la segunda campaña libertadora: la lucha de casanare por su independencia de boyacá durante la...
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Autora: Jane M. RauschProfesora EméritaDepartamento de HistoriaUniversidad de Massachusetts AmherstAmherst, MA 01002, [email protected]TRANSCRIPT
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La segunda Campaña Libertadora: la lucha de Casanare por su independencia de Boyacá durante la hegemonía del
Frente Nacional en Colombia (1958-1974)
Autora: Jane M. Rausch Profesora Emérita
Departamento de Historia Universidad de Massachusetts Amherst
Amherst, MA 01002, EEUU [email protected]
Marzo de 2012
Versión en español: María Victoria Mejía D.
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Se podrían asignar muchos méritos a la tendencia actual de referirse a la región de los
Llanos Orientales con el nombre de Orinoquia o región única. Sin embargo, esa
denominación tiende a desdibujar la diferencia entre los cuatro departamentos que la
integran: Meta, Arauca, Vichada y Casanare1. En tanto cada departamento encierra una
fracción de la cuenca del río Orinoco y comparte una economía común –que en el pasado
se afincaba en la ganadería y en la actualidad depende del petróleo- son verdaderamente
únicas sus historias particulares. A título de ejemplo, durante gran parte del siglo XX, a
Meta, Arauca y Vichada se les asignó el estatus de territorios nacionales, sometidos al
control directo del gobierno central en Bogotá, en tanto que, Casanare, no obstante el
carácter que se le otorgó como provincia autónoma durante el siglo XIX, continuó ligada al
departamento de Boyacá. Esta afiliación tuvo una consecuencia desafortunada cual fue la
de retardar el desarrollo de la región con respecto a las demás regiones de los Llanos.
Si bien los colombianos no dejan de celebrar la función que cumplió Casanare en
la Campaña de Liberación de 1819, liderada por Bolívar, en la marcha extraordinaria
cruzando la cordillera de los Andes, y que culminaría en la derrota de los españoles en las
Batallas del Pantano de Vargas (julio 25) y del Puente de Boyacá (agosto 7 de ese año)
es escasa la atención que han prestado a la lucha de la región por liberarse del dominio
de Boyacá a lo largo del siglo XX. Durante el periodo del Frente Nacional (1958-1974) la
cada vez mayor sensación de abandono por parte de Tunja que permeaba al Casanare
llegó a convertirse en una campaña decidida para sacudirse del control del departamento
de Boyacá y recuperar su autonomía como intendencia nacional. El propósito del presente
ensayo es indagar en la compleja relación entre el altiplano y la zona de los llanos de
Boyacá. Después de hacer un resumen breve de la interacción entre las dos regiones
desde el siglo XVI hasta año de 1958, el presente estudio intentará hacer el seguimiento a
la lucha del Casanare para recuperar su autonomía del departamento de Boyacá durante
el periodo del Frente Nacional, para intentar explicar por qué, en 1974, los casanareños
se regocijaron en el momento en que se otorgó a la región el estatus de intendencia
nacional, en la época en que otros territorios de los Llanos ya se ocupaban con sus
gestiones de cabildeo para convertirse en departamento.
1 Véanse Leonel Pérez Bareño, La Región de la Orinoquia: Antecedentes de su ordenamiento territorial (Bogotá: Gente Nueva, 2002); Alberto Baquero Niño, “Derecho y Deber al Ideario del País del Orinoco”, Memorias: VIII Simposio Internacional de Historia de los Llanos Colombo-Venezolanos (Villavicencio: Editorial Juan XXIII, 2004), 8-13.
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Boyacá y Casanare antes de 1958
En 1958, año en que Alberto Lleras Camargo, el primero de cuatro presidentes que
gobernaron durante el periodo del Frente Nacional, tomó posesión como presidente, el
departamento de Boyacá cubría una superficie equivalente a 63.595km. En términos de
área, Boyacá era después de Antioquia, el departamento más extenso de Colombia2. Con
779,340 habitantes (incluyendo 22.087 en Casanare), Boyacá ocupaba el tercer lugar en
población después de Cundinamarca y Antioquia; con todo, y desde una perspectiva
económica, estaba lejos de ser el departamento más rico3. En Tunja, desde la posición de
predominio que ocupaban en el siglo XIX, y sin poder hacer nada, los gobernadores
observaban el deterioro continuado de la economía del departamento. Carente de un
puerto sobre el río Magdalena y limitado por vías inapropiadas en pésimo estado, Boyacá
dependía de la producción de cultivos de alimentos, la manufactura de textiles de lana y
de la venta del ganado proveniente de los Llanos. El gobierno nacional ejercía el control
sobre dos de las fuentes potenciales de rentas: las salinas de Chita y las minas de
esmeraldas de Muzo, mientras el predominio del minifundio y los arcaicos sistemas de
trabajo eran óbice a la participación del departamento del proceso de acumulación de
riqueza que se desarrollaba en otras latitudes del país. El derrumbe del mercado del
tabaco deprimió aún más la economía rural en las provincias norteñas de Norte y
Gutiérrez. Ya para los años cincuenta se hizo evidente que el proceso de industrialización
que transformó a Antioquia y Cundinamarca había pasado de largo por Boyacá4.
Aislada de Boyacá por la cordillera Oriental, en la provincia del Casanare se
insertaba una zona de piedemonte que comenzaba a desdibujarse en las llanuras
tropicales, se extendía hasta el río Casanare y la Comisaría de Arauca, al norte, y hasta el
río Meta, el departamento del Meta y la Comisaría del Vichada, al sur y al oriente. Resulta
difícil imaginarnos dos entornos más disímiles entre sí y unidos en un solo departamento:
los fríos valles de Boyacá y las tierras planas de pastizales del Casanare, a las que
alternativamente inundaban lluvias torrenciales para luego transformarse en un desierto
bajo el ardiente rayo del sol. Aun así, al año de 1588 se remontaban los lazos que las
unían. En ese año, el Capitán Pedro Daza partió de Tunja, descendiendo por la cordillera
2 En términos de territorio, Antioquia era el departamento más extenso con 65,595km². Véase Juan Medina R. Geografía económica de Colombia (Bogotá: Ediciones Tercer Mundo, 1970-74), 3: 18-19. 3 Colombia, Censo general de la población, 1951. 4 Javier Guerrero Barón, Los años del olvido: Boyacá y los orígenes de La Violencia (Bogotá: Tercer Mundo, 1991), 78; Helen Delpar, Red against Blue: the Liberal Party in Colombian Politics, 1863-1899 (Tuscaloosa: University of Alabama Press, 1981, 33.
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de los Andes para fundar a Santiago de Las Atalayas: la primera ciudad en el Casanare.
Los colonos y los misioneros españoles que siguieron la ruta de Daza se tranzaron en una
disputa por el control de las poblaciones indígenas de Achagua, Sáliva y Guahibo. Poco
tiempo después, los pobladores españoles dedicados a la ganadería comenzaban a
acorralar a los ganados salvajes que vagaba por las llanuras, encaminándolos hacia los
escabrosos caminos montañosos para su venta posterior en Sogamoso.
Ya para el siglo XVIII, Casanare se había convertido en una subregión importante
de Tunja, con la cual mantenía un intercambio comercial pujante en textiles, alfarería, lana
y artículos elaborados en paja, además de ganados. Durante esta época, producto del
mestizaje entre blancos, indígenas y africanos, surgió la cultura del vaquero –los llaneros
que trabajaban como vaqueros en los hatos y famosos por su participación como
soldados durante las guerras de Independencia. En 1816, cuando los españoles
reconquistaron las tierras del altiplano, los patriotas criollos se refugiaron en el Casanare,
donde se unieron a los llaneros para conformar un nuevo ejército. Bajo el comando de
Bolívar y Santander, emprendieron la marcha atravesando la cordillera, para derrotar a los
españoles en las batallas decisivas del Pantano de Vargas, el 25 de julio, y del Puente de
Boyacá, el 7 de agosto de 18195.
Esta victoria impresionante, a la que se conoce como la Campaña Libertadora,
permanece como el hecho más memorable de la historia de Casanare, ya que en tanto la
provincia continuaba gozando de autonomía política en el marco de la República de la
Nueva Granada (1831-1857), no logró recuperarse del caos social y económico
resultante de la guerra. Casanare se convirtió en parte del estado de Boyacá en 1858, con
la creación de la Confederación Granadina. Si bien, entre 1868 y 1886, los Liberales
Radicales lo gobernaron como si se tratara de un territorio nacional, como lo hicieron los
Conservadores entre 1892 y 1905, el experimento fracasó en ambas oportunidades y la
provincia quedó sometida de nuevo al poder de Boyacá, departamento con el cual todavía
mantiene estrechos vínculos.
La pérdida de prestigio político de Casanare se reflejaba en el estancamiento
económico de la región. A lo largo del siglo XIX, compartió la decadencia dramática de
Boyacá, conforme la modernización -impulsada por el auge de las exportaciones de
tabaco, quinina y café- transformaba a la región occidental de Colombia hasta convertirla
en el centro económico de la nación. Casanare continuó siendo un lugar apartado, aun
5 Jane Rausch, Colombia: Territorial Rule and the Llanos Frontier (Gainesville: University of Florida Press, 1999), 191.
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dentro del territorio de los Llanos, en la medida en que colonos procedentes de
Cundinamarca se mudaban al Meta y convertían a esa Intendencia en una zona de
colonización dinámica e impulsaban la producción de plátano, maíz, yuca, arroz y ganado
para el gran mercado de Bogotá6. De acuerdo con el censo de 1938, la población del
Meta aumentó de 19.320 habitantes en 1928 a 51.674 pobladores, en tanto que, durante
el mismo período, la población de Casanare disminuyó en realidad de 25.481 a 23.290,
permaneciendo igual al número de habitantes que la poblaron en 1810, cuando al
territorio todavía lo gobernaban los españoles7.
Es generalizado el consenso respecto al escaso crecimiento que registró el
Casanare durante la primera mitad del siglo XX, cuando la comarca era una prefectura del
departamento de Boyacá. La economía continuó su tendencia a la decadencia, no
obstante la inmigración esporádica de boyacenses. La enfermedad y la ausencia absoluta
de normas legales plagaban a los habitantes. Los prefectos eran ineficientes; a duras
penas funcionaban las alcaldías y los concejos municipales de los once municipios,
mientras los misioneros Recoletos mostraban una ineptitud sorprendente en su labor de
expandir la educación pública y de adoctrinar a los nativos en el Cristianismo8. Humberto
Plazas Olarte, en su análisis en su tesis doctoral sobre la difícil situación del Casanare,
Los territorios nacionales con una introducción al estudio de su geografía y de su historia,
publicada en 1944, el autor hizo una crítica devastadora del dominio de Boyacá, y
convocó al Congreso a declarar a la provincia como territorio nacional, estatus del que ya
disfrutaban Meta, Arauca y Vichada. Poniendo de relieve la ausencia de vías, servicios de
salud, y mejoras en las técnicas de cría de ganado, Plazas Olarte planteaba que
Casanare cumplía a cabalidad los requisitos para ser declarado intendencia, según lo
estipulaba la Ley 2 de 1943, de reciente aprobación en ese entonces, y la cual preveía la
supervisión del gobierno nacional a las regiones cubiertas de selvas insalubres, pobladas
de indígenas y aisladas del centro “civilizado” del país. Por el contrario, el autor aducía lo
ilusorio que parecía esperar a que Boyacá pudiera manejar con eficacia problemas que
eran tan disímiles a los que se presentaban en las tierras del altiplano que rodeaban a
Tunja.
