar “el liderazgo desde atrás”. Estados Unidos solo vería envuelto a

sus fuerzas armadas inicialmente y durante unos pocos días, en tanto que los aliados

europeos y árabes se encargan del resto. Asimismo, hace referencia al apoyo de

organismos regionales como la Liga Árabe para defenderla.

En lo que respecta a la transición democrática, Obama plantea la existencia de

numerosas dificultades que los libios deberán resolver, pero les garantiza su

asistencia y afirma que Estados Unidos puede “marcar la diferencia”.

Este discurso no es el único en el que Barack Obama se pronuncia sobre la cuestión

libia. En el comunicado conjunto con sus principales aliados europeos en el asunto,

David Cameron y Nicolás Sarkozy12

12 CAMERON, D., OBAMA, B. y SARKOZY, N. (2011), “Libya´s Pathway to Peace”, The

New York Times, ps. 14 de abril.

, la justificación de los citados líderes para

intervenir en el Estado norteafricano viene determinada por la necesidad de evitar la

masacre que Gadafi desencadenaría sobre su propio pueblo en un contexto de caos y

desorden, como de hacer efectivo el mandato de la Resolución 1973 de Naciones

Unidas, que les autoriza a tomar “todas las medidas necesarias” para evitar que eso

suceda. Si bien reconocen la necesidad de evitar la realización de un “cambio de

régimen por la fuerza”, también reconocen la necesidad de que Gadafi abandone el

poder, para evitar que su país se convierta en un paria internacional o un Estado

fallido que pueda fomentar futuros ataques terroristas, por lo que debería dejar paso a

una transición a la democracia que garantice una Libia próspera y segura. Por ello

habrían implementado una acción con un elevado apoyo regional e incluso del

mundo árabe remarcando la dimensión del multilateralismo.

A raíz de la polémica muerte del coronel Gadafi, el presidente Obama también

realizaría una serie de declaraciones a 20 de octubre de 201113

Tras la exposición del discurso del presidente estadounidense analizaremos el de sus

principales aliados en la empresa: el primer ministro británico David Cameron y el

presidente francés Nicolás Sarkozy.

en las que, tras

recordar las circunstancias que le llevaron a embarcar a Estados Unidos en la

intervención, remarca la circunstancia como una oportunidad para el pueblo libio de

construir una nueva y democrática Libia. En estas declaraciones quedan remarcada la

necesidad de “formar un gobierno interino y una transición estable a las primeras

elecciones libres y democráticas en Libia”, aunque reconoce las enormes dificultades

de la empresa.

B) David Cameron y Nicolás Sarkozy

A diferencia de lo que sucedía con el discurso del presidente estadounidense, el

discurso de los líderes europeos está marcado por una coyuntura distinta, en la que

los debates sobre la intervención en Libia –probablemente por haber sido menos

condicionados por las intervenciones en Afganistán e Irak- han tenido un perfil

político y académico mucho más bajo.

Partiendo del citado manifiesto publicado por los tres líderes, cuyas justificaciones

para la intervención –la protección de la población civil- han sido las mismas,

marcan enormes diferencias en el discurso, planteando en ocasiones una visión

todavía más idealista que en el caso del presidente estadounidense, donde la

intervención limitada y la prudencia han quedado mucho más marcadas y donde los

13 http://www.whitehouse.gov/the-press-office/2011/10/20/remarks-president-death-

muammar-qaddafi

matices eran mucho más ricos. De tal modo, uno de los principales defensores de la

intervención, el presidente Nicolás Sarkozy, se expresa el 20 de septiembre de

201114

El presidente francés remarca en la misma la gran diferencia de los sucesos

acontecidos en el marco de la Primavera Árabe respecto de lo que los “expertos”

estaban explicando y su búsqueda de la libertad y la democracia. Pone también de

manifiesto la dimensión multilateral de la intervención y exhorta a que en la futura

transición, el valor para perdonar de los rebeldes se imponga. Frente a los críticos de

que pudiese aparecer un régimen aún peor que aquel que se contribuyó a derribar,

considera que “el miedo no es un buen consejero” y considera que debe condenarse

cualquier forma de inacción y expresa su orgullo de haber participado en la

coalición, comparando lo que habría podido suceder en Libia con Srebrenica o

Camboya bajo los jemeres rojos.

en una reunión de Alto Nivel sobre Libia en el contexto de la Asamblea

General de Naciones Unidas.

Finalmente, destaca alguna referencia interesante, extraordinariamente similar a

algunos de los planteamientos defendidos por el ex presidente estadounidense

George W. Bush, particularmente en el discurso inaugural de su Segundo Mandato.

“Vamos a dar a conocer a todos los dictadores del mundo que la comunidad

internacional no estará por más tiempo condenada a dar discursos. Está condenada a

la acción. Y si es necesario, a tomar las armas al servicio de la democracia”.

En el caso del primer ministro británico David Cameron, también las referencias han

tenido un gran parecido. Ya el 22 de agosto, en un discurso lanzado ante el Consejo

de Seguridad Nacional británico15

14 http://www.diplomatie.gouv.fr/en/france-priorities/united-nations/events-2136/events-

2011/article/high-level-meeting-on-libya-speech

donde se exponen las bases para una transición en

Libia a medida que el conflicto va llegando a su fin. Nuevamente y al igual que

Sarkozy, defiende la necesidad de reconciliación en la transición a una Libia más

próspera y democrática. Defiende la asistencia diplomática y médica al Consejo

Nacional de Transición Libio y defiende dos puntos particulares de gran importancia

para la intervención. El primero sería el de la legalidad, lo que permitiría

diferenciarlo del caso iraquí, el segundo la necesidad de evitar una masacre. Con

15 “Libya: David´s cameron Full Statement”, The Guardian, 22 de agosto de 2011.

todo y aún reconociendo dificultades en la transición, considera el alzamiento un

paso importante hacia una Libia más democrática.

