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CAPÍTULO 14 LAS DESIGUALDADES EN LA SALUD Y LA CALIDAD DE VIDA EN ESPAÑA I II Joan Benach, III Antonio Daponte, IV , Carme Borrell, V Lucía Artazcoz, Esteve Fernández VI ) La desigualdad en la salud es la peor de las desigualdades. No hay peor desigualdad que saber que morirás antes porque eres pobre (Frank Dobson) 1. Introducción ¿Por qué ocuparse de un tema como las desigualdades en salud? ¿Por qué analizar las características y evolución de las desigualdades en salud debería ser una prioridad de las políticas de investigación en salud pública? ¿Por qué las políticas sociales y sanitarias deberían plantear la reducción de las desigualdades en salud como un tema primordial? Quienes se interesan o estudian este tema no tratan de diagnosticar la enfermedad de una persona, cuidar un individuo con una enfermedad crónica o ayudar a bien morir a un paciente con una enfermedad terminal, tareas reservadas a los médicos y trabajadores socio-sanitarios. Tampoco tratan de comprender, vigilar o intervenir ante problemas comunitarios tan relevantes como los riesgos laborales, la calidad en los alimentos o la eficiencia, la equidad o la calidad de los servicios de atención primaria, tareas reservadas a los profesionales sanitarios y de la salud pública. Quienes se I Ponencia presentada en el seminario “El Estado de Bienestar en España” organizado por el Programa en Políticas Públicas y Sociales de la Universitat Pompeu Fabra y patrocinado por la Diputación de Barcelona y la Universidad Menéndez Pelayo, 18-19 de diciembre 2003. II Acción estratégica en Desigualdades en Salud. Identificación y evaluación de riesgos y problemas en Salud Pública de la Red de Centros de Epidemiología y Salud Pública (RCESP). III Universitat Pompeu Fabra. Unidad de Investigación en Salud Laboral. Departamento de Ciencias Experimentales y de la Salud, Barcelona. IV Escuela Andaluza de Salud Pública. Granada. V Agencia de Salut Pública de Barcelona. Servei d’Informació Sanitaria. VI Institut Cátala d’Oncologia. Servei de Prevenció i Control del Cáncer, Barcelona. 477

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CAPÍTULO 14

LAS DESIGUALDADES EN LA SALUD Y LA CALIDAD DE VIDA EN ESPAÑAI II

Joan Benach,III Antonio Daponte,IV, Carme Borrell,V Lucía Artazcoz, Esteve FernándezVI)

La desigualdad en la salud es la peor de las desigualdades. No hay peor desigualdad que saber que

morirás antes porque eres pobre

(Frank Dobson) 1. Introducción

¿Por qué ocuparse de un tema como las desigualdades en salud? ¿Por

qué analizar las características y evolución de las desigualdades en salud debería

ser una prioridad de las políticas de investigación en salud pública? ¿Por qué las

políticas sociales y sanitarias deberían plantear la reducción de las desigualdades

en salud como un tema primordial? Quienes se interesan o estudian este tema no

tratan de diagnosticar la enfermedad de una persona, cuidar un individuo con una

enfermedad crónica o ayudar a bien morir a un paciente con una enfermedad

terminal, tareas reservadas a los médicos y trabajadores socio-sanitarios.

Tampoco tratan de comprender, vigilar o intervenir ante problemas comunitarios

tan relevantes como los riesgos laborales, la calidad en los alimentos o la

eficiencia, la equidad o la calidad de los servicios de atención primaria, tareas

reservadas a los profesionales sanitarios y de la salud pública. Quienes se I Ponencia presentada en el seminario “El Estado de Bienestar en España” organizado por el Programa en Políticas Públicas y Sociales de la Universitat Pompeu Fabra y patrocinado por la Diputación de Barcelona y la Universidad Menéndez Pelayo, 18-19 de diciembre 2003. II Acción estratégica en Desigualdades en Salud. Identificación y evaluación de riesgos y problemas en Salud Pública de la Red de Centros de Epidemiología y Salud Pública (RCESP). III Universitat Pompeu Fabra. Unidad de Investigación en Salud Laboral. Departamento de Ciencias Experimentales y de la Salud, Barcelona. IV Escuela Andaluza de Salud Pública. Granada. V Agencia de Salut Pública de Barcelona. Servei d’Informació Sanitaria. VI Institut Cátala d’Oncologia. Servei de Prevenció i Control del Cáncer, Barcelona.

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interesan por las desigualdades en salud no sólo pretenden mejorar la salud de la

población, sino que tratan de mejorar la salud de toda la población. Quieren que

toda la sociedad tenga la misma oportunidad de alcanzar el máximo nivel de salud

posible. Y para eso, claro está, tratan de mejorar la salud de quienes se hallan en

peor situación. Quienes se preocupan por las desigualdades en salud ponen el

acento en diferencias de salud que son injustas, innecesarias y evitables.1 Por

ello, se fijan en quién y en dónde se producen los problemas de salud. Estudian

porqué las áreas geográficas más pobres padecen mayores problemas de salud,

y analizan en qué medida perjudica a la salud el hecho de pertenecer a las clases

sociales más desfavorecidas, tener un menor nivel educativo, la sobrecarga de

trabajo en las mujeres, ser inmigrante de un país pobre, estar desempleado o

tener un trabajo precario. En definitiva, las desigualdades en salud son el

producto de la forma en que la sociedad se estructura, organiza, y funciona.

¿Cuál es la situación en nuestro país? ¿Qué sabemos sobre la magnitud,

características y evolución de las desigualdades en salud? ¿Cuáles son los retos

más importantes en la investigación y las políticas sanitarias y sociales a los que

nos enfrentamos? El objetivo de este texto es presentar un balance global que

permita responder a esas preguntas. En primer lugar se revisan las características

generales más relevantes que determinan las desigualdades en salud; segundo,

se describen algunos de las principales desigualdades sociales en España;

tercero, se describen las desigualdades en salud existentes en el estado español

presentando una selección de la información más relevante ya publicada así

como otros estudios muy recientes en proceso de publicación. Finalmente, se

plantean los retos más importantes en los sistemas de información, investigación

y en las políticas sanitarias y sociales relativos a este tema.

2. Características generales de las desigualdades en salud

Las investigaciones internacionales sobre desigualdades en salud

realizadas en las dos últimas décadas han revelado dos rasgos generales de

especial interés que conviene destacar. Por un lado, su ubicuidad, estando

presentes en prácticamente todos los países donde se han estudiado. Las

desigualdades en salud se expresan en el territorio, en los municipios y en los

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barrios según clases sociales, géneros y etnias, manifestándose en una larga lista

de indicadores de salud, hábitos de vida relacionados con la salud y en el acceso

y uso de servicios sanitarios. Y, por otro lado, su consistencia, ya que la mayoría

de estudios encuentran resultados muy similares. No obstante, además de esos

dos rasgos, las desigualdades en salud presentan varias características

fundamentales.2 A continuación revisamos las cuatro más importantes.

2.1. Magnitud

En primer lugar, su enorme magnitud. Los ejemplos son muy diversos. Hay

países que apenas si alcanzan los 40 años de esperanza de vida mientras que

otros sobrepasan los 80. Pero la magnitud no sólo es grande cuando se

comparan países en distinto grado de desarrollo. Sino que en los países más

desarrollados económicamente los ciudadanos en mejor posición socio-

económica y quienes viven en las áreas más privilegiadas de los distintos barrios

o comunidades tienen mucha mejor salud que la población más desfavorecida. En

Gran Bretaña, por ejemplo, las clases sociales más privilegiadas (los

profesionales y directivos) tienen siete años más de esperanza de vida al nacer

que las clases más desaventajadas (los trabajadores manuales).3 De hecho, la

investigación ha hallado que las diferencias existentes en la probabilidad de morir

entre las clases sociales extremas son tan grandes que superan al tabaquismo, el

factor de riesgo de salud pública más estudiado durante la segunda mitad del

siglo XX.4

2.2. Gradualidad

Segundo, las desigualdades son graduales, es decir, no existe un dintel a

partir del cual empeore la salud sino que éstas se extienden a lo largo de toda la

escala social. A medida que descendemos en la escala social, en el nivel de

riqueza o en la educación, también empeora progresivamente la salud de los

ciudadanos. No se trata, por tanto, de que los más pobres o los más marginados,

en definitiva, los excluidos, sean quienes tienen peor salud sino de que existe un

gradiente social en la salud. De hecho, éste aparece en la inmensa mayoría de

causas de muerte, en muchas enfermedades y conductas relacionadas con la

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salud y en el uso y acceso a los servicios sanitarios.5 Además, ese gradiente en la

salud también se ha apreciado en otros muchos indicadores como son el estado

de salud autopercibido, la obesidad, el nivel de colesterol o glucosa en sangre, o

diversos factores estresores del medio laboral como realizar trabajo rutinario o

tener poco control en las condiciones de trabajo.6 Así pues, hay algo intrínseco en

la jerarquía y en la desigualdad social que daña la salud.7

2.3. Crecimiento

En tercer lugar, las desigualdades en salud no se reducen sino que se

mantienen o tienden a aumentar. Aunque durante el siglo XX las tasas de

mortalidad (sobre todo en los países más desarrollados) se han reducido

notablemente, cuando medimos las desigualdades por clase social en forma

relativa podemos constatar que las desigualdades se mantienen o, con más

frecuencia, aumentan8 ya que los indicadores de salud y de mortalidad mejoran

más en las clases más privilegiadas. Por ejemplo, en Gran Bretaña, el país con

mayor información disponible, las desigualdades alcanzaron su punto más bajo a

principios de los años 50,9 momento a partir del cual tendieron a aumentar y muy

especialmente durante los periodos de aumento de la pobreza relativa.

