las cinco fuerzas del cambio mundial

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Las cinco fuerzas del cambio mundial Dr. Gustavo Zunino Copyright 2004 Un enfoque distinto sobre el futuro. El ser humano tiene una extraordinaria fascinación con el futuro. La ciencia o el arte de pronosticar tiene innumerables adeptos, a pesar de la colección de fracasos que acumula. Es que más que comprobar la exactitud del pronóstico importa el ejercicio de la predicción. Hay distintos métodos de avizorar el porvenir. Uno es construir "escenarios" donde se ofrecen distintas alternativas para que el lector escoja la que más le guste. Otro es el de las visiones dominantes, impregnadas por las fuertes opiniones del autor, sean ellas pesimistas u optimistas. Un tercer camino es el elegido por Hamish McRae en su libro The World in 2020. Power, Culture and Prosperity: a Vision of the Future (Harper Collins). El ensayista elige describir el mundo tal cual es hoy, detectar las grandes tendencias que pueden provocar cambios significativos en el curso de una generación y especular sobre los desafíos que deberá enfrentar el mundo industrializado. Hamish McRae es un renombrado economista británico, experto en mercados financieros y globalización. Es autor de varios libros de éxito, y columnista permanente en The Independent, de Londres. Es graduado en Ciencias Políticas y Economía en Escocia e Irlanda. Depresión o boom económico. Las dos alternativas o los dos escenarios, como dicen los economistas están presentes en las predicciones de los expertos en anticipar el futuro. Con matices, las predicciones oscilan entre el pesimismo de los que avizoran una gran depresión como la de los años 30, mayor deterioro de la calidad de vida, y un recrudecimiento de conflictos étnicos, religiosos y de nacionalismos exacerbados; y el optimismo de los que aguardan crecimiento, avance del modelo democrático occidental, y ven una oportunidad económica en los problemas ecológicos. El debate no se da solamente a nivel académico. Las grandes corporaciones multinacionales que prevén sus inversiones 10 o 15 años hacia adelante, utilizan sus propios "think tanks" para imaginar los rasgos salientes del futuro. Un caso notable es Shell, la petrolera anglo-holandesa. Sus analistas han diseñado dos escenarios posibles y excluyentes: 1, el que llaman "de las barricadas", dominado por la áspera competencia entre los grandes bloques comerciales en que estará dividido el planeta (la fortaleza europea, el NAFTA en América del Norte, y el área de influencia japonesa en el sudeste asiático, por ejemplo) donde habrá plena libertad comercial dentro de cada bloque y un rígido proteccionismo en la relación interbloques; y 2, el de "las nuevas fronteras" donde campea el espíritu del GATT, con total libertad comercial, intensa competencia global y donde los países en desarrollo crecerán a tasas más altas que los desarrollados. Lo fascinante de estos escenarios es que posiblemente ninguno de ellos se convierta en realidad. La utilidad de explicitarlos es que permite vislumbrar, a cada momento, hacia qué lado se inclina la tendencia general y adoptar así, en cualquier circunstancia, la mejor decisión posible. El método de McRae es diferente. Indaga en el presente y arriesga sobre cómo podrá ser el futuro cercano. La parte más interesante de su libro es la caracterización de las cinco grandes tendencias del cambio. El análisis de ellas le insume cinco capítulos y algo más de 120 páginas, que aquí se ofrecen en una versión super condensada, glosada y comentada. Cuáles son esas cinco fuerzas principales que provocan y aceleran el cambio en el mundo?. Ellas son: 1. Demografía; 2. El temor acerca de los recursos naturales y el medio ambiente; 3. El proceso de globalización; 4. La tecnología; y, 5. El cambio en las reglas de gobierno y el impacto que tendrá sobre la sociedad. Predicciones demográficas. Cada año, se agregan a la población mundial entre 90 y 95 millones de personas. Pero ese incremento no se da en el mundo industrializado. El 99% de este crecimiento se registra en los países en desarrollo. En apenas 200 años, la especie humana pasará de unos pocos cientos de millones de miembros a una comunidad global de 10 mil millones de habitantes. