las culturas populares en el capitalismo

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En este ensayo Garcia Canclini asegura que se necesita una estrategia de estudio que abarque la producción, la circulación y el consumo de la cultura popular para poder llegar a definición alguna.

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  • 1 AntrojJologza

  • l r

    l

    Nstor Garca Canclini

    Las culturas populares en el capitalismo

    ~ NUEVA

  • Pnmcn1 cdllaOn, 1912 Owu cchri6ft. 1989

    I'On111.l.a: Ulcn~~ Pego. loObre unil m:H~utta de 1\ n11 ..len

  • ndic e

    Recmu, r.imifulos 13

    !'u u/os de >arlitlll 15

    l. D< li d In primitivo (l In tmtwlar: ft'orftL'f ,,obrr lo

    tigualt/(1(/ entre l'ultu ra., 25 F:l el

  • Por c1u( IR'( u_rt~nas y las fi~tas 73 La.~ cultura.< pupulares en transformaci6n: el c~o tura.\('( 83

    l . l .u prmlurritfu tlfl t.."''(lnalt:tmuJ ll("t'eficlad del tupilufiww 89 ""S.>Iucilltlllr .. el dc.olitlco-id~'(>lgica del Estudo 101 Lu IITOduocln arte,anal cmo necesidad del tupllulismo? 104

    l. Lu.,dedad OJ!.rietada 109

    lltt)ttrus entre le c.x..-onmico y lu si1nhlico 113 La frol(lucntacl>n del prncc..,sodal 120 Lus individuo< >Cparados de la pan> su de.

  • ,

    Reconocimientos

    La presente invcstlp;acin fue realizoda. entre /().1 aos 1977 y 1960, en lo Esrucla Nacional de Antmmln(!.fa e Historia de Mxico. que awpici el trabaja y jinani losgostos del mismo. Colaboraron en dL!IintO.! perioda lns.fij!uientesalumnn.t: Tania Ca-rratcn. Ana Aloria Co jin, Susana Fern~rci. Gracia lmbertnn . Mnica Mal-donado. Elia Nora Morelli Sncl~e:. Letiria Rivermar Pre::.. Maria Rorlo Sure:z Rey.,., /avi

  • que .t~ lccrd eu el raptulo cuarto SfJhrc la iJrdijrrencin de /(l..f arlrwuos hacia quienes les har.en colorar ,(111 jtr~ m a rn IM 71irza.t. s que ello., espera u mcw"M C!ik rcco .. nnrimirntn lndioiri'll.
  • evidencias de que su propia sociedad es superior. signos de viajes variados y remotos,_ por lo tanto de su poder adquisitivo. La cultura es 1gual que la na-turaleza: un espectculo. Se miran del mismo modo la.~ playas con sol y las danzas indgenas. El pasa?o se mezcla con el presente. las personas dan lo miS mo que las piedra.~: una ceremonia del dfa de muerto.> y una pirmide maya son escenografa. para fotografiarse.

    Este libro quiere entender junta.< la.< diversas manifestaciones de la cultura popular. Por qu C.

  • subordinados a una lgica comn- las c~lturas tnicas, de clase y nacionales, y l_as rc:;organ,t:~:an en

    . un sistema unificado de producc1n s1m!'6hca. Pa-. ra lograrlo, separan la base ~nm1ca d~ las

    representaciones culturales, qwebran la umdad entre produccin, circulacin y consumo, y de los individuos con su comunidad. En un segundo mo-mento o simultneamente, recomponen los ped32:05 subordinndolos a una organizacin transnacio-nal de la cultura correlativa de la transnacionall-zacin del capitaL Analizaremos este proceso a trav6J de una de sus principales operaciones: la re-d~ccln de lo tnico a lo tpico (capitulo IV).

    Pero como tambin nos ocuparemos de las rcs-puesta.s de las comunidades t radicionales y los pueblos mestizos a Ja dominacin, sus maneras de adaptarse, resistirla o encontrar un lugar para sobrevivir, el objetivo final d~l lib~o es proponer una interpretacin de los conflictos mtercut!~r~ n el capitalismo. . Es1a interpretacin fue surgiendo de un estudio

    sobre los cambios en las artesanlas y las fiestas po-pulares que realizamos, entre 1977 y 1980, en el centro de M.,ico. en pueblos de la zona tarasca del estado de Michoacn. Exploramos dos reas con un mismo oril(en tnico, pero con desarrollos econmicos y culturales diferentes: a) la que rodea el lago de Ptwuaro, zona fuertemente integrada al desenvolvimiento econmico capitalista, al t~rsmo las comunicaciones y la accin de orgams-mos oficiales; b) Patamban y Ocumicho, pequeos pueblos alfareros y agricultores de la sierra, centrados en la unidad dom6Jtica de produccin, a Jos que se llega por camino de brecha., que s~guen hablando parcialmente el tarasco y rnantemendo

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    fiesta.~ y ferias que slo en los ltimos aos comien-Uin a recibir a turistas y productos industriales.

    Para analizar comparativamente la influencia de agente. externos y la evolucin de unos y otros poblaciones tomamos en cuenta los cambios que fuimos observa ndo ao tras ao en nue.

  • Las prolijas descripciones previas de la rcdn tarasca sirvieron de soporte a la que efectuamos en nuestro trabajo de campo y nos permitieron ahorrar en algunos captulos transcripciones el nugrficas minuciosaB4: hu.1 H. 1 >1111rman. IM 7'onucnt. t"(fmpeflnor y ortmon01r clc- MlriiiHII"CI,t, M!.dcu. Sl1l.'if' lenta., lg'74; R. A. M. vun Zantwljk, f.tM Jtttrrtlflorrtt dt: lo1 ww-lm', Mi'xlcn, INI , 1974: Goorf,!e Plurru (;;MIItlh+, ( .'lwniu: h1 udoHO

    cMr~ rlc uua comrmidad tMifdonol de Mk11nnnht. Ml-xlco, 1~1. lf)711: Jnhn W, Ourstnn, Or~anl&ar.Mn INit'lt!l ,t,. f11J~ murcatlot tampainO# en 1'1 Cilmtm de MlciiOn de tus cond lc tones socoafs a.:gro

  • tender lo que los hombres tratan de hacer, a travs de la fiesta, con lo que no pueden hacer con la muerte. Analizar esas ceremonias y ofrendas nos ayudar a ver la cultura no slo como manifesta-cin de la manera en que se vive en el capitali.~mo sino de cmo se muere y serecuerda,cmo reelabo-ra ese arte pobre las condiciones materiales, concretas, de la sociedad, pero tambin lo que imagina ms all de ellas .

    Al situar las dudas acerca del de.~tino de las cul-turas populares en el conflicto de clases que las erosiona, hay que interrogarse sobre el futuro y el valor de toda cultura, de las imgenes, los sistemas de pensamiento, las creencias con que buscamos explicarnos y justificarnos. A lo largo del libro pre-domina el examen de los condicionamientos que actan sobre la cultura, y de la cultura como ins-trumento para reproducir relaciones sociales obje-ti vas. Pero no llegamos con eso a decir lo que hay en toda produccin simblica de invencin de nuevas realidade.~. juegos con lo real, apertura a .lo que no es o no podremos ser. Cmo comprender esas refutaciones de lo real que nos pasamos cons-t ruyendo en los palacios del sueo, en los simu-lacros de la utopa y la literatura, en el gasto sin rditos de la fiesta, en todas las estntegias de lo imaginar io y las astucias retricas del deseo? Por qu sobreviven y crecen estos universos ficticios en un mundo que reiteradamente trata de ser someti-do a la racionalidad de la eficiencia? Nuestra ca-pacidad de trascender las necesidades materiales y proyectarnos hacia un futuro que no deriva auto-mticamente del desarrollo econmico. si bien no puede ser tomada como lo fundamental y distinti-vo del hombre a la manera del idealismo, merece

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    un lugar en una interpretacin de la cultura. Queremos hablar tambin de estos temas como parte del enfoque sociohistrico, porque reconoce-mos la importancia social -y aun poltica- de repensar aquello que el idealismo dej sin explica-cin al aislarlo bajo el nombre de espritu y que el materialismo mecanicista dej sin especificidad al reducirlo a sus condicionamientos.

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  • l . De lo primtivo a Jo popular: teoras sobre la desigualdad entre culturas

    Con la cultura, objeto tradicional de la an-tropologa, sucede lo mismo que con los objetos de las comunidades estudiadas por esta ciencia: al pasar de un lado de la monta~a a otro los elemen-tos ms cotidianos. el agua o el sol, se designan de maneras distintas. As, los hechos culturales, pre-sentes en toda.~ la~ socioclades, cambian de nombre seg n la disciplina que visitemos. El estudiante que se asoma por primera vez a su conocimiento encuentra que los indgena~ de un u ciencia lns lla-man shtemas simblicos. otros signos, o ideologa, o comunicacin, o lo imagi nario.

    Por qu eleimos hablar de cultura? Por qu6 calificar como cultura popular 11 esta forma part- ' cular ele cultura que otros !Jaman subaltorna. opri-mida, etc.? Si el trabajo terico debe acompaar al conocimient(> concreto en toda investigacin, c.~ aun ms necesario en C$

  • Kroeber y Kluckhohn.' Vamos a empezar discutiendo las principales

    definiciones de cultura dadas por la antropo-lol(a, la manera en Que la conceptualiz en o-posicin a la naturaleza con la esperanza de ha-llar una definicin de validez universal, libre de prejuicios etnocntricos. Luego, vamos a analizar la "solucin" ofrecida por muchos antroplogos al problema de las diferencias culturales - el _re-lativismo- y la '-onfrontaremos con la orgamza-cin transnacional que el capitalismo impuso a las culturas y con la bsqueda de identidad en los mo-vimientos de liberacin de pases dependientes. Esta crtica al valor cientfico y poltico de la contribucin antropolgica nos llevar a vincular el concepto de cultura con los de produccin, su-perestructura, ideologa, hegemona y clases so-ciales, como el marxismo los ha elaborado. J_lega-

    \. remos as a caracteri7..ar.la cultura como UIJ .tip_o ;: particular de produccin cuyo fin es compren:le_r; - 1 rproducir y transformar la estr"'c_tura ~9Cial, y

    lC!f"por la heg~111on(~. Para ':'i.ncular esta defi-nicin con el estudio empmco, uhhzaremos algunos aportes de la sociologa de la cultura que precisan los mecanismos por los cuales un capital cultural se transmite a travs de aparatos y se internaliza en los individuos generando hbitos y prcticas, es decir, la estructura de nuestra vida cotidiana.

    Estamos proponiendo, como se ve, un cambio \ en el objeto babito.~al de estudio. Ms que un mar- ~ co terico para analizar /(l cultura, nos interesa

    uno que ayude a explicar la~ desigualdades y .

    2 A. Krot-ber y C. K.luckhohn, Cullurc. A critico/ rcview oj con ccpl$ and definilions. Cambrldge, Mas..~achussets. 1952.

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    conAictos entre sistemas culturales. Pensamos iWol\,lmie"ntif de) libi'O justificar esta pers-pectiva como la ms fecunda para definir y estu-diar las cultura~ populares: as como no existe la cultura en general, tampoco puede caracterizarse a la cultu r~ popular por una esen.ci.a o un grupo de

    ra~gos mtrinsecos, s1n0 por opos1c1n a la cultura dominante, como producto de la desigualdad y el conflicto.

    EL ELOCJO D& LOS '"PRJMJTIVOS .. COMO Nf.CACIN DE LA IHSTORIA

    El concepto antropolgico de cultura es un resul-tado paradjico de la expansin imperial de Occi-

  • ::

    entonc'CS al concepto de cu ltura - lo cuc no es na-turnlw.a, todo lo producido por todos os hombre., sin importar el grado de complejidad y desarrollo nlcan1.ado- fue un intento de reconocer In di~tnidad de los ;:xc\nidos. Se consideraron partc ele la cultura todas las actividades humanas, materiales e ideales, inchLticioncs. lo~ sacrificios humanos). las normas socia le.< y la.\ tt:cnicas simple.< de quim>e> viven des-nudos en una selva, sujetos a los ri tmos y los riesgos de la naturu lc?.a. Todas las culturas, por elemen-tales quo St!an, se hallan cstructuraclus. posccu coherencia y sentido dentro de s. Aun uqudlas prcticas quo nns dcsc:onciertan o rechazamos (la antropofagia, la poligamia) resultan lgicas den-tro de la sociedad que las acepta, son funcionalc.< p11ra su existencia.

