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Page 1: La Revista - Consideraciones

Materia: Periodismo Gráfico

Carrera: Lic. En periodismo

Apunte de Cátedra

Los productos culturales del siglo XXI

Algunas observaciones sobre la Revista

La irrupción de la Internet, el sostenido avance tecnológico y el masivo consumo social de

esas tecnologías, todas esas cuestiones y otras menos evidentes, deben ser considerados

como las correas de un motor que introduce permanentes y profundos cambios en las

rutinas productivas de los medios de comunicación en general y en la de los medios

periodísticos en particular.

Acaso, desde la invención de la Imprenta de tipos móviles no existe otro acontecimiento

tan determinante en la modificación del entramado de la Comunicación humana como el

que la sociedad contemporánea atraviesa actualmente.

Si sólo se tratara de un fenómeno relativo a la Comunicación, esta ciencia podría dar

cuenta de él; sin embargo, la complejidad de estas variaciones (que, por caso, se llevan

por delante y sin solución de continuidad a las relaciones políticas, económicas, sociales y

culturales) somete a la humanidad a un desafío por cierto inexorable: ¿Será la sociedad

quién se apropie de los instrumentos de la Comunicación o serán ellos los que finalmente

impongan su propio ritmo a las relaciones humanas?

En ese contexto y ante esa definición, se articulan estrategias que le permitan supervivir

al Periodismo en todas sus dimensiones y claves.

En ese sentido, los medios periodísticos debieron y deben permanentemente adaptarse a

esas inexorables mutaciones con el único fin de sobrevivir como medios.

Sin dudas, el precio más alto lo están pagando las producciones gráficas. Una de las

razones (aunque no la única) en la caída de venta en los diarios es, precisamente, su

suplantación por los formatos digitales, es decir, la elección que hacen los lectores de

unos formatos sobre otros.

Umberto Eco habló en su texto (Ver Eco, Humberto. “Sobre la Prensa”, En: Cinco escritos

morales, Editorial Lumen, 1997l, en perio.unlp.edu.ar/grafica2/ bibliografía.html) acerca

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de la revistización de los periódicos. Básicamente, el semiólogo se refería así a la

transformación ocurrida en los diarios que se volcaron, sino a dejar de lado la noticia

como materia prima, a profundizar y contextualizar la información para darle al lector un

producto diferente a lo que hasta hace pocos años se conocía como “primicia

periodística”.

La revista

Singularmente, la revista, que poco a poco se incorpora a la digitalización, todavía guarda

cierta autonomía como producto. Esa independencia está amparada en una larga

tradición que la ubica dentro de la gama de los medios de comunicación tradicionales,

pero como una singularidad.

Los rastros de la historia de la revista en la Argentina se remontan a los días de la

Revolución de Mayo y la Independencia. Un rastreo fino de su vida incluso nos permitiría

hallar revistas o productos similares aún antes de esos años. No obstante, será materia de

otro trabajo hurgar en la aparición de las revistas como productos culturales. Baste decir

que su desarrollo está íntimamente ligado a los vaivenes políticos, sociales, culturales y,

por supuesto, institucionales del país. En pocas palabras, la revista acompaña la Historia

del país.

En efecto la revista ocupó un lugar preponderante en los consumos culturales de la

sociedad argentina y es innegable su grave influencia en circunstancias en las que la

sociedad necesitó de un instrumento de prensa que le brindara un análisis más acabado

de las situaciones cambiantes del país, del mundo y hasta del universo.

A pesar del acierto de Eco en cuanto a la redefinición de los tradicionales géneros y estilos

periodísticos de los diarios, la revista sobrevivió sin perder su identidad y su funcionalidad

específica.

Para comprender y argumentar en favor de este fenómeno, basta hoy con pararse frente

a un escaparate de venta de diarios, para comprobar la `plena existencia de cientos de

títulos de revistas que abarcan un diverso e inmenso escenario de asuntos, cada vez más

segmentado en favor de públicos específicos.

