lezama: paleta y metáfora

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Selección de Carlos L. Zamora y Elda González

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Edición: Carlos L. ZamoraCorrección: Ana María CastellanosDiseño interior y maquetación : Elda González MesaCubierta: Elda González Mesa sobre dibujo de MarianoRodríguezDigitalización de originales: Dayami Padrón Martínez

© Sobre la presente edición, 2006Biblioteca Nacional José Martí

ISBN 959-7137-35-6

BIBLIOTECA NACIONAL JOSÉ MARTÍAve. de Independencia y 20 de Mayo,Plaza de la Revolución, Apartado Postal 6882.Ciudad de La Habana, Cuba.

Asesoría: Araceli García Carranza

Consultantes: Carmen Avellé (Colección Lezama Lima)

Ileana Ortega (Bibliografía)

Lezama: paleta y metáfora / Sel. CarlosZamora y Elda González. –La Habana :Biblioteca Nacional José Martí, Eds. Ba-chiller, 2006.– 64p.– (Colección Arca)

MANUSCRITOSPOESÍADIBUJOS

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Índice

BREVÍSIMO INTROITO

Carlos L. Zamora / 7

LEZAMA Y SU BIBLIOTECA COMO DRAGÓN

Araceli García Carranza / 12

LEZAMA, PINTURA Y POESÍA

Reynaldo González / 12

LETRAS CUBANAS

José Lezama Lima / 20

ODA A JULIÁN DEL CASAL

José Lezama Lima / 23

ANGEL GAZTELU: LIGERO PALPABLE

José Lezama Lima / 31

[A LAS LUCES DE AHORA]José Lezama Lima / 37

[NIEBLA FUGA DE ÁLAMOS]José Lezama Lima / 39

RAYA Y PEZ EN EL PAPEL RAYADO

José Lezama Lima / 41

PARA SAURA

José Lezama Lima / 44

[LOS AMIGOS...]Mariano Rodríguez / 46

[QUEDA ESCRITA]Eliseo Diego / 48

[Querido Lezama Lima:]Nicolás Guillén / 49

LEZAMA PERSONA

Roberto Fernández Retamar / 51

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Brevísimo introito

En medio del homenaje, diríase gozoso, a Paradiso por cuarenta añosde fecunda vitalidad, Ediciones Bachiller ofrece, como platillo de pos-tre paladeado en la memoria y la conversación, textos y dibujos tocadospor el espíritu lezamiano. Nacidos unos de su intelecto, otros, de suscofrades, parecieran rezumar la savia maravillosa de Trocadero 162.

Reconocidos o apenas disfrutados por el lector cubano, las obras se-leccionadas de la Colección Lezama Lima, de la Biblioteca Nacional, yde prestigiosos y generosos colaboradores, apuestan por la degusta-ción más que por el hartazgo. En el afán de acogernos a la aureolaluminosa del gran escritor, ofrecemos una muestra de estos diálogosintensos entre poesía y pintura, tan comunes en su anecdotario y carospara sus testigos, que dispuestos en distinta mesa convidan a nuevosapetitos.

Paleta y tintero infinitos el propio Lezama, sigue sumando deudores en-tre las nuevas hornadas de artistas e intelectuales. Y si a ello contribui-mos nos sentiremos más que recompensados.

Carlos L. Zamora

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Lezama y su biblioteca comodragón

Una de las colecciones más valiosas que atesora la Biblioteca NacionalJosé Martí es la Colección José Lezama Lima. Colección integrada pormanuscritos, mecanuscritos, fotos, recortes de prensa y libros y folletos,procedentes de su biblioteca personal.

Nuestra Biblioteca ejerce el control bibliográfico más completo de laobra del autor de Paradiso no sólo por poseer este tesoro del cual essensible custodio, sino porque desde 1970 incluyó en sus principaleslíneas de investigación bibliográfica la compilación de toda su obra im-presa. Esta tarea se retoma en los años 90, sin desdeñar las compilacionesrealizadas en otros países al incorporar y reconocer los aportes de losdistintos bibliógrafos, que hasta esa fecha trataron de describir la obralezamiana.

En 1998 la editorial Arte y Literatura publica la bibliografía descrita,analizada y sistematizada desde 1937.

El propósito fundamental de este control bibliográfico ha sido desbrozarel camino a estudiosos, críticos e investigadores, camino seguido por laRevista de la Biblioteca Nacional José Martí la cual en su número3-4 del año 2000 publica el primer suplemento que completa la obraprimera. Nuevos suplementos serán necesarios en el futuro, en la medi-da que siga creciendo su movimiento editorial porque la obra de Lezama,conocida y reconocida por las generaciones presentes y futuras, crecerá.

Otro aspecto del control bibliográfico que ha ejercido la BibliotecaNacional José Martí sobre esta obra es mediante la confección del ca-tálogo correspondiente a su biblioteca personal, contentiva en muchos

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casos de libros filosóficos, literarios e históricos con anotaciones de supuño y letra, fuentes inapreciables para los análisis intertextuales queaún requiere el universo literario de José Lezama Lima.

Su biblioteca es presencia viva e inapresable en su creación literaria. Ensu ensayo Las eras imaginarias: La biblioteca como dragón al igualque Goethe en el siglo XVIII estudia desde su actitud occidental la filoso-fía taoísta que legara Lao Tsé.

La Biblioteca como dragón para devorarla y asimilarla, al leer desci-frando e imaginar agregando como claves de su obra, nos permite ase-gurar aún más lo implícito recuperado desde la lectura del múltiple lectorque siempre se propuso ser, hasta lograr representar la intensidad de laimagen a partir de lo explícito, acumulación erudita de sus meditadaslecturas que lejos de convertirlo en fuentista lo han convertido para siempreen uno de los grandes creadores de América y del mundo.

Araceli García Carranza

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Lezama, pintura y poesía*

En el caso de José Lezama Lima estamos tratando la obra de alguiencaracterizado por el acercamiento a la cultura con peculiar fruición. Re-sulta difícil discernir dónde concluye el paladeador de la cultura y co-mienza a actuar el creador, pues confluyen en similar goce. Riñendo conruidos ambientales —que quienes visitamos ahora su casa, hoy conver-tida en biblioteca, reconocemos no como metáfora sino golpeante rea-lidad—, desde la modesta tenacidad que lo distinguiera, elaboró la tramade su poesía, es decir, de su obra total. Siempre he visto la creación deLezama como un cuerpo donde la ebullición poética cohesiona mil fle-chas disparadas. Partió de la contemplación y de la investigación másaleatorias para alcanzar los peldaños cimeros de esa obra que se ofrecehoy al estudio, no a la veneración. Digo esto como en otras ocasionessoslayé la incondicionalidad admirativa para procurar el acercamientomeditado. La veneración suele distanciar, dejar en nicho intocado lo queexige que se le penetre en sus peculiaridades. El estudio acerca si seejerce con sentido creador y no repitiendo fórmulas desde la impostaciónprofesoral, algo que cuadra mal al quehacer lezamiano. Eso quedaría enexaltación de su grandeza, sí, pero una grandeza ignota, difícil de enca-jar en un conjunto que se desea ver solo desde ángulos propicios. Seríala aceptación de un bien cultural pero no su juiciosa apropiación.

Lezama Lima, llamado Maestro por muchos —y el suyo fue magisterionatural, aglutinador de sensibilidades para empresas de ediciones y de-gustación de cultura—, es el que menos asimila etiquetas socorridas.Exige, eso sí, el acercamiento que no ambicione una totalización, unadefinición fácil. La obra de Lezama sigue ahí, a la espera de nuevos

* Ensayo publicado originalmente en UNIÓN (La Habana) (3) : 20-30; jul.-sept.,1987. (Posteriormente En su: El ingenuo culpable.--La Habana : Ed. Letras Cuba-nas, 1988)

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abordamientos, y posiblemente sea el reto mayor de nuestro legadoliterario. Hoy, a zancadas raudas, propongo un recorrido por sus pági-nas como con la “mirada oblicua” que nos enseñara a valorar. Acerqué-monos a observaciones que nos dejó en su ensayística y que de algunayuxtapuesta manera reaparecen en pasajes de sus libros de ficcióny de poesía.

