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Letras SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA NUEVA ÉPOCA NUEVA ÉPOCA NUEVA ÉPOCA NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 26DEABRILDE2014 | DE CAMBIO [ Letras ] García Márquez Historia de un deicidio MARIO VARGAS LLOSA MARIO VARGAS LLOSA MARIO VARGAS LLOSA MARIO VARGAS LLOSA MARIO VARGAS LLOSA | PAG. 2 PAG. 2 PAG. 2 PAG. 2 PAG. 2 El limón. Contradicciones acidas A LA SAZÓN A LA SAZÓN A LA SAZÓN A LA SAZÓN A LA SAZÓN NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOSROSAS|PAG.3 PAG.3 PAG.3 PAG.3 PAG.3 El insólito cine mexicano EL TERCER OJO EL TERCER OJO EL TERCER OJO EL TERCER OJO EL TERCER OJO SYLVAIN PROVILLARD | PAG. 8 PAG. 8 PAG. 8 PAG. 8 PAG. 8 Cómo comencé a escribir GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ |PAG. 4 PAG. 4 PAG. 4 PAG. 4 PAG. 4 La tercera resignación CREACIÓN CREACIÓN CREACIÓN CREACIÓN CREACIÓN GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ|PAG.5 PAG.5 PAG.5 PAG.5 PAG.5 Bahía de Zihuatanejo ARTURO CHÁVEZ CARMONA | PAG. 7 PAG. 7 PAG. 7 PAG. 7 PAG. 7

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Page 1: Letras 26 de abril

LetrasSUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN SUPLEMENTO DE CULTURA DE CAMBIO DE MICHOACÁN | NUEVA ÉPOCA NUEVA ÉPOCA NUEVA ÉPOCA NUEVA ÉPOCA NUEVA ÉPOCA | COORDINADOR: VÍCTOR RODRÍGUEZ MÉNDEZ | 26 DE ABRIL DE 2014 |

D E C A M B I O[Letras]

García MárquezHistoria de un deicidioMARIO VARGAS LLOSA MARIO VARGAS LLOSA MARIO VARGAS LLOSA MARIO VARGAS LLOSA MARIO VARGAS LLOSA | PAG. 2 PAG. 2 PAG. 2 PAG. 2 PAG. 2

El limón.Contradicciones acidasA LA SAZÓNA LA SAZÓNA LA SAZÓNA LA SAZÓNA LA SAZÓN NETZAHUALCÓYOTLÁVALOS ROSAS | PAG. 3 PAG. 3 PAG. 3 PAG. 3 PAG. 3

El insólito cinemexicanoEL TERCER OJOEL TERCER OJOEL TERCER OJOEL TERCER OJOEL TERCER OJO SYLVAIN PROVILLARD |PAG. 8PAG. 8PAG. 8PAG. 8PAG. 8

Cómo comencéa escribirGABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ | PAG. 4 PAG. 4 PAG. 4 PAG. 4 PAG. 4

La terceraresignaciónCREACIÓNCREACIÓNCREACIÓNCREACIÓNCREACIÓN GABRIEL GARCÍAMÁRQUEZ | PAG. 5 PAG. 5 PAG. 5 PAG. 5 PAG. 5

Bahía deZihuatanejoARTURO CHÁVEZ CARMONA | PAG. 7 PAG. 7 PAG. 7 PAG. 7 PAG. 7

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2 2 2 2 2 | LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN SÁBADO 26 DE ABRIL DE 2014

Historia de un deicidioEl pasado esplendorPOR MARIO VARGAS LLOSAPOR MARIO VARGAS LLOSAPOR MARIO VARGAS LLOSAPOR MARIO VARGAS LLOSAPOR MARIO VARGAS LLOSA

ste relato [“Un día después del sába-do”] está situado en Macondo, en elperíodo de la decadencia. La pers-pectiva es itinerante, se desplaza deun personaje a otro, pero la mayor

parte de la historia está referida desde unaatalaya que corresponde a la de seres in-equívocamente instalados en el vértice dela sociedad: la viuda Rebeca y el padre An-tonio Isabel del Santísimo Sacramento delAltar Castañeda y Montero. Desde la pers-pectiva aristocrática, ya sabemos, la histo-ria gravita con fuerza sobre el presente, y,en efecto, aquí, como en La hojarasca, haymuchos datos relativos al pasado de la so-ciedad ficticia. Algunos confirman datosanteriores, otros los amplían, otros losmodifican. El antiguo esplendor está aso-ciado, en la memoria del padre AntonioIsabel, al banano. Desde hace años sólopasan por Macondo cuatro vagones des-vencijados y descoloridos, de los que na-die desciende: “Antes era distinto, cuandopodía estar una tarde entera viendo pasarun tren cargado de banano: ciento cuaren-ta vagones cargados de frutas, pasando sinparar, hasta cuando pasaba, ya entrada lanoche, el último vagón con un hombrecolgando una lámpara verde”. Ciento cua-renta vagones, la desmesura: lo que era unaimagen retórica en los relatos anteriores,se convierte en característica de la reali-dad ficticia. Las dos épocas de Macondo, elapogeo y la de cadencia, están claramentediferenciadas aquí también, como en La ho-jarasca, en función de las plantacionesbananeras. Aparece un nuevo dato históri-co: “Tal vez de ahí vino su costumbre deasistir todos los días a la estación, inclusodespués de que abalearon a los trabajado-res y se acabaron las plantaciones debananos...”. Es la primera mención de lamatanza de trabajadores que tendrá ampliodesarrollo en Cien años de soledad.

En lo relativo a las guerras civiles, Undía después del sábado no es esclarecedorsino oscurecedor. En La hojarasca se insi-nuaba que la fundación de Macondo la ha-bían llevado a cabo gentes que, como la fa-milia del coronel, huían de las guerras, loque permitía situar la fundación hacia finesdel XIX. Sin embargo, aquí se indica que elpadre Antonio Isabel “se enterró en el pue-blo, desde mucho antes de la guerra del 85”,lo que retrocede la fundación de maneraconsiderable y desbarata la cronología queparecía regir la historia ficticia. El mucha-cho de Manaure nació “una lluviosa madru-gada de la última guerra civil” y durante laacción del relato tiene 22 años. Si esa últi-ma guerra civil es la del 85, el cuento ocu-rriría en 1907, más o menos, pero esta épo-ca no corresponde a la decadencia de Ma-condo, la que, según La hojarasca, comen-zó hacia 1918. Estas contradicciones de larealidad ficticia (que para ella no lo son)muestran la libertad y la movilidad de quegoza, su naturaleza diferente de la realidadreal, que sólo puede cambiar hacia adelan-te, en tanto que aquélla se va modificandotambién hacia atrás.

