las mujeres y el peronismo

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Las mujeres y el peronismo La lucha femenina durante los dos primeros gobiernos de Perón. La figura de Evita. El autoritarismo moral. La nueva familia argentina. El lugar de la mujer en la sociedad. En el siguiente trabajo abordaremos la problemática de la participación femenina durante el peronismo, teniendo en cuenta sus posibles logros, así como las limitaciones del movimiento impuestas desde el mismo oficialismo. Se analizará la figura de Eva Perón como máximo referente de este discurso contradictorio, que impulsaba a las mujeres a liberarse, pero siempre restringiéndose al ámbito privado y a la simbolización del “ama de casa” como la máxima representante de la mujer ideal. Finalmente, examinaremos en detalle al Partido Peronista Femenino y a la Ley del Sufragio Universal, impulsada desde el mismo gobierno peronista, tanto como una medida propagandística para obtener la reelección por el apoyo femenino, como las mismas limitaciones de la ley, que no significó una verdadera apertura para la mujer en el mundo de la política, que en definitiva simboliza claramente el discurso peronista de la época con respecto al rol de la mujer. La lucha de las mujeres en argentina nunca fue un fenómeno que mundialmente cobrara mucha magnitud. Nadie lo recuerda como un movimiento de masas, o un círculo de ferviente protesta social, sobre todo si tenemos en cuenta las a sufragistas inglesas y estadounidenses, cuyo movimiento significó varios golpes a los gobiernos liberales de estos países. Sin embargo, no deja de verse como un movimiento por demás interesante. Los primeros vestigios de lucha femenina datan de principio del siglo XX, con diversas organizaciones que se dedicaron a impulsar la educación en la mujer y ayuda social para las madres. Nunca se puso en duda los deberes naturales que las mujeres debían a su hogar, su marido y sus hijos, y siempre se quiso diferenciar el movimiento “feminista” argentino de los

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Las mujeres y el peronismo

La lucha femenina durante los dos primeros gobiernos de Perón. La figura de Evita. El autoritarismo moral. La nueva familia

argentina. El lugar de la mujer en la sociedad.

En el siguiente trabajo abordaremos la problemática de la participación femenina durante el peronismo, teniendo en cuenta sus posibles logros, así como las limitaciones del movimiento impuestas desde el mismo oficialismo. Se analizará la figura de Eva Perón como máximo referente de este discurso contradictorio, que impulsaba a las mujeres a liberarse, pero siempre restringiéndose al ámbito privado y a la simbolización del “ama de casa” como la máxima representante de la mujer ideal. Finalmente, examinaremos en detalle al Partido Peronista Femenino y a la Ley del Sufragio Universal, impulsada desde el mismo gobierno peronista, tanto como una medida propagandística para obtener la reelección por el apoyo femenino, como las mismas limitaciones de la ley, que no significó una verdadera apertura para la mujer en el mundo de la política, que en definitiva simboliza claramente el discurso peronista de la época con respecto al rol de la mujer.

La lucha de las mujeres en argentina nunca fue un fenómeno que mundialmente cobrara mucha magnitud. Nadie lo recuerda como un movimiento de masas, o un círculo de ferviente protesta social, sobre todo si tenemos en cuenta las a sufragistas inglesas y estadounidenses, cuyo movimiento significó varios golpes a los gobiernos liberales de estos países. Sin embargo, no deja de verse como un movimiento por demás interesante.

