la psicologia del soltero entre el mito y la realidad

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I

Juan Antonio Bernad

94

LA PSICOLOGÍA DEL SOLTERO

Entre el mito y la realidad

C r e c i m i e n t o p e r s o n a l

C O L E C C I Ó

N

'eren

Desclée De Brouwerí3*

Queda prohibida, salvo excepción previsto en la ley, cualquier forma de

reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin

contar con la autorización de los titulares de propiedad intelectual. I.a infracción de

los derechos mencionados puede *u>r constitutiva de delito contra la propiedad

intelectual (arts. 270 y sgts. del Código Penal). El Centro Español de Derechos

Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

© Juan Antonio Bernad, 2004

© EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 2004 1 lenao,

6 - 48009 Bilbao www.edcsclee.com i n fo<§edesclee

.com

Diseño de colección: Luis Alonso

Printed iti Spain ISNB: 84-330-1852-3

Depósito Legal: BI-357/04

Impresión: RGM, S.A. - Bilbao

Te recuerdo, por s¡ no habías reparado en ello, que

hay tres estados imperfectos, la soltería, el

matrimonio u todos los intermedios

!

ÍNDICE

Presentación ................................................................................................. 11

Saludo a los lectores, solteros y casados.................................................... 15

Los solteros: sus múltiples caras y sus numerosos

interrogantes ....................................................................................... 17

Mis convicciones personales y los objetivos de este libro ... 22

1. La soltería y sus dimensiones psicológicas ............................................ 31

Diferentes concepciones de la soltería ............................................ 33

Una tipología provisional de la soltería ........................................... 74

2. Solteros, ¿por qué? ................................................................................... 93

Razones psicológicas de la soltería ................................................... 95

El mito de "la media naranja" y la casualidad ................................ 113

Los factores ambientales o determinismo sociológico de

la soltería.......................................................................................... 117

Las mujeres solteras, ¿caso especial? ...............................................122

3. La vida del soltero: sus luces, sus sombras .......................................... 125

Rápida ojeada a las ventajas e inconvenientes de la

soltería ............................................................................................. 131

Los solteros: ¿juegan con ventaja? .................................................... 133

Inconvenientes en la vida del soltero ................................................161

__ . -rr/~ --

I-A PSICOLOGÍA 1 ) 1 1 SOI TF.KO: IÍNTKIII L MITO Y LA KIíALIDAD

4. El futuro de* los solteros: Los solteros en el futuro y su

desarrollo personal ................................................................................................. 223

Crecimiento personal del soltero: supuestos, experiencias

y metas .............................................................................................. 225

Directrices básicas para un programa de desarrollo pleno del soltero256

5. Apertura del soltero a l.i vida en pareja y al matrimonio ... 263

Encontrarás tu pareja donde menos lo esperas ................................ 268

Correr el riesgo de acertarte a la persona que te interesa . .270 El

salto al conocimiento personal y al amor pleno de

pareja ............................................................................................... 272

Las parejas de hecho y la supresión de los vínculos jurídicos

de pareja ........................................................................................... 285

Decálogo para solteros ........................................................................ 292

Anotaciones y comentarios al libro de Carmen Alborch (1999):

Solas. Gozos y sombras de una matiera.de vivir. Madrid:

Temas de Hoy, 7* ed ............................................................................ 295

Referencias bibliográficas............................................................................ 321

PRESENTACIÓN

Hasta fechas recientes, en el mundo occidental más del noventa por

ciento de los adultos estaban casados y, actualmente, ocho do cada diez

divorciados europeos se vuelven a casar antes de transcurrir los cinco años

siguientes a su ruptura matrimonial. En España, una de cada cuatro

personas en edad de casarse está soltera. ¿Por qué se casaba la mayoría y

hoy crece el número de solteros?, ¿es la soltería una cuestión de elección o

algo forzado "que te cae"?, ¿por qué no logran casarse muchos que lo

desean?, ¿tienen algo en común todos los solteros?, ¿cómo pueden alcanzar

los solteros un desarrollo pleno de su persona? Éstas y otras muchas

preguntas aparecen tan pronto como uno se adentra en el mundo de los

solos y solteros; sobre ellas tratan estas páginas.

Este manual se desmarca de todos aquellos estereotipos y estigmas con

que el pensamiento vulgar es proclive a implicarse tanto en una exaltación

a ultranza de la soltería como de quienes incurren en el atrevimiento de

despreciar con altisonantes palabras la pt>co menos que "infracondición

humana de todos los que han tenido que resignarse a la triste condición de

solteros". Mi posición es que la vida de los solteros merece tanta

consideración y aprecio como la de los casados, por lo que no tiene sentido

utilizar dos raseros a la hora

fe

11

I A 1’SKOIAK.lA 1)1 I SOI UTO): l-NIK! I I. MIIOV I A KKAI.IIMO

•Jo valorar la vida de los humanos, uno para los casados y otro dis tinto

para los solteros, longo, además, la firme convicción de que, en i uanto

grupo social, los solteros pueden ser personas tan maduras v un felices,

ricas y ambiciosas en su desarrollo personal como los < asados y que su

contribución a la buena marcha de la sociedad es ¡xrrfectamente

comparable enta* ambos grupos.

Tras varios años dedicado al estudio de la vida de los solteros, he

* «improbado que la mayoría de los juicios que se emiten en torno a los

pros y los contras de la soltería se fundamentan en un supuesto falso: que

las personas somos una especie de clones, todos iguales «•ntre sí, con

idénticas necesidades y afectados por los mismos problemas. No hacen

falta grandes esfuerzos para constatar que la realidad difiere sustancial

mente de tal versión de la peripecia humana.

No soy firme defensor de la soltería, ni tampoco del matrimonio, pues

pienso que ambos ofrecen grandes posibilidades de alcanzar una vida feliz,

de la misma manera que los dos estados están so molidos al idéntico y

largo proceso que conduce al logro de una vida rica y plena.

Este ensayo sobre la Psicología del soltero quiere contribuir al i

««conocimiento social de los valores positivos de la soltería y, al mismo

tiempo, proponer a los solteros un programa de desarrollo perenal,

especialmente en tres ámbitos, en el terreno del amor, de la . omunicación

afectiva con su entorno y del encuentro con un marco .Je vida connotado

por la serenidad y la alegría de vivir.

Al margen de intuiciones vagas y atrevidas, me gustaría dejar sentado

desde este momento que, frente a la falsa afirmación de que la soltería es

un "fallo o versión pobre ^el mundo del casado", hay *»tra vers ión más real

de la misma que la considera una situación plenamente normal y con las

mismas garantías de éxito que la experiencia vital del casado. Solteros y

casados coinciden en la condición .le personas, seres privilegiados cargados

de positividad y con capa- i idad para amar, soñar, trabajar y comunicarse

en una medida tan ¿mplia que nadie hasta el presente ha sido capa?, de

cuantificar.

PRESENTACIÓN

Abrigo la esperanza de que mis esfuerzos se verán recompensado'' con una

realidad tan gozosa como grande ha sido la ilusión que he puesto en la

elaboración de este trabajo que, con el mayor afecto y consideración hacia los

solteros, pongo en las manos de los lectores, tonto solteros como casados.

i

SALUDO A LOS LECTORES, SOLTEROS Y

CASADOS

Una de las experiencias escasamente gratificante por la que debe pasar

el profesional de la psicología es la superación de la carga de confusión

que comporta cualquier intento de iluminar alguna de las parcelas

constitutivas de la compleja vida de las personas. En mi caso, apreciado

lector, tal experiencia ha supuesto concienciarme de las perplejidades que

implica el compromiso de explorar y esclarecer el campo en el que los

hombres y las mujeres desarrollan esa inefable capacidad que todos

poseemos, dar y recibir amor dentro de la pareja. Mi punto de partida es

que, en cuanto seres humanos, tanto los solteros como los casados, estamos

igualmente llamados al amor y que poseemos todo lo necesario para

disfrutar de él recorriendo caminos sustancialmente idénticos y sólo y muy

parcialmente diferentes. En tal horizonte, estoy convencido de que una de

las experiencias más maravillosas de la vida es sentir que siempre

podemos amar y que nunca nos encontraremos en situaciones en las que

podamos decir "ya no puedo amar más y mejor, no encuentro nuevas for-

mas de mostrar el amor hacia mí mismo y a los demás, he agotado toda mi

capacidad de recibir el amor de los que me rodean".

En este ensayo me propongo explicar cómo los solteros, los que nunca

han estado casados ni vivido en pareja, los que aún no se han

fe

15

l.A PSICOLOGÍA DHL SOLTERO; ENTRK liL MITO Y LA REALIDAD

casado, los que aspiran a casarse y los que nunca se casarán pueden

realizar su vocación al amor lo mismo que los casados o emparejados y que

la soltería, el matrimonio y todos los estados intermedios, dentro de límites

que hasta el presente nadie ha sido capaz de fijar, gozan de unas

prácticamente ilimitadas posibilidades para recorrer los caminos que

conducen a la plenitud del amor entre las personas.

Fui soltero hasta los 37 años y desde entonces convivo con la misma

mujer, mi esposa, de la que por el momento no pienso separarme a pesar

do que más de una vez me he preguntado, como me han confesado haberlo

hecho muchos otros casados: ¿quién me mandaría meterme en el berenjenal

del matrimonio, qué habría sido de mi vida si hubiera optado por la

soltería, cómo vería y valoraría a mi persona en el diario discurrir por la

vida sin la cercana y penetrante mirada de otra persona que me ayuda a

saber quién soy en el fondo de mi intimidad, allí donde se toca la confusa

frontera que separa mi yo de un tú, o a salir de la indefinición que percibo

cada vez que intento comprender la unidad que implica el "nosotros" en

cuanto expresión del inextricable misterio que comporta el binomio

hombre-mujer? Acepto de buen grado que se me pueda hacer una objeción:

¿cómo puedes hablar para los solteros tú que eres un casado? La respuesta,

como en general siempre que se habla del trabajo de los psicólogos y

expertos en salud mental, es pensar que la tarea de estos profesionales es

escuchar a los demás ayudándoles a alcanzar la plenitud de vida a la que

están llamados y solucionar sus problemas, y ello tratando de ser neutrales,

a sabiendas de que la neutralidad total no se logra siempre y del todo. Por

mi parte y siguiendo el consejo de Wachtel (1999), me he prevenido hasta

donde me ha sido posible para no dejarme contaminar por lar. ideas,

generalidades y tópicos que circulan sobre el soltero, dedicándome a

proponer con toda honestidad y el más profundo de los respetos hacia mis

lectores mi personal visión acerca de la soltería en cuanto una de las

posibles formas, nunca la única, de entenderla, valorarla y vivirla. También

quiero advertirte que en mi largo discurrir por las páginas que siguen

SAI.UDO A LOS LECTORES, SOLTEROS Y CASADOS

intento apartarme en todo momento tanto del dogmatismo "esto es lo que

vale" como del escepticismo "todo vale lo mismo"; en cualquier caso, la

valoración última de lo que aquí digo te pertenece exclusivamente a ti.

Tras mi amistoso saludo inicial, te propongo algunos datos e inte-

rrogantes especialmente elocuentes para mí y algunas indicaciones acerca

de los objetivos, contenido y estructura que me han servido de pauta en la

redacción de este trabajo, con ello pretendo simplemente facilitarte la

lectura del libro que tienes en tus manos.

Los solteros: sus múltiples caras y sus numerosos interrogantes

Cuando uno se pone a hurgar en la variedad de connotaciones que

caracterizan al grupo numeroso de personas que denominamos "solteros",

aparecen muchos datos y gran número de interrogantes.

I le aquí algunos altamente significativas:

• hasta fechas recientes, en el ámbito de la cultura occidental, más del

90 por ciento de los adultos de mediana edad estaban casados y

entre el 70 y el 80 por cien de los divorciados se volvían a casar

antes de transcurrir los cinco años tras su ruptura de vida en pareja

(Kleen, 1994). A la luz de este simple hecho y al margen de

cualquier pretensión científica y sin prejuicios, surgen varias

preguntas intrigantes ¿por qué se casan unos, la mayoría, y otros

conviven al margen del matrimonio?, ¿la soltería es cuestión de

elección o algo forzado, "que te cae"?, ¿es el matrimonio una

necesidad "natural y básica" de la persona, una meta del ser

humano en cuanto tal o, por el contrario, un mero "imperativo

social"? (Jaeggi, 1995), si nacemos solos, ¿por qué tantas personas, a

todas las edades, buscan compulsivamente su media naranja? Hoy

hay consenso en afirmar que la psicología y sociología están lejos de

haber encontrado explicación suficientemente eSclarecedora a estos

interrogantes, lo que queda patente a la vista de las diferentes

interpretaciones que cabe dar a las siguientes informaciones:

17

. Y/

I.A IMUM.OGfA DI I.SOI.TKKO: INTUI-I MI. MITO Y l-A REALIDAD

• en el mundo «Kcident.il, sólo el 50 por ciento de los que se casan

consiguen salvar su matrimonio.

• de aquéllos que siguen casados, hasta otro 50 por ciento no se

sienten satisfechos en su vida de pareja, que mantienen sólo por

"deber" a la promesa de fidelidad que en su día hicieron y en

muchos casos por miedo a empezar de nuevo y en otros porque no

ven otra salida (Cray, 1992).

• según las estadísticas oficiales, en España uno de cada cuatro

españoles en edad de casarse es soltero/a lo que contrasta con la

realidad de hace 50 años cuando en amplias capas de la sociedad

española el 90 por ciento de las familias estaban constituidas por

casados y un 75 por ciento de ellas con hijos.

• en Europa, se está produciendo un aumento espectacular del

número de personas solteras o no emparejadas, hasta el punto de

que desde los años 8(1 hasta el presente dicho incremento alcanza

en muchos estratos sociales cifras superiores al 40 por ciento.

• es general la opinión de que la versión del matrimonio y de la

soltería proporcionada por los medios de comunicación social, la TV

y los ensayos sobre las relaciones entre los sexos depende

prioritariamente de la condición de soltero, divorciado o casado de

los guionistas, escritores e investigadores.

• la moderna versión de las relaciones entre el hombre y la mujer

están experimentando una apertura a variedad de formas hasta hoy

prácticamente desconocidas en nuestro ámbito cultural: 1) solteros y

solteras que comparten por largo tiempo en la cercanía su vida

diaria y laboral, incluidas sus aficiones personales y de ocio y sin

ningún atisbo de,inierés por convertirse en pareja, 2) hombres y

mujeres que tienen pareja pero viven habitualmente solos,

compartiendo parcialmente su vida y viviendo separados y sin

ningún deseo de institucionalizar su relación (LAT-Living Aparl

Togrther), 3) parejas que se consideran novios, comparten su vida

íntima personal a niveles profundos y sin embargo nunca se

plantean casarse ni vivir juntos, 4) solté-

SALUDO A LOS LECTORES, SOLTEROS Y CASADOS

ros/as que practican una convivencia esporádica con su pareja en

fines de semana o en vacaciones, sin perspectivas de matrimonio, 5)

parejas de hecho totalmente comprometidas que dicen tener terror a

dar el paso al compromiso que conlleva el matrimonio legalizado, 6)

sol teros/as que tienen pareja pero siguen viviendo habitualmente

separados y en la casa paterna, 7) parejas que conviven con parejas

diferentes en determinados períodos y en otros no, 8) solteros/as

que confiesan necesitar el complemento del otro sexo pero

reduciéndolo únicamente a la satisfacción de sus necesidades

sexuales, etc. (Lamourére, 1988; Gpolla, 1995; Alborch, 1999;

Alberdi, 2000). Curiosamente, los solteros que viven dentro de tan

amplia variedad de situaciones coinciden en dos notas: confiesan

sentirse suficientemente felices en tal modo de vida y están

decididos a no llevar más lejos su compromiso personal.

F.n función de los datos mencionados, me propongo responder en

estas páginas a preguntas como las siguientes:

• ¿por qué unos se casan y otros no?

• ¿en que se diferencian las vivencias de los solteros de las de los

casados?

• ¿por qué hay adultos que no quieren casarse?

• ¿por qué no logran casarse muchos que lo desean?

• ¿son los solteros de hoy diferentes de los de ayer?

• ¿qué tienen en común, si lo tienen, todos los solteros?

• ¿qué ha sido necesario que ocurriera para que en los momentos

actuales y en nuestra sociedad aumente el número de solteros? • ¿caminamos hacia una sociedad de solteros?

• ¿la soltería tiene sus principales causas en la sociedad o es una

conducta que hunde sus raíces en el núcleo personal del indi-

• ¿buscamos de la misma manera el amor los hombres y las mujeres?

viduo?

19

I.A FICOLOGÍA DEL SOLTERO: fiNTRF. EL MITO Y LA REALIDAD

En los últimos años y con ocasión de mis viajes por algunas capitales

europeas, he recorrido afanosamente algunas de sus librerías importantes

intentado localizar obras o estudios que clarifiquen lo que distingue en lo

psicológico a los solteros de los casados. Con el mismo objetivo he

recurrido a internet y, por ejemplo, en el amplio servidor Coogle he podido

encontrar hasta un total de 84 páginas bajo el epígrafe "psicología soltero"

y unos 120.000 webs particulares o fichas, así como otras 84 páginas sobre

el "celibato", con parecido número de webs referidos a este tema. Tras tan

amplia búsqueda, no ha sido pequeña mi extrañeza el comprobar que entre

tantas fuentes de información no existía un manual sistemático soba* la

"Psicología del soltero" y ésta ha sido una de las motivaciones más

decisivas que, como profesional de la psicología, me lia llevado a

emprender el arriesgado empeño de redactar el libro que tienes entre tus

manos. Mi motivación se acrecentó especialmente al constatar que muchos,

lo mismo solteros que casados, guiados más por los tópicos que por datos

científicos fiables y válidos, estaban implicados en el, a mi jui cio, estéril

debate de inclinarse bien a favor de una exaltación a ultranza de la soltería,

bien y por el contrario, incurren en el imperdonable atrevimiento de

ridiculizar hasta el escarnio la "despreciable situación de todos los que han

tenido que resignarse a la triste condición de solteros" (!).

Mi opinión, apreciado lector, es que las vidas de los solteros/as

merece tanta consideración y aprecio como las de los casados/as y, por

tanto, no tiene sentido utilizar dos raseros a la hora de valorar la vida de

los seres humanos, uno para los casados y otro distinto para los solteros.

Apoyándome en análisis propios y ajenos intento mostrar que los dos

estados, el de casado y soltero, tienen la misma entidad y que son dos

modos diferentes e igualmente posibles y válidos de realizarse como

persona (Schwartzberger y otros, 1995). Me desmarco, por lo mismo, de

tópicos tan insustanciados e hirientes como pensar que "si a los 25 años no

te has casado, tendrás una buena razón para sentirte avergonzado/a"

(Nothormb, 2000) o, como so los dice a las mujeres japonesas, que es tan

vergonzoso comer mucho,

SALUDO A LOS I F.CTORFS. SOI Ti: ROS Y C ASADOS

para no dejar de ser hermosas, como no tener hijos (Alborch, 2000). I’or las

mismas razones, tampoco comparto el consejo que, al parecer v según

Diógenes, dio Sócrates a uno de sus discípulos cuando le preguntó si era

mejor casarse o no: "I i a gas lo que hagas, le respondió el maestro, te

arrepentirás (...). I’em cásate, si tu matrimonio sale bien, serás feliz, y si

sale mal, serás filósofo".

Durante el tiempo dedicado a preparar este ensayo, he leído muchos

trabajos relacionados con la vivencia del amor entre personas de distinto

sexo y tengo que confesarte que mi paciente y largo recorrido por varios

miles de páginas c informes me ha permitido captar con bastante claridad

que sus autores, las más de las veces sin decirlo abiertamente, pretendían

una de estas dos finalidades contrapuestas: unos presentar el matrimonio

como la mejor solución para la persona, acompañando su argumentación

de una cierta y sublimi- nal descalificación de la soltería, y otros lo

contrario, proclamar a los cuatro vientos las cuasi ilimitadas ventajas de la

soltería, trente a las servidumbres sustanciales y graves penurias que

acompañan al matrimonio y la vida en pareja. Curiosamente y siguiendo

parecidos criterios sesgados o simplistas dicotomías, en lugar de analizar

el fenómeno de la soltería y el matrimonio mostrando sus respectivos pros

y contras, las dos posiciones mencionadas optan por los extremos del todo

o nada, blanco o negro, esto vale y esto no, y paralelamente, c?si todos

esos trabajos se muestran igualmente contundentes a la hora de

"reivindicar" el valor de sus respectivas posturas a favor

o en contra de los solteros, para lo que -y esto es a mi juicio lo más

llamativo- no se andan con tapujos intentando "demostrar" lo injusta que

es la sociedad a la hora de valorar la condición que defienden, ni muestran

el menor escrúpulo en convertir sus simples opiniones en pretendidas y

sesudas tesis científicas, lo que lleva a unos a insistir en que la historia y

las formas de relación entre los hombres y las mujeres deben permanecer

"como siempre han sido" y a otros a proclamar la imperiosa necesidad de

que "cambie el rumbo de la historia" en el modo de entender tales

relaciones. He llegado a la conclusión de que las dos posturas coinciden en

dos debilidades, por un

21

l.A I’SICOI.CXJÍA DEI.SOI l l-KO: KNTKI! III. MITO Y LA KKAI.IDAD

lado, comelen el sesgo de considerar totalmente positiva la tesis que

defienden y negativa V equivocada la contraria y, por otro y mucho más

decisivo, se olvidan di* que los sujetos que ostentamos la condición

humana gozamos de la suficiente consciencia y libertad para optar por la

soltería o el matrimonio y que en tal libertad radica precisamente el valor

definitivo del estado o condición de casado o de soltero. Mi posición parte

del principio de que cada persona, en cuanto ser irrepetible y libre, es más

que todas sus circunstancias juntas y, por lo mismo, en ningún caso tales

circunstancias bastan para explicar por qué unos se casan y otros no. listo

me obliga a adoptar la postura del analista que aspira a ser reflexivo y, a la

vez, honrado con el lector y, por ello, lo que con la mayor objetividad que

me es posible te presento es lo que he podido observar y deducir de los

datos disponibles en torno a la soltería, sin olvidarme que tienes la doble

posibilidad de decir sí o no a mis propuestas. Quiero decirte con esto que

te presento como claro lo que veo con claridad y no te ocultaré las zonas de

incertidumbre en todos los casos en que lo expuesto así me lo parezca. Una

última observación: para evitar el peligro de incurrir en los vicios de la

subjetividad y parcialidad, procuro presentar mis ideas y las ajenas con la

mayor fidelidad a las fuentes y testimonios de que he podido disponer y

sin ningún tipo de camuflaje o arriesgada interpretación personalista.

Asumo el compromiso de serte plenamente sincero.

Mis convicciones personales y los objetivos de este libro

No dudo de que me agradecerás, estimado lector, el que te proponga

una síntesis anticipada de lo que vas a encontrar en este manual, su

contenido y los objetivos que persigo; así seguramente resultará más fácil y

fructuoso el largo diálogo que nos espera mientras recorremos juntos el

contenido de estas páginas. Esto conlleva para mí, entre otros

compromisos, mostrarte desde este momento y al desnudo mis

"convicciones personales", entendidas como criterios vertebradores o

supuestos básicos con los que me he implicado en este trabajo; las resumo

en las tres siguientes.

SAI.UIX) A I.OS LECTORES. SOLTEROS Y CASADOS

1 I lay muchas i>ersione$ de la vida plena, una de ellas es la del soltero, ¡¡ne no es

mejor ni /vor que la del casado; una y otra conllevan grandes posi* ¡<¡lidades y también

numerosas limitaciones.

2 '. La vida del soltero constituye en estos momentos una experiencia psicológica y

social lujo muchos conceptos nueva que tiene poco que ver con la soltería de otros tiempos;

considero por ello necesario evitar cualquier tipo de generalización sobre ¡os solteros, lo

que me llevaría inevitablemente a incurrir en considerables y posibles márgenes de error.

y. Puesto que las personas emparejadas o aisladamente somos únicas, nada de lo que

aquí se dice sobre los solteros puede sustituir el acercamiento riguroso a la comprensión

total y última de la ‘vida de cada persona y,;tor tanto, de la tuya. Esto me invita a hacerte

una amistosa sugerencia: al margen de tu situación de casado o soltero, utiliza, modifica,

ajusta, asume, rechaza... lo que propongo aquí sin preocuparte de que te apartes o te aten-

gas a lo que digo; nada en mi propuesta es definitivo, totalmente seguro, ni sobre todo,

equivalente a la iría única de que dispones para alcanzar tu propia felicidad, que es lo que

verdaderamente te importa y me importa.

Insisto diciéndotelo de otro modo: pienso que, en cuanto grupo social,

los solteros pueden ser personas tan maduras, felices, equilibradas y tan

ricas y ambiciosas en su desarrollo personal como los casados y, por tanto,

no puedo aceptar como verdades definitivas todos aquellos enunciados

que denominamos estereotipos, creencias sociales vigentes en nuestra

sociedad que reflejan verdades a medias y equivalen, con demasiada

frecuencia, a visiones caricaturescas de la vida real de los solteros.

Objetivos de este libro

Con relación a los objetivos que me he marcado al escribir este

paquete de reflexiones quiero decirte que lo que he pretendido por encima

de cualquier otra consideración es llevar al ánimo del lector y

especialmente a los solteros una idea: el reconocimiento de que el estatuto

del soltero, tanto a nivel personal como social, guarda perfecto paralelismo

con todos aquellos valores positivos que se atribu-

23

I \ l’SICOIXXíÍA SCM.I IKO: EN IKE El. MITO Y I.A REALIDAD

vii «il i'sl.ido de casado y, en tal sentido, me gustaría contribuir al li»};ri»

de estos tres objetivos:

I". Que por su condición de casado o soltero, nadie se considere más m

menos digno de respeto que el resto de los demás adultos, ni que hava

quien se crea con razones suficientemente serias para pensar que por ser

soltero la persom carece de lo esencial para realizar- se en plenitud como el

resto de sus semejantes, y ello porque cualquier persona, por el hecho de

serlo, encarna un ser valioso, digno de recibir amor y consideración, al

margen de su opción por la soltería o la vida en pareja. Todos tenemos

nuestro haber y nuestro debe, nuestras cualidades y nuestras limitaciones

y, en consecuencia, no es adecuado pensar que el hecho de que una

persona tenga, por ejemplo, menos atractivo físico constituye un obstáculo

insalvable para disfrutar de su capacidad para ejercer la simpatía, la

honestidad, el amor y, en general, un alto nivel de desarrollo personal o

social al margen y por encima de su estatus de soltero o casado.

2". Tengo también el máximo interés en promover un mejor cono-

cimiento psicológico de la vida de los solteros que les facilite una adecuada

valoración de sí mismos y, como consecuencia, se sientan más libres para

no tener que poner en juego mecanismos de defensa tendentes a demostrar

la falsedad de los tópicos y exageradas limitaciones atribuidas a la soltería

-limitaciones, que son muy similares a las de los casados-. Espero que todo

ello redunde a la postre en un mejor conocimiento de los solteros por parte

de los casados y facilite el diálogo amistoso entre unos y otros dentro de la

red de relaciones sociales en la que todos, al margen de nuestra condición

de casados o solteros, jugamos el papel de protagonistas.

3". Por último, quisiera contribuir con mi aportación a iluminar los

caminos conducentes al desarrollo de la vida de los solteros, tanto en el

caso en que deseen dejar de serlo y pasar al estado de casados como en la

hipótesis, igualmente posible y digna, de que aspiren a permanecer s irte die

en su actual situación de soltería. En este segundo caso, todo mi empeño se

orientará a mostrar que no tiene sentido empeñarse en demostrar la

incapacidad o torpeza de los solteros

fe

SALUDO A LOS LliCPORFS, SOLTEROS Y CASADOS

para llegar a establecer con su entorno social unas buenas y sanas

relaciones en términos de entendimiento cordial, de profunda amistad e

incluso de intimidad, ni que nada tiene de extraño ni nos extra limitamos

cuando, en contra de los burdos mitos y tópicos que circulan contra los

solteros, afirmamos que en la convivencia del soltero con los demás

pueden brillar con luz propia las más valiosas y delicadas formas de amor

(Gail y Moon, 1997). Ello no significa, y esto también hay que decirlo con

toda claridad, que ninguno de los estados, ni el de casado ni el de soltero,

asegura por sí mismo una vida feliz, dado que la clave de la felicidad de

las personas depende básicamente de la gestión inteligente o pobre que

cada uno hace de las inmensas posibilidades que la vida nos ofrece de

amar, soñar, comunicamos)' compartir nuestra vida con nuestros

semejantes tanto dentro del matrimonio como fuera de él.

De que solteros hablo

Dada la variedad de situaciones que es posible incluir bajo el paraguas

del concepto "soltero", quiero comenzar proponiendo al lector una primera

aproximación al sentido que doy al término "soltero" a lo largo de mis

reflexiones. Desde mi posición, tal concepto queda delimitado por las

siguientes acotaciones:

• INCLUYO básicamente en la categoría de solteros a quienes no están ni

han estado nunca casados en sentido institucional o, lo que es lo mismo,

los que no han oficializado legalmente su convivencia en pareja; vendrían

a coincidir con los que hasta hace pocos años se incluían como soltero en el

apartado "estado" en el documento nacional de identidad (UNÍ).

• por extensión, también considero solteros a todas aquellas personas

que de hecho no viven emparejados con una pareja estable aunque

hayan mantenido relaciones eventuales o esporádicas con alguna o

varias parejas; en este sentido, soltero equivale a vida

"habitualmente no emparejada". En este grupo incluyo a los solteros

que viven con personas con las que les unen

25

I.A PSICOLOGÍA DEL SOLTERO: ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

lazos directos de familiaridad, en concreto con los padres, her-

manos, tíos, primos o sobrinos, pero con los que no mantienen las

relaciones peculiares entre un hombre y una mujer que viven

emparejados.

• EXCLUYO de la condición de solteros a los que viven solos tras haber

vivido en pareja: a los separados o divorciados legalmente o de hecho, a

los viudos/ viudas y, por extensión, a los padres y madres que conviven

con hijos habidos mientras eran solteros.

• igualmente excluyo a los gavs y lesbianas que viven solos o

emparejados, por considerar que se trata de una situación personal

que requiere diferente tratamiento de los problemas que afectan a

las personas y a los solteros en general.

En síntesis y dado que falta en español un vocablo que traduzca

adecuadamente el término inglés single (solo, singular, sin pareja) (Alborch,

1999), identifico a los solteros con las personas que "no están ni han estado

casadas", denominadas en castellano célilfes, en inglés unmarried y en francés

celibatones, al igual que hacen otros autores y es costumbre dentro de la

Comunidad Europea (Davies, 1995; Kaufmann, 1993). Por lo dicho

entenderá el lector que al adoptar este enfoque me desmarco de cualquier

posición que suponga identificar este trabajo como una teoría unitaria de la

soltería o de la vida de los "solitarios" en general; considero que tal postura

sería demasiado pretenciosa a la vez que peligrosa y arriesgada toda vez

que tratar en un mismo marco de referencia las complejas dimensiones

psicológica, social, económica, sexual, etc., de todos aquellos que no

conviven en régimen de pareja establecida es un objetivo, además de

escasamente útil, prácticamente inalcanzable. %

Contenido y estructura del libro

Con el título la psicología del soltero: entre el mito y la realidad quiero destacar

que en este ensayo me ocuparé de deslindar con la mayor claridad que me

ha sido posible dos modos de interpretar la vida del , soltero, el definido

por los mitos, estereotipos y creencias infundadas

fe

SALUDO A LOS LECTORES, SOI TEROS Y CASADOS

que circulan sobre los solteros en amplios sectores de nuestra sociedad. y

otro muy diferente y más objetivo, el que se corresponde con lo que

realmente sienten, piensan y viven aquellos adultos que por razones

diversas no viven en pareja. Este ensayo psicológico traduce mi intento,

necesariamente parcial y limitado, de describir lo que podríamos

considerar el retrato robot del soltero o, lo que es igual, los trazos más

sobresalientes de lo que se refiere a la experiencia vital de los solteros tal y

como se refleja tanto en los estudios psicológicos y sociológicos que he

podido compulsar como en función y a partir de las opiniones recogidas

por mí mismo a través de entrevistas mantenidas con un grupo

representativo de solteros sobre las que hablaré más adelante. Aprovecho

este momento para dar las gracias a todos los solteros/as que han confiado

en mí y me han concedido el honor de hacerme partícipe de su historia,

alegrías, conflictos, experiencias y secretos personales; sin su colaboración,

hubiera sido imposible expresar muchas de las ideas contenidas en estas

páginas.

Los cinco capítulos que integran el libro intentan clarificar 1) el

significado que tiene hoy la soltería, 2) cuáles son las causas o motivos que

conducen a ella, 3) qué vivencias psicológicas constituyen la experiencia

interna del soltero, 4) en qué horizonte cabe pensar que se desarrollarán en

lo personal quienes opten por vivir solteros y, por último, 5) con qué

criterios les conviene actuar a los solteros que aspiran a dejar de serlo y

formar una pareja feliz y duradera. Estos objetivos se corresponden con

otros tantos capítulos, cuyo contenido describo a continuación.

1. La soltería y sus dimensiones psicológicas. En este primer capítulo me ocupo

de definir los perfiles psicológicos y sociológicos variados y más

sobresalientes que identifican la personalidad del soltero. Debo aclarar

que, tras comprobar las dificultades experimentadas para establecer un

modelo unitario de soltero, he optado por centrar mi atención en la

variedad de situaciones en que viven los solteros proponiendo una

tipología sobre ellos que califico de "provisional" puesto que no estoy

seguro de haber reco-

27

LA PSICOLOGÍA DI I SOLTERO ENTRE El. MITO Y LA KHALIDAI)

gido en ella todos los tipos y modalidades de vivir, a lo largo del

tiempo y en nuestra sociedad, la diversidad de experiencias que

aparecen entre los solteros.

2. Solteros, ¿por qué? Este segundo capítulo analiza las causas que

conducen a la situación de soltero desde las motivaciones más

personales, como el disfrute de una mayor libertad e independencia

para orientar todos los recursos personales hacia el logro de objetivos

considerados especialmente valiosos por el soltero, pasando por el

temor al compromiso implicado en la entrega de lo más íntimo de uno

mismo a una persona del sexo opuesto, no renunciar a las específicas

posibilidades que permite la vida de soltero para afrontar

compromisos tanto en el ámbito de lo laboral como en los

intercambios personales en niveles de flexibilidad y libertad con

frecuencia inaccesibles para el casado, también cito la falta de

oportunidades en el entorno social que prácticamente hacen imposible

encontrar la "media naranja", etc., para terminar con la consideración

de la soltería en cuanto expresión de una opción claramente elegida y

libremente asumida basada en un conjunto de muy variadas razones

personales.

3. La vida del soltero: sus luces, sus sombras. Este tercer capítulo se ocupa de

describir en clave psicológica, las ventajas o luces y los inconvenientes

o sombras que conlleva la vida de soltero en las diferentes

dimensiones que configuran su vida personal: en el terreno del amor y

de la familia, de las relaciones sociales o experiencia de la soledad, de

la economía, del trabajo, de la autonomía y creatividad, de la

valoración y consideración social, del ejercicio de la propia sexualidad,

etc. El capítulo concluye afirmando que, salvando algunas diferencia^,

la lista de ventajas e inconvenientes de la vida soltera es básicamente

comparable con las ventajas e inconvenientes del casado.

4. El futuro de los solteros. Este capítulo equivale a una propuesta

o programa de desarrollo personal para aquellos que viven solteros y

quieren seguir siéndolo. Pensando en estos partidarios de la soltería,

aludo a directrices psicológicas que pueden facilitar a los

SALUDO A LOS LECTORES. SOLTEROS Y CASADOS

solteros, dentro de su peculiar situación, el logro de una vida ple- n,i y

feliz. Así, se indicarán formas de convivencia peculiares y

onriquecedoras para los solteros, sugerencias que les ayuden a superar

las situaciones problemáticas que les pueden surgir como consecuencia

de su soltería y la manera de librarse de incurrir en actitudes negativas

tales como el victimismo o la soledad como sufrimiento, etc., y sobre

todo, las múltiples posibilidades que tienen los solteros para

organizarse la vida en sentido positivo y felizmente.

i. La apertura del soltero a la vida en pareja y al matrimonio. Este último capítulo

propone un amplio listado de pautas, estrategias v criterios que, a

juicio de los expertos en el campo del amor y en relaciones de pareja,

pueden orientar al soltero que desea casarse a dar con eficacia y más

fácilmente los pasos implicados en el acercamiento, la elección y la

convivencia en una relación de pareja satisfetoria y duradera.

Para finalizar este largo saludo quiero indicarte, apreciado lector, el

criterio metodológico que he utilizado como eje vertebrador de mi

exposición: mezclo la referencia a experiencias concretas ton esquemas y

principios más teóricos, intentando que unas y otros te ayuden a encontrar

fórmulas que te faciliten el desarrollo de tu capacidad de amar en dos

direcciones, hacia tu interior, mediante el ejercicio del amor hacia todo lo

valioso que se encierra en tu persona, y hacia el exterior, amando a las

personas que te rodean; este manual apunta a la posibilidad de que una de

tales personas pueda -no necesariamente deba- ser tu pareja. Por encima de

todo, quiero desearte que en cualquiera de las situaciones que te ofrezca la

vida de soltero aciertes a encontrar personas con quienes puedas compartir

una de las realidades más bellas y profundas de la existencia humana: sentir

que vives allí donde el amor se muestra con toda su grandeza y más allá de ¡as limitaciones

que acompañan ¡a vida de esa pléyade de seres privilegiados que llamamos personas y al

que perteneces en calidad de ser único e irrepe

tible.

29

1

LA SOLTERÍA Y SUS DIMENSIONES

PSICOLÓGICAS

Quiero comenzar este capítulo indicando al lector algunos de los

supuestos que me han guiado en el largo recorrido por el espacio interior o

experiencia personal del soltero. El primero y fundamental es reconocer que

la soltería no es algo así como un concepto mono- color almacenado en

alguna parte de nuestra estantería mental, por el contrario, tiene tantas

versiones como maneras de vivirla muestran sus numerosos protagonistas,

los distintos tipos de soltero; muy especialmente he querido desmarcarme de

un vicio frecuente, simplificar grotescamente el significado de lo que en el

plano real se esconde bajo los términos de "soltero" y "soltería". Esta actitud

me viene impuesta como consecuencia de un hecho tan llamativo como

plenamente comprobado en nuestros días, el dato de que en amplias capas

de nuestra sociedad uno de cada cuatro adultos vive -o se ve obligado a

vivir- como soltero y sin pareja estable. En los momentos actuales, el

concepto de soltero es una realidad personal, psicológica y social nueva por

muchas circunstancias que más adelante examinaremos, un estatus de tal

complejidad que no permite, so pena de incurrir en vanas simplificaciones,

considerar suficientes las definiciones de soltero a partir, por ejemplo, de sus

connotaciones meramente semánticas o etimológicas -del latín solus, y en

castellano

LA I'SICOLOGÍA DLL SOLTERO: ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

•i»/o-. I\>r parecidas razones, pienso también que sonaría a visión

superficial y fatua cualquier pretensión de comprender la soltería como el

reverso o mera negación de la vida en pareja dado que, a mi juicio y en

contra de lo que frecuentemente se dice, las vidas del casado y del soltero

coinciden en amplias zonas dentro del que denominamos ámbito del

desarrollo personal. La variopinta riqueza de la vida del soltero se capta

muy pronto apenas se adentra uno en el bosque de connotaciones

sociológicas, psicológicas, familiares, jurí-

* dicas o económicas por las que ha pasado esa forma de vida indivi-

dualizada, tan escasamente estudiada como poco conocida, a la que

etiquetamos con el escueto término de "soltería", pero cuya realidad cambia

drásticamente de significado cuando se observan las profundas variaciones

y cambios que ha experimentado desde los años 50 a esta parte la dinámica

interna y externa de la vida del soltero (Cipolla, 1995; Gail y Moon, 1997). A

título de ejemplo, si hasta los años 80 en España, los solteros se podían

identificar con los que vivían solos o aislados, a partir de tal década la soledad

ya no es una característica de los "oficialmente" solteros puesto que la

cohabitación comenzó a ser un fenómeno frecuente entre las parejas

civilmente no casadas, y en los principios de nuestro s. xxi, la vida "en

pareja no legalizada" se ha convertido en una situación muy generalizada en

toda Europa, incluida España (Kaufmann, 1993). Este es el motivo de que

para definir con cierta precisión lo que significa el término "soltero" en las

numerosas y diferentes situaciones en que puede darse esta condición se

utilicen variedad de sinónimos y delimitaciones: célibe, no casado, solo,

impar, soltero joven (joven aún no casado), solterón -según la Real

Academia de la Lengua, soltero entrado en años-, solcero a los 30, 40, 50

años, etc.

Desde las consideraciones precedentes, entiendo que para abordar con

un mínimo de rigor el estudio de la soltería bajo el punto de vista

psicológico, que es el objetivo que me he propuesto, debo centrar mis

reflexiones en la conducta del soltero, comprendiendo por tal el equivalente al

conjunto de experiencias, ideas, sentimientos, posibilidades y limitaciones

que constituyen la urdimbre de la vida de

I.A SOLTERIA Y SUS DIMENSIONES ECOLÓGICAS

|0< adultos que "viven solos, bien porque no han querido, bien porgue no

han podido casarse", lo que implica que sólo indirectamente debo ocuparme

de las dimensiones de índole social, jurídica, económica, etc. que inciden en

el desarrollo de la personalidad de los solaros (Schwartzberg y otros, 1995);

en esta perspectiva, me interesan |,is vivencias del soltero en el ámbito del

amor, la familia, bienestar, soledad, ocio, trabajo, sexualidad, salud,

amistades, economía y un largo etcétera, peculiares y en algún caso

exclusivas, que caracterizan la vida diaria de los adultos no casados

(Lamourére, 1988).

Diferentes concepciones de la soltería

I {ablando de la soltería, uno de los requisitos básicos del analista os

aceptar el diferente significado que posee esta experiencia humana tanto en

función de las distintas culturas, judía, oriental, occidental, sociedades

tribales africanas o de Oceanía, etc. como en el devenir histórico dentro de

cada una de ellas; en ambas perspectivas podemos observar profundas

diferencias y sobre todo cambios que afectan drásticamente tanto a la

vivencia como a la consideración social de la soltería. Es mi propósito

centrarme preferentemente en los significados que la soltería ha tenido en el

contexto y en el devenir de la cultura occidental, lo que me llevará a repasar

su doble cara, la más oscura, coincidente con la larga lista de mitos y

estereotipos entre insultantes y compasivos con los que el sadismo colectivo

se ha cebado en una visión caricaturesca de la soltería, y su cara brillante, la

que nos muestra lo que representa para muchos de positivo y realmente la

soltería en los momentos actuales y que no es otra cosa que una forma más

de realizarse como persona.

Estereotipos y mitos sobre los solteros

Los estereotipos y los mitos son coastrucciones sociales transmitidas por

los ranales de la opinión pública que suelen introyectarse por los sujetos a

modo de imperativo obligado y difícilmente rechazable (Gil Calvo, 2000).

Normalmente, se trata de verdades a medias

33

LA PSICOIXXÍÍA DEL SOLTERO: ENTRE El. MITO Y LA REALIDAD

que tienden a traducirse en normas de conducta esclavizantes, y ello porque se

fundamentan en ideas, expectativas y juicios de valor tan irracionales como

generalmente inalcanzables, lo que los convierte para quienes se rigen por ellos en

fuente de frustración y sufrimientos; sólo las personas que han alcanzado un alto

grado de desarrollo personal son capaces de librarse de tales mitos (Rogers, 1993).

Sobre el poderoso influjo negativo de los estereotipos aplicados a la MUJER

existen abundantes y diversas testimonios; presento algunos.

"Cuando una mujer comienza a salir con hombres /.../ siente (¡ne su valor se

refuerza. La sociedad le ha dicho que debe tener un acompañante en la fiesta. un

hombre a su lado y un esposo que dé sentido a su vida. Proteger este tipo de imagen

puede tener una importancia fundamental. Se dice que las mujeres que tienen estas

cosas son las que wn bien y que las que no las tienen son digtuis de lastima. A

menudo la familia refuerza estos sentimientos. Pensamos en una mujer soltera, que

debe sojrortar que sus parientes la cuestionen porque aún no ha conseguido un

marido. Cuando la ivan con un hombre, significa que alguien la desea y que, por

tanto, tiene valor" (Cárter y Sokol, 1996, p. 244).

Gil Calvo, en su reciente obra Mafias miradas (2000), cita un ejemplo de

cómo el estereotipo es exigente con la MUJEK; "Obligación de ser limpia, arreglada,

tener buena presencia, estar delgada, ir a la moda y parecer ¡oven'1 (p. 22).

Tampoco el HOMBRE se libra de los estereotipos y, así, hablando del

matrimonio, lo identifica con este juicio de valor: "Un ascenso en ¡a escala

social que proviene de fundar un hogar y formar una familia j la que debe proteger.

Ser hombre tiene que ver básicamente con ¡a actitud de res- fwnsabdidad y con el

ejercicio firme de esta responsabilidad en relación con su casa; ser cabrón [sic] es el

resultado de no asumir esa responsabilidad.

Ser hombre y ser cabrón dependen tanto dtl éxito o fracaso en el control de las

mujeres como en la competición masculina por ellas" (ibídem, p. 264).

En el portal Fuanz Kafka, proporcionado por el servidor Google (octubre,

2002), se puede leer esta descripción estereotipada y de trágicos tintes sobre

el SOLTERO varón: "Es tan terrible quedarse soltero como ser un viejo intentando

conservar la dignidad o pasar con otros una ivlada en compañía de otras personas,

[.../no subir nunca ¡as escaleras jun-

LA SOI.TERtA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

tu a la mu/er, contar solamente con una habitación con puertas laterales que llevan

a habitaciones de extraños, traer a casa la cena en un paquete, tener que admirar a

los niños de los demás y ni siquiera poder seguir diciendo 'los tengo', componer el

aspecto y el proceder según el modelo de uno o dos solterones que se conoció cuando

uno era joven

En el terreno del amor, un estereotipo que mina muchas ilusiones vitales

es dejarse llevar por el sofisma de que "sólo el amor de pareja es verdaderamente

amor y todos los demás sustitutivos frustrantes del único y verdadero amor, el del

casado".

En el ámbito de la familia, los estereotipos pueden hacer también su mella

tanto en los hijos solteros como en los padres pues, cuando un hijo/a se

aparta de la norma "adulto casado", los padres reaccionan como si de algún

mal piopio se tratara. Si el matrimonio representa la evolución "natural" de

la familia, la soltería equivale a cierta "anormalidad", y es que los padres no

tratan ya al hijo soltero según las relaciones "padre-hijo" sino "padre adulto-

adulto". Tal situación resulta en muchos casos incómoda y es origen de

muchos sufrimientos para los padres, pues piensan que no han sabido incul-

car en los hijos el amor que lleva al matrimonio; mientras que el hijo no $e

casa, no goza de la cualidad de adulto en la familia (Schw*rtz y otros, 1995,

p. 13).

Un criterio que sirve para entender lo que puede afectar la SOLTERIA a las

personas, mujeres y hombres, es el valor altísimo e incuestionable (!) que ha

representado el MATRIMONIO en el sistema de valores vigente en la sociedad

occidental hasta la década de los 80, fechas en que el estereotipo imponía

esta regla o cliché:

"El hombre trabaja y la mujer se ocupa de la casa y del cuidado de los hijos, la

mujer es dependiente del salario del mando, y la felicidad familiar se puede alcanzar

sólo cuando se toma como patrón la fórmuh "matrimonio- pareja-madre-hijos". Por

ello, no es de extrañar que por los años 50 las cuatro primeras tareas del

adulto fueran y por este orden: elegir pareja, aprender a convivir en ella,

tenor una familia v criar a los hijos, y el no casarse significara para el hombre

algo patológico y en la mujer inferioridad biológica (Schwartz y otros, 1995,

p. 15). Por las mismas fechas, el 80 por ciento de los americanos pensaban

que las personas solteras "eran enfermos, neuróticos e inmorales" (Coontz,

1992).

35

LA rSICOLOClA DEL SOLTERO: ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

En un amplio «iludió tobrr U ollería en la Unión Europea,

(199)) hA hecho el recuento do los principales mitos

. qut drcuUn en el mundo occidental sobre los

i %ut padrrs: los visitan constantemente

M,dk» y especialmente con la madre. Esto so

U mujer soltera, a que no ha podido desa-

tan* dentro de la sociedad general; en el sol-

de un* figura medio trágica y medio ridicula

«nbt* casos, esto ocurre "porque [los hijos)

debido * que no supieron despegarse de la

¿fdr en honor a la verdad que ningún estudio

hasta hoy que los casados sientan menor

IpAdrrs que los solteros.

están centrados en sí mismos, piensan

y si llegan a casarse acaban divorciándose,

sería su escasa dedicación a los servicios

de los solteros no dedican ni una sola hora

y sólo el 9 por ciento dedican algunas pocas

y como máximo entre 5 y 10 horas semana*

|& piefiervn ocuparse del cultivo de sus manías,

de casa que renuevan y cambian constante-

ffciftlir viajes costosos, etc. En un alarde de exa-

<kdr que entre los solteros no hay santos: sólo

fueron solteros santos. Contra tales gruesas afir-

comprobar que en todos los tiempos ha habi-

litas solteros que dedicaron toda su vida a los

Intensidad canonizable y canonizada (!).

ricot esta afirmación carece de fundamento pues

Uf fl partir de los 30 años, los sueldos de los solteros y

^follare* y los solteros no son más ricos que los casa-

mát felices: esta afirmación, como tantos otros tópi-

odldo *er demostrada científicamente. De hecho, hay

LA SOLTI KIA Y SUS /v

bastantes datos a favor de que los casados son más Muxs Mlilvn menos de

insomnio, son menos propensos .1 u-ihm uWvmn. .1 sufrir de ansiedad, tienen

menor sentimiento do aiIjm so ,Mllo. valoran más, etc., por el contrario, los

sotaros son m.K pojvnsos a la bebida, a las drogas y al suicidio (55 por ciento

i’nl.v U*s solteros frente al 35 por ciento entre los europeos casada

r/ ^¡cros son más libres y tienen mas tiempo de «vio: a p um-i.i visto, parea* que sí

porque están libres del cuidado di* los v sin familia, pueden viajar solos, van

donde quieren y ,'u.tndo vjU¡o ren, gastan su dinero romo quieren y sin ri‘ndir

atontas Sin embargo y curiosamente, cuando se pregunta .1 los •.»<Ium»>s y

casados en qu¿ medida se sienten libres, los ponvnla|o*. K\x. IVS_ puesta son

similares, en torno al 31 por ciento en amln*., .,..os. sí parece ser cierto que salen

más de casa que los casados Um Mi por ciento más), pero este aspecto no es

suficiente para doi„,u .u|e- diadamente la libertad de las personas. Por otra

parlo. MIMxltl claro que dispongan de más tiempo libre puesto quo. i’Sivpluan-

do los solteros con altos ingresos que pagan el serví, 1,. ulr,,s personas, el resto

sueien tener más obligaciones oa*íetas #

Como en cualquier ámbito de la vida con alta signilu .it i,,n los mitos sobre los

solteros se dedican unos a su condona ,vrsi,iM vegatiiHi de la soltería- y otros a su

exaltación; estos lilliint*. |.ns«-ntan a los solteros como personas excepcionales,

dignas de sei admiradas e imitadas -versión positiva de la soltería-. Asi, hasta ¿|HH.I>.

„.llU.s y aún hoy en día, se vienen diciendo de los solteros/as m u, l».,s lindezas y

chismes -tal vez fuera mejor denominarlos insultantes disparates-, los más en contra,

y más bien pocos a favor.

Estereotipos en contra de la soltería

A pesar de que la soltería es una estado cuya valora, iñn »hh í,»I va ganando

puntos en sentido positivo, prácticamente nun, ,1 I.., s,d0 valorada socialmente igual

que el matrimonio; esto o* palmlr mando uno echa una mirada hacia el pasado y lo

es también ni la aelua-

fe

37

I.A l-SIC OI Ot.ÍA Dlil. SOI.TF.RO KNTRE II Mi uM I A RIVALIDAD

lidad. Los testimonios en este sentido son .IIM uníanles, como so desprende

de los datos que propongo n continua* u>n:

• las críticas dirigidas a los solteros *«• ivnumtan a los tiempos más

remotos y así se atribuye ya a Mi». .,-s una de las primeras condenas

del celibato, lo que no es d»- extrañar dada su pertenencia a una

sociedad en que la cstoi iltdad era un oproMo v los hijos corona de

los ancianos; por r.<> i.unbién la ley hebrea premiaba a los maridos

dejándoles libu-. de muchas de las cargas y obligaciones a los que los

solleu". estaban sometidos. Mucho después y en la misma línea,

M.dioma dio ejemplo del valor del matrimonio casándose a la edad

de seis artos (Díaz,

1998, p. 95).

• entre los romanos, el nombre de solteu* célibe se deriva del término

"caelebs" que aplicaban al soldado y es sinónimo de dejado,

abandonado, desamparado, árbol sin fruto, etc. Para los griegos, el

estatuto de soltero o célilv "koilos", iba asociado a la idea de cosa

hueca, vana, vacía, vio poco peso o fortaleza, árbol sin raíces, pompa

de jabón que se lleva cualquier viento (Díaz, ibídem, p. 143).

• en épocas más recientes, una visión nuiv generalizada considera a los

solteros personas indecisas y capidismuidas incapaces de realizar lo

que sí han sabido hacer los casados, llegar al matrimonio (Davies,

1995, p. 18).

• el soltero es un bicho aún no clasificado, rebelde a todas las leyes

naturales y sociales, divinas y humanas, civiles y religiosas,

monólogo empobrecido en medio del fastuoso y maravi lloso lenguaje

de los hombres, libro en blanco, ser a medias, caminante que no deja

huella de su paso, enemigo del bienestar moral de los Estados, etc.,

por eso, lo mejor que se ha podido decir de la soltería es que sólo es

buena para evitarla (Díaz, 1998).

• los solteros, en especial los de la clase media o acomodada, son

ejemplo del avaro por los cuatro costados y exponente de la

LA SOLTERÍA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

persona materialista cuyo objetivo principal es la acumulación de

riqueza (Díaz, ib ídem, p. 90).

• una actitud muy generalizada con respecto al soltero es considerarlo

un ser provisional y por tanto necesitado de otros pasos para

alcanzar su plenitud como persona; a partir de este supuesto, toma

entidad un sistema de valoraciones que se traduce en distintas

formas de insulto hacia la soltería, desde las más burdas hasta las

expresiones más sutiles de desprecio hacia todos los que, debido a su

pusilanimidad y cobardía, no habrían sabido enfrentarse a los

compromisos de la vida en pareja (Ferrándiz y Verdú, 1975).

• en la perspectiva del amor, una visión frecuente en relación con los

solteros es considerarlos sujetos adictos al "amor enfermizo" (Doueil,

2000).

• una de las conclusiones alcanzada por Nerín (2001), a través de su

reciente estudio sobre los solteros en la zona norte de Aragón, es que

para la opinión común cada soltero representa un problema y que la

única diferencia es la manera de vivirlo.

• los solteros serían personajes grotescos que, con excepción de

aquéllos que supieron sublimar sus instintos en aras de la ciencia, la

cultura o la política, como Platón, Orígenes, Miguel Ángel -decía que

se había casado con su arte-, Newton, Koosevelt, Orson Wells, etc.,

constituyen un monumento a la excentricidad (Jaeggi, 1995).

• a diferencia de aquellos hombres y mujeres maduijos que aceptan las

reglas del juego social, saben conquistar a su pareja y fundar una

familia, los solteros son cierta clase de minusválidos incapaces de

guardar la norma, raros, inadaptados e hijos de mamá, cuya cobardía

les impide llegar al compromiso del matrimonio (Cárter y Sokol,

1996; Cargan y Nlelko, 1982).

• del “solterón" se ha dicho que es el bicho más repugnante entre los

animatítos implumes: escéptico, avaro, egoísta refinado, sibarita,

contrabandista del amor por pura ignorancia de éste, vagabundo,

anzuelo de las solteras y con alma -si la tiene- de hue-

39

l.A I’SIC'OI.OGIA DEL SOLTERO: ENTRE EL MITO Y LA REAI HMD

so, comodón, moscardón, parásito, siniestro, maniático, bestia,

alimaña, bicharraco, asesino, ladrón, gusano, hoja seca, culebra boba,

buey suelto, bandido urbano, alma de zorra, pozo di* malicia, y así ,

hasta una lista de S4 “piropos" más. Son, además, holgazanes

rezumadas que, en vez de asumir las obligaciones de conlleva el

matrimonio, optan por la zanganería; por eso, no merecen la menor

atención por parte de los Estados (Díaz, ibí- dem, p. 239).

• durante el siglo xix, comenta Alborch (1999, p. 32), las solteras

aparecieron con identidad propia, al margen de sus familias, hijos,

hermanos o tíos, pero esa situación conllevó el destino de la

compasión y ridículo, convirtiéndolas en carne de cañón de la

enfermedad femenina por excelencia, la soltería, que convierte a la

soltera en criatura incompleta y no realizada, sufriente de soledad,

infeliz, inculta y confinada entre las cuatro paredes de su casa; habrá

que esperar hasta el siglo xx para que esa imagen cambie de

fisonomía.

• a pesar de que los malos tratos a los solteros se remontan, como

hemos visto, a etapas muy anteriores, fue especialmente en el siglo

xix cuando comenzaron a lanzarse contra ellos los improperios más

hirientes: se les acusa de estériles, impotentes, licenciosos,

decadentes, se les considera una amenaza para la natalidad y se les

reserva las tasas contributivas más caras. Fue también en esta época

cuando se acuñan los términos peyorativos "solterones" y

"solteronas" como equivalente de objetos de lástima, primos pobres

de la familia, libertinos, seductores temidos por los padres de familia

con hijas en flor, etc. Si el ideal de la mujer es en lo biológico la

maternidad, en lo jurídico la dependencia del marido y en lo físico el

ejemplo de belleza, la solterona aparece como todo lo contrario de la

mujer ideal (Alborch, 1999, p. 47). Por la misma época, siglo xix, el

síndrome de estigmas atribuido a los solteros llegó hasta el extremo

de que médicos y sociólogos imaginativos afirmaban que los solteros

tienen peor salud, mueren antes y se

fe

LA SOLTERÍA V SUS DIMENSIONES I‘SICOLÓGICAS

suicidan mucho más que las personas casadas, dolos que ningún

estudio científico ha logrado demostrar (l.amourére, 1988; Davies,

1995).

• desde la "teoría psicológica del apego", el tópico lleva a pensar que

los solteros son dignos de compasión puesto que su temor a convivir

afectivamente con su pareja tendría como desgraciada causa el no

haber recibido durante la infancia el amor y cuidados suficientes

para aprender a conectarse confiadamente con las demás persona?, lo

que aplicado a nuestro tema, se podría traducir diciendo que los

solteros coinciden con aquellas personas que desconfían de que el

cónyuge les pueda colmar la necesidad de sentirse suficientemente

amados (Torrabadella, 2000, p. 73).

• socialmente, los solteros han sido considerados personajes

insensibles a los bienes que representan las nuevas generaciones para

la sociedad, por lo que no son merecedores de la consideración que

los Estados dan a los casados y padres de familia en razón de su

contribución a la renovación constante que la sociedad necesita para

sentirse viva y próspera (Díaz, 1998, p. 134).

• en la medida en que el marco de referencia del adulto y la norma

generalizada para la sociedad es el matrimonio, los solteros se ven

abocados al peligro de que se les considere menos hábiles para la

"vida normal" y, por lo mismo, se les vea como personas en cierto

modo "desviadas" (Schwartzber y otros,

• a los solteros se les confunde con los solitarios y aburridos y el

estereotipo les considera víctimas de la soledad y de una minusvalía

frente a la vida en pareia; esto lleva a que a las mujeres solteras, en

concreto, no se les suela preguntar por qué se han quedado solteras,

sino por qué no se han casado y tenido hijos; y a la postre, se las

compadece por ello (Alborch,

1999, 207).

• el calificativo de "solterón" o "solterona", relativo a las personas que

"no han conseguido" emparejarse, tiene aún en nuestra

1995).

41

I A I'SICOLOGÍA DEL SOLTERO: ENTRE EL MI ID Y LA RI A! IDAD

sociedad actual una inequívoca connotación peyorativa pa rj algunos

(por otra parte, la propia expresión común "no conseguir pareja" es

un tanto reveladora). Y por el contrario, no nos es desconocida,

aunque lo ocultemos con cierto rubor, la sensación ufana de

presentamos en sociedad, ya sea en el trabajo, con los amigos, con la

familia..., con una pareja capaz de causar admiración y respeto entre

los demás (por los motivos que fuere, personales, físicos y/o

profesionales) (Yela, 2000, p. 222).

• nuestra sociedad sigue organizándose básicamente pensando en

adultos emparejados y se espera, por ejemplo, que viajemos en pareja

como si estuviéramos esperando embarcar en el arca de Noé.

Paralelamente, se favorece a la pareja a todos los niveles, dando

ventajas fiscales a los matrimonios y celebrando fiestas y días

dedicados a ensalzar la figura del padre y de la madre. Especialmente

en el caso de la mujer, el verla sola en determinadas situaciones

produce pena y compasión. A este respecto cuenta Carter-Scott,

(2000, p. 40) una curiosa y reiterativa experiencia personal: cuando

por razones de trabajo acude a un restaurante sola, el camarero de

turno, ignorante de su condición de casada, le suele preguntar ¿va

usted sola? Después de sentarse a la mesa, el mismo camarero/a le

acerca una revista con la implícita y caritativa finalidad de hacerle

más llevadera su soledad, dando por sentado, comenta esta autora,

que el no tener nadie con quien compartir ese momento equivalente a

una experiencia muy difícil de soportar.

• nuestra sociedad no entiende que para disfrutar de los demás y tener

libertad de elección en nuestras relaciones personales es primordial

aprender a aceptar e jncluso a disfrutar de la soledad, tampoco se ha

parado a pensar que pasar el rato con otra gente sólo por no estar

solos, nos empobrece. Y por eso, toda la dinámica social empuja al

matrimonio a la fuerza antes que exponerse a ser objeto de ser

tratado como raro o loco. Desde la misma actitud, está "mal visto"

que dertos puestos de responsabilidad sean ocupados por personas

que no tienen familia (Doueil,

I A SOLTLRÍA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

2000, p, 113). Esto lleva a la extraña e injusta conclusión de que, si no

quieres sufrir el acoso de tu enlomo (presiones, insultos, compasión),

solo existe una alternativa, casarte.

• hablando de los inconvenientes de la soltería, Schwarztberg y otros

(1995) se formulan esta pregunta: ¿por qué van al terapeuta los solteros?

Del estudio de múltiples casos estos autores han llegado a dos

conclusiones:

l‘\ La situación de soltero resulta un problema por cuanto implica la

desviación de las evpectatims de ¡os padres y familiares y porque la falta

de vida en pareja supone un acto de ruptura de las fases de desarrollo

personal en relación con lo que se considera evolución "natural" de la

persona, superar la fase de soltero y convertirse en casado. Esto afecta

grandemente al soltero/a.

2 ’. El apartarse de lo "normal" se traduce en muchas formas de intolerancia

y desprecio por parte de los familiares» amigos y la sociedad en

general La consecuencia para el soltero/a es la necesidad de tener que

luchar contra el prejuicio de que la soltería es un fracaso [tersonal. Esto

aparece con toda nitidez en las consultas de los psicólogos, a los que

los solteros/as acuden con vistas a que les ayuden a ''corregir'’

los;nodos ineficaces de acercara a la pareja y a “defenderá" de ¡as formas

agresivas de que son objeto.

• quiero terminar este incompleto listado sobre los estereotipos

negativos referentes a los solteros recordando al lector cuatro

anécdotas realmente expresivas:

- La primera tiene que ver con la leyenda transcrita en un plato de

cerámica y que representa un buen ejemplo de cómo la fantasía

popular moteja con tonos machistas entre ingenioso;., picaros y

despectivos los "inconfesables" desvarios sexuales de los solteros.

