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    Historia Social GeneralProf. Andrs Angel Mengascini

    Historia del XXE. Hobsbawm

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    Captulo XI

    LA REVOLUCIN CULTURAL

    En la pelcula [La ley del deseo], Carmen Maura interpreta a un hombreque se ha sometido a una operacin de cambio de sexo y que, debido a undesgraciado asunto amoroso con su padre, ha abandonado a los hombrespara establecer una relacin Isbica (supongo) con una mujer, interpretadapor un famoso transexual madrileo.Resea cinematogrfica en Village Voice, PAUL BERMAN (1987, p. 572)

    Las manifestaciones de ms xito no son necesariamente las quemovilizan a ms gente, sino las que suscitan ms inters entre losperiodistas. A riesgo de exagerar un poco, podra decirse que cincuentatipos listos que sepan montar bien un happening para que salga cincominutos por la tele pueden tener tanta incidencia poltica como medio milln

    de manifestantes. PIERRE BOURDIEU (1994)

    IPor todo lo que acabamos de exponer, la mejor forma de acercarnos a esta

    revolucin cultural es a travs de la familia y del hogar, es decir, a travs de la estructurade las relaciones entre ambos sexos y entre las distintas generaciones. En la mayorade sociedades, estas estructuras haban mostrado una impresionante resistencia a loscambios bruscos, aunque eso no quiere decir que fuesen estticas. Adems, a pesar delas apariencias de signo contrario, las estructuras eran de mbito mundial, o por lomenos presentaban semejanzas bsicas en amplias zonas, aunque, por razones

    socioeconmicas y tecnolgicas, se ha sugerido que existe una notable diferencia entreEurasia (incluyendo ambas orillas del Mediterrneo), por un lado, y el resto de frica,por el otro (Goody, 1990, p. XVII) As, por ejemplo, la poligamia, que, segn se dice,estaba o haba llegado a estar prcticamente ausente de Eurasia, salvo entre algunosgrupos privilegiados y en el mundo rabe, floreci en frica, donde se dice que ms dela cuarta parte de los matrimonios eran polgamos (Goody, 1990, p. 379).

    No obstante, a pesar de las variaciones, la inmensa mayora de la humanidadcomparta una serie de caractersticas, como la existencia del matrimonio formal conrelaciones sexuales privilegiadas para los cnyuges (el adulterio se considera unafalta en todo el mundo), la superioridad del marido sobre la mujer (patriarcalismo) y delos padres sobre los hijos, adems de la de las generaciones ms ancianas sobre lasms jvenes, unidades familiares formadas por varios miembros, etc. Fuese cual fueseel alcance y la complejidad de la red de relaciones de parentesco y los derechos yobligaciones mutuos que se daban en su seno, el ncleo fundamental la pareja conhijos estaba presente en alguna parte, aunque el grupo o conjunto familiar quecooperase o conviviese con ellos fuera mucho mayor. La idea de que la familia nuclear,que se convirti en el patrn bsico de la sociedad occidental en los siglos XIX y XXhaba evolucionado de algn modo a partir de una familia y unas unidades deparentesco mucho ms amplias, como un elemento ms del desarrollo delindividualismo burgus o de cualquier otra clase, se basa en un malentendido histrico,sobre todo del carcter de la cooperacin social y su razn de ser en las sociedadespreindustriales. Hasta en una institucin tan comunista como la zadruga o familiaconjunta de los eslavos de los Balcanes, cada mujer trabaja para su familia en el

    sentido estricto de la palabra, o sea, para su marido y sus hijos, pero tambin, cuando letoca, para los miembros solteros de la comunidad y los hurfanos (Guidetti y Stahl,1977, p. 58). La existencia de este ncleo familiar y del hogar, por supuesto, no significa

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    que los grupos o comunidades de parentesco en los que se integra se parezcan en otrosaspectos.

    Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX esta distribucin bsica y duraderaempez a cambiar a la velocidad del rayo, por lo menos en los pases occidentalesdesarrollados, aunque de forma desigual dentro de estas regiones. As, en Inglaterra

    y Galesun ejemplo, lo reconozco, bastante espectacular, en 1938 haba un divorciopor cada cincuenta y ocho bodas (Mitchell, 1975, pp. 30-32), pero a mediados de losochenta, haba uno por cada 2,2 bodas (UN Statistical Yearbook, 1987). Despus,podemos ver la aceleracin de esta tendencia en los alegres sesenta. A finales de losaos setenta, en Inglaterra y Gales haba ms de 10 divorcios por cada 1.000 parejascasadas, o sea, cinco veces ms que en 1961 (Social Trends, 1980, p. 84).

    Esta tendencia no se limitaba a Gran Bretaa. En realidad, el cambio espectacular seve con la mxima claridad en pases de moral estricta y con una fuerte carga tradicional,como los catlicos. En Blgica, Francia y los Pases Bajos el ndice bruto de divorcios (elnmero anual de divorcios por cada 1.000 habitantes) se triplic aproximadamente entre1970 y 1985. Sin embargo, incluso en pases con tradicin de emancipados en estos

    aspectos, como Dinamarca y Noruega, se duplicaron o casi triplicaron en el mismoperodo. Est claro que algo inslito le estaba ocurriendo al matrimonio en Occidente.Las pacientes de una clnica ginecolgica de California en los aos setenta presentabanuna disminucin sustancial en el nmero de matrimonios formales, una reduccin deldeseo de tener hijos ... y un cambio de actitud hacia la aceptacin de una adaptacinbisexual (Esman, 1990, p. 67). No es probable que una reaccin as en una muestra depoblacin femenina de parte alguna del mundo, incluida California, se hubiese podidodar antes de esa dcada.

    La cantidad de gente que viva sola (es decir, que no perteneca a una pareja o a unafamilia ms amplia) tambin empez a dispararse. En Gran Bretaa permaneci ms omenos estable durante el primer tercio del siglo, en torno al 6 por 100 de todos loshogares, con una suave tendencia al alza a partir de entonces. Pero entre 1960 y 1980el porcentaje casi se duplic, pasando del 12 al 22 por 100 de todos los hogares, y en1991 ya era ms de la cuarta parte (Abrams, 1945; Carr-Saunders et al., 1958; SocialTrends, 1993, p. 26). En muchas de las grandes ciudades occidentales constituan msde la mitad de los hogares. En cambio, la tpica familia nuclear occidental, la parejacasada con hijos, se encontraba en franca retirada. En los Estados Unidos estasfamilias cayeron del 44 por 100 del total de hogares al 29 por 100 en veinte aos(1960-1980); en Suecia, donde casi la mitad de los nios nacidos a mediados de losaos ochenta eran hijos de madres solteras (Ecosoc, p. 21), pasaron del 37 al 25 por100. Incluso en los pases desarrollados en donde an representaban ms de la mitadde los hogares en 1960 (Canad, Alemania Federal, Pases Bajos, Gran Bretaa) seencontraban ahora en franca minora.

    En determinados casos, dej de ser incluso tpica. As, por ejemplo, en 1991 el 58 por100 de todas las familias negras de los Estados Unidos estaban encabezadas pormujeres solteras, y el 70 por 100 de los nios eran hijos de madres solteras. En 1940 lasmadres solteras slo eran cabezas de familia del 11,3 por 100 de las familias de color, eincluso en las ciudades, slo del 12,4 por 100 (Frazier, 1957, p. 317). Todava en 1970 lacifra era de slo el 33 por 100 (New York Times, 5-10-92).

    La crisis de la familia estaba vinculada a importantes cambios en las actitudespblicas acerca de la conducta sexual, la pareja y la procreacin, tanto oficiales comoextraoficiales, los ms importantes de los cuales pueden datarse, de forma coincidente,en los aos sesenta y setenta. Oficialmente esta fue una poca de liberalizacinextraordinaria tanto para los heterosexuales (o sea, sobre todo, para las mujeres, que

    hasta entonces haban gozado de mucha menos libertad que los hombres) como paralos homosexuales, adems de para las restantes formas de disidencia en materia de

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    cultura sexual. En Gran Bretaa la mayor parte de las actividades homosexuales fueronlegalizadas en la segunda mitad de los aos sesenta, unos aos ms tarde que en losEstados Unidos, donde el primer estado en legalizar la sodoma (Illinois) lo hizo en 1961(Johansson y Percy, 1990, pp. 304 y 1.349). En la mismsima Italia del papa, el divorciose legaliz en 1970, derecho confirmado mediante referndum en 1974. La venta deanticonceptivos y la informacin sobre los mtodos de control de la natalidad selegalizaron en 1971, y en 1975 un nuevo cdigo de derecho familiar sustituy al viejoque haba estado en vigor desde la poca fascista. Finalmente, el aborto pas a serlegal en 1978, lo cual fue confirmado mediante referndum en 1981.

