la vida sexual de los salvajes

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4. Esponsales infantiles Y matrimonios entre primos El matrimonio normal se da por la libre elección del vínculo entre los indígenas, que es legal después de consumado el mismo. También ocurre que los niños antes de escoger por si mismos ya tienen compromisos hechos por sus padres y parientes. Las promesas matrimoniales infantiles siempre están asociadas a los matrimonios entre primos; el hijo de un hombre y la hija de su hermana son las personas más adecuadas para unirse entre sí. Cuando la mujer tiene mucha edad para casarse con su primo, es reemplazada por su hija. El marido de la hija de la hermana del jefe, tendrá ciertos privilegios dentro de la comunidad cuando se casen. Según las costumbres indígenas, tendrá superioridad ante los parientes de su mujer, tomará parte en los negocios y magia de la tribu entre otros, pero cuando el jefe muera estos privilegios llegan a su fin. El hermano de la muchacha no puede oponerse el matrimonio porque este fue acordado cuando eran niños, además el tabú de la tribu se lo impide. 5. Alianzas matrimoniales en la familia de un jefe

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La Vida Sexual de los Salvajes

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Page 1: La Vida Sexual de los Salvajes

4. Esponsales infantiles Y matrimonios entre primos

El matrimonio normal se da por la libre elección del vínculo entre los indígenas, que es legal después de consumado el mismo. También ocurre que los niños antes de escoger por si mismos ya tienen compromisos hechos por sus padres y parientes. Las promesas matrimoniales infantiles siempre están asociadas a los matrimonios entre primos; el hijo de un hombre y la hija de su hermana son las personas más adecuadas para unirse entre sí. Cuando la mujer tiene mucha edad para casarse con su primo, es reemplazada por su hija.

El marido de la hija de la hermana del jefe, tendrá ciertos privilegios dentro de la comunidad cuando se casen. Según las costumbres indígenas, tendrá superioridad ante los parientes de su mujer, tomará parte en los negocios y magia de la tribu entre otros, pero cuando el jefe muera estos privilegios llegan a su fin.

El hermano de la muchacha no puede oponerse el matrimonio porque este fue acordado cuando eran niños, además el tabú de la tribu se lo impide.

5. Alianzas matrimoniales en la familia de un jefe

Los indígenas no tienen una razón verdadera ni justificaciones argumentadas para explicar el matrimonio entre primos, pero dicen "el matrimonio entre hermano y hermana es ilícito" ("hermano y hermana" en el sentido más amplio: gente moza de sexos opuestos, de la misma generación. emparentada por intermedio de la madre). "Casarse con una tabula (prima) está bien; la verdadera tabula (prima hermana) es la mujer que más nos conviene."

Únicamente el matrimonio entre hombre y mujer nacidos de hermano y hermana es legal. Pero es importante aclarar que: es el hijo del hermano quien debe casarse con la hija de la hermana; y no la hija del hermano con el hijo de la hermana. La prohibición del segundo

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caso se debe a que, una muchacha llama al hijo de la hermana de su padre tamagu "mi padre". El matrimonio con el padre propiamente dicho o con el hermano del padre es incesto y es prohibido por un tabú rígido.

La razón por la cual se debe aprobar el matrimonio entre primos, la explica un indígena al decir: "Querría tener por nuera a una verdadera parienta. Querría tener a alguien que pudiese cuidarme en mi vejez; que pudiese cocer mis a1imentos y arrancar mis canas. No. está bien que todo esto lo haga una extrajera. Pero si ha de hacerlo alguno de los míos, no temo nada." Para un padre es importante tener junto al él a su hijo y la mujer de éste, que lo cuiden y protejan de la hechicería que teme puedan hacerle extraños. A pesar de querer a su propio hijo, un hombre prefiere tener a su lado a alguien de su propia veyola (parentela materna), y esto. Sólo es posible cuando el hijo se casa con su prima ¡directa, es decir, Con la hija o. la nieta de la hermana del padre.

