las cerámicas de paredes finas del final de la república romana y el período augusteo-tiberiano

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3 Las otras cerámicas finas Alberto López Mullor Esperança Huguet Enguita Albert Ribera i Lacomba

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Las cerámicas de Paredes Finas del final de la República Romana y el período Augusteo-Tiberiano

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  • 3Las otras cermicas finas

    Alberto Lpez MullorEsperana Huguet EnguitaAlbert Ribera i Lacomba

  • Alberto Lpez Mullor

    Diputacin de Barcelona y Universidad Autnoma de Barcelona

    Esperana Huguet Enguita

    Arqueloga. Colaboradora del SIAM

    Albert Ribera i LacombaDoctor en Arqueologa. Jefe de la Seccin de Arqueologa del Ayuntamiento deValencia

    Manual de cermica romana. Del mundo Helenstico al Imperio Romano. Albert

    Ribera i Lacomba (coord.). 1 ed. Alcal de Henares: Museo Arqueolgico

    Regional; Madrid: Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofa y Letras y

    en Ciencias, Seccin de Arqueologa, 2013. 504 p. Cursos de Formacin

    Permanente para Arquelogos. ISBN 978-84-451-3455-9

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    1.1. Definicin

    Durante el primer cuarto del siglo II a.C. se inicia, en la Toscana, la pro-duccin de la que los investigadores llamamos cermica de paredes fi-nas, utilizando la terminologa que acu N. Lamboglia en los aos

    treinta del siglo XX. Aquellos cubiletes tirrnicos, exportados en pequeascantidades a una buena parte del Mediterrneo, acompaando a la vajilla bar-nizada de negro y a los vinos envasados en nforas greco-itlicas y Dressel 1,hicieron fortuna desde el punto de vista tipolgico, seguramente por su evi-dente utilidad, muy cercana a la de los vasos de beber actuales. Se sabe quetuvieron una gran aceptacin en mercados relativamente lejanos, como el dela fachada mediterrnea de la Pennsula Ibrica, donde fueron imitados du-rante largo tiempo en los talleres locales, o en la isla de Ibiza, cuya activa ar-tesana cermica los recre de diferentes maneras.

    Las cermicas de paredes finas son, pues, en su origen y sin excepcin, ma-nufacturas itlicas que, si bien en un primer momento protagonizaron largassingladuras martimas, enseguida se produjeron en los lugares de consumo,cuyos alfares abastecieron reas territoriales no demasiado extensas y en cier-tos casos decididamente reducidas. Para su descripcin las dividiremos en dosgrupos, las propias del final de la Repblica, que abarcan desde el 200/175 al30 a.C., tomando ambas fechas como indicativas, y las que se fabricaron du-

    1. Las cermicas de Paredes Finas del final de la RepblicaRomana y el perodo Augusteo-Tiberiano

    Alberto Lpez Mullor

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    rante los principados de Augusto (27 a.C. 14 d.C.) y Tiberio (14 37 d.C.).En ambos casos nos referiremos primero a las producciones itlicas, pasandoluego a las hispnicas.

    Tal y como enuncia el ttulo en plural de este captulo, las paredes finas noforman parte, ni mucho menos, de una produccin homognea. Tratndosesiempre de cermica de mesa, mientras algunos autores las sitan dentro delas producciones costosas o al menos de un cierto valor para sus propietarios,tal como pudieron ser la vajilla llamada campaniense o la terra sigillata, otroslas han incluido dentro de la cermica comn (Vegas, 1973). Su pasta puedeadoptar todas las tonalidades, pues existen formas que la poseen oxidada entodas sus gamas y otras reducida, sin que ello sea privativo de un taller deter-minado. Slo la delgadez de las paredes, cuyo grosor se sita entre 1 y 2 mmpor norma general, y el consiguiente mnimo tamao del desgrasante cons-tituyen caracteres tecnolgicos comunes a todo el material. Ni siquiera la au-sencia de engobe es aplicable al conjunto de productos que aqu presentamos,puesto que su presencia menudear a partir de la poca augustea y se ir ge-neralizando en la de Tiberio, para hacerse omnipresente en la de Claudio, enun momento en que su repertorio haba evolucionado en gran manera, de-jando atrs la mayora de los tipos originarios. Este segundo flujo de manu-facturas excede, sin embargo, los lmites cronolgicos que aqu se nos hanpropuesto.

    1.2. Las producciones itlicas del final de la Repblica. 200/175-30 a.C. (Fig. 1-3)

    Las primeras, y casi, las nicas formas pertenecientes a este perodo son loscubiletes. Su tamao es variado, aunque cabe distinguir entre una serie depiezas altas, que alcanzan de 12 a 15 cm, y otras ms bajas, de 5 a 7 cm, pro-ducidas simultneamente. Por tanto, existieron vasos grandes y pequeos,como los de ahora, aunque ignoremos de momento si su tamao estuvo re-lacionado con su contenido habitual o ni siquiera si ste era uniforme. A par-tir de los aos setenta del siglo I a.C., los cubiletes empiezan a estar acompa-ados de tazas, cuya produccin se intensific en los ltimos deceniosanteriores a la Era, extendindose a los dos primeros de la misma. Su xitoempez a hacer declinar la hasta entonces pujante manufactura de toda clasede cubiletes que, aun sin desaparecer nunca del repertorio, se vieron sustitui-dos desde el 30-20 a.C. por los cuencos o boles, forma que termin por sermayoritaria.

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    1. Cermica itlica de paredes finas. 1 (My. I, Mb. I). Empries, Lpez Mullor 1989, n inv. 6. 1a (My I a, Mb. I).

    Cosa. Marabini 1973, n inv. 2. 1 c (My I, Mb I). Badalona. Ibid. 1989, n inv. 1262. 2 (My II a, Mb II). Els Prats del

    Rei (Barcelona). Ibid., n inv. 1889. 2.8 c (My II, Mb II). Empries. Ibid., n inv. 493. 3 (My III, Mb IV). Solsona (Llei-

    da), Ibid., n inv. 1921. 3 a (My III a, Mb IV). Empries. Ibid., n inv. 495. 3 a (My III a, Mb VII). Id., Ibid., n inv. 931.

    3 Ba (My IIIBa, Mb IV). Id., Ibid., n inv. 41. 3.6 (My. III, Mb. V-VI). Cosa. Marabini 1973, n inv. 66

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    2. Cermica itlica de paredes finas. 5 B (My V B, Mb XXXV). Badalona. Lpez Mullor 1989, n inv. 1304. 9 (My

    IX, Mb XXVIII). Baelo. Ibid., n inv. 2294. 9 C. Sabadell, Ibid., n inv. 1788. 10.3 a (My X, Mb XXV). Matar, Ibid., n

    inv. 1092. 10.9 b (My X, Mb XXV). Tarragona. Ibid., n inv. 1716; Mayet 1975, n 123. 10 E (My X, Mb XXV). Emp-

    ries. Ibid., n inv. 208. 11. 9 b (My XI). Id., Ibid., n inv. 228; Mayet 1975, n 147. 11 C (My XI a). Badalona. Ibid., n

    inv. 1377. 12.8 j (My XII, Mb XXXIII). Id., Ibid., n inv. 253. 13.3 a (My XIII, Mb LVI). Cirenaica (MAN). Ibid., n inv.

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    3. Cermica itlica de paredes finas: 14 (My XIV A). Rub (Barcelona). Ibid., n inv. 1828. Mb. XII. Empries. Ibid.,

    n inv. 201. 15 (My XV). Museu dArqueologia de Catalunya. Ibid., n inv. 2362. 16 A (My XVIA). Tarragona. Ibid., n

    inv. 173.1. Mayet 1975, n 183. 17 (My XVII). Empries, Ibid., n inv. 196. 24 (My XXIV, Mb XV). Id., Ibid., n inv. 7. 24.8

    d (My XXIV, Mb LXIX). Vic. Ibid., n inv. 1871. 24.4 a (My XXIV, Mb XV). Empries. Ibid., n inv. 4. 33 (My XXXIII, Mb

    XXXVI). Ibiza. Ibid., n inv. 2249. 33 a (My XXXIII a, Mb LII). Empries. Ibid., n inv. 201; Mayet 1975, n 274. 33/35

    (Mb. XXXVI). Vic. Ibid., n inv. 1864. 66 Rub. Ibid., n inv. 1349. Cermica ebusitana de paredes finas: 1b (My I b,

    Mb I). Puig des Molins (Ibiza). Fernndez 1992, 237, n inv. 685; Mayet 1975, 26

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    El estudio de las paredes finas itlicas y prcticamente de las de todo tipose inici con los trabajos de N. Lamboglia. El primero fue la recensin de laobra de Ch. Simonett (1941) sobre las necrpolis del cantn suizo del Tesi-no, donde eran muy abundantes las cermicas noritlicas de esta clase, des-conocidas en la Pennsula Ibrica (Lamboglia, 1943). Ms prxima nos resul-ta su obra, por tantos conceptos decisiva, sobre las excavaciones de1938-1940 en la ciudad romana de Albintimilium (Ventimiglia), publicada en1950, donde, entre muchas otras, se sientan las bases del estudio de estas ce-rmicas. Debemos esperar a los meritorios trabajos de M. Vegas (1963, 1963-1964, 1964, 1965) para obtener un panorama coherente de estas produccio-nes, sintetizado en su obra sobre la cermica comn romana en elMediterrneo occidental (1973). Poco antes, M.T. Marabini (1973) haba pu-blicado su slido estudio monogrfico acerca del material de Cosa y dos aosdespus apareci el libro de F. Mayet (1975) sobre las paredes finas en la Pe-nnsula Ibrica, en el que esta autora estudiaba, entre otros, numerosos ma-teriales supuestamente itlicos que, en muchos casos, luego resultaron serebusitanos o ibricos, segn veremos. Por razones de claridad tipolgica, lanumeracin de las principales formas propuesta por Mayet la hemos idomanteniendo diversos investigadores espaoles o franceses, ya sea utilizandolas cifras romanas que emple esta autora, aunque con matizaciones (LpezMullor, 1989; 1990; Mnguez, 1991; Puerta, 1989), o convirtindolas en ar-bigas, como se hizo en el Dicocer (Passelac, 1993), o bien en nuestros artcu-los sobre el material ebusitano (Lpez Mullor y Estarellas, 2002; 2003), ensntesis anteriores (Lpez Mullor, 2008) o en este mismo captulo, a fin de fa-cilitar la transcripcin y tabulacin de los tipos. Entre nosotros no han teni-do demasiado xito las series de Marabini y de A. Ricci (1985), la primera porreferirse casi exclusivamente a productos itlicos, algunos de los cuales no lle-garon a Hispania o lo hicieron en cantidades exiguas, y la segunda por resul-tar farragosa y presentar separadas las formas de sus decoraciones. Cabe ci-tar, adems y entre muchos otros, el trabajo especfico de A. Carandini (1977)sobre los materiales vesubianos, enriquecido no hace mucho por las notablesaportaciones de I. Faga (2008, 2010), sobre las piezas del puerto de Npoles,quien tambin se ha ocupado de las producciones centroitlicas (2011), o lasmonografas de M. Pinna (1986), sobre las paredes finas de Cerdea y de M.Denaro (2008) sobre las de Sicilia.

    Los primeros tipos producidos fueron el 1, el 1a y el 2. No exactamentepor este orden puesto que, segn parece, el 2 (Fig. 4), que empez a fabricar-se en la Toscana actual, la antigua Etruria, durante el primer cuarto del sigloII a.C., es el ms viejo de todos. Si no se indica lo contrario, para las datacio-

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    4. 1.) Forma 2, Ilturo, Cabrera de Mar, Barcelona, foto: A. Martn. 2.) Forma 2. Valencia, foto: SIAM. 3.) Forma 2.8

    c. Empries, foto: A. Lpez Mullor

    nes utilizaremos los criterios apuntados en nuestro libro (Lpez Mullor,1989; 2 ed. 1990), matizados en algn trabajo posterior, como el de 2008, oen los realizados en colaboracin con M.M. Estarellas en 2002 y 2003 y A.Martn en 2010.