El contenido del texto que leí durante las Navidades de 2000 en un

bar del casco viejo de cierta ciudad española reza:

"La paloma es el pájaro de ¡a paz, el SOLTERO no deja el pájaro en paz,

¡a SOLTERA no conoce ¡a paz m el pájaro, el SOLTERON y CUARENTÓN, qué

suerte tienes, ladrón ".

43

i.a i’sicoi <h;(a IM-LSOI i i KM I \I KI i I Mnii y i a kkauimd

La segunda historia indita hasta qué punto el estereotipo vincula la

vida del adulto t on rl matrimonio. Un amigo mío com- pró

recientemente un mueble a un anticuario en una ciudad diferente do

aquella en que resillo. A la hora de trasladarlo a su domicilio, mi

amigo .sugirió la posibilidad de llevárselo en su propio coche

abatiendo para ello los asientos traseros. Ante tal propuesta, el

tendero comentó: "claro que si usted hace eso, no lo quedará espacio

para los niños". Aunque parezca sorprendente, ¡hasta para comprar

muebles hay que estar casado y tener hijos!

Me contaban recientemente que, en algunos buzones caseros, las

solteras, para ocultar su condición de tales, ponen el rótu lo "ívfiort'ü

de... -¡teguillo de su ¡impío apellido-, y también que por seguridad tienen

grabada voz de hombre en sus contestadores automáticos.

Una amiga mía soltera de cuarenta y tantos años asistió por

compromiso a una boda. A la hora del banquete, se trató de acoplar

en las mesas a los comensales, las parejas juntas y los más cercanos

familiares juntos. Mi amiga es hija única y acudió sola a la fiesta. Los

organizadores, con la mejor buena voluntad, optaron por colocar a mi

amiga junto a la única persona que quedaba "descolgada", una niña

de ocho años. Olvidándose de que la gente normal tiene sus tics en el

modo de tratar a los solteros, mi amiga reaccionó con un solemne

berrinche que todavía le dura. En mi posterior conversación con ella,

en la que me comentó el desprecio de que había sido objeto por haber

sido tratada como soltera y no como una persona adulta más, termi né

proponiéndole esta sencilla ^flexión: ¿crees que es una actitud

madura por tu parte exigir que quienes te invitaron se sintieran

obligados a olvidarse totalmente de tu condición de soltera y optaran

por tratarte sólo como adulta? Su respuesta fue muy clara a la vez

que sensata, "lo pensaré". Le recordé seguidamente un buen principio

para no pecar de intolerancia en nuestras relaciones con los demás:

"una forma de intolerancia

LA SOLTERÍA Y SUS DIMENSIONES I*SICOLÓCICAS

os exigir que los demás nos traten en lodo y siempre con criterios de

plena madurez y como nos gustaría, olvidándonos de que, con

frecuencia, somos nosotros los que debemos suplir la inconsciencia e

inmadurez de los demás".

ialcreolipos a favor de la soltería

Naturalmente y como no podía ser por menos, los solteros se han

defendido del cúmulo de insultantes estereotipos, contrarreplicando con

argumentos que muestran, frecuentemente exagerándolas, las grandes

ventajas psicológicas y sociales de la vida soltera con respecto al

matrimonio. Propongo algunas de estas acritudes defensivas:

• el hombre soltero de hoy es el que tiene la valentía de desmarcarse de la

obligación del matrimonio impuesto por la sociedad y de librarse de

la esclavitud del modelo de la masculinidad mal entendida que

conlleva ser agresivo, conquistador, casado, racional, resuelto,

mandón, competitivo, taciturno, invulnerable, dominante, etc. (Gare,

2002). #

• la mujer soltera es la que es capaz de librarse de las relaciones

enfermizas que la convierten en marioneta en manos del hombre, la

que sabe enfrentarse a su individualidad prescindiendo de aferrarse

al clavo ardiendo que supone la engañosa situación de pretender ser

feliz por el solo hecho de estar con un hombre a su lado (Ladish,

1998, p. 24).

• en el ámbito del amor y la amistad, los solteros representarían la mejor

síntesis del amor sin barreras, con sexo o sin él, desarrollando su

capacidad de amar desde todas las diferentes formas posibles de

empatia y acercamiento entre las personas; fuera de la soltería, todas

las expresiones de la afectividad están sujetas a normas estrictas y, en

cierta medida, esclavizantes, no en el caso de los solteros (Cipolla,

1995).

• bajo el punto de vista psicológico, la soltería representaría el estado

de espíritu más perfecto ya que sólo en él puede resplandecer por

encima de todos los demás el cumplimiento del

45

I.A PSICOLOGIA DELSOLTfcRO: ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

primer mandamiento impuesto a todas las personas “amar a¡ prójimo,

entendiendo que el más prójimo (próximo) es uno mismo" (Lamourére, 1988, p.

17). En este sentido, tiene plena vigencia el pensamiento de Lndish

(1998, p. 22), aunque matizando que lo que ella expresa no es algo

exclusivo de los solteros, como marca el estereotipo:

"La úniütfuente de tunar es uno mismo. A fxirtir de esta premisa podemos

atrevernos iJ abrimos ti los dennfs. Es muy difícil la relación de personas que no

se quieren a $( mismas. Cumulo consigamos apreciarnos, valoramos y timamos

inctmdicionalmente a nosotros mismos, podremos amar y devolver sentimiento

• los solteros que eligen tal condición demuestran una inteligencia

superior al resto de sus semejantes en la medida en que, con su

aislamiento voluntario de la red de opresiones a que está sometido el

casado, se sitúan con ventaja de tara a su desarrollo personal

(Kaufmann, 1993).

• ante las dificultades para acertar con una vida feliz dentro del

matrimonio, la sabiduría popular alaba la inteligencia práctica del

que opta por la soltería:

"En punto de casamiento, gobiernan de casos ciento,

noventa y nueve locura, y uno el entendimiento".

• para muchos siempre es preferible la soltería al matrimonio puesto

que todo matrimonio es, en cierto sentido, una relación desajustada y

un estado que apenas permite obtener una pequeña parte de lo que se

soñó de él antes de contraerlo (Fis- cher y Hart, 2002).

• parafraseando el pensamiento de Fray Luis de León en su Perfecta

casada, se recalca que an{e la impreparación de los cónyuges para

enfrentarse a las dificultades de la vida matrimonial, es de alabar a la

vez que legítimo optar por la soltería en la que normalmente no se

dan los grandes y muchas veces dramáticos desequilibrios que

surgen en la vida de los casados.

• se habla mucho hoy en día de la incompatibilidad entre los sexos

como consecuencia del igualitarismo promovido desde

I A SOLTERIA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

el movimiento feminista -las mujeres se quieren equiparar con los

hombres y ya se sabe que "dos polos del mismo signo se repelen"-.

Partiendo de la psicología diferencial entre los sexos, el argumento se

refuerza diciendo que la pretendida destrucción de las diferencias

entre los sexos conduce a hacer cada día más difícil el adecuado

entendimiento entre los miembros de la pareja, lo que se confirmaría

con el gran número de divorcios y desavenencias conyugales a las

que hoy asistimos. En tales condiciones, se llega a decir, el

matrimonio sería sólo apto para unos pocos, para el resto, la soltería

representa la opción más juiciosa y coherente (Fisher, 2000). Ante una

posición tan radical (!), se replica que todo lo anterior es válido pero

sólo cuando se exageran las diferencias entre los sexos y no se

atiende a lo que el hombre y a la mujer tienen en común en cuanto

personas; en esta segunda perspectiva, la oposición intersexos ya no

tiene por qué traducirse en incorn- patiblidad y el matrimonio y la

soltería representan dos estados igualmente aceptables y llevaderos

para el común de los hombres y mujeres (Alberdi y otras, 2000).

• muchos solteros, abogando por motivos semejantes al anterior,

aluden al "justificado y sano miedo" que les lleva razonablemente a

no asumir la responsabilidad de traer al mundo seres, los hijos, a los

que no están seguros de poderles hacer felices, criarlos y educarlos,

pues saben muy bien que los padres son causa muy directa de las

muchas calamidades a las que están expuestos los niños de hoy por

falta de recurso:: para atenderlos en sus necesidades básicas

(alimento, vestido, cobijo) en los países subdesarrollados, y en el

mundo desarrollado, por no disponer del tiempo necesario para

acompañar- les en su propia educación y desarrollo, debido a sus

numerosos compromisos laborales. El argumento anterior se tradice

diciendo que los solteros son plenamente conscientes de que la

humanidad no necesita sólo de individuos ni los individuos viven

sólo de la vida material y, en consecuencia, piensan que evitar el que

la sociedad se pueble de sujetos a los que no se

47

i rsit Di.ix.iA IM-J.SOLTI-KO. ENTKI; I:I \irix) YLA KHAIJDAD

los puede atender en debidas condiciones constituye un moti- vo más

que suficiente para que la soltería sea considerada como un estimable

servicio al bienestar social.

• tina muestra evidente de la superioridad de la soltería que algunos

defienden sería la falsedad de los "mitos románticos" relativos al

matrimonio: 1) el mito de que todos contamos con una "media naranja"

destinada para darnos la felicidad, 2) el mito de que el amor lo puede

todo por sí solo y conlleva necesariamente la fidelidad sexual, y 3) que

el emparejamiento (mera unión entre dos personas) es algo plenamente

natural v libre de cualquier condicionamiento sociocultural. F.n contra

de estos estereotipos, todos conocemos seguramente alguna pareja

(cuando no ñus ha sucedido a nosotros mismos) en que la validez de

estos mitos brilla por su ausencia tratándose de los casados (Yela, 2000,

p. 246).

• desde la psicología de las emociones, se argumenta a favor de la

soltería como la mejor condición para librarse del peligro en que

fatalmente (!) caen las relaciones íntimas dentro del matrimonio; estas

relaciones estables, se dice, suelen acabar en desilusión, en hastío y en

aburrimiento por falta de la dosis suficiente para la mutua

estimulación del amor en todas sus for mas, incluidas de manera

prioritaria, las relaciones sexuales. Por ello, frente al amor de pareja se

propone la forma de intimidad solteril a la manera de "cama musical":

cambiar constantemente de compañeros. Digamos de pasada, que los

defensores de este modo de entender el amor suelen subestimar la

posibilidad de desarrollar dentro del matrimonio el arte del amor y la

amistad erótica; la madurez en este campo supone aprender a crear

relaciones en las que haya tanto de excitación como de bienestar, sexo

y ternura, espontaneidad y continuidad. Y en tal sentido, un

especialista en el campo de las emociones como Kcen (1994, p. 185-190)

entiende el arte amatorio como un objetivo que se aprende no

precisamente a través de multitud de experiencias amorosas

románticas y pasajeras sino sobre la base de una relación profunda y

duradera.

I A SOI TFRÍA V SUS DIMENSIONES l*SICOLÓGICAS

• otro argumento a favor de la soltería es la dificultad de los cien tíficos y

grandes artistas para compaginar su dedicación a la creación con las

obligaciones de casado y la familia; esto expli- caría el que grandes

pensadores como Platón o Miguel Ángel optaran por la soltería.

Gardner, en su crítico análisis soba* la vida de los grandes creadores

del s. xx. Mentes creativas (1998, p. 201), describe el ejemplo prototípico

de tal dificultad encamada en la persona de Picasso: volvió loca a su

primera mujer, Olga; su amante adolescente, María Teresa Walter, se

ahorcó en 1977; su amante más intelectual, Dora Marr, sufrió una crisis

nerviosa; su nieto se suicidó bebiendo lejía concentrada cuando no se le

permitió asistir a su funeral, y su segunda mujer y viuda Jac- queline,

con quien se casó en 1961, se mató de un disparo la noche después de

haber ultimado los detalles de una exposición de su colección personal

sobre obras de Picasso. Todo lleva a pensar que, para este genio de la

pintura, la vida familiar fue acompañada de la tragedia; y, a la postre,

que la soltería hubiera sido seguramente preferible en la vida de este

gran pintor.

• otro argumento sociológico a favor de la soltería, muy socorrido entre

los partidarios de ella, es el bien social que supone el hecho de que

muchos adultos no se casen ni sometan a la sociedad a las cargas

inherentes a la superpoblación: si todos nos casáramos, se dice,

faltarían hospitales, escuelas, vivienda, etc., como ocurre en los países

con una fecundidad incontrolada.

Diferencias significativas entre los solteros y las solteras

Anticipando en parte lo que propondré más adelante sobre las grandes

diferencias existentes entre los componentes del colectivo de solteros, puede

ser esclarecedor considerar aquí lo que separa a los solteros en función del

sexo a que pertenecen, pues a las mujeres, por lo general, siempre se las ha

tratado peor que a los hombres y están sometidas a mayor número de

tensiones. Una comparación entre los rasgos peculiares entre los solteros y

solteras arroja, entre otras, estas notorias diferencias:

fe

49

LA rSKXN OGÍA DEL SOLTERO: ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

• est.í plenamente contrastado por estudios fiables que los solte-

ros jóvenes disfrutan más de la vida que sus colegas femeninas,

eso a pesar de que, en general, hay muchos datos para afirmar

que la soltería resulta a la postre más beneficiosa a las solteras

que a los solteros; todo lo cual no es óbice, por otra parte, para

que la validez de estos datos, y sobre todo, en su aplicación a

cada caso concreto, esté sometida y dependa de otros varios

factores que manifiestamente ejercen un influjo decisivo en la

experiencia de la soltería, me refiero, entre otros, al ruvel de

educación, ingresos y relaciones sociales en las que está inmer-

so el soltero/a (Davies, 1995, p. 17-18).

• la sociedad patriarcal, todavía vigente en nuestra sociedad,

entiende que debe seguir preparando a los hombres para el tra-

bajo y la responsabilidad fuera de casa, y reservar para la

mujer el ámbito de la casa y la crianza de los hijos. Como con-

secuencia de esta orientación educativa de los sexos, los solteros

varones que no triunfan en lo profesional tienden a sentirse des-

preciados por la sociedad y, paralelamente, la mujer soltera es

condenada al ejercicio de una maternidad sustitutiva y manca,

hacerse cargo de una familia que no es la suya, la de sus padres

mayores o cuidar de los niños de los hermanos, a la postre, a

vivir una soledad colmada de inseguridad, de falta de intimi-

dad o al sufrimiento de una soledad por carecer de objetivos

definidos (Alborch, 1999).

• una diferencia que marca la diferencia entre los solteros y solte-

ras es la forma distinta que tienen los hombres y las mujeres de

vivir el amor y las relaciones de convivencia con sus congéne-

res. Mientras para los hombres, el trabajo y las relaciones den-

tro de él es lo importante, para las mujeres, el contacto con las

amigas llena su vida de modo original y totalmente impensa-

ble para los hombres. ¿Quiénes entre éstos se pasan hablando

largas horas por teléfono con sus amigos, qué hombre cuenta

a sus amigos sus experiencias amorosas con las mujeres, qué

hombres dedican largos ratos a hablar con sus amigos de su

vida sexual? (Ladish, 1998).

I A SOLTERÍA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

• algunos estudios recientes científicamente fiables parecen indicar que

las solteras disfrutan de más salud física y mental que las casadas y están

además menos afectadas por la depresión que los »olleros imanes; las

solteras se defienden también mejor que los hombres ante el cúmulo de

situaciones y experiencias que conlleva la soltería (Davies, 1995).

• a diferencia de los varones solteros, siempre se ha creído que las solteras

eran merecedoras del amor en función de su disponibilidad para los

demás. Esto explica el sentimiento dt vacío a que están especialmente

expuestas cuando su vida no se desarrolla como donación al marido y a

los hijos. A los varones solteros, por el contrario, se le concede el

privilegio de gozar de un mayor estatus de independencia.

• es muy frecuente que las solieras jóvenes tiendan mucho más que los

imanes de su edad a alardear de una virginidad cuasi profesional, en el

sentido de que hacen ostentación de su total exclusión de todo lo

vinculado con la maternidad, buscando por todos los medios que en su

imagen resplandezca la total inmunidad de la concepción. De robóte,

esos formalismos externos les sirven de reclamo publicitario para

acceder a las relaciones heterosexuales y al cortejo amoroso con más

libertad que las mujeres ya comprometidas o tímidas (Gil Calvo, 2000,

p. 32).

• debido a su mejor economía, tanto los solteros como las solteras suelen

ser especialmente sensibles a los dictados de la moda e invierten, por lo

general, más recursos en el cuidado de su imagen exterior. Así mismo,

son las mujeres las que consumen o desean consumir más productos de

actualidad, puesto que para ellas la imagen, como reflejo de identidad

y de acercamiento a los demás, es un instrumento más valorado y

necesario que para los hombres; los hombres suelen ser juzgados en

mucha menor medida que las mujeres por su atuendo y gracias a ello

ahorran esfuerzos y evitan que su tiempo psicológico se consuma en

muchas de estas preocupaciones, lo que indudablemente se convierte

en una ventaja comparativa a favor de los varones solteros (Alberdi y

otros. 2000).

51

I A I'SICOLOGÍA DEL SOLTERO INI Kl- Kl. MITO Y LA REAI.II)Al)

U>s roles del hombre y la mujer aparecen muy distintamente cargados

de connotaciones diferenciadoras desde el punió </,• vista biológico y, por

ello, es menos importante para un hombre 110 ejercer su paternidad que

para una mujer dejar de madre. Paralelamente, en el hombre el

ejercicio de la sexualidad dentro del amor libre y como actividad

fecundante de una mujer apenas repercute biológicamente en su

sistema hormonal, todo lo contrario ocurre tratándose de la mujer; en

definitiva, que en el ámbito de la "generologfa" los papeles del hombre

y la mujer son claramente asimétricos. Esto explica que algunas

solteras experimenten vivamente la contradicción que supone el deseo

de ser madres y sufran por no serlo y, al mismo tiempo, tengan claro

que el matrimonio y la maternidad no consti tuye una meta deseada en

sus vidas (Cipolla, 1995). Como, por otra parte, la biología de la

persona está íntimamente conectada con su psiquismo, habrá que

concluir que -al margen de las presiones sociales- la vida de los

solteros y solteras discurren por caminos difícilmente equiparables

(Sánchez, 1996, p. 41). si se admite que entre los objetivos más

importantes que marcan el desarrollo de la vida adulta están el

encontrar pareja, ser padres y lograr una competencia laboral, la

soltería es una fórmula que ofrece menos posibilidades de realización

personal para la soltera que para el soltero. A esto ayudan los

estereotipos sociales que marcan como imperativo casi exclusivo para

el hombre la “necesidad" de estar profesionalmente mejor situado y

por encima de la mujer. En este sentido, hoy son mayoría los que

piensan que la identidad de las solteras resulta más difícil de alcanzar

quq la del hombre soltero debido al hecho fundamental deque la soltería

femenina implica renuncia -o no realización- de la maternidad; dicho

en otras palabras y en términos comparativos, el binomio esposa-

madre no es equivalente al binomio esposo-padre. Hasta tal punto es

esto verdad que, en el tercer mundo la maternidad escapa a la

voluntad de la mujeres y no constituye, por lo general, objeto

I.A SOLI liKÍA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

do decisión personal, «íl monos en las clases popularos, tal y como so

reconoció en l.i reciente Conferencia Mundial sobre la mujer celebrada

en Pekín en 1995.

• hoy se libra una auténtica batalla por parte do las mujeres solteras para

que la sociedad les reconozca la libertad do ejercer su capacidad y

autonomía personales con igual valoración social que la maternidad, pero

os obvio que tal equiparación está lejos do haberse alcanzado incluso

en las sociedades desarrolladas como la occidental. En contra de la

mujer soltera y por culpa especialmente dol hombro (Alborch, 1999), en

nuestra sociedad siguen vigentes los modelos dominantes de la familia

tradicional que asigna roles marcadamente diferentes para los dos

sexos, lo que se traduce en fuente de graves desajustes en las relaciones

de pareja y, finalmente, en numerosos divorcios puesto que en tales

condiciones las fórmulas de convivencia difícilmente resultan

asumibles por sus protagonistas, hombres y mujeres. Por lo demás, la

solución a esta problemática no se ve cercana y ello debido tanto a los

hombres, que no están dispuestos a compartir con la mujer las cargas y

obligaciones de la vida familiar, como por parte de la mujer, a la que la

nueva situación le exige comportarse con un elevado nivel de

autonomía para la que muchas mujeres no han sido debidamente

educadas (Sánchez, 1996). En términos equivalentes, hoy asistimos a

una lucha encarnizada por la supremacía varonil en lo económico,

político, social, familiar, religioso y cultural difícilmente compatible

con los postulados del feminismo que intenta suprimir por todos los

medios a su alcance la injusta superioridad en el trato social de los

varones sobre las mujeres (Fernández, 1996, p. 22).

• en el terreno de los sentimientos hay también grandes diferencias que

separan a los hombres de las mujeres y, por lo mismo, a los solteros de

las solteras. La psicología diferencial ha puesto de manifiesto que la

vida de la mujer es "holística" (global) y, así, cuando se implica en

situaciones vitales se compromete con

53

I A IMt O I AX ; Í A ü l : l SO I TH KO R N TK I* I I M I TO Y I . A K I -A I . I D AD

lodo U> que t‘s su persona, a diferencia del varón que tiene más

facilidad para actuar, a la hora de comprometerse en vivencias

personales, dejando de lado unas para centrarse en otras; esto es

visible en el terreno del amor, de la amistad, de la profesión, etc En

función de tales rasgos psicológicos, resulta más fácil para el hombre

separar el sexo del amor, alternar relaciones de gran compromiso

personal con otras superficiales, disociar el matrimonio de las

relaciones íntimas de pareja y, en definitiva, trocear su experiencia

vital en tantas partes como posibilidades le vayan marcando las

coyunturas por las que discurre su vida. Todo ello hace posible que,

por ejemplo, en el terreno de la sexualidad, para la mujer sea más

difícil que para el hombro entenderla como mera forma de

comunicación afectiva al margen de la procreación y la maternidad; no

queda claro, por otra parte, si el hecho es debido a causas

fundamentalmente biológicas o a la menor libertad e independencia

económica que tienen la mayoría de las mujeres y que les impulsa a ser

más prudentes y conservadoras en cuanto al compromiso personal que

implican las relaciones sexuales (Alberdi y otras, 2000).

• continuando con el análisis de las diferencias entre el hombre y la

mujer, hay que destacar el desigual peso que representa para cada uno

de ellos las relaciones sexuales: las hembras de la especie humana

deben invertir un mínimo de nueve meses para tener descendencia,

mientras que a los machos les basta invertir unos pocos minutos; es

lógico que este hecho biológico se traduzca en diferentes estrategias a

la hora de relacionarse los hombres con las mujeres en el ámbito de la

sexualidad. Estas diferencias biológicas así coreo un mayor nivel de

tetosterona en el hombre hace que éste sea más agresivo e impulsivo

que la mujer en la búsqueda de relaciones sexuales y también más pro-

penso a la promiscuidad, junto con la tendencia a acortar el lapso

temporal entre el encuentro personal y la relación sexual; nada tiene de

extraño que estas diferencias condicionen las relaciones entre los

solteros y solteras (Vela, 2000, p. 44).

I.A SOLTERIA Y SUS DIMENSIONES SICOLÓGICAS

• independientemente de si los hombres casados comparten muchas

cosas o pocas con sus mujeres, lo cierto es que obtienen algo muy vital

de sus relaciones de pareja como queda patente en el hecho de que los

hombres casados normalmente son más sanos que los solteros, mientras

que en las mujeres ocurre lo contrario; además, la mayoría de los

hombres casados afirman que se volverían a casar pronto si perdieran a

su mujer, mientras que la mitad de las mujeres casadas no lo harían. De

estos datos se deduce que los solteros parecen estar más predispuestos

al matrimonio que las solteras (Fischer y Hart, 2002).

• en el terreno de los compromisos, la manera de comportarse los hombres

y las mujeres es también diferente: los hombres suelen tener más miedo

a perderse en la mujer y cuando han alcanzado un determinado grado

de acercamiento y de intimidad, tienden a dar un paso atrás, como para

recuperarse a sí mismos. A las mujeres esto les pasa en menor grado,

porque por naturaleza y por educación dan y comparten con más faci-

lidad su propia identidad y Ies resulta más fácil asumir el compromiso

de una relación (Ladish, 1998).

Varias experiencias personales confirman este hecho. Un sociólogo, le dio el

siguiente consejo a un amigo mío: "enamórate de seis mujeres y cásate con una".

Siguiendo su consejo, mi amigo tuvo relaciones can siete mujeres antes de casarse

con su actual esposa, con la que lleva conviviendo más de un cuarto de siglo. Pues

bien, a pesar de sus grandes diferencias personales, todas ellas coincidieron en una

ñola común: las siete "querían llevarle al altar" antes de que él lo hubiera pensado;

todo parece indicar que las mujeres son más lanzadas que el hombre en el terreno

del amor.

Pero esto no quiere decir que todas ¡as mujeres estén siempre y fácilmente

dispuestas al compromiso matrimonial. Me contaba una amiga mía que prefería las

relaciones con los casados porque, estando ya comprometidos, le libraban de

comprometerse a sí misma. Un día me llamó y me dijo: “he hecho un gran

descubrimiento, me he dado cuenta de por qué he preferido a los casados en vez de

relacionarme con solteros, éstos me podían comprometer y los casados

difícilmente“. Recientemente, esta amiga conoció a un soltero que le había

confesado experimentar el mismo

fe

55

LA PSICOLOGÍA DKL SOI ., Kl> , N pRI F.L MITO Y LA REALIDAD

temor que ella sentía han.. . 1% a partir tic «f momento enten

dió que encontrado /.. <fm. buscaba. alguien consciente y depuesto n conifHirtir

y >u¡h t.¡ lt.„lor „¡ compromiso de vida en ya reja".

es frecuente en la mu/., altera de hoy el deseo de vivir con un nivel de

autonomía p.u.j el que el hombre no está preparado, esto complica

mucho l.i elección de pareja en el hombre. Cuando dichas mujeres so

acercan a un hombre, en éste se produce un complejo mecanismo de

defensa: responde con extrañeza y temor y tiende a reaccionar

huyendo de una situación que implica poner en tela de juicio su

tradicional papel predominante sobre la mujer. Contar con este

supuesto sería de alta utilidad para todas aquellas mujeres que buscan

pareja: necesitan estar dispuestas a relacionarse con los hombres tal y

como son en realidad, no como ellas desearían que fueran (Alborch,

1999, p. 129). Paralelamente, muchos solteros varones deberían cambiar

de chip si quieren relacionarse satisfactoria con la pareja: deben tener

en cuenta que muchas mujeres ya no buscan en el hombre

principalmente alguien que les sustente, les defienda y les haga

madres; aspiran a más, que sea su socio y un amigo que les permita

seguir siendo ellas mismas (Díaz, 1998). En este sentido, Gray (1992)

destaca varias diferencias que dificultan las relaciones entre los

hombres y las mujeres. De ellas y a modo de muestra significativa

quiero recordar al lector las tres siguientes:

Ia. Los hombres se quejan de que apenas se acercan a una mujer, uno de

los primeros intentos de ella es mostrar que está dispuesta a

hacerle cambiar y se siente responsable de contribuir al crecimiento

de él intentando ayudarle a hacer mejor las cosas; los hombres son

más "liberales", lo que quieren es que les dejen ser ellos mismos (p.

33).

2“. Una conducta claramente asimétrica de las mujeres ante los.

hombres que las aman es que ellas dan por sentado que no

necesitan pedir apoyo y que se les ofrecerá sin pedirlo, se rigen por

el lema "amor es no tener que pedir nunca''. Los

LA SOI.H RÍA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

hombres, por el contrario, no se sienten obligados a ofrecer más

«ipoyo del que se les pide, por lo que tienden a pensar que siempre

están dando lo suficiente, lo que se traduce frecuentemente en una

experiencia de frustración para la mujer. Fste esquema de

comportamiento hace muy difíciles para la mujer poco enterada las

relaciones con los hombres (p. 304).

3\ En el plano de los valores sustentadores de sus respectivos yos, los

hombres y las mujeres adoptan posiciones muy distintas entre sí; para

ellos son importantes los objetivos laborales y profesionales y la

construcción del mundo con el apoyo de las tecnologías más

avanzadas, en cambio el interés de ellas se centra en la armonía, en

la comunidad y en la amorosa cooperación (p. 36).

• para muchos hombres y mujeres, el matrimonio representa un objetivo

vital y el paso a la vida de adulto. Pero ocurre de distinta manera en el

hombre y en la mujer. La mujer desea que 1 > vida en pareja no

signifique la ruptura con sus viejos lazos de amistad, en cambio el

hombre desea vivir más autónomamente y preocuparse menos de la red

de amistades; esto explica que, en general, los solteros sientan más

dificultades que las solteras para asumir el compromiso de la vida en

pareja y que las solteras prefieran vivir solas a tener que renunciar a

valores que apenas tienen significado para los hombres (Schwartzber-

ger y otros, 1995; Giroud y Lévy, 2000).

• numerosos estudios llevados a cabo a lo largo del último cuarto de

siglo han intentado definir las diferencias existentes entre los solteros y

solteras. Pues bien, después de una exhaustiva revisión de los mismos,

Davies (1995) acaba su balance prácticamente en tablas: mientras unos

estudios muestran que la inteligencia y la educación aparecen

positivamente asociadas con las mujeres más que con los hombres,

otros estudios dicen lo contrario; y así mismo aparece la contradicción

cuando se trata de las relaciones de los solteros y solteras con la

fe

57

l A l’SK'OUX .1 \ I »| |. SOI.TI-'KO: I N I KM I I. MI IX) V I.A REALIDAD

familia, padii-, y hermanos, pues l«i calidoz y armonio do tales

relaciones s«- muestran a favor en irnos cosos del soltero y en otros de

los solí.ros. Sin embargo, sí se comprueba que gene- rolmenle los

si*lu*ros están en desventaja en los ingresos y en la salud respe» l«*

de los solteros.

Valoración social del matrimonio en relación con la soltería

Uno vía fecundo p.iia profundizar en el significado de la soltería es

onalizar lo que ésto ho significado cuando se la compara con el matrimonio;

hasta cierto punto, los solteros son personas que representan la negación de

la opción matrimonial y se han desmarcado de los valores otorgados al

matrimonio. Desde esta premiso, querido lector que nu* sigues, te invito a

acompañarme en lo revisión del listado de valoraciones con que, a lo largo

del tiempo y especialmente en los sociedades modernas, se ho percibido el

binomio soltería-matrimonio. Huelgo el decirte que, como comprobarás,

bastantes de las afirmaciones rotundas que se hacen sobre el matrimonio, al

igual que veíamos al hablar de la soltería, pertenecen a esa clase de verdades

a medias o estereotipos.

Las relaciones entre las personas adultas ha tenido a lo largo de lo

historia una modalidad excepcionalmente relevante, la convivencia entre un

hombre y una mujer; de ello tenemos noticias que se remontan hasta hace

más de 2.500 años. Durante tan largo lapso de tiempo, la convivencia entre

personas de distinto sexo ha sido interpretada desde concepciones muy

diferentes y contrapuestas:

• desde la consideración de mero contrato ¡urálico e instrumento

facilitador de la transmisión de la propiedad privada hasta la

modalidad de compromiso ^matrimonial, realizado en presen cia de

un representante de Dios y equivalente al juramento sagrado de un amor

eterno, de fidelidad y comunión íntima de sentimientos entre dos

personas de distinto sexo (Valley, 2002).

• en un horizonte bien distinto, el matrimonio se ubica hoy en el marco

de la felicidad personal y con tintes preferentemente individualistas, por

oposición a su dimensión social, que tiende

fe

I A SOLI I RÍA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

.1 verlo como estado fundamentalmente orientado al servicio del

bienestar tocia! y beneficioso para la comunidad en la que se desarrollan

los individuos, especialmente en sus primeras etapas de vida (Fischer

y Hart, 2002). A pesar de ello, ningún Hslado moderno ha impuesto a

sus ciudadanos la obligación de casarse, algo que sólo se dio en

contadas circunstancias de la historia antigua, concretamente en la

Roma clásica.

¡ ílereotij'os que cuestionan el valor del matrimonio

|.a tradicional belleza del matrimonio ha sido desmitificada desde

muchos puntos de vista. Te propongo una muestra de las sombras que

adscriben a esta institución y que justificaría el que muchos rechacen el

casarse:

• indirectamente y con tintes casi dramáticos, el refranero popular

advierte al soltero de los infortunios a que se expone si decide casarse:

"Hombre cotí mujer, medio degollado”.

"Casar, casar, suena bien y sabe mal".

"Aules de que te cases mira ¡o que haces, que no es nudo que deshaces".

"Cásate y vení<, perderás sueño, nunca dormirás".

"Cásate, asi gozarás de los tres primeros meses y después desearás ¡a vida de los

solteros''.

"Los hombres nacen libres e iguales, después se casan". "El matrimonio no va le lo que cuesta".

A mal casar, más vale soltero andar".

"En punto de casamiento, gobiernan de casos ciento,

noventa y nueve, locura, y uno el entendimiento".

• autores tan influyentes como Durkheim o Lngels no se pararon en

barras a la hora de motejar las costumbres autoritarias y la disciplina

férrea que la familia ejerce sobre lodos sus miembros, marcando cada

paso de la vida y, en definitiva, ahogar .uo el ejercicio de la propia

libertad y autonomía (Morant y Bolufer,

1998).

59

LA INK OUX .ÍA 1)1:1. SOLTIiKO: ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

• para las mujeres, la visión tradicional del matrimonio se con. creta en

preceptos que las condenan a tres limitaciones: 1) "las mujeres deben

permanecer en la familia mientras que los hombres deben estar "en el

trabajo"; 2) en consecuencia, los hombres trabajan, las mujeres no; y 3)

por tanto, las tareas de la casa no constituyen una forma de trabajo"

(Myde, 1995, p.

• la convivencia dentro del matrimonio no tiene nada que ver con la

poesía que representa el noviazgo, la mejor etapa de la vida de un

hombre. Vallev (2002) describe muy gráficamente la diferencia entre

las relaciones de pareja en una y otra etapa:

"Tener novia, tacarla al arte, al campo, a ¡as vías del tren... Piensas que tu rula

será asi de ahí ai adelante: pasión, potencia, salidas nocturnas, restaurantes, sexo

en los ¡avalaos de los parkings. Pero en cuanto te casas con ellas, ¡plaf!, las tías

cambian. Dan un cambiazo de miedo. De hecho dan miedo en cuanto te casas con

ellas Ronquidos y mal aliento del compañero, por no hablar de la necesidad de

pensar en la comida diario Pelos atascando el lavabo, los platos sucios. Uno se

pregunta dónde estaban todas esas cosas repugnantes y horribles antes de casaros,

por que entonces no se ¡as veía por ninguna parte y ahora están ahí, delante de

uno, fastidiándole a uno ¡a vida, dejándole a ella sin ganas de hacer el amor,

dándote a ti ganas de hacer la guerra" (p. 309).

• según los detractores del matrimonio, uno de motivos que lo hacen

poco atractivo es el aburrimiento derivado de mantener relaciones

sexuales y de intimidad con la misma persona, dificultades que suelen

terminar fatalmente en el más espantoso hastío. El estado de soltero,

por el contrario, facilita las cosas en el sentido de que puede utilizar el

método común de la "cama musical", cambiar constantemente de

compañeros, lo que le asegura la permanente excitación y la

fascinación de lo nuevo. Esta posición se refuerza con el hecho

psicosociológico de que las relaciones sexuales con dis tintas parejas

hacen más flexibles el acercamiento personal y menos comprometida

la comunicación intersexual, lo cual redundaría en satisfacción de los

no casados (Alborch, 1999, p. 108).

162).

L

60

LA SOLTERÍA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

Obviamente, los partidarios del amor entendido como forma de

comunión confiada y generosa entre dos personas casadas sostienen lo

contrario, que para el desarrollo del amor auténtico y creativo no hay

barreras infranqueables al tiempo que afirman que la felicidad

difícilmente puede alcanzarse por la vía de las interacciones

superficiales y pasajeras, que no dan de sí para descubrir y gozar de lo

que se esconde en los últimos recovecos del amor pleno (Keen, 1994,

p. 186).

• desde los años 60, el feminismo y todo lo que le acompaña ha puesto

en evidencia que muchos de los objetivos y papeles tradicionalmente

atribuidos en exclusiva al matrimonio, como la necesidad de sentirse

acompañado por el otro sexo y, en el caso de la mujer, la maternidad,

caen por su propio peso y son insos tenibles a partir del momento en

que se reconoce que la maternidad de la mujer puede realizarse en

condiciones muy aceptables fuera de la pareja estable y cuando la

mujer despliega toda su capacidad de organizar su vida en el plano

afectivo y econó mico independientemente de un marido

(Schwartzberg y otros, 1995, p. 18; Alborch, 1999; p. 207). Hoy nadie se

atreve a sostener la vinculación "natural" entre el matrimonio de la

mujer y su maternidad, ni tan siquiera su predestinación, igualmente

"natural", a la maternidad (Díaz, 1998, p. 57).

• quienes afirman que el matrimonio es el estado perfecto de la persona

adulta suelen ser víctimas de un cierto narcisismo, que sólo admite y

se conforma con la imagen perfecta de la relación amorosa entre

personas de distinto sexo dentro del único modelo teóricamente

perfecto que sería el matrimonio permanente. En contra de tal visión

perfeccionista, se objeta que la relación de pareja vista en detalle

resulta en muchos casos una convivencia forzada y destructora del

verdadero y auténtico amor, y en tal sentido, si se asume la postura de

que la perfección raramente puede ser alcanzada, muchas de las

relaciones entre las hombres y las mujeres -y esto es válido

especialmente para las relaciones sexuales- sin llegar a ser

61

I A PSICOLOGIA DEL SOLTERO: ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

perfectas son, no obstante, muy aceptables y satisfactorias para las

dos partes; todo depende de la mentalidad con que se establecen

dichas relaciones (Cárter y Sokol, 1996, p. 314).

• las debilidades del matrimonio resultan evidentes cuando se examina

lo que ha sido a lo largo de la historia esta institución: de hecho y en

tal perspectiva, el matrimonio aparece menos de derecho natural de lo

que algunos afirman, menos eterno y necesario, más contingente y

relativo de lo que suele afirmarse, multívoco semántica y

jurídicamente y variopinto en su concepción, presupuestos y efectos...

lo cual no es bueno ni malo, simplemente es (Llebaría, 1997, p. 17). Los

especialistas en temas matrimoniales se preguntan: ¿dónde está la

eticidad del matrimonio contraído por egoísmo o por pura convenien-

cia, o el continuarlo entre quienes se odian o cuando únicamente

queda la mera unión formal o legal, qué queda del matrimonio tras la

separación de hecho aunque se siga manteniendo externamente? A

pesar de ello, nadie niega que en el horizonte sociológico actual suele

reconocerse que el matrimonio conlleva una especial sensibilidad y

un talante ético y psicológico que facilita el disfrute de los valores

personales apoyados en la heterosexualidad, permanencia, estabilidad

de la relación, monogamia, entrega interior (imaginaciones, deseos,

quereres) y exterior (sentidos, porte, manifestación de respeto y

aprecio mutuo, etc.) (Guerra, 2002, p. 144).

• antaño un porcentaje notable de mujeres jóvenes funcionaban según el

esquema "cazar a un hombre", al más afortunado a ser posible, a

cambio de que hubiera que soportar algunas humillaciones y

dependencias; pero, hoy en día, eso ha cambiado y muchas mujeres

piensan en otras cosas, ser atractivas, viajar, sentirse dueñas de su

tiempo, del dinero y del amor y, pensando en estos objetivos, se

deciden por la soltería y, en su caso, por el divorcio (Giroud y Lévy,

2000, p. 31).

• como apunta Doueil (2000, p. 276), a partir de cierta edad muchas

mujeres caen en la gran estupidez de creer que existen

62

LA SOLI LUÍA Y SUS DIMENSIONES l*SICOI ÓCilCAS

hombres interesantes, cuando la realidad es que los que ella conoce

todos están emparejados o son adictos al trabajo, al deporte o están

obsesionados por sus exesposas o son rematadamente neuróticos.

• cada vez se defiende con más fuerza que la relación de hombre-mujer

sólo puede ser estable y vale la pena mantenerla en la medida en que

satisface las necesidades emocionales, psicológicas, intelectuales y

físicas de sus miembros. Pues bien, a juzgar por las estadísticas del

divorcio, en las sociedades desarrolladas como la nuestra tales

condiciones no se cumplen, de lo contrario sería inexplicable el gran

número de matrimonios, prácticamente uno de cada dos, que terminan

en separación. Ante este hecho que afecta tan drásticamente a los

implicados caben dos posturas: la de quienes ven el matrimonio

tradicional como una fórmula de emparejamiento definitivamente

acabada y proponen nuevas formas de convivencia (vivir juntos sin

casarse, vivir en comunas, formar centros bien dotados para el andado

de los niños, practicar la monogamia serial -un divorcio tras otro-,

seguir apoyando al movimiento de la liberación de la mujer, acogerse

a las nuevas leyes de divorcio que eliminan el concepto de culpa), y la

posición contraria, dispuesta a seguir defendiendo el matrimonio

como mejor forma de realizarse sus miembros en el plano personal y

favorecer la educación de las nuevas generaciones. Sería pretencioso

por mi parte ponerme a favor de una u otra postura dado el gran

número de interrogantes que hoy se plantean sobre el tema. Ixi único a

lo que me "atrevo" es a defender como psicólogo la posibilidad de

lograr una estabilidad matrimonial suficientemente compensadora y

armónica si, con espíritu creativo, los dos miembros de la pareja van

descubriendo y practicando las reglas que facilitan la convivencia en

común y están dispuestos además a llevar su amor mutuo hasta

alcanzar todas las posibilidades de desarrollo del amor humano adop-

tando para ello posturas flexibles e inteligentes (Keen, 19V4).

63

LA l’SICOI.1X.!A I)l:l. SOLTF.KO: ENTRI: III MITO Y LA RI -AI.IDAI)

Al .1 tirinar lo anterior, soy consciente de que en nuestra suciedad,

polivalente en sus valores y polifacética en sus experiencias (con más

libertad en las relaciones sexuales, más canales de comunicación y

convivencia entre los sexos, más servicios alencionales por parte de

los gobiernos a los hijos...), la tarea no es fácil pero sí posible, por lo

que considero un atrevimien- to afirmar que, en las actuales

circunstancias, para la mayoría de los adultos estos objetivos son

inalcanzables (Rogers, 1993). En este contexto, muchos expertos en

relaciones de pareja sostienen que el miedo al compromiso y de

quedar atrapado en el matrimonio, que muchos solteros aducen como

motivo para no casarse y los casados para continuar en su

matrimonio, es perfectamente comparable, y en cierto modo

compensado por el temor a las incomodidades que comporta el

estigma social y el ejercicio de la sexualidad en las condiciones de

inseguridad psicológica v económica que conlleva la soltería o la

ruptura de la pareja (Cárter y Sokol, 1996).

\M sobrevaloración positiva del matrimonio y sus estereotipos

De la misma manera que existen argumentos en contra del matrimonio,

hay otras visiones que exaltan en exceso sus grandes valores y virtudes:

• ya el libro sagrado del Fxlcsiastés se compadece de la triste situación

del soltero y proclama que es mejor que estén dos juntos a uno solo,

pues si uno se cae le sostendrá el otro, ¡ay del solo, que cuando cayere, no

tiene quien le levante!

• partiendo del mito de Platón, en su obra El Banquete, algunos ven el

matrimonio como la respuesta a! deseo profundo de sentirse seres

completados por el otro sexo, frente a la ilusión de quienes se dejan

llevar por el engaño de una falsa autosuficiencia (Hendrix, 1997).

• las leyes de Solón en la Greda clásica premiaban a los casados con

hijos, y en Roma a partir del s. m fue expresamente ordenado y

obligatorio el casamiento y el andado y crianza de los hijos.

64

I.A SOLTERÍA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

• en los siglos posteriores, las leyes no dejaron de apoyar al matrimonio

y a la familia y, así, durante el Siglo de las Luces (s. xvm), autores

significados proponen sus argumentos a favor del matrimonio: en su

Diccionario filosófico (1764), Volt aire exalta la institución familiar

diciendo que "el casamiento hace al hombre virtuoso y más prudente.

Al padre de familia que maquina cometer un crimen, le evita muchas

veces su mujer que lo cometa, porque es más humana, más compasiva,

más temerosa y tiene más arraigada la religión. Además el padre de

familia trata de no avergonzarse ante sus hijos y teme dejarles el

oprobio por herencia", y por la misma época Mon- tesquieu, en su

famoso tratado El espíritu de ¡as Leyes (1748), expresaba la opinión de que

la sabia y civilizada Europa necesitaba de ordenanzas que

favoreciesen los matrimonios, al tiempo que en Inglaterra se ponía el

grito en el cielo por la escasez de matrimonios y el aumento de hijos

expósitos y sin familias que los atendieran, h'sto me lleva a pensar que

la historia se repite y que la disminución de la natalidad, que hoy

lamentamos en España y en varias naciones europeas; hunde sus

viejas raíces en los siglos pasados.

• del matrimonio se ha dicho que es la palabra más celestial del

diccionario, palabra que no tiene más que una acepción y que los

enamorados jóvenes definen como "felicidad suprema" (Díaz, 1998, p.

23).

• en nuestros días, el ataque a la familia como institución no figura en

ningún programa político, a no ser en minorías de orientación

anarquista o entre los jóvenes rebeldes; al contrario, la familia es

actualmente un objetivo a proteger, un punto de apoyo a partir del

cual se defiende la mejora del nivel de vida y la felicidad de la

sociedad, la familia tiene hoy "buena prensa".

• de manera especial, se piensa que los hijos son desde una visión sana

y tradicional del matrimonio, componente esencial en las relaciones de

pareja, y esto explicaría que todos los

65

LA 1’SK OI.OC.lA DLL SOLTERO: ENTRE El. MITO Y LA REALIDAD

legisladores vean con buenos ojos y positivamente el matrj. monio y

apoyen la cadena pareja-matrimonio-procreaci<5n.

complementariedad de los dos sexos (Talavera, 2001, p. 21«)

• frente a aquéllos que consideran tilde de gloria personal el sabor vivir de

su sola masculinidad o feminidad, otros so posición,m ante el tema de

muy distinta manera considerando al matrj. monio como la

investidura o acceso al nivel superior que convierte a los varones en

padres 1/ fundadores de una familia y, para, lelamente, a las mujeres,

cumplir la condición indispensable para encarnar el ideal de la

maternidad; fuera del matrimonio difícilmente pueden alcanzarse tales

nobles y valiosas cualidades (Gil Calvo 2000). En la sociedad

española, es patento el sentimiento generalizado de que la maternidad

fuera del matrimonio es una situación socialmente "no deseada" y, de

ahí, que entre nosotros resulte poco habitual -menos del 10 por ciento

de las madres- que las mujeres opten por la maternidad fuera del

matrimonio (Yola, 2000).

• muchos especialistas en sexología piensan que el matrimonio estable

representa una facilidad para el goce pleno de la intimidad sexual

difícilmente alcanzable fuera del matrimonio (Keen, 1994).

• del altísimo valor otorgado al matrimonio por los años 50 en la

sociedad occidental da fe el dato de que entre las ocho tareas más

importantes del adulto se citaban por este orden las cuatro siguientes:

elegir un compañero, aprender a convivir con la pareja, crear una

familia y criar a los hijos (Schwartzberger y otros, 1995, p. 13) y según

el psicólogo Coontz (1992, p. 15), por las mismas fechas, el 80 jx>r

ciento de los americanos afirmaban que las personas solteras "eran

enfermas, neuróticas e inmorales".

• en un amplio y reciente estudio llevado a cabo en los Estados Unidos,

a partir de 93 documentos relativos al matrimonio y a la familia, se

extraen hasta un total de 21 conclusiones que resaltan los beneficios

sociales del matrimonio, lo que lleva a

I A SOLI LUÍA Y SUS DIMüNSIONI-S1'SICOLÓGICAS

pensar que cuando los adultos no optan por el matrimonio es porque

hay por medio poderosas razones enfermizas que obstaculizan la

adhesión personal a lo que de positivo representa el matrimonio

(Schwarz, 2002).

•¡ollero, tmn nueva "profesión" en la sociedad moderna

líntender qué significa vivir soltero en nuestra sociedad es una r.irea

complicada por muchas causas, no siendo la menor que la sol tería V l<)

condición de célibe ya no es en los tiempos que corremos un simple estadio

transitorio, de la misma manera que, por ejemplo,

l.i elapa de andar a gatas es el precedente de correr bípedamente y con plena

libertad, o el noviazgo la fase preparatoria al matrimonio. 1 lev en día, la

soltería llega a alcanzar en grupos sociales una enti- dad equiparable a la

categoría de una "profesión" que se elige o se soporta lo mismo que cualquier

carrera o negocio lucrativo (Díaz, 1998). La cosas se entienden aún mejor -y

también se complican- a |,i vista de que para bastantes ciudadanos no se

trata de una carrera cualquiera sino de una opción hasta cierto punto

escandalosa (!) y lan importante que los libros sagrados llegan a considerada

bajo la categoría del precepto bien conocido y solemne "no es bueno que el

hombre esté sólo" (Génesis, 2,18).

En espera de posteriores aclaraciones, me apresuro a decir que, para bien

o para mal, muchos, entre los que me cuento, se niegan a interpretar como

exigencia "natural" el citado criterio bíblico pues, en tal caso, habría que

considerar "antinatural" la vida del 35 por ciento de los adultos que, en los

países nórdicos, y el 26 por ciento en los países latinos, viven solteros o solos

(Segura, 1997). Como analizaremos más adelante, todo lleva a pensar que el

abultado número de adultos que actualmente eligen la soltería como forma

de vida constituye un fenómeno emergente con nuevas e inéditas connota-

ciones, hasta el punto de que difícilmente nos libraríamos de caer en el más

grosero anacronismo intentando comprender al soltero de hoy con los

criterios y valoraciones de antaño (Cipolla, 1995). A títu

lo de ejemplo, hoy sabemos que muchas de las necesidades vitales de

6/

I A l*SICOI .OCÍA Dlil.SOLTERO' I NI lili I I MI 1(1 Y I A UEAI.IDAI)

las personas, hasta hace un cuarto de siglo asignadas en exclusividad

ii la familia {la comunicación o la seguridad económica y afectiva) pueden

cubrirse con relativa facilidad dentro de los grupos humanos que han

alcanzado el nivel de desarrollo propio de la sociedad del bienestar y han

hecho suya la cultura de la tolerancia; alcanzados ambos logros sociales, los

nuevos solteros únicamente necesitan para alcanzar el pleno desarrollo de

sus vidas algunos pequeños “ajustes" consistentes en concienciarse de lo

poco que realmente necesitan dar y recibir de los demás para sentirse felices

(Alborch, 1999).

Es evidente que, en el panorama actual, los estereotipos con los que

antaño se veía la soltería se han quedado, en buena medida, obsoletos.

¿Cuáles son hoy los perfiles últimos con los que, tanto en su versión positiva

como negativa, es valorado socialmente el estatuto del soltero? La respuesta

es compleja y nueva:

• bueno será comenzar a establecer el retrato robot del soltero

reconociendo que hoy todavía siguen vigentes en amplias capas de

nuestra sociedad muchos de los estereotipos mencionados

anteriormente. No es, por ello, exagerado afirmar que la fotografía

final que en estos momentos se hace de los solteros es en gran medida

reflejo de lo que de ellos se pensaba en la era victoriana, a mediados

del s. xix, y que se resume diciendo que "una sociedad con muchos

solteros es una sociedad enferma", afirmación que requiere algunas

matizadones que se irán aclarando a medida que vayamos avanzando

en el decurso de estas reflexiones y, sobre todo, a partir de los

cambios que nos esperan en el próximo y lejano futuro.

• admitido lo anterior y desde el punto de vista psicológico, coincido

con Jaeggi (1995) en c^ue saber lo que significa hoy ser

o estar soltero supone básicamente responder a una pregunta tan

cargada de contenido como ésta: ¿cómo se conquista en nuestra

sociedad ese "espacio interior" en el que es posible alcanzar una cierta

plenitud de vida sin miedo a la soledad y libres de presiones? Este

interrogante cobra toda su hondura cuando es acepta que no es lo

mismo satisfacer la necesidad de

LA SOLI HRÍA Y SUS DIMENSIONES l’SIC.'Ol.ÓCilC'AS

vivir momentos do soledad que vivir hnbitualmente solos y en contra

de la propia voluntad. Por lo demás, la mejor respuesta a la pregunta

anterior no es la que se obtiene siguiendo el camino de largos

discursos filosóficos ni incluso psicológicos sino preguntando a los

propios solteros cómo viven su vida en cuanto tales; por eso presento

en este manual abundantes datos extraídos de informes elaborados

por otros colegas o de mis propias conversaciones con un grupo

variado de solteros a los que he entrevistado y que me han mostrado

sus puntos de vista, ideas y sentimientos, sobre su vida como solteros.

• la nueva sociedad de los solteros se rige por valores antaño des-

conocidos: admite como normales y como un fin en sí mismos el

coqueteo, el ligue, el cortejo, las relaciones sexuales con dis tintas

parejas, la iniciativa en la mujer frente a la pasividad de tiempos

pasados, se considera importante mantenerse joven y guapo, trabajar

por presentarse más atractivo y seductor, elegir pareja según normas

y criterios mucho más flexibles (al margen de la cultura, religión,

edad, opción política, etc.), vivir en pareja pero con facilidad para

romperla si falta entendimiento mutuo entre sus miembros, derecho a

rehacer la pareja, dedicar dentro de la pareja recursos y tiempo para sí

mismo, etc.

Partiendo del nuevo sistema de valores, es difícil comprender todo lo

siguiente:

- las formas de relación tradicionales, familia, amigo/a, esposo/a se

quedan estrechas para asumir las nuevas condiciones de vida de los

adultos y de los solteros, hoy, el vivir solo o sola es una situación

sujeta a múltiples variantes desconocidas hasta ayer y plenamente

satisfactoria para muchos solteros y solteras; entre tales

modalidades sobresale una en el hombre, preferir la libertad a la

comodidad de vivir cuidado por la propia esposa, y en la mujer,

arriesgarse a mantenerse sin la ayuda del hombre protector

(Alberdi, 2000, p. 127).

69

I A I M C O I . ( X , Í A I ) l I S O M E R O l ' N I K I I I MITO Y 1.A REALIDAD

«■I nivel económico satisfactorio. c|ue afecta sobre todo a las

clases altas y medias, propicia el aumento del número de "solteros

y solitarios", y lo contrario sucede en aquéllos que tienen sueldos

bajos para los cuales vivir solos y confortablemente constituye una

meta escasamente alcanzable. j

lo mismo ocurre con el nivel cultural de los sujetos: los ciu*

dadanos, cada ve/, más comitentes, se defienden mejor ante los

problemas cotidianos v se sienten más seguros para afrontar en

solitario la compleja vida de hoy; esto aleja del matrimonio a

muchos solteros.

las redes de apoyo social permiten actualmente refugiarse en ellas y

no depender de la pareja para salir adelante en situaciones

adversas (Segura, 1997).

• desde las condiciones de vida que estamos analizando, los nuevos

solteros consideran que el compromiso de la vida en pareja no

solamente es innecesario sino que supone una cesión total de su

identidad e individualidad por lo que, en el caso de los varones

solteros, resulta injusto considerarles unos calzonazos a los que se les

puede perder el respeto, y a las solteras les permite sentirse

igualmente libres tanto cuando prefieren sentirse bajo "las garras del

enamoramiento" como cuando optan por ser ellas mismas y tan

independientes como los hombres (Roma, 1998, p. 205).

• si nos centramos en la mujer soltera prototipo de hoy, es evidente que aspira

a sentirse adulta, socialmcnte útil y autosuficien- te lo mismo que el

hombre. Esto le lleva a desear una vida que no se agota en el ideal del

"dulce hogar" y a querer compartir con el hombre sus preferencias o

discrepancias laborales, ideológicas, afectivas y eróticas en

condiciones de igualdad. Entre las nuevas demandas de la soltera está

el desarrollar libremente sus opciones de cortejo, seducción y amor,

incluida la opción del matrimonio basado en el amor y libre de las

ataduras económicas o de jerarquía y dependencia. En este nuevo

horizonte y a diferencia de lo que ocurría en el siglo pasado,

70

¡Lcr/jí.

LA SOLTERÍA Y S U S DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

una buena parte de las jóvenes no centran ya sus preferencias en

encontrar un marido sino en la realización de sí mismas y,

paralelamente, piensan que la felicidad no está vinculada al estado

civil de casada o soltera, como tampoco la dignidad y respeto que se

merecen (Segura, 1997; Alborch, 1999; Alberdi, 2000); en definitiva,

que las palabras de García Lorca en Doña Rosita ¡a soltera cuando,

hablando de las solteras, dice que "se trata de una línea trágica de

nuestra vida social", han dejado de tener vigencia para muchas

mujeres, lo mismo que ha pasado a la historia el estereotipo de la

mujer como equivalente de ser débil en lo físico, biológico e intelectual

como en épocas pasados defendieron filósofos como Aristóteles o

Kant.

• otra característica de las nuevas solteras es su distanciamiento en la

forma de vivir respecto de la casada. Antaño las mujeres sol teras

dedicaban su jornada completa a entrenarse en el desempeño de su

futuro papel de casada y, una vez casadas, a la gestión del hogar y el

cuidado de los hijos dedicando una ’ ¡ena parte de sus preocupaciones

a conservar intacta su imagen corporal para hacerla representación

ideal del estatus alcanzado el día de su boda. Tal imagen femenina ha

desaparecido prácticamente por completo, ahora las jóvenes se ocupan

prioritariamente de alcanzar el estatuto económico y profesional que

les permita actuar por cuenta propia, al margen de que su vida acabe

enmarcándose en el esquema familiar o, por el contrario, opten

libremente o por motivos circunstanciales por la soltería. En todo caso,

es oportuno recordar a los lectores, tanto hombres como mujeres, que

la nueva situación supone para la mujer pasar por la experiencia de

estar sometida a cierta tensión, pues por un lado, se le exige realizar el

eterno ideal de la mujer -"muñeca pintada", "alma bella", "esposa y

madre amo- rosa"- y por otro, embarcarse en una lucha competitiva

encaminada a adquirir la competencia y responsabilidades laborales

tradicionalmente asignadas a los varones. En tales supuestos, el

intento de construir una personalidad integrada y armo-

fe

71

I-A I'SICOLOGÍA DEL SOLTERO: ENTRE EL MI LO Y I A REALIDAD

niosa implica para la nueva mujer un empeño nada fácil ni des-

deñable sobre todo cuando, como está ocurriendo, los hombres no

están dispuestos a colaborar en el logro de estas legítimas y 9

nuevas aspiraciones de las mujeres (Gil Calvo, 20Ü0, p. 275 ss).

Conviene por ello y finalmente, recordar a la nueva mujer lo que

constatan los expertos en relaciones de pareja, que muchos hombres

confiesan sentirse "destruidos" a medida que se acercan a una mujer

para la que lo normal y básico ya no es casarse y cuidar de una familia

sino definir su identidad en perfecta igualdad en lo personal y

profesional con el hombre que las ama y al que quieren amar (Cantor

y Sokol, 1996). Como me decía hace algún tiempo un amigo sociólogo,

"a pesar de todos los cambios percibidos en nuestra sociedad, los

hombres todavía aspiran a casarse con un ser diferente de ellos, con la

mujer que les haga padres y les complete en la esfera de su vida que

va más allá de su actividad profesional.

Retrato final del soltero: a mcnlo de síntesis

Hoy todos coinciden en que las semiverdades y, en muchos casos, los

insultantes y viejos estereotipos consignados en las páginas precedentes se

diluyen como niebla que escampa cuando uno penetra en el horizonte

psicológico y social en el que se desenvuelve en la hora presente la vida de

los soltems/as. He aquí algunos testimonios que definen el nuevo panorama

sobre la consideración social de la soltería:

• como apunta Alborch (2002, p. 309), los hombres y las mujeres pueden

vivir sus vidas separadamente y juntos en cuanto individuos

autónomos, solidarios e iguales. Las mujeres pueden estudiar carreras

sin tener que «invertirse en las "abejas reinas" o pueden ser madres de

una prole y vivir en casa grande sin necesidad de convertirse en la

"gran mamá". Los hombres pueden quedarse solteros y también tener

relaciones con las mujeres sin ser playboys, o pueden casarse y tener

hijos a quienes apoyar sin sentirse tiranos ni grandes papás |...J.

fe

I.A SOI.TKRIA Y SUS D1MINSIONKS PSIC'OI.ÓUICAS

• durante las décadas do los 80-90, en las sociedades desarrolladas

aparecen con indiscutible fuerza dos hechos que dcsmiti- fican el

matrimonio y dan pie a que comience a valorarse de manera nítida y

nueva la condición del soltero en cuanto opción personal plenamente

respetable, me refiero a la liberación económica y laboral de la mujer y

a la aceptación social del aborto. Las consecuencias de estos hechos

son muy relevantes, 1) un aumento considerable del número mujeres

solteras que renuncian al matrimonio y optan por la maternidad fuera

de él, 2) la equiparación de las relaciones de amistad fuera del

matrimonio con los inherentes a los vínculos derivados de la sangre, y

3) la aparición de profusión de productos directamente dirigidos para

los solteros que les facilita su vida individual. Todo ello conduce

definitivamente a la "negación" del matrimonio como ideal de nuestra

civilización y, por fin (!), a la aparición de una época dorada, en que

los solteros pueden vivir ya tranquilamente instalados en esa hermosa

realidad que SÍ* llama soltería y es aceptada por todos.

Sin embargo y como contrapunto a estos faústreos horizontes,

aparecen también algunas sombras en el nuevo y, para algunos,

irreversible panorama: las consultas de los psicotera- peutas se llenan

de solteros, los jornales de las mujeres solteras son muy inferiores a

los de los hombres, por lo que necesitan ser completados por los de

éstos, los solteros son explotados y manipulados por las empresas

sometiéndolos a ciertas desventajas en la rango y estabilidad laboral,

los padres siguen pensando que el casar a sus hijos sigue siendo un

importante ideal para sus vidas; todo lo cual lleva implícito el

reconocimiento de que, a pesar de los recientes y profundos cambios,

la vida del soltero tiene poco de envidiable y significa una realidad

escasamente atractiva a los ojos de la consideración social

(Schwartzberger y otros, 1995, p. 26-29).

• antaño la mujer era verdaderamente tal en función de la maternidad,

ahora la actividad reproductora es sólo una parte de

73

I A I M U M i K . l A D I I S O I I I K O I M K I I I MITO Y LA REALIDAD

l.i biografía femenina |>»»r «*l contrario, s1 l<‘ da gran impor- I.ino.i

.1 l.i sexualidad. niu' no tiene edad. Hn I«i nueva sitúa, ción. 1*1 l.uior

más decisivo di* diferenciación entre los honv lm*s y las mu|fivs i -s

I.» i-J.ul por li» que las diferencias por r.i/ón di- >o\o tienden .i

desaparecer y, paralelamente, quedan borneas las Ironteras enlre las

casadas y solteras (Gil Calvo, 2(HK>. p 2S2).

