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La tempestad ____________________________ Charles y Mary Lamb

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La tempestad

____________________________ Charles y Mary Lamb

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Había cierta isla en medio del mar, cuyosúnicos habitantes eran un anciano llamadoPróspero y su hija Miranda, una joven muyhermosa. Era tan pequeña cuando llegó a laislaquenorecordabamásrostrohumanoqueeldesupadre.

Vivíanenunagrutaorefugiohechoenlaroca;estabadivididoenvarios aposentos, aunodelos cuales Próspero llamaba su estudio.Guardabaenél sus librosque,en sumayoría,trataban de magia, estudio hacia el cual, poraquel entonces, cualquier hombre instruidosentía gran inclinación; y el conocimiento deeste arte le resultó muy útil, pues habiendosidoarrojadoporunrevésdelafortunaaestaisla que había sido encantada por una brujallamadaSycorax,muerta allí pocoantesde sullegada, Próspero, gracias a su arte, pudodevolverlalibertadamuchosbuenosespíritusque Sycorax había aprisionado dentro de losgrandes árboles por haber rehusado llevar acabo sus malvados propósitos. De ellos, elprincipaleraAriel.

Ariel, un geniecillo travieso, no tenía nadaperverso en su naturaleza, salvo que tal vez

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experimentaba demasiado placeratormentando a Calibán, a quien tenía ojerizapor ser éste el hijo de su vieja enemigaSycorax. Próspero había encontrado a Calibánen los bosques; era un extraño ser deforme,mucho menos humano en apariencia que unmono.Lollevóconsigoasurefugioyleenseñóa hablar, y Próspero hubiera sido muybondadoso con él, pero la mala índole queCalibánhabíaheredadodeSycorax,sumadre,le impedía aprender nada que fuera bueno oútil. Por lo tanto, recibía trato de esclavo yestaba destinado a traerles leña y a hacer laslaboresmáspesadas,yArielestabaencargadodeforzarleaprestartalesservicios.

Cuando Calibán era perezoso y descuidaba sutrabajo,Ariel(queerainvisibleatodos,menosa Próspero) se acercaba a hurtadillas y lopellizcabaya veces ledabaun revolcónenellodo, y entonces, tomando la forma de unmono, le hacía muecas. Luego,transformándose velozmente en un erizo, setumbabaalpasodeCalibán,quetemíaquelasafiladas púas del erizo hirieran sus piesdesnudos.CadavezqueCalibáneranegligente

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en el trabajo que Próspero le encomendaba,Ariel le atormentaba con una diversidad detalestrucosfastidiosos.

Teniendoestos poderosos espíritus sometidosa su voluntad, Próspero podía controlar losvientos y las olas delmar. Por sumandato sedesatóunaviolentatempestad,enmediodelacual mostró a su hija un hermoso navío queluchaba con las embravecidas olas queamenazabancontragarloencualquierinstantey en el que, le dijo, había muchos seresvivientessemejantesaellosmismos.

—Oh, querido padre —dijo ella—, si convuestro arte habéis desatado esta horribletormenta, tened piedad de sus penalidades.Mirad,elveleroseharápedazos.Siyotuvierapoder, haría que la tierra se tragase al marantesdequeelbuenbarcocontodaslasalmaspreciosasquellevaresultasedestruido.

—No teespantesde talmanera,hijaMiranda—dijo Próspero—. Nadie ha sufrido dañoalguno.Así lo heordenado: nadie en el barcodeberesultarherido.Loquehehechohasidoen tu beneficio, mi querida niña. Tú ignorasquién eres ni de dónde vienes y no sabes

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muchomássobremí,salvoquesoytupadreyquevivoenestapobregruta.¿Puedesrecordaruntiempoanterioralallegadaaesterefugio?Meparecequenopuedes,puesentoncesaúnnoalcanzabaslostresañosdeedad.

—Sípuedo,señor—replicóMiranda.

—¿Qué?—preguntóPróspero—.¿Algunaotracasaopersona?Dimeloquepuedesrecordar,miniña.

Mirandadijo:

—Me parece como traer un sueño a lamemoria. Pero, ¿nohuboalguna vez cuatroocincomujeresquemecuidaban?

Prósperorespondió:

—Lashuboymás.¿Cómoesposiblequeestoaúnestévivoentumente?

¿Recuerdascómollegamoshastaaquí?