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que para el 2020 habrá en el mundo 8.000 millones de habitantes. Para el 2100 la misma ONU calcula la población mundial entre 7.500 millones y 14.200 millones. Hamish McRae toma como base para el análisis de su libro las proyecciones para el 2025, con lo que podrá equivocarse en el detalle, pero no en la sustancia de lo que está ocurriendo con la población del mundo. El panorama que presenta la predicción tiene dos aspectos. En primer lugar, el crecimiento poblacional ahora está concentrado casi totalmente en el mundo en desarrollo. Ya hace varias décadas que a los países más pobres les corresponde una proporción cada vez más grande de la población mundial. Entre 1950 y 1992 la población mundial creció de 2.500 millones a 5.500 millones (más del doble). En 1950 la tercera parte de la humanidad vivía en el mundo industrializado; ahora, menos de la cuarta parte vive allí. Para el 2020, menos de la quinta parte de la humanidad vivirá en el mundo que llamamos desarrollado. En el mundo en desarrollo, la historia es diferente. A medida que las naciones se vuelven más ricas y disminuye la mortalidad infantil, también las mujeres tienen menos hijos. En algunos países como Corea y Taiwan las familias son pequeñas (dos hijos o menos). En países africanos, las familias tienen hasta 8 hijos. En el futuro, el crecimiento de la población dependerá mucho de la fuerza de la relación entre desarrollo y fertilidad. Para el 2020 se calcula que Asia tendrá la misma proporción (poblacional) que en 1990 (50 %).

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Las cinco fuerzas del cambio mundial Dr. Gustavo Zunino Copyright 2004 Un enfoque distinto sobre el futuro. El ser humano tiene una extraordinaria fascinación con el futuro. La ciencia o el arte de pronosticar tiene innumerables adeptos, a pesar de la colección de fracasos que acumula. Es que más que comprobar la exactitud del pronóstico importa el ejercicio de la predicción. Hay distintos métodos de avizorar el porvenir. Uno es construir "escenarios" donde se ofrecen distintas alternativas para que el lector escoja la que más le guste. Otro es el de las visiones dominantes, impregnadas por las fuertes opiniones del autor, sean ellas pesimistas u optimistas. Un tercer camino es el elegido por Hamish McRae en su libro The World in 2020. Power, Culture and Prosperity: a Vision of the Future (Harper Collins). El ensayista elige describir el mundo tal cual es hoy, detectar las grandes tendencias que pueden provocar cambios significativos en el curso de una generación y especular sobre los desafíos que deberá enfrentar el mundo industrializado. Hamish McRae es un renombrado economista británico, experto en mercados financieros y globalización. Es autor de varios libros de éxito, y columnista permanente en The Independent, de Londres. Es graduado en Ciencias Políticas y Economía en Escocia e Irlanda. Depresión o boom económico. Las dos alternativas o los dos escenarios, como dicen los economistas están presentes en las predicciones de los expertos en anticipar el futuro. Con matices, las predicciones oscilan entre el pesimismo de los que avizoran una gran depresión como la de los años 30, mayor deterioro de la calidad de vida, y un recrudecimiento de conflictos étnicos, religiosos y de nacionalismos exacerbados; y el optimismo de los que aguardan crecimiento, avance del modelo democrático occidental, y ven una oportunidad económica en los problemas ecológicos. El debate no se da solamente a nivel académico. Las grandes corporaciones multinacionales que prevén sus inversiones 10 o 15 años hacia adelante, utilizan sus propios "think tanks" para imaginar los rasgos salientes del futuro. Un caso notable es Shell, la petrolera anglo-holandesa. Sus analistas han diseñado dos escenarios posibles y excluyentes: 1, el que llaman "de las barricadas", dominado por la áspera competencia entre los grandes bloques comerciales en que estará dividido el planeta (la fortaleza europea, el NAFTA en América del Norte, y el área de influencia japonesa en el sudeste asiático, por ejemplo) donde habrá plena libertad comercial dentro de cada bloque y un rígido proteccionismo en la relación interbloques; y 2, el de "las nuevas fronteras" donde campea el espíritu del GATT, con total libertad comercial, intensa competencia global y donde los países en desarrollo crecerán a tasas más altas que los desarrollados. Lo fascinante de estos escenarios es que posiblemente ninguno de ellos se convierta en realidad. La utilidad de explicitarlos es que permite vislumbrar, a cada momento, hacia qué lado se inclina la tendencia general y adoptar así, en