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LECTIO DIVINA en los Domingos y Solemnidades de los Tiempos Fuertes Antes que nada hay que decir que estas páginas que presentamos aquí, no pretenden ser un subsidio para la homilía, como tampoco han sido concebidas para usar en la celebración de la Eucaristía a modo de moniciones: son sencillamente unas orientaciones para iniciarse en la práctica de la Lectio Divina, una lectura orante de la Biblia, siguiendo exclusivamente la lectura del Evangelio, no en las demás lecturas de la misa, ya que la Lectio se centra en la meditación de un texto concreto. Ante todo el “método” de la Lectio es un camino que se hace de forma personal, lo que aquí se facilitan son unos instrumentos para el uso individual o grupal de cara a dicha lectura orante. Cada texto se presenta acompañado de unas “pistas” que intentan ayudar al orante; pero lo principal es el trabajo que cada uno realice al ejercitarse en esta práctica. Usado en grupo, de ningún modo se trata simplemente de leerlo, sino de dar los pasos propios del método. En el apartado “Lectio” se ofrecen unas indicaciones para entender el pasaje bíblico en su contexto; esto es algo que pretende facilitar la búsqueda en las notas o comentarios bíblicos, y de ahí se han extraído. El resto de apartados es meramente indicativo pues, una vez contextualizado el pasaje con las notas correspondientes, cada uno al orar con el texto bíblico irá haciendo su propia meditación según le guíe el Espíritu. Sin embargo, en el apartado “Meditatio”, se dan unas claves que pudieran ayudar a la meditación a modo de ejemplo. En los apartados “Oratio” y “Contemplatio” se ha puesto oración y, unas frases para el encuentro con Dios, pero cuando se han realizado los pasos anteriores con el suficiente recogimiento y tranquilidad, la oración que surge es totalmente imprevisible: habrá quien solamente se detenga en una frase o una palabra, habrá quien llegue a componer una oración de varias líneas, habrá quien sencillamente se quede en silencio orando a Dios sin palabras. Todas las posibilidades que se den, si han llevado a profundizar en el texto bíblico y a unirse más a Dios, habrán sido igualmente válidos. Seguramente el Espíritu Santo inspirará a cada uno por diversos caminos, todos válidos al proceder de Dios. Alguna vez coincidirá la reflexión personal con las pistas aportadas aquí, muchas otras veces no será así. Aconsejamos tener presente la introducción al Método de la Lectio Divina que se ofrece junto a este material, ya que puede servir de gran ayuda tanto para una iniciación personal como para la creación de un Grupo Bíblico. De hecho, éste material intenta servir de ayuda para comenzar este tipo de grupos que, semanalmente, puedan reunirse a orar juntos con la Palabra de Dios. Para estas “orientaciones” se ha tomado como base la Biblia de Jerusalén, y la de la Casa de la Biblia, así como el primer y segundo tomo de la colección Lectio Divinade la editorial Verbo Divino. Asimismo, hemos encontrado en Internet diversas páginas que han facilitado el trabajo de recopilación de textos y de ampliación de los comentarios. No se han detallado las diversas citas que se han tomado, exceptuando alguna que se ha considerado necesario reseñar, ya que no se trata de un trabajo “científico” y podría hacer muy farragosa su lectura, cuando en realidad éste material no pretende ser tanto un trabajo “original”, sino más bien una recopilación que ayude a quien lo utilice a iniciarse en la milenaria práctica de la Lectio Divina. Se propone la Lectio con el Evangelio de los domingos de este tiempo de Adviento-Navidad, además del de Nochebuena y Epifanía. El evangelio correspondiente a la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, coincide este año con el del IV Domingo de Adviento. Igualmente el del Día de Navidad es el mismo que el del II Domingo de Navidad.

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LECTIO DIVINA en los Domingos y Solemnidades de los Tiempos Fuertes

Antes que nada hay que decir que estas páginas que presentamos aquí, no

pretenden ser un subsidio para la homilía, como tampoco han sido concebidas para usar

en la celebración de la Eucaristía a modo de moniciones: son sencillamente unas

orientaciones para iniciarse en la práctica de la Lectio Divina, una lectura orante de la

Biblia, siguiendo exclusivamente la lectura del Evangelio, no en las demás lecturas de la

misa, ya que la Lectio se centra en la meditación de un texto concreto.

Ante todo el “método” de la Lectio es un camino que se hace de forma personal,

lo que aquí se facilitan son unos instrumentos para el uso individual o grupal de cara a

dicha lectura orante. Cada texto se presenta acompañado de unas “pistas” que intentan

ayudar al orante; pero lo principal es el trabajo que cada uno realice al ejercitarse en esta

práctica. Usado en grupo, de ningún modo se trata simplemente de leerlo, sino de dar

los pasos propios del método.

En el apartado “Lectio” se ofrecen unas indicaciones para entender el pasaje

bíblico en su contexto; esto es algo que pretende facilitar la búsqueda en las notas o

comentarios bíblicos, y de ahí se han extraído. El resto de apartados es meramente

indicativo pues, una vez contextualizado el pasaje con las notas correspondientes, cada

uno al orar con el texto bíblico irá haciendo su propia meditación según le guíe el

Espíritu. Sin embargo, en el apartado “Meditatio”, se dan unas claves que pudieran

ayudar a la meditación a modo de ejemplo.

En los apartados “Oratio” y “Contemplatio” se ha puesto oración y, unas frases

para el encuentro con Dios, pero cuando se han realizado los pasos anteriores con el

suficiente recogimiento y tranquilidad, la oración que surge es totalmente imprevisible:

habrá quien solamente se detenga en una frase o una palabra, habrá quien llegue a

componer una oración de varias líneas, habrá quien sencillamente se quede en silencio

orando a Dios sin palabras. Todas las posibilidades que se den, si han llevado a

profundizar en el texto bíblico y a unirse más a Dios, habrán sido igualmente válidos.

Seguramente el Espíritu Santo inspirará a cada uno por diversos caminos, todos

válidos al proceder de Dios. Alguna vez coincidirá la reflexión personal con las pistas

aportadas aquí, muchas otras veces no será así. Aconsejamos tener presente la

introducción al Método de la Lectio Divina que se ofrece junto a este material, ya que

puede servir de gran ayuda tanto para una iniciación personal como para la creación de

un Grupo Bíblico. De hecho, éste material intenta servir de ayuda para comenzar este

tipo de grupos que, semanalmente, puedan reunirse a orar juntos con la Palabra de Dios.

Para estas “orientaciones” se ha tomado como base la Biblia de Jerusalén, y la de

la Casa de la Biblia, así como el primer y segundo tomo de la colección “Lectio Divina”

de la editorial Verbo Divino. Asimismo, hemos encontrado en Internet diversas páginas

que han facilitado el trabajo de recopilación de textos y de ampliación de los

comentarios. No se han detallado las diversas citas que se han tomado, exceptuando

alguna que se ha considerado necesario reseñar, ya que no se trata de un trabajo

“científico” y podría hacer muy farragosa su lectura, cuando en realidad éste material no

pretende ser tanto un trabajo “original”, sino más bien una recopilación que ayude a

quien lo utilice a iniciarse en la milenaria práctica de la Lectio Divina.

Se propone la Lectio con el Evangelio de los domingos de este tiempo de

Adviento-Navidad, además del de Nochebuena y Epifanía. El evangelio correspondiente

a la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, coincide este año con el del IV Domingo

de Adviento. Igualmente el del Día de Navidad es el mismo que el del II Domingo de

Navidad.

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30 de Noviembre de 2008 1er

Domingo de Adviento – Ciclo B

Lectura del Evangelio según San Marcos: (13, 33-37)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es

igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada

uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad

entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al

atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea

que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.

Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡velad!

Palabra del Señor

Lectio: ¿Qué dice el texto bíblico en su contexto?

El presente texto se enmarca dentro del “discurso escatológico” que S. Marcos

pone en labios de Jesús en todo el capítulo 13, justo al final de la vida pública de Jesús y

antes de comenzar, en el siguiente capítulo, la Pasión de Cristo. Al igual que solía

hacerse con la instrucción catequética y, posteriormente con los catecismos, el tema de

las realidades últimas concluye el cuerpo doctrinal del Evangelio.

Es un capítulo desarrollado fundamentalmente al hilo de la pregunta de los

discípulos: “¿cuándo sucederán estas cosas?”. (cfr. Mc 13, 4) A partir de ahí, Jesús les

habla previniéndoles acerca de las persecuciones y trabajos que va a sufrir la primitiva

Iglesia una vez que Él haya ascendido al Cielo; les anuncia una serie de calamidades al

tiempo que les exhorta a la perseverancia de la primitiva comunidad cristiana pese a las

adversas condiciones en que se desarrollará.

Todo esto lo enfoca Jesús desde la certeza de que con el Espíritu podrán

mantenerse firmes, al tiempo que les anuncia en los versículos inmediatamente

precedentes al texto que nos ocupa su venida gloriosa: “verán venir al Hijo del hombre

entre las nubes con gran poder y gloria” (Mc 13, 26), recogiendo aquí la imagen del

“Hijo del hombre” del profeta Daniel. Al llegar a este punto, ya se ha producido el

contraste entre los impostores y falsos profetas que Cristo les anuncia y la confianza en

que Él, la Verdad, vendrá.

Es entonces cuando el Evangelista nos introduce en la parte final del discurso,

comenzando con le versículo 27, en la que nos exhorta para que estemos vigilantes. La

sección incluye alguna de las más célebres sentencias de Cristo como “cielo y tierra

pasarán, pero mis palabras no pasarán” (cfr. Mc 13, 31). Pero destaca especialmente la

advertencia: ¡Velad! o ¡Vigilad!, cualquier traducción es válida. Jesús hace aquí dos

comparaciones: las señales que da la higuera para conocer el tiempo, y la del hombre

que se ausenta; es esta última la que aparece en el texto de este primer domingo de

Adviento.

A partir del versículo 33 hasta el final, encontramos una especie de resumen de

las parábolas de las vírgenes (cfr. Mt 25, 1-13) y de los talentos (cfr. Mt 25, 14-28) con

las que el Evangelista Mateo también concluye la vida pública de Jesús antes de la

Parábola sobre el Juicio Final “cada vez que lo hicisteis a uno de estos, a mi me lo

hicisteis” (cfr. Mt 25, 40) que dará paso a la narración de la Pasión.

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Meditatio: ¿Qué me dice Dios a mí a través de la lectura?