Ya en Analecta del reloj leemos: “La distancia de la poesía al poema esintocable. Sus vicisitudes pueden soportar hasta ser novelables. La poesíaes el punto volante del poema. Su trayecto es como una espiral seme-jante al cielo estrellado de Van Gogh”.1 En tan breve fragmento coinci-den el abordamiento de lo poético como sustancia que se desea apresar,reto que seduce y cuya corporeización es el poema, más una anuncia-ción de la novela: de la poesía y del poeta como entes novelables. Tam-bién, y es lo que hoy nos interesa subrayar, el símil entre realizaciónpoética y plástica, algo que acompaña por mucho tiempo lasexplicitaciones de Lezama Lima para hacer comprensible su llamadoSistema Poético del Mundo. Lo subrayable es que esa “espiral seme-jante a...” en el resto de la obra deviene esencial, ya no solo símil para laargumentación. Ese Van Gogh que en septiembre de 1888 intenta apre-sar en color la dispersión hipertrofiada del cielo de Arles desde unainterpretación sui generis, El Greco del apostolado, o el Brueghel don-de paisajes invernales o de estío cobran significación de crónica yfantasmagoría, el Bosco inquietante en su paraíso-infierno donde se su-man connotaciones que hoy desentrañamos con torpeza, el Zurbarán debrillos suculentos, el Matisse de contrastadas aventuras coloristas, elPicasso que sintetiza una época en búsquedas sucesivas, y toda unasuma de maestros de la pintura universal que no cesan de incorporarsea sus páginas casi como protagonistas, ya sea en los jugosos párrafosensayísticos, en la novela o el poema, irán trascendiendo la ejemplarizaciónque desea atraer, se convierten en ideas de sí. Cuando el señor feudalretomado por Lezama accede a la campiña donde sus siervos interrum-pen labores para admirarle el gesto altivo, una bonhomía quizás atribui-da por la ingenuidad, la referencia de Brueghel el Viejo queda omitida,

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pero está implícita: realidad pretérita, ejemplo y saboreo de la imagen sehan sumado en una suerte de gobelino transitable.

Todo se sazona con el condimento de la poesía, pues le da cuerpo, elconjunto adquiere palpitación. Cuando nos describe comidas historia-das o vividas, es como si observáramos bodegones de la escuela másdetallista. El paisajismo romántico de nuestro siglo XIX, procurado porLezama para instalar en él la aventura del verbo, es como un recorridoque incluye por igual la paleta y la metáfora. Y así hasta las disquisicionesde Fronesis y Champollion sobre el aduanero Rousseau, en OppianoLicario,2 donde Zequeira ha de coincidir en una fiesta de la elocuenciacon Braque, el Libro de horas del duque de Berry o Juan Gris. Lapoesía queda sinonimada a la pintura, ya no solo en ejemplos. La pintu-ra supera allí su manida condición de referencia de épocas: es tambiénmateria combustible para la acción de la imagen en el tiempo. Loejemplifica un texto de extraordinario significado para la penetración delcorpus cultural cubano: “Paralelos: La pintura y la poesía en Cuba (si-glos XVIII y XIX)”. Al invitarnos a un viaje singular que compara poesía ypintura, recurre a un ardid de narrador que sirve al analista:

Antes de saltar embebido las clavijeras amarras, el misteriososurcador Cristóbal Colón se aposenta demorado frente a unostapices. Ha cruzado una poderosa llanura, lo que debe haberleproducido la sensación de una navegación inmóvil, está en un ex-tremo de Castilla la Vieja y entra para oír misa de domingo en laCatedral de Zamora. Siente la grandeza de uno de los más her-mosos tapices que existen, que compite con dignidad castellanacon La dama y el unicornio, de Cluny.3

Para describirnos el tapiz, Lezama recuenta la guerra de Troya, el raptode Helena. Sentimos el ulular de la batalla junto a la tienda de Aquiles.Soslayamos, para no interrumpirlo en sus funciones, al doncel rubio quesostiene las tensas riendas del caballo del héroe. Más que ver, sentimos.

Y así, entre conversaciones accidentadas por la lucha y admiracionespor las sedas del tapiz, se evoca a Catay y Cipango, cuanto inflamara la

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mente de quien sería declarado Almirante en el mar y virrey de las tierrasque hallase, luego de una travesía que cambió lo que hasta entonces seconocía como la Historia. Con él iniciamos un viaje que irá tocandopoesía y pintura, fusionadas en el origen de lo ilusorio posible. Paraentonces Lezama enuncia su juego:

Cuando el Almirante va recogiendo su mirada de esos comba-tes de flores, de esas escaleras que aíslan sus blancos comoaves emblemáticas, del arquero negro cerca de la blancura quejinetea Tanequilda, y las va dejando caer sobre las tierras quevan surgiendo de sus ensoñaciones, se ha verificado la primeragran transposición de arte en el mundo moderno. De esos tapi-ces ha saltado a tierra, y los blancos fantasmales, las cabellerasde las doncellas y los arqueros sombríos han comenzado a per-seguirlo y arañarlo.4

Esa imaginería deberá complementarse en tierras de Indias. Con ellacomo alimento para su febril ansiedad, comenzará Cristóbal Colón suviaje. Luego lo hallamos en las encontradas brisas caribeñas. En el co-mienzo de la historia ha estado la poesía de la mano de la plástica. Pin-tura y poesía, en algunos momentos como elemento de ejemplarización,en otros concediéndole al arte del color significados de exploración enconnotaciones definitorias de lo poético. Son constantes en la obra y enla vida de Lezama Lima. De los cuadros que solo conoce por reproduc-ciones y cuyas referencias le son entregadas en libros de interpretación,pasa a la pintura que le es dado conocer, la herencia pictórica cubana—que vincula con la creación literaria de cada momento pretérito— y laobra de sus contemporáneos. Pocos escritores del Continente han vin-culado tanto sus días y sus obras con el trabajo pictórico como LezamaLima. La revista Orígenes, sus ilustraciones, el vínculo afectuoso e inte-lectual con talentos plásticos y musicales, le entregaron la cercanía deesas obras que nacían al mismo tiempo que la propia. Por eso definió ala revista y al grupo Orígenes como taller renacentista, donde el conjun-to se signaba por la relación de diferentes expresiones de cultura y des-embocaba en charlas y páginas sucesivas.

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En la obra de Lezama, además de la significación proteica atribuida a lapintura, en vínculo tan estrecho con la poesía que va más allá de laejemplificación, a los significados, está la presencia de la plástica comouna constante subrayable. Además de las referencias implicadas en susargumentaciones, en Analecta del reloj aparece un nombre que devendráinsistente: Cautelas de Picasso.5 En Tratados en La Habana el desfilede lo pictórico trascendido por el verbo poético comienza con curiosi-dades de gourmet: El bodegón prodigioso.6 En su celda monacal frayJuan Sánchez Cotán ofrece a Lezama una posibilidad de establecer pa-ralelos en un terreno que le resulta harto preferido: las golosinas de lamesa. Velázquez y Zurbarán riñen allí con la modestia del fraile, entre losbrillos de las naranjas, perniles tentadores y algunas uvas que contribu-yen a una digestión, pasaje tan agradecido por el paladar como por lapoesía. Pocas páginas más allá, el banquete deviene dionisiaco con Ba-lada del turrón.7 Esencias, la vieja miel del camino, almendros genero-sos y otros regocijos tientan a dioses griegos que frecuentan un paisajelunado del Bosco y un tapiz de Bagdad. Allí, un texto breve dejamagnificada la muerte de Matisse,8 otro enfrenta el nervioso trazopicassiano en unos ángeles recientes, que el poeta observa en una revis-ta sorprendida en escaparates habaneros.9

Tratados en La Habana inicia el ya perdurable festín lezamiano con laplástica de Cuba. Epifanía del paisaje10 parece un pretexto para asu-mir el color, la luz, las deliciosas sombras de la Isla, sus transparenciasde un azul cándido y un verde húmedo, destinadas a apresar todas lasvariantes del iris. El paisaje existe como transmutación del color, que lodefine y recrea. La paleta del pintor panea sobre valles de intimidadacariciable, bahías donde comulgan la marisma y la vegetación en unaneblina que degusta el ojo entrenado. Son los tintes y texturas que ali-mentarán a los pintores insulares en sus búsquedas y aventuras, en elamoroso cuidado que teje el poema lezamiano El arco invisible deViñales,11 para una tradición interiorizada y vivida.