cualquier circunstancia, la mejor decisión posible. El método de McRae es diferente. Indaga en el presente y arriesga sobre cómo podrá ser el futuro cercano. La parte más interesante de su libro es la caracterización de las cinco grandes tendencias del cambio. El análisis de ellas le insume cinco capítulos y algo más de 120 páginas, que aquí se ofrecen en una versión super condensada, glosada y comentada. Cuáles son esas cinco fuerzas principales que provocan y aceleran el cambio en el mundo?. Ellas son: 1. Demografía; 2. El temor acerca de los recursos naturales y el medio ambiente; 3. El proceso de globalización; 4. La tecnología; y, 5. El cambio en las reglas de gobierno y el impacto que tendrá sobre la sociedad. Predicciones demográficas. Cada año, se agregan a la población mundial entre 90 y 95 millones de personas. Pero ese incremento no se da en el mundo industrializado. El 99% de este crecimiento se registra en los países en desarrollo. En apenas 200 años, la especie humana pasará de unos pocos cientos de millones de miembros a una comunidad global de 10 mil millones de habitantes. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que para el 2020 habrá en el mundo 8.000 millones de habitantes. Para el 2100 la misma ONU calcula la población mundial entre 7.500 millones y 14.200 millones. Hamish McRae toma como base para el análisis de su libro las proyecciones para el 2025, con lo que podrá equivocarse en el detalle, pero no en la sustancia de lo que está ocurriendo con la población del mundo. El panorama que presenta la predicción tiene dos aspectos. En primer lugar, el crecimiento poblacional ahora está concentrado casi totalmente en el mundo en desarrollo. Ya hace varias décadas que a los países más pobres les corresponde una proporción cada vez más grande de la población mundial. Entre 1950 y 1992 la población mundial creció de 2.500 millones a 5.500 millones (más del doble). En 1950 la tercera parte de la humanidad vivía en el mundo industrializado; ahora, menos de la cuarta parte vive allí. Para el 2020, menos de la quinta parte de la humanidad vivirá en el mundo que llamamos desarrollado. En el mundo en desarrollo, la historia es diferente. A medida que las naciones se vuelven más ricas y disminuye la mortalidad infantil, también las mujeres tienen menos hijos. En algunos países como Corea y Taiwan las familias son pequeñas (dos hijos o menos). En países africanos, las familias tienen hasta 8 hijos. En el futuro, el crecimiento de la población dependerá mucho de la fuerza de la relación entre desarrollo y fertilidad. Para el 2020 se calcula que Asia tendrá la misma proporción (poblacional) que en 1990 (50 %).

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Africa tendrá más: 15% en el 2010 (hoy tiene 12%). El segundo aspecto de la predicción es que la tasa de nacimientos disminuye en la mayoría de los países ricos. Está por debajo de los 2,1 niños por mujer que hacen falta para mantener la estabilidad a largo plazo. Y por ende, la población del mundo desarrollado será más vieja. Los países ricos serán relativamente viejos; los países pobres, relativamente jóvenes. Este cambio en la estructura de edad afectará el nivel y el estilo de vida de su gente. Cuanto más vieja sea la población de un país, menos personas estarán en edad de trabajar para mantener tanto a los viejos como a los jóvenes. Esta circunstancia afectará también el ritmo de crecimiento económico. Un mundo industrializado más viejo (con variantes según los países) será un mundo de crecimiento más lento. Las economías con una mayor proporción de gente vieja y con perspectiva de contraer su población tienen menor capacidad para el crecimiento que los países "jóvenes". Esto no significa que necesariamente crezcan más lentamente en términos de ingreso per capita. El crecimiento poblacional, por sí solo, no asegura progreso económico. A menudo lleva a lo contrario. En Africa la explosión poblacional sin desarrollo económico causó empobrecimiento, y hasta catástrofe. Pero sí puede contribuir a alentar el progreso económico (un buen ejemplo fue la Revolución Industrial en la Europa del siglo pasado). Una población en crecimiento necesita más inversión en infraestructura y en vivienda. Las villas miseria alrededor de las ciudades del mundo menos desarrollado muestran lo que ocurre cuando la inversión es inadecuada. Los países con población estable pueden optar por mejorar su infraestructura y su vivienda. Preocupaciones