la revolución de los peces. florentino díaz

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La revolución de los peces Florentino Díaz Ahumada Ediciones BardoBorde Lima, Octubre 2007

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Poemario publicado por primera vez el año 2007 y reeditado el 2009. Florentino Díaz Ahumada estudió literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú y Medicina Tradicional Oriental en la Escuela Nei JIng de Lima-Perú. Ha publicado los libros: Inmanencia (1998), Transmutación de la Ciudad (2002), Antes del Alba (2000) La Revolución de los Peces (2007) 28 versión 1.0 (2013) y Oda a Berlín (2014). También ha realizado diversas acciones performances e intervenciones en festivales y centros culturales del Perú y el extranejro. Sus exploraciones actuales se vinculan con la performance poética, la medicina tradicional oriental y la investigación y docencia en torno a la creatividad.

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  • La revolucin de los peces

    Florentino Daz Ahumada

    Ediciones BardoBorde Lima, Octubre 2007

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    La narracin del fuego El fuego unifica, ala los metales, congrega cuerpos y miradas, nos une en el recuerdo de nuestra condicin. Fuego es principio de transformacin de la presa: dnde la carne cazada se cuece y nace la cultura. Perder el fuego es olvidar humanidad. Quien narra historias en torno al fuego, repite pasos de primeros poetas, hombres-mujeres-medicina, guardianes de los actos que realizaron los antiguos y fundaron el mundo tal como se le conoce: los que derrotaron a las tinieblas de la indiferenciacin y pusieron al cielo en el cielo y la tierra en la tierra. Saber reptil, originario, despierta en palabras del narrador. El narrador es reservorio o manantial, puqial de sabidura que sostiene el ser-en-comn. No es la genialidad del creador individual, escribiendo en soledad: la figura de excepcin y originalidad del artista en occidente, no tiene sentido para el eterno-retorno que ejecutan las palabras del narrador mtico. No se trata de innovar, de hablar desde la nada, ni de conmocionar a la audiencia con fuegos pirotcnicos de una inteligencia erudita. Es ms bien acercarse a los orgenes lo que gua la voluntad del narrador de la comunidad. Quien narra los tiempos mticos, es siempre quin recuerda a quien le narr el mito. Se recuerda a s mismo escuchando el mito de la boca de otro narrador, se sabe continuidad de cadena inagotable, que podemos remontar al principio de la humanidad. Se hace uno con aquel que pronuncio primero las palabras, con el maestro luminoso que se las ense a sus abuelos, con el ser alado que trajo la palabra del cielo y se la dio a la humanidad. La palabra convoca el tiempo narrado, trae el vapor de los orgenes, revive ancestros en la

    memoria de la comunidad, los hace despertar en cada clula de los que atienden. Los evoca e invoca su poder. Hace tomar conciencia que los ancestros siempre estuvieron presentes, que no se ausentaron, que muerte es slo engao, que transformados siguen viviendo en nosotros. Se recuerda saber que se transmite silenciosos de generacin en generacin: el narrador hace recordar lo que desde siempre se supo. El narrador escenifica, recrea, encarna; es posedo por voces que se expresan a travs de sus timbres, sus facciones, sus movimientos. Sus dilogos son los dilogos que sostuvieron los antiguos; sus gestos son gestos de hroes fundadores. Escuchar la narracin es volver a vivir lo vivido por padres primeros, los progenitores, los fecundadores. La narracin, al emocionarnos, al poner a palpitar nuestro corazn en acompasamiento con los sucesos re-vividos al escuchar, despierta nuestros pensamientos con el correr de la sangre. Acordarnos de quines somos, de quines fueron nuestros padres, de dnde venimos y cul el sentido de nuestros pasos. Escuchar es salvarnos del olvido bestial, incestuoso, antisocial; preservar nuestra condicin. A pesar de sus diferencias evidentes, pueblos amaznicos y pueblos alto andinos, comparten nocin de lo que es pensar: pensar es siempre acordarse de alguien, del amor y amistad que nos une con ese alguien, de los lazos de parentesco y leyes de reciprocidad que sustentan al ser-en-comn, de los que juntos pasan sus das, sus labores, y juntos se acompaan a la muerte. Pensar es recordar el cario que nos prodigaron cuando ramos ms frgiles y realizar esos mismos cuidados hacia los que dependen de nosotros. Pensar es acordarse de las situaciones vividas con otros. Es repetir pasos aprendidos, pues pensar deriva en experiencias y muestras concretas de amistad, cario,

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    cuidado. Pensar es salvar la comunidad. Revivir los momentos vividos con quienes nos ensearon a hacer las cosas, a ser humanos, y ponernos en el lugar de quien nos ense. Narrar es recordar a maestros primordiales, sus concejos, y transmitrselos a los otros. Inspirado en sus lecturas del Tao, en su prctica de medicina tradicional china, en las noches intensas recitando a los clsicos romanos y a Rimbaud, en las inquietudes que lo han guiado desde siempre como si les vinieran susurradas de una vida pasada y fuera a ellas por inclinacin natural, inevitable Florentino Daz pone a tambalear su literatura sobre las formas poticas primeras, donde narracin y verso se unen. Y desde ah se palpa, se recuerda y nos recuerda lo que somos. La respiracin acompasada con el cosmos nos da justa medida de nuestra condicin. El cuerpo, que permite actuar en el mundo, percibir y ser percibido por los dems, puede ser cambiado para moverse en otros mundos. El cuerpo es el sitio de las percepciones. El cuerpo no es algo definido, esttico en el tiempo, sino un contenedor en el que se va madurando y se transforma hasta completar ciclos, tras los cuales se cambia de piel. Para las tradiciones recordadas por Florentino Daz, toda forma, toda entidad respiratoria, es manifestacin de la energa vital, comn a lo existente. El aliento se hace cuerpo en personas, geografa, animales y plantas. La energa vital anima todo lo vivo en permanente transformacin, manifestndose en formas que abandona para seguir mutando. La energa se cristaliza en formas que luego abandona para cristalizarse en otras. Todo comparte una misma energa, kamay, y Daz la canta recordando a los chamanes. El chamn es tal vez el primer poeta, el de la palabra sagrada que congrega voluntades, infunde

