las ‘zonas grises’ de las historias mapuche. colonialismo internalizado, marginalidad y...

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  • 7/24/2019 Las Zonas Grises de Las Historias Mapuche. Colonialismo Internalizado, Marginalidad y Polticas de La Memoria

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    Departamento de Historia

    Universidad de Santiago de Chile

    Revista de Historia Social

    y de las Mentalidades

    Volumen 17, N 1, 2013: 9-31

    Issn: 0717-5248

    HCTORNAHUELPNMORENO**

    RESUMEN

    Las zonas grises de las historias mapuche pue-

    den ser entendidas como espacios cotidianos

    en que se desarrollan complejas interacciones

    sociales e intersubjetivas que forman parte de

    experiencias de sufrimiento social, modos de

    ABSTRACT

    The gray zones of Mapuche histories can

    be understood as everyday spaces in which

    complex social and intersubjectives interactions

    develop as part of experiences of social

    suffering, ways of survival, resilience, and

    LAS ZONAS GRISES DE LAS HISTORIAS MAPUCHE.COLONIALISMO INTERNALIZADO, MARGINALIDAD

    Y POLTICAS DE LA MEMORIA.*

    THE GRAY ZONES OF MAPUCHE HISTORIES. INTERNALIZED COLONIALISM,

    MARGINALITY AND POLITICS OF MEMORY

    * Recibido: Febrero 2013; Aprobado: Mayo 2013.

    ** Historiador, miembro de la Comunidad de Historia Mapuche. Doctor en Antropologa

    por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social, CIESAS,

    Mxico D.F. Este artculo se inscribe en mi tesis de doctorado titulada Wingkn ka Kisu-

    gnewn. Colonialismo, despojo y agencias histricas mapuche en Ngulumapu. Email:

    [email protected]. Agradezco a Susana Huenul Colicoy, Luis Crcamo-Huechante,

    Herson Huinca Piutrin, Fernando Pairicn Padilla y Jos Quidel Lincoleo, por sus comenta-

    rios y colaboracin durante las distintas fases de redaccin de este artculo.

    Papay Maragealu, i pu lamgen, pu pe ka kuku, chuchu. Ka kom ti

    pu pei ka pu lamgen mapuchegeyelu fey i wizpkamagen ka i wichafka-

    magen i rakizuam fey chi ka xipa rakizuam mew i akun. Pewmagen fey

    tfa chi wirin mew newentuaygn fey i wixampramuwtual mapuche reke

    jke zugu i nienke pin mew, fey i wio ntuael i mapu ka i rf mapuche

    newen fey ta i muntumapael.

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    Las zonas grises de las historias mapuche.

    Colonialismo internalizado, marginalidad y polticas de la memoria

    sobrevivencia, resilencia y resistencia, desplega-

    dos por hombres y mujeres mapuche en condi-

    ciones de marginalidad social y violencia colo-

    nial. Estos espacios, interacciones y experien-

    cias son constitutivas de las historias familiares,de las heterogneas y contradictorias identidades

    mapuche, pero se hayan subalternizadas dentro

    de las narrativas histricas ociales, indigenistas

    y nacionalistas mapuche. Este artculo discu-

    te la idea de las zonas grises de las historias

    mapuche, como interpelacin para entre-tejer

    experiencias y recuerdos frente a la dispersin y

    fragmentacin de las memorias que posibilitan

    la reproduccin del colonialismo como un modo

    de hegemona y cultura.

    Palabras clave:Historias mapuche, colonialis-mo, memorias.

    resistance performed by Mapuche men and

    women under conditions of social marginality

    and colonial violence. These spaces, interactions

    and experiencies are constitutive of family

    histories, of the heterogeneous and contradictoryMapuche identity, but they are subalternized

    within Mapuche ofcial historical, indigenist

    and nationalist narratives. This article discusses

    the idea of gray zones of Mapuche histories

    as an interpellation to inter-weave experiencies

    and remembrances, in order to deal with the

    dispersion and fragmentation of memories that

    make possible the reproduction of colonialism

    as a mode of hegemony and culture.

    Keywords:Mapuche histories, colonialism,memories.

    I. INTRODUCCIN.

    Este escrito es una reflexin sobre lo que llamar laszonas grisesdelas historias mapuche1. La nocin dezona grisproviene de la descripcin quePrimo Levi en su libroLos hundidos y los salvados, realiz sobre el arribo alos campos de concentracin, aludiendo a ella como un espacio de ambige-dad, borroso y complejo, donde el recuerdo de ciertas experiencias se tornatraumtico por el sufrimiento social cultivado all (Levi, 1989). Recientemen-te, a travs de una etnografa poltica de los saqueos ocurridos en Argentinadurante el ao 2001, el socilogo Javier Auyero ha retomado la nocin dezona

    grispara analizar las dinmicas internas y los significados que caracterizaronestas acciones, enfatizando en el carcter borroso de las dinmicas sociales,cuya complejidad desafa los lmites normativos, las categoras analticas di-cotmicas, en tanto las prcticas de quienes perpetran la violencia y quienes

    presumiblemente tratan de controlarla, se imbrican en un enmaraado tejido

    de relaciones (Auyero, 2007).Al referirme a laszonas grisesde las historias mapuche, intento situar

    en la discusin terico-poltica, algunos de los diversos espacios cotidianos

    1 La narracin la realizo en primera persona plural, para enfatizar el carcter situado y

    contingente del conocimiento, en contraposicin a las propuestas tericas y estilos narrativos

    que enfatizan en la visin desde todas las posiciones y desde ningn lugar (Haraway, 1995:

    329).

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    en que se desarrollan complejas interacciones sociales e intersubjetivas quehacen parte de experiencias de sufrimiento social, modos de sobrevivencia,resilencia y resistencia, desplegados por hombres y mujeres mapuche en con-

    diciones de marginalidad, desigualdad social y violencia colonial. Estos espa-cios cotidianos, interacciones y experiencias son constitutivas de las historiasfamiliares, de las heterogneas y contradictorias identidades mapuche, pero sehayan subalternizados por las narrativas histricas oficiales e indigenistas. Ala vez que ocupan un lugar marginal en el meta-relato nacionalista mapucheque polticamente es movilizado para legitimar la demanda por autonoma ylibredeterminacin en nuestros das.