Recientemente, un estudio ha señalado el incremento de las desigualdades en

mortalidad entre 1990 y 1999 en distintos grupos de edad y, sobre todo, entre los

más jóvenes.10 Otro estudio realizado en diversos países europeos ha hallado un

incremento en las desigualdades en mortalidad en hombres de mediana edad

entre los años 1980 y 1994.11

2.4. “Adaptabilidad”

Finalmente, las desigualdades en la salud son “adaptativas”. Ya sea en el

uso de los servicios sanitarios, en la utilización de los servicios preventivos o en la

adquisición de estilos de vida que comportan un riesgo para la salud, con frecuencia

los grupos sociales más privilegiados se benefician antes y en mayor proporción

de las acciones e intervenciones sociales y sanitarias dirigidas a mejorar la salud.

Es decir, en general, a peor situación social mayores riesgos para la salud, y una

atención sanitaria inadecuada a las necesidades de salud. Un ejemplo de ello, es la

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progresiva “movilidad” histórica del tabaquismo desde las clases sociales más

privilegiadas a las más desaventajadas. En Gran Bretaña, por ejemplo, durante

las primeras décadas del siglo XX las clases sociales altas fumaban en mayor

número. A finales de los años 50 apenas había diferencias entre las clases sociales,

y en los años 90 los hombres de la clase trabajadora ya fumaban 2,5 veces más que

los profesionales y directivos, y las mujeres casi tres veces más.

3. Las desigualdades sociales

La investigación científica ha puesto de manifiesto durante las dos últimas

décadas el enorme impacto que tienen sobre la salud determinantes sociales y

económicos como la renta, la pobreza, el desempleo, la precariedad laboral, la

calidad de la vivienda, el barrio de residencia, el nivel educativo, la clase social, el

género, la ausencia de servicios sociales y sanitarios adecuados, o la calidad de

los barrios o la vivienda, entre otros. Más aún, los estudios han mostrado como

las desigualdades sociales se manifiestan en desigualdades en salud muy

diversas. 12 13 14 15 16 17 La necesidad de estudiar la situación, evolución, y

características de las desigualdades en salud se justifica sobradamente en

España debido a la deficiente situación respecto a la Unión Europea compuesta

por quince países (UE-15) de determinantes socio-económicos como la pobreza,

el desempleo, la precariedad laboral y la división sexual del trabajo. Además, el

impacto negativo de esos indicadores se ve agravado por dos factores

adicionales: la debilidad del Estado de Bienestar existente en España y las fuertes

desigualdades internas entre áreas geográficas y clases sociales.

3.1. La pobreza

Aunque en los últimos años el crecimiento económico de España ha sido

superior al promedio de la UE-15, la riqueza apenas si alcanza al 84% de la UE y

la extensión de la pobreza tanto en las familias como en la población es muy

superior a la media europea, sólo superada por Grecia y Portugal. Se estima que

entre 7 y 8 millones de personas (más de dos millones de familias) viven en la

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pobreza.∗ El 85% de los hogares pobres tienen rentas que pueden caracterizarse

como pobreza relativa, mientras que la pobreza severa afecta a más de 1.700.000

personas (316.000 hogares), con un grupo de población en condiciones de

pobreza extrema que afecta a más de medio millón de personas (86.000

familias).18 Los hogares más afectados por la pobreza son los formados por

ancianos y las familias monoparentales (destacando en ambos casos las mujeres)

así como por las familias numerosas. Además, el número de personas en

situación de pobreza es muy estable ya que existen alrededor de un 10% de

pobres “permanentes” mientras que aproximadamente un 15% de la población

efectúa “transiciones” entre la pobreza y la ausencia de pobreza.19

3.2. El desempleo y la precariedad laboral

Desde la mitad de la década de los 80 en España el desempleo ha sido

mucho más elevado al de la media europea. En los últimos años el desempleo ha

mantenido una tendencia descendente desde el 24% de la población activa en

1994 hasta el 11% en el 2002 (7% en hombres y 16,2% en mujeres). Sin

embargo, el desempleo continúa situándose claramente por encima de la UE

(7,4% en el 2002). Además, es preocupante el aumento de la tasa de desempleo

en el grupo de menores de 25 años (20,2% en 2001 y 21,5% en 2002) y el

elevado desempleo en las mujeres tanto entre las más jóvenes de 16 a 19 años

(42,2%) como en el grupo de 20 a 24 años (30%) en comparación con los

hombres (28,7% y 16,9% respectivamente).20

Los grandes cambios llevados a cabo en el mercado laboral español

durante la última década son el resultado de la enorme flexibilización laboral

iniciada por las políticas laborales a partir de mediados los años 90, que se han

traducido en una ingente precariedad laboral. Uno de sus indicadores más

preocupantes es la elevada tasa de temporalidad (31,3%) con cifras mucho más

elevadas a las de la UE (13,5%), sobre todo en el caso de los menores de 25

años (65,8% en España y 38,2% en la UE respectivamente) y las mujeres (34,5%

∗ Se consideran pobres a quienes poseen menos del 50% de la renta media disponible neta. La pobreza relativa se define como la de quienes tienen entre el 25% y el 50% de la renta, la pobreza severa menos del 25% de la renta y la pobreza extrema menos del 15% de la renta media.

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en España y 30,6% en la UE). Sobre un total de 13 millones de asalariados, algo

más de 4 millones tienen un contrato de empleo temporal, alcanzando casi un

36% del empleo privado.20

3.3. La división sexual del trabajo

En comparación con otros países de la UE, en España la tasa de actividad

femenina es significativamente más baja y muchas mujeres aún continúan

trabajando a tiempo completo como amas de casa. Existe una segregación

horizontal en el mercado laboral -hombres y mujeres trabajan en distintos

sectores- y una segregación vertical, -ellos ocupan los puestos de categoría

superior-. Ambos tipos de segregación son responsables de las diferencias de

género en las condiciones de empleo y en los riesgos laborales.21 Así, las mujeres

ocupan puestos de trabajo menos cualificados que los hombres, tienen más

dificultades para promocionarse y se incrementa la desigualdad de género en los

salarios. Según datos de la Encuesta de Salarios en la Industria y los Servicios,

en el año 2000 la ganancia media por hora de las mujeres fue el 75% de la de los

hombres.22

Pero además de las diferencias de género en el trabajo remunerado,

existen desigualdades en el trabajo doméstico derivadas de la persistencia de los

roles sociales tradicionales asignados a hombres y mujeres con una marcada

división sexual del trabajo que asigna a las mujeres un papel central en el hogar y

a los hombres en el trabajo remunerado23. Ellas, aun ocupadas, no sólo continúan

asumiendo la mayor parte del trabajo de casa, sino que además lo hacen en un

contexto en el que los recursos comunitarios para el cuidado de las personas

dependientes son muy escasos.24 25 Así, mientras las mujeres que se incorporan

al mercado de trabajo hacen una doble jornada otras, en proporciones muy

superiores a otros países de la UE, continúan trabajando a tiempo completo como

amas de casa. La sobrecarga que supone el trabajo de combinar la vida laboral y

familiar tiene efectos negativos sobre el estado de salud de las mujeres.

3.4. El Estado de Bienestar

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Durante las casi cuatro décadas de dictadura fascista en España el estado

de bienestar se mantuvo muy débil, sin servicios de apoyo para las familias y con

tasas de actividad femenina muy bajas. A pesar de que a partir de las elecciones

democráticas el Estado de Bienestar ha experimentado un notable desarrollo, el

gasto público en protección social como porcentaje del Producto Interno Bruto es

uno de los más bajos de la UE-15 (en el 2000 fue del 20,1% comparado con el

27,3% de la UE-15).26 En el mismo se contabilizan las pensiones y transferencias

públicas sociales e importantes servicios como la sanidad, educación y servicios

de ayuda a las familias, donde se incluyen las escuelas de infancia, los servicios

domiciliarios, las residencias de ancianos y los centros de día, entre otros.