—No, señor —dijo Miranda—. No recuerdonadamás.

—Hace doce años, Miranda —continuóPróspero—, yo era duque deMilán y tú erasuna princesa y mi única heredera. Tenía unhermano menor, cuyo nombre es Antonio, a

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quienleconfiétodo;y,puestoqueyoeradadoa la vida retirada y a los estudios profundos,entregué, sencillamente, la administración demis asuntos de estado a tu tío, mi hermanodesleal (pues eso resultó ser, sin duda). Yo,desinteresándome de la vida mundana, meencerré entre mis libros y dediqué todo mitiempoalperfeccionamientodemimente.Mihermano Antonio, que por esta razón mereemplazóenelpoder,comenzóacreerqueelduque era él. La oportunidad de hacersepopular entre mis súbditos, que le concedí,despertó en su mala índole la soberbiaambición de arrebatarme mi ducado, lo quehizo sin demora con la ayuda del rey deNápoles, un poderoso príncipe que era mienemigo.

—¿Por qué razón —dijo Miranda— no noseliminaronenesemismomomento?

—No se atrevieron, niña mía —respondió supadre—: tan entrañable era el cariño quemeprofesaba mi pueblo. Antonio nos llevó abordo de una nave y cuando estábamosalgunas leguasmaradentronosobligóa subiren una pequeña embarcación que no tenía ni

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siquiera aparejos, vela o mástil; y allí nosabandonó creyendo que pereceríamos. Peroun bondadoso señor de mi corte, un talGonzalo, queme tenía afecto, había ocultadoen el bote agua, provisiones, aparejos yalgunos libros queme sonmás preciosos quemiducado.

—¡Oh, padre! —dijo Miranda—. ¡Cuántosproblemas os debo de haber causadoentonces!

—No, querida mía—dijo Próspero—. Tú erasun pequeño querubín yme diste fuerzas. Tusinocentessonrisasmeayudaronahacerfrenteamiinfortunio.Nuestrosalimentosalcanzaronhasta el día en que ganamos la orilla de estaisla desierta y, desde entonces, mi mayordeleitehasidoeldeenseñarte,Miranda,ybienquehasaprovechadomislecciones.

—¡Que el cielo os lo agradezca, mi queridopadre!—dijoMiranda—. Ahora decidme, porfavor, vuestras razones para desatar estatormentamarina.

—Hasdesaber—dijosupadre—,quegraciasaestatormentamisenemigos,elreydeNápoles

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y mi cruel hermano, serán arrojados a lasplayasdeestaisla.

Habiéndolo dicho, Próspero tocó levemente asu hija con su varitamágica y ella se durmió,porque justo en aquel momento Ariel, elespíritu,sepresentabaantesuamopararendircuentasdeldesarrollode latempestadyde laformaenquehabíadispuestodelatripulacióndel barco; y puesto que los espíritus eraninvisibles a los ojos de Miranda, Próspero noquería que lo viera conversando con el aire,comolepareceríaaella.

—Bien, mi valiente genio —dijo Próspero aAriel—,¿cómohasllevadoacabotumisión?

Ariel describió brevemente la tormenta y losterroresdelosmarinosycómoelhijodelrey,Ferdinando, había sido el primero en saltar almar, por lo que su padre creyó perdido a suhijo,tragadoporlasolasdelmar.

—Peroestáasalvo—dijoAriel—,enunrincóndelaisla.Estásentadoconlosbrazoscruzadosy se lamenta tristemente por la desaparicióndel rey, su padre, a quien supone ahogado.Pero ni un solo pelo de su cabeza ha sufrido

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daño y sus ropas principescas, aunqueempapadas por el mar, parecen más nuevasqueantes.

—Bien hecho, mi delicado Ariel —dijoPróspero—. Tráelo acá. Mi hija debe ver aljoven príncipe. ¿Dónde están el rey y mihermano?

—Los dejé buscando a Ferdinando, a quientienen pocas esperanzas de encontrar, puescreenhaberlovistoperecer.Nosehaperdidonadiede latripulacióndelbarco,aunquecadaunopiensaquehasidoelúnicoensalvarse,yel barco, aunque invisible para ellos, estáseguroenelpuerto—respondióAriel.

—Ariel —dijo Próspero—, has cumplidofielmente tu cometido, pero todavía quedatrabajo.