ambientales. Polución local y pérdida de hábitat están entre las inquietudes inmediatas e inevitables. Y resultan de la presión que hace una población mundial en crecimiento sobre los alimentos, la energía y el agua. Se necesitarán ciudades más grandes, cultivar más tierra, irrigar más tierra. Necesariamente disminuirá la reserva de agua, y se achicará el hábitat de muchas especies. En los años 70 los pesimistas decían que el agotamiento de los recursos globales era inevitable. Hoy no precupa tanto quedarse sin recursos como el daño que la constante extracción y procesamiento imponen al medio ambiente. El "calentamiento global" es una forma de referirse a los cambios climáticos posibles por el efecto de aislamiento que la atmósfera ejerce sobre la tierra. En todos los casos los esquemas de consumo son la principal causa del volumen de "gases invernadero" lanzados a la atmósfera. Por eso los países desarrollados son los principales responsables del creciente número de gases en la atmósfera. Tienen la cuarta parte de la población mundial y son responsables del 54% del efecto calentamiento causado por las emisiones de "gases invernadero" Por el contrario, las naciones en desarrollo, que tienen casi 80% de la población mundial, responden por menos de la mitad. Entre las naciones desarrolladas se destaca Estados Unidos, con 18% del efecto calentamiento y menos de 5% de la población mundial. Entre las causas del calentamiento global figuran: - Deforestación. Durante la fotosíntesis, las plantas eliminan de la atmósfera el dióxido de carbono. Cuando se talan bosques se destruyen los procesos naturales que eliminan los gases de invernadero y aumenta la cantidad de CO2 que se descarga en la atmósfera. Por eso la deforestación es destructora. La quema de combustibles fósiles (como petróleo) es un culpable todavía mayor. Es responsable de tres cuartos del exceso de carbono que se descarga en la atmósfera. Junto con la industria, algunos servicios públicos (usinas eléctricas, por ejemplo), son considerados responsables de la contaminación atmosférica. Producen óxido de sulfuro y nitrógeno. Estos contaminantes regresan a la tierra, después de viajar largas distancias, en forma de "lluvia ácida", que se suma a la acidificación de los lagos, la corrosión de materiales y estructuras y el daño de los ecosistemas. La quema de carbón suelta más gases que la quema de otros combustibles fósiles. La energía es el motor del crecimiento económico y responsable del mejoramiento del nivel de vida en todo el mundo. Los mayores aumentos en la tasa de consumo energético se dan ahora en los países en desarrollo. Sin duda habrá cambios en los esquemas globales de producción, comercio, flujo de capitales y migración. Abundan los pronósticos: - Desertificación de las ricas tierras agrícolas. - Surgimiento de Siberia como gran zona de producción de alimentos. - Un Canadá más cálido generará mucha migración de los estadounidenses, y Canadá surgirá como potencia hegemónica en el siglo XXI. Todas estas son predicciones, pero lo que es seguro es que los cambios en el clima mundial prometen alterar profundamente la política mundial. En lo que se refiere a disponibilidad de petróleo y energía, no hay una crisis global. Habrá la suficiente para sostener el crecimiento económico hasta pasado el final del próximo siglo. Hay mucho carbón y gas natural. A las actuales tasas de consumo, habrá carbón durante 200 años, y gas durante 60 años. En cambio, las reservas de petróleo son más escasas. En la actualidad los combustibles fósiles proveen entre 75 y 80 % de toda la energía que necesita el mundo. Y así seguirá por otros 25 años por lo menos, tal vez 100. Para transporte, calefacción, cocina y procesos industriales, el mundo es inmensamente dependiente de los combustibles fósiles. Incluso para la generación de energía, donde existe también la energía nuclear y la hidroeléctrica, siguen dominando los combustibles fósiles, ya que producen más de 60 % de la electricidad generada en el mundo. La energía nuclear ha decepcionado. En los años 50 se creyó que se volvería tan barata que la electricidad que generaría no tendría siquiera que ser medida. La electricidad nuclear sería distribuida entre los hogares por

