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27/9/2015 Las 11 frases más importantes del papa Francisco ante la Asamblea de Naciones Unidas | Papa Francisco en Estados Unidos América http://www.infobae.com/2015/09/25/1757973las11frasesmasimportantesdelpapafranciscolaasambleanacionesunidas 1/4 VIERNES 25 DE SEPTIEMBRE 2015 El papa Francisco pronunció un prolongado discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde se refirió a diversos temas globales desde los abusos financieros sobre los países en vías de desarrollo hasta el narcotráfico y el cambio climático. 1"El poder tecnológico en manos de ideologías nacionalistas o falsamente universales es capaz de producir tremendas atrocidades". 2"Hay que evitar todo tipo de abuso con los países en vías de desarrollo. Los organismos no deben tener una misión asfixiante hacia ellos. Lejos de promover el progreso someten a las naciones a un sistema de mayor pobreza y dependencia". 3"El panorama mundial hoy nos presenta, sin embargo, muchos falsos derechos, y –a la vez– grandes sectores indefensos, víctimas más bien de un mal ejercicio del poder" 4"Dar a cada uno lo suyo significa que ningún grupo humano se puede considerar autorizado a pasar por encima de las otras personas singulares o sus instituciones sociales". 5"El ambiente es un bien fundamental. El hombre no está autorizado para destruirlo. El abuso y la destrucción van acompañados de un imparable proceso de exclusión". 6"Los más pobres son los que más sufren, por un triple motivo: son descartados por la sociedad, obligados a vivir del descarte y deben sufrir las consecuencias del ambiente. Es la cultura del descarte". 7"Hay que evitar el nominalismo declaracionista con un efecto tranquilizador en la conciencia". 8"Las armas de destrucción masiva son un fraude a las Naciones Unidas, que pasarían a ser naciones unidas en la desconfianza. Hay que avanzar hacia una total destrucción de estos elementos". 9"El narcotráfico silenciosamente viene cobrándose la vida de millones de personas. Va acompañado de la trata de personas, del lavado de activos, del tráfico de armas, de la explotación infantil y de la corrupción". 10 "El narcotráfico es una guerra asumida y pobremente combatida". 11 "El gaucho Martín Fierro, un clásico de la literatura en mi tierra natal, canta: 'Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos se pelean, los devoran los de afuera'". PAPA FRANCISCO Las 11 frases más importantes del papa Francisco ante la Asamblea de Naciones Unidas El Pontífice habló ante un auditorio colmado. Se refirió al narcotráfico, la trata de personas, las finanzas, armas de destrucción masiva y cambio climático

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Nota importante que nos abre las puertas a este ser maravilloso

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27/9/2015 Las 11 frases más importantes del papa Francisco ante la Asamblea de Naciones Unidas | Papa Francisco en Estados Unidos ­ América

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VIERNES 25 DE SEPTIEMBRE 2015

El papa Francisco pronunció un prolongado discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde se refirió a diversos temas globalesdesde los abusos financieros sobre los países en vías de desarrollo hasta el narcotráfico y el cambio climático.

1 ­ "El poder tecnológico en manos de ideologías nacionalistas o falsamente universales es capaz de producir tremendas atrocidades".

2 ­ "Hay que evitar todo tipo de abuso con los países en vías de desarrollo. Los organismos no deben tener una misión asfixiante hacia ellos.Lejos de promover el progreso someten a las naciones a un sistema de mayor pobreza y dependencia".

3 ­ "El panorama mundial hoy nos presenta, sin embargo, muchos falsos derechos, y –a la vez– grandes sectores indefensos, víctimas másbien de un mal ejercicio del poder"

4 ­ "Dar a cada uno lo suyo significa que ningún grupo humano se puede considerar autorizado a pasar por encima de las otras personassingulares o sus instituciones sociales".

5 ­ "El ambiente es un bien fundamental. El hombre no está autorizado para destruirlo. El abuso y la destrucción van acompañados de unimparable proceso de exclusión".

