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Política y Sociedad ISSN: 1130-8001 Vol. 52, Núm. 1 (2015): 125-152 http://dx.doi.org/10.5209/rev_POSO.2015.v1.n52.45431 125 Las Políticas culturales de proximidad en el paradigma de la ciudad creativa: el caso del programa de centros cívicos en la ciudad de Barcelona María Victoria SÁNCHEZ BELANDO Universidad de Barcelona [email protected] Recibido: 29-05-2014 Aceptado: 18-02-2015 Resumen Desde nes de los años`80 las ciudades experimentan un giro creativista. El concepto de crea- tividad, aparece como una fuerza conguradora de las políticas económicas, sociales, culturales y urbanísticas en el contexto del post-fordismo. En Barcelona, el paradigma de la ciudad creati- va inuyó profundamente al denominado Modelo Barcelona. La difusión del paradigma en el contexto europeo y su relación con el giro neoliberal de las ciudades desde los años 80 ha sido extensamente analizada, sin embargo el impacto de esta orientación en las políticas culturales de proximidad, consideradas como el resultado de la interacción entre gobierno local y actores sociales, es un terreno por explorar. El objetivo de este artículo es mostrar, en el caso de la ciu- dad de Barcelona, las contradicciones y décits generados por el impacto del paradigma de la creatividad y del giro emprendedor de la ciudad en las políticas culturales de proximidad, con- siderando la dimensión participativa y los objetivos de profundización democrática atribuidos a estas políticas en su génesis. Para esto, examinamos la génesis, evolución y cambios de una política emblemática de la agenda socialdemócrata -el Programa de Centros Cívicos-, inscri- biendo el análisis en el modelo de ciudad, el proceso de descentralización municipal y el papel de actores sociales clave como las asociaciones de vecinos durante estos 35 años de democracia. Palabras clave: Proximidad, descentralización municipal, participación, creatividad, neoliberalismo.

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Las Políticas culturales de proximidaden el paradigma de la ciudad creativa:

el caso del programa de centros cívicosen la ciudad de Barcelona

María Victoria SÁNCHEZ BELANDOUniversidad de [email protected]

Recibido: 29-05-2014Aceptado: 18-02-2015

Resumen

Desde nes de los años`80 las ciudades experimentan un giro �“creativista�”. El concepto de crea-tividad, aparece como una fuerza con guradora de las políticas económicas, sociales, culturales y urbanísticas en el contexto del post-fordismo. En Barcelona, el paradigma de la ciudad creati-va in uyó profundamente al denominado �“Modelo Barcelona�”. La difusión del paradigma en el contexto europeo y su relación con el giro neoliberal de las ciudades desde los años 80 ha sido extensamente analizada, sin embargo el impacto de esta orientación en las políticas culturales de proximidad, consideradas como el resultado de la interacción entre gobierno local y actores sociales, es un terreno por explorar. El objetivo de este artículo es mostrar, en el caso de la ciu-dad de Barcelona, las contradicciones y dé cits generados por el impacto del paradigma de la creatividad y del giro emprendedor de la ciudad en las políticas culturales de proximidad, con-siderando la dimensión participativa y los objetivos de profundización democrática atribuidos a estas políticas en su génesis. Para esto, examinamos la génesis, evolución y cambios de una política emblemática de la agenda socialdemócrata -el Programa de Centros Cívicos-, inscri-biendo el análisis en el modelo de ciudad, el proceso de descentralización municipal y el papel de actores sociales clave como las asociaciones de vecinos durante estos 35 años de democracia.

Palabras clave: Proximidad, descentralización municipal, participación, creatividad, neoliberalismo.

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María Victoria Sánchez Belando Las Políticas culturales de proximidad...

Proximity Cultural Policies in the Paradigm of the Creative City:the case of civic centers program in Barcelona city

Abstract

From the late ` 80 cities experienced a �“creative�” turn. The concept of creativity, appears as a shaping force to the economic, social, cultural and urban planning policies in the postfordist context. In Barcelona, the so-called �“ Barcelona Model�” has been deeply in uenced by the creative city paradigm. The paradigm replication in the European context and its relationship to the neoliberal turn of cities since the �‘80s has been extensively analyzed, however, the impact of this trend on the cultural proximity policies, considered as the result of the interaction bet-ween local government and social actors, is a eld to explore. The aim of this paper is to show, in the case of Barcelona city, the de cits and contradictions generated by the in uence of the creative and entrepreneurial turn of the city in the cultural proximity policies implementation, considering the problem in relation to the participatory dimension and the democratic deepening objectives attributed to these policies in its genesis context. To reach this aim, we examine the socio-genesis, evolution and changes of a agship policy for the social democratic agenda - the Civic Centers Program-, embedding its analysis in the city model, the municipal decentraliza-tion process and the role of key social actors such as neighbors associations during these 35 years of democracy.

Keywords: Proximity; Municipal decentralization; Participation; Creativity; Neoliberalism.

Referencia normalizadaSÁNCHEZ BELANDO, M.V. (2015). �“Las Políticas culturales de proximidad en el Paradigma de la ciudad creativa: el caso del programa de centros cívicos en la ciudad de Barcelona�”. Política y Sociedad, Vol. 52, Núm. 1: 125-152.

Sumario: 1.Introducción. 2.Institucionalización de la participación ciudadana en el modelo de descentralización barcelonés. 3.La participación social en el ámbito cultural. 4.Entre la demanda vecinal de Ateneos Populares y la respuesta del gobierno local, los Centros Cívicos. 5.Los Centros Cívicos en el en el giro emprendedor y creativista de la ciudad. 6.Conclusiones. 7.Bibliografía.

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1. Introducción

Desde nes de los años`80 asistimos a lo que podría denominarse un giro �“creativista�”1 de las políticas urbanas. El concepto de creatividad aparece como onda expansiva y fuerza con guradora de las políticas económicas, sociales, culturales y urbanísticas tras el estallido del modelo de acumulación industrial y los cambios que éste implicó en las ciudades.

En el contexto post-fordista,2 los gobiernos de las antiguas ciudades industriales de Europa occidental, como Glasgow, Montpellier y Barcelona, entre otras, identi -caron la cultura y la creatividad como elementos constitutivos del nuevo paradigma económico, algo que reorganizó, sustantivamente, los objetivos de la política cultural y su papel en las estrategias económicas y transformaciones urbanas (Bianchini 1993; García 2004a; González 2011)

En este nuevo escenario el paradigma de las ciudades creativas (Landry & Bian-chini 1995; Florida et al. 2009) se impone con fuerza en la agenda de los gobiernos locales. La ciudad de Barcelona no ha quedado ajena al in ujo de las recomendaciones de los gurús de la creatividad, progresivamente incorporadas al denominado �“Modelo Barcelona�”.

En el caso de Barcelona, estos cambios se hacen visibles con cierto retraso respecto de las ciudades británicas y en general del entorno europeo. El triunfo de la social-democracia en las primeras elecciones locales en 1979 y el imperativo de afrontar el profundo dé cit que legaba la dictadura en cuanto a políticas redistributivas y de bien-estar (Brugué & Gomà 1998; Morató 2005; Borja 2010) marcaron -aunque por poco tiempo- otro rumbo en la agenda política. Es a nales de los `80 y principios de los �’90, coincidiendo con el contexto olímpico cuando se evidencia el giro de la ciudad hacia un modelo emprendedor (Harvey 1989; Jessop & Sum 2000). En esos mismos años, los críticos del giro emprendedor y la instrumentalización de la cultura en las ciudades (Harvey 1989; Zukin 1992; Zukin 1995; Peck 2005; Harvey 2001) ya empezaban a alertar sobre las contradicciones de esta tendencia.

Las críticas han apuntado a la creciente instrumentalización económica y social de la cultura y de sus productores como un fenómeno ligado al neoliberalismo: el papel de la cultura en estrategias de regeneración urbana orientadas al branding y los intereses

1 Usamos el término creativista, para enfatizar la fuerza con la que se introdujo la creatividad como un instrumento para el impulso de diversos objetivos de las políticas urbanas en el discurso de los policy-makers.