E

El coronel Aureliano Buendía aparecenuevamente, como una reminiscencia, ysu silueta resulta siempre enigmática. Algomás se sabe de él, sin embargo: es primohermano de la viuda Rebeca y primo delque fue su marido, José Arcadio Buendía;la viuda lo considera, no sabemos por qué,un descastado. Parece estar ausente, comoen La hojarasca. La viuda Rebeca, borrosaen sus apariciones anteriores, se enriquecebiográficamente: vive en una casa con doscorredores y nueve alcobas, acompañadade su sirvienta y confidente Argenida; subisabuelo paterno peleó durante la guerrade la Independencia en el bando de los rea-listas; una leyenda turbia la vincula a lamuerte de su esposo, quien veinte añosatrás, luego de un pistoletazo que nadiesabe quién disparó, “cayó de bruces entreun ruido de hebillas y espuelas sobre laspolainas aún calientes que se acababa dequitar”. Este episodio reaparece, con con-tornos real imaginarios, en Cien años desoledad. La viuda vive enclaustrada, visteridículamente, permanece en Macondopor un oscuro temor a la no vedad. El pa-dre Antonio Isabel retorna en Los funera-les de la Mamá Grande, en La mala hora yen Cien años de soledad. El alcalde asomasólo un momento y no se dice que esté aso-ciado a hechos de violencia y corrupción,aunque su físico inspira a la viuda Rebecauna impresión de solidez bestial. ¿Han de-saparecido la violencia y la corrupciónpolíticas en Macondo? Ha desaparecido elinterés por ese plano de lo real objetivo.Ha cambiado la perspectiva y ya vimos quepara la visión aristocrática la política es

El escritor peruano-español Mario Vargas Llosa.

Gabriel García Márquez.

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SÁBADO 26 DE ABRIL DE 2014 LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN | 33333

algo remoto y repulsivo, una experienciaprescindible. La viuda Rebeca y el padreAntonio Isabel son tan ciegos para la polí-tica como la clase popular: sólo cuando laperspectiva se sitúa en la clase media, lapolítica ocupa lugar dominante en lo realobjetivo. Aquí ha sido abolida y son el pa-sado, la religión y lo imaginario lo que pre-valece en la realidad ficticia.

Manaure, donde había ido a la escuelael protagonista de El coronel no tiene quienle escriba, adquiere una dimensión mayor.El forastero de la historia ha nacido allí,precisamente en la escuela, que su madrehabía atendido durante 18 años. Compa-rado a Macondo, es más pequeño, aisladoy pobre. El muchacho lo recuerda como“un pueblo verde y plácido, con unas ga-llinas de largas patas cenicientas que atra-vesaban el salón de clases para echarse aponer debajo del tinajero”. Está lejos y enla altura, pues allí no se siembra bananosino café y carece de alumbrado eléctrico.Como el héroe de El coronel no tiene quienle escriba, la madre del forastero esperauna jubilación.

El semblante urbano de Macondo seperfila más. Conocíamos su estación, susalmendros, sus alcaravanes, su calor: ahoraconocemos su hotel. Se llama también Ma-condo, carece de clientes, su menú es unplato de sopa con un hueso pelado y pica-dillo de plátano verde, tiene un gramófonode cuerda, sus propietarios son una ma-dre y su hija de caras idénticas. Habíamosvisto a Macondo a la hora de la siesta; aho-ra lo vernos un domingo de mañana: “Ca-lles sin hierba, casas con alambreras y uncielo profundo y maravilloso sobre un ca-lor asfixiante”; la calle principal desem-boca “en una pequeña plaza empedradacon un edificio de cal con una torre y ungallo de madera en la cúspide y un relojparado en las cuatro y diez”.

En la realidad ficticia hasta ahora sólose leían periódicos, volantes políticosclandestinos, el Almanaque Bristol, pre-sumiblemente las revistas de cine con cu-yas carátulas Ana había empapelado sucuarto. En “Un día después del sábado” unpersonaje ha tenido una formación clási-ca. El padre Antonio Isabel leyó en el se-minario a los griegos, sobre todo a Sófo-cles, “en su idioma original”. Los clásicosse le confundían, los llamaba “los anciani-tos de antes”. Aparentemente, tambiénestudió francés. Su monaguillo se llama (oél lo llama) Pitágoras.

Mario Vargas Llosa publicó en 1971 Histo-ria de un deicidio, un minucioso estudio li-terario que sería su tesis doctoral sobre lavida de Gabriel García Márquez desde losprimeros relatos hasta Cien años de sole-dad. Este extracto, incluido en las ObrasCompletas de Vargas Llosa, editadas porGalaxia Gutenberg, pertenece a un certeroanálisis sobre el cuento Un día después dels á b a d o .© Publicado en El País (España).

EL LIMÓN

Contradiciones ácidasA LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSASA LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSASA LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSASA LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSASA LA SAZÓN :: POR NETZAHUALCÓYOTL ÁVALOS ROSAS

u sabor es ácido y conquista. Terminapor caernos muy bien. El limón es unade las frutas con mayor carácter, y porello, por su atrevimiento y alcances, seha ganado un lugar de honor entre los

alimentos admirados, aunque no lo suficien-temente reconocidos del Planeta Tierra.

Antes de hablar de la mayor osadía de estesuculento fruto refrendaré la posición edito-rial de esta columna. Definitivamente sí, lamayor parte de los productos, guisos, y co-sas de las que aquí se hablen recibirán todoslos honores posibles y serán erigidos en elolimpo; en caso contrario, están condenadosa las cloacas de Ciudad Nezahualcóyotl.

Lo anterior viene a cuenta por los cuestio-namientos de varios lectores acerca de misalabanzas. Es evidente que en algunos códi-gos postales molesta que use adjetivos, me-táforas o analogías para hablar de las virtu-des de la canela, el aceite de oliva, el aguapura, y otros simples naturales que a su pa-recer no merecen de tales títulos. Al fin y alcabo, dirán: son solo comida. Es agua. Ni si-quiera han recibido un Nobel de Medicina porhaber encontrado la cura del Alzheimer. Yyo, por supuesto, yo nunca ganaré un Pulit-zer ni un concurso de ciencias de la secun-daria; ni acaso, el Cazo de Oro, por parte de laAsociación de Fritangueros de Morelia.

Sí, me vuelo en hablar de comida y alimen-tos. Soy un anacrónico que aún cree en el sa-bor, en la fuente de la eterna juventud, enmilagros y bellezas que brotan del campo yde lugares insólitos incluyendo las aguas delmar. Juro que no es vanidad, sólo una elec-ción post-moderna por encima de las porno-gráficas historias de los diarios, las apológicasnarco-canciones de la radio, las oficinas deGoogle, o las promiscuas y vacías relacionesen Facebook. Eso es todo.

Y coincido con el abuelo de mi amigo Yeyo:“todas esas cosas que dicen que sirven paratodo, no sirven para nada”. Pero, más allá delos tele-anuncios de la madrugada existensimples concurrencias naturales y hábitoscelestes que hacen que las frutas del paraísocrezcan sin esfuerzo y que el sol aparezca porel oriente desde hace millones de años… aun-que como cantan los metafísicos de Timbiri-che: “todo es tan relativo, amor, no lo ves”.

Después de tales confirmaciones me pon-

S dré exuberante: el limón puede evitar el cán-cer. Y no es de asombrarse, aunque no measombra que de nuevo se me tilde de hiper-bólico. La cuestión es que si se trata de creér-sela preferimos comprársela al que nos pro-voca la enfermedad y nos vende cara la con-dena y salvación. Él, seguro es de fiar. Sale entelevisión y tiene detrás a una pléyade de cien-tíficos “reconocidos”. Estamos habituados,pues, a las pastillitas de tal color.

Sólo diré lo que tengo que decir: el óptimofuncionamiento del organismo humano de-pende de una medida de equilibrio químico:el pH. Esta regla que va del 0 al 14, indica elporcentaje de hidrógeno contenido en deter-minada sustancia; es decir, mide la cantidadde iones ácidos (H+) contenidos en cada ele-mento, por eso sus siglas pH=potencial dehidrógeno.