    Las zonas grisesde las historias mapuche, devienen as en espaciossociales que pueden ser analizados y problematizados. Pero tambin, en es-

    pacios cognitivos que abren perspectivas analticas que permiten enfatizar enla complejidad que albergan las historias mapuche, y cmo stas desafan lasrepresentaciones reificadas y normativas que frecuentemente se mueven entreclasificaciones binarias donde uno de los polos es habitualmente representadocomo dominante (modernidad/tradicin, puro/impuro, colonizador/coloniza-do, occidente/indgena, winka/indio). Laszonas grisesde las historias mapu-che pueden permitirnos enfatizar en los imbricamientos y encadenamientosde relaciones de clase, raza y sexo/gnero, para explicar desde experiencias yrelaciones sociales concretas y contingentes, los modos de dominacin y las

    jerarquas sociales construidas dentro de la formacin colonial chilena2. A la

    vez que nos desafan a explicar el carcter formativo del colonialismo en lossujetos y en las heterogneas identidades mapuche, para interrogar ste desde

    perspectivas crticas, auto-reflexivas y re-pensar su desmantelamiento comopraxis que articule dimensiones estructurales y cotidianas.

    En este escrito relacionar la nocin de zonas grisesde las historiasmapuche, con el colonialismo, la marginalidad y las polticas de la memoria,desde la experiencia de una mujer mapuche. Los testimonios de Mara, provie-nen de un abanico mayor de voces y dilogos registrados en el transcurso deuna investigacin sobre relaciones coloniales entre los mapuche3. Mara com-

    parti en varias ocasiones su historia de vida y familiar conmigo, a la vez queautoriz la incorporacin de sus testimonios en este escrito como una forma

    2 Sobre los encadenamientos de las relaciones de clase, raza y sexo/gnero, pueden verse los

    trabajos de Crenshaw (1989, 1991), Hill Collins (2000), Brah (2004), entre otros. Sobre el

    lugar de la raza y el colonialismo en la formacin social, retomo los planteamientos de Omi y

    Winant (1986).

    3 Utilizo el seudnimo de Mara, porque que la lamgen(hermana) que comparti sus testimonios

    opt porque mantuviera su anonimato en la redaccin de este artculo.

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    Las zonas grises de las historias mapuche.

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    de relevar historias de carne y hueso o humanizar las historias mapuche. Sinembargo, detrs de esta dinmica, subyacen varias tensiones metodolgicasy polticas, entre las cuales se hayan los filtros que se generan a partir de una

    especie de doble hermenutica relativa a las experiencias y su interpretacin(Giddens, 1993: 165-166); el modo en que la utilizacin de un seudnimo de-vela la complejidad que encierra la dimensin privada y pblica de los sujetosy sus testimonios; los lmites entre lo decible y no-decible, y cmo el anoni-mato acta como dispositivo de control de las experiencias y los testimonios;a la vez que el modo en que las personas no siempre estn dispuestas a hacervisibles sus nombres, como una forma de mantener el carcter privado de susexperiencias e identidades.

    La investigacin de la cual emerge este escrito, se fundamenta en una

    propuesta que situndose en los entrecruzamientos de la antropologa y la his-toria4, se focaliza en las experiencias de los sujetos, pero no para comprender-los como epifenmenos o reflejos de las grandes estructuras y procesos de lahistoria. Sino para analizar y problematizar el lugar que lo cotidiano tiene enla produccin, reproduccin y las respuestas a la desigualdad, marginalidad,racismo y sufrimiento social, originados en una relacin colonial que se con-figura entre los mapuche a raz de la incorporacin forzada al Estado en Chiley la economa poltica capitalista desde mediados del siglo XIX y que persis-te hasta nuestros das (Ancan, 2002; Antileo 2012; Caniuqueo 2009; Mallon,2009; Marimn et. al., 2006; Nahuelpn et. al. 2012).

    Retomo la nocin de colonialismo, distancindome de las propuestassobre la colonialidad y decolonialidad (Quijano, 2001; Mignolo, 2003; entreotros). Considero que stas ltimas hacen parte de crculos de saber-poderque han transformado las experiencias de dominacin colonial y de largasluchas sociales de los pueblos indgenas, en una economa de ideas dentrode mercados transnacionales de conocimiento y que son consumidas en las

    periferias acadmicas como modas tericas (Rivera, 2006). Estas corrientesno han sido puestas a prueba desde los filtros que pueden otorgar etnografashistricas concretas que visualicen las complejas interacciones sociales e

    intersubjetivas vinculadas a las relaciones coloniales.Como ha sostenido Rivera Cusicanqui (2012), las modas tericas como

    las propuestas decoloniales pasan, pero el colonialismo queda. Estos enfoques,tambin han descuidado el que toda genealoga sobre el pensamiento y las

    4 Entre otros autores, pueden verse los trabajos de John y Jean Comaroff (1992), Saurabh

    Dube (2001), Greg Grandin, ([2000] 2007); Joanne Rappaport ([1994] 2005), Michel-

    RolphTrouillot (1995).

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    prcticas crticas frente al colonialismo, desbordan las dimensiones tericas yacadmicas desarrolladas en crculos intelectuales, y se sitan ante todo en las

    propias experiencias y memorias de los pueblos colonizados desde los tiempos

    de conquista hispana hasta nuestros das. Sin duda esta praxis ha dialogadocon teorizaciones crticas al imperialismo, el capitalismo, el colonialismo,no obstante estos dilogos han tenido como teln histrico de fondo lascontradictorias luchas de liberacin de los propios pueblos.

    Por otra parte, mi lectura del colonialismo busca ampliar la categorade colonialismo internoformulada para analizar el lugar como minora quelos pueblos indgenas ocupan en las estructuras sociopolticas y econmicasen los Estados nacionales latinoamericanos, a la vez que dentro de relacionesinternacionales y transnacionales (Stavenhagen, 1968; Gonzlez, [1969]

    200; Martnez, 1970; Fals Borda, 1971; entre otros). Esta concepcin resultadel todo relevante, principalmente cuando se discuten y reclaman derechospolticos y colectivos de los pueblos indgenas. No obstante, considero quetambin debemos descentrar nuestra lectura desde el colonialismo interno,hacia un anlisis de lo que podramos conceptualizar como colonialismointernalizado (Fanon, 1973). Esto quiere decir, problematizar los modos ylgicas de poder donde la representacin de lo mapuche como raza inferior, ocomo sujeto minorizado, transforma la violencia y el tutelaje como principalesformas de integracin-exclusin y de gobierno, como lo ha sugerido para elcaso guatemalteco Edgar Esquit (2008; 2010), historiador maya-kaqchikel. O

    dicho en otros trminos, los modos a travs de los cuales el colonialismo se hatransformado en cultura.

