liberales y liberalismo en espana 1810 1850

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    CENTROD

    E

    ESTUDIOS

    POL

    TI

    COSY

    CONSTITUCIO

    NALES

    REVISTA DE

    Estudios

    Polticos

    Revista de Estudios Polticos (nueva poca)ISSN: 0048-7694,

    adrid, Diciembre (2006)Nm. 134,

    M

    1342006

    N UEVA POCA

    DiciembreMadrid

    ISSN: 0048-7694

    Historia, lenguaje y poltica

    RECENSIONES

    ARTCULOS

    REINHART KOSELLECK

    QUENTIN SKINNER

    GUILLERMO ZERMEO PADILLA

    PIM DEN BOER

    JAVIER FERNNDEZ SEBASTIN

    LUCIEN JAUME

    JUAN FRANCISCO FUENTES

    PIERRE ROSANVALLON

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    LIBERALESY LIBERALISMO EN ESPAA,1810-1850. LA FORJA DE UN CONCEPTO Y LA

    CREACIN DE UNA IDENTIDAD POLTICA

    JAVIER FERNNDEZ SEBASTINUniversidad del Pas Vasco

    LA QUIMERA DE LOS ORGENES.EL PRIMER LIBERALISMO: CDIZ, 1810-1814.ELLIBERALISMO ESCINDIDO (1820-1833): UN CAMPO DE BATALLA SEMNTICO.EL LIBERALISMOTRIUNFANTE (1833-1848): MODERADOS Y PROGRESISTAS.COMENTARIO FINAL.

    RESUMEN

    La mayora de las historias del liberalismo, probablemente como consecuenciade prejuicios muy arraigados en la historia tradicional de las ideas, suelen prestarmuy escasa atencin a los liberalismos ibricos e iberoamericanos. Este trabajomuestra hasta qu punto, tanto desde una perspectiva poltico-conceptual como so-ciocultural, esa negligencia est poco justificada. La revisin de un puado de dis-cursos presentes en el espacio pblico espaol de la primera mitad del siglo XIX, so-bre todo a travs del examen detenido de cierto nmero de peridicos y folletos de la

    poca, pone de manifiesto, en efecto, la precocidad del primer liberalismo hispano,as como su potencia de irradiacin sobre el ms amplio contexto europeo y ameri-cano. El anlisis histrico del despegue de los conceptos partido liberaly liberalis-mo revela, adems, la estrecha conexin entre el uso lingstico de ciertas nocionescentrales de la poltica y la articulacin de nuevos actores, experiencias y expectati-vas, as como la importancia de tales nociones, ambiguas, polmicas y controverti-das, para la cristalizacin de ciertas identidades polticas, identidades que hasta cier-to punto pueden ser vistas como conceptos intensamente vividos por los agentes.

    Palabras clave: liberalismo, partido liberal, Espaa, Europa, Amrica, historiade los conceptos, siglo XIX.

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    ABSTRACT

    Most European histories of liberalism pay scant attention to Spanish and La-

    tin-American liberal movements, probably simply due to deep-rooted prejudices.This article shows how hard it is to justify such a gap in the traditional history ofideas whether from a political/conceptual or a socio/cultural viewpoint. If we revieweven a few examples of Spanish political discourse in the first half of the 19th cen-tury taken from contemporary journals and pamphlets, we see how early Hispanicliberalism arose and its powerful spread into the wider context of Europe and theAmericas. An historical analysis of how the concepts of a liberal party and Libera-lism took off reveals a close link between the linguistic use of certain key notions inpolitics and the articulation of new actors, experiences and expectations. It also de-monstrates the importance of these ambiguous, controversial, polemical notions in

    crystallising certain political identities that we could call intense drivers for thoseconcerned.

    Key words: liberalism, liberal party, Spain, Europe, America, history of con-cepts, 19th century.

    Del frondoso jardn de malentendidos que por falta de una crtica histri-co-conceptual rigurosa ha venido medrando durante dcadas en la historio-grafa moderna y contempornea, tal vez sea la historia del liberalismo uno

    de los terrenos mejor abonados para la proliferacin de toda clase de equvo-cos y anacronismos. La pluralidad de disciplinas desde las cuales se vieneabordando este tema desde hace tiempo y la enorme ambigedad del trminohan contribuido, en efecto, a que ocuparse histricamente del liberalismo seatodava con demasiada frecuencia entrar en una sucesin interminable dequid pro quos. Doctrina, partido, sistema, espritu, poca, actitud, movi-miento, ethos, ideologa de clase, cultura poltica... todo eso y algo ms serael liberalismo en las numerosas obras que se le han dedicado a lo largo decasi doscientos aos. Y no es infrecuente que en un mismo texto tal o cualautor, hablando del liberalismo en tiempo pasado, salte con desenvoltura delterreno histrico al filosfico, del enfoque descriptivo al normativo, de lasideas a las instituciones. Una amalgama que, lejos de enriquecer y matizarnuestra visin de conjunto de un complejo de fenmenos histricos supues-tamente interrelacionados, conduce finalmente a la reificacin de un concep-to liberalismo que en no pocas obras se presenta al lector bajo la ima-gen engaosa de una entidad indivisa y homognea, incluso como un actorsociopoltico dotado de voluntad propia.

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    LA QUIMERA DE LOS ORGENES

    A falta de un fundador epnimo y de una cuna indiscutible y conocida,que s poseen otros -ismos contemporneos, el liberalismo aparece perma-nentemente abierto a la especulacin histrico-filosfica acerca de sus orge-nes. De manera que, bajo esa ambigua etiqueta, dependiendo de la perspecti-va elegida, estamos acostumbrados a ver cmo se combinan ingredientes tandiversos como el pensamiento de Aristteles, las corrientes estoicas y elcristianismo primitivo; el constitucionalismo medieval y la doctrina del go-bierno mixto; el Renacimiento y la Reforma protestante; la neoescolstica deSalamanca; las revoluciones y las incipientes prcticas parlamentarias delmundo moderno; las teoras socio-econmicas de la escuela escocesa, la fi-

    losofa del derecho natural y del contrato social de la era de las Luces; o, lastbut not least, el pensamiento poltico y constitucional del grupo de Coppet yel radicalismo filosfico britnico, ya en poca posrevolucionaria.

    A la vista de tan elstico marco cronolgico de referencia y de tan mlti-ples orgenes, se dira que el nacimiento del liberalismo pudiera fecharse al-ternativamente, a gusto del observador, hace dos, tres, cuatro, cinco o ms si-glos. Es evidente, sin embargo, que la posibilidad misma de concebir tales his-torias alternativas ha de partir indefectiblemente de un requisito previo: leexistencia emprica de liberales. Obviamente, sin liberales no hay liberalismo,

    y en ese sentido todo liberalismo anterior al siglo XIX ser en cierto modo unasuerte de liberalismo retrospectivo, perteneciente a esa clase de entidadesideolgicas ms o menos fantasmticas cuya existencia como sucede muy amenudo en la historia de ideas pudiera calificarse de virtual, puesto que de-pende del punto de vista necesariamente anacrnico del observador-narrador[con lo que se corre el riego de que lo que se predica de la cosa est en elmodo de representarla (1)]. Pues, por mucho que se haya reiterado que eneste caso la cosa precede al nombre, si los nombres y las identidades en po-ltica tienen algn significado, hay que admitir que slo despus del surgi-

    miento de un colectivo que se identificase a s mismo con el nombre de libera-les (y as fuese reconocido desde fuera) sera concebible que alguien pudieraacometer la escritura de una historia del liberalismo. Y, en efecto, las primerashistorias de ese nuevo objeto historiogrfico empezaron a ver la luz pocosaos despus de la aparicin de los primeros auto-denominados liberales y,con ellos, de la botadura del sintagma partido liberal, a finales de 1810, en

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    (1) LUDWIG WITTGENSTEIN, Philosophische Untersuchungen, 104, versin espaola deA. GARCA SUREZ y U. MOULINES, Investigaciones filosficas, Crtica, Barcelona, 1988,

    pgs. 118-121.

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    una activa ciudad portuaria del sur de la pennsula Ibrica. A partir de esosmodestos orgenes gaditanos, en las siguientes dcadas encontramos ya en di-versas partes de Europa un puado de textos que pugnan por esbozar una his-

    toria social e intelectual del liberalismo. Y naturalmente, los autores de taleslibros, folletos y artculos periodsticos, muchos de los cuales eran liberalesque estaban construyendo su propia identidad al narrarla, intentan dar cuenta,con mayor o menor fortuna, de unos presuntos orgenes del liberalismo. Por lodems, es fcil suponer que los adeptos de un movimiento poltico minoritarioy difuso, fuertemente necesitado de legitimacin, como lo era entonces el libe-ralismo, recibiran con agrado esta clase de literatura que si, de un lado, se in-sertaba en las nacientes filosofas de la historia basadas en las ideas de progre-so y perfectibilidad humana heredadas del siglo XVIII, dotaba por otra parte a

    la incipiente escuela liberal de unos antecedentes prestigiosos y de hondasraces que en no pocos casos llegaban a rastrearse hasta en el mundo grecorro-mano. Sustentado sobre tan nobles orgenes y tan slidos cimientos, y habidacuenta de la nueva conciencia de historicidad que se extiende por Europa enese tiempo crucial, a caballo entre los siglos XVIII y XIX, los liberales podan ra-zonablemente esperar que el movimiento poltico al que pertenecan, por em-brionario que fuese, lograra proyectarse rpida y eficazmente hacia un futurode modernidad acelerada (2).

    Buena parte de la historiografa filsofica de esos aos entre la Res-

    tauracin y la Revolucin de 1848, en especial aquella que intenta expli-car los orgenes del presente desde tal perspectiva futurista, est marcada porese telos de la libertad. Numerosos escritos de autores muy diversos, nosiempre de primera fila, pueden verse como fragmentos o historias parcialesde un gran metarrelato, referido al avance imparable del liberalismo occi-dental, a sus orgenes, consecuencias y avatares, ya se llamen gobierno re-presentativo, rgimen constitucional, tercer estado, civilizacin, opinin p-blica o espritu del siglo (3).

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    (2) Pero no todas las especulaciones sobre los orgenes del liberalismo procedan de plu-mas amigas. En uno de las primeros ensayos hostiles en donde se esboza una historia satricade los liberales, leemos que, aunque bautizados en Cdiz, en todos los siglos hubo liberalesy segn algunas opiniones Adn y Eva fundaron el liberalismo cuando estuvieron bajo el r-

    bol, aunque no falta quien piensa que el verdadero fundador de la secta fue Leviatn, o in-cluso Satans (Prodigiosa vida, admirable doctrina, preciosa muerte de los Venerables Her-manos, los Filsofos Liberales de Cdiz. Su entierro y oracin fnebre, por D. F. A. y B., fil-sofo de antao, Cdiz, 1813, pg. 9). JUSTO PASTOR PREZ, annimo autor del Diccionariorazonado manual, haba ya sealado igualmente a Adn como el fundador de los liberalesde la tierra (Cdiz, 1811, pg. 9).