El pH inmejorable para la salud es de 7.3(ligeramente alcalino). Un pH ácido, por de-bajo del 7.1 producirá un coma inmediato.Más allá de una muerte fulminante, la mayo-ría de la población mundial vivimos en elácido. Nuestra alimentación nos lleva a ello,a una muerte lenta que inicia con pesadezestomacal, cólicos y agruras; continúa conreflujo nocturno, colitis y acidosis; y termi-na, invariablemente con cáncer. Un órgano uorganismo ácido es el mejor caldo de cultivopara el cáncer y otras enfermedades.

LA NOTA, LA RECETA, O EL REMEDIO.LA NOTA, LA RECETA, O EL REMEDIO.LA NOTA, LA RECETA, O EL REMEDIO.LA NOTA, LA RECETA, O EL REMEDIO.LA NOTA, LA RECETA, O EL REMEDIO.No obstante su sabor, el limón esta entrelos diez alimentos del mundo con mejorefecto alcalino. Tomar agua mineral conlimón o simple agua de limón tibia (sinazúcar: de lo contrario seríacontraproducente) cada tercer día, durantetoda la vida, coadyuva a generar unambiente ideal; un contexto totalmentesaludable que impide la generacióncancerígena. ¿Es probable evitar el cáncerde esta forma?: totalmente probable y muypráctico. ¿Es infalible?: por supuesto queno. La salud trasciende la ingenuidad;depende de otros alimentos: de equilibrios,sinergia, disciplina, disposición, y genes.Nota: aunque en adelante escribiré mássobre este tema, por favor: indaguen alrespecto. Procuremos un mundo de unacidito sabroso, pero no ácido.

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rimero que todo, perdóneme que hablesentado, pero la verdad es que si melevanto corro el riesgo de caerme demiedo. De veras. Yo siempre creí quelos cinco minutos más terribles de mi

vida me tocaría pasarlos en un avión y delantede 20 a 30 personas, no delante de 200 ami-gos como ahora. Afortunadamente, lo que mesucede en este momento me permite empezara hablar de mi literatura, ya que estaba pen-sando que yo comencé a ser escritor en la mis-ma forma que me subí a este estrado: a la fuer-za. Confieso que hice todo lo po-sible por no asistir a esta asam-blea: traté de enfermarme, bus-qué que me diera una pulmonía,fui a donde el peluquero con la es-peranza de que me degollara y,por último, se me ocurrió la ideade venir sin saco y sin corbatapara que no me permitieran en-trar en una reunión tan formalcomo esta, pero olvidaba que es-taba en Venezuela, en donde atodas partes se puede ir en cami-sa. Resultado: que aquí estoy y nosé por dónde empezar. Pero lespuedo contar, por ejemplo, cómocomencé a escribir.

A mí nunca se me había ocu-rrido que pudiera ser escritorpero, en mis tiempos de estudian-te, Eduardo Zalamea Borda, di-rector del suplemento literario deEl Espectador de Bogotá, publicóuna nota donde decía que las nue-vas generaciones de escritores noofrecían nada, que no se veía por ninguna par-te un nuevo cuentista ni un nuevo novelista.Y concluía afirmando que a él se le reprochabaporque en su periódico no publicaba sino fir-mas muy conocidas de escritores viejos, ynada de jóvenes en cambio, cuando la verdad—dijo— es que no hay jóvenes que escriban.

A mí me salió entonces un sentimiento desolidaridad para con mis compañeros de ge-neración y resolví escribir un cuento, no máspor taparle la boca a Eduardo Zalamea Bor-da, que era mi gran amigo, o al menos quedespués llegó a ser mi gran amigo. Me senté yescribí el cuento, lo mandé a El Espectador.El segundo susto lo obtuve el domingo si-guiente cuando abrí el periódico y a toda pá-gina estaba mi cuento con una nota dondeEduardo Zalamea Borda reconocía que sehabía equivocado, porque evidentemente con“ese cuento surgía el genio de la literaturacolombiana” o algo parecido.

Esta vez sí que me enfermé y me dije: ¡Enqué lío me he metido!” ¿Y ahora qué hago parano hacer quedar mal a Eduardo Zalamea Bor-da?” Seguir escribiendo, era la respuesta.Siempre tenía frente a mí el problema de lostemas: estaba obligado a buscarme el cuentopara poderlo escribir.

Y esto me permite decirles una cosa quecompruebo ahora, después de haber publi-cado cinco libros: el oficio de escritor es talvez el único que se hace más difícil a medidaque más se practica. La facilidad con que yome senté a escribir aquel cuento una tardeno puede compararse con el trabajo que mecuesta ahora escribir una página. En cuantoa mi método de trabajo, es bastante coherentecon esto que les estoy diciendo. Nunca sé

Cómo comencé a escribirCRÓNICACRÓNICACRÓNICACRÓNICACRÓNICA:: POR GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZPOR GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZPOR GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZPOR GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZPOR GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

P cuánto voy a poder escribir ni qué voy a es-cribir. Espero que se me ocurra algo y, cuan-do se me ocurre una idea que juzgo buenapara escribirla, me pongo a darle vueltas enla cabeza y dejo que se vaya madurando.Cuando la tenga terminada (y a veces pasanmuchos años, como en el caso de Cien añosde soledad que pasé diez y nueve años pen-sándola), cuando la tengo terminada repito,entonces me siento a escribirla y ahí empiezala parte más difícil y la que más me aburre.Porque lo más delicioso de la historia es con-

cebirla, irla redondeando, dándole vueltas yrevueltas, de manera que a la hora de sentar-se a escribirla ya no le interesa a uno mucho,o al menos a mí no me interesa mucho.

La idea que le da vueltas

Les voy a contar, por ejemplo, la idea que meestá dando vueltas en la cabeza hace ya va-rios años y sospecho que la tengo ya bastan-te redonda. Se las cuento ahora, porque se-guramente cuando la escriba, no sé cuando,ustedes la van a encontrar completamentedistinta y podrán observar en qué formaevolucionó. Imagínense un pueblo muy pe-queño donde hay una señora vieja que tienedos hijos, uno de 17 y una hija menor de 14.Está sirviéndoles el desayuno a sus hijos y sele advierte una expresión muy preocupada.Los hijos le preguntan qué le pasa y ella res-ponde: No sé, pero he amanecido con el pen-samiento de que algo muy grave va a sucederen este pueblo”.

Ellos se ríen de ella, dicen que esos sonpresentimientos de vieja, cosas que pasan. Elhijo se va a jugar billar, y en el momento enque va a tirar una carambola sencillísima, eladversario le dice: “Te apuesto un peso a queno la haces”. Todos se ríen, él se ríe, tira lacarambola y no la hace. Pago un peso y lepregunta: ¿Pero qué pasó, si era una caram-bola tan sencilla? Dice: “Es cierto, pero me haquedado la preocupación de una cosa que medijo mi mamá esta mañana sobre algo graveque va a suceder en este pueblo”. Todos seríen de él y el que se ha ganado el peso regre-sa a su casa, donde está su mamá y una primao una nieta o en fin, cualquier parienta. Feliz

con su peso dice: “Le gané este peso a Dámasoen la forma más sencilla, porque es un tonto”.“¿Y por qué es un tonto?”. Dice: “Hombre,porque no pudo hacer una carambola senci-llísima estorbado por la preocupación de quesu mamá amaneció hoy con la idea de quealgo muy grave va a suceder en este pueblo”.