—¿Más trabajo aún? —dijo Ariel—.Permitidme que os recuerde, señor, que meprometisteis la libertad. Os ruego querecordéisqueosheprestadovaliososservicios:no os he mentido y os he servido sinresentimientonimurmuración.

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—Vaya,vaya—dijoPróspero—,¿esqueyanorecuerdas el tormento del que te he librado?¿HasolvidadoyaalaperversabrujaSycorax,aquien laedady laenvidiacasihabíandobladoendos?¿Dóndehabíanacido?Habla,dime.

—EnArgel,señor—dijoAriel.

—Conque sí, ¿eh? —dijo Próspero—. Deberérelatarteloquehassido,yaquemeparecequenolorecuerdas.ASycorax,labrujamalvada,ladesterrarondeArgel a causade susbrujerías,tan terribles que el oído humano no puedesoportar escucharlas. Los marineros laabandonaroneneste lugary,puestoqueerasun espíritu demasiado delicado como paraejecutarsuspérfidasórdenes,ellateaprisionóen el árbol donde te encontré gimiendo. Deesetormento,recuérdalo,teliberéyo.

—Perdonadme, querido señor —dijo Ariel,avergonzado por haber parecido ingrato—.Obedecerévuestrasórdenes.

—Hazlo—dijoPróspero—ytedarélalibertad.

Entonces le indicó lo que debería hacer acontinuación y Ariel partió, dirigiéndose enprimer lugar a donde había dejado a

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Ferdinando,queseguíasentadosobrelahierbayenlamismaactitudmelancólica.

—Oh, mi joven señor —dijo Ariel al verlo—,pronto os sacaré de aquí. Me parece quedebéis ser conducido a donde mi señoraMiranda pueda contemplar vuestra bellaestampa.Venid,señor,seguidme.

Yentoncescomenzóacantar:

Enel fondodelmaryace tupadre; sushuesosen coral se han convertido, y lo que eran susojoshoysonperlas.

Nadadeélsehaperdido,aúnperdura,peroelagua del mar lo ha transformado en algoextrañoyrico.

Lasondinasacadahoratocansuscampanas.

¡Escuchad,yalasoigo!Ding,ding,dong

Estas extrañas noticias sobre su desaparecidopadre sacaron al príncipe rápidamente de laneciadesesperaciónenquesehallabasumido.ConasombrosiguióelsonidodelavozdeAriel,hasta que esta lo condujo a donde se

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encontraban Próspero y Miranda, sentadosbajo la sombra de un árbol de grandesproporciones. Resulta que Miranda nuncahasta entonces había visto un hombre,exceptuandoasupropiopadre.

—Miranda—dijo Próspero—.Dimequémirasalolejos.

—Oh, padre —dijo Miranda, extrañamentesorprendida—, seguramente se trata de unespíritu. ¡Cielos!, cómo mira en derredor.Creedme,señor,quese tratadeunahermosacriatura.¿Noesunespíritu,acaso?

—No,miniña—respondiósupadre—.Comeyduermeyposeesentidosentodosemejantesalos nuestros. El joven que ves estaba en elbarco.Estáalgoperturbadoporeldolor,perobiensepuedeconsiderarunhombrebello.Haperdido a sus compañeros y va errante en subusca.

Miranda, que creía que todos los hombrestenían rostros graves y barbas grises como supadre, estaba encantada con el aspecto delbello y jovenpríncipe, y Ferdinando, viendo atanhermosadamaenaquellugardeshabitado,

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y puesto que a causa de los extraños sonidosque había escuchado no esperaba más queprodigios,creyóqueseencontrabaenunaislaencantadayqueMirandaeraladiosadeaquellugary,comoatal,sedirigióaella.

Ella respondió tímidamente que no era unadiosa,sinounasencilladoncella;yyaestabaapunto de contarle quién era cuando Prósperolainterrumpió.Estabasatisfechodeverqueseadmiraban el uno al otro, pues percibióclaramente que, como se dice, se habíanenamoradoaprimeravista,peroparaponeraprueba la constancia de Ferdinando, resolvióarrojar algunas dificultades en su camino, porlo que, adelantándose, se dirigió al príncipecon ademán severo, diciéndole que habíavenidoalaislacomoespíaparaarrebatárselaaél,queeraelseñordelterritorio.

—Seguidme —dijo—. Os ataré de pies ymanos.Beberéisaguademar.