Además, entre 1993 y el 2000 el gasto en protección social como porcentaje del

Producto Nacional Bruto se redujo del 24% al 20% aumentando la diferencia

respecto a la media de la UE de 4,8 a 7,2 puntos.27 28 Por otro lado, el gasto en

salud pública es bajo y el gasto social también está entre los más bajos de la

UE.29

3.5. Las desigualdades entre áreas geográficas y clases sociales

En España, las desigualdades sociales se manifiestan en forma de un

gradiente geográfico desde el noreste al suroeste en una línea que cruza España

desde Lugo hasta Alicante. Así, existen notables desigualdades sociales entre los

municipios en el desempleo, el analfabetismo, el hacinamiento en las viviendas y

la clase social.30 Estas diferencias se correlacionan estrechamente con la

mortalidad.31 A nivel regional, las comunidades autónomas más ricas tienen más

del doble de ingresos per capita respecto al de las más desaventajadas.

Andalucía (22,1%) o Extremadura (21,9%) doblan la tasa de desempleo español

(11% en 2002), mientras Navarra (6%) o Baleares (6,5%) tienen la mitad de la

tasa global, incluso un punto debajo de la tasa de la UE-15 (7,4% en 2002). En

relación a las clases sociales, se observan grandes diferencias en el desempleo,

la temporalidad, y el gasto medio anual.32

¿Qué consecuencias tienen la existencia de éstas y otras desigualdades

sociales y económicas en la salud y la calidad de vida de los ciudadanos y

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ciudadanas del estado español? ¿Qué sabemos sobre las características

principales de las desigualdades en salud en España?

4. Las desigualdades en salud y calidad de vida 4.1. Magnitud

Una de las mejores maneras de que disponemos para analizar esta

característica fundamental de las desigualdades en salud es mediante el análisis

territorial de la mortalidad en áreas geográficas pequeñas (municipios y

agregados de municipios) y su relación con indicadores sociales. En las mujeres,

la mediana de la esperanza de vida al nacer es de 80,7 años. Las peores zonas,

situadas sobre todo en el sur, tienen una mediana de 5 años menos de esperanza

de vida. En los hombres, la mediana de la esperanza de vida al nacer es de 74,6

años. Las zonas peores, también situadas sobre todo al sur, tienen 6 años menos

de esperanza de vida al nacer.31

Diversos estudios en áreas geográficas de pequeño tamaño (municipios o

agregados de municipios) muestran un exceso de mortalidad en forma de un

gradiente que se asocia con la desigualdad social. Si las áreas con mayor

privación tuvieran indicadores de mortalidad equivalentes a las áreas más ricas,

cada año podría evitarse la muerte de más de 35.000 personas. En otras

palabras, cada hora se están produciendo cuatro muertes “de más” a causa de la

desigualdad. El mayor número de áreas de “elevado riesgo” se concentra al sur

del paralelo 40: Andalucía, Extremadura, Canarias, Murcia o Castilla la Mancha

son las comunidades más desfavorecidas socialmente y a la vez las que tienen

una mayor mortalidad. (ver figura 1).33

Andalucía y Extremadura, con aproximadamente el 20% de la población

española, acumulan un tercio de los desempleados y analfabetos del país, y

también la mayoría de zonas con exceso de mortalidad. Se registra una

asociación que sigue un gradiente entre la desventaja o privación material y la

mortalidad. Para el periodo 1987 a 1995, se ha estimado un exceso de mortalidad

de más de 222.000 muertes para las diez primeras causas de muerte.34 El exceso

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anual de mortalidad en las diez primeras causas de muerte en los hombres y en las

mujeres puede observarse en las tablas 1 y 2 respectivamente.

Las áreas con el riesgo de mortalidad más elevado se concentran sobre

todo en el sur-oeste de España tanto en los hombres (el 8% de todas las áreas

son de alto riesgo con un riesgo de mortalidad entre 1,19 y 1,89 veces mayor)

como en las mujeres (el 10% de todas las áreas son de alto riesgo con un riesgo

relativo de mortalidad entre 1,2 y 1,6 mayor). El exceso anual total de mortalidad

definido como la diferencia entre el número de muertes observadas y el número

de muertes esperadas se ha estimado en 5.197 muertes en los hombres y 3.602

muertes en las mujeres, respectivamente. Las provincias de Sevilla, Huelva y

Cádiz,35 con aproximadamente el 8% de la población española, acumulan

alrededor de una tercera parte del exceso de muertes acaecidas en las áreas con

el riesgo más elevado. Del total de áreas, en los hombres, son de alto riesgo el

41% de áreas de Huelva, el 32% de áreas de Sevilla y el 56% de Cádiz (mapa 1).

En las mujeres, son de alto riesgo el 29% de áreas de Huelva, el 34% de Sevilla y

el 50% de Cádiz (mapa 2).36

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Figura 1. Desigualdad en mortalidad por comunidades autónomas (porcentaje de exceso de muertes y porcentaje de población en España) (1987-1995).

0 5 10 15 20 25

ANDALUCIA

CATALUÑA

MADRID

VALENCIA

GALICIA

C.LEON

P .VAS CO

C.MANCHA

CANARIAS

ARAGON

ASTURIAS

EXTREMADURA

MURCIA

BALEARES

CANTABRIA

NAVARRA

RIOJA

CEUTA

MELILLA

% Exceso muertes

% Población

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Tabla 1. Número anual de muertes en los hombres en las diez primeras causas de muerte en las comunidades autónomas (1987-1995). Comunidades

autónomas Enferm.

Isquémica corazón

Enferm Cerebrov.

Otras enferm. corazón

Cáncer pulmón

EPOC1

Cirrosis Accidentes

tráfico Cáncer próstata

Cáncer estómago

IRA2

Andalucía 3526 3096 2537 2337 1974 1023 839 580 533 655Cataluña

3050 2713 2031 2243 1701 878 821 735 601 480Madrid 1846 1309 1884 1432 661 594 411 460 399 575Valencia 2260 2190 1452 1311 1082 582 597 438 383 350Galicia 1457 1496 1546 969 906 370 534 405 399 281C. León 1346 1300 1284 777 651 282 385 405 477 290País Vasco 889 709 895 677 472 299 257 212 256 170C. Mancha 890 1032 803 522 534 178 229 234 226 201Islas Canarias 795 448 510 378 211 206 142 158 85 149Aragón 707 645 571 418 339 158 165 202 157 203Asturias 706 492 396 543 507 188 184 158 132 105Extremadura 698 662 535 469 303 119 131 130 135 104Murcia 504 513 365 300 313 143 166 98 74 95Islas Baleares 447 356 360 281 197 99 90 106 51 67Cantabria 278 211 225 216 168 66 67 72 53 53Navarra 262 218 203 158 133 51 84 81 71 66Rioja 130 142 145 83 62 31 48 39 34 33España 19791 17532 15742 13114 10214 5267 5150 4513 4066 3877 1 Enfermedad pulmonar obstructiva crónica 2 Infecciones respiratorias agudas, neumonía e influenza

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Tabla 2. Número anual de muertes en las mujeres en las diez primeras causas de muerte en las comunidades autónomas (1987-1995). Comunidades

autónomas Enferm

Cerebrov. Otras

enferm. corazón

Enferm. Isquémica corazón

Diabetes Ateros-clerosis

Cáncer de mama

EPOC1 Demencia IRA2 Cáncer colon

Andalucía 4548 3958 2698 1179 826 793 678 419 690 435Cataluña

3854 3027 2285 774 1177 1024 703 918 483 558Madrid 1922 2465 1299 501 572 665 284 423 521 349Valencia 3078 2134 1541 674 674 549 414 390 337 316Galicia 2450 2403 1047 376 483 385 415 317 303 225C. León 1722 1818 932 370 326 376 301 251 288 227País Vasco 952 1091 599 224 250 312 237 285 178 133C. Mancha 1464 1185 651 306 209 210 216 163 182 127Islas Canarias 567 631 558 308 71 199 83 83 127 63Aragón 784 810 502 202 167 209 131 211 193 107Asturias 778 652 589 200 275 182 185 190 120 98Extremadura 987 825 526 225 104 144 106 71 109 99Murcia 740 563 407 156 88 129 127 96 96 60Islas Baleares 479 477 284 97 193 122 73 86 63 61Cantabria 332 373 184 73 79 69 59 66 64 38Navarra 265 289 184 66 80 80 52 66 69 42Rioja 163 206 90 36 22 43 33 27 30 22España 25085 22907 14376 5767 5596 5491 4097 4062 3853 2960 1 Enfermedad pulmonar obstructiva crónica 2 Infecciones respiratorias agudas, neumonía e influenza

489

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Mapa 1. Áreas de alto riesgo de mortalidad en los hombres

