las relaciones internacionales y sus debates

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Teoría Las Relaciones Internacionales y sus debates FRED HALLIDAY

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Page 1: Las Relaciones Internacionales y sus debates

Teorí

aLas RelacionesInternacionales y sus debatesFRED HALLIDAY

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Las Relaciones Internacionales y sus debates

Coordinación: Nieves Zúñiga García-FalcesTraducción: Berna WangEdición: Elena Couceiro ArroyoDocumentación: Susana Fernández

Maquetación: Alce ComunicaciónImpresión: Perfil Gráfico

Edita: Centro de Investigación para la Paz (CIP-FUHEM)C/ Duque de Sesto 40, 28009 MadridTeléfono: 91 576 32 99Fax: 91 577 47 [email protected]

Madrid, 2006

© FUHEM, Fundación Hogar del Empleado

Derechos de reproducción prohibidos. Las solicitudes deben ser dirigidas al CIP.

Autor:Fred HallidayFred Halliday es profesor de Relaciones Internacionales en The London Schoolof Economics and Political Sciences (LSE) y en el Institut Barcelona d’EstudisInternacionals (IBEI). Nacido en la República de Irlanda en 1946 y formado enlas universidades de Oxford y Londres, es autor de dieciocho libros sobrerelaciones internacionales y la política en Oriente Medio. Entre sus principalesobras están Revolution and World Politics (1999) y The Middle East inInternational Relations (2005). Cuatro de sus libros han sido traducidos alespañol: Génesis de la Guerra Fría, Fondo de Cultura Económica, 1989; Irán:Dictadura y Desarrollo, Fondo de Cultura Económica, México, 1981; LasRelaciones Internacionales en un mundo en transformación, La Catarata,Madrid, 2002; El Islam y el Mito del Enfrentamiento, Bellaterra, Barcelona,2005; y la obra que publicará próximamente Global Rhythm Press enBarcelona 100 Mitos sobre el Oriente Medio. El profesor Halliday hacolaborado con diversas universidades españolas y en el Real Instituto Elcano.Es miembro del Consejo Asesor de la revista Papeles de CuestionesInternacionales, publicada por el Centro de Investigación para la Paz (CIP-FUHEM) y columnista de La Vanguardia.

Informe

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Sumario

Introducción: La era de lo “internacional” .................................................................................... 5

Las Relaciones Internacionales y las ciencias sociales .......................................................... 7

Las funciones de la ciencia social .................................................................................................... 8

El final de la Guerra Fría .................................................................................................................... 14

Debates sobre el Estado: globalización y derechos individuales ........................................ 16

El 11-S y la reconfiguración del orden mundial ........................................................................ 18

Temas viejos y nuevos ........................................................................................................................ 20

El futuro: perspectivas teóricas ...................................................................................................... 21

Expectativas .......................................................................................................................................... 22

La autonomía de las Relaciones Internacionales .................................................................... 24

Bibliografía ............................................................................................................................................ 25

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Introducción: La era de lo“internacional”

El comienzo del siglo XXI, y los dramáticos aconte-cimientos que lo precedieron y lo acompañaron,han atraído la atención y el interés, más que enninguna otra época, por el estudio académico,comparativo y teórico, de “lo internacional”. Estoes evidente teniendo en cuenta el aumento, den-tro del ámbito universitario, del número de cursossobre lo que es, strictu sensu, “RelacionesInternacionales”, una disciplina que existe desdeel final de la I Guerra Mundial; pero tambiénteniendo en cuenta la difusión de otros cursos,más generales, sobre “estudios internacionales”,

“estudios globales” y “política mundial”, así comosobre una serie de temas de cultura, geografía,sociología e historia donde se da más importanciaque hasta ahora a la dimensión internacional. Delmismo modo que la Sociología estudia ahora cues-tiones como la migración, la política de la diáspo-ra, etnia y mestizaje e interacción cultural; laHistoria está abordando nuevas formas de análisisen términos de historia “cosmopolita” o “mun-dial”; y la Literatura se ocupa no sólo de temascomparativos, sino también de cuestiones como lafunción de las influencias coloniales y poscolonia-les, el papel de los exiliados, y las voces foráneasy “no occidentales” dentro de la literatura de cadapaís.

Las Relaciones Internacionalesy sus debates

Ante los cambios recientes en el panorama mundial —la globalización, el

terrorismo de cariz mundial y otros factores— , los temas internacionales

están ganando protagonismo en las agendas de medios de comunicación y

en los intereses de los estudiantes y académicos. Sin embargo, o precisa-

mente por eso, la ciencia de las Relaciones Internacionales se encuentra en

un momento de cambios y de múltiples retos. Entre ellos está fijar cuál

debe ser el objetivo de esta disciplina teórica y cuál ha de ser su lugar y

autonomía dentro de las otras ciencias sociales. Fred Halliday describe en

este informe el panorama de las Relaciones Internacionales ante el contex-

to actual, examina cuál es la pertinencia de los modelos clásicos hoy en día

y sugiere cómo las Relaciones Internacionales podrían obtener su autonomía

y prestigio de entre las ciencias sociales, para concluir que entre las

Relaciones Internacionales y los sucesos a nivel mundial (es decir, entre la

reflexión y la práctica) debe existir una cierta tensión.

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Este reconocimiento de la importancia de lointernacional está impulsado, en primer lugar, porel conjunto de tendencias interrelacionadas quese subsumen bajo el término “globalización”, unproceso que la mayoría de los autores data a par-tir de los cambios políticos, sociales y económicosde las décadas de 1980 y 1990. Sin embargo, lamayor importancia de “lo internacional” conllevacambios intelectuales y teóricos más amplios. Enprimer lugar, implica una recuperación y reutiliza-ción de textos e ideas que están presentes en ladisciplina de las Relaciones Internacionales desdesus comienzos —en la década de 1920—, así comouna recuperación de lo que suele denominarse“teoría clásica”. Se trata de ideas sobre lo inter-nacional que están presentes, a menudo de formaimplícita o no sistemática, en los textos de losteóricos de la política, filósofos e historiadores desiglos anteriores (como Maquiavelo, Rousseau,Kant) y se remontan a las primeras formulacionesde ideas sobre política, sean de las antiguasGrecia y Roma o, paralelamente, las antiguasChina, India y el mundo islámico. Al mismo tiem-po, el aumento del énfasis en lo internacionalimplica un desafío a lo que, hasta ahora, habíasido una de las premisas fundamentales de granparte de la labor académica, sea en las CienciasSociales o en la Literatura, a saber, la del “siste-ma delimitado”, el correspondiente a la nación, elEstado y la comunidad tal como los concebimoshoy. El replanteamiento de lo internacional impli-ca un cuestionamiento de la importancia y laslimitaciones de ese enfoque del “sistema delimi-tado”, de modo que lo que antes podía haberseconsiderado una literatura o una historia de lasociedad nacional, del Estado, hoy se ve en sucontexto más general, donde lo internacional con-forma y determina en gran medida lo que ocurredentro de un país concreto. Esto es así tanto en elcaso de la Sociología histórica que estudia la for-mación de los Estados, las lenguas o los sistemaseducativos como en el de la Historia del Arte y laLiteratura. Paradójicamente quizás, la cienciasocial que, en la época moderna, se ha prestado amenudo a los usos más nacionalistas y delimita-dos, la Arqueología, podría considerarse también

el punto de vista más cosmopolita y abierto detodos en potencia, puesto que proporciona prue-bas de la interacción y el desarrollo común depueblos, economías, religiones y tecnologíasmucho antes de que el Estado, la comunidad o lanación modernos impusieran sus fronteras en losasuntos humanos.

Naturalmente, estos cambios académicos eintelectuales han sido reforzados en gran medidapor los sucesos acaecidos en el mundo y que hanalterado categorías de pensamiento establecidasdesde hace mucho tiempo sobre lo internacional.Estos sucesos van desde el final de la Guerra Fría,el avance de la globalización, la oleada de gue-rras “nuevas”, o al menos posteriores a la GuerraFría, y el estallido de la ofensiva terrorista isla-mista en todo el mundo. Mientras en muchasregiones del mundo las cuestiones sobre comuni-dad, identidad y tradición han adquirido unaimportancia mayor, en la teoría política e inter-nacional viene produciéndose un notable aumen-to de trabajos con una orientación diferente,sobre cuestiones de ética global, jurisdicciónlegal universal, reforma de las instituciones inter-nacionales y cosmopolitismo en su sentido másamplio.1 Además de generar un nuevo interés,tanto por parte de los estudiantes como del públi-co, por los asuntos relativos a lo internacional,estas tendencias han obligado a los estudiantesde Relaciones Internacionales del entorno acadé-mico a replantearse sus marcos históricos y teóri-cos generales.

Todas las teorías y, de hecho, todas las disci-plinas académicas responden en parte a los suce-sos que ocurren en el mundo real: en última ins-tancia, si no hubiera problemas en la sociedad yen los asuntos modernos, si no hubiera crisis, nohabría ciencias sociales. Fueron los delitos y lossuicidios los que impulsaron los estudios de losprimeros sociólogos; la inflación y el desempleo,los que alentaron la economía; y la agitación polí-tica y los defectos de legitimación, los que espo-learon a los primeros teóricos de la política. Lomismo cabe decir de las relaciones internaciona-les. De hecho, se puede considerar el aumento delos estudios sobre Relaciones Internacionales,

1 Archibugi, Daniele and Held, David (eds.): Cosmopolitan Democracy, Polity Press, Cambridge, 1995; Beitz, Charles: Political Theoryand International Relations, Princeton University Press, Princeton, 1979; Toulmin, Stephen: Cosmopolis. The Hidden Agenda ofModernity, University of Chicago Press, Chicago, 1990 (traducido al español: Cosmópolis: el trasfondo de la modernidad, Península,Barcelona, 2001).

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como el de todas las ciencias sociales, un produc-to del cambio en tres círculos concéntricos: elcentral, y más claro de ellos, es la disciplina en sí,sus debates, sus cambios en cuanto a ideas domi-nantes o “paradigmas”, y la agenda de investiga-ción que establece y en la que trabaja. El segun-do es el clima general de las ciencias sociales y lavida intelectual en general, que de forma abierta,en el caso de los conceptos o debates que tomaprestados, y de forma encubierta, a través de laósmosis más amplia y la formulación del pensa-miento en una época concreta, determina laspreocupaciones e ideas de una ciencia socialdeterminada.2 El tercero es el mundo de los suce-sos en sí que, aunque no de forma inmediata, sídeterminan con el paso del tiempo la trayectoriade la ciencia social, ya sea al obligar a los autoresa explicar el curso de los acontecimientos o alinducirlos a proporcionar teorías que sirvan paralegitimar y considerar inevitables las formas depoder y de conflicto que predominan en unadeterminada época.

Las RelacionesInternacionales y las cienciassociales

La disciplina Relaciones Internacionales y suevolución histórica hay que situarlas en su contex-

to intelectual, porque es la mejor forma de vercómo surgió y las fuerzas que la han determinadoy continúan haciéndolo. Esto se aplica en primertérmino a la limitación de un ámbito académicodenominado “Relaciones Internacionales”.3 Lasciencias sociales son como las naciones: para elobservador contemporáneo, afirman ser reflejosde divisiones naturales y eternas. Las cienciassociales que se enseñan en las universidadesactuales parecen corresponderse a objetos deestudio que existen objetivamente en el mundoexterior. En esta perspectiva, el estudio académi-co de las relaciones internacionales se correspon-de con algo determinado, innegablemente objeti-vo, en el mundo “real”: las relaciones entreEstados. Pero al igual que ocurre con las naciones,esta apariencia de solidez y de correspondenciacon la realidad es engañosa. Para empezar, lasciencias sociales no siempre han existido, comotampoco lo han hecho las naciones, sino que hannacido en el último siglo o hace dos, en respuestaa los cambios y, en concreto, a los desafíos de lasociedad moderna y del mundo en general. La oca-sión para el surgimiento de una rama de las cien-cias sociales no es tanto que haya algo que estu-diar, sino que haya un desafío, un problema, unacrisis que abordar.