El poeta entrecruza referencias. Si en Pintura preferida12 estudia dostelas tan diversas como L’Atelier, de la portuguesa Vieira da Silva, y Le

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passage du commerce Saint-André, de Balthus, casi por azar, porquelas ha podido admirar en álbumes que recalan en los perezosos círculoshabaneros, en Valoración plástica13 se devuelve al manierismo de Grecoy, también, a su azarosa existencia cuando debió reñir por el mecenazgocortesano e imponer la óptica peculiar de sus estiramientos y sus cielosarremolinados. La documentación literaria de Lezama se inserta en eldiscurso para añadir elementos contextuales y valoraciones en el tiem-po. Cruzan lanzas Góngora, Ortega, Velázquez y Goya, más oscuroscortesanos empeñados en agraciar al monarca, todos como en corojunto al San Mauricio que el desconcertado Doménicos Theotocopoulosha generado como hallazgo pero se le convierte en dilatada discrepan-cia. El poeta fabulador, buscador del hecho poético y a un tiempo de-gustador de sucedidos múltiples, enhebra su trama y gana una página denutrida información y de exaltadas virtudes prosísticas.

En Tratados en La Habana los recorridos de los miembros de Oríge-nes por las calles habaneras alimentan esa información de la pintura ydel quehacer literario anterior y presente. Sucesivas o Las coordena-das habaneras14 —texto premonitorio de Paradiso y clave a la quedeberá volver el lector de Lezama Lima para penetrar su obra con uninstrumental que el propio poeta obsequia— explicita el procedimientode información, de recreación, el taller origenista. En ese libro hallamosdos textos sobre uno de los pintores cubanos que más ocuparían alpoeta, el René Portocarrero de las máscaras, de la iconografíaafrocubana —Santa Bárbara negra, enrojecida y con destellos de unaluz que la espátula agrega en una espada y una copa desbordadas, losíremes (diablitos) de la sociedad abakuá integrados a la vida del pa-seante, rivalizando en colorido con damas donde joyas y atributos natu-rales se acogen a un expresionismo por momentos cubizado, siempreuna paleta sensual y una niebla en pórticos guardados por angelotes—,será el Portocarrero donde ya flora y luz enderezan una figuración gene-rosa. Máscara de Portocarrero15 y René Portocarrero y sueudemonismo teológico16 sirven al poeta para abordar una obra queen la plástica gana similitudes con su poesía en cuanto a la exploraciónde lo cubano, a avecinar el mito con la cotidianidad, a sumar elementos

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que de la realidad pasan a una trascendencia poética en el verso, laprosa, el lienzo, el dibujo, los artilugios de la acuarela.

La máscara ritual o carnavalera, la figura que trueca su inmediatez porun grotesco o la sublimación de una belleza que le adiciona el gesto;cuanto el fino y entrecruzado trazo de Portocarrero comienza a signifi-car para la creación plástica cubana, es analizado en un texto que dentrode la acostumbrada complejidad lezamiana, casi deviene crónica, comoal hojear láminas del álbum que el pintor entrega con la tinta todavíaolorosa. El encuentro de la prosa de Lezama con la potencia figurativade Portocarrero engendrará una constante que nos asalta con reitera-ción en sus libros, aporte a lo largo del tiempo y en la poesía, trascen-diendo a no pocas páginas de Paradiso y Oppiano Licario en un regustoimplícito. El disfraz y el escorzo, la luz y el espacio insulares, todo cuan-to la pincelada puebla con sucedidos y gracia, en ambos va tejiendo eserelato accidentado que el pintor dejara en una de las obras más numero-sas e intensas de nuestra pintura y el escritor en la crecida paginación depoemarios, tomos de ensayos y narraciones. Lezama Lima deja una delas interpretaciones insoslayables de un cuadro ya clásico entre noso-tros: La cena, de Portocarrero. La lectura de esas páginas mueve lospies a la sala del museo donde permanece, como fragmentado de larealidad y de la ilusión, ese lienzo definitivo, breve, perspicaz, que sabehablar de costumbres, de interiores resguardados de la resolana insulary de una imaginería contaminante.

La fiesta del color y de la forma continúa en Tratados en La Habana.Lezama, ya ínclito en la aventura pictórica, establece una passeggiatapor los talleres de sus contemporáneos. Es como si conversara conellos de cuanto quedó apresado en líneas y colores. Sentimos el eco deesas discusiones. Y luego, el desgranado rosario: Una página paraAmelia Peláez, Otra página para Víctor Manuel, Otra página paraArístides Fernández, Todos los colores de Mariano, En una exposi-ción de Roberto Diago.17 Son textos a los que debe recurrir el estudio-so de la pintura y de la literatura nuestras en un período particularmentecreador. En ellos encontrará, sin dudas, la interpretación personalísima

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del poeta, pero también el añadido de la convivencia con esos artistas.Muchos de ellos asumían el magisterio lezamiano, participaban en Orí-genes —sus portadas y viñetas lo evidencian—, se identificaban conuna obra que devenía prédica, en contrapuntos conversados que gene-raban ideas, actualizaban criterios, enriquecían la vida y ayudaban a afron-tar el desprecio o la indiferencia oficialista.

Quienes venían de París, Roma o Nueva York intercambiaban con los“viajeros inmóviles” cuyo centro era Lezama Lima, ya considerado Maes-tro. Una página de Tratados en La Habana muestra esa avidez de infor-mación y se permite cuestionar la validez de las reproducciones que tantoanimaran la imaginación poética. Una exposición de copias inglesas en elLyceum motiva esos razonamientos develadores, impugnadores para quien,como Lezama, ha basado su dialéctica en referencias pictóricas distantesen el tiempo, posiblemente traicionadas en sus reflejos litográficos, foto-gráficos, impresiones que maltratan o suben o tamizan los amarillos, mo-rados y verdes que con jubilosa ansiedad recepciona la pupila del poeta.La duda en la información, aunque siempre lo aguijoneará —y esto recha-za la imagen de un Lezama inadvertido en su enteco panorama circundan-te—, nunca alcanzará a detener su deseo, su extraordinaria valoración delhecho plástico como sustento y continuidad de la poesía:

¿Hasta qué punto una copia, aunque ésta sea excelente, de un cuadro,puede reemplazarlo sin deterioro de la obra original? He ahí la preguntaobvia y perdurable que surge en los visitantes al Lyceum para ver la expo-sición de arte inglés presentado en copias de cuidadosa factura. Antes deabandonarnos a una radical negación romántica de imposibilidadreproductora de cuadros, hagamos algunos distingos. Existen cuadros quepor el sereno despliegue de sus cualidades, por la forma de definición ydominio en el cuidado de su materia y por el ocultamiento del salto yrelumbre de su temperamento, parecen más fáciles de reproducirse. Otros,donde la acentuación de diferencias y rescates, de inicios y rupturas, depuras segregaciones de temperamentos insulares, parecen brindar unalejanía y un imposible para que otras manos vuelvan a repasar aquel con-trapunto. (...) Ésa es una delicia de las copias, precisar en su juego deaproximaciones, el fragmento insalvable, el color que al reproducirse en lacopia desmaya y se despide. Un verde que se puede reproducir en algu-nos venecianos y un verde inalcanzable e irreproducible en el Greco.18

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(Obsérvese que Lezama escribe de “copias”, no reproducciones impre-sas, pero la dubitación y la valoración resultan igualmente valederas encuanto a las posibilidades de información de que disponía en La Habanade su tiempo.)

En La expresión americana19 aquel Cristóbal Colón poblado de lejaníasconquistables sale de la Catedral de Zamora donde órganos y corales delrito se le inflamaron con las bondades del tapiz. Comienza a caminar, peroel eco que reciben sus pisadas no es el adoquinado de las calles, sino elcalmo y sosegado de una vegetación que lo alfombra. Va entre plantasque se arraciman. Está en un continente que primero se le entrega por elmenudeo de sus islas. En su matalotaje lleva una cultura donde la palabray el gesto parecen concretarse en masas de colores, formas, distribucio-nes espaciales, en las dimensiones apresables de lo pictórico. Delirio oensoñación, todo se conforma en su mente y traslada su imán a una tierratodavía ignota. Humanismo y violencia. La cruz y el espanto de las llamasinfernales. Comienza una historia entre cortes ansiosas de especierías ymetales. Asiste al nacimiento de nuevos hombres, hijos de la rapiña y delmaridaje, del crimen y de la esperanza. La expresión americana apoyasus razonamientos sobre la formación de una cultura-otra, hija de la he-rencia y de rupturas en la imagen, el color, la línea, las formas ondulantes,fechas drásticas, sfumatos que estructura el olvido, desprecio e imposi-ción. Los sueños y pesadillas europeos se corporeizan. Si Goya ha indica-do que “el sueño de la razón engendra monstruos”, allí lo monstruoso y loarcangélico se confunden. La realidad supera la ficción para alcanzar loque Lezama denominará “catedrales de futuro”: esa cultura que se ex-pande hacia su propia identidad y una expresión que se va enriqueciendocon cuanto asoma a sus playas y se siembra o simplemente parece vola-tilizarse en la indiferencia de los siglos.