Moluscos, raíces secas y vainas de bellotasseránvuestroalimento.

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—No dijo Ferdinando—. Resistiré talcontratiempo hasta ver un enemigo máspoderoso.

Y desenvainó su espada, pero Próspero,agitando su varita mágica lo paralizó dondeestaba,impidiéndolequesemoviera.

Miranda,abrazadaasupadre,ledijo:

—¿Por qué sois tan hostil? Tened piedad,señor. Yo seré sugarantía. Esteesel segundohombrequeveoen todami vida y amisojospareceunhombresincero.

—Silencio—dijo el padre—. Una palabramásharáquemeenfade,niña.¿Quéesesto?¿Unabogado para un impostor? Piensas que noexisten otros hombres tan gallardos como él,porquesólohasvistoaCalibányaéste.

Dijotodoestoparaprobar laconstanciadesuhija,peroellareplicó:

—Mis inclinaciones son más modestas. Notengo deseos de conocer a ningún hombremejorparecido.

—Venid, joven —dijo Próspero al príncipe—.Notenéispoderparadesobedecerme.

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—Desdeluegoqueno—dijoFerdinando.

Y sin saber que había sido privado de todacapacidadderesistenciaporobrademagia,seasombraba viéndose impulsado a seguir aPrósperodetanextrañamanera.Volviendosumirada hacia Miranda hasta donde lealcanzaba la vista, dijo, mientras seguía aPrósperoalinteriordelagruta:

—Mi espíritu está completamenteencadenado, como si estuviera sumido en unsueño,perolasamenazasdeestehombreyladebilidadquesientomepareceránlevessiconmi cautiverio consigo algún día poseer a estadulcedoncella.

Próspero no retuvo a Ferdinando en la grutamuchotiempo;alpoco,llevóasuprisioneroalexterior y le ordenó realizar una dura faena,cuidando de que su hijaMiranda se enteraradel rigor de la tarea que le había impuesto, yentonces fingió que se retiraba a su estudioparapoderobservarlosensecreto.

Próspero había ordenado a Ferdinando queapilaraunostroncosmuypesados.Pornoestarlos hijos de reyes muy habituados a los

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trabajosrudos,Miranda,nomuchomástarde,encontró a su amado casi desfallecido defatiga.

—¡Ay! —dijo ella—. No trabajéis tanto. Mipadreestáen suestudio,dondepermanecerátreshoras.Osruegoquereposéis.

—Oh, mi querida dama —dijo Ferdinando—,nomeatrevo.Deboterminarmitareaantesdedescansar.

—Siossentáis—dijoMiranda—,yollevarélosleñosmientrastanto.

Pero Ferdinando no podía aceptar suproposición de ninguna manera. En vez deayuda, Miranda resultó un estorbo, puescomenzaron una larga conversación, de talmodo que la tarea de llevar leños progresabamuylentamente.

Próspero, que había impuesto este trabajo aFerdinandomeramente como unamanera deponer a prueba su amor, no se encontrabasumergidoensuslibros,comosuponíasuhija,sino que, para sorprender su conversación,permanecía,invisible,juntoaellos.

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Ferdinandolepreguntósunombre,queellaledijo,agregandoquelohacíacontraviniendolasórdenesexpresasdesupadre.

Anteesteprimerejemplodedesobedienciadesu hija, Próspero sólo sonrió, pues habiendohecho,consumagia,quesuhijaseenamoraratan súbitamente, no le enfadaba que ellaexpresara su amor olvidándose de acatar susórdenes. Y escuchó con agrado un largodiscurso de Ferdinando en el cual él leasegurabaquelaamabamásqueacualquieradelasdamasquehabíaconocidoenelpasado.

En respuesta a estas alabanzas a su bellezaque,dijoél,sobrepasabaladetodaslasdemásmujeresdelmundo,ellarespondió:

—Yono recuerdo el rostro de ningunamujer,ni he visto más hombres que vos, mi buenamigo,ymiqueridopadre.Nosécómosonlasfacciones humanas en otras tierras, perocreedme, señor, que no desearé máscompañero en el mundo que vos, ni miimaginación podrá crear más forma de miagrado que la vuestra. Pero, señor, temo quéos hablo demasiado libremente, olvidando losmandatosdemipadre.

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Ante esto, Próspero sonrió ymovió la cabezacomo diciendo: «Esto se desarrollaprecisamente según mis deseos; mi hija seráreinadeNápoles.»