    La representacin de lo mapuche como raza inferior o sujetominorizado, que hace posible la violencia y el tutelaje, se encuentra arraigada enla globalidad de las relaciones sociales, polticas, econmicas e ideolgicas enque se inscribe lo mapuche. Pero tambin el colonialismo se haya internalizadoen los cuerpos, las subjetividades y en nuestras contradictorias y heterogneasidentidades5. Cuestin que nos desafa a pensar el colonialismo ms all de un

    5 Esta dimensin del colonialismo ha sido abordada en los trabajos de Fanon ([1952] 1973)

    y Memmi ([1957) 1971). En el caso mapuche, don Martn Alonqueo sostuvo: Todos los

    actos y hechos abusivos formaron cadenas de ignominias o cercos de hierros de explotacin,

    apropiacin y despojos fraudulentos de su tierra y animales () Estos hechos paulatinamente

    se tradujeron en angustias, desesperaciones, miserias y descalabros econmicos que

    produjeron una psicosis colectiva, incertidumbre y desconanza en la mente de los mapuches

    que se tradujeron en su propio desprecio dando nacimiento al odio a su propia cultura e

    idioma. Como consecuencia lgica de estos tratos injustos, abusivos, incomprensivos

    e inhumanos produjeron estas tristes situaciones, tristes caticas que se tradujeron en el

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    Las zonas grises de las historias mapuche.

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    fenmeno localizado fuera del sujeto, pero tambin a asumir que en cuanto hasido formativo de las identidades y se encuentre alojado en los cuerpos, sonstos quienes tambin han tenido y tienen la capacidad de desplegar energas

    orientadas a su desmantelamiento cotidiano y estructural.

    II. OTROS MOVIMIENTOSMAPUCHE, OTRAS HISTORIAS.

    Mara tiene 70 aos y vive desde el ao 1961 en Santiago de Chile,donde emigr para tener un mejor futuro ollegar a ser, como afirmanhabitualmente las personas mapuche que han llegado a la capital de Chile bus-cando sobrevivir al empobrecimiento o buscando nuevas condiciones de vida.La conozco hace varios aos, cuando en las temporadas de verano ella viajaba

    al sur para visitar a algunos de sus familiares.Haba pasado varios aos sin verla y conversar con ella, por lo quecuando nos encontramos en el sur el 2010, y luego de que hablramos largorato de lo que haban sido nuestras vidas durante los ltimos aos, de que me

    preguntara a qu me dedicaba actualmente, y de conversar sobre cmo la gentede Mehun se encontraba dividida a raz de la intervencin del tejido socialgenerado por ARAUCO S.A. para quebrar el movimiento de resistencia que seopone a la construccin de un sistema de descarga de desechos txicos al mar,le pregunt si podamos conversar con tranquilidad en algn momento6. Esto,a propsito de que me encontraba realizando una investigacin sobre historia

    mapuche y que me interesaba hablar con ella al respecto.Recuerdo que luego de plantearle esta pregunta, ella mantuvo silencio.

    No s si se deba al recelo que en ocasiones produce y evoca la palabra investi-gacin, por los modos en que se ha extrado conocimientos entre los mapuche,cul industria extrae materias primas de la tierra7. Al respecto, las antrop-logas Xochitl Leyva y Shannon Speed, as como el historiador Andrs Aubry,han llamado la atencin sobre este tipo de prcticas, en base a su experiencia

    acomplejamiento total de los mapuches que llegaron a odiarse asimismo, hechando al olvido

    su cultura reeja e idioma. Ya muchos mapuches no queran que sus hijos aprendieran a

    hablar su idioma para que no fueran vctimas de burlas, engaos y atropellos(1985: 155-

    156).

    6 El conicto entre pescadores artesanales, comunidades mapuche lafkenche y Arauco S.A. se

    inicia el ao 1996 y se desarrolla hasta nuestros das. El conicto se ha originado a raz de

    los esfuerzos de ARAUCO S.A. (Angelini) por construir un sistema de descarga de desechos

    txicos en la Baha de Mehun (Regin de Los Ros, Chile), provenientes de su planta de

    celulosa Valdivia.

    7 Sobre este punto puede verse tambin el libro de la investigadora Maori, Linda Tuhiwai Smith

    (1999).

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    en Chiapas, definindola como investigacin extractiva (Aubry, 2007; Leyvay Speed, 2008).

    Las prcticas extractivas de investigacin no slo han sido y son lleva-

    das a cabo por investigadores/as sociales no indgenas, sino tambin por in-vestigadores/as que pertenecen a pueblos indgenas. Por ello, luego de pensarla respuesta a mi pregunta, la seora Mara me contest que no tena inconve-niente en colaborarme. Pero que pensaba no ser la persona idnea en hablar delasunto, no por desconfianza, sino porque ella se haba ido a trabajar a la ciudadcuando nia y llevaba muchos aos viviendo en Santiago. Esto la haca pensarque no s nada de historia mapuche,y que aunque le pareca interesantehablar de historia, consideraba ms apropiado que dialogue con los actualesdirigentes de las comunidades o con las personas ms ancianas. Prctica que

    por lo dems es costumbre en las investigaciones etnogrficas e histricas rea-lizadas por las y los mapuchgrafos, como lo conceptualiza Huinca Piutrinen su investigacin sobre el lastre colonial de las prcticas de investigacinque se han desarrollado y desarrollan sobre/entre los mapuche (Huinca, 2012).

    La respuesta de Mara me hizo cabecearme, entre otras cosas, al con-siderar que ella se reconoca como mujer mapuche, que se senta orgullosa desu identidad, pero que, no obstante, me dijera que no tena mucho que decir so-

    bre la historia de la sociedad que senta ser parte. Sin embargo, en vista de quefue un encuentro casual y de que acordamos que cuando yo viajara a Santiagola visitara, opt por esperar ese momento para conversar con mayor tranquili-

    dad sobre el sentido que para ella tena el no snada de historia mapucheyconocer algo de su experiencia de vida.

    Unos meses despus viaj a Santiago y fui a visitarle. En la conver-sacin que mantuvimos, Mara volvi a reiterar lo que me haba planteadodurante nuestro encuentro en el sur, reiterando tambin que pese a ello le in-teresaba conversar conmigo. Sin embargo, en ese momento le expres que miinters era conocer algo de su experiencia de vida, y que en tanto ella era unamujer mapuche, consideraba que su experiencia en s era una experiencia his-trica, como la de cualquier otra persona. En ese momento me respondi, cito

    a Mara:

    Usted quiere conversar verdadera historia () Lo que vivimos en

    carne y hueso nosotras, porque yo he escuchado en Santiago y en el

    sur que a veces los dirigentes y jvenes a veces hablan y hablan de

    que somos un pueblo, una nacin incluso y yo ni entiendo lo que se

    trata eso. Si yo pienso lo que viv yo y mi familia, no veo un pueblo

    mapuche unido y orgulloso de lo que es, al contrario.