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una modesta suma fija. Sería limpia, y el problema de los desechos nucleares no se percibía como problema. Todas esas esperanzas se evaporaron. Además, la catástrofe de Chernobyl mostró los riesgos. La otra fuente de energía no fósil, la hidroeléctrica, presenta problemas ambientales diferentes: los diques tienen graves costos. La hidroenergía aumentará en términos absolutos en los próximos 25 años. No se percibe una inminente escasez generalizada de energía, pero tres problemas comenzarán a preocupar en los primeros años del próximo siglo: 1. Escasez de petróleo, el único recurso fósil práctico para casi todas las formas de transporte. 2. Escasez energética en determinadas regiones. 3. Los efectos de usar combustibles fósiles: contaminación ambiental y clima. Tendencias globalizadotas. El cambio más grande en la economía mundial desde la Segunda Guerra Mundial ha sido la internacionalización. El dinero se ha vuelto internacional. También el comercio de productos. Lo mismo está pasando con el comercio de los servicios. Para la generación anterior los servicios financieros nacionales estaban separados unos de otros. Ahora todos están bajo la influencia de la misma fuerza: el poder de los mercados internacionales. Las barreras que los limitaban fueron cayendo una tras otra. Los controles de intercambio o bien desaparecieron o perdieron fuerza. Las paridades cambiarias dependen hoy de las fuerzas del mercado. Pero la libertad para mover el dinero por el mundo no es absoluta. Hay dos tipos de restricciones: las que imponen los gobiernos nacionales, y las que ponen los mismos mercados por razones comerciales. El aumento del poder de los mercados financieros, junto con su naturaleza cada vez más internacional, inevitablemente redujo el poder de los gobiernos nacionales individuales. Ellos deben enmarcar sus políticas económicas teniendo en cuenta la forma en que serán recibidas por la comunidad financiera internacional. Si no lo hacen, serán castigados con una corrida de dinero o altas tasas de interés, o ambas cosas. Esta internacionalización de los mercados financieros influye también en la forma en que se comportan las empresas y en las relaciones económicas de los diferentes países entre sí. Da a todas las compañías igual acceso al dinero y significa que cualquier empresa grande será adquirida cada vez más por inversionistas dispersos por el mundo. Las empresas grandes están adquiriendo la libertad de asentarse donde quieran. Además, esta creciente libertad de los mercados financieros limita la capacidad de los gobiernos para fijar controles comerciales que funcionen o controles sobre los movimientos del capital, o sobre los bienes que tengan las compañías en diferentes países. El efecto de la internacionalización sobre las economías nacionales es muy importante porque enormes cantidades de dinero están disponibles para proyectos que los mercados estimen comercialmente atractivos. Esto da a los países en desarrollo la oportunidad de crecer más rápidamente. Pueden atraer inversiones extranjeras para financiar el desarrollo económico, en lugar de esperar a que un gobierno extranjero apruebe algún paquete de ayuda. Si hay confianza en el proyecto de inversión y en la estabilidad del país, puede haber importantes recursos disponibles. Pero hay un precio que deben pagar los deudores, y no es justamente el servicio de las deudas. Los países con fuertes ahorros, y poca necesidad de ellos, pueden usarlos para comprar empresas y hasta las habilidades de otras naciones, y el poder financiero compra influencia económica. Estos movimientos internacionales tienen diversas consecuencias, algunas favorables y otras no. Los inversionistas que muevan fondos a través de distintos países van a querer controlar cada vez más la forma en que se utiliza ese dinero. No cometerán el error de los bancos en la década de los 70 y principios de los 80, dice Hamish McRae que prestaron grandes cantidades de dinero a países sobre los cuales sabían muy poco. Un país que acepte la entrada de inversiones tendrá que ofrecer a cambio, o un cese de propiedad o por lo menos alguna pérdida de control nacional. Los gobiernos del mundo en desarrollo se han dado cuenta de que si quieren tener acceso al capital extranjero necesitan crear un clima de estabilidad política, y reconocer que las inversiones vendrán sólo si hay posibilidad de que los inversores hagan buenas ganancias. Esta actitud contrasta notablemente con lo que ocurrió antes. Sin embargo, la estabilidad por sí sola no basta. Lo que realmente importa son las oportunidades de inversión y ello explica por qué la mayor parte de los flujos de inversión se