las mujeres y el dinero · las mujeres se han visto lanzadas a una relación enteramen-te nueva con...
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Hotel Saxon, Johanesburgo, Sudáfrica, noviembre de 2005. Es-
taba a punto de dejar la suite del hotel para irme de safari con
dos de mis mejores amigas de toda la vida cuando sonó el telé-
fono. Todas nos preguntamos quién diablos podía llamarnos,
dado que casi nadie sabía que estábamos en Sudáfrica y mucho
menos dónde nos alojábamos. Era Julie Grau, mi editora y res-
ponsable de la publicación de The Courage to Be Rich, The Road
to Wealth, The Ask Suze Library Series y The Money Book for the
Young, Fabulous & Broke. Parecía un poco nerviosa y dijo que
tenía que decirme algo. Después de pensárselo mucho, ella y su
compañera en la editorial, Cindy Spiegel, habían decidido dejar
su actual puesto de trabajo y poner en marcha una nueva divi-
sión dentro de Doubleday Publishing Group de Random Hou-
se, Inc. Julia quería que supiera la noticia por ella, en lugar de
leerla en la prensa o de que me la contara alguien.
Pese al hecho de que su marcha me afectaría también a mí,
me sentí en éxtasis. Por fin Julie hacía algo que le permitiría
controlar su destino. Julie y yo llevábamos años hablando de di-
nero, por teléfono; yo siempre quería que se involucrara más,
que aprendiera a invertirlo, a cuidarlo, y que pidiera más para
ella. Pero parecía que mis esfuerzos eran siempre en vano.
Como tantas otras mujeres, Julie estaba demasiado ocupada ga-
nando dinero para otros y no dedicaba el tiempo necesario para
sacar más partido, para ella misma, del dinero que ganaba.
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Al colgar, después de cualquiera de nuestras conversaciones,
siempre pensaba que ojalá se diera cuenta, de verdad, de lo in-
creíble que era. Ojalá viera lo que yo veía en ella. Ojalá com-
prendiera que valía muchísimo más. Es lo mismo que quiero
que todas las mujeres vean en ellas mismas. Pero ahora tenía
que reconocerle el mérito: había decidido que tenía que mar-
charse para poder valorarse. Sabía que dejar la editorial que ha-
bía ayudado a construir no le resultaba fácil; nunca es fácil dejar
lo conocido y seguro para pasar a algo nuevo y desconocido, en
especial para una mujer. Para una mujer, la familia es más im-
portante que el dinero. (Tengo que decir que me parece fasci-
nante que este cambio se produjera cuando Julie estaba emba-
razada de cuatro meses. Era casi como si no pudiera tomar esta
decisión cuando estaba sola, pero que ahora que tenía una fa-
milia era casi como si no pudiera permitirse no hacerlo, por
ellos. Pero, también esto es lo que hacen las mujeres, ¿no? Hacen
por los demás lo que no pueden hacer por ellas mismas.)
Cuando le pregunté a Julie el nombre de su nueva división
editorial, me dijo que todavía no lo sabía, pero que Cindy y ella
estaban barajando varias ideas. Les habían sugerido que la lla-
maran Spiegel & Grau (sus apellidos) y ella respondía: «¿Estás
de broma? Ni hablar. Esto va de libros. No va de nosotras». Otra
respuesta típica de mujer, ¿no os parece? Bueno, después de un
tiempo, Julie empezó a tomar contacto con su propia fuerza, y
Cindy y ella decidieron darle sus apellidos a su nueva empresa.
Fue un paso enorme para Julie, igual que lo es para cualquier
mujer cuando empieza a comprender el poder que entraña de-
cir su nombre.
Evidentemente, decidí seguir a Julie a su nueva compañía, y
me enorgullece decir que vuelve a ser mi editora y la encargada
de publicar mis libros. Me siento muy honrada de que el mío sea
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el primer libro que Spiegel & Grau va a publicar. Que el título
del libro sea Las mujeres y el dinero y que estos dos temas resue-
nen en la historia que vais a leer, hace que sea todavía más espe-
cial para mí.
Por lo general, al principio de mis libros hay una larga lista
de personas, algunas con las que he trabajado durante años y
otras que acaban de llegar, para agradecerles todo lo que han
hecho para ayudarme a ser quien soy en este momento. Todos
sabéis quiénes sois y espero que podáis sentir que, a mi manera,
os doy las gracias cada día. Os lo agradezco en mis oraciones y
deseos, así como cuando os escribo o hablo con vosotros. Así
que os ofrezco mi reconocimiento en grupo y espero que com-
prendáis que esta vez sólo haya una única mujer a la que quiero
ofrecer un reconocimiento personal, y ésa es Julie, que se ha
preocupado casi de cada palabra que he escrito, y ha corregido,
orientado y, cuando era necesario, ha mejorado el original. Para
los que leáis esto, quiero que sepáis que hay un poco de todas las
mujeres en Julie. Es esposa, hija, madre, madrastra, jefa, em-
pleada, mejor amiga, voluntaria, tía, sobrina y hermana, todo
en uno. Tiene un esposo, Adam, y ahora es la orgullosa madre
legal del hijo de éste, Jackson, que tiene diez años. El año pasa-
do Julie tuvo un hijo, Rian, a quien todos, por alguna razón lla-
man Beanie. Hizo todo esto al mismo tiempo que nacía este li-
bro. He observado con asombro y con un absoluto respeto
cómo Julie lo mantiene todo en marcha: desde ser una nueva
madre a iniciar una nueva compañía, editar mi libro, firmar
contratos con nuevos autores, contratar empleados e ir de reu-
nión en reunión, incluso mientras corre a casa para disfrazarse
con Jackson y celebrar Halloween, ir a cenar a casa de su madre,
y estar en casa los viernes por la noche a tiempo para encender
las velas para el Sabbath. La he observado hacerlo todo con ele-
Agradecimientos 13
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gancia, humildad, amor y compasión. La he observado ser la
perfecta representante de todas nosotras, las mujeres.