6 Rausch, Colombia: Territorial Rule, 192. 7 Colombia: Censo general de la población, 1938; Juan Medina R. Geografía económica de Colombia, Vol. 3 Boyacá (Bogotá: Contraloría General de la República, 1936), 147-78. 8 Jane M. Rausch, The Llanos Frontier in Colombian History, 1830-1930 (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1993), 237.
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Para poner el énfasis en la necesidad de actuar, Plazas Olarte mencionaba el
creciente número de cuatreros, cuyas actividades delincuenciales amenazaban con
destruir la industria ganadera. Según el autor, mientras el país en su totalidad
La frontera de los Llanos en 1946
era consciente de la magnitud del problema, Tunja simplemente abandonó al Casanare a
su suerte. Plazas Olarte consideraba que solamente la nación, por mediación patriótica
del Ministerio de Gobierno y de la dirección de la Policía Nacional podría combatir el
bandolerismo. “Elevar a Casanare a territorio nacional”, abogaba. “Tendrá graves e
incalculables repercusiones si no se atiende y conjura en toda su intensidad, en lo que se
refiere a la tranquilidad y al orden público en Casanare”9.
La Violencia, 1948-1954
Pronto se convertiría en realidad la advertencia de Plazas Olarte durante la época de La
Violencia: la guerra civil no declarada que azotó al el país entre 1948 y 1954, uno de
cuyos principales escenarios de confrontación fue Casanare. Después de un interregno 9 Humberto Plazas Olarte, Los territorios nacionales con una introducción al estudio de su geografía y de su historia (Bogotá: Editorial Pax, 1944), 209-13.
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de dieciséis años, en 1946 los Conservadores recuperaron el poder del gobierno central.
En Boyacá, los nuevos gobernantes desencadenaron una revancha en contra los
Liberales, siendo ésta el acicate del arribo a Casanare y Arauca de guerrilleros
políticamente comprometidos: Eduardo Franco Isaza, de Sogamoso; los hermanos
Villamarín, del Cocuy; los hermanos Colmenares, de Paz de Río: y los hermanos Bautista,
a quienes se unieron los grupos rebeles que comenzaban a formarse en la región entre
llaneros desafiantes. La invasión sangrienta de los llamados Chulavitas (grupo parapolicial
conformado por Conservadores procedentes de un pueblo del mismo nombre en Boyacá)
quienes atacaban a los simpatizantes Liberales en las ciudades del piedemonte del
Casanare después del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán el 9 de abril de 1948. Éste fue el
hecho final que convenció a hombres como Guadalupe Salcedo y Eliseo Velásquez de
dar comienzo a su movimiento insurgente contra el gobierno nacional, dirigido primero por
Mariano Ospina Pérez (1946-1950) y después por Laureano Gómez y Roberto Urdaneta
Arbeláez (1950-1953). Para finales de 1949, en toda la provincia sentó sus reales el terror
sancionado oficialmente.
En la primera fase de La Violencia (1949-1951), los grandes terratenientes y el
Partido Liberal apoyaron las actividades de los grupos guerrilleros a lo largo y ancho de
los Llanos. La respuesta de Gómez fue fortalecer la ofensiva del gobierno mediante la
creación el 1º de abril de 1950 de la Jefatura Civil y Militar de los Llanos con sede en
Villavicencio, Meta. En el siguiente mes de junio, en virtud del Decreto 1093, Gómez
efectuó la separación de la provincia de Casanare del departamento de Boyacá,
proclamando a Casanare como Comisaría Especial, con capital en el pueblo de
Trinidad10. No obstante la confrontación bélica en curso, en 1951 Horacio Rosero
Caicedo, Jefe de Territorios Nacionales, aseguraba que la nueva comisaría funcionaba
bien. En Trinidad se construían las oficinas gubernamentales y se continuaba trabajando
en la vía para conectar a la población con el aeródromo. Funcionaban treinta colegios,
con 1.172 estudiantes, y se contaba con contacto regula entre Tunja y Trinidad por vía
aérea y radioteléfono11.
En tanto el gobierno ponía todo su empeño en dar un vuelco positivo a la forma en
que evolucionaban los acontecimientos en los Llanos, desde la perspectiva de la gente
10 Orlando Villanueva Martínez, “Guadalupe Salcedo y la Insurrección Llanera, 1949-1957,” Tesis para optar al doctorado (Bogotá, Departamento de Historia, Universidad Nacional de Colombia, 2010), 131. 11 Informe del Jefe de Territorios Nacionales, 16 agosto, 1951 en Colombia: Un año de gobierno, 1950-1951 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1951), 382-383.
8
que habitaba la región la situación no podría ser más catastrófica. Como escribió Martínez
Delgado, “Casanare es un infierno verde salpicado de rojo, de la sangre de tantas
víctimas. No hubo delito que no se cometiera de parte y parte. Entre los pueblos que
quedaron borrados del mapa por incendio en esa contienda, se cuentan: Moreno, Manare,
Trinidad, Tauramena, Maní, Sabanalarga fuera de muchos caseríos y otros en Arauca y
Meta, que también son Llanos”12.
En la segunda fase del conflicto (1951-1952) los terratenientes propietarios de
haciendas en Meta Casanare renunciaron a su participación en las guerrillas conformadas
principalmente por peones y vaqueros trabajadores en sus propiedades. En febrero de
1951, ganaderos y empresarios se reunieron en Villavicencio con el General Carlos
Bejarano Muñoz, Jefe Civil y Militar de los Llanos Orientales. Preocupados por la
militancia de los grupos guerrilleros y temiendo que la insurgencia prolongada perjudicara
sus intereses, todos ellos firmaron el 17 de febrero un acuerdo condenando los actos de
bandidaje ocurridos durante los años recientes y comprometiendo su respaldo
incondicional al General Bejarano para que restaurara la normalidad en los Llanos13.
Pocos días después, en Sogamoso, firmaron una declaración similar ochenta miembros
de la Sociedad de Ganaderos. En consecuencia, los finqueros boyacenses que en un
principio apoyaron a sus peones en la lucha para defender los intereses económicos y
políticos de esos terratenientes, ahora respaldaban al gobierno Conservador y al Ejército.
Impusieron a los insurgentes “la impronta de bandidos” y emprendieron una extensa
campaña de persecución y exterminio de las guerrillas que lo único que logró fue
exacerbar la hostilidad que sentían los casanareños contra Boyacá14. Destacamentos del
Batallón Vargas establecieron posiciones en los hatos. Contando con el suministro de
dinero y caballos por parte de los ganaderos, capturaban a personas sospechosas de
colaborar con los grupos guerrilleros. Ejecutaron o enviaron a prisión a muchos peones.
Según Franco Isaza, “la purga fue rápida, efectiva y silenciosa”15.
Para ayudar a aplastar a la insurgencia, los ganaderos, el Ejército y la Policía
crearon un cuerpo especializado de contraguerrilla, conocido como “guerrillas de paz”, del
cual formaban parte militares vestidos de civil, excombatientes que desertaron de las filas
de los rebeles para ponerse al lado del gobierno, hijos de ganaderos y campesinos 12 Alberto Martínez Delgado, Casanare y su historia (Bogotá: Editorial Bochica, 1990), 96. 13 Justo Casas Aguilar, “La Violencia en Casanare (1950-53),” en Los Llanos: una historia sin frontera (Bogotá: Academia de Historia del Meta, 1988), 409-410. 14 Paul Oquist, Violence, Conflict, and Politics in Colombia (Nueva York: Academic Press, 1980), 209. 15 Eduardo Franco Isaza, Las guerrillas del Llano (Bogotá: Librería Mundial, 1959), 186.
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Conservadores. La finalidad de ésta contra-guerrilla era la de poner coto al abigeato de
ganado, eliminar a la chusma, término con el que empezaron a denominar a los grupos
guerrilleros liberales, y a “desaparecer” a las personas sospechosas de colaborar con la
guerrilla en los sectores urbanos. En Villavicencio, Támara, Arauca y muchos otros
pueblos, operaban grupos de estos contrarrevolucionarios y, una vez se unieron a la
confrontación bélica, sumaban cerca de 20.000 combatientes que peleaban en los
Llanos16. En junio de 1952, Roberto Urdaneta Arbeláez, vicepresidente de Gómez,
emprendió la ofensiva militar más grande hasta ese entonces contra los insurgentes; sin
embargo, no obstante este esfuerzo, para comienzos de 1953 los rebeldes controlaban
aproximadamente noventa por ciento de los Llanos y contaban con la simpatía y a
complicidad de la mayoría de los habitantes de la región17.
Si bien los insurgentes llegaron a un callejón sin salida con el Ejército colombiano,
no lograron alcanzar un acuerdo sobre los objetivos realmente revolucionarios, ni de
asestar el golpe final que les permitiera hacerse con el control del país. Es así que, el 15
de junio de 1953, cuando el General Gustavo Rojas Pinilla, con el respaldo de los
dirigentes del partido Liberal y del partido Conservador, derrocó al gobierno de Gómez y
Urdaneta, de inmediato se puso a la tarea de dar por terminado el conflicto con éstas
palabras: “No más sangre, no más depredaciones a nombre de ningún partido político”18.
Con el ofrecimiento que hizo de conceder la amnistía a los grupos guerrilleros Liberales a
cambio de que depusieran las armas, muchos aceptaron permitiendo que retornara la paz
a los Llanos para finales de 1953.
Analizado desde la perspectiva de la relación entre Casanare y Boyacá, el período
de La Violencia sólo logró afianzar los odios de las dos partes involucradas en el conflicto.
Si bien la mayoría de los terratenientes, quienes vivían en el altiplano, en un primer
momento se pusieron de parte de los insurgentes, ya en 1951 les volvieron la espalda, al
considerar que de hecho no eran revolucionarios sino bandoleros. Por añadidura, el
ejército de los Chulavitas, quienes saquearon y arrasaron a los Llanos, se identificaba
plenamente con Boyacá. La existencia de Casanare como Intendencia Nacional había
sido demasiado efímera como para tener alguna trascendencia en lograr algún cambio en
la situación imperante en la región: hecho que se comprueba en la disminución de la
16 Germán Hislen Giraldo Castaño, La colonización en la Orinoquia colombiana: Arauca (1900-1980) (Bogotá: Ediciones Antropos, 2006), 107. 17 Oquist, Violence, 209. 18 Carlos J. Villar Borda, Rojas Pinilla: el presidente libertador: biografía (Bogotá: Editorial Iqueima, 1953), 101.
