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31 ESTA LECCIóN ESTARá DEDICADA al estudio de las relaciones in- teramericanas entre el 1 de enero de 1804 (fecha en que, luego de una cruenta guerra de liberación nacional y social, Haití proclamó su inde- pendencia del colonialismo francés y la total libertad de los esclavos) y 1865, año en que culminó la Guerra de Secesión de EE.UU. y en el que, a su vez, fue asesinado, el 14 de abril, su afamado presidente Abraham Lincoln (1861-1865). Previamente, él había conducido a los estados in- dustriales del noreste de ese país (donde predominaban las relacio- nes capitalistas de producción) en su victoriosa guerra contra los once estados esclavistas (Carolina del Sur, Mississippi, Florida, Alabama, Georgia, Luisiana, Texas, Virginia, Arkansas, Carolina del Norte y Ten- nessee) que, a partir del 4 de febrero de 1861, estructuraron la finalmen- te derrotada Confederación Sudista, oficialmente denominada Estados Confederados de América. Esa victoria de las fuerzas socioeconómicas y político-militares norteñas –los yankees, como los llamaban los sureños– impulsó las ac- ciones del gobierno del “demócrata moderado” Andrew Johnson (1865- 1869) dirigidas a comprarle al imperio zarista el territorio de Alaska; tratativa que culminó en 1867. También actualizó las añejas intencio- nes de los grupos dominantes en EE.UU. (puestas de manifiesto en la guerra anglo-estadounidense de 1812 a 1814) de anexionar el actual Lección Dos LAS RELACIONES INTERAMERICANAS DESDE LA REVOLUCIÓN HAITIANA HASTA LA GUERRA DE SECESIÓN EN EE.UU.

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    Esta lEccin Estar dEdicada al estudio de las relaciones in-teramericanas entre el 1 de enero de 1804 (fecha en que, luego de una cruenta guerra de liberacin nacional y social, Hait proclam su inde-pendencia del colonialismo francs y la total libertad de los esclavos) y 1865, ao en que culmin la Guerra de secesin de EE.UU. y en el que, a su vez, fue asesinado, el 14 de abril, su afamado presidente abraham lincoln (1861-1865). Previamente, l haba conducido a los estados in-dustriales del noreste de ese pas (donde predominaban las relacio-nes capitalistas de produccin) en su victoriosa guerra contra los once estados esclavistas (carolina del sur, Mississippi, Florida, alabama, Georgia, luisiana, texas, Virginia, arkansas, carolina del norte y ten-nessee) que, a partir del 4 de febrero de 1861, estructuraron la finalmen-te derrotada confederacin sudista, oficialmente denominada Estados confederados de amrica.

    Esa victoria de las fuerzas socioeconmicas y poltico-militares norteas los yankees, como los llamaban los sureos impuls las ac-ciones del gobierno del demcrata moderado andrew Johnson (1865-1869) dirigidas a comprarle al imperio zarista el territorio de alaska; tratativa que culmin en 1867. tambin actualiz las aejas intencio-nes de los grupos dominantes en EE.UU. (puestas de manifiesto en la guerra anglo-estadounidense de 1812 a 1814) de anexionar el actual

    Leccin Dos

    Las reLaciones interamericanas desde La revoLucin Haitiana Hasta La

    Guerra de secesin en ee.uu.

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    territorio de canad. tal pretensin qued anulada cuando, gracias a la ley de reforma (Reform Act) aprobada por el Parlamento britnico en 1867 y bajo el nombre de dominio del canad (entonces integrado por la federacin de nueva Escocia, nueva Brunswick, Quebec y Ontario), ese extenso pas formalmente dej de ser una colonia del reino Unido de Gran Bretaa e irlanda del norte (Hristoulas, 2005).

    no obstante, las clases dominantes canadienses y sus ms prominen-tes representantes polticos admitieron la instauracin de un rgimen de soberana limitada; en tanto, hasta bien entrado el siglo XX, dicho territorio se mantuvo poltica, jurdica, econmica y militarmente subordinado a la corona Britnica. Esos y otros factores explican por qu los sucesivos go-biernos conservadores y liberales de canad no tuvieron una participacin directa en el desarrollo de las relaciones interamericanas a todo lo largo del siglo XiX, ni durante la primera mitad del XX. como han consignado John Kirk y Peter McKenna (2007), en ese largo perodo, las acciones canadienses estuvieron limitadas a diversas y no siempre consistentes iniciativas dirigi-das a estimular sus relaciones econmico-comerciales con Brasil, Mxico y algunos territorios o pases semi-independientes del caribe.

    a ese tema se volver en las prximas lecciones. Mientras tanto, es preciso destacar que, luego del fin de la Guerra de secesin de EE.UU., la administracin de andrew Johnson, as como los mandatarios republica-nos que lo sucedieron (Ulysses Grant, rutherford Hayes, James Garfield y chester arthur) al tiempo que abordaron la reconstruccin del sur impulsaron la llamada conquista del Oeste; es decir, la culminacin del violento despojo de los territorios pertenecientes a las naciones origi-narias del actual territorio de EE.UU. (nevins et al., 1996; Zinn, 2004). tambin a travs de diferentes maniobras financieras y de la violencia comenzaron a despojar de sus tierras a los llamados pioneers (buena parte de ellos, pequeos agricultores o pequeos ganaderos) que, en di-ferentes oleadas, se haban venido instalando en las sucesivas fronteras occidentales de esa repblica [inicialmente] pigmea (Guerra, 1975).

    todas esas tropelas favorecieron la generalizacin de las relacio-nes capitalistas de produccin y a pesar de (o quizs por) la perdura-cin de los problemas del pueblo negro (du Bois, 2001), sentaron las bases socioeconmicas (la revolucin industrial), poltico-jurdicas (la consolidacin del Estado federal) e ideolgico-culturales (los paramount interests intereses globales) de EE.UU., que posibilitaron su rpida transicin del capitalismo pre-monopolista hacia lo que en 1917 Vladimir ilich lenin denomin el capitalismo monopolista o capitalismo monopolista de Estado (lenin, 1976).

