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INTRODUCCIÓN Después de la llegada de los españoles, se da una evolución divergente de las diferen- tes regiones de América. Dentro de este con- texto, Costa Rica parece ser una de las regio- nes más pobres, cuyo nombre se debe más a lo que se esperaba encontrar, basada en la joyería aborigen observada por los españoles, que pro- piamente en las riquezas halladas por los con- quistadores. Sin embargo, desde el período de la conquista han perdurado leyendas sobre la existencia de grandes minas en nuestro territo- rio, lo que ha tenido repercusiones importantes en la historia de Costa Rica. Se habla de Nue- vo Cartago o Costa Rica desde 1541, por Die- go Gutiérrez y es usado por Juan de Estrada Rávago y Artieda Cherinos, en 1561 y 1574 respectivamente. Von Frantzius (1882), sinteti- za la razón para nombrar a Costa Rica de la si- guiente manera: “El nombre de Costa Rica fué dado al país, no por las riquezas que en él se enontraron precisamente, sino por las que se esperaban”. Desde que Cristóbal Colón estuvo en Cariari (puerto Limón) en setiembre de 1502, había quedado impresionado con el oro que portaban los aborígenes (Ferrero, 2000), dando origen que a nuestro territorio se lo Revista Geológica de América Central, 25: 49-62, 2001 LAS LEYENDAS DE LAS MINAS DEL TISINGAL Y LA ESTRELLA EN COSTA RICA Percy Denyer Escuela Centroamericana de Geología, Apdo. 214-2060 Universidad de Costa Rica Correo electrónico:[email protected] (Recibido 18/6/2001; Aceptado 12/7/2001) ABSTRACT: Since the Spaniard conquering, there are legends about the existence of some very rich mines near Tisingal and La Estrella located in Costa Rica, first reported by Juan Vázquez de Coronado. During the XIX century, there were at least ten expeditions looking for the famous mines. At the end of the XIX century, occurred an intention of colonization and exploitation of Talamanca. The geologist William M. Gabb denied the existence of big mines and von Frantzius considered that they may be located in Honduras. RESUMEN: Las leyendas sobre la existencia de las ricas minas del Tisingal y La Estrella en Costa Rica, pro- vienen directamente de los primeros conquistadores españoles, especialmente Juan Vázquez de Coronado y, per- duran hasta el siglo XIX, cuando se hacen, por lo menos una decena de expediciones en busca de las minas de oro, culminando con un serio intento de colonización y explotación de Talamanca. Las investigaciones del geó- logo William M. Gabb rechazan la idea de la existencia de grandes minas en Talamanca y von Frantzius consi- dera que el Tisingal se encontraba en Honduras.

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INTRODUCCIÓN

Después de la llegada de los españoles,se da una evolución divergente de las diferen-tes regiones de América. Dentro de este con-texto, Costa Rica parece ser una de las regio-nes más pobres, cuyo nombre se debe más a loque se esperaba encontrar, basada en la joyeríaaborigen observada por los españoles, que pro-piamente en las riquezas halladas por los con-quistadores. Sin embargo, desde el período dela conquista han perdurado leyendas sobre laexistencia de grandes minas en nuestro territo-rio, lo que ha tenido repercusiones importantes

en la historia de Costa Rica. Se habla de Nue-vo Cartago o Costa Rica desde 1541, por Die-go Gutiérrez y es usado por Juan de EstradaRávago y Artieda Cherinos, en 1561 y 1574respectivamente. Von Frantzius (1882), sinteti-za la razón para nombrar a Costa Rica de la si-guiente manera: “El nombre de Costa Rica fuédado al país, no por las riquezas que en él seenontraron precisamente, sino por las que seesperaban”. Desde que Cristóbal Colón estuvoen Cariari (puerto Limón) en setiembre de1502, había quedado impresionado con el oroque portaban los aborígenes (Ferrero, 2000),dando origen que a nuestro territorio se lo

Revista Geológica de América Central, 25: 49-62, 2001

LAS LEYENDAS DE LAS MINAS DEL TISINGALY LA ESTRELLA EN COSTA RICA

Percy Denyer

Escuela Centroamericana de Geología, Apdo. 214-2060 Universidad de Costa RicaCorreo electrónico:[email protected]

(Recibido 18/6/2001; Aceptado 12/7/2001)

ABSTRACT: Since the Spaniard conquering, there are legends about the existence of some very rich minesnear Tisingal and La Estrella located in Costa Rica, first reported by Juan Vázquez de Coronado. During theXIX century, there were at least ten expeditions looking for the famous mines. At the end of the XIX century,occurred an intention of colonization and exploitation of Talamanca. The geologist William M. Gabb denied theexistence of big mines and von Frantzius considered that they may be located in Honduras.

RESUMEN: Las leyendas sobre la existencia de las ricas minas del Tisingal y La Estrella en Costa Rica, pro-vienen directamente de los primeros conquistadores españoles, especialmente Juan Vázquez de Coronado y, per-duran hasta el siglo XIX, cuando se hacen, por lo menos una decena de expediciones en busca de las minas deoro, culminando con un serio intento de colonización y explotación de Talamanca. Las investigaciones del geó-logo William M. Gabb rechazan la idea de la existencia de grandes minas en Talamanca y von Frantzius consi-dera que el Tisingal se encontraba en Honduras.

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mencionara como Costa Rica en 1539 (Alva-rado et al., 1991). Sin embargo, Jorge EnriqueGüier, en el prólogo del libro Historia Generalde Costa Rica (Rivas et al., 1989), señala queel responsable del nombre de Costa Rica fue elgobernador de Nicaragua, Don Rodrigo Con-treras en el año 1541 o 1542. Con respecto alnombre de Tisingal, von Frantzius (1882) in-dica que este vocablo se ha escrito tambiéncomo Tinsingal, Tiusigal, Tissingal, lo quepuede estar haciendo referencia a Tegucigal-pa, conocida en la época como Tafuzgalpa otierra de oro.