10
población entre 1938 y 1951, época durante la cual, a pesar de La Violencia, los demás
territorios de los Llanos registraron un incremento neto en el número de habitantes19.
Rojas Pinilla
Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre la incidencia de la dictadura de Rojas
Pinilla. Por una parte, durante los primeros seis meses de su gobierno, Rojas Pinilla logró
concertar la rendición de la mayoría de los guerrilleros en los Llanos y en el resto del país.
Es más, en razón de los elevados precios del café en los mercados internacionales,
durante su mandato se iniciaron muchos proyectos de infraestructura tendientes a la
recuperación de las zonas devastadas por La Violencia. Por otra parte, con el paso del
tiempo, el gobierno de Rojas se fue convirtiendo en la clásica dictadura militar y, posterior
al resurgimiento de La Violencia en algunos sectores del país, la élite partidista comenzó
a sentirse cada vez más inquieta. Para comienzos de 1957, empezó a resquebrajarse la
unión de la mayor parte de los grupos organizados en Colombia, entre ellos la Iglesia
Católica, los sindicatos, y los dos partidos políticos. Después de la huelga general del 10
de mayo de 1957, los altos mandos militares obligaron a Rojas Pinilla a abandonar el
país. Con la partida del dictador, esos mismos oficiales del Ejército conformaron una junta
militar que ejercía autoridad temporal, la cual gobernó al país hasta el 7 de agosto de
1958, cuando un gobernante civil asumió el poder20.
Rojas Pinilla nació en Tunja el 12 de marzo de 1900. Oriundo de Boyacá, siempre
tuvo una lealtad profunda hacia su departamento. En un discurso que pronunció en
Sogamoso el 8 de agosto de 1953, alabó a Boyacá como participante trascendental en la
historia nacional de Colombia. Al describir a su departamento como una comarca de
promisión, se comprometió a que su gobierno no descansaría hasta que amainaran las
pasiones políticas que creó La Violencia y se atendieran los reclamos de justicia a través
de acciones positivas, como la creación del Instituto de Colonización e Inmigración.
Siguió:
19 La población de Casanare disminuyó de 23, 290 in 1938 a 22,087 en 1951, mientras la del Meta aumentó de 51,674 a 67,492 y la de Arauca creció de 11,156 a 13,221. Véase Colombia, Censo general de la población, 1938 y 1951. 20 David Bushnell, Colombia: A Nation In Spite of Itself (Berkeley: University of California Press, 1993), 215-222. En lengua inglesa, la defensa estándar de Rojas Pinilla es la obra de Vernon Fluharty, Dance of the Millions: Military Rule and the Social Revolution in Colombia: 1930-1950 (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1957). Para una opinión crítica véase Silvia Galvis y Alberto Donadio, El Jefe Supremo: Rojas Pinilla en La Violencia y el poder (Bogotá: Planeta, 1988).
11
Hagamos un Boyacá económicamente libre, baluarte perenne de la dignidad
nacional, refugio de nuestras mejores tradiciones, manantial de concordia, de paz
y de trabajo, y ejemplo permanente de patriotismo y virtudes ciudadanas21.
Quizás en mucho mayor grado que los presidentes colombianos que lo precedieron en el
poder, como boyacense Rojas Pinilla estaba más familiarizado con los
Llanos. En 1959, durante su juicio ante el Senado, declaró que antes de llegar a la
presidencia, en 1953: “Sin lugar a dudas, señores senadores, la región más
convulsionada en esta Violencia era la región de los Llanos Orientales”. Y continuaba,
Yo creo que todo el mundo cuando es niño en todos los departamentos recibe las
enseñanzas de que la Independencia de Colombia se debió en gran parte a los
llaneros. En los claustros de la escuela nos contaban que el llanero efectuaba sus
negocios sin necesidad de escrituras públicas, porque la palabra del llanero era
una escritura pública. Personalmente siempre he tenido un gran respeto, una gran
admiración por esas gentes de los Llanos, y por eso, desde el 13 de junio, quería
llevar la paz a esas regiones22.
Con todo, y no obstante ser consciente de la realidad de los Llanos, Rojas
consideraba que la mejor manera de lograr la rehabilitación de Casanare era hacerlo bajo
la supervisión del departamento. Mediante el Decreto 2565 de octubre de 1953, dio por
terminada la condición de Intendencia Nacional y volvió a anexar a la región a Boyacá,
para ser gobernada como provincia con un respaldo financiero equivalente a un millón de
pesos mensuales23. Esta decisión iba en contravía de la reconstrucción de Casanare.
Mientras, en su condición de territorios, Meta, Arauca y Vichada se beneficiaban de las
políticas nacionales para construir vías, apoyar la salud y la educación, instalar sucursales
de la Caja de Crédito Agrario, construir aeropuertos y expandir el servicio de
telecomunicaciones, era escasa la ayuda que Casanare recibía de Tunja -con excepción
de un trabajo planificado de colonización: San Luis de Palenque, el cual contaba con el
auspicio del gobierno nacional24. En el transcurso del primer año de su asignación, se
canceló el subsidio mensual de un millón de pesos, subsidio que no se restituyó hasta
1971. Es más, en su Informe, publicado en 1956, Alfredo Rivero Valderrama, gobernador
21 Gustavo Rojas Pinilla, “Discurso pronunciado en Sogamoso, el 8 de agosto, 1953,” Seis meses de gobierno (Bogotá: Imprenta Nacional, 1954), 103-104. 22 Gustavo Rojas Pinilla, “Discurso, febrero 27, 1959,” Rojas Pinilla ante el Senado (Bogotá: Editorial Excelsior, 1959), 610. 23 El Tiempo, 16 de septiembre de 1973. 24 Guillermo Ramírez A., “San Luis de Palenque, el llanero y su presente,” Economía colombiana 1:2 #4 (agosto 1954), 9-13.
12
de Boyacá, no hizo mención alguna a la reintegración de Casanare al departamento ni
brindó ningún tipo de información sobre los avances de la provincia25.
Cualesquiera fueran las buenas intenciones de Rojas Pinilla para con los Llanos, el
resurgimiento de La Violencia en 1954, lo obligó un año después a ordenar a la Séptima
Brigada del Ejército acantonada en Villavicencio reanudar las confrontaciones bélicas
contra las actividades guerrilleras en Meta, Arauca y Casanare. En agosto de 1954, en un
artículo titulado “Futuro y destino de los Llanos Orientales”, Jorge Bejarano, médico
destacado, director de la Oficina de Rehabilitación Nacional, expresó sus reservas sobre
las políticas gubernamentales. Observando que los Territorios Nacionales siempre
tuvieron la desventura de ser un apéndice del Ministerio de Gobierno, entidad sometida a
cambios frecuentes de ministro, Bejarano escribió: “A éste rico territorio, donde viven
colombianos que ni se quejan ni votan, lo ignora el gobierno y trágicamente lo olvida”26.
Los intentos del dictador por resolver los problemas de los Llanos no lograron modificar la
estructura económica y social tradicional existente desde la época de la Colonia. Las
enormes haciendas conservaron su lugar en la cima de la escala social y económica,
mientras la situación de los campesinos que trabajaban en ellas seguía siendo la misma
de antes de 1948. Para los campesinos, la paz de 1953 significaba el reconocimiento de
que ellos eran los poseedores legítimos de las tierras que ocupaban; pero, para los
terratenientes, simplemente significaba el retorno al status quo en la región27. En
Casanare, región que recibió escasa ayuda del gobierno departamental, era
particularmente profunda la brecha que separaba a los habitantes de las zonas rurales de
los terratenientes. Esos resentimientos se materializarían, bajo el gobierno del Frente
Nacional, en una campaña decidida para librarse del dominio de Boyacá.
Casanare y Boyacá durante el Frente Nacional
Después de la salida obligada de Rojas Pinilla, el 10 de mayo de 1057, y de un año de
gobierno de una junta militar interina, entró en vigor un ordenamiento político único,
conocido con el nombre de Frente Nacional, el cual surgió cuando Alberto Lleras
Camargo, Liberal, venció en las primeras elecciones post-Rojas y asumió la presidencia el
7 de agosto de 1958. Al tenor de un acuerdo conocido como El Pacto de Sitges, firmado
en 1957, por Alberto Lleras Camargo, Liberal, y Laureano Gómez, Conservador, según el
25 “Conferencia del Sr. Gobernador del Departamento de Boyacá, junio de 1955, Colombia: Teoría y práctica de una política colombianista (Bogotá: Empresa Nacional de Publicaciones, 1956), 145-180. 26 Jorge Bejarano, “Futuro y destino de los Llanos Orientales,” Económica colombiana I: tomo 2 #4 (agosto 1954), 15-17. 27 Russell W. Ramsey, Guerrilleros y soldados (2ª. ed. Bogotá: Tercer Mundo, 2000), 252.
13
cual durante los doce años siguientes, cualesquiera fueran los resultados de las
elecciones, los Conservadores y los Liberares compartirían el poder, alternándose la
presidencia cada cuatro años. Además, se dividirían equitativamente todas las instancias
legislativas; para entrar en vigor, todas las legislaturas del Congreso requerirían una
mayoría de dos terceras partes; el diez por ciento, como mínimo, del presupuesto
nacional se asignaría a la educación; y la mujer gozaría de igualdad de derechos políticos.
Los hallazgos de numerosos estudios realizados sobre este período indican el
magro éxito de las políticas que adoptaron los cuatro presidentes; no obstante, el
crecimiento satisfactorio de la economía, los avances en la educación pública, y las
acciones hacia la reforma social, permanecieron inmodificables los patrones generales de
inequidad, mientras ninguno de los cuatro gobiernos logró reprimir la creciente
insurgencia izquierdista28. La gobernabilidad de los Territorios Nacionales estuvo sujeta a
diversas reformas, la mayor parte de ellas para mejorar. Aun así, Casanare, como
provincia de Boyacá, registró cambios escasos, no obstante el flujo de inmigrantes que en
1973 aumentó la población de 22.987 a 85.18429.
Casanare en 1960
En un informe de fecha agosto 4 remitido por el inspector especial Manuel Olivero
Eslava a Rodrigo Noguera Laborde, Procurador General de la nación, se encuentra una
descripción integral de las condiciones imperantes en Casanare en 1960. A Olivero se le
encomendó la misión de investigar la ruptura del orden público en la provincia, donde se
incrementaba el cuatrerismo junto con el correspondiente número de homicidios y robos.
