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Obra: Lacan : marca del leer / Slimobich, José León... (coords.) Publicación: Barcelona : Editorial Anthropos, 2002 _________________________________________________________ Contenidos: Introducción

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marca de leer

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  • Obra: Lacan : marca del leer / Slimobich, Jos Len... (coords.)

    Publicacin: Barcelona : Editorial Anthropos, 2002

    _________________________________________________________

    Contenidos: Introduccin

  • INTRODUCCIN

    Jos L. Slimobich

    Es para m un honor realizar la introduccin a este libro.En l se expone una reflexin de muchos aos entre los es-fuerzos para devolver al psicoanlisis su lugar de discursofundador.

    En el ao 1994, escribamos en una pequea publicacinllamada Boletn de Psicoanlisis, un artculo: Ahora, la letra,donde se insta a tomar esa va que recuperaba, en su esencia,la prctica que plantean Freud y Lacan, la de un discurso queconlleva y sostiene un concepto de la letra.

    En ese momento partimos de un hecho, constatable enun psicoanlisis. Se puede leer, en las palabras de un ana-lizante, trminos o frases que no han sido pronunciadas. Esdecir, en la palabra, hay una escritura. Esta escritura rehuyeser aquella que conocemos, que se realiza sobre la pizarra osobre papel.

    Esta conjuncin entre palabra y escritura, en acto en el ha-bla, es a lo que Freud llam inconsciente. Ella supone el lugarde un lector.

    Esta instantaneidad, esta invisibilidad, esta fugacidad dedicha escritura, la hace slo mostrable, no hay otra formade darla a conocer. Este modo de mostrar de la verdad hoypuede ser develado. Y es el psicoanlisis el que permite pre-sentarlo.

    Pero, esa misma prctica slo permite relanzar nuevaspreguntas: a qu se llama leer?, de qu definicin de le-tra se puede partir para peticionar dicha escritura invisible?

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  • An ms... qu lector se supone posible para esa escritu-ra que no se presenta, como antes hemos dicho, sobre papelni pizarra, es decir, sobre la escritura normal?

    Y cmo queda esto en relacin a lo que se llama el lazosocial, o sea, al hecho de que es impensable para lo humanovivir, pensarse, fuera de la sociedad y la cultura que habita?Esta pregunta es pertinente ya que dicha escritura, al nopronunciarse explcitamente, nos hace asociales. Hay lo queen cada cual no entra al lazo social.

    Es un individuo en el lazo social. Por ello es tan difciltratar esto: aquel que habla en su interioridad slo puede sertratado por las palabras que expresa en el mencionado lazosocial. Dicho de otro modo, esa prctica aparentemente in-dividual que es el psicoanlisis, trata los sntomas que suce-den en el lazo social. Y es hacia all donde dirige los elemen-tos de la cura.

    Esto slo puede explicitarse con la definicin posteriorde letra que daremos.

    Conlleva dilucidar lo que el ser que habla mantiene, pat-ticamente, oculto para s mismo. La irremediable divisinque lo afecta, por el hecho de hablar.

    El habla habla, y en su hablar, escribe. El individuo cap-ta, slo por momentos, que en su hablar, escribe. Y es otroel que puede sealar los trminos escritos en lo que habla,leyndolos. ste se convierte, aun sin quererlo, en el queposee algn trmino por el cual el que habla se reconoce.

    Esta divisin afecta todo lo que supone accin, pensa-miento, obra. Su carcter permanente y oculto en s es fun-damento de toda reflexin sobre la praxis.

    Pero... cmo aceptar que la mitad (esto es algo inconmen-surable), aproximadamente, de una vida, la propia, transcurreen el desconocimiento, en el misterio... hay all algo que nodebe ser franqueado...

    Y an ms, aceptar que alguien puede leer sobre esa mi-tad, incontable para el yo, siempre en suspenso, siempre apunto de escribirse en las palabras. Esto nos introduce a untemor, a un miedo ntimo: que alguien se apodere de lo queno sabemos de nosotros mismos, que nos conduzca, en esa

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  • revelacin, al sitio oscuro, a desplegar nuestra suerte secre-ta, tal como un objeto en las manos de un dios.

