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FUNDACIÓN ESPAÑOLA DE HISTORIA MODERNA VIII REUNIÓN CIENTÍFICA M Victoria López-Cordón y Gloria Franco (coords.) a La Reina Isabel y las reinas de España: realidad, modelos e imagen historiográfica

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FUNDACIÓN ESPAÑOLA DE HISTORIA MODERNA

VIII REUNIÓN CIENTÍFICA

M Victoria López-Cordón y Gloria Franco (coords.)a

La Reina Isabel y las reinas de España:

realidad, modelos e imagen historiográfica

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LA REINA ISABEL I

Y LAS REINAS DE ESPAÑA:

REALIDAD, MODELOS E IMAGEN

HISTORIOGRÁFICA

Actas de la VIII Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna

(Madrid, 2-4 de Junio de 2004) Volumen I

María Victoria López Cordón Gloria Franco Rubio

(Coordinadores)

Con la colaboración de Francisco Fernández Izquierdo

Fundación Española de Historia Moderna Madrid, 2005

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VIII Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna (Madrid, 2-4 de Junio de 2004)

COMITÉ DE HONOR

Presidencia: S.M. La Reina de España

Vocales: Sra. Dª María Jesús San Segundo Gómez de Cadiñanos, Ministra de Educación y Ciencia. Sr. D. Emilio Lora-Tamayo D’Ocón, Presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Sr. D. Carlos Berzosa, Rector Magnífico de la Universidad Complutense. Sr. D. Luis Miguel Enciso Recio, Presidente de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. Sra. Dª Mercedes Molina Ibáñez, Decana de la Facultad de Geografía e Historia de la Uni-versidad Complutense. Sr. D. José Ramón Urquijo Goitia, Director del Instituto de Historia, CSIC. Sr. D. Antonio García-Baquero, Presidente de la Fundación Española de Historia Moderna.

COMITÉ CIENTÍFICO Y ORGANIZADOR

Coordinadores: Dra. María Victoria López-Cordón Cortezo, Catedrática, Jefe del Dpto. de Historia Mo-derna, Universidad Complutense. Dr. Agustín Guimerá Ravina, Investigador Científico, Dpto. de Historia Moderna, Institu-to de Historia. CSIC.

Vocales: Dr. Francisco Fernández Izquierdo, Jefe del Dpto. de Historia Moderna, Instituto de His-toria, CSIC. Dra. Gloria Franco Rubio, Dpto. de Historia Moderna, Universidad Complutense. Dr. Víctor Peralta Ruiz, Dpto. de Historia Moderna, Instituto de Historia. CSIC.

Secretaría Técnica: Dr. José Manuel Prieto Bernabé, Dpto. de Historia Moderna, Instituto de Historia. CSIC.

La Fundación Española de Historia Moderna convocó la Reunión en junio de 2004 gracias a

la organización y apoyo de las siguientes entidades:

Universidad Complutense, Facultad de Geografía e Historia, Dpto. de Historia Moderna. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de Historia, Dpto. de Historia Moderna. Sociedad Española de Conmemoraciones Culturales.

Esta edición ha sido posible gracias a la colaboración del Ministerio de Educación y Ciencia y de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, adscrita al Ministerio de Cultura, y se edita en 2005 siendo su Presidente D. José García de Velasco.

Diseño de cubierta: Francisco Tosete y Julia Sánchez (Centro de Humanidades, CSIC), a partir de una idea de Agustín Guimerá. © De los textos, sus autores. © Fundación Española de Historia Moderna, de la presente edición. Depósito Legal: M-52128-2005 ISBN Obra completa: 84-931692-1-8 ISBN Volumen I: 84-931692-2-6 Imprime: Gráficas Loureiro, S.L. • San Pedro, 23 - 28917 Bº de La Fortuna (Madrid)

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EXEQUIAS PARA LAS REINAS DE LA CASA DE AUSTRIA

MARGARITA TORREMOCHA HERNÁNDEZ Universidad de Valladolid

RESUMEN:

Las honras fúnebres de todos los miembros de la casa real son celebraciones públicas para ensalzar a la corona, lo que explica la utilización de los mismos esquemas, ritos y manifestacio-nes públicas y estéticas. La vinculación del finado a la casa reinante, el hecho de que fueran los propios reyes los que comunicaran la luctuosa noticia, y que ellos mismos diesen los primeros y determinantes pasos para llevar a cabo los preparativos, fueron factores decisivos para la uni-formidad en los patrones celebrativos. Por otra parte, en los elementos en los que podemos encontrar algunas diferencias, fundamentalmente en aquellos de tipo estético, simbólico, etc., la costumbre, el precedente, el uso de elementos de las arquitecturas efímeras de una ocasión para otra y, sobre todo, el condicionante económico marcaron una similitud entre todos los actos de este modelo de fiesta política, dejando minimizadas unas diferencias que iban más allá de lo que hoy llamamos género.

PALABRAS CLAVE: Fiesta política; exequias reales; Austrias; Valladolid; s. XVI-XVII.

ABSTRACT:

The solemn funerals for all the royal house members are public celebrations to exalt the crown, which explains the utilization of the same public and aesthetic schemes, rites and dis-plays. The relationship of the deceased with the regnant family, and the fact that the kings themselves reported the sad news and personally took the first and determining steps to carry out the preparations, were decisive factors to achieve homogeneity in the celebrations’ pat-terns. Otherwise, the elements in which we can find some differences, are mainly those of an aesthetic, symbolic nature, etc., habits, precedents, use of short-lived architecture elements in several occasions and, most of all, in the economic component, derived in the existence of

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similarities within all the political celebrations of this kind, minimizing some differences be-yond what we presently know as gender.

KEY WORDS: Political celebration; royal funerals; Austrias; Valladolid; XVIth-XVIIth centu-ries.

El análisis de las celebraciones de exequias reales se ha realizado, en casi

todos los trabajos y monografías publicados en los últimos años, sin hacer una división entre las conmemoraciones por defunciones de reyes y de reinas. En ellos se presentan los mismos esquemas celebrativos y organizativos, para los monarcas y sus consortes como ocurre en otras fiestas de ciclo vital de la mo-narquía. Esta semejanza tiene una clara justificación si nos atenemos al senti-do último de las honras fúnebres. Este es doble: religioso y político. En el plano religioso la celebración de un entierro y sus posteriores funerales fue para toda la Europa católica un elemento fundamental de sus devociones. Todas las personas de esta sociedad sacralizada buscaban las oraciones de los demás para conseguir un buen lugar en la vida futura. Los hombres y mujeres más pobres o abandonados intentaban asegurarse las oraciones, a través de sus testamentos, sus familias, y de la participación en una o varias cofradías, en las cuales sus hermanos garantizaban su acompañamiento en la hora de su muerte y las oraciones y misas postreras, mientras que otros se imponían co-mo obra de caridad hacia el prójimo hacer esto mismo para los ajusticiados, extranjeros, pobres, etc, de tal manera que todos contasen con el apoyo de la oración para abandonar el temido purgatorio, siguiendo una más arraigada creencia popular, que lo defendido en Trento por la Iglesia. Los monarcas católicos solicitaron también de los hombres de sus reinos ese acompañamien-to, esos funerales y esas misas, para las almas de sus difuntos. Como padres y madres de sus numerosos súbditos e hijos reclamaban de estos los lógicos re-zos para alcanzar la gloria en la vida eterna.

En cuanto al político, no cabe duda alguna de que el objetivo principal fue el de ensalzar a la monarquía. De ahí que tanto la muerte de las mujeres de príncipes y reyes, o la de sus madres, como la de sus maridos o hijos tuviese la misma significación1. Siendo este el eje argumental de todas ellas, se minimi-zaron las diferencias y se siguieron los mismos patrones, independientemente de la condición o género.