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    Las zonas grises de las historias mapuche.

    Colonialismo internalizado, marginalidad y polticas de la memoria

    Mara proviene de una familia de siete hermanos y hermanas, cuatrohombres y tres mujeres. Naci el ao 1943 y a los 5 aos de edad falleci sumadre. Luego de ello, por el empobrecimiento familiar a raz de la prdida de

    tierras, animales, remates que enfrent su padre por crditos que mantena aun alto porcentaje con comerciantes, ste tuvo muchas dificultades para ali-mentarles y entregarles el cuidado que requeran como nios y nias8. La vaque su padre encontr para que Mara sobreviviera ante la situacin de pobre-za que afliga a la familia producto del despojo y la pauperizacin econmica,fue el traslado de Mara a los siete aos de edad a la ciudad de Temuco paratrabajar cuidando a un nio de una familia chilena que durante las temporadasde verano viajaba a la costa a pasar sus vacaciones. La entregade la Mara serealiz mediante un acuerdo de palabraentre la familia chilena y su padre.

    El acuerdo de palabra, cual lgica encomendera, contemplaba que la nuevafamiliaque tendra Mara se comprometa a entregarle educacin formal, darlealimentacin y vestido; mientras que el padre, entregabaa su hija para queayudara en las labores del hogar a la familia y cuidara de su pequeo hijo que

    para entonces tena unos meses de vida. Ambospatroneseran profesionalesy para desempear su trabajo fuera de casa, requeran de alguien que se abo-cara a las labores domsticas que ellos no estaban dispuestos a realizar: una

    sociedad no slo descansa en la produccin, sino tambin en la reproduccinde las condiciones de produccin(Meillassoux, 1990: 351).

    Depichi zomo(pequea mujer mapuche), Mara pas a constituirse en

    mocita. Nocin acuada para designar a las nias y nios mapuche que han si-do entregados a familias de colonos chilenos o extranjeros para ser civilizadoso regenerados mediante laservidumbre domstica9. De esta forma, la casa a lacual se traslad Mara no slo se transform para ella en un espacio de sobrevi-vencia frente al empobrecimiento que viva su familia, o un lugar donde debatransferir su fuerza de trabajo desde su niez para la reproduccin de la vidadomstica de su nueva familia. Sino ante todo, en un espacio de civilizacin.10

    8 El lector o lectora interesada en conocer sobre los mltiples actos de despojo ocasionados por

    remates, puede consultar, entre otros documentos, las causas por Liquidacin de crdito

    que se ubican en el Fondo Juzgados de Indios del Archivo General de Asuntos Indgenas

    (Temuco-Chile). En ellas podr visualizar cmo muchas de las familias colonas que mantienen

    conictos con comunidades mapuche en la actualidad, acumularon bienes y riquezas en base

    al despojo.

    9 En algunos casos, el concepto de mocitas para referirse a las nias, es tambin reemplazado

    por el de chinitas.

    10 La nocin de espacios civilizatorioso espacios de civilizacin, la retomo de tomo de Aura

    Cumes (2012), acadmica Maya-Kaqchikel, que utiliza el trmino para referirse a las casas

    en que se desarrolla la servidumbre domstica de mujeres indgenas en Guatemala. Por mi

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    Hctor Nahuelpn Moreno

    La civilizacino regeneracinde Mara, en cuanto mocita, se llevabaa cabo mediante una rutina cotidiana. A sus 7 aos, dorma en una habitacin

    pequea y en mal estado, recuerda que era una bodega que sus patrones haban

    habilitado como dormitorio para ella. Me levantaba antes que los patronesa cambiarle el poto al chiquitito, de primeras ni saba hacerlo, pero despus

    fui aprendiendo, me coment. Durante la jornada diaria, junto con dedicarseal hijo de suspatrones, deba colaborar en la limpieza y aseo de la casa, en lacomida y la limpieza del patio: me acostaba ms tarde que los patrones y msencima en la noche tena que levantarme a ver al chiquitito cuando lloraba.

    Por su trabajo, la Mara no reciba salario, pues suservidumbredebaser retribuida con la alimentacin, el vestido, as como con la educacin for-mal que deba recibir de la familia que haba adoptado con su padre el compro-

    miso de enviarla a la escuela. Esto ltimo, que nunca sucedi. Me relat queesa experiencia me marcpor la discriminacin, el racismo y explotacincomo nia, porque:

    Los patrones cuando haca bien las cosas, me celebraban y me decan

    que era buena, pero si yo tena un pequeo descuido con algo, me re-

    taban y me decan india e mierda, cabeza e palo era lo ms sua-

    ve que me decan, a punta de chuchs y algunas veces me castigaban.

    Con voz entrecortada me coment que por muchos aos no haba que-

    rido hablar de estas experiencias, pues su recuerdo la haca revivir el sufri-miento. Sin embargo, en la actualidad, se encontraba ms preparada para ha-cerlo, y por eso haba querido conversar conmigo, pues con el tiempo se habadado cuenta que experiencias similares tambin haban sido vividas por otrasmujeres mapuche y que, por tanto, no eran algo natural. Cito a Mara:

    parte, extiendo el trmino para referirme a todos aquellos espacios (como las casas patronales,

    las misiones, las escuelas, el mercado, o el propio Estado) que estn llamados a producir una

    transformacin cultural e ideolgico-social en poblaciones indgenas que viven en contextos

    coloniales. Con todo, conviene agregar que el cambio cultural, ya sea concebido como

    civilizacin, superacin, asimilacin o wingkawn en el caso mapuche, como entre

    otros pueblos colonizados, es siempre contradictorio e inconcluso. Pues grupos hegemnicos

    y subalternos no necesariamente comparten los mismos signicados del cambio, los conceptos

    e ideologas, pudiendo aquellos grupos dominados o colonizados, en variados casos, concebir

    la civilizacin como una forma de superar desigualdades coloniales haciendo habitable

    su cotidianeidad, aunque, contradictoriamente, reforzando las categoras y jerarquas que las

    producen.

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    Las zonas grises de las historias mapuche.