    (3) Algunos ttulos de esa clase de literatura histrico-poltica, a manera de ejemplo:

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    De los textos ms tericos de esa amplia literatura histrica ir decantn-dose poco a poco el relato cannico de una supuesta genealoga poltica e in-telectual del liberalismo. Dicho canon, levemente retocado por los historia-

    dores del pensamiento de finales del ochocientos, ser confirmado y consa-grado en lo esencial no sin ciertas variantes nacionales por loshistoriadores clsicos del liberalismo en pleno siglo XX. Y es curioso obser-var cmo ese relato se ha mantenido en sus grandes lneas a lo largo de casidos siglos. Por ejemplo, como ha notado J. J. Sheehan, es sorprendente cons-tatar hasta qu punto el conocido libro de F. Watkins sobre la tradicin pol-tica de Occidente coincide en sus orientaciones generales con una de las pri-meras historias filosficas del liberalismo, publicada en lengua alemanaen 1823. El autor de esta ltima obra, el filsofo kantiano W. T. Krug, al

    igual que lo har ms de cien aos despus el profesor norteamericano, utili-za el liberalismo como un instrumento ideolgico de temporalizacin, y seremonta nada menos que hasta Platn y Jenofonte en busca de unos impro-bables orgenes (4) (el dato es revelador de la manera en que los liberales eu-ropeos del primer tercio del siglo XIX se vean a s mismos como la encarna-cin del progreso, de la modernidad y de una larga marcha triunfal de la ra-zn histrica que haba comenzado en la Grecia antigua). En cierto

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    FRANOIS GUIZOT, Histoire de la civilisation en Europe [1828], Didier, Pars, 1840, y, del mis-mo autor, Histoire des origines du gouvernement reprsentatif en Europe [1821-1822], Di-dier, Pars, 1851; WILHELM TRAUGOTT KRUG, Geschichtliche Darstellung des Liberalismus al-ter und neuer Zeit. Ein historischer Versuch, FU Brockhaus, Leipzig, 1823; HENRY HALLAM,Constitutional History of England, Baudry, Pars, 1827; AUGUSTIN THIERRY, Essai surlhistoire de la formation et des progrs du Tiers-tat, Furne, Pars, 1853; WILLIAMALEXANDER MACKINNON, On the Rise, Progress and Present State of Public Opinion in GreatBritain and Others Parts of the World, Saunders and Otley, Londres, 1828 (2. edic.);FRANCISCO DE PAULA MARTNEZ DE LA ROSA, El Espritu del Siglo, Toms Jordn, Madrid,1835-1851.

    (4) W. T. KRUG, Geschichtliche Darstellung des Liberalismus alter und neuer Zeit, ob.cit.; FREDERICKWATKINS, The Political Tradition of the West. A Study in the Development ofModern Liberalism, Harvard UP, Cambridge Mass., 1948; JAMES J. SHEEHAN, Some Reflec-tions on Liberalism in Comparative Perspective, en Deutschland und der Westen, H.KHLER (ed.), Colloquium Verlag, Berln, 1984, pgs. 44-58. La obra de Krug no es ajena aun ambiente intelectual tradicionalmente interesado en el mundo helnico, inters que sinduda el alzamiento por la independencia griega de 1821 haba contribuido a acrecentar. El li-

    bro de Watkins, por su parte, hay que inscribirlo en el particular contexto intelectual de la se-gunda posguerra, y significa una apuesta decidida por la recuperacin del liberalismo comotradicin poltica esencial del mundo occidental, frente al desafo del totalitarismo. Unaapuesta que ser retomada por la naciente ciencia poltica norteamericana en los aos 60:JOHN GUNNELL, The Archaeology of American Liberalism, Journal of Political Ideologies,6/2, 2001, pgs. 125-145.

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    peridico constitucional madrileo de la dcada de 1820 encontramos la si-guiente frmula que sintetiza de modo insuperable esta visin perfectamenteteleolgica del devenir histrico: el liberalismo, escribe Alberto Lista,

    est ligado a la esencia de las sociedades europeas (...): es el resultado detoda la historia antigua y moderna. (...) La libertad es el producto de la civili-zacin (5). A ms de un siglo de distancia, en un momento particularmentesombro de la historia europea, Harold Laski probablemente hubiera podidosuscribir a grandes rasgos estas afirmaciones del erudito espaol. En su fa-moso ensayo The Rise of European Liberalism (1936), este autor ofreca unapretado panorama de los orgenes de una corriente de pensamiento que, dela Reforma a la Revolucin francesa, haba marcado profundamente los h-bitos mentales de los europeos. No por aparecer inequvocamente ligada a

    una clase la burguesa, ni por abogar por su necesaria superacin me-diante un nuevo orden social, el socialista Laski dejaba de considerar queel liberalismo ha sido durante los ltimos cuatro siglos [sic] la doctrina porexcelencia de la civilizacin occidental (6).

    No es preciso decir hasta qu punto en los ltimos aos esa nueva moda-lidad de escepticismo que solemos asociar a la posmodernidad ha erosiona-do estos planteamientos. El generalizado descrdito de los grandes rela-tos, unido a la puesta en entredicho de las categoras de totalidad, continui-dad y causalidad implcitas en este tipo de historias, e incluso el

    cuestionamiento del propio concepto de origen histrico, han hecho tam-balearse cualquier certidumbre al respecto. Sucumbir a la quimera del ori-gen, nos advierte Roger Chartier, supone, entre otras cosas, une qute sansfin des commencements (...) et quelle annule loriginalit de lvnement,suppos dj prsent avant mme son avnement (7).

    Bajo esta nueva luz crtica, hoy nos damos cuenta de que gran parte de lahistoriografa acerca del liberalismo que hemos heredado de los siglos XIX yXX presenta serios problemas e insuficiencias, y sus conclusiones ya no nossatisfacen. Y es que, al construir un concepto civilizacional y casi antro-polgico de liberalismo occidentalaltamente tributario de ese relato arquet-pico de sus orgenes, dicha historiografa ha difuminado y obliterado en ex-ceso las diferencias entre los distintos momentos, contextos y experiencias

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    (5) Origen del liberalismo europeo, El Censor, nm. 35, 31-III-1821, pgs. 321-341.(6) Cito por la versin en espaol: El liberalismo europeo, FCE, Mxico, 1939, pg. 9.(7) MICHEL FOUCAULT, LArchologie du savoir, Gallimard, Pars, 1969; MICHEL

    FOUCAULT, Nietzsche, la gnalogie, lhistoire (1971), Dits et crits, Gallimard, Pars,1994, t. II, pgs. 136-156; ROGER CHARTIER, La chimre de lorigine. Foucault, les Lumireset la Rvolution franaise, en Au bord de la falaise (Lhistoire entre certitudes et inquitu-de), Albin Michel, Pars, 1998, pgs. 132-160.

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    nacionales. Unas diferencias que slo salan a relucir cuando se trataba deestablecer una especie de jerarqua entre liberalismos exitosos del Atlnticonorte anglfono, y las versiones ms o menos defectuosas, incompletas o

    fracasadas de los liberalismos de la Europa continental y mediterrnea, ascomo de la Amrica Latina. De ah que nos parezca indispensable proyectaruna nueva mirada, una mirada ms histrica, sobre el pasado del liberalis-mo. Pues, en la medida en que la historiografa al uso ha tomado frecuente-mente como punto de partida cierta definicin prescriptiva y apriorstica deliberalismo, adolece de falta de historicidad.

    Para dar una respuesta adecuada a las nuevas incgnitas no basta con ad-mitir, como ya suele hacerse, que la pluralidad de experiencias liberales dif-cilmente nos permitira seguir manejando el concepto de liberalismo en sin-

    gular (8). Habra que tener el valor de dar un paso ms y reconocer que,puesto que todos los conceptos en que se resume semiticamente un proce-so [histrico] escapan a la definicin: slo es definible lo que no tiene histo-ria (9), y obrar en consecuencia.

    EL PRIMER LIBERALISMO: CDIZ, 1810-1814

    De acuerdo con esta aguda observacin nietzscheana, en las pginas que

    siguen intentaremos una aproximacin histrico-conceptual, todo lo despro-vista de prejuicios y apriorismos de que seamos capaces, al liberalismo espa-ol in statu nascendi. Dejaremos a un lado el liberalismo como conceptonormativo, como categora terica o como cuerpo doctrinal, para tratar deexhumar los primeros estratos semnticos de las voces inmediatamente rela-cionadas con este rea conceptual tal cual fueron utilizadas en aquellos mo-mentos inaugurales por los sujetos involucrados en la accin. Lo que preten-demos por tanto no es llegar a una definicin quintaesenciada del liberalis-mo espaol de primera hora que eventualmente nos permitiera luegoencasillarlo o medir su grado de ajuste con cualquiera de los esquemas clasi-ficatorios o idealtpicos existentes, sino dar cuenta de un complejo procesosemntico que atribuy distintos, muchas veces contradictorios, significados

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    (8) MANUEL SUREZ CORTINA (ed.), Las mscaras de la libertad. El liberalismo espaol,1808-1950, Marcial Pons Historia, Madrid, 2003; RICARDO ROBLEDO, IRENE CASTELLS yMARA CRUZ ROMEO (eds.), Orgenes del liberalismo. Universidad, poltica, economa, Uni-versidad de Salamanca, Salamanca, 2003.

    (9) FRIEDRICH NIETZSCHE, Zur Genealogie der Moral[1887], II, 13; cito por la versinespaola de PABLO SIMN, Genealoga de la Moral, en Obras Completas, Prestigio, BuenosAires, 1970, III, pg. 941.

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    polticos a los sustantivos castellanos liberaly liberalismo a lo largo de lasprimeras dcadas del ochocientos. Nuestro anlisis emprico del conceptode liberalismo en esta etapa ascendente de su recorrido decimonnico se

    apoyar casi exclusivamente en fuentes primarias de carcter discursivo, lamayora de las veces altamente polmicas, y descansa sobre el supuesto deque intentar comprender lo mejor posible a qu llamaban liberalismo los es-paoles de esa poca, lejos de ser un ejercicio anodino de erudicin filolgi-ca, es una excelente manera de acercarse a los cuadros mentales que estruc-turaban la poltica decimonnica para quienes vivieron en presente aquellasexperiencias.

    Aunque con el tiempo se convertira en un cluster-conceptfundamentalde la modernidad, creemos que en ese momento el liberalismo, una nocin

    poltica oscura, discutida y en construccin, empezaba a ser pese a todo unconcepto vivido como una identidad poltica fuerte por parte de algunos co-lectivos que, precisamente por utilizar habitualmente cierto tipo de discursoarticulado sobre un puado de nociones clave libertad, igualdad, sobera-na nacional, reforma, constitucin, representacin, opinin pblica..., sevean a s mismos como liberales, y as eran identificados tambin por quie-nes no pertenecan al grupo.