da entre países industrializados. Todos los países ahorran. Algunos más que otros. Los ahorristas más aplicados del mundo son los japoneses. Hasta los años 80 esos ahorros se usaron dentro de Japón, pero de ahí en más, fluyeron al extranjero. La cuenta corriente de Japón era negativa en 1980; comenzó a dar excedentes que crecieron sostenidamente a lo largo de la década y llegaron a 87.000 millones de dólares en 1987. En 1990 el excedente cayó a 36.000 millones y en 1992 alcanzó a 118.000 millones. Como resultado, los bienes externos netos, negativos en 1980, arrojaron en 1992 un excedente acumulado de 514.000 millones de dólares. Ese inmenso potencial se usó de varias formas. Una parte fue transferida al extranjero para invertir en fábricas locales, otra parte se destinó a comprar propiedades en Estados Unidos y Europa y otra parte se destinó a comprar títulos y bonos del Tesoro estadounidense, ayudando así a financiar el déficit presupuestario de ese país. O lo que es lo mismo: los estadounidenses consumieron los ahorros de los japoneses. Las inversiones extranjeras por parte de empresas fue una de las principales fuerzas que internacionalizaron la economía mundial en los años 80. Ya sea que se instalen nuevas plantas en el extranjero o que se compre el paquete accionario de plantas existentes, la operación tiene sentido si el comprador puede mejorar el funcionamiento de la compañía. El proceso de reemplazar exportaciones con producción local es crucial (se bajan costos, se resguarda contra

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medidas proteccionistas). Todo esto está ocurriendo. Lo que no es tan evidente es que las ganancias están cada vez menos en el proceso industrial propiamente dicho, y más en el diseño, uso de marcas y estrategias de marketing. Mitos y realidades de la tecnología. La tecnología parece moverse con tal rapidez que hay una gran tentación de suponer que la vida en el futuro, al menos en el mundo desarrollado, se verá transformada por asombrosos avances de los cuales todavía no sabemos nada. Es cierto que habrá cambios que modificarán la vida cotidiana y el trabajo, pero las tecnologías que los harán posibles ya existen. En verdad, los hogares no han cambiado demasiado y tampoco lo harán en la próxima generación. En otras áreas habrá progreso incremental, paulatino, haciendo accesible a la gente lo que antes era privativo de los ricos. El costo de los vuelos transatlánticos ha caído a la mitad, el de los automóviles se ha reducido sustancialmente, siempre en términos de moneda constante. Ha habido avances notables como la reducción en el costo de las llamadas internacionales. El servicio en sí es el mismo, pero la tecnología cambió el uso que se hace del teléfono. En los años 60 se supuso erróneamente el éxito de algunos descubrimientos de ese entonces. Se puso muchas expectativas en el auto eléctrico, pero como no se pudo encontrar la forma de almacenar energía eléctrica, se demoró el proyecto. Un ejemplo de avance no esperado es todo lo que tiene que ver con venta minorista de alimentos, revolucionada por la combinación de código de barras y cajas registradoras electrónicas. En el campo de la tecnología electromecánica, no habrá cambios espectaculares en los próximos 25 años. La electrónica, se incorporará a los productos mecánicos para mejorarlos. Hay pocas tecnologías nuevas prometedoras. Por ejemplo, las relacionadas con cerámica y superconductividad. Entre las áreas donde se aguarda avance sostenido está la de la eficiencia energética (tanto en generación de energía como en aislación hogareña). Habrá modificaciones en las condiciones sociales, porque habrá un tímido retorno a la fabricación de cosas que puedan repararse, más que reemplazarse (por consideraciones ambientales). El consumidor buscará calidad más que cantidad. Los productos de la primera mitad del próximo siglo se verán como los actuales, pero la forma en que se hagan seguirá modificándose. La tecnología electromecánica se alejará cada vez más de las grandes fábricas. Estas no desaparecerán, pero cada vez menos gente trabajará en ellas, y las plantas serán cada vez de menor superficie. Mucho tamaño implica más riesgo. Es posible que haya nuevas tecnologías para el 2020, pero no demasiado importantes. Otra promesa es la tecnología de la fibra de carbón. Si continúa mejorando su rendimiento y baja su precio, podría aplicarse a los automóviles. Como reduce el peso, aumentaría la eficiencia, lo