    Este poder secreto de la escritura, que nace en los albo-res de la historia de la escritura... el poder detentado por losque saben escribir, pasa ahora, tericamente, a los que sa-ben leer en las palabras, los que trasiegan el habla... As, elmiedo toma como objeto a una escritura.

    Esto seguir luego de someter a la palabra que se hablaa incontables lecturas...? Cul es el fin del trayecto de dicholeer...? Y ms an, si esa escritura no habla, sino que eshablada, segn lo anterior, cmo puedo confiarme a la lec-tura del que escucha...?

    Una cuestin ms... cmo hacer para que una teora dela lectura en el habla no tome el lugar de una totalidad, deuna omnividencia mstica, de una teologa de lo concreto?Es evidente, entonces, que esa lectura es algo grave que sepuede aceptar o rechazar. Pues lleva al que habla a la razllamada letra.

    I

    La letra, esa singular letra que el discurso analtico poneen su sitio, es una letra que se lee escuchando, se lee miran-do y se lee en el hacer. Esta expansin de los trminos deoperacin de la letra tienen por fin mostrar la faceta real deesta letra de la que hablamos.

    En la prctica analtica, escuchando palabras. En la m-sica, escuchando los sonidos, en la pintura mirando, en laliteratura la letra que disea los mrgenes.

    Ahora bien, la letra que proponemos como la propia aldevelamiento de la escritura en la palabra nos es brindada porJacques Lacan. Es la siguiente: [...] la cosa descansa entera-mente en la letra, a saber sobre algo que no es esencial a lalengua, que es algo trenzado por los accidentes de la historia.

    As, partimos de la letra como lo que no hace a la esenciade la lengua.

    La funcin de la letra, entonces, es introducir algo en el

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  • lenguaje bajo un modo azaroso, pero necesario. Un azar ne-cesario. Introduce la vida en la lengua. Y por ello es un azarnecesario: el que introduce la vida. El azar se inscribe como ne-cesidad, lo hace como la letra. Y en el acto de inscribirsepone en juego la voz y la mirada. As, letra y objeto voz ymirada fundan un campo en relacin, pues entonces, segnLacan, la letra es un objeto, el objeto es una letra.

    Ms adelante, hablando del lector retomaremos la letracomo objeto.

    La lengua, por su lado, hace perdurar las cosas, garanti-za su inercia, intenta poner en cdigo y orden las palabras,la lengua asegura su funcionamiento. Mientras la lengua escontinua, funciona cubriendo todos los vacos del sentido oindicando los lugares de sinsentido. En la lengua dormimos.

    La letra introduce la contingencia, la funcin del azar. Ycon ello un sinsentido radical. Pues el sinsentido proviene dela letra misma que se presenta como deshecho, que anuda elan sin nombre a leer.

    Ahora bien, el leer nunca anular el poder creativo de lapalabra. Ella, la letra, introduce lo necesario del encuentrocontingente, el desvo de la historia presente en el lenguajecon el cual entrelazamos nuestro destino.

    Somos hablados, creemos que decimos lo que queremos,pero es lo que quisieron los dems, especialmente nuestra fa-milia que nos habla. Y el desvo sobre este hecho es la letra.

    Con los azares que la letra nos presenta y con la lenguaque recibimos hacemos en el vnculo social, participamos enel tramado del destino, que la lengua hace completo, hastael desvo de la letra. La lengua queda afectada al or esteacaecer de la letra, pues surgen las nuevas palabras.

    De all emergen las marcas, pues las nuevas palabras jue-gan con el destino, conformando el desvo del destino, pro-poniendo la creacin. Es lo que el filsofo Alain Badiou dioen llamar, en relacin a lo social, el acontecimiento. Conuna diferencia: la estructura de la letra presenta la aparicinde lo nuevo dentro de lo que se repite. Mientras que el acon-tecimiento marca algo absolutamente indito, incapaz desubsumirse en ninguna repeticin.

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  • Esto se escribe en las palabras que nos hablan. Y es enellas nuestra particularidad: reconozco como propias esaspalabras si una escritura las sustiende.