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    Dos o, a lo sumo, tres decenios ms tarde, aparecieron la forma 1 (Fig. 5)y su variante 1a decorada a la barbotina con perlitas o pequeas cabezas declavo, segn la nomenclatura francesa dcor clout, formando casi siempreovas. Tanto la una como la otra, tuvieron un largo recorrido cronolgico,producindose hasta los decenios finales del siglo I a.C. y alcanzaron un no-table xito comercial, siendo imitadas en la Hispania Citerior, concretamen-te y que se sepa por ahora, en Emporiae y Valentia. La forma 2, quiz por suborde menos complicado y ms funcional, fue producida en grandes cantida-des, como veremos ms adelante, en numerosos talleres hispnicos de la cos-ta mediterrnea, as como en la isla de Ibiza y, segn informaciones inditas1,en el campamento de la Legio VII en Len. A lo largo del tiempo, fue per-diendo su perfil fusiforme y su esbeltez originales, adquiriendo una aparien-cia ovoide, aunque, desde el principio, las variantes ms altas convivieron conotras de menor porte, como la 2A.

    Los cubiletes de la forma 3 no hicieron sino acentuar la tendencia a laconcavidad de los bordes inclinados hacia fuera propios de la 1 y la 2. Ade-

    1 Agradecemos a Esperanza Martn Hernndez esta informacin, acompaada de las fotogra-fas y el dibujo de algunas piezas.

    5. Forma Ia. Barati-Populonia,

    foto: Museo Archeologico del

    Territorio di Populonia

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    ms, adoptaron perfiles muy diversos, tanto en las piezas altas (3 stricto sensu),como en las bajas (3B). Por otra parte, su decoracin que en los dos tipos an-teriores fue variada ruedecilla, escamas de pia, alguna incisin, aunquepoco frecuente, excepto en el subtipo 1a, ornado de perlitas, se generaliz ex-traordinariamente en ste, dando lugar a una variante decorada a la barboti-na con escamas de pia (3a) (Fig. 6), junto a otras muchas que presentabanmotivos incisos, cordados y a ruedecilla, entre otros. El inicio de su produc-cin es algo posterior, situndose durante el siglo II a.C. bastante avanzado,permaneciendo en el mercado hasta el ltimo o el penltimo decenio ante-rior a nuestra Era. De hecho, dos de sus numerosas variantes, la 3Ba (Fig. 7)y la 3Bb, decoradas a ruedecilla y a la barbotina respectivamente, que fueronobjeto de imitacin en Ebusus (formas 3C.3a y 3C.8d) y el rea de Tarraco, lle-garon hasta mediados del siglo I d.C.

    La familia de los cubiletes se desarroll, pues, prcticamente a lo largo detodo el arco cronolgico del que aqu nos ocupamos, es decir, el perodo tar-dorrepublicano y la poca augustea, manifestando escasos cambios en su con-figuracin, a no ser la progresiva prdida de altura de las piezas aunquesiempre hubo una modulacin en dos series de vasos coetneas, la de los al-

    6. Forma 3 a. Empries, foto: A. Lpez Mullor

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    tos y la de los bajos y la mayor abundancia de sus motivos decorativos, eje-cutados tanto a la barbotina como a ruedecilla o mediante incisiones ms omenos artsticas (forma 16). Este panorama ciertamente montono se ve en-riquecido, hacia los aos 70 del siglo I a.C., con la aparicin de las tazas, quese generalizarn a mediados de la centuria, hacindose muy populares en elperodo augusteo hasta extinguirse en el tiberiano, ante la imparable compe-tencia de los cuencos o boles, la forma mayoritaria por execelencia a partir delos aos veinte del siglo I d.C. Las tazas derivan directamente de las piezasmetlicas. Buen exponente de ello es la forma 9, que recuerda, por ejemplo,a los kantharoi argnteos de Boscoreale. Ahora sabemos con certeza que pro-cede de Cumas, en la costa campana, al haberse localizado indicios de su pro-duccin entre el tercer cuarto del siglo I a.C. y principios de nuestra era (Ca-vassa, 2004), y que lleg hasta nosotros por va martima acompaando a lasnforas vinarias Dressel 1 B, como demuestra el pecio de La Madrague deGiens, fechado entre el 70 y el 50 a.C. (Tchernia et alii, 1978: 17; Parker,1992: 616). Con todo, esta forma fue siempre minoritaria, en comparacincon las tazas ms bajas, de perfil globular (forma 10) (Fig. 8) o carenado (for-ma 11) (Fig. 9), originarias de la Toscana y de la Campania. De hecho la pri-mera tambin se produjo en Cumas con la tpica decoracin de guirnaldas yrosetas (9B) (Cavassa, 2004) y algunas decoradas a ruedecilla se obraron enSiracusa (Pelagatti, 1970). Adems, son propias de otros lugares ms septen-trionales de Italia, aunque estas ltimas apenas llegaron a la Pennsula Ibri-

    7. Forma 3Ba. Badalona, foto: Museu

    de Badalona

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    ca (Ricci, 1985: 298). Por otra parte, se ha apuntado su produccin en Hal-tern para consumo militar (Loeschcke, 1909; Schnurbein, 1974). El hecho esque las tazas gozaron entre nosotros de una gran aceptacin, imitndose, co-mo veremos en Eubusus y el rea de Emporiae.

    1.3. El perodo augusteo-tiberiano

    Ya en los decenios finales del ltimo siglo anterior a la Era hacen su apari-cin ciertas formas de recorrido variable. Por una parte, la ltima evolucinde los cubiletes representada por la forma 5B, originaria de Italia central eimitada en Lyon (Lasfargues y Vertet, 1968; 1970; Grataloup, 1986; 1988) eIbiza, en este ltimo caso con nuevas variantes, segn veremos. Por otra par-te, los vasos cilndricos (forma 14), cuya parte inferior puede ser carenada

    8. Forma 10. Npoles, foto: I. Faga

    9. Forma 11. Empries, foto: A. Lpez

    Mullor

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    (12) (Fig. 10), a los que se parecen los recipientes troncocnicos de las for-mas 13 y 15, los primeros (Fig. 11) dotados de grandes asas y muchas vecesdecorados a ruedecilla, todos ellos de procedencia centroitlica. Los tipos 12y 14 tuvieron una gran difusin y se imitaron, tanto en terra sigillata (formaConspectus 50), como en paredes finas, ya fuera de Italia, como en La Muette

    10. Forma 12 a. Npoles, foto: I. Faga

    11. Forma 13 A. Npoles, foto: I. Faga

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    (Lyon) (Lasfargues y Vertet, 1970; Grataloup, 1986; 1988) y el nordeste ynoroeste de Hispania. Desde el punto de vista cronolgico no llegaron msall del principado de Tiberio. Sin embargo, los vasos ms vistosos de esteperodo son, sin duda, los de la forma 17, decorados a ruedecilla, que recuer-dan claramente a los productos de tipo Aco, hechos a molde en el norte deItalia y las Galias. Todos ellos corresponden a la poca augusteo-tiberiana,aunque el tipo 17 parece iniciarse a mediados del siglo I a.C.

    Ms longeva fue la forma 24 (Fig. 12), que alcanz la poca de Nern, ha-biendo aparecido al inicio de la de Augusto. Se trataba de una variante de loscubiletes, de cuerpo globular y dotada de un asa triangular, que quiz prefi-gur el tipo btico 42. Se conocen ejemplares lisos, aunque una gran canti-dad de los mismos presenta una caracterstica decoracin a peine con ha-ces paralelos de incisiones verticales (24.4). Este tipo fue diferenciada porLamboglia (1938; 1950: 167) y Vegas (1963; 1973: 76-77). El primero deellos le atribuy un origen ligur. Tambin se ha propuesto su produccin enel centro de Italia (Marabini, 1973: 158) y Cerdea (Pinna, 1986), al menosen el caso de la variante 24A. Es plausible que tambin se produjese en el reavesubiana, donde adquiere una gran personalidad (Carandini, 1977) y, segnveremos, fue imitado magistralmente en Ibiza.

    12. Forma 24.4 a. Empries, foto: A.

    Lpez Mullor

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    Hemos reservado los cuencos para poner fin al repertorio formal de esteperodo. Su forma de referencia es la 33 (Fig. 13), una de las ms emblem-ticas dentro de la cermica de paredes finas, a la que Vegas (1963-1964: 66-67, forma 4; 1973: 82, forma 34a) denomin cuenco augusteo, aludiendo asu apariencia y a su momento de mayor expansin. El tipo stricto sensu se ca-racteriza por su escasa altura, teniendo por toda decoracin una ranura lon-gitudinal en el centro de su pared externa. Existen variantes con decoracina ruedecilla (33a) (Fig. 14), y adems de manufacturarse en Italia, tanto en lazona etrusca como en Npoles o sus alrededores (Faga, 2010), se fabric enlas Galias, en los talleres de La Muette, Lyon (Lasfargues y Vertet, 1970;Grataloup, 1986; 1988; Genin, 1997) y Bram, en el departamento del Aude(Passelac, 2001). Esta situacin qued reflejada en los mapas de difusin di-bujados por Mayet (1975: 136-138) y nosotros mismos (Lpez Mullor, 1989:161-162). Sin embargo, esta autora no se pronunci acerca de la produccinhispnica de la forma, mientras que Ricci (1985: 286-287, tipos 2/232, 2/405)

    13 Forma 33. Npoles, foto:

    I. Faga

    14. Forma 33 a. Darr. SPAL

    Diputacin de Barcelona,

    foto: M. Baldom

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    se refiere a un grupo de vasos espaoles que, a su juicio, procederan de laPennsula Ibrica y deben distinguirse de los de Aquileia y del valle del Po,cuyos mercados eran, adems de Italia, las reas septentrionales del Imperio.Ms adelante veremos que se ha detectado su produccin en diversos tallereshispnicos, dedicada en algunos al mercado cautivo que representaban lastropas romanas, como las acantonadas en el campamento de la Legio III Ma-cedonica, en Herrera de Pisuerga, Palencia (Prez y Illarregui, 1995; Martn,2008b), y en otros sencillamente para el consumo local, como ocurri en Ca-brera de Mar (Barcelona), en el ager de Iluro, la actual Matar (Lpez Mullory Martn, 2010), o El Vila-sec (Alcover), en el de Tarraco (Roig, e.p.), y tam-bin en Mrida (Alba y Mndez, 2005). Desde el punto de vista cronolgico,la produccin de esta forma est bien atestiguada en Italia y las Galias a lolargo de los principados de Augusto y Tiberio. Mayet (1975: 67) slo tuvo enconsideracin las piezas posteriores al cambio de era y propuso una fecha delprimer tercio del siglo I d.C. Por nuestra parte (Lpez Mullor, 1989: 160-162), establecimos una cronologa general entre 30-25 a.C. y 30-35 d.C., apartir de un nmero considerable de paralelos, y en Lyon su floruit se situentre 15 a.C. y 20 d.C. (Desbat et alii, 1996; Genin, 1997). En Herrera de Pi-suerga se inici en poca augustea continuando hasta el final del reinado deTiberio (Prez e Illarregui, 1995).

    Paralelamente a la produccin del tipo 33, comenz la del 35, el cuencocon decoracin arenosa y apariencia de casquete esfrico que, ms adelante,sera imitado mediante la forma 37 en la Btica (Mayet, 1975; Colls et alii,1977; Lpez Mullor, 1989) y la Galia Narbonense (Galane: Mespl, 1957;Lyon: Greene, 1979; Aosta: Laroche, 1986; Sallles dAude: Laubenheimer,1986; Fos-sur-Mer: Rivet, 2004). Estos boles, sus variantes y otros similares,como los de las formas 25, 28, 32 y 38, ocuparon una gran parte del siglo Id.C. y exceden de los lmites de este trabajo. Valga su mencin, sin embargo,para significar el cambio de tendencia en el consumo iniciado a principios dela poca de Augusto que se afirm incontestablemente en la de Tiberio, dan-do lugar a un nuevo y variado repertorio formal y decorativo.

