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IV CONGRESO NACIONAL Y IV LATINOAMERICANO DE SOCIOLOGA JURDICA Conflictos sociales y confrontaciones de derechos en Amrica Latina
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales-UNC - Sociedad Argentina de Sociologa Jurdica Crdoba, 17, 18 y 19 de octubre de 2013
LAS PARTICULARIDADES DEL CASTIGO A PARTIR DE LAS CLASIFICACIONES DE LOS CUERPOS
El caso de la crcel de mujeres en Crdoba
Laura Judith Snchez*
Comisin de Trabajo N3: Delito y control social
* Becaria de doctorado de Conicet y MinCyT de Crdoba. CIJS (Centro de Investigaciones Jurdicas y
Sociales), Facultad de Derecho y Ciencias Sociales UNC. E-Mail: [email protected]
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Resumen
En el campo de la sociologa del castigo se ha sostenido que gran parte de la selectividad penal supone una diferencia de gnero, en tanto las crceles son instituciones de segregacin masculina, este mismo
dato ha servido de fundamento para dos procesos intelectuales: la esencializacin del sujeto masculino en los estudios criminolgicos y el descuido en la produccin de saberes en relacin a las mujeres en el
campo de la justicia penal. En lo que refiere a este ltimo aspecto, los estudios sobre las mujeres tardaron
en llegar al campo criminolgico y no fue sino a partir de fines de la dcada del 70, con el libro Women,
Crime and Criminology de Carol Smart (1977) cuando surge lo que se denomin la criminologa feminista. Por estas razones, en esta ponencia, nos interesa especialmente las modalidades especficas que adquiere el encierro como forma de castigo por excelencia en las sociedades modernas sobre los cuerpos de las mujeres detenidas, sustrayndolas del imaginario de la mujer vctima o mujer delincuente, en tanto las especficas formas de control y vigilancia retornan en el castigo una forma de pena particularmente generizada. Por ello, nos proponemos explorar algunas dimensiones que
caracterizan y particularizan el castigo en las mujeres privadas de su libertad en Crdoba.
Abstract
Sociology of punishments field has sustained that a large part of the penal selectivity presumes a gender difference, as prisons are institutions of male segregation; this same fact has served as the
foundation for two intellectual processes: the essentialization of the male subject in criminological studies and the neglect in the production of knowledge in relation to women in the criminal justice field.
About this last aspect, there were no major studies on women in the criminological field until the late 70s when appeared the book Women, Crime and Criminology by Carol Smart in 1977, and with it what was
called the feminist criminology emerges. For these reasons, in this paper, we are specially interested in the specific modalities that confinement acquires as the way of punishment for excellence in modern societies- over womens bodies in detention, subtracting them of the imaginary of the female victim or the female delinquent as much as the specific ways of control and surveillance return in a form of punishment influenced by gender. So, we propose to explore some dimensions that characterize and
particularize the punishment of women deprived of the liberty in the city of Crdoba.
A modo de introduccin
El encuentro entre los estudios del castigo y las producciones feministas han tenido gran
relevancia en los ltimos tiempos. Desde la dcada de 1970 emergieron estudios que
incluyen a las mujeres en los anlisis vinculados con la sociologa del castigo. En la
actualidad, la complejidad introducida por los estudios del gnero y la sexualidad
invitan a la reflexin y nos brindan conceptos con suficiencias explicativas para
entender lo que ocurre en el mbito de lo penal. No obstante la relevancia de estas
narrativas, en esta ponencia nuestro argumento es que las explicaciones interseccionales
son las que resultan de mayor relevancia en este terreno.
Por ello, es necesario recoger los aportes que se han realizado desde la sociologa del
castigo (que en su gran mayora han sido pensado sin contemplar las especificidades del
gnero) para comprender la crcel. Y a partir de all, reconstruir las especificidades que
un estudio sobre mujeres debe tener en cuenta. De un modo exploratorio, presentaremos
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tres relatos que grafican algunas de las incidencias del castigo legal en las mujeres
alojadas en la crcel de Bouwer.
En relacin a lo metodolgico se han utilizado tres fuentes primarias para la recoleccin
de algunos de los datos aqu presentados: registros de campo, entrevistas1 a mujeres
encarceladas en Crdoba-Argentina y observacin2. As mismo, sirven de soporte para
un anlisis ms general respecto a la crcel de mujeres y como fuentes secundarias: los
Informes Anuales de la Procuracin Penitenciaria de la Nacin, un fallo de fines del ao
pasado (2012) en Crdoba respecto del traslado de una travesti a la crcel de mujeres y
algunas notas periodsticas.
Algunas consideraciones para pensar el castigo
Son numerosas las contribuciones tericas que se han realizado en este terreno. Por ello,
aqu tan solo recogeremos algunos anlisis, que aunque producidos en otros contextos
nos pueden ayudar a comprender analticamente algunos aspectos de nuestras formas de
castigo, no obstante la sujecin a revisin emprica e histricamente situada de nuestras
realidades.
