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La vida religiosa CAMILO MACCISE La rapidez de los cambios y el dinamismo de la evolución en todos los órdenes que caracterizan el mundo de hoy hacen que los hombres se interroguen sobre su futuro próximo y re- moto. Actualmente se realizan en pocos años cambios que antes hubieran requerido siglos. Esto sucede no sólo en la sociedad, sino también en una Iglesia que ha vuelto a tomar conciencia de estar en el mundo, participando de sus «gozos y esperanzas, tris- tezas y angustias» 1. Decía, con razón, el P. Arrupe: «Creo que la Iglesia ha vivido hasta ahora su prehistoria y no su historia verdadera y propia. Los dos mil años transcurridos no deben ser calculados o medidos con el metro de hoy... quince años de hoy equivalen a treinta de ayer; treinta de ayer son como cien de anteayer, yesos cien contaron lo equivalente a un millón en cuanto al crecimiento de la población» 2. Si tenemos esto presente, no nos debe extrañar el hecho de que los religiosos se pregunten también sobre su futuro 3; que traten de aproximarse a él desde las realidades del presente. 1 GS, 1. 2 P. ARRUPE, Un "uovo esodo. La vita religiosa si interroga sul suo futuro (Bologna, 1980), p. 152. 3 Además del libl'O del P. Anupe sobre el tema, señalamos, entre otros: B. SORGE, Il futuro delta vita religiosa, Roma, Ed. Rogate, 1979; J. B. METZ, Las 6rdenes religiosas. Su misión en UN futuro pr6ximo como testimonio vivo del seguimiento de Cristo) Bfltce- lona, Ed. Herder, 1978; B, HARING, Los religiosos del futtlro, Barcelona, Ed. Herder, 1972; S. MATELLÁN, Hacia nuevas forlllas de vida religiosa, Madrid, Inst. Teológico de Vida Religiosa, 2." ed" 1973; G. MORAN, The new cOlllml/nity: religiotls lile in an era of change, New York, Ed, Herder, 1970; CONCILIO PASTORAL HOLANDÉS, Religiosos en una so- ciedad l/lleVa, Salamanca, Ed. Sígoeme, 1971; V. de COUESNONGLE, Le courage du fUltll', Paris, Ed. c1u Cerf, 1980; Th. MATURA, La vie religiellse all tOl/rnallt, Paris, Ed. du Cerf, REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 43 (1984), 59-93,

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La vida religiosa

CAMILO MACCISE

La rapidez de los cambios y el dinamismo de la evolución en todos los órdenes que caracterizan el mundo de hoy hacen que los hombres se interroguen sobre su futuro próximo y re­moto. Actualmente se realizan en pocos años cambios que antes hubieran requerido siglos. Esto sucede no sólo en la sociedad, sino también en una Iglesia que ha vuelto a tomar conciencia de estar en el mundo, participando de sus «gozos y esperanzas, tris­tezas y angustias» 1. Decía, con razón, el P. Arrupe:

«Creo que la Iglesia ha vivido hasta ahora su prehistoria y no su historia verdadera y propia. Los dos mil años transcurridos no deben ser calculados o medidos con el metro de hoy... quince años de hoy equivalen a treinta de ayer; treinta de ayer son como cien de anteayer, yesos cien contaron lo equivalente a un millón en cuanto al crecimiento de la población» 2.

Si tenemos esto presente, no nos debe extrañar el hecho de que los religiosos se pregunten también sobre su futuro 3; que traten de aproximarse a él desde las realidades del presente.

1 GS, 1. 2 P. ARRUPE, Un "uovo esodo. La vita religiosa si interroga sul suo futuro (Bologna,

1980), p. 152. 3 Además del libl'O del P. Anupe sobre el tema, señalamos, entre otros: B. SORGE,

Il futuro delta vita religiosa, Roma, Ed. Rogate, 1979; J. B. METZ, Las 6rdenes religiosas. Su misión en UN futuro pr6ximo como testimonio vivo del seguimiento de Cristo) Bfltce­lona, Ed. Herder, 1978; B, HARING, Los religiosos del futtlro, Barcelona, Ed. Herder, 1972; S. MATELLÁN, Hacia nuevas forlllas de vida religiosa, Madrid, Inst. Teológico de Vida Religiosa, 2." ed" 1973; G. MORAN, The new cOlllml/nity: religiotls lile in an era of change, New York, Ed, Herder, 1970; CONCILIO PASTORAL HOLANDÉS, Religiosos en una so­ciedad l/lleVa, Salamanca, Ed. Sígoeme, 1971; V. de COUESNONGLE, Le courage du fUltll', Paris, Ed. c1u Cerf, 1980; Th. MATURA, La vie religiellse all tOl/rnallt, Paris, Ed. du Cerf,

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 43 (1984), 59-93,

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No resulta fácil predecir el futuro. Las transformaciones ace­leradas, la libertad humana y los caminos imprevisibles del Es­píritu cierran el paso a pronósticos certeros y a dogmatismos so­bre el porvenir de la vida religiosa. La historia no está sujeta a la ley del eterno retomo. El designio de Dios la orienta haciendo cosas nuevas que sorprenden y cambian su curso (cfr. Is 43,19; Ap 21,5). Con todo -yeso es lo que pretendemos en este tra­bajo-, es posible hacer algunas previsiones a partir de 10 que se está viviendo. Los «signos de los tiempos»: sucesos, inquie­tudes, corrientes de pensamiento y de acción que caracterizan un momento histórico y le imprimen su sello, son, a la luz de la fe, uno de los canales a través de los cuales Dios nos habla, nos cuestiona e interpela. Los «signos de los tiempos» señalan derro­teros, permiten deducciones, llevan en germen 10 que será el ma­ñana.

A la base de nuestras reflexiones sobre el pasado y el pre­sente de la vida religiosa está -además de los estudios y con­sideraciones realizados por otros- la experiencia de un contacto directo con religiosos y religiosas que, en diversos contextos so­cioculturales y eclesiales, buscan vivir y expresar su opción ra­dical en el seguimiento de Cristo en formas que respondan a los

1971; «Quelle vie religeuse pou!' demain?», en Vie Comacrée, 52 (1980), 237-251; VARIOS, Religiosos en tilia sociedad laica, Madrid, Inst. Teológico de Vida Religiosa, 1979; VARIOS, Pe,' tina presenza viva del Religiosi nella Chiesa e nel filando, Torino, LDC, 1970; M. A. ASIAIN, La vida religiosa en la Iglesia, Salamanca, 1977; B. SECONDIN, Seq/lela e Profezia. Ereditá e avve/lire della vita cO/lsacrala, Roma, Ed. Paoline, 1983; A. HORTELANO, «El futuro de la vida religiosa. El segundo aggiornamentO/>, en Revista de Espiritualidad, 31 (1972), 89-100; P. ARRUPE, «El futuro de la vida religiosa», en La Iglesia de hoy y del futllro, Santander, Sal Terrae, 1982; VARIOS, «Renovación y futuro de la vida reli­giosa», en Vida Religiosa, 46 (1 marzo 1979); VARIOS, «El futuro de la vida religiosa», en Concilitlfll, 10 (1974), n. 7; EQUIPO DE TEÓLOGOS CLAR, Vida religiosa e!l América Latina. Sus grandes líneas de búsqueda, Bogotá, Indo-American Press Service, 1974; Ten­dencias proféticas de la vida religiosa en América Latina, Bogotá, Indo-American Press Service, 1975; Vida religiosa en América Latina a partir de Medellíll. Nueva situaci6n, Bogotá, Inclo-American Press Service, 1976; CUSSIANOVICH, A., Desde los pobres de la tie­rra. Perspectivas de vida religiosa, Lima, CEP, 1975; VILANOVA, E., «El sentido de la vida religios",>, en Comlllullio, 3 (1981), 279-287; A. GUERRA, La reforma teresialla y las refor­lilas posconciliares de la vida religiosa, lb., 334-350; E. PÉREZ DE LABORDA, ¿La vida con­sagrada, un sinsen/ido?, lb., 351-358; CLAR, Experiencia latinoamericana de Vida Reli­giosa. 1959-1979. Veinte años de propuestas y respuestas, Bogotá, Indo-American Press Ser­vice, 1979; <<Vida Religiosa en América Latina. Aporte para Puebla», en Boletín CLAR, 16 (1978), nn. 9-10; Nuevas perspectivas de la Vida Religiosa en América. Canadá. Esta­dos Unidos. Latinoamérica, Bogotá, Indo-American Press Service, 1975; Hacia el futuro de la Vida Religiosa en América, Bogotá, Indo-American Press Service, 1977; VARIOS, «Los religiosos a partir de Puebla», en Vida Religiosa, 48 (1 marzo 1980); FAVALE, A., «Dina­mica storica e ruolo delle príncipali forme di vito consaerat.», en Vila consacra!a, 19 (1983), 39-55, 211-227; O. GIRARDI, La vito religiosa l/e/la missione del/a Chiesa, lb., 165-176, 360-372. ASSEMBLEA USMI-CISM 1981, I religiosi /le/la Chiesa italiana verso la III10va socie"l, Roma, Ed. Rogate, 1981.

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desafíos de los tiempos nuevos. Hemos podido constatar las ten­dencias diversas e incluso opuestas en los caminos de renovación de la vida religiosa. Hemos conocido éxitos y fracasos, luces y sombras de este período de cl'isis en el que comienzan a deli­nearse algunos rasgos de la vida religiosa del futuro. Junto a estos esfuerzos, de valor y eficacia desiguales, están el inmovilis­mo, el estancamiento en un pasado que carece de sentido en muchos aspectos, el apego a las segul'idades de las estructuras anteriores. Existe la tensión entre lo institucional y 10 carismá­tico.

I. ESCRUTANDO LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS

El futuro smge del encuentro del pasado con el presente a través de necesarias cl'isis de crecimiento. Para otear el hol'i­zonte del porvenir hay que colocarse en el momento actual y mirar también a la historia. Desde esa doble perspectiva pueden predecirse aproximativa mente las líneas maestras de la vida re­ligiosa del mañana en la Iglesia.

La vida religiosa está dentro de la Iglesia y ésta en el mun­do. Por ello es indispensable tener presentes los cambios que se han realizado en el ámbito social y eclesial. Ellos influyen deci­sivamente en el modo de concebir y de vivir el carisma de la vida consagrada.

