las alegres aventuras de robin hood · ¡ojalá nunca me hubieras dirigido la palabra, ojalá no me...

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Las Alegres Aventuras de Robin Hood Por Howard Pyle

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LasAlegresAventurasdeRobinHood

Por

HowardPyle

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Prólogo

DondesehabladeRobinHoodysuaventuraconlosguardabosquesdelrey.Tambiénserelatacómoreuniósubanda,ylafamosaaventuraenla

queconocióasumanoderecha,elcélebrePequeñoJohn.

EnlaalegreInglaterradelosviejostiempos,cuandoelbuenreyEnriqueIIgobernabaelpaís,enlaespesuradelbosquedeSherwood,cercadelaciudaddeNottingham, vivía un famoso forajido llamadoRobinHood. Jamás vivióarquerocapazdedispararunaflechaemplumadatancerteramentecomoél,yjamásexistieronhombrescomoloscientocuarentagranujasquerecorríanconéllafloresta.LlevabanunavidaregaladaenlasprofundidadesdelbosquedeSherwood,sinprivarsedenada,entreteniéndoseconcompeticionesde tiroylucha, cazando los venados del rey y regándolos con barriles enteros decervezafermentadaenoctubre.

NosóloRobin,sinotodasubanda,eranproscritosquevivíanapartadosdelosdemás,ysinembargoeranmuyapreciadosporloscampesinos,puesjamásacudióaRobinunnecesitadoquesemarcharaconlasmanosvacías.

YahoravoyacontaroscómoRobinHoodseconvirtióenunfuerade laley.

CuandoRobineraunmuchachodedieciochoaños,demiembrosrobustosy corazón atrevido, el sheriff de Nottingham convocó un concurso de tiro,ofreciendocomopremioun tonel de cerveza al quedemostrara ser elmejorarquerodeNottinghamshire.

—Creoquemepresentaré—dijoRobin—.Bienvalelapenatensarelarcoporunamiradadelosojosdemidamayuntoneldebuenacervezadeoctubre.

Asípues,Robinselevantó,cogiósumagníficoarcodetejoyunaveintenade flechas de un metro, salió del pueblo de Locksley en dirección aNottingham,atravésdelbosquedeSherwood.

Eraelamanecerdeunbonitodíademayo,cuandolossetosestánverdesylas flores engalanan losprados; cuandocrecen lasmargaritas, losnarcisosylas primaveras a lo largo del borde de los zarzales; cuando florecen losmanzanos y cantan los pájaros, como la alondramadrugadora, el tordo y elcuclillo; cuando losmuchachosy lasmuchachas semiranconpensamientosdulces;cuandolasafanosasamasdecasaextiendenalsollaropablancasobrelahierbabrillante.Mientrascaminabaporelsendero,admirandolahojarascaverdeyparda,entrelaquecantabancontodassusfuerzaslospajarillos,Robinsilbabaalegremente,pensandoenlabellaMarianyensusardientesojos,puesenocasionescomoéstalospensamientosdeunjovensedirigengozosamente

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hacialamuchachaamada.

Caminandoabuenpasoysindejardesilbar,Robinseencontródeprontoconunosguardabosquessentadosalasombradeungranroble.Eranquinceentotal, y estaban celebrando un verdadero banquete, sentados en torno a unenormepasteldecarne,delquecadacualseservíaconlasmanosyregandoloque comían con grandes cuernos de cerveza espumosa que llenaban en unbarrilcolocadojuntoaellos.Todosibanvestidosdepañoverdeyofrecíanunamagníficaestampa,sentadosen lahierbabajo laampliacopadelárbol.Unodeellos,conlabocallena,llamóaRobin:

—¡Hola!¿Dóndevas,muchacho,contuarcodeunpeniqueytusflechasdeuncuartodepenique?

Estomolestó aRobin, pues a ningúnmozo le gusta que se burlen de suinexperiencia.

—Debéis saber —dijo Robin— que mi arco y mis flechas valen tantocomo los tuyos. Y lo que es más: voy al concurso de tiro de Nottingham,convocadopornuestrobuensheriffdeNottinghamshire,dondecompetiréconotrosarqueros,yaquesehaofrecidocomopremiountoneldecerveza.

Entonces uno de los hombres, que sostenía en la mano un cuerno decerveza,exclamó:

—¡Vaya!¡Escuchadaestechico!Mira,muchacho,aúnllevasenloslabiosrestosdelalechedetumadre,yaquíestás,presumiendodevalertantocomoloshombresdeverdad, túqueapenaspodrías tensar lacuerdadeunarcodeguerra.

—Apuestoveintemarcoscontraelmejordevosotros—alardeóRobin—aqueleaciertoalblancoasesentametros,conlaayudadeNuestraSeñora.

Losguardabosquesseecharonareíryunodeellosdijo:

—¡Muybiendicho,mocoso,muybiendicho!Biensabestúquenohayporaquíningúnblancoquesirvaparamantenertuapuesta.

—Prontoempezaráabeberlalechemezcladaconcerveza—dijootro.

EstoacabóporenfureceraRobin.

—Mirad—dijo—:Allí,alextremodelclaro,hayunamanadadeciervos,abastantemásdesesentametrosdedistancia.Osapuestoveintemarcosaque,conayudadelaVirgen,tumbodesdeaquíalmachomásgrande.

—¡Hecho!—gritóelquehabíahabladoprimero—.Aquíestán losveintemarcos. Apuesto a que no matas a ningún animal, con o sin la ayuda deNuestraSeñora.

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EntoncesRobintomóenlasmanossumagníficoarcodetejoy,apoyandolapuntaentrelospies,tendiólacuerdacongranhabilidad;luegomontóunaflechaenlacuerday,levantandoelarco,tiródelextremoemplumadohastalaaltura de la oreja; un instante después, la cuerda zumbó y la flecha saliódisparadaatravésdelclarocomounhalcónquesedejaempujarporelvientodelnorte.Elciervomásimponentedelamanadadiodeprontounsaltoycayómuerto,tiñendolahierbaderojoconsusangre.

—¡Ja!—exclamóRobin—.¿Quétehaparecidoesetiro,amigo?Creoqueheganadolaapuesta,yentotalasciendeatrescientosmarcos.

A estas alturas, los guardabosques estaban furiosos, y elmás furioso deelloseraelquehabíahabladoprimeroyperdidolaapuesta.

—¡De esonada!—gritó—.Nohas ganado la apuesta ymás vale que temarches ahoramismoo, por todos los santos del cielo, te voy a apalear lascostillashastaquenopuedasvolveraandar.

—Puedequenolosepas—dijootro—,peroacabasdematarunciervodelrey,ysegúnlasleyesdenuestrograciososeñorysoberano,elreyEnrique,setedebendecortarlasorejasarasdelacabeza.

—¡Cogedlo!—gritóuntercero.

—No,dejadlomarchar—dijouncuarto—;pensadquenoesmásqueuncrío.

RobinHoodnodijo unapalabra; se quedómirando a los guardabosquesconexpresiónfierayluegodiomediavueltaysealejódeellosatravesandoelclaroagrandeszancadas.Perosucorazónestallabadeira,pueseraunjovendesangreardiente,propensaahervir.

MáslehabríavalidoalguardabosquesquehablóprimerodejaraRobinenpaz; pero él también estaba fuera de sí, porque el jovenzuelo le habíaderrotado y por los generosos tragos de cerveza que había ingerido. Y depronto,sinprevioaviso,sepusoenpiedeunsalto,cogiósuarcoymontóunaflecha.

—¡Toma!—gritó—. ¡Y que te vaya bien!—y la flecha partió silbandohaciaRobin.

FueunasuerteparaRobinquealguardabosquesledieravueltaslacabezaacausadelabebida,puesdelocontrarionohabríapodidodarunpasomás;laflecha pasó silbando a pocos centímetros de su cabeza. Entonces Robin sevolviórápidamente,montósuarcoydisparóunaflechaasuvez.

—Dijistequenosoyarquero—exclamó—.¡Puesdiloahora!

La flechavolódirectamentealblanco;el arquerocayóhaciadelantecon

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un gemido y quedó tendido con la cara contra el suelo, entre las flechasdesparramadas de su aljaba, cuyas plumas grises se iban tiñendo de sangre.Antes de que los demás pudieran salir de su asombro, Robin habíadesaparecido en las profundidades del bosque. Algunos salieron en supersecución, pero sinmucho entusiasmo, pues todos temían sufrir lamismamuertequesucompañero;asíquetodosacabaronregresando,cargaronconeldifuntoylollevaronaNottingham.

Mientrastanto,RobinHoodcorríaatravésdelbosque.Sehabíaesfumadotoda su alegríayoptimismo,pues se sentía abrumadopor la cargadehabermatadoaunserhumano.

—¡Ay!—sollozaba—. ¡Para demostrarte que soy un arquero he dejadoviudaatuesposa!¡Ojalánuncamehubierasdirigidolapalabra,ojalánomehubieraacercadoa ti,ojalásemehubierarotoydesprendidoeldedoíndice,paraqueestonohubieraocurrido!¡Meprecipitéalactuaryahoramesobrarátiempoparalamentarlo!

Peroapesardesudolor,seacordódelviejodicho:«Lohecho,hechoestá,yunhuevorotonosepuederecomponer».Yasífuecomosequedóavivirenel bosque, que iba a servirle de hogar durante muchos, muchos años; novolvería a pasar buenos ratos con losmuchachos ymuchachas deLocksley.Eraunforajido,nosóloporhaberdadomuerteaunhombre,sinotambiénporhaber matado uno de los ciervos del rey; y se ofrecían por su cabezadoscientaslibras,comorecompensaalqueconsiguierallevarloantelajusticiadelrey.

El sheriffdeNottingham juróqueseríaélquien llevaraante la justiciaaaquel bribón de Robin Hood. Tenía para ello dos buenas razones: una, lasdoscientaslibras;otra,queelguardabosquesalquehabíamatadoRobinHooderaparientesuyo.

PeroRobinsemantuvoocultoenelbosquedeSherwoodduranteunaño,yenese tiempose leunieronotrosmuchoscomoél,proscritosporunauotracausa. Algunos habían cazado ciervos para saciar el hambre en invierno,cuandonopodíanencontrarningúnotroalimento,yhabíansidodescubiertospor los guardabosques, viéndose obligados a huir para salvar sus orejas; aotrosleshabíanarrebatadosustierras,quepasaronaengrosarlasposesionesreales;muchoshabíansidodespojadosporalgúnnoblebarón,unricoabadoun poderoso terrateniente…; todos, por una u otra causa, habían llegado aSherwoodhuyendodelainjusticiaylaopresión.

Deestemodo,alconcluirelaño,Robinhabíacongregadoasualrededoramásdecienrobustoscampesinos,loscualesleeligieroncomojefeyjuraronque,asícomoellossehabíanvistorobados,robaríanasuvezasusopresores,ya fuerannobles, abades, caballeros o terratenientes, y que a todos ellos les

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arrebatarían loqueelloshabíanrobadoa lospobrespormediode impuestosinjustos, rentas excesivas omultas arbitrarias; sin embargo, ayudarían a lospobresqueseencontrasenenapurosonecesidad,ylesdevolveríanloqueleshabíanquitadoinjustamente.Ademásdeesto,juraronnohacerdañoaningúnniñoniofenderjamásaunamujer,yafueradoncella,casadaoviuda;yalcabodealgúntiempo,cuandoloshabitantesdelazonaempezaronacomprobarqueRobinysusbandidosnolesharíanningúndañoyquetodafamilianecesitadapodíacontarconsuayudaenformadedineroodealimentos,comenzaronasentirunprofundoaprecioporRobinysualegrepandilla,contabannumerososrelatosdesushazañasenelbosquedeSherwood;yacabaronconsiderándolounodelossuyos.

Una buena mañana, Robin se levantó mientras los pájaros cantabanalegremente entre las hojasde los árboles, e igualmente se levantaron todossushombres,queacudieronalavarseelrostroylasmanosenelfríoarroyodeaguaspardasquesaltabajuguetóndepiedraenpiedra.

EntoncesRobinhabló:

—Encatorcedíasnohemoshechonadadivertido,asíquevoya salirenbusca de nuevas aventuras. Pero estad atentos aquí en el bosque, porque encualquiermomentopodéisoírmillamada.Encasodeapuro,soplarétresvecesmicuerno;esosignificaque tendréisqueacudiralgalope,porquenecesitarévuestraayuda.

Ydiciendoesto,echóaandara travésdelfrondosobosquehasta llegaralos confines de Sherwood. Durante algún tiempo vagó sin rumbo fijo, porcaminos y carreteras, por vallecitos cenagosos y siguiendo los bordes delbosque.Enunumbrososenderosecruzóconunamozarubiayrollizaquelesaludóalegrementealpasar;másadelantesecruzóconunadamamontadaacaballo, quitándose el gorro a su paso y recibiendo a cambio una tranquilainclinacióndecabeza;vioaunmonjegordomontadosobreunasnocargadode alforjas; vio a un gallardo caballero con lanza, escudo y armadura queresplandecíanalaluzdelsol;vioaunpajevestidoderojo,yvioaunobesoburguésdelaviejaNottinghamcaminandoconairegrave;todoestovio,peronoencontróningunaaventuraPorfin tomóuncaminoqueseguía losbordesdelbosqueyluegounadesviaciónquellevabaaunarroyoanchoypedregoso,atravesadoporunestrechopuenteconun tronco.Alacercarsealpuentevioque un desconocidomuy alto se aproximaba por el otro lado.Al advertirlo,Robinaceleróelpasoyeldesconocidohizolomismo,ambosconlaintencióndellegarantesycruzarelprimero.

—Echaos atrás —dijo Robin— y dejad que el mejor hombre cruceprimero.

—Deeso,nada—respondióeldesconocido—.Echaosatrásvos,puesel

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mejordelosdossoyyo.

—Esoloveremos—dijoRobin—.Ymientrastanto,quedaosdondeestáis,o,porelhaloradiantedeSantaElfrida,osdemostrarécómolasgastamosenNottinghamyosmeteréunaflechaentrelascostillas.

—Mirad que os puedo tundir el pellejo hasta dejarlo de tantos colorescomo lacapadeunmendigosiosatrevéis tansóloa tocar lacuerdadeesearcoquetenéisenlasmanos—replicóeldesconocido.

—Habláis como un asno—dijo Robin—. Podría meteros una flecha envuestro arrogante corazón en menos tiempo del que necesita un fraile parabendecirunpatoasadoenSanMiguel.

—Y vos habláis como un cobarde, apuntándome al corazón con vuestroarcodesdeunadistanciasegura,mientrasyonollevomásqueunbastónparadefenderme.

—¡Porlafedemialma,quenuncaenmividamehanllamadocobarde!—exclamó Robin—. Voy a dejar en el suelo mi arco y mis flechas y, si osatrevéis a dejarme acercar, cogeré yo un palo y pondré a prueba vuestrahombría.

—¡Oh,yalocreo,osdejaréacercardebuenagana!—dijoeldesconocido,apoyándoseensubastónenposicióndeespera.

EntoncesRobinHoodseacercórápidamentealbordedelcaminoycortóunamagnífica ramade encina, rectay sindefectos, deunmetroochentadelongitud, y regresó al puente cortando las ramillas laterales, mientras eldesconocido aguardaba apoyado en su bastón, silbando y mirando a sualrededor. Robin le observó furtivamente mientras recortaba su rama,midiéndolodepiesacabezaconelrabillodelojo,yllegóalaconclusióndequenuncahabíavistounhombretanfuerteycorpulento.Robineraalto,peroeldesconocido lesacaba lacabezayelcuello,puesdebíamedirmásdedosmetros.Robineraanchodeespaldas,peroeldesconocidolesuperabaenmásdedospalmosdeanchura,ysupechoeracomountonel.

—Apesardetodo—dijoRobinparasusadentros—,mevoyadarelgustodezurrartelabadana,amigomío—yluegoañadióenvozalta—:Aquíestámibastón, fuerteyduro.Yahoraesperadahí, siosatrevéisyno tenéismiedo;lucharemoshastaqueunodelosdoscaigaalarroyoporefectodelosgolpes.

—¡Mepareceuna ideaespléndida!—gritóeldesconocido, levantandoelbastónsobrelacabezayhaciéndologirarentrelosdedoshastahacerlosilbar.

NisiquieraloscaballerosdelaMesaRedondadelreyArturoparticiparonjamásenuncombatecomoeldeaquellosdos.Robinsaltóágilmentesobreelpuente donde le aguardaba su adversario; hizo una finta y a continuación

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dirigió un golpe a la cabeza del desconocido que, de haber alcanzado suobjetivo,lehabríaarrojadodandotumbosalagua;peroeldesconocidodesvióconigualdestreza.Allípermanecieron,cadaunoensusitio,sinretrocederniun dedo, durante toda una hora, dando y recibiendo golpes todo el tiempo,hastaqueambosquedaroncubiertosdechichonesycardenales,apesardelocualningunopensóendecir«basta»niparecíadispuestoadejarsederribardelpuente.Devezencuandosedeteníanparadescansar,ylosdospensabanparasímismosquenuncaensuvidasehabíantopadoconunindividuotanhábilenelmanejodelbastón.PorfinRobincolocóungolpeenlascostillasdesurivalque levantódesucasaca tantapolvaredacomosihubieraapaleadounpajar.Tanfuertefueelgolpe,queeldesconocidoestuvoaunpelodecaeralagua,pero se recuperó inmediatamente y, con un hábil movimiento, le aplicó aRobinungolpeenelcráneoquehizobrotarlasangre.EstoacabódeenfureceraRobin,quegolpeócontodassusfuerzas;peroelotrodesvióelgolpeyunavezmáscontraatacó,estavezcontantoaciertoqueRobincayódecabezaalagua,comounboloderribado.

—¿Dóndetedejaeso,amigo?—gritóeldesconocido,rugiendoderisa.

—Conelaguaalcuelloy flotandocon lamarea—respondióRobin,quetampocopudoevitarreírseantesulamentablesituación.Luego,sepusoenpiey vadeó hasta la orilla, mientras los pececillos huían en todas direcciones,asustadospor su intrusión—.Dadme lamano—pidióal llegara laorilla—.Deboreconocerquesoisuntipofuerteyvaleroso,quesabecómolucharconunpalo.Entreunascosasyotras,lacabezamezumbacomounacolmenadeabejasenplenomesdejunio.

Luegosellevóelcuernoaloslabiosysoltóuntrompetazoqueresonóportodoslossenderosdelbosque,añadiendoacontinuación:

—Caramba,soisuntipograndeyvaliente;noexistedeaquíaCanterburyunhombrecapazdehacerloquevosmehabéishecho.

—Y vos —dijo el desconocido, riendo— peleáis como un hombre decorazónnoble.

Enaquelmomentolasramasseagitaronydeprontosurgiódelbosqueunnumerosogrupoderobustoscampesinos,todosvestidosdelanaverde,conellealWillStutelyalacabeza.

—¿Quéhapasado,jefe?—exclamóWill—.Estásmojadodepiesacabezaycaladohastaloshuesos.

—Poca cosa—respondió alegrementeRobin—. Estemuchachoteme hatiradodecabezaalagua,ademásdedarmeunabuenapaliza.

—Entonces no se librará de recibir él mismo un chapuzón, con su

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correspondientepaliza—gritóWill—.¡Aporél,muchachos!

Will y otros proscritos saltaron sobre el desconocido, pero a pesar de surapidez lo encontraron en guardia y repartiendo bastonazos a diestro ysiniestro,demaneraque,aunqueal final lograronreducirlepor la fuerzadelnúmero, muchos de ellos quedaron en el suelo, frotándose las doloridascabezas.

—¡Quietos! —gritó Robin, riéndose tan fuerte que le dolieron susmaltrechascostillas—.Esunbuenhombreyuntipohonradoynoseleharáningúndaño.Ahoraescucha,valientejoven:¿quieresquedarteconmigoyserde mi banda? Tendrás tres trajes de paño de Lincoln al año, más cuarentamarcos de salario, y compartirás con nosotros lo que la suerte nos depare.Comerásdeliciosovenadoybeberáscervezadelamásfuerte,yserásmimanoderecha, porque nunca en mi vida he conocido mejor luchador de bastón.¡Habla!¿Quieresserunodemisvalientes?

—Nolosé—respondióeldesconocidoconmalhumor,puesno lehabíagustadoverseatacado—.Sinosoismejoresconelarcoylasflechasqueconelbastón,nocreoquevalgáisgrancosa,almenosenmitierra.Perosihubieraentre vosotros un hombre capaz de ganarme con el arco, podría pensar enunirmeavosotros.

—Afemíaquesoisinsolente,señor—dijoRobin—.Noobstante,osdaréunaoportunidadquenolehedadoanadie.AmigoStutely,cortauntrozodecortezablancadecuatrodedosdeanchoycolócalaenaquelroble,aochentametrosdedistancia.Ahora, forastero,acertaden lacortezaconuna flechaypodréisconsiderarosarquero.

—Noosquepadudadequeloharé—aceptóeldesconocido—.Dadmeunbuenarcoyunabuenaflecha,ysinoloaciertopodéisdesnudarmeyazotarmeconvuestrosarcoshastaquemepongaazul.

Elhercúleoforasteroescogióelarcomásrobustodetodos,conexcepcióndel de Robin, y una pluma recta y emplumada con plumas de ganso gris;apuntóhaciaelblancomientrastodalabandalemiraba,sentadosotendidossobrelahierba,tiródelacuerdahastalamejillaydejópartirlaflechacontalpunteríaqueatravesóelblancoporelmismocentro.

—¡Ajá!Mejoraesosipuedes—exclamó,mientras lospropiosproscritosaplaudíanadmirados.

—Un buen tiro, en verdad —dijo Robin—. Mejorarlo no puedo, perodesbaratarloquizápueda.

Entonces, tomando su propio arco y montando con gran cuidado unaflecha,disparócontodasupuntería.Laflechasalióvolandoy,aunqueparezca

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increíble,acertódellenoenlaflechadeldesconocido,rompiéndolaenastillas.Todoslosbandolerossepusieronenpieyvitorearonentusiasmadosasujefe.

—¡PorelarcodetejodesanSuspenso!—exclamóeldesconocido—.¡Esoes disparar! ¡Jamás enmi vida vi algo semejante! Puedes contar conmigo apartirdeahora.ElbuenodeAdamBellerabuenarquero,perojamásllegóatirarasí.

—Entonceshoyheganadounbuenhombre—dijoRobinalegremente—.¿Cómotellamas,amigo?

—La gente de donde vengo me llamaba John Pequeño —respondió eldesconocido.

Entonces Will Stutely, que era muy amigo de hacer chistes, tomó lapalabra.

—Nada de eso, querido forastero —dijo—. No me gusta tu nombre ypreferiría cambiártelo. Eres pequeño, de huesos pequeños y miembrospequeños, y por lo tanto te bautizaremos como Pequeño John; y yo seré tupadrino.

Robin Hood y toda su banda se echaron a reír hasta que el forasteroempezóairritarse.

—¿Teburlasdemí?—ledijoaWillStutely—.Tevasaencontrarconloshuesosmolidos,yantesdeloqueteesperas.

—No, amigo —intervino Robin Hood—. Guárdate la ira, porque elnombretecuadrabien.DeaquíenadelantetellamarásPequeñoJohn,ynadamás que Pequeño John. Venid, muchachos, vamos a preparar la fiesta debautizoparaestetiernoinfante.

Así pues, dando la espalda al arroyo, se internaron en el bosque ycaminaronhastallegarallugardondevivían,enlaprofundidaddelaespesura.Allí habían construido cabañas de troncos y corteza, y camas de juncoscubiertasconpielesdegamo.Allísealzabaungigantescoroblecuyasramasseextendíanentodasdirecciones,ybajoelcualhabíaunasientodemusgoenquesolíasentarseRobinHooddurantelasfiestasyjolgorios,rodeadoporsushombres.Allíencontraronalrestodelosmiembrosdelabanda,algunosdeloscuales llegaban acarreando ciervas bien engordadas. Encendieron grandeshoguerasyalpocotiempolasciervasseestabanasandoysehabíaabiertounbarrildeespumosacerveza.Cuandotodoestuvolistopara lafiesta, todossesentaronyRobinsituóalPequeñoJohnasuderecha,puesapartirdeentoncesibaasersusegundoenelmando.

Alconcluirelbanquete,WillStutelyvolvióahablar.

—Ha llegado el momento, amigos míos, de bautizar a nuestra hermosa

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criatura.¿Noesasí,muchacho?

—¡Sí,sí!—gritarontodos,riendohastaquesuscarcajadasresonaronportodoelbosque.

—Necesitaremos siete padrinos —añadió Will Stutely, escogiendo acontinuaciónalossietehombresmásrobustosdetodalabanda.

—Osadvierto,porsanRigoberto—exclamóelPequeñoJohn,poniéndosede pie de un salto—, que más de uno lo lamentará si me ponéis un dedoencima.

Pero,sindecirunapalabra,todosselanzaronsobreélalavez,cogiéndolede losbrazosy laspiernasymanteniéndolosujetoapesardesus tremendosesfuerzos, mientras toda la banda se ponía en pie para contemplar elespectáculo.Entoncesseadelantóuno,alquehabíanelegidoparaquehicieradesacerdoteporqueteníalacoronillacalva,llevandoenlamanounajarradecervezarebosantedeespuma.

—¿Quiénpresentaaesteniño?—preguntómuyserio.

—Yolopresento—respondióWillStutely.

—¿Yquénombrevasaimponerle?

—LeimpongoelnombredePequeñoJohn.

—Escucha, Pequeño John —dijo el sacerdote—. Hasta ahora no hasvivido, tan sólo tehasdejado arrastrar por elmundo,pero apartir de ahoravivirásdeverdad.CuandonovivíastellamabasJohnPequeño,peroahoraquevives te llamarás Pequeño John, y con este nombre te bautizo —y alpronunciarestasúltimaspalabrasvaciólajarradecervezasobrelacabezadelPequeñoJohn.

Todosgritaronde júbiloalver laoscuracervezachorreandopor labarbadel Pequeño John y goteando por su nariz, mientras sus ojos parpadeabanfuriosamente por el picor. Al principio pensó en enfadarse, pero le resultóimposiblealveralosotrostanalegresyacabóechándoseareírconlosdemás.EntoncesRobinsellevóaladulcecriatura,lavistiódepiesacabezadelanaverdedeLincoln,yleentregóunmagníficoarco,conloquepasóoficialmenteasermiembrodelabanda.

AsífuecomoRobinHoodseconvirtióenunproscrito;asísereunióasualrededorlabandadealegresjuerguistas,yasíconocióasumanoderecha,elPequeñoJohn;yasíterminaesteprólogo.AhoraoscontarécómoelsheriffdeNottinghamintentótresvecescapturaraRobinHood,ycómofracasólastresveces.

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PRIMERAPARTE

DondesecuentacómoelsheriffdeNottinghamjuródarlesumerecidoaRobinHood,ycómolointentótresvecesperofracasóestrepitosamente

lastres.

I

RobinHoodyelhojalatero

Nadamásenterarsedequeseofrecíandoscientas libraspor lacabezadeRobinHood,elsheriffdeNottinghamjurócapturarlopersonalmente,comoyahemosdicho,movido tantopor la recompensa comopor el hechodeque elmuertopertenecíaasufamilia.Ahorabien,elsheriffignorabaconquéfuerzascontabaRobinenSherwood,peropensóquepodíapresentarleunaordendedetención,comosehacíaconcualquieraquequebrantara las leyes;asípues,ofrecióochentamonedasdeoroalqueseatrevieraapresentarlaorden.Perolos habitantes de Nottingham sabían más de Robin y sus andanzas que elsheriff, ymuchos se echaron a reír ante la sola idea de presentarse ante elatrevido bandolero con una orden de detención, sabiendo muy bien que loúnicoquesacaríanen limpiodeelloseríaunacabeza rota;enconsecuencia,nadie se mostró dispuesto a aceptar el encargo, y así transcurrieron quincedías, sin que el sheriff pudiera encontrar ningún voluntario. Extrañado, locomentóconsushombres.

—He ofrecido una espléndida recompensa al que se atreva a llevarle aRobin Hoodmi orden de detención, y nadie se ha querido hacer cargo delasunto.

—Señor—dijounode sushombres—,noconocéis las fuerzasque tienereunidas Robin Hood, ni lo poco que le importan las órdenes de reyes ysheriffs. No tiene nada de raro que nadie quiera encargarse de estamisión:temensalirconlacabezayloshuesosrotos.

—¿AcasotodosloshombresdeNottinghamsonunoscobardes?—dijoelsheriff—.MostradmeunsolohombreentodoNottinghamshirequeseatrevaadesobedecer una orden de nuestro señor soberano, el rey Enrique, y, por elsepulcrodesanEdmundo,osdigoquelocolgaréacuarentacodosdealtura.PerosienNottinghamnohaynadiequeseatrevaaganarochentamonedasdeoro, lobuscaréenotraparte.Enalgún lugardeesta tierra tienenqueexistirhombresdetemple.

ElsheriffhizollamaraunmensajeroenquienteníamuchaconfianzayleordenóqueensillarasucaballoysedirigieraalaciudaddeLincoln,paratratar

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de encontrar allí a alguien que se atreviera a cumplir la misión y ganar larecompensa.Elmensajeropartióaquellamismamañana.

El sol resplandecía sobre la polvorienta carretera que llevaba deNottingham a Lincoln, extendiéndose sobre prados y colinas. No sólo elcamino estaba llenodepolvo, sino también la gargantadelmensajero, cuyocorazónsaltódegozoalverfrenteaélelletrerodelaposadadelJabalíAzul,indicando que ya había recorrido más de la mitad del camino. La posadapresentaba un aspecto muy atrayente, y la sombra de los robles que larodeabanparecíafrescayagradable,demodoqueelmensajerodesmontódesucaballo,dispuestoatomarseundescansoyrefrescarseelgaznateconunajarradecerveza.

Unbuengrupodepersonasdepartíanalegremente,sentadasantelapuerta,alasombradeunenormeroble.Habíaunhojalatero,dosfrailesdescalzosyungrupodeseisguardabosquesreales, todosvestidosdepañoverdeytodostrasegandocervezaespumosayentonandobaladasdelosviejostiempos.Losguardabosques reían ruidosamente, intercalandobromasentre los cánticos, ymás fuerte aún reían los frailes, hombres robustos con barbas enmarañadascomolalanadeuncarneronegro;peroquienmásfuertereíaeraelhojalatero,que además cantaba mucho mejor que los demás. De una rama del roblecolgabansubolsaysumartillo,yasuladoteníaunbastóndeextremonudosoytangruesocomolamuñecadeunhombre.

—¡Venid!—le gritó uno de los guardabosques al fatigadomensajero—.Uníosanosotrosenestaronda.¡Eh,posadero!Traedotrajarradecervezaparacadauno.

Elmensajerosesentódebuenaganaconellos;sesentíamuycansadoylacervezaerabuena.

—¿Quénoticiaslleváis,quevaistanaprisa?—preguntóuno—.¿Yadóndeosdirigís?

Elmensajeroerauntipoparlanchínynadalegustabatantocomounbuenchismorreo; además, la jarra de cerveza le estaba sentandodemaravilla; asípues,instalándoseenuncómodorincóndelbanco,mientraselposaderoysumujerescuchabanapoyadosenelmarcodelapuerta,desplegóanimadamentesu repertorio de noticias, explicándolo todo con gran lujo de detalles: cómoRobinHoodhabíamatadoalguardabosquesycómosehabíaescondidoenelbosque para escapar de la justicia; cómo vivía allí burlándose de todas lasleyes,cazandolosciervosdeSuMajestadyrobandoalosabades,caballerosyterratenientes, hasta que nadie se atrevía a viajar por la zona por miedo aencontrárselo; cómo el sheriff, a quien Dios guarde, que le pagaba almensajero seis peniques cada sábado por la tarde, buenos dineros acuñadoscon la efigie del rey, más cerveza por San Miguel y un ganso cebado en

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Navidad,sehabíapropuestohacerdeteneralbandido,aunqueaéstepoco leimpresionabanlasórdenesdereyesysheriffs,puesnosetratabadeunhombrecumplidor de la ley. A continuación contó cómo había resultado imposibleencontrar en todoNottinghamunhombredispuesto apracticar ladetención,pormiedoaacabarconlacabezarotayloshuesosquebrados,yqueporesoél,elmensajero,sedirigíaahorahaciaLincolnparaaveriguardequétempleeranloshombresdeallíyversihabíaalgunoqueseatrevieraahacersecargode la misión; de ese modo había llegado a encontrarse en tan agradablecompañía,lamejorquehabíaconocidonunca,yaquellacervezaeralamejorquehabíaprobadoensuvida.

Todos escuchaban su discurso con la boca y los ojos bien abiertos; setrataba de noticias interesantísimas. Al terminar de hablar el mensajero, seprodujounbrevesilencioquerompióelhojalatero.

—Yo vengo de la ilustre población de Banbury —dijo— y ni enNottinghamnienSherwood,puedoasegurároslo,existeunhombrequepuedamedirse conmigo en una pelea. Pardiez,muchachos, ¿acaso nome enfrentéconaquellocodeSimondeEly,enlafamosaferiadeHertford,derrotándoloantelosojosdesirRobertdeLeslieysudama?ParecequeeseRobinHood,delquenuncahabíaoídohablar,esuntipopeligroso,peroporfuertequesea,¿nosoyyomásfuerte?Porlistoquesea,¿noseréyomáslisto?¡Porlosojoshechiceros deNan laMolinera, y pormi propio nombre, que esWat el delGarrote,yporelhijodemimadre,quesoyyomismo,osdigoquesiyo,yo,WateldelGarrote,meencontraraconesetemidobandolero,yélseatrevieraadespreciarelsellodenuestrogloriososoberanoelreyEnriqueylaordendelilustrísimo sheriff de Nottingham, sería yo quien le rompería, molería ymachacaríaloshuesos,hastadejarloincapazdemoverunsolodedo!¿Habéisoído,muchachos?Venga,quetraiganotraronda.

—¡Soiselhombrequeyobuscaba!—exclamóelmensajero—.VolveréisconmigoaNottingham.

—No—dijo el hojalatero,meneando la cabeza—.Yo no voy con nadiequenohayaelegidoporpropiavoluntad.

—¡Caramba! —dijo el mensajero—. No hay nadie en Nottingham quepuedaobligarosahaceralgocontravuestravoluntad,valienteamigo.

—Asíes,soyvaliente—dijoelhojalatero.

—Deacuerdo, sois valiente—replicó elmensajero—;peronuestrobuensheriffhaofrecidoochentamonedasdeoroaquienlepresenteaRobinHoodlaordendedetención;aunquedepocoleservirán.

—Eso es distinto; iré con vos, amigo. Esperad tan sólo a que recojamibolsa,mimartilloymibastón.Ya tengoganasdeversieseRobinHoodno

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hacecasodelaordendelrey.

Y, tras pagar sus consumiciones, el mensajero emprendió el camino deregresoaNottingham,conelhojalaterocaminandojuntoasucaballo.

Pocos días después de esto, Robin Hood salió de mañana haciaNottinghamparaenterarsedeloqueocurríaporallí,ycaminabaalegrementeporlaveradelcamino,sobrelahierbacuajadademargaritas,dejandovagarlavistaylospensamientos.Llevabasucuernocolgadodelacinturaysuarcoyflechasalaespalda;yenlamanollevabaunreciobastónderoble,quehacíagirarconlosdedosmientrasandaba.

Asíllegóaunclaroumbrosoyvioqueporelotroladoseaproximabaunhojalatero, entonando una alegre canción. Colgados a la espalda llevaba unsaco y un martillo, y en la mano un garrote de casi dos metros de largo.Mientrasseacercaba,veníacantando:

Entiemposdecosecha,cuandoelperrooyeelcuerno

decazahastaquecaeabatidoelvenado,

ysesientaelzagalconsuflautadecaña,

vigilandoelrebaño,

yosalgoacogerfresasporlosbosquesyprados.

—¡Buenosdías,amigo!—gritóRobin.

Mefuiarecogerfresas.

—¡Hola!—volvióagritarRobin.

Fuiporfrondososbosquesycañadas.

—¡Eh!¿Estáissordo,amigo?¡Hedichobuenosdías!

—¿Yquiénsoisvos,queosatrevéisainterrumpirasíunabuenacanción?—preguntóelhojalatero,cesandoensuscánticos—.Buenosdíasavos,seáisamigoono;peropermitidmedeciros,jovencaminante,quesisoisamigoserábuenoparaambos;perosinolosois,serámuymaloparavos.

—Entonces, más vale que seamos amigos—dijo alegremente Robin—,porquenomevendríabienquemevinieramal,sobretodosielmalmevienedeesegarrotequetanbienlleváis,asíqueseamosbuenosamigos.

—Oh, bueno, seámoslo —dijo el hojalatero—. Pero os advierto, jovenamigo,quevuestralenguaestanvelozquemitorpeypesadoingenioapenaspuedeseguirla,asíquehabladnormalmente,porqueyosoyunapersonamuynormal,afemía.

—¿Ydedóndevenís,aguerridoforastero?—preguntóRobin.

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—VengodeBanbury—respondióelhojalatero.

—¡Caramba!—exclamóRobin—.Heoídomuymalasnoticiasdeallíestamismamañana.

—¿De verdad? —preguntó el hojalatero, con ansiedad—. Contádmeloenseguida, por favor; ya veis que soy hojalatero y, como a todos los demiprofesión,meinteresantantolasnoticiascomoauncuralospeniques.

—Muybien,entonces—dijoRobin—.Escuchadyoscontaré,peroarmaosdevalor,porquelasnoticiassonmalasdeverdad.Allávan:heoídoquehaydoshojalaterosenelcepo,porabusardelacerveza.

—¡Malvientoseos lleveavosyavuestrasnoticias,perro insolente!—gritó elhojalatero—.No sedebehablar tana la ligerade ladesgraciade labuenagente.Perotenéisrazón,sonmalasnoticias:dosbuenaspersonasenelcepo…

—No—dijoRobin—.Nolohabéisentendidoyestáisllorandoporlaburrasana. Lamala noticia es que sólo hay dos en el cepo, porque los demás seescaparonysiguensueltosporahí.

—¡PorlabandejadeplatadesantaRenata!—exclamóelhojalatero—.Meestánentrandoganasdesacudirteelpellejoportusbromasdemalgusto.Perosiponenalagenteenelcepoporemborracharse,¿cómoesquetúandaslibre?

Robinseechóareíracarcajadas.

—¡Biendicho,hojalatero,biendicho!Vuestroingenioescomolacerveza,quesevuelvemásespumosacuandoesamarga.Peronoosfaltarazón,amigo,puesme gusta la cerveza como al quemás.Así que acompañadme hasta elJabalíAzulysisoisbebedorcomoparecéis,ynocreoquemeengañevuestroaspecto, os llenaré el gaznate con la mejor cerveza que se sirve en todoNottinghamshire.

—A femía, que sois un tipo agradable, a pesar de vuestras deplorablesbromas—dijoelhojalatero—.Megustáis,yquemelleveeldiablosinoosacompañoalJabalíAzul.

—Ahora, contadme alguna noticia, por favor —pidió Robin mientrasreemprendíanelcamino—.Meconstaque loshojalaterossiempreandan tancargadosdenoticiascomounhuevodesustancia.

—Sólo porque os quiero como a un hermano, joven cantarada—dijo elhojalatero—.Delocontrarionooscontaríanada,puessoyunhombreastutoytengoentremanosciertaempresaqueexigirátodomiingenio,yaquevengoenbuscadeundesalmadobandoleroalquelagentedeporaquíllamaRobinHood.Enmibolsallevolaordendedetención,escritaenunbuenpergamino,porcierto,conungransellorojoquelahacelegal.Sipuedoencontraraese

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RobinHood,selaplantaréantesusdelicadasnaricesy,sinolaacata,levoyamolerapaloshastaquetodassuscostillascanten«amén».Perovos,quevivísporlosalrededores,quizáconozcáisaeseRobinHood.

—Oh,enciertomodo—dijoRobin—.Dehecho, lohevistoestamismamañana. Pero debo advertiros, hojalatero, que por aquí se dice que es unladrónmuyastuto.Másvalequevigiléisvuestraorden,opodríarobárosladevuestrabolsa.

—¡Quelointente!—gritóelhojalatero—.Podráserastuto,perotambiényolosoy.Megustaríaencontrármeloaquímismo,dehombreahombre—yaldecirestolehizogirarelbastónsobresucabeza—.Perodecidme,¿quéclasedehombrees?

—Separecebastanteamí—dijoRobinechándosea reír—.Tienemásomenoslamismaedad,estaturaycomplexión;ytambiénlosojosazules,comoyo.

—Nopuedeser—dijoelhojalatero—.Vosnosoismásqueunjovenzuelo.Por elmiedo que le tienen enNottingham, pensé que se trataría de un tipocrecidoybarbudo.

—Laverdadesquenoestanviejonitanrobustocomovos—dijoRobin—,perolagentedicequenoesmaloconlapica.

—Puede que así sea—dijo el hojalatero con firmeza—, pero no podráconmigo. ¿Acaso no derroté en buena lid a Simon de Ely en la feria deHertford? Pero si lo conocéis, camarada, ¿por qué nome guiais ante él?Elsheriffmehaprometidoochentamonedasdeorosilepresentolaordenaesebandido,ydiezdeellasseríanparavossimellevaseisadondeestá.

—Nomeparecemal—respondióRobin—,peromostradmeesaordenparaqueyoveasienverdadeslegítima.

—No se la enseñaría ni a mi propio hermano —negó el hojalatero—.Nadieveráestaordenhastaqueyoselapresentepersonalmentealinteresado.

—Estábien—dijoRobin—.Sinomelaenseñáis,nopodrésaberaquiénvadirigida.Peroya se ve el letrerodel JabalíAzul; entremos a saborear sucervezaparda.

En todo Nottinghamshire no existía una posada tan acogedora como elJabalí Azul. Ninguna otra tenía a su alrededor tanmagníficos árboles ni seencontraba cubierta de clemátides y madreselvas trepadoras; en ninguna seservíacervezadetantacalidad;yeninvierno,cuandosoplaelvientodelnorteylanieveseacumulajuntoalossetos,enningunapartesepodíaencontrarunfuegotanreconfortantecomoelqueardíaenelhogardelJabalíAzul.Entalesocasionessereuníaallíunaalegrepartidadegentedelcampo,quesesentaba

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en torno al fuego intercambiando bromas y devorando manzanas asadasempapadasencerveza.RobinHoody subandaconocíanmuybienel local;tanto Robin como el Pequeño John, Will Stutely o el joven David deDoncaster solían acudir allí con frecuencia cuando las nevadas se abatíansobre el bosque. El posadero era un hombre que sabía mantener la lenguacallada y tragarse las palabras antes de que llegaran a los labios; teníamuyclaro quién le llenaba la olla, ya que Robin y su banda eran los mejoresclientes que tenía, y siempre pagaban a tocateja sin necesidad de apuntardeudas con tiza detrás de la puerta. Así pues, cuando entraron Robin y elhojalatero, pidiendo a grandes voces dos buenas jarras de cerveza, nadiehabríasospechadoporlaconductadelposaderoqueéstehubieravistoantesalbandolero.

—Quedaos aquí —le dijo Robin al hojalatero—, mientras yo voy aasegurarme de que el posadero nos sirve cerveza del barril bueno, puesmeconsta que tiene cerveza de la mejor, fermentada por el propioWithold deTamworth.

Yconestaexcusa,seintrodujoenlatrastiendaparaindicarlealposaderoqueañadieraunabuenadosisdeaguardienteflamencoalacervezainglesa;asílohizoelposadero,queseapresuróaservirleslasbebidas.

—¡Por la Virgen Nuestra Señora!—exclamó el hojalatero tras un largotragodecerveza—.EseWitholddeTamworth(unbuennombresajón,simepermitísdecirlo)hacelamejorcervezaquejamáshancatadoloslabiosdeWateldelGarrote.

—Bebe,amigo,bebe—leanimóRobin,quese limitabamientras tantoahumedecerseloslabios—.¡Eh,posadero!¡Traedleamiamigootrajarradelomismo!Yahoracantemos,amigomío.

—Sí,cantarépara ti, camarada—accediódebuenaganaelhojalatero—.¡Jamás he probado una cerveza igual en la vida! ¡Por laVirgen, que yameempiezaadarvueltaslacabeza!¡Eh,señoraposadera,acercaosaescucharunacanción!Yvos también,hermosadoncella;cantomuchomejorcuandounosbellosojosmecontemplan.

Yelhojalateroempezóacantarunaantiguabaladadelostiemposdelbuenrey Arturo, titulada La boda de sir Gawain, que quizá alguno de vosotrosconozcaporhaberlaleídoescritaeninglésantiguo;ymientrascantaba,todosescuchaban atentamente la edificante historia del noble caballero que sesacrificóporsurey;peromuchoantesdequeelhojalaterollegaraalaúltimaestrofa,lalenguaempezóatrabárseleylacabezaadarlevueltas,acausadelaguardientemezcladocon lacerveza.Primero le falló lavocalización, luegoempezóadesentonary,porúltimo,empezóamenearlacabezadeunladoaotro,hastacaerdormidocomosinuncamásfueraadespertarse.

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Entonces Robin se echó a reír y, sin perder tiempo, sus ágiles dedosextrajeronlaordendedetencióndelabolsadelhojalatero.

—Eres listo,hojalatero—dijo—;peroaúnestásverdeparacompetirconeseastutoladrónllamadoRobinHood.

Acontinuación,Robinllamóalposaderoyledijo:

—Buen hombre, aquí tenéis diez chelines por las atenciones que noshabéis ofrecido. Os ruego que cuidéis de mi buen compañero, y cuandodespiertepodéiscobrarleaélotrosdiezchelines.Encasodequenolostenga,no vaciléis en quedaros como prenda su bolsa y su martillo, e incluso sucapote.Asícastigoyoaquienesvienenalbosqueconlaintencióndecargarmede cadenas.En cuanto a vos, jamás he conocido a un posadero que no estédispuestoacobrardoblesipuede.

Aloíresto,elposaderosonriómaliciosamente,comodiciéndoseparasusadentroselantiguorefráncampesino:«¿Vasaenseñarleaunaurracaasorberhuevos?».

El hojalatero siguió durmiendo hasta la caída de la tarde, cuando lassombrasseextendíanporlaslindesdelbosque,yentoncessedespertó.Miróhacia arriba, miró hacia abajo, miró hacia el este y miró hacia el oeste,tratandodehacerseconelcontroldesussentidos,comoquienrecogeespigasesparcidasporelviento.Seacordódesualegrecamarada,peronoloencontróporningúnlado;acontinuaciónseacordódesureciobastón,ycomprobóquelo teníaen lamano;porúltimoseacordódesuordendedetenciónyde lasochenta monedas de oro que iba a ganar por presentársela a Robin Hood.Metió lamanoen labolsa,pero laencontróvacíay limpiadepolvoypaja.Entoncessepusoenpie,hirviendoderabia.

—¡Posadero! —gritó—. ¿Dónde se ha metido ese rufián que estabaconmigo?

—¿Qué queréis decir, señoría? —preguntó el posadero, intentandoapaciguaralhojalateroconeltratamientohonorífico,comoquienvierteaceitesobre lasaguasagitadas—.Nohevistoaningúnrufiánconsuseñoría,yosaseguroquenadie seatreveríaa llamar rufiánavuestrocompañero, estandotancercadelbosquedeSherwood.Osviencompañíadeunbuenhombreydiporsupuestoquevuestraseñoríaleconocía,puessonpocoslosqueporaquínoleconocen.

—¿Cómovaaconoceratuscerdosquiennuncahaestadoentupocilga?¿Quiénera,puestoqueleconocéistanbien?

—Setratadeunapersonabastanteconocidaporestosalrededores,aquienlagentedeporaquíllamaRobinHood.

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—¡Por la Virgen!—exclamó el hojalatero asombrado, con una voz tanroncacomoladeuntoroenfurecido—.Mevisteentrarentuposada,amí,unhonradoytrabajadorartesano,ynomeadvertistequiéneramiacompañante,sabiendo perfectamente quién era. Me están entrando ganas de partirte esecráneodeladrón—ydiciendoesto,empuñósubastónymiróalposaderoconmiradaasesina.

—¡No!—gritóelposadero,protegiéndoselacabezaconelcodo—.¿Cómoibayoasaberquevosnoleconocíais?

—Debesdargraciasaquesoyunhombrepaciente—dijoelhojalatero—,pues de lo contrario te abriría tu calva coronilla y no volverías a estafar aningúncliente.PeroencuantoaeserufiándeRobinHood,voyahoramismoapor él; y dejaré de ser hombre si no le rompo el garrote en la cabeza—ydiciendoesto,sedispusoapartir.

—No—dijo el posadero, saliéndole al paso con los brazos extendidos,pueseldineroledabavalor—.Noiréisaningunapartehastaquemepaguéisloconsumido.

—¿Acasonotepagóél?

—Niuncuartodepenique;yoshabéisbebidocervezaporvalordediezchelines. No, os digo que no saldréis de aquí sin haberme pagado, o darécuentadeelloanuestrosheriff.

—Peronotengoconquépagarte,amigomío—dijoelhojalatero.

—¡Deamigonada!—dijoelposadero—.Nosoyamigodenadiequemehaga perder diez chelines. Pagadme lo queme debéis en dinero contante ysonante, o dejad aquí vuestro capote, la bolsa y el martillo; aun así, salgoperdiendo,porquetodoesonovalediezchelines.Ymásvalequeosdeisprisa,porquetengounperromuyfieroyosloecharéencima.Maken,abrelapuertaysueltaaBriansiesetiposeatreveadarunpaso.

—No, no—dijo el hojalatero, que tenía abundante experiencia con losperros de campo—. Coge lo que quieras y déjame ir en paz,mala peste temate…,peroencuantocojaaesebellacomalnacido,juroqueleharépagarconcrecesloquehahecho.

Y con estas palabras se alejó en dirección al bosque, hablando consigomismo, mientras el posadero, su mujer y la doncella le veían marchar,esperandohastaqueseencontróabuenadistanciaparaecharseareír.

—¡Bien hemos despojado a ese asno de sus alforjas, Robin y yo! —exclamóelposadero.

En aquelmomento, RobinHood caminaba por el bosque en dirección aFosseWay,paraverloquehubieraquever,puestoquehabíalunallenayla

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noche prometía ser clara. En la mano llevaba un recio bastón de encina ycolgado del costado el cuerno de caza. Iba silbando alegremente por unsendero del bosque, sin saber que en dirección opuesta venía el hojalatero,hablandosoloysacudiendolacabezacomountoroenfurecido;alllegaraunacurva se encontraron frente a frente. Ambos permanecieron inmóviles uninstante,hastaqueRobindijo:

—¡Holapajarito! ¿Qué te pareció la cerveza? ¿Noquieres cantarmeotracanción?

Elhojalateronodijonadademomento,limitándoseamiraraRobinconelrostroencendidodeira.

—Vaya—dijoporfin—.Mealegrodeencontrarte.Sihoynomehagounsonajerocontupellejoytushuesos,teautorizoaquemepiseselcuello.

—Loharéde todocorazón—respondióalegrementeRobin—.Sacúdemeloshuesossipuedes.

Y diciendo esto, aferró su bastón y se puso en guardia. El hojalatero seescupióen lasmanos, empuñósupropiobastóny se lanzóal ataque.Lanzódosotresgolpesyprontocomprendióqueseenfrentabaaunrivaldecuidado,puesRobinlosparóydesviótodos,yantesdequeelhojalateropudieradarsecuentarecibióacambiounbuenporrazoenlascostillas.Robinseechóareírdenuevoyelhojalateroseenfurecióaúnmás,golpeandocontodasufuerzaeintención.Robin paró dos de los golpes, pero al tercero su bastón se partióbajolaterriblefuerzadelhojalatero.

—Asítepudras,palotraidor—exclamóRobin,dejándolocaeralsuelo—.Vayamaneradecomportartecuandomástenecesito.

—¡Ríndete!—gritóelhojalatero—.Eresmiprisionero,ysi te resistes tevoyaatizarhastahacertepurélossesos.

Robin no respondió, pero llevándose el cuerno a los labios soltó tresfuertestrompetazos.

—Sopla, sopla todo lo que quieras—dijo el hojalatero—, pero vendrásconmigoaNottingham,dondeelsheriffsealegrarádeverte.Yahoraríndetedeunavezomeveréobligadoamachacartetubonitacabeza.

—Es un mal trago, lo reconozco —dijo Robin—, pero nunca me herendidoanadie,ymenossinhabersidoherido.Y,pensándolobien,tampocovoyarendirmeahora.¡Aquí,muchachos!¡Rápido!

YenaquelmomentosalierondelaespesuraelPequeñoJohnyotrosseishombresvestidosdeverde.

—Aquí estamos, jefe—exclamóelPequeño John—. ¿Qué tripa se te ha

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rotoparaquepeguesesostrompetazos?

—EstehojalateroqueaquíveisquierellevarmeaNottinghamparaquemecuelguendeunárbol.

—A él sí que le colgaremos, y aquí mismo —dijo el Pequeño John,avanzandohaciaelhojalateroseguidoporlosdemás.

—¡Quietos, no le toquéis! —ordenó Robin—. Se trata de un hombrevaliente,cuyooficioestrabajarelmetalycuyocarácterestanreciocomolosmetales que trabaja.Y además, cantamuy aceptablemente. Escucha, amigo,¿no quieres unirte amis hombres?Recibirás tres trajes de paño verde cadaaño,másunsalariodeveintemarcos;compartirástodoconnosotrosyvivirásregaladamenteenelbosque;aquíenlaespesuradeSherwoodvivimosasalvodetodomal,cazandovenadosycomiéndonossucarneacompañadadegachasconmiel.¿Quieresvenirconmigo?

—¡Quédemonios,mequedaréconvosotros!—decidióelhojalatero—.Megustalabuenavidaymegustastú,amigo,porquenomemolistelascostillasni teaprovechastedemícuandopudistehacerlo. Inclusoreconozcoqueeresmáslistoqueyo;teobedeceréyestarésiempreatusórdenes.

Y así, todos se internaron en las profundidades del bosque, donde elhojalateroibaavivirapartirdeentonces,cantandobaladasparalabandahastaqueaparecióelfamosoAllandeDale,antecuyacristalinavoztodaslasdemásparecíantanásperascomoelgraznidodeuncuervo;peroéstaesotrahistoria.

II

ElconcursodetirodeNottingham

El fracaso de su intento de capturar aRobinHood encolerizó al sheriff,sobretodocuandoseenteródequelagentesereíadeélyhacíachistesasucosta, por habérsele ocurrido presentar una orden de detención al audazbandolero;nadairritatantocomoqueseburlendeuno.Asíqueelsheriffdijo:

—Es preciso que el rey, nuestro señor y soberano, se entere de esto, decómoestabandaderebeldesforajidosviolayquebrantasusleyes.Yencuantoaesehojalaterotraidor,yomismoleahorcaré,sillegoacogerlo,delárbolmásaltodetodoNottinghamshire.

Tras lo cual, ordenó a todos sus criados y servidores que prepararan elviajeaLondres,paracompareceranteelrey.

Todoeraajetreoenelcastillodelsheriff,todoerancarrerasdeunladopara

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otro,ytodoslosfuegosdelasherreríasdeNottinghambrillabanenlanochecomoestrellascentelleantes,puestodoslosherrerosseencontrabanocupadoshaciendooreparandoarmadurasparalastropasqueescoltaríanalsheriff.Lospreparativos se prolongaron durante dos días; al tercero, todo estaba yadispuestoparaelviaje.BrillabaelsolcuandolapartidasaliódeNottingham,endirecciónaFosseWayydeahíaWatlingStreet.Viajarondurantedosdías,hasta que por fin divisaron las torres y chapiteles de la gran ciudad deLondres; y a su paso la gente se detenía a mirar, admirando el magníficoespectáculo de los jinetes que recorrían los caminos con sus relucientesarmaduras,susvistosospenachosysusengalanadascabalgaduras.

En Londres tenían su corte el rey Enrique y la reina Leonor, con susalegres damas vestidas de seda y raso, terciopelo y tela de oro, con susvalientescaballerosygalantescortesanos.Cuandollegóelsheriff,fuellevadoapresenciadelrey.

—Unapetición,señor—dijoarrodillándoseenelsuelo.

—Bien,veamos—dijoelrey—.¿Quéesloquedeseas?

—¡Oh, señor y soberano! —exclamó el sheriff—. En el bosque deSherwood, perteneciente al noble condado de Nottingham, se oculta unbandolerollamadoRobinHood.

—¡Valientenovedad!—dijo el rey—.Sushazañashan llegado incluso anuestrosrealesoídos.Pareceseruntruhanrebeldeeinsolente,peroapostaríaaquetambiénesuntipodivertido.

—Escuchad,¡ohgraciososoberano!—insistióelsheriff—.Lehicellegaruna orden de detención, con el mismísimo sello de vuestra majestad, y élemborrachóalportadory robó laorden.Yademásmatavuestrosvenadosyrobaavuestroslealessúbditos,asaltándolosporloscaminos.

—¿Ybien?—preguntóel rey, indignado—.¿Quées loquepretendesdemí?Tepresentasantemíconundesplieguedesoldadosyescuderosyaúnasíno eres capaz de capturar a una miserable banda de rufianes sin petos niarmaduras. ¡Yen tupropiocondado!¿Acasonoestánvigentesmis leyesenNottinghamshire?¿Noerescapazdeentendértelaspor timismocon losquequebrantan las leyes o atentan contra ti y los tuyos?Fuerade aquí, fuera, ypiénsatelobien;haztuspropiosplanes,peronomemolestesmás,ytenlomuypresente, sheriff: quiero que mis leyes sean obedecidas por todos loshabitantesdemi reino,y sinoerescapazdehacerlas cumplir,nomesirvescomosheriff.Asíque,terepito,piénsatelobienoteirátanmalcomoaesosladrones deNottinghamshire. Cuando llegue la riada, arrastrará por igual elgranoylapaja.

El sheriff salió de la audiencia con el corazón turbado y oprimido,

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arrepintiéndosedehaber acudido con tan aparatosa escolta, yaque al rey lehabíaindignadoquetuvieratantoshombresasusórdenesyaunasínopudierahacer cumplir las leyes.Ymientras cabalgaban de regreso aNottingham, elsheriffpermanecióensilencio,sumidoensuspensamientos.Nodijounasolapalabrayningunodesushombresseatrevióahablarle;sepasótodoeltiempomaquinandoplanesparaatraparaRobinHood.

—¡Ajá!—exclamódepronto,palmeándoselacadera—.¡Yalotengo!¡Algalopetodos!¡RegresemosaNottinghamloantesposible!Yfijaosbienenloqueosdigo:antesdequepasenquincedías,esemalditoRobinHoodestaráencadenadoenloscalabozosdeNottingham.

Pero¿cuáleraelplandelsheriff?

Igual que un judío que cuenta lasmonedas de una bolsa, palpando cadamoneda para comprobar si tiene el peso exacto, el sheriff iba puliendo losdetallesde suplanmientrascabalgabahaciaNottingham,contemplandounoporunotodossusaspectosyencontrandoalgúndefectoentodosellos.PorfinseleocurriópensarenelcarácteratrevidodeRobinHood,que—comobiensabía el sheriff— le llevaba a veces a penetrar tras los muros de la propiaNottingham.

«Veamos —se dijo el sheriff—: Si pudiera atraer a Robin Hood hastaNottingham,dondeletendríaalalcancedelamano,leecharíaelguanteynopodríavolveraescapárseme».

Ydeprontoseleocurriólaluminosaideadeconvocarungranconcursodetiroyofrecerunpremioirresistible,queporfuerzatuvieraqueatraeraRobinHood. La idea le pareció tan brillante que exclamó «¡ajá!» y se palmeó denuevolacadera.

En cuanto hubo regresado a Nottingham, envió mensajeros en todasdirecciones:norte,sur,esteyoeste,anunciandoporpueblos,granjasycaseríoselgranconcursodetiro,alquepodíapresentarsecualquieraquefueracapazdetenderunarco,ycuyopremioconsistiríaenunaflechadeoropuro.

CuandoRobinHoodescuchólanoticiaseencontrabaenLincoln,peroseapresuróaregresaralbosquedeSherwood,dondereunióatodossushombresyleshablóasí:

—Escuchad, camaradas, las noticias que hoy traigo de Lincoln. Nuestroamigo el sheriff de Nottingham ha convocado un concurso de tiro, y susmensajeros loanuncianpor todoelcondado.Elpremioesunaflechadeoropuro.Yocreoqueestaríabienqueunodenosotroslaganara,porquesetratade un buen premio y porque lo ha ofrecido nuestro buen amigo el sheriff.Cojamos,pues,nuestrosarcosyflechasyvayamosaparticiparenelconcurso.Estoyconvencidodequenonosfaltaráladiversión.¿Quédecís,muchachos?

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EljovendeDoncastertomóentonceslapalabraydijo:

—Teruego,jefe,queescuchesloquedigo.VengoahoramismodehablarconnuestroamigoEadom,eldelJabalíAzul,yallítambiénsehablódeesteconcurso.PeroEadommecontó,yaélselodijoRalphelCaracortada,unodelos hombres del sheriff, que ese bribón te ha tendido una trampa, y que elconcursonoesmásqueunpretextoparaatraerteallí.Novayas, jefe; loquepretende es engañarte.Más vale que te quedes en el bosque, donde, por elmomento,nonosacechaningunadesgracia.

—Mira,David—dijoRobin—.Eresunchicolisto,quesabemantenerlosojosbienabiertosylabocacerrada,comocorrespondeaunbuenemboscado.Pero¿quiéndicequeelsheriffdeNottinghamescapazdeacorralaraRobinHoody amásde cien arqueros tanbuenos como losmejoresde Inglaterra?No, David, lo queme cuentas hace que sienta aúnmás deseos de ganar elpremio.¿QuéesloquedecíaelbuenodeSwanthold?«Elqueseapresurasequema la boca, y el insensato que cierra los ojos cae al pozo».Le haremoscasoycombatiremoslaastuciaconlaastucia.Algunosdevosotrososvestiréisde frailes,otrosde labradores,otrosdehojalaterosodemendigos,peroquecadaunollevesuarcoysuespada,porsisurgelanecesidad.Estoydispuestoacompetirporesaflechadeoro,ysilaganolacolgaremosdelasramasdeesteárbol,pararegocijodetodalabanda.¿Quéospareceelplan,compañeros?

—¡Muybueno!—gritarontodoslosproscritosacoro.

El día del concurso, la ciudad de Nottingham presentaba un aspectoespléndido. Al pie de las murallas, a todo lo largo de la verde pradera, sehabían instalado filas de bancos, formando estrados para las damas ycaballeros,losterratenientes,losburguesesadineradosysusesposas;nadiesesentabaallísinoerapersonaderangoycalidad.Enunextremo,cercadeladiana, había un asiento elevado, engalanado con cintas, banderolas yguirnaldasdeflores,paraelsheriffdeNottinghamysudama.Elespacioasídelimitadomedíacuarentapasosdeanchura.Aunextremoseencontraba ladiana,yalotrounatiendadelonaarayas,encuyomástilondeabanbanderasycintasdetodosloscolores.Enestatiendahabíabarrilesdecerveza,delosquepodíaservirsegratuitamentecualquierarqueroquedesearaaplacarlased.

A partir de los estrados donde se sentaban las personalidades había unabarandillaamododebarreraparaqueelpúblicocorrientenoseapelotonaradelante de la diana.Desdemuy temprano, los bancos se fueron llenandodepersonajesdecalidad,quellegabanconstantementeencarruajesopalafrenes,anunciadosporelalegrerepicardelascampanillasdeplataqueadornabansusriendas.Y tambiénfueacudiendomuchagentehumilde,quesesentabaosetendíaenlahierba,cercadelabarandillaquelosseparabadelcampodetiro.En la gran tienda se iban reuniendo los arqueros, en grupos de dos o tres;

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algunos se jactaban a grandes voces de los triunfos obtenidos en otrascompeticiones;otros revisabansusarcos,pasando losdedosa lo largode lacuerdaparacomprobarquenosedeshilachaba,oexaminandolasflechasconunojocerradoparaasegurarsedequenoestabantorcidas,puestantoelarcocomolasflechasdebíanencontrarseenperfectascondiciones,dadalaocasióny el premio disputado. En toda la historia deNottingham no se había vistosemejantecongregacióndecampeones:elconcursohabíalogradoatraeralosmejores arqueros de toda Inglaterra. Allí estaban Gill de la Gorra Roja, elmejor de los arqueros del sheriff, y Diccon Cruikshank, de la ciudad deLincoln; yAdam deDell, el campeón de Tamworth, un hombre demás desesenta años pero aún fuerte como un toro, que en sus tiempos habíaparticipado en el célebre torneo de Woodstock, donde había derrotado alfamosísimo arqueroClym o’theClough; ymuchos otros virtuosos del arco,cuyosnombreshanllegadohastanosotrosenlosversosdeantiguasbaladas.

Todos los asientos estaban ya ocupados por nobles y sus damas oburguesesconsusesposascuandoaparecieronporfinelsheriffysumujer,élcabalgandoconairemajestuososobreuncaballoblancocomolalecheyellasobre una potra de color castaño. El sheriff iba tocado con una gorra deterciopelovioleta,yvestíaunatogadelmismocolorymaterial,conbordesdearmiño; su jubón y sus calzas eran de seda verde mar, y sus zapatos deterciopelonegro,conlaspuntasatadasalasligasmediantecadenasdeoro.Alcuello llevabaunagrancadena, tambiéndeoro,de laquependíaunenormediamantemontadoenororojo.Suesposavestíadeterciopeloazul,adornadocon plumón de cisne. Era todo un espectáculo verlos cabalgar juntos, y elpúblicolosvitoreódesdesuslocalidadesdeapie.Asíllegaronelsheriffysuesposa hasta sus asientos, donde los aguardaba a pie firme un grupo desoldadosconlanzasycotasdemalla.

Cuando ambos se hubieron sentado, el sheriff ordenó a su heraldo quehiciera sonar su cuerno de plata; en respuesta a su orden sonaron tresvigorosostrompetazosqueprovocaronecosenlasmurallasdeNottingham.Aloírlaseñal,losarquerosseaproximaronasusposiciones,mientraselpúblicogritabaenardecido,cadaunoaclamandoasuarquerofavorito.«¡GorraRoja!»,gritabanunos;«¡Cruikshank!»,vociferabanotros;«¡VivaWilliamdeLeslie!»,exclamabanalgunos.Ymientrastanto,lasdamashacíanondearsuspañuelos,animandoaloscompetidoresaesforzarsealmáximo.

Entonceselheraldoseadelantóyanuncióenvozaltalasreglasdeltorneo:

—Setiradesdeestamarca,queseencuentraacientocincuentametrosdelblanco.Enprimer lugar,cadahombredispararáunaflecha,yentre todoslosarquerosseseleccionaráalosdiezquemejortirohayanrealizado,quepasaránalasiguienteeliminatoria.Estosdiezdispararándosflechascadauno,yentreellos se seleccionará a los tres mejores. Los tres finalistas dispararán tres

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flechascadauno,yaquelquevenzaganaráelpremioofrecido.

El sheriff escudriñó con la mirada la hilera de arqueros, tratando decomprobar siRobinHood se encontraba entre ellos; pero no había ningunovestidodepañoverde,comosolíanvestirRobinysubanda.

«Apesardetodo—sedijo—,bienpudieraestarahí,ynoseleveentrelamasadeespectadores.Esperemosaquesóloquedendieztiradores,pues,onoleconozco,oesseguroqueseencontraráentreellos».

Losarquerosfuerondisparandounotrasotro,anteelasombrodelpúblico,que jamáshabíavisto tantapuntería.Seis flechasdieron en lamismadiana,otras cuatro en el círculo inmediato, y sólo dos se clavaron en el círculoexterior; y cuando la última flecha acertó de nuevo en la diana, losespectadoresrompieronenvítores;lacompeticiónibaasermuydisputada.

Una vez seleccionados los diez mejores, se comprobó que seis de elloseranarquerosfamososentodoelpaís,cuyosnombreseranconocidosporcasitodalaconcurrencia.EstosseishombreseranGilbertdelaGorraRoja,AdamdeDell,DicconCruikshank,WilliamdeLeslie,HubertdeCloudySwithindeHertford.Otros dos eran campesinos deYorkshire, otro era un desconocidoalto y vestido de azul, que decía venir de Londres, y el último era otrodesconocido,andrajosoyvestidode rojo,que llevabaunparchecubriéndoleunojo.

—Fíjate bien—le dijo el sheriff a uno de sus soldados—. ¿ReconocesentreesosdiezaRobinHood?

—No,señoría—respondióelsoldado—.Aseisdeelloslosconozcobien.De esos dos campesinos de Yorkshire, uno es demasiado alto y el otrodemasiadobajoparatratarsedelbandido.Robintienelabarbarubiacomoeloro,mientrasqueesemendigode rojo tiene labarbacastaña,ademásdesertuerto.Yencuantoalforasterodeazul,calculoqueRobintieneloshombrosalmenostrespulgadasmásanchos.

—Entonces—dijo el sheriff, palmeándose con disgusto la cadera—, esoquiere decir que ese bandido es un cobarde, además de un ladrón, y no seatreveadarlacaraantehombresdeverdad.

Trasunbrevedescanso,losdiezarquerosclasificadosseadelantaronparadisparar de nuevo. Cada uno disparó dos flechas en medio de un absolutosilencio;lamultitudmirabaelespectáculosinapenasrespirar.Perocuandosehubolanzadolaúltimaflecha,estallóunanuevaovación,ymuchaspersonasarrojaronsusgorrosalaire,maravilladasporlaexhibición.

—¡Por lacoronade laVirgen,NuestraSeñora!—exclamósirAmyasdeDell,unancianodemásdeochentaañosquesesentabacercadel sheriff—.

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¡Enmividavidispararasí,yesoquellevomásdesesentaañosviendoalosmejoresarquerosdelreino!

Sóloquedaban tres tiradores en competición.Unode ellos eraGill de laGorraRoja;otro,elharapientodesconocidovestidoderojo;yelterceroeraelviejoAdamdeDell,deTamworth.Todalamultitudvitoreabaagritopelado,unosexclamando«¡VivaGilbertdelaGorraRoja!»yotros«¡VivaelcampeónAdamdeTamworth!»,peroniunasolavozsealzóparaaclamaralforasteroderojo.

—Procuraafinarel tiro,Gilbert—ledijoel sheriffasucampeón—,ysisalesvencedortedarécienpeniquesdeplata,ademásdelpremio.

—Loharé lomejor que pueda—respondióGilbert con firmeza—.Cadaunohaceloquepuede,peroestavezintentarésuperarme.

Yasídiciendo,sacódelaaljabaunaflechalargaybienemplumada,ylamontócondestreza; levantóelarcoydejópartir laflecha,quevolóenlínearecta hasta clavarse en la misma diana, a un dedo del centro. La multitudrompióagritar«¡Gilbert,Gilbert!».

—¡Unmagníficotiro,afemía!—exclamóelsheriff,aplaudiendo.

Acontinuaciónseadelantóelandrajosodesconocido,ylagenteseechóareíralverunremiendoamarilloqueleasomababajoelbrazocuandolevantóel codoparadisparar, y también el verle tomarpuntería conun soloojo.Elforasteromontórápidamenteelarcoydisparóunaflechainmediatamente;tanrápido fue el disparo que no transcurrió ni un respiro desde que empezó amontarlaflechahastaqueéstaseclavóenelblanco;ysinembargo,sehabíaacercadomásalcentroqueladeGilbert.

—¡Por todos lossantosdelParaíso!—gritóelsheriff—.¡Quémaneradedisparar!

EntoncesdisparóAdamdeDell,ysuflechaseclavóexactamentejuntoaladeldesconocido.Trasunbrevedescanso,lostresvolvieronatirar,yunavezmáslastresflechasseclavaronenladiana,peroestavezladeAdamdeDellquedómáslejosdelcentro,ydenuevoelforasterorealizóelmejortiro.Ytrasotroperíododedescanso,lostressedispusieronatirarporúltimavez.Gilberttomópuntería congranparsimonia,midiendocuidadosamente ladistanciaydisparando con la mayor precisión. La flecha salió silbando y la multitudempezó a gritar hasta hacer temblar las mismas banderas que ondeaban alviento,hastaespantaralosgrajosycornejasqueseposabanenlostejadosdelaviejatorregris,pueslasaetasehabíaclavadojuntoalpuntoqueseñalabaelcentroexactodeladiana.

—¡Bienhecho,Gilbert!—gritóelsheriff,radiantedegozo—.Creoqueel

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premioestuyo,ybienganado.Ytú,mendigoharapiento,veamossierescapazdesuperaresetiro.

Elforasteronodijonada,peropasóaocuparsupuestomientrassehacíaelsilencio;lamultitudnoseatrevíaahablarniarespirar,expectanteporloquepudiera ocurrir a continuación. El desconocido, apenas sin moverse, montórápidamenteelarco,lolevantó,mantuvolacuerdatensaapenasuninstante,ydejópartirlaflecha.EstavolótanacertadamentequearrancóunaplumadelaflechadeGilbert,quecayórevoloteandoalsol,mientraslaflechadelforasterosealojabaenelmismocentrode ladiana,pegadaa ladelde laGorraRoja.Durante unos momentos, el silencio fue absoluto; nadie gritaba y todos semirabanasombrados.

—¡No!—dijoalfinelviejoAdamdeDell,exhalandoalmismotiempounlargosuspiroymeneandolacabezadeunladoaotro—.Másdeveinteañosllevotirando,ypuedodecirquenosemedamal,perohoyyanotiromás.Esimposible competir con ese desconocido, quienquiera que sea—y diciendoesto,metióconbrusquedadlaflechaensualjabaydesmontóelarco.

Entonceselsheriffdescendiódesuestradoyseacercó,conunflameardesedas y terciopelos, hasta donde el desconocido aguardaba, apoyado en suarco,mientras lamultitud se agolpaba para contemplar a aquel hombre quemanejabaelarcodemodotanmaravilloso.

—Muybien,buenhombre—dijoel sheriff—.Aquí teentregoelpremioquetanjustamentehasganado.¿Cómotellamasydedóndeprocedes?

—MellamanJockdeTeviodtale,ydeahíesdedondevengo—respondióelforastero.

—PuesporlaVirgentedigo,Jock,queereselmejorarqueroquehanvistomisojos.Si quieres entrar ami servicio, te vestiré con algomejorque esosandrajos que llevas encima; comerás y beberás de lo mejorcito, y recibiráscomosalarioochentamarcoscadaNavidad.Apuestoaqueeresmejorarqueroincluso que ese cobarde bandido de Robin Hood, que no se ha atrevido aasomarlanarizporaquí.¿Quémedices?¿Quieresunirteamishombres?

—No,creoqueno—respondióel forastero,conciertabrusquedad—.YovoypormicuentaynoaceptoórdenesdeningúnhombredeInglaterra.

—¡Entonces,veteymalafiebretemate!—exclamóelsheriff,conlavoztemblandodeira—.Afemíaquemeestánentrandoganasdehacerteazotarportuinsolencia—y,girandosobresustalones,sealejóagrandeszancadas.

Aquelmismodíasecelebróunaalegrereuniónalrededordelárbolgrande,enlomásprofundodelbosquedeSherwood.Habíaporlomenosveintefrailesdescalzos, unos cuantos tipos que parecían hojalateros, y otros que parecían

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mendigos y labradores. Y en el asiento de musgo se sentaba un hombrevestidodeharaposrojos,conunparchequelecubríaunojo,yqueempuñabaenunamanolaflechadeoroganadaenelconcursodetiro.Enmediodeunestruendo de risas y voces, se quitó el parche del ojo, se despojó de losandrajosrojos,bajoloscualesllevabauntrajedepañoverde,ydijo:

—Estoesfácildequitar,peroeltintecastañonosemeirátanfácilmentedelpelo.

Estohizoquetodosrieranaúnmásfuerte;enefecto,eraelpropioRobinHoodquienhabíarecibidoelpremiodemanosdelsheriff.

Todossesentaronadisfrutardelafiesta,mientrascomentabanlajugarretaquelehabíangastadoalsheriffylasaventurasqueleshabíanocurridoalosmiembrosde labandamientras ibandisfrazados.Perocuando la fiestahuboconcluido,RobinsellevóapartealPequeñoJohnyledijo:

—La verdad es que en el fondo me siento ofendido, cada vez que meacuerdo del sheriff diciendo «eresmejor que ese cobarde bandido deRobinHood, que no se ha atrevido a asomar la nariz».Me gustaría hacerle saberquiénhaganadolaflechadeoroentregadaporsupropiamano,ydecirledepasoquenosoytancobardecomoélmeconsidera.

—Puesentonces—dijoJohn—iremostúyyoyWillStutelyyledaremoslanoticiaalgordinflóndelsheriffporunmedioquenoseespera.

Aquella noche, el sheriff dio una gran cena en el salón principal de sumansióndeNottingham.Sehabían instaladomesas largasen laenormesalaparamásdeochentacomensales,entresoldados,empleadosysiervos.Todoselloshablabandelagrancompeticióndetiro,entreplatosdecarneyjarrasdecerveza.Elsheriffpresidíalacomida,desdeunasientoelevadoconundosel,yasuladosesentabasumujer.

—¡Porvidade…!—Estabadiciendo—.HubierajuradoqueesebribóndeRobin Hood iba a presentarse hoy al concurso. No pensé que fuera tancobarde. Pero ¿quién sería ese otro insolente que me respondió con tantodescaro?Nosécómonolomandéazotar;peroteníaalgoquehacíapensarquenosiemprehavestidoharapos.

Apenas había terminado de hablar cuando algo cayó con gran estrépitoentre los platos de lamesa, haciendo que algunos comensales se levantaransorprendidos, preguntándose qué ocurría. Al cabo de unos instantes, unsoldado reunió el valor necesario para recoger el objeto y presentárselo alsheriff.Entoncestodospudieronverquesetratabadeunaflechaconlapuntaromayunpergaminoatadocercadelapunta.Elsheriffdesplegóelpergaminoy lo examinó,mientras se lehinchaban lasvenasde la frentey susmejillasenrojecíandeira,acausadeloqueenélleía:

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RíenlasgentesdeSherwood

mientrascomentanacoro

queelastutoRobinHood

ganólaflechadeoro.

—¿Dedóndehasalidoesto?—rugióelsheriffconvozatronadora.

—Entró por la ventana, señoría —respondió el hombre que le habíaentregadolaflecha.

III

ElrescatedeWillStutely

Cuando el sheriff comprendió que ni las órdenes ni la astucia le habíanvalidocontraRobinHood,montóencóleraysedijo:

—¡Tontodemí!SinolehubierahabladoalreydeRobinHood,ahoranoestaría metido en este aprieto; pues ahora debo capturarle si no quiero quecaiga sobre mí la ira de su graciosísima majestad. He probado con losconductos legales, he recurrido a la astucia, y he fracasado en ambasocasiones;veremos,pues,quésepuedelograrporlafuerza.

Habiendotomadoestadecisión, reunióa losoficialesdesuguardiay lescomunicósuplan:

—Cadaunodevosotrostomarácuatrohombres,perfectamentearmados—les dijo—. Entraréis en el bosque por diferentes puntos, y procuraréissorprenderaRobinHood.Pero si algunode losgrupos seencuentra conunenemigosuperiorennúmero,que toque lacornetay todos losdemásgruposacudirán en su ayuda. Creo que de este modo conseguiremos atrapar a esebandido vestido de verde.Aquel que se tope conRobinHood recibirá cienlibrasenmonedasdeplatasime lo traevivoomuerto;porcadaunode losmiembros de la banda pagaré cuarentamonedas, vivo omuerto. A base devaloreingenio,loconseguiremos.

Así partieron hacia el bosque de Sherwood sesenta pelotones de cincohombresdispuestosacapturaraRobinHood,todosellossoñandoconatraparpersonalmenteal famosobandolero,oalmenosaunode subanda.Durantesiete días con sus noches recorrieron los senderos del bosque, pero en todoestetiemponollegaronaveraunsolohombrevestidodeverde,puesRobinHoodestabaadvertidodelplangraciasallealEadomdelJabalíAzul.

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Alrecibirlanoticia,Robinhabíacomentado:

—Sielsheriffseatreveaenviartropasacombatirnos,labrarásudesgraciay la de muchos hombres mejores que él, pues correrá la sangre y vendránmalos tiempos para todos. Pero espero poder evitar los enfrentamientossangrientos,puesnoquisierallevarladesgraciaamuchasfamiliascausandolamuertedenadie.Yaunavezmaté aunhombreynoquierovolver amatar,pues se trata de una carga demasiadopesadapara el alma.PermaneceremosocultosdentrodelbosquedeSherwoodyconfiemosenque todosalgabien;pero si nos vemos obligados a defendernos lucharemos con todas nuestrasfuerzas.

Aloírestediscurso,muchosproscritossacudieronlacabezaydijeronparasusadentros:«Ahoraelsheriffnos tomaráporcobardes,y loshabitantesdelcondadoseburlarándenosotros,diciendoquetenemosmiedoaenfrentarnosasus hombres».Pero se tragaron sus palabras sin pronunciarlas, e hicieron loqueRobinlesordenaba.

Así pues, todos se mantuvieron ocultos en la espesura del bosque deSherwood durante siete días y siete noches, sin asomar la cara en todo esetiempo;peroalllegarlamañanadeloctavodía,RobinHoodreunióasubandaydijo:

—¿Quiénquiereiraaveriguarcómolesvaaloshombresdelsheriff?Nocreoquesevayanaquedarparasiempredisfrutandodelasbellezasdenuestrobosque.

Unestruendosoclamoracogióestaspalabras;todosenarbolabansusarcos,ofreciéndose a gritos para la misión. A Robin se le hinchó el corazón deorgulloalcontemplarlalealtadyelvalordesuscamaradas,yentoncesdijo:

—Estoy orgulloso de vosotros, amigos míos; sois la mejor partida devalientes que haya podido existir. Pero todos no podéis venir. Tendré queescogeraunodevosotros,yéseseráWillStutely,queestanastutocomoelzorromásviejodelbosquedeSherwood.

Aloíresto,WillStutelypegóunbrincoyestallóenrisasyaplausosasímismo,porhabersidoelegidoentretodoslosproscritos.

—Gracias, jefe—dijo—.Sino te traigonoticiasdeesosbribones,dejarédellamarmeWillStutely.

Acontinuación,Willsevistióconunhábitodefraile,bajoelcualocultóuna buena espada, de modo que pudiera esgrimirla con facilidad. Asídisfrazado, se puso en caminohasta llegar al linderodel bosquey salir a lacarretera. Vio dos de los grupos del sheriff, pero no desvió su camino,limitándose a echarse la capucha sobre la cara y juntar lasmanos, como si

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estuvierasumidoenprofundameditación.Porfin,llegóadivisarelletrerodelJabalíAzul.

«AllípodréenterarmedetodopormediodenuestrobuenamigoEadom»,sedijo.

A las puertas del Jabalí Azul encontró otra de las partidas del sheriff,bebiendoanimadamente;sindirigirlelapalabraanadie,sesentóenunbancoapartado,conelbastónentre lasmanosylacabezainclinadahaciaadelante,comosiestuvierameditando.Permaneciósentadoalaesperadepoderhablarasolasconelposadero;peroEadomnolehabíareconocido,tomándoloporunpobrefrailefatigadoporlacaminata,ydecidiódejarletranquilo,sinhablarlenimolestarle.«Hastaunperrotienederechoasentarseadescansar»,sedijo.

Mientras Stutely aguardaba, el rollizo gato de la posada acudió arestregarse contra sus piernas, levantándole un palmo el faldón del hábito.Stutelyseestiróelhábitoinmediatamente,peroeljefedelapatrulladelsheriffestabamirando,yhabíavistoelpañoverdedeLincolnbajoelhábitomonacal.No dijo nada demomento, pero empezó a discurrir de la siguientemanera:«Esetiponoesunfraile,yningúncampesinohonradovaporahídisfrazadodefraile;ytampocounladrónloharíasintenerunbuenmotivo.Todoinducea pensar que se trata de uno de los hombres de Robin Hood». Habiendollegadoaestaconclusión,dijoenvozalta:

—Decid,padre,¿noaceptaríaisunabuenajarradecervezademarzoparaaplacarlaseddelalma?

PeroStutelynegóconlacabeza,absteniéndosedehablarportemoraquealgunodelospresentesreconocierasuvoz.

Elpatrulleroinsistió:

—¿Haciadóndeosdirigís,reverendopadre,enundíatancaluroso?