2 Tomamos el término post-fordismo para referirnos al cambio de paradigma tecno-económico orien-tado al conocimiento que ha implicado una forma de producción exible basada en el uso de máquinas y sistemas exibles para garantizar economías de alcance y/o de redes, conscientes del debate en torno a si post-fordismo expresa el mejor modo de describir este cambio. (Jessop & Monedero 2008).

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María Victoria Sánchez Belando Las Políticas culturales de proximidad...

del mercado inmobiliario (Zukin 1989; Balibrea 2004; Borja 2010; Bianchini 1993; García 2004a; Harvey 2001) y a la elaboración de un discurso sobredimensionado so-bre la capacidad de la cultura para afrontar problemas de orden social (Bel ore 2002; Connolly 2011).

La problemática a la que hacemos referencia se resumiría en la tensión provocada por el debilitamiento de las políticas dirigidas al bienestar de quienes habitan las ciuda-des y el fortalecimiento de las políticas de posicionamiento internacional de las ciuda-des en un mercado global altamente competitivo. Esto, en un escenario de regresión de los mecanismos de redistribución estatal y de avance de una lógica de mercado como principio con gurador de la vida social, económica y política de las ciudades (Harvey 1989; Harvey 2013).

En el gobierno de las ciudades, estas transformaciones implicaron un nuevo pacto entre sector público y privado que cristaliza en la introducción de fórmulas de gover-nance y de una visión estratégica en la gestión y provisión de servicios públicos. Los cambios fueron validados a partir de un nuevo discurso sobre la ciudad y sobre la rela-ción entre sociedad civil y gobierno local, en el que la participación y la cultura apare-cen como componentes centrales. En la nueva estrategia emprendedora, el énfasis en la participación se instala como un elemento desproblematizador de las tensiones entre governance y democracia (Swyngedouw 2005; Blakeley 2005; Geissel 2009), algo que obliga a examinar críticamente esta relación.

Considerada esta metamorfosis del nivel local, el objetivo de este paper es res-ponder a los interrogantes: ¿Cuál es el impacto del paradigma emprendedor de base cultural por el que ha optado la ciudad de Barcelona sobre las políticas culturales de proximidad? y ¿Cómo afecta este impacto en la dimensión participativa y de profundi-zación democrática atribuida a estas políticas? Para responder a estas preguntas, estu-diaremos la formulación, implementación y cambios del programa de Centros Cívicos en relación con el modelo de ciudad y el papel que la cultura representa en este marco, desde una perspectiva histórica que abarca estos 35 años de democracia.

Elegimos los Centros Cívicos como caso de estudio, porque se han situado en el discurso del gobierno local como una insignia de la agenda socialdemócrata para el ámbito socio-cultural, enfatizando su carácter participativo, permeabilidad y apertura hacia el vecindario en lo que respecta a programación, gestión y usos sociales. Dado este carácter en lo conceptual y la deriva de los Centros Cívicos en el contexto de las grandes transformaciones de la ciudad en las últimas tres décadas, consideramos que son un caso privilegiado de análisis a través del que es posible �“tomar el pulso�” del rol y las relaciones entre la administración local y el movimiento de vecinos en el diseño de una política característica del municipalismo de bienestar de los primeros años de la democracia local (Brugué & Gomà 1998).

En este artículo defendemos que los dé cits del programa de centros cívicos en tér-minos de participación se deben principalmente a los siguientes factores: (1) El diseño

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de un modelo de descentralización y de participación ciudadana modelado por el giro emprendedor asumido por la ciudad dado en los 80 (2) Dentro de este giro, la apuesta del Ayuntamiento por actuaciones basadas en una concepción instrumental de la políti-ca cultural adecuada al contexto de la nueva economía de servicios de base cultural en detrimento de actuaciones orientadas por los principios de proximidad y democracia cultural, en un marco del declive de las políticas de bienestar en el nivel local.

El estudio de la temática aquí planteada se ha abordado de manera escasa e indirec-ta, así encontramos: análisis sobre el papel del tercer sector en la gestión de lacultura (Subirats et al. 2008; Lopez de Aguileta 2000); aquellos que estudian el papel de los movimientos sociales urbanos en relación a la cultura en el paradigma de lacreatividad (Novy & Colomb 2013; Kagan & Hahn 2011; Martí-Costa & i. Miquel 2011); los que analizan el papel de la política cultural en las transformaciones urbanasen el postfor-dismo y su impacto en la vida social y política de las ciudades (Bianchini 1993; García 2004a; Degen & García 2012) y los que focalizan en los modelos de gestión de progra-mas y equipamientos de proximidad (Miralles, 2000; Baltà, 2007; Sánchez Belando, 2010). El estudio académico de las políticas culturales de proximidad y su dimensión participativa es un terreno aún inexplorado, en este sentido, es que consideramos la necesidad de analizarlo.

Desde el punto de vista metodológico, el artículo se basa en la realización y aná-lisis de entrevistas en profundidad a una muestra3 signi cativa de cargos técnicos del Ayuntamiento, Directores de Centros Cívicos y miembros de organizaciones sociales. Además, hemos recurrido a datos de la investigación. El Sistema de la política cultural en España (CECUPS- 2008- 2011); de manera complementaria, analizamos fuentes do-cumentales como Memorias, Presupuestos, Normativas y otros documentos elaborados por el Ayuntamiento, los Distritos y los Centros Cívicos.

2. Institucionalización de la participación en el modelo de descentralización barcelonés

La participación institucional, se plantea a inicios de la democracia local como un asunto prioritario de la agenda política socialdemócrata. Sin embargo, su institucio-nalización no puede atribuirse sólo a la acción del gobierno, ya que el movimiento de vecinos fue un actor central en este proceso, así como en la creación de servicios y

3 Se realizaron un total de 22 entrevistas entre 2010 y 2014 a una muestra razonada de los principales responsables técnicos (cargos altos y medios de la administración pública, sus agencias o instituciones) de la administración local (8). También se ha entrevistado a responsables de Centros Cívicos (4), miembros de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (2), Miembros de organizaciones socio-culturales (6) y personas que participaron en las reivindicaciones del movimiento vecinal en distintos momentos desde 1979 hasta la actualidad (4).

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equipamientos cívicos y culturales (Andreu & FAVB, 2010) a través de una sostenida lucha iniciada a nes de la década del 60 (Bier 1979; Borja 1977).

Durante los años 70, Madrid y Barcelona �– donde, en un contexto de creciente migración del campo a la ciudad, la periferia urbana evidenciaba la indiferencia del franquismo respecto de políticas para mejorar las condiciones de vida de las nuevas barriadas- son el principal escenario del paso de la autoorganización vecinal para la provisión de servicios básicos a la formación de un movimiento cuyo crecimiento y politización se explica en gran medida por la estratégica simbiosis entre movimiento de vecinos, partidos políticos en la clandestinidad, agrupaciones y otros colectivos an-tifranquistas, en un contexto fuertemente represivo (Castells, 1986: 299-301). Así las Asociaciones Populares de Vecinos4 se convirtieron en un foco de atracción y altavoz de una diversidad de sectores opuestos al régimen.

En esta espiral de ascenso reivindicativo, ya durante la democracia local, el Mo-vimiento Vecinal formula una nueva demanda: la participación en el gobierno a través de mecanismos ad-hoc (Castells 1986), pasando a una fase de reivindicación más bien cualitativa centrada en el debate sobre qué tipo de sistemas de participación se integra-rían al Estado (Domingo i Clota & Bonet i Casas 1998; Montero et al. 2006).

Así, se realizan actuaciones que responden en gran medida a la presión vecinal. En 1985 comienza a implementarse la descentralización del gobierno local y se de nen las primeras Normas de Participación ciudadana (1986, actualizadas en 2002). Ambos pro-cesos enmarcados en la Ley Reguladora de las Bases del Régimen Local (Ley 7/1985, de 2 de abril) y en el caso de Barcelona, en la Nueva Carta Municipal,5 aunque aproba-da varios años después (1999 y modi cada en 2005), jugaba un papel signi cativo el impulso descentralizador, la participación y las formas de cooperación público-privada. Dentro del territorio español, Barcelona será pionera en estas transformaciones, que en el caso de Madrid se retrasan hasta 1988 y 1992 respectivamente (Bonet-Martí, 2012).