La tipología de estas fiestas vinculadas al ciclo vital de los miembros de la realeza fueron, en sus claves principales, de una gran similitud. En este trabajo nos limitaremos a exponer —por lógicas razones de espacio— el esquema general de su desarrollo, presentando pautas generales. Es obvio que un pro-fundo análisis de la teoría política, de la economía y sus condicionantes, de la ejecución arquitectónica y artística en general, así como de la producción lite-raria emanada de los sermones, son claves para la comprensión de este fenó-————

1 COSANDEY, F.:, La reine de France. Symbole et povoir. Saint-Amand, 2000.

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meno, pero las abordaremos, en breve, en un trabajo de mayores dimensio-nes, que las permitidas en esta ocasión.

Las honras fúnebres de los miembros de la realeza han de ser consideradas como objeto de solemnidades públicas2, impregnadas del mismo sentido y significado que el resto de las fiestas de la monarquía. Por estar ante un suce-so, teóricamente triste, no se elimina esta connotación de celebración. De hecho, el posible dolor que debe rodear a un deceso apenas se puede percibir; fundamentalmente por dos factores. En primer lugar, muchos de los reyes o reinas fallecidos eran personas tan ajenas al pueblo, que este se limitaba a participar en aquello que se le imponía desde la propia monarquía, en princi-pio, pero de forma más cercana por las instituciones reales locales. En segundo, el tiempo transcurrido entre el óbito y los funerales permitían que el posible dolor se hubiera amortiguado. En todo tipo de sepelio de la casa real —fuese del rey o de cualquier otro miembro de la familia— era necesario dejar transcu-rrir un tiempo preciso para que las instituciones urbanas decidieran sobre el cómo, cuándo, dónde y a qué precio iban a tener lugar los actos. Sin duda, ese fue el principal factor diferenciador entre los funerales de los monarcas y los de sus consortes. En el caso de los primeros las celebraciones se posponían a la aclamación real de sus sucesores. Las honras fúnebres eran preteridas a la ale-gría por la proclamación, el rey muerto tenía entonces ya un sucesor en el que se aunaban muchas esperanzas, sus súbditos no quedaban huérfanos, y solo tras esos acontecimientos se emprendía la preparación y celebración de los funera-les. Sin embargo, en el caso de las reinas consortes, madres, o viudas de reyes, no existe una causa protocolaria que retrase la celebración, sino que las fechas estaban condicionadas fundamentalmente por la capacidad de las instituciones para desarrollar todo el escenario festivo.

El esquema celebrativo de todas las honras fúnebres de la casa de los Aus-trias, incluso podíamos decir que de sus sucesores de la casa de Borbón, tuvo más permanencias que cambios, si nos atenemos al ejemplo que representa la villa, y posteriormente ciudad de Valladolid, localidad en la que la corte resi-de con más frecuencia que en otras durante buena parte del finales del siglo XV y primera mitad del XVI3, y que se constituye en corte en los primeros

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2 …en el momento histórico que estudiamos cualquier acontecimiento relacionado con la monarquía tenía algo de fiesta, incluidos los funerales, tanto por el ceremonial que se desplegaba en ellos, expresión de la grandeza de la monarquía, como por la oportunidad que ofrecía a la sociedad de manifestar en ellos su lealtad y fidelidad al monarca, incluso después de muerto. MONTEAGUDO ROBLEDO, P.: «La exaltación de la monarquía en Valencia: poder, sociedad e ideología en las exequias de Carlos III», Studis, 16, 1990, p. 171.

3 BENNASSAR, B.: Valladolid en el siglo de Oro. Una ciudad de Castilla y su entorno agrario. Valladolid, 1983, p. 118; TORREMOCHA HERNANDEZ, M.: «Diversiones y fiestas en Valladolid durante el Antiguo Régimen», en Valladolid. Historia de una ciudad, T. II, Valladolid, 2000, p. 502; «Fiesta y ceremonial político en el Valladolid de Felipe II», Madrid y las ciudades de la monarquía. Las ciudades: vida y cultura. T.III, Madrid, 2000, pp. 181-196; BURRIEZA, J.: Una historia de Valladolid. Valladolid, 2004, pp. 98-199; pp. 221; 225-226.

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años del siglo XVII, acaparando el protagonismo que en las décadas anterio-res había representado Madrid en la demostración de las fiestas de la monar-quía. En esos casos, Valladolid contaba con la presencia de miembros de la casa real que celebraban aquí el sepelio, anticipándose a otros lugares, y, además se convertía en modelo a imitar por todas las localidades que poste-riormente se disponían a celebrar las honras, y que intentaban conocer, a tra-vés de testimonios de los organizadores de noticias de visitantes, cómo habían transcurrido aquí los actos4. Pero, cuando Valladolid perdió su condición de corte o de estancia de los monarcas se colocó en el lugar de los imitadores, solicitando de Madrid las pautas de sus actos para adecuarse a ellos en la me-dida de lo posible.

Tanto para ver esas diferencias de género, como el papel de la ciudad, un buen ejemplo, al que recurriremos más adelante, fueron los cercanos sepelios celebrados por la reina Juana y su hijo el Emperador, en Valladolid, ante la presencia de la corte, cuya cabeza era el príncipe Carlos, los de este príncipe e Isabel de Valois, coincidentes en el mismo año, y, más adelante, los de Ana de Austria y su esposo Felipe II, con algunos años de distancia. Estos sepelios tuvieron ya su desarrollo en Madrid o el Escorial, de donde llegan las noticias que marcan la pauta de la celebración vallisoletana, condicionada también, por los precedentes propios. En cualquier caso, estos son tres grupos mixtos de funerales muy cercanos en el tiempo, cuyo análisis, sin despreciar otros casos, nos pueden ayudar a presentar las conclusiones de nuestro estudio.

Las honras fúnebres se iniciaban a partir de la comunicación del óbito. Este mensaje llegaba a las autoridades: el Presidente de la Chancillería, el Corregi-dor, el Rector de la Universidad, el Obispo. Ellos eran los primeros en recibir la noticia de forma oficial e incluso extraoficial, pues en ocasiones algún regi-dor o caballero capitular presente en la corte informaba de forma particular para que la ciudad se fuese poniendo en marcha. Pero esta comunicación no podía dar el pistoletazo de salida para iniciar los preparativos. Solo la carta emitida por el rey o alguien que le representase de la casa real (caso de la princesa Juana de Portugal ante la muerte de la reina Juana), o alguno de sus validos, daba origen a los verdaderos lutos. Esas misivas recogían por lo co-mún la suficiente información en relación a cuándo y cómo se había produci-do el deceso, aunque más que la razón de la muerte las precisiones se referían al hecho de haber recibido los santos sacramentos, detalles de tipo religioso que se reiteraban en alusiones relacionadas con la buena muerte, que tanto importaba en estas sociedades sacralizadas y en las que se vertían ríos de tinta en manuales para el buen morir de los fieles. Finalmente, algunos monarcas dejaron incluso constancia del dolor personal que les causaba la pérdida. Así ocurre en el caso de Felipe II con Isabel de Valois, pero lo que puede parecer

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4 En Valladolid, en 1545, muere de sobreparto María de Portugal, primera mujer de Feli-pe II, y madre del Príncipe Carlos, pero las lagunas documentales hace que sean unas honras desconocidas. Ibid.

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un signo de amorosa distinción se desvanece si tenemos en cuenta que es casi igual a la que unos meses antes había escrito a la ciudad para avisar de la de-función de su hijo, con la salvedad de una expresión: Podeis bien considerar el dolor y sentimiento que deste casso a my me quedó5. Expresión que, como veremos, repite su hijo al enviudar.