—Voy en peregrinación hacia Canterbury —respondió Will Stutely,enronqueciendolavozparaquenadiepudierareconocerla.

Entonceselguardiahablóporterceravez:

—Decidme, reverendo padre, ¿es costumbre que los peregrinos aCanterbury lleven ropasdepañoverdedebajode loshábitos? ¡Ja!A femíaquepiensoquesoisunmalhechor,quizáunodelosforajidosdelabandadeRobinHood.Yahora,porlaVirgenosadviertoque,simovéisunsolodedodelamanooelpie,osatravesarédeladoaladoconmiespada.

Con un rápido movimiento, desenvainó su espada y saltó sobre WillStutely, pensando cogerle desprevenido. PeroStutely ya había empuñado supropia espada por debajo del hábito y estaba en guardia antes de que elpatrullerollegarahastaél.Estesólotuvoocasióndelanzarungolpe,queWill

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desvióhábilmente,devolviendoacambiounafuerteestocadaquealcanzódelleno al patrullero. En aquel momento,Will habría podido escapar, pero leresultó imposible porque el herido, medio inconsciente por la pérdida desangre,seagarróasuspiernasalcaer.LosdemásguardiassaltaronsobreWill,que aún logró herir a otro de ellos, aunque el casco de acero amortiguó elgolpe, salvándole la vida.Mientras tanto, el semidesvanecido jefe arrastró aWill en su caída, yunode losguardias le aplicóungolpe en la cabezaquehizocorrerlasangreporlacaradeWill,cegándolomomentáneamente.Cayóforcejeando,ytodosselanzaronencima,aunqueWillseresistíadetalmodoquelesresultabamuydifícilsujetarle.Porfinlograronatarledepiesymanosconcuerdasdecáñamo.Habíanvencido,peroparadosdeelloshabíasidoundía aciago: el jefe de la patrulla estaba gravemente herido, y el otro, al queStutelyhirióenlacabeza,tendríaqueguardarcamadurantemuchosdíashastalograrrecuperarlasfuerzasqueteníaantesdeestafamosapelea.

RobinHoodesperababajoelárboldelasreuniones,pensandocómoleiríaaWillStutely,cuandodeprontovioquedosdesushombresveníancorriendoporelsendero,yqueentreelloscorríaMaken,larollizamozadelJabalíAzul.Robinsintióqueseleencogíaelcorazón,puesestabasegurodequeaquellosignificabamalasnoticias.

—¡HancogidoaWillStutely!—gritaronencuantoestuvieronalalcancedesusoídos.

—¿Eres tú la que ha traído la mala noticia? —preguntó Robin a lamuchacha.

—Síseñor,yolovitodo—respondióella,jadeandocomounaliebrequeacabadeescapardelospodencos—.Ymetemoqueestémalherido,porquerecibióungolpemuymaloenlacabezaLoataronparallevarloaNottingham,yantesdesalirdelJabalíAzuloícómodecíanqueloahorcaránmañana.

—NoahorcaránaWillmañana—exclamóRobin—.Ysilohacenmuchosmorderánelpolvoyotrostantostendránmotivossobradosparalamentaresedía.

Llevándose el cuerno a los labios, tocó tres fuertes cornetazos, a cuyosonidoacudieroncorriendotodoslosproscritosdelbosque,hastaqueentornoaRobinhuboreunidosunoscientocuarentavalientes.

—¡Escuchad todos! —gritó Robin—. Nuestro querido camarada WillStutely ha sido capturado por los malditos hombres del sheriff, y no nosquedarámásremedioquearrebatárselo.Tendremosquearriesgarelcuelloporél, tal como él arriesgó su cuello por nosotros. ¿Estáis de acuerdo todos,compañeros?

—¡Sí!—exclamarontodosauna.

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—Que quede claro —insistió Robin—. Si alguno no está dispuesto aarriesgar el cuello, puede quedarse a salvo aquí en Sherwood. No quieroobligaranadie.PeromañanatraerédevueltaaWillStutelyomoriréconél.

EntonceselPequeñoJohntomólapalabra:

—¿Acaso piensas que hay uno solo entre nosotros que no arriesgaría lavidaporuncompañeroenapuros?Silohay,esquenoconozcoaestagente.Ysi lo hubiera, lo echaríamos a palos de nuestro querido bosque. ¿No es así,camaradas?

—¡Sí!—gritarondenuevotodosauna.Noexistíaniunosolodeellosquenoestuvieradispuestoaarriesgarlotodoporunamigoenpeligro.

Al día siguiente, todos fueron saliendo del bosque de Sherwood pordiferentessenderos,pueseraprecisoprocederconmuchaastucia;labandasedividióengrupitosdedosotres,trashaberacordadoreunirseenunacañadapróxima aNottingham.Cuando todoshubieron llegado al puntode reunión,Robinleshablódelasiguientemanera:

—Permaneceremos emboscados aquí hasta que podamos obtenerinformación.TendremosquesermuyprudentesyastutossiqueremosarrancaranuestroamigoWilldelasgarrasdelsheriff.

Permanecieronocultosdurantemuchotiempo,hastaqueelsolestuvomuyalto.Eraundíacalurosoyningúnviajerorecorría lapolvorientacarretera,aexcepcióndeunancianoperegrinoquecaminabaapasolentoporelsenderoque corría paralelo a las grises murallas de Nottingham. Cuando Robincomprobó que no había nadie más a la vista, llamó al joven David deDoncaster,queeraunhombremuysagazparalaedadquetenía,yledijo:

—Veallá,jovenDavid,yhablaconaquelperegrinoquecaminajuntoalasmurallas.AcabadesalirdeNottinghamypuedetenernoticiasdenuestroWill.

Davidhizo lo que le decían, y cuando llegóhasta el peregrino le saludócongrancortesía:

—Buenosdías,reverendopadre.¿PodéisdecirmecuándovanaahorcaraWill Stutely?No quisiera perderme el espectáculo.He venido demuy lejosparaveraesebellacobailandoalextremodeunacuerda.

—¡Contén la lengua, insensato joven!—exclamóelperegrino—.¿Cómopuedeshablarasícuandounbuenhombrevaaserahorcado,sinhaberhechonadamásquedefendersuvida?—aldecirestogolpeóconfuriaelsueloconsu bastón—. ¡Yo digo que es una desgracia que ocurran estas cosas! Hoymismo le ahorcarán, al atardecer, a la caída del sol, a ochenta varas de lapuerta principal deNottingham, donde se juntan tres caminos. El sheriff hajurado que morirá como advertencia a todos los proscritos de

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Nottinghamshire.Peroyodigodenuevoqueesunadesgracia,porqueaunqueRobinHoody subandaseanproscritos,no robanmásquea los ricos,a lospoderososy a los explotadores, y no existe en los alrededores deSherwoodunaviudaniuncampesinocargadodehijosquenocuenteconsuayudaparacomerdurante todoelaño.Merompeelcorazónvermoriraunhombre tanvalerosocomoeseStutely,puesenmistiemposfuicampesinosajón,antesdehacermeperegrino,ynopuedoevitarmirarconsimpatíaauntipoquetratasincontemplacionesalosmalditosnormandosyalosabadescargadosdedinero.SieljefedeesteStutelysupieraelpeligroquecorresuhombre,quizáacudiríaensuayudaparaarrancarledemanosdesusenemigos.

—Sí, eso es verdad —dijo el joven David—. Si Robin y sus hombresestuvieranporaquícerca,estoysegurodequeharíanloposibleporsacarledeesteaprieto.Peropodéisestarseguro,anciano,dequesiWillStutelymuereserávengadoconcreces.

Ydiciendoesto,diomediavueltaysealejó;peroelperegrinoselequedómirando,murmurandoparasusadentros:«Juraríaqueestejovennoesningúnlabriego que ha venido a ver un ahorcamiento. Bien, bien…, quizá RobinHoodnoandemuylejos…,parecequehoyseráundíasonado».Ysindejardemurmurar,reemprendiósucamino.

Cuando David de Doncaster le contó a Robin lo que le había dicho elperegrino,Robinreunióalabandayleshablóasí:

—VamosaentrardirectamenteenNottinghamynosmezclaremosconlagente; peromanteneos bien atentos y procurad acercaros todo lo posible alprisionero y los guardias cuando salgan fuera de las murallas. No hiráis anadie sin necesidad;me gustaría evitar el derramamiento de sangre, pero sitenéis que golpear, hacedlo fuerte, para que no sea necesario otro golpe.Manteneos unidos hasta que regresemos a Sherwood, y que no quede atrásningúncompañero.

Elsolibabajandoporoccidentecuandoseoyósonarunatrompetadesdeloaltodelasmurallas.Alinstante, todalaciudaddeNottinghamsepusoenmovimientoylamultitudllenólascalles,puestodossabíanqueaqueldíaibaa morir ahorcado el famoso bandido Will Stutely. Al cabo de un rato seabrieron de par en par las puertas del castillo y por ellas salió con granestruendo una compañía de hombres armados, a cuyo frente cabalgaba elpropiosheriff,cubiertodepiesacabezaderelucientecotademalla.Enmediode la guardia rodaba un carro, sobre el cual ibaWill Stutely con un dogalalrededor del cuello. A causa de la pérdida de sangre, su rostro estaba tanpálidocomolalunacuandosaleenplenodía,ysusrubioscabellosformabanpegotessobre la frente,adheridosa lasangrecoagulada.Alsalirdelcastillomiró a un lado y a otro, pero aunque vio algunos rostros que reflejaban

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compasión y unos pocos que expresaban amistad, no vio ninguna caraconocida.Estohizoquesusesperanzasdescendieranenpicado,apesardelocualprocurómostrarseanimoso.

—Ponedmeunaespadaenlasmanos,señorsheriff—dijo—,ylucharéconvos y con todos vuestros hombres hasta que las fuerzas y la vida meabandonen.

—Nada de eso, despreciable bellaco—respondió el sheriff, volviendo lacabezaymirandofijamenteaWillStutely—.Notendrásespadaymorirásdemalamuerte,comocorrespondeaunmiserableladrón,queesloqueeres.

—Entonceslimitaosadesatarmelasmanosylucharéconvosotrossinmásarma que mis puños desnudos. No pido armas, sólo quiero que no meahorquencomoaunperro.

Entonceselsheriffseechóareír.

—¡Vaya!¿Quéospareceesto?¿Seteencogentusorgullosastripas?Bienhacesentemblar,miserablerufián,puestegarantizoquehoyserásahorcado,allí donde confluyen los tres caminos, para que todos te vean colgar y loscuervospuedanalimentarsedetucarroña.

—¡Maldito chacal! —exclamó Will Stutely, enseñando los dientes—.¡Labriegocobarde!Simi jefe tepone lamanoencima,pagarásmuycaro loque estás haciendo. No siente por ti más que desprecio, como cualquierpersonahonrada. ¿No sabesque todoshacenchistes a tu costa?UncobardedespreciablecomotúnuncaserácapazdesometeraunvalientecomoRobinHood.

—¡Ja, ja!—respondió el sheriff, furioso—. ¿Conque sí, eh? ¿Conque tujefe,comotúlellamas,seríedemí?Puesyomevoyareírdeti,ylabromanotevaahacergracia,porqueunavezahorcadotevoyadescuartizar,piezaapieza—y con estas palabras, espoleó su caballo y no volvió a dirigirle lapalabraaWillStutely.

Por fin llegaron a las puertas principales de la ciudad, y Will Stutelycontempló el campo que se extendía más allá, con las lomas y cañadascubiertasdeverdor,yalolejoslalíneaborrosadelosbosquesdeSherwood.Y cuando vio la luz del sol poniente que se derramaba sobre campos ybarbechos, arrancando reflejos rojizos en los tejados de granjas y pajares, ycuandooyóa lospájaroscantandoalatardecerya lasovejasbalandoen lasladeras, y vio a las golondrinas que volaban a baja altura, experimentó unaespeciedeplenitudyselesaltaronlaslágrimas,haciéndolevertodoborrosoyobligándoleainclinarlacabezaparaquelagentenopensara,alverlágrimasensusojos,quellorabademiedo.Mantuvo,pues,lacabezagachahastaqueatravesaronlapuertayseencontraronfueradelasmurallasdelaciudad.Pero

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cuandovolvióa levantar lamirada,elcorazón lediounsaltoycasidejódelatirdepuraalegría,pueshabíadistinguidoelrostrodeunodesuscompañerosdeSherwood;echóunarápidaojeadaasualrededoryviocarasconocidasportodosloslados,empujandoparaacercarsealossoldadosquelecustodiaban.YporfinnotóquelasangrevolvíaacircularporsusvenascuandodivisóentrelamultitudasupropiojefeycomprendióqueRobinHoodestabaallícontodasu banda. Sin embargo, entre ellos y Will aún se interponía una hilera dehombresarmados.

—¡Echaos atrás! —gritó el sheriff con voz de trueno al ver que lamuchedumbre empujaba por todas partes—. ¿Qué os proponéis, bellacos, alempujardeesemodo?¡Echaosatrás,osdigo!

Entonces se produjo un ruidoso alboroto y una persona intentó pasar atravésdelabarreradeguardiasparallegaralcarro,yStutelyvioquesetratabadelPequeñoJohn.

—¡Eh,tú,atrás!—gritóunodelosguardiasentrelosqueJohntratabadeabrirsepasoacodazos.

—¡Atrás tú, mentecato! —respondió el Pequeño John, propinándole unpuñetazoenelparietalquelederribóporlossueloscomounaresheridaporelmazodelmatarife.Sinperderuninstante,JohnsaltóalcarroquetransportabaaStutely.

—Noestábienmorirsindespedirsedelosamigos,Will—dijo—.Aunquesiteempeñasenmorir,quizámequedeamoriraquícontigo,puesnopodríaencontrarmejorcompañíaqueésta.

De un solo tajo, cortó las ligaduras que ataban los brazos y piernas deStutely,queinmediatamentesaltódelcarro.

—¡Pormi vida!—exclamó el sheriff—. ¡Conozco a ese bandido, es unfamosorebelde!¡Guardias,cogedleynolodejéisescapar!

Sinesperaraquesecumplieransusórdenes,espoleósucaballoyselanzóespada enmano sobre John. Poniéndose en pie sobre los estribos, el sheriffgolpeócontodassusfuerzas,peroelPequeñoJohnsemetiórápidamentebajoelvientredelcaballoylaespadapasósilbandoporencimadesucabeza.

—¡Lo siento, señoría! —gritó John, incorporándose rápidamente—.¡Necesito que me prestéis vuestra magnífica espada! —y con velozmovimientose laarrebatóde lamano—. ¡Toma,Stutely! ¡El sheriff tiene labondad de prestarme su espada! ¡Pongámonos espalda contra espalda ydefendámonos,quelaayudaestáencamino!

—¡Acabad con ellos!—rugió el sheriff con voz de toro, espoleando denuevosucaballoparalanzarlocontralosdoscompañeros, tanciegodefuria

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quenosedabacuentadequesehabíaquedadosinarmaparadefenderse.

—¡Quedaos donde estáis, sheriff!—advirtió el Pequeño John, al tiempoqueseoíatocarunacornetayunaflechapasabazumbandoauncentímetrodelanarizdelsheriff.

Entonces el alboroto se generalizó y por todas partes se oyeron gritos yjuramentos, gemidos y chocar de aceros. Las espadas brillaron al sol y unanubede flechas surcóel aire.Algunosgritaban«¡Socorro, socorro!»yotros«¡Alrescate,alrescate!».

—¡Traición! —exclamó el sheriff—. ¡Atrás todos! ¡Atrás, o somoshombres muertos! —y tirando de las riendas de su caballo, volvió aintroducirseenmediodelamultitud.

Dehaberquerido,Robinysubandapodríanhabermatadoalamitaddeloshombresdel sheriff,pero lespermitieronhuir al abrigode lamuchedumbre,contentándosecondispararunaandanadadeflechasparaacelerarsuhuida.

—¡Quedaos, por favor! —le gritó Will Stutely al sheriff—. ¡NuncaatraparéisaRobinHoodsinoosatrevéisaenfrentarosconélcaraacara!—peroel sheriff, inclinadosobreel lomodesucaballo, se limitóaapretar lasespuelascomotodarespuesta.

EntoncesWillStutelysevolvióhaciaelPequeñoJohnylemiróalacarahasta que de sus ojos brotaron lágrimas y empezó a sollozar en voz alta,besandoasuamigoenlasmejillas.

—¡Oh, Pequeño John!—decía—. ¡Querido amigo, a quien apreciomásqueaningúnhombreomujerdelmundo!¡Noesperabavertehoy,nivolveraverteyaenestemundo!—yelPequeñoJohn,incapazderesponder,seechótambiénallorar.

EntoncesRobinHoodhizoformarasubandaenfilasapretadas,conWillStutelyenelmedio,y todosseretiraronhaciaSherwood,comounanubedetormentaquesealejadespuésdedescargaruna tempestadsobre loscampos.Tendidos en el suelo quedaron diez de los hombres del sheriff, unos másmalheridosqueotros, aunquenadie sabíaquién loshabíaderribado.Así fuecomoelsheriffdeNottinghamintentóportresvecescapturaraRobinHoodylas tres veces fracasó; y la última vez se llevó un buen susto, pues se dabacuentadequehabíaestadoapuntodeperderlavida.

«Estoshombres—sedijo—notemenniaDios,nialoshombres,nialreyniasussoldados.Másvaleperderelcargoqueperderlavida,asíquenolosmolestarémás».

Yhabiendotomadoestadecisión,seencerróensucastillodurantemuchosdías,sinatreverseaasomarlacarafueradeél;teníaunhumordeperrosyno

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hablabaconnadie,puessesentíaavergonzadodeloquehabíaocurridoaqueldía.

****

SEGUNDAPARTE

DondesecuentacómoRobinHoodsehizocarniceroycómosevengódelsheriff,asícomolafamosaaventuraqueleacontecióalPequeñoJohnen

laferiadeNottingham,quelellevóaentraralserviciodelsheriff.

I

RobinHoodsehacecarnicero

No tardó Robin Hood en enterarse con todo detalle de cómo el sheriffhabíaintentadoportresvecescapturarle.

«Sitengolaoportunidad—sedijo—,haréquenuestrobuensheriffpaguemuycaroloquehahecho.EsposiblequeletraigaapasarunatemporaditaenSherwood,paraquedisfrutedenuestracompañía».

HayquedecirquedevezencuandoRobinHoodsecuestrabaaunbarón,un terrateniente,unobispogordoounabad, los llevabaalbosquey allí losagasajabahastaqueaflojabansusbolsas.

Peromientrastanto,RobinysubandavivíanapaciblementeenelbosquedeSherwood, sin asomar la cara fuera de él, puesRobin sabía queno seríasaludable dejarse ver por Nottingham y sus alrededores, cuyas autoridadesestabanmuydisgustadasconellos.Peroaunquenosalíandelbosque,vivíanmuyagustoenlaespesura,practicandoeltirocontraguirnaldascolgadasdeunaramadesaucetiradaalextremodeunclaro.Entodoelbosqueresonabansusrisasysusbromas,puestodoaquelquefallabaeltirorecibíaunasonorabofetada que, si era el Pequeño John quien la administraba, mandabainvariablemente al desdichado arquero rodando por los suelos. Tambiénpracticaban lucha libre y con bastón, y cada día iban ganando fuerza ydestreza.

Así vivieron durante casi un año, y durante aquel tiempo Robin urdiónumerosasmaquinacionespara ajustarle las cuentas al sheriff.Por fin acabóporcansarsedesureclusión,yunbuendíacogiósubastónypartióenbuscadeaventuras.Caminóalegreyabuenpasohastallegarallinderodelbosque.Allí,enlapolvorientacarreteraquellevabaaNottingham,seencontróconunjovencarniceroqueguiabauncarronuevo,cargadodecarneytiradoporuna

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espléndidayegua.Elcarnicerosilbabaalegremente,pueseldíainvitabaaelloyeljovenesperabahacerbuennegocioenelmercado.

—Buenos días tengáis, amigo —dijo Robin—. Parecéis muy feliz estamañana.

—Sí que lo estoy —respondió el carnicero—. ¿Por qué no habría deestarlo?¿Acasonoestoysanodecuerpoymente?¿AcasonotengolanoviamásbonitadetodoNottinghamshire?¿YacasonomevoyacasarconellaelpróximojuevesenlaiglesiadeLocksley?

—¡Ajá!—dijoRobin—. ¿Entoncesvenís deLocksley?Bien conozcoyoesemaravillosolugar.Conozcocadasetoycadaarroyuelo,einclusocadaunodelospecesquenadanenellos,enmillasalaredonda,puesallíesdondenacíymecrie.¿Yadóndeosdirigísconvuestracarne,queridopaisano?

—VoyalmercadodeNottingham,avendermicarnedevacaydecordero—respondióelcarnicero—.Pero¿quiénsoisvos,quedecíshabernacidoenLocksley?

—Unsimplecampesino,amigomío.LagentemellamaRobinHood.

—¡Porlacoronadeespinas!—exclamóelcarnicero—.¡Yalocreoquemesuena vuestro nombre! Muchas veces he oído vuestras hazañas, narradas einclusocantadas.Pero…¡Nopermitaelcieloquevengáisarobarmeamí!Soyunhombrehonradoyjamáslehicemalahombreomujeralgunos.Déjemeenpazvuestraseñoría,queyojamásosmolestéavos.

—No.Efectivamente,nopermitiráelcieloqueosrobeavos,amigomío.Ni un cuarto de penique os quitaría, porqueme agrada vuestro noble rostrosajón; ymás cuando este rostroprocededeLocksleyy ademáspertenece alhombre que va a casarse el jueves con la moza más bonita de todoNottinghamshire. Pero decidme, ¿cuánto pediríais por todo vuestrocargamentodecarne,incluyendoelcarroyelcaballo?

—Elvalorde todoello sonunoscuatromarcos—respondióelcarnicero—.Pero, claro, si no vendo toda la carne, ganaré bastantemenos de cuatromarcos.

EntoncesRobinsacóunabolsadedebajodesufajaydijo:

—Aquíenestabolsahayseismarcos.Megustaríasercarniceroporundíay vender carne en Nottingham. ¿Aceptaríais seis marcos por todo lo quelleváis?

—¡Quelabendicióndetodoslossantoscaigasobretuhonestacabeza!—exclamó el carnicero de todo corazón, mientras saltaba del carro y seapresurabaacogerlabolsaqueRobinletendía.

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—No—bromeóRobin—;sonmuchoslosquemeaprecianymedeseanelbien, pero pocos dirían que soy honesto.Ahora volved con vuestramoza ydadleunbesomuycariñosodemiparte—ydiciendoesto,sepusoeldelantalde carnicero, subió al carro, empuñó las riendas y tomó el camino deNottingham.

Cuandollegóalaciudad,buscólazonadelmercadodondeseinstalabanlos carniceros y montó su tenderete en el mejor sitio que pudo encontrar.Luego extendió la carne sobre el mostrador, y empuñando el cuchillo y elafiladorempezóafrotarlosmientrascanturreabaconairefestivo:

Venidaquí,doncellas,ytambiénlasseñoras,

compradaquílacarne:

osdarécarneporvalordetrespeniques

ynooscobrarémásquelaterceraparte.

Tengosuavecordero,queenvezdepacerhierba

sólocomiónarcisos,

hermosasmargaritasydulcesvioletas,

floresdelasquecrecenalaorilladelrío.

Tengocarnedevacadelospradosdebrezo,

ycarnerodelvalle,

yterneratanblancacualfrentededoncella,

supongoquedebidoalalechedesumadre.

Venidaquí,doncellas,ytambiénlasseñoras,

compradaquílacarne:

osdarécarneporvalordetrespeniques

ynooscobrarémásquelaterceraparte.

Así cantaba Robin Hood, y todos los que se encontraban cerca leescuchaban admirados; al terminar su canción, golpeó ruidosamente elcuchilloyelafiladorygritóagrandesvoces:

—¿Quién compra? ¿Quién compra? Tengo cuatro precios fijos. A losfrailesgordoslescobrodobleporquenoquieroqueseacostumbrenmal;alosconcejales, el precio justo, porque no me importa si compran o no; a lasseñoras les cobro lamitad, porqueme caenbien; y a lasmozas guapas condebilidadporloscarniceros,nolescobromásqueunbeso,porquesonlasquemejormecaendetodos.¿Quiéncompra?¿Quiéncompra?

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Lagenteempezóacongregarseentornoalpuesto,muertaderisaporquejamáshabíavistovenderdeaquellamanera.Perosuasombrofuemayúsculocuandocomprobaronquecumplía loprometido:a lasseñoras lesvendíaporunpenique loqueenotrospuestoscostaba tres,ysi lamujereraviudaoseadvertíaqueerapobre,leregalabalacarne.Ycuandollegóunajovencitaylediounbeso,tampocolecobróniunpenique,asíqueprontoacudieronmuchasmás,pueselcarniceroteníaunosojosazulescomoelcieloenjunioyunarisamuy agradable, que no escatimaba con nadie. Lógicamente, la carne se ibavendiendoatodavelocidad,sinquelosdemáscarnicerosconsiguieranhacerunasolaventa.

Entoncesloscarniceroscomenzaronamurmurar,yunodeellosdijo:

—Debe de tratarse de un ladrón que ha robado el carro, la carne y elcaballo.

—No—dijootro—.¿Cuándohabéisvistounladrónquesedesprendatanalegrementedesubotín?Seráunherederoqueacabadevenderlastierrasdesupadreyquiereretirarseavivirlabuenavidamientrasledureeldinero.

Esta opinión acabó por prevalecer, y al fin unos cuantos carniceros seacercaronatrabarconocimientoconRobin.

—Escuchad,hermano—dijoelque ibaa lacabeza—.Puestoquesomostodosdelmismooficio,¿porquénocoméisconnosotros?Precisamentehoyelsheriffha invitadoacomeralGremiodeCarniceros.Habrábuenacomidayabundantebebida,yomuchomeequivocooestoúltimotegusta.

—¡Quédemonios!Locontrarioseríaindignodeuncarnicero—respondiójovialmente Robin—. Por supuesto que comeré con vosotros, queridoscolegas, y sin perder un minuto—y, puesto que ya había vendido toda sucarne,recogióeltendereteyfueconlosdemásalacenadelgremio.

El sheriff se encontraba ya sentado a la mesa y le rodeaban muchoscarniceros. Cuando entraron en el comedor Robin y sus acompañantes,riéndose de un chiste que alguien acababa de contar, los comensales máspróximosalsherifflemurmuraronaloído:

—Esequeentraestácompletamenteloco.Hoyhaestadovendiendocarneamenosde lamitadde suprecio,ya lasmuchachasbonitas les regalaba lacarneacambiodeunbeso.

—Debe de tratarse de alguien que acaba de vender sus tierras y estádispuestoadilapidareloroylaplata—añadióalguien.

EntonceselsheriffllamóaRobin,sinreconocerloacausadesudisfrazdecarnicero,ylehizosentarjuntoaél,asuderecha,pueslegustabanlosjóvenesque se mostraban pródigos con sus riquezas, especialmente si existía la

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posibilidaddealigerarsuspródigosbolsillosenbeneficiodesupropiabolsa.DemodoquesemostrómuyamableconRobin,conversandoconélyriéndolelasgraciasmásymejorqueningúnotro.

Cuando sirvieron la comida, el sheriff le pidió aRobin que bendijera lamesa;Robinsepusoenpieydijo:

—Queelcielobendiga todos losmagníficosalimentosybebidasdeestacasa,yquetodosloscarnicerosseanysigansiendotanhonradoscomoyo.

Todos se echaron a reír, y el sheriff reía más que ninguno mientras sedecía:«Verdaderamente,setratadeuntipopródigo,yquizápuedavaciarlelosbolsillosdeesedineroconelquetangenerososemuestra,elmuytonto».Peroloquedijoenvozalta,mientraslepalmeabaelhombroaRobin,fue:

—Soisuntiposimpáticoymecaéisbien.

Aloírlocual,Robinseechótambiénareírydijo:

—Sí,yaséqueosgusta lagentesimpática.¿Acasonofuisteisvosquienconvocó el concurso de tiro y le entregó la flecha de oro a ese bromista deRobinHood?

El sheriff se puso pálido y todos los carnicerosmenosRobin dejaron dereírse,aunquealgunosseguiñabanelojomaliciosamente.

—¡Vamos, vamos, tomemos unos tragos! —exclamó Robin—. Seamosfelicesmientraspodamos,pueselhombrenoesmásquepolvoynodisponemásquedeunavidaantesdequelosgusanoslehinqueneldiente,comodiceelSantoLibro.Nopongáis tanmalacara,señorsheriff.¿Quiénsabe?QuizápudieraiscapturaraRobinHoodsibebieraismenosvinoyrebajaraisunpocodegrasadelabarrigaylesacudieraisunpocoelpolvoalcerebro.¡Alegraos,señor!

Elsheriffseechóareírdenuevo,peronoparecíaquelabromalehubierahechomuchagracia.Loscarnicerosempezaronamurmurar:

—ViveDios,quejamáshabíamosvistounlocotandeslenguado.Elsheriffacabaráporenfurecerse.

—¡Vamos,vamos,hermanos!—seguíagritandoRobin—.¡Alegraos!¡Nocontéis los peniques, que esta comida la pago yo, aunque cueste doscientaslibras! ¡Quenadiesereprimadecomerybeber,yquenadieechemanoa labolsa!¡Osjuroquenielsheriffniloscarnicerospagaránunpeniqueporestebanquete!

—¡A femía que sois generoso!—dijo el sheriff—. Supongo que debéisposeerunabuenamanadade resesymuchashectáreasde tierra,paragastartanalegrementeeldinero.

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—Sí,asíes—respondióRobinsindejardereír—.Entremishermanosyyotenemosmásdequinientasreses,ynuncahabíamosvendidoningunahastaqueyomehicecarnicero.Encuantoalastierras,jamáslehepreguntadoamimayordomocuántashectáreasmide.

Alsherifflebrillaronlosojosyseechóareírparasusadentros.

—Escuchad, buen hombre—dijo—. Si os resulta difícil vender vuestroganado, quizá yo pueda encontrar un hombre que se quede con él. Y esehombre podría ser yo mismo, porque me agrada la juventud y me gustaríaecharosunamano.Veamos,¿cuántoqueréisporvuestrasreses?

—Bueno…—dijoRobinHood—.Almenosvalenquinientaslibras.

—No, no —respondió el sheriff muy despacio, como si lo estuvierapensando—.Mecaéisbienymegustaríaayudaros,peroquinientas librasesunasumaquesuperamisposibilidades;osdarétrescientaslibrasportodas,enbuenasmonedasdeoroyplata.

—¡Viejojudío!—exclamóRobin—.Biensabéisvosquetodasesasresesvalenmásdesetecientaslibras,ymeestoyquedandocorto.Y,sinembargo,apesardevuestrocabellogrisydetenerunpieenlatumba,aúnqueréishacernegocioacostadeunpobrejoven.

Elsheriffselequedómirandomuyserio,peroRobinseapresuróadecir:

—Nomemiréiscomosihubieraisbebidocervezarancia.Aceptarévuestraoferta,puesmishermanosyyonecesitamoseldinero.Nosgustalabuenavidaynosepuedevivirbienconpocodinero.Asíquetratohecho,peroaseguraosdetraerencimalastrescientaslibras,puesnomefíodevosdespuésdetantoregateo.

—Llevaré el dinero —dijo el sheriff—, pero decidme vuestro nombre,joven.

—MellamoRobertdeLocksley—dijoRobin.

—Entonces, querido Robert de Locksley, hoy mismo iré a ver vuestrasreses.Peroprimeromisecretariopondráporescritolostérminosdelaventa,paraquenoosquedéisconmidinerosindarmeacambioelganado.

RobinHoodseechóareírdenuevo.

—¡Hecho!—exclamó,estrechándolelamanoalsheriff—.Osaseguroquemishermanososestaránagradecidosporeldinero.

Y así quedó cerrado el trato, aunque muchos carniceros murmuraron aescondidas,comentandoqueelsheriffhabíaestafadomiserablementealpobrejovenzueloderrochador.

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Aquellamismatarde,elsheriffmontóensucaballoysereunióconRobinHood, que le esperaba en la puerta de su patio de armas, después de habervendidoelcarroyelcaballopordosmarcos.Yasíemprendieronelcamino,elsheriff a lomos de su montura y Robin corriendo a su lado. Salieron deNottinghamyrecorrieronelpolvorientocamino,charlandoyriendocomodosviejos amigos; pero el sheriff iba pensando: «Aquella broma sobre RobinHoodtevaacostarcara,insensato»,puespensabasacarporelrebañomásdeldobledeloqueibaapagar.

ContinuaronelviajehastallegaraloslímitesdelbosquedeSherwood;allíelsheriffdejódereírymiróconinquietudaunladoyaotro.

—Que el cielo y los santos nos guarden de encontrarnos hoy con esebandidodeRobinHood—dijo.

—Bah—dijoRobin,riendo—.Podéisestartranquilo,puesconozcobienaRobin Hood y puedo aseguraros que hoy por hoy no representa para vosmayorpeligroqueelquepuedarepresentaryo.

Aloíresto,elsheriffsequedómirandofijamenteaRobin,pensando:«Nomegustaesodequeconozcas tanbienaesemalditobandolero,nimegustanadaestartancercadeSherwood».

Cuanto más se adentraban en el bosque, más serio se iba poniendo elsheriff.Porfinllegaronaunrecododelcaminoyvieronanteellosunamanadade gamos que atravesaban saltando el sendero.EntoncesRobin se acercó alsheriffyseñalándolosconeldedodijo:

—Esassonmisreses,señorsheriff.¿Quéosparecen?¿Noestángordasylustrosas?

Elsherifftirórápidamentedelasriendasyexclamó:

—¡Basta! Nunca debí entrar en este bosque y no me gusta vuestracompañía.Seguid,pues,vuestrocaminoydejadmeamíseguirelmío.

PeroRobin,sindejardereír,yahabíasujetadolasriendasdelsheriff.

—¡Oh,no!—dijo—.Quedaosunpoco.Megustaríaqueconocieraisamishermanos,quecompartenconmigolapropiedaddetanmagníficasreses.

Y diciendo esto, se llevó el cuerno a los labios y tocó tres fuertescornetazos;einmediatamenteacudieronalallamadaunoscienhombres,conelPequeñoJohnalacabeza.

—¿Quéseteofrece,jefe?—preguntóJohn.

—¡Cómo!—respondióRobinHood—. ¿Acaso no veis que he traído uninvitadodehonorparalafiestadehoy?¡Quévergüenza!¿NoreconocéisasuilustrísimaseñoríaelsheriffdeNottingham?Tomasusriendas,PequeñoJohn,

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queelsheriffnoshonracenandoconnosotrosestanoche.

Aloír esto, todos sequitaron respetuosamenteel sombrero, sin sonreírysin que parecieran estar de broma, mientras el Pequeño John tomaba lasriendas y guiaba el caballo hacia las profundidades del bosque. Todossiguieron,marchandoenfila,yconRobincaminandojuntoalsheriff,conelgorroenlamano.

Atodoesto,elsheriffnodecíaunapalabraymirabaasualrededorcomoquien seacabadedespertardeunprofundosueño;perocuandocomprendióque estaba penetrando en lo más profundo del bosque de Sherwood, se leencogióelcorazónypensó:«Yapuedodarporperdidasmistrescientaslibras,yesosinomequitantambiénlavidaporhaberintentadoacabarconlasuyamásdeunavez».Sinembargo,todossemostrabanamablesyrespetuosos,ynadiedecíanadaqueparecieraindicarpeligroparalabolsaoparalavida.

Por fin llegaron al claro donde extendía sus ramas el gran árbol de lasreuniones,bajoelcualhabíaunasientodemusgoenelquesesentóRobin,haciendosentaralsheriffasuderecha.

—¡Que empiece la fiesta, muchachos! —dijo—. ¡Traed lo mejor quetengamos, tanto de carne como de vino, pues su señoría el sheriff me hainvitado a comer hoy en Nottingham y quiero devolverle sus múltiplesatenciones!

Aúnnosehabíamencionadoparanadaeldinerodelsheriff,queempezabaarecobrarlasesperanzas.«Quizásehayaolvidadodeello»,pensaba.

Mientrasseencendíanlashoguerasyempezabaaextenderseporelclaroeldeliciosoaromadelosgamosyloscaponesasados,ydelospastelesacalentarjunto al fuego, Robin Hood ofreció a su invitado un suntuoso espectáculo:primerohubounaexhibicióndeluchaconbastónacargodevariasparejas,ytodos eran tan diestros y tan rápidos en parar y golpear que el sheriff,aficionadoatodaclasededeportesviriles,acabóporaplaudir,olvidándosedesu situaciónygritando:«¡Buengolpe! ¡Buengolpe! ¡Muybienpor el de labarba negra!», sin sospechar que el luchador al que animaba era el mismohojalatero que él había enviado con una orden de detención contra RobinHood.

Acontinuación,losmejoresarquerosdelabandacolocaronunaguirnaldade flores a ciento sesenta pasos de distancia y demostraron su magníficapuntería. Pero el sheriff se iba deprimiendo, pues aquello ya no le gustabatanto, al encontrarse aún muy fresco el recuerdo del famoso concurso deNottinghamydelaflechadeoroque,paracolmo,viocolgadaasusespaldas.CuandoRobinHoodsediocuentadeloquerondabaporlamentedelsheriff,interrumpió la exhibición y dio paso a la música: algunos miembros de la

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bandaentonaronalegresbaladas,mientrasotroslosacompañabanconlalira.

Terminadas las amenidades, varios proscritos extendieronmanteles sobrela hierba y comenzaron a servir el espléndido banquete; otros destaparonbarrilesdecervezayvinosgenerosos,llenaronjarrasylascolocaronsobrelosmanteles, junto con cuernos para beber. Todos se sentaron y comieron ybebieron alegremente hasta que el sol se puso y la media luna aparecióbrillandodébilmenteentrelascopasdelosárboles.Entonceselsheriffsepusoenpieydijo:

—Osdoylasgraciasatodos,amablescampesinos,porlasatencionesqueme habéis dispensado esta noche.Me habéis tratado con exquisita cortesía,demostrando que sentís un gran respeto por nuestro glorioso rey y por surepresentante en la noble región de Nottinghamshire. Pero empieza aoscurecer y debo ponerme en camino antes de que se haga de noche, si noquieroperdermeenelbosque.

Robinytodossushombressepusieronigualmenteenpie,yeljefedelosforajidosdijo:

—Sitenéisqueiros,señoría,quélevamosahacer;perocreoqueolvidáisunacosa.

—No, no me olvido de nada —respondió el sheriff, con el corazónoprimido.

—Os repito que olvidáis algo —insistió Robin—. Servimos comidasmagníficasaquíenelbosque,perotodoinvitadotienequepagarlacuenta.

Elsheriffseechóareírconrisahueca.

—Muy bien, muchachos —dijo—. Lo hemos pasado muy bien hoy, yaunque no me lo hubierais pedido, os habría pagado veinte libras por tanagradablevelada.

—No, no —replicó Robin, muy serio—. Sería indigno de nosotrosmenospreciarasíavuestraseñoría.Pormife,señorsheriff,quememoriríadevergüenzasivaloraraal representantedel reyenmenosde trescientas libras.¿Noesasí,muchachos?

—¡Sí,sí!—gritarontodosagrandesvoces.

—¡Trescientos diablos! —rugió el sheriff—. ¿Creéis que esa miserablecomidavalíatrescientaslibras?¡Nisiquieratres!

—Nohabléistanalaligera,señoría—dijoRobin—.Yoostengoapreciopor elmagníficobanquetequemehabéisofrecidohoyenNottingham;perohayaquíalgunosquenoosapreciantanto.Simiráishaciaallá,veréisaWillStutely, que no siente demasiada simpatía por vos; y aquellos dos bravos

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muchachosdeallí,aunquenolosconocéis,resultaronheridosenundisturbioquehubohacetiempoalaspuertasdeNottingham,vossabéiscuáldigo;unodeellossalióconunbrazomaltrecho,aunqueporfortunaseharecuperadoya.Escuchadmi consejo, señoría: pagad vuestra cuenta sinmás dilación, o lascosaspuedenponersefeasparavos.

Elsheriffsepusolívidoynorespondiónada,limitándoseamiraralsuelomientras se mordía el labio inferior. Muy poco a poco, sacó su bolsa y laarrojósobreelmantelqueteníadelante.

—Cogelabolsa,PequeñoJohn—dijoRobinHood—,ycompruebasiestátodo.Noesquedudemosdenuestrosheriff,perosería terribleparaél saberquenoshadejadodineroadeber.

El Pequeño John contó el dinero, comprobando que la bolsa conteníatrescientas libras enmonedas de oroy plata.Al sheriff, cada tintineode lasmonedasleparecíaunagotadesangrequeleextraíandelasvenasycuandoviotodocontado,enmontoncitosdeplatayoroquellenabantodaunabandejademadera,sediolavueltasindecirnadaymontóensucaballo.

—¡Jamáshabíamos tenidounhuésped tan señorial!—exclamóRobin—.Envistadequeseestáhaciendotarde,encargaréaunodemismuchachosqueosescoltehastalasalidadelbosque.

—¡Nolopermitaelcielo!—seapresuróadecirelsheriff—.Estoysegurodequepodréencontrarelcaminosinayuda.

—Entonces,yomismoosindicaréelcamino—dijoRobinHood.

Y tomando las riendas del caballo del sheriff, lo guio hasta el senderoprincipal del bosque; antes de separarse de él, se despidió en los siguientestérminos:

—Yahora, sheriff, debodeciros adiós.Y la próximavez que penséis enestafaraalgúninfeliz,acordaosdelbanquetedelbosquedeSherwood.Nuncacompres un caballo sin mirarle primero la dentadura, como dice el viejoSwanthold.Enfin,unavezmás,adiós—ydiounapalmadaenlasancasdelcaballo,quesealejótrotandoconsuilustrejinete.

Elsheriff tuvoabundantesocasionespara lamentarhabersecruzadoenelcaminodeRobinHood,pueslagentesereíadeél,yportodoelcondadosecantaban baladas que narraban cómo el sheriff fue a por lana y saliótrasquilado.Yesque,muchasveces,lacodiciarompeelsaco.

II

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LaaventuradelPequeñoJohnenlaferiadeNottingham

AcásenarranlascuriosasaventurasqueleacontecieronalPequeñoJohnenel concursode tirodeNottingham,y suvictoria sobreel famosoEricdeLincolnenel torneode luchaconbastón,asícomoelmodoenqueentróalservicio del sheriff y su célebre enfrentamiento con el cocinero del sheriff.Escuchad,pues,loquesigue.

Transcurriólaprimavera,pasóelveranoyllegóporfinelmesdeoctubre.Elaireempezabaarefrescar,yasehabíanrecogidolascosechas,lospajarillosestaban crecidos, se había arrancado el lúpulo y las manzanas estabanmaduras. Pero aunque el tiempohabía suavizado las cosas y la gente ya nohablabadelacompradeganadodelsheriff,ésteseguíaresentidoynopodíasoportarquesepronunciaraelnombredeRobinHoodensupresencia.

Octubreeralaépocadelagranferia,quesecelebrabacadacincoañosenla ciudad deNottingham, a la cual acudían gentes de todo el país. En talesocasiones,lascompeticionesdetiroconarcoconstituíansiemprelaprincipalatracción, pues los habitantes de Nottinghamshire se preciaban de ser losmejores arqueros de toda la vieja Inglaterra. Pero este año el sheriff se lopensómuchoantesdeanunciarlacelebracióndelaferia,pormiedoaquesepresentaraenellaRobinysubanda.Alprincipio,estuvotentadodesuspenderlaferia,peroluegocomprendióqueasísóloconseguiríaquelagenteserieraaúnmásdeél,diciendoqueteníamiedodeRobinHood.Porúltimo,decidióofrecerunpremioquenoatrajeraalosproscritos.Elpremiohabitualenestasocasioneserandiezmarcosounbarrildecerveza,peroelsheriffofrecióestavezunaparejadebueyescomopremioalmejorarquero.

CuandoRobinHoodseenteró,sesintióofendidoydijo:

—¡Diosconfundaaestesheriffqueofrecepremiosquesóloaunlabriegopuedeninteresarle!NadamehabríagustadomásqueprobarsuertedenuevoenNottingham;peroaunqueganara,¿paraquéibaaquereresepremio?

EntonceselPequeñoJohnhablódelsiguientemodo:

—Escucha,jefe:hoymismo,WillStutely,el jovenDaviddeDoncasteryyo hemos estado en el Jabalí Azul, y allí, hablando de la feria, alguiencomentó que el sheriff ha ofrecido este premio precisamente para que loshombres de Sherwood no vayamos a ella. Así pues, si tú lo permites, megustaríaacudiralaferiaacompetir,aunqueseaporunpremiotanmiserable.

—Mira,PequeñoJohn—respondióRobin—.Eresuntipoestupendo,perono tienes la astucia de Will Stutely, y temo que te ocurra algo malo. Noobstante, si te empeñas en ir, al menos ve disfrazado para que nadie tereconozca.

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—Notepreocupes—dijoJohn—.Mepondréuntrajerojoenlugardeéstedepañoverdeymeecharélacapuchaporlacabezaparaocultarelpeloylabarba.Deesemodo,nadiemereconocerá.

—No estoy muy de acuerdo —objetó Robin—, pero si estás decididopuedesir.Perocuídate,PequeñoJohn;eresmimanoderechaynoquisieraqueteocurrieranada.

Y así fue como el Pequeño John, vestido de rojo, acudió a la feria deNottingham.

LasferiaseranocasionesfestivasparaNottingham,ytodalapraderaqueseextendíaantelaspuertasdelaciudadsellenabadepuestosytenderetesdetodosloscolores,engalanadosconcintasyguirnaldasdeflores.Allíacudíangentes de toda la región, tanto nobles como plebeyos. En algunos puestoshabíamúsicaybaile,enotracorríanelvinoylacerveza,yenotrossevendíanpasteles y dulces; al aire libre se celebraban competiciones deportivas yalgunosjuglaresentonabanbaladasdelosviejostiempos,acompañándosealalira;enunanillodeserrínseenfrentabanlosluchadoresdeluchalibre;peroloquemásatraíaalagenteeraunatarimaelevadadondesecelebrabancombatesdeluchaconbastón.

ElPequeño John llegóa la feriavestidode rojodepiesacabeza: calzasrojas, jubón rojo y una caperuza roja rematada por una pluma escarlata.Llevaba al hombro un recio arco de tejo, y a la espalda una aljaba llena deflechas.Asupaso,eranmuchoslosquesevolvíanamirarlo,admiradosdesucorpulencia, pues le sacaba la cabeza a cualquiera de los presentes y sushombros eran un palmo más anchos que los del más robusto de losespectadores. También las muchachas que estaban allí le miraban conadmiración,pensandoquenuncahabíanvistounmozotanbienplantado.

Se dirigió en primer lugar al puesto donde se despachaba cerveza y allí,subiéndoseaunbanco,invitóagritosatodoslosparroquianos:

—¡Eh,muchachos!¿Quiénquiereecharuntragoconmigo?¡Venid,venidtodos! ¡Pasémoslo bien, que el día es bueno y la cervezamejor! Ven aquí,paisano, y tú, y tú; no os costará ni un cuarto. Tú también,mendigo; y tú,hojalatero,bebedtodosconmigo.

Así gritaba y todos se arremolinaban entre risas a su alrededor,mientrascorríanríosdecerveza;ytodosdecíanmaravillasdelPequeñoJohn,jurandoqueleamabancomoaunhermano.Cuandohaydiversióngratis,resultamuyfácilamaralqueinvita.

A continuación, John se dirigió al baile, donde tres músicos tocaban lagaita.Dejóaunladoelarcoylasflechasyseunióalfestejo,bailandohastaagotarlasfuerzasdetodoslosdemásbailarines.Lasmuchachasacudíanuna

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trasotra,esforzándoseinútilmenteencansarlo.YelPequeñoJohndabatalesbrincos y gritaba tan fuerte, chasqueando al mismo tiempo los dedos, quetodasellasjurabannohaberconocidojamásaunmuchachotanatractivo.

Porfin,despuésdehaberbailadodurantemuchotiempo,Johnseacercóalaplataformade luchaconelbastón,undeporteque leatraía tantocomoelcomeryelbeber.Yallífuedonderealizólaproezaqueduranteañossecantóenformadebaladasportodalaregión.

Había un luchador que le rompía la cabeza a todo el que se atrevía aaceptar su desafío lanzando su gorro al cuadrilátero. Este campeón era elfamoso Eric de Lincoln, cuyo nombre se cantaba en numerosas canciones.CuandoelPequeñoJohnllegóalestradonohabíanadiecombatiendo,yenlaplataformanoestabamásqueEricdeLincoln,agitandosubastónygritandoconarrogancia.

—¡Vamos!¿QuiénseatreveamedirsusfuerzasconlasdeunodeLincolnparaimpresionarasuchica?¿Quéeseso,muchachos?¡Subid,subid!¿Esqueno hay muchachas bonitas por aquí, o es que los de Nottingham no tenéissangreenlasvenas?¡Vamos!¡LincolncontraNottingham!HastaahoranohapisadoestaplataformanadiequepuedacompararseconlosdeLincoln.

Aloíresto, todossedabancodazos,diciendo«sube tú,Ned»o«sube tú,Thomas»,peroningunoseatrevíaaarriesgarlaintegridaddesucráneo.

Entonces Eric vio al Pequeño John, cuya cabeza sobresalía entre lamuchedumbreylellamóagrandesvoces:

—¡Eh,tú,elgrandullónvestidoderojo!¡Eldehombrosanchosycabezadura! ¿No tienes una moza que merezca que empuñes por ella el bastón?Verdaderamente,creoquelosdeNottinghamsonsólopielyhuesos,puesestáclaroqueno tienenagallasni corazón. ¿Quédices,grandullón?¿NoquierespelearporNottingham?

—¿Porquéno?—respondióelPequeñoJohn—.Situvieraaquímibastón,seríaungranplacerpartirteconél lacabezota,porbocazasypor fanfarrón.Creo que te vendría bien que te cortara esa cresta de gallito —decía alprincipio con calma,pero a cada frase se iba enfureciendomás, comocreceunaboladenievequeruedapendienteabajo.

EricdeLincolnseechóareír.

—Muchopresumes,cuandoniteatrevesaenfrentarteconmigodehombreahombre.Túsíqueeresunfanfarrón,ycomopongaselpieenestastablastevasatragaresaspalabrasygranpartedetusdientes.

—¿Hayaquíalguienquemepresteunbuenbastónparadarlesumerecidoaesematasiete?—preguntóJohn.

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Másdediezcampesinos leofrecieronsusbastones,entre loscualesJohneligió el más recio y pesado. Y luego, mirando el bastón de arriba abajo,comentó:

—Estonoesmásqueunaastillita,unahumildebriznadepaja,perocreoque me servirá. ¡Allá vamos!—y diciendo esto, arrojó el bastón sobre lastablasysaltóágilmentealaplataforma.

Amboscontendientesocuparonsusposicionesymidieronalcontrarioconmiradassombrías,hastaqueelárbitrodeljuegogritó:«¡Ya!».Alinstante,losdos se adelantaron, aferrando sus bastones por el centro. Y ante los ojosatónitosdelosespectadoressedesarrollóelcombatemástitánicoquejamássehabíavistoenNottingham.Alprincipio,EricdeLincolnpensóqueJohnseríapresafácil,yseadelantócomodiciendo:«Mirad,infelices,cómodesplumoaestepollosinmayorproblema»;peroprontocomprendióquelacosanoibaaresultartansencilla.Apesardelaenormedestrezaconqueparabaygolpeaba,encontró en el Pequeño John la horma de su zapato. Golpeó una, dos, tresveces, y las tres veces John desvió los golpes hacia la derecha o hacia laizquierda. Y entonces, con un golpe de revés totalmente inesperado, Johnatravesó la guardia de su rival y le asestó un garrotazo que le hizo ver lasestrellas.Ericretrocedió,intentandorecuperarse,mientrasestallabaelgriterío;todossealegrabandequeNottinghamleajustaralascuentasaLincoln.Yasíterminóelprimerasalto.

Cuandoel árbitrodiodenuevo la señal, los combatientes se adelantaronotravez,peroahoraEricluchabaconmásprudencia,pueshabíacomprendidoqueelrivaleradecuidadoyaúnledolíaelgolperecibido.Enesteasalto,niEric ni el Pequeño John consiguieron romper la guardia del contrario yconectarungolpe;alcabodeunrato,volvieronasepararseyasíconcluyóelsegundoasalto.

Al comenzar el tercero, Eric intentó actuar con prudencia, como habíahecho antes; pero los nervios y la frustración pudieron con él y perdió lacalma, comenzando a lanzargolpes tan ferocesy tan rápidosque resonabancomounagranizadasobreuntejadodelata,peroapesardetodo,noconsiguióatravesarlaguardiadelPequeñoJohn.Porfin,Johnviovenirsuoportunidadylaaprovechórápidamente.Moviéndosecomounrelámpago,golpeóaEricenelparietal,yantesdequepudierarecuperarse,hizogirarelpaloyleasestótalporrazo en el otro lado del cráneo que Eric cayó como un fardo, quedandoinmóvilenelsuelo.

Losespectadoresgritabantanfuertequeempezóaacudirgentecorriendodetodaspartesparaverloquesucedía.ElPequeñoJohnbajódelaplataformay devolvió el bastón a su dueño.Y así terminó el famoso combate entre elPequeñoJohnyelcélebreEricdeLincoln.

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Atodoesto,habíallegadolahoradequelosparticipantesenelconcursodetiroocuparansusposiciones,ylagenteseibacongregandoenlaexplanadadondesecelebrabalacompetición.Enunlugarpreferente,cercadelblanco,sesentaba el sheriff con otros personajes de calidad. Cuando los arquerosocuparon sus puestos, el heraldo se adelantó para anunciar las reglas deltorneo: cada tirador dispararía tres flechas, y el que realizara el mejor tirorecibiríacomopremiounaparejadebueyes.Sehabíareunidounaveintenadeaspirantes, y entre ellos figuraban algunos de los mejores tiradores de loscondados de Lincoln y Nottingham; la gigantesca figura del Pequeño Johnsobresalíaentretodoslosdemás,despertandolacuriosidaddelasgentes.

—¿Quiénesaqueldesconocidovestidoderojo?—preguntabanunos.

—Eselqueacabaderomperle lacabezaaEricdeLincoln—respondíanotros.

Los comentarios fueron pasando de boca en boca, hasta que por finllegaronaoídosdelsheriff.

Por fin, los arqueros se fueron adelantando uno a uno y lanzando susflechas.Peroaunquetodostirabanmuybien,elPequeñoJohnfueelmejordetodos, acertando tres veces en la diana y quedando en una ocasión a pocosmilímetrosdelcentro.

—¡Vivael grandullón!—gritaba lamultitud;y algunosde ellosgritaban—: ¡VivaReynoldHojaverde!—que era el nombre que había dado John alinscribirse.

Entonceselsheriffdescendiódesuestradoyseacercóalosarqueros,quese quitaron respetuosamente el gorro al verle llegar. Miró atentamente alPequeñoJohn,peronoloreconoció,aunquealcabodeunosinstantesdijoconciertasdudas:

—Buenhombre,hayalgoentucaraquemeresultaconocido.

—Es posible, señor—dijo el Pequeño John—, pues yo he vistomuchasveces a su señoría—y al hablar miró fijamente a los ojos del sheriff, queseguíasinsospecharquiénera.

—Eressindudaunhombrevaleroso—continuóelsheriff—.Heoídoquehoy has defendido el honor de Nottinghamshire contra Lincoln de modoadmirable.¿Cómotellamas?

—MellamanReynoldHojaverde,señoría—respondióelPequeñoJohn;yenlabaladaquecuentaestahistoriasedice«yenverdaderaunahojaverde,aunqueelsheriffnosabíadequéárbol».

—Muybien,ReynoldHojaverde—dijoelsheriff—.Ereselmejorarqueroque han vistomis ojos, aparte de ese ladrón embustero deRobinHood, de

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cuyas fechorías nos proteja el cielo. ¿Quieres entrar a mi servicio, buenhombre?Se tepagarábien: tendrás tres trajes al año,buenacomida, toda lacerveza que puedas beber y, además, cuarenta marcos de salario por SanMiguel.

—Soy hombre sin compromisos, y serviré con gusto en vuestra casa—respondióelPequeñoJohn,pensandoqueelloledaríaoportunidaddegastaralgunajugarreta.

—Laparejadebueyesestuya—dijoelsheriff—,yyoañadoalpremiounbarrildecervezademarzo,paracelebrarelhaberencontradounhombrecomotú. Apostaría cualquier cosa a que eres capaz de tirar tan bien como elmismísimoRobinHood.

—Y yo—añadió el Pequeño John—, para celebrar el haber entrado alserviciodevuestraseñoría,voyaregalar losbueyesy lacervezaa todaestabuenagente,paraquetodoslocelebrenconnosotros.

Estas palabras fueron acogidas con gritos de júbilo, y muchos de lospresentes lanzaron sus gorros al aire, en señal de alegría. Se encendierongrandes hogueras para asar los bueyes y se abrió el barril de cerveza, quecontribuyóaalegraratodoelmundo.Cuandotodoshubieroncomidoybebidohastasaciarse,cuandoseextinguióeldíay la lunaseelevó, rojay redonda,sobrelastorresychapitelesdeNottingham,lagentesecogiódelasmanosytodosbailaronalrededordel fuego,a lossonesdegaitasy liras.Peromuchoantes de que comenzara la fiesta, el sheriff y su nuevo sirviente, ReynoldHojaverde,seencontrabanyaenelcastillodeNottingham.

III

LascorreríasdelPequeñoJohnenlacasadelsheriff

AsífuecomoelPequeñoJohnentróalserviciodelsheriff,ynolefuenadamal, porque el sheriff le tenía en gran estima y le consideraba su manoderecha.Cenabaalamesadelsheriffycorríajuntoasucaballocuandoibande cacería; así, entre cacerías y cetrerías, comiendo bien, bebiendomejor ylevantándosetarde,Johnsepusotangordocomounbueycebado.Eltiempofue transcurriendo apaciblemente, hasta que un día en que el sheriff fue decazaocurrióalgoquealteróelcursodelosacontecimientos.

Aquellamañana,elsheriffysushombreshabíanquedadocitadosconotroscaballeros para ir de caza. El sheriff buscó con la mirada a su hombre deconfianza,ReynoldHojaverde,peronopudoencontrarloysesintiómolesto,pues quería lucir ante sus nobles amigos las habilidades del Pequeño John.

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Peroésteseguíaaúnenlacama,roncandoruidosamente,yallísequedóhastaque el sol estuvomuy alto. Por fin se decidió a abrir los ojos ymiró a sualrededor,perosinhacerintencióndelevantarse.Laluzdelsolpenetrabaporlaventanaylahabitaciónestaballenadelafraganciadelasmadreselvasquetrepabanporelmuroexterior;habíaconcluidoelfríoinviernoycomenzadolaprimavera,yelPequeñoJohnsequedótumbado,pensandoenlobienquesesentíaaquellamañana.Yentoncesoyóalolejos,muydébilesydistantes,lasvibrantesnotasdeuncuernodecaza.Apesardequeelsonidoeramuydébil,su efecto fue como el de una piedrecita arrojada a un estanque de aguastranquilas, y rompió la impecable superficie de lamente del Pequeño John,hastallegaratrastornarloporcompleto.Fuecomosisuespíritudespertaradeunprolongadoletargoyledevolvieradegolpetodoslosrecuerdosdelaalegrevida en los bosques, donde los pájaros estarían cantando alegremente a laprimaveraydondesusantiguoscompañerosestaríansindudadivirtiéndoseypreparandounafiesta,quizáhablandodeélenvozbaja;porquecuandoentróal servicio del sheriff lo hizo por gastar una broma; pero se estaba muycalentito allí durante el invierno, y la comida era abundante, y allí se fuequedando, aplazando de un día para otro el regreso a Sherwood, hasta quehubierontranscurridoseislargosmeses.Peroahoralevinoelrecuerdodesuamadojefe,ydeWillStutely,aquienapreciabamásqueanadieenelmundo,y del joven David de Doncaster, al que él mismo había adiestrado ennumerosos deportes, y se fue apoderando de su corazón una profundaañoranza,hastaqueselellenaronlosojosdelágrimas.Entoncesexclamóenvozalta:

—¡Hemeaquí,engordandocomouncerdoparalamatanzayperdiendolahombría,convertidoenunpuercoholgazán!Peroahoramismomelevantoyvuelvoconmisqueridoscamaradas,paraquedarmeconelloshastael findemisdías—ydiciendoesto,saltódelacama,avergonzadodesupereza.

Al bajar las escaleras, encontró al mayordomo junto a la puerta de ladespensa.Setratabadeunindividuogordoymacizo,quellevabacolgadodelafajaungranmanojodellaves.ElPequeñoJohnledijo:

—Buenosdíastengáis,señormayordomo.Noheprobadobocadoentodalamañanaytengohambre.¿Quépodéisdarmedecomer?

Elmayordomoselequedómirandomuyserioehizosonarlasllavesdesullavero.OdiabaalPequeñoJohnporqueéstegozabadelfavordelsheriff.

—AsíqueelseñorReynoldHojaverdetienehambre,¿noesasí?—dijo—.Mijovenamigo,sillegáisavivirlosuficiente,acabaréispordescubrirquelosholgazanes que duermen demasiado se quedan con el estómago vacío. ¿Noconocéis el viejo refrán, señor Hojaverde?: «Cerdo remolón se queda sinración».

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—¡Malditaboladegrasa!—exclamóelPequeñoJohn—.Notehepedidofilosofíasidiotas,sinounpocodepanycarne.¿Quiénerestúparanegarmelacomida? ¡PorSanPancracio, que si nomedicesdónde estámidesayuno tevoyarompertodosloshuesos!

—Vuestrodesayuno,señorFuegofatuo,estáenladespensa—respondióelmayordomo.

—¡Puestráemelo!—gritóelPequeñoJohn,cadavezmásfurioso.

—Entradvosaporél—dijoelmayordomo—.¿Acasosoyvuestroesclavo,paraquetengaquetraerosyllevaroslascosas?

—¡Tedigoquemelotraigas!

—¡Yyodigoquevayáisvos!

—Muy bien; eso es lo que voy a hacer ahoramismo—dijo el PequeñoJohn,fueradesí.

Intentó abrir la puerta de la despensa, pero la encontró cerrada; elmayordomoseechóareírehizosonardenuevolasllaves.EntonceslafuriadelPequeñoJohnsedesbordó;levantóelpuñoylodejócaersobrelapuerta,hundiendo tres tablas de lamisma y abriendo un agujero tan grande que sepodíaentrarcómodamenteporél.

Cuandoelmayordomovioaquello,sevolvió locoderabiay, lanzándosesobreelPequeñoJohn,quesedisponíaainspeccionarladespensa, loagarróporelcuelloconunbrazo,tratandodeestrangularlomientraslegolpeabaenlacabeza con el llavero. El Pequeño John consiguió volverse y le sacudió talpuñetazo al mayordomo que lo envió rodando por el suelo, donde quedótendidosinhacerademándelevantarse.

—¡Ahítienes!—dijoelPequeñoJohn—.Estoparaqueteacuerdesdequenuncadebesinterponerteentreunhambrientoysudesayuno.

Ytrasdeciresto,semetióenladespensaymiróentornosuyo,buscandoalgoconqueaplacar suapetito.Encontróunpasteldecarnedegamoydoscaponesasados,unabandejadehuevosdechorlito,unabotelladejerezyotrade amontillado; una visión paradisíaca para sus ojos hambrientos. Lo cogiótodoylocolocósobreuncajón,disponiéndoseadisfrutardeldesayuno.

Peroelcocinero,desdesucocinasituadaalotroladodelpatio,habíaoídolasvocesylapeleaentreelPequeñoJohnyelmayordomo,yacudiócorriendoa travésdelpatioyescalerasarriba, empuñandounespetónconun trozodecarneensartado.Mientrastanto,elmayordomohabíalogradoincorporarse,ycuandoelcocinerollegóaladespensaencontróalmayordomomirandoporelagujero de la puerta al Pequeño John, que se disponía a dar cuenta deldesayuno, como mira un perro a otro perro que tiene un hueso entre los

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dientes.Cuandoelmayordomoviollegaralcocinero,queeraunhombremuyaltoyrobusto,lepasóelbrazoporloshombrosydijo:

—Fijaos, amigo. ¿Veis lo que ha hecho ese maldito rufián de ReynoldHojaverde?EstásaqueandolasprovisionesdenuestroseñorymehadadoungolpequecasimemataAmigococinero,comopruebademiaprecioospasarécada día un cuartillo del mejor vino de nuestro amo, a quien con tantafidelidad servís. Y además, tengo la intención de daros diez chelines degratificación.Pero¿noseossublevaelespíritualveraunmiserablebribóncomoeseReynoldHojaverdecomportarsecontantainsolencia?

—¡Yalocreoquesí!—exclamóelcocinero,experimentandounaprofundasimpatía por elmayordomo, que tan bien hablaba de vino y de chelines—.Volvedavuestrahabitaciónyyoosllevaréaestebellacodelasorejas.

Yconestaspalabras,dejóaunladoelespetónydesenvainólaespadaquellevabaenelcinto;encuantoalmayordomo,sealejólomásaprisaquepudo,puesleponíamaloverespadasdesnudas.

ElcocinerofranqueóladestrozadapuertadeladespensayvioalPequeñoJohn ajustándose una servilleta bajo la barbilla y disponiéndose a saciar elapetito.

—¿Quéesesto,ReynoldHojaverde?—exclamó—.¿Ahoraoscomportáiscomounvulgar ladrón?Salid ahoramismode aquíuos ensarto comoauncochinillo.

—Os advierto, amigo cocinero, que si no os comportáis con máscorrección, me veré obligado a enseñaros modales. Por lo general, soy tanmansocomouncorderito,perocuandoalguienseinterponeentremicomidayyo,soycomounleónenfurecido.

—¡Qué leónniquéochocuartos!—insistióelvalientecocinero—.Saliddeahísiesquenosoisuncobardeademásdeunvilladrón.

—¡Bah!—respondióelPequeñoJohn—.Noleconsientoanadiequemellamecobarde;asíqueenguardia,cocinero,queaquívieneelleóndelqueoshablaba.

John desenvainó su espada y salió de la despensa; ambos adversarios sepusieron en guardia y se acercaron poco a poco, mirándose con ferocidad;perodepronto,elPequeñoJohnbajósuarma.

—¡Alto,cocinero!—dijo—.Semeacabadeocurrirqueseríatontolucharcontodasestasapetitosasviandasalalcancedelamano,suficientesparaquesedenunbanquetedospersonassanasy robustascomonosotros.Escuchad,amigo. ¿Qué os parece si tomamos un bocado antes de luchar? ¿Quérespondéis?

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Elcocineromiróarribayabajo,rascándoselacabezaentregrandesdudas,pueseraamigodelbuencomer.Porfin,exhalóunlargosuspiroydijo:

—Estábien,amigo,vuestroplanmesatisface.Quierodecir: ¡Manosa laobra, camarada, que uno de nosotros dos puede haber pasado amejor vidaantesdeestanoche!

Así pues, ambos envainaron sus espadas y penetraron de nuevo en ladespensa. Después de haberse sentado, el Pequeño John sacó su daga y laclavóenelpasteldecarne.

—Ya me perdonaréis que empiece sin más, amigo mío, pero cuando elhambreaprietalasrazonessobran.

Peroelcocineronosehabíaquedadoatrásyestabayapartiendotrozosdepastelconlasmanos.Duranteunbuenrato,ningunodelosdospronuncióunasolapalabra,utilizandolabocaparafinesmásmeritorios.

Peroaunqueningunohablaba,nodejabandemirarseycadaunopensabapara sus adentrosque jamáshabíavisto a nadie comer con tanbuen apetitocomolapersonaqueteníadelante.

Porfin,alcabodeunlargorato,elcocineroexhalóunprolongadosuspiro,como si le afligiera una pena muy honda, y se limpió las manos en laservilleta,incapazdecomermás.TambiénelPequeñoJohnparecíasatisfecho,puesapartóaunladoelpastel,comodiciendo:«Yanoquierosabermásdeti,amigomío».Acontinuación,levantólabotelladejerezydijo:

—Y ahora, señor cocinero, juro por todo lo más sagrado que sois elcompañero de mesa más formidable que he tenido en mi vida. ¡A vuestrasalud!

Ydiciendoesto,se llevó labotellaa los labiosydejó losojosenblancomientraselvinobajabaporsugarganta.Luegopasólabotellaalcocinero,quedijoasuvez:

—Yo también bebo a su salud, alegre camarada —y demostró que noestabadispuestoadejarseganarporelPequeñoJohnnienelcomernienelbeber.

—Parece que tenéis una voz potente y agradable, amigo cocinero—dijoentonces John—. Apuesto a que no se os da mal el cantar baladas. ¿Meequivoco?

—Debo reconocer que no me importa cantar alguna que otra vez —respondióelcocinero—.Peromeniegoacantarsolo.

—No, eso estaría muy mal —concedió el Pequeño John—. Sería unadescortesía imperdonable. Pero empezad vos una cancioncilla, y yo luego

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cantaréotra,siesquemesale.

—Meparecebien—dijoelcocinero—.¿Conocéislacancióndelapastoraabandonada?

—Confieso que no—respondió el Pequeño John—. Pero cantadla y laconoceré.

Entonces el cocinero tomó otro trago de la botella para aclararse lagarganta,carraspeóligeramenteyrompióacantarconvozcristalina:

CANCIÓNDELAPASTORAABANDONADA

Allá,cuandoenCuaresmalashojassonmásverdes

ylostiernosgorrionescomienzanaaparearse,

cuandotrinalaalondra,yeltordosegúncreo,

ycantadíaynochelapalomasalvaje,

labellísimaFilissesentóenunapiedra,

ylaoílamentarse:

«Ohsauce,saucebello,

voyacogeralgunasdetusramas

yhacermeunaguirnaldaparaelpelo».

Eltordoyahaencontradocompañera,

tambiénelpetirrojoylapaloma;

masmipájaroamímehaabandonado

yaquíestoy,juntoalrío,todasola,

sentadaylamentándome:

«Ohsauce,saucebello,

voyacogeralgunasdetusramas

yhacermeunaguirnaldaparaelpelo».

Elmarnotrajoarenques,peroalgomejortrajo:

eljovenCoridónllegódelvalle,

sesentójuntoaFilis,ellacambiódetono

yalcaboterminódelamentarse:

«Ohsauce,saucebello,

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puedesquedarteyacontusguirnaldas.

Nolasquieroparaadornarmeelpelo».

—¡A fe mía, cocinero, que no sólo es una hermosa canción, sino queademáshaymuchaverdadenella!—exclamóelPequeñoJohn.

—Mealegrodequeosparezcaasí—dijoelcocinero—.Yahora,amigomío,escuchemosvuestra tonada,queanadie legustacelebrarsolo,ocantarsinquelecanten.

—EntoncesoscantaréunacanciónsobreunodelosnoblescaballerosdelreyArturo,ydecómocurólasheridasdesucorazónsincaerotravezenelcepo,comovuestraFilis,que, talcomoyo loveo,nohizosinocombatirunmalconotro.Escuchad,pues,mientrasyocanto.

ELBUENCABALLEROYSUAMOR

EnlostiemposenqueArturo

enestatierrareinaba,

eraunreydelomejor

yvivíaconsubanda

demuynoblescaballeros

enbuenamorycompaña.

Entregrandesypequeños

uncaballerosehallaba,

unjovenaltoyrobusto,

queamabaaunabelladama.

Perolabellaeraaltiva

e,ingrataledesdeñaba,

nadadeélquerersabía

ylevolvíalaespalda.

Despechadoelcaballero,

semarchóatierraslejanas

paraolvidarsusamores

yalejarsedeladama.

Selamentabaensuausencia,

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sollozabaysuspiraba,

yhastaconmoverlaspiedras

desesperadolloraba.

Massucorazónsufría

losdesdenesdelaingrata,

yamedidaquesupena

crecíadesmesurada,

languidecíasucuerpo

ymássedebilitaba.

Hastaque,viendoqueaquello

yanoconducíaanada,

dejólaslamentaciones,

desterrótristezatanta,

volvióalvasodejerez,

volvióalaalegrecompaña,

yvolvióasermuyfeliz

sinpenas,amornidama.

Delocualdeduzcoyo,

ysientocontodaelalma,

quesicuidasquetuestómago

estétranquiloysinansias,

sanarátucorazón

ytusproblemasacaban.

—Por mi fe, señor mío —exclamó el cocinero, que seguía el ritmogolpeandocon labotellacontraunestante—,quemehagustadomuchoesacanción,ysobretodoeltema,tansutilmenteocultocomolacarnedeunanuezbajoladurezadelcascarón.

—Soisenverdadunhombredeingenio—manifestóelPequeñoJohn—,ymecaéistanbiencomounhermano.

—Vostambiénmecaéisbien.Peroeltiempoapremia,ytengoquetenerlacomida hecha antes de que nuestro señor regrese; así pues, procedamos a

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zanjaresapendenciaquetenemosentremanos.

—Ah,sí—dijoelPequeñoJohn—.Zanjémoslacuantoantes.Soytanpocoreacioapelearcomoacomerybeber.Volvamos,pues,alpasillo,dondehaysuficienteespacioparaesgrimirunaespada,yestaréavuestradisposición.

Ambos salieron al amplio corredor que conducía a la despensa,desenvainaron de nuevo sus espadas y sinmás ceremonias se lanzaron unocontra otro como si se propusieran hacer pedazos al rival. Las espadaschocaron con gran estruendo, saltando cascadas de chispas a cada golpe.Lucharon pasillo arriba y pasillo abajo durante más de una hora, sin queningunode los dos lograra conectar una estocada, pormuchoque ambos lointentaban.Losdoseranigualmentediestrosynosacaronnadaenlimpiodesus esfuerzos. De vez en cuando, se detenían jadeantes y, tras un brevedescansoparacobrarelaliento,selanzabandenuevoalaluchaconmásfuriaque antes. Por fin, el Pequeño John exclamó: «¡Alto, cocinero!», y los dosbajaronlaespada,jadeandoruidosamente.

—Quierodarfe—dijoelPequeñoJohn—dequesoiselmejorespadachínque han visto mis ojos. Confieso que pensé que podría haceros trizas sindificultad.

—Lomismo pensaba yo—reconoció el cocinero—, pero parece que noconsigoacertarporalgunarazón.

—El caso es que he estado pensando por qué peleamos. Y no consigorecordarlo.

—Tampoco yo estoy seguro —respondió el cocinero—. No le tengoningúnaprecioaeseroñosodelmayordomo,peromeparecióque,puestoquenoshabíamoscomprometidoaluchar,debíamoshacerlo.

—Bueno—dijoentonceselPequeñoJohn—.Mepareceamíqueenlugarde intentar cortarnos el cuello el uno al otro, más valdría que fuéramoscamaradas. ¿Qué me decís, cocinero? ¿Vendréis conmigo al bosque deSherwoodyosuniréisalabandadeRobinHood?Viviréisalograndeenelbosque, en compañía de ciento cuarenta tipos estupendos, yo entre ellos.Yrecibiréisdostrajesdepañoverdealañoycuarentamarcosdesalario.

—¡Ahora sí que habláis como amímegusta!—exclamó el cocinero detodo corazón—. Mientras os oía explicarlo, me daba cuenta de que es eltrabajoidealparamí.Iréconvosdemuybuenagana.Dadmelamano,amigo,yserévuestrocamaradaapartirdeahora.¿Cómoosllamáis?

—MellamanPequeñoJohn,amigomío.

—¿Qué? ¿Sois vos en verdad el Pequeño John, la mano derecha delmismísimo Robin Hood?Muchas veces he oído hablar de vos, pero jamás

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penséecharoslavistaencima.¿YdecísquesoiselfamosoPequeñoJohn?—elcocineronosalíadesuasombroymirabaasunuevoamigoconojoscomoplatos.

—Soy,efectivamente,elPequeñoJohn,yhoytendréelplacerdellevarleaRobinHoodunnuevovalientecamaradaparasuaguerridabanda.Peroantesdepartir, amigo,mepareceque sería indignodenosotros,despuésdehaberestado degustando los excelentes manjares del sheriff, no llevarle a RobinHoodunpequeñoregalodepartedesuseñoría,comoporejemplosuvajilladeplata.

—Meparecemuyjusto—dijoelcocinero.

Y los dos se pusieron rápidamente a la faena, apoderándosede todas laspiezas de plata que encontraron a mano, hasta llenar un saco con el queemprendieronelcaminohaciaelbosquedeSherwood.

Al rato de haberse adentrado en el bosque llegaron al gran árbol de lasreuniones,dondeencontraronaRobinHoodyunossesentadesushombres,tendidos apaciblemente sobre la hierba Cuando los proscritos vieron quiénllegaba,sepusieronenpiedeunsalto.

—¡Caramba, Pequeño John! ¡Dichosos los ojos!—exclamóRobinHood—.Hacemuchoqueno teníamosnoticiasde ti, aunque todos sabíamosquehabías entrado al servicio del sheriff. ¿Cómo te ha ido durante todo estetiempo?

—Nosevivenadamalencasadenuestroseñorelsheriff—respondióelPequeño John—. Y para que te convenzas, jefe, mira: te he traído a sucocineroeinclusosuvajilladeplata.

Johnprocedió a contar a sus compañeros todo loocurridodesdeque losdejara para acudir a la feria deNottingham, y todos acogieron el relato conaclamacionesyrisas,exceptoRobinHood,quepermanecíamuyserio.

—Mira,PequeñoJohn—dijo—.Eresunvalienteyunamigodeverdad.Mealegrodequehayasdecididovolverconnosotros,ytanbienacompañadopor este cocinero, al que damos la bienvenida a Sherwood. Pero ya nomegusta tanto que le hayas robado al sheriff la vajilla como un vulgarladronzuelo. El sheriff ya recibió su castigo y perdió trescientas libras porhaber pretendido estafar al prójimo; pero no ha hecho nada para que lerobemoslavajilladesupropiacasa.

El Pequeño John se sintió molesto, pero intentó salir del paso con unabroma:

—Muybien, jefe—dijo—.Sinotecreesquelavajillaseaunregalodelsheriff,lotraeréaquíenpersona,paraquepuedadecirteconsuspropioslabios

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quenoslaregaló—ydiciendoesto,sepusoenpieydesaparecióantesdequeRobinHoodpudierahacerlovolver.

ElPequeñoJohncorriómásdeochokilómetroshastallegarallugardondehabíanidoacazarelsheriffdeNottinghamysusacompañantes.Cuandollegóhastaelsheriffsequitóelgorroehincólarodillaentierra.

—Diosguardeasuseñoría—dijo.

—¡Caramba,ReynoldHojaverde!—exclamóelsheriff—.¿Dedóndesalesyquétehapasado?

—Heestadoenelbosque—respondióelPequeñoJohn,entonoalarmado—y allí he visto lo que jamás han visto ojos humanos.He visto un ciervoverdedepiesacabeza,yasualrededorotrossesentaciervosmás,y toda lamanadaeraverde,todosverdesdepuntaapunta.Peronomeatrevíadisparar,pormiedoaquememataran.

—¿Qué dices, Reynold Hojaverde? —dijo el sheriff—. ¿Estáis loco oborracho,paraveniramíconesecuento?

—Noseñor,noestoyloconiborracho—insistióelPequeñoJohn—.Ysivenís conmigo lo podréis comprobar con vuestros propios ojos. Pero debéisvenirsolo,señoría,porquesivamosmuchospodríanasustarseydesaparecer.

La partida se dejó guiar a la espesura del bosque, hasta que el PequeñoJohndijo:

—Esporaquí,señor;yaestamoscercadedondevilamanada.

El sheriff desmontó de su caballo y ordenó a sus acompañantes queaguardaransuregreso;siguióalPequeñoJohnatravésdeunespesomatorralydeprontoseencontróenunamplioclaro,alextremodelcualvioaRobinHood,sentadoalpiedelviejoárbolyrodeadoporsushombres.

—Vedlo vos mismo, señor sheriff—dijo el Pequeño John—. Ésta es lamanadadelaqueoshablaba.

Aloíresto,elsheriffmiróalPequeñoJohnycomentóentonoamargo:

—Hacetiempomeparecióconocidatucara,perohastaahoranohesabidoquiéneras.Malditoseas,PequeñoJohn,portraicionarmedeestemodo.

EntonceselPequeñoJohnseechóareír.

—Sheriffyseñormío,decísbien:soyelPequeñoJohn.Peropermitidmedecirosquetodoestonohabríasucedidosivuestroavarientomayordomonomehubieraqueridomatardehambre,negándoseadarmedecomercuandoyoselopedía.Peroaunqueélnomedionadaamí,elciervoverdeosvaainvitaravosaotrobanquete;ycuandovolváisacasadecidleavuestromayordomo

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queyallegaráeldíaenqueélyyoajustemoscuentas.

Mientrastanto,RobinHoodsehabíaacercadoaellos.

—Bienvenido seáis, señor sheriff—dijo—. ¿Habéis venido a cenar otravezconmigo?

—¡No lo permita el cielo! —exclamó el sheriff, en tono de absolutaconvicción—.Notengoapetitoniganasdebanquetes.

—Aunasí—insistióRobin—,aunquenotengáishambre,esmuyposibleque tengáis sed, y estoy seguro de que aceptaréis tomar una copa de jerezconmigo.Noobstante,esunapenaquenoqueráisquedarosacenar;podríaisencargarlosplatosmásdevuestrogusto,puestoqueestávuestrococinero.

El sheriff, de mala gana, se dejó guiar hasta el asiento que tan bienrecordaba,alpiedelárbol.

—¡Eh,muchachos!—gritóRobinHood—.¡Llenadunacopadejerezparanuestrobuenamigoelsheriff,ytraédselacorriendo,queestámuertodesed!

Uno de los hombres se apresuró a ofrecerle al sheriff una copa de vino,haciendounaprofundareverenciaalentregársela;peroelsheriff fue incapazdetocarelvino,alverqueveníaservidoenunadesuspropiascopasdeplata,sobreunadesusbandejasdeplata.

—¿Cómo es esto? —se extrañó Robin—. ¿No os gusta nuestro nuevoserviciodeplata?Hemosrecibidohoymismounsacolleno.

Yaldecir esto, levantóel saco llenodeobjetosdeplataqueelPequeñoJohnyelcocinerosehabíanllevadodelcastillo.

Elsheriffestabaabsolutamenteindignado;perosinatreverseadecirnada,clavó lamiradaenelsuelo.Robin lemiróatentamenteduranteunbuenratoantesdehablar,yentoncesdijo:

—Bien,señorsheriff.LaúltimavezquevinisteisalbosquedeSherwood,pensabaisestafaraunpobrehombremanirrotoysalisteisestafadovosmismo;peroahorahabéisvenidosinmalaintenciónynomeconstaquehayáisrobadoa nadie. Suelo cobrar una cuota a los abades gordos y a los ricachonesengreídos,paraayudaralosquehansidorobadosporellosyenderezarloqueellosdescomponen;peronohesabidoquetengáiscolonosaloscualeshayáisperjudicadoenmodoalguno.Porlotanto,tomaddenuevoloqueesvuestro,pueshoynopiensodespojarosnideuncuartodepenique.Venidconmigoyyoosguiaréhastadondeosaguardavuestragente.

Yechándoseelsacoalhombro,comenzóaandarseguidodecercaporelsheriff, que iba demasiado desconcertado como para decir nada. Asícaminaronhastallegaracortadistanciadedondeesperabanlosacompañantes

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delsheriff.EntoncesRobinHoodleentregóelsacoalsheriff,diciendo:

—Tomad lo que es vuestro, y prestadme atención, señor sheriff, queademásdelaplataosdaréunbuenconsejo: tratadbienavuestrossiervos,yevitaréisqueosabandonendeestamanera—yconestaspalabrasdesaparecióentreelfollaje,dejandoalperplejosheriffconelsacoenlasmanos.

Los acompañantes del sheriff quedaron asombrados al verle salir delbosqueconunpesadosacoalhombro.Peroaunqueleacosaronapreguntas,élnorespondíaunasolapalabra,ysecomportabacomounsonámbulo.Sindecirnada,colocóelsacosobreellomodesucorcel,montóacontinuaciónypartióal trote,seguidoporlosdemás.Durantetodoelcamino,sucabezaeracomountorbellinodepensamientosdesatadosquechocabanunosconotros.Yasítermina la famosaaventuradecuandoelPequeñoJohnsirvióen lacasadelsheriff.

