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LA REVOLUCIÓN FRANCESA EN IMÁGENES “El juramento del campo de pelota” (1791), por Jacques-Louis David (1748-1825) Esta presentación pretende brindar a los alumnos un recurso para la aproximación a algunos aspectos de la Revolución Francesa. Se trata simplemente de una selección de imágenes que creemos significativas, acompañadas por sus referencias y algunos textos, en su mayoría extractos de trabajos sobre la Revolución. “Bombardeo de todos los tronos de Europa y la caída de los tiranos para el bienestar del universo”. Aguafuerte anónima.

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LA REVOLUCIÓN FRANCESA EN IMÁGENES

“El juramento del campo de pelota” (1791), por Jacques-Louis David (1748-1825)

Esta presentación pretende brindar a los alumnos un recurso para la aproximación a algunos aspectos de la Revolución Francesa. Se trata simplemente de una selección de imágenes que creemos significativas, acompañadas por sus referencias y algunos textos, en su mayoría extractos de trabajos sobre la Revolución.

“Bombardeo de todos los tronos de Europa y la caída de los tiranos para el bienestar del universo”. Aguafuerte anónima.

I. LA SIMBOLOGÍA REVOLUCIONARIA

Declaración de los Derechos del Hombre. Pintura anónima de 1793

“Los símbolos revolucionarios”. Dibujo anónimo. “Base formada de los restos de la Bastilla/ Escudo: gracias a el los esfuerzos enemigos se vuelven impotentes/ Arco de la Alianza: se encuentra abierto para todos los pueblos del universo/ Diamantes: símbolo de la pureza y duración de los Derechos del Hombre/ Colmena de abejas: emblema de los deberes de todos los ciudadanos/ Saludo: debe ser el fundamento de todas nuestras acciones/ Balanza: igualdad de derechos/ Manojo de armas: triunfamos gracias a ellas/ Corazones ardientes: símbolo del amor del pueblo por la libertad”

“El pueblo destruye a los reyes”. Grabado anónimo

“Hércules popular, reapropiación del ogro, aunque para aterrorizar a los déspotas, reducidos a las dimensiones de enanos. Este grabado de Révolutions de Paris adquiere todo su valor en el contexto en que se inscribe. Sobre un fondo de fortificaciones de un campamento amurallado se trata de llevar el pavor a nuestras fronteras y de galvanizar las energías. Pero, así mismo, sorprende todo un nuevo simbolismo en su estado naciente, en busca de sus soportes tanto en la mitología como en la cultura tradicional.” (Vovelle, Michel, La mentalidad revolucionaria, Barcelona, Crítica, 1989, lámina)

“El francés actual” Grabado anónimo

“La Nación Francesa asiste a La Fayette contra el despotismo y los abusos del Reino Feudal que aterroriza al pueblo” (1791).

“Los Mártires de la Libertad” Grabado anónimo

Lepeletier, Marat y Chalier forman la tríada fundamental de los “Mártires de la Libertad” tal como se los reverenció a partir de 1793 y hasta el año II. Los dos héroes juveniles, Bara y Viala, se añadieron tardíamente, en vísperas de Termidor. Esta imagen de factura popular ilustra los temas de una nueva religiosidad revolucionaria, en buena parte espontánea” (Vovelle, op. cit., lámina)

Abajo, medallas conmemorativas con Marat y Lepeletier, y con los cinco mártires

II. LA TOMA DE LA BASTILLA Y SU TRANSFORMACIÓN COMO SÍMBOLO REVOLUCIONARIO

“Toma de la Bastilla”, grabado anónimo

“La captura de la Bastilla no fue un acontecimiento de gran importancia militar […]. Sin embargo, fue inmediatamente cargada de un peso simbólico tal que pronto fue vista como la acción fundante de la Revolución Francesa. […] Estamos habituados a entender a las revoluciones como radicales transformaciones del sistema político impuestas por una insurrección popular, y por tanto no vemos la extraordinaria novedad del reclamo de que la toma de la Bastilla fuese considerada como un acto revolucionario. Pero previamente al verano de 1789, la palabra revolución no contenía las implicancias de un cambio del sistema político conseguido mediante la violencia popular. Lo que ocurrió en Francia en la primavera y verano de 1789 podía denominarse eventualmente como una revolución, pero en el lenguaje de aquel tiempo esto significaba solamente un gran cambio en los asuntos del Estado. Tal como era utilizado antes de la toma de la Bastilla, el término revolución podía ser aplicado tanto al intento de golpe de estado de Luis XVI del 11 de julio como a la insurrección parisina del 14 de julio. Existía además un muy amplio vocabulario para describir eventos como el asalto a la Bastilla y los desordenes en París. En el lenguaje corriente se los podía denominar bajo diversos términos como levantamiento, emoción, revuelta, motín, insurrección, rebelión o sedición. El “levantamiento” o “motín” del 14 de julio podía ser también denominado por los contemporáneos como una “revolución”, pero esto sólo por sus efectos —la derrota del rey y el fortalecimiento de la Asamblea Nacional— y no por haber sido un intento autoconsciente del pueblo por imponer su voluntad soberana por la fuerza.