La materia de las relaciones internacionales —las relaciones entre Estados, la guerra, el poder, laintersección de intereses militares y económicos,

Las Relaciones Internacionales y sus debates

Se vive un aumento del interés por las relaciones internacionales debido a la

globalización. Esto conlleva cambiosamplios en la teoría

2 Algunas de las ideas más influyentes dentro del ámbito de las Relaciones Internacionales no proceden de la propia disciplina, sinode avances más generales de las ciencias sociales de la época. Así, la obra de E.H. Carr en la década de 1930, como demuestra ensu The Twenty Years Crisis (1939), estuvo muy influida por el sociólogo Karl Mannheim y el filósofo Bertrand Russell; las teorías alter-nativas sobre relaciones internacionales de los años 70 fueron influidas por la entonces importante filosofía del estructuralismo, lasde los años 90 por la del postmodernismo. En época reciente, los autores cuya obra es, posiblemente, de máxima relevancia paralas relaciones internacionales incluyen a Martha Nussbaum y Amartya Sen, sobre los valores y necesidades universales; FrancisFukuyama, sobre el “final de la historia” y las implicaciones de la revolución en las ciencias de la vida para la política internacional,y la obra del historiador Paul Kennedy, sobre la ascensión y la caída de los imperios y las hegemonías. Véanse Sen, Amartya:Development as Freedom, Oxford University Press, Oxford, 1999 (traducido al español como Desarrollo y libertad, Planeta,Barcelona, 2000); Fukuyama, Francis: The End of History and the Last Man, Hamish Hamilton, London, 1992 (traducido al españolcomo El fin de la historia y el último hombre, Planeta, Barcelona, 1992); Kennedy, Paul: The Rise and Fall of the Great Powers,HarperCollins, Londres, 1988 (traducido al español como El auge y caída de las grandes potencias, Plaza y Janés, Espluges deLlobregat, 1989).

3 En el uso convencional, “Relaciones Internacionales”, con iniciales mayúsculas, se refiere a las teorías, mientras que con minúscu-las (“relaciones internacionales”) se refiere al mundo real de los Estados y de los sucesos.

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la ética del trato con los extranjeros— existe desdehace varios milenios. Las reflexiones sobre ello, demayor o menor importancia para las filosofías de laépoca, que se agrupan bajo el nombre de “TeoríaClásica”, se remontan unos dos milenios, y noexclusivamente en el mundo occidental.4 El surgi-miento de un estudio académico definido despuésde la I Guerra Mundial y de institutos de políticacomo Chatham House y el Consejo de RelacionesExteriores refleja, no ya el descubrimiento de lamateria, sino más bien una sensación de preocu-pación ante la quiebra del orden internacional,especialmente la larga paz del siglo XIX y la per-plejidad debido a que, las sociedades occidentalesindustrializadas, lejos de hacer obsoleta la guerra,la habían convertido, aparentemente, en algo cen-tral en su interacción.

La analogía con las naciones se refiere no sóloal origen, sino también a la división. Al igual quesucede con las naciones, lo que parece natural yde existencia permanente —las fronteras entreáreas de estudio— son, cuando se las examina másde cerca, a menudo arbitrarias en sí mismas, meroreflejo de donde cayeron exhaustos una vez loscombatientes, donde los funcionarios trazaron laslíneas, donde se detuvieron los movimientos deideas. Del mismo modo, estas fronteras cambian,como cambian los habitantes de las disciplinasafectadas. Así pues, gran parte de lo que hoy entraen el ámbito de las relaciones internacionales —lapolítica del poder en su sentido amplio y su rela-ción con los recursos naturales y el espacio— fueen un tiempo dominio de la geografía. Muchos delos temas de la filosofía política clásica, incluso lasineludibles reflexiones sobre la naturaleza del serhumano, aparecen en el pensamiento políticointernacional. Hay personas a quienes desasosiegaespecialmente que, para la interacción creativacon otros, muchos temas contemporáneos parecenquedar al otro lado de las fronteras, siendo el

nacionalismo, la ecología y la migración ejemplosobvios.

El desarrollo, pasado y futuro, del estudio aca-démico de las relaciones internacionales es, portanto, parte del desarrollo de la ciencia social, ensí mismo un reflejo de desafíos y cambios másgenerales de la sociedad moderna y de nuestromundo moderno. Lo que parece una reflexiónindependiente, objetiva, sobre un área determina-da naturalmente no es tan imparcial ni atemporalcomo podría parecer. No estamos ocupándonos deun objeto o contenido fijos: igual que sucede conlas naciones, la cuestión no es si se está produ-ciendo un cambio, o si los cambios de fronteras oel comercio exterior son deseables, sino quéaspectos del pasado pueden y deben preservarse ycuál es la mejor forma de gestionar estos cambiose interacciones. Del mismo modo, la relación deeste estudio académico con cuestiones políticas enel mundo exterior es ya estable. Como ha afirma-do Rafl Dahrendorf, sociólogo y ex director de TheLondon School of Economics, en referencia a laciencia social en general, es inevitable y deseableque esta relación, la de la reflexión con la prácti-ca, sea de tensión.5

Las funciones de la cienciasocial

Hay que juzgar la disciplina de las RelacionesInternacionales con los mismos criterios que seaplican a otras ciencias sociales y hay que sopesarsu futuro desarrollo frente a los desafíos que elmundo le plantea. En términos generales, hay cua-tro justificaciones para la existencia de una disci-plina académica de este tipo. En primer lugar, estála formación de la mente: el estudio de esta mate-ria concreta en el ámbito universitario debe con-tribuir a una formación intelectual general, en

4 Para estudios de esta corriente de pensamiento, gran parte de la cual está entrelazada con reflexiones generales sobre la historiay la teoría política y económica, véanse Knutsen, Torbjorn L.: A history of International Relations theory, Manchester UniversityPress, Manchester, 1997; Wight, Martin: International Relations Theory: The Three Traditions, editado por Gabriele Wight y BrianPorter en Leicester University Press, Leicester y Londres, 1991; Williams, Howard: International Relations in Political Theory, OpenUniversity Press, Milton Keynes, 1992; Luard, Evan: Basic Texts in International Relations, The Evolution of Ideas about InternationalSociety, Macmillan, Londres, 1992.

5 Brown, Chris y Ainley, Kirsten: Understanding International Relations, tercera edición, Palgrave Macmillan, Basingstoke, 2005;Carlsnaes, Walter, Risse, Thomas y Simmons, Beth A (eds.): Handbook of International Relations, Sage, Londres, 2002; Baylis, Johny Smith, Steve (eds.): The Globalization of World Politics. An introduction to international relations, tercera edición, OxfordUniversity Press, Oxford, 2005; Ralf Dahrendorf: LSE, A History of The London School of Economics and Political Science 1895-1995,Oxford University Press, 1995.

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cuanto a capacidad para pensar con claridad yconceptualmente, formular ideas con concisión ypensar de forma independiente. Éste es el criterioque se aplica tradicionalmente a una educaciónclásica y que se traslada al estudio de la cienciasocial moderna. Si una formación universitaria enRelaciones Internacionales no puede hacer que losestudiantes piensen y escriban con rigor, compa-rable en términos generales con el de los estu-diantes de Historia o Economía, Sociología oPolítica, entonces no se debe impartir. El segundocriterio es el de la transmisión de un cuerpo deteoría: poner a disposición de una audiencia aca-démica un conjunto de ideas y de textos que noencontraría de forma convencional. La cienciasocial debe colocar en un contexto más exigente ypreciso las cuestiones que puedan surgir en la vidacontemporánea y tratarlas como si carecieran deprofundidad histórica. Puede que buena parte deesta transmisión sea contemporánea, pero debeincluir esa parte de la tradición clásica que siguesiendo pertinente. Y sobre todo, debe poner enentredicho el sentido común, la opinión general-mente aceptada que da por sentado o considerasencillo algo que no es ninguna de ambas cosas.En tercer lugar, el estudio académico debe conlle-var la formación en un área concreta de periciaprofesional, una preparación de los estudiantespara trabajar, en este caso, en la organizacióninternacional y la política exterior. En cuartolugar, debe proporcionar conocimientos que seanpertinentes a la resolución de cuestiones contem-poráneas, a la discusión y la formulación de lapolítica pública. Si es importante registrar estocomo una de las funciones del estudio académico,es igualmente relevante señalar que no puede serla única justificación y, en muchos casos, la prin-cipal: hay una distinción entre una pertinenciageneral ante las cuestiones contemporáneas y elcomentario sobre lo que es de importancia másinmediata. Aquí tenemos que tener en cuenta la

advertencia de Dahrendorf sobre la necesaria ten-sión mental. La forma más frecuente de evitar elengreimiento de estar totalmente abstraídos delos sucesos y cambios contemporáneos es impli-carse menos en el debate inmediato de que unaciencia social es la que más puede aportar alesclarecimiento de cuestiones políticas. Delmismo modo que no se contrata principalmente alos economistas para predecir las cotizaciones demañana de la bolsa de valores, tampoco se formaa los sociólogos en primer lugar para comentar elasesinato más reciente.

Un informe provisional sobre las RelacionesInternacionales después de tres cuartos de siglo,teniendo en cuenta estos criterios, ofrecería unpanorama variopinto.6 Desde la perspectiva de lapresencia en la universidad, las RelacionesInternacionales se han afincado bien en el mundoanglófono y están ganando terreno en la Europacontinental y en algunas zonas del Tercer Mundo.La demanda estudiantil fue especialmente elevadadurante la década pasada. Los temas de relacionesinternacionales, sobre todo las relaciones entreEstados y la interacción del poder estatal con otrasformas más “estructurales”, se han hecho funda-mentales en gran parte del debate de la cienciasocial contemporánea, sobre todo en el debatesobre la “globalización”. Dentro de la propia disci-plina, hay un ambiente de efervescencia teórica,toda una diversidad de debates conceptuales, máso menos relacionados con lo que está ocurriendoen otras ramas de las ciencias sociales. Las cues-tiones en discusión dentro de la materia y enmuchos casos de indudable sustancia intelectual ypolítica son: ¿Puede funcionar el sistema interna-cional sin un Estado que lo lidere, un hegemon?¿Hasta qué punto se está superando el Estado? ¿Vanlas democracias a la guerra entre sí? ¿Puede haber,ha habido realmente, en las últimas décadas ysiglos, “progreso” en las relaciones entre Estados?Los que están a la derecha, los neoconservadores

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6 Para estudios generales de la disciplina académica contemporánea véanse Groom, A.J. R. y Light, Margot (eds.): ContemporaryInternational Relations: A Guide to Theory, Pinter Publishers, Londres, 1994; Olson, William C. y Groom, A.J.R.: InternationalRelations Then & Now. Origins and Trends in Interpretation, Routledge, Londres, 1991; Booth, Ken y Smith, Steve (eds.):International Relations Theory Today, Polity Press, Cambridge, 1995; Halliday, Fred: Rethinking International Relations, Macmillan,Londres, 1994 (edición en español: Las relaciones internacionales en un mundo en transformación, La Catarata, Madrid, 2002).También se pueden seguir las novedades contemporáneas en las revistas académicas pertinentes, como la Review of InternationalStudies, el European Journal of International Relation, y Millennium, Journal of International Studies en el Reino Unido;International Studies Quarterly e International Organisation en Estados Unidos; y Deutsche Zeitschrift für internationaleBeziehungen en Alemania.Mi colega Geoffrey Stern, en “International relations in a changing world: bucking the trendies”, The World Today, julio de 1995,hace un análisis sólido y escéptico de esta literatura, considerada como un conflicto entre “tradicionales” y “modernos”.