En este trabajo se tratarán dos temas, quelos relaciona el deseo del ser humano por la ex-plotación de los recursos naturales, teniendocomo fin el enriquecimiento material. No sepretende hacer un estudio muy novedoso, sinosolo desempolvar y entresacar algunas ideas einterpretaciones de investigadores de finales desiglo XIX, como las de Alejandro von Frantzius(1882) y Ernesto Melliss (1891), que incorpo-ran las anotaciones de León Fernández el pri-mero y de Francisco María Iglesias el segundo,el libro sobre el oro en Costa Rica, de RicardoJinesta (1938), así como otros investigadoresmás recientes, que han dado aportes sobre lahistoria de la minería, con el objeto de compa-rar los diferentes puntos de vista, a la luz de lashistorias que se han tejido sobre las fabulosasminas de Costa Rica (Araya Pochet, 1976;Fuentealba, 1977; Ulloa, 1979; Castillo, 1983;Villalta, 1986).

La mayoría de las transcripciones contie-nen numerosos errores ortográficos, que se hanrespetado con miras en darle una mejor perspec-tiva histórica, se ha evitado el uso de sic., paradarle más fluidez a la lectura.

EL TISINGAL Y LA ESTRELLADURANTE LA CONQUISTA ESPAÑOLA

Las leyendas sobre minas de oro difundi-das durante la Colonia provienen directamentede los primeros conquistadores españoles e in-volucran la zona conocida como Talamanca,que correspondía con un área de unos 4000

km2, que incluía el valle del río Sixaola (Tarireo Sicsaola), el este del actual río La Estrella(Tain-hi), y Bocas del Toro (Escudo de Vera-guas) y partes de la actual cordillera de Tala-manca (Pittier, 1983) (ver Fig. 1).

La referencia más antigua del nombre deTisingal parece ser de 1786, del DiccionarioGeográfico-Histórico de las Indias Occidentaleso América, de Alcedo (von Frantzius, 1882), tex-tualmente dice: “Diéronle el nombre de Costa-Rica los Españoles por el mucho oro y plata queencierra en sus minas; y de la que llaman Tisin-gal se ha sacado poco ménos riqueza que del ce-rro de Potosí en el Perú, &.”

Al español Gil González, los indígenas ledieron mucho oro en 1522; en 1528 ya PedrariasDávila habla del mucho oro que había en Nicara-gua y Costa Rica. Herrera, habla de tesoros mi-neros en Costa Rica, con respecto a la fundaciónde la villa de Bruselas en las cercanías del Golfode Nicoya dice: “...por una parte tenía el mar,por otras los llanos, y por la tercera, la sierra delas minas.” (Jinesta, 1938).

El principal conquistador que deja cons-tancia de la aparente riqueza de las minas de Cos-ta Rica es Juan Vázquez de Coronado, quien encarta al Rey D. Felipe II escribió desde NuevaCartago el 11 de diciembre de 1562, refiriéndosea Costa Rica:

“La tierra es de las buenas que yo he vistoen Indias y a mi ver no le haze ventaja nin-guna de la Nueva España ni del distrito,porque he visto todas las mas y governadoen nombre de vuestra Majestad algunas.Danse muy bien ganados de todas mane-ras. Los naturales della son vivos de in-genio, belicosos, mayores de cuerpo queotros, bien hechos; imitan en la sotilezade las contrataciones a los mexicanos[de Talamanca]; tienen ropa de algodonpor extremo buena, gran cantidad de orode todos quilates. Mostroseles codiciadello en los principios y hanlo escondi-do. Es forçoso que aya minas en unagran cantidad, y no se aver descubiertoha causado la poca gente que tubo el li-cenciado Juan de Cavallon que nunca

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oso enviar a parte ninguna de asiento si-no paso a descubrir la tierra.” (Fernán-dez Guardia, 1908, p. 13).

El deseo de Coronado de encontrar lafuente del oro de los indígenas se hace evidenteen la siguiente frase, escrita en 1563: “Inquiridonde sacaban el oro y dixeron que cada unodestos pueblos tenia un rio donde los sacaba,dieron noticia de como se sacava. No pude aca-bar con ellos que por bien me lo fuesen a mos-trar; dixeron qu darian un rio quatro jornadas dealli, de un pueblos quellos despoblaron con gue-rra, que se llama Ucacara.” (Fernández Guar-dia, 1908, p. 36).

Coronado deja constancia en los archivosde Sevilla, sobre la situación del río de La Estre-lla, tomada de registros de minas del año de1564, textualmente se lee lo siguiente:

“En el palenque, y pueblo de Quequex-que, que es la cordillera de la mar delNorte, provincia de Cartago y Costa Rica,en cinco dias del mes de marzo de 1,564años, el muy magnifico Señor Juan Vás-quez de Coronado, justicia mayor y Capi-tán general de estas dichas provincias porS.M., Su Justicia Mayor, juez de la reci-dencia vicitador general de la de Nicara-gua, por ante mí Cristobal de Madrigal,escribano de gobernación y de su Juzgadoy Campo, dijo que, por cuanto su mercedha descubierto oro en el rio Estrella consus negros, que es en frente del camino deGuteurú; el cual dicho río de la Estrellapasa por pueblos de estas provincias y váa salir case las islas de Iovobaro y bahiaAlmirante; y el dicho oro es gran canti-dad, y se haya y toma lo que del dicho riose ha cateado; por cuanto que su mercedse estacaba por descubridor donde un ár-bol, cuyas raices cortaron los negros paracatear, que queda en pié, hasta una ceibaque está río arriba ... , y el dicho rio de laEstrella dista a lo que va de la ciudad deCartago cincuenta leguas poco mas o me-nos, de tierra de guerra...” (Arch. Nac.C.R., Albúm de Figueroa, p. 140 y 142).

