las cicatrices del huallaga

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A14. EL COMERCIO SÁBADO 12 DE SETIEMBRE DEL 2015 REGIONES TACNA El Senamhi prevé que las heladas continua- rán durante este fin de semana en las zonas altas de la región. AREQUIPA Una mujer fue some- tida a una cesárea de emergencia luego de ser mordida por un perro con rabia. ÁNCASH Cuatro baterías, 26 ce- lulares y 23 cargado- res se incautaron du- rante un operativo en el penal de Chimbote. CUSCO Los índices de radia- ción ultravioleta alcan- zarán valores de 10, 11 y 12, cifras muy altas e inusuales en invierno. LORETO Las instalaciones del lote 8 fueron libera- dos tras estar tomados desde el pasado 2 de setiembre. EL PERÚ HOY Huánuco. Herido, con una pierna amputada y con el nuevo rango de suboficial brigadier de la po- licía, la única razón por la que Agustín Soto quiso regresar al Alto Huallaga después del ata- que fue encontrar la respuesta a su pregunta más íntima: ¿Por qué yo me salvé? Agustín solo recuerda que esa tarde del 20 de diciembre del 2005 él iba en el asiento posterior de una camioneta policial que se dirigía de Tin- go María a Aucayacu, cuando sonaron disparos, una explo- sión y gritos prolongados de los atacantes y de los atacados. Se asomó al asiento del chofer, que ya estaba muerto; quiso sa- lir del vehículo, pero la pierna no le respondía. Los minutos siguientes transcurrieron entre la incons- ciencia y la fuerza de voluntad. Cuando despertó la primera vez, tenía a dos compañeros suyos encima, muertos. La se- gunda vez quiso coger el fu- sil, pero no podía pararse. La tercera vez que volvió en sí vio frente a sus ojos un arma y es- cuchó una voz: “Apura, ¡má- talo!”; luego otra voz: “No le disparen, déjenlo ahí”. Cuan- do volvió a abrir los ojos, había abejas a su alrededor, atraídas por la sangre. Cuando desper- tó del todo, ya en Lima, una pierna le había sido amputa- da. Pronto supo que sus ocho compañeros habían fallecido. Allí surgió la pregunta: ¿Por qué yo me salvé? Cronología trágica Esa emboscada, perpetrada ha- ce casi 10 años por una columna de Sendero Luminoso en el sec- tor de Angasyacu, fue uno de los más graves crímenes cometidos por este grupo terrorista en el Alto Huallaga durante los últi- mos años. Este territorio, que salió del estado de emergencia después de tres décadas de presencia muy activa de narcotrafican- tes y terroristas, guarda toda- vía historias que se mezclan no solo en el tiempo, sino también en el espacio: solo tres meses después del brutal ataque en Angasyacu, fue abatido a tiros Héctor Aponte ‘Clay’, un im- portante mando terrorista que organizó la emboscada. La dis- tancia que separa a las cruces que colocaron al borde de la ca- rretera con los nombres de los policías muertos y la cruz colo- cada sobre la tumba de ‘Clay’, en el cementerio de Aucayacu, es de apenas unos 10 kilómetros. Pero habría un ataque más. Después de ‘Clay’, la policía en- contró y abatió a Epifanio Espí- ritu ‘JL’, en noviembre del 2007; también murió Juan Laguna ‘Piero’, en mayo del 2008; am- bos eran miembros del círculo más cercano de Florindo Flores ‘Artemio’, el cabecilla senderis- ta en la zona. Tiempo después, en el 2010, moriría ‘Rubén’, otro terrorista buscado duran- te años, y sería capturado Edgar Mejía ‘Izula’, el más sanguinario del grupo. Fue en medio de esta ofensi- va de la policía cuando, en no- Ya en su fase inicial de posguerra, la región del Alto Huallaga resume historias de la brutal violencia que desencadenó Sendero Luminoso. VÍCTIMA DOBLE. Agustín Soto se salvó de morir, pero tras ser rescatado tuvo que esperar 31 horas para ser atendido. Fue víctima de Sendero Luminoso y de la negligencia médica. INSANIA. El pequeño monumento a los policías caídos en Puma- huasi fue destruido. Solo quedan restos. “El terrorismo ya no es una amenaza”, dijo en junio el presidente Humala desde Huánuco, donde confirmó el levantamiento del estado de emergencia. No es una ame- naza, pero lo fue. Los policías que combatieron en la zona fueron y son testigos. A SANGRE FRÍA Durante su juicio, ‘Artemio’ reconoció ser responsable de la muerte de 43 policías, además de 56 militares y 32 civiles. RICARDO LEÓN Texto DANTE PIAGGIO Fotos Las cicatrices del Huallaga En los 70 se decretó el estado de emergencia en el Huallaga. Durante el segundo gobierno de Belaunde fue levantado, pero fue instaurado otra vez debido al terrorismo. El senderista ‘Artemio’ fue cap- turado en el 2012, con lo que des- cendió la violencia en la zona. UNA REGIÓN CONVULSA Uchiza, en los peores años de la lucha contra el terro- rismo y el narcotráfico, fue uno de los centros de la barbarie sen- derista. El primer ataque a gran esca- la que sufrió este pueblo –centro de operaciones de ‘Vaticano’ y otros narcotraficantes de la épo- ca– se llevó a cabo el 31 de ma- yo de 1987, cuando unos 300 terroristas aparecieron en el centro de esta localidad y ataca- ron directamente la comisaría. Murieron seis policías. Antes de huir, los atacantes incendiaron el local, pero el fuego se esparció a la casa vecina y mató a cuatro integrantes de una familia. “Tomaron el pueblo” Tiempo después, el 27 de mar- zo de 1989, un número similar de terroristas incursionó nue- vamente en Uchiza. “Tomaron el pueblo, lo tenían controla- do”, recuerda el periodista local Moisés Cotrina. Aquel día, des- pués de cinco horas de enfren- tamiento, 7 policías murieron y 14 resultaron heridos. Otros tres policías fueron llevados a la plaza principal y se exigió su rendición. Como se negaron, fueron ejecutados delante de la población. Sendero asesinó a 16 policías en Uchiza entre 1987 y 1989 HUELLAS. El periodista Moisés Cotrina señala las huellas de los proyectiles en el local donde funcionaba la comisaría de Uchiza. 2 DE JUNIO DE 1987 El Comercio informó sobre el ase- sinato de estos seis policías. viembre del 2008, se registra- ría el último crimen de Sendero Luminoso en esta región. Ocu- rrió en el sector Pumahuasi, en el kilómetro 17 de la carretera que une Tingo María y Pucall- pa, un punto de fluido tráfico de combustible utilizado en la pro- ducción de cocaína. Este punto de la carretera está rodeado por pequeñas elevaciones bosco- sas, desde donde los terroristas lanzaron granadas y dispararon ráfagas de fusil a los cuatro ve- hículos que trasladaban a poli- cías. Murieron cuatro y otros cinco resultaron heridos. Poco después, una capilla de cemento en miniatura fue colocada en el mismo lugar de la emboscada como recuerdo de los efectivos caídos. Pero al- guien la destruyó. Lo único que queda son ramos de flores ya muertas y bloques rotos y su- perpuestos. Allí antes se podían leer los nombres del suboficial de segunda Antonio Rojas y los suboficiales de tercera Mario Huamán, Pedro Arenas y Ed- son Navarro, los últimos poli- cías que Sendero mató en el Al- to Huallaga.