Por otra parte, el castigo, en este trabajo, es entendido como el castigo legal y ms
especficamente como la crcel, que es la forma que aquel adquiere por excelencia en
1 Es necesario advertir que los relatos aqu transcriptos se inscriben en un proceso mayor de investigacin
que est en curso. Por ello, deseamos dejar explcito que las entrevistas aqu consideradas no pudieron ser
grabadas, esto, porque realizar el trabajo de campos en contextos tan restringidos, como es el caso de la
crcel, implica tomar una serie de estrategias en distintos sentidos. En primer lugar, la ms obvia tiene
que ver con los lmites y resistencias que la propia institucin opone. En ese sentido, someter a
consideracin por parte del Servicio Penitenciario el ingreso de grabadores podra resultar ms un
obstculo que un progreso. En segundo lugar, he decidido tomar dos modalidades de entrevistas. La
primera modalidad (que es la que sirve de fuente en este trabajo) tiene que ver con entrevistas abiertas y
registradas y atienden a fortalecer la confianza de las personas detenidas en la crcel, en especial por ser
un grupo humano con gran exposicin a los interrogantes (por diversas que puedan ser las preguntas planteadas en una investigacin y aquellas que vengan desde la propia institucin carcelaria). La segunda
modalidad ser a travs de entrevistas en profundidad, stas permitirn ampliar y profundizar la
informacin recolectada y las percepciones de las propias mujeres privadas de su libertad. Por esta razn, seguiremos aqu el mtodo que usa el socilogo Carlos Figari (2008) para estudiar la sexualidad de
algunos sujetos a partir de los relatos, la observacin y la propia narrativa de los actores en cuestin. Para
ello, expone los datos en forma de relatos descriptivos que llama Escenas. Se trata de escribir una historia contada, una narrativa del sujeto, que aunque incompleta permite reconstruir parte de la experiencia en prisin; aun cuando estamos del todo advertidos que estos relatos son solo una parte del
problema en cuestin. 2 En el caso de la observacin, esto ha sido posible gracias a la Procuracin Penitenciaria de la Nacin
delegacin Crdoba que me ha permitido ingresar para observar las entrevistas que diversos funcionarios, que trabajan en dicho organismo (mdicos, abogados y licenciados en ciencia poltica y
trabajo social), les realizan a las mujeres presas.
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nuestro sistema jurdico. No se tratar de comprender otras formas de castigo como las
que se producen dentro de la esfera familiar, escolar o de otras instituciones de control
informal, no porque esto no sea importante, sino porque el objeto de observacin es,
particularmente, la crcel de mujeres de Crdoba.
El castigo legal se presenta como un fenmeno complejo y multidimensional que
implica no solo lo que sucede con la penalidad en s misma, sino con los cambios,
sociales, culturales, econmicos, polticos, morales, psicolgicos, de relaciones de
poder, entre otros, que se producen en cada contexto.
John Pratt (2006) nos ha mostrado como en Inglaterra, Nueva Zelanda, Australia y
Canad el proceso civilizatorio ha provocado consecuencias muy incivilizadas. La idea
de civilizacin es tomada de Norbert Elias para explicar algunos de los cambios que
se produjeron en esos pases, en especial aquellos que tuvieron que ver con el paso del
castigo pblico al castigo privado y la eliminacin o supresin del castigo sobre el
cuerpo del acusado. Esto por la influencia que el cambio de hbitos y costumbres tuvo
en aquellas comunidades y como las nuevas formas socio-culturales despertaron una
nueva emotividad, en especial, los aspectos vinculados con la higiene, la vestimenta, la
salud, la dieta, que fueron modificando modos de sentir en esas sociedades. Estos
fenmenos psico-sociales contribuyeron a la sustraccin de la imagen de los presos y
las prisiones del centro de la esfera pblica, volvindola invisible. No obstante, en esta
investigacin se explicita que este anlisis no podra ser del todo aplicable para el caso
de las mujeres, quienes al igual que los menores de edad probablemente estuvieron
sujetas/os en parte a los mismos efectos penales, pero a menudo tambin a otros muy
diferentes, debido a actitudes y tolerancias muy variables hacia su castigo en concreto, a
los que se les debe dar una especificidad propia (Pratt, 2006: 30).
Por otra parte, para este mismo autor, la penalidad est fuertemente influenciada por las
sensibilidades y emociones de los grupos sociales y esto guardara cierta relacin con el
populismo penal, donde polticos y periodistas buscaran alcanzar cierto grado de
representatividad y legitimacin captando las demandas de ley y orden, especialmente
promovidas por algunos grupos activistas o vinculados con el movimiento de las
vctimas, en el contexto de lengua inglesa (Pratt, 2011).
[E]l populismo penal se estructura de abajo hacia arriba y construye una reaccin
frente a un establishment tradicional en este terreno de las polticas pblicas que es
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visualizado como moderado y tmido, fundado en ideas nacidas de los expertos y
alejadas de lo que realmente piensan y sienten los ciudadanos que votan. Ciertos
polticos eligen en este escenario alejarse de sus propios cuadros y encarnar la
representacin de esta tendencia antiestablishment que se desenvuelve antes que
nada en ciertos sectores del pblico. Y esto se traduce en la fundacin incluso de
nuevos partidos polticos en torno a estos temas. O en la generacin de mecanismos
de participacin directa como referndums o plebiscitos para que se canalicen estas
visiones que vienen desde abajo. (Pratt, 2011: 135)
Si bien, en cierto sentido, se podra tender a identificar lo que Pratt describe aqu con
algunos sucesos dados en la Argentina, como podra ser el caso Blumberg3, me parece
que el vnculo, entre los distintos sectores del pblico argentino en general y aquellos
encargados del castigo, se torna ms complejo, en parte por lo que ha significado
nuestra propia historia. No siempre se establecen relaciones directas entre los pedidos
de castigo populares y las respuestas estatales o de los gobiernos locales y la prensa.
No solo la diversidad de grupos en las demandas de castigo, en la Argentina, podra dar
cuenta de las complejas articulaciones que se dan entre el establishment local y las
demandas populares (si pensamos en la demanda de castigo para los represores
involucrados en la ltima dictadura cvico-militar de 1976 o la exigencia de mano
dura para los menores o para los delitos contra la propiedad especialmente el robo o
en el caso de algunos colectivos feministas que reclaman mayor severidad en el trato de
los delitos que tienen como vctimas a las mujeres, como es el caso de violacin o la
violencia domstica, ms all de la realidad que rodean estos supuestos). Tambin
podra servirnos de ejemplo aqu el estudio y anlisis que la historiadora Lila Caimari
hace acerca del surgimiento de las cooperadoras policiales de los aos 30, no obstante
su anlisis no se concentra en el castigo, pero si nos muestra esa complejidad en el
entramado de relaciones entre la sociedad, el gobierno y las prcticas de gobierno
para el control del delito.