Una tipología provisional de la soltería

Vul.i resulta tácil cuando se trata de clasificar a los solteros en grupos

elar.imente diferentes y con un mínimo de rigor y de signifi cación. incluso

hav quien piensa que es injusto y frívolo cualquier miento de reducir la

experiencia única e irrepetible de cada soltero a los estrechos limites de un

determinado tipo o clase. A pesar de ello, considero lógico pensar que entre

los solteros, lo mismo que entre los casados y. en general, entre los

individuos pertenecientes a un determinado grupo humano, hay rasgos,

vivencias, alegrías y penas, maneras de pensar y de sentir coincidentes a

pesar de Ins diferencias individuales existentes entre ellos. Con este criterio

como guía, me propongo mostrar algunas manifiestas diferencias entre los

solteros y, en función de las mismas, establecer distintos tipos de soltero

(Cárter y Sokol, 19%). Por otra parte y persuadido de que las diferencias

entre los solteros son muy significativas, mis análisis me han llevado a hablar

de distintos tipos de soltero, aunque confieso que no soy ajeno a la dificultad

de establecer una tipología clara sobre la soltería. Aceptada la dificultad,

observo que aparecen desde el primer momento dos intentos extremos de

clasificar a los solteros:

• una posición timorata y, por lo mismo, escasamente sostenible por

infundada, propugna negar cualquier posibilidad de clasificar a los

solteros argumentando que cada soltero vive su soltería de acuerdo

con la peculiar situación que le viene marcada por su pasado y por las

irrepetibles circunstancias individuales y totalmente singulares. Los

partidarios de esta posfe

LA SOLI I RÍA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

tura acaban diciendo que prácticamente hay tantos tipos de solteros

como personas solteras hay en el mundo y, por ello, la única

alternativa posible es adherirse a la afirmación de que el soltero es un

"bicho aún no clasificado e incasiflicable", lo que constituye un

pequeño insulto a los logros alcanzados en todas las parcelas

cultivadas por las ciencias humanas y especialmente por la psicología,

entre cuyos objetivos está el haber conseguido reducir a conceptos y

leyes generales las semejanzas existentes entre el conjunto de sujetos,

hechos o fenómenos que tienen connotaciones comunes a pesar y más

allá de las diferencias particulares de cada uno de los individuos

(Lamourére, 1988; Díaz, 1998). Estimo que existen sobradas razones

para pensar que los solteros coinciden en rasgos diferenciales comunes

lo mismo que ocurre con las similitudes que los psicólogos establecen

atando hablan de la psicología, por ejemplo, de las edades (infancia,

adolescencia, adultez, vejez, sexo -psicología diferencial del hombre y

la mujer-, profesión -psicología del obrero y del patrón-, función social

(psicología del gobernante y del gobernado), estatus cultural -psicología

del intelectual y del profano- y, así, un sin fin de etcéteras que ponen

de relieve las características comunes existentes entre personas que

comparten la misma cultura, nación, pueblo o raza; no hay razones

para pensar que este criterio no tiene aplicación en el caso de los

solteros. En este horizonte, cabe hablar de importantes diferencias no

sólo entre los casados y solteros sino también entre los propios

solteros y, en consecuencia, me he preguntado ¿cuáles serían los

criterios en que podría apoyarse una clasificación de los solteros, es

decir, lo que diferencia a unos solteros de otros, hasta el punto de

tener fundamento el hablar de distintos "tipos de soltería"? Esta es la

cuestión que intentaré clarificar con todos los datos psicológicos y

sociológicos disponibles en el momento actual.

• uniéndome a la postura de quienes admiten la posibilidad de clasificar

a los solteros, propongo como criterio clasificador

75

i AiNia>L0t;ÍADi-:i.S0i;ri-:K0:ENTKHKL MITO Y L A R E A L I D A D

partir del grado de voluntariedad con que los solteros asumen su

condición de talos. En función de este criterio básico, divido a solteros

en dos grandes grupo*, y dentro de cada uno do ellos distingo variedad

de tipos:

a) Grupo de "$olleros por elección'': pertenecen a esto grupo aquéllos para

quienes vivir solos y sin emparejarse es fruto de una opción

libremente elegida y

b) Grupo de "solleros forzosos o por obligación": los que lo son al margen de

una voluntaria y premeditada elección y por imperativo do las

circunstancias ajenas a sus deseos.

Una puntualización: dado que los motivos por los que los solteros

pueden adscribirse a un determinado tipo particular no son puros ni

excluyentes, la tipología do solteros que propongo al lector es la que resultan

de tomar en consideración los que podemos considerarse rasgos "preferentes"

o de mayor peso en cada tipo o clase.

Solteros por elección y sus distintas motivaciones

Al hablar de solteros "por elección", intento contestar a pregun tas como

éstas: ¿qué motivos tiene el soltero para no casarse, qué temores siente, qué

satisfacciones busca, cómo entiende sus relaciones sociales, qué aficiones

cultiva, etc.? Todos los solteros por elección coinciden en buscar la soltería en

cuanto opción libremente asumida, aunque, como se verá, el juego de la

propia libertad varía notablemente de un soltero a otro.

Io. Solteros convencidos y satisfechos de serlo. Estos solteros son muy introvertidos y

sienten especial motivación por canalizar todas sus energías hacia

determinados objetivos profesionales, humanitarios o religiosos. En

ocasiones, esta adhesión a la soltería es consecuencia de una decepción

amorosa, de un luto familiar o de estar convencidos de que es

prácticamente imposible compaginar la libertad y total dedicación al

ejercicio de la profesión con los ritmos y obligaciones de la vida familiar

(bailarines, modelos, actores y actrices, viajantes, pilotos, hombres de

negocio,

I.A SOI TKRlA Y SUS DIMENSIONES I’SKOU'K ÍK AS

investigadores); otras veces, responden al influjo de un familiar que les

ha precedido en la total consagración al desarrollo de una dedicación

vocacional, como os el caso de los misioneros y determinados artistas

(cantantes, do ópera, pintores, arquitectos de alto nivel do creación, etc.)

(Pasini, 1994).

2", 5(j//(’ri)S atraídos por una vida de vids calidad y plenamente libre. Son sujetos que

dicen no encontrar el compañero/a adecuado que les permita una

convivencia en régimen de absoluta igualdad y paridad, igualdad entro

el esfuerzo y el tiempo dedicado al compañero/a y el reconoci miento,

afecto y, sobre todo, libertad para desarrollar su personalidad sin trabas

(Giddens, 1995). Su lema es "antes soltero que casado y esclavo" (Alberdi

y otras, 2000). Estos solteros/as no están en contra del matrimonio ni lo

descartan y hasta les atrae la paternidad o maternidad, pero son tan

exigentes consigo mismos que no encuentran la "media naranja" que les

permita disfrutar y desarrollar su plena autonomía personal.

3”. Solteros autosuficientes. Despojado este adjetivo de sus connotaciones

exclusivamente negativas, con él se quiere expresar la situación de los

solteros que lo son por una lúcida elección narci- sista. Son personas que, en

el fondo, piensan que no necesitan de nadie y cultivan una larga retahila

de aficiones; por eso prefieren la soledad, son amantes de la lectura, la

música, el teatro, los viajes... y encuentran más facilidad para

relacionarse con los objetos que con las personas. En especial, consideran

las relaciones con el sexo diferente demasiado complejas y problemáticas

y prefieren satisfacer sus necesidades sexuales con prácticas auto-

eróticas, la masturbación y las fantasías de fuerte componente

homosexual.

4o. Solteros libertinos. Estos solteros son defensores de una soltería a ultranza y

como instrumento al servicio de su libertad que entienden sin ningún

tipo de limitación, por pequeña que sea. Consecuentemente, son

opuestos al matrimonio en cuanto impone todo un programa de

obligaciones contrarias al ejercicio espontáneo de su propia iniciativa

(obligación de atender las

77

LA PSICOlAXllA DHL SOLI ERO. ENTRE EL Mri'O Y LA REALIDAD

necesidades do lo pareja o di* los hijos, sometimiento a las servj.

dumbres caseras constantes en horarios, gustos culinarios, viajes

negociados, etc.), en definitiva, tener que respetar los gustos v

preferencia do los demás o contar con el "permiso" de la pareja para

todo. Una meta fundamental de estos solteros/as es el dis frute de la

propia autonomía para ejercer el amor pasión, múltiple, diferente y sin

ninguna limitación, vivir formas do amar variadas que, no excluye la

ternura y cierta entrega, pero tampoco las exige ni necesitan, por eso no

están dispuestos a las ataduras de un "amor en exclusiva y para

siempre" (Giroud y Lévy, 2000).

5*’. Solteros rebeldes. Estos solteros saben muy bien lo que buscan, estar

liberados de toda clase de cortapisas e imposiciones. Generalmente

proceden de una familia presidida por un padre y, con menos

frecuencia, una madre autoritarios que imponían lo que podían y debían

hacer los hijos en todos los órdenes, un horario férreo, lo que so podía

gastar, comer o leer, en qué había que emplear el tiempo libre o una

actividad en la que los caprichos, la improvisación, el dejarse llevar por

los impulsos del momento eran experiencias totalmente vedadas. Son

sujetos que pueden pasar por las ocupaciones más estrambólicas y

originales como los viajes a países exóticos, la afición al paracaidismo, el

pilotaje, el yoga, el naturismo, el contacto con otras religiones o culturas.

El espacio de sus amistades está definido por compañías muían- tes, con

las que conviven mientras les proporcionan experiencias nuevas, por

ello no tienen el menor reparo en abandonarlas cuando ya no les sirven

para proporcionales descubrir algo realmente nuevo y apasionante. Para

estos solteros, el lema es "todo vale en la vida menos la rutina", hace*

libremente todo aquello que les prohibieron cuando no les dejaron ser

ellos mismos. Un subtipo dentro de esto grupo son los denominados

"solteros vip", jóvenes treintañeros con altos ingresos, que no quieren

saber nada del matrimonio ni de ningún tipo de ataduras y son

aficionados a todo lo que suene a novedad. El movimiento feminista

participa de este espíritu de rebeldía en la medida en que se desmarca

de

I A SOI 11 KÍA V SUS DIMENSIONES I•SICOLÓGICAS

lo rutinario, di» lo que viene haciéndose desde siempre y de k>s que

piensan que el mundo funciona bien cuando está regido por

l.i costumbre y por lo que so ha hecho siempre. A esle grupo por-

lonecen muchos de los grandes revolucionarios que asumieron su

soltería como trampolín para los cambios que protagonizaron on el

campo de lo social, del arte o de la política.

<v\ Soltero* tipo "homo faber". Jaeggi (1995) define a estos solteros como

sujetos distanciados del mundo de los sentimientos y con un

comportamiento que coincide con la frialdad de las máquinas. Son

admiradores y consumidores do la técnica y del progreso que, lejos de

sentirse solos, disfrutan de su trabajo que les llena plenamente y al que

ven como una inmensa plataforma para el desarrollo de su creatividad y

expansión personal; do alguna manera, buscan colmar sus ansias de

curiosidad apartándose de las relaciones sociales cotidianas que

consideran una pérdida de tiempo (cotilleos, fiestas de sociedad, clubes,

encuentros amistosos) v vuelcan toda su energía en la entrega a su pro-

pio trabajo y profesión. En síntesis, son sujetos para quienes la amistad,

el amor, el "dolcefar niente", la experiencia de "estar con los demás para

nada" o la actividad que no va acompañada de la "productividad"

carecen de sentido.

Solteros itinerantes. Son solteros que no aspiran a desarrollar el "amor de

compromiso e incondicional", bien porque no se imaginan su vida

plenamente dedicada y atenta a las necesidades únicas de su pareja, bien

porque se sienten incapaces para un compromiso dependiente de por

vida de otra persona. Para estos solteros, el amor es algo parecido a un

producto enlatado que se consume en calidad de *_:na suma de

experiencias irrepetibles que dejan de tener sentido apenas desaparece

la novedad y se entra en la rutina de lo cotidiano. Se les llama también

"solteros de toda la vida" porque a lo largo de ella alternan épocas en

que viven aislados con temporadas que comparten sus intereses,

aficiones y placeres con el amigo/a üel momento, amigo que utilizan sin

reparo a modo de instrumento de diversión o de

79

I A l'SKOUX.ÍA DI I SOLTERO: F N I K I I I MITO Y LA REALIDAD

descubrimiento personal y en función de sus transitorios y f|Uc. tuantes

sentimientos, lo que les permite, en muc hos casos, mantener relaciones

afectivas con varias parejas a la vez. Contra loquv pudiera parecer, las

sucesivas rupturas vividas por estos sol tenis itinerantes -Alberdi y

otras (2tX)0) los denomina "alternantes"- no son traumáticas ni atenían

contra su autoestima toda vez que nunca se plantean la relación de

pareja como algo total y definitivo ni en cuanto plataforma básica sobre

la que* debe girar su vida; más bien ocurre lo contrario, el paso por

varias relaciones fortalece su flexibilidad personal y les libra de perder

un valor prioritario para ellos, saborear la fascinación dejo inesperado.

8". Solteros egoístas. Estos solteros están cerrados a establecer lazos que

impliquen asumir cualquier tipo de dependencia que les impida vivir

de lo suyo y para sí mismos. Por ello, huyen del riesgo de tener que

compartir su tiempo, su dinero y sus aficiones con personas que les

obliguen a sentir las zozobras, limitaciones, enfermedades o,

sencillamente, los diferentes estados de ánimo de la pareja. Un subtipo

de soltero egoísta es el "individualista" cuyo principal placer consiste en

decir "no tengo nada, excepto el placer personal de disponer de mi

espacio propio, mis cosas propias y una vida que es solamente mía"

(Schwartzberger y otros; 1995).

Generalmente, este tipo de soltero es encarnado por sujetos muy

inseguros de sí mismos que piensan que los demás también lo son,

especialmente en el terreno del amor y, en consecuencia, consideran el

refugiarse en sí mismos como el mejor modo de evitar todas aquellas

situaciones difíciles para las que piensan que no cuentan con los

suficientes recursos personales de poderlas afrontar y salir exitosos. Si

hubiera que definir lo esencial de este tipo de solteros, podríamos decir

que, por una parte, sor. sujetos cuyo principal objetivo vital es apartarse

de todo lo que les expone a tener que soportar el sentimiento de

inseguridad que domina su vida v, por otro, la aspiración a regular su

vida dentro de un marco o plataforma en la que lo nuevo, lo impro-

visado o la indefinición tengan la menor cabida posible.

LA SOLTÉ-RÍA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

qr\ Solieron artistas. De algún modo, el soltero artista representa el polo

opuesto al egoísta o persona pusilánime que se contenta con una "vida

normal"; al contrario, el artista solitario es un insaciable buscador y

experimentador de la novedad, de la belleza, creatividad, sensibilidad,

fascinación y del ingenio en sus más altas cotas. Por eso, no se encuentra

allí donde todo resulta algo sabido, experimentado o dirigido por la

costumbre, como ocurre en la vida familiar convencional articulada

sobre un conjunto de rutinas atentas únicamente a colmar necesidades

siempre iguales y básicas (comer, dormir, descansar) y donde resulta

difícil la aparición y la dedicación a nuevos y fascinantes logros. Os

sabido que los grandes artistas son personas que se desmarran de lo

cotidiano y soportan penurias de todo tipo (soledad, falta de recursos,

incomprensión) con tal de llevar adelante logros que, en muchos casos,

sólo después de su muerte son reconocidos; diríamos que son personas

que se anticipan a los acontecimientos que les rodean creando nuevas

perspectivas y modelos de entender la vida.

10”. Solteros solidarios. Son sujetos que dedican toda su vida ayudar a los demás

y les parece que ocuparse solamente del grupo de personas que

componen una familia, la mujer y los hijos, constituye una forma de

egoísmo fruto de una mirada estrecha en relación con todo lo que

pueden hacer y dar a los demás. Son personas siempre atentas al mundo

que les rodea, por eso son desprendidas y no les importa pasar por

penalidades ni restricciones con tal de ver que con su actividad

contribuyen a la felicidad de los demás.

11°. Solteros religiosos. Quedaría incompleta mi clasificación de los solteros sin

aludir, aunque solo sea de pasada, al numeroso grupo de personas que

han elegido su soltería por motivos de fe. Es sabido que hoy este tema es

objeto de una cierta controversia debido especialmente a los atropellos

sexuales cometidos por algunos clérigos con menores y también con

adultos en diversas partes del mundo. Al margen de que haya quienes

consideran la

81

I A PSICOLOGIA DEL SOLTERO: ENTRE EL MITO Y 1.A REALIDAD

imposición del celibato sacerdotal no sólo inhumano sino incluso

contrario a los derechos fundamentales de In persona (Rodríguez, 1998),

no se puede obviar el hecho de que muchos religiosos y sacerdotes -

todos conocemos alguno- han elegido la virginidad de manera

totalmente libre y por motivos que sólo tienen sentido cuando se la

contempla desde el plano de la teología y de la fe. Quienes la viven así

son conscientes de que su celibato va más allá de una mera norma

eclesiástica, que se impuso en fecha relativamente tardía en la iglesia

católica (siglo iv) y es por lo mismo cambiable. Pero ello no quita que

haya quienes sientan la vocación de imitar a su modelo, Jesucristo para

el cristiano, que dedicó los mejores años de su vida consagrándola al

total servicio de Dios y de los hombres (Evangelio de San Matero, 19, 11-12;

Carta de San Pablo a los Efesios, 5, 26). Como Jesucristo, estos religiosos

practican la virginidad y dedican su actividad a personas generalmente

necesitadas de alguien que les arrope y les atienda desinteresadamente y

sin guardarse nada para sí. No debe entenderse que con ello desprecian

el matrimonio, al que reconocen como un don de Dios; no casarse

significa para ellos descubrir la grandeza y la felicidad que proporcionan

el darse sin reservas a los demás. Para los auténticos religiosos, la vida

consagrada más que una renuncia es una elección personal que, como

casi todas las elecciones en la vida, conlleva ciertas renuncias pero

también el gozo de hacer lo que pide el corazón, en este caso, el corazón

iluminado por la fe que transciende todo lo que de positivo tiene y es

alcanzable por quienes eligen el matrimonio como forma de desarrollar

esa original e inefable experiencia que denominamos amor. Una última

reflexión para terminar: el hecho de que el celibato

religioso conlleve ciertas dificultades para mantenerse virgen es

perfectamente comparable con las dificultades de los casados para

mantenerse fieles a los compromisos contraídos con su pareja, y carece

de realismo pensar que en uno y otro caso se trata de compromisos

imposibles de asumir. Un tema diferente, en el que como psicólogo no

entro, es juzgar si es aconsejable o no el que la Igle-

I A SOLTERIA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

si.i deje plena libertad a los clérigos para ejercer el sacerdocio

imponiéndoles el celibato o haciéndolo compatible con la dedicación a la

vida religiosa, como ocurre en todas las iglesias cristianas excepto en la

católica romana.

12". IJK "neosoltcros". En los últimos veinte años ha aparecido un tipo de soltero

con características muy particulares. Carmen Alborch (1999, p. 92) los

define con este perfil: positivamente son profesionales muy cualificados,

desenvueltos, competentes, seguros di* sí mismos/as, con un alto nivel

cultural, y cuya actitud personal se define preferentemente por un

conjunto de "noes" que expresan la ausencia de cualquier tipo de

complejos: no tienen por referente social la pareja, no están obsesionados

por la seguridad económica, que ya han alcanzado, no renuncian a las

comodidades y más bien las buscan y saben disfrutarlas, no quieren

sufrir experiencias dolorosas o defraudantes en el terreno del amor, no es

para ellos una prioridad la vida en pareja ni casarse y no les supone

trauma la "cama vacía", que consideran suficientemente com pensada

con el éxito profesional. Para estos solteros, los logros de la revolución

francesa, libertad, igualdad, fraternidad, se traduce y se resume en un solo y

fundamental lema "independencia".

Solteros a la fuerza: variopinta realidad

La nota común de esta clase de solteros es la experiencia de soportar la

soltería en calidad de realidad inevitable y desagradable. Suelen ser solteros

que luchan para mantener su dignidad, erosionada por la presión social que

los estigmatiza como incolocables, impa- rejables, neuróticos y conflictivos y

a los que "seguro algo les pasa ya que no encuentran a nadie que les quiera"

(Larraburru. 2002). Con el fin de mantenerse erguidos ante tales afrentas,

muchos solteros de este grupo recurren a diversas racionalizaciones de tipo

personal para sentirse mejor: "las parejas que les rodean no son ningún mode

lo de felicidad", "todos sus amigos están separados", "yo no soy capaz de

aguantar a nadie"... Tipos dentro de esta heterogénea clase de "solteros

involuntarios" son:

h

83 mr9

r -J

LA IMCOI.lH.lA DEL SOLTERO. ENTRE EL MI IO V I A REALIDAD

1 . Solieron con notables limitaciones física* o psíquicas. Por man parte

de este tipo personas que sufren graves incapacidades físicas,

como los parapléjicos, ciegos, sordos, etc. También, los solteros

con una personalidad con importantes disfunciones mentales o

emocionales que les imposibilitan la convivencia con otra perso-

na en régimen de pareja (psicóticos, neuróticos, dementes, afec-

tados por trastornos derivados de un trauma sufrido durante l.i

infancia -pérdida o separación de los padres, traumas provoca-

dos por situaciones bélicas, etc.-. Con frecuencia, algunos defec-

tos físicos, desmesuradamente exagerados, como el exceso de

sudoración, la fealdad extrema, la obesidad, la cojera severa o el

enanismo, les conduce a encerrarse en sí mismos y a renunciar a

cualquier intento de encontrar pareja.

. Solteros cotí temor al compromiso o timoratos. El grupo mayor de

solteros "a la fuerza" está integrado por aquéllos que no se sien-

ten con capacidad para afrontar el miedo que les produce asu-

mir la responsabilidad y entrega que conlleva la vida de pareja.

Este miedo puede manifestarse de distintos modos y obedecer a

motivos muy distintos entre sí (Cárter y Sokol, 1996):

a) Hay un miedo prudente o egoísta, encarnado en aquéllos que prefieren

"vivir solos a mal acompañados" o que sienten terror ante la

responsabilidad de crear una familia y sacarla adelante. Podemos ver

este tipo de miedo como una medida de prudencia y como reacción

ante el temor a "no dar la talla" ante los numerosos imponderables y

graves compromisos que suelen aparecer cuando menos lo esperas

dentro del escenario familiar. Estos solteros han oído de los casados

dos comentarios que les asustan: el primen*, que cuando se casaron

sabían muy pocas cosas de la pareja, pocas en comparación con lo que

después han descubierto en ella y, segundo, que antes de casarse

nunca se habían imaginado lo que supone adaptarse a las diferencias

de temperamento y aficiones de su pareja y sobre todo de los hijos,

cuando los hay. Como me decía un amigo soltero, "yo no quiero casarme

con una persona a ¡a que per-

I A SOLTERIA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

C¡IK> con medio ojo abierto, ¡mes me han dicho que cuando se abren los dos, la cosa es

terrorífica". En cualquier caso, estos solteros afrontan la soltería no sólo

con cierta resignación sino en calidad de mal menor y necesario.

b) Un miedo especial, el patológico, es el experimentado por los

denominados "solteros fóbicos". La relación fóbica se caracteriza por la

vivencia de situaciones extremas y contrarias: un día se sienten

atraídos cuasi irresistiblemente por su pareja, y al día siguiente huyen

de ella sin saber por qué, alternan acercamientos y distanciamientos

con extraña rapidez y sin motivo alguno que lo justifique. Cárter y

Sokol (1996) han explicado con gran claridad las cuatro etapas por las

que pasan los fóbicos al amor: la primera es la fase de fascinación,

durante la cual el amor, el deseo y la excitación son tan intensos que se

sobreponen a cualquier temor y exigen a sus parejas que se involucren

completamente en la relación; en la fase intermedia, el miembro más

consciente se da cuenta de que su pareja fóbica le pide mucho más

compromiso del que imaginaba y comienza a poner barreras y

establecer límites, lo que provoca en la parte no afectada por el miedo

fóbico una gran carga de inseguridad y le lleva a realizar intentos de

ayuda para que se clarifique la postura del fóbico; esta etapa es la más

complicada y puede ser breve pero lo más frecuente es que dure años.

En la siguiente etapa, la tercera, el miembro afectado por el miedo

comprueba que la pareja le está invadiendo su espacio físico y

emocional y entonces reacciona buscando huir de la situación que le

resulta amenazante a la vez que inexplicable a sus propios ojos. El

ciclo se completa con una cuarta etapa final en la que la pasión inicial

se toma en descontrol emocional y en sentimiento de hostilidad y

hasta de desprecio hacia la pareja que inicialmente había sido objeto

de una atracción apasionada e incondicional.

c) Otro miedo muy frecuente entre los solteros procede de su baja

autoestima que les lleva a considerar la vida de pareja como un

85

i A IMUHJCX;ÍADI I SOLTERO I NTRF. EL MITO Y LA REALIDAD

ideal inalcanzable para ellos; en este sentido, piensan c¡ue sien do tan

pin a cosa no son dignos de amor ni serán capaces de darlo a su

pareja, todo lo cual les conduce a atrincherarse en los estrechos límites

de su intimidad, que eligen como único lugar en el que podrán

sentirse mínimamente seguros.

Dentro de este grupo, quedan encuadrados aquellos suje tos,

preferentemente hombres, que se sienten necesitados de que alguien

les ayude a salir de una situación problemática, por ejemplo, de la

adicción a las drogas o el alcohol. Estos solteros consideran que

"necesitan de alguien que les quiera a pesar de su miseria y les ayude

a salir de ella", pero al mismo tiempo dudan justificadamente de que

haya quien esté dispuesto a complicarse la vida ayudándoles.

Frecuentemente, se lanzan a la aventura del amor, temerosos pero, al

mismo tiempo, convencidos de que nada pierden puesto que, en caso

de ser rechazados, la derrota estaba ya asegurada desde el principio.

En mi experiencia profesional, he conocido casos de alcoholis mo que

dan pie a una penosa situación: la parte perjudicada confiesa haberse

dejado llevar por una actitud ingenua, le han fallado las fuerzas y ha

acabado por abandonar a la pareja que amaba. También conozco casos

en que la pareja ha sido capaz de asumir las limitaciones de la persona

alcoholizada y ha convivido con ella a pesar de todos los

inconvenientes que conlleva vivir con un alcohólico. Me sumo a los

que piensan que ante casos así hay que reflexionar muy mucho sobre

la propia capacidad para aceptar tanta responsabilidad y en caso de

duda, renunciar a tan grave compromiso.

d) En algunos solteros el miedo se produce como consecuencia de un

fAccso de autoestima y frdto de una actitud perfeccionista con respecto a

la propia vida. Estos solteros excluyen el matrimonio en cuanto

situación que podría poner en peligro el ejercicio y pleno desarrollo

de las propias cualidades, que se sobreestiman y responden a una

posición demasiado idealista Estos solteros/as suelen confundir

también sus deseos con sus necesidades y parecen estar hechos para

vivir únicamente en

LA SOLTERÍA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

mundos perfectos, en consecuencia renuncian al matrimonio que para

ellos representa un obstáculo insalvable para sus ideales de perfección. y\

Solteros sufridores. Lamourére (1988) habla de solteros que "padecen" la

soltería a manera de enfermedad que no les gusta pero que aceptan a pesar

de que para ellos supone convivir con su soledad, tristeza y la añoranza de

no tener a su lado alguien con quien compartir el amor y la intimidad.

Huyen del aislamiento y de la soledad viviendo inmersos en un recargado

programa de encuentros de todo tipo (comidas con amigos, salidas en los

fines de semana con otros solteros/as, vacaciones en grupo, etc.) con los

que intentan paliar su soledad. A lo largo de los años he conocido dos

amigos, un hombre y una mujer, que respondían claramente a este tipo de

"soltero sufridor".

El amigo, que acabó suicidándose arrojándose al río de su ciudad, se juntaba

periódicamente con su grupo de solteros para cenar en restaurantes e/tinos o

vegetarianos, para viajar, ir al cine o al teatro, pero me envidiaba porque, como él me

dijo en muchas ocasiones, "estos encuentros no duraban las veinticuatro horas del

día ni le libraban de la solidad que, tras morir su anciana madre, sentía sobre todo

cuando llegaba a casa y sólo le es/vraban ius paredes y la compañía de la TV".

amiga es una mujer de alto nivel profesional con muchos años de vida en

solitario y que dice haber encontrado por fin al hombre de su vida, con quien convive

actualmente. Repelidas i<eces me ha confesado lo intennina- bles que le resultaban

las lardes en su etapa de soltera -trabaja en horario de mañana- y sobre lodo los fines

de semana, por lo que se pasaba los sdbados y domingos llamando por teléfono a sus

amigos/as o conocidas invitándoles a salir aunque fuera a las ocho de la tarde del

domingo, hora en que todos nos retiramos a casa y nos preparamos fxira afrontar la

semana que nos espera.

En cierta ocasión n.e confesaba: “hay momentos en que no puedes remediar que se te

apodere la ne tira de la soledad, y cuando le viene no hay más remedio que quitártela

saliendo de casa sola o ton quien sea, si es preciso cogiendo un taxi y diciendo al

taxista que te lleve a dar una vuelta por el centro de la ciudad". En más de una

ocasión llegó a montarse en un taxi diciendo al conductor que le llevara por las calles

que quisiera hasta gastar el importe de

1.0 pías, que le entregaba en el momento de entrar ai el vehículo.

87

<

LA PSICOLOGIA DEL SOLTERO: ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

4”. Solleros esperanzados. Estos solteros/as viven aparentemente en un mundo

feliz. Nada de tristeza profunda, muchos encuentros con amigos,

muchas reuniones, viajes, asistencia a fiestas con compañeros de

trabajo; so divierten mucho cuidando con especial esmero su ¡ook, su

casa, su ropa y pertenecen a varios clubs o asociaciones selectas (yoga,

bailes exóticos, de aficionados a refinamientos culinarios). Pero tras ese

oropel, esconden una vida que los parece hueca, echan de menos el

amor íntimo y completo y no aciertan a disfrutar de la libertad que

poseen para tomar decisiones por sí solos y sin tener que dar cuentas a

nadie. Un especial sufrimiento, que estos solteros difícilmente soportan

sin caer en la depresión, es el que nace de no saber por qué no hay

nadie que se fije en ellos. A pesar de todo, se consuelan pensando que

su situación es provisional y que algún día, tarde o temprano, cambiará.

5‘\ Solteros fatalistas. Este tipo está integrado por los solteros "pensantes" que

han hecho suya la teoría de la fatalidad aplicada al terreno del amor.

Por eso, siempre encuentran alguna razón coherente y de peso para

explicar su situación de solteros, lo mismo que para interpretar todo lo

que les ocurre en la vida: fallaron aquella "única" oportunidad de su

vida, en los ambientes en que se mueven no encuentran la persona

apropiada, se creen excesivamente románticos, no están hechos para

soportar las absurdas y nimias manías de las personas del otro sexo que

ha" conocido, etc. Y todo ello porque creen a pie juntillas que la vida se

rige por leyes que deben acatarse y según las cuales lo que nos ocurre es

"porque tiene que suceder". Están convencidos de que si con el

transcurso del tiempo no encuentran la pareja, la media naranja que

buscan, es "porque" -siempre la raxón de coherencia (!}- no están hechos

para el matrimonio dado que la madre naturaleza no les ha dotado de la

capacidad para soportar la vida en común. Con estas premisas por

delante, estos solteros convencidos buscan y casi siempre encuentran la

compensación a sus involuntarias limitaciones enmarcando su vida en

una especie de guarida en la que podemos encontrar todos los placeres

que

LA SOLTERÍA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGK AS

sus amigos casados envidian: la holgazanería, aficiones selectas como la

lectura o la música, confort, cultivo narcisista de sus propios

pensamientos, disfrute del trabajo sin ningún género de restricciones,

etc. A la postre, se trata do solteros convencidos de dos cosas, por un

lado, de que la soltería no es cuestión de libre elección y se trata, por

tanto, de aceptarla resignadamente porque "no existe la mujer o el

hombre que ellos/as necesitan" y, por otro, que los placeres que rodean

su vida compensan en una medida más que suficiente los para ellos

insalvables inconvenientes que conlleva su soltería (Neuburger, 1998).

t>". Solteros falsamente resignados. Son sujetas que se presentan como modernos,

dinámicos, liberados... y hasta se dicen felices, per*) cuando se rasca un

poco y se penetra en el terreno de la confidencia -si es que permiten

entrar en ella- desaparece el cuadro feliz y ya no son capaces de

disimular lo que para ellos supone de humillación, maltrato y malestar

el no ver cumplidos los deseos de un amor romántico pleno y la relación

sexual íntima y completa que nunca les llegó (Giroud y Lévy, 2000); una

gran parte de estos solteros se definen a sí mismos como enamorados no

correspondidos aunque, en realidad, son solitarios amargados. Al ser poco

realistas, pensaron que nunca tendrían que pasar por la amargura de la

inesperada desilusión amorosa en la que siguen inmersos, todo lo cual

aviva en ellos sentimientos de ira y de odio contra sí mismos y contra

aquéllos que les dejaron abandonados y traumatizados después de

haberse forjado junto a ellos una vida colmada con todas las alegrías del

amor perfecto e ideal (Ladish, 1998).

T. Solteros resentidos. Son aquéllos que han pasado por varios fracasos, por

relaciones sentimentales difíciles y hasta tumultuosas, las más de las

veces consecuencia de errores de cálculo como el haberse mostrado poco

flexibles y demasiado exigentes con el amor pretendido. Estos solteros

suelen pasar por dos etapas, la primera de resentimiento propiamente

dicho, "ese tipo que me ha dejado no era digno de mí"; la segunda, lo

que les diferencia dei soltero "resignado" anteriormente mencionado, no

darse por ven-

fe

89

I-A IMI OUX.ÍA DEL SOLTERO ENTKI: El. MITO Y I A REALIDAD

eido y el afianzamiento en el valor de sí mismo, "valgo demasiado para

resignarme a no merecer nadie que me acompañe en in¡ vida". Por lo di

dio se entiende que los solteros "resentidos" siguen abiertos al amor y se

consideran dignos de él, pues entienden que las experiencias fallidas

constituyen para ellos un proceso de aprendizaje necesario y altamente

útil para responder adecuadamente a los futuros encuentros amorosos

que buscan con algún temor, sí, pero también con la actitud segura

extraída de haber comprendido las causas de sus fracasos anteriores.

Cuando estos solteros consiguen olvidar su resentimiento, sí’ encuentran

en una situación que se vuelve a su favor y pueden llegar a superar

totalmente su resentimiento que, en resumidas cuentas, no ha sido más

que una etapa transitoria de su búsqueda amorosa. iS‘\ Solteros

calculadores. Estos solteros consideran la vida en pareja como una

institución que resulta demasiado cara tanto en tiempo -disponibilidad-

como en frustraciones -dificultades para vivir otras relaciones

concomintantes, imposibles de realizar si uno no sabe manejar la

complicada habilidad de someterse a juegos de malabar- Para ellos, el

matrimonio supone un gasto extra de sometimiento en todo lo que

respecta a los actos de la vida en común: elegir vivienda, lugar de

vacaciones, modo de vida, empleo del dinero, etc., por lo que abrigan

serias dudas de que la pareja les pueda compensar el plus de

independencia al que aspiran en el plano social, sexual, económico,

afectivo o intelectual; en tal horizonte, lo lógico es terminar

encerrándose en sí mismos y vivir para sí solos.

9”. Solteros retardados. Son aquéllos que consumen algunos años de su

juventud en sucesivos amores de mariposa, que van buscando de flor en

flor y cultivan los amores del juerguista maestro en el arto amatorio, que

vive distraído con muchos amores pasajeros y divertidos, amores que

nunca llegan realmente hasta el fondo de la entrega a las parejas que

conocen. Así, se plantan en sus cuarenta años, momento en que se dan

cuenta de que se les ha pasado la hora para establecer el compromiso de

un amor cabal y

I A SOLTERIA Y SUS DIMENSIONES PSICOLÓGICAS

maduro, y es entonces cuando en tono entre socarrón y decepcionado

intentan consolarse diciendo "ya es demasiado tarde".

K» Micros nos/iíl$icos. Pasini (2000) habla de un tipo de solteros dominados

por la nostalgia, entendida como recuerdo permanente de un bien

perdido, en este caso una preciosa historia de amor, r.l problema del

nostálgico radica en que centra su mirada en algo que nunca será ya

posible, una especie de vuelta y fijación en la etapa de un amor

generalmente primerizo e infantil, del que este tipo de soltero no acaba

de lograr desprenderse. Este .imor nostálgico implica una especie de

anclaje absoluto que absorbe y, lo que es peor, paraliza centrando todas

las vivencias en el recuerdo de lo que pudo ser y nunca será, de lo que se

vivió tan plenamente que se considera ideal irrepetible. Tal situación

suele traducirse en la experiencia de dolor producido por la ausencia de

alguien en quien se volcaron todas las ilusiones de amar y de recibir

amor y que, al mismo tiempo, cierra los ojos a otros posibles amores

capaces de proporcionar la felicidad perdida.

He conocido a dos solteras nostálgicas. La primera se enamoró tan perdidamente de un

hombre que en sus peores momentos de nostalgia dijo a una amiga suya, que ina's tarde he

conocido: "o me caso con fulano o no me caso con nadie". La historia posterior ha mostrado

que el acceso de nostalgia era pasajero, pues he sabido que después se casó con otro y es

esposa feliz y madre de tres hijos ¡M historia de la segunda soltera no ha terminado así,

pues tras halyer fracasado en el intento de convencer al hombre d>- su vida, sigue soltera y

desilusionada y no quiere saber nada de los hombres que, como en el caso de su primer

novio, pueden exponerle a sufrir el desencanto de no ser correspondida.

Comentario final

Presentado al lector el perfil psicológico de los veintidós tipos de soltero

listados en este capítulo, me queda una duda, que mis lectores solteros se

vean reflejados con un mínimo de fidelidad dentro de alguno de dichos tipos.

Tengo también una cierta esperanza, que sus vidas vistas "desde dentro" d e

alguno de los tipos se parezcan bastante a lo que la observación del psicólogo

ha visto "desde fuera", no

91

1.A PSICOLOGÍA DF.L SOLTERO ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

tan desde fuera, puesto que muchos de los rasgos y vivencias psico lógicas

asignadas a cada tipo han sido confesados y ratificadas p0r los numerosos

solteros que en la consulta de los psicoterapeutas abrieron sinceramente su

interior a aquéllos profesionales que les ayudaron en ocasiones a desarrollar

las posibilidades de su vida singular y, en otros casos, a encaminarla por

derroteros que les condujeron a vivirlas en cuotas de mayor satisfacción y

felicidad.

Debo decir, para terminar, que los tipos descritos en este capítulo no

agotan la tipología o clasificación completa de los solteros , por eso me he

sentido obligado a denominarla "provisional". Podría haberla ensanchado

hablando también de solteros cautos, felices, abiertos a! amor, timoratos, confusos,

masoquistas...; en cualquier caso, de una cosa estoy convencido, de que los tipos

descritos representan en conjunto un paquete de rasgos y vivencias

suficientemente esclarecedoras para que cualquier soltero pueda llegar a

reconocer "su" modelo o manera de asumir y vivir su soltería y, lo que es más

importante, que más allá de lo que se dice sobre cada tipo se esconden

vivencias felices y tristes al igual que ocurre entre los casados. Quiero

expresar con toda claridad mi convicción de que a pesar de las connotaciones

comunes asignadas a uno u otro tipo, cada soltero representa la irrepeti ble

experiencia de una vida humana, que es lo mismo que decir, algo manifiesto,

y también oculto, perteneciente en exclusiva al inaccesible y misterioso

reducto de lo estrictamente personal.

2 SOLTEROS, ¿POR QUÉ?

Hablando de los solteros, he oído repetidamente dos curiosos

comentarios. El primero se refiere a este interrogante, "si todos nace mos

solteros: ¿por qué unos continúan siéndolo toda la vida y otros no?"; el

segundo, algo m<1s ingenioso y con cierta carga pesimista, dice "nacemos

solteros y libres, después nos casamos".

Cuando he preguntado a numerosos casados por qué se habían casado, sus

respuestas resultan bastante numerosas y tan variadas como éstas: "no lo sé

muy bien", "no tengo una respuesta clara", "lo hice porque lo hacía la mayoría

de la gente de mi edad", "en mi época era normal", "tenía un novio desde

hacía años", "porque no me gusta estar solo", "porque quería amar y que

alguien me quisiera", "porque había que casarse" ("nací para ello", me dijo en

cierta ocasión un senegalés en una playa catalana), "porque me gustan los

niños" (preferentemente las mujeres), "porque me enamoré", "porque me sentí

muy atraído/a por una persona del otro sexo", "porque hubo alguien que me

lo pidió", "porque quería ser yo misma y librarme de ser tutelada por mis

padres", "porque las relaciones afectivas en el matrimonio contribuyen de

manera importante a la construcción de la personalidad"... Oyendo una y otra

respuesta, se llega a la conclusión de que mientras para unos el casarse ha

sido objeto de una decisión meditada y conscientemente motivada, por

93

LA PSICOLOGÍA DEL SOLTERO. ENTRE EL MITO Y LA RI-AI IDAD

tonto libro; para otros, el matrimonio es algo con lo que se han encon trado,

sin haber pasado previamente por el análisis riguroso de sus ventajas y sus

inconvenientes, por ello, les resulta difícil deslindar lo que Ies llevó

realmente al matrimonio de lo que después de casados han encontrado en su

vida en pareja y con hijos. Parece claro que, sal- vo unos pocos, la mayoría de

los casados nunca llegaron a formular- se preguntas como: ¿es para mí el

matrimonio una necesidad indispensable para ser feliz?, ¿considero el

matrimonio como opción preferente o simplemente como mal menor?, ¿son

más poderosas las razones que me han llevado al matrimonio que las que

hubiera podido poner en juego para quedarme soltero/a?

Si el tema se analiza desde los solteros, las contestaciones resultan

igualmente numerosas y confusas, pero algo más reveladoras que en el caso

de los casados. Así, desde el soltero que te dice "no sé por qué", otros aducen

razones que no dejan lugar a dudas: "no quería perder mi libertad", "me

asusta el matrimonio", "la vida en pareja es demasiado complicada", "me

abandonó mi primer novio/a y nunca más he querido saber nada de los que

se me han acercado", "no se me ha presentado la persona adecuada", "no he

sabido aprovechar las ocasiones que se me ofrecieron", "cuando me di cuenta,

se me había pasado ya la hora", "durante mis años jóvenes me dediqué a

cuidar a mis padres", "me quedé sin padres y tuve que ocuparme de mis

hermanos", "no me he casado por pereza", "soy hijo/a de padres separados",

"muchos de mis amigos han fracasado en su matrimonio, no quiero que a mí

me ocurra lo mismo", "no he tenido tiempo de ocuparme del tema, pues me

absorbe totalmente mi profesión y mi trabajo", "creo que no valgo para la

responsabilidad de ser padre/madre"... Evidentemente, la lista anterior no

agota los motivos de la soltería -he leído en Cipolla (1995) que en una encues-

ta dirigida hace unos años a 400 mujeres italianas solteras, se mencionan

hasta 17 razones posibles y diferentes que podrían explicar el porqué de su

soltería-. De cualquier forma, analizados con detención y por variado que sea

el conjunto de motivos aducidos por los solteros, la generalidad de ellos

acaban reflejando un estado de ánimo que se decanta hacia dos posiciones

distintas: aceptación de la solte-

fe-

94

SOLTEROS, ¿POR QUÉ?

ría como algo negativo y no deseado y, la segunda, satisfacción con 0| estado

de soltero, a pesar de algunos inconvenientes, que se reconocen sin tapujos y

se confiesa que se sufren.

1-1 presente capítulo intentará adentrarse en los causas de la sol- loria que,

como es sabido, afecta a un número creciente de la población adulta; en

España, por ejemplo, uno de cada cuatro adultos en edad de casarse

permanecen solteros y tanto es así que muchos se preguntan si no estamos

caminando hacia una sociedad de solteros, ,il tiempo que los políticos,

seriamente preocupados por el fenómeno, están arbitrando medidas para

incentivar la vida familiar y facilitar la crianza de los hijos (acceso a la

vivienda, rebaja de impuestos, ayudas económicas para la educación de los

hijos, etc.).

Profundizando en los diferentes motivos que se declaran o influ yen en la

soltería, aparecen tres grandes grupos:

• razones psicológicas personales,

• el mito de "la media naranja" y la casualidad, y

• factores ambientales o determinisrno sociológico.

Por motivos fundamentalmente prácticos, pasaré revista a todas estas

motivaciones analizándolas por separado, a pesar de estar convencido de que

en el plano real interactuan mezcladas a la hora de influir y explicar por qué

un adulto decide o en muchos casos acaba resignándose a "soportar" su

condición de soltero; dicho de otro modo, entiendo que la situación de soltero

equivale a una especie de largo itinerario en el que intervienen diversidad de

motivaciones y, desde tal supuesto, pienso que cualquier intento de

encuadrar el origen de la soltería en motivaciones únicas y puntuales implica

el riesgo de exponerse a considerables errores.

Razones psicológicas de la soltería

Son tantas las razones internas que conducen a la soltería y tan

relacionadas están con la trama misteriosa de la propia biografía que para

muchos solteros es prácticamente imposible explicar con cierta precisión las

razones últimas por las que no han logrado encontrar

95

I.A PSICOLOGÍA DIXSOI .TI .KO: LNTRL EL MITO Y I.A RI-ALIDAD

pareja. Al mismo tiempo y como he podido comprobar, la opinión común

estima que nadie se queda sólo sin una explicación, "algo raro Ies pasa para

que no hayan logrado encontrar pareja" (joven de 25 años, recién casada). En

todo caso, se puede comprobar que prácticamente siempre alguno de los

factores psicológicos que comento a continuación juega un papel importante,

a veces decisivo, como antecedente de la soltería.

l'\ Sol uros i>oi libre dicción personal. Por más deterninismos sociales

o individuales que se busquen y se aduzcan como causa de la soltería,

hoy nadie niega la posibilidad de que la soltería puede y de hecho es en

muchos casos objeto de una decisión plenamente libre. Es cierto que para

muchas personas ejercer la libertad para casarse o no resulta asunto

harto difícil, dadas las presiones sociales de todo tipo que se ejercen aún

hoy en día contra los que se "atreven" a desmarcarse de la norma general

de casarse -no tan general a juzgar por del gran número de solteros-,

pero no se puede negar que hay adultos capaces de sobreponerse a todos

los estereotipos circundantes y considerar como un valor positivo

dedicar su vida entera al cultivo de todas las posibilidades individuales

que se les presentan cuando, echando una mirada hacia su interior,

contemplan el amplísimo programa de experiencias y de desarrollo

personal que se pueden realizar sin necesidad de contar con el apoyo

enmarcado en una vida de familia. Aquí están el conjunto de solteros/as

que han elegido el dedicarse con todas sus fuerzas al cultivo de la cien-

cia, las artes o las letras, los que consagran su vida virgen al cui dado de

los demás -clérigos y religiosos-, los líderes políticos y sociales

fascinados por la causa que les ocupa toda la vida, los trabajadores de

empresas y ÓSíGs multinacionales sometidos a una extraordinaria

movilidad difícilmente compatible con la vida familiar, etc. No puede

decirse a la ligera que estos solteros se realizan menos que los casados o

que son víctimas de su egoísmo, pues en muchos casos se muestran

mucho más generosos, y quizás también por ello, más felices que muchos

casa-

96

SOLTEROS. ¿POR QUÉ?

dos. Desde la psicología de la personalidad, hay que admitir que en los

ámbitos del amor, la creatividad y el servicio a los demás, el paquete de

posibilidades que se ofrece a los solteros es, bajo muchos conceptos,

perfectamente comparable con las del casado. Por otra parte y en el

plano de un sano realismo, nada impide que, mediante el proceso de

"sublimación", muy explicado por los expertos de la personalidad,

muchos de los objetivos y necesidades que desde el pensamiento vulgar

son considerados "naturales" o necesidades básicas ineludibles para el

equilibrio personal y una vida plenamente feliz (cercanía sentimental,

sexualidad, intimidad, complicidad) puedan alcanzarse orien tándolos

por cauces no necesariamente vinculados a la vida familiar. Por último,

en las sociedades modernas hay dos hechos que facilitan las cosas a los

solteros/as: en primer lugar, ha desaparecido el ancestral miedo a la

soledad, hoy ampliamente superado mediante los numerosos apoyos que

la sociedad del bienestar proporciona a las familias monoparentales y

personas que viven solas; y por otra parte, muchas mujeres de hoy son

tan autosuficientes que ya no necesitan del varón para encontrar un

lugar propio y la seguridad económica y afectiva necesarias en cualquier

vida humana. Por eso, en las actuales condiciones y afortunadamente, ya

no se puede defender sin pecar de extremismo el falso dogma de que la

vida plena estaría reservada exclusivamente a los casados (!).

2\ La fealdad corporal. La presencia física de la persona es un elemento decisivo

de inserción dentro de los grupos humanos y del contexto vital. En tal

inserción intervienen, además de los aspectos puramente externos como

la ropa, el peinado, el tono de voz, etc., factores biológicos mucho más

fundamentales y, por encima de todos ellos, la figura externa corporal,

fealdad o belleza, estatura, edad, aspecto agradable o desagradable. Es

de todos sabido, el importante influjo que, a través de los medios de

comunicación de masas, nuestra sociedad ejerce, especialmente en el

caso de las mujeres, sus peculiares y muchas veces esclavi-

97

LA PSICOLOGIA DEL SOLTERO: ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

zantes cánones de belleza, rostro perfecto, aspecto juvenil, bolle- za

seductora, alargamiento y estrechamiento ideal (!) del cuerpo, modelos

"cartón piedra", etc. Basta con asomarse a la pequeña pantalla o a las

brillantes portadas de las revistas del corazón para comprender el

enorme peso que la imagen externa de la persona puede ejercer para

determinar el nivel de autoestima y seguridad o inseguridad con que las

personas en edad de casarse se acercan a sus posibles pretendientes;

dicho de otro modo, son pocos los realmente feos o que se ven tales que

se consideran capaces de olvidar la norma por la que se rigen las relaci o-

nes con las personas del otro sexo, "la fealdad incrementa la difi cultad

de seducir y la belleza la facilita" (Giroud y Lévy, 2000). En sentido

contrario, los expertos en psicología diferencial de los sexos sostienen

que la estética corporal basada en la estatura, peso, color de los ojos,

forma de la nariz, cabello, gracia en el andar, vigor, etc., no es en

muchos casos ni el punto de arranque ni el principal motivo de atracción

en el proceso de enamoramiento y, en tal perspectiva, hablan de una

cierta autonomía de

lo físico con respecto al atractivo global de la persona. Aquí se incluyen

todos aquellos casos de parejas que confiesan haberse enamorado de la

especial simpatía de su compañero/a, de su cálida o dulce voz, de sus

delicados ademanes o elegancia en el porte e incluso de la ternura que

les inspiró su extremada timidez; para nada se fijaron en el perfil más o

menos armonioso del cuerpo del otro. En este contexto, séame permitido

comentar un dato altamente significativo y es que, cuando he

preguntado a varias parejas cómo habían llegado a enamorarse, me he

encontrado frecuentemente con respuestas muy parecidas a ésta: "pri -

mero me enamoré de su inteligencia, de la claridad en su modo de

pensar, de su manera tolerante de ver a los demás, de su seguridad

personal, de la tenacidad que había sido capaz de poner en juego para

alcanzar el nivel profesional que había logrado con mucho sacrificio...,

de eso me enamoré y sólo posteriormente me fijé en su cuerpo y en el

resto de su persona".

SOLTEROS, ¿POR QUÉ?

I lablando de la imjiorlaiuia »/*7 fásico, un reciente estudio en el Reino Unido

puso de manifiesto que las mujeres prefieren a los hombres altos. Como prueba .*•

dice que los Mirones con una estatura medio de 1,83 m tentón titiis [fusibilidades de

casóme y tener hijos. Por el contrario y según el mismo estudio, los hombres las

prefieren tuds bajas. Aquéllas que no median mifs de 1,63 tenían más posibilidades

de estar casadas y con hijos <1 leraldo de Aragón, 25 agosto de 2002).

Al margen de las consideraciones anteriores, parece obligado el

reconocer que el antivalor de la fealdad física representa en nues tra

sociedad un importante obstáculo para iniciar los primeros pasos que

podrán conducir a una relación de vida en pareja o cuajar en un amor con

el otro sexo cuando el reloj biológico marca inexorablemente que el "estar

estupendo/a" se lia convertido en fatal imposibilidad (Segura, 1997;

Alberdi y otras, 2000). A las> feas, en particular, les cuesta asumir la

verdad de estas palabras que Díaz (1998) expresa poéticamente cuando

dice: "Brilla la mujer con todo el encanto de la rosa, y aún a las más feas

les da el diablo un punto de sal para que no se pudran".

Personalmente, lu- conocido dos profesionales solteros, altamente cualificados y

con deformidades físicas. El varón de 30 años, con una acusada joroba, me decía:

"Con los cánones de belleza imperantes, los jorobados no tenernos nada que hacer".

La mujer soltera, con un rostro extremadamente pálido y feo, me confesaba:

"Después de verme tedas las mañanas ante el espejo, comprendo y comprenderás por

qué estoy soltera". Y un enano de mi barrio me explicó asi lo que le condujo a la

soltería: "Cuando era mozalbete intenté acercarme a una chica de mi edad y un poco

más alta Todaiva recuerdo lo que me dijo: 'cuando crezcas un poco más, veremos’.

Aún no he superado la vergüenza que sentí'.

3a. Timidez para abrirse a ¡a pareja. La timidez es un rasgo personal que muchos

solteros confiesan sufrir a manera de pesada carga: "soy muy tímido, no

puedo remediarlo", "una vez participé en una reunión en la que me sentí

muy atraído por una chica soltera, pero no tuve valor para preguntarle su

nombre ni pedirle su teléfono para quedar", "en cualquier reunión donde

hay niños, prefiero sentarme junto a ellos, así no tengo que contar mi

vida

99

I A IMlOUX.lA ni i HH II KO. I NTKI-: 1-1 MIK) V I A Kl AI.IDA1)

.1 los demás", ",i jv-ardo MT invitado/a, no asisto a Lis bodas j, mis .unidos

porque ai and o lo he hecho todos me pregunta cuándo me toca a mí",

"siento vergüenza cuando en un grti|V de amigos, alguno de los casados

presentes me dice que han., nuiv buena pareja con otro/a de los

solteros/as presentes e n , i encuentro”, "cuando estoy con solteros/as

que me interesan, n,, mi’ atrevo ni siqi. v:a a insinuarme porque siento un

temor tn-- mendo a meter la pata o a que me digan que 110"...

f V l.i iriguenza i/«•.' altero fiara presentarse como tal dice mucho la

siguiente anécdota que ; : hace aigumvs aüos. Estaba yo bromeando con un

o>m¡umen> v amigo -<*/?ce fobrv “lo inifterfeclo que fs el calado de ¡a solte- n ])'

I n i-v momento. apareció otro colega también soltero cuyo estado <As-

conocínmo> mi interlocutor y yo. Duraitle algunos minutos seguimos hablando y

¡'romeando >rir el asunto. Pues bien, supe a! día siguiente que apenas almidontf el

despacho, nuestro colega le confesó a mi amigo que "también él era soltero ¡vro que

no se había atrevido a confesarlo en presencia de los dos".

-T. El excesivo coste del matrimonio. Un motivo aducido por ciertos los solteros

es el precio que hay que pagar por vivir en compañía do la pareja; para

estos solteros "el matrimonio no vale lo que cuesta", pues conlleva lal

cúmulo de incertidumbres, preocupaciones y compromisos que nunca

compensan los inconvenientes de vivir solo. Esta motivación se

alimenta de las historias de todos aquellos que han fracasado en su

matrimonio y se atreven a contarlo a sus amigos. En cierta ocasión, me

confesaba un amigo soltero que cuando oyó la confesión de cómo un

compañero, ahora en manos del psiquíatra y profundamente deprimido,

le describió lo que había representando para él su reciente separa ción,

se le quitaron todas las gimas de casarse.

y\ El ¡vsado fardo de Ui patcrnidadlmaternidad. A la mayoría de los solteros les

atrae la paternidad/maternidad pero no todos se sienten capaces de

asumir el compromiso de traer un hijo al mundo por lo< sufrimientos a

que está expuesto en una sociedad como la nuestra, con grandes

dificultades para salir adelante y buscar-

fe

100

w:

1

soi n uos ¿muyuí:'

so la vida, ti miedo al compromiso do la paternidad aparece con especial

claridad en los divorciados, que tras su separación suelen buscar

afanosamente otra pareja -los varones una mujer generalmente más joven

que ellos , pero a la vista del interés por los hijos de la nueva y joven

pareja, huyen de ella con la misma fuerza con que la buscaron (Duoeil,

2000). I (ablando de este tema, resulta realmente elocuente e ilustrativa la

confesión de Carmen Alborch (1999) cuando dice que en determinados

momentos siente admiración y envidia de las madres acompañadas de

sus hijos v hasta reconoce sor egoísta por vivir sola, pero no por ello se

siento frustrada porque "he tenido la suerte de ver crecer muy de cerca a mis

estupendos sobrinos y sobrinas. Y cuntido ahora me repiten la tipien pregunta /por ijue

no se ha casado y tenido hijos!, contesto que también cstdabierto el camino de la

adopción'' (p. 207). h . Acusado romanticismo. Horas (2001) caracteriza a los

solteros románticos como personas que buscan un amor ideal, excesivo y,

como consecuencia, siempre terminan frustrados, defraudados y

culpando al otro de su decepción, cuando verdaderamente el problema

está en olios mismos. Si se analiza su actitud, se descubre que, detrás de

este falso ideal, sus metas amorosas se dirigen más hada el amor en sí

que hacia la persona amada, lo que buscan a la postre es que el amante se

convierta en el mero pretexto o vehículo para llegar al amor narcisista de

sí mismos. A la luz de esta explicación, se entiende muy bien por qv.é

cuando el amante deja de serles útiles, que suele ser bastante pronto, lo

desechan por inservible. Ahondando en las raíces del amor romántico,

los psicólogos coinciden en que es propio de las personas inmaduras, de

aquéllas que confunden la realidad del amor propiamente humano con

las fantasías de los cuentos de hadas, y eso lo corroboran igualmente los

terapeutas cuando, en el trato diario con sus clientes, comprueban que

este tipo de amor tiene mucho que ver con la educación que en el campo

del amor recibimos de los padres, si tal educación no fue realista, cabe

esperar que en la vida do adultos carezcamos de las habili-

101

I A I M l O U X . i A m I S O I I ! I t t * I N I K I I I M I T O N I A K l V I I I >.\l >

dados necesarias para acercarnos y querer a las personas iv,i|, , tal y

como son (Cárter y Sokol, 19%). Calv añadir una precisi,.- más, que por

injusto que parezca y debido a su comvpo,,, superficial «.leí amor, para

los románticos el culpable de Ml decepciones amorosas siempre es su

pareja, ellos solanu'nt* “han tenido mala suerte o se han equivocado de

elección" | „ curioso constatar que, en contra de lo que cabía esperar v

tr.i cada decepción, la ilusión del romántico permanece intacta dan- do

pie a que la cadena de fracasos siga alargándose en numen» sos ensayos

de amores intensos que les satisfacen transitoria- mente, sí, pero que

nunca llegan a cuajar en un amor profundo, pues esta clase de amor no

tiene valor para ellos. Por último, ha\ que decir que en todo romántico

subvace una baja autoestima alguien que necesita compensar la idea

pobre que tiene de m mismo con el amor que los demás le demuestran

y, en este sentido, nada tiene de extraño que exijan que su pareja les

comprenda, se vuelque en ellos constantemente y les proporcione las

emociones intensas y nuevas que buscan y sienten necesitar en

desproporcionada medida. Hilo explica también que apenas notan que

tal exigencia no es satisfecha se pongan histéricos, entren en cólera y se

pueda esperar de ellos toda suerte de desprecios, descalificaciones y

hasta la violencia física. Para su desgracia, con ello sólo consiguen el

efecto que raramente esperan, que la pareja les abandone, momento en

el que suelen caer en l.i fuerte depresión que su baja autoestima se

encarga de alimentar.

7‘\ El egoísmo, ti matrimonio difícilmente puede resultar atractivo para

quienes piensan que no les sobra nada o que sólo tienen tiempo para

dedicarse a le guyo, y lo mismo les ocurre a los habituados a ver el

mundo de lo valioso únicamente en lo que se relaciona con sus

intereses y deseos individuales y narcisistas. Kl soltero egoísta vive

dominado por una mentalidad incompatible con el "amor donación"

exigido en la vida de pareja, una forma de querer que llama a vivir la

experiencia feliz de dar algo de lo propio para que el otro sea también

feliz. Kl egoísta suele ser un

102

soi.ii Kv*-.. <I\>K ut.;i■:?

•‘trepa" que, para su desgracia, lo convierte en ligura sncialmen - le

estigmatizada \ que acaba condenándole a la más espantosa «.olodad,

1111,1 vivencia ciertamente poco gratificante.

I 11 el origen de la personalidad egoísta suelen estar unos padres \

educadores que inculcaron en los hijos v pupilos la idea de que i -l único

patrón de conducta válido v natural es que cada uno se convierta en

protagonista en solitario a la hora de resolver sus problemas personales y

cubrir sus aspiraciones Hsta abusiva atribución de responsabilidad

individualista provoca en los hijos el sentimiento de inseguridad del que

se deriva el mecanismo de compensación que se traduce en "acaparar"

para sí todo aquello que les hará sentirse suficientemente fuertes y

seguros ante los rotos y dificultades que conlleva el salir adelante en la

vida. Como, por otra parte, este falso ideal es prácticamente inalcanza ble

-nadie es totalmente autosuíiciente-, el soltero egoísta tiende a hacer de la

pareja un puro instrumento al servicio de su> intereses personales, con lo

que da motivo a que se produzca la reacción lógica, que la pareja le

abandone y le deje ante algo que no espera, su soledad. Otra de las raíces,

fuente del aislamiento v la soledad experimentada por los solteros, t^s

una baja autoestima, pues piensan que no son lo suficientemente valiosos

para constituir objeto de amor de su pareja lo cual, en el fondo, no es más

que el signo evidente de su incapacidad para entender el amor generoso

y a cuenta de nada. Vistas así las cosas, no es desacertada la opinión bas-

tante común según la cual, en cada soltero hay -o suele haber- un

rezumado egoísta, una persona cuya única razón para amar a los demás

es el provecho que pueda sacar de ellos, olvidándose de que existe

también el amor generoso y gratuito. La historia de muchos divorciados

es la historia de un amor que sólo se entendió como una pura forma de

toma y daca, te doy para que me des (Jaeggi, 1995; Bernad, 2000, p. 210-

217).

N . Exigencia del amor ideal y perfecto. En la base de esta actitud está una

concepción excesivamente perfeccionista de la vid? que lleva al soltero a

no tolerar la mera posibilidad de pasar por la ver-

fe

103

| \ I N K O H M . I A n i i l . S O I I I KO I N i i u r I I M I H M I A l i l A l I I > , \ 1 »

gúon/a il«.- ser rechazado por quien, a sus ojos, debiera encarn^ el

amor per leelo e ideal y sólo Ies oí rece el amor común \ nil, ma!, ijne IH*

les convence, lis evidente que esla conducta asienta en el rechazo de la

imagen real de sí mismo que indi b damentc aplican también a la pareja,

lal rechazo está basado n, dos suposiciones injustas y casi siempre

falsas, 1) que sus pnM. bles parejas no están preparadas para ofrecerles

el amor al qu, aspiran, personas capaces de responder a sus

desmesuradas expectativas afectivas, y 2) paralelamente, que tampoco

el amor que pueden ofrecer a su posible pareja, con las imperfecciones \

limitaciones que ven en sí mismos, será el adecuado y suficiente para

colmar el alto nivel de perfección al que, en función de l.i primera falsa

suposición, piensan que aspiran igualmente sus parejas. El falso

razonamiento final del soltero perfeccionista se puede resumir así:

"solamente vale el amor perfecto, pero como yo no lo puedo ofrecer a mi

pareja ni ésta a mí, renuncio tanto a dar como a recibir un amor

demasiado imperfecto para los dos".

9‘. Baja autoestima. Ix>s solteros con baja autovaloración de sí mismos tienden

a ver en la pareja el instrumento ideal y necesario para superar el escaso

valor y la inseguridad que perciben en sí mismos. Desde tal perspectiva,

buscan en su pareja la persona en quien puedan confiar la

responsabilidad de asegurar el éxito en su vida y el logro de su propia

felicidad; para ello se pegan descaradamente a su pareja y si es preciso

la avasallan con tal de superar las propias limitaciones y miserias. Las

cosas ocurren de tal manera que, apenas comenzada la relación

amorosa, el soltero con una imagen empobrecida de sí mismo se

convierte en un sujeto sumamente exigente que nunca está contento con

lo que recibe de su pareja, dando lugar a la ruptura que provoca en la

otra parte el miedo a ser aniquilado/a por la insaciable necesidad de

entrega que le exige el compftaero con un bajo concepto de sí mismo

(Ladish, 1998; Horas, 200C); en este sentido, no es exagerado decir con

Carter-Scott (2000) que el bajo autoconcep- U> de sí mismo es el primer

factor de la soltería.

fe

10A

soi.ri-uos, ¿mR QUÉ?

t'ono/co una historia que ilustra muy bien el caso que estamos

.inalizando. Marín es una joven de 27 años muy agraciada físicamente.