El discurso que lanza en la Asamblea General de Naciones Unidas el 22 de

septiembre de 2011 parece aún más revelador.16

Igualmente, el primer ministro británico afirma –utilizando a Irán de ejemplo- que la

democracia liberal es algo más que unas elecciones y critica la “falsa” dicotomía que

daría a elegir entre la represión y el islamismo; aunque reconoce que los avances

hacia la democracia no son irreversibles. También se remonta a la posguerra fría y

las políticas de expansión de la democracia liberal y la economía de mercado y

reclama la obligación de ayudar a aquellos Estados que están luchando por las

mismas. Resalta las amenazas económicas para la “Primavera Árabe” y compara la

situación que se podría haber dado en Libia con la de Ruanda o Bosnia. Con todo,

considera que Libia es un caso aislado, cuyo contexto no tiene porque aplicarse a

otros distintos y defiende de que sean los propios libios los que construyan “los

bloques de su democracia”, rechazando la idea de exportar los valores occidentales a

la fuerza. Establece además –al igual que Sarkozy, una relación a largo plazo entre la

estabilidad y la democracia, rechazando las teorías anteriores sobre el tema- e incluso

relaciona la promoción de la democracia liberal con la seguridad al afirmar que “es

lo que al-Qaeda más teme”, en una clara evocación de las afirmaciones del discurso

de la Administración Bush.

Exponiendo una vena tan idealista –

en un sentido wilsoniano e incluso neoconservadora- como la de Sarkozy, la idea de

la democracia liberal se convertiría en un eje fundamental del mismo. De tal modo,

considera que el alzamiento en Libia, tal y como había podido observar en su visita a

Tripolí y Bengasí había “escrito un nuevo capítulo de la libertad y la democracia”.

Relaciona, como en el discurso de los presidentes estadounidenses Clinton y Bush, la

democracia con la prosperidad y la estabilidad y defiende la necesidad de establecer

acciones en defensa de los derechos humanos.

Con todo, no todos los discursos lanzados por Cameron lo plantean en los mismos

términos, de hecho en unas declaraciones realizadas a 20 de octubre17

16 http://www.newstatesman.com/global-issues/2011/09/arab-world-region-libya-act

tras el

asesinato de Gadafi, realiza un recuerdo a las víctimas recordando su pasado como

17 “David Cameron: remember Gaddafi´s victims in wake of his death”, The Telegraph, 20 de octubre de 2011.

promotor de grupos terroristas –apoyando el IRA- o el caso Lockerbie,

particularmente sensible de cara al ejecutivo británico.

Una vez analizado el discurso de los diferentes líderes pasaremos al análisis de los

debates y hechos que se dieron en el supuesto libio.

III- ANÁLISIS DE LOS DEBATES SOBRE LA INTERVENCIÓN EN LIBIA.

A la hora de analizar los diferentes hechos y debates que giran en torno a la

intervención en Libia es necesario destacar que, en este momento, la información

mayoritaria de la que se dispone dado el escaso tiempo transcurrido desde el inicio de la

intervención hasta ahora viene mayoritariamente de fuentes que giran en torno al debate

político y los medios. De ello se extrae la ventaja de cara al conocimiento del análisis

del proceso de toma de decisiones que guió a la intervención pero, al mismo tiempo,

sacrificando la perspectiva que el tiempo otorga. Finalmente, es necesario destacar que

ante la existencia de debates mucho más fuertes –y de mayor entidad académica- en los

medios y los think tanks estadounidenses que en el caso europeo, la focalización de la

mayor parte de los debates reflejará este hecho al centrarse, principalmente, en los

debates estadounidenses.

A) El proceso de toma de decisiones.

Si algo puede sacarse en claro del proceso de toma de decisiones que ha llevado a la

intervención en Libia ha sido el destacado liderazgo francés en la intervención y el

papel preponderante de algunos de los principales actores en el mismo. Entre estos

cabe destacar el conocido ensayista Bernard Henry Levy, a la hora de “convencer”

al presidente francés para tomar una decisión, argumentando su “responsabilidad”

indirecta en la masacre, en caso de que las represalias de Gadafi condujesen a la

muerte de los rebeldes que se alzaron en Benghasi. En este sentido, la defensa por

parte del citado autor de la intervención ha quedado reflejada en numerosos artículos

escritos en prensa e incluso libros en los que defendería su papel18

18 Véase por ejemplo, entre otros muchos ejemplos HENRI LEVY, B. (2011), “Libia no es

Irak”, El país, 24 de julio.

y, de hecho,

felicitaría a Sarkozy por los éxitos conseguidos. La consecuencia más clara de su

actuación serían las sucesivas reuniones que el presidente Sarkozy y Bernard Henri

Levy tendrían con destacadas personalidades de la oposición Libia como Mahmud

Jibril, presidente del denominado Consejo Nacional de Transición.19

El liderazgo francés sería esencial en dos puntos clave del propio proceso de toma

de decisiones en Libia, 1- convencer a un escéptico Washington para apoyar de

manera decidida la intervención y 2- la obtención de la Resolución 1973 en el

Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Gracias a las gestiones del presidente

Sarkozy, la secretaria de Estado, tras una reunión con el representante del Consejo

Nacional de Transición se uniría a la causa y desplazaría el debate sobre la

intervención en Libia a dos dimensiones nuevas; la primera sería el de la propia

Administración Estadounidense y la segunda al ámbito internacional.

20

En lo que respecta a la Administración Estadounidense, Hillary Clinton,

modificando sus alianzas tradicionales –particularmente con el secretario de

Defensa Robert Gates- se alinearía con destacadas personalidades femeninas de la

intervención como Susan Rice, -embajadora estadounidense en Naciones Unidas y

discípula de Madeleine Albright- y Samantha Power, asesora senior en el Consejo

de Seguridad Nacional. Frente a ellos y reclamando prudencia por la ausencia de

intereses vitales estadounidenses o de posibles lazos del Consejo Nacional de

Transición con al-Qaeda estarían Robert Gates, Tom Donilon –consejero de

Seguridad Nacional- y John Brennan, principal asesor en lucha contra el terrorismo

del presidente. A estos debates cabe añadir las presiones y debates en el propio

Senado, con John McCain y Lindsey Graham –además de John Kerry en el lado

demócrata- pidiendo una acción más decidida

21; que luego se tornaría en crítica por

no solicitar el apoyo del Senado a la intervención, que generaría un intenso debate

jurídico.22

Cabe plantearse como hace Stephen M. Walt, la división político ideológica en el

interior de la Administración Obama y los consecuentes debates prácticos sobre la

intervención en Libia como una división clara entre realistas y liberales

19 “By his Own Reckoning, One Man Made Libya a French Cause”, The New York Times, 1

de abril de 2011. 20 Tal y como se recoge en los artículos citados a lo largo de esta sección. 21 “Obama Takes Hard Line With Libya After Shift by Clinton”, The New York times, 18 de

marzo de 2011. 22 GLENNON, M.J. (2011), “The cost of “Empty Words”. A Comment on the Justice