Entonces le dice la mamá: “No te burles delos presentimientos de los viejos, porque aveces salen”. La parienta lo oye y va a com-prar carne. Ella dice al carnicero: “véndameuna libra de carne” y, en el momento en que

está cortando, agrega: “Mejorvéndame dos porque andan di-ciendo que algo grave va a pasar ylo mejor es estar preparado”. Elcarnicero despacha su carne ycuando llega otra señora a com-prar una libra de carne, le dice:“Lleve dos porque hasta aquí llegala gente diciendo que algo muygrave va a pasar, y se está prepa-rando, y andan comprando cosas”.

Entonces la vieja responde:“Tengo varios hijos, mire, mejordeme cuatro libras”. Se lleva cua-tro libras y para no hacer largo elcuento, diré que el carnicero enmedia hora agota la carne, mataotra vaca, se vende toda y se vaesparciendo el rumor. Llega el mo-mento en que todo el mundo en elpueblo está esperando que pasealgo. Se paralizan las actividades yde pronto, a las dos de la tarde,hace calor como siempre. Alguiendice: “¿Se han dado cuenta del ca-

lor que está haciendo?”. “Pero si en este pue-blo siempre ha hecho calor”. Tanto calor quees un pueblo donde todos los músicos teníaninstrumentos remendados con brea y tocabansiempre a la sombra porque si tocaban al solse les caían a pedazos. “Sin embargo —diceuno— nunca a esta hora ha hecho tanto calor”,“sí, pero no tanto calor como ahora”. Al pue-blo desierto, a la plaza desierta, baja de pron-to un parajito y se corre la voz: “hay un pajaritoen la plaza”. Y viene todo el mundo espantadoa ver el pajarito.

“Pero, señores, siempre ha habido pajari-tos que bajan”. “Sí, pero nunca a esta hora”.Llega un momento de tal tensión para los ha-bitantes del pueblo que todos están desespe-rados por irse y no tienen el valor de hacerlo.“Yo sí soy muy macho —grita uno— yo mevoy”. Agarra sus muebles, sus hijos, sus ani-males, los mete en una carreta y atraviesa lacalle central donde está el pobre puebloviéndolo. Hasta el momento en que dicen: “Sieste se atreve a irse, pues nosotros tambiénnos vamos”, y empiezan a desmantelar literal-mente al pueblo. Se llevan las cosas, los ani-males, todo. Y uno de los últimos que abando-na el pueblo dice: “Que no venga la desgracia acaer sobre todo lo que queda de nuestra casa”y entonces incendia la casa y otros incendianotras casas. Huyen en un tremendo y verda-dero pánico, como en éxodo de guerra, y enmedio de ellos va la señora que tuvo el presagioclamando: “Yo lo dije, que algo muy grave ibaa pasar y me dijeron que estaba loca”.

Discurso pronunciado el 3 de mayo de 1970en Caracas, Venezuela. Publicado ens a l a d e p r e n s a . o r g

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SÁBADO 26 DE ABRIL DE 2014 LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN | 55555

CREACIÓNCREACIÓNCREACIÓNCREACIÓNCREACIÓN

La tercera resignaciónGabriel García Márquez

Allí estaba otra vez, ese ruido. Aquel ruidofrío, cortante, vertical, que ya tanto cono-cía pero que ahora se le presentaba agudoy doloroso, como si de un día a otro sehubiera desacostumbrado a él.

Le giraba dentro del cráneo vacío, sordo y pun-zante. Un panal se había levantado en las cuatroparedes de su calavera. Se agrandaba cada vezmás en espirales sucesivos, y le golpeaba por den-tro haciendo vibrar su tallo de vértebras con unavibración destemplada, desentonada, con el rit-mo seguro de su cuerpo. Algo se había desadap-tado en su estructura material de hombre firme;algo que “las otras veces” había funcionado nor-malmente y que ahora le estaba martillando decabeza por dentro con un golpe seco y duro dadopor unos huesos de mano descarnada, esqueléti-ca, y le hacía recordar todas las sensaciones amar-gas de la vida. Tuvo el impulso animal de cerrarlos puños y apretarse la sien brotada de arteriasazules, moradas, con la firme presión de su dolordesesperado. Hubiera querido localizar entre laspalmas de sus dos manos sensitivas el ruido quele estaba a punta de diamante. Un gesto de gatodoméstico contrajo sus músculos cuando lo ima-ginó perseguido por los rincones atormentadosde su cabeza caliente, desgarrada por la fiebre.Ya iba a alcanzarlo. No.

El ruido tenía la piel resbaladiza, intangible casi.Pero él estaba dispuesto a alcanzarlo con su es-trategia bien aprendida y apretarlo larga y defini-tivamente con toda la fuerza de su desesperación.No permitiría que penetrara otra vez por su oído:que saliera por su boca, por cada uno de sus poroso por sus ojos que se desorbitarían a su paso y sequedarían ciegos mirando la huída del ruido des-de el fondo de su desgarrada oscuridad. No per-mitiría que le estrujara más sus cristales molidos,sus estrellas de hielo, contra las paredes interio-res del cráneo. Así era el ruido aquel:

Pero le era imposible apretarse las sienes. Susbrazos se habían reducido y eran ahora los bra-zos de un enano; unos brazos pequeños, regorde-tes, adiposos. Trató de sacudir la cabeza. La sacu-dió. El ruido apareció entonces con mayor fuerzadentro del cráneo que se había endurecido, agran-dado y que se sentía atraído con mayor fuerzapor la gravedad. Estaba pesado y duro aquel ru-ido. Tan pesado y duro que de haberlo alcanzadoy destruido había tenido habría tenido la impre-sión de estar deshojando una flor de plomo.

Había sentido ese ruido “las otras veces”, conla misma insistencia. Lo había sentido, por ejem-plo, el día en que murió por primera vez. Cuando–ante la vista de un cadáver– se dio cuenta de queera su propio cadáver. Lo miró y se palpó. Se sintióintangible, inespacial, inexistente. El era verda-deramente un cadáver y estaba sintiendo ya, so-bre su cuerpo joven y enfermizo, el tránsito de lamuerte. La atmósfera se había endurecido en todala casa como si hubiera sido rellena de cemento,y en medio de aquel bosque –en el que había deja-do los objetos como cuando era una atmósfera deaire– estaba él, cuidadosamente colocado dentrodel ataúd de un cemento duro pero transparente.Aquella vez, en su cabeza estaba también “eseruido”. Qué lejanas y qué frías sentía las plantasde sus pies; allá en el otro extremo del ataúd, don-de habían puesto una almohada, porque la caja lequedaba aún demasiado grande y hubo que ajus-tarlo, adaptar el cuerpo muerto a su nuevo y últi-mo vestido. Lo cubrieron de blanco y alrededorde su mandíbula apretaron un pañuelo. Se sintióbello envuelto en su mortaja; mortalmente bello.

Estaba en su ataúd, listo a ser enterrado, y sinembargo, él sabía que no estaba muerto. Que sihubiera tratado de levantarse lo hubiera hechocon toda facilidad. Al menos “espiritualmente”.Pero no valía la pena. Era mejor dejarse morirallí; morirse de “muerte”, que era su enfermedad.Hacía tiempo que el médico había dicho a su ma-dre, secamente:

–Señora, su niño tiene una enfermedad grave:está muerto. Sin embargo –prosiguió–, haremostodo lo posible por conservarle la vida más alláde su muerte. Lograremos que continúen sus fun-ciones orgánicas por un complejo sistema deautonutrición. Sólo variarán las funciones motri-ces, los movimientos espontáneos. Sabremos desu vida por el crecimiento que continuará tam-bién normalmente. Es simplemente “una muerteviva”. Una real y verdadera muerte…

Recordaba las palabras, pero confundidas. Talvez no las oyó nunca y fue creación de su cerebrocuando subía la temperatura en las crisis de lafiebre tifoidea.