No deben haber sido tan ricos los yaci-mientos, puesto que Vázquez de Coronado gastamás de veinte mil pesos en la conquista de CostaRica, con la esperanza de pagarlos con los ricoslavaderos de La Estrella, pero no pudo recuperartal cantidad. Otro conquistador, Juan Dávila, encarta al rey Felipe II en 1566, opina que Vázquezde Coronado exageraba estas riquezas (FernándezGuardia, 1913, p. 250-265). Así pues, las maravi-llas auríferas de Talamanca nacieron de una exa-geración, hasta convertirse en casi en un mito.

Estrada Rávago dice en 1572 que las cor-dilleras que corren hacia el norte son ricas en oroy plata. En 1573 el rey pide el diezmo sobre eloro, la plata, perlas y piedras preciosas, se hablaentonces de hacer unas Ordenanzas para la mine-ría, pues había mucho oro en Pocosol, río SanJuan, Quepo, Coctu y Turucaca. En el valle deLandecho, que se extendía entre Río Grande y LaBarranca descubren una mina de cobre, en 1587(Jinesta, 1938).

En el siglo XVII persistían las creenciasde los yacimientos de oro, pues Andrés AriasMaldonado y Velazco escribe en 1659: “Por estaparte [refiriéndose al río Coén] he reconocido yhe visto el perderse hacer la conquista de Tala-manca y valle del Duy, tan celebrado en Indiaspor su mucha abundancia de oro...” (Fernández,1889, p. 214). En 1674 en un informe al Presi-dente de la Audiencia de Guatemala se dice:“Los Talamancas son indios levantados más háde 60 años que quemaron la ciudad de la Tala-manca y degollaron los españoles; son dueñosdel río de la Estrella tan conocido por el muchooro que cría” (Fernández, 1889, p. 251.

En el siglo XVIII prácticamente no exis-ten mayores referencias sobre hallazgos, denun-cios, etc. En 1783 se dictan las Ordenanzas deMinería para la Nueva España, que constaban de314 artículos, para la regulación de la minería enlas nuevas colonias españolas (Ulloa, 1979).

Es difícil discernir sobre la veracidad delos relatos de los conquistadores españoles, puesde hecho los indígenas andaban con hermososadornos de oro y piedras preciosas. Pero distin-guir las localidades mineras con base en los orna-mentos que se usaban resulta muy peligroso, puesexistía un comercio muy diversificado, previo al

53DENYER: Las leyendas de las minas del Tisingal y La Estrella en Costa Rica

período colonial. Por otro lado, la única mineríade que se habla parece ser de yacimientos de pla-cer, por ejemplo cuando se explican los laboreosmineros se describe lo siguiente: “Los indios re-cogían los granitos de oro en los ríos y quebra-das, lavando las arenas; y con las pepitas de ma-yor tamaño hacían la patenas o también, con losresiduos de la fundición, valiéndose de mazas depiedra para extender y laminar el metal.” (Jines-ta, 1938, p. 6).

Haciendo una analogía entre los relatos ylos conocimientos actuales, parece muy lógicopensar que gran parte del oro provenía del Pací-fico Sur del país, de los ricos yacimientos aurífe-ros de Osa, Burica y alrededores (Alvarado et al.,1991). Por ejemplo Juan Vázquez de Coronadose refiere a la zona de Coctu y Quepos de la si-guiente manera, en 1563: “Estos naturales sonriquísimos. Tienen continua guerra con sus co-marcanos por robarse el oro que sacan de las mi-nas... La noticia desta tierra en lo que toca al oroes que cada pueblo tiene por heredad un rio don-de saca oro, y a mi solamente me declararonuno, quatro jornadas de Coctu, que era de unpueblo despoblado, que los comarcanos con gue-rra abian acabado los vezinos del por tomarlesel oro... Están estas provincias de Turucaca yCoctu principio del valle de Gueymi, frontero delgolfo Dosa, entre las dos cordilleras del Sur y delNorte, diez y ocho leguas, a lo que se cree, de lamar del Norte y doze que yo andube de la del Sur,en las faldas de la cordillera de la mar del Nor-te, hacia la banda Sur” (Fernández Guardia,1908, p. 51-52.

Vázquez de Coronado, parece que exage-ró el tipo y tamaño de las minas de Costa Rica,pues incluso en algunos escritos las compara condistritos mineros como los de Potosí, en Bolivia,cosa que a toda vista no tiene comparación. Sedice que después de la sublevación de los indiosde Talamanca del 29 de julio de 1610, que produ-jo el incendio y abandono de la ciudad de Santia-go de Talamanca, fundada a orillas del río Tarire(Sixaola), se perdieron las vetas. Sin embargo,cabe notar que el gobernador del valle del Duy yde los Mexicanos, tenía jurisdicción privativa enla ciudad de Santiago y, en el momento de la su-blevación se encontraba en la ciudad de Cartago,

por lo que hay seguridad de que no todos los co-nocedores de las riquezas de Talamanca murie-ron. En los documentos sobre la sublevación de1610, no existe ninguna referencia sobre las mi-nas en explotación, aunque se conoce una protes-ta del gobernador de Costa Rica, Juan Ocon yTrillo, donde se refiere que es una región dondese “tenía noticia de minas de oro” (Fernández,1882, p. 24-27). Por otro lado en las colonias es-pañolas se pagaba a la corona un derecho por eloro que se extraía, que se denominaba quinto; ydebería existir un estado financiero en Guatema-la o en España, de lo cual no se ha encontradoninguna constancia (Fernández, 1882, p. 24).

LA FIEBRE DEL ORO DURANTEEL SIGLO XIX

Para entender mejor la situación generaldel país, dentro del contexto histórico y la posi-ble reacción ante el enriquecimiento por la bús-queda y explotación de metales, haremos un re-sumen de las bonanzas de oro del siglo XIX, queprimeramente abarcan de 1821 a 1843, y poste-riormente se inicia un nuevo período a partir de1890, hasta 1930 (Araya Pochet, 1976).