Department Libya´s Opinion”, Harvard National Security Journal Forum, ps. 1-19.

intervencionistas –grupo ideológico que, como vimos en la primera parte, estaría

cercano a las posturas del idealismo wilsoniano en política exterior, con su visión

“maniquea” del mundo o su afán de “hacer el mundo seguro para la democracia” y

de los neoconservadores republicanos de tercera generación-, división que no será

tan marcada en el debate más académico, pero que parece remitir –con distintos

actores- a los debates internos que se producirían en otros conflictos como Irak.23

Con todo, en cuestión de horas, Obama –que seguiría más preocupado por los

acontecimientos en Egipto o Bahrein y se vería obligado a mantener un precario

equilibrio no exento de contradicciones entre la necesidad de apoyar a aliados

regionales como Arabia Saudita mientras pedía la salida de Gadafi y abandonaba a

Mubarak- acabaría pasando de una posición escéptica al apoyo a la intervención,

participando personalmente en la presión a algunos de los miembros del Consejo de

Seguridad de Naciones, mientras se debatía la Resolución a adoptar. 24

En el lado europeo, los fuertes debates internos que enfrentaron a Francia con

Alemania por la intervención en Libia se solventaron ante la suavización en

Naciones Unidas de la posición de las principales potencias emergentes –y

particularmente de China, tras la decisión de Sudáfrica de apoyar la intervención-,

siguiéndolas en su abstención. Sería de destacar, en cualquier caso, la existencia de

fuentes que parecen sugerir que en caso de obtener el apoyo del Consejo, Francia

habría seguido adelante con el de entidades regionales como la Liga Árabe –cuyo

apoyo fue decisivo a la hora de obtener la Resolución-, la Unión Europea y la Unión

Africana.

25 El intento de última hora por parte de Rusia de plantear una Resolución

alternativa quedo anulada por la decisión francesa de votar la más dura Resolución

americana –presentada por Susan Rice cuando vio oportunidades de conseguir un

documento más contundente- con la consiguiente votación positiva de la Resolución

1973.26

Al analizar la Resolución, puede observarse como gran parte de los argumentos

recogidos por los líderes occidentales en sus discursos están presentes aquí.

23 WALT, S.M. (2011), “What Intervention in Libya tell us about the neocon-liberal

alliance…op.cit. 24 “Obama Takes Hard Line With Libya After Shift by Clinton…op.cit. 25 “Sarkozy Played Crucial Role In Catalyzing International Action at UN On Libya”,

European Affairs, The European Institute, 3/18, marzo de 2011. 26 “Obama Takes Hard Line With Libya After Shift by Clinton…op.cit.

Alegando la existencia de violaciones de derechos humanos, así como la presencia de

diversos mercenarios extranjeros, dicha Resolución impone una zona de exclusión

aérea, así como disposiciones adicionales como la congelación de fondos y cuentas

del régimen libio y algunas de sus personalidades más destacadas o la limitación de

movimientos de algunos miembros del mismo. Asimismo, solicita un alto el fuego

entre las partes y el cumplimiento de las obligaciones internacionales por parte del

gobierno. A esto cabe añadir la destacada presencia de la frase que justificaría que la

supuesta operación en defensa de la población civil acabase convertida en un cambio

de régimen. Es la autorización de “todas las medidas necesarias” para proteger a la

población civil.27

Esta frase ambigua se convertiría en la fuente de críticas y acusaciones entre la

OTAN y algunas potencias emergentes destacadas como Rusia o China e incluso

Sudáfrica, con las consiguientes acusaciones a la OTAN de haber convertido la

protección de civiles en una operación política para provocar un “cambio de

régimen”, con su apoyo a las fuerzas de la oposición libia.

28 Parece que el desarrollo

de los acontecimientos a lo largo de la campaña militar, con la toma de Tripolí o

Sirte y la posterior muerte de Gadafi, hace que tal argumento no pueda ser desechado

en su totalidad.29

B) Los debates sobre la intervención en Libia ¿Una guerra de elección?

Veamos ahora los debates generados a nivel político –y hasta cierto

punto académico- planteados por la citada intervención.

Mientras que el apoyo europeo en los medios de comunicación y a nivel político, fue

más o menos claro hacia la citada intervención, especialmente si lo comparamos con

el debate producido por Irak30

27 Recogida en http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=s/res/1973%20(2011)

, en el caso estadounidense hubo un intenso debate que

recuperaría parte de los argumentos que defensores y opositores a la Guerra de Irak y

algunas intervenciones humanitarias de los años 90. Por otra parte, la división

ideológica en el seno de la Administración Obama entre realistas y liberales

intervencionistas no se trasladó necesariamente al ámbito político-académico.

28 Véase por ejemplo y entre otras muchas “Rusia considera que la OTAN excede el mandato de la ONU en Libia, El economista, 15 de abril de 2011.

29 “Gadafi muerto”, El mundo, 21 de octubre de 2011. 30 No hace falta más que leer los principales diarios europeos de diferente tendencia

ideológica para poder observar tal hecho.