Dos años atrás, el gobierno nacional nombró al Coronel (R.) Eduardo Román Bazurto,
para dirigir la Jefetura Civil y Militar para la provincia de Casanare, con sede en Yopal.
Román Bazurto organizó un Cuerpo de Carabineros compuesto de noventa casanareños
quienes estaban “arriesgando sus vidas, recuperando ganados, capturando malhechores
y volviendo la paz”. Por desgracia, para 1960, “a estos hombres les adeudan los sueldos
del presente año, que no tienen atenciones médicas; que no se les provee de las armas y
municiones suficientes para sus gestiones policivas”. En consecuencia, se rehusaron a
continuar prestando su servicio, resultando en un auge del delito. Olivero hacía varias
recomendaciones sobre la necesidad de apoyar al Cuerpo y de mejorar el sistema judicial. 28 Bushnell, Colombia, 223. Para otros estudios sobre el Frente Nacional, véase R. Albert Berry, et.al. Politics of Compromise: Coalition government in Colombia (New Brunswick, NJ: Transaction Books, 1980), Francisco Leal Buitrago, Estado y política en Colombia (Bogotá: Siglo Veintiuno, 1984), y Jonathan Hartlyn, Politics of Coalition Rule in Colombia (Nueva York: Cambridge University Press, 1988). 29 Colombia, Censos de población, 1951, 1973.
14
Mientras el Procurador absolvió al Coronel Bazurto -quien ahora se desempeñaba como
Prefecto- de cualquier mal proceder, Olivero quedó atónito ante el desgobierno de los
Llanos.
Desde el punto de vista de la división política y administrativa que existía en
Colombia en ese entonces, Casanare era la única región conocida como “provincia”.
Establecida por la Asamblea Departamental el 29 de diciembre de 1948, con Yopal como
capital, la provincia cubría una superficie de 35.000 km aproximadamente, representando
cerca de la tercera parte del departamento30. No obstante, y de acuerdo con el inspector
especial, la región carece “de todos los servicios que debe prestar el Estado.” No había
acueductos. No existieron alcantarillados. El servicio de salubridad era nulo. Yopal
disponía de servicio de electricidad durante 2½ horas al día y en algunas localidades el
servicio se prestaba durante dos horas cinco días a la semana. Únicamente cinco de los
dieciséis municipios (Yopal. Orocué, San Luis de Palenque, Támara y Nunchía) contaban
con servicio de telégrafos. AVIANCA tenía programados vuelos semanales a cada
municipio, con excepción de Yopal y Paz de Ariporo, a donde eran más frecuentes los
vuelos. Cada quince días, la empresa Taxi-Aéreo recogía el correo en los pueblos que
contaban con aeródromos, para su posterior entrega en la Oficina de Reparto en
Villavicencio, donde permanecía durante otros quince días. Desde esta oficina lo remitían
a su destino, pero si los aviones no podían aterrizar debido al mal tiempo, entonces
devolvían el correo a Villavicencio, donde se guardaba durante otros quince días. En
consecuencia, alrededor de tres meses tardaba el envío de correspondencia y el recibo
de una respuesta.
La situación de la educación era pésima. Si bien en la provincia funcionaban
cuarenta escuelas de primaria, era alarmante la situación de los docentes. Viviendo en un
entorno de exilio por causa del aislamiento, enfrentaban el riesgo de contraer paludismo,
fiebre amarilla y tuberculosis. El salario mensual de un docente era de 230 pesos en
1959. Aun cuando Boyacá aumentó el estipendio de los maestros a 270 pesos en 1960,
para agosto de ese año los docentes no habían recibido ningún salario. El prefecto era la
persona responsable de pagar a los maestros, pero con un presupuesto total de 700.000
pesos para 1960, no contaba con recursos suficientes para cubrir los gastos salariales.
Ante la incapacidad de mantener a sus familias, los maestros acudieron al recurso de
30 Durante su efímera existencia como intendencia, de 1951 a 1953, Trinidad fue la capital nombrada de Casanare, pero La Violencia arrasó con la ciudad. Olivero deja muy en claro que, para 1960, Yopal era la capital de la provincia.
15
solicitar a todos los padres de sus alumnos aportes mensuales de cinco pesos para poder
continuar su labor31.
El 17 de enero de 1961 Guillermo Carreño publicó en El Tiempo un editorial bajo el
título “Casanare y Boyacá” sustentando los comentarios de Olivera Eslava. Según
escribía Carreño, casi todos los pueblos de la provincia carecían de los servicios más
elementales: telégrafo, teléfono, vías, acueductos, sistemas de alcantarillado, electricidad,
así como de escuelas suficientes. La carretera a Cusiana que conectaba a Sogamoso con
Yopal era la única que penetraba a la región desde el altiplano; ante la ausencia de
puentes seguros, virtualmente era imposible de transitar en la temporada invernal.
Constantemente, ganaderos y comerciantes de Sogamoso reclamaban la solución de
estos problemas ante el Ministro de Obras Públicas y ante la Asamblea Departamental. El
ministro aseguraba hacer lo que estaba a su alcance, pero ni el gobernador ni la
asamblea mostraban preocupación alguna. Mientras Carreño pronosticaba que los
casanareños solicitarían que la región recuperara su condición de intendencia, albergaba
dudas de que ni siquiera este cambio resolvería los problemas básicos de la provincia32.
Dos semanas después de la publicación, el dirigente Liberal Carlos Lleras
Restrepo realizó una gira por siete poblaciones de Casanare, donde tuvo conocimiento de
otras dificultabas que acosaban a la región: la carencia de facilidades crediticias
adecuadas y la necesidad de sistemas de riego. Todavía más importante que el abigeato,
actividad criminal que continuaba expandiéndose debido a la ausencia de presencia
militar para poner freno a los bandidos. Los casanareños elogiaban el trabajo de los así
llamados “Rurales del Llano”, a quienes comandaba el Prefecto Román Bazurto, pero
eran conscientes de que no eran suficientes para patrullar las extensas zonas de la
provincia. Lo que se necesitaba era aumentar el personal del Departamento
Administrativo de Seguridad (DAS), localizado en Yopal, para que pudiera controlar los
problemas de orden público de Monterrey, Maní, Aguazul, Tame y Trinidad33. Asimismo,
31 Archivo General Nacional (en adelante AGN), Caja 14, Carpeta #118 Despacho Ministro. Informe de Manuel Olivero Eslava, visitador, a Rodrigo Noguera Laborde, Procurador General de la Nación, 4 de agosto de 1960. Existe otra confusión sobre la capital real de Casanare. La Ordenanza #69 aprobada por la Asamblea Departamental el 23 de noviembre de estipulaba que Trinidad sería la capital de la Provincia de Casanare; empero, documentos posteriores plantean que Yopal continuó siendo la capital, tal vez en razón de su ubicación en la cercanía al proyecto de una carretera denominada La Carretera Marginal de la Selva, y de los problemas que involucraba la reconstrucción de Trinidad. Véase El Boyacense, 26 de agosto de 1961, No. 2810. 32 El Tiempo, 17 enero, 1961, p.5. 33 Establecido en 1960, el DAS tenía a su cargo el manejo de asuntos de inteligencia, seguridad y la aplicación de la Constitución.
16
Lleras Restrepo se percató de que la mayor aspiración de la gente era la separación de
Boyacá y la creación de una intendencia. A dondequiera que fuera, los llaneros se
quejaban del abandono. Como le comentaron a Lleras:
Somos colombianos, pero no gozamos de los beneficios de la civilización y la
cultura. Por eso confiamos en que usted será nuestro vocero antes los poderes
centrales. Y por eso confiamos en que, tarde o temprano, nuestras cuitas hallarán
remedio34.
Después de escuchar los reclamos, Lleras se refirió a la reforma agraria en marcha,
afirmando que ella sería uno de los puntos de salvación para los Llanos. Pero también
advirtió a la gente la obligación de trabajar juntos para conformar sindicatos y grupos
económicos “para defenderse de la miseria y exigir aquello que tienen derecho de recibir”.
Lleras continuó diciendo:
Hasta tanto ustedes se habiliten con el espíritu de asociación, será muy difícil
hacer que la gente entienda lo que se necesita para satisfacer las necesidades del
Llano. Estoy dispuesto a ayudarlos en cuanto pueda. Pero ustedes ayúdenme
también, facilitando el camino para la reivindicación económica35 a través del
trabajo conjunto.
En 1962, dos municipios de Casanare enviaron misivas al Ministro de Gobierno, en
Bogotá, para quejarse por el abandono de Boyacá. El 30 de mayo, en una petición con la
firma de un numeroso grupo de ciudadanos de Tame, se informaba sobre el asalto de tres
miembros de la Policía Nacional quienes irrumpieron en el pueblo a las 10 PM: “Asaltaron
las oficinas de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones, de la Recaudación de
Rentas Departamentales, y otros establecimientos particulares, dando muerte a un inerme
joven y sembrando el terror, la zozobra y dejándonos sumidos en la mayor
consternación”. No obstante la información que recibieron sobre estos hechos, no se
obtuvo respuesta alguna del gobernador ni del prefecto, quedando la impresión de que
estos actos violentos eran de ocurrencia común y no exigían ninguna acción posterior.
Los peticionarios solicitaban la intervención del Ministro de Gobierno y el envío de un
técnico y de los repuestos necesarios para restablecer lo más pronto posible el servicio de
telecomunicaciones. Tres meses después, el 22 de agosto, 200 ciudadanos firmaron una
petición en Yopal requiriendo al Ministro el envío de un investigador especial para indagar
34 El Tiempo, 30 enero 1961, p.7. 35 Ibid.
17
sobre las fechorías de alcalde, quien embriagado junto con su secretario amenazaba con
su arma a los ciudadanos y los ponía presos36.
No existe registro de la respuesta del alcalde. No obstante, la desconexión entre
Tunja y Casanare quedó al descubierto de forma dramática por causa de un terrible
accidente acaecido el 16 de enero de 1964. El 15 de enero el gobernador de Boyacá,
Gustavo Romero Hernández salió de Tunja con destino a los Llanos para una visita de
ocho días. El primer acto público sería la inauguración de un puente recién terminado que
atravesaba el río Cravo Sur. El puente, construido por el ingeniero Gustavo Patiño Roselli
para conectar a dos secciones de la carretera Topal-Pore-Sogamoso, se financió con
aportes de los ciudadanos de Yopal mediante la Acción Comunal, un subsidio de cuarenta
mil pesos del departamento y dos millones de pesos del gobierno nacional37. Suspendido
por cables sobre el lecho rocoso del río, el puente tenía 30m de longitud y se diseñó para
soportar un peso de 1.600k. El 16 de enero, se reunieron en la mitad del puente el
Gobernador Romero Hernández, su comitiva y un comité de bienvenida para dar inicio a
la ceremonia. De pronto se reventó un cable, lanzando a los dignatarios sobre las rocas
del fondo del río. Sólo quedaron ilesas seis de las casi cincuenta personas que se
encontraban sobre el puente. Murieron de inmediato el alcalde de Sogamoso, un piloto y
gerente de Avianca y un trabajador. Otros quedaron gravemente heridos, entre ellos, el
Gobernador Romero Hernández, el Representante Luis Hernández Vargas, el prefecto de
Casanare y Patiño Roselli38.