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Herido, con una pierna amputada y con el nuevo rango de suboficial brigadier de la policía, la única razón por la que Agustín Soto quiso regresar al Alto Huallaga después del ataque fue encontrar la respuesta a su pregunta más íntima: ¿Por qué yo me salvé? Agustín solo recuerda que esa tarde del 20 de diciembre del 2005 él iba en el asiento posterior de una camioneta policial que se dirigía de Tingo María a Aucayacu, cuando sonaron disparos, una explosión y gritos prolongados de los atacantes y de los atacados. Se asomó al asiento del chofer, que ya estaba muerto; quiso salir del vehículo, pero la pierna no le respondía. Los minutos siguientes transcurrieron entre la inconsciencia y la fuerza de voluntad. Cuando despertó la primera vez, tenía a dos compañeros suyos encima, muertos. La segunda vez quiso coger el fusil, pero no podía pararse. La tercera vez que volvió en sí vio frente a sus ojos un arma y escuchó una voz: “Apura, ¡mátalo!”; luego otra voz: “No le disparen, déjenlo ahí”. Cuando volvió a abrir los ojos, había abejas a su alrededor, atraídas por la sangre. Cuando despertó del todo, ya en Lima, una pierna le había sido amputada. Pronto supo que sus ocho compañeros habían fallecido. Allí surgió la pregunta: ¿Por qué yo me salvé?