    No todo est determinado por la lengua. Participamos,pues somos nosotros los que tramamos nuestro destino, en-lazando el azar, el desvo que la letra nos presenta, con lalengua que recibimos.

    Una vez que esto se escribe en la palabra, la letra es eldeshecho de esta operacin de escritura. Esto pasa a ser len-guaje transformado, transliterado.

    La metafsica es afectada por este hecho: no poseer elinstrumental necesario para enfrentar un fenmeno que fue,literalmente, echado a tierra, olvidado. Se trata de la exis-tencia de una escritura en la palabra. No es que no fue reco-nocido. Simplemente se lo trat como algo curioso, irrele-vante. Slo algunos filsofos percibieron y se extendieronsobre este efecto. Pero slo en la obra literaria y nunca en eldilogo comn. Jams pueden decir, se lee, o lo cierto esque no lo ha dicho, pero est escrito. Y como se ve, nuestrainsistencia es que esta lectura sucede en la lengua, la lenguaefectivamente hablada.

    Y, cuando se la ubica, se postula la entrada a una nuevaperspectiva del vnculo del hombre con el mundo. Recorda-mos, al pasar, la escritura del texto de Edipo. Es, ante todo,un texto mtico y escrito bajo la forma clsica. Es Freud elque descubre que Edipo transcurre en el habla, en las pala-bras que lo ignoran. Es lo fundamental que sucede en Edi-po, que no es, por supuesto, el crimen y el incesto (piezasfundamentales de lo reprimido). Pero lo fundamental es elefecto. El l no lo saba, que es la causa del horror. Estel no lo saba marca el origen del saber inconsciente, o seadel saber que no se sabe y fundamento de la ley. Para todosy no slo para el actor de una tragedia griega.

    Pues, entonces, no se trata de algo originario o duplica-cin originaria, sino que es ordinaria: ella fundamenta unacifra posible de ser situada en la palabra, de ser mostradaen la escritura que habla. Y ningn concepto ms all niOtro pensar que lo que se ha escrito en la palabra.

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  • La lengua se encuentra con la letra, cifra que fundamen-ta toda invencin posible.

    Lo ordinario es que esta cifra precisa d un lector. Sin unlector, no hay otro modo de situarse respecto a eso escrito.Pues slo despus de un trabajo laborioso se admite esa divi-sin en acto, para sorpresa del s mismo se hace captable.

    Intentamos as ubicar el lector de esta escritura.Es el campo de la letra el que permite que lo inverosmil

    se haga de un sentido real, radical. Que se impone al sentidoreligioso, al sentido tapado y, sobre todo, al sentido comn.

    Buscamos el sentido real con el lenguaje concreto. Puesel sinsentido, en su extremo, no puede ser incognoscible,sino aquello que se constituye como sentido real.

    Por ello, en este libro participan poetas que guan nuestrotrabajo. Son ellos, ante todo, los que saben que las palabrastienen escritura. Y los msicos, pues saben que la msica seescribe en los silencios del sonido. El que escucha lee, desde elretiro, lo que desde el silencio surge evocado por el sonido.

    Y los pintores que, acumulando colores como se acumu-lan sonidos, hacen surgir el claro que organiza, el vacocomo sentido real, del cual emerge una configuracin nuevapara presentar a la mirada del hombre.

    Se muestra, captulo a captulo, cmo la letra en el dis-curso analtico no es, slo, la letra impresa en el libro o lapizarra. Cada uno de estos modos de la realidad tienen sucaptulo. Y en todos ellos existe un lector. Un lector, valga lareiteracin, de las palabras musicales del poema, del colorde una msica, de las palabras y sonidos de una pintura.Pues todo ello es el campo que pone en juego la letra entanto all se apoya la creacin.

    Quizs podamos conjeturar sobre cul es el lector para laescritura que se habla, pensando ante todo en el lector co-mn. Ahora mismo, el que toma el trabajo de leer estas le-tras. Partimos, en principio, de una lectura conocida am-pliamente que es la del texto impreso.