Cuando se sumergía en el delirio. Cuando leíala historia de los faraones embalsamados. Al su-bir la fiebre, él mismo se sentía protagonista deella. Allí había empezado una especie de vacío ensu vida. Desde entonces no podía distinguir, re-cordar cuáles acontecimientos eran parte de sudelirio y cuáles de su vida real. Por tanto, ahoradudaba. Tal vez el médico nunca habló de esa ex-traña “muerte viva”. Es ilógica, paradojal, senci-llamente contradictoria. Y eso lo hacía sospecharahora que, efectivamente, estaba muerto de ver-dad. Que hacía dieciocho años que lo estaba.

Desde entonces –en el tiempo de su muerte te-nía siete años– su madre le mandó hacer un ataúd

pequeño, de madera verde; un ataúd para un niño.Pero el médico ordenó que le hicieran una cajamás grande, una caja para un adulto normal, puesaquella, podría atrofiar el crecimiento y llegaría aser un muerto deforme o un vivo anormal. O ladetención del crecimiento impediría darse cuen-ta de la mejoría. En vista de aquella advertencia,su madre le hizo construir un ataúd grande, paraun cadáver adulto, y le colocó tres almohadas alos pies, con el fin de ajustarlo.

Pronto empezó a crecer dentro de la caja, de talmanera que cada año podían sacarle un poco delana a la almohada extrema para darle margen alcrecimiento. Había pasado así media vida. Diecio-cho años (ahora tenía veinticinco). Y había llega-do a su estatura definitiva, normal. El carpintero yel médico se equivocaron en el cálculo e hicieronel ataúd medio metro más grande. Supusieron queél tendría la estatura de su padre, que era un gigantesemibárbaro. Pero no fue así. Lo único que de él

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6 6 6 6 6 | LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN SÁBADO 26 DE ABRIL DE 2014

heredó fue la barba poblada. Una barba azul,espesa, que su madre acostumbraba arreglar paraverlo decentemente dentro de su ataúd. Esa barbale molestaba terriblemente en los días de calor.

Pero había algo que le preocupaba más que “¡eseruido!”. Eran los ratones. Precisamente, cuandoniño, nada había en el mundo que le preocuparamás, que le produjera más terror, que los ratones.Y eran precisamente esos animales asquerosos losque habían acudido al olor de las bujías que ardíana sus pies. Ya habían roído sus ropas y sabía quemuy pronto empezarían a roerlo a él, a comersesu cuerpo. Un día pudo verlos: eran cinco ratoneslucios, resbaladizos, que subían a la caja por lapata de la mesa y lo estaban devorando. Cuandosu madre lo advirtiera, no quedaría ya de él sinolos escombros, los huesos duros y fríos. Lo quemás horror le producía no era exactamente quese lo comieran los ratones. Al fin y al cabo podríaseguir viviendo con su esqueleto. Lo que lo ator-mentaba era el terror innato que sentía hacia esosanimalitos. Se le erizaba la piel con sólo pensar enesos seres velludos que recorrían todo su cuer-po, que penetraban por los pliegues de su piel y lerozaban los labios con sus patas heladas. Uno deellos subió hasta sus párpados y trató de roer sucórnea. Le vio grande, monstruoso, en su luchadesesperada por taladrarle la retina. Creyó en-tonces una nueva muerte y se entregó, todo ente-ro, a la inminencia del vértigo.

Recordó que había llegado a mayor de edad.Tenía veinticinco años y eso significaba que nocrecería ya más. Sus facciones se volverían firmes,serias. Pero cuando estuviera sano no podría ha-blar de su infancia. No la había tenido. La pasóm u e r t o .

Su madre había tenido rigurosos cuidados du-rante el tiempo que duró la transición de la infan-cia a la pubertad. Se preocupó por la higiene per-fecta del ataúd y de la habitación en general. Cam-biaba frecuentemente las flores de los jarrones yabría las ventanas todos los días para que pene-trara el aire fresco. Con qué satisfacción miró lacinta métrica en aquel tiempo, cuando, despuésde medirlo, ¡comprobaba que había crecido va-rios centímetros! Tenía la maternal satisfacciónde verlo vivo. Cuidó, así mismo, de evitar la pre-sencia de extraños en la casa. Al fin y al cabo eradesagradable y misteriosa la existencia de unmuerto por largos años en una habitación fami-liar. Fue una mujer abnegada. Pero muy prontoempezó a decaer su optimismo. En los últimosaños, la vio mirar con tristeza la cinta métrica. Suniño no crecía ya más. En los meses pasados noprogresó el crecimiento un milímetro siquiera.Su madre sabía que iba a ser difícil ahora encon-trar la manera de advertir la presencia de la vidaen su muerto querido. Tenía el temor de que unamañana amaneciera “realmente” muerto y tal vezpor eso aquel día él pudo observar que se acercabaa su caja, discretamente, y olfateaba su cuerpo.Había caído en una crisis de pesimismo. Última-mente descuidó las atenciones y ya ni siquieratenía la precaución de llevar la cinta métrica.Sabía que ya no crecería más.

Y él sabía que ahora estaba “realmente” muer-to, Lo sabía por aquella apacible tranquilidad conque su organismo se dejaba llevar. Todo habíacambiado intempestivamente. Los latidos imper-ceptibles que sólo él podía percibir se habían des-vanecido ahora de su pulso. Se sentía pesado,atraído por una fuerza reclamadora y potentehacia la primitiva substancia de la tierra. La fuer-za de gravedad parecía atraerlo ahora con un po-der irrevocable. Estaba innegable. Pero estabamás descansado así. Ni siquiera tenía que respi-rar para vivir su muerte.

Imaginariamente, sin tocarse, recorrió uno auno cada uno de sus miembros. Allí, sobre una al-mohada dura, estaba su cabeza levemente vueltahacia la izquierda. Imaginó su boca entreabiertapor la delgada orilla de frío que le llenaba la gar-ganta de granizo. Estaba tronchado como un árbolde veinticinco años. Quizá trató de cerrar la boca.

El pañuelo que había apretado a su quijada estabaflojo. No pudo colocarse, componerse, tomar una“pose” siquiera para parecer un muerto decente.Ya los músculos, los miembros, no acudían comoantes, puntuales al llamado de su sistema nervio-so. Ya no era el de dieciocho años atrás, un niñonormal que podía moverse a gusto. Sintió sus bra-zos caídos, tumbados para siempre, apretados con-tra las paredes acojinadas del ataúd. Su vientreduro, como una corteza de nogal. Y más allá laspiernas íntegras, exactas, complementando su per-fecta anatomía de adulto. Su cuerpo reposaba conpesadez, pero apaciblemente, sin malestar algu-no, como si el mundo se hubiera detenido de re-pente, y nadie interrumpiera el silencio; como sitodos los pulmones de la tierra hubieran dejado derespirar para no interrumpir la liviana quietud delaire. Se sentía feliz como un niño bocarriba sobrela hierba fresca y apretada, contemplando unanube alta que se aleja por el cielo de la tarde. Erafeliz, aunque sabía que estaba muerto, quereposaba para siempre en la caja recubierta de sedaartificial. Tenía una gran lucidez. No era como an-tes, después de su primera muerte, en que se sintióembotado, bruto. Las cuatro bujías que habíanpuesto en derredor suyo, y que eran renovadascada tres meses, empezaban a agotarse nuevamen-te: precisamente cuando iban a ser indispensables.Sintió la vecindad de la frescura en las violetas hú-medas que su madre había llevado aquella terriblemañana. La sintió en las azucenas, en las rosas. Perotoda aquella terrible realidad no le causaba ningu-na inquietud; al contrario, era feliz allí, sólo con susoledad. ¿Sentirse miedo después?