6 ­ "Los más pobres son los que más sufren, por un triple motivo: son descartados por la sociedad, obligados a vivir del descarte y debensufrir las consecuencias del ambiente. Es la cultura del descarte".

7 ­ "Hay que evitar el nominalismo declaracionista con un efecto tranquilizador en la conciencia".

8 ­ "Las armas de destrucción masiva son un fraude a las Naciones Unidas, que pasarían a ser naciones unidas en la desconfianza. Hay queavanzar hacia una total destrucción de estos elementos".

9 ­ "El narcotráfico silenciosamente viene cobrándose la vida de millones de personas. Va acompañado de la trata de personas, del lavado deactivos, del tráfico de armas, de la explotación infantil y de la corrupción".

10 ­ "El narcotráfico es una guerra asumida y pobremente combatida".

11 ­ "El gaucho Martín Fierro, un clásico de la literatura en mi tierra natal, canta: 'Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera.Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos se pelean, los devoran los de afuera'".

PAPA FRANCISCO

Las 11 frases más importantes del papaFrancisco ante la Asamblea de NacionesUnidasEl Pontífice habló ante un auditorio colmado. Se refirió al narcotráfico, la trata de personas, las finanzas, armas de destrucción masivay cambio climático

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El papa Francisco ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. EFE

El discurso completo del papa Francisco:

Señor Presidente,Señoras y Señores,Buenos días,Una vez más, siguiendo una tradición de la que me siento honrado, el Secretario General de las Naciones Unidas ha invitado al Papa a dirigirse a estahonorable Asamblea de las Naciones. En nombre propio y en el de toda la comunidad católica, Señor Ban Ki­moon, quiero expresarle el más sincero ycordial agradecimiento. Agradezco también sus amables palabras.Saludo asimismo a los Jefes de Estado y de Gobierno aquí presentes, a los Embajadores, diplomáticos y funcionarios políticos y técnicos que losacompañan, al personal de las Naciones Unidas empeñado en esta 70 Sesión de la Asamblea General, al personal de todos los programas y agenciasde la familia de la ONU, y a todos los que de un modo u otro participan de esta reunión. Por medio de ustedes saludo también a los ciudadanos detodas las naciones representadas en este encuentro. Gracias por los esfuerzos de todos y de cada uno en bien de la humanidad.Esta es la quinta vez que un Papa visita las Naciones Unidas. Lo hicieron mis predecesores Pablo VI en 1965, Juan Pablo II en 1979 y 1995 y, mi másreciente predecesor, hoy el Papa Emérito Benedicto XVI, en 2008. Todos ellos no ahorraron expresiones de reconocimiento para la Organización,considerándola la respuesta jurídica y política adecuada al momento histórico, caracterizado por la superación tecnológica de las distancias y fronterasy, aparentemente, de cualquier límite natural a la afirmación del poder. Una respuesta imprescindible ya que el poder tecnológico, en manos deideologías nacionalistas o falsamente universalistas, es capaz de producir tremendas atrocidades. No puedo por menos que asociarme al aprecio demis predecesores, reafirmando la importancia que la Iglesia Católica concede a esta institución y las esperanzas que pone en sus actividades.La historia de la comunidad organizada de los Estados, representada por las Naciones Unidas, que festeja en estos días su 70 aniversario, es unahistoria de importantes éxitos comunes, en un período de inusitada aceleración de los acontecimientos. Sin pretensión de ser exhaustivo, se puedemencionar la codificación y el desarrollo del derecho internacional, la construcción de la normativa internacional de derechos humanos, elperfeccionamiento del derecho humanitario, la solución de muchos conflictos y operaciones de paz y reconciliación, y tantos otros logros en todos loscampos de la proyección internacional del quehacer humano.Todas estas realizaciones son luces que contrastan la oscuridad del desorden causado por las ambiciones descontroladas y los egoísmos colectivos.Es cierto que aún son muchos los graves problemas no resueltos, pero también es evidente que, si hubiera faltado toda esa actividad internacional, lahumanidad podría no haber sobrevivido al uso descontrolado de sus propias potencialidades. Cada uno de estos progresos políticos, jurídicos ytécnicos son un camino de concreción del ideal de la fraternidad humana y un medio para su mayor realización.Rindo pues, homenaje a todos los hombres y mujeres que han servido leal y sacrificadamente a toda la humanidad en estos 70 años. En particular,quiero recordar hoy a los que han dado su vida por la paz y la reconciliación de los pueblos, desde Dag Hammarskjöld hasta los muchísimosfuncionarios de todos los niveles, fallecidos en las misiones humanitarias, de paz y reconciliación.La experiencia de estos 70 años, más allá de todo lo conseguido, muestra que la reforma y la adaptación a los tiempos siempre es necesaria,progresando hacia el objetivo último de conceder a todos los países, sin excepción, una participación y una incidencia real y equitativa en lasdecisiones. Esta necesidad de una mayor equidad, vale especialmente para los cuerpos con efectiva capacidad ejecutiva, como es el caso del Consejode Seguridad, los organismos financieros y los grupos o mecanismos especialmente creados para afrontar las crisis económicas. Esto ayudará a limitartodo tipo de abuso o usura sobre todo con los países en vías de desarrollo. Los organismos financieros internacionales han de velar por el desarrollosostenible de los países y la no sumisión asfixiante de éstos a sistemas crediticios que, lejos de promover el progreso, someten a las poblaciones amecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia.La labor de las Naciones Unidas, a partir de los postulados del Preámbulo y de los primeros artículos de su Carta Constitucional, puede ser vista comoel desarrollo y la promoción de la soberanía del derecho, sabiendo que la justicia es requisito indispensable para obtener el ideal de la fraternidaduniversal. En este contexto, cabe recordar que la limitación del poder es una idea implícita en el concepto de derecho. Dar a cada uno lo suyo,