Es curioso que la primera misiva recibida en la ciudad, cuando muere Margarita de Austria, la más querida a lo largo de estos dos siglos por los va-llisoletanos, la dirija a la ciudad en 1611 don Rodrigo Calderón, el valido del valido, que fue acusado de la muerte de la reina, y cuya desgracia comenzó en esas fechas. En este caso las referencias son mínimas, limitándose a señalar el día y la hora de la defunción6. Dos semanas más tarde llegó la carta del rey, que había sido escrita cinco días después de la muerte, firmada de su mano. En ella se decía: El Rey, Concejo, Justicia y Regimiento, Caballeros, escuderos e oficiales y hombres buenos de la muy noble ciudad de Valladolid, en tres deste, entre las nueve y las diez de la mañana fue servido de llevar para ssí a la serenísima Reyna Doña Margarita, mi muy cara y muy amada muger, de so-breparto de un ynfante, que nuestro Sr. Nos dio, aviendo recibido los santos Sacramentos con gran devoción y a mi que por su gran cristiandad, ejemplar vida y católico zelo, por el buen fin que tubo, con mucha raçón se debe esperar en su divina majestad que estará gozando de su soberana gloria, podeis vien considerar el dolor y sentimiento que este caso tran (sic) triste y travajoso y de pérdida tan grande a mi me puede quedar, de lo qual ós he querido dar aviso para que lo tengais entendido y para encargaros como tan buenos y leales vasa-llos hagais hazer demostraçiones de lutos y sentimiento que se acostumbra, que en ello nos servireis7.

El propio rey, además de comunicar algo que ya sabían, aprovechaba la ocasión para pedir que se hicieran las celebraciones, y ya dice cómo: como se acostumbra. El precedente en la organización del acto era fundamental. La reiteración de los símbolos, de los lugares, de los participantes, etc., encierra una parte sustancial del rito8. Por eso, por muchas ganas que la institución real tuviera en organizar los actos era preciso tener una comunicación oficial. Sin las noticias del rey no debía tomarse ninguna decisión, ni siquiera las eco-nómicas de carácter fundamental pero indirecto. Cuando se produjo la muer-

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5 A.M.V. (Archivo Municipal de Valladolid), Actas municipales, 13-X-1568. 6 El Corregidor recibió la noticia en la calle: …un correo le dio una carta del Sr. Don Ro-

drigo Calderón, en la que dice la Majestad Real de la Reyna Nuestra Señora, Doña Margarita de Austria, abía sido Dios servido de llevar para sí, ayer lunes del mes, a las nuebe y media de la mañana, en San Lorenzo el Real, de que daba cuenta a la ciudad, para que se hiciese la demos-tración de sentimiento… A.M.V., Actas municipales, 4-X-1611, pp. 148-150.

7 Ibid., 19-XI-1611, pp. 157vº-158vº. 8 Como ha señalado KERTZER, D.I., nuestro sistema simbólico no es una jaula que nos encie-

rra en una visión única del mundo político, sino una mezcla de acuerdos simbólicos con los que nos esforzamos, mediante una serie de negociaciones continuadas, por asignar significado a los acontecimientos. Ritual, Politics, and Power, New Haven, Yale University Press, 1988, p. 175.

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te de la primera mujer de Carlos II, María Luisa de Orleáns el concejo no quiso adelantarse por allarse la Ciudad sin la cartta acostumbrada de S.M. parti-cipándola esta noticia. Para entender el retraso comisionó a dos regidores con el fin de que visitaran la Real Chancillería y su Presidente les informara de si esta institución tenía notificación. Tampoco en el alto tribunal se había recibido epís-tola del rey, pero el Presidente del Consejo de Castilla había afirmado que esta llegaría en tres días. La confianza en sus palabras hizo que, esta vez, se iniciaran unos preparativos antes de que realmente hubiera llegado la misiva, pues esta se retrasó todavía otros quince días9. La prudencia aconsejaba esperar, pero el aprovisionamiento para los lutos hacía que los regidores no se quisieran arries-gar a posponer más unas adquisiciones cuyo precio estarían en función de la oferta y la demanda, y esta última sería alta y generalizada.

Por lo demás, las cartas de los monarcas no se detenían en señalar qué es lo que se esperaba de cada institución a la que se dirigían estas notificaciones. Simplemente, se debían hacer. El cómo, estará marcado por la práctica ante-rior. El por qué, si que se reseña, con una breve expresión que con ello nos serviréis, como dice Felipe II, tras comunicar la muerte de Isabel de Valois, o su hijo Felipe III, en la mencionada notificación de Margarita de Austria: ex-presión que constituye el resumen del sentido último —al margen del religio-so— de estas celebraciones públicas por las muertes de las reinas de la casa reinante: servir como elemento propagandístico de la monarquía.

En el caso de los fallecimientos de los monarcas se notificaba no solo la de-función, sino la necesidad de proceder a la rápida proclamación del sucesor del difunto10. Felipe III, escribía a la Chancillería de Valladolid: … el domingo passado que se contaron treze del presente, a las cinco horas de la mañana, fue nuestro señor servido de llebar para si al rrey mi señor de una larga y muy gra-ve enfermedad, abiendo recibido los santos sacramentos con gran deboción de que e tenido y me queda la pena y sentimiento que tan gran pérdida obliga aunque no es pequeño el consuelo aver acabado como tan católico y cristianí-simo príncipe, como su magestad lo fue, y así se deve esperar en la misericordia de Dios nuestro señor que estará gozando de su acatamiento de que os abemos querido dar abiso como a tan principales ministros nuestros de justicia, para que agais la demostraçión que en semejante caso se acostunbra y debe hacer y porque se escrivió a hesa çiudad que en mi nombre aga alzar el pendón de ella y que se agan las otras zeremonias y solenidades que se rrequieren y acostun-bran, os e querido tanbién dar notiçia de ello, para que por vuestra parte se acuda a lo que se suele en tal ocasión, que en ello nos servireis …11

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9 A.M.V., Actas municipales, 15-II-1689, pp. 62-63, p. 64, 2-III-1689, pp. 86-87. 10 NIETO SORIA, J.M.: Ceremonias de la realeza. Propaganda y legitimación en la Castilla

Trastámara, Madrid, 1993; VARELA, J.: La muerte del rey. El ceremonial funerario de la mo-narquía española (1500-1885). Madrid, 1990.

11 A.R.C.V. (Archivo de la Real Chancillería de Valladolid), Libro del Acuerdo nº 5, p. 287. ALVAR, E.: «Exequias y certamen por Margarita de Austria (Zaragoza, 1612)», Anales de

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En cualquier caso, tras la recepción de estas cartas nada podía justificar la no ejecución de las honras, pues lo contrario supondría una ofensa a la mo-narquía. Las dificultades económicas, que las hubo, no se podían argumentar, para no hacerlas o para modificarlas en su ejecución por las necesidades de los tiempos, reiterándose unos dispendios, solo limitados por la propia voluntad real que ordenaba la realización de estas celebraciones12.

Todas ellas se centraron en una serie de fundamentos claves: el luto, el cortejo procesional, el túmulo, la liturgia y, como elemento último, la impre-sión de relaciones sobre los actos y los sermones predicados en ellos.

Entre las primeras actuaciones estaba la de reflejar en sus propios libros de Actas municipales, del cabildo catedralicio, de claustros universitarios o del real Acuerdo, que se daban por notificados y se sentían obligados con la mo-narquía. La respuesta, dentro de unas pautas comunes, encubre en el caso de Valladolid, y en concreto de su Ayuntamiento, variaciones, que no responden al género del difunto, sino a la vinculación que este hubiese tenido con la ciudad, sobre todo cuando se trataba de nacidos en ella, como el Príncipe Carlos, Felipe II y Felipe IV, o por haber sentido al difunto muy suyo, a pesar de haber nacido muy lejos de ella, como es el caso de Margarita de Austria: Y vista por esta ciudad la dicha Real Carta, e abiéndola obedecido con el acata-miento debido, como a carta y zédula real, de su Rey y señor natural. Con la qual la ciudad recibió tan gran pena y aflición quanto el caso requiere por aber perdido y faltado a estos reynos tan gran señora y xpianísima reyna, de ques justo esta ciudad aga el sentimiento y demostración que debe, como quien más en particular debe mostrarlo por la gran voluntad y deseos con que la reyna nuestra señora Doña Margarita, que está en el cielo la haçía merced …13.