    Quiz Lvi-Strauss sea uno de los antrop()lo:os que justific ms slidamente el carcter 16(jco y .uuoturado de la.< culturas arcaicas, uno de los q111 demoli con ms rigor la pretensin occiden-tal de ~.< despliega mejor su cuestionamiento ter en varios puntos superior al europeo fue porque su desarrollo intelectual tu-vo. un rigor sttmcjante al de las dL

  • cin del valor prctico. Incluso hay tribus que enumeran. nombran y ordenan reptiles que nunca

    1 comern ni usarn con ningn fin utilitario. oc tales ejemplos. que podramos encontrar en todas las regiones del mundo. se podria inferir q_ue la.~ es-pecies animales y vegetales no son co~~da. por-que son tiles. sino que se las declara ~~!es e mte resantes porque primero se las conoce . Se trata de un saber producido en sociedad~ que asignan a las act ividades intelectuales un lugar fundamen-tal. Luego, lo que diferencia al -;rensam~cnlo sal vaje" de lo que el autor llama pensamiento. do-mesticado" o cientfico no es una mayor carne dad de ordenar racionalmente el mundo o un predomi-nio de la actividad intelectual sobre la prctca; menos aun, como algunos pretendieron, que cl CO noclmlento primitivo sea resultado de hallazgos he-cho.~ al azar. Nadie se atreve ya a exphcar la revo-lucin neolllica -acti,~dades tan complejas CO mo la cermica, el tejido, la agriculturn y la do-mesticacin de animales- mediante la acumula-cin fortuita de descubrimientos casuales. "Cada una de estas tcnicas supone siglos de observacin activa y metdica, hiptesis atrevidas y controla-das, para rechazarlas o para comprobarlas por ~ tcrmeclio de experiencias incansablemente repetJ. d ... ttn lugar de oponer la magia y la cie~cia, e! pen-

    samiento mitico y el racional , como s el prunero fuera slo un borrador torpe del segundo, hay que colocarlos "paralelamente como dos modos de CO

    t Claudc UviSll'auss. ElJCn.$(ltn/.c11lO JOiooj~. M&:Jco. Fondo de Cultura Econmlc:a. 1964. p. 24 .

    ldenl , p. 31.

    30

    nocimiento, desiguales en cuanto a los resultados tericos y prcticos (pues, desde este punto de vis-ta, es ,erdad que la ciencia tiene ms xito que la magia, aunque la magia prefigure a la ciencia en el sentido de que tambin ella acierta algunas ve-ces), pero no por la clase de operaciones mentales que ambas suponen, y que difieren menos en cuanto a la naturaleza que en funcin de las clases de fenmenos a las que se aplican".

    Dicho de otro modo: los dos tipos de pensamien-to - el salvaje y el cientfico- no corr~pondcn a etnpas superiores o inferiores del desarrollo huma-no, sino a distintos " niveles estratgicos en que la naturnleza se deja atacar por el conocimiento cientfico: uno de ellos aproximativamente ajusto-do al de la percepcin y la imagi nacin , y el otro dcsplazado".7 En el pensamiento salvaje, ms liga. do a la sensitiilidad, "los conceptos estn sumerg do.~ en imgenes"; en el pensamiento moderno, las imgenes, los datos inmediatos de la sensibilidad y su elaboracin imaginaria, estn subordinados a los conceptos. -....

    El antievolucionismo al que ~n ~ razo. namientos fue exasperado por\t.,~Strauss}hasta negar la posibilidad de cualquierexplicacin uni-ficada de la historia. A propsito de este tema saca las conclusiones miis radicales de su formalismo estructuralista, o sea la subordinacin de la histo-ria a la estructura, la estructura al conocimiento formal que se t iene de ella y el conocimiento a la codificacin. Si bien cada sociedad tiene sus par!i cularidades, eS- posibe" COmprar tinas COn Ot!US

    ----- - .

    6 ldt.,,, p.30. 1 ldcm. p.33

    31

  • (>~q~c com.p~rlen una lgic~ ~!~e intelectual COmU(l. Afftn de cuentas, la mag1a y Ja CtcnCt3 SU ponen operaciones mentales semejante.., lo.< mitos o el parentesco >
  • cluye que esta pluralidad de organizaciones. y experiencias sociales, cada una con sent do propto, nos inlube para juzgarlas desde sistemas de valores ajenOI>. Todo etnocentrismo queda descalificado y debemos admitir el relativismo cultural: cada so-ciedad tiene derecho a desenvolverse en forma autnoma, sin que haya teora de lo humano de al-cance universal que pueda imponerse a otra ar!,'l.l mentando cualquier tipo de superioridad.

    Dos problemas quedan sin resolver. Uno de ca-rtcter cpistcmolgco: Cmo construir un saber de validez universal que exceda las particularida-des de cada cultura sin ser la imposicin de los patrones de una a las dems"? El otro es de carcter polftico: Cm establecer, en un mundo cada vez ms (conflictivantente) interrelacionado, crilerios supraculturales de convivencia e interaccin?

    En l947 1a Asociacin Antropolgica Norteame-ricana, teniendo en cuenta "el gran nmero de so-ciedades que han entrado en estrecho contacto en el mundo moderno y la diversidad de sus modos de vida'', present a las Naciones Unldas un proyecto de Declaracin sobre l01> Derech01> del Hombre que aspiraba a responder a esta pregunta: "cmo la declaracin propuesta puede ser aplicable a to-dos los seres humanos y no ser una declaracin de derechos concebida nicamente en los trminos de

    lo.~ valores'dominantes en los pases de Europa oc-cicl~ntal y Amrica del Norte"? A partir de "los re-sultados de las ciencias humanas", sugie ren tres puntos de acuerdo: "1 ) El individuo realiza su personaHdad por la cultura; el respeto a las dife-rencias individuales implica por lo tanto un re.~peto a las diferencias culturales; 2) El respeto a esta diferencia entre culturas es vlldo por el hecho cientrfico de que no ha sido descubierta ninguna

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    tcnica de ~valuacin cualitati,a de las culturas"[ ... ] "Los fines que guan la vida de un pueblo son e'~dentes por el101> mismos en su signifi-cacin para ese pueblo y no pueden ser superados por ningn punto de vista, incluido el de las pseudoverdades eternas"; 3) "Los patrones y va-lores son relativos a la cultura de la cual derivan, de tal modo que todos los intentoo de formular postulados que deriven de creencias o cdigos mo-rales de una cu ltura deben ser en esta medida reti-rados de la aplicacin de toda Declaracin de los Derechos del Hombre a la humanidad enteru" .10

    Es entretenido registrar cuntas veces este pro-yecto, que tiene por fin evitar el etnoccntrismo, incurre en l; cuntas veces su pretendida funda-mentacin cientfica es tendenciosa argumenta-cin ideolgica. El punto de partida es el indivi-duo - colocado en ese lugar por el llbcralismo clsico- y no la estructura social o la solldaridad o igualdad entre los hombres. como sostendran otras teoras cientficas o polticas. El respeto a las dlferencias es defendido porque no se ha encontra-do ninguna tcnica de evaluacin cualitativo de las culturas, con lo cual el razonamiento queda preso en una O(l()l;icin metodolgica (cuantita-tivo/cualitativo) propia del saber occidental.

    El ataque despectivo al mito y la religin ("la.~ pseudoverclades eternas''), aparte de negar el proclamado respeto a lo que cada cultura juzga valioso para s revela en qu grado esta declara-cin depende de una concepcin empirista que ni siquiera es generalizable a todas las epistemologa.~

    occidentale.~. Por ltimo, cmo edificar un cono-

    10 Citad por C. Lcderc:. op.

  • cimiento cienHfico, que supere las verdades par-ciales, etnocntricas, de cada cultura desde este es-cepticismo relativsta?, y cmo disear una poltica adecuada a la interdependencia ya exis-ten!e en el mundo y a la homogeneizacin plane-tana lograda por las polUcas imperialistas si slo contamos con un pluralismo basado en un respeto voluntar1sta o declarativo, indiferente a las causas concret~s de la diversidad y desigualdad entre cul-turas?

    Lvi-Strauss no sita al individuo en el comien-zo sino a la estructura, no sacraliza las eva-luaciones empiristas como procedimientos exclusi-vos de demostracin, ni encara los mitos con la in-sensibilidad de tantos antroplogos positivistas. S.in embargo, su bsqueda de una concepcin mul-tlcentrada de la historia - correcta si considerara las interrelaciones y los

  • es disear cordones sanitarios entre las culturas si-no averiguar qu ocurre cuando el relativismo cu ltural es cotidianamente negado, cuando las personas deben elegir entre costumbres y valores antagnicos, cuando una comunidad indgena siente que el capitalismo convierte sus fiesta.~ tradi-cionales en espectculo para turistas o los medios masivos convencen a los obreros de una ciudad de quince millones de habitantes de que los smbolos indlgcnas, rurales, tal como esos medios los in-terpretan, representan su identidad.

    , La.~ afirmaciones sobre la igualdad del genero

    J,

    hu mano, la relatividad de las culturas y el derecho , de cada una a darse su propia forma son inconsls-

    , tentes si no las ubicamos en las condiciones ac-1 tuales de universalizacin e interdependencia. En . el mundo contemporneo esta interdependencia no

    es una relacin de reciprocidad igualitaria, como en sociedades arcaicas donde el intercambio de subsistencias era controlado por principios

  • etnooentrismo en el proceso de intercambio de:.i-gual ca~itali~la: . el imperial, que mediante la

    t~ansnaconalizacn de la economa y la cultura . t1ende .a anu!ar toda organizacin social que le re-s~lte ds~u~conal, y el de las naciones, clases y et-

    nas opnm1das que slo pueden libera .,;e mediante una autoafirmacin enrgica de su soberana eco-nmica y su identidad cultural. Para estas ltimas el r~l.ativismo cultural, en lo que puede tener de pos1t1vo, no es apenas la consecuencia filosfica d_el con~cimiento producido por las ciencias so-Ciales, sno una exigencia poltica indispensable para reconocerse a s mismos y crecer con autonoma. Por eso, la sobreestimacin !Wlll..ll!9 p_ia_ c~lt~ - como ocurre en movimientos na-coniihstas, efi~ -rre-cra.o;e en ltlchfl:J?r liberarse-= iioes" una parcal.laa o 'un error- a . mentar si~? -~~ !l"omento n~ario de ncgacfo de la cultura ..!loll!.mante Y.,afirmactn. ~e la Q~QR1a. Los componentes urac10nales que suelen 1Ciir estos procesos, la tentacin chauvinista, pueden

    / ser controlados con dos recursos: la autocrtica d_entro de la propia cultura y la interaccin solida-rla con los dems grupos y naciones subordinados.