“La toma de la Bastilla” (1793), por Charles Thévenin (1764-1838)

En los días subsiguientes, la toma de la Bastilla fue construida como un acto de voluntad soberana del pueblo, como un levantamiento legitimo que dictaminó el destino político del país. Esta construcción requirió una dramática y novedosa articulación entre dos modos de actividad previamente desconectadas. Por un lado, los reclamos filosóficos y políticos acerca de la soberanía del pueblo, a la manera que fueron utilizados por los delegados del Tercer Estado cuando se declararon a sí mismos como Asamblea Nacional. Por otro lado, actos de violencia de la multitud del tipo practicado por el pueblo parisino el 14 de julio para defenderse a sí mismos y a la Asamblea de las tropas reales. Inmersos en el entusiasmo, terror y alegría que caracterizó a la toma de la Bastilla, oradores, periodistas y la misma multitud apelaron a la teoría de la soberanía popular para explicar y justificar la violencia popular.” (William Sewell, Logics of history. Social theory and social transformation, University of Chicago Press, 2005, pp. 235-236) “Con especial inmediatez se decantó el carácter plurimediático y semioral de la publicística revolucionaria en un determinado género de hojas volanderas ilustradas que hacían referencia monográficamente a determinados acontecimientos sensacionales: los canards. Estos “periódicos ocasionales” de gran formato, combinaban la representación plástica de los acontecimientos, dándole la misma importancia que al reportaje textual colocado en la parte inferior de la hoja, o colocando a los lados canciones que servían de comentario. No es casualidad que esos canards fueran en el período revolucionario más frecuentes y de carácter más político que antes, y no era raro que tuvieran una relación “intertextual” con la publicística, tal como lo muestra una xilografía

coloreada del editor de provincias Jean-Baptiste Letourmi, de finales de julio de 1789. La representación gráfica, hecha deliberadamente en el estilo de los pliegos de estampas populares, es una obra original de un xilograbo desconocido contratado por Letourmi. En cambio, los textos que rodean el grabado proceden de hijas volanderas aparecidas en París poco antes. Al igual que la “Narración del memorable sitio de la Bastilla”, que aparece debajo del grabado, repite frases fundamentales del panfleto anónimo “Los laureles del suburbio de Saint-Antoine, o la toma de la Bastilla, invertida”, las “Coplas dedicadas a la Nación”, incluidas a los lados, toman nuevos versos del compositor de canciones Déduit, que en las hojas volanderas adoptaba con orgullo la denominación de auteur patriote. El hecho de que un “collage impreso plurimediático” tan refinado se imprimiera en Orléans y se distribuyera por toda Francia desde cien puntos de distribución atestigua una vez más hasta que punto la revolución cultural había trascendido de París.” (Reichardt, La revolución francesa y la cultura democrática. La sangre de la libertad, Madrid, Siglo XXI, 2002, pp. 223-224)

“La toma de la Bastilla”, xilografía coloreada editada por J.B. Letourmi, Orléans, 1789

“La fiesta de la Federación, el 14 de julio de 1790, en el Campo de Marte” (1790). Charles Thévenin (1764-1838)

“Fiesta por el tercer aniversario de la toma de la Bastilla”. Jean-Louis Prieur (1759-1795) “Este hermoso grabado de Prieur ilustra el auto de fe de los signos del feudalismo (emblemas y escudos) que marcó, el 14 de julio de 1792, el tercer aniversario de la toma de la Bastilla: en la víspera del 19 de agosto es un mensaje de lucha que se intenta comparar, para medir el campo recorrido, con la liturgia unanimista de la fiesta de la Federación de dos años antes.” (Vovelle, op. cit., lámina).