Eso, si sólo nos referimos a las revistas que se comercializan. Restaría sumarles a ellas una

abundante cantidad de otras revistas producidas por instituciones, organismos, y

entidades de variada clase, que dan cuenta de las actividades propias y circulan entre un

público definido precisamente por su índole concreta.

Clasificación

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Esas definiciones nos permiten establecer una clasificación, basada en la segmentación de

intereses evidentes. Así podemos hablar de las revistas de intereses comercial y de las

revistas de interés institucional. Existen, por supuesto, casos de híbridos entre ambas

categorías.

Un ejemplo: las revistas de los clubes de fútbol, en algunos casos, producidas por las

propias instituciones deportivas y cuyo interés es difundir las actividades del club, en

algunos casos, se sirven de los circuitos de comercialización y distribución tradicionales.

1-revistas de interés comercial

Las revistas de interés comercial son aquellas que se sustentan por la venta de ejemplares

y fundamentalmente por la venta de avisos publicitarios. De este tipo encontramos

algunas definidas como de interés general, otras de índole política y otras cuya materia

editorial son las ciencias, la metafísica, la tecnología, la educación la música, entre

muchas variaciones.

2-revistas de interés institucional

En tanto, la revista de interés institucional tiene un registro completamente diferente y

específico y si bien no busca obtener ganancias económicas, sí persigue fines políticos en

el más amplio sentido de la palabra.

Recordemos que estamos hablando en esta clasificación de las razones, motivos u

objetivos editoriales del editor de revistas y no de las preferencias de los lectores. Por

eso, cuando el interés del editor y la necesidad del lector se ensamblan la revista

funciona. De lo contrario, tiende al fracaso.

Aquí debemos hacer una parada para reflexionar acerca de la necesidad de los editores-

periodistas y sobre su relación con los potenciales lectores.

Ningún producto periodístico tradicional (diario, revista, radio o televisión) puede

pensarse solo desde el interés del productor (editor). Es imprescindible que para que el

producto funcione se considere de la manera más precisa posible la característica del

lector al que nos vamos a dirigir.

Reiteramos esa recomendación es imprescindible: cuanto más agudo sea el conocimiento

completo de los potenciales lectores a los que pretendemos llegar más efectiva será la

articulación con ellos.

Muchas veces los periodistas que plantean la edición de una revista lo hacen desde sus

propios intereses o expectativas, pero no logran mayores públicos y fracasan en el intento

de alcanzar continuidad por la ausencia de receptividad pública.

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Es decir, el interés del editor y la necesidad del lector (que también es un interés) deben

estar ajustados al detalle. De lo contrario, se producirá una fractura de intereses que no

obtiene cura alguna con un posterior cambio de curso editorial y, peor, termina

desvaneciéndose en solo buenas intenciones.

Por eso, cuando tenemos bien en claro quiénes son los destinatarios de nuestro mensaje,

la cosa funciona mejor. Por supuesto esta tarea no es sencilla. Al contrario, es sumamente

compleja. Se trata entonces del primer paso hacia la edición de la revista. Un paso que

está por fuera de ella en el registro formal, pero que resulta imprescindible a la hora de

planificación.

La segmentación

Para dar cuenta de este concepto, es preciso que nos prolonguemos en el pasado hasta

los conclaves más antiguos, por caso, de la dialéctica griega. Imaginemos a un hombre, un

filósofo, un sabio, rodeado de seguidores que se interesan por su prédica. Ante la

fascinación de los misterios de la naturaleza este hombre responde a los interrogantes

que plantea su audiencia y que son comunes entre ambos. El hombre y su público tienen

entonces los mismos intereses. Sin embargo, los procesos históricos que se dieron hasta

la actualidad redefinieron la función dialéctica: ya los intereses de ese hombre no siempre

son los mismos que los intereses del público. Por ello, en el siglo XXI caemos en la cuenta

de que se necesitan más “sabios” y ya no es tan necesaria la masividad del público.

Las herramientas que permiten identificar grupos y segmentarlos según cualquier tipo de

característica, también nos permite obtener un claro registro de quiénes se interesan por

qué cosas y a ellos vamos.