    Nuestro trabajo aspira a ocupar su lugar en una nueva historia comparadade los liberalismos en Europa y en Amrica, desde una perspectiva que ten-

    ga muy en cuenta el componente semntico y la diversidad de contextos na-cionales y de coyunturas polticas (y con ellas, la multiplicidad de culturas,experiencias y expectativas que subyacen en todo concepto). La incorpora-cin de esta nueva sensibilidad poltico-conceptual y lingstica al estudiode este asunto ha experimentado recientemente un fuerte impulso gracias so-bre todo a algunos trabajos de Jrn Leonhard (10). Sin embargo, la insufi-ciente atencin que este autor ha prestado al mundo hispnico imprescin-dible en ese gnero de estudios comparativos por diversas razones hacenecesario y urgente elucidar ciertos puntos oscuros, y matizar y corregir al-

    gunas de sus conclusiones (11).

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    (10) JRN LEONHARD, Liberalismus. Zur historischen Semantik eines europischen Deu-tungsmusters, R. Oldenbourg, Mnich, 2001. Vase tambin los artculos del mismo autor:From European Liberalism to the Languages of Liberalisms: The Semantics ofLiberalism inEuropean Comparison, Redescriptions. Yearbook of Political Thought and Conceptual His-tory, 8 (2004), pgs. 17-51; Linguaggio ideologico e linguaggio politico: allorigine del ter-mine liberale in Europa, Richerche di Storia Politica, VII/1, 2004, pgs. 25-57.

    (11) En el libro citado de LEONHARD se ponen en paralelo los casos francs, ingls, ale-mn e italiano, pero pese a que naturalmente contiene numerosas referencias al mundo his-

    pnico no dedica un apartado especfico al concepto de liberalismo en la Espaa del si-

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    Porque, digmoslo claramente, por mucho que algunos hayan tratado dever liberales en la Revolucin francesa o en la Glorious Revolution inglesa(e incluso antes, en tiempos del Renacimiento y la Reforma), antes de las

    Cortes de Cdiz no haba liberales, esto es, no haba un colectivo humanoque se identificase con ese nombre. Ciertamente haba novatores, jansenis-tas e ilustrados espaoles; whigs, radicals y utilitarians ingleses (como an-tes haba habido country party, levellers y diggers); haba tambin patriotes,girondins, jacobins, idologues y bonapartistes franceses, illuminati, giaco-bini, napoleonisti y carbonari italianos, pero no haba liberales. Los prime-ros liberales fueron espaoles, espaoles de Europa y espaoles americanos,y fueron as bautizados por los gaditanos en el otoo de 1810, precisamentea causa del lenguaje que solan utilizar. Durante las primeras discusiones

    parlamentarias en esta singular asamblea atlntica, en especial sobre la liber-tad de imprenta, recuerda el conde de Toreno, manifestronse abiertamentelos partidos que encerraban las Cortes, los cuales, como en todo cuerpo deli-berativo, principalmente se dividan en amigos de las reformas, y en los queles eran opuestos. El pblico insensiblemente distingui con el apellido deliberales a los que pertenecan al primero de los dos partidos, quiz porqueempleaban a menudo en sus discursos la frase de principios o ideas libera-les; y de las cosas, segn acontece, se pas a las personas (12).

    Otro testigo directo, protagonista igualmente de los acontecimientos,

    Agustn Argelles, ofrece un relato muy similar, observando que la raznpor la que empez a llamarse liberales a los afectos al restablecimiento delgobierno representativo no fue otra que la frecuencia con que se usaba enlas discusiones y debates la palabra liberal, no slo en su sentido lato, sinocon especialidad para expresar todo lo que por su espritu y tendencia cons-piraba al establecimiento y consolidacin de la libertad (13).

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    glo XIX. Ahora bien, la precocidad de los liberalismos ibricos e hispano-luso-americanos,unida a su enorme magnitud y trascendencia histrica, convierten esta omisin en una negli-gencia difcilmente disculpable. Baste decir que, en el captulo de fuentes utilizadas, Leon-

    hard menciona apenas una docena de folletos mexicanos de los aos 1820 bajo el epgrafe deFuentes espaolas y sudamericanas [sic] (Liberalismus, ob. cit., pg. 655). Para un breveresumen de la evolucin histrica del concepto en la Espaa decimonnica remitimos a nues-tro artculo Liberalismo, en colaboracin con JUAN FRANCISCO FUENTES (Diccionario polti-co y social del siglo XIX espaol, Alianza, Madrid, 2002, pgs. 413-428).

    (12) JOS MARA QUEIPO DE LLANO, Historia del levantamiento, guerra y revolucin deEspaa [1835-1837], Madrid, ed. de L. Augusto de Cueto, BAE LXIV, Madrid, Atlas, 1953,pg. 303; VICENTE LLORNS, Notas sobre la aparicin de liberal, Nueva Revista de Filolo-ga Hispnica, XII, 1958, pgs. 53-58.

    (13) Examen histrico de la reforma constitucional que hicieron las Cortes Generales yExtraordinarias, Impr. de Carlos Wood e hijo, Londres, 1835, I, pgs. 476-479. Segn

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    Sea como fuere, a estas alturas no cabe ninguna duda razonable de que elprimerliberalismo realmente existente fue un producto del laboratorio pol-tico-conceptual que la crisis de la monarqua borbnica puso en accin en el

    Atlntico hispano a principios del siglo XIX. Ciertamente el adjetivo liberalse usaba ya con relativa frecuencia en sentido poltico, tanto en espaol o eningls como, sobre todo, en francs [recurdese la famosa proclama de Bo-naparte del 19 Brumario del ao VIII apelando a les ides conservatrices,tutlaires, librales (14)], mas nunca antes esta palabra se haba usadocomo sustantivo para referirse a un partido o grupo de opinin, tal cual em-pez a hacerse en Cdiz, e inmediatamente despus en otras ciudades penin-sulares y americanas. Aunque algunas veces encontramos tambin otras ex-presiones con un valor similar como partido libre, secta filosfica,

    partido de los amigos de la libertad o partido reformador, ser el sintag-ma partido liberal la denominacin que har fortuna. Se trata, adems, deuna etiqueta la primera denominacin partidaria no personalista, puestoque su referente es estrictamente discursivo o ideolgico que, si bien ini-cialmente parece haber sido impuesta desde fuera al colectivo aludido, te-niendo en cuenta su carcter positivo, fue rpidamente aceptada por los asdenominados, que se reconocieron en ella de buen grado. Mxime desdeque, poco despus, al difundirse unos mordaces versos del poeta EugenioTapia, se populariz el sustantivo serviles para denominar a sus adversariospolticos dentro del campo patriota (i. e., entre los rebeldes contra el rey in-truso Jos Bonaparte) (15), lo que otorgara a ambas denominaciones unafuerte carga emocional.

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    MARCELINO MENNDEZ PELAYO, se les llam as porque siempre llevaban el nombre de liber-tad en los labios (Historia de los heterodoxos espaoles [1880-1882], BAC, Madrid, 1967,2. edic., vol. II, pg. 710).

    (14) FERDINAND BRUNOT, Histoire de la langue franaise des origines 1900, A. Colin,Pars, 1937, t. X, pgs. 660-661; GUILLAUME DE BERTIER DE SAUVIGNY, Liberalism, Nationa-lism and Socialism: The Birth of Three Words, The Review of Politics, Indiana, 32/2, 1970,

    pgs. 147-166; R.-L. WAGNER, Rflexions naves propos des dictionnaires, Cahiers deLxicologie, XXVII, 1975, pgs. 81-106; JUAN MARICHAL, Espaa y las races semnticasdel liberalismo, Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, nm. 11, 1955,

    pgs. 53-60; del mismo, The French Revolution background in the Spanish semantic changeof liberal, Yearbook of the American Philosophical Society, Filadelfia, 1955, pgs. 291-293;MARA TERESA GARCA GODOY, Las Cortes de Cdiz y Amrica. El primer vocabulario liberalespaol y mejicano, 1810-1814, Diputacin de Sevilla, Sevilla, 1998, pgs. 271 y ss.; JRNLEONHARD, Linguaggio ideologico e linguaggio politico, art. cit.

    (15) El efecto custico de esos versos aparece reforzado al haber separado Tapia en esetexto germinal las dos slabas de un trmino de suyo peyorativo, antnimo del hombre libre,con un pequeo guin (ser-vil), lo que en espaol sugiere un juego de palabras que identifica

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    Este uso del nombre liberalen sentido poltico salt prontamente a Ma-drid y al resto de las ciudades ibricas e hispanoamericanas. Y, desde la pe-nnsula, pas en un tiempo relativamente breve al resto del viejo continente,

    de manera que apenas una dcada despus Von Haller poda constatar quemuchos revolucionarios haban adoptado le nom de libraux; et ce mot,qui dabord navait t employ quen Espagne, retentit soudain dun boutde lEurope lautre (16). En cuanto a la voz liberalismo, que ya se usa enEspaa desde 1811, slo lleg a ser un trmino corriente en Europa a partirde los aos 30 y su significado no se refera simplemente a una corriente po-ltica especfica opuesta en ese momento sobre todo a la reaccin (y tambina otros dos grandes -ismos polticos rivales cuyas denominaciones empiezana difundirse en la misma poca: socialismo y conservadurismo), sino a una

    actitud espiritual generalizada y difusa, que enseguida pretendi abarcartoda la poltica europea moderna, y aun el conjunto de la civilizacin occi-dental. En cualquier caso, como etiqueta partidaria, liberal atraves muypronto los Pirineos y el Atlntico, si bien al comienzo se usaba casi exclusi-vamente en lengua espaola, o al menos con la grafa espaola del vocablo.Ya en 1811, Jos Mara Blanco White, en su peridico londinense, se refiereal partido que se llama filosfico o liberalen Espaa (17), y apenas un aodespus encontramos las primeras ocurrencias de esta expresin en la Am-rica anglfona. Nos referimos a cierto Dilogo sobre la independencia de laAmrica espaola que vio la luz en Filadelfia en 1812, acompaado de otrosfolletos polmicos (18), en lo que probablemente constituye la primera apa-

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    a los antiliberales con la vileza. Por otra parte, sobre la contraposicin liberales vs. servilesgravita la distincin medieval entre artes liberales y artes mecnicas o viles, as como,ms lejanamente, segn observ B. J. GALLARDO, la vieja tradicin romana de los estudios li-

    berales (Diccionario crtico-burlesco, Imprenta del Estado-Mayor General, Cdiz, 1811,pgs. 88-90).

    (16) CARL LUDWIG VON HALLER, De quelques dnominations de partis, pour servir lintelligence des journeaux et de plusieurs autres crits modernes, Ginebra, 1822, cit. J.LEONHARD, Liberalismus, pgs. 271-272. En un tono ms descriptivo y menos polmico, M.de Marliani poda ratificar dos dcadas ms tarde que le mot libralest devenu europen,comme qualification politique (Histoire politique de lEspagne moderne, Wouters, Raspoetet Cie., Bruselas, 1842, t. II, pg. 96).