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de un Washington hobbesiano, y los que están a laizquierda, indignados ante lo que consideran unimperialismo y militarismo recurrentes, lo pondrí-an en duda.

Una perspectiva amplia del estudio académicode las Relaciones Internacionales en el periodocontemporáneo revelaría una disciplina con ciertascaracterísticas claras: dominada en gran parte porlos debates en el mundo anglófono, y especial-mente en Estados Unidos, pero con escuelas bienafincadas en otros países, tanto en Europa(Francia, Alemania, España) como en el Sur, y conuna animada, si bien a veces casi cacofónica, plu-ralidad de enfoques teóricos entre sus filas. LasRelaciones Internacionales estadounidenses estándominadas, en las últimas décadas, por dos escue-las generales, la del realismo y la del liberalismo,y más recientemente por sus teorías sucesorasconocidas como neorrealismo y neoliberalismo.Por el contrario, los enfoques europeos son desta-cables por su énfasis en formas de cooperacióninternacional, como la “Escuela Inglesa” neogro-tiana, diversos enfoques neomarxistas, un resurgi-miento del pensamiento cosmopolita basado enlíneas generales en las ideas de Kant y un énfasisen el derecho internacional, la disciplina de la quesurgió buena parte de las RelacionesInternacionales de la Europa continental. Tanto enEstados Unidos como en Europa (sobre todo en elReino Unido y Francia) ha habido también, en losúltimos años, un renovado interés por la SociologíaHistórica, el enfoque asociado, en términos gene-rales, con Karl Marx, Max Weber y Raymond Aron,que hace hincapié en la formación internacional yconflictiva de Estados y sociedades. Otros enfo-ques heterodoxos, derivados del feminismo, losestudios medioambientales y la filosofía utópica,han dejado también su impronta.

Los ingredientes de esta diversidad teórica seexaminarán más adelante, baste por ahora dejar

constancia de la vitalidad y la diversidad inclusode la disciplina central, las RelacionesInternacionales. Sin embargo, son pertinentes dosobservaciones inmediatas para cualquier discu-sión sobre la situación de esta disciplina. En pri-mer lugar, el realismo, sea en su forma original oen las “neos”, sigue siendo el enfoque dominan-te, o al menos el más influyente, tanto en EstadosUnidos como en gran parte de Europa, por nohablar de su predominio, ligado a menudo a for-mas de nacionalismo estatalista, en muchas par-tes del mundo ex comunista y del no europeo. Noobstante, actualmente hay tal diversidad deenfoques dentro del estudio académico de lasRelaciones Internacionales que ya no es posiblevolver a un paradigma único, lo que en un senti-do kuhniano sería una situación de “ciencia nor-mal”. En segundo lugar, pese a toda la sofistica-ción y diversidad de los enfoques teóricos, sigueestando ahí la imperecedera cuestión de cuálesson los conocimientos adicionales, explicativossobre todo, transmitidos por esta teoría, en com-paración con las explicaciones elaboradas de unaforma sofisticada pero no teórica que puedehaber dentro de la historia internacional: de ahíla inclusión al final del cuadro 1, bajo el punto15, de los nombres de importantes historiadoresinternacionales. Los teóricos tienen que demos-trar cómo sus explicaciones proporcionan algúnvalor intelectual añadido a los escritos de EricHobsbawm, Fernando Braudel, Paul Kennedy yotros. La mera demostración de una elaboraciónteórica, o metodológica, no es suficiente; no másque la conversión de unas proposiciones genera-les sobre la conducta interestatal o las causas dela guerra en alguna forma matemática, algebrai-ca o cuantificada. Lo que hay que demostrar esque la teoría es necesaria para lograr resultadosde un tipo explicativo que no pueden producirsede otro modo.

Aunque el realismo continúa siendo el enfoque dominante en las relaciones internacionales, hay una pluralidad de perspectivas a veces cacofónica

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Sin duda hay diversidad, productividad, vitali-dad, debates. Pero suscitan preocupación en rela-ción a cada uno de los cuatro criterios enunciados.Los criterios más estrictamente académicos plan-tean varias dificultades. Los componentes básicosde las enseñanzas sobre relaciones internacionales—teoría clásica y contemporánea, institucionesinternacionales, guerra y paz, más conocimientosde historia internacional y derecho internacional—pueden proporcionar una formación, en sus pro-pios términos, tan rigurosa e informativa como lade cualquier otra ciencia social. Pero la obsesiónpor las ideas contemporáneas y una depreciación

de la historia, intelectual y política, han hechoinclinarse la balanza en contra de esta preocupa-ción por la educación de la mente. Del mismomodo, en el ámbito de la propia teoría, el panora-ma es muy desigual. La teoría clásica conservacierto predominio en el campo académico y enciertos aspectos está provocando una respuesta:parece que el final de la Guerra Fría ha sido buenopara indagar en cuestiones fundamentales, sobretodo en el campo de los aspectos éticos en lasrelaciones internacionales (derechos humanos,obligación, ética transnacional, justicia).7

Además, se están desarrollando teorías en algunas

Las Relaciones Internacionales y sus debates

1. Realismo

E.H. Carr, Hans Morgenthau, John Mearsheimer

2. Neorrealismo

Kenneth Waltz, Robert Gilpin, Steven Krasner

3. Escuela Inglesa

Martin Wight, Hedley Bull, Geoffrey Stern, Barry

Buzan

4. Interdependencia y transnacionalismo

James Rosenau, Robert Keohane, Joseph Nye

5. Conductismo I: Análisis de la política exterior

Christopher Hill, Graham Allison, Margot Light

6. Conductismo II: Sociedad mundial

John Burton, Michael Banks, John Vasquez

7. Economía política internacional

Karl Polanyi, Susan Strange, Joan Spero, Robert

Baldwin

8. Teoría de la Elección Racional

Robert Axelrod, Helen Milner, Bruce Bueno de

Mesquita

9. Enfoque matemático/ “científico”

Michael Nicholson, J. David Singer, Morton

Kaplan

10. Sociología I: Sociología histórica

Michael Mann, Theda Skocpol, John Hall

11. Sociología II: Constructivismo

Alexander Wendt, Friedrich Kratochwil, John

Ruggie, Michael Barnett

12. Feminismo

Cynthia Enloe, Jill Steans, Anne Tickner

13. Materialismo histórico

Immanuel Wallerstein, Robert Cox, Giovanni

Arrighi, Justin Rosenberg

14. Postmodernismo

James Der Derian, Richard Ashley, Rob Walker

15. Historia

Fernand Braudel, Michael Howard, Eric

Hobsbawm, John Gaddis

Tabla 1Teoría contemporánea de las Relaciones Internacionales: una selectiva hoja de ruta

7 Entre una lista de obras muy extensa cabe destacar Thompson, Janna: Justice and World Order, A Philosophical Inquiry, Routledge,Londres, 1992; Beitz, Charles: Political Theory and International Relations, Princeton University Press, Princeton, 1979; O’Neill,Onora: Faces of Hunger, Allen & Unwin, Londres, 1986; Brown, Chris: International Relations Theory: New Normative Approaches,Harvester Wheatsheaf, Hemel Hempstead, 1992; Nardin, Terry: Law, morality and the Relations of States, Princeton UniversityPress, Princeton, 1983 (traducido al español: La ley y la moral en las relaciones entre los Estados, EDAMEX, México, 1985).

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áreas nuevas y creativas: el número creciente deinvestigaciones de la intersección de la políticacon la economía, una reactivación de la “economíapolítica internacional”, es una de ellas;8 el reco-nocimiento, largo tiempo aplazado, de la impor-tancia de las cuestiones relativas al género en elcampo de las relaciones internacionales es otra;9

la investigación de cómo las formas de interacciónestatal e interestatal han cambiado con el tiempo,y de la intersección de éstas con los cambiosnacionales, es una tercera.10

Pero junto con estos cambios creativos cabeobservar otras tendencias que podrían hacer de-saparecer estas novedades positivas, confundir alestudiante y ofuscar al teórico. Una es lo quecabría denominar, en términos generales, “cienti-fismo”, la aplicación a las ciencias sociales de unmodelo de análisis “científico” que está fuera delugar para las ciencias sociales y que podría serirrelevante asimismo para gran parte de las cien-cias naturales. Si los políticos aceptan las ideas deunos economistas fallecidos hace tiempo, pareceque los autores de textos sobre relaciones interna-cionales hacen lo mismo con las ideas de unos filó-sofos de las ciencias sociales fallecidos hace tiem-po, autores de principios del siglo XIX, para quie-nes lo científico equivale a algo cuantificable, pre-

decible, regular. La historia es irrelevante paraeste tipo de investigaciones, salvo cuando propor-ciona un conjunto amplio de datos. Se dedicanenormes esfuerzos, y cantidades de dinero, a pro-yectos que, desde un punto de vista metodológico,son una completa pérdida de tiempo: correlacio-nar las causas de la guerra o la ruptura de alian-zas, o el aumento del nacionalismo. Este cientifis-mo es especialmente potente en el país que domi-na el estudio de las relaciones internacionales,Estados Unidos. Desde la revolución conductista dela década de 1950 hasta el actual predominio de lateoría de la elección racional, las ciencias socialesestadounidenses están dominadas por estas meto-dologías, para perjuicio de Estados Unidos y tam-bién, y en exceso, del resto del mundo.11 Ademásde la banalización general de gran parte del tra-bajo académico en Estados Unidos, esto tambiénha confirmado la distancia cultural, histórica eintelectual que separa los enfoques dominantes aambos lados del Atlántico. Resulta irónico que ladisciplina dedicada al estudio de las tendenciasinternacionales y globales sea cada vez más vícti-ma de lo que cabría denominar esferas de influen-cia intelectuales.12

Otra tendencia destacada en la teoría de lasRelaciones Internacionales es la que se denomina,

8 El renacimiento de la “economía política internacional” refleja la convergencia de dos tendencias, inicialmente distintas: por unaparte, una preocupación nacida de la frustración tanto con la política como con la economía ortodoxas en la separación en lateoría de dos campos estrechamente interrelacionados en la realidad; y por otra, la aplicación a las relaciones internacionales delas teorías marxistas de las relaciones entre Estados y Norte-Sur. Las obras de Gilpin, Robert: The Political Economy ofInternational Relations, Princeton University Press, Princeton, 1987 (traducción al español: La economía política de las relacionesinternacionales, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1990) y Strange, Susan: States and Markets: An Introduction toInternational Political Economy, Frances Pinter, Londres, 1988, son ejemplos de la primera; la de Gill, Stephen: AmericanHegemony and the Trilateral Commission, Cambridge University Press, Cambridge, 1992 y la de Van der Pijl, Kaes: The Making ofan Atlantic Ruling Class, Verso, Londres, 1984, de la segunda.

9 Entre una extensa lista de obras, véanse Peterson, V. Spike y Runyan, Anne Sisson: Global Gender Issues, Westview Press, Oxford,1993; Zalewski, Marysia: “Well, what is the feminist perspective on Bosnia”, International Affairs, vol. 71, nº 2, abril de 1995;Grant, Rebecca y Newland, Kathleen (eds.): Gender and International Relations, Open University Press, Milton Keynes, 1991.

10 Rosenberg, Justin: The Empire of Civil Society, Verso, Londres, 1994; Little, Richard: “International relations and large-scale his-torical change”, en Groom y Light (eds.): Contemporary International Relations, Pinter Publishers, Londres/Nueva York, 1994.