Es muy difícil negar el papel como críticos de la citada intervención que tuvieron

algunos de los intelectuales realistas de mayor influencia en este momento. El caso

más destacado sería el de Richard Haass, presidente del influyente Council on

Foreign Relations y uno de los críticos internos más destacados de la Guerra de Irak

de 2003, que ha participado activamente del debate político a través de diferentes

artículos en prensa y acuñaría el destacado concepto de “Guerra de elección”.31

De tal forma y reconociendo la existencia de motivaciones tanto morales como de

realpolitik, Richard Haass expone las divisiones internas dentro de la Administración

Obama a la hora de tomar la decisión, destacando los apoyos a la intervención y las

presiones al presidente estadounidense. Haass sostiene que Estados Unidos debería

mantenerse fuera de un país que no es ni de lejos vital para los intereses

estadounidenses y expone los riesgos de convertir una zona de exclusión aérea en

una guerra y dar credenciales de demócrata a una oposición que está muy lejos de

serlo –exponiendo la posibilidad de ayudar a llegar al poder a partidarios de un

islamismo radical-. Defiende evitar que Estados Unidos se vea envuelto en una

“costosa distracción” frente a la situación de Estados más relevantes para su política

exterior y defiende la utilización de otros métodos para presionar a Gadafi ante las

dudas de la capacidad de la oposición para echarle del poder.

32

Richard Haass no estuvo solo a la hora de realizar las correspondientes críticas a la

intervención. Douglas Bandow, por razones muy parecidas a las de Haass –ausencia

de intereses vitales-, llega a denominar a Libia una “innecesaria guerra de elección”

y compara la intervención con la política desarrollada por la Administración Bush en

Irak y a los arquitectos de la guerra en Libia con la política de la Administración

Bush que demostró las enormes dificultades de hacer ingeniería democrática

mediante el uso de la fuerza. La propia situación de Estados Unidos como la única

superpotencia permitiría a sus dirigentes optar por verse envueltos en guerras de

elección gastando recursos y sangre de ciudadanos americanos en empresas que no

son en absoluto vitales para el país norteamericano, cuando el liderazgo debería ser

marcado por la prudencia y el establecimiento de prioridades, en un momento en el

que también disponen de presencia en Afganistán e Irak. Considera los riesgos

31 HAASS, R. N. (2010), War of Necessity, War of Choice. A Memoir of two Iraq Wars, Ed. Simon and Schuster Paperbacks, Nueva York.

32 HAASS, R. N. (2011), “The U.S. Should Keep Out of Libya”, The Wall Street Journal, 8 de marzo de 2011.

militares o la posible permanencia de Gadafi en el poder, además de una incierta

reacción de la población, marcada por el escaso prestigio de Estados Unidos al

apoyar a regímenes autocráticos favorables a sus intereses. Finalmente, resaltaría la

existencia de enormes divisiones tribales y políticas en Libia o la posibilidad de que

alguien peor que Gadafi pueda llegar al poder, plantea que la intervención, lejos de

ser desafortunadamente necesaria, pone en riesgo la paz y la estabilidad en la

región.33

Michael Scheuer, experto en Ben Laden y antiguo miembro de la CIA, critica

igualmente una intervención cuyo valor para los intereses estadounidenses sería

similar a 0 y, de acuerdo con las criticas que emitió en su momento hacia la política

exterior de la Administración Bush, considera la intervención en Libia la

continuación de la misma política ya iniciada por su predecesor que continuaba con

los grandes errores de Estados Unidos en la región, el apoyo a autócratas como los de

Arabia Saudita o Bahrein, la exportación de la democracia liberal mediante el

intervencionismo compulsivo –“el bien de lujo estadounidense menos exportable de

todos”- o la nueva exposición al mundo árabe de muertes de civiles provocada por

una intervención de potencias occidentales. Todo ello sumado a la ingenuidad o la

arrogancia de determinados miembros de la Administración Obama en su creencia de

que el modelo occidental de democracia laica puede ser exportado en la región,

favoreciendo con su ímpetu misionero el crecimiento de al-Qaeda.

34

Asimismo, el autor comunitarista Michael Walzer, uno de los principales

teorizadores del concepto de Guerra Justa plantea críticas de cierta entidad a la

intervención en Libia, cuya motivación sería desconocida, considera que el apoyo

árabe que se alegó como motivo que legitimaría la intervención, no se sostiene

cuando este apoyo alcanza a países que suponen escasamente un 1 % de la población

árabe y ningún Estado árabe de cierta relevancia –ni siquiera Egipto- se habría

sumado a ella. A ello cabría añadir el escaso apoyo obtenido, con abstenciones tan

relevantes en el Consejo de Seguridad de la ONU como las de los BRIC y Alemania

o el riesgo de que nuevamente estuviesen viendo una intervención en la que la

33 BANDOW, D. (2011), “Libya: Another Unnecessary War of Choice”, Forbes, 14 de

marzo. 34 SCHEUER, M. (2007), Imperial Hubris. Why the West is Losing the War on Terror, Ed. Potomac, Books, Dulles,Virginia, ps. ix-xxi y 200-259. SCHEUER, M. (2011), “The Zawahiri Era”, The National Interest, septiembre/octubre.

población árabe muere bajo bombardeos occidentales. A ello une las dudas sobre la

naturaleza humanitaria de la intervención, pues Libia “no sería ni Ruanda ni Darfur”,

por lo que la legitimidad estaría viciada, defendiendo que la democracia liberal

debería ser construida por ellos mismos.35 En un artículo posterior, Walzer sostendría

la idea de que la Guerra en Libia no puede ser considerada justa por no cumplir con

el criterio de proporcionalidad.36

El autor liberal Michael W. Doyle, conocido por la denominada teoría de la paz

democrática

37, plantea en un artículo sus reflexiones sobre la intervención en Libia.

Tras tratar el propio concepto de la Responsabilidad de Proteger, sus orígenes e

implicaciones, sostiene que dicho concepto no autoriza a provocar un cambio de

régimen, que por las declaraciones de los líderes occidentales parece ser el principal

objetivo de la intervención y se pregunta si dicho objetivo es posible sin contravenir

la Resolución y realizar un decidido apoyo que pase por armar a los rebeldes o

darles apoyo sobre el terreno. Considera del mismo modo que Walzer, que la citada

intervención no es proporcional y se muestra partidario de que sean ellos los que se

ocupen de darse las correspondientes instituciones democráticas porque de lo

contrario el resultado podría ser una nueva guerra civil, un Estado clientelar

dependiente del exterior o una nueva autocracia mantenida por la fuerza, como

resultado de la falta de legitimidad a la que daría lugar.38

A medida que el estancamiento después de 5 meses de lucha –con el consiguiente

enfado y declaraciones del secretario de Defensa sobre las capacidades de la

OTAN

39

El autor realista Richard Haass sería el primero en abrir el debate, planteando que la

situación en Libia requería para mantener la seguridad que el presidente Obama

renunciase a su postura de no mandar tropas sobre el terreno. Considera que aunque

- iba siendo superado comenzó a abrirse un nuevo debate, parecido al de

intervenciones anteriores. El debate sobre la necesidad de construir instituciones

democráticas, el famoso Nation-Building.