    (17) El Espaol, nm. XX, Londres, 30-XI-1811, pg. 134. En este mismo artculoBlanco White se refiere al partido opuesto como iliberalo preocupado [i. e., cargado de pre-

    juicios], en lugar de usar la denominacin usual, fuertemente peyorativa, de partido servil(ibid., pg. 150).

    (18) Dilogo sobre la independencia de la Amrica espaola, entre un entusiasta libe-ral y un filsofo rancio, Impr. de T. y J. Palmer, Filadelfia, 1812. Este folleto da la rplica aun manifiesto anterior publicado igualmente en la capital de Pensilvania por un diputado delas Cortes reunidas en Cdiz, Jos lvarez de Toledo, teniente de navo de la Armada y repre-

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    ricin impresa del nombre liberalen los Estados Unidos (aparicin que, aligual que haba sucedido en Inglaterra en el peridico de Blanco, no fue eningls, sino en espaol).

    En realidad, aunque los testimonios coinciden casi unnimemente en queliberal y liberalismo nacieron en 1810-1811, a la vista de cierto impreso se-villano existe una duda razonable sobre si esta aparicin pudo ser anterior. Ajuzgar por el ttulo y el contenido del folleto Confrontacin de los antiguoscon los modernos liberales, varias veces reeditado en distintas ciudades, pa-rece que las denominaciones de partido liberales y serviles pudieran haberseacuado con anterioridad. En dicho opsculo, de tono marcadamente cleri-cal, su autor arremete contra los modernos liberales, pero entre los perso-najes espaoles a quienes imputa tal condicin no hay alusin alguna a los

    liberales gaditanos, lo que nos hace sospechar que la primera edicin de estetexto fue anterior a la reunin de Cortes. El annimo panfletista, en efecto,dirige sus dardos contra los ministros Godoy, Urquijo y Caballero, esto es,contra el crculo gubernamental de afrancesados de la ltima fase del reina-do de Carlos IV, en buena sintona con Bonaparte: todos ellos, siempre se-gn el autor, enemigos de la Iglesia y dignos sucesores de antiguos libera-les como los Wiclef, Lutero, Maquiavelo, Federico II de Prusia, Voltaire,Rousseau y DAlembert, mientras que a contrario, los modernos servilesseran los defensores de la Iglesia catlica, en especial de las rdenes religio-

    sas (19).Desde los primeros meses de 1811 y hasta la cada del rgimen constitu-

    cional, en mayo de 1814, el empleo masivo de los conceptos polmicos libe-rales y serviles sirvi de fulcro a toda una literatura de combate que da lamedida del encono entre revolucionarios y tradicionalistas. Sobre el teln defondo de la obra legislativa de las Cortes, los debates y decretos principalesasuncin por la asamblea de la soberana nacional, decreto sobre libertadde imprenta, Constitucin de 19 de marzo de 1812, abolicin de la Inquisi-

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    sentante por la Isla de Santo Domingo, titulado Manifiesto o satisfaccin pundonorosa a losbuenos Espaoles Europeos y a todos los pueblos de Amrica, y sera contestado a su vez porel opsculo Contestacin a la carta del Indio Patriota, con algunos reflexiones sobre el di-logo entre el Entusiasta Liberal, y el Filosofo Rancio y sobre las notas annimas con que hasalido reimpreso el Manifiesto de D. Jos lvarez de Toledo, A. J. Blocquerst, Filadelfia,1812.

    (19) Confrontacin de los antiguos con los modernos liberales; de los antiguos con losmodernos serviles, sobre la extincin de los frailes, Sevilla, s. a. [1808?]. Puesto que las de-nominaciones liberales y serviles tan slo aparecen en el encabezamiento, cabe la posi-

    bilidad de que este pliego, que conoci varias reediciones en 1812, se redactase con anteriori-dad, y que el editor se limitase a aadir el ttulo al imprimirse por primera vez.

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    cin, etc. fueron acompaados de un auge inusitado de la prensa polticay, con ella, de la puesta en prctica de una incipiente opinin pblica, unconcepto poltico bsico que se entenda generalmente primero como heral-

    do y luego como imprescindible complemento de la representacin nacio-nal (20). Una verdadera avalancha de artculos periodsticos, libros, folletos,pequeas piezas teatrales, poemas y epigramas elevaron el enfrentamientoentre liberales y antiliberales, que a menudo adopta la forma de una luchade diccionarios, a muy altas cotas de animadversin mutua (21). La vvidadescripcin de ambos bandos que encontramos en un famoso texto tituladoGuerra poltico-literaria entre liberales y serviles, fuertemente sesgada enfavor de los primeros, permite comprender que mientras los reformadores,defensores de la constitucin y la libertad, de donde han tomado el nom-

    bre de liberales, se ven a s mismos como relativamente poco numerosos,pero muy activos en los medios periodsticos (y han adoptado como divisala libertad de la Patria), aquellos salvajes que apellidamos serviles, por-que combaten por la servidumbre han llegado a componer un copiosoejrcito, y se atrincheran detrs de gruesos tomos en folio (22). Segn

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    (20) RICHARD HOCQUELLET, Linvention de la modernit par la presse. La constitutionde lopinion publique en Espagne au dbut de la Guerre dIndpendence, en Lavnement delopinion publique. Europe et Amrique, XVIIIe-XIXesicles, JAVIER FERNNDEZ SEBASTIN yJOLLE CHASSIN (coord.), LHarmattan, Pars, 2004, pgs. 163-180; JAVIER FERNNDEZSEBASTIN, The Awakening of Public Opinion in Spain. The Rise of a New Power and theSociogenesis of a Concept, en Opinion, PETER-ECKHARD KNABE (ed.), European ScienceFoundation-Berlin Verlag, Berln, 2000, pgs. 45-79; IGNACIO FERNNDEZ SARASOLA, Opi-nin pblica y libertades de expresin en el constitucionalismo espaol (1726-1845),Giornale di Storia Costituzionale, 6, 2003, pgs. 195-215.

    (21) Los ms importantes lexicones ideolgicos de este tipo fueron sin duda el Diccio-nario razonado manual para la inteligencia de ciertos escritores que por equivocacin hannacido en Espaa (Imprenta de la Junta Superior, Cdiz, 1811, 2. edic.), del diputado absolu-tista Justo Pastor Prez, al que le respondi el escritor liberal Bartolom Jos Gallardo, a lasazn bibliotecario de las Cortes, con su famoso y muchas veces reeditado Diccionario crti-co-burlesco (Imprenta del Estado-Mayor General, Cdiz, 1811), en donde pretenda asentarel idioma de la libertad frente a la lengua de los esbirros del despotismo espiritual (ibid.,

    pg. x). Ambos diccionarios dieron origen a un resonante debate que hizo correr mucha tinta.Bastante anterior es el Nuevo vocabulario filosfico-democrtico: indispensable para todoslos que deseen entender la nueva lengua revolucionaria, escrito en italiano por Lorenzo Igna-cio Thiulen (publicado originalmente en 1799) y traducido al espaol por el dominico Fr.LUCIANO ROMN (Viuda de Vzquez y Compaa, Sevilla, 1813). Al final del Trienio liberalvio la luz el opsculo annimo titulado Gerigonza liberalesca. Cuaderno primero. Ensayo deun diccionario neolgico para inteligencia del lenguaje revolucionario, formado de lo msselecto de los peridicos y folletos publicados en la luminosa poca de la libertad, imprentade E. Aguado, Madrid, 1823.

    (22) Guerra poltico-literaria entre liberales y serviles, y preliminares de paz que pro-

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    otras definiciones, mientras el liberal es el amigo de que el ciudadano gocede aquella justa libertad que slo le sujeta a la razn, o lo que es lo mismo, ala ley que es hija de sta, el servil es, como indica su nombre, un amigo de

    la esclavitud (23). As planteada, la opcin entre jvenes escritores defen-sores de la libertad, por un lado, y clrigos y hombres de letras chapados ala antigua, enemigos de las luces y apologistas de la tirana, por otro, ofrece-ra pocas dudas. Estaramos pues frente a un ejemplo paradigmtico de loque Reinhart Koselleck ha llamado conceptos contrarios asimtricos (asy-mmetrischer Gegenbegriffe) (24). En este caso, se trata de dos designacionesantagnicas que escinden el espacio ideolgico en dos bandos hostiles. Aho-ra bien, en la medida en que la iniciativa de esta designacin es unilateral ypartidista, la divisin es fuertemente asimtrica, de manera que los que la su-

    fren pasivamente se sienten inevitablemente aludidos, pero no se reconocena s mismos en la calificacin insultante que les ha sido adjudicada por susadversarios. La gran ventaja de esta forma maniquea de construccin/exclu-sin identitaria reside en su eficacia retrica y emocional de cara a la movili-zacin. Frente al polo liberal, que acapara la virtud y el patriotismo, sus ad-versarios serviles, cargados con todas las lacras y frecuentemente tildados defacciosos, aparecen como enemigos irreconciliables. La identificacin ba-sada en el par de conceptos contrarios asimtricos partido liberal / partidoservil fortalece, pues, en una primera instancia al nosotros reformista y, enun universo poltico desprovisto de cualquier infraestructura organizativa decarcter partidario, hace de ese nosotros los liberales (expresin que encon-tramos ya en los textos de la poca) un polo de atraccin para sus simpati-

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    pone un aventurero, Semanario Patritico, 29-VIII-1811, pgs. 125-129. El annimo autorde este artculo, que se edit posteriormente como impreso independiente, y fue reproducidoasimismo en otros peridicos (como El Redactor General, 3-IX-1811 o la Aurora de Chile,4-VI-1812), propone reservar a los liberales el derecho exclusivo a escribir peridicos, de-clarando a los serviles espurios en la repblica literaria. Para El Filsofo Moderno los li-

    berales son aquellos que quieren hacer ver a los espaoles el camino claro y sencillo denuestra felicidad poltica y moral (El Amigo de los Sabios o Ilustracin literaria, Quader-no, nm. 2. En que es trata sobre el sistema de los Liberales y Anti-Liberales o Serviles, cu-yos dos partidos tienen juego entre los individuos que forman nuestras Cortes, Granada,1813, pg. 2). Entre los numerossimos textos que, desde diferentes posiciones ideolgicas,ofrecen al lector una imagen en blanco y negro de liberales y serviles, a menudo recurriendo aepigramas y composiciones poticas ligeras, destacamos los versos publicados en el DiarioMercantil de Cdiz, 24-VI y 5-VII-1813, y en El Redactor General, 13-IV-1812.

    (23) Definicin de las voces liberal y servil, Diario Mercantil de Cdiz, 14-II-1814.(24) REINHART KOSELLECK, Vergangene Zukunft. Zur Semantik geschichtlicher Zeiten,

    Suhrkamp, Frncfort, 1979 (versin espaola: Futuro pasado: para una semntica de lostiempos histricos, Paids, Barcelona, 1993, pgs. 205-250).