Podríamos decir que en el texto que se proclama este Domingo, Cristo se

presenta como ese “dueño de la casa” que ha dejado a sus siervos al frente de la misma.

El “dueño” espera encontrarlos velando, es decir, trabajando mientras el está fuera.

Parece claro que está aludiendo a que la comunidad cristiana debe continuar su obra, no

cruzarse de brazos a esperar la vuelta del Señor.

Si de unos “siervos” se espera esa fidelidad, ¡cuánto más debe esperar Cristo de

sus discípulos!: “a vosotros ya no os llamo siervos sino amigos” (cfr. Jn 15, 15); “nadie

tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos” (cfr. Jn 15, 13). Él se

compara con un amo que sale de viaje, Jesús, por el contrario, es uno que nos ha

querido llamar amigos. Pero la ausencia de Cristo no es un “viaje de placer o de

negocios” sino que, en primer lugar, ha dado su vida por todos, y, posteriormente, tras

resucitar y ascender al Cielo, ha prometido su auxilio y su vuelta definitiva para

consumar todo en sí mismo.

¿Velo yo con esta confianza en su vuelta? ¿Espero a pesar de las dificultades que

el día a día me presenta en mi vida cotidiana? ¿Confío en que el Espíritu actúa en mí y

“pone palabras en mi” para afrontar las cruces? ¿Tengo verdadera confianza en que, a

pesar de los males que veo en el mundo, el triunfo definitivo es de Cristo que volverá

victorioso? ¿Mantengo la tensión a pesar de no saber el día ni la hora de la venida del

Señor?

Oratio: ¿Qué me hace decirle a Dios esta lectura?

Señor Jesús, he comenzado con toda la Iglesia, con todos mis hermanos,

nuevamente este tiempo de Adviento que me anima a recuperar la Esperanza en ti y en

la Divina Providencia. Me veo débil, me siento aturdido por la realidad. Infunde tu

Espíritu en mí para seguir confiando. Ayúdame a mantenerme en vela, tal como pides

en tu Palabra, confiando en tu vuelta.

Padre, tu Hijo ha venido para revelarnos tus designios amorosos con la

Humanidad. En estos días comenzamos a prepararnos para celebrar su primera venida,

la que aconteció en Belén llenando de Esperanza al mundo. Concédeme la sencillez de

corazón necesaria para dejarme sorprender por el regalo de tu Hijo Unigénito al mundo.

Contemplatio: Pistas para el encuentro con Dios y el compromiso.

¡Ven, Señor, Jesús! ¡Maranatha!

Cada vez que no auxilié a un hermano, a Ti te lo dejé de hacer.

¿No habéis podido velar ni siquiera una hora?

7 de Diciembre de 2008 2º Domingo de Adviento – Ciclo B

Lectura del Evangelio según San Marcos: (1, 1-8)

Comienzo de la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios.

Está escrito en el profeta Isaías:

“Yo envío mi mensajero delante de ti para que te preparare el

camino. Una voz que grita en el desierto: ¡Preparadle el camino al

Señor; allanad sus senderos!”

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Juan bautizaba en el desierto: predicaba que se convirtieran y

se bautizaran, para que se le perdonasen los pecados. Acudía la gente

de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados y el los bautizaba en

el Jordán.

Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a

la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y

proclamaba:

- Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco

agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua,

pero él os bautizará con Espíritu Santo.

Palabra del Señor

Lectio: ¿Qué dice el texto bíblico en su contexto?

Al comienzo de su Evangelio, S. Marcos lo presenta como “buena noticia”,

justamente en griego: Evangelio (Mc 1,1); esa buena noticia es la venida del Reino de

Dios, anunciada ya en Isaías (cfr. Is, 40, 3). Esa presentación enmarca el contenido del

texto evangélico, que va a ser la narración de la vida y hechos de Jesucristo, ya que el

Reino ha llegado en su persona. La Buena Noticia, va a ser proclamada, creída, escrita y

anunciada al mundo entero por la predicación de los discípulos.

S. Marcos no habla de la infancia de Jesús ni de su vida en Nazaret; tampoco nos

transmite largos discursos, pero si trata de comunicarnos íntegramente la persona de

Jesucristo narrándonos muchos de sus gestos. “Jesús – Hijo de Dios” es la afirmación

central del Evangelista desde la primera línea de su Evangelio, expresión repetida al pié

de la cruz por el Centurión casi al final el Evangelio (cfr. Mc 15, 39).

Mesías e Hijo de Dios son títulos que hablan de la identidad de Jesús. Tal

identidad se irá desvelando y comprendiendo progresivamente a la luz de sus palabras y

obras; así, todo el Evangelio de S. Marcos responde a este planteamiento inicial: ¿Quién

es ese Jesús – Hijo de Dios? Esa identidad es insinuada ya en la predicación de Juan, y

en los acontecimientos que siguen al texto que nos ocupa: el bautismo de Jesús y las

Tentaciones en el desierto.

Juan Bautista aparece como figura central en el comienzo del ministerio público

de Jesús; es el último de los profetas, personas a quienes Dios comunicaba su Espíritu

para que hablen en su nombre. En Israel hacía siglos que no había profetas, sin

embargo, Juan es reconocido como tal hasta el punto de que sus seguidores se

“bautizaban” al escuchar su palabra (Mc 1, 5). Sin embargo, el Bautista anuncia que

Jesús bautizará “con Espíritu Santo” (Mc 1, 8), subrayando así su condición mesiánica.

La tradición veterotestamentaria, efectivamente, señalaba la fortaleza y el don del

Espíritu como signos que identificarán al Mesías esperado y anunciado por los profetas.

Meditatio: ¿Qué me dice Dios a mí a través de la lectura?

Tres elementos han ido preparando la venida de Jesús: la Sagrada Escritura, a la

cual el Evangelio de Jesús dará pleno cumplimiento, por lo cual, sólo podrá

comprenderse auténticamente al meditar la Palabra donde Dios ya ha hablado. Por esa

razón cita el evangelista la profecía. El segundo elemento es el envío de un profeta

capaz de indicar a la humanidad el camino de la conversión, no es tanto una predicación

moral sino una invitación a esperar a “otro” que vendrá en nombre de Dios. El tercer

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elemento es el mismo pueblo que, el pueblo del Éxodo, camina hacia el desierto, donde

está naciendo un pueblo nuevo.

Si el domingo anterior nos invitaba a la vigilancia fiel, en este segundo del

tiempo de Adviento nos reconocemos como miembros de un pueblo, el nuevo pueblo

que se congrega al eco de la “voz que clama en el desierto” (cfr. Is 40, 3). Es una

invitación a descubrirnos como miembros de una Iglesia (Ecclesia: Asamblea)

congregada por la Palabra de Dios. ¿Vivo la fe con esta perspectiva comunitaria o me

contagio del individualismo imperante en la sociedad moderna?

Ante el bombardeo de mensajes negativos que demuelen nuestra conciencia,

necesitamos profetas capaces de hablar al corazón, no profetas de desgracias.

Necesitamos el aliento que nos llega del mensaje profético que hoy hemos escuchado en

la voz del Bautista: “Preparadle el camino al Señor” (Mc 1, 3). La austera figura de

Juan sacude nuestro propio estilo de vida cuando ya no sentimos necesidad de

conversión.

¿Tengo esa fe honda en la salvación que nos ofrece Dios? Si no respondo

afirmativamente a esta cuestión, y si tampoco tengo clara mi pertenencia al Pueblo de

Dios, ¿qué Buena Nueva podré anunciar a los demás? Siempre tendremos alguien que

nos pregunte escépticamente: “¿vale la pena?”. La propia Palabra de Dios nos responde

afirmativamente a esta cuestión.

Oratio: ¿Qué me hace decirle a Dios esta lectura?

Tú nos hablas, Señor, a través de los profetas totalmente inmersos en las

vicisitudes de su pueblo y de su tiempo, capaces de estar solos o de ir al desierto a

proclamar la Palabras. Nos hablas a través de personas que se oponen valientemente a

las modas, prejuicios o tópicos de nuestra sociedad tantas veces insolidaria.

Dame, Padre, la capacidad de mantener abierto el corazón ante la voz de quienes

hablan en tu Nombre. Dame la fortaleza necesaria para ir a contracorriente y ser capaz

de “salir al desierto” para esperar tu llegada. Que yo sepa renunciar a todo lo que

atenaza mi capacidad de respuesta libre a tu Palabra. Que nuevamente descubra el

mayor don que Tú me has enviado, el Espíritu Santo, y que me deje guiar por Él.

Contemplatio: Pistas para el encuentro con Dios y el compromiso.

¡Preparadle el camino al Señor!

¡Allanad sus senderos!

Renueva en mi, Señor, el Don de tu Espíritu, en el que me bautizaste.

14 de Diciembre de 2008 3er

Domingo de Adviento – Ciclo B

Lectura del Evangelio según San Juan: (1, 6-8.19-28)

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste

venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos

vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz, y éste fue el

testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén

sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: - ¿Tú quién eres?

Él confesó sin reservas: - Yo no soy el Mesías.

Le preguntaron: - Entonces, ¿qué? ¿Eres tú Elías?

Él dijo: - No lo soy.

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- ¿Eres tú el Profeta?

Respondió: - No.

Y le dijeron - ¿Quién eres? Para que podamos dar una

respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?

Él contestó: - Yo soy "la voz que grita en el desierto: Allanad el

camino del Señor", como dijo el profeta Isaías.

Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: - Entonces,

¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?

Juan les respondió: - Yo bautizo con agua; en medio de vosotros

hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes

que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.

Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba

Juan bautizando.

Palabra del Señor

Lectio: ¿Qué dice el texto bíblico en su contexto?

Nos encontramos hoy con un pasaje del evangelista S. Juan, que nos presenta la

figura del Bautista al comienzo de su Evangelio. La lectura dominical comienza con

dos versículos tomados del célebre Prólogo, y que resume en tres frases el sentido de su

misión como precursor del Mesías esperado: “Surgió un hombre enviado por Dios, que

se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él

todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz” (Jn 1, 6-8).