Así pues, mi querida Julie, por éste, tu primer libro en tu
nueva editorial, por tus nuevos hijos, tu nuevo trabajo, tu fami-
lia, tus amigos, y por dar un nuevo sentido a las palabras «valo-
rarse a una misma», mi reconocimiento por tus esfuerzos. Te
agradezco tu increíble generosidad, tu valor, tu sabiduría, tu be-
lleza y nuestra amistad.
Que este libro sea el primero de una lista de éxitos para ti,
amiga mía, y ojalá recordemos siempre lo que es posible en la
vida cuando decidimos hacernos con el poder de controlar nues-
tro destino. Hemos recorrido un largo camino, mi querida Jules,
y me alegro mucho de que lo hayamos hecho.
Con todo mi amor y respeto,
Suze
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1Sólo para mujeres
Nunca pensé que escribiría un libro sobre el dinero sólo para
mujeres. Nunca había pensado que fuera necesario. Entonces,
¿por qué eso es precisamente lo que estoy haciendo en mi octa-
vo libro? ¿Y por qué ahora? Dejadme que os lo explique.
Todos mis libros anteriores los escribí con la convicción de
que el sexo no es un factor determinante, en ningún nivel, para
dominar los entresijos de una gestión económica inteligente. Las
mujeres pueden invertir, ahorrar y gestionar sus deudas igual de
bien y con la misma habilidad que cualquier hombre. Lo sigo
creyendo... ¿Por qué tendría nadie que pensar de otra manera?
Así que imaginaos mi sorpresa cuando supe que algunas de
las personas más cercanas a mí ignoraban todo lo relativo a sus
finanzas. No tenían ni idea. En algunos casos, incluso se resis-
tían tercamente a hacer lo que sabían que tenían que hacer. Ha-
blo de mujeres inteligentes, competentes, preparadas, que ofre-
cen al mundo un rostro de absoluta capacidad y confianza en sí
mismas. ¿Os gustaría decirme que yo, Suze Orman, que se gana
la vida solucionando los problemas financieros de completos
desconocidos, no fui capaz de detectar los problemas que se co-
cían tan cerca de casa? No creo ser ciega; sólo creo que estas mu-
jeres llegaron a ser muy, pero que muy buenas, ocultándome sus
dificultades. ¿Por qué no? Tenían años de práctica ocultándose-
las a ellas mismas.
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Francamente, me quedé estupefacta. Fue una auténtica re-
velación. Empezó con una amiga, una mujer de negocios con
mucho poder, que maneja millones y millones de dólares al año,
y que se negó a firmar los documentos del testamento y fideico-
miso que le había ayudado a preparar. No puedo deciros por
qué, pero esos documentos estuvieron encima de mi mesa du-
rante tres años; estaba claro que ella tenía algún tipo de bloqueo
que le impedía firmar, sin más, los papeles con su nombre y le-
galizarlos ante notario. En el momento en que escribo esto, to-
davía no ha completado el trámite. Luego otra amiga, una mu-
jer con unos méritos profesionales asombrosos, se desmoronó y
me confesó que, a lo largo de los años, había ido acumulando
unas facturas sin pagar tan pasmosas que estaba demasiado ate-
rrorizada para decírselo a nadie y no tenía ni idea de cómo li-
quidar la deuda. Poco después me enteré de que otra amiga se
había despertado, por fin, a la realidad de que le pagaban mucho
menos que a cualquier otro ejecutivo de rango comparable de la
compañía. Su división era una de las que aportaba unas ganan-
cias más rentables y constantes a la empresa, pero ella seguía
aceptando los aumentos mínimos que su jefe le daba cada año
en el momento de la revisión salarial. Incluso ahora, debido a
una lealtad mal entendida, se resistía a abandonar la empresa
que se aprovechaba de ella año tras año.
¿Qué estaba pasando?
Después de investigar un poco más a fondo, averigüé que
muchas de las mujeres que conozco —amigas, conocidas, lecto-
ras, personas que ven mis programas de televisión— compartían
este impedimento: un «factor desconocido» que les impedía ha-
cer lo debido con su dinero. Tal vez para algunas fuera miedo a lo
desconocido; para otras, un ramalazo de rebeldía contra sus es-
fuerzos para mantener unidos todos los demás aspectos de su
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vida, o, tal vez, era sólo que sentían que las cosas se habían des-
madrado hasta tal punto que les daba vergüenza pedir ayuda y
revelar lo mucho que no sabían.