    Ese proceso de consolidacin y constante expansin territorial, econmica, militar e ideolgico-cultural del imperialismo estadouni-dense tuvo en las ltimas dcadas del siglo XiX, a lo largo del XX y en

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    lo transcurrido del XXi mltiples implicaciones negativas para canad y nefastas consecuencias para amrica latina, el caribe y, por con-siguiente, para las siempre multifacticas y conflictivas interacciones entre las dos amricas. sin embargo, sera un error suponer que las tendencias expansionistas de los grupos dominantes en EE.UU. ni-camente estuvieron asociadas al surgimiento de los monopolios y a la consolidacin de la oligarqua financiera, sujeto social dominante en las condiciones del fenmeno imperialista (lenin, 1976).

    Por el contrario, prcticamente desde el reconocimiento por par-te de inglaterra de la independencia de las inicialmente llamadas trece colonias Unidas del norte de amrica (1873), los principales represen-tantes polticos de los sectores de las clases dominantes incluyendo los esclavistas, que se apropiaron de esa entonces recin fundada rep-blica, ya estaban elaborando los argumentos poltico-ideolgicos que posteriormente les permitieron justificar su expansin hacia el norte, el sur y el oeste de sus limitadas fronteras originales (ver anexo 4).

    En efecto, segn document Gregorio selser en su Enciclopedia de las intervenciones extranjeras en Amrica Latina, en 1786, uno de sus ms prominentes Padres Fundadores (Founding Fathers), thomas Jefferson, sentenci:

    nuestra confederacin debe ser considerada como el nido desde el cual toda amrica, as la del norte como la del sur, habr de ser poblada. Mas cuidmonos [] de creer que interesa a este gran continente expulsar a los espaoles. Por el momento aquellos pases se encuentran en las mejores manos, y slo temo que estas resulten demasiado dbiles para mantenerlos sujetos hasta que nuestra poblacin haya crecido lo suficiente para rselos arreba-tando pedazo a pedazo (Jefferson en selser, 1992: 31).

    dos aos despus, otro de los ms conocidos Founding Fathers, alexander Hamilton, expres:

    Podemos esperar que dentro de poco tiempo nos convirtamos en los rbitros de Europa en amrica, pudiendo inclinar la balanza de las luchas europeas, en esta parte del mundo, de acuerdo con lo que dicten nuestros intereses [] dejad a los trece estados ligados por una firme e indisoluble unin tomar parte en la creacin de un Gran sistema americano, superior a todas las fuerzas e influencias transatlnticas y capaz de dictar los trminos de las relaciones que se establezcan entre el viejo y el nuevo mundo (Hamilton en selser, 1992: 33).

    de una u otra forma, teidas de un falso aislacionismo respecto a los conflictos europeos y de una mezquina neutralidad totalmente favo-

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    rable a Francia y Espaa5, las pretensiones antes remarcadas tuvieron una de sus primeras expresiones en la adversa actitud asumida por los gobiernos de George Washington (1789-1797), John adams (1797-1801) y thomas Jefferson (1801-1809) tanto respecto a las victoriosas luchas contra la esclavitud y por la independencia de Hait, como con relacin a las luchas por las primeras independencias de la amrica es-paola (Guerra Vilaboy, 2003). En ese sentido, se ha demostrado cmo Jefferson, siguiendo la poltica de sus antecesores, en vez de respaldar a los independentistas haitianos, centr sus preocupaciones en resol-ver de manera amigable los diversos conflictos fronterizos que tena EE.UU. con Francia, propsito que inesperadamente logr en 1803 con la compra del extenso territorio de luisiana (Guerra, 1975).

    Esa beneficiosa transaccin fue posible gracias a la derrota por parte de las fuerzas liberadoras haitianas del poderoso ejrcito que ha-ba enviado napolen Bonaparte para restablecer la esclavitud y la do-minacin francesa sobre Hait, como pivote para intentar reconstruir el imperio francs en amrica. aunque gracias a la heroicidad de las fuerzas independentistas y antiesclavistas haitianas ese objetivo se frus-tr, bajo la mirada cmplice de los gobiernos de Espaa, EE.UU., Gran Bretaa y Holanda, Francia logr restablecer la esclavitud y mantener su control sobre Martinica y Guadalupe: pequeas islas del caribe que junto al territorio de Guyana Francesa (cayena) y bajo la denominacin jurdico-formal de departamentos de Ultramar (dOM, por sus siglas en francs) todava estn sometidas a una modernizada y discriminatoria dominacin poltica, econmica, militar e ideolgico-cultural.

    igualmente, se ha comprobado que en los aos sucesivos, Jefferson adems de negarse a reconocer oficialmente a la primera repblica negra y antiesclavista del mundo (EE.UU. slo reconoci oficialmente la indepen-dencia de Hait en 1862) rechaz toda posibilidad de concederle cualquier ayuda estatal a la organizacin de la expedicin revolucionaria con la que El Precursor Francisco de Miranda inici, en 1806, las luchas por la inde-pendencia de Hispanoamrica, alias colombia (Bohrquez Morn, 2003). En contraste, ese pionero y ambicioso proyecto independentista encontr ostensibles manifestaciones de simpatas y solidaridad en la poblacin y en las mximas autoridades haitianas, incluido su primer presidente y entonces emperador, Jean Jacques dessalines (Guerra Vilaboy, 2003).