    Puede observarse lo siguiente en el pensamiento de JorgeLuis Borges:

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  • Qu es un libro en s mismo... Un libro es un objeto fsico en unmundo de objetos fsicos. Es un conjunto de smbolos muertos. Yentonces llega el lector adecuado, y las palabras, o mejor, la poe-sa que ocultan las palabras, pues las palabras solas son meros sm-bolos, surgen a la vida y asistimos a una resurreccin del mundo.

    Quizs las palabras de Borges corresponden al departa-mento de literatura, pero nos muestra algo similar a lo quesucede cuando alguien habla. Mientras hablamos, muchas denuestras palabras escapan a nuestra comprensin, funcionancomo el material de un sueo, y niegan, afirman, revelan tr-minos que desconocemos en ocasiones, y en otras no.

    As, la figura del lector que se prefigura para el discursoanaltico es el lector comn, el lector como tal. Slo y en tantotrata la palabra que se le presenta como el comentario de untexto que hubiese sido impreso. Que an permanece en elmisterio para aquel mismo que lo presenta. Lo que lo presen-ta, la palabra, resguarda un misterio an por hacerse, en lamedida en que el lector toma su puesto en la divisin que lalectura le propone, en la compleja relacin del or y del ver.

    De este modo, el lector del texto, tal cual lo proponemos,anuda el or y el mirar al leer. sta es la diferencia con ellector del libro. Ya que el libro parece mantenerse en silen-cio. Pero, en ocasiones, la emocin con la que el texto se hacepresente, es el rugido y la mirada desborda la imagen parahacerla presente.

    Como vemos, apenas este lector universal se ubica en losparmetros del discurso analtico, abandona toda psicolo-ga, todo parmetro de un normalismo lgico, para ahondaren lo absoluto singular. ste es, a la vez, forma extrema dela creacin social, que Jacques Lacan llam Sinthome. Y delcual la obra de James Joyce, pero tambin un anlisis quesoporte el nombre de tal, son ejemplos. El lector y el quehabla son secretamente solidarios en el logro de una escritu-ra que habla de lo real. No es la solidaridad del poeta, con sugenio o dios, coartadora de su libertad. Lo que queda claroes el lazo entre la escritura que se lee en el habla y un deseo,llamado en el psicoanlisis deseo del analista. Pues, como

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  • aclara Jacques Lacan: el analista obtiene su posicin de lalectura. El analista es un lector.

    Se trata, entonces, en este lector, de una captura del sen-tido oculto?... Es lograr extraer de una profundidad un senti-do claro...? Con un pensamiento as nos alejaramos de lo queestamos planteando. No hay sentido oculto ni profundo. Laproduccin de escritura en el habla no est ni lgicamente nitemporalmente escrita. Es una pura indecibilidad del habla.Instantaneidad, acto del instante, fugacidad, son las caracte-rsticas de su hacerse.

    El lector slo ubica un efecto de la letra, que se reconocecomo experiencia, de lo que el lenguaje ha hecho en el serque habla.

    II

    Esta letra marca las palabras que se hablan, y stas sehablan en el vnculo social.

    Las palabras suponen el vnculo social y la relacin aseres y cosas. La letra, virtual, es ese desecho en el vnculosocial. Dejado de lado, casi al pasar, esto centra nuestra in-vestigacin, nuestro trabajo. Pues el resto de la operacin decreacin, la letra, es el sitio del desecho en toda produccin.Esto es ms amplio de lo que imaginamos. El desecho, elresto, es la produccin por excelencia del capitalismo. Elhombre, al igual que los objetos de produccin tcnica, sondesechables. De all el sentimiento de provisionalidad, deprecariedad que habita en el hombre dentro de la llamadaglobalizacin capitalista. Por esto, nuestro trabajo se guapor el concepto de letra, y no slo por el de lengua, que entanto su extensin y su labor abarcan el rgimen de lo que essealizado como parlante-ser.

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  • III

    El paradigma del leer que se enuncia: Hay una escritura enla palabra slo si hay lector, marca un analista. Esto fue pre-sentado por quien esto escribe, a fines de 1998. Fue sopesadoy confrontado unos cuantos aos antes hasta su decantacin.

