las estéticas de la luz-estética medieval

10
1 LAS ESTÉTICAS DE LA LUZ 5.1. El gusto por el color y la luz Agustín en el De quantitate animae había elaborado una rigurosa teoría de lo bello como regularidad geométrica. Agustín afirmaba que el triángulo equilátero es más bello que el escaleno porque en el primero hay mayor igualdad; mejor aún el cuac:kado, donde ángulos iguales oponen lados iguales, y bellísimo es el circulo, donde ningún ángulo rompe la continua igualdad de la circunferencia. Óptimo en todos los puntos, indivisible, centro, principio y término de sí mismo, gozne generador de la más bella de las figuras: el círculo (Dequantitate animae, Obras III, pp. 461-471; cf. Svoboda 1927, p. 59). Esta teoría tendía a reconducir el gusto de la proporción al sentimiento metafísico de la absoluta identidad de Dios (aunque en el texto citado los ejemplos geométricos se empleaban en el ámbito de un discurso sobre la centralidad del alma) y en esta reducción de lo múltiple proporcionado a la perfección indivisa del uno existe potencialmente esa contradicción entre una estética de la cantidad y una estética de la cualidad ante cuya obligada resolución se encontrará la Edad Media. El aspecto -más inmediato de esta segunda tendencia estaba re- presentado por el gusto por el color y por la luz. Los documentos que la Edad Media nos brinda sobre esta sensibilidad instintiva hacia los hechos cromáticos son singularísimos y representan un elemento contradictorio con la tradición estética ya examinada. Hemos visto, en efecto, cómo todas las teorías de la belleza nos hablaban pre- ferible y substancialmente de una belleza inteligible, de armonías matemáticas, incluso cuando examinaban la arquitectura o el cuerpo humano. Con respecto al sentido del color (piedras preciosas, telas, flores, luz, etc.), la Edad Media manifiesta, por el contrario, un gusto vivacísimo por los aspectos sensibles de la realidad. El gusto de las proporciones llega ya como tema doctrinal y sólo gradualmente se transfiere al terreno de la constatación práctica y del precepto productivo; el gusto por el color y la luz es, en cambio, un dato de reacción espontánea, típicamente medieval, que sólo sucesivamente se articula como interés científico y se sistematiza en las es- peculaciones metafísicas (aunque desde el principio, la luz , en los textos de los místicos y de los neoplatónicos en general, aparece ya

Upload: serg84gimenez

Post on 11-Nov-2015

6 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

Umberto Eco

TRANSCRIPT

LAS ESTTICAS DE LA LUZ5.1. El gusto por el color y la luzAgustn en el De quantitate animae haba elaborado una rigurosa teora de lo bello como regularidad geomtrica. Agustn afirmaba que el tringulo equiltero es ms bello que el escaleno porque en el primero hay mayor igualdad; mejor an el cuac:kado, donde ngulos iguales oponen lados iguales, y bellsimo es el circulo, donde ningn ngulo rompe la continua igualdad de la circunferencia. ptimo en todos los puntos, indivisible, centro, principio y trmino de s mismo, gozne generador de la ms bella de las figuras: el crculo (Dequantitate animae, Obras III, pp. 461-471; cf. Svoboda 1927, p. 59). Esta teora tenda a reconducir el gusto de la proporcin al sentimiento metafsico de la absoluta identidad de Dios (aunque en el texto citado los ejemplos geomtricos se empleaban en el mbito de un discurso sobre la centralidad del alma) y en esta reduccin de lo mltiple proporcionado a la perfeccin indivisa del uno existe potencialmente esa contradiccin entre una esttica de la cantidad y una esttica de la cualidad ante cuya obligada resolucin se encontrar la Edad Media.El aspecto -ms inmediato de esta segunda tendencia estaba representado por el gusto por el color y por la luz. Los documentos que la Edad Media nos brinda sobre esta sensibilidad instintiva hacia los hechos cromticos son singularsimos y representan un elemento contradictorio con la tradicin esttica ya examinada. Hemos visto, en efecto, cmo todas las teoras de la belleza nos hablaban preferible y substancialmente de una belleza inteligible, de armonas matemticas, incluso cuando examinaban la arquitectura o el cuerpo humano.Con respecto al sentido del color (piedras preciosas, telas, flores, luz, etc.), la Edad Media manifiesta, por el contrario, un gusto vivacsimo por los aspectos sensibles de la realidad. El gusto de las proporciones llega ya como tema doctrinal y slo gradualmente se transfiere al terreno de la constatacin prctica y del precepto productivo; el gusto por el color y la luz es, en cambio, un dato de reaccin espontnea, tpicamente medieval, que slo sucesivamente se articula como inters cientfico y se sistematiza en las especulaciones metafsicas (aunque desde el principio, la luz , en los textos de los msticos y de los neoplatnicos en general, aparece ya como una metfora de las realidades espirituales). Adems, como ya se ha apuntado, la belleza del color es sentida uniformemente como belleza simple, de inmediata perceptibilidad, de naturaleza indivisa, no debida a una relacin, como suceda con la belleza proporcional.Inmediatez y simplicidad son, pues, caractersticas del gusto cromtico medieval. El mismo arte figurativo de la poca no conoce el colonSfi!o de los siglos posteriores y juega sobre colores elementales, sobre zonas cromticas definidas y hostiles al matiz, sobre la yuxtaposicin de colores chillones que generan luz por el acuerdo del conjunto, en vez de dejarse determinar por una luz que los envuelva en claroscuros o haga salpicar el color ms all de los lmites de la figura.En poesa, igualmente, las determinaciones de color son inequvocas, decididas: la hierba es verde, la sangre roja, la leche cndida. Existen superlativos para cada color (como el praerubicun- da de la rosa) y un mismo color posee muchas gradaciones, pero ningn color muere en zonas de sombra. La miniatura medieval documenta clarsimamente ese gozo por el color ntegro, ese gusto festivo por la yuxtaposicin de colores vivaces. No slo en la poca ms madura de la miniatura flamenca o borgoona (pinsese en las Tress riches heures du Duc de Berry), sino tambin en las obras anteriores, como por ejemplo, en las miniaturas de Reichenau (siglo XI), donde yuxtaponiendo al esplendor del oro tonalidades extraamente fras y claras, como el morado, el verde glauco, el amarillo ocre o el blanco azulado, se obtienen efectos de color donde la luz parece irradiarse de los objetos (Nordenfalk 1957, p. 205).En cuanto a los testimonios literarios, valga esta pgina del Erec et Enide de Chrtien de Troyes para mostrarnos la afinidad entre la imaginacin jocosamente visual del literato y la de los pintores.1