Los primeros vestigios de lucha femenina datan de principio del siglo XX, con diversas organizaciones que se dedicaron a impulsar la educación en la mujer y ayuda social para las madres. Nunca se puso en duda los deberes naturales que las mujeres debían a su hogar, su marido y sus hijos, y siempre se quiso diferenciar el movimiento “feminista” argentino de los distintos movimientos de mujeres alrededor del mundo, muchos de los cuales estaban impulsados por ideas socialistas. No debe sorprendernos, igualmente, ya que nos ubicamos temporalmente en la primera mitad del siglo XX, donde, si bien los radicales habían realizado ciertas reformas sociales, el rol del hombre como un sujeto político y, por lo tanto, superior, no había cambiado en absoluto. Y tampoco podemos pedir mucho de los gobiernos sucesores de Yrigoyen (militares, conservadores), donde las problemáticas femeninas no fueron ni siquiera un motivo de debate. Pero algo habría de suceder en la historia argentina que la cambiaría para siempre: el golpe de Estado de 1943, que, entre sus figuras, tuvo como una de las más poderosas al que luego sería el presidente más importante de la república: Juan Domingo Perón. A partir de él, la perspectiva sobre la sociedad argentina dio un giro muy importante, al colocar a los trabajadores, la clase asalariada y humilde, como el grupo social más importante dentro del gobierno. Algunas de las medidas fueron: las vacaciones pagas, la creación del aguinaldo y, en líneas generales, una unión entre los trabajadores (agrupados en sindicatos) y los patrones para aliviar las distintas situaciones de tensión que pudiesen llegar a ocurrir, evitando así los abusos por parte de los segundos y algún tipo de revuelta por parte de los primeros.

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Si bien Juan Domingo Perón significó una figura por demás importante en la historia de nuestro país, hubo otro personaje, aún más involucrado con las clases asalariadas, quien se habría de convertir en su vocero y que impulsaría a miles de mujeres a seguir con el modelo oficial, no solo deteniendo ya el pequeño movimiento feminista, sino incitando a las mujeres a pensarse a sí mismas como un género subordinado, cuyo “deber sagrado” de esposa y madre era considerado como “femenino” y “natural”. Un personaje que, increíblemente, resultó ser nada más y nada menos que una mujer: la esposa del presidente, María Eva Duarte de Perón.

Para comenzar a hablar de la figura de esta Primera Dama descamisada, no debemos renegar de sus orígenes1: hija de la familia “ilegítima” de un estanciero conservador de la Provincia de Buenos Aires, migró a Ciudad de Buenos Aires a la edad de quince años para trabajar como actriz. Nueve años después conocería al entonces General Perón, a quien conoció y acompañó durante su etapa en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Gracias a él, ella comenzó a trabajar en varios programas de radio, desde donde ponía de manifiesto las grandes acciones que llevaba a cabo Perón desde la Secretaría. Sin embargo, no fue conocida como una figura política de importancia hasta que Perón llegó a la presidencia en 1946. Desde su lugar de Primera Dama, su papel fue de mediadora entre su marido presidente y las clases obreras que él pretendía ayudar y representar. Su figura nunca fue bien vista por los miembros de la elite, quien la señalaban de prostituta y enrojecían de ira al verla vestida como una señora de gran estirpe, conociendo sus orígenes humildes. Pero fueron justamente estos orígenes lo que le permitieron una gran llegada a la clase trabajadora, con quien ella trabajaba y observaba, tanto a partir de la Fundación Eva Perón como del luego creado Partido Peronista Femenino. Y fue sobre todo desde allí donde comenzaron a vislumbrarse los primeros vestigios de su ideología con respecto a las mujeres.

La doctrina peronista, entre otras cosas, poseía en sus bases una clara concepción sobre la familia ideal argentina, que fue impulsada como el núcleo más importante de la sociedad. Allí, los roles permanecieron invariables y muy bien definidos: el hombre, trabajador asalariado, luchador y político y su mujer, devota esposa y madre, dueña del hogar, subordinada a la vida privada, femenina e ideal y, sobre todo, procreadora de los hombres que luego serían los comandantes de la gran nación2. Este papel de subordinación tuvo como su principal líder a la misma Evita, quien se consideraba ella misma como subordinada a su marido y a la doctrina autoritaria del Partido Peronista, que incluía ciertos valores morales predicados por la Iglesia, que fue uno de los principales apoyos a Perón para que lograra la primera presidencia. Ella misma sostenía que no pretendía un cambio sustancial en la diferencia de géneros en la sociedad, y que quería evitar a toda costa a las que ella llamaba “mujeres como hombres”, es decir, mujeres trabajadoras que podrían llegar a rechazar la procreación (y por lo tanto, su deber familiar), que significaría una ofensa gigante al oficialismo. Por lo tanto, estas mujeres fueron limitadas al punto de evitar que Alicia Moreau votara en las elecciones al enviar una orden de prisión por sus actividades opuestas al régimen3. Este autoritarismo y método propagandístico de ideales políticos y morales golpeó también a las escuelas y a los medios de comunicación, así como a la mayoría de las mujeres. Durante esa época se incentivó a las mujeres a realizar labores “femeninas” (docencia, corte y confección, costura), lo cual les permitía trabajar y sostener una cierta independencia económica, sin desligar su deber social moral. Así volvió a resurgir la imagen del “ama de casa” como el cruce entre una nueva mujer “trabajadora” y la clásica mujer devota, que debía de