6. Ceremonial de los esponsales infantiles

Los compromisos infantiles comienzan cuando el hermano a nombre de su hijo, pide la mano de la hija de su hermana. La petición de mano se puede hacer al nacer el hijo, si la hermana del padre tiene una hija o nieta que pueda ser la esposa del recién nacido. La diferencia de edad no puede ser mayor de dos o tres años. El padre del muchacho puede esperar, y si en diez años después al nacimiento de su hijo su hermana da a luz una hija, puede reclamarla como futura nuera sin que su hermana se pueda negar. Después de concluido el acuerdo el padre del muchacho ofrece un regalo (vaiqu'a) al marido de su hermana, es decir, al padre (tama) de la prometida, ofreciéndolo dice: " a fin de que no. se acueste Con hombres, no. haga katuyausi (escapatorias amorosas) ni duerma en las bukumatula (casas de célibes)".

Los indígenas consideran el vaypokala (esponsales infantiles) Como equivalente del matrimonio real. Se habla de los prometidos Como de marido y mujer, y ellos mismos se dan estos nombres.

La madre y los parientes de la muchacha prometida, deben ofrecer regalos en especies alimenticias y anualmente una parte de su cosecha a la pareja.

Para evitar las infidelidades de los muchachos, el padre del comprometido controla a su hijo y a su nuera le recuerda la autoridad que tiene como su tío, quien dice: "Ella teme morir (por arte de hechicería) o ser golpeada por mí." La muchacha también es vigilada por su madre. A pesar de esto, los roces son frecuentes, y también las rupturas.

CAPITULO VIDIVORCIO Y DISOLUCION DEL MATRIMONIO POR DEFUNCION

1. El divorcio

Llamado por los indígenas vaypaka (vay=matrimonio; paka, de payki, rehusar), no es un caso raro. Cuando entre marido y mujer existen desacuerdos demasiado grandes o celos brutales, pueden llegar a divorciarse. Esta decisión la usa más la mujer que el hombre. El hombre tiene derecho a matar a la mujer cuando comete adulterio, pero generalmente se practican castigos físicos y muestra enfado por cierto tiempo. Cuando el hombre tiene quejas sobre su mujer como la pereza o mal carácter, puede ser consolado fuera de casa.

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Hay mujeres que han abandonado a sus maridos por malos tratos, infidelidad o porque se enamoraron de otro hombre. También, hay casos donde las mujeres abandonan a sus maridos porque no les agradan y se cansan de ellos.

La mujer abandona su hogar con sus pertenencias, y va a casa de su madre o de su pariente más cercano. Allí se queda esperando que sucede y gozando de completa libertad sexual. Si el marido quiere, puede intentar convencerla de desistir enviando regalos; si los regalos son rechazados enviara más cuantas veces quiera. Si la mujer acepta los regalos debe volver con su marido terminado así el estado de divorcio. Si la mujer está decidida a no reanudar el matrimonio, el marido debe buscar otra mujer.

Si la mujer es joven, puede volver a la vida de soltera y entablar relación tras relación mientras vive en la casa de los célibes. Una de estas relaciones puede prolongarse y llevar al matrimonio.

En caso de divorcio, los hijos siempre siguen a la madre. Durante la fase de soltera de la madre, los hijos viven en casa del pariente materno casado más cercano.

2. Muerte y luto

La muerte del marido no hace libre a la mujer, por el contario la costumbre la obliga a permanecer en duelo; a dar muestras dramáticas de desconsuelo y angustia a partir del primer día de la muerte, durante meses y a veces durante años. Debe permanecer así ante los ojos del público que ven como una ofensa el incumplimiento de su deber como viuda. Algo así se le exige al viudo pero en menor grado, su luto es menos pesado y complicado, y la vigilancia es de menos rigurosa.

El ritual fúnebre es bastante complejo, con obligaciones y contra obligaciones, donde se muestran algunas ideas interesantes, confusas y extravagantes sobre los parentescos, el matrimonio y los vínculos sociales que existen entre padre e hijo.

El cadáver es exhumado dos veces; se le corta y separan de su esqueleto algunos huesos que son distribuidos a unos y otros. El espíritu del difundo ignora todo lo que padece su cuerpo y sus huesos, y como vive ya una dichosa existencia en Turna y ha respirado la magia del olvido y contraído nuevos vínculos, no se ocupa lo más mínimo de lo que sucede en este bajo mundo. Los rituales practicados sobre los restos del difundo son una clase de juego social de unos contra otros.

