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Caesaraugusta. 74. 1998. pp.: 253-264. I.S.S.N.: 0007-9502 LAS INSCRIPCIONES DEL «MAUSOLEO DE FABARA» (ZARAGOZA) por Francisco BELTRÁN LLORIS Universidad de Zaragoza La localidad tierrabajina de Fabara cuenta en sus afueras con uno de los monumentos funerarios romanos mejor conservados de la Península Ibérica: el sepulcro en forma de templo de Lucio Emilio Lupo. Se levanta en la huerta de «Las Suertes», sobre la ribera izquierda del río Matarraña, a un kilómetro aproximadamente del casco urbano 1 . En la actualidad, el monumento, muy bien conservado, se encuentra convenientemente protegido por una valla metá- lica, aunque desprovisto de cualquier género de información que pueda ilustrar al potencial visitante (lám. I). Debido seguramente a la situación un tanto excéntrica de Fabara, ninguno de los eruditos renacentistas o ilustrados que se ocupó de las inscripciones y antigüedades romanas de Aragón, desde Zurita a Labaña, parece haber tenido noticia del edificio. Hasta fines del XIX el conocimiento de su existencia que- dó confinado a la comarca, asociado a diversas leyendas: según una de ellas albergaría a una mora, guardiana de un fabuloso tesoro, que motivó la denomi- nación local de «Casa dels Moros». Pese a esta circunstancia, que fácilmente podría haber provocado la destrucción del edificio, su conservación hasta la actualidad es espléndida, gracias seguramente a otra creencia popular que atri- buía al edificio ciertos poderes en relación con las tormentas «brutalmente de- sencadenadas en una ocasión en que se intentó demolerlo», convicción que le ocasionó algunos desperfectos, pues las grapas de hierro que unían sus sillares eran muy apreciadas como protección contra los rayos, pero que a la postre salvaguardó el sepulcro. 1. E. J. VALLESPÍ traza en Anotaciones al mausoleo romano en Fabara, Zaragoza, Zaragoza 1954 (reeditado en V. CERVERA, Fabara. Memorias incompletas, Soria 1986, pp. 199-256) un completo estado de la cuestión sobre las primeras fases de estudio del monumento, así como una detallada reseña de los hallazgos arqueológicos realizados en la zona: señala en las inmediaciones del sepulcro restos domésticos indeterminados, sepulturas excavadas en la roca y las canteras de donde se extrajo la arenisca para el edificio. CAESARAUGUSTA — 7 4 253

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Caesaraugusta. 74. 1998. pp.: 253-264. I.S.S.N.: 0007-9502

LAS INSCRIPCIONES DEL «MAUSOLEO DE FABARA» (ZARAGOZA)

por

Francisco BELTRÁN LLORIS Universidad de Zaragoza

La localidad tierrabajina de Fabara cuenta en sus afueras con uno de los monumentos funerarios romanos mejor conservados de la Península Ibérica: el sepulcro en forma de templo de Lucio Emilio Lupo. Se levanta en la huerta de «Las Suertes», sobre la ribera izquierda del río Matarraña, a un kilómetro aproximadamente del casco urbano1. En la actualidad, el monumento, muy bien conservado, se encuentra convenientemente protegido por una valla metá­lica, aunque desprovisto de cualquier género de información que pueda ilustrar al potencial visitante (lám. I).

Debido seguramente a la situación un tanto excéntrica de Fabara, ninguno de los eruditos renacentistas o ilustrados que se ocupó de las inscripciones y antigüedades romanas de Aragón, desde Zurita a Labaña, parece haber tenido noticia del edificio. Hasta fines del XIX el conocimiento de su existencia que­dó confinado a la comarca, asociado a diversas leyendas: según una de ellas albergaría a una mora, guardiana de un fabuloso tesoro, que motivó la denomi­nación local de «Casa dels Moros». Pese a esta circunstancia, que fácilmente podría haber provocado la destrucción del edificio, su conservación hasta la actualidad es espléndida, gracias seguramente a otra creencia popular que atri­buía al edificio ciertos poderes en relación con las tormentas «brutalmente de­sencadenadas en una ocasión en que se intentó demolerlo», convicción que le ocasionó algunos desperfectos, pues las grapas de hierro que unían sus sillares eran muy apreciadas como protección contra los rayos, pero que a la postre salvaguardó el sepulcro.