    a la solidaridad oficial haitiana con las luchas por las primeras independencias latinoamericanas se volver despus. ahora conviene

    5 de hecho, la independencia de EE.UU. se logr gracias a la utilizacin por parte de los principales dirigentes de las fuerzas independentistas (entre ellos, George Washington) de los histricos conflictos existentes en Francia, Espaa y el reino Unido. Esto acentu la mezquindad de la neutralidad favorable a Espaa asumida por sucesivos gobiernos estadounidenses frente a las luchas por las independencias hispanoamericanas.

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    acentuar que existen mltiples evidencias histricas acerca de cmo la indecorosa actitud oficial estadounidense contribuy a prolongar el dominio de las potencias ibricas sobre el entonces llamado nuevo Mundo. En efecto, la referida actitud neutral adoptada por el gobierno de Jefferson fue sostenida por las sucesivas administraciones de James Madison (1809-1817) y James Monroe (1817-1825). Este ltimo, autor de la tristemente clebre doctrina, cuyos diversos corolarios y afirmaciones positivas y negativas (ver recuadro 1), junto al destino Manifiesto6, jus-tificaron las mltiples agresiones perpetradas a lo largo de los siglos XiX y XX por los grupos dominantes y el establishment poltico-militar de ese pas contra las naciones y los estados nacionales o plurinacionales ahora ubicados al sur del ro Bravo (o Grande) y la pennsula de Florida.

    6 aunque ya estaban presentes en la psicologa social estadounidense, segn diversos autores los postulados del destino Manifiesto fueron sistematizados por primera vez en 1840 por el publicista estadounidense John l. sullivan. segn este, la expansin estado-unidense hacia el sur de sus fronteras no slo era algo inevitable, sino que responda a un mandato divino.

    Recuadro 1Los contenidos de la Doctrina Monroe

    Afirmaciones positivas

    - Los Estados Unidos no consienten que naciones europeas adquieran territorios en Amrica; ni que realicen acto alguno del que se pueda derivar esa adquisicin.

    - Los Estados Unidos tampoco consienten que una nacin europea obligue a otra de Amrica a cambiar su forma de gobierno.

    - Los Estados Unidos no toleran que una colonia europea sea transferida por su metrpoli a otra potencia europea.

    Afirmaciones negativas

    - Los Estados Unidos no hacen materia de pacto los principios que envuelven la Doctrina Monroe.

    - La Doctrina Monroe no reza con las colonias europeas existentes al ser promulgada; ni se aplica a la lucha de una colonia contra su metrpoli.

    - Los Estados Unidos no intervienen en demostraciones puramente punitivas que hagan los gobiernos europeos contra naciones americanas, con tal de que esos actos no se deriven de una ocupacin de territorio.

    - Los Estados Unidos no intervienen en caso de guerra entre naciones americanas.

    - Los Estados Unidos no se oponen a que una nacin europea sea rbitro en una cuestin entre naciones americanas.

    Fuente: De Crdenas (1921: 106).

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    En efecto, est documentado que, luego de diversas actitudes hosti-les frente a los independentistas hispanoamericanos, el gobierno de Monroe slo reconoci la sui generis independencia de Brasil frente a la monarqua portuguesa, as como de los primeros estados nacionales (chile, los Estados Unidos Mejicanos, Paraguay, Per) o multinaciona-les (la repblica de colombia, las Provincias Unidas del ro de la Plata, la repblica Federal de centroamrica) surgidos como fruto de heroi-cas contiendas, despus de que en 1919 logr que Espaa accediera a venderle el ambicionado territorio de la Florida Oriental y reconociera el dominio de facto estadounidense sobre la Florida Occidental. asi-mismo, cuando ya era totalmente evidente que la monarqua espaola no estaba en condiciones de retener sus correspondientes posesiones en la que, siguiendo a Miranda y a otros prceres independentistas, el libertador simn Bolvar haba llamado la amrica Meridional (Bolvar, 1947a: 159-175).

    los pormenores de esa definicin bolivariana, al igual que de su ideario libertario y unitario-federalista, pueden encontrarse en su famosa contestacin de un americano Meridional a un caballero de esta isla ms conocida como la carta de Jamaica del 6 de septiembre de 1815; pero siempre debe recordarse que, un ao despus, las accio-nes poltico-militares emprendidas por el libertador contaron con la solidaridad del gobierno republicano instaurado en el sur de Hait (cuyo territorio incluy hasta 1844 a la actual repblica dominicana), pre-sidido hasta su muerte en 1818 por alexander sabs Ption7. lo nico que l reclam a cambio del recurrente apoyo ofrecido a los empeos bolivarianos fue que se concediera la libertad de los esclavos en los te-rritorios hispanoamericanos que fueran liberados del dominio colonial espaol. dicha demanda fue aceptada por Bolvar, en tanto coincida con el proyecto de liberacin nacional y social que haba venido elabo-rando luego de analizar crticamente las causas de las derrotas de las llamada primera y segunda repblica. Es decir, las instaladas en la parte venezolana del territorio del Virreinato de nueva Granada entre 1811-1812 y 1813-1814, respectivamente (Guerra Vilaboy, 2003).

    tambin debe recordarse que como ha demostrado norberto Galasso ese ideario bolivariano coincida esencialmente con la utopa de la Patria Grande impulsada, entre otros, por Jos Gervasio artigas,

    7 El primer mandatario de Hait fue el general Jean Jacques dessalines. luego de su asesinato en 1806, la parte norte de Hait fue dominada por el emperador Henri christophe, mientras que alexandre sabs Ption estableci una repblica en la parte sur de dicha isla. tras la muerte de christophe en 1820, Jean Pierre Boyer, sucesor de Ption, consolid su poder en todo el territorio. no obstante, en 1844, la parte oriental declar su independencia y comenz a denominarse repblica de santo domingo, hoy repblica dominicana.

