las particularidades del castigo a partir de la clsificación de los cuerpos - laura judith sánchez...

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IV CONGRESO NACIONAL Y IV LATINOAMERICANO DE SOCIOLOGÍA JURÍDICA “Conflictos sociales y confrontaciones de derechos en América Latina” Facultad de Derecho y Ciencias Sociales-UNC - Sociedad Argentina de Sociología Jurídica Córdoba, 17, 18 y 19 de octubre de 2013 LAS PARTICULARIDADES DEL CASTIGO A PARTIR DE LAS CLASIFICACIONES DE LOS CUERPOS El caso de la cárcel de mujeres en Córdoba Laura Judith Sánchez* Comisión de Trabajo N°3: Delito y control social * Becaria de doctorado de Conicet y MinCyT de Córdoba. CIJS (Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociales), Facultad de Derecho y Ciencias Sociales – UNC. E-Mail: [email protected]

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  • IV CONGRESO NACIONAL Y IV LATINOAMERICANO DE SOCIOLOGA JURDICA Conflictos sociales y confrontaciones de derechos en Amrica Latina

    Facultad de Derecho y Ciencias Sociales-UNC - Sociedad Argentina de Sociologa Jurdica Crdoba, 17, 18 y 19 de octubre de 2013

    LAS PARTICULARIDADES DEL CASTIGO A PARTIR DE LAS CLASIFICACIONES DE LOS CUERPOS

    El caso de la crcel de mujeres en Crdoba

    Laura Judith Snchez*

    Comisin de Trabajo N3: Delito y control social

    * Becaria de doctorado de Conicet y MinCyT de Crdoba. CIJS (Centro de Investigaciones Jurdicas y

    Sociales), Facultad de Derecho y Ciencias Sociales UNC. E-Mail: [email protected]

  • 1

    Resumen

    En el campo de la sociologa del castigo se ha sostenido que gran parte de la selectividad penal supone una diferencia de gnero, en tanto las crceles son instituciones de segregacin masculina, este mismo

    dato ha servido de fundamento para dos procesos intelectuales: la esencializacin del sujeto masculino en los estudios criminolgicos y el descuido en la produccin de saberes en relacin a las mujeres en el

    campo de la justicia penal. En lo que refiere a este ltimo aspecto, los estudios sobre las mujeres tardaron

    en llegar al campo criminolgico y no fue sino a partir de fines de la dcada del 70, con el libro Women,

    Crime and Criminology de Carol Smart (1977) cuando surge lo que se denomin la criminologa feminista. Por estas razones, en esta ponencia, nos interesa especialmente las modalidades especficas que adquiere el encierro como forma de castigo por excelencia en las sociedades modernas sobre los cuerpos de las mujeres detenidas, sustrayndolas del imaginario de la mujer vctima o mujer delincuente, en tanto las especficas formas de control y vigilancia retornan en el castigo una forma de pena particularmente generizada. Por ello, nos proponemos explorar algunas dimensiones que

    caracterizan y particularizan el castigo en las mujeres privadas de su libertad en Crdoba.

    Abstract

    Sociology of punishments field has sustained that a large part of the penal selectivity presumes a gender difference, as prisons are institutions of male segregation; this same fact has served as the

    foundation for two intellectual processes: the essentialization of the male subject in criminological studies and the neglect in the production of knowledge in relation to women in the criminal justice field.

    About this last aspect, there were no major studies on women in the criminological field until the late 70s when appeared the book Women, Crime and Criminology by Carol Smart in 1977, and with it what was

    called the feminist criminology emerges. For these reasons, in this paper, we are specially interested in the specific modalities that confinement acquires as the way of punishment for excellence in modern societies- over womens bodies in detention, subtracting them of the imaginary of the female victim or the female delinquent as much as the specific ways of control and surveillance return in a form of punishment influenced by gender. So, we propose to explore some dimensions that characterize and

    particularize the punishment of women deprived of the liberty in the city of Crdoba.

    A modo de introduccin

    El encuentro entre los estudios del castigo y las producciones feministas han tenido gran

    relevancia en los ltimos tiempos. Desde la dcada de 1970 emergieron estudios que

    incluyen a las mujeres en los anlisis vinculados con la sociologa del castigo. En la

    actualidad, la complejidad introducida por los estudios del gnero y la sexualidad

    invitan a la reflexin y nos brindan conceptos con suficiencias explicativas para

    entender lo que ocurre en el mbito de lo penal. No obstante la relevancia de estas

    narrativas, en esta ponencia nuestro argumento es que las explicaciones interseccionales

    son las que resultan de mayor relevancia en este terreno.

    Por ello, es necesario recoger los aportes que se han realizado desde la sociologa del

    castigo (que en su gran mayora han sido pensado sin contemplar las especificidades del

    gnero) para comprender la crcel. Y a partir de all, reconstruir las especificidades que

    un estudio sobre mujeres debe tener en cuenta. De un modo exploratorio, presentaremos

  • 2

    tres relatos que grafican algunas de las incidencias del castigo legal en las mujeres

    alojadas en la crcel de Bouwer.

    En relacin a lo metodolgico se han utilizado tres fuentes primarias para la recoleccin

    de algunos de los datos aqu presentados: registros de campo, entrevistas1 a mujeres

    encarceladas en Crdoba-Argentina y observacin2. As mismo, sirven de soporte para

    un anlisis ms general respecto a la crcel de mujeres y como fuentes secundarias: los

    Informes Anuales de la Procuracin Penitenciaria de la Nacin, un fallo de fines del ao

    pasado (2012) en Crdoba respecto del traslado de una travesti a la crcel de mujeres y

    algunas notas periodsticas.

    Algunas consideraciones para pensar el castigo

    Son numerosas las contribuciones tericas que se han realizado en este terreno. Por ello,

    aqu tan solo recogeremos algunos anlisis, que aunque producidos en otros contextos

    nos pueden ayudar a comprender analticamente algunos aspectos de nuestras formas de

    castigo, no obstante la sujecin a revisin emprica e histricamente situada de nuestras

    realidades.