1. La vida religiosa: carisma suscitado por el Espíritu

La Constitución dogmática Lumen Gentium presentó la vida religiosa como un don divino o carisma del Espíritu para bien de la Iglesia 4. Al describir el misterio de la comunión de los creyentes, Pablo usa la imagen de Cuerpo (cfr. 1 COl' 12,27; Ef 4,12). En él cada miembro tiene una función para bien de los demás. Existe diversidad en la unidad. Los carismas son co­municados por el mismo y único Espíritu (cfr. 1 COl' 12,11) Y por Cristo, como Cabeza y principio de unidad (cfr. Ef 1,22).

Los carismas son dones que Dios concede gratuitamente para

4 LG, 43; cfr. pe, 1.

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edificación de la Iglesia en el amor -carisma fundamental­bajo la dirección apostólica (cfr. 1 Cor 12,31; 14,33).

Desde este punto de vista, la vida religiosa ha sido conside­rada como un carisma para bien del Pueblo de Dios. En ella se acentúa una forma de seguir a Cristo, que tiene como ideal ins­pirador al grupo de los Doce, escogidos para estar con Jesús y para ser enviados a predicar (cfr. Mc 3,14). Lo que caracteriza la vida religiosa no es el llamado a la perfección. Esta es la meta de todo cristiano. Lo propio de los religiosos es el estilo, la manera en que viven el seguimiento de Jesús. El exige de todos sus discípulos el relativizar los vínculos familiares y los bienes materiales y llevar la cruz detrás de El (cfr. Le 14,25-27.33; 9,23), La vida religiosa interpretó existencialmente estas exigen­cias de una manera peculiar; relativizó los vínculos familiares a través del voto de castidad; los bienes, por medio de la pobreza; y el llevar la cruz lo concretizó en la obediencia como compro­miso de búsqueda y cumplimiento de la voluntad de Dios en una comunidad bajo la guía de un superior. Otro aspecto impor­tante desde los principios fue la referencia explícita o implícita de los religiosos al modelo de la comunidad cristiana primitiva, descrita en forma idealizada por Lucas en el libro de los Hechos (cfI'. He 2,42-47; 4,32-35). En esa comunidad se vive la doc­trina evangélica como grupo al servicio de la Palabra, de la ora­ción y de los hermanos en la comunión de la caridad.

La vida religiosa como carisma, aunque no pertenece a la estructura jerárquica de la Iglesia, «pertenece, sin embargo, a su vida y a su santidad» 5. Esto pide a los religiosos una relec­tura constante de las enseñanzas de Jesús para encontrar, bajo la acción del Espíritu, nuevas formas que hagan concreto y ope­rante su seguimiento de Cristo para el servicio del Reino.

2. Concretizaciones históricas del carisma de la vida religiosa

Los Institutos religiosos surgieron como una respuesta histó­rica suscitada por el Espíritu frente a situaciones de crisis o para salir al encuentro de las necesidades de los hombres. De allí que se insertaran admirablemente en las circunstancias de la épo-

5 Cfr. LG, 44.

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ca y hablaran un lenguaje vital e inteligible para los contempo­ráneos. Las Congregaciones religiosas van apareciendo como mul­tiformes intervenciones del Espíritu en consonancia con los pro­blemas religiosos y sociales que caracterizan la historia de la hu­manidad en momentos diferentes. Del eremitismo se pasa a la vida cenobítica. Junto a los esquemas monásticos aparecen, en un momento oportuno, y más de acuerdo con las circunstancias, las Ordenes mendicantes, cada una con aspectos propios dentro de una línea común. Cambios en la Iglesia y en el mundo van dando lugar, más adelante, a nuevas formas de vida religiosa con el acento en el aspecto diaconal. Simultáneamente, se reali­zan reformas en los Institutos antiguos. En un mundo seculari­:zado se hacen necesal'Íos estilos diversos de consagración y apa­recen entonces los Institutos seculares. Diversas formas históri­cas de vida religiosa han ido desapareciendo 6.

Toda esta gama de grupos consagrados a Dios es fruto de un carisma que, aunque se concretiza en un momento histórico, va más allá de él. Su función de servicio exige que permanezca abierto a las nuevas necesidades si no quiere agotarse al desapa­recer las formas concretas en las que se expresó cuando fue suscitado por el Espíritu. Es necesario distinguir entre la vocación religiosa y el estilo de vida en el cual se expresa. Es fundamental no confundir 10 esencial con 10 que es simplemente un condi­cionamiento cultural. De otro modo se corre el peligro de ser infieles al carisma por una anquilosada fidelidad a sus concreti­zaciones pasadas. Los condicionamientos sociales y eclesiales de la época de fundación de los Institutos religiosos explican mu­chos aspectos de su espiritualidad y de su doctrina; de su apos­tolado y de la organización primigenia. No son, en manera al­guna, algo perfecto e inmutable. Releer, por tanto, el carisma ini­cial es la única forma de conservarlo y de mantener la auténtica fidelidad al mismo.

6 Según un cálculo, del siglo IV al siglo xx han desaparecido 99 Institutos religiosos masculinos de los 276 fundados. Cfr. R. HOSTIE, Vie el I/Iort des Ol'dl'es I'eligietlx (Pads, 1972), 344. -

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3. Un estilo prevalente de vivir la vida religiosa

En medio de la pluriformidad y diversidad de las Congrega­ciones y Ordenes religiosas -de las que surgen diferentes estilos de vida- encontramos características comunes. Estas se han acentuado en el pasado reciente. Como ha hecho notar Th. Ma­tura, el estilo de vida religiosa que ha prevalecido hasta el Va­ticano II y que aún caracteriza a muchas personas consagradas «es fruto de lo que se podría llamar la restauración del si­glo XIX» 7. Las revoluciones sociales de finales del siglo XVIII

y de la primera mitad del siglo XIX trajeron como consecuencia la disminución de los religiosos en el mundo occidental. Supe­rado ese momento de crisis, comienza la restauración de los Ins­titutos religiosos y, al mismo tiempo, se tiene un boom funda­cional, sobre todo de Congregaciones femeninas. Guiados por una idéntica teología de la vida religiosa y por una misma espi­ritualidad, matizada apenas por el patrimonio de cada Instituto, los religiosos presentan una tipología bastante similar. Las orien­taciones disciplinares y ascéticas coinciden con frecuencia. Pre­valece en muchas partes el esquema europeo tradicional de vida religiosa como única forma legítima de vida consagrada. A partir de él se juzga la fidelidad de las comunidades religiosas a su vocación en la Iglesia.

4. La crisis de los cambios socioculturales

A lo largo de su historia, la vida religiosa ha atravesado pe­ríodos de crisis que la han sacudido desde sus raíces y la han putificado. Eso la ha hecho decidirse a caminar por nuevos de­rroteros en una fidelidad creativa a su misión en la Iglesia y en el mundo.

Las causas de esas crisis fueron siempre complejas. Unas internas y otras externas a la vida religiosa. Lo mismo sucede con la crisis posconciliar, que, sin embargo, se distingue por te­ner como causa profunda principal los cambios socioculturales que improvisadamente acabaron con un período de vitalidad, di­namismo, abundancia de vocaciones, seguridad en los aspectos

7 Cfr. Th. MATURA, arto cit., 238-239.

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institucionales 8. De una concepción estática del universo se pasó a una dinámica que relativiza conceptos, conquistas, perspecti­vas; que orienta hacia el futuro y hace al hombre apasionado por lo nuevo. Esto origina una idea del mundo como historia, que impulsa al creyente a una escatología creadora: trabajo y esfuer­zo por anticipar la renovación del universo 9. También se ha pa­sado de una cultura que era predominantemente agrícola y arte­sanal a una de tipo técnico-científico y urbano. La Constitución pastoral Gaudium et Spes la describe acertadamente:

«Los progresos de las ciencias biológicas, psicológicas y sociales permiten al hombre no sólo conocerse mejor, sino aun influir di­rectamente en la vida de las sociedades por medio de métodos técnicos... El tipo de sociedad industrial se extiende paulatina­mente, llevando a algunos países a una economía de opulencia y transformando profundamente concepciones y condiciones milena­rias de la vida social» 10.

La tecnificación del mundo trae como consecuencia el urba­nismo. Las ciudades aumentan y su población crece. La urbani­zación como mentalidad se extiende incluso a las zonas rurales.

Otra característica de nuestra cultura es la del paso de lo sacral a lo secular, a la insistencia en los valores temporales: ciencia, existencia humana, trabajo, progreso, etc., frente a lo «sagrado».

Estas grandes líneas de evolución han hecho que se tome conciencia de una serie de realidades que pueden, con razón, llamarse «signos de los tiempos». Entre otras, podemos señalar: la preocupación por la justicia social, el valor de la libertad, la defensa de los derechos humanos, la tendencia a superar la dis­criminación de la mujer en la sociedad, la lucha por la paz y el progreso, las opresiones de todo tipo que afligen a la mayor par­te de la humanidad, la solidaridad universal, la conciencia de­mocrática, los neocolonialismos económicos y culturales, la igual­dad de todos los hombres. Si tenemos esto en cuenta, resulta in-

s A partir de 1965 el número de miembros de los Institutos religiosos disminuye al ritmo de 1 Ó 2 por 100 anual. Eso ha hecho que de un millón de feligiosas en 1963 se haya pasado a ochocientas mil en 1978, y que, en el mismo periodo de tiempo, de tres­cientos mil religiosos se haya bajado a doscientos treinta mil. Cfr. Th. MATURA •• rt. cit., 239.

9 Cfr. ]. B. METZ, «La Iglesia y el mundm>, en Las cuestiones urgentes de la teología actllal (Madl'id, 1970), 107-127.

10 GS, 5-6.

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teligible el que muchos esquemas de vida religiosa, sus estruc­turas organizativas y hasta la misma teología que la iluminaba y le daba sentido hayan entrado en crisis. Estaban basadas en una cosmovisión y en una cultura diferentes de las que hoy se están abriendo paso. Se trata de una crisis de identidad frente a un mundo nuevo que cuestiona las certezas y los estilos de vida del pasado.