****

TERCERAPARTE

DondesecuentantrescuriosasaventurasqueacontecieronaRobinHoodyaotraspersonas,delasquesalióconloshuesosmolidos,peroacambio

adquiriótresbuenoscamaradas,todoenunmismodía.

I

ElPequeñoJohnyelcurtidordeBlyth

Inevitablemente, sucede a veces que la mala suerte se ceba con unapersonadetalmaneraque,comosueledecirse,todoslosgatoscazanmoscasen su cara.Esto es lo que les sucedió aRobinHood y al Pequeño John unbonitodíadelalegremesdemayo;escuchad,pues,yosenteraréisdecómoladiosa Fortuna les dio tal vapuleo que los huesos les quedaron doloridosdurantemuchosdías.

Unbuendía,pocodespuésdequeelPequeñoJohndecidieraabandonarlacasa del sheriff y volviera en compañía del cocinero, como se contó en elcapítuloanterior,RobinHoodyalgunosmiembrosescogidosdesubandaseencontraban tendidos sobre el blando césped a los pies del árbol de lasreuniones. Hacía un calor bochornoso, y aunque casi todos los proscritosandaban dispersos por el bosque, ocupados en una u otra tarea, estos pocosholgazaneaban a la sombra del árbol, dispuestos a pasar la tardeintercambiándosechistesehistoriasdivertidasqueleshicieranreírunpoco.

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El aire estaba cargado de la fragancia amarga de mayo, y entre lasfrondosassombrasdelbosqueresonabanloscantosdelospájaros—eltordo,el cuclillo, la becada—, mezclados con el refrescante sonido del arroyocantarínquecorríaentrelaspiedrasdelclarodondeseelevabaelárboldelasreuniones. Daba gozo ver a aquellos diez fornidos campesinos, todos ellosvestidosdepañoverde,tumbadosbajolasramasdelimponenteárbol,entrelashojas que caían revoloteando desde lo alto, iluminadas en la caída por losrayosdelsol.

Yanosecríanhombrescomolosdeaquellostiempos;losbuenostiemposenlosqueunreciobastónyunarcodetejotemplabanlafibradeunhombreyendurecíansusmiembros.EntornoaRobinHoodsecongregabaaqueldíalaflor y nata del campo británico. Allí estaba el gran Pequeño John, demiembros tan robustos como las retorcidas ramas del árbol, aunque algoreblandecidosporsuestanciaencasadelsheriffdeNottingham;ytambiénelfamosoWillStutely,consurostrocurtidocomounapasaporelsolyelviento,considerado como el hombremás divertido de toda la región, con la únicaexcepcióndeAllandeDale,el trovador,delqueprontooiréishablar;allí seencontrabatambiénWillScathelock,tandelgadocomoungalgoytanligerodepiernascomounacabradetresaños;yeljovenDaviddeDoncaster,cuyacorpulencia tan sóloera inferior a ladelPequeño John, con labarbaapenasdespuntandoen sus juvenilesmejillas;yotrosdegran renombre, cuya famallegabamuylejos.

Depronto,Robinsediounapalmadaenlarodilla.

—¡PorSanRenato!—exclamó—.Casimeolvidodeque el díadepagaestáalcaerynonosquedanreservasdepañodeLincoln.Habráquearreglarestosinpérdidadetiempo.¡Muévete,PequeñoJohn!Sacúdetelaperezadeloshuesosporquetienesqueiraveralviejochismosodenuestropañero,HughLongshanksdeAncaster.Dilequenosenvíe inmediatamentecientocuarentametrosdebuenpañoverdedeLincoln;quizáelviajelogrehacerteperderalgode la grasa que se te pegó a los huesosmientras hacías el vago en casa denuestroamadosheriff.

—¡Bah! —murmuró el Pequeño John, que había aguantado ya tantasbromasal respectoqueestabahartodel tema—. ¡Bah!Quizá tengaunpocomásdegrasaqueantesenlasarticulaciones,perocongrasaosinella,estoyseguro de que podría apañármelas para conseguir derribar de un puente acualquier hombredeSherwood, o deNottinghamshire sime apuras, aunquetengatanpocagrasaensushuesoscomotúmismo,queridojefe.

Estaspalabrasfueronacogidasconunagrancarcajada,ytodosmiraronaRobinHood,porque todos sabíanqueelPequeñoJohnhablabadeunciertocombatequetuvolugarentreélysujefe,yquefueelorigendesuamistad.

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—Nopermitiráelcieloquedudedeti,PequeñoJohn—dijoRobin,riendomásfuertequeningúnotro—;yno tengoningúndeseodeprobar tubastón.Debodereconocerquealgunoshombresdemibandamanejanunbastóndedos metros mejor que yo mismo; pero no existe en todo Nottinghamshirequienpuedadispararunaflechacomolohacenestosdedos.Noobstante,unviajecito a Ancaster no te vendrámal; más vale que salgas de noche, puesmuchosconocentucaradeverlaencasadelsheriff,ysivasporahíenplenodía puedesmeterte en un lío con alguno de sus soldados. Espera aquí y tetraeréeldineroparapagaralbuenodeHugh.Megustaquepiensequesomossusmejoresclientes—yconestaspalabras,sepusoenpieyseinternóenelbosque.

Apocadistanciadelárboldelasreunionessealzabaunagranrocabajolacualsehabíaexcavadounacámara,cuyaentradaestabacerradaporunasólidapuerta de roble, de dos palmos de grosor, claveteada y cerrada con un grancandado.Allíseguardabaeltesorodelabanda,yallísedirigióRobinHood.Abrióel candado,penetróen lacámaray sacódeellaunabolsadeoroqueentregó al Pequeño John, para que con ella pagara el paño a HughLongshanks.

El Pequeño John se incorporó, tomó la bolsa de oro, la metió en suscalzones, se enrolló una faja a la cintura, empuñó un grueso bastón de dosmetrosdelargo,ysepusoencamino.

Iba silbando mientras caminaba por el sendero cubierto de hojas queconducíaaFosseWay,sin torcernia laderechania la izquierda,hastaquepor fin llegó a un punto donde el sendero se bifurcaba: una ramificaciónllevaba a Fosse Way y la otra, como bien sabía el Pequeño John, a laacogedoraposadadelJabalíAzul.Alinstante,elPequeñoJohndejódesilbary se quedó parado enmitad del camino.Miró primero hacia arriba y luegohaciaabajo,yporfin,echándoseelgorrosobreunojo,serascómuydespaciolanuca.¿Quéhabíasucedido?Muysencillo:alavistadelosdossenderos,dosvoces habían empezado a resonar en el interior de su cabeza; una de ellasgritaba: «He aquí el caminoque lleva al JabalíAzul, a la buena cerveza deoctubre y a una placentera velada en agradable compañía». La otra vozinsistía:«HeaquíelcaminoquellevaaAncaster,dondetienesunamisiónquecumplir». Ahora bien, la primera de las dos voces era, con mucho, la máspotente,pueselPequeñoJohnsehabíaaficionadoendemasíaalabuenavidadurantesupermanenciaenlacasadelsheriff;asípues,trasmirarelcieloazul,surcado por nubes blancas que lo atravesaban como barcos de vela a cuyoalrededorvolabanencírculoslasgolondrinas,acabópordecir:

—Muchometemoquevaallover;másvalequemedetengaenelJabalíAzulhastaquepaseelaguacero.EstoysegurodequeaRobinnolegustaríaquemeempaparahastaloshuesos.

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Y sin más trámites tomó el sendero que conducía al lugar de susapetencias.Noseadvertíaseñalalgunadelluvia,perocuandounodeseaunacosacomoladeseabaelPequeñoJohn,siempreseencuentranargumentos.

LaclienteladelJabalíAzulsecomponíadecuatroalegresjuerguistas:uncarnicero, unmendigo y dos frailes. El Pequeño John los oyó cantar desdemuylejos,mientrascaminabaalaluzdelcrepúsculo,queibacayendosobremontesycañadas.Todossealegraronderecibiraunnuevocamarada,ymástratándose de un hombre tan entusiasta como el Pequeño John. Se pidieronmás jarras de cerveza, y entre bromas, canciones y relatos picantes fuerontranscurriendo las horas con velocidad vertiginosa. Nadie reparó en la horahastaquelanocheestuvotanavanzadaqueelPequeñoJohndescartólaideade seguir viaje aquella noche y decidió quedarse en el Jabalí Azul hasta lamañana.

PeroelPequeñoJohnibaapagarmuycaroelhaberdescuidadoeldeberenarasdelplacer,yatodosnospuedeocurrirelmismocaso,comoprontoveréis.

Alamanecerdeldíasiguiente,selevantó,empuñósubastónyreemprendiósucamino,comoqueriendorecuperareltiempoperdido.

En la ciudad de Blyth vivía un corpulento curtidor, famoso en toda laregión por su fuerza y sus victorias en torneos de lucha libre y con bastón.Durantecincoañoshabíasidoelcampeónoficialdeluchalibre,hastaqueelcélebreAdamdeLincolnlehabíaderrotado,rompiéndoledepasounacostilla.Pero en la lucha con bastón todavía no había encontrado rival a su altura.Ademásdeesto,legustabaeltiroconarcoyeraaficionadoalasexcursionesporelbosquelasnochesdelunallenadurantelatemporadadelgamo;porestarazón,losguardabosquesdelreyleteníanestrechamentevigilado,puesnoerararoencontrarencasadeArthurdeBlandgrandes reservasdecarneconunsospechosoaspectodevenadocazadoilegalmente.

QuisolacasualidadqueArthurhubieraestadoenNottinghameldíaantesdequeelPequeñoJohnpartieraacumplirelencargodeRobin,paravenderallíuncargamentodepielescurtidas,yqueemprendieraelregresoaBlythlamismamañana en que John salía de la posada. Su camino le llevaba por ellinderodelbosquedeSherwood,dondelospájarossaludabanalnuevodíaconuna algarabía de cantos jubilosos. El curtidor llevaba su bastón atravesadosobre los hombros, listo para poderlo empuñar rápidamente, y se cubría lacabezaconunagorradecuerodoble, tanduraquedifícilmentepodríahacermellaenellaunaespada.

«Vaya,vaya—ibadiciendoArthurdeBlandpara susadentros,habiendollegadoaunapartedelcaminoqueatravesabaunaesquinadelbosque—.Nocabedudadequeenestaépocadelañolosciervosempiezanasalirdelbosquepara acercarse a los prados abiertos». Con un poco de suerte, y siendo tan

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pronto,aúnpodríaecharlelavistaencimaaunadeesaspreciosidades,puesaArthurnadalegustabamásquecontemplarlasmanadasdeciervos,aunquenopudierameterlesunaflechaentrelascostillas.Asípues,saliendodelcamino,se internó entre los matorrales mirando y atisbando por aquí y por allá,recurriendoatodaslasarguciasdequienconocealaperfecciónelbosqueysehavestidomásdeunavezdepañoverde.

Mientrastanto,elPequeñoJohncaminabaalegremente,sinpensarennadaquenofueraelaromadeloscapullosquedespuntabanenlossetosolabellezadelasfloresquecubríanalgúnqueotromanzanosilvestre.Devezencuandose quedaba mirando a una alondra que salía de pronto de entre la hierbahúmedayemprendíaelvueloalaluzdelsol,lanzandoaloscuatrovientossucanción.Y en estas condiciones quiso la suerte que se desviara del caminoprincipalyllegaramuycercadedondeArthurdeBlandescudriñabaentrelosespesos matorrales. Al oír el rozar de ramas, el Pequeño John se detuvo ylogródivisarelgorrodecuerodelcurtidor,moviéndoseentrelosmatorrales.

«Me pregunto qué se propondrá ese bribón, que busca y rebusca de talmanera—se dijo—.Muchome temo que el muy bellaco sea unmiserableladrónquepretendecazarnuestrosciervosydeSuMajestadel rey»,puesafuerzadevivirenlosbosques,elPequeñoJohnhabíaacabadoporconsiderarquelosciervosdeSherwoodpertenecíanaRobinyasubandacomoalbuenreyEnrique.

Tras reflexionar unos instantes, decidió que el asunto merecía unainvestigación y, saliendo del camino, penetró también en la espesura y sededicóaespiaraArthurdeBland.

Duranteunbuenrato,losdoscorretearonporelbosque,elPequeñoJohnsiguiendoalcurtidoryelcurtidorsiguiendolapistadelosciervos.Porfin,elPequeñoJohnpisóunaramitaquesepartióconunchasquido;aloírelruido,elcurtidorsevolviórápidamenteyvioalPequeñoJohnespiándole.Dándosecuentadequehabía sidodescubierto,elPequeñoJohndecidióprocederconosadía.

—¡Ajá! —exclamó—. ¿Qué estáis haciendo aquí, despreciable intruso?¿QuiénsoisvosparavenirahollarlossenderosdeSherwood?Ajuzgarporlaruinexpresióndevuestrorostro,meatreveríaaasegurarquenosoismásqueunvulgarladrónquepretendecazarlosciervosdenuestroseñorelrey.

—¿Cómo os atrevéis, maldito mentiroso? —respondió el curtidor, que,aunque cogido por sorpresa, no era hombre que se dejaba intimidar porpalabras altisonantes—. No soy un ladrón, sino un honrado artesano. Y encuantoamirostro,escomoes;yyaqueestamosenello,elvuestrotampocoesmuyagraciado,bellacodeslenguado.

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—¡Vaya! —exclamó el Pequeño John en voz muy alta—. ¿Conque osatrevéis a replicarme? Me están entrando verdaderas ganas de partiros elcráneoporvuestrainsolencia.Debohacerossaber,buenhombre,queparaelcaso es como si yo fuera un guardabosques del rey. Por lomenos—añadióparasímismo—misamigosyyonosencargamosdecuidardelosciervosdesusoberanamajestad.

—Pocomeimportaquiénseáis—respondióelosadocurtidor—.YharíanfaltamuchoscomovosparalograrsometeraArthurdeBland.

—¿Ah, sí? —gritó el Pequeño John, furioso—. ¿Conque ésas tenemos,fanfarrón?Habéisdesaberquevuestralenguaosacabademeterenunaprietodel que os costaráDios y ayuda salir, pues voy a daros una zurra como nohabéisvistootraenvuestravida.Empuñadvuestrobastón, forastero,quenoquierogolpearaunhombredesarmado.

—¡Mirad cómo tiemblo de miedo! —exclamó el curtidor, igualmenteencolerizado—.Conbravatasnosemataniaunratón.¿Quiénsoisvos,quehabláistanalaligeradepartirlelacabezaaArthurdeBland?Sinooscurtoelpellejo comoquien curteunapiel de ternero, estoydispuesto a convertirmibastónenpinchitosparacarneyadejardeserhombreapartirdeestedía.¡Asíquecuidaos!

—¡Un momento! —dijo el Pequeño John—. Midamos antes nuestrosbastones, que elmío esmás largo que el vuestro y no quisiera tener ni unapulgadadeventajasobrevos.

—¡Olvidadlalongitud!—respondióelcurtidor—.Mibastóneslobastantelargoparatumbaraunternero;asíqueenguardia,repito.

Y sin más ceremonias, ambos empuñaron sus bastones por el centro y,dirigiéndoseferocesmiradas,seacercaronlentamenteunoaotro.

Atodoesto,habíallegadoaoídosdeRobinHoodqueelPequeñoJohn,enlugardeobedecersusórdenes,habíacedidoalallamadadelplacerysehabíapasadolanochedejuergaenelJabalíAzul,envezdedirigirsedirectamenteaAncaster.Muymolestopor la desobediencia, partiópor lamañana enbuscadelPequeñoJohn,conintencióndealcanzarloporelcaminoydecirleloquepensabadelasunto.IbapensandolaspalabrasqueutilizaríaparareprenderalPequeño John por su comportamiento, cuando de pronto oyó voces airadas,como de hombres que reñían, y pudo entender un rápido intercambio deinsultos.Aloíresto,Robinsedetuvoaescucharmejor.

«No cabe duda—se dijo—. Esa es la voz del Pequeño John, y parecebastantefurioso.Laotravoznolaconozco.¡NoquieraelcieloquemibuenJohnhayacaídoenmanosdelosguardabosquesdelrey!Tengoqueverloqueocurre,yrápido».

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Aldeciresto, todasucólerasedisipócomo labrisaquepenetraporunaventana,alpensarque lavidadesufiel lugartenientepodíaestarenpeligro.Avanzó con cautela a través de losmatorrales hacia donde se oían voces y,apartando las hojas, pudo ver el pequeño espacio abierto donde los doshombresseenfrentaban,bastónenmano.

«¡Ajá!—se dijo Robin—. Éste promete ser un buen espectáculo. Estoydispuestoa recompensaraese fulanocon tresmonedasdeorodemipropiobolsillosiescapazdedarleunabuenazurraalPequeñoJohn.Semereceunbuenvapuleoporhaberdesobedecidomisórdenes.Noobstante,metemoqueexistan pocas posibilidades de queme den esa alegría».Y diciendo esto, setendióenelsueloparapodercontemplarelespectáculoenunaposiciónbiencómoda.

Quizáhayáisvistoalgunavezadosperrosapuntodepelearse:caminanlentamente uno alrededor del otro, sin que ninguno de los dos se decida ainiciarelcombate;asíeracomosemovíanaquellosdoshombres,acechandolaoportunidaddepillaralotrodesprevenido,paraasípoderaplicarelprimergolpe. Por fin, el Pequeño John golpeó con la velocidad del rayo, pero elcurtidorparóelgolpe,lodesvióhaciaunladoylanzóasuvezotro,quefueigualmenteparadoporelPequeñoJohn.Asícomenzóla terriblebatalla.Losdoscombatientes semovíanhaciadelanteyhaciaatrás,y losgolpes llovíancon tal rapidezque,por el sonido, sehabríadichoquehabíaunadocenadehombres luchando.Siguieronpeleandodurantecasimediahora,hastaque latierra quedó completamente removida por sus pisadas y los dos luchadoresresoplaban comobueyes tirandodel arado.ElPequeño John llevaba la peorparte, pues había perdido la costumbre de realizar grandes esfuerzos y susarticulacionesyanoerantanelásticascomoantesdevivirencasadelsheriff.

Robin permaneció todo este tiempo tumbado bajo los arbustos,contemplando embelesado la exhibición. «A fe mía que nunca en mi vidapenséqueveríaalPequeñoJohnencontrarseconlahormadesuzapato.Aúnasí, creoquehabríapodidovenceraese sujetodeencontrarseen suantiguaforma»,sedijo.

Por fin el Pequeño Johnvio llegar su oportunidady, concentrando todassus fuerzas en un golpe capaz de derribar a un buey, lanzó un ataquedemoledorcontraelcurtidor.Yaquíseviolautilidaddelgorrodecueroqueéste llevaba,puesdenoserporélnohabríapodidovolveraesgrimirnuncamás un bastón.Aun así, recibió un golpe tan fuerte en el parietal que saliótrastabillando a través del claro, y si al Pequeño John le hubieran quedadofuerzas para aprovechar esta ventaja, el pobreArthur lo habría pasadomuymal. Tal como estaban las cosas, el curtidor tuvo tiempo de recuperarse, einclusoderesponderconungolpeadistanciaqueestavezalcanzósuobjetivo,derribandoalPequeñoJohncuanlargoera,mientraselbastónvolabadesus

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manos. Levantando su bastón, Arthur le propinó un nuevo golpe en lascostillas.

—¡Alto!—rugióelPequeñoJohn—.¿Soiscapazdegolpearaunhombrecaído?

—¿Por qué no? —respondió el curtidor, golpeándole de nuevo con elbastón.

—¡Alto! —gritaba el Pequeño John—. ¡Quieto! ¡Socorro! ¡Quieto, hedicho!¡Merindo,hedichoquemerindo!

—¿Habéis tenidobastante?—preguntó el curtidormuy serio, alzando subastón.

—¡Yalocreo,másquesuficiente!

—¿Yreconocéisquesoyelmejordelosdos?

—¡Sí,loreconozcoymalapesteosmate!—exclamóelPequeñoJohn,laprimeraparteenvozaltaylaúltimaparasucoleto.

—Entalcaso,podéisseguirvuestrocamino,ydadgraciasavuestrosantopatróndequesoyhombrecompasivo—dijoelcurtidor.

—¡Me ríoyodevuestra compasión!—dijoelPequeño John, sentándoseen el suelo y palpándose las doloridas costillas—.ViveDios, que tengo lascostillascomosime lashubieran roto todaspor lamitad.Osaseguro, señormío,quenopenséquehubieraentodoNottinghamshireunhombrecapazdehacermeesto.

—¡Tampoco lopensabayo!—exclamóRobinHood,saliendodeentreelfollaje y riendo a carcajadas, hasta el punto de saltársele las lágrimas—.¡Caramba, caramba!Caíste comouna botella de lo alto de una tapia.Lo hevisto todo y jamás pensé que te vería rindiéndote a ningún hombre deInglaterra.Ibaentubuscapararecriminartepornohabercumplidomiencargoy, mira por dónde, veo que has pagado con creces tu falta, vencido yhumillado por este forastero. ¡Cómo te sacudió desde lejos, mientras tú tequedabasmirándole! ¡Qué caída! ¡Jamás había visto a nadie rodar así!—ymientrasRobinhablaba,elPequeñoJohnpermanecíasentadoenelsuelo,concaradehaberse tragadounapurga.Acontinuación,Robinsevolvióhaciaelcurtidorypreguntó:

—¿Cómoosllamáis,amigo?

—LagentemellamaArthurdeBland—respondióelcurtidorconorgullo—.Yvos,¿cómoosllamáis?

—¡Ajá!¡ArthurdeBland!—exclamóRobin—.Yaheoídomencionaresenombre.Elpasadomesdeoctubrelerompisteislacabezaaunamigomíoen

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laferiadeEly.UntipoalqueporallíllamanJockdeNottingham,peroalquenosotros llamamos Will Scathelock. Y este pobre muchacho al que habéiszurradodetalmaneraestabaconsideradocomoelmejorluchadordebastóndetodaInglaterra.OspresentoalPequeñoJohnymepresentoyo:RobinHood.

—¡Cómo!—sesorprendióelcurtidor—.¿SoisvosenverdadRobinHood,yésteel famosoPequeñoJohn?Pardiez,dehabersabidoquiénerais,nomehabríamostradotandispuestoalevantarlamanocontravos.Permitidqueosayudeaincorporaros,señordonPequeñoJohn,yqueosquiteelpolvodelasropas.

—¡Nada de eso! —dijo el Pequeño John en tono enojado, mientras seincorporaba con cuidado, como si tuviera los huesos de cristal—. Puedovalermepormímismo,amigomío,sinnecesidaddevuestraayuda;ypermitidqueosdigaque,denohabersidoporesemalditogorrodecuero,lohabríaispasadomuymaleneldíadehoy.

Aloíresto,RobinHoodseechóareírdenuevoyledijoalcurtidor:

—¿Noosgustaríaunirosamibanda,amigoArthur?Afemíaquesoisunodeloshombresmásreciosquehanvistomisojos.

—¿Unirmeavuestrabanda?—preguntóasuvezelcurtidor—. ¡Pardiez,yalocreoquesí!¡Vivalabuenavida!¡Seacabólamiseria!—elhombredababrincosdealegríaychasqueabalosdedos—.¡Abajoelasquerosotanino, lastinaspringosasylospellejosmalolientes!¡Osseguiréhastaelfindelmundo,amado jefemío, ynomolestaré a ningún ciervodevuestrosbosques con elzumbidodemiarco!

—Encuantoati,PequeñoJohn—dijoRobinHood,todavíariendo—,saldeunavezhaciaAncaster.Teacompañaremosduranteun trecho,porquenoquieroquetedesvíesnialaderechanialaizquierdahastaqueteencuentresbastante lejos de Sherwood. Todavía quedan en las proximidades algunasposadasquetúconoces.

Yasí,lostrescompañerossalierondelosmatorralesyreemprendieronunavezmáselcamino.

II

RobinHoodyWillEscarlata

Los tresmarchabancaminoadelante, treshombretonescomoseríadifícilencontrarotrosentodalaviejaInglaterra.Alcruzarseconellos,eranmuchoslosquesevolvíanamirarlos,tananchosdehombrosytanfirmesupaso.

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—¿PorquénofuistedirectamenteaAncaster,comoyotedije?—preguntoRobin Hood al Pequeño John—. Si me hubieras obedecido, no te habríasmetidoensemejantelío.

—Meparecióqueamenazaballuvia—dijoelPequeñoJohnrefunfuñando,puesaúnsesentíaofendidoporlasburlasdeRobinHood.

—¡Lluvia!—exclamóRobin,parándosedeprontoenmitaddelcaminoymirando con asombro al Pequeño John—. ¡Serás burro! ¡En tres días no hacaídoni unagota de agua, ni se havisto en el cielo o en la tierra lamenorseñaldequefueraacaer!

—¿Y eso qué importa? —gruñó el Pequeño John—. El bendito SanSucinto,quemantienecontroladaslasaguasdelcieloensucalderodepeltre,puededejarlascaer,sitalessudeseo,inclusoeneldíamásdespejado.¿Quéquerías?¿Quemecalarahastaloshuesos?

Aloíresto,RobinHoodnopudoevitarecharseareír.

—¡Ah, bribón! ¡Qué condenado ingenio tienes en esa cabezota! ¿Cómopuedeunoestarenfadadocontigo?

Y con esto todos reanudaron lamarcha, procurando empezar con el piederecho,comorecomiendaeldicho.

Tras haber recorrido cierta distancia bajo el sol implacable y tragandopolvo, Robin empezó a sentir sed; sabiendo que detrás del seto había unafuente de agua fresca como el hielo, saltaron la empalizada y llegaron almanantial,cuyasaguasburbujeantesbrotabanbajounapiedra.Arrodillándosey formando copas con las manos, bebieron hasta saciarse y después,pareciéndolesqueellugarinvitabaaldescanso,setumbaronalasombraparareposarunrato.

Frente a ellos, al otro lado del seto, el polvoriento camino se extendía atravésdela llanura; trasellosseextendíanpraderasycamposdetrigoverdequemadurabaalsol;ysobresuscabezasseextendíalafrescasombradelasramasdeunhaya.Asusnaricesllegabalaagradablefraganciadelasvioletasyeltomilloquecrecíanaprovechandolahumedaddelafuente;yasusoídos,elmelodiosoborboteodelagua;todolodemáserasolysilencio,rototansólode vez en cuando por el lejano canto de un gallo que llegaba en alas de labrisa,oporelhipnóticozumbidodelosabejorrosquerevoloteabanentrelasfloresdetrébol,oporlavozdeunamujer,procedentedeunagranjacercana.Todoeratanapacible,tanrepletodelosencantosdelfloridomesdemayo,quedurante un largo rato ninguno de los tres pronunció palabra, quedándosetendidos de espaldas, mirando el cielo a través de las hojas de los árboles,agitadas por la brisa. Por fin, Robin, cuyos pensamientos no estaban tanabsolutamentededicadosalasmusarañascomolosdelosdemásyquellevaba

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unratomirandoasualrededor,rompióelsilencioydijo:

—¡Mirad!¡Heahíloquesellamaunpájarodevistosoplumaje!

Los otros dos bajaron la mirada y vieron a un hombre joven que seacercaba despacio, camino abajo. Y, como Robin había dicho, resultaba enverdadvistoso,consuapuestafiguraysujubónycalzasajuego,devivocolorrojo;desucinturacolgabaunamagníficaespada,envainadecuerorepujadoyadornadoconhilosdeoro;sugorraeradeterciopelorojo,conunagranplumaquelecolgabasobreunaoreja.Teníaloscabelloslargos,rubiosyonduladossobre los hombros, y en lamano llevaba una rosa temprana, que de vez encuandoolíaconsatisfacción.

—¡Por mi vida! —exclamó Robin Hood, echándose a reír—. ¿Habíaisvistoalgunavezuntipotanbonitoyremilgado?

—Ciertamente,susropasresultanexcesivamentebonitasparamigusto—comentóArthurdeBland—;peronoobstante,sushombrossonanchosysucintura estrecha. ¿Y habéis visto cómo le cuelgan los brazos? No cuelgancomo chorizos, sino bien firmes y doblados por el codo. Vive Dios que,aunqueloscubranropastanrefinadas,esosbrazosnosondemantequilla,sinodecarneprietacontendonesduros.

—Esposiblequetengasrazón,amigoArthur—intervinoelPequeñoJohn—.Meinclinoapensarqueesetiponoesningúnlindogalándemírameynometoques,comopodríapareceraprimeravista.

—¡Puaf!—exclamóRobinHood—.Lameravisióndeuntipoasímeponeenfermo.Miradcómosujetaesaflorentreelpulgaryelíndice,comodiciendo«gentilrosa,notedeseoningúnmal,peroquisieragozardetufraganciaunavezmás».Os digo que os equivocáis. Si se cruzara en su camino un ratónfurioso,estoysegurodequeexclamaría«¡Ay,Dios!»ycaeríadesmayado.Mepreguntoquiénserá.

—Elhijodealgúnbarón,sinduda—aventuróelPequeñoJohn—.Conlabolsabienllenadelosdinerosdelviejo.

—Enesocreoque tienes razón—concedióRobin—.Nohayduda. ¡Quépena que hombres como éste, que no piensan más que en lucirse por ahívestidosdemariposas,tenganasuspiesagentemuchomejor,alaquenosondignosnidedesatarloszapatos!¡PorSanNorberto,sanAlfredo,sanCanutoytodos los demás santos del calendario sajón! ¡Me pone malo ver a estosseñoritosvenidosdel continentepisando el cuello a losbuenos sajones, queposeían esta tierradesdemuchoantesdeque sus tatarabuelos sedestetaran!¡Por las barbas de san Cosme, que voy a despojarlos de sus mal ganadasfortunas, aunque me cuelguen por ello del árbol más alto del bosque deSherwood!

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—¡Vamos,vamosjefe!—interrumpióelPequeñoJohn—.Noteacalores.Haspuestolaollaahervirsintenercarneparaelcocido.Amímeparecequeese joven es demasiado rubio para ser normando. Por lo que sabemos, lomismopodríaserunhombredebien.

—¡De eso nada! —insistió Robin—. Me apuesto la cabeza contra unpeniquedeplomoaquees loqueyodigo. ¿Dóndesehavistoun sajón tanremilgadoyperipuestocomoése,quepareceque tienemiedodemancharselaspuntasdeloszapatos?Comomínimo,voyapararleyaligerarlelabolsadelos dineros mal adquiridos. Y si estoy equivocado, quizá le deje seguir sucamino sin robarle ni un penique; pero si tengo razón, le voy a desplumarcomosedesplumaaungansoporSanJuan.Túdicesqueesunhombrecabal,PequeñoJohn;puesquédateaquíyobserva,quevoyaenseñartecómolavidaenlosbosquesendureceaunhombre,mientrasquelaholgazaneríaalaquetútehasentregadoúltimamenteloreblandece.Quedaosaquílosdosyveréislazurraquesellevaesetipo.

Yconestaspalabras,Robinabandonólasombradelhaya,cruzóelsetoyseplantóenmitaddelcamino,cerrándoleelpasoalcaminante.

Mientras tanto,ésteseguíacaminandomuydespacio,sinacelerarelpasonidarmuestrasdehaberadvertido lavisible figuradeRobinHoodplantadofrenteaél.Asípues,Robinsequedóesperandoenmediodelcamino,mientrasel otro avanzaba muy despacio, oliendo su rosa y mirando a todas partes,exceptoendirecciónaRobin.

—¡Alto!—gritóRobinHoodcuandoporfinelotroseacercólosuficiente—.¡Quedaosdondeestáis!

—¿Porquéhabríadepararme,buenhombre?—preguntóeldesconocidoentonosuaveyamable—.¿Yporquéhabríadequedarmedondeestoy?Noobstante, puesto que deseáis queme pare, accederé a pararme por un breveinstante,mientrasescucholoquetengáisquedecirme.

—Entonces—dijoRobin—,puestoquetenéislaamabilidaddeaccederamisdeseos,expresándolodemaneratandelicada,yotambiénostrataréconlamás exquisita cortesía. Debo haceros saber que soy, como si dijéramos,cofradedelsantuariodeSanWilfredo,quien,comoquizáyasepáis,arrebatótodo su oro a los paganos y lo fundió para hacer candelabros. Enconsecuencia,a todos losquepasanporaquí lescobrounaciertacuota,quededico a fines más elevados, enmi humilde opinión, que la fabricación decandelabros. Así pues, querido amigo, os ruego que me entreguéis vuestrabolsaparaqueyopuedaecharunvistazoasucontenidoyjuzgar,enlamedidaenquelopermitanmispobresaptitudes,silleváisenellamásdinerodelqueautorizan nuestras normas. Pues, tal como decía el viejo Swanthold, a todogordoholgazánleconvieneunasangría.

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Mientras Robin hablaba, el joven desconocido seguía oliendo su rosa,sosteniéndola entre el índice y el pulgar. Cuando Robin hubo terminado,exhibióunaamablesonrisa.

—Meencanta escucharvuestra conversación, apuesto joven—dijo—.Sipor ventura no habéis concluido, os ruego que prosigáis. Todavía puedoquedarmeunratitomás.

—Yalohedichotodo—respondióRobin—.Yahora,sitenéislabondaddedarmevuestrabolsa,ospermitiréseguirvuestrocaminosinmásmolestias,encuantoinspeccionesucontenido.Silleváispocodinero,noosquitarénada.

—¡Oh! Lamento mucho comunicaros que no puedo acceder a vuestrosdeseos.Meresultaimposibledarosnada.Osruego,pues,quemedejéisseguir.Yonooshehechoningúnmal.

—De aquí no os movéis hasta que me hayáis enseñado la bolsa—dijoRobinHood.

—Amigomío—insistióelotro,siempreconsuavidad—.Tengocosasquehacer. Ya os he concedido demasiado tiempo y os he escuchado con granpaciencia.Ahoraosruegoquemepermitáisseguirmicaminoenpaz.

—Yaos he dicho, y ahora os repito—dijoRobin con firmeza—que nodaréisniunpasohastaquehagáisloqueosdigo—yaldecirestolevantóelbastónporencimadelacabeza,engestoamenazador.

—¡Enfin!—exclamóelotrocontristeza—.Meduelemuchísimoquelascosas se pongan así. Mucho me temo, pobre hombre, que voy a tener quemataros—yaldeciresto,desenvainósuespada.

—Envainad la espada—dijoRobin—.Noquiero abusardevos.Vuestraespadanoosserviríadenadacontraunbastónderoblecomoelmío,capazderomperla en pedazos como si fuera una espiga.Ahí, junto al camino, tenéisunabuena ramade roble.Hacedunbastónconellaydefendeos,quevais arecibirunabuenapaliza.

El desconocidomidió a Robin con lamirada y a continuaciónmidió elcayadoderoble.

—Tenéis razón, amigo mío—acabó por decir—. En verdad, mi espadaresultaríaimpotentecontraesebastón.Osruegoqueesperéishastaqueyomehagaconunoigual—ydiciendoesto,tirólarosaqueaúnllevabaenlamano,enfundó la espada en su vaina y, moviéndose con más ligereza que la quehabía demostrado hasta el momento se acercó al borde del camino dondecrecíaungrupodejóvenesrobles.Trasunbreveescrutinio,encontróunbrotedesuagradoy,enlugardecortarlo,seremangólasmangasdeljubón,hincólospiesenelsuelo,agarróeltroncoydeuntremendotirónarrancóelarbolillo

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con raíces y todo. Luego regresó al camino, recortando con su espada lasraíces y ramillas con absoluta tranquilidad, como si no hubiera hecho nadadignodemención.

ElPequeñoJohnyelcurtidorhabíanestadoobservándolotodo,ycuandovieronaldesconocidoarrancarelarbolilloyescucharonloschasquidosdelasraícesalpartirse,elcurtidorfruncióloslabiosydejóescaparunlargosilbido.

—¡Porlasangredemisvenas!—exclamóelPequeñoJohnencuantopudosalirdesuasombro—.¿Hasvistoeso,Arthur?Pardiez,metemoquenuestrojefenolovaapasarmuybienconesesujeto.¡PorelvelodelaVirgen!¡Haarrancadoesearbolitocomosifueraunaespigadetrigo!

En cuanto a Robin Hood, se calló lo que pensaba y se mantuvo en supuesto,haciendofrentealforasterovestidoderojo.

Robinnoolvidaría fácilmente aquella pelea.Lucharonde un lado a otrodelcamino,laagilidaddeRobincontralafuerzadeldesconocido,levantandonubesdepolvoquedificultabanlavisiónaJohnyalcurtidor,queavecesnoveían nada y solamente oían el constante chocar de los palos. Tres vecesconsiguióRobinHoodtocarasurival;unaenelbrazoydosenlascostillas;yhastaelmomentohabíalogradodesviartodoslosgolpesdelotro,tanfuertesquesiunosolodeelloshubieraalcanzadosuobjetivohabríadadoconRobinporlossuelossinmásremedio.PeroporfineldesconocidogolpeóelbastóndeRobinenelcentro,contantafuerzaquecasiseloarrancadelasmanos;unnuevo golpe, y Robin cedió bajo su impacto; un tercero, y éste no sóloatravesó la guardia de Robin sino que le derribó por los suelos, haciéndolemorderelpolvo.

—¡Alto!—exclamóRobinHood, al ver que el otro volvía a levantar subastón—.¡Merindo!

—¡Alto!—exclamóelPequeñoJohn,saliendodesuesconditeseguidoporelcurtidor—.¡Teneosahí!

—¡Vaya!—dijoeldesconocidoconabsolutatranquilidad—.Veoquehaydosmás de vosotros, y ambos tan robustos, por lomenos, como este buenamigo de aquí. Va a ser una mañana atareada. No obstante, acercaos y osaseguroqueharéloposibleparaquequedéisbienservidos.

—¡Quietos! —gritó Robin Hood—. No habrá más lucha. ¡Vive Dios,PequeñoJohn,vayadíaquellevamostúyyo!Tengolamuñeca…no,todoelbrazoparalizadoporlavibracióndelgolpequeestetipomehaasestado.

EntonceselPequeñoJohnsededicóaatenderaRobin.

—Vaya, vaya, querido jefe —decía—. ¡Dios mío, qué aspecto tanlamentableofrecéis!Lleváis todoel jubónmanchadodepolvo.Permitidque

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osayudeaincorporaros.

—¡Métete tu ayuda donde te quepa!—gritó Robin, indignado—. Puedolevantarmeperfectamentesintuayuda.

—¡Oh,peroalmenospermitidmequeossacudaelpolvodeljubón!Temoque vos estéis demasiado dolorido para poder hacerlo—siguió diciendo elPequeñoJohnconvozmuyseria,peroconunbrilloburlónenlosojos.

—¡Quítamelasmanosdeencima!—gritóRobin,cadavezmásirritado—.Yame han sacudido bastante por ahora—y volviéndose al desconocido, lepreguntó—:¿Cómoosllamáis,amigo?

—MellamoGamwell—respondióelotro.

—¿De verdad? —exclamó Robin Hood—. Ese apellido me es muyconocido.¿Dedóndevenís,amigomío?

—VengodelaciudaddeMaxfield—respondióeldesconocido—.Allínacíyallímecrie,ydeallívengo,enbuscadelhermanomenordemimadre,aquien la gente de aquí llama Robin Hood. Si fuerais tan amables deorientarme…

—¡Ja,ja,WillGamwell!¡Nopodíaserotro!—exclamóRobin,poniendolasmanos sobre los hombros del otro ymirándole fijamente—.Tendría quehabertereconocidoporesosandaresdedamiselayeseairederemilgado.¿Nomeconoces,muchacho?Míramebien.

—¡Vaya,porlosclavosdeCristo!—exclamóasuvezelotro—.Empiezoa sospechar que sois mi tío Robin Hood. ¡Sí, estoy seguro! —y los doshombres se unieron en un fuerte abrazo, besándose mutuamente en lasmejillas.

EntoncesRobinextendiódenuevolosbrazosparamanteneradistanciaasusobrinoyloexaminóatentamentedepiesacabeza.

—Vaya,vaya—dijo—.¿Quécambioeséste?Haceochoodiezañoserasun muchacho delgaducho, con articulaciones abultadas y miembrosdesgarbados, y hete aquí, tan recio como el que más, como bien hecomprobado.¿Teacuerdasdecuandoteenseñéasostenerunaflechaentrelosdedos ymantener firme el arco?Me prometiste que llegarías a ser un granarquero. ¿Y no te acuerdas cuando te enseñaba a parar y golpear con elbastón?

—¡Ya lo creo! —dijo el joven Gamwell—. Te admiraba tanto y teconsideraba tan por encima de los demás que, te lo juro, si hubiera sabidoquién eras jamás me habría atrevido a levantarte la mano. Confío en nohabertehechodaño.

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—No,no—seapresuróadecirRobinHood,mirandodereojoalPequeñoJohn—.Nome has hecho ningún daño. Pero no hablemosmás de ello, porfavor.Esosí,tediréqueesperonovolverarecibirotrogolpecomoelquetúme has dado. ¡Por laVirgen, aún tengo el brazo dormido desde las uñas alcodo! En verdad te digo que creí quedar paralítico de por vida. Puedoasegurartequeereseltipomásfuertequehanvistomisojos.ViveDiosquesemeencogióelestómagocuandoteviarrancardeesamaneraelarbolillo.Perodime,¿cómoesquehasdejadoasirEdwardyatumadre?

—¡Ay!—suspiró el jovenGamwell—. Es una triste historia, tío, la quetengoquecontarte.Elmayordomodemipadre,queentróanuestroserviciotraslamuertedelviejoGilesMalapata,eraunbribónredomadoynosécómomipadrenoselibródeélysiguióhaciendolavistagorda.Meponíaenfermooírconquéarroganciahablabaconmipadre,que,comosabes,fuesiempreunhombre muy paciente, nada propenso a los ataques de ira ni a las malaspalabras.Bien,puesundía,y fueundíaaciagoparaaquel truhan insolente,intentóprovocaramipadre,estandoyodelante.Nolopudesoportar, tío,demaneraquemefuiaporélylesacudíunguantazoenlaoreja.¿Yquédirásquepasó?Elmuycretinosemurióenelacto.Creoquedijeronquelepartíelcuello,oalgoparecido.Asíquememandaronaquíatodaprisa,paraescapardelajusticia.Ibaentubuscacuandotúmeviste.Yaquíestoy.

—¡Puesquemecondenen!—exclamóRobinHood—.Paraserunfugitivode la justicia, te lo tomas con una calma como no se ha visto en la vida.¿Cuándo se ha visto en elmundo que un fugitivo que acaba dematar a unhombre vaya pavoneándose por el camino, como una frágil damisela de lacorte,mientrashueleunadelicadarosa?

—Bueno,verás,tío—respondióWillGamwell—.Noporbatirmásaprisasehacemejormantequilla,comodiceelrefrán.Además,estoyconvencidodeque esta fortaleza demi cuerpo ha acabado con la ligereza demis pies.Yavistecómopudistegolpearmetresveces,mientrasqueyonopudeacertarteniuna,ytuvequeavasallarteconmifuerza.

—No,no,nohablemosmásdeeso—dijoRobin—.Mealegromuchodeverte,Will, y serásunagran adquisiciónparamibandade alegresgranujas.Perotendrásquecambiardenombre,porquesedictaránórdenesdedetenciónentucontra;asípues,envistadetusalegresropajes,apartirdeestemomentotellamarásWillEscarlata.

—WillEscarlata—repitióelPequeñoJohn,adelantándoseyextendiendosu mano, queWill se apresuró a estrechar—.Will Escarlata, el nombre tevienealaperfección.Esunplacerdartelabienvenidaanuestrogrupo.Yosoyel Pequeño John y éste es un amigo que acaba de unírsenos, un honradocurtidor llamadoArthurdeBland.Vasahacertefamoso,Will, te lodigoyo;

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más de una balada se cantará en Sherwood contando la historia de cuandoRobinHoodenseñóalPequeñoJohnyaArthurdeBlandcómosemanejaunbastón;odichodeotramanera,decómonuestroqueridojefeseencontróconquehabíamordidomásdeloquepodíatragar.

—Escucha,PequeñoJohn—dijoRobinconmuchasuavidad,empezandoahartarsedelabroma—.¿Porquétenemosqueseguirhablandodelasunto?Lomejorseríaguardarabsolutadiscreciónacercadelosacontecimientosdeestedía.

—Pormí,encantado—dijoelPequeñoJohn—.Loquepasa,jefe,esquepenséque tegustaríaqueunahistoria tangraciosa trascendiera, teniendoencuenta lo mucho que mencionas últimamente la supuesta acumulación degrasa enmis articulaciones, presuntamente adquirida durantemi estancia encasadelsheriffde…

—¡Basta, Pequeño John!—exclamóRobin, irritado—.Creo haber dichoquenohablemosmásdelasunto.

—Muybien,muybien—dijoelPequeñoJohn—.Pormiparte,empiezoacansarmedeltema.Pero,ahoraquemeacuerdo,tambiéntetomasteabromalodelalluviaqueamenazabaanoche;asíque…

—¡Basta, he dicho!Me equivoqué.Ahora recuerdo que parecía como sifueraallover.

—¿Verdadquesí?Esomepareciótambiénamí—insistióelPequeñoJohn—.Entalcaso,sindudapensarásquehicebienalbuscarcobijoenelJabalíAzul,enlugardeaventurarmeenplenatormenta.¿Noesasí?

—¡Queeldiablotelleve,atiyatusinsidias!—exclamóRobinHood—.Si te empeñas en ello, diré que hiciste bien refugiándote donde te diera lagana.

—Yatedigoque,pormí,deacuerdo—dijoelPequeñoJohn—.Encuantoamí, hoy he estado completamente ciego. No he visto la zurra que te handado;nohevistocómorodabaspatasarribaporel suelo;ysialguiendijeraque tal cosa ha sucedido, le retorcería la lengua por mentiroso, con laconcienciabientranquila.

—¡Vámonos! —gritó Robin mordiéndose el labio inferior, mientras losdemásseveíanenapurosparacontenerlarisa—.Yanoseguiremosviajehoy,sinoqueregresaremosaSherwood;ytúyairásaAncasterotrodía,PequeñoJohn.

Laverdaderarazóndeestadecisióneraque,conloshuesostandoloridos,Robinno se sentíanada inclinadoa realizarun largoviaje.Asípues, dandomediavuelta,desandaronelcaminoysevolvieronpordondehabíanvenido.

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III

LaaventuradelencuentroconMosquitoelMolinero

Pasado ya el mediodía, cuando los cuatro compañeros llevaban yarecorrida buena parte del camino de regreso al bosque de Sherwood,empezaronasentirhambre.Entonces,RobinHooddijo:

—¡Ojalá tuviéramos algo de comer! ¡Una buena hogaza de pan con unbuentrozodequesoblanco,regadosconunabuenajarradecervezaespumosa,mepareceríanunfestíndignodeunrey!

—Yaquelomencionas—dijoWillEscarlata—,creoqueamítampocomevendría mal. Hay algo en mi interior que grita desesperadamente: «¡Damecomida!».

—Conozco una casa por aquí cerca—intervinoArthur deBland—, y situvieradineroospodríaconseguir loquehabéismencionado:unahogazadepan,unbuenquesoyunpellejodecerveza.

—Sise tratadeeso, túsabesqueyollevodinero, jefe—dijoelPequeñoJohn.

—Es cierto —dijo Robin—. ¿Cuánto nos cobrarán por la comida y labebida,amigoArthur?

—Calculo que con unos seis peniques podré comprar comida suficienteparaunadocenadehombres—respondióelcurtidor.

—Dale,entoncesseispeniques,PequeñoJohn—dijoRobin—.Mefiguroque con la raciónde tres hombresmebastarádemomento.Tomael dinero,amigoArthur,ydateprisaenvolverconlacomidaAllíveounabuenasombrajuntoalcamino,dondepodremosdarbuenacuentadeella.

El Pequeño John entregó el dinero a Arthur y los tres se sentaron a lasombra,aguardandoelregresodelcurtidor.Volvióalpocorato,trayendounaenormehogazadepanmoreno,unquesograndey redondo,yunpellejodecabra lleno de cerveza de marzo. Entonces Will Escarlata desenvainó suespadaydividióelpanyelquesoencuatropartes iguales, tras locualcadauno se sirvió a discreción. Después de unos bocados, Robin tomó un largotragodecerveza.

—¡Aaah! —dijo, respirando hondo—. ¡Jamás he probado bebida tandeliciosa!

Despuésdeesto,ningunovolvióahablarduranteunbuenrato,limitándose

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amasticar vorazmente el pan y el queso, sin olvidarse de tentar de vez encuandoelpellejodecerveza.

Por fin, Will Escarlata miró el diminuto fragmento de pan que aún lequedabaenlamanoydijo:

—Creoquedaréestoalospájaros—ytrasarrojarloaunlado,sesacudiólasmigajasdeljubón.

—Tambiényocreoquetengobastante—dijoRobinHood.

EncuantoalPequeñoJohnyelcurtidor,hacíaratoquehabíandadocuentadelaúltimamigajadesuporcióndepanyqueso.

—Y ahora, amigos —dijo Robin Hood, echando mano al pellejo decerveza,queaúnnoestabavacíodeltodo—,desearíapoderhacerospartícipesde la felicidad que para mí supone un refrigerio como éste. Así pues, convuestravenia,beberéavuestrasalud,paraqueseconservesiemprecomoestedía—ydiciendoesto,levantóelpellejoybebióunbuentrago.

Todosfueronbebiendoporturno:enprimerlugarWillEscarlata,luegoelPequeño John y por último el curtidor. Cuando empezó la ronda, el pellejoestaba tangordocomoun tenderodeciudad;al terminarnoeramásqueunmiserablepellejo,fláccidoyarrugadocomounanciano.

—Ahoraquemesientootrohombre—declaróRobinHood—,mevendríabien un poco de entretenimiento antes de proseguir la marcha. Me parecerecordar, Will, que tú tenías buena voz y no entonabas nada mal. ¿Teimportaríacantarnosunacanciónantesdeseguirelcamino?

—Laverdad,nomeimportacantar—respondióWillEscarlata—,siemprequenocanteyosolo.

—No, los demás cantaremos después. Empieza ya, muchacho —dijoRobin.

—De acuerdo entonces —dijo Will Escarlata—. Voy a cantaros unacanción que cierto trovador solía cantar con frecuencia en el salón de mipadre.Noconozcosutítuloynooslopuedodecir;perolacanciónesasí.

Ytrasaclararselagarganta,WillEscarlatacantólosiguiente:

Cuandolaprimaverallega,

ydesentimientosamorosos

elcorazónsellena;

cuandofloreceelárbol

yconstruyenlospájarossusnidos,

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seoyedelruiseñoreldulcecanto

yelatrevidogritodelcuclillo.

Cantarseoyeenelvallealgorrión,

yalatórtolaenelbosque.

Peroesmifavoritoelpetirrojo,

porquecantadurantetodoelaño.

¡Petirrojo,petirrojo,

alegrepetirrojo!

Asíquisierayoquemiamorfuera:

quenovolaraaladvertirseñales

defríoydesamparo.

Cuandolaprimavera

traesusdulcesdelicias

ylaalondraremontaraudaelvuelo,

losjóvenessemiranenlosojos

delastiernasdoncellas

ylosamantesenlasuavenoche

sebuscanycortejan.

Entoncesproliferanenelmonte

lasmargaritasylamadreselva,

surgenlascolombinas,

brotanlasprimaveras,

mientrasenlasorillasdelosríos

florecenlasvioletas.

Perocuandolasnievestraeelcierzo,

crecelaverdehiedra.

¡Hiedra,hiedra,

lealyconstante!

Asíquisierayoquesuamorfuera:

quenomurieraalpercibirelsoplo

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delfríodesamparo.

—Muy bien cantado—dijoRobin—. Peromira, sobrino, te lo digo confranqueza:megustaríaqueunchicarróncomo túcantaracancionesconmássustancia, y no esas cursiladas de flores y pájaros y todo lo demás. Noobstante, has cantadomuy bien, y la canción no era tanmala, dicho sea depaso.Yahora,curtidor,tetocaati.

—No creo que mi canción pueda compararse con la de nuestro jovenamigo—dijoArthur,sonriendoconlacabezaladeada,comounniñoalquelepidenquebaile—.Además,mepareceque estoy resfriadoy sientounpocoirritadalagarganta.

—Nada,nada;canta,amigo—insistióelPequeñoJohn,queseencontrabasentadojuntoaél,dándolepalmadasenelhombro—.Tienesunavozfuerteymelodiosa;danosunamuestradeella.

—Vosotroslohabéisquerido—dijoArthur—.Haréloquepueda.¿HabéisoídolacancióndelosamoresdesirKeith,unjovencaballerodeCornualles,delostiemposdelbuenreyArturo?

—Creohaberla oído en algunaparte—dijoRobin—.Perooigámosla detodosmodos,puesmeparecerecordarqueesbuena.Adelante,amigo.

Ytrasunoscarraspeosysinmásceremonias,elcurtidorempezóacantarelromancede:

LACONQUISTADESIRKEITH

SentábaseelreyArturo

enelsalóndesureino,

yacadaladotenía

muchosnoblescaballeros,

losmejoresdelpaís,

losmejoresdeaqueltiempo.

AllíestabaLanzarote,

eldeloscabellosnegros

(elpelodeLanzarote

eranegrocomoelcuervo);

allíestabasirGawain,

eldedoradoscabellos;

sirKay,guardandolapuerta;

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Tristányotroscaballeros.

Yatravésdeloscristales,

sobrelosrojosaleros,

brillabalaluzdelsol

sobrelasgrebasyyelmos.

PeroenlaMesaRedonda

deprontosehizoelsilencio:

habíaentradounadama

casidobladahastaelsuelo.

Arrastrandocontrabajo

lospies,llegóaltronoexcelso

yalospiesdelreyArturo

arrodillósealmomento.

Alcontemplarla,sirKay

dijoparasusadentros:

«¡Enmividahevistodama

másfeaqueesteesperpento!».

—¡Atirecurro,buenrey,

mercedderodillasruego!

—dijoladama,yArturo

lepreguntósudeseo.

—Tengounmalterrible—dijo—,

queelcorazónmevahundiendo,

yparamienfermedad

tansóloexisteunremedio.

Notendréalivioyreposo

entodosloscuatrovientos

entantoqueporsulibre

voluntaduncaballero

besemibocatresveces,

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medéenlabocatresbesos.

Nodebehacerloforzado,

paraquesurtasuefecto,

sinovoluntariamente,

yademáselcaballero

nohadeserhombrecasado,

quetienequesersoltero.

¿Novaahaberenestacorte

uncristianocaballero

detannobledescendencia

ydetanrancioabolengo

queaccedaadarleaestatriste

criaturasustresbesos,

paraaliviodesuscuitas,

desusdoloressincuento?

Vamos,pues,sirLanzarote,

vamos,noblecaballero,

puesalosojosdetodos

hassidosiempreelprimero,

aliviaaestapobredama

ydaasuspenasremedio.

Lanzaroteseapartó

yquedómirandoalsuelo,

sintiendosuorgulloherido

aloírelpitorreo.

—¿Ytú,Tristán?—dijoelrey.

Élrespondió:

—¡Niporpienso!

Puesjamásconseguiría

voluntariamentehacerlo

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sinprotestasdemiestómago

yrebelióndemicuerpo.

—¿Ytú,sirKay—dijoelrey—,

siempretandicharachero?

—¡Nihablar!—respondiósirKay.

¡Afemíaquenopuedo!

¿Quédamabesarquerría

despuésaaquelcaballero

queentanrepugnanteboca

hubieraestampadounbeso?

—Veamos.¿Ytú,Gawain?

—¡Oh,mirey,no,yonopuedo!

—¿SirGeraint?

—Tampocoyo.

Nolacuraránmisbesos:

antesquebesarsuboca

milvecesmorirprefiero.

Entoncessealzóelmásjoven

detodosloscaballeros

queentornoalamesaestaban

yconademánresuelto

dijoalrey:

—Yoledaré,

miseñor,todoelremedio

quepuedadarleaunadama

uncristianocaballero.

Eraelqueasíhabladohabía

sirKeith,caballeroapuesto,

yaunquejoventodavía,

valienteydefuertesmiembros.

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Subarbafinayligera,

sedosacomoelcabello,

eracomofinashebras

deoroensurostrobello.

YdijosirKay:

—Bienpuede

seréstesucurandero,

pues,pornotenermujer,

estálibreyessoltero.

Yaquíhayunacandidata

biendispuestaalcasamiento,

comodemostróellamisma

alexponersudeseo.

Besolaunavez,dosveces,

yledioelbesotercero,

yentonces,¡ohmaravilla!,

seprodujoungranportento:

ladamasetransformó

defeaenelsermásbello.

Susmejillasparecían

rosasderosalsoberbio,

erasufrentedemármol

blancacomoellinonuevo,

ysupechodealabastro

comolanievedeinvierno,

ysusojosdegacela

belloscomodosluceros.

Comobrisadeverano,

sevolviódulcesualiento,

ysuvozsehizotansuave

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comoelsusurrodelviento

cuandoenlashojasdelárbol

darumorosoconcierto,

ynosonabacascada

yroncacomoprimero.

Tanbrillantescomoeloro

suscabellossevolvieron,

tanblancascomolaleche

susmanosseconvirtieron,

susvestidosandrajosos,

estropeadosyviejos,

setransformaronenropa

desedaydeterciopelo.

Sorprendidosyasombrados

mirabanloscaballeros,

yentoncesdijosirKay,

sirKayeldicharachero:

—¡Porvidamía,señora

quenomeesperabayoesto!

Siaúnqueréis,belladama,

yoestaríamuydispuesto

adarosdebuenagana

noyatres,sinotrescientos.

SirKeithcayóderodillas

anteladamadiciendo:

—Permitidquevuestroesclavo

seadesdeestemomento,

puesnadiepuedeigualarse

avoseneluniverso.

Laorladesuvestido

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besóconrecogimiento,

yentonceslabelladama

seinclinóhastaelcaballero

y,besándoleenlafrente,

enloslabiosentreabiertos

yenlosojos:

—Levantaos

—ledijocondulceacento—,

puessólovossoisseñor,

vossoismiamorymidueño.

Ydesdeestemismoinstante

misriquezasosentrego,

yoslasdoyjuntoamistierras

ytodocuantoposeo,

puesnadiehasidotannoble,

tancortésycaballero

comolohabéissidovos

conunadamaenaprietos.

Porqueyoestabahechizada

ypresadedesconsuelo,

perovosmehabéislibrado

delfunestoencantamiento,

yahoraquevuelvoaseryo,

complacidaavosmeentrego.

—Talcomoyolorecordaba—dijoRobinHoodcuandoelcurtidorterminódecantar—,esunhermosoromanceconunabonitamelodía.

—Amísiempremehaparecido—observóWillEscarlata—quelacanciónencierraunaespeciedemensaje,comosivinieraadecirquecuandounatareanospareceduraydesagradable,silabesamosdirectamenteenlaboca,porasídecirlo,dejadeparecemostanmala.

—Opinoquetienesrazón—dijoRobin—.Ytambiénalainversa:cuando

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obtenemos un placer que nos parecía delicioso, al besarlo en la boca seconvierte endesagradable; ¿no es así,Pequeño John?A ti te hapasadohoymismo algomuy parecido, y todavía llevas cardenales que te lo recuerdan.¡Eh, no pongas esa cara tan seria! Despéjate las cañerías y cántanos unacanción.

—No—dijoelPequeñoJohn—.NoconozconingunatanbuenacomolaqueacabadecantarArthur.Todaslasqueyomesésonmuymalas.Yademás,mivoznoestáencondicioneshoy,ynoquieroestropearunacanciónmediodecenteporcantarlamal.

Al oír esto, todos insistieron en que el Pequeño John cantara, y éste,despuésdehaberseresistidoduranteuntiemporazonable,comocorrespondeatodoaquelaquienlepidenquecante,acabóporceder.

—Bien,yaqueinsistís,ostendréisqueconformarconloquesalga—dijo—.Micanción,comoladelamigoWill,notienetítulo,peroesmásomenosasí:

Señora,laprimavera

havenido

consualegrelelilí.

Ylaestacióndelamor

hallegado

consualegrelelilí.

Loschicosylaschicas

setiendenenlahierba,

quecrecefrescayverde

confloresentremedias.

Losrebañosdecabras

descansan,ylashojas

seestremecen,yelcuervo

cantaylabrisasopla.

Yalfintodoslosseres

ríenal…

—¿Quién puede ser ese tipo que viene por el camino? —preguntó deprontoRobinHood,interrumpiendolacanción.

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—Nolosé—respondióelPequeñoJohn,convozmuyseria—.Loquesíséesqueesdemuymalaeducacióninterrumpirunabuenacanción.

—Noteofendas,PequeñoJohn, te loruego—dijoRobin—.Peroesquedesdequeempezastelacanciónloestoyviendovenir,cargadoconeseenormesacoqueledoblalasespaldas.Teruego,PequeñoJohn,quemiresymedigassiloconoces.

ElPequeñoJohnmiróhaciadondeRobinleindicabay,alcabodeunrato,dijo:

—MeparecequesetratadeunjovenmolineroalquehevistoalgunaqueotravezporlosalrededoresdeSherwood;nomeparecerazónjustificadaparaestropearunabuenacanción.

—Ahoraquelodices—siguióRobinHood—,creoqueyotambiénlohevisto alguna vez. ¿No tiene un molino más allá de Nottingham, cerca delcaminodeSalisbury?

—Exactamente;ésees—dijoelPequeñoJohn.

—Untipoduro—comentóRobin—;haceunpardesemanaslerompiólacabezaaNeddeBradfordconelgolpemáslimpioquehevistoenmivida.

Paraentonces,eljovenmolineroseencontrabatancercaquetodospodíanverleconclaridad.Susropasestabanblancasdeharina,yllevabaalaespaldaunenormesacodeharina,colocadodemaneraqueelpesoserepartieraentrelos dos hombros; atravesado sobre el saco, llevaba un grueso bastón. Susmejillas estaban coloradas como el fruto del escaramujo, sus cabellos eranrubiosyensubarbillaempezabaadespuntarunabarbarubiayplumosa.

—Untipodecenteyhonrado—dijoRobinHood—,unverdaderoorgulloparalacampiñabritánica.Propongoquelegastemosunabroma.Lesaldremosalpasocomosi fuéramosvulgares ladronesquepretendendespojarlede sushonestas ganancias.Y luego le llevaremos al bosquey le daremos elmayorbanquetequehaconocidosuestómago.Lellenaremoselgaznatedebuenvinoy le daremos una corona por cada penique que lleve en la bolsa. ¿Qué osparece,muchachos?

—Pareceunabuenaidea—dijoWillEscarlata.

—Es un plan ingenioso—dijo el Pequeño John—, pero que el cielo ytodossussantosnoslibrenderecibirmáspalizashoy.Pardiez,todavíatengomispobreshuesostandoloridosque…

—Te ruego que te calles, Pequeño John—cortó Robin—. Tu insensatalenguaaúnconseguiráqueseríadenosotros.

—Miinsensatalengua,porcierto—comentóelPequeñoJohnaArthurde

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Bland—.Yaquisierayoquemiinsensatalenguapudieraimpedirquenuestrojefenosmetaenunlíomáseneldíadehoy.

Pero a todo esto el molinero había llegado hasta donde se encontrabanocultos los cuatro proscritos, que salieron rápidamente de su escondite y lerodearon.

—¡Alto,amigo!—gritóRobinHood.

Elmolinerosevolviólentamentebajoelpesodesusaco,ylosmiróunoaunodesconcertado,puesaunquesetratabadeunbuenhombrenosedistinguíaprecisamenteporlaagilidaddesuingenio.

—¿Quiéndicequemepare?—preguntóelmolineroconvozroncacomoelgruñidodeunperrogrande.

—¡Yo lo digo, pardiez! —respondió Robin Hood—. Y permitidme queañada,amigomío,quemásosvaldráhacermecaso.

—¿Yquiénsoisvos,amigomío?—preguntóelmolinero,dejandocaerelsacoalsuelo—.¿Yquiénessonéstosqueosacompañan?

—Somos cuatro buenos cristianos —dijo Robin—, y nos gustaríaayudaros,llevandopartedevuestrapesadacarga.

—¡Vaya, os lo agradezco!—dijo el molinero—. Pero el saco no es tanpesadocomoparaquenopuedallevarloyosolo.

—No,no,osequivocáis—corrigióRobin—.Mereferíaaquequizállevéisalgunospeniquescuyopesoosagobie,pornohablardeplatayoro.ElviejoSwantholdsiempreandadiciendoqueeloroesunacargademasiadopesadaparalosasnosdedospatas;demodoquenosproponemosaligerarosdepartededichacarga.

—¡Ay!—exclamóelmolinero—.¿Quéqueréisdemí?Nollevoencimaniuncuartomellado.Osruegoquenomehagáisdañoymepermitáisseguirmicamino en paz. Y lo que es más, debo advertiros que os encontráis en elterritoriodeRobinHood,ysillegaraaenterarsedequehabéisintentadorobaraunhonradotrabajador,oscortaríalasorejasyosllevaríaalatigazoshastalaspuertasdeNottingham.

—PuedoasegurarosqueeseRobinHoodmedatantomiedocomoelquepuedadarmeyomismo—respondióRobin—.Tendréisqueentregarmehastaelúltimopeniquequellevéisencima,ycomoosatreváisamoverosossacudoconestebastónenlasorejas.

—¡No,nomepeguéis!—gritóelmolinerolevantandoelcodocomoparaprotegersedelgolpe—.Podéisregistrarmesilodeseáis,peronoencontraréisnibolsanibolsillos.

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—¿Deverdad?—preguntóRobinHoodmirándolefijamente—.Meparecequenomeestáisdiciendo laverdad.Omuchomeequivocooguardáisalgoescondidoenelfondodeestesacodeharina.AmigoArthur,vacíaelsacoenelsuelo;osgarantizoqueencontraremosunoodoschelinesentrelaharina.

—¡Ay!—gritó elmolinero, cayendo de rodillas—. ¡No desparraméismiharina!Noganaréis nada con ello y será la ruinaparamí.No la tiréis y yosacaréeldineroescondidoenelfondodelsaco.

—¿Qué os decía yo? —dijo Robin Hood dándole un codazo a WillEscarlata—. ¿Veis cómo ahí estaba el dinero? Poseo un olfato maravillosoparalabenditaimagendenuestroreyEnrique,yestabaconvencidodehaberolidooroyplataatravésdelaharina.Sácaloahoramismo,molinero.

Elmolinerosepusoenpiemuydespacioydesatódemalaganael saco.Coniguallentitud,metiólasmanosenlaharinaycomenzóahurgar,conlosbrazosenterradoshastaelcodo.Losotroslerodeabanconlascabezasjuntas,mirandoatentamenteypreguntándosequésaldríadelsaco.

Allíestabanloscuatro,conlascabezaspegadasylamiradafijaenelsaco.Peromientrasfingíabuscareldinero,elmolinerohabíacogidoenlasmanosdosgrandespuñadosdeharina.

—¡Ah!—exclamódepronto—.¡Aquílotengo!

Y cuando los cuatro se inclinaron aún más para ver lo que sacaba, lesarrojó la harina a la cara, llenándoles de harina los ojos, nariz y boca,cegándolos y casi ahogándolos. Arthur de Bland se llevó la peor parte portenerlabocaabierta, tantaerasuexpectación,demodoqueunbuenpuñadode harina se le metió hasta la garganta, haciéndole toser hasta perder elequilibrio.

Y mientras los cuatro se tambaleaban, rugiendo por el escozor que laharina les causaba en los ojos, ymientras se frotaban los ojos hasta que laslágrimas trazaron grandes surcos en sus rostros enharinados, el molineroseguía arrojándoles puñados de harina a la cara. Si en un principio estabanmediocegados,despuésdeestoquedaronmásciegosqueuntopo.Teníanlaropa,elpeloylabarbacompletamentecubiertosdeharina.

Entonces el molinero, empuñando su macizo bastón, empezó a sacudirgolpescomounauténticoposeído.Loscuatrocorríandeunladoaotro,comocuentasenunpandero,perocomonoveíannadanopodíandefendersenihuir.¡Paf!¡Paf!,resonabaensusespaldaselbastóndelmolinero;yacadagolpeselevantabandesusropasnubesdeharinaquequedabansuspendidasenlabrisa.

—¡Alto!—rugióporfinRobinHood—.¡Deteneos,amigo,quesoyRobinHood!

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—¡Mientes, ladrón!—gritó el molinero, sacudiéndole un porrazo en lascostillasquelevantóunaenormenubedeharina—.ElbuenodeRobinjamásrobaríaaunhonrado trabajador. ¡Ja!¿Conquequeríasmidinero, eh?—y lepropinóotrogolpe—.Perotúnohascobradobastante,bandidopatilargo.Oscorrespondenpartes iguales—y lepegóalPequeñoJohnungarrotazoentreloshombrosqueloenviórodandoporelcamino—.Ytúnotepreocupes,queahoratetocaati,barbanegra—yledioalcurtidorunbastonazoquelehizodejar de toser para empezar a chillar—. Y tú, flor de té, permíteme que tesacuda el polvo —añadió, golpeando a Will Escarlata. Y así siguió,repartiendogarrotazosybuenaspalabrashastaque loscuatroapenaspodíantenerse enpie; y cadavezqueunode ellos intentabadespejarse losojos, learrojabamásharinaalacara.

Porfin,RobinHoodlogróencontrarsucuernoy,llevándoseloaloslabios,hizosonartresfuertestrompetazos.

Daba la casualidad de que Will Stutely y unos cuantos hombres de labanda se encontraban en un claro, no muy lejos de donde tenía lugar eledificanteespectáculo.Aloírelgriteríoylosgolpes,queparecíanllovercomoel granizo en invierno, se detuvieron a escuchar, preguntándose qué podríaestarocurriendo.

—Si no me equivoco —dijo Will Stutely—, se está librando una granbatalla a garrotazos no muy lejos de aquí. No quisiera perderme elespectáculo.

TodalapartidaseencaminóhaciaellugardedondeprocedíanlosruidosyestabanapuntodellegarcuandooyeronlostrescornetazosdeRobin.

—¡Rápido!—gritóel jovenDaviddeDoncaster—. ¡Nuestro jefeestáenpeligro!

Sin perder un instante, todos se lanzaron hacia delante, saliendo de laespesuraalcamino.

¡Quéespectáculocontemplaronentonces!Todoelcaminoestabablancodeharina, y enmedio se alzaban cinco figuras, también cubiertas de harina depiesacabeza,puestambiénsobreelmolinerohabíacaídounabuenacantidad.

—¿Qué se te ofrece, jefe?—preguntó Will Stutely—. ¿Y qué significatodoesto?

—¡Casinada!—gritóRobinHoodindignado—.Queestetraidorhaestadoa punto de matarme. Si no hubieras acudido tan aprisa, amigo Stutely, nohabríasalidodeésta.

Ymientraslosotrostresselimpiabanlaharinadelosojosylosdemáslosayudaban a sacudirse las ropas,Robin contó todo lo ocurrido; cómo habían

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querido gastarle una broma al molinero y cómo la broma se había vueltocontraellosdemaneratanlastimosa.

—¡Rápido, muchachos, coged al miserable molinero! —exclamó WillStutely,quecasiseahogabaderisa,comotodoslosdemás;variosproscritossujetaronalmolineroyleataronlosbrazosalaespaldaconcuerdasdearco.

—¡Ajá! —exclamó Robin Hood cuando trajeron ante él al temblorosomolinero—.¿Conquequeríasmatarme,eh,bellaco?¡ViveDiosque…!—aquíseinterrumpióysequedómirandoalmolineroconmiradaamenazante.Peroleresultóimposibleseguirenfurecidoyporfinempezóaparpadearyapesardetodossusesfuerzosestallóencarcajadas.

Cuandovieronreírasujefe, losdemásproscritosdejarondecontenersupropiarisayseecharonareírdetalmaneraquealgunosdeelloscayeronporlossuelos,incapacesdemantenerseenpie.

—¿Cómotellamas,amigo?—preguntóRobinalmolinero,queestabatanperplejocomosiseencontraraperdidoenunlaberinto.

—¡Ayseñor,soyMosquito,elhijodelmolinero!—respondióésteconvozasustada.

—Puedodar fe—declaróRobin,poniéndole lamanosobreelhombro—dequeereselmosquitomás terriblequehanvistomisojos.¿No tegustaríadejar tu polvoriento molino y unirte a mi banda? Vive Dios que valesdemasiadocomoparamalgastartuvidaentrelatolvaylarueda.

—Pues,sinceramente,simeperdonáislosgolpesqueosdisinsaberquiénerais,tendríamuchogustoenunirmeavos—respondióelmolinero.

—Entonces,puededecirsequeenunsolodíaheconseguidoreclutaralostres hombres más recios de todo Nottinghamshire —dijo Robin—. Nosreuniremosen tornoalárbolycelebraremosuna fiestaenhonordenuestrosnuevos amigos.Quizá unao dos copas de jerez puedan aliviar unpocomismaltrechos huesos, aunque puedo aseguraros que tardaré muchos días envolveraserelqueera—ydiciendoesto,emprendió lamarcha, seguidoportodalapartida,internándoseenelbosquehastaperdersedevista.

Aquellanocheseencendieronnumerosashoguerasenelbosque.YaunqueRobinylosdemásimplicados,conlaúnicaexcepcióndeMosquito,elhijodelmolinero, tenían el cuerpo lleno de chichones y magulladuras, no seencontrabantanmaltrechoscomoparanoparticiparenunafiestaenhonordelosnuevosmiembrosdelabanda.Yasí,entrecanciones,bromasyrisasqueresonaban hasta en los más recónditos rincones del bosque, la noche fuetranscurriendo con rapidez, como ocurre siempre en las ocasiones felices,hastaqueunoaunosefueronretirandoadormiryelsilenciocayódenuevo

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sobreelbosque.

Asísesucedierontrescuriosasaventurasenunsolodía,cadaunapisandolostalonesdelaanterior.

PerolalenguadelPequeñoJohnnuncafuefácildecontener,ypocoapocofuesaliendoalaluztodalahistoriadesuencuentroconelcurtidorylapeleade Robin contraWill Escarlata. Por eso os la he contado, para que podáisreíroscomomereíyo.

Sucedeamenudoenestavidaquelascosasmásseriasvienenmezcladasdetalmaneraconlasmásfrívolas,quealfinalloblancoylonegrodenuestrasvidasaparecencombinadoscomoenuntablerodeajedrez,delosquesirvenpara que la gente se apueste unas cervezas en la taberna durante las fríasnochesdelinvierno.

Así habría de ocurrirle a Robin Hood; a este día de acontecimientosfestivoslesiguióotroenelque,sinquefaltaraladiversión,setrataronasuntosmuchomásserios.Escuchad,pues,loquesigue.

****

CUARTAPARTE

DondesecuentacómoAllandeDalellegóapresenciadeRobinHoodycómoésteprometióayudarleensuscuitas,paralocualfueenbuscadelfrailedelaabadíadelaFuente.YdondeasimismorelatacómoRobinHoodconsiguióreuniralosdosenamorados,quedeotromodohabrían

sidodesdichadosduranteelrestodesusvidas.

I

RobinHoodyAllandeDale

Ya hemos referido cómo Robin Hood y el Pequeño John corrieron tresaventuras muy desafortunadas en el mismo día, que les acarrearon fuertesdoloresdehuesosy costillas.Acontinuaciónveremoscómo repararon tantodesaguisadoconunabuenaacción,quenodejódeocasionarleciertosdoloresaRobin.

Habían transcurrido dos días y el dolor empezaba a desaparecer de lasarticulacionesdeRobinHood,aunquecadavezquerealizabaunmovimientobruscoysinpensarsurgíaeldolorcomorecordándole:«¡Menudapalizaquetedieron,amigo!».

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Eraundíaalegrey luminoso,yel rocíoaúnnosehabíasecadosobre lahierba.Robin estaba sentado al pie del árbol de las reuniones; a un lado seencontraba Will Escarlata, tendido de espaldas y contemplando el cielodespejado,conlasmanoscruzadasbajolacabeza;yalotroladosesentabaelPequeño John, transformando en bastón una rama de árbol; a su alrededor,sentadosotumbadosenlahierba,habíaotrosmuchosmiembrosdelabanda.

WillScathelock,quesiempreibatancargadodehistoriasyleyendascomoun huevo de sustancia, estaba narrando las aventuras que le acontecieron alvaliente sirCarodoc delBrazoEncogido en los tiempos del reyArturo, susamorescon ladamadesucorazóny laspruebasysufrimientosquepasaronporcausadeesteamor.Esposiblequealgunaveztengáisocasióndeleerestaedificante historia, pues aparece en numerosos cuentos y baladas, tanto enlenguajecortesanocomoenversopopular.Todosescuchabansinpronunciarpalabra, y cuando el relato concluyómuchos suspiraron, conmovidos por lavalentíadelcaballeroysunoblesacrificio.

—Siempre resulta de gran provecho—comentóRobinHood— escucharlasandanzasdeaquelloshéroesdeotros tiempos.Cuandounoescuchaestosrelatos,sienteensualmaunavozquedice:«Mídeteporesteraseroyprocurahacertúlomismo».Ciertamente, jamáslograremoscomportarnosdemaneratannoble,perosóloconintentarloyanoshacemosmejores.RecuerdoloquesolíadecirelviejoSwanthold:«Elquesaltaqueriendoatraparlaluna,aunqueno lo consiga, salta muchomás alto que el que se agacha para recoger unpeniqueenelfango».

—Sin duda, ése es un pensamiento muy elevado—dijoWill Stutely—.Peronoobstante, querido jefe, el primerono consiguenadamientrasque elotroconsigueunpenique,ysinelpeniquelomásprobableesqueseacuesteconelestómagovacío.Estashistoriasestánmuybienparaescucharlas,peroyodigoquenosirvencomoejemplo.

—¡PorlosclavosdeCristo!—exclamóRobin—.¡Unoconsigueengendrarunpensamientotanelevadoqueseremontahastaelcieloyvosotroslohacéiscaerdenaricesenelpolvo!Noobstante, tucomentarioha sidomuyagudo,querido Stutely. Y puesto que me hacéis descender a cuestiones terrenales,ahora caigo en que no hemos invitado a nadie a cenar desde hace muchotiempo.Nuestroscaudalesvanmenguandoyhacemuchoquenocobramosunrescate.Asíqueponteenmovimiento,amigoStutely,escogeseishombresyacercaos a FosseWay, para ver si encontráis por allí a alguien que venga acenarconnosotros.Mientrastanto,iremospreparandoungranbanqueteparahonrarcomosemerecealinvitado.Unmomento,Stutely:megustaríaquetellevarasaWillEscarlata,paraquesevayafamiliarizandoconlascostumbresdelbosque.

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—Teagradezcomucho, jefe—dijoStutely,poniéndoseenpie—,quemehayas escogido para esta aventura. La verdad es que se me empezaban aablandarlosmúsculosdetantoestartumbadosinhacernada.Encuantoalosseis, también me gustaría llevarme a Mosquito el molinero y a Arthur deBland, pues, como tú bien sabes, son hombres de primera manejando unbastón.¿Noescierto,PequeñoJohn?

Todosseecharonareíraloíresto,exceptoRobinyelPequeñoJohn,quenoparecieronapreciarlabroma.

—Puedo responder por Mosquito —dijo Robin— y también por misobrinoWill.Estamismamañana he revisadomis costillas y aún siguen detantoscolorescomolacapadeunmendigo.

Después de escoger a otros cuatro hombres,Will Stutely y su partida sepusieronenmarchahaciaFosseWay,conlaintencióndeencontraralgúnricoinvitadoparaelbanquetedeRobin.

Durantetodoeldíapermanecieronocultosalbordedelcamino.Cadaunodeellosllevabaunabuenaracióndecomidafríayunabotelladericacervezademarzoparaaplacarelestómagohastalahoradevolver.Asípues,llegadoelmediodía, todos se sentaron sobre la hierba, a la sombra de un arbusto deampliasramas,ycelebraronunpequeñoyalegrebanquete;traslocual,unodeellossequedódeguardiamientraslosdemásechabanunasiesta,pueseldíacalurosoinvitabaaello.

Así fueron transcurriendo apaciblemente las horas, pero sin que ningúncandidatode sugustoasomara lacaraen todoel tiempoquepermanecieronallí escondidos.Muchas personas recorrían aquel día el polvoriento camino:un grupillo de alegres comadres charlando animadamente, un afanosohojalatero, un pastor despreocupado, un recio campesino… todos pasabanmirandohaciadelante,sinadvertiralossietebandolerosescondidostancercadeellos.Habíamuchoscaminantesdeestetipoaqueldía,peroniunsoloabadgordinflón, ni un rico terrateniente, ni un usurero cargado de dinero maladquirido.

Porfinelsolempezóadescender, tiñendoelcieloderojoyproyectandolargassombras.Elsilenciosefueextendiendomientraslospájarosserecogíanen sus nidos, y sólo se oía a lo lejos,muy débil peromuy claro, el cánticomelodiosodeunalecheraquellamabaalasvacasparaordeñarlas.

EntoncesWillStutelysepusoenpie.

—¡Qué negra suerte la nuestra! —exclamó—. Todo el día aquíemboscadosynosenoshapuestoatironiunasolapiezadignadelesfuerzo.Si hubiera salido yo solo para cualquier recado sin importancia, me habríaencontradounadocenadecurasgordosynomenosdeveinteprestamistascon

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la bolsa hinchada a reventar. Siempre lo mismo: jamás escasean tanto losciervos como cuando uno tiene ya tendido el arco. Vamos, muchachos,recogedtodoydevueltaacasa.

Los demás se levantaron también, salieron de entre los matorrales yemprendieronelcaminoderegresoalbosquedeSherwood.

Después de haber recorrido una cierta distancia, Will Stutely, quemarchabaencabeza,sedetuvodeimproviso.

—¡Silencio!—ordenóWill,cuyooídoeratanagudocomoeldeunzorrodecincoaños—.¡Callad,muchachos!Mehaparecidooíralgo.

Todossedetuvieronyescucharonconteniendoelaliento,aunqueduranteunratonopudieronoírnada,puessuoídonoeratanfinocomoeldeStutely.Por fin oyeron un sonido débil ymelancólico, como el de alguien que estálamentándose.

—¡Ajá! —dijo Will Escarlata—. Esto hay que investigarloinmediatamente.Alguienseencuentraenapurosmuycercadeaquí.

—No sé —dijo Will Stutely, meneando dubitativamente la cabeza—.Nuestro jefe nunca se lo piensa dos veces antes de meter el dedo en aguahirviendo, pero yo, por mi parte, no veo ninguna ventaja en meternosinnecesariamenteenunlío.Esaesunavozdehombre,sinomeequivoco,yunhombredebesaberresolverporsísolosusproblemas.

En realidad,Will Stutely sólo era sincero a medias, pero era cierto quedesdesuapuradaescapatoriade lasgarrasdel sheriff sehabíavueltomuchomásprudente.

EntonceshablóelimpulsivoWillEscarlata.

—¡Deberías avergonzarte de hablar de ese modo, Stutely! Quédate siquieres,peroyovoyaverquéesloqueafligeaesapobrecriatura.

—Notandeprisa—dijoStutely—.Teapresurastantoasaltarquetecaerásde narices en la zanja. ¿Quién te ha dicho que yo no quiera ir? Vamos,seguidme—ydiciendoestosepusoenmarcha,seguidoporlosdemás,hastallegaraunpequeñoclaroenelbosque,dondeunarroyueloquebrotababajolaespesuradelasmatasformabaunestanquedeaguascristalinas.Alaorilladeesteestanque,bajo las ramasdeunsauce,habíaun joven tendidodecaraalsuelo, sollozando en voz alta. Aquel era el sonido que habían captado losreceptivos oídos de Stutely. El joven tenía enredados sus rubios cabellos ydesordenadaslasropas;todoenéldenotabaaflicciónydesconsuelo.Sobresucabeza,colgadadelasramasdelsauce,pendíaunarpademaderanobleconincrustacionesdeoroyplataqueformabanfantásticosdiseños.Juntoaélseveíaunarcodefresnoymediadocenadeflechasperfectamenterectas.

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—¡Hola!—gritóWillStutelyalsalirdeentre losárboles—.¿Quiénsois,amigo,quedetalmodoyacéis,matandolahierbaconaguasalada?

Aloírlavoz,eldesconocidosepusoenpiedeunsalto,empuñandoelarcoy montando una flecha a toda prisa, listo para hacer frente a lo que se lepudieravenirencima.