    Por otra parte, el castigo, en este trabajo, es entendido como el castigo legal y ms

    especficamente como la crcel, que es la forma que aquel adquiere por excelencia en

    1 Es necesario advertir que los relatos aqu transcriptos se inscriben en un proceso mayor de investigacin

    que est en curso. Por ello, deseamos dejar explcito que las entrevistas aqu consideradas no pudieron ser

    grabadas, esto, porque realizar el trabajo de campos en contextos tan restringidos, como es el caso de la

    crcel, implica tomar una serie de estrategias en distintos sentidos. En primer lugar, la ms obvia tiene

    que ver con los lmites y resistencias que la propia institucin opone. En ese sentido, someter a

    consideracin por parte del Servicio Penitenciario el ingreso de grabadores podra resultar ms un

    obstculo que un progreso. En segundo lugar, he decidido tomar dos modalidades de entrevistas. La

    primera modalidad (que es la que sirve de fuente en este trabajo) tiene que ver con entrevistas abiertas y

    registradas y atienden a fortalecer la confianza de las personas detenidas en la crcel, en especial por ser

    un grupo humano con gran exposicin a los interrogantes (por diversas que puedan ser las preguntas planteadas en una investigacin y aquellas que vengan desde la propia institucin carcelaria). La segunda

    modalidad ser a travs de entrevistas en profundidad, stas permitirn ampliar y profundizar la

    informacin recolectada y las percepciones de las propias mujeres privadas de su libertad. Por esta razn, seguiremos aqu el mtodo que usa el socilogo Carlos Figari (2008) para estudiar la sexualidad de

    algunos sujetos a partir de los relatos, la observacin y la propia narrativa de los actores en cuestin. Para

    ello, expone los datos en forma de relatos descriptivos que llama Escenas. Se trata de escribir una historia contada, una narrativa del sujeto, que aunque incompleta permite reconstruir parte de la experiencia en prisin; aun cuando estamos del todo advertidos que estos relatos son solo una parte del

    problema en cuestin. 2 En el caso de la observacin, esto ha sido posible gracias a la Procuracin Penitenciaria de la Nacin

    delegacin Crdoba que me ha permitido ingresar para observar las entrevistas que diversos funcionarios, que trabajan en dicho organismo (mdicos, abogados y licenciados en ciencia poltica y

    trabajo social), les realizan a las mujeres presas.

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    nuestro sistema jurdico. No se tratar de comprender otras formas de castigo como las

    que se producen dentro de la esfera familiar, escolar o de otras instituciones de control

    informal, no porque esto no sea importante, sino porque el objeto de observacin es,

    particularmente, la crcel de mujeres de Crdoba.

    El castigo legal se presenta como un fenmeno complejo y multidimensional que

    implica no solo lo que sucede con la penalidad en s misma, sino con los cambios,

    sociales, culturales, econmicos, polticos, morales, psicolgicos, de relaciones de

    poder, entre otros, que se producen en cada contexto.

    John Pratt (2006) nos ha mostrado como en Inglaterra, Nueva Zelanda, Australia y

    Canad el proceso civilizatorio ha provocado consecuencias muy incivilizadas. La idea

    de civilizacin es tomada de Norbert Elias para explicar algunos de los cambios que

    se produjeron en esos pases, en especial aquellos que tuvieron que ver con el paso del

    castigo pblico al castigo privado y la eliminacin o supresin del castigo sobre el

    cuerpo del acusado. Esto por la influencia que el cambio de hbitos y costumbres tuvo

    en aquellas comunidades y como las nuevas formas socio-culturales despertaron una

    nueva emotividad, en especial, los aspectos vinculados con la higiene, la vestimenta, la

    salud, la dieta, que fueron modificando modos de sentir en esas sociedades. Estos

    fenmenos psico-sociales contribuyeron a la sustraccin de la imagen de los presos y

    las prisiones del centro de la esfera pblica, volvindola invisible. No obstante, en esta

    investigacin se explicita que este anlisis no podra ser del todo aplicable para el caso

    de las mujeres, quienes al igual que los menores de edad probablemente estuvieron

    sujetas/os en parte a los mismos efectos penales, pero a menudo tambin a otros muy

    diferentes, debido a actitudes y tolerancias muy variables hacia su castigo en concreto, a

    los que se les debe dar una especificidad propia (Pratt, 2006: 30).

    Por otra parte, para este mismo autor, la penalidad est fuertemente influenciada por las

    sensibilidades y emociones de los grupos sociales y esto guardara cierta relacin con el

    populismo penal, donde polticos y periodistas buscaran alcanzar cierto grado de

    representatividad y legitimacin captando las demandas de ley y orden, especialmente

    promovidas por algunos grupos activistas o vinculados con el movimiento de las

    vctimas, en el contexto de lengua inglesa (Pratt, 2011).

    [E]l populismo penal se estructura de abajo hacia arriba y construye una reaccin

    frente a un establishment tradicional en este terreno de las polticas pblicas que es

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    visualizado como moderado y tmido, fundado en ideas nacidas de los expertos y

    alejadas de lo que realmente piensan y sienten los ciudadanos que votan. Ciertos

    polticos eligen en este escenario alejarse de sus propios cuadros y encarnar la

    representacin de esta tendencia antiestablishment que se desenvuelve antes que

    nada en ciertos sectores del pblico. Y esto se traduce en la fundacin incluso de

    nuevos partidos polticos en torno a estos temas. O en la generacin de mecanismos

    de participacin directa como referndums o plebiscitos para que se canalicen estas

    visiones que vienen desde abajo. (Pratt, 2011: 135)

    Si bien, en cierto sentido, se podra tender a identificar lo que Pratt describe aqu con

    algunos sucesos dados en la Argentina, como podra ser el caso Blumberg3, me parece

    que el vnculo, entre los distintos sectores del pblico argentino en general y aquellos

    encargados del castigo, se torna ms complejo, en parte por lo que ha significado

    nuestra propia historia. No siempre se establecen relaciones directas entre los pedidos

    de castigo populares y las respuestas estatales o de los gobiernos locales y la prensa.