Con ocasión de un viaje, conoció a un abogado soltero toii quien, según

sus palabras, hicieron "buenas migas". Comen zaron a salir y al principio

todo parecía marchar bien pero enseguida comprendió que su fervoroso

amante era un hombre extremadamente inseguro que le pedía a todas

horas consejo sobre los pleitos que llevaba entre manos, de los que

lógicamente María no tenía la menor idea. Esto le hizo comprender que

lo que su flamante abogado buscaba en ella no era más que el remedio a

todas sus inseguridades y, en consecuencia y por respeto a sí mis ma,

decidió dejar a quien en un par de meses había pasado de ser alguien que

la adoraba a una persona que ocultaba dentro de sí un "don nadie", que la

sofocaba y controlaba hasta extremos tan impensables como

insoportables.

|(l". A1 iodo til vínculo sexual. Hablando del sexo, hay tres afirmaciones que

pertenecen al abe de lo que significa la sexualidad en la vida de las

personas: 1) el ser humano es por naturaleza un animal sexuado, 2) cierto

ejercicio de la sexualidad entra en la lista de las "necesidades básicas" de

la persona, y 3) el encuentro camal entre personas de distinto sexo, con

sus componentes principales de intimidad total, excitación y cierta

pérdida de uno mismo en manos del otro, constituye una experiencia

irrepetible que pone en juego nuestro yo más profundo por cuanto, a

través de la fusión íntima, convierte nuestro cuerpo, en instrumento de

uno de los mayores placeres que podemos disfrutar en calidad de seres

de carne y hueso. En la perspectiva psicológica, la sexualidad de la

persona se presenta en forma de una tensión bipolar: por un lado, se

siente el sexo con enorme atracción v como un modo de colmar la

necesidad cuasi obsesiva de comunicación con la persona del otro sexo

pero, por otro, se experimenta el temor a convertirse en objeto de

posesión del compañero/a. Los afectados por el temor al vínculo sexual

tienden a resolver este conflicto interior entregándose a eventuales y

sucesivas experiencias amorosas con

105

I A I N K O l C X l f A D I I S O I I I K O : I M U I I I MITO V I.A Kb'Al.l lMl»

las que sacian sus necesidades sexuales y logran librarse del coin.

promiso del amor total para el que no se sienten seguros de podi-r ilar

respuesta (Branden, 1995).

En todos los tiempos lia habido un método común para evit Jf que la

intimidad de la persona se tradujera en compromiso amor y se limitara

al mero placer momentáneo, es la llamada técnica de la "cama musical",

consistente en cambiar frecuentemente de compañero (Kleen, 1994). A

este respecto, aparecen dos hechos de indudable significado; por un

lado, el feminismo a ultranza, considera un triunfo el que la mujer actual

haya logrado, con la necesaria colaboración del varón, el dudoso

privilegio del "sexo sin corazón", una conducta tradicionalmente reserva-

da en exclusiva al macho y que supone que dos personas acuerdan

sacrificar sus sentimientos (esperanzas, sueños, zozobras \ decepciones)

y tratarse como si fueran sólo cuerpos que se exci tan, se abrazan, se

tocan y se emborrachan con el placer; por otra parte, desde pequeños

todos hemos recibido el mensaje de que el mundo de lo sexual y de la

desnudez estaban prohibidos, eran tabú incluso en la esfera de las

relaciones familiares, "esto no se toca", "esto no se hace", "esto no se

enseña". Entre los dos polos de la sexualidad, acercamiento y temor,

atiborrarse de sexo y atenerse a su prohibición, está el "sexo con amor"

que supone compaginar amor y ternura, espontaneidad y continuidad y

que. según los sexólogos, es fruto de un aprendizaje muy tardíamen te

logrado por las personas, para algunas una meta nunca alcanzada. Del

rechazo del sexo sin amor disponemos de un dato elocuente: según la

encuesta del CIS (1995), el 50 por ciento de los españoles rechazan el

sexo sin amor, pero con una notable diferencia, el porcentaje es del 35

por ciento entre los hombres v del 65 por ciento entre las mujeres.

Los partidarios del amor libre de toda restricción, por su parte, nos

ofrecen una particular confesión, que el disfrute de la borrachera sexual

suele terminar mucho antes de lo que esperaban y que el amor reducido

al contacto de los genitales, el mero

106

soi iiKt*s.¿roKgur?

mogo erótico, el apareamiento a semejanza do los anímalo o "amor sin

alma y sin corazón" se traduce muy pronto en hastío

o insatisfacción llevándoles a la conclusión, especialmente en l.i mujer,

de que una condición para que el ejercicio de la so\uali- Jad resulte

plenamente satisfactorio «insiste en res peta i la paula. "del amor al sexo

y no al revés '.

Si analizamos la postura de los adultos que desde pequeño*,

aprendieron a ver el sexo como tabú, las cosas resultan especial mente

complicadas: se sienten incómodos as ante las diferentes turmas de

acercamiento (caricias, besos \ abrazos) y mucho más ante cualquier

gesto que pueda conducir hasta la habitación, lugar donde es muy difícil

quedarse sólo en lo exterior o peritoneos juegos de piel, lis frecuente que

dichas personas -\ aquí son especialmente protagonistas los solteros/as

con miedo al \ mcu- lo sexual- puedan sentir un alto nivel de

tetostorona. progoste- rona V, a la vez, terror ante la cercanía de la otra

persona; el moro acercamiento al otro sexo y, sobre todo, el saborear el

placer sexual a costa de entregar el propio cuerpo puedo repivsontar

para ellos una experiencia que les aterroriza y los supera, l es produce

pánico la fusión sexual en cuanto equivalente a u más allá de las

fronteras marcadas por la técnica, los encanti* y el atractivo físico y

permitir al otro descubrir lo que siempre han escondido tras la máscara

de la carne V por miedo a soi rechazados, los harapos de su propia

pobreza emocional, vulnerabilidad v falta do control de sí mismos; sólo

el amor equilibrado y maduro puede permitir estas concesiones, pero el

soltero con miedo al vínculo sexual no está dispuesto a otorgarlas (Richo;

ISWS).

11 . Miedo al compromiso del amor. Del amor se han dicho cosas sublimes, que es

el motor del mundo, la expresión más profunda del ser humano, la

condición indispensable para alcanzar la felicidad plena, el talismán que

hace bello todo lo que toca, la necesidad más universalmente sentida por

las personas, el arlo más difícil de dominar en nuestra vida, etc. No deja

do sor desconcertante, por otra parte, que después de reconocer la

decisiva importancia del amor en nuestras vidas, comprobemos la facili -

lO 7

I A l’SK 0I(K;IAI)I I SOI.TI KO ÜNTKI l l-MIION I \ Kl M ll>AP

dad i on que nos equivocamos .1 la hora Je ejercerlo v, m.ís p llr, dójico

aún, que nos dé miedo el implicarnos en su vivencia y V¡K fruto (Hernad,

2000).

I le dejado para el final de mi lista sobre las causas psicoló,., cas que

conducen a la soltería el miedo al compromiso. IX- |tl fuerza de este

miedo dice ya mucho el lenguaje utilizado p,i r,, expresarlo: "veo el

matrimonio como una trampa", "no sopón, que la mujer sea mi cadena y

mi copo", "me aterra ver a un hom. bre convertido en mi guardián y mi

carcelero". Lo que signjí¡ l4, el temor al compromiso del amor se aclara

analizando los dos tipos principales do miedo que afectan a las

personas: hay miedos normales o adaptativos que son aquéllos con los

que iuk defendemos de los peligros cotidianos, listos miedos nacen de!

instinto de conservación y actúan a través del mecanismo de alerta con

el que habitualmente reaccionamos ante las situaciones inciertas y

potencial mente peligrosas. En tales miedos, ,1 sujeto se mueve 011 un

clima de seguridad básica, apoyado en la convicción de que podrá

afrontarlos sin dar pie a la desorganización o alteración de su conducta.

Así, pensamos que podemos apartarnos del perro peligroso, conducir

con relajamiento a pesar de la posibilidad de sufrir un accidente,

soportar el dolor del dentista e incluso huir del eventual atracador. Poro

hay también otra clase de miedos, los neuróticos, que bloquean nuestra

energía, dejándonos paralizados e impidiéndonos dar la respuesta

adecuada y capaz de contrarrestar la amenaza que nos acecha. Kl miedo

a comprometerse con el amor do pareja es uno de los miedos neuróticos

más frecuentemente experimentados por los solteros: "no veo cómo

podría ser feliz aceptando el compromiso de dedicar mi tiempo, mi vida,

mi fidelidad a otra persona", "no me atrevo a casarme exponiéndome a

la mera posibilidad de que, como en muchos casos que conozco, mi

matrimonio termine en un espantoso fracaso", "todo lo que implique una

pérdida de mi libertad, de mi identidad y de mi autonomía me supera",

"he tenido varios novios/as, pero a la hora del sí me he echado atrás"...

(Richo, 1999; Ladish, 1998).

fe

lOf

l

SOITI KOS, ,1'ORQUf-?

Visto do cerca el miedo al compromiso de pareja, so llego a la

lOiK'liisión ile que se trata de im miedo que se sitúa en los confi* u s del

miedo neurótico, lo que explica que para muchos solieron ve traduzca en

el recha/o del matrimonio. Intentaré profundizar en este punto.

.i i Una forma de temor muy sentida por los solteros es el miedo a dejar

de estar solo, a no ser nunca más exduyirmiu'ii/i’ unn f>cr>c- itii niilónointi,

con un mundo propio y perfectamente controlado. Piensan, no sin

cierto fundamento, que por el hecho de casarse, aparte de nimiedades

como decidir a qué hora se cena en casa o cuánto espacio ocupará cada

uno en la cama, asuntos importantes quedarán sometidos a la voluntad

del otro: dejarán de ser una entidad para sí y tendrán que compartir

con la pareja estilo de vida, preferencias, ritmos, formas de divertirse,

negociar los criterios con los que se actuará a la hora de tomar

decisiones en lo económico, el amor, el trabajo, educación de los hijos,

etc. Snbe el soltero que sobre todos estos temas, el compañero/a tiene

ideas, sentimientos, aspiraciones, peculiaridades y conflictos internos

que el casado debe asumir y tratar con el mismo respeto que los

propios, todo lo cual implica hacer hueco en la propia vida a otro ser

humano tan rico y complicado como uno mismo (Carter-Scott, 2000).

Un programa de tales exigencias asusta tanto a ciertos solteros que les

lleva a la conclusión de que "las ventajas del matrimonio nunca podrán

compensar la renuncia al alto valor que representa para mí el disfrute

de mi autonomía y libertad individual". En opinión de Jaeggi (199S),

hay que interpretar tal actitud como señal segura de que no están

hechos para una relación permanente de vida en pareja: y Rogers

(1993) va más lejos, sugiere que a sujetos así debe decírseles

claramente que se desmarquen del compromiso matrimonial en

cualquiera de sus formas,

b) Otro motivo de temor al matrimonio es la diitriniiea competitiva en la que

muchos solteros enmarcan hoy en día el compromiso de vida en

pareja. La experiencia les dicta que tarde o temprano tal dinámica

acabará en rivalidad o en sentimientos de

fe

109

I A 1 S H O I i K . I A D I - I S O I I I K O I N I K I I I . M U I ) V I A l i l i A l I D A I )

on\ kIi.i v, finalmente, en el Iracaso do la porto más débil, geix».

raímente l.i" mujeres on nuestro sociedad dominada por v\ machismo.

i «uno, por olra parto, a nadie lo gusta pasar por | l4 ovjvrioncia del

fracasado o vivir junto a alguien que lo envidia i*l .soltero/a luiyo del

matrimonio comí» de cualquier situación que pueda convertirse* en

derrota personal (Horas, 2U01).

c) Otro tipo do miedo experimentado por determinados solteros os el

temor a la dependencia afectiw. Esto se entiende bien cuando se considera

que el amor une pero también ata y, por U> mismo, /*»><’ en juego los

sentimientos más sagrados e irrepetibles que la persona alberga en lo

más íntimo de su núcleo personal. Cuanto más profunda es la relación

amorosa más implica la pérdida de independencia en el ámbito de los

sentimientos por ello, para quienes no están dispuestos a llevar su

compromiso afectivo hasta las últimas capas de su intimidad, el

matrimonio les resulta asfixiante y tienden a evitarlo. Desde el punto

de vista psicológico, puede decirse sin temor a equivocarse

demasiado que la dependencia afectiva y el compromiso de pareja,

vividos intensamente, resultan valores incompatibles para los que se

sienten especialmente celosos e inseguros en el terreno de sus íntimos

sentimientos. Este hecho lo he podido comprobar en algunos solteros

que, inmersos en una cierta forma de narcisismo afectivo, me han

reconocido haber vivido a gusto durante algún tiempo dentro de una

relación sentimental superficial con su pareja, pero que no han

dudado en dejarla tan pronto les ha insinuado un compromiso total.

Algunos analistas, llevados quizás de un optimismo excesivo, se

inclinan a pensar que, aunque la relación de pareja pueda s«.-i en

determinados»momentos tensa y muy exigente en el día a día, es

perfectamente llevadera si cada una do las partes está dispuesta a

conceder a la otra el plus o margen de independencia que le permita

sentirse parte del "nosotros" y, a la ve/., ejercer su propio ámbito de

individualidad. Pero hay que decir paladinamente que conjugar

comunidad e individualidad dentro do la pareja no es asunto fácil y

aquí radicaría

SOLTEROS, ¿POK QUÉ?

la clavo do tjuo muchas relaciones de parejo m» acaben 011 niatrimonio

(Alborch, 1999).

d) So da un especial miedo transitorio a¡ matrimonio en personas ijue están

emborrachadas con el éxito y el reconocimiento social; piénsese, a

título de ejemplo, en determinadas modelos, deportistas, artistas o

directores/as de empresas muy conocidas o importantes a quienes el

disfrute momentáneo de la gloria les impide pensar siquiera en

someterse a las naturales restricciones que la vida en pareja impone.

Ocurre con frecuencia que estos solteros pronto comprueban que ni

sus éxitos duran tanto como suponían ni colman todas las ansias de

felicidad a la que se sienten llamados como las demás personas. Es

entonces cuando estos solteros exitosos experimentan un cambio en

sus motivaciones y ven el matrimonio, antaño considerado por ellos

un obstáculo para su desarrollo personal, como una vía especialmente

atractiva que les permitirá explorar y vivir dimensiones de su

personalidad altamente valoradas y nunca disfrutadas como son sus

sentimientos más personales y profundos; a partir de aquí, el miedo al

matrimonio desaparea* y se convierten en fervientes defensores de él.

Conocí una compañera de trabajo que lo expresaba muy bien:

"mientras fui soltera -se casó a los 34 años- fui una entusiasta

pregonera de todas las bondades de la soltería, desde el día en que me

enamoré de mi actual marido, veo las grandes ventajas del

matrimonio".

e) A veces el miedo al compromiso se manifiesta en forma de respuesta

fóbica al matrimonio. Las fobias son miedos que pueden disparar

reacciones físicas y emocionales fuertes, sudoración, palpitaciones,

sequedad de boca, actos fallidos, falta de concentración, dolores de

cabeza o espalda, temblor de piernas, etc. Muchos solteros confiesan

que sólo el pensar en el "para siempre" les asusta pues supone para

ellos firmar un cheque en blanco para que el compañero haga con ellos

lo que quiera (Cárter y Sokol, 1996). La fobia a la vida en pareja se

presenta bajo dos modalidades principales, como temor a ser absorbido

por el compañero y a ser abandonado por él.

111

I . A P SK O UX . lA 1 )1 :1 . S O I l ’ H R O l - N T K E L : L M I T O V I A K I C A I I D A I )

Hl miedo a la absorción, por algunos «nitores denomina^,, "síndrome

de persecución", es el temor a que alguien se nos acerque en exceso,

nos haga perder la intimidad y acabe con lo propiamente nuestro:

"tengo tan poco dentro de mí. tj,,,. si permito que alguien se ponga

en contacto conmigo a niw¡ anímico, perderé lo que tengo de mí

mismo", "te puedo permitir acércate, pero no demasiado". Hl miedo a

la absorción puede ser provocado por uno de los miembros de la

pareja simplemente al compartir sus sentimientos o mostrarse

solíci- to con el otro. Psicológicamente esto miedo suele tener su

pj¡n. cipal causa en el confinamiento a que nos sometieron unos

padres superprotectores y narcisistas, que nos obligaron ,1 renunciar

al derecho de gozar de nuestro propio territorio \ cuya principal

meta era encarnar en los hijos la imagen ideal de sí mismos, la que

ellos nunca lograron realizar. I.os solteros que vivieron esta

experiencia en su niñez son propensos .1 mantenerse a cierta

distancia de su pareja y a establecer con ella unos límites férreos de

individualidad dentro de los cuales se podrán sentir seguros y

libres de cualquier tipo do avasallamiento. Estos solteros pueden

dar muestra de las formas más sutiles de independencia:

desconfianza ante los demás, rechazo a aceptar compromisos,

calculada indiferencia, necesidad de más espacio para sus secretos,

límites rígidos en sus relaciones con el entorno, vergüenza ante las

muestras públicas de afecto, etc.; todas ellas, a la postre, no son

sino obstáculos que les alejan de la vida de pareja.

- En el polo opuesto al miedo de absorción está el tHiendo al abandono,

también llamado "síndrome de miedo a la soledad", que conduce a

afernyrse al otro para evitar el sufrimiento de sentirse solos o

experimentar el pánico que surgirá cuando el otro se retire y deje

de protegernos, pues se interpreta que si esto sucede careceremos

del referente en el que apoyar nuestra debilidad y nuestra pobreza;

en tal perspectiva, el mensaje interior invita a decir "puedes alejarle,

pero no demasiado". Se entiende, pues, que la combinación

112 — W

S O I l l -K O S . ¿ IV Í K Ol ! ■ ?

del miedo v l.i falta do confianza en sí mismo es el caldo do cultivo

para que ciertos solteros so aforren a su pareja sin importarles el

precio (jue toncan que pagar con tal do no pasar por la situación de

encontrarse con la soledad, que no soportan. Al proceder así y

curiosamente, no son conscientes de que tal ánimo posesivo acabará

propiciando en la otra parte la lógica huida. Esto lo saben muy bien

aquellos divorciados que apenas son abandonados por su pareja,

buscan compulsivamente otra en quien compensar su inseguridad

afectiva y personal, dando lugar así a sucesivos abandonos (Richo,

1990; Carter-Scott, 2000; Pisher y Hart. 2002).

1 . 1 mito de "la media naranja" y la casualidad

Llamamos casualidad a todo lo que ocurre sin que sepamos muy bien los

antecedentes que provocan los hechos que nos afectan, fundamentalmente

porque no hemos puesto de nuestra parte y de manera premeditada la acción

necesaria para que las cosas ocurrieran así. Esta afirmación se cumple en el

caso de ciertos hallazgos científicos que surgieron mientras los

investigadores encontraron "por causalidad" v sin esperarlo, respuestas a

interrogantes en los que nunca habían pensado previamente; tal es el ejemplo

de Mendel que descubrió las leyes de la herencia mientras trabajaba con

semillas en el jardín de su casa. En la vida cotidiana, hay cierta tendencia a

atribuir a la casualidad muchas de las cosas que nos ocurren; un caso

frecuente y que afecta al tema que nos ocupa es el encuentro con la pareja. Lo

explicaré con una historia real que coincide con lo que algunos identificar con

el curioso fenómeno del "flechazo".

Un amigo mío joven se montó en un tren camino de Santiago de Contéstela. Apenas se

sentó, vio enfrente de sí a una chica joven, su actual csfwsa. y se dijo para sí "ésta es la

mujer que yo buscaba, la mujer de tu i nda~ y durante todo el viaje no dudó en ningún

momento de que aquel encuentro ''inesperado'' iba a marcar el resto de su vida, como así

ha nido. Cuando le pregunte cómo explicaba él la fuerza de tal instantánea seguridad me

dijo: "es lo mismo que si volaras en avión sobre los naranjales de Valencia, supones que

alia abajo hay naranjas y. cuando bajas, le

fe

1 1 3

I A I M U Í I ( K . I A m N O I I I - K O I N I K l I I M I I O N I . A K I A I I I > A l l

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I/IU- el ».'(• r<7>ltü' 'lliiiiittlc corno i¡i(im¡<, /viv <is<m jjrr.vmn /<?> cusís".

Pasando do I.» anécdota a l.i experiencia personal del amor di-

pareja, hay solteros que encuentran explicación a su soltería en no

haber pasado por el lugar o la ocasión en que se diera la posibilidad

do encontrarse con la mujer/hombre destinada/o para ellos, M,

"media naranja". Asi, creen a pie juntillas que es la fatal casualidad

la que decide nuestro destino en relación con el matrimonio o la sol -

tería, una especie de herencia que nos llega por vías misteriosas \

que sin que nosotros podamos buscarla, porque tampoco sabemos

dónde se encuentra.

Paralelamente a la teoría de la "media naranja" muchos se ate-

rran al principio del "alma gemela". Según esta versión del amor, en

toda persona hay una parte esencial de su ser, el alma, que es atraí -

da por otra que busca otra similar y complementaria. El "alma geme-

la" es, por lo mismo, alguien único que nos necesita y es capa/ de

hacernos sentir una atracción y simpatía plenas. Cuando se pregun-

ta el porqué de tal atracción, algunos autores recurren a factores físi -

cos y otros van un poco más lejos, suponen que tal fuer/a de atrac-

ción se inscribiría en nuestro ADN, nuestros genes, de cuya acción

no somos conscientes, lo cual nos remite a un mundo platónico, inac-

cesible para le mundo de los sentidos, en el que el alma gemela esta-

ría destinada desde la eternidad para colmar nuestra necesidad de

amor (Torrabadella, 1999).

Al margen de cualquier interpretación, siempre habrá que pen-

sar que las cosas no suelen ocurrir "por accidente" y sin motivo algu-

no, aunque éste se oculte en los repliegues más recónditos de nues-

tra experiencia. Y en este sentido, nadie hasta hoy ha sido capaz de

explicar la soltería por el puro influjo do los biorritmos, o porque la

persona que interesaba estaba ya casada, o porque la persona desti -

nada para nosotros estaba geográficamente distante; algunos "bue-

nos candidatos" suelen estar cerca de uno mismo v somos nosotros j

mismos la causa de que no los elijamos (Cárter y Sokol, 1996).

fe

114

S O I T I R t í S , ¿ l O R Q UÉ ?

I n cualquier coso y o lo visto de hechos bien comprobados, no es ji tiVil

mostrar que los teorías de lo "media naranja" o "almo geme- I., resultan poco

convincentes. En primer lugar, la experiencia indi- V i, que muchos

enamorados pierden el atractivo mutuo muy pronto, ,i los pocos meses de

conocerse; es impensable que en tan escaso tiempo se dé ’>n cambio genético

suficiente poro explicar el paso del .unor más fervoroso al desinterés e

incluso el rechazo total. Dicen también los defensores del "alma gemela" que

el encuentro con la p.ireja que nos completa se traduce en sosiego e ilusión

creciente, pues nos permite comprobar que estamos ol Iodo de alguien que

está perfectamente dotado para admiramos, entendernos, querernos y .icobar

con nuestro soledad. Pues bien, de todos es sabido que el matrimonio v la

vida de pareja es en muchos casos todo lo contrario .» la paz y el sosiego y

que para la mitad de la parejas, otrora enamoradas, la convivencia se

convierte a portir de cierto día en una dura batalla que termina en lo

separación. En terccr lugar, las parejas que han sabido crecer juntas en el

amor saben muy bien que la hipotética "media naranja real", aquella persona

que te complemento, es una realidad cambiante que tiene poco que ver con lo

que se percibió en ello en el momento del acercamiento inicial o, en otras

palabras, que el "alma gemela", lejos de ser un sujeto acabado desde el

principio de la relación, se va configurando y mostrando a medida que se

profundiza en la experiencia amorosa común, por lo que resulta más

adecuado decir que la "media naranja" es más una construcción de dos

personas que se aman que un hallazgo casual de lo persona amada.

Con este último criterio suelen actuar las actuales agencias matri moniales

serias que ofrecen sus servicios a los solteros. Estas agencias no tienen reparo

en decir a sus clientes que su principal misión consiste únicamente en

conectar parejas que guardan entre sí cierta afinidad básica en una serie de

aspectos personales, cultura, gustos, nivel económico, etc., algo que nada

tiene que ver con mensajes parecidos a "con esta persona le aseguramos la

felicidad de por vida" o "eligiendo a esta persona, nunca se equivocará".

fe

115

1 A l * S k O I (K í fA I> | | S OI I I K O I N I K I I I M IT O V I A R F . A I . ID A D

1.0 mismo cabo decir do los que, seguros de la existencia di* |d "media

naranj,»", abrigan l.i firme convicción de que la encontrarán a través de

internet -un asombroso medio tecnológico con el quc pueden llegar hasta el

más (vqueño rincón del mundo donde los estaría esperando su "alma

gemela"-. La tozuda realidad se encarga de mostrar a los enamorados por

medio de la comunicación virtual que pueden ser víctimas de una

ingenuidad, pensar que la "media naranja virtual" coincide con "la media

naranja real". Esto no significa que haya que estar en contra de este medio de

acercamiento, ni de su capacidad para lograr un cierto conocimiento inicial

entre los solteros; lo que muchos pensamos es que tales medios virtuales no

son suficientes ni seguros para conocer componentes fundamentales do la

vida en pareja, por ejemplo, saber cómo nos tratará la persona virtualmente

conocida cuando discrepemos de sus gustos y manías, cómo reaccionará

cuando compruebe nuestros cambios de ánimo, qué sentirá de nosotros

cuando vea de cerca nuestra modo de reaccionar ante los eventuales fracasos

o contrariedades, cuando estemos junto ella y nos toque, gesticule y olamos

su aliento, cuando nos vea desnudos, sepa cómo cocinamos, conozca

nuestros hábitos higiénicos, manifestemos en el día a día nuestra escasa

habilidad para relacionarnos con las personas de nuestro entorno, etc., en

definitiva, cómo se sentirá cuando vea en vivo y en directo el menguado

cuadro que sobre sí misma dibuja la persona a través de la mera comunica-

ción internáutica.

Al final de este discurso llegamos a dos conclusiones importan tes: 1) que

por vía de la casualidad o de la magia virtual es difícil encontrar la "media

naranja", fundamentalmente porque no existe como producto terminado y

apto para ser consumido por los solteros, y 2) que el encuentro y el

compromiso con la persona que puede colmar la necesidad de amores un

proceso tan fascinante como complejo que requiere poner en juego actitudes

y conductas que superan claramente la creencia en el "mito de la media

naranja" (Duoeil, 2000; Torrabadella, 1999); de tal proceso hablaré en el

último capítulo do este manual.

1 1 <L w

SOLTEROS, ¿POR QUÉ?

los factores ambientales o detcrminismo sociológico de la soltería

La soltería, como muchas otras situaciones que afectan a la vida ji* ION

individuos, es un hecho estrechamente dependiente de las fuerzas y

presiones que actúan dentro de los grupos; en el caso de los solteros, tales

presiones se canalizan prioritariamente a través de la tamilia pero también

de la sociedad global. Desde el punto de vista MH-iológico, es innegable que,

aunque con menos virulencia que en épocas pasadas, todavía hoy los

solteros son conscientes del juicio común que les estigmatiza como sujetos

incompletos, raros y amargados -"los solteros son individuos solos y

amargados", me decía recientemente una monja- y esto explica la tendencia

de muchos solteros a ocultar la condición de tales.

La soltería como reacción a las presiones familiares

He encontrado bastantes solteros/as que explican su soltería como una

forma de oponerse a la actitud de un padre autoritario y, en algunos casos,

de una madre igualmente asfixiante. Estos solteros describen a sus padres

como personas que intentaron hacec de sus hijos sujetos sumisos, a la postre

marionetas sometidas en todo y por todo a unos progenitores

"manipuladores" hasta extremos tan amplios como grande era su

inseguridad y el narcisismo con que actuaban para hacer de sus hijos la

imagen ideal que ellos nunca encamaron. Para estos solteros, una forma de

liberarse del contexto familiar opresor es apartarse de todo lo que suponga

repetir la estructura familiar de origen o, lo que es lo mismo, evitar por todos

los medios el que su matrimonio acabe en supeditarles a la pareja e

impedirles gozar de vivir por sí, para sí mismos y sin tener que depender de

nadie (Cipolla, 1995; Ladish, 1998).

Una amiga soliera me explicaba su historia en estos términos. Soy hija única y desde

que nací tuve que hacer siempre lo que decidían mis padres y. sobre todo, mi madre.

Me mandaron a un internado y después a otro, hasta que terminé la carrera En el

internado de monjas había una disciplina férrea, pues no nos permitían tener amigas

-no sé si por celos- y nos eon- trolalnin hasta las más ¡requerías menudencias e

iniciath>as. En estos

1 1 7

i

LA PSICOIXXíÍA DF.I. SOLTF.KO: l-NIKK ti. MITO VIA Kl \l HMD

momentos, a mis 27 años, ¡>esa hutía el capítulo tic iinfxwcione> ijuc h„ torne!ida

que si Infiero otro hermano qtte cuidan) de mis padrv>. me mar. chana al extranjero

para citar lejos de ellos.

Motivaciones derivadas de las condiciones de la sociedad desarro•

Hay una serio de motivaciones que fundamentan la sol torio en

actitudes que se sitúan más allá de lo individual y de las presiona

procedentes del marco familiar. Me refiero a las que aparecen apenas se

presta un poco de atención a las características propias do la que

denominamos "sociedad del bienestar".

• Comenzando por lo b.ísico, observamos que en nuestra sociedad una

cantidad considerable de solteros pueden llevar una vida autónoma y

disponer de un espacio personal perfectamente habitable por el hecho

de contar con una serie de servicios más que suficientes para vivir

solos. En este sentido, sería difícil imaginar hoy la viabilidad y menos

el atractivo de la vida solitaria, si los solteros carecieran, como

muchas personas del tercer mundo, de los servicios que pueden

disfrutar en nuestro mundo desarrollado, con amplias prestaciones

sanitarias públicas, disponer de lavadora o lavavajillas, de transporte

público, contar con una estructura organizativa y social del trabajo,

etc.; en definitiva, sin tales condicionamientos, en los países ricos la

soltería sería seguramente sinónimo de vida miserable y muchos de

los solteros que nos rodean dejarían de serlo.

"Los ciudadanos de hoy, /con un ¡¡ivel cultura! amplio) san inris competentes

para planificar, llevar a cabo y,enfrentar los problemas cotidianos par síselos.

Una vez más, aquí se puede constatar que, cuando este nivel suficiente no se da.

la persona no puede permitirse vivir sola" (Segura, 1997. p. 39).

Con permiso de las mujeres y con total respecto hacia ellas, me tomo

la libertad de transcribir la serie de consejos que, en tono jocoso, se

proponían recientemente a los varones solteros en i n -

llada

ternet:

i ia u .

SOI lüROS, J\>KOUf¿?

IJ /'(«vi evúai tenei que lavar la ivjitla, usti wiilln ite plástico, amontona los

phtlo.< rii .7 fregaden», ¡wr ello, conviene que sea grande u ca/nz de *»/wfíi» mi

n/ios ni nrs«• de apuro, pide prestado* al invino lo> ¡>lati*> necesitrio* para

salir del paso, suprime el uso cotidiano de los .id’iertos, y suprime igualmente los

«visos pues <e puede beber directa- meiile de la botella: la sartén es casi

imprescindible aunque tampoco es m esaría puesto ¡pie el huevo se puede freír

directamente sobre la vitro- eer árnica.

2) para no tener que hacer la cama, se puede dormir en el suelo, sobre la<

mantas, en el sillón c incluso de pie.

Y ’>) para encontrar pareja, existen itrios métodos: a) el 'método de la

aspirina 11 de la eocmvla, una mezcla que, como es sabido, tiene injlujo

considerable en el aumento de la libido femenina; l<> el 'método gillifK’llas'

consistente m hacer simplemente el indócil, hasta que a alguna piadosa mujer le

demos pena y c) el 'método del busca y encontrarás' que supone, primero emlw

radiarse y, una vez ebrio, dirigirse a una hermosa mujer joca dieiéndole -bies-,

¿te importaría venirte conmigo a la cama? A lo cual la mujer átele contestar con

un derechazo magnífico que te deja aletargado profundamente durante dos días,

y por fin d) el 'método del incordio' <método gillipollas perfeccionado) que nos

lleva a varias conclusiones: la mujer es, cuando menos, peculiar, los hombres

ignoramos absolutamente todo sobre ¡a idiosincrasia femenina, las mujeres

aguantan todo de los hombres excepto las gilhpolleces provenientes drl Si’xo

contrario... (w w w. paisdcloi us.com. humor/familia_amor/3/)

• So comprendo también la soltería cuando se observa la dinámica

productiva imperante en el mundo industrializado. Ésto tiene sus

propias leyes y entre éstas la exigencia de un alto grado de

flexibilidad, disponibilidad y movilidad de los individuos. Una

sociedad así orientada por el imperativo de la productividad, no tolera

las largas ausencias del marido -menos frecuentemente de la mujer- y

plantea muchos problemas a medio y largo plazo para mantener vivos

los lazos que unen a la pareja y proporcionar la suficiente

compensación de una vida familiar mínimamente satisfactoria,

especialmente cuando hay por medio hijos que criar y educar. En tal

situación, se

fe

1 1 9

I A r S I C O U Xi Í A D I I S O I I I I U > I N I K l : I I M I I OY I A KK A I HM D

iu'U'mI.i haber alcanzado un nivel de desarrollo y autosU|, ciencia

personales por encima de lo común para v ivir cunu, casado/a, pues

al alejado del llorar se le exige vivir en la p r,v lica como soltero, vivir

ausente del hogar como si estuviera dentro de él. y para el que se

queda en casa y se ocupa de \¿ crianza y educación de los hijos,

prescindir del apoyo del cón- yugo cuando se piocisa lomar las

complejas decisiones i| lu. conlleva resolver los numerosos problemas

familiares. Todas estas circunstancias hacen do los solteros personas

especial- mente libres para dedicarse al quehacer profesional sin las

numerosas trabas y limitaciones del casado, y así me lo han

reconocido bastantes solteros a los que he entrevistado.

1 a soltería como /atóntenos derivado de la emigración

F1 término "emigrante" es una de las etiquetas más imprecisas utilizadas

para explicar el nexo de unión entre el medio que abandona una persona y el

lugar o contexto que le recibe. No siempa* dicho trasvase va acompañado do

alegrías sino más bien todo lo contrario, pues es frecuente que el encuentro

con la nueva situación, lejos de significar el cumplimiento del sueño de la

tierra prometida, se convierte en desconcertante desilusión y en gran número

de sufrimientos y frustraciones. Esto ocurre así porque cuando el emigrante

deja su lugar de origen, se encuentra con una realidad que le exige dos

penosos aprendizajes, por un lado, olvidar sus referentes pasados (vecindad,

costumbres, ocupaciones, clima, etc.) y, por otro y algo más arduo, adaptarse

a la nueva red de relaciones que articulan la dinámica social del nuevo medio

sociocultural que le recibe; en oslo consiste precisamente la experiencia del

"desarraigo" que no es otra cosa que el sentirse de alguna manera extraño y

perdido en el nuevo ambiente, junto con la necesidad do buscar los caminos

que le permitan dejar de ser "el otro", "el pobre advenedizo", hasta con-

vertirse en uno más del grupo social en el que intenta integrarse. Este proceso

es de tai complejidad que para muchos emigrantes acaba en el más rotundo

fracaso.

1 2 0

s o l T KK O S , ¿ P O R Q U Í ?

Centrándonos en el caso más fn»cuente, el de la emigración a la uiilad, la

experiencia enseña que cuando una familia abandona el unpo v se traslada a

la gran ciudad se le acumulan los problemas, .«.ira los padres, encontrar

vivienda y trabajo, y tratándole de los hijos, ¡v.irse nuevos círculos de

relación, nuevos amigos y compañeros. L (1,i los hijos pequeños o en edad

escolar, el problema suele resultar je fácil solución, pues los niños son muy

permeables a los nuevos oleres, costumbres y expectativas propias del

medio urbano, pero !\na los adolescentes y jóvenes la cosa se convierte en

un asunto bas- \inte más complicado por diversas razones, el nivel cultural

de los n«venes procedentes del campo suele ser inferior al de los jóvenes

que han nacido y crecido en la ciudad, las relaciones de compañerismo v1jm

urren por cauces muy distintos a los del pueblo, son distintas tam bién las

aficiones, las disponibilidades económicas de la familia, etc.

Conozco más de una v eintena de solteros/as cuyas familias emigra ron

a la ciudad entre los años 60 al 80 y cuando ellos/as eran adoles centes.

Una soltera me confesaba: "tenía un grupo de amigas en el pueblo con

las que nos lo pasábamos muy bien, pero cuando vinimos a la ciudad v

por más que lo intenté, no supe o no pude encontrar compañeras con

quien divertirme y salir. En ciertos momentos tuve una amiga en mi

barrio, pero me abandonó muy pronto, porque 'no caía bien entre el

grupo de sus amigas'. Al final, acabé quedándome en casa por

costumbre y salir de paseo con mis padres hasta que llegó el momento

en que ya me dio vergüenza ir con ellos por la calle".

Para entender lo problemática que resulta la situación del emigrante de

cara a la búsqueda de pareja, veamos lo que ocurre cuando los hijos de las

familias emigradas crecen y se convierten en jóvenes. Knlonces el problema

de encontrar pareja aparece como un reto desafiante, especialmente cuando

entre la vecindad más cercana a la familia emigrada o en el lugar de trabajo

no hay parejas semejantes a las que uno puede aspirar. En tal caso, el campo

de elección se reduce drásticamente, con el agravante de que la apertura a

otros ambientes resulta en la práctica una meta muy difícil de alcanzar.

Conozco muchos solteros/as que encaman en sus personas esta problemática

v que a lo más que han llegado es a unirse a otros solteros del mismo

1 2 1

I A i - SK O lA K. l A DI I S D IT I K O : l 'M K l i I I M IKM I A K l M I DA I i

con los que salen, so divierten v oonviven. Igualmente c«»mi/|( -

.olleros que, insatisfechos con oslo situación. acaban volviendo^- , pueblo

intentando encontrar on ól su media naranja. Pero aún n •"'tos casos, no

siempre* está asegurado el éxito, pues dado quo v¡ fenómeno emigratorio

afecta también a los jóvenes del pueblo t.„ edad ile casarse, tampoco en el

pueblo de origen hay jóvenes casado- ros; en tal desierto de juventud,

encontrar pareja so convierte en u|tj,. tivo imposible.

De lo que este problema representa para los jóvenes emigrados del

campo a la ciudad, existen on España documentados estudios qu t. analizan

cómo la emigración incide en la soltería. Un ejemplo paradigmático lo

encontramos en la provincia de Muesca (Nerín, 2(Ui|i. En esta zona de

Aragón, concretamente en el pueblo de Plan y aleda ños, los "tiones", hijos

mayores herederos do la propiedad y gestión de la hacienda familiar, se

encuentran con que prácticamente la totalidad de las mujeres en edad de

casarse han emigrado a la ciudad, con lo que la posibilidad de encontrar

pareja en su pueblo es prácticamente nula. En una encuesta recientemente

realizada en dichos pueblos, aparece un dato sumamente elocuente: el 47 por

ciento do los solteros de esta zona dan como principal razón do su soltería el

"no encontrar pareja". Posiblemente el lector conozca como vo la estrategia a

la que han recurrido los solteros ("tiones") de esta zona para encontrar

pareja: periódicamente organizan la llamada "caravana de mujeres solteras"

que consiste en provocar encuentros entre los solteros altoaragoneses con

solteras de otras regiones de España. Por sus resultados parece ser que estas

citas tienen su propia eficacia, pues algunos de estos encuentros acaban en

matrimonio.

Las mujeres solteras, ¿caso especial?

Antaño la aspiración de bastantes mujeres so centraba en la caza do un

hombre, preferentemente rico, que les mantuviera y les diera hijos, y si no

lograban tal objetivo la opinión común las consideraba unas fracasadas y

dignas de lástima. Las. cosas han cambiado tanto en los últimos tiempos que

para muchas mujeres do hoy el matrimo*

1 2 2 „

S O I l l - 'K O S . l ’ OK Ql . l '

v.i no e> MI principal mola v lo primorn quo buscan es situarse

.r,.iesionalmento igii.il que los hombres v después. sólo después, izarse 'i

comprenden que pueden comp^in.ir la vivía familiar con „,i ..U-dicación a

la profesión I as salidas o esta nueva situación dis- ;,rre p>'f dos derroteros

principales:

• hay solteras bien preparadas profesionalmente, tan competiti v ,is

como puedan serlo los varones, que tras saborear las mieles del éxito

profesional se cansan de la lucha y se orientan afanosamente hacia el

matrimonio; son solteras en la primera parte de su vida adulta y el

resto viv en corno casadas amantes do su familia. A este respecto,

cuenta Pasini (19%) el caso reciente de una mujer inglesa de 35 años

que, tras cosechar los mayores triunfos como gerente de una gran

empresa, le confesó: "quiero casarme y tener hijos, esto es más

importante para mí que todos mis logros profesionales juntos".

• otras solteras, empujadas por la corriente feminista, optan por

mantener su individualidad a cualquier precio y, así, no se permiten

enamorarse, se mantienen firmes en hacer de su tiempo algo

exclusivamente suyo y persisten en lograr el sueño de su

independencia por encima de todo lo demás. Es evidente que este tipo

de solteras encuentran dificultades para mantenerse solas pero

resisten y luchan y hasta logran instalarse en el ámbito de un cierto

equilibrio interior, el que resulta, por una parte, del cultivo de unas

buenas amistades, junto con la dedicación plena a su profesión y, de

otra, intentando vivir el amor libre con el que sacian, al menos

parcialmente, sus necesidades sexuales y de intimidad. 1 lasta hoy no

disponemos de estudios que nos permitan saber hasta qué punto esta

'■'ase de solteras constituyen una realidad socialmente transitoria o,

por el contrario, nos tendremos que habituar a verlas como una forma

común de soltería en la mujer. Por el momento, hay un dato evidente,

que tales mujeres viven implicadas en la lucha por alcanzar la total

igualdad con los hombres, lo que ocurra e.. el futuro es hoy por hoy

objeto de distintas hipótesis no contras-

1 2 3

I \ l*sl< OI (H.l \ P¡ sol II KO. IMKI I 1 MIIO'í I A Kl Al IIJ.AP

Lulas ,uin \ objeti» de numerosos \ sustantivos interrogóme algunos

vli* ellos afectan también a los vanines. Pues bien,, • este horizonte v

o»n respecto a t.íU**- mujeres, rabo preguntáis, ¿les bastará a la**

mujeres Lis relaciones labor.des pora o>lm„. sus necesidades

afectivas?, ¿pueden los mujeres -al igual liis hombres- llenar sus

vidas dejándose absorber por su tr.ib.j- jo profesional y olvidándose

de su maternidad?, ¿se sacian I.K ansias de reali/nción personal de la

mujer v de los hombre*, entregándose principalmente a la* tareas

profesionales? j número de preguntas en este terreno son más que las

respuestas, al menos dentro del mundo desarrollado. Por el momento

tenemos suficientes datos para pensar que la mayor parte d. las

mujeres sienten la necesidad de realizarse tanto profesie.- nalmente

como en calidad de madres y, en este sentido, los nn.i listas apuntan

hacia un previsible desenlace: cuando las reivindicaciones de las

mujeres en el mundo laboral hayan alcanzado el reconocimiento del

que hoy disfrutan los varones, entonces se habrá logrado la suficiente

igualdad para que las mujeres y los hombres lleguen a fórmulas de

un entendimiento igualitario en el que unas y otros disfruten del

equilibrio laboral y afectivo al que se sienten igualmente atraídos, Ln

cualquier caso, la situación actual parece decimos que estamos

todavía muy lejos de tal ideal y hay un hecho que lo confirmaría:

bastantes mujeres, obsesionadas (!) por disfrutar de las mismas

prerrogativas que los hombres en el mundo laboral, se sienten

rechazadas no sólo por los “hombres destronados" sino también por

las propias mujeres que ven con malos ojos e incluso como una forma

de explotación abusiva el que una persona de su propio sexo les trate

como serva subordinados e inferiores. Lo que dé de sí esta lucha de la

"mujer moderna" está aún por ver y, en consecuencia, considero

prudente renunciar a cualquier profecía en este terreno -la que hacen

ciertos varones que anuncian el fracaso total de las mujeres-, pues

reconozco que por este camino fácilmente podría incurrir en no

pequeños desatinos (Cipolla, 1995).

1 2 4

wr

3 LA VIDA DEL SOLTERO: SUS LUCES, SUS

SOMBRAS

Se habla mucho sobre do las ventajas c inconvenientes de la vida del

soltero, las más de las veces en tono de broma y recurriendo al tópico barato,

"qué bien vives, granuja", "quién pillara tu libertad", 'Vi buey suelto bien se

lame", "qué bonito vivir sin la esclavitud do los hijos y la mujer"..., para

acabar con lindezas tales como "sois unos jotas, unos egoístas" o con el chiste

de Forges que pinta en un bar a dos hombres sentados en sendos taburetes y

uno dice al otro "qué mundo más horrible nos ha tocado vivir", a lo que el

otro responde 'bueno, yo soy soltero". En numerosas ocasiones me ha llamado

la atención que los amigos de teorizar sobre el binomio casado-soltero

prácticamente siempre, a menos que se les exija lo contrario, centran sus

reflexiones en torno a uno solo de estos dos objetivos, o bien so dedican a

cantar las excelencias de la vida familiar, o lo opuesto, enfa tizan hasta un

extremo rayano con el escarnio las supuestas penalidades de los pobres

solteros. Indagando los motivos de tan dispare s visiones, uno llega a la

conclusión de que ambas cometen el mismo y fundamental sesgo, se

enaltecen los privilegios de la soltería pero resaltando sistemáticamente las desventajas

del matrimonio, o al revés, se proclama la felicidad del matrimonio pero cargando

las tintas en el negro paisaje y grandes limitaciones del soltero. Esto me da pie para

pensar

1 2 5

I A I M I O I O t . Í A D I I SO I . l l i KO I N ' I K I I I M I > I . A K Ü A I . I D A I»

que. desdo i*l punto Jo visto psicológico, las ra/ones que condm,.,^ valorar

positivamente la soltería denostando el matrimonio y vic u versa, utilí/an el

mismo mecanismo tic defensa, se tiende a valorar p<»s¡ l i va mente todo aquello

que facilita recrearse en la imagen utópiVdl, ideal del estado en que se vive,

luivendo en lo posible de onfronUry. con espíritu crítico ante la realidad tal y

como es, con sus pros v su*, contras. Así resulta que los solteros tienden a

barajar proferentenu-n. te el montón de razones que hacen ver la soltería

como estado venta- ¡oso y hasta maravilloso, y lo mismo hacen los casados

con respecte a su estado de casados.

Tiiív decoiiiprolnr lal mecanismo participando como psicólogo ,'ti mi car*' de

preparación /tini el matrimonio, dirigido a 35 ¡tanja* de ,¡a. h uían pnreisto casarse

en el transcunt) del siguiente año. A estas pureras h - propuse el siguiente ejercicio:

“coged un folio y escribid en una columna le,- razones a favor del matrimonio u en

olra sus desventajas", f'l resultado fue que las listas de ventajas y desventajas

elaboradas por las parejas de novios en vísperas de casarse eran prácticamente

equivalentes, los novios ivfan tantas razones a favor como inconvenientes y

dificultades para la vidr. en matrimonio. Pero lo q ne resultó más curioso fue que

cuando, al orív de un año, les hice llegar a las mismas parejas, ya casadas, el

anterior cuestionario, las listas quedaron claramente descompensadas, así las 33

parejas casadas y ¿pie permanecían unidas veían muchas más ventajas que

inconvenientes en su vida matrimonial. Interpreté e interpreto que la diferente visión

del matrimonio obedecía al mecanismo de defensa consistente ni mostrar "interés "

por centrar su atención r/i la bondad de la elación que habían realizado, fii este

caso. Siicar el mejor partido del matrimonio.

Antes de perdernos en la enumeración de las numerosas ventajas

o inconvenientes de la soltería, te propongo, querido lector, una cues tión

que, en mi opinión, es anterior a todo lo que con excesiva alegría y muy

superficialmente se suele decir sobre las bondades o contrain dicaciones de la

vida del soltero: ¿Se elige o se acepla la soltería y después se busca valorarla por todo lo que

tiene de positivo o, siguiendo el camino opuesto, se comienza por analizar los pros y contras del

soltero y, tras dicho análisis, la persona implicada se decide por no casarse? Por mis

conversaciones con bastantes solteros, deduzco que la mayoría lian seguido

la

fe ^

1 2 6

I A V I DA 1 )1 I S O I I I .K O M I S I . U i s . s u s s o M l lK . - V *

\ í.) y así, ante el hecho do su soltería tienden a ponsar, valorar j,«.arrollar

las posibilidades del oslado en el que se eiu uentran L na ....¡eba clara de lo

que estoy diciendo es que cuando he preguntado a .. ;;ju*rosos solteros cómo

los va la vida, a menos que havan sobrvpa- ^,jo les cuarenta, prácticamente

nunca me han hablado directamente las desventajas de su estado, todo lo

contrario, normalmente sólo •Mían de mostrar lo mucho que disfrutan

gracias a la* excepcionales ¡vrt.idos inherentes «1 su situación de solteros

(viajes, total independencia económica y profesional, disponibilidad de

tiempo, comodida* ;i h etc ); algunos van incluso más lejos y confiesan

sentirse envidia- J.is por sus antiguos amigos, ahora ya casados.

I a conclusión a la que he llegado tras ocuparme durante varios >ñi»s de

analizar las experiencias psicológicas que conlleva la vida de os solteros es

que hablando de la soltería, la mayoría de los juicios .nio so emiten sobre sus

pros y contras se fundamentan en un supuesto lalso o, en todo caso, alicorto

y superficial, penar que las personas ■.omos una especie de clones, todos

iguales entre sí. con idénticas necesidades y afectados por los mismos

problemas. Desde tales criterios, se supone erróneamente que todas las

personas, lo mismo solteros que casados, sentimos de igual modo y con la

misma intensidad •a necesidad de dar y recibir amor, somos igualmente

sensibles a la soledad, vivimos la misma idea de amistad, tenemos la misma

necesidad de intimidad y de sexo, las mismas aspiraciones económicas o di*

independencia y un sin fin de aspectos vitales más. La realidad, por el

contrario, evidencia que tal hipótesis es en el mejor de los casos discutible,

pues por poco que se profundice en la experiencia humana y en las

aspiraciones de las personas se comprueba que somos

muv distintos v entendemos de diferente manera todo lo relacionado * é

con el amor, no coincidimos en el nivel de apoyo que necesitamos para

sentirnos bien y suficientemente arropados por los demás, las aspiraciones en

la vida cambian de un sujeto a oiro, etc. De aquí extraigo la conclusión de

que casi siempre nos equivocamos cuando « mitimos enunciados generales

relativos a la experiencia de la vida de los solteros y, en consecuencia, resulta

difícil admitir que los solté*

fe

1 2 7

I . A 1 ‘ S K O I ( X . l \ l > l I S O I I I K ' l l i M U I I I M I T O N I A K l \ I I I J . \ | i

rus MIII Unios unos amargados, victimas do MI soledad. juerguist, pobres

huérfanos del amor, añoran los hijos, etc. Por ello, consij,.,, un atrevimiento

dar por válidos juicios absolutos y rotundos o»,».

los solteros son más felices que los casados", go/.an v|t

amor mucho más que los casados". "lodos disfrutan mucho másdf |,, \ ida,

por no tener que ocuparse de la mujer/marido o de los hijos Lo que ni final

de este discurso parece claro es que, hablando de lo- solteros, lo prudente es

considerar no sólo que cada soltero represni. ta un caso particular e

intransferible a l.i hora de desarrollar las dN. tintas dimensiones de su vida

en el ámbito del amor, de la amisiad del trabajo, de la economía, del ocio,

ele. sino que, además y solv,. todo, que la experiencia del soltero en estos

diferentes terrenos tioiu* finalmente una coloración positiva o negativa

dependiendo de su habilidad para elegir los caminos que les permiten

colmar esas necesidades a nivel individual e irrepetible. Aplicando, por

ejemplo, osi.i idea a la tan cacareada triste soledad del soltero, la realidad nos

¡musirá que la soledad de muchos casados, con graves problemas de pare ja,

puede ser mucho más dolorosa y más difícil de soportar que la soledad del

soltero que sabe rodearse de un buen grupo de amigos con los que comparte

ratas de ocio, aficiones deportivas, culturales, artísticas, viajeras,

gastronómicas, etc. Todo esto constituye una in\ i- tación a no incurrir en la

frivolidad de meter en el mismo saco a todo» los solteros ni a identificar su

vida como exponente del abandono y la tristeza. A este respecto, mi opinión

es que, en el plano de la experiencia más honda y personal, la vida de soltero

es fruto de un largo y con frecuencia penoso aprendizaje que le permite

alcanzar los propios y más valiosos objetivos vitales en la medida en que

sabe explotar con decisión las numerosas oportunidades que se le ofrecen en

el

marco de sus cotidianas circunstancias vitales. Aquí viene a cuento

recordarte, querido lector, una de mis convicciones y que te propuse ya en

mi saludo inicial cuando te decía: hay muchas versiones de la vida plena, una de ellas

es la del soltero, (¡ne no es necesariamente mejor ni peor i/ue la del casado; una y otra

conllevan grandes posibilidades pero también numerosas limitaciones.

1 2 8

\ \ I I ) \ I >11 st ) | l i l i l í sm i l US. M SNOMHKAS

] )|, lu» l<* ontei ior, U* in\ ilo .i un imaginolivo ejercicio. Suponga- ... ,|in ni"'

encontramos líenlo a dos edificios 011 cuya» fachada» . ,.:ivon sondo» letreros

que dicen: "I’KODLCTÍV PARA 11. soi 11 no" y , n 1 1. » IWKA 11 < \s u»o". Si nos

alonemos .1 lo que vulgarmente

• «uTis»i. on el primero los solteros encontrarán productos relaciono-' con ol

consumo dol amor libro do cualquier traba, con el dis- ;t«' do lo total

independencia y libertad personal ofertas variadas . .1 lo» posibles opciones

laborales do quien, como el soltero, goza plena disponibilidad como

consecuencia de no estar sometido a . obligaciones diaria» de atención a la

familia, amén de un sinfín de

• -chico» v rocelas orientadas a facilitar a los solteros el cumplí- , nto vio lodo»

su» refinado» gustos en lo referente a su*» preíeren- •, s,Míalos, divor»ión,

costosas vacaciones en países exóticos, j-K.i do la nueva era para el deleite de lo»

oídos más exigentes, •mida para delicados paladares, vestido de última ola, los

más r\quisitos lujos domésticos, etc. Dejándonos llevar por lo que dictan o-

lópicos, nuestro viajo imaginario por el almacén destinado a los s, Itero» acabaría

mostrándonos un mundo ideal, colmado de innumerables oportunidades, en fin,

el cielo reservado exclusivamente a lo» que, con sagaz inteligencia, lian sabido

librarse del complicado iHindo de los casados (!).

¿Y qué encontraríamos en el gran almacén destinado a los casado»? I’or

contraposición, podemos adivinar la oferta prevista para la t’i.n 01 ía de quienes

han optado por casarse: vestidos baratos para los niños, productos para bolsillos

escasos de dinero, vacaciones cortas 0*11 destino a lugares comunes, libros y

vídeos entretenidos para pequeños y grandes en los largos y bulliciosos fines de

semana, alimentos de consumo generalizado, prendas prét-á-porter, ofertas

variadas de televisores y electrodomésticos pasados de moda, ordenadores de

pasadas generaciones, coches de segunda mano, etc. Una manera de resumir lo

que ocurriría en la hipótesis que estamos barajando nos llevaría a pensar que la

vida del casado, a diferencia de la del soltero, es un mundo sometido a toda

suerte de limitaciones y penalidades, una experiencia de vida dominada por las

privaciones.

1 2 9

I A I ' s K i > 1 l U . I A I H I S O I T I R O 1 N i I U I I I M I T O Y I . A K l A l . 1 1 J A I >

ti\ianlede l.i libertad,sometimiento .itoda suertede»servidumbre •: i.i postre, un

mímelo colmado do obstáculos que impedirán el lu^r„

l.i telicid.ul piTS4tn.il. II.ibrás comprendido, lector inteligenteiju,. v sigues,

que lie caiga el o las tintas y lo lie hecho para conducirte

■ na refle\ión que*, .1 pesar de obvia, no parece haber calado en i,¡

• nte de todos aquéllos que conciben la vida del soltero y del casa- :<>

como sj de dos mundos opuestos se» tratara. La realidad es nim ■<•'.1 \

evidencia e|tie cuando abrimos los ojos .i ella observamos qur : vida del

soltero no es tan idílica como se dice y hasta puede mt >do lo contrario, y

lo mismo vale decir del casado. Te lo aclararé con . ¡ríos ejemplos.

• Se habla del placer del soltero durmiendo a sus anchas dentro de una

cama donde nunca la pareja le restará centímetros, n¡ le dará codazos

o le despertará con sus ronquidos. Pero no H- suele comentar que al

despertar el soltero se encontrará con que nadie le pregunta qué tal

ha descansado ni le dará los buenos días.

• Se dice también <]uo el soltero goza del especial placer de descubrir

como turista los más recónditos y maravillosos países. Pero no se

hace mención del hastío de muchos solteros que, tras sus numerosos

periplos por lejanas y atractivas zonas ele los cinco continentes -he

conocido dos solteros que responden a este patrón-, se encuentran

con que no cuentan con amigos dispuestos a acompañarles en sus

nuevas aventuras viajeras.

• Por último, se describe el gran número de placeres con que el soltea»

se regala comodidad y disfrute dentro de su paradisíaca casa. Pero se

olvida recordar que a partir de cierto nivel de confort lo que el

soltero suele echar de menos es compartir su dinero y sus

comodidades con una mujer y con hijos bulliciosos que con su gracia

y vitalidad compensarán con creces las incomodidades y el anodino

discurrir de los días, salpicados de los abundantes contratiempos que

acompañan el duro trabajo diario.

fe

1 3 0

I A VIDA DEL SOLTERO: SUS LUCES. SUS SOMBRAS

I v estos y otros ejemplos que pudiéramos mencionar, se deduce

•¡,.vj .i pensar que hay que ser muy cauto a la hora de confeccionar la ;, s¡,i de

ventajas e inconvenientes que conlleva la vida del soltero. Con ,._u premisa

por delante, dedicaré las siguientes páginas a comentar ¡ luces y las sombras

que aparecen en la vida real del soltero; espe- , Mímente me referiré a los

pros y contras de la soltería en tres principales ámbitos, en ¡a vivencia (id amor,

la autonomía personal, y la contnni- .■.¡don i' relaciones sociales del soltero; sólo

marginalmente me ocuparé de aspectos, del ocio, la economía y la salud del

soltero.

Rápida ojeada a las ventajas e inconvenientes de la soltería

Con tono entre jocoso y surrealista, el número 1 de la revista IMPAR (marzo

de 2001) ofrecía una lista de 35 ventajas (!) de la soltería; entreveo algunas de

las que al parecer únicamente los "neosolteros" podrían disfrutar.

"El hecho de que en Estados Unidos (país que nos lleva unos 20 años de ventaja)

¡a mitad de los matrimonios terminen en divorcio significa que al menos la mitad de

los casados añoran su situación anterior" (ítem 2)

"Hacer la compra en el supermercado es mucho mas sencillo. Uenas el carrito con

tooodo lo que quieres, tras pasearte libremente fwr los pasillos empleando el tiempo

que consideres necesario" (5).

"El sofd es para tu único uso y disfrute. y confirman lo que siempre habías

sospechado: estos muebles no están diseñados para sentarte, sino para estar

tumbadola" (10).

"Puedes improvisar planes en tu casa sobre la marcha, sin avisar a nadie: cenas,

copas de última hora, partidas de cartas o de Trivial...'' (13).

"La soltería es la época perfecta pañi subir en el escalafón profesional. Sí, sí

puedes hacer ese viaje de negocios. Sí sí puedes quedarte unas horas después de!

trabajo. Sí, sí te apuntas al curso deformación. Y claro que tendrás el informe listo

mañana a primera hora " (161

"Una de las mayores ventajas de ¡a soltería es la sensación de libertad. Lo que

hagas con tu tierrero libre defiende sólo de ti. Cuando piensas en el camino que

quieres seguir, no tienes que pensar por dos. Sólo tus circunstancias y tus deseos

guían tus fwos" (18).

1 3 1

I A IM< OUKíÍADI I SU IIKO FSTRI- KL MITO Y I A Kl Al HMD

/ 'i' ’ :JenU'. la ¡\>lig,¡iK:¿ t%. ¡ ■ . bien pisto entre /•**- M»/frms <2 <>

"Si «*i j momento dudas tít estás cu uno situación envidiaNe, ha: este cjercu :• >

pnii tico: Qtu'das «*J•»: \\»<> o la una de lu tarde con un pir,I,- ¡}iir,'i,i- d.

¡»ugik ftiim tomar un, - . IJtyrts inifWiiNoiidifc dtsamgla- do/a y hii ;• 'iitc ¡ti-

típicas or,r,ts y• ... r, i de id tu lunik' de juerga. Cuandi> it pregunten '¿de dónde sah> ’ .

tú L\ <tus: "i's que me itctúv de despertar" y otxfeii'tiui' ¡ti' miradas

deenvid::.:■:<* te lanzan de AW/m/c»" (35).

No hace falta sor excesivamente avispado para darse cuenta il, que el

cuadro anterior tiene su contrapunto v, así, el lector habrá podido oír como

yo comentarios sobre los inconvenientes que conll»-. va la vida dt soltero; de

tales inconvenientes saben mucho los psio». logos clínicos dedicados a

resolver los problemas de los solteros \„ digo nada nuevo si te recuerdo

que los despachos de estos especialistas están llenos de solteros que acuden

pidiendo consejo soba- cuestiones que les preocupan. La pequeña lista que

propongo a continuación resulta bastante ilustrativa.

Tengo ?] años y he compartido mi vida con dos hombres. Con el último lieiv

viviendo dos años y nos llei'Gmoi bien. Recientemente me pidió que me casará con

él, pero el solo hecho de peinar que mi matrimonio ¡nidria acabar como el de mis

padres, en diivrcio, me musía y no me atreiv a dar el paso.

¿C?ué me aconseja?“ (mujer)

Disde Lar tres años tengo un novio del que sé por mis amigas que me es in fiel.

Supongo que si me caso con él seguirá con su vida libertina. Pienso que no estoy

preparada para soportar sus infidelidades ¿Puedo esperar que una ir~ casado dejará

su vida libertina?~ fmujer de 27 afurs).

Soy una soliera dnvrtida y todos mis compañeros de trabajo se ríen con mis

gracia>, pero cuando me voy u mi casa echo de menos comentar con alguien mis

(omis. Noto además que siento la necesidad de que un hombre me diga que me quiere y

me ¡o demuestre abrazándome y acariciándome Aunque mi educación -me eduque

con monjas- me prohíbe la masturbación, me masturbo de vez en cuando, pero t yo

que eso no me llena. Estoy hecha un enredo. ¿Qué puedo hacer para salir de esta

situación ?“ (mujer de 34 años).

~Me gusta el traltajo que hago soy sec retana de un gran empresario- pero

apenas salgo de la fábrica me encuentro sola cenando, sola ante el televisor, sola en

la cama. No soporto tanta soledad. También soy muy niñera, me fl/w- >i*niaii ¡os

niños y a veces sueño con tener los míos y achucutarles. Me pre-

fe

132 w'

I \ VII >A I > 1 1 SOI 11 UO SI S | t ( . 1 s . s U s M > \ W K

tfinti*l'*,r que ningún hombn- •< ¡uní n <> ;/;í ,I pe-at de •/;<« jí;¡* '. i* «V ,ví

«•//«>> Vw ¡vcJ lahrinlocn el que estoy metida. »»«' •'.■'•ím-m ’ '<mu¡ct

"tengo 24 años y nunca he s,ilido con un chito. Ln U* dos últimos aiit*s i ne he

enamorado dos ¡tees. ¡'ero no he sitio cornfpondid.: A lis ai ingas tienen ;*i*r.'¡ti u w

mi tengo iwi iJiuVji salir, iengo que sopor ¡r ¡ti- bromas de /,is ¡/ne dicen ¡¡ne seré

mui solterona. ¿Qué puedo hacer? (consulta en Mt/ffs f'J HOY. abril de 21X11. p.