    La forma 33/35, que definimos hace algunos aos (Lpez Mullor, 1986),abarca cuencos hemisfricos con una ranura hacia el centro de la pared exter-na, cuyas superficies presentan granos de arena de abundancia desigual in-crustados en la arcilla antes de la coccin. Su pasta puede ser indistintamen-te oxidada o reducida, aun cuando los ejemplares grises son ms abundantes.A veces, tiene un engobe ligero, ms o menos anaranjado y casi siempre bri-llante, que recubre toda la pieza. Este tipo se produjo en centros de Italia si-

  • LAS OTRAS CERMICAS FINAS

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    tuados en Aquileia y quiz en el Lacio (Ricci, 1985: 319), as como en Ibiza.Por otra parte, se obr en la figlina de Herrera de Pisuerga (Palencia), rela-cionada con la Legio III Macedonica (Prez e Illarregui, 1995; Martn y Rodr-guez, 2008: 398, fig. 10, 400), y en Mrida (Alba y Mndez, 2005), Cabrerade Mar, Barcelona (Lpez Mullor y Martn, 2010) y en el Vila-sec (Alcover),cerca de Tarragona, como ya hemos sealado al tratar de la forma 33 (Roig,e.p.). Su notable expansin en el archipilago balear habra sido responsabi-lidad de un alfar ebusitano cuyas manufacturas llegaron hasta Villaricos y Ti-pasa. Se fecha desde el inicio del ltimo tercio del siglo I a.C. hasta el prin-cipio de la poca de Claudio. Parece que la presencia de engobe no tieneconnotaciones evolutivas y, en todo caso, est reservada a las piezas itlicas.Tambin est presente en los boles de la forma 35, fechados en Cosa desdelos ltimos decenios del siglo I a.C. de los que aqu no tratamos al prolon-garse su fabricacin hasta principios de la poca flavia (Marabini, 1973: 239,254, tipo 36; Lpez Mullor, 1989: 167). Las piezas balericas no poseen unafecha precisa, pues en gran parte proceden de excavaciones antiguas. Sin em-bargo, se conocen algunas del perodo tiberiano (Llabrs, 1975: tumba 3;Arribas y Llabrs, 1983). Las de Herrera de Pisuerga acaban con el abando-no del campamento legionario, a finales del principado de Tiberio (Carrete-ro, 2008). En Catalua existen piezas ms tardas, como las del Vila-sec, quenos llevaran a mediados del siglo I, lo que tambin ocurre con la forma 33,aunque no sabemos con certeza si son residuales. Antes de terminar, mencio-naremos la forma 66, un colador encontrado en Rub (Barcelona). Se trata deun tipo poco habitual pero no inslito, cuya datacin se remonta a poca au-gustea aunque quiz perdur algunos decenios ms.

    1.4. La produccin ebusitana (Figs. 3, 15-19)

    1.4.1. Antecedentes

    En 1975, en el transcurso del Congreso Nacional de Arqueologa celebradoen Vitoria, presentamos por primera vez evidencias sobre la produccin decermica romana de paredes finas en Ibiza (Lpez Mullor, 1977). Se tratabade un grupo de tazas con decoracin incisa conservadas en el Museo Arqueo-lgico Nacional procedentes de la necrpolis del Puig des Molins. Poco des-pus, en la obra de conjunto de Mayet (1975: 139-140), vieron la luz diver-sos tipos originarios de las Baleares, algunos de los cuales haban sidofabricados en Ibiza (3B, 4, 6a, 8 y 11). Adems, en 1986, J.H. Fernndez yJ.O. Granados, describan las caractersticas tecnolgicas de los vasos ebusi-tanos, dando a conocer algunas formas nuevas (3a, 3B, 3C. 3a, 21 y 61). En

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    15. Cermica ebusitana de paredes finas. 2 (My II, Mb. II, Ricci 1/361). Ibiza. Lpez Mullor 1989, n inv. 2227. 2 A

    (My. II A). Id., Ibid., n inv. 2243. 2 B. 3 a Puig des Molins. Fernndez 1992, 157, n inv. 374; Mayet 1975, 28. 2 C. 4

    a (My II C, Mb. IX). Ibiza. Lpez Mullor 1989, n inv. 2234; Mayet 1975, 28. 2 C. 4 d So nOms (Palma de Mallorca).

    Lpez Mullor, Estarellas 2000, 214. 2 D Id., Ibid. 2/3. 8 c (My. II/III). Ibiza. Lpez Mullor 1989, n inv. 2225. 3 (My. III,

    Mb. 7, R. 1/362). Sa Carrotja, Ses Salines (Mallorca). Lpez Mullor 1989, n inv. 2033; Mayet 1975, 31. 3 A a (My.

    III Aa). Ibiza. Ibid., n inv. 2219; Ibid., 34. 3 B (My. III B). Id., Ibid., n inv. 2210. 3 C So nOms. Lpez Mullor, Esta-

    rellas 2000, 214

  • LAS OTRAS CERMICAS FINAS

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    16. Cermica ebusitana de paredes finas. 3 C. 3 aMa (Menorca). Lpez Mullor 1989, 301, n inv. 2200. 3 C. 8 d

    (My. III Bb). So nOms, Lpez Mullor, Estarellos 2000, 215; Mayet 1975, 33. 3 D Sa Carrotja. Manera 1974, 389. 3

    D A 3 a Id., Lpez Mullor 1989, n inv. 2112. 3 D 7 Id.. Manera 1974, 389; Font Obrador 1972; Orfila 1988, fig. 66. 3

    D. 8 j Id. Museu de Mallorca. 3 EMenorca. Lpez Mullor 1989, n inv. 2177. 3 F Puig des Molins. Fernndez 1992,

    237, n inv. 686; Mayet 1975, 30. 4 a (My. IV). So nOms. Lpez, Estarellas 2000: 215; Mayet 1975, 35. 5 (My. V, R.

    I/46). Sa Carrotja. Lpez Mullor 1989, n inv. 2031; Mayet 1975, 36. 5 B (My. 5 B, Mb XXXV). Id., Ibid., n inv. 379. 6

    a (My. VI). So nOms. Lpez Mullor, Estarellas 2000, 216

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    17. Cermica ebusitana de paredes finas. 6 A (My. VI A). Puig des Molins. Mayet 1975, 38. 8 (My. VIII). Ma.

    Lpez Mullor 1989, n inv. 2206; Mayet 1975, 40. 8 A (My. VIII A). Pollentia (Alcdia, Mallorca). Mayet 1975, 40. 8

    Ca (My. VIII C a). Puig des Molins. Fernndez 1992, n inv. 927; Mayet 1975, 41. 8 D A Sa Carrotja. Lpez Mullor

    1989, n inv. 2117; Mayet 1975, 49. 10. 8 c (My. X, Mb XXV, R. 2/316). So nOms. Lpez Mullor, Estarellas 2000, 216.

    10 B. 8 c (My. X B, Ricci 2/386). Id. Fernndez 1992, n inv. 454; Mayet 1975, 47. 10 C (My. X C). Ibiza. Lpez Mul-

    lor 1989, n inv. 2222. 10 D So nOms. Lpez Mullor, Estarellas 2000, 216. 11 A 4 g (My. XI B). Son Taxaquet (Lluc-

    major, Mallorca). Ibid., n inv. 2148

  • LAS OTRAS CERMICAS FINAS

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    18. Cermica ebusitana de paredes finas. 11 B. 4 c (My. XI A). Ibiza, Ibid., n inv. 2239. 12 (Mb. XXXIII, XXXIV,

    My. XII). Id., Ibid., 301, n inv. 2221; Mayet 1975, 50. 12 a (My. XII a). Menorca. Ibid., n inv. 2167. 13 A Pollentia,

    Lpez Mullor, Estarellas 2002, 242. 14 (My. XIV). So nOms. Lpez Mullor, Estarellas 2000, 218; Mayet 1975, 52. 15

    (My. XV, Mb. XII). Islas Baleares. Lpez Mullor 1989, 306, n inv. 2362. 16 (My. XVI). So nOms. Lpez Mullor, Es-

    tarellas 2000, 218. 16. 4 d (My. XVI). Ibiza. Lpez Mullor 1989, n inv. 2250. 21 (My. XXI, Mb. XXXI). Sa Carrotja,

    Manera 1974, 389. 21. 8 j (My. XXI). Ibiza. Ibid., n inv. 2229. 22 (My. XXII). Id., Ibid., n inv. 2228; Mayet 1975, 57

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    19. Cermica ebusitana de paredes finas: 23 (My. XXIII). Id., Mayet 1975, 58. 24 A. 4 a (My. XXIV, Pinna 1986). Ibi-

    za. Ibid., n inv. 2223. 24. 3 a. Menorca. Ibid., n inv. 2169. 33 b (My. XXXIII B, Mb. XXXVI). Menorca. Lpez Mul-

    lor 1989, n inv. 2165. 33 c. Sa Carrotja. Manera 1974, n inv. 21. 33/35 (Mb. XXXVI). Son Taxaquet. Lpez Mullor

    1989, n inv. 2141. 23 - 33/35 Cermica de paredes finas de la franja litoral de Hispania Citerior: 1 (My. I). Emp-

    ries, Lpez Mullor 1989, n inv. 6. 1 (My. I).Valencia, Ribera, Marin 2005. 1 a (My. I a). Empries, Lpez Mullor 1989,

    n inv. 9. 2 (My. II). Porqueres (Banyoles, Girona), Ibid., n inv. 986. 2 (My. II).Valencia, Ribera, Marin 2005. 2 (My.

    II). Id., Ibid

  • LAS OTRAS CERMICAS FINAS

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    nuestra obra sobre las cermicas de paredes finas de Catalua (Lpez Mullor,1989), en la que tambin se haca referencia a los materiales balericos, in-cluimos gran nmero de formas ebusitanas, muchas de las cuales eran indi-tas: 3A, 3a, 3B, 3C. 3a, 3C. 8s, 4, 6, 11, 14, 16, 21, 24 y 57-63.

    Durante algunos aos, la investigacin sobre este tema permaneci estan-cada. No obstante, el estudio de los materiales hallados en el santuario de SonOms (Palma de Mallorca) (Lpez Mullor y Estarellas, 2000), desvel queel repertorio de las paredes finas ebusitanas era todava ms extenso. Muchasde las piezas de este sitio, que se haban dado como itlicas aos atrs, resul-taron ser insulares, comprobndose, adems, que algunas formas decoradascon motivos tpicamente ebusitanos haban sido manufacturadas en pasta ro-ja o bicolor y no slo en gris. Tal variedad cromtica, ya constatada en las pa-redes finas itlicas o, en las de la Hispania Citerior, demostr que la produc-cin ebusitana era mucho ms amplia de lo que se supona, siendo necesariorevisar su tipologa y difusin. Estos propsitos intentamos cumplirlos enuna serie de dos artculos publicados al poco tiempo (Lpez Mullor y Esta-rellas, 2002; 2003).

    La revisin de materiales de origen balerico conocidos desde antiguo,como los citados de So nOms, o los de la necrpolis de Sa Carrotja (Ses Sa-lines, Mallorca) (Manera, 1974; Orfila, 1988), as como el estudio de nuevoscontextos, como los de la Casa de Correos de Ciutadella, Menorca (LpezMullor, 2000), Son Mas, Mallorca (Mulder et alii, 2007) y Can Muntanyans,en la ciudad de Palma (Lpez Mullor et alii, 2008), o bien fondos del museode Mallorca (Estarellas et alii, 2002), evidenci que se trataba de productosmuy homogneos, apareciendo las decoraciones ebusitanas ms tpicas, tan-to en las piezas reducidas, como en las oxidadas. Por otra parte, se compro-b que las producciones itlicas, de entre el segundo o tercer cuarto del sigloI a.C. hasta el inicio de los Flavios, eran escasas en los contextos insulares,ocupando su lugar las piezas de Ibiza que haban copado el mercado baleri-co. Slo la llegada masiva de cermica btica, hacia el final del principado deClaudio presente de forma incipiente desde algo antes haba detenido talhegemona.

    Establecer la datacin precisa de cada uno de los tipos ebusitanos consti-tuye una labor ardua, puesto que la mayora del material procede de excava-ciones realizadas a principios del siglo XX, cuyo registro fue sumario, comolos de la necrpolis del Puig des Molins (Ibiza), depositados en el museo dela ciudad, as como en los de Madrid, Barcelona y Valencia. A pesar de ello,los nuevos estudios sobre los contextos procedentes de este lugar, como la te-

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    sis de J. H. Fernndez (1992), a propsito de las excavaciones de los aosveinte, o la publicacin de la coleccin del Ayuntamiento de Valencia (Ven-to, 1985), fueron de gran ayuda, permitiendo establecer puntos de partidacronolgicos seguros. Tambin son una buena referencia los vasos proceden-tes de necrpolis del ager pollentinus, especialmente para el perodo ms tar-do de la produccin (Almagro y Amors, 1953-1954; Llabrs, 1975; Arribasy Llabrs, 1983).