La supervivencia de las revistas segmentadas y re segmentadas ya no persiguen la

masividad en los públicos heterogéneos sino en los públicos diversos con intereses

específicos.

Así, tenemos entonces revistas de música, revistas de rock, revistas de rock nacional,

revistas de rock nacional para jóvenes, revistas de rock nacional para jóvenes de bandas

locales y así hasta lo que nuestra imaginación y nuestra creatividad pudieran producir.

Y aunque la temática es aparentemente la misma, la ingeniería de cada una de esas

revistas deberá ser completamente diferencial, es decir adaptada al gusto del lector.

A veces caemos en la tentación de pensar que siguiendo el ejemplo anterior una revista

cuya materia es la música debería de ser de interés para todos los aficionados a la música.

Sin embargo si omitimos la segmentación correcta, la variedad de espectro “Música” en

lugar de acercar lectores los alejará justamente por su algo grado de masividad.

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La segmentación es también un paso inevitable en las revistas institucionales. Está claro

que su campo de acción es, por definición, más amplio.

En general en las revistas de interés institucional hay dos motivaciones no siempre

explícitas. En tanto funcionan como instrumentos de difusión de políticas, tienen, como

objetivo expresar la función gestionaría (esto es, logros, participaciones y cambios

producidos en la institución desde una perspectiva positiva) y, a la vez, destacar las

actividades de los encargados o responsables de esa institución.

Así, hay dos razones que caminan en paralelo y le dan sentido al producto. La difusión de

la gestión es su cara visible, nítida y evidente. Por ello no es casi nunca polémica en lo que

se reviere a su sentido de utilidad. Su otra faceta puede ser un tanto más críptica, ya que

procura posicionar positivamente al o los responsables de los supuestos beneficios de la

administración institucional.

Atención con esta segunda vuelta de página de la revista institucional por dos motivos:

primero, porque claramente se trata de posicionar a una o varias personas que tienen un

interés “personal” por trascender políticamente. Segundo y más grave, porque así la

revista institucional establece una forma de censura tácita. Es decir, en ella solo pueden

consagrase las bondades de la institución y las de sus responsables, lo que implica ocultar

o negar sus déficit o incompetencias. Frente a ello el editor puede optar por hacer la

revista o negarse a ello, pero es un punto a considerar porque de esa trampa no se sale

indemne. A veces el tamaño de las expectativas sobre ese tipo de revistas es tan grande

como grande es el ego de quienes nos las encargan.

En cualquier tipo de negociación previa a la edición que se pudiera hacer con quienes nos

encargan la revista nunca ingresará la puesta en evidencia de las debilidades de la

institución y mucho menos la incorporación de voces que hablen en contra de ella.

En definitiva, una revista institucional tiene como objetivo difundir las bondades de la

institución. Esa es su política institucional.

Hecha esta aclaración, volvamos al concepto de segmentación.

La primera segmentación es natural a la institución. La dirección editorial apuntará a un

público concreto. Por caso, supongamos el funcionamiento de una revista de un gremio

cualquiera. Ella intentará llegar a sus afiliados. Las formas de distribución aquí son

mayormente sencillas.

Aunque el gremio se expandiera geográficamente por todo el país e inclusive por otros

países, no resultará difícil encontrar mecanismos para llegar a la casa de cada uno de los

afiliados. Esto por supuesto tiene un costo financiero. En el acuerdo con quienes nos

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contratan para hacer la revista debe quedar claro quién será el encargado de hacer

funcionar esa maquinaria y de financiarla.

Decimos que es sencillo el mecanismo de distribución ya que -siguiendo con el mismo

ejemplo- los gremios tienen los registros personales de cada uno de sus afiliados. Lo que

escasamente poseen es una base de datos sobre las necesidades o expectativas de cada

uno de ellos.