Los dos versículos del Prólogo del Evangelio de S. Juan que se leen al comienzo

del pasaje que hoy leemos, sirven para situar en su lugar correspondiente la figura del

Bautista, ante la excesiva importancia que los discípulos de éste tenían de él. De este

modo, deja claro que la presencia de Juan Bautista no es algo paralelo o diverso de la

misión de Jesús, sino que su misión está: 1) Inserta en el Plan salvífico que Dios tiene

para la humanidad, 2) Unida a la misión de Jesús como precursor suyo. El evangelista

no ve a Juan Bautista como un asceta o un predicador, sino que nos lo presenta ante

todo como “testigo” de quien va a venir verdaderamente como la “Luz”. (Jn 1, 8)

El texto que leemos a continuación es, justamente, el primer pasaje que el

evangelista nos transmite tras su Prólogo, y viene a ser un desarrollo de la idea que ya

hemos comentado. Comienza diciendo que los “judíos” enviaron a unos para preguntar

a Juan quien era. El evangelista suele utilizar el término “judíos” para referirse a las

autoridades religiosas judías, hostiles a Jesús; aunque también hay ocasiones en que lo

emplea para hablar del pueblo en general.

“…¿Eres tú, Elías?”(Jn 1, 21a) Es éste uno de los rasgos importantes de la

espera del Mesías en la escatología judía: Elías volverá. Jesús explica que Elías vino ya

en la persona de Juan Bautista: “…él es Elías, el que iba a venir” (cfr. Mt 11, 14). De

este modo, Juan ha venido a clausurar la antigua Alianza sucediendo al último de los

profetas, Malaquías, cuya última predicción cumple: “…yo os envío al profeta Elías

antes de que llegue el Día de Yahweh” (cfr. Mal 3, 23).

“…¿Eres tu el Profeta?” (Jn 1, 21b) Los judíos esperaban al Mesías como un

nuevo Moisés, el profeta por excelencia, que renovaría los prodigios del Éxodo. Así, en

otros pasajes del mismo evangelista tenemos la afirmación de que Jesús es el “Profeta”

esperado, al ver los signos que realiza: “…éste es verdaderamente el profeta que iba a

venir…” (cfr. Jn 6, 14) “…éste es verdaderamente el profeta.” (cfr. Jn 7, 40).

Asimismo, en algún pasaje se le pide a Jesús que realice “signos” tal como se esperaba

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del Profeta esperado: “…¿qué señal haces para que creamos? (…) Nuestros padres

comieron Maná en el desierto…”(Cfr. Jn 6, 30-31). Por lo tanto, Juan el Bautista no es

el Profeta, sino más bien Elías, mientras que Jesús si responderá al perfil de este profeta

esperado.

”Yo soy la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor" (Jn 1, 23.

Cfr. Is 40, 3). De esta manera, Juan, encarnando esa profecía de Isaías, se proclama a si

mismo como un testigo excepcional de Jesús; es el precursor que prepara el camino al

Mesías esperado. La insistencia en responder “No” a cada una de las preguntas sobre si

es el Mesías, Elías o el Profeta, nos hace ver que había gente que le atribuía esos títulos;

ante los cuales el Bautista se presenta como la “voz en el desierto” que anuncia la

llegada de quien será verdaderamente el esperado: “…en medio de vosotros hay uno

que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy

digno de desatar la correa de la sandalia.” (Jn 1, 26-27)

Por último, esta “Betania” donde se desarrolla este episodio, es distinta de la

Betania que está cerca de Jerusalén. El significado de este nombre es “casa del

testimonio”, lo cual puede tener valor simbólico que indica lo que debe llegar a ser la

comunidad, una casa de testimonio. El evangelista concibe su obra como un gran

“testimonio” acerca de Jesús de Nazaret como el revelador, el testigo, del Padre. Al

final de su evangelio insistirá en este carácter testimonial de su relato: “El que vio estas

cosas da testimonio de ellas, y su testimonio es verdadero…” (cfr. Jn 19, 35) “Este

discípulo es el mismo que da testimonio de todas estas cosas y las ha escrito…” (cfr. Jn

21, 24)

Meditatio: ¿Qué me dice Dios a mí a través de la lectura?

El ejemplo del Bautista debe animar a la comunidad cristiana a presentarse a sí

misma como testigo de Jesucristo. Cada uno puede y debe ser “signo” de Jesús para el

otro, imitando la capacidad de desaparecer, como el Bautista. Cada uno puede ser signo

útil, pero precisamente por serlo, nadie somos algo definitivo, sino que debemos remitir

al Mesías enviado por Dios.

Ser testigo implica ser previamente oyente, estar atento a la Palabra. Ésta

Palabra de Verdad está ya presente: “En medio de vosotros hay uno que no conocéis”,

pero hay que permanecer atentos a la escucha. Jesús es la sabiduría escondida que se

manifiesta a la humanidad.

El Evangelio, tal como nos lo presenta San Juan, nos muestra cómo a lo largo de

la historia se lleva a cabo un Plan en cuyo centro está Jesús. En este contexto, la

comunidad de los creyentes está llamada constantemente a ser testigo de parte de Jesús,

quien nos ha dado a conocer el rostro de Dios. ¿Hace visible nuestra comunidad ese

rostro con sus propias obras? ¿Vivo hoy y cada día, la verdadera Alegría que

litúrgicamente celebramos?

Oratio: ¿Qué me hace decirle a Dios esta lectura?

Éste tercer domingo de Adviento es el “Gaudette”, Señor. Tú eres nuestra

verdadera alegría, Tú vienes, como nos anuncia el profeta, la voz que grita en este

desierto donde vivo.

Me invitas, Señor, a ser tu testigo, a gritar yo también en medio de mis hermanos

que en medio de nosotros, de nuestro mundo, de nuestras cosas, verdaderamente hay

Alguien a quien no conocemos; Alguien que es la Luz, porque nosotros hemos de ser,

como Juan, testigos de la Luz.

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Haz que sepa “allanar” los caminos ante ti, Señor, para que en este nacimiento

próximo ya a celebrar en el tiempo de Navidad, renazca mi fe en ti; y vengas a alumbrar

las tinieblas que en mi vida cotidiana intentan apoderarse de mí.

Contemplatio: Pistas para el encuentro con Dios y el compromiso.

Quiero ser “testigo de la Luz”

Voz que clama en el desierto.

Él puede más que yo, no merezco agacharme a desatarle las sandalias.

21 de Diciembre de 2008 4º Domingo de Adviento – Ciclo B

Lectura del Evangelio según San Lucas: (1, 26-38)

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una

ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un

hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba

María.

El ángel, entrando a su presencia, dijo:

- Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las

mujeres.

Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo

era aquél.

El ángel le dijo:

- No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.

Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por

nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor

Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de

Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.

Y María dijo al ángel:

- ¿Cómo será eso, pues no conozco varón?

El ángel le contestó:

- El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te

cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará

Hijo de Dios.

Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha

concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril,

porque para Dios nada hay imposible.

María contestó:

- Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.

Y el ángel se retiró.

Palabra del Señor

Lectio: ¿Qué dice el texto bíblico en su contexto?

S. Lucas adopta el punto de vista de María para el relato de la infancia de Jesús

en los primeros capítulos de su Evangelio; además, dispone en forma de “díptico” los

relatos referentes al nacimiento e infancia de Juan Bautista y de Jesús. El presente texto

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sigue al marco solemne del Templo donde Zacarías había recibido el “anuncio” del

nacimiento de Juan.

Nos encontramos en un pequeño lugar de Galilea. La salvación de Dios llega

desde un lugar humilde, fuera de las grandes instituciones religiosas de Israel. Sin

embargo, Jesús es descrito con los rasgos del Mesías esperado en el A.T. El término

virgen, referido a María, designa a una muchacha o a una joven desposada, también

puede traducirse como doncella. Aquí encontramos ya una clara referencia a la profecía

de Isaías: “…el Señor mismo va a daros una señal: he aquí que una doncella está

encinta y va a dar a luz un hijo” (cfr. Is 7, 14) “. La concepción virginal de Jesús es la

señal que Dios mismo ha querido darnos.

“Alégrate, llena de gracia…” (Lc 1, 28). Justamente la palabra apropiada es

“alégrate”, más que “salve”. Es una llamada al júbilo mesiánico, eco de la llamada de

los profetas a la Hija de Sión, y como ésta, motivada por la venida de Dios entre su

pueblo: “¡Lanza gritos de gozo, hija de Sión, lanza clamores, Israel, alégrate y exulta

de todo corazón, hija de Jerusalén! (…) Yahweh, Rey de Israel, está en medio de ti”

(cfr. So 3, 14-15); “¡Hijos de Sión, jubilad, alegraros en Yahweh vuestro Dios!...” (cfr.

Jl 2, 23); “Grita de gozo y regocíjate, hija de Sión, pues he aquí que yo vengo a morar

dentro de ti…” (cfr. Za 2, 14) “¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de

Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso…” (cfr. Za 9, 9).

Asimismo, la expresión “llena de gracia” (en griego, kejaritomene) viene a decir que

María ha sido colmada de Gracia”, ya que podría traducirse literalmente como “tu que

has estado y sigues estando llena del favor divino”.

“…le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el

Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para

siempre, y su reino no tendrá fin” (Lc 1, 31b-32). El anuncio del ángel se inspira en

varios pasajes mesiánicos del A.T. Uno de ellos es:“Grande es su señorío y la paz no

tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino para restaurarlo y consolidarlo por

la equidad y la justicia , desde ahora y hasta siempre…” (cfr. Is 9, 6). Con ello, Lucas

subraya el carácter mesiánico de Jesús, concebido por María.

“…¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” (Lc 1, 34) La “virgen” solo está

“desposada” (Lc 1, 27) y no tiene relaciones conyugales, pues éste es el sentido de la

palabra “conocer” según el lenguaje semítico. “Nada hay en el contexto que imponga la

idea de un voto de virginidad” (Nota de la Biblia de Jerusalén para Lc 1, 34).

“El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su

sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios”. (Lc 1, 35). La

expresión evoca la nube del desierto: “No se apartó del pueblo ni la columna de nube

por el día, ni la columna de fuego por la noche” (cfr. Ex 13, 22) “La gloria de Yahweh

descansó sobre el monte Sinaí y la nube lo cubrió por seis días. Al séptimo día, llamó

Yahweh a Moisés de en medio de la nube” (cfr. Ex 24, 16). También evoca las alas que

cubren con su protección: “…escóndeme a la sombra de tus alas” (Sal 17, 8b) “…a la

sombra de tus alas me cobijo…” (Sal 57, 2); o bien, el poder creador de Dios “…un

viento de Dios aleteaba por encima de las aguas” (Gn 1, 2). De esta manera el

evangelista subraya que en la concepción de Jesús todo viene del poder el Espíritu

Santo.

Meditatio: ¿Qué me dice Dios a mí a través de la lectura?

“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres”

(Lc 1, 28) El saludo del ángel a María es la expresión de Dios, que sale a nuestro

encuentro también hoy. Él está “con nosotros” mucho antes de que nos demos cuenta.