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    Jos de san Martn y Bernardo OHiggins, al igual que antes de ser martirizados por los primeros prceres de la independencia del Vi-rreinato de nueva Espaa (Mxico y centroamrica) Miguel Hidalgo y Jos Mara Morelos. todos ellos se haban alimentado de las ideas ms avanzadas de la revolucin Francesa de 1789, as como de la frustrada revolucin liberal iniciada en Espaa en 1808 y temporalmente derro-tada en 1813. Es decir, en el mismo momento en que el pueblo espaol y las Juntas de resistencias que lo representaban tambin luchaba por su independencia nacional frente a los ejrcitos napolenicos que ocuparon la pennsula ibrica e instauraron la espuria monarqua de Jos Bonaparte (1808-1813).

    Por todo lo dicho puede afirmarse que, en las primeras tres dca-das del siglo XiX, ya eran totalmente evidentes las enormes distancias que existan entre los proyectos independentistas, unitarios y liberta-rios de los prceres y mrtires de las primeras independencias de la amrica Meridional, as como de Hait y las estrategias hacia el nue-vo Mundo desplegadas por los grupos dominantes en EE.UU. a esto es preciso agregar que el presidente de ese pas John Quincy adams (1825-1829) y su clebre secretario de Estado, Henry clay, se opusieron tajantemente a la idea de simn Bolvar y del primer presidente repu-blicano de Mxico, Guadalupe Victoria (1824-1829), de organizar una expedicin armada con vistas a independizar del colonialismo espaol los archipilagos de cuba y Puerto rico (Prieto rozos, 2005: 16-18).

    as se puso en evidencia antes y durante el congreso anfictinico de Panam (1826), en cuyas deliberaciones finalmente no particip nin-gn funcionario oficial estadounidense como expresin de su rechazo a los persistentes (y, a la postre, frustrados) planes del libertador de formar en la amrica antes espaola la ms grande nacin del mundo, menos por su extensin y riqueza que por su libertad y gloria (Bolvar, 1947a: 169). de ah que el gobierno estadounidense tambin rechazara, a pesar de sus profundas debilidades intrnsecas, el tratado de Unin, liga y confederacin Perpetua acordado (pero nunca ratificado) en el referido congreso por los delegados de la repblica de colombia (posteriormente conocida como la Gran colombia), la repblica Federal de centroam-rica, la repblica de los Estados Unidos Mejicanos y la repblica de Per (quienes fueron los portadores de las instrucciones de simn Bolvar) con el propsito de sostener en comn, defensiva y ofensivamente si fuere necesario, la soberana e independencia de todas y cada una de las Potencias confederadas de amrica contra toda dominacin extranjera (daz callejas, 1997: 115-119; daz lacayo, 2006: 340-350).

    tal estrategia se planteaba como necesaria frente a los intentos por reconquistar sus antiguas colonias americanas que emprendiera Espaa con el apoyo de las dems monarquas europeas entonces inte-

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    grantes de la santa alianza, al igual que frente a las apetencias expan-sionistas estadounidenses. En la dcada de 1820, esas apetencias eran tan evidentes que Bolvar, adems de oponerse de manera tajante a la participacin del gobierno estadounidense en el congreso anfictinico de Panam, en su conocida carta de Guayaquil del 5 de agosto de 1829 indic: los Estados Unidos [] parecen destinados por la Providencia para plagar la amrica de miserias a nombre de la libertad (Bolvar, 1947a: 736-737, 1103-1109).

    Parafraseando a Manuel Medina castro, todo lo dicho permi-te afirmar que la libertad de las naciones continentales hispano y lusoamericanas, al igual que de la isla que cristbal coln bautiz con el nombre de la Espaola y los franceses como saint domingue (aho-ra cohabitada por Hait y repblica dominicana) tanto respecto al colonialismo francs, como a los colonialismos ibricos no le debe nada a los grupos dominantes en EE.UU. Ms an, puede afirmarse que las primeras independencias de la casi totalidad de los actuales estados latinoamericanos se produjeron a pesar de la adversa actitud adoptada por sucesivos gobiernos de EE.UU. frente a esas incompletas revoluciones burguesas (Kossok, 1989: 129-154), as como frente a los ya mencionados afanes unitarios-federalistas, latinoamericanistas y libertarios de Miranda, Bolvar, san Martn, artigas y OHiggins.

    Esa actitud de los grupos dominantes de EE.UU., contraria a la necesaria unidad y la total independencia poltica, econmica y social de las naciones latinoamericanas y caribeas (Hait, repblica domi-nicana, cuba y Puerto rico), se prolong a lo largo del siglo XiX. Mo-vidos por los ya mencionados enunciados de la doctrina Monroe y sus primeros corolarios (como el corolario Polk, proclamado en 1848, y el corolario Hayes de 1880), as como por el destino Manifiesto, al-gunos de sus ms conspicuos estadistas y personeros hicieron todo lo que estuvo a su alcance para apoderarse, al menos, de partes del terri-torio de algunos estados latinoamericanos, as como para anexionar a casi todas las antillas Mayores: Jamaica, cuba y Puerto rico. segn el presidente John Quincy adams, por su ubicacin geogrfica, esos dos archipilagos eran apndices naturales de EE.UU. (Guerra, 1975).