11 Como expresó de forma característica Susan Strange en su discurso presidencial ante la Convención de la Chicago InternationalStudies Association: “Quienes imitan a los economistas sólo tendrían excusa si los resultados de estos préstamos fueran significa-tivamente mejores que los juicios cualitativos de situaciones sumamente complejas y dinámicas basados en análisis comparativosrealizados en el tiempo y el espacio y en diferentes sectores de actividad económica. El mero hecho de que los economistas llevendisfrutando durante la mayor parte de este siglo de la reputación del todo inmerecida de tener capacidad predictiva no es unabuena razón intelectual para intentar imitarlos.” Para una crítica de la aplicación de conceptos de racionalidad a las relacionesinternacionales, véase Richardson, James: “History Strikes Back: the State of International Relations Theory”, Australian Journalof Political Science, vol. 29, nº 1, 1994, pp. 179-87. Muchas de las críticas aplicables al cientifismo en las RelacionesInternacionales fueron formuladas hace tiempo en la clásica obra de Crick, Bernard: The American Science of Politics, Routledge& Kegan Paul, Londres, 1959.

12 Para una advertencia temprana al respecto, véase Holsti, Kal: The Dividing Discipline: Hegemony and Diversity in InternationalTheory, Allen & Unwin, Londres, 1987. En la década de 1960 hubo una batalla de metodologías entre el enfoque “cientifista” esta-dounidense, basado en la cuantificación y la predicción, y el enfoque “histórico” británico, basado en “juicios”: ninguno de losdos bandos salió muy airoso, y no se hizo ningún avance intelectual. Véase Knorr, Klaus y Rosenau, James (eds.): ContendingApproaches to International Politics, Princeton University Press, Princeton, 1969.

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en términos generales, “postmodernismo”.13 Estacorriente, floreciente en varias ramas de las cien-cias sociales, se originó con la rebelión filosóficageneralizada que tuvo lugar en Francia a partir dela década de 1960 contra las afirmaciones delmodernismo dominante, fuera racionalista ortodo-xo o marxista. Para el postmodernismo es la razónen sí la que hay que cuestionar, pues afirma laexistencia de una “gran narración” única, en lahistoria, o de un observador único y privilegiado.El postmodernismo acoge una multiplicidad depuntos de vista, niega las afirmaciones de la razóny celebra el relativismo en la ética. Algunos de susargumentos merecen atención: es correcto indicarlos lazos que unen lo que se dice y los intereses dela persona que lo dice; es creativo en las formas enlas que llama la atención sobre las funciones delsímbolo, el discurso y el significado en las relacio-nes internacionales; su sugerencia de múltiplesidentidades es importante. Pero, en las RelacionesInternacionales igual que en el resto de las cien-cias sociales, eso lleva con demasiada frecuencia ala confusión, a un aumento de afirmaciones sobreel discurso y a un relativismo a menudo paralítico.

Además, aplicar un buen criterio pasado de modapuede explicar muy poco. Atrapado con demasiadafrecuencia en el concepto verbal, en el debateartificioso sobre la variedad de lenguajes y signifi-cados, el postmodernismo es, al final, un callejónsin salida, la mayor parte de cuyas afirmacionesválidas se han hecho ya antes en otros lugares.14

Un tercer motivo de preocupación es el concer-niente a la relación indirecta y mediada de las dis-ciplinas, aunque inexorable, con el debate públi-co. Si influir en el debate público y darle forma yeducación política es también un criterio, cuandono el único, entonces hay que decir que el estudioacadémico de las relaciones internacionales hafracasado durante gran parte de su historia. Estoes cierto no sólo en el caso de los centros de estu-dios políticos, sino también del reconocimientomás general, o más bien su ausencia, de los puntosfuertes del enfoque académico y teórico en símismo. En las áreas pertinentes de la vida pública,la mayoría de los profesionales o el lector mediodel The Times Literary Supplement o de la NewYork Review of Books conocen las contribucionesde, digamos, el derecho o la economía, pero pocos

Las Relaciones Internacionales y sus debates

El cientifismo, que considera que lo científico ha de ser cuantificable y

predecible, ofusca al teórico de las relaciones internacionales

13 Estas teorías se estudian en dos artículos de Brown, Chris: “Critical theory and postmodernism in international relations”, enGroom, A.J. R. y Light, Margot (eds.): Contemporary International Relations: A Guide to Theory, Pinter Publishers, Londres, 1994y “Turtles All the Way Down’: Anti-Foundationalism, Critical Theory and International Relations”, Millennium, Journal ofInternational Studies, vol. 23, nº 2, verano de 1994. Aunque el propio Brown se declara contrario a erigir una única escuela depensamiento que pueda etiquetarse de “postmodernismo”, esta defensa no se sostiene: los autores presentados convencional-mente en este campo sí presentan, igual que cualquier escuela teórica, un conjunto de temas comunes y luchan batallas similares.Evitar las autorreferencias elogiosas no es una de las virtudes más evidentes del postmodernismo. Para un reciente artículo quesostiene la idea de un enfoque común, véase Cochran, Molly: “Postmodernism, ethics and international political theory”, Reviewof International Studies, vol. 21 nº 3, julio de 1995.

14 Quizá la mejor de las muchas réplicas que se han hecho a esta corriente y su “hipocondría metodológica” sea la obra de Gellner,Ernest: Postmodernism, Reason and Religión, Routledge, Londres, 1992 (traducido al español: Posmodernismo, Razón y Religión,Paidós, Barcelona, 1994). Una de las afirmaciones más habituales de hoy día es que tenemos que escuchar las voces hasta ahoramarginadas y “no occidentales” en las Relaciones Internacionales, y que los currículos convencionales de las universidades occi-dentales ignoran estas voces. Esto es algo que vale la pena señalar, pero con tres salvedades significativas: primero, no hay ningu-na razón para suponer que quienes hablan “en nombre de” el mundo no occidental, o de un país determinado del mismo, seanmás representativos de lo que piensan las personas, en general, de ese país; en segundo lugar, aunque escuchar estas voces noconlleva la aceptación automática de lo que dicen, hay mucha invocación falaz a lo indígena y a la teoría de la conspiración en loque pasa por análisis “no occidental”; en tercer lugar, el contenido de gran parte de lo que pasa por alternativo en el discursointernacional es, si se examina de cerca, ideas occidentales recicladas: Mao, Jomeini, Gandhi, por no mencionar a Castro yGuevara, lo confirman. Nada demuestra mejor estos tres puntos que el mismo concepto básico de rebelión antioccidental, es decir,el nacionalismo.

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creen que esto sea así en el ámbito de las rela-ciones internacionales. Para la mayoría de quie-nes se dedican a la política exterior, el mundoteórico de las relaciones internacionales es uncampo ajeno e irrelevante, cuando no, de hecho,uno de cuya existencia no saben nada. Despuésde más de una década enseñando RelacionesInternacionales en un departamento universita-rio, he llegado a la triste conclusión de que prác-ticamente todas las personas que uno se encuen-tra en el mundo, sea el académico u otro, creenque el estudio académico de las relaciones inter-nacionales es un subcampo de los comentarios denoticias. Es fácil achacar aquí la principal respon-sabilidad a lo complejo de la teoría: pero la teo-ría tiene que ser eliminada, forzosamente, de laaplicación práctica inmediata, en las RelacionesInternacionales igual que en la Economía o elDerecho. La disciplina no carece de debates defondo pertinentes. Lo que es más preocupante esque un uso indebido de la teoría, y de la distan-cia académica, y una autocomplacencia en refle-xiones de segunda categoría para generar textosque carecen de disciplina teórica o trascendenciapráctica, han sido agravados por una desconfian-za duradera dentro del mundo político inclusohacia las ideas y perspectivas teóricas más subal-ternas. El mundo de los asuntos internacionaleses un carnaval de embaucadores e ignorantes. Laprincipal función de una disciplina académica espermitir que el individuo se cuestione el sentidocomún: en el caso de las RelacionesInternacionales, esta parece una tarea aún másvana que en otros ámbitos.

El final de la Guerra Fría

A estos desafíos de la teoría se han sumado, en losúltimos años, los del propio mundo real y en con-

creto tres: el hundimiento del comunismo y susconsecuencias; la convicción cada vez mayor deque lo que hasta ahora era la base del análisis, elEstado-nación, se está debilitando o superando; ylas implicaciones para la teoría, y la postura ética,del aumento del terrorismo transnacional, asícomo la respuesta de Estados Unidos al mismo. Sibien ninguno de estos tres importantes cambiosinternacionales conlleva necesariamente, exami-nados más de cerca, las consecuencias que a vecesse les asocian, ofrecen desafíos significativos a lasideas establecidas.

La Guerra Fría fue, a primera vista, buena paralas relaciones internacionales: si el fracaso de laLiga de las Naciones y la II Guerra Mundial contri-buyeron en gran medida a establecer el “realis-mo” como el enfoque dominante de E.H. Carr,Raymond Aron y Martin Wight dentro del ámbitoacadémico, la Guerra Fría, un conflicto en el quetodas las sociedades parecían ensombrecidas porel peligro de la guerra nuclear entre Estados,reforzó sin duda la importancia de “lo internacio-nal” dentro de las universidades. Pero, en ciertosentido, la disciplina floreció no tanto por laGuerra Fría como por negar su cualidad caracte-rística, pues en el pensamiento realista la GuerraFría no era más que otro capítulo de la sombríahistoria de la rivalidad, la desconfianza, la perfi-dia de las grandes potencias, una continuación deun patrón histórico que se remontaba a Tucídidesy que, por tanto, no exigía en absoluto un análisisparticular. Se puede buscar en vano en los librosde texto y discusiones sobre las relaciones inter-nacionales habituales durante las décadas de 1950y 1960 un debate sobre qué era la Guerra Fríacomo tal. Con la excepción del subcampo de losestudios estratégicos, una actividad caracterizadamás por extrapolaciones falsas de una conductapresuntamente racional que por el conocimientode la historia, la disciplina permaneció más bien

El argumento de que la ciencia debe explicar, no predecir, es pertinente para las ciencias sociales

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silenciosa al respecto. Puesto que todo estaba enMaquiavelo, no había nada más que decir. Portanto, fue significativo que el hombre que, másque ningún otro, debería haber combinado uninterés académico por la materia con las implica-ciones prácticas terminase escribiendo un libro enel que se limitaba a reafirmar, si bien con elegan-cia, las verdades de la teoría del equilibrio depoderes.15

El repentino hundimiento del comunismo haplanteado diversas cuestiones prácticas que losestudiantes de Relaciones Internacionales debencomentar, entre ellas el nacionalismo, la migra-ción, la proliferación de armas, la secesión. Perohay otros desafíos también más teóricos. Uno deellos es el de la predicción: sin duda todos hemoshecho el ridículo al no ver lo que ocurriría en 1989y 1991. Una respuesta a esto es la que dan los his-toriadores, que alegan que estos sucesos handemostrado lo poco que se puede producir teori-zando y que deberíamos volver a la narrativa.16

Sin embargo, este es otro ejemplo de debate malformulado: aquí estamos, una vez más, atrapadosen una falsa idea de la ciencia. El argumento deque las ciencias sociales deben predecir, porque sino lo hacen no cumplen el criterio de “ciencia”,es infundado por partida doble. Por un lado, nohay ninguna razón por la que las ciencias socialesdeban imitar a las ciencias naturales en todos susaspectos. Por otro, las ciencias naturales en símismas se alejan cada vez más de la prueba de lapredicción y algunas de sus ramas (la biología evo-lutiva es el ejemplo más evidente) ni siquiera fin-gen hacerlo. El argumento de que la ciencia debeexplicar, no predecir, es pertinente a gran partede las ciencias sociales y naturales. Si algunasciencias sociales pueden predecir, como la demo-

grafía, por ejemplo, la mayoría ni deben ni pue-den hacerlo.17

Si la meta adecuada es la explicación y no lapredicción, entonces surge otro desafío más perti-nente: el de explicar por qué el sistema soviéticocayó cuando lo hizo. Obviamente, ninguna explica-ción puede ser puramente internacional, perotampoco puede hacer referencia sólo a lo que ocu-rre dentro de los países, ni siquiera dentro del paísdecisivo en toda la trama, la ex URSS. El fracasodel comunismo fue en diversos aspectos un fraca-so internacional: primero, el fracaso al no logrardifundirlo en todo el mundo y la pérdida de opti-mismo y legitimidad consiguientes; luego el fraca-so por no poder crear un sistema de alianzas efec-tivo para rivalizar con el de Occidente; después laerosión gradual, y cada vez más visible, de la com-petitividad, civil y militar, con Occidente. Al final,el comunismo se hundió no porque fracasara enningún sentido absoluto —sus pueblos no estaban,en general, ni en rebelión ni muriéndose de ham-bre— sino por la percepción de que no competía, yde que no tenía ninguna perspectiva a largo plazode competir con éxito, con Occidente. Una expli-cación de ese hundimiento tendría que estudiartanto la entropía general del sistema soviéticocomo las percepciones y decisiones de sus líderes,pero también la forma en que fue afectado pordiversos factores internacionales.