Es a travs de las cooperadoras y las colectas que se financia el costo de esa reforma
policial. La Bolsa de Comercio de Buenos Aires y diversas cmaras empresariales
contribuyen con grandes sumas para equipar a la polica de la Capital. Es una
reaccin frente a los grandes atracos a bancos y robos a los pagadores y la creciente
conflictividad obrera. Pero tambin se producen colectas en los barrios para dotar de
ms personal a las comisarias. Eso nos demuestra que la sociedad no es un sujeto
3 Juan Carlos Blumberg es un empresario argentino que pas a la esfera pblica y al reconocimiento
social por la muerte de su hijo Axel Blumberg, quien fue secuestrado en marzo del 2004 y posteriormente
muerto por sus captores. Para ms informacin ver Calzado, Mercedes Elementos para el anlisis del tratamiento meditico del caso Blumberg. Documento N5 de FLACSO. Por otra parte, este caso emblemtico ha sido caracterizado como uno de los dos momentos importantes donde se observa el
ascenso del populismo punitivista. En ese sentido, ver Sozzo, M. (2007).
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pasivo frente al poder coercitivo del Estado. Hubo en los 30 mucha represin,
pero tambin muchos pedidos para que la represin se ejerza.4 (Caimari, 2013)
La convergencia de sectores contrapuestos (en el sentido que sus condiciones sociales y
el acceso diferencial al estatus econmico, cultural, de raza, entre otros) en un inters
comn por fortalecer las instituciones de control social formal, muestra lo complejo que
se torna el anlisis del castigo desde el punto de vista social en nuestro contexto.
Ms recientemente, a partir de la dcada de los 90 en la Argentina, el surgimiento del
populismo punitivo estuvo ligado a un proceso de exclusin y precarizacin que se
vio profundizado por la alianza de ciertos acuerdos entre el neoconservadurismo y
neoliberales que convergieron en la gestin del menemismo. Es a partir de esa dcada
que comienza a registrarse un incremento de la tasa de delitos en las calles (Sozzo,
2007). Aqu la relacin entre la demanda ciudadana, el poder poltico y los medios de
comunicacin no son identificadas como una relacin de imposicin sino como el
resultado de una especie de complejo mecanismo circular, plagado de transacciones
(Sozzo, 2007: 96). En la Argentina, el ascenso del populismo punitivo no parece ser
ni de arriba para abajo, ni de abajo para arriba, sino ms bien producto del
intercambio y circulacin de influencias recprocas entre quienes gobiernan (el
Prncipe y los medios de comunicacin) y las demandas ciudadanas concentradas en
algunas voces.
Otros autores han explicado el desarrollo e incremento de las polticas policiales y
penitenciarias a partir de la transformacin que han sufrido los Estados modernos bajo
la bandera del neoliberalismo, expandindose un estado de inseguridad promovido por
el declive de los derechos sociales (Wacquant, 2002).
Un Estado keynesiano vector de la solidaridad, cuya misin era contrarrestar los
ciclos y los perjuicios del mercado, asegurar el bienestar colectivo y reducir las desigualdades, es sucedido por un Estado darwinista, que eleva la competencia al
carcter de fetiche y celebra la responsabilidad individual, cuya contrapartida es la
irresponsabilidad colectiva, y que se repliega en sus funciones residuales de
mantenimiento del orden, en s mismas hipertrofiadas. As, pues, la utilidad del
aparato penal en la era poskeynesiana del empleo inseguro es triple: sirve para
disciplinar a los sectores de la clase obrera reacios al nuevo trabajo asalariado
precario en los servicios; neutraliza y excluye a sus elementos ms disociadores o a
los que se consideran superfluos con respecto a las mutaciones de la oferta de
empleos, y reafirma la autoridad del Estado en el dominio restringido que en lo
sucesivo le corresponde. (Wacquant, 2004:166)
4 El destacado me pertenece.
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En otro sentido, se pueden identificar tambin los aportes durkheimianos acerca del
castigo como produccin moral, pero atendiendo la revisin crtica que realiza Garland
(2010) acerca de que aun cuando el castigo involucre algn tipo de condena moral, ste
no puede producir un vnculo moral. Aun cuando podamos convenir en que el castigo
contiene ciertos juicios morales, esto no implica que en sociedades tan complejas como
las modernas stos puedan ser los mismos para todos los ciudadanos o grupos sociales.
Del mismo modo, resultan relevantes las contribuciones que desde algunas corrientes
vinculadas al pensamiento marxista se han realizado, en especial en lo que refiere al
papel medular que ocupan las clases dirigentes o la lite y las instituciones del estado en
la organizacin del poder y la distribucin de la riqueza (Garland, 2010).
No obstante, el castigo en las sociedades modernas no pierde sus rituales, sino, ms
bien, stos se concentran en el proceso penal del castigo (junto con el efecto simblico
de ste) y la administracin del castigo queda invisibilizada y secuestrada de la
mirada del pblico. El castigo como institucin social est condicionado por un
conjunto de fuerzas sociales e histricas, que tienen un marco institucional propio y
apoya una serie de prcticas normativas y significantes que producen cierto rango de
efectos penales y sociales (Garland, 2010: 328).