    1.4.2. Caractersticas del material y tipologa

    Estas cermicas no son del todo uniformes. Sus pastas pueden adoptar diver-sas tonalidades, tanto grises como oxidadas, existiendo ejemplares bicoloreso de sndwich. Con todo, las ms abundantes son las oscuras, destacando en-tre ellas las grises, hasta el punto de que durante algn tiempo se crey quelas paredes finas de Ibiza slo podan tener esta clase de pasta. En realidad,un vistazo a los vasos publicados permite comprobar que existen algunos ti-pos obrados nicamente en pasta oxidada, como, por ejemplo, el 2C con de-coracin incisa de tringulos (4d). Tal ornamentacin se da exclusivamenteen los productos ebusitanos, como demuestran las tazas de los tipos 11A y B.Por tanto, teniendo en cuenta esta identidad en sus motivos decorativos, re-sulta sencillo suponer un origen comn para las formas 2Ca y 11A B, aun-que la pasta de la primera sea predominantemente rojiza y en la segundaabunden las piezas grises. Los motivos incisos tambin se han constatado enla 16, lo que clarifica todava ms la cuestin, al poder asociar automtica-mente las formas 2C, 11A, 11B y 16.

    Una vez identificados los caracteres tecnolgicos de estas piezas, se impu-so la necesidad de establecer su tipologa, que publicamos en diversos traba-jos (Lpez Mullor y Estarellas, 2002; 2003; Lpez Mullor, 2008). En ella, enaras de la simplicidad, nos abstuvimos de proponer una reordenacin radicalen la denominaciones utilizadas hasta entonces, sino que, tal y como haba-mos hecho en nuestra obra sobre las paredes finas en Catalua (1989), pro-curamos utilizar siempre que fue posible la serie propuesta por F. Mayet(1975). De todos modos, al tener que plantear una nueva clasificacin de lamayora del material insular, decidimos intercalar o aadir a la tipologa ini-cial numerosas formas y variantes. El resultado fue una nomenclatura alfanu-mrica en la que las cifras romanas pasaron a ser arbigas y que, salvo en loconcerniente a las formas completamente nuevas, situadas al final de la serie,conservaba el orden cronolgico primitivo.

  • LAS OTRAS CERMICAS FINAS

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    Junto a los nmeros de cada forma se sitan, cuando la posee, los referi-dos a su decoracin, segn las denominaciones propuestas en Lpez Mullor,1989: 14-15.

    1: arenosa2: rugosa3: ruedecilla (3a: simple, 3b: compleja, 3c: cuadrangular)4: incisa (4a: a peine, 4b a 4d: diversas combinaciones de ngulos y/o

    tringulos) 5: depresiones6: cordada7: pintada8: a la barbotina (8a: perlitas, 8b: frisos de puntos o besantes, 8c: espi-

    nas, 8d: escamas de pia tpicas, 8e: escamas de pia esbozadas, 8j:hojas de agua, 8f a 81 y 8k a 8p: otras combinaciones propias depoca imperial).

    9: tcnica mixta (9a: alienaciones de cuadrados, 9b: cenefas combina-das con rosetas, 9c: rosetas aisladas).

    En las ilustraciones que acompaan a este texto, en aras de una mayor bre-vedad, presentamos slo lo esencial de esta tipologa, prescindiendo de lasformas de menor personalidad o conservacin fragmentaria.

    1.4.3. Cubiletes

    Son los vasos mayoritarios en los alfares de Ibiza. Por el momento, de la for-ma 1 slo se conoce la variante 1b, con decoracin cordada (Fig. 3), que sefecha entre principios del siglo I a.C. y la poca de Augusto, perodo de m-xima difusin de los originales itlicos, como por ejemplo la forma MarabiniX. La forma 2 es mucho ms plural. El tipo stricto sensu es difcil distinguirlode las piezas importadas slo a travs de dibujos, dado su parecido con stas,lo que tambin sucede con las imitaciones ibricas. De todas maneras, su ex-pansin por el archipilago es evidente. La fecha de esta forma abarca desdeel primer cuarto del siglo II a.C. hasta poca augustea, aunque el inicio de lasimitaciones ibricas data del ltimo cuarto del siglo II a. C. En Ibiza las pie-zas ms antiguas que se conocen pueden tambin remontarse al siglo II a. C.avanzado. La forma 2A es una de las ms tpicas, aunque su datacin, a faltade contextos claros, no ha avanzado desde que fue situada por Mayet a fina-les del siglo II o principios del I a.C. Las 2B.3a slo se ha encontrado en Ba-leares. Su taln de Aquiles, como siempre, es la datacin, que Mayet cifr a

  • ALBERTO LPEZ MULLOR

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    mediados del siglo I a.C. por comparacin con el material de Cosa, no exac-tamente parecido. Por eso creemos que tal fecha no debe ser, por el momen-to, definitiva. Dentro de la 2C se encuentran ejemplares con decoracin in-cisa (2C.4d), fechados entre comienzos del perodo augusteo y el final delprincipado de Tiberio. La forma 2D, de momento, slo se conoce en SonOms en un contexto augusteo.

    En el estado actual de nuestros conocimientos, se hace difcil determinarla expansin de las formas 3 y 3a (Fig. 20) producidas en Ibiza. Evidentemen-te, se han catalogado ejemplares en las Baleares, pero es casi imposible detec-tarlas observando slo su dibujo. Por tanto, se hace indispensable una nuevaidentificacin de este material. Un fenmeno similar ocurre con el tipo 3A,aunque conozcamos directamente ciertos ejemplares ebusitanos, uno de ellosfechado en poca augustea. Esta datacin concuerda con la del prototipo it-lico, establecida entre mediados del siglo I a.C. y los primeros decenios delsiglo I d.C. La forma 3Aa es algo ms clara. De origen exclusivamente insu-lar, se data en poca de Augusto y Tiberio y su expansin fuera del archipi-lago alcanza el norte de frica y Sicilia. La forma 3B es una de las ms carac-tersticas de la produccin ebusitana. Se ha constatado en las Baleares, lafachada mediterrnea de la Pennsula Ibrica y el litoral de Marruecos, Arge-lia y Tnez, adems de en la Pennsula Itlica y Sicilia. Es decir, recorriendolas rutas del antiguo comercio pnico, que continuaban activas en un mo-mento tan avanzado como la segunda mitad del siglo I a.C., perodo de flo-ruit del tipo. Presenta una variante con asas, la 3BA y est emparentado for-

    20. Forma 3 a. Ibiza, foto:

    Museu dEivissa i For-

    mentera (MEF)

  • LAS OTRAS CERMICAS FINAS

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    malmente con la 3C, documentado en poca de Augusto. Los cubiletes de laforma 3C.3a (llamados IIIBa por Mayet) pueden tener tres procedencias: Ibi-za, Tarragona y, probablemente, un lugar indeterminado de la Toscana. Ladifusin de los productos ebusitanos parece limitarse a las Baleares, teniendoen cuenta que los de Tarragona abundan en la costa central de Catalua, sien-do perfectamente reconocibles y diferentes de los insulares. Su atribucininicial al perodo augusteo debe mantenerse, pero conviene no olvidar que enCatalua pueden llegar a mediados del siglo I d.C. La forma 2-3 constituyeuna simple variante de la 3. Est decorada a la barbotina con escamas de pi-a de diferentes facturas: 8c y 8e. Su perfil y ornamentacin invitan a situar-la en el perodo Augusto Tiberio. Las mismas conclusiones son vlidas pa-ra las 3C.8d y 3C.8e, en las que se repiten las decoraciones inspiradas en lasescamas de pia. Por otra parte, los cubiletes de la forma 3C.4a presentanuna decoracin incisa de lneas inclinadas, semejante a la de la forma 24.4a,muy frecuente en Ibiza, pero que, como hemos visto ms arriba, tambin seprodujo en diversos lugares de Italia. El tipo 3D es igualmente ebusitano y seencuentra en todo el archipilago balear. Presenta diferentes variantes deco-rativas, siendo la pintada (3D.7) la ms original. Parece fecharse en los prin-cipados de Augusto y Tiberio, aunque una variante decorada con hojas deagua (3D.8j), cuya disposicin es anloga a la presente en los cuencos, bienpudiera llegar a mediados del siglo I. Para acabar con la multitud de varian-tes de la forma 3, es preciso citar las 3E y 3F, desprovistas de contexto preci-so, que se han atribuido a los ltimos decenios del siglo I a.C. y a los prime-ros del I d.C.

    La forma 4 (Fig. 21) slo se ha encontrado en las Baleares. No se parecena ningn prototipo itlico y su cronologa oscila entre el 70-60 a.C. y la po-ca de Nern, aunque creemos que el perodo Augusto Claudio es el de sumxima expansin. Las piezas del tipo 5 y sus variantes pertenecen claramen-te a la produccin ebusitana. Slo el subtipo 5B (Fig. 22) es bien conocido enel continente, habiendo sido obrado en Italia seguramente en la Toscana ylas Galias (Grataloup, 1986; 1988). Su cronologa se ha centrado en los prin-cipados de Augusto y Tiberio, aunque su produccin, como mnimo la de es-ta variante 5B, pudo haber empezado en el tercer cuarto del siglo I a.C. Dela misma poca, aunque durasen hasta mediados del siglo I d.C., son las di-versas variantes de la forma 6 (Fig. 23). La 8 y 8b tienen, sin duda, un origenhispnico. La primera no se conoce.

    Las formas 8, 8B y 8Ca son, sin duda, de origen hispnico. La primeranicamente es conocida en las Baleares y la segunda aparece tambin en An-

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    21. Forma 4. Ibiza, foto:

    MEF

    22. Forma 5B. Ibiza,

    foto: MEF

    23. Forma 6. Ibiza,

    foto: MEF

  • LAS OTRAS CERMICAS FINAS

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    daluca, como veremos ms adelante, con pocos cambios formales (Mayet,1975: 39-40; Lpez Mullor, 1989: 122-123). Se ha podido establecer el ori-gen ebusitano de los vasos hallados en las Baleares. Los descubiertos en la pe-nnsula podran proceder, del sudeste, as como de Andaluca occidental.Tambin en Catalua existen producciones uniformes que bien podran serde un taller local, quiz situado en los alrededores de Tarraco. Estos gruposde piezas deben ser estudiados con ms detenimiento, con el fin de poderdeslindar definitivamente las diferentes producciones. En cuanto a la crono-loga de las balericas, se ha sealado su posible origen preaugusteo, (Mayet,1975: 39), aunque su fabricacin continu hasta mediados del siglo I d. C.(Lpez Mullor, 1989: 122-123; Fernndez, 1992: 300, 302, n 927, fig. 166).Por otra parte, las formas 8, 8A y 8DA se aproximan formalmente a las tazasde los tipos 10 y 11. La primera es netamente ebusitana, teniendo en cuentasu especfica decoracin de hojas de agua, muy frecuente en los boles. Se fe-cha entre la poca de Tiberio, como mnimo, y el inicio del perodo Flavio.Los tipos 8D y 8DA son muy parecidos, salvo por la falta de asas del prime-ro, y podran encuadrarse entre los ltimos decenios del siglo I a.C. y la po-ca de Tiberio.

    1.4.5. Tazas y vasos

    Tal y como hemos visto al tratar de las paredes finas itlicas, en Ebusus, jun-to a una amplia representacin de cubiletes, se produjeron numerosas tazas.Se trata de formas de gran personalidad, fcilmente reconocibles, que sirvie-ron, en primera instancia, para alertar sobre la existencia de la produccin in-sular. Por lo que se refiere a su perfil, el de la forma 10 es bastante ms cer-

    24. Forma 10B. Ibiza, foto: MEF

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    cano al de los originales itlicos, especialmente el de la variante 10A. Sin em-bargo, su decoracin se muestra elocuente, presentando algunos motivos in-cisos muy tpicos. Entre los realizados a la barbotina, se encuentran algunosparecidos a las itlicas, como los denominados 9b y 9c, junto a otros, comoel 8c de pequeas espinas, caracterstico de las series insulares. En cualquiercaso, la variante tipolgica ms original es la 10B (Fig. 24), que abarca tazasaltas, decoradas con escamas de pia. Las 10C y 10D, siempre lisas, tienenun perfil singular. Los numerosos subtipos de la forma 11 son particularmen-te vistosos. Su carena est bien marcada, casi en ngulo agudo, aunque en el11A (Fig. 25) la mitad superior de la pared sea simplemente inclinada, y enel 10B cncava. Tanto la una como la otra, ostentan diferentes decoracionesincisas. Este conjunto de tazas tuvo una amplia difusin en las Baleares. Encambio, en la Pennsula se conoce slo un paralelo en Tarragona. En Cosaexisten piezas con decoracin similar pero de origen itlico. Se han fechadotradicionalmente en el perodo Augusto - Tiberio.