5. La crisis de los cambios eclesiales

El Vaticano II fue, al mismo tiempo, un punto de llegada y un punto de partida de la vida de la Iglesia. Movimientos ecle­siales prepararon lo que se cosechó en el Concilio. Este, a su vez, dio el espaldarazo a tendencias que, en un principio, pare­cían dejar los caminos aceptables en la Iglesia. Con el Vatica­no II comenzaron a formularse cuestionamientos, antes impen­sables, a diversos aspectos considerados hasta entonces como in­mutables. Se descubrieron también aspectos olvidados del cris­tianismo. Se tomó conciencia de las nuevas realidades.

La Iglesia, que había vivido en Occidente en un ambiente de cristiandad, se vio de repente encuadrada en una sociedad pluralista. Del concepto clerical de Iglesia se pasó al más bíblico de Pueblo de Dios. Esto colocó lo jurídico en un segundo plano y dejó a un lado el enfoque de la Iglesia como sociedad perfecta. Por otra parte, las relaciones Iglesia-mundo se comenzaron a ver desde una nueva perspectiva. Se habla de una Iglesia en el mun­do y no frente al mundo; una Iglesia como sacramento del Reino, es decir, como signo e instrumento del proyecto de Dios sobre la humanidad, solidaria con ella y con su historia 11.

A partir de esta nueva conciencia del misterio de la Iglesia y de su papel en la historia, se comienza a hablar de diálogo con el mundo, de contacto con la realidad, que impone la aper­tura a un pluralismo. El lenguaje comienza a cambiar. El papel de los laicos en la Iglesia se revaloriza. Aparece la necesidad de una renovación para abril' cauces a la reflexión, a la experiencia y a la búsqueda de los cristianos. Todo esto genera avances en la teología. Aparecen, sobre todo, una nueva Cristología y ecle-

!l Cfr. GS, 1; LG, 5,9.

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siología a partir de una exégesis actualizada. Se va abriendo paso un nuevo concepto de apostolado y misión; se dan pasos signi­ficativos en el ecumenismo; se desarrolla la liturgia. La presencia de la Iglesia universal en las Iglesias particulares aparece con fuerza. La experiencia de Dios se hace más histórica 12.

En el posconcilio, la Iglesia está dejando de ser una Iglesia culturalmente monocéntrica, una Iglesia europea, para conver­tirse en una Iglesia mundial, culturalmente polícéntrica. «Este es tal vez el cambio más profundo en la historia de esta Iglesia desde los tiempos apostólicos al día de hoy» 13. Es la transición de una época eurocéntrica a una época humana:

«Es un proceso ciertamente doloroso para la teología europea, que ve surgir nuevos centros teológicos en América Latina, en Africa y en Asia, con el peligro de que los centros tradicionales europeos sean con el tiempo marginados)} 1'.

Estos cambios eclesial es no podían dejar de afectar a la vida religiosa, ligada profundamente al misterio de la Iglesia, donde «aparece como un distintivo que puede y debe atraer eficazmente a todos los miembros de ella a cumplir sin desfallecimiento los deberes de la vocación cristiana» 15.

Se inicia con el Concilio una crisis de crecimiento en la vida religiosa. Los cuestionamientos no se detienen en los aspectos secundarios y de carácter histórico-cultural: organización, vesti­do, costumbres. Llegan hasta la misma concepción teológica de la consagración religiosa. Se modifica la perspectiva de los votos. Ya no se consideran principalmente como holocausto, renuncia al mundo y a sí mismo para pertenecer al Señor íntegramente y vivir sólo para El, buscando en cada momento su voluntad y su gloria. Se comienza a poner el acento en la consagración enten­dida desde una doble vertiente unitaria: reserva para Dios y mi­sión al servicio del Reino.

El fundamento bíblico de la vida religiosa deja de ponerse eD textos aislados para centrarse en una relectura del seguimiento de Jesús a partir de su doctrina, de sus exigencias de totalidad y de la contemplación de su ejemplo. Vuelve a descubrirse la

12 Cfr. AA, 4. 13 J. B. METZ, "Prassi pastorale, fonte di una nuova ecclesiologia», en Il Regno. Do­

cumenti, 28 (1983), 354. 14 R. GIBELLINI, «Un nuovo paradigma in teologia?», Simposio teologico internazionale

(Tübingen, 23-26 maggio 1983), en 11 Regno. Attualitll, 28 (1983), 329. 15 LG, 44.

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dimensión comunitaria de la vida religiosa como vivencia fra­ternal del Evangelio. El servicio apostólico se orienta a constmir una «comunión y participación que han de plasmarse en realida­des definitivas sobre tres planos inseparables: la relación cid hombre con el mundo, como señor; con las personas como her­mano y con Dios como hijo» 16. El testimonio de la plenitud cs­catológica ya no se concretiza en la huida del mundo o en una ascesis de tipo dualista, sino empeña en el compromiso de la transformación del mundo con una esperanza activa. La ascesls se inserta en las actividades y sufrimientos de la vida diaria; en el trabajo al servicio de los demás. En el esfuerzo por no dc­jarse alienar y esclavizar por la sociedad de consumo. Otro pajo de reflexión y de vida para los religiosos comenzó a ser el pro fetismo. Se abrió así el camino para encontrar una identidad re­novada en medio de los choques generacionales y de las corrien· tes contrarias y favorables al predominio de lo institucional.

6. Frente a los grandes desafíos

La crisis de los cambios socioculturales y eclesiales presenta grandes desafíos a la vida religiosa. La solución no está en re­fugiarse en el pasado, queriendo mantener los esquemas de vida tradicionales, como si fueran los únicos que permiten ser fieles a esa vocación en la Iglesia y conservan la propia identidad. Con sentido de la historia y de la evolución hay que permanecer abiertos a lo nuevo en un discernimiento de fe (cfr. 1 Tes 5,19-21). La vida religiosa necesita tener en cuenta la nueva concien­cia social con todo 10 que ella implica: trabajo por una sociedad más justa y más humana, mayor participación en las decisiones, valoración de la libertad, aceptación del pluralismo, reconoci­miento de la autonomía de las realidades terrenas, cuestiona­miento de visiones sacralizantes, propias de otras épocas y cul­turas. Por otra parte, hay que saber asumir las repercusiones de todo esto en la Iglesia, en su organización, su teología, su es­piritualidad.

Los últimos quince años están marcados por tensiones en los esfuerzos por asimilar los cambios y enfrentar los desafíos que traen consigo. Las estructuras sacralizadas se habían convertido

16 Puebla, 322.

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en una repetición de formas del pasado con un efecto escleroti­zador. No ha sido fácil avanzar. El P. Armpe, profundo cono­cedor de los caminos de la vida religiosa posconciliar, escribía acertadamente hace tres años:

«Sin duda, ha habido reacciones exageradas por excesiva impro·. visación, por generosidad descontrolada o por resistencias y mie­dos frente a lo nuevo del Espíritu. Pero la familia religiosa ha sido un excelente servicio y un gran paso hacia el futuro. En este proceso clarificador, muy avanzado ya, vive la Vida Religiosa su presente.

Cada familia religiosa se ha parado a contemplar sus orígenes, la primera caridad de la experiencia fundacional, el corazón de su tipo de seguimiento tal y como nació expresado en esquemas de una época y de una cullura wncrela. A lo la1"go de este desandar su historia ha observado que, como a todo grupo social, le han acechado tres peligros:

- el peligro de acumular indiscriminadamente elementos, sobre todo de tipo estructural y simbólico, que pretenden consti­tuirse en esencia de la vida y que, en realidad, la ahogan;

- el peligro de extender a elementos coyunturales, caducos y limitados en el tiempo y en el espacio, una fidelidad que sólo se debe al núcleo vivo, central, del seguimiento espe­cífico de cada familia religiosa;

- el peligro de que cuando la Iglesia alerta sobre la necesidad de recuperar la agilidad apostólica primera, a fin de alcanzar al hombre de nuestro mundo, la operación de aligerar el peso caduco arrastre consigo valores intocables que pertene­cen a la esencia misma de la vida religiosa en 10 que tiene de más específico» 17.

En y desde esta situación de logros y retrocesos, de incerti­dumbre y de búsqueda, y teniendo delante los «signos de los tiempos», es posible intuir -con los riesgos y limitaciones que supone hablar de un futuro- la vida religiosa del mañana.

II. PREVIENDO EL FUTURO

Después de haber intentado dar una visión panorámica del presente de una vida religiosa que, sacudida por los cambios so­ciales y eclesiales, busca una nueva síntesis que le dé una iden-

17 P. ARRUPE, «La vida religiosa hoy», en La Iglesia de boy y del IlItul'O (Bilbao-San­tander, 1982), 723-724.

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tidad renovada, vamos a reflexionar sobre su futuro. Más que hablar de 10 que debería ser la vida religiosa, vamos a tratar de descubrir en las tendencias del momento actual 10 que parece adivinarse en el horizonte; los caminos que le abre el Espíritu.

1. Un futuro con tensiones

Al reflexionar sobre lo que será la vida religiosa en un pró­ximo futuro a partir de la situación presente, 10 primero que se puede prever es que estará aún condicionada por fuertes ten­siones. Estas aparecían normales en el período inmediatamente posconciliar. Las inesperadas rupturas con un pasado y el cho­que generacional, acentuado en ese momento histórico de la Iglesia, no podían dejar de generar conflictos y discrepancias existenciales y teóricas en el seno de las Comunidades e Insti­tutos religiosos. Parecería, en cambio, que después de veinte años ya no debieran existir esas tensiones iniciales. Sería lógico que las aguas se hubieran remansado; que con serenidad pudiera ha­cerse un balance de logros y fracasos, que permitiera una nueva síntesis de los valores del pasado y del presente. Las cosas no han sido así. A pesar de Capítulos Generales de renovación, de nuevas Constituciones, de esfuerzos notables en el campo de la formación permanente, los conflictos persisten en el fondo. Y ex­plotan con frecuencia.