Quién sabe. Era duro pensar en el momento enque el martillo golpeara los clavos sobre la made-ra verde y crujiera el ataúd bajo la esperanza segurade volver a ser árbol. Su cuerpo atraído ahora conmayor fuerza por el imperativo de l atierra, que-daría ladeado en un fondo húmedo, arcilloso yblanco, y allá arriba, sobre cuatro metros cúbicos,se irían apagando los últimos golpes de los sepul-tureros. No. Allí tampoco sentiría miedo. Eso seríala prolongación de su muerte, la prolongación másnatural de su nuevo estado.

No quedaría ya ni un grado de calor en su cuer-po, su médula se habría enfriado para siempre, yunas estrellitas de hielo penetrarían hasta eltuétano de sus huesos. ¡Qué bien se acostumbraríaa su nueva vida de muerto! Un día –sin embargo–sentirá que se derrumba su armadura sólida; ycuando trate de citar, de repasar cada uno de susmiembros, no los encontrará. Sentirá que no tie-ne forma exacta definida, y sabrá resignadamenteque ha perdido su perfecta anatomía de 25 años yque se ha convertido en un puñado de polvo sinforma, sin definición geométrica.

En el polvillo bíblico de la muerte. Acaso sientaentonces una ligera nostalgia: nostalgia de no serun cadáver formal, anatómico, sino un cadáverimaginario, abstracto, armado únicamente en elrecuerdo borroso de sus parientes. Sabrá enton-ces, que va a subir por los vasos capilares de unmanzano y al despertarse medido por el hambrede un niño en una mañana otoñal. Sabrá entonces–y eso sí le entristecía– que ha perdido su unidad:que ya no es –siquiera– un muerto ordinario, uncadáver común.

La última noche la había pasado feliz, en la so-litaria compañía de su propio cadáver.

Pero al nuevo día, al penetrar los primeros ra-yos del sol tibio por la ventana, abierta, sintió quesu piel se había reblandecido. Observó un momen-to. Quieto, rígido. Dejó que el aire corriera sobresu cuerpo. No pudo dudarlo: allí estaba el “olor”.Durante la noche la cadaverina había empezado ahacer sus efectos. Su organismo había empezado adescomponerse, a pudrirse, como el cuerpo de to-dos los muertos. El “olor” era, indudablemente, unolor inconfundible a carne manida, que desapare-cía y reaparecía después más penetrante. Su cuer-po se había descompuesto con el calor de la nocheanterior. Sí. Se estaba pudriendo. Dentro de p ocashoras vendría su madre a cambiar las flores y des-

de el umbral la azotaría el tufo de la carnedescompuesta. Entonces sí lo llevarían a dormirsu segunda muerte entre los otros muertos.

Pero de pronto el miedo le dio una puñaladapor la espalda. ¡El miedo! ¡Qué palabra tan honda,tan significativa! Ahora tenía miedo, un miedo“físico”, verdadero. ¿A qué se debía? Él lo com-prendía perfectamente y se le estremecía la carne:probablemente no estaba muerto. Lo habían me-tido allí, en esa caja que ahora sentía perfecta-mente, blanda, acolchada, terriblemente cómoda;y el fantasma del miedo le abrió la ventana de larealidad: ¡Lo iban a enterrar vivo!

No podía estar muerto, porque se daba cuentaexacta de todo; de la vida que giraba en tornosuyo, murmurante. Del olor tibio de los heliotro-pos que penetraba por la ventana abierta y se con-fundía con el otro “olor”. Se daba perfecta cuentadel lento caer del agua en el estanque. Del grilloque se había quedado en el rincón y seguía can-tando, creyendo que aún duraba la madrugada.

Todo le negaba su muerte. Todo menos el “olor”.Pero, ¿cómo podía saber que ese olor era suyo?Tal vez su madre había olvidado el día anteriorcambiar el agua de los jarrones, y los tallos esta-ban pudriéndose. O tal vez el ratón, que el gatohabía arrastrado hasta su pieza, se descompuso conel calor. No. El “olor” no podía ser de su cuerpo.

Hacía unos momentos estaba feliz con su muer-te, porque creía estar muerto. Porque un muertopuede ser feliz con su situación irremediable. Peroun vivo no puede resignarse a ser enterrado vivo.Sin embargo, sus miembros no respondían a sullamada. No podía expresarse, y era eso lo que lecausaba terror; el mayor terror de su vida y de sumuerte. Lo enterrarían vivo. Sentiría el vacío delcuerpo suspendido en hombros de los amigos,mientras su angustia y su desesperación se iríanagrandando a cada paso de la procesión.

Inútilmente trataría de levantarse, de llamar contodas sus fuerzas desfallecidas, de golpear por den-tro del ataúd oscuro y estrecho para que supieranque aún vivía, que iban a enterrarlo vivo. Seríainútil; allí tampoco responderían sus miembros alurgente y último llamado de su sistema nervioso.

Oyó ruidos en la pieza contigua. ¿Estaría dor-mido? ¿Habría sido una pesadilla toda esa vida demuerto? Pero el ruido de la vajilla no continuó. Sepuso triste y quizá tuvo disgusto por ello. Hubie-ra querido que todas las vajillas de la tierra sequebraran de un sólo golpe allí a su lado, paradespertar por una causa exterior, ya que su vo-luntad había fracasado.

Pero no. No era un sueño. Estaba seguro de quede haber sido un sueño no habría fallado el últimointento de volver a la realidad. El no despertaríaya más. Sentía la blandura del ataúd y el “olor”había vuelto ahora con mayor fuerza, con tantafuerza, que ya dudaba de que era su propio olor.Hubiera querido ver allí a sus parientes, antes quecomenzara a deshacerse, y el espectáculo de lacarne putrefacta les produjera asco. Los vecinoshuirían espantados del féretro con un pañuelo enla boca. Escupirían. No. Eso no. Era mejor que loenterraran. Era preferible salir de “eso” cuantoantes. El mismo quería ahora deshacerse de su pro-pio cadáver. Ahora sabía que estaba verdadera-mente muerto, o al menos inapreciablemente vivo.Daba lo mismo. De todos modos persistía el “olor”.

Resignado oiría las últimas oraciones, los últi-mos latinajos mal respondidos por los acólitos. Elfrío lleno de polvo y de huesos del cementeriopenetrará hasta sus huesos y tal vez disipe unpoco ese “olor”. Tal vez –¡quién sabe!— la inmi-nencia del momento le haga salir de ese letargo.Cuando se sienta nadando en su propio sudor, enun agua viscosa, espesa, como estuvo nadandoantes de nacer en el útero de su madre. Tal vezentonces esté vivo.

Pero estará ya tan resignado a morir, que acasomuera de resignación.

Primer cuento publicado por Gabriel García Már-quez, en1947, en el periódico El Espectador.