    Las formas 12 y 12a fueron producidas en diversos talleres provinciales,algunos conocidos de antiguo, como el de La Muette (Lyon) y otros puestosde relieve recientemente, como los del noroeste de Espaa. Con todo, susprototipos son itlicos, correspondiendo a las formas Marabini XXXIII yXXXIV de paredes finas y Conspectus 50 de terra sigillata. Las de Ibiza los imi-tan fielmente, aunque su decoracin de ruedecilla est dispuesta de una ma-nera particular. La variante con asas (12A) parece que slo se produjo en laisla. Su datacin no es fcil, dada la procedencia poco documentada de la ma-yora de las piezas; no obstante, desde el punto de vista formal, concuerdan

    25. Forma 11 A. Ibiza, foto: MEF

  • LAS OTRAS CERMICAS FINAS

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    con los vasos del perodo augusteo y tiberiano. El tipo 13, tambin derivadode un original tirrnico, puede encuadrarse principalmente en la poca deAugusto. Las formas 14, 14a y 15 vuelven a ser muy semejantes a las itlicasy la 16 recuerda a productos de esta procedencia aparecidos en el puerto dede Npoles estudiados recientemente por Faga (2010). Todos estos vasos, demomento, se datan en los dos decenios anteriores y posteriores al cambio deera. Nuevos hallazgos podran indicar una pervivencia algo mayor, como pa-rece adivinarse en el sitio de So nOms, ya citado.

    El tipo 21 abarca tanto piezas lisas como decoradas a ruedecilla (21.3a),con bandas en relieve (21.6) u hojas de agua (21.8j). Sus hallazgos se extien-den por las Baleares, Catalua e Italia, habindose producido en ambas zo-nas, como tambin parece que ocurri en el noroeste de la pennsula. Pode-mos atribuirle una fecha que abarca desde el perodo augusteo hasta ms alldel tiberiano. Las piezas ms antiguas podran ser las lisas, mientras que lasdecoradas, especialmente las que presentan hojas de agua (21.8j), probable-mente alcancen los primeros decenios de nuestra era. Las formas 22 y 23 sontambin ebusitanas. De la primera slo se conoce el prototipo, publicado va-rias veces, del que se ignora su fecha. Su decoracin recuerda a la de la for-ma 1 a pero no sirve de mucha ayuda, puesto que la fecha de los cubiletesclaveteados se extiende desde un momento inicial del siglo II a.C. hasta elinicio de la poca augustea. Sobre el tipo 23, es necesario apuntar que debitener una sola asa, y no dos como se dibuj hace aos (Mayet, 1975: 58, n200), teniendo en cuenta los vasos dados a conocer ms tarde (Fernndez yGranados, 1986: 55, lm. 2.1; Vento, 1985: lm. 31; Estarellas et alii, 2002:397, l. III.3). Ya nos hemos ocupado de la forma 24 al tratar de los vasos it-licos. No obstante, debemos aadir que en Ibiza tambin se produjo, junto ala 24A, cuyo borde es algo ms vertical. Presenta decoracin a peine (24.4a),a ruedecilla (24.3a) o con depresiones (24.5). Su datacin se extiende desde el20-15 a.C. hasta poca de Nern (Llabrs, 1975; Arribas y Llabrs, 1983).

    La masiva proliferacin de nuevas formas ebusitanas, que se produce des-de poca augustea y especialmente tiberiana, llegando a un momento muyavanzado del siglo I, ms all del inicio de la poca flavia, supone la desapa-ricin del repertorio formal que hemos visto hasta aqu. Los cubiletes vasosy tazas fueron sustituidos por un nmero considerable de cuencos, clasifica-dos dentro de los tipos 25 al 33, as como un amplio conjunto de pequeosvasos que recuerdan a las nforas (57, 58), los olpai (60, 61), los oinochai (62),las ampullae (63) y las jarritas (59, 71-73). De todos estos tipos, algunos de loscuales tienen sus orgenes poco antes del cambio de era, pero cuyo desarro-

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    llo sobrepasa con creces los lmites cronolgicos de esta sntesis, hemos da-do noticia en otros trabajos (Lpez Mullor, 2008; Lpez Mullor y Estarellas,2003).

    1.5. Las producciones de la franja litoral de la Hispania Citerior(Figs. 19, 26-28)

    Las imitaciones locales de la forma 1 se han detectado mayoritariamente enEmporiae, donde tambin abunda su variante 1a, fechndose a lo largo del si-glo I a.C. Tambin se conocen en la Layetania (Garca, 1992), donde se da-tan a partir del ltimo cuarto del siglo II a.C., aunque se generalizan duran-te la primera mitad del I a.C. La presencia en estos dos lugares no quita que,casi con toda seguridad, pueda aparecer en otros talleres costeros. Entreellos, destacamos el de Valentia, localizado en 1990, fechado entre el 75 a.C.y la poca augustea (Ribera y Marn, 2005). La tipologa de sus productos seinspira en las formas itlicas 1, 2 y 2 A, segn puede verse en la figura 19. Eneste caso se encontr el horno, en relativo buen estado de conservacin, y unnmero importante de piezas en un vertedero prximo.

    La forma 2 y muchas de sus variantes fueron producidas en numerososcentros ibricos, tanto en pasta gris como oxidada, generalmente de gran ca-lidad y, a veces, con algn indicio de pintura, como los aparecidos en Darr(Vilanova i la Geltr) y LArgilera (Calafell). M. Almagro (1953: 266) definipor primera vez las que se obraron en Emporiae o su hinterland. Sin agotar lanmina de sus restantes talleres, que fueron muchos, podemos enumerar, denorte a sur, el de La Lagaste (Aude), en el sur de Francia, todava dentro delterritorio ibrico (Rancoule, 1970; 1973), el o los emporitanos, ya citados(Lpez Mullor, 1989: 100-101; Nolla y Casas, 1992), el de Can Vedell (Bi-gues-Riells, Barcelona) (Hernndez, 1983) y el de Ca lArnau (Cabrera deMar, Barcelona) (Lpez Mullor y Martn, 2010). Ms al sur, se conoce un va-so defectuoso en Vallirana (Barcelona), que no debe venir de muy lejos, ascomo la amplia produccin de Darr (Vilanova i la Geltr, Barcelona) (L-pez Mullor, 1989; Lpez Mullor y Fierro, 1993; 2004) y la de Fonstcaldes(Lafuente, 1992) y Els Vilars (Adserias y Ramon, 2004), ambos en Valls (Ta-rragona). Estas producciones se fechan desde el tercer cuarto del siglo II a.C.hasta el inicio de la poca augustea, aunque su floruit se sita entre el circa 110y el ca. 70 a.C. (Lpez Mullor, 1989 b: 100-101).

    En la publicacin de los materiales procedentes de los silos de Sant Julide Ramis, Girona (Burch y Sagrera, 2009: 229-234), los cubiletes locales o

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    26. Cermica de paredes finas de la franja litoral de la Hispania Citerior. 2 A (My. II). Empries, Lpez Mullor

    1989, n inv. 193. 2 C (My. II). Darr (Vilanova i la Geltr), Lpez Mullor, Fierro 2004, tipo 06110. 2 D (My. II). Id.,

    Ibid., tipo 06210. 2 E (My. II). Id., Ibid., n inv. 454. 3 (My. III, Mb. IV, R. 1/20, Nolla et al. 4.1.3). Empries. 3 D (My.

    III, Mb. IV, R. 1/20, Nolla et al. 4.1.1). Montfull (Girona). 3 Ba (My. III Ba). Tarragona, Lpez Mullor 1989, n inv.

    1671. 3 G (My III, Nolla et al. 2003, forma 4.5), Empries. Almagro 1955, 182-183. RM 6 (Ribera Marn 2005, forma

    VI), Valencia. 8 E Empries. Lpez Mullor 1989, n inv. 934. 10. 3 a (My. X, Mb. XXV, Nolla et al. 6.3). Id., Ibid., n

    inv. 223. 11 C (My. XXXVIII A, Lpez Mullor 1989, tipo 199.25.2). Id., Ibid., n inv. 199. 11 D (Nolla et al. 2003, tipo

    6.2), Tolegassos, (Viladamat, Girona)

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    27. Producciones de la franja litoral de Hispania Citerior: 18 (My. XVIII). Vic. Lpez Mullor 1989, n inv. 1863. 18

    A Darr (Vilanova i la Geltr, Barcelona), Ibid., n inv. 1665. 19 (My. XIX). Barcelona, Ibid. n inv. 1570. 20 (My. XX,

    Nolla et al. 2003, forma 6.1). Montfull (Girona). 21. 4 b (My. XXI, Mb. XXXI, Nolla et al. 2003, tipo 4.3). Id. 24. 5 (My.

    XXIV a, Nolla et al. 2003, tipo 5.2). Id. 33 (My XXXIII), El Vila-sec (Alcover, Tarragona), Roig en prensa. 33/35 Can

    Rodon de lHort (Cabrera de Mar, Barcelona), Lpez Mullor, Martn 2010. 35 (My XXXV), El Vila-sec (Alcocer, Ta-

    rragona), Roig en prensa. 37 (My XXXVII), Id., Ibid. 54 A (Lpez 1986; 1989, LIV; Puerta 1986, IX, Celsa III). 54 A El

    Vila-sec (Alcocer, Tarragona), Roig en prensa

    5

  • LAS OTRAS CERMICAS FINAS

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    28. Cermica de paredes finas de la franja litoral de la Hispania Citerior: 54 B (Lpez Mullor 1986; 1989, LIV B;

    Nolla et al. 2003, 4.4 Tarragona, Lpez Mullor 1989, n inv. 1704. 55 (Lpez Mullor 1986; 1989, LV). Tarragona, Ibid.,

    n inv. 1672. 56 (Lpez Mullor 1986; 1989, LVI). Reus (Tarragona), Ibid., n inv. 1773. Cermica de paredes del in-

    terior de la pennsula Ibrica: 8B (My. VIII B). Peal de Becerro (Jan). Lpez Mullor 1989, n inv. 2301. 8 Ba (My.

    VIII B). Id., Ibid. n inv. 2300. 8 Ca (My. VIII Ca). 8 Ca Mrida. Ibid., n inv. 2336. 8 D Museo Arqueolgico Nacio-

    nal, sin procedencia, Ibid., n inv. 2283. Celsa II, Mnguez 2010. Celsa III (54 A), Ibid. Celsa IV (54 B), Ibid. Celsa

    V, Ibid.

    :

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    regionales de la forma 2 aparecen en dos contextos. Uno que abarca desde elca. 125 al ca. 80 a.C. y otro del 100-70 a.C. Basndose principalmente en es-tas evidencias, Burch y otros (2010: 146-147, 151-154) datan el ciclo produc-tivo de tales vasos entre el 130/125 y el 70/50 a.C. Nuestra opinin, tal co-mo exponemos en el texto y venimos comprobando desde 1986, es que, enrealidad, se inici unos decenios antes y finaliz unos decenios ms tarde.

    Existen piezas epigonales, como las fabricadas en El Roser (Calella, Bar-celona), desde el perodo augusteo hasta el 60 de nuestra era, aproximada-mente (Lpez Mullor, 1985: lm. II, forma 4A), o la produccin tarda conengobe rojo identificada en Ilerda, que va desde principios del siglo I a.C.hasta el periodo flavio (Morn y Pay, 2007: 189, 202, lm. 14).

    Hemos mencionado ms arriba que el tipo 2 en diversas variantes se pro-dujo en la ciudad de Valentia, juntamente con el 1, pero su presencia en loscentros del pas valenciano y la regin de Murcia es mucho ms abundante,acompaado, a veces de la forma 3. En 1989 (Lpez Mullor: 102) sealamosla presencia de ejemplares locales o regionales en La Vilavella de Nules,Sagunto, quiz Pego en Cartagena. Sin duda, un pequeo exponente de laproduccin de esta clase de piezas que debi ser importante. Como ejemplo,pueden citarse las procedentes de Alicante (Sala et alii, 2007: 136-137, fig.4.1-2), de pasta gris y factura ibrica epigonal. Se clasifican dentro de la for-ma 2, fechada entre el 100 y el 40 a.C., y la 3, que aparece de manera resi-dual dentro de un contexto del 55-70 d.C. Adems, como en Catalua, se hanlocalizado piezas con decoracin pintada de tipo ibrico. En Cartagena apa-reci una de la forma 3 en un contexto del ca. 50 a.C. 50 d.C. (Ros, 1989:101-103, fig. 39.1). En Mula (Murcia), entre los abundantes cubiletes descu-biertos en la necrpolis de El Cigarralejo (Cuadrado, 1986-1989), existe unode la forma 2 (inv. 4951) con la misma decoracin. Adems, muchos de losrestantes, no destacados por el autor, al ser lisos, de color ocre o gris, aligual que los itlicos, deben ser locales o regionales. La mayora se fecha en-tre un momento avanzado del siglo II y gran parte del I a.C. No lejos de all,el sitio de La Fuentecica del To Garrulo proporcion una pieza regional dela forma 2, que se expone en el Museo de Lorca.