    No solo la diversidad de grupos en las demandas de castigo, en la Argentina, podra dar

    cuenta de las complejas articulaciones que se dan entre el establishment local y las

    demandas populares (si pensamos en la demanda de castigo para los represores

    involucrados en la ltima dictadura cvico-militar de 1976 o la exigencia de mano

    dura para los menores o para los delitos contra la propiedad especialmente el robo o

    en el caso de algunos colectivos feministas que reclaman mayor severidad en el trato de

    los delitos que tienen como vctimas a las mujeres, como es el caso de violacin o la

    violencia domstica, ms all de la realidad que rodean estos supuestos). Tambin

    podra servirnos de ejemplo aqu el estudio y anlisis que la historiadora Lila Caimari

    hace acerca del surgimiento de las cooperadoras policiales de los aos 30, no obstante

    su anlisis no se concentra en el castigo, pero si nos muestra esa complejidad en el

    entramado de relaciones entre la sociedad, el gobierno y las prcticas de gobierno

    para el control del delito.

    Es a travs de las cooperadoras y las colectas que se financia el costo de esa reforma

    policial. La Bolsa de Comercio de Buenos Aires y diversas cmaras empresariales

    contribuyen con grandes sumas para equipar a la polica de la Capital. Es una

    reaccin frente a los grandes atracos a bancos y robos a los pagadores y la creciente

    conflictividad obrera. Pero tambin se producen colectas en los barrios para dotar de

    ms personal a las comisarias. Eso nos demuestra que la sociedad no es un sujeto

    3 Juan Carlos Blumberg es un empresario argentino que pas a la esfera pblica y al reconocimiento

    social por la muerte de su hijo Axel Blumberg, quien fue secuestrado en marzo del 2004 y posteriormente

    muerto por sus captores. Para ms informacin ver Calzado, Mercedes Elementos para el anlisis del tratamiento meditico del caso Blumberg. Documento N5 de FLACSO. Por otra parte, este caso emblemtico ha sido caracterizado como uno de los dos momentos importantes donde se observa el

    ascenso del populismo punitivista. En ese sentido, ver Sozzo, M. (2007).

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    pasivo frente al poder coercitivo del Estado. Hubo en los 30 mucha represin,

    pero tambin muchos pedidos para que la represin se ejerza.4 (Caimari, 2013)

    La convergencia de sectores contrapuestos (en el sentido que sus condiciones sociales y

    el acceso diferencial al estatus econmico, cultural, de raza, entre otros) en un inters

    comn por fortalecer las instituciones de control social formal, muestra lo complejo que

    se torna el anlisis del castigo desde el punto de vista social en nuestro contexto.

    Ms recientemente, a partir de la dcada de los 90 en la Argentina, el surgimiento del

    populismo punitivo estuvo ligado a un proceso de exclusin y precarizacin que se

    vio profundizado por la alianza de ciertos acuerdos entre el neoconservadurismo y

    neoliberales que convergieron en la gestin del menemismo. Es a partir de esa dcada

    que comienza a registrarse un incremento de la tasa de delitos en las calles (Sozzo,

    2007). Aqu la relacin entre la demanda ciudadana, el poder poltico y los medios de

    comunicacin no son identificadas como una relacin de imposicin sino como el

    resultado de una especie de complejo mecanismo circular, plagado de transacciones

    (Sozzo, 2007: 96). En la Argentina, el ascenso del populismo punitivo no parece ser

    ni de arriba para abajo, ni de abajo para arriba, sino ms bien producto del

    intercambio y circulacin de influencias recprocas entre quienes gobiernan (el

    Prncipe y los medios de comunicacin) y las demandas ciudadanas concentradas en

    algunas voces.

    Otros autores han explicado el desarrollo e incremento de las polticas policiales y

    penitenciarias a partir de la transformacin que han sufrido los Estados modernos bajo

    la bandera del neoliberalismo, expandindose un estado de inseguridad promovido por

    el declive de los derechos sociales (Wacquant, 2002).

    Un Estado keynesiano vector de la solidaridad, cuya misin era contrarrestar los

    ciclos y los perjuicios del mercado, asegurar el bienestar colectivo y reducir las desigualdades, es sucedido por un Estado darwinista, que eleva la competencia al

    carcter de fetiche y celebra la responsabilidad individual, cuya contrapartida es la

    irresponsabilidad colectiva, y que se repliega en sus funciones residuales de

    mantenimiento del orden, en s mismas hipertrofiadas. As, pues, la utilidad del

    aparato penal en la era poskeynesiana del empleo inseguro es triple: sirve para

    disciplinar a los sectores de la clase obrera reacios al nuevo trabajo asalariado

    precario en los servicios; neutraliza y excluye a sus elementos ms disociadores o a

    los que se consideran superfluos con respecto a las mutaciones de la oferta de

    empleos, y reafirma la autoridad del Estado en el dominio restringido que en lo

    sucesivo le corresponde. (Wacquant, 2004:166)

    4 El destacado me pertenece.

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    En otro sentido, se pueden identificar tambin los aportes durkheimianos acerca del

    castigo como produccin moral, pero atendiendo la revisin crtica que realiza Garland

    (2010) acerca de que aun cuando el castigo involucre algn tipo de condena moral, ste

    no puede producir un vnculo moral. Aun cuando podamos convenir en que el castigo

    contiene ciertos juicios morales, esto no implica que en sociedades tan complejas como

    las modernas stos puedan ser los mismos para todos los ciudadanos o grupos sociales.

    Del mismo modo, resultan relevantes las contribuciones que desde algunas corrientes

    vinculadas al pensamiento marxista se han realizado, en especial en lo que refiere al

    papel medular que ocupan las clases dirigentes o la lite y las instituciones del estado en

    la organizacin del poder y la distribucin de la riqueza (Garland, 2010).