Lezama asume la grandeza americana como reto frente a “mito y cansan-cio clásicos”, el júbilo de un neobarroquismo tan deudor como impugnadordel ancestro formal, del paladeado ritmo castellano. América, cruce detodos los vientos y de todas las tempestades, mechero donde arden ho-gueras que han transportado los miedos y las absoluciones inquisitoriales,gran caldera donde las mieles y las sangres copulan para engendrar unmonstruito benéfico que sonríe como niño travieso a un tiempo que procu-ra justicia y equidad —quizás el Ángel de la Jiribilla tan invocado por

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Lezama, al que prefiero ver como el Elegguá de los religiosos afrocubanos,con dos cabezas, una para mirar el bien y otra para mirar el mal, para lavida y para la muerte, pues debe avizorar la irrupción de esos elementosen su propiedad: las encrucijadas—. En ese libro que todos debemos fre-cuentar, junto al poeta detectamos las habilidades artesanales y la apro-piación de culturas que establecen los pasos del criollo y le ganan ecoesclarecedor. La fiesta lo es también de sus llamadas eras imaginarias, enoposición a la historiografía tradicional. Allí la historia y la cultura se fusionanpara engendrar un allegro porvenirista, burlador de ignominias y rigideces.

Así como a la distendida argumentación lezamiana para explicar su Siste-ma Poético del Mundo le sirven el razonamiento desde cuidadosas con-tracciones de la lógica, las afirmaciones en la plástica le son cercanas. Enun pequeño libro reciente, Imagen y posibilidad, han recogido textosdispersos, algunos de ellos publicados en catálogos de exposiciones, encrónicas o apuntes para la revista Orígenes y colaboraciones en órganosde prensa de variada índole. De nuevo Arístides Fernández,20 AmeliaPeláez21 y Mariano Rodríguez,22 antes tratados; pero también Luis MartínezPedro,23 Fayad Jamís,24 el fotógrafo Chinolope,25 el francés PierreBonnard,26 el mexicano José Clemente Orozco27 y algunos incidentes dela creación plástica cubana que la definen en el tiempo y en sus búsquedasvanguardistas: Fundación de un Estudio Libre de Pintura y Escultu-ra,28 Los pintores y una proyectada exposición,29 y Nueva galería.30

Ahora son textos combativos, peleones, que salen a la palestra para de-fender lo específico artístico cuando se le mira de reojo o se le deseautilizar, como en 1953, ocasión del centenario del natalicio de José Martí.El gobierno del dictador Fulgencio Batista pretendió organizar una exposi-ción de pintura como parte del homenaje oficial al héroe independentista,pero los más valiosos pintores del momento se negaron a participar. Lezamase siente parte de ese gremio, no como distanciado observador, sino comoartífice desde la poesía de esas aventuras pictóricas. Como agremiado,desde la revista Orígenes tercia en el asunto y toma partido.

En La cantidad hechizada, última entrega de su magisterial obraensayística, con toda intención Lezama incluye una extensa parte de laexploración de lo cubano desde la poesía y desde la pintura: ese paraleloya citado de artes y letras en los siglos XVIII y XIX, definitivos en la forma-ción de nuestra nacionalidad. Lezama especifica la vinculación nada

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aparencial entre verbo poético y acción plástica. Soslaya que sea la explí-cita referencia a la pintura en la prosa o el verso lo que establezca esascoordenadas esenciales. Busca más allá, por medio de sus eras imagina-rias, la raíz histórica de un vínculo que no es simplemente simpatía, o afánexploratorio, o nominación dentro de un texto. Esa consanguinidad queestá dada en los orígenes, como en el danzante inicial se impuso el maqui-llaje, el atributo que adiciona una apariencia de árbol o de gacela, y quesirve al baile tanto como los gestos y los giros. Busca los vínculos deBaudelaire y Valéry, la imantación que ejerce en Mallarmé y en Debussyesa siesta de un fauno ya consagrada en música y poesía. Y no es elejercicio de la crítica y de la interpretación lo que mueve al poeta en elacercamiento casi irresistible a la plástica, sino en la esencia de la expre-sión de una sensibilidad que le viene intrínseca.

Un recorrido histórico le permite vincular elementos que parecerían nosolo dispersos, sino contradictorios, espaciados en el tiempo. Se lanza alrescate de una tradición que enumera como perdida pero que reclama conurgencia para aposento de la cubanidad. El texto en conjunto es juego yproyección poética, indagación y construcción del necesario pedestal parala cultura. En esa aventura entregan sus esencias, por igual, la poesía y elcolor, la palabra y el gesto que fija la pincelada. El paisaje y la luz, lasfrutas31 y la rugosidad de las construcciones, las playas y los valles, pare-cen vivificarse por la palabra imantada, adquirir una significación al pasaresa “cantidad hechizada” que es la poesía. A la exploración de lo histórico,sin que todo eso quede en simple exaltación o alocado parloteo, sirven consimilar latencia lo poético y lo pictórico. Una poderosa razón se levanta deesas aparentes inconexiones. Triunfa el poeta porque reconoce que loapoyan por igual diferentes artes. Pinta con imágenes. Con ellas deseaalcanzar la gracia y la resurrección.

Para entonces, esa fusión de plástica y poesía ha abonado una forma deinterpretación interiorizada, consustancial. José Lezama Lima aplica unmétodo a que se ha connaturalizado. Es el que le sirve para expresar unavez más los ardides de su sistema poético. Estudia a Juan Clemente Zeneao Ramón Meza, vuelve sobre Arístides Fernández y establece un home-naje a René Portocarrero,32 texto donde no solo aborda la producciónpictórica del Barroco cubano, sino que deja dicho cuanto debe atendersepara la comprensión de los contrastes, las referencias, los giros del propio

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poeta en su obra de ficción. Cuando hacia el final del tomo el lector en-cuentra un texto que permite nuevos abordamientos de Paradiso yOppiano Licario, Confluencias,33 puede aprovechar esa tenaz labor derecuerdo con mayor presteza, pues está asistido de esa forma, ese estilo,ese modo que el poeta ha desarrollado. El lector de José Lezama Limaque inicia su lectura por las páginas ensayísticas, va ganando y siendoganado por esa cantidad hechizada donde resulta imposible soslayar losartificios de la pintura. Entonces se desplaza por los seductores pasillos dela novela y de la poesía lezamianas. Por el momento solo he indicado ycon toda intención citado poco. Entiéndase como una provocación, unainvitación, una danza envolvente donde colores, aromas y palabras nosincitan a penetrar en un gobelino diferente, el que nos tiene a todos comoprotagonistas.

Reynaldo González

NOTAS

1 José Lezama Lima: Analecta del reloj, ed. Orígenes, La Habana, 1953,p. 217.2 José Lezama Lima: Oppiano Licario, ed. Arte y Literatura, La Haba-na, 1977.3 José Lezama Lima: La cantidad hechizada, ed. Unión, La Habana,1970, p. 147.4 Ídem, p. 148.5 Analecta del reloj, ed. cit., p. 246.6 José Lezama Lima: Tratados en La Habana, ed. Universidad Centralde Las Villas, Santa Clara, 1958, p. 53.7 Ídem, p. 71.8 Ídem, p. 65.9 Ídem, p. 75.10 Ídem, p. 128.11 José Lezama Lima: Poesía completa (ed. ampliada de la publicada en1970, con el cuaderno “Inicio y escape” y poemas no publicados en li-bros), ed. Letras Cubanas, La Habana, 1985, p. 214,.12 Tratados en La Habana, ed. cit., p. 152.13 Ídem, p. 165.14 Ídem, pp. 215 y ss.

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15 Ídem, p. 98.16 Ídem, p. 334.17 Ídem, pp. 319, 320, 323, 344 y 361.18 Ídem, pp. 295-296.19 José Lezama Lima: La expresión americana, ed. Universitaria, S.A.,Santiago de Chile, 1969.20 Ídem, p. 75.21 Ídem, p. 80.22 Ídem, p. 158.23 Ídem, p. 61.24 Ídem, p. 88.25 Ídem, p. 90.26 Ídem, p. 151.27 Ídem, p. 150.28 Ídem, p. 153.29 Ídem, p. 155.30 Ídem, p. 156.31 Su texto Corona de las frutas, en Lunes de Revolución, La Habana,21 de diciembre de 1959, es una evocación de los bodegones, con el aña-dido del colorido y la luminosidad tropicales, anunciadores de una jugosi-dad diferente, que seduce y conforma el gusto insular.32 La cantidad hechizada, ed. cit., pp. 361 y ss.33 Ídem, pp. 435 y ss.