que haría más práctica la proposición del auto eléctrico. En el campo electrónico, la revolución apenas ha comenzado. Computación, comunicaciones, televisión. Lo más interesante son las consecuencias sociales de la revolución electrónica. La oficina dejará de ser el centro de trabajo. Hay cuatro cambios principales que la revolución electrónica ha traído al lugar de trabajo: 1. La información está disponible en forma casi infinita; 2. Se ha reducido el costo de entrada a muchos negocios; 3. Cambió la naturaleza del contrato de trabajo; y 4. Para algunas áreas de servicios, la oficina es redundante. La revolución informativa aumenta el número de gente que procesa hechos. ¿Dónde trabajarán? Si el boom en la cantidad de información general es uno de los cambios que resultará del aumento de capacidad de los sistemas electrónicos, el otro es el mayor volumen de la información específica que las empresas tendrán sobre su propio funcionamiento. La información barata reducirá el costo de instalar un nuevo negocio. Trabajar en casa será otra de las consecuencias. ¿Hasta qué punto los empleos de cuello blanco dejarán de ser empleos de oficina? Algunos renglones seguirán necesitando la oficina como base (servicios financieros); otros no tanto. Los avances electrónicos también cambiarán las relaciones entre países. Cambiará la naturaleza de la competencia económica. Porque ser bueno en tecnología mecánica será menos importante que ser bueno en tecnología electrónica. Como el valor estará en el software y no en el hardware, los verdaderos ganadores serán los países que sean buenos en crear software. Durante la segunda mitad de este siglo el progreso técnico estuvo ligado a la producción y consumo de productos durables. La gente de clase media en todo el mundo industrializado adquirió más y más productos. Las familias que tenían un auto tuvieron dos o tres; las que tenían un solo televisor ahora tienen varios; gente con tocadiscos ahora tiene aparatos para discos compactos. Pero algunos aspectos de la vida no han sido mejorados por la tecnología. La seguridad pública es el ejemplo más obvio. ¿Se podrá usar la tecnología para dar a la gente calles más seguras? Para que eso sea posible, no solamente habrá que aplicar con más firmeza la tecnología conocida, sino que tendrá que ser usada para modificar la forma en que se comporta la gente. Impacto sobre la sociedad.

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La gente del mundo industrializado igual querrá mejorar su nivel de vida, y si no lo logra, los países tendrán que introducir una serie de cambios en la forma en que utilizan el trabajo disponible. Si disminuye la proporción de personas en edad de trabajar, tendrán que elevar la edad del retiro, dar mayor participación femenina, aumentar el trabajo de medio tiempo, hacer trabajar a los estudiantes universitarios, recurrir a la educación continua, o sea el reentrenamiento repetido durante una carrera laboral, y utilizar el trabajo voluntario. Si hay menos jóvenes es lógico suponer que la educación debería tener menos demanda, pero la práctica demuestra lo contrario. Se mantiene la demanda de especializaciones, aun cuando disminuye el número de niños. Por lo tanto hay que cambiar el énfasis: no tanto enseñar lo básico a los jóvenes, sino enseñar lo más específico a los no tan jóvenes. En lugar de producir educación masiva para niños en las escuelas, habrá que producir educación más sofisticada para los adultos ya educados. En educación, las áreas de crecimiento serán la educación superior, que todavía no refleja adecuadamente la demanda del mercado, el entrenamiento de adultos y el aprendizaje recreacional. El negocio de la salud sabe que en el futuro habrá necesidad de más geriátricos para los viejos, y el negocio de la educación advierte que el crecimiento se dará en áreas más relacionadas con las necesidades comerciales. Pero para la mayoría de los profesionales en estas dos actividades, resulta extraña la idea de que una población más vieja necesitará un sistema de salud con una estructura de costos muy diferente; o que el futuro de la educación estará en una dirección diferente. Y sin embargo, corregir el rumbo de estos dos sectores constituye el mayor desafío para el mundo industrializado. Será preciso entender en qué se diferenciarán las sociedades viejas de las jóvenes. Hay muchas sociedades "jóvenes" en el mundo en desarrollo que permiten ver con bastante claridad cuáles son sus características