El auge de la minería en el país, duranteesta época, hizo factible la idea de que que las fa-mosas minas del Tisingal estuvieran en Costa Ri-ca. Esta bonanza económica a partir de la explo-tación de metales acrecenta la codicia y hace queno sea tan descabellada la idea de que 200 añosatrás los españoles sacaban enormes cantidadesde oro del país.

Durante la primera mitad del siglo XIX,el oro y la plata se convierten en el principal re-curso de explotación nacional. Costa Rica des-pega económicamente gracias a la exportaciónde los metales, la riqueza obtenida es utilizadapor los empresarios para la compra de imple-mentos para fomentar la agricultura y, de ahí eldesarrollo agrícola que caracteriza a la CostaRica del siglo XX.

A partir del año 1815, empieza a generar-se la fiebre del oro en Costa Rica, después deldescubrimiento de yacimientos auríferos en losmontes del Aguacate. Este hallazgo lo hizo el

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Obispo García Jeréz, quien describe “que losguijos de la superficie del terreno parecían con-tener oro ó plata, y dijo á sus compañeros quehabía toda posibilidad que en ese lugar se en-contraban minas de estos metales. Un vecino deCartago, don Santos Lombardo, que venía entrelos delegados, llevó consigo varias muestras delos minerales y pronto después averiguó quecontenían mucho oro.” (Mellis, 1891).

Posteriormente, el 15 de mayo de 1820,Santos Lombardo hizo el primer denuncio de lamina conocida después como “Sacra Familia”. Elcontrato de ese denuncio, incluido en el PrimerLibro de Asiento y Denuncias de Vetas de Minasde Oro y de Plata de la Provincia de Costa Rica,dice lo siguiente:

“1. En la ciudad de Cartago, Provincia deCosta Rica en el Reyno de Guatemala, álo quince dias del mes de Mayo, lunes alas quatro horas de la tarde, se presentóen este Gobierno por el Capitan del Es-quadron urbano de Fernando 7E. Dn. Jo-sé Santos Lombardo, en compañía de suhermano el Ayudante mayor del mismoEsquadron Dn. Rafael Gallegos, denun-ciando una Veta de Mina de Oro y Platasita en el paraxe nombrado la Montañadel Aguacate, en el sitio conocido por elnombre de Sacra Familia; y en conformi-dad de lo mandado en la Real Ordenanzade Mineria al Art. 4 tit. 6, se decretó con-cediendo licencia a los denunciantes paraque la trabaxea. Fha ut supra.” [Firmadopor Juan Manuel Cañas, último goberna-dor de la provincia de San José. Revista deArchivos Nacionales 1938(3): p. 170].

Entre este primer denuncio y el segundopasaron 18 meses, cuando el 3 de diciembre de1821 Don Nicolás y Don Pio Castro y los Presbi-teros Don José Antonio y Don Vicente Castro de-nuncian una veta de oro en Vista del Mar (Mon-tes del Aguacate) [ídem, p.171]. Entre 1822 y1823 crecen considerablemente los denucios devetas de oro en el Aguacate y, a partir de 1824 secrea la Diputación de Minería, que se encarga deconocer los denuncios mineros. Para 1840 habían

alrededor de 200 denuncios mineros, en 5 librosde registros [ídem, p. 169-539].

El 26 de junio de 1830, Juan Mora Fernán-dez dictó, en el decreto 216, las Ordenanzas deMinería, donde se estableció el Juzgado de Mi-nas. En estas Ordenanzas se fijaban restriccionesy se perdía el derecho de explotación si se pasabaun tiempo sin trabajarlas; además, se reglamenta-ba la venta y beneficio de los metales (Jinesta,1938). El decreto 216 no abolió las Ordenanzasde Nuevo Mexico, lo cual no sucedió, sino hastael año 1953 (Ulloa, 1979). En 1830, taambién sefundó la Casa de la Moneda, que funcionaba en elingenio Los Horcones, localizada al oeste de laciudad de Alajuela, donde se acuñaron doscientosmil pesos de cobre, de tres valores, un real, medioy el cuartillo (Jinesta, 1938).

Entre los extranjeros con experiencia enminería que se mencionan durante esta bonanzaminera, que comprendió desde 1821 hasta 1843(Araya Pochet, 1976), se mencionan nombres co-mo el ingeniero británico Ricardo Trevinthick, elminero francés Santiago Millet, los italianos Do-mingo Matley, Mateo Bertora, Carlos Volio y An-gel Franceschi, en la acuñación de monedas figu-ró el norteamericano Lawrence (Jinesta, 1938).

En este primer ciclo minero de Costa Ri-ca se habla de las siguientes minas del Aguaca-te: Corralillo, La Minita, Los Castros, Machu-ca, Oreamuno, San Miguel, San Rafael (Ulloa,1979). En 1835 habían siete minas, que produ-cían cerca de dos y medio millones de pesos yempleaban a más de cuatrocientas personas(Fuentealba, 1977; Ulloa, 1979 y Villalta,1986). González Flores (1976), refiriéndose ala economía inmediatamente post-independen-cia, escribe que: “Florece en este tiempo la in-dustria minera, que viene a despertar la vidanacional del país y a estimular la inmigraciónextranjera. El arribo frecuente a nuestras cos-tas de pequeñas embarcaciones, para transpor-tar a Estados Unidos y a Europa los productosde nuestras minas, fomenta las relaciones co-merciales con aquellos países...”.