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A14. el comercio sábado 12 de setiembre del 2015

Regiones

tacnaEl Senamhi prevé que las heladas continua-rán durante este fin de semana en las zonas altas de la región.

arequipaUna mujer fue some-tida a una cesárea de emergencia luego de ser mordida por un perro con rabia.

ÁncashCuatro baterías, 26 ce-lulares y 23 cargado-res se incautaron du-rante un operativo en el penal de Chimbote.

cuscoLos índices de radia-ción ultravioleta alcan-zarán valores de 10, 11 y 12, cifras muy altas e inusuales en invierno.

loretoLas instalaciones del lote 8 fueron libera-dos tras estar tomados desde el pasado 2 de setiembre.

el perú hoy

Huánuco. Herido, con una pierna amputada y con el nuevo rango de suboficial brigadier de la po-licía, la única razón por la que Agustín Soto quiso regresar al Alto Huallaga después del ata-que fue encontrar la respuesta a su pregunta más íntima: ¿Por qué yo me salvé?

Agustín solo recuerda que esa tarde del 20 de diciembre del 2005 él iba en el asiento posterior de una camioneta policial que se dirigía de Tin-go María a Aucayacu, cuando sonaron disparos, una explo-sión y gritos prolongados de los atacantes y de los atacados. Se asomó al asiento del chofer, que ya estaba muerto; quiso sa-lir del vehículo, pero la pierna no le respondía.

Los minutos siguientes transcurrieron entre la incons-ciencia y la fuerza de voluntad. Cuando despertó la primera vez, tenía a dos compañeros suyos encima, muertos. La se-gunda vez quiso coger el fu-sil, pero no podía pararse. La tercera vez que volvió en sí vio frente a sus ojos un arma y es-cuchó una voz: “Apura, ¡má-talo!”; luego otra voz: “No le disparen, déjenlo ahí”. Cuan-do volvió a abrir los ojos, había abejas a su alrededor, atraídas por la sangre. Cuando desper-tó del todo, ya en Lima, una pierna le había sido amputa-da. Pronto supo que sus ocho

compañeros habían fallecido. Allí surgió la pregunta: ¿Por qué yo me salvé?

cronología trágicaEsa emboscada, perpetrada ha-ce casi 10 años por una columna de Sendero Luminoso en el sec-tor de Angasyacu, fue uno de los más graves crímenes cometidos por este grupo terrorista en el Alto Huallaga durante los últi-mos años.

Este territorio, que salió del estado de emergencia después de tres décadas de presencia muy activa de narcotrafican-tes y terroristas, guarda toda-vía historias que se mezclan no solo en el tiempo, sino también en el espacio: solo tres meses después del brutal ataque en Angasyacu, fue abatido a tiros Héctor Aponte ‘Clay’, un im-portante mando terrorista que organizó la emboscada. La dis-tancia que separa a las cruces que colocaron al borde de la ca-rretera con los nombres de los policías muertos y la cruz colo-cada sobre la tumba de ‘Clay’, en el cementerio de Aucayacu, es de apenas unos 10 kilómetros.