1. E. J. VALLESPÍ traza en Anotaciones al mausoleo romano en Fabara, Zaragoza, Zaragoza 1954 (reeditado en V. CERVERA, Fabara. Memorias incompletas, Soria 1986, pp. 199-256) un completo estado de la cuestión sobre las primeras fases de estudio del monumento, así como una detallada reseña de los hallazgos arqueológicos realizados en la zona: señala en las inmediaciones del sepulcro restos domésticos indeterminados, sepulturas excavadas en la roca y las canteras de donde se extrajo la arenisca para el edificio.

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Francisco Beltrán Lloris

En 1875 se publicó la primera noticia sobre el monumento en un artículo periodístico y, poco después, en informe presentado a la Real Academia de la Historia por Vicente de la Fuente, extractando la memoria dirigida al padre José de la Huerta muchos años antes por el párroco local, mosén Evaristo Có­lera, quien entre fines del XVIII y comienzos del XIX se ocupó de las antigüe­dades locales, redactó sobre ellas diversas anotaciones manuscritas y veló por su conservación2. Más tarde fue objeto del interés de J. Puig i Cadalfalch en un trabajo específico, recogido y ampliado después en L'arquitectura románica a Catalunya3, obra que fue la que realmente dio a conocer el monumento en los círculos especializados. En fechas más recientes ha sido tratado en diversas ocasiones4, aunque, de hecho, siga careciendo de una investigación monográfi­ca que despeje algunas de las dudas que sobre él pesan como ocurre con la cronología. A falta de indicaciones estratigráficas, se ha establecido la datación a partir de criterios estilísticos y arquitectónicos: inicialmente predominó la propuesta de Puig i Cadafalch que sugería genéricamente una fecha antoninia-na, si bien, después, tendió a adelantarse hasta fines del siglo II d. E. o, inclu­so, a comienzos del siglo III d. E. como propusiera Lostal. Últimamente Can­cela se ha inclinado por una datación más temprana, trajánea5, a mi juicio más satisfactoria, pues este tipo de templos funerarios tuvo su apogeo a partir de época flavia y a lo largo del siglo II d. E.6 y, en concreto, hay elementos or­namentales del sepulcro fabarol como las águilas sosteniendo guirnaldas que ocupan el friso de la fachada meridional del edificio -e , incluso, las rosetas

2. H. ESTEBAN, «Crónica ilustrada de la guerra. Fabara, cuartel de la ronda carlista del mismo nombre. Sepulcro romano», La Ilustración Española y Americana, año 19, 30 de julio de 1875, núm. 28, p. 51; V. DE LA FUENTE, «Noticia acerca de un edificio romano que se conserva a las inmediaciones de la villa de Fabara...», BRAH 1, 1877, pp. 440-446, cf. Vallespí 1954 (cit. n. 1). pp. 13 ss. Sobre el padre Cólera, S. VIDIELLA, «Un rector de Valdetormo. Vida y obras del ilustre bajo-aragonés D. Evaristo Cólera Soldevilla», Universidad 4, 1926, pp. 769-818.

3. J. PUIG I CADALFALCH y C. BRUGÉS I ESCUDER, Estudi de Arqueología arquitectónica so-bre'l sepulcre romà de Fabara anomenat «la casa dels moros», Associació Catalanista d'Excur-sions Científiques, Barcelona, 1892 cit. por Vallespí 1954: J. PUIG I CADAFALCH, A. DE FALGUERA y J. GODA Y, L'arquitectura románica a Catalunya I, Barcelona 1909, pp. 62-65, 171, 172. 183, 189-192, 196; J. PUIG i CADAFALCH, «El sepulcre de Lucius Emilius Lupus, de Fabara», Anuari de l'Institut d'Estudis Catalans 7, 1921-1926, pp. 84-89; S. VIDIELLA, «Fabara», Boletín de Historia y Geografía del Bajo Aragón I, 6, 1907, pp. 247-249.