Pensar en el castigo como una institucin social supone vincular la crcel con los
propsitos polticos y el contexto en que emerge, que aun cuando puedan ser variados,
suponen una arquitectura cuyo diseo poltico responde a intereses de distintos
sectores de nuestra sociedad, pero que solo afectan algunos grupos sociales; adems,
tambin supone considerar las relaciones de poder sobre las que se asientan sus muros y
a partir de las que se interviene en el cuerpo de los/las presos/as (Foucault, 2005). El
disciplinamiento, control y correccin parecen seguir teniendo suficiencia explicativa
para describir el devenir de la prisin, aun cuando hoy puedan ser puestos en dudas y
discutidos en los diversos contextos socio-histricos; mxime cuando se trata de
pensarla en una institucin para el disciplinamiento en sociedades no industrializadas.
Aun as el cuerpo del condenado contina siendo objeto de una intervencin estatal y
una operacin social.
La forma-prisin prexiste a su utilizacin sistemtica en las leyes penales. Se ha
constituido en el exterior del aparato judicial, cuando se elaboraron, a travs de todo
el cuerpo social, los procedimientos para repartir a los individuos, fijarlos y
distribuirlos espacialmente, clasificarlos, obtener de ellos el mximo de tiempo y el
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mximo de fuerzas, educar su cuerpo, codificar su comportamiento continuo,
mantenerlos en una visibilidad sin lagunas, formar en torno de ellos todo un aparato
de observacin, de registro y de notaciones, constituir sobre ellos un saber que se
acumula y se centraliza. (Foucault, 2005: 233)
Finalmente, la crcel tambin ha sido pensada como una forma de gobierno de esos
otros que no pueden ser controlados por otros medios en el ocaso de su justificacin
socio-penal. [L]a institucin total pierde toda cobertura ideolgica, para ser justificada,
en trminos tecnocrticos, en funcin de lo que ella realmente es: una institucin de
control para aquellos que no pueden ser gobernados de otro modo (Pavarini, 2006:
43).
Hasta aqu, he intentado realizar una brevsima y recortada exposicin sobre algunas
ideas del castigo en la sociedad moderna. En lo que sigue intentar dar cuenta de por
qu un estudio interseccional entre mujeres y castigo resulta relevante, valindonos de
los aportes que se han realizado en otros discursos y no exclusivamente en la sociologa
del castigo.
Ser mujeres en la crcel
El encuentro entre el movimiento feminista y el posmodernismo produjo una serie de
debates en relacin al sujeto del feminismo provocando diversas reacciones, desde
cambios en los propios movimientos de mujeres, hasta el surgimiento de la teora
Queer. Esto ha facilitado que donde antes se vea un universo homogneo (las mujeres,
la clase obrera, etc.) hoy se piense al sujeto de manera fragmentada y contingente
(Carrington, 2006). Por otra parte, desde el surgimiento del feminismo no ha sido
posible pensar de modo separado la teora y la produccin de saberes y la poltica, desde
esa interseccin se plantea una epistemologa feminista.
No es el propsito de este trabajo reconstruir el pensamiento feminista sino destacar,
como desde sus orgenes la pregunta en torno al sujeto poltico del feminismo ha sido
clave y es desde ese aporte desde donde pretendo indagar ciertas incidencias del castigo
en cuerpos encarnados por sujetos que deben ser pensados de modo mltiple,
divergentes, contingentes, cuyo devenir est atravesado por la experiencia del encierro
en la prisin. Un primer paso entonces gira en torno a qu son las mujeres y un
segundo aspecto ser poder reconstruir algunos relatos de esas mujeres en prisin.
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En el primer sentido, algunas autoras feministas, como es el caso de Dorlin (2009),
destacan la importancia que ha tenido el concepto de interseccionalidad para
comprender la dominacin en las relaciones de poder. Este concepto es tomado
metodolgicamente y ha sido superador de las teorizaciones matemticas que
explican la dominacin a partir de la acumulacin aritmtica de las relaciones de
dominacin, a saber: sexismo + clase + raza, etc. Este modo de comprender los
problemas de las mujeres ha sido objeto de crticas pues desconoce que las formas en
que se presentan estos elementos, en tanto conceptos valorados y construidos
socialmente, no son puros sino que se singularizan en cada una de las relaciones de
poder que los atraviesa. En la vida social no sumamos las discriminaciones cuando las
vivimos, sino que las experimentamos con el propio cuerpo y es a partir de all que se
singularizan y se hacen carne esas mismas relaciones de poder.
El anlisis aditivo de la dominacin define el sexismo como la nica relacin de
poder transversal a todas las mujeres, cualesquiera que sean su clase, su sexualidad,
su color, su relacin, etc.; y que plantea la lucha contra el sexismo como una lucha
prioritaria por lo que respecta a las otras relaciones de dominacin. El sexismo es
entonces planteado como un denominador comn que garantiza las condiciones de
posibilidad de emergencia de una identidad poltica compartida. Es por tanto esta
experiencia comn del sexismo la que permite la constitucin y la cohesin del
sujeto poltico del propio feminismo Nosotras las mujeres, amenazando de desintegracin si uno fuera a diferenciar a ultranza a las mujeres segn las mltiples
relaciones de poder que padecen. Pero si todas las mujeres realmente hacen la
experiencia del sexismo, a pesar de esta conmensurabilidad de la experiencia,
no hay sin embargo experiencia idntica del sexismo, a tal punto [que] las otras relaciones de poder que estructuran el sexismo modifican sus
modalidades concretas de efectuacin y por consiguiente las vivencias de las
mujeres.5 (Dorlin, 2009: 71)
Es a partir de esta crtica que puede captarse la tendencia de un tipo de feminismo a
replegarse implcitamente sobre una comprensin de la dominacin que toma la
situacin de algunas mujeres por la situacin de todas las mujeres como la modalidad
universal de su sometimiento (Dorlin, 2009: 71-72). Entonces, desde un punto de vista
revisionista, el solo dato de ser mujer por nacer con un sexo determinado no parece
alcanzar para explicar las mltiples formas de experimentar el ser mujer. En otras
palabras, las construcciones que se hacen a partir de un dato biolgico en s mismo no
nos permite explicar las experiencias de todas las mujeres (ni tampoco de todos los
varones) por ese solo hecho, aun cuando ciertamente una multitud de creencias acerca
de dicha clasificacin han invadido nuestros sentidos y nuestras percepciones de las
5 El destacado me pertenece.
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disposiciones que podemos y que no podemos hacer respecto de nuestro gnero, nuestro
sexo y finalmente nuestro cuerpo.