    Previamente, thomas Jefferson haba confesado, con toda sin-ceridad, que siempre haba considerado a cuba como la adicin ms interesante que pudiera hacerse a nuestro sistema de estados. El con-trol que con la Florida nos dara esa isla sobre el Golfo de Mxico y los pases del istmo contiguo [centroamrica], as como [sobre] las tierras cuyas aguas desembocan en el Golfo, asegurarn completamente nues-tra seguridad continental (Jefferson en selser, 1992: 128). aunque esa apetencia por anexionar a cuba finalmente se vio frustrada, siempre habr que recordar que esas ideas de Jefferson y sus seguidores respec-

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    to a su seguridad continental se expresaron, entre otros hechos, en la desidia o la descarada injerencia oficial estadounidense en los mltiples conflictos y sucesivas guerras civiles que provocaron la balcanizacin de la ahora llamada amrica latina (Guerra Vilaboy, 2006), as como en la cooperacin antagnica de EE.UU. con las potencias europeas con intereses en el hemisferio occidental. Esa mancuerna contribuy a la progresiva desintegracin de las Provincias Unidas del ro de la Plata (argentina, Paraguay, Uruguay y parte del territorio de Bolivia), de la repblica de colombia (integrada hasta 1831 por los actuales territorios de colombia, Ecuador, Panam y Venezuela), de la fugaz confederacin Peruano-Boliviana y la repblica Federal de centro-amrica, integrada hasta 1840 por costa rica, El salvador, Guatemala, Honduras y nicaragua.

    tambin deben recordarse las constantes conspiraciones oficia-les estadounidenses contra la estabilidad poltica y la integridad terri-torial de Mxico, as como la guerra de rapia desatada contra ese pas entre 1845-1848, como resultado de la cual y como se ver en el anexo 4, EE.UU. se apoder de cerca de la mitad del territorio mexica-no. Ese despojo, consagrado en el tratado Guadalupe-Hidalgo de 1848, fue seguido por el tratado clayton-Bulwer, firmado en 1850 entre los gobiernos de Gran Bretaa y EE.UU. Este, al margen de los gobiernos centroamericanos, reconoci las espurias posesiones britnicas en esa regin y la legalidad de que esas dos potencias construyeran de mutuo acuerdo un canal interocenico a travs de nicaragua.

    como uno de los frutos perversos de esa decisin, en medio de una de las tantas guerras civiles que vivi ese pas, entre 1855 y 1860 el filibustero estadounidense William Walker emprendi diver-sas expediciones dirigidas a recolonizar y restablecer la esclavitud en ese y otros pases centroamericanos. aunque en sus orgenes esas expediciones fueron fruto de las agudas contradicciones que existan entre diferentes empresas estadounidenses que participaban en el trnsito entre los ocanos atlntico y Pacfico a travs de nicaragua (Hernndez, 1994: 61-67), lo cierto fue que buena parte de las pre-tensiones de Walker contaron con el reconocimiento oficial estado-unidense y, en particular, con el apoyo de las autoridades de algunos estados esclavistas del sur de EE.UU.

    si esas pretensiones no se materializaron fue, entre otras razo-nes, por la tenaz y exitosa resistencia de los gobiernos conservadores y otras fuerzas poltico-militares centroamericanas, inicialmente en-cabezadas por el entonces presidente de costa rica, Juan rafael Mora (Fonseca, 2001: 142). Esas fuerzas contaron con el apoyo oficial britni-co, cuyo gobierno firm en 1859 un tratado con el gobierno de Hondu-ras, por medio del cual reconoci, por primera vez, la soberana de ese

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    pas sobre las islas de la Baha y sobre una parte de la costa misquita. En 1860, dicho tratado fue infructuosamente desafiado por William Walker, quien ya no tena el apoyo del gobierno estadounidense enca-bezado por James Buchanan (1857-1861).

    sin embargo, como ha documentado Manuel Medina castro (1974), ni esto ni la ya referida Guerra de secesin de EE.UU. exi-men de responsabilidad a sus sucesivos gobiernos los presididos por abraham lincoln (1861-1865) y andrew Johnson (1865-1869) ante los acontecimientos que condujeron a la violenta ocupacin francesa y la instauracin de la monarqua de Maximiliano i (1862-1867) en territo-rio mexicano. En efecto, la primera de esas administraciones estado-unidenses adopt una actitud anuente ante el desembarco en 1861 de fuerzas militares inglesas, espaolas y francesas en el territorio de ese pas latinoamericano. tambin le neg ayuda a las fuerzas patriticas de ese pas, encabezadas por el lder del liberalismo popular y entonces presidente constitucional de Mxico, Benito Jurez, quien inmediata-mente despus de asumir el cargo suspendi los pagos de la deuda contrada por sus antecesores con las potencias europeas antes men-cionadas (Medina castro, 1974: 410-420).