    No obstante, el castigo en las sociedades modernas no pierde sus rituales, sino, ms

    bien, stos se concentran en el proceso penal del castigo (junto con el efecto simblico

    de ste) y la administracin del castigo queda invisibilizada y secuestrada de la

    mirada del pblico. El castigo como institucin social est condicionado por un

    conjunto de fuerzas sociales e histricas, que tienen un marco institucional propio y

    apoya una serie de prcticas normativas y significantes que producen cierto rango de

    efectos penales y sociales (Garland, 2010: 328).

    Pensar en el castigo como una institucin social supone vincular la crcel con los

    propsitos polticos y el contexto en que emerge, que aun cuando puedan ser variados,

    suponen una arquitectura cuyo diseo poltico responde a intereses de distintos

    sectores de nuestra sociedad, pero que solo afectan algunos grupos sociales; adems,

    tambin supone considerar las relaciones de poder sobre las que se asientan sus muros y

    a partir de las que se interviene en el cuerpo de los/las presos/as (Foucault, 2005). El

    disciplinamiento, control y correccin parecen seguir teniendo suficiencia explicativa

    para describir el devenir de la prisin, aun cuando hoy puedan ser puestos en dudas y

    discutidos en los diversos contextos socio-histricos; mxime cuando se trata de

    pensarla en una institucin para el disciplinamiento en sociedades no industrializadas.

    Aun as el cuerpo del condenado contina siendo objeto de una intervencin estatal y

    una operacin social.

    La forma-prisin prexiste a su utilizacin sistemtica en las leyes penales. Se ha

    constituido en el exterior del aparato judicial, cuando se elaboraron, a travs de todo

    el cuerpo social, los procedimientos para repartir a los individuos, fijarlos y

    distribuirlos espacialmente, clasificarlos, obtener de ellos el mximo de tiempo y el

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    mximo de fuerzas, educar su cuerpo, codificar su comportamiento continuo,

    mantenerlos en una visibilidad sin lagunas, formar en torno de ellos todo un aparato

    de observacin, de registro y de notaciones, constituir sobre ellos un saber que se

    acumula y se centraliza. (Foucault, 2005: 233)

    Finalmente, la crcel tambin ha sido pensada como una forma de gobierno de esos

    otros que no pueden ser controlados por otros medios en el ocaso de su justificacin

    socio-penal. [L]a institucin total pierde toda cobertura ideolgica, para ser justificada,

    en trminos tecnocrticos, en funcin de lo que ella realmente es: una institucin de

    control para aquellos que no pueden ser gobernados de otro modo (Pavarini, 2006:

    43).

    Hasta aqu, he intentado realizar una brevsima y recortada exposicin sobre algunas

    ideas del castigo en la sociedad moderna. En lo que sigue intentar dar cuenta de por

    qu un estudio interseccional entre mujeres y castigo resulta relevante, valindonos de

    los aportes que se han realizado en otros discursos y no exclusivamente en la sociologa

    del castigo.

    Ser mujeres en la crcel

    El encuentro entre el movimiento feminista y el posmodernismo produjo una serie de

    debates en relacin al sujeto del feminismo provocando diversas reacciones, desde

    cambios en los propios movimientos de mujeres, hasta el surgimiento de la teora

    Queer. Esto ha facilitado que donde antes se vea un universo homogneo (las mujeres,

    la clase obrera, etc.) hoy se piense al sujeto de manera fragmentada y contingente

    (Carrington, 2006). Por otra parte, desde el surgimiento del feminismo no ha sido

    posible pensar de modo separado la teora y la produccin de saberes y la poltica, desde

    esa interseccin se plantea una epistemologa feminista.

    No es el propsito de este trabajo reconstruir el pensamiento feminista sino destacar,

    como desde sus orgenes la pregunta en torno al sujeto poltico del feminismo ha sido

    clave y es desde ese aporte desde donde pretendo indagar ciertas incidencias del castigo

    en cuerpos encarnados por sujetos que deben ser pensados de modo mltiple,

    divergentes, contingentes, cuyo devenir est atravesado por la experiencia del encierro

    en la prisin. Un primer paso entonces gira en torno a qu son las mujeres y un

    segundo aspecto ser poder reconstruir algunos relatos de esas mujeres en prisin.

  • 8

    En el primer sentido, algunas autoras feministas, como es el caso de Dorlin (2009),

    destacan la importancia que ha tenido el concepto de interseccionalidad para

    comprender la dominacin en las relaciones de poder. Este concepto es tomado

    metodolgicamente y ha sido superador de las teorizaciones matemticas que

    explican la dominacin a partir de la acumulacin aritmtica de las relaciones de

    dominacin, a saber: sexismo + clase + raza, etc. Este modo de comprender los

    problemas de las mujeres ha sido objeto de crticas pues desconoce que las formas en

    que se presentan estos elementos, en tanto conceptos valorados y construidos

    socialmente, no son puros sino que se singularizan en cada una de las relaciones de

    poder que los atraviesa. En la vida social no sumamos las discriminaciones cuando las

    vivimos, sino que las experimentamos con el propio cuerpo y es a partir de all que se

    singularizan y se hacen carne esas mismas relaciones de poder.

    El anlisis aditivo de la dominacin define el sexismo como la nica relacin de

    poder transversal a todas las mujeres, cualesquiera que sean su clase, su sexualidad,

    su color, su relacin, etc.; y que plantea la lucha contra el sexismo como una lucha

    prioritaria por lo que respecta a las otras relaciones de dominacin. El sexismo es

    entonces planteado como un denominador comn que garantiza las condiciones de

    posibilidad de emergencia de una identidad poltica compartida. Es por tanto esta

    experiencia comn del sexismo la que permite la constitucin y la cohesin del

    sujeto poltico del propio feminismo Nosotras las mujeres, amenazando de desintegracin si uno fuera a diferenciar a ultranza a las mujeres segn las mltiples

    relaciones de poder que padecen. Pero si todas las mujeres realmente hacen la

    experiencia del sexismo, a pesar de esta conmensurabilidad de la experiencia,

    no hay sin embargo experiencia idntica del sexismo, a tal punto [que] las otras relaciones de poder que estructuran el sexismo modifican sus

    modalidades concretas de efectuacin y por consiguiente las vivencias de las

    mujeres.5 (Dorlin, 2009: 71)