    En cuanto a la forma 3, deben destacarse en primer lugar las piezas encua-dradas en la llamada cermica emporitana tarda, estudiada por Nolla y otros(2003: 45-46, lm. 45, tipos 4. 4.1, 4.1.b), quienes la fechan en el siglo I a.C.,aunque hacen referencia a ejemplares de poca augustea procedentes deMontfull y Empries. Tambin se ha detectado en la Layetania en la mismapoca. En Cabrera de Mar se obraron sus variantes 3 y 3A que han apareci-

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    do en un conjunto cerrado de hacia el 40 a.C. (Lpez Mullor y Martn, 2010).Adems, no debe olvidarse que Puerta (1989: forma VIII) propugn la pro-duccin de la forma 3a en Badalona, aunque de momento no hayan apareci-do argumentos para demostrarlo. Por otra parte, cabe citar su variante G, es-tablecida a partir de una pieza de las necrpolis de Empries del siglo I a.C.bastante avanzado (Almagro, 1955: 182-183; Nolla et alii, 2003: forma 4.5).Debe aadirse que, dentro de las producciones tardas ilerdenses, tambinaparecen las formas 3 y 3A (Morn y Pay, 2007).

    El vaso que nos sirve para ilustrar el subtipo 8E, ciertamente original, po-dra ser una variante local de la forma 8, producida en Emporiae. No conoce-mos su cronologa, al carecer de contexto, aunque, teniendo en cuenta superfil, podra estar cercana a la de los tipos 10 y 11. Dentro de stos se en-cuadran las imitaciones de tazas en cermica emporitana, que dieron a cono-cer Nolla y Casas (1992), quienes junto con otros autores han vuelto sobre eltema en otras oportunidades (Nolla et alii, 2003). En primer lugar, debe ci-tarse el tipo 10.3a, fechado entre mediados del siglo I a.C. y la poca de Ti-berio. En segundo lugar, el 11C, que definimos con otro nombre en 1989(199.25.2), de datacin parecida, y en tercer lugar el 11D, claramente empa-rentado con las tazas, por lo que se refiere a perfil y cronologa, pero cuyaapariencia caliciforme tambin recuerda, aunque sea bastante de lejos, a laforma 8A. Recientemente, se ha determinado la produccin de la forma 14Aen Cabrera de Mar (Barcelona) (Lpez Mullor y Martn, 2010). Se trata dela primera imitacin de este tipo detectada en Catalua, aunque C. Puerta(1986:74) present una pieza similar como posible produccin de Baetulo, pe-ro sin paralelos.

    Las formas 18 y 19 son tpicamente catalanas. Parece que proceden de Ta-rraco o su hinterland, aunque hace aos especulamos con la probabilidad deotro centro de produccin, ms al norte, de momento, no hay pruebas deello. Las dos tienen pasta oxidada de oscuridad variable y en algunas ocasio-nes poseen engobe brillante. Su ornamentacin ms tpica es la de pequeasescamas de pia a la barbotina dispuestas en hileras longitudinales y parale-las, aunque la primera puede presentar tambin espordicamente rostros hu-manos (18A). En el rea septentrional de Catalua estos tipos escasean. Noas ms al sur, desde Iluro (Matar), aproximadamente, donde cop una par-te importante del mercado, junto con la 19 y la 54, extendindose por la fran-ja costera bastante ms all de Tarraco y tambin por el interior, remontandoel Ebro y llegando a Lleida. Adems, se conocen hallazgos en las Baleares.Todo ello, especialmente, desde finales del siglo I a.C. y durante los dos pri-

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    meros tercios del siglo I de nuestra era, aunque su produccin podra haberperdurado hasta el primer decenio de la poca flavia, segn se demuestra enDarr y en la villa de Els Hospitals (El Morell, Tarragona) (Macas, 2007).Sobre la forma 19 no nos extenderemos porque, aparte de la evidente dife-rencia morfolgica con la anterior, su origen, cronologa y rea de expansinparecen ser los mismos.

    Dentro del tipo 20 se pueden clasificar, de una manera ms o menos alea-toria, distintas piezas parecidas entre s, pero no iguales. Por una parte, lasprocedentes de Emporiae (Lpez Mullor, 1989: forma 189.23.4; Nolla et alii,2003: forma 6.1.), que debieron producirse en la ciudad o sus alrededores,hacia los ltimos decenios del siglo I a.C. y los primeros de nuestra era. DeBadalona procede un vaso semejante, decorado con una ranura en el terciosuperior de la pared (Puerta, 1989: forma VII), que pudiera ser local y se da-ta en poca de Augusto. Los prototipos de la forma 21 (Fig. 29) se han debuscar en las formas de filiacin itlica designadas por Marabini y Mayet conel mismo nmero. Hemos visto, adems, que fue producida en Ibiza y Bram(Aude). Por nuestra parte (Lpez Mullor, 1989: 292-295), planteamos su po-sible produccin emporitana, haciendo referencia al conocido vaso de la ne-crpolis Ballesta (Almagro, 1955: 71), con el que guarda un cierto parecido.Tambin se da dentro de la llamada cermica emporitana tarda (Nolla et alii,2003: tipo 4.3), conocindose piezas lisas y con decoracin de meandros

    29. Forma 21. Empries, foto: A. Lpez

    Mullor

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    (21.4b). En Catalua esta forma se ha fechado en poca augustea. Dada su es-casa abundancia, conviene no perder de vista que su homloga ebusitanatambin ocupa el perodo tiberiano y quiz algo ms. La forma 24.5 se haatribuido a Emporiae (Nolla et alii, 2003: forma 5.2), sobre la base de un soloejemplar, no fechado. Poco es, pues, lo que se puede decir de ella hasta nue-vos hallazgos. Sobre las producciones de las formas 33 y 33/35 en Cabrera deMar (Barcelona) y el Vila-sec (Alcover, Tarragona) ya nos hemos extendidoal tratar ms arriba del prototipo itlico y de sus imitaciones.

    La forma 54 la definimos en 1986, y desde entonces su identificacin seha hecho frecuente. La variante ms tpica (54A) tiene el labio oblicuo o, sise quiere, en forma de cuello de nade, cuerpo ovoide y pie anular. La 54Bse caracteriza por el borde exvasado y la carena alta. Ambas poseen decora-cin de meandros en una ancha franja que ocupa toda la parte central de lapared externa. Hace aos (1989: 211) propusimos su produccin en Tarracoo sus alrededores, teniendo en cuenta sus numerosos hallazgos en todo elager de la capital, adems de en una franja costera, en buena parte del cursonavegable del Ebro y en las Baleares, lo que coincide prcticamente con la di-fusin de las formas 18 y 19. Ahora sabemos con certeza que, al menos la va-riante 54B con decoracin a ruedecilla, procede del centro del Vila-sec, don-de se obr junto a los cuencos de las formas 33, 33/35, 35 y 37. Entre lallamada cermica emporitana tarda, tambin aparece la variante 54B deco-rada a ruedecilla o con meandros, aunque en franjas ms estrechas (Nolla etalii, 2003: forma 4.4), lo que hace pensar que tambin se fabric en Emporiae.Puerta (1989: forma IX) propuso su origen en Baetulo, sin que hasta ahora ha-yan aparecido indicios que lo corroboren. En Npoles se han encontrado al-gunos vasos con decoracin de meandros y pasta bicolor, muy oscura en lasuperficie y clara en el ncleo que, o bien llegaron por mar desde la costa ca-talana, quiz desde Empries, o bien se produjeron in situ. Por otra parte,J.A. Mnguez consider esta forma originaria del valle medio del Ebro, asig-nndole los tipos Celsa 2 y 3. La cronologa de las producciones del rea ca-talana se extiende desde poca augustea hasta ms all de mediados del sigloI. De igual modo, aparece en cantidades razonables en el noroeste peninsu-lar, junto a tipos ms tardos y caractersticos de aquella zona. Es posible quetambin all se fabricase, aunque quiz en un momento posterior, segn pa-rece indicar su hallazgo en el campamento de Rosinos de Vidriales (Zamora).

    El tipo 55 abarca boles con decoracin arenosa cuya carena es ostensible.Quiz, sus creadores pretendieron imitar al 33 o al 33/35, tan en boga enton-ces, pero no acabaron de conseguirlo. La variante 55A sirve para clasificar los

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    cuencos ms esbeltos con paredes ms delgadas y borde exvasado. Debe des-tacarse el color amarillo claro de su pasta, casi blanquecino, su engobe ana-ranjado de psima calidad y los granos de arena, no demasiado numerosos,que recubren toda su superficie. Nos parece que este tipo es originario de Ta-rraco o sus alrededores. Su datacin debe iniciarse con el principado de Ti-berio, llegando al inicio de la dinasta flavia. La forma 56, que definimos apartir de materiales de Tarragona y Reus, tambin debe proceder de esta zo-na. Su datacin no se ha perfilado demasiado, pero debemos suponer queabarca desde los primeros decenios hasta algo ms all de mediados del sigloI. ltimamente se ha dado a conocer un paralelo muy cercano desde el pun-to de vista formal hallado en La Vallaeta (Sagunto) (Huguet, 2009: 78-79)aunque sin un contexto preciso. La forma 64, que propusimos en 1989, con-cluye el repertorio originario del nordeste de la Tarraconense. Sus exponen-tes se reducen a la pieza completa que nos sirve de arquetipo, encontrada enCan Modolell (Cabrera de Mar, Barcelona), y a algunos fragmentos de Ma-tar, Barcelona y Gebut (Soses), cerca de Lleida. Seguimos mostrando lamisma prudencia que, en su da, nos llev a definirla como produccin regio-nal, pero sin grandes seguridades, ante la parquedad de hallazgos. Su crono-loga parece centrarse en la primera mitad del siglo I.

    No quisiramos cerrar esta referencia a las paredes finas de Catalua sinmencionar el taller sudglico de Bram, situado en el departamento del Aude,no lejos de la vertiente septentrional de los Pirineos, cuyo funcionamiento yproduccin podran asimilarse a lo que ocurri al otro lado de la cordillera(Passelac, 2001). Produjo imitaciones prximas a la forma 8B. Adems de la3, muy tpica y parecida a las del rea emporitana, y de las omnipresentes 12y 33, fabricadas por doquier, especialmente la segunda. Todo ello durante elmomento central de la poca de Augusto

    1.6. Interior de la Pennsula Ibrica (Fig. 28)

    Tanto en el valle medio y alto del Ebro, como en el noroeste, Extremadura yAndaluca, lugares donde las producciones de paredes finas sern destacablesa partir de poca tiberiana, no se conoce su manufactura durante el perodotardorrepublicano, o por lo menos no se han identificado hasta ahora de unamanera sistemtica. Por lo que se refiere al principado de Augusto, cabe se-alar, en primer lugar, la aparicin de lo que en la bibliografa se denominanproducciones militares, es decir, aquellas destinadas al abastecimiento delas legiones romanas estacionadas en Hispania, que fueron obradas en los

  • LAS OTRAS CERMICAS FINAS

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    propios campamentos de las unidades o sus proximidades (Morillo, 2006;Morillo y Garca 2001; Carretero, 2000; 2008; Prez e Illarregui, 1995).