esenciales. En cambio, no resulta tan sencillo advertir los rasgos definitorios de las sociedades "viejas". Un mundo industrializado viejo tendría las siguientes características: - Baja inflación. Los habitantes de cierta edad se resistirán a que sus ahorros sean erosionados por la inflación. - Bajo desempleo, porque habrá menos gente en edad de trabajar. - Baja criminalidad, porque son los jóvenes los que más delinquen. - Menos tolerancia al desorden y a la conducta antisocial, y habrá mayor aceptación de la autoridad que controle estas conductas. El poder del voto cobrará más valor, porque lo que más ayuda a controlar la inflación en el mundo industrializado es el voto de un electorado cada vez más viejo. En una sociedad más vieja será muy difícil para un gobierno elegido democráticamente llevar adelante una política de reducción de costos, cuando afecten el nivel de las jubilaciones o los fondos para salud. Los cambios en el mercado laboral tendrán un efecto enorme en las actitudes sociales, porque cambiará la relación empleador/empleado. En el futuro será un contrato para realizar ciertas funciones, y no un trabajo de tiempo completo. Las partes se considerarán libres para terminar el contrato según sus términos. Desaparecerá la idea de "lealtad". El ahorro será revalorizado. Si el empleo es un acuerdo temporario, se aceptará la idea de que siempre habrá períodos en que no se trabaje. Cuánto más vieja es la sociedad, más grande la probabilidad de que el ingreso provenga de ahorros y no de trabajo. Si se acumulan los ahorros, y se pasan de una generación a otra, volverá a aparecer la clase "rentista". Otro paralelo con la época victoriana, la clase ociosa. Este grupo de gente que vive del ahorro se convertirá en un recurso internacional importante. Ese dinero es móvil. Ya existen los que eligen dónde colocar sus ahorros según los impuestos que tienen que pagar. El grupo crecerá y se convertirá en un recurso humano valioso que los países procurarán atraer. Algunos elegirán vivir en países que combinen buena calidad de vida con un régimen fiscal atractivo. Otros mantendrán sus empresas, y significarán empleo además de inversión. La creciente edad del electorado aumentará la brecha entre las expectativas de la gente y la habilidad de los gobiernos para satisfacerlas. Para el 2020 las aspiraciones se expresarán en ideales sociales, que serán difíciles de alcanzar. Pero los gobiernos tendrán que hacer muchos esfuerzos. Otro fenómeno apasionante es el crecimiento de la proporción de mujeres en la fuerza laboral. En el mundo industrializado ya cayó la tasa de nacimientos, lo que influye directamente en el número de mujeres que trabajan fuera de su casa. La ONU predice que en la segunda mitad del próximo siglo ocurrirá lo mismo en el mundo en desarrollo. Por ahora el gran tema social es qué va a pasar con la tasa de matrimonios y si se debilitará la familia tradicional. Cómo será el mundo que resulte? La predicción tiene matices ominosos. De una parte, un mundo de ricos, más viejos y conformistas, con un arsenal bélico letal. De la otra, y en los bordes de este mundo rico, aparecerán cantidades de jóvenes viviendo en ciudades atestadas y observando niveles de vida que les son inaccesibles (los del mundo en desarrollo). Es cierto que también habrá ricos en el mundo en desarrollo, pero aumentará el resentimiento. El panorama es alarmante. Por lo tanto interesa a ambas partes, al mundo rico y al mundo pobre, que la relación se maneje de tal forma que se minimice el peligro. No va a ser fácil. Habrá intensos movimientos poblacionales. La inmigración será tema clave del próximo siglo, ya que los pobres querrán entrar al mundo de los ricos. Con la inmigración los países ricos obtienen la mano de obra que necesitan y los inmigrantes mejores ingresos. Pero la inmigración puede hacer poco para aliviar las presiones del desequilibrio poblacional. En el próximo siglo el mundo industrializado estará preocupado, asustado y tratará de usar su tecnología para mantener su nivel de vida y protegerse del aumento poblacional en otras partes. En el mundo en desarrollo las ciudades crecerán, llenas de jóvenes y pobres, sin buena infraestructura. En el medio habrá un puñado de

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países, o regiones, que darán el gran salto y lograrán estatus de país desarrollado. Para eso, necesitarán muchos recursos naturales planteando problemas que afectarán el medio ambiente.