—¡Pardiez! —exclamó uno de los proscritos al ver el rostro deldesconocido—.¡Yoconozcoaestepájaro!Esuntrovadoralquetengovistomás de una vez por estos alrededores. Hace tan sólo una semana le viretozandoporlacolinacomounaciervaencelo.¡Menudapintatenía,conunaflorenlaorejayunaplumadegalloenlagorra!Peromedalaimpresióndequenuestrogallohaperdidosusalegresplumas.

—¡Bah!—dijoWill Stutely, acercándose al joven—. ¡Límpiate los ojos,hombre! No soporto ver a un tipo alto y fuerte lloriqueando como unachiquilla de catorce años que ha encontrado un pajarillo muerto. ¡Baja esearco,idiota,noqueremoshacerteningúndaño!

Pero Will Escarlata, al ver que el desconocido, de aspecto juvenil einocente,sesentíaheridoporlaspalabrasdeStutely,seacercóaélylepusolamanosobreelhombro.

—Nocabeduda,pobremuchacho,dequeestáisenapuros—dijoentonoamable—.No hagáis caso de lo que han dichomis compañeros. Son gentedura,perodebuencorazón.Esposiblequenoentiendanaunmuchachocomovos.Serámejorquevengáisconnosotros,ypuedequeencontremosaalguiencapazdeayudarosenvuestrascuitas,cualesquieraqueéstassean.

—Sí,enverdad,quevenga—gruñóWillStutely—.Noosharemosningúnmalypuedequeoshagamosalgúnbien.Descolgadvuestro instrumentodelárbolyacompañadnos.

El joven hizo lo que le decían y, con la cabeza gacha y los andaresfúnebres,sefueconellos,caminandoalladodeWillEscarlata.

La pequeña partida prosiguió su ruta a través del bosque. La luz ibaapagándose en el cieloyunadensa cortinagris iba cayendo sobre todas lascosas. De los rincones más profundos del bosque llegaban los sonidossusurrantesdelanoche;elrestoerasilencio,conlaúnicaexcepcióndelruidodelaspisadassobrelashojassecascaídaselinviernoanterior.Porfinvierondelante de ellos un resplandor rojizo que brillaba entre los árboles, y unmomentodespuésllegaronalamplioclaro,bañadoyaporlaluzdelalunaEnel centro del claro crepitaba una gran hoguera, que esparcía su resplandorrojizo en todas direcciones. Sobre el fuego se asaban jugosas piezas devenado, faisanes, capones y pescados del río. El aire estaba saturado deldeliciosoaromadelosasados.

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La partida atravesó el claro mientras todos se volvían a mirarlos concuriosidad,aunquenadiehablónipreguntónada.Yasí,conWillEscarlataaun lado y Will Stutely al otro, el joven desconocido llegó hasta donde seencontraba Robin Hood, sentado en el musgo bajo el gran árbol de lasreuniones,conelPequeñoJohndepieasuderecha.

—¡Buenas noches tengáis, amigo! —dijo Robin Hood cuando el otroestuvobastantecerca—.¿Cómoesquemehonráisconvuestrapresenciaenestedía?

—¡Ay,nolosé!—respondióelmuchacho,mirandoasualrededorconojosdeasombro,puesestabamaravilladodeloqueveía—.Adecirverdad,nosésiestoysoñando—añadióenvozbaja.

—No lo creáis —dijo Robin Hood, echándose a reír—. Estáis biendespierto, como pronto comprobaréis, y estamos preparando una fiesta paravos.Soisnuestroinvitadodehonor.

Eljovenseguíamirandoasualrededor,comoensueños.PorfinsevolvióaRobinydijo:

—Creo entender dónde estoy y lo que me ha ocurrido. ¿No sois, porventura,elfamosoRobinHood?

—Habéisdadoenladiana—respondióRobin,palmeándoleelhombro—.Asíescomomellamanlasgentesdeestoslugares.Ypuestoquemeconocéis,sabréis sin duda que todo aquel que acude a mis banquetes debe pagar lacuenta.Confíoenquetraigáislabolsabienllena,forastero.

—¡Ay!—suspiróéste—.No tengonibolsanidineroconque llenarla, siexceptuáisunamonedadeseispeniquespartidaporlamitad,cuyaotramitadreposaenelsenodemibienamada,colgadodesucuelloporunhilodeseda.

Al oír este discurso, estalló una carcajada general, mientras el pobremuchachoparecíaqueibaamorirsedevergüenza.PeroRobinHoodsevolvióindignadohaciaWillStutely.

—¿Quéesesto?—preguntó—.¿Esteeselinvitadoquehastraídoparaquenosllenelabolsa?Pocasustanciasacaremosdeestepollo.

—No, jefe—respondióWillStutely, sonriendo—.Noesmi invitado;hasidoWill Escarlata quien le trajo aquí. No obstante, quizá recuerdes ciertaplática que tuvimos esta mañana acerca del deber y de los que buscanpeniquesenelbarro,ymepareceamíqueaquí tenemosunabuenaocasiónparapracticarlacaridad.

Entonces tomó la palabra Will Escarlata, para contar cómo habíanencontradoalmuchachosumidoenelmásprofundodesconsuelo,ycómolehabían traído ante Robin, pensando que quizá él pudiera ayudarle en sus

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tribulaciones. Y por fin Robin se volvió hacia el joven, le puso una manosobreelhombroyloexaminódetenidamente.

—Unrostrojuvenil—dijoenvozbaja,comoparasímismo—.Unrostroagradable,unbuenrostro.Tanpurocomounadoncellay tanatractivocomopuedadesearse.Perosivuestroaspectonomeengaña,eldoloratacaporigualajóvenesyviejos.

Aloírestaspalabras,pronunciadasentonotanamable,losojosdelpobremuchachosellenarondelágrimas.

—No, no —se apresuró a decir Robin—. Animaos, muchacho; estoyseguro de que vuestro caso no será tan desesperado que no podamosencontrarlesolución.¿Cómoosllamáis?

—AllandeDale,señoría.

—AllandeDale—repitióRobinpausadamente—.AllandeDale.Medalaimpresióndeque esenombreno esdel todo extrañoparamisoídos.Sí, sinduda sois el trovador del que hemos oído hablar últimamente, cuya vozcautivaatodoelquelaescucha.¿AcasonovenísdelvalledeRotherstream,másalládeStavely?

—Síseñor,deallávengo—respondióAllan.

—¿Quéedadtenéis,Allan?—preguntóRobin.

—Tengotansóloveinteaños.

—Me parecéis demasiado joven para estar tan afligido —dijo Robin,amablemente; y luego, volviéndose a sus hombres, ordenó—: ¡Venga,muchachos,moveos! ¡Adelante con la fiesta!Tú,WillEscarlata, y tú, John,quedaosaquíconmigo.

Ycuandotodossehubieronmarchadoarealizarsustareas,Robinvolvióadirigirsealjoven.

—Y ahora, joven amigo—dijo—, contadnos vuestro problema con todaconfianza Una buena charla siempre alivia las penas del corazón; es comoabrirlacompuertacuandolapresadelmolinoestállena.Venid,sentaosjuntoamíyhabladsinreparos.

Entonces el joven contó a los tres proscritos todo lo que le preocupaba,primero con palabras y frases entrecortadas, y luego con más soltura yconfianza,alverquelostresescuchabancongranatenciónloquedecía.LesexplicóquehabíallegadoalvalledeRotherprocedentedeYork,recorriendoelpaíscomohacenlostrovadores,queahorasedetienenenuncastillo,luegoenunsalón,ydevezencuandoenunagranja.Habíapasadounaagradableveladaenciertacasasolariega,cantandoparaelseñorysuhija,unadoncella

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tanpurayencantadoracomolanieveenprimavera.¡Conquédevociónhabíatocadoycantadoparaella,yconquéatenciónhabíaellaescuchadosucanto,dandomuestrasdesuamor!Siguiócontando,envozbajaysoñadora,nomásaltaqueunsusurro,cómolahabíaseguidoviendo,procurandoencontrárselacuandoellasalíadesucasa,aunquesiempresentíamiedoensupresenciaynose atrevía a hablar con ella, hasta que un día, a las orillas delRother, él seatrevió por fin a hablarle de su amor, y la respuesta de ella hizo vibrar dealegríatodaslasfibrasdesuser.Habíanpartidoporlamitadunamonedadeseispeniques,quedándosecadaunoconuntrozoyjurándosefidelidadeterna.

ContóacontinuaciónqueelpadredeellahabíadescubiertoloqueocurríaentreélyEllenysehabíallevadoalamuchachaparaquenopudieranverse.Yqueaquellamismamañana,habiendotranscurridoyamesymediodesdelaúltimavezquelavio,sehabíaenteradodequeEllenibaacasarsedentrodedosdíasconelviejosirStephendeTrent,matrimonioquesupadre juzgabamuyconveniente,aunqueellaseopusiera.Yañadióquenoleextrañabanadaque el anciano caballero quisiera casarse con su amada, teniendo en cuentaquenoexistíaotramujertanhermosaentodoelmundo.

Lostresforajidosescuchabanensilencio,aunqueasualrededorresonabanvocesyrisasportodaspartes,yelrojoresplandordelfuegolesdabaenplenacara. Las palabras eran tan sencillas y su pena tan profunda, que hasta elPequeñoJohnsintióunnudoenlagarganta.

—No me extraña que esa muchacha os ame —comentó Robin tras unbreve silencio—.Sinduda lleváisunacruzdeplatabajo la lengua, comoelbendito sanFrancisco, que era capazde cautivar a las avesdel cielo con suconversación.

—¡Por la sangre demis venas!—exclamó el Pequeño John, tratando deocultarsussentimientosconpalabrasairadas—.¡MeestánentrandoganasdeacabarapalosconlamiserablevidadeeserepulsivosirStephen!¡Peroquéseha creído! ¡Qué desfachatez! ¿Acaso piensa el viejo carcamal que puedecomprarunadoncellacomoquiencompraunpolloenelmercado?¡Quetengacuidado!Voya…¡Bueno,quetengacuidado!

EntonceshablóWillEscarlata:

—Nodejadesorprendermelasumisióndeladoncella,quetanfácilcedealos deseos de otro, ymás considerandoque se trata de contraermatrimonioconunvejestoriocomosirStephen.Esonomegusta,Allan.

—Lajuzgáismal—dijoAllanprontamente—.EstandulceygentilcomounapalomaLaconozcomejorquenadie.Obedecerálasórdenesdesupadre,pero si se casa con sirStephen se le romperá el corazónymorirá. ¡Queridamía!Yo…—seinterrumpióysacudiólacabeza,incapazdeseguirhablando.

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Mientras los otros hablaban, RobinHood se había sumido en profundasreflexiones.

—Creoquetengounplanquepodríadarresultadoenvuestrocaso,Allan—dijo—. Pero antes decidme: ¿creéis que vuestra enamorada tendría valorsuficiente para casarse con vos si os encontrarais juntos en una iglesia, sehubieranpublicadolasamonestacionesyhubierauncuradispuesto,aunquesupadreseopusieraalaboda?

—Estoysegurodeello—declaróAllansolemnemente.

—Entonces, si su padre es la clase de hombre que yo creo que es, meencargaré dequeos dé subendición comomaridoymujer, olvidándosedelviejosirStephen.Pero,altoahí,hayunacosaqueaúnnohemosresuelto:elcura La verdad es que no gozo de grandes simpatías entre el personaleclesiástico,ytratándosedeunasuntosemejanteesprobablequesemuestrenreacios a acceder a mis deseos. Y los frailes humildes tendrán miedo dehacermeunfavorportemoralabadoalobispo.

—Nohayproblema—dijoWillEscarlataechándoseareír—.Sisetratadeeso,conozcoaciertofraileque,silocogemosenbuenmomento,seprestaráaello aunque la mismísima papisa Juana tratara de impedírselo. Me estoyrefiriendoalfrailedelaabadíadelaFuente,enelvalledelaFuente.

—¡Pero la abadía de la Fuente está por lo menos a ciento cincuentakilómetrosdeaquí!—exclamóRobin—.Siqueremosayudaraestemuchachonotendremostiempoparallegarhastaallíyvolverantesdequesuamadasecaseconotro.Conesonoganaremosnada,viveDios.

—Sí—dijoWillEscarlatasindejardereír—,peroestaabadíadelaFuentenoestátanlejoscomolaquetúdices,tío.LaabadíadelaFuentedelaqueyohablo no es tan rica e importante como la otra, sino una simple celda; sinembargo,eselagujeromásacogedorenelquejamásvivióanacoretaalguno.Conozcobienellugarypuedoguiaros;hayunabuenadistancia,perounbuenpardepiernaspodríanhacerelviajedeidaydevueltaenundía,creoyo.

—Entonces, dame lamano,Allan—dijoRobin—, y os juro por el haloradiante de santa Elfrida que de aquí a dos días Ellen deDale será vuestraesposa.Mañanamismoiréabuscaraesefrailedelaabadíayosgarantizoquelepillaréenunbuenmomento,aunquetengaquehacerlobuenoapalos.

Aloíresto,WillEscarlataseechóareírdenuevo.

—Noestéstansegurodeello,tío—dijo—.Noobstante,porloqueyosédeél,creoqueestefraileunirádebuenaganaadosgentilesenamorados,enespecialsidespuésdelabodahayabundantecomidaybebida.

En aquel momento, uno de la banda se acercó a decir que el banquete

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estabaservidosobrelahierba,yelgrupillo,encabezadoporRobin,seunióala fiesta. Fue una cena muy alegre, donde se intercambiaron toda clase debromasyrelatos,entrerisasqueatronabanelbosque.YAllanreíacomolosdemás,pueselcolorhabíavueltoasusmejillasconlasesperanzasqueRobinlehabíadado.

Cuando por fin terminó el banquete, Robin se dirigió a Allan, que sesentabajuntoaél.

—Yahora,Allan—dijo—,tantohemosoídohablardevuestrocantoquenos gustaría escuchar personalmente una muestra. ¿No podríais ofrecernosalguna?

—Con mucho gusto —respondió Allan, que no era ningún cantor detercera,aquienhayqueinsistirleunayotravezparaquecante;élrespondía«sí» o «no» a la primera.Así pues, tomando su arpa, hizo correr los dedossobrelascuerdasmientrastodosloscomensalesguardabansilencio.Yluego,acompañándoseconlasdulcesnotasdesuinstrumento,cantólosiguiente:

LABODADEMAYELLEN

(Dondesecuentacómofueamadaporunbellopríncipe,quelallevóasucasa).

I

DebajodeunespinoestabaMayEllen.

Cuandosoplabaelviento,entornoaellacaían

cataratasdefloresalsuelocomonieve.

Yenuntilocercano

seoíaeldulcecanto

deunmisteriosopájarosilvestre.

II

«¡Ohcuándulce,cuándulce,quécantotanamable!

¡Quédulceslasestrofas,melancólicoelverso!»

Acausadeldulcísimodolor,aMayEllen

elcorazónsensibleseleparóenelpecho.

Yasí,escuchandoconelrostroatento,

permaneciósentada,inmóvilcomounmuerto.

III

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¡Bájatedelasramas,pajarillo!

Desciendedetuárbol.

Yoteamaréytedejaréposarte

sobremicorazónenamorado.

AsíhablabaMayEllen,susurrandoenvozbaja,

debajodelespino,defloresmilnevado.

IV

Yelavedescendióconalastemblorosas

delespinoflorido.

Yseposóensupechodealabastro.

«¡Amormío,amormío—gritabaella—.Amormío!».

Y,volviendoasucasaentreelsolylasflores,

lollevóasuglorietacomoaunnido.

V

Eldíadejópasoalalánguidanoche,

ylapálidalunasobreelvalleflotaba.

Ydepronto,asuluzsolemneyblanca,

ensilencioseyergue

unjovendebellezaextraordinaria

dentrodelaglorietadelabellaMayEllen.

VI

Quedosedepiesobreelfríopavimento

queelrayodelalunareflejaba.

MayEllenlemirabaconojosasustados.

Nopodíaapartardeélsumirada,

puesélseguíaallídepie,ensilencio,

igualquelosespíritusquevemosenlossueños.

VII

Ellalepreguntó:«¿Dedóndevienes?».

(Lopreguntóenvozbajaysinaliento).

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«¿Eresunavisión,criaturademissueños,

oeresacasounserdecarneyhueso?»

Yélhablósuavemente,comoelvientonocturno

quepasaentrelascañasalaorilladelrío.

VIII

«Comopájaroalado—respondiole—,

delPaísdelasHadashevenido;

esepaíslejanodondelasaguascantan

enlaorilladoradadelmarydelosríos.

Allíestánsiempreverdeselárbolylahierba,

ymimadreeslareinadelasHadas».

IX

MayEllenyanosaledesubreveglorieta

acontemplarlasflores.

Peroenlasilenciosahoranocturna

conversarselaoye,

ytambiéncuandobrillablanquísimalaluna,

selaoyecantaramedianoche.

X

«Veaponertetussedasytusmejoresjoyas

—aMayEllenledijoundíasumadre—.

MiraqueestállegandoaquíelseñordeLyne

conélvasacasarte».

PerodijoMayEllen:«Imposible.

Nuncaserésuesposanidenadie».

XI

Hablóentoncessuhermano,severoeirritado:

«¡Porelbrillantesolquenosalumbra,

queantesdequehayatranscurridoundía

elpájaromalditoiráalatumba!

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Puestehacausadoundañopernicioso

consusencantamientosmisteriosos».

XII

Entonces,conuncantomelancólicoytriste,

alejosevolandoelpajarillo,

atravésdeloscielosgrisesyturbulentos,

ysobrelosalerosdelcastillo.

«¡Perobueno!—exclamóelhermanoairado—.

¿Porquémirasasíaesepajarraco?».

XIII

EldíadelabodadeMayEllen

elcieloestabaazulydespejado,

ymuchasbellasdamas,consusnoblesseñores,

enlaiglesiasehabíancongregado.

EraelnoviosirHughelAtrevido,

eibadesedayorobienvestido.

XIV

Conlaguirnaldablancaentornodelafrente

yvestidadeblancollególanoviaaltemplo,

losojosextraviados,lamiradavidriosa,

ypálidalacaracomounmuerto.

Ycuandoestabaenmediodeaquellaceremonia,

entonóunacanciónmaravillosa.

XV

Seoyóentoncesunrarosonidoviolento

semejantealrugidodelvientohuracanado,

ynuevecisnesdevelocesalas

porlasgrandesvidrierasabiertaspenetraron.

Volaronporencimadelamareahumana,

surcandolapenumbracomobrillantesráfagas.

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XVI

EntornoalacabezadeMayEllenvolaron

describiendoamplioscírculos,ydieron

tresvueltas,dibujandounarcodilatado,

mientraslosinvitadosmirabanensilencio.

Einclusoelsacerdote,queanteelaltarestaba,

murmurabaoracionesmientrassesantiguaba.

XVII

Perocuandoacabarondedarlaterceravuelta,

desvaneciosealpuntolabellaMayEllen.

Yensusitio,enelsuelo,

tansóloquedóuncisneblancocomolanieve,

queconunacancióndeamorapasionada

uniosevelocísimoalabandadaalada.

XVIII

Hayancianosquehanidoamuchasbodas

durantemuchosaños,

perobodatanmágicacomoésa

ensuvidajamáshanpresenciado.

Sinembargoentretodosdetenernolograron

aloscisnesquealanoviasellevaron.

Cuando Allan de Dale terminó de cantar, ni un solo sonido rompió elsilencio; todos se quedaron mirando al joven cantor, pues su voz era tanmelodiosa y su música tan dulce que hasta el último de los proscritospermanecía inmóvil, conteniendo el aliento, por miedo a perderse una solanotaqueaúnpudierasonar.

—¡Por la fedemisantepasados!—exclamópor finRobin,emitiendounprofundo suspiro—.Muchacho, sois… ¡No tenéis quedejarnos,Allan! ¿Porquénoosquedáisconnosotrosaquíenelbosque?Enverdadosdigoquemeinspiráisunprofundoafecto.

EntoncesAllancogiólamanodeRobinylabesó.

—Me quedaré aquí con vos para siempre, querido señor—dijo—, pues

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nuncaheconocidobondadsemejantealaquehoymehabéisdemostrado.

Aloíresto,WillEscarlatayelPequeñoJohnseapresuraronaestrecharlelamanoaAllanenseñaldeamistad.YasífuecómoelfamosoAllandeDaleentróaformarpartedelabandadeRobinHood.

II

RobinvaenbuscadelfrailedelaFuente

LosalegresbandolerosdelbosquedeSherwooderangentemadrugadora,sobre todo en verano, pues en esta época las primeras horas del día sonsiempre las más hermosas, cuando el canto de los pájaros resulta másarmonioso.Asípuesmuydemañana,Robindijo:

—VoyahoramismoenbuscadeesefrailedelaabadíadelaFuentedelquehablamosanoche,ymellevaréacuatrodemismejoreshombres,queserán:elPequeñoJohn,WillEscarlata,DaviddeDoncasteryArthurdeBland.Elrestodevosotrosquedaosaquí;WillStutelyseráeljefemientrasyoestéausente.

Acontinuación,Robinseenfundóunacotadefinamalladeacero,sobrelacualsepusounacasacaligeradepañoverde.Seencasquetóenlacabezaunyelmodeaceroylocubrióconotrodecueroblando,adornadoconunavistosaplumadegallo.Secolgódelcostadounamagníficaespadadeacerotemplado,con la hoja llena de grabados que representaban dragones,mujeres aladas yotrasextravagancias.Asíataviado,Robinpresentabaunamagníficaestampa,en la que el sol arrancaba reflejos acerados por aquí y por allá cuando susrayos caían sobre algún fragmento de la cota demalla que asomaba bajo lacasacaverde.

Terminados los preparativos, Robin y sus cuatro acompañantesemprendieron el camino.Will Escarlata iba en cabeza, pues conocía la rutamejorqueningúnotro.Caminaronkilómetros,atravesandoarroyosycaminosbañadosporelsol,recorriendoumbrosossenderosforestalescubiertosporundoseldehojasverdesycobrizas,pisandoramasyhojassecasquecrujíanbajosuspies.Siguieronsucamino,cantandoyriendo,hastapasadoelmediodía,ypor fin llegaron a la orilla de un río de aguas cristalinas y cubiertas denenúfares.Siguiendolaorillahabíaunsenderodetierraapisonada,queservíapara los caballos que tiraban de las barcazas llenas de grano y otrasmercancíasqueviajabandesdeelcampoalaciudaddemúltiplestorres.Peroenaquelmomento,conelcalordelmediodía,nohabíanihombresnicaballosalavista.Antesusojosseextendíaelrío,cuyaplácidasuperficieseagitabaaquíyalláporefectodeunaligerabrisa.Lasorillasestabanflanqueadaspor

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hilerasdematasde juncos,ya lo lejosbrillabanalsol las tejasrojasdeunaalta torre que se recortaba contra el cielo azul. Ahora caminaban con máscomodidad, pues el sendero estaba duro y bien nivelado. A su alrededor ysobrelasuperficiedelaguarevoloteabangolondrinasquepescabanarasdelasuperficie,y las libélulasvolabandeunladoaotrohaciendoresplandeceralsol sus brillantes colores; de vez en cuando, una garza solitaria salíachapoteando y gritando de su escondite entre los juncos y espadañas de laorilla.

—Y ahora, tío—dijo por fin Will Escarlata, cuando ya llevaban algúntiempo caminando a lo largo de la orilla—, detrás de aquella curva hay unvado poco profundo, que en ninguno de sus puntos llega a cubrir más demedia pierna, y al otro lado de este río hay una cierta ermita, oculta en laespesura,dondehabitaelfrailedelvalledelaFuente.Osguiaré,aunquenoesdemasiadodifícilencontrarla.

—¡Vaya!—se lamentóRobinHood,parándosebruscamente—.Dehabersabidoquetendríaquemetermeenelagua,aunsiendotancristalinacomoladeestearroyo,mehabríavestidodeotromodo.Enfin,noimporta;alfinyalcabounbañonomemataráyloquedebehacerse,debehacerse.Esperadaquí,amigos;megustaríaocuparmedeesteasuntoyosolo.Peroestadatentosysioíssonarmicuernodecaza,acudidatodaprisa.

—¡Siemprelomismo!—protestóelPequeñoJohn—.Siempretereservasparatilasaventuras,mientrasnosotros,indignosdecompararnoscontigo,pormuchoquenosgustaríacompartirlas,tenemosquequedarnossentados,dandovueltasalospulgares.

—¡No,PequeñoJohn!—respondióRobin—.Estaaventura,queyosepa,noencierraningúnpeligro.Yaséqueteencantameterteenlíos,peroestavezte ruegoquehagas loque tedigo—yconestaspalabras, sedio lavueltayechóaandarsolo.

Acababadedoblar la curva,quedandoocultode lavistade sushombrescuando se detuvo de pronto, pareciéndole que había oído voces. Se quedóinmóvil, escuchando, y por fin logró distinguir lo que parecía unaconversaciónentredoshombres,aunquelasdosvoceseranasombrosamenteparecidas.Lossonidosllegabandesdedetrásdelaorilla,queenaquelpuntoerabastantealtayempinada,aunosdiezpasosdelasmatasdejuncos.

—¡Qué extraño! —murmuró Robin para sí mismo cuando las vocesdejaron de hablar—. Parecían dos personas que hablaban entre sí, y sinembargosusvocessonabantremendamenteparecidas.ViveDiosquenuncaenmividaheoídonadasemejante.Simeguiaratansóloporlasvoces,diríaquesetratadedosgemelostanigualesentresícomounpardeguisantes.Habráqueinvestigarestomásafondo—ydiciendoesto,seacercóensilencioala

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orilladelríoysetendióenlahierbaparamirarporencimadelborde.

Laorillaseveíafrescaysombreada.Enellacrecíaunamatadejuncosquesecurvabansobreelaguaformandounaespeciedearcoprotegido,yatodosualrededorcrecíanhelechosplumosos,comolosquesuelenencontrarseenloslugares sombreados.LanarizdeRobinpercibió el suave aromadel tomillo,típicodelasriberashúmedas.Yallí,consusanchasespaldasapoyadaseneltroncorugosodeunsauce,medioescondidoporloshelechosquecrecíanentornosuyo,sesentabaunhombrefornidoymusculoso;noseveíaanadiemás.Tenía lacabeza tanredondacomounapelota,cubiertaporunamatadepelorizadoycorto,queformabaflequillosobrelafrente.Sinembargo,lacoronillaestaba tan pelada como la palma de lamano, lo cual, unido a su hábito, sucapuchaysurosario,demostraba,encontradeloquesugeríasuaspecto,quesetratabadeunfraile.Teníalasmejillastansonrosadasybrillantescomouncangrejococido,apesardeestarcasicubiertasporunabarbanegraycerrada,quelecubríaigualmentelabarbillayellabiosuperior.Elcuelloeratangruesocomoeldeuntorodelnorte,yconectabasucabezaconunoshombroscasitananchoscomo losdelPequeñoJohn.Bajosuspobladascejasnegrasbailabandosojillosgrisesquenopodíanestarsequietosdepurobuenhumor.Resultabaimposible mirarle a la cara y no sentirse contagiado por la alegría de sumirada.Asuladoteníaunyelmodeaceroquesindudasehabíaquitadopararefrescarselacabeza.Teníalaspiernasextendidasysosteníaentrelasrodillasunenormepasteldecarnesdediversasclases,aderezadasconcebolla,ytodoellomezcladoconunaespesayapetitosasalsa.Enlamanoderechasosteníaungranpedazodepanquemordisqueabadistraídamente,ydevezencuandoacercaba la mano izquierda al pastel y la retiraba cargada de carne. Entrebocadoybocado,ledabatientosaunabotelladevinodeGreciaquetambiénteníaasulado.

«¡Portodoslossantos!—sedijoRobin—.¡ViveDiosquetengoantemisojoseltipomáscurioso,ellugarmásacogedor,elbanquetemássabrosoyelespectáculo más interesante de toda Inglaterra! Creí que encontraría a dospersonas,peropareceserqueestehombredeDioshablabasolo».

Robin continuó observando al fraile que, sin darse cuenta de que estabavigilado, seguía comiendo apaciblemente. Cuando terminó su almuerzo, selimpió lasmanos en los helechos y tomillo (y jamás rey alguno utilizó unaservilletatanfragante),recogiólabotellaycomenzóahablarconsigomismo,comosihubieraconélotrapersona, respondiéndosecomosiotro lehubierahablado.

—¡Ah,querido,ereselmejorcompañerodelmundoytequierocomounenamorado quiere a su novia! ¿No te da vergüenza hablarme así,aprovechandoque estamos solos?Noobstante, si quieres que te lo diga, yosientopor ti lomismoque túpormí.En tal caso, ¿no tomaríasun tragode

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buenvino?Túprimero,amigomío,porfavor.No,no,teloruego,endulzaelgolletecontuslabios—yaldeciresto,sepasólabotelladelamanoderechaalaizquierda—.Ah,puestoquemeobligas,tendréquecederatusdeseos,perolo haré con gran placer y beberé a tu salud—en este punto bebió un largotragodelabotella—.Yahora,queridoamigo,tetocaati—yvolvióapasarselabotelladelamanoizquierdaaladerecha—.Deacuerdo,amigomío,paraquegoces de tanta salud como túmedeseas…—yal decir esto, tomóotrotrago.Realmente,dabalaimpresióndequebebíapordos.

Mientras tanto, Robin seguía escuchando desde su escondite, aunque suestómago temblabade risade talmodoque tuvoque taparse laboca con lamanopara queno se le escapase una carcajada.No se habría perdido aquelespectáculoniaunqueledieranacambiomedioNottinghamshire.

Tras haber bebidode nuevo, el fraile siguió hablando consigomismo enlossiguientestérminos:

—Y ahora, querido, ¿por qué nome cantas una canción? Ay, no sé, notengolavozenforma,teruegoquenoinsistas.¿Nooyesquepareceelcroarde una rana?Nada de eso; tu voz es tanmelodiosa como la de un pinzón;vamos, te ruego que cantes;me gustamás oírte cantar que una buena cena.Oh,no,nomeatreveríaacantardelantedealguienqueposee tanmagníficavoz y conoce tantísimas canciones y baladas, como no las haymejores; noobstante, si insistes, haré lo que pueda. Aunque mejor sería que tú y yocantáramos una canción juntos. ¿Conoces una baladita que se titula Elenamoradoy la desdeñosa?Creo que la he oído alguna vez.Entonces, ¿porquénoteencargastúdelapartedeladamayyocantaréladelgalán?Nosécómosaldrá,perolointentaré;empiezatúconelgalányyoteseguiréconladoncella.

Entonces,alternandounavozfuerteyroncaconotraagudaychillona,elfraileempezóacantarlaalegrehistoriade:

ELJOVENENAMORADOYLADONCELLADESDEÑOSA

ÉL

¿Vendrásconmigo,amormío?

¿Serátuamoralfinmío?

Tedarécintasylazos

decolores,

teadoraréderodillas

ysóloaticantaré

miscanciones.

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Escucha,escucha,escucha,

oyealaaladaalondra,

escuchacómoarrulla

lacándidapaloma,

yelvistosonarciso

crecejuntoalaorilla,

asíquevenconmigo

ysémiamoryvida.

ELLA

Vete,jovenatractivo,

vete,tedigo,deaquí.

Miamorjamásserátuyo,

nohaynadaquehaceraquí,

puesnoeresbastantebueno

paramí.

Ymientrasnolleguealguien

quemegustemásquetú,

sigoasí.

Escucha,escucha,escucha,

oyealaaladaalondra,

escuchacómoarrulla

lacándidapaloma,

yelvistosonarciso

crecejuntoalaorilla,

masyonuncaseré

nituamornituvida.

ÉL

Entoncesiréabuscar

otrachicamásbonita,

pueslasmuchachasabundan

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enlavida.

Ynosabrásmásdemí,

niquedaréatadoati,

puesnoexisteflortanrara

niespecial

quenosepuedaencontrar

otraigual.

Asíqueescucha,escucha,

oyealaalegrealondra,

escuchacómoarrulla

lacándidapaloma,

yelvistosonarciso

crecejuntoalaorilla,

mientrassigobuscando

elamordemivida.

ELLA

Joven,tedasmuchaprisa

enbuscarotradoncella.

Quizámeprecipité

enhablardeesamanera,

sinhabermedecidido

todavía.

Y,sitequedasconmigo,

novolveréaamaraotro

enmivida.

Al llegar a estepunto,RobinHoodnopudocontenersemásyestallóenruidosascarcajadas;yluego,mientraselfraileproseguíaconlacanción,seleunióenelestribillo,cantando—o,pormejordecir,rugiendo—adúoconél.

Asíque,escucha,escucha,

oyealaalegrealondra,

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escuchacómoarrulla

lacándidapaloma,

yelvistosonarciso

crecejuntoalaorilla,

queyosiempreseré

elamordetuvida.

Eldúoseprolongóduranteunrato,puesalparecerelfrailenohabíaoídolarisadeRobinniencontrabaextrañalaintromisióndeunanuevavoz;conlosojosmediocerrados,mirandoalfrenteyoscilandolacabezaaunladoyaotroal ritmo de la música, siguió cantando hasta el final, rematado con untremendoruidoadosvocesquesedebiódeoíraunkilómetrodedistancia.Peroencuantohubocantadolaúltimapalabra,elfrailerecogiósuyelmodeacero,seloencasquetóenlacabezay,poniéndoseenpiedeunsalto,exclamóagrandesvoces:

—¿Quién está ahí espiando? Vamos, salid, engendro del diablo, y oscortaré en pedazos tan pequeños que cualquier ama de casa los tomaría porpicadillo para pasteles—yal tiempoquehablaba, sacóde entre sus hábitosunaespadatanimponentecomoladeRobin.

—Bajadvuestroafiladoacero,amigo—dijoRobin,poniéndoseenpie,conlágrimasderisaensusmejillas—.Dospersonasquetanbienseentiendenalcantar no deben reñir a continuación. Sin embargo, amigo mío, puedoasegurarosquelacanciónmehadejadolagargantatansecacomolosrastrojosenoctubre.¿Noosquedaráporcasualidadunpocodevinoenesabotella?

—Ya veo—respondió el fraile en tono hosco—que os invitáis solo sinesperar a que os ofrezcan. No obstante, me temo que soy demasiado buencristianocomoparanegarlebebidaalsediento.Asípues,echaduntrago—yletendiólabotellaaRobin.

Robinlatomósinmásceremonias,selallevóaloslabios,echólacabezahaciaatrásyduranteunbuenratonoseoyóotracosaque«glu,glu,glu».Elfraile contemplaba a Robin con inquietud, y cuando vio que terminaba learrebató la botella. La agitó, se la puso ante los ojos, la observó al trasluz,miró con reproche a Robin y se la llevó en silencio a los labios. Cuandoterminódebebernoquedabaniunagota.

—¿Conocéisbienestazona,santoyreverendopadre?—preguntóRobin,riendo.

—Enciertomodo—contestóelotrosecamente.

—¿YconocéisciertolugarllamadolaabadíadelaFuente?

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—Sí,enciertomodo.

—EntoncesquizáconozcáistambiénaunhombreconocidocomoelfrailedelaabadíadelaFuente.

—Sí,enciertomodo.

—En tal caso, buen amigo, reverendo padre, o lo que seáis—prosiguióRobin—, ¿podríais decirme si el susodicho fraile se encuentra en esta orilladelríooenlaotra?

—Talcomoyoloveo,elríonotienemásorillaquelaotra—respondióelfraile.

—¿Cómoeseso?—preguntóRobin.

—Vedlovosmismo—empezóel fraile,contandolosargumentosconlosdedos—.Laotraorilladelríoeslaotra,¿noesasí?

—Indudablemente,loes.

—Luegolaotraorillanoesmásqueunaorilla,¿noestáisdeacuerdo?

—Nadiepodríanegareso—admitióRobin.

—Luego,silaotraorillaesunaorilla,estaorillatienequeserlaotraorilla.Perolaotraorillaeslaotraorilla,yenconsecuenciaambasorillasdelríosonlaotraorilla.Quoderatdemostrandum.

—Verdaderamente, está muy bien razonado —reconoció Robin—. Peroesomedejaaoscurasrespectoasielfrailequebuscoseencuentraenlaorilladelríoenlaquenosotrosestamos,oenlaorillaenlaquenoestamos.

—Esaesunacuestiónpráctica—dijoelfraile—alaquenoseaplicanlasdoctas y elevadas leyes de la lógica. Os aconsejo que lo averigüéis con laayudadevuestroscincosentidos:lavista,eltactoytodoeso.

—Mesientoinclinado—dijoRobin,mirandopensativoalsocarrónfraile—acruzaresevadoyseguirbuscandoaesebenditofraile.

—A femía—dijo el otro, con aire piadoso— que se trata de un deseoencomiable por parte de alguien tan joven. Líbreme Dios de interferir envuestrasantabúsqueda.Amigomío,elríoestáalalibredisposicióndetodos.

—Sin embargo, reverendo padre —prosiguió Robin—, como veis, misropas son de lamejor calidad y nome gustaríamojarlas.Creo advertir quevuestroshombrossonanchosyrobustos.¿Notendríaislabondaddellevarmealotrolado?

—¡No,porlablancamanodeNuestraSeñoradelaFuente!—exclamóelfraile indignado—. ¿Cómo te atreves, so mequetrefe de poca monta, so

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miramelindo remilgado, so… no sé cómo describirte…, cómo te atreves apedirmeamí,alsantoTick,quete lleveacuestas?Votoa…—deprontoseinterrumpió y poco a poco la ira desapareció de su rostro y sus ojilloscentellearondenuevo—.¿Yporquéno?¿AcasoelbenditosanCristóbalsenegóalgunavezatransportaraunviajeroatravésdelrío?¿Cómopodríayo,pobre pecador, negarme a hacer otro tanto? Venid conmigo, forastero, ycumplirévuestrosdeseosconespírituhumilde—yconestaspalabrasechóaandar hacia el vado seguido por Robin, riendo para sus adentros como siestuvieradisfrutandodeunchistedivertidísimo.

Al llegar al vado, se arremangó el hábito hasta losmuslos, se encajó laespada bajo el brazo y se agachó para queRobin se subiera a sus espaldas.Perodeprontoseirguiódenuevo.

—Temoquevuestraespadasemoje—dijoelfraile—.Dejadquelalleveconlamía.

—No,reverendopadre—respondióRobin—.Noquierocargarosconmáspesoqueelmío.

—¿CreéisqueelbenditoSanCristóbalpensabaensupropiacomodidad?—dijo el fraile humildemente—. No, dadme vuestra arma como os digo, ycargaréconellacomopenitenciapormiorgullo.

Aloíresto,sinmásargumentos,Robinsedesprendiódelaespadayselaentregóalfraile,queselametióbajoelbrazojuntoconlasuya.EntonceselfraileseagachódenuevoycuandoRobinsehuboencaramadoasusespaldasseintrodujoenelaguayavanzósalpicandoporelvado,provocandoondasenlalisasuperficiedelagua.PorfinllegóalaotraorillayRobinsaltóágilmentealsuelo.

—Muchas gracias, reverendo padre—dijo—. Sois en verdad un santo yvenerablevarón.Osruegoquemedevolváismiespadaparaquepuedaseguirmicamino.Andounpocoapurado.

Entonces el fraile se quedómirando fijamente a Robin durante un buenrato, con la cabeza ladeada y una expresión burlona en su rostro; luego leguiñómuydespacioelojoderecho.

—Nadadeeso,jovenzuelo—dijoconsuavidad—.Nodudodequetengáisasuntosurgentes,peronohabéispensadoenlosmíos.Losvuestrossondetipocarnal; losmíos de naturaleza espiritual, unamisión divina, por así decirlo.Por añadidura, mis asuntos me requieren al otro lado del río. De vuestroempeño en encontrar a ese santo ermitaño deduzco que sois un hombre debien,queguardaeldebido respetopor la Iglesia.Yomehemojadoalveniraquí y mucho me temo que si tengo que vadear otra vez el río contraerécalambres y dolores reumáticos que estorbarán mis devociones durante

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muchosdías.Teniendoencuentaqueyooshetraídohastaaquíenunalardedehumildad,nomecabedudadequevososprestaréisencantadoallevarmeamí de vuelta. Como veis, san Goderico, el santo ermitaño cuya fiesta secelebra en este mismo día, ha puesto en mis manos dos espadas y en lasvuestras ninguna. Sed, pues, complaciente, mi joven amigo, y llevadme ahombrosalotrolado.

Robin Hood miró arriba y abajo, mordiéndose el labio inferior. Por findijo:

—Me habéis atrapado, astuto fraile. Permitid que os diga que ningúnclérigo se había burlado jamás de mí hasta hoy. Debí suponer por vuestroaspectoquenoeraistansantocomofingíaisser.

—Osruegoquenohabléistanalocadamente—interrumpióelfraile—,sinoqueréisexponerosaqueosmetaunapulgadadeaceroenelcuerpo.

—Tch,tch—dijoRobin—.Nodigáiseso,fraile.Elperdedortienederechoaexpresarsecomoleplazca.Devolvedmemiespadayosprometollevarosalaotraorilla.Nolevantaréelacerocontravos.

—Vamos, vamos—se burló el fraile—.Nome daismiedo, amigo; aquíestávuestroalfiler;yahorapreparaos,porqueempiezoatenerprisa.

Robin recuperó su espada y se la ciñó de nuevo a la cintura. Luego seagachóyelfrailemontósobresuespalda.

PuedoasegurarosqueaRobinletocóunacargamuchomáspesadaquealfraile; para colmo, no conocía el vado y avanzaba a trompicones entre laspiedras,metiéndosedevezencuandoenunhoyoytropezandootrasvecesconlas rocas, mientras el sudor corría a chorros por su rostro, a causa de ladificultad del trayecto y de la pesadez de la carga.Mientras tanto, el fraileespoleaba a Robin dándole taconazos en los costados y le ordenaba que sedieramásprisa,dirigiéndolealmismotiempo todasuertede improperios.Atodo esto Robin no respondía una sola palabra, pero fue palpando hastaencontrarlahebilladelcinturónquesujetabalaespadadelfraileylamanipulódisimuladamenteconlaintencióndedesabrocharla.Yparacuandollegaronala otra orilla, el cinturón del que pendía la espada estaba suelto, aunque elfrailenolosabía.CuandoRobinpisóporfintierrafirmeyelfraileseapeódesu espalda, el proscrito agarró la espada y dio un tirón, quedándose conespada,vainaycinto,ydejandodesarmadoalextravagantereligioso.

—Yahora—dijoRobin, jadeandoalhablary limpiándoseelsudorde lafrente—,estáisamimerced.Aquelsantodelquehablabaisacabadeponerenmismanosdosespadas,despojándoosde lavuestra.Demodoque sinomevolvéisacruzar,yatodavelocidad,juroqueosvoyaperforarelpellejohastadejarloconmásagujerosqueunjubónacuchillado.

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Elfrailenopronunciópalabraduranteunbuenrato,limitándoseamiraraRobinconelceñofruncido.

—Vaya—dijopor fin—.Penséqueeraismásbiendurodemolleraynome esperaba tanta astucia por vuestra parte. Es bien cierto que me tenéiscogido.Devolvedmemiespadayprometonodesenvainarlacontravos,salvoenlegítimadefensa;asimismoprometollevarosacuestasalotrolado.

EntoncesRobinledevolvióelcinturónconlaespada,queelfraileseciñóa la cintura, procurando abrochar la hebilla perfectamente; luego,arremangándose de nuevo los hábitos, cargó con Robin Hood y sin decirpalabrasemetióenelagua,vadeandoel ríoensilenciomientrasRobin reíadesdesuprivilegiadaposición.Porfinllegaronalcentrodelvado,dondemásprofundaeraelagua.Elfrailesedetuvoallíunmomentoy,depronto,conunrápidomovimientodelbrazoacompañadoporunbruscolevantamientodeloshombros,lanzóaRobinHoodporencimadesucabezacomosifueraunsacodegrano.Robincayóalaguaconuntremendochapuzón.

—Bueno —dijo el religioso, regresando tranquilamente a la orilla—.Espero que eso enfríe vuestro ardiente temperamento, si es que tal cosa esposible.

Mientrastanto,trasmuchochapoteo,Robinhabíalogradoponerseenpieymirabaasualrededordesconcertado,mientrassusropaschorreabanagua.Porfinsesacóelaguadelosoídos,expulsóunpocomásporlaboca,recuperóeluso de sus sentidos y divisó al fraile plantado en la orilla y riéndose de él.Aquelloacabódeenfurecerlo.

—¡Esperad ahí, villano! —rugió—. Voy a por vos, y que me quedeparalítico si no os hago picadillo cuando os coja—y con estas palabras selanzóchapoteandohacialaorilla.

—No es preciso que os apresuréis de ese modo —dijo el fraile—. Notemáis;osaguardaréaquíysinoestáispidiendocuarteldeaquíaunpoconovolveréaacecharunciervoentreloshelechosenloquemequededevida.

Al llegara laorilla,Robinempezósinmáspreámbuloaarremangarseeljubón, enrollándose las mangas en los antebrazos. También el fraile searremangósushábitos,dejandoaldescubiertounosbrazosvoluminosos,conmúsculos que destacaban como las rugosidades del tronco de un árbol. YRobinadvirtió,además,algoquenohabíavistoantes:queelfrailellevaba,lomismoqueél,unacotademalladebajodeloshábitos.

—¡Enguardia!—exclamóRobindesenvainandosuespada.

—¡Enguardiaestoy!—respondióelfraile,queyaempuñabalasuya.Ysinmásceremonias,seacercaronunoaotroydiocomienzounaterriblelucha.A

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derechayaizquierda,arribayabajo,delanteyatrás,lucharonconlasespadascentelleando al sol y chocando con un estruendo que podía oírse a muchadistancia. No se trataba de un combate amistoso con bastones, sino de unenfrentamientoabsolutamenteserioyferoz.Pelearondurantemásdeunahora,deteniéndose de vez en cuando a cobrar fuerzas; durante estos brevesdescansos,semirabanunoaotroconadmiración,pensandoquejamáshabíanencontrado un adversario tan hábil; y luego volvían a acometerse con másfuria que antes. Sin embargo, en todo este tiempo ninguno de los dosconsiguió herir al otro y aún no había corrido la sangre. Por fin, Robinexclamó:

—¡Deteneosunmomento,amigomío!—Yambosbajaronsusaceros.

—Quiero haceros una proposición antes de continuar —dijo Robin,limpiándose el sudor de la frente; llevaban tanto tiempo luchando queempezabaapensarqueseríaimprocedenteresultarheridooheriratannobleybravoadversario.

—¿Quéqueréisahorademí?—preguntóelfraile.

—Tansóloesto—respondióRobin—:Quemepermitáis tocar tresvecesmicuernodecaza.

ElfrailefruncióelceñoymiróconnoblereceloaRobinHood.

—Ahoraestoysegurodequetramáisalgunasuciajugarreta—dijo—.Peroapesardeellonoostengomiedoyaccederéavuestrodeseo,acondicióndequevosmepermitáis,amivez,soplartresvecesestepequeñosilbato.

—Demil amores. Allá vamos—dijo Robin, llevándose el cuerno a loslabiosytocandotressonoroscornetazos.

Mientras tanto, el fraile aguardabaconcuriosidad loquepudieraocurrir,sosteniendo en la mano un bonito silbato de plata, como los que usan loscaballerosparallamarasushalcones,yquellevabacolgadodelafaja,juntoalrosario.

Aúnnosehabíaextinguidoelecode lasnotasdelcuernocuandocuatrohombresvestidosdepañoverdedoblaronlacurvadelcamino,llevandocadaunounarcoenlamanoyunaflechayamontadaenlacuerda.

—¡Ajá! ¡Conqueeraeso,bellaco traidor!—gritóel fraile—. ¡Puesahoraveréis!—ydiciendoestosellevóaloslabioselsilbatodehalconeroyemitióunpitidofuerteypenetrante.Yentoncesseoyóagitaciónentrelasmatasdelaotraorillaydeellassalieronatodocorrercuatroenormesperros—.¡Aellos,Bocadulce! ¡A ellos, Vozarrón! ¡A ellos, Preciosa! ¡A ellos, Colmillos! —gritabaelfraile,señalandoaRobin.

Fue una verdadera suerte para Robin que se alzara un árbol junto al

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camino,puesdelocontrarionohabríalogradoescapar.Antesdequepudieradecir«Jesús»,losperrosestabanencimadeél,yapenastuvotiempodesoltarla espada y encaramarse al árbol, mientras los perros daban vueltas a sualrededor,mirándolecomosisetrataradeungatoenuntejado.Peroelfrailevolvió a llamar a sus perros, gritándoles «¡A ellos!» y señalando al caminodondeloscuatroproscritossehabíanquedadoparados,mirandoconasombrola escena. Con la velocidad del halcón cuando se lanza sobre su presa, loscuatroperrossearrojaronsobreloscompañerosdeRobin;perocuandoéstosvieron acercarse a los animales, todos ellos, con la única excepción deWillEscarlata,tendieronelarcoydispararonsuflecha.

Yentonces,segúncuentanlasviejasbaladas,ocurrióalgomaravilloso.Porincreíblequeparezca,asegurabanloscronistasquelosperrossehicieronaunlado, esquivando las flechas, y cuando éstas pasaban silbando a su lado lasatraparonconlosdientes,partiéndolasporlamitad.YloscuatroproscritoslohubieranpasadomuymalsiWillEscarlatanosehubierainterpuestoentresuscompañerosylosperrosqueselanzabanalataque.

—¡Aquí,Colmillos!¿Quéesesto?—gritóconvozautoritaria—.¡Échate,Preciosa,échate,tedigo!¿Quésignificaesto?

Al oír su voz, los perros se pararon al instante, y luego se acercaronmansamentea lamerle lasmanosyhacerlemimos,comoacostumbranhacerlosperroscuandoencuentranaunamigo.Entonces,WillEscarlataseacercóalfraile,conlosperrosbrincandoalegrementeentornosuyo.

—¿Quéesesto?—exclamóelfraile—.¿Cómoesposible?¿Soisacasounbrujo, capaz de convertir a estos lobos en corderos? ¡Cielos!—dijo cuandoWillsehuboacercadomás—.¡Nodoycréditoamisojos!¿EsposiblequeestéviendoaljovenseñorWilliamGamwellensemejantecompañía?

—No,Tuck—dijoel jovenal llegaralárboldondeseencontrabaRobin,que había empezado a descender al ver que el peligro había pasado por elmomento—.No,Tuck,yanomellamoWillGamwell,sinoWillEscarlata;yésteesmitío,RobinHood,conelqueestoypasandounatemporada.

—¡Quemeaspen!—exclamóel fraile, algo confundidoy tendiéndole lamano a Robin—. Muchas veces he oído vuestro nombre, en charlas y encanciones,perojamáspenséquellegaríaapelearcontravos.Osruegoquemeperdonéis,yahorameexplicoqueluchéiscomonohevistolucharanadie.

—¡ViveDios,reverendísimopadre!—dijoelPequeñoJohn—.¡Nosabéiscómome alegrodequenuestrobuen amigoEscarlata os conozca a vosy avuestros perros!Os digo con toda sinceridad que seme encogió el corazóncuandoviquemi flecha fallabaelblancoyqueesasgrandesbestiasveníanderechasapormí.

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—Enverdad, podéis estar agradecido—dijo el frailemuy serio—.Pero,señorWill,¿cómoesqueahoraresidísenSherwood?

—Caramba,Tuck,¿nooshabéisenteradodeladesgraciaqueocurrióconelmayordomodemipadre?—preguntóWill.

—Sí, es cierto, pero no sabía que os estabais ocultando por esa causa.¡Pardiez,quétiemposéstos,enlosqueuncaballerotienequeesconderseporunatonteríasemejante!

—Estamos perdiendo el tiempo —dijo Robin— y aún tenemos queencontraraesefraile.

—Bueno,tío,notendrásqueirmuylejos—dijoWillEscarlata,señalandoalfraile—.Lotienesantetusojos.

—¿Cómo?—exclamóRobin—.¿Soisvoselhombreque llevobuscandotodoeldía,yparaellohepasadotantaspenalidadesymehedadotalremojón?

—Adecirverdad—dijoelfraileconmodestia—,unosmellamanelfrailedelvallede laFuente,otrosme llamanenbromael abadde laabadíade laFuente,ytodavíahayquienmellamasimplementefraileTuck.

—Elúltimonombremecomplacemás—dijoRobin—,pues resultamásfácil pronunciarlo. Pero ¿por qué no me dijisteis quién erais, en lugar deenviarmeabuscarmusarañas?

—Bueno, hablando estrictamente, no me lo preguntasteis —respondióTuck—;pero¿paraquédeseabaisverme?

—¡Bah!—dijoRobin—. Se va haciendo tarde y no podemos quedarnosaquí hablando. Venid con nosotros a Sherwood y os explicaré todo por elcamino.

Yasí,sinentretenersemás,todossepusieronenmarcha,seguidosporlosperros,yemprendieronelcaminoaSherwood;erayadenochecerradacuandollegaronalárboldelasreuniones.

Y ahora seguid escuchando, pues me dispongo a contaros cómo RobinHood fue artífice de la felicidad de dos jóvenes amantes, con la ayuda delbuenfraileTuckdelaabadíadelvalledelaFuente.

III

CómoRobinHoodorganizólabodadedosjóvenesenamorados

Llegó por fin lamañana en que la bellaEllen debía casarse y en la que

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Robin había jurado queAllan deDale comería, por así decirlo, en el platopreparadoparasirStephendeTrent.RobinHoodselevantódebuenánimo,alpocoratosefueronlevantandolosdemásproscritos,yporúltimoselevantóelfraileTuck,parpadeandoparaquitarseelsueñodelosojos.Ymientraselaireparecíavibrarcon loscantosde lospájarosquecelebrabanacoro la llegadadelnuevodía, loshombresse lavaronelrostroy lasmanosenlasaguasdelarroyoydiocomienzounnuevodía.

—Ahora —dijo Robin Hood, después de desayunar—, es hora de darcomienzo a la empresa que tenemos pendiente para hoy. Me acompañaránveintehombresescogidos,puesesmuyposiblequenecesiteayuda;ytú,WillEscarlata,tequedarásaquí,enfuncionesdejefe,hastaqueyoregrese.

EntoncesRobinHoodfueeligiendoentresushombres,todosloscualessemostraban ansiosos de acompañarle, hasta reunir una veintena querepresentabalaflorynatadesusproscritos.AdemásdelPequeñoJohnyWillStutely, allí estaban casi todos los famosos bandoleros de los que ya os hehablado.Ymientras loselegidoscorrían, rebosantesde júbilo, a recoger susarcos, flechasyespadas,RobinHoodsevistiócon ropasdealegrescolores,comolasquellevaríauntrovadorvagabundo,ysecolgóunarpaalhombro,paracompletarsucaracterización.

Os aseguro queRobin presentaba un aspecto digno de verse. Las calzaseranverdes,peroeljubóneraarayasrojasyamarillas,concintas,colgantesyabaloriosdetodosloscolores.Setocabalacabezaconungorroaltodecuerorojo,adornadoconunasuntuosaplumadepavoreal.

Todalabandaselequedómirandoymuchosseecharonareír,puesnuncahabíanvistoasujefeataviadodemaneratanextravagante.ElPequeñoJohnempezó a dar vueltas a su alrededor, examinándolo de cerca con aire muyserio,conelcuelloestiradoylacabezaladeada¿Habéisvistoalgunavezaungallodecorralquedavueltasalrededordeunhallazgo inesperado,comoungato dormido o algo semejante, parándose de vez en cuando y volviendo aandarconpasodubitativo,extrañadoydivertidoalavez?PuesasícaminabaelPequeñoJohnentornoaRobin,pronunciandofrasesdeltipode«¡Pardiez!¡Fijaosenesto!¿Quiénlodiría?¡Precioso,afemía!».PorfinsedetuvofrenteaRobinydijo:

—¡Pormialma!¡Vayavestimentadefantasíaque tehasagenciado, jefe!No se habían visto ropas tan elegantes desde que el bendito san Vituperiomártirtuvounavisiónenlaqueunpavosepintabalacolademoradoyverde.

—Laverdad—dijoRobinextendiendo losbrazosycontemplándosea símismo—,quizáseaalgochillón,peroenconjuntoesbastantebonitoynomecaemal, aunque sólo lo usaré temporalmente. Pero escucha, Pequeño John,aquí tienes dos bolsas que quiero que lleves para que estén seguras. Yo no

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puedohacermecargodeellasconestetrajedepayaso.

—Perojefe—dijoelPequeñoJohn,tomandolasbolsasysopesándolasenlamano—,estosuenaaoro.

—Así es como debe sonar—respondió Robin—. Se trata de mi propiodinero, y a la bandano le costará nada.Vamos,muchachos,moveos.Listosparapartir.

Y reuniendo a los veinte en un grupo apretado, enmedio del cual ibanAllandeDaleyelfraileTuck,iniciólamarchaatravésdelbosque.

Tuvieronquecaminar largoratohastasalirdeSherwoodyllegaralvalledel ríoRother. El panorama allí era diferente del que se veía en el bosque;setos,extensoscamposdecebada,tierrasdepastosqueascendíanhastaunirsecon el cielo, y todo salpicado de rebaños de ovejas blancas, henares quedespedíanelolorpenetrantedelhenoreciénsegado,amontonadoenringlerassobrelasquevolabanlosvencejosenrápidaspasadas;visionesmuydiferentesdelasdelafrondosaespesuradelosbosques,peroigualmentebellas.Robinguiabaasubanda,caminandoalegrementeconelpechohinchadoylacabezaerguida,aspirandoelaromadelabrisaquellegabadesdeloshenares.

—Verdaderamente—dijo—,elmundoesmuyhermoso, tantoaquícomoenelbosque.¿Quiéndijoqueeraunvalledelágrimas?Amientender,sonlastinieblas de nuestra mente las que hacen sombrío el mundo. ¿Cómo decíaaquellacanciónquetúcantabas,PequeñoJohn?¿Noeraalgoasí?:

Cuandobrillanlosojosdemiamada,

realmenteesquebrillan,

ycuandodesuslabios

brotasudulceysingularsonrisa,

sevuelveeldíaalegreytanhermoso,

quenoimportasillueveohacesol.

Ycuandolacervezacorreabundantemente,

laspenasyproblemassevanaotraregión.

—¡Bah!—dijoel fraileTucken tonopiadoso—.Nopensáismásqueencosas profanas; y sin embargo, es bien cierto que existen mejoressalvaguardiascontralatristezaylapenaquelabebidaylosojosradiantes.Asaber: el ayuno y la meditación. Fijaos en mí: ¿acaso parezco un hombreatormentado?

Estaspalabrasfueronacogidasconunaestruendosacarcajadaportodoslosproscritos,quelanocheanteriorhabíanvistocómoelpiadosofrailevaciabael

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dobledejarrasdecervezaquecualquieradeellos.

—Ciertamente—dijoRobincuando la risa lepermitióhablar—,yodiríaquevuestraspenassonaproximadamenteequivalentesavuestrasgracias.

Y así siguieronmarchando, entre charlas, cánticos, bromas y risas, hastallegar a una pequeña iglesia que formaba parte de las propiedades del ricoprioratodeEmmet.Allídebíacelebrarse,aquelmismodía,elmatrimoniodelabellaEllen,yaquéleraelpuntodedestinodelosproscritos.Alotroladodelcaminojuntoalcualseelevabalaiglesiaentrecamposonduladosdecebada,habíaunlargomurodepiedra.Juntoalmurocrecíannumerososarbolillosymatas, y lapropiaparedestaba cubierta en algunospuntosporunamasademadreselvas en flor, que llenaban el aire con su fragancia.Sinvacilar ni unmomento, losproscritos saltaronelmuro, aterrizando sobre las altashierbasdelotroladoyespantandoaunrebañoentodasdirecciones.Allí,alasombracombinada del muro y los árboles, los proscritos se sentaron, contentos depoderdescansardespuésdesulargacaminata.

—Y ahora —dijo Robin—, quiero que uno de vosotros se quede devigilanciaymeavisecuandoveaquealguienseacercaalaiglesiaDeesoteencargarás tú, David de Doncaster, así que ve a esconderte entre lasmadreselvasyvigilabien.

EljovenDavidhizoloqueleordenaban,mientraslosdemássetendíanadescansar sobre la hierba; algunos charlaban y otros preferían dormir. Latranquilidaderaabsoluta,ysólorompíanelsilencioalgunasvocesapagadasylosinquietospasosdeAllan,quenoparabadeandardeunladoaotro,incapazensunerviosismodeestarsequieto;yquizátambiénlossonorosronquidosdelfraileTuck,quedisfrutabadesusueñoconun ruidosimilaraldeunasierramanejadamuydespacio.Robinestabatumbadobocaarriba,mirandoatravésdelashojasdelosárboles,conelpensamientoakilómetrosdedistancia;yasífuetranscurriendoeltiempo.

DeprontoRobinpreguntó:

—Dinos,jovenDaviddeDoncaster,¿quéves?

YDavidrespondió:

—Veo nubes blancas que flotan, siento el viento que sopla, y veo trescuervosvolandoarasdetierra.Peronoveonadamás,jefe.

De nuevo se hizo el silencio y pasó otro buen rato en las condicionesdescritas,hastaqueRobin,impacientándose,preguntó:

—Dime,jovenDavid,¿quévesahora?

YDavidrespondió:

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—Veolosmolinosdevientogirandoytresálamosmuyaltosrecortándosecontraelcielo,yunabandadadepájarosvolandosobreloscampos.Peronoveonadamás,jefe.

Siguió pasando el tiempo hasta queRobin preguntó por tercera vez y eljovenDavidlerespondió:

—Oigo cantar al cuco y veo cómo el viento forma ondulaciones en loscamposdecebada,yveounviejofrailequevienedelacolinahacialaiglesia,llevandoenlamanounenormellavero;ahoraestállegandoalaspuertasdelaiglesia.

Aloíresto,RobinsepusoenpieysacudióalfraileTuckporloshombros.

—¡Vamos, despertad, reverendo! —gritó hasta que el fraile, entreabundantesgruñidos,sepusoenpie—.Despejaos,¡pardiez!Ahí,alaspuertasdelaiglesia,hayunodelosvuestros.Habladconélyentradenlaiglesia,paraqueestéisamanocuandoseáisnecesario;elPequeñoJohn,WillStutelyyyoosseguiremos.

ElfraileTucksaltólatapia,cruzóelcaminoyllegóalaiglesia,dondeelviejo fraile seguía forcejeando con la llave; la cerradura estaba bastanteoxidadaylasfuerzasdelfraileeranmásbienescasas.

—Buenosdías,hermano—dijoTuck—.Permitidqueosayude.

Ydiciendoesto,learrebatólallaveyabriórápidamentelapuerta.

—¿Quién soisvos,hermano?—preguntóelviejo fraileconvozagudayrechinante,parpadeandoalmiraraTuckcomounbúhoal sol—.¿Dedóndevenísyadóndevais?

—Voy a responder a vuestras preguntas, hermano —dijo Tuck—. Mellamo Tuck y me dirijo precisamente aquí, siempre que vos me permitáisquedarmealabodaqueaquívaacelebrarse.VengodelvalledelaFuenteysoyunhumildeermitaño,queviveenunacelda juntoa la fuentebendecidapor lavenerada santaEteralda,quepadecióelmáscruelmartirioquepuedeinfligirseaunamujer;asaber:quelecortaranlalenguadejándolamásmudaqueunacornejamuerta.¿Ycómoocurrió talcosa?Prestadatención:aquellabenditamujerllegóalafuentedequeoshablo,ysinembargodeboconfesarque jamáshe entendidoquéprovecho se sacade las aguas,puesos aseguroqueelaguafríasiempreconsiguerevolvermelaspartesinternascontodaclasedecalambresydoloresque…

—Pero…—pio el anciano fraile con su aguda vocecilla—.Me gustaríamuchosaberloqueleocurrióaaquellasantamujercuandollegóalabenditafuente.

—Pardiez,puesquebebiódesusaguasyalinstanterecuperóloque,para

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muchosmalintencionadosynopocasalmasdevotas,noeraprecisamenteundon celestial, y me estoy refiriendo al don de la palabra. Pero, si no meequivoco, hoy se celebrará aquí una boda y, si no tenéis inconveniente,megustaría descansar un rato a la sombra antes de asistir a tan magníficoespectáculo.

—Desde luego,soisbienvenido,hermano—dijoelanciano,guiándolealinteriordelaiglesia.

Mientrastanto,RobinHood,consudisfrazdetrovadoryencompañíadelPequeñoJohnyWillStutely,habíallegadotambiénalaiglesia.Robinsesentófuera,enunbancoquehabíajuntoalapuerta,peroelPequeñoJohnentróenlaiglesia,conlasdosbolsasdeoro,acompañadoporWillStutely.

Robin vigilaba el camino, atento a la llegada de gente por cualquierdirección, hasta que al cabo de un rato vio a seis jinetes que se acercabancabalgando lenta y pausadamente, como correspondía a las dignidadeseclesiásticas. Cuando estuvieron más cerca, Robin pudo reconocerlos. Elprimero era el obispo de Hereford, y puedo aseguraros que ofrecía unamagníficaestampa,consusvestidurasdelamejorsedaysugruesacadenadeoroalcuello.Elbonetequeocultabasu tonsuraerade terciopelonegro,conribetesdejoyasqueresplandecíanalsolsobresusmonturasdeoro.Suscalzaserandesedarojacomoelfuego,ysuszapatosdeterciopelonegro,conpuntaslargas y curvadas hacia arriba, y una cruz bordada con hilo de oro en cadaempeine. Junto al obispo cabalgaba el prior de Emmet, en un remilgadojamelgo.Tambiénsusropaseransuntuosas,aunquenotanespléndidascomolasdelobispo.TrasellosveníandosaltoseclesiásticosdeEmmet,yporúltimodos lacayosdelobispo,puesSuEminenciaelobispodeHerefordprocurabaimitaralosgrandesseñorestodoloquelepermitíasucondiciónreligiosa.

CuandoRobinvioaproximarselacaravana,entreelresplandordelasjoyasylasedayeltintineodelascampanillasdeplataqueadornabanlosarreosdelasmonturas,sequedómirándolacondurezaydijo:

—Eseobispovademasiadoengalanadopara serunhombredeDios.Mepreguntosisusantopatrón,quesegúncreoessantoTomás,eratanaficionadoa llevar cadenas de oro al cuello, ropas de seda sobre su cuerpo y zapatospuntiagudos en los pies. Y el dinero para todo ello, vive Dios, les ha sidoarrebatado a los pobres campesinos.Ay, obispo: tu orgullo será causa de tucaídaantesdeloqueimaginas.

Por fin los religiosos llegaron a la iglesia. El obispo y el priorintercambiabancomentariosjocososacercadeciertasdamas,máspropiosdelpersonalseglarquedelossiervosdelaiglesia.Aldesmontar,elobispomiróen torno suyo y advirtió la presencia de Robin, que se había puesto en piejuntoalapuerta.

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—Buenos días tengáis, buen hombre—dijo el obispo en tono jovial—.¿Quiénsoisvos,quelucístanvistosoplumaje?

—Soyunmúsicodelnorte,eminencia—respondióRobin—,ymepreciode pulsar las cuerdasmejor que ningún otro hombre en toda Inglaterra. Osaseguro, eminencia reverendísima, que muchos caballeros y burgueses,clérigosy seglares,hanbailadoal sondemimúsica,muchasvecesdemalaganayamenudomuyencontradesuvoluntad.Taleselmágicopoderdemiarpa.Yeneldíadehoy,reverendaseñoría,simepermitístocarenestaboda,os prometo que lograré que la novia ame al hombre que la despose con unamorquedurarámientrasambossiganconvida.

—¡Ja,ja!¿Deveras?—preguntóelobispo—.¿Estásconvencidodeloquedices?—yaldecirestomirófijamenteaRobin,queledevolviólamiradasinpestañear—. Si eres capaz de lograr que esta doncella (que sin duda hahechizadoamipobreprimoStephen)amecomodicesalhombreconelquevaacasarse, tedaré loquemepidas, siempreque sea razonable.Oigamosunamuestradetutalento,amigomío.

—No—respondió Robin—.Mi música sólo suena cuando yo lo deseo,aunqueloordeneunobispo.Notocaréhastaquelleguenelnovioylanovia.

—¿Cómoteatrevesahablarmedeesemodo,bellacoinsolente?—dijoelobispofrunciendoelceño—.Enfin,dejémosloestar.Mirad,prior:ahívienevuestroprimosirStephenconsubellaprometida.

Efectivamente, por la curva del camino se acercaban otros jinetes. Elprimeroeraunhombrealtoydelgado,deportecaballeresco,vestidodesedanegraytocadoconungorrodeterciopelonegroconforrorojo.ARobinnolecupodudadequesetratabadesirStephen,envistadesuarroganteporteysucabellogris; juntoaélcabalgabaunpropietariosajón,EdwarddeDeirwold,padredeEllen.Trasellosveníauncochetiradopordoscaballos,yenélunajoven que Robin supuso que sería Ellen. Tras el coche cabalgaban seisguardiasarmados,consusyelmosdeaceroreluciendoalsolentreelpolvodelcamino.

Cuandolacomitivallegóhastalaiglesia,sirStephendesmontó,seacercóal carruaje y tendió lamano a Ellen para que descendiera. Entonces Robinpudo verla bien y ya no le extrañó que un caballero tan orgulloso como sirStephen deTrent accediera a casarse con la hija de un plebeyo; tampoco leextrañóquenadiepusieraobjeciones;puesse trataba,sindudaalguna,de lamujermáshermosaquehabíancontempladosusojos.Sinembargo,selaveíapálidayabatida,comounlirioarrancado.Yasí,conlacabezagachayaspectotriste,lamuchachapenetróenlaiglesiadelamanodesirStephen.

—¿Por qué no tocas ahora, amigo?—preguntó el obispo, mirandomuy

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serioaRobin.

—Osaseguroquetocaréconmásganasdeloquevuestraeminenciapiensa—respondióRobinconcalma—,peronoantesdequellegueelmomento.

Elobispo,mirandoaRobinconresentimiento,sedijo:

«Encuantohayaconcluidolaboda,voyahacerqueazotenaestebribóninsolenteydeslenguado».

Sir Stephen y la bella Ellen se encontraban ya ante el altar, y el obispomismoseadelantóyabriósulibro,mientrasEllenmirabaaunladoyaotrocon desesperada angustia, como una cierva acosada por la jauría. Entonces,haciendo ondear todas sus cintas y abalorios de vistosos colores, Robin diotreszancadasyseplantóentreelnovioylanovia.

—Dejadmequeveabiena estamoza—dijoenaltavoz—. ¡Vaya,vaya!¿Qué tenemos aquí?Veo lirios blancos en vuestrasmejillas, cuando deberíahaber rosas, que es lo que corresponde a una feliz novia. Esta boda es undesastre.Conloviejoquesois,señorcaballero,ylojovenqueesella,¿cómoseoshaocurridohacerlavuestraesposa?Osdigoqueesonopuedeser,puesnoesavosaquienellaama.

Todos se quedaron sorprendidos ante esta intervención, sin saber quépensar,quédecirnidóndemirar,de tanperplejoscomoestaban.YmientrastodosmirabanaRobincomosisehubieranconvertidoenpiedra,élsellevóelcuerno a los labios e hizo sonar tres trompetazos tan fuertes que levantaronecos por toda la iglesia, como si se tratara de lasmismísimas trompetas delApocalipsis. Al instante, el Pequeño John y Will Stutely saltaron de susasientos y se situaron uno a cada lado de Robin Hood, desenvainando susespadas,mientrasunavozestentóreaseoíasobrelascabezasdetodos.EraelfraileTuck,quehablabadesdelagaleríadelórgano.

—Aquíestoy,dispuestoparacuandomenecesitéis.

Todoeraun ruidodeconfusión.Elpadrede lanoviaseadelantó furiosoconlaintencióndellevarseasuhija,peroelPequeñoJohnseinterpusoylehizoretroceder.

—Atrás,buenhombre—ledijo—.Aquínotenéisnadaquehacer.

—¡Morid, villanos! —exclamó sir Stephen, buscando su espada, sinrecordarquenollevaba,portratarsedeldíadesuboda.

Losguardiassíquedesenvainaronsusespadasyporunmomentoparecióque iba a correr la sangre; pero de pronto se oyó un alboroto en la puerta,relucieron los aceros, se oyeron golpes y los guardias quedaron reducidosmientrasavanzabanporelpasillodieciochoreciasfiguras,todasellasvestidasdepañoverde,yconAllandeDalealacabeza.Llevabaenlamanoelarcode

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tejodeRobinHood,yalllegaralaltarseloentregó,hincandounarodillaentierra.

EntoncesEdwarddeDeirwoldhablóconvozairada:

—¿Has sido tú,AllandeDale, quienhaorganizado semejanteultraje enunaiglesia?

—No —dijo Robin Hood—. Es obra mía y podéis llamarme por minombre,queesRobinHood.

Aloírestenombreseprodujounrepentinosilencio.ElpriordeEmmetysusallegadosseapretujaroncomounrebañodeovejasasustadasquehanolidoallobo,mientraselobispodeHereford,dejandoaunladosulibro,sepersignódevotamente.

—¡Elcielonosprotejadelamaldaddeestehombre!—exclamó.

—Notemáis—dijoRobin—.Nopretendohacerosningúndaño.PeroaquíestáellegítimoesposodelabellaEllen,yconélsehadecasarsinoqueréispasarlomuymal.

—¡Jamás!—exclamóEdwardindignado—.¡YosoysupadreydigoquesecasaráconsirStephenyconnadiemás!

Durantetodoestetiempo,mientraselcaossedesatabaasualrededor,sirStephenhabíapermanecidosilencioso,enactituddignaydespreciativa.Peroalllegarestemomentohablóconvozmuyfría.

—No,amigo—dijo—.Puedesquedartecontuhija.Despuésdeloquehaocurrido hoy, nome casaría con ella ni aunqueme ofrecieran de dote todaInglaterra.Telodigosinceramente:amabaatuhijay,apesardeloviejoquesoy,lahubieracuidadocomoaunajoyaencontradaenelfango.Sinembargo,ignoraba que amaba a este joven y que era amada por él. Muchacha, siprefieres a un mísero trovador antes que a un caballero de noble cuna, eseleccióntuya.Meavergüenzaseguirhablandoanteestachusma,demodoqueosdejo—ydiciendoesto,diomediavuelta,llamóasushombresysedirigióalapuerta.Todossehabíancalladoanteeltonoautoritarioydespectivodesuspalabras, y sólo el fraile Tuck, inclinándose sobre la barandilla del coro, seatrevióadecir,amododedespedida:

—IdconDios,sirStephen,ynoolvidéisqueloshuesosviejosdebendejarpasoalasangrejoven.

PerosirStephennorespondiónimiróhaciaarriba,saliendode la iglesiacomosinohubieraoídonada,seguidoporsushombres.

Entonceselobispodijocontonoimpaciente:

—Tampocoyotengonadaquehaceraquí,demodoquemevoy.

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PeroRobinHoodleagarróporlaropayledetuvo.

—Quedaosunpoco,Eminencia,por favor—dijo—.Aún tengoalgoquedeciros.

Elobispopalideció,perosequedócomoRobin ledecía,sabiendoque leseríaimposibleirse.

RobinsedirigióentoncesaEdwarddeDeirwoldyledijo:

—Yahora,bendecidelmatrimoniodevuestrahijaconeste joveny todoirábien.PequeñoJohn,dame lasbolsasdeoro.Mirad,granjero:aquí tenéisdoscientas monedas de oro; dad vuestra bendición y podréis considerarlascomoladotedevuestrahija.Noladeisysecasarádetodasmaneras,perosinquevosveáisunpenique.Elegid.

Edwardbajólamiradayfruncióelceño,dándolevueltasymásvueltasalasunto;perosetratabadeunhombrepráctico,quesiemprehabíasabidosacarpartidoalascosas,yporfinlevantólamiradaydijoenuntononadaalegre:

—Silaingrataquiereseguirsucamino,quelosigaHeintentadohacerdeellaunadama;perosiprefiereserotracosa,yomedesentiendodelasunto.Noobstante,darémibendicióncuandoesténcasadoscomoesdebido.

—Esonoesposible—dijounodelosdeEmmet—.Nosehanpublicadolasamonestacionesnihayaquíunsacerdotequeloscase.

—¿Cómodices?—rugióTuck desde el coro—. ¿Que no hay sacerdote?Pardiez,aquítienesunotansacerdotecomotú,cualquierdíadelasemana,contodaslasórdenesyvotos,porsinolosabes.Encuantoalasamonestaciones,no te ahogues en un vaso de agua, querido hermano; yo mismo las harépúblicas.

Ysinmáspreámbulos,empezóapronunciarlasamonestaciones.Ysegúncuenta la antigua balada, por si acaso no bastaba con tres veces, las repitiónueveveces;hechoesto,bajódelcoroyprocedióacelebrarlaceremonia,conlocualAllanyEllenquedaronlegalmentecasados.

EntoncesRobinleentregóaEdwardlasdoscientasmonedasdeoro,yéstedio su bendición al matrimonio, aunque puedo aseguraros que no parecíaentusiasmadoporlaidea.TodoslosproscritosrodearonentoncesaAllan,quetenía a Ellen cogida de la mano y parecía completamente borracho defelicidad.

Por fin, Robin se dirigió al obispo de Hereford, que había estadoobservandotodoloocurridoconmiradasevera.

—Eminentísimo señor obispo—dijo—.Acaba de venirme a lamemoriavuestrapromesa:siconseguíaqueestahermosadamaamaraasuesposo,me

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concedería lo que yo pidiera, siempre que fuera razonable. Pues bien, hetocadoy,comoveis,ellaamaasuesposoynoloamaríadenoserpormí;porlotanto,osruegoquecumpláisvuestrapromesa.Lleváisalgoencimaque,amiparecer, estaríaismejor sinello.Asípues,os ruegoquemeentreguéis lacadena de oro que cuelga de vuestro cuello, como regalo de boda para estahermosanovia.

Elobispo sepuso rojode iray echabachispaspor losojos.Ledirigió aRobinHoodunamiradaasesina,perovioalgoenlosojosdelproscritoquelehizo detenerse. Muy despacio, se desprendió la cadena del cuello y se laentregóaRobin,quelacolocóalrededordelcuellodeEllen.EntoncesRobindijo:

—Ennombredelanovia,osdoylasgraciasporesteespléndidoregalo,ypuedodarfedequetenéismejoraspectosinél.YsialgunavezosacercáisaSherwood,confíoenpoderofrecerosunbanquetecomonohabéisvistootroigual.

—¡No lo permita Dios! —exclamó el obispo muy serio, pues sabíaperfectamentequéclasedebanquetesofrecíaRobinHoodasusinvitadosenelbosquedeSherwood.

Robinreunióasushombres,con losreciéncasadosenelmedio,y todosemprendieronel regresoalbosque.Porelcamino,el fraileTuckseacercóaRobinyletiródelamanga.

—Lleváisunabuenavida,amigomío—dijo—.Pero¿nohabéispensadoenelbeneficioquerepresentaríaparavuestrasalmaseldisponerdeunbuencapellán,comoporejemployo,paraocuparmedelosasuntosespirituales?Laverdad,nomeimportaríahacerlo.

Robinseechóareírdebuenaganay ledijoalfrailequepodíaquedarseconlabandasilodeseaba.

AquellanochesecelebróenelbosquedeSherwoodunafiestacomonosehabíavisto igualen todoNottinghamshire.Nia tiniamínos invitarona lafiesta,locualesunapena;demaneraque,paranoherirsusceptibilidades,nodirémásdelasunto.

Y así termina la edificante historia de Allan de Dale, y de cómo leayudaron Robin Hood y el fraile Tuck. A continuación nos ocuparemos deproblemasmuydistintosa losdelamor,yveremoscómoRobinayudóaunnoblecaballeroqueprecisabadesesperadamentesuayuda.Escuchad,pues,loquesigue.

****

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QUINTAPARTE

DondesecuentacómoRobinHoodencontróuncaballeroatribuladoylollevóaSherwood.YcómosirRicharddeLeapagósusdeudaspuntualmente,tantoalpriordeEmmetcomoaRobinHood.

I

RobinHoodayudaauncaballeroenapuros

Semanatrassemana,fuepasandolaprimavera,consuradiantebelleza,suschaparrones y sus días de sol, sus prados verdes y sus flores. De manerasimilar, fuepasandoelverano,consusolabrasador, sucalor sofocanteysufrondoso follaje, con sus largos crepúsculos y sus noches apacibles, cuandocroanlasranasysedicequelashadassalenarecorrerlascolinas.Todoestopasóyllegóelotoño,trayendoconsigoplaceresyalegrías;puesenestaépoca,despuésdehaberrecogidolacosecha,alegresbandasdesegadoresrecorríanelpaís,cantandoporloscaminosdedíaydurmiendojuntoalossetosyhenaresdenoche.Losescaramujosponíanuntoquerojoenlasmatas,ylasmorasuntoque negro, los rastrojos caídos se secaban al sol, y las hojas verdes sevolvíanrápidamentepardasyquebradizas.Enestabellaestaciónsealmacenanprovisionesparatodoelaño.Fermentalacervezaenlasbodegas,seahúmanel tocino y el jamón, se conservan cangrejos entre la paja para asarlos eninvierno,cuandoelvientodelnorteamontonalanievecontralasfachadasyelfuegocrepitaenelhogar.

Así fueron transcurriendo las estaciones, así transcurren ahora, y asíseguirántranscurriendoenelfuturo,mientrasnosotrosvamosyvenimoscomohojasdeunárbol,quecaenyprontoseolvidan.

Trasaspirarunabocanadadeaire,Robindijo:

—Haceundíaespléndido,PequeñoJohn,ynoestaríabiendesperdiciarloholgazaneando.Escogeloshombresquequierasydirígetealeste,mientrasyomedirijoaloeste;veamoscuáldelosdostraeacasaunbueninvitadoacenarbajoelárboldelasreuniones.

—¡Pardiez!—exclamóelPequeñoJohn,dandopalmadasdealegría—.¡Tuideameparecetanajustadaamisdeseoscomolaespadaasuempuñadura!Tetraeréuninvitadoparahoy,onovolveréparalacena.

Cada uno de los dos escogió unos cuantos hombres y los dos grupospartierondelbosquepordistintoscaminos.

Ahora bien, ni tú ni yo podemos seguir dos caminos a la vez para

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enterarnosdeestasgloriosasaventuras;demaneraquedejaremosalPequeñoJohn seguir su camino,mientras nosotros corremos tras los pasos deRobinHood.Os aseguro que disfrutaremos de buena compañía:RobinHood,WillEscarlata, Allan de Dale,Will Scathelock,Mosquito elMolinero ymuchosotros. En el bosque se quedaron unos veinte hombres para preparar elbanquete,entreelloselfraileTuck,perotodoslosdemásfueronconRobinoconelPequeñoJohn.

Caminabanabuenpaso,RobinsiguiendosuinstintoylosdemássiguiendoaRobin.Devezencuandoatravesabanunvallecitoconunagranja,ydevezencuandovolvíanaadentrarseenlosbosques.EnlascercaníasdelaciudaddeMansfield,consustorresalmenadasysusagujasapuntandoalsol,salieronpor fin de la zona boscosa. Siguieron marchando por caminos y atajos,atravesandoaldeasdondelasmujeres,casadasydoncellas,seasomabanalasventanas para ver pasar a tan buenos mozos, y por fin llegaron a losalrededoresdeAlverton,enlaregióndeDerbyshire.Aestasalturasyahabíapasadoelmediodíayaúnnohabíanencontradoaun invitadoquevaliera lapena llevar a Sherwood. Por fin llegaron a un cruce de caminos donde sealzaba una capillita, y allí decidió detenerse Robin, porque los setos eranbastantealtosypodíanesconderseperfectamente trasellos,vigilandoamboscaminosmientrasdabancuentadelalmuerzo.

—Este parece un buen lugar para que la gente de bien como nosotrospuedacomertranquila—dijo—.Nospararemosaquíadescansaryveremossicaealgoennuestrasredes.

Saltaronunaempalizadayse instalarondetrásdeunseto,enunlugardehierbablandabañadoporelsol.Cadaunosacódelabolsalasprovisionesquellevabaconsigo,pueslacaminataleshabíaabiertoelapetito,aguzándolohastahacerlocortantecomoelvientodemarzo.Nadiepronuncióunasolapalabra,reservándose la boca para funciones más elevadas, como la de masticarvorazmentepanmorenoycarnefría.