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Tal como vemos en la tradición veterotestamentaria, el Señor siempre ha estado con su

pueblo, aunque el pueblo no siempre ha estado con su Dios. En el paso por el desierto,

tenemos algunos de esos ejemplos en que el Pueblo de Dios, sintiéndose abandonado,

exclama: “¿Está Dios con nosotros, o no?” (Ex 17, 7b).

Jesucristo es el “signo” de la fidelidad de Dios, que mantiene las promesas

hechas a David: “el Señor Dios le dará el trono de David su padre” (Lc 1, 32), Jesús es

el Mesías que pertenece a la familia davídica. Además, “reinará sobre la casa de Jacob

para siempre, y su reino no tendrá fin” (Lc 1, 33), es decir, el Pueblo de Dios, esa “casa

de Jacob”, encuentra finalmente en Jesús al rey que lleva a cabo el verdadero ideal del

Reino, un ideal de justicia, de paz y fraternidad.

A las palabras del ángel, María “se turbó” (Lc 1, 29). No es el temor de Adán

consciente de su pecado, sino que se trata del temor sagrado ante la misteriosa realidad

de Dios, un sentimiento que invade tanto más a la criatura cuanto más pura es. En su

perfecta humildad, María comprende la grandeza de la misión recibida y la

desproporción entre la propia debilidad y la omnipotencia divina.

Sin embargo, para alcanzar esta anhelada salvación, el evangelista nos presenta

la figura de María quien, desde un lugar totalmente contrario al de los poderes de la

sociedad, hace posible este Plan divino con su respuesta: “Aquí está la esclava del

Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38). María muestra así que cree

firmemente en la fidelidad de Dios y se pone a disposición de su designio. El “sí” de

María es como la alabanza perfecta de la criatura ante el Creador: “Aquí estoy, Señor,

para hacer tu voluntad” (Sal 39,8) con el que Jesús mismo se adhiere a la voluntad

salvífica de Dios. En el encuentro de estas dos obediencias se cumple el Plan divino de

salvación.

Oratio: ¿Qué me hace decirle a Dios esta lectura?

Señor Jesús, meditando una y otra vez el momento de tu Encarnación, son

muchos los sentimientos que brotan de mi corazón. Ante todo, la esperanza que infunde

tu venida luminosa a este mundo inmerso en tantas tinieblas. También, Señor, la serena

alegría de sentirme, como tu Bienaventurada Madre, escogido para que se realice tu

Plan divino de Salvación.

Quiero tener la humildad de María, para asombrarme siempre ante tu presencia,

para no “acostumbrarme” tanto a contemplar este acontecimiento, que llegue a ser una

rutina indiferente para mí. Quiero tener el valor para decir al Padre yo también “Aquí

estoy, cuenta conmigo, que se haga tu Voluntad”.

Espíritu Santo que, como ocurre en María, desciendes sobre mí. Haz que sepa

acogerte en mi vida de tal modo, que transformes mi existencia y mis pobres acciones,

en instrumento para llevar la Salvación de Dios a todos mis hermanos.

Contemplatio: Pistas para el encuentro con Dios y el compromiso.

¡Alégrate! El Señor está contigo.

No temas, has encontrado gracia ante Dios.

El Espíritu Santo vendrá sobre ti.

¡Hágase en mí según tu Palabra!

24 de Diciembre de 2008 Navidad del Señor - Misa de medianoche (Nochebuena)

Lectura del Evangelio según San Lucas: (2, 1-14)

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En aquellos días apareció un decreto del emperador Augusto

ordenando que se empadronasen los habitantes del imperio. Este

censo fue el primero que se hizo durante el mandato de Quirino,

gobernador de Siria. Todos iban a inscribirse a su ciudad. También

José, por ser de la estirpe y familia de David, subió desde Galilea,

desde la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se

llama Belén, para inscribirse con María, su esposa, que estaba

encinta. Mientras estaban en Belén le llegó a María el tiempo del

parto, y dio a luz a su primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó

en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.

Había en aquellos campos unos pastores que pasaban la

noche al raso velando sus rebaños. Un ángel del Señor se les

apareció, y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Entonces les

entró un gran miedo, pero el ángel les dijo:

- No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será

también para todo el pueblo: Os ha nacido hoy, en la ciudad de

David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto os servirá de

señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un

pesebre.

Y de repente se juntó al ángel una multitud del ejército

celestial, que alababa a Dios diciendo: “¡Gloria a Dios en las alturas

y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor!”.

Palabra del Señor

Lectio: ¿Qué dice el texto bíblico en su contexto?

Efectivamente, los datos que recoge el relato pueden contrastarse históricamente,

por ejemplo, Augusto fue Emperador romano entre el 30 a.C. y el 15 d.C. Asimismo, la

mayoría de los investigadores sitúan el censo de Cirino hacia el 6 d.C., aunque es un

dato más difícil de asegurar, con lo cual aquí se estaría hablando de uno que podría

situarse entre el 8-6 a.C., fecha modernamente atribuida al nacimiento de Cristo. Como

es sabido, por el cálculo erróneo efectuado por Dionisio el Exiguo (S. VI), la Era

Cristiana no coincide plenamente con el nacimiento de Cristo. Otro dato histórico es

que Cirino fue gobernador de Siria entre el 4 y el 1 a.C., con lo cual la expresión de

Lucas es una aproximación. (Cfr. Nota de la Biblia de Jerusalén para Lc 2, 2).

De este modo, con motivo de un acontecimiento de la historia del Imperio

romano se lleva a cabo el Plan de Dios, el cual actúa en los acontecimientos del pueblo

elegido. El nacimiento de Jesús se desarrolla según el estilo literario de la paradoja:

Jesús, “el Mesías, el Señor” (Lc 2, 11) nace en el despojamiento y la pobreza absolutos.

Los primeros a quienes se revela la Buena Nueva es a unos pastores, representantes de

los pobres y sencillos. Concuerda claramente este hecho con el pasaje escogido por

Jesús para comenzar su vida pública, y describir su misión: “El Espíritu del Señor sobre

mi, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a

proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los

oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor” (cfr. Lc 4, 18-19; Is 61, 1-2).

“…subió desde Galilea, desde la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de

David que se llama Belén” (Lc 2, 4). Según las profecías, el Mesías nacería en Belén:

“Mas tú, Belén de Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha

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de salir aquel que ha de dominar en Israel…” (Mi 5, 1 s). Es llamada “ciudad de

David” (cfr. Lc 2, 4) porque de ella procedía la familia de dicho Rey “…voy a enviarte

a Jesé, de Belén, porque he visto entre sus hijos un rey para mi” (1Sa 16, 1b)

“…dio a luz a su primogénito…” (Lc 2, 7a) Aunque la palabra “primogénito”

pudiera indicar el primero de varios hijos, en el griego bíblico no implica

necesariamente ese sentido, sino que subraya la dignidad y los derechos del niño.

“…no había sitio para ellos en la posada” (Lc 2, 7b) Realmente el texto original

no emplea la palabra griega correspondiente a “posada”, sino otra que puede designar

una “sala”, en la que se alojaba la familia.

“Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el

Señor” (Lc 2, 11) Se trata del Mesías esperado, aunque aquí se le atribuye, además, el

título de “Señor” (Kyrios) que el A.T. reservaba exclusivamente para hablar de Dios.

Con ello se está expresando que comienza una Nueva y definitiva Era.

“Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado

en un pesebre” (Lc 2, 12). El signo que Dios presenta no puede ser más frágil, pero al

mismo tiempo, más prometedor: un recién nacido. “…una criatura nos ha nacido, un

hijo se nos ha dado” (cfr. Is 9, 5).

“…en la tierra paz a los hombres que ama el Señor” (Lc 2, 14).

Tradicionalmente se decía “paz a los hombres de buena voluntad”, expresión que

procede de la traducción latina, pero yendo al original griego es más acertada la que se

da aquí, que es la que se usa litúrgicamente también, por ejemplo en el himno del

“Gloria”, tan significativo en la celebración de éste día.

Meditatio: ¿Qué me dice Dios a mí a través de la lectura?

El relato que nos transmite Lucas sobre el nacimiento de Jesús es bastante

sencillo, aunque sugestivo. Se enmarca, tal como en el anterior paso detallamos, en los

anuncios del A.T. que lo profetizan. Podemos distinguir en él los tres momentos del

anuncio misionero: la narración del acontecimiento (el censo, y el nacimiento de Jesús

en situación de pobreza, el anuncio hecho a los pastores (primeros testigos de la

Salvación) y la acogida del anuncio (los pastores van a la gruta y encuentran a Jesús).

La contemplación del misterio de Navidad, tal como ocurre con los pastores,

requiere, ante todo, simplicidad. ¿Conservo la capacidad de asombro y mirada de niño

son los medios necesarios para gustar el anuncio lleno de alegría de esta noche santa?.

Los signos que encontramos en el niño son la debilidad, la pobreza y la humildad, que

serán cualidades propias de Jesús a lo largo de su vida, hasta su muerte en la cruz.

La Navidad no es sólo una fecha para conmemorar, sino un evento capaz de

transformación. ¿Descubro cómo el niño de Belén nos dice que el milagro de la paz de

la Navidad es posible para aquellos que acogen sus dones?

Oratio: ¿Qué me hace decirle a Dios esta lectura?

Señor Jesús, en esta noche santa quiero ser como aquellos humildes pastores que

acogieron con sencillez el anuncio de la Buena Nueva de tu nacimiento. Quiero tener el

corazón abierto siempre para acoger la Palabra de vida que me envías, y que me lleva a

encontrarte como Palabra encarnada en medio de la humanidad.

Al encontrarte en el pesebre, en la pequeña ciudad de Belén, te pido alcanzar la

capacidad de asombro ante tu pobreza. Ayúdame a ser, Señor, sencillo y pobre de

corazón, ayúdame a saber desprenderme de todas aquellas cosas que, como polvo del

camino de la vida, se va adhiriendo a mis pies, y me impiden avanzar ligero hacia Ti.

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Haz resonar el alegre anuncio de los ángeles en mi corazón, Gloria a Dios en el

Cielo, para poder anunciar a mis hermanos la paz verdadera que sólo Tu has traído en

esta noche, para toda la humanidad: Y en la tierra, paz a los hombres que ama el Señor.

Contemplatio: Pistas para el encuentro con Dios y el compromiso.

No temáis, os anuncio una gran alegría, que lo será también para todo el pueblo.

