la sombra del caudillo (masa)
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Ensayo en torno a la presencia de la masa en novelas de Martín Luis Guzmán y de Mariano Azuela.TRANSCRIPT
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Profesor: Dr. Vctor Manuel Daz Arciniegas Alumno: Vctor Manuel Banda Monroy La ternura de Axkan y la miserable muchedumbre: visin de la masa en La sombra del caudillo
Mientras que Mariano Azuela asumi un enfoque del Mxico revolucionario y
postrevolucionario desde la base social o desde la clase media, Martn Luis Guzmn
eligi narrar el proceso desde arriba, desde donde se toman las decisiones. Azuela
escoge al revolucionario valiente y temerario pero no demasiado famoso en Los de
abajo, por su parte Martn Luis Guzmn no duda en elegir al hroe arquetpico y
legendario en boca de todos Francisco Villa. En Azuela se observan las resonancias
del proceso revolucionario en la vida de mucha gente, de diversas clases sociales,
antes y despus del tiempo de los hroes. Martn Luis Guzmn narra los vericuetos
del poder, las traiciones y corrupciones de los csares trgicos, vctimas de su propio
poder. Azuela sigue los dictados del realismo al escoger seres comunes, vulgares; la
visin de Guzmn va ms de acuerdo con los clsicos grecorromanos y cuenta las
trgicas decisiones de los reyes y de quienes les disputan el poder.
Existe un personaje que entra de vez en cuando en los relatos de los dos. Un
personaje colectivo, en nombre de quien se tram supuestamente la Revolucin: la
masa campesina, rural, el conglomerado de los sin nombre.
La mayora de las escenas de La sombra del caudillo ocurren en los despachos
de los poderosos, en la cmara de diputados o en los burdeles donde se resuelven los
negocios de la poltica. Es en la escena de la manifestacin en adhesin de un futuro
y confuso candidato a presidente de la Repblica cuando aparece la masa de
campesinos, un difuso bloque humano con mil rostros y mil voces, el cual no est
invitado ni a la fiesta ni a la tragedia. Slo se le utiliza. Lejos de los tejes y manejes,
de los embutes y corruptelas, del herosmo y del centro de las decisiones. En su
nombre se ha realizado la Revolucin, para despus olvidarlos en sus pueblos
rincn, en sus comunidades fcilmente olvidables, de donde se les saca de vez en
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cuando para que apoyen a uno o a otro de los candidatos que les prometern todo lo
que sea necesario. El autor escoge ver a este sector social por medio de la visin de
Axkan, quien resulta el ms sensible hacia este grupo humano:
Al andar, Axkan perciba el calor de los grupos, que se apretaban a
ambos lados para abrir paso, y dominaba, gracias a su elevada estatura, ,
el mar de cabezas. Se vea pletrica la sala hasta el ltimo rincn; en la
galera alta los delegados se apiaban sobre la barandilla. Sbitamente,
Axkan se estremeci aunque sin saber por qu. Mientras todos aplaudan
y gritaban, l sinti que haba mucho de conmovedor en aquella asamblea
poltica de un millar de hombres cuyas carnes se cubran apenas con ropas
de manta; lo haba tambin en la manera como las grandes ruedas de los
sombreros de palma se agitaban en el extremo de algunos brazos, y la
haba en el aplaudir de las manos oscuras inciertas sobre el fondo azul
de las blusas de cambaya, o precisas contra la blancura amarillenta de
camisas y calzones. Los rostros broncneos expresaban de algn modo,
dentro del marco de las cabelleras negras y apelmazadas, la alegra
adivinatoria de una posible aspiracin. S pensaba Axkan, esta es
la aspiracin que los polticos explotan y traicionan. (181)
La masa revolucionaria ha perdido su poder destructivo o de poner patas
arriba el mundo. Ahora, espera, tiene una aspiracin, y con esa esperanza resulta
fcilmente manipulable. Esta fugaz aparicin muestra que no es su historia la que se
cuenta aqu, la de los que ni siquiera son soldados rasos, sino slo la de los generales
que suean con ser csares tropicales. La ternura de Axkan no es ingenua, puesto
que no se sacrificar por ellos. Poltico de tiempo completo, su lucidez lo coloca en
un centro emocional, desde donde puede sentir y dar nombre a lo que siente en
relacin con esta muchedumbre:
Todos se disponan, humildes y dciles, a salir. Salan con torpe
blandura de rebao, con algaraba musitada apenas, con parloteo donde
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las consonantes se suavizaban y el temblor de las risas naca como para
caer al suelo. Axkan avanzaba entre ellos. Tampoco ahora saba por qu,
pero el sentimiento de ternura que haba sentido poco antes iba
convirtindosele en sentimiento de piedad. Era una piedad anloga a la
que en l despertaban las proles hurfanas. (185)
Martn Luis Guzmn elige un tono ms suave, escoge para este grupo los
adjetivos y los sentimientos que ningn otro personaje de La sombra del caudillo
podra inspirarle. En el cdigo de poder, hay quienes pueden escoger funcionar
como hroes trgicos, perversamente masacrables; hay quienes pueden ser la sombra
del caudillo o sombra de la sombra, pero esta muchedumbre tierna y mansa parece
ni siquiera ser considerada un reflejo de algo.
