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LA CAPILLA DE LA COFRADIA DE LA VERA-CRUZ DE BAEZA

(Aportación a la historia del Monasterio de San Francisco)

Por Rafael Vañó Silvestre

)S bien sabido, cómo en aquel prurito de creación de Cofradías por las distintas órdenes religiosas surgido a fines del siglo xv,

la Orden Franciscana se distinguió creando en todos los lugares donde tenía casas de predicamento, las Cofradías de la Santa Vera-Cruz. No podía faltar en este evento su erección en Baeza, una de las más im­portantes ciudades andaluzas de aquel tiempo, donde los franciscanos gozaban de especiales y distinguidas protecciones, entre ellas la de la familia Benavides, Señores de Jabalquinto, emparentados con los Condes de Benavente, que a juzgar por los edificios familiares (entre ellos, el Palacio de Jabalquinto de Baeza), llegados a nuestros días, debió ser una de las más poderosas familias de La Loma.

Así ocurrió, y efectivamente el año 1540 (1) se crea la Cofradía de este nombre y sus Ordenanzas fueron canónicamente aprobadas el año 1555 (2).

(1) Fecha señalada en resolución de don Eufrasio de Morales, Te­niente de Vicario y Juez Eclesiástico de Baeza, de 22 de febrero de 1710, dictada a pedimento de algunas cofradías baezanas, para resolver los conflictos de precedencias en las concurrencias públicas, cuyo testimonio notarial se conserva en el libro de Estatutos de la Cofradía.

(2) Según testimonio notarial de ellas otorgado por el escribano don Ventura de Martos y Moreno, el 9 de febrero de 1797.

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Desde el momento de su fundación se dice, y se repite en los siglos posteriores, hasta la extinción en 1836 de la comunidad baezana, que dicha Cofradía radica con capilla y sacristía propios en el monasterio, de San Francisco. Este monasterio estuvo situado hasta principios del siglo xvi en lugar próximo a la Barbacana, donde luego se edificarían el Pósito y la Universidad de la Santísima Trinidad, pues en este tiempo se hizo un nuevo y suntuoso edificio, ya extramuros, a expensas de don Diego de Benavides, cuya iglesia sería destinada a panteón fa­miliar, otorgándose la escritura fundacional el año 1538, iniciándose las obras el año 1540, bajo la dirección y proyecto de Andrés de Vandelvira, si bien obra totalmente suya sólo es el presbiterio o capilla mayor, y

terminándose la iglesia y claustros a fines del xvi o principios del xvn, cuando ya Vandelvira hacía por lo menos veinticinco años que había fallecido (3).

No vamos a entrar en la descripción de este gran monumento, pues ello nos apartaría de la estricta finalidad de este trabajo, aparte de que su importancia artística le ha hecho objeto de estudios por plumas más autorizadas que la mía

Terminado el nuevo edificio, es natural que a su iglesia se tras­ladasen las capillas de aquellas fundaciones, memorias, patronatos y

cofradías vinculadas a la orden franciscana y como es lógico, la Co­fradía de la Santa Vera-Cruz, de gran auge e importancia en la Baeza de aquellos tiempos, según se desprende de las descripciones de acuer­dos e incidencias conservadas en las actas de los Cabildos de esa época.

Leídas detenidamente, no liemos encontrado dato cierto del empla­zamiento que a esta Cofradía, con capilla y sacristía propias, se le diese en el nuevo templo. Hemos de descartar que los tuviese independien­tes de él, en el compás, pues sobre que ese detalle lo dirían en las actas, tan minuciosas en sus descripciones, al sobrevivir la Cofradía a la des­amortización que provocó la extinción del monasterio y su venta en pública subasta, como la Cofradía estaba excluida de esas leyes desa- mortizadoras, hubiese conservado, por lo menos, su edificio. En todas las aictas se cita como lugar de reunión de los Cabildos, la sacristía de

(3) F. Chueca Goitia.—«Andrés de Vandelvira, arquitecto». Instituto de Estudios Giennenses. 1971.

Iglesia de San F rancisco de B aeza.— P uerta de acceso a la escalera d e l coro desde elcance l.

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la capilla que la cofradía tenía en el monasterio de San Francisco y en alguna aislada, se dice de la iglesia de la Vera-Cruz, por ejemplo una de 1772, pero indudablemente es cita errónea. Por otra parte ambas dependencias debían tener cierta amplitud para poder dar cobijo, por un lado, a la serie de imágenes y objetos de culto, que según lo® inventa­rios poseía y de otro, al número de hermanos citados en las actas como asistentes a los cabildos, ciertamente nutrido en ocasiones, que se ce­lebraban en la sacristía, donde además se guardaba el abundante mo­biliario descrito en dichos inventarios (4).