    aunque no es materia central de este volumen, lo dicho tambin permite calibrar la actitud adversa frente a la unidad y las primeras in-dependencias de la casi totalidad de los actuales estados latinoamerica-nos y caribeos asumida por sucesivos gobiernos de Francia y el reino Unido. En este ltimo caso, as se demostr en la vacilante y a la postre negativa conducta asumida por varios primeros ministros britnicos (el joven William Pitt, Henry addington y lord castlereagh) frente a los diferentes planes independentistas que les present Francisco de Miranda, tanto antes como inmediatamente despus de su frustrado desembarco en Vela de coro (Bohrquez Morn, 2003). Esa animad-versin igualmente subyace en la ayuda interesada y condicionada al estado de sus relaciones con Espaa y la santa alianza que, a partir de 1816, algunas autoridades poltico-militares y ciertos financistas ingle-ses comenzaron a brindarle a simn Bolvar y otros lderes indepen-dentistas hispanoamericanos (Garca Ponce, 2002).

    a pesar de su necesidad inmediata, en el mediano y largo plazo esas deudas por la independencia favorecieron la creciente dependen-cia poltica, militar, ideolgica y econmica respecto al reino Unido que padecieron la mayor parte de los estados de amrica latina duran-te casi todo el siglo XiX y las dos primeras dcadas del XX (Boersner, 1996). Para lograr esa privilegiada posicin, la monarqua constitu-cional britnica aliada con la oligarqua portea de Buenos aires emprendi diversas acciones contra los lderes independentistas ms radicales (Mariano Moreno, artigas, san Martn, OHiggins) que ac-

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    tuaron en el otrora denominado Virreinato del ro de la Plata, al igual que en Per y chile (Galasso, 2004).

    Paralelamente, y pese a sus posteriores contradicciones respecto a la trata de esclavos, a diversos asuntos comerciales y a la libre navegacin por el ro amazonas, el gobierno permanente y sucesivos gobiernos tem-porales britnicos apoyaron a la monarqua portuguesa instalada desde 1808 en Brasil, al igual que al reaccionario y expansionista imperio ins-taurado en ese pas entre 1822 y 1889 (cervo y Bueno, 2002: 80-83). sin embargo, tal apoyo no fue obstculo para que las autoridades britnicas se inmiscuyeran en la guerra que en el cuatrienio 1825-1828 enfrent a dicho imperio y a la oligarqua bonaerense por el control de la Banda Oriental del ro de la Plata. tal conflicto concluy con la segregacin de ese territorio de las Provincias Unidas del ro de la Plata y la fundacin, en 1830, de la repblica Oriental del Uruguay. tres aos despus con la complicidad de EE.UU. la corona Britnica se apoder ilegalmente de las islas Malvinas, pertenecientes a argentina.

    inmediatamente antes y despus de ese hecho, sucesivos estadis-tas y diplomticos britnicos conspiraron contra el congreso anfic-tinico de Panam y contra la ratificacin del mencionado tratado de Unin, liga y confederacin Perpetua acordado por este. tambin con-tribuyeron a la disolucin de la Gran colombia, al igual que a la posterior derrota de los lderes federalistas, ms o menos populares (las llamadas montoneras), que defendieron los intereses de sus correspondientes regiones frente a la oligarqua portea aliada con los agentes comer-ciales y financieros ingleses (Galasso, 2004). Estos ltimos impulsaron asimtricos acuerdos de libre comercio o de preferencias comerciales con diversos gobiernos latinoamericanos, se apoderaron de importantes recursos naturales del continente y se sumaron a las diversas acciones punitivas de otras potencias europeas (como Francia), al igual que de EE.UU., dirigidas a lograr la libre navegacin de los ms importantes ros sudamericanos y el cobro compulsivo de sus acreencias.

    adicionalmente, el reino Unido se empe en la defensa y am-pliacin de sus posesiones coloniales en las mal llamadas West Indies; impuls por todos los medios a su alcance sus espurios intereses geoes-tratgicos en centroamrica; y conspir contra los ms consecuentes lderes liberales unionistas de esa regin; en particular, contra el prcer de la unidad centroamericana Francisco Morazn (Hernndez, 1994). asimismo, sucesivos representantes y sbditos de la reina Victoria i cohonestaron la ya mencionada guerra de rapia de EE.UU. contra Mxico (1945-1948), aceptaron firmar con el gobierno estadounidense el ya referido tratado clayton-Bulwer de 1850, al igual que el trata-do dallas-claredon de 1856. Este ltimo le permiti al reino Unido fundar, en 1868 y a expensas del territorio de Guatemala, la llamada

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    Honduras britnica (actualmente Blice). simultneamente, a costa de Venezuela, el reino Unido emprendi la constante expansin terri-torial de la otrora llamada Guyana britnica (actualmente, repblica cooperativa de Guyana), cuyo territorio se haba convertido formal-mente en una colonia britnica a partir de 1831.

    como consecuencia de todo lo dicho, la monarqua constitucio-nal britnica se implic en las destructivas guerras fratricidas que sacu-dieron a la ahora llamada amrica latina a lo largo del siglo XiX. Entre ellas, la que enfrent a chile, Per y Bolivia durante la Primera Guerra del Pacfico, que culmin en 1839 con la destruccin de la fugaz confe-deracin Peruano-Boliviana; las que culminaron con la destruccin de la Federacin centroamericana en 1840; las que en la dcada de 1850 enfrentaron a argentina, Uruguay y Brasil por el control de la cuenca del ro de la Plata, as como la que, entre 1865-1870, desat la llamada triple alianza (Brasil, argentina, Uruguay) contra Paraguay.