A partir del momento de su muerte, la gentileza entre sus parientes reales de la línea materna, hijos, parientes políticos y amigos se manifiesta con signos visibles. Los consanguíneos del difunto caen bajo un tabú que les obliga a apartarse del cadáver; no les está permitido lavarlo, ataviarlo, acariciarlo ni tomar parte en su inhumación, pues si lo hicieran serían atacados por influencias perniciosas, capaces de enfermarlos y de causarles la muerte; pero les está permitido expresar su pena con llanto. No se permite tocar el cadáver a ningún miembro del clan.

La actitud de la viuda, los hijos y los parientes políticos con respecto al difunto y a su cadáver, es un sufrimiento no espontaneo que deben manifestarlo de manera pública por medio de signos exteriores, de lo contrario provocarían una ofensa contra los miembros del subclan del que formaba parte el difunto.

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Por último, al lado del cadáver se sienta un grupo de mujeres, que manifiestan la aflicción más profunda; y, en primer plano, se ve a la viuda, asistida por sus hijas y hermanas. En este grupo, así como en el formado por los hijos, un observador que conozca bien a los indígenas distinguirá fácilmente una mezcla interesante de desconsuelo simulado y de dolor verdadero, de imitación y de sinceridad.

3, Ceremonias fúnebres y obligaciones del luto

Cuando la muerte está cerca, la esposa y los hijos, los parientes todos de sangre y por alianza, se reúnen en torno del lecho, llenando la cabaña al límite. Cuando el moribundo da el último suspiro, la cabaña entra en lamentación, la viuda es la primera en dar un grito que es seguido por otras mujeres hasta que la aldea entera se llena de las armonías con los cantos fúnebres. A partir de ese momento todas las actividades serán acompañadas por dichos cantos, a veces fuertes a veces dulces y melodiosos.

El cadáver es lavado, ungido y cubierto de adornos; los orificios del cuerpo son tapados con fibras sacadas del coco; las piernas son atadas entre sí y los brazos colocados a lo largo del cuerpo. Así preparado, se coloca sobre las rodillas de una fila de mujeres sentadas en el piso de la cabaña; en un extremo de esta fila se coloca el viudo o la viuda, que debe sostener la cabeza del cadáver. Las mujeres acarician el cuerpo, pasan tiernamente sus manos por la piel, aprietan objetos preciosos contra su pecho y su abdomen, mueven ligeramente sus piernas y agitan su cabeza, al ritmo de las lamentaciones. La gente de luto derrama lágrimas y mucosidades de sus narices, estas secreciones las recogen y se untan el cuerpo o las dejan en un lugar visible. Afuera, ciertas mujeres, parientes políticas del difunto, danzan sosteniendo en sus manos las reliquias.

Durante este tiempo los hijos cavan la tumba donde será depositado el cadáver unas horas después, quien está envuelto en una esterilla; la tumba se cubrirá con leños donde descansara su mujer para vigilar el cuerpo; su hija puede estar al lado, sus hermanas parientes, amigas y parientes políticos del difunto rodean la tumba.

A la noche siguiente, el cuerpo es exhumado y se buscan en él signos de hechicería. El cuerpo es sacado de la tumba y separado algunos huesos de su esqueleto; esto es hecho por lo hijos del difunto que guardan algunos huesos como reliquias y los demás se distribuyen a sus parientes. Según la costumbre los hijos del difunto deben mientras limpian los huesos chupar un fragmento de su sustancia descompuesta. Se les oye decir, con un sentimiento de piadoso orgullo: "Chupé el radio de mi padre; me alejé para vomitar; regresé luego y continué." los huesos son transformados de acuerdo con los usos utilitarios u ornamentales a que habrán de ser dedicados: el cráneo es convertido en cacharro para uso de la viuda; el maxilar inferior en ornamento que se coloca en tomo del cuello y cae sobre el pecho; el radio, el cúbito y la tibia en espátulas, que se emplean para comer nueces de betel y areca.