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entregar todo y buscar la aprobación de sus amigos y familiares4. Y es que, en resumen, ese era el ideal que Evita pretendía aportar en las mujeres: la naturalización de ciertos aspectos que no son más que construcciones sociales, como es el caso de la ética de la “auto-renuncia” y el sacrificio por el beneficio de los demás, sin tener en cuenta el propio. Esto era utilizado como bandera para el control del movimiento femenino, utilizando como ejemplo la propia renuncia de Evita a la vicepresidencia, que debía de ser tomada por todas las mujeres, reconociendo así los propios límites de la lucha y del género en su totalidad5. Por último, se nota un cambio de rumbo en ciertas revistas femeninas, como es el caso de Vosotras, que es un ejemplo claro, sea del discurso político de Evita que evidentemente fue tomado y adquirido por la mayoría de la sociedad o como otra medida de represión a las ideologías que no se comprometían con el régimen6.

Sin embargo ningún discurso, ninguna ley, ninguna acción social le valió más el respeto y la admiración de las mujeres trabajadoras como fue el apoyo y la luego sanción de la Ley del Sufragio Universal, número 13.010, el 9 de septiembre de 1947, posibilitando así a las mujeres mayores de dieciocho años al voto secreto y obligatorio7. Este logro, siempre concebido como posible gracias a las grandes acciones del peronismo, no sólo no tuvo en cuenta las luchas sufragistas anteriores, sino que se encargó de marginalizar a través de los medios de comunicación (y en especial al diario oficialista Democracia) a todas aquellas ideologías que, apoyaran o no el sufragio femenino, fueran contrarias al régimen.

Ni Evita ni Perón pretendían la verdadera inclusión de las mujeres en la vida política del país, sino que justificaban el apoyo al sufragio femenino a partir de la necesidad de la mujer como madre8, que era la función fundamental para el crecimiento de la familia peronista y, en consecuencia, de la doctrina que ellas inculcarían a sus hijos. No es de extrañarnos, por lo tanto, que la actuación de las primeras mujeres parlamentarias (23 diputadas y 6 senadoras nacionales) estuviese muy limitada al rumbo dirigido por el oficialismo. Tanto esta ley como la posterior creación del Partido Peronista Femenino en 1949 tuvieron como objetivo la centralización y el control del movimiento femenino, para ponerlo a total disposición, fidelidad y subordinación de/a Evita y, sobre todo, de/a Perón. Evita, que fue elegida presidenta de este partido, poseía total control y elegía muy discriminadamente a las mujeres, delegadas, simpatizantes, para las tareas determinadas, mientras criticaba a las mujeres que se le oponían, por un lado, por pertenecer a la casta privilegiada de la sociedad (que se arrojaban a una vida vacía y llena de lujos, sin un atisbo de maternidad) y por el otro, a aquellas mujeres (en su mayoría socialistas) que pretendían buscar un cambio más profundo (señalando que ellas no eran verdaderas mujeres, ya que buscaban la igualdad con los hombres) 9. Después del fallecimiento de Evita, y ya sin una líder autoritaria como ella, el Partido se debilitó notablemente y perdió poder en la esfera política.

En resumen, es innegable el poderoso discurso y doctrina que significó el peronismo y Evita en particular, en la vida de millones de mujeres. La Ley del Sufragio Universal significó un paso adelante en la vida política del país, más allá de de las posibles intenciones electoralistas. Pero hay una pregunta que aún sigue abierta: ¿cambió el rol de la mujer? ¿La independencia, puramente económica, ligada exclusivamente a la vida privada supone un cambio profundo? Hay un hecho que es indiscutible: las mujeres cambiaron. Encontraron en la figura de Evita una líder que las comprendía, las ayudaba y las fomentaba en muchas actividades. No obstante, la