    De esa marca trata este libro. Ese analista experimenta,en su prctica, el arte de leer en la palabra. Este arte loejerce desde un discurso. Esto equivale a decir que l no esdueo de ese leer. No lo tiene, no dispone de l. Recorda-mos que hemos planteado, asimismo, al analista como equi-valente a este lector.

    Pues el leer en la palabra es pura instantaneidad, que noregistra diferencia temporal. El emerger conjunto de la pala-bra y el escrito. Es un desdoblamiento, primero en la serie.Habita en la palabra del hombre, esta duplicacin ordinaria.Pues es impensable el trabajo del lenguaje sobre el ser quehabla sin dicha duplicacin. Y reiteramos en llamarla ordina-ria, pues una vez que la lengua entra en contacto con la letra,se hace serie, repeticin, temporalidad, origen de la cifra.

    La poltica que marca al leer no es de este tiempo.Recorre la historia de la cultura del hombre. Segn Igna-

    cio Gmez de Llano (tomando como ejemplo slo una po-ca), el desdoblamiento de un texto no surge de la palabra,sino de la cermica. As lo seala:

    [...] en la Atenas de los Pisistrtidas, se quiebra por primera vez laley que prescriba la frontalidad en la representacin estatuaria, yse salta a la cermica de figuras rojas sobre fondo negro, que per-mite dar un realce y una precisin mayores. La estatuaria deja deser un arte religioso para convertirse en una tcnica productora deimgenes y, consiguientemente, las estatuas pasan a ser imge-nes figurativas que intentan evocar la realidad fenomnica.

    [...] el momento en que el poeta, a su vez, se reconoce a tra-vs de la palabra, cuyo carcter descubre por intermedio de lapintura y la escultura.1

    1. Filsofos griegos, videntes judos, Ignacio Gmez de Llano, p. 22.

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  • Son dos ejemplos de cmo en la historia de la cultura seestablece, lentamente, una invisibilidad de lo escrito en lapalabra, tejida sobre lo luminoso y lo oscuro, la perspectivay sus juegos pticos que permiten situar la anamorfosis, osea los engaa-visin. Aquello que slo puede ser captado endeterminada perspectiva.

    Y en cuanto al lector, el analista en este caso, su ejem-plo est an, si cabe, ms lejos en la historia. El analista quelee est ms cerca de formas de la cultura, la produccin yla distribucin que ya no pertenecen a esta poca. Y sin em-bargo, rigurosamente actual en lo que se conserva de ellas.Pues el analista que lee no posee lo que capta. La condi-cin de produccin de su sitio se asimila a experiencias his-tricas que el hombre no recuerda, donde el criterio de obrao propiedad privada quedan fuertemente cuestionadas.

    Pues a medida que el prestigio del ser desvinculado deltener se opaca en la historia de la cultura, triunfa el tener, elser del tener. El ser de la falta sucumbe.

    Los modos histricos en que se presenta el analista comolector, figura de la cultura, slo se hacen presentes en losestudios antropolgicos. Efectivamente, en pocas remotasse cazaba para la tribu y sta decida que se haca con ello, yno el cazador. El poseer no era el valor predominante. En elleer analtico esto queda en juego. Eso, que el analista pre-senta como lectura, no le pertenece. O sea, el sitio del analis-ta es contrahistrico.

    Qu tienen en comn actividades antiguas, destinadas ala satisfaccin de necesidades, con aquello que implica algotan alejado de ellas? En qu sentido es importante esto?

    Es un ejemplo del criterio con que se sita el vnculo so-cial, y la tica que lo rige. Por ello este libro se abre con el ar-tculo de Pedro Muerza. Y una serie de trabajos sobre la tica.Pues sin ello ninguna lectura es posible. Al menos la lecturaque proponemos en el habla. Se lee con el sujeto de la ciencia,s, pero en tanto remite al sujeto del habla. ste es el querecoge la traza de los antepasados. se que escapa en las pe-numbras de la historia. De este modo, el leer del analista sesita fuera del flujo temporal de la historia, para encontrarse

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  • en las encrucijadas donde el sujeto juega la carta ordinaria, enla repeticin estructural de algo no analizado.