Pensar la masculinidad tambin nos puede ayudar a deconstruir cierto esencialismo
que ha valido para las mujeres, pero tambin ciertamente para los varones. De este
modo, podramos comprender mejor aquella frase tan frecuentemente afirmada respecto
de que la crcel est pobladas por hombres, como si ese solo dato dijera algo por s
mismo. En todo caso, dice mucho de nuestra organizacin social y nuestras formas
culturales, pero no porque all haya alguna sustancia del ser hombres. Tambin en
este terreno se ha reproducido gran parte de la lgica binaria, en donde algunos
varones hablan en nombre de todos o (como lo hemos presentado ms arriba en el
anlisis que hace Dorlin) de un modo sumativo, aritmtico o aditivo, es decir: la
selectividad penal funciona en tanto: varn + pobre + negro, etc.
Siguiendo a Judith Halberstam (2008: 23) la masculinidad no puede ser reducida al
cuerpo del hombre y sus efectos. La interdependencia que se produce entre La
masculinidad dominante y las masculinidades perifricas explican el despliegue en la
produccin de nuestras sociedades, incluso en la produccin del sistema penal, aun
cuando esa produccin sea un complejo relacional entre prcticas y discursos. Las
masculinidades perifricas, dentro de las que se ubicaran las masculinidades femeninas,
no seran una copia o imitacin de la virilidad masculina. Las masculinidades
femeninas se consideran las sobras despreciables de la masculinidad dominante, con el
fin de que la masculinidad de los hombres pueda aparecer como lo verdadero. Pero lo
que entendemos por masculinidad heroica ha sido producido por medio de los cuerpos
tanto de hombres como de mujeres (Halberstam, 2008:23). De este modo la
masculinidad dominante se estatuira a partir de un proceso relacional de
naturalizacin entre la virilidad y el poder.
[L]a masculinidad se vuelve inteligible como masculinidad cuando abandona el
cuerpo del varn blanco de clase media. Los argumentos de la masculinidad
excesiva tienden a centrarse en los cuerpos de los negros (hombres y mujeres), los
cuerpos de los/as latinos/as o los cuerpos de las clases trabajadoras, y la
masculinidad insuficiente se asocia muy a menudo a los cuerpos de los asiticos o
los cuerpos de las personas de clase alta. Estas construcciones de estereotipos de
masculinidad variable marcan el proceso por el cual la masculinidad se hace
dominante en la esfera de la virilidad de los blancos de clase media. (Halberstam,
2008: 24)
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Sin sumergirnos en los debates sobre si la sexualidad es protsica (Preciado, 2002);
Halberstam, 2008) performativa (Butler, 2006) o natural (esta versin es ms propia del
feminismo de la primera y la segunda ola), nos interesa la perspectiva de como ha sido
objeto de una forma sofisticada de gobierno y vigilancia sobre los cuerpos, pero
tambin de consensos, acuerdos y desacuerdos de la misma produccin de una
masculinidad del varn blanco, que Halberstam llama masculinidad pica.
El malo es un elemento omnipresente en el discurso de la masculinidad pica: pensemos, por ejemplo, en El paraso perdido y en su escatolgica separacin entre
Dios y el Diablo. Satn es, digamos, el malo original. Esto no significa que la
masculinidad del malo lo aparte de los beneficios que reporta el privilegio de ser
varn; al contrario, los malos pueden ser ganadores, simplemente suelen morir ms
rpido. De hecho, existe actualmente una lnea de ropa que se llama Bad Boy y que
utiliza ese poder especial que tiene el malo. Esto nos muestra que la transgresin se
ha convertido rpidamente en un elemento ms para promover el consumo del varn
blanco6.
Pero esto podra tener su reverso en aquellos otros varones no-blancos7, que es
precisamente el sujeto que tanto se ha denunciado como objeto de persecucin penal.
Esta asociacin entre cierta versin de masculinidad y lo malo es algo que est ligado,
en algunos aspectos, a nuestras representaciones sobre el delito con independencia de
que muchas de las conductas delictivas son consideradas socialmente como
moralmente malas y podra ser pensado como una influencia que permiti excluir a
las mujeres durante mucho tiempo del sistema penal, que es un dato que comienza a ser
revertido en las ltimas dcadas, tambin acompaado por un proceso de mayor
participacin de las mujeres en la esfera pblica.
Hasta aqu lo planteado respecto de algunas consideraciones para arrimarnos a un
estudio de mujeres, que supondr considerar no solo a las que han nacido con el
sexo de mujer, sino tambin a aquellas que se identifiquen con el ser mujer, por
ejemplo las mujeres trans o las travestis, mujeres con sexo masculino dira Figari
(2008). En Crdoba, a fines del ao pasado, se concedi el traslado a la crcel de
mujeres de una travesti que estaba alojada en el penal de varones. Esto fue posible a
partir de la sancin de la Ley de Identidad de Gnero (Ley N 26.743), que viene a
6 Desde otro punto de vista, podra pensarse en el varn en general y no solo el blanco. Esto encontrara
puntos de conexiones con estudios sobre desviacin y jvenes, por ejemplo, estoy pensando en el libro Delincuence boy de Stanly Cohen. 7 La idea de sujeto no-blanco esta acompaada de otra idea clave: la negritud. El negro y la
negra, aun cuando en nuestro entorno no refiere directamente a la pigmentacin en la piel, ha servido de base para construir la idea de aquel sujeto no-blanco y excluirlo de sus privilegios.