Entre 1979 y 1984, durante el diseño del modelo descentralizador, la discusión6 se focalizó en de nir cuál sería el alcance y mecanismos de participación ciudadana en

4 Hay que distinguir entre Asociaciones de Vecinos Populares, creadas por los residentes del bar-rio, de las Asociaciones de Vecinos O ciales, creadas por los gobiernos municipales del Régimen o sus defensores como estrategia de control de la movilización social (Bier, 1979: 171). Según esta distinción, aquí nos ocupamos de las Asociaciones Populares a las que entendemos como parte de los denominados Movimiento Sociales Urbanos (Fainstein, S.S. y Hirst 1995) en un sentido más amplio que el que plantea Castells (Castells & de Solís 1985).

5 Cfr. Carta Municipal de Barcelona, Título IV Participació ciutadana i drets dels veïns, Capítulo I y II, Principios generales e Institutos de Participación ciudadana. El Título VI, Capítulo I, de ne las con-diciones de la Consorciarización y Convenios para las estructuras de governance público-privadas, cuyo rasgo central es el carácter no lucrativo de la parte privada. Castells (Castells & de Solís 1985).

6 Se crearon dos espacios para canalizar el debate y generar consenso sobre la descentralización: La Comisión Ciudadana (1983) compuesta por representantes de las administraciones no municipales, enti-

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este modelo. Para el Movimiento Vecinal, era fundamental que ésta tuviera carácter administrativo y también político; es decir, que contara con herramientas e caces para incidir en las decisiones sobre la política de los futuros diez Distritos barceloneses. En aquel momento estas transformaciones representaban un revés frente al orden po-lítico de la dictadura, caracterizado por una fuerte acumulación de poder en el Estado Central.

Sin embargo, en el nivel normativo, la descentralización tuvo nalmente un carác-ter dual,7 (Amorós, 1999:34): como herramienta política de democratización y como instrumento administrativo para la provisión de servicios, esquema en el que las aso-ciaciones eran vistas como un valioso recurso. Esta dualidad de la estrategia descen-tralizadora marcó ciertas tensiones entre las expectativas del movimiento vecinal y la necesidad del gobierno local de que la participación se produjese en la dimensión ad-ministrativa frente a los retos que imponía el contexto de recesión económica y recorte del gasto público (Blakeley 2005).

En 1985, Jordi Borja elabora un informe de antecedentes de procesos de descentra-lización en el contexto europeo, en el que identi ca y plantea cuestiones clave para el diseño del modelo barcelonés. En aquel documento, Borja plantea la estrategia descen-tralizadora como parte de un cambio político-administrativo y económico, en el marco de las respuestas de los gobiernos locales frente a la crisis europea del Welfare State de base manufacturera. De manera más particular, señala que en el escenario de crisis económica y crecimiento urbano que experimentan países como Francia o España: �“los entes locales y descentralizados deberán actuar con criterios de empresa privada y, en muchos casos, sometidos a las reglas del mercado�” (Borja, 1985:35).

La descentralización se inscribe, en el caso de Barcelona como una herramienta de reestructuración estatal y económica, no exenta de tensiones dadas por la difícil convi-vencia de interés público y privado; tensiones que luego han sido identi cadas por el propio Borja como el germen de la crisis del modelo de ciudad (Borja 2010) y que en el caso de la política cultural han sido identi cadas como contradicciones inherentes a las estrategias de crecimiento económico de base cultural frente a la caída del fordismo en diversas ciudades Europeas (Bianchini 1993; García 2004a; Connolly 2011).

Dentro de este paradigma de descentralización orientado al management (Amorós 1996) el modelo de participación planteado, en la práctica, se tradujo en la cooptación de las asociaciones vecinales para la provisión de servicios y no en la creación de es-

dades ciudadanas (entre éstas la FAVB) y expertos y la Ponencia de la División Territorial de Barcelona compuesta por todas las fuerzas políticas presentes en el Pleno del Ayuntamiento (PSUC representado por Jordi Borja, PSC, CIU y AP) (Amorós 1999).

7 Amorós distingue entre una dimensión política de la descentralización, que contemplaría la par-ticipación en la toma de decisiones y otra administrativa, donde la participación se limita a la provisión de servicios por parte de organizaciones sociales. Esta última forma es la que Amorós identi ca como predominante en la arquitectura participativa en el caso barcelonés (Amorós 1999).

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pacios efectivos para la deliberación y toma de decisiones. La reestructuración estatal, exigía generar alianzas público-privadas dirigidas a �“salvar la situación�”, dando lugar a un modelo de governance asimétricamente con gurado en términos de relaciones depoder (Swyngedouw 2005) que restringía el espacio de actividad asociativa sólo a la ejecución de servicios culturales de proximidad.

En este escenario, proliferaron mecanismos estables (Consejos, Comisiones, fór-mulas de governance en diversos niveles de co-gestión y tipo de consorciarización) y procedimientos temporales limitados (Procesos participativos, Foros, Audiencia Públi-ca, Iniciativa y Consulta Ciudadana) tanto territoriales como sectoriales para los que se previeron funciones de información, consulta y deliberación, en ningún caso vinculan-tes y por tanto muy proclives a la baja intensidad participativa.

Además, la imposibilidad de la elección directa de los Concejales de Distrito (Bo-net-Martí, 2012) y desde los �‘90 la caída progresiva del presupuesto cultural asignado a los Distritos dentro del presupuesto cultural global del Ayuntamiento8 junto al giro gerencialista de la administraciónlocal (Brugué & Gomà 1998) in uyeron en la desac-tivación de la dimensión política de la descentralización.

Por último, el gasto principal de los Distritos correspondía a la creación y mante-nimiento de infraestructuras sin embargo, la falta de plani cación sobre la función y valor de los equipamientos de proximidad allí situados9 puso en cuestión estas actua-ciones por su magnitud en el presupuesto municipal frente a su escaso retorno socio-cultural en el territorio (Sánchez Belando, 2010).

Las entrevistas a miembros de las asociaciones de vecinos y a técnicos del Ayunta-miento dejan ver otros factores implicados en el diseño de unos mecanismos de baja in-tensidad democrática y alta intensidad técnico-procedimental en el marco institucional, (1) el temor a la gestión del con icto, a los imprevistos y a la pérdida de control sobre el proceso, (2) el predominio de una visión elitista de la práctica política por parte del gobierno local (3) Con esto, la descon anza de técnicos y políticos del Ayuntamiento sobre la capacidad de la ciudadanía y las asociaciones para ejercer la participación, (4) La visión de la participación como un proceso ralentizador y contradictorio con los principios de e ciencia administrativa.

Otro factor destacado en las entrevistas10 es el debilitamiento del movimiento ve-cinal como agente de presión sobre los asuntos públicos durante la constitución del

8 En 1990, el gasto cultural de los Distritos dentro del Gasto Cultural Global, representa el 5,7%, en 1993 el 4.2%, en 1998 el 4,4%, en 2001el 5,5 % para ir a una tendencia a la baja hasta 2010 año en el gasto es del 3,5%.

9 Una excepción en este sentido ha sido el Plan de Bibliotecas de la Diputación de Barcelona, refer-ente como modelo de éxito en términos de valor público e impacto socio-territorial.