Fuera o no la Guerra Fría un tipo de conflictoparticular, muchos afirmarían ahora que con elhundimiento del comunismo el mundo está vol-viendo a una preguerra fría, cuando no a lasituación anterior a 1914. Mucho se ha escritosobre las formas en que el mundo ha retrocedidocon el final de la Guerra Fría, según un autor, almenos hasta la Edad Media. En algunos sentidos

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15 Kissinger, Henry: Diplomacy, Simon & Shuster, Londres, 1993. Traducido al español: Diplomacia, Ediciones B, Barcelona, 1996.16 Gaddis, John Lewis: “International Relations theory and the end of the Cold War”, International Security, vol. 17, nº 2, 1992-1993.

Yo he tratado el tema más exhaustivamente en Halliday, Fred: Rethinking International Relations, Macmillan, Londres, 1994, capí-tulos 8-10. (Edición en español: Halliday, Fred: Las relaciones internacionales en un mundo en transformación, Catarata, Madrid,2002).

17 La postura de que la tarea de las ciencias sociales es explicar se ha cuestionado desde otra postura, a saber, aquella que afirmaque las explicaciones como tales son imposibles, dada la participación del sujeto humano, y que por tanto debemos limitarnos acomprender. Este enfoque, conocido en términos generales como hermenéutica, podría sin embargo conllevar sus propios riesgos,al entregar cualquier afirmación de objetividad en una deferencia exagerada a la subjetividad de la interpretación. Para argu-mentos a favor véanse Smith, Steve y Hollis, Martin: Explaining and Understanding International Relations, Clarendon Press,Oxford, 1991, capítulo 4; Brown, Chris y Ainley, Kirsten: Understanding International Relations, tercera edición, PalgraveMacmillan, Basingstoke, 2005 y Wendt, Alexander: “The Agent-Structure Problem, in International Relations Theory”, InternationalOrganization, vol. 41, nº 3, verano de 1987. Una ironía de este enfoque es que el padre de la “comprensión” en las cienciassociales, Max Weber, fue, en cuanto a las Relaciones Internacionales, defensor de una racionalidad y una objetividad implacables.Puede que haya espacio para teorías comparables sobre, por ejemplo, los orígenes del nacionalismo o las causas de la guerra, peroesto podría tener poco que ver con la participación del teórico implicado en estas actividades.

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por lo menos, el hundimiento del comunismo, sino nos ha devuelto a una era anterior, además dereavivar reivindicaciones y símbolos históricos,ha suscitado de forma muy imperiosa varias cues-tiones clásicas en las relaciones internacionales.Una de ellas es la del derecho de las naciones ala autodeterminación y las condiciones en lasque la comunidad internacional reconoce estederecho: a pesar del compromiso contenido en laCarta de la ONU, el mapa del mundo se corres-ponde menos con cierta autodeterminación delos pueblos (ya existentes) y más con el acciden-te, el cansancio de la guerra y la capacidad delos Estados para crear naciones dentro de ellos.Una segunda cuestión clásica, y muy vigente, esla del conflicto entre dos grandes potencias:estamos en una situación en la que, por primeravez en un siglo, ni hay un conflicto militar entredos grandes potencias ni se está preparando uno,aunque no está claro si esta fase puede ser dura-dera. Hay quienes, basándose tanto en la histo-ria como en la lógica, dicen que esta abstenciónno puede durar y que las disputas sobre elcomercio y la influencia que ya estamos viendodesembocarán en la reactivación de una compe-tencia militar general y de los bloques.18

Doscientos años después de que se publicara unade las mejores obras teóricas sobre las relacionesinternacionales, las trece páginas de Kant sobreLa paz perpetua, ésta sigue siendo una cuestiónvital. Otros señalarían la capacidad de los

Estados democráticos desarrollados para gestio-nar sus diferencias sin recurrir a la guerra o a laamenaza de guerra.19 Aún es demasiado prontopara saber con certeza cuál de estas dos even-tualidades prevalecerá.

Debates sobre el Estado:globalización y derechosindividuales

Frente a las afirmaciones de que estamosregresando al pasado, otros dicen que estamos yaen un sistema internacional claramente nuevo,sobre todo debido a lo que se denomina “globali-zación”.20 Esto coincide con un mayor interés, porparte de los analistas de las relaciones internacio-nales, por la economía política y la sociología delas relaciones internacionales: por cómo la unidadpolítica, el Estado, interactúa con las estructurasde poder económico y con las tendencias sociales,incluidas las de la cultura, dentro de la comunidadmundial. Se alega a menudo el argumento a favorde la globalización: los cambios en el comercio,las finanzas, las comunicaciones, los medios decomunicación mundiales hacen que el Estado hayaperdido su poder de gestionar, y para aislar, a suspropias sociedades, al mismo tiempo que erosio-nan viejas identidades basadas en estos Estados-nación separados. Vivimos en un mundo de estruc-

El estado ha perdido el poder de gestionar sus propias sociedades, al mismo tiempo que se erosionan viejas identidades basadas en el estado-nación

18 Rosecrance, Richard: ‘”A New Concert of Powers?”, Foreign Affairs, primavera de 1992; Mearscheimer, John, “Back to the Future:Instability in Europe after the Cold War”, International Security , vol. 15, nº 1, verano de 1990; Harvey, Robert: The Return of theStrong, Macmillan, Londres, 1995. Otros pesimistas son Minc, Alain: Le nouveau Moyen Age, Gallimard, París, 1993 (traducido alespañol: La nueva Edad Media: el gran vacío ideológico, Temas de Hoy, Madrid, 1994) y Huntington, Samuel: “A Clash ofCivilisations?”, Foreign Affairs, verano de 1993.

19 Doyle, Michael: “Liberalism and world politics”, American Political Science Review, vol. 80, nº 4, diciembre de 1986; para argu-mentos en contra véase Cohen, Raymond: “Pacific Unions: A Reappraisal of the Theory that ‘Democracies Do Not Go to War withEach Other’”, Review of International Studies, vol. 20, nº 3, 1994.

20 Para discusiones representativas véanse Camilleri, Joseph y Falk, Jim: The End of Sovereignty?, Edward Elgar, Aldershot, 1992 ySklair, Leslie: Sociology of the Global System, Harvester Wheatsheaf, Hemel Hempstead, 1991.

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turas globales cada vez mayores, o de estructurastransnacionales, pero no relacionadas con elEstado, que escapan al control ortodoxo. Parte deesto podría ser benigno (el mercado del eurodó-lar) y parte no tanto (el narcotráfico). Estas ideasno son producto del final de la Guerra Fría, aun-que la terminación de ese conflicto las haya favo-recido: desde la década de 1970 al menos, cuan-do no desde la de 1840, se debate mucho el temade la “interdependencia”, con la sugerencia deque el creciente contacto entre países desarrolla-dos al menos reduce el riesgo de guerra, disminu-ye la importancia de las cuestiones militares yreduce el poder de los Estados. Sin embargo, losargumentos en contra no han perdido ningunafuerza: se exagera la novedad histórica de todoesto, pues los Estados comerciaban mayores por-centajes del PIB antes de la I Guerra Mundial queahora y la gente emigraba más de un siglo antes.Además, los Estados siguen conservando poderesconsiderables y están desarrollando otros nuevos,y no hay confundir el cambio hacia coaliciones deEstados, formales (UE) o informales (el BIS, elGrupo de los 7, etc.), con la disolución de losEstados. Por otro lado, a medida que se desarro-llan formas de globalización, la respuesta demuchos es no identificarse con nuevas estructurascosmopolitas, sino reafirmar sus propios interesese identidades. Además, los realistas salmodianque la construcción de vallas es parte necesariade la paz. Por tanto, cabe considerar que el argu-mento sobre la desaparición del Estado y sobre la“globalización” no ofrece una reafirmación con-sensuada de un nuevo sistema internacional, sinouna exploración de los procesos contradictoriosque conlleva esta globalización selectiva y diver-sas evaluaciones diferentes, analíticas y éticas, delo que implica.21

Las relaciones internacionales siempre hantenido una dimensión ética, sea en debates sobrela ética de la guerra, sobre los aciertos y erroresde la intervención o las reivindicaciones en con-flicto de los Estados y los derechos humanos. Nadaes más prescriptivo que el “interés nacional”,supuestamente objetivo y amoral. En los últimosaños hemos visto un reforzamiento de este interésético, como respuesta a varios factores convergen-tes: los derechos humanos, como una cuestiónlegal y filosófica, han adquirido mayor importanciaen el debate internacional en los últimos veinteaños. Además, la cuestión de la intervención hasido planteada nítidamente por varias crisis poste-riores a la Guerra Fría, sobre todo las de Irak,Somalia, Haití y la ex Yugoslavia. Estos debates sebasan en una contraposición de la moralidad de losEstados, según la cual son los Estados el principalreferente ético y la principal fuente de orden yjusticia, y una moralidad de los individuos, segúnla cual los Estados deben ceder a las reivindicacio-nes de los individuos y a las reivindicaciones implí-citas, igualitarias y redistributivas que surgen deestos individuos.22 Esta discusión se cruza ahoracon otra, más antigua pero ahora igualmente vehe-mente, sobre la base moral de la propia ética; undebate en el que los defensores de unos principiosuniversales, basados en la razón, son cada vez máscuestionados por quienes afirman que la ética sóloes inherente a grupos humanos específicos, acomunidades.23 Los debates Estado/individuocomunitario/universalista son conceptualmentedistintos, pero se superponen en parte: quienessostienen la primacía de los individuos tienden aapoyar el argumento de que hay reivindicacionesuniversalistas que trascienden cualquier entidadmás amplia, sea la nación, el Estado o la comuni-dad; quienes defienden los derechos de los Estados

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21 Entre numerosas críticas la primera, Waltz, Kenneth: “The Myth of national interdependence”, en Kindelberger, Charles (ed.): TheInternational Corporation, MIT Press, Cambridge, 1971 y una de las más recientes, Hist, Paul y Thompson, Grahame: “Globalizationand the future of the nation-state”, en Economy and Society, vol. 24, nº 3, agosto 1995, pp. 408-442. Al menos estos argumentosno deben dejar dudas sobre la afirmación de que algo llamado “soberanía” existió una vez y se está perdiendo ahora.