    Es a partir de esta crtica que puede captarse la tendencia de un tipo de feminismo a

    replegarse implcitamente sobre una comprensin de la dominacin que toma la

    situacin de algunas mujeres por la situacin de todas las mujeres como la modalidad

    universal de su sometimiento (Dorlin, 2009: 71-72). Entonces, desde un punto de vista

    revisionista, el solo dato de ser mujer por nacer con un sexo determinado no parece

    alcanzar para explicar las mltiples formas de experimentar el ser mujer. En otras

    palabras, las construcciones que se hacen a partir de un dato biolgico en s mismo no

    nos permite explicar las experiencias de todas las mujeres (ni tampoco de todos los

    varones) por ese solo hecho, aun cuando ciertamente una multitud de creencias acerca

    de dicha clasificacin han invadido nuestros sentidos y nuestras percepciones de las

    5 El destacado me pertenece.

  • 9

    disposiciones que podemos y que no podemos hacer respecto de nuestro gnero, nuestro

    sexo y finalmente nuestro cuerpo.

    Pensar la masculinidad tambin nos puede ayudar a deconstruir cierto esencialismo

    que ha valido para las mujeres, pero tambin ciertamente para los varones. De este

    modo, podramos comprender mejor aquella frase tan frecuentemente afirmada respecto

    de que la crcel est pobladas por hombres, como si ese solo dato dijera algo por s

    mismo. En todo caso, dice mucho de nuestra organizacin social y nuestras formas

    culturales, pero no porque all haya alguna sustancia del ser hombres. Tambin en

    este terreno se ha reproducido gran parte de la lgica binaria, en donde algunos

    varones hablan en nombre de todos o (como lo hemos presentado ms arriba en el

    anlisis que hace Dorlin) de un modo sumativo, aritmtico o aditivo, es decir: la

    selectividad penal funciona en tanto: varn + pobre + negro, etc.

    Siguiendo a Judith Halberstam (2008: 23) la masculinidad no puede ser reducida al

    cuerpo del hombre y sus efectos. La interdependencia que se produce entre La

    masculinidad dominante y las masculinidades perifricas explican el despliegue en la

    produccin de nuestras sociedades, incluso en la produccin del sistema penal, aun

    cuando esa produccin sea un complejo relacional entre prcticas y discursos. Las

    masculinidades perifricas, dentro de las que se ubicaran las masculinidades femeninas,

    no seran una copia o imitacin de la virilidad masculina. Las masculinidades

    femeninas se consideran las sobras despreciables de la masculinidad dominante, con el

    fin de que la masculinidad de los hombres pueda aparecer como lo verdadero. Pero lo

    que entendemos por masculinidad heroica ha sido producido por medio de los cuerpos

    tanto de hombres como de mujeres (Halberstam, 2008:23). De este modo la

    masculinidad dominante se estatuira a partir de un proceso relacional de

    naturalizacin entre la virilidad y el poder.

    [L]a masculinidad se vuelve inteligible como masculinidad cuando abandona el

    cuerpo del varn blanco de clase media. Los argumentos de la masculinidad

    excesiva tienden a centrarse en los cuerpos de los negros (hombres y mujeres), los

    cuerpos de los/as latinos/as o los cuerpos de las clases trabajadoras, y la

    masculinidad insuficiente se asocia muy a menudo a los cuerpos de los asiticos o

    los cuerpos de las personas de clase alta. Estas construcciones de estereotipos de

    masculinidad variable marcan el proceso por el cual la masculinidad se hace

    dominante en la esfera de la virilidad de los blancos de clase media. (Halberstam,

    2008: 24)

  • 10

    Sin sumergirnos en los debates sobre si la sexualidad es protsica (Preciado, 2002);

    Halberstam, 2008) performativa (Butler, 2006) o natural (esta versin es ms propia del

    feminismo de la primera y la segunda ola), nos interesa la perspectiva de como ha sido

    objeto de una forma sofisticada de gobierno y vigilancia sobre los cuerpos, pero

    tambin de consensos, acuerdos y desacuerdos de la misma produccin de una

    masculinidad del varn blanco, que Halberstam llama masculinidad pica.

    El malo es un elemento omnipresente en el discurso de la masculinidad pica: pensemos, por ejemplo, en El paraso perdido y en su escatolgica separacin entre

    Dios y el Diablo. Satn es, digamos, el malo original. Esto no significa que la

    masculinidad del malo lo aparte de los beneficios que reporta el privilegio de ser

    varn; al contrario, los malos pueden ser ganadores, simplemente suelen morir ms

    rpido. De hecho, existe actualmente una lnea de ropa que se llama Bad Boy y que

    utiliza ese poder especial que tiene el malo. Esto nos muestra que la transgresin se

    ha convertido rpidamente en un elemento ms para promover el consumo del varn

    blanco6.

    Pero esto podra tener su reverso en aquellos otros varones no-blancos7, que es

    precisamente el sujeto que tanto se ha denunciado como objeto de persecucin penal.

    Esta asociacin entre cierta versin de masculinidad y lo malo es algo que est ligado,

    en algunos aspectos, a nuestras representaciones sobre el delito con independencia de

    que muchas de las conductas delictivas son consideradas socialmente como

    moralmente malas y podra ser pensado como una influencia que permiti excluir a

    las mujeres durante mucho tiempo del sistema penal, que es un dato que comienza a ser

    revertido en las ltimas dcadas, tambin acompaado por un proceso de mayor

    participacin de las mujeres en la esfera pblica.