Por eso, en una revista institucional conviven las informaciones políticas y las

informaciones de servicios para esos afiliados. Evidentemente la captación de la atención

de esos lectores estará dada básicamente por la difusión adecuada de los servicios que

presta el gremio a sus afiliados. No obstante la actividad gremial se ha vuelto indisoluble

de la actividad política, por eso no es menor la inclusión de editoriales, entrevistas, actos,

columnas y puntos de vista que den cuenta del proyecto político y su dimensión

ideológica.

Entonces, el proceso de segmentación se producirá al interior de la revista y según

categorías que el editor considere oportunas. Por ejemplo, en un determinado gremio, las

edades de los afiliados pueden oscilar entre los 18 y los 65 años, más o menos. Está claro

que las expectativas de los afiliados según su edad serán diferentes: un campeonato de

fútbol no incluye a los mayores de cincuenta así como un convenio con una óptica

difícilmente involucre a los menores de treinta. Ahí cobra dimensión la elección de los

elementos de diseño que ajustarán la comunicación entre la revista y la característica

receptiva de su público. La difusión de un descuento o un reintegro para lentes de

aumento no puede tener el mismo tamaño de tipografía que el reglamento para el torneo

de futbol. Y si la tiene, en los dos casos deberá utilizarse un cuerpo tipográfico de fácil

lectura, nunca un cuerpo tipográfico homogéneo, es decir igual para todos. Parece una

obviedad, pero no lo es.

Hay experiencias de fracasos de revistas para empresarios que se vieron despreciadas por

su rústica, por la calidad del papel o simplemente por la calidad de la tinta, que le

ensuciaba los puños a lectores de camisa blanca.

Así como conocemos vanidosas revistas que van dirigidas a un público encuadrado en la

categoría ABC 1, también sabemos de revistas que apoyan la difusión de problemáticas

sociales. Estas están orientadas a brindar un apoyo cuando no una fuente de acceso al

trabajo a los sectores más postergados.

La mayoría de estas últimas no se comercializan en los kioscos de revistas y muchas veces

se venden en la vía pública cara a cara. Su tarea es loable y por supuesto

periodísticamente muy digna.

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No obstante, sería hipócrita incluirlas en este manual por ahora, ya que avanzamos

teóricamente hacia el espacio de la autogestión. Lo que incluye simbólicamente producir

una revista para obtener un rédito económico. Tal vez alguien pueda lograr la conjunción

de las dos motivaciones: ayudar a los demás y ganarse un mango. De hecho, muchos lo

logran, pero es cierto que también muchos fracasan. Y hay quienes que en este sistema

capitalista prefieren apostar por una inversión que rinda frutos en moneda contante y

sonante.

No estamos ponderando aquí sobre cómo debemos mirar el mundo, nuestra percepción

del Periodismo se puede comprender mejor en otros artículos de la cátedra o en nuestra

valorización del ejemplar Richard Kapuszcinki. Con ello basta. Esto es un manual y no un

ensayo crítico sobre la prensa.

Empero, en el marco del trabajo final para el Taller de Producción Gráfica II, si algún

estudiante proyecta una iniciativa de estas características bienvenida será. Aunque debe

aclararse que por innovadora que sea la idea debe necesariamente contener una lógica

de producción que no esté ajena a su realización formal. Ya avanzaremos sobre esto al

momento de generalizar el formulario para la edición de revista.

Para sellar nuestra opinión, vamos a citar Juan José Hernández Arregui y con esa cita

acordar con él, cuando señala que (…) “La mayoría de los intelectuales se refugian en la

abstención política, que es una forma del sometimiento. Tales intelectuales con parte del

espectáculo colonial. Dígase cuanto se quiera, la realidad que circunda al intelectual es

política y su silencio es político. El silencio de los intelectuales se llama traición al país.

Para ellos, ser escritor es lograr publicidad a costa de cualquier prevaricato. Por eso, en

tanto masajistas del éxito social, no son más que fugaces pasajeros del prestigio sin

honra. Y el pueblo los ignora. Hablan de libertad, pero medran a la sombra del sistema

que deroga la libertad del pueblo. Si los intelectuales se apartan de la política no es por

superioridad del espíritu, sino por cobardía y adhesión, tácita o explícita, al colonialismo.