En el primer período de renovación, purificación y reajuste de la vida religiosa en el mundo de hoy se dieron casos de gran­des excesos, desviaciones y escándalos que se generalizaron y que dieron pie a visiones pesimistas y catastróficas sobre su futuro y generaron conflictos. Ahora, en cambio, las causas de las ten­siones son un tanto diversas. Ya se han recuperado valores per­didos y el ritmo de cambio se ha hecho más sereno y reflexivo. Comienza a haber un acuerdo sobre aspectos esenciales de la vida religiosa. Los contrastes se originan ahora por el choque entre quienes quieren vivir esos aspectos en una forma nueva y quie­nes, abierta o solapadamente, no conciben otra forma posible que no sea la tradicional. Persiste la oposición entre los que son más sensibles a las exigencias de un mundo en evolución y aque­llos que prefieren mirar hacia atrás; hacia las seguridades del

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pasado: a los estilos de vida probados, a la programación de la existencia hasta en los más mínimos detalles,

A estas tensiones al interior de la vida religiosa hay que aña­dir las normales, que existen con fuerza purificadora, entre lo institucional y lo carismático dentro de la Iglesia. Es normal y necesario que la institución se preocupe de la recta doctrina, la disciplina y la cohesión funcional de quienes forman parte del Pueblo de Dios. También es natural que 10 carismático busque cauces nuevos de expresión, encarnación y denuncia profética. Hay aquí otra fuente de conflictos que la vida religiosa deberá asumir en un futuro próximo con fe, realismo y esperanza. Ya las exigencias oficiales para la aprobación de las nuevas Consti tuciones de los Institutos religiosos están evidenciando esta pro­blemática. Las observaciones y correcciones que se hacen a los textos reflejan en la mayor parte de los casos la preocupación por imponer una visión y una teología de la vida religiosa uni­formes, condicionadas además por una cultura y una época que no son las actuales.

El regreso a la «grande disciplina de la Iglesia», anunciado por Juan Pablo 1 en su primer Radiomensaje de 3 de septiembre de 1978, y reasumido por Juan Pablo II 18, busca la reconstruc­ción de una identidad católica diluida por la crisis posconciliar. Aunque se admite comúnmente la necesidad de reafirmar esa identidad a nivel universal, existen discrepancias sobre el talante de la misma. Mientras para unos significa volver a la identidad tridentina y para otros algo diferente a partir del Vaticano II, entendido como punto final del cambio, no faltan quienes defien­den como única posibilidad la de una «identidad católica, dia­léctica, histórica, dinámica. Siempre en construcción. No como un dato fijo, codificado de modo inmutable, sino construida por el camino del compromiso y del pluralismo» 19, tomando el Va­ticano II como punto de partida.

Un ejemplo concreto de tensiones originadas en estos enfo­ques diversos -que no dudamos ayudarán a encontrar un ca­mino para una nueva identidad y un nuevo estilo de vida reli­giosa- es el Documento que el Vaticano ha enviado reciente­mente a los obispos de Estados Unidos para que ayuden a los

18 Cfr. J. B. LIBANIO, A volta a grande disciplina (Sao Paulo, 1983), 11. 19 J. B. LIBANIO, o. C., 159.

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religiosos de ese país a vivir plenamente su vocaClOn eclesial y que ha comenzado a suseitar reaeciones encontradas 20.

Ese Documento para los religiosos dedicados al apostolado va acompañado por una carta del Santo Padre. En ella, el Papa da criterios directivos sobre las relaciones entre obispos y reli­giosos en la Iglesia y anuncia la constitución de una Comisión especial para facilitar la ayuda del Episcopado norteamericano a los religiosos para que vivan en plenitud su vocación. El Docu­mento, preparado por la Congregación de Religiosos e Institutos Seculares, sintetiza la doctrina eclesial sobre los elementos fun­damentales de la vida consagrada.

La iniciativa papal -como lo apunta la carta del Santo Pa­dre- ha sido tomada principalmente por la disminución de las vocaciones, el aumento de la edad media de los religiosos, las dificultades que de allí se siguen para mantener las obras y servi­cios de los Institutos y la excesiva autonomía que algunos han demostrado en relación a las indicaciones del Episcopado con algunas incertidumbres sobre su identidad específica.

El Documento de la Congregación de Religiosos Elementos esenciales de la doctrina de la Iglesia sobre la vida religiosa se divide en tres partes. En la primera se presenta la vida religiosa como una forma particular de consagración a Dios. La segunda describe, en nueve puntos, las características de esta vida, y, finalmente, en una tercera parte, se señalan 49 normas funda­mentales sobre la vida religiosa.

Las reacciones que se han suscitado no han sido tanto contra la doctrina que contiene el Documento cuanto contra 10 que al­gunos juzgan como un intento de querer imponer nuevamente el estilo antiguo de vivir la vida religiosa 21.

Como se ve, no será fácil compaginar la fidelidad al carisma de la vida religiosa y al del propio Instituto con las formas dife­rentes exigidas por los «signos de los tiempos». Las tensiones persistirán en un futuro próximo, pero en ellas se descubrirá la presencia y la acción del Espíritu. La diversidad de carismas

20 Letter 01 His Holiness John Paul Ir to the Bishops 01 the United States, Ap"U 3, 1983 (/lId Essential Elelllenls ill lbe Cburcb's Teacbing on Religious Life as applied lo Institutes dedicated to WOI'ks 01 the Apostolate, Sacred Congregation for Religious and for Secular Institutes, May 31, 1983,

Para reacciones cfr, National Catholíc Reporter, vol. 19, n, 36 (27 july 1983), 1. 7-8; n, 38 (26 august 1983), 1-6,

21 Na/iollal Calbolie Reporta, vol. 19, 11, 38 (26 augusl 1983), p, 6: «hemos sufrido y muerto en nuestras congregaciones. No tiene sentido volver a lo antedo1'»,

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LA VIDA RELIGIOSA DEL FUTURO 73

suscita conf1ictoi:>, porque sólo quien posee esos dones los en­tiende en profundidad:

«El carisma encuentra su sentido Íntimo 'desde dentro'. Dc allí que el juicio 'desde fuera' muchas veces ocasione roces o malen­tendidos. Pero tal conflictividad no ha de ser considerada como negativa, ya que por ella los carismas se afirman como tales, es decir, como dones del Espíritu y no como meras cualidades psico­lógicas o de carácter ... Dentro de la ambigüedad histórica de la Iglesia, que se institucionaliza, el Espíritu es a la vez misión reno­vadora y aut01'idad estabillzadol'a; su misión obediente y 'pane­sía' persistente, perdón creador y cOl'rección inoportuna. Y todo ello edifica ese cuerpo del Señal' conducido por el Espíritu... El conflicto es un 'ensayo de la esperanza', una certeza de que el Espíritu 'hace nuevas las cosas' sobre la tiena» ".

2. Aceptación de un pluralismo en la unidad

Una de las características más ciertas en la vida religiosa del futuro -que ya se está abriendo paso en el presente- es la de la desaparición de la unidad entendida como uniformidad.

La vida religiosa, situada por 10 general al margen de la rea­lidad, pudo defender y conservar una unidad en la uniformidad. Colocada dentro de ciertos esquemas, casi inmutables, hacía que quienes ingresaban en ella vivieran del mismo modo su consagra­ción religiosa. Yeso, a pesar de la diversidad de razas, culturas, ambientes y épocas. Es un fenómeno constatable en los diferen­tes Institutos, Provincias y Comunidades. Es interesante compro­bar la gran semejanza, incluso redaccional, en las Constitucio­nes, Directorios y Libros de Costumbres que tenían hasta el Con­cilio Institutos religiosos fundados en siglos y lugares diferentes. Los religiosos no hacían sino acentuar lo que estaba presente en la Iglesia occidental: un mismo Derecho canónico, una misma liturgia en la misma lengua muerta, idéntica teología escolástica o neoescolástica para profundizar en la revelación, siempre desde el punto de vista de una mentalidad greco-latina. En una pala­bra, reinaba la uniformidad como símbolo y garantía de la unidad,

Al pasar de una Iglesia al margen del mundo a una Iglesia dentro de él surgió en ella el problema de una encarnación en

22 EQUIPO TEÓLOGOS CLAR, Fidelidad y cOllflicto ell la vida religiosa (Bogotá, 1981), 98-99,

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todos los ambientes y, con eso, un nuevo planteamiento de su unidad: ahora en el pluralismo. La solución de esto es de las más urgentes. De ella depende el que la Iglesia pueda estar más eficazmente presente en un mundo pluriforme y en evolución constante.

Los Institutos religiosos van teniendo la convicción de que el mismo carisma puede y debe ser releído a partir de las cir­cunstancias particulares. El modo tradicional de vida religiosa que se vivía en Europa y se trasplantaba a todas partes y se acogía como lo más normal es ahora cuestionado 23. Se percibe en todas partes el desafío de asumir en forma creativa y respon­sable los retos que la realidad presenta a la vida consagrada. Sobre todo, el desafío de conservar la unidad en lo fundamental de la consagración religiosa y lo esencial del propio carisma y, al mismo tiempo, un pluralismo legítimo en la forma de vivir y expresar todo eso.

La vida religiosa, incluso la de un mismo Instituto, se tiene que vivir participando de la situación y de la historia de los di­versos continentes y naciones en los que se halle presente. Sus circunstancias sociales, económicas, políticas y religiosas afectan profundamente la vida de los consagrados. No es lo mismo vivir en un país desarrollado que vivir en un país del Tercer Mundo; estar insertados en países de mayoría cristiana o formar parte de una minoría; desarrollar la propia actividad en naciones capita­listas o socialistas. Las necesidades de la Iglesia y del mundo en cada lugar imponen estilos diferentes y exigen la acentuación de determinados aspectos en el testimonio religioso y en el trabajo evangelizador. En cada circunstancia se deberán escuchar y dis­cernir las exigencias del Espíritu.

Cada vez más se va delineando con claridad en el horizonte de la vida religiosa esta aceptación del pluralismo en la unidad. Con los inevitables conflictos se va abriendo paso el respeto de las diversas respuestas que da la vida consagrada en sus dife­rentes contextos. El intercambio y la comunicación de experien­cias está ayudando y enriqueciendo a todos. Más todavía: algu­nos Institutos cambian de color, es decir, están poblados por jó­venes provenientes de otras razas, y esto comporta problemas se­rios de inculturación 24.