2K).

■ s'i>iy folleto y jefe ¡ie mui sección importante de m: caprcs¡. Luiré las empleadas

¡mu una que ni: atrae mucho, futes es muyguap.;:/ ¡le carde ler ale- ■ye. Ale gusta

comer junto a rila en el comedor de la empresa. Muchas ¡vees he ¡h'nstrdo en

profkmcrlc nlachm'S serias y cafamos, per.' no me he decidido portjne ella es una

persona ignorante y sin cultura ¿Puedo arriesgarme a easai me con una persona

tisí?" (varón de V) artos).

Sou soltero i/ tengo dos amigos con los que salgo, vijio v me divierto Mwfns

juntos a todas pin tes, a discotecas, a restaurantes especializados en mentís

n’getaríanos. Últimamente noto que me aburro con ellos y que gastamos a lo tonto

en cosas que no me llenan, por ejemplo en vinos carísimos. /\ de/arlos no me atre;v

porque me quedaría solo ij no estoy según* de fvder vivir así Seguir con ellos

tampoco me convence por lo que le digo y pirque..., bueno, no sé muy bien por qué.

Dudo de que pueda vivir solo y. en el caso de apartarme de ellos, cómo ocuparía mis

tiem/ws libres. ¿Que <*> aconsejable en mi situación?" (varón de 31 años).

“Soy soltero y tengo un amigo, también soltero, hijo de una familia amiga de la

mía. Yo tengo carrera y él es un albañil. Veo que apenas coincidimos en nuestras

aficiones y gustos. Frecuentemente me propone ir a sitios (discote- cas, fútbol,

clubes) en los que él veo que se divierte mucho y yo me aburro.

So estoy dispuesto a seguir asi pero tampoco a dejarle fvrque temo quedarme solo y

como soy muy tímido dudo que pueda encontrar otros amigos. Aconséjeme, doctor"

(varón de 37 <mos).

Los solieres, ¿juegan con ventaja?

Antes de adentrarme en el comprometido empeño de analizar ias

ventajas o luces que brillan en la vida del soltero, considero indis pensable

hacerte partícipe, querido leclor, de dos importantes dudas metodológicas

que me han asaltado cuando me he planteado describir con el nivel suficiente

de objetividad los pros y contras de la sol-

fe

1 3 3

I \ IMl OI lU.I \ DI I SOI II KO | MUI | | MIUM I \ Kl Al II >A| t

tería. l.o primero olecto al rigoi cienlilico que debía mantener en i,

exposición, cmm> obligado muestra do respeto al lector y paro ¡ defraudarlo

en su deseo de enriquecer con ñus reflexiones su jM, juicio en lomo .1 lo vido

de los solteros, debió exigirme, por lo misim. presentar mis ideos sin jugar al

escondite \ así he procurado hacerle L na \e/ osumido tal compromiso,

comprendí que sólo por ra/oiu-v metodológicas cabe hablar por separado

di* las «vwlnjn< e /mwKvjjjn; /es ilel soltero, dado que en su \ ida real unas

y otros se entremezclan y se conjugan con características singulares, lo

mismo que ocurro , los casados Quiero decir con ello que hablando, por

ejemplo, de I. soledad cada soltero concreto sabe la medida en que le afecta

real- mente y lo que de penoso representa verdaderamente su soledod; \

paralelamente, únicamente cada soltero sabe lo que de positiva representa

gozar de no depender de nadie y gozar de plena autono mío sin echar de

menos en determinados momentos a alguien con quien sentirse arropado

ante el cúmulo de vicisitudes, preocupaciones, triunfos y fracasos que

acompañan su discurrir diario como persona. Tras meditar largamente sobre

este asunto, me he decidido a presentar por separado las ventajas y los

inconvenientes en la vida del soltero y de ese modo me desmarco no sólo de

los estereotipos superficiales y enfoques sesgados imperantes cuando se

habla de los solteros sino que contribuyo también a colmar la evidente

laguna de estudios sistemáticos sobre lo que significa en términos

psicológica la circunstancia individual de cada soltero.

La segunda dificultad es aún más grave y empalma con la anterior. Se

trata de reflejar con honestidad las grandes posibilidades o ventajas que se le

ofrecen al soltero cuando, haciendo uso de su singular creatividad y libertad,

sabe sacar partido de ciertas condiciones objetivas manifiestamente ausentes

en la vida del casado. Por lo que yo sé, este análisis no se ha llevado a cabo

hasta el presente y desde este supuesto te prevengo, querido lector, del

posible error en que puedes incurrir, pensando que soy un firme partidario

de la soltería V, lo contrario, que estoy en contra de ella. Mi ánimo es otro,

procuraré mantener hasta donde me sea posible una total neutralidad, acti -

134 - ^

i ,\ viln ni i sm ii KO SUSLIK i s. sus SOMBRAS

• I.i que i“’ he \ ¡sin reflejada en numerosos documentos que he revi- jo

cuidadosamente antes de implicarme y asumir las opiniones u• expreso en

las páginas que siguen. Te confieso sin rubor que en

•ii l.u'4o ' iaje por los entresijos de l.i vida del soltero v del casado lo «.obre

todo he intentado es hacer con sinceridad mi oficio de psi cólogo,

manteniéndome al margen de cualquier prejuicio que supusiera ocultar lo

que de positivo y negativo conlleva optar por uno u , : i , i de estos dos estados.

Aspiro a que en ningún momento identifique-» mis propósitos con el

quehacer de un "cronista interesado" en mostrar las \ enturas o desv enturas

de quienes gozan o sufren el estatuto de soltero o de casado, y abrigo la

esperan/a de que mi honestidad >crá correspondida por tu parte con una

cordial actitud de aper-

• ,n .i ante mis reflexiones v propuestas; da por descontado mi sincero

:»-s|vto al juicio final que de ellas llegues a formarte.

Pienso que más allá de los tópicos, proclives a presentar una imagen

triste y lastimera del pobre soltero/a, se esconde muchas veces la rii.i

realidad de un ser humano con amplias experiencias en todas las

dimensiones profundas de la persona humana. Como te he indicado

anteriormente, quiero detenerme especialmente en la consideración de tres

significativas vivencias que el soltero, sólo por ser persona, desarrolla o

puede desarrollar; me estoy refiriendo principalmente a su experiencia del

amor, de la autonomía personal y de la comunicación, entendiendo esta última tanto

en el plano físico o de las relaciones íntimas como en el de la convivencia

social con el entorno, círculo familiar, amigos, colegas, grupos de encuentro

culturales o de ocio, etc.

U soltero 1/ el autor en la sociedad actual

El amor es algo que todo el mundo conoce, de lo que todo el mundo

habla, pero que resulta difícil definir. Según la Real Academia de la Lengua,

el amor es un "sentimiento que mueve a desear que la realidad amada, otra

persona, un grupo humano o alguna cosa, alcance !o que se juzga su bien, a

procurar que ese deseo se cumpla y a gozar como bien propio el hecho de

saberlo cumplido" (edición 1992). La primera afirmación que se impone

cuando tratamos de identificar

fe

1 3 5

I \ INI» O! IH.I M>l I SOI II KO I \ I Kl’ II Mllin I A RliAl II >AI»

que i*s el .ininr os definirlo como un valor \ una necesidad absoluta, monto

lmul.itnent.il en la vida de cualquier persona, por lo qu t. arriesgado v

['lácticamente imposible negar una mínima capacid.ni del ser humano para

ejercer el amor en alguna de sus múltip|,.v modalidades y diversidad de

situaciones (Cipolla, 1995).

I lablando del amor del soltero, aparece especialmente indicada l. (

referencia dos formas fundamentalmente diferentes de amor: el IIMIIHIO \ el

enamoramiento. F.l primero es un sentimiento general v común a todas las

personas, aplicable por tanto a los solteros, que puede desarrollarse en

relaciones humanas muy distintas; el enamoro, miento, por el contrario, es

una forma de pasión que suele darse en ls) relación de pareja, surge sin

verdadera voluntariedad y tiende a quedarse en el exterior, sin implicar ni

comprometer al yo prof undo de los enamorados, lin esta perspectiva, no hay

inconveniente en caracterizar a los solteros en general como personas

especialmente proclives al enamoramiento -amor no comprometido

totalmente-, propio de sujo- tos que no logran conectar de manera natural y

estable el núcleo de su yo más íntimo con el de otro yo. Paralelamente, puede

decirse también que a diferencia del amor maduro, que es sosegado, liba*,

generoso, tolerante, paciente, abnegado y coherente, el enamoramiento es

exaltado, improvisador, impaciente, epidérmico e inconsistente (Horas,

2CXV1). tn cualquier caso, no procede exagerar la contraposición entro

enamoramiento y amor, pues como decía el filósofo Spinoza en su tratado de

Ética, "con la ayuda do la razón, la pasión del amor puede con vertirse y, en

muchos casos, llega a convertirse en un sentimiento plenamente lúcido y

sereno". En esta perspectiva psicológica, conviene no olvidarse de una

premisa, que no hay fórmulas simples y únicas para explicar los recovecos

del ampr, ni recetas sobre cómo se puede encarnar en cada persona este

sentimiento, por lo que carece de sentido otorgar valor de dogma indiscutible

a reglas como "tienes que amar así", "fuera de estas condiciones nunca podrás

disfrutar del amor", "el amor no admite términos medios, o existe o no

existe", "fuera del matrimonio nunca se da el auténtico amor" v otras simila - y

res; las posibilidades de encontrarse con distintas formas de amor son

• fe_

1 3 6

I . A V I DA M I I S O I l i : K O: S U S l . U' I . S . SL ' S S O \ I HK A S

como diferentes son las personas por ra/.ón Je su cultura. „nl»iente,

época, etc. y, por ello, hablaré con mucha cautela sobrv el unificado del

amor en I.) a>nca*la vida del soltero.

lis un hecho que entre las diferentes versiones del amor, hav algu nas

especialmente atractivas para los solteros y cultivadas prioritariamente por

éstos. De ellas, me propongo mostrar lo que dan de si t.,i manto experiencias

que conducen positivamente al desarrollo del .iinor fuera del específico

marco del matrimonio.

a) Una jornia de amor hacia la que muchos soltero> se sienten juerte- mcnlc atraídos rs

el amor ronnínlico, una especie de éxtasis que hace vivir el sentimiento

amoroso en una dimensión a caballo entre lo real y lo ideal, vivir el

beso y la ternura como fuera del propio cuerpo. Como indiqué en el

capítulo anterior, esta modalidad peculiar de amar es preferida por el

tipo de solteros que hemos denominado solteros con miedo al compromiso y

que son sujetos para los que el ideal de amor resulta atractivo en la

medida en que se atiene a reglas como "ámame pero no del todo", o

"estoy dispuesto a amarte o a que me ames, pero no tanto que ello

suponga la privación de mi libertad para elegir o cambiar la persona

objeto de mi amor". Los solteros que se inclinan por esta forma de

amar encuentran una salida a su necesidad de amor mediante

apasionados y exultantes encuentros en los que casi siempre la fusión

sexual da pie a la experiencia de una forma viva de sentir la cercanía

de la otra persona y una proximidad capaz de satisfacer dos

necesidades básicas que el soltero tiene en cuanto persona de carne y

hueso; primeramente, dar salida a la pulsión erótica que un sexo

provoca en el otro y, de otra parte, experimentar sentimientos que sólo

muy superficialmente se dan en la vida cotidiana, como la ternura, el

goce de una mirada iluminada y subyugante y, sobre todo, la sensa-

ción de felicidad que emana de la fusión de dos almas y dos cuerpos

que como, por arte de magia, sienten que son desbordados en sus

limitadas fronteras hasta convertirse v estrenar

1 3 7

I A l * M C O l . t X: Í A | > i ; t S O I I I K O l - N I K I I I M I T O V I A l í l Al I I ' su

una inesperada y gozosa riMlid.nl, I.» inefable experiencia v|,.: "nosotros" , dos

formando uno más grande y más rico.

anuir es ya de por sí v objetivamente valiosa a la vez que a|iu. tada

al nivel de comunicación íntima que buscan muchos H>|. teros y que,

al margen de diferentes dimensiones personales como la valoración

moral de tales relaciones, pretieren que comunicación amorosa,

incluida la fusión íntima, permanez- dentro de los límites propios de

unas relaciones sexuales realizadas periódicamente con la eventual

pareja; muchos solten». confiesan que estas relaciones les resultan

suficientemente satisfactorias.

Me hi explicáis asi mui ollera 1le 39 tutos. "Tengo cuatro amigo*, do- lie

rilo* casados, con /<* que ine junio fwra desfogarme. Me parece qu> ellos

buscan lo mismo que yo. satisfacer sus deseos sexuales y algo ift‘ intí- midad, en

eso coincidimos. Cuando liemos pisado un ralo juntos, estamos contentos de

habernos entregado el uno al otro, de habernos satis feclh» mutuamente, y ahí

termina todo. Cuando días después nos llamamos pare, un nuevoencuentro,

sabes que las cosas no irán a mas, que cada uno hará su vida sin comprometerse

en nada que vaya más allá de juntar nuestros cuerpos en un abrazo de placer y

de amistad A los cuatro les considero verdaderos amigos y creo que ellos también

a mi, aunque siendo totalmente sincera, pienso que ellos no disfrutan tanto como

yo, lo digo sobre todo ffor los casados, pues sospecho que e! ocultar nuestros

asuntos a sus mujeres no debe resultarles algo agradable, peív de esto nunca

hallamos

Hoy bastantes autores (Heras, 2001; Cárter y Sokol, 1996; Man- glano,

2001) se niegan a admitir que el amor romántico y su variante, el

enamoramiento, sea auténtico amor y sostienen también que pueda

resultar para los implicados verdaderamente placentero pues

entienden que, por su propia naturaleza, el amor aspira a la fusión

total en cuerpo y alma entre las personas, condición que, en su

opinión, no se cumple en el amor meramente pasional, dado que

prácticamente siempre se queda corto en cuanto que promete una

plenitud que la realidad le niega. Asi lo expresa Bayer (2001) cuando

dice:

Sería faltar a la verdad negar que esta manera de entender .

1 3 B

I \ VII >A l>! I M >1 11 KO S| s I I X I s. SUS SÍ >MI»K

"/11 *.v i> amor. i///iii/ //r #hi//n^ I«sm»i:».v* v Miifuiiildii r,»*:

ffrt ; í Í..J. Ciiiir.it* i/t»> emfnion/r. nos uwnno* un ;wu.v-

i f r i i J r » “ N í ' i Vi S éiJ i !* ;. i* u iVM¡n santos i / u n u r f c ' r/ < N ' J / c ' - r \ \ Y M > . M / i Vi r f r i ^

<•/; rJ ntMnmotw ;>rv< »;ru«K i/iirriffV s/n rozarnos i» intewonhti»:e> /j 1/1Á-.

//Mi ii’v; .'iipwimti{\V ru iijviifN >!<•/«• minuta fluir:*'' .«•

nV/¡vry«J4*riiii /

/.in /»>ic *'¡o¡¡o> ms/w/mw i/i«* /,i/initií i#r/ twwiiw/cuto <ií»rr

mente »«• senitmiñiti* más priiuiHiw ih' defhnJcniia u fhrtrrmn i \

11> ni»i. nmi con la •;«\vsr,f,n/ Jo >inibio*fc con la n/iUí»v Juran*e la in/mu :.;

fL>to * Jebe a ijiiW Je* riwwc>rifif<i> íwh imís allá Je >i m:>mo>, halagan el iur -

c'/rifsWéi* Je/ tálamo* enamorado* no* i?«v cantos nut> a

yi> ii/i'éfi m* úWf/,w:.ivm* /i? persona iftie sicn/pn' hanos Jcsaulo v /*w ij.v ivj

realiJaJ no x>wc>s, /|w «“soi eí enamoramiento surge «/<• pnmto si/ciV icminar Je

minera abrupta" Mw inituai, ií\ 52. nuir/o-tibril. p Sí>).

Frente a quienes hablan con cierto desprecio del amor romántico,

expertos en temas de amor no tienen dificultad en admitir que pueda darse

una saludable zona en la comunicación amorosa entre los vevos que, sin

implicar el compromiso de permanencia y exclusividad propia de las

relaciones sexuales de la pareja, hacen de la relación sexual romántica una

forma de comunicación suficientemente satis factoría para los dos partes. Así

mismo, ven como una posibilidad real que, en un momento dado, el amor

románico, superándose a si mismo, se desarrolle hasta alcanzar el

compromiso total y recíproco entre las personas inicialmente sólo

enamoradas. En tal caso, el enamoramiento representaría la fase inicial del

proceso que conduce al amor pleno, entendido como el deseo de retornar a

los hábitos de plena autonomía personal, en buena medida perdida durante

la vivencia del enamoramiento. F.n aquellos casos en que el amor romántico

no da pa^o al amor maduro -algo frecuente-, lo que suele ocurrir es que la

relación romántica suele caer muy pronto en el aburrimiento y, finalmente,

en la separación de la pareja. Si, por el contrario, la experiencia romántica

logra traducirse en el amor pleno y total de los enamorados, entonces la

pareja conseguirá vivir el nuevo amor en calidad de complemento enriquecedor y

fuente de equilibrio y pleno donación •ecíproca (Fromm, 2000). Quienes así

interpretan el amor romántico se

fe

139

I \ |N|i O H U . I A I M I s o I K O J \ ' K ¡ ! I M I U M I \ l í l A l I I » V I >

desm.m >111 A» ios que piensan que la motil ación básu .1 y principal los

amantas responde siempre .1 1, ac til ud interesada y egoísta 4|,. quien

únicamente busca en el amor cubrir la necesidad de sentid i ttinfilrhiilo por el

otro (Alborch, ? :V>); es evidente, que nuuh.ts

veces i-l juego del ,111101 romántico esconde el deseo de completar \

enriquecer .1 la persona amada, lo que constituye una actitud «’ .r.,. mente

positiva.

Otro argumento muy socorrido contra el valor positivo del aninr

romántico es subestimarlo por el lucho de que supone abandono,, pérdida

de uno mismo y. derivadamente, el dominio absorbente \ total por parte del

otro con lo que deja de ser verdaderamente libtv y por tanto propiamente

humano. Pero a esto se responde que no hay por qué excluir la posibilidad

de que, de mutuo acuerdo, se pueda pactar libremente el ejercicio de un

amor limitado a las meras exigencias del amor romántico y, en este sentido,

los solteros especialmente celosos de su autonomía corroboran con su

experiencia que el amor romántico no sólo es posible sino que es el que

mejor se adecúa a sus aspiraciones y que, por eso mismo, les resulta

satisfactorio y positivo. Pienso por mi parte que hay bastantes razones

psicológicas para pensar que esta dimensión positiva del amor romántico es

perfectamente creíble, pues cuando se analiza profundamente la relación

sexual realizada en clave de amistad, se convierte en una experiencia

profunda y emocionante en la que participa toda la persona en cuerpo y

alma. Como sugiere Lowen (1993), el cuerpo, contrariamente a los que sitúan

la sexualidad y la espiritualidad de la persona en polos diametralmente

opuestos, nunca deja de recibir alguna influencia de la vertien te espiritual

de la persona, algunos incluso hablan de tal influjo como, si de una especial

"experiencia mística" se tratara dado que puede y suele ir cargada de fuertes

componentes espirituales (ternura, donación mutua, supratempora- lidad),

lo cual, a su vez, resulta plenamente coherente con una nota esencial del ser

humano cuya verdadera entidad no es otra que la original unitotalidad

integrada por "un cuerpo espiritualizado o un espíritu encarnado".

fe

140 _■

I A V M M D I I S O I! ! K O : S I S L U CI S . S U S S OM B R A S

b) Frecuentemente, los solteros aducen mis preferencias y ven claras

ventajas en el amor desligado del matrimonio alegando las

eonnotacioires nc^atii'as que acontfHtñan las relaciones amowsas tic fuireja

dentro de una convivencia única y estable. En osla pers|x*cti- \ a, un hecho

biológico plenamente contrastado respalda la tendencia a la

promiscuidad que impera en las relaciones de pareja entn» los

mamíferos, pues es sabido que, salvo escasas excepciones, en las

escalas animales próximas al hombre, rara vez se da la pareja sexual

única y estable, al parecer únicamente los lobos y los chimpancés son

monogámicos (Vela, 20(X)). Este argumento biológico se apoya

también en la idea de que buscar la felicidad completa a través una

sola pareja sentimental tiende a poner demasiado peso sobre una

relación que en la práctica difícilmente llega a satisfacer todas las

necesidades de los individuos. De hecho, ocurre que la relación única

y estable provoca en numerosos casos una dependencia emocional

muy propia de personas que no se han realizado en otras áreas de su

vida, la amistad o el trabajo principalmente. A partir de estos datos, se

entiende que reducir la relación de pareja a su forma única y estable

conlleva en muchos casos un cierto empobrecimiento de las

posibilidades de desarrollo de las personas implicadas, lo que

explicaría en buena medida los altos porcentajes de infidelidad que

observamos actualmente entre las parejas dentro de nuestra sociedad

y la tendencia a la poligamia que aparece como normal en numerosas

culturas y pueblos cuya salud mental y social alcanzan niveles no sólo

iguales sino incluso superiores cuando se los compara con los

numerosos desajustes a que se ven sometidas las relaciones amorosas

en el interior de las sociedades monogámicas occidentales. En

cualquier caso y a la vista de estos hechos, resulta difícil negar cierto

valor positivo en el amor ejercido entre personas que no se rigen por

el criterio de ver únicamente amor allí donde dos personas se entregan

una a la otra en exclusiva (Ladish, 1998), y tampoco parece sostenible

la visión totalmen-

1 4 1

I A I’SK.'OIXX JÍA I>1-1 SOI.TI KO: J :NTKi: I I MITO Y I.A RliAl.llMI)

ti* negativo Je quienes están siempre dispuestos o conden,ir v

despreciar los manifestaciones de amor de pareja en la vida j,.

numerosos solteros -y esto vale también para los divorciado^ viudos,

listas premisas conducen a una importante conclusión desde el punto

de vista psicológico, la situación de soltci^ constituye una especial y

positiva posibilidad para implicar* en numerosas y sucesivas

historias afectivas susceptibles ^ colmar básicamente su necesidad de

comunicación amonts,i con el ota) sexo (Segura, 1997, p. 40).

c) Muchos solteros resaltan con especial énfasis las bondades del amor

libre sin las limitaciones objetivas y propias del matrimonio y, así,

sostienen que el amor vivido ui margen de h pareja entable no siempre ni

necesariamente es la consecuencia ■> expresión de un egoísmo rezumado, es decir,

del amor centrado exclusivamente en sí mismo. La experiencia es rica

en ejemplos en los que se muestra que el amor de muchos solteros,

lejos de agotarse en un proceso de desarrollo personal desde sí y para

sí, es todo lo contrario, la manifestación de una acti tud abierta y de

entrega generosa, en definitiva de amor, a personas y objetivos

nobles que desbordan totalmente los intereses individualistas y

acaban, en la práctica, repercutiendo en provecho de los demás. En

esta situación se encuentran los consagrados con todas sus fuerzas a

causas que sólo se entienden como despliegue de una total

dedicación vocacio- nal a ios otros, como ocurre con muchos

religiosos, artistas, políticos, escritores y profesionales sometidos a

condiciones laborales que les exigen total disponibilidad de horario y

dedicación a la consecución de objetivos afectados por cons tantes

cambios de lugar o programas de trabajo. En este contexto, cabe

preguntarse cómo puede "explicarse" psicológicamente esta forma de

darse a los demás que no pasa por la norma común de casarse ni se

traduce en dedicar prioritariamente la propia vida a atender las

necesidades de personas que no forman parte del propio núcleo

familiar. A la hora de

1 4 2

I.A VIDA ni I NOl.TlíKO: SI s I Ul I S, SL'S SOMUKAS

responder a esta jugosa cuestión, aparecen inmediatamente \ arias

razones. La primera arranca en la conciencia de que, en principio y en

contra del tópico, vivir a solas no significo vivir solo sino mas bien

facilitar el cultivo de una actitud de total disponibilidad y apertura

hacia todo tipo de relaciones sociales encaminadas al beneficio de los

demás, entre otras la de atender a los necesitados de sentirse

afectivamente arropadas por personas generosas dispuestas a darse

más allá, o simplemente de distinto modo, de lo exigido por los

condicionamientos familiares o de pareja (Segura, 1997). May un dato

que confirmaría tal interpretación: cuando sobreviene una catástrofe,

el reclutamiento del voluntariado suele estar integrado

mayoritariamente por solteros que, gracias a su estatus, pueden

permitirse el lujo de estar libres de las cargas y obligaciones

familiares y, en este aspecto, conozco un buen número de jóvenes que

tras acabar la carrera deciden enrolarse en alguna ONG dedicada al

desarrollo de zonas desfavorecidas de Latinoamérica, de África o la

India; rara vez son familias enteras las que optan por dejarlo todo y

embarcarse en proyectos de tan alto significado altruista y social.

A esto hay que añadir una dimensión nada desdeñable, que el amor

del soltero proyectado hacia los demás no dista tanto de la

motivación profunda que alimenta el amor de pareja, darse al otro, a

los otros, pues ambas situaciones están llamadas por igual al mismo

objetivo, implicarse en actividades)' actitudes amplias en las que no

cabe poner fronteras al amor; al fin y al cabo y al margen de estar

casado o soltero, el amor que suele colmar la felicidad de las persona*

se manifiesta en dedicar el propio tiempo y las disponibilidades

personales al cuidado de aquéllos que necesitan de nuestra solicitud y

atención. A la luz de estas reflexiones, el amor del soltero, connotado

con características de universalidad, no tiene por qu¿ ser necesa-

riamente de menor calidad o menos profundo, a la postre menos

satisfactorio, que el del casado (Fischer y Hart, 2002). Es

1 4 3

I A INKOl.iH.IA DI-I SOI II KO: I \ll<l II MIUM I \ Kl \l fl I \| >

nwis, en alguna medida puedo sor incluso superior er cuan:, implica

haber hecho libremente la opción tío dedicarse- j,, demás 011

ocupaciones y por derroteros i|ue a menudo s¡ ¡;. non superar

obstáculos que conllevan dosinarcaiso do ¡,, estigmas sociales a los

que oslan sometidos los solteros, . madurez de las personas se mide

por su capacidad para aclu., r con libertad, entonces muchos solteros

son -o pueden ser nu. libros que muclios casados. Por último, l'rente

a una sucieda,: que no parece haber caído en ¡a cuenta do la enorme

capacidad do «uñar del soltero y de ejercerlo do manera plenamente

libu y generosa, abrigo la esperanza de que futuros v sistemáticos

estudios sobro los valores positivos de la soltería acabaran

reconociendo el potencial de verdadero amor que reside en los no

casados y conseguirán aparcar la caricaturesca imagen de egoístas

con la que nuestra sociedad sigue subestimando toda vía .1 quienes,

por motivos que se sitúan más allá de una mirada superficial, hacen

la opción de amar y servir a la sociedad por caminos no coincidentes

con la vida familiar tradicional,

d) Partiendo del mito de la "media naranja", la opinión vulgar sostiene

que sólo cuando se encuentra aquella tínica persona que inislmosatnenle

sería nuestro complemento en el plano tí el amor podremos dar por satisfecha

nuestra necesidad de amar, en definitiva, cubrir las ansias de

comunicación afectiva, sosiego y felicidad a las que aspira toda

persona. Tal visión mítica del amor se desvanece apenas se

comprueba, por un lado, la posibilidad innegable de encontrar varias

medias naranjas -personas que sabrán recibir y reconocer por tiempo

limitado el amor que les otorga alguien que bysea su bien y felicidad-

y, por otro, que cualquier "media naranja", por completa que sea,

siempre dejará de colmar algún aspecto o vertiente del amor

necesario para cubrir todas las posibilidades de amar que caben en el

corazón humano. Si las cosas no fueran así, habría que admitir varios

hechos contrarios a la cotidiana realidad, entro otros la extraña

imposibilidad de que en el plano del

fe

144

I \ \ !P \ I>1 I M»l I I KiVSI SI l l< 1 S SI S SOV1IJKAS

amor, .1 diferencia di* lo que ocurre en el vasto espectro di* la

experiencia luim.ma. los humanos sólo dispondrían de ba/as únicas v

en cierto i iukIo siempre securas, o se acierta a la primera o nunca más

será posible desarrollar la vocación al amor t|iie anida en el alma de

las personas; no hay ra/ones decisivas para hacer una excepción en

un campo que, como el del amor, tiene lanías v tan protundas

repercusiones en la \ ida de las personas. Se impone, pues, admitir

sin tapujos estos hechos so jH’iia de considerar imposible, por

ejemplo, que cuando se pierde un amor queda abierta la puerta para

encontrar otro u otros amores capaces de convertirse en fuente

inagotable de recíproca donación sincera y cabal. Entiendo que

solamente cuando se asumen estos criterios encuentran suficiente

explicación tantas y tantas rectificaciones satisfactorias en el ámbito

del amor, como ocurre con los divorciados que no se resignan a vivir

solos y \ uelven a casarse, logrando así ser muchos de ellos

plenamente felices con su nueva pareja (Duoeil, 2000). Todas estas

reflexiones acaban certificando el hecho cotidiano de que la única

forma de amar no se agota en el amor de pareja estable y única dentro

del matrimonio, ni que la soledad es la única salida para quienes han

pasado por el trance de fracasar en sus intentos de encontrar la pareja

que colme su necesidad de amar y ser amado. I.a conclusión final es

que, hoy por hoy, no contamos con suficientes estudios científicos que

respalden la idea, bastante común por cierto, de que el amor ejercido

por los solteros es de inferior calidad humana que el amor vivido

entre los esposos (Vela, 2000, p. 2002).

/ n independencia, valor altamente cotizado por el soltero

Cuenta el psiquíatra Castilla del Pino (2000) que en cierta ocasión acudió

a su consulta el jefe de una gran empresa asustado por sus repentinos e

inexplicables cambios de humor. A los pocos minutos de iniciar la entrevista,

el cliente le confesó: "echo de menos cierta libertad, me pesa la familia,

envidio a un compañero que está soltero, aun-

1 4 5

I V I SK Ol . O l i l A P II S O I T IK O I MK K IT M I T O V I A K t i Al I I> A I )

que rni mujei lo compadece..." (p. 113). Realizada la exploración p M.

«ológica, el esperto diagnosticó depresión afectiva (distimia) v Cum :'robó que

i*| sujeto en cuestión quería huir de su situación, a lo q lu. mujet se oponía

por u>dos los medios. Especialmente, envidiaba •mpañero sollero que so

daba el gusto de sentirse libro y hacer I,, ne le apetecía en cada momento,

por ejemplo, salir con una lx*lla ■mijer que trabaja en la misma fábrica.

A partir de esta historia real, se puede entender el importante papel que

juega la autonomía personal dentro del matrimonio v. de r- bote, por qué

algunos solteros, ávidos de autonomía huyen del matrimonio como si de una

cárcel se tratara. Trataré de explicar esta («implicada cuestión.

a) Para determinados solteros, el compromiso matrimonial no lamente no es

necesario para realizar la vocación al amor sino que retid- ¡a en muchos casos

incompatible con el mantenimiento de la propu identidad y libertad individual. I

laciendo suya esta afirmación, la periodista Roma (1998, p. 205) critica

la insultante ligereza de mucha gente que tilda a los varones solteros

de calzonazos y ve a las solteras que optan por ser ellas mismas y no

se resignan a caer en "la ceguera del enamoramiento" pequeños

monstruo1' libertinos y desorientados, incapaces de encontrar los

caminos que les permitan seguir siendo ellas mismas y, al mismo

tiempo, amar en libertad. Si nos atenemos a los hechos, és tos con-

firman que frecuentemente la vida en pareja supone el sometimiento a

un abultado programa de pequeños compromisos que a muchos

solteros les resulta incompatible con la necesidad de sentirse libres, e

insisten en que, por más que se idealice el matrimonio, siempre acaba

en el sometimiento de uno mismo a los ritmos de vida del otro, la

mujer y, por extensión, a los hijos, dado que la vida en familia es

inviable si sus miembros no se ajustan a estrictas reglas de

comportamiento que afectan a todo, economía, viajes, salidas,

entradas, gustos culinarios, etc. Desde tal premisa, concluyen los

defensores de la soltería, un modo de ser respetuoso con la institución

del matrimonio es

fe

1 4 6

I A M O A H l -L S OL T E R O: S I S L U CE S. S U S S O M B RA S

reservarlo par«i aquéllos que se sienten ron fuerzas suficientes para

soportar l.i uniformidad en el hacer, sentir y pensar y,

equivalentemente, vivir al compás y en función de lo que dicta en

cada momento el pesado paquete de las obligaciones fami liares. Este

tipo de argumentación acaba poniendo en boca de muchos solteros la

afirmación de que nunca el beneficio de la seguridad y apoyo afectivo

que puede proporcionar el matrimonio queda suficientemente

compensado con la pérdida de la libertad y ataduras que lo

acompañan (Yela, 2000, p. 233).

b) A parecida conclusión llegan ciertos solteros tras considerar el

conjunto de compromisos a que queda sometida la persona dispuesta

a asumir seriamente su pertenencia a una sociedad orientada hacia la

productividad y la eficacia. Desde una concepción de la vida

profundamente tecnificada, la peculiar del "homo faber", prevalece la

opinión de que no hay tiempo para distraerse con el cultivo de los

sentimientos y, en consecuencia, el ideal de la persona que intenta

vivir a la altura de la vida actual es dedicar todo su tiempo y

esfuerzos al logro de las siempre nuevas y espectaculares

posibilidades que ofrecen al hombre de hoy los avances de la técnica.

En tal horizonte socio- laboral, se acaba reconociendo que los solteros

son las personas que más necesita nuestra sociedad tecnificada y,

añaden, que así lo reconocerían los ciudadanos si tuvieran la

suficiente sensibilidad de la que hov carecen; si el ciudadano de a pie

fuera persona madura, acabaría tributando profundo agradecimien to

a todos aquéllos que sacrifican los "pequeños placeres del

matrimonio" para consagrarse a la noble tarea de convertir en realidad

los fantásticos retos que el mundo desarrollado está demandando en

el campo de la ciencia, la técnica, las artes, etc. Es evidente, se

concluye, que a la vista de estas nuevas e irre- nunciables (?)

exigencias, la tradicional cadena que configuraba antaño la vida del

ciudadano, "colegio - buscar trabajo - buscar pareja - casarse - tener y

cuidar hijos", puede considerarse cuando menos una fórmula

insuficiente de entender la

1 4 7

! A l ' S I C O l < X . Í A D I - I . S O i m i O l - NT R I i I I M I T O V I A K l \l in\ l >

vida, por no decir mui postura totalmente superada (J.icj^, 1995). ¡lis

diík il encontrar mejor elogio a la independencia di I soltero en

cuanto plataforma que le facilita consagrarse .> | i( realización de

objetivos tan excepcionales! I le aquí una mu s Ira de dicho canto a la

iniciativa del soltero:

ios so/.'ents calamos ilispinvlos para rru/w.-w yrandes u Iteróte.* en que

si* necesita, como dice cí vulgo, echarse el olma oirás y ativpelhn ;m. todo. No es

esto i!car que los casullas no sean cuj taces ile gratuita hecho-, de abnegación y

de heroísmo, fvrque la historia nos da ejemplos de lo con >nn ¡o. /mi f’iirecc lo

natural, considerado el egoísmo y los intereses y afa - • iones ijue originan las

familias. que el soltero, Iilvc de estos /<>;<>>. se halle iijíñ desembarazado fiara

cllo.¡...¡. U soltero siempre esta en aptitud de nm-ktgrarse a empresas difíciles,

terribles y peligrosas, sin tjite su con- ■ remití en mida Je remuerda" (Díaz.

1998, p. 291).

Kn la misma línea de exaltación a la privilegiada independen cia y

disponibilidad del soltero con respecto a la del casado, encuentro en

una entrada del buscador Coogle algunas notos que no por jocosas

dejan de tener cierta entidad

(www.huandacareo.net/Entreten/soltero.html) (marzo 2003):

“Tu tiempo es siempre... tu tiempo. Tres el candidato n" 1 en las entre-

Pistas de trabajo tan solo fwr decir "Disponibilidad para Viajar”. Ll salir a algún

lado es únicamente una excusa para romper la rutina. Realmente siempre''

puedes decir la verdad sin que te pese. Tus hermanos menores te admiraran por

considerarle inalcanzable. Nadie critica el tiempo •pu- pisas en la oficina,

excepto tu jefe. Tu desorden siempre estara "ordenado“ (enero 2003).

c) Una forma de defender los solteros la bondad de su estado civil es

arremetiendo frontalmente contra el mito occidental que desde pequeños nos

inculcaron y que se sustancia en una hif>olélica y nunca probada ontnijwlencia del

amor: "el amor lo puede todo, i'stá por encima de todo". Desde tal

visión mítica del amor, se afirma ingenuamente que ninguna

circunstancia puede afectar ■> la vida del amor, lo cual es

obviamente absurdo y contrario a !*>s hechos. A esto cabe añadir otra

reflexión: los autores que

1 4 A ^

I A V I D M H I M i l I I K i » si s ! l ( I s. M>SSOMItK \S

han analizado seriamente el significado del <111101 canali/ado.i través Jo

la pareja res.ilt.m l.i contradicción manifiesta entro sus excelencias

entendidas en el plano teórico (!) y el deterioro al i]ue dicho amor, con

el transcurso del tiempo, se muestra sometido en el plano real y cuyas

manifestaciones más comunes v bien conocidas son la infidelidad, los

celos, las discusio- nes, los obstáculos derivados de las diferencias en

el ritmo de desarrollo personal de cada miembro de la pareja, el

cansancio y, finalmente, el hastío y la resignada desilusión, cuando no

la ruptura, lil hecho, repetidamente consignado en estas páginas, de

que uno de cada dos matrimonios termina en fracaso, constituiría a

juicio de estos estudiosos, el mejor alegato en contra de la defensa a

ultranza de la superioridad del matrimonio v de sus hipotéticas

ventajas con respecto a la soltería (Vela, 2000; I leras, 2001; Pischer y I

lart, 2002).

d) Una variante del anterior argumento aparece cuando se analiza de

cerca la manera simplista, por no decir llanamente falsa, con que se

valoran -más bien habría que decir, se "subvaloran"- en nuestra

sociedad las distintas y posibles variantes del amor plena y libremente desarrollado

fuera del matrimonio. A tenor de lo que se enseña en la familia, la escuela

y en ciertos medios de comunicación social, la única versión aceptable

y positiva del amor se identificaría exclusivamente con aquélla que

reúne todos sus grandezas sin mezcla de debilidad alguna, es decir, de

un amor teóricamente acompañado de total seguridad, estricta

fidelidad, renuncia ilimitada a la independencia y libertad personal,

ausencia de celos y de rutina vivido en el oasis tranquilo y paradisíaco

de la pareja. Es evidente, que aceptar sin atenuantes esta única forma

de amor perfecto equivaldría a identificarlo con cierto tipo de

"adicción" o de conducta ciega regida por fuerzas que niegan

cualquier posibilidad de elegir libremente aquella forma de amar que

resulta más acorde con las propias necesidades y recursos personales

y que son. como es bien sabido, generalmente mutantes en el

1 4 9

I \ I N K I ) | ( H I \ n i I S < ) | I I U O I M U I I I M I I O N I \ K l A l I I • V I •

transcurso del tiempo (IVele. 1975; Ca lio i \ Sokol, l‘)%| -\ ,,lt ció de

Velo (20(10, p. 04). visión ongelic.il del amor, pr«. v.,. lente otroro en

amplios copos sivioles de nuestro mondo >», dentol, no se

com*sponde Con los autenticas posíbilidodes ii, reo! i zar ho\ lo

vncoción ol amor por porte de muchos dudada- nos que, pora bien o

para mal, no contemplan el desarrollo d,- su dimensión afectiva

necesariamente vinculado a la** condi ciones impuestas por el

motrimonio tradicional; de hecho, en r¡ noventa por ciento de los

culturas que conocemos, amor \ matrimonio no von siempre ni

necesariamente unidos (fien- drick y I lendrik, 1992). En estos

momentos, asistimos a lo l uciente opción de vivir ivlunfiiriamente solo, lo

que supone I.* afirmación más rotunda, antaño desconocida, de la

búsqueda y disfrute del amor desde la propia autonomía y que libra a

l«* solteros del peligro del estrecho confinamiento en que incurren

muchas parejas que acaban en la separación. El exponente m.U claro y

nuevo de libertad en este terreno se da en ciertas mujeres que,

alcanzado un alto nivel económico y cultural, deciden con total

voluntariedad optar por vivir solas -aunque sólo sea por algún

tiempo- para poder volcarse con más facilidad y mm trabas en la

realización de importantes y valiosos programas de renovación social

o cultural demandados por la sociedad global y que no están adscritas

necesariamente a la vida en pareja; actualmente son pocos los que se

atreven a despreciar el valor altamente positivo de dichas opciones

plenamente clarividentes y libres (Alborch, 1999, p. 92).

e) Bastantes solteros se quejan de la injusta acusación que se hace contra

ellos, su tendencia al narcisismo individualista, que se traduciría en la

búsqueda compulsiva de satisfacer sus propios deseos y necesidades

olvidando las de los demás. Así, se dice que, imitando al narciso

encerrado en su torre de marfil, el soltero evita el contacto con los

demás porque sabe que el diálogo con ellos siempre le exigirá algún

tipo de concesión que le supondría a la media o a la larga la renuncia

a algo de sí inis-

I A V I DA D I - I S CM . T I - K O S U S I U C' K S. SU S S OM B R A S

mu, .1 l.i postre, poner en peligro su bienestar y tranquilidad personal.

Ciertamente, se constata que algunos solteros, los encerrados en sí

mismos, proclaman sin tapujos que MI bienestar es tan amplio como su

posibilidad de gozar de una situación en la que las personas del

entorno no les piden nada v

■ justifican" su actitud incomprometida con el argumento de que

tampoco ellos exigen nada a los demás -lo cual es casi siempre falso

(!)-.

Pero muchos solteros no se resignan .1 aceptar la falsa gene-

ralización que supone confundir sin más su libertad con la pos tura

del rezumado narcisista que va por la vida recibiendo por todas

partes prestaciones y atenciones a costa de nada. Una acti tud honesta

lleva a reconocer que este rechazo está especial mente justificado en el

caso frecuente del soltero que lo es a su pesar y que por circunstancias

de la vida no ha podido formar una familia, pero no lo es menos y

especialmente cuando si* tacha de egoístas a los solteros que

despliegan su actitud de generosa disponibilidad y donación de sí

mismos a través de diversas formas de cuidado y solicitud en

beneficio dé personas que gracias a ellos reciben el cariño y las

atenciones que nadie en la sociedad les ofrece. Explicaré lo que

pretendo decir con la historia ejemplar de una soltera que conocí

recientemente.

Con ocasión de mi estiman por vacaciones en un pequeño pueblo de montaña,

conocí a tina soltera de 38 años que asistió a sus padres ancianos Jurártelos

últimos ocho años de su vida. Fallecidos sus pedre-, murió su hermana en

accidente de circulación y dejó huérfanos a sus tres hijos.

La tía soliera se hizo cargo de sus sobrinos y de su cuñado. Con el paso de los

meses y felizmente, la tía soltera se convirtió en ¡a nueva esf'osa del padre y

madre de los niños. Resultaría un sarcasmo acusar de narcisismo egoísta a esta

generosa mujer cuya soltería le ¡levó a com<crtirsc en la generosa madre

adoptiva 1 ¡ue necesitaban sus sobrinos.

f) Por todo lo dicho podemos concluir que afirmaciones como "la mujer

se inclina al yugo del matrimonio por naturaleza, por instinto ciego,

por amor propio, por honor, por conveniencia social", aparte de no

dejar en buen lugar a la mujer en cuanto

1 5 1

I \ IM C 0 | . ( X . Í A 1 ) 1 1 S O I riiRO: I M U I I I M I I OY I A K l Al ID A I )

persona, pueden darse por superadas -bendita superación como lev

universalmente reguladora de la dinámica real *iv. nuestra sociedad.

V generalizando, no se puede triviali/.ir *| mundo afectivo y la

vivencia del amor del soltero reduciendo- lo al mero proceso abortivo

del verdadero amor, que únicamente se reservaría para el matrimonio

(Gail y Moon, 1997).

Comunicación afectiva en la vida del soltero 1/ sus grandes posibili. dades

I I viaje de la vida seria demasiado pobre y seguramente demasiado

triste si terminara en las fronteras de uno mismo. Ya en el pn- mer capítulo

del Génesis se define al homba* como un ser incompleto y necesitado de los

demás: el padre de la humanidad se entusiasmó cuando vio a su lado un ser

semejante a él v al ver a Eva exclamó: "esto sí que es carne de mi carne y

hueso de mis huesos". Desde aquella experiencia primigenia, la historia de l a

humanidad en el campo de la cultura, de la economía, de la política, etc. es la

historia del "nosotros", de la realización personal en conjunción con la vida

de otras personas (Bernad, 2000).

Según toda la tradición occidental, la más honda y común expresión

implicada en la creación del "nosotros" ha estado representado por la

convivencia en pareja, tal vez por eso o al menos en parte, a los que se

apartan de esta fórmula se les tacha bien de "bichos raros", bien de "solitarios

aburridos y víctimas de su soledad". De hecho, y como apunté ya en el

primer capítulo, nuestra sociedad sigue organizándose básicamente

pensando en adultos emparejados y, por este motivo y hasta cierto punto, es

lógico que el sentir común entienda -aunque no se justifique- que U\s

solteros, en cuanto sujetos que se apartan de la pauta generai establecida,

sean mal vistos por su entorno y algunos, incluso, necesiten la ayuda de los

expertos para afrontar el cúmulo de desprecios con los que la sociedad

formada por personas casadas les atosiga y los excluye. A partir de aquí,

surgen numerosas preguntas que afectan a los solteros: ¿en el plano de la

comunicación, carecen los solteros de elementos que les impidan

L . 152

I A VIDA OI I SOI .TI «O: SI SHK I s . St IS SOMBRAS

mullicarse plenamente con los domas?, ¿os posible para los solteros cubrir

su necesidad do comunicación (intimidad, complicidad, apo- vi», compañía,

amistad) viviendo al margen del matrimonioo vida on

monto el mal do la soledad?, ¿en términos psicológicos, os oquipara- Heol

nivel y calidad de comunicación afectiva que puedo alcanzarse dentro del

matrimonio con la red de relaciones sociales que los soltero* pueden

establecer y mantener con las demás personas? lin las páginas que siguen

intentaré mostrar que la vida de los solteros eslá .ibiorta a todo tipo de

comunicaciones positivas con el entorno, por lo que no procede adoptar una

postura de compasión hacia ellos v monos aún negarles la posibilidad de

sentirse suficientemente apo- vados y acompañados por el conjunto de

personas que a través do la nnulia, amigos o compañeros están cerca de él.

Una cuestión especial i*, dilucidar si esas vivencias compartidas son

suficientes para lograr el nivel concreto de comunicación y compañía que

cada soltero on particular necesita mantener con las personas cercanas a su

vida y, en caso negativo, cómo es posible hacer llevadera y convertir on

positiva su relativa soledad. Veamos lo que da de sí el análisis pormenori -

zado de estas complicadas cuestiones.

a) Podemos comenzar diciendo que la mayoría de los solteros son

conscientes de que la vida en pareja bien llevada os el marco

privilegiado para la complcla comunicación entre las personas, dado

que en cierto modo permite borrar con radicalidad las fronteras

existentes entre el vo limitado v el tú y vivir instala- do en el marco

del "nosotros", una realidad de suyo más completa y rica que el

reducido mundo individual. Los solteros son conocedores también de

muchas otras particularidades relacionadas con la comunicación, por

ejemplo 1) que entre los miedos universalmente más temidos por las

personas está el miedo a la soledad, 2) que es un hecho generalmente

reconocido que la calidad de vida y la felicidad de los seres humanos

dependen en gran medida de que estén acompañados por otras

personas cercanas de las que reciben y a las que pueden

1 5 3

I A INU OI Ot.lA DII.XM TriíO: l - 'NIKi: I I MIIO'I I A Kl \ l ll)\|.

dar comprensión y cariño, y 3) que el estar ron los dem.is cualquier

precio constituye una eniermetl.nl capa/ do ,irrm nar l.i autoestima y

convertir en infierno insoportable l.i u,„ vivencia. Estas valoraciones

sitúan al sol ten), lo mismo qu,. , casado, en un horizonte en el que

inevitablemente l.i por«.on. ; se enfrenta al roto de establecer la

fórmula do equilibrio entrf por una parto, el cultivo do la privacidad,

en cuanto condición para la plena o irrepetible autorrealización a la

que todas |,K personan aspiran en calidad de seres originales o

individuos y, do otra, la necesidad de contar con la compañía do

alguint que esté dispuesto <i compartir plenamente algo tan hon-

damente sentido como es el sentimiento de amor vivido en comunión

con los demás. A juicio do los psicólogos de la personalidad, la

variedad de fórmulas con las que puede alean, zarse el mencionado

equilibrio coinciden en esta nota común, en todas ellas siempre

aparece un cierto juego del vo en complicidad con el tú.

Algo que se olvida con frecuencia es que los solteros no son los

únicos sujetos sometidos a un cierto grado de soledad, pues la vive el

niño desdo los primeros momentos de su vida trasoí abandono del

seno materno, el joven que siente por primera vez y casi

compulsivamente la necesidad de abrirse a otras personas para que le

escuchen y le ayuden a identificarse como adulto, los padres que se

quedan solos tras la independencia de sus hijos mayores, el enfermo

encerrado en su dolor, el jubilado al que se le aparta del mundo

laboral, y el anciano recluido en la residencia donde se ve obligado a

relacionarse con personas que nunca trató en el transcurso de su vida

anterior. Es muy común interpretar toda esta cadena de rupturas y

separaciones como un pesado fardo y una experiencia negativa. Sin

embargo, vistas las cosas desde el lado positivo, esas soledades ni son

tan objetivamente reales ni tan irremediablemente negativas, como

se* desprende de las ideas que propongo a continuación:

154

I A VIDA 1)1 I Sen.II KO.SUSI llt I S. SI sSOMHUAS

S»lo el autovngaño o la inconsciencia puede hacernos i ixvr que

vivimos aislados y totalmente independientes do los demás. Listo lo

podemos comprobar imaginando lo imposible o i rival que sería

nuestro mundo interior si por arte de magia y por un solo instante

intentáramos borrar de nuestra mente todo lo que nos une a

nuestros semejantes: recuerdos, ideas, valores, sentimientos, saberes

y experiencias en general. Por poco que se piense, se comprueba que

nuestra vida está sustancialmente unida a la de los demás por

innumerables conexiones, pues los demás cubren nuestras

necesidades de vestido, alimento, información, diversión, casa,

salud, etc. El sentimiento de soledad desaparece en la medida en

que adquirimos la dimensión global de nuestra existencia y nos

damos cuenta de que formamos partes sustanciales e irrepe- tibles

del universo en que vivimos -"somos piezas únicas e irrepetibles del

gran rompecabezas del mundo", decía Eins- tein-. Cada persona, al

margen de su condición de casadoo soltero, puede avivar el

sentimiento de pertenencia a la humanidad, abrazando al levantarse

a los 300.000 niños que nacen cada día en el mundo y a las 180.000

personas que mueren, y vivir diariamente la capacidad que todos

tenemos de experimentar la conciencia de pertenencia, con derecho

propio e intransferible, a la realidad universal y omniabarca- dora

de la humanidad y del cosmos. De este modo, cada persona puede

transcender los estrechos límites de su individualidad y sentirse

"compañero" de todas las cosas.

- Por último, quiero aludir a una idea complementaria de las dos

anteriores y que muchos solteros a los que he entrevistado me han

expresado de manera más o menos explícita. Ei remedio contra la

soledad pasa por apartarnos de la falsa idea de que el estar solos es

una situación vergonzante o angustiosa pues cabe sustituirla por la

opuesta, la que se manifiesta en el cultivo del amor a uno mismo

como parte del todo, derivando así en el aumento de la propia

autoesti-

1 5 5

I A l ’ S U O I l H . 1 \ I > 1 1 S O I I I K O I M K I I I M I I O 1 I \ K l A l I I ) , \ l >

m.i \ I.) mejora do nuestra calidad Jo vida. lis más, sin un, buena

dosis di' soledad nunca podremos descubrir quiém-v simios, n¡

estar on paz y a gusto con nosotros mismos, coin, t «i ni poco sabor

lo que podemos dar v recibir di' los dcin,N tr.is descubrir lo que nos

falta; en esto sentido, únicamente :., s personas que han aprendido a

estar radicalmente solas están capacitadas para estar

verdaderamente acompañabas. Denuestos supuestos, cualquier

contacto social adquiere una nueva luz y se comprende -algo

decisivo para el soltero- que I.» interacción con los demás nunca

será satisfecha si no v entiende como complemento nunca un

sustituíivo- de l\- buenas relaciones con nosotros mismos (Ladish,

1998).

b) Aceptado que todos somos únicos v, en gran medida, estaniiK solos

011 el núcleo de nuestra vida interior (nuestras elecciones

o decisiones más profundas), podemos afirmar que la diferencia entre

el casado y el soltero en cuanto a la vivencia do la soledad es sólo de

grado, en el sentido de que el casado siempre estará afectado por

cierta soledad a pesar dol bullicio que puede percibir en el entorno

más cercano (la mujer y los hijos), y el soltero vive su peculiar

soledad gozando del privilegio de que nada extemo inmediato se le

impone ni le obliga a apartarse de la convivencia consigo mismo o,

dicho de otro modo, le permite vivir la soledad inherente a la

condición humana desde la propia riqueza, iniciativa y, al mismo

tiempo, hacer más plenamente libres sus conexiones con el mundo

circundante. En este sentido, resulta elocuente la confesión de I -

amourére (1988, p. 19-20):

para mí, la vida de soltera es ¡a antisoledad. E$ la etapa del "todo es

posible". Es ¡a ocasión que se nos da de aprender de nosotros mismos u de ensanchar

nuestro horizonte hacia los dAnás libremente (...J. F! tiempo se estira y yo también.

Me repito: el tiempo es mío, r.adic me lo puede robar. Me deleito con este privilegio

que no le quita nada a lo> demds. Aprovecho plenamente mi tiempo libre, es un

derecho. ¡Pero además uno debe concedérselo! Estas experiencias fueron mutaciones

para mí. Es cierto, no se puede negar !a soledad, forma parte del individuo. Pero ser

soltero es optar por hacer positñ'a es<i soledad, aprender a vivirla por lo que ruis

puede aportar

fe

1 5 6

W~

L A V I DA DKL S O I I I K i ) S U S I . UU I S , S U S S OM H K A S

, i IX'spués Jo lo dicho, »iparece lina cuestión importante que alec- ta

sustancialmente al soltero y i*s ésta: ¿cómo puede alcanzar el soltero el

nivel satisfactorio de acercamiento íntimo que necesita nwe ln> tiernas

/vrsoiws? Aunque 110 resulta fácil dar respuesta cumplida a este

interrogante, es evidente que las personas sentimos la necesidad de

reservar para uno mismo lo que se esconde en el sanctasanctórum de

nuestro núcleo más interior (algunos extraños y aberrantes

sentimientos, experiencias profundas que nunca compartiremos con

los demás) pero, al mismo tiempo. parece imposible saciar nuestra

necesidad de comunicamos limitando nuestras intercambios sociales a

los comentarios periféricos o casuales sobre lo que constituye el mero

anécdota rio de nuestra vida diaria. Cuando dos personas de distinto

sexo se atraen y se aman, la experiencia nos dice que necesitan realizar

incursiones relámpago a través de la mirada, las manos que se tocan y

acarician, las palabras que se entretejen en espirales inacabables de

conversación, la carne que se encamina a la carne hasta hacer de dos

cuerpos uno al compás de largas expediciones por las zonas erógenas

del otro, en una palabra, el amor pide llegar a la intimidad tanto en lo

corporal como en lo espiritual. De esta necesidad me habló un amigo

soltero, muy inteligente y de trato amistoso, meses antes de suicidarse:

"Me considero una persona que ha triunfado, en cierto modo, en la vida.

Tengo amigos con ¡os que salgo, viajo y en ocasiones ote divierto y me siento feliz

Pero no me atrevo a comentarles lo que n:e preocupa, ni ;w que me

acompañan del todo y como me gustaría en la celebración de mis éxitos

profesionales. Cuando alguna i*z he intentado hablar con ellos de mis

sentimientos íntimos, por ejemplo, de la falta de comprensión e i>1 flexibilidad de

mis padres -a los que por supuesto respeto y quien}- o de mi falta de mi habilidad

para acercarme a compañeras de trabajo solteras coi las que me hubiera gustado

formar pareja, no he encontrado el momento de hacerlo, ni creo que estuvieran

dispuestos a escucharme. En las fiestas familiares me ocurre lo siguiente, me lo

paso bastante bien, fvra cuando terminan, todos se imi a sus casas juntos, yo me

i\>y solo y en lugar de comentar con otros lo que he vivido en la fiesta, veo que

"sólo puedo pensar en ella y me gustaría saber lo que piensan los demds Tarn-

1 5 7

I A INK O L CX . Í A DI I S OI fERl): ENTRE K l M IT O Y LA KEAUlMh

/»;i ;rr me deprime no ¡uulcr comentar con otra f\i>ona. a se das u «vil

enluta las pit/treftas n»sií> t¡ue me pasan t(uio< las dios. A/wle esta la

soledad \¡ frialdad de la cama, donde me imagino muchas vece* a mu amibos

casado* abraziinditsc con sus mujeres, haciendo el amor o gozando viendo a >u

alrededor a su< hijos. Lis veces que he intentado hacer el amor con al<!#• na

amiga st'ltera. me ha puesto la objeción de que “nuestra amistad no ex:$ta hacer

el amor, to\lo menos eso‘\ Sin estas cosas. todo lo demás me Siibra, me falta Ja

salsa de la vida".

Esta trágica historia describe con toda crudeza cómo, a sus cuarenta

años, echaba de menos mi amigo el no ver cubierta su necesidad de

intimidad, lo que me obliga inevitablemente a retomar la pregunta ya

formulada: ¿pueden colmar los soltera su necesidad de intimidad? La

respuesta no es clara v sería urui frivolidad por mi parte responder

con el rotundo no que quizás espera el lector. El tema es complicado,

pues al margen de otras consideraciones, es obvio que muchas

personas casadas y muchas parejas que no han pasado por las

carencias que sufrió mi amigo se sienten muy solas, fracasadas y

deprimidas -preguntémoslo a muchos divorciados/as-.

Es sabido también que en la vida de muchas parejas la pasión no

siempre se mantiene, la rutina puede arruinar el más exul tante

romance, el corazón puede dejar de latir con la fuerza de la novedad

jadeante del amor pasional y la fulminante conquista del primer

momento puede convertirse en el más espantoso hastío. A esto hay

que añadir que la intimidad tiene distintas vertientes, así cabe hablar

al menos de intimidad en el ámbito espiritual y corporal. En este

sentido, conozco un soltero que cuenta con pelos y señales a su madre

todos sus amores y amoríos hasta el punto de decirle cosas que nunca

se hubiera atrevido la madre a comentar con su difunto marido. Tam-

poco se puede descartar la posibilidad de que determinados solteros,

especialmente los muy introvertidos y ocupados plenamente en su

vida profesional, no sientan la necesidad de la intimidad corporal y

vivan plenamente satisfechos hablando con sus amigos/as de las

cosas que les llenan en el terreno de

1 5 8

I A V I I M 1)1 I.SOI.I I KO S U S I U'I S, SUS >MI«K \s

su vocación artística o dedicación a programas sociales políti cos,

religiosos, etc. Por mi parte, el último comentario que se me ocurre

sobre la experiencia de la intimidad por parte del soltero es

desmarcarme de todos aquéllos que piensan que Inora del matrimonio

estable la comunicación afectiva y plenamente satisfactoria con los

demás es un objetivo inalcanzable; en estos mementos, yo no podría

sustentar tal afirmación. tl) Partiendo de la concepción mitológica del

amor, que para bien

o para mal se ha impuesto en Occidente en las postrimerías del siglo

xx, parece obligado sostener que un componente esencial de la

vivencia amorosa entre personas de diferente sexo es la l>n<¡óit. Pues

bien, los solteros plenamente conscientes de lo que significa su estatus

están convencidos de que el matrimonio, con sus exigencias de

igualitarismo, sosiego y sobre lodo estabilidad, no es el mejor marco

para dar cumplimiento a las con notaciones "pasionales" que

comportan las relaciones de pareja; dicho más directamente, si el amor

exige cierto climax pasional, una institución estable y duradera como

el matrimonio difícilmente puede cumplir con este requisito y, por

tanto y por más bondades o ventajas que se atribuyan al matrimonio,

lo normal es que acabe convirtiéndose pronto en fracaso, algo que la

experiencia de muchas parejas lo atestigua diariamente. En la

actualidad hay un 50 por ciento de posibilidades de que una pareja

muera antes de la defunción de uno u otro de sus miembros y en el

mundo Occidental la media de vida de la pareja es de 9 años

aproximadamente (Neuburger, 1998; Yela, 2000). Adivina el lector la

consecuencia final a la que llegan ciertos solteros desde el anterior

razonamiento: la soltería sería una forma de realizar la vocación al

amor que gozaría de una especial ventaja con respecto al matrimonio

estable, la posibilidad, vedada al casado, de cambiar el objeto de amor

al compás de las múltiples vicisitudes por las que pasa una vivencia

tan complicada y frágil como la conducta amorosa heterosexual. En

este sentido, la posición de bastantes solteros coincide con la de

muchos analistas cuando reconocen que, en buena ir.edi-

fe

1 5 9

I \ l ’ s U O l i H U AD I I s o l I I K l ' I M U I I I X I IU > ^ I A Ul \ l I I >A|.

da, el cauco por i-l que discurre mu-stra sociedad m el ampl,,

escenario protagonizado |>or los amantes os un perfecto n-il,.,. del

.íinor pasional, ol único capa/., al parecer, do -ustentai ,; amor do

paivja (l.amouivro, 1988; ( i polla, 1995: Jaeggi, |»•»,» Dojo para más

adolanlo explicar mi posición auto esta delú.uj. cuestión: ¿os

aceptable asignar al amor romántico ui categoría do componente

necesario en ol amor pleno entre personas' Coincido con otros

psicólogos y con muchos casados que h.u sobrados motivos para la

respuesta tanto positiva como rxg.i ti va, lo que supone admitir la

existencia, que no la necesidad, de verdadero amor sin las

connotaciones del romanticismo pasional (Keen, 1999; Torrabadolla,

2000; Vela, 2000).

e) A pesar del interés que suscita últimamente entre los psicólo gos y

sociólogos el análisis de la relación entre el estado ci\ i casado o

soltero, y el bienestar o felicidad do las personas (Avia y Vázquez,

1998; Vola 2000), realmente lo que hoy puede decirse con un mínimo

de rigor científico es que las conclusiones alcanzadas y disponibles

sobro el tema no son por el momento concluyentes y más bien

discrepantes, pues si es verdad que según algunos estudios las

personas que tienen una relación establo son algo más felices que los

que no la tienen, sin embargo, la conexión entre matrimonio y

felicidad siempre si* muestra en niveles de escasa significación

(correlación 0,14, sabiendo que la puntuación máxima o perfecta sería

1). Curiosamente, estas mismas investigaciones coinciden en un

punto, que más que el matrimonio en sí, os la calidad de éste la que se

relaciona con el bienestar personal.

En cuanto a los respectivos beneficios que los hombres y las

mujeres obtienen del matrimonio, los datos disponibles son

igualmente divergentes, unos reflejan mayor satisfacción en los

casados que en las casadas y otros lo contrario. Para sorpresa de no

pocos, también dicen algunos estudios recientes que las parejas que

han vivido juntas antes de casarse no expresan, una vez casados,

mayor satisfacción que las que no convivieron previamente a su boda

(Avia y Vázquez* 1998, p. 112)

fe

160 — W ' <

I A V I DA 1 )1 1 * > M I H O S l ¡ S I I X l \ S U S S OM B RA S

i i/«' snthuts

Insumo de tildo lo anteriormente expuesto diciendo que, en mi .piiiiun,

l.i soltería, más ijiio uu paisaje triste y empobrecedor. ofrece un .„,in i* vital

con importantes ventajas y luces, nada menos que todas las „ u* pueden

brillaren la vida de quienes no tienen por qué verse fuera U mundo de los

que se aman y, al mismo tiempo, se sienten libres y ,>/an de compartir su

vida con el grupo amplio de personas .1 las que .¡uieren y prestan su ayuda.