Las mujeres se han visto lanzadas a una relación enteramen-
te nueva con el dinero, del todo diferente de cuanto conocíamos
antes. El cambio en el papel de las mujeres en casa y en el traba-
jo ha modificado de forma espectacular el lugar y la manera en
que el dinero interactúa con la vida de una mujer. Sin embargo,
lo que veo es que, mientras que las mujeres han establecido o
ampliado su papel y sus relaciones, cuando se trata de manejar
las ramificaciones financieras de este nuevo mundo, utilizan
mapas viejos que no las llevan adonde realmente quieren y ne-
cesitan ir.
No importa si estoy en una sala llena de ejecutivas o de
mamás que se quedan en casa, el problema básico es universal:
cuando se trata de tomar decisiones relativas al dinero, os negáis
a asumir vuestro propio poder, a actuar en vuestro auténtico in-
terés. No es una cuestión de inteligencia; tenéis, sin ninguna
duda, lo que se necesita para cuidar de vosotras mismas finan-
cieramente, en especial si vuestras decisiones tienen que ver con
el cuidado de los que queréis. Vuestra nodriza interna es la so-
berana absoluta; os ocupáis de todos antes de ocuparos de voso-
tras mismas.
Por muy buenas que sean vuestras intenciones, sin embargo
están consumiendo vuestra energía.
Ésta es la razón de que mi octavo libro se llame Las mujeres
y el dinero.
El reto estriba en aprender —y aceptar— que para tener au-
téntico poder en vuestra vida es preciso tomar decisiones de di-
nero que os convengan a vosotras. No os estoy aconsejando que
sustituyáis vuestro papel de cuidar de los demás por una posi-
Sólo para mujeres 17
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ción narcisista. No quiero que dejéis de lado vuestra generosi-
dad ni que os despojéis de vuestra naturaleza bondadosa y su-
ministradora de apoyo. Este libro no trata de que lleguéis a ser
más siendo más egoístas. Lejos de ello. Lo único que quiero es
que os deis a vosotras mismas tanto como dais de vosotras mis-
mas. Cuidando de vosotras desde un punto de vista económico,
podréis cuidar, de verdad, de aquellos que amáis.
Llegar a ser poderosas, de una manera beneficiosa y durade-
ra, nunca se hace a expensas de los demás; se hace por el bien de
todos. Las mujeres son los cimientos de su familia, de su comu-
nidad...; son muchos los que dependen de nosotras. Si nos man-
tenemos fuertes y sabemos quiénes somos y qué podemos crear,
nos resultará fácil sostener a los que amamos y a aquellos que
necesitan que les ayudemos.
Por favor, quiero que sepáis que no hay ni una frase de
condena en estas páginas. Soy consciente de que ese trabajo,
increíblemente lleno de multitud de tareas simultáneas, llama-
do vuestra vida, hace que sea difícil, si no imposible, encontrar
el tiempo, la energía o las ganas para prestar atención a lo que
estáis haciendo mal con vuestro dinero, por no hablar de averi-
guar qué es lo acertado. Vuestros hijos necesitan vuestra aten-
ción como madre, vuestra pareja necesita amor, vuestros pa-
dres necesitan ayuda, vuestra profesión necesita vuestra ener-
gía, y vuestros amigos necesitan que los escuchéis. Si a todo
esto le añadimos la ropa que hay que recoger de la tintore-
ría, los alimentos que hay que comprar, las comidas que hay
que preparar y la casa que hay que limpiar, no es extraño que
todo lo concerniente al dinero quede relegado a un segundo
plano.
El objetivo de este libro es hacer que esta transformación sea
lo más fácil posible.
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Para lograrlo, voy a ayudaros a comprender cómo hemos lle-
gado hasta aquí; por qué nos debilitamos a nosotras mismas y
por qué la decisión de hacernos con el control de nuestra vida
económica es, realmente, una decisión pionera y revolucionaria.
Confío, también, en proporcionaros la motivación para querer
actuar, para responder a estos retos con decisión y reconocer
vuestro poder.
Os ofreceré la orientación y las herramientas pragmáticas
necesarias para que os sintáis seguras y controléis vuestra vida
económica con la mayor rapidez y el menor dolor que sean po-
sibles. A ese fin, he elaborado un plan de acción de cinco meses,
que he llamado Plan de ahorro para ahorrarte problemas, des-
tinado a ayudaros a superar los obstáculos y a prepararos para
toda una vida de seguridad económica. He tratado de definir
por qué otros libros os han fallado, por qué vuestros momentos
de resolución e inspiración perdieron aliento de forma inevita-
ble y tuvieron una vida corta. He adoptado un enfoque realista y
he elaborado una estrategia que se anticipe a la fatiga, al temor
y la falta de decisión, destinada a mantener vuestro compromi-
so, educaros e —¿os lo podéis creer?— inspiraros para querer
hacer más. No os abrumaré con listas larguísimas de tareas al pa-
recer insuperables. He identificado unas tareas básicas, y las he
hecho tan completas y fáciles de seguir como es posible. Mi ob-
jetivo es que al cabo de cinco meses, podáis comprobar vuestros
progresos y sentir el orgullo y el alivio que acompañan al hecho
de controlar una parte de vuestra vida que, hasta ahora, estaba
fuera de vuestro alcance.