siguiendo la definición clásica de justicia, significa que ningún individuo o grupo humano se puede considerar omnipotente, autorizado a pasar porencima de la dignidad y de los derechos de las otras personas singulares o de sus agrupaciones sociales. La distribución fáctica del poder (político,económico, de defensa, tecnológico, etc.) entre una pluralidad de sujetos y la creación de un sistema jurídico de regulación de las pretensiones eintereses, concreta la limitación del poder. El panorama mundial hoy nos presenta, sin embargo, muchos falsos derechos, y –a la vez– grandessectores indefensos, víctimas más bien de un mal ejercicio del poder: el ambiente natural y el vasto mundo de mujeres y hombres excluidos. Dossectores íntimamente unidos entre sí, que las relaciones políticas y económicas preponderantes han convertido en partes frágiles de la realidad. Poreso hay que afirmar con fuerza sus derechos, consolidando la protección del ambiente y acabando con la exclusión.Ante todo, hay que afirmar que existe un verdadero «derecho del ambiente» por un doble motivo. Primero, porque los seres humanos somos parte delambiente. Vivimos en comunión con él, porque el mismo ambiente comporta límites éticos que la acción humana debe reconocer y respetar. El hombre,aun cuando está dotado de «capacidades inéditas» que «muestran una singularidad que trasciende el ámbito físico y biológico» (Laudato Si', 81), es almismo tiempo una porción de ese ambiente. Tiene un cuerpo formado por elementos físicos, químicos y biológicos, y solo puede sobrevivir ydesarrollarse si el ambiente ecológico le es favorable. Cualquier daño al ambiente, por tanto, es un daño a la humanidad. Segundo, porque cada una delas creaturas, especialmente las vivientes, tiene un valor en sí misma, de existencia, de vida, de belleza y de interdependencia con las demáscreaturas. Los cristianos, junto a otras religiones monoteístas, creemos que el universo proviene de una decisión de amor del Creador, que permite alhombre servirse respetuosamente de la creación para el bien de sus semejantes y para gloria del Creador, pero que no puede abusar de ella y muchomenos está autorizado a destruirla. Para todas las creencias religiosas, el ambiente es un bien fundamental (cf. ibíd., 81).El abuso y la destrucción del ambiente, al mismo tiempo, van acompañados por un imparable proceso de exclusión. En efecto, un afán egoísta e