Esta costumbre expresa el deseo que siente la viuda y los hijos de conservar algo del muerto querido. "La reliquia (kayvaluba) mantiene en nosotros el recuerdo del difunto y enternece nuestro interior." Los parientes' políticos más lejanos y los amigos del difunto reciben sus uñas, dientes y cabellos, que transforman en diversos adornos. Los objetos personales del difunto también se distribuyen.

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Después de la segunda exhumación, el cuerpo es enterrado, concluye el velorio y la gente se dispersa. Pero la viuda debe encerrarse en una angosta jaula, construida en el interior de su casa, en la que permanecerá durante meses. Sólo puede hablar en voz baja; no debe tocar con sus manos ningún alimento ni bebida, sino esperar a que otros se los pongan en la boca; permanece encerrada en la oscuridad, sin aire fresco y sin luz; su cuerpo está cubierto por una capa de grasa y hollín, y no será lavado durante meses. Satisface allí todas sus necesidades, encargándose sus parientes de la limpieza.

A medida que su viudez se aproxima a su fin (su duración depende de la posición del marido y varía entre seis meses y dos años), se reduce poco a poco la severidad de su luto. Se le autoriza a hablar y, finalmente, se levanta su luto acompañado de ciertos ritos. La viuda es lavada, ungida con aceite y vestida con una fastuosa falda tricolor de fibra vegetal. A partir de este momento, es libre de volver a casarse.

4. Ideología del luto

Una idea es la del tabú que le prohíbe a los parientes maternos acercarse al difunto durante su funeral, porque es peligroso si se aproximan a él caen enfermos; su vientre se hincha y corren peligro de muerte.

Inmediatamente después de separar los huesos y enterrar el resto, el subclán del difunto organiza la primera distribución importante de alimentos y objetos útiles, con los que se paga ampliamente a la viuda, hijos y demás parientes políticos, así como a los que, sin parentesco, llevan el duelo, los servicios prestados al velar el cadáver y cavar la tumba. Esta complicada serie de distribuciones se prolonga durante años, e implica una red de obligaciones y deberes, pues los miembros del subclán del difunto deben gestionar alimentos y entregarlos al organizador principal, jefe del subclán, quien, después de recibidas todas las contribuciones, procede a la repartición entre los diversos beneficiarios.

Primero, la exhibición de dolor de la viuda y sus hijos, se hace para cumplir a su difunto y al subclan con el código moral, este cumplimiento es vigilado por la opinión pública y los consanguíneos del muerto. "Nuestras lágrimas son para que las vean los parientes de nuestro padre" En segundo lugar, las muestras de desesperación y luto por parte de la viuda y sus hijos demuestran a todos que eran realmente buenos con el difunto y que cuidaron de él durante su enfermedad. Con esto se aleja toda sospecha de complicidad en el posible asesinato del marido por parte de la magia negra.

Los trobriandeses ven en toda muerte, un acto de hechicería, excepto cuando es causada por el suicidio o por un accidente visible, tal como el envenenamiento o una lanzada. Según el sistema ideológico tradicional, sólo los parientes maternos de un hombre son capaces de cuidar de su bienestar, de sentir por él un afecto real, y sólo ellos se hallan libres de toda sospecha de una tentativa criminal contra él. Su mujer y sus hijos no son para él sino simples extraños, y la costumbre niega toda verdadera comunidad de intereses entre ellos. Entonces a sospecha de hechicería que recae sobre la viuda y los hijos al morir el marido.

En las islas Trobriand, el dolor sincero de la viuda y los hijos se halla disfrazado por la demostración oficial que se les impone. Pero pueden sorprenderse sus sentimientos reales observando su comportamiento en otros momentos, sobre todo en circunstancias críticas. Más de un marido ha pasado noches enteras al lado de su esposa enferma, entre

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esperanza y desaliento, y desesperación cuando se decía que la enferma no tenía salvación.

Se observan ciertas diferencias en el modo con que viudos y viudas sienten y expresan su dolor, conformándose algunos simplemente a cumplir la costumbre, otros dejándose llevar por su espontaneidad.