4. Además de los trabajos ya citados cabe señalar las referencias de A. BELTRÁN, «Chiprana y su mausoleo romano», Caesaraugusta 9-10, 1957, pp. 109-112; M. MARTÍN-BUENO, Aragón ar­queológico: sus rutas, Zaragoza, 1977, pp. 166-167; las más recientes de M. L. CANCELA, «Faba­ra: avance de una excavación», Museo de Zaragoza 1, 1982, pp. 173-175 y «Elementos decorati­vos de la arquitectura funeraria de la Tarraconense oriental», en Actas de la I Reunión sobre escultura romana de Híspania, Madrid, 1993, pp. 242-243 y 256-259 con detallada descripción de los relieves; J. SANMARTÍ, «Edificis sepulcrals dels països catalans, Aragó i Murcia», Fonaments 4, 1984, pp. 90-95. La mejor descripción del monumento con planta, alzados y bibliografía en J. LOSTAL, Arqueología del Aragón romano, Zaragoza, 1980, pp. 175-184 que establece sus dimen­siones en 7.40 x 6.06 m. Se trata de un templo próstilo tetrástilo con columnas toscanas, dotado de cella, un estrecho pronaos y conditorium. Al exterior las fachadas presentan pilastras sobre las que corre el entablamento cuyos frisos están decorados con rosetas dentro de hojas de acanto al oeste, guirnaldas sostenidas por rectángulos al norte y, por águilas al sur.

5. CANCELA, 1993 (cit. n. 4), p. 243. 6. Véase la documentada síntesis de H. VON HESBERG, Römische Grabbauten, Darmstadt

1992, pp. 182 ss., especialmente pp. 187-188.

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Las inscripciones del «Mausoleo de Fabara» (Taragoza)

entre hojas de acanto del lado occidental- que encuentran un paralelo muy cercano en los relieves de fecha domiciánea de la tumba de Quintus Haterius Tychicus que reproducen un templo funerario con podio, cella y pórtico prósti­lo7. Éste y otros posibles prototipos tardoflavios8 parecen apuntar hacia una fecha más bien en los inicios o, a lo sumo, primera mitad del siglo II d. E. para el monumento fabarol, datación que parece adecuada también desde el punto de vista epigráfico.

Poca atención se ha prestado a las dos inscripciones que conserva el monumento (lám. II). La mejor conocida de ambas es la grabada sobre el frontón que, pese a ser incluida ya en el informe de Vicente de la Fuente y, a partir de éste, en el suplemento del CIL9, ha sido siempre editada con pe­queñas inexactitudes. La otra, conformada por letras de bronce hoy perdidas, corría por el friso, en donde subsisten sólo los orificios de anclaje a la pie­dra. Señalaron su existencia por vez primera Puig y Brugés «indicando ade­más las posibles marcas de letras de bronce en el frontón», aunque sin aven­turar una lectura precisa10. Cupo el mérito de abordar esta tarea a Antonio Blanco Freijeiro, quien en un par de trabajos relativos a inscripciones monu­mentales, se ocupó de los dos epígrafes del sepulcro fabarol11, sin que desde entonces se haya vuelto sobre la cuestión.

1. El epígrafe del frontón está grabado con letras de buena factura y unos 12 cm de altura sobre el sillar que corona el tímpano, a unos 6 m de altura y a lo largo de c. 1.5 m, con puntos de separación en forma de hiedra. Pese a que Blanco la dibuja correctamente, su lectura incurre en pequeñas inexactitu­des que se remontan al informe de V. de la Fuente y el CIL, pues sobre la piedra se aprecian con nitidez restos de la E de Aemili y de ambas interpun-ciones, la segunda de las cuales parece haber sido de bronce, a juzgar por el pequeño orificio cuadrangular extante sobre la piedra (lám. III).

L(uci)·Aemili·Lupi

L·AeMILI LVPI De la Fuente, Hübner, Puig i Brugés, Blanco, Lostal, etc.

Sobre el epígrafe se conservan dos grupos de marcas cuadrangulares que pudieron servir para la sujeción de sendas letras que, desde Puig y Brugés a Blanco, han sido interpretadas como las iniciales D(is) M(anibus). Hay que su-

7. Situada en Roma, en la vía Labicana: sobre ésta puede verse F. COARELLI, «La riscoperta del sepolcro degli Haterii. Una base con dedica a Silvano», Studies in Classical Art and Archaeo-logy. Festschríft P. H. von Blanckenhagen, New York, 1979, pp. 255 ss.; antes, F. CASTAGNOLI, «GLI edifici rappresentati in un rilievo del sepolcro degli Haterii», Bollettino Comunale 69, 1941, pp. 59 ss.