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interrumpir las disposiciones de los gneros, los interpela y provoca una serie de
preguntas a toda la comunidad8.
Por otro lado, la crcel permite trascender el binomio que la propia institucin impone
al clasificar las crceles en cuerpos de varones y mujeres y, as, en su interior,
tambin tenemos varones trans, es decir, varones de sexo femenino. Estas mltiples
paradojas que se producen dentro y fuera del encierro, nos permiten descubrir distintas
relaciones y disposiciones del poder, en el tiempo y espacio delimitado por los muros de
la prisin. No obstante, aqu nos detendremos en tres relatos de mujeres que se
identifican como tales. De modo exploratorio nos proponemos observar: las incidencias
del encierro en los lazos familiares y el cuerpo de las mujeres.
El cuerpo: un lugar en donde se habla sin palabras
Mara9, una de las presas detenidas en Bouwer, y ha sido entrevistada en dos
oportunidades. Nos cuenta de su experiencia como procesada y habla de s misma.
Escena 1:
Mara parece estar embarazada de 8 meses, tiene un abdomen extendido y voluptuoso. Tiene la
cara tatuada, del lado derecho unos piecitos y del dalo izquierdo estrellas. Tambin tiene otros
tatuajes en el resto del cuerpo.
Entra a la sala donde la espera el mdico10
, se sienta y comienza a explicarle que tiene problemas
en el hgado y que por esa razn no puede prcticamente moverse.
El mdico le pregunta por sus tatuajes y ella responde que los pies significan el camino y las
estrellas sus 10 hijos, incluyendo una que falleci.
Luego de examinarla y conversar sobre su salud, el mdico le da un papel escrito donde le anota
el nombre de la institucin que representa y el telfono para que cualquier inconveniente que
tenga le llame y ella le agradece, pero antes de irse se acerca y le dice: Pero qu dice ac?
Disculpe, es que no s leer.
El estado de salud de gran parte de la poblacin encarcelada es precario y esto est
acompaado de una mala alimentacin, en general. De las 10 mujeres entrevistas este
8 Ver notas periodsticas y fallo al respecto.
9 Todos los nombres usados aqu son de fantasa, para reservar la identidad de las personas que nos han
brindado informacin. 10
Se trata del mdico de la Procuracin Penitenciaria, no el mdico del Servicio Penitenciario ya que hace
meses que est de licencia, razn por la cual no tienen a ningn mdico para revisar su estado de salud y
hacer las derivaciones correspondientes.
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ao, 9 dijeron que la comida era mala y 1 dijo que era pasable, normal. El caso
expuesto de Mara no es una excepcin en relacin a la desatencin en el mbito de la
salud que experimentan las mujeres, pero lo que se destaca del caso es la continuidad en
la precariedad de sus condiciones y posibilidades reales de ser incluidas. El abdomen
expandido, que a simple vista pareca un embarazo avanzado, segn la revisin del
mdico era por la inflamacin del hgado, pero no pudo ser atendida por la nica mdica
general que hay en el Servicio Penitenciario porque hace meses que est de licencia.
Por otra parte, Qu significa en nuestras sociedades que una persona no sepa leer ni
escribir? Qu efectos trae acompaado ese hecho? La indefensin que reportan estos
lmites a la hora de ejercer su defensa en el proceso penal y en la administracin del
castigo ya conlleva un agravante en sus condiciones, as como las limitaciones que
puede haber aparejado en la vida antes de la prisin. Este dato se ve reforzado por la
investigacin realizada por el CELS, la Procuracin Penitenciaria de la Nacin y el
Ministerio Pblico de Defensa de la Nacin que muestra que el 64% de las mujeres no
realiza, en prisin, ningn curso de educacin formal y el 63% de las mujeres no ha
terminado la educacin secundaria (CELS, 2011).11
Los hijos e hijas son un tema recurrente en las conversaciones con las mujeres
detenidas, de las 10 mujeres que vimos en diversas oportunidades solo 1 no tena
hijos/as y el resto en todas las conversaciones incluy a sus hijos/as, algunas los sellan
en el cuerpo, como en el caso de Mara. El hecho de no saber escribir despierta en Mara
un lenguaje de smbolos que le permite decir (sin palabras) lo que significan sus hijos:
estrellas. No obstante, Mara aun no ha podido ver a sus hijos/as desde que est en
prisin, en parte por la distancia, pero tambin por la falta de recursos econmicos de
sus hijos/as. Este es un problema comn para las personas alojadas en la Crcel de
Bouwer. Por estar retirada del ejido urbano de la ciudad de Crdoba, la distancia y la
falta de disponibilidad horaria en el transporte son dificultades a sortear para ir y llegar
oportunamente en los horarios de visitas.
11 Hay que tener en cuenta que esta informacin fue producida considerando las personas privadas de su libertad en crceles federales y no contamos con datos oficiales de la situacin de las mujeres de la crcel
de Bouwer de la provincia de Crdoba.
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Nios y nias privados/as de su libertad12
Escena 2
Alicia vive con su hijo en la crcel desde que es beb. Frecuentemente, asiste a los encuentros
semanales con otras mujeres privadas de su libertad.