Hay un acta, la de 23 de abril de 1764 (5), en la que literalmente se hace constar: «Y por el hermano Franzisco Morata sehizo presente a dha. Iltre. Cofradía que la puerta baranda que ai alado hizquierdo del Altar Maior desta Capilla que cae a la del Señor de la Humildad, por la Cofradía de dho. Señor de la Humildad tienen un cerrojo con su llabe y cuando quieren abren y cieran y entran a esta nuestra capilla, a cuio tiempo con el aire que entra seapaga la lampara que está alum­brando al Santísimo y para ebitarlo referido era combeniente que por el lado que cae a esta capilla se eche una cerradura...».

De este párrafo deducimos dos cosas: primera; que era un espacio cerrado, sin más comunicación con la iglesia que la embocadura o por­tada de ella, pues solo de esa forma se explica que cuando se abriese una puerta lateral, «la que ai alado hizquierdo del A ltar maior» se establecie­se una corriente de aire que apagara la lámpara del Santísimo; y se­gunda, que en la capilla había un altar mayor, lo cual supone la exis­tencia de otros altares, hipótesis confirmada por los inventarios donde se citan siempre las dotaciones de candeleros, hachones, campanicas, etc., «de los altares» y además, que estos debieron ser tres, pues las citadas referencias inventariales hacen mención de «tres aras», «tres atriles pequeños», «tres cruces de altar» y «tres campanicas, dos dellas asidas en los altares» y sólo aparece un sagrario y una custodia de madera sobredorada.

(4) Inventarios de 10 de septiembre de 1753 y de nueve de abril de 1758 que aparecen a los folios 26 y siguientes y 53 y siguientes, res­pectivamente, del «Libro Viejo de Cabildos» de la Cofradía.

(5) Libro de Cabildos citado. Folio 73 v.

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Todo ello hace suponer que la capilla de la Cofradía debió temer forma cuadrada, con altar mayor al frente de la portada y un altar lateral a cada lado, según tradicional distribución.

En cuanto a las dimensiones de estos altares, hemos de presumirlas por referencia al tamaño y número de las imágenes en ellos colocadas. Por haber llegado las mismas hasta el año 1936, sabemos eran casi de tamaño natural, todas de bulto y para vestir, describiéndose en los inventarios minuciosamente los ropajes de cada una de ellas.

Las imágenes eran las siguientes: En la procesión del Jueves Santo figuraban Jesús Nazareno, un crucificado con el nombre de «Cristo de las Gracias» entre el Buen y el Mal Ladrón, la Virgen de los Dolores, San Juan y San Francisco. Además de ellas, en la caipilla había una del Señor Resucitado y otra de la Virgen de la Encarnación y una talla pequeña del Niño Jesús Nazareno «<con su cruz de palo». Por lo tanto debieron ser grandes retablos, aptos para unas hornacinas adecuadas al tamaño de las imágenes.

Para completar la decoración se contaba además con tres lienzos grandes de San Francisco, San Jerónimo y San Ignacio, más un lienzo «pequeño de Ntra. Sra. con marco dorado y negro», junto con un espejo también inventariado, aunque es de suponer que estos se utilizasen para decorar la sacristía, donde además había un «escaño viejo», dos bufetes de pino, dos cofres con llave y cuatro arcas donde se guardaban el archivo (6), los faroles y las túnicas con sus caretas, sogas y sandalias correspondientes ».

Toda esta abundancia de mobiliario permite hacernos una idea de la amplitud de los locales utilizados por la Cofradía y únicamente es de lamentar la pérdida del libro de cuentas del siglo xvi, que probable­mente nos habría permitido conocer los nombres de los autores de tanta riqueza artística en imágenes y cuadros como la cofradía había acumu­lado, aunque es posible, que si algo se hizo en época posterior se pu­dieran identificar, por conservarse las cuentas desde 1600 hasta hoy.

(6) En esos años estaba formado por cinco libros de acuerdos, un cuaderno de cuentas del hermano Florencio Noguera «sin otorgación ni ñrma», quince escrituras de varios censos y autos, un libro de hacienda y la escritura de concordia de la Cofradía con la Venerable Orden Tercera.

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Hecha una idea de lo que pudiéramos llamar «necesidades de habita­ción» de la cofradía, sólo nos queda indagar su posible emplazamiento en la iglesia del monasterio, teniendo en cuenta la forma de ésta, per­fectamente conocida por sus monumentales ruinas, todavía conservadas, apreciable en el plano acompañado a este trabajo.