    valor, hace rer, y cura cuerpos y espritus. Por eso no sorprender que sus saberes muten en formas distintas, que tomen presencia en nuevos cuerpos, que se manifiesten en formas literarias que dan voz a sensibilidades postergadas por estticas dominantes. Muta conservando saberes ancestrales. El aliento persiste y el origen es presencia en el presente. Alba que nos recuerda. Pedro Favarn

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    Lo ms parecido a Dios es el agua

    Ba Han Shen

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    Preparacin del cardumen

    Poca favilla gran fiamma seconda. Paradiso, I. Dante Alighieri

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    1 Si quieres recordarte, sintate: Respira, Junta las manos

    Derecha sobre izquierda. Crea un puente en los pulgares.

    Presta atencin a tu vientre, percbelo. All el caldero donde emerge el t.

    La luna, el sol y los dems destellos. La luz va llegando desde el este, observa. El sonido del mar se hace cercano. El sueo y la vigilia, ambas se han fundido No te distraigas, esto es sencillo no huele. No sabe a nada, no tiene color, es agua.

    se es el hilo. Lo vas notando lentamente. Se expresa en el silencio la urdimbre de las voces. Se va abriendo en la penumbra el rumor del aire. Vital y grato. Sintelo,

    Hazte el propsito. Es invisible, no le tocas, no le puedes atrapar. No ser de amor Su aliento cuando al fin te encuentra? Sigue respirando porque ms de ti vas conociendo. Ms del suelo, del silln, del edificio. Ms del parque, de la calle, de los autos. Ms de ese navo, de esas puertas. Ese tonel y ese garfio.

    Lo ntimo del mar est en el viento. Vas comprendiendo y el miedo se diluye. Escucha: En esta noche duerme la ciudad

    En este da. Y en realidad todo relucir de otra forma Cuando tiendas desde el centro del corazn Un lazo al infinito resplandor ah en lo alto. Y te dispongas

    al cuidado del gladiolo y cedas al sereno Canto de la maana que no te pide nada. Y de la noche que todo tu brillar recibe. En esa estancia cada ser de tu ser se fundir al servicio. De la claridad amplsima del viento. Y el Divino dejar caerse en tiernos gestos Y en su caricia nunca olvidaremos nuestro origen.

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    2 En este momento hablemos, si t quieres. Podemos sostener dos alientos y entre ellos Percibir en los dos rayos el color. Temblamos, nos movemos en la luz. Como dos velas que el fuego consume en el espacio. Pero no mires lo absurdo en lo que apenas comprendes, Y no enjuicies tan pronto el latido del len, Ni la fruicin de la ardilla o la lengua de los caballos. De todos los cristales hoy ste ha aparecido. Evita en lo sucesivo hacer comparaciones y aprende A ver la fluidez del canto en la mirada, el fulgor de lo sentido

    Entre las manos. Hurgando esa palabra para abrazar soles, clices de aguas, Yerbas, bosques, algas y tormentas. Lo que se vive ahora es guerra. Lo que se vivi antes, lo que est por vivirse Es guerra, si cerrando los ojos, desaparece el crepsculo. Pero la poesa se invoca en su ritmo, su plenitud. Si ahondas en su sonido, puede que aparezcan Clidas lagunas, plazas, movimientos de planetas. Tambin los sucesos y sus temas, el ondear de su cabello,

    Los sauces y sus secretos. En ese sonido escuchar Lo que a ti llegando en la quietud se ofrece. Slo date cuenta, espera un momento, insprate Del verdor en el fresno, ve: aquel jazmn no es lejano. Tambin est el sonido de la guerra, es lo que abunda. Y lo que abunda no siempre es tu sentido. Lo que deseo explicarte no tiene en su asunto va recta, Concatenacin discursiva de lgica moldeable. Lo que busco decirte est en los silencios De la bruma y el sol entre las flores, Entra, no por eso me volver tu superior. No pensaremos por ti, no haremos muros a tu alrededor. En la contemplacin torna a la alegra. El verso es un saludar, brilla en consciencia, Cual el ver de la piedra o el monte hacia la nube. Y a cada instante algo se est volviendo lumbre. Observa, deja a un lado los prejuicios. Una caricia, un ritmo: La pausa entre el sonido y la ventana. El estallido de la flor cuando se abraza a la luz, El suspirar de las olas cuando se nutren de la noche. As, por ese repentino rumor De relmpagos y encinas,

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    Podemos conocer el rumbo del electrn en la pantalla O la sinuosa ruta de la imagen en tus ojos. Eso no es todo, Pero ante la inmensa pregunta que plantea cada cosa

    Puede serlo. Una a otra van ligadas, uno a todo, causalmente. Nombro esta ansia: llamar a ese Espritu,

    Hacerme uno con l. Reunirme nuevamente con el sol, amar

    Con lo sin fin de cada astro. Beber en su hlito la flama que en tu cuenco pueda despertar, Que saborees, que gustes el grato aroma de la luna Cuando el sol tambin est y todo a una inefable presencia Se va entrelazando.