Mapa 2. Áreas de alto riesgo de mortalidad en las mujeres

490Andalucía

Sevilla

Cádiz

Huelva

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491

Andalucía

Sevilla

Cádiz

Huelva

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Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) del año 2002,

dos terceras partes de la población del estado español reside en municipios de

más de 20.000 habitantes. Por tanto, es importante estudiar las desigualdades

en salud también en los territorios urbanos.37 Sobre todo en Barcelona38 39 pero

también en otras ciudades40 41 42 43 se han descrito desigualdades en salud en

áreas pequeñas, siendo los barrios más marginados dónde se detectan los

peores indicadores socioeconómicos y de salud, como son las altas tasas del

sida, la tuberculosis y la sobredosis de drogas. Por ejemplo, en Barcelona la

esperanza de vida entre las distintas zonas básicas de salud presentaba un

rango de 13,7 años para los hombres y 7,2 años para las mujeres en los años

1989-93. Las causas de muerte que se acumulaban en las zonas más

marginadas presentaban riesgos relativos de mortalidad más elevados

conforme aumentaba la privación material de la zona. Así, las zonas con mayor

desempleo tuvieron un riesgo mucho mayor de mortalidad por sida (3,4 veces),

sobredosis (5,2) y tuberculosis (6,3) respecto a las zonas con menor

desempleo.39 En la comunidad autónoma de Madrid, la razón de tasas de

mortalidad entre la población con menos ingresos respecto a la de más

ingresos es de 1,58 en el cáncer de pulmón para los hombres y de 0,55 para

las mujeres, asociación inversa probablemente debida a que en primer lugar

empezaron a fumar las mujeres de clases menos privilegiadas. Para la

enfermedad isquémica del corazón estas razones fueron de 1,23 para los

hombres y de 1,51 para las mujeres.44

Además de las desigualdades en mortalidad, la magnitud y relevancia de

las desigualdades en salud pueden ilustrarse mediante los estudios que utilizan

como fuentes de información las encuestas de salud. Un reciente estudio ha

mostrado como, para el año 2001, las personas con menor nivel educativo (sin

estudios) tienen un riesgo entre dos y tres veces mayor (mayor en las mujeres

que en los hombres) de tener un estado de salud deficiente en comparación

con quienes tienen un mayor nivel de estudios (universitarios).45 Otro ejemplo,

también para el año 2001, muestra como las desigualdades en la salud

percibida según la clase social cambian en las comunidades autónomas,

aunque la probabilidad de presentar una salud deficiente siempre es

claramente más elevada en las clases manuales (ver figura 2).46

492

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Finalmente, es importante destacar las desigualdades en salud entre los

trabajadores según su tipo de contrato. Los trabajadores con contratos

temporales tienen un riesgo tres veces superior a los trabajadores indefinidos

de padecer lesiones no mortales producidas por accidentes de trabajo. En

relación a las lesiones mortales el riesgo es dos veces mayor en los temporales

respecto a los indefinidos. Y según la Encuesta de Condiciones de Trabajo de

1999, los trabajadores con contrato temporal que declaran tener poco control

para hacer pausas laborales y pocas posibilidades de introducir cambios en su

trabajo son el 39% y 56,2% de los casos, frente al 26,5% y 42,2% entre

quienes tienen un contrato indefinido respectivamente.

Figura 2. Razón de prevalencias de mala salud percibida entre manuales y no manuales según sexo y comunidad autónoma. Población de 16 años o más, 2001.

0 1 2

Total

Ceuta y MelillaLa Rioja

País VascoNavarraMurciaMadridGalicia

ExtremaduraC. Valenciana

CataluñaCastilla León

Castilla la ManchaCantabriaCanariasBalearesAsturiasAragón

Andalucía

Mujeres Hombres 4.2. Gradualidad

La existencia de un gradiente en las desigualdades en salud significa

que a medida que se desciende en la escala social tienden a empeorar

progresivamente los indicadores de salud y calidad de vida. Veamos algunos

datos relativos al estado de salud autopercibido, los problemas de salud

crónicos, las conductas perjudiciales para la salud y el uso y calidad de los

servicios de salud.

493

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El análisis de la encuesta nacional de salud de 1995 permitió mostrar

como las clases sociales más pobres (III y IV) tenían un peor estado de salud,

con un marcado gradiente, comparadas con el de las clases sociales más ricas

(I y II).47 Por ejemplo, el 40% de la población de la clase social más

desfavorecida declaró tener un nivel de salud deficiente (regular, mala, o muy

mala) en comparación con solo un 27% en la clase más privilegiada (figura 3).

Ese gradiente fue consistente con los resultados obtenidos en encuestas

anteriores.

Figura 3. Estado de salud deficiente. Distribución por clases sociales y evolución (porcentajes estandarizados por sexo y edad).

20%

25%

30%

35%

40%

45%

Clase I Clase II Clase III Clase IV

1987

1993

1995

Un trabajo reciente muestra como en el año 2001, tanto en hombres

como en mujeres, el porcentaje de población que declara un nivel de salud

deficiente (regular, mala, o muy mala) también aumenta gradualmente según la

clase social, con un gradiente más pronunciado en el caso de las mujeres

(figura 4).45

Las clases sociales más desaventajadas declaran problemas de salud

crónicos como el asma, la bronquitis crónica, la hipertensión arterial, o la

diabetes con mayor frecuencia, y la prevalencia de estos problemas sigue

asimismo un claro gradiente social.48 Por ejemplo, en 1993 las mujeres de

494

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clase social más desfavorecida refirieron padecer diabetes 2,5 veces más

frecuentemente en comparación con la clase social más privilegiada.

Por otra parte, en cuanto a los colectivos en peor situación podemos

destacar un ejemplo recientemente publicado. En Cataluña, un estudio ha

mostrado como las mujeres de las clases sociales más desfavorecidas poseen

con mayor frecuencia peor salud (mal estado de salud percibido, salud mental,

dolor, restricción de actividad) que las clases sociales más favorecidas. El

colectivo en peor situación es el de las mujeres que trabajan en la limpieza y en

el servicio doméstico que tienen peor salud que las trabajadoras manuales y

entre dos y tres veces peor salud que las trabajadoras no manuales.49

En relación a conductas de riesgo como el tabaquismo, el consumo de

alcolcohol excesivo, el sobrepeso o la falta de ejercicio físico, las clases

sociales más desfavorecidas también presentan una peor situación en forma de

gradiente.50 Por ejemplo, en relación al tabaquismo, los hombres tienen un

mayor riesgo de fumar a medida que descendemos en la escala social.13 51 Las

poblaciones del sur de Europa, incluyendo España, presentan una disminución

de la prevalencia en los hombres y un aumento de la prevalencia en las

mujeres.52 53 En nuestro país, el consumo de tabaco empezó a inicio de los

setenta, particularmente a expensas de mujeres con estudios universitarios o

medios, aunque en la actualidad no existen diferencias en el patrón de inicio

según el género, aunque es más elevado en las clases desfavorecidas.54 55

También en el caso del consumo excesivo de alcohol, la falta de ejercicio físico

y la obesidad se observa un aumento en la prevalencia de la conducta de

riesgo conforme descendemos en la escala social.13 51 Por ejemplo, en los

hombres, el riesgo de no hacer ejercicio físico es más de dos veces superior

respecto a la clase más favorecida. En el caso de la obesidad, las mujeres

muestran un gradiente social más fuerte que los hombres.56

495

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Figura 4. Riesgo de padecer salud deficiente (regular, mala, muy mala) según clase social en hombres y mujeres en España en 2001 (la clase de referencia es la clase I).

1

1,5

2

2,5

I II III IV I II III IV

Odds Ratios

Hombres Mujeres

I Profesionales, empresariosII Autónomos, administrativosIII Trabajadores cualificadosIV Trabajadores no cualificados

La universalización de servicios sanitarios en la red sanitaria pública

durante los años 80 redujo las desigualdades entre clases sociales en el uso y

acceso de los servicios sanitarios. Así, mientras que en 1987 se registró la

infrautilización de los servicios de atención especializada en las clases sociales

con peores posiciones económicas, éstas ya no se detectaron en 1995. Sin

embargo, la amplia universalización de la atención sanitaria, no garantiza la

equidad en la accesibilidad y la calidad de los servicios sanitarios o en la

realización de prácticas preventivas.57 En cuanto a la utilización de los servicios

sanitarios, las mujeres con mayor nivel de estudios realizaron 2,5 veces más

visitas al ginecólogo en comparación con las que no tienen estudios.58 Por otra

parte, en 1995 el porcentaje de población de mayor nivel social que acude al

dentista fue del 20%, siendo del 13% en la clase social más desfavorecida.

También se observó que el tiempo de espera para ingresar en un hospital, fue

cuatro veces superior entre las personas sin formación en comparación con las

que tenían más educación. Todos esos resultados se observaron en forma de

gradiente.

496

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Aunque el 99 % de la población española tiene cobertura pública, un

porcentaje de la población también tiene cobertura privada, es decir, posee

doble cobertura. La población de las clases más privilegiadas tienen con mucha

mayor frecuencia doble cobertura sanitaria que las personas de clases menos

favorecidas. En Cataluña, por ejemplo, alrededor del 40 % de la población de

las clases más privilegiadas declaran tener cobertura pública y privada

mientras que eso solo ocurre en un 15 % de la población de les clases menos

privilegiadas.59 Esa doble cobertura sanitaria influye en la generación de

desigualdades sobretodo en cuanto a prácticas preventivas, el acceso a

servicios sanitarios sin cobertura pública y la calidad de la atención recibida. De

todos modos, es necesario señalar que sólo en tres comunidades autónomas

(Madrid, Baleares y Cataluña) existe un porcentaje elevado de población con

acceso a la cobertura sanitaria privada, siendo éste mucho menor en el resto

de comunidades.60 Dado que las clases sociales más desfavorecidas acuden a

los centros sanitarios públicos en mucha mayor proporción (90% en las clase

más desfavorecida en comparación con un 60% en la más aventajada), es muy

probable que la privatización de la atención sanitaria aumente las

desigualdades sociales en el acceso y utilización de los servicios sanitarios.