    Colonialismo internalizado, marginalidad y polticas de la memoria

    Yo lloraba mucho en las noches, extraaba a mis hermanos y mis

    hermanas (), en ese tiempo no haba celular como ahora, as que no

    saba nada de ellos, si estaban viviendo lo mismo que yo, si estaban

    muertos, echaba de menos a mi mam que haba muerto, no sabaqu hacer! A veces quera puro arrancarme y volver a mi casa ()

    no poda porque all no bamos a tener pa comer. El viejo estaba

    cuidando a mis hermanos y en ese tiempo estaba preocupado que no

    le quitaran la tierra, estaba juiciando, entonces lo que quedaba era

    aguantar y darle pa delante () Con el tiempo he pensado que a ve-

    ces hubiera sido mejor morirnos pa no vivir lo que vivimos. Mucho

    dolor, mucho sufrimiento.

    Marasirvihasta la edad de 18 aos donde sus patrones en Temuco.All sobrevivi durante prcticamente toda su niez y adolescencia. Luego setraslad a Santiago paraservircomo empleada en otra familia chilena. Unamujer mapuche que trabajaba en una casa cercana, con quien haba cultivadouna relacin de amistad y que se haba trasladado a la capital, la incentiv amarcharse y la recibi los primeros meses en Santiago. Estando all, trabajen varias casas desempeando labores domsticas como empleadao nana. Elracismo fue una constante en su experiencia de vida en las casas donde sirvi,

    pero con el correr del tiempo, me dijo, uno aprende a vivir con eso y a vecesla mejor manera es ocultar que uno es mapuche, tambin hablar distinto y

    hasta copiar a los patrones en su forma de ser, as nos discriminan menos.En Santiago estableci una relacin con un hombre mapuche que por

    entonces trabajaba como panadero y formaron una familia con cuatro hijos:

    Como a los 65 aos dej de trabajar () estaba muy cansada, haba

    ahorrado algo de plata y los hijos estaban grandes. Ellos me ayudaban

    y hasta el da de hoy lo hacen, somos bien unidos. Siempre me esforc

    para que furamos una familia unida, que mis hijos estudiaran y se

    superaran para que fueran algo en la vida.

    Al preguntarle si sus hijos conocan su historia de vida, me comentque haba pasado mucho tiempo sin conversar de ello, que lo evitaba porqueno quera transmitirles su sufrimiento. Pero que para entonces se senta ms

    preparada para hacerlo y poco a poco conversaban sobre su historia. Mara medijo:

    Para poder sanarme de ese dolor tan grande que he tenido, ha sido

    tener una familia unida, darle cario a mis hijos, esforzarme para que

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    no vivan lo que yo viv () De esa forma como que he sanado algo

    de mi historia.

    III. LOSCONDENADOSDELATIERRA, COMOCONDENADOSDELAMEMORIA11

    La historia de Mara y su familia no es una experiencia aislada entre lasdiversas trayectorias de vida de mujeres y hombres mapuche. Sin embargo,estas experiencias no han tenido mayor cabida en nuestra reexin histrica,

    particularmente sobre los modos en que se entrelazan con los vnculos polti-cos e ideolgicos forzados que nos atan al colonialismo originado con nuestraincorporacin forzada al Estado en Chile y la economa poltica capitalista,

    a partir de la campaa militar que desde mediados del siglo XIX pretendipacicarnosy civilizarnos.La experiencia de Mara es una historia deservidumbre. Y me reero

    aservidumbre, no slo porque la constitucin de mujeres y hombres mapuchecomo mano de obra encuentra su origen en una clasicacin socio-racial ylugar que les fue otorgado en la economa durante el periodo de colonialismohispano. Sino adems porque en cuanto los mapuche fueron representadoscomo raza inferior, el lugar preferente que deban ocupar luego de la campaade ocupacin militar eufemsticamente denominada comoPacicacin de la

    Araucana, fue el de mano de obra domstica, obrera y agrcola, en cuyas rela-

    ciones se fueron anudando e intersectando desigualdades de clase, de raza y desexo/gnero. Constituyen tambin relaciones deservidumbre, porque mujeresy hombres mapuche no slo deban y deben transferir su fuerza de trabajo,soportando los privilegios, la supremaca y la posicin diferenciada que hanocupado u ocupan familias de clases medias y altas. Sino tambin, porquefrecuentemente la insercin de las mujeres mapuche en estos espacios, ha si-do representado como parte de un proceso que las civiliza, que mediante elaprendizaje de ciertas rutinas y hbitos de limpieza, laboriosidad, obediencia,delidad y sumisin, las regenera de aquellas costumbres que estorban a los

    patronesypatronas. Como ha sostenido Andrea Smith, intelectual Cherokee,los cuerpos de los sujetos indgenas, de modo particular el de las mujeres, han

    11 La expresin condenados de la memoria se inspira en los condenados de la tierra de Franz

    Fanon ([1961]2003). Con ello intento aludir a la compleja relacin que establecen los pueblos

    colonizados con sus memorias colectivas e individuales. Tambin a la centralidad que tienen las

    prcticas de interrogacin y dilogos con el pasado, en los procesos de descolonizacin como

    praxis que desmantela estructuras y dimensiones cotidianas de explotacin y desigualdad.

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    Colonialismo internalizado, marginalidad y polticas de la memoria

    sido marcados histricamente como sucios, degenerados o carentes (2005).Por ende, considerados como violables y explotables los cuerpos y territorios,

    bajo un discurso e imaginario de civilizacin, progreso o desarrollo que legi-

    tima la violencia y el tutelaje colonial.Estas experiencias han sido y son bastante habituales. Por tanto, si en

    el caso mapuche no han sido puestas a debate vinculndolas a la forma enque se estructuran las relaciones coloniales en Chile, tal vez pueda debersea que se encuentran normalizadas, al formar parte de una suerte de habitusouna cultura colonial,donde quienes se sirven de ellas permitindoles situarseen una posicin diferenciada socio-racial y econmicamente incluidos/as no

    pocos investigadores/as sociales-, como tambin quienes transeren su fuerzade trabajo, le otorgan un carcter natural, como un destino inevitable, suavi-

    zando y reduciendo su conceptualizacin a nociones como trabajo o empleodomstico.Ahora bien, si el colonialismo conlleva la puesta en marcha de un sis-

    temtico proceso de despojo y subsuncin de territorios y cuerpos mediantela violencia y disciplinas tutelares (Nahuelpan, 2012). Esta sistemtica des-

    posesin y subsuncin tambin ha permeado el campo de la subjetividad eintersubjetividad de los pueblos indgenas y de los mapuche en particular. Estono slo ha conllevado al secuestro y silenciamiento de experiencias y vocesvinculadas a las historias de mltiples hombres y mujeres mapuche como lasde Mara que he citado anteriormente. Tambin, como ejercicio anlogo, a una

    denicin de lo que puede o no ser concebido como histrico (Guha, 2002).Una operacin que posiciona estas experiencias como parte de lo im-pensabley, por ende, las condenada al silencio.12 Como sostuvo Franz Fanon,

    el colonialismo no se contenta con apretar al pueblo entre sus redes,

    con vaciar al cerebro colonizado de toda forma y de todo contenido.