Y, finalmente, espero que este libro os encamine hacia el fu-
turo y os inspire; que os muestre lo que es posible no sólo para
nuestra generación, sino para las venideras.
Porque ésta es, realmente, la mejor parte: estos cambios que
Sólo para mujeres 19
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alterarán vuestra vida son un asombroso legado, un regalo para
todas las hijas y nietas, las que iluminan vuestra vida ahora y las
que todavía no han nacido.
Ahora ya sabéis por qué estoy sinceramente convencida de
que este libro —que nunca pensaba escribir, y que es sólo para
mujeres— es el más importante de todos los que he escrito.
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2Imagina todo lo que es posible
Un libro con el título Las mujeres y el dinero debe empezar con
la historia de lo lejos que, en el aspecto económico, han llegado
las mujeres en los últimos treinta años. No es sólo una historia
extraordinaria de progreso social; es un recordatorio de que los
cambios que se producen a nivel personal, cada día, en peque-
ñas dosis, se van sumando para producir cambios sociales y cul-
turales extraordinarios.
En la actualidad, las mujeres son casi la mitad de la fuerza
laboral de Estados Unidos. En los últimos treinta años, la renta
de las mujeres ha aumentado un espectacular 63 por ciento. Un
49 por ciento de todos los trabajadores profesionales y de nivel
directivo son mujeres. Las mujeres aportan la mitad o más de
los ingresos en la mayoría de los hogares de nuestro país, una
tendencia en aumento que fue portada de Newsweek y primera
página de las noticias de muchos periódicos. Las empresas pro-
piedad de mujeres son un 40 por ciento de todas las compañías
de Estados Unidos. Hay más mujeres que nunca antes entre los
millonarios del país, más mujeres en los niveles más altos de la
gestión, y más mujeres en cargos de poder en los gobiernos de
todo el mundo.
Tenemos derecho a sentirnos orgullosas de nuestro progre-
so, y yo me siento muy orgullosa de ser testigo de esta revolu-
ción. Sólo desearía que todo esto fuera verdad.
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¿Os gustaría oír el otro lado de la historia? Un 90 por cien-
to de las mujeres que participaron en un estudio, realizado en
2006 y encargado por la compañía de seguros Allianz Insuran-
ce, dijeron sentirse inseguras cuando se trataba de su econo-
mía. ¡Un 90 por ciento! En el mismo estudio, casi la mitad de las
participantes dijeron que la perspectiva de acabar siendo una
bag lady, vagando por las calles, sin dinero ni techo, les ha pa-
sado por la cabeza. Una encuesta económica realizada por
Prudential en 2006, revelaba que sólo un 1 por ciento de las
mujeres encuestadas se ponían una A como nota en cuanto a
sus conocimientos de los productos y servicios financieros.
Dos tercios de mujeres nunca han hablado con sus esposos so-
bre cosas como contratar un seguro de vida o redactar un tes-
tamento. Casi un 80 por ciento dijeron que dependerían de la
Seguridad Social en la vejez. ¿Sabíais que las mujeres tienen
casi el doble de probabilidades que los hombres de vivir en la
pobreza al jubilarse?
Desde hace años, he estado en la privilegiada posición de ha-
blar con miles y miles de mujeres al año; desde las que llaman a
mis programas de televisión y las que me escriben mensajes
electrónicos a mi sitio web hasta mis propias amigas y parientes.
Así que oigo, veo y siento vuestros temores, inseguridades y pro-
blemas, con frecuencia de primera mano, y me he encontrado
cara a cara con esta dolorosa verdad: pese a todos los avances
que las mujeres han hecho en los últimos treinta o cuarenta años
—y son, sin duda, unos logros extraordinarios—, me sorprende
lo poco que ha cambiado, realmente, la manera en que las muje-
res lidian con el dinero. Estamos frente a una desconexión enor-
me entre lo que sabemos y cómo actuamos; entre lo que pensa-
mos y lo que decimos; entre nuestra capacidad para lograr lo
máximo y nuestras carencias financieras; entre cómo nos pre-
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sentamos ante el mundo y la opinión que tenemos, realmente,
de nosotras mismas en nuestro interior; entre lo que nos mere-
cemos de la vida y aquello con que nos conformamos; entre el
poder que tenemos al alcance de la mano y la impotencia que
rige nuestros actos.
En 1980, cuando me contrataron como consejera económi-
ca en Merril Lynch, era una de las pocas mujeres de la oficina de
Oakland, California. A ojos de mi jefe (hombre), eso me con-
vertía en la candidata perfecta para trabajar con todas las muje-
res que entraban en las oficinas. Por aquel entonces, las mujeres
que acudían a una firma de correduría en busca de consejos fi-
nancieros habían, en su mayoría, heredado dinero, lo habían re-
cibido como resultado de un divorcio, se habían quedado viu-
das, o se veían, de repente, en la situación de tener que ayudar a
sus padres a administrar su dinero. Eran muy pocos los casos en
que las mujeres venían con dinero que habían ganado ellas mis-
mas. Independientemente de las circunstancias que las traían a
nuestra firma, todas tenían la misma razón para estar allí: no
querían asumir la responsabilidad de gestionar su dinero. Siem-
pre me sentía como si me contrataran únicamente para que hi-
ciera de canguro de su dinero.