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    zantes. Abundan las evidencias de que, gracias a la beligerancia implcita enesa conceptualizacin, ampliamente difundida por cientos de periodistas yfolicularios, en la Espaa de 1810 a 1814 los liberales llegaron a percibirse a

    s mismos como una comunidad poltica e ideolgica, como una vigorosaunidad de accin.

    Los serviles contrarrestaron esta tctica mediante diversos expedientesretricos. En primer lugar, revisaron el significado de ambos trminos y en-sayaron en diversas ocasiones la mudanza de unas denominaciones tan des-favorables, transmutndose a s mismos en verdaderos espaoles y a susoponentes en libertinos [o incluso, ms adelante, tratando de invertir porcompleto la atribucin de ambas etiquetas, liberales y serviles (25)]. En se-gundo lugar, procuraron restar importancia a un concepto servil que les

    era tan pernicioso, proponiendo otras clasificaciones o bloques alternativos(afrancesados frente a legtimos espaoles, por ejemplo). Por ltimo, seesforzaron por alterar el color normativo de esas designaciones partidis-tas (26). Pero la estrategia fundamental del contraataque ultrarrealista con-sisti en plantear la batalla en el terreno religioso, mucho ms propicio para

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    (25) Aplicacin de las voces de serviles y liberales, con alguna cosilla sobre la causadel diez de marzo en Cdiz, porEl soldado adulador, Jerez de la Frontera, 1821. Frente a lainteresada identificacin de liberales y libertinos por parte de los serviles, el annimo autor decierto folleto mallorqun distingue claramente unos de otros, denuncia a los libertinos y sos-tiene que los verdaderos liberales, a imagen y semejanza del liberalsimo Jesucristo, re-

    prueban los privilegios y el despotismo y procuran promover por todos los medios posiblesla felicidad de los ciudadanos (El verdadero filosofismo en defensa de la religin, que paraconfusin de los libertinos da a la luz pblica un filsofo liberal, Mallorca, 1813, pgs. 2-3).Desde posiciones opuestas, Alvarado haba sostenido con anterioridad que los verdaderosderechos del hombre se hallan en el Evangelio y que Jesucristo fue el primer servil (CartaPrimera del Filsofo Rancio, Cdiz, 1813, 3. edic., pg. 32; Carta XLIV del Filsofo Rancio.Explica el legtimo sentido de la proposicin: los frailes estn muertos al mundo, y da unaidea genuina de los serviles y liberales, Sevilla, 1814, pgs. 34-35).

    (26) Algunos ejemplos de estas operaciones retricas en El Censor General, nm. 21,1811; El Filsofo de Antao, nm. 23, 1811; Los liberales o los filsofos del da, sin mscaray sin rebozo, Cdiz, 1811; Introduccin de la voz liberal en Espaa, segn la acepcin o sig-nificado que tiene en el da, El Procurador General de la Nacin y del Rey, nm. 322,18-VIII-1813. Carta XLIV del Filsofo Rancio, ob. cit., pgs. 31-35. Clarn que llama a losliberales a juicio: discurso inserto en el Procurador General de la Nacin y del Rey el dia 20de marzo de 1814, Mlaga, [s.a.]. Las estrategias que acabamos de enumerar sucintamente secorresponden grosso modo con las cuatro modalidades de redescripcin retrica propuestas

    por Quentin Skinner, y que Kari Palonen ha sintetizado como sigue: a) reconceptualizacin(revisin del significado); b) renominacin (mudanza del nombre); c) reponderacin (cambiodel peso o de la significacin del concepto); y d) reevaluacin (alteracin del color normati-vo) (Politics of Renaming, Redescriptions. Yearbook of Political Thought and ConceptualHistory, 8, 2004, pgs. 5-7).

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    sus objetivos propagandsticos. Esta maniobra que ya haba sido ensayadacon xito algunos aos antes, durante la guerra contra la Repblica francesa(1793-1795) reconvirti la disputa poltica en una guerra teologal, una

    suerte de cruzada en la que los absolutistas podan dirigir contra sus oponen-tes dicterios como jacobinos y filsofos modernos, pero sobre todo expresio-nes de cuo eclesistico tales como herejes, impos, atestas, jansenistas ofrancmasones (27). Con todo, la eficacia retrica de esta retahla de califica-ciones igualmente asimtricas esgrimidas desde el bando monrquico-cleri-cal contra los constitucionalistas parece haber sido, en razn de su mismaabundancia, menor que la conseguida por sus opositores liberales, a travsde sus constantes denuncias del servilismo, utilizado sistemticamente comodesignacin insultante. En todo caso, a travs de las sucesivas campaas po-

    ltico-religiosas lanzadas por los tradicionalistas en estos aos contra la li-bertad de imprenta, en defensa del Santo Oficio, en contra de la Constitu-cin, etc., la contribucin de los sectores antiliberales a la construccin ydifusin de cierto concepto peyorativo de liberalismo est lejos de ser desde-able. En efecto, as como los liberales tuvieron un papel muy importante enla construccin del contraconcepto de servilismo, las cartas pastorales de al-gunos obispos y los folletos, diccionarios, alocuciones y peridicos antilibe-rales contribuyeron a la plasmacin de un estereotipo negativo del liberalestereotipo que llevaba aparejadas ciertas notas como la juventud e inex-

    periencia, la ociosidad y el oportunismo, la charlatanera hueca y la frivoli-dad, la aficin a frecuentar tabernas y cafs y, sobre todo, el seguimiento ser-vil de modelos forneos, y por ende a perfilar hasta la caricatura la ideamisma de liberalismo que circul en determinados ambientes populares yeclesisticos en esos aos agitados (28).

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    (27) Naturalmente, esta retrica se inspiraba en la abundante literatura antiilustrada ycontrarrevolucionaria de finales del siglo XVIII, en especial en la influyente teora conspirativadel abate BARRUEL (Mmoires pour servir lhistoire du jacobinisme, 1797-1798). Entre lostextos ms tempranos y difundidos de esta literatura, casi siempre de factura clerical, se cuen-tan La falsa filosofa (1775-1776) del padre jernimo F. DE ZEBALLOS, El Filoteo (1776) delmonje cisterciense A. J. RODRGUEZ, El soldado catlico (1794) del capuchino Fray Diego deCdiz, o las Causas de la Revolucin francesa (1794), del jesuita HERVS Y PANDURO. Estos

    planteamientos fueron actualizados para las circunstancias concretas de la revolucin de C-diz por el capuchino R. DE VLEZ (Preservativo contra la irreligin, 1812; Apologa del Altary del Trono, 1818) y el dominico F. DE ALVARADO (Cartas crticas del Filsofo Rancio,1810-1814), as como porla Instruccin pastoral de los ilustrsimos obispos de Lrida, Tor-tosa, Barcelona, Urgel, Teruel y Pamplona al clero y pueblo de sus dicesis (Mallorca,1813), entre otros; JAVIER HERRERO, Los orgenes del pensamiento reaccionario espaol,Alianza, Madrid, 1988, 2. edic.

    (28) No deja de ser sintomtico al respecto que una parte sustancial de los impresos pu-

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    Del conjunto de folletos, comedias y poemas satricos hostiles al libera-lismo se desprende la imagen burlesca del liberal como un varn de aspectoatildado, preocupado por su atuendo y por su apariencia fsica, que cultiva

    ciertas habilidades sociales, atrevido con las damas y, sobre todo, que sesirve sistemticamente de un peculiar lenguaje que incluye el uso frecuentey enftico de palabras altisonantes como ley, nacin, ciudadana o constitu-cin. En la mayora de los casos se tratara, adems, de escritores muy jve-nes y sin verdadera formacin, de pseudosabios y publicistas osados, estoes, de semiintelectuales especializados en la redaccin de peridicos y pape-les de bajo coste, a travs de los cuales han logrado penetrar en ciertos secto-res populares hasta entonces sometidos al influjo ideolgico exclusivo de loseclesisticos, para difundir sus perniciosas doctrinas (29). En fin, la imagen

    del liberalismo como el mayor monstruo del mundo, y de los filsofos li-

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    blicados en estos aos que llevan en el ttulo las palabras liberalo liberalismo estn redacta-dos desde posiciones antiliberales. Y entre los autores que usan ms frecuentemente estas vo-ces est sin duda F. Alvarado, como puede observarse por algunos de los ttulos de sus cle-

    bres cartas: La maza de Fraga sobre los filosofastros liberales del da, o Cartas crticas delFilsofo Rancio, que impugna a la antigua y no a la francesa, los aplaudidos dictmenes delos ms acreditados liberales reunidos en Cdiz, Madrid, 1812; Prodigiosa vida, admirabledoctrina, preciosa muerte de los Venerables Hermanos, los Filsofos Liberales de Cdiz,foll. cit. Alvarado insiste en la que ser una de las acusaciones ms repetidas contra el libera-lismo por parte de los publicistas ms influyentes del tradicionalismo a todo lo largo del si-glo XIX: haber sabido disimular arteramente, tras una fachada lxica tradicional, una semnti-ca y una prctica poltica revolucionarias. Adems, si entendemos por liberal el promotor y

    propagador de las ideas liberales, en todos los tiempos ha habido revoltosos y sediciosos,i. e., liberales. As, F. DE ALVARADO, citando a SAN AGUSTN (Confesiones, libro IV, cap. 1),observa que en su juventud el obispo de Hipona se dej seducir por las doctrinas que llamanliberales, y, apoyndose en CHATEAUBRIAND (Genio del Cristianismo, III. parte, libro II, cap.6), sostiene que la expresin ideas liberales es de origen ingls, atribuyndosela en concre-to a CROMWELL (Carta XLIV del Filsofo Rancio, Sevilla, 1814, pgs. 43-45).

    (29) Vase, por ejemplo, el soneto Pintura de un liberal, por El burln, s. l., s. a. [c.1812]. En cierta comedia pardica representada en Cdiz en respuesta a otra titulada Los Ser-viles, se presenta a un grupo de jvenes escritores a la moderna, seguidores de Voltaire,Rousseau, Condillac y Maquiavelo, como hbiles manipuladores de palabras que engaan al

    pueblo y logran medrar vendiendo papeluchos (Los liberales o los filsofos del da, sinmscara y sin rebozo, Cdiz, 1811). La presentacin como pseudo sabios y papeluchis-tas que escriben para comer, en son de escribir para ensear y manipulan a los ignorantes,en Un espaol imparcial a los llamados liberales y serviles, por F. N. de R., Cdiz, 1812,

    pg. 2. Vase tambin G. F., Reflexiones sobre la libertad de la prensa, Cdiz, 1810,pgs. 20-22; THOMAS BOU, Quatre conversas entre dos personatges dits Albert y Pasqual: enlas que ab un estil sensill acomodat a la capacitat dels menos instruits y en decimas, se atacala impietat y sistema constitucional, publicadas en diferents epocas, Imprenta de la Viuda yFills de Anton Brusi, Barcelona, 1830.