    Todo es un decir celebrando. En el tono Est lo importante, lo sugerente en la cualidad de la inflexin, La diferencia entre lo visto y lo escuchado: el puente Entre los ojos y el odo. Debes saber que en la pupila, su oscuridad, Congrgase la semilla de mil nombres, crecen serenos Los suspiros y el fuego oscuro derramado en la rosa.

    Sin competir, sin desafiar con estruendos las miradas. No se yergue sobre otros, nunca combate. Luego de todo aquello nada sabemos, slo siente La complacencia de estar de cada cosa, la bella forma Que adquiere el agua en las orillas, su danza irrepetible. Un poco de eso est en tus ojos,

    Su cimbrear y su aleteo

    Tambin anida en cada mano, siempre que palpite Tu corazn como un nico encuentro en el instante, Como un sabor que en cada aliento se renueve. La vida hace mucho que empez, Estamos en el ocano.

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    3 Lo que ves es cmo lo ves. Y en esa singular visin las visiones. Una a una concuerdan, Aunque distantes. Lo que ves no es slo lo visto. Es lo que detrs te va llegando: un abrazar. Ests envuelto: un recordar. Ests atento. El sendero no es otro que el servicio a la gente. Que no te dividan en dos. No temas, Eso es poder. El poder desea que le temas, Eso no es el universo. No ejerce el sol sobre la luna un dominio. Sino Que a su resplandor el arco sigue y los planetas Son los destellos de ese canto. No te animes A tejer en los que velan algn nudo de querencia No es sa la va, no es el corazn hecho para el miedo. No repitas el mismo comportar de los que viven Enlazados por un signo, una palabra y se hacen eco Mental de aquello que despiertan: lo que re es un manto Luminoso y amarillo. Te reaviva y te conduce.

    Por eso amanece, Por eso oscurece.

    As lo vivo vive, As se anda en su mirar cantado la infinita posibilidad. Y lo imposible una seal de que se est por el sentido, Se est muy cerca, mas nunca se le alcanza, qu medirs Qu lumbre o sueo o angosta majestad es lo que pesas? No te enfrentes a nada que se agite o te revuelva. La msica se esparce como ondas en el agua y el fruto Permanece fresco ah en la rama. El cielo otorga su color Y la maana es una hermosa princesa que no duda. Sus brazos cobijan lo viviente y le hace ofrenda De puntual esplendor cuando aparece y todo empieza a despertar. Amando un poco ms las cosas, la piedra, el rbol El verso retorna al corazn y el sonido, eso importante, Cuyo tronco es para ti una puerta, o una dorada espuma, Va declarndose en el aire y entonces confiando le pronuncias Mientras el sol sigue buscando y las hojas renacen a otro verde. En ese momento sabes que hay voces en el viento y en la tierra. Las escuchas, pero no con alarma, no con prisa. Esperas El rumor de aliento, el entusiasmo, la risa verdadera. Y las flores del campo. Con ellas nos iremos. El sol sigue Su camino por el ro y la ciudad. No te pierdas El paso entre la nube y tus pies. Es tambin la cuerda entre el gigante y la tierra. Asciende, que el corazn te lleve

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    Lejos donde hay cima sin neblina Y reposa hermoso aquel palacio.

    El sendero no es la exterioridad del signo, en l t no buscas Ser contemplado por el rito, la presencia de lo fabricado. Es la comprensin de tu lugar en este gran lugar, Hacerse acorde al movimiento de la luz. La humildad de la flor cuando le acaricia el roco. El paso de la gota en las cenizas del cielo, ya de noche, Pronto, pronto se har perla, ha tocado a la puerta Y en el umbral se han abierto con ternura las certezas.

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    4 Ver y darse puede ser la vida. Una araa en el agua, el pino en la ventana. La noche de tu amor con su esplendor. El hilo de oro de los mundos. Y la luna una caricia en la penumbra. Tu mano,

    El claro movimiento, la sonrisa. Una cancin: la copa, el cristal y la estrella, El rostro,

    El mar, cmo decirlo. La luz negra, la luz blanca,

    La luz y el aire. Sueo tus ojos: la noche del bosque. Si me siento estoy atento al segundo. El segundo no existe. Me lo vuelvo a decir. La luna, tu cuerpo en la hierba y el manto. Mientras va llegando el crepsculo Un ave atraviesa el cielo,

    Va de un edificio al rbol, no sabe de cables De metralla. No le abarcan del todo mis cinco sentidos.

    Viaja. Inmensidad del gozo. Cmo res? Cmo cantas? . Estoy cantando y res.

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    Cuntame cmo el verso har del corazn un templo -Para qu? El corazn ya lo es.- Cmo devolver a su centro el hlito de amor, - No est el amor en todo? No se mueve siempre el centro?.- Cmo en toda su andadura le traer el recuerdo y buscar La altura de los gestos y el resplandor en la mirada. - A qu tanto buscar?, enciende la vela, cuenta.- Dmelo ahora si estoy apto asir ese camino Claro, prstino. Reunir en una esfera lo disperso, Incorporarla, renovarla, expresarla claramente. - Una figura alada duerme en los restos disconformes La excelencia es el sello de su forma.- Ahora apremia tal sentido, ahora se clama lo perdido. - Ustedes en vuestra inquietud, algo intuyen.- Y t, verso de vida, que nos tocas y sustentas, Verso de amor que nos encuentras y acaricias... -Empezar la dicha con slo nombrarla a abrir los ojos y mirar, Abrir los poros y escuchar la luna y otros astros?.- Pero no es sta la cerrada dimensin, el tedioso divagar Por las calles sabindose ya muerto, no es posible Tanta novedad de estrellas para ser un grito, una jaqueca. Que se pierda en los silencios de estorbados edificios.