35 WALZER, M. (2011), “The Case Against Our Attack on Libya”, The New Republic, 20 de

marzo. 36 WALZER, M. (2011), “On Humanitarianism”, Foreign Affairs, vol. 90, nº 4, Julio/agosto.

37 DOYLE, M. W. (1983), “Kant, Liberal Legacies and Foreign Affairs, Partes 1 y 2” en Philosphy and Public Affairs, vol. 12, nº 3 y 4.

38 DOYLE, M.W., (2011), “The Folly of Protection. Is Intervention Against Qaddafi´s Regime Legal and Legitimate?”, Foreign Affairs, 20 de marzo.

39 “Gates augura un futuro muy negro para la OTAN”, Público, 11 de junio de 2011.

la oposición hubiese actuado bien hasta ese momento, el inicio de la parte más dura,

el riesgo de una guerra tribal o de búsquedas de venganza e integrar a los antiguos

partidarios de Gadafi lo hacía necesaria; exponiendo las dificultades de ejercer el

liderazgo sin una presencia clara. Para la difícil labor que comenzaba sería necesario

el apoyo regional, la descongelación condicional de los fondos del régimen libio y la

difícil construcción de instituciones democráticas en un país cuyo gobierno no

controlaba el territorio. Con todo, no hace desaparecer sus críticas a una

intervención planteada como protección de civiles y humanitaria, que tendría

realmente un motivo político claro, el de provocar un nuevo cambio de régimen.40

A este respecto el experimentado diplomático e intelectual James Dobbins, conocido

por pasadas experiencias en procesos de Nation-Building

41, analiza las posibilidades

de un nuevo proceso de este tipo que permita la generación de un “orden nuevo”,

como había sucedido en los Balcanes, Afganistán e Irak, siguiendo los patrones de

la Posguerra Fría planteados en su momento por Fukuyama.42 A este respecto

considera que a efectos regionales –con ausencia de enemigos interesados en el

fracaso libio, la mejor situación económica dada la producción de petróleo y la renta

per capita previa o la mayor homogeneidad étnica facilitarían ese proceso, en tanto

que el atraso político y la ausencia de instituciones o de una sociedad civil, la falta

de tropas sobre el terreno de las potencias intervinientes para mantener el orden o la

falta de liderazgo harían de la construcción estatal en Libia un proceso largo y

costoso.43

No todos los autores han sido críticos con el desarrollo de los acontecimientos en

Libia. Así, Stewart Patrick considera que el éxito de la intervención en Libia

reivindica a la Administración Obama y a la Responsabilidad de proteger como una

doctrina aplicable, aunque no pueda esperarse que pueda ser aplicada en todo

momento y lugar; siendo inevitablemente selectiva y contingente. Esta doctrina se

vería constreñida por la geopolítica, los recursos o la voluntad política y, además,

40 HAASS, R. N. (2011), “Libya now needs boots on the ground”, Financial Times, 22 de

agosto. 41 Véase por ejemplo DOBBINS, J.F. (2008), After the Taliban. Nation-Building in Afghanistan, Ed. Potomac Books, Washington. 42 FUKUYAMA, F. (2004), State-Building. Governance and World Order in the XXI Century, Ed. Cornell University Press, Nueva York.

43 DOBBINS J. F. (2011), “Libya Nation-Building After Qaddafi. Helping the Rebels Help Themselves”, Foreign Affairs, 23 de agosto.

considera que la necesidad de establecer la soberanía como factor de estabilidad

mundial, la necesidad de aplicar la fuerza como último recurso o la dificultad para

construir grandes alianzas así lo aconsejarían. Con todo, considera dicha aplicación

un éxito para algunos de sus promotores como Samantha Power y minusvalora las

críticas realistas a una política intervencionista y transformadora de cariz wilsoniano

por las razones expuestas.44

En este sentido cabe añadir la posición de algunos autores que han considerado

desde un punto de vista militar la intervención en Libia como un modelo de éxito,

tanto de Estados Unidos como sus aliados, de acuerdo con el propio discurso oficial

de la OTAN, que valora el cambio de régimen en Libia como un éxito incontestable

marcado por la actuación multilateral o el apoyo regional obtenido. Con todo el

debate sobre la disponibilidad de recursos militares de los países de la OTAN, que

había conducido a críticas como las de Gates, hace que determinados aspectos deban

ser sometidos a consideración y mejora.

45

El debate sobre las implicaciones de Libia para la política exterior estadounidense y

la aparición de una supuesta doctrina Obama han sido igualmente interesantes.

Algunos autores, focalizando la relación de los acontecimientos en Libia con la

denominada “doctrina” de la Responsabilidad de Proteger y una vez analizados los

factores tanto jurídicos como políticos, consideran que la situación en Libia no

supone un punto de ruptura tan radical en la aceptación de dicha premisa. De hecho,

reconoce que la idea de la Responsabilidad de Proteger siempre ha focalizado más la

prevención del conflicto y la construcción de la paz antes que las intervenciones

militares en sí mismas. Sin querer suprimir la fuerza normativa de dicho concepto o

su poder político –antes que legal, pues según el autor ni genera derechos ni los

impone-, su aplicación parcial en la intervención en Libia habla más de un caso

particular y sui generis –al igual que se dijo por los líderes occidentales en la

intervención en Kosovo- que de un modelo de aplicación a otros lugares y

contextos. En cualquier caso, consideraría que las afirmaciones pragmáticas que han

dado lugar a la intervención en Libia no serían sino una doctrina, afirmando incluso

44 PATRICK S. (2011), “Libya and the Future of Humanitarian Interventions. How Qaddafi´s

Fall Vindicated Obama and RtoP”, Foreign Affairs, 26 de agosto. 45 DAALDER, I. H. y STAVRIDIS J. G. (2012), “NATO´s Victory in Libya. The Right Way

to Run an Intervention”, Foreign Affairs, vol. 91, nº 2, marzo/abril.