Los gobiernos costarricenses de la prime-ra mitad del siglo XIX ven con buenos ojos loscomentarios que se publicaban en diarios euro-peos con propaganda sobre Costa Rica. De esos

55DENYER: Las leyendas de las minas del Tisingal y La Estrella en Costa Rica

discursos, tenemos uno que se refiere a las bon-dades de Costa Rica para que sea colonizada porextranjeros, como se lee a continuación:

“...Aunque esta república es incompara-blemente más joven i pequeña que las queacabamos de mencionar (Chile, Perú iNueva Granada) sin embargo ella ofrecelos mejores elementos de prosperidad, gra-cias á la fertilidad de sus tierras, á la ri-queza de sus preciosos productos i á las ri-cas minas que oculta en todas sus monta-ñas ... El que quiera hacerse cargo de labrillante posición á que está destinado estedichoso país ... se añaden las medidasadoptadas por el gobierno, para unirse portratados honrosos, con las principales po-tencias europeas, para atraer los capitalesextrangeros y la emigración europea...”(Journal de Courier de L Europe, reprodu-cido en La Gaceta, 12 de junio de 1851).

Otra información contenida en un diarioeuropeo, indica:

“... Este país, escondido hasta hoy, ofre-ce las mayores ventajas a la inmigraciónextrangera, su riqueza vegetal i mineral,y particularmente las minas de carbónnuevamente descubiertas, ofrecen al em-prendedor ventajas que, unidas á los es-fuerzos que hace el actual gobierno paraproteger toda clase de industrias, es difi-cil encontrar en cualquier otra parte deaquellos ricos y desolados paises...” (LePays, reproducido en La Gaceta de 12 dejulio de 1851).

Un último ejemplo de la promoción parala inversión extranjera lo extraemos de otro pe-riódico europeo: “...encontraron minas de car-bón en [Costa Rica] y [este país está] dispuestaá recibir con los brazos abiertos, á todos los ex-trangeros que quieran ir á explotar su inmensariqueza ... “ (Le Courier de Nantes, según lo citaLa Gaceta de 12 de julio de 1851).

Se observa que uno de los anzuelos que selanzan a los aventureros de fortuna es sin duda

alguna el de las minas, más cuando Estados Uni-dos está pasando en esa época por la fiebre deloro en la región de California. Las recientes ex-ploraciones hechas en la actual Baja Talamanca -como citamos supra: las de 1850-, abren todo uncampo a la especulación de fabulosos yacimien-tos carboníferos, que están, sin duda, exagerados,para tentar a los aventureros e inversionistas.

La propaganda de Costa Rica orientada ala apertura de su mercado se vuelve a manifestaren 1862, cuando se participa en la Exposición In-ternacional de Londres [esta es la primera expo-sición de minerales, que participa Costa Rica enel extranjero y, se realizó el 1 de mayo de 1962].Un extracto de un informe que George G. Ewen,cónsul de Costa Rica en esa ciudad, envía al go-bierno de la República para comunicarle los re-sultados de la participación de Costa Rica en di-cha exposición, dice:

“...Entre otros aspectos que Costa Ricacubrió en dicha exposición cabe destacarla colección de minerales que recibió lamención honrosa, lo que es tanto más me-ritorio, cuanto que se considera su pro-ducto muy superior al de algunas otraspartes del mundo. Las especies mineralesde las minas nombradas “Sacra Familia”(NE1) y “Quebrada Honda” (NE2) llama-ba la atención especialmente, así comotambién la del “Cerro Atravesado” delmineral de hierro (NE186)...” (La Gaceta,28 de marzo de 1863).

Durante la década de 1860, varios mine-ros europeos, posiblemente engolosinados por lapropaganda sobre las riquezas mineras de CostaRica, llegaron a explotar las minas localizadasen el monte del Aguacate. Así, en 1866, variasfamilias alemanas arribaron a Costa Rica, con-tratadas por la empresa minera de Paires, distri-to de Santa Clara, en la provincia de Puntarenas(La Gaceta, 21 de Julio de 1866). Fue tan gran-de el auge de la minería durante la segunda mi-tad del siglo XIX, que La Gaceta, como diariooficial, mantuvo una sección que llamó “Regis-tro minero”, en la cual destacaba los datos másrelevantes de varias minas activas por aquella

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época. En su número del 15 de agosto de 1866,se indica que son tres las principales minas, loca-lizadas en los Montes del Aguacate, Paires deSanta Clara y Ciruelitas. La Sacra Familia la des-criben como una mina que por “...su forma jeoló-gica y posición topográfica como por la fuerza yestabilidad de la veta, puede ser la más rica deCosta Rica...” Además, refiere que la Sacra Fa-milia cuenta con dos vetas, una de oro y otra deplata. La actividad minera fue de gran importan-cia para el ámbito comercial en el siglo XIX, ajuzgar por un comentario escrito en La Gacetadel 23 de octubre de 1869, en el que refiere queCosta Rica debe agradecer “...en gran parte subienestar económico a la actividad minera...”

No cabe duda, entonces, que a finales dela década de los sesentas del siglo pasado, las ex-pectativas mineras en Costa Rica, sobretodo conrespecto al oro y al carbón, eran muy altas, aunmás en zonas que aún se encontraban bastanteinexploradas y de las cuales existieron antece-dentes míticos de yacimientos, como en Tala-manca. Veremos cómo esto influye directamenteen la venida de William Gabb a Costa Rica.

En 1857 se descubre la mina de Paires y lade Ciruelitas en 1864, ambas en la cordillera deTilarán. Para 1887 se conocían en Costa Rica 20Minas: La Trinidad, Ciruelitas, Sacra Familia, LaUnión , La Minita, Los Castro, San Rafael, Orea-muno, Quebrada Honda, Machuca, Peña Grande,Acosta, Las Cóncavas, Palmares, Mancuerna,Mata Palo, Puerta de Palacio, Hoja, Chiques yChapernal (Jinesta, 1938). El mapa de Gabb (Pe-termann, 1877), incluía varias minas (Fig. 2).

LAS LEYENDAS PERSISTENEN EL SIGLO XIX

Rafael Francisco Osejo, quien publica susLecciones de Geografía en 1833, en las cualesrecupera las antiguas especulaciones colonialessobre las minas del río La Estrella y del Tisingal,textualmente dice:

“Además de éstas [las minas delAguacate], hay positivamente en todas lasserranías que hasta ahora han sido visita-

das, y sobre todo se halla la del Tisingalen las inmediaciones de las reliquias de laantigua ciudad de la Estrella, sita en unode los excelentes puertos comprendidos enla ensenada de Boca-Toro. Algunos creenque la inmensa riqueza de esta mina y lacircunstancia de hallarse sobre la costadel Mar Caribe, dió origen al nombre deCosta-Rica que conserva nuestro Esta-do.” (von Frantzius, 1882).