La situación existente actualmente sobre esta característica puede

resumirse con las mismas palabras utilizadas en el informe del año 2000 de la

Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS): “En

España existen desigualdades sociales en salud en forma de gradiente en

ambos sexos, siendo las clases sociales menos favorecidas y las áreas

geográficas con menos recursos aquéllas que registran peores indicadores de

salud. Por ello, las políticas sociales y sanitarias dirigidas a reducir las

desigualdades sociales pueden mejorar el nivel de salud y bienestar de toda la

población y no sólo la de los grupos más vulnerables”.

4.3. Crecimiento

Aunque sobre esta característica tenemos menos información que en los

casos anteriores, los estudios disponibles muestran como las desigualdades en

salud no disminuyen sino que, en la mayoría de ocasiones, tienden a aumentar.

Los ejemplos incluyen datos de mortalidad, el estado de salud percibido y, en

497

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menor medida, problemas crónicos de salud y conductas perjudiciales para la

salud.

El estudio de las desigualdades en mortalidad a nivel individual se ha

realizado en los hombres de mediana edad en 8 provincias del estado español

en que la ocupación del Boletín Estadístico de Defunción estaba recogida con

el suficiente nivel de calidad. Entre 1980-82 y 1988-90, el riesgo de mortalidad

entre los trabajadores manuales (30-64 años) era más elevado en comparación

con los profesionales y directivos. De hecho, la diferencia en la Razón de

Mortalidad Estandarizada (RME) entre ambos tipos de trabajadores aumentó

desde 1,27 al 1,72 entre ambos periodos. Además, se ha detectado un

aumento de las desigualdades para la mayoría de las causas de defunción

estudiadas.61 En el caso de la enfermedad isquémica del corazón el riesgo de

morir en los trabajadores manuales de 45 a 64 años (respecto a los

profesionales) pasó de 0,78 a 1,37.62 Por otro lado, el informe global sobre

desigualdades en salud mostró como entre 1987 y 1993 la desigualdad entre

las clases sociales de las regiones con menor renta familiar aumentó en las

comunidades autónomas más pobres.

Un reciente análisis del riesgo de mortalidad en áreas pequeñas en los

periodos 1990-92, 1993-95 y 1996-98 muestra dos hallazgos de interés. Por un

lado, la consistencia del gradiente norte-sur y muy en especial en la zona sur-

oeste, detectada en estudios previos y, por otro, como en comparación con el

periodo 1990-92 aparece una reducción del riesgo en el periodo 1993-95 y un

aumento en el periodo 1996-98 tanto en hombres (mapa 3) como en mujeres

(mapa 4).63 En los hombres, las zonas con un riesgo mayor al 20% de la media

nacional pasaron del 4,3% (1990-92) a 1,4% (1993-95), subiendo al 11,3%

(1996-98). Entre el primer periodo y el tercero destaca especialmente el

incremento en el número de zonas de mayor riesgo en Andalucía (11,1% a

27,4%), Extremadura (3,4% a 12,6%), Valencia (2,9% a 17,3%) y Asturias

(10,6% a 27,7%). En las mujeres, las zonas con un riesgo mayor al 20% de la

media pasaron del 6% (1990-92) al 2% (1993-95), subiendo al 11,6% (1996-

98). Entre el primer periodo y el tercero destaca el empeoramiento de

Andalucía (12,1% a 27,9%), Extremadura (6,7% a 10,1%), Valencia (12,0% a

20,7%) y Canarias (10,0% a 17,1%).

498

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Mapa 3. Riesgo relativo de mortalidad en hombres en los periodos 1990-92, 1993-95 y 1996-98.

≥ 1,4≥ 1,2 - < 1,4≥ 1,1 - < 1,2≥ 1,0 - < 1,1< 1

≥ 1,4≥ 1,2 - < 1,4≥ 1,1 - < 1,2≥ 1,0 - < 1,1< 1

≥ 1,4≥ 1,2 - < 1,4≥ 1,1 - < 1,2≥ 1,0 - < 1,1< 1

499

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Mapa 4. Riesgo relativo de mortalidad en mujeres en los periodos 1990-92, 1993-95 y 1996-98

≥ 1,4≥ 1,2 - < 1,4≥ 1,1 - < 1,2≥ 1,0 - < 1,1< 1

≥ 1,4≥ 1,2 - < 1,4≥ 1,1 - < 1,2≥ 1,0 - < 1,1< 1

≥ 1,4≥ 1,2 - < 1,4≥ 1,1 - < 1,2≥ 1,0 - < 1,1< 1

500

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Un reciente estudio realizado en la ciudad de Barcelona pone en

evidencia las tendencias en las desigualdades en la mortalidad por sida,

observándose un incremento más importante hasta 1995 (año de introducción

de los tratamientos antiretrovirales) en las personas que viven en barrios con

privación material y que tienen un bajo nivel de estudios (el riesgo relativo de

morir en este grupo respecto al de las personas con mayor nivel de estudios

que viven en el resto de barrios es de 5,7 para los hombres y de 7,4 para las

mujeres en 1995). Asimismo, el decremento posterior a 1995 también fue

inferior en estas personas, siendo los RR del año 2000 superiores a 10 tanto

para hombres como para mujeres. Estas tendencias y altos riesgos relativos se

mantienen para los usuarios de drogas intravenosas y no son tan evidentes

para los grupos de transmisión homosexual y heterosexual.64

Los datos disponibles sobre tendencias temporales en la salud

autopercibida muestran también en general un aumento de las desigualdades.

Entre 1987 y 1993 la desigualdad entre clases sociales en las comunidades

autónomas con renta familiar igual o mayor a la renta media nacional

disminuyó. Sin embargo, la desigualdad aumentó en las comunidades

autónomas más pobres.13 En relación a las dolencias crónicas se observa

también un gradiente social que ha aumentado ligeramente entre 1987 y

1995.26 En el caso de las enfermedades crónico-limitantes y de las dolencias

que limitan la actividad, la desigualdad entre los extremos de la escala social es

mayor en 1995 que en los años precedentes y el gradiente social parece

haberse acentuado. Otros estudios han analizado también las tendencias de

las desigualdades en salud utilizando las encuestas anteriores a 2001.65 66 67

En un estudio que ha analizado las encuestas nacionales de salud

disponibles (1987, 1993, 1995-1997 y 2001), se aprecian varios resultados de

interés tanto en los hombres (figura 5) como en las mujeres (figura 6).

En primer lugar, en ambos sexos a medida que disminuye el nivel

educativo los sujetos tienen una mayor posibilidad de tener un estado de salud

deficiente. Segundo, las desigualdades en la salud según educación están

presentes a lo largo de todo el período. Tercero, en ambos sexos se produce

un incremento en las desigualdades en salud según nivel educativo durante el

período 1996 a 2001. Y cuarto, el incremento en las desigualdades en salud es

mayor entre las mujeres.

501

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Figura 5. Riesgo de padecer salud deficiente (regular, mala, muy mala) según educación en hombres en España (1987 a 2001).

1

1,5

2

2,5

3

3,5

4

I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV

Odds Ratios

1987 1993 1996 2001

I Estudios universitariosII Estudios secundariosIII Estudios primariosIV Sin estudios

Figura 6. Riesgo de padecer salud deficiente (regular, mala, muy mala) según educación en mujeres en España (1987 a 2001).

1

1,5

2

2,5

3

3,5

4

I II III IV I II III IV I II III IV I II III IV

Odds Ratios

I Estudios universitariosII Estudios secundariosIII Estudios primariosIV Sin estudios

1987 1993 1996 2001

El incremento en esas desigualdades se debe probablemente a los

factores socio-económicos ocurridos en ese período. Entre los factores

502

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positivos cabe destacar un notable crecimiento económico, superior a la media

de la UE y el descenso en el desempleo desde mediados de los años 90. Sin

embargo, los factores negativos son notables. Primero, estar desempleado no

garantiza ninguna ayuda pública, ya que menos del 60% de los parados recibe

algún tipo de subsidio. Segundo, en ese periodo el aumento en la temporalidad

ha sido enorme, especialmente entre los trabajadores menos cualificados que

se han visto abocados a tener peores condiciones de trabajo y mayor

precariedad laboral. Tercero, las condiciones laborales y sociales de la mujeres

son muy negativas: tienen menor acceso al empleo, cuando están

desempleadas su duración es más larga que en los hombres, ocupan puestos

de trabajo de inferior jerarquía, tienen trabajos precarios con más frecuencia y

tienen un mayor grado de demandas familiares, principalmente en las mujeres

trabajadoras de clases manuales. Cuarto, en España además de que las

mujeres dedican mucho más tiempo que los hombres al cuidado familiar, la

política social de servicios públicos de apoyo a la familia es una de las más

débiles de Europa, causando que sean las familias, y particularmente las

mujeres, las que deben proceder al cuidado de niños, ancianos y personas

dependientes.68

En relación con las conductas perjudiciales para la salud los datos

disponibles indican en general un incremento de las desigualdades sociales.