    Ya hemos citado a este propsito los cubiletes de la forma 2 que, al pare-cer, proceden de Legio VII (Lon), que en este momento estudia EsperanzaMartn, quien se ha ocupado anteriormente de sus cermicas (2008). Perte-necen, sin duda, a una produccin epigonal similar a la identificada en Ilerdajunto a otras formas (Morn y Pay, 2007). Su aparicin demuestra, una vezms, el largo perodo de consumo de un tipo tan funcional como el 2, cuyoorigen itlico hemos mencionado al principio, as como sus numerosas imi-taciones en alfares de la Citerior. Tambin nos hemos ocupado antes de la fa-bricacin de los cuencos de los tipos 33 y 33/35 en Herrera de Pisuerga (Pa-lencia), relacionndolos con el abastecimiento de la Legio III Macedonica, encuyo acuartelamiento habra trabajado el alfarero Terentius, que tambin pro-dujo terra sigillata y lucernas entre el 20/15 a.C. y el 39/40 d.C. (Carretero,2008: 255-256; Morillo, 2006). Por otra parte, el centro de Melgar de Tera(Zamora) (Gimeno, 1990), muy cerca del campamento ocupado primero porla Legio X Gemina y despus por el Ala II Flavia, produjo sobre todo para es-tas unidades y tambin para el consumo regional, con una notable expansinde su cermica por todo el noroeste (Martn y Rodrguez, 2008: 396; Martn,2008b). Su fecha, no obstante, tambin va ms all de los lmites de este ar-tculo pues parece que no inici su actividad antes de la poca neroniana,prologndola hasta finales del siglo II (Carretero, 2008: 260, 262). En estecentro, adems de algunos cuencos inspirados en productos meridionales yunos caractersticos cubiletes profusamente decorados, se produjo cermicaelaborada con la tcnica de la cscara de huevo, popularizada desde Tiberiopor un alfar btico situado, quiz, en el rea gaditana. Tambin se sabe queexistieron producciones locales en Astorga, hasta ahora escasamente caracte-rizadas.

    Rodrguez Martn (1996: 155, 165) sita el inicio de la cermica de pare-des finas de Mrida en poca tiberiana. Ms tarde en un trabajo en colabora-cin con E. Martn, la fecha se rebaja algo, hasta el reinado de Claudio, aun-que en un cuadro sinptico se mencionan dataciones algo anterioresacuadas por diversos autores (2008: 386). Sin embargo, segn M. Busta-mante (2011), quien aporta datos de excavaciones recientes, esta produccinno es anterior al decenio 50/60 de nuestra era. En cualquier caso, el ampliorepertorio de formas que se produjo en la capital de la Lusitania y en otroslugares de la actual Extremadura sobrepasa los lmites cronolgicos de estetrabajo y no lo expondremos.

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    Lo mismo puede decirse del centro y norte de la Pennsula Ibrica, don-de en general, las diversas producciones constatadas se inician, en su mayorparte, en el perodo tiberiano, perdurando algunas de ellas hasta bien entra-do el siglo II. Sobre sus principales centros, que son Quilinta (Viana) y ElCoscojal (Traibuenas), en Navarra, La Maja (Pradejn - Calahorra), en laRioja, y Caesaraugusta (Zaragoza), Turiaso (Tarazona, Zaragoza), Osca (Hues-ca) y Rubielos de Mora (Teruel), en Aragn, algunas conocidos de antiguo yotros descubiertos recientemente, como el de Osca, pueden verse sendas sn-tesis en Mnguez 2010 y 2012. Sin embargo, este mismo autor se ocup ha-ce algn tiempo (1991-1992, 1998: 349-350) de las paredes finas halladas enel yacimiento de Celsa (Velilla de Ebro, Zaragoza), correspondientes a pro-ducciones regionales procedentes de centros no localizados hasta hoy. Se cla-sifican dentro de las formas 18, 19, 21, 35, 36, 37, 38B, 40, 45 y Celsa 1 a 5,as como en la 34, elaborada con la tcnica de la cscara de huevo, como cier-tas cermicas bticas y nordoccidentales ya citadas.

    De entre todas estas formas, cuyo recorrido cronolgico es largo en la ma-yor parte de los casos, nos interesa destacar las 18, 19 y 21, vistas ms arribasal hablar de las producciones costeras de la Citerior y de las ebusitanas, el ini-cio de cuya produccin puede situarse en los ltimos decenios del siglo I a.C.Ocurre lo mismo con las formas Celsa 2 y 3, cuya decoracin de lneas on-duladas y paralelas formando friso, as como su perfil, recuerdan muy de cer-ca a los de nuestro tipo 54, definido en 1986, que, como hemos explicado an-tes, tuvo en Catalua dos centros de produccin. Uno seguro en El Vila-sec(Alcover, Tarragona) y otro probable septentrional, quiz en Emporiae, vistossus hallazgos. Los vasos procedentes de ambos lugares, especialmente los msmeridionales, permanecieron en el mercado, al menos, hasta los aos 60-70de nuestra era.

    Las cermicas de paredes finas producidas en la actual Andaluca, a partirde la poca de Tiberio y especialmente durante la de Claudio, gozaron degran predicamento y notable difusin. Su origen fue sealado por Bonsor(1931a, b) y Comfort (1939), recogida por Vegas (1973: 80) y desarrolladapor Mayet (1975: 147-160). Desde entonces, se han publicado notables seriesde esta clase de material, sin que, hasta la fecha, hayan aparecido los talleresque lo produjeron, salvo los correspondientes a los vasos menos vistosos, co-mo los de Andjar (Jan), estudiados hace tiempo (Sotomayor et alii, 1976;1979). Por otra parte, no hace demasiado, se ha desvelado la produccin enFos-sur-Mer, Bouches-du-Rhne (Rivet, 2004) de vasos decorados a la ma-nera btica, sobre formas prcticamente idnticas a las de aquellos, lo que

  • LAS OTRAS CERMICAS FINAS

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    ayuda a ir desterrando la idea de la sobresaturacin de una parte de los su-puestos mercados de productos meridionales, como el del rea de la desem-bocadura del Rdano.

    Por tanto, parece que el repertorio de las paredes finas en Hispania Ulte-rior corresponde a los ltimos tiempos en que aquel territorio recibi tal de-nominacin. Se trata de formas augusteas o algo anteriores. Las ms difundi-das son la 8B y 8Ca. Poseen una pasta de mediana calidad, generalmenteoxidada aunque existen algunos ejemplares grises. Su difusin alcanza Anda-luca y algunas zonas de Portugal y hace evidente su origen, sin que por el mo-mento se conozca el taller que las produjo. No obstante, su abundancia en elcurso medio del Guadalquivir, con hallazgos en Osuna, Estepa y Crdoba, po-dra hacer pensar que son originales de este rea. No debe perderse de vista,con todo, su presencia en Cstulo. Estos vasos, especialmente el primero, de-rivaran directamente de los caliciformes ibricos, estudiados, por ejemplo,por Vaquerizo (1988-1989) en el rea cordobesa, asignndoles una cronologaentre finales del siglo IV y el I a.C. A las formas de paredes finas propiamen-te dichas Mayet (1975: 39) les supuso una datacin preaugustea. Hallazgosms recientes (Vargas y Moreno, 2002-2003; Garca, 2002-2003) la han per-filado y la forma 8B debe situarse desde finales del siglo I a.C. hasta el pero-do Tiberio-Claudio. La 8Ca parece ms bien propia de la poca de estos dosltimos emperadores. Adems, debe tenerse en cuenta la presencia de una va-riante esbelta de la forma 8B, a veces provista de dos asas, aparecida en el reade Huelva, que en la necrpolis de la Dehesa (Riotinto) constituye el nicoajuar de sus tumbas. Segn su excavador (Martnez, 1989), se trata de una pro-duccin local, fechable entre los flavios y la primera mitad del siglo II.

    Por otra parte, segn Vargas y Moreno (2002-2003), en Crdoba o sus al-rededores pudo haberse fabricado imitaciones del tipo 33, como hemos vistouno de los ms populares en la Pennsula Ibrica. Esta forma se fecha, por elmomento, dentro de un contexto del inicio de la poca de Tiberio. Tambinparece que existieron imitaciones andaluzas del tipo 12, de momento escasa-mente conocidas.

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    2. Los ungentarios

    Esperana Huguet Enguita y Albert Ribera i Lacomba

    Son pequeos vasos de cuerpo globular, piriforme u ovoide con cuello es-trecho que se destinaban a contener perfumes y unguentos y a verterloslentamente. Sus frecuentes hallazgos entre los ajuares de las tumbas del

    perodo helenistico del mundo Mediterrneo, los situara aparentemente mscomo vasos estrechamente ligados al ritual funerario y no necesariamente vin-culados al comercio de los leos perfumados que envasaban (Camilli, 1999).Sin embargo, bastantes ejemplares se han encontrado en reas pblicas utili-zados como vajilla de ofrenda en los santuarios, especialmente en la Greciacontinental (gora de Atenas, Casa de los Idolos de Micenas) y en Delos.

    La forma original derivara de una smil tipologa del antiguo Egipto.Probablemente, su amplia presencia en todo el Mediterrneo significarala existencia de muchos centros productivos, que coincidiran, grosso mo-do, con las reas de produccin de los perfumes y de los ungentos quecontenan los vasos, como se ha constatado en la poca helenstica en Pe-lla, la capital de Macedonia (Siganidou, 1993) y muy recientemente en laVa degli Augustali de Pompeya desde fines del siglo II a.C. (Fig. 30).

    En el Mediterrneo oriental los ungentarios aparecen a mediadosdel siglo VI a.C. mientras los ms antiguos ejemplares del occidental, deAmpurias, se datan en el siglo V a.C. (Forti, 1962: 146; Frere, 2009). Nohubo una variacin tipologica elevada entre los siglos IV y III a.C., conel gran aumento de la demanda y la consiguiente nueva organizacion delas oficinas y de la produccin, que llevaron a una fuerte estandarizacinde estas cermicas (Pianu, 1990: 19).

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    2.1 Tipologa y problemas cronolgicos de los ungentarioshelensticos

    Durante el perodo helenstico se distinguiran al menos cuatro grandes reasproductivas (Lippolis, 1994): el rea macedonia, la egea (Atenas y Rodas), laitaliota y la siciliota.

    En Italia meridional habra diversos centros de fabricacin, aunque no seexcluye una parcial importacin de Grecia (tica y Macedonia) (Lippolis,1990). Sin embargo, no parecera verosmil el uso de los ungentarios comocontenedores de transporte de los perfumes. Estudios de los contenidos deungentarios de la necrpolis de Stobi (Macedonia) y en una tumba de Ate-nas han concluido que, ante la ausencia de estandarizacin, de unidad de me-dida de la capacidad y la falta de un revestimiento interno no poroso, los un-gentarios no se destinaban al trasporte pero eran muy funcionales en laspracticas rituales del ceremonial fnebre (Anderson-Stojanovic, 1987). Suscaractersticas intrinsecas no permitan al vaso contener el liquido por muchotiempo. La natural porosidad de la arcilla, aunque fuera compacta y bien co-cida, supondra la absorcin y la evaporacin del liquido envasado.

    30. Ungentarios de la Casa de Ariadna de Pom-

    peya. En el barrio de los perfumeros. SIAM

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    En poca helenistica, los ungentarios son los ajuares de las tumbas pre-dominantes. En un primer momento, aparecen asociados con los lekythos, alos que gradualmente van sustituyendo.

    A partir del ltimo cuarto del siglo IV a.C. se fue modificando su forma,habindose establecido una tipologa bastate esquemtica y genrica (Forti,1962) de los ungentarios del Mediterrneo en el primer perodo helensti-co en siete tipos, que, en sntesis, se basa en la evolucin morfolgica que, deformas bajas y globulares, se pasa a formas de cuerpo ms alargado, hasta lle-gar a los ungentarios fusiformes de los siglos III-II a.C. En Heraclea los un-gentarios fusiformes aparecen en el ltimo cuarto del siglo III a.C. (Giardi-no, 1990: 78).

    Estas variaciones morfolgicas determinaron la modificacin de la capa-cidad del vaso, ya que el cuerpo globular o piriforme de los ungentarios msantiguos contena una mayor cantidad de lquido, cuyo volumen se redujonotablemente en los ungentarios fusiformes de largo pie macizo.

    Al exterior presentan barniz negro o trazas de un engobe marrn, rosceoo blanco, pintadas en la zona de mayor anchura, en el cuello y el borde di-rectamente sobre la arcilla o sobre un engobe claro. En la mayor parte de loscasos no hay barniz negro en la parte inferior del vaso ni en el pie. A partirdel segundo cuarto del siglo III a.C. gran parte de los ungentarios ya nopresentan barnizado ni ninguna decoracion.

    La altura varia entre 10 y 15 cm, pero tambin hay vasos de menor talla(5-7 cm) o ms grandes (hasta 20 cm).