    ~;'na universalizacin mayor del conocimiento, h bre de todo etnocentrismo, slo advendr al su perarse las contradicciones y desigualdades. Como sostena Cramsci, acabar con lo que el etnocentris !110 tiene de distorsionante, "liberarse de las 1deo!ogas parciales y f~laces", "no es un moto de part1da sino de llegada ; la lucha necesaria por la objetividad "es la misma lucha por la unificacin del gnero humano" .11 Pero an en esa situac.in 11 Anlonlo CrAtl\r.ci. El moU!riaiUmo h.tttirico vio fi/o.'l()j tl

  • Esta restriccin se asemeja a la que cump!Jeron Linton y otros antroplogos al oponer cultura a so-ciedad: emplean la palabra cultura slo para el campo de la.< creencias, los valores e ideas, dejan-do fuera la tecnologa, la economa, las conductas empricamente observables. Pero la dcfi nicin que proponemos no identifica cultural con ideal y so-cial con material, ni - menos an- supone que pueda analizrselos separadamente. Por el contra-do, los procesos ideales (de representacin u rcela-boracin simblica) son referidos a las estructuras materiales, a las operacione.< de wproduccin o

    tran~formacin social, a las prctica.< e institu-ciones que, por ms que se ocupan de la cultura,

    \ implican una cierta materialidad. M.< a(an: _QQ J hay producx:_~~de s~~~~!lg_est_inst)IJa e.'l 1 estructuras materiales. 1 - Tllmbl!.i P:Ori- _ _fufltla~ ~-:!_llcncia de

    nuestra definicin de cultura con el eon~pto mar-xista d~ .d~lwa. efectivamente, a teora de la cultura coincide en parte con la teora de la idcolog!a, y necesita de ella, al !Jgar los procesos culturales con sus condiciones sociales de produc-cin. Sin embargo, no todo es ideolgico en los fe-nmenos culturales si entendemos que la ideologa

    4 tiene como rasgo distintivo, segn la mayora de 1 los autores marxistas, una deformacin de lo real

    motivada por intereses de clase. Conservamos el trmino cultura, y no lo reemplazamos por ideologn, precisamente para abarcar lo~ hechos en un sentido ms vasto. Toda produ~'Cin signifi-cante (flo.~ofia, arte, la ciencia misma) es suscep-tible de ser explicada en relacin con su-< determi-naciones sociales. Pero esa explicacin no agota el fenmeno. La cultura no slo representa la so-

    12

    ciedad: tambin cumple, dentro .de las necesidades 1 ae proaucci6n d!< sentido, la funcin de reelabOrar !liS e$fructuras social~ e imagiJlar nuevas. A;:lcm\s de_- reiJresentar las relaciones de roduccln, cOtiThuye a rjirodt~cr1as-;-ffas ormar e ln-Vetllar otras. - -- ----- Algunos autores, cuyo aporte u.~aremos en las prxmas pginas, elaboraron como parte de la teora marxista de la ideologa esta funcin ele ins-trumento para la reproduccin y transformacin social. Preferimos, no obstante, insistir en la dife-rencia entre cultura e ideologa, debido a que en la bibliografa sigue prevaleciendo la interpretacin de la segunda como representacin d.istorsionnda de lo real.

    Cule.~ son la.~ consecuencias metodolgicas de analizar a la cultura como un sistema de produc-cin? El desa rrollo (an insuJiciente) de una teora de la produccin simblica o cultural es lo que es-t permitiendo concretar en este campo la ruptura con el idealismo que las ciencias sociales ya opera-ron en otros niveles. Vamos a apretar en pocas p-ginas el triple movimiento implicado en esta reor-ganzacin de la teora de la cultura.

    Afirmar que la cultura es un proceso social de produccin significa, ante todo, oponerse a las concepciones de la cultura como acto espiritual (expre.

  • go distinto de la cultura, que le viene desde fuera . ' smo porque est inserta en todo hecho socioecon-

    mico. Cualguier prctica es simultneamente eco-nmica y simblica, alii-vez qeactiiios a travs d~ elln nOS la !.':Pr~~in'Os atrih_uyn(!OIC n g-

    mfi~o. COmprar un vestido o viajar al trabajo, dos prcticas socioeconmicas habituales, estn car(adas de sentido simblico: el vestido o el me-dio de transporte - aparte de su valor de uso: cubrirnos, trasladarnos- significan nuestra perte-nencia a una clase social segn la tela y el diseo del vestido, si usamos un camin o un coche. de qu marca, cte. Las caractersticas do la ropa o del coche comunican algo de nuestra insercin social, o dd lugar al que aspiramos, de lo que queremos dccr a otros al usarlos. A la inversa. cualquier hecho cultural -asistir a un concierto, preparar una conferencia- lleva siempre un nivel socioeco-n6mico implcito: me pagarn por la conferencia, al ir al concierto c

  • se definan simultneamente reglas nuevas de fj. liacin. do alianza y de propiedad que no son

    repre.~entaciones a posteriori de los cambios sino componentes del proceso que deben aparecer des-de el comienzo. Esta parte ideal, presente en todo desenvolvimiento material, no es entonces apenas un contenido de la conciencia; eriste al propio t iempo en las relaciones sociale.~, que son por lo tanto tambin relaciones de signiticacin.13

    En segundo lugar, hablar de la cultura como produccin supone tomar en cuenta los procesos productivos, materiales, necesarios para inventar algo. oonOC, existe una organizacin material propia para cada produccin cultural que hace posible su existencia (las univer-sidades para el conocimiento, las editoriales para los libros, etc.). El anlisis de estas instituciones, de las condiciones sociales que establecen para el desarrollo de los productos culturales, es decisivo para interpretarlos. Al roconoc:er La importancia

    u Maurj,(e Codelia- ha justilieedo d papel estructural de tlftnt'll-tos tradidonolmmte jmacb lclcolg;cos usando rn.torfles d-tioos de 1 nologa (""lnrrat:Structura, soc:iedadcs o hu.toria'". en CPor lo tanto, el anlisis debe moveae_en d2Uli veles: por una parte, examinar los productos cul- _ hlfales no r resentaetones: mo aparecen es- J ceni icados en una obra teatral o en una danza los v conflictos sociales, q '=' clases se hallan representa-das, cmo usan los procedrnicntos formales de ca-da lenguaje para sugerir su perspectiva propia: en este caso relacin se efecta entre la realiiiT OCial y su ri!Eresenta n 1 ca . or otro a o, se vingularA la eslruclura sociaT con la estmclura del ff"'P-teiiiraTycon ta est7iiCti'r

  • 1 sociales de produccin (con el pblico, con quienes los financian, con los organismos oficiales, etc.)"

    En tercer lugar, estudiar la cultura como uro-du~in sul!?ne ~~~~r !) slo el ctciJ pro-ducir s'!~ toclos !os P~. (l_e '!n proceso Rr ucti-,o: lot JlrOau_,-ci6n, !a ciretl[a~_oJ!._y la.r.eceJ:::ilii:-Es otra manera de decir que el anlisis de una cultura no puede centrarse en los objetos o bienes cultura-les: debe ocuparse del proceso de produccin y cir-cu lucin social de los objetos y de los significudos llos y pa-r ellos o en un teatro urbano para un pblico a e-no a esa tradicin, aunque sus estructuras forma es sean idnticas. Lo veremos an ms claro en el capitulo cuarto, n propsito de las artesanlas: las vasijas prnducda.s por comunidades indgenas se-gn las reglas de produccin manual y el predomi-nio del valor de uso de una economla casi de auto-subsistencia, luego son ''endidas en un mercado urbano de acuerdo con su valor de cambio y final-mente comprada.~ por turistas extranjeros por su valor est~tico. Slo una '~sin global del proceso puede explicar el sentido de esta produccin dislo-cada en su trayectoria social.

    CUI.TUJ1A. REPUOOUOCIN SOCIAL Y PODF.R

    \ E l segundo acontecimiento terico que, junto con el anlisis productivo, est contribuyendo a situar

    ..

    48

    Ocsarrollomo._t con mayor amplitud l'Ste punto en nut$lro llbru Lo prtXIuccin llmb6Uca. Tmria y m"od.o en IOdolog(Q del ar-tt, Mxi

  • dominante. La reproduccin de la adaptacin al "orden demanda una .. reproduccin de su sumisin a la ideologia dominante para los obreros y una reproduccin de la capacidad de manejar bien la ideologa para los agent~ de la explotacin'' .'8 1\gregaremos que requiere tambin una readapta cin de los trabajadores a los cambios . de la ideologa do1ninante y del sistema social, y una re-nova.cin -no slo ~eproduccin- d~ la ideologa dommante en funcin de las modificaciones del sistema productivo y de los con nietos sociales. (Es te complemento nos parooe indispensable para su-perar el carcter esttico de la concepcin althus-seriana de la ideologla, sobre todo como Fue For-mulada en sus primeros textos.)

    Mediante la reproduccin de la adaptacin, la clase dominante busca construir y renovar el con senso de las masas a la poltica que favorece sus privilegios econmicos. Ona poltica hegemnica integral requiere:

    a) la propiedad de los medios de produccin y la capacidad de apropiarse de la plusvala; b) el control de los mecanismos necesarios para la reproduccin materi~l y simblica de la tuerza ~e trabajo y de las relaciones de produccin (salario, escuela, medios de comunicacin y otras institu-ciones capaces de calificur a los trabajadores y sus citar su consenso); e) el control de los mecanismos coercitivos (ejrci to, polica y dems aparatos represivos) con los cuales asegurar la propiedad de los medos de prO

    "Louis Alth.....,,/dJI{4 V opdl'llt .. ldtol6glcoo

  • en uno sociedad predeterminada). De este modo, el poder cultural, al mismo tiempo que reproduce la arbitrariedad sociocultur:ol, in-culca como ne
  • LA ORCAN17.ACIN' COTlOIANA I)F. l.A 00\IISACIN

    Un orden desptico se afianza cuando con

  • '\

    formar cada subjetividad. Esta interlon ~in de las estructuras significantes genera\hbllo , o sea sistemas de disposiciones, esquemas b' - de per-cepcin, comprensin y accin. Los hbitos son estructurados (por las condiciones sociales y la po-sicin de clase) y estructurantes (generadores de

    P.r~ticas y de esquemas de percepcin y apre-cracrn): la unin de esta~ dos capacidades del h-bito constituye Jo que Bourdieu denomina "el esti -lo de vida". El hbito es Jo que hace que el conjun-to de las prcticas de una persona o un grupo sea a la vez sistemtico y sistemticamente distinto de las prctica~ constitutivas de otro estilo de vida. En ~tros trminos, los aparatos culturales en que partrcipa cada clase -por ejemplo lns escuelas-engendran hbitos estticos, estructurns del gusto diferentes que inclinarn a unos al arte culto y a otros a las artesanas.

    Fina! mente, de los hbitos surgen prcticas, en la medrda en que los sujetos que los internalizaron se hallan situados dentro de la estructura de clases en posiciones propicias para que dichos hbitos se actualicen. Existe una correspondencia, por tanto. entre 1~ posibilidades de apropiacin del capital econmrco y del capital cultural. Condiciones so-cioeconmicas equiparables dan acceso a niveles educacionales e instituciones culturales parecidos,

    1 Y e~ ~l!os se adquieren estilos de pensamiento y sensrbrhdad que a su vez engendran prcticas cul-turales distintivas.

    56

    rAIIF.AS l)l{ I.A INVESTIGACIN EN AMf!I\ICA LATINA

    Recorrimos sumariamente algunos puntos de in-terseccin entre marxismo, antropologa y sociologla, pero quedan por tratar otros aspectos centrales para una teora de la cultura. Entre ellos no son menores los que resultan del aporte de la se-mitica a la explicacin de los procesos de signfi. cacin y del psicoanlisis a los procesos ncon.~ientes de simbolizacin y sublimacin que estn en la bnse de la produccin cultural. No obstante, slo ~adi remos ahora algunas consecuencias que e.~ta lrnea de trabajo puede tener para la investigacin social en Amrica Latina.