    Aunque no cabe duda de que unas leyes permisivas hicieron ms fciles unos actoshasta entonces prohibidos y dieron mucha ms publicidad a estas cuestiones, la leyreconoci ms que cre el nuevo clima de relajacin sexual. Que en los aos cincuentaslo el 1 por 100 de las mujeres britnicas hubiesen cohabitado durante un tiempo consu futuro marido antes de casarse no se deba a la legislacin, como tampoco el hechode que a principios de los aos ochenta el 21 por 100 de las mujeres lo hiciesen (Gillis,1985, p. 307). Pasaron a estar permitidas cosas que hasta entonces haban estadoprohibidas, no slo por la ley o la religin, sino tambin por la moral consuetudinaria, las

    convenciones y el qu dirn.Estas tendencias no afectaron por igual a todas las partes del mundo. Mientras que el

    divorcio fue en aumento en todos los pases donde era permitido (asumiendo, por elmomento, que la disolucin formal del matrimonio mediante un acto oficial significase lomismo en todos ellos), el matrimonio se haba convertido en algo mucho menos estableen algunos. En los aos ochenta sigui siendo mucho ms permanente en los pasescatlicos (no comunistas). El divorcio era mucho menos corriente en la pennsula ibricay en Italia, y an menos en Amrica Latina, incluso en pases que presumen deavanzados: un divorcio por cada 22 matrimonios en Mxico, por cada 33 en Brasil (perouno por cada 2,5 en Cuba). Corea del Sur se mantuvo como un pas inslitamentetradicional teniendo en cuenta lo rpido de su desarrollo (un divorcio por cada 11

    matrimonios), pero a principios de los ochenta hasta Japn tena un ndice de divorciode menos de la cuarta parte que Francia y muy inferior al de los britnicos y losnorteamericanos, ms propensos a divorciase. Incluso dentro del mundo (entonces)socialista se daban diferencias, aunque ms reducidas que en el mundo capitalista,salvo en la URSS, a la que slo superaban los Estados Unidos en la propensin de sushabitantes a disolver sus matrimonios (UN World Social Situation, 1989, p. 36). Estasdiferencias no nos sorprenden. Lo que era y sigue siendo mucho ms interesante esque, grandes o pequeas, las mismas transformaciones pueden detectarse por todo elmundo en vas de modernizacin. Algo que resulta evidente, sobre todo, en el campode la cultura popular o, ms concretamente, de la cultura juvenil.

    IIY es que si el divorcio, los hijos ilegtimos y el auge de las familias monoparentales

    (es decir, en la inmensa mayora, slo con la madre) indicaban la crisis de la relacinentre los sexos, el auge de una cultura especficamente juvenil muy potente indicaba unprofundo cambio en la relacin existente entre las distintas generaciones. Los jvenes,en tanto que grupo con conciencia propia que va de la pubertad que en los pasesdesarrollados empez a darse algunos aos antes que en la generacin precedente(Tanner, 1962, p. 153)hasta mediados los veinte aos, se convirtieron ahora en ungrupo social independiente. Los acontecimientos ms espectaculares, sobre todo de losaos sesenta y setenta, fueron las movilizaciones de sectores generacionales que, enpases menos politizados, enriquecan a la industria discogrfica, el 75-80 por 100 de

    cuya produccin a saber, msica rockse venda casi exclusivamente a un pblicode entre catorce y veinticinco aos (Hobsbawm, 1993, pp. XXVIII-XXIX). La

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    radicalizacin poltica de los aos sesenta, anticipada por contingentes reducidos dedisidentes y automarginados culturales etiquetados de varias formas, perteneci a losjvenes, que rechazaron la condicin de nios o incluso de adolescentes (es decir, depersonas todava no adultas), al tiempo que negaban el carcter plenamente humanode toda generacin que tuviese ms de treinta aos, con la salvedad de algn que otrogur.

    Con la excepcin de China, donde el anciano Mao moviliz a las masas juveniles conresultados terribles (vase el captulo XVI), a los jvenes radicales los dirigan en lamedida en que aceptasen que alguien los dirigieramiembros de su mismo grupo. Estees claramente el caso de los movimientos estudiantiles, de alcance mundial, aunque enlos pases en donde stos precipitaron levantamientos de las masas obreras, como enFrancia y en Italia en 1968-1969, la iniciativa tambin vena de trabajadores jvenes.Nadie con un mnimo de experiencia de las limitaciones de la vida real, o sea, nadieverdaderamente adulto, podra haber ideado las confiadas pero manifiestamenteabsurdas consignas del mayo parisino de 1968 o del otoo caliente italiano de 1969:tutto e sbito, lo queremos todo y ahora mismo (Albers/Goldschmidt/Oehlke, 1971,pp. 59 y 184).

    La nueva autonoma de la juventud como estrato social independiente quedsimbolizada por un fenmeno que, a esta escala, no tena seguramente parangn desdela poca del romanticismo: el hroe cuya vida y juventud acaban al mismo tiempo. Estafigura, cuyo precedente en los aos cincuenta fue la estrella de cine James Dean, eracorriente, tal vez incluso el ideal tpico, dentro de lo que se convirti en la manifestacincultural caracterstica de la juventud: la msica rock. Buddy Holly, Janis Joplin, BrianJones de los Rolling Stones, Bob Marley, Jimmy Hendrix y una serie de divinidadespopulares cayeron vctimas de un estilo de vida ideado para morir pronto. Lo queconverta esas muertes en simblicas era que la juventud, que representaban, eratransitoria por definicin. La de actor puede ser una profesin para toda la vida, pero nola dejeune premier.

    No obstante, aunque los componentes de la juventud cambian constantemente espblico y notorio que una generacin estudiantil slo dura tres

    o cuatro aos, sus filas siempre vuelven a llenarse. El surgimiento del adolescentecomo agente social consciente recibi un reconocimiento cada vez ms amplio,entusiasta por parte de los fabricantes de bienes de consumo, menos caluroso porparte de sus mayores, que vean cmo el espacio existente entre los que estabandispuestos a aceptar la etiqueta de nio y los que insistan en la de adulto se ibaexpandiendo. A mediados de los sesenta, incluso el mismsimo movimiento de BadenPowell, los Boy Scouts ingleses, abandon la primera parte de su nombre comoconcesin al espritu de los tiempos, y cambi el viejo sombrero de explorador por lamenos indiscreta boina (Gillis, 1974, p. 197).

    Los grupos de edad no son nada nuevo en la sociedad, e incluso en la civilizacinburguesa se reconoca la existencia de un sector de quienes haban alcanzado lamadurez sexual, pero todava se encontraban en pleno crecimiento fsico e intelectual ycarecan de la experiencia de la vida adulta. El hecho de que este grupo fuese cada vezms joven al empezar la pubertad y que alcanzara antes su mximo crecimiento (Floudet a/., 1990) no alteraba de por s la situacin, sino que se limitaba a crear tensionesentre los jvenes y sus padres y profesores, que insistan en tratarlos como menosadultos de lo que ellos crean ser. Los ambientes burgueses esperaban de sus mucha-chosa diferencia de las chicasque pasasen por una poca turbulenta y hicieransus locuras antes de sentar la cabeza. La novedad de la nueva cultura juvenil tenauna triple vertiente.

    En primer lugar, la juventud pas a verse no como una fase preparatoria para lavida adulta, sino, en cierto sentido, como la fase culminante del pleno desarrollo

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    humano. Al igual que en el deporte, la actividad humana en la que la juventud lo es todo,y que ahora defina las aspiraciones de ms seres humanos que ninguna otra, la vidaiba claramente cuesta abajo a partir de los treinta aos. Como mximo, despus de esaedad ya era poco lo que tena inters. El que esto no se correspondiese con unarealidad social en la que (con la excepcin del deporte, algunos tipos de espectculo ytal vez las matemticas puras) el poder, la influencia y el xito, adems de la riqueza,aumentaban con la edad, era una prueba ms del modo insatisfactorio en que estabaorganizado el mundo. Y es que, hasta los aos setenta, el mundo de la posguerraestuvo gobernado por una gerontocracia en mucha mayor medida que en pocaspretritas, en especial por hombres apenas por mujeres, todava que ya eranadultos al final, o incluso al principio, de la primera guerra mundial. Esto vala tanto parael mundo capitalista (Adenauer, De Gaulle, Franco, Churchill) como para el comunista(Stalin y Kruschev, Mao, Ho Chi Minh, Tito), adems de para los grandes estadosposcoloniales (Gandhi, Nehru, Sukarno). Los dirigentes de menos de cuarenta aoseran una rareza, incluso en regmenes revolucionarios surgidos de golpes militares, unaclase de cambio poltico que solan llevar a cabo oficiales de rango relativamente bajo,por tener menos que perder que los de rango superior; de ah gran parte del impacto de

    Fidel Castro, que se hizo con el poder a los treinta y dos aos.No obstante, se hicieron algunas concesiones tcitas y acaso no siempre conscientes

    a los sectores juveniles de la sociedad, por parte de las clases dirigentes y sobre todopor parte de las florecientes industrias de los cosmticos, del cuidado del cabello y dela higiene ntima, que se beneficiaron desproporcionadamente de la riqueza acumuladaen unos cuantos pases desarrollados1.