Hoy os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor.

¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor!

25 de Diciembre de 2008 Navidad del Señor - Misa del Día

En este día coincide la lectura del Evangelio con el que se lee el Domingo II

después de Navidad, (Jn 1, 1-18), que presentamos más adelante.

28 de Diciembre de 2008 Fiesta de la Sagrada Familia – Ciclo B

Lectura del Evangelio según San Lucas: (2, 22-40)

Cuando llegó el tiempo de la purificación de María, según la

ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén, para presentarlo al

Señor de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: "Todo

primogénito varón será consagrado al Señor", y para entregar la

oblación (como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos

pichones").

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón,

hombre honrado y piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y

el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del

Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del

Señor. Impulsado por el Espíritu Santo, fue al templo.

Cuando entraban con el Niño Jesús sus padres para cumplir

con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a

Dios diciendo: - Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo

irse en paz; porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has

presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones,

y gloria de tu pueblo, Israel.

José y María, la madre de Jesús, estaban admirados por lo que

se decía del niño.

Simeón los bendijo diciendo a María, su madre: - Mira: Éste está puesto para que muchos en Israel caigan y

se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la

actitud de muchos corazones. Y a ti una espada de traspasará el

alma.

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu

de Aser. Era una mujer muy anciana: de jovencita había vivido siete

años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se

apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y

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oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y

hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.

Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se

volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y

robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios lo

acompañaba.

Palabra del Señor

Lectio: ¿Qué dice el texto bíblico en su contexto?

Éste relato, ambientado en el Templo, lugar de la presencia de Dios, está lleno

de referencias al A.T. y consta de cuatro partes: la presentación de la escena (Lc 2, 22-

24), la profecía de Simeón (Lc 2, 25-35), el testimonio de la profetisa Ana (Lc 2, 36-38)

y el retorno de la familia a Nazaret. (Lc 2, 39-40).

“…llegó el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés”. (Lc 2,

22a). La Ley judía considera el parto, así como otros procesos orgánicos relacionados

con la sexualidad, como una pérdida de vitalidad para la persona, que por medio de

unos ritos debe restablecer su integridad y, con ello, su unión con Dios. (cfr. Nota de la

Biblia de Jerusalén para Lv 12) Según la Ley: “…cuando una mujer conciba y tenga un

hijo varón, quedará impura durante siete días… al octavo día será circuncidado el

niño… peor ella permanecerá todavía treinta y tres días purificándose… No irá al

santuario hasta cumplirse los días de su purificación” (cfr. Lv 12, 2-4). Lucas observa

cuidadosamente que los padres de Jesús, como los de Juan, cumplieron todas las

prescripciones de la Ley.

“…llevaron a Jesús a Jerusalén, para presentarlo al Señor de acuerdo con lo

escrito en la ley del Señor”. (Lc 2, 22b) La presentación del niño en el Templo no era

obligada, aunque también está recogida en la Ley, así como la consagración de los

primogénitos, cuyo texto cita Lucas; “Conságrame todo primogénito, todo lo que abre

el seno materno entre los israelitas. Ya sean hombres o animales, míos son todos” (cfr.

Ex, 13, 2). Según los más antiguos códigos de Israel, los primogénitos pertenecen a

Dios, los de los animales se ofrecen en sacrificio; los primogénitos del hombre son

siempre rescatados: “…Rescatarás todos los primogénitos de tus hijos, y nadie se

presentará ante mí con las manos vacías”. (cfr. Ex 34, 20)

“…y para entregar la oblación (…) "un par de tórtolas o dos pichones". (Lc 2,

24) Ésta era la ofrenda de los pobres, la Ley obliga a hacer la ofrenda, pero también

prevé el caso de la familia sin medios: “Cuando sus recursos no alcancen para una res

menor, presentará a Yahweh, como sacrificio de reparación por su pecado, dos

tórtolas o dos pichones, uno como sacrificio por el pecado y otro en holocausto” (Lv 5,

7).

“…no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor”. (Lc 2, 26) En hebreo

“el Mesías”, en griego “el Cristo”, éste título, aplicado por los Salmos a David y a su

dinastía, se ha convertido en título por excelencia del futuro Rey, el Mesías, de quien

David era el tipo, y que aquí Lucas se lo otorga a Jesús. “El Mesías del Señor” es,

literalmente, aquel que el Señor ha ungido, ha consagrado, para una misión de

salvación, como el rey de Israel; finalmente, el Mesías, que instaurará el reino de Dios.

“…luz para alumbrar a las naciones, y gloria de tu pueblo, Israel”. (Lc 2, 32)

El “Cántico de Simeón” (cfr. Lc 2, 29-32), llamado tradicionalmente Nunc Dimitis,

según las palabras latinas de su comienzo en su uso litúrgico, ha sido elaborado por el

evangelista tomando como base, probablemente, los textos proféticos. Así el pasaje

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citado al comienzo de éste párrafo, parece corresponder con la siguiente profecía:

“…Te voy a poner como luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los

confines de la tierra”. (cfr. Is 49, 6).

El tema de la luz es tratado en el N.T. siguiendo tres líneas principales: 1º Así

como el sol ilumina el camino, así es “luz” todo el que ilumina el camino hacia Dios. 2º

La luz es símbolo de la vida, la felicidad y la alegría; las tinieblas, símbolo de la

muerte, la desgracia y las lágrimas; a las tinieblas del cautiverio se contrapone, pues, la

luz de la liberación y de la salvación mesiánica, que alcanza incluso a las naciones

paganas. (Éste sería el sentido del texto presente). 3º El dualismo luz-tinieblas viene a

caracterizar los dos mundos opuestos del Bien y del Mal. (cfr. Nota de la Biblia de

Jerusalén para Jn 8, 12).

“…será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos

corazones. Y a ti una espada de traspasará el alma” (Lc 2, 34b-35). El evangelista

anticipa ya que ésta misión de ser luz irá acompañada de hostilidad y persecuciones por

parte de su propio pueblo. María, con su Hijo, se hallará en medio de esa contradicción

donde los corazones deberán manifestarse a favor o en contra de Jesús. El texto:

“derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de

gracia y oración; y mirarán hacia mí. En cuanto a aquél a quien traspasaron, harán

lamentación por él como lamentación por hijo único…” (cfr. Za 12, 10) parece inspirar

esta profecía de Simeón; el evangelista Juan la citará para hablar de Jesús “traspasado”

en la cruz.

Según la Ley, para garantizar la veracidad de un hecho se requiere la

declaración de dos testigos; es así como, tras el testimonio de Simeón, Lc presenta a la

profetisa Ana, la cual alaba al Señor por haber reconocido en Jesús al Mesías esperado,

y difunde la noticia sobre él a cuantos viven abiertos a la Salvación. La conclusión: “El

niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios lo

acompañaba”. (Lc 2, 40) nos presenta cómo Jesús asume una vida con todos los

condicionantes de la humanidad. Lo poco que se dice de la vida oculta de Jesús es

suficiente para apreciar el ambiente en que vivía el Salvador: sus padres eran

obedientes y fieles a la Ley, y Jesús crecía en sabiduría, lleno como estaba de los dones

de gracia con que el Padre lo colmaba.

Meditatio: ¿Qué me dice Dios a mí a través de la lectura?

En esta escena, Lucas presenta a la antigua Alianza dando paso a la nueva,

reconociendo en Jesús-niño al Mesías doliente y Salvador universal. Los personajes que

aparecen en éste pasaje, Simeón y Ana, representan al pueblo judío que, precisamente

en el lugar más sagrado, el Templo, encuentra al que será la gloria de Israel y la luz para

los paganos. Hacia él converge la esperanza de la antigua Alianza. Pero, según la

profecía de Simeón, esto se cumplirá en Jesús solamente siguiendo inevitablemente el

camino de la cruz.

El marco litúrgico en el que leemos hoy este pasaje es en el de la Fiesta de la

Sagrada Familia, celebrando que Dios ha querido que su Hijo participara de la

institución familiar afirmando, de esta manera, su carácter sagrado. María y José entran

en el Templo como pobres miembros del pueblo de Dios para ofrecer su primogénito al

Señor y para la purificación de la madre, tal como mandaba la Ley. Sin embargo, el

Espíritu Santo inspira a otros dos sencillos miembros de éste pueblo para que proclamen

que la antigua Promesa que esperaba Israel se ha cumplido: Jesús es el Mesías esperado.

Sin embargo, Jesús, proclamado el Mesías en el Templo, aún deberá permanecer

en el seno de su familia durante muchos años, para irse formando como cualquier ser

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humano, para aprender las tradiciones y la sabiduría de su pueblo y para ir ahondando

en el propio conocimiento de su Misión. Contemplando a Jesús, María y José, la

Sagrada Familia de Nazaret, hoy podemos dar gracias por la vida y la fe, recibida

gratuitamente de Dios a través de la propia familia.

Jesús ha nacido en una familia como la nuestra, con sus problemas y

dificultades, con sus alegrías y esperanzas: ¿Le pido hoy que Él mismo enseñe a las

familias las virtudes que brillaron en la casa de Nazaret: el amor, la laboriosidad, la

unión, la justicia, la oración, etc.? Cada familia debiera ser escuela de ayuda mutua, de

perdón y reconciliación. Y también, en este tiempo en que nos aturden los excesos del

consumo: ¿pido y soy solidario con las familias más pobres, marginadas y necesitadas?.

Oratio: ¿Qué me hace decirle a Dios esta lectura?

Sagrada familia de Nazaret, que vivisteis la experiencia de asumir la Salvación

de Dios en la sencillez y pobreza de un hogar, concede a nuestra familia la capacidad de

ser también instrumento para que la Salvación de Dios alcance hasta los confines de la

Tierra. Ayudadnos a estar abiertos a la vida que viene del Padre-Dios, a imitar la

entereza del Hijo para afrontar los momentos de cruz con entereza, y a estar atentos al

Espíritu Santo, para actuar en todo momento según sus inspiraciones.

Concedednos ser pobres de espíritu, sencillos como Simeón y Ana, pero también

estar atentos para saber descubrir el paso de Dios por nuestras vidas, como ellos lo

hicieron. Concedednos valentía para dar testimonio de la Salvación que Jesús trae a

todas las naciones, luz para los pueblos.

Os pedimos, en fin, Jesús, José y María, saber llevar una vida digna, creciendo

en la verdadera sabiduría, en estatura moral y en gracia divina. Ten en cuenta a tantas

familias como sufren en el mundo, la injusticia y la pobreza, pero también aquellas que

padecen la desunión, las rupturas y la tentación que hace sentirse dueños de la vida,

envés de humildes administradores de ella.