8. VON HESBERG 1992 (cit. n. 5), p. 184.

9. CIL II 5851. 10. PUIG y BRUGÉS 1892 (cit. n. 3). 11. A. BLANCO, «La epigrafía y los monumentos», Actas de V Congreso Español de Estudios

Clásicos, Madrid 1978, pp. 669-678, especialmente pp. 671-674 = El puente de Alcántara en su contexto histórico. Discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, Madrid, 1977, pp. 72-75 y láms. VI-VII.

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brayar que la disposición de las marcas difiere en ambos casos de las que de­jaron las letras D y M en la inscripción del friso (fig. 3), circunstancia que di­ficulta la identificación de las letras y su adscripción a uno u otro epígrafe, máxime en el caso de la M, pues las marcas parecen sugerir una M con los trazos extremos verticales y no oblicuos como en las restantes emes tanto de la inscripción del friso como de la del frontón (fig. 1).

2. El segundo epígrafe corría a lo largo del friso, a unos 5.2 m de altura, ocupando un espacio de más de 5.3 m de longitud con letras de unos 14-15 cm de altura.

La disposición de las marcas de sujeción, mayoritariamente rectangulares, es la que puede verse en el croquis (fig. 1). Blanco las interpretó tal y como sigue, sin que hasta la fecha se haya dado una lectura alternativa:

L(uci)·AEMILI·LVPI·AN(norum)·XIII (o XXIII) L(ucius)·AEM(iIius)·L(uci)·F(ilius)·PECVLIARIS///·LVCRETIA

MAT(er)·F(ecerunt)

La primera línea no ofrece mayores problemas, pues coincide al co­mienzo con el texto grabado sobre el frontón, y como era esperable hace constar la edad del finado al final. Aquí estriba la única duda, pues en teo­ría cabría interpretar las marcas en la forma ·XIII o ·XLII o bien, entendien­do otro número en el lugar de la interpunción inicial, XXIII. Dado que los dedicantes del monumento son, como veremos, los padres del difunto, éste debía ser joven o, incluso, de corta edad, lo que no tiene nada de particular: recuérdese que en el vecino mausoleo de Chiprana las inscripciones conser­vadas están dedicadas a una niña de un mes de vida12. Por ello y por el em­pleo dominante -aunque no sistemático- de la interpunción en este epígrafe me inclino por la lectura ·XIII.

Menos satisfactoria es la propuesta de Blanco para la segunda línea que compartimos sólo en su inicio -L·Aem·- y final -mat(er)·f(ecerunt)-, pues, en lo tocante al resto, resulta poco verosímil tanto la denominación de la madre sólo por el nomen, cuanto la omisión del parentesco del otro dedicante y de la conjunción et esperable entre ambos, así como la interpretación de algunas marcas de sujeción.

Un examen detenido de éstas nos lleva a sugerir una lectura que solucio­na estos problemas y que resulta coherente con las marcas visibles sobre la piedra (fig. 2): L(ucius) ·Aem(ilius) · Priscus pater · et · Dom(itia) · Seuera mat(er) · f(ecerunt).

Hay que advertir que las letras no fueron sujetadas siempre con el mismo número de pernos (fig. 3), como es evidente en el caso de la A y la M, si se

12. CIL II 3019-3020. Sobre la comprensión de estos epígrafes chipranescos, véase F. BEL-TRÁN, «Las inscripciones de Chiprana revisitadas», Didáskalos. Esludios en homenaje al profesor D. Serafín Agud, Zaragoza, 1998, pp. 193-216.