    A partir de finales de los aos sesenta hubo una

    tendencia a rebajar la edad de voto a los dieciocho aos por ejemplo en los EstadosUnidos, Gran Bretaa, Alemania y Francia y tambin se dio algn signo dedisminucin de la edad de consentimiento para las relaciones sexuales(heterosexuales). Paradjicamente, a medida que se iba prolongando la esperanza devida, el porcentaje de ancianos aumentaba y, por lo menos entre la clase alta y la media,la decadencia senil se retrasaba, se llegaba antes a la edad de jubilacin y, en tiemposdifciles, la jubilacin anticipada se convirti en uno de los mtodos predilectos pararecortar costos laborales. Los ejecutivos de ms de cuarenta aos que perdan suempleo encontraban tantas dificultades como los trabajadores manuales yadministrativos para encontrar un nuevo trabajo.

    La segunda novedad de la cultura juvenil deriva de la primera: era o se convirti endominante en las economas desarrolladas de mercado, en parte porque ahorarepresentaba una masa concentrada de poder adquisitivo, y en parte porque cadanueva generacin de adultos se haba socializado formando parte de una cultura juvenilcon conciencia propia y estaba marcada por esta experiencia, y tambin porque laprodigiosa velocidad del cambio tecnolgico daba a la juventud una ventaja tangiblesobre edades ms conservadoras o por lo menos no tan adaptables. Sea cual sea la

    estructura de edad de los ejecutivos de IBM o de Hitachi, lo cierto es que sus nuevosordenadores y sus nuevos programas los diseaba gente de veintitantos aos. Yaunque esas mquinas y esos programas se haban hecho con la esperanza de quehasta un tonto pudiese manejarlos, la generacin que no haba crecido con ellos sedaba perfecta cuenta de su inferioridad respecto a las generaciones que lo habanhecho. Lo que los hijos podan aprender de sus padres resultaba menos evidente que loque los padres no saban y los hijos s. El papel de las generaciones se invirti. Lostjanos, la prenda de vestir deliberadamente humilde que popularizaron en los campus

    1 Del mercado mundial de productos de uso personal en 1990, el 34 por 100 le corresponda a la

    Europa no comunista, el 30 por 100 a Norteamrica y el 19 por 100 a Japn. El 85 por 100 restante de la

    poblacin mundial se reparta el 16-17 por 100 entre todos sus miembros (ms ricos) (Financial Times,11-4-1991).

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    universitarios norteamericanos los estudiantes que no queran tener el mismo aspectoque sus mayores, acabaron por asomar, en das festivos y en vacaciones, o incluso enel lugar de trabajo de profesionales creativos o de otras ocupaciones de moda, pordebajo de ms de una cabeza gris.

    La tercera peculiaridad de la nueva cultura juvenil en las sociedades urbanas fue su

    asombrosa internacionalizacin. Los tjanos y el rock se convirtieron en las marcas dela juventud moderna, de las minoras destinadas a convertirse en mayoras en todoslos pases en donde se los toleraba e incluso en algunos donde no, como en la URSS apartir de los aos sesenta (Starr, 1990, captulos 12 y 13). El ingls de las letras del rocka menudo ni siquiera se traduca, lo que reflejaba la apabullante hegemona cultural delos Estados Unidos en la cultura y en los estilos de vida populares, aunque hay quedestacar que los propios centros de la cultura juvenil de Occidente no eran nadapatrioteros en este terreno, sobre todo en cuanto a gustos musicales, y recibanencantados estilos importados del Caribe, de Amrica Latina y, a partir de los aosochenta, cada vez ms, de frica.

    La hegemona cultural no era una novedad, pero su modus operandi haba cambiado.

    En el perodo de entreguerras, su vector principal haba sido la industria cinematogrficanorteamericana, la nica con una distribucin masiva a escala planetaria, y que era vistapor un pblico de cientos de millones de individuos que alcanz sus mximasdimensiones justo despus de la segunda guerra mundial. Con el auge de la televisin,de la produccin cinematogrfica internacional y con el fin del sistema de estudios deHollywood, la industria norteamericana perdi parte de su preponderancia y una partean mayor de su pblico. En 1960 no produjo ms que una sexta parte de la produccincinematogrfica mundial, aun sin contar a Japn ni a la India {UN Statistical Yearbook,1961), si bien con el tiempo recuperara gran parte de su hegemona. Los EstadosUnidos no consiguieron nunca dominar de modo comparable los distintos mercadostelevisivos, inmensos y lingsticamente ms variados. Su moda juvenil se difundidirectamente, o bien amplificada por la intermediacin de Gran Bretaa, gracias a una

    especie de osmosis informal, a travs de discos y luego cintas, cuyo principal medio dedifusin, ayer igual que hoy y que maana, era la anticuada radio. Se difundi tambin atravs de los canales de distribucin mundial de imgenes; a travs de los contactospersonales del turismo juvenil internacional, que diseminaba cantidades cada vezmayores de jvenes en tjanos por el mundo; a travs de la red mundial deuniversidades, cuya capacidad para comunicarse con rapidez se hizo evidente en losaos sesenta. Y se difundi tambin gracias a la fuerza de la moda en la sociedad deconsumo que ahora alcanzaba a las masas, potenciada por la presin de los propioscongneres. Haba nacido una cultura juvenil global.

    Habra podido surgir en cualquier otra poca? Casi seguro que no. Su pblico habrasido mucho ms reducido, en cifras relativas y absolutas, pues la prolongacin de la

    duracin de los estudios, y sobre todo la aparicin de grandes conjuntos de jvenes queconvivan en grupos de edad en las universidades provoc una rpida expansin delmismo. Adems, incluso los adolescentes que entraban en el mercado laboral al trminodel perodo mnimo de escolarizacin (entre los catorce y diecisis aos en un pasdesarrollado tpico) gozaban de un poder adquisitivo mucho mayor que sus prede-cesores, gracias a la prosperidad y al pleno empleo de la edad de oro, y gracias a lamayor prosperidad de sus padres, que ya no necesitaban tanto las aportaciones de sushijos al presupuesto familiar. Fue el descubrimiento de este mercado juvenil a mediadosde los aos cincuenta lo que revolucion el negocio de la msica pop y, en Europa, elsector de la industria de la moda dedicado al consumo de masas. El boom britnico delos adolescentes, que comenz por aquel entonces, se basaba en las concentracionesurbanas de muchachas relativamente bien pagadas en las cada vez ms numerosas

    tiendas y oficinas, que a menudo tenan ms dinero para gastos que los chicos, ydedicaban entonces cantidades menores a gastos tradicionalmente masculinos como la

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    cerveza y el tabaco. El boom mostr su fuerza primero en el mercado de artculospropios de muchachas adolescentes, como blusas, faldas, cosmticos y discos (Alien,1968, pp. 62-63), por no hablar de los conciertos de msica pop, cuyo pblico msvisible, y audible, eran ellas. El poder del dinero de los jvenes puede medirse por lasventas de discos en los Estados Unidos, que subieron de 277 millones en 1955, cuandohizo su aparicin el rock, a 600 millones en 1959 y a 2.000 millones en 1973 (Hobs-bawm, 1993, p XXIX). En los Estados Unidos, cada miembro del grupo de edadcomprendido entre los cinco y los diecinueve aos se gast por lo menos cinco vecesms en discos en 1970 que en 1955. Cuanto ms rico el pas, mayor el negociodiscogrfico: los jvenes de los Estados Unidos, Suecia, Alemania Federal, los PasesBajos y Gran Bretaa gastaban entre siete y diez veces ms por cabeza que los depases ms pobres pero en rpido desarrollo como Italia y Espaa.

    Su poder adquisitivo facilit a los jvenes el descubrimiento de seas materiales oculturales de identidad. Sin embargo, lo que defini los contornos de esa identidad fue elenorme abismo histrico que separaba a las generaciones nacidas antes de, digamos,1925 y las nacidas despus, digamos, de 1950; un abismo mucho mayor que el queantes exista entre padres e hijos. La mayora de los padres de adolescentes adquiri

    plena conciencia de ello durante o despus de los aos sesenta. Los jvenes vivan ensociedades divorciadas de su pasado, ya fuesen transformadas por la revolucin, comoChina, Yugoslavia o Egipto; por la conquista y la ocupacin, como Alemania y Japn; opor la liberacin del colonialismo. No se acordaban de la poca de antes del diluvio. Conla posible y nica excepcin de la experiencia compartida de una gran guerra nacional,como la que uni durante algn tiempo a jvenes y mayores en Rusia y en GranBretaa, no tenan forma alguna de entender lo que sus mayores haban experimentadoo sentido, ni siquiera cuando stos estaban dispuestos a hablar del pasado, algo que noacostumbraba a hacer la mayora de alemanes, japoneses y franceses. Cmo podaun joven indio, para quien el Congreso era el gobierno o una maquinaria poltica,comprender a alguien para quien ste haba sido la expresin de una lucha de liberacinnacional? Cmo podan ni siquiera los jvenes y brillantes economistas indios queconquistaron las facultades de economa del mundo entero llegar a entender a susmaestros, para quienes el colmo de la ambicin, en la poca colonial, haba sidosimplemente llegar a ser tan buenos como el modelo de la metrpoli?