que las afirmaciones de algún alto cargo de la Administración, que llevo a la

concepción del “liderazgo desde atrás”, son desafortunadas.46

Dada la concreción –prácticamente sin precedentes- de los argumentos utilizados

por el presidente Barack Obama en el discurso ya analizado de 28 de marzo de

2011, varios autores han debatido y considerado la existencia de una supuesta

doctrina Obama, canalizada a través de intervenciones militares limitadas y el

denominado “liderazgo desde atrás”. En este sentido, Michael O´Hanlon de la

Brookings Institution considera que la intervención en Libia, cuyo éxito sería

contingente y aplicable en el momento en el que se produjo, podría no tener

continuidad de cara al futuro. La inexistencia de tropas sobre el terreno y las

diferentes lealtades tribales harían que la citada intervención pudiese ser más

compleja que en el caso de Kosovo. En este sentido, la inexistencia de intereses

vitales o estratégicos serían los que dieron la mayor parte del papel principal a

diversos Estados europeos, en tanto que Estados Unidos debería estar más pendiente

de lo que sucediese en Siria, Yemen o Egipto. Este autor considera que este éxito

provisional y limitado favorecido por la impopularidad de Gadafi en el mundo árabe

o la geografía libia, que permite una campaña aérea sin mayores problemas

contribuye a la contingencia de este caso, no sería extrapolable a otros ejemplos.

47

Citando nuevamente el discurso de marzo de 2011, otros autores plantean la

posibilidad de la existencia de una doctrina Obama amparada en la prioridad

otorgada por el presidente estadounidense a la existencia de intereses vitales o

estratégicos en primer lugar, en tanto que los intereses económicos o los desastres

humanitarios quedan en segundo lugar y resultan aplicables en función del cálculo

pragmático de “coste-beneficio” defendido por la Administración. Los citados

autores reconocen que este modelo, ante la inexistencia de intereses vitales o

estratégicos, no es extrapolable a otros lugares, poniendo por ejemplo el caso de

Costa de Marfil. En este sentido, las propias declaraciones de Gadafi y la “claridad”

con que todos los elementos para poder realizar una intervención en defensa de los

derechos humanos coincidían de una manera tan clara, hacen que el mismo sea

46 CHESTERMAN, S. (2011), “Leading From Behind: The Responsibility to Protect, the

Obama Doctrine, and Humanitarian Intervention After Libya”, New York University Public Law and Legal Theory Working Papers, Paper 282, 1 de junio.

47 O´HANLON, M. (2011), “Libya and the Obama Doctrine. How the united States Won Ugly”, Foreign Affairs, 31 de agosto.

difícilmente imitable. En este sentido y de existir algún tipo de doctrina

estadounidense, los discursos y el análisis de los hechos mostrarían a un presidente

pragmático, que atiende a todos los elementos sobre el terreno y menos ideológico

que sus predecesores. Parafraseando a Robert S. Litwak del Centro Woodrow

Wilson “no hay doctrina Obama porque el presidente no es doctrinario”. Es solo un

caso de conflicto propio del siglo XXI que ha permitido que un presidente anuncie

una serie de principios estratégicos.48

En este sentido y haciendo referencia a los acontecimientos derivados de la

Primavera Árabe, el conocido autor Robert Kaplan confirma la visión de Barack

Obama como un presidente realista que ante la falta de intereses vitales envueltos en

el caso libio, interviene de manera limitada y se niega a hacer nation-building y

realizar cálculos que le permitirían equilibrar la promoción de valores con la

necesidad de mantener la estabilidad. Por otro lado, considerando el éxito de la

estrategia realista al mantenerse durante tanto tiempo en un momento en el que los

países afectados por la “Primavera Árabe” no reunían las condiciones para tener una

democracia y reconociendo los éxitos de estadistas como Kissinger, al aliviar

indirectamente la pobreza en Asia Oriental; predice la permanencia de esta

estrategia de cara al futuro por la pervivencia de la inestabilidad en la región y la

lucha por la hegemonía en el Lejano Oriente.

49

Veamos ahora las conclusiones surgidas del análisis previo.

IV-CONCLUSIONES

A la vista de todos los elementos ya expuestos podemos extraer una serie de

conclusiones interesantes, comenzando por el propio discurso de los estadistas que se

han visto envueltos en la intervención. A diferencia de lo que habría sucedido con

los Estados europeos, la polémica provocada por una intervención como la de Libia,

que lanzó a numerosos críticos contra la decisión del presidente Obama en un

momento en el que existía muy poco apetito tras los desastres de Afganistán o

Irak,por ver envuelto a Estados Unidos en un nuevo conflicto en un país árabe y

48 COOPER, H. y SHANKER, T. (2011), “Doctrine For Libya: Not Carved in Stone”, The

New York Times, 29 de marzo. 49 KAPLAN, R. (2011), “Libya, Obama and the triumph of realism”, Financial Times, 28 de

agosto.

donde los intereses que se percibían en juego eran difícilmente de primera magnitud,

llevan al presidente estadounidense a justificar su decisión de la mejor manera

posible. Máxime, cuando las propias acciones estadounidenses en Libia vendrían a

cambiar la estrategia regional estadounidense y se hallaba difícilmente compatible

tanto con anteriores discursos como su discurso inaugural –“tenderemos la mano si

están dispuestos a abril el puño- o el famoso discurso de El Cairo de junio de 2009

como con la Estrategia de Seguridad Nacional del año 2010; todos mucho más

conciliadores en la relación estadounidense con los Estados autocráticos que los de

sus predecesores.

En este sentido plantear la diferencia de contexto y situaciones con los conflictos

anteriores parecía acuciante. Se debían realizar las comparaciones con casos que

tradicionalmente han sido menos polémicos –aunque no puedan defenderse como

modelos exitosos en la práctica- como es el caso de Bosnia y remarcar la dimensión

multilateral y cumplidora del derecho internacional a través de la implementación de

la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad. En este sentido cabe también explicar

las frecuentes e importantes contradicciones en las que cae el presidente

estadounidense al hablar del cambio de régimen –tremendamente impopular tras

Irak-descartándose a nivel retórico pero implementándose en la práctica. No se

cuestiona en ningún momento la fiabilidad de aquellos que reclamaban ser

“luchadores por la democracia”, ni siquiera en los momentos de mayor polémica en

relación al cumplimiento de los mínimos estándares por parte de la oposición libia,

como fue el del asesinato de Gadafi.