Contemplatio: Pistas para el encuentro con Dios y el compromiso.

Impulsado por el Espíritu Santo, fue…

Mis ojos han visto al Salvador: luz para alumbrar a las naciones.

¡Lléname de sabiduría y de gracia ante ti, Dios mío!

1 de Enero de 2009 Octava de Navidad: Solemnidad de Santa María Madre de Dios.

Lectura del Evangelio según San Lucas: (2, 16-21)

En aquel tiempo los pastores fueron corriendo y encontraron

a María y a José y al Niño acostado en el pesebre. Al verlo, les

contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían

se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba

todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se

volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y

oído; todo como les habían dicho.

Al cumplirse los ocho días tocaba circuncidar al niño, y le

pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de

su concepción.

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Palabra del Señor.

Lectio: ¿Qué dice el texto bíblico en su contexto?

Éste texto continúa el pasaje que se ha proclamado en la misa de medianoche,

Nochebuena, y que terminaba con el anuncio del ángel a los pastores del nacimiento de

Jesús: “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el

Señor”. (cfr. Lc 2, 11) Aquí les vemos salir corriendo en busca de la “señal” que el

ángel les ha anunciado: “Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en

pañales y acostado en un pesebre”. (cfr. Lc 2, 12).

En el comentario del pasaje de Nochebuena ya dijimos que Lucas presenta su

relato del nacimiento de Jesús siguiendo los tres momentos del anuncio misionero: la

narración del acontecimiento (el censo, y el nacimiento de Jesús en situación de

pobreza, el anuncio hecho a los pastores (primeros testigos de la Salvación) y la

acogida del anuncio (los pastores van a la gruta y encuentran a Jesús). Aquí estamos,

pues, asistiendo al tercer momento en el que los pastores se dirigen inmediatamente a

Belén y encuentran todo como les había sido anunciado.

“…los pastores fueron corriendo…” (Lc 2, 16) expresa la premura ante el

gozoso anuncio recibido. La Buena Nueva es de tal calado que no importa adentrarse en

los peligros del camino a oscuras a una hora intempestiva. El pueblo de Dios que tanto

ha anhelado la llegada del Mesías durante generaciones, sabe que asiste a un momento

definitivo en su propia historia de Salvación.“Y encontraron (…) al Niño acostado en

el pesebre”. (Lc 2, 16) Es el momento en del hallazgo y la experiencia humana y

espiritual para el creyente que busca.

“Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño”. (Lc 2, 17) Es

decir, tras haber encontrado, y habiéndose llenado con la experiencia vivida, el creyente

se siente impulsado a dar un testimonio de vida. De éste testimonio nace la reacción de

asombro en los que habían escuchado el relato: “Todos los que lo oían se admiraban de

lo que decían los pastores”. (Lc 2, 18)

“Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2,

19). En la parte final del pasaje encontramos esta referencia a María, que le hace

apropiado para la celebración litúrgica en que se lee. El texto nos presenta a la Virgen

en permanente actitud contemplativa hacia los hechos narrados y atenta a las palabras

de los pastores acerca de Jesús-niño.

“Al cumplirse los ocho días tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por

nombre Jesús”. (Lc 2, 21) Por el rito de la circuncisión el niño entra a formar parte del

pueblo elegido, pues en el marco de la Alianza entre Yahweh y Abraham es cuando le

ordena: “…Todos vuestros varones serán circuncidados (…) eso será la señal de la

alianza entre yo y vosotros. A los ocho días será circuncidado entre vosotros todo

varón, de generación en generación…” (cfr. Gn 17, 10-12).

Meditatio: ¿Qué me dice Dios a mí a través de la lectura?

El pasaje del evangelio de San Lucas que venimos meditando se enmarca en los

diversos motivos de festividad que confluyen en este día: es la Octava de Navidad, día

en que Jesús fue circuncidado, recibiendo el nombre cuyo significado es “Yahweh

salva”, hecho narrado en el último versículo de esta perícopa. Además, el calendario

litúrgico ha unido a este día, por lo tanto, la fiesta dedicada al Santísimo nombre de

Jesús, que anteriormente se celebraba al día siguiente.

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En éste día, además, se conmemora a la Santísima Virgen con el título que es

fuente de cuantos se le atribuyen, Madre de Dios, de modo que las oraciones de la

celebración Eucarística se presentan por mediación de María. Por último, al

conmemorarse también el primer año del calendario civil, y desde hace algunos años se

ha declarado como Día de oración por la paz, encontramos motivos también para

concretar un compromiso palpable en este día a raíz de nuestra oración.

La paz, shalom, es el don mesiánico por excelencia que Cristo resucitado trae a

sus discípulos, es la salvación de los hombres y la reconciliación definitiva con Dios.

Pero la paz también necesita encontrar su fundamento en las condiciones de verdad, de

justicia, de amor y de libertad. Cristo viene a dar plenitud a la constante bendición de

Dios en la antigua Alianza, ya que su misión abarca a toda la humanidad en un Plan de

paz y fraternidad universales.

La raíz de la paz, sin embargo, reside en el corazón de cada ser humano. ¿Estoy

presto para acoger con prontitud, como los pastores de Belén, a Cristo Salvador con

todas sus consecuencias en mi vida? Pero también es necesario tener la capacidad de ir

meditando y ahondando en esta fe, como María, guardando en el corazón todas las

maravillas que el Señor nos va revelando, tanto por medio de su Palabra, como por

medio de los acontecimientos cotidianos. ¿Me esfuerzo en ir alcanzando este hábito?

Oratio: ¿Qué me hace decirle a Dios esta lectura?

Oh, María, Reina de la Paz. Al comienzo de este año queremos orar por la paz

del mundo, pero pedimos con el compromiso de esforzarnos por conocer los problemas

que están de fondo en las graves divisiones que afectan a tantos pueblos y naciones,

sumiéndolos en la injusticia y falta de libertades.

Ayúdanos con tu intercesión materna a mirar a nuestro mundo con los ojos

compasivos con que tu Hijo nos enseñó a mirarlo, y estar más prontos para la

misericordia que para la condena, más prestos a la indulgencia que a la crítica.

Ayúdanos, asimismo, también para hacer nuestro corazón sensible ante la realidad con

la que convivimos; que no caigamos en la indiferencia y la indolencia que nos lleva a la

insensibilidad hacia lo que nos rodea.

Tu, que guardabas y meditabas en el corazón la Buena Nueva recibida para toda

la humanidad, haznos partícipes de esa virtud para no perder la capacidad de admiración

ante las maravillas que Dios realiza cada día en los pequeños acontecimientos

cotidianos. Que no nos dejemos vencer por las tinieblas de la injusticia y la violencia

que amenazan a nuestro mundo, ya que ha venido a nosotros la Luz verdadera que

ilumina a cada persona, y lo estamos celebrando en estos días festivos.

Contemplatio: Pistas para el encuentro con Dios y el compromiso.

Todos los que lo oían se admiraban.

María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

Se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído.

Le pusieron por nombre Jesús.

4 de Enero de 2009 Domingo II después de Navidad

Lectura del Evangelio según San Juan: (1, 1-18)

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En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba

junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba

junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se

hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida

era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no

la recibió. [Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba

Juan: éste venía como testigo para dar testimonio de la luz, para que

por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.]

La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al

mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de

ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la

recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos

de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de

amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra de hizo

carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria:

gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.

[Juan da testimonio de él y grita diciendo: “Este es de quien dije: el

que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que

yo”. Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia:

porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad

vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: El

Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a

conocer.]

Palabra del Señor.

Lectio: ¿Qué dice el texto bíblico en su contexto?

El Prólogo del Evangelio de S. Juan es, con toda probabilidad, un antiguo himno

cristiano que expresaba la fe de la comunidad en Cristo como Palabra eterna de Dios y

su influencia en el desarrollo de la historia. El evangelista debió tomarlo, añadiendo los

versículos referidos a Juan Bautista, probablemente con el fin de situar en su lugar

correspondiente ésta figura, ante la excesiva importancia que los discípulos del Bautista

tenían de él. Es por ello que la lectura litúrgica permite prescindir de dichos versículos,

que hemos marcado entre corchetes.

“En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la

Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios”. (Jn 1, 1-2) La

“personificación” que encontramos aquí de la Palabra corresponde con la tradición

sapiencial judía, consolidada especialmente tras el exilio, cuando el peligro del

politeísmo para Israel ya había pasado, y que dotaba a la Sabiduría de un carácter

personal: “Yahweh me creó, primicia de su camino, antes que sus obras más antiguas.

Desde la eternidad fui fundada, desde el principio, antes que la tierra.” (cfr. Pr 8, 22-

23s). “La sabiduría hace su propio elogio (…) Yo salí de la boca del Altísimo y cubrí

como niebla la tierra…” (cfr. Eclo 24, 1-3s). Los pasajes citados nos muestran que la

idea de la existencia en Dios antes del mundo ya es un tema asentado en la literatura

veterotestamentaria.

“Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha

hecho”. (Jn 1, 3) Ésta Palabra, por la que todo fue creado, es enviada al mundo para

revelar los secretos de la voluntad divina y, terminada su misión, retorna a Dios: “Él

envía a la tierra su mensaje, a toda prisa corre su palabra”. (cfr. Sal 147, 15s). “Como

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descienden la lluvia y la nieve de los cielos a la tierra y no vuelven allá, sino que

empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar (…) así será mi palabra, la que

salga de mi boca, que no tornará a mi de vacío, sin que haya realizado (…) aquello a

que la envié” (cfr. Is 55, 10-11). El propio evangelista nos transmite así la misión de

Jesús “sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de

Dios y a Dios volvía…” (cfr. Jn 13, 3); “Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora

dejo otra vez el mundo y voy al Padre” (cfr. Jn 16, 28).

“Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el

mundo no la conoció”. (Jn 1, 10) En el Evangelio el “mundo” designa unas veces el

universo o la tierra, otras el género humano, otras el grupo de personas contrarias a Dios

y persiguen a Cristo y sus discípulos. S. Juan contrapone “este mundo”, sometido al

poder del mal, y “el mundo venidero” que aguardamos. De momento, los discípulos han

de permanecer en el mundo sin ser del mundo: “Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos

sí (…) Yo les he dado tu Palabra, y el mundo les ha odiado (…) no te pido que los

retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo

no soy del mundo”. (cfr. Jn 17, 11.14-15)

“Y la Palabra de hizo carne, y acampó entre nosotros”. (Jn 1, 14a) La “carne”

designa al ser humano en su condición débil y mortal. Pero S. Juan emplea aquí este

término para subrayar el realismo de la venida del Hijo en la humanidad. Hay un salto

entre aquella presencia invisible y temible de Dios en la antigua Alianza, y esta

presencia personal y palpable de Dios entre los hombres, acaecida a través de la

Encarnación de la Palabra.