De forma inmediata, y dados por enterados, había que transmitir el pésa-me al monarca y publicar los lutos en la ciudad. Como comisionar a varias personas para que hicieran llegar el pesar al rey era muy caro, siempre que se pudo se utilizaron los servicios de representantes de la institución que se en-contraran cerca del rey, por motivos ajenos. Incluso, en ocasiones concretas, este trámite se eliminó. Carlos II, ante la muerte de su primera mujer, en su carta de notificación decía: atendiendo a la falta de medios en que se allan las ciudades y a que se ebitten gastos, se a serbido de mandar adberttir al Consejo prebenga a ttodas ellas escusen el ynbiar diputados a esta Corte a dar el pésa-

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Filología Aragonesa, XXVI-XXVII, Zaragoza, 1980, pp. 225-389; MONTANER, E.: «Las honras fúnebres de Margarita de Austria y de Felipe III en la Universidad de Salamanca», Actas I Sim-posio Internacional de Emblemática. Teruel, 1994, pp. 509-526. URREA, J.: «Exequias por la reina Margarita de Austria en Valladolid» en glorias efímeras. Las exequias florentinas por Feli-pe II y Margarita de Austria. Catálogo de exposición, Valladolid, 1999, pp. 79-85.

12 REDER GADOW, M.: «Un recuerdo para la Reina Mariana de Austria en el III centenario de su muerte: Exequias por la muerte en Málaga (16 de Mayo de 1696)» en Baetica. 18, 1996, pp. 428-429.

13 A.M.V., Actas municipales, 19-I-1611.

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me de la muertte de la Reyna nuestra Sra. que en santa gloria aya, pues sin esta demostración se alla S.M. ciertto del dolor …14.

Las instituciones reales solían ponerse entonces a trabajar, y en el caso de que hubiera pasado mucho tiempo desde las últimas honras ordenaban buscar lo registrado sobre lo hecho en esas ocasiones. En el caso anterior, en 1689, los regidores acordaron se ttrajesen a este Ayuntamiento los últimos ejempla-res del año de cuarenta y quattro, en la ocasión de la muertte de la Reyna nuestra Sra. Dña. Isabel de Borbón, y los del año de sesentta y cinco de la muertte del Rey nuestro Sr. Dn. Phelipe quartto …15. Como era común, rey y reina se admitían indistintamente como modelo.

Tanto el Corregidor desde el municipio, como el Presidente de la Chanci-llería, consideraban que era potestad suya dar el pregón a la ciudad por la muerte real, pues ambos representaban a la monarquía, y como criaturas mo-nárquicas se erigían en heraldos de sus acontecimientos. Eran el escribano mayor y más antiguo del Ayuntamiento, los alguaciles ordinarios y el alguacil de campo, vestidos con luto, en sus personas e incluso en las caballerías sobre las que iban, los que pregonaban. El recorrido por donde leían marcaba tam-bién la importancia de los espacios urbanos, y transcurría entre el Ayunta-miento y la Chancillería16.

Esta notificación o pregón recibe también el nombre de publicación de lu-tos porque es la cuestión a la cual se dedica una mayor importancia. La parti-cipación de la población tenía su más significativa aportación en la transfor-mación de sus ropas y con ello de todo el escenario urbano, que pasaba a tener un triste aspecto que a todos recordaba de forma constante la gran au-sencia, al tiempo que se suprimía la posibilidad de hacer cualquier manifesta-ción festiva17.

El luto se tornaba imprescindible en la fiesta de la muerte como espectácu-lo18 y en esta celebración es el encargado de la transformación del escenario urbano. Por ello, al margen de lo dispuesto para la realización de las honras,

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14 A.M.V., Actas municipales, 23-III-1689, pp. 111. 15 Ibid., 15-II-1689, pp. 62-63, 16 Ibid., 19-II-1689, p. 78. 17 Las fiestas quedaban prohibidas en su totalidad y en esta supresión se incluían las que se

podían celebrar en otra institución real de la ciudad, como era la Universidad. Por ello, los universitarios escogían estos períodos de lutos para solicitar al claustro la obtención de los grados mayores de licenciado y maestro. En estos actos académicos había una parte sustancial y, muy cara, de puro ornato, con procesiones, música, etc. Por ello, si las graduaciones se hací-an coincidiendo con lutos se conseguía un importante ahorro. Son por tanto los periodos de lutos fechas de graduaciones en Valladolid. TORREMOCHA HERNÁNDEZ, M.: «Universidad de Valladolid: fiestas académicas y fiestas reales en el Setecientos», en Cuadernos de Investigación Histórica, 15, 1994, p.212; «Rito y fiesta académica en la Universidad Vallisoletana de los Austrias. La trastienda de un ceremonial», en Miscelanea Alfonso IX, Grados y ceremonias en las Universidades Hispánicas. Homenaje a Águeda Rodríguez Cruz. Salamanca, 2004. pp. 45-65.

18 ARAUJO, M. BENEDITA: «O ritual da Morte. As exequias celebradas na defunçao de el rey D. Joao V», en A Festa. Lisboa, 1992, pp. 795-822.

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nada más tener conocimiento de una defunción en la casa real, podemos decir que entre las primeras preocupaciones estaba su organización. El llamado pregón o notificación de la muerte que se hacía al pueblo, contenía un apar-tado —el más prolijo— dedicado en particular a la imposición de la distinción externa del dolor. Los hombres y mujeres debían de contribuir a la transfor-mación del espacio colocándose unas ropas específicas, que recordasen a to-dos, con solo mirarse, la triste pérdida. En la notificación de lutos tras la muerte de Ana de Austria, cuarta mujer de Felipe II, se decía: … asy honbres como mujeres, de qualquier estado y calidad y condición que sean, pongan luto conforme a la calidad de sus personas, y el que conforme a su calidad no pu-diese, por lo menos trayga una caperuza de luto, y que nyngúnd honbre ni mujer trayga seda en bestido ni guarnición, ni bestidos de color, so pena de perderlo, y que todas las mujeres de qualquier estado y condición que sean traygan tocas negras, o por lo menos las tocas negras sobre el tocado, so pena que lo contrario aciendo, syendo personas de más calidad caygan e incurran en pena de beynte myll maravedíes para la cámara e fisco de su magestad e per-dimiento de sus rropas y bestidos que asy truxeren, aplicados para las personas que lo denuçiaren, e siendo las personas de menor calidad, veinte días de cárçel y dos meses de destierro desta corte y chancillería …19.

La publicación de los lutos y sus exigencias no presentaba tampoco dife-rencias entre reyes y reinas consortes. De hecho, unos años más tarde, el si-guiente pregón de lutos leído, a la muerte de su viudo Felipe II, en las partes, calles y lugares desta ciudad donde avía más concurso de jentes … era idéntico a este20, cambiando, en otras ocasiones, las cantidades por las sanciones con los tiempos, pero no en función del sexo del finado21.