    L La construccin de una teora cientfica de la cu ltura es decisiva para el crecimiento de las cien-cia socia les, no nicamente como complemento del anlisis econmico para evitar el economicis-mo sino para entender la propia estructura econ-mica, de la que los fenmenos simblicos son par-te. Esta unidad e interdependencia entre lo estruc-tural y lo superestructural, justificada segn vimos tericamente, se presenta con particular impor-tancia en nuestro continente por el papel de los connictos tnicos y culturales en la lucha de cla

  • ralistas entre el indigenismo y sus adversarios? Qu11. en Amrica Latina tenemos razones suple-mentarias para revalorar el papel de los factores culturales en la diferenciacin y conflicto ent re

    el~, ya reconocido por Marx y Lenin, y que, sin olv1dar el lugar determinante de las relaciones de produccin, amplan en los ltimos aos algunos ma rxistas europeos (Edward P. Thompson, Ncos l'oulantzas, etc.) . Pese a lo que falta investigar sobre las interacciones econmico-culturales en nuestra realidad, es evidente que los cambios de identidad de los obrero.' migrantes, de los 1 ndlgenas y mestizos nculturados, su teubicacin en el desarrollo capitalista, no pueden explicarse slo por la extraccin de pi usvala: su explotacin se organiza y se sostiene sobre mltiples mecanis mos a veces no tan claros si los buscamos en la pro-d uccin y no en el consumo, >-lo en la desposesln do los medios productivos y no en su relacin con el lenguaje, In salud o el sistema de creencias. _2. De_esto se sigue la importancia de acrecentar las 1nvcstJgacoones dedicadas a conocer las formas de circulacin y upropiaci6n del capita l cultural en Amrica Latina, su papel en la reproduccin y transformacin del sistema social. Aparte de que el modelo bourdieano necesita una historizacin (que obligar a reconocer que la cultura burg11''Sa no c.~ enteramente arbitraria. sino consecuencia de un desenvolvimiento particu lar de las fuerzas pro-ductivas y las relaciones sociales) debemos especi-ricarlo de acuerdo con las etapa~ en que fue con-formndose en nuestro continente un capita l cul-tural heterOI(nco. resultado de la confluencia de varios aportes: a) la herencia de las grandes cu lt u-

    58

    ra~ precolombinas. cuyos hbitos. lenJ(uas y siste-mas de pensamiento persisten en ~ixico. Amrica Central y el altiplano andino: b) la importacin europea. sobre todo espaola y portuguesa: e) la presencia negra en Brasil, Colombia y las Anti llas. 1~ Precisamos conocer de qu modo la combi-nacin e interpenetracin entre estos capitales culturales ha ido conformando nuestra identidad, cules han sido las estrate!(ias de acumulacin y renovacin de cada uno. Intentamos averiguar en este libro cmo se relacionan estos capitales culturales en los actuales conflictos de clases: cmo ~ apropian de la herencia indgena. de las culturas populares campesinas y urbanas, los sectores dominantes y los subalternos, cmo la recontextuali-zan y resignifican en funcin de sus intereses. De qu modo la lgica transn:~cional de la cultura en el capitalismo modela los hbitos y prcticas, las formas de conciencia y de vida. qu pu~-den ha-cer nuestros pueblos para apropiarse del capital cul-turnl perdido o e.l llu1cl6ra, l.l, Bueno~ AlrUl Ce.nlro Editor de Amricn L.tlthua, 1009.

    59

  • .

    JI. Introduccin al estudio de las culturas populares

    Ol!PINICJONF.S Or~ W ri'ULARl EL ROMAI\','ICISMO, gL POSITIVISMO Y I.A TENDENCIA CRAMSCJANA

    Cmo elaborar , a partir de la discusin anterior. un concepto de cu ltura popular? Ante todo, lu cul-tum popular no pu..de ser entendida como expre-sin .. de la personalidad de un pueblo, al modo del idealismo, porque tal personalidad no existe como' entidad a priori. metafsica, sino que se forma en la interaccin de las relaciones sociales. Tampoco es un conjunto de tradiciones o esencia~ ideales. pre-servadas etrcamente: si toda produ~-cin cultural surge, como vimos, de las condiciones materiales de vida y est arraigada en ellas. an ms fcil es comprobarlo en las clases populares, donde las canciones. las creencias v las fiestas estn ms estrecha y cotidianamente ligadas a los trabajos materiales en que entregan casi todo su tiempo. Por lo mismo, no parece til para explicar los pro-cesos cultu rales del pueblo pensarlos. al estilo fun-cionalisla, como formar.; vacas de carcter univer-

    61

  • /

    sal, o, segn el estructuralismo, cmo lgicas men-tales, que adoptaran modalidades peculiares ~n contextos diferentes.

    Las culturoa JX11Jillares (ms que la cultura popular) se configuran por un proceso de apropla-c:Wn desigual de 7os bienes econmicos y culturales de ttrla nacin o etnia por portc de Sil$ sectores subaltC!1TlOS, y por la comprensin, reproduccin y tronsjamlacrl, real y simblica, de lll$ condi-ciones generales y 7JfOpias de trabajo y de 1)/da. Yu explicamos las relaciones entre capital ocon-

    mi~'O y capital cultural, as como el hecho de que la propiedad o la exclusin del capital econ-mico engendra una participacin desigual en el capital escolar y por tanto en la apropiaci6n de los bienes cultu rales de que dispone una sociedad. Pe-ro la j!art icularidad de las culturas Jfopulares no deriva ~o de que su apropiacin de o (,"e la so-ClOOad pase es- menos yoierente: tam ll ae que el pueblo genera en -su "trabaj y' su vida Iornias 'especfrca.~ de representaao, repr

  • indigenismo conservadores, y, por otra parte, del positivi.
  • desproporcin entre los datos reunidos y las ('
  • De hecho, al situar los estilos de tratamiento de las relaciones interculturales en sus condiciones histrico-poHlicas se vuelve ms evidente su carc-ter conflictivo. La preocupacin por lo que se llam contacto cultural o aculturacin entre socted{ldes diferentl!$ surge durante la expan.~in imperialista del capitalismo y la necesidad de ampliar el mer-cado mundial a fines del siglo XIX y principios del XX. Por otro lado, la industrializacin y urbaniza-cin aceleradas desde la dcada del cuarenta, con las consiguientes migraciones masivas y creacin de "ciudades perdidas", "vi llas miseria" y "fa-,velas" en los grandes centros urbanos, la reor-ganizacin capitalista de la economa y la cultura campesinas, agudizan las contradicciones en el

    cam~, en .la ci~dad y entre ambos: de este proce-so nac1 elmtercs por entender los conflictos inter-culturales dentro de todo sociedad} entre 'u.' dis-tintas el ases y grupos tnicos.

    Pero la insuficiencia para explicar estos procesos n? la encontr.amos slo en las corrientes antropol-gcas. Tamb1n el marxismo, que posee la teora de mayor poder explicativo sobre estos conflictos en el capitalismo, ha generado pocos estudios sobre el tema: privilegi, ms bien, el anlisis de sus a.

  • vas", y :'desniveles internos" dentro de las socieda-des occ1dentalcs. entre los estratos dominantes y subalternos . de una mi.~~na formacin -tinta altura nos ~arece demasiado esttico, un concepto poco per-t.nen~e para ~ar cucnt~ de h~1 desigualdades y conjllct.os que InterrelaciOnan perm anentemente a las culturas populares con las hegemnica.~. Este vocabulano lo lleva a designar como procesos de ~escenso'' Y "ascenso'' los que cumplen los meru.a-es y productos de un nivel al pasar a otro, lo cua.l - po_r ms ~dvcrte~cias que se hagan- connota

    una,Jer~~1 zaci1) 1na~ptable. ---s-i cons1 eramos seriamente los "intercambios prstamos, condicionamientos recprocos" que 5; producen entre las culturas populares y las otras a los q_ue el propio Grese a.! u de," e l concepto de d_cslllve] no parece el ms adecuarlo para re-gistrarlos. Por el contrario, compartimentar la cul-

    t!-'~a e~ procesos paralelos, en una especie de t ra-ti_f1cacn g~lgica, implica ceder a las clasific:a-cones ~hcas del folc lore clsico contra las que Gramsc1, y C~rcse en sus textos ms gramsciano5 oponen u~a estrategia dinm icn y crtica de cstt1~ d~o. El. o beto de _investigacin no puede ser el des-n~vel smo las des1gualdades y conAictos entre ma-n_lfcst~ciones.simblicas de das u las que la parti-Cipacin conurun un mismo sbt~ma no permite ser autnomas,

    1 Un problemu- mn a toda la orientacin gra~~c1ana es que, :>Or insistir tanto en la contra-posiCIn de 1 ~ cultura subalterna y la hegemnica

    l Y en la necEsidad poltica de defender la ndcpen: "Jir a amba.~ co- \ mo sistemas e.xteriores entre s. Esto es a{m m.< daro en Lombardi Satriani y, sobre todo, en el uso que se ha hecho de sus te:

  • explicar la conquista de Amrica por los espanoles Y portuu~, y aun etapa posteriores en que los enrrentanuentos apaciguados permitieron una re-

    lativ~ autonoma a las culturas Smctidas y 11 la dnrnmuntc. Pero resulta inadecuado al de

  • 1 principales conflictos de su in~-orporacin al capi tahsmo. En la produccin, circulacin y el consu-ll_"O de las artesanas, en las transformaciones de las fiestas, podemos examinar la funcin ecmu}m.ca de los hechos culturales: ser in,lrumcntos para la

    :) reproduccin social; la funcin poUtico: luchar por la hegemona; las tunciones psicosociales: construir el consenso y la identidad, neutralizar o elaborar simblicamente las ('Ontradicciones. La compleja composicin de las artesanas y las fies. tas, la variedad de fenmenos sociales que inclu-yerl, favor~'Ce el estudio simultneo de la cultun en los tres ca'!!P~J?,ri~~!l>a!..es _en que. s.e m_apifi~ ~.:.los ~!IX!.os,_ l~.P!!l~~!!.O r!!l{l

  • c':'ltura". la incapacidad de comprenderla y drsfrutarla. ratificaban el alejamiento entre el pueblo y las lite.~. Ambos se unun formalmente en los discu rso. oficiales, en las invocaciones a la unidad nacional. pero eran prolijamente separa-dos al adjudicar a o rganismos diferentes su admi-nistracin. al otorgar premios o representar al pas en el extranjero: los objetos artesanales a los con-cursos de arte popular, la< obra~ de arte a las bienales.

    En parte, todo esto sigue ocurriendo. Pero r~u~h~ _hechos van ~nspirando contru esa rigurosa d!sh?c"m entre SJ~ter!1as simhlicos. Algunas fabrr?as recu rre~ a dtsenos autctono. para su pro-duccr6n rnd~rstrral, y hay artesanns que incorpo-ran a sus ob1ctos hr rcrsiv

  • ~l~mb! n_a o s_i;nplemente ~ugieren "antig~edad"_" o pr.mthVJsmo : cestos y sombreros de tulc al-faren~ do~stica y piezas escultricas de b~rro. platen a luc,;a y de terminacin rstica. objctm tallados _por jvenes hippies urbanos y otros de produ~c.'n y con~umo campe.ino en los que el va-lor estehco no mterc.m~ en mejores condiciones de su:enr un empleo mas estricto del ooncepto de artesana79

  • '

    "la .s~ed~d..,sale de s msma, escapa a su propia def1mc1n . veremos en ella una ocasin en que la sociedad penetra en lo ms profundo de s

    '! aquello que se le escapa habitualmente, par~ comprenderse y restaurarse. La causa de la distan-Cia entre lo ordinario y lo festivo hay que bu.

  • '

    ca a los ~bres sino que la gastan en el festejo esta "prdida es compensada a menudo por otr~ ga-nancias: son el.los quienes venden la cerveza y los alimentos, quienes administran las diversiones. Al ben.eficiar ~los que ya tienen ms y multiplicar su ennquec1m1ento gracias a la intensificacin del consumo, la fiesta reafi rma las diferencias so-ciales, da una nueva ocasin para que se ejel'7.a la xplotacin interna y externa sobre el pueblo. Al

    mismo tiempo que posee elementos de solidaridad colectiva, la fiesta exhibe las desigualdades y dif&-rencias que nos impiden idealizar a las "comuni-dades'' indgenas, que ohligan a escribir con reser-vas esa palabra cuando se aplica a dichos pueblos. (No podemos habl,r de comunidades como si se tratara de bloques homogneos; si rve para desig-nar agrupamientos donde lo colectivo tiene ms fuerza que en las sociedades ' 'modernas", con la condicin de que marquemos sus contradicciones internas.)