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    berales como falsos hombres de bien y diablos predicadores que hanvenido a sembrar la discordia y la divisin entre los espaoles es difundida atravs de numerosos impresos, en muchos de los cuales el liberalismo filo-

    sfico aparece como un verdadero sujeto poltico, dotado de proyectos e in-tenciones malvolas y de una inslita capacidad de accin (30). En la mayo-ra de esos textos se hace una defensa cerrada de la nacin catlica espaola,se sugiere que su autntica Constitucin es el Evangelio y se reitera por acti-va y por pasiva que la verdadera libertad y la verdadera ciudadana slo seencuentran en el catolicismo (31).

    Con la abolicin de la Constitucin de Cdiz mediante el decreto dadopor Fernando VII en Valencia el 4 de mayo de 1814, a su regreso a Espaa,los absolutistas ms beligerantes sentirn que ha llegado la hora del desqui-

    te. Un lenguaje desagarrado, violentamente anticonstitucionalista, caracteri-za a la prensa ultra del momento, que clama por el completo exterminio delos liberales: stos aparecen en muchos textos de 1814 como el mal absolutoy, entre chanzas, se incita al rey a acabar con la obra jurdica gaditana, sepide el juicio sumarsimo contra los malvados, y su erradicacin definitivapor el bien de la nacin catlica (32).

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    (30) Dcimas por un ingenio granadino a los Srs. Liberales, rematando en ttulos deComedia, Sevilla, 1814. [EZEQUIEL SALAMANCA], Conseqencias funestas del liberalismo en

    puntos de moral y religin. Carta a un condiscpulo, Segovia, 1814. Este folleto es, que sepa-mos, el impreso ms antiguo en cuyo ttulo se contiene la voz castellana liberalismo (tambinconocemos un folleto antiliberal editado en 1822 en lengua catalana que contiene el trminoliberalisme). En francs, la palabra libralisme aparece por primera vez en el ttulo de un fo-lleto cinco aos despus que el pionero espaol (Examen du libralisme par un libral, Pars,1819); en ingls (liberalism), en 1823; en alemn (Liberalismus), igualmente en 1823; y enitaliano (liberalismo), en 1832.

    (31) Variedades, artculo comunicado de F. A. de C., Gazeta de la Junta Superior deLa Mancha, 15-VIII-1812. El propio concepto de libertad poltica de los liberales estaba fuer-temente imbuido de la cultura y de la moral catlicas: JOS MARA PORTILLO, La libertad, en-tre Evangelio y Constitucin, en J. M. PORTILLO, y J. M. IURRITEGUI (eds.), Constitucin en

    Espaa. Orgenes y destinos, CEPC, Madrid, 1998, pgs. 139-177.(32) Dilogo familiar entre un espaol servil y un ciudadano liberal, El Procurador

    General de la Nacin y del Rey, 22-IV-1814. Psame a los liberales, Sevilla, 1814; Juicio delos liberales, s. l., [1814]; Catecismo liberal y servil con la deduccin de estas doctrinas en lajuiciosa que conviene a la felicidad espaola, escrito por el C. N. S. y Y., Segovia, 1814;Examen imparcial de serviles y liberales, su origen, sus vicios, su diferencia de carcter yciertas seas particulares para conocerlos, Madrid, 1814; Consejo a los liberales por un re-formador arrepentido, s. l., 1814; Religin. Patria. Fernando. Marica anti-liberal, Madrid,1814. Vase tambin, entre las ltimas respuestas desde el lado liberal: Conferencia de dos li-berales o amigos de la Constitucin sobre el papel titulado Vindicacin de la Inquisicin es-crita por un taqugrafo, Palma, 1814.

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    Las tmidas llamadas a la reconciliacin en 1813 y primeros meses de1814 parecen haber tenido muy poco eco en ambos bandos: la visin enblanco y negro que se desprende de los discursos dominantes da testimonio

    de la enorme tensin de un universo poltico-ideolgico fuertemente polari-zado, marcado por rotundas descalificaciones mutuas (33). Esta imagen bi-polar del espectro poltico liberales vs. serviles no siempre resulta muycongruente con una historiografa actual que ha sacado a la luz la existenciade una mayor riqueza de matices ideolgicos, especialmente entre los dipu-tados en Cortes, as como el sustrato comn de una cultura poltica compar-tida (34).

    En el interior de la cmara, en todo caso, la querella ideolgica a laque no en vano las fuentes de la poca suelen denominar guerra entre escri-

    tores adopt un cariz menos acerbo y ms civilizado. Los debates fueronciertamente muy vivos en ocasiones, pero el diario de sesiones no registraexpresiones de sectarismo poltico tan brutales como la publicstica. Y pues-to que, como observ Toreno, se habl mucho en las Cortes de principios e

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    (33) Haced que se borren si es posible las voces que se han hecho ominosas de servilesy liberales y condenad para siempre al olvido las voces de hereje, francmasn, atesta, etc.,con que imprudentemente habis lastimado la opinin de algunos de vuestros conciudada-nos (Abeja Espaola, nm. 152, febrero 1813). Otras llamadas a la concordia y a la supera-cin de las facciones en El Neutral, as como en el texto Un espaol imparcial a los llamadosliberales y serviles, por F. N. de R., Cdiz, 1812 (MARA CRUZ SEOANE, El primer lenguajeconstitucional espaol (las Cortes de Cdiz), Moneda y Crdito, Madrid, 1968,

    pgs. 166-167, 178 y 189). Desde Londres, BLANCO WHITE sealaba muy oportunamente quela Espaa no slo consta de liberales, sino tambin de serviles, y recomendaba una se-gunda cmara en la que se combinasen las diversas clases, intereses y partidos (El Espaol,VI, VI-1813, pgs. 419-420 y t. VIII, I-1814, cit. JOAQUN VARELA SUANZES, Un precursor dela monarqua parlamentaria: Blanco White y El Espaol (1810-1814), Revista de EstudiosPolticos, 79, 1993, pgs. 110-111). Fernando VII, recordando que los dos partidos tituladosde serviles y liberales sembraron la divisin en Espaa durante su ausencia, en un decreto de26 de enero de 1816 ordena de manera expeditiva que hasta las voces liberales y serviles de-saparezcan del uso comn. La visin en blanco y negro es en este caso algo ms que una me-tfora: en ciertos textos absolutistas los realistas son los blancos, y los liberales, los negros,esto es, los impos (Los liberales de Cdiz en el valle de Josafat, Sevilla, 1814, pg. 7), unadoble caracterizacin de raz religiosa que se agudizar dos decenios despus, con la primeraguerra carlista. Y, contra los intentos de algunos espaoles de fundar un partido tercero queno sea liberal ni servil, a medio camino entre ambos extremos: Carta XLIV del FilsofoRancio, ob. cit., pgs. 31 y 48. Vase tambin FR. JOS VIDAL, Origen de los errores revolu-cionarios de Europa y su remedio, Valencia, 1827, vol. I, pgs. 13-14.

    (34) JOAQUN VARELA SUANZES-CARPEGNA, La teora del Estado en los orgenes del cons-titucionalismo hispnico (Las Cortes de Cdiz), CEC, Madrid, 1983; JOS MARA PORTILLOVALDS, Revolucin de nacin. Orgenes de la cultura constitucional en Espaa, 1780-1812,CEPC, Madrid, 2000.

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    ideas liberales antes de que esta denominacin se aplicase a las personas, noparece ocioso detenernos a examinar un momento el uso del adjetivo liberalpor parte de los diputados.

    Pero antes es preciso decir que sobre tales usos gravita una dilatada histo-ria semntica. Juan Marichal ha insistido particularmente en el largo recorridoprepoltico del sustantivo espaol liberalcon anterioridad a 1810 (pues, a di-ferencia de otras lenguas de cultura, en castellano se usaba esta voz desde ha-ca siglos como sustantivo). Pero hay ms: ser liberal, en lengua castellana,era desde antiguo una virtud moral y ciudadana que aparece unida a la vita ac-tiva y a la moderacin ya en algunos textos polticos y literarios de mediadosdel siglo XV (35). Por otra parte, adems de referirse en su acepcin menosusada a quien con brevedad, presteza e ingenio ejecuta cualquier cosa, la cali-

    dad de liberal durante siglos estuvo muy unida al mundo aristocrtico: aluda aun conjunto de rasgos morales asociados a la autntica nobleza, la caballerosi-dad y la hombra de bien. En el contexto sociopoltico dieciochesco, en parti-cular, un liberal era un hombre educado, seguro de s mismo, libre de prejui-cios, generoso y cosmopolita. Incluso a un rey magnnimo, moderado y pru-dente, atento al bienestar de sus sbditos, poda calificrsele de liberal (36). Yes que la transformacin semntica de liberal, en la fase de transicin entre elabsolutismo declinante y el liberalismo naciente, es inseparable de la meta-morfosis del viejo concepto de honor en el de opinin pblica que precisa-

    mente est teniendo lugar en ese momento. Al igual que esta ltima nocin enla fase incipiente a la que aqu nos referimos, la liberalidad o, como ense-guida se dir, el liberalismo poda entenderse como una virtud comparti-da por gobernantes y gobernados que abra un espacio de encuentro entre elmonarca y los sbditos, lo que minimizaba el riesgo de revoluciones (37).

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    (35) As, en cierto texto de 1458, su autor escribe glosando a Aristteles y su distincinentre aventurana pultica y aventurana contemplativa, que ser liberal e franco e fuertee temperado, e magnfico e magnnimo e justo forma parte de las virtudes de que usan losque biven cibdadanamente. (Pero DAZ DE TOLEDO, Dilogo razonamiento en la muerte del

    marqus de Santillana [1458], A. PONZ Y MELI (ed.), Sociedad de Biblifilos Espaoles, Ma-drid, 1892, pg. 307). Cabe observar que las virtudes de liberalidad y generosidad (o genero-sa, como se deca en el castellano del siglo XV) solan asociarse desde antiguo a la nobleza.Tanto, que en bajo latn generosus equivala prcticamente a noble. Segn el diccionario deAutoridades (1734), la liberalidad constituye una virtud moral prxima a la moderacin, pun-to medio entre los extremos viciosos de la prodigalidad y la avaricia.

    (36) Monarca ms liberal (...) Carlos III Borbn (...). Oracin panegyrica que predicel R. P. Fr. Domingo Garca de le orden de San Agustn (...) el da 4 de noviembre de esteao de 1759 en la (...) villa de Bilbao, en su Iglesia de Santiago Apstol, Bilbao, Impr. Egus-quiza, s. a. [1759].