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19 A.R.C.V., Libro del Acuerdo nº 4, p. 238, 1580. 20 A.R.C.V., Libro del Acuerdo nº 5, p. 287vº-288rº. 21 El texto leído en el pregón por Maria Luisa de Orleáns decía: Ha noctorio a los becinos

y moradores desta ciudad de Valladolid, estantes y abitantes en ella que su Magestad la Reyna nuestra Señora, Doña María Luisa de Orleáns que está en el zielo, fallesció y passó de esta pre-sentte bida el sábado passado, doze de este mes de febrero, a la nueve de la mañana, y semana, que es demostración de sentimientto correspondiente a esta pérdida todos los hombres y mugeres de qualquier calidad que sean traygan y se pongan luego luttos: las personas de calidad lobas y capuces y las demás conforme a su calidad y posibilidad, y por lo menos traygan capas y caperu-zas de lutto, y los forasteros que binieren de fuera a esta ciudad traygan sombreros de lutto y las mugeres se pongan lutto conforme a su calidad y posibles, y particularmente traygan tocas ne-gras, sin poner en sus personas ningún género de seda ni cossa de color, y las demás mugeres y criadas de serbizio mantillitas negras, todo lo qual cumplan luego pena a la jentte de calidad y posibilidad perdidos los bestidos que trajeren, y más duçientos ducados para la Cámara de S.M., y a los demás quinçe días de cárcel y dos años de destierro. Demás de lo qual, se manda que por las calles, plaças, arrabales, guerttas y alquirias desta ciudad de día ni de noche no aya bayles ni regocijos, ni ningún jénero de música ni se tañan ni toquen instrumentos para ello, pena de veinte mil maravedíes y diez días de cárcel a cada uno que contrabiniere a ello …. Los términos son pues muy similares. A.M.V., Actas municipales, pp. 79-80, 19-II-1689.

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El plazo en que estos lutos se debían llevar era asimismo idéntico. En la España de los Austrias la práctica más común fue la de mantenerlos durante seis meses22, aunque hubo algunas salvedades. La reina Juana, a diferencia de otros monarcas tuvo unos lutos recortados por las circunstancias, aunque qui-zás no podamos decir que más restringidos. De hecho, murió a principios de abril de 1555 y los lutos se eliminaron en marzo del siguiente año. Tras la abdicación de su hijo, al poco de su muerte, se ordenó por la infanta de Por-tugal, Doña Juana, que actuaba como gobernadora, que se agilizasen los trá-mites dedicados a la proclamación de su nieto Felipe. Para que estos gozasen de mayor esplendor se suprimieron los lutos por Juana23. Pero, en este caso, como en el de su hijo, las excepciones se podían justificar, ya que estos cere-moniales no se enmarcaban en otros de transferencia del poder, sino que re-presentaban la continuidad entre sus descendientes.

Los lutos en estos largos períodos afectaban a toda la sociedad24, pero las instituciones reales tenían la costumbre y obligación de proporcionárselos a sus miembros en su casi totalidad. Eso supuso que este capítulo de la celebra-ción de las exequias reales fuese para la Chancillería o el Ayuntamiento pro-bablemente el más gravoso. No nos podemos permitir entrar en estas breves páginas en el análisis económico de la fiesta de honras, pero en toda la docu-mentación las partidas dadas a este fin son las más pormenorizadas. De hecho, en ambas se procedía desde que se tenía la primera noticia a comisio-nar a quien pudiera ponerse en contacto con los mercaderes de paños, para adelantarse a otros muchos que también comprarían telas negras. Era necesa-rio adquirir grandes cantidades en un momento en el que la demanda era grande y la oferta no sufría variación. El tiempo no jugaba nunca a su favor. La necesidad de proveer a sus miembros de paños negros hizo que en alguna ————

22 Los Borbones introdujeron algunos cambios en un sentido reduccionista, estableciéndose a partir de 1766 tres de luto y tres de alivio, y tras la muerte de Carlos III, se opta por solo los tres de luto. MONTEAGUDO ROBLEDO, M.P.: El espectáculo del poder. Fiestas Reales en la Va-lencia Moderna. Valencia, 1995, p. 181.

23 Y el año 1555, a 4 de abril (el obispo Sandoval dice a 11) Viernes Santo (el obispo dice jueves) por la noche, en la villa de Tordesillas, falleció la reina Juana, madre del Emperador, en edad de 75 años,… y al fin solo reina en el nombre; asistida en aquel amargo trance de San Francisco de Borja, y su cuerpo fue llevado a Granada, al sepulcro de sus padres y su marido; y en el ínterin se celebraron su honras en el monasterio de San Benito el Real de Valladolid. CANE-SI ACEVEDO, M.: Historia de Valladolid. 1750, (ed. Facsimil, Valladolid, 1996, T.III, p. 222). El 24-III-1556 los señores oydores, alcaldes y fiscales y otros ofiçiales se juntaron en la Chançille-ría para yr con su merced a palacio a aconpañar al Príncipe como su alteza lo abía mandado. Hansí se juntaron el dicho sávado bíspera de rramos, sin luto que hasta ally se tenya por la dicha rreyna doña Juana. A.R.C.V., Libro del Acuerdo, n.º2, p. 132-135; 154 vº.

24 En los territorios de la monarquía el luto obligaba a todos. En otros espacios se restrin-gía a las embajadas. En Roma, los embajadores, agentes del rey o ministros españoles en esa corte debían forzosamente mudar el color en sus ropas para manifestar hacia fuera su dolor. TORREMOCHA HERNANDEZ, M.: «Ceremonial político español: fiesta y poder en Roma en la época Moderna», en RIBOT, L.A.y DE ROSA, L., (dir.): Trabajo y Ocio en la época Moderna. Madrid, 2001, p. 83.

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ocasión se apropiasen de las telas, como en 1611, cuando los regidores acor-daron que uno de los señores tenientes luego baya y envargue en todas las tiendas de mercaderes y de rropería de la ciudad todos los paños y vayetas que allare para lutos25.

Los beneficiarios de los lutos no fueron siempre los mismos, ni todos ellos recibían las mismas calidades en las telas. En el municipio existía la norma de no dar a ninguna persona lutos duplicados, aunque ejerciera más de una fun-ción, pero todo lo relativo a la percepción de los paños negros estuvo sujeto a una gran variación. En principio, podemos decir que en el Ayuntamiento los agraciados eran el Corregidor, los regidores presentes, el teniente de Corregi-dor, el Chanciller, los secretarios del Ayuntamiento, mayordomos de Propios y Obras, y los dos porteros. En la Chancillería al Presidente, oidores, juez mayor de Vizcaya, alcaldes del crimen y de Hijosdalgo, fiscales, alguacil ma-yor, abogados y procuradores de pobres, tenientes de alguacil mayor, porte-ros de cámara, repostero de estrados y portero de cadena. Además, las telas oscuras iban a transformar los espacios, pues se cubrían con ellos las salas centrales del Ayuntamiento y casi todas las salas de la Chancillería, no vol-viendo —incluso— a la actividad judicial hasta que el nuevo decorado no estaba dispuesto.

La financiación de los lutos fue sumamente gravosa, al no estar nunca pro-gramados en las partidas de gastos de la institución, pues llegaban por sorpre-sa, como la muerte. Los municipios tenían desde 1558 una prohibición de Felipe II de utilizar rentas de propios para financiarlos, por lo que frecuente-mente acudieron a gravar temporalmente el consumo de algún producto para poder hacer frente a este desembolso. Por ello, cuando se juntaban más de una defunción en el tiempo se hacían modificaciones. A la muerte de Isabel de Valois, demasiado cercana a la del Príncipe Carlos, se ordenó que los benefi-ciarios de los lutos del Ayuntamiento utilizaran los paños que se les entrega-ron en los anteriores, dándoseles una cantidad simbólica para los lutos de la reina Isabel, aplicada supuestamente a paños de menor calidad26.