    A parti~ de esta comprensin de la tiesta como una estructura, homloga o inversa a la estructura social, podemos volver inteligible lo que hay en ella de acontecimiento, transgresin, reinvencin de lo cotidiano, lo que trasciende el control social y abre el florecimiento del deseo. Pero la tensin entre estructu ra y acontecimiento no se da de igual manera en todas la.~ clases y situaciones. De ah la

    1 i ':''Pnrtancia de conocer primero las estructu ras so-coales )' de la f1esta, no especular sobre la fiesta en

    1 ~eneral, di~tinguir las civicas. religiosas. fami-fiares, rurales, urbanas. Tratar de justificar este encuadre terico en el estudio de tres fiestas reli-giosas de Michoacn, la de San Pedro y San Pablo

    82

    en Ocumkho, la de Cristo Rey en Patamban y la de los muertos en la zona del Lago de Ptzcuaro.

    LAS CliL1'1iMS POPUI.AR.ES tN 1'1\ANSf'ORMACI~: 1-:L.. CASO TARASCO

    Los tarascos o purpechas han sido y son uno de los principale.~ grupos tnicos de Mxico. A la llegada de lo.~ espaoles ocupaban el actual estado de Michoacn. partes de Guerrero. Cuanajuato y Quertaro, en total 70 000 kilmetros cuadrados donde vivia un milln y medio de habitantes. Esta cifra inclua otras etnia

  • tota.lmente el sentido comunal en la explotacin de la t~erra y los bosques, organizaciones locales de gob1erno, las tcnicas artesanales, algunos ritos y fiestas. Como estas transformaciones de siglos pa-s~dos fueron a.mpliarnente descriptas en varios hb~, en espec1al los de Carrasco y Van Zantwijk ya Citados, slo researemos en el capitulo 1v los antecedentes ms significativos para el estudio de los confl ictos actuales.

    Llegar~ Patamban de dia: despus de una hora y cua~to por un camino de brecha, vemos terrenos sem1secos, algunos agrietados, y en los mejores meses unas pocas plantaciones de maz, frijol y chayotes. La escasez de lluvias no impide que eno~mes bosques de pinos rodeen al pueblo. Los hab1tantes parecen habituados al fro d~ los 3 700 metros de altura, y saJen muy temprano, hombres Y adolescentes, montados en caballos y a.~nos, ar-

    ~~ados con hachas y sierras, a buscar madera y re-sma. En sus casas, la mayora de grandes troncos. otras de adobe, las mujeres, los nios y algunos hombres cuidan los animales, un pequeo cultivo Y producen loza verde, de compleja decoracin ' que en las fiestas llevan a la plaza o exhiben en la.; puertas. ~la plaza van tambin, por calles de tie-rra o ~m1empedradas, a buscar el agua que a veces se racwna y comprar lo que no encuentran en su plantacin. L?s ms viejos hablan el tarasco, los venes lo entienden y los nios aprenden nica-me')te el espa\ol.en.la escuela. Como la migracin egu1vale a l crcc1m1ento demogrfico, hace mu-chos aos que son unas seis mil personas.

    . Llegar. a Patamban el sbado, en la noche pre-vta a la Ftesta de Cristo Rey: tres kilmetros antes

    84

    del pueblo sabemos que estamos cerca al ver girar la rueda de In fortuna, iluminada por tubos fluorescentes, tan alta como la torre de la iglesia. Por calles irregulares. desacostumbradas a los co-ches, camiones estatales y de intermediarios pri-vados llegan a buscar las artesanas del concur-so, nos arrimamos a las paredes para dejarlos pa-sar y omos los comentarios de pobladores que con-vierten en plateas las puertas de las casas. En la plaza y las calles cercanas los ms jvenes se renen a mirar cmo instalan puestos de productos in-dustriales, juegos mecnicos y de azar. Igual que en otros pueblos campesinos, observamos que una manera de "vestirse de fiesta" es usar playeras y chamarras de clubes norteamericanos, conse-gu idas cuando trabajan del otro lado de la fronte-ra, mientra. los chicos prefieren las que llevan imgenes televisivas los ngeles de Charlie y la mujer binica. En a tarima levantada sobre la fuente de la plaza, un representante de la delega-cin de Turismo anuncia que va a comenzar el

  • voz: por su actitud concentrada frente a los apal'a-

    1 tos electrnico., por tos gestos lentos y cuidadosos t'On que manejan los registros, bajo amplios joron-!(OS que los p rotegen del fro, veo en las grabadora~ una parte del ritual de la fiesta. Como tantos obje-tos ceremoniuk.,; , son el r~'Curso pal'a apropiarse y conse .. var los smbolos de su identidad. Es claro que el medio usado. d lu(ar de donde lo traen )' n donde lo llevan, revelan cmo la identidad est modificndus.

    La otra zona q ue t'Stud iamos, la del Lago de Ptzcuaro, sobre todo la ciudad que lleva ese nom bre. p>lrccicra mostrar hacia dnde va el pro-ceso que vimO> despegar en Patamban y otros pueblo,; de la s ierra. La rt:)(i(mlaeustre. debido a su papel clave en la economa, la poltica y la cultura de la re~n. desde los tiempos precortcsianos a la actualidad, fue agregando a su mayor riqueza agraria, ganadera y >CS(ucra, centros arqueolgi-cos y coloniales (iglesias, conventos. c iudades in-tactas desde louce cuatro siglos), urtesanius y servicios turistcos. Excelentes vias de comu-nicacin facilitan que los 24 000 habitantl!'l de Ptzcuaro viajen a menudo y reciban productos industriales, rcvlrtas, fotonovelas v peridicos. Por estas razones tambin se concentr6 en la zona la actvidad de muchos organismos oficiales: la Secretara de Asentamientos Humanos v Obra~ Pblicas, que entre otros edificios constrye talle-res y negocio,; para venta de artesanias; el Instituto Nucional Indigenista, que crea escuclus, a lbergues, dn asesora tco1ica y com~rcial para atricultores y arttosanos: la Secretaria de Turisno y sus campa-1\as publicitarias. Existe adems un organismo in-ternacional, hasta hace poco dependiente de la

    86

    UNESCO. el Centro Regional de Educacin Funda-mental para .Amrica Lat~ a (CREFAL): .se dedo ca~ la o rganizacon comumtarta, la educaCin campe sin a. y en la dcada del sesenta influy en la pr?-duccin artesanal mediante estudo

  • !

    J III. La produccin artesanal como

    necesidad del capitalismo

    Se mantendrn la.~ artesanas como un sector esp~'Cffico, con tcnicas de fabricacin y motivos visuales de origen indgena, o se disolvern en lo.~ sistemas de prOduccin y representacin de las so-ciedades industriales? Es comn que las artesanlas sean miradas como objetos equivocados de siglo. Se dice que los talleres artesanales corresponden a otro modo de produccin, que en las metrpolis hace mucho tiempo fueron reemplazados por la manufactura, luego por las fbricas, y que su com-petencia desventajosa con las empresas capitalistas relega u los artesanos a trabajos de reparacin u otros marginales en que sigue siendo til la creativi-dad manual. Se puede entender que en los paises latinoamericanos, a causa de su "modernizacin" tarclla y dl:sigual, persistan formas "atrasadas" de produccin. pero cmo explicar que en Mxico. con una industTializacin creciente desde la dtocada del cuarenta, ex ista el mayor nmero de artesanos del continente: seis "!2.n~~de ~rsonas? Por qu razones el Estaifo muJtiplica Tos organtsmos desti-

    89

  • nados a fomentar un tipo de trabajo que, ocupar. do a un 10% de la poblacin, apena~ representa< 0.1 % del producto nacional bruto?'3

    No podemos explicar el auge de las artesanfa junto al avance industrial s l a~ concebimos com supervivencia atvica de tradiciones u obstculc disfuncionales para el desarrollo. Nuestra tesis) e este punto. es que las artesana~ -como la.~ fiesta y otras manifestaciones populares- ~ubsisten

    crecen porque cumplen funciones en la reproduc cin social y la divisin del trabajo necesarias par. la licar su per SIStencuo ll_tlY...9.'c~~- anJ.IJ!~! . .d.!l!lltQ.dc ac~\!J.c.icl o

    . de r~~ro~ci:Jfn .:nu

  • 92

    demogrfico vuelve insuficientes las tierra. para dar trabajo a toda la poblacin campesina. E~ta pauperizacin expu lsa a un {ran nmero del cam-po, fomenta In connmero de las familias entrevistadas. tanto en la zona lacustre como en la sierra. tienen m1embros trabajando lejos de sus pueblos. .

    Dado el carcter ~mpobre(M9 y esJ!'CIOR~-de la p roduccin agrcola, las ar~esanfas ~>ar~~~ un recurso complementarzo apr2p1~2.t.Y en ~ gunos pueblos se convicr.l.~n ~.J)a P!!I)Cipil!.fu!ffite . i:le ingresos. Sin requerir gran inversin en mat~rlales, mqu inas ni formacin de fuerza de trah~o calificada aumentan la.~ ganancias de .las fam~as rurales mediante la ocuracin de mueres, ~znos, y Jo.~ h~mbres en perodos de inactividad agncola. A Jos campesinos sin tie~ra 1~ perm~t~n encontrar otro modo de subsistencia. Las tradJCJ~nes artesa na les heredadas de tiempos precolombznos, su lu-gar central en muchas cultu ras indigen~, influyen para que ciertos funcionarios hayan 1magmado que este tipo de produccin "sol,ucionar" la cuestin agraria. Si bien el mas. elemen,tal conoc imiento de l a problemt ica ~:-zral lleva a de.~ilusionarse de e.1ta clase de par ches", el estudio m.' amplio hreho .hast~ aho-ra sobre las condicion~ de empleo Y, m~gra_c1n en Michoacn - el de Anne Lise y Rene Pletn:-,de-

    mu~tra que la artesana es hasta hoy el pnncpal medio para retener a la lil;blac1,0n caml":'ma en es--.egln: las cifras m baJa' de mgrates i:orresponen a los hijos de art~anos. ., . ,

    Desde el punto de vista de los campesmos . la produccin artesanal hace posible mantener un1da y alimentada a la familia en el pueblo del c!ue siempre se sintieron parte. De.1de la perspect1va

    U Anne Use y Ren Pictri, ~mple~~ !1 mlgocl6n en la rtgi6n de P6tu:uaro, Mxico, L'Ot, 1976. p. 257.

    93

  • del Estado. la~ art~anas son un recurso econmi-co e ideolgico para limitar el xodo camp~ino. la irnapcin con..tante en medios urbanos de un volu-men de fuc.-a de trabajo que la indtt
  • . za aorada o los indios artesanos que representa j esa cercana perdida. Los factores psicosociales. el valor connotativo

    de la.~ artesanas, tienen singular importanci: entre los consumidores extranjeros. Una antrop loga norteamericana que investig la platera d. Taxco, Cobi Stromhcrg, ha registrado algunas d las motivaciones que inducen a los turistas , comprar artesana.~: atestiguar su viaje al extranje ro (por .tanto el esta tus socioeconmico y el tiemp< libre que. implica), la "amplitud" de su gusto qu no se enCierra en su propio contexto y es suficiente

    m~~te .:cultivado" para abarcar "basta lo ms pri m11lvo , el rechazo a una sociedad mecanizada la capacidad de "escapar" mediante la adquisicii de piezas nicas elaboradas a mano.37

    Hay entonces un doble movimiento del consu mo. Por un lado, la ropa y los objetos domstico. de origen indgena son cada vez menos usados c1 las .socied.ades c~mpesinas porque los reemplaza1 artculos mdustnales ms baratos o atractivos po su diseo y sus connotaciones modernas. Pero 1:

    producci~ artesanal decada es reactivada gracia a una crecente demanda de objetos "exticos" e las ciudades del mismo paJs y del extranjero. Est1 estructura aparentemente contradictoria muestn que tambin en el espacio del gusto lo artesanal lo industrial , las "trad iciones" y la "modernidad'' se implican recprocamente.