A la manera de un personaje invisible para los poderosos emerge la
muchedumbre, el conglomerado humano, el grupo para el que supuestamente se han
preparado todos los cambios. No es la vida de stos lo que le interesa a Martn Luis
Guzmn, igual que a los trgicos griegos no les importaba la vida de la multitud sino
la de los Reyes, dioses y hroes.
En estos momentos, Martn Luis Guzmn considera varias realidades en su
narracin. El proceso de lucha por el poder que viven los caudillos, los
revolucionarios ahora polticos parece ajeno al resto de la poblacin, obra de un
pequeo sector humano distante del resto. Los otros sectores no pueden entender lo
que estn mirando en el plan de espectadores totalmente pasivos, entre otras razones
porque no estn invitados a participar, a compartir el proceso y el poder:
Axkan vena tambin de los primeros y era de los que ms
descollaban. Para su sentimiento el pulso de la manifestacin no brotaba de
dentro a fuera, sino al revs. Le interesaba, ms que el acto mismo, el efecto
del acto en quienes lo miraban, o mejor: el contraste de ciertos efectos.
Porque haba notado desde luego que la gente humilde de las puertas y el
arroyo, viendo el desfile, pareca hallarse frente a un acontecimiento,
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aunque ya familiar, superior siempre a su inteligencia: como si contemplara
un fenmeno de origen desconocido y remoto, semejante al rayo, semejante
a la lluvia. (186-187)
Otro sector desprecia a estos grupos en permanente lucha por el poder, los ve
as desde su propio poder conservado contra los otros grupos o a pesar de ellos:
Pero, en cambio, la gente de los balcones y la de los coches, y la
de los autos, y la de los caballos con arreos domingueros slo vea a los
manifestantes con asomos de incredulidad o con notorias muestras de
desprecio. Para sos as estaban proclamndolo sus actitudes
desdeosas, nada comn exista entre ellos y el rudimentario acto
cvico que se desarrollaba a su vista; por lo cual, si se dignaban verlo, era
apenas desde la altura de otra espiritualidad. Lo que esa gente presenciaba
no era cosa en que ellas se sintiera obligada a interesarse menos an a
intervenir ni para la salvaguarda de su fortuna, o de sus libertades, o de
su vida. Era, a lo sumo, una especie de desfile de circo: una procesin
funambulesca de payasos pintarrajeados y fieras escapadas de sus jaulas.
(187)
Juntar acarreados, entonces como ahora, es una estrategia de autolegitimacin,
que requiere las promesas sencillas de un buen taco como recompensa por asistir:
Y era que Catarino Ibez haba dado suelta la voz de que aquella manifestacin
acabara en convite y que al convite tendran acceso todos los manifestantes. De este
modo, cada viva, cada muera eran otros tantos reclamos para que la muchedumbre
engrosara. (157)
La clase poltica parece alimentarse de s misma. Jugar un juego solitario que
nadie ms que ellos comprende. Actos a los cuales no hay que rendirle explicacin a
nadie ms que a los compaeros de partido, y muchas veces ni siquiera a ellos. Sus
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trgicas historias de sangre y corrupcin entretienen a algunos grupos sociales, pero
para la masa, para el sector base de la sociedad, los actos y las palabras parecen
enigmas: Era evidente, sin embargo, que las palabras de Axkan, con ser sencillas,
no llegaban hasta la inteligencia de la miserable muchedumbre que lo escuchaba.
Ente la ideacin de sus oyentes y la de l haba abismos: abismos de tiempo, de
clase, de cultura. Mas no importaba eso. (188)
Incluso entre un discurso bien intencionado y la muchedumbre existe un
abismo infranqueable. La masa es la no invitada, la no participante, ni siquiera se le
pide ser espectadora del teatro del poder, de la tragedia. Su participacin resulta
eventual.