    Por una especie de perversin de la lgica, se orienta hacia el pa-

    sado del pueblo oprimido, lo distorsiona, lo desfigura, lo aniquila

    (2003:192).

    12 La idea de lo im-pensable la retomo del antroplogo e historiador haitiano Michel-Rolph

    Trouillot (1995), quien alude a ella en su anlisis sobre la revolucin de negros y esclavos en

    Saint Domingue. Lo im-pensable, de acuerdo a Trouillot, radicaba en que desde el imaginario

    colonizador, ser negro y esclavo eran condiciones desde las que no se poda imaginar la

    libertad, por lo que la primera revolucin independentista en amrica latina entrara a la

    historia como un no-evento.

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    Parafraseando a Fanon, podramos decir entonces que los condenadosde la tierra, son tambin condenados de la memoria.

    Esta poltica colonial de destruccin, silenciamiento y secuestro de las

    experiencias, voces y memorias de los pueblos colonizados es, sin embargo,contradictoria, contestada y resistida. La interfaz entre lo que sucedi y lo quese dice que sucedi, es siempre un campo de disputas. Para los condenadosde la memoria, ocupar un lugar en la historia, no slo conlleva un posiciona-miento como sujetos en o del pasado, sino ante todo, la recuperacin de susagencias (conciencias y prcticas histricas) en el tiempo y en el espacio, paramovilizar polticamente el recuerdo y el silencio en las luchas del presente y enlos horizontes polticos que se construyen cotidianamente. Es precisamente elcarcter situacional y poltico de las prcticas de memoria, lo que dene cmo

    al interior de los propios sujetos colonizados los actos de recuerdo y olvido,tambin son siempre selectivos, productores de silencios y permeados por lascondiciones coloniales presentes en que emergen13.

    Por ello, en el caso mapuche, en el esfuerzo por construir una contra-historiaque remarque la pre-existencia al colonialismo hispano y chileno-argentino, en nuestro propsito poltico de buscar unidad para nutrir nuestrademanda por autonoma y libredeterminacin, tambin hemos ignorado pro-cesos e identidades mapuche que no encajan con la representacin del pasa-do y presente que deseamos construir y movilizar14. La experiencia de Maray la de muchas mujeres mapuche con historias de servidumbre y marginalidad

    similares, hace parte de experiencias que se hayan subalternizadas dentro delmeta-relato histrico nacionalista mapuche. De modo que en nuestro esfuerzo

    por reconstruir nuestra historia, en ocasiones tambin hemos emulado laslgicas de la historiografa nacionalista y colonialista que hemos criticado ycon la cual disputamos signicados y representaciones sobre el pasado y el

    presente en nuestros das15.

    13 La simultaneidad entre el recuerdo y el olvido en nuestras prcticas de memoria, la retomo de

    los planteamientos de Aug (1998). En tanto, los anlisis de cmo el poder y la subordinacin

    rasga las prcticas de memorias, la retomo de Rappaport (2005).

    14 El concepto de contrahistorias vinculada a las narrativas del pasado que despliegan los

    pueblos indgenas, la retomo de los planteamientos de Esquit (2004), historiador maya

    kakchikel, que utiliza el concepto en su anlisis del discurso e imaginario histrico de las

    corrientes mayanistas en Guatemala.

    15 Reconstruir nuestra historia corresponde a la frase habitualmente utilizada para dar cuenta

    de la investigacin sobre el pasado mapuche y la movilizacin poltica de ste en los procesos

    de lucha que se despliegan en nuestros das. Al respecto puede verse Marimn et. al. (2006).

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    Esta contrahistoria tiene como rasgos fundamentales la elaboracinde un meta-relato homogneo y universalizante, polticamente correcto, queutiliza como base la categora de pueblo16; que privilegia la presencia de lde-

    res o autoridades mapuche masculinas, desvanecindose en el actuar de stosy sus discursos, las identidades de mujeres, nios, nias, champurriaso kui-

    fal. Una narrativa que se concentra preferentemente en aquellas historias quese desarrollan en las comunidades, concebidas como focos de tradicin y

    preservacin de una cultura mapuche habitualmente imaginada en trminosestticos, que incluso ignora el origen colonial de stas vinculado al despojo yla reduccin territorial, a la vez que descuida cmo la tradicin es re-elabo-rada y re-inventada constantemente en su interaccin con relaciones de poder

    presentes y contingentes.

    Esta contrahistoriamapuche releva los modos de accin colectiva y lasdemandas desarrolladas por organizaciones mapuche desde inicios del sigloXX, asumindolas como expresin de el movimiento mapuche. Como sitodos aquellos hombres y mujeres que no se integraron a ellas, habran per-manecido estticos, petricados, como reservas culturales o bien como partede las masas asimiladas o awinkadas que se subordinaran al racismo y elcolonialismo. En esta contrahistoria, la poltica mapuche es denida comoaquellas acciones visibles, que confrontan o negocian con el Estado o comoaquellas experiencias que giran en su rbita, de modo que las diversas modali-dades de agencia cotidiana que despliegan las identidades mapuche para hacer

    frente a las jerarquas socio-raciales y polticas colonialmente estructuradas,esos otros movimientos mapuche, son vaciados de su contenido poltico,condenados al silencio, al olvido o posicionados en un lugar secundario enrelacin a las grandes historias y personajes mapuche. Como reexionaAntileo, luego del fallecimiento de su laku(abuelo paterno):

    Mi abuelo no fue para nada un kimche, ni un weichafe, ni autori-

    dad tradicional, ni dirigente, ni vocero. Tal vez no fuese tampoco un

    ejemplo digno de idealizar ni es mi propsito recordarlo as () Mi

    abuelo trabaj toda su vida, hasta pocos meses antes de morir. Jardi-nero de oficio, hermose las plantas de familias ricas, que con certeza

    no deben tener la ms mnima idea de que el viejito se fue () Mi

    abuelo muri y sin duda no pasar a los libros que narran la historia

    16 La ambigedad del concepto de pueblo como categora analtica, en el caso mapuche, tambin

    ha sido planteada por Caniuqueo (2012: 2-3).