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El abuso y la destrucción del ambiente, al mismo tiempo, van acompañados por un imparable proceso de exclusión. En efecto, un afán egoísta eilimitado de poder y de bienestar material lleva tanto a abusar de los recursos materiales disponibles como a excluir a los débiles y con menoshabilidades, ya sea por tener capacidades diferentes, discapacidades o porque están privados de los conocimientos e instrumentos técnicos adecuadoso poseen insuficiente capacidad de decisión política. La exclusión económica y social es una negación total de la fraternidad humana y un gravísimoatentado a los derechos humanos y al ambiente. Los más pobres son los que más sufren estos atentados por un triple grave motivo: son descartadospor la sociedad, son al mismo tiempo obligados a vivir del descarte y deben injustamente sufrir las consecuencias del abuso del ambiente. Estosfenómenos conforman la hoy tan difundida e inconscientemente consolidada «cultura del descarte».Lo dramático de toda esta situación de exclusión e inequidad, con sus claras consecuencias, me lleva junto a todo el pueblo cristiano y a tantos otros atomar conciencia también de mi grave responsabilidad al respecto, por lo cual alzo mi voz, junto a la de todos aquellos que anhelan soluciones urgentesy efectivas. La adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en la Cumbre mundial que iniciará hoy mismo, es una importante señal deesperanza. Confío también que la Conferencia de París sobre el cambio climático logre acuerdos fundamentales y eficaces.No bastan, sin embargo, los compromisos asumidos solemnemente, aunque constituyen, ciertamente, un paso necesario para las soluciones. Ladefinición clásica de justicia a que aludí anteriormente contiene como elemento esencial una voluntad constante y perpetua: Iustitia est constans etperpetua voluntas ius suum cuique tribuendi. El mundo reclama de todos los gobernantes una voluntad efectiva, práctica, constante, de pasosconcretos y medidas inmediatas, para preservar y mejorar el ambiente natural y vencer cuanto antes el fenómeno de la exclusión social y económica,con sus tristes consecuencias de trata de seres humanos, comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajoesclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado. Es tal la magnitud de esta situación y elgrado de vidas inocentes que va cobrando, que hemos de evitar toda tentación de caer en un nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador enlas conciencias. Debemos cuidar que nuestras instituciones sean realmente efectivas en la lucha contra todos estos flagelos.La multiplicidad y complejidad de los problemas exige contar con instrumentos técnicos de medida. Esto, empero, comporta un doble peligro: limitarseal ejercicio burocrático de redactar largas enumeraciones de buenos propósitos –metas, objetivos e indicadores estadísticos–, o creer que una únicasolución teórica y a priori dará respuesta a todos los desafíos. No hay que perder de vista, en ningún momento, que la acción política y económica, soloes eficaz cuando se la entiende como una actividad prudencial, guiada por un concepto perenne de justicia y que no pierde de vista en ningún momentoque, antes y más allá de los planes y programas, hay mujeres y hombres concretos, iguales a los gobernantes, que viven, luchan, sufren, y que muchasveces se ven obligados a vivir miserablemente, privados de cualquier derecho.Para que estos hombres y mujeres concretos puedan escapar de la pobreza extrema, hay que permitirles ser dignos actores de su propio destino. Eldesarrollo humano integral y el pleno ejercicio de la dignidad humana no pueden ser impuestos. Deben ser edificados y desplegados por cada