    La edad de oro ensanch este abismo, por lo menos hasta los aos setenta. Cmoera posible que los chicos y chicas que crecieron en una poca de pleno empleoentendiesen la experiencia de los aos treinta, o viceversa, que una generacin mayorentendiese a una juventud para la que un empleo no era un puerto seguro despus dela tempestad, sino algo que poda conseguirse en cualquier momento y abandonarsesiempre que a uno le vinieran ganas de irse a pasar unos cuantos meses al Nepal? Estaversin del abismo generacional no se circunscriba a los pases industrializados, puesel drstico declive del campesinado produjo brechas similares entre las generaciones

    rurales y ex rurales, manuales y mecanizadas. Los profesores de historia franceses,educados en una Francia en donde todos los nios venan del campo o pasaban lasvacaciones en l, descubrieron en los aos setenta que tenan que explicar a losestudiantes lo que hacan las pastoras y qu aspecto tena un patio de granja con sumontn de estircol. Ms an, el abismo generacional afect incluso a aquellos lamayora de los habitantes del mundoque haban quedado al margen de los grandesacontecimientos polticos del siglo, o que no se haban formado una opinin acerca deellos, salvo en la medida en que afectasen su vida privada.

    Pero hubiese quedado o no al margen de estos acontecimientos, la mayora de lapoblacin mundial era ms joven que nunca. En los pases del tercer mundo dondetodava no se haba producido la transicin de unos ndices de natalidad altos a otros

    ms bajos, era probable que entre dos quintas partes y la mitad de los habitantestuvieran menos de catorce aos. Por fuertes que fueran los lazos de familia, por

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    poderosa que fuese la red de la tradicin que los rodeaba, no poda dejar de haber uninmenso abismo entre su concepcin de la vida, sus experiencias y sus expectativas ylas de las generaciones mayores. Los exiliados polticos surafricanos que regresaron asu pas a principios de los aos noventa tenan una percepcin de lo que significabaluchar por el Congreso Nacional Africano diferente de la de los jvenes camaradasque hacan ondear la misma bandera en los guetos africanos. Y cmo poda interpretara Nelson Mandela la mayora de la gente de Soweto, nacida mucho despus de queste ingresara en prisin, sino como un smbolo o una imagen? En muchos aspectos, elabismo generacional era mayor en pases como estos que en Occidente, donde laexistencia de instituciones permanentes y de continuidad poltica una a jvenes ymayores.

    III

    La cultura juvenil se convirti en la matriz de la revolucin cultural en el sentido msamplio de una revolucin en el comportamiento y las costumbres, en el modo dedisponer del ocio y en las artes comerciales, que pasaron a configurar cada vez ms elambiente que respiraban los hombres y mujeres urbanos. Dos de sus caractersticasson importantes: era populista e iconoclasta, sobre todo en el terreno delcomportamiento individual, en el que todo el mundo tena que ir a lo suyo con lasmenores injerencias posibles, aunque en la prctica la presin de los congneres y lamoda impusieran la misma uniformidad que antes, por lo menos dentro de los gruposde congneres y de las subculturas.

    Que los niveles sociales ms altos se inspirasen en lo que vean en el pueblo noera una novedad en s mismo. Aun dejando a un lado a la reina Mara Antonieta, quejugaba a hacer de pastora, los romnticos haban adorado la cultura, la msica y losbailes populares campesinos, sus intelectuales ms a la moda (Baudelaire) habancoqueteado con la nostalgie de la boue (nostalgia del arroyo) urbana, y ms de un

    Victoriano haba descubierto que las relaciones sexuales con miembros de las clasesinferiores, de uno u otro sexo segn los gustos personales, eran muy gratificantes.(Estos sentimientos no han desaparecido an a fines del siglo XX) En la era del impe-rialismo las influencias culturales empezaron a actuar sistemticamente de abajo arriba(vase La era del imperio, captulo 9) gracias al impacto de las nuevas artes plebeyas ydel cine, el entretenimiento de masas por excelencia. Pero la mayora de losespectculos populares y comerciales de entreguerras seguan bajo la hegemona de laclase media o amparados por su cobertura. La industria cinematogrfica del Hollywoodclsico era, antes que nada, respetable: sus ideas sociales eran la versinestadounidense de los slidos valores familiares, y su ideologa, la de la oratoriapatritica. Siempre que, buscando el xito de taquilla, Hollywood descubra un gneroincompatible con el universo moral de las quince pelculas de la serie de Andy Hardy(1937-1947), que gan un Osear por su aportacin al fomento del modo de vidanorteamericano (Halliwell, 1988, p. 321), como ocurri con las primeras pelculas degangsters, que corran el riesgo de idealizar a los delincuentes, el orden moral quedabapronto restaurado, si es que no estaba ya en las seguras manos del Cdigo deProduccin de Hollywood (1934-1966), que limitaba la duracin permitida de los besos(con la boca cerrada) en pantalla a un mximo de treinta segundos. Los mayorestriunfos de Hollywood como Lo que el viento se llev se basaban en novelasconcebidas para un pblico de cultura y clase medias, y pertenecan a ese universocultural en el mismo grado que La feria de las vanidades de Thackeray o el Cyrano deBergerac de Edmond Rostand. Slo el gnero anrquico y populista de la comediacinematogrfica, hija del vodevil y del circo, se resisti un tiempo a ser ennoblecido,

    aunque en los aos treinta acab sucumbiendo a las presiones de un brillante gnero debulevar, la comedia loca de Hollywood.

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    Tambin el triunfante musical de Broadway del perodo de entreguerras, y losnmeros bailables y canciones que contena, eran gneros burgueses, aunqueinconcebibles sin la influencia del jazz. Se escriban para la clase media de Nueva York,con libretos y letras dirigidos claramente a un pblico adulto que se vea a s mismocomo gente refinada de ciudad. Una rpida comparacin de las letras de Cole Portercon las de los Rolling Stones basta para ilustrar este punto. Al igual que la edad de orode Hollywood, la edad de oro de Broadway se basaba en la simbiosis de lo plebeyo y lorespetable, pero no de lo populista.

    La novedad de los aos cincuenta fue que los jvenes de clase media y alta, por lomenos en el mundo anglosajn, que marcaba cada vez ms la pauta universal,empezaron a aceptar como modelos la msica, la ropa e incluso el lenguaje de la clasebaja urbana, o lo que crean que lo era. La msica rock fue el caso ms sorprendente. Amediados de los aos cincuenta, surgi del gueto de la msica tnica o de rythm andblues de los catlogos de las compaas de discos norteamericanas, destinadas a losnegros norteamericanos pobres, para convertirse en el lenguaje universal de lajuventud, sobre todo de la juventud blanca. Anteriormente, los jvenes elegantes declase trabajadora haban adoptado los estilos de la moda de los niveles sociales ms

    altos o de subcultures de clase media como los artistas bohemios; en mayor grado anlas chicas de clase trabajadora. Ahora pareca tener lugar una extraa inversin depapeles: el mercado de la moda joven plebeya se independiz, y empez a marcar lapauta del mercado patricio. Ante el avance de los tjanos (para ambos sexos), la altacostura parisina se retir, o acept su derrota utilizando sus marcas de prestigio paravender productos de consumo masivo, directamente o a travs de franquicias. El de1965 fue el primer ao en que la industria de la confeccin femenina de Francia produjoms pantalones que faldas (Veillon, 1993, p. 6). Los jvenes aristcratas empezaron adesprenderse de su acento y a emplear algo parecido al habla de la clase trabajadoralondinense2.

    Jvenes respetables de uno y otro sexo empezaron a copiar lo que hasta

    entonces no haba sido ms que una moda indeseable y machista de obreros manuales,soldados y similares: el uso despreocupado de tacos en la conversacin. La literaturasigui la pauta: un brillante crtico teatral llev la palabra fuck [joder] a la audienciaradiofnica de Gran Bretaa. Por primera vez en la historia de los cuentos de hadas, laCenicienta se convirti en la estrella del baile por el hecho de no llevar ropajesesplndidos.