El Tiempo hizo un cubrimiento amplio del accidente, con fotografías; informaba
que, al día siguiente, estaba programado que un grupo de 140 soldados cruzara el
puente39. Un editorial de la autoría de César Castro Perdomo hacía un lúgubre pronóstico,
poniendo el énfasis en el disparate de construir un puente apenas capaz de soportar un
peso de 1.600k –el equivalente a cuatro personas a caballo o a cuatro cabezas de
ganado- cuando la expectativa era que soportaba al mismo tiempo el peso de una
manada de 200 o 300 cabezas de ganado. Es más, el editorialista argumentaba que
parecía que los ingenieros olvidaron que el puente se utilizaría para soportar toneladas de
sal que compraban los ganaderos para suministrar a sus ganados. El trágico accidente
puso de relieve la difícil situación de los ganaderos de Casanare quienes, ante la
36 AGN, Despacho Ministro, Departamento de Boyacá, Caja 30 Carpeta 259. 37 La Acción Comunal es un programa de acción social por iniciativa propia, creado en 1958 por ley y administrado por el Fondo de Desarrollo Comunal. 38 El Tiempo, 16 enero 1964, p.1. 39 El Tiempo, 17 enero 1964, p.23.
18
ausencia de vías, se veían obligados a transportar sus animales por vía aérea a
Villavicencio o Sogamoso, una alternativa onerosa que en gran medida acrecentaba los
costos de la carne. Si bien Castro tenía en gran estima el trabajo que realizaba en
Casanare la Caja de Crédito Agrario, planteaba que en todos los municipios debía haber
una sucursal de la Caja Agraria para permitir a los ganaderos adquirir los materiales y
medicamentos que necesitaban para sus ganados. Además, considerando que toda la sal
se tenía que llevar desde Sogamoso en ese entonces, el Banco de la República debía
abrir en cada población una agencia distribuidora de sal.
Castro se mostraba muy crítico del trabajo del gobierno de Boyacá. Escribía, “Me
parece indispensable que la Gobernación de Boyacá atendiera mejor a la conservación de
los caminos reales, y de vez en cuando prestara sus equipos e obras públicas para hacer
transitoriamente vías carreteables a municipios”. Observaba que muchas poblaciones
seguían a la espera de contar con acceso a las telecomunicaciones y a los centros de
salud, servicios que se suponía debía prestar el gobierno nacional, pero que todavía no
existían en cinco municipios. Haciendo una sugerencia novedosa, Castro recomendaba
que se dividiera en dos la prefectura de Casanare, consolidando a las poblaciones de
Orocué, Trinidad, San Luis de Palenque, Nunchía, Támara, Pore, Sacama y Hato Corozal
en una segunda prefectura conocida con el nombre de Olmedilla (en nombre de Francisco
Olmedilla, un héroe de la Independencia) y con Paz de Ariporo como su capital. “Además
continuaría funcionando la Prefectura Judicial de Casanare, con su capital en Yopal, y
reduciendo su territorio, para facilitar mejor el funcionamiento de ambas prefecturas”.
Por último, Castro aseguraba que, partiendo de la historia de la intendencia, a
Casanare se le debía elevar a la condición de departamento. Fue la cuna de la libertad y
el lugar de nacimiento de Salvador Camacho Roldán, uno de los presidentes del país. El
casanareño era un verdadero patriota: hombre de paz, valiente, infatigable trabajador y
creador de riqueza. En esta condición, la gente merecía el tipo de administración que les
permitiera elegir a sus propios senadores y representantes quienes trabajarían
verdaderamente para solucionar los problemas de la región. Castro finalizaba su escrito:
“Que el lamentable accidente ocurrido esta semana sirva al gobierno nacional y al
departamental para pensar en grande, y para que las obras públicas que se emprendan
se hagan con criterio de grandeza y teniendo en cuenta que en los Llanos de Casanare
está parte considerable del porvenir de Colombia”40.
40 El Tiempo, 21 enero 1964.
19
En 1964 el Congreso no consideró la posibilidad de convertir a Casanare en
departamento, y el 29 de enero de 1965 El Tiempo informó sobre el deterioro de la
situación. El gobierno nacional eliminó el subsidio anual para la prefectura, obligándola a
depender exclusivamente de los recursos que podía suministrarle el departamento. Dado
que la prefectura ya no estaba en condición de seguir enviando subsidios a los distintos
municipios, perdieron sus empleos veinte docentes de escuelas rurales; se suspendió el
trabajo de una unidad móvil de salud, la cual se desplazaba entre los municipios para
prestar servicios médicos. Si bien en cinco municipios se construyeron y se equiparon los
centros de salud que prometió el Gobernador Romero Hernández, no se contaba con
médicos para atenderlos. De hecho, sólo había dos médicos en todo el territorio de la
prefectura: uno en Yopal y uno en Aguazul. Se suspendieron los trabajos en la vía entre
Aguazul y Maní en razón de la carencia de repuestos para las máquinas, mientras la vía
entre Pajarito y Aguazul se encontraba en pésimas condiciones, no obstante la temporada
de verano que normalmente habría permitido adelantar el trabajo de reparación41.
En mayo, Alfonso Camargo Ch., prefecto recién nombrado, condicionó la
aceptación del cargo a la garantía que el departamento suministraría los fondos
necesarios para las escuelas, las vías y los centros de salud. Aparentemente, el
departamento cumplió con su compromiso. Comenzaron a funcionar de nuevo 39
escuelas y se nombró a un ingeniero para supervisar el trabajo de reparación y
mantenimiento de las vías. También el gobierno suministró recursos financieros para
garantizar la terminación de la sede de la gobernación en Yopal, el mantenimiento del
avión de la prefectura y la instalación de radioteléfonos42.
Nuevas preocupaciones por el bienestar de la región produjo el nombramiento, en
1967, de Antonio Bayona Ortiz, como gobernador de Boyacá. Con el objeto de informarse
sobre los problemas de Casanare, en compañía de sus secretarios, el contralor general y
los gerentes de la Electrificadora de Boyacá y de la Sociedad de Acueducto y
Alcantarillado, entre el 6 y el 9 de enero, a bordo de un avión de la Fuerza Aérea, Bayona
Ortiz visitó a Aguazul, Paz de Ariporo, San Luis de Palenque, Trinidad, Orocué, Maní y
Yopal43. A su regreso a Tunja, Bayona informó sentirse muy satisfecho de los resultados
de su viaje, y de su interés de trabajar para lograr una integración mucho mayor de
Casanare con el resto del departamento. “No obstante el escepticismo de muchos
41 El Tiempo, 29 enero 1965, p. 8. 42 El Tiempo, 11 mayo 1965, p.9. 43 El Tiempo, 13 enero 1967.
20
habitantes de la región, por el abandono en que se la tiene”, se le brindó una buena
acogida junto con su comitiva. Bayona se mostró visiblemente afectado por el lento
progreso de los pueblos que visitó. Confesaba a un reportero que “indudablemente,
Casanare es una región olvidada por los gobiernos nacional y departamental”, y prometió
emprender un programa de tres etapas para beneficiar a la región. En primer lugar, para
lograr mayor efectividad del accionar del departamento, ordenó la participación del
prefecto de Casanare en las deliberaciones del Consejo de Gobierno, de Tunja, donde
tendría la oportunidad de plantear soluciones a las necesidades más urgentes. En
segundo lugar, un secretario departamental ejercería control más eficaz sobre la
prefectura y todos los municipios de Casanare. Por último, partiendo de la información
que recabó durante la visita, los funcionarios de la gobernación diseñarían los programas
que fuesen necesarios para incorporar a los Llanos en los planes de desarrollo del
departamento. Para terminar, Bayona expresaba, “En esta forma aspiro a que se pueda
desarrollar un plan de emergencia que favorezca a tan rica región colombiana”44.
En su informe de septiembre de 1967 a Misael Pastrana Borrero, Ministro de
Gobierno, Bayona comunicaba que las actividades de su gobierno se vieron invalidadas
por la aguda crisis fiscal y la ausencia de un comité de planeación en su departamento.
No obstante, logró resolver algunos problemas administrativos y utilizar los escasos
fondos disponibles de manera racional. Con respecto a Casanare, agregaba que a la
prefectura se le asignaron funciones similares a las de una alcaldía de circuito, con
jurisdicción sobre todos los municipios de la provincia. Agregaba, “El actual gobierno se
ha preocupado notoriamente por esta región del Departamento y a pesar de sus escasos
recursos económicos, ellos se han dirigido en buena parte a incrementar el desarrollo
económico y social de Casanare”45.
El Sesquicentenario de la Campaña Libertadora
En 1968, cuando Boyacá se preparaba para conmemorar el Sesquicentenario de la
Campaña Libertadora de 1819, Casanare fue objeto de examen profundo. El 22 de
noviembre, la Asamblea Departamental aprobó la Ordenanza No. 4 1968 “Por la cual se
conmemora el Sesquicentenario de la Campaña Libertadora de 1819 que selló la
Independencia nacional”. La Ordenanza enumeraba los nombres de las poblaciones de
Casanare que participaron de la Campaña, entre ellas las que ya no existían o se
44 El Tiempo, 13 enero, 1967. 45 AGN, Ministerio del Interior, Informes de Gobernadores 1967, Caja 83, Carpeta 626, Despacho Ministro p. 271. Informe de Antonio Bayona Ortiz, sept. 1967 a Ministro de Gobierno Misael Pastrana Borrero.
21
encontraban en ruinas “por falta de la oportuna ayuda oficial”. En compensación de esa
indiferencia anterior, el departamento se comprometió a iniciar la construcción inmediata
de una nueva vía que se llamaría la Carretera de los Libertadores. Esta carretera se
desprendería de la carretera Socha-San Salvador y, partiendo de Pore o Nuncía, en lo
posible avanzaría a lo largo de la ruta real que utilizó el Ejército patriota en su
desplazamiento a través de los Andes. El departamento comprometió la suma de dos
millones de pesos del presupuesto anual, a partir de 1969, para la construcción de la
carretera, “pero, si por algún motivo se dejare de cumplir esta obligación, se autoriza al
gobierno para hacer los traslados presupuestales necesarios, hasta completar cada año la
cantidad mínima ordenada”. La carretera propuesta quedaría incluida en el plan vial del
departamento y tendría preferencia en los fondos comunes de inversión destinados a las
carreteras. Por último, cuatro diputados, como mínimo, participarían en representación del
departamento en las distintas ceremonias que se celebrarían para festejar el aniversario
del año siguiente46.