Más de veinticinco años después, la historia sigue siendo casi
la misma. A pesar de lo que hemos avanzado en nuestro estatus
económico, sé, y vosotras también lo sabéis, que las mujeres si-
guen sin querer asumir la responsabilidad cuando se trata de su
dinero. Sí, las mujeres están ganando más que nunca antes, pero
no están sacando más provecho de lo que ganan. ¿Qué quiero
decir con esto? Vuestro dinero para la jubilación sigue en metá-
lico porque no habéis averiguado cómo invertirlo adecuada-
mente, así que no hacéis nada. Os habéis convencido de que se-
guiréis trabajando permanentemente, por ello el valor de cada
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cheque con vuestra remuneración carece de sentido; bien mira-
do, siempre habrá otro. En vuestro armario tenéis el guardarro-
pa de una mujer con poder y estilo, pero el oscuro secreto es que
vuestras tarjetas de crédito superan el límite y que no sabéis
cómo cancelar la deuda. Pero no se trata sólo de ahorrar e inver-
tir. Se trata también de que no pedís un aumento en el trabajo
cuando sabéis que os están infravalorando. Se trata de la preo-
cupación y el desagrado que sentís cuando es el momento de pa-
gar las facturas cada mes, porque no sabéis exactamente cuánto
dinero tenéis, adónde va a parar y por qué no queda más al final.
Se trata de cómo os reprocháis, todo el tiempo, no saber más ni
hacer más... y, sin embargo, os resignáis a esta sensación de im-
potencia y desesperanza según van pasando los días.
En mi opinión, es un problema enorme, universal y que lo
impregna todo. Está presente en todas las edades, razas y franjas
impositivas. ¿Quién puede negar el hecho de que existe un blo-
queo fundamental que impide que las mujeres lleguen a ser tan
poderosas como tienen que serlo? No seré yo quién lo haga. Soy
la primera en deciros que todo lo que necesitáis saber para ase-
gurar vuestro futuro económico, para aprender, para hacer que
vuestra vida sea más fácil... todo está a vuestra disposición.
Es vuestro sólo con pedirlo. Pero no lo pedís; no queréis saberlo.
Veo esta negación fundamental, esta resistencia en todas las
mujeres, sin importar lo que hacen, cómo viven o en qué etapa
de su vida están. Os veo regalando vuestro dinero, literalmente,
en lugar de ocuparos de él. Veo mamás que se quedan en casa,
trabajando veinticuatro horas al día y, sin embargo, ceden todo
el poder y el control a sus maridos, porque no son ellas quienes
ganan el dinero. Veo mujeres solteras que han triunfado, y se
niegan a centrarse en lo que necesitan hacer hoy para garantizar
su seguridad económica en el futuro. Veo mujeres en un segun-
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do matrimonio que no consiguen proteger los bienes que acu-
mularon antes de volver a casarse y se sienten incómodas plan-
teándole cuestiones de dinero a su nuevo marido. Veo mujeres
divorciadas de todas las edades, absolutamente presas del páni-
co cuando se enfrentan a la realidad de que no tienen ni idea del
dinero que hay, ni de qué hacer con él cuando reciben su parte
del convenio de divorcio, ni de si serán capaces de mantener su
estilo de vida después del divorcio. ¿Y sabéis qué es lo más des-
corazonador de todo? Oigo a mujeres ancianas utilizar palabras
como «impotente» y «sin ningún valor» para describirse. Estas
mujeres están llenas de arrepentimiento por la manera en que
han vivido su vida económica.
¿Por qué os hacéis todo esto? ¿Por qué cometéis voluntaria-
mente un suicidio económico y lo hacéis sin perder la sonrisa?
Dejadme que lo exprese de otra manera. Preguntaos esto:
¿Por qué las mujeres, que son tan competentes en todos los
demás ámbitos de su vida, no son capaces de encontrar la mis-
ma competencia cuando se trata de asuntos de dinero?
He hecho y me he hecho esta pregunta una y otra vez. Por
supuesto, no hay una única respuesta. Después de mucho medi-
tarlo, esto es lo que he averiguado:
Está claro que la cuestión de las mujeres y el dinero es un
asunto complicado que tiene mucho que ver con nuestra historia
y tradiciones, tanto sociales como familiares. Estos aspectos pro-
fundamente arraigados son unos obstáculos importantes que hay
que superar; fuertes corrientes que hay que cambiar de sentido...
y es algo que no sucede de la noche a la mañana. Se puede necesi-
tar generaciones para efectuar un cambio de esta magnitud en
nuestra conducta diaria. Analizaremos estas cuestiones más a
fondo en los próximos capítulos, porque son, sin ninguna duda,
una causa fundamental del problema. Pero también tendremos
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que mirarlo a nivel de la conducta, dado que hay rasgos básicos
de nuestra naturaleza que influyen claramente en la manera en
que abordamos los asuntos de dinero.
Considerad esto: es una opinión generalmente aceptada
que el cuidado de los demás es innato en la mujer. Damos de
nosotras; cuidamos a nuestra familia, nuestros amigos, nues-
tros compañeros. Cuidar de los demás está en nuestra naturale-
za. Entonces, ¿por qué no cuidamos de nuestro dinero? ¿Por
qué no queremos cuidar de nuestro dinero igual de bien que
cuidamos a nuestro cónyuge, pareja, hijos, animales de compa-
ñía, plantas y cualquier otra cosa de nuestra vida que amemos y
valoremos?