    El giro populista de los gustos de la juventud de clase media y alta en Occidente, quetuvo incluso algunos paralelismos en el tercer mundo, con la conversin de losintelectuales brasileos en adalides de la samba 3, puede tener algo que ver con elfervor revolucionario que en poltica e ideologa mostraron los estudiantes de clasemedia unos aos ms tarde. La moda suele ser proftica, aunque nadie sepa cmo. Yese estilo se vio probablemente reforzado entre los jvenes de sexo masculino por laaparicin de una subcultura homosexual de singular importancia a la hora de marcar las

    pautas de la moda y el arte. Sin embargo, puede que baste considerar que el estilopopulista era una forma de rechazar los valores de la generacin de los padres o, msbien, un lenguaje con el que los jvenes tanteaban nuevas formas de relacionarse conun mundo para el que las normas y. los valores de sus mayores pareca que ya noeran vlidos.

    2 Los jvenes de Eton empezaron a hacerlo a finales de los aos cincuenta, segn un vicedirector de esa

    institucin de elite.

    3 Chico Buarque de Holanda, la mxima figura en el panorama de la msica popular bra silea, era hijo

    de un destacado historiador progresista que haba sido una importante figura enel renacimiento cultural

    e intelectual de su pas en los aos treinta.

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    El carcter iconoclasta de la nueva cultura juvenil aflor con la mxima claridad en losmomentos en que se le dio plasmacin intelectual, como en los carteles que se hicieronrpidamente famosos del mayo francs del 68: Prohibido prohibir, y en la mxima delradical pop norteamericano Jerry Rubin de que uno nunca debe fiarse de alguien que nohaya pasado una temporada a la sombra (de una crcel) (Wiener, 1984, p. 204).Contrariamente a lo que pudiese parecer en un principio, estas no eran consignaspolticas en el sentido tradicional, ni siquiera en el sentido ms estricto de abogar por laderogacin de leyes represivas. No era ese su objetivo, sino que eran anuncios pblicosde sentimientos y deseos privados. Tal como deca la consigna de mayo del 68: Tomomis deseos por realidades, porque creo en la realidad de mis deseos (Katsiaficas,1987, p. 101). Aunque tales deseos apareciesen en declaraciones, grupos ymovimientos pblicos, incluso en lo que parecan ser, y a veces acababan pordesencadenar, rebeliones de las masas, el subjetivismo era su esencia. Lo personal espoltico se convirti en una importante consigna del nuevo feminismo, que acaso fue elresultado ms duradero de los aos de radicalizacin. Significaba algo ms que laafirmacin de que el compromiso poltico obedeca a motivos y a satisfaccionespersonales, y que el criterio del xito poltico era cmo afectaba a la gente. En boca de

    algunos, slo quera decir que todo lo que me preocupe, lo llamar poltico, como enel ttulo de un libro de los aos setenta, Fat Is a Feminist Issue4 (Orbach, 1978).

    La consigna de mayo del 68 Cuando pienso en la revolucin, me entran ganas dehacer el amor habra desconcertado no slo a Lenin, sino tambin a Ruth Fischer, lajoven militante comunista vienesa cuya defensa de la promiscuidad sexual atac Lenin(Zetkin, 1968, pp. 28 ss.). Pero, en cambio, hasta para los tpicos radicalesneomarxistas-leninistas de los aos sesenta y setenta, el agente de la Comintern deBrecht que, como un viajante de comercio, haca el amor teniendo otras cosas en lamente (Der Liebe pflegte ich achtlos, Brecht, 1976, II, p. 722) habra resultadoincomprensible. Para ellos lo importante no era lo que los revolucionarios esperasenconseguir con sus actos, sino lo que hacan y cmo se sentan al hacerlo. Hacer el amory hacer la revolucin no podan separarse con claridad.

    La liberacin personal y la liberacin social iban, pues, de la mano, y las formas msevidentes de romper las ataduras del poder, las leyes y las normas del estado, de lospadres y de los vecinos eran el sexo y las drogas. El primero, en sus mltiples formas,no estaba ya por descubrir. Lo que el poeta conservador y melanclico quera decir conel verso Las relaciones sexuales empezaron en 1963 (Larkin, 1988, p. 167) no eraque esta actividad fuese poco corriente antes de los aos sesenta o que l no la hubiesepracticado, sino que su carcter pblico cambi con los ejemplos son suyos elproceso a El amante de Lady Chatterley y el primer LP de los Beatles. En los casosen que haba existido una prohibicin previa, estos gestos contra los usos establecidoseran fciles de hacer. En los casos en que se haba dado una cierta tolerancia oficial oextraoficial, como por ejemplo en las relaciones lsbicas, el hecho de que eso era un

    gesto tena que recalcarse de modo especial. Comprometerse en pblico con lo quehasta entonces estaba prohibido o no era convencional (salir a la luz) se convirti,pues, en algo importante. Las drogas, en cambio, menos el alcohol y el tabaco, habanpermanecido confinadas en reducidas subculturas de la alta sociedad, la baja y losmarginados, y no se beneficiaron de mayor permisividad legal. Las drogas sedifundieron no slo como gesto de rebelda, ya que las sensaciones que posibilitabanles daban atractivo suficiente. No obstante, el consumo de drogas era, por definicin,una actividad ilegal, y el mismo hecho de que la droga ms popular entre los jvenesoccidentales, la marihuana, fuese posiblemente menos daina que el alcohol y eltabaco, haca del fumarla (generalmente, una actividad social) no slo un acto dedesafo, sino de superioridad sobre quienes la haban prohibido. En los anchos

    4 La gordura es un tema feminista. (N. del t.)

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    horizontes de la Norteamrica de los aos sesenta, donde coincidan los fans del rockcon los estudiantes radicales, la frontera entre pegarse un colocn y levantar barricadasa veces pareca nebulosa.

    La nueva ampliacin de los lmites del comportamiento pblicamente aceptable,incluida su vertiente sexual, aument seguramente la experimentacin y la frecuencia

    de conductas hasta entonces consideradas inaceptables o pervertidas, y las hizo msvisibles. As, en los Estados Unidos, la aparicin pblica de una subcultura homosexualpracticada abiertamente, incluso en las dos ciudades que marcaban la pauta, SanFrancisco y Nueva York, y que se influan mutuamente, no se produjo hasta bienentrados los aos sesenta, y su aparicin como grupo de presin poltica en ambasciudades, hasta los aos setenta (Duberman et ai, 1989, p. 460). Sin embargo, laimportancia principal de estos cambios estriba en que, implcita o explcitamente, recha-zaban la vieja ordenacin histrica de las relaciones humanas dentro de la sociedad,expresadas, sancionadas y simbolizadas por las convenciones y prohibiciones sociales.

    Lo que resulta an ms significativo es que este rechazo no se hiciera en nombre deotras pautas de ordenacin social, aunque el nuevo libertarismo recibiese justificacin

    ideolgica de quienes crean que necesitaba esta etiqueta5

    sino en el nombre de lailimitada autonoma del deseo individual, con lo que se parta de la premisa de un mundode un individualismo egocntrico llevado hasta el lmite. Paradjicamente, quienes serebelaban contra las convenciones y las restricciones partan de la misma premisa enque se basaba la sociedad de consumo, o por lo menos de las mismas motivacionespsicolgicas que quienes vendan productos de consumo y servicios haban descubiertoque eran ms eficaces para la venta.

    Se daba tcitamente por sentado que el mundo estaba compuesto por varios miles demillones de seres humanos, definidos por el hecho de ir en pos de la satisfaccin de suspropios deseos, incluyendo deseos hasta entonces prohibidos o mal vistos, pero ahorapermitidos, no porque se hubieran convertido en moralmente aceptables, sino porquelos comparta un gran nmero de egos. As, hasta los aos noventa, la liberalizacin sequed en el lmite de la legalizacin de las drogas, que continuaron estando prohibidascon ms o menos severidad, y con un alto grado de ineficacia. Y es que a partir de finesde los aos sesenta se desarroll un gran mercado de cocana, sobre todo entre la clasemedia alta de Norteamrica y, algo despus, de Europa occidental. Este hecho, al igualque el crecimiento anterior y ms plebeyo del mercado de la herona (tambin, sobretodo, en los Estados Unidos), convirti por primera vez el crimen en un negocio deautntica importancia (Arlacchi, 1983, pp. 215 y 208).

    IV

    La revolucin cultural de fines del siglo XX debe, pues, entenderse como el triunfo delindividuo sobre la sociedad o, mejor, como la ruptura de los hilos que hasta entonceshaban imbricado a los individuos en el tejido social. Y es que este tejido no slo estaba

    5 Sin embargo, apenas suscit un inters renovado la nica ideologa que crea que la accin

    espontnea, sin organizar, antiautoritaria y libertaria provocara el nacimiento de una sociedad nueva,

    justa y sin estado, o sea, el anarquismo de Bakunin o de Kropotkin, aunque ste se encontrase mucho

    ms cerca de las autnticas ideas de la mayora de los estudiantes rebeldes de los aos sesenta y

    setenta que el marxismo tan en boga por aquel entonces.