A la Ordenanza 4 la siguió la Ordenanza No. 46, del 6 de diciembre de 1968, “por
la cual se autoriza al gobierno departamental para negociar un servicio aéreo, para
integración territorial del departamento”. En concreto, el departamento contrataría con una
compañía de transporte aéreo, SATENA preferiblemente, para hacer un vuelo semanal
siguiendo el itinerario siguiente: Puerto Boyacá, Paipa, Casanare, Cubará y viceversa. El
convenio también permitiría aprovechar el vuelo a la Industria Licorera de Boyacá para
distribuir sus productos. Con pesar el Gobernador Ernesto Roa Gómez vetó esta
disposición aduciendo que si SATENA no había establecido esos itinerarios con
anterioridad a las poblaciones mencionas, era porque no lo ha encontrado viable ni
factible, y el departamento no contaba con los fondos para subsidiar un riesgo de tal
magnitud47.
No obstante, el Presidente Lleras Restrepo avaló los planes de construcción de la
carretera. Refiriéndose al mejoramiento y pavimentación de la carretera Sisga-Guateque,
reiteró la importancia de una vía que abriera el camino descendiendo por la cordillera de
los Andes hasta Casanare. Esa vía permitiría una alternativa a la carretera actual que sale
de Chocontá y a la cual describió como “un camino arqueológico construido sin los
menores recursos técnicos, hace más de cuarenta años”. Lleras afirmó que el futuro de
46 Boyacá, Ordenanzas de 1968, 6-8. 47 Boyacá, Ordenanzas de 1968, 122-123.
22
esta importante zona de Boyacá dependía de carreteras viables que conectaran a
Casanare con el altiplano”48.
El 25 de febrero de 1969, Roa Gómez, en compañía de funcionarios del
departamento, viajó a Casanare con el propósito de inaugurar una nueva escuela en
Aguaclara, construida a un costo de 250.000 pesos con dineros que suministró
parcialmente el Comité Departamental de Cafeteros. Continuaba el trabajo en la carretera
entre San Luis de Gaceno y Aguaclara, y el gobernador entregó un cheque por valor de
50.000 pesos para emprender la construcción de un puente colgante sobre el río Upía en
un lugar conocido como El Secreto49.
Si la publicidad que evocaba la conmemoración de la Campaña Libertadora fue el
estímulo que movilizó a Roa Gómez y a la Asamblea Departamental, de igual manera
apuntaló la decisión de los municipios de Casanare de solicitar de nuevo la separación de
Boyacá. Este esfuerzo unánime se inició después de que Luis Hernández Vargas
presentara en mayo de 1969 ante la Cámara de Representantes un proyecto de ley
requiriendo la creación de Casanare como intendencia nacional a más tardar el 1º de
enero de 197050. El 9 de junio, el Presidente Lleras Restrepo recibió una petición firmada
por muchos ciudadanos dando un respaldo firme a la nueva legislación. En el documento
se observaba que la provincia había disfrutado de su independencia hasta el momento en
que la perdió cuando Rojas Pinilla anexó la región a Boyacá. En este momento, si
Casanare dependiese del gobierno central, recibiría los beneficios que no en pocas
ocasiones le fueron negados por no formar parte de los territorios nacionales, y “el mayor
homenaje que pudiera tributársele a la cuna de la Libertad y a los descendientes de los
héroes de la Campaña Libertadora sería elegir a Casanare en Intendencia”. Esta
declaración seguía afirmando que los llaneros albergaban la esperanza de que el
gobierno nacional ejerciera presión a favor de la aprobación del proyecto de ley.
Considerando que el mismo Presidente Lleras había afirmado que “Casanare no tenía
nada que agradecerle a la República pero que ésta sí tenía mucho que agradecerle a
Casanare”, la mejor manera de agradecerle a Casanare sería otorgarle la independencia
administrativa de Boyacá51.
48 El Tiempo, 8 enero, 1969, p.4. 49 El Tiempo, 25 febrero 1969. 50 El Tiempo, 21 agosto, 1969. 51 AGN MinGob. Despacho Ministro Caja #113 Carpeta 838m Departamento de Boyacá 1969. En éste documento no se hace mención del municipio de donde se envió.
23
Después de ésta primer intento, continuó una ráfaga de peticiones y telegramas
enviados desde los concejos municipales de Hato Corozal (julio 18), Trinidad (julio 28),
Támara (agosto 2), Aguazul (agosto 9) y Orocué (agosto 21) respaldando el proyecto de
ley. Todos ellos utilizaban el mismo lenguaje para declarar que si bien eran conscientes
de las buenas intenciones de Boyacá, hasta ese momento poco se había beneficiado
Casanare del gobierno de Boyacá porque el departamento era muy extenso y Tunja no
contaba con los medios para establecer una comunicación directa por carretera o por vía
aérea con los distintos municipios. Poniendo de relieve las diferencias geográficas entre
los Llanos y el resto de Boyacá, en las peticiones se recalcaba que la consecuencia
inmediata de la creación de la intendencia sería la descentralización administrativa –
“hecho favorable a nuestra región puesto que Casanare quedaría integrada a la División
de Territorios Nacionales del Ministerio de Gobierno, pero con vida independiente”.
Alejandro Reyes Posada, secretario privado del Ministro de Gobierno, respondió con una
carta a estas solicitudes declarando que el gobierno nacional no podía respaldar el
proyecto de ley ante el Congreso hasta tanto éste último ente legislativo se hubiese
pronunciado sobre sí la Constitución Nacional permitiría un cambio de tal naturaleza52.
Rehusándose a cejar en su empeño, el 26 de agosto representantes de catorce de
los diecisiete municipios de la prefectura, junto con cuatro representantes a la Cámara por
Boyacá se reunieron en Yopal para conformar la Asamblea Pro-Intendencia de Casanare.
Los delegados votaron a favor de apoyar el movimiento separatista y crear un comité de
relaciones públicas que funcionaría en Bogotá. Cada municipio aportó la suma de 5.000
pesos, y el grupo eligió a Getulio Vargas para desempeñarse como coordinador entre la
organización municipal, la provincia y la capital de la república53.
El 10 de septiembre, partieron de Aguazul 26 casanareños decididos a caminar
385km hasta Bogotá en una marcha muy publicitada en apoyo a la legislación. Cuando
los participantes llegaron a la capital, la Policía los detuvo a la altura de la calle 67 con
carrera 13, ordenándoles continuar su recorrido a borde de un camión. A las 8PM el
Presidente Lleras Restrepo los recibió en el Palacio de San Carlos durante cuarenta
minutos. Les prometió respaldo financiero para modernizar a Aguazul así como al resto de
la provincia, además, que consideraría la viabilidad de crear una intendencia. Los llaneros
le reiteraron sus reclamos: sistemas de alcantarillado, acueductos, fondos para terminar la
52 Ibid. 53 Héctor Públio Pérez, Casanare: un pueblo Achagua hecho Nación: Mayo 15: Visión histórico-jurídica, correo-e de Públio Pérez a Jane Rausch, nov. 17, 2011.
24
construcción de la plaza de ferias, aulas escolares, oficinas de Telecom y de la Caja
Agraria, un puesto de salud, la creación de la intendencia y un camión para transportarlos
de regreso a Aguazul. El presidente les instó a elaborar el presupuesto para todos estos
proyectos y presentarlo antes de partir de Bogotá, con el fin de agilizar la elaboración de
un cheque por el monto de dinero necesario para comenzar a trabajar. Lleras les prometió
cubrir el costo del alojamiento del grupo durante esa noche y también escribir una carta
de su propia mano como prueba de su respaldo que los marchantes podrían mostrarle a
los habitantes de Aguazul54.
Para 1970, cuando se realizó la segunda reunión de la Asamblea Pro-Intendencia,
la causa ya contaba con el respaldo de diversos sectores del gobierno nacional, la Iglesia
Católica, representada por el Padre Daniel Salas Baptista, del Vicariato Apostólico de
Casanare y, lo más importante, el periódico Liberal El Tiempo, cuyos periodistas
publicaban artículos frecuentes acusando a Boyacá de abandonar a la prefectura55.
La lucha final, 1972-1973
En noviembre de 1972, Cornelio Reyes presentó ante la Cámara de Representantes un
nuevo proyecto de ley requiriendo la separación de Casanare de Boyacá y su designación
como Intendencia Nacional. Este fue el primer paso de la etapa final de la lucha de los
llaneros para lograr su libertad de Boyacá. Durante el año siguiente, representantes de
Boyacá y Casanare participaron en apasionados debates que continuaron aun hasta
después de la declaración de Casanare como intendencia, el 28 de noviembre de 1973.
Además de los argumentos tradicionales que ambas partes plantearon de manera
repetitiva, entraron en juego dos hechos nuevos: el incremento del delito, en particular el
abigeato, y el hallazgo confirmado de yacimientos explotables de petróleo.
El 23 de noviembre de 1972, la Cámara de Representantes aprobó en primer
debate el proyecto de ley de Reyes con setenta votos a favor y treinta y seis en contra –
en los votos negativos se incluyó la mayoría de los diputados boyacenses. Mientras las
delegaciones de Casanare recibían la noticia con gran júbilo, la reacción del gobernador
Eduardo Vega Franco fue absolutamente opuesta a la medida. En una carta a El Tiempo,
publicada el 2 de noviembre, hacía hincapié en que Casanare no tenía necesidad de
“autonomía” dado que ya era “la única provincia colombiana que goza de autonomía
administrativa, por cuanto se gobierna a través de un mecanismo institucional ‘sui generis’
en el país, la Prefectura de Casanare”. Como gobernante de la “prefectura”, el prefecto,
54 El Tiempo, 24 sept. 1969. 55 Públio Pérez, Casanare: un pueblo.
25
quien era oriundo de Casanare, detentaba casi la misma autoridad que el gobernador de
un departamento. Contaba con la libertad para manejar los fondos provenientes de la
nación y del departamento, de nombrar y destituir a los funcionarios y colaboradores, y de
administrar a su discreción las rentas de Casanare. Es más, contaba con una oficina
adecuada, una vivienda excelente, automóvil, radioteléfono, y un avión privado para
permitirle asistir a las reuniones de la Asamblea Departamental y a los consejos de
gobierno.
Vega Franco, para refutar las acusaciones en el sentido de que Boyacá era un mal
“padre” para Casanare, presentó las cifras presupuestarias para demostrar que Boyacá,
por cada peso que recibía de la prefectura, invertía cerca de veinte pesos y semejante
generosidad a pesar de las exigencias de otras regiones departamentales y del hecho que
Casanare sólo tenía el siete por ciento de la población total del departamento. La
prefectura también recibía fondos de INCORA, INDERENA e ICA56. Vega Franco alegaba
que si Casanare se convertía en intendencia, sufrirá porque sólo recibiría de la nación
sesenta por ciento de las rentas que se invertían en ese momento57.