De las páginas anteriores, saco estas cua- (ro conclusiones sobre el

significado positivo de la soltería:

1 '. I lay distintas maneras de realizar la vocación al amor, la del

soltero es una más y no carente de positividad.

2 Hablando de los solteros, si oigo es evidente es que no renuncian al

amor, ni tienen por qué sentirse necesariamente mancos ni

condenados al subdesarrollo en el terreno de la comu n i cación a fecti

va.

y. Los solteros son excepcionalmente avaros en el cumplimiento de un

empeño, hacer posible realizar su vocación amorosa sin renunciar lo

más mínimo ¿1 su autonomía y libertad personal.

I . Ll estatuto de soltero conlleva una cierta dosis de soledad que puede

compensarse con el despliegue de auténticas relaciones amistosas

hasta alcanzar un nivel de intimidad suficientemente satisfactorio y

globalmente comparable con los contactos íntimos que se dan en la

relación de pareja.

Inconvenientes en la vida del soltero

Sin desdecirme un ápice de lo expuesto en las páginas preceden tes sobre

las innegables y amplias posibilidades que, desde su peculiar -algunos

prefieren decir "privilegiada" situación- goza el soltero, no sería ajustado a

la realidad cerrar los ojos a las numerosas dimensiones que objetivamente y

en mayor o menor medida vinculan la soltería con importantes limitaciones

y desventajas respecto a la vida del casado. En tal sentido, disponemos de

abundantes y significativos testimonios que muestran elocuentemente hasta

qué pun-

1 6 1

I A l ' SK O I I K . I A I ' I I S O! I I K O : I N I K l - I - I . M I T O Y I . A l \ l i A I , I I ) A I >

lo !.i \iil.i dol soltero iu> L'S pivcisamonlo uii.i Honda primavera oul. mada

di- satisfacciones. Sobro esto aspecto negativo do la sol ton ., ofrezco al Kvlor

algunos datos que muestran cómo la vida dol solu- i“ 110 está exenta tío cierta

carga do sinsabores y limitaciones; anj|¡. /aró unos y otras desde el punto de

vista psicológico. Comí» vi-n^, hai iendo a lo largo de este manual, hablaré

de las sombras do la sol- tona en general y seguidamente, entraré en un

detallado análisis de la*» mismas on el terreno del amor. el ejercicio de la

propia lilvrtad i rmfowij/fij y, por último, en el capítulo de las relaciones afectivas

y contu- Hilarión con el entorno social, especialmente en relación con las per-

sonas del otro sexo.

Entro en tema preguntándome: ¿puede decirse que, en términos generales, los

casados juegan con ventaja \j, por tanto, que los soltero* eshU-, en ¡rot es condiciones pata

realizarse en esos tres ámbitos de la vida, a pesar tle l:i< innegables dependencias 1/

restricciones que conlleva la vida en pate\¡ ufamiliar? Dejo constancia de que al

implicarme en la respuesta a esta comprometida cuestión y otras afines, es

mi propósito evitar a toda costa incurrir en la fácil tentación de convertirme

en el más ferviente e incondicional defensor de unas paradisíacas y

exclusivas ventajas de los casados frente a los solteros; estoy seguro de que

tal empeño sólo es posible si uno comete el error de adherirse

irreflexivamente a una descafeinada, banal y mojigata interpretación de la

soltería. ¡Para esto último ya está la larga lista de estereotipos y estigmas con

que el pensamiento vulgar moteja a los solteros!

Dicho lo anterior, vuelvo a apreguntarme: ¿en última instancia, la felicidad de

las personas depende, de! éxito, del amor, de la familia, del sexo, de la inteligencia, del arte?

Por haber analizado pacientemente este interrogante en uno de mis trabajos

anteriores (Bernad, 2001)), sé bien lo que cualquier lector que se lo proponga

puede comprobar fácilmente por si mismo. Lo que muestra la realidad,

cuando se pregunta a un colectivo amplio sobre estos decisivos temas vitales

para el individuo, es ver que las respuestas no son únicas ni coincidentes en

todas las personas sino todo lo contrario, lo que hace feliz a cada ser huma no

depende en amplios márgenes de las circunstancias particulares

f. **

1 6 2

L A V I D A O K I . S O I I l ; l \ 0 : S U S L U C I S . S U S S O M H K A s

ijui* le permiten o lo obstaculizan la consecución del conjunto de aspi-

raciones y objetivos que definen su propia existencia y, de^de oslo supuesto,

es fácil entender que el valor positivo o negativo otorgado milito al

matrimonio como a la soltería es un derivado del peculiar ,-.quema vital en

que cada uno se sitúa ante la vida.

soltería igual a satisfacción plena: ¿falsa ecuación?

Una vía relativamente sencilla do percibir el valor que se otorga a

l.i soltería es examinar de cerca la retahila de motivaciones que la i;ento

expresa atando se le pregunta sobre sus preferencias por el matrimonio o, lo

que os prácticamente lo mismo, sobre las ventajas del casado frente a las del

soltero. El dato es contundente: una inmen- -..í mayoría de los adultos dice

optar por el matrimonio a pesar de que cuando se les pregunta el porque las

razones aducidas son tan poco claras como convincentes; tendremos ocasión

de comprobarlo. Un todo caso, sería arriesgado suponer que la gente se

decanta por el matrimonio ciegamente y sin razones de peso, lo lógico os

pensar que algún motivo decisivo debe existir para que el matrimonio tonga

tan buena prensa y tan amplia aceptación, mientras que la soltería no es

valorada positivamente por la sociedad en general. Este es el tema que

intentaré aclarar seguidamente. Comienzo presentando al lector algunos

datos que apuntan claramente en la dirección de rechazar la soltería:

1". El 51 por ciento de los solteros manifiesten el deseo de casarse, frente

al 37 por cien que consideran mejor mantenerse sol teros. El reciente

estudio del que extraigo este dato aporta otro realmente curioso:

aunque la mitad de los solteros entrevistados pot Nerín (2001)

reconocen gozar de mayor autonomía que los casados, casi una

tercera parte de ellos opinan que es mejor casarse aun a costa de

renunciar a ciertas parcelas de su independencia y libertad.

2". Según la Fundación' Santa María (1990), el 82 por ciento de los españoles

son favorables ai matrimonio.

fe

1 6 3

i A I M C O I I X ; Í A I > I : I . S O I . I I : K I > i V I K I : I I virio Y I . A K I - A I I I > A I >

?*. líl 90 por cien tli* K»s .u!ulíos españoles mavon*s de 3t) ,i„ lK eslán

casados o lo han estado ((. IKI s. Centro de Investigaci,, nes sobre l.i

Realidad Social, 1992).

4". Según todas las estadísticas disponibles, más dt* la tercera p.u te de

los divorciados varones vuelvan a casarse dentro de |,K dos artos

siguientes a su separación, según dicen para remediar la soledad y

falta de apoyo afectivo que confiesan resU| tarles difícilmente

soportables (Ladish, 1998; Kicho, 1998).

5”. Numerosos estudios muestran que las dos terceras parles amplias de

los casados -el 70 por ciento- piensan que su i*st,( tus marital les

proporciona claras ventajas, concretamente, ,\ las mujeres el logro de

un mayor nivel de aceptación por parte de la comunidad a la que

pertenecen, recibir ayuda v sentirse más protegidas ante los

acontecimientos adversos o com«. vía para prevenirlos; en el caso de

los varones, las ventaja* estribarían principalmente en gozar de

mayor estabilidad emocional y estar menos expuestos a padecer

enfermedades (Davies, 1995; Richo, 1999; Carter-Scott, 2000; Fisher y

Hart, 2002; Duoeil, 2CKK)). A la vista de estos datos, resulta difícil,

por no decir imposible, negar que hoy por hoy la masa social w

ventajoso el matrimonio y, en consecuencia, es mayoritari.v mente

partidaria de él lo que, en buena lógica, sólo se explica si se piensa

que debe haber por medio importantes motivos para ello, máxime

tratándose de un asunto que afecta sustancialmente a la vida de las

personas.

Sombras en la vida del soltero: los datos hablan

He querido contrastar por ny mismo el valor de los datos anteriores

realizando un sondeo cuyo significado final, tanto psicológico como

sociológico, entenderá el lector a la vista del criterio estadísti co que he

utilizado para interpretar mis datos. Dicho criterio establece que cuando se

analiza cualquier manifestación significativa en la vida de los seres humanos

(amor, sentimientos, conocimientos, valor del trabajo, tolerancia,

sociabilidad, actitudes políticas, religiosa.

1 6 4

I A V I DA n i I S O I I I K O SI S l i l i S , S I S S OM I WA S

mora I o n , rio.) las frecuencias de las respuestas obtenidas s e d i ^ l r i b i i ton en un .mu

que acumula 1*11 su banda centr.il ol 70 por ciento di* .is mismas \ el rosto

m> desmarra dol grupo mayoritario. Ln mi caso ^ hablando di' los solteros,

observo que, como ora di* esperar, esta le\ estadística se cumple a la hora

de opinar sobre los pros y los contras Jo la soltería. Me explicaré. A lo largo

do tres años (2000-2001-2002), |K* lormulado la pregunta ¿que piensa tisled 11

qué se dice en su antbien- -.i)¡>ic los solteros? a una muestra aleatoria do 300

adultos entro 20 y 7/ años, residentes en 15 provincias españolas tan

distantes entro si ,om<> Almería, Madrid, Valencia y Principado do

Andorra -una treintena do los entrevistados oran extranjeros magrevies,

ingleses, tranceses, portugueses, rumanos, tres italiano y algunos sudameri -

canos-. De tal encuesta extraigo ol siguiente balance:

El 51 por ciento do los encuestados, salvo raras excepciones, lodos

los sujetos de menos de cuarenta años, asocian la soltería con una

situación personal que permite disfrutar ampliamente de la

propia autonomía y libertad: "/os .«ijfrras son personas que aman ¡\>r

enci-na He todo su indefvndeneia" (joven estudiante de 23 años); "/os

solteros *011 gente ineno* preocupada y nuk- libre que lo* casado* (joven

camarero de 24 años); "el soltero es mui persona libre hasta que se ¡tace

mayor” (mujer de 35 años, oficinista); "el soltero en la persona que tiene

mas libertad porque no depende de la mujer, de tos hijo*. 11 i de nadie" (varón

de 36 años, ferroviario);"soltero es igual a hlrrtad (rccepckmista en un

hotel, varón de 29 años); "soltero es ir [>or libre" (italiana de 26 años);

"uno que no tiene que dar cuenta a nadie, ni siquiera a sí mismo; ésta es ln

verdadera esencia del soltero" (limpiabotas de 34 años); ’ soltero, una

opción” (mujer estudiante de 22 años); "so» solteros porque quieren,

porque son antisociales, con eso le digo todo" (director de un hotel de 41

años); "soltero es una persona que no se quiere complicar la vida y quiere

libertad" (taxista de 44 años); "el soltero es una pe:;vna libre como cuando

éramos bachilleres" (varón ingles de 66 añus)

- Un 22 por ciento piensan que la vida del soltero una situación

difícil y aburrida porque están solos y ello es debido ¡> que sor.

personas raras, difíciles de tratar: "tengo de todo pero me falta lo princi-

pal, estar acomfxtñado" (varón de 34 años, profesor de enseñanza

media); "soltero y soledad es lo mismo" (mujer policía urbana d»* 25

años); 'soltero es alguien que busca el complemento que necesita en su

1 6 5

I A Psll OI i U .JA 1)11 SOI II KO I \ I K I I I MIIO V I \ Kl Al II >AI*

• l } • . tl . ’ l

dianle do 27 añosj; YJ x*/*e< un í'tcho raro ,/iir ando ¡¡eidulo

1‘JllJ. -I HO n'iS/iI tiHlofr/1/V' -i'Hí- i'- ¡'OhjhC >C tlClll' /llgO l'/W" l-.t i.ii' t.mo de

ayuntamiento de 1 añovi; cl^ti ¡k>r cíenlo de los x''!eto> ■. f/JV-. ÍVÍÍ.S, que l/i'l/i'H liarlos »'

I»1-; iMi/ny" (tendero di’ 4(> añosj; “r-: !,■ ¡n<n¡uc no he tennU> (YiMt’if i/f tnrrc/imu' a

una mujo unicivta (varón de 65 .ifu>s); "x'qued.in >«►/« ' ¡torqueson aburridla" (pintor di- -42

años); "///<• sionio una ¡Kisona rara, quiztis /i» eso no m«’ atre;i> ,t ircercurmea los hombres. a /vñ?»

de que muchas ¡uyi’S .<í«i/i) la- ¿r>ui> i j/srjrnic*" (enfermera do 38 años).

í i 10 por ciento ven a los solteros como personas enlistas, \ ¡v idilios y juerguistas

irresponsables: "t¡\lo> /<»> soltero* s<m im poco eg, - hi>" (varón de 70 años,

jubilado Jo banca)"; "/os sierros ñ>>; -y muyegoísta. ahora >pii ntiís huma(varón tic

63 años); "el -<>j\Vn t - ¿oí juerguista, de vida alegre y tranquila" (camarera de 41)

años); "r: >i'//iw quiere vivir la juerga ¡¡¡'teniente" (chica esludianle Jo 22 años).

"penuma muy egoísta i¡ue no quiere ayudar a mi:; mujer" (mujer de limpieza de 65

años); “alguien muy suyo que no se sujeta a nadie" (señara de 45 años, ama de casa),

"¡-altero igual a irresponsabilidad" (jo\ en marroquí de 24 años); "son solteros

porque no ltn:/ nadie que los aguante" (secretaria soltera (!) de 30 años).

1:1 9 por ciento consideran a le -, solteros personas tímidas, timoratas, incapaces de

acercarse al sexo contrario: ''siempre me ha resultado difícil acercarme a una mujer"

(camarero de 34 años);"no se sienten con (fuimos para formar una familia, les da

miedo enfrentarse a el/o ' (jubilado de 73 años); 'no se (¡tiie/vn complicarla vida ni

admiten res- ponsiilnlidades" (mujer de 2y años, taxista); "llevo una guerra de sexos

que no sé cómo acabará" (ingeniero de 5U años); "soltero es alguien como yo que

estoy a dos velas" (guarda jurado en un centro comercial, de 25 artos); "soltero es una

¡lersona tímida que no se casa porque es ra/v. pues lodo el que quiere se casa"

(jov¿n marroquí de 27 años); '/os alteros son gente retraída" (monja de onos 40 años).

L-l 4 por ciento opinan que la soltería es una situación transitoria debido

principalmente a que no se ha encontrado la persona adecuada para casarse: "soltero

es alguien que lucha para alcanzar un' vida mejor y casarse" (chica de 27 años,

inmigrante marroquí); ''nunca ha aparecido en mi vida la ¡tersona que busco''

(médico de 34 añosV

i'ida d, .upa pañi allá" (farmacéutico de 05 años); "<i ¡un tir de eit

1 6 6

W'

i a vida i>1 1 . soi n:i« >. susi ,uci:s,si .s sombras

"me casaré el día ijue fin imi/ir a la ¡vrsoita adecuada (conductor de autobús

lirismo, Je 33 años); "sai/ maestra ¡le pueNo d i h a c e doce 1 / en los pueblo*

u<> hay Itontbies para mí" (maestra do 35 años).

11 2 por ciento iu> asocian la soltería con característica especial alguna:

“nob asocio especialmente con nada" (chica de 21 años); “no sé. me pillas i ni

poco..." (universitaria de 26 años); "-ollero, nunca he entendido el porque" (jeta

de sección en un centro comercial de 42 años); " ser ¿ollero es uno co$a

totalmente normar (empleado de la construcción, ecuatoriano de 31 años).

I I 2 por ciento de los encuestados entienden que los solteros son personas

demasiado implicadas en su vida profesional para poderse ocupar de la

familia: "soy una /vrsona muy <«i ufnuia. demasiado puro complicarme lo vida

con ¡¡-unto- familian-s" (pn>fesor universitario de

o años); "tengo ya bastantes resfionsabilidatles y no puedo cargarme con una

mas, la familia" (empresario de la rama hotelera, de 40 años);

'cuando tenga tiempo me casaré, hasta alma no he encontrado ni tiempo m la

persona con quien catarme" (empleado on una gestoría, de 34 años); "mi vida

de piloto es incompatible con la vida familiar, tengo muchos compañeros

separados" (piloto de Iberia, de 42 años).

I latiendo ol balance de los datos anteriores entiendo que, a pesar do que

la muestra de sujetos entrevistados no goza de plena repre- sonlatividad, sin

embargo, por la variedad de escenarios en que se realizó la encuesta y la

diferencia de edad y profesión de losencues- lados, cabe otorgar a los

resultados obtenidos un nivel relevante de validez y fiabilidad. Y esto

supuesto, una primera lectura de los datos arroja algunas notables y valiosas

conclusiones:

1*\ La autonomía-libertad personal es el valor preferentemente atribuido

a la soltería por una gran parte de los sujetos (51 por ciento de las

respuestas), lo cual es altamente positivo y respetable loda vez que en

la medida y la profundidad on que somos capaces de hacer uso de

nuestra libertad os posible instaurarnos en una dinámica vital que nos

distingue de los animales, en definitiva, realizarnos como personas

libres.

2 ". Kesulta altamente significativo que uno do cada cinco res puestas (el

22 por ciento) vean la soltería como una conducta

1 67

I A INIt 01 ik;ia di i SOI 11 KO I N I Ki: I I MI lO V I.A ki:ai. idad

en cíctU» medida extraña y rara, además Jo aburrida, coiu,,

consecuencia do ln soledad que conlleva. Intuyo que tal va|«. ración

se fundamenta en el "complejo gregario" según el cu.il quienes se

apartan de la ñor ma general es porque son sujeto* insociables que no

aceptan las reglas del juego de la masa ,\ este respecto, pienso que

seria más justo calificar a tales personas de "atípicas" más que "raras",

dado que lo atipico m> connota de suyo ningún juicio peyorativo y

simplemente s<- limita a constatar el hecho de la diferencia, en este

caso, entro casados v solteros. Opino también que el "aburrimiento"

quise atribuye a los solteros es muchas veces más imaginado que real,

pues es patente que muchos solteros son todo menos sujetos anodinos

y aburridos; piénsese en el gran número de solteros ilustres y

creadores excepcionales o, simplemente, que destacan por su papel de

activadores de la dinámica social (políticos, periodistas, escritores,

artistas, profesores).

3\ Me llama la atención que sólo un lü por ciento identifiquen a los

solteros con tipos vividores, egoístas y juerguistas. El hecho de que

tales juicios procedan preferentemente de personas mayores me lleva

a pensar que interpretan la soltería de hoy con los criterios de ayer;

probablemente, cuando los jóvenes actuales se hagan mayores este

dato desaparecerá del pensamiento mayoritario y la soltería será

contemplada como un hecho común y de escasa relevancia ("soltero,

una opción como otras": respuesta de una joven de 23 años). A este

propósito, he comprobado que entre los solteros mayores que he

entrevistado muchos ponen énfasis en delimitar su "vida alegre" a los

años de su primera juventud, "después uno asienta la cabeza y ya no

interesa la juerga" (camarero de 49 años).

4a. La respuesta tópica de la timidez como causa de la soltería (9 por

ciento de los entrevistados) no aparece con la frecuencia que por lo

menos yo esperaba. ¿Es esto señal de que la solté ría, más que a

rasgos personales, es atribuida por los encues* tados a causas

ambientales o a la pura fatalidad? Mis datos no

1 68 w

I \ V IDA I > 1 1 SOI I I UO SI S I . I H I S . M NSOM IIKA S

permiten una a^spuesta tajante, aunque rwonozi'it que me gustaría

tenerla.

5 Los restantes porcentajes no llegan a -er significativos Con todo, sí me

parece altamente elocuente que <ólo el 2 por denlo de los encuestados

consideren la incompatibilidad entre el tr.i bajo y la vida familiar

"motivo suficiente" para vi\ ir soltero, lo que significaría que la

armonía entre los mundos representados por el binomio trabajo-

matrimonio es visto como objetivo posible y, por tanto, que la

eficiencia profesional es perfectamente compatible con la condición

de casado.

6’. Por último y leídos los datos en su conjunto, resulta evidente que para

un número importante de encuestados (el 41 por ciento) la soltería se

considera una experiencia caracterizada por aspectos y connotaciones

negativas, entre ellas el aburrimiento, la soledad, el egoísmo, la

ligereza y la timidez.

Desventuras del soltero: más dudas que evidencias

Una estrategia muy utilizada para poner al desnudo los inconvenientes

de la soltería consiste en contraponerla a las hipotéticas y exclusivas

excelencias del matrimonio. Confieso al lector que, a pesar de lo tentadora y

fácil que resulta tal postura, he preferido desmarcarme de ella por una razón

principal: la alternativa soltero-casado tiene tantas perspectivas y entresijos

que, cuando se analiza en detalle cómo vive cada persona su particular

experiencia de amor, resulta una tarea cuasi inextricable conocer las

motivaciones últimas y, sobre todo, el peso que cada una de ellas ejerce a la

hora de optar por la soltería o el matrimonio. Entiendo, por otra parte, que si

se pasa por alto este criterio, todo lo que se diga sobre los inconvenientes de !a

soltería se corresponde más con un canto al sol que con la versión de la

realidad, por ello prometo hacer todo lo posible para facilitar al lector mi

punto de vista sobre la verdadera cara de la soltería, huyendo de lo que

pudiera representar una interpretación caricaturesca de la misma.

Antes de cualquier otra consideración, quiero comenzar ponien do de

relieve una de las causas que provocan el que los solteros sean

1 69

I A INi O l l K . I A DI I S OI I I l id I \ I Ul I I M I U M I A Kl M II >- \ | i

mal vistos'' por su enlomo: los investigadores que vienen esludi.n. Jo el

envíenle fenómeno de la soltería confiesan sentir especial diii cuitad p.ir.i

dejar a un lado las visiones estereotipadas vigentes x.b,, los sol tenis, listo es

debido principalmente .1 una postura trocuenit entre los propios solteros que

buscan vender una imagen ideal tant,, de sí mismos como de su entorno y

tienden a disimular con linio ii|\, de medias razones, ocultas resistencias y

recelos su falta de disp(K| ción ,1 confesar sus problemas reales.

Hecieulemente tinv01visiíii itceompntlw i>!aaclitutl. Meenconl»■ ,,<1, un ti

amiga tallera tic 43 afu*. Tnis i7 constibido y cordial stilmb i jnc ¡a -it:«r ción exilia -

siempre he manlenitlo con tul persona relaciones ./«• fau na iwn>- hnl y ufei lo-, le

dije qne es t ahí redactando este libro sol>re h>- Mil teros. Fue e! linimento en que

ella me increpó con tono rehemenle 1/ claramente enfadado "Tú iiii *?ívs lo que pienso

sobre eso, estoy tic vuelta de iodo Al pc<ln le ¡¡m quería decirme con tales palabras,

me replicó: "Pues tot\\\lo, (¡arete mentí',,

¡fue con tus estudios no se/usa qué refiero''. Entendíque le moleslalui e¡ mero hecho

¡le que los p.sicólogos pudieran ocuparse 1 le la vida de los solteros I lace algún

tiempo sugerí a un soltero de 43 años Id posibilidad de formar parte de la

muestra de solteros que estaba entrevistando a>n vistas a realizar este trabajo.

“No cuentes conmigo, no quiero que nrc ¡<si• coanalices, los solteros somos gente

rara, va tengo bastante con entenderme ti mi mismo".

Reconocidas las dificultades que conlleva una evaluación precisa de las

desventajas que afectan a los solteros, me quedaba un recurso, intentar

aproximarme a las mismas con la mayor objetividad posible; esto es lo que

he hecho siguiendo un camino que me ha resultado bastante tortuoso por

cierto.

1". Como apunta Swartzberger (J995), hay diversidad de factores que

influyen decisivamente en el juicio que la gente se forma en torno a los

inconvenientes de la soltería. El primero y principal es el sistema emocional que

configura la dinámica familiar. Dentro de tal sistema, cada miembro de la familia

se rige por la norma implícita de que todos sus componentes están sometidos

a ley de una cierta interdependencia, por lo que el casarse o no es un asunto

que no pertenece en exclusiva

i \vin \nn soi itiío srsi ut i s. S U S S O M I M A S

,¡ |nj»i,a soltero/a Miio que aleda a linios los miembros de lo familia. ¡Villar

que li» hijos van "por libre" con relación al tenia del casa- es algo irreal, como

también lo es el que, a la hora de valorar el matrimonio, el hijo actúe con

total libertad y al margen de los "prejui- , h»s" (mitos, estereotipos,

costumbres culturales o étnicas) que tanto a ;,w padres como al resto de sus

familiares les llevan a valorar positiva ,* negativamente la soltería (Rogers,

1993). Desde esta perspectiva, se ,-iitiende que los padres v los hijos puedan

y de hecho discrepen parcialmente en su visión de los pros y los contras de la

soltería, pero al mismo tiempo cualquier observador puede comprobar que

las discrepancias entre generaciones prácticamente nunca son totales. Este

luvho es compatible a su ve/ con olio, que para la mayoría de los padies la

soltería del hijo constituye una situación cargada de tintes negativos,

mientras que para los hijos de esos mismos padres el estar soltero es una

situación positiva o, en el peor de los casos, indiferente. C uando se hace

tabla rasa de estas divergencias generacionales, cargando las tintas sobre

unas hipotéticas y graves desvetitajasóe la soltería tanto para la sociedad como

para la institución familiar y para los propios solteros, el resultado es el

escaso eco que merecen para los jóvenes de hoy las catastróficas profecías

que algunos anuncian para una sociedad integrada por numerosos solteros.

Es más, creo que c! tema de la soltería tiene todavía hoy tal categoría de tabú

que sólo quienes se sienten capaces de posicionarse honradamente y con

rigor ante I.» enorme complejidad de nuestra sociedad desarrollada, pueden

hablar con sensatez de lo que podrá significar para la dinámica social y el

desarrollo de las personas el fenómeno creciente de la soltería. Sé que emitir

afirmaciones como ésta conlleva cierto riesgo y no pocas dudas, pero ello no

justifica el pesimismo de todos aquéllos que han comenzado a hablar

simplonamente de la "plaga de los solteros". Si es cierto que "la verdad nos

hace libres", lo mínimo que nos podemos exigir es intentar descubrir lo que

de verdad se esconde tras la creciente elección que muchos adultos hacen

hoy de la soltería, y esto es aplicable tanto para bien como para mal, lo que

venga después habrá que aceptarlo como un reto más para la sociedad

futura; sólo un enfer-

1 71

I v l -» k OI i H. I .M H I st ' l l | K l» I N I K I I I M I l l > Y I A Kl \l I DAI l

ni .»is’simisin»* hace |vnsai que dicha s« piedad caatcrá do los txvur- ,«v

NIIIU ionios para organizarse do manera saludable.

J 1’ai.ilolamonlo .i l.i reflexión precedente, conviene recordar l. ( .onsisleiKÍa

ilo uniones hablan do l.i soltería como si i /<• un monten■ yutitmil m- tral.ua

d.ido que el ivdiazar el matrimonio y permaná i-r so lien* puedo resultar

una opción muy atractiva en los años jóve- u*s y. sin embargo, convertirse

con el paso dol tiempo en auténtica :vsadilla y fuente de importantes

frustraciones.

Recítenlo <t «sfr piMfhisito <7 cotth’ttlatio de ttttii soliera de 4$ tiflos que ine ií«i

üi. Cuando era jiHVti retí! a ñus hermanas y cuñadas criando .j >h> ¡iin>s jhvjiuvÍín

1/ m<- ifulwtt lástima y luiSltl tVilipasión, qué -crvrdinul’r,^. qué «v/ivs, /¡ne

acotamiento*..., lodo lo contrarui tic mi lilrrtatl ¡tara linxrtirme.

-tilir y i’injtu donde y n/mnít» quería: ahora que ¡w crecidos a rnif sobrinos

yiew¡o de otra manera, me dmi envidia sus madres que tienen más ¡vrsona* que les

quieren i/ salvn ¡tara qué trn/w/an".

"Yo valoro a la familia quinientas ivees más de lo que la tutloraba antes“ dia*

uno de los solteros entrevistados por Ncrín (2001, p. 82).

No tengo la menor duda de que el lector habrá llegado ya a las

inclusiones que extraigo de las consideraciones anteriores y espe- ¡almente a

una principal: la soltería constituye un hecho familiar ¡ue, dependiendo de la

mentalidad do los padres y demás miembros de la familia, puede

interpretarse desde dos perspectiva muy diferentes, en un caso como

"traición" a la historia de la familia que ve rotas sus expectativas de ver

continuada la propia saga y priva a los lujos de convertirse en padres, a los

padres alcanzar la categoría de •ibuelos y a los hermanos la de tíos, lo que

evidentemente afecta a ■oda la familia y, por parte de lo* hijos solteros, como

opción valiosa •/ rit a en posibilitados, a pesar da que casi nunca les libre do

algún "•chazo por parte do los suyos. F.n este mismo orden de cosas, muchos

padres siguen pensando que el hijo soltero es alguien de la familia que no ha

logrado ocupar de pleno derecho el lugar de adul- que le corresponde en la

comunidad de adultos pues, on cierto sentido, rompe con la dinámica y la

estructura natural de la familia que suelo estar compuesta por mayores

casados y por niños; añada-

1 7 2

I A V M M OI- I S OL T Ü RO. S I S I .Ul i s . S US SOV Il tK AS

nu»> que desdeostíl percepción de la vida familiar, en muchos padres surge la

duda poco tranquilizadora de si no habrán sido ellos los res ponsables do la

ruptura con la norma familiar, lo cual les lleva a pen- or, en no pocos casos,

que la soltería del hijo es el equivalente .il 'fracaso" de los padres.

y\ Tanto los solteros como sus padres difícilmente pueden sustraerse al

sentir común que vincula enormes expectativas i/ satisfacciones ¡ fais relaciones afectivas

dentro del matrimonio y la totalidad de la familia.

I ntre dichas expectativas está que los hijos se casen, tengan hijos v todos

juntos celebren los rituales familiares que marcan hitos en la vida familiar,

boda, nacimiento de los hijos, etc., todo ello de acuerdo con un calendario de

desarrollo de la familia perfectamente establecido. En tal perspectiva, la

alteración de este calendario por parte del hijo soltero obliga a los padres y

hermanos al correspondiente ajuste del programa familiar, que se traduce en

cierta incomodidad para »odos. Se entiende así mismo que, en este contexto,

nada tiene de extraño el que aparezca en los padres cierto sentimiento de

compasión hacia el hijo por lo que supone privar a éste del paquete de satis-

facciones que implica recibir los parabienes de toda la familia por su

contribución a la ampliación y enriquecimiento de la red de relacio nes

afectivas que articulan a la familia en su conjunto (Alberdi y otros, 20CX);

Schwartzberger y otros, 1995).

4°. I.os inconvenientes que se atribuyen a la soltería vienen a coin cidir

con una visión del soltero que, en mayor o menor grado, casi siempre

aparece con las connotaciones de persona explotada y víctima del entorno. lista

visión no es del todo desacertada sino muy real pues, como ocurre en

numeroso casos, es el hijo soltero el que se cuida de los padres mayores -los

demás hermanos tienen ya bastante con ocuparse de su familia-, es el tío que

entretiene y cuida a los sobrinos, es el compañero de trabajo soltero que por

carecer de obligaciones familiares está siempre disponible para realizar los

viajes menos agradables o alargar la jornada de trabajo hasta confundirse con

las veinticuatro horas del día si así lo exigen las urgencias de la empresa.

Puede ser

fe

173

I A IM C OJ. t X. fA Dl l . S OI I I K O I N I K i : l - l . M IT O Y I A Kl M H U I )

también i*l comensal que está siempre bien colocado en el estrecho rm. cón

que queda libre en el restaurante o el cliente para el que siempre está

suficientemente bien la pequeña habitación perdida del hotel; ,^ veces, el

papel del soltero, en cuanto víctima explotada por el medio, llega hasta el

extremo de que la sociedad global tiende a deíinirhw exclusivamente como

ciudadanos contribuyentes, nunca como benefi- i iarios de alguna de las

ventajas fiscales otorgadas a los casados. Pude comprobar la queja de los

solteros por el tratamiento de ciudadano* de segunda que les otorga la

sociedad: con ocasión de mi asistencia a mu reunión de solteros de mi

ciudad, observé en el local en el que se celebraba el encuentro un letrero que

decía en grandes caracteres: "soy s SOI.TI ROS PERO TAMBIÉN CIUDADANOS".

Quiero hacer patente que ante la ambivalencia de muchas de i¿s

afirmaciones que aparecen en las páginas precedentes y, especialmente, las

referidas a los inconvenientes del soltero, me pongo en guardia ante todo

tipo de enunciados indiscriminados y absolutos sobre la vida cotidiana del

soltero y, en consecuencia te sugiero, apreciado lector, que entiendas lo que

sigue en calidad do una descripción del "tipo general" de soltero, una

realidad que prácticamente nunca coincide con el perfil y las características

concretas y personales de los solteros que podemos conocer (solteros de toda

la vida, solteros a la fuerza, solteros de libre elección, solteros intermitentes,

deliberados, heridos, orgullosos de su independencia, hedonistas,

rencorosos, maniáticos); por otra parte, nada te imposibilitará completar con

el bagaje de tu experiencia y reflexión lo que aquí te propongo. Dicho lo cual,

paso a hablar de los inconvenientes inherentes a la vida del sol tero

analizando tres importantes dimensiones de su vida personal, el amor, la

libertad y la comunicación afectiva.

a) Los amores cid soltero y sus sombras

En principio y como hemos visto en la primera sección de este capítulo,

las relaciones amorosas del soltero gozarían de un especial privilegio, estar

libres de toda la carga de trabas y limitaciones inhe- renies al amor del

casado, de la pareja exclusiva y estable. A tenor de

1 74 w

I \ VIDA ni 1 SOI II !KO: SI M IJO S SUS SOMBRAS

,-sU* criterio, se defiende la posibilidad de a lean Air el desarrollo del .uní»

gi'uiiinv 1/ plmo sm pasar por la renuncia a determinadas dimensiones que lo

hacen especialmente atractivo, entro otras: I) la acoplaren de que el

verdadero amor es perfectamente compatible con cierta práctica de

promiscuidad o intercambio con distintas parejas sexuales tal y como ocurro

generalmente entro las especies animales próximas al hombre, y 2) que lo

apropiado y natural es vivir el amor al compás de las necesidades cambiantes

de los amantes, loque supo ne desmarcarse de la visión utópica del amor

perfecto que se encarnaría únicamente en el modelo tradicional del "amor

para siempre" ,i de la “media naranja". Fn la misma línea argumentativa y

con pequeñas variantes, todos los defensores do los modelos nuevos y más

realistas del amor libre coinciden en afirmar que ol cansancio, la decepción y

el desgaste son atributos siempre presentes en toda experiencia prolongada

de amor entre las personas, por lo que no procede ni existen razones de peso

para someter la vivencia del amor entre adultos a las limitaciones del amor

matrimonial, dicho de otro modo, la prudencia más elemental no es

partidaria do aconsejar la búsqueda del amor pleno a través precisamente do

la pareja estable y exclusiva (Alberdi y otros, 2(101); Duoeil, 2000). Desde este

supuesto, ¿qué podemos decir de los amores ejercidos al margen de I?. pareja

estable?

Para contestar a esta pregunta, partamos del siguiente principio: nadie

hasta el presente ha conseguido definir los límites exactos den tro de los

cuales puede desplegarse el verdadero amor, por lo que no puede afirmase

sin matices que la forma prototípica y tradicional del amor estable, el de los

casados, es necesariamente la única y la mejor vía para el desarrollo en

plenitud del amor entre personas de distinto sexo. Por lo mismo y al margen

de cualquier prejuicio interesado, es difícil asumir que preguntas como las

que propongo a continuación admitan respuestas únicas v tajantes: ¿qué

elementos constituyen el núcleo básico o son componentes esenciales del

amor?, ¿en qué medida están ausentes tales componentes en la vida del

soltero?, ¿en qué se distingue el amor de pareja establo del resto de amores?,

¿qué consecuencias negativas o limitaciones suele tener el amor heterosexual

fe

1 75

I \ l ’ SK OUX .IA l» l I si i| || K O l iNT K l I I U I K U I A K l M I I»\|•

« II.IIHÍO si* realiza al margen de la pareja única \ establo? l’Aamin.id.K l.is

respuestas que d.i I.» gente ante esto tipo do preguntas, >«.• ob^n., que sus

posiciones «iparecen contrapuestas, pues junto a la «.lo quiote. piensan que

todos los ¿moros pueden sor igualmente valiosos v pos¡i| vos, dependiendo

do quien los ojera* -postura relativista-, osla la ^ 0,, traria, más matizada, que

considera necesario distinguir las diferente formas de amor y, a tenor do las

mismas, vor lo que da do sí cada un., do ollas. Tras optar por esta segunda

opción, me propongo hacer H lecuento do las limit«cioneso inconvenientes

que conllevan las formas tío amor hacia las que so sienten especialmente

atraídos los solteros.

— ¿Sólo enamorado y quizan no del lodo feliz?

Mucho so ha dicho acerca del misterioso fenómeno del enamoramiento.

Cuando la pareja acaba de conocerse, ambos se sienten felices, quieren estar

juntos día y noche, les sabe a corto el tiempo que comparten y cuando

concluye el momento de la convivencia, siempre vibrante, siguen pensando

uno en el otro ansiando llegue la hora en que desaparezca la distancia v se

vuelva a producir la cercanía física, -y digo "física" porque la comunión

mental sigue activa \ en permanente tensión, las más de las veces rayana con

la obsesión-. Curiosamente, esa fuerte atracción inicial dura poco tiempo,

algunos autores la comparan a la hoguera cuyo combustible, la pasión, se

consume en unos pocos meses. Pero no es la fugacidad lo que mejor

caracteriza el amor romántico, su mayor debilidad radica en su ines tabilidad

y su escasa fiabilidad dado que la base en que se sustenta es la falsa

idealización dol otro a partir de su apariencia más inmediata y tangible; ésta

es la razón de que numerosos ensayistas en temas de amor establezcan claro

paijalelismo entre el creciente número de separaciones y la importancia

concedida a las experiencias románticas tan intensas como carentes de

realismo (Alberoni, 19b6; Manglano, 2001; Dalai Lama, 1999). Ahondando en

los entresijos del amor romántico y como agudamente ha explicado Vela

(2000, p. 132), la debilidad de los amores románticos tendría su mejor expli-

cación en el hecho de estar organizados a manera de un montón do

1 76 ^

i a VIHA i>n soi ii uo sus i ne is. sus SOMBRAS

..,|>iíicacionos en lomo a la verdadera identidad personal desuspro-

..miinisi.is: so emplea un lenguaje ambiguo tendente a reducir el sen- . monto

de posible fracaso ante el eventual rechazo del otro, se real- .-.in

desmedidamente las características socialmente deseables del «ínado

(simpatía, sentido del humor, generosidad), se exageran has-

• i el atrevimiento más sonrojante las similitudes en los gustos, opiniones e

intereses entre los amantes, so tiende a mostrar que los deseos y necesidades

de uno y otro son complementarios (hablador- avente, protector-desvalido,

dadivoso-receptivo, etc.) y, sobre todo, «o realzan los atractivos tísicos de la

pareja (ojos expresivos, mirada Juico, voz cadenciosa y segura), todo ello

rayando descaradamente t-n la adulación. Diríamos que el mundo de los

enamorados bascula -obre la actitud, un tanto esquizofrénica, del que so

aíerra a un mundo ideal" porque carece de la madurez, el atrevimiento y la

sinceridad para presentarse ante el otro con la "imagen real" y poco atractiva

de sí mismo. Mientras tanto, pueden aparecer conductas •an estrambóticas

como la del enamorado que dice "mi novio/novia no es en realidad una

buena persona, pero a pesar de todo me atrae irresistiblemente". Es obvio,

que ante el cúmulo de ingredientes que configuran la postura del romántico y

amores similares, la experiencia de este amor resulte a la postre escasamente

gratificante y, sobre todo, difícilmente sostenible a medio y a largo plazo.

Analizando en detallo y do cerca los porqués, aparecen con valor de

argumentos importantes, por no decir decisivos, los siguientes:

1”. Por su propia naturaleza, el amor romántico carece de una de las

bases en que se asienta la relación amorosa verdadera y saludable, la

sinceridad. En ausencia de ésta, lo natural es que las relaciones románticas

generen la larga lista de desajustes afectivos derivados de confundir lo real

con lo aparente, la figura externa do las personas en juego con su realidad

más profunda y completa, lo plenamente conocido con lo desconocido o

apenas adivinado, el sentimiento duradero con la fragilidad del momento

divertido, el simple coqueteo frente al total compromiso y responsabilidad

respecto a la felicidad del otro, el mero contacto físico o sexual de la pareja

sin la dimensión de entrega

I \ I NKO UX. IA 1 > H S OI I I K O. I - M U I l - : i M IT O ^ I . A Rl Al IDA I)

mutua entro tíos personas que va más allá dol eventual juego placen- loro o

la vivencia del amor sin caer en la cuenta de que también so pUo. de disfrutar

del sentimiento amoroso traducido en la donación de l«> más personal, por

ejemplo, dedicando el propio tiempo a acompaña a la persona amada en todo

el cúmulo de vicisitudes, altibajos y cambios de ánimo por los que pasa, o

compartir la intimidad corporal ocupándose también de los pensamientos,

sentimientos o deseos que dan concomitantemente con la fusión sexual o tras

ella; la conjunción armónica y completa de la pareja en todas i-stas vivencias,

que es pro- cisamento lo que falta en el amor romántico, es lo que impediría

quv- éste se convierta en experiencia plenamente satisfactoria, positiva v

propiamente humana.

De esta frustración me hablaba una mujer de 27 año* que. Ira- convivir como yare ja

de hecho ¡rea año* con su afutra ex marido. se casaron y -u matrimonio acabó en

sejmración a los siete meses tic legalizar >i, relación Cuaiuio le pregunte a ella cómo

había sido posible que. después de vivir t into! tempo iunios les resultara imposible ¡a

convivencia, me dijo: "Creo que J . M no se dio nunca cuenta de ¡o que iyc> aspiraba 1/

deseaba, estar ¡untos a las duras y no sólo a las maduras". V añadió entre

entrecortados sollozos;

“Me engañé pensando que. una vez casados, le gustaría estar conmigo tanto como con

sus amigos solteros 1/ que le bastaría estar junio a mí los fines de semana para

sentirse feliz ly contento”.

2". Los inconvenientes del amor romántico, vivido al margen del pleno

compromiso personal, se perciben fácilmente apenas se sopesa la futilidad de ¡0$

motivos en que se fundamenta ¡a versión romántica del amor. Los defensores de este tipo

de amor dicen, por ejemplo, que el amor entre los miembros de la pareja

permanente o estable conduce de necesidad a la rutina y al hastíu dado que

carece de la pasión y ¡a novedad que difícilmente se da entre los casados. No hace falta

demasiado esfuerzo para ver que tal argumento no se sostiene a menos que

se admitan dos supuestos nunca probados: por un lado, que la vida en pareja

es de por sí incapaz de proporcionar suficientes ocasiones para croar

novedad ni permite el paso por etapas suficientemente atractivas y variadas

dentro de la experiencia amorosa y, en segundo lugar,

1 7 B

I .A V I DA n i l . som KO SU SI IX ' l -S . SU SS OM HKA S

,juc todo lo que se a*pite conduce necesariamente c*.I aburrimiento y .,1

hastío, a la postre, se convierte faltamente en algo insoportable, En contra de

tan rotundas afirmaciones, la opinión de muchos especializas es que no hay

ra/ón para negar la posibilidad de que la pasión .*\» compatible con el amor

vivido dentro de la pareja estable, quizás no con tanta vehemencia como al

principio pero sí con suficiente l'uer/a y en niveles altamente gratificantes y

novedosos. En este sentido, una de los mayores atractivos y grande/as de la

vida es comprobar que los amores auténticos no se acaban ni cansan, como

no se .icaba el amor de madre, de hijo, de esposo/a, de amigo... ni, en otro

orden de cosas, no cabe poner límites prefijados al disfrute de la música, del

trabajo, del arte, viajar o al placer de descubrir nuevos matices literarios en

las obras del autor que nos encanta leer; más bien sucede todo lo contrario,

que a medida que ahondamos en el conocimiento y la experiencia de las

cosas que nos agradan, más disfrutamos de ellas, sencillamente porque no

tratamos de hacer siempre lo mismo sino de hacerlo de manera distinta,

nueva v más profunda (Hendrick y Hendrick, 2000). A este respecto, los

medios de comunicación son proclives a presentar edulcorados de "salsa

rosa" los fracasos del amor de los personajes populares, ofreciendo sus his -

torias con tintes de falso realismo, y no sólo eso sino que tienden a

proponerlos como paradigma o patrón del amor endeble al que pueden

aspirar los millones de televidentes lo cual es, a todas luces, contundir e!

amor con los fracasos o las formas infradesarrolladas del mismo. Nótese de

paso y, por supuesto con el debido respeto a sus personas, que los

entrevistadores que se ocupan de mostrarnos las miserias de tales amoríos

suelen ser o solteros con escasa experiencia en el tema del amor, o fracasados

en sus respectivas historias senli- mentales. Un ejemplo.

En el programa GRAN HERMANO de 7V5. ¡¡i periodista Mercedes Mild(16 de enero de

2003). citando /<; autoridad de su hermana (!) - como dice mi hermana"-,

contrapuso la amistad duradera, especialmente cultivada dentro del programa, con

¡a temporalidad y precariedad del resto de los amores que observamos en la

vida real. Curiosamente, la hermana de la finalista Desirée puso las cosas en su punto

apostillando que ''todo se gasta menos el

1 79

I A IMCOllX. lA DII SOI MIRO I N I K I I I Mil O V I A K f \l l l )A I>

i\i is iUxir, >uslífui/n <7 Ulrutila* "ruuMrfif‘ js>r r¡ Jr ”, ^

ev/ínn/iT <///!* /<f #mirs/ir</" fi/Vn IUM fomui tir "amor" l.stt>u

/'íriwww/rA' Miento con ¡ti milizrti'khi

Dando un paso más, pienso que inciden en grave error quim, „

pretenden reducir l«is variadas formas tlel amor saludable y atractn a su

expresión meramente exultante, de arrobamiento y con los inten- MÍS

efluvios sentimentales de los recién enamorados (Calle,

Dicho de otro modo, nada impide disfrutar de la sinfonía del am •

construido solm* la base de ir alternando a lo largo del tiempo M inólas de

calma y serenidad, los pequeños gestos, la cómplice mirad.t

o la caricia tierna de quien siempre tiene algo nuevo que regalarte, cm los

momentos más vehementes. Como dice I leras (2001, p. 229), el art, de vivir

no es otra cosa que saber disfrutar en cada momento de lo qi v si* tiene al

alcance y para esto no es tan necesario acceder continuamente a novedades o

hechos extraordinarios como adoptar la actitud de búsqueda de todo lo que

nos depara de novedoso la polifacética realidad diaria. Y, así, en la medida

en que se aprende a descubrir ep cada situación las múltiples facetas que

ofrece la vida en pareja, prácticamente nada se repite, nada aparece como lo

"ya visto y vivido” más bien al contrario, se comprueba que para el amor

siempre hav lugar para las pequeñas sorpiesas, alegrías y satisfacciones.

3°. Frente al amor romántico, el amor madurado de pareja tiene además

una clara ventaja, estar libre de v.na de las mayores servidumbres o

dependencias negativas que acompañan al amor reducido a sus expresiones

meramente románticas. La razón es obvia, el placer de la fogosidad pasional

que caracteriza el amor romántico conlleva casi siempre el inconveniente de

enfrentarse cada día y en cada momento a la angustiosa duda de si se podrá

retener junto a sí a la persona que sabes que te ama pero sólo muy

parcialmente y sin. pasar por la prueba del tiempo (Keen, 1994). Esto no

significa negar que el amor puramente erótico o pasional vaya acompañado del

peculiar goce de lo mágico, lo novedoso, lo extraordinario y voluptuoso,

pero todos sabemos que tal experiencia amorosa tiende a durar lo que dura

el momento fugaz del encuentro pasajero de dos cuerpos -mejor

I \ V II > \ D I I SO I l l :K O:St l s|. l J ( | S . M S S OU HKA ^

^•ria decir, de dos pillos que so locan y exploran periféricamente, lo , (K1i que

da do si' I.I fusión sexual, quo suelo acabar dejando a los aplicados trente a la

imperiosa nocosidad do buscar ansiosamente el ^{•iiionfo objeto amoroso y

someterse al tortuoso v por muchos conceptos nada gratificante proceso de

seducir a una nueva pareja. Lo ¡ver do tal situación es que, realizada la nueva

conquista, el sujeto j,«minado por el romanticismo suele disfrutar por nuu

poco tiempo Je la presa conquistada, pues al comprobar que apenas le sirve

para librarle de su soledad y del vacío momentáneo tiendo a abandonarla, , ,m

lo que se ve abocado a iniciar nuevamente el círculo vicioso de buscar para

perder" sus sucesivos y fugaces objetos de amor. Pocas peí ipecias humanas

son tan desagradables para el común de los mor- l.iles como el paso por la

experiencia de que los sentimientos nacidos .«.I compás v en función del

amor pasajero acaban sólo en el drama del "donjuán", que es lo mismo que

decir en el amor perpetuamente insatisfecho, toda vez que no es otra cosa que

la consecuencia de con- mndir la verdadera esencia del amor con la

experiencia del placer intenso, pasajero y egoísta del objeto amado (Heras,

2001. p. 80). Abundando en las desventuras dol "donjuán" moderno -existe

también la variante femenina aparece su perfil con trazos tan poco atractivos

como falaces son sus manifestaciones (Gil Calvo, 200Ü):

- curiosidad inagotable ly malsana, aI safar que el fracaso está asegurado y se rqwtird.

- en el hombre, búsqueda incesante de nuevas emociones mediante Ui repetición de

conductas eróticas traducidas en gestos calculados y excitantes, caricias, brillante

vestimenta, flores, ftalabras aduladoras, etc.

- y en la mujer, demostración del atractivo erótico a trai-es de faldas corlas, ¡xin- talones

togados, peinado llamativo, senos semiabierios, fiienes perfumes y la cara escondida bajo

la máscara de variedad de cremas que se expanden pot el rostro de acuerdo con lo que

conviene resaltar o disimular en cada zona de l¿i cara (ojos, párpados, mejillas, labios).

So preguntará el lector cómo, en el plano real, el amor de pareja estable

puede librarse de tanto disfraz y llenar de grada la vida de casados, sin

perder por ello los mejores ingredientes del amor román-

1 81

I \ INK OI t X . I \ l>l I M>l II ICO I M K I I I \tlim I.A Kl Al l|)\|»

t i v t * j > I h>-122) \Ie lo explicaba asi un.i panoja con uiu| lN.

loria (.lo .mu>r do veinticinco largos añtvs de convivencia a mis osp.ild.K

"II ;v_ rij . luíluh' nroulanuis la en ipie //i*> enamoramos, hacenio- m.inifu-,i hnttadtllas mientras pascaniits

jimio- /un el ¡uirqne u ni»> "mete- "ii>- ma>t¡> (i eualquh'r hora en 47 f iili'ón ///¿/>

tnst*>p*xluido de ¡a út>a. Silbiett» do que el olro disfrutará de la eanntloña <Kastonal. A ;v<r> pasamos ¡uní.s

huyo- mío- leyendo hi pren<¡; v sin decirints nada, i» di despertar cu ¡o- i/m«

..V w-í.r. dirruí timos un rolo ¡rnstindo junti* que nueslnutmot e* tangible U

¡vrviaiuxe Ú»I el /uv» «ir A>> irnos. durante los i jm/is «wí/w/hnm*

iju,* hento* ¡¡prendido algo hm i infartante como dejar de Indo el egoísmo y is<

«‘//(i,* /íf> iiec,--idade* v sentimienUis únU\*s del olro. Ilemo* comprendido

también que paru nada mresitantoa recordar nuestros viejo* problema-, ¡¡ne lo-

hemo> vivido. u i pie sai'cmos y piulemos disfrutar de niuclni> de la* cosas

i pie Jiaaumt*s cuando envino novios o «’ir lo- primero* licm¡M<> de mahinio- nio.

.Vi» ncci-silnmos inris ¡wa ser fefict's ni nos salv a fwo las niui,slra< d,

< ¡n iño ijue nos dannis ahora Una de las alegrías que más no* llena e* *al\ r que

nui-stros lujos, a los que dedicamos muchos días y nuches en sus printe- m» años,

nos recompensan a *u manera con su cariño".

Lo que venimos diciendo sobre las grandes posibilidades de crecimiento

y transformación del amor dentro de la pareja se resume en algo tan simple

como esto: frente al amor romántico de los enamorados está el amor más

maduro que so convierte en gozosa realidad cuando los implicados en él se

toman el lujo del emplear el tiempo necesario para reconocerse sin prisas y

en un nivel suficiente que facilita la construcción do una permanente relación

satisfactoria a partir y en función de las múltiples caras del amor que

prácticamente sienv pre aparecen cuando se tiene la suficiente paciencia para

recorrer en compañía do la pareja los caminos que conducen al amor pleno.

A esto propósito so ha dicho, no sin fundamento, que "ningún hombro

o mujer sabe realmente qué es el’amor perfecto hasta que no lleva casado un

cuarto de siglo" (Dalai Lama, 1999, p. 96). Los que han logrado encontrar el

amor pleno y maduro saben muy bien que os mucho más que el deseo

incontenible do estar físicamente juntos, do mirarse a los ojos, do tocarse o

acariciarse, placeres T los que los casados no renuncian pero tampoco

identifican con el halago narcisista al lalso "yo ideal" del otro que, para

desgracia de sus protagonistas, casi

fe

; •

! \ V IDA I>1 I S OI I IROSU SI .U CIIS. SU S SOM K R AS

..ieinprc va acompañado del temor <1 que se rompa el amor de mane- m

abrupta >■ repentina. De la inestabilidad de tal amor a medias, da v el doble y

desigual desenlace a que da lugar el amor romántico y ,¡ue conduce, en unos

casos y en negativo, a l.i resolución pobre del .,nu»r abortivo y pasajero, que

no tiene otro destino que el vacío y, en

versión positiva, a la culminación del amor de pareja estable cuyos

miembros, hábiles en el dominio de las claves que articulan la dona* ,u>n

mutua e incondicional, logran saborear todo lo que se puede aperar del amor

total y pleno. Es dentro de este amor donde es difí- vil encontrar el

aburrimiento y es posible gozar, entre otras vivencias positivas, de la

tolerancia de los propias limitaciones por parte del .■tro, de sentirse

complementado con lo que se recibe de él a lo largo Je la compleja peripecia

amorosa diaria o comprobar que es perfectamente compatible la salvaguarda

de la dimensión individual de coda miembro de la pareja con el juego de

todos lo<; posibles intercambios enriquccedores que libremente se establecen

entre ellos; esto \ nada más que todo esto es lo que puede dar de sí el amor

para quienes se han decidido a implicarse en la aventura de llevarlo hasta sus

últimas posibilidades (Cray, 1992).

A". Entre los retos más difíciles con que se enfrenta el soltero está el saber

estar solo, lo que supone carecer en muchos momentos de aquella persona

cuya sensibilidad esté lo suficientemente desarrollada como para estar junto

al que siente la necesidad de que alguien, dispuesto a dejar de lado el núcleo

de sus preocupaciones personales y, movido por el amor desinteresado, se

entregue al noble empeño de compartir y vibrar al compás de los

pensamientos v sentimientos de euforia, inseguridad, esperanzas, fracasos,

alegrías o tristezas del otro. Sin negar que esto sea posible para el soltero, es

difícil encontrar fuera de la pareja personas dispuestas a desarrollar un

programa con tal nivel de exigencias pues supone, aparte de haber superado

todas los barreras que tienden a imponer la tendencia universal al narcisis mo

-percepción del mundo circundante desde la única y exclusiva perspectiva

particular-, tratar al otro por encima de los criterios de utilidad, pragmatismo

y hedonismo imperantes en nuestra sociedad.

1 83

I A PSK ' OI XXi ÍA I M il , S OI r i K O I N I K I I I M I IO Y I .A Kl íAI I IM l)

I labra que reconocer, por olio, que en la práctica sólo el amor i| Urj doro v

pleno es capa/ de entregarse con fe y decisión al descomunal empeño que

implica .«cercarse y comprender todos los entresijos ,j,.¡ alma del «uro y es

obvio, por lo demás, que los encuentros pasajen* de los recién enamorados

difícilmente dan de si para un objetivo^, tanta complejidad y desinterés

humano (Froinm, 2000, Cipolla, 1903)

5". Según los datos aportados por estudios sistemáticos sobre los

sentimientos y necesidades afectivas de las personas, un inconw- niente

frecuente en la vida del soltero es comprobar que en el amar, que

indudablemente puede ejercerse fuera del matrimonio o vida i*n pareja

estable, aparecen ausentes algunas de las dimensiones cualita tivamente más

significativas y valiosas del amor pleno y cabal (Yela, 2000). Concretamente:

a) faltan componentes esenciales asignados al amor maduro v que

implica, además de la pasión meramente erótica (excitación sexual) o

romántica (deseos de compartir algunas vivencias parciales y

transitoriamente con la persona amada), dar cumplimiento a las

necesidades de intimidad (vínculo afectivo, comunicación, confianza

y apoyo entre los amantes) y de compromiso (existencia de planes

comunes y percepción de la pareja como algo estable y a pesar de las

dificultades, enfermedad, accidentes, fracasos, etc.) (Stemberg, 1986).

b) difícilmente el amor vivido fuera de la pareja estable puede cubrir un

conjunto de necesidades afectivas básicas, generalmente sentidas por

los seres humanos, entre otras, la de protección, estabilidad,

seguridad y de apoyo emocional (tanto darlo como recibirlo), de

intimidad (conocer y darse a conocer íntimamente a alguien), de

afiliación, compañía o pertenencia (reconocerse como miembro de un

grupo de personas que proporciona referencias objetivas en el ámbito

de los valores, patrones reguladores de los sentimientos y de la

conducta), la necesidad de dar sentido a la vida (vivir para algo y,

sobre todo, para alguien) (Fromm, 2000) y, sobre todo, ser objeto de

aceptación por parte de los demás, a pesar de la dificultad que pueda

1(U-

I WIDA DII H * 1 ITK v>. SU S 1 .1 U - ' S ,NISNI» MHK A ‘>

suponer p.ir.i olios «id.ipl.irso y tolerar las incomodidades dori vadas

dol peculiar modo do sor dol soltero o do MIS limitaciones, errores o

fracasos (Domad, 201)0). En la estimación común, estos complicados

aprendizajes rara ve/ so consiguen \ i viendo al margen de la red de

relaciones y estrechos vínculos o condicionamientos que, en la

práctica, únicamente suelen aprenderse dentro del marco f.miiliar y

de la convivencia con la pareja estable. A la luz de este criterio,

resultan lógicos varios hechos de experiencia común, entre otros, que

los solteros sean generalmente tildados de "egoístas", "bichos raros",

"insociables", amén de otros calificativos que traducen la idea de que

vivir solo v ser socialmente maduro son dimensiones raramente

coincidentes dentro de la misma persona (Meras, 2001. p. 129), y un

segundo hecho, bastantes solteros confiesan las incomodidades que

tienen que soportar por el hecho de demarcarse do la pauta cultural

según la cual oí estado natural del adulto es vivir emparejado v

formar una familia. El peso ejercido por esta pauta ha sido tan fuerte

que, como sugiere Giddens (2000), hasta finales del siglo xvm siempre

que se hablaba dol amor entre adultos se hacía en relación con el

matrimonio o de las responsabilidades comunes y recíprocas de los

esposos, en def initiva, de las obligaciones derivadas del amor

enmarcado en la familia. ¿Quién se atrevería a negar que esto es

también válido hoy? Todo apuiáa a que dicho patrón cultural sigue

plenamente vigente en la actualidad, pues de lo contrario no so

entenderían muchas de las tensiones y presiones familiares y sociales

a las que son sometidos muchos solteros on nuestros días. Do ellas me

hablaba en ciera ocasión un soltero de 42 años:

' Desde ¡¡ace bastantes años y por principio, no suelo asistir a las Mas de mis

amigos, pues desde que cumplí los turnia casi siempre que he asistido a una boda,

ha habido invitados que me preguntaban ¿y tú cuando pasas por el altar?,

otros, más desvergonzados y atrevidos y a tos que detesto IsicJ, me han mirado

con cierta compasión y con desprecio, o asi me lo parece. En las bodas hay sitio

pira las parejas y los niña-. para los solteros de cierta edad".

1 85

I A IN Il OKX. IA D! I S O I 1 1 KO I N I K I I I M l l O ’ i I \ K l A l I I > \ | i

íV Diversos analisis sobre l.i dialéctica interna i|tu* condiciona, pleno

desarrollo del amor llego 11.» I.i conclusión de que dicho uhj t ., vo no se logro

hasta lanío no se alean/a la fórmula equilibrada di- ./Dior v recibirlo. Sólo dai

conduce al agotamienlo psíquico d< I qu. ama. v sólo recibir acaba en el

sentimiento de vergüenza y la pórduj.. de la autoestima de quien sólo está

átenlo a disfrutar de la geiu u*s;. dad del otro. Podemos entender lo mismo

diciendo que cuando alcan/a la plena vivencia del amor hay un momento en

que la Wiv if/til 11 gozo de dar se corresponde con otra no menor intensa

jfc ,<y<id,-,.. 1/ placer de recibí) y, en este sentido, los \ erdaderos amantes no

sienin, vergüenza de recibir todo lo mucho que procede de la generosidad

del otro, ni tienden a cansarse fácilmente de corresponder con la mis. ma

medida generosa al que les ofrece su amor (Cray. 1992; Mangl.i- no, 2001).

Desde estos supuestos, se comprende que la condición d<- casado, con las

continuas y múltiples ocasiones que proporciona la vida familiar para los

intercambios amorosos en los niveles más profundos, representa una

situación privilegiada para el disfrute de la total expansión del amor entre

personas de distinto sexo. Un este con texto, creo necesario aclarar dos

posibles equívocos:

a) Reconocer un estatus privilegiado del matrimonio, en cuanto

situación que facilita el despliegue total del amor, no significa negar

sus numerosos inconvenientes o fallos. Pero el hecho de que lo»

tenga, tampoco autoriza a subestimar sus ventajasen el plano del

amor; sólo quienes padecen una enfermiza miopía con respecto a la

verdadera entidad del amor pueden negarlas, lo que significa que, a

la postre, se verán obligados a reconocer que "el dar u cambio de nada ¡/

sólo por amor parece algo irracional, pero dar para recibir es un camino que conduce a

sentir la ivrgüenza del que convierte el verdadero amor en el rastrero egoísmo"

(Cipolla, 1995; Bernad, 2000).

b) Con frecuencia, se intenta negar la posibilidad de llevar el amor hasta

una de sus más sublimes manifestaciones, mostrarse totalmente

generoso y desinteresado con respecto al otro. Se lie

1 86

; W l i u n i l Si i| I I .KC >: SU S L U CI S. SU S S OM Ulí AS

ga, incluso, a decir que afirmar l.il posibilidad no os v»ír.i cosa ijui’ ol

ívsultado di* confundir la verdadera nato rale/a del amor humano

que, por sor siempre imperfecto, no si* debe confundir cim la forma

idealista de entenderlo. Pues bien, mi opinión es que tal afirmación i*s

simplemente una falacia, dado que lo que so valora v ama en los

demás cuando se ejerce el verdadero v total amor hacia ellos no es

ulgo distinto do lo valorado en nosotros mismos, en definitiva, el

valor intrínseco de la persona, de lo humano y, en tal horizonte, el

amor bien entendido conduce a valorar desde el mismo patrón la

integridad, libertad y originalidad el propio yo y el yo de los demás

(Fromm, 2000, p. 62). A la luz de estas ideas, se entiende la

profundidad y el verdadero sentido del precepto bíblico que cuando

dice "ama al prójimo como a ti mismo", no significa que haya que

amarlo "ntds ni tampoco menos que a uno mismo"; lo primero sería anti-

natural. lo segundo manifestación de cierto desprecio hacia los demás.