“…y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre,

lleno de gracia y de verdad”. (Jn 1, 14b) La Gloria era la manifestación de la presencia

de Dios, tal como se nos narra repetidamente en diversos pasajes del A.T.: “La gloria

de Yahweh descansó sobre el monte Sinaí y la nube lo cubrió por seis días. Al séptimo

día, llamó Yahweh a Moisés de en medio de la nube”. (cfr. Is 24, 16). Así, en los

escritos veterotestamentarios, ésta gloria expresa la majestad inaccesible y temible de

Dios. La gloria llena la Tienda del encuentro durante la travesía del desierto, como

luego tomará posesión del Templo de Salomón. Su resplandor era tan pavoroso que

ningún mortal podía verlo: “…mi rostro no podrás verlo; porque no puede verme el

hombre y seguir viviendo”. (cfr. Ex 33, 20). Pero, si en la antigua Alianza dicho

resplandor se hallaba por entonces atenuado por la nube, ahora lo está por la humanidad

de la Palabra Encarnada.

Meditatio: ¿Qué me dice Dios a mí a través de la lectura?

El Prólogo de S. Juan es una síntesis de todo el misterio de Navidad en clave de

meditación. Jesús-niño es la revelación de Dios, la verdad de Dios y del ser humano. El

momento culminante de este pasaje, especialmente contemplado en este tiempo de

Navidad, es el versículo: “Y la Palabra de hizo carne”, ya que contiene el hecho de la

Encarnación, núcleo central de la Navidad: el Hijo de Dios se ha hecho hombre

asumiendo la fragilidad de toda criatura.

Jesús, Palabra encarnada, hace a dios visible y cercano para el ser humano,

siendo su reflejo. De este modo, toda la historia y la realidad humana tienen vida por la

Palabra, porque en Jesús todo encuentra significado. El evangelista trata de

transmitirnos, como testigo privilegiado que es del hecho narrado, el papel de Jesús

como revelador y testigo veraz de Dios.

Pero también la Navidad nos hace visible la manera en que se ha realizado la

encarnación: ha elegido la vida del pobre y del derrotado para que nosotros pudiésemos

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vislumbrar el poder de Dios en su elección de la pobreza. ¿Me doy cuenta, al meditar

estos días, de que Jesús quiere ser buscado, reconocido y acogido como pobre

necesitado y sufriente? Con su nacimiento, además, nos ha hecho también el don de ser

hijos; así, la Navidad de Jesús es también nuestra Navidad, la de nuestro renacer a una

vida nueva. ¿Vivo así estos días que estoy celebrando con toda la Iglesia?

Oratio: ¿Qué me hace decirle a Dios esta lectura?

Oh, Cristo, Palabra eterna que, siendo pronunciada por el Padre nos ha creado, y

habiendo sido enviado al mundo nos redimiste. Concédenos la dicha de profundizar en

la contemplación de estos misterios que en este tiempo de Navidad nos invita a meditar.

Que seamos capaces de asumir en nuestra vida la Luz que nos ha traído Jesús y

podamos desterrar las tinieblas que nos atenazan.

Has venido a tu casa, y has padecido el dolor de no ser recibido entre los tuyos,

Señor. ¡Cuántas veces también has venido a mí y yo no te he acogido! ¡Cuántas veces

me he avergonzado de dar testimonio de ti delante de mis hermanos! Que yo quiera

recibirte siempre, Señor, para llevarte a aquellos que hoy también siguen cerrándote las

puertas.

Tú has asumido nuestra carne, con todas sus debilidades excepto el pecado. Y

desde esta pobreza has realizado nuestra Salvación. Quisiera asumir yo en mi vida,

Señor, la convicción de que justamente a través de medios pobres es como se manifiesta

tu Gloria; de este modo quiero vencer la tentación de malgastar fuerzas buscando los

poderes de este mundo, pues tu mismo dices que “a cuantos te reciben, les das poder

para ser hijos de Dios, si creen en su nombre”.

Contemplatio: Pistas para el encuentro con Dios y el compromiso.

En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.

Y la Palabra de hizo carne, y acampó entre nosotros.

6 de Enero de 2009 Solemnidad de la Epifanía del Señor

Lectura del Evangelio según San Mateo: (2, 1-12)

Jesús nació en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes.

Entonces, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén

preguntando: “¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido?

Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. Al

enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y todo Jerusalén con él;

convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les

preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: “En

Belén de Judea, porque así lo ha escrito el Profeta”: Y tú, Belén,

tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de

Judea; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo

Israel.”

Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos, para que le

precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó

a Belén diciéndoles: “Id y averiguad cuidadosamente qué hay del

niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a

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adorarlo”. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de

pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta

que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella,

se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño

con María, su madre, y cayendo de rodillas, lo adoraron; después,

abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”.

Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no

volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

Palabra del Señor.

Lectio: ¿Qué dice el texto bíblico en su contexto?

“Jesús nació en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes”. (Mt 2, 1) Jesús

nació hacia el año 4 ó 5 a.C. en lugar del año 1, debido a ese famoso error de cálculo

que existe en la era cristiana. Herodes reinó del 37 al 4 a.C., por lo tanto, Jesús nació en

sus últimos momentos como rey. Su reino abarcaba Judea, Samaria, Galilea, Idumea y

Perea. Al morir, sus hijos se repartieron el reino, siendo cada uno rey de una parte.

“Convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó…”

(Mt, 2, 4) Los letrados, o escribas, tenían la función de interpretar las Escrituras, sobre

todo la Ley de Moisés, para sacar de ella las normas de conducta de la vida judía. El

escriba es el que lee, traduce y explica la Ley al pueblo de Israel, es una figura que

aparece tras el exilio, a partir de Esdras “Éste Esdras subió de Babilonia. Era un

escriba versado en la Ley de Moisés que había dado Yahweh, Dios de Israel. (…)

sacerdote-escriba dedicado a escribir las palabras de los mandamientos de Yahweh y

sus decretos acerca de Israel” (cfr. Esd 7, 6. 11). Todo ello hacía que los escribas

tuvieran prestigio e influencia en el pueblo siendo, muchos de ellos, fariseos.

“Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades

de Judea; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo…” (Mt 2, 6) El

versículo es una cita literal de la profecía de Miqueas. (cfr. Mi 5, 1 s). Efratá es el

nombre de un clan establecido en la región de Belén: “…Caleb se unió a Efratá, mujer

de su padre Jesrón…” (cfr. 1Cro 2, 24) Este Jesrón, o Esrom aparece en la genealogía

de Jesucristo como uno de los antepasados de David. El texto citado aquí pertenece a un

censo del tiempo en que las distintas tribus y clanes de Israel se asientan a lo largo de la

“tierra prometida”, Canaán. Posteriormente el nombre de Efratá pasó a la ciudad, y así

lo encontramos en algunos pasajes veterotestamentarios: “Era David hijo de un efrateo

de Belén de Judá, llamado Jesé…”. (cfr. 1Sam 17, 12); “…su mujer Noemí y sus dos

hijos… eran efrateos de Belén de Judá”. (cfr. Rt 1, 2). Sin embargo, al citar Miqueas a

Efratá parece que pudiera dar el sentido etimológico de “fecunda”, en relación con el

nacimiento del Mesías. Desde luego Mateo, así como Lucas, reconocerán en “Belén de

Efratá” la designación del lugar del nacimiento del Mesías.

“… de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que

vino a pararse encima de donde estaba el niño”. (Mt 2, 9) El evangelista piensa

manifiestamente en un astro milagroso, del que es inútil buscar una explicación natural.

(Nota de la Biblia de Jerusalén para Mt 2, 9).

“…abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”. (Mt 2,

11) S. Mateo presenta en su relato unos elementos que venían de Arabia, riquezas y

perfumes, que tradicionalmente se han interpretado como símbolo de la Realeza (oro),

de la Divinidad (incienso) y de la Pasión (mirra) de Cristo. Es un texto que parece

inspirado también en las profecías: “… todos ellos de Sabá vienen portadores de oro e

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incienso y pregonando las alabanzas a Yahweh”. (cfr. Is 60, 6). La intención del

evangelista concuerda con la de éste y otros pasajes del A.T. donde ya se anuncia la

Universalidad de la Salvación: “…todos los reyes se postrarán ante él, le servirán

todas las naciones. Porque él librará al pobre suplicante, al desdichado y al que nadie

ampara; se apiadará del débil y del pobre, el alma de los pobres salvará”. (cfr. Sal 72,

11-13). Así, la adoración de los Magos da cumplimiento a los oráculos mesiánicos

sobre el homenaje de las naciones al Dios de Israel.

Meditatio: ¿Qué me dice Dios a mí a través de la lectura?

El surgimiento de una nueva estrella y la referencia a los textos del A.T. en el

relato de Mateo tienen la intención de confirmar que Jesús es el Mesías; pero ya desde

este episodio de los Magos y Herodes quedará de manifiesto que no todos lo reconocen

así. Se da la paradoja de que, mientras su pueblo, con los máximos representantes a la

cabeza, lo rechazan, los paganos lo reconocen como Hijo de Dios. De este modo, el

evangelista deja prefigurado el rechazo de Israel y la acogida por parte de los “impíos”,

situación que va a repetirse a lo largo del Evangelio, concluyendo la vida de Jesús con

la confesión de fe de otro “pagano”, el centurión romano; al pié de la cruz: “realmente

éste es el Hijo de Dios” (cfr. Mt, 27,54).

En este día celebramos la Epifanía del Señor, término cuyo significado era el de

una entrada poderosa, como la llegada de un rey a una ciudad, aunque también se usó

para designar la aparición de una divinidad o una intervención prodigiosa de ella. En

este caso designa la Manifestación de Cristo como Señor de todos los pueblos, y

revelador del misterio escondido en Dios. Es una fiesta nacida en Oriente al tiempo en

que Occidente se comienza a consolidar la celebración litúrgica de la Navidad.

Posteriormente las dos fiestas se celebraron en todas partes, y la Epifanía quedó en

Oriente como memoria del Bautismo mientras que en Occidente celebramos sobre todo

la venida de los Magos, primicia de los gentiles a quienes Cristo trae también la

Salvación.