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    de nuestro pueblo, porque ah se escribe una sola historia, un discurso

    a estas alturas casi memorizado, un relato monoltico.

    Y luego agrega,

    Nadie o muy pocos se preocupan de las historias dispersas que se

    tejen en Santiago o que se construyen en la cotidianidad y diversidad

    de nuestra sociedad actual. Ni a esencialistas, msticos o naciona-

    listas duros les interesa demasiado situarse en las contradicciones y

    experiencias que nos ha dejado la migracin y los desplazamientos

    de nuestra gente. No muri una de esas tantas categoras que usamos

    para resaltar a las personas y sus bondades polticas o culturales. Mu-

    ri un hombre lleno de contradicciones, como todos nosotros, que nosquiso a su modo, que quisimos al nuestro (Antileo, 2012b: 4-5).

    Las lgicas y narrativas vinculadas a la contrahistoriamapuche hantenido un impacto signicativo en la formulacin de las demandas que enar-

    bolan organizaciones polticas donde la identidad colectiva en cuanto puebloy nacin es asumida como central, en relacin a las dimensiones individua-les, cotidianas y contradictorias de las identidades. De este modo la narrativahistrica y proyecto poltico de pueblo, anclado en nociones de homogenei-dad, termina, a n de cuentas, encubriendo el potencial poltico que alberga la

    heterogeneidad y los modos a partir de los cuales re-pensar la re-construccinde una comunidad futura o ncleo sociopoltico comn tejiendo las otrashistorias que encierran los otros movimientos mapuche. Es decir, las prc-ticas cotidianas y contradictorias que diversos hombres y mujeres mapuchehan desplegado para sobrevivir, enfrentar el racismo, el empobrecimiento y laexclusin social originada en relaciones de colonialismo(s) internalizado(s).

    De esta forma, en el esfuerzo por explicar histricamente nuestra mar-ginalidad y en revertirla a travs de una contrahistoria ohistoriacontrahe-

    gemnica, tal vez hemos reforzado o creado, nuevas subalternidades. De all

    que no es casual que la seora Mara, al inicio de nuestras conversaciones, merecalcara que no s nada de historia mapuche. Pues para ella, de la mismaforma en que su experiencia no tiene cabida en la narrativa histrica naciona-lista chilena o indigenista, tampoco lo ha tenido en la historia que hemos es-tado escribiendo los propios mapuche o en los discursos que preferentementedirigentes en los espacios urbanos o rurales realizan para representar nuestro

    pasado y movilizarlo polticamente.La experiencia histrica de Mara no habla de lonkos, toquis, weicha-

    fes, autoridades tradicionales, de grandes lderes, de luchas colectivas orga-

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    nizadas, de resistencias frontales al poder o de cosmovisiones armnicas. Porel contrario, habla de dolor, sufrimiento, desgarro, esfuerzo, trauma, racismo,del lugar que hombres y mujeres mapuche, han tenido como servidumbre y

    mano de obra domstica en familias de clases medias y altas y de cmo, desdeesos espacios de marginalidad y disciplinamiento que se despliegan en m-

    bitos privados, han sacado la fuerza necesaria para sobrevivir, logrado entre-garles comida, abrigo, cario, afecto o educacin formal a sus hijos e hijas,muchos de los cuales, en nuestros das son parte activa de las luchas polticasmapuche en torno al territorio y los derechos colectivos. No obstante, estasnuevas generaciones, en ocasiones, reproducen discursos histricos y polti-cos de homogeneidad donde las propias experiencias en las cuales stos y susfamilias se han constituido como sujetos histricos y polticos, no tienen ma-

    yor cabida o expresin. Ciertamente la referencia a historias heroicas, lderesque nos transaron su resistencia al colonialismo, se relaciona con la bsqueday relevamiento de aquellas experiencias que nutren y rearman la voluntadde lucha frente a los mltiples despojos, desigualdades y opresiones actuales.Sin embargo y ms all de caer en reduccionismos y polarizaciones que con-traponen unas historias por sobre otras, habra que pensar en torno a cmo seentre-tejen ambas modalidades de historias y memorias, as como cul es el

    potencial poltico y epistmico que alberga su entre-tejido ya sea en la lecturade las condiciones sociopolticas pasadas y presentes, como tambin en laconstruccin de una comunidad o ncleo social mapuche donde problemas

    como el hambre, la marginalidad, la servidumbre, la violencia intrafamiliar ypatriarcal, entre otros, tambin se posicionen como realidades necesarias deerradicar dentro de un proceso de liberacin nacional mapuche.

    Experiencias como las de Mara, compartidas por mltiples hombresy mujeres mapuche, tambin nos interpelan para pensar el carcter contradic-torio de las conciencias e identidades, la capacidad formativa que ha tenidoel colonialismo en diferentes generaciones, el modo en que ste se ha inscritoen sus cuerpos y subjetividades, y la forma en que ha producido silencios orecuerdos traumticos. Sin embargo, experiencias como stas, al contrario de

    lo que dicta el discurso histrico nacionalista y pico mapuche, tambin noshablan de cmo las resistencias y los procesos de reconstruccin no slo sehan realizado frente a grandes lgicas opresivas, sino que guardan relacincon la reconstruccin que puede operar en los hogares, reparando lazos socia-les y familiares desmembrados, construyendo lazos de solidaridad y haciendohabitable la vida cotidiana.

    Cuando experiencias como las de la seora Mara han sido objeto deestudio de los programas de investigacin indigenista en el campo de la an-tropologa, la etnologa o la historia, frecuentemente han sido asumidas como

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    parte de la asimilacin que habran vivido los mapuche y de la mimetizacindentro de los sujetos populares. Un concepto, ste ltimo, en boga en nues-tros das, pero que invisibiliza bajo una categora homognea, una diversidad

    y heterogeneidad de identidades y las relaciones de conicto, racismo y vio-lencia que tambin se reproducen al interior de los grupos marginados. Soy

    pobre, pero no indio, es tal vez una de las frases que mejor sintetizan el modoen que dentro de los llamados sujetos populares, tambin se reproducenrelaciones de discriminacin y violencia racializadas que se rearticulan a es-tructuras de poder y desigualdad ms amplias.