Probablemente entenderan mejor el teatro sangriento del poder que los
discursos. Quiz seran capaz de entender mejor un mundo sin aspiraciones y sin
esperanzas, ms elemental y primitivo. Pero todava pueden seguir siendo
dominadas por las palabras de un bien intencionado orador, estimuladas por la
esperanza de que algo de esas palabras se plasme en sus vidas:
(La multitud) sta, frente al balcn y ms all hasta los confines de la calle,
segua aplaudiendo y aclamando a Axkan. No recordaba entonces ni su miseria, ni
su hambre, ni sus pies desnudos negros como el lodo, ni sus harapos
hediondos.... (189)
La sensacin de Axkan y del propio narrador Martn Luis Guzmn resulta
confusa y ambivalente. Observan a la muchedumbre con sentimientos encontrados.
Pobreza, miseria, mansedumbre, rebao, aspiraciones, ternura, todo mezclado
luchando por definirse:
De los indios de las haciendas, muchos haban caminado quince o
veinte kilmetros y llevaban doce horas sin probar bocado; mas no por eso
denotaban impaciencia o precipitacin: aguardaban su turno con mansa
dignidad. Luego, con la comida en las manos, iban a sentarse a la sombra de
los rboles, para entregarse all a morder, poco a poco, sus rollos de
tortillas. Coman con tristeza fiel con la tristeza fiel con que comen los
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perros de la calle; pero lo hacan, al propio tiempo, con dignidad
suprema, casi esttica. Al mover las quijadas, las lneas del rostro se les
conservaban inalterables. (190)
Tristeza fiel de los perros de la calle, pero tambin una dignidad suprema, casi
esttica. Un grupo humano inalterable que no es cmplice ni testigo ni espectador de
las luchas por el Gran Poder. La discusin acerca de las barreras dirigidas a este
grupo, de la exclusin y desigualdad a que se les somete en forma constante, es el
pretexto para que estalle la violencia entre Olivier y el gobernador Catarino Ibez:
El guacamole ser igual afirm Olivier, implacable; no lo
discuto. Pero la mentira consiste en que llamas compaeros a los pobres
indios de la manifestacin y en que no dices que nosotros no
disfrutaramos de este banquete si antes no los hubiramos visto comer a
ellos. Si son nuestros compaeros, por qu a ellos les das huesos y
tortillas martajadas, dejando, adems, que eso lo coman sentados en el
suelo, mientras a nosotros nos tratas regiamente? Aqu no pasamos de
treinta; all son ms de mil. Sin embargo, estoy seguro de que la comida
nuestra va a costarte lo doble o lo triple de lo que pagars por tu msera
barbacoa de los que vinieron a gritar tus vivas y tus mueras. (195)
La muchedumbre queda fuera de todo. El proceso poltico es algo que no
entiende. Apenas s se les da un poco de esperanza y un taco de barbacoa o un poco
de pulque. Esta masa queda excluida incluso del concepto de nacin que utilizar
Martn Luis Guzmn posteriormente en la novela: La nacin entera, curiosa ante el
forcejeo de los grupos por arrebatarse el poder, sinti entonces que el espectculo
entraba en la fase decisiva. La voz de la calle haba dicho que Aguirre y Jimnez se
enfrentaran: el choque estaba prximo. (231) Los rasgos textuales marcan que
sera difcil que el grupo de acarreados est considerado dentro de lo que Guzmn
llama la nacin entera y la voz de la calle. As como los europeos de la Edad
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Media cuando decan el hombre ser referan slo a los europeos, en estos
conceptos flota la exclusin de los grupos que no estn cerca de los centros de
poder, que no leen peridicos en espaol, que conforman la masa manipulable, la
muchedumbre miserable. Cuando todo haya pasado y la sangre se haya ms o menos
lavado, sern llamados otra vez para gritar vivas y mueras a un candidato o a otro.
Tampoco entran dentro de lo que Guzmn denomina opinin pblica:
La llamada opinin pblica acentu entonces su influencia en la obra.
Era, secretamente, partidaria de Aguirre en quien vea al valeroso adalid
de la oposicin al Caudillo, y era, secretamente tambin, enemiga de
Jimnez, en quien personificaba la imposicin de continuista. Pero voz, al
fin y al cabo, de clases cobardes, de clases envilecidas en el orden cvico,
no se atreva a resolver la pugna de los grupos abordndola de plano,
manifestndose con valor, sino que se limitaba a intervenir en la lucha
como el pblico en los matches de boxeo, azuzando a los contendientes.