    Hasta aqu lo planteado respecto de algunas consideraciones para arrimarnos a un

    estudio de mujeres, que supondr considerar no solo a las que han nacido con el

    sexo de mujer, sino tambin a aquellas que se identifiquen con el ser mujer, por

    ejemplo las mujeres trans o las travestis, mujeres con sexo masculino dira Figari

    (2008). En Crdoba, a fines del ao pasado, se concedi el traslado a la crcel de

    mujeres de una travesti que estaba alojada en el penal de varones. Esto fue posible a

    partir de la sancin de la Ley de Identidad de Gnero (Ley N 26.743), que viene a

    6 Desde otro punto de vista, podra pensarse en el varn en general y no solo el blanco. Esto encontrara

    puntos de conexiones con estudios sobre desviacin y jvenes, por ejemplo, estoy pensando en el libro Delincuence boy de Stanly Cohen. 7 La idea de sujeto no-blanco esta acompaada de otra idea clave: la negritud. El negro y la

    negra, aun cuando en nuestro entorno no refiere directamente a la pigmentacin en la piel, ha servido de base para construir la idea de aquel sujeto no-blanco y excluirlo de sus privilegios.

  • 11

    interrumpir las disposiciones de los gneros, los interpela y provoca una serie de

    preguntas a toda la comunidad8.

    Por otro lado, la crcel permite trascender el binomio que la propia institucin impone

    al clasificar las crceles en cuerpos de varones y mujeres y, as, en su interior,

    tambin tenemos varones trans, es decir, varones de sexo femenino. Estas mltiples

    paradojas que se producen dentro y fuera del encierro, nos permiten descubrir distintas

    relaciones y disposiciones del poder, en el tiempo y espacio delimitado por los muros de

    la prisin. No obstante, aqu nos detendremos en tres relatos de mujeres que se

    identifican como tales. De modo exploratorio nos proponemos observar: las incidencias

    del encierro en los lazos familiares y el cuerpo de las mujeres.

    El cuerpo: un lugar en donde se habla sin palabras

    Mara9, una de las presas detenidas en Bouwer, y ha sido entrevistada en dos

    oportunidades. Nos cuenta de su experiencia como procesada y habla de s misma.

    Escena 1:

    Mara parece estar embarazada de 8 meses, tiene un abdomen extendido y voluptuoso. Tiene la

    cara tatuada, del lado derecho unos piecitos y del dalo izquierdo estrellas. Tambin tiene otros

    tatuajes en el resto del cuerpo.

    Entra a la sala donde la espera el mdico10

    , se sienta y comienza a explicarle que tiene problemas

    en el hgado y que por esa razn no puede prcticamente moverse.

    El mdico le pregunta por sus tatuajes y ella responde que los pies significan el camino y las

    estrellas sus 10 hijos, incluyendo una que falleci.

    Luego de examinarla y conversar sobre su salud, el mdico le da un papel escrito donde le anota

    el nombre de la institucin que representa y el telfono para que cualquier inconveniente que

    tenga le llame y ella le agradece, pero antes de irse se acerca y le dice: Pero qu dice ac?

    Disculpe, es que no s leer.

    El estado de salud de gran parte de la poblacin encarcelada es precario y esto est

    acompaado de una mala alimentacin, en general. De las 10 mujeres entrevistas este

    8 Ver notas periodsticas y fallo al respecto.

    9 Todos los nombres usados aqu son de fantasa, para reservar la identidad de las personas que nos han

    brindado informacin. 10

    Se trata del mdico de la Procuracin Penitenciaria, no el mdico del Servicio Penitenciario ya que hace

    meses que est de licencia, razn por la cual no tienen a ningn mdico para revisar su estado de salud y

    hacer las derivaciones correspondientes.

  • 12

    ao, 9 dijeron que la comida era mala y 1 dijo que era pasable, normal. El caso

    expuesto de Mara no es una excepcin en relacin a la desatencin en el mbito de la

    salud que experimentan las mujeres, pero lo que se destaca del caso es la continuidad en

    la precariedad de sus condiciones y posibilidades reales de ser incluidas. El abdomen

    expandido, que a simple vista pareca un embarazo avanzado, segn la revisin del

    mdico era por la inflamacin del hgado, pero no pudo ser atendida por la nica mdica

    general que hay en el Servicio Penitenciario porque hace meses que est de licencia.

    Por otra parte, Qu significa en nuestras sociedades que una persona no sepa leer ni

    escribir? Qu efectos trae acompaado ese hecho? La indefensin que reportan estos

    lmites a la hora de ejercer su defensa en el proceso penal y en la administracin del

    castigo ya conlleva un agravante en sus condiciones, as como las limitaciones que

    puede haber aparejado en la vida antes de la prisin. Este dato se ve reforzado por la

    investigacin realizada por el CELS, la Procuracin Penitenciaria de la Nacin y el

    Ministerio Pblico de Defensa de la Nacin que muestra que el 64% de las mujeres no

    realiza, en prisin, ningn curso de educacin formal y el 63% de las mujeres no ha

    terminado la educacin secundaria (CELS, 2011).11

    Los hijos e hijas son un tema recurrente en las conversaciones con las mujeres

    detenidas, de las 10 mujeres que vimos en diversas oportunidades solo 1 no tena

    hijos/as y el resto en todas las conversaciones incluy a sus hijos/as, algunas los sellan

    en el cuerpo, como en el caso de Mara. El hecho de no saber escribir despierta en Mara

    un lenguaje de smbolos que le permite decir (sin palabras) lo que significan sus hijos:

    estrellas. No obstante, Mara aun no ha podido ver a sus hijos/as desde que est en

    prisin, en parte por la distancia, pero tambin por la falta de recursos econmicos de

    sus hijos/as. Este es un problema comn para las personas alojadas en la Crcel de

    Bouwer. Por estar retirada del ejido urbano de la ciudad de Crdoba, la distancia y la

    falta de disponibilidad horaria en el transporte son dificultades a sortear para ir y llegar

    oportunamente en los horarios de visitas.

    11 Hay que tener en cuenta que esta informacin fue producida considerando las personas privadas de su libertad en crceles federales y no contamos con datos oficiales de la situacin de las mujeres de la crcel

    de Bouwer de la provincia de Crdoba.

  • 13

    Nios y nias privados/as de su libertad12

    Escena 2

    Alicia vive con su hijo en la crcel desde que es beb. Frecuentemente, asiste a los encuentros

    semanales con otras mujeres privadas de su libertad.