    "~ Stromberg, Et iuq d

  • ganlsmos estatales. Un articulo de la revista Caminos del Aire. editada por Me.
  • cados, revelan que las pocas y los lugares de ma-yor produccin y venta conciden con los de mayor nmero de visitantes: de los 2 071 439 turistas que Michoucn recibi en 1977, ms de 60% (1 264 035) se concentr en las ciudades de mayor comercializacin artesanal (Morcla, Uruapan y Ptzcuaro) en los meses de abril y diciembre, o sea para las fiestas y ferias de Semana Santa y Fin de ao . ., Carecemos de cifras especrfica.~ de Micho-acn sobre d volumen global de ventas, pero una estimacin nacional indica que lu.~ compras de artesanas alcanzan el18% dellll,
  • segn lo escribi el primero. Salvador Novo decla-raba en 1932 que 'los muecos de petate, las jlcaras. los juguetes de barro, los sarapes policro-mados" estaban dando a los mexicanos "un sentido elevado raciAl y una conciencia de nacionalidad de que antes carecamos".

    En 1921 se reconoci oficialmente por primera vez la importancia de lo que entonces se llamaba "arte popular o "industrias tpicas"; para ce-lebrar el centenario de la Consumacin de la Inde-pendencia hubo una exposicin de artesanas inaugurada por el presidente de Mxico, lvaro Obregn. En la dcada del treinta se efechtaron muestras promocionales en el extranjem. Durante el gobierno de L>lzaro Crdenas, en 1938. se cre en Ptzcuaro el Museo Regional de Arte.~ e In-dustrias Populares, y en 1940 el primer Congreso Indigenista. reunido en esa ciudad, aprob una re-comendacin sobre "Proteccin de las artes popu-lares indgenas por medio de organismos naciona-les. A partir de entonces, el impulso aument: es-tudios socioeconmkos y tcnicos buscaron cono-cer los problemas de la produccin artesanal y propusicron.nuevas medidas de apoyo, se crearon fondos para dar asistencia crediticia , organismo~ regionales y nacionales dedicados a fomentar la produccin y su difusin comerciaL La Direccin General de Cultu ras Populares y el Fondo Na-cional para el Fomento de las Artesanas (FONAJ1T),

  • !.A PRODUCCIN AI!TESANAL COMO SECF.SIOAO DEL CAFIT ALIDIO?

    ' " ~

    Los artesanas, por lo tanto, son y no son un pro-ducto precaptalista. Su papel como recurso ~uplcmentaro de ingresos en el campo, renovadoras del consumo, atraccin turstica e instrumento de cohesin ideol~ica muestra la variedad de lu!ares y funciones en que el capitalismo la~ nOC(,.ita. Sin embargo, no abarcamos enteramente lo quo pa~a con ellas si slo pensamos d esde el capita lismo. unidireccionalmente, sus encrucijadas actual11\) .

    ,( ) . ,.

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    ~ ~ \1 ~,

  • eduC'athCl \.de ('(lll.,llmu ele la~ da~'S suhalte.rna.' Jlara f"xpuridir la prnC"hu
  • iedad agrietada

    ~la dominacin wbrc los indigenas c.< : la disgregacin y la dispersin. Co-iedad es una totalidad estructurada , sus parte. tiene sentido en relacin

    y se refuerzan mutuamente. Por eso, u hegemona sobre los grupos tnicos, n externa ha buscado quebrar su un-in, deshacer el sentido que los objetos 1s tienen para cada comunidad. a penetraci n capitalista en Amrica , ta y la colonia, desarticul el univer-nediante la reorganizacin de los ss-mico y cultural precolombinos. La >munal de la ter

  • transferir a terratenientes no indios gran partE de las tierrus y el poder. Un nuevo sistema ideo lgico - la religi6n cristiana- se superpuso al purpecha, lo reemplaz en la medida en quE pudo, o lo absorbi resemantizndolo: las igle. sias fueron erigidas sobre pirmides, los luga res sagrados resignificados en otro sistema cultu-ral, se usaron las danza~. la msica y el teatro prchisp:\nicos par a transmitir el rnensnjo cristiano.

    No obstante, los tarascos lograron conservar parte de sus tierras

  • ro de Michoacn, uno de los ms obstinados en sus diseos). hayan proliferado recientemente jirafas, animal que sbitamente se vuelve as! carac-terlstico de las sierras centrales de Mxico.

    Las forma< recientes de subordinacin econmi-ca y poltlica de los grupos tnicos al capital mono-plico y tran.macional han requerido reestructurar las wcicdadcs t radicionales y sus cultunl< popula-res. La construccin actual de la hegemona capi -talista J'evela en forma ms contundente algo que tambin puede comprobarse en la colonia: no bL tu lu sujc-cin militar, ni la desigual rompetcncla econmica , ni siqu iera -con'lo se pit:nsa c()n nuls

    sutileza dc-sde Cramsci- que a la viol~ncia y lu explotacin se agregue el consentimiento. Estos

    ) tres meciins tambin se. utilizan en la dominuci(m de los i nd!genas.' pero ~l~n .tujicleutcs para ase-gurar la rcproduCin ~O

  • por otro, lingllfsticas, psicolgicas, etctera. La in vestigacin de sociedades arcaicas contri-

    buy, en cambo,a percibir con mayor transparen-~ ""-t':n.u.~>.,_,d,t,,-nhi~"'rlipt.bltvn! an~itplil'Parato educativo e ideol6gk o. l

    En las sociedades no capi talistas, y en muchas de r~fz ind gena integradas a l capitalismo, donde subststen formas t radicionales de vida, la estructu-r? y la superestruc tura se d istinguen con menos fa-Cthdad que en las nuestras. Las relaciones ec-on6-micas no se circunscriben a los espacios expresa mente fij ados para ellas - el mercado, los ne-gocios- ni las actividades cu lturales estn re-cluidas en instituciones especializadas (rara vez la.~ hallamos en un a islam iento equivalente al de los mus?s de a rte o l as ; iudades universitarias). Lo economtco y lo Stmhohco ;e entremezclan en cada relacin social, se d iseminan en toda la vida comunitaria.

    Por eso algunos historiadores y ant roplogos creen posible refutar la distincin entre estructura y superestructura, y la determinacin de la prime-

    114

    ra sobre la segunda. Radcliffe Brown sostiene que entre los aborgenes australianos hay que buscar en el parentesco la explicacin y el origen de sus ac-tos. Luis Dumont coloca a la India como ej~mplo de oue. la determ inacin ltima puede estar en la

    religin y el sistema de casta

  • recolectora< son las relaciones de parcnte.
  • \ lea) al taller cooperativo. La falta de una visin global. er.onm ic~ .. S1lr.ial y cultural, es la causa del

    1 fraca

  • 1

    ll ) )

    l 1 lS ,.

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    ~1

    nmi~a- y especializa las etapas de un mismo tr,abao . . h esta newml_~_ c!e di_ visn tcnica de la ~da SOCial_ se SUperpone erinters econmico v >a]ftTCo de alsl~_pa~~ ~~m!!tarmej_o.r: un artesano q~e proEl desplazamiento del .cnt idn

  • 1 vnl~r '"~se d
  • mercializar. Fui detenindome en las de una arte-sana de excelente oficio porque me atraan sus dseilos pardicos, ciertos juegos violentos e irreve-rentes con colores y figuras, por ejemplo u na mu-jer que maneja una motocicleta y lleva detrs un diablo y una serpiente, o una cuna para meJJi. zos que aloja a los diablos en actitud a la vez infan. til y sarcs tica. l'ronto descubr su estilo, las cons-tantes que daban unidad a su obra y pcrmitlan identificar las pie-Las antes de leer la firma. Pero dcspul-s ele doce o quince diablos llegu a uno que ncluclnblemente era de la misma artesana y sin ~m burgo llevaba otro nombre. Le pregunt a prcsclcntc del grupo y me respondi inmutable: '_'Et; q ue cuando termin ese diablo no encontraba su sello y le rcl16 el suyo a una vecina" .

    El \'ulor dt U'\ll y el ~cntido com11nitario que Jus nrtcsu11a.' tinco, Silo XXI, 1974, p. 111.

    125

  • do su esfuerzo en la conversacin va destinado a desviarla hacia la venta: la ten.~in del rostro o la mirada evasiva d., quien quiere comprender la l-gica "desconcertante" de preguntas sobre cmo trabajan y viven a fin de convertirlas en respuestas sobre la.~ ventajas de sus mercancru.. Aunque no haya compradores respecto de los cuales estemos quitndoles el tiempo, aunque aclaremos que no vamos a comprar, siempre los mercados son el lu-gnr ms .,pero para las entrevistas. El artesano no est all para hablar de lo que sabe, ni pura mostrar lo que hace, sino para buscur c6mo su tra-bajo puede huir ms rpido tras una lgica creada

    1 por otros.

    LA UNIFICACIN .\lt-:OCANTIL: ut: L_.O t 'rNICO A f.O 'tfPICC) Pero el capiholismo no slo dcsestructura y aisla: tambin reunifica. recompone los pedazos dcsin-

    / tc,'TadO\ ~" un nuevo si.,tema: la org:mizadn trasnucional de la cultura. La desintegracin - pruvlsoria- slo busca crear grietas donde pueda in.

  • bandera mexicana en sus ropas o en la esceno-grafia. La necesidad de homogeneizar y a la vez mantener la atraccin de lo extico diluye la es-pecificidad de cada pueblo, no en el comn deno-minador de lo tnico o Jo ind!ena ~ino en !u uni-dad (poltica) del estado -Michoacn. Vera-cruz-, y a los estados en la unidad poltica de la nacin .

    Dijimos: disolucin de lo tnico en lo nacional. ~n. rigor ~e.hataJl

  • o. ver que otros pueden vivir - a veces mejor-con costumbres y pensamientos difercnt~. debe-

    - ros concluir Que esta ~tategia de ocultar lo dis-! f,into es un modo de ronfirmarnos ciegamente en -"' 'IOCjue somos y tenemos. los tarascos, mazatecm y

    maas convertidos en indgena, lo miserable exhi-bido como pintoresco, las creencias que correspon-den a otra relacin con la naturaleza, la enferme-dad o el futuro mi radas como supersticiones, son mecanismos para disimular la real condicin de los cumpesinos que nos proporcionan vcrdurus, frutas y artesanas baratas. Tambin sirven para que podamos mantenernos instalados en privile-gios y preju idos sin que nada nos desafe.

    Tres cond iciones bsica.< de la democracia. ad-mitidas desde el nacimiento del liberali>mo - reconocer la pluralidad de opiniones y fnrmu.< de vida. aprender a convivir con ellas, ejercer la crtica y la autocrtica- son proscripta;

  • grupos tnicos de Mxico. Adems. habra una ~leccin de ruinamunidudc.' rcspcctivc
  • la propiedad y el control de los trabajadores, las artesana~ conservan una relacin ms compleja entre su origen y su destino por ser al mismo tiem-po un fenmeno econmico y ~'ttico, no capita-lista por su elaboracin manual y sus diseos pero

    nsertado en el capilali""o como mercanca . Aun ,despu.< de "emigrar' de lus comunidades ind-genas, llevan en la mezcla de sus materiales tra

    1 ,Cl icionales y modernos (cermica y plstico, lana 1 y acrrl ico). de sus reprcscntacione.~ (campe.~i na~ y urbanas, indgenas y occidentales}, de sus usos (prcticos y decorativo;) el ~-onflicto y la ~'OCxistcncia entre sistemas social c. v snblicos. Por eso ve-mos en la trayectoria socil de las artesanas un fe-nmeno especialmente ropicio para entender las peripecias actuales de la cultura popular, las inte-raccione:< econmicas e ide(llgicas entre campo y ciudad. la manera en q ue el desarrollo capitalista redefine la identidad al combinar formas diversas de produccin y representaci n. No obstante, por

    mi.~ q ue en todo objeto resuenen las relacio nes so-cia les que lo en,:endran. pnra explicar el itinerario mutante de la.< artesanla< debemos ocuparnos de las estructuras sociales y ~.--;puciales por las que cir-

    )

    cula. La subordinacin de las culturas tradiciona-lel' al sistema capitalbta puede resumirse, ha~ta cierto punto, en las posiciones que las artesanlas van ocupando durante MI recorrido. Pero con la condi-cin de que pr('(:isemos en qu sentido la or!aniw-cin del espacio visualiza los cambios en la p ro -duccin, la circulacin y el consumo. los con n ietos entre clases. entre e tnias. lus relaciones del campo con la ciudad . Intentaremos demostrar que la re-elaboracin del lusar de l.f~L!!!IC~a!'fu:'!.'!!! espaciO< dispares permite captar la estrategia de ilescon

    - ------ -

    134

    textuoli;gci6!' y resignif~e pueda. La mesa suele Cl'tar a un costado. de modo que el centro de la

    pi~za queda vaco y se ocupa slo en las noches con un bracero, en torno del cual se rene la familia con vecinos. algn visitan te o eventuales antrop locos. . , . .