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Letras cubanas*

Al llegar la poesía a su identidad, espejo y médula de saúco, abre suscien puertas. Al llegar al centro de la tierra, por la misma potencia secre-ta del logro de su vacío, alcanza lo estelar. En el hálito que recibe elhombre está el espejo de lo estelar y en las palabras que devuelve, lainauguración de la arcilla con lluvias. En la poesía, único milagro para elque se nos ha concedido permiso, según Baudelaire, se mantiene lotelúrico de la palabra devuelta en la metáfora, que es la pareja infinita, yen la imagen, como cubrefuego de lo estelar. Ahí el hombre logra ver,modular casi la infinitud de las metamorfosis en la permanencia o resis-tencia infinita.

Gota, germen, acto, corpúsculo, esfera, trucándose en fluencia, cuerpo,participación, logrando la epifanía verbal por la que el acto naciente setrueca en criatura signada. Elaboración de la arcilla terrenal, le ha sidoconcedido al hombre producir de nuevo en relación con un productocomo él, una arcilla que fluye como el agua y reproduce la imagen comoel agua.

Condenado el poeta a que su metáfora suprema sea la resurrección, esla gratitud y la exigencia, allí todo se nos regala y todo se nos quita.Perplejo, absorto, el poeta ha sido condenado a escribir la poesía y arecibir la rebelión de la palabra ante la escritura que la busca sin fijarla.Pero ese combate, quizá el que más haya justificado la existencia delhombre, siempre recomienza como una estación desconocida, pero im-prescindible en su función de precisar la caída de las nubes en el río quelas impulsa de nuevo.

José Lezama Lima

* Colección Lezama Lima, Biblioteca Nacional José Martí.

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Esta imagen, como el resto de las ilustraciones, pertenece al Libro de amigos.Autógrafo de amistades y personalidades de la cultura universal. 1965-1976.Colección Lezama Lima, Biblioteca Nacional José Martí.

Dibujo y texto de Fayad Jamís

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Oda a Julián del Casal*

Déjenlo, verdeante, que se vuelva;permitidle que salga de la fiestaa la terraza donde están dormidos.A los dormidos los cuidará quejoso,fijándose como se agrupa la mañana helada.La errante chispa de su verde errante,trazará círculos frente a los dormidosde la terraza, la seda de su solapaescurre el agua reposada del tritóny otro tritón sobre su espalda en polvo.Dejadlo que se vuelva, mitad cirueloy mitad piña laqueada por la frente.

Déjenlo que acompañe sin hablar.Permitidle, blandamente, que se vuelvahacia el futuro donde están los ososcon el plato de nieve, o el renode la escribanía, con su manilla de ámbarpor la espalda. Su tos alegreespolvorea la máscara de combatientes japoneses.Dentro de un dragón de hilos de oro,camina ligero con los pedidos de la lluvia,hasta la Concha de oro de la Sala Tacón,donde rígida la corista colocarásus flores en el pico del cisne,como la mulata de los tres gritos en el vodevily los neoclásicos senos martillados por la pedantería

* Publicado originalmente en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí (LaHabana) 5(1-4) : 5-10; en.-dic., 1963.

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de Clesinger. Todo pasó cuando ya fue pasado, pero también pasóla aurora con su punto de nieve.

Si lo tocan, chirrían sus arenas;si los mueven, el arcoiris rompe sus cenizas.Inmóvil en la brisa, sujetado por el brillo de las arañas verdes.Es un vaho que se dobla en las ventanas.Trae la carta funeral del ópalo.Trae el pañuelo de opopónaxy agua quejumbrosa, a la visitasin sentarse apenas, con muchosquédese, quédese,que se acercan para llorar en su sonido,como los sillones de mimbre de las ruinas del ingenio,en cuyas ruinas se quedó para siempre el anclade su infantil chaqueta marinera.

Pregunta y no espera la respuesta,lo tiran de la manga con trifolias de ceniza.Están frías las ornadas florecillas.Frías están sus manos que no acaban,aprieta las manos con sus manos frías.Sus manos no están frías, frío es el sudorque lo detiene en su visita a la corista.Le entrega las flores y el maniquíse rompe en las baldosas rotas del acantilado.Sus manos frías avivan las arañas ebrias,que van a deglutir el maniquí playero.Cuidado, sus manos frías pueden avivarla araña fría y el maniquí de las coristas.Cuidado, él sigue oyendo como evaporala propia tierra maternal,compás para el espacio coralino.

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Su tos alegre sigue ordenando el ritmode nuestra crecida vegetal,al extenderse dormido.

Las formas en que utilizaste tus disfraces,hubieran logrado influenciar a Baudelaire.El espejo que unió a la condesa de Fernandinacon Napoleón Tercero, no te arrancólas mismas flores que le llevaste a la corista,pues allí viste el aleph negro en lo alto del surtidor.Cronista de la boda de Luna de Copascon la Sota de Bastos, tuviste que brindarcon champagne gelé por los sudores fríosde tu medianoche de agonizante.Los dormidos en la terraza,que tú tan sólo los tocabas quejumbrosamente,escupían sobre el tazón que tú le llevabas a los cisnes.

No respetaban que tú le habías encristalado la terrazay llevado el menguante de la liebre al espejo.Tus disfraces, como el almirante samurai,que tapó la escuadra enemiga con un abanico,o el monje que no sabe qué espera en El Escorial,hubieran producido otro escalofrío en Baudelaire.Sus sombríos rasguños, exagramas chinos en tu sangre,se igualaban con la influencia que tu vidahubiera dejado en Baudelaire,como lograste alucinar al Silenocon ojos de sapo y diamante frontal.

Los fantasmas resinosos, los gatosque dormían en el bolsillo de tu chaleco estrellado,se embriagaban con tus ojos verdes.Desde entonces, el mayor gato, el peligroso genuflexo,no ha vuelto a ser acariciado.

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Cuando el gato termine la madeja,le gustará jugar con tu cerquillo,como las estrías de la tortuganos dan la hoja precisa de nuestro fin.Tu calidad cariciosa,que colocaba un sofá de mimbre en una estampa japonesa,el sofá volante, como los paños de fondode los relatos hagiográficos,que vino para ayudarte a morir.

El mail coach con trompetas,acudido para despertar a los dormidos de la terraza,rompía tu escaso sueño en la madrugada,pues entre la medianoche y el despertarhacías tus injertos de azalea con araña fría,que engendraban los sollozos de la Venus Anadyomenay el brazalete robado por el pico del alción.Sea maldito el que se equivoque y te quieraofender, riéndose de tus disfraceso de lo que escribiste en La Caricatura,con tan buena suerte que nadie ha podidoencontrar lo que escribiste para burlartey poder comprar la máscara japonesa.Cómo se deben haber reído los ángeles,cuando saludabas estupefactoa la marquesa Polavieja, que avanzabahacia ti para palmearte frente al espejo.Qué horror, debes haber soltado un lagartosobre la trifolia de una taza de té.

Haces después de muertolas mismas iniciales, ahoraen el mojado escudo de cobre de la noche,que comprobaban al tactola trigueñita de los doce años

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y el padre enloquecido colgado de un árbol.Sigues trazando círculosen torno a los que se pasean por la terraza,la chispa errante de tu errante verde.Todos sabemos ya que no era tuyoel falso terciopelo de la magia verde,los pasos contados sobre alfombras,la daga que divide las barajas,para unirlas de nuevo con tizne de cisnes.No era tampoco tuya la separación,que la tribu de malvados te atribuye,entre el espejo y el lago.Eres el huevo de cristal,donde el amarillo está reemplazadopor el verde errante de tus ojos verdes.Invencionaste un color solemne,guardamos ese verde entre dos hojas.El verde de la muerte.