Las desigualdades en el riesgo de fumar aumentaron ligeramente entre 1987 y

1993. En cambio, si bien en los años 90 eran las mujeres de las clases sociales

más privilegiadas quienes fumaban en mayor medida, la última encuesta

nacional de salud de 2001 muestra cómo ya son las mujeres de clases sociales

más desfavorecidas las que presentan un mayor riesgo de fumar. Existen

además diferencias sociales apreciables en el patrón de abandono. Aunque la

proporción de abandono ha aumentado en los hombres, la tendencia al

abandono es más marcada en aquéllos de mayor nivel educativo, mientras que

en las mujeres la proporción de abandono sólo aumentó en las universitarias

de mediana edad.69 Ello sugiere que las clases sociales menos aventajadas se

benefician menos de las campañas preventivas. Las desigualdades en

alcoholismo aumentaron entre 1987 y 1993 pero tendieron a reducirse en

1995.13 47 En cuanto al sobrepeso y a la práctica de ejercicio físico, en conjunto

se observa que la desigualdad entre clases ha aumentado entre 1987 y 1995.13

503

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47 Estos resultados sugieren que las políticas de promoción del deporte tienden

a aumentar las desigualdades en salud entre clases sociales. Por otra parte, el

análisis de cuatro conductas de riesgo para la salud (tabaquismo, consumo de

alcohol excesivo, falta de ejercicio físico y obesidad) mediante un índice global

entre 1987 y 1997 ha mostrado como las clases sociales más desaventajadas

no adoptan conductas saludables en la misma medida que las clases con más

recursos por lo que aumentan las desigualdades.

4.4. “Adaptabilidad”

La “adaptabilidad” significa que, en general, los grupos sociales más

privilegiados se ven beneficiados en mayor medida de las intervenciones y

servicios socio-sanitarios relacionados con la salud. Aunque sobre este punto

la información disponible es bastante escasa, el ejemplo de cesación del

consumo de tabaco sirve como una adecuada ilustración.

En España los hombres de clase social más rica fuman menos que los

de clase social más pobre. En cambio, en las mujeres, fumaban más las de

clase social más elevada, pero esta tendencia ha ido cambiando en los últimos

años. Entre 1987 y 1997, en ambos sexos las clases sociales con nivel de

educación más alto tienden a dejar de fumar en mayor proporción que las que

tienen menos educación. Es decir, que la tendencia a abandonar el hábito

tabáquico es más elevada entre les clases más favorecidas.70 Un ejemplo

puede observarse en la figura 7.

504

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Figura 7. Proporción de abandono del hábito tabáquico en hombres (estandarizado por edad) según nivel de estudios en España (1987-1997)

0

10

20

30

40

50

1 987 19 93 19 95 199 7

S in e s tud io sP rim a riosS e cunda riosUnive rs ita rios

El resultado de las distintas tasas de abandono y de inicio en el hábito

tabáquico en las distintas clases sociales durante el período 1987-2001 puede

observarse en la figura 8. En los hombres, de 1987 a 2001 hay una reducción

en el porcentaje de fumadores, que es mayor conforme más aventajada es la

clase social (31,3% para la clase I, 28,9% para la clase II, 18,4% para la clase III,

y 14,7% para la clase IV). El resultado final de dicha tendencia es que si en 1987

la diferencia absoluta en la prevalencia de fumar entre la clase I y la clase IV era

de un 4,6%, en 2001 esa diferencia casi se ha triplicado, hasta un 11,4%). En

mujeres, por el contrario, ha aumentado el porcentaje de mujeres fumadoras,

pero de forma distinta para las varias clases sociales. Así, de 1987 a 2001, el

aumento relativo es de sólo un 1,6% en la clase I, un 24,9% para la clase II, un

21,3 para la clase III, y de un 57% para la clase IV.

505

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Figura 8. Prevalencia de fumar (%) por clase social y género en España (1987 a 2001)

0

10

20

30

40

50

60

1987 1993 1996 2001

Clase IV

Clase IIIClase II

Clase I

0

10

20

30

40

50

60

1987 1993 1996 2001

Clase IVClase IIIClase IIClase I

Hombres Mujeres

Un estudio reciente realizado en Barcelona en una unidad de tratamiento

de tabaquismo especializada para dejar de fumar ha hallado claras

desigualdades en la probabilidad de dejar de fumar según nivel de educación

tanto en hombres como en mujeres.71 Así, los hombres y mujeres con menor

nivel educativo (estudios primarios o menos) tuvieron un riesgo de recaída

superior del 75% y el 92% respectivamente en comparación con quienes tenían

estudios universitarios. Esta asociación es, además, independiente de otros

factores que predicen fuertemente la recaída en el tabaquismo, como son el

nivel de dependencia a la nicotina, la motivación para dejar de fumar, y el tipo

de tratamiento utilizado para la deshabituación.

Otra interesante ilustración proviene del impacto en la salud mental de la

falta de cobertura de desempleo. Las personas desempleadas tienen peor salud

mental (3 veces los hombres y 1,5 las mujeres) que quienes trabajan. Pues bien,

se ha observado como, sobre todo en los hombres, quienes tienen seguro de

desempleo reducen en gran medida su riesgo mientras que lo aumentan

notablemente quienes no lo poseen, es decir, la población más marginada y

excluida.72

506

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5. Principales retos en los sistemas de información, la investigación y las políticas sanitarias y sociales

Hasta el momento hemos revisado las características más relevantes

que determinan las desigualdades en salud, algunos de los principales rasgos

socio-económicos en España y la situación existente en las desigualdades en

salud mediante la selección de la información disponible más relevante.

Aunque en las últimas décadas se han hecho progresos notables en el campo

de las desigualdades en salud, las insuficiencias son también patentes. Un

balance general con los principales acontecimientos relacionados con los

sistemas de información, la investigación y las políticas sobre desigualdades en

salud puede observarse a continuación en la tabla 3.

Durante el periodo entre 1970 y 1980 las desigualdades en salud fueron

“invisibles”, un tema prácticamente desconocido. Entre 1981 y 1987 mejoró

bastante el tipo y la calidad de los datos y fuentes de información disponibles,

se realizaron las primeras encuestas de salud y se produjeron iniciativas

legislativas muy importantes, como la puesta en marcha del Sistema Nacional

de Salud. Entre 1988 y 1996 se universalizan muchos servicios sanitarios, se

ponen en marcha algunas políticas económicas globales sobre las pensiones o

de tipo específico sobre la pobreza, con un probable impacto importante en la

reducción de algunas desigualdades en salud73 y en 1996 se publica el primer

informe global sobre desigualdades en España, “el Informe Black español”.

Desde 1997 y hasta la actualidad se puede decir que aunque las

desigualdades en salud son un tema de salud pública muy relevante, la

atención recibida hasta el momento en el estado español es aún exigua. Es

cierto que contamos con grupos de investigación que investigan y publican sus

resultados sobre desigualdades en salud en revistas científicas nacionales e

internacionales (como acabamos de revisar en este mismo trabajo), y

recientemente se ha publicado el primer informe sobre desigualdades sociales

en Cataluña -la primera comunidad autónoma hasta el momento que cuenta

con un informe global sobre desigualdades en salud. Además, es necesario

señalar que el informe de la Sociedad Española de Salud Pública del año 2004

analiza en profundidad las desigualdades en salud según género y clase social

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en el Estado Español,74 poniendo en evidencia la debilidad de las políticas

existentes para hacerles frente.

Tabla 3. Resumen de los principales acontecimientos relacionados con la información, investigación y políticas sobre desigualdades en salud en España, 1970-2003 Periodo Acontecimientos sobre información, investigación y políticas 1970-1980 No se investiga sobre desigualdades socio-económicas de salud.

Las desigualdades en salud son “invisibles”. 1981-1987 Progreso limitado en la investigación sobre desigualdades en salud.

Primera encuesta de salud realizada en el estado español (Barcelona, 1983). Publicación del primer libro sobre desigualdad y salud en España (1983). Publicación de la Ley General de Sanidad (1986). Se alcanza casi una universalización de muchos servicios sanitarios. Primera intervención específica para reducir las desigualdades en salud (Ciutat Vella en Barcelona, 1987). Primer encuesta de salud de ámbito estatal (1987)

1988-1996 Puesta en marcha del primer programa sobre la pobreza (P. Vasco, 1989) Primera adaptación española de la clasificación de clase social británica (1989) El Ministerio de Sanidad español, bajo el gobierno del PSOE, nombra una comisión para estudiar las desigualdades sociales en salud siguiendo el modelo del británico Informe Black (1993). Primer libro global sobre desigualdades en salud en España (1994) Publicación del “Informe Black sobre desigualdades en salud en España" (1996). Lento progreso en la investigación académica en publicaciones científicas especializadas.