    Un da llega sola al aula y le preguntamos por su hijo y ella nos cuenta:

    Est afuera, pasa que estoy tratando de que nos despeguemos un poco, a mi me cuesta

    horrores; pero la semana pasada sali por primera vez y cuando fue a la casa vio a un perro y se

    larg a llorar. Pasa que se asust, porque l nunca haba visto un perro ac en la crcel13

    Este relato puede parecer una nimiedad, pero lo que queremos mostrar son aquellos

    pequeos detalles que la privacin de la libertad en los nias y nios conlleva. Es un

    ejemplo superficial, pero grfico; que nos ayuda a representarnos la extensin del

    castigo en los hijos e hijas. Pensemos en las condiciones de salud y en la comida a la

    que ms arriba hacamos referencia y en todas aquellas condiciones de precariedad a las

    que estn sujetos por estar en estos lugares de encierro. (Informe PPN, 2010: 373)

    Por otra parte, a partir del 17 de diciembre de 2008 se aprob la Ley 26.472, que

    modific la Ley 24.660 de Ejecucin Penitenciaria y el Cdigo Penal, ampliando los

    supuesto de sustitucin de la prisin por el arresto domiciliario para las personas con

    mayor vulnerabilidad, como es el caso de las mujeres embarazadas y las mujeres con

    hijos, entre otros casos. Esta modificacin ha impactado en la poblacin de mujeres con

    nios menores de 5 aos, aunque en el caso de Crdoba no sabemos con precisin

    cuntas han sido las mujeres sujetas a ese rgimen, as como tampoco contamos con la

    informacin oficial de cuntas mujeres que tienen hijos menores de 5 aos, estn

    privadas de su libertad.

    As mismo, desde un punto de vista poltico, esta ley reporta un avance y permite la

    inmediatez de la respuesta frente a una situacin preocupante, como es el caso de los

    nios y nias encerrados/as. Pero desde el punto de vista analtico (que tambin tiene su

    12

    Lo incluimos aqu como referencia, a pesar de no tratarse de mujeres propiamente dicho, porque indica

    algunos rasgos de los vnculos y el lazo social y afectivo de las mujeres con sus hijos/as. Este vnculo, se

    presenta tan fuerte en los relatos de las mujeres, que parece necesario explorarlos y abordarlos. 13

    Este relato corresponde al testimonio de una de las mujeres que particip, en el ao 2006, en encuentros

    semanales que se realizaban con mujeres privadas de su libertad (procesadas y condenadas). Se trat de

    una modalidad de trabajo en grupos focales.

  • 14

    dimensin poltica), no deja de ser una respuesta basada en estereotipos que ubican a la

    mujer como responsables principales de la crianza de sus hijos (Nari y Fabre, 2006).

    Con esto no se quiere hacer juicio normativo alguno de cmo debieran ser las mujeres

    en relacin a sus hijos/as. Ms bien es una paradoja que nos invita a reflexionar y

    repensar la cantidad de implicancias que tiene el gnero en la vida cotidiana, incluso

    como proyecto poltico.

    Las sutilezas en el castigo

    Escena 3

    Marina tiene 28 aos, tiene buen aspecto y se distingue de otras presas. Llama la atencin por su

    origen de clase media. Cuenta su experiencia a lo largo de los 10 meses que hace que est

    detenida como procesada.

    En general, con las compaeras y con el las guardias del Servicio Penitenciario me llevo bien.

    Pasa que si no sos un cachivache, disculp la expresin, pero voy a usar la palabra

    cachivache, que es como se tratan ac adentro dice. Pero pasa que sino ac te terminan

    tratando como a un cachivache. Tengo miedo que me agarren con algo, que me metan droga

    cuando estoy durmiendo. Es que, antes, estaba en el Pabelln de Conducta, pero como tuve un

    problema con una presa que se lleva re mal con todas y que est todo el tiempo encerrada y no se

    lleva con nadie, me mandaron al Pabelln de Primarias que son las que recin ingresan a la

    crcel. Yo les ped que me cambiaran y me mandaron ah, que no es muy lindo ().

    Ella (por la compaera de celda con la que tuvo problemas) trata mal a todo el mundo, pero la

    bronca viene por un problema que tienen en la crcel de varones mi novio con su pareja y por eso

    un da yo estaba bajando las escaleras y ella me empuj. Entonces, ah ped que me cambiaran

    (). Ahora, en el pabelln que estoy tengo miedo porque hay mucha droga en este pabelln. Ah

    todas se drogan, yo soy la nica que no consumo nada, ni fumo, ni nada. Al principio, me haban

    puesto en una celda con una gitana que era un asco, la mujer esta coma con la mano, estaba toda

    sucia, muchas veces me despertaba cuando estaba durmiendo y esta mujer me estaba mirando y

    un da me despert porque esta mujer me estaba tocando. Ah me agarr un ataque de llanto y de

    angustia y al final las del Servicio Penitenciario me pusieron en una celda sola. Pero pasa que en

    esta celda se pasa toda la droga, porque por este pabelln ingresa toda la droga. Y por eso tengo

    miedo de que me planten la droga y me compliquen en mi causa.

    Ciertamente hay varios emergentes en este relato. En primer lugar, la explicitacin de

    que la droga tiene sus circuitos de circulacin dentro de la crcel, lo que implica que

    mujeres presas y guardias crceles se comprometen en relaciones de complicidad

  • 15

    mutuas, donde los regmenes de prohibiciones y admisiones es una frontera en franca

    negociacin. Este es todo un universo que queda vacante y es de difcil exploracin.

    En segundo lugar, en la prisin establecer vnculos de afinidad se vuelve vital para

    reconfigurar y constituir una nueva cotidianidad en el encierro, no obstante estos pueden

    verse influenciados por otros factores, como en este caso, cuyas lealtades a sus parejas

    varones es trasladado al propio vnculo.