    Por otra parte, cuando experiencias como las de Mara son reexiona-das por quienes asumen una posicin reicada de la tradicin o la cultura,habitualmente son descritas e interpretadas como parte del llamado wingkawn

    (awinkamiento, hacerse wingka) que conllevara la migracin y vida en lasurbes. Sin embargo, si prestamos atencin a las trayectorias de vida de laspersonas, notamos que la supuesta asimilacino el awinkamientoque com-parten una lectura basada en lgicas de clasicacin binarias y dicotmicas delo social- no slo ha sido un proceso imposible de lograr porque incluso paraquienes han negado sus identidades racialmente estigmatizadas, las marcas decolonialismo constituyen heridas an no cicatrizadas. Sino tambin porque laasimilaciny awinkamiento, como proceso imposible de lograr, ha obedecidotambin al hecho de que la formacin de identidades no constituye un deveniracabado, sino dinmico, inuenciado por las situaciones, las relaciones de po-

    der y los contextos sociopolticos por los cuales hemos transitando en cuantosujetos histricos y polticos.

    Ser sujetos histricos y polticos no slo signica encontrarnos sujeta-dos a una estructura (o ciertas condiciones y circunstancias) como sostienenteoras contemporneas que enfatizan los modos en que la constitucin delsujeto se encuentra vinculada a experiencias de subyugacin (Foucault, 2002;Butler, 2001). Ser sujetos histricos y polticos, tambin signica ser agentesy actores, personas que hacemos historia en nuestras prcticas cotidianas y encuanto seres humanos.

    Este tipo de problemas, constituye, por tanto, no slo un desafo epist-mico imparcial, sino ante todo un desafo poltico. Hoy, ms que nunca, debe-mos esforzarnos por descentrar nuestras auto-representaciones de lo mapuchecomo una totalidad homognea y armnica -en el pasado y en el presente-,e intentar percibir tanto nuestra heterogeneidad, como tambin las desigual-dades y jerarquas en el tejido cotidiano de nuestras familias, comunidades,organizaciones y sociedad donde las desigualdades se reproducen, se articulany refuncionalizan, en el contexto de una relacin colonial fuertemente arrai-gada e internalizada. Pues el colonialismo es, siempre, un encadenamiento de

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    desigualdades y opresiones, donde quienes pueden ociar como dominadorespara unos, se vuelven dominados frente a otros. Como he percibido a travs dedilogos con otras voces y relatos de vida similares a los de Mara, hombres

    y mujeres mapuche, tambin han servido, sirven, han vivido o viven condi-ciones de explotacin y racismo dentro de familias de clases medias y altas deizquierda, permitindoles gozar de un estatus diferenciado a estas ltimas, enuna jerarqua socio-racial, estructurada por una historia de colonizacin queinterpela a todos/as sin importar polos ideolgico-polticos. A su vez, las ex-

    periencias de servidumbre, tambin son compartidas por otros grupos socialesmarginalizados y empobrecidos, pero, no obstante, las lgicas de poder ancuando convergen en ciertos aspectos de clase, tambin se presentan de mane-ra diferenciada no slo en cuanto al cmo y por qu llegan hombres y mujeres

    aservira familias de clases medias y altas en Chile, sino tambin respecto alcmo viven y signican stas experiencias.

    IV. REFLEXIONESFINALES.

    En la actualidad es habitual hablar de la historia o la memoria mapu-che, a partir de los testimonios de personas reconocidas como kimche, ngen-

    pin, kuikeche, de los lonkoso de los weichafes. Se habla de que en sus relatosy discursos, se encuentra el verdadero kimn(conocimiento mapuche) y dela necesidad de recuperarlo en nuestros das y de movilizarlo en las luchas del

    presente. Estos testimonios son importantes, porque en ellos hay conocimien-tos, visiones del pasado, del presente y del futuro que remiten a sus experien-cias, memorias y luchas pasadas y presentes. Sin embargo, posicionar estostestimonios y conocimientos como parte de experiencias nicas y coherentes,constituye un grave reduccionismo terico, a la vez que poltico. Pues ellostambin han vivido procesos particulares y contradictorios, en contextos es-

    peccos y transitado espacios concretos. Como lo han vivido tambin otras yotros sujetos cuyas experiencias y voces han sido ignoradas o silenciadas porla narrativa histrica ocial en Chile, indigenista, o por los propios discursos

    histricos nacionalistas mapuche. De all que el establecimiento de dilogosde experiencias, de pensamientos, conocimientos y memorias inter-generacio-nales, que tenga en cuenta las diferencias y heterogeneidades, para desde allconstruir un ncleo social comn, se torna en un ejercicio y desafo impres-cindible (Cumes, 2011).

    Escuchar y dialogar con las heterogneas y contradictorias experien-cias de hombres y mujeres mapuche, historias marginalizadas y silenciadastanto por la historia ocial e indigenista chilena, como por la historia naciona-lista mapuche, nos demuestra las contradicciones de nuestras representaciones

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    del pasado y del presente, de nuestros proyectos polticos basados en lgicasde homogeneidad, y nos desafa tambin a asumir un compromiso por desco-lonizarnos a nosotros mismos. Pues si el colonialismo se haya internalizado

    y alojado en nuestros cuerpos y subjetividades, somos nosotros los que enprimer trmino tenemos la capacidad y el poder de desmantelarlo. Este tipo dedesafos nos invitan a re-pensar y a re-denir las autonomas y la autodetermi-nacin mapuche ms all de una meta a alcanzar, y a prestar atencin a cmostas tambin implican una produccin cotidiana que conlleva un cuestiona-miento, desmantelamiento y una permanente corrosin de la dominacin, laexclusin, y la desigualdad donde quiera que se encuentren. Incluso en nues-tras prcticas, nuestros discursos, nuestras representaciones del pasado y del

    presente, y en nuestros propios proyectos polticos.

    De esta forma, las zonas grises de las historias mapuche, nos desafanno slo en trminos tericos, sino tambin polticos, para intentar arrancar elcarcter traumtico y el sufrimiento social que se ha cultivado en las experien-cias y recuerdos originados en una relacin de colonialismo que contina enmarcha. Asimismo, las zonas grises de las historias mapuche, nos desafan a

    buscar nuevos senderos que permitan entre-tejer experiencias y recuerdos enmemorias sociales, de modo que los acontecimientos no slo sean vividos co-mo experiencias privadas o fragmentos (Comunidad de Forrahue y Colipan,2012). Pues una de las formas ms potentes que ha tenido el colonialismo

    para perpetuar su hegemona y naturalizar la opresin, ha sido provocar que

    los actos de nuestras memorias slo tengan sentido desde su dispersin.

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