El 2 de diciembre, Horacio Perdomo, presidente del Comité Pro-Independencia de
Casanare, respondió a los reclamos del gobernador. Aseguraba que, con respecto a la así
llamada “autonomía” de Casanare, hasta los últimos cuatro años que el prefecto gobernó
como si fuese uno de los virreyes quienes, en 99 por ciento de los casos, no nacieron en
Casanare. Era verdad que la residencia del prefecto era una casa más o menos
adecuada, construida hacía muchos años, pero que no se terminó hasta 1967, cuando se
recibieron los fondos del Gobernador Bayona Ortiz. Era cierto que el prefecto tenía un
avión privado a su disposición, pero el dinero que se utilizaba para el mantenimiento del
avión quedaría mejor empleado en escuelas o en vías. Perdomo aseguraba que las
rentas que se generaban en la prefectura no se quedaban en Casanare. El gobernador
reclamaba que el departamento invirtió en Casanare 10.701.400 pesos en 1971, mientras
las rentas apenas fueron de 1.925.912 pesos, pero ésta cifra era equivocada. Casanare le
produjo por lo menos veinte veces más dinero a Boyacá. Los impuestos sobre el tabaco,
los cigarrillos, la cerveza y el sacrificio de ganado iban directamente a Tunja y ascendían
a la suma de 15.000.000 anuales. Lo único que se podía concluir de la carta del
56 El INCORA (Instituto Colombiano de la Reforma Agraria), el INDERENA (Instituto de Recursos Naturales Renovables) y el ICA (Instituto Colombiano Agropecuario) eran instituciones que creó a comienzos de los sesenta el gobierno nacional con el objetivo de fomentar la colonización y la reforma agraria. 57 El Tiempo, 29 noviembre, 1972.
26
gobernador era que Boyacá favorecía a tres o cuatro ciudades del altiplano, mientras
Casanare permanecía en abandono total. “Boyacá, por tanto, sí ha sido un mal padre para
Casanare”58.
Un editorial de Rodrigo Palacios, con el encabezado, “La Intendencia: ¿Utopía,
engaño o necesidad? publicado el 25 de noviembre en El Tiempo presentaba una
apreciación desapasionada del asunto. Mientras, en Casanare, algunos consideraban el
cambio de estatus propuesto como una rectificación del abandono en el cual permanecía
la región desde la Independencia, en realidad ese cambio significaba que Boyacá
perdería casi la mitad de su territorio. El gobernador argumentaba que la separación
perjudicaría más a Casanare que a Boyacá, ya que éste último estaría en capacidad de
utilizar los recursos que no se destinaran a los Llanos para satisfacer las necesidades de
otras regiones. Por su parte, los casanareños alegaban que les habían hecho muchas
promesas y la mayor parte de las cuales se quedaron sin cumplir, el gobernador
aseguraba que el departamento les había brindado asistencia en salud, educación y vías
y, si no hizo más, se debió a la falta de recursos59.
El 6 de enero de 1973, Alfonso López Michelsen, candidato a la presidencia por el
partido Liberal, visitó a Boyacá y Casanare para realizar consultas con el Director General
de la Policía, los Comandantes de la Primera y de la Sexta Brigadas del Ejército, el
Gobernador de Boyacá, Eduardo Vega Franco, el gerente de la Federación de Ganaderos
y otras personalidades militares y económicas de la región. El objeto de la reunión era el
de buscar fórmulas para combatir el abigeato y las invasiones de tierra que, según los
participantes, constituyen “los más graves problemas que soportan los llaneros”. En un
editorial publicado el 14 de enero, Enrique Santos Calderón, periodista de El Tiempo,
quien acompañó a López Michelsen hacía una lúgubre descripción de la región. Escribía
que la situación deplorable de la carretera de Sogamoso a Aguazul era el reflejo del
aislamiento de Casanare. Era obvio que en la prefectura existían desigualdades
profundas en la tenencia de la tierra y en el nivel de vida. La realidad semifeudal del
campo colombiano se muestra aquí en toda su crudeza. Por las sabanas se puede andar
horas enteras en vehículo sin ver una cerca, pero siempre se está dentro de alguna
hacienda. Parece una tierra de nadie, pero toda pertenece a grandes propietarios.
Además, centenares de familias campesinas desposeídas y colonos pobres llegaban de
todos los rincones del país en búsqueda de una parcela de tierra, mientras los vaqueros
58 El Tiempo, 2 diciembre, 1972. 59 El Tiempo, 25 noviembre, 1972.
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del Llano laboran durante todo el año de hato en hato con mala paga y sin prestaciones
de ninguna clase.
Santos observaba que necesariamente esta situación generaba tensiones y
conflictos. El abigeato y las invasiones de tierras de las que se quejaban los terratenientes
tenían una explicación social fundamental. Eran el producto de ésta desigualdad extrema
y de la necesidad elemental de tierra y alimentos. Por tanto, era necesario distinguir entre
el colono o vaquero que se apropia de un novillo por hambre y el robo organizado a gran
escala por cuadrillas profesionales. Para los llaneros, los problemas más acuciantes eran
la excesiva concentración de la tierra en pocas manos, el desinterés total del Estado por
una población que no representa mayor botín electoral, la ausencia de vías, escuelas,
servicios de salud y servicios públicos. Santos Calderón llegaba a la conclusión que
Casanare requería no solamente la libertad administrativa sino también la libertad social y
económica60.
El 26 de enero, se reunieron con el Gobernador Vega Franco algunos miembros
de la Federación de Ganaderos de los Llanos Orientales y de la Asociación de Amigos del
Llano y publicaron una refutación de ocho puntos a las afirmaciones que expresó Santos
Calderón. En primer lugar, negaban que existiese un problema de tenencia excesiva de la
tierra en Casanare. Las tierras propensas a las invasiones eran aledañas a las carreteras,
los hatos o las fundaciones, con cercas alrededor de gran parte de la propiedad. Los
colonos usurpadores de estas tierras venían de otras regiones del país, y no contaban
con ningún conocimiento previo de los Llanos. No sabían cómo conseguir el sustento en
un entorno tan diferente. Acabaron con sus escasos recursos al poco tiempo y no tuvieron
más alternativa que robar, a no ser que fueran “invasores profesionales” que luego se
trasladan a otro sitio después de negociar las llamadas “mejoras” e iniciar el mismo
proceso en regiones diferentes.
Segundo, ochenta por ciento de la tierra de Casanare era baldía, lo que significaba
que no la habían asignado legalmente a ningún propietario. No obstante, existía una
industria floreciente de dos millones de cabezas de ganado de propiedad de por lo menos
dos mil familias: algunas extensas, otras pequeñas. Era mentira decir que únicamente
cincuenta familias explotaban la tierra y, más aún, no era cierto que la violencia era
institucionalizada.
Tercero, ha existido a través de toda su historia la más absoluta y plena armonía
entre sus habitantes. Conviven propietarios y asalariados con techo, alimentos y vestidos 60 El tiempo, 14 enero, 1973.
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que en nada los distinguen. Sin duda alguna, los salarios que se pagaban a los vaqueros
eran los más altos de toda la nación, y la mayoría de los vaqueros también eran
propietarios de tierra, quienes poseían los medios suficientes para mantener a sus
familias y criar a sus hijos.
Cuarto, con excepción de la zona del piedemonte, los Llanos se inundaban
durante seis meses al año, para convertirse en un desierto árido los seis meses restantes
–un entorno poco adecuado para la colonización.
Quinto, los ganaderos exigían la intervención del Estado para poner fin al clima de
inseguridad que se manifestaba en el abigeato y en la falta de respeto por la vida.
Mientras los llaneros clamaban por justicia, le agradecían al gobernador de Boyacá su
interés por resolver los problemas “en la más rica y extensa provincia de su
departamento”.
Sexto, solicitaban al gobierno nacional dotar a los Llanos de vías y la construcción
de una carretera moderna entre Sogamoso, Aguazul, Yopal, Nunchía, Pore y Paz de
Ariporo.
Séptimo, si en realidad en el piedemonte llanero existían grandes reservas de
petróleo, los ganaderos consideraban urgente y sin demora alguna acompañar a esta
región privilegiada.
Octavo y para terminar, los ganaderos invitaban a los colombianos a que visitaran
a Casanare en cualquier época del año para conocer de primera mano las posibilidades y
carencias de la región. Para concluir: “Nosotros no pondremos oídos a la demagogia de
algunos resentidos y seguiremos luchando en bien de los llaneros y de la tierra
casanareña”61.
Transcurridos seis meses, los ganaderos expresaron sentirse indignados ante el
clima de ilegalidad continuado prevaleciente en Casanare. El 19 de agosto de 1973, se
reunieron en Yopal para dar un ultimátum al gobierno nacional prometiendo que si no se
adoptaban medidas para poner fin al robo de ganado, regresarían a los días de 1967
cuando el Coronel Román Bazurto organizó un cuerpo de defensa civil para erradicar el
abigeato. En esa época, Román Bazurto contaba con el pleno apoyo del Presidente
Lleras Camargo, quien creó una división rural del DAS62. Regresó una paz relativa hasta
1965, cuando el director del DAS desmanteló a este cuerpo de defensa civil.
61 El Tiempo, 30 enero, 1973. 62 En 1953, Rojas Pinilla creó el servicio de inteligencia colombiano. En 1960, Lleras Camargo reorganizo ésta agencia cambiándole el nombre a Departamento Administrativo de Seguridad
29
Román Bazurto, quien entonces era de nuevo el prefecto de Casanare y asistió a
la reunión, declaró que desde 1965 algunos hatos como el Hato Rancho Grande que
alguna vez albergó a 3.500 cabezas de ganado perdió todo su ganado por dos razones:
en primer lugar, el INCORA atrajo a las sabanas de los Llanos a colonias enteras de
inmigrantes y, estas personas, carentes de todo recurso, sacrificaban a los animales para
alimentarse. En segundo lugar, pandillas de abigeos se apropiaban de los ganados para
abrir nuevas fincas en tierras baldías o para enviarlos a Venezuela. Según Román
Bazurto, el INCORA no hizo nada excepto reubicar “como si fuesen piezas de ajedrez” a
gente proveniente del interior, que no tenían de qué vivir y se veían obligadas a robar
ganado. En opinión de Bazurto, la invasión de inmigrantes afectaba a cincuenta por ciento
de los hatos de Casanare y el DAS no contaba con la capacidad para resolver la
situación. Para los ganaderos, la solución estribaba en revivir el método que avalaba
Lleras Camargo. Propusieron la creación de vigilancia especializada, hecha por
baquianos honrados de los Llanos y una reforma total de la legislación sobre colonización
en Casanare”63.