uno, porcada familia, en comunión con los demás hombres y en una justa relación con todos los círculos en los que se desarrolla la socialidad humana –amigos, comunidades, aldeas y municipios, escuelas, empresas y sindicatos, provincias, naciones–. Esto supone y exige el derecho a la educación –también para las niñas, excluidas en algunas partes–, derecho a la educación que se asegura en primer lugar respetando y reforzando el derechoprimario de las familias a educar, y el derecho de las Iglesias y de las agrupaciones sociales a sostener y colaborar con las familias en la formación desus hijas e hijos. La educación, así concebida, es la base para la realización de la Agenda 2030 y para recuperar el ambiente.Al mismo tiempo, los gobernantes han de hacer todo lo posible a fin de que todos puedan tener la mínima base material y espiritual para ejercer sudignidad y para formar y mantener una familia, que es la célula primaria de cualquier desarrollo social. Este mínimo absoluto tiene en lo material tresnombres: techo, trabajo y tierra; y un nombre en lo espiritual: libertad de espíritu, que comprende la libertad religiosa, el derecho a la educación y todoslos otros derechos cívicos.Por todo esto, la medida y el indicador más simple y adecuado del cumplimiento de la nueva Agenda para el desarrollo será el acceso efectivo, prácticoe inmediato, para todos, a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda propia, trabajo digno y debidamente remunerado, alimentaciónadecuada y agua potable; libertad religiosa, y más en general libertad de espíritu y educación. Al mismo tiempo, estos pilares del desarrollo humanointegral tienen un fundamento común, que es el derecho a la vida y, más en general, el que que podríamos llamar el derecho a la existencia de lamisma naturaleza humana.La crisis ecológica, junto con la destrucción de buena parte de la biodiversidad, puede poner en peligro la existencia misma de la especie humana. Lasnefastas consecuencias de un irresponsable desgobierno de la economía mundial, guiado solo por la ambición de lucro y del poder, deben ser unllamado a una severa reflexión sobre el hombre: «El hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo.Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza» (Benedicto XVI, Discurso al Parlamento Federal de Alemania, 22 septiembre 2011; citado en LaudatoSi', 6). La creación se ve perjudicada «donde nosotros mismos somos las últimas instancias [...] El derroche de la creación comienza donde noreconocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros, sino que solo nos vemos a nosotros mismos» (Id., Discurso al Clero de la Diócesis deBolzano­Bressanone, 6 agosto 2008; citado ibíd.). Por eso, la defensa del ambiente y la lucha contra la exclusión exigen el reconocimiento de una leymoral inscrita en la propia naturaleza humana, que comprende la distinción natural entre hombre y mujer (cf. Laudato Si', 155), y el absoluto respeto dela vida en todas sus etapas y dimensiones (cf. ibíd., 123; 136).Sin el reconocimiento de unos límites éticos naturales insalvables y sin la actuación inmediata de aquellos pilares del desarrollo humano integral, elideal de «salvar las futuras generaciones del flagelo de la guerra» (Carta de las Naciones Unidas, Preámbulo) y de «promover el progreso social y unmás elevado nivel de vida en una más amplia libertad» (ibíd.) corre el riesgo de convertirse en un espejismo inalcanzable o, peor aún, en palabrasvacías que sirven de excusa para cualquier abuso y corrupción, o para promover una colonización ideológica a través de la imposición de modelos yestilos de vida anómalos, extraños a la identidad de los pueblos y, en último término, irresponsables. La guerra es la negación de todos los derechos y