Quiero que penséis en esta cuestión. La respuesta es crucial
para desvelar qué pasa aquí y qué os impide avanzar. Así que lo
preguntaré una vez más:
¿Por qué no prestamos a nuestro dinero el mismo cuidado
y atención que prodigamos generosamente en todas las demás
relaciones importantes de nuestra vida?
Porque no tenemos una relación con nuestro dinero.
Corrección: Sí que tenemos una relación con nuestro dine-
ro. Pero es una relación totalmente disfuncional.
Dejadme que os diga algo. En todas partes, veo mujeres que
se niegan a involucrarse con su dinero hasta que se ven obliga-
das a hacerlo (debido al nacimiento de los hijos, al divorcio o la
muerte de su cónyuge, por ejemplo). En otras palabras, no nos
relacionamos con el dinero hasta que nos encontramos en si-
tuaciones extremas, que nos cambian la vida y en las cuales no
tenemos otro remedio que enfrentarnos a los asuntos moneta-
rios. Hasta entonces no aplicamos el mismo impulso primario y
protector cuando se trata de cuidar de nuestro dinero y, por ex-
tensión, de nosotras mismas. Ni siquiera podemos aceptar que
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esto es un hecho: nuestro dinero es, de verdad, una extensión
de nosotras mismas. Por el contrario, persistimos en una rela-
ción disfuncional; ignoramos nuestro dinero, negamos sus ne-
cesidades, le tenemos miedo, miedo de fracasar, miedo de que
deje al descubierto nuestras carencias, lo cual hará que nos sin-
tamos avergonzadas. ¿Qué hacemos con todos estos sentimien-
tos incómodos? Los reprimimos, los apartamos, no nos enfren-
tamos a ellos. Resulta mucho más fácil ignorar esta cuestión del
dinero por completo. Y cuanto más tiempo la ignoramos, más
empeora la situación; conforme pasa el tiempo, nos preocupa
cada vez más que sea demasiado tarde para aprender, demasia-
do tarde incluso para intentarlo. Así que nos rendimos. ¿A quién
le gusta que una relación fracase? A nadie. Mejor no tener nin-
guna relación en absoluto que fracasar en una...
Pero el dinero no es una persona que puedas borrar de tu
vida. Necesitamos dinero para vivir.
Así pues, demos la vuelta a esta teoría de la relación y hagá-
monos la siguiente pregunta: ¿para llegar a ser competentes y te-
ner éxito en el manejo de nuestro dinero, para llegar a ser las
mujeres plenamente responsables que sabemos que deberíamos
ser, qué se requiere de nosotras?
Tenemos que desarrollar una relación sincera y saludable
con nuestro dinero. Y tenemos que ver esta relación como un
reflejo de nuestra relación con nosotras mismas.
No puedo expresarlo de una manera más sencilla ni más en-
fática: la manera en que actuamos con nuestro dinero y lo trata-
mos, dice muchísimo sobre cómo nos percibimos y valoramos
a nosotras mismas. Si no tenemos poder con el dinero, no tene-
mos poder y punto. Lo que está en juego aquí no es sólo el di-
nero; es algo mucho más importante. Tiene que ver con quién
pensamos que somos y qué nos merecemos. Un valor neto du-
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radero sólo llega cuando tienes una percepción fuerte y sana de
tu propio valor. Y en este momento, la desconexión con el dine-
ro, esta relación disfuncional, es una barrera para ambas cosas.
Cuando aprecies esto plenamente y lo tengas por una ver-
dad absoluta, también comprenderás que tu destino depende de
la salud de esta relación. ¿Estás dispuesta sinceramente a confiar
en la suerte, o preferirías sentir que tienes la capacidad, la deter-
minación y el poder de hacer que la relación funcione, con la
misma certeza con que sabes cómo preocuparte por y cuidar a
todas las personas que amas?
¿Cómo se repara esta relación?
De la misma manera que repararías cualquier relación da-
ñada: reconociendo tus errores, asumiendo la responsabilidad y
tomando la resolución de actuar de una manera que provoque
un cambio para bien. En el caso de tú y tu dinero, esto significa
tomar sólidas decisiones sobre ese dinero, decisiones cuya meta
es hacer que te sientas más poderosa y segura. Si le demuestras
al dinero el respeto que hoy se merece y mantienes ese respeto
en todo lo que haces, entonces, un día, cuando tú ya no puedas
cuidar de él, tu dinero cuidará de ti. Sabes, respetar tu relación
con el dinero es la llave no sólo de tu seguridad e independen-
cia, sino también de tu felicidad.
Hablemos un momento de la felicidad.
La pura realidad es que nada afecta más directamente a tu
felicidad que el dinero.
Sí, ya lo sé, algunas de vosotras os sentís horrorizadas por
esta idea. Suze, ¿cómo puedes decir eso? La felicidad tiene que ver
con cosas que el dinero no puede comprar —salud, amor, res-
peto—, ¿cierto? Sin ninguna duda; todas son esenciales para
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una vida feliz. Todas quedan determinadas por quién eres y no
por lo que tienes. Pero la clase de felicidad de la que hablo es tu
calidad de vida; la capacidad para disfrutar de la vida, para vi-
virla plenamente. Y desafío a cualquiera a decirme que estas co-
sas no son factores de tu felicidad total.