Y entonces Ferdinando, en otro elegante ylargo discurso (puesto que los jóvenespríncipes hablan con frases galantes), contó ala inocenteMirandaqueéleraelherederodelacoronadeNápolesyqueellaseríasureina.

—Ay,señor—dijoella—,soyunaneciaalllorarporalgoquemealegra.Osdarémi respuestaen pura y sagrada inocencia. Soy vuestraesposa,simedesposáis.

Próspero evitó los agradecimientos deFerdinandohaciéndosevisibleanteellos.

—Notemasnada,miniña—dijo—.Heestadooyendoyapruebotodoloquehabéisdicho.Yati,Ferdinando,si tehetratadocondemasiadaseveridad, te lo compensaré con crecesdándoteamihija.Todaslasvejacionesquehassufridonoeranmásquepruebaspuestasa tuamor y las has resistido noblemente. Aquítienesmiobsequio,quetuamorverdaderohaganado merecidamente: toma a mi hija y no

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sonrías si te digo que está por encima decualquierelogio.

Luego, diciéndoles que tenía asuntos querequeríansupresencia,lesindicóquetomaranasiento y conversaran hasta su vuelta. Y estavezMirandanoparecióenabsolutodispuestaadesobedecerle.

Cuando Próspero los dejó, llamó a Ariel, elespíritu, quien se presentó rápidamente anteél, ansioso de rendir cuentas de lo que habíahechoconelhermanodePrósperoyconelreydeNápoles.Arieldijoque lohabíadejadoconla razón casi perdida a causa del miedo y lasextrañas cosas que les había hecho ver y oír.Estandoya fatigadosdevagar y famélicosporfaltadealimento,súbitamentehabíapuestounbanquete ante ellos, y luego, justo en elmomento en que se disponían a comer,apareció ante sus ojos en forma de arpía, unmonstruo voraz con alas, y el festín sedesvaneció.Luego,parasucompletoasombro,esta supuesta arpía les dirigió la palabra,recordándoles su crueldad al arrebatar suducadoaPróspero,abandonándolo, juntoconsuhijadecortaedad,paraqueencontraranen

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elmarunamuertesegura.Estaeralacausa,lesdijo,delosterroresquelosafligían.

El rey de Nápoles y Antonio, el hermanotraidor, se arrepintieron del injusto daño quehabíanhechoaPróspero,yArieldijoasuseñorque estaba seguro de la sinceridad de suarrepentimiento y que él, que era sólo unespíritu, no podía evitar sentir lástima porellos.

—Entonces tráelos aquí —dijo Próspero—. Sitú, que no eres más que un espíritu, sientespiedad de su desdicha, cómo no he decompadecerlos yo, que soy un ser humanocomoellos.Tráelosprontamente,miingeniosoAriel.

Nomuchomástarde,Ariel regresóconelrey,Antonio y el anciano Gonzalo, que lo habíanseguido, maravillados por la violenta músicaque, para atraerlos a presencia de su señor,hacía sonar en el aire. Este Gonzalo era elmismo que antaño proporcionara a Prósperolibros y provisiones cuando había sidoabandonado por su perverso hermano en uncascodeembarcación,creyendoquepereceríaenmediodelmar.

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La tristeza y el terror habían embotado sussentidos de tal modo que no reconocieron aPróspero. Este se dio a conocer primero albuenancianoGonzalo,llamándolosusalvador;yentoncessuhermanoyelreysupieronqueéleraelagraviadoPróspero.

Antonio, con dolorosas palabras de pesar yauténtico arrepentimiento, pidió perdón a suhermano, y el rey expresó su sinceroremordimientoporhaberayudadoaAntonioaderrocar a su hermano. Próspero los perdonóy,conelcompromisodeque leseríadevueltosuducado,dirigiéndosealreydeNápolesdijo:

—Tambiényoosreservounregalo.

Y, abriendo una puerta, le mostró a su hijoFerdinando, que jugaba al ajedrez conMiranda.

Nadapodíasobrepasareljúbilodepadreehijoantetaninesperadoencuentro,puescadaunocreíaqueelotro sehabíaahogadodurante latormenta.

—¡Oh, prodigio! —dijo Miranda—. ¡Cuánnobles criaturas! ¡Seráunbellomundoelqueproducetalesgentes!