    Volviendo a la cuestin del analista... Qu se hace con loque se produce en un anlisis, en tanto existe el lector? Enese sentido, el analista no se apropia de lo que lee, es delotro su distribucin, no se queda con el producto. El analis-ta espera lo que le corresponde. En esto, y en pocas cosasms, su posicin es la del artista.

    Hace valer su lectura, no como la solucin que propone,sino como aquella que viene del que habla, pues anula paral la creacin de nuevas palabras. No es el analista el crea-dor. El encuentro con la letra es el encuentro de la ocasin,del encuentro con lo que an est por escribirse.

    IV

    Dicha operacin de leer, entonces, es represin primor-dial, nunca se tendr. Slo puede efectuarse cada vez.

    A diferencia del artista, se produce en el discurso analticouna rara transmutacin: la palabra del que habla en posicinde analizante o el texto que se analiza, queda en la posicin delcreador de un texto. Y el analista es la obra de un discursoque, permanentemente, rehace su posicin en cada estilo.

    El analista ocupa la posicin de letra: es el deshecho de laoperacin de creacin. La relacin que surge con ese encuen-tro necesario, pasa a escribirse en las palabras brindando elsitio al lector... La letra queda luego suspendida, deshecho. Ysin embargo, hemos dicho antes que en acto y no es slo enun campo de smbolo. Entonces, nuevamente, de qu letra setrata, sta que marca el sitio del deshecho, orienta la causa,expone el acto del encuentro y su contingencia?

    No es la letra del idioma letrado. Es la letra en tantosita lo heterclito. As nos lo recuerda Bernard Levy, si-guiendo a Jacques Lacan, en su artculo, con esta frase con-tundente: Es letra, pero es objeto. Es objeto, pero es letra.

    Estos objetos, voz y mirada, recortan, en las palabras quenos han sido dadas que entraman la historia llamada propia,

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  • las palabras que nos importan. No todas las palabras ad-quieren la misma importancia. La voz y la mirada cargan devalor ciertas palabras en el caminante marcado del destino.Este objeto es el objeto voz, este objeto es la mirada. Voz ymirada impiden que todas las palabras no sean equivalentese igualmente mudas. Voz y mirada hacen que algunas pala-bras importen y otras no. Fundan equivalencias, identida-des, diferencias y similitudes. Con el discurso analtico seaprende a tejer la voz y la mirada con las palabras que recor-tan. Y con ellas se hace el mundo.

    Absoluto particular, capaz de universalidad.All se funda el mundo singular en el que cada cual abor-

    da el lazo social: lo que los objetos marcan en el ser, de letra.Pues la voz y la mirada no pueden pensarse fuera de suentramado a la lengua.

    La marca es la letra de la escritura que perdura, que lavoz y la mirada han puesto sobre el tapete de lo real.

    Para explicitar mejor de qu modo nos referimos a la vozy la mirada, en qu sentido lo planteamos podemos remitir-nos al escrito de Hans George Gadamer, cuya sutileza nosdeslumbra:

    [...] Pero qu hay que comprender? A mi juicio, lo siguiente: niun odo abierto a las melodas del mundo, ni una mirada que loabarca todo, ebria de la exuberancia (e injusticia) dorada delmundo, responden de manera justa a aquello que es. Slo unescuchar atentsimo de tal modo que la oreja parezca segre-gada, sea todo odo y un ojo que escruta a travs de unarendija finsima [...] son capaces, a esta altura, de captar aquelloque es. Pues slo cosas aisladas, apenas audibles, apenas visi-bles, dan conocimiento (humo de cnticos de las fuentes).2

    Una crtica que ha recibido nuestro trabajo es que se pri-vilegiaba el ojo, como la lectura paranoica de un ojo exte-nuado y extenuador.

    Nada ms lejos de nuestro trabajo. Sealamos, una vez

    2. Quin soy yo y quin eres t?, Hans-Georg Gadamer, p. 59.

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  • ms, en este libro, el valor equitativo de la palabra y la escri-tura que en ella se sita. No hemos dado prerrogativa a lapalabra sobre la escritura, ni a la segunda sobre la primera.Ambas, palabra y escritura, anudan un escritor que no sabecon un lector que se sorprende.