10 Entrevistas a los Sr. Andrés Naya, Marc Andreu y Lluis Rabell, los dos primeros miembros y éste último actual Presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona y al Sr. Eduard Mi-

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primer gobierno democrático en el que se produjo un trasvase11 de miembros clave del movimiento al gobierno municipal. Esto cambiaría la correlación de fuerzas entre ve-cinos y gobierno, por un lado a causa de la pérdida de sus principales cuadros políticos que se integraban al gobierno, pero también por una lectura extendida desde los parti-dos de izquierda (PSUC-PSC) que interpretaba que el papel asumido por el movimiento vecinal hasta ese momento estaba acabado y que ahora había que dejar que ese nuevo gobierno elegido y nutrido por el propio movimiento actuara. Esto impulsó un proceso de distensión de los vecinos frente al gobierno local; que ha sido interpretado como un mecanismo de desmovilización y aplacamiento (Castells 1986).

Estos factores se inscriben por tanto, en hechos históricos y políticos del contexto de la transición a la democracia y la formación del primer gobierno local democrático, como en la reestructuración estatal que impuso el giro emprendedor del gobierno local, una situación común a todas las ciudades en transición del modelo de acumulación industrial al de una economía de servicios (Harvey 1989).

3. La participación social en el ámbito cultural

Hablar de participación en el ámbito cultural, genera cierta confusión, ya que de ma-nera generalizada ésta se relaciona con las diferentes teorías de los consumosculturales (Bourdieu 1988; Van Eijck 2000; Peterson & Kern 1996). Esta forma de participación, que se concretaría con la obtención de información, dentro del esquema de análisis de escalas de intensidad participativa, clásico en las ciencias políticas, se sitúa como un prerrequisito para participar (Arnstein 1969).

Cuando hablamos de participación aquí, hacemos referencia al conjunto de prácti-cas políticas y sociales a través de las cuales la ciudadanía pretende incidir sobre alguna dimensión de aquello considerado de interés público o común, así como en la acción del gobierno (Parés 2009; Ibarra Güell et al. 2002; Pateman 1970; Michels & Graaf 2010). Desde el punto de vista empírico, en el ámbito cultural, pueden considerarse desde esta perspectiva las políticas socio-culturales de proximidad, ya que la política

ralles, Presidente de Interarts, experto en políticas de proximidad y activista del movimiento vecinal que reivindicara en los �‘70s los Centros Cívicos, entre otros equipamientos.

11 Jordi Borja, participó en el diseño del modelo de participación barcelonés, desde la militancia vecinal y luego como técnico del primer gobierno democrático. Este paso del activismo al gobierno local, dotaba de legitimidad y con anza a la naciente democracia a la vista del movimiento vecinal en relación con las reivindicaciones sobre la participación. En el segundo mandato democrático (1983-1987) bajo la alcaldía de Pasquall Maragall, Borja se convierte en Teniente de Alcalde del Área de Descentralización, desde donde se desarrollan las primeras normas de participación ciudadana de 1986 (Direcció de Serveis d�’Organització i Serveis GeneralsAjuntament de Barcelona, 1985).

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cultural se ha construido como un espacio administrativo poco permeable a la partici-pación de la sociedad civil.12

En este terreno lo que se ha promovido es la participación de los profesionales, empresas y organizaciones culturales como una herramienta para la reestructuración y potenciación a partir de la colaboración público-privada (Mascarell 1995) de un sector que era considerado clave en el giro emprendedor de las ciudades europeas (Harvey 1989; Degen & García 2012; Novy & Colomb 2013; Bianchini 1993; García 2004a). Podría decirse que en el ámbito cultural, la participación está condicionada por un lado, por una concepción restringida y elitista de la cultura y por otro, por una noción difusa y tendiente a la instrumentalización que la concibe como un recurso para la resolución de problemáticas sociales (Bel ore 2002; Connolly 2011) y para la búsqueda de estra-tegias de crecimiento en el marco de la economía cultural (Scott, 2010).

En el caso barcelonés, desde el contexto pre-olímpico, la cultura era percibida como un recurso central en la estrategia de regeneración urbana y proyección internacional necesarias para impulsar el modelo de economía de servicios por el que apostaba la ciudad (Rodríguez Morató 2008; Degen & García 2012).

Los Planes Estratégicos de 1999 y 2006 y la creación en 2010 del Consejo de Cul-tura de Barcelona13 fueron concebidos, entonces, con estos objetivos de ordenación del sector y deben entenderse como parte de la reestructuración de signo gerencial que había emprendido el Ayuntamiento en 1991 dentro de la cual, en 1995, se crea el Insti-tuto de Cultura de Barcelona (Rodríguez Morató 2005; Sánchez Belando, Ma. Victoria, Rius, Joaquim & Zarlenga 2012).

Desde un punto de vista clasi catorio, entre los sistemas de participación institucio-nal presentes en el ámbito cultural, encontramos tipos sectoriales (Planes Estratégicos de Cultura, Mesas sectoriales, Consejo de Cultura, Agenda 21) y territoriales, enfoca-dos a la gestión asociativa de equipamientos (Consejos, comisiones de equipamientos) que se concretan en fórmulas de governance reguladas a través de pliegos de condicio-nes y contratos de prestación de servicios entre la administración y la entidad gestora.

12 El contraste de documentación de la administración cultural previa a la agencialización y posterior a la creación del ICUB (Plan Estratégico 1999; Actas de las Mesas de Debate del Plan Estratégico 2006), junto a las entrevistas a cargos de la administración cultural, entre ellos el ex Delegado de Cultura Jordi Martí, constatan esta tendencia. A pesar de la inclusión de tres miembros de la sociedad civil en la Junta de Gobierno del ICUB, tal como señalan sus estatutos, en la práctica la ciudadanía queda excluida de los mecanismos de participación en cultura.

13 Si bien es cierto que en el caso de la participación sectorial ha habido por parte del gobierno local una preocupación más expresa sobre el tema, también es cierto que los mecanismos de participación son poco efectivos. Primero, porque la dinámica de la que surgen es de arriba hacia abajo, segundo porque no son vinculantes, tercero porque a su interior se establecen relaciones asimétricas entre los actores que par-ticipan; un ejemplo de ello es el poder que tienen los sectores culturales más fuertes, como el lobby de las artes escénicas, frente al resto a la hora de orientar la agenda del sector (Rius, & Sánchez Belando 2015).

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4. Entre la demanda vecinal de Ateneos Populares y la respuesta del gobierno local, los Centros Cívicos

Si algo caracterizó las reivindicaciones del Movimiento Vecinal durante la transición y los primeros años de la democracia fue su transversalidad respecto de todos los aspec-tos de la vida cotidiana entre estos, la demanda de espacios de encuentro y sociabilidad, ocio y cultura (Castells 1986; Domingo i Clota & Bonet i Casas 1998; Andreu 2010; Borja & de Estudios de Administración Local 1987). Como en el proceso de descen-tralización, el Movimiento Vecinal había jugado un papel central en la creación de servicios y equipamientos cívicos y culturales.

En el caso de Barcelona, la creación de Bibliotecas, Centros de producción y difu-sión artística14 y principalmente de Centros Cívicos es el resultado de la presión vecinal sobre el Ayuntamiento (Alabart Vilà et al. 2008), en este sentido, puede decirse que la creación de estos equipamientos resultan de una dinámica bottom-link (Eizaguirre et al. 2012). Las reivindicaciones vecinales se construían sobre dos objetivos ligados a lo cultural: la conservación del patrimonio arquitectónico local y la instalación de Ateneos Populares en estos espacios recuperados.

El Modelo de los Ateneos Populares, Obreros y Libertarios, impulsados entre nes del S. XIX y principios del S. XX como organismos de gestión autónoma del proletaria-do urbano para la formación y la divulgación cientí ca y artístico-cultural (Aisa 2000; Aracil et al. 2006; Bonet i Agustí 1999) permanecía en el imaginario del movimiento vecinal de los años 70 y era lo que inspiraba y movilizaba las demandas vecinales15 en el ámbito socio-cultural.