III. EL GRAN MIEDO Y LA ABOLICIÓN DE LOS DERECHOS FEUDALES

“Insurrección campesina en agosto de 1789”. Grabado anónimo “No hay prácticamente iconografía del Gran Miedo: silencio significativo para un acontecimiento de esta amplitud, pero que no figura en el cuadro de honor oficial de esas jornadas, tal como se las evoca en los Tableaux de la Révolution Française. A tal punto que debemos limitarnos (y no hacemos una excepción a la regla) a esta modesta base para una lámpara que evoca la invasión de un castillo por los amotinados campesinos, y la huída de los señores. Una manera de soslayar el tema en sí bien reveladora y en absoluto inocente.” (Vovelle, op. cit., lámina).

“El gran abuso”. Caricatura anónima.

“Reforma de los derechos feudales y el diezmo, 11 de agosto de 1789”. Caricatura anónima. “Eh! señor cura lo sorprendido hoy. Reniega con una mano, mientras quiere tomar con la otra, pero esta será la última vez”

IV. LA REVOLUCIÓN, DESTRUCTORA DEL VIEJO MUNDO

Grabado anónimo

“Bajo el flagelo coordinado de los batidores de espigas de trigo dan paso a los vestigios irrisorios del feudalismo y, como se decía, de la superstición. Simbólica expresiva de la Revolución destructora del viejo mundo, para hacer que nazcan las cosechas futuras. Estos grabados son contemporáneos del decreto de junio de 1790 sobre la destrucción de los signos de distinción de la antigua sociedad de órdenes.” (Vovelle, op. cit., lámina). “De entre las miles de hojas volanderas ilustradas impresas referentes a la Revolución, resultan especialmente importantes, desde un punto de vista sociocultural, aquellas que, a través de reproducciones y ediciones piratas, alcanzan tiradas totales de diez mil ejemplares y más. […] Una forma especialmente concluyente de la “copia” son los pliegos ilustrados populares compuestos por miniaturas simplificadas de las caricaturas de más éxito, que venían a ser galerías de imágenes revolucionarias para la bolsa menguada. En ellas pueden verse […] alegorías políticas que visualizan, con tanta fuerza como humor, formas de percepción social y actitudes, temores y esperanzas. Tenemos, en primer lugar, la experiencia avasalladora de los coetáneos de que la Revolución supone un cambio de época. Esta conciencia de cesura la expresan dobles caricaturas ordenadas en pares que exponen la misma cosa, una vez bajo el Antiguo Régimen y luego en las nuevas circunstancias, cambiadas, del Nuevo Régimen.” (Reichardt, op. cit., pp. 210-211)

“El tiempo pasado: los más útiles pisoteados. El tiempo presente: todos soportan el gran fardo”. Grabados anónimos. Abajo: otra versión de la segunda figura.

“El tiempo pasado: el Tercer Estado, la nobleza, el clero”

“En segundo lugar, se desarrolló por medio de las imágenes una conciencia de lucha de clases que se anticipa a la realidad socioeconómica de la época. Así, el concepto de “aristocracia”, que en el siglo XVIII era una designación objetiva de la vieja nobleza, se convierte en un lema supraestamental politizado e ideologizado.” (Reichardt, op. cit., p. 211)

“La aristócrata. Maldita revolución”

“En tercer lugar. Las imágenes visualizan conceptos políticos abstractos y no sólo los hacen más concretos y comprensibles para las mentes sencillas, sino que les prestan, además, un carácter de apelación emocional. […] En cuarto lugar, los grabados elaboran e interpretan acontecimientos claves simbólicos de la Revolución. Así, el grabado “Destrucción de la Bastilla y victoria sobre los enemigos de la libertad, 14 de julio de 1789”, interpreta este suceso de tres maneras: en sentido concreto, como demolición de la odiada prisión estatal con la aprobación del pueblo; en sentido alegórico, como victoria de la libertad del Tercer Estado sobre la hidra del despotismo, a la que saca de la guarida de la Bastilla; en sentido político, como el arrebatamiento del poder del pueblo a los privilegiados. Las dos figuras que huyen de la escena a la izquierda no resultan tan insignificantes para el observador de entonces como sugiere el reducido tamaño de sus cuerpos, pues se trata de los mismos estamentos superiores que, en la alegoría correspondiente, retroceden aterrorizados ante “El despertar del

Tercer Estado”. Sólo la contemplación comparada de este par de representaciones permite conocer hasta qué punto los coetáneos viven el 14 de julio como inversión de las relaciones político-sociales de magnitud y de poder, como necesario derramamiento de sangre en la lucha por la libertad.” (Reichardt, op. cit., pp. 215-216)

Izquierda: “Destrucción de la Bastilla y victoria sobre los enemigos de la libertad, 14 de julio de 1789”. Derecha: “El despertar del Tercer Estado”. Grabados anónimos.