Hemos de excluir la capilla mayor, pues estaba destinada a enterra­miento y capilla familiar del fundador don Diego de Benavides; se con­serva el gran retablo en piedra del lado derecho del presbiterio y por los restos y estructura de ella, el lado izquierdo debió ser igual al con­servado. Por su forma no podía ser acceso a capilla apta para las des­critas necesidades de la cofradía, aparte de su condición de zona destinada la familia fundadora, que la hacía incompatible para ser afectada a otro destino, aun cuando los Benavides fueron cofrades, e incluso algunos llegaron a ser elegidos mayordomos de la Vera-Cruz.

Los fondos de los brazos del crucero estaban ocupados por sendos nichos paireados, de arcos de medio punto, con guarniciones re nacen ti s- tO'S, consistentes en pilastras en las jambas, sobre zócalos de molduras y casetones, a todo el ancho de los nichos, y frontones triangulores par­tidos por escudos. Todo ello demuestra que las capillas a las que servían de portada esos nichos, no tenían entrada directa desde la nave de la iglesia. Tampoco tenían fondo suficiente, dos grandes huecos con arcos de medio punto que hay a ambos lados del brazo derecho, pues no tenían más profundidad que la del grueso de muros, ya que lindaban por su parte posterior, uno con la monumental sacristía y otro con la galería claustral.

En el mismo costado derecho de la iglesia, ya bajo la bóveda del coro, aparecen los huecos con arco carpanel, pero tampoco tienen fondo para albergar una capilla de las dimensiones presumidas para la Vera-Cruz, por la misma razón de tener inmediatamente detrás la galería del claustro, a la que por otra parte se tenía acceso directo desde la iglesia por uno de ellos, en el que aparece una puerta con guarnición gótica de arco conopial, por cierto, detalle decorativo muy extraño en este edificio, dada la época de su construcción y la gran pureza renacentista de todos sus elementos decorativos.

Tras todas esas exclusiones solo nos quedan los huecos existentes en el lado derecho de la entrada, dos de anco carpanel bajo la bóveda del

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coro y otro de medio punto ya fuera de dicha bóveda. De los primeros, el inmediato a la entrada, está cegado por restos de edificación de sillería de ¡la misma época, en la que en planta baja aparece una puerta dovelada de medio punto, de pequeño tamaño, que por sus dimensiones, altura, situación y correspondencia con otra igual que hay en la planta de coro, nos denuncian cómo aquél espacio alojaba una caja de esca­lera, que ponía en comunicación directa dicho coro con el cancel.

En los dos arcos restantes si aparecen indicios de haber sido emboca­duras de dos capillas y hay profundidad suficiente para la presumida amplitud de ellas, pues lindaban con terrenos del monasterio en los que no han aparecido restos de edificación noble. En uno de estos arcos hay vestigios de su trasdós de una orla de huevas y dardos como bordura de una bóveda baída: es el de medio punto.

Como está documentalmente probado que las 'capillas de la Vera- Cruz y la de la Humildad eran colindantes, estando comunicadas por una puerta, que caía al lado izquierdo del altar mayor de aquella, pode­mos llegar a la conclusión de que la capilla de la Cofradía de la Vera- Cruz correspondía a la embocadura de medio punto, fuera de la bóveda del coro y la de la Humildad, a la de arco car panel, ya bajo diiiclha bóveda.

Sirvan estas líneas de modesta contribución a la historia de ese gran monumento, la iglesia de San Francisco de Baeza, hijo de la inspiración genial de Andrés de Vandelvira,, que por cierto también fue cofrade de la Vera-Cruz de Jaén (7), en el que un baezano, don Diego de Benavides, quiso emular la magnificencia sepulcral del ubeten- se Francisco de los Cobos, encargando su construcción al mismv» autor, y éste consiguió en él la misma grandeza, con cánones constructivos pro­pios y originales (8).

(7) Ortega Sagrista, en un minucioso y exahustivo trabajo sobre Vandelvira, cita como en su testamento otorgado en Jaén el 15 de abril de 1575, ante Francisco Sedeño, dice «Y mando que me entierren con la túnica de que soy cofrade de la Vera-Cruz», apareciendo también en el inventario de sus bienes «más una túnica de lienzo de lino con su capiro y una insignia bordada con la + y las llagas...».

(8) Chueca Goitia. Op. cit.

NAVE „>----------<

IGLESIA

CAPILLA MAYOR

CRUCERO

LONJA DEL CONVENTO

(7) Capilla de la Vera Cruz

(£) Capilla de la Humildad

(3) Puerta de comunicación de las capillas

© Caja de escalera del coro

Ruinas de San Francisco-Baeza(plano parcial)

P lan ta de la ig lesia de San Francisco de Baeza. P lano P arc ia l.