    Constituir una cotidianeidad significa armar ciertos espacios confiables, establecer

    vnculos de mediana predictibilidad, incorporar los datos perceptuales en esa

    realidad con la significacin especfica que les otorga el encierro para poder ejercer

    algn dominio sobre ellos. () Constituirse una nueva cotidianeidad significa, tambin, apropiarse de alguna forma de control del tiempo. Esta reconstruccin de la

    vida cotidiana debe darse a partir de lo dado, de lo impuesto por la realidad

    penitenciaria: las prohibiciones, las normas rgidas de un reglamento estricto y

    exhaustivo y las arbitrariedades en su explicacin, la violencia intrnseca, la

    convivencia compulsiva.14

    (Nari y Fabre, 2006: 35)

    En tercer lugar, y quiz una de los aspectos que ms nos interesa destacar, las

    prerrogativas que el caso conlleva en relacin a poder estar alojada en una celda

    particular. Es la nica de las 10 personas entrevistadas que no comparta celda. Del

    relato, parece surgir que esta posibilidad fue otorgada a partir de su estado de angustia,

    lo cierto es que, sea cual fuera la razn que motiv a las guardias crceles a otorgarle

    una celda particular, se registra una forma diferencial de tratamiento frente a la

    angustia de una presa, si se quiere. Pareciera que los recursos materiales, simblicos y

    culturales adquiridos fuera de la crcel y el acceso a distintos estatus social,

    econmico, poltico, cultural, racial, tnico, entre otros complejiza la mirada centrada

    exclusivamente en el gnero, para hacerla parte de mltiples dimensiones que se cruzan

    en la vida de las mujeres en prisin. Estas condiciones, que preceden el castigo y que

    sobreviven a ste, se ponen en juego en la crcel a la vez que pueden constituir un

    castigo diferencial.

    Algunas palabras de cierre

    El crecimiento acelerado en las tasas de encarcelamiento, desde el ascenso del

    punitivismo penal de los 90, ha sido un dato que ha caracterizado a todas las prisiones

    (ver Sozzo, 2007) y tambin al crecimiento de la poblacin penitenciaria de mujeres.

    14

    El destacado me pertenece.

  • 16

    En este sentido, segn el Servicio Penitenciario Federal, la poblacin de mujeres en

    crceles federales pas de 298 en 1990 a 1039 en 2007, lo que implica un crecimiento

    que alcanza el 350%. A partir de 2008 se advierte una disminucin en estos ndices, lo

    que no significa necesariamente una disminucin del nmero de mujeres presas

    (Informe Anual de la PPN15

    , 2010: 371 y 372). Este crecimiento acelerado es esperable

    que impacte en las condiciones de vida dentro de las crceles.

    La mayora de las investigaciones y la literatura sobre mujeres presas identifica como

    uno de los problemas mayores que sufren las mujeres privadas de su libertad, el

    deterioro en sus relaciones familiares y la desintegracin de sus familias por ser, muchas

    de ellas, las principales sostenedoras de sus hogares econmica y emocionalmente

    CELS, 2011; Informe PPN, 2010). Este dato nos obliga a pensar de un modo contra-

    intuitivo, ya que la mayora de las mujeres ms pobres, que se ven empujadas al

    trabajo informal (sea legal o ilegal), no solo se ven afectadas por las mltiples jornadas,

    sino que sus roles son centrales en la organizacin del hogar y la familia. La figura

    fuerte en estas organizaciones familiares suele ser la mujer, antes que el varn, por

    paradjico que pueda parecernos.

    En otro sentido, la relacin de control y vigilancia al que estn sujetas las mujeres

    detenidas en la crcel de Bouwer, parece pertenecer a un tipo de control social

    antisocial (Carlen, 2003) en el sentido que las prcticas institucionales desplegadas

    hacia estos sujetos pareceran favorecer las desigualdades sociales y atrofiar los lazos

    socio-afectivos entre las mujeres criminalizadas y su entorno.

    Cuando una mujer es llevada a la crcel, lo primero que debe enfrentar es una

    requisa. Debe despojarse de toda su ropa para que el personal de seguridad registre

    su cuerpo en busca de drogas o armas. Un oficial la interrogar para abrir su legajo y

    luego le tomarn sus huellas dactilares. No encontrar jabn o un trapo para quitar la

    tinta de los dedos. Deber frotar sus manos contra la misma pared, donde otras

    cientos de manos negras, nombres y fechas hablan de las otras mujeres que por all

    pasaron. Antes de entrar al pabelln de ingreso le quitarn sus efectos personales y

    cualquier objeto de valor. De ah en ms, paso a paso, comprobar como se le

    despoja tambin de todo aquello que constitua su cotidianeidad. Advertir que su

    lenguaje no le sirve, no le alcanza. Tendr que aprender cdigos de comunicacin

    diferentes. Palabras y gestos que antes carecan de significacin, adquirirn el valor

    de contrasea, de clave fundamental para sobrevivir en ese espacio. (Nari y Fabre,

    2006: 32)

    15

    La sigla PPN refiere a: Procuracin Penitenciaria de la Nacin.

  • 17

    Los tatuajes y marcas en el cuerpo, los vnculos socio-afectivos aislados, las

    condiciones de posibilidad de cada una de las mujeres en prisin, configuran un

    entramado que se vuelve difcil cifrar. Las intersecciones en las que se dirime el sujeto

    en estas circunstancias est dada precisamente- por el ser mujeres, pobres y alcanzadas

    por un discurso acerca de la negritud en nuestro contexto.

    Recoger las experiencias de las mujeres nos permite pensar a los sujetos en la crcel a

    partir del propio cuerpo y la propia vida. La crcel junto a los discursos y prcticas que

    circulan en su interior son, en algn sentido, los que introducen inscripciones en el

    cuerpo de las mujeres detenidas, pero aquellas no son talladas en los cuerpos por meras

    imposiciones, sino por relaciones de poder en donde el sujeto tambin acta y ejerce

    mltiples formas de resistencias: es en la emergencia de esa tensin donde se

    reconfiguran dichas narrativas, posibilitando la circulacin de sentidos desde la propia

    vivencia.

  • 18

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