2J Cfr. W. BÜLHMANN, La Tercera Iglesia a las puertas (Madrid, 1977), 305. 24 Cfr. USG, «atto ore di coJloquio col Papa», en Il Regno. Attualita, 28 (1983), 350.

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En este pluralismo de formas habrá que contar también -por lo que se percibe en la actualidad- con grupos que permanece­rán anclados en el estilo clásico y tradicional de vivir la vida religiosa, por considerarlo como el único auténtico 25.

La vuelta a la Escritura, la fidelidad a las fuentes y a la tra­dición espiritual de cada Instituto, unidas a una apertura a los «signos de los tiempos», están ayudando a comprender que lo tipificante de la vida religiosa no son las estructuras y menos aún las más particulares y de claro cuño cultmal, sino el modo de seguir a Jesús, aprobado por la Iglesia 26,

Por todo esto, cuando se habla de la vida religiosa del ma·, ñana, hay que distinguir necesariamente características comunes que se están haciendo presente en todas partes y que preanun­cian el futmo unitario y matices particulares, que están marcan­do y marcarán la vida religiosa en forma diferente en los diver­sos contextos socioculturales.

3. Los principales rasgos de un futuro común

Sin querer jerarquizar los rasgos comunes que parecen adivi­narse en la vida religiosa del futuro a nivel de Iglesia universal, podemos esperar con bastante certeza que, entre otros, se darán los siguientes:

Disminución numérica con caracterización más definida

El aumento de la edad media de los religiosos, la crisis vo­cacional y especialmente la promoción del laicado en la Iglesia permiten prever, con probabilidad, una disminución numérica en un futuro próximo. Aunque es posible constatar un nuevo flore­cer vocacional, por lo menos en algunas regiones del mundo 27,

éste no es suficiente para llenar los vacíos dejados por las deser­ciones, la ausencia de ingresos en los últimos quince años y la muerte de los religiosos. Además, la falta de un puente genera-

25 Un buen número de Institutos religiosos han tenido o tienen el problema de grupos de acentuada tendencia tradicional que buscan la separación en nombre de la fidelidad y que, en más de una ocasión, han contado con el apoyo de la Congregflción de Religiosos.

26 Cfr, Evangelica Testifica/io, 26. 27 Este florecimiento vocacional es notable especialmente en Asia, América Latina y

Afrioa.

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cional dificultará la perseverancia de muchos. Igualmente, la ex­periencia de los nuevos ministerios ha abierto caminos de plena realización cristiana apostólica, antes reservados a las personas consagradas.

Inversamente a la disminución numérica, crecerá la defini­ción vocacional. Al desaparecer una serie de condicionamientos socioculturales que favorecían el ingreso en la vida religiosa, las vocaciones tendrán raíces más profundas y evangélicas. Su punto de partida será, de una o de otra forma, una fuerte experiencia de Dios como núcleo centralizador y como proyecto fundamental que lleva a la consagración a El para el servicio del prójimo. A partir de esa experiencia de Dios se vivirán los votos como relaciones nuevas con los bienes, con la sociedad, con las per·· sonas. Esto dentro de una comunidad de fe y koinonía con una proyección profética de anuncio y de denuncia.

Radicados en una experiencia de Dios en la historia

La fuente y la raíz última de la vida religiosa es la expe­riencia de Dios. Sin ella no se entiende su papel carismático y profético en la Iglesia.

En la vida religiosa del futuro existirá un fuerte acento en la experiencia y en la búsqueda de Dios; en la interioridad; en la fe orante y compartida para ir logrando la oración como ac­titud de vida y descubrir así a Dios presente en la realidad. De este modo ella se convertirá en un lugar de oración. La oración llevará al compromiso y éste se transformará en oración, en en­cuentro con Dios.

El Dios con el que el religioso se irá encontrando gradual­mente no será el Dios hecho a imagen y semejanza del hombre, sino el Dios de Nuestro Señor Jesucristo, el Dios de las biena­venturanzas, que hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e injustos (cfr. Mt 5,45). El Padre cuyos caminos no son nuestros caminos (cfr. Is 55,8-9), que nos quiere transformar en hijos suyos, en he1'1l1anos de los demás y que hace colaborar todo para nuestro bien (cfr. Rom 8,28). Ese Dios continúa revelándose en la realidad en la que está presente. Su rostro aparece también en las situaciones de conflicto, en los problemas sociales, en los desafíos de un mundo secularizado,

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en los «signos de los tiempos». Allí también nos cuestiona e in~ terpela. El religioso, con una experiencia de Dios en contacto con la realidad, podrá testimoniar su presencia en la historia. De esa experiencia radical sacará fuerza para el trabajo de eval1~ gelización y luz para una creatividad en el servicio del Reino. «Esto formará el corazón de la vida religiosa del futuro: quienes se comprometerán en ella serán, ante todo, buscadores de Dios, consagrados a la búsqueda y a la profundización del silencio, de la interioridad, donde se esconde el misterio último de Dios y del hombre» 28.

La vida religiosa vivida dentro del proyecto de Dios

Un aspecto de la vida religiosa que será vivido en forma más consciente será el de su misión en la Iglesia, signo e instl'u­m(:;nto del Reino de Dios.

El Reino de Dios, entendido como el proyecto de Dios sobre la humanidad, se concretiza en un tipo de relaciones con El, con los demás y con el mundo. En las relaciones con Dios, El quiere que el hombre pase del fatalismo a la responsabilidad de un hijo que asume su papel y su misión en la historia. En ese mismo proyecto de Dios las relaciones con los demás deben dejar de ser de separación, indiferencia, división, para convertirse en unión, amor, fraternidad de una familia, de un pueblo. Final~ mente, las relaciones con los bienes se orientan en una línea diversa de aquella a la que tiende el egoísmo humano. El hom~ bre debe pasar de un uso de las cosas que 10 aliena y esclaviza y 10 lleva a oprimfr a los demás, a un uso en la libertad autén­tica que 10 hace compartir las cosas con los hermanos en una sociedad justa y humana para todos. En el plan de Dios los bie­nes son, en efecto, un lugar de encuentro con El y con los demás.

El papel del religioso será comprendido y vivido desde esta perspectiva de signo e instrumento que «puede y debe atraer efi­cazmente a todos los miembros de la Iglesia a cumplir sin des­fallecimiento los deberes de la vocación cristiana» 29. Los votos aparecerán en su dimensión consacratoria, pero insertados tam-

28 Th. MATURA, arto cit., 250. 29 LG, 44.

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bién en el proyecto de Dios: la obediencia como responsabilidad en la historia; la castidad como fuente y signo de fraternidad en la vida comunitaria; la pobreza como compromiso con la jus-ticia y capacidad de compartir los bienes materiales 30. ~

Comunidades más sencillas, fraternas e insertadas en el pueblo

Notábamos antes que la vida religiosa tuvo, desde sus prin­cipios, un ideal comunitario: imitar a la comunidad cristiana primitiva. Con el pasar del tiempo y la excesiva estructuración, las comunidades se convirtieron en colectividades.

En el proceso de renovación se volvió a redescubrir la vida comunitaria como una experiencia fraternal del Evangelio. A par­tir de ella se pone el acento en las relaciones interpersonales y en los valores de la amistad, sinceridad, madurez, como base indispensable para la convivencia. Igualmente se subraya la di­mensión de fe, el diálogo, la participación 31.

Otro fenómeno importante es el hecho de que las comuni­dades que trabajan por insertarse en las nuevas exigencias de la vida fraterna han comenzado a salir de sí mismas para dejarse penetrar por la realidad y penetrar, a su vez, en el medio en que viven. De modo particular se procura una inserción entre los pobres y una apertura a la Iglesia local y a sus necesidades con­cretas. No faltan comunidades neomonásticas, donde personas consagradas y laicos se integran en una comunión de fe y de vida. Se dan incluso comunidades religiosas ecuménicas 32.

La vida religiosa del futuro está apareciendo con un fuerte acento en 10 comunitario, pero sin el exclusivismo de un tipo de comunidad monástico-conventual. Más bien hay apertura a un pluralismo de modelos de comunión que asumen las caracte­rísticas, cultura, valores humanos y religiosos de los pueblos en los que se sitúan y, más en concreto, del medio en que viven. A partir de este ambiente serán cuestionadas continuamente e irán renovando sus estructuras para ser signos y fermentos de comunión. Esta necesidad de renovar las estructuras ha sido se-

30 Cú', Evaugelica Testificatio, 14. 18, 21. 23. 31 Cfr, Puebla, 730, 32 Pura ejemplos concretos de estas comunidades y de comunidades ecuménicas cfr.

B. SECONDIN) «Vita in camune, vita di comunione», en Vita religiosa. Bilancio e Prospel­tive (Roma, 1976), 232-234.

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ñalada por la Unión de Superiores Generales (USG) de Roma. En un estudio, realizado colegialmente, sintetizó en diez puntos los principales temas para un encuentro con el Papa sobre cues­tiones relativas a la vida religiosa. En ese estudio, base del diá­logo tenido este año, se indicaba que las nuevas vocaciones bus­can otras estructuras, porque las tradicionales no responden a los cambios sociales:

«Hay muchos, pero muchos jóvenes que hoy viven las exigen­cias absolutas del Evangelio en grupos informales y que no quie­ren entrar en Institutos reconocidos por la Iglesia» 33.

Un profetismo más comprometido con la realidad

En el estudio de la USG -que acabamos de citar- se afir­ma que lo que justifica a los religiosos no es la norma adquirida, sino el profetismo. Allí mismo se señala que, de hecho, en la historia los religiosos han sido creadores de nuevos ministerios y han abierto misiones más allá de la Iglesia establecida 34, Es lo que Pablo VI afirmaba en Evangelii Nuntiandi, cuando al ha­blar de los religiosos decía:

«Ellos son emprendedores y su apostolado está frecuentemente marcado por una originalidad y una imaginación que suscitan ad­miración. Son generosos: se les encuentra no raras veces en la vanguardia de la misión y afrontando los más grandes riesgos para su salud y su propia vida» 35.

Al profundizar en la consagración bautismal, el religioso asu­me con mayor empeño el profetismo, que es algo propio de todo cristiano. Actualmente el profetismo se ha convertido en un polo de reflexión y de vida que está ayudando a los religiosos a re­descubl'Ír su identidad en la Iglesia.