Ninguna estrofa de Baudelaire,puede igualar el sonido de tu tos alegre.Podemos retocar,pero en definitiva lo que queda,es la forma en que hemos sido retocados.¿Por quién?Respondan la chispa errante de tus ojos verdesy el sonido de tu tos alegre.Los frascos de perfume que entreabriste,ahora te hacen salir de ellos como un homúnculo,ente de imagen creado por la evaporación,corteza del árbol donde Adonaihuyó del jabalí para alcanzarla resurrección de las estaciones.El frío de tus manos,es nuestra franja de la muerte,

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tiene la misma hilacha de la mangaverde oro del disfraz para morir,es el frío de todas nuestras manos.A pesar del frío de nuestra inicial timidezy del sorprendido en nuestro miedo final,llevaste nuestra luciérnaga verde al valle de Proserpina.

La misión que te fue encomendada,descender a las profundidades con nuestra chispa verde,la quisiste cumplir de inmediato y por eso escribiste: ansias de aniquilarme sólo siento,pues todo poeta se apresura sin saberlopara cumplir las órdenes indescifrables de Adonai.Ahora ya sabemos el esplendor de esa sentencia tuya,quisiste llevar el verde de tus ojos verdesa la terraza de los dormidos invisibles.Por eso aquí y allí, con los excavadores de la identidad,entre los reseñadores y los sombrosos,abres el quitasol de un inmenso, Eros.Nuestro escandaloso cariño te persiguey por eso sonríes entre los muertos.

La muerte de Baudelaire, balbuceandoincesantemente: Sagrado nombre, Sagrado nombre, tiene la misma calidad de tu muerte,pues habiendo vivido como un delfín muerto de sueño,alcanzaste a morir muerto de risa.Tu muerte podía haber influenciado a Baudelaire.Aquel que entre nosotros dijo:Ansias de aniquilarme sólo siento,fue tapado por la risa como una lava.En esas ruinas, cubierto por la muerte,ahora reaparece el cigarrillo que entre tus dedos se quemaba,la chispa con la que descendisteal lento oscuro de la terraza helada.

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Permitid que se vuelva, ya nos mira,qué compañía la chispa errante de su errante verde,mitad ciruelo y mitad piña laqueada por la frente.

José Lezama LimaJunio y 1963.

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Texto y dibujos de Salmuel Feijóo

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Angel Gaztelu: ligero palpable*

Para apoyar su cuerpo, él y su poesía, necesito aislarlo, dividirlo en tresimágenes y tres gestos, tres imágenes son tres gestos, ya que en él laimagen se da como gesto, como diseño frutal, como si la imagen que seva elaborando se fuese destruyendo, para dejar sobre el papel el propiobrazo. La imagen del brazo que ya es el brazo propio, apoyado, nosobre el papel, sino sobre la imagen braceada. Un gesto, se adelanta,diseño fatal y frutal adquirido por cuanto podía entrar por sus naricesque separan con una rapidez de lince gordo, de oso pequeño, lo quetiene cuerpo, después el cuerpo que puede flotar en la luz; separando,como por instinto áureo, lo anterior suyo de lo caído que no es la caída;lo mancillado, alicaído, borroso, -abundancia pobre del crespo cuida-do, discurso poético collarado del pájaro de chocolate-, de lo que esgrave del sabor, para seguir cayendo hasta el final sin fin.

Aislo, y salta una continuidad en su gesto, palabra y presencia. Así suverso: fábula sobre sueños de sentidos. La evaporación de los senti-dos concentrándose en cárcel o palacio, provoca una dichosa lentitudsobre un hilo de fineza y de imposible ruptura. Esa gracia primera yfuerte tiende a olvidar que la seguridad del paso traza balcones, nubes yprecipicios. Su celda de seminarista, persiguiendo con sus dedos unversículo y otro, en cacería por San Jerónimo, equiparando, primer ejer-cicio afortunado, un latín apretado y recto que se va desenvolviendo enespañol apretado y recto. El dedo salta de Isaías: Callen ante mí esasislas, a Ezequiel: Ve y busca las saetas. En el brote de esos dominioslos sentidos aparecen como rápido metal de su aislamiento, de su celdi-lla donde el ardor toma un cauce Debussy. Aislamiento alegre que pro-voca la melancolía del afortunado. La misma sensualidad seca de laprosodia latina trocada por punta de su aislamieto en momento de cual-quier prueba donde se tenga que responder por muchos. Es el momentode los sonetos, o de sus romances, donde el fácil gobierno, el desemba-

* Publicado originalmente en ALBUR (La Habana) 4 (número especial) mayo,1992. (Lezama I)

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razo desde los orígenes hace pensar en una nivelación que se equipara oredondea para el cuerpo abarcado, hecho en arco perfección, mante-niendo su ligereza y sus cautelas:

En bloques de nieve y mármollo igual con lo igual pusieroncon un manojo de nardoshasta el final de los tiempos.

Ahora es un segundo gesto que corresponde a una segunda imagen yuna segunda cita bíblica. Lo veo en el gesto difícil de la cena, adminis-trando el mundo exterior para la propia substancia. Lo veo en el gestosutil de incorporar la fruta o el pastel a la boca ajena. Con el gesto másdifícil, por amistad o por rodeo gustoso, de allegarse, mano en la esen-cia, para ser con los demás, para adivinar, preparar, hacer misteriosa lallegada de cada uno de los convidados, ya que se trata sólo de hacer unmisterio, eliminando los otros misterios posibles. Se acerca después,con los demás invitados a la orilla del mar, levantando con noble poten-cia el canto, mientras alguien lanza una corona muscínea sobre la mari-nería crepuscular. Entonces aparece en su poesía la imagen como símbolo,no con antipatía de impulsión wagneriana, sino como palacio –para cadaeco un espejo, que el poeta transita con ceñida naturalidad. Palaciodeshabitado para cada paso y mirada– que llena de comprensión, dejusteza y peso los momentos deshabitados del poeta sin su poesía. Pa-lacio deshabitado que es adonde tiene que ir la poesía cuando el poetaduerme, situado entre el desierto y la desbandada indetenible de losbueyes marinos. Su poesía, apuntalada por sus dogmas, habita unspheiron, goza de una continuidad únicamente habitable por sus radia-ciones a igual distancia de su centro. Su poesía Oración y meditaciónde la noche, es un signo para la altura de su generación. Es al mismotiempo una pieza muy evidente para el estudio de su poesía. En el des-envolvimiento de ese poema, resguardado por los dogmas más perdu-rables ¿qué sitio ocupa él y su poesía? Acude con la más poderosa delas inquietudes temporales al insertar el yo en el dogma: su agonía estáimpulsada por las dudas correspondientes, que siempre nos acompañande ver inserto su nombre en el Libro de la Vida. Los recursos emplea-

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dos en ese poema, desde la solución del canto hasta la corrupción delfruto, tienen una suerte especial, tocan, el poeta se siente tocado portodas las contingencias que el dogna reune para una sola aplicación. Lamisma cena, esplendor del deleite fuertemente unitivo, provoca una vi-sión, por el sensualismo de sus luces, donde asoma el Padre: aderezasen su cumbre de delicias esta cena memorable –en que es el manjarmás dulce la visión de contenplarte frente a frente.

Sus símbolos, su dogmática, lo ha apartado de una indecisión viciosa, laregalía de las imágenes; de los aislamientos, que pueden presentarsecon un plástico atractivo, que empiezan por una cesión momentánea delpulso, pero que reclamará más tarde con insistencia la justificación desus mostruosos pellejos.

El símbolo de la cena no está solo presentado para mantenernos en laatmósfera provocada por las radiaciones fosfóricas de la visión, por ungozo de dormirse en el Creador; se trata de guarnecer con aquel símbo-lo mayor, la finalidad de incorporar la flor de la harina: hace de la boca,granada estación de la llama, cuando la alimenta la blanca flor dela harina, país de gracia o nieve. En casi todos los poemas de Gaztelunotamos un olvido muy venturoso: no se está obligado al rescate del yo.

Lo diferente primero, la violencia del rescate del yo de un tejido homo-géneo, está obviada con la transparencia de la dogmática otorgada. Poreso los símbolos de la dogmática le sirven cabalmente, habita una re-gión donde la enemistad está borrada, existe una transpiración entreaquellos símbolos mayores y sus contingencias de transcurso cotidiano.