Por eso, tales intelectuales, en los programas de radio o televisión se expresan con

palabras a medias, triviales, conformistas, alejadas de los problemas candentes del país

(…)”.

Circunstancias subjetivas

En cuanto a las revistas de interés comercial que señaláramos más arriba, conviene

expresar que las mismas gozan de una jerarquía cultural que otros medios podrían

envidiarle.

La revista es para la cultura occidental más que un diario. Contiene lo que se denominan

artículos de fondo, notas de investigación, generalmente distinguidas ilustraciones,

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entrevistas en profundidad y otros elementos que le dan sustancia y características

propias.

Buena parte de las editoriales comerciales más conocidas han subsistido

económicamente gracias a la calidad de sus productos y no es casual que en su

publicación dominical los diarios para incrementar sus ventas incluyan en el paquete una

revista.

Las características conceptuales, artísticas y sobre todo la acabada calidad de su material

gráfico (nos referimos al papel, su gramaje y textura) permiten la inclusión de

importantes avisos publicitarios.

Se sabe que este no es un tiempo en que las revistas subsistan gracias a sus ventas (hay

excepciones), sino que lo hacen gracias a las publicidades que comercializan. Las grandes

marcas quieren grandes avisos. La dimensión de esos avisos no está afectada por el

centimetraje que ocupan en la página, sino por su ubicación y calidad de exhibición. Otro

parate.

Aquí tenemos que pensar en un circuito muy perverso. Veamos. Pensemos en una de las

denominadas grandes marcas. Cualquiera de ellas. Por caso una marca de automóviles.

Imaginemos que quiere difundir la salida de un vehículo de alta gama. A qué revista se lo

solicitará. Evidentemente lo requerirá a una revista que tenga como lectores a

potenciales compradores de ese auto. Para ti, Gente, Caras, serían depositarias de ese

aviso. Su calidad de factura embellecería el aviso. Esa publicidad tendría brillo, todos los

colores, y una exquisita calidad ilustrativa. Sería un aviso seductor incluido en una revista

seductora.

Ahora, la calidad gráfica del producto no es lo único que importa. Una revista de exquisita

refinación también necesita contenido. Si el aviso está destinado a un público de alto

nivel adquisitivo, el contenido también deberá estarlo; de manera que en esas revistas es

difícil, cuando no imposible, encontrar temáticas que incluyan problemáticas sociales de

las personas de menos recursos.

No vamos a encontrar allí, seguro, una investigación sobre la cantidad de chicos que

asisten a los comedores escolares aunque esa sea su única fuente de sustento alimenticio.

Sin embargo es probable hallar, en lo referido a asuntos educativos, un artículo sobre la

conveniencia o no de que los chicos lleven el celular a la escuela.

Por eso decimos que se trata de un circuito perverso, ya que al no exponer las

problemáticas más urgentes, por defecto, las oculta. Al invisibilizar la problemática, la

saca del universo público y la convierte en una negación. Un aviso también construye la

identidad de una revista. Varios avisos también construyen la identidad de un pueblo.

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Esa construcción editorial, en tiempos de una bienvenida competencia política, también

tiene un doble filo. Según la revista responda o no al proyecto gubernamental de turno

afina sus críticas para favorecer o entorpecer el quehacer del Estado.

No olvidemos que es el pueblo quien debe imponer la agenda de prioridades a un Estado

que administra sus recursos. El pueblo es soberano. Sin embargo, para evidenciar la

soberanía de sus necesidades debe hacerlo a través de los medios de comunicación.

Sabemos que la masificación de un reclamo es más poderosa que cualquier reclamo

individual. O debería serlo. Cuando ese reclamo no surge de una discusión en la opinión

pública o no es amplificado por los medios de comunicación no influye sobre la agenda

del gobierno. Por lo tanto, difícilmente se ejecuten acciones institucionales sobre esa

problemática.

Estas revistas, a veces, presentan problemas sociales, pero lo hacen con intensiones de

desgastar al gobierno al que se oponen. Muestran su déficit y ocultan sus logros. En

Latinoamérica, en el siglo XXI asistimos a un escenario en el que los medios de

comunicación monopólicos son los principales opositores a los gobiernos progresistas.