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decadencia, la subordinación y el autoritarismo le quitan todo el peso positivo que podrían haber tenido estos cambios. Evita, si bien era clara cuando hablaba del rol de la mujer en la sociedad, nunca supuso a esa lógica de fidelidad, entrega y subordinación como un límite para la libertad y la emancipación de las mujeres. Evita misma nunca podría haber sido una referente a esos ideales, teniendo ella misma una relación de total dependencia con Perón y no es de extrañar, por lo tanto, que nunca predicara lo contrario. Su presencia en la esfera política no solo significó una limitación en relación con sus propias acciones, sino un retroceso y una degradación a la pequeña lucha feminista precedente y a sus más importantes representantes. Ella fue una buena líder dentro de sus propios ideales patriarcales y anti-feministas. Sus propias limitaciones personales y su prejuicio con respecto al género, a la división del trabajo y a la mujer como madre, le valieron un proceso que, si bien no fue grande con respecto a los cambios que supuso, fue masivo en cuanto a la cantidad de mujeres que se sintieron identificadas con él. Sin embargo, no quita lo arcaico de las ideas expresadas, que proponían, sin vueltas ni escondites, el machismo puro, la superioridad de un sexo sobre el otro, el prejuicio, la competencia, la inamovilidad de los roles, la desvalorización de otros movimientos de mujeres, el autoritarismo, la censura y la represión. Evita no fue sino un obstáculo que imposibilitó cualquier movimiento de lucha feminista-revolucionario, al poner sobre la mesa los sentimientos de culpa y la ética de la auto-renuncia como “natural” e inevitable en la vida de las mujeres. No obstante, no fue la única responsable, o culpable. Esta ideología se propagó rápidamente, siendo aceptada tanto por hombres (ya que controlaba una posible revuelta feminista) como por las mujeres (que, más allá de que sus roles no variaron, comenzaron a ser reconocidas, justamente, por pertenecer e inculcar esa ideología) y no hubo ningún movimiento, ninguna mujer que pusiera freno a esta demagogia descontrolada.

La lucha de las mujeres es responsabilidad de cada mujer, y cada una debe afrontar con responsabilidad el papel que elige tener dentro de la misma. Identificar los problemas reales, de fondo, que van más allá de cualquier ley o cualquier juicio moral, es una tarea que no le corresponde a ninguna líder autoritaria, a ningún partido y, sobre todo a ningún Estado. Hemos podido observar en este ensayo que hasta los movimientos más importantes, más imponentes considerados por los libros de historia y la memoria popular, sufren limitaciones y contradicciones más grandes que las que podemos imaginar. La liberación, la emancipación y la hermandad femenina sólo serán posibles dejando a un lado los prejuicios de género y concepciones tradicionales y conservadoras como los distintos roles en el trabajo, o las ideas verticalistas y patriarcales que giran en torno a la familia. Ideas, valores y prejuicios, que son típicamente burgueses, más allá de que salgan de la boca de una mujer de orígenes humildes.

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Referencias

1 - http://es.wikipedia.org/wiki/Eva_Per%C3%B3n#Su_familia

2 – Girbal-Blacha, Noemí: “Nacimos para constituir hogares, no para la calle”. La mujer en la Argentina peronista (1946-1955). Cambios y continuidades, pág. 8

3 – Guivant, Julia Silvia, La visible Eva Perón y el invisible rol político femenino en el peronismo: 1946-1952, pág. 57

4 - Girbal-Blacha, Noemí: “Nacimos para constituir hogares, no para la calle”. La mujer en la Argentina peronista (1946-1955). Cambios y continuidades, pág. 9

5 - Guivant, Julia Silvia, La visible Eva Perón y el invisible rol político femenino en el peronismo: 1946-1952, pág. 55

6 – Franco, Marcela y Pulido, Nora, ¿Capitanas o guardianas del hogar? Deseos y mandatos en la Argentina peronista, pág. 13

7 - http://es.wikipedia.org/wiki/Eva_Per%C3%B3n#Sufragio_femenino

8 - Guivant, Julia Silvia, La visible Eva Perón y el invisible rol político femenino en el peronismo: 1946-1952, pág. 24

9 - Guivant, Julia Silvia, La visible Eva Perón y el invisible rol político femenino en el peronismo: 1946-1952, págs. 36 y 37