Frente a ellos, uno de los caminos ascendía colina arriba y desaparecíasobrelacima,recortándosesussetoscontraelcielo.Enloaltodelacolinaseveíanlostejadosdealgunascasasdelaaldeasituadaalotrolado,ytambiénlaparte alta de un molino de viento, cuyas aspas surgían sobre la colina yvolvían a hundirse, moviéndose trabajosamente entre fuertes crujidos,impulsadasporunvientecillomuysuave.

Los proscritos ocultos tras el seto terminaron su comida; pero el tiemposeguíapasandoynoaparecíanadie;porfin,vieronunjinetequedescendíadelacolina, siguiendoelpedregososendero,haciael lugardondeseescondíanRobinysushombres.Setratabadeunapuestocaballero,peroderostrotristeysemblante abatido. Sus ropas eran ricas, pero discretas, sin cadenas de oro

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comolasquesolíanllevaralcuellolaspersonasdesucategoría,ysinjoyas;apesardeello,saltabaalavistaquesetratabadeunapersonadesangrenobleyorgullosa.Llevabalacabezacaídasobreelpechoylosbrazoscolgandoinertesa los lados; y cabalgaba despacio, como si estuviera sumido en negrospensamientos; incluso su caballo, que llevaba las riendas sueltas sobre elcuello,marchaba con la cabeza gacha, como si compartiera las penas de suamo.

—Heahíungalánafligidoafemía—dijoRobinHood—.Parecequesehalevantadoconelpieizquierdo;noobstante,voyasalirahablarconél,puesquizá haya algo que rebañar. Aunque parece desolado, sus ropas son caras.Esperadaquímientrasyomeocupodelasunto.

Tras decir lo cual, se levantó, cruzó el caminohasta la capillita y allí seplantó,esperandolallegadadelapesadumbradocaballero.

Cuandoésteseleacercóporfinapasolento,Robinseadelantóyagarrólasbridasdelcaballo.

—Deteneos, señor caballero —dijo—. Os ruego que me concedáis unmomento,puestengoquedecirosunaspalabras.

—¿Quiénsoisvos,amigo,quedeestemododetenéisaunviajeroen loscaminosdesugraciosamajestad?—preguntóelcaballero.

—Pardiez—dijoRobinHood—.Esunapreguntadifícilderesponder.Hayquienmeconsideraamable,yhayquienmeconsideracruel;unosdicenquesoybuenoyhonrado,yotrosquesoyunmiserableladrón.Enverdad,existentantas maneras de mirar a un hombre como manchas tiene un sapo; enconsecuencia, el que me miréis con unos ojos o con otros dependeexclusivamentedevos.MinombreesRobinHood.

—Debo decir, señor Robin Hood —dijo el caballero, esbozando unasonrisaen la comisurade laboca—,queme resultáisun tantoengreído.Encuantoalosojosconqueosmiro,osdiréquesonmásbienfavorables,puesheoídomuchobuenodevosypocomalo.¿Quédeseáisdemí?

—Por mi vida, señor caballero —dijo Robin—. Parece talmente queestuviera oyendo al viejo Swanthold cuando decía «las buenas palabras sontanfácilesdepronunciarcomolasmalas,yconellassegananamistadesynogolpes».Yahoraosdemostraréloacertadodeestedicho;sivenísconmigoalbosque de Sherwood os ofreceré un festín como no habéis visto otro en lavida.

—Esmuyamabledevuestraparte—dijoelcaballero—,perometemoqueibaaresultaruninvitadomuyfúnebre.Mejorseríaquemedejaraisseguirmicaminoenpaz.

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—Bueno…—dijo Robin—, ciertamente podríais seguir vuestro camino,excepto por un pequeño detalle que ahora os diré. Veréis: tenemos en elbosquedeSherwoodunaespeciedeposada,perotanalejadadeloscaminostransitados, que los clientes son muy escasos. Por eso, mis amigos y yosalimosdevezencuandoabuscarloscuandonosaburrimossolos.Yasíeslacosa, señor caballero; añadiré de pasada que confiamos en que nuestrosinvitadospaguensusgastos.

—Entiendoloquequeréisdecir,amigo—respondiómuyserioelcaballero—,peroyonosoyvuestrohombre,puesnollevodineroencima.

—¿Deverdad?—preguntóRobinHood,mirandofijamentealcaballero—.Nomequedamásremedioquecreeros;sinembargo,señorcaballero,existenalgunos de vuestra clase que no son tan de fiar como ellos quisieran hacercreer.Poresoosruegoquenopenséismalsilocompruebopormímismo.

Ysinsoltarlasriendasdelcaballo,sellevódosdedosalabocayemitióunpenetrante silbido, en respuesta al cual casi ochenta proscritos saltaron laempalizadaycorrieronhaciaRobinyelcaballero.

—Esos son mis hombres —dijo Robin, mirándolos con orgullo—; almenos,algunosdeellos.Compartenconmigotodaslasalegríasylospesares,las ganancias y las pérdidas. Os ruego, señor caballero, que me digáissinceramentesilleváisdinero.

Elcaballeronorespondiónadademomento,perosusmejillasempezaronateñirsederubor;porfin,miróaRobinalacaraydijo:

—Noséporquétendríaqueavergonzarme,puestoqueamínomeparecemotivo de vergüenza, pero os estoy diciendo la verdad cuando digo que nollevo en la bolsamás que diez chelines y que ése es todo el dinero que sirRicharddeLeaposeeenelmundo.

CuandoRichard terminódehablar, todosquedaronen silenciohastaqueRobindijo:

—¿Medaisvuestrapalabradecaballerodequeesoestodoloquelleváisencima?

—Osdoymimássolemnepalabra,comoauténticocaballero,dequeéseestodoeldineroqueposeoenelmundo—dijoRichard—.Aquíestámibolsa;podéiscomprobarvosotrosmismoslaveracidaddemispalabras—yletendiósubolsaaRobin.

—Guardadvuestrabolsa,sirRichard—dijoRobin—.Nadatanlejosdemiintencióncomodudardelapalabradetannoblecaballero.Megustarebajaralos soberbios, pero, si puedo, procuro ayudar a los afligidos. Venid, sirRichard, animaos y acompañadnos al bosque. Hasta es posible que pudiera

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ayudaros,puessindudaconocéislahistoriadelbuenreyAtelstán,quesalvólavidagraciasaunhumildetopoqueexcavóunazanjaenlaquetropezaronlosquepretendíanasesinarle.

—Creoqueverdaderamenteestáisintentandoseramable,avuestromodo—dijosirRichard—;peromispesaressondeuntipoquenoesprobablequeestéenvuestramanocurar.Noobstante, estoydispuestoa ir convosotrosaSherwood.

Tras lo cual, hizo dar la vuelta a su caballo y todos emprendieron elcaminoaSherwood,caminandoRobinaunladodelcaballeroyWillEscarlataalotro,mientraselrestodelabandamarchabadetrás.

Trasrecorrerdeestemodounbuentrecho,Robindijo:

—Señor caballero: no quisiera molestaros con preguntas impertinentes,peroquizáosapetezcacontarmevuestraspenas.

—Ciertamente,Robin—dijoelcaballero—.¿Porquéno?Lacuestiónesésta:micastilloymistierrasestánhipotecadasporunadeudaqueyocontraje;de aquí a tres días la deuda debe saldarse o perderé para siempre mispropiedades, que caerán enmanos del priorato de Emmet, y lo que éste setraganolodevuelvejamás.

—ViveDiosquenoentiendocómolosdevuestraclasevivísdeesemodo,dejandoescaparvuestrasfortunascomolanievequesederritebajoelsoldeprimavera.

—Mejuzgáismal,Robin—dijoelcaballero—.Escuchad:tengounhijodeapenasveinteaños,quesinembargoyahaganadosusespuelasdecaballero.El año pasado, un aciago día, se celebraba un torneo en Chester en el quecompetíamihijo,yfuiconmiesposaaverlo.Puedodecirquenossentimosorgullosos,puesderribóatodosloscaballerosconlosqueseenfrentó.PorfinletocócompetirconuncélebrecaballerollamadosirWalterdeLancaster;yapesar de ser tan joven,mi hijo semantuvo firme en su silla aunque las doslanzassehicieronpedazosenelchoque.Sinembargo,quisolafatalidadqueunaastilladelalanzademihijopenetraraporelvisordelcascodesirWalter,clavándosele en el ojo y llegando al cerebro, causándole lamuerte antes deque su escudero tuviera tiempo de quitarle el yelmo. Pues bien, Robin, sirWalterteníamuchosybuenosamigosenlacorte,queencresparonlosánimosencontrademihijohastaelpuntodeque,parasalvarledeiraprisión,tuvequepagarunamultadeseiscientaslibrasdeoro.Aunasí,todohabríaidobien,denoserporlostrucosyrecovecosdelasleyes,quemedejarontanesquiladocomounaovejapeladaalrape.Yasímeviobligadoahipotecarmistierrasalpriorato deEmmet para conseguirmás dinero y, viéndome en necesidad, seaprovecharon demí. Pero quiero que sepáis que sólome preocupo pormis

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tierrasacausademiqueridaesposa.

—¿Y dónde está ahora vuestro hijo? —preguntó Robin, que habíaescuchadocongranatenciónelrelatodelcaballero.

—En Palestina—respondió sir Richard—.Combatiendo como un bravoguerrerocristiano,porlacruzyelsantosepulcro.Inglaterranoerabuenlugarparaél,acausadelamuertedesirWalteryelodiodelafamiliaLancaster.

—Vive Dios que es una triste historia —dijo Robin—. Pero decidme:¿cuántoledebéisalprioratodeEmmet?

—Sólocuatrocientaslibras—respondiósirRichard.

Aloíresto,Robindiounpuñetazoalaire,enseñaldeindignación.

—¡Malditos chupasangres! —exclamó—. ¡Se quedarán con toda unapropiedadporcuatrocientaslibras!¿Yquéosocurriráavossiperdéisvuestrastierras,sirRichard?

—No es eso lo que me preocupa —dijo el caballero—, sino lo que leocurrirá ami esposa. Si pierdomis tierras, tendrá que instalarse en casa dealgúnfamiliaryvivirdelacaridad, locualheriráprofundamentesuorgullo.Encuantoamí,cruzaréelmarsaladoeiréaPalestina,paraunirmeamihijoenlaluchaporelsantosepulcro.

EntonceshablóWillEscarlata:

—¿Pero no tenéis ningún amigo que os ayude en este momento denecesidad?

—Niuno—respondió sirRichard—.Cuandoera ricoy teníaamigos, selesllenabalabocadealabanzashaciamí.Perocuandoelrobleesderribado,loscerdosquesecobijanasusombrahuyenparaquenolescaigaencima.Asípues,misamigosmeabandonaron,puesnosólosoypobre,sinoqueademástengopoderososenemigos.

EntoncesRobindijo:

—Decísquenotenéisamigos,sirRichard.Noesquequierajactarme,peromuchoshanencontradoenRobinHoodunamigocuandoestabanenapuros.Animaos,sirRichard,quetodavíaesposiblequepuedaayudaros.

Elcaballerosacudiólacabezaconunadébilsonrisa,perolaspalabrasdeRobinHoodhabíanlogradoanimarle,pueslaesperanza,porpequeñaquesea,siempre arroja luz sobre las tinieblas, como hace una mísera vela que nocuestamásqueuncéntimo.

Comenzabaaanochecercuandollegaronalclarodondeseelevabaelárboldelasreuniones.Yadesdelejos,pudieronadvertirqueelPequeñoJohnhabía

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regresadoconalgúninvitado,peroloquenoseesperabaneraqueéstefueraelmismísimo obispo de Hereford. Puedo dar fe de que el buen obispo seencontrabaenplenacrisis.Caminabadeunladoaotrobajoelárbol,comounzorroatrapadoenungallinero.Trasélhabíatresfrailesdehábitosnegrosqueformaban un grupo asustado, como tres corderos en medio de la tormenta.Atados a las ramas de los árboles cercanos había seis caballos, uno de loscualeseraelcorcelbereberconarreosgrisesqueservíademonturaalobispo,mientrasquelosdemásibancargadosdebultosdediversasformasytamaños,unode loscualeshizobrillar losojosdeRobinHood,puesse tratabadeuncofrenomuygrandeperomuyreforzadocontirasybarrasdehierro.

Cuando el obispo vio a Robin y su partida salir de la espesura, hizoademándecorrerhaciaél,peroelproscritoquevigilabaalobispoyalostresfrailes le obligó a detenerse, poniendo su bastón a modo de barrera, y sueminencia tuvo que retroceder, con el ceño fruncido y protestandoairadamente.

—Aguardad, señor obispo —gritó Robin al ver lo que ocurría—.Enseguida estaré con vos.En toda Inglaterra no existe otro hombre quemealegre más de ver —y diciendo esto, apresuró el paso para llegar dondeesperabaelobispo,echandopestes.

—¿Ybien?—dijoelobispoenvozalta e indignadacuandoRobin llegóhastaél—.¿EsasícomovuestrabandatrataaunaaltajerarquíadelaIglesia?Estostreshermanosyyoíbamospaseandotranquilamenteporelcamino,connuestras bestias de carga y una docena de guardias para proteger elcargamento,cuandonosabordóunbribóngigantesco,demásdedosmetrosdealtura,conotrosochentarufianesasusespaldas,ymeordenódetenerme.¡Amí, elobispodeHereford!Ante locual,misguardias armados (Dios losconfunda,porcobardes)huyeronatodocorrer.Perohaymás:aquelbellaconosólomedetuvo,sinoqueseatrevióaamenazarme,diciendoqueRobinHoodmedejaríamáspeladoqueunsetoeninvierno.Yporsiestofuerapoco,mellamó cosas horribles, como «cura gordo», «obispo vampiro», «usureroavariento»yotrascosasaúnpeores,comosiyofueraunmendigovagabundoo un hojalatero. Y para colmo, al llegar aquí, me encuentro con un gordoasqueroso, un falso sacerdote, que me saludaba con una palmadita en elhombro,comosiyo,Diosmeasista,fuerauncompañerodetaberna.

—¡Cuidadoconloquedecís!—exclamóelfraileTuck,adelantándosedeunsaltoyplantándoseanteelobispo—.¡Muchocuidado,osadvierto!—yaldecir esto, chasqueó los dedos ante las narices del obispo, que retrocedióaterradocomosielchasquidohubierasidountrueno—.¡Falsosacerdote!¡Mehabéisllamado«falsosacerdote»!¡Puesmirad,señorobispo,osapuestoaquesoytansantocomovos,einclusopodríahaberllegadoaobispodenohabernacidoenunacuneta!¡Ytambiénsoytancultoytanleídocomovos,aunque

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nuncapudedominarelmalditolatín,yaquemilenguaestáhechatansóloparaelnobleidiomainglés!Aunasí,osaseguroquepuedorecitarmisPaternostersymisAvessinequivocarmemásquevos,¡sogordinflón!

Elobispomiróal frailecomoungatorabioso,mientras todos losdemás,incluidosirRichard,seechabanareír.SóloRobinpermanecíaserio.

—Atrás,Tuck—dijo—.NoestábienirritaraSuEminenciadeestemodo.¡Ah, señoría! ¡Lamentomuchísimo quemi banda os hayamaltratado de talmanera! Os aseguro de corazón que sentimos un profundo respeto por loshábitos.¡PequeñoJohn,venaquíinmediatamente!

Al escuchar la llamada, el Pequeño John se adelantó, contorsionando surostro en una extraña mueca que parecía querer decir: «Ten piedad de mí,jefe».EntoncesRobinsedirigióalobispodeHerefordypreguntó:

—¿Esésteelhombrequeoshablócontantainsolencia?

—Elmismo,ciertamente—respondióelobispo—.Untipodespreciable,afemía.

—¿Es cierto, Pequeño John—interrogó Robin—, que le llamaste «curagordo»aSuEminencia?

—Sí,jefe—respondióapesadumbrado.

—¿Y«obispovampiro»?

—También—respondióelPequeñoJohn,entonoaúnmásafligido.

—¿Y«usureroavariento»?

—También—dijo el Pequeño John con una voz tan triste que al propiodragóndeWentleyselehabríansaltadolaslágrimasaloírlo.

—¡Esverdaderamente extraño!—dijoRobinHood, volviéndosehacia elobispo—.JamáshabríacreídoqueelPequeñoJohndijeralaverdad.

Aloírestaspalabras,todosestallaronencarcajadas,mientraselobisposesonrojabahastaponerse rojodesde labarbaa la coronilla.Pero se tragó suspalabrassindecirnada,aunquecasiseahogadelesfuerzo.

—No, señor obispo—dijo entoncesRobin—. Somos rudos, pero no tanmaloscomopensáis,creoyo.Nohayaquíniunsolohombrequeseatrevaatocarunpelodelacabezadevuestraeminencia.Yaséqueoschocannuestrasbromas, pero aquí en el bosque todos somos iguales; entre nosotros no hayobispos, duques ni barones, sino tan sólo hombres. Así pues, mientraspermanezcáis con nosotros tendréis que amoldaros a nuestras costumbres.Venga, muchachos, moveos y disponedlo todo para el banquete. Mientrastanto,ofreceremosanuestrosinvitadosunaexhibicióndeportiva.

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Ymientrasunosseencargabandeencenderelfuegoparaasarcarne,otroscorrieron a empuñar sus bastones y arcos. Entonces Robin presentó a sirRicharddeLea.

—Querido señor obispo—dijo—.Aquí os presento a otro invitado a lafiestadeestanoche.Esperoquehagáisbuenasmigas.Todosmishombresyyonosesforzaremosporhonrarosaambosestanoche.

—Sir Richard —dijo el obispo—, me temo que vos y yo somoscompañeros de sufrimientos en esta cueva de…—estuvo a punto de decir«ladrones»,peroseinterrumpió,mirandoalarmadoaRobinHood.

—Hablad con libertad, señor obispo —dijo Robin, riendo—. Aquí enSherwoodnonosasustanlaspalabras.Ibaisadecir«cuevadeladrones».

—Tal vez fuera a decirlo—respondió el obispo—, pero ahora diré, sirRichard, que he visto cómo os reíais de las lamentables bromas de estosfelones.Piensoquehabríasidomásdignodevosmantenerunaactitudgrave,enlugardeincitarlosconvuestrasrisas.

—Noosdeseoningúnmal—asegurósirRichard—,perounabuenabromaesunabuenabroma,ypuedodecirossinceramentequeigualmehabríareídosilabromahubieraidocontramí.

LlamóentoncesRobinaalgunosdesushombres,queamontonaronmusgoblandosobreelsueloyextendieronencimapielesdeciervo.Acontinuación,Robinrogóasusinvitadosquesesentasen,ysesentarontambiénalgunosdelosproscritosmásnotables,comoelPequeñoJohn,WillEscarlata,AllandeDale y otros, acomodándose como mejor pudieron. Luego se colgó unaguirnaldaenunextremodelclaroycomenzólacompeticióndetiroconarco,enlaquelosarquerosdemostrarontalpunteríaquesaltabaelcorazóndegozoel verlo. Y mientras tanto, Robin conversaba tan desenfadadamente con elobispo y el caballero que, olvidando el uno sus vejaciones y el otro susproblemas,ambosseecharonareírdebuenaganaenmásdeunaocasión.

Diezarquerosdispararontresflechascadauno,yaunquelaguirnaldasólomedíatrespalmosdeanchurayseencontrabasituadaacientocuarentametrosdedistancia,sólodosflechasfallaronelblanco.

—¡Por la Virgen, amigo mío! —exclamó el obispo—. Jamás he vistodisparar así en todami vida. Pero he oído hablar muchas veces de vuestrapuntería.¿Nopodríaisofrecernosunamuestra?

—Bueno…—dijo Robin—. Empieza a oscurecer y no se vemuy bien,peroharéloquepueda.

Ydiciendoesto,selevantódesuasientoy,sacandosucuchillo,cortóunavara de avellano, aproximadamente del grosor de un pulgar, y tras pelar la

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corteza, caminó contando los pasos hasta medir una distancia de ochentametros.Allíclavólavaraenelsueloyregresóconlosdemás.AllandeDaleleofreció su arco de tejo yRobin tendió la cuerda. Luego, vaciando la aljabasobre el suelo, escogió cuidadosamente una flecha de su agrado. Acontinuaciónmontó la flecha y se colocó en posición,mientras se hacía unsilencio tan absoluto que se habría podido oír la caída de una hoja. Tensórápidamente la cuerda, extendió el brazo izquierdo, y sin dar tiempo ni arespirar dejó partir la flecha. El proyectil voló tan rápido que la vista eraincapaz de seguirla, pero todos estallaron en aclamaciones cuando WillScathelock regresó corriendo, trayendo la vara de avellano con la flechaclavada en ella. Los gritos eran tan fuertes que hasta los proscritos queatendíanelfuegoacudieroncorriendo,puestodossesentíanorgullososdelapunteríadesujefe,queningunosoñabaconigualar.

Mientras tanto, Robin se había vuelto a sentar entre sus invitados; sindarlestiempoapronunciarunapalabradeelogio,llamóalosmiembrosdelabandamásdiestrosconelbastón,ycontinuaronlascompeticioneshastaquecayólanocheynohuboluzsuficienteparagolpearniparargolpes.

Entonces se adelantóAllandeDale, afinó suarpaydenuevo sehizoelsilencio mientras Allan de Dale cantaba con su prodigiosa voz viejascancionesdeamorydeguerra,degloriaydetragedia,quetodosescuchabansin hacer ni un movimiento ni un ruido. Y Allan cantó hasta que la luna,redonday plateada, se alzó con su blanco resplandor sobre las copas de losárboles.

PorfindoshombresvinieronaavisardequeelbanqueteestabaservidoyRobin, guiando a sus invitados de la mano, los condujo hasta donde seencontrabanpreparadosunosgrandesplatoshumeantesquedespedíanaromasdeliciosos, dispuestos sobre manteles blancos extendidos en la hierba. Sehabíaninstaladoantorchasqueloiluminabantodoconlaluzrojiza.Ysinmásceremonias, todos se sentaron a comer con gran alboroto, mezclándose elruidodelosplatosycubiertosconlossonidosdelasrisasyconversaciones.Muchotiempodurólacena,peroalfinconcluyó,aunqueseguíancirculandoel vino y la cerveza. Entonces Robin Hood pidió silencio y todos callaronmientrasélhablaba.

—Tengo que contaros una historia, así que escuchad todos lo que voy adeciros—dijo.

Y a continuación les explicó la situación de sirRichard, y cómo éste seencontrabaenpeligrodeperdersustierras.Peromientrashablaba,elrostrodelobispo,queestabasonrienteyradiantedegozo,sefueponiendoserio;alpocorato,elobispodejóaunladoelcuernodevinoquesosteníaenlamano,puesconocíamuybien lahistoriadesirRichardyempezabaa sentiruna terrible

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aprensión.Talcomosetemía,alterminarsurelato,Robinsedirigióaél:

—YSuEminenciaelobispodeHereford,¿noopinaqueestoesindignodeun cristiano, y mucho más de un siervo de la Iglesia, que debería vivirpracticandolahumildadylacaridad?

Elobisponorespondióunapalabraymantuvolamiradafijaenelsuelo.Robinsiguiódiciendo:

—TengoentendidoqueSuEminenciaeselobispomásricodeInglaterra.¿Acasonopodríaayudaraunhermanoenlanecesidad?

Elobisposeguíasinresponder.EntoncesRobinsedirigióalPequeñoJohnyledijo:

—VeconWillStutelyaporesoscincocaballosdecargaytráelosaquí.

Loscomensaleshicieronsitioparaloscaballosenellugarmásiluminadodel claro y al momento regresaron el Pequeño John yWill Stutely con lascincobestiasdecarga.

—¿Quién tiene la lista de las mercancías? —preguntó Robin Hood,mirandoalosfrailes.

—Yo—respondióelfrailemáspequeño,unancianoderostroarrugadoyvoztemblorosa—.Peroosruegoquenomehagáisdaño.

—Notemáis—dijoRobin—.Notengoporcostumbrehacerdañoagenteindefensa.Dadmelalista,reverendopadre.

ElancianohizoloquelepedíanyleentregóaRobinunatablillaenlaqueveníaanotadoelcargamentodecadaunodeloscaballos.Robin,asuvez,selaentregó a Will Escarlata, pidiéndole que la leyera en voz alta. Y Will,levantandolavozparaquetodosleoyeran,empezóarecitar:

—TresbalasdesedaparaQuintín,elmercaderdeAncaster.

—Esonolotocaremos—dijoRobin—.EseQuintínesunhombrehonradoque ha medrado gracias a su propio esfuerzo —y las balas de seda secolocaronaparte,sinabrirelpaquete.

—UnabaladeterciopelodesedaparalaabadíadeBeaumont.

—¿Para qué quieren los frailes terciopelo de seda?—preguntóRobin—.Noobstante,aunqueno lonecesiten,nose loquitaré todo.Divididloen trespartes:unaque sevenderáparahacerobrasdecaridad,otraparanosotrosyotraparalaabadía—ytalcomoRobinordenaba,asísehizo.

—CuarentaciriosdeceraparalacapilladeSantoTomás…

—Esopertenececontododerechoalacapilla—dijoRobin—.Ponedloa

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unladoyDiosnoslibredequitarleaSantoTomásloqueessuyo.

Asípues,tambiénlasvelassecolocaronaparte,juntoconlasbalasdesedadelhonradoQuintín.Willcontinuóleyendolalista,yRobinfueadjudicandolos cargamentos según lo que le parecía más indicado. Algunas cosas sedejaban a un lado sin tocarlas, y otras muchas se dividieron en tres partesiguales,unaparaobrasdecaridad,otraparalosproscritosylaterceraparasusdestinatarios originales. El suelo iluminado por las antorchas estaba yacubierto de sedas y terciopelos, telas doradas y barriles de vinos generosos,cuandoporfinllegaronalúltimoartículodelinventario:

—UncofrepertenecienteaSuEminenciaelobispodeHereford…

Alescucharestaspalabras,elobisposeestremeciócomosihubierasufridounescalofrío,mientraselcofreeradepositadoenelsuelo.

—Señorobispo,¿tenéislallavedeestecofre?—preguntóRobin.

Elobisposacudiólacabeza.

—Vamos,WillEscarlata—dijo entoncesRobin—.Eres elmás fuertedetodosnosotros.Traeunaespadaymirasipuedesabrirestecofre.

Will Escarlata se levantó y regresó a los pocos momentos trayendo unpesadomandoble.Tresvecesgolpeóelcofreconrefuerzosdehierro,quealtercergolpeseabrió,dejandoescaparunmontónde relucientesmonedasdeoro, que cayeron rodando bajo el resplandor de las antorchas. Semejantevisión levantóunmurmullodeadmiraciónen toda labanda,comoelsonidodelvientoenlosárboles,peronadieseadelantóparatocareldinero.

—Tú,WillEscarlata,ytú,AllandeDale,ytú,PequeñoJohn,contadesedinero—ordenóRobin.

Setardóbastanteencontartodoeldineroy,cuandotodosehubosumado,Will Escarlata anunció que el total ascendía a mil quinientas libras de oro.PeroentreeloroencontrarontambiénunpapelqueWillEscarlataleyóenvozalta,revelandoqueeldinerocorrespondíaalasrentasybeneficiosdeciertaspropiedadespertenecientesalobispadodeHereford.

—Señor obispo —dijo entonces Robin Hood—. No pienso dejaros tanpeladocomounsetoeninvierno,talcomoosamenazóelPequeñoJohn,puesos permitiré conservar una tercera parte de vuestro dinero. Bien podéisprescindir de otro tercio, como pago de las atenciones que os hemosdispensadoavosyavuestroséquito,puestoquesoishombrerico;ymásvalequedediquéiselotrotercioaobrasdecaridad,puesheoído,señorobispo,quesois hombre duro con vuestros siervos y os gusta acaparar riquezas quepodríais, con más mérito y provecho para vuestra alma, destinar a obrascaritativasenvezdegastarlasenbeneficiopropio.

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Elobispolevantólamirada,peroseguíaincapazdepronunciarpalabra;noobstante,estabaagradecidoporpoderconservarunapartedesudinero.

EntoncesRobinsedirigióasirRicharddeLeayledijo:

—Yahora,sirRichard,puestoquelaIglesiaamenazacondespojarosdelovuestro,pareceapropiadoqueseinviertapartedelexcedentedelosbeneficiosde la Iglesia en ayudaros.Vais a tomar esasquinientas libras apartadasparapersonasmásnecesitadasqueelobispo,yconellaspagaréisvuestradeudaalprioratodeEmmet.

SirRichardmirabaaRobinysusojossellenarondealgoquehizoborrosalavisióndelaslucesylascaras.Porfinpudodecir:

—Osagradezcodecorazónloquehacéispormí,amigomío;osruegoqueno penséis mal si digo que no puedo aceptar sin más vuestro generosodonativo.Estoesloqueharé:cogeréeldineroypagarémideuda;ydeaquíaunañoyundía,oslodevolveré,avosoalseñorobispodeHereford.Osdoymimás solemne palabra de caballero. Creo que puedo aceptar el préstamo,porquenoconozcohombremásindicadoparaayudarmequeunajerarquíadelamismaIglesiaqueentanduroaprietomehametido.

—La verdad, señor caballero —dijo Robin—, no entiendo todos esosescrúpulos que abruman a las gentes de vuestra calidad; no obstante, serácomovosdeseáis.Perohabréisdetraermeeldineroamíalcumplirseelplazo,puesconsideroquepodréhacerdeélmejorusoqueelobispo.

Dirigiéndose a sus hombres, Robin dio una orden y al momento secontaronquinientasmonedasdeoro,quesepusieronenunabolsadecueroyseentregaronasirRichard.Elrestodeldinerosedividióporlamitad,pasandounaparteaengrosareltesorodelabandaycolocándoseelrestoconlasdemáscosasadjudicadasalobispo.

EntoncessirRichardsepusoenpie.

—Temoquenopuedoquedarmemás tiempo,amigos—dijo—.Midamasealarmarásinoregresoacasa;ospidoveniaparapartir.

Robinysushombresseincorporaronigualmente,yRobindijo:

—Nopodemosdejarosmarcharsinescolta,sirRichard.

EntoncesintervinoelPequeñoJohn:

—Permitid,jefe,queescojaunaveintenadehombres,paraarmarloscomoesdebidoyescoltarasirRichardhastaqueencuentremejorcompañía.

—Biendicho,PequeñoJohn.Asísehará—respondióRobin.

AcontinuaciónhablóWillEscarlata:

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—Propongoqueledemosunacadenadeoroparacolgardelcuello,comocorresponde a una persona de sangre noble, y también espuelas de oro paraadornarsustalones.

—Biendicho,WillEscarlata.Asísehará—respondióRobin.

PorúltimohablóWillStutely:

—Démosletambiénestabaladeterciopeloyunrollodeteladorada,paraqueseloslleveasudamacomoregalodeRobinHoodytodossushombres.

Aloíresto,todosaplaudieron,yRobinHooddijo:

—Biendicho,WillStutely.Asísehará.

Entonces sirRichard deLeamiró en torno suyo e intentó hablar, pero aduraspenaspodía,pueslaemociónleembargaba;porfinconsiguiódecirconvoztrémulayquebrada:

—Osaseguroatodos,queridosamigos,quesirRicharddeLearecordarásiempre vuestra amabilidad en este día. Y si alguno de vosotros llegara aencontrarseenapurosonecesidad,queacudaamíyamidama,puesantessehundirán las murallas de mi castillo que yo consienta que le suceda algúndaño.Yo…—eincapazdedecirmás,diomediavueltaysealejó.

Se presentaron entonces el Pequeño John y diecinueve hombres más,armadosylistosparaelviaje.Cadaunodeellosllevabaunacotademallayun yelmo de acero, además de una espada al cinto, y presentaban unamagnífica estampa, alineados como para pasar revista. Robin se adelantó ycolgóunacadenadeoroalcuellodesirRichard,yWillEscarlatasearrodillóparacalzarsustalonesconlasespuelasdeoro;traslocual,elPequeñoJohntrajoelcaballodesirRichardyelcaballeromontó,miroaRobinporúltimavezy,conun impulsorepentino,se inclinóparabesarsumejilla.En todoelbosque resonaron los ecos de la ovación que despidió al caballero cuandoemprendió el camino a través de la espesura a la cabeza de su escolta deforajidos,entreelresplandordelasantorchasylosreflejosdelacero.

EntonceselobispodeHerefordhablóconvozlastimera:

—También yo debo partir, amigos míos, pues la noche está ya muyavanzada.

PeroRobinpusosumanosobreelbrazodelobispoylehizodetenerse.

—No tengáis tanta prisa, señor obispo—dijo—.De aquí a tres días, sirRicharddebepagarsudeudaconEmmet;hastaentonces,Eminencia,tendréisque resignaros a permanecer aquí, no vaya a ser que le ocasionéis algúntrastornoalcaballero.Osprometoquenoosaburriréis,puesyatengonoticiadevuestraaficiónalacazadelciervo.Despojaosdeesemantodemelancolía

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y esforzaos por vivir la alegre vida de un campesino durante tres días. Osgarantizoque,cuandollegueelmomento,lamentaréismarcharos.

DemaneraqueelobispoysuséquitotuvieronquequedarsetresdíasconRobin, durante los cuales Su Eminencia se lo pasó tan bien que, tal comoRobinhabíadicho,alllegarelmomentodepartirlohizoconpena.Alcabodelostresdías,Robinlosdejólibres,haciéndolosacompañarporunaescoltadeproscritosparaevitarqueningúnsalteadorlesarrebataraloquequedabadesuequipaje.

Pero tan pronto como se alejó, el obispo se juró que algún día le haríapagaraRobinHoodelhaberletenidosecuestradoenSherwood.

PeroveamosahoraloqueleacaecióasirRichard;escuchadyosenteraréisdecómopagó sudeudaalprioratodeEmmet,y cómo, a sudebido tiempo,saldótambiénlacontraídaconRobinHood.

II

CómopagósirRicharddeLeasudeuda

Elcaminorealseextendíaenlínearecta,grisypolvorientoyquemadoporel sol. A ambos lados del mismo había zanjas llenas de agua, en cuyasmárgenescrecíanjuncos,yenladistanciasealzabanlastorresdelprioratodeEmmet,rodeadasdealtosálamos.

Porelcaminocabalgabauncaballeroseguidodeunaveintenadehombresde armas. El caballero vestía una sencilla túnica de sarga gris, ceñida en lacinturaconunanchocinturóndecuero,delquependíanunareciaespadayunlargopuñal.Peroaunquevestíademaneratansencilla,elcaballoquemontabaera un bereber de pura sangre y sus jaeces iban engalanados con sedas ycampanillasdeplata.

Lapartidasiguióelcaminoflanqueadoporzanjashastallegaralportalóndel priorato de Emmet. Allí el caballero indicó a uno de sus hombres quellamaraalagaritadelportero,golpeandoconelpomodesuespada.

Elporteroseencontrabaamodorradoensucamastro,peroaloírlallamadasedespejóalinstante,abrióelpostigo,salióalexteriorysaludóalcaballero,mientrasunestorninoencerradoensujaulademimbrequecolgabadeltechodelaporteríarompíaagritar:«¡Incaeloquies!¡Incaeloquies!»,talcomolehabíaenseñadoahacerelpobreylisiadoportero.

—¿Dóndeestáelprior?—preguntóelcaballero.

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—Estácomiendo,señorcaballero,yaguardavuestravisita—respondióelviejo portero—, pues, si nome equivoco, vuestra señoría es sir Richard deLea.

—SoysirRicharddeLea—confirmóéste—,yquieroverleahoramismo.

—¿Debo llevarvuestrocaballoalestablo?—preguntóelportero—.ViveDiosqueesunnoblecorcel,ycon losmásregios jaecesquehevistoenmivida—yaldecirestoacaricióelcostadodelcaballo.

—No—respondió sirRichard—.Los establos de este lugar no son paranosotros.Osruegoquemedejéispaso.

Yconestaspalabrassepusoenmarchay,encontrandolaspuertasabiertas,penetró en el patio empedrado del priorato, seguido por sus hombres. Laspisadas de los cascos de los caballos, unidas al chocar de las armas yarmaduras,hicieronlevantarelvueloaunabandadadepalomas,quevolaronconestruendosoaleteohastaloselevadosalerosdelastorres.

MientraselcaballerosedirigíaaEmmet,enelcomedordelprioratoteníalugarunespléndidofestín.Elsoldelatardepenetrabaatravésdelasventanasojivales,cayendoenformadeparchesdeluzsobreelsuelodepiedraysobrela mesa, cubierta con unmantel blanco como la nieve y dispuesta para unbanqueteprincipesco.AlacabeceradelamesasesentabaelpriorVincentdeEmmet, conholgadasvestidurasdepañoy sedaSe tocaba la cabezaconunbonete de terciopelo negro con adornos de oro, y de su cuello pendía unagruesacadenadeoroconungranmedallón.Juntoaél,posadoenelbrazodesu sillón, tenía a su halcón favorito, pues el prior era un gran aficionado alnoble arte de la cetrería.A su derecha se sentaba el sheriff deNottingham,ataviadodepúrpuraconrebordesdepiel,yasuizquierdaunfamosodoctorenleyes, sobriamente vestido de oscuro. Los asientos de menor importanciaestaban ocupados por el bodeguero jefe de Emmet y otros destacadosmiembrosdelacomunidad.

De un extremo a otro de lamesa circulaban las risas y las bromas, y elambiente era tan festivo como se puede desear. El rostro, habitualmentesevero,delhombredeleyesaparecíaalteradoporunaampliasonrisa,puesensubolsa llevabaochentamonedasdeoroqueelprior lehabíapagadocomocomisión por llevar el asunto de sir Richard de Lea. El sabio doctor habíainsistido en cobrar por adelantado, pues no tenía demasiada confianza en elreverendoVincentdeEmmet.

ElsheriffdeNottinghamestabadiciendo:

—¿Estáisseguro,reverendopadreprior,dequeyapodéiscontarconesastierras?

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—Yalocreo—respondióelprior,chasqueandoloslabiosdespuésdehaberbebidounlargotragodevino—.Lohetenidosometidoavigilancia,aunqueélnosehadadocuenta,ymeconstaquenotienedineroparapagarme.

—Muycierto—confirmóelhombredeleyesconvozsecaycascada—.Sinosepresentaapagar,puededarporperdidassustierras.Perorecordad,señorprior, que tenéis que lograr que os firme la cesión, pues de lo contrario osresultarádifícilconservarlastierrassinproblemas.

—Yasé—dijoelprior—.Melohabéisdichoantes.Peroestecaballeroestan pobre que de buena gana firmará la cesión de sus tierras por doscientaslibrasendinerocontante.

Entoncestomólapalabraeljefedelasbodegas:

—A mí me parece vergonzoso arruinar de este modo a un desdichadocaballero. Y me parece una lástima que tenga que perder sus magníficasposesionesdeDerbyshireporquinientasmiserableslibras.Ymeparece…

—¿Quéestodoesteparloteoenmispropiasbarbas?—interrumpióelpriorcon voz airada, los ojos centelleantes y lasmejillas rojas de indignación—.¡PorsanHuberto,másosvaldríareservarelalientoparaenfriarvuestrasopa,sinoqueréisqueosescaldelalengua!

—Lomalo—dijosuavementeelhombredeleyes—esquemeatreveríaaasegurar que nuestro caballero no vendrá a saldar su deuda, prefiriendomostrarse esquivo. Pero de cualquier modo encontraremos la manera dequedarnosconsustierras,asíquenotemáis.

Apenashabíaterminadoeldoctordepronunciarestaspalabrascuandoseoyóruidodecascosdecaballosycotasdemallaenelpatio.Elpriorordenóaunode loshermanosque se sentabaen los lugaresdemenor respetoque seasomaraa laventanayvieraquiénestabaabajo,aunquesabíamuybienquenopodíaserotrosinosirRichard.

Elhermanoselevantó,miróporlaventanaydijo:

—Veo una veintena de hombres de armas y un caballero que en estepreciso instante desmonta de su caballo. Viste una túnica gris, bastantehumildeamientender.Peroelcaballoquelesirvedemonturaeselcorcelmásespléndidoymejorenjaezadoquejamáshevisto.Elcaballero,trasdesmontar,sedirigehaciaaquí;ahoraentraenelgranvestíbulo.

—Yaloveis—dijoelpriorVincent—.Heahíuncaballerocuyabolsanole alcanza ni para comprar un mendrugo de pan, y sin embargo mantieneguardiasarmadosyengalanasucaballomientrasélvaconel traseroalaire.¿Acasonoesjustoquehombresasíseveanrebajados?

—¿Estáisseguro—preguntóelleguleyoconvoztemblorosa—dequeeste

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caballero no nos hará ningún daño? Los hombres de su clase son terriblescuandosesientenengañados,ytraeconsigounabandadehombresviolentos.Quizáfueramejorconcederleunaplazamientodelpagodesudeuda.

Resultabaevidentequeeldoctor teníamiedode loquepudierahacer sirRichard.

—Notemáis—dijoelprior,mirandodearribaaabajoalhombrecillo—.Estecaballeroesmásbienpacíficoynoselepasaríaporlaimaginaciónhacerdañoaunancianocomovos.

Nohabíaacabadodehablarelpriorcuandoseabrióunapuertaalextremodel comedor y por ella entró sir Richard, con lasmanos juntas y la cabezainclinada sobre el pecho. En esta humilde postura avanzó despacio por elsalón,mientrassushombresaguardabanjuntoalapuerta.Cuandollegóanteelasientodelprior,hincóunarodillaenelsuelo.

—Dios os guarde, señor prior —dijo—. He venido a cumplir micompromiso.

—¿Habéistraídoeldinero?—preguntóelpriorsinmásrodeos.

—¡Ay!Notraigoencimaniunpenique—respondióelcaballero,mientrasalpriorlebrillabanlosojos.

—Afemíaquesoisunmaldeudor—dijoelprior—.Señorsheriff,beboavuestrasalud.

Pero el señor seguía arrodillado sobre las duras piedras, demodoque elpriorsedirigiódenuevoaél,hablándoleentonobrusco:

—¿Quémásqueréis?

Al oír estas palabras, un leve rubor tiñó lasmejillas del caballero; perocontinuóarrodillado.

—Apelo a vuestra misericordia —dijo—. Tal como vos esperáis lamisericordia divina,mostraos compasivo conmigo.Nome despojéis demistierras,reduciendoalapobrezaaundignocaballero.

—Vuestroplazoestácumplidoyvuestrastierrasperdidas—dijoelhombredeleyes,envalentonadoporeltonohumildedelcaballero.

—Vos, señor doctor en leyes—dijo sirRichard—, ¿nome apoyaréis enestemomentodenecesidad?

—No—respondióelotro—.Memantendréalladodeestesantoprior,quemehapagadomishonorariosenorocontanteysonante,loquemedejaligadoaél.

—¿Yvos,sheriff,tampocomeapoyaréis?—preguntósirRichard.

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—Líbreme Dios—dijo el sheriff de Nottingham—. Este asunto no meatañe,peroharéloquepueda—yaldecirestoledioalpriorconlarodilla,pordebajodelmantel—.¿Nopodéisaliviarpartedeladeuda,reverendoprior?

Elpriorsonrióaviesamente.

—Pagadmetrescientaslibras,sirRichard—dijo—,yoseximirédevuestradeuda.

—Sabéismuybien,señorprior,quetanfácilmeresultapagar trescientascomocuatrocientas—dijosirRichard—.¿Peronopodríaisconcedermeotrosdocemesesdeplazoparasaldarmideuda?

—Niunsolodía—respondióelpriortajantemente.

—¿Esoestodoloqueharéispormí?—preguntóelcaballero.

—¡Fueradeaquí,falsocaballero!—exclamóelprior,estallandoencólera—.¡Omepagáisladeudacomooshedichoomecedéisvuestrastierras!¡Yahora,fuerademisalón!

EntoncessirRichardsepusoenpie.

—¡Vossíquesoisunfalsosacerdote,yunmentirosoademás!—dijoconvoz tan autoritaria que el hombre de leyes se encogió asustado—. ¡Falsocaballeroyo,cuandosabéismuybienquesiemprehemantenidomuyaltomipabellónenlaspruebasytorneos!¿Tanpocacortesíatenéisquepermitísqueunauténticocaballeropermanezcaderodillastodoestetiempo,yverleentrarenvuestrosalónsinofrecerledecomernidebeber?

Elhombredeleyesintervinoconvoztrémula:

—Éstenoesenabsolutoelmodoadecuadodetratarasuntosdenegocios;procuraremos hablar conmásmesuraVeamos, señor prior, ¿cuánto estaríaisdispuestoapagarleaestecaballeroporlacesióndesustierras?

—Pensabaofrecerledoscientaslibras—respondióelprior—.Perodespuésdehabermehabladocontantainsolencia,noledaréniunpeniquemásdecienlibras.

—Aunquemehubieraisofrecidomillibras,falsoprior—dijoelcaballero—,noosquedaríaisniconunapulgadademistierras.

Yentonces,volviéndoseasushombres,queaguardabanjuntoalapuerta,lesdijo:

—Venidaquí—yacompañólaordenconunaseñalhechaconeldedo.

Elmásaltodeloshombresdearmasseadelantóyleentregóunaabultadabolsadecuero.SirRichardtomólabolsaehizosaltardeellaunacascadademonedasdeoro,quecayerontintineandosobrelamesa.

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—Recordad, señor prior—dijo—:Me habéis prometido saldar la deudaportrescientaslibras.Ynorecibiréisniunpeniquemás.

Ytrasdeciresto,contótrescientaslibrasyempujóelmontónhaciaelprior.

Elpriordejócaer losbrazose inclinó lacabezaensignodeabatimiento,puesnosólohabíaperdidotodaesperanzadeapoderarsedelatierra,sinoquehabía perdido doscientas libras, además de las ochentamonedas pagadas envanoaldoctorenleyes.Deprontosedirigióaéste.

—Devolvedmeeldineroqueosentregué.

—¡Deesonada!—chillóelotro—.Sonmislegítimoshonorariosyloquesedanosequita—yaldecirestosearropóconsugabán.

—Yahora,señorprior—dijosirRichard—,hecumplidomicompromisoy pagado mis deudas; como no queda nada pendiente entre nosotros,abandonaré de inmediato este inmundo lugar—ygirando sobre sus talones,saliódelaestancia.

Durante todo este tiempo, el sheriff había estado mirando, con los ojoscomo platos y la boca bien abierta, al corpulento hombre de armas quepermanecía tan inmóvil como una estatua de piedra. Por fin consiguióarticular:

—¡ReynoldHojaverde!

Aloírestenombre,elcorpulentoguerrero,quenoeraotroqueelPequeñoJohn,sevolviósonrientehaciaelsheriff.

—Buendíatengáis,honorablecharlatán—dijo—.Puedoaseguraros,señorsheriff, que he escuchado todo lo que aquí se ha dicho y no dejaré decomunicárselo a Robin Hood. Adiós de momento, hasta que volvamos aencontrarnosenelbosquedeSherwood—ytambiénélseretiró,siguiendolospasosdesirRichardydejandoalsheriffpálido,descompuestoyencogidoensuasiento.

AsirRichardleaguardabaunaalegrefiesta,perodejótrasdesíungrupodesolado, que había perdido por completo el apetito por los principescosmanjares servidos a la mesa. Sólo el sabio doctor estaba contento, puesconservabasushonorarios.

PasarondocemesesyundíadesdeelbanquetedelpriorVincentdeEmmetyllegóelotoñodeunnuevoaño.Peropuedoasegurarosqueenaquelañoseprodujeron grandes cambios en las tierras de sirRichard deLea; los pradosdonde antes sólo crecíanmalas hierbas se veían ahora cubiertos de doradosrastrojos,testimoniodeunacosechaabundante.Ytambiénpodíanobservarsegrandescambiosenelcastillo,puesdondeantessólohabíapolvoyabandonoahoratodoestabaenordenybiencuidado.

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Brillaba el sol sobre almenas y torreones, y una bandada de ruidosascornejassurcabalosaires,revoloteandoentornoalasdoradasveletasdeloschapiteles.Enlaradiantemañana,elpuentelevadizoseabatiósobreelfoso,congran ruidode cadenas, se abrieron lentamente las puertas del castillo, yuna vistosa comitiva de hombres armados, a cuyo frente cabalgaba uncaballero completamente cubierto de cota de malla tan blanca como laescarchaquecubrelasplantaseninvierno,salióaltrotedelpatiodelcastillo.Elcaballeroempuñabauna larga lanza,encuyapuntaondeabaungallardeterojo como la sangre y tan ancho como la palmade lamano. Salió, pues, latropa del castillo, llevando en medio tres bestias cargadas con bultos dediversasclasesyformas.

AsípartióaquellahermosamañanaelbuensirRicharddeLea,parasaldarsu deuda con Robin Hood. La comitiva recorrió el camino real con pasoacompasado y rumor de armas y arreos. Viajaron hasta llegar a lasproximidadesdeDenby,donde,desdeloaltodeunotero,vieron,másalládelaciudad,numerosasbanderasybanderolasondeandoalviento.EntoncessirRichardsedirigióalguerreroqueteníamáscerca:

—¿QuésucedehoyalotroladodeDenby?

—Conlaveniadevuestraseñoría—respondióelhombredearmas—,secelebrahoyunaferia,conungrantorneodeluchaalqueacudirámuchagente,puessehaofrecidocomopremiountoneldevinotinto,unanillodeoroyunpardeguantes,todolocualpasaráamanosdelmejorluchador.

—A fe mía que no debe ser mal espectáculo —dijo sir Richard, muyaficionadoalosdeportesviriles—.Semeocurrequequizátengamostiempodedetenernosunpocoparacontemplartannobleespectáculo.

YguiosucaballoendirecciónaDenbyyalaferia,dondellegóseguidodesushombres.

Allí todo era alboroto y diversión. Por todas partes ondeaban cintas ybanderolas, había saltimbanquis haciendo piruetas sobre la hierba, se oíamúsicadegaitasyjóvenesparejasdanzabanalsondelamúsica.Perodondemayor multitud se congregaba era en torno a un cuadrilátero donde secelebrabanloscombatesdelucha,yallídirigieronsuspasossirRichardysushombres.

Cuando los jueces del torneo vieron que se aproximaba sir Richard,sabiendo quién era, el principal de todos ellos descendió de su estrado, seacercóalcaballero,letomódelamanoylerogóquesesentaraconellosparaactuardeárbitro.SirRicharddesmontódesucaballoyacudióasentarseconlosdemásjuecesenunestradolevantadojuntoalcuadrilátero.

La competición estabamuy animada. Cierto campesino llamado Egbert,

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natural de Stoke, en el condado de Staffordshire, había arrojado delcuadriláterosinesfuerzoatodossuscontrincantes;perounhombredeDenby,conocido en toda la región como William Caracortada, había estadoaguardando suoportunidad,y cuandoEgbert sehubodeshechode todos losdemás,William saltó al cuadrilátero. El combate fue durísimo, pero por finWilliamlogróderribaraEgbert,locualfuerecibidocongrandesaclamacionesymuchoestrechardemanos, pues todos loshabitantesdeDenby se sentíanorgullososdesupaisano.

Cuando llegó sir Richard vio que William, enardecido por lasaclamaciones de sus vecinos, caminaba de un lado a otro del cuadrilátero,desafiandoaquienquisieraenfrentarseconél.

—¡Venid,venidtodos!—gritaba—.¡Aquíestoyyo,WilliamCaracortada,ymeatrevoconcualquiera!SinohayningunodeDerbyshirequeseatreva,que vengan los de Nottingham, los de Stafford o los de York, y si no lesrefrotoatodoselhocicocontraelsuelo,comocerdosenelbosque,dejarédellamarmeWilliamelluchador.

Todosseecharonareír,peroporencimadelasrisasseoyóunafuertevoz:

—Puestoque tantopresumes, aquívieneunodeNottinghamdispuesto aintentarlo,amigo.

Y al instante, un joven de elevada estatura que empuñaba un robustobastónseabriópasoentrelamuchedumbreyalfinllegóalapalestra,saltandoágilmente por encima de las cuerdas. No era tan corpulento comoWilliamCaracortada, pero sí más alto y ancho de hombros, y de articulacionesflexibles.SirRichard leexaminóconatenciónydespuéssedirigióaunodelosjueces:

—¿Sabéisquiénesestejoven?Meparecehaberlevistoantes.

—No—respondióeljuez—.Meresultacompletamentedesconocido.

Mientras tanto, sin decir palabra, el joven dejó a un lado su bastón ycomenzóadespojarsedesujubónydemásropassuperiores,hastaquedarconeltorsoylosbrazosdesnudos;yeraunafiestaparalavistacontemplarleentalestado,puessusmúsculoseranrobustosybienmarcados,tanfuertescomolasaguasrápidas.

Ambos contrincantes se escupieron en lasmanos, las pusieron sobre lasrodillasyseagacharon,vigilandoatentamentealotroparaprocurarconseguirventaja en la presa. Luego, con la velocidad del relámpago, saltaron unocontraelotroy lamultitudestallóengritos,puesWilliamhabíaconseguidohacer mejor la presa. Durante breves instantes forcejearon, tiraron y seretorcieron,ydeprontoWilliamaplicóunaastutazancadillaparaderribaral

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forastero,peroésterespondióconmayordestrezaaún,anulandolazancadilla.Entonces,conunbruscogiroyunallave,elforasterosesoltóyCaracortadaseencontró apresado por un abrazo que amenazaba con quebrarle las costillas.Duranteunratopermanecieronasí,respirandoruidosamente,forcejeando,conlos cuerpos relucientesde sudor,que tambiéncaía engrandesgoteronesporsus rostros. Pero la presa del forastero era tan fuerte que al fin los robustosmúsculosdeWilliamseaflojaronbajoelabrazoyemitióungemido.Entoncesel joven,recurriendoa todassusfuerzas,aplicóunabruscazancadillaconeltalón y un rápido empujón con la cadera derecha, yWilliam cayó sobre lastablasconungolpeterrible,yallíquedócomosi jamásfueraasercapazdemoversedenuevo.

Peronoseoyerongritosaclamandoalforastero,sinounairadomurmulloque recorría la multitud, asombrada de lo fácilmente que había vencido.Entoncesunodelosjueces,queestabaemparentadoconWilliamCaracortada,selevantóconloslabiostemblorososymiradasiniestra.

—Dejadme que os diga, amigo —dijo—, que si habéis matado a esehombrelopasaréismal.

Peroelforasterorespondióconosadía:

—Élcorrióelriesgoconmigocomoyolocorríconél.Ningunaleypuedecondenarme,aunquelehayamatado,puestoquelohiceluchandolimpiamenteenelcuadrilátero.

—Esoloveremos—dijoeljuez,mirandodemalmodoaljoven,mientrasentrelamultitudseseguíaoyendounmurmulloindignado,pues,comoyahedicho, las gentes deDenby se sentían orgullosas de la fortaleza deWilliamCaracortada.

EntoncessirRichardhablóentonoapaciguador:

—No—dijo—.Elmuchachotienerazón.Sielotromuere,habrámuertoenbuenalid,aceptandoelriesgoyenpelealimpia.

Pero mientras tanto, tres hombres se habían adelantado a recoger aWilliam,comprobandoquenoestabamuerto,aunquesímuymaltrechoporlacaída.Entonceseljuezprincipalselevantóydijo:

—Joven,elpremioesvuestroycon justicia.Aquí tenéiselanillodeororojo,yaquílosguantes,yahíestáeltoneldevino,paraquehagáisconélloquequeráis.

Al oír esto, el joven, que se había vuelto a poner sus ropas y habíaempuñadodenuevosubastón,seinclinósindecirpalabra;luego,recogiólosguantes y el anillo, semetió los unos bajo la faja y se deslizó el otro en elpulgar,dio lavueltay,saltandoágilmentesobre lascuerdasunavezmás,se

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abriópasoentrelamultitudydesapareció.

—Mepreguntoquiénpodráseresejoven—dijoeljuez,dirigiéndoseasirRichard—.Parecíaunauténtico sajón,por susmejillas coloreadasy supelorubio.EsteWilliamnuestroesdurodeverdadyjamáslehabíavistoderribado,aunquebienesciertoquenuncasehaenfrentadoagrandesluchadorescomoThomasdeCornualles,DiccondeYorkoel jovenDaviddeDoncaster.¿Nopensáisquesemanejabienenelcuadrilátero,sirWilliam?

—Muycierto;ysinembargo,esemozolederribólimpiamente,yconunafacilidadpasmosa.Yo tambiénmepreguntoquiénpodrá ser—respondió sirRichardentonopensativo.

Duranteun rato, el caballero siguióconversandocon laspersonasque lerodeaban,peroporfinseincorporóysedispusoapartir.Llamóasushombres,apretólascorreasdelasillaymontóensucaballodenuevo.

Mientras tanto, el joven desconocido se había abierto camino entre lamultitud, pero a su paso iba oyendo murmullos y comentarios del tipo de:«¡Miradelgallito!»,«¡Fijaoscómosepavonea!»,«ApostaríaaquejugósucioconWilliam»,«Sí,¿nohasvistoque lleva ligaparapájarosen lasmanos?»,«No estaría mal cortarle la cresta a ese gallo». El forastero no prestabaatenciónatodoesto,ycaminabaconempaque,comosinohubieraoídonada.Asíatravesóelpradohastallegaralrecintodondesebailaba,yseasomóalapuertaparaecharunvistazo.Mientrasmirabadistraído,unapiedralepegódeprontoenelbrazoconungolpedoloroso,yalvolversevioqueungrupodehombres furiosos le había seguido desde el cuadrilátero. Cuando ellos levieronvolverse,empezaronadartalesgritosyalaridosquelagentesaliódelrecinto de baile a ver lo que ocurría. Por fin, un herrero alto, de hombrosanchosymiembrosrobustos,saliódeentre lamultitudyseadelantóconungruesogarroteenlasmanos.

—¿QuéesesodeveniranuestrahonradaciudaddeDenby,sopasmarote,paraderrotarconmalasmañasdetramposoaunmuchachohonesto?—gruñóconvoz ronca como elmugidode un toro enfurecido—. ¡Pues a ver qué tepareceesto!

Y le lanzó al joven un golpe capaz de derribar a un buey. Pero el otrodesvió el golpe con gran habilidad y le devolvió otro, tan terrible que elhombredeDenbycayóconungemido,comoheridoporunrayo.Alvercaídoasucabecilla,lamultitudvolvióagritarindignada;peroelforasteroapoyólaespalda en la tienda, enarbolando su temible bastón, y tan demoledor habíasidoelgolpequerecibióelherrero,queningúnotroseanimabaaponersealalcancedelcayado,sinoquetodosseecharonhaciaatrás,comounajauríadeperrosanteunoso.Sinembargo,algúncobardelanzódesdeatrásunapiedraqueacertóalforasteroenlafrente,haciéndoletambalearsemientraslasangre

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brotabadelabrecha,cayendosobresurostroysujubón.Yentonces,viéndoleaturdidoporeltraicionerogolpe,lamultitudselanzósobreél,hastaconseguirderribarloasuspies.

Mallohubierapasadoentonceseljoven,pudiendohaberllegadoaperderallísujovenvida,denohaberacudidosirRichardensuayuda;deprontoseoyerongritosybrillaronlosaceros,serecibieroncintarazos,ysirRicharddeLeaseabriócaminoentre lamuchedumbre,espoleandoa sucaballoblanco.La chusma, viendo al caballero acorazado y a los guerreros que leacompañaban,sedisolviócomonieveenunachimenea,dejandoaljovenenelsuelo,ensangrentadoycubiertodepolvo.

Alnotarselibre,eljovenseincorporóy,limpiándoselasangredelrostro,levantólamirada.

—Ah, sir Richard de Lea—dijo—. Esmuy posible que hoyme hayáissalvadolavida.

—¿QuiénerestúquetanbienconocesasirRicharddeLea?—preguntóelcaballero—.Yameparecehabervistoantestucara,jovenzuelo.

—Sí que la habéis visto —dijo el joven—. No soy otro que David deDoncaster.

—¡Ja! —exclamó sir Richard—. No me explico cómo no te reconocí,David;perotubarbahacrecidoypareceshabertehechomáshombreenestosdocemeses.Entraenesta tienda,David,y lávate la sangrede lacara.Y tú,Ralph,tráemeahoramismounjubónlimpio.Lamentoloquetehaocurrido,peronoobstantemealegrodehaber tenidolaoportunidaddepagarpartedemideudacontubuenjefe,RobinHood,puesafemíaquelohabríaspasadomaldenollegaryo,jovencito.

Yasídiciendo,elcaballeroayudóaDavidaentrarenlatienda,dondeeljovenselimpiólasangredelrostroysepusounjubónlimpio.

Mientras tanto, había empezado a difundirse el rumor de que el jovendesconocidonoeraotroqueelgranDaviddeDoncaster,elmejorluchadordeInglaterra central, el que la pasada primavera había tumbado al formidableAdamdeLincolnenlaferiadeSelby,Yorkshire,yahoraostentabaelcinturónde campeón de toda Inglaterra central. Y así ocurrió que cuando el jovenDavidsaliódelatiendaacompañadoporsirRichard,conelrostrolimpiodesangreysumanchadojubóncambiadoporotrolimpio,noseoyóniungritoairado,sinoquetodosseempujabanparacontemplarle,orgullososdequeunodelosmásgrandesluchadoresdeInglaterrahubierasubidoalapalestraenlaferiadeDenby.Asídevolublessonlasmultitudes.

EntoncessirRichardproclamóenvozalta:

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—Amigos, éste esDavid deDoncaster; no penséis, pues, que ha habidovergüenzaenquevuestrocampeóndeDenbyhayasidovencidoporsemejanteluchador.Élnoosguardamalavoluntadporloquehasucedido,peroqueestoos sirva de advertencia en vuestros futuros tratos con los forasteros. Dehaberlo matado, éste habría sido un día funesto para todos vosotros, puesRobin Hood habría arrasado vuestro pueblo como el cernícalo arrasa elpalomar.Acabodecomprarleelbarrildevinoyesmideseoregalárosloparaquebebáisavuestroplacer.Peronuncamásvolváisaacosaraunhombresóloporseresforzado.

Al oír esto, todos estallaron en aclamaciones; pero, a decir verdad,pensaban más en el vino que en las palabras del caballero. Entonces sirRichard,conDavidasu ladoysushombresdearmasasualrededor,dio lavueltayabandonólaferia.

Peroentiemposposteriores,cuandolosgrandesluchadoresyahabíansidovencidos por la edad, cada vez que alguien hablaba de un combateapasionante, la gente sacudía la cabeza y decía: «Ya, ya; pero tendríais quehabervistoalgranDaviddeDoncastercuandotumbóaWilliamCaracortadaenlaferiadeDenby».

Robin Hood estaba sentado al pie del árbol de las reuniones, con elPequeñoJohnylamayorpartedesubandarodeándole,aguardandolallegadadesirRichard.Porfinvieronbrillarelaceroentrelahojarascadelbosque,ysirRichard salióde la espesura, cabalgandoa la cabezade sushombres.SedirigiódirectamenteaRobinHoody,trasdesmontardesucaballo,estrechóalproscritoensusbrazos.

—Vaya, vaya —dijo al cabo de un rato, separándose un poco de sirRichardymirándoledepiesacabeza—.Vuestraseñoríapareceunpájaromásalegrequelaúltimavezquelevi.

—Asíes,graciasati,Robin—dijoelcaballero,poniendolamanosobreelhombrodelproscrito—.Denoserporti,ahoraestaríavagandoenlamiseriapor un país lejano. Pero he cumplido mi palabra, Robin, y te he traído eldinero que me prestaste, que en este tiempo he doblado cuatro veces, demaneraquesoyotravezrico.Yconeldinerooshetraídounpequeñoregaloparatiyparatusvalientes,departemíaydemiseñora.

Yvolviéndosehaciasushombres,lesgritó:

—Acercadloscaballosdecarga.

PeroRobinlosdetuvo.

—No, sir Richard —dijo—. No me juzguéis atrevido por oponerme avuestros deseos, pero aquí en Sherwood jamás hablamos de negocios hasta

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despuésdehabercomidoybebido.

Con lo cual, tomando a sir Richard de la mano, lo condujo al asientoprincipalbajoelárboldelasreuniones,mientraslosprincipalesmiembrosdelabandasesentabanasualrededor.EntoncesRobindijo:

—¿Cómoesquehevisto llegaral jovenDaviddeDoncasterconvuestraseñoría,señorcaballero?

ElcaballerocontóentoncestodolosucedidoenDenbydurantelaferia,ycómoeljovenDavidestuvoapuntodepasarlomuymal;concluidosurelatoañadió:

—Y esto, amigoRobin, es lo queme ha retrasado tanto; de otromodo,habríaestadoaquíhaceunahora.

Cuandoelcaballeroacabódehablar,RobinextendiósumanoyasióladesirRichard,diciendoconvoztemblorosa:

—Ahora he contraído con vuestra señoría una deuda que nunca podrépagar,sirRichard,puesdejadqueosdigaqueantespreferiríaperdermimanoderechaaenterarmedequeal jovenDaviddeDoncaster lehasucedidounadesgraciacomolaqueparecequeestuvoapuntodeocurrirleenDenby.

Asísiguieronconversandohastaquealcabodeunratounodeloshombresse acercó a anunciar que la cena estaba servida, al oír lo cual todos selevantaronyseunieronalbanquete.Cuandoéstehuboterminado,elcaballeroordenóasushombresquetrajeranlasbestiasdecarga, locualsehizocomohabíaordenado.Luego,unode loshombresdearmas trajounpesadocofre,quesirRichardabrió,sacandodesuinteriorunabolsaqueconteníaquinientaslibras,lasumadedineroqueRobinlehabíaprestado.

—Sir Richard—dijoRobin—.Nos daría un gran placer si os quedaraiscon esa bolsa como regalo de los hombres de Sherwood. ¿No es así,muchachos?

Todosrespondieronagrandesvoces:

—¡Sí!

—Osloagradezcodecorazón—dijoelcaballeromuyserio—,peronomejuzguéismalsimeniegoaaceptarlo.Debuenaganalotoméprestado,peronoesposiblequeloaceptecomoregalo.

RobinHoodnodijonadayleentregóeldineroalPequeñoJohnparaqueloingresaraeneltesoro,puesteníasuficienteconocimientocomoparasaberque nada engendra tantos resentimientos ymala voluntad como los regalosimpuestos,queunonopuedenegarseaaceptar.

EntoncessirRichardhizoextendersobreelsuelolospaquetesylosabrió,

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antelocualselevantóungriteríoquehizoretemblarelbosque,puesallíhabíadoscientos arcos del mejor tejo español, todos bruñidos hasta el punto derelucir,ycadaarcoincrustadoconvistososadornosdeplata,perosinquelasincrustaciones llegaran a afectar a su solidez y precisión. Y junto a ellos,doscientasaljabasdecueroconbordadosenoro,yencadaaljabaunaveintenadeflechasconplumasdepavorealyrematesdeplata.

SirRichardentregóacadaproscritounarcoyunaaljabaconflechas,peroaRobinlediounarcoconlasmáselaboradasincrustacionesdeoro,asícomounaaljabaconflechasrematadasenoro.

Unavezmás, todos estallaron en aclamacionesde agradecimientopor elregaloyjuraronque,desernecesario,moriríanporsirRichardysudama.

PorfinllegóelmomentoenquesirRichardtuvoquepartir,yRobinHoodconvocóatodasubandaycadahombretomóunaantorchaenlasmanosparailuminarelcaminoatravésdelbosque.AsíllegaronallinderodeSherwood,dondeelcaballerobesóaRobinenlasmejillas,siguiósucaminoyseperdiódevista.

Así fue comoRobinHood ayudó a unnoble caballero a salir deunmalpaso,quedenoserporélhabríaarruinadolafelicidaddesuvida.

Y ahora escuchad, y os enteraréis de ciertas curiosas aventuras queacontecieronaRobinHoodyalPequeñoJohn,ydecómoelunoseconvirtióenmendigo y el otro en fraile descalzo; asimismo, sabréis lo que cada unoconsiguióconello.

****

SEXTAPARTE

DondesecuentacómoRobinHoodyelPequeñoJohnseconvirtieronrespectivamenteenmendigoyenfrailevagabundoypartieronenbuscadeaventuras,explicándoseasimismocómoelPequeñoJohnrezócon

ciertaintenciónycómoRobinHoodvencióacuatromendigosyengañóaunmayoristadegrano.

I

ElPequeñoJohnsehacefrailedescalzo

Concluyóel frío inviernoydiocomienzolaprimaveraAúnnosehabíancubiertodeverde los bosques, pero las yemasde las nuevashojas colgaban

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comouna neblina entre los árboles.En campo abierto, los prados lucían unverde brillante y los trigales un tono oscuro y aterciopelado, debido aldesarrollodelastiernasespigas.Loslabradorescantabanalsolylospájarosdescendíanenbandadassobrelossurcosreciénabiertosenbuscadesabrosaslombrices.Toda la tierrafértilyhúmedasonreíaa lacálida luz,y lasverdescolinasparecíanaplaudirdealegría.

RobinHood tomaba el sol comoun zorroviejo, sobreunapiel degamoextendidaalpiedelárboldelasreuniones.Conlaespaldaapoyadaenelárboly las manos alrededor de las rodillas, observaba distraídamente cómo elPequeño John trenzaba una cuerda de arco con largas hebras de fibra decáñamo, mojándose de vez en cuando las palmas de las manos y haciendorodar la cuerda sobre el muslo. Cerca de él se sentaba Allan de Dalecambiandounacuerdadesuarpa.

Porfin,Robinseanimóahablar:

—Pormivida,queprefieropasearporestebosqueenprimaveraqueserrey de toda Inglaterra. ¿Hay palacio en el mundo tan acogedor como estemaravillosobosqueenestaépocadelaño?¿Quésonloshuevosdechorlitoylosfiletesdelampreaquecomenlosreyes,encomparaciónconunbuenplatode venado y una cerveza espumosa? ¡Qué razón tenía el viejo Swantholdcuandodecía:«Másvalepanconamorquegallinacondolor»!

—Sí—dijoelPequeñoJohnmientrasuntabasucuerdanuevaconceradeabeja—.EstaesparamílabuenavidaHablasdelaprimavera,peroparamíhastaelinviernotienesusencantos.Túyyo,queridojefe,hemospasadomásdeunbuendíaeste inviernoenel JabalíAzul.¿Norecuerdasaquellanochequepasamosenlaposadatúyyo,WillStutelyyelfraileTuckconaquellosdosmendigosyelfrailevagabundo?

—Sí —respondió Robin sonriendo—. La noche en que Will Stutely seempeñó en robarle un beso a la posadera y le vaciaron encimauna jarra decervezaparaapagarlelosardores.

—Esa misma —dijo el Pequeño John echándose también a reír—. PorciertoqueaquelfrailecantóunacanciónpreciosaPadreTuck,vosquetenéisoídoparalamúsica,¿norecordáiscómoera?

—Enelmomentomelaaprendí—respondióTuck—.Vamosaver…

Sellevóeldedoíndicealafrente,enseñaldereflexión,empezóatararearparasímismo,deteniéndosedevezencuandoparaencajarloqueencontrabaen la mente con lo que iba buscando, y por fin, tras aclararse la garganta,rompióacantarconvozalegre:

Enelsetoflorido

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elpetirrojocanta

celebrandolaluz

delsolalegresalta,

retozadealegría

agitandolasalas;

sucorazónexulta

porlabellezaclara

delmayoflorecido,

delaestaciónlozana,

puesnohaypreocupaciones

ylacomidabasta.

Cuandolasfloresmueran,

élvolarámuylejos;

paranopasarfrío

iráaalgúndesvánviejo,

dondenolehagandaño

nilanievenielviento.

Delfrailevagabundo

asíestambiénlavida,

puesnuncalehafaltado

comidanibebida.

Lasseñorasleofrecen,

siarrecialaventisca,

asientojuntoalfuego,

alivioasusfatigas,

yasusguiñossonríen

lasmuchachasbonitas.

Después,cuandosemarcha

prosiguiendosuvía,

entonamientrasviaja

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alegrescancioncillas

poreldescansoeterno

desusalmassencillas.

Ycuandocaelanieve

yelvientoheladosopla,

siemprehallaelreverendo

unlugarqueleacoja,

unsitiojuntoalfuego

yunbocadoenlaolla,

queelcorazónlealegre

ylellenelaandorga.

Así cantaba el fraile Tuck, con voz fuerte y melodiosa, balanceando lacabeza de lado a lado siguiendo el compás, y cuando terminó todosaplaudieronylevitorearon,pueslacanciónleveníaalamedida.

—Afemíaqueesbuenalacanción—dijoelPequeñoJohn—,ysiyonofuera un proscrito del bosque de Sherwood, preferiría ser fraile vagabundoantesqueningunaotracosaenelmundo.

—Enefecto,esunabuenacanción—concedióRobin—,peroamipareceraquellos robustosmendigos eran los que contaban historiasmás graciosas yllevaban mejor vida. ¿No te acuerdas de lo que contaba aquel de la barbanegra,decuandofueamendigarenlaferiadeYork?

—Sí—dijo John—, pero ¿y lo que contó el fraile sobre la fiesta de lacosecha enKentshire?Te digo que se lo pasabamuchomejor que los otrosdos.

—Adecirverdad,yenhonordeloshábitos—intervinoelfraileTuck—,meinclinoacoincidirconelamigoJohn.

—Puesyomeaferroamiopinión—dijoRobin—.Ahorabien,¿quémedices,PequeñoJohn,deunabuenaaventuraparahoy?Sacaunoshábitosdefraile del baúl de los disfraces raros, y te los pones; yo pararé al primermendigo que encuentre y le cambiaré sus ropas por las mías. Y luego nosiremosavagarporlaregiónaverquénossucedeacadauno.

—Meparecebuenaidea—dijoelPequeñoJohn—.Pormí,adelante.

Asípues,elPequeñoJohnyelfraileTucksedirigieronalalmacéndelabandayallíescogieronunoshábitosgrisesparaelproscrito.Cuandovolvieron

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asalirlosrecibióunatremendacarcajada,puesnoerasóloquejamáshubieranvistoalPequeñoJohnconsemejantetraza,sinoqueademáselhábitoleveníacortoenmásdeunpalmo.PeroelPequeñoJohnllevabalasmanosmetidasenlas ampliasmangasde suhábito, lamirada clavada en el sueloyde su fajacolgabaunlargoypesadorosario.

—¡Tch,tch!—dijoelfraileTuckclavándoleelcodoenuncostado—.Nomires al suelo de esemodo; levanta lamirada con osadía, o todos se daráncuentadequeeresunimpostor,ynohabráentodalaregióndoncellaquetedirijaunasonrisaniseñoraquetedéunmendrugo.

Aloíresto, todosseecharonareírdenuevo, jurandoquejamáshuboentodaInglaterraunfrailetanbienplantadocomoelPequeñoJohn.

Entonces el Pequeño John empuñó un recio bastón, de cuyo extremocolgaba una abultada bota de cuero, como las que llevan los peregrinos alextremo de sus cayados, pero que contenía, puedo asegurarlo, algo másparecidoalbuenvinodemalvasíaquealaguafrescademanantialquesuelenllevar los virtuosos peregrinos. Entonces Robin Hood se puso en pie,empuñandosupropiobastón,ysemetióenelbolsillodiezmonedasdeoro,pues en los almacenes de la banda no había ningún traje de mendigo y seproponíaencontraraunoycomprarlesusropas.

Terminados los preparativos, los dos proscritos se pusieron en camino,marchandoanimadamenteen labrumosamañanaAnduvieronporelsenderodel bosque hasta llegar al camino real, y siguieron por éste hasta que sebifurcóendos,unaramaendirecciónaBlythylaotraaGainsborough.Allílosdosproscritossedetuvieron,yelbuenodeRobindijo:

—Toma tú el caminodeGainsboroughy yo tomaré el deBlyth.Queosvayabien, reverendopadre,yqueno tengáisocasióndecontarconangustialascuentasdevuestrorosariohastaquevolvamosaencontrarnos.

—IdconDios,buenaspiranteamendigo—dijoelPequeñoJohn—,yquenotengáisquepedirclemenciahastaquenosvolvamosaver.

Yasí,cadaunomarchódecididamenteporsucamino,hastaqueunaverdecolinaseinterpusoentreellosyambosquedaronocultosdelavistadelotro.

ElPequeñoJohnrecorrióun largo trecho,silbando,sinencontraranadieporelcamino.Lospájarospiabanalegrementeentrelossetosenfloryacadalado del camino se alzaban verdes colinas que apuntaban al cielo, dondegrandesnubesblancasdeprimaverapasabanlentamentesobresuscimasenunvueloperezoso.ColinaarribayvalleabajocaminóelPequeñoJohn,mientraselvientoledabaenlacarayhacíaondearsushábitos,hastaqueporfinllegóauncrucedecaminosqueconducía aTuxford.Allí encontróa tres atractivasmuchachasquellevabancestosdehuevosalmercado.

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—¿Adónde vais, hermosas doncellas? —dijo, interponiéndose en sucamino, con las piernas separadas y el bastón adelantado en ademán dedetenerlas.

Lastresmuchachascuchichearonentresíysedieroncodazosunaaotra,hastaqueporfinunadijo:

—Vamos al mercado de Tuxford, reverendo fraile, a vender nuestroshuevos.

—¡Loquehayquever!—dijoelPequeñoJohn,mirándolasconlacabezaladeada—.Sinlugaradudas,esunavergüenzaquemozastanbonitasseveanobligadasallevarhuevosalmercado.Permitidqueosdigaque,siyopudierahacerydeshacerenestemundo,vosotrastresiríaisvestidasdericassedasymontadasencaballosblancoscomolaleche,conpajesavuestroservicio,ynocomeríais otra cosa que fresas con crema batida; ésa es la vida quecorresponderíaavuestrabelleza.

Aloírestediscurso, las tresmuchachasbajaron lavista, ruborizándoseysonriendo tontamente. Una de ellas dijo: «¡Ah!»; la otra: «Se burla denosotras»,ylatercera:«¡Escuchadloquediceelreverendo!»,peroalmismotiempolastresmirabanalPequeñoJohnconelrabillodelojo.

—¡Pardiez!—dijoelPequeñoJohnentonodefinitivo—.Reverendoono,sédistinguirunamuchachabonitacuandolaveo,ysihayporaquíunhombrequedigaquenosoislastresmozasmáshermosasdetodoNottinghamshire,leharétragarsusmentirososdientesconayudadeestebastón.¡Hedicho!

Lastresmuchachasvolvieronaexclamar:«¡Ah!».

—Bien, veamos—siguió diciendo John—. No puedo permitir que unasdamiselastanencantadorasvayanacarreandocestosporelcaminoreal.Dejadqueloslleveyo,yunadevosotras,siosparece,puedellevarmibastón.

—No—dijounadelasmuchachas—.Nopodréisllevarlostrescestosalavez.

—¡Pues claroquepuedo!—dijo elPequeño John—.Yos lodemostraréahoramismo.DemosgraciasalbenditosanWilfredo,quemediounamenteágil.Fijaosbien:cojoestecestogrande,así;atomirosarioalrededordelasa,así;yahora,mepasoelrosarioporlacabezaymecuelgoelcestoalaespalda,así.

Y así lo hizo elPequeño John, colgándose el cesto a la espalda como sifueraelhatodeunbuhonero;luego,entregandosubastónaunadelasmozas,secolgóuncestodecadabrazo,volvióelrostrohaciaTuxfordyechóaandaralegremente, con una risueña muchacha a cada lado y la otra caminandodelanteconelbastón.Asímarchaban,y todoelque secruzabaconellos se

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detenía y se quedaba mirándolos, pues jamás se había visto una estampasemejante a la que ofrecía aquel alto y corpulento fraile, con hábitosdemasiadocortos,cargadodehuevosyrecorriendoloscaminoscontresbellasmuchachas. Al Pequeño John todo aquello le tenía sin cuidado, y cuandoalguien le dirigía un comentario jocoso, él respondía en el mismo tono,devolviendobromaporbroma.

AsírecorrieronelcaminoaTuxford,charlandoyriendo,hastallegaralasproximidadesdelaciudad.AllíelPequeñoJohnsedetuvoydejóloscestos,puesnoseatrevíaaentrarenlaciudad,dondeexistíalaposibilidaddetoparseconloshombresdelsheriff.

—Lo siento, preciosas —dijo—. Aquí debo abandonaros. No teníaintencióndevenirporestecamino,peromealegrodehaberlohecho.Yahora,antesdesepararnos,bebamospornuestraamistad.

Y así diciendo, descolgó la bota de cuero del extremo de su cayado, lequitóeltapónyselaofrecióalamuchachaquehabíallevadoelbastón,nosinantes limpiar labocadel recipiente con lamanga.Cadamuchachabebióunbuen trago del contenido de la bota, y cuando todas se hubieron servido, elPequeño John acabó con lo que quedaba, no dejando ni una gota. Luego,besando cariñosamente a las tres jóvenes, se despidió de ellas y siguió sucamino.Peroellasselequedaronmirandomientrasélsealejabasilbando.

—¡Qué lástima—dijounadeellas—queunhombre tansimpáticoy tanbuenmozotengavotosreligiosos!

—¡Pardiez!—decía por su parte el Pequeño John—. Esto no ha estadomal;ojalásanDunstanomeenvíemásdelomismo.

Tras recorrer un buen trecho, empezó a sentir sed de nuevo a causa delcalor.Agitólabotadevinojuntoalaoreja,perodesuinteriornosalióniunsonido.Selallevóaloslabiosylavolcódeltodo,peronoobtuvoniunagota.

—¡Ay,PequeñoJohn,PequeñoJohn!—sedijocontristeza,sacudiendolacabeza al mismo tiempo—. ¡Las mujeres serán tu ruina si no aprendes acuidartemejor!

Pero por fin llegó a la cima de una colina y desde allí vio una atractivaposada con techo de paja, estratégicamente instalada en el vallecito que seextendía a sus pies, y hacia donde descendía directamente el camino. Antesemejantevisión,unavozgritóen su interior:«Alégrate, amigo,puesahí teaguardanlasdeliciasmásqueridas,asaber:unbuendescansoyunajarradecerveza parda».Así pues, apresuró el paso colina abajo y pronto llegó a laposada,encuyaentradacolgabaunletreroconunacabezadeciervopintada.Delante de la puerta, una gallina clueca escarbaba la tierra rodeada por untropeldepolluelos, lasgolondrinashablabandesusasuntosdomésticosbajo

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losaleros,ytodoparecíatantranquiloyacogedorqueelcorazóndelPequeñoJohn rio de gozo dentro del pecho. Junto a la entrada había dosmagníficoscorcelesdesillasacolchadas,aparejadosparaunviajecómodoyanunciandola presencia en el local de clientes ricos. Sentados al sol en un banco ytrasegandocerveza,habíatresalegrescamaradas,unhojalatero,unbuhoneroyunmendigo.

—Buenosdíastengáis,amigos—dijoelPequeñoJohndirigiéndosehaciaellos.

—Buenos días tengáis vos, reverendo padre —respondió el mendigo,sonriendo—. Pero ¡qué veo!, vuestro hábito os viene corto. Lo mejor quepodríaishacerseríacortaruntrozodearribaycoserloabajo,paraquequedecomoesdebido.Perovenidasentarosconnosotrosyprobadestacerveza,sivuestrosvotosnoosloprohíben.

—Nadadeeso—respondióelPequeñoJohn,sonriendoigualmente—.Elbendito sanDunstanomeha concedidodispensa ilimitada para todo tipodeindulgenciasenesesentido—ydiciendoesto,echómanoalabolsaparapagarunaronda.

—Verdaderamente—dijoelhojalatero—,ajuzgarporvuestroaspecto,elbendito san Dunstano anduvo muy acertado, pues de no contar con taldispensasufielsiervotendríaquecumplirunadurapenitenciaSaquevuestrareverencia la mano de la bolsa, pues este trago no tendrá que pagarlo.¡Posadero,unajarradecerveza!

TrajeronlacervezaparaelPequeñoJohn,yéste,trassoplarlaespumaparadejarsitioaloslabios,levantóelrecipienteylovolcócadavezmás,hastaqueelfondoquedóapuntandoalcieloytuvoquecerrarlosojosparaprotegerlosdelresplandordelsol.Cuandoporfinbajólajarra,porquenoquedabanadaenella, emitió un profundo suspiro ymiró a los otros con los ojos húmedos ymeneandosolemnementelacabeza.

—¡Eh,posadero!—gritóelbuhonero—.Traedleaestehermanootrajarradecerveza,parademostrarquenossentimoshonradosdetenerentrenosotrosaalguiencapazdevaciarunajarracontantagana.

TodosempezaronacharlaranimadamentehastaquealcabodeunratoelPequeñoJohnpreguntó:

—¿Quiénmontaesoscaballosdeahí?