una dramática agresión al ambiente. Si se quiere un verdadero desarrollo humano integral para todos, se debe continuar incansablemente con la tareade evitar la guerra entre las naciones y entre los pueblos.Para tal fin hay que asegurar el imperio incontestado del derecho y el infatigable recurso a la negociación, a los buenos oficios y al arbitraje, comopropone la Carta de las Naciones Unidas, verdadera norma jurídica fundamental. La experiencia de los 70 años de existencia de las Naciones Unidas,en general, y en particular la experiencia de los primeros 15 años del tercer milenio, muestran tanto la eficacia de la plena aplicación de las normasinternacionales como la ineficacia de su incumplimiento. Si se respeta y aplica la Carta de las Naciones Unidas con transparencia y sinceridad, sinsegundas intenciones, como un punto de referencia obligatorio de justicia y no como un instrumento para disfrazar intenciones espurias, se alcanzanresultados de paz. Cuando, en cambio, se confunde la norma con un simple instrumento, para utilizar cuando resulta favorable y para eludir cuando nolo es, se abre una verdadera caja de Pandora de fuerzas incontrolables, que dañan gravemente las poblaciones inermes, el ambiente cultural e inclusoel ambiente biológico.El Preámbulo y el primer artículo de la Carta de las Naciones Unidas indican los cimientos de la construcción jurídica internacional: la paz, la soluciónpacífica de las controversias y el desarrollo de relaciones de amistad entre las naciones. Contrasta fuertemente con estas afirmaciones, y las niega enla práctica, la tendencia siempre presente a la proliferación de las armas, especialmente las de destrucción masiva como pueden ser las nucleares. Unaética y un derecho basados en la amenaza de destrucción mutua –y posiblemente de toda la humanidad– son contradictorios y constituyen un fraude atoda la construcción de las Naciones Unidas, que pasarían a ser «Naciones unidas por el miedo y la desconfianza». Hay que empeñarse por un mundosin armas nucleares, aplicando plenamente el Tratado de no proliferación, en la letra y en el espíritu, hacia una total prohibición de estos instrumentos.El reciente acuerdo sobre la cuestión nuclear en una región sensible de Asia y Oriente Medio es una prueba de las posibilidades de la buena voluntadpolítica y del derecho, ejercidos con sinceridad, paciencia y constancia. Hago votos para que este acuerdo sea duradero y eficaz y dé los frutosdeseados con la colaboración de todas las partes implicadas. En ese sentido, no faltan duras pruebas de las consecuencias negativas de lasintervenciones políticas y militares no coordinadas entre los miembros de la comunidad internacional. Por eso, aun deseando no tener la necesidad dehacerlo, no puedo dejar de reiterar mis repetidos llamamientos en relación con la dolorosa situación de todo el Oriente Medio, del norte de África y deotros países africanos, donde los cristianos, junto con otros grupos culturales o étnicos e incluso junto con aquella parte de los miembros de la religiónmayoritaria que no quiere dejarse envolver por el odio y la locura, han sido obligados a ser testigos de la destrucción de sus lugares de culto, de supatrimonio cultural y religioso, de sus casas y haberes y han sido puestos en la disyuntiva de huir o de pagar su adhesión al bien y a la paz con lapropia vida o con la esclavitud.