Es precisamente en atención a las circunstancias del momento, respecto de las que

hay que entender los discursos del presidente estadounidense y los argumentos que

utiliza.

Es interesante observar, además, como gran parte de los discursos hacen referencia a

la democracia liberal, pero de una manera completamente distinta respecto de sus

predecesores. Las referencias a la idea de la paz democrática “las democracias

liberales no se hacen la guerra entre ellas” tan común en los discursos de Clinton o

Bush hijo desaparecen, así como la necesidad de llevar la democracia liberal a escala

mundial. Si bien se concede importancia al caso concreto no está presente ningún

tipo de revolución democratizadora a escala mundial y, en cambio, sí que lo están el

cálculo del coste-beneficio en relación a los intereses estadounidenses, la

intervención limitada, el liderazgo desde atrás, el multilateralismo –a efectos de que

los aliados compartan la factura- y el rechazo a la presencia de tropas

estadounidenses sobre el terreno o la realización de costosos procesos de nation-

building.

Paradójicamente y por el contrario, el discurso de los líderes europeos ha estado

condicionado por un contexto mediático y de opinión pública mucho menos

condicionado por los conflictos de Afganistán e Irak y con un debate de intensidad

política mucho menor. Las justificaciones –pocas- de seguridad que se relacionarían

con el pasado de Gadafi y su supuesta promoción de grupos terroristas se verían

acompañados de evocaciones idealistas más destacadas que en el caso de Obama –

particularmente en lo que respecta a la defensa de la población civil o la democracia-

y, si bien destacan el caso libio como concreto y no aplicable a otros casos, las

evocaciones de un discurso revolucionario, muy similar al neoconservador en

términos que relacionan la democracia liberal con el mantenimiento de la estabilidad

y la promoción de la seguridad es bastante destacado, llegando a establecer

comparaciones muy claras con casos como Ruanda o Bosnia en tanto que son

evitadas –algo que Obama no hace del todo- las comparaciones con supuestos como

Afganistán e Irak. En determinados casos, las semejanzas con el discurso oficial

formulado por parte de las Administraciones de Clinton y Bush son enormemente

destacadas, si bien afirman no promover los valores occidentales mediante el uso de

la fuerza –algo que sus “acciones” parecen desmentir en la práctica- planteando

además una dicotomía clara que divide el mundo entre Estados democráticos y

Estados autocráticos.

Este discurso no se corresponde necesariamente con los hechos que describimos en

la segunda parte. En el proceso de toma de decisiones que lleva a la intervención en

Libia, aparentemente, la iniciativa francesa se tornaría fundamental y con ella las

acciones tanto de Bernard Henri Levy como del propio Nicolás Sarkozy; ofreciendo

una amplia cobertura diplomática a los defensores de la propuesta e interviniendo

decididamente para lograr el apoyo de algunos de los altos cargos de la

Administración Obama o superar las reticencias de Alemania y otros socios

europeos.

En el caso estadounidense y después de haber afrontado dos guerras, cuyas

consecuencias aún se sienten en el debate público estadounidense –siendo además el

propio presidente estadounidense uno de los críticos políticos de Irak-, el debate fue

bastante más profundo a diferentes niveles que en el caso europeo; con destacados

críticos políticos y académicos entre los que destacarían aquellos que han seguido un

posicionamiento más cercano al realismo político como es el caso de Richard Haass

o Michael Scheuer. No obstante, autores liberales como Michael W. Doyle también

fueron críticos de la misma, aunque por diferentes razones que iban más allá de la

inexistencia de intereses vitales o la creación de una potencial inestabilidad. La falta

de proporcionalidad sería para Walzer lo que convertiría a Libia en una guerra no

justa. Esta es una situación que contrasta con el lado europeo, donde no se llegó a

debates intelectuales de tal magnitud sobre la legitimidad de la propia intervención,

el establecimiento de un proceso de construcción estatal o las implicaciones

estratégicas para los actores intervinientes. El apoyo es, si cabe, aún más llamativo,

dada la elevada oposición a la intervención por parte de la población estadounidense

y a que, incluso los defensores de la misma defendían que la intervención en Libia

fuese un “asunto europeo” y reconocían la inexistencia de intereses vitales o

estratégicos.

En lo que respecta al proceso de toma de decisiones interno, la Administración

Obama quedaría dividida entre realistas y liberales intervencionistas, siendo los

primeros encabezados por Gates y los segundos por Susan Rice y Clinton –aún

cuando ésta última deba ser considerada más bien una pragmática-. Este

alineamiento rompió los tradicionales esquemas de la Administración, en los que el

alineamiento entre Clinton y Gates había sido la tónica general. El convencimiento

de un reticente presidente Obama no podría haber sido posible si, a este esquema no

le añadimos la existencia de una intervención limitada que no supusiese grandes

gastos en un caso donde los intereses vitales eran inexistentes, la renuncia a hacer un

proceso de construcción de instituciones democráticas y de mandar tropas sobre el

terreno o el apoyo decidido de la Liga Árabe. En cualquier caso, está todavía por ver

que aquella victoria en el caso libio conduzca a un mayor empoderamiento o

prominencia de los defensores del liberalismo intervencionista, teniendo en cuenta la

inacción en otros supuestos como el sirio. Otro rasgo principal ha sido el fuerte

debate existente en el Senado sobre la capacidad del presidente de llevar a cabo una

intervención sin el consentimiento de las cámaras legislativas y el debate sobre los

límites del poder presidencial en este tipo de supuestos.

Esta última cuestión nos lleva a plantear si realmente la intervención en Libia habría

supuesto una modificación en aspectos clave de la estrategia que la Administración

Obama habría utilizado en política internacional hasta el momento. La realidad es

que no parece que haya un gran cambio más allá de la intervención militar en sí

misma. Por mucho que algunos hayan destacado el planteamiento en el discurso del

presidente Obama de 28 de marzo de 2011 la formulación de determinados

elementos estratégicos, la naturaleza de caso concreto del supuesto libio, ni supone la

formulación de una doctrina, ni es extrapolable a otros supuestos.