V. LA TRANSFORMACIÓN DE LOS VALORES O LA DIMENSIÓN LINGÜÍSTICA DE LA REVOLUCIÓN

“En torno al cambio de año de 1791-1792, los vendedores callejeros de Estrasburgo, París y otros lugares ofrecen varias versiones de una hoja ilustrada que, en todos los casos, consta de una cadena, formada por 83 casillas de texto de forma ovalada, que va de fuera adentro como la concha de un caracol. Se trata de un juego de sociedad revolucionario que sigue la tradición popular del juego de la oca. Los jugadores tiran los dados para ver quién llega el primero al centro de la hoja. [Lo fundamental es] una serie de palabras que designan tanto personajes y acontecimientos históricos como fuerzas y conceptos de índole política y social. Nos encontramos ante una verdadera historia de los conceptos, pues las palabras que aparecen en las casillas del juego exponen la historia de Francia desde sus comienzos hasta la Constitución del otoño de 1791, y no están meramente puestas una al lado de las otras sin conexión alguna, sino que están unidas entre sí de doble manera por las reglas del juego. Una de las formas de vinculación —la cronológica— se da implícitamente en el encadenamiento de las palabras, y sugiere al tiempo, con su secuencia temporal, una concatenación causal. Tras la expulsión del paraíso de la “Igualdad” en el estado natural (casilla 1 del juego), la historia de Francia se desarrolla en seis épocas. Dominado, durante la Edad Media hasta las guerras de religión por la “esclavitud”, la “ignorancia”, la “superstición” y la “anarquía” (casillas 2-8), el país goza durante un breve período, con el rey Enrique IV, del reconocimiento de la “ley” y del “bien común” (casillas 9-16), para acabar cayendo, por culpa del “clero”, la “nobleza”, los “ministros” y los “arrendatarios generales de impuestos”, en el “ansia de conquistas”, las “intrigas” y la “bancarrota”, en la

“miseria” del “Tercer Estado” y en el “despotismo” de las “lettres de cachet” y de la “Bastilla” (casillas 17-34). El cambio a mejor lo introducen los ilustradores “Montesquieu”, “Voltaire”, “J. J. Rousseau”, y los principios, por ellos representados, de la “Filosofía”, la “tolerancia” y los “derechos humanos” (casillas 35-42). Se pasa así, sin interrupción, de la Ilustración política a la “Revolución”: una nueva era de la división de poderes y del “patriotismo” que se manifiesta (casillas 43-67) en la “Fiesta de la Federación” y en el “Altar a la Patria”. Pero, como a pesar de la aceptación de Luis XVI, “monjes”, “aristócratas” y “contrarrevolucionarios” siguen sembrando la “discordia”, debe proseguir la “regeneración” nacional para que Francia llegue a gozar plenamente de la “libertad” y de la “Constitución” (casillas 68-83).

La otra forma de vinculación es sistemática y consiste en que las palabras especialmente importantes se valoren más y se unan entre sí mediante tiradas obligatorias. El jugador que, por ejemplo, cae en la casilla del “despotismo” o de la “bancarrota” tiene que volver al principio o pagar dinero a la caja. Si, por el contrario, llega a las casillas denominadas “Voltaire” o “Revolución”, da un salto a las posiciones “Corona Civil” o “Regeneración”, cercanas a la meta final. Este juego prerrevolucionario, tan pensado como refinado, constituye una excelente fuente para la semántica histórica, ya que, si se observa con detenimiento, muestra la gran importancia que sus autores otorgaron a determinados lemas, cómo incluyeron esas palabras en una trama de significados políticos y de qué manera tan tajante confrontaron palabras a las que atribuían un valor positivo con otras que valoraban negativamente. El juego resulta ser así sintomático de la marcada conciencia lingüística de los revolucionarios y de su fundamental interés en completar la revolución de la Constitución y el Derecho con una revolución moral-cultural de la lengua y, en

consecuencia, del pensamiento. Con el fin de fijar el sentido de viejas palabras, de desterrar las palabras “aristocráticas y de dar casta de naturaleza a palabras nuevas, llevaron a cabo una logomaquía, una guerra verbal, en toda regla.” (Reichardt, op. cit., pp. 224-228)