    O escupir sin dote de lumbre en los jardines y decir Que nada nos atiende y nada atenderemos como obsequio Al viejo dios cansado de los libros y los hechiceros. - En eso todos coincidimos, persevera.- No puede ser tanta maravilla dentro, fuera y en los lirios, Una vez que vemos uno, no soltar la risa amplsima, Aligerar los pies y aliarse al aire con ahnco como pluma Cual si supieras ciertamente ya no estar perdiendo. - Si tu corazn despierta al amor, gusta de sus besos. Todo tu ser es hilo de ellos.- S que ests ah y me ests escuchando. - Eso es cierto.- S que has mirado el pasaje de las sombras en la noche. S que mi casa ha ardido y mi comida se ha hecho tierra. S de mis manos, mis piernas, mi lento levantar. - Tambin podras hablarme de tu pena, tu camino de espinas, Tu poca paciencia cuando la descubres en los puentes. Y an con eso si este aire percibes celbralo, eso es saber.- No vengo a escribir de m, sino a preguntarte Cul de tus dos ojos tiene un nombre sin fin. Cul de tus dos manos recibe sin derroche el brillo Del da y la frescura de la noche. -Ests harto? Miras con deleite aquel cuchillo? Tmalo Ve a la tierra y abre un surco, resprale hondo, sopla. Todo el cielo se derramar contigo. Convcale.-

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    He venido para que me respondas: de eso depende hoy la brisa De eso puede que disfrutemos o no este universo. - No ests aqu por ti. Te hemos llamado Y aunque las luces todas, de lunas y de estrellas, se apagaran Nuestra luz veras encendida, de incandescente corazn.- El mar es el misterio.

  • 14

    6 El agua es bella.

    Su belleza nutre la vida. Nutriendo la vida el agua se hace corazn. Resonando en el latido es la visin y lo visto. Un bosque ha nacido y un planeta Y todas las dems estrellas. Un cuerpo es una caricia. Una sombra ha brotado de su movimiento Ha emergido en su torrente de espuma. Cmo despertars cuando regrese El ala oscura de los enramados y sus puertas. Cmo nacer de vuelta en ti la chispa de los das. Aquella de la mirada alegre, del color en los labios. Aunque corras y escondas todo rostro, aunque te escurras Y el cuerpo se haga pequeo o polvo o fuego, no podrs Del agua escapar, convertida en rayo por la luna, Convertida en heliotropo por el borde de los espejos. No tendrs alternativa, ni siquiera huir. Ests adentro. Ni madre ni padre para decir no quiero. Ni las manos del hermano ni su rubor con llanto. Ni ella ni l ni los caminos ni las olas ni el bajo muro. Nada. No podrs hacerte invisible a nuestras lenguas.

    Ardiendo, Sin calma en los balcones, o en la desierta calle.

    Sin apuro, en la estrechez del msculo y el hueso. Del pozo ha brotado. Se ha quedado noche, no se pierde. Pero sabe qu es la lgrima en el sudario, la frente Enjugada entre los dedos.

    Un da estar el sol Muy alto en la ventana de los edificios y la gente Sin sangre en los talones danzar encantada. Y el corazn dir sus nombres: un tesoro hallado En el caldero de los trenes. Y se har perla el roco En las flores hechizadas por la aurora. Est pronto El silencio que te envuelve para el canto, el susurro Que te llama para el eterno brillar de las estrellas. En ti se hacen las almas un sonido. En ti habrn de reunirse en un centro y seguirn Su viaje hacia destinos infinitos, innombrables. Nos dejars tus joyas como flores bajo el sol? O buscaremos una brizna de hierba que te siga? Eso lo puedes preguntar y est la torre cerca. Si observas, te detienes en la franja roja del horizonte. La sombra de los rboles ha crecido y el agua Se va volviendo oscura,

    El sol desaparece.

  • 15

    7 Cada da ms los hombres hacen de la tierra un lento, Pero cierto barro enmaraado que desean de fuego. Lo que desean les es concedido por el cielo. El cielo es generoso en cuanto al deseo persistente Se refiere. Eso que llaman carcter, siempre otorga Su fruto cual una antorcha que prende en la paja O una ciudad cubierta bajo la sal. S inocente, no pierdas la dimensin de lo imposible. Pero el cielo concede En su infinita generosidad una caricia, un gesto Que trae a quien le suea una guirnalda de rosas O una esmeralda tras la piedra. Lo que sabemos es muy poco, Comparado con el pintor, la pintura y la tela. Somos trazos que andan esperando Algunos la palma imaginada que no llega Y los otros el verse como en oro en las estrellas. Comprender que eso no es real es lo urgente.

    Del barro nos cuentan Empez todo hace tanto. Tal vez deseamos sin saber volver al barro Para ser nosotros los autores de ese otro comienzo. Mas es locura que slo la sombra se haga Fuente de los brillos. En todo caso en lo oscuro est la semilla. En la oscuridad anida la raz En ella tambin se muestra el agua. An lo oscuro se niega a ver el hombre. Si lo azul deseas transformar en rojo, Te ser dado. A quienes esto reciban, nosotros,

    les pedimos calma. Su piel transformarn tambin para esa luz y ese otro aire. Otro color tendr el crepsculo y la luna.

    Y una gota de agua ser como el beso de la amada, Un resplandor, que se derrame en vosotros cada da.