22 Para la crítica de la moralidad de los Estados, véase Thompson, Janna: Justice and World Order, A Philosophical Inquiry, Routledge,Londres, 1992 (ver notas 1 y 7 más arriba); Beitz, Charles: Political Theory and International Relations, Princeton University Press,Princeton, 1979; para argumentos en contra véanse Nardin, Terry: Law, morality and the Relations of States, Princeton UniversityPress, Princeton, 1983 (traducido al español: La ley y la moral en las relaciones entre los Estados, EDAMEX, México, 1985) y losargumentos siempre pertinentes de Bull, Hedley en The anarchical society : a study of order in world politics, McMillan Press,Basingstoke 1977, capítulos 10-14. (Edición en español: La sociedad anárquica. Un estudio sobre el orden en la política mundial,La Catarata, Madrid, 2005).

23 Véanse Waltzer, Michael: Spheres of Justice, A Defense of Pluralism and Equality, Basic Books, Nueva York, 1983, y MacIntyre,Alasdair: After virtue, Duckworth, Londres, 1981 (traducción al español: Tras la virtud, Crítrica, Barcelona, 1987) para declara-ciones de la postura comunitaria.

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bien podrían hacerlo basándose en principios uni-versalistas, pero en un mundo donde el nacionalis-mo y su supuesto correlato, la soberanía delEstado, se han convertido en principios tan gene-ralizados (universales), es difícil resistirse al recur-so de la “tradición” nacional y a reivindicacionesmorales enmarcadas en términos nacionales o“tradicionales”. Hay muchos gobiernos, y no todosson del Tercer Mundo, que lo han hecho.

El 11-S y la reconfiguracióndel orden mundial

Si el desmoronamiento de la Guerra Fría y el inexo-rable avance de la globalización fueron procesosque tardaron años, cuando no décadas, en de-sarrollarse, no parece que ése sea el caso de la ter-cera crisis importante de la política mundial que,en época reciente, plantea un desafío al analistaacadémico, al comentarista de política pública y afuncionarios por igual: a saber, la explosión en laescena internacional del terrorismo fundamentalis-ta islamista, personificado en los atentados contraManhattan del 11 de septiembre de 2001.

Como siempre, cada paradigma de las relacio-nes internacionales puede hacer, y normalmentehace, la afirmación de que este suceso y sus con-secuencias, como las invasiones estadounidensesde Afganistán y posteriormente de Irak, eranexplicables en su marco de referencia. Los realis-tas proclamaron que este ataque y la respuestaestadounidense personificaban la supremacía delEstado en las relaciones internacionales y de lascuestiones de seguridad tal como se entendían tra-dicionalmente. Por otra parte, el cambio de laatmósfera política patente en Estados Unidos ytambién en el mundo islámico, producido comoconsecuencia de estos sucesos, en el que las acti-tudes se alejaron de un compromiso con valores einstituciones universales, como la ONU y el dere-cho internacional, para ir hacia la reafirmación depreocupaciones más particularistas (los valoresestadounidenses, el islam) parecía confirmar unaperspectiva realista. Los liberales y quienes apo-yaban el derecho y las instituciones internaciona-les alegarían, por el contrario, que estos sucesosdemostraban aún más la necesidad de respetar laONU, las normas de intervención internacionales y,de hecho, el trato a los civiles, por ambos bandos,

y que sólo con una reafirmación más enérgica de lacooperación internacional, incluida la creación dealianzas, se podría hacer frente al desafío terroris-ta. Quienes en los años anteriores habían propug-nado teorías de la globalización y las desigualda-des que contenía se dieron prisa en atribuir elterrorismo a las desigualdades, de riqueza, podery respeto humano, inherentes al sistema, mientrasque la teoría del “choque de civilizaciones” pro-pugnada en 1993 parecía haber encontrado, en lossucesos del 11-S y la retórica sunní radical deOsama Bin Laden, su confirmación decisiva. Lospuntos de vista menos ortodoxos no fueron menoscapaces de explicar estos sucesos: para los marxis-tas, reflejaban otro capítulo de la contradicciónexistente del capitalismo avanzado y en desarro-llo, si bien uno en el que la ideología de los opri-midos había alcanzado un nuevo nivel de falsaconsciencia; para las feministas, la violencia de losvoluntarios suicidas islamistas reflejaba la educa-ción machista distorsionada recibida en las escue-las coránicas sólo para varones y su inducción almundo homoerótico de Al Qaeda; para los postmo-dernistas, los mismos medios con los que se lanzóel ataque, y la estructura descentralizada, nojerárquica, general del movimiento islamista eranun rechazo decisivo a las formas predominanteshasta la fecha de organización militar y política.En otras palabras: “todo sigue igual”.

Frente a otros sucesos mundiales importantes,sin embargo, puede que no sea adecuada la res-puesta basada en la imperturbabilidad, por nohablar de la aucomplacencia, teórica. Se cuestio-naron las teorías y los conceptos de las relacionesinternacionales en varios aspectos clave, igual quelas políticas de seguridad de los Estados, las fuer-zas policiales y los servicios de seguridad de todoel mundo. En primer lugar, estaban los propiosmilitantes islamistas y su ideología: si la explica-ción es la principal tarea del análisis académico,entonces surgía la cuestión de cómo explicar estossucesos, sea en función de la religión, factores cul-turales que atraviesan todas las fases de la histo-ria, el carácter dictatorial de ciertos Estadosmusulmanes o la historia internacional de OrienteMedio en el último siglo. Gran parte de los comen-tarios reflejaban no sólo inclinaciones y preferen-cias directamente nacionales o políticas, sino tam-bién preferencias teóricas sobre, por ejemplo, laimportancia del pasado lejano o de consideracio-

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nes culturales y religiosas inmutables en la expli-cación de la conducta política. Lo que muchos,especialmente en Estados Unidos, eran reacios aver era que los orígenes de este movimiento podí-an verse no en factores culturales y de civilizaciónatemporales, ni, como se dijo falsamente despuésen relación con Irak, en las acciones de determi-nados Estados “irresponsables” de la región, sinoque estaban en algo en lo que Estados Unidos y susaliados habían estado implicados durante la déca-da de 1980: a saber, la Guerra Fría y la moviliza-ción del radicalismo islamista por parte deOccidente contra la URSS. Esta modernidad delcontexto político estaba unida al hecho de que,analizándola más detenidamente, la ideología deAl Qaeda y las cuestiones que movilizaban amuchos varones jóvenes en todo el mundo islámi-co no eran productos de ninguna creencia religio-sa atemporal, sino que, en su esencia, eran moder-nas, radicales, populistas, del tipo de asuntos quehabía movilizado a muchas personas en todo elmundo: la ocupación extranjera de tierras consi-deradas propiedad del pueblo oprimido, la oposi-ción a gobiernos dictatoriales considerados clien-tes de potencias extranjeras, el rechazo a laexplotación de la riqueza popular y nacional porfuerzas económicas externas y el rechazo a laderrota y la humillación por parte de Estados occi-dentales. El lenguaje de expresión era islámico ylas formas de respuesta, injustificables; pero elcontexto en el que había surgido Al Qaeda, y elcontexto ideológico básico de su mensaje, eranmodernos. Los hechos y los informes por sí solos nopodían explicar esta cuestión; hacía falta una pre-cisión teórica y conceptual.

Un aspecto igualmente importante es el relati-vo al carácter “transnacional” o internacional delpropio movimiento islamista. El islam como reli-gión reivindica una lealtad, como el catolicismo,que trasciende y de hecho es anterior a las formasmodernas de nación y comunidad. Bin Laden y suscolegas radicales yihadistas también pudieron, enel Afganistán de la década de 1980 y más tarde,reclutar militantes en una gran diversidad de paí-ses musulmanes: entre sus filas había combatien-tes procedentes de Bosnia y Chechenia, Palestina eIndonesia, Yemen e Irak, así como de países occi-dentales. Del mismo modo, sus actividades y las delos grupos afiliados a ellos o inspirados por ellos,desde las primeras acciones identificables en

Nueva York en 1993 hasta los atentados de Madridde 2004 y Londres de 2005, afectaron a diversospaíses y continentes. Por último, parecía que lacomunidad musulmana o umma se estaba uniendoen una única causa política y militar con la conse-cuencia, entre otras, de que el “choque de civili-zaciones”, o un conflicto general, entre Occidentey el mundo islámico, era ahora una realidad.

Sin embargo, una combinación de conocimien-tos regionales y de precisión teórica podría ofre-cer algunas rectificaciones a esta visión. Era evi-dente, en primer lugar, que la gran mayoría de losmusulmanes rechazaba la militancia yihadista engeneral, aun cuando deseaba que su sociedad y susistema político fueran en cierto modo más “islá-micos”. En segundo lugar, es obvio que, aunqueestos grupos armados pudieran realizar ciertasacciones, no estaban en condiciones de desafiar acasi ninguno de los más de 50 Estados musulma-nes existentes ni de derrotar a ningún Estadooccidental. Lo que es más importante, un mínimode precisión en el uso de términos de las relacio-nes internacionales podría servir para demostrarque, aunque estos grupos eran en cierta medidacapaces de actuar en diferentes países, esto nolos hacía más “transnacionales”, del mismo modoque el hecho de que una empresa venda produc-tos, o tenga fábricas, en varios Estados no la con-vierte automáticamente en una empresa transna-cional. Con la caída de los talibanes en noviem-bre de 2001, los radicales sunníes perdieron elapoyo explícito de un Estado. Este hecho repre-sentó un importante revés para los yihadistas quedesde la década de 1980 habían gozado del mece-nazgo y la protección de una sucesión de Estados:Estados Unidos, Pakistán y Arabia Saudí hasta1989, Sudán desde 1990 hasta 1996 y Afganistándesde 1996 hasta 2001. Un análisis más minucio-so de la composición de los grupos armados impli-cados también mostraba que, aunque sí habíacierto transnacionalismo en el reclutamiento, esoestaba lejos de ser la característica predominan-te de los grupos militares islamistas: en la mayo-ría de los casos el reclutamiento y la acividadestaban claramente confinados dentro de un soloEstado, es decir, eran grupos “nacionales”(Hizbolá en el Líbano, Hamas y la Yihad Islámicaen Palestina, el GIA en Argelia), mientras quedentro de Al Qaeda, aunque los miembros ordina-rios procedían de numerosos países, la dirección

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era de origen saudí o egipcio. Otra prueba de lasupervivencia de los factores “nacionales” es elhecho de que entre los miembros ordinarios habíafrecuentes disputas entre diferentes grupos étni-cos.24

Los sucesos del 11-S, al igual que el final de laGuerra Fría y el avance de la globalización, susci-taron muchas otras cuestiones de importancia his-tórica, analítica y teórica. Entre ellas están, sinduda, la naturaleza del poder en el mundo moder-no, los determinantes de la política exterior esta-dounidense y el papel del miedo en las relacionesnacionales e internacionales. El 11-S también haobligado a todos los que trabajan sobre las rela-ciones internacionales a pensar con más claridad,y con más profundidad histórica, sobre el papel dela cultura en las relaciones internacionales, enten-dido como un estudio de cómo los valores cultura-les y religiosos afectan a las actitudes públicas yestatales hacia las relaciones internacionales, perotambién cómo las fuerzas y el marco internaciona-les influyen en las culturas nacionales, moldeán-dolas para sus fines contemporáneos e inexora-bles. Así es justamente como debería ser: apartedel desarrollo interno de la disciplina, y de lainfluencia de tendencias intelectuales contempo-ráneas más amplias, son estos sucesos mundialeslos que, pese a todo el miedo del “presentismo”,deben servir como materia prima y desafío dura-dero para las supuestas y posibles autocomplacen-cias de la teoría de las Relaciones Internacionales.