    a esa y otras guerras interlatinoamericanas se volver en la prxi-ma leccin. sin embargo, conviene dejar establecido que la mayor parte de ellas se realizaron con la participacin o bajo la mirada cmplice de Francia, cuyos sucesivos gobiernos impulsaron diversas estrategias contrarrevolucionarias en amrica latina y el caribe. En lneas ante-riores se mencionaron los frustrados intentos de napolen Bonaparte por recolonizar Hait, as como sus exitosas acciones para restablecer la dominacin colonial y la esclavitud en Martinica y Guadalupe. a partir de 1815 y luego de institucionalizar su dominacin colonial sobre la Guyana francesa (cayena), esos empeos fueron seguidos por los gobiernos surgidos de la segunda restauracin y en particular por la monarqua de luis XViii. Esta se destac por diversas iniciativas dirigidas a lograr que la santa alianza respaldara las intenciones de la decadente monarqua espaola de reconquistar sus posesiones en el nuevo Mundo.

    aunque nunca se emprendieron acciones al respecto en razn de la oposicin de la duea de los mares (inglaterra), la Monarqua de Julio (encabezada por luis Felipe i) y sus sucesores perpetraron diversas agresiones contra varios estados latinoamericanos. Entre ellas, el bloqueo de los puertos de Veracruz y Buenos aires, as como la in-tervencin militar en Uruguay entre 1838 y 1840; la ilegal intervencin armada anglo-francesa contra la confederacin argentina entre 1845 y 1850; las agresiones contra el gobierno republicano ecuatoriano entre 1852 y 1853; y la ya referida ocupacin militar de Mxico entre 1862 y 1867, accin con la que napolen iii con el apoyo del Vaticano pre-tenda iniciar la creacin de un imperio catlico-latino que extendiera sus lmites e influencias desde Mxico a Brasil, incluido el istmo centro-americano, las antillas mayores, Ecuador, Per y Bolivia. como ya se

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    indic, si tal empeo no prosper fue por la heroica y exitosa resistencia de las fuerzas patriticas mexicanas encabezadas por el Benemrito de amrica, Benito Jurez (Medina castro, 1974: 402-420).

    sin embargo, hasta 1898, la iii repblica francesa hizo todo lo que estuvo a su alcance por respaldar el dominio colonial espaol sobre cuba y Puerto rico. Hostiliz constantemente a Hait (pas al que en 1823 le haba impuesto onerosas condiciones financieras para reconocer su independencia) y mantuvo un silencio cmplice respecto a la ya referida poltica expansionista desplegada por los que demetrio Boersner denomin los imperialismos anglosajones (EE.UU. e ingla-terra), incluidas aquellas acciones que condujeron a la balcanizacin de la amrica Meridional.

    no obstante, sera un despropsito asumir que ese conflictivo y violento proceso slo estuvo causado por la accin externa de las potencias europeas mencionadas y EE.UU. Por el contrario, cualquier anlisis riguroso debe partir de la situacin existente en Hispanoamri-ca en el momento en que se produjo la derrota de los colonialismos ib-ricos. Mucho ms porque como bien se ha afirmado todo ese proceso disgregador se inici mucho antes de la batalla de ayacucho (diciembre de 1824) y tuvo una de sus ms dramticas expresiones durante el pro-pio congreso anfictinico de Panam, al que slo asistieron represen-tantes de cuatro de los ocho estados independientes entonces existentes en la amrica Meridional.

    a pesar del culto que en la actualidad se le rinde a ese evento, la mayora de esos representantes rechazaron la propuesta de simn Bolvar (expresada por la delegacin peruana) de que en contraste con la ya referida actitud adoptada por EE.UU. y las principales potencias europeas se reconociera la independencia de Hait y que los lmites fronterizos de los estados confederados (o que se confederaran pos-teriormente) fueran los mismos que existan en 1810. igualmente, se opusieron a la creacin de una institucionalidad poltico-jurdica supra-nacional (el a veces llamado consejo anfictinico) que, en opinin del libertador, deba gobernar la Federacin de repblicas de la amrica antes espaola. En su lugar, los representantes de las repblicas de colombia, centroamrica, Mxico y Per aprobaron un precario e ino-perante acuerdo intergubernamental (el ya referido tratado de Unin, liga y confederacin Perpetua) que slo fue ratificado por el gobierno de la repblica de colombia (daz lacayo, 2006).

    como se ha insistido en varios textos histricos, en ese negativo desenlace tuvieron una influencia significativa las guerras civiles que comenzaron a desarrollarse en los Estados Unidos de Mxico y en la Federacin centroamericana. tambin el movimiento separatista de la repblica de colombia, iniciado en Venezuela bajo la direccin del

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    destacado caudillo independentista Jos antonio Pez, y la derrota po-ltica, en 1827, de los ms radicales, unitarios y democrticos lderes independentistas peruanos, as como un ao despus del entonces pre-sidente de Bolivia, el Mariscal de ayacucho antonio Jos de sucre. lo mismo ocurri con las potentes conspiraciones contra simn Bolvar que comenzaron a desarrollarse en la repblica de colombia bajo la sibilina conduccin de Francisco de Paula santander.

    sin embargo, como bien se ha indicado, todos esos acontecimien-tos adems de una proverbial falta de voluntad poltica de los grupos dominantes en esos pases expresaban fenmenos socioeconmicos y poltico-ideolgicos mucho ms profundos. Entre ellos, la inexistencia de una burguesa latinoamericana interesada en impulsar la unin del continente y la incapacidad de las burguesas liberales que dirigieron o apoyaron los movimientos de independencia para organizar siste-mas de poder capaces de sustituir a la antigua metrpoli, as como el localismo poltico derivado de la ausencia de vnculos econmicos ms significativos (Furtado, 1972: 21).

    a esos factores habra que agregar el ya mencionado carcter incompleto de la revolucin independentista-burguesa de amrica latina y el consiguiente predominio de aquellos sectores de la bur-guesa comercial (por lo general ubicada en las ciudades-puertos y conectada con las principales potencias europeas), de la aristocracia criolla y de los grupos rurales tradicionales slo interesados en una emancipacin poltica nacional carente de las emancipaciones so-ciales y de las transformaciones poltico-democrticas que deman-daban todos los recin surgidos estados nacionales o multinacionales latinoamericanos (Galasso, 2004).