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    compuesto por las relaciones reales entre los seres humanos y sus formas deorganizacin, sino tambin por los modelos generales de esas relaciones y por laspautas de conducta que era de prever que siguiesen en su trato mutuo los individuos,cuyos papeles estaban predeterminados, aunque no siempre escritos. De ah lainseguridad traumtica que se produca en cuanto las antiguas normas de conducta seabolan o perdan su razn de ser, o la incomprensin entre quienes sentan esadesaparicin y quienes eran demasiado jvenes para haber conocido otra cosa que unasociedad sin reglas.

    As, un antroplogo brasileo de los aos ochenta describa la tensin de un varn declase media, educado en la cultura mediterrnea del honor y la vergenza de su pas,enfrentado al suceso cada vez ms habitual de que un grupo de atracadores le exigierael dinero y amenazase con violar a su novia. En tales circunstancias, se esperabatradicionalmente que un caballero protegiese a la mujer, si no al dinero, aunque lecostara la vida, y que la mujer prefiriese morir antes que correr una suerte tenida porpeor que la muerte. Sin embargo, en la realidad de las grandes ciudades de fines delsiglo XX era poco probable que la resistencia salvara el honor de la mujer o el dinero.Lo razonable en tales circunstancias era ceder, para impedir que los agresores

    perdiesen los estribos y causaran serios daos o incluso llegaran a matar. En cuanto alhonor de la mujer, definido tradicionalmente como la virginidad antes del matrimonio y latotal fidelidad a su marido despus, qu era lo que se poda defender, a la luz de lasteoras y de las prcticas sexuales habituales entre las personas cultas y liberadas delos aos ochenta? Y sin embargo, tal como demostraban las investigaciones delantroplogo, todo eso no haca el caso menos traumtico. Situaciones no tan extremaspodan producir niveles de inseguridad y de sufrimiento mental comparables; porejemplo, contactos sexuales corrientes. La alternativa a una vieja convencin, por pocorazonable que fuera, poda acabar siendo no una nueva convencin o uncomportamiento racional, sino la total ausencia de reglas, o por lo menos una falta totalde consenso acerca de lo que haba que hacer.

    En la mayor parte del mundo, los antiguos tejidos y convenciones sociales, aunqueminados por un cuarto de siglo de transformaciones socioeconmicas sin parangn,estaban en situacin delicada, pero an no en plena desintegracin, lo cual era unasuerte para la mayor parte de la humanidad, sobre todo para los pobres, ya que lasredes de parentesco, comunidad y vecindad eran bsicas para la supervivenciaeconmica y sobre todo para tener xito en un mundo cambiante. En gran parte deltercer mundo, estas redes funcionaban como una combinacin de serviciosinformativos, intercambios de trabajo, fondos de mano de obra y de capital, mecanismosde ahorro y sistemas de seguridad social. De hecho, sin la cohesin familiar resultadifcilmente explicable el xito econmico de algunas partes del mundo, como porejemplo el Extremo Oriente.

    En las sociedades ms tradicionales, las tensiones afloraron en la medida en que eltriunfo de la economa de empresa min la legitimidad del orden social aceptado hastaentonces, basado en la desigualdad, tanto porque las aspiraciones de la gente pasarona ser ms igualitarias, como porque las justificaciones funcionales de la desigualdad sevieron erosionadas. As, la opulencia y la prodigalidad de los rajas de la India (igual quela exencin fiscal de la fortuna de la familia real britnica, que no fue criticada hasta losaos noventa) no despertaba ni las envidias ni el resentimiento de sus sbditos, comolas podra haber despertado las de un vecino, sino que eran parte integrante y signo desu papel singular en el orden social e incluso csmico, que, en cierto sentido, se creaque mantena, estabilizaba y simbolizaba su reino. De modo parecido, los considerableslujos y privilegios de los grandes empresarios japoneses resultaban menos

    inaceptables, en la medida en que se vean no como su fortuna particular, sino como uncomplemento a su situacin oficial dentro de la economa, al modo de los lujos de quedisfrutan los miembros del gabinete britnico limusinas, residencias oficiales, etc.,

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    que les son retirados a las pocas horas de cesar en el cargo al que estn asociados. Ladistribucin real de las rentas en Japn, como sabemos, era mucho menos desigual queen las sociedades capitalistas occidentales; sin embargo, a cualquier persona queobservase la situacin japonesa en los aos ochenta, incluso desde lejos, le resultabadifcil eludir la impresin de que, durante esta dcada de crecimiento econmico, laacumulacin de riqueza individual y su exhibicin en pblico pona ms de manifiesto elcontraste entre las condiciones en que vivan los japoneses comunes y corrientesmucho ms modestamente que sus homlogos occidentalesy la situacin de losjaponeses ricos. Y puede que por primera vez no estuviesen suficientemente protegidospor lo que se consideraban privilegios legtimos de quienes estn al servicio del estado yde la sociedad.

    En Occidente, las dcadas de revolucin social haban creado un caos mucho mayor.Los extremos de esta disgregacin son especialmente visibles en el discurso pblicoideolgico del fin de siglo occidental, sobre todo en la clase de manifestaciones pblicasque, si bien no tenan pretensin alguna de anlisis en profundidad, se formulaban comocreencias generalizadas. Pensemos, por ejemplo, en el argumento, habitual en

    determinado momento en los crculos feministas, de que el trabajo domstico de lasmujeres tena que calcularse (y, cuando fuese necesario, pagarse) a precios demercado, o la justificacin de la reforma del aborto en pro de un abstracto derecho aescoger ilimitado del individuo (mujer) 6 La influencia generalizada de la economaneoclsica, que en las sociedades occidentales secularizadas pas a ocupar cada vezms el lugar reservado a la teologa, y (a travs de la hegemona cultural de los EstadosUnidos) la influencia de la ultraindividualista jurisprudencia norteamericana promovieronesta clase de retrica, que encontr su expresin poltica en la primera ministra britnicaMargaret Thatcher: La sociedad no existe, slo los individuos.

    Sin embargo, fueran los que fuesen los excesos de la teora, la prctica era muchasveces igualmente extrema. En algn momento de los aos setenta, los reformadores

    sociales de los pases anglosajones, justamente escandalizados (al igual que losinvestigadores) por los efectos de la institucionalizacin sobre los enfermos mentales,promovieron con xito una campaa para que al mximo nmero posible de stos lespermitieran abandonar su reclusin para que puedan estar al cuidado de lacomunidad. Pero en las ciudades de Occidente ya no haba comunidades quecuidasen de ellos. No tenan parientes. Nadie les conoca. Lo nico que haba eran lascalles de ciudades como Nueva York, que se llenaron de mendigos con bolsas deplstico y sin hogar que gesticulaban y hablaban solos. Si tenan suerte, buena o mala(dependa del punto de vista), acababan yendo de los hospitales que los haban echadoa las crceles que, en los Estados Unidos, se convirtieron en el principal receptculo delos problemas sociales de la sociedad norteamericana, sobre todo de sus miembros deraza negra: en 1991 el 15 por 100 de la que era proporcional mente la mayor poblacin

    de reclusos del mundo 426 presos por cada 100.000 habitantes se deca queestaba mentalmente enfermo (Walker, 1991; Human Development, 1991, p. 32, fig.2.10).

    6 La legitimidad de una demanda tiene que diferenciarse claramente de la de los argumentos que se

    utilizan para justificarla. La relacin entre marido, mujer e hijos en el hogar notiene absolutamente nada

    que ver con la de vendedores y consumidores en el mercado, nisiquiera a nivel conceptual. Y tampoco la

    decisin de tener o no tener un hijo, aunque se adopte unilateralmente, afecta exclusivamente al

    individuo que toma la decisin. Esta perogrulladaes perfectamente compatible con el deseo de

    transformar el papel de la mujer en el hogar o defavorecer el derecho al aborto.

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    Las instituciones a las que ms afect el nuevo individualismo moral fueron la familiatradicional y las iglesias tradicionales de Occidente, que sufrieron un colapso en el terciofinal del siglo. El cemento que haba mantenido unida a la comunidad catlica sedesintegr con asombrosa rapidez. A lo largo de los aos sesenta, la asistencia a misaen Quebec (Canad) baj del 80 al 20 por 100, y el tradicionalmente alto ndice denatalidad francocanadiense cay por debajo de la media de Canad (Bernier y Boily,1986). La liberacin de la mujer, o, ms exactamente, la demanda por parte de lasmujeres de ms medios de control de natalidad, incluidos el aborto y el derecho aldivorcio, seguramente abri la brecha ms honda entre la Iglesia y lo que en el siglo XIXhaba sido su reserva espiritual bsica (vase La era del capitalismo), como se hizocada vez ms evidente en pases con tanta fama de catlicos como Irlanda o como lamismsima Italia del papa, e incluso tras la cada del comunismoen Polonia. Lasvocaciones sacerdotales y las dems formas de vida religiosa cayeron en picado, aligual que la disposicin a llevar una existencia clibe, real u oficial. En pocas palabras,para bien o para mal, la autoridad material y moral de la Iglesia sobre los fielesdesapareci en el agujero negro que se abra entre sus normas de vida y moral y larealidad del comportamiento humano a finales del siglo XX. Las iglesias occidentales

    con un dominio menor sobre los feligreses, incluidas algunas de las sectas protestantesms antiguas, experimentaron un declive an ms rpido.