Como fantasmas artificiales actúan debajo de su sábana blanca para oficiar como voceros

del descrédito. Y lo hacen con tanta pericia que le cuentan al lector sus problemas

cotidianos, desligándolos de cualquier responsabilidad social que los incumba. Esos

lectores, para esas revistas, no son nunca responsables de lo que les sucede a ellos y a los

demás, sino víctimas. Con ello, logran motorizar un ejército de individuos pasivos que

buscan respuestas en el sentido común occidental.

Allí, en ese mundo de “sentido común” todavía anida el racismo, la discriminación, el

individualismo y la insolidaridad fogoneadas por estigmatizados estímulos de clase.

Pero, bien, dijimos que este no era un ensayo aunque nos cueste aislarnos de ese camino

opinativo y teórico. Este es un manual para la edición de revistas.

Impresión

Los tiempos de impresión de una revista, aunque aquí la tecnología ha logrado acelerarlos

notablemente, deben ser considerados convenientemente.

Una revista de 52 páginas a todo color demandará al menos un día de impresión. Eso nos

quita un día de redacción; de manera que la actualidad periodística está sujeta a las reglas

de la industria.

Por eso, un editor debe conocer el funcionamiento de una imprenta su potencialidad y

aún sus limitaciones. No todas las imprentas son iguales, no todas imprimen igual. Cada

una de ellas tiene sus características. Hay cosas que pueden resolver y hay otras que

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definitivamente demandan mayor esfuerzo y maquinarias específicas y, por ende, les

resultan imposibles.

Una rotativa es diferente a una plana y trabajar a dos tintas no es lo mismo que trabajar

en fotocromía. En fin, considerar las características y el tiempo de impresión es una

materia clave para la realización efectiva del producto que pretendemos editar.

En lo que hace a las revistas institucionales, cuando la tienen, los organismos ofrecen a los

editores sus imprentas, pero resulta que allí no pueden concretarse las ideas pergeñadas

en los bocetos.

Allí habrá que tomar una decisión: o adecuamos el producto a las características de la

imprenta de la entidad o salimos a tercerizar la impresión.

No sólo se trata de tener en cuenta la cuestión económica, sino, como se dijo más arriba,

el objetivo editorial que se persigue con el producto gráfico.

Circunstancias similares pueden ocurrirle a quienes viven en ciudades del interior o

lugares alejados de los centros urbanos de mayor producción. Allí deberán adaptarse a las

posibilidades de las imprentas locales o tendrán que llevar el material a imprentas

alejadas que puedan lograr un producto según las expectativas del editor. Como nunca,

deberán tener en cuenta los tiempos. Esto significa reunir las notas periodísticas y otros

materiales con la debida antelación.

Aun cuando todo esté perfectamente revisado y corregido y ese material pueda ser

enviado a través de un correo electrónico, es aconsejable que el editor responsable vea

una primera tirada y observe que no se produzcan errores.

Siempre hay que echar una última mirada al producto: los textos se descomponen, las

imágenes se pixelan y todo lo que podía salir mal, dramáticamente ocurre. Así que es

bueno considerar un tiempo extra para correcciones de última hora.

En efecto, el tiempo de cierre, el momento en que las páginas deben estar terminadas,

debe estar exactamente determinado. El atraso en un título es más que eso; se constituye

en el atraso de toda la revista y aún en perder el turno de impresión que se nos había

otorgado con antelación. Ojo con ello.

Hasta aquí avanzamos en algunos conceptos subalternos a la edición de una revista

propiamente dicha. No ha sido en vano, ya que las dificultades o conveniencias

expresadas hasta ahora son un botón de muestra de la ingeniería necesaria para que un

producto sea sólido en la conjunción de sus elementos.

El mito

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Para conocer y comprender la jerarquía de la revista como producto cultural hay que

hablar de su mitología.