    Habiendo anidado desiertos El desierto vendr. Y en sus arenas contemplaremos, Sin mediacin que nos distraiga, El curso de la vida renovada. Tal vez ah demos por fin un S que sea cierto. Y nuestras espaldas se doblen hasta el suelo con respeto,

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    Con alegra miraremos la vasta duna que circunda Lo que antes fueron las ciudades. La gente se agrupar y sabr del viento, volver el saber Que se daba con la luna y otros astros. Se exhalarn de memoria los poemas, volvern los cuentos Y el empeo de leyenda tambin volver. Lo ms importante es que retorne el aliento De aquellos que se fueron cruzando los ciclones. Y dejaron en las piedras su rastro de viajeros. Cada quien es uno de ellos. Pero debemos seguir, permanecer. Aprender de este planeta la preciosa gentileza, el aire Que a todos se dispone para hacerse alma. El verso ha de mostrarnos su origen en el agua.

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    Ciudad del Agua

    y confiando en lo divino se aplic a la labor. Ptica, IV Pndaro

    jugar, jugar, jugar.

    Jorge Eduardo Eielson

  • 18

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    Luminosidad del fuego, Recuerda la oscuridad del agua profunda. Miro el cielo, tambin las flores por ambos lados. Algo para decirte: La copa de los rboles verdes. La estacin del tren ms all. Y por qu? Slo por gusto estas palabras? Tendras que llegar al centro. En el rumbo de los ciervos o de los enlutados. Abrir un peridico, mirar la sangre, Recobrar el sentido luego de los misiles, los incendios, La destruccin del instante por la palabra que miente. La tristeza de ese amante encarado a la noche. Cuidado con el cable. La chirimoya tiene buen precio. El carbn, la cera para los vecindarios, el arpegio Establecido de los guitarristas. Todo tiene su signo, todo te est hablando, te conduce A que algo dentro, en tu cuerpo, se despierte. . Por eso es importante

    Dejarse de conclusiones y mirar. Establecer en el sentir el vnculo de lo percibido como un manto

    Si te resfras, nos reiremos un poco,

    O nada de nada. Hay ms de dos chances: Un s, un no, otro que no se deja ver Tan facilmente. Si te resfras, diremos que es un nuevo virus. Tal la cuarta posibilidad, y aislaremos ciudades Y el precio de la carne caer, y el precio de la legumbre, del aceite Ser el apropiado. El manto es la permanente urdimbre de las cosas,

    Una que suea, otra que destella, pero ambas son luces. El manto tambin es la percepcin de que te sabes hilo. No obstante hemos empezado con este cuadro:

    Los zapatos en la avenida, el carro, el bus, la combi. El todo Pardo, el todo Ayacucho, el todo Arica. Las huelgas, el complot de los armamentistas, La rutina de los serial killers, los quince minutos de fama, El negocio impresionante de los frmacos en la tierra. T: la sonrosada claridad, se es tu cielo. Este es mi cielo. Entonces te podra preguntar El brujo Y cul tu cielo? El brujo podra tambin No preguntarte nada. T, solitario. T, argonauta, T, cobrador, con las medias desde el viernes. Te podra ni s preguntar ni no preguntar.

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    Las palabras tienen su acento, la cumbre de la respiracin, su recuerdo

    En la repeticin se va tejiendo, no es la misma, es otra

    La sustancia de las letras. El sonido tiene un eco en todo lo que existe. Soltar la pluma, arrojarse, entregarse. La felicidad est en el servicio, Tambin en la luz reflejada por los ventanales.

    Marchmonos, ven conmigo donde se gesta el cenit. Vamos con las huellas de ese dragn,

    No te asustes de este sueo. El color azul no es de la muerte. Ni el negro ni el rojo ni el blanco ni amarillo. Podrs haber quebrado alguna vez la realidad. Haber rendido el corazn a la vanidad del mando, la opulencia De los que aniquilan lo sencillo y se hacen parte de esta extraa Inmersin. Eso no importa. La transformacin es del instante. Esos hlitos dorados por el suelo, la pista, el auto Los tneles bajo la montaa. Y te has quedado completamente detenido. No hay intencin en el metal de irse. A cada paso ms no sabes, a cada respuesta un abismo.

    En realidad has considerado siempre

    El destruir como un renovar, un purificar. En eso has fundado tu combate con el cielo. En ello te has hecho el inventor de esta guerra.

    Y te desgarra no entender,

    No hay sencillez para vivirlo. Va ms all de la claridad de tu ciencia:

    La ntima e intensa incertidumbre.

    Incomprensible. La piedra, el movimiento, este boulevard. Desgrana el rosa de esa letra, el verde, siente El ritmo de amor en cada pincelada, las vocales, esto les fue Otorgado en el principio, y era la ms sutil de las ciencias. Los nios muerden el polvo de los maceteros. No visitan las ventanas. No hay venta en el vidrio. De ah que insistamos en la importancia de mirar En cada ser la trama del tejido. No como una Estructura acaparable: ni la cercana viga es tan cierta.

    Lejos el sol.

    Mralo, La tierra gira y otra luz le acaricia.

    El madero en esa puerta te nombra. Percibe. Te importa poco el cristal. - No, algo.- Te importa demasiado la grasa del muro.

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    - No.- La persiana se ha llenado de arena. Escndete para los felinos: el blanco, el negro. Si muerdes al alfil, muerde a la reina. Si lo deseas puedes t tambin girar. Los pareceres surgen de ti, los juicios. Te mueves en funcin de esa trama y no despiertas. Te acostumbras y tus riones se hacen dolorosos. Cedes y tu color transita el amarillo, el rojo. Sigue buscando. Identifcate: s lo que eres. Cancin de olas sin clavos. La fantasa es el principio de la realidad. Y la realidad es un torpe reflejo de la fantasa. Los miedos tambin surgen de ti, todos los temores: Una justificacin. Compromtete, el da es hoy.

    Y t eres l, pero no eres l. Vulvete espejo.