    (37) JUAN MARICHAL, Liberal: su cambio semntico en el Cdiz de las Cortes, El se-

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    Si, partiendo de tales premisas, contemplamos un poco ms de cerca quentendan por liberalismo los hombres de Cdiz enseguida notamos que elsentido que daban a ese concepto tena una fuerte impronta moral, incluso

    ms que poltica (y desde luego, mucho ms que econmica, aunque no fal-tan alegatos en pro del derecho de propiedad y de la conveniencia de abatirbarreras y monopolios para dar rienda suelta al inters privado). Por lo de-ms, su discurso se asentaba muy a menudo en planteamientos escolsticos,entreverados con algunas ideas muy difundidas de Montesquieu, tpicosrousseaunianos, etc. (de ah que los grupos eclesisticos tradicionales utili-zasen como sinnimos liberalismo y filosofismo, lanzando as sobre sus opo-nentes la acusacin de sostener ideas extranjerizantes). Adems, en no pocasocasiones se evidencia la simpata de esos liberales por el republicanismo

    de la Antigedad (aunque la palabra repblica resultaba ciertamente difcilde utilizar en la poltica corriente despus de la Revolucin francesa: de he-cho, el trmino castellano republicanismo, que empieza a aparecer tambinen esa poca, es casi siempre usado contra los liberales por sus enemigos).La dimensin propiamente individualista, que tanta fuerza habra de cobraraos despus en autores como Constant o Stuart Mill, no estaba del todo au-sente, pero es evidente que no constitua todava el rasgo dominante de lanaciente antropologa liberal.

    Un anlisis pormenorizado de las ms de 200 ocurrencias de la voz libe-

    ral y sus derivados en las sesiones de Cortes (38) revela que a finales de1810 se habla ya de la necesidad de establecer un sistema de gobierno justoy liberal y de fundar una Constitucin sobre principios liberales (gene-ralmente entendidos como los cimientos de un gobierno limitado capaz degarantizar ciertos derechos: libertad, igualdad, propiedad, seguridad) (39).El adjetivo liberalva con ideas, principios, sentimientos, leyes, decretos, le-gislacin, Constitucin, sistema, gobierno, administracin, Estado, cdigo,educacin, autores liberales... pero tambin, en 1812, con ciudadano, hom-bre, nacin o Repblica. El trasfondo moral se hace patente una y otra vez

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    creto de Espaa. Ensayos de historia intelectual y poltica, Taurus, Madrid, 1995,pgs. 29-45; JOS LUIS VILLACAAS BERLANGA, Las races ilustradas del liberalismo, en Elprimer liberalismo: Espaa y Europa, una perspectiva comparada, EMILIO LA PARRA yGERMN RAMREZ (eds.), Biblioteca Valenciana, Valencia, 2003, pgs. 341-362.

    (38) Diario de Sesiones de las Cortes [DSC] Generales y Extraordinarias, Impr. de J.A. Garca, Madrid, 1870-1874, 9 vols.

    (39) Antes incluso de la reunin de Cortes, Alberto Lista haba hablado, en alusin a laJunta Central, del gobierno liberal que dirige la revolucin [de Espaa], refirindose a larebelin contra los franceses (Elogio del Serensimo Seor Don Jos Moino, Conde de Flo-ridablanca, Imprenta Real, Sevilla, 1809).

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    en las intervenciones de los parlamentarios (tambin en autores como Mart-nez Marina). Y es este un rasgo que permanecer en gran parte de los discur-sos polticos a todo lo largo del siglo XIX. Unin, desinters, virtud, patrio-

    tismo, servicio pblico, bien comn... frente a desunin, egosmo o intersparticular. No en vano ser liberalvena ya apareciendo como una cualidadmoral asociada a la vida civil y a ciertas formas de ciudadana centradasms en deberes que en derechos en la literatura castellana de los siglos XVIy XVII.

    En las intervenciones de los diputados en las Cortes, liberalsuele veniremparejado con generoso (40), franco, magnnimo, grande, justo, sabio,prudente, equitativo, imparcial, patriota, recto, suave, dulce, filantrpico, li-bre, racional, moderado, digno..., se asocia tambin con libertad, seguridad

    y prosperidad, publicidad, derechos y libertades (y con la generosidad, lamoderacin, la prudencia, la justicia, la franqueza, la ilustracin, la digni-dad y la magnanimidad); mientras que se opone a iliberal, injusto, despti-co, opresivo, mezquino, privilegiado, absoluto, arbitrario, ignorante, y tam-bin en alguna ocasin se contrapone a jacobino. Es curioso observar, sinembargo, que ya entonces comenz un forcejeo entre conservadores y refor-mistas que se prolongara durante dcadas sobre si los trminos liberaly ja-cobino eran equivalentes, como pretendan los tradicionalistas, u opuestos,como sostenan los liberales (41).

    En cuanto a la genealoga histrica del liberalismo, segn los propios di-putados liberales gaditanos, ellos se reconocan en deuda con autores comoAlfonso X el Sabio, Surez, Santo Toms, Locke o Montesquieu (DSC,16-XI-1811), pero tambin se vean a s mismos como herederos o continua-dores de la Repblica romana (DSC, 31-X-1812), de la Constitucin arago-nesa, de las Comunidades de Castilla, de las instituciones representativas deNavarra y Vascongadas, de Inglaterra (DSC, 14-VIII-1812) y de los EE.UU.(DSC, 12-I-1812). No, desde luego, de la todava reciente Revolucin fran-

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    (40) Antes del giro poltico del trmino, el sentido ms habitual era sin duda este: gene-roso, desprendido: vase, por ejemplo, el sainete de J. I. GONZLEZ DEL CASTILLO titulado ElLiberal (1800).

    (41) Vanse, por ejemplo, las intervenciones de los diputados Ostolaza (DSC,6-VI-1811) y Leiva (DSC, 10-VI-1811). Mientras el primero asocia el liberalismo al revolu-cionarismo de Robespierre, el segundo opone la igualdad racional y legal propia del libera-lismo, a la igualdad jacobina. Para un liberal radical como LVARO FLREZ ESTRADA, el li-

    beralismo espaol de Cdiz es todo lo contrario del jacobinismo: Representacin hecha a S.M. C. el Seor don Fernando VII en defensa de las Cortes [1818], en Obras, II, Atlas, Ma-drid, 1958, BAE CXIII, pg. 178. Flrez contesta implcitamente a Lord Castlereagh, quien

    poco antes, en un discurso en el Parlamento britnico, haba acusado a los liberales espaolesde ser jacobinos de la peor descripcin (vide infra).

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    cesa, que se considera ms bien un contra-modelo y de la que todos ponenbuen cuidado en distanciarse. Aunque la experiencia francesa no haba suce-dido en vano y los diputados liberales son conscientes de la pertinencia de

    tener en cuenta tales antecedentes [pinsese en la evidente similitud de cier-tos artculos de la Constitucin espaola del ao 12 con la francesa de 1791,y las controversias a que esa similitud ha dado lugar (42)], a la vista de losdiscursos imperantes en la cmara parece indudable que este primer libera-lismo se afirma como una va moderada alternativa (y netamente contraria) alos excesos revolucionarios del pas vecino. En cualquier caso, todo eselegado habra sido actualizado, puesto que el pesado fardo de la historia noles impide proclamar en otras ocasiones que la nacin ha recobrado su sobe-rana conforme a la liberalidad y luces del siglo XIX (43).

    Y no pocas veces en su lenguaje se mezclan afirmaciones de corte tpica-mente individualista que asociamos usualmente con eso que suele llamar-se liberalismo clsico con otras netamente republicanas, que exaltan elpatriotismo y la virtud cvica, y condenan el comercio como agente corrup-tor. Ya en la primavera de 1808, observa retrospectivamente Alcal Galianoen sus memorias que los motivos de inspiracin de las primeras juntas pe-ninsulares giraban en buena parte en torno a ese patriotismo a la romana enque se sustentan las doctrinas llamadas liberales en muy alto grado (44).Pero si hay una nota caracterstica de ese primer liberalismo gaditano que ya

    no abandonar al liberalismo espaol a lo largo de toda su trayectoria es lainsistencia machacona en que, como escribir Borrego aos despus, elprincipio liberal, el principio reformador, procede (...) de nuestra propia his-toria; ha tomado cuna en nuestro suelo, en los instintos del pueblo, y no nosviene, como suponen algunos, de una exagerada propensin a imitar las in-novaciones que han realizado otras naciones (45).

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    (42) Para una puesta al da de esta cuestin vase Jean-Ren Aymes Le dbat idologi-co-historiographique autour des origines franaises du libralisme espagnol: Corts de Cadixet Constitution de 1812, Historia Constitucional, 4, 2003: http://hc.rediris.es/cuatro/articu-los/html/02.htm. Sobre la influencia alternativa del modelo ingls, vase JOS M. PORTILLOVALDS, Exista una antigua constitucin espaola? El debate sobre el modelo ingls enEspaa, 1808-1812, en Il modello costituzionale inglese e la sua recezione nellarea medite-rranea tra la fine del 700 e la prima met dell800, Giuffr, Miln, 1998, pgs. 545-585.

    (43) Intervencin del diputado Guridi y Alcocer: DSC, 10-VI-1811.(44) ANTONIO ALCAL GALIANO, Memorias [1886], en Obras escogidas, I, Atlas, Ma-

    drid, 1955, BAE LXXXIII, pg. 349.(45) ANDRS BORREGO, De la situacin y de los intereses de Espaa en el movimiento re-

    formador de Europa. 1848, Impr. de Francisco Andrs y Ca., Madrid, 1848, citamos por laed. de D. GMEZ MOLLEDA, El 48. Autocrtica del liberalismo, Iter, Madrid, 1970, pg. 54.En Espaa se reunieron las primeras Cortes que limitaron en Europa el poder real, escribe

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    Por razones fcilmente entendibles entre ellas, la doble necesidad deafirmar las tradiciones propias frente al influjo francs, en las peculiares cir-cunstancias de la lucha contra Napolen, y de defenderse de las acusaciones

    de afrancesamiento con que les zaheran los absolutistas (46), el afn devincular las ideas liberales con las races de la nacionalidad espaola parecehaber sido, en efecto, una de las obsesiones de los adalides de este primer li-beralismo. Contra las acusaciones de extranjerismo, muchos liberales insisti-rn una y otra vez en que, a excepcin de los tres ltimos siglos de despotis-mo, atribuido precisamente al pernicioso influjo de dos dinastas forneas(Austrias y Borbones), en la Espaa tradicional, la de los reinos medievales,el poder nunca fue absoluto, sino limitado, tanto en el plano institucional(Cortes), como en el plano terico (incluso en los siglos XVI y XVII: Segunda

    Escolstica). Nada ofrece la Comisin en su proyecto, proclamar Arge-lles en su discurso de presentacin del texto constitucional, que no se halleconsignado del modo ms autntico y solemne en los diferentes cuerpos dela legislacin espaola. Y, en efecto, ese enraizamiento del liberalismo enlas capas profundas de la historia patria le lleva a afirmar ms adelante que,teniendo en cuenta la antigua constitucin de Espaa, en punto a libertadcivil, ninguna nacin de Europa puede acaso presentar leyes ms filosfi-cas ni liberales, leyes que protejan mejor la seguridad personal de los ciuda-danos, su honor y su propiedad, si se atiende a la antigedad de su estableci-

    miento, que la admirable constitucin de Aragn (47). Idntica voluntad devincular estrechamente libertad y liberalismo con las ms puras esencias delser hispnico se adivina tras la definicin que propone Gallardo del espaolcomo un hombre fuerte, constante, libre y liberal (48).