Hasta hace algunos años el profetismo de la vida religiosa se vivía sobre todo en la línea de un testimonio de la plenitud es­catológica a través de una separación del mundo. Por medio de ella el religioso se convertía en «testigo de la Ciudad de Dios», en la experiencia profunda de la esperanza, entendida como es-

33 Cfr. 11 Regno. Attlla/ita, 28 (1983), 350. 34 Cfr. ib. 3S Ev. Nuntiandi, 69.

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pera paciente de los nuevos cielos y la tierra nueva al final de la historia. Por este motivo renunciaba a los valores terrenos y practicaba una ascesis orientada a la transformación personal, en un proceso de perfeccionamiento creciente.

El modo de entender hoy el carácter escatológico de la vida cristiana y, por tanto, de la vida religiosa, parte de la convicción de que la escatología comienza en la historia. De aquí se deriva la exigencia de un compromiso en la transformación del mundo para anticipar imperfectamente 10 que será perfecto sólo en la consumación del tiempo 36.

En el Documento Religiosos y promoción humana, que con­tiene las reflexiones de la Reunión plenaria de la Congregación de Religiosos e Institutos Seculares, tenida en Roma del 25 al 28 de abril de 1978, encontramos algunas líneas de ese profe­tismo de la vida religiosa en un futuro próximo, a partir de 10 que ya se está viviendo en varias partes:

- la opción por los hombres y por la justicia a la que los ha abierto el hecho de vivir cerca de los dramas que vive el pueblo 37;

- la renovación de las actividades y obras sociales de los reli­giosos ante las exigencias de nuevas formas de solidaridad y participación ";

- la inserción en el mundo del trabajo, como exigencia de po­breza y solidaridad 39;

- el compromiso en la «praxis política» en su sentido más am­plio, que mira al bien común, tanto en lo nacional como en 10 intel'l1aciona1 40

; a la promoción y defensa de los valores fun­damentales de toda comunidad que favorezcan el crecimiento del hombre 41.

Este renovado empeño profético de los religiosos exigirá de ellos un marco diferente de vida fraterna, más abierta a la aco­gida solidaria y, al mismo tiempo, un ejercicio continuo de un discernimiento comunitario orante, para mantener la identidad de un profetismo radicado en una experiencia de Dios en la his­toria y en una visión de fe sobre la realidad.

36 Cfr. GS, 39. 37 Cfr. SCRIS, Religiosos y promoción humana, 4. 38 Cfr. ib. 5·6. 39 Cfr. ib. 7·10. 40 Cfr. Puebla, 521. 41 Cfr. SCRIS, Religiosos y promoción humana, 11·12.

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De las instituciones propias a la inserción social

Un modo tradicional y efectivo de colaborar a la promoción de la persona humana han sido las Instituciones y Obras sociales de los religiosos: hospitales, escuelas, centros culturales y de asistencia, etc. A través de ellos se ha evangelizado y se ha dado testimonio de servicio y compromiso.

Los nuevos contextos sociales y eclesiales han hecho entrar en profunda crisis un gran número de Instituciones de los re1i~ giosos. A medida que el Estado ha ido haciéndose cargo de los servicios institucionales en la sociedad, ha ido dificultando el mantenimiento y el des3l'1'ollo de las Instituciones religiosas. Es~ tas, además, en muchos casos han dejado de ser -por los cam­bios opel'ados en la sociedad- obras al servicio de los más po­bres para convertirse en centros elitistas que contribuyen al man­tenimiento de las estructuras sociales. Si a todo esto añadimos la disminución del personal en los Institutos religiosos compren­deremos el porqué de tantos cuestiona miento s sobre el futuro de las Instituciones.

En la vida religiosa del futuro, sin que desaparezcan las Ins­tituciones -en casos particulares pueden revelarse útiles y nece­sarias-, disminuirán ciertamente y serán diferentes de las actua­les. Aumentará la colaboración intercongregacional. Sobre todo, los religiosos se insertarán en mayor número en las Instituciones sociales y desde ellas trabajarán por la construcción de una so­ciedad pluralista donde se respete y promueva la dignidad del hombre. Allí ofrecerán su testimonio y realizarán su trabajo evangelizador. Especialmente el trabajo de los religiosos está lla­mado a asumir aquellos sectores de la vida social que exigen ma­yor desinterés y carecen de ideales religiosos o que se encuen­tran bloqueadas por limitaciones de tipo familiar. «El mismo ca­rácter profético de la vida religiosa les pide 'encarnar la Iglesia en cuanto deseosa de entregarse al radicalismo de las bienaven­turanzas'» 42.

42 lb. 4.

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Una mayor inserción carismática en la Iglesia local

En un discurso a los Superiores generales, el 24 de noviem­bre de 1978, el Papa Juan Pablo JI les recordaba la necesidad de que los religiosos vivieran su servicio a la Iglesia universal a través de las Iglesias particulares:

«Dondequiera que os encontréis en el mundo, vosotros sois con vuestra vocación para la Iglesia universal a través de vuestra mi­sión en una Iglesia local determinada. Por tanto, vuestra vocación para la Iglesia universal se realiza dentro de las estructuras de la Iglesia local. Hay que hacer todo lo posible para que la vida con­sagrada se desal'1'olle en cada una de las Iglesias locales, para que contribuya a su edificación espiritual y constituya su fuerza par­ticular. La unidad con la Iglesia universal, a través de la Iglesia local, he aquí vuestro camino» 43.

En los años posconcilial'es se ha vuelto a descubrir el sen­tido y la importancia de la Iglesia particular. Los religiosos han experimentado la necesidad de encarnarse en ella, aportando la riqueza del propio carisma y buscando, desde él, responder a la necesidad de esa porción del Pueblo de Dios.

En el próximo futuro la vida religiosa se verá fuertemente diversificada por su inserción en la Iglesia local. Ella constituye el Pueblo de Dios dentro de los pueblos. Estos están caracteri­zados por una historia, una cultura, una situación presente, unos proyectos hacia el porvenir. Los religiosos no vivirán más desli­gados de los grandes problemas, de las angustias y esperanzas de los pueblos. Tampoco dejarán de asumir sus valores culturales. En la Iglesia particular, que es el espacio histórico en el cual expresan su vocación y realizan el servicio de su carisma 44, los religiosos harán concretar su vivencia comunitaria y su compro­miso evangelizador.

Cada vez más, la vida religiosa se irá integrando, desde los carismas propios de cada Instituto, a la pastoral de conjunto y a los organismos tanto diocesanos como supradiocesanos 45. De modo especial estarán presentes en puestos de vanguardia evan­gelizadora 46 y «en los ámbitos de la cultura, del arte, de la co-

43 Cito en VARIOS, I Religiosi nella Chiesa Italialla verso la nuova sacie/a (Roma, 1981), 313 . .. Mutllae Relaliones, 23 d. 45 Cfr. Puebla, 736-738. 46 Cfr. Ev. NI/I/liandí, 69.

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municaclOn social y de la promoción humana, a fin de ofrecer su aporte evangélico específico, acorde con su vocación y su peculiar situación en la Iglesia» 47.

Nuevas perspectivas de trabajo apostólico para las religiosas

El movimiento de promoción de la mujer en la sociedad, uni­do a las urgentes necesidades apostólicas y a la escasez de sacer­dotes, seguirá abriendo el camino para nuevos ministerios de las religiosas. Junto a los tradicionales servicios de la educación y de la salud, han ido apareciendo otro tipo de ministerios en res­puesta a las necesidades humanas y eclesial es. En muchos sitios son religiosas las responsables de la animación de las comunida­des, del funcionamiento de las parroquias. En otros lugares for­man parte de equipos de pastoral y se dedican a la predicación de la Palabra.

La vida religiosa femenina del futuro verá aún más diversi" ficados los quehaceres de la mujer consagrada. Su presencia en movimientos de vanguardia que desembocan en cambios estruc­turales, en defensa de los derechos humanos, en la promoción de la cultura, en la denuncia profética, irá siendo cada día más normal. Serán no sólo colaboradoras. Ocuparán puestos de lide­razgo y no únicamente de suplencia.

Estas nuevas perspectivas de trabajo apostólico de las reli­giosas les exigirá una mayor preparación teológica y pastoral. Enriquecerá también el servicio evangelizador con los valores fe­meninos. En el ejercicio de los nuevos ministerios llevarán la riqueza de su sensibilidad para percibir las necesidades del pue­blo; su capacidad de acogida, su abnegación y su ternura. Harán menos abstracta la transmisión del mensaje evangélico. Serán así agentes de un cambio profundo en las estructuras eclesiales y pastorales.

4. La vida religiosa en los países desarrollados

Después de haber reflexionado sobre aspectos comunes que se prevén en el horizonte del futuro de la vida religiosa, es im-

47 Puebla, 770.

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portante tener también en cuenta ciertos matices que impondrán contextos sociales y ec1esiales diferentes.

En los países desarrollados, caracterizados por la secularidad, la tecnología, el materialismo y consumismo, el creciente ateís­mo, la deshumanización de los individuos, la vida religiosa está enfrentando desafíos que permiten, desde el presente, caracteri­zar su futuro en tres principales direcciones:

La vida religiosa: testimonio de la dimensión transcendente de la existencia

En las sociedades secularizadas y consumistas se experimenta un vacío de valores que, al mismo tiempo, hace sentir la nece­sidad de una dimensión espiritual y transcendente de la vida. Pablo VI, en su Exhortación apostólica Evangelica Testificatio, hablaba de los hombres que «han perdido el sentido de su propia vida y están ansiosamente en busca de las dimensiones contem­plativas de su ser» 48. El consumismo, por su parte, trae como consecuencia un afán incontrolable de poseer que conduce a un materialismo y a un ateísmo práctico.

En estos contextos sociales, los religiosos han vuelto a tamal' conciencia de la presencia de Dios en el mundo y han redescu­bierto el valor de la oración como actitud de vida. Las expe­riencias de oración se multiplican. Se comparte en ellas la fe. Las casas de oración y las experiencias de desierto son medios cada vez más utilizados para unificar la experiencia de Dios con la experiencia de la vida.