“El gallo de Enrique IV en la cazuela” (Las referencias de Reichardt son a esta versión del

juego)

VI. DE LA MONARQUÍA A LA REPÚBLICA, O LA CAÍDA DEL REY LUIS XVI

““No consentiré jamás, declaró Luis XVI, que se despoje a mi clero y a mi nobleza” Las jornadas populares de octubre le impusieron la aceptación de los decretos [de agosto de 1789, así como la Declaración de Derechos]. En 1790, mientras el rey utilizaba a La Fayette pese a detestarlo, la aristocracia se obstinaba en su resistencia. Las maniobras de los emigrados, las intrigas de las cortes extranjeras y los inicios de la contrarrevolución alimentaban sus esperanzas, mientras que las revueltas agrarias suscitadas en muchas regiones por la obligación de la redención de los derechos feudales endurecieron su postura de rechazo. La huida del rey, el 21 de junio de 1791, las formaciones armadas de los emigrados en el Rhin y finalmente la guerra, deseada y buscada desde 1791, demostraron que la aristocracía prefería, por intereses de clase, traicionar a la nación antes que ceder”. (Albert Soboul, La revolución francesa, Buenos Aires, Hyspamerica, 1986, pp. 67-68) El intento de fuga de la familia real, atrapada en la localidad de Varennes y devuelta a París, significó una enorme caída en la imagen de Luis XVI.

“La detención de la familia real en Varennes”. Grabado anónimo

“Retorno de Varennes. Llegada de Luis XVI a Paris” (c. 1795). Grabado de Prieur

En Septiembre de 1791 el Rey se vio obligado a aceptar la Constitución, pero cada vez fue quedando más clara su oposición a la Asamblea.

“El rey Jano o el hombre de las dos caras”. Caricatura anónima.

“Defenderé la Constitución/ Destruiré la Constitución”

“Luis el perjuro” Grabado anónimo

La guerra aceleró los acontecimientos poniendo al descubierto la estrategio obstruccionista del Rey, quien se niega a promulgar las decisiones de urgencia de la Asamblea. El 20 de junio y 10 de agosto de 1792 se producen una serie de insurrecciones populares que terminan por sellar la suerte de Luis. La Asamblea vota su suspensión y el encarcelamiento de la familia real, conformándose la República. Finalmente, comienza el debate que culminaría con la ejecución del Rey. “La Convención, tras haber citado a Luis por dos veces para que compareciera como acusado, decidió en cuatro votaciones nominales, celebradas entre el 15 y el 17 de enero de 1793, que Luis era culpable de “conspiración contra la libertad”, que su condena no necesitaba la ratificación por parte del pueblo, que debía ser condenado a muerte y que la condena debía ejecutarse de manera inmediata.” (Reichardt, op. cit., pp. 150-151)

Plato conmemorativo de la ejecución real

“Jornada del 21 de enero de 1793, ejecución de Luis XVI” (1794). Grabado de I. S. H.

Helman.

“Dialogo: “yo perdí una cabeza” “yo encontré una””. Caricatura anónima.

VII. LA REVOLUCIÓN DEL TIEMPO: EL CALENDARIO REPUBLICANO

El calendario republicano, obra colectiva de una comisión especial, fue adoptado el 24 de noviembre de 1794 y abandonado el 1 de enero de 1806. En el mismo el año continuaba dividiéndose en 12 meses, pero todos ellos contaban siempre con 30 días, adoptando el sistema decimal al cambiar la semana de siete días por la década de diez. Al mismo tiempo, se intentaba quitar todo resabio cristiano al nombrar los meses según fenómenos naturales y vinculados a la agricultura (por ejemplo Vendémaire, Ventôse, Floréal y Messidor, por la vendimia, el tiempo ventoso, las flores, y la cosecha, respectivamente). Del mismo modo, se asignó a cada día, en contra de la tradicional asociación católica con algún santo, un mineral, vegetal o animal. Así, “este plan suponía la unificación de la duración del mes y el ritmo decimal de las décadas, pero también, más allá de este esfuerzo de racionalización, la transmisión de un mensaje cultural masivo, marcado por la descristianización y por las Luces en la nomenclatura de los meses y los días, tomada del universo de la naturaleza y de los valores morales.” (Vovelle, op. cit., p. 214)

Calendario republicano de 1794. Louis-Philibert Debucourt (1755-1832)

Abajo y página siguiente: Alegoría de los meses del calendario republicano, divididos por estaciones. Louis Laftitte (1770-1828) y Salvatore Tresca (1750-1815)

Otoño: Vendémiaire, Brumaire, Frimaire.