—Dos santos varones como vos, hermano —respondió el mendigo—.Ahoradebenestardándoseunbuenbanquete,puesdesdeaquíhueloelaromadeuncocidodegallina.Laposaderahadichoquevienende laabadíade laFuente,enYorkshire,yquesedirigenaLincolnporasuntosdenegocios.

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—Hacenunabuenapareja—añadióelhojalatero—,puesunoestanflacocomoelhusodeunaanciana,yelotrotangordocomounpasteldesebo.

—Hablando de gorduras —dijo el buhonero—, vos no parecéisprecisamentemalalimentado,reverendofraile.

—No,afemía—dijoelPequeñoJohn—.EnmípodéisverunejemplodeloqueelbenditosanDunstanoescapazdehacerporaquellosquelesirven,consólounpuñadodeguisantesresecosyuncántarodeaguafresca.

Unafuertecarcajadaacogiósuspalabras.

—¡Verdaderamente, esmaravilloso!—dijo elmendigo—.Habría podidojurar,viendocuánmagistralmentehabéisdadocuentadeesajarradecerveza,que no habíais probado el agua fresca en una buena tira de meses. ¿Porventura ese mismo bendito san Dunstano no os habrá enseñado una o dosbuenascanciones?

—Bueno, en cuanto a eso… —dijo el Pequeño John, sonriendo—. Esposiblequemehayaayudadoaaprenderalgunaqueotratonadilla.

—Entonces, os lo ruego, oigamos lo que os ha enseñado —dijo elhojalatero.

ElPequeñoJohncarraspeóparaaclararselagarganta,ydespuésdeunaodosquejasacercadeciertaronqueraquelemolestaba,cantólosiguiente:

¿Dóndevas,bellaniña?

Yoteruego,teruego

queesperesatuamor

yjuntoscogeremos

larosaquesemece

enesterosaltierno

cuandosoplagozoso

elvie-e-e-e-ento.

Ahora bien, tal parece que las canciones del Pequeño John estabandestinadasanocantarsenuncaenteras,puestansólohabíallegadohastaaquícuandoseabriólapuertadelaposadaysalieronporellalosdosreligiososdela abadíade laFuente, seguidospor el posadero, que, comovulgarmente sedice, se deshacía en atenciones como el jabón en el agua. Pero cuando loshermanosdelaabadíadelaFuentevieronquiéneraelquecantaba,ylevieronvestido con hábitos grises de fraile, se detuvieron de pronto, el fraile gordojuntandolascejasenungestodeindignaciónyelfraileflacohaciendomuecas

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comoquienhabebidountragodecervezarancia.YcuandoelPequeñoJohntomaba aire paraunanueva estrofa, el fraile gordo empezó a rugir, conunavozqueparecíauntruenosurgidodeunanubepequeña.

—¿Cómo es esto? —gritó—. ¿Pensáis, pecador, que es éste un sitioadecuadoparaqueunapersonaquevistehábitossedediqueabeberycantarcancionesprofanas?

—Pardiez—respondióelPequeño John—.Puestoquenopuedobeberycantar como vuestra reverencia, en un sitio tan lujoso como la abadía de laFuente,tendréquebeberycantardondebuenamentepueda.

—¡Quévergüenza!—exclamóel fraile altoydelgadoconvoz severa—.¿No os da vergüenza deshonrar así los hábitos, con este modo de hablar ycomportarse?

—¡Vengaya!—dijoelPequeñoJohn—.¿Deshonrar,decís?Másdeshonrameparecequelagentedeiglesiaquitedelasmanosalospobrescampesinoslospeniquestanduramenteganados.¿Nocreéis,hermano?

Aloíresto,elhojalatero,elbuhoneroyelmendigosedierondecodazos,sonriendo,ylosfrailesmiraronalPequeñoJohnconmiradasombría;peronose les ocurrió nada que replicar y sin más comentarios se dirigieron a suscaballos.EntonceselPequeñoJohnselevantódeunsaltodelbancoycorrióhacialosfrailesdelaabadíadelaFuente,queyasedisponíanamontar.

—Permitidquesujetelasbridasdevuestroscaballos—dijo—.Osaseguroquevuestraspalabrashancaladoenmipecadorcorazónyquenopermaneceréniunminutomásenesteantrodelmal.Iréconvosotrosyestoysegurodequeentansantacompañíanopodrécaerenningunaindignatentación.

—No, hermano —respondió el fraile flaco con dureza, viendo que elPequeñoJohnseburlabadeellos—.Nodeseamoscompañíacomolavuestra,asíquealejaos.

—¡Ay!—exclamóelPequeñoJohn—.Meafligeprofundamentequenoosguste mi compañía, pero en cuanto a dejaros, eso no puede ser, pues micorazón está tan conmovido que, aunque de mala gana, tengo que ir convosotrosparadisfrutardevuestracompañía.

Ante esta conversación, todos los ocupantes del banco sonrieron hastasacararelucir toda ladentadura,yelpropioposaderonopudocontenerunasonrisaEncuantoalosfrailes,semirabanunoaotro,conairededesconcierto,sinsaberquéhacer.Erantansoberbiosquelosponíaenfermoslameraideadecabalgarporelcaminorealconunfrailevagabundo,conelhábitodemasiadocorto, corriendo junto a ellos; peronopodíanhacerque elPequeño John sequedara contra su voluntad, pues se daban cuenta de que, si se lo proponía,

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John podía romperles los huesos a los dos en un abrir y cerrar de ojos.Demodo que el fraile gordo habló en un tono más suave que el que habíaempleadoantes.

—No,buenhermano—dijo—.Vamosdeprisayosmataréis si tratáisdeseguirnuestropaso.

—Enverdadosagradezcoquepenséisenmibienestar—dijoelPequeñoJohn—,peronotemáis,hermano;mispiernassonfuertesypuedocorrercomounaliebredesdeaquíhastaGainsborough.

Aloírestaspalabras, seoyóunacarcajadaprocedentedelbanco,ante locualelfraileflacoestallódeindignación,comoelaguaquealhervirrebosaycaealfuegocongranruidoyestrépito.

—¡Vilbellacopecador!—gritó—.¿Noosdavergüenzadeshonrardeesemodonuestros hábitos?Quedaos aquí, borracho, con estos puercos.No soisdignodeacompañarnos.

—¡Muy bien dicho! —exclamó el Pequeño John—. Ya lo habéis oído,posadero; no sois compañía dignade estos santos varones; volved a vuestracervecería.Osjuroquesiestosreverendísimoshermanosmíosmeautorizanaelloosvoyasacudirlacabezaconesterobustobastónhastadejarlatanblandacomounhuevobatido.

Estaspalabras fueron recibidasconunaestentóreacarcajadaporpartedelos que estaban en el banco, mientras el posadero se ponía rojo como unacerezadetantocontenerlarisaenelestómago;peroseaguantólasganasdereír, porque no quería atraerse las iras de los hermanos de la abadía de laFuenteconuna risa inoportuna.Encuantoa losdoshermanos,nopudiendohacernadamásyhabiendomontadoyaensuscaballos,tomaronladireccióndeLincolnysealejarondelaposada.

—No puedo quedarme más, amigos míos —dijo el Pequeño John,situándoseentrelosdoscorceles—.Asípues,quedadconDios.¡Allávamosnosotrostres!

Y diciendo esto, se colocó el bastón sobre los hombros y echó a correr,acomodandosupasoaldelasdosmonturas.

Los dos frailes miraron hoscamente al Pequeño John cuando éste seintrodujoentreellos,yacontinuaciónsesepararondeéltodoloquepudieron,demanera que el proscrito trotaba por el centro del camino,mientras elloscabalgabanporlossenderosdeloslados.Ymientrassealejaban,elhojalatero,elbuhoneroyelmendigollegaronsaltandohastaelcamino,cadaunoconunajarraenlamano,ylosmiraronmarcharsindejardereír.

Mientras se mantuvieron a la vista de los de la posada, los dos frailes

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guiaronsuscaballoscondignidad,nodeseandoempeorarlascosasporparecerquehuíandelPequeñoJohn,puesnopodíanevitarpensarenloqueopinaríalagentede saberque loshermanosde la abadíade laFuente escapabandeunfraile vagabundo, como escapó elMaligno cuando el bendito sanDunstanoaflojólastenazasalrojoconlasqueleteníaagarradalanariz;peroencuantohubieron remontado la cima de la colina y perdieron de vista la posada, elfrailegordoledijoalflaco:

—HermanoAmbrosio,¿noconvendríaqueapretáramoselpaso?

—Bien dicho, hermano —dijo el Pequeño John—. A mi entender,haríamosbienendarlemásfuegoalcaldero,pueseldíaavanzasinremedio.Asípues,sinoseosagitademasiadolagrasa,yodigoqueadelante.

Los dos frailes no dijeron nada, pero volvieron amirar al Pequeño Johncon mirada fulminante y luego, sin pronunciar palabra, arrearon a susmonturasyemprendieronunmediogalope.Galoparonduranteunkilómetroomás, y elPequeño John corría entre ellos tanveloz comoun ciervo, sin tansiquierainmutarseporlacarrera.Porfin,elfrailegordotiródelasriendasdesu caballo dejando escapar un gemido, pues ya no podía aguantar más elajetreo.

—Enfin—dijoelPequeñoJohn,sinqueletemblaranilomásmínimoelaliento—. Mucho me temo que este ritmo tan brusco os ha hecho polvovuestragrasientapanza.

Elfrailenodijonipalabra,limitándoseamirarfijamentealfrentemientrassemordíaellabioinferior.Apartirdeentoncesviajaronmáspausadamente,elPequeñoJohnporelmediodelcamino,silbandoalegrementeparasímismo,ylosdosfrailesporlossenderoslaterales,sinpronunciarpalabra.

En ciertomomento se encontraron con tres alegres juglares, vestidos derojodepies a cabeza,que sequedaronmirandoasombrados alverun fraileconhábitosgrisesdemasiadocortoscaminandoporelcentrodelcaminoydoshermanos, con las cabezas gachas de vergüenza, cabalgando sobre corceleslujosamenteaparejadosporlossenderoslaterales.ElPequeñoJohnlevantósubastón,comohacenlosheraldosparadespejarelcamino.

—¡Abridpaso!—gritabaconvozestentórea—.¡Abridpaso!¡Abridpaso!¡Aquívenimosnosotrostres!

¡Quémiradasleecharonlostrovadores,ycómoserieron!Elfrailegordoseestremeciócomosituvieraescalofríos,yelfraileflacoagachóaúnmáslacabezasobreelcuellodesucaballo.

Poco después se encontraron con un obeso burgués y su esposa, queviajabanconsusdoshermosashijas,todosvestidosconsusmejoresgalasde

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domingo, de regreso a Tuxford después de haber visitado a sus primos delcampo.Aéstos,elPequeñoJohnlossaludócongranseriedad.

—IdconDios,buenagente—dijo—.Allávamosnosotrostres.

Lasmujeresselequedaronmirando,pueslasmujeresnocaptanunabromatanaprisacomoloshombres;peroelviejoburguésseriotantoquesugordabarriga temblaba, lasmejillas se le pusieron rojas y sus ojos se llenaron delágrimas.

A continuación, se encontraron con dos nobles caballeros con ricosatuendos y halcones en sus muñecas, acompañados de dos bellas damasvestidasdeseday terciopelo, todosmontadossobrecorcelesdepurasangre.Al aproximarse el Pequeño John y los dos frailes, se hicieron a un ladomirándolosfijamente.Aéstos,elPequeñoJohnlossaludóhumildemente.

—Buenosdíastengansusseñoríasysusdamas—dijo—,peroallávamosnosotrostres.

Todosseecharonareíryunadelasdamaspreguntó:

—¿Aquétresosreferís,amigomío?

El Pequeño John miró por encima del hombro, pues ya los habíasobrepasadoyrespondió:

—Jackelgrande,JackelflacoyJackelgordocebón.

Aloíresto,el frailegordoemitióungemidoyparecióapuntodecaersedelcaballodepuravergüenza;elotrofrailenodijonadaysiguiómirandoalfrenteconmiradasombríaypétrea.

Un pocomás adelante, el camino torcía bruscamente en torno a un setobastantealto,yunoscuarentapasosdespuésdelacurvaunnuevocaminosecruzaba con el que ellos recorrían. Cuando llegaron al cruce y estuvieron aprudentedistanciadetodoslosdemásviajeros,elfraileflacotiróbruscamentedelasriendas.

—Mirad, amigo —dijo con la voz temblándole de rabia—, ya hemostenidobastantedevuestradesagradablecompañíaynoestamosdispuestosaaguantar más burlas. Seguid vuestro camino y dejadnos seguir en paz elnuestro.

—¿Qué os parece esto?—dijo el Pequeño John—. Y yo que creía queformábamos un grupo estupendo, y ahora os ponéis a echar chispas comomanteca en el fuego. Pues, para ser sincero, yo ya he tenido bastante devosotrosporhoy,aunquenomeresignoaperdervuestracompañía.Séquemeecharéisdemenos,peroencasodequedeseéisquevuelva,notenéismásquedecírselo al vientoy élme traerá vuestras noticias.Noobstante, comoveis,

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soy pobre y vosotros ricos. Os ruego que me deis un penique o dos paracomprarpanyquesoenlapróximaposada.

—Notenemosdinero,hermano—dijosecamenteelfraileflaco—.Vamos,hermanoTomás,sigamosadelante.

Pero el Pequeño Johnhabía agarrado las bridas de los caballos, una concadamano.

—¿Esverdadquenolleváisnadadedineroencima?—preguntó—.Osloruego,hermanos,porcaridad,dadmealgoparacomprarunmendrugodepan,aunquenoseamásqueunpenique.

—Os he dicho, hermano, que no tenemos dinero—rugió el fraile gordoconvozdetrueno.

—¿De verdad de la buena que no tenéis dinero?—insistió el PequeñoJohn.

—Niunpenique—respondióairadoelfraileflaco.

—Niuncuartodepenique—gritóelfrailegordo.

—No —dijo el Pequeño John—. Esto no puede ser. Dios me libre depermitirquedossantoscomovuestrasreverenciasseseparendemísindinero.Desmontad ahoramismo de vuestros caballos y nos arrodillaremos aquí, enmedio del cruce, para rogar al bendito sanDunstano que nos envíe algo dedineroconelquesufragarnuestroviaje.

—¿Quédecís,engendrodelinfierno?—gritóelfraileflaco,conlosdientesrechinandoderabia—.¿Mepedísamí,elgranbodeguerodelaabadíadelaFuente,quedesmontedemicaballoymearrodilleenelpolvodelcaminopararezarleaunharapientosantosajón?

—¡Pardiez! —dijo el Pequeño John—. Me están entrando verdaderasganas de partiros la cabeza por hablar de ese modo del venerable sanDunstano.¡Desmontadahoramismo,porquemipaciencianodurarámuchoypuedoolvidarmedequeprofesáislasórdenessagradas!

Yasídiciendo,hizogirarelbastónenelairehastaqueempezóasilbar.

Ante esto, los dos frailes se pusieron pálidos como la harina. El frailegordoseapresuróadesmontardesucaballoporunlado,yelfraileflacohizolopropioporelotro.

—Y ahora, hermanos, arrodillaos y rezad —dijo el Pequeño John,poniendo sus manazas sobre el hombro de cada uno y obligándolos aarrodillarse,traslocualsearrodillóéltambién.

EntonceselPequeñoJohncomenzóaimplorarasanDunstano,pidiéndole

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dineroagrandesvoces.Trashaber rogadodeestemodoal santoduranteunrato,pidióalosfrailesquebuscaranensusbolsasycomprobaransielsantoles había enviado algo; muy despacio, los dos frailes echaron mano a lasbolsasquellevabancolgadasdelcostado,peronosacaronnadadeellas.

—¡Caramba! —exclamó el Pequeño John—. ¿Tan poca virtud tienenvuestrasoraciones?Intentémoslodenuevo.

Una vezmás, comenzó a implorar a sanDunstano,más omenos en lostérminossiguientes:

—¡Oh,gloriososanDunstano!¡Enviadahoramismoalgodedineroaestapobre gente, si no queréis que el gordo se consuma hasta quedar tan flacocomoel flaco,yqueel flacoseconsumahastaquedarennadaantesdequepuedanllegaralaciudaddeLincoln!Peronolesenviéismásdediezchelinesporcabeza,paraevitarquesehinchendeorgullo.Todoloquequeráisenviarporencimadeesacantidad,enviádmeloamí.

—Y ahora—dijo incorporándose—, veamos lo que tiene cada uno—ymetiendo la mano en su bolsa, sacó de ella diez monedas de oro—. ¿Quétenéisvosotros,hermanos?

Unavezmás,losdosfrailesmetieronmuydespaciolamanoensusbolsasylavolvieronasacarvacía.

—¿No tenéis nada?—dijo el Pequeño John—.No, estoy seguro de quehayalgoquesehametidoporlascosturasdevuestrasbolsasyporesonoloencontráis.Dejadquemireyo.

Sedirigióprimeroalfraileflacoy,metiendolamanoensubolsa,sacódeellaunabolsita de cuerode laque extrajo cientodiez libras enmonedasdeoro.

—Estabasegurodequeenalgúnrincóndevuestrabolsateníaqueestareldinero que el bendito santo os ha enviado.Y ahora, veamos si también vostenéisalgo,hermano—ymetiendolamanoenlabolsadelfrailegordo,sacóde ella otra bolsita de cuero, cuyo contenido ascendía a setenta libras enmonedas de oro—. ¿Lo veis? Ya sabía yo que el bendito santo os habríaenviadoalgúndon,quetambiénvoshabíaispasadoporalto.

Acontinuación,lesentregóunalibraparalosdosyseembolsóelrestodeldinero,diciendo:

—Medisteisvuestrapalabradequenollevabaisdinero.Siendocomosoisgentedeiglesia,confíoenquenodaríaisvuestrapalabraenfalso.Meconstaque el bendito sanDunstano ha enviado esto en respuesta amis oraciones;perocomoyosólolepedídiezchelinesparacadaunodevosotros,todoloquesupereesaciframecorrespondeporderecho,yenconsecuenciamequedocon

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ello.Me despido de vosotros, hermanos, y espero que tengáis buen viaje apartirdeaquí.

Y con estas palabras se dio la vuelta y se alejó a grandes zancadas.Losfrailes se miraron uno a otro con gesto abatido y lentamente montaron denuevoensuscaballosyprosiguieronsuviajesindecirniunapalabra.

Porsuparte,elPequeñoJohnencaminósuspasosderegresoalbosquedeSherwood,silbandoalegrementeporelcamino.

YahoraveamosquéaventurasleacaecieronaRobinHoodconsudisfrazdemendigo.

II

RobinHoodsehacemendigo

Cuando Robin Hood se separó del Pequeño John en la bifurcación delcamino,prosiguióalegrementesumarchabajolossuavesrayosdelsol.Devezencuandodabaunpardebrincosocantabaunfragmentodecanción,depurocontentoporloagradabledeldía.Pues,acausadelabellezadelaprimavera,sucorazónestaba tan rebosantedegozocomoeldeun terneroque saleporprimera vez a pastar. A veces caminaba un largo trecho, contemplandodistraído las grandes e hinchadas nubes blancas que recorrían lentamente elcieloazul;otrasvecessedeteníaaabsorberlaplenituddevidaquelerodeaba,pueslossetosestabanenflorylahierbadelospradoscrecíaaltayverde;unasveces se quedaba inmóvil escuchando el melodioso canto de los pajarillosentrelosmatorralesoelvigorosocantodelgalloquedesafiabaalcieloaquelloviera,locualhacíareíraRobin,puessenecesitabapocacosaparaalegrarleel corazón.Asímarchabaconpasovaronil,deteniéndosecon frecuenciaporunauotrarazónysiempredispuestoaentablarconversaciónconlasalegresmuchachasqueseencontrabaaquíyallá.Yasífuetranscurriendolamañana,sinqueencontraraningúnmendigoconquiencambiarderopas.

«Simisuertenocambiapronto—sedijo—,metemoquevoyaperdereldía;yahatranscurridomásdelamitad,yaunquehedadounagradablepaseoporelcamposigosinsabernadadelavidadelmendigo».

Alcabodeunratosintióhambre,ysumentesedesviódelostemasdelaprimavera,lasfloresylospájaros,paraconcentrarseencaponesasados,vinodemalvasía,panblancoycosasasí,quellegaronaenternecerle.

«Ojalá tuviera la capa de los deseos deWillieWynkins; bien sé lo quedesearía,yseríaesto—yfuecontandoconlosdedoslascosasquepediría—:

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Primero,unbuenpastel,dulceytostado,dealondrastiernas;adviértasequenococinadasenseco,sinoconbuenasalsaparamojar.Luego,unabuenagallina,bien guisada, con huevos de paloma, cortados en rodajas, a modo deguarnición. Para acompañar todo esto, una barra larga de pan blanco reciéncocido;habrádeestaraúncalientedelhorno,conlacortezadoradaybrillante,delmismocolorqueloscabellosdemidamaMarian,ytancrujientecomoelhielofinoqueseformaenlossurcosporlamañanaaprincipiosdelinvierno.Conestobastaráenelcapítulodesólidos;peroademásnecesitarétresbotellasbiengordas,unadevinodemalvasía,otradeCanarias,yotrabienllenademijerezfavorito».

TodoestosedecíaRobinHood,mientrasselehacíalabocaaguaalpensarenlosmanjaresquehabíaconjuradoensumente.

Yasí,hablandoconsigomismo,llegóaunpuntoenelqueelcaminotorcíabruscamente alrededor del seto, rebosante de verdor con la salida de lasnuevashojas,yalcabodelacurvaviounindividuosentadosobreunavalla,balanceando plácidamente las piernas. De todas las partes del cuerpo delvagabundo colgaban bolsas y bolsillos de diferentes clases y tamaños, unadocena o más en total, con bocas grandes y abiertas como una nidada decornejas hambrientas. La capa, que tenía recogida alrededor de la cintura,presentabaremiendosdetantoscolorescomolascintasdeunpostedemayo.Setocabalacabezaconungorroaltodecuero,ysobresusrodillasdescansabaungruesobastóndepalodeespino,tanlargoypesadocomoeldeRobin.Era,sinduda,unmendigotanauténticocomoelmásauténticoquepudierarecorrerlassendasycaminosdeNottinghamshire,ysusojos,grisescomolapizarra,brillaban,centelleabanydanzabanderegocijo,ysucabellonegroyrizadolecubríatodalacabezaconpequeñosanillosespirales.

—Buenos días, buen amigo —dijo Robin al acercarse—. ¿Qué estáishaciendoaquí enestehermosodía,mientrasbrotan las floresy se abren loscapullos?

Elotroguiñóunojoy,sinmáspreámbulo,entonóconalegrevoz:

Sentadoenlavallaespero,

estoysentadoenlavalla,

ycantounacancioncilla

mientrasesperoamiamada,

yelsolenloaltobrilla,

yentornolashojasbailan,

ycantanlospajarillos

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queyaseacercamiamada.

—Y eso es lo que hago, valiente mozo, exceptuando que mi amada novendrá.

—Afemíaqueesunabuenacanción—dijoRobin—,ydeencontrarmeenelestadomentaladecuadoparaescuchar,nomeimportaríaoírmás;perotengodoscuestionesmuygravesqueplantearos,asíqueosruegoquemeescuchéis.

Aloíresto,eljovialmendigoladeólacabeza,comounaurracavagabunda,ydijo:

—Soymalcántaroparaecharenélcosaspesadas,amigomío,ysinomeequivoco,pocaspalabrasgravesdebensalirdevuestroslabios.

—Osequivocáis—dijoalegrementeRobin—.Loque tengoquedecirenprimerlugaresparamílamásgravedetodaslascuestiones,asaber:¿dóndepuedoencontraralgoquecomeryquebeber?

—¿Eso os parece?—dijo elmendigo—.Pardiez, yo nome planteo esascuestionescontantagravedad.Comocuandopuedo,ymasticocortezacuandono puedo conseguirmiga; demanera similar, si no hay cervezame lavo elpolvo del gaznate con un trago de agua fresca. Y cuando vos aparecisteis,estabasentadoaquí,planteándomesideborompermiayuno.Megustadejarcrecerelapetitoantesdecomer,puesdeesemodounmendrugomesabetanbien como le sabe al propio rey Harry un pastel de venado conmanteca ypasas.Ahoramismotengoyabastanteapetito,perocreoqueenunpocomásdetiempomaduraráhastaconvertirseenverdaderahambre.

—Biendecís—respondióRobin,riendodebuenagana—.Veoquetenéisunalenguaágilentrelosdientes.Pero¿esposiblequenotengáismásqueunmendrugo seco?Medaba la impresióndequevuestras bolsas y bolsillos sevendemasiadoabultadosparatanflacocargamento.

—Bueno,adecirverdad,esposiblequehayaalgomás—dijoelmendigoconairemalicioso.

—¿Yparabebernotenéisnadamásqueaguafresca?—preguntóRobin.

—Niunasolagota—respondióelmendigo—.Perounpocomásalládeaquelgrupodeárboleshayunapequeñaposada,tanacogedoracomolamejorenlaquehayáispuestolosojos;sinembargo,yonolafrecuento,porqueallínomemiranbien.Enciertaocasión,cuandoestabacenandoallíelreverendoprior de Emmet, la posadera preparó una excelente tarta de cangrejosestofados con azúcar de cebada, y la puso a enfriar sobre el alféizar de laventana.Alverlaallí,ytemiendoquepudieraperderse,mehicecargodeellahastaquelograraencontrarasulegítimodueño.Desdeentoncessecomportandemaneramuyraraconmigo;contodo,laveracidadmeobligaadeclararque

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tienelamejorcervezaquejamáshayacatadomilengua.

Aloíresto,Robinseechóareírenvozalta.

—¡Pardiez!—dijo—.¡Quémalosagradecieronvuestraamabilidad!Perodecidmesinceramente:¿quélleváisenesasbolsas?

—Bueno…—dijoelmendigoatisbandoporlasaberturasdesusbolsas—.Aquíveounapreciable fragmentódepasteldepichón,envueltoenhojasdelechugaparaconservarlasalsa.Aquíveoundeliciosotrozodecerdoadobado,yaquíunhermosopedazodepanblanco.Poraquíveocuatropastasdecerealyunapuntadejamóncocido.¡Ajá!Estoesverdaderamenteextraño,peroaquíveoseishuevosquedebenhaberllegadoporaccidentedesdealgúngallinerode los alrededores. Están crudos, pero si los asamos sobre las brasas y lesponemosunpocodemantequillaqueveoaquí…

—¡Compasión, amigo mío! —exclamó Robin extendiendo la mano—.Hacéisquemipobreestómagodésaltosdealegríaalescucharvuestrasdulcespalabras.Simeinvitáisacomer,iréahoramismoaesapequeñaposadadelaquehablabaisantesytraeréunpellejodecervezaparaqueambosbebamos.

—Amigomío,nodigáismás—respondióelmendigo,descendiendodelavalla—. Nos daremos un banquete con lo mejor de mis existencias y doygracias a san Cedrio por vuestra compañía. Pero os ruego, camarada, quetraigáispor lomenos trescuartosdecerveza:unoparabebervosydosparamí,puesosadviertoquemisedesde talcalibrequemeconsiderocapazdebebertantacervezacomoaguasaladabebenlasarenasdelríoDee.

Robinseseparóentoncesdelmendigo,que,porsuparte,sedirigióaunamata de tilo situada detrás del seto, y allí desplegó sobre la hierba susprovisiones,yasóloshuevosenunfuegodeleña,conunadestrezaadquiridagraciasaunalargaexperienciaenelasunto.AlcabodeunratoregresóRobin,acarreando al hombro un voluminoso pellejo de cerveza, que depositó en lahierba. Luego, al contemplar el banquete extendido sobre el suelo —y setratabadeunespectáculodignodeverse—,se frotó lentamenteelestómagocon lamano,puesasusojoshambrientos lepareció lamásbellavisiónquehabíancontempladoensuvida.

—Amigo—dijoelmendigo—,dejadmetantearelpesodeesepellejo.

—Ciertamente —dijo Robin—; servíos a placer, camarada, y mientrastanto,veamossiesepasteldepichónestáfrescoono.

Así pues, el uno se dedicó a la cerveza y el otro al pastel de pichón yduranteunbuenratonoseoyeronmássonidosqueelpropiodelamasticaciónyelgorgoteodelacervezaalsalirdelpellejo.

Cuando hubo transcurrido un largo rato de este modo, Robin apartó la

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comidayexhalóungransuspirodesatisfacción,puessesentíacomonuevo.

—Y ahora, amigo mío —dijo, apoyándose en un codo—. Me gustaríahablarosdelaotragravísimacuestiónqueosmencionabanohacemucho.

—¡Cómo!—exclamóelmendigoen tonodereproche—.¡Esperoquenopretenderéis hablar de cuestiones de gravedad delante de una cerveza comoésta!

—No—respondióRobinriendo—.Nopretendoobstaculizarvuestrased,amigomío;podéisbebermientrasyohablo.Estaeslacuestión:debohacerossaberquemeatraevuestrooficioymeapeteceprobarpersonalmentelavidadevagabundo.

—No me sorprende que os guste mi modo de vida, amigo —dijo elmendigo—. Pero «gustar» y «hacer» son dos cosas muy diferentes. Osaseguro, amigo mío, que se necesita un largo aprendizaje para llegar a sersimplepordiosero,ynodigamosyadescuideroopalanquín.Muchometemo,camarada, que sois demasiado viejo para iniciar una profesión que puedellevarosañosencogereltranquillo.

—Esoesmuyposible—dijoRobin—,ymetraealamenteloquedecíaelviejoSwanthold:zapatero,atuszapatos.Noobstante,estoydecididoaprobarlavidademendigo,ysólonecesitoparaellounasropasadecuadas.

—Os aseguro, amigo—dijo el mendigo—, que aunque os vistierais tanbien como el mismísimo san Andrajo, santo patrón de nuestra profesión,nunca seríais un buenmendigo. Pardiez, el primer vagabundo con quien ostoparais os haría papilla por meter las narices en un oficio que no oscorresponde.

—Aun así —insistió Robin—, me propongo intentarlo. Y creo quecambiaré de ropas con vos, pues vuestro atavío me complace. No sólo oscambiarélasropas,sinoqueosdarédosmonedasdeorodepropina.Traíaestesólido bastón por si tuviera que convencer a alguno de vuestros cofrades abasedepalosenlacabeza,peromecaéistanbienacausadelbanquetequemehabéisofrecidoquenolevantaríanieldedomeñiquecontravos,demodoquenodebéistenerniunápicedemiedo.

Elmendigoescuchabaconlosnudillosapoyadosenlascaderas,ycuandoRobinterminódehablarladeólacabezayadoptóunaexpresiónburlona.

—¡Pardiez,intentadlo!—dijoalfin—.¡Levantadundedocontramí,viveDios! ¡Habéis perdido la chaveta, amigo!Me llamoRicconHazel y soy deHolywell,Flintshire,aorillasdelríoDee.Osdigo,bellaco,queleshepartidola cabeza amuchos hombresmejores que vos, y ahoramismo os pelaría elcráneodenoserpor lacervezaquemehabéis traído.Noos llevaréisni tan

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siquieraunjiróndemicapa,aunquelonecesitaraisparalibrarosdelahorca.

—Vamos,camarada—dijoRobin—.Mesentaríamuymalestropearosesabonitacabezavuestra,peroosdigoalasclarasquedenoserporlacomidaosiba a dar un repaso que os impediría recorrer los caminos en una buenatemporada. Mantened la boca callada, muchacho, o vuestra suerte se osescaparáporlabocajuntoconvuestrasbravatas.

—¡Lo siento por vos, buen hombre, pues habéis comido vuestro últimoalmuerzo!—exclamóelmendigo,poniéndoseenpieyempuñandosubastón—.Tomadelbastónydefendeos,porquenosólovoyadarosunapaliza,sinoque además os quitaré el dinero, sin dejaros ni un penique mellado paracomprarsebodegansoconquefrotarosloschichones.¡Defendeos,digo!

EntoncesRobinseincorporóyempuñósubastón,diciendo:

—Quítame el dinero si puedes. Te prometo hasta el último penique queposeo si eres capaz de tocarme—y a la vez hizo girar su bastón entre losdedoshastaqueempezóasilbar.

ElmendigolevantósubastónydirigióunfuertegolpecontraRobin,queelproscritodesvió.Tresvecesgolpeóelmendigo,yniunavezllegóatocarleuncabello aRobin.EntoncesRobinvio llegar suoportunidady, enmenosquecanta un gallo, el bastón de Riccon voló por encima del seto y el propioRiccon quedó tendido en la hierba, tan inmóvil como una tripa de chorizovacía.

—¿Yahoraqué?—dijoRobin,riendoalegremente—.¿Queréismipellejoomidinero,camarada?

Peroelotronorespondiópalabra.EntoncesRobin,comprendiendoqueseencontraba aturdido por el golpe, echó a correr sin dejar de reír y trajo elpellejodecerveza,vertiendopartedelamismasobrelacabezadelmendigoyparte en su garganta, hasta que el vagabundo abrió los ojos y miró a sualrededor,comopreguntándoseporquéestabatendidodeespaldas.

EntoncesRobin,viendoqueelotrorecuperabapartedelossentidosqueelgolpelehabíaquitado,dijo:

—Yahora,amigomío,¿querréiscambiarderopasconmigo,otendréquezurrarosotravez?Heaquídosmonedasdeorosimeentregáisdebuengradotodosvuestrosharapos,bolsas,gorroydemáscosas.Ysinome lasdaisdegrado,muchome temoque tendréque…—yaldeciresto,miródearribaaabajosubastón.

Ricconsesentóysefrotóelchichóndelacabeza.

—¡Maldita sea! —exclamó—. Pensé que os zurraría con facilidad,compañero.Nosécómohasido,perocreohabercompradomáscervezadela

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quepuedobeber.Sitengoquedarosmisropas,sea,peroprometedmeprimero,con la palabra de un honrado campesino, que nome quitaréis más que losvestidos.

—Osdoymipalabradehonradocampesino—dijoRobin,pensandoqueelmendigoteníaalgunospeniquesquedeseabaponerasalvo.

Entonces elmendigo tomó una navaja que llevaba colgada al costado yrasgóconellaelforrodesucapa,extrayendodiezrelucienteslibrasdeoroquecolocóenelsuelofrenteaél,conunguiñodeastucia.

—Ahorapodéisllevarosmisropas,yqueosaprovechen—dijo—.Oslasofrezcoacambiodelasvuestrassinqueoscuesteunpenique,ymuchomenosdosmonedasdeoro.

—¡Pardiez!—exclamóRobin—.Soisuntipoastuto,ylodigodeverdad.De haber sabido que llevabais tanto dinero encima, es posible que no lohubierais conservado, pues tengo la sospecha de que no lo adquiristeis pormedioshonestos.

Entoncescadaunosequitósusropasysepusolasdelotro,yRobinquedóhechounmendigo tan aparente comoelmejorquepueda encontrarse enundíadeverano.Porsuparte,RiccondeHolywelldabasaltos,secontoneabaybailaba de alegría por el magnífico traje de paño verde que acababa deagenciarse.

—Ahora soy un pájaro de mejor plumaje —dijo—. Apuesto que miqueridaMollPeascod jamásmereconoceríavestidoasí.Podéisquedaros lassobras fríasde lacomida,amigo,puesmepropongovivira lograndeyconestilomientrasmedureeldineroylasropasseveanbien.

Ydandomedia vuelta, cruzó la empalizada y se perdió de vista, aunqueRobinleseguíaoyendocantaralotroladodelsetomientrassealejaba:

CómosealegraPollyysesonríe

cuandollamanmendigosasupuerta,

yJackyDicksealegranalabrirlos

ypreparalacenalacasera.

Yentonces,oleay,WillyWaddykin.

Oye,WillWaddykin,digoyo,

quecorra,corra,corra,lacerveza,

lavidadelmendigoeslamejor.

Robin siguió escuchando hasta que la canción se desvaneció en la

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distancia, y entonces él también cruzó la valla para salir al camino, aunqueencaminósuspasosendireccióncontrariaalaqueelmendigohabíatomado.Elcaminoascendíaporunapequeñacolina,yRobincaminócuestaarriba,conmedia docena de bolsas, omás, colgándole alrededor de las piernas. Siguióadelante durante un buen rato, pero no encontró ninguna otra aventura. Elcaminoestabacompletamentedesierto,exceptuandoaél,queseguíaandandolevantandonubecillasdepolvoconcadapaso,pueserayaplenomediodía,lahoramásapacibledeldíadespuésdeladelcrepúsculo.Todalatierraestabaensilencio, con la tranquilidad propia de la hora de comer; los caballos quetiraban de los arados descansaban junto a los surcos, masticando el pastocontenidoengrandesbolsasquecolgabanbajo sushocicos,yel labrador sesentabajuntoalsetoconsuhijo,ytambiénellosmasticaban,sujetandocadaunoungranpedazodepanenunamanoyungranpedazodequesoenlaotra.

Ymientrastanto,Robin,contodoelcaminoparaélsolo,seguíaadelantealegremente,conlasbolsasylosbolsillosbailandosobresusmuslos.Porfinllegóaunpuntoenelqueunpequeñosenderocubiertodehierbaseseparabadel camino, cruzaba una empalizada y bajaba una cuesta, atravesaba unvallecitoyunriachuelodelmismovalle,ysubíacuestaarribaporelotroladohasta conducir a unmolino de viento que se alzaba en lo alto de la colina,dondeelvientomecíalosárbolesconpausadomovimiento.Robincontemplóellugaryloencontródesuagrado,ysinmásrazónquesucapricho,tomóelsendero, atravesó el prado cubierto de hierba y bañado por el sol, cruzó lacañada y, casi sin darse cuenta, se encontró con cuatro alegres compañerossentadosenelsueloanteunsuculentobanquete.

Setratabadecuatromendigos,cadaunodeloscualesllevabacolgadadelcuellounatablillaconunainscripción.Enunadelas tablillasse leía«Pobreciego»;enotra,«Pobre sordo»;en la tercera,«Pobremudo»;yen lacuarta,«Apiadaos del inválido». Pero a pesar de las terribles aflicciones queindicaban los letreros, los cuatro camaradasparecíandisfrutar de la comida,tan felices como si la mujer de Caín jamás hubiera abierto el saco queencerraba todos los males del mundo, dejándolos escapar como plagas demoscasparaatormentaralosmortales.

ElprimeroqueoyóaRobinfueelsordo,quealmomentodijo:

—Escuchadhermanos:oigoquealguienseaproxima.

Yelprimeroqueloviofueelciego,querespondió:

—Esunhombrehonrado,denuestromismooficio.

Entonces,elmudoempezóadargrandesvoces,diciendo:

—¡Bienvenido,hermano!Sentaosconnosotros,queaúnnosquedaalgodecomidayunpocodemalvasíaenlabota.

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Y el inválido, que se había quitado la pata de palo y desatado la piernaverdadera, extendiéndola sobre la hierba para descansarmejor, se hizo a unladoparadejarsitioaRobin.

—Nosalegramosdeveros,hermano—dijo,tendiéndolelabotadevino.

—¡Pardiez!—dijoRobin, echándose a reír y sopesando en lasmanos labotaantesdebeber—.¡Ynoosfaltarazónparaalegraros,puestoquemisolapresenciahacequelosciegosvean,losmudoshablen,lossordosoigan,yaloscojoslessalgantanrobustaspiernas!Beboporvuestrafelicidad,hermanos,yaquenopuedobeber a vuestra salud, viendo lo sanosque estáis de cuerpoymente.

Todos sonrieron al oír estas palabras, y el mendigo ciego, que era elcabecilladelgrupo,ademásdetenerloshombrosmásanchosymayorcaradepícaro,palmeóelhombrodeRobin,alabandosubroma.

—¿Dedóndevenís,muchacho?—preguntóelmudo.

—VengodelbosquedeSherwood,dondehedormido laúltimanoche—respondióRobin.

—¿Deverdad?—dijoelsordo—.NiportodoeldineroquellevamosentreloscuatroaLincolndormiríayounasolanocheenSherwood.SiRobinHoodllegaacogeraunodelosnuestrosenelbosque,esmuyprobablequelecortelasorejas.

—Sí, nome extrañaría—comentóRobin, riendo—.Pero ¿qué dinero esésedelquehabláis?

—Nuestro rey, Peter de York —explicó el cojo—, nos ha enviado aLincolnconestedineroque…

—Callad,hermanoHodge—interrumpióelciego—.Noesquedesconfíede este hermano nuestro, pero tened en cuenta que no le conocemos. ¿Quésois,hermano?¿Descuidero,palanquín,espadista,bajónocabal?

Aloíresto,Robinmiróprimeroaunoyluegoaotroconlabocaabierta.

—La verdad —dijo—, creo que soy un hombre cabal, al menos meesfuerzo por serlo; pero no sé lo que quiere decir esa jerga, hermano.Amientender,lomásapropiadoseríaqueestemudo,quetanbuenavoztiene,noscantaraunacanción.

Estaspalabrasfueronacogidasconunsilenciogeneral,hastaquealcabodeunratoelciegohablódenuevo.

—Sindudaestáisbromeandocuandodecísquenoentendéis loquedigo.Respondedmeaesto:¿algunavezlehabéismareadolospiojosaunjulaienlaromanaparaflorearlelamosca?

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—¡Yabasta!—dijoRobinirritado—.Siosestáisburlandodemícontodaesa jerigonza, os advierto que lo lamentaréis.Me están entrando verdaderasganasdepartiros lacabezaa loscuatro,ybienque loharíadenoserporelmagníficovinoquemehabéisofrecido.Hermano,pasadmelabota,noseaqueseenfríe.

PeroloscuatromendigossehabíanpuestoenpieencuantoRobinterminóde hablar; el ciego empuñó un grueso y nudoso bastón que reposaba en elsuelo junto a él, y otro tanto hicieron los demás. Viendo que las cosas seponíanfeas,aunquenosabíalarazóndelalboroto,Robinseincorporódeunsaltoy,empuñandosufielbastón,apoyólaespaldaenunárbolysepusoenguardia.

—¿Qué es esto?—exclamó haciendo girar el bastón entre los dedos—.¿Cuatrocontrauno?¡Atrás,bellacos,sinoqueréisqueosmachaqueelcráneohastadejarosconmásmarcasquelapuertadeunretrete!¿Estáislocos?¡Nooshehechoningúndaño!

—¡Mientes!—gritóelquesefingíaciego,que,siendoelmásfuerte,eraelcabecilla del grupo—. ¡Mientes! ¡Has venido a nosotros como un vil espía!¡Perotusorejashanoídodemasiado,másdeloqueteconvenía,ynosaldrásde aquí si no es con los pies por delante, pues aquí vas a morir! ¡Vamos,hermanos!¡Todosalavez!¡Aporél!

Y haciendo girar su bastón, se lanzó contraRobin como un toro furiosoque embiste contra un trapo rojo. Pero Robin estaba preparado. «¡Crick,crack!»,dosgolpespropinadosenunabrirycerrardeojos,yel falsociegocayórodandosobrelahierba.

Alveresto,losotrosretrocedieronysemantuvieronaprudentedistancia,mirandoconferocidadaRobin.

—¡Vamos, escoria!—exclamó éste animadamente—.Aquí hay pastas ycervezaparatodos.¿Quiéneselsiguiente?

Losmendigosnorespondieronasuspalabras,peromiraronaRobincomoel gigante Blunderbore miró a Jack el matagigantes, como dispuestos acomérselo con huesos y todo; no obstante, no se atrevían a acercarsedemasiado a su terrible bastón.Viéndolos vacilar,Robin saltó de improvisosobre ellos, golpeando almismo tiempo. Elmudo cayó dando tumbos y subastón salió volando de susmanos. Los otros retrocedieron para evitar otrogolpe,ycasideinmediatodieronmediavueltaysalieroncorriendo,cadaunoenunadirección,comosillevaranpuestaslasbotasdesieteleguas.Robinlosmirómarcharyserioalpensarquenuncahabíavistoanadiecorrertanrápidocomocorría el cojo; ningunode losmendigos sedetuvonimiró atrás, puesambossentíanenlosoídoselsilbidodelbastóndeRobin.EntoncesRobinse

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dirigióalosdosrufianescaídosenelsueloysedijo:

«EstostiposhablabandeciertodineroquellevabanaLincoln;meparecequevoya registraraesteciego,quegozade tanbuenavistacomoelmejorarquerodeNottinghamoYorkshire.Seríaunalástimadejarbuenosdinerosenlosbolsillosdesemejantesbellacosyladrones».

Yasídiciendo,seagachójuntoalcorpulentopícaroyregistrósusharapos,hastaqueporfinsusdedospalparonunabolsadecueroquellevabacolgadapor debajo de las raídas y remendadas ropas. La sacó, sopesándola en lasmanos,ycomprobóqueerabastantepesada.

«Seríaestupendo—sedijo—queestabolsaestuvierallenadeoro,ynodepeniquesdecobre».

Sentándose en la hierba, abrió la bolsa e inspeccionó su interior,encontrandocuatrorollosdemonedasenvueltosenbadanacurtida;abrióunode ellosy sequedó con laboca abiertay losojos fijos, como si nuncamásfueran a cerrarse, pues contenía nada menos que cincuenta libras enrelucientesmonedasdeoro.Abriólosdemáspaquetesycomprobóquetodosconteníanlomismo,cincuentalibrasdeororeciénacuñadas.EntoncesRobinsedijo:

«Habíaoídodecirconfrecuenciaqueelgremiodemendigoseramásquerico,peronuncaimaginéqueenviaransemejantessumasasutesoro.Creoquemequedaréconello,puesestarámejorempleadoenobrasdecaridadyenelbienestardemishombres,queenelenriquecimientoderufianescomoéstos».

Yconestaspalabras,envolviódenuevolasmonedasenlabadanaymetiólospaquetesen labolsa,guardándoselaacontinuaciónen lapecheraLuego,recogiendolabotadevinolalevantóanteloscaídosydijo:

—Amigos míos, bebo a vuestra salud y os agradezco lo que tanamablemente me habéis dado en este día, y con ello me despido —yrecogiendosubastón,semarchódeallíyprosiguióalegrementesucamino.

Pero cuando los mendigos apaleados recuperaron los sentidos y seincorporaron,ycuandolosotrosdoslograronsuperarsumiedoyregresaron,quedarontantristesydesconsoladoscomocuatroranasensecano,puesdosdeellosteníanlacabezarota,sehabíanquedadosinvinoynoslesquedabaniunpeniquequellevarsealamano.EncuantoaltesorodelGremiodeMendigosen la Posada del Bosque de los Mendigos, cerca de la ciudad de Lincoln,ingresó doscientas libras menos de lo que habría ingresado de no haberseencontrado Robin Hood con el ciego, el sordo, el mudo y el cojo junto alcaminorealquellevaaBlyth.

Cuando Robin salió del vallecillo, siguió su camino animadamente,

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cantandosobrelamarcha;tangozososeleveíay,apesardeserunmendigo,tan limpioy lozano,que todas lasmuchachasconquesecruzaba ledirigíanunapalabraamableynodabanseñalesdemiedo,ylosmismosperros,queporlo general aborrecen la mera visión de un mendigo, le olfateabanamistosamente las piernasymeneaban la cola con simpatía; pues los perrosconocen a un hombre honrado por el olor, y Robin era, a su manera, unhombrehonrado.

SiguióandandohastaqueporfinllegóaunadesviacióncercadeOllertony, sintiéndose fatigado, se sentó a descansar sobre la hierba a la vera delcamino.

«SeaproximalahoraderegresaraSherwood—sedijo—.Noobstante,nomedisgustaríatenerotraaventuradivertidaantesdevolverconmibanda».

Mirócaminoarribaycaminoabajoparaversialguienseacercaba,yporfindivisóunafiguraqueseaproximabamontadaacaballo.Cuandoelviajeroestuvo lobastantecercacomoparaverlebien,Robinseechóa reír,puessetratabadeuna figuraverdaderamente chocante.Eraunhombre flaco, de tezcurtida,yalmirarloresultabaimposibledecirsiteníatreintaañososesenta,detanresecoyreducidoapielyhuesoscomoestaba.Encuantoaljamelgo,eratan escuálido como su jinete, y ambos parecían cocidos en el horno de laMadreCelestina,quesecaalagenteylahacevivireternamente.Elcuellodelcaballosetorcíahaciaabajo,enlugardehaciaarriba,comosuelenhacerloscuellosde loscaballos,y lacrinseveía tanraídacomosihubieravividoenellaunacomunidadderatones;ellomoteníabordestanrectoscomounsurcoreciénabiertoporelarado;ylascostillasasomabanbajolapielcomolosarosdeunbarrildecervezadecincoaños.Elcaballoavanzabacojeando,yacadapasoeljinetesetambaleabaenlasilla,ysucabezaoscilabasobreeldelgadocuellosiguiendoelritmodelosmovimientosdelrocín.SemejantevisiónhizoqueRobin seecharaa reírhastaque se le saltaron las lágrimas,pues, comoparaaumentarlaridiculezdesuimagen,eljinetellevabaenlugardebotasunpar de grandes zuecos con suelas de madera de medio palmo de grosor yremachadascongrandesclavos.

Peroapesardereírse,RobinsabíaqueelviajeroeraunricomayoristadegranodeWorksop,quemásdeunavezhabíacomprado todoelgranode laregiónparaacapararlohastaquealcanzabapreciosdecrisis,conlocualhabíahechounafortunaacostadelanecesidaddelospobres,yporestarazóneraodiadoyaborrecidoportodoslosqueconocíansuexistencia.

Cuandovioquiéneraelqueseaproximaba,Robinsedijo:

«¡Ajá, mi querida urraca ladrona! Eres tú, ¿verdad? ¡Cómome gustaríadesplumarte hasta dejarte completamente pelado! Pero eres tan astuto quedudoquellevesencimaunamuestradetusmaladquiridasganancias,estando

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tan cerca de Sherwood. No obstante, veremos lo que se puede hacer, pues,comodecíaelviejoSwanthold,“elquenadaintenta,nadaconsigue”».

Al cabo de un rato, el mayorista de grano llegó hasta donde Robin seencontrabasentado,yelproscritosepusoenpiedeunsalto, todoharaposyremiendos,conlasbolsasybolsillosbailandoalrededordesucuerpo,ypusolamanosobrelabridadelcaballo,ordenandoaljinetequesedetuviera.

—¿Quién sois vos, que os atrevéis a detenerme de este modo en plenocaminoreal?—preguntóelhombreflacoconvozsecaysevera.

—Apiadaos del pobre mendigo —dijo Robin—. Dadme un cuarto depeniqueparacompraruntrozodepan.

—¡Apartad!—rugióelotro—.Losrufianesvagabundoscomovosestaríanmejorenprisiónobailandoenelaireconuncollardecáñamoalcuello,querondandocontantalibertadporloscaminos.

—¡Caramba, qué manera de hablar! —dijo Robin—. Vos y yo somoshermanos, hombre. ¿Acaso no quitamos a los pobres aquello de lo quemalamentepuedenprescindir?¿Acasononosganamoslavidasinhacernadabueno? ¿Acaso no vivimos ambos sin tocar ni de lejos el trabajo honrado?¿Alguna vez hemos contado peniques ganados honradamente? ¡Venga ya!Somos hermanos, os digo, sólo que yo soy pobre y vos sois rico; enconsecuencia,oslopidodenuevo,dadmeunpenique.

—¿Cómo te atreves a hablarme así, villano? —exclamó el mayoristaenfurecido—.Si tepilloenalgúnpobladodonde la leypuedaechartemano,voyahacerqueteazoten,ybien.Yencuantoadarteunpenique,tejuroquenollevoniuncuartoenlabolsa.AunquemeasaltaraelpropioRobinHood,podríaregistrarmedepiesacabezasinencontrarsobremipersonanirastrodedinero. Soy demasiado listo como para viajar tan cerca de Sherwood condineroenlabolsa,estandoeseladrónsueltoporlosbosques.

Entonces Robin miró a un lado y a otro, como para comprobar que nohabíanadieenlasproximidades,ydespués,acercándosemásalmayorista,sepusodepuntillasyledijoaloído:

—¿Creéis de verdad que soy un mendigo como aparento ser?Miradmebien:niunamotadesuciedadenmismanos,mirostroomicuerpo.¿Algunavezhabéisvistounmendigoasí?Osaseguroquesoyunhombretanhonradocomovos.Mirad, amigo—y sacándosede la pechera la bolsa de dinero, lamostró al especulador, que miraba con ojos asombrados, las relucientesmonedasdeoro—.Amigo,estosharapossólosirvenparaocultaraunhombrericoyhonradodelosojosdeRobinHood.

—Guardad vuestro dinero, muchacho—exclamó el otro con rapidez—.

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¿EstáistanlococomoparacreerqueesosharapososprotegeráncontraRobinHood?Sioscogeosdesnudarádecaboarabo,puesodiatantoalosmendigosprósperoscomoaloscurasgordosoalosdemiclase.

—¿De verdad? —dijo Robin—. De haberlo sabido, es posible que nohubieravenidoporaquídeestaguisa.Peroahoranomequedamásremedioque seguir adelante, puesmuchas cosas dependen demi viaje. ¿Dónde vaisvos,amigo?

—VoyaGrantham—dijoelmayoristadegrano—,peropasarélanocheenNewark,siesqueconsigollegartanlejos.

—Caramba,yotambiénvoycaminodeNewark—dijoalegrementeRobin—.YteniendoencuentaquedoshombreshonradossonmejorqueunosolocuandorondaporloscaminosuntipocomoeseRobinHood,podemosviajarjuntos,siemprequenoosmolestemicompañía.

—Bueno, puesto que sois un hombre honrado, y además rico—dijo elespeculadordegrano—,nopongo reparosavuestracompañía;pero,adecirverdad,nosientomuchasimpatíaporlosmendigos.

—Entonces,adelante—dijoRobin—,queeldíaseacabayserádenocheantesdequelleguemosaNewark.

Y allá fueron los dos, el escuálido jamelgo renqueando como antes, yRobincorriendoallado,aunquepordentroseretorcíaderisadetalmodoquelecostabamantenerelequilibrio;sinembargo,noseatrevíaareírenvozalta,paraqueelmayoristadegranonosospecharanada.Continuaronviajandodeestemodohasta llegar aunacolina justoenel linderodeSherwood.Allí elenjutoviajeropusoelcaballoalpaso,pueselcaminoeraempinadoydeseabaconservarlasfuerzasdesumontura,quedandoaúnmuchocaminoparallegaraNewark.Y luegosegirósobre lasillay lehablóaRobinporprimeravezdesdequepartierondelcruce.

—Aquíempiezaelmayorpeligro,amigo—dijo—.Nosencontramosmuycerca de donde se esconde ese miserable ladrón de Robin Hood. Cuandopasemos este trecho saldremos de nuevo al campo abierto y honrado, ypodremosviajarconmásseguridad.

—¡Ay! —exclamó Robin Hood—. Me gustaría llevar tan poco dinerocomovos,puesestoytemiendoqueeseRobinHoodmequitehastaelúltimocuarto.

EntonceselotromiróaRobinylehizounguiñoburlón.

—Os revelaré, amigomío,que llevoencimacasi tantodinerocomovos,pero está escondido de talmodo que ni esos rufianes de Sherwood podríanencontrarlo.

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—Sinduda,estáisbromeando—dijoRobin—.¿Cómopuedeunoesconderdoscientaslibrassobresupersona?

—Teniendoencuentaquesoisunhombrehonrado,yademásmuchomásjoven que yo, voy a confiaros lo que no le he contado nunca a nadie, y asíaprenderéisanovolverahacertonteríascomoéstadecreerqueundisfrazdemendigoosprotegeríacontraRobinHood.¿Veisestoszuecosquellevoenlospies?

—¿Cómono?—dijoRobinriendo—.Sontangrandesquecualquieralosvería,aunquetuvieralavistatannubladacomoPedroTirado,quenuncapodíaversierahoradeiraltrabajo.

—Tranquilo,amigo—dijoelmayoristadegrano—,queéstenoesasuntoparatomarabroma.Lassuelasdeestoszuecosnosonloqueaparentan,sinoquecadaunoesunacajita,ygirandoelsegundoclavoapartirdelapunta,laparte superior del calzado y parte de la suela se levantan como una tapa,revelando unos huecos que contienen noventa libras de oro en cada zueco,bienenvueltasenpeloparaquenotintineenydescubranelsecreto.

Cuandoelmayoristadegranohubodichoesto,Robinestallóencarcajadasy,apoyandolasmanosenlabrida,detuvoalmiserablecaballero.

—Parad,amigo—dijoentreexplosionesderisa—.Soisenverdadelzorromásastutoquehevistoenmivida.¡Enlassuelasdeloszapatos,viveDios!Sivuelvoafiarmedeunhombreconaspectodepobre,quemeafeitenlacabezaymelapintendeazul.¡Especuladordegrano,campeóndeequitación,agentedepropiedadesymásastutoqueunaurraca,yalocreo!—yseechóareírdenuevohastaestremecersedentrodesuszapatos.

Todoestetiempo,elmayoristadegranohabíaestadomirandoaRobinconlabocaabiertadeasombro.

—¿Estáisloco,parahablardetalmodo,tanfuerteyenunsitiocomoéste?—dijo—. Sigamos adelante y guardaos las risas hasta que estemos sanos ysalvosenNewark.

—No—dijo Robin, con lágrimas de risa corriéndole por lasmejillas—.Pensándolo bien, no seguiré adelante, pues tengo buenos amigos por estosalrededores.Vospodéisseguirsi lodeseáis,queridoyexcelenteamigo,perotendréisqueseguirdescalzo,porquemetemoquevuestrocalzadosequedaráaquí.Ya podéis quitároslo, amigo, pues os aseguro que les he cobrado granafición.

Aloírestaspalabras,elmayoristadegranosepuso tanpálidocomounaservilletadelino.

—¿Quiénsoisparahablarmeasí?—dijo.

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EntoncesRobinseechóareírdenuevoydijo:

—Lagentedeporaquíme llamaRobinHood;demodo,queridoamigo,que más os vale hacer lo que os digo y entregarme vuestros zuecos sindemora, pues de lo contrario no llegaréis a la bella Newark hasta muchodespuésdeanochecer.

AloírelnombredeRobinHood,elespeculadorseestremeciódemiedodetalmaneraque tuvoqueagarrarsea lacrinde sucaballoparanocaerde lamontura.Luego, sinmásdilaciónnimáspalabras, sequitó los zuecosy losdejócaeralcamino,sinsoltarlasriendas,seagachóarecogerlosydijo:

—Queridoamigo:tengolacostumbredeinvitaralosquehacennegociosconmigoacenarenSherwood.Avosnoosdiréquevengáis,enatenciónalagradableviajequehemoshechojuntos;puesosaseguroquehayalgunosenSherwoodquenosemostraríantanamablesconvoscomomehemostradoyo.El nombre delmayorista de granodejamal sabor en la lenguade todos loshombreshonrados.Seguidelconsejodeuntontocomoyoynoosvolváisaacercar tanto aSherwood, pues es posiblequeundíaos encontréis conunaflechadeametroentrelascostillas.Yconesto,medespidodevos.

Diciendo lo cual, diounapalmadaen las ancasdel caballoy allá fueronjamelgo y caballero. Pero el rostro del hombre estaba empapado de sudor,productodelmiedo,ypuedoasegurarosquenuncamássedejóvertancercadeSherwoodcomoaqueldía.

Robinsequedómirándolomarchary,cuandoseperdiódevista,diomediavuelta, sin dejar de reír y se internó en el bosque llevando los zuecos en lamano.

Aquella noche, en Sherwood, las rojas hogueras iluminaron con su luztemblorosalosárbolesymatorrales,yasualrededorsesentaronoreclinaronlosaguerridosmiembrosdelabandaparaescucharelrelatodelasaventurasdeRobinHood y el Pequeño John. Empezó a hablar el Pequeño John, quecontó su encuentro con las tres muchachas, entre grandes carcajadas y conlenguaje rebuscado, ofreciendo un atractivo relato de sus andanzas. Luegotomó la palabraRobinHood, para referir su encuentro con elmendigo y loocurrido tras el seto, a la sombra del tilo.A continuación, el Pequeño Johnnarrólaalegrereuniónenlaposada,yRobincontósuaventuraconloscuatromendigos, enseñando el dinero que les había arrebatado. Por último, elPequeñoJohnexplicócómohabíarezadoasanDunstanoconlosfrailesgrisesyenseñóeloroqueelsanto lehabíaenviado.A locualcorrespondióRobinconsurelatodelencuentroconelmayoristadegranoenelcrucedeOllerton,y enseñó los zuecos robados al enjuto traficante. Todos escuchaban con lamáximaatención,ydevezencuandoelbosque retemblabaconsus sonorascarcajadas.

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Cuandoconcluyólanarración,elfraileTucktomólapalabra.

—Querido jefe —dijo—, te lo has pasado muy bien, pero me sigoateniendoalodicho:quelavidadeunfrailedescalzoeslamásdivertidadelasdos.

—No—dijoWillStutely—.Yoledoylarazónanuestrojefeyopinoquefue el que mejor se lo pasó, puesto que tuvo dos peleas con bastón en unmismodía.

Y así, algunos de la banda estaban de parte de RobinHood y otros delPequeñoJohn.Encuantoamí,loqueyopiensoes…peroesmejorquedejequecadaunodevosotrossaquesuspropiasconclusiones.

Ycuandohayáisllegadoaunadecisión,podremospasaravercómoRobinfuea la famosaciudaddeLondres,dondediounaexhibiciónde tiroante lapropia reina Leonor; y también nos enteraremos de las aventuras que leacontecierondespués;demaneraqueescuchadloquesigue.

****

SÉPTIMAPARTE

DondesecuentacómolareinaLeonormandóllamaraRobinHoodalacortedelafamosaciudaddeLondres,ycómoRobinHoodacudióalallamada;ydondetambiénsecuentacómoelreyEnriquepersiguióa

Robinportodoelpaís,sinlograratraparlo.

I

RobinytresdesushombrestiranantelareinaLeonorenelcampodeFinsbury

Todalaextensióndelcaminoseveíablancaypolvorientabajoelsoldelatardedeverano,ylosárbolesseerguíaninmóvilesjuntoalacarretera.Enlastierras de pastos, el aire caliente bailaba en remolinos, y en las cristalinasaguas del arroyo, cruzadas por un puentecito de piedra, los peces flotabaninmóvilessobrelaarenaamarilla,ylaslibélulasposadassobrelaafiladapuntadelosjuncospermanecíanquietasconlasalasbrillandoalsol.

PorelcaminoveníaunjovenmontadoenuncaballodeBerbería,ytodoslosquesecruzabanconélsevolvíanamirarle,puesnuncasehabíavistoentodo Nottinghamshire un muchacho tan atractivo y vestido con tantaelegancia.Nopodíatenermásdedieciséisaños,yeratanlampiñocomouna

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muchacha. Sus cabellos, largos y rubios, ondeaban a su espalda mientrascabalgaba, vestido de seda y terciopelo, con brillo de joyas y una dagatintineando contra el pomode la silla.Así llegó aNottinghamshire el jovenRichard Partington, paje de la reina, procedente de la famosa ciudad deLondres,parabuscaraRobinHoodenelbosquedeSherwoodporencargodeSuMajestad.

Elcaminoestabarecalentadoyllenodepolvo,yelviajehabíasidolargo,pues aquel día había recorrido todo el trayecto desde Leicester, a más detreintakilómetrosdedistancia.Enconsecuencia,eljovenPartingtonsealegróde ver ante él una pequeña y acogedora posada situada a la sombra de losárboles, delantede cuyapuerta colgabaun letrero con la figuradeun jabalíazul.AllímismotiródelasriendasypidióagritosquelesacaranunafrascadevinodelRin,pueslaamargacervezacampesinaeraunabebidademasiadofuerte para el joven caballero.Cinco alegres parroquianos se sentaban en elbancoalasombradelagranencinaqueextendíasusramasfrentealapuertade la posada, bebiendo cerveza, y los cinco se quedaron mirando conadmiraciónalelegantemuchacho.Dosdelosmásrobustosestabanvestidosdepañoverde,ycadaunodeellosteníaasulado,apoyadoenelárbol,ungruesobastónderoble.

Elposaderosalió trayendounafrascadevinoyunvaso largoyestrechosobre una bandeja, que sostuvo ante el paje montado a caballo. El jovenPartingtonvertióelbrillantevinoamarilloy,levantandoelvasoenalto,gritó:

—Alasaludyperpetuafelicidaddemirealseñora,lanoblereinaLeonor;porquemiviajeencuentrefeliztérmino,segúnsusdeseos,yporqueencuentreaciertocampesinoalquellamanRobinHood.

Al oír estas palabras, todos le miraron fijamente, pero los dos hombrescorpulentosvestidosdeverdeempezaronacuchichearentreellos.Entonces,unode losdos,queaPartington leparecióelhombremásaltoycorpulentoquehabíavistoensuvida,dijo:

—¿Qué queréis deRobinHood, señor paje? ¿Y qué desea de él nuestrabuenareinaLeonor?Noospreguntoestoalaligera,sinoporbuenasrazones,yaqueséalgoacercadeesehombre.

—Siesciertoqueloconocéis,buenhombre—dijoeljovenPartington—,leprestaréisungranservicioaélyledaréisungranplaceranuestraseñoralareinaayudándomeaencontrarlo.

Entoncestomólapalabraelotrocampesino,queerauntipobienparecido,conelrostrotostadoporelsolyelcabellocastañoyrizado:

—Tenéis cara de honrado, señor paje, y nuestra reina es querida yapreciada por todos los campesinos. Es muy posible que mi amigo y yo

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podamosdirigirossinproblemashaciaRobinHood,puessabemosdóndeselepuede encontrar. Pero os lo advierto claramente, ni por toda Inglaterrapermitiremosqueleocurraningúnmal.

—Tranquilizaos; no me propongo hacerle ningún daño —dijo RichardPartington—. Le traigo unmensaje de nuestra reina; por lo tanto, si sabéisdóndepuedoencontrarlo,osruegoquemeguieishastaallí.

Entonceslosdoshombressemiraronunoaotroyelmásaltodijo:

—Noveoningúnpeligroenello,Will—a loqueelotroasintió.Tras locual,losdosseincorporaronyelmásaltovolvióahablar:

—Creemosquesoissincero,señorpaje,yquenotraéismalaintención;asípues,osguiaremoshastaRobinHood,comoesvuestrodeseo.

Partingtonpagósuconsumición,losdoscampesinosseunieronaélyactoseguidolostressepusieronencamino.

Bajoelárboldelasreuniones,tendidosalasombrasobrelaverdehierba,entre las luces temblorosas de las hogueras encendidas aquí y allá, RobinHood y buena parte de su banda escuchaban a Allan de Dale, que cantabaacompañadoporlosdulcessonidosdesuarpa.Todosescuchabanensilencio,pues el canto del joven Allan representaba para ellos una de las mayoresalegríasdelavida;perodeprontoseescuchóruidodecascosdecaballoyunmomentomástardeelPequeñoJohnyWillStutelyaparecieronporelsenderodel bosque y salieron al claro con el joven Richard Partington cabalgandoentreellossobresucorcelblancocomolaleche.Lostresseacercaronadondese sentaba Robin Hood, mientras el resto de la banda los miraba concuriosidadyadmiración,puesnuncahabíanvistounafiguratanapuestacomoladeljovenpaje,nitanricamenteataviadadesedasyterciopelosconadornosdeoroypiedraspreciosas.RobinHoodselevantóyacudióasuencuentro,yPartington saltó de su caballo y, quitándose la capa de terciopelo carmesí,recibióelsaludodeRobin.

—¡Bienvenido! —exclamó éste—. Bienvenido seáis, apuesto joven;decidme,os lo ruego, ¿qué traeunapersona tanprincipal, yvestida con tanricosatuendos,anuestrohumildebosquedeSherwood?

EljovenPartingtonrespondió:

—Si no me equivoco, vos sois el famoso Robin Hood, y ésta vuestratemidabandadecampesinosproscritos.Ostraigosaludosdenuestragraciosamajestad la reina Leonor. Muchas veces ha oído hablar de vosotros y devuestrasfechorías,yessudeseoveroslacara;poresomeenvíaadecirosquesiaccedéisaveniraLondresellaharátodoloqueestéensumanoparaquenosufráisdañoalgunoyosdevolverásanoysalvoaSherwood.Deaquíacuatro

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días,nuestrobuenreyEnrique,aquienDiosguarde,presidiráungrantorneodetiroenloscamposdeFinsbury,alqueacudiránlosmásfamososarquerosde toda Inglaterra. Nuestra reina desea veros competir con ellos, pues estáconvencida de que ganaríais el premio sin duda alguna. Así pues, me haenviadoconsussaludosy,comoseñaldebuenavoluntad,osenvíaesteanillodeoro,sacadodesupropioyrealdedo,yqueahorapongoenvuestrasmanos.

Aloíresto,RobinHoodinclinólacabezay,tomandoelanillo,lobesócondevoción,traslocualselopusoeneldedomeñique.

—Antesperderíalavidaqueesteanillo—dijo—.Paraqueloseparendemí, mi mano tendría que estar muerta y fría, o cortada por la muñecaHonorable señorpaje, obedeceré losdeseosdenuestra reina e iré convos aLondres;peroantesdepartir,osofreceréunbanqueteaquíenelbosqueconlomejorquetengamos.

—Nopuedeser—contestóelpaje—.No tenemos tiempoqueperder,demaneraquepreparaosloantesposible;ysideseáisllevarconvosaalgunodevuestrabanda,nuestrareinameencargaqueosadviertaqueserá igualmentebienvenido.

—Tenéisrazón—dijoRobin—.Tenemosmuypocotiempo,demodoquemeprepararéahoramismo.Escogerétansóloatresdemishombresparaquemeacompañen,yseránelPequeñoJohn,mimanoderecha;misobrinoWillEscarlatayAllandeDale,nuestrotrovador.Vamosmuchachos,preparaosparaelviaje,quesaldremostanaprisacomopodamos.Tú,WillStutely,quedarásalmandodelabandamientrasyoestoyausente.

El Pequeño John, Will Escarlata y Allan de Dale salieron corriendo,rebosantes de júbilo, para hacer sus preparativos, mientras Robin hacía lossuyos para el viaje. Al cabo de un rato, los cuatro reaparecieron, y puedoasegurarosqueofrecíanunamagníficaestampa:Robinibavestidodeazuldepies a cabeza, el Pequeño John yWill Escarlata de paño verde, yAllan deDalevestíadeescarlatadesdelacoronillaalapuntadesusborceguíes.Todosllevabanbajoelgorrouncascodeacerobruñidoconremachesdeoro,ybajoeljubónunacotademallatanfinacomosifueradelanacardadayaunasítanfuerte que ninguna flecha podía atravesarla. Viendo que todos estabanpreparados, el joven Partington montó de nuevo a caballo, los proscritosestrecharonlasmanosdesuscompañerosyloscincosepusieronencamino.

AquellanochelapasaronenlaposadadeMeltonMowbray,Leicestershire;la siguientenochesealojaronenKettering,Northamptonshire; la tercera,enBedford Town; y la cuarta en St. Albans, Hertfordshire. Salieron de esteúltimo lugar poco después de la medianoche y, viajando durante la suavemadrugadadeverano,mientraselrocíosedepositaenlaspraderasylaneblinaseacumulaenlosvalles,mientraslospájarosentonabansusmásdulcescantos

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ylastelarañastendidasentrelossetosbrillancomomallasdeplata, llegaronpor finante las torresymurallasde la famosaciudaddeLondrescuando lamañanaaúnerajovenytodoseveíadoradoporeleste.

La reina Leonor se encontraba sentada en el cenador real, por cuyosventanales abiertospenetraban los amarillos rayosdel sol, inundándolo tododeluzdorada.Asualrededor,susdamasdecompañíacharlabanenvozbaja,mientrasellapermanecíasentadaenactitudsoñadora,mientraslasuavebrisapenetrabaenelrecinto,cargadodelaromadelasrosasrojasquecrecíanenelamplio jardín juntoalmuro.Alguien seacercóa anunciarqueel jovenpajeRichard Partington había llegado con cuatro campesinos y aguardaba en elpatio de abajo. La reina Leonor se incorporómuy alegre y ordenó que loscondujeseninmediatamenteasupresencia.

Y así, Robin Hood, el Pequeño John, Will Escarlata y Allan de Dalecomparecieronantelareinaenelcenadorreal.RobinHoodsearrodillóantelasoberana,conlasmanossobreelpecho,ydijoentonosencillo:

—Aquí está Robin Hood; me ordenasteis venir y obedezco vuestrasórdenes. A vos me entrego como fiel servidor y obedeceré todo lo queordenéis,aunquesetratedederramarlaúltimagotademisangre.

PerolabuenareinaLeonorsonriócomplacidayleordenólevantarse,traslocualhizoquetodossesentaranadescansardesulargoviaje.Selestrajeronricosmanjaresyexquisitosvinos,ylospropiospajesdelareinaseencargarondeatendera losproscritos,Por fin, cuandohubieroncomidohastanopodermás, la reina empezó a preguntarles por sus alegres aventuras. Ellos lerelatarontodaslasfamosashazañasqueenestelibrosecuentan,entreotraslareferente al obispo deHereford y sirRichard deLea, explicándole cómo elobispohabíapasadotresdíasenelbosquedeSherwood.Alescucharesto,lareina y sus damas se echaron a reír una y otra vez, imaginándose al obisporecorriendo losbosquesenplandeportivoconRobinysushombres.Luego,cuando hubieron contado todo lo que les vino a la cabeza, la reina pidió aAllanquecantaraparaella,puessufamacomotrovadorhabíallegadoinclusoa la corte de Londres. Sin hacerse rogar,Allan tomó su arpa en lasmanos,pulsólascuerdasparacomprobarelsonido,ycantóelsiguienteromance:

Ríoviejo,ríoviejo,

quetuscristalinasaguas

llevashastadondetiembla

elálamoconelaura,

yhastadondesecimbrean

losliriosconsuflorblanca.

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Cantassobrelosguijarros

queentulechoazuldescansan,

ybesaslasflorecillas

queseinclinansobreelagua,

yjuntoalasgolondrinas

quebebentulinfasaltas,

yteondulascuandosopla

labrisadelamañana.

Acostadoparasiempre

enelsenodetusaguas,

medejaríallevar

sobretucorrientepálida.

Así,acunadoporti

mientrasllevarmedejara,

nomealcanzaríanunca

eldolornilanostalgia.

Asítebusca,amormío,

midolientecorazón,

paraencontrareldescanso

ylapazenmidolor;

pueshadeserparamí

tuamorunabendición,

yseacabaránmispenas,

midolorymiaflicción.

AsícantóAllan,ymientrascantabatodoslosojospermanecíanfijosenélynadieseatrevíaahacerelmásmínimosonido;einclusodespuésdeterminarel canto, el silencio seprolongóduranteun rato.Yasí transcurrióel tiempohastaquellególahoradelgranconcursodetiroenloscamposdeFinsbury.

Los famosos campos de Finsbury ofrecían un aspecto deslumbrante enaquellahermosaysoleadamañanadeverano.Enunextremodelapraderasealzabanbarracasparalosdiferentesgruposdearqueros,puesloshombresdel

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rey estaban repartidos en compañías de ochenta hombres, cada una con uncapitán al mando; así pues, sobre el verde césped se alzaban diez grandestiendasde lona a rayas, unapara cada compañíade arqueros reales, y en loalto de cada una ondeaba una bandera con los colores del capitán de lacompañía. En la tienda del centro ondeaba la bandera amarilla deTepus, elfamoso portador del arco del rey; a un lado podía verse la bandera azul deGilbertdelaManoBlanca,yalotrolaenseñarojacomolasangredeljovenClifton de Buckinghamshire. Los otros siete capitanes de arqueros eranigualmenteindividuosdegranrenombre;entreellosseencontrabanEgbertdeKentyWilliamdeSouthamton;perolosprimerosquehemoscitadoeranlosmás famosos de todos. Dentro de las tiendas se oía el ruido de numerosasvocesy risas,mientras losasistentesentrabanysalíancomohormigasensuhormiguero. Algunos llevaban barriles de cerveza, y otros acarreabanmontonesde arcoso aljabas llenasde flechas.Aambos ladosdel campodetirosehabíanlevantadoestradosconfilasdeasientosquellegabanhastamuyalto,yenelcentrodelladonortesealzabaelpalcodelreyylareina,conuntoldo de lona de alegres colores y engalanado con multitud de cintas ycolgantesdesedaazulesyrojos,verdesyblancos.Elreyylareinatodavíanosehabíanpresentado,perotodoslosdemásbancosestabanllenosdegente,filatrasfiladecabezasquellegabantanaltoquedabamareosmirarlas.Acientosesenta metros de la marca desde donde dispararían los arqueros se habíaninstaladodiezblancos,cadaunomarcadoporunabanderaconloscoloresdela compañía que debía tirar contra él. Todo esto estaba preparado y todosaguardabanlallegadadelreyylareina.

Porfinseoyóungranestruendodetrompetas,yentraronenelcamposeistrompeterosacaballo, tocandotrompetasdeplataconpesadascolgadurasdeterciopelo recamado en oro y plata. Tras ellos venían el buen rey Enrique,montando un semental pinto, y su esposa la reina, sobre un palafrén blancocomo la leche. A sus lados desfilaban los soldados de la guardia real,empuñandograndesalabardascuyashojasdeaceropulidobrillabanbajo losrayos del sol. Y detrás venía toda la corte, una gran multitud que llenó lapradera de alegres colores, sedas y terciopelos, plumas ondeantes y ororeluciente, con mucho brillo de joyas y espadas; un magnífico espectáculoparaunhermosodíadeverano.

Todos los espectadores se pusieron en pie y estallaron en aclamaciones,conunvoceríoquesonabacomolatormentaenlacostadeCornualles,cuandolasolasoscurascorrenysaltanyserompen,estallandoentrelasrocas;yasí,entrelasrugientesovacionesdelamasayelflameardepañuelos,elreyylareinallegaronasutribuna,desmontarondesuscaballos,subieronlaescalinataque llevaba al palco y allí tomaron asiento en dos tronos tapizados de sedapúrpuraytelasdeplatayoro.

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Cuandotodoscallaron,sonódenuevounatrompetaylosarquerossalierondesfilandoordenadamentedesustiendas.Eranentotalochocientoshombres,y formaban la tropamásaguerridaquepudieraencontrarseen todoelanchomundo.Enperfecta formación, llegaron ante el palcodonde se sentaban losreyesyallísedetuvieron.ElreyEnriquemiróconorgullolasfilasdearribaabajo,conmovidoensuinteriorporlavisióndetangallardoconjunto.Luegohizounaseñaysuheraldo,sirHughdeMowbray,seadelantóparaanunciarlasreglasdel juego.SirHughavanzóhastaelbordedelestradoyhablóconvozfuerteyclara,paraquetodospudieranoírle,inclusodesdeelotroextremode la pradera, y dijo lo siguiente: que cada arquero dispararía siete flechascontraelblancocorrespondienteasucompañía,yquedelosochentahombresde cada compañía serían seleccionados los tres que hicieran mejores tiros.Estostresdispararíantresflechascadaunoyseseleccionaríaalqueobtuvieramejormarca.Ycadaunodelosseleccionadosvolveríaadisparartresflechas,obteniendo el mejor el primer premio, el siguiente el segundo premio y elterceromejoreltercerpremio.Cadaunodelosdemásseleccionadosobtendríaunagratificacióndeochentapeniquesdeplata.Elprimerpremioconsistiríaencincuentalibrasdeoro,unacornetadeplataconincrustacionesdeoroyunaaljaba de diez flechas blancas con punta de oro y plumas de ala de cisneblanco. El segundo premio, en el permiso de cazar, cuando el ganadorquisiera,ciendelosgamosmásgordosquecorrenporelvalledeBailen.YeltercerpremioseríandosbarrilesdeexcelentevinodelRin.

Así habló sir Hugh y, cuando terminó, todos los arqueros levantaron enalto sus arcos y le aclamaron. A continuación, las compañías dieronmediavueltaydesfilaronordenadamentehaciasusposiciones.

Ydiocomienzoelconcurso,tirandoenprimerlugarloscapitanes,quetraslanzar sus flechas dejaron sitio a sus hombres, que fueron tirandopor turnodespués de ellos. Cinco mil seiscientas flechas se dispararon en total, y demaneratancerteraque,alacabar,cadaunodelosblancosparecíaellomodeunerizocuandoelperrode lagranja leolfatea.Esta fasede lacompeticiónduró bastante rato y, al concluir, los jueces se adelantaron, examinaronatentamentelosblancosyanunciaronagrandesvoceslosnombresdelostresclasificadosdecadacompañía.El anuncio fueacogidoconungranvocerío,puescadamiembrodelamultitudaclamabaagritosasuarquerofavorito.Seinstalaron diez nuevos blancos y se hizo el silencio cuando los arquerosocuparondenuevosusposiciones.

Estaveztardaronmenosentirar,yaquesólosedispararonnueveflechaspor cadacompañía.Niuna solade las flechas falló elblanco,peroeneldeGilbertde laManoBlancahabíacinco flechasenelpequeñocírculoblancoque señalaba la diana central; de estas cinco flechas, tres habían sidodisparadas por Gilbert. Entonces los jueces se adelantaron de nuevo y, tras

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examinar losblancos, anunciaron losnombresde losarqueros seleccionadoscomo los mejores de cada compañía. El primero de ellos era Gilbert de laManoBlanca, pues seis de sus diez flechas se habían clavado en el centro;pero el recioTepusy el jovenClifton le seguíanmuyde cerca; aun así, losdemásconservabansusaspiracionesalsegundootercerpuesto.

Y entonces, entre los rugidos de la multitud, los diez arqueros quequedaban regresaron a sus tiendas para descansar un rato y cambiar lascuerdasdesusarcos,puesnadadebíafallarenlasiguienteronda:nielpulsodebíatemblarnilavistanublarseacausadelcansancio.

Y entonces,mientras el fuertemurmullo de las conversaciones resonabacomoelruidodelvientoentreelfollajedelbosque,lareinaLeonorsedirigióalreyyledijo:

—¿Creéis que estos hombres que han sido seleccionados sonverdaderamentelosmejoresarquerosdetodaInglaterra?

—Sinduda—respondióelrey,sonriendo,puessesentíamuycomplacidocon la exhibición presenciada—. Y os digo que no sólo son los mejoresarquerosdetodaInglaterra,sinotambiéndetodoelanchomundo.

—¿Yquédiríais—siguiólareinaLeonor—siyoencontraratresarqueroscomparablesalostresmejoresdevuestraguardia?

—Diría que habéis logrado lo que yo no he podido lograr—dijo el rey,echándose a reír—, pues os aseguro que no existen en todo el mundo tresarqueroscomparablesaTepusyGilbertyCliftondeBuckinghamshire.

—Muybien—dijo la reina—.Conozco a tres campesinos, y debo decirquenohacemuchoquelosvi,quemeatreveríaaenfrentarcontracualesquieraotros tresquevoseligieraisentrevuestrosochocientosarqueros.Yloqueesmás, voy a hacer que se enfrenten hoy mismo. Pero sólo permitiré quecompitan convuestros arqueros si prometéis de antemanoel perdón a todoslosquecompitanenminombre.

Aloíresto,elreyseechóareírlargayruidosamente.

—Afemíaqueosmetéisenasuntosmuyextrañosparaunareina—dijo—.Simepresentáisaesostrestiposdelosquehabláis,osprometodebuenafeconcederleslicenciadurantecuarentadíasparairoveniradondelesplazca,sinqueselestoqueenesetiemponiunpelodesuscabezas.Yademás,siesostres arqueros vuestros tiran mejor que mis guardias, hombre a hombre,recibiránlospremiosofrecidos,segúnsusméritos.Pero,puestoquedeprontoos mostráis tan interesada en este tipo de deportes, ¿qué os parecería unaapuesta?

—Bien, a decir verdad—dijo la reina Leonor, riendo—, no sé nada de

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estascuestiones,perosiesvuestrodeseohaceralgoporelestilo,meesforzaréencomplaceros.¿Quéapostaríaisporvuestroshombres?

Entonces el rey se echó a reír de buena gana, pues le encantaban lasapuestas,ydijoentrecarcajadas:

—ApuestodiezbarrilesdevinodelRin,otrosdiezbarrilesde lacervezamásfuerte,ydoscientosarcosespañolesdetejocurado,conaljabasyflechasajuego.

Todos los que los rodeaban sonrieron al oír esto, pues no parecía unaapuesta muy adecuada para proponerle a una reina; pero la reina Leonorinclinólacabezatranquilamente.