La demanda impulsada entre asociaciones de vecinos y otros actores sociales a través de campañas como �“Salvem el Mercat de les Flors�” en 1977, �“Obrim el Xalet!�” contra el derribo del actual Centro Cívico Casa Golferich en 1978 o la Okupación de la antigua fábrica textil La Sedeta que luego se convertirá en las instalaciones del Centro Cívico del mismo nombre (Andreu, M., 2010; Federació d�’Associacions de Veïns de Barcelona, 1993) tenían múltiples dimensiones: la defensa de un bien que los vecinos consideraban propio, la provisión de servicios y equipamientos y la gestión asociativa de éstos (Martí-Costa & i Martí 2008). Estas acciones de defensa del patrimonio, dado su carácter exi-

14 La in uencia del movimiento vecinal se dirigió al terreno de las artes escénicas, la música y la cultura popular tradicional y contemporánea; la creación del Centre Artesà Tradicionàrius y del Ateneo Nou Barris resultan de esta in uencia. La actual sede de Montjuic del Teatre Lliure es también el resultado de la reivindicación de los vecinos del Poble Sec sobre el Mercat de les Flors para convertirlo en un Ateneo Popular cuando el edi cio estaba por ser derribado (Alabart Vilà et al. 2008; Andreu 2010)

15 Entrevistas a: participante de la creación en 1976 del centro artístico-cultural de gestión ciudadana Ateneu Nou Barris y ex técnico del área de participación de la Generalitat de Catalunya; activistas sociales y del movimiento vecinal del barrio de Sants; participantes del Centro Socio-Cultural de gestión comuni-taria Can Batlló; al Sr. Lluis Rabell y al Sr. Eduard Miralles. Cfr. Nota al pie nº 10.

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ble, la diversidad de actores implicados (asociaciones de vecinos, miembros del colegio de arquitectos y otros sectores sociales) y movilizados por un objetivo puntual que se agotaba en la resolución del con icto o representaba la primera fase de éste, encajan en la de nición de plataformas de acción (Marti-Costa, M. & Cruz y Gallach 2010).

Este repertorio de acción (Tilly 2002), se ha ido replicando desde mediados de los`70 hasta la actualidad, en experiencias como �“Salvem Can Ricart�” y la campaña del Tic Tac de Can Batlló iniciada en 2009, mostrando una línea de continuidad en las técnicas de presión sobre la acción del gobierno; aunque no en los resultados, cuestión en la cual la inscripción del proceso en un determinado contexto político, económico y social es fuertemente condicionante.

La emergencia de los Centros Cívicos debe entenderse así, como el resultado de la acción e interacción de la sociedad civil y del gobierno local, en el marco de un frágil equilibrio entre los objetivos de bienestar de la agenda socialdemócrata local y las transformaciones y desafíos sociales, políticos y económicos que experimentan las ciudades desde los años �’80 frente a la crisis de los Estados Nacionales de Bienestar Keynesianos (B. Jessop, 2004: 71-96).

5. Los Centros Cívicos en el giro emprendedor y creativista de la ciudad

La revisión de documentación o cial junto a las entrevistas a técnicos municipales, miembros de asociaciones de vecinos y otras organizaciones socio-culturales,16 dan cuenta de la ambigüedad en la de nición de objetivos y funciones de los Centros Cí-vicos como de su difícil encaje en el modelo emprendedor de base cultural al que se orienta la ciudad desde mediados de los años 80�’ (Degen & García 2012; Harvey 1989; Blakeley 2005; Capel Sáez 2010). En este apartado, analizaremos el impacto de esta orientación en los equipamientos a partir de la identi cación de momentos signi cati-vos para la comprensión de su evolución y cambios como para de las políticas cultura-les de proximidad.

5.1. Primera etapa 1979 �– 1982

La provisión de equipamientos de uso socio-cultural en los barrios estaba prevista en el Plan General Metropolitano de 1976; sin embargo, es en el marco de las políticas de regeneración urbana que acompañan la candidatura olímpica de Barcelona, propuesta

16 Entrevista a los Directores de los Centros Cívicos: La Sedeta, Casa Orlandai, Cotxeres de Sants y Drassanes, al Director de Servicios Personales de Ciutat Vella, la Directora de Servicios Personales del Distrito de Sarriá Sant Gervasi y a la Ex Directora de Servicios Personales del Distrito de Sarría Sant Gervasi.

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en 1981 y formalizada en 1982 durante la alcaldía de Pascual Maragall, cuando se ma-terializa la creación de los Centros Cívicos.

El programa de monumentalización de la periferia17 y el plan de Centros Cívicos se plantean como parte de esta política de regeneración urbana de base cultural, que reactiva el patrimonio industrial y edi cios de interés histórico-arquitectónico, para la instalación de equipamientos culturales (Subirós 1999) dentro de la tendencia general de las ciudades contemporáneas a situar la cultura en el centro de la dinámica de organi-zación y de desarrollo urbano (Morató 2008) en lo que se ha denominado el paradigma de la ciudad creativa (Landry & Bianchini 1995).

Así, la rehabilitación de estas instalaciones como Centros Cívicos respondería des-de el principio, no sólo a una necesidad planteada por las organizaciones sociales, sino también, a escala de Distritos, a la orientación culturalista sobre la que se construiría luego el nuevo modelo de desarrollo local que pretendió, equilibrar bajo el denominado Modelo Barcelona, principios de sostenibilidad y las tesis de Florida sobre la ciudad creativa y las clases creativas (Florida et al. 2009; 2002), una combinación llena de contradicciones que ha afectado tanto a la de nición como el papel de los Centros Cí-vicos en la dinámica cultural local (Sánchez Belando, Rius, & Zarlenga, 2012).

Desde el punto de vista político, en el contexto pre-electoral de 1979, el discurso del partido Partido Socialista de Cataluña (en adelante PSC) que ganaría las primeras elecciones locales, situaba la participación ciudadana y asociativa como un objetivo prioritario en su programa político.

La política cultural se concebía en este contexto en alineación con el paradigma de la democracia cultural (Zimmer & Toepler 1996), en el que la implicación de las organizaciones de la sociedad civil eran una parte central del proyecto cultural social-demócrata. Con este ánimo, el área de cultura se concibe dentro del Área de los Servi-cios Sociales (PSC, 1979: 63) como un elemento transversal a otras políticas y dirigido al bienestar local, en un sentido cercano a lo que plantea el enfoque de la sostenibilidad (Duxbury & Jeannotte 2010).

Así, lo que se propone en ese momento es una concepción no estatalista de la cul-tura, que promueve la inclusión de diversas organizaciones sociales y políticas en su desarrollo e implementación, así como la descentralización cultural como factor de impulso de la �“libre expresión de la capacidad creativa popular�”(PSC, 1979: 65).

En ese marco, presentan como dos actuaciones fundamentales la creación de Centros Socio-culturales y de Consejos Culturales locales para la participación de asociaciones de vecinos, movimientos urbanos y otras entidades, que frente a la in-diferencia del franquismo con la cultura que no consideraba o cial �–en referencia a

17 Instalación de esculturas contemporáneas, junto a diferentes elementos de memoria histórica, en los nuevos parques y plazas (Subirós 1999).

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la alta cultura y los grandes equipamientos- protagonizaban la acción cultural en los barrios (Ibídem: 64).

El papel previsto para las organizaciones sociales en el programa del PSC reconoce la dimensión política de su participación, está visión se mantiene aún durante la prime-ra legislatura del PSC (1979-1982, alcaldía de Narcís Serra) que coincide con la fase de debate sobre el proceso de descentralización, la creación de las primeras Normas Reguladoras de la Participación Ciudadana (a partir de ahora NRPC) (Ajuntament de Barcelona, 1987) y la formulación de la política de equipamientos de proximidad.

5.2. Segunda etapa 1982 �– 1985

El programa de Centros Cívicos se concretó a partir de 1982 durante la alcaldía de Pascual Maragall (PSC) como una política �“estrella�” en términos de participación, ins-pirada en modelos existentes en el contexto europeo, como las Maisons de la Culture, los Community Centers y los Centri Civici (Miralles, E. & Saboya M., 2000).

Los principios rectores de estos equipamientos se resumen en: (1) la intervención socio-comunitaria en el marco de la proximidad, (2) la promoción de la participación ciudadana y asociativa, (3) El fomento de la cohesión social, (4) Una visión amplia y transversal de la cultura ligada al paradigma de democracia cultural.