1997-2003 Las aportaciones del Informe Black español no son tenidas en cuenta por el nuevo gobierno del Partido Popular y sus conclusiones y recomendaciones rechazadas. Progreso destacable en la investigación académica en publicaciones científicas especializadas y en los diversos informes de salud pública. Muy escasa ayuda institucional de la administración estatal y autonómica en la investigación y realización de intervenciones para reducir desigualdades en salud. Publicación del “Informe Black sobre desigualdades en salud en Cataluña” (2003) La lenta difusión de los temas relacionados con las desigualdades en salud no alcanza el debate social y político. Las desigualdades en salud no están en la agenda política de los partidos políticos.

Los principales factores en que se manifiesta ese “olvido” son los

siguientes: Primero, las fuentes y sistemas de información para valorar este

tema son aún insuficientes y limitadas; segundo, el número de investigaciones

científicas y, sobre todo, los estudios promovidos por parte de las

administraciones públicas son muy escasos; tercero, apenas si existen

intervenciones y políticas sanitarias y sociales dirigidas explícitamente a reducir

las desigualdades en salud; las desigualdades en salud no han sido ni son

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objeto de debate social no hallándose hasta este momento presentes en la

agenda política; y finalmente, las desigualdades en salud son un tema político

conflictivo o potencialmente conflictivo que las administraciones públicas

tienden a ignorar, maquillar u ocultar.

5.1. Limitaciones en los sistemas de información: la necesidad de crear un “Observatorio sobre Desigualdades en Salud”

Hace ahora una década, al mencionar las desigualdades en salud el

informe de SESPAS de 1993 señaló como en España no era posible describir

la magnitud y distribución de las distintas dimensiones de las desigualdades en

salud y como no se había establecido “ningún sistema de monitorización que

permita valorar tendencias”.75

Aunque, como hemos visto, en la actualidad disponemos de bastante

más información y se han realizado estudios de indudable interés, siguen sin

existir los sistemas de información adecuados con los datos necesarios para

realizar un adecuado “diagnóstico” de las desigualdades en salud en España. Y

ello por varias razones. Primero, porque, en muchos casos los sistemas de

información actuales no presentan la información desagregada geográficamente

ni existe información sobre dimensiones fundamentales como la clase social, el

género, la etnia o la emigración. Además, los indicadores de salud disponibles

hacen sobre todo referencia a la mortalidad y la morbilidad autopercibida, siendo

muy escasa la información sobre la calidad de vida y la salud mental. Segundo,

porque no existe la información que permita estudiar en detalle el impacto de

factores tan relevantes para la salud como la precariedad laboral, las exigencias

familiares en el hogar, los factores psicosociales del medio laboral, la

discriminación y la violencia de género, la situación de los inmigrantes, las

morbilidad poblacional medida con medidas fisiológicas en encuestas de salud,

la calidad de los servicios de salud según clase social, o la distribución de los

contaminantes químicos según territorio y clase social, entre otros temas. Y

tercero, porque en la actualidad no existe un sistema de información que

permita monitorizar detalladamente la situación del conjunto de características

y factores relacionados con las desigualdades en salud y establecer un análisis

elaborado de su evolución, determinantes y causas específicas. Como hemos

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señalado con anterioridad, pueden ilustrarse más o menos bien dos de las

características principales de las desigualdades en salud (magnitud y

gradualidad) pero sólo en forma limitada o muy limitada las otras dos

(crecimiento y “adaptabilidad”).

Por ello, es prioritario la creación de un observatorio integral de

desigualdades en salud de ámbito estatal que cuente con los recursos

humanos y económicos apropiados que permitan mejorar las fuentes de

información sanitarias y sociales con el objetivo de recoger de forma

sistemática datos comparables y el desarrollo de un sistema global de

indicadores que permita medir todas las características de las desigualdades

en salud. En este sentido es importante una profunda revisión de las actuales

Encuestas Nacionales de Salud que deberían incluir más cuestiones sobre las

condiciones de vida y de trabajo, así como incluir nuevos indicadores de salud

como la salud mental. Mayor revisión aún merecen las Encuestas Nacionales

de Condiciones del Trabajo, en absoluto representativas de la población

ocupada ni asalariada española y cuyo cuestionario debe modificarse

substancialmente para ser realmente útil.

5.2. La escasez de la investigación: la necesidad de realizar informes globales de desigualdades en salud y reforzar la investigación académica especializada.

Los resultados de una reciente revisión muestran que entre 1995 y 2002

se han publicado un total de 722 artículos sobre desigualdades en salud en

España en revistas tanto nacionales como extranjeras.76 Sin embargo, si bien

los estudios de carácter descriptivo sobre desigualdades en salud han crecido

notablemente, la investigación sobre sus causas y sus consecuencias es aún

muy limitada.77

Esa debilidad se refleja en dos aspectos principales. En primer lugar, en

la ausencia de estudios e informes detallados por parte de las administraciones

públicas que analicen y difundan la situación de las desigualdades en salud en el

estado español y las comunidades autónomas. Ello se debe sobre todo a la

ausencia de recursos (materiales y humanos) y de la voluntad política suficientes

para realizar informes sobre desigualdades integrales. Así, aunque las

comunidades autónomas que realizan encuestas y planes de salud publican

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informes donde se tratan las desigualdades, su abordaje es muy insuficiente ya

que el análisis según género, clase social y educación es escaso y

prácticamente inexistente según etnia. El abordaje de las desigualdades en

planes de salud es relevante solo en el País Vasco, Navarra, la Comunidad de

Madrid y Andalucía, que dedican un tratamiento específico. Así por ejemplo, el

último plan de salud de País Vasco78 79 tiene objetivos para reducir las

desigualdades en los distintos problemas de salud tratados, lo que representa

un avance respecto a planes anteriores. La segunda debilidad se manifiesta en

la ausencia de recursos suficientes para facilitar la puesta en práctica de

programas destinados a la investigación académica. Solo recientemente se ha

puesto en marcha el primer grupo de trabajo de estudio de las desigualdades en

salud dentro de la acción estratégica en Desigualdades en Salud que forma

parte de la Red de Centros de Epidemiología y Salud Pública.

5.3. Las políticas sanitarias y sociales: la necesidad de poner en marcha intervenciones poblacionales y específicas que reduzcan las desigualdades en salud

¿Cuál es la evaluación de las políticas e intervenciones sobre

desigualdades en salud en España durante los últimos años? El balance

general es negativo. Aunque los estudios sobre desigualdades en salud han

ido aumentando, el número de intervenciones es aún escaso y más escaso

todavía el número de estudios que realizan evaluaciones. De hecho, puede

decirse que hasta el momento no existen intervenciones sanitarias y sociales

que tengan como objetivo específico la reducción de las desigualdades. A

pesar de ello, debemos señalar algunas excepciones parciales. Por un lado, los

programas específicos que realizan buena parte de las comunidades

autónomas sobre colectivos vulnerables. Los excluidos, inmigrantes,

trabajadoras del sexo y usuarios de drogas son las poblaciones donde se

llevan a cabo más intervenciones, muchas de las cuales son posibles por las

subvenciones a organización no gubernamentales. Por otro, la puesta en

marcha de algunas intervenciones locales como las realizadas desde mediados

los años 80 en la ciudad de Barcelona.80

Hasta el momento los planes de salud de las comunidades autónomas o

bien no tienen en cuenta las desigualdades o bien presentan entre sus listas de

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objetivos a la equidad en forma más o menos destacada. En este último caso,

sin embargo, estamos ante un modelo teórico que no plantea realizar en forma

efectiva las políticas sanitarias y sociales que se necesitan ya que no cuentan

con los recursos, las actividades ni las evaluaciones adecuadas para su

actuación efectiva. En definitiva, para su actividad real se requiere, no sólo

plantear estrategias de intervención con acciones a la vez universales y

selectivas, sino dotar de recursos, rendir cuentas, evaluar y, sobre todo, “pasar

a la acción política”.

La limitada información disponible sobre las desigualdades en salud no

debería impedir la puesta en práctica y evaluación de intervenciones dirigidas a

reducir las desigualdades mediante objetivos cuantificables que permitan

evaluar las acciones sanitarias y sociales según su impacto sanitario, calidad

de la vida y su coste económico.57 Para ello, se requiere seguir cuatro criterios

generales: reducir las desigualdades sin empeorar la salud de quienes tienen

mejores indicadores; evitar las acciones que favorezcan más a quienes de por

sí ya están mejor; actuar frente a los determinantes de salud más generales; y

establecer objetivos diferentes según las distintas necesidades de clases

sociales, sexos y áreas geográficas. El reto más importante en la actualidad es

situar en la agenda política las políticas explícitas para reducir las

desigualdades. 5.4. Las desigualdades en salud como prioridad política: de la negación o indiferencia a la acción política.