Un da llega sola al aula y le preguntamos por su hijo y ella nos cuenta:
Est afuera, pasa que estoy tratando de que nos despeguemos un poco, a mi me cuesta
horrores; pero la semana pasada sali por primera vez y cuando fue a la casa vio a un perro y se
larg a llorar. Pasa que se asust, porque l nunca haba visto un perro ac en la crcel13
Este relato puede parecer una nimiedad, pero lo que queremos mostrar son aquellos
pequeos detalles que la privacin de la libertad en los nias y nios conlleva. Es un
ejemplo superficial, pero grfico; que nos ayuda a representarnos la extensin del
castigo en los hijos e hijas. Pensemos en las condiciones de salud y en la comida a la
que ms arriba hacamos referencia y en todas aquellas condiciones de precariedad a las
que estn sujetos por estar en estos lugares de encierro. (Informe PPN, 2010: 373)
Por otra parte, a partir del 17 de diciembre de 2008 se aprob la Ley 26.472, que
modific la Ley 24.660 de Ejecucin Penitenciaria y el Cdigo Penal, ampliando los
supuesto de sustitucin de la prisin por el arresto domiciliario para las personas con
mayor vulnerabilidad, como es el caso de las mujeres embarazadas y las mujeres con
hijos, entre otros casos. Esta modificacin ha impactado en la poblacin de mujeres con
nios menores de 5 aos, aunque en el caso de Crdoba no sabemos con precisin
cuntas han sido las mujeres sujetas a ese rgimen, as como tampoco contamos con la
informacin oficial de cuntas mujeres que tienen hijos menores de 5 aos, estn
privadas de su libertad.
As mismo, desde un punto de vista poltico, esta ley reporta un avance y permite la
inmediatez de la respuesta frente a una situacin preocupante, como es el caso de los
nios y nias encerrados/as. Pero desde el punto de vista analtico (que tambin tiene su
12
Lo incluimos aqu como referencia, a pesar de no tratarse de mujeres propiamente dicho, porque indica
algunos rasgos de los vnculos y el lazo social y afectivo de las mujeres con sus hijos/as. Este vnculo, se
presenta tan fuerte en los relatos de las mujeres, que parece necesario explorarlos y abordarlos. 13
Este relato corresponde al testimonio de una de las mujeres que particip, en el ao 2006, en encuentros
semanales que se realizaban con mujeres privadas de su libertad (procesadas y condenadas). Se trat de
una modalidad de trabajo en grupos focales.
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dimensin poltica), no deja de ser una respuesta basada en estereotipos que ubican a la
mujer como responsables principales de la crianza de sus hijos (Nari y Fabre, 2006).
Con esto no se quiere hacer juicio normativo alguno de cmo debieran ser las mujeres
en relacin a sus hijos/as. Ms bien es una paradoja que nos invita a reflexionar y
repensar la cantidad de implicancias que tiene el gnero en la vida cotidiana, incluso
como proyecto poltico.
Las sutilezas en el castigo
Escena 3
Marina tiene 28 aos, tiene buen aspecto y se distingue de otras presas. Llama la atencin por su
origen de clase media. Cuenta su experiencia a lo largo de los 10 meses que hace que est
detenida como procesada.
En general, con las compaeras y con el las guardias del Servicio Penitenciario me llevo bien.
Pasa que si no sos un cachivache, disculp la expresin, pero voy a usar la palabra
cachivache, que es como se tratan ac adentro dice. Pero pasa que sino ac te terminan
tratando como a un cachivache. Tengo miedo que me agarren con algo, que me metan droga
cuando estoy durmiendo. Es que, antes, estaba en el Pabelln de Conducta, pero como tuve un
problema con una presa que se lleva re mal con todas y que est todo el tiempo encerrada y no se
lleva con nadie, me mandaron al Pabelln de Primarias que son las que recin ingresan a la
crcel. Yo les ped que me cambiaran y me mandaron ah, que no es muy lindo ().
Ella (por la compaera de celda con la que tuvo problemas) trata mal a todo el mundo, pero la
bronca viene por un problema que tienen en la crcel de varones mi novio con su pareja y por eso
un da yo estaba bajando las escaleras y ella me empuj. Entonces, ah ped que me cambiaran
(). Ahora, en el pabelln que estoy tengo miedo porque hay mucha droga en este pabelln. Ah
todas se drogan, yo soy la nica que no consumo nada, ni fumo, ni nada. Al principio, me haban
puesto en una celda con una gitana que era un asco, la mujer esta coma con la mano, estaba toda
sucia, muchas veces me despertaba cuando estaba durmiendo y esta mujer me estaba mirando y
un da me despert porque esta mujer me estaba tocando. Ah me agarr un ataque de llanto y de
angustia y al final las del Servicio Penitenciario me pusieron en una celda sola. Pero pasa que en
esta celda se pasa toda la droga, porque por este pabelln ingresa toda la droga. Y por eso tengo
miedo de que me planten la droga y me compliquen en mi causa.
Ciertamente hay varios emergentes en este relato. En primer lugar, la explicitacin de
que la droga tiene sus circuitos de circulacin dentro de la crcel, lo que implica que
mujeres presas y guardias crceles se comprometen en relaciones de complicidad
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mutuas, donde los regmenes de prohibiciones y admisiones es una frontera en franca
negociacin. Este es todo un universo que queda vacante y es de difcil exploracin.
En segundo lugar, en la prisin establecer vnculos de afinidad se vuelve vital para
reconfigurar y constituir una nueva cotidianidad en el encierro, no obstante estos pueden
verse influenciados por otros factores, como en este caso, cuyas lealtades a sus parejas
varones es trasladado al propio vnculo.