Pero habría un ataque más. Después de ‘Clay’, la policía en-contró y abatió a Epifanio Espí-ritu ‘JL’, en noviembre del 2007; también murió Juan Laguna ‘Piero’, en mayo del 2008; am-bos eran miembros del círculo más cercano de Florindo Flores ‘Artemio’, el cabecilla senderis-ta en la zona. Tiempo después, en el 2010, moriría ‘Rubén’, otro terrorista buscado duran-te años, y sería capturado Edgar Mejía ‘Izula’, el más sanguinario del grupo.

Fue en medio de esta ofensi-va de la policía cuando, en no-

Ya en su fase inicial de posguerra, la región del Alto Huallaga resume historias de la brutal violencia que desencadenó Sendero Luminoso.

víctima doble. Agustín Soto se salvó de morir, pero tras ser rescatado tuvo que esperar 31 horas para ser atendido. Fue víctima de Sendero Luminoso y de la negligencia médica.

insania. El pequeño monumento a los policías caídos en Puma-huasi fue destruido. Solo quedan restos.

“El terrorismo ya no es una amenaza”, dijo en junio el presidente Humala desde Huánuco, donde confirmó el levantamiento del estado de emergencia. No es una ame-naza, pero lo fue. Los policías que combatieron en la zona fueron y son testigos.

a sangre fríaDurante su juicio,

‘artemio’ reconoció ser responsable de la muerte de 43 policías, además de 56 militares y 32 civiles.

ricardo leónTexto

dante piaggioFotos

Las cicatrices del Huallaga

En los 70 se decretó el estado de emergencia en el Huallaga. Durante el segundo gobierno de Belaunde fue levantado, pero fue instaurado otra vez debido al terrorismo. El senderista ‘Artemio’ fue cap-turado en el 2012, con lo que des-cendió la violencia en la zona.

unA región convulsA

Uchiza, en los peores años de la lucha contra el terro-rismo y el narcotráfico, fue uno de los centros de la barbarie sen-derista.

El primer ataque a gran esca-la que sufrió este pueblo –centro de operaciones de ‘Vaticano’ y otros narcotraficantes de la épo-ca– se llevó a cabo el 31 de ma-yo de 1987, cuando unos 300 terroristas aparecieron en el

centro de esta localidad y ataca-ron directamente la comisaría. Murieron seis policías. Antes de huir, los atacantes incendiaron el local, pero el fuego se esparció a la casa vecina y mató a cuatro integrantes de una familia.

“tomaron el pueblo”Tiempo después, el 27 de mar-zo de 1989, un número similar de terroristas incursionó nue-

vamente en Uchiza. “Tomaron el pueblo, lo tenían controla-do”, recuerda el periodista local Moisés Cotrina. Aquel día, des-pués de cinco horas de enfren-tamiento, 7 policías murieron y 14 resultaron heridos. Otros tres policías fueron llevados a la plaza principal y se exigió su rendición. Como se negaron, fueron ejecutados delante de la población.

Sendero asesinó a 16 policíasen Uchiza entre 1987 y 1989

huellas. El periodista Moisés Cotrina señala las huellas de los proyectiles en el local donde funcionaba la comisaría de Uchiza.

2 de junio de 1987el comercio informó sobre el ase-sinato de estos seis policías.

viembre del 2008, se registra-ría el último crimen de Sendero Luminoso en esta región. Ocu-rrió en el sector Pumahuasi, en el kilómetro 17 de la carretera que une Tingo María y Pucall-pa, un punto de fluido tráfico de combustible utilizado en la pro-ducción de cocaína. Este punto de la carretera está rodeado por pequeñas elevaciones bosco-

sas, desde donde los terroristas lanzaron granadas y dispararon ráfagas de fusil a los cuatro ve-hículos que trasladaban a poli-cías. Murieron cuatro y otros cinco resultaron heridos.

Poco después, una capilla de cemento en miniatura fue colocada en el mismo lugar de la emboscada como recuerdo de los efectivos caídos. Pero al-

guien la destruyó. Lo único que queda son ramos de flores ya muertas y bloques rotos y su-perpuestos. Allí antes se podían leer los nombres del suboficial de segunda Antonio Rojas y los suboficiales de tercera Mario Huamán, Pedro Arenas y Ed-son Navarro, los últimos poli-cías que Sendero mató en el Al-to Huallaga.