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SÁBADO 26 DE ABRIL DE 2014 LETRAS ~ CAMBIO DE MICHOACAN | 77777

e vivido la vida con intensidad y la vidajamás me ha traicionado. Quien se haatrevido a traicionar he sido yo, no ala vida como tal, a mi madre por ejem-plo que no la cuidé lo suficiente, que

no la cuidé toda y terminó muriendo. A lavocación académica y científica abandonan-do tempranamente mi carrera universitaria.También, lo confieso públicamente, a quienmás le debo en la vida, mi esposa Carmen, ala que no he sabido darle todo el amor que semerece. Sin embargo en todo esto que es lavida que se vive con toda la pasión que se escapaz, no he podido nunca traicionarme a mímismo. He sido fiel a la idea de que las cosas ylas gentes deben encontrar un equilibrio quese llama paz y justicia. Que la igualdad es po-sible si desterramos las diferencias que mar-can los prejuicios y los delirios de poder. Fieltambién he sido desde que mis ojos vieron laluz, a ese martranquilo queguardo en mimemoria másprofunda, el marde la Bahía de Zi-huatanejo. En laarena de esa pla-ya hoy cancela-da por riesgos dec o n t a m i n a c i ó n ,di mis primerospasos, -PlayaHer-osa-, la pla-ya principal delpuerto donde lasgentes no tienenotra ambiciónque amar y seramados. Sabenbailar y son ale-gres, trabajan duro ganando el pan para sushijos. Ahorran, construyen, educan. Son fa-milias que desde hace más de sesenta añoscultivan esa ciudad que ahora es Zihuatane-jo, floreciendo y dando frutos de progreso.

Zihuatanejo nace al fragor de remos de ma-dera abriendo el lomo del mar todas lasmadrugadas, cuando grupos de pescadores encanoas labradas en un solo tronco cosecha-ban de sus aguas las corvinas, palometas,huachinangos, ojotones, y tantas otras espe-cies de peces, el tiburón y la caguama tuvie-ron su temporada de gran explotación. Tierraadentro los ejidatarios de Agua de Correasembraron en los litorales de la bahía, en esossuelos aluviales profundos y fértiles, huertasde palmera africana, mangos, limoneros, na-ranjos, guanábanos. Crecí por fortuna en me-dio de esos paraísos. Cada huerta era un pa-raíso cuando recorríamos la vereda desde elcaserío de Zihuatanejo, pasando por toda laplaya de La Ropa hasta llegar entre piedras yolas furiosas a Las Gatas. Éramos un grupo dechiquillos de entre cinco y siete años, PanchoLanda, Héctor y Carlos Allec, Hugo Ayvar y elque esto escribe con cinco años de edad.

En playa La Madera, según un artículo deuna revista geográfica internacional, se con-centraban los trozos de árboles de maderaspreciosas. Ahí en el siglo XVI se construyó elprimer galeón que marcó el derrotero parahacer el viaje a Manila en las Filipinas. El mis-mo que descargaba mercaderías del orienteen Acapulco, para entonces ya el puerto más

importante de la Nueva España. La Ropa,playa donde las huertas de plátano permitie-ron saciar nuestra hambre y los cocoterosnuestra sed en ese periplo de piratas niños,tiene su propia leyenda, ahí los náufragos deuna embarcación extranjera fueron arroja-dos por el oleaje de la marea alta y sus perte-nencias se regaron por toda la playa, entreellas lienzos de finas telas. A mí me sucedie-ron otras cosas en compañía de Fabiola, mihermana mayor, cuando deambulábamosvagando, -era nuestra ocupación principal deniños-, entre la salida del pueblo y lo que erael viejo campo de aviación o aeropuerto. Elsol amenazaba ya con ocultarse, de entre losmatorrales saltó un perro negro cuyos ojosbrillantes nos dieron un gran susto.

Estoy narrando cosas desde el recuerdo delos años cincuenta del siglo veinte. Zihuata-nejo era un caserío con unas cuantas calles y

apenas unos quinientos pobladores. Las fami-lias que recuerdo estaban ahí asentadas eranlos Galeana, los Allec, los Valle, los Campos,los Espino, los Sotelo, los Landa, los Rincón,los Gutiérrez, los Olea, los Olascoaga, losMaciel, los Vargas, los Farías. Don SalvadorEspino era el líder de los ejidatarios; mi pa-dre, Arturo Chávez Díaz, llegó en el año cin-cuenta y seis de Petatlán a asentarse, trabóuna gran amistad con don Chava. Una hija dedon Salvador casó con un joven marino, elTeniente de Fragata Jorge Bustos Aldana, degran trayectoria militar, política, social y edu-cativa en el puerto. Sus últimos años de traba-jo los ocupó como maestro de la preparatoriatrece de la Universidad Autónoma de Guerre-ro. Ya en los años setenta estuve viviendo conmi padre en una huerta del ejido del Coacoyul,a doce kilómetros de Zihuatanejo, sobre la ca-rretera federal a Acapulco. Era el período delpresidente Luis Echeverría Álvarez, cuya po-lítica turística iniciaba con los grandes cen-tros de turismo industrial integralmenteplaneados, uno de ellos fue lo que ahora co-

Bahía de ZihuatanejoCRÓNICA CRÓNICA CRÓNICA CRÓNICA CRÓNICA :: POR ARTURO CHÁVEZ CARMONAPOR ARTURO CHÁVEZ CARMONAPOR ARTURO CHÁVEZ CARMONAPOR ARTURO CHÁVEZ CARMONAPOR ARTURO CHÁVEZ CARMONA

nocemos como Ixtapa-Zihuatanejo.El brazo financiero ejecutor del plan ha sido

el Fideicomiso Bahía de Zihuatanejo (FIBAZI),que no pudo inicialmente transformar el viejopuerto de pescadores en un moderno desa-rrollo, pues se negaron sus habitantes con másde treinta años de asentados, a reconocer laexpropiación que se había decretado a los eji-datarios. Buscaron otros horizontes y en laplaya de San José Ixtapa, frente a la que esta-ba una gran huerta de cocoteros, la de donGuillermo Leyva, compraron más de quinien-tas hectáreas; dotaron de infraestructura, ur-banización y servicios básicos. Comenzó asíel crecimiento del gigante que hoy es Ixtapa,con sus hoteles de cinco estrellas, grandes,lujosas y caras residencias, campo de golf,marina, todo para que se disfrute como si es-tuviéramos en la Costa Azul francesa o en Mia-mi. El viejo puerto vecino sufrió el impacto y

creció de sus po-cos miles de habi-tantes a más decien mil poblado-res. De ahí vienenporque ahí vivenla mayoría de lostrabajadores delos grandes con-sorcios hotele-ros, desde afana-doras y meseros,hasta ingenierosy técnicos califi-cados en mante-nimiento de sis-temas informáti-c o s .

El impactoeconómico po-sitivo de varias

décadas ha transformado el paisaje de la re-gión y beneficiado a muchas familias y em-presas, locales, nacionales e internacionales.Últimamente los hechos de violencia e inse-guridad que provoca la delincuencia organi-zada han mermado en mucho la afluencia devisitantes. La política del actual gobierno fed-eral garantiza ya mejores condiciones parael trabajo de propios y extraños. El turismopuede sentirse más seguro para disfrutar suviaje y estancia en el puerto. La sombra deun mal manejo de los desechos de las aguasservidas ha provocado situaciones delicadascomo la de Playa Hermosa, donde la conta-minación orgánica la hace riesgosa para usar-la como balneario. Sin embargo, la ComisiónNacional del Agua está implementando ya im-portantes inversiones para ampliar las plan-tas de tratamiento existentes, construir otrasnuevas, integrar redes de drenaje en colec-tores y reglamentar el tratamiento de lasaguas servidas por cada empresa hotelera,para que no se liberen al mar sin cumplir conlas normas oficiales mexicanas.