Según el mismo von Frantzius (1882), apartir de este momento se habla no solo del Tisin-gal, sino también de la Estrella, en referencia a laantigua ciudad de la Estrella nombrada por Ose-jo, que según el historiador Fernández Guardiaen realidad no parece haber existido ninguna ciu-dad con ese nombre en la actual Talamanca (Fer-nández Guardia, 1913).

El ingeniero inglés H. Cooper, quien es-tudió el camino de Cartago a Moín en 1838 ha-ce excitativas para formar expediciones para iren busca de las minas. Bülow, en 1849 dice:“Las minas más ricas se encuentran en el Mon-te-Aguacate, Tisingal, San-Mateo, San-Felipe,&.: han sido explotadas por la Compañía Eco-nómica de Minas Anglo-Costa-Ricense, domi-ciliada en Lóndres, hasta ahora bajo la direc-cion de un Aleman, J. Brth.” (von Frantzius,1882). Lo cual según el mismo von Frantziusrevela una confusión tremenda en cuanto a ubi-cación y nomenclatura.

El general norteamericano Tomás Francis-co Meagher escribió lo siguiente:

“Tres siglos ha salian todos los años, dela boca del rio Estrella para Cádiz, dosgaleones cargados con las lamas y meta-les de las célebres minas de oro y plataallí situadas. El monte impenetrable haborrado las huellas de los Españoles, lasha hecho desaparecer del todo y quizaspara siempre; y todo cuanto se sabe enCosta-Rica y en otras partes de las estu-pendas minas de Estrella y Tisingal, es loque nos han transmitido la tradición po-pular y la fantasía de los Indios.” (vonFrantzius, 1882).

57DENYER: Las leyendas de las minas del Tisingal y La Estrella en Costa Rica

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58 REVISTA GEOLOGICA DE AMERICA CENTRAL

En enero de 1852 la Gaceta de Costa Ricapublicó la noticia de un misionero que había pe-netrado en la Talamanca, y mencionaba que delcerro San Mateo, en Cabécar, se habían sacadograndes cantidades de oro en el siglo XVIII y que“... además de las de Tisingal había muchosotras minas de oro.” (Fernández Guardia, 1968).

Felipe Molina, quien fue enviado a Espa-ña, por el Gobierno de Costa Rica, en el año1850, con el fin de estudiar los documentos refe-rentes a los derechos territoriales de Costa Rica,aparentemente no encuentra ningún documentosobre el Tisingal y solo dice: “Se supone que lamina de oro llamada Tisingal, que dió nombre alpaís, está situada cerca de la frontera de Nueva-Granada en el Atlántico.” (von Frantzius, 1882).

Después de un recuento sobre los esfuer-zos para encontrar el Tisingal, von Frantzius en1882 llega a la conclusión de que es imposibleque el Tisingal se encuentre en el Caribe, másbien parece tener un origen Pacífico y, probable-mente correspondieron a las minas existentes enel actual territorio hondureño.

EXPEDICIONES EN BUSCADEL TISINGAL

Se hicieron por lo menos una decena deexpediciones, realizadas por costarricenses, másotras de extranjeros, que muchas veces desem-barcaban directamente en las cercanías del río Si-xaola o en Bocas del Toro. Von Frantzius hace unrecuento de estas travesías de lo que se presentael siguiente resumen (von Frantzius, 1882).

La primera expedición del siglo XIX larealizó el aventurero, José María Figueroa, quesalió de Cartago en 1843, pasó por Moín, Cahui-ta, hasta Cuabre, actual Bribri, hasta Pico Blanco(cerro Kamuk). Duró 6 meses en la travesía.

José María Figueroa emprendió otra girade 4 meses, en 1845, pero esta vez se adentró enel río del Norte (actual río La Estrella), hasta susnacientes. Figueroa consideraba que el oro se en-contraba entre el río Tiliri (hoy día río Telire),afluente más occidental del Tarire (Sixaola) y eldel Norte (von Frantzius, 1882). En sus expedi-ciones encuentra una piedra de moler metales, y

en un afluente del río Coen halló “oro lavado”, loque probablemente se refiere a placeres de oro.

En 1852, Francisco Gutiérrez, salió por ellado de Pacuare, donde conoció la planicie de Sa-hara, que posteriormente compró al Gobierno co-mo tierra baldía y, es lo que hoy se conoce comoMoravia de Chirripó, en donde tuvo noticias deoro en lo que se llama cerro San Mateo. Compa-rando la localización de este cerro en el mapa deGabb, Collins & Martínez (Petermann, 1877),con los mapas actuales del Instituto GeográficoNacional, esta localidad está ubicada en los ce-rros Picada Matina, entre la laguna Ayil y Mora-via de Chirripó. Las vetas aparentemente estándel lado sureste.

Varias giras de búsqueda de minerales serealizaron al cerro San Mateo. En 1855 jefeadapor Canuto Picado y luego José María Coronelen 1856 (que volvió en 1859) y finalmente PedroIglesias en 1858. En el año 1856 llegó una expe-dición de alemanes que estuvo unos 10 días cer-ca del Sixaola, sin poder dar razón siquiera dedonde habían estado. En 1862, Manuel Marche-na, quien tenía en su poder documentos de la mi-siones de Talamanca, sacados del convento deOrosi, se dirigió al río La Estrella. En 1863 PedroIglesias emprende una segunda expedición en elvalle del Sixaola; halla lavaderos de oro en el ríoCoen y cerca de San José Cabécar.