    A favor de esta hermenutica libertaria surge toda una literatura histri-co-poltica de carcter marcadamente antidesptico, que, aunque no carecede antecedentes en la Ilustracin (49), es ahora cuando empieza realmente aalzar el vuelo. Esta interpretacin liberal de la historia de Espaa, que alcan-

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    por su parte TOMS ELORRIETA, Liberalismo, Editorial Reus, Madrid, 1926, pg. 10. Los ejem-plos pudieran multiplicarse indefinidamente.

    (46) La voluntad de asimilar a liberales y afrancesados es una constante de la publicsti-ca absolutista durante la guerra de la Independencia. En tales panfletos se presenta muy a me-nudo al propio Napolen como el jefe de toda la secta liberal.

    (47) AGUSTN DE ARGELLES, Discurso preliminar a la Constitucin de 1812, ed. de L.SNCHEZ AGESTA, CEC, Madrid, 1989, pgs. 67 y 96.

    (48) Diccionario crtico-burlesco, ob. cit., s. v. Liberales, pgs. 88-90. El nfasis esdel autor.

    (49) MARIO ONAINDA, La construccin de la nacin espaola. Republicanismo y nacio-nalismo en la Ilustracin, Ediciones B, Barcelona, 2002.

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    zar su apogeo a mediados de siglo con la obra cannica de Lafuente, pre-senta ms de un punto en comn con la interpretacin whigde la historia deInglaterra y tiene en la Teora de las Cortes (1811) de Martnez Marina una

    de sus obras ms tempranas y emblemticas (50). Ms de medio siglo antesde que Lord Acton considerase a Toms de Aquino el primer expositor de lateora whigde la revolucin, Martnez Marina haba citado elogiosamente elDe regimine principum para justificar el alzamiento del pueblo contra la tira-na, y el clrigo constitucionalista Villanueva, en el Cdiz de las Cortes, ha-ba asegurado por su parte que esos diputados que oigo llamarliberales sonlos restauradores del lenguaje poltico del Santo Doctor [i. e., del aquinaten-se] en nuestra Monarqua (51).

    EL LIBERALISMO ESCINDIDO (1820-1833): UN CAMPO DE BATALLA SEMNTICO

    Proclamada de nuevo la Constitucin en marzo de 1820, una segundaavalancha de peridicos y folletos de todo tipo, todava mayor que la de1808, iba a sumergir a la sociedad espaola en una nueva marea de politiza-cin general. Durante el decisivo trienio 1820-1823, en efecto, las fuerzaspolticas recurrieron a un amplio repertorio de medios propagandsticos: ca-tecismos polticos, dilogos, romances, poemas y canciones (incluso a veces

    en lenguas distintas del castellano, como propone El Liberal del Campo,para el caso de Catalua). Tambin pequeas obras de teatro. Tenemos cons-tancia, por ejemplo, de que piezas breves como Los liberales y el egosta ola Constitucin vindicada, El Labrador constitucional o la familia liberaldel campo, y La boda por alambique o examen de liberales, fueron repre-sentadas en Vergara, Lugo y Tarragona en junio y agosto de 1820, y a finales

    Revista de Estudios Polticos (nueva poca)ISSN: 0048-7694, Nm. 134, Madrid, diciembre (2006), pgs. 125-176 149

    JAVIER FERNNDEZ SEBASTINLIBERALES Y LIBERALISMO EN ESPAA, 1810-1850 ...

    (50) MODESTO LAFUENTE, Historia General de Espaa, Madrid, 1850-1867, 30 vols.FRANCISCO MARTNEZ MARINA, Teora de las Cortes o grandes juntas nacionales de los reinosde Len y Castilla [1813], ed. de JOS ANTONIO ESCUDERO, Junta del Principado de Asturias,

    Oviedo, 1996. Algo ms tarda, la historiografa de inspiracin whigse desarrolla sobre todoa partir de la aparicin en los aos 1840 de la Historia de Inglaterra de Macaulay, extendin-dose al menos hasta comienzos del siglo XX, cuando Lord Acton publica pstumamente suHistory of Freedom and Other Essays, Londres, MacMillan, 1907: HERBERT BUTTERFIELD,The Whig Interpretation of History, G. Bell and Sons, Londres, 1931.

    (51) The History of Freedom in Christianity [1877], en Selected Writings of LordActon, ed. J. RUFUS FEARS, Liberty Classics, Indianapolis, 1985, vol. I, pg. 34; FRANCISCOMARTNEZ MARINA, Discurso sobre el origen de la monarqua [1813], que sirvi de intro-duccin a Teora de las Cortes, ed. cit., vol. I, 34, pg. 16; JOAQUN LORENZO VILLANUEVA,Las anglicas fuentes o El tomista en las Cortes [Cdiz, 1811], Imp. de lvarez, Madrid,1849, Primera parte, pg. 71.

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    de 1822, respectivamente (52). Restablecido el absolutismo en la pennsulapor la intervencin de la Santa Alianza (abril de 1823), el ltimo decenio delAntiguo Rgimen en Espaa supondr la interrupcin sbita de ese proceso

    de politizacin. Como es sabido, el progresivo deshielo del rgimen absolutoen los ltimos aos del reinado fernandino, slo dar paso a su superacindefinitiva tras la muerte del monarca.

    La sucesin de coyunturas polticas se refleja, por supuesto, en el caudalvariable de libros, folletos y peridicos que acerca del liberalismo van vien-do la luz a lo largo de todos esos aos. A este respecto puede ser interesantey significativo levantar un sencillo inventario cronolgico de los impresosque llevan en su encabezamiento las palabras liberal, liberales o liberalismo(o sus equivalentes) en los distintos espacios poltico-lingsticos de Europa

    occidental durante la primera mitad del siglo XIX. Por el momento, aadire-mos a los datos cuantitativos que recientemente nos ofreci Jrn Leonhardreferentes a Francia, Alemania, Gran Bretaa e Italia, los nmeros inevi-tablemente provisionales relativos al caso espaol. Si los datos globalesson en s mismos reveladores, el desglose cronolgico permite apreciar la di-ferencia de tempos, las sincronas y dcalages entre los distintos pases (53).

    150Revista de Estudios Polticos (nueva poca)

    ISSN: 0048-7694, Nm. 134, Madrid, diciembre (2006), pgs. 125-176

    JAVIER FERNNDEZ SEBASTINLIBERALES Y LIBERALISMO EN ESPAA, 1810-1850 ...

    (52) RAMN ARNABAT MATA, La revoluci de 1820 i el Trienni Liberal a Catalunya,

    Eumo, Vic, 2001, pgs. 153-156. El Liberal Guipuzcoano, 7-VII-1820; Gaceta de Madrid,28-VIII-1820. Algo posterior parece la Tragedia para los serviles y sainete para los liberales,de JOSEP ROBRENYO.

    (53) Los datos correspondientes a Francia, Alemania, Gran Bretaa e Italia han sido to-mados de la obra de LEONHARD, Liberalismus, pgs. 574-578. Para el caso espaol, en lo sus-tancial los datos son el resultado de una exploracin sistemtica de los principales catlogos

    bibliogrficos disponibles en lnea, adems de otros impresos de diversa procedencia. Anas, en un trabajo anterior contabilic un total de 89 tems [JAVIERFERNNDEZ SEBASTIN, Re-volucionarios y liberales. Conceptos e identidades polticas en el mundo atlntico, en Las re-voluciones en el mundo atlntico, M. T. CALDERN y C. THIBAUD (coords.), Taurus, Bogot,2006, pgs. 215-250, pg. 235]. Sin embargo, tras comprobar las referencias recogidas e iden-

    tificar de manera ms precisa los impresos, he dejado a un lado 10 tems dudosos, de modoque la cifra resultante asciende hasta el momento a 79 para todo el perodo 1808-1845 (en esemismo lapso cronolgico se publicaron en Francia otros 79 impresos, por 28 impresos en losEstados alemanes, 20 en el Reino Unido y 15 en los Estados italianos). Respecto a su distribu-cin cronolgica, conviene aclarar que el solitario impreso que he insertado hipotticamenteen el ao 1808 se refiere al folleto citado en nota 19 (si dicho impreso no correspondiese a eseao, habra que aadirlo a la cuenta del ao 1812). En todo caso, y dado que no se trata ni mu-cho menos de un recuento exhaustivo de las fuentes impresas del perodo, parece razonablesuponer que las cifras reales de impresos que vieron la luz en la pennsula durante esos aosfueron muy superiores a las aqu recogidas. En estas cifras no hemos incluido los impresoscorrespondientes a la Amrica espaola (particularmente numerosos en Mxico).

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    Basta un somero examen de estas cifras para apreciar la magnitud del

    error de no tener en cuenta el liberalismo espaol a la hora de abordar un es-tudio comparado de los nacientes liberalismos europeos (y algo similar di-ramos de la necesidad de incluir el mbito iberoamericano en el estudio delos liberalismos occidentales). El ritmo general de aparicin de los impresosen estos cinco espacios de Europa occidental queda bastante perfilado. Demanera global, esto es, en el conjunto de Europa occidental, se observan enesa primera mitad del ochocientos tres perodos de auge publicstico del li-beralismo: el primero, de 1812 a 1815 (con un total de 41 impresos); el se-gundo, de 1819 a 1824 (68 impresos); el tercero, de 1830 a 1835 (66 impre-

    sos). En los dos primeros (y muy especialmente en la primera fase) la apor-tacin espaola a esas cifras es muy importante (el 78 y el 35 por 100 deltotal, respectivamente). Sin embargo, cabe observar que el trendgeneral dela publicstica liberal espaola, con tres picos en 1812-1814 (momento gadi-tano), 1820-1823 (segundo perodo constitucional) y 1833-1837 (victoriadefinitiva del constitucionalismo), es claramente descendente, al contrariode lo que sucede con la publicstica europea en general, sobre todo con lafrancesa (con tres picos sucesivos, de perfil levemente ascendente, en tornoa 1815, 1822 y 1830, para el caso de Francia; 1814, 1821 y 1831 para el con-junto de Europa occidental). Los casos de Gran Bretaa (que destaca por un

    Revista de Estudios Polticos (nueva poca)ISSN: 0048-7694, Nm. 134, Madrid, diciembre (2006), pgs. 125-176 151

    JAVIER FERNNDEZ SEBASTINLIBERALES Y LIBERALISMO EN ESPAA, 1810-1850 ...

    Libros y folletos sobre liberalismo en varios pases europeos, 1808-1845

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    1843

    1844

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    Italia Alemania Gran Bretaa Francia Espaa

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    nivel bastante discreto y sostenido de publicaciones), Italia (con muy esca-sos impresos, concentrados sobre todo en la primera mitad de la dcada de1830) y Alemania (grosso