La consistencia en el conocimiento científico existente muestra con

claridad como las desigualdades sociales dañan la salud. Dado que los

principales determinantes sociales y económicos que causan estas

desigualdades (la cantidad y calidad del empleo, la educación, el acceso a una

vivienda digna y, en general, las condiciones materiales de vida de la población,

etc.) no son fijos e inmodificables, habremos de convenir que las desigualdades

en salud pueden reducirse. Las siguientes recomendaciones en los sistemas

de información, investigación y políticas pueden ayudar a hacerlo (ver tabla 4).

Las desigualdades en salud son uno de los mejores indicadores sociales

que tenemos para valorar los logros sociales de un país. No obstante,

resultados tan contundentes como los mostrados en estudios muy diversos o

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en este documento, ni han producido hasta ahora la reacción de las

administraciones públicas ni han abierto un debate social y político que es

urgente y necesario.81 De hecho, se ha señalado que España se encuentra

actualmente en este tema en una situación de “negación o indiferencia”.82 Ante

el “olvido” de las desigualdades, cabe preguntarse: ¿Por qué la omisión de uno

de los mayores problemas de salud pública aún no resueltos?83 ¿Por qué esa

indiferencia ante un tema que ha sido calificado como uno de los problemas de

salud pública más importantes del país?84 ¿Por qué apenas si recibe atención

un tema que es una de las mejores maneras de que disponemos para valorar

el progreso social de un país? Tres posibles explicaciones son las siguientes:

su falta de visibilidad entre los agentes sociales y la sociedad en general a

causa de su escasa tradición en el campo de la salud y su valoración como un

tema “poco médico”; la falta de información científica sobre el tema hasta hace

muy pocos años; y el hecho de que se trata de un tema con un claro

componente social y político que lo sitúa en el centro de muchos intereses y

conflictos.

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Tabla 4. Principales recomendaciones sobre desigualdades en salud en España Sistemas de información Que se desarrollen los sistemas de información para conocer la situación, evolución y causas

de las desigualdades en salud. Que los sistemas de información incluyan información social relativa a los determinantes

económicos, sociales, laborales, ambientales, y culturales más importantes. Que los sistemas de información sanitarios y sociales recojan información sobre la clase social,

el género, la etnia, y el territorio en todas las encuestas de salud y registros de enfermedad, mortalidad, y otras fuentes de datos de interés.

Que el gobierno y el parlamento español establezcan un Observatorio sobre Desigualdades en Salud (ODS) que analice su evolución y que asesore sobre la mejor manera de reducirlas.

Investigación Que el gobierno español y los gobiernos autonómicos desarrollen programas de

investigación institucionales que realicen informes exhaustivos sobre las desigualdades en salud.

Que las administraciones públicas fomenten en las instituciones académicas y de investigación el estudio y desarrollo de los determinantes y mecanismos generadores de las desigualdades en salud así como de las acciones preventivas más eficientes.

Políticas Que el gobierno español y los gobiernos autónomicos consideren como prioritario, y como parte

de su política sanitaria, el objetivo de reducir las desigualdades sociales como una de las mejores maneras de mejorar la salud de la población.

Que la reducción de las desigualdades en salud entre en la agenda política y sea objeto de debate en las elecciones a los parlamentos español y autónomicos.

Que las políticas socio-sanitarias sean universales y afecten a toda la población, estableciéndose también políticas específicas para los grupos con menos recursos y más vulnerables.

Que las autoridades sanitarias y los servicios sociales coordinen sus intervenciones entre sí, así como con las autoridades económicas y los agentes de la sociedad civil para reducir las desigualdades en salud.

Que se realicen políticas explícitas de reducción de las desigualdades en salud en las áreas prioritarias mejorando las condiciones de vida, ambiente y trabajo, y la adopción de estilos de vida más saludables, especialmente en los grupos más vulnerables.

Actualmente existe un desconocimiento muy notable entre la ciudadanía,

los profesionales de la salud y los políticos sobre un tema de salud pública

fundamental como son las desigualdades en salud. Los ciudadanos en general,

y los grupos sociales que defienden la salud pública y la reducción de las

desigualdades en particular debemos “ayudar” a que partidos políticos,

sindicatos, movimientos sociales y la sociedad en general visualicen este tema

y pongan en práctica recomendaciones como las propuestas. Las

desigualdades en salud no son un problema prioritario en las políticas públicas

de nuestro país. Hacen falta recursos pero, sobre todo, hace falta situar a este

tema en la agenda política e iniciar una acción política decidida y clara que

pueda evaluarse públicamente. El retraso en abrir ese debate y en la aplicación

de las políticas que reduzcan las desigualdades en salud implicará contribuir a

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que en España los más desfavorecidos sigan pagando con su salud el precio

de la desigualdad social.

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22 Instituto Nacional de Estadística. Encuesta de Encuesta de Salarios en la Industria y los Servicios 2000. [accedido 21 nov 2003]. Disponible en: http://www.ine.es/daco/daco42/daco4212/es0400.htm. 23 Navarro V, Shi L. The political context of social inequalities and health. Soc Sci Med 2001; 52: 481-91. 24 Flaquer L. Les polítiques familiars en una perspectiva comparada. Barcelona: Fundació la Caixa; 2000. 25 Artazcoz L, Borrell C, Benach J. Gender inequalities in health among workers: the relation with family demands. J Epidemiol Community Health 2001; 55: 639-47. 26 Urbanos RM, Utilla A. Las prestaciones del estado de bienestar en la Unión Europea. JA Garde,ed. Políticas sociales y estado de bienestar en España. Informe 1999. Madrid: Fundación Hogar del Empleado / Trotta, 1998. 27 Abramovici G. The social protection in Europe. Statistics in focus. Population and social conditions. Theme 3-3/2003. Population and living conditions, 2003. 28 Navarro V, Quiroga A. Políticas de estado de bienestar para la equidad. En: Borrell C, García Calvente Mª del Mar, Vicente J, (eds). Informe de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración sanitaria (SESPAS) 2004: La salud pública desde la perspectiva de género y clase socia. Gac Sanit (en prensa). 29 Garde JA (ed). Políticas sociales y Estado de bienestar en España. Informe 1999. Valladolid: Fundación Hogar del empleado y Editorial Trotta, 1999. 30 Benach J, Yasui Y, Borrell C, Rosa E, Pasarín MªI, Benach N, Español E, Martínez JM, Daponte A. Atlas de mortalidad en áreas pequeñas en España (1987-1995), Barcelona: Universitat Pompeu Fabra, 2001. 31 Benach J, Borrell C, Garcia MD, Chamizo H. Desigualdades sociales en mortalidad en áreas pequeñas en España. Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS). 1998:141-175. 32 Encuesta de Presupuestos Familiares. Resultados anuales de 1998. Instituto Nacional de Estadística, 1999. 33 Benach J, Yasui Y. Geographical patterns of excess mortality in Spain explained by two indices of deprivation. J Epidem Community Health 1999;53:423-31. 34 Benach J, Yasui Y, Borrell C, Pasarín MI, Martínez JM, Daponte A. The public health burden of material deprivation: excess mortality in leading causes of death in Spain. Preventive Medicine 2003;36:300-308. 35 Benach J, Yasui Y, Borrell C, Rosa E, Pasarín MªI, Benach N, Español E, Martínez JM, Daponte A. Atlas de mortalidad en áreas pequeñas en España (1987-1995), Barcelona: Universitat Pompeu Fabra, 2001. 36 Benach J, Yasui Y, Martínez JM, Borrell C, Pasarín MI, Daponte A. The geography of the highest mortality areas in Spain: a striking cluster in the south-western region of the country. Occupational and Environmental Medicine (en prensa). 37 Borrell C, Pasarín MI. Desigualdad en salud y territorio urbano. Gac Sanit (editorial), 2004 (en prensa). 38 Borrell C, Plasència A, Pasarín I, Ortún V. Widening social inequalities in mortality: the case of Barcelona, a southern European city. J Epidemiol Community Health 1997; 51:659-667. 39 Pasarín I, Borrell C, Plasència A. ¿Dos patrones de desigualdades sociales en mortalidad en Barcelona? Gac Sanit 1999;13:431-440. 40 Borrell C, Regidor E, Arias LA, Navarro P, Puigpinós R, Dominguez V, Plasència A. Inequalities in mortality according to educational level in two large Southern European cities. Int J Epidemiology 1999; 28:58-63. 41 Marin FJ, March JC. Desigualdades sociales en salud en la ciudad de Málaga. Gac Sanit 1992;6:198-206. 42 Nolasco A, Melchor I, Moncho J, García C, Verdú J, Caballero P et al. Vigilancia de la mortalidad en ciudades: resultados en Valencia y Alicante. Gac Sanit 2004 (en prensa). 43 Ruiz-Ramos M, Sánchez J, Garrucho G, Viciana F. Desigualdades en mortalidad en la ciudad de Sevilla. Gac Sanit 2004 (en prensa).

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