    El caso es que comprendieron al llegar. Miraron el crepsculo. Juntos, las manos cercanas. Si continuramos con las palabras, volveran a su brillo. Pero sta no es ms que una entre mil cosas posibles. El gusto de los amantes lo bebers slo de sus labios.

    -Qu bueno Verdad?- Apura la calle, el vino apura.

    Si pudieras en este instante, te iras a dormir. Cerr la puerta, el edificio tambin verde, algo sucio. Sabrs leer el signo abierto de las hojas? Slo tengo confianza en el vino Las aves pasaron sobre nosotros. Es temprano. Eso no cuenta para las palomas.

    Caminan, miran vuelven a volar.

  • 21

    II La anciana ha llegado. Sentada, elevada en una silla. Penetra el recinto y habla de sus huesos. Intente caminar, seora, hgalo. No se enoje, mujer. Usted, seor, qu le sucede? Mientras espera recostada el albor la no dormida. Pronto, llevadas las piedras, habr jardn.

    Si l lo quiere habr bosque. No te enojes, anciana.

    Lo que duele es no dejarse ensear por este hilo.

    El viento trae su mscara azul, es medioda. Las cien reuniones, la barrera de la fuente, la ruta del agua.

    En esta casa el fuego nace del jardn. Te invita, entra sin excusa de sombra.

    Un vnculo. Su calor est en tu espalda. Su calor,

    En tu vientre. Te has hecho sordo. Eso es lo que sucede. Te has hecho ciego a la herrumbre de este clavo. Evitas hechizarte en su quietud. Lo ves sin alma. Al madero el metal lo corta. Le doy cita a las 3.- Tres hombres en la sala: Sonido de martillos.

    Tambin el piano. Calor. Divina indiferencia creativa de la tierra.

    La primavera es para ti que eres feroz. Fulgura la duda. Y el tormento deviene acorde. El vagabundo se sienta. Ya no sigamos con el todo cuba. El cobrador es silencioso. Las hojas secas sobre la hierba. A lo largo de la va central. Palmeras, Altas compaeras. No te vea. Hemos emprendido la construccin de una estancia. Prescindiendo de las semillas. Hemos buscado evitar Como sea mirar los ojos oscuros de la nia en la banca.

    - Si eso te contenta todo marcha. Si eso no te contenta Qu le vamos hacer?-

    Aparece, si te fijas, aquella criatura, Plida y frgil se dedicara al bosque. Te admira esa tupida sombra? Ese verde que se congrega en la cabeza de la noche? Sigue observando. Busca.

    III

    Va a ser medianoche. Una aguja no es un nmero. Redondo. Te lo explicaran la posicin de las estrellas.

  • 22

    Millones son los que con ella intermedian el sanarse. En la ciudad donde respiras el da empieza. Dos agujas y dos nmeros. Se acerca el sonido De la campana. Muvete. Recibe la luz nueva En tus pupilas. Clara, la luz tiene su ritmo. Cada quien descubre un hilo con sus voces. Tu pecho tiembla, acgele. Muvete. Si ests en la ciudad, toma nota: Esos rostros son tambin la msica Que clama ro, que clama monte. Que clama una estrella amante en cada altura. Todos caminando. Desamparados, desvelados, desventurados. Tu nostalgia ser la del vino. Djalo ser recuerdo. Tarde del viajero, ilusionada brisa Nadie habla de ellos? Es el violn, tambin es el jardn. Te parecer todo muy potico. Muy sentimental! Tienes el manto en la cintura y sigues pensando. Tal vez prefieras, luego de todo, mirar la sombra Como si fuera slo sombra. No te olvidaron los que antes de ti vinieron. Ni eres el primero, ni el segundo, ni el ltimo.

    Vuelve a llamar a las flores por su nombre, Por si ellas contestan, aunque antes no lo hayan hecho. Vuelve a pensar la bendicin de cada lgrima. Plena de vida, de ilusin. Ojos nublados al alba. Deja que Su fragancia te cobije Te d aliento redentor para tus luces.

    IV

    Ests buscando un amante. Eso te aflige. Tratemos de encontrar por qu insistes en la lucha, En el combate. Ests bebiendo bajo la luz blanca y no res. Eso te duele. Deja de fingir Los puentes son naturales. El colibr, la fuente.

    T viajas en un templo. Ahora s ests dicindote a ti mismo: mejor me voy. Mejor les dejo y no me alneo. Imbrcate. Mejor an: date cuenta. No hay enemigos. Eso tampoco te lo crees. No hay camino permanente en este ocano. Gira. Gira. Gira.

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    Gurdate lo que no tengas. Lo otro entrgalo. Siguen caminando en esta ciudad. Siguen Caminando en la ciudad. Ests ah, pero no eres de ah. Estoy aqu, pero no soy de aqu. El verso est a tus pies, sobre tus pies. A la diestra de tus pies, a la izquierda. Adelante, detrs. El corazn siempre es el centro. Sigo bebiendo y el licor es tibio. Hay ardor y hay arte. Percibe el ritmo, tal es el sentido. Recreamos, en esta solitaria quietud, Pon atencin al fuego. No escribo an desde el exterior al corazn. Escribo desde el corazn al borde, al viento.

    Mas si queremos completar este poema, Que se insina en los rieles, sin ferrocarril, del humo; En las cortinas, sin muralla, de las torres, Bastar con hacer de nuestra venia un llamado a cada rostro Que haya encontrado en el mar su cotidiano elemento Sorprndete, tambin es un diamante enamorado de los peces.