Desde esta perspectiva, se comprende que, teniendo el mismo el

fundamento el amor a sí mismo y a los demás, el. mor de pareja puede

alcanzar el mismo grado de satisfacción y grandeza que el amor a sí

mismo (Bemad, 2000).

- Intimidad: ¿experiencia frustrada en Itt vida del soltero?

Hoy, la palabra intimidad tiene preferentemente una connotación sexual,

pero ciertamente es mucho más. Incluye, también, compartir todas las

dimensiones de nuestra vida física, emocional, mental, aspectos espirituales y

sociales; realmente, intimidad significa compartir totalmente. No se puede negar

que estar en la cama con alguien haciendo el amor durante una hora puede

resultar un alivio temporal, pero la cruda experiencia enseña que tales

contactos superficiales y pasajeros no resuelven plenamente la necesidad de

intimidad, entendida a un nivel mucho más profundo, el que supone abrir las

puertas de la propia alma al otro, hasta sus últimos recovecos. Cuando esta

apertura no se da, a la larga la intimidad sexual suele desembocar en

insatisfacción y en altas dosis de inseguridad y soledad.

1 87

i M M I ' O M K . I A P I - I so i . i rRc > I : NT R I - : I - I M i im I . A K I A I I D A I »

A!. J.> doiiibú i <>/' mil i tic 24 uñtm: ’Ueiv $alteado «tur mi nov t»i i/,is .rúiw.

.viw.k ,i 1,1,/ih ¡untes juntos y »<» entendemos bien cii la cama, atando comienzo a

hablarle de cirsrfnni.s i//í»i m<?r «i;<» familia es como >t ¡viviera ■.,»,/,> if me

ilicc i ¡ne tic esc tema va hablaremos md> udelante Tengo ■ inl'ici; inuchtK dudas

si'bre sus ividadcrns intenciones y si esta <fis;>rri>f|i i* ir.> a comprometerse

ionmigo. Vo necesito ¡mis inlimidad. hablar de >N futuiv u tlcl rrirí», tic lo que iros

¡mvcu/w. de nuestras titulas, saber ijué yicn- ><i i/«- mi itimiliti 1/ tic la rnitt, i1e la

religión sou muy religioso . «i definiti- «v. necesito salk'r s: esta dispuesto a

compartir todo y totla su vula conmigo.

I. n medio de tantas dudas y u estas alturas, no se si me conviene seguir con él o de/a/lo".

I . IX*I anterior relato se deduce que para disfrutar plenamente la

relación de pareja no basta la intimidad sexual o, dicho de otro modo, que

difícilmente liona la comunicación sexual si no va acompañada do otros

componentes psicológicos como la confianza, interés por sabor qué

repercusiones tienen las relaciones sexuales en el resto de la vida del

compañero (principalmente en su felicidad y equilibrio), tener un mínimo de

seguridad de que el otro sabrá adoptar una actitud de respeto ante las

diferentes circunstancias que implican las relaciones sexuales plenamente

satisfactorias, por ejemplo comprender, en un momento dado, la posible

inapetencia de la pareja, o la atención generosa a las preferencias del otro en

la forma, ritmo, duración, momento... de realizar el amor; sin tales

ingredientes y reduciendo ol sexo a "solo sexo y nada más que sexo" suele

conducir a la sensación desagradable, difícilmente asumibie, do que la

totalidad de la persona se confunde con una parte de ella, su cuerpo. Los

psiquíatras y psicólogos (Lowen, 1994; Richo, 2000) que más profundamente

han estudiado esta experiencia la identifican con el sentimiento negativo que

denominan "extrañamiento" y que consiste en que el sujeto percibe que, por

unos momentos, su ser corporal y psíquico se escinden en dos partes

incomunicadas -extrañas entre sí-; estos mismos autores indican también que

tal percepción está abocada a una do estas dos salidas, o bien a una vivencia

depresiva que paraliza a la jK’rsona y le quita la ilusión do vivir, o en la

búsqueda compulsiva de otras relaciones de las que se espera y se desea una

comunicación

1 88

I A V IDA 1)1 I SOLTERO: SU S I IX I S , SU S SOMBRA S

(«tl.il do persona .1 persona, l-sto lo saben muv bien las personas que lian

pasado por el trauma del abuso sexual; muchas do estas porso ii,is quedan

marcadas para toda la vida li.isla el punto de renunciar .1 todo encuentro

íntimo con otras personas ante el temor do ser trata- jas como trozos de carne

o simples objetos de placer.

'Tener sexo con uno mujer «*m lugar de hacer el amor cutí ella i'S como come>

<ni saborear lo ¡¡ne estás ¡wniendo en tu Iwa"

(Darío Fo. Premio Nobel de Literatura).

2". Se preguntará el lector qué tiene que ver todo esto con los sol teros. De

momento, permíteme que te lo aclaro con el reciente comentario de una

soltera de 46 años, que tras relacionarse do modo poco satisfactorio con

hombros -algunos casados- convive desde hace algún tiempo sólo en los fines

de semana con un soltero de parecida «•dad y con el que, según dice ella,

sólo coinciden en una cosa, en no comprometerse del todo ni para siempre:

“Nuestras relaciones marchan bien aunque no sé cuanto durarán. Como nuestra

convivencia es tan corta, apenas leñemos tiempo para otra cosa que no sea dormir

juntos, hablar del trabajo y poco más. Por ahora parece que la situación se ajusta a lo

que los dos aspiramos, comunicamos a un mee! muy superficial y no vlantearnos

nuestro futuro. Es posible que algún día salte ¡a chispa y digamos "nos casamos no es

que verdaderamente lo desee pero me parece que me ¡o está pidiendo el cuerpo. Mis

mejores amigos me dicen que valdría la pena

Siempre que tengo la ocasión de hablar durante un rato con r.Igún

soltero, procuro que llegue el momento en que le pregunto por qué no se ha

casado. Pues bien, de un modo u otro casi siempre su respuesta final es

"tengo miedo, me falta confianza para comprometerme totalmente con otra

persona". Si les digo que me aclaren qué quieren decir con tales expa*siones,

me dan una de estas dos respuestas: "dudo de si soy capaz de dar a otra

persona lo que necesita", o "me da miedo intimar con un hombre/mujer". Si

del dato pasamos a su interpretación psicológica, cabe pensar que, por

encima de todo, lo que busca el soltero es evitar la situación de convivencia

diaria, estable y total, la que permite al compañero/a llevar a cabo un

análisis

fe

1 89

l .AI* I Ul l AX; ÍA I) i ; i .S OI.T l - :KO : I - N I K I M I M I I O V I . A K C A I I I M D

tot.il Je su intimidad, y oso no por razones cualesquiera o Miperíio.. li*s sin o

porque recela de que la "imagen real" de su persona tenga l.j suficiente

entidad y valor para que prevalezca el amor del olro solí,,, los posibles

motivos de rechazo. Llevando el análisis hasta sus ulii mas consecuencias, se

acaba concluyendo que sólo la baja autoestima del soltero puede sustentar la

posición de desconfianza ante la total cercanía del otro (Keen, 1994). Por lo

demás, las consecuencias psicológicas de tal actitud son bien conocidas: I) el

rechazo de la imagen real que el soltero siente con respecto a sí mismo le

lleva a encerrarse en su propia torre de marfil y a privarle de la alegría de

sentirse ur. ser valorado y amado por quien está dispuesto a quererle tal

como es. 2) le priva también de enriquecerse y ser completado por quien es

capaz de amarle sin exigirle ser un dechado de perfección, un ser ideal, 3) le

conduce a la experiencia de soledad y de vacío que, en Kk casos más graves,

suele traducirse en conductas esquizofrénicas -ruptura radical entre el

propio yo y el mundo circundante que Ir resulta extraño- y 4), por último v

más grave aún, a la desconexión consigo mismo, por carecer del marco de

referencia que la persona amada proporciona al soltero para su propia

identificación y valoración de sus ideas y sentimientos (Lowen, 1994).

Seguramente son estas carencias y no otras razones la causa principal de que

el vulgo tienda a identificar a los solteros con unos "bichos raros y sin defini -

ción". Con el máximo respeto a los solteros que se sientan afectados por las

vivencias comentadas, les invitaría a reflexionar sobre esto:- pensamientos

(Bernad, 2000, p. 230):

"Cualquier sentimiento o extienda eomjwrtiáa con la persona que nos ama nos

permite comprender y gozar dimensiones de nuestra vida que nunca podremos

descubrir encerrándonos en nosotros mismos".

"Nunca logramos gozar de nosotws mismos sin el concurso del otro "En

buena medida, la vida solitaria y la vida pobre son ¡o mismo".

"El apartarnos de la persona que está dispuesta a timarnos, lejos de pro-

funcionarnos enriquecimiento personal, es una fuente de empobrecimiento y de

limitaciones personales; nos equivocamos cuando pensamos que somos autosuficientcs

y que no necesitamos estar junto a alguien que nos acepte y nos quiera como somos".

1 9 0

I A \ I DA m I SO I I I K O: S US I A V I s. S I S S OYI I HÍ \ S

V. l n el contexto do Lis ideas procedentes. considero útil doto normo .1

reflexionar con el lector sobro la interpretación psicológica ^ tio cabo dai .t I

fenómeno dol número i miente tic soltero* ¡¡ne oJisrr. v/-

en l<¡ i»{ íjífi/ji/iri/ Todos los analistas, sociólogos v psicólogos, com-

pilen on definir nuestra sociedad tecnificada on función do dos nulas,

l.i masticación y la tendencia a homogenoizar a las personas y cuya

consecuencia m»1s decisiva, a juicio de dichos expertos, es impedir e l

josarrollo do los mecanismos implicados en la comunicación profunda v total

entre las personas. Kl hecho es do fácil comprobación alan- jo observamos lo

que ocurre en los centros productivos en los que los obreros pasan gran

parto do su vida. En la dinámica do l.i empresa, el obroro so convierte en

mero eslabón anónimo cuyo cometido no va más allá de responder con el

gesto limitado y en gran parte robotiza- do exigido por el trabajo en cadena;

nada ni nadie le invita a compartir con sus compañeros lo que le preocupa

en la vida real, expec- «aiivas, sentimientos, inseguridades, alegría, rechazos,

etc., es decir, ido lo que comporta una relación total entre las personas.

La convivencia en pareja es todo lo contrario a una vida roboti - /adn: los

objetivos nunca están definidos desde el principio, desde fuera y de una vez

por todas, toparse con lo inesperado y eventual es norma común v necesaria

dentro de la convivencia familiar, la vida de pareja necesita estar atento a lo

que los diferentes miembros de la familia necesitan o demandan en cada

situación, las metas cambian al compás de las variadas circunstancias que

marcan la vida en familia, etc. Iodo ello conduce a la conclusión de que el

mundo laboral y ¡a vida familiar responden a dinámicas en buena medida

contradictorias y, por tanto, difíciles de armonizar dentro de la misma perso -

na. A la luz de estas exigencias, cabría entender que lo que pretende el

soltero es trasladar las leyes del mundo laboral, poco flexible, fun-

cionalmente simple y superficial, a su vida personal o, dicho de otro modo,

inhibirse de la complejidad, indefinición y permanente ajuste que conlleva la

convivencia de vida en pareja y familiar.

Desde las reflexiones anteriores y vistas la* cosas desde lo* casados, so llega a la

conclusión de que quienes optan por el matrimonio o el

1 91

I A IN Il D I I X . I A I ' I I M M I I KO I \ : ICI I I M I I O ' l I .A K l \l l l ) AI >

compromiso do pareja suele» sei personas que han sabido dejar d,. Indi» sus

temores y asumido el rolo do comprometerse totalmente o»n su pareja en

cuanto IOI.IIKI.HI, ron sus lucos v sus sombras sus seg.i '¡dados v sus

incortidumbres. F :.sto ciertamente conlleva algún»* importantes riesgos e

inconvenientes, poro también ofrece la no dos- paviable ocasión do poder

desarrollarnos en lodo lo que, como per sonas libres cargadas de energía y

creatividad, los seres humaniw estamos dispuestos a vivir sin dejarnos

vencer por miedo o enfrentarnos a lo nuevo, lo inesperado y complejo, ni

negarnos la posibilidad de vivir nuevas experiencias y descubrimientos

positivos capaces de convertirse en fuente de impensables motivos di-

alegría y felicidad. Nadie que no esté aferrado a una visión raquítica de la

vida en el terreno del amor puede negar que, bajo este punto de vista, la

situación del casado se presta con especial fuerza a vivir el reto de convertir

en hermosa y gozosa realidad la aventura de llevar hasta sus últimas

posibilidades todo lo que de grande y noble cabe dentro del amor pleno y

totalmente comprometido.

4°. No quisiera terminar mis consideraciones en torno a las grandes

posibilidades del amor de pareja sin aludir de pasada a sus limi taciones,

porque las tiene. Digamos de entrada que el amor total y perfecto no existí -

ni en el matrimonio ni fuera de él, entre otras razones porque nunca el amor

acaba suprimiendo las fronteras que separan a dos personas que se quieren,

tal supresión sólo os posible en la situación irreal, engañosa v provisional de

los enamoradas pues, por acendrado que sea el amor, el amado siempre

sigue siendo el "otro", alguien en parte desconocido e incontrolable. Cuando

esto no se reconoce, surge la desilusión, los celos y una serie de sufrimientos

destructores del amor de pareja, especialmente la intolerancia y la incom-

prensión. En este sentido, el símil que identifica el amor de pareja con la

unión de las dos mitades de la misma naranja no se corresponde con la

realidad; para bien y para mal, la unión de pareja consiste en la coincidencia

en algunas vivencias esenciales, no en la total identificación de dos personas

que se instalan en la nueva realidad del "noso- tri>s' a costa de perder sus

respectivas individualidades. Hilo implica

fe

1 92

I A V I DA OKI. S OL I HR O SU S I IR I S , S IS SOM B RA S

ober oslar íronlo al otro como alguien distinto v valioso por sí mismo v .1 la

voz, semejante en un conjunto de vivencias significativas, valo-

pensamientos, sentimientos y conductas (Giroud y Lévv, 2000).

i.ü solediul, ¿enfermedad ¡psicológica del soltero?

Sobre la soledad de los solteros hablan dos datos contrapuestos: ,•1

primero, sociológico, señala que durante el último cuarto de siglo ,•1 número

de hogares unipersonales ha crecido en el mundo occidental hasta alcanzar la

proporción del 40 por ciento, en contraposición a los países del tercer mundo

donde sólo es del 14 por ciento; p.iatería que. según estos datos, el estar solo,

lejos de ser una situación temida y de la que se huye masivamente, constituye

un estado apetecible para muchas adultos de nuestro entorno. El segundo

dato •v refiere a un conjunto de informaciones extraídas de fuentes solventes

que, de manera inequívocamente clara, indican que la soledad ensombrece

negativamente la vida de los solteros; me refiero a las encuestas dirigidas a

solteros y realizadas con las debidas garantías científicas -la reciente de

Nerín (2001) sería un buen ejemplo-. Otra luonte abundante y no menos

importante sobre la soledad de los solteros está representada por la

publicidad erótica que ofrece contactos de todo tipo tendentes a encontrar

compañía eventual con personas del sexo opuesto y, en determinados casos,

ofreciendo ayuda para encontrar la pareja de toda la vida. Aquí aparecen las

largas páginas de los periódicos de cualquier ciudad del mundo (sección de

clasificados: "relaciones"), numerosos webs en internet y una larga lista de

agencias matrimoniales que se reparten la abundante clientela de los que

buscan amor. Al margen de cualquier consideración, es lógico suponer que lo

ofertado en tales fuentes informativas coincide con lo que piden los clientes

que, al fin de cuentas, no es otra cosa que poner al alcance de los solitarios

algún remedio contra su soledad posibilitándoles la compañía de alguien,

necesitado como ellos, de ver, oír, tocar, escuchar, huir de la anodina

realidad desprovista de cauces para las relaciones amorosas. Hace algún

tiempo me dejé llevar por

1 93

I A l * SK OM X.I AI JI - i l .S Ol IL KO: K NT Ki ' t l . M IT O Y L A RK AI. IDA I)

l.i pequeña curiosidad Je examinar qué se ofrece a los usuarios en esas

múltiples "red»*s del amor" y mi conclusión es bastante clara: s j algo es

evidente es que, en su conjunto, todos esos reclamos y ofertas constituyen ol

grito de* los solos en busco de alguien que remedie su soledad. Hsto es lo

que se deduce:

a) dd lisiado de demandas \r ofertas que se proponen: "deseo pareja estable"

(soltera de 31 años, médico), "busco chica para relaciones, serias"

(soltero de 46 años, universitario), "soltera, 50 años, de- seo pareja

estable", "si no tienes pareja, búscame, dejarás de tirte solo-sola"

(grupo de amigos de 37-42 años), "para más de 30 años y solo-sola"

(sigue el teléfono correspondiente), "chais entre amigos"

(wwiv.amigar.com), "no más días solitarios, u- ayudamos, si quieres

formar una familia, ven a conocer a tu pareja, si buscas pareja ven a

nosotros" (diversas ofertas de una agencia matrimonial), "soy

amorosa, nadie quiere sexo conmigo, lo necesito" (mujer de 62 años,

empresaria), "ofrezco amistad y compartir la soledad" (mujer de 25

años, enfermera), etc.

b) de Jo que se promete a cambio de un poco de compañía; "ya no más fines de

semana solo" (teléf...), "acariciémonos juntos, excitémonos,

desfoguémonos" (varón de 40 años, soltero), "te ayudaremos a

conseguir la felicidad" (teléf...), "soltero 31 años, pago bien" (teléf..),

"Marina, 28 años, pelirroja, bonita, cuerpo de modelo, pechos

perfectos, muy cariñosa, con mucho dinero" (teléf...), "María, piel

canela y culo respingón" (27 años, soy rica), "canaria, vicio puro y

total" (38 años), "soy gordita, 65 años, nadie quiere sexo conmigo,

pago bien, ayúdame", etc. Dentro del polifacético paquete de ofertas,

resultan especialmente llamativas dos lista*:

1J. las cualidades que se ofrecen como carta de presentación o señuelo de la

mujer preciosa (18 años), soñadora (20 años), traviesa (19 años), salvaje (22

años), romántica (21 años), tímida (18 años), cuerpo diseñado para el vicio

(23 años), femenina (35 años), soltera de labios jugosos (25 años), cuerpo

barby (29 artos), morenaza cordobesa (23 años), etc.

1 94

I A V I DA I >1 1 S OL I E R O. SU S I . UC I S . SU S SOM B RAS

2 . hite tu mui da mu de formas de realizar et ceifi»: MISO (masaje del .m« •». Itir- ot» (l.i mujer con las

monos atadas, espera a dar placer o recital lo), dratv (el hombre está boca arriba v la

mujer "cabalga"), >iiji'm (la mujer presiona la base del |x*ne con el fin de retrasar la

eyeculación 1. japones (coito en el suelo o sobro almohadas, con nuniciosas posiciones ile

cuclillas), sruve (sexo en grupo), cubana (masiurba» ion con el pene entre los pechos),

tailandés (masaje realizado con los senos por todo el cuerjH»), /mures (sexo oral, llamado

así por la supuesta habilidad de las galas pan la (elación), griego (coito anal). I n algunos

casos se especifica si es con o sin preservativo.

c) del recurso a los aw/rtefos meramente sexuales ofrecidos 11 trovés del teléfono o

internet, lo que supone renunciar a la riqueza ele la comunicación

corporal directa entre personas y convertir el propio cuerpo en

materia invisible e intocable para el otro, en cierto modo, su reducción

a realidad virtual. Entiendo que a eso conducen propuestas como:

"sexo a través de grabaciones", "chat sexual", "sólo escucho", "relatos

pomo", "escucha mis aventuras sexuales", "escúchame gemir, oye mis

fantasías grabadas", etc. etc.

Son muchas las conclusiones que pueden extraerse de los datos

anteriores; a mí me interesa destacar una sobre todas las demás: un gran

número de personas se sienten afectadas }wr la experiencia de soledad. Y esto supuesto, me

pregunto dos cosas: ¿quiénes son lo que se sienten solos y de qué soledad

hablamos/ A lo primero podemos responder diciendo que viven y sufren la

soledad todos aquéllos que no han logrado conectar satisfactoriamente con

las personas de su entorno, especialmente a través de una relación de pareja,

y por ello se sienten frustrados: "estoy solo, nadie me quiere" (soltero de 30

años, taxista); "nadie quiere estar conmigo" (mujer, 43 años), "soy maestra de

50 años, me siento sola y busco pareja", "quiero encontrar nu media naranja"

(36 años, médico). Sobre lo segundo, hablamos de la soledad entendida no a

modo de realidad objetiva que se pueda coger o dejar, vender o comprar,

quitar o poner, sino de algo tan profundo como es el sentimiento doloroso de

quien oye en su interior una voz que le dice

1 95

I A l 'SK OI IX JA Dll MU II KD: l -NTKI II MIIOI I A Kl ‘Al ll)AI>

que algo importante falta on su vida mientras no cuento con alguu-r, i]uo lo

escuche cuando necesita comunicarse y sentirse arropado Ahondando on oí

análisis psicológico de la soledad interior, |., primera valoración que si' o

troco .)l estudioso dol toma es compro!*.,, i]ue la soledad on sí misma ni os

buena ni mala, todo depende il« cómo la vivo cada persona concreta. Así, so

entiendo que, on uruw casos, nos podemos sentir bien v tranquilos aunque

no estenios acompañados y hasta disfrutemos por ello y, en otros, la falta de

alguien a nuestro lado se convierta en una pesadilla difícil de soportar. A

este propósito, nadie duda do que una cierta dosis de soledad representa por

lo general una experiencia enriquecedora y positiva, pues nos permite

descubrir quiénes somos, estar en paz e identificados con nosotros mismos,

además do sabor lo que podemos dar \ recibir de los otros desde la

conciencia de lo que nos falta. En esto sentido y como he dicho

anteriormente, únicamente la persona que h.i aprendido a estar radicalmente

sola está capacitada para disfrutar de estar acompañada o, en otras palabras,

hasta que no establecemos un contacto profundo con nosotros mismos, no

podemos descubrir lo que significan los otros en cuanto complemento

necesario y enriquo- cedor para nuestra persona (Rojas, 1998).

Hablando en cierta ocasión con un matrimonio sol>re la experiencia de relaciona u lo

largo de sus veinte años de convivencia, me ofrecían esta visión retrospectiva

altamente aleccionadora: "Al principio estábamos tan enamorados que cada un o vivía

totalmente jrara el otro, era como la sombra del otro, hacíamos prácticamente lodo

juntos (comprar, solidas, encuentro con amistades), para todo nos teníamos que poner

de acuerdo Luego nos dimos cuenta de que eso más que amor, era una esclavitud,

aunque no sabíamos cómo resolver el problema". En cierta ocasión la esposa

tuvo que ausentarse durante vanas semanas para atender a sus

padres residentes en otra dudad: "Fue la ocasión para comprobar que ¡labia

cosas que era mejor no compartir- las sino buscarlas por separado, asistencia a ciertas

reuniones de amigos, al fiítbol, en los fines de semana salir el marido a correr por la

mañana con su club ciclista, mientras la mujer talía al cine por la tarde con un par de

amigas

o comía con ellas una vez a la semana. Fuimos comprendiendo que sólo éramos en

parle iguales y podíamos ser felices dejando al olro algunas iniciativas.

A partir de ese momento, desa¡Hireció el criterio de unanimidad en nuestra vida y no

por eso nos sentirnos solos ni menos felices".

1 96

I A V I I >. \ I >1 1 S OI I I K O . S l M . l < I .S . StS St Al l iK AS

Reconociendo que l.i soledad OS OH muchos caso* .itr.uMiv.i, existo un

hecho umversalmente asumido, que la calidad tic vida y l.i loli - cidad de los

sores humanos depende do que so sientan acompañados ;u»i otr.is personas

y especialmente de ser hábil para establecer con Jl.is un sistema de relaciones

positivo y constructivo; esto plantea el conflicto entre dos necesidades, la de

estar solos y estar con los Jem.is. Un conflicto asi sólo so resuelve asumiendo

qu- somos sores incompletos, necesitados de compañía para ser felices y, al

mismo tiempo y con igual peso, que en cuanto personas desarrolladas desea-

mos cultivar la privacidad como condición para la plena autorreali - /.íción.

Cualquier fórmula que so aparte de esta norma de equilibrio ost.í

inevitablemente condenada a uno do estos dos fracasos, o bien a sufrir el

infierno de sentirse sometido y aniquilado por los demás, o el dolor de la

soledad derivado de haber cortado los lazos que nos unen .1 los otros en el

ámbito de la comunicación afectiva (Bernad, 2000). Cuando ocurre lo

segundo, la soledad se impone como dolo rosa experiencia negativa que

percibimos a través do manifestaciones tan significativas y desagradables

como comprobar que no nos sentimos queridos por los otros, que nadie

quiere estar con nosotros, que nuestros pensamientos, sentimientos y

vivencias no repercuten en la felicidad do los demás, que no tenemos nada

que ofrecer a los otros o que sentimos miedo a ser anulados por ellos, en

definitiva, que nos ahogamos dentro del mundo cerrado de nuestros propios

límites individuales; cuando esto ocurre es señal inequívoca de que estamos

viviendo el gravo problema de la soledad (Richo, 1999).

Sería caricaturesco adjudicar todos estos males a los solteros, sólo los

vulgares estereotipos carentes del mínimo rigor y respeto a la rea lidad son

capaces de llega'- ^1 extremo de considerar idénticas soltería y soledad. Tal

identificación carece de base toda vez que, como es bien sabido, muchos

solteros se sienten menos solos y mejor acompañados que muchos casados.

Ello no obstante, también hay que admitir que bastantes solteros sufren y

mucho por no poder compartir de manera habitual con su pareja no

solamente los grandes triunfos o fracasos de su vida, sino sobre todo la

cotidianidad de las pequeñas

fe

1 97

I A IN C OI I H . I A I M I M ) | I I K O I N I K I I I M I I O V I A Kl AI . IDA I)

cosas. Que oslo noos una ensoñación sino una experiencia vivida p, vr lo>

solteros queda on evidencia cuando se analiza la lisia de obstáculos con U»

que so enfrentan quienes no viven en pareja. Vivir soltero

.1) carecer de tener al lado alguien dispuesto a escuchar el latido del

propio corazón, lo mismo las pequeñas alegrías diarias qui la rabia, el

desencanto, a veces las póquer ’s traiciones de personas en las que se

había puesto la fe y la confianza.

b) impide también comprobar que hay alguien que lo acopio como eres

y como estás, cansado, agotado, derrotado u optimista y eufórico,

fuerte o transitoriamente agobiado por un revés económico o

profesional tanto eventual como duradero.

c) supone ausencia de alguien que sabes te ofrece la seguridad de poder

contar con él para compartir las propias limitaciones, que todos

tenemos, y te seguirá ayudando a superar el reto de llevar a cabo

esfuerzos y adaptaciones a la realidad que cambia con las diferentes

etapas de la vida, o que no te exigirá ser perfecto para merecer su

amor.

d) implica carecer del que te servirá de espejo para alcanzar lo

identificación de la propia valía, por encima y más allá de los fracasos

y los triunfos pasajeros. Frente a un mundo hostil y competitivo, las

relaciones amorosas de pareja reducen la inseguridad y el temor a la

soledad cuando el mundo circundante vuelve la espalda (Sánchez,

1996, p. 255; Yola, 2000, p. 223).

e) supone no tener a tu lado alguien que te hará fácil ejercer la

generosidad, dar tanto como recibes de la bondad ejercitada a cuenta

de nada y puramente gratuita.

f) ausencia también del que, además de proporcionarte seguridad

afectiva y material, podrá dar respuesta a las necesidades sexuales o

espirituales, al compás en que éstas aparezcan (Neuberger, 1998, p.

19).

g) ausencia de alguien que sabrá cuidarte cuando la enfermedad y la

vejez te deje desvalido e incapaz de cuidar de ti mismo. Según el

estudio de Nerín (2001), el futuro y la vejez son las preocupaciones

mayores de los solteros (2,47 en escala de 5 puntos).

fe

J9 8

I .A V I DA D l i l . SÜ I. I K RO : S US I .U CI. S. SU S S OM B RA S

Identidad personal u social del soltero

I «i pareja que funciona normalmente se instala en un horizonte en el que

cada miembro goza de su propia identidad y. a la vez, de un punto de

referencia con respecto al otro: "soy marido de, mujer Je, madre/padre de...".

I.a experiencia de esa imagen, por borrosa quesea, representa una

identificación singular e individualizada que nada tiene que ver con quien

"no pertenece a nadie" o, mejor, a tantos, que difícilmente puede adquirir un

sentido mínimamente claro Je la propia identidad; a esto se llama soledad

(Jaeggi, 1995, p. 143). Una laguna importante de los solteros es el carecer, a

muchos efectos, de una definición propia.

Esto lo percibí recien temenle mientas comentaba con un separado la grave soledad

por la que ha tenido que ¡mar tras su separación. "Tu ere* un rado -le decía yo-,

pero has estado unido a alguien que en cierto modo tiene algo de ti. con quien has

compartido esperanzas y alegrías, vuestra hija es de los dos y ello para siempre: tú

siempre serás padre de ... Sólo por ello ostentas la categoría de persona definida,

connotada por atributos que te estardn marcando durante toda tu vida y (¡ne te

permitirán decir Yo soy alguien'. Vivir de acuerdo con ese "alguien" <•» ya

suficiente para ser feliz".

\'oté que se le iluminaban los ojos a medida que íbamos inteqnetando su situación.

1.a vida en pareja facilita, además del proceso de identidad consi go

mismo, otro tipo de identidad que los sociólogos y psicólogos denominan

“sentido de pertenencia al grupo". Nadie se libra de la soledad hasta que se siente

integrado en un grupo del que participa a través de sus mitos, sus rituales y,

a un nivel más profundo, de sus valores. A juicio de los expertos, el estatuto

familiar es el que mejor -tal vez el único- permite definir la totalidad de la

persona en relación con los demás, pues ni los clubes, asociaciones de amigos,

tertulianos, viajes, partidos políticos, etc., son capaces de cubrir plenamente

el sentido de pertenencia (Neuburger, 1998; Yela, 2000, p. 220).

— La maternidad/paternidad y el soltero

El hecho de la maternidad/paternidad se presenta en dos perspectivas,

social y psicológica. Desde la primera, la sociológica, se consi-

1 99

I .AI* Sia >I . CX, ÍAni I M U .T E RO . E NT RE I I . M I T O Y L A RE AL IDA D

dora que los padres son personas que contribuyon a aportar ol mayor bion

do la familia y de la sociedad, los nuevos ciudadanos, y do ahí que so tildo a

los solteros de insociables, egoístas y, en cierto modo zánganos de la sociedad.

Según el ejemplar estudio de Norín (2001. p *7), aparte de que el tener hijos

constituye una ilusión valiosa norm.tl y generalizada, se considera el

cumplimiento de un deber social y, en este sentido, no estamos lejos de

aquella época en que el cumplí- miento del deber reproductivo de la mujer

representaba por sí solo el principal fundamento de su identidad, y ello

hasta el punto de qm- una mujer -y un hombre- no casada/o y sin hijos venía

a ser una especio de "anormalidad" socialmente sancionada con ol desprecio

(Ci polla, 1V95, p. 323).

Las cosas comenzaron a cambiar con la revolución feminista iniciada on

los años 60, década en la que se propone como criterio socialmente válido y

aceptable que el vínculo entre mujer y maternidad deje de verse como hecho

"natural" y se presente la soltería como una norma "social" catalogada como

opción plenamente libre y respetable. Sin negar que, en el plano teórico esto

es verdad, en la práctica todavía hoy en día, la valoración positiva de la

mujer/hombre se vincula a su condición de madre o padre, al tiempo que se

sigue viendo la maternidad/paternidad como un objetivo que contribuye al

desarrollo del adulto tanto en su vertiente individual como social. A pesar de

la valoración altamente positiva de la paternidad/maternidad, hoy se piensa

que la contribución del soltero al bien de la sociedad puede ser altamente

positiva a pesar de no estar canalizada a través del matrimonio y la crianza

de los hijos. Sin embargo y en el plano real, las cosas son distintas y siguen

confusas, como bien lo pone de manifiesto la "añoranza" que confiesan sentir

muchos solteros, y especialmente solteras, cuando se comenta con ellas el

hecho de la maternidad/paternidad.

Me lo relataba en estos términos uno soliera de 35 años: “Creo que he aceptado no

srr madre pero atando oeo a las parejas de mr's amigos acompañados de

'/<> lujos siento que me falta algo importante en mi vida. I.o tengo claro, si lle-

2 0 0

I A V I DA D I I S OI IT KO: SU S I . I X l ' S . S US SOM IM A S

gil et ihti r u ijnc mi" 01 s r . haré h>¡li> ¡o ¡losihle j uirii >ei U;IÍI/ IV; < - r r « > i > nnn fuente ik' snil¡ífnci'ittne> ¡¡ne

yo no he tenido minen y no tur puedo m'gw "

Como el lector ya lia adivinado, lo que esta mujer está desen tiendo son

aspectos relacionados con la nrlic/ile }'<icotógiai de la maternidad, algo

implícitamente equivalente al reconocimiento de que para ella la maternida d

es una fuente muy importante para la felicidad de la persona y la plena

realización de la pareja; según de Miguel (1992), de tal sentimiento participa

el SO por ciento de los españoles. Entiendo que llegados a este punto, el

lector que me sigue me está exigiendo el pequeño esfuerzo de clarificar las

implicaciones psicológicas de la maternidad/paternidad; me presto a ello

resumiendo mi posición en los siguientes puntos que, con pequeñas dife-

rencias, se aplican lo mismo al hombre que a la mujer:

1". Para una parte significativa de las mujeres actuales, las aspiraciones

económicas, profesionales, de bienestar material y de vivir para sí mismas -

disponer de tiempo propio, principalmente- se sitúan en un nivel de aprecio

paralelo al deseo de casarse y ser madres.

2”. La maternidad es importante pero no un objetivo primordial en la

vida de bastantes mujeres modernas; algunas -no hay estadísticas fiables

sobre el número de ellas- quieren ser otras cosas antes y además de ser

madres y piensan que la maternidad no tiene por qué agotar las posibilidades

de la mujer como persona.

3”. La maternidad puede considerarse desde dos perspectivas

principales:

a) como hecho básicamente biológico impuesto por la naturaleza a la mujer y

del que sólo ella puede ser auténtica protagonista. Es manifiesto que

quienes se centran con preferencia en este aspecto suelen cometer la

exageración de presentar a la mujer como el arquetipo de altruismo,

sensibilidad y total disponibilidad, en oposición al hombre que

quedaría reducido a

2 0 1

I A I M l O U X . Í A P I I S O I I I K O IM KI I I M I I O Y I A K l V I I I » M »

moro acompañante dol proceso quo culmina en el humus,, objetivo ilo

sor madre. Cobo destacar, por otra p.irte, i|uo din. ilo esta

porspoctiv.i biologicista, os fácil comprobar cierta p r,. pensión a

presentar l.i maternidad como ivís/iyo bíblico ("nuil tiplicaró on gran

manora tus sufrimientos v tus prenocev. dar,is a lu/ hijos con dolor,

Gc/u’sxs, 3, 12), o como cm$a qu,. tras el pecado original, so convirtió

on una situación que comporta una serie de exigencias que «acaban

coartando la libertad do l.i mujer y reducirla a la exclusiva condición

de "madre d. los vivientes" (Gcucs/s X.H)> (Alberdi, 2000, p. 208;

Albonh 2002, p. 74).

b) on otra perspectiva, la maternidad so presenta como > r«iu libre y

fvmonnl con tres tipos do connotaciones que se aplicarían directamente

a la mujer y sólo indirectamente al varón: 1) ,\v- nolóxicii* (control do

natalidad por métodos artificiales), 2) />m- cológicns (alegría do sor

transmisora do la vida), y 3) >ocinlc< (aportar a la sociedad ciudadanos

en calidad de capital humano y cultural) (Schwarkberger y otros,

1995, p. 110; Giroud v Lévy, 2000, p. 176; Alberdi, 2000, p. 275;

Alborch, 2002, p. 47).

4". Las personas que han pasado do la relación de pareja a la con dición

de madres/padres confiesan que tal transformación les ha supuesto infinidad

de experiencias que afectan a su relación de pareja, a su vida social, trabajo,

ocio, prioridades y sentimientos sobre sí mismos. Tal paso conlleva

inconvenientes» pues el dinero ya no sobra y el tiempo para sí se reduce

drásticamente, pero también permite que los padres vivan el excitante

descubrimiento de que algo do sí mismos se convierte en felicidad fie los

hijos, en hogar donde se respira un bullicioso frescor y alegría, abunda la

ternura, las mañanas son saludadas con ilusión renovada... y esto supone, a

la postre, un cambio de sus vida para mejor. Algunos padres hablan del

nacimiento de sus hijos como si do una experiencia cuasi religiosa o mística

se tratara, como la asistencia a un cierto milagro do la creación (Fischer y

Hart, 2002).

fe

202

I \ \ IDA I > 1 1 ^>1 I IK O: SU S LU CIS. SU S SOMBK AS

nw/A i'í h 'S Oi:<m>s

l\\h íamos imaginar los fíe* la mata nidad/patemidad ivpresentdndola a manera de IIII< Í i/diir/f en la

que tos zigotos O m- reúnen en asamblea u. coir- :vrtuh*s i • ¡no ;\>r arle de magia rn seres maduros

y plenamente conscientes, comptirlen iV yio» i/t* /iu/vr nribido W rfnn ifc* /¡i vida. se re»?

vibrando y alra- ¡/CndilSC C/Upufados por Id misteriosa fuaza iit' SUS IVSfWtíiW y COmpleiUCIl-

tarios furfilefift ’siivs y, vityw'tw. /mwoo’iJ su ea/meidad de recibir y dar ¡mor,

•fe* celebrar ¡untos su alegría de vivir, de comunicarse. de s*mar. de trabajiir, de compartir rebs. dudas,

éxitos, proezas, de participir en la exploración, admiración y dominio del cosmos. Esto y HflrfiJ más

<jnt- /in/i> t*>fo iS lo que representa f\vi¡ muchos matrimoni<>s jugar las bazas de realizar

el pa/h'l de ¡.Kidres on nwnfii transmisores de la vida. Desde este horizonte, habría que concluir que e>

difícil valorar la maternidad/paternidad como condición irre/evaute o mnrginen la vida de la mu jer o del

hombre o entender tales prerrogativas en función de meros supuestos legalistas o ivrii.‘iri?iV>

r<v<iMiii'i»irc'»/us s/iciales.

* Zigoto célul.i originaria do la persona resultante do la unión del

espermatozoide masculino y del óvulo femenino.

5". A la luz de lo expuesto, entiendo que merece la pena repensar la

maternidad/paternidad en un marco superador deja visión ali corta del

matrimonio y de los hijos sustentada hoy por una buena parte del

movimiento feminista. No tengo inconveniente en reconocer con lal

movimiento la plena libertad de la mujer y del hombre para optar por la

soltería y orientar todas las fuerzas personales hacia la realización de

objetivos sociales, culturales o políticos no derivados directamente del estatus

de casado, pero creo que sería menoscabar la dimensión espiritual del pape!

de madre/padre contemplándola únicamente desde la perspectiva de la

igualdad en derechos y deberes del casado y del soltero, pues cabe valorar

también al hombro y a la mujer como sujetos dispuestos a ejercer su libertad

en el ámbito del amor paternal/maternal. Normalmente, cuando esta

dimensión hace acto de presencia en la vida de pareja los hijos representan el

preciado don nacido al compás del amor mutuo entre el hombre y la mujer y

se entienden sus relaciones amorosas y libres como gesto complementario

que alcanza su plenitud en el amor a los

hijos (Cipolla, 2001, p. 84).

2 03

I A PS IC OI. < X¡ ÍA l )M . SO I. ' I l :KO. I NT U I I I M I IO Y I A K CA I I I ) AI)

- A lltutfo de Siu/CSÍS

I lay muchas formas do compartir la vida con nuestros semejan- tos a

través dol amor, todas ellas valiosas y dignas del mayor reconocimiento a

nivel tanto personal como social. Hl amor de las perdonas adultas, doquiera

se encuentre, no puede ser subestimado a pesar de las flaqu /.as y

limitaciones que pueden darse tanto en la concreta vida del soltero como en

la del casado. Pero, dada la condición humana y las leyes que regulan el

pleno desarrollo del amor, hay que reconocer que el amor de pareja, con sus

notas de intimidad, profundidad y compromiso, representa un modelo

rodeado do un conjunto de circunstancias y motivaciones que, lejos de

impedir r| logro de las aspiraciones de los adultos, constituye tal vez el

mejor v más esplendoroso horizonte para convertir el amor en fuente inago-

table de felicidad.

10 la autonomía de los solteros: ni tan libres, ni tan independientes

Desde la Filosofía y Psicología, la libertad es el componente esencial, la

definición del ser humano en cuanto persona, por eso se ha podido establecer

la equiparación entre ser libre y ser persona. La libertad no tiene fronteras, al

menos nadie hasta hoy ha sido capaz de establecerlas, y esto vale tanto en el

campo del amor como del trabajo o en el do las relaciones afectivas, sociales,

culturales, etc.; desde este supuesto v en teoría, se entiende que la opción por

el matrimonio o la soltería es una muestra de libertad que todos los adultos

gozan por el solo hecho de ser personas.

Pero supuesta la validez de la precedente afirmación, es sabido que en el

plano real la libertad de elección entre celibato y matrimonio ha sufrido

importantes limitaciones a lo largo de la historia: Moisés condenó, zahirió y

anatematizó el celibato, Platón en las Leyes dice estas terminantes palabras "El

que no se casare a los treinta y cinco años será castigado en lo que más le

duele, que es la honra y en el provecho", y en luí República afirma "Nadie está

obligado a saludar al solterón, ni a cederle la acera, ni a preguntarle cómo va

de salud".

/i*A

I.A \ IDA ni! SOLTERO: SUS I.UC'ES, SUSSOMHKAS

Igual trato recibieron los solteros en la legislación de la Roma clásica orí la

que tue expresamente ordenado el matrimonio y obligatorio el tener hijos,

recompensándose con la rebaja de un año la edad en que se podían alcanzar

los honores públicos por hijo nacido dentro del matrimonio. Dando un salto

en la historia, nos encontramos con parecidas leyesen la vieja Europa, y así,

en la Inglaterra del siglo xvu, l’itt impuso un tributo especial a los solteros y,

por la misma época, en España se valoraba como un "cero a la izquierda el

varón que no contribuyera a cuadruplicar el número de sus pobladores"

(Díaz,

En los tiempos modernos, ciertamente las cosas han cambiado pues, por

ejemplo, ningún Estado obliga a casarse a sus ciudadanos ni a tener hijos,

pero el número de presiones a las que el soltero se ve sometido por parte de

la familia, los amigos, los medios de comuni- cadón social y las costumbres

locales (hasta hace bien poco en ciertos lugares de Navarra la hija más joven

estaba obligada a quedarse soltera para hacerse cargo de los padres) no son

pocas ni irrelevantes. I.a legislación actual de muchos Estados, por otra parte,

da.pie para afirmar que el cambio no es el se corresponde precisamente con

los atributos de una libertad omnímoda, pues hay leyes que prohíben con-

traer matrimonio a los menores, o por razón de consanguinidad o de sexo

(gavs v lesbianas). Tampoco hay que olvidar otras limitaciones personales,

analizadas ya en capítulos anteriores, y que tienen que ver con las derivadas

del miedo al compromiso o a la intimidad, o son consecuencia de la despoblación de

muchas regiones y pueblos en los que encontrar pareja se ha convertido en

un problema prácticamente irresoluble para un gran número de solteros.

A te lo explicaba así en t'l verano de 2002 una soliera de 52 años residente en un

pueblo perdido del Pirineo nai'arro y que. como nos confesó, hacia una semana que no

había visto n nadie más que a sus padres: ‘Casarse aquí es tan difícil como encontrar

mere en pleno agosto. Quien ha querido casarse ha tenido que emigrar porque en esta

tierra sólo hay sitio para los viejos y los solteros, ni tenemos escuela, ni cura, ni

médico... y todas las que han querido casarse han tenido que emigrar a la capital

1498).

2 05

I A r SKOl .Ol . ÍA DI I S OI I I KO. I NT Ki : I I M IÍ O ^ I A KI M ID AD

- ¿ilt&tti dónde llega la independencia de los Milenta?

I l.iv un refrán popular que algunos solteros han convertido en »•;

telón do Aquiles Jo su independencia y libertad "edsate, asi gozará* de

los tres meses primen* y después desearás la zuda de los solteros". A Ioiuh

do osla discutible sabiduría popular, el matrimonio sólo permitiría

gozar do la libertad durante el corto lapso de tres meses, después sólo

espera a los casados la añoranza de la libertad perdida. Siguiendo con

tal lógica, llegaríamos a establecer una igualdad con dos formulacio-

nes que suenan diferentes poro que, en el fondo, son equivalentes:

soltero - libertad, casado = sometimiento. Ahondando en el sentido

do tan sagrado principio, se descubre que se trata do un sofisma de

escasos vuelos, pues se asigna el valor de la libertad más a lo que so

elige y do las condiciones externas favorables -¿placenteras?- que

acompañan y facilitan la propia elección que a la fuerza de voluntad

y los valores con que las personas asumen sus compromisos por enci-

ma y más allá de la comodidad y facilidad. Pongo un símil sencillo:

el poder elegir entre los seis platos que se ofertan en el restaurante al

que acudimos a comer supondría un ejercicio de libertad muy varia-

do y amplio, pero nadie duda de que la decisión que nos llevaría a

elegir el plato que menos nos gusta pero que se acomoda mejor a

nuestro delicado estado de salud implicaría una actuación más valio-

sa de la propia libertad. Generalizando el razonamiento, pensar que

cuanto más numerosas, fáciles y cómodas son las posibilidades do

elegir, más resplandecerá en ellas nuestra libertad o más libres nos

podremos sentir, es una afirmación que ofende al sentido común

(Neuberger, 1998, p. 18). Intentaré profundizar en este pensamiento

proponiendo algunas reflexiones más particulares.

1". Libertad del soltero y las presiones sociales. En teoría, hoy nadie

discute en nuestra sociedad la plena libertad de los adultos para ele-

gir entre matrimonio y soltería. En el plano real sin embargo, la liber-

tad de muchos solteros a la hora de desmarcarse del matrimonio se

ve afectada por el rechazo de una buena parte de la sociedad, lo que

al monos en parte limita su libertad. Entiendo que, por injusta que

parezca, esta actitud no está exenta de cierta lógica, dado que todos

k '

*** W "•

I .A V l |) . \ 1 )1 I SO I I I KO S U S L I K I .S . S US S OM UKA S

los grupos y organizaciones humanas M.« desarrollan, sobreviven v

prosperan en la medida en que los miembros que las integran se someten a

determinadas reglas v son sensibles a las necesidades \ objetivos del grupo al

que pertenecen. Un ejemplo. Aceptado el principio de plena libertad del

soltero para no casarse ni tener hijos, en la lispaña de hoy, con la natalidad

más baja del mundo, no se entiende fácilmente -ni es justo (?)- que pueda

recibir la misma valoración social el hecho de comprometerse con la creación

de una familia y la crian/a de los nuevos españolitos, necesarios para

asegurar la continuidad generacional, que vivir al margen del problema de la

despoblación de nuestro país. Y desde este supuesto, tachar de cierta insen-

sibilidad social a los solteros tiene algún fundamento y sería lo adecuado por

parte de ellos atenerse a tal crítica, aunque no les resulte cómodo oír

determinados comentarios o presiones sociales (Yela, 2000, P. 80).

En la misma línea, pienso que el rechazo por parte de los solteros de las

críticas y presión social a las que les somete el entorno familiar, los amigos o

los medios de comunicación social no queda plenamente justificado

acudiendo a la curiosa pirueta mental de atribuir el amor de pareja estable a

una especie de adicción enfermiza en virtud de la cual habría que hacer tabla

rasa o renunciar a dimensiones personales tan valiosas como la búsqueda de

seguridad y apoyo afectivos entre los miembros de la pareja o, en otro orden

de cosas, no valorar muy positivamente la renuncia a cierto grado de

autonomía personal en aras de la salud social que, como es reconocido en

todos los meridianos del mundo, aporta el matrimonio; es más, en el peor de

¡os casos, actuar con cierta sensibilidad hacSr. los problemas sociales es

condición esencial tanto para el pleno desarrollo individual como colectivo.

Por ello, subestimar la búsqueda de tales necesidades sociales a través del

matrimonio, supone entrar en el mundo de lo esperpéntico, pues supondría

ver la sociedad como la suma de ciudadanos individualistas instalados en

casas sin puertas ni ventanas (Peele, 1975). A la luz de estas reflexiones, nada

tiene de extraño que, según el estudio de Nerín (2001, p. 141), casi la mitad

de los solteros

l .A I N Il OKH. ( \l» M S OI I I K O l - M K i : I I M I K > " i I A Kl A I . I DM )

so sientan presionados pot MI familia, o que una gran mayoría i| t. mujeres y

hombría independientes españoles se quejen del peso iji K. supone paro ellos

soportar I.» exclusión y críticas que reciben del entorno por -u manera de

"retar" al sistema de valores establecido con respecto al matrimonio (Alberdi,

2<X)0, p. 132). Tal ve/ convenga decir aquí que, para su desgracia y por

injusto que pare/ca, los solt ros que peor parados salen del "ataque" son

aquéllos que lo son a su pesar y, por lo tanto, los que menos merecerían la

desconsideración de los demás.

Una parle de la clientela de los terapeutas son estos solteros K»s cuales,

tras haber ensayado infructuosamente una serie de racional:- /aciones

personales ("es mejor estar solo que mal acompañado", "las parejas no son

precisamente un modelo de felicidad", "todos mis amigos se están

separando", "en mí no manda nadie"...), han acabado quitándose la propia

máscara y aceptando en cierto grado la crítica social hacia ellos. Me lo decía

en estos términos un soltero de 33 años: "o pesar tic las apariencias, esfoy con /os

que dicen que todos \ECis/- TAMOS CASARNOS".

En este contexto, resulta elocuente la anécdota que cuenta una famosa

española que ha estudiado ejemplarmente la vida de las mujeres solteras, me

refiero a la exministra socialista Carmen Alborch (Solas, 1999). Ha habido

momentos en la historia, comenta, en que ningún estado europeo nombraba a

embajadores solteros pues se pensaba que ninguna nación podía estar bien

representada por el hombre a medias, o la mujer a medias; un ciudadano al que le

falta su mitad, la mujer o el marido, no es apto para representar por comple-

to a su país (Díaz, 1998, p.136). Textualmente Alborch dice:

"Mus de una JV2, estando en el Gobierno, he recibido una invitación cu la que

afktrecia «... y esposo», y en muchas ocasiones han preguntada a mi sci retaría, con

cierta extrañeza: “¿La ministra va a ir sola?". Incluso se ofrecían acompañantes

rsfwttáñeos que no podían comprender que fuera ai teatro y me sentara sola en un

palco. La verdad es que yo me encontraba bien asi. /.../. Después, cuando no era

ministra: "¿Cómo tvj usted sola ;wr al;:?,

¿no tiene miedo que le pase algo?".

2 08

I .A V I DA DE L S OL T E RO: SI S L U CE S . S US SOM B RA S

2". I.a lilrrtad del soltero 1/ la fuerza del miedo. El canto ¿1 l.i tol.il libertad del

soltero tiene una sombra que se llama miedo, una especie de üidena que

conlleva la experiencia negativa de depender de algo a mi lo que es obligado

convivir y, en muchos casos, apenas se alcanza a soportar. Al igual que

cualquier persona, el soltero tiene miedo, pero sus miedos son en cierta

medida específicos:

a) Miedo a Ja suplantación por el sexo contrario. El caso más notorio de este miedo

lo encarnan las neosolteras, mujeres con alto nivel económico y

profesional, que han decidido librarse de las dependencias del varón,

especialmente de la dependencia afectiva. I.a pretensión que muevo a

estas mujeres es ser idénticas a los hombres, buscando una igualdad a

ultranza en la que se borrarían las diferencias. Así mismo, muchos

hombres comprueban cómo hoy en día hay mujeres capaces de

sentirse igual que ellos, lo que les enfrenta al miedo de perder el trono

que ocupan como rezumados machistas. Comenta el prestigioso

psicólogo Fromm (2000, p. 25), refiriéndose al falso ideal de ocupar un

lugar seguro y sin sometimiento a nada ni a nadie, que tal actitud es

fomentada por la sociedad contemporánea que necesita átomos, todos

idénticos, para hacerlos funcionar según las leyes de la masa,

presuponiendo falsamente que cuando todos seamos y nos

comportemos como iguales, desaparecerán las tensiones y se habrá

conseguido la utopía del "humano estandar" y finalmente la paz. El

sofisma cae por su propio peso, pues si lo que pretendemos es ser

idénticos al otro, lo que estamos fabricando es nuestra propia

destrucción, la negación de nosotros mismos, a la postre, vivir de

acuerdo con un patrón ajeno, que no es otra cosa que perder la inde-

pendencia y la verdadera libertad, pues de lo que se trata no es ser

diferente sino de usar la propia libertad desde las propias y únicas

convicciones personales. Ciertamente, dentro del matrimonio caben

todo tipo de suplantaciones, pero a veces la estructura de

complementariedad en muchos aspectos de la vida familiar hacen más

difícil la prevalencia omnímoda de

2 09

I .A PS IC OL OG ÍA DE L S OI I l iK O: E NT RE E L M IT O Y I .A RE AL I DA D

uno do sus miombros sobro ol olro y, al misino tiempo, constj. luye

una buena plataforma para aprender a compaginar autonomía y

libertad.

/>) i.l míalo inherente a la falsa autosuficiencia. Muchos solteros confiesan temor

<1 que la vida en pareja se traduzca on la pérdida de su libertad. La

expresión suena sincera y hasta muy bien, poro lo que se esconde tras

olla no es todo brillo y positividad sino algo tan poco c onfesable como

tener que soportar la carga do la falsa autosuficiencia. Cuando el

soltero dice "yo no necesito de nadie", lo que en realidad está diciendo

es "tengo miedo a tener confianza" en alguien que necesitaría para

completarme o, en términos equivalentes, "me da miedo el duro com-

promiso de aprender a convivir con el que me puede poner ante el

riesgo de acabar con lo poco que me siento y decirme lo mucho que

me falla". El soltero sabe muy bien que es un animal de relación y, por

tanto, que necesita del otro como el resto de las personas, poro le falta

la valentía para reconocerlo en la práctica. Esto le convierte en esclavo

del temor a enfrentarse con su propia debilidad y, así, lo que parecía

signo de su poder, se convierte en síntoma de su debilidad y falta de

libertad.

c) Miedo al compromiso del amor total. Una nota esencial del amor espiritual es

la libertad, pues nadie ha concebido nunca el amor como obligación o

limitado por ciertas restricciones. Amar es poner al servicio de la

felicidad del otro mi propia libertad de modo total, con todo lo que

soy, siento y aspiro. A muchos solteros este ideal les resulta

demasiado comprometido y, en consecuencia, se refugian tras el

miedo a la pérdida de una pretendida libertad plena que, a la postre,

no es sino la privación del ejercicio del amor libre de sus numerosas

trabas y limitaciones. Esto mismo puede expresarse de otro modo:

quienes sostienen que defender la libertad exige renunciar al amor

pleno es porque no han alcanzado a comprender que el amor

constituye la suprema manifestación de la libertad (Manglano

(2001, p. 94).

210

L A V IDA OK I S OI T E RO SI S I U C I s . SU S S OM KKA s

d) Miedo a implicar*'en la dialéctica mire do< necesidades contradnio riiia,

sentirse unido a otro ser humano y ser tmicfvmhcnte. Los solteros que

aducen su libertad como razón para no comprome terse son sujetos

que, de algún modo, no lian sido suficientemente eficientes para

resolver la contradicción que encabeza este párrafo: incurren en el

error de pensar que se pierde la libertad comprometiéndose, cuando

en realidad es todo lo contrario, comprometerse implica hacer el

mejor uso que puede hacerse de la libertad orientándola hacia el amor

al otro (Cárter y Sokol, 19%, p. 25).

e) Miedo a ln intimidad. De este miedo he hablado ampliamente en otras

páginas de este mismo capítulo. El mito romántico, desbordante de

éxtasis, se olvida de que en realidad el amor crece poco a poco y a

medida que el conocimiento mutuo se profundiza, que es lo mismo

que decir, cuando llega hasta los límites de la intimidad. Tal mito

pretende hacernos ver falsamente que la alternativa estriba entre

elegir la libertad, aventura, novedad..., lo cual nos fascina, o

decantamos por la fidelidad y seguridad del matrimonio y el hastío.

En realidad, tales dicotomías son tan falsas como artificiales, pues lo

que en realidad ocurre es que la opción por una de las dos

posibilidades no resuelve sino que acrecienta la tensión, derivada de

aferramos a uno de los polos opuestos que, por su propia naturaleza,

están llamados a convivir y armonizarse dentro del amor. Desde el

punto de vista psicológico, el diagnóstico no deja lugar para la duda:

muchos solteros rechazan el matrimonio porque les domina el miedo

fóbico a la intimidad y todo el conjunto de profundos compromis os

que la acompañan (Keen, 1994).

Del miedo a la intimidad me hablaba en cierta ocasión una mujer que había

tenido un nono, aunque, como me decía, dudada de si habían llegado a ser

verdaderos IMPÍOS. Cuando rompió con él y tras convivir con varios otros

amigos. <e dio cuenta de que "la amistad verdadera es aquélla que aparece

cuando dejas de tener miedo a la cama". Para aceptar ir a la cama, hay que querer

mucho a la otra persona y tener toda la confianza en ella”.

2 1 1

3". LII libcrlmi tlcl ¡viten* pnr<f concederse cotinulidudcs i/ ¡fíncetes. ( ,,n frecuencia,

si* tribuía ol más encendido elogio .1 las numerosos lilH., tades del soltero:

convivencia pacífica con un cómodo desorden dentro de casa, placer de no

tener que preguntar a nadie sobre lo que te apetece comer a mediodía o por la

noche, salir o entrar cuan, do y donde se te antoja, vacaciones libres de

cualquier presión También, y como acabamos de comentar, facilidad para

poner en práctica un “donjuanismo" moderado o no tanto, el cual dará de si

para embarcarse en el amor apasionado hacia el hombre o la mujer que

aparece por la esquina a la hora más insospechada, y tantas otras fantasías

nacidas de una imaginación que, muchas veces, tienen poco que ver con las

posibilidades reales del soltero, pues, como es bien sabido, da poco de sí la

libertad azarosa, transitoria o periférica, pues tal tipo de libertad está cargada

de inseguridad de cara a la siguiente noche.

La pregunta es obvia: si tanto llenan estos amores libres ¿por qué se

abandonan tan pronto para sustituirlos por otros fugaces, 110 será porque el

amor que llena es el que resiste el tiempo, da seguridad para el futuro, se

saborea sin prisas ni recelos y se profundiza hasta hacer de dos almas una? (1

leras, 2001, p . 217). Y qué decir del atropello que representa para el propio

ritmo de vida y la incomodidad de vivir a la caza de presas siempre inciertas,

¿eso es como didad? La libertad para el placer tiene muchas limitaciones,

también para los solteros. Me lo contaba gráficamente así mi amigo soltero

que se suicidó:

“Con i'l grupo de amigos salimos a cenar al menos una vez por semana en algún

restaurante vegetariano. Al principio los platos saben a gloria, luego los mentís $e

repiten, los sabores resultan cotidianos y ¡os vinos también. Cuando sales, te queda el

estómago Heno y el ahx.i vacía. ¿Vale la p:tta cenar contando aventuras, la mayoría

de las cuales son falsas? Al final te haces el remolón y pones excusas para lo ¿jtte

siempre acabti siendo una frivolidad, encuentros en los que sabes que el desencanto es

tan descomunal como grande la falsa apariencia de felicidad y la soledad de tu casa

vacía".

2 1 2

— A ¡mulo itr síntesis

lis obvio, que l.i soltería se presta a disfrutar de determinadas dosis de

libertad e independencia difícilmente alcanzables en la vida del casado. Pero,

Iras los anteriores análisis, coincidirá el lector conmigo (Mi que la cuestión

no es tanto el número de libertades de las tjuej’o/a el soltero cuanto de la

hondura, voluntad, satisfacción personal y atractivo profundo que tales

libertades representan en la dinámica interna de la propia persona. F.n este

último aspecto, todas mis reflexiones acaban respaldando la idea de que

"tener mayor número de libertades" no significa "sentirse más libre" y esto

resulta claro cuando se entiende que el ejercicio de la verdadera libertad no

puede contemplarse como un hecho aislado sino como experiencia que

resulta gratificante en la medida en que va acompañada de un conjunto de

motivaciones profundas que dan sentido a lo que hacemos con libertad. Así y

por ejemplo, ejercitar la paciencia con los hijos puede tener sus ribetes de

incomodidad pero, a la postre, saber que tienes al lado alguien que te

necesita y, a su manera, te agradece con sus sonrisas la felicidad y seguridad

que le transmites, puede resultar una fuente de satisfacción más completa

que el silencio de la casa. Lo mismo cabe decir de las relaciones de pareja,

supone sí el esfuerzo de recorrer el camino, muchas veces largo y penoso, de

acercarte al alma del otro, pero la recompensa de saber que "otorgas" sin

miedo a ser víctima de futuros chantajes, compensa los pequeños sin sabores

cotidianos de ajustarte a los gustos y necesidades singulares del consorte. En

este sentido, ninguna posición puede defender seriamente hoy en día la

imagen caricaturesca del "matrimonio estándar", regido por las leyes de un

sometimiento cuasi metafísico, pues caben también otras formas más

democráticas de convivir en pareja, donde la compiensión y la comunicación

a todos los niveles se despliega en condiciones de igualdad y camaradería; a

la postre, cada casado tiene el matrimonio que se merece y sabe construir

desde su propio concepto de libertad. Y entendidas las cosas así, matrimonio

y libertad es un binomio tan válido como la libertad del soltero.

2 13

I A I N K O U H . i A l > l I S O I M I Í O I N I K I I I M I I O Y I A k l AI . I DAM

¡ i I J I S i i in i> lt i< ic> del ollero: entre h i cercanía y la distancia

l n dorio reunión do "solteros ,1 l.i fuer/a", uno de los asistentes

sugirió que i*l grupo se denominara "de ayuda mutua", ya que cuan-

do no era uno era otro el que estaba en "depro" y necesitaba terapia

grupal de apoyo. Lo más llamativo del caso fue que el portavoz con-

cluyó su intervención con estas palabras q ,,e fueron aplaudidas calu-

rosamente por sus contertulios: "Ya liemos constituido una familia

swbromante o tucetiánea". Me inclino a pensar que lo ocurrido en la ci-

tada reunión no era sino una cierta pirueta psicológica mediante la

cual los solteros asistentes reconocían, por un lado, la importancia d^>

la familia como instrumento natural para colmar la necesidad que

todos sentimos de contar con un grupo de referencia afectivo tan

seguro como la familia y, por otro, que el grupo de amigos, por cer-

cano que sea, se queda en eso, en un "sucedáneo" o aproximación a

los fuertes la/os afectivos que se viven dentro de la verdadera fami-

lia y que los solteros, por su condición de tales, difícilmente pueden

disfrutar plenamente. La interpretación final es clara, lo que preten-

día ese grupo de solteros no era otra cosa que un ejercicio de racio-

nalización, buscar la seguridad afectiva mediante la creación de un

grupo sustitutivo similar al peculiar de la dinámica familiar o, dicho

más directamente, reconocer que, en ol plano de la comunicación, los

lazos afectivos que crea la familia no tienen equivalente en otras for-

mas de convivencia entre las personas. A este propósito, recuerdo la

preocupación de un soltero de 39 años que me decía:

"Uno ilc mis problemas es que tengo que estar buscando continuamente une-

JiK amibos jtorqtie los que tengo se casan y me dejan en la estacada. Sólo por

ello, valdría la pena casarme’'.