La dificultad que se planteaba fue mayor en el siglo XVII que en el ante-rior, pues la ciudad atravesaba momentos más difíciles, como no dejan de recordar en las fuentes. En las exequias de María Luisa de Orleáns se decía en el regimiento: Y rreconociendo la ciudad la precisa obligación en que se alla de asistir a las demostraziones de senttimientto correspondienttes a pérdida tan grande, y la ttocan hacer, y que sus propios no lo pueden suplir, por ser tan

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25 A.M.V., Actas Municipales, pp. 148-150, 4X-1611. 26 Primero se acordó reducir la cantidad de paño de las 8 varas que se acostumbraban a 3,

atento que hace pocos días que se dio para las onras del Príncipe nuestro Sr., dense de bayeta, y por escusar la costa, por la necesidad en que al presente está esta villa. Solo tres días mas tarde el Ayuntamiento cambió de opinión y acordó que salieran todos con bayetas de luto de veintei-doseno o veinteno, y lo que se les había de dar para dicha bayeta se les de en dinero a cada uno. A.M.V., Actas municipales, 8-X-1568, 11-X-1568.

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sumamentte corttos que no alcanzan a los encargos precissos, ya que se allan muy enpeñados por los alcances que hacen sus mayordomos y que oy producen menos canttidad por la esterilidad de los tiempos …. Pero, a pesar de todo, estaban obligados. Los particulares también, aunque lo hacían sin la unifor-midad que presentaban las autoridades pero debían mantener una decencia. En el caso de los sirvientes, las telas correspondientes se las proporcionaban sus amos, que contribuían así al servicio de la monarquía. En 1611, los alcal-des de Hijosdalgo, el Juez Mayor de Vizcaya, fiscales y alguacil mayor vistie-ron a sus criados a su propia costa, y los demás a sus dependientes de la Au-diencia constearon también los lutos para sí y los suyos …. En definitiva, por una u otra vía, espacios cerrados y abiertos, casas, calles y personas se trans-formaban temporalmente, al tiempo que se prohibía toda manifestación de alegría, condicionando cualquier actividad particular o institucional.

Así, fuera del ámbito estrictamente religioso las honras se identificaban con los lutos, y estos con la transformación del espacio. El decorado funerario, en los espacios cerrados, se centraba en el uso de colgaduras negras que cubrían las paredes, dando con ello un aspecto de teatralidad, con el que se pretendía transmitir dolor y pena. Esta imposición fue común a instituciones e iglesias. En la real Chancillería, a la muerte de Margarita de Austria en todas las salas de ella se quitaron los doseles, tapices y alfombras, lo mismo en las dos gran-des del Acuerdo General y en la particular y común de los Alcaldes del Crimen, y en su lugar se puso y colgó todo de paños negros nuevos y bayetas, de modo que a cualquiera parte donde se mirase nada se veía más que un melancólico luto y tristeza27. Igualmente, cuando muere Maria Luisa de Orleáns, a pesar de los recortes ya mencionados, la casa consistorial también se transforma: se acordó se quitten las colgaduras de tterçiopelos y damascos con que está colga-da la sala del Ayuntamiento y queden blancas las paredes y se cubra de lutto el dosel y se pongan bayetas en las mesas y en el suelo que coje todo el banco de partte a partte donde se sientta el Sr. Corregidor, y lo mesmo se ponga en la sala de bisita de la Cárcel real desta ciudad …28.

El resto de los preparativos de las exequias se iniciaban desde la real Chan-cillería. Era su Presidente el encargado de dar el pistoletazo de salida, aunque luego, las distintas instituciones reales llevaran a cabo sus propias gestiones29. En todo se tenía siempre como pauta los precedentes, entre los cuales no se

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27 MARCILLA SAPELA, G.: Datos para la Historia de Valladolid, Organización por la Chanci-llería de los lutos por Margarita de Austria, 1611.

28 A.M.V., Actas municipales, 23-II-1689, p. 83. 29 En el caso del Ayuntamiento lo común era que se nombrasen unos comisarios de honras,

que se encargaban del seguimiento de todos y cada uno de los detalles, por nímios que fueran, para que así el regimiento no se tuviera que entretener en exceso con esta cuestión («por escu-sar el no ocupar a la Ciudad»), y ellos revisarían detalles, se pondrían en contacto con otras comunidades y colaboradores, etc.

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hace diferencias entre reyes y reinas30. Estos determinaban la preparación e incluso servían para dirimir cuestiones relativas al protocolo, que con fre-cuencia se suscitaban.

En estas celebraciones la faceta religiosa era la fundamental. En las honras fúnebres los actos religiosos monopolizan las actividades, aunque no los ritos. Por ello era un espacio religioso el escogido. En Valladolid fue el monasterio de San Benito el Real y la Iglesia Mayor el centro de estos actos, hasta que Felipe II la concedió el título de ciudad y con ello vino la creación de la dió-cesis, siendo tras esto la catedral la que dio cobijo a tales celebraciones. En la Iglesia Mayor tuvieron lugar las de la emperatriz Isabel31, Ana de Austria (y Felipe II), mientras que en San Benito el Real se desarrollaron las exequias de la reina Juana, a las que asistieron la princesa, su nieta, y el príncipe Dn. Car-los, hijo del rey D. Felipe II, y toda la grandeza de la corte y Consejos que es-taba en esta ciudad (y las que pronto se hicieron por su hijo Carlos)32, y en 1608 las honras por la madre de la reina Margarita de Austria. Salvo esta ex-cepción, a partir de las honras celebradas por Felipe II a finales del siglo XVI, todas las demás celebraciones fúnebres tuvieron lugar en la catedral: Margari-ta de Austria (1611), Isabel de Borbón (1644), María Luisa de Orleáns (1689), Mariana de Austria (1696), Mariana de Neoburgo (1739), etc. Sin embargo, este asunto se discutía también cuando se iniciaban los preparativos, y en el caso de Maria Luisa de Orleáns, se acordó que fuera la catedral por imposición de la estructura ornamental que se había preparado33.

Para dar un mayor lustre a esta ceremonia los organizadores invitaban en primer lugar a la Audiencia y al Cabildo catedralicio. Sin ninguna de estas dos instituciones se podía proceder. De hecho el Presidente de la Chancillería asumía la preparación de los actos, aunque luego delegase la ejecución en el municipio, y en lo relativo a procesión, pregones y lutos se consideraban am-bas con los mismos derechos. Por lo demás, la catedral no solo se sentía invi-tada, sino organizadora, en tanto que cedía el espacio para que se desarrollase la parte más importante del ceremonial. Además, se convidaba a particulares y comunidades relevantes de la ciudad; clero regular, cofradías, Niños de la Doctrina, etc. En las honras de Maria Luisa de Orleáns, primera mujer de Carlos II, se invitó a todas las religiones a hacer los oficios antes de la misa mayor, y todas aceptaron con gran estima, excepto las dos de la Compañía de ————

30 Al fallecimiento de Felipe III, el secretario mayor del Ayuntamiento dijo que se siguiera el guión establecido, … según se hiço por la Majestad Real del Rey Don Phelipe nuestro Señor, segundo de este nombre, y por los demás Reyes y Reinas que an sido en estos Reynos …, A.M.V., Actas municipales, 4-IV-1621, pp. 57.

31 Hiciéronse las honras de la Emperatriz Reina Nuestra Señora, el sábado y domingo, diez y once deste mes de mayo, en la Iglesia Mayo. Dijo la misa el presidente D. FernandoVal-dés,Obispo de Oviedo, electo de León, y predicó el Obispo de Mondoñedo…. Hicieronsé a la manera de Flandes. SANDOVAL, P.: Historia de Carlos V, cap. 24, párrafo 11.

32 CANESI ACEVEDO, M.: op. cit., p. 222. En esta misma iglesia se tuvieron, poco tiempo des-pués, las exequias por su hijo el Emperador Carlos V. Ibid., p. 224.

33 A.M.V., Actas municipales, 4-III-1689, pp. 89-90.

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Jesús, que abían respondido que en conformidad con la horden de su General abían celebrado las honrras en sus Colejios y que no tenían otra para esta asis-tencia, ni tiempo para escribir a su General, escusándose por esta racón en yr a la dicha Santta Iglesia …34.