En 1870 Eusebio Figueroa, realiza unanueva expedición, con base en documentos rela-tivos a las minas de Costa Rica, que había traídode España (Fernández, 1882, p. 38). Había en-contrado una transcripción del Registro Mineropresentado por Vázquez de Coronado. Figueroafinalmente cedió este documento, junto con otrosque han quedado inéditos, al Licenciado LeónFernández, que lo publicó en su libro 3E, en elfolio 18 hasta el 31. Esta expedición también fra-casó (Fernández, 1882). José Figueroa realiza unnuevo viaje en 1874, para:

“...explorar los lavaderos antiguos paralo que llevaba los documentos antiguosque mi hermano [Eusebio] sacó de Sevillay también aguardar a este que se fué paraNorte America a buscar asociacion parael descubrimiento de las minas. Llegué a

59DENYER: Las leyendas de las minas del Tisingal y La Estrella en Costa Rica

Limon alla nos embarcamos para bocasdel Toro de ese puerto nos embarcamospara la punta Sarepta y tomamos por tie-rra hasta la boca del Changuinola. Subi-mos el rio y exploramos las antiguedadesdonde existian Cocburic, Quequeste yotras muchas antiguedades hasta que di-mos con el punto de los minerales segúnlas señales que daban los documentos,despues hicimos varias correrias por losescombros de pueblos viejos hasta llegara la roca de la luna donde esta labrada yen donde segun la tradicion existió unCastillo de los Españoles, despues regre-samos a Birsmaut- (Bear`s mouth) y fuipor la punta de Pausac y quebrada deldiablo antiguo cause del rio de la Estrellaque desembocaba en la Bahía del Almi-rante...” (Arch. Nac. C.R., Albúm de Fi-gueroa, viaje 36).

En 1875 José María Figueroa realiza el via-je 37, donde transcribe la búsqueda de las minas:

“...nos pusimos en comunicación atrave-sando del Sicsola y del Guabito al puntodel mineral, en un brazo antiguo delChanguinola se formó el campamento ge-neral, alli comenzaron ya las exploracio-nes y estos trabajos dando pozos hasta decinco baras sin poder dar en tierra firme,todo era arena acarreada por el rio. Allicerca encontramos con Cameron y JuanCooper 25 filetas en una roca de piedraviva con un altito a un lado donde lavabanel oro con unas sanjitas hechas en en lamisma roca para traer el agua de unaquebrada inmediata.” (Arch. Nac. C.R.,Albúm de Figueroa, viaje 37).

Las dos transcripciones de José María Fi-gueroa revelan que sus exploraciones fueron he-chas con base en interpretaciones del materialdocumental traído por su hermano. Considerabaque el antiguo río de la Estrella, mencionado porel conquistador Coronado, no era otro que el ac-tual Changuinola (Telorio) (Arch. Nac. C.R., Al-búm de Figueroa, pág. 143), opinión que corres-

ponde con Fernández Guardia. Estas opinionescontradicen las interpretaciones de von Frantziusque señala como el verdadero río La Estrella deJuan Vázquez de Coronado al río Sixaola (vonFrantzius, 1882, p. 57-63).

Von Frantzius (1882, p. 39) concluye que:“El resultado final de tantos viajes se reduce,pues, á que en varios lugares de la cordillera sehan encontrado metales que contienen oro, peroninguna parte vestigios de una explotación anti-gua de minas en grande escala.”

INTENTO DE COLONIZACIÓNY EXPLOTACIÓN DE TALAMANCA

Los hermanos Keith, Minor y HenryMeiggs, llegaron con la construcción de ferroca-rril al Caribe, iniciada por el general TomásGuardia. Ambos eran profundamente ambiciososy conocieron las leyendas del Tisingal y la Estre-lla. Minor Keith tuvo minas de hierro en Hondu-ras, las minas de oro de Abangares, la PanamaCorporation Ltd., dedicada a la minería de oro enese país, y participa como accionista y vicepresi-dente de la Premier Gold Mining Company en laColombia Británica. Su colección de oro indíge-na es calificada como extraordinaria por el NewYork Tribune (Salazar, 1996, p. 343-344).

Henry Meiggs junto con J.P. O’Sullivan,la compañía alemana Hübbe und Greytzell, Gui-llermo Nanne y Eusebio Figueroa [el mismo quehabía recopilado en España varios documentossobre las minas del Tisingal], presenta una osadapropuesta al gobierno de la República, fechada el8 de abril de 1872, con lo cual intenta promoverla colonización de un territorio que comprendedesde el Río Banano en la costa del Atlántico y elRío General en la del Pacífico hasta la frontera dela Nueva Granada; así como para descubrir las ri-quezas metálicas de la región.

El territorio comprendido en esta propues-ta incluye unos 13 000 km2 del actual territoriode Costa Rica -lo que viene a ser un 25%-, yabarca todo el sur de la provincia de Limón, casitoda la provincia de Puntarenas, y los extremosoriental de Cartago y sureste de San José, ademásde un grueso territorio de la actual Panamá, pues

60 REVISTA GEOLOGICA DE AMERICA CENTRAL

la frontera con la Nueva Granada o Colombia, enese tiempo, se encontraba bastante más al esteque hoy. Entre las variadas concesiones que soli-citan del gobierno para su Compañía de Tala-manca solicitan el derecho de fundar una o máscolonias de extranjeros y concederles naturaliza-ción automática a los colonos que residan pormás de dos años; dar principio a estudios topo-gráficos por medio de una comisión científica;derechos de la propiedad de las vetas metálicas ycualesquiera otras como carbón o mármol, asícomo las maderas y cualesquiera otros productosde los terrenos, sin quedar sujeta en cuanto a lasminas a los términos que las leyes del ramo fijanpara su laboreo; exención de impuestos duranteveinte años para los colonos; libertad sin prohibi-ción gubernamental de montar cualquier indus-tria; no pagar derechos de importación o exporta-ción; al llegar a dos mil habitantes, la colonia ele-giría sus propios regentes y reglamentos, aunquea los veinte años se convertiría en otra provinciade la República.