    Las consecuencias morales de la relajacin de los lazos tradicionales de familiaacaso fueran todava ms graves, pues, como hemos visto, la familia no slo era lo quesiempre haba sido, un mecanismo de autoperpetuacin, sino tambin un mecanismode cooperacin social. Como tal, haba sido bsico para el mantenimiento tanto de laeconoma rural como de la primitiva economa industrial, en el mbito local y en elplanetario. Ello se deba en parte a que no haba existido ninguna estructura empresarialcapitalista impersonal adecuada hasta que la concentracin del capital y la aparicin delas grandes empresas empez a generar la organizacin empresarial moderna a finalesdel siglo XIX, la mano visible (Chandler, 1977) que tena que complementar la manoinvisible del mercado segn Adam Smith 7 Pero un motivo an ms poderoso era queel mercado no proporciona por s solo un elemento esencial en cualquier sistemabasado en la obtencin del beneficio privado: la confianza, o su equivalente legal, elcumplimiento de los contratos. Para eso se necesitaba o bien el poder del estado (comosaban los tericos del individualismo poltico del siglo XVII) o bien los lazos familiares ocomunitarios. As, el comercio, la banca y las finanzas internacionales, campos deactuacin a veces fsicamente alejados, de enormes beneficios y gran inseguridad, loshaban manejado con el mayor de los xitos grupos empresariales relacionados pornexos de parentesco, sobre todo grupos con una solidaridad religiosa especial, comolos judos, los cuqueros o los hugonotes. De hecho, incluso a finales del siglo XX esosvnculos seguan siendo indispensables en el negocio del crimen, que no slo estaba encontra de la ley, sino fuera de su amparo. En una situacin en la que no haba otra

    garanta posible de los contratos, slo los lazos de parentesco y la amenaza de muertepodan cumplir ese cometido. Por ello, las familias de la mafia calabresa de mayor xitoestaban compuestas por un nutrido grupo de hermanos (Ciconte, 1992, pp. 361-362).

    Pero eran justamente estos vnculos y esta solidaridad de grupos no econmicos lo

    7 El modelo operativo de las grandes empresas antes de la poca del capitalismo financiero(capitalismo monopolista) no se inspiraba en la experiencia de la empresa privada, sino en laburocracia estatal o militar; cf. los uniformes de los empleados del ferrocarril. De hecho, con

    frecuencia estaba, y tena que estar, dirigida por el estado o por otra autoridad pblica sin atan delucro, como los servicios de correos y la mayora de los de telgrafos y telfonos.

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    que estaba siendo erosionado, al igual que los sistemas morales que los sustentaban,ms antiguos que la sociedad burguesa industrial moderna, pero adaptados para formaruna parte esencial de esta. El viejo vocabulario moral de derechos y deberes,obligaciones mutuas, pecado y virtud, sacrificio, conciencia, recompensas y sanciones,ya no poda traducirse al nuevo lenguaje de la gratificacin deseada. Al no ser yaaceptadas estas prcticas e instituciones como parte del modo de ordenacin social queuna a unos individuos con otros y garantizaba la cooperacin y la reproduccin de lasociedad, la mayor parte de su capacidad de estructuracin de la vida social humana sedesvaneci, y quedaron reducidas a simples expresiones de las preferenciasindividuales, y a la exigencia de que la ley reconociese la supremaca de estaspreferencias.8 La incertidumbre y la imprevisibilidad se hicieron presentes. Las brjulasperdieron el norte, los mapas se volvieron intiles. Todo esto se fue convirtiendo en algocada vez ms evidente en los pases ms desarrollados a partir de los aos sesenta.Este individualismo encontr su plasmacin ideolgica en una serie de teoras, delliberalismo econmico extremo al posmodernismo y similares, que se esforzaban pordejar de lado los problemas de juicio y de valores o, mejor dicho, por reducirlos aldenominador comn de la libertad ilimitada del individuo.

    Al principio las ventajas de una liberalizacin social generalizada haban parecidoenormes a todo el mundo menos a los reaccionarios empedernidos, y su coste, mnimo;adems, no pareca que conllevase tambin una liberalizacin econmica. La granoleada de prosperidad que se extenda por las poblaciones de las zonas msfavorecidas del mundo, reforzada por sistemas de seguridad social cada vez msamplios y generosos, pareca haber eliminado los escombros de la desintegracinsocial. Ser progenitor nico (o sea, en la inmensa mayora de los casos, madre soltera)todava era la mejor garanta para una vida de pobreza, pero en los modernos estadosdel bienestar, tambin garantizaba un mnimo de ingresos y un techo. Las pensiones,los servicios de bienestar social y, finalmente, los centros geritricos cuidaban de losancianos que vivan solos, y cuyos hijos e hijas ya no podan hacerse cargo de suspadres en sus aos finales, o no se sentan obligados a ello. Pareca natural ocuparseigualmente de otras situaciones que antes haban sido parte del orden familiar, porejemplo, trasladando la responsabilidad de cuidar los nios de las madres a lasguarderas y jardines de infancia pblicos, como los socialistas, preocupados por lasnecesidades de las madres asalariadas, haca tiempo que exigan.

    Tanto los clculos racionales como el desarrollo histrico parecan apuntar en lamisma direccin que varias formas de ideologa progresista, incluidas las que criticabana la familia tradicional porque perpetuaba la subordinacin de la mujer o de los nios yadolescentes, o por motivos libertarios de tipo ms general. En el aspecto material, loque los organismos pblicos podan proporcionar era muy superior a lo que la mayorade las familias poda dar de s, bien por ser pobres, bien por otras causas; el hecho deque los nios de los pases democrticos salieran de las guerras mundiales ms sanos y

    mejor alimentados que antes lo demostraba. Y el hecho de que los estados del bienestarsobrevivieran en los pases ms ricos a finales de siglo, pese al ataque sistemtico delos gobiernos y de los idelogos partidarios del mercado libre, lo confirmaba. Adems,entre socilogos y antroplogos sociales era un tpico el que, en general, el papel de loslazos de parentesco disminuye al aumentar la importancia de las institucionesgubernamentales. Para bien o para mal, ese papel disminuy con el auge del indivi-dualismo econmico y social en las sociedades industriales (Goody, 1968, pp.

    8 Esa es la diferencia existente entre el lenguaje de los derechos (legales y constitucionales), que se

    convirti en el eje de la sociedad del individualismo incontrolado, por lo menos en los Estados Unidos, y

    la vieja formulacin moral para la que derechos y deberes eran las dos caras de la misma moneda.

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    402-403). En resumen, y tal como se haba predicho haca tiempo, la Gemeinschaftestaba cediendo el puesto a la Gesellschaft; las comunidades, a individuos unidos ensociedades annimas.

    Las ventajas materiales de vivir en un mundo en donde la comunidad y la familiaestaban en decadencia eran, y siguen siendo, innegables. De lo que pocos se dieron

    cuenta fue de lo mucho que la moderna sociedad industrial haba dependido hastamediados del siglo XX de la simbiosis entre los viejos valores comunitarios y familiares yla nueva sociedad, y, por lo tanto, de lo duras que iban a ser las consecuencias de surpida desintegracin. Eso result evidente en la era de la ideologa neoliberal, en la quela expresin los subclase se introdujo, o se reintrodujo, en el vocabulario sociopolticode alrededor de 1980.9 Los subclase eran los que, en las sociedades capitalistasdesarrolladas y tras el fin del pleno empleo, no podan o no queran ganarse el propiosustento ni el de sus familias en la economa de mercado (complementada por elsistema de seguridad social), que pareca funcionar bastante bien para dos tercios de lamayora de habitantes de esos pases, por lo menos hasta los aos noventa (de ah lafrmula la sociedad de los dos tercios, inventada en esa dcada por un angustiadopoltico socialdemcrata alemn, Peter Glotz). Bsicamente, los subclase subsistan

    gracias a la vivienda pblica y a los programas de bienestar social, aunque de vez encuando complementasen sus ingresos con escapadas a la economa sumergida osemisumergida o al mundo del crimen, es decir, a las reas de la economa adondeno llegaban los sistemas fiscales del gobierno. Sin embargo, dado que este era el nivelsocial en donde la cohesin familiar se haba desintegrado por completo, incluso susincursiones en la economa informal, legales o no, eran marginales e inestables, porque,como demostraron el tercer mundo y sus nuevas masas de inmigrantes hacia los pasesdel norte, incluso la economa oficial de los barrios de chabolas y de los inmigrantesilegales slo funciona bien si existen redes de parentesco.