Detengámonos en esto un momento. Sí, ya sé que tu salud y
la salud de los que quieres es lo más importante, pero explícame
qué pasaría si, Dios no lo quiera, alguno de vosotros cae enfer-
mo. ¿No querrías la mejor atención que pudiera pagarse con di-
nero? ¿No te sentirías agradecida de tener un buen seguro de en-
fermedad? ¿Y no es el dinero el que hace que tengas un techo
sobre la cabeza, y el dinero lo que te permite mudarte a un ba-
rrio con un sistema escolar de gran calidad? ¿Y el dinero lo que
te permite retirarte anticipadamente, o dejar el trabajo mientras
vuelves a estudiar para cambiar de profesión?
Entonces, ¿por qué nos sentimos tan reacias a abrazar este
concepto plenamente; a reconocer el hecho de que el dinero es
un factor determinante de nuestra felicidad? ¿Por qué en una re-
ciente encuesta titulada «Auténtica felicidad» no había ni una
sola pregunta ni respuesta donde apareciera la palabra dinero?
Lo que me molesta en esto es que estoy convencida de que es una
mentira no reconocer el poder que tiene el dinero para hacer que
nuestra vida sea mejor y más feliz. ¿No es un tema del que se
pueda hablar en la buena sociedad? ¿Es eso lo que te han hecho
creer? Bien, pues estoy aquí para decirte que esto no es sólo un
problema de semántica. Estoy convencida de que esta «conspira-
ción de silencio» es otra razón de que tantas mujeres lo ignoren
todo sobre los asuntos económicos. Con frecuencia he dicho que
debemos tener cuidado con las palabras, porque las palabras se
convierten en actos. Lo contrario también es cierto: el silencio
lleva a la inacción. No hablamos de dinero con nuestros amigos,
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nuestros padres, nuestros hijos... y ahí es donde nos metemos en
problemas. ¿Cómo se supone que hemos de enseñar a nuestros
hijos, cómo se supone que hemos de educarnos nosotras mismas
si no hay un fluir, libre y franco, de información sobre el dinero?
¿Por qué actuamos con tanto descuido con nuestro dinero? ¿Lo
haríamos si creyéramos que nuestra felicidad depende de él? Per-
mitidme que lo exprese de esta manera: si persistimos en negar-
le al dinero el lugar que tiene en nuestra vida, si no lo respetamos
como, sin duda, se merece, entonces con toda certeza nos condu-
cirá a la infelicidad.
Lo que tenéis que comprender y creer es que cada una de
vosotras tiene ya más de lo necesario para haceros con el poder
de controlar vuestro destino económico. Ahora os pido que
cojáis la increíble inteligencia y competencia que tan bien os
sirven en tantos aspectos de vuestra vida y la apliquéis al dine-
ro. Cualquiera que sepa llevar una casa, una empresa, un de-
partamento de una compañía, un servicio de transporte esco-
lar compartido o correr un maratón está plenamente equipada
para asumir el control también aquí. Cualquiera que sea una
esposa, pareja, madre, hermana, hija, amiga, cuidadora, tía,
abuela o compañera que ofrece respaldo y cariño tiene todos
los conocimientos necesarios para forjar una relación sólida
con su dinero y tomar esa clase de decisiones monetarias inte-
ligentes que te sostienen en lugar de boicotearte. A esto se re-
duce controlar tu destino económico: a saber qué hacer y qué
no hacer... y tener la convicción y la confianza necesarias para
ir y hacerlo. No sólo pensar en ello. Ni tener intención de ha-
cerlo la semana o el mes que viene. Hacerlo realmente. Ahora
mismo.
Acepta este compromiso contigo misma y yo te ayudaré. Y
juntas, imaginemos todo lo que es posible cuando lo haces:
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Imagina: Abrir el extracto de la tarjeta de crédito cada mes y sa-
ber que podrás pagarla.
Imagina: Saber que has hecho todo lo necesario para cuidar de
tu familia si a ti te pasa algo.
Imagina: Seguir con una relación puramente por amor, no por-
que no tengas ni idea de cómo te las arreglarías económicamen-
te por ti sola.
Imagina: Quererte lo suficiente como para elegir una pareja a la
que no tengas que rescatar.
Imagina: Ser dueña de tu casa ahora mismo. Ya no habrá más
plazos de la hipoteca que pagar. Ya nadie te la podrá quitar
nunca.
Imagina: Saber que, un día, podrás retirarte y vivir cómoda-
mente.
Imagina: Criar a unos hijos que habrán aprendido de ti la sabi-
duría de vivir según sus ingresos, en lugar de vivir sin control.
Imagina: Saber que has ayudado a tus padres a vivir una vida
plena, sin miedo ni incertidumbre, hasta el final.
La recompensa de tu compromiso va más allá de tu economía.
Una relación sana con el dinero te pone en la situación de tener
una mejor relación con todos los que forman parte de tu vida.
Todo fluye junto. Una mujer que tiene más confianza y seguri-
dad económica es una mujer feliz. Y una mujer feliz será más ca-
paz de cuidar, participar con y apoyar a los que forman parte de
su vida.