En la nueva con guración administrativa, a causa de la predominante orientación par-ticipativa de los equipamientos se opta por inscribirlos en el Área de Descentralización y Participación Ciudadana y no en el Área de Cultura, tras cierto debate18 sobre la de nición de estos equipamientos en los con uían las áreas de Educación, Cultura, Participación, Ser-vicios Sociales y Salud (Ajuntament de Barcelona 1984) en el marco de las políticas de servicios personales (Brugué & Gomà 1998; Leandri 1989; Sánchez Belando 2010).

Por un lado el carácter polivalente y la complejidad dada por la multiplicidad de funciones, suponían un reto en términos de su encaje administrativo y modelo de ges-tión (Sánchez Belando 2010). Sumado a esto, se planteaba una articulación difícil res-pecto de las expectativas de capitalidad cultural que tenía Barcelona (Morató 2008) y de la opción del gobierno local que aún dentro de los parámetros social-demócratas clásicos se había volcado de lleno al proyecto de transformación emprendedora de la ciudad (Morató 2005) en el que las políticas de proximidad eran marginales respecto de las de proyección exterior de la ciudad, implementadas a golpe de grandes eventos y construcción de edi cios emblemáticos (Balibrea, 2001; Bianchini, 1993; Capel, 2006; Casellas, Jutgla, & Barbera, 2010; García, 2004a), dentro de una tradición que se inicia con las estrategias de boostering clásico (Aronczyk and Powers, 2010) de la Exposición Universal de 1886 (Delgado 2007), para continuar con las Olimpiadas de 1992 (García 2012) y el Forum Universal de las Culturas en 2004 (Majoor 2011).

18 Entrevista al Sr. Eduard Miralles. Cfr. Nota al pie nº 10.

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Por otra parte, un elemento central es que los equipamientos desde su inauguración fueron objeto de controversia �“Entre los años ´70 y principios de los �‘80, era tanta la movilización social por la demanda de equipamientos culturales y tan habitual la oku-pación como estrategia de presión sobre el gobierno, que el Ayuntamiento tenía que hacer algo�… la respuesta fueron los Centros Cívicos19 �“Las experiencias de autogestión que resultaban de una okupación, como la del Ateneu Nou Barris, se de nían entonces por oposición al modelo de Centros Cívicos, eso era todo lo que no queríamos ser�…�”.20 Frente a los ojos de los vecinos, los Centros Cívicos aparecían como una caricatura o una mala copia de los Ateneos,21 �“como una versión institucionalizada de los Ateneos Populares�”.22

La inauguración en 1982 del primer Centro Cívico de la actual red de 51 equipa-mientos apenas pudo celebrarse a causa de las silbadas y la protesta del movimiento vecinal durante el acto (Miralles, 1993). Los Centros Cívicos no gozaron de una acep-tación social generalizada. Eran percibidos como el triunfo de una dinámica top-down, que exigía adecuarse a una participación fuertemente normativizada y renunciar a las expectativas del movimiento vecinal respecto de la gestión comunitaria (con ayuda pública) de espacios socio-culturales pre-existentes, como los Ateneos.

Esto, se alejaba por un lado de la visión inicial del PSC sobre estos asuntos y de los principios de democracia participativa que habían defendido las asociaciones de veci-nos durante la primera fase del proceso de descentralización en la que habían estado implicados a través de la Comisión Ciudadana, referida anteriormente.

5.3. Tercera Etapa 1985 �– 1992

En el marco de la implementación de la descentralización, el debate sobre el enfoque político y administrativo de la participación que se había dado entre el gobierno local y las organizaciones sociales entre 1979-1982, cristaliza en Normas, en las que triunfa el enfoque administrativo.

El peso de la dimensión administrativa sobre la política se plasma en la documen-tación relativa a la Transferencia de Competencias Municipales a los Distritos (Borja, 1985; Ajuntament de Barcelona, 1985) como en la relativa a su organización adminis-trativa y territorial y en las Normas Reguladoras de Participación Ciudadana de 1986

19 Entrevista a uno de los miembros fundadores del Centro socio-cultural de gestión comunitaria Can Batlló.20 Entrevista a un antiguo miembro del Ateneu Nou Barris.21 La descripción no resulta extraña teniendo en cuenta que el diseño de los equipamientos incluye

como órgano participativo el Ateneo o Comisión de actividades (Ajuntament de Barcelona 1984), que podría interpretarse como una concesión simbólica a las demandas del movimiento vecinal.

22 Entrevista al Sr. Lluis Rabell, FAVB.

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(Ajuntament de Barcelona, 1987) y en su actualización de 2002 (Ajuntament de Bar-celona 2002).

Así, los planteamientos iniciales sobre la participación quedan enmarcados en el nivel discursivo del gobierno local, mientras que en la práctica se produce un giro que se corresponde con la consolidación del enfoque gerencial del nuevo localismo (Bru-gué & Gomà 1998; Blakeley 2005; Geissel 2009) y la emergencia de un modelo de governance emprendedor (Harvey 1989; Brenner & Theodore 2002).

Desde el punto de vista del modelo de gestión y los mecanismos participativos que integran los Centros Cívicos, puede decirse que estos reproducen el triunfo de este carácter técnico-administrativo dentro de un modelo de governance guiado por una visión estratégica y e cientista en relación a las alianzas que establece con actores extra-estatales. En coherencia, se trata de mecanismos de poca e cacia participativa.

El estrechamiento en la práctica de los canales de participación y el equilibrio entre dimensión política y administrativa, se expresan en la de nición y funciones del Con-sejo Rector del Centro Cívico (CCRCC) y del Ateneo o Comisión de actividades, que son los órganos estables de participación que integran.

El CRCC es un órgano de tipo informativo, consultivo, deliberativo y de manera indirecta decisorio, cuyo objetivo es de nir las líneas de actuación del equipamien-to. Sin embargo, en términos de representatividad, en la práctica, favorece una mayor presencia de miembros del Ayuntamiento que de entidades y usuarios,23 con rmando una tendencia que ha sido estudiada, la generación de relaciones de desigualdad y asi-metrías de poder respecto de quién y cómo se participa (Swyngedouw 2005; Stoker 1998). Sumado a esto, este Consejo no es vinculante, cosa que sujeta la concreción de las líneas de actuación a las decisiones a nivel del Distrito o de Municipio (Sánchez Belando 2010).

El Ateneo o Comisión de actividades es un órgano de mayoría social24 (Sánchez Belando 2010), pero su función es sólo ejecutiva, replicando con esto una forma de delegación de tareas decididas desde arriba, es decir una forma de desconcentración administrativa y no una descentralización del poder político (Amorós 1995).

Además, las NRPC 1986 y las Normas de Funcionamiento de los Distritos, no re-gistran este órganos, así, su existencia queda condicionada a la voluntad y equilibrios

23 El CRCC está compuesto por un Regidor del Distrito, dos Consejeros, tres representantes de las áreas vinculadas al Centro Cívico, tres representantes de entidades y tres usuarios (Cfr. Normas de fun-cionamiento de los Centro Cívicos, Ayuntamiento de Barcelona, 1984). El problema es, tal como señalan los Directores de diversos Centros Cívicos entrevistados, que en los centros de gestión municipal directa, muchas veces la falta de recursos di culta la dedicación necesaria de sus trabajadores para organizar y difundir las sesiones del Consejo a los usuarios y entidades, como consecuencia, la convocatoria es in-su ciente para celebrarlo. Además su actividad en la práctica, cuando es posible, es una pura formalidad

24 Esta Comisión está compuesta por: Un Consejero del Distrito, un representante de entidades, tres usuarios y tres representantes de actividades.

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de in uencia entre los actores públicos, sociales y empresariales implicados en la ges-tión de cada equipamiento.