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propia vida o con la esclavitud.Estas realidades deben constituir un serio llamado a un examen de conciencia de los que están a cargo de la conducción de los asuntosinternacionales. No solo en los casos de persecución religiosa o cultural, sino en cada situación de conflicto, como en Ucrania, en Siria, en Irak, enLibia, en Sudán del Sur y en la región de los Grandes Lagos, hay rostros concretos antes que intereses de parte, por legítimos que sean. En las guerrasy conflictos hay seres humanos singulares, hermanos y hermanas nuestros, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, niños y niñas, que lloran, sufren ymueren. Seres humanos que se convierten en material de descarte cuando solo la actividad consiste solo en enumerar problemas, estrategias ydiscusiones.Como pedía al Secretario General de las Naciones Unidas en mi carta del 9 de agosto de 2014, «la más elemental comprensión de la dignidad humanaobliga a la comunidad internacional, en particular a través de las normas y los mecanismos del derecho internacional, a hacer todo lo posible paradetener y prevenir ulteriores violencias sistemáticas contra las minorías étnicas y religiosas» y para proteger a las poblaciones inocentes.En esta misma línea quisiera hacer mención a otro tipo de conflictividad no siempre tan explicitada pero que silenciosamente viene cobrando la muertede millones de personas. Otra clase de guerra que viven muchas de nuestras sociedades con el fenómeno del narcotráfico. Una guerra «asumida» ypobremente combatida. El narcotráfico por su propia dinámica va acompañado de la trata de personas, del lavado de activos, del tráfico de armas, de laexplotación infantil y de otras formas de corrupción. Corrupción que ha penetrado los distintos niveles de la vida social, política, militar, artística yreligiosa, generando, en muchos casos, una estructura paralela que pone en riesgo la credibilidad de nuestras instituciones.Comencé esta intervención recordando las visitas de mis predecesores.Quisiera ahora que mis palabras fueran especialmente como una continuación de las palabras finales del discurso de Pablo VI, pronunciado hace casiexactamente 50 años, pero de valor perenne, cito: «Ha llegado la hora en que se impone una pausa, un momento de recogimiento, de reflexión, casi deoración: volver a pensar en nuestro común origen, en nuestra historia, en nuestro destino común. Nunca, como hoy, [...] ha sido tan necesaria laconciencia moral del hombre, porque el peligro no viene ni del progreso ni de la ciencia, que, bien utilizados, podrán [...] resolver muchos de los gravesproblemas que afligen a la humanidad» (Discurso a los Representantes de los Estados, 4 de octubre de 1965).Entre otras cosas, sin duda, la genialidad humana, bien aplicada, ayudará a resolver los graves desafíos de la degradación ecológica y de la exclusión.Continúo con Pablo VI: «El verdadero peligro está en el hombre, que dispone de instrumentos cada vez más poderosos, capaces de llevar tanto a laruina como a las más altas conquistas» (ibíd.). Hasta aquí Pablo VI.La casa común de todos los hombres debe continuar levantándose sobre una recta comprensión de la fraternidad universal y sobre el respeto de lasacralidad de cada vida humana, de cada hombre y cada mujer; de los pobres, de los ancianos, de los niños, de los enfermos, de los no nacidos, de losdesocupados, de los abandonados, de los que se juzgan descartables porque no se los considera más que números de una u otra estadística. La casacomún de todos los hombres debe también edificarse sobre la comprensión de una cierta sacralidad de la naturaleza creada.Tal comprensión y respeto exigen un grado superior de sabiduría, que acepte la trascendencia de uno mismo, que renuncie a la construcción de unaelite omnipotente, y comprenda que el sentido pleno de la vida singular y colectiva se da en el servicio abnegado de los demás y en el uso prudente yrespetuoso de la creación para el bien común. Repitiendo las palabras de Pablo VI, «el edificio de la civilización moderna debe levantarse sobreprincipios espirituales, los únicos capaces no sólo de sostenerlo, sino también de iluminarlo» (ibíd.).El gaucho Martín Fierro, un clásico de la literatura en mi tierra natal, canta: «Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan uniónverdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de afuera».El mundo contemporáneo, aparentemente conexo, experimenta una creciente y sostenida fragmentación social que pone en riesgo «todo fundamentode la vida social» y por lo tanto «termina por enfrentarnos unos con otros para preservar los propios intereses» (Laudato Si', 229).El tiempo presente nos invita a privilegiar acciones que generen dinamismos nuevos en la sociedad hasta que fructifiquen en importantes y positivosacontecimientos históricos (cf. Evangelii gaudium, 223). No podemos permitirnos postergar «algunas agendas» para el futuro. El futuro nos pidedecisiones críticas y globales de cara a los conflictos mundiales que aumentan el número de excluidos y necesitados.La laudable construcción jurídica internacional de la Organización de las Naciones Unidas y de todas sus realizaciones, perfeccionable como cualquierotra obra humana y, al mismo tiempo, necesaria, puede ser prenda de un futuro seguro y feliz para las generaciones futuras. Y lo será si losrepresentantes de los Estados sabrán dejar de lado intereses sectoriales e ideologías, y buscar sinceramente el servicio del bien común. Pido a DiosTodopoderoso que así sea, y les aseguro mi apoyo, mi oración y el apoyo y las oraciones de todos los fieles de la Iglesia Católica, para que estaInstitución, todos sus Estados miembros y cada uno de sus funcionarios, rinda siempre un servicio eficaz a la humanidad, un servicio respetuoso de ladiversidad y que sepa potenciar, para el bien común, lo mejor de cada pueblo y de cada ciudadano. Que Dios los bendiga a Todos.

AP