Todo esto es posible.
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T U P R O P I A Y R I C A V I DA : E J E RC I C I O
Mi amiga Allee Willis compone canciones de éxito. Tiene esa
vida creativa que todas soñamos; su trabajo es su pasión, y
su pasión es su trabajo. Ha forjado una vida dedicada a ali-
mentar su creatividad, y encuentra inspiración en el día a día.
Hasta el último lápiz que hay en su casa está diseñado para
inspirarla y deleitar sus sentidos; aborda su vida de una ma-
nera holista e integradora. Sin embargo, había un aspecto de
su vida que consideraba separado y ajeno: sus finanzas. Ella
y yo nos hemos escrito mucho durante el año pasado. Un re-
ciente éxito de Broadway, The Color Purple (El color púrpura),
la ha obligado a hacer balance de lo que tenía y, por suer-
te, hacerle sitio a más. «Económicamente estoy en un punto
muerto —me escribía el año pasado—. Antes pensaba que mi
resistencia a ocuparme del dinero se basaba en el temor, pero
he comprendido que no puedo hacer nada, a menos que
ponga el corazón en ello. Algo muy difícil de lograr, salvo que
también ponga mi cerebro en ello. Si supiera más, me apa-
sionaría por la gestión del dinero, y entonces no lo conside-
raría un aspecto separado y ajeno en mi vida. Cuando disfru-
to de algo, se convierte en parte de todo el cuadro creativo y
personal, y entonces me resulta fácil seguir activa, interesada
y entusiasta.»
Le contesté con un poco de amor severo: le señalé que ali-
mentaba proyectos hasta que alcanzaban el éxito, y luego re-
cogía el dinero y lo gastaba en objetos innecesarios, en vaca-
ciones y en otras personas. Cuidaba del mundo entero, porque
podía hacerlo. Era hora de que se librara de toda la basura que
había en su vida y se centrara en las cosas que le aportarían
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una seguridad duradera. Le pegué un buen rapapolvo. Pero ella
me lo devolvió en igual medida o más.
Allee me acusó de no entender su definición de lo que signi-
fica ser rica y no mostrar comprensión hacia los esfuerzos de
otros seres creativos como ella. Defendió el ambiente que ha
creado, diciendo que la enriquece visual, estética y espiritual-
mente... una necesidad absoluta para el estado mental de un
artista. «Rico significa cosas diferentes para diferentes personas
—escribía—. La seguridad económica es tu sangre vital. La liber-
tad creativa es la mía. Si puedes experimentar la vida en todas
sus formas y sentir que eres una con ella, entonces eres la per-
sona más rica del mundo. Y cuando estás en armonía con esto
y conoces el valor de las cosas materiales para crear ese am-
biente, los sentidos están en la máxima alerta creativa todo el
rato. Lo sé: la seguridad económica hace que todo esto sea mejor. Ten-
go, por lo menos, cinco ejemplares de Los nueve pasos hacia la
libertad económica, comprados en cinco momentos diferentes
porque estaba cansada de sentirme frustrada, avergonzada y
asustada por no tener organizada mi vida, económicamente ha-
blando. En un estallido de “¡Puedo hacerlo!” leía el libro. Pero
dar los pasos necesarios para cambiar las cosas, una vez que la
seguridad que me daba leer el libro se acababa, demostraba ser
demasiado para mí. Tienes que hablarme desde un sitio donde
comprendas cómo funciona la gente como yo. Necesito que
veas el mérito de incorporar mi manera de hacer a la tuya.»
Cada vez que me ponía a seguir escribiendo este libro, me
tomaba sus palabras muy en serio, porque ella establecía su
misión: inspirar a las lectoras a actuar hablándoles desde la
comprensión.
Una semana más tarde recibí un correo sorprendente de
Allee. «La semana pasada, después de enviarte el mensaje, di
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un paso enorme —decía. Había transferido el dinero a cuen-
tas que daban más interés. Había amortizado una parte im-
portante de su hipoteca. Había tenido una larga reunión con
su contable—. Entre la lectura de tus libros y rumiarlo todo,
por fin entendí cada palabra. ¡Así que, por fin, estoy en mar-
cha! Pero escribirte aquel mensaje sobre lo que significa la
auténtica riqueza fue para mí lo que, sobre todo, me indujo a
actuar de una vez. Me gusta mi vida y quiero vivirla todavía
más, algo que me permitirán las ganancias económicas.»
Las circunstancias de Allee son únicas y, sin duda, es afor-
tunada y la suerte le sonríe. Pero me gustaría contaros su his-
toria —y su evolución— porque me sorprendió y me fascinó lo
que la movió a actuar. El ejercicio de expresar lo que más va-
loraba en su vida fue el motivador más poderoso de todos. Me
gustaría que encontrarais un momento tranquilo y escribierais
vuestra propia definición de una vida plena. Recordad qué es
lo que os gusta de vuestra vida y cómo deseáis vivirla más ple-
namente. Expresad, para vosotras mismas, qué es lo que valo-
ráis. Creo que, en algún lugar de lo que escribáis, encontraréis
vuestra motivación personal para aprender, actuar y alcanzar
el destino que os pido que os atreváis a imaginar.
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