En este escenario, las organizaciones sociales, se incorporan como meras provee-doras de servicios públicos, asumiendo un papel ambivalente y contradictorio, que a menudo ha jugado a favor de su despolitización y pérdida de capacidad, crítica (Saxby 1998; Sogge et al. 1998; Zurdo 2006; Martí-Costa & i Martí 2008). Asimismo en esta etapa surgen los Casales de Barrio25 con el propósito de ofrecer espacios de encuentro y participación para entidades y vecinos. Sin embargo, si consideramos el denso tejido asociativo local, con 5228 entidades registradas,26 la red de 23 Casales resulta insu- ciente frente a la retirada de la red de 51 Centros Cívicos hacia el terreno artístico-cultural.

5.4. Cuarta Etapa 1992 �– 1995

El proyecto y celebración de los Juegos Olímpicos de 1992, supuso un cambio de pers-pectiva y un estrechamiento de relaciones entre cultura, urbanismo y estrategia de cre-cimiento económico de la ciudad, que se encuentra en la base conceptual del llamado Modelo Barcelona, donde la cultura es percibida como un instrumento de cohesión social y de marketing urbano, en el marco de una economía global que incrementa la competitividad entre ciudades por la captación de inversiones y ujos de capital (Degen & García 2012; García 2004a; Casellas et al. 2010; Balibrea 2004).

La aceleración de esta tendencia a partir de 1992, junto a la crisis post-olímpica, pondrá a la vista contradicciones entre los objetivos e impacto de la política cultural en la con guración y usos del espacio urbano (Bianchini 1993; García 2004a), la expan-sión de modelos de gestión público-privados y la externalización de servicios públicos a empresas en un contexto de racionalización del gasto público (Rodríguez Morató 2005). Estos cambios, afectarán el modelo de gestión de los Centros Cívicos, como su encaje y sostenibilidad dentro del giro emprendedor de base cultural de la ciudad.

En este escenario, una cuestión signi cativa es el diseño del modelo de volunta-riado olímpico, presentado como ejemplar en términos de participación. Sin embargo, de este modelo se ha señalado que contribuyó a consolidar una forma de participación individual y centrada en la prestación de servicios o en la idea de delegación de tareas,

25 Equipamientos públicos dirigidos al soporte de asociaciones, con instalaciones más reducidas y en menor número que los Centros Cívicos.

26 En Barcelona el 28% de la población, actualmente 1.620.943 habitantes (Ajuntament de Barce-lona 2013), participa en las 5228 asociaciones registradas (Fuente: Fitxer General d�’Entitats Ciutadanes, Ajuntament de Barcelona; Idescat, 2011), en Madrid, se registran 1809 asociaciones en una población de 3.237.937 habitantes (Estadística del Ayuntamiento de Madrid 2012) y en el caso de Bilbao los datos seña-lan para 2011, 1204 asociaciones (Fuente: Área de Participación y Distritos del Ayuntamiento de Bilbao) en una población de 353.256 (Ayuntamiento de Bilbao 2011).

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representando más que una herramienta de empoderamiento una forma de control e ins-trumentalización por parte del ayuntamiento sobre las asociaciones de vecinos (Blake-ley 2005; Balibrea 2004).27

En 1992, se inicia un gradual proceso de externalización28 de la gestión de Centros Cívicos, modelo actualmente predominante que supone un nuevo límite a la implica-ción de las organizaciones sociales, ya que la normativa que regula la adjudicación de la gestión de equipamientos y servicios municipales, no discrimina entre empresas y asociaciones. Esto resulta en la exigencia de unos requisitos técnicos y económicos29 que ponen en desventaja al tercer sector y en particular a las asociaciones con menos recursos frente a las empresas (Sánchez Belando 2010).

La inexistencia de un marco legal especí co para la gestión cívica30 junto a estas condiciones representa un riesgo de oligopolización en el mercado de servicios de ges-tión de equipamientos. La distribución de equipamientos externalizados a empresas muestra la plena adhesión de Distritos como Ciutat Vella y el Eixample y la casi total en el resto de Distritos, exceptuando a Sant Andreu, Sants-Mont Juic y Sant Martí, donde hay una mayor presencia de gestión municipal directa, co-gestión (asociativa-municipal) y gestión cívica.31

27 Al respecto, Blakeley recoge en una entrevista de 1997 la percepción de las asociaciones de veci-nos sobre la institucionalización de la participación: �“así, la política llevada adelante por el Ayuntamiento para las asociaciones de vecinos se puede de nir como de �“manténganlos tranquilos y felices�” (Blakeley, 2005:160).

28 En 1998, de 38 Centros Cívicos, el 8% era de gestión empresarial, el 79% de gestión municipal directa, el 8% co-gestionados (Ayuntamiento- Asociación) y el 5% de gestión cívica. En 2009, de 51 centros, el 52% es de gestión empresarial, el 32 % por el ayuntamiento, el 8% son de gestión cívica y el 8% co-gestionados. En 2014, sobre 51 equipamientos, el 63% corresponde a la gestión empresarial, el 22% son de gestión directa, el 10% de gestión cívica, el 4% cogestionados y el 2% integran asociaciones y empresas. Datos elaborados a partir del informe �“Situació actual dels Centres Cívics�” (febrero 1998), Ajuntament de Barcelona y de información aportada por la Direcció de Cultura de Proximitat, Institut de Cultura de Barcelona.

29 El Distrito de Ciutat Vella, solicita a los adjudicatarios que en un término máximo de 15 días há-biles desde el siguiente a la publicación, constituya la garantía de nitiva a la Tesorería Municipal por un importe de 19. 294, 22 euros. Fuente: Resolución de Adjudicación provisional, Expediente 20105002, Departamento de Administración del Distrito de Ciutat Vella con fecha 25 de mayo 2010.

30 En 2009, nace la Plataforma d�’entitats per la Gestió Ciutadana, que reivindica un marco regulador especí co para las organizaciones sociales en los concursos públicos, ya que, si bien, la Carta Municipal y las Normas Reguladoras de Participación Ciudadana contemplan la denominada gestión cívica ésta no está desarrollada ni traspuesta a la regulación de licitaciones y adjudicaciones municipales (Plataforma d�’Entitas per la Gestió Cívica 2012).

31 Fuente: Direcció de Cultura de Proximitat, Institut de Cultura de Barcelona.

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Por otra parte, el achicamiento del gasto público cultural en los Distritos dentro del presupuesto cultural global32 abre una etapa de abandono municipal de los equipa-mientos y de pérdida de e cacia en su función de dinamización territorial en el marco de un proyecto de ciudad que continúa potenciando su per l for export (Borja 2010) algo apreciable en el balance y de nición de líneas de actuación del I Plan Estratégico Económico y Social Barcelona 2000 (Ajuntament de Barcelona, 1990) como en el Pro-grama de Acción Municipal 1992-1995 (Ajuntament de Barcelona, n.d.)

La externalización se aplicó en un escenario de debate y resistencia por parte del mundo asociativo (Miralles 1993), que intensi có el divorcio entre organizaciones socia-les y administración, en el marco mayor de de los primeros signos de la ruptura del con-senso ciudadano sobre el Modelo de Ciudad (Borja 2010; Capel 2006; Capel Sáez 2010).

5.5. Quinta Etapa 1995 �– 2004

A partir de 1995, con la gestión del nuevo responsable de cultura, Ferrán Mascarell la administración cultural y los objetivos de la política cultural se recon guran por completo. Retomando el impulso por la capitalidad cultural de la ciudad iniciado por el anterior regidor de cultura, Oriol Bohigas (Bohigas & Barcelona 1993), Mascarell formaliza el agotamiento de las políticas culturales socialdemócratas para rede nir la política cultural bajo el signo emprendedor de la ciudad (Rius, Joaquim & Sánchez Belando 2015). Una clara expresión de esta nueva orientación es la creación en 1995 de una Agencia de Cultura (Institut de Cultura de Barcelona), la introducción de la pla-ni cación estratégica y la governace como una fórmula generalizada de gestión, esto en el contexto de un giro neoliberalizador y de fuerte in uencia y contradicciones del paradigma de las ciudades creativas (Degen & García 2012; Novy & Colomb 2013; Martí-Costa & i. Miquel 2011).