A pesar de esta negativa, que nos puede hacer pensar que la invitación era gravosa, hemos de tener en cuenta que los así incorporados no deben de cos-tear la cera que se ha de llevar para este tipo de actos fúnebres, que era apor-tada por los organizadores. Inquisición y Universidad eran también partícipes de lo que se estaba planeando. La primera aportaba alguno de sus miembros a título individual al cortejo. La Universidad, por su parte, como institución real que era, realizaba las honras en su propio espacio. La invitación y la cera también se les proporcionaban a nobles y caballeros presentes en la villa, pues eran llamados y con su participación se enaltecía el cortejo y a la monarquía, al tiempo que todos los que en él intervenían ponían de manifiesto a los pre-sentes el lugar que tradicionalmente se les asignaba en la sociedad, aquí mag-níficamente representada.

Los actos religiosos consistían especialmente en unas vísperas, una misa de difuntos y un sermón. En este último el predicador podía ensalzar a la mo-narquía35 a través de la ponderación de la figura de la difunta, a la cual se alababa en su papel femenino, y en los valores que a la mujer se la reconocían, así como en las tareas que hubiera podido desempeñar al servicio de la coro-na. Para la reina Juana predicó en San Benito un padre benedictino un ser-món con el tema «Temer a Dios y honrar a los Reyes». En esta reina nominal se aprecia un brutal contraste entre las suntuosas honras oficiales y la misera-ble condición de pobre reclusa que mantuvo durante cuarenta y seis largos años36. Fueron numerosos los funerales que se hicieron por su alma y además de los de Valladolid se conocen bien los desarrollados en Santa Gúdula o en Habsburgo. En Sassari, Cerdeña, el predicador hace gala de esos tristes años, los cuales presenta como un radical desprecio del mundo37, lo mismo que el padre Francisco de Borja, predica en Valladolid, cuando en el 1558 se hacen las exequias por su hijo, escogiendo por tema Ecce elongavi fugiens et mansi in solitudine (Alejéme huyendo y permanecí en la soledad), y sin embargo, es bien sabido la diferencia de ambos retiros. En 1696, a la muerte de la reina Mariana de Austria, madre de Carlos II, Dn. Juan Gallardo, canónigo magis-

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34 Ibid., 24-III-1689, pp. 121-122. 35 LÓPEZ, R.J.:«La imagen del rey y de la monarquía en las relaciones y sermones de las ce-

remonias públicas gallegas del Antiguo Régimen», El rostro y el discurso de la fiesta, Santiago, 1994, pp. 197-222.

36 BETHANY, ARAM, La reina Juana. Gobierno, piedad y dinastía. Madrid, 2001, pp. 274-277. SORIA, A.; «Una antología de sermones fúnebres a Felipe II», p. 464.

37 … en el año de seis vino a España a gobernar con su marido, el cual después de cuatro meses de su reinado murió arrebatadamente. Por donde esta reina, menospreciando el mundo, viendo que no había cosa durable en él … se retrujo …. Ibid., p. 465.

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tral de la Santa Iglesia, ponderó en una fúnebre oración fúnebre sus heroicas virtudes y admirable gobierno en la menor edad de su hijo38.

Aunque como ya hemos señalado todas las instituciones reales se transfor-maban, era la Iglesia donde se celebraban las honras la que más variaciones vivía. La colocación interna se modificaba para acoger el cortejo y dar cabida al elemento definitorio: el túmulo, el eje axial de este tipo de celebración39. En Valladolid, como en todos los reinos hispánicos, se seguía desde el siglo XV la costumbre de utilizar catafalcos o túmbulos en lugar de efigies como en Fran-cia o Inglaterra40. Las celebraciones de las exequias tardomedievales marcan las pautas con unas arquitecturas con apariencia de capelardentes, con estructu-ras de madera, a manera de tabernáculo o baldaquino, de planta rectangular, y adaptadas para cobijar el féretro real, colocado sobre una tarima o unas gradas, realizadas también en madera, pero cubiertas con unos paños y adornadas de candelabros y velas41. Su realización era uno de los principales cometidos de los organizadores y su ejecución marcaba los ritmos de los preparativos. Si el cas-trum doloris no estaba dispuesto no se podían celebrar las exequias.

La reina Margarita de Austria murió el 3 de octubre y el 19 de noviembre se celebraron las exequias. Los regidores abiendo visto las condiciones hechas para el hacer del túmulo de las onrras y la postura hecha conforme a ellas por Francisco de Praves … esta Ciudad la aceptava y aceptó42. No obstante, el arquitecto planteó problemas pues no quiso comenzar la obra si no se le daba antes de empezar la mitad de lo acordado43. Este contratiempo es lógico pues-

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38 CANESI ACEVEDO, M.: op. cit., T. III, p. 553. LÓPEZ CORDÓN, M.V.: «La figura de doña Mariana de Austria: los ciclos de representación», en Luchas de género en la Historia a través de la Imagen, Málaga, 2002, T. III, pp. 7-23.

39 SOTO CABA, V.: Catafalcos reales del barroco español. Un estudio de arquitectura efímera. Madrid, 1992.

40 La costumbre de utilizar figuras de cera era inglesa y se introdujo en Francia con los Va-lois, en las exequias de Carlos VI, en 1442. La idea de tener presente a la efigie era que la Real Dignidad nunca moría y que en la imagen continuaba presente la jurisdicción del rey muerto hasta el día de su entierro. KANTOROWICZ, E. H.: Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teolo-gía política medieval. Madrid, 1985. p. 395.

41 ALLO MANERO, A.: «Origen, desarrollo y significado de las decoraciones fúnebres. La aportación española», en Lecturas de Arte, Efhitialte. Vitoria, 1989, pp. 89-104; «Organización y definición de los programas iconográficos en las exequias reales de la Casa de Austria», El rostro y el discurso de la fiesta. Santiago, 1994, pp.223-236. BARRIOCANAL LÓPEZ, Y.: Exequias reales en la Galicia del Antiguo Régimen. Poder ritual y arte efímero. Vigo, 1997.

42 El plazo de tiempo es casi idéntico al que se necesitó en León, CAMPOS SÁNCHEZ-BORDONA, M.D. y VIFORCOS MARINAS, M.I.: Honras fúnebres reales en el León del Antiguo Régimen. León, 1996, p. 97.

43 Atento está hecho el rremate de armar, hacer e pintar el túmbulo para las onrras de la reina nuestra Señora que está en los cielos, en Francisco de Praves, e fue condición para averlo de empeçar se le diesen 2.500 reales … e por no les aver dado no se a empeçado a hacer el dicho túmbulo y ansí se acordó que para que se empieze, prosiga e acave … Francisco de Madrid dé, pague y entregue luego al dicho Francisco de Praves los 2.400 reales que dándoselos … . A.M.V., Actas Municipales, 26-X-1611, p. 129. BUSTAMANTE GARCÍA, A.: La arquitectura clasicista del

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to que en la ejecución de estas obras la economía era la que mandaba. El mu-nicipio se veía condicionado por sus posibilidades económicas, de tal manera que pese a lo que se puede pensar estas arquitecturas efímeras se buscaron siempre con el menor coste posible, reutilizando estructuras o materiales de ocasiones anteriores, e impidiendo con ello la ejecución de una obra innova-dora desde el punto de vista artístico. Lo más normal era que se utilizasen trazas de maestros locales, y que la realización de este diseño se dejase en ma-nos de artesanos que se comprometieran a ejecutarlo a bajo precio, en el tiempo más breve posible. A la hora de armar el túmulo, los costes mandaban. En las honras de M. Luisa de Orleáns los cavalleros comisarios de las dichas honrras propusieron que con los maestros que dieron la ttraça para el túmulo abían tenido conferencias sobre la cantidad de su costa, y después de largas sesiones abían echo postura en siette mill rreales, y habiéndose vista la dicha ttraça que ttrajeron a este Ayuntamientto, y tratado y conferido en rraçón de ttodo ello, se acordó que en el yntterin que se toma otra rresolución los dichos caballeros agan pregonar la dicha traça y la rrematen en la persona que más baja yziere en ella …44. Al final se consiguió rebajar de estos 7.000 a 5.800 rs., pero no más, por la mucha obra de que se compone. La ciudad, a pesar de buscar los mejores precios, tenía problemas para pagar a los artesanos. Por ello, aunque estas estructuras arquitectónicas fueran más baratas que las per-manentes, en ellas pocas veces se ensayaron fórmulas novedosas, sin olvidar la importancia que tenía la imitación de otras realizadas para esos mismos fune-rales u otros anteriores en la corte. De hecho, Diego de Guzmán, para las efectuadas en la catedral por la reina Margarita de Austria señala: Entre otras cosas tenía en lo alto cuatro pirámides, a imitación de las que se pusieron en el túmulo de San Gerónimo el Real45.