    9 Canto para la designacin apropiada de un matiz de aromas. El viaje de la luna es breve. El alcohol, la sinrazn son breves. El velo tras la lengua y su candor amarillo es breve. Todo lo que podamos dar es breve. Pero en la fuente cuando llegas al aroma lento del agua. Cuando en el borde el estambre de las colinas se revela, Entonces ves que la montaa se hace nube Y que la voz se hace caricia. Ni la nube ni la caricia son breves. T encuentra el sol. Te encuentra la celeste variacin. Y adelante las rosas te sonren con la llegada del crepsculo. Cmo recordar la via? Est la chispa del cielo en los racimos. Los rboles que observas te invitan a otro canto. La tierra bajo tus pies est latiendo. Deja el grito y el lamento, la terquedad y la duda. El silencio tambin est en tus pies. La humedad del gorrin y la columna de la piedra. Reconcete un viajero, un bebedor Del luminoso enjambre. La sombra del monte tiene sus doncellas. Y la luz del monte corceles para la danza.

  • 24

    Tampoco es breve el pino, ni la araucaria ni el cedrillo, La luz sobre la hoja que me lleva a tus labios; La msica en el aire que me transforma en tus ojos. No es breve el sonido de tu voz haciendo del caballo Unas estrellas. Volviendo el agua en la mirada de un nio. Porque pasamos como espigas sedientas Cuyos rostros no se escancian el delirio del da O la placidez de la noche. Y entonces pasamos sin atender Cun pronta est la palabra de la arena, el cactus y la hierba. La palabra de los postes y los cables, la palabra del ro Y los altos edificios. Ya est cediendo la tierra el suspiro hacia la noche. Muchos tienden la frente hacia la piedra Recuerdan la inmensidad del sol llevando a s Todo el horizonte. Al da decimos adis, pues no fue breve Si se ha concedido embriagado por tus ojos La msica secreta a un corazn asombrado.

  • 25

    10 Canto para el mimbre que se halla en la arena Estamos en el desierto, No esperes florestas, no marcas de cigarrillos, no carteles con autos atravesando el cuerpo. Ni esperes el rumbo de lo concertado o el tamiz de los planes, Aqu se olvida todo aquello. Ellos vinieron antes y ahora no siguen siendo ellos. Te preguntars por su sombra o el caudal de sus canciones. Te digo que permanecen, te aseguro que estn contigo. Vulvete. Escucha a quien de verdad te dice lo que te ama A quien te acepta como eres, sin usurparte,

    el desierto no te quiere para s. S t tu propio ser. Ese es el resplandor del desierto. Aspira a culminar en la rivera, exhala el perfume del cielo. Los muertos dnde estn. Ya no los ves. Los muertos con sus corazas, sus costras y sus huesos molidos,

    Su cavidad de polvo. La mano tierna descbrela. Est el manto majestuoso del sol. La poesa del silencio. Ella se expresa y te resuelve, te calma y purifica. Sobrevive con la nostalgia de lo que viene, con el duelo De quienes se vieron arrasados Durmiendo por las bombas sin lluvia. Sobrevive y cuntalo, para que no vuelva a ocurrir.

    Un medalln que nadie extinga en ningn fuego abierto a la codicia. Sobrevive y siente con tu voz cmo se alan otras voces. Que la vida est siempre volvindose inspirada hacia tus ojos. Es fcil recordar la bveda vaca que teme el corazn. Esa te alimenta, te llama a lo que puede ser. Ve el da, tiene ms tiempo: Lo imposible es lo verdaderamente posible. Tambin lo imposible es lo real. Mas no le atrapes, ve, porque el Amor es peregrino, cuando Te dice Estoy aqu, es que ya est partiendo,

    no le ates, sguelo. Y no pretendas haber cazado al oso sin siquiera verlo. Si te crees triunfante te engaas, es el impostor quien juega con el mundo. Ve las cosas como son, no busques la oreja entre los pies Porque entre los pies est la tierra. No busques los dedos en el pelo, porque estn con cada mano. S como el suelo paciente y dispuesto a recibir las pisadas De la eternidad. Exalta lo que puedes llegar a ser, Amor del ave y del comienzo Del vuelo. Sobrevive. Hazlo, vierte el canto transmitido de los siglos, Acude al nio y consulale, sus ojos te anhelan. Este desierto tiene tantas voces, ocpate de su silencio.

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    Destino

    La liberacin: Hsieh Chen, lo suscitativo

    Kan, lo abismal, el agua.

    Es propicio el sudoeste. Si ya no queda nada a donde uno debiera ir, es venturoso el regreso. Si todava hay algo a donde

    uno debiera ir, entonces es venturosa la prontitud

    I Ching

  • 27

    11 Te haba visto en la calle. Contempl tu rostro y record Que nada crece sin un puente, Una rama de agua que se albergue en las estrellas Por eso, cuando te evoco estoy viajando. No me atrever a decir Cul de los cielos es ms profundo cuando se esconden los odos Cul de las dos manos tiene perlas. No tenemos miedo del encuentro. Somos parte de la lluvia, de su canto. Parte alegre de la nube, hondo respirar En las vasijas del mercado. La libertad viajera de los mantos vendr. Y danzaremos en los perfiles cariosos del jardn. Algo que no se encuentre, eso deseo. Cantaremos, cual los nios, el poema. Porque en la amplitud del canto hay tantas formas De intuir con meloda la presencia del Misterio.

    Entonces diremos con ansia de suspiro Que nos suee el Soador eterno de los hilos.