Temas viejos y nuevos

Si hasta la fecha el estudio de las RelacionesInternacionales ha tenido una trayectoria desigual,parece probable que en el futuro siga exhibiendopuntos fuertes y débiles comparables, tanto en los

temas que abarca como en los enfoques teóricos.Así, el ámbito de materias que son objeto de ladisciplina seguirá siendo probablemente amplio yquizá aumente incluso más. La economía políticainternacional, los estudios de seguridad, el nacio-nalismo… todos los indicios apuntan a que estaspreocupaciones establecidas seguirán siendoimportantes dentro y fuera de la universidad.25

Una cuestión que preocupó en gran medida a lacomunidad internacional en el periodo posterior alfinal de la Guerra Fría de principios de la décadade 1990 era el de la intervención, “humanitaria”en el sentido más estricto y política en un sentidomás amplio: el Kurdistán, Bosnia, Somalia yRuanda fueron sólo algunos de los casos másimportantes y es probable que, como tema derelevancia ética y política, continúe preocupando.Pero estos casos no han aclarado ni los principiosmorales, ni las directrices políticas, que siguenestando sometidos tanto a los caprichos de la polí-tica nacional en los principales Estados como acualquier cálculo de obligación. En un contextopost Guerra Fría, hay muchas razones para reexa-minar la materia original del tema, eso que erró-neamente se denomina “utopismo”. Si se ha aban-donado hace mucho la creencia ingenua de que elderecho internacional puede prevenir la guerra,otros dos aspectos de esa visión wilsoniana originaltienen una considerable relevancia contemporá-nea: la creación de instituciones de gobernanzaglobal y la relación de la democracia con la paz. Elprimero abarca no sólo las principales institucionesglobales —la ONU, el FMI, la OMC, etc.—, sino tam-bién un abanico de cuestiones, relativamente nue-vas, sobre tributación, regulación y gestión. Elsegundo, un tema clásico reavivado en gran medi-da con la desaparición del comunismo, tienenumerosas implicaciones, políticas y teóricas, parael estudio de las relaciones internacionales.26

24 Gerges, Fawaz: The Far Enemy. How Jihad Went Global. Cambridge University Press, Cambridge, 2005; Halliday, Fred: Two Hoursthat Shook the World, Saqi, London, 2001; Kepel, Gilles: Jihad. The Trail of Political Islam I.B.Tauris, Londres, 2002 (traducidaal español como: La yihad. Expansión y declive del islamismo, Península, Barcelona, 2001).

25 Para una perspectiva general del programa que tienen ante sí las Relaciones Internacionales, véanse las propuestas del directorentrante de International Organization (Odell 1992). Bajo el título de “Temas tradicionales y oportunidades prometedoras” enu-meraba: teorías generales de las relaciones internacionales y política exterior; economía política; guerra, paz y seguridad; insti-tuciones; negociación; ideas políticas. También daba la bienvenida a los trabajos sobre la relación nacional-internacional, elnacionalismo y la historia.

26 Doyle, Michael: “Liberalism and world politics”, American Political Science Review, vol. 80, nº 4, diciembre de 1986; Fukuyama,Francis: The End of History and the Last Man, Hamish Hamilton, Londres, 1992 (traducido al español: El final de la historia y elultimo hombre, Planeta, Barcelona, 1992); Halliday, Fred: Rethinking International Relations, Macmillan, Londres, 1994 (ediciónen español: Las relaciones internacionales en un mundo en transformación, Catarata, Madrid, 2002).

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Desde la posición ventajosa de mediados de ladécada de 2000, parece probable que otras cues-tiones adquieran importancia, como consecuenciade cambios en el sistema internacional más que decambios concretos que acompañan el final de laGuerra Fría. La ecología, la migración y las comu-nicaciones constituyen tres de ellas: todas identi-fican cuestiones transnacionales que van más alláde la competencia o el dominio de Estados indivi-duales y todas conllevan cuestiones políticas y éti-cas. Fukuyama ha afirmado que la revolución encurso en las ciencias de la vida, que prometen unalongevidad hasta ahora inconcebible a quienestengan los recursos para ello, constituiría unarevolución en los asuntos sociales sin parangón.Además de reconocer su importancia, estos temastambién merecen atención por la misma compleji-dad de las cuestiones analíticas y morales queimplican: no hay una respuesta sencilla a la pre-gunta de cómo han afectado estos procesos alpapel de los Estados y a la separación de las socie-dades, como no la hay para las opciones morales y,por tanto, políticas que ofrecen estos fenómenos.

No es difícil hacer una lista pesimista de cues-tiones protagonistas del mundo actual:27 el terro-rismo nuclear y de baja intensidad, las guerrasentre democracias, la fragmentación y ruptura debloques comerciales, la destrucción ecológica delos Estados, las movilizaciones transnacionales decomunidades religiosas. Sin embargo, tambiénpodría haber cuestiones que no son evidentes hoy,pero que adquirirán importancia en las próximasdécadas. Dos temas que están en el horizonte demediados de la década de 2000 y que podríancobrar una importancia mucho mayor son la “civi-lización” y la demografía: ambas fueron, natural-mente, elementos centrales de las relacionesentre los Estados en siglos anteriores y ahora hanvuelto a surgir, después de cierto desplazamientotemporal. Ninguna de las dos ha abandonadonunca la ideología, la percepción popular vivida,de los asuntos internacionales. La “civilización”,aunque se la considera en general como una reli-gión, una etnia y unos valores nacionales distinti-vos englobadores, no es sólo un asunto de creenciay valor, sino también de organización y actuación

económicas, es decir, de competición. En cuanto ala percepción, la conducta interestatal y la actua-ción económica, la cuestión de las “civilizaciones”podría adquirir un lugar central en el discursopúblico y en la reflexión académica. La cuestiónde la demografía es quizá el desafío más impor-tante que afronta el mundo contemporáneo, aun-que una buena parte de la literatura sobre ecolo-gía la elude y en gran parte del Tercer Mundo sepercibe como elemento de alguna conspiración“del Norte”. Dos de las clases dirigentes religiosasmás poderosas, la del catolicismo y la del islam,también niegan su importancia. Como cualquierotra cuestión contemporánea, la demografía incor-pora asuntos del poder estatal, de diversidadmoral y de consecuencias transnacionales.

El futuro: perspectivasteóricas

En el plano teórico, parece poco probable que ladisciplina logre una unidad metodológica como latuvo en un tiempo, y probablemente no seríadeseable que lo lograra. En esto, las RelacionesInternacionales reproducen en cierto modo ladiversificación y la fragmentación que caracterizaa otras disciplinas, sobre todo la Sociología, laGeografía y la Historia. Aunque el principio de que“todo vale” es peligroso, es deseable una situa-ción de pluralismo teórico siempre que cada unade las teorías genere una agenda de investigaciónque desemboque en un análisis sustancial. El rea-lismo no puede recuperar el monopolio que tuvouna vez, pero tampoco va a desaparecer: los vie-jos paradigmas nunca mueren, simplementesiguen marchando, y el realismo no será unaexcepción.

Esto no debe impedir que otros enfoques teóri-cos produzcan sus propias agendas y análisis alter-nativos. Dos de las áreas potencialmente más fruc-tíferas son la sociología histórica y el feminismo.La primera, que abarca tanto la obra de los auto-res weberianos como la de los marxistas, ofrece laoportunidad de abordar algunas de las cuestionesmás complejas y menos investigadas en las

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27 Encontramos esta lista en la obra de Kaplan, Robert: The Ends of the Hearth, Alfred Knopf, Nueva York, 1996 en Harvey, Robert:The Return of the Strong, Macmillan, Londres, 1995 y en Minc, Alain: Le nouveau Moyen Age, Gallimard, París, 1993 (traducido alespañol: La nueva Edad Media: el gran vacío ideológico, Temas de Hoy, Madrid, 1994).

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Relaciones Internacionales: el nexo entre sociedadnacional y las relaciones internacionales, el papelde la cultura al influir y determinar el sistema y laperiodización histórica del sistema internacional.El vínculo nacional-internacional, además de suimportancia intrínseca, es una cuestión a través dela cual las Relaciones Internacionales pueden de-sarrollar su relación con otras áreas de las cienciassociales, incluso estudiando la evolución delEstado y examinando patrones de interacción endiferentes periodos de la historia. De hecho, unavez que se considera el Estado no una abstracciónlegal, sino una entidad política y social, es posibleuna reorientación del tema.28 Acerca del papel dela cultura, hay mucha especulación sobre cómo lascomunicaciones internacionales, por satélite,cable y fax, han derribado barreras entre Estadosy sociedades. En esta idea subyace otra afirmaciónsobre el papel de la cultura en la constitución desistemas de influencia y dominación. Lo menos quecabe decir es que estas afirmaciones exigen unaevaluación cuidadosa y comparativa. La tercera deestas cuestiones, la periodización de la historia delsistema, nos permite examinar hasta qué punto loscambios en la sociedad, y sobre todo la llegada dela “modernidad”, han reestructurado el sistemainternacional.29 Las tres cuestiones lindan con elasunto, suprimido con frecuencia en la disciplinatradicional de las Relaciones Internacionales,tanto por parte del realismo como por parte delconductismo, de la evolución histórica del Estadoy la alteración de sus poderes y su carácter.

Por su parte, el feminismo ya ha demostradocómo una serie de cuestiones consideradas con-vencionalmente neutrales en cuanto al género tie-nen en realidad un carácter de género: la seguri-dad, el interés nacional, los derechos humanos, laguerra, el nacionalismo. En tal sentido, suscita unareconceptualización general de gran parte de lasRelaciones Internacionales, vinculada al desarrollode otros enfoques críticos. Pero del mismo modo,la participación del feminismo en lo internacionalsugiere una serie de cuestiones sobre las que lapropia perspectiva feminista, centrada hasta

ahora en dimensiones individuales y sociales,podría verse afectada por este contexto: la cons-titución internacional de las economías, imágenesde género, prácticas sociales, posibilidades lega-les. El encuentro del feminismo con lo internacio-nal, tanto como el encuentro de la sociología,también plantea cuestiones a ambos cuerpos depensamiento: las mismas complejidades, analíti-cas y éticas, de las cuestiones internacionalesimponen la aclaración y el desarrollo de enfoquesfeministas. El feminismo tampoco ha sido inmunea las distorsiones del postmodernismo: en sus orí-genes, socialistas y liberales, basados en princi-pios racionalistas de la Ilustración, su impacto enla disciplina se ha visto reducido por esta asocia-ción divisiva con interpretaciones inconsistentes,antipositivistas y potencialmente antiemancipato-rias.30 La presunción, predominante durante granparte del postmodernismo, de que sólo éste ofre-ce un medio de examinar estructuras de domina-ción y dar voz a los oprimidos, se reproduce en elanálisis de las relaciones de género. Como handemostrado las críticas feministas del postmoder-nismo, el riesgo es el de automarginarse, disfra-zado a menudo como principio: con demasiadafrecuencia prevalece la introversión metodológicaa expensas de la crítica ética o del análisis sus-tantivo.

Expectativas

Sobre este telón de fondo, cualquier previsiónsobre a dónde va la disciplina en el próximo cuar-to de siglo debe formularse con gran cautela ydebe reconocer el papel de las tres dimensionesformativas sobre el tema: la evolución de la propiadisciplina, los cambios en las demás ciencias socia-les y la trayectoria de la historia mundial. Dichoesto, algunos temas clásicos y pesimistas parecenabocados a permanecer con gran firmeza en laagenda: la guerra, la violencia no estatal, el nacio-nalismo y el conflicto comercial. Otros atraerán laatención de quienes están en el extremo político:

28 Little, Richard: “International relations and large-scale historical change”, en Groom y Light (eds.): Contemporary InternationalRelations, Pinter Publishers, Londres/Nueva York, 1994.