Mhando hacia el futuro, las comunidades religiosas acentua­rán esta dimensión contemplativa sin separarla de la vida real y podrán ofrecer el testimonio del absoluto de Dios y de la aper­tura a su transcendencia profundamente arraigada en el ser del hombre. Serán espacios verdes y zonas de silencio en la ciudad secular donde las personas puedan reencontrarse con los valores del espíritu y abrirse a una contemplación que pasa por la in­certidumbre de la fe y debe buscar los caminos de Dios en la historia. Una contemplación que no separa del mundo, sino que impulsa a colaborar en su transformación con una esperanza ac­tiva y lleva a un amor concreto a los demás.

'11 Evangelica Testificatio, 45.

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Profetas de la humanización en un mundo tecnológico

El mundo tecnológico y desarrollado, mientras por una parte ofrece la posibilidad de satisfacer las necesidades humanas ele­mentales: casa, alimentación, salud, por otra crea muchas nece­sidades artificiales que esclavizan al hombre. La tecnología y la industrialización rompen con frecuencia el equilibrio ecológico y transforman, al mismo tiempo, concepciones y condiciones de la vida social que 110 promueven siempre el adecuado proceso de maduración de la persona 49. De ahí surge la deshumanización en las estructuras y en las instituciones, en la economía, en los sis­temas legales. Las personas 110 cuentan por 10 q1Je son, sino por lo que tienen.

La renovación de la vida religiosa, sobre toelo a partir ele los nuevos estilos de vida comunitaria, anuncia para el futuro un papel profético humanizador ele las comunidades. En cuanto que se vayan construyendo, con todas las limitaciones inevitables y necesarias, como comunidades en las que lo más importante es el ser y no el tener; donde la primacía la tiene la persona y no la estructura; donde hay igualdad y se comparten las responsa­bilidades, serán signo e instrumento ele humanización.

Las comunidades religiosas, viviendo las relaciones humanas en profundidad, y una caridad realista y concreta, ayudarán a descubrir la presencia y la acción humanizante de Dios en un mundo de egoísmo e injusticia, odio y división. AIl'enovar coti­dianamente el ideal de comltnión y amor, la comunidad dará razón de su esperanza y señalará, en un mundo deshumanizado, la meta a la que Dios nos llama en Cristo.

Abrir la conciencia de la sociedad a los problemas de la opresión y de la injusticia en el Tercer Mundo

El Documento del Sínodo de los Obispos de 1971 sobre la justicia en el mundo hablaba de las nuevas responsabilidades de la Iglesia en ese campo y hacía notar que su misión implica la defensa de los derechos de la persona humana y la educación para la justicia 50.

49 Cfr. GS, 6. 50 Cfr. Tercera Parte del Documento.

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En un mundo de desigualdad, opresión e injusticia la toma de conciencia de la unidad de la familia humana y de la inter­dependencia de los pueblos y naciones ha hecho crecer el sen­tido de la solidaridad. Igualmente ha descubierto las grandes di­visiones e injusticias sociales, económicas, raciales e ideológicas que marcan la realidad humana 51. A pesar de los esfuerzos que se han hecho, existen en el mundo profundas desigualdades que están exigiendo una transformación de los sistemas sociales, po­liticos y económicos en las naciones y en la comunidad interna­cional 52

• El poder económico y de decisión está en manos de pocos. Millones de personas viven en condiciones infrahumanas mientras ingentes capitales se gastan en armamentos. Por otra parte, persisten aún las discriminaciones raciales que son un de­safío a la concepción cristiana del hombre 53. Existen en el mun­do neocolonialismos y dependencias fruto de una interacción de realidades internacionales y nacionales que generan polos de do­minación y opresión centro-periferia.

Todo esto, que toca profundamente la conciencia cristiana, está encontrando un fuerte eco en la sensibilidad evangélica de los religiosos de los países desarrollados. Ellos se preguntan so­bre la responsabilidad de sus naciones y cuestionan un progreso que impone condiciones infrahumanas de vida a personas de otros países. Esta toma de conciencia ha llevado ya a los religio­sos a caminar por el camino hacia la justicia como agentes de cambio al interior de sus naciones y a adherirse a los movimien­tos que trabajan por la justicia, el desarme, la paz. El carácter internacional de los Institutos religiosos los lleva a estar pre­sentes en realidades contrastantes de las diversas regiones del l11undo y a conocer l11ejor la situación de los países, desfigurada por los intereses de sistel11as que se disputan la hegemonía mun­dial. Todo esto hace prever una vida religiosa que, en los países desarrollados, será una conciencia profética de denuncia ante hechos nacionales e internacionales que «impiden una participa­ción más fraternal en la construcción de la sociedad y en el goce de los bienes que Dios creó para todos» 54. En comunica­ción con los religiosos de las naciones del Tercer Mundo serán

SI Cfr. GS, 4. 52 Cfr. Populorum progressio, 47. 53 Cfr. SíNODO DE OBISPOS 1971, La iusticia en el mundo. Introducción. 54 puebla, 267.

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LA VIDA RELIGIOSA DEL FUTURO 87

en las suyas propias voz de los que no tienen voz; en colabora­ción con todos los hombres de buena voluntad, buscarán impedir que las sociedades desarrolladas se sigan construyendo de acuer­do con esquemas anticristianos e inhumanos. Trabajarán, con los medios que les ofrece su organización, por la edificación de un nuevo orden internacional más justo, participando en las institu­ciones que lo promueven y procuran.

5. La vida religiosa en los países del Tercer Mundo

El Tercer Mundo, constituido por aquellos países en vías de desarrollo, está tomando conciencia de su identidad, de sus pro­blemas y de sus posibilidades. En él, sujeto a un neocolonialis­mo y a una dependencia que 10 mantienen en situaciones inhu­manas de tremenda injusticia, se está abriendo paso 10 que se ha llamado con acierto la «Tercera Iglesia» 55. En ella, locali­zada prácticamente en la región meridional del mundo -Améri­ca latina, Africa y Asia-, se comienzan a desarrollar la propia reflexión teológica y las propias respuestas pastorales a Jos de­safíos de la evangelización. En un futuro próximo esa Tercera Iglesia contará con el 70 por 100 de los católicos y el 58 por 100 de los cristianos 56.

La vida religiosa en esos países se vivía hasta antes del Va­ticano JI en el clásico esquema europeo tradicional, con peque­ñas variantes que imponían las circunstancias. En ocasiones, al no poder poner en práctica en su totalidad ese esquema, nacía una sensación de insatisfacción y culpabilidad. No se cumplía con 10 que se pensaba que era la única expresión legítima del carisma del Instituto religioso y de la vida religiosa en genera].

El acercamiento a la realidad -favorecido por el Vatica­no 11 en su Constitución pastoral Gaudium et Spes-, las re­flexiones de las Iglesias particulares y de los mismos religiosos hicieron comprender la necesidad de un compromiso con el hom­bre. La Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi (1975) ex­puso, por otra parte, la doctrina sobre la evangelización y sus vínculos con la promoción humana, el desarrollo, la liberación 57.

55 Cfr. W. BÜLllMANN, La Tercera Iglesia a las puertas, Madrid, Ed. Paulinas, 2." ed., 1977.

56 Cfr. W. BÜLHMANN, o. c., 39·44. 57 Cfr. Ev. Nuntiandi, 31.

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Esto hizo posible una reflexión creciente, una espiritualidad nue­va y una pastoral más comprometida. De ello surgió, como con­secuencia, un fuerte cuestionamiento sobre las estructuras de la vida religiosa y sobre los servicios apostólicos que prestaba en esas sociedades. Se percibió, de inmediato, la exigencia de un cambio que suscitó tensiones, inseguridad y, a veces, destrucción de la unidad por el choque de posiciones intransigentes.

Después de una primera revisión violenta y radical de aspec­(os fundamentales de la vida religiosa -sobre todo en América Jatina- se pasó a una actitud de búsqueda más serena y espe­ranzadora, que está aún presente en algunos Institutos y Comu­nidades. En otros, en cambio, se está dando marcha atrás a causa de experiencias fallidas o en búsqueda de las seguridades ante­riores. Hay también grupos religiosos que se siguen manteniendo al margen de todo esfuerzo de creatividad.

Es evidente que la vida religiosa que se delinea en el Tercer Mundo no es la misma en Asia, Afdca y Amél'ica latina. Hay ciertamente rasgos comunes, pero la idiosincracia de cada pue­blo y el contexto social y cultural de cada continente están po­niendo y pondrán los acentos en aspectos diferentes.

Con esta aclaración queremos indicar ahora algunas caracte­rísticas que tendrá la vida religiosa en un futuro próximo en cada uno de esos continentes. No hay que olvidar que esta nueva fisonomía tiene rasgos comunes no sólo entre los religiosos de la Tercera Iglesia, sino también con los de la Iglesia universal, como ya lo hemos señalado anteriormente.

La vida religiosa del futuro en América latina

En 1974, el equipo de teólogos de la Conferencia Latinoame­ricana de Religiosos (CLAR) sintetizaba las líneas que en ese momento guiaban la búsqueda de nuevos caminos de vida reli­giosa en América latina:

- Una vida religiosa más auténtica, que insista en 10 fundamen­tal, revise los elementos transitorios y forme un espíritu crítico que sepa discernir.

- Una vida religiosa más latinoamericana.

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LA VIDA RELIGIOSA DEL FUTURO

- Una vida religiosa más comprometida con América Latina. Una vida religiosa más integrada en la Pastoral.

- Una vida religiosa más fraternal 58.

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Dos años después, el mismo equipo de teólogos explicitaba y profundizaba las respuestas creativas de los religiosos a la nue­va situación 59.

En 1980, Puebla, analizando la realidad de la vida religiosa en América latina, la presentaba en su Documento final confi­gurada por cuatro tendencias principales:

- la experiencia de Dios que integra oración y acción; - la búsqueda de una vida comunitaria más fraterna, más sen-

cilla y más insertada en medio del pueblo; - la opción preferencial por los pobres, que se presenta como

la tendencia más significativa y que ha llevado a la revisión de obras y del estilo de vida;

- la inserción en la vida de la Iglesia particular, que hace posi­ble una pastoral de conjunto con el aporte elel propio ca­risma 60.

La vida religiosa en América latina se orienta cada vez más hacia una encarnación de sus valores esenciales en el modo de ser latinoamericano y hacia un compromiso, cada vez mayor, con la Iglesia y el mundo de esa región.