El vasto alcance de las concesiones solici-tadas, equivalía a formar un territorio autónomototalmente regalado, con la promesa de devolver-lo dos décadas después. El proyecto es altamenteofensivo al orgullo de la nación, por lo que nosorprende que el Congreso lo rechace.

RESULTADO DE LOS ESTUDIOSDE WILLIAM M. GABB

Para prospectar los minerales ansiados,los Keith necesitaban de un geólogo y, terminancontratando a William More Gabb, quien final-mente trabaja para el gobierno. La investigacióngeológica de Gabb tiene objetivos muy defini-dos, sobre la búsqueda de las riquezas mineralesde Talamanca, tectualmente dice: “Hice este es-tudio con especial empeño, a consecuencia delas muy esparcidas y acreditadas leyendas quecolocan por allá ricas minas de metales precio-sos, descubiertas y trabajadas durante algúntiempo por los españoles, hace unos siglos. Yo te-nía instrucciones de dedicar mucha atención aCabécar y lo hice en la esperanza de descubrir lafamosa mina, cuya precisa localización se ha ol-

vidado” (Gabb, 1895). Esto demuestra que losKeith y probablemente de Tomás Guardia, consi-deran que las minas se encuentran en el río Sixao-la, específicamente en la zona de los indios Cabé-cares y río Coén; muy probablemente conocían laopinión de von Frantzius, que aunque se publicóen español hasta 1882, originalmente se había pu-blicado en alemán, en 1869 (Gómez, 1977).

Con respecto al resultado de sus estudiossobre los depósitos minerales, Gabb afirma lo si-guiente: “...la existencia de oro aquí es más quenada de interés científico que económico... Es su-ficiente decir aquí que tales minas no existen, pa-ra lo que hay suficientes razones geológicas...”(Gabb, 1875). Encuentra sin embargo, algunasvetas de cuarzo con algunas cantidades de oro, engeneral con muy difícil acceso (Gabb, 1875, p.68). No deja de ser enfático, empero, para el de-sencanto de aquellos que confiaban en los descu-brimientos de grandes minas, pues afirma: “Lassupuestas minas de oro de Tisingal no pueden ha-ber existido en el territorio explorado por mí.”

Gabb concluye que la Talamanca no con-tiene riquezas minerales, lo que en la época cons-tituye el desencanto de aquellos que lo habíantraído para localizar, apropiarse y explotar las ri-quezas de Talamanca; con lo cual tal vez hemostenido suerte, pues todavía conservamos la granriqueza que representa esta región con su abun-dante flora y fauna, y como reserva de las pocascomunidades indígenas que quedan en el país.

SUMARIO Y CONCLUSIONES

Todos los datos e interpretaciones de in-vestigadores durante dos centenios, parecencoincidir en que las famosas minas del Tisingal yLa Estrella son más bien una exageración en par-te y, una confusión causada por los problemas denomenclatura geográfica y, la falta de mapas de-tallados del país y del resto de América Central.Además, el comercio existente entre los indíge-nas hace que el oro, el jade y otros bienes hayansido usados en regiones donde no existen yaci-mientos. Un caso típico de esto es el jade que seha encontrado en Costa Rica proveniente del co-mercio, pues en el país no existen yacimientos.

61DENYER: Las leyendas de las minas del Tisingal y La Estrella en Costa Rica

El territorio que ahora es Costa Rica re-sultó ser muy pobre durante los tres primeros si-glos después de la llegada de los españoles aAmérica. No es sino hasta el descubrimiento deloro en los Montes del Aguacate, a principios delsiglo XIX, que Costa Rica despega económica-mente como una consecuencia directa de la bo-nanza minera de la primera mitad de este siglo.Indirectamente, la minería trae como resultadola modernización de la agricultura. Esta fiebredel oro, promueve de nuevo la codicia sobre lasleyendas españolas del Tisingal y la Estrella,por lo que se hacen numerosas expediciones aTalamanca, tanto por nacionales, como por ex-tranjeros, que muchas veces desembarcaban di-rectamente cerca del Sixaola o en Bocas del To-ro y, se internaban en los bosques buscando lospreciados metales que supuestamente habíanabandonado los españoles.

A finales del siglo XIX se dan las últimasconsecuencias de las leyendas del Tisingal, en unintento de los hermanos Keith, junto con otrossocios, por colonizar y explorar la Talamanca, loque resulta en la traída de William M. Gabb, geó-logo estadounidense, quien finalmente es contra-tado por el Gobierno de la República y, deja es-pléndidos trabajos geológicos y antropológicossobre la Talamanca.

Probablemente, la mayor parte del oro queandaban los aborígenes de estas tierras proveníade la península de Osa y, en forma muy astuta de-ben haber confundido a los conquistadores espa-ñoles, quienes concentraron su búsqueda en elCaribe. Estos yacimientos de oro permanecieronocultos durante todo el siglo XIX y primera mi-tad del XX.

En definitiva, las minas del Tisingal y/oLa Estrella nacieron de una exageración y fueronfomentadas por la codicia y la confusión de nom-bres geográficos. Sin embargo, representan unpasaje interesante de nuestra historia y, la razónpor la cual vinieron varios geólogos e ingenierosen minas, así como simples mineros extranjeros.Representó la esperanza de riqueza de varios cos-tarricenses del siglo XIX, que entre otras cosas,deben haber invertido grandes cantidades de di-nero en las expediciones, que a todas luces resul-taron infructuosas.

AGRADECIMIENTOS

Los comentarios de Giovanni Peraldo yFranz Ulloa enriquecieron el manuscrito original.Rudolf Fischer consiguió una copia del mapa deGabb, de la Fig. 2. Esta publicación se hizo en elmarco de los proyectos de investigación: Análisisgeo-estructural de Costa Rica, # 113-90-071 e His-toria de la Geología de Costa Rica, # 113-97-249.

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