    La calidad es muy variable: desde ejemplares con arcilla bien depurada ycocida con barniz brillante bien adherido al vaso, frecuentes en los contextoscultuales no funerarios, a formas de perfl asimtrico, superficie no alisada,barniz desprendido o con chorretones e improntas digitales, propios de losajuares de las tumbas. Sin embargo, no faltan excepciones que impiden afir-mar si un ejemplar fue destinado a un uso funerario o cultual (Anderson-Sto-janovic, 1987: 106).

    La clasificacin de Forti represent solo un estudio preliminar, ulterior-mente revisado (Camilli, 1999). La mayor parte de otras clasificaciones se re-fieren a los ajuares de necrpolis concretas, como las del territorio de Meta-ponto (Carter et alii, 1998), Heraclea (Pianu, 1990) o Tarento (Lippolis,1990), entre las que tambin se incluira las de la griega Emporion (Almagro,1953: 396-397) y la ibrica del Cigarralejo en Murcia (Cuadrado, 1977-78),y no seran universalmente validas.

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    El estudio de la composicin y de las caractersticas fsicas de la pasta y delaspecto del barniz, podra ayudar a la determinacin de los centros producti-vos. Sin embargo, en el sur de Italia, la uniformidad de los depsitos arcillo-sos, debida a un comn origen geolgico, no facilita diferenciar las arcillas deun yacimiento a otro.

    Entre las cercanas Heraclea, Metaponto y Tarento se ha manifestado unarelacin muy estrecha en la produccin y la difusin de las cermicas de bar-niz negro que se encuentran en sus cementerios, aunque, a pesar de la seme-janza de sus producciones, parece que cada uno de estos centros produjo au-tonomamente sus manufacturas. Esto sera confirmado por el diverso aspectoque muestran los ungentarios de cada uno de estos lugares, siempre dentrode una tipologa similar pero de una cronologa no del todo coincidente. Espor esto, que las clasificaciones que se han elaborado para Tarento, Heracleay Metaponto slo seran vlidas para ejemplares aparecidos en sus cercanas.

    2.2 Los ungentarios romanos

    En el occidente Mediterrneo prcticamente no aparecen fuera de contextosculturales griegos, como seran Massalia o Emporion (Almagro, 1953) y sloms tarde, a partir del siglo II a.C., empiezan a ser ms frecuentes en las ciu-dades pobladas por romanos e itlicos, donde no faltan entre los ajuares desus necrpolis y son mucho menos frecuentes en contextos urbanos.

    Durante los siglos II y I a.C. la forma ms habitual fue la fusiforme, conel pie alargado y muy estrecho, que a duras penas se sostiene por s sola. Apartir del reinado de Augusto pas a tener un perfil bajo globular y una basems plana.

    La tipologa ms usada es la de Cuadrado (1977-78), con tres grandes gru-pos, A, B y C, basada en la necrpolis ibrica del Cigarralejo, y que fue adop-tada para la clasificacin de Lattara con el aadido de otro grupo, el D (Fig.31), ms moderno, del siglo I d.C. (Py, 1993c).

    El grupo A corresponde a unguentaria globulares con pie corto. Son pie-zas plenamente griegas y helensticas de mediados del siglo V a los inicios delIII a.C. Presenta algunas variantes, al menos cinco, segn sus aspectos for-males.

    El B se corresponde con los tpicos y abundantes ungentarios fusiformes(Fig. 32) de pie largo y cuello alto que surgieron y triunfaron desde finalesdel siglo IV (Hbner, 2006) hasta mediados del I a.C. Se conocen mltiplesvariantes, por lo menos 10.

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    El C tambin seran de perfil fusiforme pero con el pie corto y el cuellobajo. Son propios de los siglos II y I a.C.

    Por ltimo, estara el aadido grupo D, ms tardo, que incluye los de fon-do plano y cuello alto (Fig. 33), que se usaron entre finales del siglo I a.C. y laprimera mitad del I d.C., especialmente durante la etapa augustea. Correspon-de a la forma Oberaden 29. Tambin comprende numerosas variantes (Ca-milli, 1997). Los envases de vidrio acabaron sustituyendo a esta forma de ce-rmica.

    Se ha comprobado, adems, la existencia de una serie de ungentarios degran tamao, hacia unos 60 cm de alto, que, de momento, se han atestigua-do en 3 lugares algo alejados entre s: la necrpolis prerromana de Arles (Ro-che-Tramier, 2011), la necrpolis republicana de Valentia y en Pompeya,donde se han encontrado varios mezclados con los ms normales ungenta-rios fusiformes, que aparecen en grandes cantidades (Fig. 34) en torno a laVia degli Augustali, junto al macellum, en el mismo barrio que en el siglo I d.C.

    31. Tipologa de ungentarios helensticos y romanos. A: Lattara. B: Pompeya.

    C: Lattara. D: Pompeya. E: Arles32. Ungentario fusiforme de una

    tumba de Valentia. SIAM

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    33. Ungentarios de la forma D de Pompeya y Valentia. SIAM

    34. Ungentarios fusiformes del barrio de los perfumeros de Pompeya. SIAM/CJB

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    alberg a los perfumeros de la ciudad (Brun y Monteix, 2009), lo que indica-ra que esta actividad, tan prolfica en la Campania, ya se desarrollaba en eseperodo. Estos grandes ungentarios, pues, adems de su acreditada funcinfuneraria, que podra ser secundaria, no hay que descartar que transportaranen origen alguna clase de producto perfumado.

    El algunos pecios aparecen, siempre en pequeas cantidades, como en eldel Grand Conglou 1, ya a inicios del siglo II a.C. (Sanmart y Principal,1998), que sera el ms antiguo en transportar estas vasijas. Tambin se hanencontrado en la Chretienne C, un poco ms tardo, 175-150 a.C. (Joncheray,1975), en el casi coetneo de Escombreras 1 (Fig. 35) (Pinedo y Alonso,2004) y el algo ms moderno, 150-140 a.C.,de la isla de Gianutri (Firmati, 1992). Enotros posteriores, ya del siglo I a.C., tambinaparecen, caso del Sant Jordi A (Colls, 1987),del controvertido de Spargi (Ribera, 2001), laMadrague de Giens (Tchernia et alii, 1978) y elde Son Ferreol (Mas, 1985), que seran losltimos testimonios del comercio de estosenvases de perfumes, que seran sustituidospor los ungentarios de vidrio a partir del si-glo I d.C. Normalmente se piensa que erande produccin y consumo local de cada sitio,pero esta presencia en bastantes pecios y elnormal hallazgo en los contextos de la Hispa-nia republicana, especialmente entre los ajua-res funerarios, indicara la normal importa-cin desde Italia de estos frascos deperfumes. Otra cuestin a plantear sera si setransportaban vacos, para rellenar con losperfumes de cada sitio, o si ya venan con sucontenido primario.

    35. Ungentario fusiforme del Pecio Es-

    combreras 1. ARQVA

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    3. Los lagynoi de engobe blanco

    En origen, y como el trmino amphora, lagynos (lagoena en latn) era una me-dida de capacidad (3,270 litros), al igual que otros trminos que se conocenms porqu se refieren a nombres de vasos, caso de kotylai. Un lagynos equi-valdra a doce kotylai ticos. Tambin haba mltiplos, como el trilagynos.

    Los lagynoi seran botellas con un asa y un amplio cuerpo horizontal, altoy estrecho cuello y una boca que se poda sellar (Fig. 36). Se usaban como va-sos para el vino en los banquetes. Desde el reinado de Ptolomeo IV, en la se-gunda mitad del siglo III a.C., haba un festival dionisaco en las calles de Ale-xandria, lagynophria (), en el que todos los participantesportaban un lagynos para compartir el vino (Pierobon, 1974).

    La produccin ms significativa del perodo helenstico de esta forma esla que presenta un engobe blanco, vientre bajo y carena pronunciada. Se fa-bricara entre los inicios del siglo II a.C. y mediados del siglo I a.C. Prgamodebi ser su principal centro productor. Sera una cermica de lujo multifun-

    36. Lagynos de engobe blanco. Barrio de los perfumeros de Pompeya. SIAM/CJB

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    cional, ya que tanto se encuentra entre ajuares funerarios como en contextosurbanos. En el Mediterrneo oriental estos laginoi de engobe blanco son ca-si el fsil-gua de los contextos de materiales de poca helenstica. Estan am-pliamente representados en yacimientos como Prgamo, Atenas, Alejandray Delos. En occidente son bastante ms escasos y suelen aparecer muy frag-mentados (Fig. 37), lo que dificulta su identificacin. En Italia se ha encon-trado alguno entero en la necrpolis de Ancona (Collivicchi, 2008) y en el re-lleno de una balsa de fines del siglo II a.C. en la Via degli Augustali dePompeya (Fig.38).

    En la Pennsula Ibrica se han reconocido sus fragmentos en Emporion,Valentia, Ilici y, especialmente, en Cartagena (Cabrera, 2004; Prez Ballester,1994; 1998). Mencin especial merecera la extraordinaria pieza decoradacon relieves aplicados (Fig. 39) encontrada en las excavaciones de Libisosa(Lezuza) (Hernndez, 2008; Uroz, 2012), bien al interior de la provincia deAlbacete, que pone de manifiesto que estas cermicas de lujo alcanzaron elinterior de Hispania.

    37. Fragmentos de lagynos de engobe blanco de Valentia. SIAM

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    38. Lagynos de engobe blanco. Barrio de

    los perfumeros de Pompeya. SIAM/CJB

    39. Lagynos con decoracin en relieve.

    Libisosa (Albacete). Museo de Lezuza

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    4. La Sigillata Oriental A

    Es bien sabido que la arqueologa del perodo de la Repblica romana seidentifica automticamente con la cermica de barniz negro, mientras que lade la siguiente fase Alto Imperial se asocia an ms con la vajilla de barniz ro-jo, la terra sigillata. Esta gran verdad, sin embargo, no se escapa a alguna ma-tizacin, rara y escasa en el occidente mediterrneo, pero presente. Normal-mente, cuando en un contexto de materiales supuestamente anterior al 50a.C., tanto por las piezas como por su ubicacin estratigrfica, aparece algnfragmento de sigillata se suele pensar en alguna intrusin de los niveles supe-riores. Esto puede ser as, pero tambin podra suceder que esa sigillata estcorrectamente situada en su poca, ya que hay una produccin de barniz ro-jo anterior a la sigillata aretina, la llamada sigillata oriental A o Eastern sigilla-ta A, que Waage llam Late Hellenistic Red, Hellenistic Pergamene ware y EarlyRoman Pergamene Pottery. Tambin fue conocida por algunos investigadoresamericanos y alemanes como pergamena, ya sea Hellenistic Pergamena o RomanPergamena. Esta denominacin se sustentaba en la suposicin que fuera la fa-mosa cermica de Prgamo descrita por Plinio, lo mismo que los arquelogosanglosajones an denominan a la sigillata como Samian ware. La vajilla de Pr-gamo pliniana habra que relacionarla con la anteriormente conocida comoSigillata Oriental C (trmino considerado superfluo), llamada tambin an-darli ware, del puerto cercano a Prgamo donde se ha encontrado en bastan-te cantidad (Hayes, 1985).

    Esta confusin en el Mediterrneo occidental se sustentara tanto en laescasez de esta variedad como en que aparecen slo pequeos fragmentos,unido a su desconocimiento general. Es muy dificil identificar un materialque es escaso, aparece en estado muy fragmentario y que, adems, prctica-mente no se conoce al no disponerse de referentes que permitan su fcil ca-talogacin. Pero este material existe y, tal vez, en mayor volumen del que sesupone, siempre dentro de unos parmetros muy minoritarios.

    La sigillata Oriental A es una cermica de buena calidad con una pasta fi-na, depurada, sin inclusiones visibles y de color beige claro, amarillento o ro-sado. Su barniz rojo oscuro, entre rojo-naranja y rojo-marrn, cubre desi-gualmente la superficie. Destaca la decoracin en ovas impresas sobre loslabios de algunas fuentes y platos, adems de los crculos concntricos.

    Su tipologa es muy amplia (Fig. 40-42), con ms de 100 formas (Hayes,1985). Una de sus caractersticas formales son sus pies bajos y anchos. Deeste amplio repertorio corresponderan a la fase helenstica las siguientes:

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    40. Tipologa de la Sigillata Oriental A. Hayes, 1985

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    41. Ti