—Acepto la apuesta—dijo—.Sémuybienquédestinodar a esas cosasquehabéismencionado.Yahora,¿quiénestádemiladoenestejuego?

Ymiróa losnoblesque los rodeaban,peroningunodeellosseatrevióahablar,ymuchomenosaapostarafavorde lareinayencontradearqueroscomoTepus,GilbertyClifton.Entonceslareinahablódenuevo:

—¿Cómo?¿Nadiemerespaldaenestaapuesta?¿Quémedecísvos,señorobispodeHereford?

—No —se apresuró a responder el obispo—. No sería digno de unapersona que viste hábitos enfrascarse en estas cuestiones. Y además, noexistenenelmundoarqueroscomolosdesumajestad;porlotanto,perderíamidinero.

—Me parece que el pensamiento del oro pesamás que el respeto a loshábitos—dijolareinasonriendo,locualprovocóunacarcajadageneral,puestodossabíanloaficionadoqueelobispoeraaldinero.

Entonces la reinasedirigióauncaballeroquesesentabacercadeellaycuyonombreerasirRobertLee.

—¿Me respaldaréis vos?—dijo—. Sin duda, sois lo bastante rico comoparaarriesgaresaminuciaenhonordeunadama.

—Loharéparacomplacerami reina—dijosirRobertLee—,perosi setratara de cualquier otra persona en elmundo, no apostaría ni un cuarto depenique, pues no hay hombre que pueda competir con Tepus, Gilbert yClifton.

Entonces,volviéndosehaciaelrey,lareinaLeonordijo:

—No quiero una ayuda como la que sir Robert me ofrece; pero contravuestrovino,vuestracervezayvuestrosarcos,apuestoesteceñidorrepletodejoyasquellevoalacintura;sinduda,estovalemásquelovuestro.

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—Acepto la apuesta —dijo el rey—. Haced llamar cuando queráis avuestros arqueros. Pero aquí vienen los otros; dejémoslos tirar, y luegoenfrentaremosalqueganeconelmundoentero,siespreciso.

—Asísea—dijolareina.

Y dirigiéndose al joven Richard Partington, le susurró algo al oído y elpaje, tras hacer una reverencia, abandonó la tribuna, cruzó la pradera y seperdió entre la multitud. Todos los ocupantes del palco empezaron acuchichear, preguntándose qué significaría todo aquello y quiénes serían lostreshombresquelareinaseproponíaenfrentarconlosfamososarquerosdelaguardiadelrey.

Enaquelmomento,losdiezarquerosdelaguardiaocuparondenuevosusposiciones y en la muchedumbre se hizo un silencio de muerte. Lenta ycuidadosamente, cada arquero disparó sus flechas, y tan absoluto era elsilencioquesepudooírperfectamenteelsonidodecadaflechaalclavarseenelblanco.Ycuandosedisparólaúltimaflecha,unrugidosurgiódelamultitudypuedoasegurarosque los tirosmerecían talacogida.Unavezmás,Gilberthabíaintroducidotresflechasenelcírculoblanco;Tepus,segundoclasificado,habíaclavadodosenladianayunamásenelcírculonegroquelarodeaba;sinembargo,CliftonhabíaquedadopordebajodeloesperadoyHubertdeSuffolksealzabaconeltercerpuesto,puestambiénhabíacolocadodosflechasenladiana,mientras que Clifton había perdido una en el cuarto anillo; así pues,Hubertquedabatercero.

Todos los arqueros de la tienda de Gilbert gritaron de alegría hastalastimarselagarganta,arrojandosusgorrosyestrechándoselasmanosunosaotros.

Enmediodetodoesteruidoyalboroto,cincohombresllegaroncaminandoatravésdelcéspedhaciaelpabellónreal.ElprimeroeraRichardPartington,aquien todos conocían, pero los otros cuatro eran desconocidos para todo elmundo.Juntoal jovenPartingtoncaminabauncampesinovestidodeazul,ytras ellos venían otros tres, dos vestidos de paño verde y el otro de rojoescarlata.Esteúltimollevabatresreciosarcosdetejo,dosdeellosconbellasincrustacionesdeplatayel terceroconincrustacionesdeoro.Mientrasestoscinco hombres cruzaban la pradera, un mensajero llegó corriendo desde elpalcorealyrogóaGilbert,TepusyHubertqueleacompañaran.Ydeprontocesó el griterío, pues todos se dieron cuenta de que se avecinaba unimprevisto,y lamultitudpuestaenpiese inclinabahaciadelanteparaver loqueocurría.

CuandoPartingtonysusacompañantesllegaronanteelreyylareina,loscuatrocampesinoshincaronlasrodillasentierraysedespojarondesusgorros.ElreyEnriqueseinclinóparamirarlosdecerca,peroelobispodeHereford,

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encuantoviosuscaras,saltócomosilehubierapicadounaavispa.Abriólabocacomosifueraahablar,peroallevantarlosojosvioquelareinalemirabaconunasonrisaenloslabios,ynodijonada,limitándoseamorderseellabioinferior,mientrassurostroseponíarojocomounacereza.

Entonceslareinaseinclinóhaciaadelanteyhablóconvozclara:

—Locksley—dijo—.Heapostadoconelreyaquevosydosdevuestroshombressoiscapacesdesuperaracualesquieratresarquerosqueélpresente.¿Haréistodoloquepodáispormí?

—Sí, señora—respondióRobinHood, que era el interpelado—.Haré lomejordeloquesoycapazporvos,ysifracasojuronovolveratensarunarco.

Encuanto alPequeño John, aunque sehabía sentido algo cohibido en elcenador de la reina, ahora se sentía de nuevo el hombre decidido que eracuandolassuelasdesuszapatospisabanhierbaverde,ydijoentonoatrevido:

—¡Dios bendiga vuestro dulce rostro, digo yo, y si acaso existiera unhombrequenoestuvieradispuestoadarlotodoporvos…,nodigonadamássinoqueseríaunplacerromperlesucabezadebellaco!

—¡Tranquilo,PequeñoJohn!—seapresuróadecirRobinenvozbaja;perola buena reina Leonor se echó a reír en voz alta, y una oleada de risitasrecorriótodoelestrado.

ElobispodeBishopnoserio,nitampocoelrey,quesevolvióalareinaylepreguntó:

—¿Quiénessonesoshombresquehabéistraídoantenos?

Entonceselobispohablóporfin,incapazdeseguircallado:

—Majestad—dijo—,esebribóndeazulesunfamoso ladrónyproscritodel interior, llamadoRobinHood; ese villano alto y corpulento es conocidocomoelPequeñoJohn;elotrodeverdeesuncaballerodescarriadoqueahorasehacellamarWillEscarlata;yelhombrederojoesunjuglarvagabundodelnorte,llamadoAllandeDale.

Aloíresto,elreyfrunciólascejasengestosiniestroysevolvióalareina:

—¿Esesocierto?—preguntóentonosevero.

—Sí—respondió la reina sonriendo—. El obispo ha dicho la verdad; ytienemotivosparaestarenterado,puesélydosdesusfrailespasarontresdíasde asueto conRobinHood en el bosque de Sherwood.No creí que el buenobispo traicionaría de esemodo a sus amigos. Pero acordaos de que habéisprometido garantizar la seguridad de estos buenos vasallos durante cuarentadías.

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—Mantendrémipromesa—dijoelreyconvozronca,reveladoradelairaquecrecíaensupecho—.Perocuandohayanpasadoesoscuarentadías,quese cuide este bandido, porque esmuyposible que las cosas no le vayan tanbiencomoélquisiera.

Entoncessedirigióasusarqueros,queaguardabanjuntoaloshombresdeSherwood,escuchandoconasombrotodoloquesehablaba,ylesdijo:

—Gilbert,ytú,Tepus,ytú,Hubert:heapostadoaquedisparáismejorqueestos tres hombres. Si derrotáis a estos villanos, os llenaré los gorros demonedasdeplata;siperdéis,osquedaréissinlospremiosquetanjustamentehabéis ganado y que irán a parar a susmanos; competiréis uno contra uno.Haced lo que podáis, muchachos, y si ganáis esta competición tendréismotivos para celebrarlo hasta el fin de vuestros días. Id ahora a ocuparvuestrasposiciones.

Los arqueros del rey dieron media vuelta y regresaron a sus tiendas,mientrasRobinysushombresseacercabanaocuparlasposicionesdetiroyallílespusieroncuerdaalosarcos,revisaronlasaljabasdeflechasyeligieronlasmásperfectasymejoremplumadas.

Perocuandolosarquerosdelreyllegaronalastiendas,lescontaronasuscompañerosloquehabíasucedido,yqueaquelloscuatrohombreseranRobinHoodytresmiembrosdesubanda,asaber:elPequeñoJohn,WillEscarlatayAllan de Dale. La noticia se difundió rápidamente por las tiendas de losarqueros,puesnohabíaunosoloentreellosquenohubieraoídohablardelosfamososproscritosdel interior.Ydelosarqueros, lanoticiase trasmitióa lamuchedumbrequecontemplabaeltorneo,hastaquetodoelmundosepusoenpie,estirandoelcuelloparavermejoralosfamososbandoleros.

Se instalaron seis nuevos blancos, uno para cada tirador, y a los pocosinstantes Gilbert, Tepus y Hubert salieron de sus tiendas. Entonces RobinHoodyGilbertde laManoBlancaarrojaronunpeniqueal aireparadecidirquién empezaba primero, y la suerte designó al equipo de Gilbert, el cualindicóaHubertdeSuffolkquetiraraenprimerlugar.

Hubertocupósupuesto,plantócon firmeza lospiesenel sueloymontóunaflechaensuarco;seechóalientoenlaspuntasdelosdedosytirólentaycuidadosamentedelacuerda.Laflechapartiósilbandoyseclavóenelcírculoblanco;volvióatirar,ydenuevohizodiana;perolaterceraflechasedesviódel centroy seclavóenel círculonegro, aunqueamenosdeundedode loblanco.Lamultitud rompió en vítores, pues era lamejormarca lograda porHubertaqueldía.

Robinseechóareírydijo:

—Vasatenerproblemasparasuperaresto,Will,puestetocatirarahoraa

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ti.Animo,muchacho,ynoavergüencesaSherwood.

Will Escarlata ocupó su posición, pero a causa de un exceso deprecauciones falló el blancocon laprimera flecha,que se clavóen el anillosiguientealnegro,elsegundodesdeelcentro.Robinsemordióloslabios.

—Muchacho, muchacho—dijo—. No sujetes tanto la cuerda. ¿CuántasvecesteherepetidoloquedecíaelviejoSwanthold:«Porexcesodecuidadosederramalaleche»?

WillEscarlatasiguióelconsejoysusiguienteflechaseclavólimpiamenteen el centro; lo mismo hizo la tercera. Pero, en conjunto, Hubert habíaobtenido mejor puntuación y quedaba ganador. Todos los espectadoresaplaudieron,muycontentosdequeHuberthubieravencidoalforastero.

Elrey,muyserio,ledijoalareina:

—Sivuestros arquerosno sonmejoresque ése, vais aperder la apuesta,señora.

PerolareinaLeonorsonrió,puesesperabamejorescosasdeRobinHoodyelPequeñoJohn.

A continuación,Tepus se dispuso a tirar.También él se sentía abrumadoporlaresponsabilidadycayóenelmismoerrorqueWillEscarlata.Clavólaprimeraflechaenelcentro,perolasegundasedesvió,alojándoseenelcírculonegro.Sinembargo,suúltimotirofueeldelasuerte,pueslaflechaseclavóenelmismocentrodeladiana,sobreelpuntonegroqueloindicaba.

—Esteeselmejortiroquesehavistohoy—dijoRobinHood—.Peronoobstante, amigo Tepus, veremos quién ríe el último. Te toca a ti, PequeñoJohn.

ElPequeñoJohnocupósuposicióntalcomoseleindicabaydisparósustresflechasatodavelocidad,sinbajarniunasolavezelbrazoquesosteníaelarco,ymontandolasflechasconelarcolevantado.Yapesardeello,lastresflechasseclavaronenladiana,abastantedistanciadelborde.Noseoyóniungritoniunsonido,puesapesardeserelmejortirorealizadoentodoeldía,alagentedeLondresnolehizograciaverasuadmiradoTepusvencidoporuncampesino,aunquesetrataradealguientanfamosocomoelPequeñoJohn.

Yentonces,GilbertdelaManoBlancaocupósupuestoydisparócongrancuidado; y de nuevo, por tercera vez en el día, clavó las tres flechas en ladiana.

—¡Bien hecho,Gilbert!—dijoRobinHood, dándole una palmada en elhombro—. A fe mía que sois uno de los mejores arqueros que hancontempladomisojos.Deberíaisserunhombredelosbosquescomonosotros,pues me parecéis más hecho para la alegre vida del bosque que para los

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empedradosymurosgrisesdeLondres.

Yasídiciendo,ocupósulugaryextrajodesualjabaunaflecharectaybientorneada,quehizogirarentrelasmanosantesdemontarlaenelarco.

Entonceselreyempezóamurmurarparaelcuellodesucamisa:

—¡Oh,benditosanHuberto!Si tansóloosdignaraisempujarelcododeese bellaco para que su flecha diera en el segundo anillo, donaría cientosesenta cirios de cera, de tres dedos de grosor, para vuestra capilla deMatching.

PerolomásprobableesquesanHubertotuvieralosoídostaponadosconestopaaqueldía,porquenoparecióescucharlasoracionesdelrey.

Trashaberelegidotresflechasdesuagrado,Robinrevisóatentamentelacuerdadesuarcoantesdedisparar.

—Sí—seguíadiciéndoleaGilbert,que sehabíaquedado juntoaélparaverletirar—,deberíaishacernosunavisitaallíenSherwood—aquítiródelacuerdahastaquelamanoquedójuntoalaoreja—.EnLondres—aquídisparóla flecha— no podéis disparar más que contra grajos y cornejas, pero allípodríaispicotearlascostillasalosmejoresvenadosdetodaInglaterra.

Yaunquenodejódehablarmientrastiraba,laflechaseclavóenladiana,amenosdemediapulgadadelpuntocentral.

—¡Por mi alma!—exclamó Gilbert—. ¿Sois acaso el diablo vestido deazul,paratirardeesemodo?

—No—respondióRobinriendo—,nosoytanmalocomoeso,confío.

Y diciendo esto, tomó otra flecha y la montó en la cuerda. De nuevodisparó,ydenuevo insertó la flechaaundedodelcentro; tensóelarcoporterceravez,ylaflechaseclavóentrelasotrasdos,enelmismísimocentrodeladiana,demodoquelasplumasdelastresflechasquedaronentremezcladas,yaciertadistanciaparecíanunasolaflecha.

Yentoncesse fueextendiendounmurmulloentre lamuchedumbre,puesjamássehabíavistoenLondressemejantepuntería;yjamássevolveríaaverdespuésdelostiemposdeRobinHood.Todoscomprendieronquelosarquerosdelreyhabíansidovencidoslimpiamente,yelhonestoGilbertleestrechólamanoaRobin,reconociendoquejamásllegaríaatirarcomoRobinHoodoelPequeñoJohn.Peroelrey,completamenteencolerizado,noestabadispuestoaaceptarlo,aunqueenelfondosabíaquesushombresnopodíancompetirconaquellosbribones.

—¡No!—exclamó,aferrando losbrazosdesuasiento—. ¡Gilbertaúnnoestá vencido! ¿Acaso no acertó las tres veces en la diana?Aunque yo haya

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perdidomiapuesta,éltodavíanohaperdidoelprimerpremio.Volveránatirarotra vez, y otra más, y las que sean necesarias hasta que quede claro si elmejoreséloeserufiándeRobinHood.Vamos,sirHugh,decidlesquetirenotraronda,yotra,hastaqueunodelosdosseaderrotado.

SirHugh,viendolofuriosoqueestabaelrey,norespondióunapalabrayseapresuróaseguirsusórdenes;seacercóhastadondeseencontrabanRobinyelotro,ylesexplicóloquehabíadichoelrey.

—De todo corazón —dijo alegremente Robin—. Seguiré tirando hastamañana,contaldecomplaceranuestrograciosoreyyseñor.Avuestropuesto,Gilbert,ydisparad.

Asípues,Gilbertocupósuposiciónunavezmás,peroestavezfalló,puesunvientecillo que se levantó de repente desvió su flecha, que falló la dianacentral,aunquetansóloporlaanchuradeungranodecenteno.

—Seoscayólacestadehuevos,Gilbert—comentóRobinriendo;yactoseguidodisparóunaflecha,queunavezmásseclavóenelcírculoblancodeladiana.

Entonces el rey se levantó de su asiento y, sin decir palabra, mirótorvamenteatodoslosquelerodeaban,ymallehabríaidoalquesehubierapermitido una sonrisa o un gesto de satisfacción. A continuación, el rey, lareinay toda lacorteabandonaronel lugar,peroelcorazóndel reyhervíaderabia.

Cuando el rey se hubo marchado, todos los arqueros de la guardiaacudieron en masa y rodearon a Robin, el Pequeño John, Will y Allan,deseososdeecharunvistazoalosfamosospersonajesdelinterior;yconellosacudieron muchos de los espectadores del espectáculo, con la mismaintención. Y llegó un momento en que los cuatro proscritos, que seguíanhablandoconGilbert,sevieronrodeadosporunamultituddepersonasquesearremolinabanasualrededor.

—¡Pardiez!—ledijoelPequeñoJohnaWillEscarlata—.Talparecequeesta pobre gente no haya visto en su vida a un hombre del bosque, o queseamosunespectáculocurioso,comoelGigantedeCumberlandoelEnanodeGales,quevimoselmespasadoenlaferiadeNorwich.

Alcabodeunrato, los tres juecesencargadosdeentregar lospremiosseacercaronaellosyelpresidentedelostresledijoaRobin:

—En cumplimiento de lo acordado, os corresponde en buena justicia elprimerpremio;aquíoshagoentregadelacornetadeplata,aquíestálaaljabaconflechasdeoro,yaquíunabolsaconcincuentalibrasdeoro—yconestaspalabrasentrególospremiosaRobin,ysevolvióhaciaelPequeñoJohn.

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—Avos—dijo—,oscorrespondeelsegundopremio,consistenteenciendelosmejoresgamosquecorrenporelvalledeDallen,yquetenéislicenciaparacazaravuestravoluntad.

YporúltimosedirigióaHubert.

—Vos habéis vencido limpiamente al campesino con el que osenfrentasteisyvuestroeseltercerpremio,consistenteendostonelesdebuenvinodelRin,queosentregaráncuandoycomodeseéis.

Acontinuación,convocóalosotrossietearquerosdelreyclasificadosparalarondafinalylesentregóochentapeniquesdeplataacadauno.

EntoncesRobintomólapalabraydijo:

—Mequedaréconestacornetadeplataen recuerdodeeste torneo;perovos,Gilbert, sois elmejor arquero de toda la guardia del rey, y os cedo debuena gana esta bolsa de oro. Quedáosla, amigo, y ojalá fuera diez vecesmayor,puessoisenverdadunhombrehonestoycabal.Además,acadaunodelos diez finalistas les daré una de estas flechas de oro.Guardadlas siempre,parapodercontaravuestrosnietos,siesqueelcieloosbendiceconellos,quefuisteislosmejoresarquerosdetodoelanchomundo.

Losarquerosovacionaronestediscurso,encantadosdequeRobinhablaraasídeellos.

EntonceshablóelPequeñoJohn.

—AmigoTepus—dijo—, yo no quiero esos ciervos del valle deDallenque dice el señor juez, pues a decir verdad tenemos suficientes, ymás quesuficientes, en nuestro propio condado. Os cedo cincuenta a vos, para quedisfrutéiscazándolos,ycincoacadacompañía,paraquesediviertan.

Estofuerecibidoconotragranovación,ymuchosarrojaronsusgorrosalaire,jurandoquenuncasehabíavistoenaquelcampomejorgentequeRobinHoodysuscompañeros.

Mientras todos gritaban a más y mejor, un hombre alto y fornido de laguardiadelreyseacercóaRobinyletiródelamanga.

—Señor mío —dijo—, tengo algo que deciros al oído. Vive Dios quepareceunatonteríaparaqueunhombreseladigaaotro;perounjovenpajeconairesdepavoreal,untalRichardPartington,osestababuscandoenvanoentrelamultitudy,alnopoderencontraros,meencargóqueostransmitieraunmensajedepartedeciertadamaquevosadivinaréis.Dichomensajeteníaqueser comunicado en privado, palabra por palabra, y dice así. Vamos a ver…espero no haberlo olvidado… sí eso era: «El león ruge. Cuidad de vuestracabeza».

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—¿De veras? —dijo Robin sorprendido, pues sabía muy bien que elmensajehabíasidoenviadoporlareina,paraadvertirledelacóleradelrey—.Osdoylasgracias,amigomío,puesmehabéishechounserviciomayordeloquesuponéis.

Entoncesllamóaparteasustreshombresylesdijoquemásvalíaquesepusieran en marcha, pues las cosas podían ponerse feas para ellos si sequedabantancercadeLondres.Asípues,sinperdermástiempo,seabrieronpaso entre lamultitud hasta salir de la aglomeración.Y sin detenerse ni unmomento,salierondeLondresyemprendieronelcaminohaciaelnorte.

Así terminó el famoso concurso de tiro ante la reina Leonor. Y ahoraveremos lo mal que mantuvo el rey Enrique su palabra dada a la reina, alprometerlenohacerningúndañoaRobinencuarentadías,duranteloscualespodríairyvenircomoquisiera.

II

LapersecucióndeRobinHood

RobinHoodysuscompañerosabandonaronelcampodetirodeFinsburyy,sinperdertiempo,tomaronelcaminodelnortepararegresarasutierra.Ybienhicieron,puesnosehabíanalejadomásqueseiskilómetrosporelcaminocuandoseisguardiasdelreyseintrodujeronapresuradamenteentrelamultitudque aún permanecía en la escena del concurso, buscando a Robin y sushombresparaprenderlosyhacerlosprisioneros.Hemosdereconocerquenofuedignoporpartedel rey romper supromesa,pero todosucedióporculpadelobispodeHereford,yocurriódeestemodo:

Cuandoelreysemarchódelcampodetiro,sedirigiósinperdertiempoasugabinete,yconélfueronelobispodeHerefordysirRobertLee;peroelreynolesdijounasolapalabraysesentómordiéndoseellabioinferior,puessesentíaafrentadopor lo sucedido.Por fin,elobispodeHerefordsedecidióahablar,envozbajaylastimera:

—Esunaverdaderapena,majestad—dijo—,queaesebellacoforajidosele permita escapar de estemodo; si se le deja regresar a Sherwood sano ysalvo,seseguiráburlandodelreyysusservidores.

Al oír estas palabras, el rey levantó lamirada y la fijó torvamente en elobispo.

—¿Eso os parece? —dijo—. A su debido tiempo os demostraré loequivocado que estáis; en cuanto hayan transcurrido estos cuarenta días,

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prenderéaesebandoleroladrón,aunquetengaquehacerpedazoselbosquedeSherwoodparaencontrarle.¿CreéisqueunpobrerufiánsinamigosnidineropuedeburlarsedelasleyesdelreydeInglaterra?

Entonceselobispohablódenuevo,convozsuaveyhumilde:

—Perdonad mi atrevimiento, majestad, y creed como cierto que no meimpulsa más que el amor a Inglaterra y el respeto a los deseos de vuestramajestad. Pero ¿de qué serviría que mi noble soberano arrancara hasta elúltimo árbol de Sherwood? ¿Acaso no existen otros lugares donde RobinHoodpuedaocultarse?CannockChasenoestámuy lejosdeSherwood,yelgran bosque de Arden no se encuentra muy alejado de Cannock Chase. YexistenotrosmuchosbosquesenNottinghamyDerby,enLincolnyenYork,enloscualestanprobableesquevuestramajestadlogreatraparaRobinHoodcomo echarlemano a una rata entre todos los trastos y cachivaches de unabuhardilla.No,migraciososoberano,sillegaaponerelpieenunbosque,laleylehabráperdidoparasiempre.

Aloírestaspalabras,elreytamborileóindignadoconlosdedosenlamesaqueteníaasulado.

—¿Qué queréis que haga, señor obispo?—dijo—. ¿Acaso no oísteis lapromesaquelehicea lareina?Vuestracharlaes tanestérilcomoelairedelfuellesobreelcarbónapagado.

—Lejosdemi intención—dijoelastutoobispo—indicar loquesedebehacerapersonatanclarividentecomovuestramajestad.Perosiyofueraelreyde Inglaterra,vería el asuntodeestemodo:digamosqueheprometidoamireina que durante cuarenta días el más astuto bandido de Inglaterra tendrálibertadparairyvenir;peroheaquíquemeencuentroalforajidoalalcancedemismanos. ¿Debería aferrarme insensatamente aunapromesahecha tan sinpensar? Supongamos que he prometido hacer lo que su majestad la reinadesee, y ellame pide queme démuerte. ¿Debo cerrar los ojos y arrojarmeciegamente sobremi espada?Así seríami razonamiento. Por otra parte,meseguiríadiciendo,unamujernosabenadadelosgrandesasuntosreferentesalgobiernodelosestados;yademás,meconstaquelasmujeressiempresedejanllevarpor loscaprichos:ahoracogenunamargaritaalbordedelcaminoyalpocoratolatiran,cuandohaperdidoelaroma;porlotanto,aunqueahorasehayaencaprichadoconesebandido,prontoselepasaráyloolvidará.Mientrasque yo tengo en mis manos al mayor villano de Inglaterra. ¿Debo abrir lamanoydejarqueseescapeentremisdedos?Eso,majestad,esloqueyomediríasifuerareydeInglaterra.

Así habló el obispo; el rey escuchó susmalos consejos y al cabo de unrato,sevolvióasirRobertLeey leordenóquemandaraseishombresde laguardiaparaprenderaRobinHoodyasustrescompañeros.

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Ahorabien,sirRoberterauncaballeronobleycabal,yledolíaenlomásprofundover al rey romper supromesa; aunasí, nodijonada,pues sedabacuentadeloenfurecidoqueestabaelreycontraRobinHood;peronoenvióala guardia inmediatamente, sino que primero fue a ver a la reina y le contótodo losucedido, rogándolequeadvirtieraaRobindelpeligro.Nohizoestopensando en el bienestar deRobinHood, sino para salvar, si era posible, elhonordesusoberano.Ydeestemodo,cuandolosguardiasllegaronporfinalcampodetiro,nopudieronencontraraRobinysushombres,ysemarcharondelaferiasincomerpasteles.

La tarde estabayamuyavanzada cuandoRobinHood, elPequeño John,WillyAllanemprendieronelcaminoderegreso,marchandoanimadamentealaluzamarillentadelatardecer,queprontoseconvirtióenrojacuandoelsolsehundiótraselhorizonte.Lassombrassealargaronyacabaronfundiéndoseconlauniformidadgrisdelcrepúsculo.Elpolvorientocaminoseveíablancoentrelososcurossetos,yporélavanzabanloscuatrocamaradascomocuatrosombras;elruidodesuspisadasresonabaconfuerzaysusvoces,alconversar,rompían el silencio del aire. La luna, grande y redonda, flotaba inerte en lazonaorientaldelcielocuandodivisaronfrenteaellos las lucesparpadeantesdelpobladodeBarnet,aquinceoveintekilómetrosdeLondres.Recorrieronsus calles empedradas, pasando junto a atractivas casitas con fachadasvoladizas, a cuyas puertas se sentaban burgueses y artesanos a la luz de laluna, rodeados por sus familias, y por fin, al otro lado del villorrio,encontraron una pequeña posada, de muros decorados con rosales ymadreselvas. Robin se detuvo ante la posada, pues encontró el lugar de suagrado,ydijo:

—Aquí descansaremos y pasaremos la noche, pues ya nos encontramosbastante lejosdeLondresyde la iradel rey.Yademás, si nomeequivoco,aquíencontraremosbuenacomida.¿Quédecís,muchachos?

—Adecirverdad, jefe—respondióelPequeño John—, tusdeseosymisactos siempre coinciden, como la cerveza y las pastas. Entremos, digo yotambién.

EntonceshablóWillEscarlata:

—Siempreestoydispuestoahacerloquetúdigas,tío,peroquisierahaberllegadomáslejosantesdedetenernosapasarlanoche.Noobstante,sitúcreesqueestábien,yotambiéndigoquepasemoslanocheaquí.

Entraron,pues,ypidieronlomejorquehubieraenlacasa.Prontotuvierondelante un banquete completo, con dos buenas botellas de jerez viejo pararegarlo.Lasviandaslesfueronservidasporlamozamásgordayrollizaquesepudieraencontrarenlatierra,yelPequeñoJohn,siempredispuestoaadmirara una muchacha atractiva, aun en presencia de comida y bebida, puso los

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brazosenjarrasyclavósusojosenella,guiñándolossugestivamentecadavezque ella miraba en su dirección. Y tendríais que haber visto cómo seestremecíaderisalamoza,ycómomirabaalPequeñoJohnconelrabillodelojo, formándosele un hoyuelo en cadamejilla; a John siempre se le habíandadobienlasmujeres.

—Vamos,vamos,PequeñoJohn—dijoRobin—.Dejaalachicaenpazyconcéntrateenlacomida,otequedarásconelestómagovacío.Comeprimeroycortejadespués,quenoencontrarásproverbiomássabioalqueprestaroídos.

—No—dijo el Pequeño John en tono jactancioso—. Paramí es unmalproverbio.¿Quiénpodríaconcentrarseenlacomidaylabebidaydejarpasaraunamoza tan hermosa, sin prestar atención a los prodigiosos dones que losbenditossantoslehanotorgado?Venaquí,deliciosapatita,ysírvemeunpocodevinoparaquepuedabrindaratusaludyrogarlealvenerablesanSuspensoqueteenvíeloquemereces:unmaridoqueseaporlomenoscondeoduque.¡Por mi alma, que antes bebería agua que tú me sirvieras que el mejormoscatelservidoporotramujercualquieradeInglaterra!

Aloírestediscurso,losdemásproscritosrugieronderisa,ylamuchachabajólamirada,sonrojándoseypensandoqueelPequeñoJohneraeljovenmásagradablequehabíaconocidoensuvida.

Así de animada trascurrió la cena, y nunca se habían visto en aquellaposada comensales tan entusiastas como los cuatro alegres camaradas, peroporfinterminarondecomer,aunqueparecíaquenuncaibanaterminar,ysequedaron sentados a disfrutar del jerez. En ésas estaban cuando de prontoentró el posadero y dijo que en la puerta había cierto caballero llamadoRichardPartington,delacasadelareina,quedeseabaveraljovendeazulyhablarconélsinpérdidadetiempo.Robinselevantóinmediatamentey, trasadvertir al posadero que no le siguiera, dejó a los demásmirándose unos aotrosypreguntándosequéiríaasuceder.

Al salirde laposada,Robinseencontróal jovenRichardPartingtonqueesperabasullegadaalaluzdelaluna,montadoensucaballo.

—¿Qué noticias traéis, señor paje?—preguntó Robin—. Espero que noseandelgéneromalo.

—Pues tal como están las cosas, ya están bastante mal —respondió eljoven Partington—. El rey está muy furioso con vos, incitado por ese ruinobispo de Hereford. Ordenó que os prendieran en el campo de tiro deFinsbury,peroalnoencontrarosallíhareunidoatodasuguardia,másdemilhombres,enviándolaa todamarchaporestemismocaminohaciaSherwood,conelfindealcanzarosporelcaminooimpedirquelleguéisdevueltaalosbosques.HapuestoalobispodeHerefordalmandodeestoshombres,yvos

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sabéisloquepodéisesperardelobispodeHereford:unaconfesióncortayunacuerdalargaDoscompañíasdecaballeríaestányaencamino,nomuchodetrásdemí,demodoquemásvalequesalgáisdeaquíinmediatamente,puessiosdemoráisacabaréislanochedurmiendoenunfríocalabozo.Estoesloquelareinamehaordenadoqueosdiga.

—SeñorRichardPartington—dijoRobin—,éstaeslasegundavezquemesalváislavida,ysisepresentaunaocasiónadecuadaosdemostraréqueRobinHoodjamásolvidaestascosas.EncuantoalobispodeHereford,sivuelvoacogerlo cerca de Sherwood, le va a ir muy mal conmigo. Podéis decirle anuestraseñoralareinaquesaldrédeestelugarsindilación,yleharécreeralposaderoquenosdirigimosaSanAlbans;perocuandosalgamosdenuevoalcamino,yoiréporunladoymishombresporotro,demaneraque,sialgunodenosotroscaeenmanosdelrey,losdemáspuedanescapar.Viajaremosporsenderos apartados y así espero que podamos llegar a Sherwood sanos ysalvos.Yahora,señorpaje,quedadconDios.

—Adiós,valiente—dijoeljovenPartington—,yquieraDiosquelleguéisasalvoavuestroescondite.

Y con esto, los dos se estrecharon lasmanos y el joven caballero dio lavuelta a su caballo y partió de regreso a Londres, mientras Robin volvía aentrarenlaposada.

Allí encontró a sus compañeros sentados en silencio, aguardando suregreso.Tambiénestabaallíelposadero,quesemoríadecuriosidadporsaberloqueeljovenPartingtonlehabríadichoaaquelviajerodeazul.

—¡En pie, camaradas! —dijo Robin—. ¡Este no es sitio para nosotros,pues vienen tras nosotros y tenemos pocas posibilidades de no caer en susmanos!Nospondremosenmarchaotravez,ynonosdetendremoshastahaberllegadoaSanAlbans.

Y sacando la bolsa, pagaron al posadero lo consumido y salieron de laposada.

Cuandollegaronalcaminoreal,yafueradelapoblación,Robinsedetuvoy lescontóa losdemás loque lehabíadichoel jovenPartington,yque loshombresdelreylespisabanlostalones.Luegolesdijoquedebíansepararse;ellos tres irían hacia el este y él hacia el oeste, evitando las carreterasprincipalesyutilizandocaminossecundariosparallegaraSherwood.

—Actuadconastucia—lesdijoRobinHood—,ymanteneosapartadosdeloscaminoshaciaelnorte,hastaqueestéisbienaleste.YtúWillEscarlata,irásalmando,yaquetienesunamenteágileingeniosa.

EntoncesRobinbesóa los tresen lasmejillas,ellos lebesaronaél,yel

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gruposedividió.

Pocodespuésdeesto,unaveintenaomásdejinetesdelreyllegóalgalopealaposadadeBarnet.Allísaltarondesusmonturasyrápidamenterodearoneledificio,traslocualeljefedelapartidayotroscuatrohombrespenetraronenla sala donde habían estado los proscritos. Pero se encontraron con que lospájaroshabíanvoladoyelreyhabíasidoburladoporsegundavez.

—Yame dio la impresión de que no eran de fiar—dijo el posadero alenterarsedeaquiénperseguíanlossoldados—.Peroleoídeciraaquelrufiánde azul que irían directamente a San Albans, así que si os apresuráis, aúntenéisposibilidadesdealcanzarlosenelcaminoreal,entreaquíyallí.

Eljefedelapartidaledioefusivamentelasgraciasporestainformacióny,reuniendodenuevoasushombres,loshizomontardenuevoytodospartieronalgalopehaciaSanAlbans,reanudandolacacería.

Después de dejar el camino real cerca deBarnet, el Pequeño John,WillEscarlatayAllandeDalesedirigieronhaciaeleste,sindetenersemientrassuspiernaspudieransostenerlos,hastaquellegaronaChelmsford,enelcondadodeEssex.Allítorcieronhaciaelnorte,pasandoporCambridgeyLincolnshire,hastallegaralabellapoblacióndeGainsborough.Doblaronaloeste,yluegoalsur,ypor fin llegaronal linderonortedelbosquedeSherwood,sinhabervistoentodoeltrayectoniunsologrupodehombresdelrey.Ochodíasdurósu viaje, al cabo de los cuales alcanzaron el bosque sanos y salvos; perocuandollegaronalclarodelárboldelasreunionesdescubrieronqueRobinnohabíaregresadoaún.

Pues Robin no había tenido un regreso tan afortunado como el de sushombres,comosabréisacontinuación.

Tras haber abandonado la carretera del norte, puso rumbo al oeste y,pasando porAylesbury, llegó a la hermosaWoodstock, enOxfordshire.Allídesviósuspasoshaciaelnorte,recorriendounagrandistanciaypasandoporlaciudaddeWarwick,hastallegaraDudley,enStaffordshire.Sietedíastardóen llegar hasta allí, y entonces consideró que ya había llegado bastante alnorte, de modo que torció hacia el este, evitando las rutas principales yescogiendocaminossecundariosyveredascubiertasdehierba,ydirigiéndoseatravésdeLitchfieldyAshbydelaZouchhaciaSherwood,hastaquellegóaunlugar llamadoStanton.YaquíelcorazóndeRobinempezóaregocijarse,puescreyóquehabíapasadoelpeligroyquesunarizprontooleríaunavezmás el aroma picante de los bosques. Pero del dicho al hecho hay muchotrecho,comoRobinibaatenerocasióndecomprobar.Estoesloquesucedió:

Cuando los hombres del rey se vieron burlados en San Albans y seconvencieron de que no sería fácil encontrar a Robin y sus hombres, no

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supieronquéhacer.Pocodespués llegóotra partidade jinetes, y luegootra,hastaquetodaslascallesiluminadasporlalunaestuvieronllenasdehombresarmados.Entrelamedianocheyelalba,otrapartidallegóalaciudad,yconellaveníaelobispodeHereford.CuandoseenteródequeRobinHoodhabíaescapadounavezmásdelared,noperdióunminutoy,reuniendoatodaslaspartidas, las dirigió hacia el norte a toda velocidad, dejandoórdenes de quetodaslastropasquellegaranaSanAlbanslassiguieransinpérdidadetiempo.AlatardecerdelcuartodíallegóalaciudaddeNottinghamyallídividióasustropasenpatrullasdeseiso sietehombresy los repartiópor todoelcampo,bloqueando todos los caminos y senderos al este, al sur y al oeste deSherwood.ElsheriffdeNottingham,porsuparte,reuniótambiénatodossushombresyunió fuerzas conelobispo, comprendiendoqueésta era lamejoroportunidadquejamáshabíatenidodeajustarcuentasconRobinHood.WillEscarlata,elPequeñoJohnyAllandeDalehabíaneludidopormuypocoaloshombres del rey, pues tan sólo un día después de que ellos llegaran aSherwoodloscaminosporlosquehabíanllegadoestabanyabloqueados,ydehaberse entretenido en su viaje habrían caído sin duda alguna enmanos delobispo.

PeroRobinnosabíanadadetodoestoysilbabaalegrementeporelcaminodeStanton, tan libredepreocupacionescomounayemadehuevo loestádetelarañas. Al fin llegó a un lugar donde un arroyuelo cruzaba el caminoformandounacharcapocoprofunda,quebrillabaytintineabaaldeslizarseelaguasobreellechodegravadorada.Robin,queestabasediento,searrodillójuntoalagua,formóunacopaconlasmanosycomenzóabeber.Alotroladodel camino se extendían espesos matorrales y arbolillos jóvenes hasta unalarga distancia, y aRobin se le alegró el corazón al oír a los pajarillos quecantabanentreelfollaje,puesellolehizopensarenSherwoodyleparecióquehacía toda una vida que no aspiraba el aire de los bosques. Pero de pronto,mientrasestabaagachadobebiendo,algopasósilbandojuntoasuorejaycayódelantedeél,salpicándoledeaguaygrava.Enunabrirycerrardeojos,Robinsepusoenpieydeunsaltocruzóarroyoycamino,lanzándosedecabezaentrelosmatorrales,sinmirarasualrededor,puessabíamuybienqueloquehabíasilbado tan peligrosamente en su oído era una flecha emplumada, y que uninstante de vacilación significaba la muerte. En el mismo momento deintroducirse en los matorrales, otras seis flechas silbaron tras él entre lasramas,unadelascualesperforósujubón,yselehabríaclavadoenelcostadode no ser por la espesa cota de malla que llevaba puesta. Por el caminollegaron al galopevarios hombres del rey, que saltaronde sus caballos y semetieron sin perder un momento entre los matorrales, en persecución deRobin. Pero Robin conocía el terrenomejor que ellos y, arrastrándose unasveces, agachándose otras, y corriendo a campo abierto de vez en cuando,prontolessacóunabuenadelantera,llegandoporfinaotrocaminosituadoa

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unos ochocientos pasos del que acababa de abandonar. Allí se detuvo unmomento,escuchandolosgritoslejanosdelossietehombresquepeinabanlosmatorrales como perros que han perdido el rastro de su presa. Entonces,ajustándoseelcinturónalacintura,corrióatodavelocidadcaminoabajo,endirecciónalesteyaSherwood.

Pero no había recorrido más de seiscientos metros en aquella direccióncuandollegódeprontoalacrestadeunacolinayvioalpiedelamismaotrapatrulladehombresdelrey,sentadosalasombrajuntoalcamino.Sedetuvounmomento,pero,dándosecuentadequenolehabíanvisto,diomediavueltayechóacorrerpordondehabíavenido,sabiendoqueeramejorcorrerelalburdeescaparaloshombresqueaúnseencontrabanentrelasmatas,quelanzarsealosbrazosdelosqueaguardabanenelvalle.Asíquecorriótanaprisacomopudo y ya había pasado losmatorrales cuando los siete hombres salieron alcamino.Alverlo,dieronungrangrito,comoelquedaelcazadorcuandoelciervosalealdescubierto,peroRobinyalesllevabaunbuencuartodemillade ventaja y cubría terreno comoun galgo. Sin aminorar el paso en ningúnmomento, corrió kilómetros hasta llegar a Mackworth, al otro lado del ríoDerwent,cercadelaciudaddeDerby.Allí,viendoqueporelmomentohabíaescapado del peligro, aflojó su carrera y por fin se sentó al pie de un seto,dondelahierbaeramásaltaylasombramásfresca,paradescansarycobraraliento.

—¡Pormialma!—sedijo—.Hasidolaescapadamásapuradadetodamivida.Declarosolemnementequelaplumadeaquellaflechamehizocosquillasenlaorejaalpasar.Yestamalditacarreramehadespertadounterribleapetitodecomidaybebida.TendréquerezarasanDunstanoparaquemeenvíeatodaprisaalgodecarneycerveza.

Y talpareceque sanDunstano sedignóescuchar sus súplicas,porquealpoco rato llegópor el camino cierto zapatero remendón, llamadoQuince deDerby,quehabíaidoallevarunpardezapatosaungranjeroquevivíacercadeKirkLanglyyahoraregresabaasucasa,conunhermosocapónhervidoenel bolso y una bota de cerveza colgada al costado, que el granjero le habíadadocomogratificaciónportanexcelentepardezapatos.ElbuenQuinceeraun tipohonrado,pero su inteligencia eramásbien espesa, como lamasadepan sin cocer, y lo único que tenía en la cabeza era: «Tres chelines y seispeniques y medio por tus zapatos, amigo Quince… tres chelines y seispeniquesymedioportuszapatos…»,yleibadandovueltasymásvueltasalaidea, sin que ningún otro pensamiento penetrara en su sesera, como unguisantesolitariodandovueltasenuncuencovacío.

—¡Hola, amigo!—dijo Robin desde debajo del seto, cuando el otro sehuboacercadosuficiente—.¿Dóndevaistanalegreenestehermosodía?

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Aloírque le llamaban,elzapaterosedetuvoy,viendoun forasterobienvestidodeazul,lerespondiócongrancortesía:

—Diososguarde,buenseñor.OsdiréquevengodeKirkLangly,dondehevendidounoszapatosporlosquemehandadotreschelinesyseispeniquesymedioendinerocontanteysonantecomoelquemás,yganadohonradamenteporañadidura,debohacerossaber.Pero,simeperdonáiselatrevimiento,¿quéestáishaciendobajoeseseto?

—¡Pardiez,puesestáclaro!—dijoRobin—.Mehemetidodebajodelsetoparaecharsalenlacolaalospájarosdeoro.Perolaverdadesquevossoiselprimerpájarodealgúnvalorquehevistoentodoelbenditodía.

Aloírestaspalabras, losojosdelzapateroseabrierondeparenparysubocasepusotanredondacomoelagujerodeunnudoenlatabladeunavalla.

—¡VálgameDios!—exclamó—. ¿Quémaravilla es ésa?Nunca he vistoesospájarosdeoro.¿Ydecísqueselospuedeencontrarenestossetos,buenhombre?Decidme,oslosuplico:¿haymuchosdeellosporaquí?Megustaríaencontraralgunos.

—Ya lo creo —dijo Robin—. Por aquí son tan abundantes como losarenquesenCannockChase.

—¿Quién lo iba a decir?—dijo el zapatero,mareado de asombro—. ¿Yvoslosatrapáisechándolessalenlascolitas?

—Sí—respondióRobin—.Peropermitidqueosadviertaqueestasalesdeun tipo especial, y sólo se puede conseguir hirviendoun cuarto de rayos delunaenunaollademadera,yaunconesonoseobtienemásqueunapizca.Pero decidme, sagaz amigo, ¿qué lleváis en esa bolsa y en esa bota que oscuelgandelcostado?

Aloírestaspalabras,elzapateromirólosobjetosqueRobinmencionaba,pueselpensarenlospájarosdeoroloshabíaborradodesumente,ynecesitóalgúntiempoparaconjurardenuevosurecuerdo.

—¡Ah,sí!—dijoporfin—.Enunahaybuenacervezademarzo,yen laotrauncapóncebado.PuedoasegurarosqueQuince,elzapatero, sedaráunbuenbanquetehoy,ydeestonocabeduda.

—Pero decidme, buen Quince —dijo Robin—. ¿Habéis pensado envendermeesascosas?Sólooírmencionarlasesmúsicaparamisoídos.Estoydispuesto adaros estasmagníficas ropas azulesque llevopuestas, y ademásdiezchelines,acambiodevuestras ropas,vuestrodelantaldecuero,vuestracervezayvuestrocapón.¿Quémedecís,camarada?

—Os burláis de mí —dijo el zapatero—. Mis ropas son bastas yremendadas,mientrasquelasvuestrassondebuenpañoymuyelegantes.

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—Yo jamás bromeo —dijo Robin—. Quitaos la chaqueta y os lodemostraré;osaseguroquemegustanvuestrasropas.Yademás,congentilezapara con vos, os propongo que demos cuenta ahora mismo de las ricasprovisionesquelleváis,yosinvitoalacomida.

Mientrasdecíaesto,empezóadespojarsedesujubónyelzapatero,viendoque la cosa iba en serio, comenzó igualmente a quitarse sus ropas, pues lavestimentadeRobinHoodlehabíallamadolaatención.Asípues,cadaunosepuso las ropas del otro, y Robin Hood le entregó al honrado zapatero diezchelinesnuevosyrelucientes.EntoncesRobindijo:

—He sidomuchas cosas enmi vida, pero jamás había sido un zapatero.Venid, amigo, sentémonos a comer, pues hay algo en mi interior que estállamandoagritosaeseespléndidocapón.

Y los dos se sentaron y se pusieron a comer con tan buen apetito quecuandoterminaronloshuesosdelcapónestabanmáspeladosydesnudosquelacaridad.

Entonces Robin estiró las piernas con una agradable sensación debienestar,ydijo:

—Porel timbredevuestravoz,amigoQuince,deduzcoque tenéisunaodoscancionessueltasporlacabeza,comoternerosenunprado.Osruegoquesaquéisunaparamí.

—Unaodoscancionestengo—respondióelzapatero—.Pocacosa,pocacosa;peroconloquehayostendréisqueconformar.

Ytrashumedecerselagargantaconuntragodecerveza,empezóacantarlosiguiente:

Detodoslosplaceres,elquemásmedeleita,

micoquetaNan,canta,

yelquemásentretodosmicorazónconmueve

esindudablementehacerruidoconlatas.

Podríarenunciaratodoslosplaceres,

micoquetaNan,canta,

peroéste…

Elbuenzapateronopudollegarmáslejosensucanción,porquedeprontoseis jinetes se lanzaron sobre ellos y atraparon de mala manera al honestoartesano,arrastrándoloporlospiesycasiarrancándolelasropasalhacerlo.

—¡Ajá!—rugióeljefedelapartidaconunalaridodetriunfo—.¡Alfinte

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hemos cogido, bellaco vestido de azul! ¡Bendito sea el nombre de sanHuberto, gracias al cual somos ahora ochenta librasmás ricos que hace unminuto,puesésaeslacantidadqueelbuenobispodeHerefordhaofrecidoalapatrullaquetelleveanteél!¡Miradquétruhantanastuto!¡Conloinocentequeparece,afemía!Teconocemos,viejozorro.Vasavenirconnosotrosparaquetecortenlacalabaza.

Aloírestaspalabras,elpobrezapateromiróasualrededorconsusgrandesojosazulestanredondoscomolosdeunpescadomuertoyboqueandocomosisehubieratragadotodaslaspalabrasyhubieraperdidoelhabla.

Robintambiénabríalabocaymirabacongestodeasombro,comohabríahechoelzapateroensulugar.

—¡Ay demí!—exclamó—.No sé si estoy aquí o en la tierra de nadie.¿Quésignificatodoestealboroto,señorescaballeros?Estoysegurodequeestesujetoesuntipohonrado.

—¿Untipohonradodecís,payaso?—replicóunodeloshombres—.PuesoscomunicoquenoesotrosinoesebandidoalquellamanRobinHood.

Aloíresto,elzapateroabriólabocaylosojosmásquenunca,puesporsutorpeentendimientodiscurríatalcarreradepensamientosquesentíalamentenubladacontantopolvoytantapaja.Porañadidura,almiraraRobinHoodyencontrarlotanparecidoalaimagenqueélteníadesímismo,empezóadudary a preguntarse si no sería él verdaderamente el famoso bandolero. Y así,comenzóadecirenvozlentaypensativa:

—¿Soy en verdad ese tipo?Ahora bien, yo pensaba… pero no,Quince,tienesqueestarequivocado…noobstante…¿Losoy?…¡Pardiez,esposiblequeyoseaRobinHood!Laverdad,nuncapenséquepasaríadeserunhonestoartesanoaconvertirmeenunpersonajetanfamoso.

—¡Ay!—exclamóRobinHood—.¡Mirad loquehabéishecho!¿Noveiscómo vuestrosmalos tratos han nublado los sentidos de este pobre hombre,trastocándoseletodo?¡Yo,yosoyQuince,elzapaterodeDerby!

—¿Deverdad?—dijoQuince—.Entonces,sinduda,deboseralgúnotro,yeseotronopuedesersinoRobinHood.Llevadme,pues.Peropermitidqueosadvierta que habéis prendido al hombre más noble que jamás recorrió losbosques.

—Ahora tehacesel loco,¿no?—dijoel jefede lapatrulla—.Tú,Giles,traeunacuerdayátalelasmanosalaespaldaaestebribón.OsgarantizoqueleharemosrecobrareljuicioencuantolellevemosapresenciadelobispoenTutbury.

Asípues,leataronlasmanosalaespaldaysellevaronalpobrezapateroal

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extremodeunacuerda,comoelgranjerollevaunterneroadquiridoenlaferia.Robinselosquedómirandoycuandosehubieronidoseechóareírhastaquelecorrieronlágrimasporlasmejillas.Sabíamuybienquealhonradozapateronoleocurriríanada,yseimaginólacaradelobispocuandolepresentaranalbuenodeQuinceasegurandoquese tratabadeRobinHood.Acontinuación,dirigiendo de nuevo sus pasos hacia el este, inició con el pie derecho elcaminoderegresoaNottinghamshireyelbosquedeSherwood.

PeroRobinHoodhabíapasadomásapurosquelosquehabíaesperado.Elviaje desde Londres había sido largo y penoso, y en una semana habíarecorridomásdedoscientoskilómetros.AhoraseproponíaviajarsindetenersehastallegaraSherwood,peroantesdehabercubiertoquincekilómetrossintióquelefallabanlasfuerzas,comocedenlasorillasdeunríosocavadasporlasaguas.Sesentóadescansar,perosabiendoenelfondoqueaqueldíanopodríallegar más lejos, pues su cansancio era tal que los pies le pesaban comobloquesdeplomo.Aunasí se incorporóy tratódeseguiradelante,pero trasrecorrerunpardekilómetros sevioobligadoa rendirsey,viendocercaunaposada, entró en ella, llamó al posadero y le pidió que le guiara a unahabitación,apesardequeelsolapenasempezabaaponerseporoccidente.Laposada sólo disponía de tres habitaciones, y el posadero llevó a Robin a lapeor,peropocoleimportabaaésteelaspectodellugar:aquellanochehabríadormidosobreunacamadecantospartidos.Asípues,quitándoselasropassinmásdilación, semetió en la camay sequedódormidocasi antesdeque sucabezatocaralaalmohada.

Pocodespués de queRobinHood se retirara a descansar, una gran nubenegra se fue elevando sobre las colinas por el oeste. Subiómás ymás alto,hastacernirseenlanochecomounamontañadetinieblas.Devezencuando,estallaban en ella relámpagos rojizos, y pronto se oyó el sordo rumor deltrueno.EnaquelmomentollegaronalaposadacuatroprósperosburguesesdeNottingham; no deseaban verse cogidos en la tormenta que se les echabaencimayaquéllaeralaúnicaposadaenochokilómetrosalaredonda.Dejandosuscaballosenelestablo,entraronenlasalaprincipaldelaposada,quehastadisponíadeesterasde juncosverdesenelsuelo,ypidieron lamejorcomidaquehubieraenlacasa.Trashabercomidohastahartarse,pidieronalposaderoque los guiara a sus habitaciones, pues estaban fatigados después de habercabalgadodesdeDronfield.Refunfuñaronunpocoalenterarsedequetendríanquedormirdosencadacama,perosusproblemasenesteaspecto,asícomoenotros,seesfumaronprontoenlaquietuddelsueño.

Llegó entonces la primera ráfaga de viento, que pasó a toda velocidadhaciendo golpear puertas y ventanas, trayendo consigo el olor de la lluviainminente, envuelto en una nube de polvo y hojas. Como si el viento lohubieratraídoensusalas,seabriólapuertayentróenlaposadaunfrailedel

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prioratodeEmmet,ydeelevadacategoría,comodemostrabanlasuavidadybrillodesusropasylaopulenciadesurosario.Llamóalposaderoylepidióque, ante todo, diera de comer a su mula y la alojara en el establo, y quedespuéslesirvieraaéllomejorquehubieraenlacasa.Prontotuvodelanteunsabroso guiso de callos con cebolla, con bolas de pasta rellenas de carne,acompañadodeunabuena frascadevinodemalvasía, sobre todo locual selanzóelreverendofrailecongranvaloryentusiasmo,demaneraquealpocoratonoquedabadetodoellonadamásqueunpocodesalsaenelcentrodelplato, que no hubiera bastado ni para mantener con vida a un ratónhambriento.

Mientras tanto, se había desencadenado la tormentaLlegóotra ráfagadeviento y con ella las primeras gruesas gotas de lluvia, que pronto cayó araudales, tamborileando contra las ventanas como los dedos de cienmanos.Brillantes relámpagos iluminaban cadagota de lluvia, y tras ellos llegaba elestallidodeltrueno,quesealejabarugiendoyretumbandocomosiallá,enlasalturas,sanSucintoestuvierahaciendorodargrandestonelesdeaguasobreunsuelo accidentado.Lasmujeres chillaban, y los juerguistas de la taberna lesrodearoneltalleconsusbrazosparatranquilizarlas.

Por fin, el reverendo fraile le rogó al posadero que le indicara suhabitación,perocuandoseenteródequetendríaquecompartirlacamaconunzapateroremendón,sesintiótanmolestocomoelquemásdetodaInglaterra;sinembargo,lacosanoteníaremedioytendríaquedormirallíonodormir;demodo que tomó una vela y se levantó refunfuñando como los truenos en ladistancia.Al llegar a la habitación donde tendría que dormir, sostuvo la luzsobreRobinylemiródepiesacabeza;entoncessesintiómástranquilo,puesen lugar de un patán de barba sucia se encontró con un tipo tan pulcro yaseado como el mejor que se pueda encontrar en una semana de sietedomingos;asípues,despojándosedesusropas,seintrodujoenlacama,dondeRobin, gruñendo ymurmurando en sueños, le hizo un sitio. Puedo asegurarque Robin estaba más dormido que nunca, pues de lo contrario no habríapermanecidotantranquiloconunapersonacomoelfrailetancercadeél.Encuantoalfraile,dehabersabidoquiéneraRobinHood,podéiscreerqueanteshabríadormidoconunavíboraqueconelhombrequecompartíasucama.

Así transcurrió la noche, con aceptable comodidad, pero a las primeraslucesdeldíaRobinabriólosojosygirólacabezasobrelaalmohada.¡Cuálnosería su sorpresa al ver junto a él un hombre perfectamente afeitado ytonsurado,claroindiciodesupertenenciaalasórdenessagradas!Sepellizcóparacomprobarqueestabadespiertoy se sentóen lacama,mientraselotrodormíatanapaciblementecomosiseencontrarasanoysalvoenelprioratodeEmmet.

—¡Vaya!—sedijoRobinHood—.Mepreguntocómohabrácaídoestoen

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micamadurantelanoche.

Yasídiciendoselevantóconprecaución,paranodespertaralotroy,trasinspeccionarlahabitación,encontrólasropasdelfrailesobreunbancojuntoalapared.Miróprimeroloshábitosyluegoalfraile,conlacabezaladeada,yporfinguiñóunojo.

—Queridohermano,comoosllaméis—dijo—.Puestoquetanlibrementetomáisprestadamicama,yoacambiotomaréprestadasvuestrasropas.

Y sin más dilación, se puso las vestiduras del clérigo, dejandoamablementeensulugarlasropasdelzapatero.Luegosalióalairefrescodelamañana, y el mozo de cuadra, que ya estaba levantado y atendiendo losestablos,abriólosojoscomosihubieravistounratónverde,pueslaspersonascomo el fraile de Emmet no solían ser precisamentemadrugadoras; pero elmozoseguardósuspensamientos,yselimitóapreguntarleaRobinsideseabaquesacarasumuladelestablo.

—Sí,hijomío—respondióRobin,aunquenosabíanadadelamula—.Yteruegoquetedesprisa,puesvoyretrasadoymeurgeponermeencamino.

El mozo de cuadra trajo la mula y Robin montó en ella y se alejó tancontento.

En cuanto al reverendo fraile, al despertar se encontró tan chasqueadocomo el que más en el mundo, pues sus ricas y suaves ropas habíandesaparecido,y conellasunabolsa condiez librasdeoro, y en su lugarnoquedaban más que andrajos remendados y un delantal de cuero. Montó encóleraysoltópalabrotasimpropiasdesucondición,perotodossusjuramentosnolesirvierondenadayelposaderonopodíaayudarle.Porañadidura,teníaquellegarsinfaltaalprioratodeEmmetaquellamismamañana,porasuntosde negocios, de manera que tendría que elegir entre ponerse las ropas delzapatero o hacer el viaje desnudo. Así pues, se puso las ropas y, jurandovenganza contra todos los zapateros de Derbyshire, emprendió el camino apie.Perosusapurosaúnnohabíanterminado,puesnollevabamuchoandadocuandocayóenmanosdeloshombresdelrey,quelellevaronporlafuerzaaTutbury,antelapresenciadelobispodeHereford.Denadalevaliójurarqueerafraileymostrarsucoronillaafeitada;lapatrullaselollevó,completamenteconvencidadequesetratabadelmismísimoRobinHood.

Mientras tanto,RobinHoodcabalgabasatisfecho,pasandosinproblemasantedospatrullasdehombresdelrey,hastaqueelcorazónempezóabailarleenelpechopor laalegríadeacercarseaSherwood.Siguióviajandohaciaelestehastaque,derepente,enunaveredasombreada,seencontróconunnoblecaballero. Entonces Robin hizo parar a la mula y saltó rápidamente de sulomo.

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—¡Bienhalladoseáis, sirRicharddeLea!—exclamó—.¡MásmealegrahoyvervuestronoblerostroqueeldecualquierotrohombredeInglaterra!

Entonces lecontóasirRichard todoloque lehabíasucedido,añadiendoqueporfinsesentíaseguroalencontrarsetancercadeSherwood.PerocuandoRobinterminódehablar,sirRichardmeneólacabezaconairetriste.

—Ahoramismo, Robin, corréismás peligro que nunca—dijo—. Tenéisdelantepatrullasdelsheriffquecierrantodosloscaminosynodejanquepasenadie sin examinarlo de cabo a rabo. Lo sé muy bien, pues acabo deencontrarmeconunadeellas.Asípues,pordelantetenéisaloshombresdelsheriff y por detrás a los del rey, y no podéis pasar ni en una ni en otradirección, pues a estas horas ya deben de conocer vuestro disfraz y estaránaguardandoparaatraparos.Micastilloytodoloquecontieneestánavuestradisposición,peroasínoganaríamosnada,puesmeseríaimposibledefenderlocontra una fuerza como la que hay ahora mismo en Nottingham, entrehombresdelreyydelsheriff.

Habiendo dicho esto, sir Richard inclinó la cabeza en gesto pensativo yRobin sintió que se le caía el alma a los pies, como al zorro que oye a susespaldas los ladridos de la jauría y encuentra su madriguera taponada contierra, comprendiendo que no tiene escapatoria. Pero entonces sir Richardhablódenuevoydijo:

—Hayunacosaquepodéishacer,Robin,ysólouna.VolvedaLondresyponeosamerceddenuestrabuenareinaLeonor.Venidahoramismoconmigoamicastillo.Quitaosesasropasyponeoslasdeunodemissiervos.EntoncesyopartiréhaciaLondresconmiséquito,yvosformaréispartedeél.Deestemodo tendréis ocasión de ver a la reina y hablar con ella. Vuestra únicaesperanzaesregresaraSherwood,dondenadiepuedealcanzaros,ynopodréisllegaraSherwoodmásquedeestemodo.

Yasí,RobinfueconsirRicharddeLeaehizoloqueéste ledecía,puescomprendió que el consejo del caballero era acertado y que aquélla era suúnicaesperanzadesalvación.

LareinaLeonorpaseabaporlosjardinesreales,entrelosrosalesenflor,yconellapaseaban seisde susdamasdecompañía, charlandoanimadamente.Depronto,unhombreaparecióenloaltodelmuro,sedescolgóconrapidezycayó ágilmente sobre la hierba del jardín.Todas las damas chillaron ante labruscairrupción,peroelhombrecorrióhacialareinaysearrodillóasuspies,ylareinavioquesetratabadeRobinHood.

—¡Caramba, Robin! —exclamó—. ¿Cómo os atrevéis a meteros en lasmismasfaucesdelleónenfurecido?¡Ay,pobreamigo!Sielreyosencuentraaquí,estáisperdido.¿Nosabéisqueosestábuscandoportodoelpaís?

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—Sí,señora—respondióRobin—.Sémuybienqueelreymebusca,yporeso he venido; pues no dudo de que nadamalo podrá ocurrirme cuando élempeñesurealpalabraantevuestramajestadyporellopongomividaensusgraciosasmanos.

—Séloquequeréisdecir,Robin—dijolareina—,ynoosfaltanrazonespara hacerme reproches, pues ya sé que no he hecho por vos cuanto debíahaber hecho.No cabe duda de que vuestra situación debía sermuy apuradapara que hayáis saltado a un peligro para escapar de otro.Una vezmás, osprometomiayuda,yharécuantopuedaparaquepodáisregresarsanoysalvoaSherwood.Esperadaquíhastaqueyovuelva—yconestaspalabrasdejóaRobineneljardínderosasyseausentódurantemuchotiempo.

Cuandoregresó,sirRobertLeeveníaconella,ylareinatraíalasmejillasencendidas y los ojos brillantes, como si hubiera mantenido una airadadiscusión.EntoncessirRobertLeesedirigiódirectamenteadondeaguardabaRobinylehablóconvozfríaysevera.

—Nuestrograciososoberano,elrey—dijo—,hamitigadosucólerahaciavos,buenhombre,yunavezmáshaprometidoqueseospermitirápartirenpaz y seguridad. No sólo ha prometido esto, sino que de aquí a tres díasdesignaráaunodesuspajesparaqueosacompañeyseaseguredequenadieosdetengaenelviajederegreso.Podéisdarlasgraciasavuestrosantopatrónportenertanbuenaamigaennuestraseñoralareina,puessinsupersuasiónyargumentos seríais hombre muerto, puedo aseguraros. Que este peligro quehabéiscorridoosenseñedoslecciones.Enprimerlugar,asermáshonrado;yensegundo,anosertanatrevidoenvuestrasidasyvenidas.Unhombrequesemueveenlaoscuridadcomovospuedeescapardurantealgúntiempo,peroalfinalesinevitablequecaigaalpozo.Habéismetidolacabezaenlabocadelleóny,sinembargo,oshabéissalvadodemilagro.Nolovolváisaintentar—yconestaspalabrasdejóaRobin,diomediavueltaysemarchó.

TresdíaspermanecióRobinenLondrescomoinvitadodelareina,alcabodeloscualessepresentóelprimerpajedelrey,EdwardCunningham,quesellevó a Robin hacia el norte, camino de Sherwood. De vez en cuando secruzaban con patrullas de hombres del rey que regresaban a Londres, peroninguna les puso obstáculos y por fin llegaron a los bellos y frondososbosques.

Así terminan las alegres aventuras que le acontecieron a Robin cuandoacudió al famoso concurso de tiro de Londres. Y ahora veremos cómo elobispodeHerefordyelsheriffdeNottinghamintentaronunavezmásacabarconél,utilizandounnuevométodo.YtambiénveremoscómoelgloriosoreyRicardoCorazóndeLeónvisitóaRobinHooden laespesuradelbosquedeSherwood.

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OCTAVAPARTE

DondeserelataelencuentrodeRobinHoodconGuydeGisbourneenelbosquedeSherwoodyelfamosocombateentreambos.TambiénsecuentacómoelPequeñoJohncayóenmanosdelsheriffporsalvarlavidaatreshombres.YasimismoserefierelallegadaaNottinghamshiredelbuenreyRicardoCorazóndeLeón,paravisitaraRobinHoodenelbosquede

Sherwood.

I

RobinHoodyGuydeGisbourne

Transcurriómucho tiempo desde el gran concurso de tiro, y durante esetiempoRobinsiguiópartedelconsejodesirRobertLee;enconcreto,lapartereferenteasermenosatrevidoensus idasyvenidas;puesaunqueesposiblequenofueramáshonrado(enelsentidoenquesueleentenderselahonradez),puso mucho cuidado en no alejarse demasiado de Sherwood, para podersiempreregresarrápidamenteysindificultades.

Duranteestetiemposeprodujerongrandescambios:elreyEnriquemurióy el rey Ricardo accedió a la corona que tan dignamente llevó en tantas ytantasgestasyaventuras,tanemocionantescomolasdelpropioRobinHood.Peroestosgrandescambiosnoparecieron llegara laespesuradeSherwood,donde Robin y sus hombres seguían viviendo tan regaladamente comosiempre, cazando, comiendo, cantando y practicando viriles deportes delcampo;pocolesafectabanaelloslasconmocionesdelmundoexterior.

Asíamanecióunfrescoyluminosodíadeverano,entrealegresyruidososcantosdepájaros.TanfuertecantabanquedespertaronaRobinHood,elcualsedesperezó,diounpardevueltasy se levantó.De igualmanera se fueronlevantando el Pequeño John y el resto de los hombres; y después de haberdesayunado, se pusieron enmovimiento para dedicarse a las actividades deldía.

RobinHoodyelPequeñoJohnibancaminandoporunsenderodelbosque,mientrasasualrededorlashojasbailabanylanzabandestellosalsermovidasporlabrisayreflejarlosrayosdelsol.EntoncesRobindijo:

—Te aseguro, Pequeño John, que la sangre me hace cosquillas en lasvenas,alcorrerporellasenestaalegremañana.¿Quéteparecesisalimosen

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buscadeaventuras,cadaunoporsulado?

—Detodocorazón—respondióelPequeñoJohn—.Másdeunaveznoslohemos pasadomuy bien de esamanera, querido jefe.He aquí dos caminos:tomatúeldeladerechayyotomaréeldelaizquierda,yquecadaunosigasucaminohastaencontrarseconunasituacióninteresante.

—Me gusta tu plan —dijo Robin—. Nos separaremos aquí. Pero tencuidado,PequeñoJohn,ynotemetasenningúnmalpaso,quepornadaenelmundoquerríaqueteocurrieranadamalo.

—¡Vamos, hombre!—dijo el Pequeño John—. ¡Quién fue a hablar! Yodiríaquetútienesmásposibilidadesqueyodemeterteenunbuenlío.

Aloíresto,Robinseechóareír.

—A decir verdad, Pequeño John —dijo—, tú tienes una especie decabezonería cerril que parece sacarte entero de todos tus aprietos; pero yaveremosaquién levamejor enestedía—yasídiciendo, ledio lamanoalPequeñoJohnycadaunosefueporsucamino,quedandoprontoocultosdelavistadelotro.

RobinHoodsiguióadelantehastallegaraunampliosenderoforestalqueseextendíaanteél.Sobresucabeza,lasramasdelosárbolesseentrelazabanenespesofollaje,queadquiríareflejosdoradoscuandoelsollograbapenetrara su través. Bajo sus pies, el suelo estaba blando y húmedo a causa de lasombraprotectora.YenaquellugartanagradableleocurrióaRobinHoodlaaventuramásterribledesuvida.

Mientrasrecorríaelsendero,sinpensarenotracosamásqueenelcantodelos pájaros, se encontró de pronto con un hombre sentado sobre las raícescubiertasdemusgodeunaencinadeanchacopa.Dándosecuentadequeeldesconocido aún no le había visto, Robin se detuvo y se quedó inmóvil,examinando al otro durante un buen rato antes de acercársele. Y puedoaseguraros de que el desconocido era digno de verse. Iba vestido de pies acabezadepieldecaballo,conelpeloylacrinporfuera,yenlacabezallevabaunacapuchaque leocultabael rostro,hecha tambiéndepieldecaballo,conlas orejas levantadas como las de un conejo. Se cubría el torso con unachaquetillaylaspiernasconunoscalzones,todoellodelamismapielpeludaAlcostado llevabaunagranespadadehojaanchayunadagadedoble filo.Una aljaba llena de flechas le colgaba a la espalda, y su recio arco de tejoestabaapoyadoenelárboljuntoaél.

—Buenos días, amigo—dijoRobin, acercándose por fin—. ¿Quién soisvos,yquéesesoquelleváispuestoencima?Pormifequenuncaenmividahevistonadasemejante.Siyohubieracometidounamaldadomeatormentarala conciencia, me daríais miedo, pues pensaría que venís de allá abajo,

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trayéndome la orden de presentarme inmediatamente ante el señor PedroBotero.

Eldesconocidonorespondióunasolapalabra,peroseechóhaciaatráslacapucha y descubrió un entrecejo poblado, una nariz ganchuda y un par deojosnegros,inquietosyferoces,queaRobin,almirarlealacara,lehicieronpensarenunhalcón.Peroexistíaalgomásenlasfaccionesdeldesconocido,en su boca fina y cruel y en el brillo duro de sus ojos, que provocabaestremecimientosalmirarlo.

—¿Quiénerestú,bellaco?—dijoporfinenvozaltaytonoduro.

—Tch, tch —dijo alegremente Robin—. No habléis tan airadamente,hermano.¿Acasohabéisdesayunadoortigasconvinagreparahablardemodotanpunzante?

—Si no te gustanmis palabras—dijo el otro con ferocidad—,más valequeechesacorrer,puesteadviertoclaramentequemishechosnolesvanalazaga.

—No, si me gustan mucho vuestras palabras, preciosidad —respondióRobin,agachándosesobre lahierbafrentealotro—.Esmás,osaseguroquevuestraconversacióneslamásingeniosayentretenidaqueheescuchadoenlavida.

Elotronodijonada,peromiróaRobinconmiradatétricaymaligna,comomira un perro de presa antes de saltarte a la garganta.Robin respondió a lamiradaconotradeabsolutainocencia,sinunasomodeburlaensusojosnidesonrisa en las comisuras de sus labios.Durante largo rato semiraron uno aotro,hastaquedeprontoeldesconocidorompióelsilencio.

—¿Cómotellamas,buenhombre?—dijo.

—¡Vaya! —exclamó Robin Hood—. Cómo me alegro de oíros hablar;empezabaacreerquelaimpresióndevermeoshabíadejadomudo.Encuantoaminombre,puedequemellamedeunmodoypuedequemellamedeotro,peromeparecequeseríamásindicadoquevosmedijeraiselvuestro,puestoquesoiselmásdesconocidoporestosandurriales.Porfavor,querido,decidmeporquélleváistandelicadoatuendosobrevuestrobonitocuerpo.

Aloírestaspalabras,elotrodejóescaparunabreveybrutalrisotada.

—¡Por loshuesosdeldemonioOdín!—exclamó—.Eres el hombremásdeslenguado que he conocido en mi vida. No sé por qué no te mato aquímismo,teniendoencuentaquehacetansólodosdíastraspaséaunhombreenNottinghampordecirmemenosdelamitaddeloquetúhasdicho.Llevoestasropas,soidiota,paramantenermecaliente,yademássoncasitaneficacesanteunaespadacomounacotadeacero.Encuantoaminombre,nomeimporta

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quelosepas:esGuydeGisbourne,ypuedequelohayasoídonombrar.VengodelosbosquesdeHerefordshire,enlastierrasdelobispodeallí.Soyforajidoymeganolavidaasaltodemata,pormediosqueahoranovienenalcaso.Nohacemucho,elobispomehizollamarydijoquesihacíaciertotrabajoparaelsheriffdeNottinghammeconseguiríaunindultoymedaríadoscientaslibrasde propina. Así que me vine derecho a Nottingham y fui a ver al queridosheriff.¿Yquécreesquequeríademí?PuesquevinieraaquíaSherwoodabuscar a un tal Robin Hood, otro forajido, y llevárselo vivo o muerto. Talparecequenohaynadieporaquíqueseatrevaaenfrentarseconesefulano,yporesotuvieronqueirhastaHerefordshireparabuscarme,puesyaconoceselviejodicho:«Nadiemejorqueunladrónparaatraparaunladrón».Encuantoamataraesetipo,nomealteralomásmínimo;porlamitaddeesasdoscientaslibrasestaríadispuestoaderramarlasangredemipropiohermano.

Robin escuchaba todo esto con creciente repugnancia. Bien conocía elnombre de aquel Guy de Gisbourne, y todas las sangrientas y criminalesfechoríascometidasporélenHerefordshire,queeranfamosasentodoelpaís.Pero aunque la mera presencia de aquel hombre le resultaba odiosa, semantuvotranquilo,porquehabíatomadounadecisión.

—Ciertamente—dijo—,he oído hablar de vuestras delicadas hazañas, ymeparecequeno existe en todo el anchomundounhombre aquienRobinHoodtengamásdeseosdeconocer.

Aloíresto,GuydeGisbournedejóescaparotrarisotada.

—¡Caray! —dijo—. Tiene gracia eso de que un célebre forajido comoRobinHoodseencuentreconotrocélebreforajidocomoGuydeGisbourne.SóloqueenestecasoseráunencuentrodesafortunadoparaRobinHood,pueseldíaqueseencuentreconGuydeGisbourneseráeldíadesumuerte.

—Pero,mi querido y caritativo personaje—dijo Robin—, ¿no se os haocurridopensarquequizáeseRobinHoodseamejorquevos?Yoleconozcobastantebien,ysonmuchoslosquepiensanqueesunodelostiposmásdurosdeporaquí.

—Puedequeseaelmásdurodeporaquí—dijoGuydeGisbourne—,perote aseguro, amigo, que esta pocilga vuestra no es todo el ancho mundo.Apuestolavidaaquesoyelmejordelosdos.¡Valienteforajido!¡Siheoídodecirquenohaderramado sangre en suvida, exceptuandocuandovinoporprimera vez al bosque! También hay quien dice que es un gran arquero.¡Pardiez,puesnomeasustaríaenfrentarmeconélcualquierdíadelañoconunarcoenlasmanos!

—Séquedicenqueesungranarquero—dijoRobinHood—,peroesquelosdeNottinghamshiresomoscélebresconelarco.Yomismo,quenosoymás

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queunprincipiante,meatreveríaacompetirconvos.

Al oír estas palabras, Guy de Gisbourne miró a Robin Hood con ojosasombradosysoltóotrarisotadaquehizoretemblarlosbosques.

—¡Caramba!—dijo—. Eres muy atrevido al hablarme así. Me gusta tucarácter, pueshaymuypocosque se atreven ahablarmede estemodo.Ponunaguirnalda,muchacho,yveremosquiéntiramejor.

—¡Bah!—dijo Robin—. Por aquí sólo los niños tiran sobre guirnaldas.VoyaprepararosunbuenblancodeNottingham.

Ydiciendoyhaciendo,selevantóy,acercándoseaunamatadeavellano,cortó una vara aproximadamente el doble de gruesa que el pulgar de unhombre.Lequitólacorteza,afilólapuntaylaclavóenelsuelodelantedeunagruesaencina.Luegomidióochentapasos,quelellevaronanteelárboldondeelotroestabasentado.

—He aquí —dijo— el tipo de blanco contra el que tiramos aquí enNottingham.Y ahora, si de verdad sois un arquero, veamos cómo rajáis esavaritaporlamitad.

EntoncesGuydeGisbournesepusoenpie.

—¡Quétehascreído!—exclamó—.¡Nielmismodiablopodríaacertarenunblancoasí!

—Puede que sí y puede que no —respondió Robin—, pero eso no losabremoshastaquehayáistirado.

Al oír esto,Guy deGisbournemiró aRobin con el ceño fruncido, perocomo el proscrito seguía manteniendo una expresión inocente y carente demalicia,setragósuspalabrasytensólacuerdadesuarco.Dosvecesdisparó,peroningunadioenelblanco,fallandounavezporunpalmoylasegundaporlaanchuradeunamano.Robinseechóareírdebuenagana.

—Ahorayaséqueelmismodiabloesincapazdeacertar—dijo—.Buenhombre, si no sois mejor con la espada que con el arco y la flecha, jamásvenceréisaRobinHood.

Aloírestaspalabras,GuydeGisbournemiróaRobinconmásferocidadquenunca,ydijo:

—Tienes la lengua muy suelta, villano; pero procura no mostrarte tanliberalconellasinoquieresquetelacortedeuntajo.

RobinHoodtensósuarcoyocupólaposiciónsindecirpalabra,aunquesucorazón temblaba de cólera y repugnancia. Dos veces disparó, la primeraacertando a menos de una pulgada de la vara, y la segunda partiéndolalimpiamenteporlamitad.Yactoseguido,sindartiempoaqueelotrohablara,

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arrojósuarcoalsuelo.

—¡Ahítienes,malditovillano!—exclamóconfuria—.¡Esoteenseñarálopocoquesabesdemuchosdeportes!¡Yahorapuedesmirarporúltimavezlaluzdeldía,puesyahasmancilladodemasiadotiempoestabuenatierra,bestiainmunda!¡Hoyvasamorir,siNuestraSeñoralopermite,porqueyosoyRobinHood!—yasídiciendo,desenvainósuespadaquebrillóalaluzdelsol.

Por unmomento,GuydeGisbourne se quedómirando aRobin como situvieranubladoelentendimiento,peroalinstantesuasombroseconvirtióenfuriasalvaje.

—¿EresenverdadRobinHood?—gritó—.¡Puesmealegrodeconocerte,pobre desgraciado! ¡Reza mientras puedas, que no tendrás tiempo de rezarcuandoacabecontigo!—yconestaspalabras,desenfundótambiénsuespada.

YacontinuacióntuvolugarlaluchamásencarnizadaquejamássevioenSherwood.Amboscombatientessabíanqueunodelosdosteníaquemorir,yque la lucha sería sin cuartel. Pelearon de un lado a otro, hasta que toda lahierbaverdequedóaplastadaypisoteadabajosustalones.Másdeunavez,lapuntadelaespadadeRobinHoodcatólablanduradelacarne,ypocoapocolatierraempezóasalpicarsedebrillantesgotasrojas,aunqueningunadeellasprocedíadelasvenasdeRobin.Porfin,GuydeGisbournelanzóunaferozymortíferaestocada,queRobinHoodevitósaltandohaciaatrás,peroalhacerloseleenredóelpieenunaraízycayópesadamentedeespaldas.

—¡QuelaVirgenmeayude!—murmurómientraselotrosaltabasobreélconunasonrisaderabiaenlacara.

Ciegode furia,GuydeGisbourne tratóde traspasarasuenemigocon laespada,peroRobinagarrólahojaconlamanodesnuday,aunquelecortólapalma, consiguió desviar la punta, que se clavó profundamente en el suelojuntoaél.Yentonces,sindartiempoaqueelotrogolpearadenuevo,Robinse puso en pie con su espada en lamano.La desesperación cayó comounanubenegrasobreelcorazóndeGuydeGisbourne,quemirófrenéticamenteasualrededor,comounhalcónherido.Viendoquesusfuerzasleabandonaban,Robinsaltóhaciadelante, rápidocomounrelámpago,ygolpeóderevéspordebajodelbrazoarmadodesuenemigo.LaespadadeGuydeGisbournecayódesumano,elbandidoretrocedióporefectodelgolpey,antesdequepudierarecuperarse,laespadadeRobinatravesósucuerpodeparteaparte.Girósobresustalones,levantólasmanosmientrasemitíaunalaridosalvajeypenetranteycayódebrucessobrelahierbaverde.

RobinHoodlimpiósuespadaylaenvainó,seacercóadondeyacíaGuydeGisbourneylocontemplóconlosbrazoscruzados,mientrashablabaconsigomismo.

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—Es el primer hombre que he matado desde que di muerte a aquelguardabosques del rey en los ardientes días de mi juventud. Aun ahora,muchasvecespiensocon remordimientoenaquellavidaarrebatada,perodeéstamealegrotantocomosihubieramatadoaunjabalírabiosoquehubieradevastadoloscampos.PuestoqueelsheriffdeNottinghamenvíaestaclasedegente contra mí, me voy a poner sus ropas y veré si puedo encontrar a suseñoríay,conunpocodesuerte,pagarlepartede ladeudacontraídaenestedía.

Yasídiciendo,Robindespojóalmuertode suspeludasprendasy se laspuso, ensangrentadas como estaban, en lugar de las suyas. A continuación,colgándosealcostadolaespadayladagadelotroyllevandoenlasmanoslasuyaylosdosarcosdetejo,seechólacapuchasobreelrostro,paraquenadiepudierareconocerle,ysaliódelbosquedirigiendosuspasoshaciaelesteylaciudad deNottingham.A lo largo del camino, hombres,mujeres y niños seocultabanasupaso,pueslaterriblefamadeGuydeGisbourneysusfechoríassehabíanextendidoportodalaregión.

Yahora,veamosloqueleocurrióalPequeñoJohnmientrassucedíanestascosas.

ElPequeñoJohnsiguiócaminandopor laspistasforestaleshasta llegaraloslímitesdelbosque,dondeloscamposdetrigo,centenoylosverdespradossonreíanalsol.Llegóalcaminoreal,yporélhastaunlugardondesealzabauna casita con tejado de paja, con flores delante y un grupo de manzanossilvestresdetrás.Allísedetuvoderepente,porqueleparecióoírquealguiense quejaba. Escuchó con atención y descubrió que el sonido procedía de lacasita; así pues, dirigió sus pasos hacia ella, abrió el portillo y entró,encontrandoensu interioraunamujerdecabellosgrisessentada juntoaunhogar apagado, meciéndose hacia atrás y hacia delante y llorandoamargamente.

HayquedecirqueelPequeñoJohnteníauncorazónmuyblandoantelossufrimientosdelprójimo,demodoqueseacercóalaancianay,palmeándoleamablemente el hombro, le dirigió palabras de consuelo, rogándole que seanimaray leexplicarasuscuitas,puestoquequizáélpudierahaceralgoporaliviarlas.Lapobremujersacudiólacabeza,perodealgúnmodolasamablespalabrasdeJohnhabíanlogradoreconfortarlayalcabodeunratolecontóloquelaatormentaba.Hastaaquellamismamañanahabíatenidojuntoaellatreshijos,tanaltosyguaposcomolosquemásentodoNottingham,peroahoraseloshabíanarrebatadoy los ibanaahorcardeunmomentoaotro; impulsadoporlanecesidad,suhijomayorhabíaidoalbosquelanocheanterior,yhabíamatado un ciervo a la luz de la luna; siguiendo el rastro de la sangre, losguardabosques del rey habían llegado hasta la casa, descubriendo en ladespensa la carne del ciervo. Como ninguno de los hijos menores había

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queridodelatarasuhermano,losguardabosquessehabíanllevadoalostres,apesardequeelmayorinsistíaenquealciervolohabíamatadoélsolo.Yalmarcharse, había oído decir a los guardabosques que el sheriff había juradoponer fin a la caza furtiva, que últimamente iba en aumento, ahorcando delárbol más próximo al primer infractor cogido con las manos en la masa;tambiénhabíaoídoquesellevabanalosjóvenesalaposadadeLaCabezadelRey,cercadelaciudaddeNottingham,dondesealojabaaqueldíaelsheriff,aguardandoel regresodecierto individuoquehabíaenviadoaSherwoodenbuscadeRobinHood.