    Pero esos hombres y mueres estan cas1 s1empre ve

  • lios qut compran en las ciudade
  • fERIAS Y MERCADOS. ESC\PAIIA,l:S I>E LA MOOf:Rl\~ZAC!S" CA \fi'E.'INA

    La Pf'~Uccin de artesanu.. becha en la unidad ~?me>llca para la autosubsistencia y el intercam-ro Clacionarse con las fuentes culturales d.-

    139

  • c.iertos objetos. En Jos pequeo.~ puest
  • dn sus hbitos. dejndose infiltrar y remodelar. Asf c:sino la

    lfabncact6n Simultanea d~ dos ilusiones: para el indfgen~ la oportunidad de at::cedcr al vrtigo consunu.cios. funcionario.' .

  • Michon~n hay tr(.os ferias que c.:--stn cntrP 1~'' m;h concumdlt< del, pas: la de Un1ap:m en Semana San~a. la.< de P:~tzcuaro en la primera ~mana de

    nm~cmhre. e~ _relacin ron el da de rnucrlll>. y del o) al n d

  • empresario - el dueo del capital comercial- re-parte el trabajo a lo.~ alfareros, les compra la pro-duccin y adems los tiene atados con prstamos y adelantos"; .. no necesita invertir en local para la produccin, ni equipo (los artesanos ponen sus herramientas), ni debe hacerse cargo de roturas o prdidas, ni tampoco -r.r supuesto- de detalles como la ~gurid~d socia . Los intermediarios que son tamb1n duenos de talleres casi nunca reinvier-ten _sus !(anancias en n:'ejoras tcnicas, porque el caracter manual y rudimentario de las artesanas es precisamente un atractivo para los consumido-res. Las condiciones generales del si.~ema capita-lista, y las propias dicultades de los artesanos para insertarse en l y organizarse con fuerza, los hacen depender cada vez mi\s del capital comercial. Este rgimen acarrea la decadencia de los merca-dos locales, o su "urbanizacin" o "supcrmarketi-zaci6n", es decir, que las artesana< dejan de perte-necer a la cultura campesina para situarse como apndices "folclricos" del sistema capitalista na-cional y transnacional.

    Sabemos que para que ocurran estos cambios en la producdn y la ci rculacin debe habeT m~fi

    ' caci?n~ correlativas en In esfera del f Onsumo.)El crec1mento de la produccin artesanal~peflde i de un. nuevo ti> de dema~da motivada por la a vi-

    l dez pmtoresqUJSta del tunsmo, un cierto naciona-lismo ms simblico que efectivo y la necesidad de renovar, ofrecer variacin y rusticidad dentro de

    ' la estandarizacin industrial. Pero las artesanas 1 cumplen raras veces en medios urbanos las fun-\ ciones originarias de las culturas indgenas. Su de-

    Victoria Novelo. op. cit., p.l28.

    146

    suso es, en rigor, el paso de un uso prctico a otro decorativo, simblico, esttico-folclrico. Se trata de una modificacin del sentido primario, cuya di-versificacin y complejidad podran ser captadas a travs de un relevamiento extenso sobre los espa cios urbanos en que las artesanas son exhibidas y utilizadas. Vamos a ocuparnos en el prximo pun-to de cuatro de ellos, que nos parecen repre.~entati-vos de las principales operaciones de refuncionali-zacin: la tienda de artesanas , la boutique, el mu seo y la casa urbana. Pero antes queremos decir que este cambio de sentido que las artesanas sufren al easar del medio rural al urbano, de la cultura ind gena o campesina a la de la burguesa y los sectores medios, est compensado por una ' tendencia a eordenar el sistema para reducir el -r desfase entre ambas culturas. La poltica begem- ' -' nica no slo resemantiza los objetos al cambiarlo.< de entorno y de clase; tambin va modificando, como vimos, a las comunidades tradicionales y a los consumidores urbanos para sintoniz.arlos en una estructura global. El aju.

  • tesanfas y arte, entre cultura rural y urbana. entre el l(usto de los productores y el de los
  • tante, imponiendo desde la distribucin visual confusiones, o simple indiferencia, sobre el origen y funcin de cada una: la unificacin se realizaba-jo frmulas tan vacas como la de curiosidades mexicanas , que ya analizamos, y por el aspecto ms exterior, lo cual permite que los bordados de hilo ~can exhibidos junto a los de acriln, las piezas de barro con las de loza. En la.~ tienda. estatales {FONAI1T, Casa.$ de Artesanas regionales) hay ni-camente artesanas "genuinas", segn declaran, seleccionadas por su calidad esttica: el nfasis en este valor formal de las piezas pwpicia mejor la admiracin, pero poco el conocimiento; salvo in-tentos espordic:os de mesas redondas o unos pocos audiovisuales, la poltica de estas instituciones se rige por criterios comerciales, no culturales.

    Las diferencia. entre las tiendas de artesanas corresponden a la necesidad de adaptar la selec-cin y presentacin de Jos objetos a distintos gru-pos de consumidores: para los de gtL

  • les pone precio; slo las muestra para que sean contempladas. Al ingresar en estos salones neu-tro;;, aparentemente fuera de la historia. cada ubeto artesanal es desprendido de SlL< referencia semnticas >: pragmticas, su sentido w configura por la. r~lactones que su forma establece con la~ de ot~os obctos en la sintaxis interna del museo. Los cristales que los protegen, In' solemnes pcd~tales S
  • tiesa prolijidad de la colocacin, inducen una mi rada lejana y reverente.

    No es cuestin tampoco de introducir ma-niqules, fotos o audiovisuales, aunque a veces resultan tiles. Debemos aceptar qJe los museos son distintos de la vida. Su tarea no es copiar lo re-al, sno reconstru ir sus relaciones. Por ttmto, no pueden quedarse en la exhil>icin de objeto.~ solita rios ni de ambientes minuciosamente ordenados; deben presentar los v(llcu/0$ entre los objetos y las personas, d: manera que se entienda su significa-do. Por que mostrar slo vasijas y tejidos, nunca

    ~n horno o un telar? Por qu no funcionando? Y so documentramOl> tambin la relacin entre las horas de trabajo y los precios? Tiene razn Cirese cuando afirma que el aislamiento de los ol>jetos en los museos es mucho mayor que el que requiere la conservacin de las piezas, porque toda esa institu-cin est impregnada do una ideologa de la pasi-vidad. Si bien para que las pieza.~ sigan existiendo no es posible que cada visitante las use a su antojo, hay muchas que no presentan riesgos, y de las ms frgiles podran hacerse reproducciones para que la mu.or la relacin afecfi-va, de inters y comprensin que el forneo es-tablece con quienes lo hacen; se los compra en mercados urbanos o tiendas, a menudo de regiones distintas a aqullas en que fueron producidos. El

    155

  • a~t.WC>il>rp&{VAACVXl.,-\14''{kJ'(doM~O., CO(UCbO' 10 hallamos en las artesanas de aeropuerto. Dado que el turista no puede saber nada de la< c.-ondi-cioncs de vida de los artesanos, nc.-ccsita que le in-venten una memoria. la nostalgia de una identi dad que desconoce.

    r . Al disolver el valor de uso de la< artesana< en el 1nt?rcambio indirerenciado de mcrcancfa.l:l

  • objetos se deterioran velozmente y se convierten en desecho.~. la presencia de las artesanas testimonia un triunfo contra el desgaste, ostenta la belleza de lo que sobrevive. Por eso se atribuye al objeto ar-tesanal , "el ms hermoso de los animales do-msticos", "una suerte de intermediario ent re los seres y los objetos" ,"' ese entorno especial, un rincn privado que evidencia la relacin partictt-lar que el dueo posee con el pasado. De ah la im-portancia para la burguesa de no tener arte,
  • narlos a la ideologa dominante. Una explic~cin intepal de las culturas popula-

    res debe anal1zar los d1versos espacios en tue c ir-culan su~ productos y evitar visiones c

  • q,uc

    de y es capaz de

    dades que los ofrecen a los pro-ductores,. reclamar una participacin ~ctiva '"'su organizacin y admini.eluctos , ser{tn losar-tc.'ltnn.e y cul.,; se oponen a sus intcr~~ ~es. En la medida en que las clases populares,

    1 rurales y urballlc

  • otras relaciones familiares, el mayor desa rrollo tcnico y mercantil aplicado al ocio, la organiza-cin masiva de la comunicacin social crean una festividad distinta. A la mayor! a de las fiestas se va individualmente, se hacen en fechas arbitrarias y, cuando se adhiere al calendario eclesistico, 1~

    fiESTA CA.\IPESINA TRADICIONAL

    a) Ruptura del tempo normal;

    b) Carcter colectivo del fenmeno festivo, sin exclusiones de ninguna clase, como expresin de una comunidad local;

    e) Carcter comprehensivo y global por el que la fiesta abarca los elementos ms heterogneos y diversos sin disgregacin ni "especializa-cin" (juegos, danzas, ritos. msica, etc., dentro de una misma celebracin global);

    d) Consecuente necesidad de desplegarse en grandes espacios abiertos y al aire libre (la plaza, el atrio de la iglesia ... );

    e) Carcter fuertemente institucionalizado, ri-tuallzado y sagrado (la fiesta tradicional es in-disociable de la religin);

    f) Impregnacin de la fiesta por la lgica del va-lor de uso (de donde: fiesta-participacin, y .no fiesta-espectculo);

    g) Fuerte dependencia del calendario agrcola en el marco de una agricultura de ten1poral.

    164

    estructura sigue una lgica mercantil que vuelve eli motivo religioso un pretexto; en vez de la partici-pacin comunitaria, proponen un espectculo pa ra ser admirado . . Cilberto Cimnez esquematiz los rasgos de las1

    f1estas rurales y urbanas en el siguiente modelo:., -;'

    FIESTA UIUJANA

    a)

    b)

    e)

    Intcgrac.ln de la fiesta a la vida cotidiana co-l~ O apndice, complementacin o compensa-CIn;

    Cur~ter fuertemente privatizado, exclusivo y selectivo de la fiesta;

    Su extrema diferenciacin, fragmentacin y "especializacin" (se disocian los elementos que en la fiesta popular coe.lstan dentro de la unidad de una misma celebracin global);

    d) Consecuente necesidad de desarrollarse en es-pacios (olimos y cerrados;

    e)

    f)

    Laicizacin y secularizacin de la fiesta ma-yor espontaneidad y menor dependencia de un calendario estereotipado; Penetracin de la lgica del valor de cambio: fiesta-espectculo, concebida en funcin del consumo, y no fiesta participacin.