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    12

    Canto para el destino volvindose una voz El mensaje ah est, acogiendo, alentando. La calidez vulvese a sentir, el plido aroma: Esa otra nostalgia. Y que de lo mucho guardado algo se transforme, Mute y se transmute, una nueva Nenfar que sonra en el canasto. Un nuevo corcel que se acerque desde lejos. La calidez es un rayo deshacindose en el agua. Presto a la suavidad como al susurro. Nunca en jirones o trozos inconexos. S en alforjas que aguardan un sonido, un verso. De esa forma puedo empezar a sentir A dejar que se abra el corazn tan silenciado, tan en su muro. No es solamente el brillo de la vela Lo que alienta, sino el candil mecido por el viento As, luego de haber andado en el bus durante horas Por la tarde empec una nueva forma De sentir el manto. Me dije:

    esto es un bosque

    Y de inmediato vi canales fluyendo entre los vidrios. Me dije:

    esto es el mar

    Y al momento sent un edificio doblarse y regresar. Pregunt al jardn por su riqueza Y las rosas exhalaron su perfume divino. March, fui lejos y no saba a dnde. Tena en los pies la inquietud de los caballos Y en los ojos el anhelo del dragn. Casi pierdo uno de ellos por no querer mirar la luna. Pero el camino de las hojas es lento y precioso. Yo segu cerca del ro, abandon ciudades Y me intern en lo profundo De la carne que suscitan los poemas Como un canto diurno a la espuma de las cebras, Al mirador de los castaos y a la suavidad del olivo. No haba comprendido antes El amor de la liana por la penumbra Ni la claridad del ptalo que aguarda la maana. El sol en mi ojo recuper su luz.

  • 29

    Se haba transformado la mirada en cosmos

    Por eso, Mirar adentro y mirar fuera: una estacin,

    Un movimiento. En cada paso, siempre su respiro. En cada nube los ojos vuelven

    y en las flores Sentimos una casa cercana, una caricia

    Para el corazn que dance, para la mirada ardiente y todo Esto es sencillo si lo observas, si en ello ests Es magia,

    Si a ello asistes te puedes encender. Lo nico que no puedes dejar es de irte Con las manos abiertas y el rostro complacido De saber atesorar con gozo un sueo Para volcarlo al duende que remedio pone En las espaldas y descubre con dulzura

    Tus alas y el sonido de tu canto, Todo en un instante.

    Aunque te hayas encontrado en los fusiles Y derramado con la sangre el oro de otros seres. No te despojes de tu natural resplandor, Es momento para el retorno. Si el resplandor del palacio nunca se extingue. Aqu en la fuente del agua, Aqu en el mar luminoso. Y la puerta jams se ha cerrado. Regresa, Por la visin de lo bello o el escuchar de la virtud,

    Por la atencin que prestes a los signos o a la miel Destilada de unos besos o a su sombra,

    Lo mismo es Si en ti el pulso trnase en el fuego y la sonrisa Te hace ms cercano al corazn del mundo.

  • 30

    13 rase una vez Un hombre que se record nio entre los destellos y la neblina De una vieja ciudad Y los crepsculos y los desiertos y las arenas y los lentos Edificios. Se haba recordado como la sombra del ciervo intuye La luz que le comprende y le delnea. Su corazn, lo entendi mirando largamente el firmamento, Era el de un mago, Una cuerda vaca anudada al fuego, Un recipiente oscuro enamorado de la luna. A veces esta cuerda se haca transparente, Invisible, Como el sonido dorado de un animal en el cielo, Y otras veces flexible,

    Doblbase vuelta mundo, Nudo o punto. Y se posaba sobre la letra i De cada respiro Con su perenne acorde de melancola y de fiesta. No supo bien cundo se present aquella imagen.

    El hombre recibe su recuerdo ms puro como una lluvia /repentina

    Y la carne que es alma y el alma que es el mismo espritu No se resisten a danzar. No supo bien cundo Pero el destello aguijoneaba insistente Y el aroma del olivo y el mar le llamaban. Una tarde visti de rosa las nubes, Con una gran sbana blanca se hil piel con piel Con el jardn. Las amarillas flores sonrean Como lo haban hecho desde el alba. Apenas la primera insinuacin de ese recuerdo basta Para que el sonido de un verso te pueda salvar la vida, Porque el sonido del verso es tambin la vida. Apenas basta, si te toma, El canto ligero de ese retornar Para verter como un gesto fundido Tu sueo al sueo de los otros, Tu hambre al hambre de los lirios, Tu amor al corazn del agua. En la medida que fue hacindose grande, Por ese ritmo infinito de los astros, Se fue gestando cada vez ms nio Y jugaba con el verso como quien desvela nudos.

  • 31

    Jugaba con los nudos Como quien va trazando esferas. Jugaba con las esferas como quien vive atento al sonido Del agua en el ombligo O al palpitar del corazn cuando no hay luna. A los ojos de los hombres un viaje puede parecer muy largo. Mas es un parpadeo de luz, una bocanada de humo Para las montaas y los ros. Slo un momento para las estrellas. Casi una nada en la fuga majestuosa de las constelaciones. Venimos Como quien llega desde el vaco, la luz negra, Y expresamos en un verso toda la energa y el abrazo De los labios cuando se humedecen por rer O de los ojos que se nublan en la calidez de la brisa. Y todo porque tal vez la brisa no sea solamente brisa Ni la risa sea solamente risa, sino Algaraba de arena hecha manto de luceros, Algaraba de luceros que se vuelven a la noche. Mas el poema del artista, de la artista, Que se sabe nio y fulgor y sueo Es un viajero de mundos, una palabra de misterio. Es la quintaesencia del instante Entregado como el aroma de la flor al aire, Tambin una noticia, una esperanza De salud para los hombres.

    Por eso sigue escuchando atento el sonido de las olas, Sigue viviendo sin murallas

    El encuentro de las aguas. Sigue buscando el manto y su caricia. Tal vez le encuentres y t tambin te sientas brillo, Viajero interminable en las estrellas.