El Pequeño John escuchó todo el relato,meneando la cabeza de vez encuandocongestodetristeza.

—¡Vaya!—dijo cuando la buenamujer hubo terminado de hablar—. Síqueestá fea lacosa. ¿Yquién seráese individuoqueha idoaSherwoodenbuscadeRobin?Aunquedemomentoesono importa; sóloquemegustaríateneraquíaRobinparaaconsejarnos.Noobstante,ahoranopodemosperdertiempobuscándolo,siesquequeremossalvarlasvidasdevuestrostreshijos.Decidme, ¿tenéis por aquí alguna ropa que pueda ponerme en lugar de estetraje de paño verde? Pardiez, señora, permitid que os diga que si nuestroqueridosheriffmepillasindisfraz,lomásprobableesquemeahorquenantesqueavuestroshijos.

Lamujer le dijo entonces que tenía en casa algunas ropas de su difuntomarido,fallecidotansólohacíadosaños,yselastrajoalPequeñoJohn,queselaspusoenlugardesutrajedepañoverde.Despuéssehizounapelucayuna barba postiza de lana sin cardar, con las que cubrió su pelo y su barbacastaños,yponiéndoseunampliosombrerodecopaaltaquehabíapertenecidoal viejo campesino, partió a toda velocidad hacia la posada donde se habíainstaladoelsheriff.

ApocomásdekilómetroymediodeNottingham,no lejosdelbordesurdel bosque de Sherwood, se alzaba una acogedora posada que ostentaba eltítulodeLaCabezadelRey.Aquellamañana, laposadaeratodaactividadyagitación,pueselsheriffyveintedesushombressehabíaninstaladoallíparaaguardarelregresodeGuydeGisbourne.Habíaungranajetreodecocinerosenlacocinaymuchoabrirydestaparpellejosdevinoybarrilesdecervezaenlabodega.Elsheriffsesentabaenelsalón,degustandoalegrementelomejorquehabíaenlacasa,ysushombresbebíancervezasentadosenelbancodelapuertaotendidosalasombradelasencinas,entrecharlas,bromasyrisas.Loscaballosde lacuadrillaestabanpor todaspartes, congran ruidodecascosyondeardecolas.Aestaposadallegaronlosguardabosquesdelrey,empujandoanteellosalostreshijosdelaviudaLostresmuchachosllevabanlasmanosatadasalaespalda,yunacuerdaalcuelloqueibadeunoaotro.Detalguisafueronconducidosalasaladondeestabacomiendoelsheriff,quelosmirócon

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severidadmientrasellostemblabanantesupresencia.

—¿Conquecazando furtivamente losciervosdel rey, eh?—dijoconvozpotenteyairada—.Noperderémuchotiempoconvosotros;osvoyaahorcaralostrescomoahorcaríaungranjeroatrescuervosparaahuyentardelcampoalos demás. Nuestro amado condado de Nottingham lleva demasiado tiemposirviendo de vivero para bellacos ladrones como vosotros. He aguantadomuchos años, pero ahora voy a exterminarlos de una vez por todas, yempezaréporvosotros.

Unodelosdesdichadosmuchachosabriólabocaconintencióndehablar,pero el sheriff le ordenó con un rugido que se callara e indicó a losguardabosquesqueselosllevaranhastaqueélterminaradecomerypudieraocuparse del asunto. Así pues, sacaron afuera a los tresmuchachos, que sequedaronconlacabezagachayelcorazónsinesperanzashastaque,alcabodeunrato,salióelsheriff,reunióentornosuyoasushombresydijo:

—Estos tres villanos deben ser ahorcados inmediatamente, pero no aquí,paraquenocaigalamalasuertesobreestaestupendaposada.Losllevaremoshasta aquella franja de árboles de allí, porque quiero ahorcarlos en losmismísimos árboles de Sherwood, para que esos inmundos forajidos delbosquesepanloquelesesperasitengolasuertedeponerleslamanoencima.

Así diciendo, montó en su caballo y lo mismo hicieron sus soldados,dirigiéndosealafranjadeárbolesmencionada,conlospobresmuchachosenelcentrodelgrupo,vigiladosporlosguardabosques.Llegaronporfinallugary allí colocaroncuerdas en tornoal cuellode los tres, pasándolas sobreunaramadeunagran encina que se alzaba en aquel punto.Los tresmuchachoscayeronde rodillas y pidieron clemencia a grandesvoces, pero el sheriff deNottinghamseechóareírcondesprecio.

—Me gustaría que hubiera aquí un sacerdote para confesaros—dijo—.Pero como no hay ninguno por aquí, tendréis que hacer el trayecto con lacargade todosvuestrospecadosa la espalda,yconfiar enque sanPedroosabralaspuertasdelcielo,comohacenlosbuhoneroscuandovanalaciudad.

Mientras todo esto sucedía, un anciano se había acercado al lugar ycontemplaba la escena apoyado en su bastón. Tenía el cabello y la barbablancosyrizados,yalaespaldallevabaunarcodetejoqueparecíademasiadofuerteparaqueélpudieramanejarlo.Cuandoelsheriffmirabaasualrededor,dispuesto a ordenar a sus hombres que colgaran a los tresmuchachos de laencina,susojosseposaronenaquelextrañoanciano.Entoncessuseñoríasedirigióaél,diciendo:

—Venidaquí,abuelo,tengoalgoquedeciros.

YelPequeñoJohn,puesnoeraotroel anciano, seacercóyel sheriff le

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mirópensandoquehabíaalgoextrañamentefamiliarenaquelrostroqueteníadelante.

—Vaya,vaya—dijo—.Meparecehaberosvistoantes.¿Cómoosllamáis,abuelo?

—Con la venia de su señoría —respondió el Pequeño John con vozcascadacomoladeunanciano—,minombreesGilesHobble,paraservirasuseñoría.

—Giles Hobble, Giles Hobble —murmuró el sheriff para sí mismo,repasandolosnombresqueteníaensumenteytratandodeencontrarunoquecasaraconéste—.Norecuerdoesenombre—dijoporfin—,peronoimporta.¿Tendríaisinconvenienteenganarosseispeniquesenestahermosamañana?

—Yalocreo—respondióelPequeñoJohn—.Nomesobraeldinerocomoparadejarescaparseispeniquessipuedoganarlosdeunmodohonrado.¿Quédeseasuseñoríaquehaga?

—Tan sólo esto—dijo el sheriff—. He ahí tres hombres que necesitandesesperadamente ser ahorcados. Si os encargáis de colgarlos os pagaré dospeniques por cabeza. No me gusta que mis soldados tengan que hacer deverdugos.¿Osanimáisaintentarlo?

—Adecirverdad—dijoelPequeñoJohn,sindejardeimitarlavozdeunviejo—,nuncahehechounacosaasí,perosipuedenganarseseispeniquesdeunmodotansencillo,supongoquepodríahacerlo tanbiencomocualquiera.Perodígamesuseñoría:¿sehanconfesadoestosbribones?

—No —respondió el sheriff riendo—. Ni una pizca. Pero si tanto ospreocupa,tambiénpodéisencargarosdeeso.Sóloosruegoqueosdeisprisa,puesquieroregresaratiempoalaposada.

Asípues,elPequeñoJohnseacercóa los tres temblorososmuchachosyacercandosurostroalprimero,comosiestuvieraescuchandosuconfesión,lemusitóaloído:

—No temuevas, hermano, cuando sientas cortar tu cuerda; pero cuandomeveastirar lapelucaylabarbadelana,quítateel lazodelcuelloyechaacorrerhaciaelbosque.

Acontinuacióncortódisimuladamente lacuerdaqueataba lasmanosdelmuchacho y se dirigió al segundo hermano, hablándole en los mismostérminos y cortando también sus ligaduras. Hizo lo mismo con el tercerhermano,ytodocontaldisimuloqueelsheriff,queseguíariendomontadoensucaballo,nosediocuentadenada,nisushombrestampoco.

EntonceselPequeñoJohnsevolvióalsheriff.

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—Con el permiso de su señoría —dijo—, ¿podría tensar mi arco? Megustaría ayudar al tránsito de estos muchachos con una flecha entre lascostillasmientrassebalancean.

—Demilamores—respondióelsheriff—.Tansóloosruegounavezmásqueosdeisprisa.

ElPequeñoJohnapoyóunextremodelarcoenelempeinedelpieytensólacuerdacontaldestrezaquetodossemaravillaronalvertantafuerzaenunanciano.Acontinuaciónextrajounaflechabiencortadadelaaljabaylamontóen la cuerda; luego, mirando a su alrededor para ver si el camino estabadespejadoasusespaldas,sedesprendióbruscamentedelalanaquelecubríaelcráneoylacaraygritóconvozpotente:

—¡Corred!

Conlarapidezdelrayo,lostresmuchachossequitaronloslazosdelcuelloyecharonacorreracampoabiertohaciaelbosque,comoflechasdisparadasdel arco.También elPequeño John corrió comoungalgohacia la espesura,mientraselsheriffysushombreslemiraban,sorprendidosporlarapidezconquehabíasucedidotodo.Peroantesdeque loscampesinoshubiesen llegadomuylejos,elsherifflogrórecuperarse.

—¡Tras él! —rugió con voz de trueno, pues ya sabía con quién habíaestadohablandoysemaravillabadenohaberlereconocidoantes.

El Pequeño John oyó las palabras del sheriff, comprendiendo que nopodría llegar albosqueantesdeque le alcanzaran, sedetuvobruscamenteydiomediavuelta,levantandoelarcocomosifueraadisparar.

—¡Atrás!—gritóconferocidad—.¡Elprimeroquedéunpasoadelanteopongaundedosobreelarcoeshombremuerto!

Al oír estas palabras, los hombres del sheriff se quedaron tan inmóvilescomo troncos, pues sabían perfectamente que el Pequeño John cumpliría supalabrayquedesobedecerlesignificabalamuerte.Envanolesrugióelsheriff,llamándolescobardesyordenándolesatacarenmasa;noestabandispuestosaavanzarniunapulgadaysequedaronquietos,mirandocómoelPequeñoJohnretrocedía lentamente hacia el bosque sin quitarles los ojos de encima Perocuandoelsheriffvioquesuenemigoseleescapabaentrelosdedossevolviólocoderabia,lehirviólacabezaydejódesaberloquehacía.Depronto,hizogirar su caballo, le hundió las espuelas en los costados, lanzó un tremendoalaridoy,poniéndoseenpiesobrelosestribos,cargócontraelPequeñoJohnconlarapidezdelviento.EntonceselPequeñoJohnlevantósumortíferoarcoy tiróde lacuerdahastaque lasplumasde la flecha le rozaron lasmejillas.Peroparasudesgracia,antesdepoderdispararlaflecha,elarcoquetanlargay fielmente le había servido se le partió en las manos y la flecha cayó,

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inofensiva,asuspies.Alverlosucedido,loshombresdelsherifflanzaronungritoy,siguiendoasujefe,searrojaronsobreelPequeñoJohn.Peroelsheriffles llevaba la delantera y alcanzó al proscrito antes de que éste llegara alamparodelbosque,e inclinándosehaciaadelante ledirigióun terriblegolpecon la espada. El Pequeño John se agachó y la espada giró en lamano delsheriff, pero el plano le asestó un cintarazo a John de lleno en la cabeza,derribándoleaturdidoysinconocimiento.

—¡Vive Dios —dijo el sheriff cuando llegaron sus hombres ycomprobaronqueelPequeñoJohnnoestabamuerto—quemealegrodenohabermatado a este hombre enmi precipitación! Antes perdería quinientaslibras que dejarle morir así en vez de ahorcarlo, como corresponde a unmiserable ladrón como él. Vamos, William, traed un poco de agua de esemanantialyechádselaporlacabeza.

Elhombrealudidohizoloqueleordenaban,yalcabodeunosinstanteselPequeñoJohnabríalosojosymirabaasualrededor,desconcertadoyaturdidopor la fuerza del golpe. Entonces le ataron las manos a la espalda, lelevantaronylesubieronalomosdeunodeloscaballos,conlacarahacialagrupaylospiesatadospordebajodelvientredelanimal.Asílollevaronhastala posada de La Cabeza del Rey, riendo y bromeando por el camino. Peromientrastanto,lostreshijosdelaviudahabíanlogradoescaparyocultarseenelbosque.

Unavezmás,elsheriffdeNottinghamsesentóenelcomedordelaposadade La Cabeza del Rey. Su corazón rebosaba de alegría, pues al fin habíaconseguidoloquellevabaañosintentando:cogerprisioneroalPequeñoJohn.

«Mañanaa estashoras—sedecía a símismo—,estevillanocolgarádelárbolde lahorca, frentea lagranpuertadeNottinghamyhabré saldadomiantiguacuentaconél».

Yasídiciendo,tomóunlargotragodevinodeCanarias.Pero,comosiconelvinosehubieratragadounaidea,deprontosacudiólacabezayseapresuróadejarlacopa.

«Ahorabien—siguiódiciéndose—,nipormil librasquerríayoqueestebellacosemeescaparadelasmanos;sinembargo,sisujefelograescapardeesehorribleGuydeGisbourne,nohayquienpuedadecir loqueescapazdehacer,puesnoexisteentodoelmundounbandidomásastutoqueesemalditoRobinHood.Meparecequeseríamejornoesperaramañanaparaahorcaraestebribón».

Y con estas palabras, echó rápidamente hacia atrás la silla, salió de laposadayconvocóasushombres.

—No esperaré más para ahorcar a este bandido —dijo—. Lo haremos

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ahora mismo, en el mismo árbol donde salvó a los tres jóvenes villanos,interponiéndose tan osadamente entre ellos y la ley. Preparaosinmediatamente.

Unavezmás,sentaronalPequeñoJohnsobreelcaballo,decaraalagrupa,yconunodeellosguiandoelcaballoylosdemáscabalgandoasualrededor,sedirigierondenuevoalárboldecuyasramashabían intentadocolgara loscazadoresfurtivos.Cabalgaronalolargodelsenderocongranruidodecascosyaparejos,hastallegaralárbol,yallíunodeloshombresledijodeprontoalsheriff:

—¡Señoría!¿NoesaquelhombrequevienehacianosotroselmismoGuydeGisbourneaquiensuseñoríaenvióalbosqueenbuscadelbandidoRobinHood?

Aloír estas palabras, el sheriff hizovisera con lamano sobre los ojos ymiróatentamente.

—Ciertamente,eselmismo—dijo—.¡Quieraelcieloquehayamatadoaljefedelosladrones,comonosotrosvamosamatarahoraasulugarteniente!

CuandoelPequeñoJohnoyóestaspalabras,alzólamiradayelcorazónsele hizo pedazos, pues no sólo el recién llegado traía las ropas cubiertas desangre,sinoqueademástraíaelcuernodeRobin,ysuarcoysuespadaenlasmanos.

—¿Cómoesesto?—exclamóel sheriffcuandoRobinHood,vestidoconlasropasdeGuydeGisbourne,llególobastantecerca—.¿Quéoshaocurridoenelbosque?¡Pero,hombre,traéislasropascubiertasdesangre!

—Sinoosgustanmisropas—dijoRobinconvozásperacomoladeGuydeGisbourne—,podéiscerrarlosojos.Pardiez,estasangrequemecubreesladelbandidomásruinquejamáshollólosbosques,alquehedadomuerteenestedía,nosinresultaryomismoherido.

EntonceselPequeñoJohnhablóporprimeravezdesdequehabíacaídoenmanosdelsheriff:

—¡Malditoengendrodespreciable!¿Quiénnohaoídohablardetiyquiénno temaldicepor tusvilesysangrientas rapiñas?¿Esposiblequesemejantemanohayaparadoelmásnoblecorazónquejamáslatió?EnverdadqueeresuninstrumentodignodeestecobardesheriffdeNottingham.Ahoramorirédebuenaganaynomeimportacómopuedamorir,pueslavidanosignificayanadaparamí.

AsíhablóelPequeñoJohn,mientras las lágrimassaladascorríanpor suscurtidas mejillas. Pero el sheriff de Nottingham empezó a palmotear dealegría.

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—¡Caramba,GuydeGisbourne!—dijo—.Si loquedecís escierto, ésteseráparavoseldíamásprovechosodetodavuestravida.

—Loquehedichoescierto,ynomiento—dijoRobinHood,todavíaconlavozdeGuydeGisbourne—.Mirad,¿noeséstalaespadadeRobinHood,ynoeséstesufamosoarcodetejo,ynoeséstesucuernodecaza?¿PensáisqueselosdaríaaGuydeGisbourneporpropiainiciativa?

Entonceselsheriffestallóencarcajadasdejúbilo.

—¡Quégrandía!—exclamó—.Elgranbandidomuertoysumanoderechaenmipoder.Pedidmeloquequeráis,GuydeGisbourne,yesvuestro.

—Entonces,estoospido—dijoRobin—.Puestoqueyahematadoaljefe,quieromatarahoraasuhombre.Dejadenmismanos lavidadeestesujeto,señorsheriff.

—¡Sois un tonto!—exclamó el sheriff—. ¡Podríais haber pedido dinerosuficienteparaelrescatedeunreyylohabríaisobtenido!Nomehacegraciadesprendermedeestehombre,peropuestoqueloheprometido,vuestroes.

—Osdoylasgraciasdetodocorazónporvuestroregalo—dijoRobin—.¡Bajad a ese bellaco del caballo y apoyadlo en aquel árbol, que os voy aenseñarcómoensartamosaunpuercoallídedondeyovengo!

Al oír estas palabras, algunos hombres del sheriff sacudieron la cabeza,puesaunquenolesimportabaunbledosielPequeñoJohneraahorcadoono,les repugnaba verle asesinado a sangre fría. Pero el sheriff les ordenó agrandes voces que hicieran bajar al proscrito del caballo y le pusieron deespaldasalárbol,comoelotrosolicitaba.

Mientrasestabanocupadosconesto,RobinHoodencordósuarcoyeldeGuy de Gisbourne, sin que nadie se diera cuenta. Acto seguido, cuando elPequeñoJohnestuvoapoyadoenelárbol,desenfundólaafiladadagadedoblefilodeGuydeGisbourne.

—¡Atrás! ¡Atrás! —gritó—. ¿Queréis privarme de mi placeramontonándoos así, bellacos sin modales? ¡Atrás, digo! —y los hombresfueron retrocediendocomoélordenaba,muchosdeellosvolviendoel rostrohaciaunladoparanoverloqueestabaapuntodesuceder.

—¡Vamos! —gritó el Pequeño John—. ¡Aquí está mi pecho! ¡Resultaapropiado que la misma mano que mató a mi querido jefe acabe tambiénconmigo!¡Teconozco,GuydeGisbourne!

—¡Tranquilo,PequeñoJohn!—dijoRobinenvozbaja—.Yasondoslasveces que has dicho que me conoces, y sin embargo no me conoces enabsoluto. ¿Es que nome reconociste bajo esta piel de bestia salvaje?Aquí,delantedeti,estánmiarcoymisflechas,asícomomiespada.Cógeloscuando

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cortelacuerda.¡Ahora!¡Cógelo,rápido!

Yasídiciendo,cortólasligadurasdelPequeñoJohn,elcual,enunabrirycerrardeojos,saltóhaciadelanteyrecogióelarco,lasflechasylaespada.Almismotiempo,RobinHoodseechóhaciaatráslacapuchadepieldecaballoquelecubríalacaraytensóelarcodeGuydeGisbourne,conunaflechabienpuntiagudamontadaenlacuerda.

—¡Atrás!—gritóconvozautoritaria—.¡Elprimeroquetoquelacuerdadeunarcoconundedoeshombremuerto!¡Hematadoavuestrohombre,sheriff!¡Procuradnoservoselpróximo!—yviendoqueelPequeñoJohnyaestabaarmado,sellevóelcuernoaloslabiosytocótresnotasfuertesypenetrantes.

CuandoelsheriffdeNottinghamvioquérostroseocultababajolacapuchadeGuydeGisbourne,yoyóresonarlostoquesdecornetaensusoídos,creyóllegadasuhora.

—¡RobinHood!—exclamó.

Y sin decir otra palabra, dirigió su caballo al camino y partió al galopeentreunanubedepolvo.Loshombresdelsheriff,viendoquesujefehuíaparasalvar la vida, consideraron que no valía la pena entretenerse más por allí,espolearon sus caballos y partieron al galope detrás de él. Pero aunque elsheriff deNottingham ibamuy rápido, no podía ganarle en velocidad a unaflecha.ElPequeñoJohnsoltó lacuerdadesuarcoconungritoy,cuandoelsheriffatravesabaatodavelocidadlaspuertasdelaciudaddeNottingham,unaflechadeplumasgrisesseleclavódetrás,haciéndoleparecercomoungorriónen plenamuda, con una sola pluma en la cola. Durantemás de unmes, elpobresheriffnopudosentarsemásqueenloscojinesmásblandosquepudoconseguir.

Y así fue como el sheriff de Nottingham y una veintena de hombreshuyeron de Robin Hood y el Pequeño John; y cuando Will Stutely y unadocena o más de proscritos llegaron corriendo de la espesura, no vieron aningunodelosenemigosdesujefe,pueselsheriffysushombresseperdíanenladistancia,ocultosenunanubedepolvo,comounapequeñatormenta.

Entoncestodosregresaronalbosque,dondeencontraronalostreshijosdela viuda, que corrieron hacia el Pequeño John y le besaron las manos. Sinembargo, ya no podrían recorrer libremente los bosques y prometieron que,aquella misma noche, en cuanto hubieran informado a su madre de suescapatoria,acudiríanalárboldelasreunionesyseconvertiríanenmiembrosdelabanda.

YasíterminalaaventuramáspeligrosaquejamáscorrieronRobinHoodyelPequeñoJohn.Acontinuación,oiremoscómoelnoblereyRicardoCorazóndeLeónvisitóaRobinenelbosquedeSherwood.

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II

ElreyRicardoacudealbosquedeSherwood

No habían transcurrido más de dos meses desde que Robin Hood y elPequeñoJohncorrieronlasemocionantesaventurasqueacabamosderelatar,cuando todo Nottinghamshire se conmocionó de arriba abajo, pues el reyRicardo Corazón de León estaba realizando un recorrido real por la alegreInglaterra, y todos esperaban que su viaje le llevara hasta la ciudad deNottingham.Losmensajerosibanyveníandelsheriffalrey,yviceversa,yporfinsefijóunafechaparalavisitadelreyaNottingham,comohuéspeddesuseñoría.

Y entonces la agitación aumentó aúnmás; grandes carreras de acá paraallá,golpeteosdemartillosy rumoresdevocespor todaspartes,mientrasseconstruíangrandesarcosenlascallespor lasquehabríadepasarelreyyseengalanabandichos arcos conbanderasy cintasde sedademuchos colores.Tambiénreinabaelajetreoenlacasaconsistorialdelaciudad,puesallíseibaaofrecerungranbanquetealreyyalosnoblesdesucomitiva,ylosmejoresmaestroscarpinterosseafanabanenlaconstruccióndeuntronoenelquesesentaríanalamesaelreyyelsheriff,unojuntoaotro.

Amuchabuenagentedellugarleparecíaquejamásllegaríaeldíaenqueel rey visitaría la ciudad, pero acabó llegando a su debido tiempo, y el solbrillabasobrelascallesdepiedra,animadasporunmardegenteencontinuomovimiento.Acada ladode la calle, ciudadanosy campesinos se apiñaban,tan apretados como arenques secos en su caja, y los hombres del sheriff,armadosconalabardas,apenaspodíanlograrquedejaranespacioparaelpasodelacomitivadelsheriff.

—¡Fijaos a quién empujáis! —les gritaba un corpulento fraile a lossoldados—.¿Osatrevéisadarmecodazosamí,villano?¡PorNuestraSeñoradelaFuente,quesinometratáisconmásrespetoosvoyapartiresacabezadebellaco,pormuyguardiadelpoderososheriffqueseáis!

Estas palabras fueron acogidas con una fuerte carcajada por muchoscampesinos de elevada estatura y vestidos de verde que se encontrabanrepartidos entre la multitud; pero uno de ellos, que parecía poseer másautoridadquelosdemás,lediouncodazoalreligioso.

—Tranquilo,Tuck—dijo—.¿Nomeprometisteis,antesdeveniraquí,queospondríaisuncandadoenlalengua?

—Sí,pardiez—refunfuñóelotro—,peronopenséqueunpatándepies

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torpesmepisotearíamispobresdedoscomosi fueransimplesbellotasenelbosque.

Pero de pronto, todo este parloteo se interrumpió, pues el sonido demuchas cornetas llegó claro y potente calle abajo. Entonces todo elmundoestiró el cuello y miró en la dirección de donde provenía el sonido, y elapiñamiento,losempujonesylosmovimientosdemasassehicieronmayoresquenunca.Ydepronto,apareciólacabeceradelvistosodesfileylosvítoresseextendieronporlamultitudcomoelfuegoporlospastos.

Veníanprimeroveintiochoheraldosacaballo,vestidosdeterciopeloytelade oro. Sobre sus cabezas ondeaba un penacho de plumas blancas como lanieve, y cada uno de los heraldos llevaba en lasmanos una larga trompetaplateada,que tocabamelodiosamente.Decada trompetacolgabaunapesadabanderadeterciopeloyteladeoroconelescudodelacasarealdeInglaterra.Tras los heraldos cabalgaban cien nobles caballeros en fila de a dos, todoscompletamentearmadosperoconlacabezadescubiertaLlevabanenlasmanoslargas lanzas, en cuyas puntas flameaban pendones de muchos colores ydiseños.Juntoacadacaballerodesfilabaunpajeapie,ycadapajellevabaenlasmanoselyelmodesuseñor,rematadoporlargosyondulantespenachosdeplumas.JamássehabíavistoenNottinghamunespectáculotanvistosocomoelqueofrecíanaquellosciencaballeros,cuyasarmadurasresplandecíanalsolcondestelloscegadoresmientrasdesfilabanmontadosensusgrandescaballosde guerra, con entrechocar de armas y tintineo de cadenas. Detrás de loscaballerosveníanlosbaronesynoblesdelinterior,vestidosdesedayteladeoro, con cadenas de oro en sus cuellos y joyas en sus ceñidores. Tras ellosveníaungrandesplieguedesoldados,conlanzasyalabardasenlasmanos;yenmediodeestegrupo,dosjinetesquecabalgabanjuntos.Unodeelloseraelsheriff de Nottingham, con su atuendo oficial. El otro, que le sacaba unacabeza al sheriff, vestía ropas caras pero sencillas y llevaba una gruesa ypesadacadenadeoroalcuello.Sucabelloysubarbaerancomohebrasdeoro,ysusojostanazulescomoelcielodeverano.Alpasar,saludabaconlacabezaaderechaeizquierdayunfuertevoceríoleseguíaasupaso,puessetratabadelreyRicardo.

Entonces, por encima del tumulto y el griterío, se oyó el rugido de unapoderosavoz:

—¡Queelcieloytodossussantososbendigan,señorreyRicardo!¡YquetambiénosbendigaNuestraSeñoradelaFuente!

Entonces el rey Ricardo,mirando hacia el lugar de donde procedían lasvoces,vioaunfraileenormementealtoycorpulento,plantadodelantedetodalamultitud con las piernas bien separadas para resistir el empuje de los dedetrás.

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—¡Pormialma,sheriff!—dijoelrey,echándoseareír—.TenéisaquíenNottinghamshireloscurasmásaltosquehevistoenmivida.Aunqueelcielosequedarasordoydejaraderesponderalasplegarias,creoquellegaríanestasbendiciones,puesesehombreescapazdehacerquelagranestatuadepiedradesanPedrosefrotelosoídosyleescuche.Yamegustaríatenerunejércitodehombrescomoél.

Elsheriffnorespondióniunapalabra,perolasangrehuyódesusmejillasytuvoqueagarrarsealpomodelasillaparanocaer,puestambiénhabíavistoalhombrequegritabaysabíaquesetratabadelfraileTuck;yloqueesmás,detrásdelfraileTuckhabíavistolosrostrosdeRobinHood,elPequeñoJohn,WillEscarlata,WillStutely,AllandeDaleyotrosmiembros,delabanda.

—¿Cómo?—dijoelsheriff,inquieto.

—¿Estáisenfermo,sheriff?Oshabéispuestoblanco.

—No, majestad —respondió el sheriff—. No es nada, un simple dolorrepentinoqueprontosemepasará—ydijoestoporqueledabavergüenzaqueelreysupieraqueRobinHoodleteníatanpocomiedoqueseatrevíaallegarhastalasmismaspuertasdeNottingham.

Así entró el rey en la ciudad de Nottingham aquella brillante tarde deprincipios de otoño; y nadie se alegró tanto comoRobin y sus hombres deverlellegarcontantamajestad.

Cayólatarde;elgranbanqueteenlacasaconsistorialdeNottinghamhabíaterminado,yelvinocirculabasinrestricciones.Milvelasencendidaslucíanenlamesa,antelacualsesentabaunampliodesplieguedeseñoresycaballeros,nobles e hidalgos.A la cabecera de lamesa, sobre un trono con colgadurasdoradas,sesentabaelreyRicardo,conelsheriffdeNottinghamasulado.

Elreyledijoalsheriff,entrerisas:

—Heoídohablarmucho sobre las andanzas de ciertos habitantes de poraquí,untalRobinHoodysubandadeproscritos,quevivenenelbosquedeSherwood.¿Podéisdecirmealgodeellos,señorsheriff?Tengoentendidoquehabéistenidotratosconellosenmásdeunaocasión.

Al oír estas palabras, el sheriff de Nottingham bajó la mirada con airesombrío, y el obispo de Hereford, que también se encontraba presente, semordióellabioinferior.Entonceselsheriffdijo:

—Pocopuedocontarleavuestramajestadacercadelasandanzasdeesosbandidos, excepto que se trata de los delincuentes más osados del mundoentero.

Entonceshablóel jovensirHenrydeLea,unode losfavoritosdel rey,acuyasórdeneshabíacombatidoenPalestina:

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—Conlaveniadevuestramajestad—dijo—.CuandoestabaenPalestinatuvefrecuentesnoticiasdemipadre,yenmuchasocasionessemencionabaaeste mismo Robin Hood. Si a vuestra majestad le place, puedo contar unaaventuradeestefamosoforajido.

Elrey,debuenagana,leautorizóanarrarlahistoria,yeljovencaballerocontócómoRobinhabíaayudadoasirRicharddeLeacondineroque tomóprestado del obispo de Hereford. El rey y los demás comensalesinterrumpieron el relato con frecuentes risas y carcajadas,mientras el pobreobispo se ponía rojo como una cereza de vergüenza, pues el asunto lehumillabaprofundamente.CuandosirHenrydeLeaconcluyósurelato,otroscomensales,viendocómohabíadisfrutadoelreyconelmismo,contaronotrashistoriasacercadeRobinysusalegrescamaradas.

—¡Porelpomodemiespada!—exclamóelnoblereyRicardo—.¡Esteeselladrónmásosadoydivertidodelqueheoídohablarenlavida!ViveDiosque tengo que tomar cartas en el asunto y hacer lo que vos, sheriff, noconseguisteis;esdecir,libraralbosquedeesesujetoysubanda.

Aquella noche, el rey se sentaba en los alojamientos que le habíanpreparadoparasuestanciaenlaciudaddeNottingham.Conélseencontrabanel joven sir Henry de Lea y otros caballeros, además de tres barones deNottinghamshire;peroelreyseguíapensandoenRobinHood.

—¡Pardiez!—dijo—.Daría de buenagana cien libras por conocer a esebandidodeRobinHoodysertestigodealgunadesusandanzasporelbosquedeSherwood.

EntonceshablósirHubertdeBingham,riendoalmismotiempo:

—Sitaleseldeseodevuestramajestad,noserámuydifícilcomplacerlo.Sivuestramajestadestádispuestoaperdercienlibras,yomecomprometonosóloapresentarosaesesujeto,sinotambiénaconseguirquecenéisconélenSherwood.

—Pardiez,sirHubert—dijoelrey—.Mealegraloquedecís.Pero¿cómoconseguiréisencontraraRobinHood?

—Deestemodo—dijosirHubert—.Vuestramajestadylosaquípresentesnospondremosloshábitosdesietefrailesdelaordennegrayvuestramajestadllevará bajo el suyo una bolsa con cien coronas;mañana saldremos de aquíhacia Mansfield y, si no me equivoco, antes de que termine el día noshabremosencontradoconRobinHoodycenaremosconél.

—Me gusta vuestro plan, sir Hubert —dijo el rey animado—. Mañanapondremosapruebasuvirtud.

Yasí,cuandoaprimerashorasdelamañanasiguienteelsheriffacudióa

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losalojamientosdelsoberanoparapresentarlesusrespetos,elreyleexplicóloque habían decidido la noche antes y la emocionante aventura que sedisponíanaemprenderaquellamañana.Perocuandoelsherifflooyósediounpuñetazoenlafrente.

—¡Ay,señor!—exclamó—.¡Quémalconsejooshandado!¡Oh,minoblereyyseñor,nosabéisloquehacéis!Esevillanoalquevaisabuscarnorespetanialreynisusleyes.

—¿AcasonoentendíbiencuandooídecirqueeseRobinHood jamáshaderramadosangredesdequeesunproscrito,exceptuandoladeaquelvilGuyde Gisbourne, por cuya muerte todos los hombres de bien deben estarleagradecidos?

—Sí, majestad—dijo el sheriff—. Vuestra majestad oyó bien. Pero noobstante…

—Entonces—dijoalsheriff,interrumpiéndole—,¿quépuedotemerdeél,sinolehehechoningúndaño?Enverdadquenohaypeligroenesto.Puedequeosapetezcavenirconnosotros,señorsheriff.

—¡No!—seapresuróadecirelsheriff—.¡Nolopermitaelcielo!

Trajeron entonces siete hábitos negros como los de los monjesbenedictinos, y el rey y sus acompañantes se los pusieron. Su majestad semetió entre los hábitos una bolsa con cien libras de oro, y todos salieron alexterior y montaron en las mulas que les habían preparado a la puerta.Entonceselreyordenóalsheriffqueguardarasilencioconrespectoalasunto,ytodosemprendieronelcamino.

Siguieron adelante, entre risas y bromas, hasta salir a campo abierto;pasaronentrecamposdetrigoyadesnudosporhaberserecogidolacosecha,yjunto a pequeñas arboledas que fueron haciéndose más densas cuanto másavanzaban, hasta que llegaron a las densas sombras del bosque mismo. Seinternaronenelbosqueyrecorrieronvarioskilómetrossinencontraranadiede los que buscaban, hasta que por fin llegaron a la parte del camino máspróximaalaabadíadeNewstead.

—¡PorelbenditosanMartín!—exclamóelrey—.¡Quémalacabezatengoparalascosasmásnecesarias!Henosaquíenplenoviajeysintraerunasolagotadebebida.Ahoramismodaríacienlibrasporalgoconqueaplacarlased.

Nohabíapronunciadoelreyestaspalabras,cuandodelosmatorralesqueflanqueabanelsenderosalióunhombreconbarbaycabellosrubiosyunpardealegresojosazules.

—A fe mía, reverendo hermano—dijo echando mano a las riendas delcaballodelrey—,queseríademaloscristianosnoresponderadecuadamentea

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semejanteoferta.Aquícercatenemosunaposadadondepodréisdisfrutardelbanquetemásespléndidoquehayapasadoporvuestragarganta.

Y tras decir esto, se llevó los dedos a la boca y emitió un penetrantesilbido.Inmediatamente,lasramasdelosarbustosdelotroladodelcaminoseagitaronycrujieron,yunossesentafornidosindividuosvestidosdepañoverdesalieronaldescubierto.

—¿Qué es esto, amigo? —dijo el rey—. ¿Quién sois vos, miserableladrón?¿Notenéisrespetoporlossantosvaronescomonosotros?

—Ni una pizca —respondió Robin Hood, pues de él se trataba—. Enverdadosdigoquetodalasantidaddelosfrailesricoscomovosotroscabríaenundedal,yaúnlacostureranolosentiríaconlapuntadeldedo.Encuantoa quién soy,me llamo RobinHood, y puede que hayáis oído hablar deminombre.

—¡Confundidoseáis!—dijoelreyRicardo—.Soisunhombreinsolenteymalvado,ysinrespetoalaley,segúnmehandichomásdeunavez.Ahoraosruegoquemepermitáisamíyaestoshermanosmíosproseguirnuestroviajeenpazytranquilidad.

—Eso no puede ser—dijoRobinHood—. Estaríamuymal por nuestrapartedejarquetansantosvaronessigansuviajeconelestómagovacío.Ynodudodequelleváisunabolsaabultadaparapagarlacuenta,puestoquetanala ligera ofrecisteis tanto dinero por un simple trago de vino.Mostradme labolsa,reverendohermano,sinoqueréisqueosdespojedevuestroshábitosylabusqueyomismo.

—No es preciso recurrir a la fuerza—dijo severamente el rey—. Aquítenéismibolsa,peronopongáisvuestrasimpíasmanossobrenuestrapersona.

—Vaya, vaya—se burló Robin—. ¿Qué palabras altisonantes son ésas?¿SoisacasoelreydeInglaterraparahablarmedeesemodo?Tú,Will,cogelabolsaymiraloquecontiene.

WillEscarlatatomólabolsaycontóeldinero.EntoncesRobindijoqueseguardaracincuentalibrasparalabandayvolvióameterlasotrascincuentaenlabolsa,quedevolvióalrey.

—Aquí tenéis, hermano—dijo—.Tomad estamitaddevuestrodineroydadgraciasasanMartín,aquienantesinvocabais,porhabercaídoenmanosdeunosladronestanamablesquenoosdejandesnudoscomopodríanhacer.Pero ¿os importaría echaros atrás vuestra capucha?Me gustaría ver vuestracara.

—No—dijoelrey,echándoseatrás—.Nopuedoecharatrásmicapucha,pueslossietehemoshechopromesadenodescubrirelrostroenveinticuatro

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horas.

—Entoncesmantenedlatapadaenbuenahora—dijoRobin—.Lejosdemiintenciónhacerquequebrantéisvuestraspromesas.

Acontinuación,llamóasietedesushombresylesordenócogercadaunounamula por las bridas; y luego, dirigiendo sus pasos hacia la espesura delbosque,echaronaandarhasta llegaralclarodondesealzabaelárbolde lasreuniones.

ElPequeñoJohn,conotrossesentahombres,habíasalidotambiénaquellamañanaparaacechar en los caminosy llevar algún rico invitadoal clarodeSherwood si tenía la suerte de encontrarlo, pues aquellos días recorrían loscaminos muchas bolsas abultadas, a causa de los grandes sucesos deNottinghamshire;peroaunqueelPequeñoJohnyotrosmuchosseencontraranausentes, el fraile Tuck y por lo menos cuarenta hombres más se habíanquedado sentados o tumbados en torno al gran árbol, y se levantaron pararecibiraRobiny,losqueleacompañaban.

—¡Pormialma!—exclamóelreyRicardocuandodesmontódesumulaymiróasualrededor—.Verdaderamentetenéisaquíunaespléndidapartidadehombres, Robin. El propio rey Ricardo se sentiría orgulloso de semejanteguardiapersonal.

—Estos no son todos mis hombres —dijo Robin con orgullo—. Otrossesentahansalidoatrabajar,bajoladireccióndemimanoderecha,elPequeñoJohn.Peroencuantoal reyRicardo,permitidqueosdiga,hermano,quenohayniunosoloentrenosotrosquenoderramaríasusangreporél,comosideagua se tratara Vosotros los eclesiásticos no podéis entender a nuestro rey;pero nosotros los campesinos le amamos y le guardamos lealtad por susvalerosashazañas,tansemejantesalasnuestras.

EnaquelmomentoirrumpióelfraileTuck.

—Buenos días tengáis, hermanos —dijo—. ¡Cómo me alegra dar labienvenidaaesteantrodepecadoresamishermanosdehábitos!Osdigodeverdadqueestospicarosproscritoslollevaríanmuymalsinocontaranconlasoracionesdel reverendoTuck,que tanduramente trabajaporsubienestar—aquíguiñóunojoconmaliciayadoptóungestodeironía.

—¿Quién sois vos, cura loco? —dijo el rey con voz muy seria, perosonriendobajosucapucha.

Aloíresto,elfraileTuckmirólentamenteasualrededor.

—Fijaos bien—dijo—.Quenovuelva a oíros decir que no soy hombrepaciente. Aquí hay un fraile bellaco que me acaba de llamar cura loco, ytodavíanolehesacudido.MinombreesfraileTuck,amigo.Reverendofraile

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Tuck.

—Vamos, Tuck—dijo Robin—. Ya habéis hablado bastante. Por favor,dejad de hablar y traed algo de vino. Estos reverendos padres tienen sed, ypuestoquehanpagadogenerosamenteselesdebedarlomejor.

El fraile Tuck se engalló un poco al ver interrumpido su discurso, peroaccedió sin protestar a la petición deRobin.Al poco rato se trajo una grantinajayseescancióvinoparatodoslosinvitadosyparaRobinHood.EntoncesRobinlevantósucopa.

—¡Quietos todos!—gritó—.Que nadie beba hasta que yo pronuncie unbrindis.AlasaluddelbuenreyRicardo,degrandefama,yqueDiosconfundaatodossusenemigos.

Todosbrindaronalasaluddelrey,inclusoelpropiorey,quedijo:

—Me parece, amigo mío, que habéis brindado por vuestra propiaconfusión.

—Nadade eso—respondióRobin—.Os aseguroque aquí enSherwoodsomosmás leales a nuestro señor el rey que los de vuestra orden.Nosotrosdaríamos nuestras vidas por él, mientras que vosotros os contentáis conquedaros cómodamente en vuestras abadías y prioratos, sin que os importequiénreina.

Aloíresto,elreyseechóareír,ydijo:

—Esmuyposible,amigomío,queelbienestardelreyRicardomeimportemásde loquecreéis.Perodejemosese tema.Hemospagadogenerosamentenuestra estancia, así que, ¿no podríais ofrecernos un poco de diversión?Heoídodecirmuchasvecesquesoisportentososarqueros.¿Noquerríaisdarnosunamuestradevuestrahabilidad?

—De muy buena gana —dijo Robin—. Siempre nos agrada ofrecer anuestros invitados una buena exhibición deportiva. Como decía el viejoSwanthold «Hace faltamala entraña para no darle de lomejor al estorninoenjaulado»;yesoesloquesoisahora:estorninosenjaulados.¡Eh,muchachos!Colocadunaguirnaldaalextremodelclaro.

Entonces,mientraslosproscritoscorríanacumplir laordendesujefe,elfraileTucksedirigióaunodelosfalsosfrailes.

—¿Habéisoídoanuestrojefe?—dijoconunguiñomalicioso—.Cadavezquesacaacolaciónalgunapequeñamanifestacióndeingenio, lacargasobreloshombrosdeeseviejoSwanthold,quienquieraquesea,yelpobrehombredebe irporelmundo llevandoacuestas todos losdichosy redichos,citasysentenciasquenuestro jefe lehacargadoa lasespaldas—asíhablóel fraileTuck,peroenvozbajaparaqueRobinnoleoyera,puesaúnsesentíapicado

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porlainterrupcióndeRobin.

Mientrastanto,seinstalóelblancocontraelqueibanadisparar,acientoveintepasosdedistancia.Setratabadeunaguirnaldadehojasyflores,dedospalmosdeanchura,colgadadeunaestacadelantedeltroncodeunárbol.

—Eseesunbuenblanco,compañeros—dijoRobin—.Cadaunotirarátresflechas, y el que falle una sola flecha recibiráunbofetóndemanosdeWillEscarlata.

—¡Escuchad lo que dice! —exclamó el fraile Tuck—. Caramba, jefe,ofrecesbofetonesdeturobustosobrinocomoquienofrececariciasdeamordeunamozarolliza.Biensenotaquetúestássegurodeacertarlealaguirnalda;delocontrarionotemostraríastanpródigoconsuspuños.

DisparóenprimerlugarDaviddeDoncaster,clavandosustresflechasenlaguirnalda.

—¡Bien hecho, David! —exclamó Robin—. ¡Te has salvado de que tecalientenlasorejas!

AcontinuacióndisparóMosquitoelMolinero,ytambiénclavósusflechasenlaguirnalda.ElsiguientefueWatelhojalatero,peroparasudesgraciaunadesusflechasfallóelblancopordosdedos.

—¡Venaquí,amigo!—dijoWillEscarlataconsusuavevozyamable—.Tedeboalgoquequieropagardeinmediato.

Entonces Wat el hojalatero se acercó a Will Escarlata y quedó paradofrenteaél,retorciendolacaraycerrandolosojosfrenéticamente,comosiyasintierazumbarlosoídosporelbofetón.WillEscarlatasearremangóelbrazoy,poniéndosedepuntillasparatenermásamplituddemovimiento,legolpeócon todas sus fuerzas. ¡Paf!, hizo la mano de Will sobre la cabeza delhojalatero,yelrobustoWatrodósobre lahierbapatasarriba,comocaenlosmuñecosdemaderade las ferias cuandoun jugadorhábil lasderriba con lapelota.Ymientraselcaldererosequedabasentadoenlahierba,frotándoselaoreja y haciendo guiños y parpadeos a las brillantes estrellas que danzabanfrenteasusojos,losproscritosrugierondealborozohastahacerretemblarelbosque.EncuantoalreyRicardo,seriohastaqueporsusmejillascorrieronlas lágrimas. Y así fue disparando toda la banda, uno por uno, algunossalvando la prueba y otros ganándose un bofetón que invariablemente losenviabarodandoporlahierba.Yporfin,cuandotodoshubierontirado,Robinocupó su posición y se hizo el silencio mientras él disparaba. La primeraflecha arrancó una astilla de la estaca de donde colgaba la guirnalda; lasegundaseclavóaunapulgadadelaprimera.

«¡Por las reliquiasdemisantepasados!—sedijoel reyRicardo—.Daría

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millibrasporteneraestehombreenmiguardia».

Y entonces Robin disparó por tercera vez; pero ¡oh sorpresa!, la flechaestabamalemplumaday,desviándosehaciaun lado,seclavóaunapulgadaporfueradelaguirnalda.

Ante esto se produjo un terrible griterío, mientras los proscritos que sesentabanenlahierbaseretorcíanderisa,pueseralaprimeravezqueveíanasujefefallaruntiro.Humillado,Robintiróelarcoalsuelo.

—¡Que el diablo se la lleve!—exclamó—. ¡Esa flecha tenía una plumamalpuesta,lonotécuandomerozóeldedoalsalir!Dadmeunaflechabuenaymecomprometoarajarlaestacaconella.

Aloíresto,losproscritosserieronaúnmásfuerte.

—¡Nadadeeso, tío!—dijoWillEscarlataconsuvozsuaveyamable—.Habéis tenido vuestra oportunidad y habéis fallado el tiro descaradamente.Doy fe de que la flecha era tan buena como cualquiera de las que se handisparadohoy.Venidaquí;osdeboalgoyquieropagarenelacto.

—¡Vamos, jefe! —rugió el fraile Tuck—. Podéis contar con misbendiciones. Os habéis mostrado muy generoso con las caricias de WillEscarlata,ynoseríajustoquenorecibieraisvuestraparte.

—Eso no puede ser—dijo Robin—. Aquí soy el rey y ningún súbditopuedelevantarsumanocontraelrey.PeroinclusonuestrogranreyRicardosehumillaanteelsantopapasinavergonzarsedeello,pudiendollegararecibiruncachetedesusmanosamododepenitencia;de lamismamanera,yomehumillo ante este reverendo padre, que parece ser persona de autoridad, yaceptaréelcastigodesusmanos—yasídiciendo,sedirigióal rey—.Os loruego,hermano,¿aceptaríaisimpartirelcastigoconvuestrassantasmanos?

—De muy buena gana —respondió alegremente el rey Ricardo,levantándosedesuasiento—.Tengounadeudaconvosporhabermealiviadodelterriblepesodecincuentalibras.Hacedsitioenlahierba,muchachos.

—Sisoiscapazdederribarme—dijoRobin—,osdevolverédebuenaganavuestrascincuentalibras;peroosadvierto,hermano,quesinomehacéistocarla hierba con la espalda, os quitaré hasta el último penique que llevéis, porhablardemodotaninsolente.

—Queasísea—dijoelrey—.Estoydispuestoacorrerelriesgo.

A continuación, se arremangó los hábitos y dejó al descubierto unbrazoquedejóadmiradosalosproscritos.PeroRobin,conlospiesbienseparadosyplantados en el suelo, aguardaba sonriendo. Entonces el rey echó atrás elbrazo,seequilibróunmomento,ylesacudióaRobinunabofetadaqueresonócomoun trueno.Robincayódecabezasobre lahierba,pueselgolpehabría

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podidoderribarunmurodepiedra.Habíaquevercómogritabanyreían losproscritos, hasta que les dolieron los costados de tanto reír, pues no habíanvistoentodasuvidaunabofetadasemejante.EncuantoaRobin,sesentóenelsueloymiróasualrededor,comosiacabaradecaerdeunanubeyhubieraaterrizadoenunlugardesconocido.Alcabodeunrato,sindejardemiraralosproscritosquelerodeabanriendoacarcajadas,sellevólaspuntasdelosdedosalaorejaylapalpóconsuavidad.

—WillEscarlata—dijo—,devuélveleaestetiposuscincuentalibras.Noquierosabernadamásdesudineronideél.¡Malapesteselolleveaélyasusbofetadas!Habríapreferidoquemeaplicaras túelcastigo;estoyconvencidodequemehequedadosordoparasiemprejamás.

Ymientrasaúnseoíancarcajadasentrelabanda,WillEscarlatacontólascincuentalibrasyelreylasmetióensubolsa.

—Osdoylasgracias,amigo—dijo—.Ysialgunaveztenéisganasdeotrobofetónenlaorejacomoelqueacabáisderecibir,notenéismásqueacudiramíyosatenderégratuitamente.

Asíhablóelrey;peroapenashabíaterminadodehablarcuandoseoyóelrumordemuchasvoces,ydelaespesurasalieronelPequeñoJohnysesentahombres,consirRicharddeLeaenelcentrodelgrupo.Llegaroncorriendoatravésdelclaro,ysirRichardlegritóaRobin:

—Apresuraos, amigo, reunid a vuestra banda y venid conmigo. El reyRicardo salió deNottingham estamañana y viene a los bosques en vuestrabusca.Nosécómollegará,porquesetratadeunrumor,peroestoysegurodeque es cierto. Así que daos prisa todos y venid al castillo de Lea, dondepodréis permanecer ocultos hasta que haya pasado el peligro. ¿Quiénes sonestosdesconocidosqueestánconvosotros?

—Bueno —dijo Robin, levantándose del suelo—, son unos agradablesinvitadosquehanvenidoconnosotrosdesdeelcaminorealjuntoalaabadíade Newstead. No conozco sus nombres, pero he llegado a trabar íntimoconocimientoconlapalmadeesterobustorufián.¡Pardiez,elplacerdedichoconocimiento me ha costado una sordera permanente y cincuenta libras depropina!

SirRichardmiróconatenciónalcorpulentofraile,que,irguiéndoseentodasuestatura,ledevolviólamiradaalcaballero.Ydepronto,lasmejillasdesirRichardsepusieronpálidas,puesreconocióalhombrequeestabamirando.Alinstante,saltódellomodesucaballoysearrojóderodillasantelospiesdelotro.Elrey,viendoquesirRichardlehabíareconocido,seechóhaciaatráslacapucha y todos los proscritos vieron su rostro y lo reconocieron también,puestodosellos,sinexcepción,habíanestadoentrelamultitudenlaciudadde

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Nottingham y le habían visto cabalgar junto al sheriff. Todos cayeron derodillas, incapacesdedecirunapalabra.Entoncesel reymirósolemnementeentornosuyo,hastaqueporfinsusojosvolvieronaposarseensirRicharddeLea.

—¿Quéesesto,sirRichard?—dijoentonosevero—.¿Cómoosatrevéisainterponeros entre mí y estos villanos? ¿Y cómo os atrevéis a ofrecerlesrefugioenelnoblecastillodeLea?¿PensáisconvertirloenesconditeparalosproscritosmásbuscadosdeInglaterra?

EntoncessirRicharddeLealevantósusojoshaciaelrey.

—Nadamás lejos demi intención—dijo— que hacer algo que pudieraatraermelasirasdevuestramajestad.Sinembargo,antesmeenfrentaríaalacólera de vuestra majestad que permitir, pudiéndolo impedir, que le ocurraningúnmalaRobinHoodysubanda,puesaestoshombreslesdebolavida,elhonor,todo.¿Acasohedeabandonarleenlosmomentosdenecesidad?

Antesdequeelcaballeroterminaradehablar,unodelosfalsosfrailesqueacompañabanalreyseadelantóysearrodillójuntoasirRichard;yechandohacia atrás su capucha, descubrió el rostro del joven sir Henry de Lea.EntoncessirHenrytomólamanodesupadreydijo:

—Ante vos se arrodilla uno que os ha servido bien, reyRicardo, y que,como bien sabe vuestra majestad, se interpuso entre la muerte y vuestrapersonaenPalestina.Yaunasí,meadhieroamiqueridopadreyaquídeclaroyotambiénquesi,pudieraofrecerrefugioaestenobleproscrito,RobinHood,loharíaaunacostadeatraermelasirasdevuestramajestad,pueselhonordemipadreysubienestarmeimportanmásquelosmíospropios.

ElreyRicardomiró,orauno,oraaotrodelosdoscaballerosarrodillados,yporfinsuexpresiónceñudadesaparecióyunasonrisaasomóenlasesquinasdesuboca.

—¡Pardiez, sirRichard!—dijo—.Habláis conmucho atrevimiento, perovuestralibertaddelenguajenomeofendedemasiado.Yestehijovuestrosiguelospasosdesupadre,y tanatrevidoesen laspalabrascomoen loshechos,pues,comoélmismohadicho,enciertaocasiónseinterpusoentrelamuerteyyo; sólo por él os perdonaría aunque hubierais hechomás de lo que habéishecho.Levantaos todos, queningúndañoosvendrádemí en este día, puesseríaunapenaqueunajornadatanalegreseestropeaseconunmalfinal.

Todosseincorporaronentonces,yelreyleindicóaRobinqueseacercara.

—¿Qué tal tu oreja? —le dijo—. ¿Sigues demasiado sordo como paraoírme?

—Nosordos,sinomuertos,tendríanqueestarmisoídosparanoescuchar

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las palabras de vuestra majestad —dijo Robin—. En cuanto al golpe quevuestra majestad me dio, debo decir que por muy grandes que sean mispecados,creohaberlospagadoplenamente.

—¿Esocrees?—dijoelreyconvozalgomásdura—.Tediréquedenoserpor tres cosas, a saber, mi magnanimidad, mi simpatía por la gente de losbosquesy la lealtadquemehabéisprofesado, esmuyposibleque tusoídosestuvieranahoramuchomáscerradosdeloquepodríacerrarlosmibofetada.Nohables tana la ligerade tuspecados,amigoRobin.Pero,ea,anímate.Elpeligro ha pasado, pues aquí y ahora os concedo el perdón a ti y a toda tubanda.Pero,laverdad,nopuedopermitirquesigáisrondandoporlosbosquescomohabéishechoenelpasado.Porlotanto,tetomolapalabra,puestoquedijiste que estabais a mi servicio, y vendrás conmigo a Londres. NosllevaremostambiénaeseosadorufiándelPequeñoJohn,yatusobrinoWillEscarlata, y a tu trovador Allan de Dale. En cuanto al resto de tu banda,tomaremos nota de sus nombres y los inscribiremos como guardabosquesreales; me parece más juicioso convertirlos en honrados cuidadores de losciervosdeSherwoodquedejarlossueltosparaquelosmatenfueradelaley.Yahora, preparad la cena, que quiero ver cómo vivís aquí en los bosquesfrondosos.

Robinordenóasushombresquepreparasenunespléndidobanquete,yalmomento se encendieron grandes hogueras, en cuyas llamas se asarondeliciosos manjares. Mientras se hacían los preparativos, el rey le pidió aRobinquellamaraaAllandeDale,puesteníadeseosdeoírlecantar.SehizollamaraAllan,yéstesepresentótrayendosuarpa.

—¡Pardiez! —dijo el rey Ricardo—. Si tu canto está a la altura de tufigura,yadebeserbueno.Teruegoquecantesunamelodíaynosofrezcasunamuestradetushabilidades.

Entonces Allan de Dale pulsó ligeramente su arpa y todas las vocescallaronmientrasélcantabalosiguiente:

¿Dóndehasestado,hijamía?

¿Dóndehasestadoestedía?

Hijamía,hijamía.

Enlaorilladelríomeentretuve,

dondeseextiendengriseslasaguassobreelvado

yelcielogrisseciernesobrelagriscorriente

ysilbacuandosoplaelvientohelado.

¿Yquéhasvistoallí,hijamía?

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¿Quéhasvistoallíenestedía?

Hijamía,hijamía.

Hevistoqueunabarcaseacercaba

allídondemurmuranlosjuncostiritando,

yelaguagorgoteaconsombríasburbujas

ysilbacuandosoplaelvientohelado.

¿Quiénibaenella,hijamía?

¿Quiénbogabaenestedía?

Hijamía,hijamía.

Unhombretodoblancoibaenlabarca;

unapálidaluznimbósurostroblanco,

ysusojosbrillabancomoestrellasdenoche

ysilbabaalsoplarelvientohelado.

¿Yquédijoél,hijamía?

¿Quétedijoenestedía?

Hijamía,hijamía.

Nadadijo,perohizolosiguiente:

portresvecesunbesodepositóenmislabios.

Mipobrecorazónseestremeciódegozo

ysilbabaalsoplarelvientohelado.

¿Porquéestásfría,hijamía?

¿Porquéestástanblancayfría?

Hijamía,hijamía.

Perolahijayanorespondía.

Allíquedósentadaconelrostroinclinado,

elcorazónparadoylacabezamuerta,

ysilbabaalsoplarelvientohelado.

Todosescuchabanensilencio;ycuandoAllandeDaleterminódecantar,elreyRicardodejóescaparunsuspiro.

—¡Porelalientodemipecho,Allan!—dijo—.Tienesunavoztandulcey

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maravillosaqueconmuevedemaneraextrañael corazón.Pero¿qué lúgubrecancioncilla es ésa para los labios de un recio campesino? Preferiríaescucharte cantar una canción de amor y batallas, en lugar de una cosa tantriste.Yloqueesmás,nolaheentendido.¿Quéquierendeciresaspalabras?

—Nolosé,majestad—dijoAllanmeneandolacabeza—.Amenudo,niyomismoentiendoclaramenteloquecanto.

—Bien,bien—dijoelrey—.Dejémoslopasar;tansólotedigoesto,Allan:deberías centrar tus canciones en los temas que te he dicho, el amor y laguerra;pueslaverdadesquetienesmejorvozqueBlondell,yéleraelmejortrovadorquehabíaoídohastaahora.

Pero en aquel momento, se acercó un hombre a decir que el banqueteestabapreparado, yRobinHood condujo al reyy a sus acompañantes hastadondesehabíaservidolacomida,sobreblancosmantelesdelinoextendidosencima de la verde hierba. El rey Ricardo se sentó a comer y beber, y alterminar juró solemnemente que jamás había saboreado un banquete tandeliciosoentodasuvida.

Aquellanoche,elreydurmióenSherwoodsobreunlechodeblandashojasverdes,yaprimerahoradelamañanasiguientesaliódelbosqueendireccióna Nottingham, acompañado por Robin Hood y toda su banda. Podéisimaginaroselalborotoquesearmóenlanobleciudadcuandotodosaquellosfamososproscritosentrarondesfilandoporsuscalles.Encuantoalsheriff,nosabíaquédecirniadóndemirarcuandovioaRobinHoodtanfavorecidoporelrey,ysucorazónsellenóderesentimientoporlahumillaciónquesentía.

Aldíasiguiente,elreysaliódelaciudaddeNottingham;RobinHood,elPequeñoJohn,WillEscarlatayAllandeDaleestrecharonlasmanosalrestodelabanda,besaronenlasmejillasacadaunodeloshombresyprometieronvolverconfrecuenciaaSherwoodparavisitarlos.Luego,cadaunomontóensucaballoysealejaronconlacomitivadelrey.

*

Aquí terminan las alegres aventuras deRobinHood; pues, a pesar de supromesa, transcurrieronmuchosañosantesdequevolvieraaverSherwood.Después de un año o dos en la corte, el Pequeño John regresó aNottinghamshire, donde llevóunavida respetable, sin perder nuncadevistaSherwood,ydondealcanzógranfamacomocampeóndeInglaterradeluchacon bastón. Al cabo de algún tiempo, tambiénWill Escarlata regresó a suhogar, de donde había tenido que huir a causa de la desdichadamuerte delmayordomodesupadre.Elrestodelabandacumpliófielmentelosdeberesdeguardabosquesdelrey.PeroRobinHoodyAllandeDaletardaronmuchoenregresaraSherwood,puesestoesloquesucedió:

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Robin, debido a su gran fama como arquero, se convirtió en uno de losfavoritos del rey, y fue ascendiendo rápidamente hasta llegar a jefe de laguardia. Por fin, el rey, en recompensa a su lealtad, lo nombró duque deHuntington, y como tal Robin siguió a su rey en las guerras que ésteemprendió,yestuvotanocupadoquenolefueposibleregresaraSherwoodnisiquiera por un día. En cuanto aAllan deDale y su esposa, la bella Ellen,siguieronaRobinHoodatodaspartes,compartiendotodoslosaltibajosdesuvida.

Asípues, todas lascosas tienensu fin,aunquenosiempreel finales tanfelizcomoelquetuvieronRobinHoodysubandadealegresproscritosenelfamosobosquedeSherwood.

Epílogo

Donde se cuenta cómo Robin Hood regresó al bosque de Sherwood ycómosirWilliamDalefueenviadotrasélparaprenderle.Ydondetambiénsecuenta cómo murió Robin Hood a causa de la traición de su prima, lasuperioradelconventodeKirklees.

Ahora, querido amigo, que me has acompañado en todas estas alegresandanzas,notepidoquemesigasmásadelante;siloprefieres,puedesdejarcaertumanoydecir«buenasnoches»;puesloquevieneacontinuacióntratadeladescomposicióndelascosasydemuestraquelasalegríasyplaceresdelpasadosoncosasmuertasynosepuedelograrquevuelvanacaminar.Nomeextenderédemasiadoenel tema,sinoquemelimitaréacontar lomásaprisaquepuedacómoelvalienteRobinHoodmuriócomohabíavivido,noen lacortecomoduquedeHuntington,sinoconelarcoenlamano,elcorazónenelbosqueyespíritudeproscrito.

ElreyRicardomurióenelcampodebatalla,delamaneraquecorrespondeaunreyconcorazóndeleón,comosindudasabéis;yalcabodealgúntiempo,el duque de Huntington—o Robin Hood, si preferís llamarlo como en losviejostiempos—,noteniendonadaquehacerentierrasextranjeras,regresóala alegre Inglaterra, y con él volvieronAllan de Dale y su esposa, la bellaEllen, que habían acompañado a Robin desde que salieron del bosque deSherwoodyocupabanunpuestoprincipalensucasa.

EraprimaveracuandodesembarcarondenuevoenlascostasdeInglaterra.Lashojasestabanverdesy lospájaroscantabananimadamente, comosolíanhacerenelhermosoSherwood,cuandoRobinHoodrecorríalosbosquesconcorazón libre y pies ligeros. La belleza de la época y la alegría de todo el

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ambientelehizorecordaraRobinsuvidaenelbosque,yseapoderódeéluninvencible deseo de contemplar una vez más los bosques. Se dirigiódirectamentealreyJuanylepidióautorizaciónpararealizarunabrevevisitaaNottingham. El rey le autorizó a ir y venir, pero advirtiéndole que no sequedaramásdetresdíasenSherwood.Asípues,RobinHoodyAllandeDalepartieronsinmásdemorahaciaNottinghamshireyelbosquedeSherwood.

La primera noche se hospedaron en la ciudad de Nottingham, pero noacudieronapresentarsusrespetosalsheriff,puessuseñoríaaúnguardabaunamargo resentimiento contra Robin Hood, resentimiento que no se habíaatenuadoprecisamenteconelascensodeposicióndeRobin.Aldíasiguiente,muy temprano, montaron en sus caballos y se dirigieron a los bosques.Mientras recorríanelcamino,aRobin leparecía reconocercadapaloycadapiedraenqueseposaransusojos.Allíestabaelsenderoporelquesolíapasearporlastardes,conelPequeñoJohnasulado;yallí,ahoracubiertadezarzas,la vereda que él y un pequeño grupo de los suyos habían tomado cuandofueronenbuscadeciertofraile.

—¡Mira,Allan!—exclamóRobin—.¿Ves la cicatriz en el troncode esahaya?Ahíesdondeunadetusflechasarrancóuntrozodecortezaeldíaquetan lamentablemente fallaste el disparo contra aquel noble corazón. Fue elmismodíaquenoscogiólatormentaytuvimosquepasarlanocheencasadeaquelviejogranjero…elqueteníatreshijasguapísimas.

Y así siguieron cabalgando despacio, charlando acerca de todas aquellascosasviejasyfamiliares;viejasy,apesardetodo,nuevas,puesahoraveíanenellasmuchomásdeloquehabíanvistoantes.Yasí llegaronporfinalclarodondeextendíasusramaselgranárboldelasreuniones,yquehabíasidosuhogardurante tantosaños.Ningunode losdoshablócuandosepararonanteaquel árbol.Robin paseó lamirada por todos los objetos tan familiares, tansemejantesaloqueeranantesy,sinembargo,tandiferentes;puesdondeantesseoíaelalborotodemuchoshombresvigorosos,ahorasóloexistíalaquietuddelasoledad;ymientrasmiraba,losbosques,lahierbayelcielosenublaronporefectodelaslágrimassaladas,puesunaprofundanostalgiaseapoderódeélalmiraraquellascosas,queleresultabantanconocidascomolosdedosdesumanoderecha,ynopudoevitarqueselellenarandelágrimaslosojos.

Aquella mañana se había colgado del hombro su viejo y fiel cuerno decaza,yahora,conlanostalgia,lesobrevinounfuertedeseodetocarelcuernouna vez más. Se lo llevó a los labios y sopló con fuerza. «Tirilá, lirilá»,resonaronlasclarasnotasportodoslossenderosdelbosque,regresandodesdele espesuramás profunda y distante en forma de débiles ecos, «tirilá, lirilá,tirilá,lirilá»,hastaextinguirseporcompleto.

QuisolacasualidadqueaquellamismamañanaelPequeñoJohnpasarapor

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una esquina del bosque para atender ciertos asuntos, y mientras caminabasumidoenlameditaciónllegaronasusoídoslasnotasdébiles,peroclaras,deun cuerno lejano. Como el ciervo que salta cuando siente clavarse en sucorazón la flecha del cazador, así saltó el Pequeño John cuando sus orejascaptaronaqueldistante sonido.Toda la sangrede su cuerpo lehervía en lasmejillascuando torció lacabezaparaescucharmejor.Denuevo llegaron lasnotas del cuerno, débiles y claras, y todavía se oyeron una tercera vez.Entonces el Pequeño John lanzó un potente y salvaje grito de nostalgia, dealegríayaundepena,yagachandolacabeza,semetiócomounaflechaentrelamaleza.Avanzó a través de la espesura, partiendo y arrancando, como eljabalífuriosocuandocargaatravésdelosmatorrales.Pocoleimportabanlosespinosy las zarzasquearañaban supielydesgarraban sus ropas.Suúnicopensamientoerallegarporelcaminomáscortohastaelclarodelárboldelasreuniones,dedondeélsabíaqueprocedíaelsonidodelcuerno.Porfinsaliódela espesura en medio de una nube de ramitas rotas y, sin detenerse ni uninstante,siguiócorriendohastaarrojarsea lospiesdeRobin.Rodeóconsusbrazos las rodillas de su jefe y todo su cuerpo se estremecía con fuertessollozos;niRobinniAllandeDalepudieronhablar,ysequedaroninmóvilesmirando al Pequeño John, con las lágrimas corriendo a raudales por susmejillas.

Ymientraspermanecíanasí,sieteguardabosquesrealesirrumpieronenelclaroydejaronescaparuntremendogritodealegríaalveraRobin;alfrentede lapartida ibaWillStutely.Yal cabodeun rato, aparecieroncuatromás,jadeando a causa de la carrera, y dos de los cuatro eranWill Scathelock yMosquito, el Molinero; todos ellos habían oído sonar el cuerno de Robin.Todos corrieron hacia Robin y le besaron las manos y la ropa, llorandoruidosamente.

Al cabodeun rato,Robinmiró en torno suyo, conojos nubladospor elllanto,ydeclaróconvozronca:

—Juro que nunca más abandonaré estos queridos bosques. Demasiadotiempohevividoalejadodeellosydetodosvosotros.Desdeahorarenuncioalnombre de Robert, duque de Huntington, y adopto de nuevo el más nobletítulodeRobinHood,elProscrito.

Una ovación clamorosa acogió estas palabras, y todos se estrecharon lasmanos,locosdealegría.

LanoticiadequeRobinHoodhabíaregresadoavivirenSherwood,comoenlosviejostiempos,seextendiócomoelfuegoportodalaregión,demaneraque en menos de una semana casi todos los antiguos proscritos se habíanvueltoareunirentornoasujefe.Perocuandoestasnoticiasllegaronaoídosdel rey Juan, este prorrumpió en maldiciones y juró solemnemente no

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descansarhastatenerensusmanosaRobinHood,vivoomuerto.Ahorabien,habíaen lacorteciertocaballero, sirWilliamDale,unguerrero tangallardocomoelmejorque jamásvistió armadura.SirWilliamDale conocíabien elbosquedeSherwood,porqueteníaasucargolapartedelmismomáspróximaalaciudaddeMansfield;demodoqueelreysedirigióaélyleordenóreunirun ejércitoymarchar inmediatamente enbuscadeRobinHood.Además, elrey le entregó a sirWilliam su sortija de sello, para que se la enseñara alsheriffyésteuniera todassus tropasa lapartidaparadarcazaaRobin.Asípues,sirWilliamyelsheriffsepusieronenacciónparacumplir lasórdenesdel rey, y durante siete días buscaron a Robin por todas partes, aunque sinencontrarlo.

Ahora bien, si Robin hubiera seguido siendo tan pacífico como en losviejos tiempos, todo el asunto se habría quedado en humo de pajas, comosiempre había ocurrido con este tipo de iniciativas; pero había pasado añoscombatiendoalasórdenesdelreyRicardo,ysucarácterhabíacambiado.Suorgullonolepermitíahuirdelosqueleperseguían,comohuyedelosperrosunzorroacosado.Yasí,porfin,RobinHoodysusproscritosseenfrentaroncon las tropas de sirWilliamy el sheriff en el bosque, y dio comienzo unasangrienta batalla. El primero en morir en aquel combate fue el sheriff deNottingham,quecayódesucaballoconuna flechaatravesándoleelcerebroantesdequesehubieradisparadounadocenadeproyectiles.Muchoshombresmejoresqueelsheriffmordieronelpolvoaqueldía,peroporfinsirWilliamDale,heridoycon lamayoríadesushombresmuertos,seretiróderrotadoysaliódelbosque.Perotrasélquedarondocenasdebuenoshombres,tendidoseinmóvilesbajolasmatasverdes.

PeroaunqueRobinHoodhabíaderrotadoasusenemigosenbuenalid,sesentía apesadumbrado y siguió dándole vueltas al asunto en la cabeza hastaquecontrajounafiebre.Permaneciópostradodurantetresdías,yaunqueluchócontodassusfuerzasalfinaltuvoquerendirsealaenfermedad.Yasí,enlamañanadelcuartodía,hizovenirasuladoalPequeñoJohnyledijoquenopodíalibrarsedelafiebreyqueseproponíaacudirasuprima,lasuperioradelconventodemonjasdeKirklees,Yorkshire,queeraunaexperta sangradora,paraqueleabrieraunavenadelbrazoylesacaraunpocodesangre,locualmejoraríasusalud.OrdenóalPequeñoJohnqueseprepararatambiénparaelviaje,pueseraposiblequenecesitarasuayudaporelcamino.Asípues,Robiny el Pequeño John se despidieron de los demás, dejando aWill Stutely alfrente de la banda hasta que ellos regresaran.Y así, viajando despacio y encómodasetapas,llegaronporfinalconventodemonjasdeKirklees.

Hay que decir queRobin había ayudadomucho a esta prima suya; puesgracias al aprecio que el rey Ricardo sentía por él había sido nombradasuperioradelconvento.Peronohaycosaenelmundoqueseolvideconmás

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rapidezquelagratitud,ycuandolasuperioradeKirkleesseenteródequesuprimo,elduquedeHuntington,había renunciadoa suducadoy regresadoaSherwood,sesintióofendidaenlomásíntimoytemióquesuparentescoconélleatrajeralasirasdelrey.Yasísucedióque,encuantoRobinacudióaellasolicitandosusservicioscomosangradora,ellaempezóaconspirarcontraél,pensando que haciéndole daño lograría los favores de sus enemigos. Noobstante,seguardóparasímismaestasmaquinacionesyrecibióaRobinHoodcon fingida amabilidad. Le condujo por una escalera de caracol hasta unahabitación situada justo bajo los aleros de una alta y redonda torre, pero nopermitióqueelPequeñoJohnleacompañara.

Asípues,elpobreproscritoseapartódelaspuertasdelconvento,dejandoa su jefe enmanosde lasmujeres.Pero aunquenopudoentrar, tampoco sealejómucho,quedándoseenunaarboledacercana,desdedondepodíavigilarellugardondeseencontrabaRobin,comounperrograndeylealrechazadodelapuertapordondehaentradosuamo.

Cuando las monjas llevaron a Robin a la habitación bajo los aleros, lasuperiorahizosaliratodaslasdemásyluego,cogiendouncordel,loatóconfuerzaalbrazodeRobin,comosifueraasangrarle.Yefectivamentelesangró,perolavenaqueabriónofueunadelasazulesquecorrenjustobajolapiel;sucortefuemuchomásprofundo,yabrióunadeesasvenasporlasquecorrelasangrerojaquebrotadelcorazón.Robinnosedabacuentadenadadeesto,pues aunque veía correr la sangre, ésta no brotaba con la suficiente rapidezcomoparahacerlepensarquealgoandabamal.

Tras cometer tan vil acción, la superiora se marchó, dejando solo a suprimoy cerrando la puerta tras ella.Durante todo aquel largodía, la sangresiguiómanandodelbrazodeRobin,sinqueéstepudieracontenerla,aunquelointentó de todas las formas posibles.Una y otra vez llamó pidiendo ayuda,pero nadie acudía, pues su prima le había traicionadoy el Pequeño John seencontrabademasiado lejosparaoír suvoz.Yasí,continuósangrandohastaque sintió que sus fuerzas le abandonaban. Entonces se levantó,tambaleándose y apoyando las palmas de las manos en la pared, hastaconseguiralcanzar sucuernodecaza.Tresveces lohizosonar,aunquemuydébilmente,porquelefaltabaelalientoacausadelaenfermedadylapérdidade fuerzas; noobstante, elPequeño John lo oyódesde la arboleday, con elcorazónoprimidoporelmiedo,llegócorriendoysaltandohastaelconvento.Golpeóruidosamentelapuerta,gritandoagrandesvocesqueledejaranentrar,perolapuertaeradegruesoroble,conrefuerzosypinchosdehierro,ylasdedentrosesintieronsegurasyleordenaronalPequeñoJohnquesemarchara.

EntonceselPequeñoJohnsevolviólocodedolorymiedoporlavidadesujefe.Mirófrenéticamenteasualrededor,ysusojosseposaronenunpesadomortero de piedra, que tres hombres de nuestra época no serían capaces de

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levantar.ElPequeñoJohndiotrespasosadelante,doblólaespaldaylevantóelmortero de piedra, que estaba profundamente encajado en el suelo.Tambaleándosebajosupeso,seacercóalapuertayloarrojócontraella.Lapuerta saltó en pedazos y las asustadas monjas huyeron gritando al verleentrar.Sindecirunapalabra,elPequeñoJohnsubióalacarreralaescaleradepiedra hasta llegar a la habitación donde se encontraba encerrado su jefe.Tambiénaquellapuertaestabacerrada,peroelPequeñoJohndiounempujóncon el hombro y los cerrojos saltaron como si estuvieran hechos de hieloquebradizo.

Yentoncesvioasuqueridojefeapoyadocontraelmurogris,conelrostrocompletamenteblancoyhundido,ylacabezaoscilandodeunladoaotrosinpodersesostener.Lanzandounpoderosogritodeamor,penaycompasión,elPequeño John dio un salto hacia delante y recogió en sus brazos a Robin,levantándolo comounamadre levanta a su hijo y llevándolo hasta la cama,dondelotendiócongrancuidado.

Enaquelmomentollegócorriendolasuperiora,asustadaporloquehabíahecho y temiendo la venganza del Pequeño John y el resto de la banda.Mediantehábilesvendajesconsiguiócontener la sangre,quepor findejódebrotar. El Pequeño John la vigilaba con aire sombrío, y cuando huboterminado le ordenó rudamente que se marchara, y ella obedeció, pálida ytemblorosa.Cuandolamonjasaliódelahabitación,elPequeñoJohnsepusoahablar en tono animador, riéndose a carcajadas y comentando que no habíasidomásqueun sustoyqueningún recio campesinopodíamorir porhaberperdidounaspocasgotasdesangre.

—Bueno—dijo—, tedoyunasemanadeplazo,yalcabodeellaestarásrondandoporlosbosques,tananimadocomosiempre.

PeroRobinsacudiólacabezaysonriódébilmentedesdelacama.

—QueridoPequeño John—susurró—,queel cielobendiga tuvalienteynoblecorazón.Pero,queridoamigo,yanuncamásvolveremosarondarjuntosporlosbosques.

—¡Claro que lo haremos! —vociferó el Pequeño John—. Te lo repito.¡Malditasea!¿Quiénseatreveadecirquetevaapasaralgomalo?¿Noestoyyoaquí?Averquiénseatreveatocarte…

Aquíse interrumpió,pues laspalabras leahogaban.Porfindijo,convozroncayprofunda:

—Ahorabien,siteocurrealgúnmalporloqueaquísehahechohoy,juropor san Jorge que el gallo cantará sobre los tejados de esta casa y que lasllamas lamerán hasta las últimas grietas y rincones. Y en cuanto a esasmujeres…—enestepuntorechinólosdientes—,¡lovanapasarmuymal!

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PeroRobinHoodcogióentresuspálidasmanoselpuñorecioymorenodelPequeñoJohnylereprendiósuavemente,envozbajaydébil,preguntándoledesdecuándoelPequeñoJohnsededicabaahacerdañoalasmujeres,aunquefueraporvenganza.Ysiguióhablandoenestostérminoshastaqueporfinelotro prometió, con voz entrecortada, que no tomaría represalias contra elconvento,ocurrieraloqueocurriera.LuegolosdosquedaronensilencioyelPequeñoJohnpermaneciósentado,conlamanodeRobinenlasuya,mirandoatravésdelaventanaabiertaytragándosedevezencuandounnudoqueseleformaba en la garganta.Mientras tanto, el sol fue descendiendo lentamentehaciaeloeste,hastaquetodoelcieloquedóencendidoenunrojoesplendor.EntoncesRobinHood,convoztrémulayfrágil,lepidióalPequeñoJohnqueleayudaraa incorporarseparapodercontemplarunavezmásloscampos;elvalienteproscrito le levantóenbrazosyRobinHoodapoyólacabezaen loshombros de su amigo. Miró durante un largo rato, con mirada lenta ycontemplativa, mientras el otro permanecía sentado con la cabeza caída yderramandolágrimas,quecaíansobresuregazo,puessentíaqueseacercabalahoradeladespedidadefinitiva.EntoncesRobinHoodlepidióquetendieraporélsuarcoyescogieraunabuenaflechadesualjaba.ElPequeñoJohnlohizosinlevantarsededondeestabaparanomolestarasujefe.Robincerróconcariñolosdedosalrededordesufielarcoysonriódébilmentealsentirloensumano; luego montó la flecha en aquella parte de la cuerda que sus dedosconocíantanbien.

—PequeñoJohn—dijo—.Queridoamigo,aquienquieromásqueanadieen el mundo, te ruego que marques el lugar donde caiga esta flecha y allíhagascavarmitumba.Enterradmeconelrostrohaciaeleste,PequeñoJohn,yprocurad que mi lugar de reposo se mantenga verde y que mis cansadoshuesosnoseanmolestados.

Cuando terminó de hablar, se incorporó de pronto y quedó sentado yerguido. Por un momento pareció que sus antiguas fuerzas volvían a él y,tirando de la cuerda hasta la oreja, disparó la flecha a través de la ventanaabierta. Y mientras la flecha volaba, la mano que sostenía el arco cayólentamente hasta apoyarse en las rodillas, y todo el cuerpo se desplomódelmismomodoenloslealesbrazosdelPequeñoJohn;algohabíasalidodeaquelcuerpo,enelmismoinstanteenquelaflechasalíadisparadadelarco.

Durantevariosminutos,elPequeñoJohnpermanecióinmóvil,peroporfinacostó con cuidado el cuerpo de su amigo, cruzándole las manos sobre elpechoycubriéndoleelrostro,yluegodiomediavueltaysaliódelahabitaciónsindecirunapalabranihacersonidoalguno.

En lo alto de la escalera se encontró a la superiora con algunas de lasmonjasprincipales,ylesdijoconvozroncaytemblorosa:

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—Si os acercáis amenos de veinte pasos de esa habitación, derrumbaréestenidodecuervossobrevuestrascabezashastaquenoquededeélpiedrasobrepiedra.Fijaosbienenloquedigo,porquehabloenserio.

Yasídiciendo,sealejódelasmonjas,quealospocosmomentoslevieroncorriendoatravésdelcampo,alaluzdelcrepúsculo,hastaqueelbosqueselotragó.

LosprimerostonosgrisesdelalbaempezabanaclarearlanegruradelcieloporelestecuandoelPequeñoJohnyseismiembrosmásdelabandallegaroncorriendocampoatravéshaciaelconvento.Novieronanadiealllegar,pueslasmonjassehabíanescondido,asustadasporlaspalabrasdelPequeñoJohn.Corrieronescalerasarribayalmomentoseoyeronruidosossollozos.Alcabodeunrato,losllantoscesaronyentoncesseoyóelarrastrardepiesdevarioshombres que acarreaban un gran peso escaleras abajo. Así salieron delconvento y, en elmomento en que cruzaban sus puertas se oyó un fuerte ytriste lamento procedente de la todavía oscura arboleda, como si muchoshombres ocultos entre las sombras hubieran lanzado al unísono un grito dedolor.

AsímurióRobinHoodenelconventodeKirklees,enlabellaYorkshire,perdonandoalosquelehabíancausadolamuerte,puessiempre,entodoslosdíasdesuvida,semostrómisericordiosoconsusenemigosypiadosoconlosdébiles.

Después de aquello, sus proscritos se dispersaron, pero no sufrieronmuchosapuros,puesalsheriffmuertolesucedióotromásbenévoloyquenolosconocíatanbien,yalencontrarsedispersosaquíyalláportodalaregiónconsiguieron vivir en paz y tranquilidad, y muchos de ellos vivieron losuficienteparatrasmitirestashistoriasasushijosyaloshijosdesushijos.

HayquiendicequeenunapiedradeKirkleeshayunaantiguainscripción,cuyotexto,escritoeninglésarcaico,dicelosiguiente:

BajoestalosafríayaceRobert,

duquedeHuntington.

Nuncaexistióunarquerocomoél.

LagentelellamabaRobinHood.

Bandidoscomoélysussecuaces

novolveránaverseenInglaterra.

obiit24•Kal•Decembris•1247

Y ahora, querido amigo, también nosotros debemos separarnos, puesnuestroalegreviajeha terminadoyaquí,ante la tumbadeRobinHood,nos

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despedimosyquecadaunosigasucamino.

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