    Los sectores pobres de la pobacin nativa de color de los Estados Unidos, es decir, lamayora de los negros norteamericanos 10 se convirtieron en el paradigma de los

    subclase: un colectivo de ciudadanos prcticamente excluido de a sociedad oficial,sin formar parte de la misma o en el caso de muchos de sus jvenes varonesdelmercado laboral. De hecho, muchos de estos jvenes, sobre todo los varones, seconsideraban prcticamente como una sociedad de forajidos o una antisociedad. Elfenmeno no era exclusivo de la gente de un determinado color, sino que, con ladecadencia y cada de las industrias que empleaban mano de obra abundante en lossiglos XIX y XX, los subclase hicieron su aparicin en una serie de pases. Pero en lasviviendas construidas por autoridades pblicas socialmente responsables para todos losque no podan permitirse pagar alquileres a precios de mercado o comprar su propiacasa, y que ahora habitaban los subclase, tampoco haba comunidades, y bien pocaasistencia mutua familiar. Hasta el espritu de vecindad, la ltima reliquia de lacomunidad, sobreviva a duras penas al miedo universal, por lo comn a los

    adolescentes incontrolados, armados con frecuencia cada vez mayor, que acechabanen esas junglas hobbesianas.

    9 Su equivalente en la Gran Bretaa de finales del siglo XIX era the residuum [los residuales].

    10 La etiqueta que suele preferirse en la actualidad es la de afroamericanos. Sin embargo, estosnombres cambian a lo largo de la vida de este autor se han producido varios cambios de este tipo

    (personas de color, negros)y seguirn cambiando. Utilizo el vocabl oque han utilizado durante

    ms tiempo que ningn otro quienes queran mostrar respeto por los descendientes americanos de

    esclavos africanos.

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    Slo en las zonas del mundo que todava no haban entrado en el universo en que losseres humanos vivan unos junto a otros pero no como seres sociales, sobrevivan encierta medida las comunidades y, con ellas el orden social, aunque un orden, para lamayora, de una pobreza desoladora. Quin poda hablar de una minora subclaseen un pas como Brasil, donde, a mediados de los aos ochenta, el 20 por 100 ms ricode la poblacin perciba ms del 60 por 100 de la renta nacional, mientras que el 40 por100 de los ms pobres perciba el 10 por 100 o menos? (UN World Social Situation,1984, p. 84). Era, en general, una existencia de desigualdad tanto social comoeconmica. Pero, para la mayora, careca de la inseguridad propia de la vida urbana enlas sociedades desarrolladas, cuyos antiguos modelos de comportamiento habansido desmantelados y sustituidos por un vaco de incertidumbre. La triste paradoja delpresente fin de siglo es que, de acuerdo con todos los criterios conmensurables debienestar y estabilidad social, vivir en Irlanda del Norte, un lugar socialmente retrgradopero estructurado tradicionalmente, en el paro y despus de veinte aos ininterrumpidosde algo parecido a una guerra civil, es mejor y ms seguro que vivir en la mayora de lasgrandes ciudades del Reino Unido.

    El drama del hundimiento de tradiciones y valores no radicaba tanto en los

    inconvenientes materiales de prescindir de los servicios sociales y personales que antesproporcionaban la familia y la comunidad, porque stos se podan sustituir en losprsperos estados del bienestar, aunque no en las zonas pobres del mundo, donde lagran mayora de la humanidad segua contando con bien poco, salvo la familia, elpatronazgo y la asistencia mutua (para el sector socialista del mundo, vanse loscaptulos XIII y XVI); radicaba en la desintegracin tanto del antiguo cdigo de valorescomo de las costumbres y usos que regan el comportamiento humano, una prdidasensible, reflejada en el auge de lo que se ha dado en llamar (una vez ms, en losEstados Unidos, donde el fenmeno result apreciable a partir de finales de los aossesenta) polticas de identidad, por lo general de tipo tnico/nacional

    o religioso, y de movimientos nostlgicos extremistas que desean recuperar un pasado

    hipottico sin problemas de orden ni de seguridad. Estos movimientos eran llamadas deauxilio ms que portadores de programas; llamamientos en pro de una comunidad ala que pertenecer en un mundo anmico; de una familia a la que pertenecer en unmundo de aislamiento social; de un refugio en la selva. Todos los observadores realistasy la mayora de los gobiernos saban que la delincuencia no disminua con la ejecucinde los criminales o con el poder disuasorio de largas penas de reclusin, pero todos lospolticos eran conscientes de la enorme fuerza que tena, con su carga emotiva, racionalo no, la demanda por parte de los ciudadanos de que se castigase a los antisociales.

    Estos eran los riesgos polticos del desgarramiento y la ruptura de los antiguossistemas de valores y de los tejidos sociales. Sin embargo, a medida que fueronavanzando los aos ochenta, por lo general bajo la bandera de la soberana delmercado puro, se hizo cada vez ms patente que tambin esta ruptura pona en peligrola triunfante economa capitalista.

    Y es que el sistema capitalista, pese a cimentarse en las operaciones del mercado, sebasaba tambin en una serie de tendencias que no estaban intrnsecamenterelacionadas con el afn de beneficio personal que, segn Adam Smith, alimentaba sumotor. Se basaba en el hbito del trabajo, que Adam Smith dio por sentado que erauno de los mviles esenciales de la conducta humana; en la disposicin del ser humanoa posponer durante mucho tiempo la gratificacin inmediata, es decir, a ahorrar e invertirpensando en recompensas futuras; en la satisfaccin por los logros propios; en laconfianza mutua; y en otras actitudes que no estaban implcitas en la optimizacin de los

    beneficios de nadie. La familia se convirti en parte integrante del capitalismo primitivoporque le proporcionaba algunas de estas motivaciones, al igual que el hbito deltrabajo, los hbitos de obediencia y lealtad, incluyendo la lealtad de los ejecutivos a la

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    propia empresa, y otras formas de comportamiento que no encajaban fcilmente en unateora racional de la eleccin basada en la optimizacin. El capitalismo podafuncionaren su ausencia, pero, cuando lo haca, se converta en algo extrao y pro-blemtico, incluso para los propios hombres de negocios. Esto ocurri durante lasopas pirticas para aduearse de sociedades annimas y de otras formas deespeculacin econmica que se extendieron por las plazas financieras y los paseseconmicamente ultra liberales como los Estados Unidos y Gran Bretaa en los aosochenta, y que prcticamente rompieron toda conexin entre el afn de lucro y laeconoma como sistema productivo. Por eso los pases capitalistas que no habanolvidado que el crecimiento no se alcanza slo con la maximizacin de beneficios(Alemania, Japn, Francia) procuraron dificultar o impedir estos actos de piratera.

    Karl Polanyi, al examinar las ruinas de la civilizacin del siglo XIXdurante la segundaguerra mundial, seal cuan extraordinarias y sin precedentes eran las premisas en lasque esa civilizacin se haba basado: lasde un sistema de mercados universal yautorregulable. Polanyi argumentque la propensin al trueque o al cambio de unacosa por otra deAdam Smith haba inspirado un sistema industrial ... que, terica y

    prcticamente, implicaba que el gnero humano se encontraba bajo el dominio deesapropensin particular en todas sus actividades econmicas, cuando no en susactividades polticas, intelectuales y espirituales (Polanyi, 1945,pp. 50-51). PeroPolanyi exageraba la lgica del capitalismo de su poca,del mismo modo que AdamSmith haba exagerado la medida en que, por s mismo, el afn de lucro de todos loshombres maximizara la riqueza de las naciones.

    Del mismo modo que nosotros damos por sentada la existencia del aire querespiramos y que hace posibles todas nuestras actividades, as el capitalismo dio porsentada la existencia del ambiente en el que actuaba, y que haba heredado del pasado.Slo descubri lo esencial que era cuando el airese enrareci. En otras palabras, elcapitalismo haba triunfado porque no era slo capitalista. La maximizacin y laacumulacin de beneficios eran condiciones necesarias para el xito, pero no

    suficientes. Fue la revolucin cultural del ltimo tercio del siglo lo que comenz aerosionar el patrimoniohistrico del capitalismo y a demostrar las dificultades de operarsin esepatrimonio. La irona histrica del neoliberalismo que se puso de moda enlosaos setenta y ochenta, y que contempl con desprecio las ruinas de losregmenescomunistas, es que triunf en el momento mismo en que dej de ser tan plausible comohaba parecido antes. El mercado proclam su victoria cuando ya no poda ocultar sudesnudez y su insuficiencia.

    La revolucin cultural se hizo sentir con especial fuerza en las economas demercado industrializadas y urbanas de los antiguos centros del capitalismo. Sinembargo, tal como veremos, las extraordinarias fuerzas econmicas y sociales que sehan desencadenado a finales del siglo XX tambin han transformado lo que se dio en

    llamar el tercer mundo.