lectu ra

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EL LEÑADOR Y HERMES Un hombre que ala orilla de un río partía leña, perdió su hacha. Sin saber que hacer, se sentó sollozando en la costa. Compadecido Hermes de su angustia, se arrojó al río y regresó con un hacha de oro interrogándole si era ésa la que había extraviado. Contestó el hombre que esa no era y Hermes se sumergió otra vez, regresando con una de plata. El leñador informó que tampoco era suyo y Hermes se sumergió una vez más en el río, trayendo el hacha perdida. Entonces el hombre declaró que esa era el hacha que él había extraviado. Hermes cautivado por su honradez, le regaló las tres. Al regresar con sus camaradas, contó el leñador su caso. Uno de ellos se propuso lograr lo mismo. Dirigiéndose a la orilla del río y arrojó su hacha intencionalmente en la corriente, sentándose luego a lamentarse. Entonces Hermes se le presentó también y conociendo la causa de su llanto, se precipitó al río y trajo igualmente un hacha de oro, preguntándolo si era ´ésa la que había extraviado. El bribón, muy alegre exclamó: - ¡Sí, es esa! - Más el Dios, horrorizado de su descaro, no sólo se guardó el hacha de oro, sino que tampoco le retornó la suya.

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Page 1: Lectu Ra

EL LEÑADOR Y HERMES

Un hombre que ala orilla de un río partía leña, perdió su hacha. Sin saber que hacer, se sentó sollozando en la costa. Compadecido Hermes de su angustia, se arrojó al río y regresó con un hacha de oro interrogándole si era ésa la que había extraviado. Contestó el hombre que esa no era y Hermes se sumergió otra vez, regresando con una de plata. El leñador informó que tampoco era suyo y Hermes se sumergió una vez más en el río, trayendo el hacha perdida. Entonces el hombre declaró que esa era el hacha que él había extraviado. Hermes cautivado por su honradez, le regaló las tres. Al regresar con sus camaradas, contó el leñador su caso. Uno de ellos se propuso lograr lo mismo. Dirigiéndose a la orilla del río y arrojó su hacha intencionalmente en la corriente, sentándose luego a lamentarse. Entonces Hermes se le presentó también y conociendo la causa de su llanto, se precipitó al río y trajo igualmente un hacha de oro, preguntándolo si era ´ésa la que había extraviado. El bribón, muy alegre exclamó:

- ¡Sí, es esa!- Más el Dios, horrorizado de su descaro, no sólo se guardó el hacha de oro, sino que

tampoco le retornó la suya.