29 Rosenberg, Justin: The Empire of Civil Society, Verso, Londres, 1994.30 Molyneux, Maxine y Steinberg, Deborah: “Mies and Shiva’s Ecofeminism : a New Testament?”, en Feminist Review nº 49, prima-

vera, 1995 (traducido al español como “El ecofeminismo de Shiva y Mies: ¿regreso al futuro?”, en Ecología Política, nº 8, 1995);Nussbaum, Martha: “The Hip Defeatism of Judith Butler”, New Republic, vol. 22, nº 2, 1999.

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la migración, el terrorismo, la proliferación nucle-ar. Como ya se ha sugerido, una cuestión dominan-te que quedó al final de la Guerra Fría, la de lasperspectivas para la colaboración pacífica entrelos principales Estados, permite tanto una inter-pretación pesimista como una optimista. Podemosprever un futuro dominado por nuevas carreras dearmas y la competición por las esferas de influen-cia, con universidades en un par de décadas, omenos, ofreciendo programas de máster sobre laruptura de los bloques comerciales y la remilitari-zación de las sociedades desarrolladas.Alternativamente, podríamos ver la consolidacióny expansión de la región de Estados desarrolladosy desmilitarizados, la zona de paz o “interiorlockeano”, donde los antiguos patrones de con-ducta competitiva entre los Estados ceden antenuevas formas de cooperación.31 Incluso si preva-lece lo segundo en una parte del mundo, quedaríapor ver cómo llevar las relaciones con las demásregiones, presumiblemente no lockeanas: seguiría-mos estando muy lejos de la situación que FrancisFukuyama, citando a Kojeve, calificaría de “reali-neamiento de las provincias”.32 Es especialmentepertinente aquí la cuestión que los autores marxis-tas y “estructuralistas” han incluido en la agendacomo la más importante: la continuidad de la exis-tencia de desigualdades económicas en un mundode prosperidad creciente para algunos.

Si bien la tarea del estudio académico de lasrelaciones internacionales no es prever estos suce-sos, sí puede, en mejor o peor medida, responder

a estas transformaciones en el sistema internacio-nal y a las perspectivas cambiantes de las propiasciencias sociales. Aquí hay cuatro directrices gene-rales que podrían servir para orientar la disciplinay cumplir los criterios que se han señalado antes.33

En primer lugar, la disciplina de RelacionesInternacionales no debería perder de vista elrequisito de ser sustantiva, es decir, que aunque lateoría es un requisito previo, puesto que loshechos por sí mismos carecen de significado, debeproducir teorías que puedan analizar procesos his-tóricos y cuestiones específicas dentro de ellos:una búsqueda de metodología por sí misma, divor-ciada del análisis de sucesos reales o históricos,servirá de poco, salvo para aislar aún más el temadel público en general. Para evitar este escollo, lateoría haría bien en cumplir un segundo desiderá-tum: los autores sobre Relaciones Internacionalesdeberían ser más conscientes de, y los estudiantesser más versados en, la filosofía de las cienciassociales en general. Parte de la reivindicación deser capaz de formar la mente se basa en la medi-da en que las Relaciones Internacionales comotema de estudio puedan servir para educar a losestudiantes en las cuestiones de método —hecho yvalor, explicación y generalización, causas— comu-nes a las ciencias sociales: un excepcionalismoartificial, por el que las cuestiones de metodologíade las ciencias sociales se debaten como si fuerancaracterísticos de la materia, no sirve ni a la ense-ñanza ni a la precisión metodológica. En tercerlugar, la materia necesita mantener, y de hecho

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31 Singer, Max y Wildavsky, Aaron: The Real World Order: Zones of Peace/Zones of Turmoil, Chatham House, Chantam,1993.32 Fukuyama, Francis: The End of History and the Last Man, Hamish Hamilton, Londres, 1992 (traducido al español: El final de la his-

toria y el ultimo hombre, Planeta, Barcelona, 1992). Entre los numerosos textos que tratan de Fukuyama, dos son de interés espe-cial: Lutz Niethammer, Posthistoire, Has History Come to an End?, Verso, Londres, 1992; y Perry Anderson, “The End of History”,en A Zone of Engagement, Verso, Londres, 1992.

33 Una agenda que en cierto modo es paralela a ésta, y que trata de unir las Relaciones Internacionales con conceptos generales deteoría social, es la de Rosenberg, Justin: “The International Imagination: IR Theory and ‘Classic Social Analysis’”, en Millennium,vol. 23, nº 1, primavera de 1994.

El terrorismo, la migración, la guerra de los conflictos comerciales y

la proliferación nuclearcentrarán la agenda de

las relaciones internacionales

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desarrollar, su relación con la Historia: quizádemasiado preocupada por distanciarse de la his-toria diplomática de la que surgió originalmente,las Relaciones Internacionales necesitan ahora unvínculo más comprometido con la Historia. Unabase de este tipo es un requisito previo para unateorización adecuada en Relaciones Interna-cionales. Del mismo modo, un estudio atento de laHistoria podría servir, paradójicamente, para res-catar las Relaciones Internacionales de la afirma-ción de continuidades transhistóricas donde no lashay. Si uno de los cambios más interesantes en lasRelaciones Internacionales es el examen de cómoel sistema internacional no ha sido continuamenteel mismo desde las guerras del Peloponeso, losargumentos a favor o en contra de esto sólo pue-den hacerse por medio de un estudio crítico de lapropia historia. Lo mismo se aplica, a fortiori, alos argumentos sobre cómo son los patrones “nue-vos” o perennes de las relaciones contemporáneasentre Estados.

Por último, la disciplina puede reforzar la ten-dencia ya evidente hacia el examen de las cues-tiones éticas en las relaciones internacionales. Siuna de las características más sorprendentes deldebate público contemporáneo, y también delacadémico, es el énfasis en estas cuestiones éti-cas, sorprende igualmente cómo estos debatescarecen normalmente de profundidad histórica ode precisión teórica: casi todos los comentariossobre, por ejemplo, el enfrentamiento Irak-Estados Unidos en Kuwait (1990-1991) o la crisisbosnia (1992-1995) se hicieron con una aparenteconciencia histórica, como en la invocación del“apaciguamiento”. Pero el debate sobre cuestio-nes morales —cuándo y cómo intervenir, si se debeaceptar un mal para prevenir otro, nuestra obliga-ción de ayudar a otros pueblos— se viene realizan-do en un discurso moral desprovisto de dimensiónhistórica. Esto no quiere decir, por supuesto, queesta dimensión proporcionaría las respuestas atodos los dilemas morales; sin embargo, serviríapara informar e iluminar el debate público y afinarlas decisiones que tienen que tomar políticos yvotantes. Aquí, acertadamente, los mundos de lateoría clásica y del debate político público podríanencontrarse en una interacción creativa. Sin dudaparece, sobre la base de los últimos tres cuartosde siglo, y no menos en esta época de tanta con-fusión en las esferas internacional e intelectual,

que se necesitan mutuamente más que nunca. LasRelaciones Internacionales existen como asignatu-ra académica, siguiendo a Dahrendorf, debido, enparte, a la permanente tensión con el mundo de lahistoria y los sucesos. A esta motivación, la fuentemás duradera de insatisfacción, hay que darle labienvenida sobre todas las demás.

La autonomía de lasRelaciones Internacionales

La disciplina de Relaciones Internacionales, parapoder hacer frente a los desafíos académicos e his-tóricos que tiene ante sí, ha de producir un traba-jo que cumpla los criterios de la teoría de las cien-cias sociales, y al mismo tiempo ayude en la dobletarea de cualquier ciencia social que se enfrente aella, a saber, la de explicar sucesos y procesos, yla de aclarar los debates normativos. El cumpli-miento de estas tareas avanzaría mucho si los pro-fesionales prestaran el debido respeto a las formasde actividad intelectual afines a la labor de lasrelaciones internacionales, a saber, una buenacomprensión de la historia y un reconocimiento deque las bases de los debates se sitúan en el inte-rior de la filosofía de las ciencias sociales en gene-ral. Pero la labor de las relaciones internacionalestambién exige que otros científicos sociales y quie-nes intervienen en la política pública reconozcanel propio campo específico de estudio de lasRelaciones Internacionales, sus conceptos, teoríasy metas; es decir, su autonomía frente a las demásciencias sociales e igualmente frente al debatepúblico y político.

La disciplina de Relaciones Internacionales nopuede ser una herramienta de políticos, periodis-tas, analistas del mercado o espías, o estar impul-sada por sus prioridades y metodologías. Tampocoes un apéndice de las ciencias sociales con unenfoque “nacional” o de “sistema delimitado”, seadentro de la historia, la política, el derecho o laeconomía: lo internacional no es, como se suelepresentar, algo residual o añadido a otras formasde investigación, como el último grupo minoritarioal que se le pide que sume sus opiniones resumidasa una investigación más general, nacional o esta-tista. Para que la teoría de las RelacionesInternacionales haga su tarea y participe en elmundo en general de otras ciencias sociales y en el

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debate público, esta autonomía disciplinaria debeser reconocida, respetada y preservada. Entoncesla ciencia de las Relaciones Internacionales podrádesempeñar un papel adecuado, reuniendo trescondiciones que cualquier ciencia social necesitapara establecer y promover esa autonomía e inte-gridad: primero, debe hacer bien su propio traba-jo y no caer presa de la moda metodológica y lainversión epistemológica; en segundo lugar, aque-llos con los que interactúe deben respetar esaautonomía, como la disciplina de las RelacionesInternacionales debe respetar la suya, sea acadé-mica o no; y por último, las RelacionesInternacionales y sus interlocutores lejanos y cer-canos, todos, deben conservar cierto grado deduda estratégica sobre sí misma y aceptar quepara muchas cuestiones, algunas clásicas, otrassuscitadas por sucesos o tendencias intelectualesrecientes, no tenemos todavía, ninguno de nos-otros, respuestas claras. La autonomía teórica, elrespeto mutuo y un mínimo continuo de modestia,duda e investigación intelectual son los requisitosesenciales para el estudio saludable de lo interna-cional, como de muchas otras cosas del mundomoderno.

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Títulos ya publicados

La democracia cosmopolita: una respuesta a las críticasDaniele Archibugi

Estados frágiles: soberanía, desarrollo y conflicto Susan L. Woodward y Mark B. Taylor

El terrorismo internacional: causas e implicacionesestrátegicas Laurence Thieux

Terrorismo y democracia: España y los atentados del 11-MMabel González Bustelo

La prevención de conflictos violentos: tareas y desafíospara Naciones Unidas Barnett R. Rubin

Consolidación de la paz, consolidación del estado: construirsoberanía para la seguridad Barnett R. Rubin

Perspectivas para la paz en Colombia: la respuesta a lapolítica de Uribe Daniel García-Peña Jaramillo

La ley de Justicia y Paz en Colombia a la luz del DerechoInternacional de los derechos humanos Hernando Valencia Villa

Estados Unidos y su guerra contra el terrorismo cuatro añosdespués: un repasoRobert Matthews

Descentralización y construcción de una paz sostenible enMozambiqueEduardo J. Sitoe y Carolina Hunguana

El papel del desarrollo rural en la consolidación de la paz. Elcaso de AfganistánOmar Zakhilwal y Jane Murphy Thomas

El fracaso de la consolidación de la paz y la relación entreseguridad y buen gobierno: El caso de Palestina, 1993-2005Omar Zakhilwal y Jane Murphy Thomas

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