Pronto quedó confirmada la referencia que, en enero de 1973, hacían los
ganaderos a la posible existencia de yacimientos petroleros. En marzo de 1971 se
iniciaron trabajos intensos de exploración en Casanare y, en el transcurso de los meses
siguientes, ECOPETROL firmó contratos de asociación con catorce compañías
extranjeras64. El 6 de noviembre de 1972, en previsión de un resultado exitoso, la
Asamblea Departamental aprobó la Ordenanza No. 34, estipulando que cincuenta por
ciento de cualesquiera regalías que recibiera Boyacá, provenientes de la extracción de
petróleo, se emplearían en obras de infraestructura en Casanare, como carreteras,
puentes, hospitales y escuelas; otro treinta por ciento se invertiría en el presupuesto de
educación del departamento para financiar escuelas y otros centros educativos de la
prefectura65. En la edición de El Tiempo del 23 de mayo de 1973 se informaba sobre la
perforación de un pozo promisorio en Cupiagua, por parte de INTERCOL. Se proyectó
(DAS). Este organismos era responsable de dar seguridad a las instituciones del Estado y a las personas. 63 El Tiempo, 19 agosto, 1973. 64 El Tiempo, 22 agosto, 1973. 65 Departamento de Boyacá, Ordenanzas 1973, “Ordenanza No. 3 de 1972”, p. 9.
30
perforar un pozo a 12.500 pies de profundidad. A la profundidad de 11.000 pies, los
técnicos encontraron indicios serios sobre la presencia de petróleo66.
Las posibilidades de encontrar nuevas fuentes de riqueza a partir de la explotación
del petróleo subieron las apuestas por el control de Casanare y endurecieron aún más la
actitud de los funcionarios de Boyacá para resistirse a la desmembración de la provincia
del departamento. El 16 de agosto, después de una reunión con el Gobernador Vega
Franco, los senadores boyacenses declararon, “Casanare está unida por lazos
indisolubles con el departamento de Boyacá y que no es partidario de su
independencia”67.
Mientras tanto, el proyecto de ley para convertir en intendencia a Casanare seguía
su tránsito, después de pasar el primer debate, el 16 de septiembre, en el Senado.
Esperando que fuese aprobado, Jesús Medina declaró en El Tiempo que cien mil
casanareños habían ganado la batalla después de luchar “contra viento y marea” para
recuperar la independencia que buscaron sus ancestros. Dieciocho municipios harían
parte de la intendencia prevista. Yopal sería la capital, con una población de 15.000
habitantes. Con respecto a la administración de justicia, los municipios harían parte del
Distrito Judicial de Santa Rosa de Viterbo y Tunja. Para las elecciones, la intendencia
continuaría siendo parte de la circunscripción del departamento de Boyacá.
Según Medina, la redención de Casanare dependería de su interconexión con la
Carretera Marginal de la Selva, la cual se extendía desde Villavicencio hasta la frontera
con Venezuela. El único centro de salud aceptable era el hospital que funcionaba en
Yopal. Según la Convención sobre Misiones, el Vicariato Apostólico tenía a su cargo la
Normal Femenina de Támara, el Seminario Menor, colegios de religiosos en Pore, San
Luis de Palenque y Orocué, además de escuelas urbanas y rurales. El peor problema era,
tal vez, la inseguridad debida al abigeato y al contrabando que diezmaba los hatos. Era
evidente que, para solucionar el problema, sería necesario “un cuerpo especializado para
combatir esos delitos”68.
El 28 de noviembre, el Presidente Misael Pastrana sancionó la Ley que convertía
en intendencia a Casanare, aunque esta ley sólo entró en pleno vigor el 15 de mayo de
1974. El 17 de mayo, un editorial de El Tiempo celebraba el hecho largamente esperado y
requería emprender la tarea inmediata de mejorar el nivel de vida a lo largo y ancho de los
66 El Tiempo, 23 mayo, 1973, p.11. 67 El Tiempo, 16 agosto, 1973. 68 El Tiempo, 16 septiembre, 1973.
31
Llanos de Colombia para equipararlo con el de todas las demás regiones del país. Entre
las necesidades más urgentes, el editorial citaba la inmigración, el control del abigeato y
el fin del contrabando de ganado. Como una intendencia, “un tratamiento sui generis
requiere Casanare. Para darle al país lo que puede dar. Y para hacer reales sus valores
intrínsecos que desde hace mucho esperan en un olvido demasiado prolongado”69.
Después de su separación por ley de Boyacá, Casanare quedó sometido a la
autoridad directa del gobierno nacional, por intermedio de la Dirección General de
Intendencias y Comisarías (DGIC). En calidad de tal, se unió a otras dos intendencias:
Caquetá y Putumayo y cuatro comisarias: Amazonas, Guainía, Vaupés y Vichada70. El
doctor Héctor Tamayo Betancur, Director de la DGIC, en un informe publicado en 1974
evaluaba a la nueva intendencia que recién hacía parte de los territorios bajo su
administración. La enumeración que hacía de las necesidades de la intendencia
confirmaba los reclamos que hicieron los habitantes durante el tiempo que languidecieron
bajo la autoridad de Tunja: por ejemplo, carreteras, electrificación de catorce de los
dieciocho municipios, acueductos, sistemas de alcantarillado, centros de salud, y la
ampliación de las escuelas. Para resolver estos problemas, Tamayo Betancur designó
una partida presupuestal de 30.979.000 pesos, para 1975 y, en tanto esta suma se
quedaba corta de las necesidades financieras, quedaba claro que en Casanare se
iniciaba una nueva etapa de desarrollo de la región, una que pronto se vería realzada por
las regalías que generaba la abundante producción de los yacimientos de petróleo
localizados en la región del piedemonte casanareño71.
Resumen y Conclusión
Desde 1588 cuando el Capitán Daza hizo el viaje desde Tunja para fundar la primera
ciudad en Casanare, la región nororiental de la Orinoquia ha sostenido una relación
duradera con el departamento de Boyacá, en el altiplano. En la época de la Colonia, el
aislamiento de los Llanos por la cordillera de los Andes y los contrastes entre el clima
tropical de los Llanos y el clima templado del altiplano no impidieron la presencia de un
comercio pujante entre Casanare y Boyacá. Sin embargo, después de la Independencia,
la incidencia social y económica que tuvo la guerra en los Llanos dejó a la provincia en
69 El Tiempo, 17 mayo, 1974. 70 A finales de 1974, el Presidente López Michelsen reemplazo a la DGIC por una nueva oficina administrativa, DAINCO (Departamento Administrativo de Intendencias y Comisarías), el cual continuó gobernando los territorios hasta el día de su elevación a departamentos, en virtud de la Constitución de 1991. 71 Leonel Pérez Bareño, Planes de desarrollo en la Orinoquia y la Amazonia (Bogotá: Editorial Presencia, 1986), 25-80.
32
una situación de debilidad extrema que le impedía valerse por sí misma. En 1858,
Casanare se convirtió oficialmente en parte del estado de Boyacá y, si bien hubo épocas
en las cuales la región logró existir separada como territorio nacional, después de 1905,
parecía que la fusión de las dos regiones era un ordenamiento permanente. La inclusión
de Casanare le permitió a Boyacá tener mayor influencia en las maniobras políticas de la
política nacional, si bien la economía decadente del altiplano no le permitió atender las
necesidades de los llaneros.
Entretanto, al sur de Casanare, la carretera que conectaba a Bogotá con los
Llanos de San Martín, región que posteriormente se conocería como Intendencia del
Meta, le permitió a esa parte de los Llanos contar con acceso a las enormes demandas
del mercado de la capital de la nación. La situación de Villavicencio, a escasos 120km de
Bogotá -aunque por una carretera muy peligrosa- le permitió convertirse en el “Portal de
los Llanos”. En 1959, el crecimiento continuo de la economía y de la población, aunado a
la proximidad a Bogotá, le permitió a la Intendencia del Meta obtener el estatus de
departamento. En comparación, Casanare languidecía en el aislamiento, plagado de
problemas que no se podían resolver fácilmente y que, con el tiempo, cumplirían una
función en la ferocidad de los enfrentamientos bélicos que se suscitaron en esa región
durante la época de La Violencia, entre 1948 y 1953.
En el presente análisis del gobierno de Casanare por parte de Boyacá se plantea
el endurecimiento de la animosidad entre las dos regiones del departamento durante el
período del Frente Nacional. El abandono habitual de las necesidades de los llaneros por
parte de Tunja, fue el acicate de la resolución firme de los casanareños para recuperar su
preciada autonomía y, excluyendo lo anterior, aceptar la autoridad suprema del gobierno
nacional, del cual se podría esperar mayor ayuda financiera, económica y social. En 1968,
la confrontación se hizo más intensa con la celebración del sesquicentenario de la
Campaña Libertadora. En previsión del informe de López Michelsen, los municipios se
organizaron para presionar por su liberación del gobierno de Boyacá. La posibilidad muy
factible de encontrar petróleo en Casanare, dio pábulo a la determinación de Tunja de
retener el control sobre lo que representaba más de la mitad del territorio del
departamento; no obstante el argumento oficial en el sentido de que Casanare ya
disfrutaba de suficiente autonomía, y la oposición de los grandes terratenientes, los
esfuerzos de los Llaneros atrajeron el respaldo de la Iglesia Católica y de El Tiempo, el
cual hizo hincapié hasta el cansancio sobre la insuficiencia del gobierno de Boyacá. Al
final, la erección de Casanare como intendencia representó una ardua victoria bien
33
ganada –la segunda Campaña Libertadora- aun mientras algunos de los demás territorios
ya empezaban a observar el ejemplo del Meta y a exigir la elevación de sus regiones al
estatus de departamento.
No obstante, la separación de Boyacá en 1974, no puso fin a la influencia de éste
departamento sobre su anterior prefectura. Entre 1964 y 1973, la población de Casanare
registró un incremento de 66.613 a 85.184 habitantes; para 1984, se calculaba en
146.263 habitantes72. La gran mayoría de los recién llegados eran boyacenses que venían
en búsqueda de una vida nueva en los Llanos. Si bien Villavicencio era el destino de la
mayor parte de los ganados que salían de Casanare, para su posterior comercialización
en Cundinamarca, el grueso del comercio de ganado y alimentos de la región se daba con
Sogamoso. La intendencia seguía conectada con Boyacá con respecto a las cuestiones
electorales y judiciales. La sede del Vicariato Apostólico que controlaba la educación en la
prefectura y luego en la intendencia, estaba en Támara, justo al otro lado del límite con
Boyacá, y era frecuente que desde Tunja se organizaran los esfuerzos por erradicar a los
bandidos, el contrabando y el accionar de la guerrilla. No obstante, los casanareños
ganaron su independencia política de la autoridad rival en el altiplano y, diecisiete años
después, la Constitución de 1991, elevó a la intendencia al estatus de departamento,
brindando a sus habitantes mayor autonomía.
72 Colombia. Censos de población, 1964-1973, 1984.
34
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