    Al analista, y en general a aquel que pretende situar loreal en un acto, no le es suficiente con la escucha. No es sinescucha, condicin necesaria, pero no suficiente, para dar elmarco de la verdad.

    Pues dicha verdad no es tanto la del concepto, como laverdad escrita en el cuerpo, de aquello que se escucha escri-biendo. As nos lo recuerda Manuel Duro Lombardo en sutrabajo, Hay que tomar el deseo a la letra, cuando parte dela inapetencia abordando lo imposible.

    Y porque hoy el debate, al menos en el psicoanlisis, noes sobre lo que se piensa tericamente, sino lo que se hacecon lo que se piensa. Hoy la cuestin, en verdad, es la mos-tracin de la prctica, y esto hasta tal punto que plantea unatransformacin de lugares: hoy, la teora es la prctica. Y esdesde sta que se pueden captar las cuestiones tericas. Estoes lo que sostiene, inteligentemente, el artista. No es slo sisabes hacerlo. Es, si lo haces.

    An cabe introducir preguntas sobre esto que se est rea-lizando: un ensayo sobre qu cosa es la escritura en el habla,y sus consecuencias. Una de estas preguntas (despus detodo, esta introduccin lo es, fundamentalmente, a pregun-tas y slo algunas respuestas de los autores). En definitiva,hemos situado que el yo habla, que palabrea todo el tiempoy en ese vnculo al lenguaje delira. Todo este delirio se hacecon otros o en soledad. Una cosa no quita la otra: mientrasel yo delira, el sujeto habla solo. Si es cierto que hemos si-tuado esta soledad del sujeto como el dilogo de los muertoscon los vivos, es decir, la traza de las generaciones, esto debequedar inscripto y simultneamente e instantneamente des-echado en las palabras del delirio que el yo profiere. Pero,que la letra es basura, desecho, producto desechable y dese-chado de la accin simblica, es central en los ltimos des-arrollos de Lacan. Pues si con el smbolo construimos cosas,

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  • stas entran siempre en la categora del desecho. Se llama aesto los consumidores. Y el cielo entero est cubierto de eseresto del producto de la ciencia, que se llama chatarra es-pacial. Pero ella ocupa lugar, ella tiene permanencia. Dichabasura es la nica constancia de que hubo una historia y enalgunos indicios de que hubiese habido una historia si ellallega a ser lo que est siendo ahora. Pues el estilo del dese-cho es el estilo de la decisin que se ha tomado en el mo-mento: expresa el clculo y el monto, el ngulo y la prctica.En las palabras aparece el efecto de este empuje de la letra,que portan el efecto de la letra que ha sido eliminada. Comosi nunca hubiese existido.

    De aqu parte la inmensa dificultad que tiene el leer en lapalabra. Pues el lector que se precia de habitar esa lgica dellector infalible, de aquel que no abandona la lectura justo,justito, porque no comprende. Y lo que comprende lo supera.Y aquello que lo supera le permite comprender que el hombrees pura exterioridad de lenguaje, puro efecto del lenguaje, quetomando el as llamado ser, le hace tener cosas como su cuer-po, el amor y el temblor y, en definitiva, que no hay ningunaenfermedad ni mal interior. Y slo lazo al otro, vnculo socialque nos hace y nos deforma, nos enloquece y enriquece.

    Es que yo..., dice el pequeo heideggeriano, repasadopor Lacan, esqueyo... todo junto grita e intenta el recono-cimiento. Pero esta bsqueda es vana, pues mi ser es el ser-de-al-lado, el vnculo social.

    Slo se puede habitar en el tener: tener un cuerpo, unsentido, un amor, una letra. Perentoriedad y contingencia,soledad acompaada.

    LACAN: LA MARCA DEL LEER es el ttulo de este libro. Ques aquello que marca Lacan...? Nuestra respuesta es: Lacanmarca el leer en la palabra, como herencia de lo que antes (yaun, desgraciadamente, todava) se llam interpretacin. Ellugar del interpretador pasa a ser el inconsciente, que pro-duce, segn Freud, interpretacin.

    Por decirlo de otro modo, el que habla ya carga con lainterpretacin.