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Ante la belleza y la excelencia de las virtudesde la jovenMiranda,el reydeNápolesestabacasitanasombradocomoloestuvierasuhijo.

—¿Quién es esta doncella? —dijo—. Meparecequeeslapropiadiosaquenosseparóyhavueltoareunirnos.

—No, señor —respondió Ferdinando,sonriendoalverquesupadrehabíacaídoenelmismoerrorqueélcuandovieraaMirandaporprimeravez—.Ellaesmortal,peroporobradela inmortalProvidenciamepertenece.Laelegícuando no podía pediros vuestroconsentimiento, padre, sin saber que estabaiscon vida. Ella es la hija de este Próspero, elfamoso duque de Milán, de cuyo renombretantoheoídohablar,peroaquiennuncahabíavistohastaahora.Deélherecibidounanuevavida y se ha convertido en un segundo padrepara mí al hacerme entrega de esta queridadama.

—Entonces yo debo ser su padre —dijo elrey—,pero,oh,quéextrañoresultatenerquepedirperdónamipropiahija.

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—Basta ya de esto —dijo Próspero—. Norecordemos querellas del pasado, puesto quetanfelizmentehanvistosufin.

Y entonces Próspero abrazó a su hermanoasegurándole,unavezmás,lasinceridaddesuperdón y diciendo que la todopoderosaProvidencia había permitido que él fueraarrancado de su pobre ducado deMilán paraque su hija heredara la corona de Nápoles,puestoque,acausadesuencuentroenaquellaisla desierta, se había dado el caso de que elhijodelreyseenamoraradeMiranda.

Prósperopronuncióestasbondadosaspalabrasa fin de consolar a su hermano; a Antonio ledio tanta vergüenza y remordimiento que lossollozos le impedían hablar; y el ancianoGonzalo lloró al presenciar tan felizreconciliaciónyrogóqueelcielobendijeraalajovenpareja.

EntoncesPrósperolesdijoquesubarcoestabarefugiado en el puerto y con todos susmarineros a bordo y que él y su hija losacompañarían en su regreso al hogar, a lamañanasiguiente.

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—Mientras tanto —dijo—, compartid losrefrigerios que mi pobre vivienda puedeproporcionarosyparadistraeros,por la tarde,os relataré la historia de mi vida desde quedesembarquéenestaisla.

Luego llamó a Calibán para que prepararaalgunosalimentosypusieraenordenlagruta,y la comitiva quedó muy asombrada por lasalvaje apariencia y las toscas formas del feomonstruo, el cual, dijo Próspero, era el únicosirvientequelosatendía.

Antes de abandonar la isla, Próspero liberó aAriel de su servicio para gran alegría deltravieso geniecillo, quien, aunque habíaservido a su amo fielmente, siempre añorabapoder disfrutar de la libertad de vagar por elaire sin cortapisas, bajo los verdes árboles,entre frutos agradables y flores de dulcearoma,comounavesilvestre.

—Mi fantástico Ariel —dijo Próspero algeniecillo al liberarlo—, te echaré de menos.Sinembargo,tendrástulibertad.

—Gracias, querido señor —dijo Ariel—, peropermitidmequeantesdequedigáisadiósa la

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ayudadevuestrofielespíritu,cuidedelregresode vuestro barco acompañándolo con vientospropicios y luego, señor, cuando sea libre,¡cuánalegrementeviviré!

Arielcantó,entonces,estahermosacanción:

Dondelibalaabejaliboyo;enelcálizdescansodeunaprímula,dondemeacojo cuando grita el búho. Y después delverano,alegremente,

voyvolandoeneldorsodelmurciélago.

Alegrementeviviréyoahora

bajolaflorquecuelgadelarama.

EntoncesPrósperoenterróprofundamentesuslibros de magia y su varita mágica, porqueestaba resuelto a no hacer uso nuncamás desus artes de hechicería. Y, de esta manera,habiendo triunfado sobre sus enemigos yreconciliado con su hermano y con el rey deNápoles, ya no le faltaba, para completar sufelicidad,másquevolveraver su tierranatal,tomarposesiónde suducado y ser testigode

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losfelicesesponsalesdesubijaconelpríncipeFerdinando, que el rey prometió que secelebrarían con gran esplendor tan prontoregresaran a Nápoles. Donde prontoestuvieron de regreso, tras un viaje apacible,expertamentedirigidoporelespírituAriel.

FIN

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