La crisis, que se ha vivido en profundidad, ha venido a poner de relieve 10 que es sustancial y ha echado pOl' tierra, en parte, lo secundario, las adherencias culturales. Pasada la efervescencia de hace algunos años, se van delineando ahora los rasgos del tipo de vida religiosa en el futuro de América latina. Serán fruto de la acción del Espíritu y de una creatividad que quiere res­ponder a la voz de Dios en esa realidad desafiante. Las caracte­rísticas de ese nuevo tipo de religioso serán principalmente:

- la vivencia radical elel Evangelio a partir de una experiencia de Dios descubierto en sus designios sobre la historia y en la contemplación de los acontecimientos diarios a la luz del Evan­gelio. De una manera especial en la contemplación del rostro doliente de Cristo en los más pobres 61;

58 Cfr. EQUIPO TEÓLOGOS CLAR, Vida religiosa ell América Lati/1a. Sus g"andes li/leas de btísqueda, Bogotá, 1974.

59 Cfr. EQUIPO DE TEÓLOGOS CLAR, Vida religiosa en América Latina (/ partir de Me· deltln. Nueva situaci6n, Bogotá, 1976.

60 Cfr. Puebla, 726·738. " Cfr. Puebla, 31·39.

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- oral' de una manera diferente a partir de una inserción en la problemática existencial. Orar y compartir la fe con los herma­nos. Celebrar la liturgia en conexión con la realidad, como una respuesta vital al Señor que reúne, que sostiene la esperanza y exige el amor eficaz; el seguimiento de Cristo y la vivencia del aspecto misión de los votos como diaconía para crear fraternidad y como com­promiso en un anuncio y en una denuncia proféticos con ma­yor empeño por la justicia;

- matices nuevos en la vivencia de los votos: la pobreza con re­percusiones socio-políticas, es decir, opción por los oprimidos; manera de expresar el valor social de los bienes; libertad para tomar decisiones que impliquen riesgos; protesta contra la in­justicia; escuela donde se aprenden la apertura a Dios y a los demás que tienen los verdaderos pobres. La castidad, además de su dimensión de signo de amor a Dios y de entrega a su servicio, se vivirá como una disponibilidad para trabajar por la justicia, el amor, la paz, la fraternidad. La obediencia se vivirá también como camino para resolver evangélicamente la antinomia libertad-autoridad en las relaciones humanas: como denuncia del ejercicio totalitario de la autoridad y de la con­cepción individualista de la libertad 62;

la vida comunitaria en pequeñas fraternidades que se abrirán al medio y a las personas que las rodean y formarán parte de las Comunidades de Base. Serán cada vez más una presencia fraternal, acogedora, hospitalaria y comprometida;

- se seguirá avanzando en la opción preferencial por los pobres. La vivienda de los religiosos estará cada vez más ubicada en lugares sencillos; se abrirán nuevas comunidades en el campo y en la periferia de las ciudades y zonas marginadas; se segui­rán revisando obras tradicionales que ya no respondan a las verdaderas necesidades apostólicas. En esta opción prefel'encial por los pobres se experimentará el llamamiento a una continua conversión y se vivirá la perspectiva política del amor que lleva al trabajo por la transformación de los sistemas opresores a través de una promoción educadora y liberadora .. Con fre­cuencia se correrá el riesgo de ser mal interpretados por esa opción 63 y de sufrir la persecución y la muerte 64;

surgirán algunas comunidades religiosas encarnadas en las cul­turas indígenas 65.

6' Cfr. CLAR, Vida religiosa y compromiso socio-político, 1974. Pro manuscripto, pp. 34-37.

63 Cfr. Puebla, 735. 64 Cfr. VARIOS, Praxis del martirio ayer y hOJ', Bogotá, Cepla, 1977. 6S Se han realizado algunas experiencias como la Congregación de las Carmelitas Mi­

sioneras de Santa Teresa, que en Guatemala ha tratado de formar religiosas indígenas sin sacarlas de su cultuta, para que plenamente insertadas y tealizadas en su medio puedan promover a sus comunidades indígenas en la parte humana y espititual. La experiencia se inició hace nueve años. Se va haciendo camino al andar en el diálogo con las formandas y con la realidad.

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La vida religiosa del futuro en Asia

En el continente asiático se pueden prever, como acentos par­ticulares de la vida religiosa del futuro, la profundización en la oración y en la meditación contemplativas y la apertura a un diálogo con los movimientos de vida religiosa oriental.

Los valores espirituales ocupan un lugar muy importante en la cultura asiática, especialmente abierta a la transcendencia. La oración y la meditación son practicadas ampliamente. De ello deriva una visión de la problemática social no sólo en términos de necesidades materiales, sino de exigencia de un desarrollo más integral de las personas y de 13 socied3d. A excepción de algunos países, como Filipinas, donde los enfoques de la vida religiosa están bastante cercanos a los de América latina, fuertemente caracterizados por el compromiso social, en Asia los religiosos acentuarán en el futuro el testimonio de una oración contempla­tiva. Ella asumirá los métodos de oración y las prácticas ascé­ticas de las religiones no cristianas en la medida en que le ayuden a hacer inteligible la espiritualidad cristiana y sus valores. En esa línea irán aumentando el número de «ashrams» cristianos, centro de vida contemplativa 66.

Otro aspecto que ayudará a una encarnación de la vida re­ligiosa en el mundo asiático será, sin duda, el diálogo con las grandes religiones de Asia: el hinduismo, el budismo, el islamis­mo. De modo particular, la vida religiosa profundizará sus con­tactos con las formas monásticas no cristianas y con sus tradi­ciones ascéticas 67. Eso le permitirá estar abierta a todos aquellos que en Asia buscan la experiencia de Dios en una cultura que valora el silencio, la paz, la meditación, 10 espiritual y transcen­dente. En ese diálogo intermonástico se podrán igualmente en­contrar caminos para colaborar en el desarrollo de los pueblos de Asia sin sacrificar su idiosincrasia y su espiritualidad.

66 Cfr. B. GRIFFITHS, «Monastic Life in India today,>, en Monastic Studies, 4 (1966), 117-135; J. LECLERCQ, «lmpressions sur le monachisme en Indie,>, en Pal'ole el Missioll, 46 (1969), 405-424.

67 Ya en 1968 se tuvo un encuentl'O intel'monástico en Bangkok. Cft. ]. LECLERCQ, «L'incontro dei monad d'Asia a Bangkok», en Ora el Labora, 24 (1969), 163·170.

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La vida religiosa del futuro en Africa

Un religioso africano nos ofrece, en un escrito reciente, una descripción del estado en que se encuentra la vida religiosa en Africa:

«Es incontestable que existe· un principio de vida religiosa en el AfrÍea negra, por el simple hecho de que hay religiosos y reli­giosas originarios de esta parte del mundo y viviendo allí su con­sagración al Señor. Pero se hace aún necesario que esta vida reli­giosa se encarne profundamente en nuestra tierra. Esta obra de enraizamiento corresponde tanto a los religiosos que pertenecen a Congregaciones de origen africano como a aquellos de Congrega­ciones de origen occidental» 68.

Estas palabras señalan también la tarea principal de la vida religiosa africana en un próximo futuro. Ella está llamada a ser un centro de integración del Evangelio y del hombre africano. Al africanizarse la vida religiosa se convertirá en un agente im­portante de inculturación del cristianismo. De este modo hará más eficaz la evangelización al utilizar el lenguaje, los signos y los símbolos del pueblo 69.

Juntamente con el trabajo de inculturación, los religiosos del futuro en Africa deberán ser promotores de la justicia y del des­ar/'ollo integral del hombre africano. Y lo serán en diálogo con la religiosidad y la sabiduría populares, que tienen un modo par­tindar de experimentar a Dios y de contemplar el mundo. En el desarrollo de la propia reflexión teológica y en la afirmación de su propia personalidad e identidad la Iglesia africana irá ofreciendo a los religiosos un marco para una relectura de su carisma en ella.

CONCLUSIÓN

En el presente de la vida religiosa se está gestando su fu­turo. Un futuro que ya se adivina entre problemas, obstáculos y dificultades de todo tipo. El Espíritu la guía a través de la exi·

68 MATULUNGU ÜTENE, S. J., FidNe au ehrisl el ¿¡ l'l/niveYs négyo-africain (Lubumbashi, 1980),40.

69 Cfr. Ev. Nuntiandi, ·63.

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LA VIDA RELIGIOSA DEL FUTURO 93

gencia de una fidelidad renovada a Dios y al hombre a quien la envía a servir. Por ello es posible proceder con «gozosa confian­za» y con una disponibilidad total al Espíritu 70.

El redescubrimiento del carisma de la vida religiosa y del propio de cada Instituto y la vuelta al Evangelio para unificar, en el seguimiento de Jesús, la vida religiosa y la apostólica, pel'~ miten conservar una actitud de esperanza en medio de las ten­siones actuales. Esta se refuerza con otras realidades presentes también en los religiosos de hoy: la inserción en el mundo de los pobres y en el trabajo por la justicia, la renovación de la vida comunitaria, la revaloración de la experiencia contemplativa de Dios. Las contradicciones e incomprensiones tienen un papel puri­ficador. El sufrimiento de la Incertidumbre de hoy prepara UlUl

vida religiosa más inteligible y más capaz de responder -con limitaciones y fallas- a las interpelaciones de Dios en la his­toria.

El futuro de la vida religiosa está principalmente en manos del Espíritu. El guía la historia. Eso impide hacer una futuro­logía fácil y relativiza las previsiones sobre la vida religiosa del mañana. Con nuestras reflexiones no hemos buscado otra cosa que acercarnos a la realidad actual y discernir en ella aquello que el Espíritu parece decir a la Iglesia y a los religiosos que, con buena voluntad y sinceridad, se interrogan sobre su futuro y buscan crear nuevos cauces para su vida y para la diaconía de su carisma. Los nuevos caminos serán el resultado de la inicia­tiva de Dios y de la respuesta de los religiosos con fidelidad a lo esencial de un pasado, con apertura a las exigencias del pre­sente y con una proyección dinámica hacia las perspectivas del mañana.

70 Cfr. Evangelica Tes/ifica/io, 6.