    En consecuencia, y con la nica excepcin de la repblica del Paraguay, el escenario poltico poscolonial estuvo dominado (al menos, hasta la primera mitad del siglo XiX) por regmenes conservadores que luego de anular la mayor parte de las conquistas populares de la inde-pendencia sustentaron su poder en una estrecha alianza poltico-militar con los sectores ms reaccionarios de las clases dominantes locales y la iglesia catlica, en un brutal rgimen de explotacin y opresin de amplios sectores populares (en primer lugar, las masas indgenas y cam-pesinas, los negros y pardos libres y los inmensos contingentes de es-clavos de origen africano o asitico que subsistieron en diversos pases hasta bien entrado el siglo XiX), as como en su creciente subordinacin poltica, militar, econmica e ideolgico-cultural hacia las principales potencias capitalistas, especialmente hacia Gran Bretaa.

    lo anterior se profundiz a causa de las sucesivas derrotas de los proyectos proteccionistas y de desarrollo hacia adentro emprendidos en algunos pases latinoamericanos (el caso ms destacado fue el de Para-

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    guay), de la contigua consolidacin del carcter primario-exportador de sus economas y de las constantes demandas de manufacturas y bienes de capital producidos en el exterior, as como de la inestabilidad de sus correspondientes sistemas monetarios y sus agudos desequilibrios fis-cales. Por consiguiente, los gobiernos latinoamericanos constantemente se vieron obligados a contratar onerosos crditos externos dirigidos a cerrar la brecha fiscal y los abultados dficits de sus correspondientes balanzas comerciales y de pagos. se fueron fundiendo as progresiva, pero inexorablemente las bases del capitalismo dependiente, subdesa-rrollante y perifrico que todava tipifica a la mayor parte de los pases de amrica latina y el caribe.

    Por tanto, a los sectores de las clases dominantes latinoameri-canas beneficiarios de tales condiciones socioeconmicas no les in-teresaba defender los objetivos unitarios o federalistas que haban animado a los ms consecuentes prceres de su primera independen-cia. de ah el fracaso de todos los intentos de concertacin poltica y cooperacin econmica que se emprendieron luego de la fundacin del ramillete de estados nacionales surgidos de la disgregacin de la repblica de colombia y la repblica Federal de centroamrica. Entre ellos, el Primer congreso de lima (1847-1848), el tratado con-tinental de 1856 y el segundo congreso de lima efectuado entre el 15 de noviembre de 1864 y el 13 de marzo de 1865 (Guerra Vilaboy y Maldonado Gallardo, 2000: 60-72).

    En este ltimo ante la oleada recolonizadora que se volc so-bre la amrica latina (intervencin francesa en Mxico; restauracin colonial espaola en santo domingo; agresin espaola a los pases del Pacfico; intento del francs aurelie antoine por establecer una monar-qua europea en la araucania chilena), se aprob un tratado de Unin y alianza defensiva. asimismo fueron suscriptos otros acuerdos inter-gubernamentales vinculados a la conservacin de la paz, al comercio, la navegacin y el intercambio postal entre los estados contratantes. sin embargo, al igual que en todos los eventos que lo antecedieron, sus acuerdos nunca fueron ratificados, ni siquiera por los gobiernos de colombia, chile, Ecuador, El salvador, Venezuela y Per, cuyos repre-sentantes plenipotenciarios haban participado en sus deliberaciones (daz callejas, 1997: 328-349).

    Esas incoherencias poltico-diplomticas tampoco pudieron su-perarse durante el perodo de las reformas liberales que se produjeron en casi todos los pases de amrica latina en la segunda mitad del siglo XiX (Guerra Vilaboy, 2006). En esa etapa, y ante su creciente temor frente al ascenso sociopoltico de diversos sectores populares, se reiter la incapacidad de la burguesa latinoamericana [para] cumplir en su totalidad su misin histrica (Kossok, 1989: 159). Mucho ms porque,

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    en la mayor parte de esos pases, dichas reformas fueron emprendidas por gobiernos oligrquicos, dictatoriales o autoritarios implicados al igual o ms que los regmenes conservadores precedentes en un desa-rrollo hacia fuera y en la indiscriminada apertura de la economa de sus correspondientes pases a la penetracin de los monopolios ingleses, franceses o estadounidenses.

    como es obvio, estos ltimos nunca estuvieron interesados en el desarrollo de potentes capitalismos nacionales que pudieran po-ner en peligro sus afanes expansionistas. Mucho menos en la unidad de amrica latina y de los pases independientes del caribe. Por el contrario, como se documentar en la prxima leccin, orientaron sus diversas estratagemas al fortalecimiento de su sistema de dominacin poltico, diplomtico, militar, econmico e ideolgico-cultural sobre los estados y naciones situados a partir del ya referido tratado Guadalupe-Hidalgo de 1848 al sur del ro Bravo y la pennsula de Florida.