(261)
Esta voz pblica se autoexcluye, mientras que la masa ignorante queda
excluida de manera intrnseca, como si esa exclusin fuera parte de su esencia, lo
que la define y la caracteriza.
Al final de la novela, se habla de las sensaciones desatadas por el trgico final
de Aguirre y sus compaeros. Estos sentimientos se les ataen a la ciudad. Resulta
casi seguro que los integrantes de la tristeza fiel, de la muchedumbre convocable con
barbacoa y pulque no sean parte de esa de rabia e impotencia pblicas que describe
Guzmn al final de la novela: Pero este laconismo de los peridicos no haca, en
realidad, sino acoger, callndolas, las sorpresa y la consternacin pblicas. La
ciudad viva como siempre, pero slo en apariencia. Llevaba por dentro la vergenza
y el dolor. (298)
Aos despus de lo narrado en La sombra del caudillo, Mariano Azuela
encontrar a esta masa idntica en su bestializacin e inconsciencia. A falta de una
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conciencia crtica con la lucidez de Axkan, el narrador jalisciense mostrar menor
compasin o ternura hacia ellos en Nueva burguesa: La indiada segua bajando de
jaulas de ganado, vestidos de manta, neja, sombreros de soyate deshojndose de
puro viejos, de huaraches o descalzos. De tramo en tramo un jayn, de pantaln de
casimir, sombrero de lana, pistola al cinto, el ojo bovino y larga jeta colgando,
conduca a la manada. (Nueva burguesa:76)
Ms adelante los mostrar de nuevo con precisin, presentando incluso las
causas de su estado: Era, en efecto, una exhibicin vergonzosa de la miseria en que
se mantiene todava al pueblo: un desfile de doscientos mil parias en camisas y
calzones rotos y mugrosos, algunos hasta sin huaraches, recorriendo las calles y
avenidas principales. Como cerdos los haban acarreado de sus pueblos y ranchos en
carros de ganado, amontonados hasta en los mismos techos. (Nueva burguesa: 78)
La muchedumbre mostrada en La sombra del caudillo y en otros textos
narrativos constituye una masa manipulable, llevable, transportable, semejante a un
grupo de borregos, cerdos, una manada, custodiada por los lobos. No es la masa
violenta que destruye (en trminos de Canetti) lo que se pone a su alcance y que
estall en el movimiento revolucionario; no tiene comportamientos de masa abierta
o cerrada, ni va a la guerra. Se trata de una masa, un grupo exageradamente
homogneo, creado de manera artificial, convocado para ser un grupo fugaz, como
una escenografa del poder y para el poder.
El poder indicar que todo se hace en beneficio de ella misma, que la masa es
el sustento de quien la ha llamado, prometer y dar esperanzas. Proporcionar un
taco y una bebida a manera de sucedneo de los futuros parasos convocados por el
poder. En la disputa de los grandes, en la construccin de nacin, sociedad, de lo
pblico, ninguno de los integrantes de esta masa y mucho menos todos juntos
participar. Su carcter de sector social ignorante, desinformado, lejano, lo deja
fuera de los poderes de intervencin o de participacin. En la cspide de la pirmide
social todo se mueve, se agita. Los unos asesinan a los otros para quedarse con todo
el pastel del Gran Poder. En la base apenas se perciben estos cambios. No son de
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ellos ni para ellos; surgen de voluntades ajenas a la suya. Permanecen en su lugar,
esperando que se les llame para ir de nuevo a vitorear, a la manifestacin, al grito en
el nombre de otro sujeto igualmente misterioso que aquellos a quienes los hados los
han pesado y cortado los hilos. La masa ya no se agita: ha quedado controlada. Otros
grupos guerrean entre s, para aspirar a ese control invisible sobre la fuerza de la
masa. Porque ese quedar fuera de toda posibilidad de dirigirse a s misma hacia
cualquier direccin, la convierte en manipulable. As la quieren los csares y los
dioses y los hroes, y ni toda la ternura de Axkan bastar para sacarla de ese estado.
OBRAS CONSULTADAS
Azuela, Mariano. Nueva burguesa.
Guzmn, Martn Luis. La sombra del caudillo.
Canetti, Elas. Masa y poder.
Profesor: Dr. Vctor Manuel Daz ArciniegasOBRAS CONSULTADAS