El primer Plan Estratégico Cultural (1999) toca de manera tangencial la problemá-tica de los Centros Cívicos y a diferencia de lo que ocurre con el Plan de Bibliotecas, los Centros Cívicos no tienen cabida en la plani cación cultural, como señalan las entrevistadas, durante este periodo �“Nadie quería hablar de los Centros Cívicos�”, que eran �“tierra de nadie�”.33

5.6. Sexta Etapa 2004 �– 2010

En el contexto de un nuevo mega-evento, el Fórum Universal de las Culturas 2004, la instrumentalización social (como recurso de cohesión social) y económica (como recur-so de visibilidad internacional de la ciudad) de la cultura, llega a su máxima expresión,

32 Cfr. Nota al pie nº 8.33 Entrevistas Directora del Centro Cívico de La Sedeta y Director del Centro Cívico Cotxeres de Sants.

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poniendo sobre la mesa las fuertes contradicciones sobre las que se recostaba el Modelo de ciudad y la orientación de la política cultural (Sánchez Belando, Ma. Victoria, Rius, Joaquim & Zarlenga 2012; Rius, Joaquim & Sánchez Belando 2015).

Durante la Alcaldía de Jordi Hereu (2006-2011, PSC), la ciudad se embarca en un nuevo proyecto de crecimiento a golpe de actuaciones de alto impacto en cuanto a crea-ción de imagen y visibilidad global (García 2004b) haciendo extensivo el discurso de la creatividad a los Centros Cívicos a través de las líneas estratégicas del Programa de Acción Municipal 2004-2007 (Ajuntament de Barcelona n.d.) y del Plan Estratégico de Cultura 2006 (ICUB, 2006), en los que se refuerzan dos objetivos clave para la adapta-ción culturalista de los equipamientos, ya sugeridos en el periodo anterior (1) la espe-cialización en un sector cultural (2); la compatibilización entre cultura de proximidad y de ciudad. Con esto se produce, cierto acercamiento entre el ICUB y los equipamientos, al mismo tiempo que los objetivos culturales de proximidad se vuelven más difusos.

5.7. Séptima Etapa 2010 �– actualidad

En gran medida como parte de un cuestionamiento generalizado sobre el papel de la cultura en el modelo de ciudad (Degen & García 2012; Balibrea 2001; Majoor 2011; Martí-Costa & i. Miquel 2011; Novy & Colomb 2013; Kagan & Hahn 2011) y en parte como resultado de los retos que plantea la crisis desde 2008 se abre una nueva etapa en la que las organizaciones de la sociedad civil retoman debates abandonados en la década del ´80, al mismo tiempo que el Ayuntamiento enfatiza el giro creativista de los equipamientos vinculándolos al ICUB en 2012 (Ajuntament de Barcelona & Institut de Cultura de Barcelona. 2012).

El debate e impulso de la gestión comunitaria vuelve a situarse en la agenda de las organizaciones sociales, que identi can la crisis como una oportunidad para concretar-lo. Para esto, en 2009 se crea la Plataforma de entidades por la gestión cívica34 com-puesta por los directores de centros co-gestionados y que tiene como objetivo la modi- cación del actual marco legal que rige la adjudicación de la gestión de equipamientos con vistas a mejorar las condiciones para las asociaciones en los concursos públicos.

Por su lado, el Ayuntamiento, también retoma algunos proyectos antiguos, como la concreción del trabajo en red de los equipamientos que siempre estuvo planteada pero nunca se implementó, con el objetivo de disminuir gastos de programación a través de la circulación de producciones por la red y la colaboración en cuestiones técnicas.35

Paralelamente, se impulsa en 2010 un Plan Director de Centros Cívicos que preten-de acompañar la reconversión artístico-culturalista de los equipamientos, en este marco

34 Cfr. Nota al pie nº 27.35 Entrevista Tony Puig, ex técnico de la desaparecida Gerencia de Educación Cultura y Bienestar de

la que dependían los Centros Cívicos hasta 2011.

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se lanzan además una serie de campañas para proyectar los centros al ámbito de ciudad a través de exposiciones y programación de eventos en puntos centrales como Plaza Universidad y Rambla Catalunya, como �“Saltem les Muralles�” y �“Tornem a saltar les Muralles�” realizadas entre 2009 y 2010 dentro del Programa Barrios Creativos (Ajun-tament de Barcelona & Gerencia de Educació. 2009).

En 2011, con el triunfo electoral de Xavier Trias (Convergencia i Unió) se produce un giro determinante en la instrumentalización y visión economicista de la cultura y la creatividad, que se expresa en Plan Estratégico Metropolitano 2020 (Asociación Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona 2010) a través de objetivos de liderazgo global de la ciudad en cuanto a creatividad, innovación y conocimiento, líneas estratégicas para promover la atracción de talento innovador, en un claro guiño a los planteamientos de Florida (Florida 2002). En este marco se recon guran las Direcciones del ICUB, donde se crean nuevas direcciones como la de Creatividad e Innovación y la de Cultura de Proximidad, en la que por primera vez se incluye a los Centros Cívicos.

6. Conclusiones

El objetivo de este artículo ha sido responder a dos interrogantes: ¿Cuál es el impacto del paradigma emprendedor de base cultural por el que ha optado la ciudad de Barce-lona sobre las políticas culturales de proximidad? y ¿Cómo afecta este impacto en la dimensión participativa y democrática atribuida a estas políticas?

Respecto de las hipótesis planteadas, hemos podido constatar que la implementación de la descentralización, en el contexto del giro emprendedor de laciudad (Harvey 1989) se orientó a favorecer un mayor peso de la dimensión administrativa sobre la política de ese proceso, cosa que propició el diseño de unos mecanismos de participación ciudadana de baja intensidad y una visión instrumental del papel de los actores sociales incorporados a las nuevas alianzas estratégicas público-privadas que promovía el Ayuntamiento.

Esto, planteó un desencuentro en las relaciones entre las organizaciones sociales y el gobierno local, ya que las expectativas de una participación de mayor intensidad �– en la toma de decisiones o en la gestión comunitaria de equipamientos socio-culturales- se vieron frustradas, y, aquellas organizaciones sociales que se transformaran en aliados estratégicos de la administración lo harían restringiendo su actividad a la provisión de servicios, en un marco de desconcentración administrativa.

Por otra parte, la cultura, a partir del proyecto olímpico, se había convertido en un recurso estratégico para el marketing urbano. El conjunto de actuaciones que posicio-narían a Barcelona en el mercado global de ciudades, se movilizaba en base a grandes eventos, construcción de edi cios emblemáticos, de arquitectura de autor y no de equi-pamientos de barrio.

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Como se ha señalado, las presiones por la competitividad internacional desa aban la sostenibilidad del llamado Modelo Barcelona, mientras los actores sociales locales intentaban asegurar la justicia social en el contexto local (Degen & García 2012).

Puede decirse que, por un lado, la desactivación de la dimensión política de la participación ciudadana a la que hemos hecho referencia, junto a la aceleración del pa-radigma de la creatividad, transformó a los Centros Cívicos en equipamientos subvalo-rados y desarticulados tanto del giro creativista como de los objetivos de dinamización territorial y promoción de la participación para la que fueron concebidos. Esta situación se ha resuelto con la adscripción de los equipamientos al Instituto de Cultura de Bar-celona en 2011, que ha apostado por convertirlos en espacios de consumo cultural en detrimento de su dimensión social. En suma, se observa una reducción de los espacios de titularidad pública para estos nes, ya que los Casales de Barrio, resultan escasos para suplir los objetivos iniciales de los Centros Cívicos.

En este escenario de apuesta por un modelo de ciudad for export, las políticas di-rigidas al bienestar, como las de proximidad y en ese marco el Programa de Centros Cívicos, se ven desplazadas, ilustrando algunos de los dilemas señalados por Bianchini (1993) hace más de dos décadas: la tensión entre proyección internacional y gran-des eventos frente a actuaciones dirigidas al desarrollo y el bienestar local, entendidas como parte de un proceso de profundización democrática.

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