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Las inscripciones del «Mausoleo de Fabara» (Zaragoza)

compara la línea primera con el final de la segunda. De cualquier modo, estas dos letras, así como la C y la V son fácilmente distinguibles, pues los orifi­cios horadados en la piedra «normalmente tres» insinúan claramente su forma. Más problemáticas resultan E, I, L, P, R y T, todas ellas «salvo la R en una ocasión» sujetas mediante dos pernos perfectamente superpuestos y en idéntica disposición en todas ellas. La N, a cambio, como era de esperar en una letra ancha, se sujetaba con dos pernos casi alineados en horizontal. A éstas hay que añadir la D, fácilmente reconocible porque las rozaduras de la letra de bronce sobre la piedra dibujan tenuemente su panza uniendo una marca central con las dos superpuestas que hay a su izquierda. Y, finalmente, la S que se sujetaba con dos pernos superpuestos, pero, a diferencia de los correspondien­tes a E, I, L, P, R y T, con el inferior algo adelantado y dispuesto ligeramente en oblicuo.

Identificando así las marcas, la única incoherencia afectaría a la R, ancla­da a la piedra con tres pernos en pater y sólo con dos en Priscus, si bien ya se ha subrayado que también otras letras fueron sujetadas de manera distinta. Ante la primera letra de la 1. 2 se observa un pequeño orificio que no debía sujetar letra alguna, sino un motivo decorativo junto con los otros dos orificios que pueden verse, perfectamente alineados, sobre él.

La lectura Domitia·Seuera me parece segura: el cognomen es muy fre­cuente y los Domitii aparecen tanto en rótulos monetales celsenses y cesarau-gustanos13 como en el mausoleo de La Iglesuela del Cid (Teruel)14. Alguna duda más ofrece Priscus, igualmente frecuente en Hispania15, pues, siendo el final -cus seguro, no lo es tanto la identificación como S de la letra anterior, representada por dos marcas superpuestas, de las que la inferior es ligeramente oblicua. En cualquier caso, Priscus es la única opción que ofrecen Solin y Sa-lomies para un cognomen de siete letras terminado en -scusl6.

Así las cosas la lectura de los epígrafes quedaría así:

¿D(is) M(anibus)?

L(uci)·Aemili·Lupi

L(uci)·Aemili·Lupi·an(norum)·XIII

L(ucius)·Aem(ilius)·Priscus pater·et·Dom(itia)·Seuera mat(er)·f(ecerunt)

con las dudas de si las marcas del frontón, entendidas como D(is) M(anibus) desde el trabajo de Puig y Brugés, puedan ser así leídas -ya hemos

13. Cn. Domitius, dunviro, en monedas augústeas de Celsa (5-3 a. E.) y Cn. Domitius Am-pianus, dunviro en monedas cesaraugustanas augústeas (4-3 a. E.), P. P. RIPOLLÉS en A. BURNETT, M. AMANDRY y P. P. RIPOLLÉS, Roman provincial Coinage I, London-Paris, 1992, núms. 278 y 319-321.

14. CIL 112/14, /775, 777-779 (G. ALFÖLDY, F. BELTRÁN, F. MARCO). 15. J. M. ABASCAL, LOS nombres personales en las inscripciones latinas de Hispania, Murcia,

1994, pp. 468-469. 16. H. SOLIN y O. SALOMIES, Repertorium nominum genlilium et cognominum Latinorum,

Hildesheim. 1988, p. 446.

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señalado más arriba las dificultades que entraña esta interpretación- y, en tal caso, a cuál de los dos epígrafes deban ser atribuidas, pues si, en principio, lo lógico sería adscribirlas al del friso, debe recordarse también que la segunda interpunción del epígrafe del frontón parece haber sido de bronce. Así las co­sas, prefiero dejar la cuestión en suspenso.

Resta, por último, el problema de la duplicidad del texto, cuestión que, curiosamente, también suscita el mausoleo de Chiprana, aunque en este caso se explique, a mi juicio, por un error antiguo17, mientras que ésta difícilmente puede ser la solución para el monumento fabarol.

Blanco atribuyó la duplicidad de textos a una destrucción antigua del ori­ginario -el de letras broncíneas- que un familiar piadoso repararía, posible­mente en el siglo III, haciendo grabar de nuevo el nombre del difunto. Pudo suceder así -aunque en fecha más temprana a juzgar por el ductus del epígra­fe-, sin embargo tampoco hay que descartar una ejecución substancialmente si­multánea de ambas bien por un cambio de planes durante la realización del monumento bien por otra razón que, por el momento, nos escapa.

17. F. BELTRÁN, 1998 (cit. n. 8).

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