Invierno: Nivôise, Pluviôse, Ventôse.

Primavera: Germinal, Floréal, Prairail.

Verano: Messidor, Thermidor, Fructidor.

VIII. LAS MUJERES Y LA REVOLUCIÓN

“A Versalles” (1789). Anónimo

“Las mujeres participaron en gran número en el movimiento general de la revolución. En tal sentido, su acción apenas si puede distinguirse de la de los hombres; en unas y otros se encuentran las mismas manifestaciones, las mismas organizaciones. Sin embargo, había una diferencia: la conciencia de las mujeres fue más precisas cuando estaba en juego la cuestión de las subsistencias. No se trata de que hubiera acciones femeninas con fines propios; lo que está en cuestión es el surgimiento de las masas populares en su conjunto. Baste recordar la marcha de las mujeres sobre Versalles, en ocasión de las jornadas de octubre de 1789, o su presencia en las grandes manifestaciones del 4 y 5 de septiembre de 1792.” (Soboul, Comprender la Revolución Francesa, Barcelona, Crítica, 1983, pp. 231-232)

“La mujer del sans-culotte” (anónimo)

“Los clubes de mujeres, las procesiones tumultuosas (que horrorizaron a Burke) en las que la misma participación masculina debía disimularse con el trasvestimiento, la publicística femenina y feminista, los reclamos por los hogares desabastecidos encabezados por las activistas sans-culottes en el propio recinto de la representación nacional, todo ello es una creación de la Revolución Francesa, la cual demostraba, también en este aspecto que, en las palabras de Marx y con respecto a la revolución precedente, “se había adelantado un siglo, y no sólo en el tiempo, sino también por el contenido”. Nada impide ver un hecho emblemático en la irresistida ocupación de las gradas de la Asamblea Nacional, de la Convención, por las mujeres que exigen los medios de subsistencia para sus hogares, el derecho a la vida, que debía primar sobre las garantías liberales del mercado: se trata, en efecto, de una doble irrupción en el teatro de la representación política: de los excluidos por la educación, la propiedad y el sexo —frente a los titulares de la ciudadanía plena— y de los derechos elementales, vitales, que se afirman antes y contra toda mediación de las necesidades por el aparato del Estado.” (José Sazbón, Seis estudios sobre la Revolución Francesa, Buenos Aires, Al Margen, 2005, p. 119).

“Las francesas se liberan” (anónimo) “La amazona le disputa al sans-culotte el uso de la pica: lo que propone este grabado, al ilustrar un momento privilegiado en la toma de conciencia femenina durante la Revolución, es más una reivindicación simbólica que una escena de género tomada del natural.” (Vovelle, op. cit., lámina).

EPÍLOGO DE LA REVOLUCIÓN: NAPOLEÓN

“Bonaparte superando el Gran San Bernardo” (1800), por Jacques-Louis David (1748-1825) “¿No habrá sido Napoleón, por uno de esos extraños giros de la historia, el último déspota ilustrado?... El último, o, más exactamente, el único, en tanto verdadero hombre de las Luces, pero también hijo de la revolución. En efecto, sea cual fuere su evolución hacia el despotismo, el emperador no puede borrar la marca indeleble del origen de su poder, ni la filiación revolucionaria de su régimen. Fue sin duda el soldado de la revolución, como los monarcas del antiguo régimen no dejaron de reprochárselo. Pues, si bien el emperador gobernó despóticamente, también abolió el privilegio y el feudalismo, sancionó

la liberación del campesino y de la tierra, la igualdad civil, la laicización del Estado, esto es, la conquista esencial de la revolución, la negación misma de todo el sistema del absolutismo ilustrado. Pero, al mismo tiempo, Napoleón enseñó a los monarcas cómo gobernar despóticamente bajo la falsa apariencia de la soberanía popular y de una constitución, cómo volcar en provecho del despotismo la obra de unificación y de racionalización de la revolución. Demostró a la aristocracia que la igualdad de derechos, en adelante principio intocable, no era incompatible con la autoridad social de los “notables”, siendo ahora el dinero, y no ya el nacimiento, el rango definitorio de la notabilidad. Y esta lección de verdadero absolutismo ilustrado, como lo demostró el curso posterior de la historia, no se dejó pasar en vano.” (Soboul, op. cit., 1983, p. 28)

“Napoleón en su trono imperial” (1806), por J. A. D. Ingres (1780-1867)