Constituir una cotidianeidad significa armar ciertos espacios confiables, establecer
vnculos de mediana predictibilidad, incorporar los datos perceptuales en esa
realidad con la significacin especfica que les otorga el encierro para poder ejercer
algn dominio sobre ellos. () Constituirse una nueva cotidianeidad significa, tambin, apropiarse de alguna forma de control del tiempo. Esta reconstruccin de la
vida cotidiana debe darse a partir de lo dado, de lo impuesto por la realidad
penitenciaria: las prohibiciones, las normas rgidas de un reglamento estricto y
exhaustivo y las arbitrariedades en su explicacin, la violencia intrnseca, la
convivencia compulsiva.14
(Nari y Fabre, 2006: 35)
En tercer lugar, y quiz una de los aspectos que ms nos interesa destacar, las
prerrogativas que el caso conlleva en relacin a poder estar alojada en una celda
particular. Es la nica de las 10 personas entrevistadas que no comparta celda. Del
relato, parece surgir que esta posibilidad fue otorgada a partir de su estado de angustia,
lo cierto es que, sea cual fuera la razn que motiv a las guardias crceles a otorgarle
una celda particular, se registra una forma diferencial de tratamiento frente a la
angustia de una presa, si se quiere. Pareciera que los recursos materiales, simblicos y
culturales adquiridos fuera de la crcel y el acceso a distintos estatus social,
econmico, poltico, cultural, racial, tnico, entre otros complejiza la mirada centrada
exclusivamente en el gnero, para hacerla parte de mltiples dimensiones que se cruzan
en la vida de las mujeres en prisin. Estas condiciones, que preceden el castigo y que
sobreviven a ste, se ponen en juego en la crcel a la vez que pueden constituir un
castigo diferencial.
Algunas palabras de cierre
El crecimiento acelerado en las tasas de encarcelamiento, desde el ascenso del
punitivismo penal de los 90, ha sido un dato que ha caracterizado a todas las prisiones
(ver Sozzo, 2007) y tambin al crecimiento de la poblacin penitenciaria de mujeres.
14
El destacado me pertenece.
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16
En este sentido, segn el Servicio Penitenciario Federal, la poblacin de mujeres en
crceles federales pas de 298 en 1990 a 1039 en 2007, lo que implica un crecimiento
que alcanza el 350%. A partir de 2008 se advierte una disminucin en estos ndices, lo
que no significa necesariamente una disminucin del nmero de mujeres presas
(Informe Anual de la PPN15
, 2010: 371 y 372). Este crecimiento acelerado es esperable
que impacte en las condiciones de vida dentro de las crceles.
La mayora de las investigaciones y la literatura sobre mujeres presas identifica como
uno de los problemas mayores que sufren las mujeres privadas de su libertad, el
deterioro en sus relaciones familiares y la desintegracin de sus familias por ser, muchas
de ellas, las principales sostenedoras de sus hogares econmica y emocionalmente
CELS, 2011; Informe PPN, 2010). Este dato nos obliga a pensar de un modo contra-
intuitivo, ya que la mayora de las mujeres ms pobres, que se ven empujadas al
trabajo informal (sea legal o ilegal), no solo se ven afectadas por las mltiples jornadas,
sino que sus roles son centrales en la organizacin del hogar y la familia. La figura
fuerte en estas organizaciones familiares suele ser la mujer, antes que el varn, por
paradjico que pueda parecernos.
En otro sentido, la relacin de control y vigilancia al que estn sujetas las mujeres
detenidas en la crcel de Bouwer, parece pertenecer a un tipo de control social
antisocial (Carlen, 2003) en el sentido que las prcticas institucionales desplegadas
hacia estos sujetos pareceran favorecer las desigualdades sociales y atrofiar los lazos
socio-afectivos entre las mujeres criminalizadas y su entorno.
Cuando una mujer es llevada a la crcel, lo primero que debe enfrentar es una
requisa. Debe despojarse de toda su ropa para que el personal de seguridad registre
su cuerpo en busca de drogas o armas. Un oficial la interrogar para abrir su legajo y
luego le tomarn sus huellas dactilares. No encontrar jabn o un trapo para quitar la
tinta de los dedos. Deber frotar sus manos contra la misma pared, donde otras
cientos de manos negras, nombres y fechas hablan de las otras mujeres que por all
pasaron. Antes de entrar al pabelln de ingreso le quitarn sus efectos personales y
cualquier objeto de valor. De ah en ms, paso a paso, comprobar como se le
despoja tambin de todo aquello que constitua su cotidianeidad. Advertir que su
lenguaje no le sirve, no le alcanza. Tendr que aprender cdigos de comunicacin
diferentes. Palabras y gestos que antes carecan de significacin, adquirirn el valor
de contrasea, de clave fundamental para sobrevivir en ese espacio. (Nari y Fabre,
2006: 32)
15
La sigla PPN refiere a: Procuracin Penitenciaria de la Nacin.
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Los tatuajes y marcas en el cuerpo, los vnculos socio-afectivos aislados, las
condiciones de posibilidad de cada una de las mujeres en prisin, configuran un
entramado que se vuelve difcil cifrar. Las intersecciones en las que se dirime el sujeto
en estas circunstancias est dada precisamente- por el ser mujeres, pobres y alcanzadas
por un discurso acerca de la negritud en nuestro contexto.
Recoger las experiencias de las mujeres nos permite pensar a los sujetos en la crcel a
partir del propio cuerpo y la propia vida. La crcel junto a los discursos y prcticas que
circulan en su interior son, en algn sentido, los que introducen inscripciones en el
cuerpo de las mujeres detenidas, pero aquellas no son talladas en los cuerpos por meras
imposiciones, sino por relaciones de poder en donde el sujeto tambin acta y ejerce
mltiples formas de resistencias: es en la emergencia de esa tensin donde se
reconfiguran dichas narrativas, posibilitando la circulacin de sentidos desde la propia
vivencia.
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