las toilettes de mayo del 68

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Las “toilettes” de mayo del 68 Dídac Gutiérrez-Peris 07.05.08 No ha habido una sola cena “universitaria” este último mes donde no se charlara, aunque fuese brevemente, del mayo del 68. Aunque no todos los jóvenes de hoy hablan de ello del mismo modo. Algunos alaban las “viejas glorias” como Cohn-Bendit y en privado se imaginan siendo la nueva generación escogida, el eslabón perdido que encienda de nuevo la chispa “del cambio”, la chispa que “transforme el mundo”. Otros, a las antípodas de los primeros, critican un “alzamiento” que parió el capricho de algunos liberales más preocupados por sus feromonas que por otra cosa y del que todavía hoy “sufrimos las consecuencias”. Y finalmente están los escépticos, un tanto “moderados”, aunque no por ello los menos numerosos, que ven con cierta benevolencia la primera fase del mayo del 68, esa fase más dermatológica, improvisada, auténtica, cultural, donde los jóvenes lograron que cuajara una cierta “conciencia colectiva transnacional”. Sin embargo critican con rabia que todo quedara finalmente “en nada” porque esa generación fue incapaz de escoger entre la “prosa democrática y la poesía revolucionaria”, por tomar prestada una expresión de Marcel Gauchet, filósofo y redactor jefe de la revista francesa “Le Débat”. Lo más curioso de estos diferentes puntos de vista no son sus divergencias sobre algo que ninguno de nosotros ha vivido, sino las similitudes que se desprenden sobre lo que vivimos hoy. Todas tienen algo en común, un cierto tinte de fastidio. Unos soñamos con ser lo que no somos, otros en dejar atrás nuestro “pasado”, los terceros en promover una vía “alternativa”. Es curioso como a ninguno de

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Las “toilettes” de mayo del 68 Dídac Gutiérrez-Peris

07.05.08

No ha habido una sola cena “universitaria” este último mes donde no

se charlara, aunque fuese brevemente, del mayo del 68. Aunque no

todos los jóvenes de hoy hablan de ello del mismo modo.

Algunos alaban las “viejas glorias” como Cohn-Bendit y en privado se

imaginan siendo la nueva generación escogida, el eslabón perdido

que encienda de nuevo la chispa “del cambio”, la chispa que

“transforme el mundo”.

Otros, a las antípodas de los primeros, critican un “alzamiento” que

parió el capricho de algunos liberales más preocupados por sus

feromonas que por otra cosa y del que todavía hoy “sufrimos las

consecuencias”.

Y finalmente están los escépticos, un tanto “moderados”, aunque no

por ello los menos numerosos, que ven con cierta benevolencia la

primera fase del mayo del 68, esa fase más dermatológica,

improvisada, auténtica, cultural, donde los jóvenes lograron que

cuajara una cierta “conciencia colectiva transnacional”. Sin embargo

critican con rabia que todo quedara finalmente “en nada” porque esa

generación fue incapaz de escoger entre la “prosa democrática y la

poesía revolucionaria”, por tomar prestada una expresión de Marcel

Gauchet, filósofo y redactor jefe de la revista francesa “Le Débat”.

Lo más curioso de estos diferentes puntos de vista no son sus

divergencias sobre algo que ninguno de nosotros ha vivido, sino las

similitudes que se desprenden sobre lo que vivimos hoy. Todas tienen

algo en común, un cierto tinte de fastidio. Unos soñamos con ser lo

que no somos, otros en dejar atrás nuestro “pasado”, los terceros en

promover una vía “alternativa”. Es curioso como a ninguno de

nosotros, jóvenes, parece convencernos la oferta que tenemos hoy.

Es como si estuviéramos perdidos, desconcertados en medio de la

montaña como el Langlois de Jean Giono en “un rey sin diversión”.

Y ojo, porque aunque no lo parezca, el aburrimiento, el

estancamiento, es un gran factor de cambio. Ya lo fue en 1968. Fue

un artículo de Le Monde, crítico con el tedio juvenil respecto a las

“grandes convulsiones que mueven el mundo” que dio inicio al

movimiento de protesta estudiantil. Dicho periódico lo recordaba esta

semana: “Quand la France s’ennuie” –Cuando Francia se aburre-,

cuarenta años del artículo de Pierre Viansson-Ponté. De Gaulle no

dudó entonces en aportar su grano de arena al debate: “si se aburren

que les hagan construir carreteras”.

Talvez fuese ese aburrimiento, ese sentimiento de insatisfacción un

tanto inconsciente más que una voluntad política de “transformar el

mundo” el que provocó que una simple disputa en la Universidad de

Nanterre sobre la rígida separación en el gimnasio entre chicos y

chicas desembocara en el “gran” mayo del 68, en el idolatrado y

posteriormente politizado “mayo del 68”. Cuando se clama por “la

imaginación al poder” o se exige que “seamos realistas, pidamos lo

imposible”, la verdad es que a primera vista yo no veo mucho la

relación con Marx.

Todos los caminos llevan a Roma, y todos los debates durante esas

largas cenas de jóvenes llevan al mismo punto: preguntarse sobre

nosotros mismos, sobre la nueva generación europea de hoy en día.

Compararse, hacer paralelismos. Hasta que punto es posible que

estemos aburridos.

Y aunque parezca secundario la verdad es que el no poder acceder a

la vivienda, el desfase que sentimos con una forma de entender y

hacer política anclada en viejos rituales y obsoletas teorías, la

sensación que estudiar una carrera universitaria cada vez “compensa”

menos hoy en día (como lo confirma la OCDE en su último estudio

realizado en la Unión Europea), puede hasta cierto punto llevarnos al

tedio más total.

¡Exageras, me dirán algunos, otro mayo del 68 no es posible! No,

claro que no, el espacio de trasgresión y de reacción se ha reducido

tanto que nada es más improbable, la victoria de nuestro modelo

social nos parece, de momento, inapelable. El triunfo del Fukuyama

más inicial (porque también él con los años se renueva), el “Fin de la

Historia”. O casi.

Aunque acabaré con un matiz. La semana pasada estuve en Londres,

allí me encontré con una amiga y tomamos algo juntos. Charlamos de

nuestro futuro como generación en algún momento. Con tono serio al

final de la conversación me dijo: “mira, solo veo una cosa

actualmente por la que estaría dispuesta, como joven y miembro de

la sociedad civil, a rebelarme y arriesgar todo lo que doy por sentado

en mi vida”. Siguió: “El cambio climático”.

Hace 40 años la toilette de las chicas fue la chispa y quizás hoy,

tantos años después, otro tipo de limpieza, la medioambiental, pueda

sacudir a los que en ausencia de sueños estamos un tanto

somnolientos. Nunca se sabe por donde van a venir los tiros.