La altura de estos escenarios mortuorios era un elemento esencial en su ejecución. Las distintas instituciones que en la ciudad organizaban exequias llegaban a rivalizar, no solo por el mayor esplendor de las celebraciones, sino por un catafalco de superiores dimensiones. Al túmulo acompañaban, forzo-samente, otros elementos decorativos. En 1611, para la reina Margarita, en la catedral, devajo del dicho túmulo estava una tumba grande, cubierta con un paño de bayeta negro y dos almoadas de terciopelo negro, acia la parte de la capilla mayor, y encima una corona y cetro rreal. Por su parte, en el decorado de las exequias de la universidad, se fabricó en el patio de escuelas un grande y bien trazado túmulo, cubierto con un toldo y las paredes y pilares de paños

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foco vallisoletano (1561-1640), Valladolid, 1983, p.455; FERRERO MAESO, C.: Francisco de Praves (1568-1637), Valladolid, 1995, p. 60, p. 168.

44 A.M.V., Actas municipales, 21-II-1689, p. 81,83. CAYETANO MARTÍN, C.; FLORES GUE-RRERO, P.; GALLEGO RUBIO, C.: «Honras fúnebres en el Ayuntamiento de la Villa de Madrid celebró en memoria de las reinas María Luisa de Orleáns y Mariana de Austria, y el rey Carlos II», Hispania Sacra, vol. XXXVII, Madrid, 1985, pp. 313-325.

45 DIEGO DE GUZMÁN, Vida de la Reina Doña Margarita.

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EXEQUIAS PARA LAS REINAS DE LA CASA DE AUSTRIA 355

negros y blancos o pintados de papeles llenos de todo género de ingeniosas. El material empleado era en ambos casos era preferentemente el tafetán, y en ambas caras se pintaban poesías …46. En el caso de que el túmulo correspon-diera a un monarca, se situaban dos estandartes de despedida de un rey y re-cibimiento del otro, con colores y calidades diferentes, para distinguir. A las reinas también se les hacían estandartes, aunque con algunas diferencias las armas reales. Sin embargo, con las reinas consortes se podían tomar alguna libertad, tal como incluir referencias personales a su casa de origen. Así, en el estandarte de M. Luisa de Orleáns sobre el tafetán negro y las armas de Casti-lla y León bordadas en plata, y las armas de la ciudad, se puso por remate alguna flor de lis47.

Independientemente del sexo del finado, todas las exequias completaban la teatralidad del túmulo con la presencia de cuatro reyes de armas. Se trataba de colocar a cuatro hombres —generalmente porteros del Ayuntamiento— vestidos con galas apropiadas. En las honras de Margarita de Austria, se les confeccionó un capotillo, de tafetán negro, con las armas reales por cuatro partes, muy similar y, encargado el mismo tiempo, que el estandarte.

La iglesia pues, se transformaba para dar cabida al catafalco, a los reyes de armas, al estandarte y al nutrido cortejo, por lo que la disposición de los ban-cos se tenía que modificar, incluso se cubrían sus respaldos con lutos, así co-mo todo el espacio, que se revestía con colgaduras del mismo color. El día de las honras, esa oscuridad se rompía con la introducción de las luces prove-nientes de hachas y velas encendidas. En las exequias celebradas en San Beni-to por la Archiduquesa Dña. María, que dieron ocasión para que los reyes volvieran temporalmente a la ciudad, se fabricó un levantado túmulo, cubriose la iglesia de lutos y alrededor de muchas poesías, jeroglíficos y armas … Enci-ma del túmulo en lugar preeminente con letras muy grandes y distintas que todos de lejos podían leer, estaba este honrado epitafio, que hizo el Padre Mar-tín del Río, varón insigne en letras divinas y humanas, como testifican sus es-critos: María Heroína incomparabili carola archiducis Astria conjugi Alberi Barbaria Ducis, filia Inperatoris Ferdinandi neptitrium Paginarum matri fide religione pietate misericordia operibus ilustrisima societatis Jesu optime merita patrona, momentum maroris et affectus sui posuit Pincia. Vipit in hac valle miseri annis 57 vivit aeternum in oelis spe . et desiderio comuni48. Fuese cual fuese el espacio escogido, se alteraba en su totalidad, para honrar al muerto, a la dinastía y a la monarquía. Por otra parte, entre los participante, fieles ser-vidores de esa monarquía, el protocolo establecía sus distintos rangos. El es-pacio religioso, sin dejar de serlo, se convertía en escenario político. La cerca-

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46 Ibid., A.M.V., Actas municipales, 19-XI-1611, p. 180; pp.185-186. GALLEGO, J.: «As-pectos emblemáticos en las exequias españolas de la casa de Austria», Goya, nº 187-188, Ma-drid, 1985, pp. 120-125.

47 A.M.V., Actas municipales, 30/31-III-1689, p. 126vº. 48 Exequias celebradas en San Benito el Real por la Serenísima Archiduquesa Dña. María, 1608.

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MARGARITA TORREMOCHA HERNÁNDEZ 356

nía o lejanía del túmulo era la clave para situar a cada uno de los asistentes en su relación con el poder y, en consecuencia, las pugnas salían a la luz. No era mero protocolo lo que se defendía en los reiterados enfrentamientos, sino las correspondientes cotas de participación en la exaltación de la monarquía.

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En definitiva, varias son las diferencias entre las exequias reales del rey y de la reina, si bien, como hemos defendido desde el comienzo de este trabajo, no son las que cabía esperar, máxime si tenemos en cuenta, que salvo los ca-sos de Juana —con todas sus excepciones— y Mariana de Austria, que actúa como regente, ninguna de ellas realizaron tareas de gobierno. Sin embargo, las honras fúnebres de la monarquía son celebraciones públicas para ensalzar a la corona y por ello es común la utilización de los mismos esquemas, ritos y manifestaciones públicas y estéticas.

La vinculación a la casa reinante, el hecho de que fueran los propios reyes los que comunicaran la luctuosa noticia, y que ellos mismos diesen los prime-ros y determinantes pasos para llevar a cabo los preparativos fueron factores decisivos para que los planes de estas fiestas respondieran a los deseos de la corona y al también deseo de las instituciones reales por agradar a esta. Por otra parte, en los factores en los que podemos encontrar algunas diferencias, fundamentalmente en aquellos de tipo estético, simbólico, etc., hemos de se-ñalar que la costumbre, el precedente, el uso de elementos de las arquitecturas efímeras de una ocasión para otra y, sobre todo, el condicionante económico marcaron una similitud entre todos los actos de este modelo de fiesta política, dejando minimizadas unas diferencias que iban más allá de lo que hoy llama-mos género.