    Cilberto Clmnet, Cultu"' popuiDr y relii6n m el An6h,... Mf>cloo, CeobO de Estudios Eeum~. 1979, pp.l84-16S. '

    165

  • Este tipo-de contra~icin ha generado - igual que con la~ artesaruas- polmicas bizantinas sohre lo esencial de la fiesta, sobre la autenticidad

    exc~usiva de lo fiesta rural y su decadencia en las , variaCIOnes urbanas.63 Como Gimncz advierte, la polarizacin es demasiado "abrupta". y de hecho ~ es difcil hallar fiestas comunitarias puras de una { indigenidad impecable. Indagaremos tambin

    hasta qu punt~ ~xisten la ruptura del tiempo so-e al, el pr~onumo del valor de uso y las dems caractenstocas apuntadas. Las preguntas que nos parecen ms pertinentes son las que nos ayuden a entender por qu .~o da este conl'ra~tc por qu ca-da vez ms las fiestas rurales van ccdi~ndo a mode-los mercantil"" urbanos y son parcialmente susti-tuidas por diversiones y espectculos. . ~nalizarc?los tres fiesta~ en las qnc lOdra per-cibll'~c, segun el vocabulario dt!l funciooalismo evolucionista, una transicin de lo rural a lo uiba-no o de lo tradicioual a lo moderno: la fiesta patro-nal de Ocumicho, realizada ao trns ailo ~i n ma-yores cambios: la de Cristo Rey de Patamban donde las modificaciones

  • y no hacan ms cue agltnr,;e y gritar. Lue:o persi-gui a la gente, que se enfermaba y enloquecia. A alguien se le ocurri que haba que darle lugares donde pudiera vivir sin molear a nadie. Por eso hicimos diablos de barro. para que tuviera donde estar."

    r Al unir este relato con do.~ hechos, fucsur:iendo una interpretacin. Por un lado. la poca en que , comenz la produ ~dn de diablos coincide con / aqulla en que empezaron a disminuir las lluvias

    y algunos ejidatarios de Tangancicuaro se apro-piaron de tierras muy frtiles que hasta ahora los pobladores de Ocumicho no legran r:upcrnr. Si bien algunos haban hecho antes alfarera. en estos aos so extendi a muchos familia< como actividad ~'Ompensatoria, la explotacin de los boStucs se hi-zo ms intensa y abrieron la comunidnd a un co-mercio mayor con el m~rcado nacional. El otro hecho que relacionamos con el mito ~n las cons-tantes de los diablos: estn rodeados de serpientes y animales de la regin , pero suelen ir a

  • de los santos no es un acto puramente tormnl , re-petido para prolongar una tradicin. En la proce-si6n de junio de Hl79, al salr de la if(lesia, las im-genes iban de espalda.~ como castigo a los santos por
  • imaginario? Cul ser la eficacia social de lo sim-blico? Hasta cundo podrn seguir reconocin-dose en lo que hacen?

    Le pregunt a un artesano de Ocumicho por qu en una de sus piezas babia varios diablos amontonados, atropellndose para mirarse en un espejo. Me contest: "El espejo es la apariencia. Uno se mira y est. Uno saca el espejo y ya no est ms."'

    LA m>STA EN PA l'AMBAN' ARTESA.'

  • mie_nt? de come~ciantes para pasar la fecha, fijada el ulhmo dom1ngo de octubre, al mes de d i-ciembre, cuando fu visita de turistas seria mayor;

    { casi todo el pueblo estuvo de acuerdo en rechazar el cambio argumentando qu~: s la eleccin de oc-

    i tubre ~aba sdo ~~h

  • porque trabajan cermica fina y semifina por en-cargo.

    Mientra.~ la produ,-cin y venta de artesanfas lo-ca les se mantiene constante, crecen cada ao los puestos de cermica de Ocumicho, algunos de San Jos de Gracia y

  • obras que concursaban estaban en exposicin des-de antes, pero inmediatamente despu~ del con-curso - que se hace la noche del sbado anterior a la fiesta- el FONART se lleva las ganadoras y todas las dems presentadas que le intereseoomprnr. En un primer momento, el concurso fue anunciado para el domingo, pero se anticip porque F"ONART qu&-ra llevarse la mercancia lo antes posiblP y al da siguiente los adornos y tapetes impediran el puso de sus camiones. Muchos artesanos qnc hablan producido piezas para vender en la plaza el dla de la fiesta, se deshicieron de ellas antes de que co-menzuru la venta. Como en el concurso slo parti-ciparon 24 alfareros, como no haba ning n arte-sano en el jurado (compuesto por representantes de FONART, ellNl y la Casa de Artesanlas de Mo-relia), la mayorla de la poblacin nicamente ob-servaba los hechos. El concuxso en que se uzgabu y premiaba su trabajo era para casi todo e pueblo un entretenimiento al que lo convocaron como es-pectador. 70 000 TURISTAS CREARON EN jANITZJO UNA CULTURA FOTOCt.NICA

    Hay una sola calle"'" la isla. Nace en el embarca-dero y trepa, sinuosa, hasta el monumento a Mor&-los: a los costados, cada casucha fue convcrtidu en ticn.da. de artesanias o alimentos. En otra poca, J amtzao produjo tallas de madera y alfarerfu, ud~'ms de la pesca de charales y pescado blanco, uno de los ms caros del pas. Ahora los pobladores se dedican a vender artesanas de mucha~ regiones mezcladas con loza y ropa, ~iguen produciendo objetos decorativos con imgenes locales (embar-caciones y redes de juguete, alguna mscara,

    178

    reproducciones en miniatura de la estatua a Mor&-los). Los raros talleres que subsisten son usados co-mo espectculo para cautivar a los turistas.

    La pesca dej de ser hace aos una actividad co-lectiva, los dueos de embarcaciones grandes y medianas impiden a los pescadores acercarse a los muelles, cuando es preciso con violencia. "Entre, coma pescado blanco de Ptzcuaro'', llaman desde IIIS puertas de re.~taurantcs de la isla, pero el que dan en realidad es de la Laguna de Chapala, si-tuada n 350 kilmetros, porque el del lago que ro dea Janit>.o. ms blando y sabroso, se manda a re.

  • ha ido borrndola. Al preguntar por el sentido de la ''Cremonia, casi todos dijeron que en otra po-

    ,ca ocurra eso. Pareciera que el rito se sos-tiene menos por la creencia que por servir de co-municacin y elaboracin simblica en torno de una rl:lacin con lo desconocido que el desarrollo

    ' social ha mercantiliudo, pero no pudo rccmpla-. zar.

    En Ihualzio y en otros pueblos la.~ familias ente-ras pueden velar las tumbas, aunque algunas m u jeres lo hacen solas. En Janitzio, los hombres del pueblo no entran al cementerio hasta el a m aneccr, pero los turistas -en 1979 fueron 70 000- no rcs-pctun esa voluntad. Nunca supimrn; que esto cuusaru confl ictos, pero s escuchamos relatar con orgullo cuntas veces la isla ha sido cantada, fo-tografiada y filmada. La iluminacin de los cirios vs ya parte tan habitual de la ceremonia como el resplandor de los fl~hes, los cantos fnebres se mezclan todo el tiempo con murmullos en ingls, rranos y alemn.

    En un tiempo en que la creencia se apaga, el co-remonial subsiste cambiando de funcin. Perdido el acontecimiento quedan los signos - velas, ar-cos, ofrendas- que !a necesidad econmica justi-fica de otra manera. Los peridicos, la televisin y la Direccin de Turismo insisten en la "profunda actitud mstica" de la gente, en "'la quietud hier-lka de su faz", esa "tristeza de toda una raza qw1 se vuelve hacia dentro de si misma";" lo dicen pre-cisamente en los folletos que incitan a las mu ltitu-des a nbalanzarse sobre esas fiestas, suprimir la quitltud hiertica y cualquier otra, moviendo a 84 Nhe de ""'ertos, fo!Jeto de la Direccin de Turismo dtl Co-

    blcrno de Mlc:hoac6n. Mordia, sin (echa.

    180

    quienes celebran a salir de s mismos y esfor?.arse por hallar compensacin a lo que el resto del ao les sustraen.

    Janitzio es un ejemplo extremo de esta tenden- ( cia del capitalismo a secularizar los a~nt~mie_n- ~ tos t radicionales pero rescatando los s1gnos s1 le Slf ~ ven para ampliar el lucro. Es la misma tendencia~ que anexa ferias a las Hestas antiguas o crea nuevas fiestas para que las ferias tengan su escenogruffa. Comerciantes de juegos mecnicos)' de azar, gru-pos de msica urbana y bebidas de las grandes fir-mas internacionales, ropa de baja calidad y artesanas imitadas van recorriendo las fiestas )' ocupando el espacio econmico y simblico, visual y sonoro, que perteneca a quienes viven perma-nentemente en esos pueblos. Los ingredientes de la} fiesta tradicional (las danzas, la ornamentacin del pueblo) pa

  • de la vista. el oldo, el olfato y el gusto, de educa. cin sensible de las masas.

    f La ficsta se convierte primero n fe ria y luego ~n espi'Ctculo. Un espectculo interurbano, na-' cional y aun internacional, segn el al.s la t!(anizucin de las divesiones. En ve?. de los car-gueros r mayordomo.

  • y las "cosas que le gustaba comer'), crean la ambi-gedad necesaria para
  • rio ahrir otro interro)!ante. averiguar por qu al pueblo no le dejan convertir la muerte en vida, por qu una parte del propio pueblo ~ couvicrte en dcstwctora de la otro?

    La~ fiestas

  • \ de la fiesta como "salida del tiempo ordinario" , (\liC llevamos como hiptesi~ ul campo, mpr.; , s?n~dos por su abrumadora reiteracin en la

    babhografaa. . !)e qu. habl~n las fi_estas? No del Gran Tiempo

    "' sagrado. n1 de luerofamas, sino de las siembraucdc ~tallar en el tr~hujo oprimido pero se regula tamban en la arru1>e1n festiva para que

    n~ perj.udique la oohesin permanente: .l!J~t.!! no ~a IJberacan dcsa!?~::d_a_ de los instintos, _!loe tanl~Ol'l!l!nlo~_y antropl~cs iJnagi_nl!)"on, . smo un _:rugar y un laempo( lefimitaClos en cl'que los

    r1co.~ debelfnancurel placer d~ tods y el placer clc .todos e.< modcrd

  • tos o coyunturas. Y sobre todo recordar -contra la reduccin de Jo religioso a mera ideologa, que slo ve su aspecto cognitivo, por tanto su distor-sin- que las fiestas religiosas tienen tambin funciones pollticas y psicosociales: de cohesin, re-signacin, catarsis, expansin y reforzamicnto co-lectivo.

    En nn sr.ntido, c. evidente que la ideologa y el ritual religiosos apartan de lo real y del presente. Los ritos simulan operar sobre la naturaleza y la sociedad, pero en verdad actan sobre sus repre-sentaciones: su operacin en el nivel de los smbolos"' puede ser eficaz cuando la cansa del mal -como en algunas enfermedades- reside en lo psquico o Jo cultural, pero sabemos su inutili-dad, lo ilusorio de su efecto, cuando lo que se quien: modificar c.' algo e.~trictan1ente material, por ejemplo la carencia de lluvia,. Tambin pode-

    { m os decir que el rit na! religioso f>.S un instrumento para ordenar y

  • namiento econmico, polftioo y cultural homoge-neizado."'

    Sin embargo, la expansin capitalista suprallr-bana, su necesidad de estandarizar la produccin y el consumo, encuentran lmites en la ~-onfiguracin especfica de cada cultura y en el inters del propio si~tema de mantener formas antiguas de organizacin social )' representacin. Tambin respecto de la~ fiestas vemos que, por causas eco-nmica.~ (conservar fuentes complementarias de trabajo, como las artesanas), polticas (usar el ca-cicazgo u otros mecanismos tradicionales del po-der autoritario) o ide.ar la identi-dad nacional, mantener "museos vivientes" para atraer turistas), la cultura dominante preserva bolStmeo; arcaicos refuncionalizndolos y rccontex-tualizndolos.

    Qu se neccsta para que la fiesta popular no se d~uelva enteramente en espectculo, para liea, aseguran me-

    i'O Mlche1 F'rt.itag. -De lo viUo-socil:t a lA villc mlllieu", SbcWlglc

  • Conclusin: por una cultura popular con minscula

    LA 11\'TI~ l\PNETUACI0~ DE LAS CUI.TtJRAS Y LA 0Ef1NICI0N OE LO POPULAR

    Dijimos que casi todo lo que se hace con las artesanas oscila entre el mercado y el museo, entre la comercializacin y la conservacin. Pero en cierto sentido no hay nada ms diferente a un museo que la