Aquel a quien ha mandado ha trado el manto y el brial que estaba forrado de armio blanco hasta las mangas; en los puos y en el cuello haba, sin duda alguna, ms de doscientos marcos en pan de oro, y piedras preciosas de grandes virtudes, indigas y verdes, ailes y pardas, que estaban engastadas encima del oro... Tena dos cebellinas con cintas que tenan ms de una onza de oro, por un lado un Jacinto y en el otro un rub que brillaba ms que un carbunclo que arde. El forro era de armio blanco, nunca se vio ni se encontr ms bello ni ms fino. La tela prpura estaba muy bien trabajada, con crucecitas diferentes, ndigas, bermejas y ailes, blancas y verdes, azules y amarillas.(trad. cast. pp. 31-32)Se trata verdaderamente de la suavitas colors de la que nos hablan los textos ya examinados. Y buscar otros ejemplos en la literatura latina o romance de la Edad Media significa aprestarse a una cosecha ilimitada. Podramos recordar el dolce colore di oriental zaffiro de Dante, o el viso di neve colorato in grana>> de Guinizelli, la clre et blanche>> Durandal de la Chanson de Rolland que reluce y flamea contra el sol: los ejemplos son innumerables (cf. Bruyne 1946, III, 1, 2). Por otra parte, fue precisamente la Edad Media la que elabor la tcnica figurativa que mejor explota la vivacidad del color simple unido a la vivacidad de la luz que lo compenetra: el vitral de la catedral gtica.Pero este gusto por el color todava se revela fuera del arte, en la vida y en el hbito cotidiano, en las ropas, en los paramentos, en las armas. En un fascinante anlisis de la sensibilidad colorista de la Edad Media tarda, Huizinga nos recuerda el entusiasmo de Froissart por los buques sobre el agua, con sus grmpolas y gallardetes flameantes, cuyas armas en colores brillan al sol. O tambin el centelleo de los rayos del sol sobre los yelmos, los arneses, las puntas de las lanzas, los banderines y los pendones de una tropa de caballeros que se acerca. O las preferencias cromticas mencionadas en el Blasn des couleurs donde se alaban las combinaciones de amarillo plido y azul, naranja y blanco, naranja y rosa, rosa y blanco, blanco y negro; y la representacin descrita por La Marche, en la que aparece una jovencita vestida de seda violeta sobre una hacanea con gualdrapa de seda azul, guiada por tres hombres vestidos de seda bermeja con gorros de seda verde (Huizinga 1919; trad. cast. II, pp. 194-197, y en general el cap. 19).En cuanto a la poesa, por fin, basta con recordar el Paraso dantesco para tener un ejemplar perfecto del gusto por la luz, debido en parte a las inclinaciones espontneas del hombre medieval (acostumbrado a imaginar lo divino en trminos luminosos y hacer de la luz