Jesús, cuyo nacimiento venimos celebrando durante este tiempo litúrgico de

Navidad que pronto concluirá, no ha venido sólo para Israel, sino para todas las

naciones, para toda la familia humana. ¿Contemplo la visita de los Magos, más allá de

lo anecdótico, como el inicio de la unidad de los pueblos, que se realizará plenamente

en la fe en Jesús, cuando todos se sientan hijos del mismo Padre y hermanos entre sí?

Los Magos son tipo de una gran multitud de “verdaderos adoradores”, que constituirá la

mies de los tiempos mesiánicos. ¿Me uno hoy a esta adoración que venimos

meditando? Jesús es el sembrador que trae la semilla de la Palabra para todos; el

Espíritu ha hecho madurarla y la Iglesia está invitada a recoger el fruto sembrado con

la Revelación de Jesús. Igual que de la íntima vida de comunión entre el Padre y el Hijo

ha surgido la Misión de Jesús, de la intimidad de vida entre Jesús y la Iglesia surge la

misión de los discípulos: crear la unidad entre todas las razas, las lenguas y los pueblos.

Oratio: ¿Qué me hace decirle a Dios esta lectura?

Señor Jesús, manifestado a todos los pueblos como Salvador universal, te pido

por la Unidad. Unidad interior de cada uno contigo, unidad entre los miembros de la

Iglesia, unidad entre todos los cristianos y, en definitiva, unidad entre todos los pueblos.

Tu Epifanía, con la experiencia de los Magos de Oriente nos revela que no se trata de

buenos deseos, sino del Plan de Salvación que llegará un día a Plenitud. Es el destino

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hacia el que nos invitas a trabajar sembrando tu Reino, no es algo utópico, irrealizable,

sino que, pese a las dificultades, hoy nos revelas el verdadero alcance de la Salvación.

Dame, Señor, la inquietud de estos Magos, para buscarte siempre con

entusiasmo, sabiendo que, por muy lejos de ti que me llegue a estar, puedo regresar y

para ofrecerte los pobres dones, talentos recibidos de ti y que habré intentado hacer

fructificar por el Reino. Te pido por todos los pueblos, especialmente hoy por aquellos

que trabajan por el Reino sin saberlo, para que, conociéndote, puedan llenarse de

inmensa Alegría y glorificarte.

Contemplatio: Pistas para el encuentro con Dios y el compromiso.

¿Dónde está el Rey que ha nacido?

De ti, Belén, saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel.

Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría.

Vieron al niño con María y cayendo de rodillas, lo adoraron.

11 de Enero de 2009 Fiesta del Bautismo del Señor – Ciclo B

Lectura del Evangelio según San Marcos: (1, 7-11)

En aquel tiempo proclamaba Juan: “Detrás de mí viene el

que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle

las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con

Espíritu Santo”. Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a

que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio

rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se

oyó una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”.

Palabra de Dios.

Lectio: ¿Qué dice el texto bíblico en su contexto?

La figura del Bautista se presenta aquí con los rasgos típicos del auténtico

profeta: hombre austero que proclama la Palabra de Dios, independiente de la

mentalidad que lo rodea y del mundo. “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y

yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias”. (Mc 1, 7). A pesar de que

Jesús se presenta mezclado entre la fila de los penitentes, Juan lo reconoce y lo presenta

superior a sí mismo ante sus muchos discípulos. “Yo os he bautizado con agua, pero él

os bautizará con Espíritu Santo”. (Mc 1, 8). El bautismo diferencia también la figura

de ambos: el precursor lo hará con agua, mientras que el Cristo lo realizará con Espíritu

Santo.

“Apenas salió del agua…” (Mc 1, 10a). Tras el bautismo recibido, Jesús sale del

agua, no como Moisés del Nilo, sino como nuevo Moisés de las aguas del Jordán:

“Entonces se acordó de los días antiguos, de Moisés su siervo. ¿Dónde está el que los

sacó de la mar, como un pastor a su rebaño? ¿Dónde el que puso en él su Espíritu

Santo?”. (cfr. Is 63, 11)

“…vio rasgarse el cielo…” (Mc 1, 10b) esta expresión significa que en Jesús la

separación entre Dios y el ser humano pecador ha sido eliminada. El bautismo de Jesús

hace realidad el anuncio de Juan. Jesús es proclamado como Mesías y ser rompe, así, el

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silencio entre Dios y su criatura. A partir de este momento Dios nos habla por medio de

Jesús, su Hijo querido.

“…y al Espíritu bajar hacia él.” (Mc 1, 10c) Al recibir el bautismo de Juan y

salir del agua, el Espíritu Santo lo inviste con su poder, de cara a la Misión que le

espera. como en el caso de los jefes carismáticos de los tiempos antiguos, los Jueces y

los primeros Reyes. A la elección acompaña una efusión del Espíritu Pero el Mesías,

inspirado en Isaías, tiene el matiz de ser el “Siervo” de Yahweh: “He aquí mi siervo a

quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu

sobre el…” (cfr. Is 42, 1)

“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”. (Mc 1, 11) A pesar de que Jesús se

presenta como un hombre cualquiera, compartiendo un bautismo de conversión, la voz

del Padre lo proclama inocente y pone de relieve su naturaleza divina. Éstas palabras

parecen inspirarse en el siguiente texto: “Voy a anunciar el decreto de Yahweh. Él me

ha dicho: Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy”; (cfr. Sal 2, 7) expresión aplicada

por Hb 1, 5 a la generación eterna del Verbo, y que luego ha sido usada frecuentemente

en la liturgia con el mismo fin. Esto viene a dar cumplimiento a la profecía que

encontramos en 2 Sam 7 con la promesa a David: “…Yahweh te edificará una casa. Y

cuando tus días se hayan cumplido (…) afirmaré después de ti la descendencia que

saldrá de tus entrañas, y consolidaré el trono de su realeza (…) Tu casa y tu reino

permanecerán para siempre ante mí; tu trono estará firme eternamente”. (cfr. 2 Sam

11-12. 16).

Meditatio: ¿Qué me dice Dios a mí a través de la lectura?

En la persona del Hijo de Dios se ha realizado en plenitud la venida del Mesías,

Verbo eterno del Padre, largamente prometida en la antigüedad. Jesús viene y se

confunde con los penitentes, poniéndose de este modo al nivel de la humanidad que

espera. El Inocente se ha hecho pecado (cfr. 2 Cor 5, 21) para la salvación de la

humanidad, mezclando lo humano y lo divino para transformar lo uno en lo otro. Dios

hizo así a Cristo solidario de la humanidad pecadora.

En éste día en que concluimos el tiempo de Navidad para dar paso al Ordinario,

realizando así litúrgicamente el paso de la vida oculta de Cristo a la pública,

contemplamos un aspecto fundamental en Cristo que, como Iglesia, estamos llamados a

realizar también: hacerse solidaria con la humanidad, revestida de pecado y de

debilidad, para liberarla de la muerte y transformarla en riqueza de vida con los dones

del Espíritu y de su santidad de vida. El episodio del Bautismo del Señor es también una

gran epifanía de la Trinidad: del Padre que muestra al Hijo ante el mundo y lo consagra

con el Espíritu.

El bautismo administrado por Juan a Jesús en el Jordán es un momento esencial

para comprender el Evangelio. Los apóstoles comenzaban la narración de los hechos y

dichos del Señor a partir de este acontecimiento, interpretándolo como la unción

mesiánica del Mesías, Cristo, por el Espíritu Santo. Podemos comprobar cómo los

cuatro evangelistas narran este episodio fundamental en la vida de Jesús, dándonos

muestra así de la importancia que le otorgan a este hecho como el momento en que el

Señor es consagrado para la misión anunciada por los profetas desde la antigüedad.

Asimismo, el Padre-Dios nos invita a escuchar y seguir a Jesús para completar su propia

misión, porque también hemos recibido su espíritu; de este modo, hemos de pedir la

perseverancia en el cumplimiento de la voluntad del Padre, que se deriva de nuestro

compromiso bautismal.

Page 26: LECTIO DIVINA en los Domingos y Solemnidades de los ...delegaciones.obispadodetenerife.es/Liturgia/sites/default/files/Tiempos fuertes_1.pdf“científico” y podría hacer muy farragosa

Oratio: ¿Qué me hace decirle a Dios esta lectura?

Oh Dios, Padre nuestro, tu nos has enviado a tu Hijo amado que nos revela tu

rostro de Amor y Misericordia para el género humano. Él ha sido ungido por el Espíritu

Santo para llevar a cabo la misión salvadora que hemos venido celebrando en este

tiempo de Navidad que hoy concluye. Concédenos permanecer a la escucha de Jesús,

que es tu Palabra de Vida, ahora que con la Iglesia entramos en otro tiempo litúrgico

ligado a su vida pública, a su enseñanza, a su ejemplo. Concédenos renovar en nuestra

vida la efusión del Espíritu Santo que derramaste en los Sacramentos de nuestra

iniciación cristiana.

Espíritu Santo, a través de la Palabra hemos venido meditando el Misterio de

nuestra redención. Cada uno personalmente, y en ocasiones de forma grupal, nos hemos

parado, como María, a rumiar en nuestro corazón los hechos narrados a través del

Evangelio proclamado en estos días festivos. Tú nos has ido inspirando a cada uno

deseos de conocer mejor esta Palabra, deseos de compartirla, pistas que nos han

ayudado a reconocer las zonas de nuestra vida que aún necesitan conversión, luces para

ver el compromiso que Dios pide a cada uno y, en definitiva, un mayor amor a la

presencia de Dios en nuestra vida.

Señor Jesús, te pido para que la experiencia realizada a través de la Lectio

Divina siga dando frutos en mi vida y en la de todos aquellos que han querido reservar

un rato de su vida para ponerse a la escucha, y para orar en profundidad desde la

Palabra, que eres Tu mismo. Concédeme, Señor, vencer la pereza que me asalta a diario

invitándome a dedicar tiempo a tantas cosas, y a no dejar tiempo para ti, y ven en mi

ayuda para seguir tomando la Biblia o el Evangelio entre mis manos y saborear tu

presencia. Porque, ¿adónde podré ir? Sólo tú, Jesús, tienes palabras de Vida Eterna.

Contemplatio: Pistas para el encuentro con Dios y el compromiso.

Detrás de mí viene el que puede más que yo.

Él os bautizará con Espíritu Santo.

Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.