Es conocida (y malentendida a veces) la idea, adjudicada a Jorge Luis Borges, de que no

existe nada menos relevante que el diario de ayer. La referencia, claro está, se asocia al

concepto de actualidad, es decir, en un diario las noticias en su forma fenomenológica

son remplazadas unas por otras todos los días. Los acontecimientos se repiten pero las

noticias no.

Esto es para el caso del diario pero no para la revista; un diario, salvo excepcionalmente,

no se conserva. Los archivos que existen sobre diarios tienen una función de registro,

pero no son un objeto en sí mismo. No son en sí, dependen de los lectores y de un tiempo

determinado. Por el contrario, la revista es un objeto en sí; es a la vez objeto y sujeto. Es

objeto porque es un producto y como tal admite su cosificación, pero es también un

sujeto porque tiene en sí misma una jerarquía con implicancia social, histórica y política.

Una revista es una voz, el diario es un portavoz. Así los consideramos en el plano

simbólico.

Mencionábamos en este texto que existen antecedentes de revistas en la época de la

colonia y en las etapas históricas de la Revolución e Independencia. Lejanas y precarias en

sus formas, a estas publicaciones les cabe ser consideradas revistas por las temáticas que

trataban más que por su parecido con las que conocemos en la actualidad.

La revista en el Río de la Plata es una copia de la revista europea de aquellos años, así

como lo fueron la mayoría de los productos gráficos y fundamentalmente los cánones de

lectura y escritura de ese tiempo.

Los diarios dieron sus primeros pasos como soportes de ideas políticas en un continente

sudamericano que daba sus primeros pasos como unidad autónoma, la necesidad de la

aristocracia nacional era exponer e imponer sus ideas a través de artículos y columnas de

opinión.

No será España la escuela inspiradora de esta intelectualidad europeizada sino Francia.

Sobre esta cuestión existe una visión particularmente interesante del escritor Ricardo

Piglia. Piglia propone, provocativamente, que la literatura argentina “empieza con una

frase en francés. El escritor se refiere a aquella frase que escribiera Sarmiento en su

tránsito hacia la deportación en Chile: ´Onnetuepoint les idées´ (Las ideas no se matan).

La popular frase de Sarmiento iba dirigida al federalista Juan Manuel de Rosas. No es

casual que haya sido escrita en francés. Se trata de una frase de Denis Diderot, cuya

enunciación original es “no se fusilan las ideas”. Que Sarmiento usara el francés habla de

dos cosas, en principio de ocultar ante la comitiva militar que lo trasladaba el verdadero

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significado de la frase, ya que los soldados no sabían francés y luego y tal vez

inconscientemente, revelar que las ideas más avanzadas proveían de la verbigracia gala.

Este apego y exagerada sensibilidad por la cultura francesa prosiguió e influyó en la

cultura rioplatense durante muchos años. La revista Sur, de Victoria Ocampo, es quizás la

referencia más destaca de la fascinación de la intelectualidad argentina no sólo por los

pensadores, sino por toda la sociedad francesa y europea.

Por eso decimos que la revista goza de una jerarquía que el diario no tiene. Los diarios

están básicamente escritos por periodistas, las revistas por intelectuales y “especialistas”

que además gozan y gustan de un modelo de vida occidental y destacan sus valores.

Y eso es lo que se comercializa y lo que penetra como una bayoneta en el cuerpo social de

la Argentina de mediados del siglo XIX.

No obstante, será alrededor de las revistas donde girarán debates apasionantes y

apasionados, sobre el modelo de nación y, asimismo, acerca del modelo de sociedad; el

mito de la revista está afincado en la perseverancia de sus notas y en la subsistencia en el

tiempo. La revista dice cómo se pensaba en una época determinada y permite al lector

más agudo no sólo comprender un proyecto político sino y sobre todo interpretar una

manera de ver el mundo.

Si el diario es la primera versión de la historia, la revista es un abanico de posibilidades

para entender la sociología de un país. Es a la vez sociología y antropología, con cuenta de

la sociedad y del hombre. Su mitología persiste y es indiscutible su influencia y dimensión

política.

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