Si cabe destacar la pervivencia de determinados elementos que han sido utilizados

estratégicamente por la Administración Obama, entre ellos las intervenciones

limitadas, el multilateralismo, el rechazo a realizar un proceso de Nation-Building en

Libia y de mandar tropas sobre el terreno o el cálculo coste-beneficio de los intereses

en juego. Todo ello hace plantear que, como algunos analistas perspicaces han

planteado, Obama sigue siendo el mismo presidente realista que era desde el

principio. De hecho, su negativa a formular doctrina y el convencimiento de que son

los hechos y el caso concreto el que debe determinar la política y no a la inversa,

parecen conducir en ese sentido.

En el caso europeo y pese a las declaraciones idealistas de líderes como Sarkozy o

Cameron, quitando el supuesto de Costa de Marfil, no parece posible una repetición

del guión libio en otros supuestos, tal y como han demostrado sus reticencias a

intervenir en Siria. A esto cabe añadir que la supuesta conversión de Sarkozy al

idealismo wilsoniano ha tenido un recorrido muy corto, dada su derrota en las

elecciones presidenciales de mayo de 2012, lo que disminuye notablemente la

posibilidad de conocer la tendencia y evolución de su política exterior desde los

comienzos de la Primavera Árabe.

En el caso de Cameron, independientemente de valores e ideales, las tradicionales

relaciones tirantes con el régimen de Gadafi y la sombra de pasados desencuentros

como el caso Lockerbie, parecen haber pesado –de hecho se reconoce en los

discursos recogidos en la primera parte-. De igual manera, la necesidad de “lavar la

imagen” de la diplomacia francesa tras los acontecimientos en Túnez o el

convencimiento de que una intervención militar podría mejorar su posición de cara a

las elecciones –como así sucedió momentáneamente- podrían haber sido factores

adicionales.

Todo ello hace pensar que la importación o recepción del discurso idealista

wilsoniano estadounidense por parte de estos líderes europeos, si bien remarcable e

importante, parece tener todavía grandes limitaciones.

En cualquier caso, no existe evidencia empírica que permita negar completamente el

convencimiento sincero de los líderes occidentales de que actuar permitiría evitar

una catástrofe humanitaria o, si se quiere, incrementar la inestabilidad de la región y

suprimir las “ganancias” de la Primavera Árabe. Las torpes declaraciones de Gadafi,

diciendo que acabaría con los opositores uno por uno y su impopularidad en el

mundo árabe, colaboraron en que dicha intervención fuese posible. En este sentido,

tanto el discurso como los hechos parecen llegar a la misma conclusión, no pudiendo

negarse la naturaleza “humanitaria” de la intervención en Libia, aún cuando la

relevancia de la “Responsabilidad de Proteger” haya sido exagerada, en tanto en

cuanto la focalización del caso se ha dado claramente en la intervención militar y no

en factores de prevención o construcción de la paz, recogidas en mayor medida

dentro de la citada doctrina. Todo ello podría llevar al cuestionamiento de su

efectividad real.

Cuestión distinta sería la cuestión de la expansión de la democracia y el cambio de

régimen. Si los cambios de régimen por la fuerza fueron uno de los principales

instrumentos de los que las Administraciones de Clinton y Bush se habían valido

para extender la democracia, siendo sucedidos por largos y costosos procesos de

construcción estatal; librarse del régimen de Gadafi –en cierto sentido un aliado

incómodo y con un pasado cuestionable- no ha sido acompañado por un proceso de

construcción estatal –cuyas incertidumbres y elevados costes ya han sido

demostrados de sobra en contextos como los Balcanes, Afganistán o Irak-, algo que

ninguna de las potencias intervinientes, muchos de ellos bajo una grave crisis

económica, estaba dispuesta asumir. Dejarle tal labor a Naciones Unidas, o bien a los

propios libios parece haber sido la tónica. En cualquier caso, las consecuencias de un

cambio de régimen, no tan exitoso como el discurso oficial de la OTAN defiende –

en Irak, por poner un ejemplo, duró escasamente un mes frente a los más de seis que

ha costado en Libia con un adversario con mucha menor capacidad de defensa- y que

ha repetido la estrategia de Kosovo o Afganistán, han comenzado a verse en una

región cada vez más inestable y donde las diferentes facciones tribales continúan

combatiendo entre ellas y contra el propio Consejo Nacional de Transición.

La naturaleza “democratizadora” de la intervención en Libia también queda

minusvalorada por la propia naturaleza de la oposición alzada contra el régimen,

entre los cuales se encontraban antiguos miembros del mismo y grupos islamistas, en

algunos casos radicales, como ya había advertido Haass. La propia muerte del líder

libio Gadafi, planteó numerosas cuestiones sobre la verdadera naturaleza del

alzamiento. La expansión de la democracia liberal, por tanto, no parece haber sido

una de las causas del conflicto, si bien y teniendo en cuenta la experiencia previa en

lugares como Afganistán, nadie garantiza que un proceso de construcción estatal o la

presencia de tropas sobre el terreno hubiesen mejorado sensiblemente la situación.

Todo ello permite plantear que las inmensas dudas existentes en relación a como se

construye una democracia liberal se mantienen.

En definitiva y viendo todo lo expuesto anteriormente, la intervención en Libia, con

toda su posible polémica como la falta de capacidades de los Estados miembros de la

OTAN o la oposición de actores clave como las potencias emergentes en un mundo

que parece modificar los equilibrios de poder preexistentes, parece tener la

naturaleza de un caso sui generis que, si bien ha obligado a la Administración

Obama a plantear una serie de principios estratégicos –por otra parte nada novedosos

y ya aplicados en otros contextos-, tiene difícil continuidad por las diferentes

especificidades expuestas, debiendo minusvalorarse su relevancia como momento de

ruptura o punto histórico clave para entender las políticas de un determinado

momento concreto.

Juan Tovar Ruiz es doctor en Relaciones Internacionales e investigador del

Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad

Autónoma de Madrid.

BIBLIOGRAFÍA.

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