Ese es el misterio de aquellos dogmas, si alguien se influencia por elCantar de los cantares ¿puede hacerlo sin recibir noticias presencialesdel amor? Si alguien recepta para su poesía el Apocalipsis ¿podrá seralgo más que un juego tenebroso sino siente la necesidad de ilustrar conretablos a la muerte, rodeándola de oro batido? La poesía así se le vamostrando no como creación incesante en la inoportuna proliferaciónde las chispas de las imágenes; por el contrario, cuando la inserción dela poesía en el dogma se verifica con un silencio que no establece suhuella ni aún sobre el cristal, se está más seguro que los ángeles que

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fluyen por el cuerpo del poema tienen más esencia en su alabanza. Se haverificado en esa cantidad de silencio un rescate, no se siente la rabiaóptica de las metáforas, ya que Gaztelu nunca ha sido codicioso de esosaccidentes del poema, pues su condición jerárquica de los objetos sen-sibles, le lleva a creer más en el fruto, la llama o los ojos, que en el humoazufroso accidentalista que se va desprendiendo de lo que cae blanda-mente como lluvia sin humus. La caída no intensiva, mascada comocostumbre en poetas como Eliot, Neruda o Saint John Perse, línea decuantitativos incluidores, que confunden a Ceylán con el Paraíso.

Sigo de nuevo el dedo sobre el latín de San Jerónimo, que ahora subra-ya un nuevo versículo: Y de su raíz salió una flor. En una expresión tanevidente como la anterior veo yo apoyado el secreto donde adquierensu gracia los sonetos de Gaztelu. Son ellos, sin duda, los mejores he-chos por poeta alguno de su generación entre nosotros y constituyenuna flor muy fina de nuestra sensibilidad por sus espléndidos soportesen la antigua capacidad de una forma para conducir sensaciones inicia-das, como un predulio incisivo y rápido mantenido tan solo por la cuer-da. Para alcanzar esa calidad tenía que saltar Gaztelu algunas definicionesdemasiado actuales, por ejemplo para Valery, la llama representa el ins-tante; para alcanzar la antigua unión de nuestra mística, como el trata-miento de San Juan de la Cruz al momento de la llama, donde éstarecobra viva por la presencia del Espíritu, es decir, la llama en su cuer-po, como tal su desenvolvimiento es puramente espacial. Por eso paraél, el soneto no es el aprovechamiento dichoso de un instante que persi-gue a través de cómodas rendijas la liebre más fugitiva; por el contrario,es un cuerpo despreocupado por la armonía integrada de sus miembrosque se otorga como la prolongación de una melodía inicial, una purezaque por la llegada del Espíritu a esa brevedad temporal puede hacersevisible, tocable. Por eso la ligereza palpable de su poesía no la hallamosen un misterio de fluir arenoso, sino que es un cuerpo tocable, reconoci-ble. Es una poesía que en cualquier momento puede conversar tranqui-lamente. Se ha alejado de toda búsqueda para poseer la paz y dejarnosun testimonio de luz evidenciable, secreta intención de su poesía, cadavez que la criatura canta dentro de la esencia participada.

José Lezama Lima

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Texto de Ángel Gaztelu

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A las luces de ahora*

la flor se reconciliacon la amarga moneda.Y el que pasa distantepenetra en su corola.La abeja rosada que allí estabatiene que probar su destinoen el pico rojo de la paloma.Cuando se acerca a la flor,la abeja estaba dormida.Sigue dormida en sus manos.Dormitando cae en un suelo azul,La abeja es ahora el azul y el rojo.Y su sueño era el himnoque tejía su caída.

* Colección Lezama Lima. Bilbioteca Nacional José Martí.

[José Lezama Lima]

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Niebla fuga de álamos,*

Pavoreal es la vida de jardinessin ansias, nieves sonreídas,proverbios y espadas.

Plata, se apresura la platadespacio a lo azulde cola infiel, deslizes lo incierto en el agua.

Entre nieves feneceel albino soneto,leves murmuracionesde raso destrozado.

por sí, por las olaslisa alma y concha,luce, destrenza o muere,si se excusa, perece.

Excusas de las sortijas másentre junquillos muertos.La niebla, sin la luna,(nacida de disculpas tenaces.) (tachado en el original)tenaz mi disculpa

[Ilegible] ¡ileso! sombrade muchos ríos. Playera,[Ilegible]

[José Lezama Lima]

* Colección Lezama Lima. Bilbioteca Nacional José Martí.

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Dibujo de Vicente Rojo

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Raya y pez en el papel rayado*

Sin pretender darle tregua a Monsieur Tribulat Bonhomet, podemos afir-mar que en una abstracción plástica encontramos naturaleza, geometría,exceso de composición, movimiento como una cantidad que se expre-sa, sentimiento como rehusar o sufrir, provocaciones del punto en lainfinitud, acechanzas del estilismo a través de la historia o regalías lúdicasa la orilla del mar.

Observemos unas cáscaras de plátano, separada de su pulpa excesivala platabanda que se rinde, en cuanto el crepúsculo las dora, ofrecendiversas compuertas detrás de su resistencia leonada, se agrietan enserie o arengan con ojos de pescado discordantes. Parecen tamboresyorubas no rectificados sino destruidos por el fuego, o papeles de en-cuadernación húmedos por una evaporación no previsible. El pintor mo-viendo la punta de sus dedos en la materia coloreada, agrieta, rectifica oavanza con decisión, como el tiempo de las estaciones aliado con laenergía solar alzanza sobre la cáscara un nuevo animista ordenamiento.

Y sabido es que el dedo acompaña el cálculo de una parábola, lasascenciones por el cuadrante, o el astro de una elipse silenciosa. Es latierna geometría embrionaria. Ahora podemos ver, sobre fondo negro,reiteradas esferas amarillas. No se trata del habitual contraste de esoscolores, ni de la presunta simbología de los paseos de la corona asiriapor una azotea nocturna. Se trata de una escena de fecundación al natu-ral de la altea o malvavisco. Pólenes que van a un ovario, que atraviesanel estigma del pistilo. Semillas, bolsitas y crecimiento, en aquellos ama-rillos que se acogen a una dimensión que es al propio tiempo lo envol-

* Publicado origianlmente en ALBUR (La Habana) 4 (número especial) mayo,1992. (Lezama I)

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vente placentario. Sucesivos concéntricos en la pintura de Martínez Pe-dro, que se rompen para convertirse en longitudes de onda, bastan paraexpresar la alegría naciente de la vibración. Sobre un fondo, general-mente de cobalto, que esquematiza la dimensión, la vibración comienzaa trocarse en un punto proporcional, pero como aquí el mar quiere mos-

trar una penetra-ción terrígena en elrelativismo de susentrañas, tenemosque esperar que ladimensión, que esuna omnipresen-cia, comienza amostrar la vitali-dad de sus distan-cias relacionables.Es una tierra nues-tra, sobre un fon-do relacionable eltriángulo de lasmanos unidas delnadador, que re-corre las marinase s c a l a shoméricas, desdelas sirenasgemebundas almanatí sentimen-tal. Al penetrarnuestra tierra el

mar universal, se fijan las mutaciones de nuestros mitos. Horizontalizadossobre una pared los peces remedan gallos. Al penetrar en el agua laenergía solar, comienza la ebullición figurativa. Los maestros de la ebu-llición de la más importante de las hojas, consideran que hay tres mo-mentos en el bullir: ojos de pescado, perlas y saltos de gallo, o llevado a

Dibujo y texto de Luis Martínez Pedro

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la manera de Martínez Pedro, el cobalto nos da la precisión del recorri-do de la luz, una raya blanca la alegría del pez, o sencillamente lo queviene hacia nosotros, y el encuentro en la composición es ese majestuo-so esperar del cobalto o del negro, sosteniendo a veces esa cantidad decolor una extensa franja blanca, comienzo del movimiento, de la ebulli-ción y de la precisa lección solar.

Pero existirá siempre el malhumor del que sobresalta oyendo hablar deformas ovoides, y, sin embargo, muestra su complacencia mirando unaperla en la corbata de plastrón de Stendhal.

Hay aquí un punto y un plano de composición, el punto que significa laconcentración y la dirección de las líneas de fuerza y el color extendidoen el plano de composición. La línea, que según Kandinsky, es lo invisi-ble o el recuerdo dejado por la estela de puntos, es la rotación delconstante punto intersección de la imagen invisible y de la dimensión decolor. La estela de puntos es el embrión del hombre en lo invisible, eltotal cuerpo del hombre agazapado en lo que no se ve. Un hombreescondido es una tensión, como un punto que vuela es una tensión. Nin-guna dimensión puede destruir el escondido cuerpo del hombre. Unafundamentación de color, un plano básico, coloca al hombre en el bosqueal lado de la columna en el templo, son dos líneas cuya tensión asciende.