    Ella se escribe en las palabras. Por ello, sa es la condi-

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  • cin mnima y mxima de esta arquitectura simblica, slose despliega si hay lector. Pero, siempre hay lector. En looral o lo escrito.

    Al situar de otro modo el objeto, Lacan marca un lectorde otro modo. Es que el libro lee al lector, tachndolo deeste todo conocimiento y el lector avanza en la perspectivade aquello que lo lee. As lo seala el gran Harold Bloom ensu libro Shakespeare. La invencin de lo humano:

    Lo que Hamlet ejerce sobre los personajes de su entorno es uneptome del efecto de las obras de Shakespeare sobre sus crti-cos. He luchado hasta el lmite de mis capacidades por hablar deShakespeare y no de m, pero estoy seguro de que las obras haninundado mi conciencia, y de que las obras me leen a m mejorde lo que yo las leo. Una vez escrib que Falstaff no aceptara quenosotros le fastidiramos, si se dignara representarnos. Eso seaplica tambin a los iguales de Falstaff, ya sean benignos comoRosalinda y Edgar, pavorosamente malignos como Yago y Ed-mundo, o claramente ms all de nosotros, como Hamlet, Mac-beth y Cleopatra. Unos impulsos que no podemos dominar nosviven nuestra vida, y unas obras que no podemos resistir nos laleen. Tenemos que ejercitarnos y leer a Shakespeare tan tenaz-mente como podamos, sabiendo a la vez que sus obras nos lee-rn ms enrgicamente an. Nos leen definitivamente.

    As, nuestro lector, el que este libro comienza a presen-tar, es el efecto de un trabajo que comienza en 1990. Que seplasma en 1996 en una pequea publicacin del Centro deEstudios Fredianos de Granada, La sesin y su texto. Y pro-sigue sin urgencia, pues ste es el camino de los que sabendnde conduce: a interrogar, hasta las ltimas consecuen-cias, la presencia del mal en el hombre. No para extirparlo,sino para comprenderlo y encontrar all la raz del sntoma.No para erradicarlo, sino para construir los andamiajes sim-blicos que permitan hacer con el mal.

    En cada captulo de este libro encontraremos huellaspara ello. Preguntas y alguna respuesta. Nuestro lector en-tonces es un pobre hombre, ninguna genialidad para ha-cer surgir la objetividad del objeto. Pues, si bien no hay obje-

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  • tividad, s hay la distancia necesaria para contemplar el va-co, y leer lo que de l surge. Qu hace entonces el vnculosocial llamado psicoanlisis...? Hace del lector un centro dela significacin, de su trabajo un suplemento imprescindiblede todo sentido real. Es, entonces, el lector que preconiza-mos un santo? Qu va!! l es el destructor del sentidodado, del destino religioso, del cnico y su estpida manio-bra para ganar, cuestiona la ciencia y su delirio, la lgica ysu certeza que piensa y, sobre todo, la garanta llamada ins-titucin. Pues si hay algo que en verdad se puede afirmar es:el psicoanlisis no ha realizado ni pensado una institucindiferente a lo existente: ejrcito, iglesia o secta.

    De este modo, los que hemos optado por el campo del leer,que es equivalente a lo que se puede nombrar como campodel goce, preferimos el fuego que sale de la boca del dragn.Y no la complicidad retrica de los que quieren que todo sigaigual. Y si nada se puede modificar, preferimos observar conlos ojos del nio el mundo de los gigantes estpidos. Y anms, para colmo, no nos declaramos derrotados; queremoscambiar el mundo con la pequea voz de nuestro discurso. Loque aqu se plantea no es ni pica, ni imposible. Pues nuestralgica no es la del sentido ni la del sinsentido. Es la del ante-sentido, la del pre-sentido. Siempre el lector est, ante el senti-do, advertido y de all deviene la posicin del pre-sentido. Loque an del enigma no se ha presentado y que lo quiere, losacude, lo inquiere y lo despierta. As, el lector se percata delvaco que lo ha anticipado, de las palabras que en l se crean.Esas palabras lo modelan y con esas palabras juega. De allsurgen las suertes del que finalmente! ha echado a andar enlas palabras. Y ya jams podr dejarlas.

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