La Bahía de Zihuatanejo en el imaginariode muchos amigos y amigas de mi generaciónsigue siendo un paraíso. Será porque ahímiramos la mar por primera vez, conocimostambién la profunda belleza de unos ojos deniña amando por vez primera. En esas are-nas, respirando esa brisa, agostando ese sol,mi alma de poeta creció hasta conocer de lalocura que ilumina y conduce a la madurezque hoy no sabe traicionar.

H

Estoy narrando cosas desde elrecuerdo de los años cincuenta delsiglo veinte. Zihuatanejo era uncaserío con unas cuantas calles yapenas unos quinientos pobladores

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El insólito cine mexicanoEL TERCER OJO EL TERCER OJO EL TERCER OJO EL TERCER OJO EL TERCER OJO :: A pesar de los buenos resultados de los filmes mexicanos en festivales extranjeros, el cine nacional sigue sin convencer a la mayor parte de losespectadores. El número de películas producidas es bajo y, peor aún, muchas ni siquiera llegan a las salas oscuras. ¿Cambiará esta tendencia? . POR SYLVAIN PROVILLARDPOR SYLVAIN PROVILLARDPOR SYLVAIN PROVILLARDPOR SYLVAIN PROVILLARDPOR SYLVAIN PROVILLARD

xiste un cine mexicano joven, inteligen-te, ecléctico, arriesgado e insólito. Sinembargo, parece que el público de nues-tro país todavía no quiere verlo. Inclu-so se puede hablar de discriminación:

según una encuesta de la revista Cine, la pre-ferencia de los mexicanos es del 80 por cientohacia los filmes norteamericanos, 15 porciento a los mexicanos y cinco a los europeos.¿Será tan malo el cine mexicano para tenertan poca difusión y ahuyentar a tantos cinéfi-los? Algunos reconocen que bajó la calidadde las películas nacionales entre 1995 y 2005,o bien, que se estigmatizaron: la gente empe-zó a asociar al cine mexicano con sexo, vio-lencia, lenguaje grosero y pobreza narrativa.

Sin embargo, el menosprecio hacia el cinede nuestro país parece estar en pleno declive.El año pasado, el cine nacional representó el10.9 por ciento de la taquilla y el 12.7 porciento de la asistencia total. Por muy bajosque puedan parecerles estos números, se tra-ta del mejor año en décadas; es, por ejemplo,el triple de la proporción de 2012. Se debe engran parte al éxito de unas pocas películas,como No se aceptan devoluciones, Nosotroslos nobles, Amor a primera vista y No sé sicortarme las venas o dejármelas, que reu-nieron respectivamente dieciséis, siete, dosy un millón de espectadores. Desgraciada-mente, este éxito es engañoso, ya que estascuatro cintas aportaron el 85 por ciento delos boletos vendidos. Los otros 56 largome-trajes mexicanos estrenados el año pasadono rebasaron los 20 mil espectadores, toman-do en cuenta que cada uno costó en prome-dio 15 millones de pesos, en su gran mayoríaaportados por el Estado.

La industria cinematográfica nacional pa-dece de un problema estructural. Junto conGuillermo del Toro y Alejandro González Iñá-rritu, Alfonso Cuarón forman parte de los di-rectores que desertaron hacia Hollywood enlos años 90 para poder expresar plenamentesu talento. “El cine mexicano idealmente ten-

E dría que ser más autofinanciable y autorecu-perable (financieramente) en nuestro propioterritorio. El problema es que no hay víncu-los para hacerlo, a menos que tus películassean obviamente comerciales”, declaró elrecién ganador del Oscar al Mejor Directorpor su cinta Gravedad. Tomando el ejemplode directores como Amat Escalante (Losbastardos, Heli) y Carlos Reygadas (Luz si-lenciosa, Post tenebras lux), Cuarón explicóque el cine de arte puede ser consideradocomo comercial, ya que sus películas cuestanmuy poco pero se distribuyen en todo elmundo y llegan al mercado internacional másque al mexicano.

He aquí un ejemplo de algo que pasa a me-nudo: algunos jóvenes creadores, guionistaso directores, que cuentan con un proyectosólido e innovador, y logran establecer rela-ciones en el medio de la producción cinema-tográfica, obtienen apoyo económico, priva-do o público, para rodar su película. Muchasveces resulta ser una obra de calidad y un éxitocrítico, llevándose varios premios en festiva-les nacionales e internacionales. Haciendo delado unas rarísimas excepciones, lo más se-guro es que esta película se estrene en muypocas salas mexicanas y que sea vista por unnúmero infinitesimal de espectadores.

Los insólitos peces gato es un buen ejem-plo de este triste fenómeno. Esta originalcinta ganó premios en los festivales de LosCabos, Mar de Plata, Gijón, La Habana, Lo-carno y Toronto, y será distribuida en 20países alrededor del mundo. En nuestra ciu-dad, la sencilla y emotiva obra de ClaudiaSainte-Luce estuvo presente en una sola salade un solo cine durante tres semanas. En sucuarta semana, se pudo ver en un solo hora-rio, a la una cuarenta y cinco de la tarde. Bá-sicamente los distribuidores están matandoa un probable éxito taquillero, justo en elmomento en que empieza a funcionar el bocaa boca. Esto es el desolador destino de mu-chas cintas mexicanas de calidad: Inercia, de

Isabel Muñoz, justamente coescrita por Clau-dia Sainte-Luce, sigue su gira de festivales sintodavía llegar a estrenarse. ¿Qué pasará conLa jaula de oro de Diego Quemada-Díez, quese llevó 17 premios en festivales internacio-nales, y Güeros de Alonso Ruiz Palacios,ganadora a la Mejor Opera Prima en el presti-gioso Festival de Berlín?

El oligopolio de los distribuidores y de lascadenas de exhibición de cine en México lesha permitido manejar la difusión del cine na-cional como quieran: escogen pocas películasmexicanas, las cuales se muestran en escasassalas y quitan de la cartelera cualquier pelícu-la que no haya llenado las salas en su semanade estreno. Obviamente los distribuidores nocomparten este punto de vista. Afirman queno es que no quieran apostar por el cine mexi-cano, sino que necesitan películas con bue-nos argumentos, y que si la película funciona,le brindan todo el apoyo. Sabemos que muypocas películas mexicanas obtienen la ayudaque merecen. Presunto culpable, el documen-tal que llegó a ser el más taquillero de la histo-ria gracias al apoyo de Cinépolis, es una de lasrarísimas excepciones de respaldo verdade-ro a la proyección del buen cine nacional.

Hay que tomar en cuenta que la inmensamayoría de los mexicanos consideran el cinecomo una forma de diversión, y no un arte.Los mexicanos van mucho al cine y, muchasveces, lo hacen en familia. De ahí viene su pre-ferencia para las comedias y explica el éxitode Nosotros los nobles y No se aceptan devo-luciones, películas que en algún sentido recon-cilian o, por lo menos, reconectan al públicomexicano con su cine. Esto constituye un pri-mer paso hacia la mejora de la producción ydistribución del cine nacional. Obviamente, elsueño de llegar al nivel de la época del Cine deOro sigue lejano, pero hay que seguir creyen-do que los talentos del cine de hoy se puedanexpresar en su propio país. Mientras tanto,vayan a ver Los insólitos peces gato, en casode que, por milagro, siga en cartelera.

Post tenebras lux, de Carlos Reygadas.

Heli, de Amat Escalante.

Güeros, de Alonso Ruizpalacios.

Inercia, de Isabel Muñoz.

Los insolitos peces gato, de Claudia Sainte-Luce.

No se aceptan devoluciones, de Eugenio Derbez.