En esta pintura de Martínez Pedro, la energía del punto, –que puedeavanzar destruyéndose en una línea blanca, ecuación de peces–, pene-tra en la lámina de cobalto sin fruncir su superficie, pero convirtiendo laabstracta triangularidad del triángulo en las manos unidas del nadador.Rayas, Rayas, pero al final Martínez Pedro, nos ha convencido a todosque la raya del Bidasoa es lo mismo que la Isla de los Faisanes.

José Lezama Lima

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Dibujo de José Lezama Lima

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PARA SAURA*

Trajo Felipe II el ceremonial de las cenizas y la cripta cenizosa. Reem-plazó las arenas, triunfo solar sobre la tierra, por la ceniza o el residuodel hueso rodado por el fuego o la cal. Predominio de la ceniza y la cal.Por eso en su principal edificación, desde el principio de la ceniza estallala rebelión de los canteros. La piedra de la fundación frente a la sopladaceniza. Y de hecho Saura instala de nuevo a Felipe II y esparce aquellaceniza como a puñetazos. Un despertar donde el hombre para recapturarla interrogación solar, se ve obligado a patear las cenizas, dinamitarla ensu convulsión de verticalidad. Felipe se limita a mandar a galera al quelevantó la bandera y al que tocó la campana. Ya en las cenizas se limita,con podrida sonrisilla macabra, esa sonrisa que Saura se ha empeñadoen perseguir con una ballesta de cazar osos en la medianoche, a mandara galeras al que intentó congregar para la verdadera sonrisa y al quepuso sus manos en la vibración que aglutina y fiestea. Después el histo-riador del Escorial consigna que la Pascua del Espíritu Santo fue muyregocijada... Pero aquellos condenados a galeras seguirán convocandoa los pies del Escorial para soplar las cenizas y pulimentar hasta la cari-cia la piedra de fundación.

Llegan a la cripta escurialense cuatro cajas con reliquias de santos, lasque corrían peligro con la quema protestante, y entre ellas las mandíbu-las de una niña. Felipe II sueña con esas mandíbulas. Saura parece sor-prenderlo frente al espejo colocándose esas mandíbulas. Es el reyarchivero, la momia que sale de noche con los tendones cristalizados ensulfitos y que comienza a confundir la salud de la suma con el temblequede los añadidos. El añadido se verifica en la nocturna con las uñas quearañan. El sueño del vulturismo, la putrefacción, la secular esqueletada ala entrada de la ciudad, la sal castrando la tierra, la cal, la ceniza y la sal.Peligrosísma erotización con la tuerta. El buitre picoteando en los ojos,

* Publicado originalmente en La Cultura en México. Suplemento de Siempre.

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su pragmática para que los cronistas de Indias no pudieran relatar lanueva iluminación de sus ojos. En su pesadilla la mandíbula de la niña seha trocado en los dientes del oso. En esa pesadilla alguien nos aprietaincesantemente, como una pasta dentífrica que se aprieta, la lengua arde,con el mechero en un hígado petrificado. Así, frente al ojo saltado deFelipe II, Saura opone el ojo saltón de Goya. Frente al buitre del can-

grejo. Sale el cangre-jo con sus risotadasdel infierno, nos co-munica electricidadcon sus muelas, pa-sea por el torso des-nudo. El cangrejodestroza al buitrecomo un niño quejuega con inexorableprecisión.

La gran poesía espa-ñola desató las ceni-zas convirtíéndolasen mariposa, e igua-ló al erizo, que juegaen el índice del dia-blo, con el zurrón dela castaña. Pero an-tes hay que destruir lacripta cenizosa, la calque retuerce los hue-sos, la sal que destru-

ye los metales y los árboles. Saura sabe que hay que lograr loshechizamientos del chocolate reavivando las cenizas del ahorcado, lleván-dolas al despertar del nuevo cuerpo evaporado.

José Lezama LimaFebrero y 1970

Dibujo de Antonio Saura

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Los amigos…usted y unos pocos como usted, querido Lezama.No van y vienen por mi vida: echan raíces, perduran. A veces, elárbol de la amistad da la impresión de estar seco en algunas ra-mas, y de pronto éstas brotan al igual de las otras. Cuando llega elverano, el árbol entero me ampara bajo su follaje.

Mariano23-X- 967

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Dibujo de Mariano Rodríguez

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Queda escrita en esta página mi gratitud a José Lezama Limaporque en su casa de Trocadero, llena de los rumores de la ciu-dad y la familia, me permitió conocer la antiquísima penumbra enque se hacían costumbre los prodigios del oro, con la amistad demuchos y memorables días de

Eliseo Diego

La Habana,junio de 1965

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Querido Lezama Lima:

Te pongo aquí unos versitosque mi mamá recogió en su álbum yque fueron escritos por mí en 1912.Yo nací en el 2:

Por tranquilas riberassembradas de flores,que por dondequieraderraman olores,se desliza cantandoun manso arroyuelolamiendo, bañandosus aguas el suelo.Y a perderse a lo lejossus aguas se vanvertiendo reflejoscon múltiple afán…

1912

Nicolás Guillén 9–VIII–65

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Lezama persona*

Un momento entre óleos de Mariano y manchas de humedad,Junto a un grueso jarrón de bronce cuneiforme,Y el soplo ladeado de la voz de doña Rosa, anunciandoQue Joseíto viene para acá: anocheNo ha dormido bien usté sabe Retamar cómo es el asma,Era lo necesario para que llegara bamboleándoseY su palma húmeda pasara a encender el tabaco posiblemente eternoA dar ceremoniosamente la mano que alzaba aquella gruta a......palacio,Aquel palacio a flor de loto conversada, a resistenciaDe guerrero o de biombo de Casal.

Recogíamos el último número de Orígenes, olorosa aún la páginaCon algo de Alfonso Reyes o versos de un poeta de veinte años,Y no hacíamos demorar más el ritual del Cantón.Adelaida había guardado para entonces su silencio,Rajado a momentos por su mejor risa valona.La noche se abría, por supuesto, con mariposas.Aparecían platos suspensivos, bambú y frijoles trasatlánticos,Junto al aguacate y la modestísima habichuela.Ya habían saltado del cartucho previas empanadas,Y por encima de alguna sopa y del marisco misterioso,La espuma de la cerveza humeaba hasta adquirir la formaDe una Etruria filológica, calle Obispo arriba,Posiblemente con Víctor Manuel, una pesada mañana de agosto.

Tú serás el animal, oigo decir todavía.

* Publicado en: Poesía reunida. 1948-1965. La Habana, Ediciones Unión, 1966.

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Los ojitos desaparecen por un instante(Después de haber brillado como ascuas húmedas),Tragados por la risa baritonal primero, luego aflautadaEn el Bombín de Barreto.                                    O, grave(Esto es más bien en sillones, frente a un obsesivo dibujo de Diago,Un cuerpo que se curva o quizás se derrite),La evocación sobre los tejados de La Habana,La forifai en la mano de D’Artagnan,cruzada con la otra en el cuadro de Arche(Pudo haber sido Arístides Fernández),Y detrás un parque que siempre me ha hecho pensarEn la plazoleta de nuestra Universidad,De donde baja con risa la manifestación hacia la muerte.

Todavía nos esperan extrañas avesPosadas en los adverbios, arpas para ser reídas hasta la última......cuerda,Cimitarras entreabiertas, abandonadas por el invisible camareroQue sirve el té frío con limón, porque aquí el café es muy malo.Aunque, a la verdad, no puede pedirse más por un peso.

Infelices los que sólo sabrán de ustedLo que proponen (lo que fatalmente mienten) los sofocados chillidos......de la tinta;Los que no habrán conocido el festival marino,Aéreo, floral, excesivo, necesario,De una noche del restorán Cantón –de una noche del mundoGirando estrellado en torno a La Habana que nos esperaba afueraCon billetes de lotería, algarabías descascaradas, y el viento......arrastrandoPapeles de periódicos infames, y un mendigo más desesperan-zado que su sombra.

7 de septiembre de 1965.Roberto Fernández Retamar

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Títulos publicados porEdiciones Bachiller

Cómo surgió la cultura nacional, de Walterio Carbonell.

Explicación de la doctrina cristiana acomodada a la capa-cidad de los negros bozales (edición facsimilar), de NicolásDuque de Estrada.

Viaje a los frutos, de Ana Cairo.

Cimarronaje y antirracismo, de Leyda Oquendo Barrios.

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Este libro ha sido impreso por elDepartamento de Ediciones de laBiblioteca Nacional José Martí enel mes de noviembre de 2006.