Do la amistad se han dicho cosaí tan hermosas como "el que tiene

un amigo ha merecido un don divino", "la amistad leal, sincera y

desinteresada es la verdadera comunión de las almas, es más fuerte

que el amor porque éste suele ser celoso, egoísta y vulnerable, la ver-

dadera amistad perdura y se fortalece a través del tiempo y la distan-

cia, para quien tiene un amigo no existe la soledad (Richo, 1999). Reco-

nozco que este canto a la amistad constituye la expresión un tanto

fe

I A V I DA |)E I . S OL T E R O S US I I X F S. SU S S OM B R AS

hiperbólica de la verdadera amistad. El contrapunto a tan encendidas loas de

la amistad me lo ofrecieron hace un par de años una pareja de amigos que,

tras diez años de convivencia, decidieron casarse. Cuando les manifesté mi

sorpresa por el cambio de rumbo en sus relaciones afectivas, me dieron la

siguiente explicación:

"La amistad nos ha dado todo, mi mudad, sexo, diversión, segundad económico,

algunas lágrima* v muchas risas... ¡tero al final coincidimos en que nos faltaba una

cosa 'decirnos que nos fiábanlo* uno del otro para siempre y ocurriera lo que

ocurriera'. Comprendimos que lo que teníamos era sólo (!) amistad y queríamos llegar

al amor. Sabíamos que el amor es más difícil que la amistad, pues U*s i/<k tenemos

amigos separados, pem heñios decidido casarnos y arriesgarnos; queda- invitado a la

IKHUI".

1". Amor de cusados y amistad entre los solteros. Al hilo del testimonio anterior,

podemos entender el plus que el matrimonio aporta en comparación con las

meras relaciones de amistad. Según Alberoni (1986), prestigioso experto en

temas de relaciones afectivas, lo que diferencia sustancial mente la amistad del

amor de pareja no es la mayor o menor dosis de erotismo implicada en la

relación, ni la fuerza y seguridad en la respuesta del amigo/a, lo específico y

más importante en el amor de los casados es la comunicación y el contacto a

través de las pequeñas cosas do lo cotidiano. Y, así, frente a la afirmación de

que el amigo no necesita ver frecuentemente al amigo para que la amistad

perdure, pues "le basta saber que éste responderá cuando sea necesario y con

un acto de afecto, de comprensión y aún de sacrificio", el amor no necesita

que ocurra algo extraordinario ni especial, lo abarca todo sin distinción; esto

es lo que explica que parejas que llevaban juntas largos años, en cierto

momento sientan la necesidad de casarse para expresarse lo que de algún

modo nunca se dijeron mientras "sólo" fueron buenos amigos. Si ser ami gos

fuera lo mismo que estar casados, no se explicaría que "amigos de toda la

vida", cuando se casan, se separen; lo que en realidad ocu rre en tales casos es

que se pone de manifiesto aquélla o aquéllas parcelas profundas de la propia

persona que nunca estuvieron realmente unidas a la otra. En síntesis: la

gracia del matrimonio, en opo-

2 15

I .A PSK OKK;f .AI ) i : i S Ol .T l iK O; F .NT RF Kl . M IT O V I A Kl A l I I> A I)

sición «i la amistad enta* los solteros, radicaría en la facilidad p,j rj estar junto

al otro de manera constante y para todo, en las experu»rv cia grandes y en las

pequeñas, participando en la sucesión v variaciones del marido/mujer en sus

pensamientos, sentimientos y acci«. nes; ésta es precisamente la zona en que

el matrimonio se integra en un "nosotros" que va mucho más lejos y es más

rico que el "nos*,, tros de amistad" peculiar de los solteros. Huelga decir, que

adopta esta interpretación es perfectamente compatible con aceptar que vn la

amistad puede haber, v de hecho la hay, una buena dosis de ¿mor e,

igualmente, que entre los componentes del amor de pareja h, amistad es uno

de los principales.

2”. Ijts solteros 1/ tas rales de attnslnd. Se ha dicho, con fundamento, que la

amistad es el mejor sustitutivo del amor, por lo que se cumple la ley de que

en la medida en que falta el amor más necesidad se tiene de suplirlo con la

amistad; de hecho, es frecuente ver a muchos solteros participando en grupos

de amistad. Tengo un amigo soltero de 41 años, con las tardes libres, que

pertenece a cuatro círculos de amistad: el lunes juega al tenis con sus amigos

deportistas, el miércoles va al cine con los cinefilos, el viernes cena en su club

gastronómico y el domingo va al fútbol con su peña. Esto ocurre porque los

seres humanos somos seres gregarios, necesitados de sentirnos en compañía

de otros semejantes. Cuando no nos es dado cubrir tal necesidad con el amor

de pareja, buscamos suplirlo arropándonos con los amigos y esto explica

también el que se pierda el contacto con los amigos solteros cuando entramos

en la dinámica familiar.

No es extraño, por otra parte, que en una sociedad poblada por una

pléyade de solteros, se multipliquen los grupos de amistad y de ayuda. Los

grupos de amistad constituyen sistemas de apoyo entn* los individuos que

sirven para mejorar la competencia adaptativa a la hora de tratar crisis a

corto plazo y también otros desafíos vitales, pues ofrecen guía, consejo,

información, cierto grado de intimidad y, en general, promueven el

sentimiento de comunidad, de integración, de solidaridad y de afecto; es

obvio, por ello, el beneficio psicológico de tales encuentros.

I A V I DA D I - I S Ol . l l íK l >: SU S I . UC Ii S, S US N ( JM HKA S

I s difícil saber hasta qué punto los grupos de amistad pueden aimpl< r

con tan ambiciosos objetivos, pues no existen estudios rigu- r0>os ni fiables

sobre el tema (Requena, 19%, p. 81-83). Aunque disonemos de datos

parciales, según los cuales el 85 por ciento de los miembros pertenecientes a

algún grupo de amistad declaran que la experiencia les ha resultado positiva,

no tenemos información acerca Je las personas para las que dicha experiencia

no ha sido satisfactoria, va que los que no se benefician del grupo abandonan,

con lo cual la muestra está sesgada. A esto habría que añadir una variante de

la mencionada dificultad: por el momento, carecemos de modelos psi-

cológicos para afrontar estos estudios o los disponibles son todavía muv

provisionales (Barrón, 19%). Resumiendo, aunque es evidente ijtie las

personas que acuden a grupos de amistad y de apoyo obtienen ciertos

beneficios y mejoran su grado de bienestar, hoy por hoy desconocemos dos

aspectos muy importantes y decisivos en torno a esta cuestión, cuál es la

eficacia de estos grupos para lograr los fines que pretenden v qué actividades

son más adecuadas para conseguirlos. Volveré a ocuparme del tema en el

siguiente capítulo.

3". La amistad y ¡as computadoras. La era del internet ofrece nuevos caminos

para las relaciones de amistad. Entras en un café cibernético y te encuentras

toda clase de personas, jóvenes y otros que no lo von tanto, ensimismados en

ordenadores silenciosos, absortos y "chateando" (del inglés, chal = chismorrear) a

través de estos nuevos instrumentos de la relación amistosa, has ta puede

ocurrir en algunos casos, que la amistad virtual acabe en el amor total y

duradero. Como he explicado en otro lugar de este manual, esta modalidad

de "amor virtual" no está exenta de algunos peligros. En efecto, los ami gos

cibernéticos pueden estar en cualquier rincón del mundo pero por eso mismo

tienen el inconveniente de que no se les ve la cara, sobre todo los ojos, a

través de los cuales los humanos nos comunicamos el 70 por ciento de lo que

hay en nuestro interior y mostramos lo que realmente somos. Tampoco

aparece en la pantalla la elocuencia de los silencios, tan importantes para

comunicar la calma y el equilibrio en una sociedad desajustada y poco

vertebrada en valores

fe

2 17

1 A I fSK OU X.lA l>M SC>1 .1 1 K O I M K I I I MITO' i I A K l M IM \|>

consistentes. Y no olvidemos la ausencia de otro elemento ommiimI <•11 ol

amor, la imprescindible confianza y la ausencia del temor .i¡ compromiso,

pues cuando so apaga ol ordenador, ninguno ilr |,K onntertulios \ iitualos se

compromete con nada ni con nadie, rn iv.i lidad son unos personajes

filtrados que pueden ser personas gener.i si> pero también la encarnación

dol egoísmo y la maldad nario.coni.mx (2003); es posible incluso que lo que

ofrece la peqiu n, pantalla no tenga nada que ver en muchos casos con las

verdaderos aficiones, valores y sentimientos íntimos y personales dol que

nos entusiasma por su gracia verbal o su ingenio del momento. ¡Q lh. gran

espejo para saborear los efímeros impulsos del amor romántico!

Probablemente el lector conocerá alguna historia parecida a hr de aquella pareja ác

inlernautas lint idos que vivían en casas continuas y >e hablahu- casi huios ios días

por internet. En cierta ocasión, ambos se encontraron e>. la calle y él. por despiste, le

habló a ella cujj el exagerado acento catalán que utilizaba durante el chuteo. Las

sorpresa fue morrocotuda, sobre todo a la vista de que ella comprendió -¡intuición

femenina!- que su amigo internan,‘a era su vecino, tenia el áol’le áe edad y de peso

que decía tener y no era el l¡rj\>- ti'tico estudiante de medicina sino un mecánico del

taller de enfrente ... A partir de entonces, como es lógico, la amistad fue sustituida por

el más absoluto desprecio.

— luí amistad en el soltero y en (’/ casado

Dado* los rasgos y las muchas prerrogativas positivas asignadas a la

amistad, ¿en qué sentido cabe hablar de carencias afectivas en las relaciones

amistosas del soltero cuando las comparamos con el amor dentro do la vida

de familia?

a) Se lo he preguntado a bastantes r.olteros de manera indirecta: "En

escala de 0 a 10, di en qué medida asocias <i crees que van junhrs estos dos términos

"niños" y "amistad". En las numerosas ocasiones en que he formulado

esta pregunta, la respuesta ha estado siempre más corea del 0 que del

10. Para muchos solteros, amistad y niños son dos conceptos muy

lejanos entre sí, lo que me lleva pensar que en la relaciones do

amistad practicadas

fe

2 18

I A V I D A m I S OI I I K O: SU SI . Ut l -S . SU S SOM B R AS

por los soltero* laltan dos ingredientes importantes de la vida,

l.i ingenuidad v la ternura de los niños. Esto me trae a la memoria el

conocido refrán popular "a quien Dios no da hijos, /«’ da ' muchos sobrinos ",

que explicaría lo aficionados que son rundios solteros a encontrar en sus

sobrinos lo que no pueden darle sus propios hijos.

Me lo comentaba así una casada a raíz de tener su primer hijo a los

34 años:

“Siempre fui muy niñera, desde joven tenia posters de niños en mi habilite iáu i<

híisla en el baño Destle que pimío tener mi propio hijo en mis brazos, un no miro

los anieles, ineonMesa contemplando las sonrisas y inundas de mi Mv; la cam de

mi hijo supl' todas las fotografías que estuve mirando durante los años que fui

soliera".

Una mujer de 29 años, madre por fecundación artificial, me

decía: He tenido y tengo buenas amigas y amigos, pero me faltaba algo, dar tinto

mi amor a alguien con quien cruzar la mirada. Después de cansarme de esperar a!

hombre de mi vida, me decidía tener un hijo: ahora tengo alguien que con su

mirada da sentido a mi vida, comprendo que ¡o que necesitaba era que alguien me

mirara: la mirada de mi hijo me hace la madre mas feliz del mundo''.

b) Una de las experiencias negativas por las que pasan los solteros es la

pérdida frecuente de los amigos a lo largo de las diferentes etapas de la

vida y por razones diversas, la distancia es una de ellas pero, sobre

todo, los importantes cambios experimentados en las diferentes fases

de! desarrollo personal a través de los años; por ello, la afirmación de

que la amistad es para siempre es sólo una verdad a medias. Casi todos

hemos tenido amigos en la adolescencia, etapa crucial y sin identidad

propia en la vida, cuando la amistad sirvió para no encontrarnos en

una especie de limbo entre la adultez y la infancia y sin identidad

propia; hemos tenido también amigos de juventud, que suelen ser casi

siempre más duraderos y con los que hemos compartido de manera

real y profunda preocupaciones que nos acompañarán toda la vida,

pero cuando nos preguntamos cuántos y

2 19

I A l’SKOKX.IA l»l I SOITI KO I NIKI I I MITO Y I.A l il AUD.M)

sobro lodo qué amigos perduran. Lis más de las voces la canti. dad y

calidad brillan por su ausencia. Me lo explicaba así un amigo soltero:

" \ l o s »l (iií«>s luir varios buenos amigos. Los tmv de niño en i ni

pueblo itiihn i/«- emigrar mi familia a Ja ciudad. ¡Jetado* a Ja capital, nw c«Kfii

ciicontnn amigos ¡no al final me hice con dos eon los que pasé muchos buenos

jyi/hs durai.:, mis estudios en el instituto. A estos aniigik los jh'iih. ¡'lie- ellos

íuenm a ¡a universidad y yo me puse a trabajar eon un ¡/adre. Aun en e-a etapa,

logre congeniar con i los compañeros de tia- hijo, ¡kio UMIO s<- iicalv cuando

i'stos comparten* se casaron. Seguí teniendo i on tac tos con ellos y sus mujeres y

hasta me encariñé con un hijo de ellos del i] ne me hicieron padrino. Pero al fin

comprendíque en sus fiestas y reuniones sobraba pues lo i pie yo vivía tenía poco

que wr con sus proH ii/mciones de casados y con las relaciones de sus familias.

Conozco otro caso que pono de manifiesto cómo se va arrinconando al

hijo soltero cuando los demás hermanos se casan y x> multiplica la

familia con la llegada de los sobrinos:

Se trata de una familia que veranea en Ja casa de origen que los abuelos ¡roseen en un

pueblo castellano. Mientras no hubo nidos, sobraban las habitaciones pero, cuando

aparecieron éstos, el tío tuvo que dejarles la habitación pira que estuvieran al lado de

sus padres, y mas adelante la segunda... La reducción del espacio reservado al tío

soltero fue tal que finalmente "se le echó de casa' invitándole amablemente a irse a

dormir al chalet vacío que otro de los liémonos posee <*n el mismo pueblo.

Creo conveniente terminar este apartado, sobre las relacione* afectivas y

de amistad de los solteros, recordándo al lector algo que supongo está

en su ánimo: la grandeza y plenitud que pueden proporcionar las

amistades entre los solteros en nada quedan empañadas por algunas

carencias que las acompañan pues, a poco que se profundice en el

tema, se observará que ninguno de los ingredientes que aparecen en

el amor de pareja está totalmente ausente en la experiencia del amor de

amistad (compañía, intimidad, confianza, apoyo). En este sentido, re-

sulta cark.iturcsco y también algo insultante identificar al sol tero

como un pequeño esbozo del adulto sin corazón.

>

220

I.A VIDA DELSOLTERO: SUS I IK.ES. SUS SOMBRAS

/Vitvsiiiiji'rr/i' porque no tengo familia propia, cuento siempre con mis amigas, ,i las tpie

cuido y quiero como hermanas. No sé el futuro que me esjh'ra, ¡vio huyo ¡a total confianza

ile acompañarlas hasta la tumln. como si fueran uno tic mi tínni- lia" (española

emigrante y residente en Sui/.i que convive con una amig.i como si fueran

hermanas de toda la vida).

A modo de epílogo

En este tercer capítulo hemos podido sopesar lo que implica en la vida de los

solteros el amor, la independencia y las relaciones de amblad.

I n estas dimensiones, la experiencia del soltero constituye un cuadro en el

que pueden percibirse algunas penumbras e inconvenientes pero también

brillar muchas luces. Es evidente que, on estos tros ámbitos se dan diferencias

importantes con las vivencias del casado normal, pero sería un error y falsear

la realidad entender que talos diferencias dan origen a dos mundos

contrapuestos o, incluso, antagónicos, -del casado y del soltero- como piensan

quienes caen en la trampa do dejarse llevar por los dictámenes y verdades a

medias del estereotipo fácil e insultante. Siguiendo el impulso que dirigen

estas reflexiones, considero que tal vez lo más apropiado y justo es decir que

la sociedad actual carece de la madurez suficiente para promover en sentido

positivo las posibilidades y riqueza que, para el desarrollo personal, ofrece la

soltería tanto para aquéllos que la viven por imperativos ajenos a sus deseos

como para quienes han decidido hacer de olla una opción libre. Considero

una tarea importante de la psicología seguir profundizando on la clarificación

de interrogantes tan importantes para una sociedad que cuenta con el 25 por

ciento de adultos solteros. Entre dichos interrogantes, formulo los siguientes:

T\ ¿Qué objetivos vitales se pueden proponer a los solteros para el

desarrollo pleno de su persona?

2°. ¿Qué instrumentos y recursos está dispuesta la sociedad a poner en

manos de los solteros para que éstos alcancen los mencionados

objetivos?

3". ¿Qué campañas de mentalización cabrían en los medios de

comunicación social para reivindicar ol estatus del soltero, de

221

I.A l’SICOLOCílA l)M SOl.THKO I MiKI IM.MlíXn I.A KI.A1.IDAI)

tal modo que pierdan fuerza y queden desenmascarados d, una ve/

por todas los estigmas con que el pensamiento vulg,i r moteja a los

solteros?

4". ¿Qué estudios psicológicos y sociológicos merece la pena vm prender

para que los solteros y los casados comprendan v: papel

complementario que, en la dinámica social, lo:-, dos esta- <los están

llamados a ejercer con vistas al logro de un obji-tivt común, la salud

mental de la sociedad global? No podemo- olvidar que la sociedad

actual avanza a pasos agigantado* hacia una sociedad en la que los

casados y solteros serán igua les en número, ¿por qué negarles la

igualdad en lo social, económico y cultural?

5". Y por último, considero urgente plantearen términos científi cos y

rigurosos la creación de un marco de referencia o programa en el

que, reconociendo el derecho y honorabilidad d« optar en

condiciones de igual libertad lo mismo por la soltería que por el

matrimonio, a diferencia de lo que ocurre en el presente, el valor de

uno de ellos no se haga restringiendo o falseando las posibilidades

del otro.

Como resumen de este programa, quiero terminar aportando el

pensamiento un tanto amargado de un soltero de 42 años:

"Lo que pedimos los solteros es que nos dejen en paz y tranquilos, que quienes

nos rodean no nos mareen diáéndoitos lo que tenemos que hacer. Somos ya

mayorcitos f*ara saber lo que queremos y cómo construirlo \'o necesitamos ni

nos merecemos el paternahsmo insultante".

222

4 EL FUTURO DE LOS SOLTEROS: Los solteros

en el futuro y su desarrollo personal

No es fácil hacer profecías sobre el futuro de los solteros máxime en un

mundo que, como el actual, cada día que pasa arrincona por inservibles

sistemas de producción o economía y reestructura las organizaciones

humanas en función de nuevas bases y nuevos valona culturales y sociales

(usos de la ciencia y tecnología, cambio de intereses, expectativas,

costumbres, criterios morales, gustos, temores, retos, pautas de consumo y de

diversión). Cualquier cambio significativo en alguno de estos campos afecta a

la familia, a los grupos culturales y recreativos, a los grupos de presión, a los

partidos políticos, iglesias, etc., y a la postre, a los individuos que integran los

diferentes grupos de la plurivalente sociedad que nos toca vivir. Según todos

los analistas, uno de los cambios más notables -algunos lo califican de

"preocupante"- es el que se refiere a la nueva configuración de las relaciones

afectivas y comunicación entre ¡as parejas tanto hetero como homosexuales;

ante estos drásticos cambios y como es lógico, no actúan como meros

espectadores ni las familias ni los solteros cuyo número aumenta en

proporciones hasta ahora desconocidas; piénsese que uno de cada cuatro

españoles en edad de casarse están/son solteros.

I \ I S I U M t K . I A 1 ) 1 1 . S O I . T I - K O I M ' K I II MII'lM I.A KI'AI.IOAI)

Ante este panorama, definir con cierta prei isión la repercusión tantos y

l.iii rápidos cambios on el devenir di' aquéllos que en calidad de ^olleros

buscan su desarrollo personal j\»r caminos distintos ,, |Us de la vida familiar

resulta un asunto, además de arriesgado, dilícil de pronosticar sobre todo a

la vista de que el escenario de la vida humana se confunde v se complica con

el conjunto de variables y factores que actúan dentro del gran ecosistema que

hemos convenido en lia. mai la "aldea global". Hoy es prácticamente

imposible saber por anticipado cómo influirán en el soltero de hoy las

condiciones del mañana v mucho menos listar el conjunto de factores nuevos

que condicionarán el nuevo patrón de la futura soltería.

A la vista de tales premisas, se me ofrecían dos posibles opciones para

encuadrar el desarrollo psicológico del futuro soltero: 1') extra polar las

dimensiones de la vida del casado a su correspondiente pn>- yección en la

vida de los solteros; esto me exponía a incurrir en considerables errores por

las razones arriba apuntadas, y 2') intentar algo más arriesgado y al mismo

tiempo más constructivo consistente en proponer un modelo de desarrollo

personal específico y adaptado a aquellos adultos, hombres y mujeres, que

por imperativo de las circunstancias o por libre decisión intentan encontrar

su equilibrio y una vida saludable desde su peculiar condición de solteros.

Situándome en esta segunda opción, la meta del presente capítulo arranca en

el siguiente supuesto: el futuro de los solteros no está escrito a manera de

acontecimiento fatalmente necesario sino que será el resultado conjunto de

una larga lista de actitudes, valores y acciones protagonizadas por los

propios solteros y que, en buena medida, pueden responder a un programa

lúcidamente programado y realizado por ellos. Me anticipo a decir aquí que

no soy el primer'-* ni el único en ocuparme del tema, pues tengo not'cias de

que grupos muy significados, como el Ci.UBJ.MR4R (www.revistaimpar.com),

están implicados hace algunos años en el diseño de programas encaminados

al desarrollo personal de los no emparejados. Se trata en definitiva de escla-

recer, por un lado, el perfil psicológico de los seis millones largos de

españoles, de entre 25 y 65 años, que en los comienzos de 2003 viven

* 224

-wr 2

I:I. i-irruRO DE LOS SOLTEROS

«.oíos (INI¡, 2003. www.ine.es), y, desde el punto de vista sociológico. Je

ubicar, con todos los honores, a los solteros en el lugar que le* corresponde

personificar dentro de la dinámica y del bienestar de la sociedad global a la

que pertenecen por derecho propio, lis juslo reconocer que los solos y los

solteros son personas que, como el resto de ciudadanos, están llamados a

vivir felizmente y cuentan, además, con grandes posibilidades para contribuir

al bien común desde el original puesto que ostentan en la sociedad adulta. Es

mi propósito contribuir (il esbozo de un programa que marque las líneas

vertebradoras y los campos en que podemos entender el pleno desarrollo

personal y -ocial de los solteros.

Crecimiento personal del soltero: supuestos, experiencias y metas

Todas las personas, lo mismo casados que solteros, necesitan para su

desarrollo personal físico y psíquico un "espacio interior" propio. IX* él

dimanan las directrices y el impulso que marca y dirige la actua- ción del

soltero en los campos profesional, afectivo y cultural y en osos mismos

ámbitos se le ofrecen al soltero unas específicas posibilidades. En las

siguientes páginas me ocuparé de estas posibilidades proponiendo un

programa de desarrollo para el soltero que estructuro en función de tres

dimensiones: 1) los supuestos o variables que condicionan la dinámica personal

del soltero, 2) el contenido de cada uno de los ámbitos principales en que se

despliega el desarrollo personal del soltero, amor, trabajo y relaciones

socioalectivas, y como consecuencia 3) la comparabilidad de las nielas del soltero con

las del casado, lo que equivale a establecer una valoración final positiva do la

vida del soltero en cuanto opción vital original y distinta de la del casado.

Diseñar un programa de desarrollo personal para los solteros

mínimamente coherente implica respetar la realidad y, por lo mismo,

atenerse a los condicionamientos objetivamente significativos que

obligadamente debe tener en cuenta quien pretende establecer las líneas

maestras del itinerario que conduce a facilitar al soltero el logro de un

objetivo esencial, la articulación de aquellos compromisos que

225

I A l’SK OI < X iÍA DEL SOLI ERO: ENTRE : I I MITO V LA REALIDAD

lo permitirán cubrir las expectativas de satisfacción implicadas en |j

experiencia de .su armonía interior y el establecimiento de unas buenas

relaciones con el entorno; ambos aspectos van inseparablemente unidos, por

lo que no caben ni los reduccionismos de un individua- lismo a ultranza

ejercido por el soltero ni hacer tabla rasa de los obs- táculos con que puede

toparse cuando aspira a insertarse de manera satisfactoria en el mundo social

y personal que le rodea. Entiendo qu«. un listado mínimo de tales requisitos

equivale a establecer como punto de partida los siguientes supuestos:

1". La vida de los solteros es especialmente apta para afrontar la

evolución v de desarrollo de la sociedad si saben adoptar una aclitu,l de gran

flexibilidad y movilidad dentro de la marea de circunstancias que marcan la

trepidante dinámica de nuestra sociedad. Tal actitud facilita al soltero, entre

otras cosas, asumir de modo original y creativo las exigencias derivadas del

amplio escenario en que se desarrolla actualmente el mundo del trabajo y de ¡a

empresa. El hecho de que los solteros renuncien a la paz del "dulce hogar" les

sitúa en una posición privilegiada para poner al servicio de los demás todo el

caudal de riqueza y habilidades personales no menos valiosas, en principio,

que la aportación de los casados; desde esta perspectiva, los solteros pueden

dejar de lado la posición individualista del egoísta rezumado, tal v como el

estereotipo social gusta asignarles, y abrir toda su persona a las necesidades

de la sociedad.

2°. En el campo del desarrollo afectivo, el soltero goza de una mayor libertad

para realizar gran cantidad de vinculaciones y asociaciones afectivas, algunas de las cuales,

por su peculiar estatuto, les están vedadas a los casados. En este sentido, la

inversión afectiva del soltero puede ser

más polifacética y amplia que la del casado, cuya silueta está sujeta a los

requerimientos o límites precisos del núcleo familiar. Por ello y a ciertos

efectos, no es descabellado afirmar que el número de contactos afectivos de

quienes libremente eligen vivir solos son comparables con la profundización

de la experiencia afectiva del casado o, dicho de otro modo, el ideal de

"pareja feliz" dentro del matrimonio tiene su per-

226

I I rUTUKOPI I.OSSOt.TKKOS

ti*cto correlato en ol latir al compás de los varios fura/unes que pueden

vibrar en torno al soltero (Tala vera, 2001, p. 22; Jaeggi, 1995. p. 23),

lintel perspectiva so enriquece cuando se comprueba que, dentro del

mundo de lo afectivo, los solteros, a diferencia de los casados, son ,ii.is libros

para !a práctica del erotismo que brota tic la fantasía. Ciertamente, el mundo afectivo

dol casado tiene innegables ventajas, pero tiene también el lado negativo,

estar anclado en la realidad de las atrochas relaciones do pareja, lo que so

traduce en ser más reducido t>l número de incursiones que suele realizaren el

campo de las fantasías eróticas; de hecho es un dato contrastado que los

solteros suelen practicar con facilidad el amor fantasioso con cualquier

hombre/ mujer que se les cruza en su vida. Por otra parte, aunque es obvio

que en la generalidad de los casos estas fantasías no cubren lo que ofrece la

realidad, las fantasías amorosas dol soltero pueden constituir una base

suficiente para compensar el posible dolor de su soledad (Cárter y Sokol,

1996, p. 285; Duoeil, 2000, p. 263).

3". Lo que dicen muchos solteros coincide con la opinión de los

psicólogos sociales cuando reconocen que en la mitad dol siglo pasado se

produjo, tal vez para siempre, la ruptura con ¡a "cultura áel amor" que definía las

relaciones entre los sexos exclusivamente en función de ¡a maternidad o paternidad. Sin negar

las dimensiones positivas de la vida en pareja y el papel decisivo de los hijos

on ol logro de una convivencia plenamente satisfactoria entre los esposos,

hoy en día los solieres, tanto mujeres como hombres, pueden alcanzar en un

nivel muy aceptable la realización de su identidad personal por caminos más

amplios y variados, mediante el trabajo generosamente compartido, la

comunicación amistosa con los pares, la búsqueda más profunda y ol cultivo

del propio yo en calidad de realidad original, indonable y, en buena medida,

autosuficiente. Otra cosa bien distinta es calibrar las dificultades que para

determinados solteros pueda suponer alcanzar el pleno desarrollo afectivo de

acuerdo con este patrón individual y al margen de la experiencia de pareja;

poro éste es otro tema, del que ya me he ocupado en el capítulo anterior. En

cualquier caso y al margen de otras consideraciones menores,

227

I A l’SICOl.OC.ÍA I >11 NOI.IIKO I MI KL I.I.M1TOY I A K I AI I I »A l >

nada impide concluir que, «il mareen do la "cultura dol amor", e\js. lo la

"cultura do la amistad" que, plenamente desarrollada, oíreo,- amplias

posibilidades para ol pleno desarrollo de la dimensión au\ tiva do los

solteros.

4". Una actitud mínimamente respetuosa con la realidad impidt contemplar

la vida del soltero dc<dr <•/ "fwradigma anem ia!", que suponi definirlo en calidad

de sujeto cuyo atributo principal sería carecer di un largo listado de

posibilidades exclusivamente reservadas a 1<k casados; algunos han

identificado este modelo carencial con dos etiquetas, "el soltero como

problema" (Díaz, 1998), o su equivalente. I.i "técnica del no". Desdo es ta

perspectiva, el estereotipo superficial ve al soltero como alguien que;

• No ha alcanzado la adultez -muchas madres siguen llamando "mi

niño" al hijo soltero-.

• No ha conseguido enmarcar su vida de acuerdo con el principal

organizador social que ve el matrimonio como ol único marco

apropiado para las relaciones plenas del hombre y la mujer.

• No ha llenado las aspiraciones de los padres cuya última y mayor

aspiración respecto a los hijos es verlos rodeados do niños que les

convertirán en abuelos y perpetúen su saga.

• No se siente acompañado sino solo frente a los contratiempos do la

vida y, especialmente, de cara a la vejez.

• No cuenta con una red de relaciones afectivas y sociales comparable

con la que proporciona seguridad y apoyo en las relaciones de pareja,

pues los clubs de amigos tan sólo son por ahora un pobre sustituto de

la familia.

• No recibe y más bien está especialmente expuesto a perder en ciertos

ambientes laborales el aprecio y la consideración que se otorga a los

casados, a los que se les ubica en una posición de mayor estabilidad

emocional y con más capacidad para asumir responsabilidades

fuertes como las implicadas en hacerse cargo de una familia.

228

I I l l ¡ l l Kl) l>l IOSSOLTI KOS

3". l-.n ol sor humano, lo imico lijo y común os la necesidad que tiono do

estar con los demás, relacionarse con sus semejantes, fvro c•sir? ,i(\csidad no rs

igual en tintas tas personas ni está sometida a ninguna do |,i> modalidades

concretas con que el sujeto puede vincularse social x afectivamente con su

entorno (Manglano, 2001, p. S8). En este con- u*\to do ideas y principios,

tiene pleno sentido preguntarse cómo pueden vivir en plenitud quienes so

sitúan al margen del estado marital (Schwartzberg, 1995, p. IX). Desdo hace

más de un cuarto de siglo, autores tan reconocidos como Rogers (1993, p. 19)

se vienen preguntando sobre la exigencia del matrimonio (o vida en pareja

establo) como condición necesaria para la consecución del pleno desarrollo y

madurez afectiva del adulto. Su respuesta es tajante: las presiones,

incertidumbres y desintegración que experimenta actualmente la institución

matrimonial -el éxito del matrimonio no alcanza al 50 por ciento de las

parejas- dan pie para pensar que vivir juntos sin casarse, vivir en comunas,

formar centros bien dotados para ol cuidado de los niños, practicar la

monogamia serial (un divorcio tras otro), atenerse al movimiento de

liberación de la mujer (que pretende convertirla en un ser humano de pleno

derecho), acogerse a las nuevas leyes de divorcio que eliminan el concepto de

culpa...; todas es las circunstancias marcan pasos en la búsqueda de una

nueva forma de relación hombre-mujer que, sin duda, sedimentará en el futu-

ro. Así pensaba Rogers en 1972 cuando resumía su postura diciendo: "No tengo

In audacia necesaria para pronosticar lo que resultará de todo esto" (Ibídem, p. 20).

Sabemos que más tarde tradujo su pronóstico on afirmaciones que dejan

amplio margen para la incertidumbre, pues matizaba que en tales preguntas

se encierran demasiadas "exigencias morales, de viabilidad y de inclinación

personal" que hacen difícil pensar que tales propuestas puedan llegar algún

día a convertirse en efectiva experiencia satisfactoria. Por mi parte, no quiero

cometer aquí la deshonestidad intelectual de silenciar una afirmación que so

desprende del pensamiento y, sobre todo, de la larga experiencia clí nica de

este autor: "no siempre el amor de pareja tiene que acabar en matrimonio'' (p. 15). Muy

lejos de la postura dubitativa de Rogers, digna do

229

I A IMt OI.1)1 .1 A DI I SOI II KO I \ l Kl- II MITO'* LA KI-AI.IDAI)

io i iK'jor consideración, hay otras \ ikvs monos rigurosos que n(, M, paran on

borros y afirman rotundamente quo "tonto en España conu» on l-roncio jfiirr

abrumadora mayoría de las mujeres de mato* de treinta ;> ico uño* creen ¡fue so puede ser

feliz sin tener pareja..." (Duoeil, 2000. p 2^s. I I *ubrnyado es tuto); ignoro on que

datos estadísticos y ciontííicus m- basa esto outora para llegar a ton rotundo

afirmación -y lo digo i on respetuoso espíritu crítico- (!).

Dondo por descontada, lo plena legitimidad del soltero par.i optor por

dosmarcarse del compromiso de pareja y las nada despn».

(iablos obligaciones do la vida familiar, queda on pie lo necesidad por porte

del soltero de aceptar con ol mejor talante los importante* lenun- > ia* objetiva* ij

ne conlleva *u sil nación o estado y que no se exigen normalmente ol casado. Entre

toles limitaciones es preciso mencionar:

a) Cierta renuncia a enriquecerse con la exploración y experiencia comunicativa en

Jo* nivele* más profundo* i/ propios de la vida del casado. Estoy pensando

concretamente en los últimos desarrollos y matices que adquiere el

amor de pareja a lo largo de sus diferentes momentos evolutivos y

cambiantes, y sobre todo, referidos a la experiencia de la

comunicación íntima (física y espiritual) llevada hasta sus últimos

entresijos y posibilidades. También hay que pensar en la seguridad

proporcionada por la incondicionalidad que libera al amor de pareja

estable de toda restricción limitadora y lo enmarca en motivaciones

que van más allá dol tiempo y de su posible caducidad por razón de

los dificultodes tanto internas como externas a que está expuesto el

amor (Dolai Lama, 1999, p. 96). Pocos se atreven a negar ciertas

ventajas de1 soltero en el plano de la comunicación afectiva.

b) F.1 soltero renuncia también a contar con un sistema de relaciones tan fuerte y

seguro como el que proporciona la familia propia; hasta hoy, nadie que

se sepa ha logrado definir y menos instaurar un sistema de

comunicación que goce de la riqueza y equilibrio equiparables al que

proporciona la familia (Neubur- ger, 1998, p. 123ss).

fe

......................................... . .

lil FUTURO DL LOS S0LTLR05

7'. Por último y dentro de la fisonomía difusa y nueva con que en estos

momentos so presentan las relaciones afectivas entre los sexos, l,is dos

opiniones que consigno a continuación me parecen una buena síntesis de lo

expuesto en las páginas anteriores. Refiriéndose a las mujeres y hablando de

la variedad de opciones posibles que caben entre el matrimonio tradicional y

la soltería, dice Carinen Alborch (1999):

"No sabemos qué va a pasar en el futuro cotí las nuevas generaciones, formulas por

ninas nacidas i/ educadas en una sociedad en principio mds libre, más permisiva y,

sobre Unto, en tu que, aunque de manera lenta, se i*? aproximando la igualdad real a

la igualdad legal ¡...I y que parecen no tener espacios ni caminos vedados '1 (p. 09).

Parecida es la opinión de Neuburger (1998) que, tras preguntarse por el

futuro de la pareja e imaginar la posibilidad de entender el matrimonio a

manera de contrato sometido a constante reconsideración, concluye:

f Lo que ocurrirá en e! futuro con el matrimonio y la soltería! "nadie lo salv.

Probablemente siempre existirán parejas, pero no es imposible que la$ expectativas

que depositamos en ellas, sobre todo como soportes de identidad disminuyan. En

algunos casos, estas parejas podrían verse reemplazadas por otras estructuras, por

ejemplo, ¡>or circuios de amigos, los hermanos u ofws grupos, cuya existencia ni

siquiera imaginamos hoy en día. A menos que el futuro de la pareja... sea el individuo:

cada vez son más las personas que viren solas, sin por ello ser necesariamente

solteras" (p. 124).

Nuevos modelos de convivencia parcial entre parejas no casadas

Con todas las reservas indicadas por Rogers, no podemos pasar por alto

un hecho de gran significación sociológica, me refiero a la creciente

aceptación por parte de la sociedad de distintas formas de convivencia

heterosexual que se regulan por normas en buena parte novedosas: 1 )

renuncia al compromiso total entre los miembros de la pareja, 2) convivencia

limitada a determinados momentos o encuentros periódicos, y 3) relaciones

temporales acompañadas, de mutuo acuerdo, de una larga lista de

posibilidades y especialmente de una,

fe

231

I A l’SICOLOl.ÍA DELSOL1 ERO: ENTRE EL MITO V LA REALIDAD

lo separación temporal o definitiva en condiciones de normalidad cuando las

relaciones dejan de ser suficientemente satisfactorias.

No se pueden negar ciertas ivntajas en este tipo de emparejamion- lo pues:

1) libra a la pareja de la monotonía del trato cotidiano, 2) permite un amplio

margen para el ejercicio de la propia autonomía y creatividad, 3) mantiene lo

más propio de la experiencia en el amor, hacer algo para la felicidad del otro

y 4) esta convivencia parcial puede llevarse* libremente al terreno de la

intimidad sexual habida cuenta de l.i s actuales facilidades para el control de

la concepción y la natalidad.

Pero también tiene algunos inconvenientes: 1) mantener el equilibrio entre

la entrega al otro y la reserva para sí mismo de aspectos importantes de la

propia persona, 2) las restricciones morales y presiones sociales que pueden

ensombrecer el frescor de las relaciones de pareja, y, sobre todo, 3) la

incertidumbre y falta de confianza en los sentimientos íntimos del otro, así

como dudas sobre su disponibilidad para darse el apoyo mutuo en los

momentos adversos como ocurre en el compromiso de matrimonio.

Ante este cúmulo de perspectivas inciertas y desde el punto de vista

psicológico, que es lo que aquí estamos valorando, parea* adecuado adoptar

una postura de prudencia y de sana espera ante el futuro de estas relaciones.

Esto excluye, tanto el aplauso entusiasta ante los novedosas posibilidades de

este tipo de relaciones, como el anuncio del seguro fracaso de las mismas.

Una precisión para terminar: ne confunda el lector estos "emparejamientos a

efectos parciales" con las "parejas de hecho" cuya única diferencia con el

matrimonio consiste en que no se oficializa-legaliza la unión; de las parejas

de hecho hablaré en el capítulo siguiente.

Al margen de las intuiciones necesariamente vagas y atrevidas de los

autores citados, Rogers, Neuburger y Alborch, hay una afirmación que me

gustaría dejar bien sentada: ¡a soltería no es un "fallo" ni la versión pobre del mundo del

casado. Frente a una visión de la soltería en términos negativos, propongo la

alternativa de entenderla con estatuto propio y como situación plenamente

"normal" y, en consecuencia, con las mismas garantías de éxito que la

experiencia vital del

232

EL l'UTUKO I >lv 1.13S SOLTEROS

casado. No se me* oculta por otra parto que, en este horizonte, queda todo

prácticamente por hacer, por lo que me atrevo a pedir comprensión ante el

programa de desarrollo que propongo a continuación; entiéndase como una

propuesta inicial. Lo que en todo caso no parece razonable es seguir

hablando de los solteros por contraste con los casados y mucho menos en

función de los estereotipos superficiales y obscenos estigmas con que la gente

suele posicionarse ante ol tema de los solteros.

I'¡ desarrollo personal del altero y sris supuestos

Siguiendo el mismo esquema que utilicé para vertebrar las líneas

maestras de un programa de desarrollo para las personasen general (Hernad,

2000), podemos establecer que el crecimiento armónico del soltero se

estructura a partir de dos supuestos principales:

PRIMERO. Todas las personas cuentan con su "yo positivo" y su "yo negativo". Por su

condición de persona adulta, el soltero dispone do una gran cantidad de

energía biológica, física y mental, prácticamente ilimitada y que nadie hasta el

presente ha sido capaz do cuantificar. Tal energía constituye nuestro "yo

positivo" o "héroe", que se manifiesta en la medida on que desarrollamos

nuestra posibilidad de ser cada día más inteligentes, maduros, sensatos,

competentes, confiados, tolerantes, etc. Esto "héroe" se identifica y os

expresión de nuestra sabiduría entendida como actitud que nos impulsa a

vivir de la alegría do sentirnos seres originales y valiosos por sí mismos y con

capacidad para pensar, crear, amar, vivir con esperanza e ilusión y resolver

nuestros conflictos con amplias posibilidades de éxito. El héroe del soltero

goza de ¡as mismas prerrogativas que el del casado.

Paralelamente, el soltero cuenta también con su "vo negativo" o "máscara" de

sí mismo, que es equivalente al conjunto de las desvir- tuaciones o salidas

erróneas que puedo dar a su energía positiva y cuvos frutos son las

subestima do sí mismo o de los demás, la cobar- •

día para cambiar y progresar, la impaciencia, intolerancia, mentira, envidia,

rencor, etc.

233

I.AI’SkOi.lK.ÍADH SOI.II-KO INIKI II MITO Y I A KI-AI II > \|»

Si i.i nik). Principios IHÍSÍIOS yw/jj mejorar nuestro “heiw" 1/ suprimí, nuestra

'mikairn". 1:1 sol loro so encontrará on las mejores condicione, para ol logro

do su paz inloriory roalización porson.il siguiendo i>suK cuatro principios

que lo afectan lo mismo que .1 los casados v al rosto tío las personas:

I". Ln el origen del >tr humano eatd el bien, la paz y <•/ amor. I'n con- secuencia,

debemos enlender que los estados mentales negativos n„ constituyen una

parte intrínseca do la mente sino que son obstáculos transitorios en la

expresión de nuestro estado fundamental de alegría y felicidad; dicho en

otras palabras, nuestra energía original es Unía positiva y sólo por

desvirtuación de la misma incidimos en ol error v la desdicha. Desde esta

perspectiva, el soltero puede hacer suvos estos pensamientos:

"Sai/ un ¡¡unto tic! tnwvrso cargado de energía y tic vida: puedo disfruta/ todos los

días de mi vida irradiando mi energía entre h*s que rodean

"Para ser feliz sólo necesito una cosa: tener conciencia del ser noble v grande que

llevo dentro de mí".

2°. Aceptar nuestras limitaciones y errores es una condición para ser felices. El soltero

debe tener presente que una experiencia, con frecuencia dramática y no fácil

de asumir, es comprobar que el ser que actúa dentro de nosotros mismos

tiene poco de ideal y más bien se muestra como la encarnación de vivencias

negativas, miedos, inseguridades* cobardías, impaciencias, intolerancia,

mentira, agresividad, etc. En tal situación, para ser felices es imprescindible

aceptar nuestro ser real con todas sus debilidades y su carga de negativi -

dad. Muchas personas se avergüenzan de la verdad de lo que son y ante la

dificultad de aceptarse a sí mismas optan por la vía errónea de atribuir la

causa de sus males y desdichas al destino o a la injusticia de quienes les

rodean; es más fácil sentirse víctimas que asumir con hones tidad la verdad

de que la felicidad está en nuestras manos.

' Todas las energías que emplee en ocultar lo negativo que hay en mi la* restaré fwra

crecer como persona*.

234

I I I UTI UODI : 1.05 SOLTEROS

pretendo haca tic mi mundo interior un mundo ideal y perfecto, fracasaré en

el intento y no setc feliz".

"Uniré an uirme .1 mi mitin o [wrque -01/ bueno u Aliarme¡urque soy uiafo e>hi

la tu lilmi sana: .muirme como soy en ivalidad~.

y\ Los demás frenen su "héroe", su ser noble, y también su "máscara", , i ite necesita ¡le

nuesire ontprensión. Todo lo que somos comenzó con el jinoi que oíros nos

ofrecieron, con el regalo de alguien que nos amó tal v como éramos. Una de

las experiencias mas maravillosas de la vida es comprobar que alguien nos

ama con nuestras cualidades y a pesar de nuestros defectos y limitaciones.

Amar y reconocer todo lo positivo que se esconde en los demás, con sus luces

y sombras, es uno ile los medios más poderosos y eficaces que todas las

personas, los solteros incluidos, podemos utilizar para alcanzar la propia

felicidad v la de los otros.

"/.n tu medida ni .'.,r doy ¡nitor y consideración a los demás, disfruto de lo mejor de

mí mismo \> ayudo a los demás a {percibirse como seres valiosos y dignos de amor".

"Una burda excusa jmii negar mi aprecio y amor a los demás es dudarme de que

tienen el derecho a ser imperfectos como uo".

4". Somos seres mltosos y dignos de ser respetados por los demás. Nadie puede ser

feliz si desconoce sus derechos o no sabe defenderlos. Pretender ser felices a

costa de destruir nuestra propia identidad y negando nuestro lado positivo es

un camino sin retorno y condenado al fracaso. Por lo mismo, si queremos ser

felices tendremos que cultivar en alto grado el amor a nosotros mismos, lo

que no impedirá que nos enriquezcamos dando y recibiendo el amor y

aprecio de los demás.

"Proclama en iodo momento tu derecho a cambiar de opinión, sostener posturas

distintas de ia- ajenas, tener secretos y ser libre para dar a conocer o 110 las razones

de tus decisiones y el discurrir de tus sentimientos: estos cambios no afectan al valor

intrínseco de tu persona”.

"En lugar de pensar que para ser feliz tengo necesidades absolutas, debo

convencerme de que prácticamente nada en la vida es absolutamente necesario".

2 3 5

¡ \ INKOl.lX.lA 1)1 I SOI.TEKO: F.NTRF. F.l MITO V I.A Kl Al ll)AI>

A partir de estos cuatro principios, el soltero puedo articular su vida

totalmente convencido de que, al igual que los casados, jK*sec lodo lo necesario

para ser feliz y ello le permitirá ver su soltería desdi* una perspectiva cuyos

horizontes no encontrarán prácticamente limites en la expansión de su

persona. Tal fascinante programa podrá materializarlo el soltero desplegando

estas capacidades:

a) Ejerciendo plenamente el .•uiok, desmaredndost' de cualquier actitud de

egoísmo, iiutod esprecio o envidia.

b) Mostrar su roofR, a trairs del Induljo y su vida profesional, desechando !u

competitividad insana, la agresividad, hi ostentación o fanfarronería y

el e<t res.

c) Viviendo la soltería desde la SFRlMlOAO, libre del retraimiento,, del miedo id

rechazo social, a la soledad y al sufrimiento.

a) El soltero \j sus posibilidades de ejercer plenamente el AMOR

A lo largo de estas páginas hemos hablado repetidamente de las

específicas diferencias de realizarse en el campo del amor los solteros en

contraposición a los casados. También hemos tenido ocasión de recordar que

la diferencia entre los amores de unos y otros es, en principio, sólo de matiz,

pues ambos buscan el mismo objetivo, ser felices y hacer felices a los demás.

Reconociendo que el amor sano y maduro implica la conjunción armónica de

nuestra capacidad de dar con nuestra posibilidad y necesidad de recibir,

nada impide que los solteros disfruten del amor de manera sustancialmente

idéntica a los casados. En ambas situaciones:

- DANDO AMOR sin límites a los demás, nos sentimos útiles, crece la imagen positiva de nosotros

mismos y nuestra autoestima, y esto será siempre gratificante tanto p^ra el casado como para el

soltero. "Dar a cuenta de nada parece algo irracional, pero dar para recibir es una

forma de egoísmo de la que mds o menos pronto me sentiré avergonzado

- RECIBIENDO F.I. AMOR de los demás los solteros y casados enriquecemos nuestro mundo interior y

nos engrandecemos reconociéndonos en calidad de seres limitados necesitados de los demás.

"Cuando recibo amor y comprensión de los demás es insensato preguntarme si me

los merezco, el amor es un regalo que siempre puedo recibir". ■Il

»

236^ _

EL FUTURO DI! I OSSOI.THR05

¡ji (’xju'n'cncm de AMOR en el ¡¡ollero 1/ sirs mnnift'stncioiies

Admitido que la experiencia del amor en los casados y solteros responde

esencialmente a una misma entidad, nada impide que nos detengamos a

resaltar algunas particularidades que muestran cómo los solteros pueden

desarrollar su vocación al amor por derroteros específicamente diferentes a

los del casado. Ahondando en esta línea de pensamiento, vemos que el amor

del soltero puede desarrollarse de acuerdo con el siguiente patrón:

a) Amarse ti sí mismo. El amor a sí mismo, "ámate a ti mismo", es un

mandato bíblico que se asienta en la misma naturaleza de la persona. Por eso,

nunca pecamos de excesivo amor a nosotros cuando nos amamos en calidad

de seres valiosos en sí mismos, cargados de prerrogativas tan decisivas como

la capacidad de amar, decidir, soñar, comunicarnos, trabajar, etc. Amarnos a

nosotros mismos es amar una parte de la creación con entidad propia y

original, como seres irrepetibles e inclonables; nadie sobra ni falta en el

mundo y esto es verdad al margen de que tengamos conciencia de ejlo o nos

lo a*conozcan los demás. De ahí que tratarse bien, cuidando de nuestro

cuerpo y de nuestra mente es, además de un deber, una fuente inagotable de

felicidad. Nadie puede decir sensatamente "ya no puedo amarme más y

mejor, he agotado todas las posibilidades de amarme". Los solteros no tienen

razón alguna para pensar que todo esto no va con ellos.

Los solteros tienen también sobrados motivos para buscar su propia

felicidad por todos los medios honestos a su alcance, lo contrario sería

antinatural, pues es lógico que el amor comience por el amor a nosotros

mismos, dado que somos el más cercano a nosotros mismos. Esta sana actitud

nada tiene que ver con el amor egoísta que excluye a los demás.

Los solteros pueden demostrarse el amor a sí mismos de un modo

fundamental, aceptándose como son en realidad, con sus luces pero sobre

todo con sus sombras, siendo tolerantes consigo mismos y con sus

limitaciones, no maltratándose, perdonándose los propios errores,

237

I AINK Ol.OilAm i.SOni KO I NTKHEI MITOYI ARÍ-AI II)Al»

no castigándose con autoconsignas masoqu islas tales como "me | u merezco",

soy una m...'\ "soy un inútil", "110 sirvo para nada", ' |0 mío es fracasar"...

Nunca nos merecemos tales insultos (!) y, así, nadie por el hecho de ser

soltero "es una m...", ni merece ser despreciólo por nadie aunque, como

todos sabemos, hay quienes carecen di* i., mínima sensibilidad para ejercer

el respeto y el amor a sus semejantes

Una especial forma de amor a sí mismos que los solteros pueden poner

en práctica consiste en dejar de pensar que para ser merecedores del amor de

los demás es imprescindible ser perfecto e ideal, tst.j creencia irracional, las

más de las veces inconsciente, constituye un insulto a la generosidad de los

demás, pues con esta actitud lo único que hacemos es considerarles

incapaces de amarnos tal y como somos, con nuestros defectos y

limitaciones.

I lay varias técnicas que pueden facilitar el ejercicio del verdiultTo amor o

sí mismo:

1J. "Conócete a ti mismo". Este viejo mensaje socrático tiene plena

vigencia en calidad de condición necesaria para otorgarnos el buen trato que

merecemos ejercitar hacia nosotros mismos. Es más, sólo podremos amar a

los demás cuando tenemos claro que merecen el mismo amor que nos

concedemos a nosotros. Este recurso al valor intrínseco de la persona es

imprescindible para evitar el error de valorarnos por lo que dicen los tópicos

que, en el caso de los solteros, son numerosos y los únicos que utiliza el

pensar vulgar y común.

De aquí brota una exigencia: para amamos con todos los valores

positivos que ostentamos, necesitamos conocernos. Te presento un

CUESTIONARIO que suelen proponer los terapeutas a sus clientes:

I / Cuáles son mis cualidades. mis puntos fuertes, aquello de lo que estoy

contento conmigo mismo. ’ 2/ Qué necesito para estar mínimamente satisfecho conmigo mismo.

3/ Cuáles son mis principales debilidades en los diferentes campos de

mi persona (como individuo, profesional, amigo...).

4/ Qué desearía y en qué debería cambiar para eslar contento conmigo

mismo. *>/ Qué estoy dispuesto a hacer para cambiar lo que no me gusta de mí.

fe

. _ ___________________________ ,

II Mil URO ni: I.OSSOl.TIROS

(»/ l’or dónde funtría 1/ detvn'a nimenzui ii ounbúir las tiNb qm* no me gustan

on mí.

7i Comí* podría formular t'l owilw eoiureU' ijue csfi>y dispuesto <1 hacei par.i

que lo entendiera un niño de diez años.

Aplicándonos este cuestionario, nos facilitamos adoptar una pos tura

coherente con respeto al conjunto de valores positivos que poseemos.

Comprobaremos también que no somos perfectos pero, al mismo tiempo, que

nada impide tratarnos con indulgencia v que siempre tenemos ocasión de

conquistar nuevas cotas de desarrollo personal, lo que redundará en

satisfacción íntima y reconocimiento de los demás.

2\ Entre los remedios fmra no incurrir en ln falta de amor a $¡ mismo y en el

autodesyrecio, los solteros pueden atenerse a la siguiente norma "Nunca me

consideraré enemigo de mí mismo". Los especialistas en salud mental piensan

que la condición para no bloquear el propio desarrollo personal conlleva la

exigencia de saber perdonarse, no echarse constantemente en cara los

pequeños fallos que todos cometemos, ser indulgentes con nosotros mismos.

Cuando nos-apartamos de este criterio, lo único que hacemos es instalarnos

en un clima de descontento interior, lo que resta energías a nuestras posibi lid

ades de crecer. En este horizonte, los solteros no debieran preocuparse por no

reproducir en sus vidas las mismas manifestaciones de amor del casado, pues

no hay razones objetivas para pensar que el modelo del casado es el mejor

para el soltero; igualmente pienso que se equivocan los solteros cuando se

dejan llevar por el complejo de que su forma de amar es menos valiosa y

digna por el mero hecho de ser diferente en sus manifestaciones del amor del

casado. Cuando se deja de lado este criterio, el soltero se convierte en esclavo

de los modelos ajenos y se priva de la fórmula correcta y equilibrada que le

permitirá realizar su verdadera vocación al amor. Por lo dicho se compren de

que la preocupación sana del soltero es preguntarse todos los días cómo

puede, desde su situación, ejercitar de la forma mejor sus mani festaciones de

amor; si así lo hace comprobará que nunca encontrará límites a las formas

más creativas y gozosas de amar.

fe

239

I .A i ’su.m.cK.ÍA I> I : I sol nun I-NI IÍ I-ü l .MlIXn i A KI ANDAD

10 Amar a /os demás. El amor a los demás so manifiesta en tres niveles: l)

la tolerancia con la parte de los demás que no nos gusta, 2) la amistad, que

consiste en buscar desinteresadamente el amor del otro sin egoísmo y sin

envidia, siendo con los demás sinceros, serví, cíales, respetando sus

opiniones y sentimientos, buscando su felicidad. La amistad nos lleva a

compartir generosamente con los demás nuestras riquezas materiales V

espirituales, a prestarles ayuda, consuelo, cariño. Por último, podemos amar

a los demás ofreciéndoles 3) nuestro amor incondicional que supone, entre otros

gestos nobles, aceptar su amor sin exigirles que nos amen como a nosotros

nos gustaría, recibiendo de ellos cualquier muestra de reconocimiento y amor

por imperfecta que ella sea, no teniendo miedo cuando bus cando su propio

amor -al que tienen la obligación de atender- nos dejan solos; cuando

amamos a los otros de este modo podemos estar seguros de que les amamos

de verdad y sin condiciones.

Ninguno de estos amores está excluido en la vida del soltero sino todo lo

contrario. Por su situación personal, el amor del soltero go/a de todas las

cualidades para ser un amor plenamente generoso y libre de cualquier

particularismo alicorto. Y así 1) puede ser tolerante con sus padres,

familiares y amigos, que con frecuencia se sienten incómodos o molestos a

causa de su estado, 2) prestando servicios que otros hijos no suelen prestar a

sus padres o amigos, 3) mostrándose comprensivos con la sociedad que

tiende a motejarlos con todo tipo de estigmas V estereotipos, tachándoles de

egoístas, libertinos, etc., 4) dedicándose al bien común dentro del trabajo y

con su contribución al erario público, alistándose en algún grupo de atención

y servicio a los demás (ONGs, obras de beneficencia, de servicio social, etc.).

La capacidad del soltero para ejercer este conjunto de "amores" a los demás

no tiene fronteras (!). 1

El soltero y la envidia

La envidia es una de las conductas del ser humano mas radicalmente

opuestas al amor. Los solteros tienen un gran campo para desarrollar su

capacidad de amar evitando incurrir en la conducta del

El. FUTURO DE LOS SOLTEROS

envidioso, (.'on frecuencia, he podido observar que cuando los solteros hablan

de los casados o éstos de aquéllos tienden a poner el acento on destacar los

"especiales beneficios" que acompañan la situación del otro en contraposición

a las carencias del propio estado o situación. Todo lleva a pensar que esta

forma de proceder equivale a una cierta forma de envidia camuflada de falso

masoquismo con el que se aparenta minusvalorar lo propio a costa de

exagerar las bondades que acompañan la situación del otro; la realidad es que

cuando se comparan serenamente el matrimonio con la soltería, ambos

estados tienen sus importantes y respectivas luces y sombras. Y, en esta pers -

pectiva, es falso afirmar que la soltería representa sólo y básicamen te el

"fracaso" de alguien que ha conseguido encontrar pareja y formar una familia,

pues es claro que es también una elección-aceptación que conlleva como

posibilidad todo un programa de positiva realización personal para el soltero.

Vistas así las cosas, el soltero puede ejercitarse en vivir con alegría todos los

logros que tanto familia res (hermanos principalmente), amigos y conocidos

han conseguido en sus vidas y compartirlos con ellos, dejando de lado

cualquier asomo de envidia que le impida disfrutar de los triunfos de los

demás. Procediendo así, el soltero demostrará no sólo que es inteligente sino

que sabe amarse disfrutando de la felicidad que nace de participar de la

alegría de los demás (Bemad, 2000, 231-240).

El test del amor maduro y el soltero

Lo mismo los solteros que los casados saben por experiencia la

importancia del amor en sus vidas y seguramente han conocido también las

dificultades para alcanzar el grado de madurez necesario para disfrutar

plenamente de él. ¿Por qué resulta tan difícil amar bien, lograr que el

sentimiento del amor nos llene? Los especialistas en psicología de los

sentimientos reconocen que ésta es una de las preguntas sobre la conducta

humana más complicadas de responder. Sin embargo y a pesar de la

dificultad para explicar por qué nos detenemos en el proceso de maduración

del amor, sí contamos con algunas claves o directrices que facilitan el

aprendizaje para el disfrute del

241

I.A PSICOLOGÍA DEL SOLTERO: ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

.;»w maduro; el logro fundamental de esla modalidad de amor consiste en

hacer propia ln complicada ecuación que regula la armonio entre d i.-'-AZÓn 1/ la cabeza

(Richo, 1998).

Quiero proponer al lector este decálogo de directrices que le ayu daran a

desarrollar plenamente su capacidad de amar (Bernad, 2(XX)):

l'\ Intenta aceptar que tal vez nunca sientas que estás recibiendo o has

recibido totalmente la atención que buscas y esperas de los demás.

2a. Procura ajustar los límites de lo que te dan los demás con lo que das

tú a ellos.

3‘. Valora tu integridad y acepta decir "no" y quedarte Milu en

cualquier ocasión en que los demás olviden que deben respetar tus

derechos.

-r. Sé capaz de cuidarte y quererte por encima del cuidado y amor que

te ofrezcan los demás.

5\ Da sin exigir agradecimiento, aunque siempre puedes pedir lo y

recibirlo.

6J. Entiende que en la medida en que los demás te conozcan te amarán

simplemente por el hecho de ser humano como ellos.

7*. Piensa que cuando los demás no te dan el amor que esperabas de

ellos, más que a su egoísmo y maldad debes atribuir tal conducta a

que no han descubierto la grandeza del amor que ellos mismos se

merecen y necesitan.

S\ Piensa que arrastrarte hasta 'vender tu alma a los demás' para

recibir su amor y aprobación es una forma muy eficaz de impedir tu

desarrollo y el suyo.

9*. Acepta como normal comprobar que no siempre das la talla a la

hora de mostrarte generoso y comprensivo con los demás.

10a. Confía en tu capacidad para amarte a ti mismo y a los demás tal

como eres y son ellos en cada momento y en cualquier cir-

cunstancia.

I-I. FUTURO ni; LOS SOLTLRC >s

\t)El ejercicio del PODLR en el soltero y sus moni/estaciones

En todas las culturas, ol poder va asociado a la divinidad di* la que es su

principal prorrogativa. En cuanto imagen do "dios", el hombro manifiesta el

poder en tros dimensiones o significados: 1) como medio para superar la

propia indigencia, 2) como expresión de su capacidad creadora, y 3) modo de

estar junto a aquellos que necesitan ayuda para crecer. Desde esta triplo

perspectiva, el soltero lo mismo que el casado disfruta de amplios poderes o

posibilidades en todos los ámbitos con vistas a la plena expansión do su

persona. Por desgracia, las personas disponemos también de una gran

capacidad para ejercitar el poder en sentido negativo y bajo las más sibilinas

formas do agresividad y de estrés. Voy a dedicar mis siguientes reflexiones a

mostrar tanto las conductas positivas como negativas que, en el terreno del

poder, pueden aparecer en la vida del soltero.

] ’. La plena realización de sí mismo. Una profunda alegría en la vida es

comprobar que cada día que pasa podemos ser más, descubrir algo de

nuestro interior, experimentar que nos sentimos dueños do nuestros

pensamientos y sentimientos, que podemos mostramos más inteligentes,

nobles, sensatos, afectuosos y comprensivos con nosotros mismos y con los

demás. Igualmente, podemos crecer en la conciencia de que somos una parte

viva del universo, con unas posibilidades de crecer prácticamente ilimitadas

y que desarrollando lo que llevamos dentro de nosotros mismos contribuimos

a que esa parte del mundo, la nuestra, brille con más esplendor; sólo por oso

moroco la pena vivir.

Por lo que se refiere a nuestra dotación corporal, los solteros disponen como

el resto de los humanos de cinco sentidos con los que pueden disfrutar de un

sinnúmero de experiencias y realidades (movimientos, gestos, palabras,

sonidos, colores, la naturaleza en toda su polifacética variedad, etc.); pueden

agruparse con personas que han descubierto este bagaje de cualidades y

saben encaminarlas sanamente hacia su despliegue armónico a través de

programas de entretenimiento y disfrute de los sentidos (música, encuentros

esporádi-

243

LA PSICOLOGÍA DLI.SOLIÜRO. I-NTKK KL MI IO Y LA Kl Al HMD

eos, viajes, etc.). Olvidarse de sacar partido de esta posibilidad supo, ne una

gran torpeza por parte del soltero.

En el plano espiritual, el poder del soltero se puede manifestar dando

cancha a su creatividad y perfeccionamiento en el cultivo personal, en el

trabajo, participando en programas de atención hacia quienes están

esperando algo de amor para sentirse bien y seres valiosos. Qué agradable

me resultó oír de labios de un soltero de 42 años que me contaba en cierta

ocasión:

' Cumulo nte levanto dedico unos minuto* a pensar en la> personas que me

encontraré a lo higo de la jornada: ine fascina pensar que ¡uniré contribuir a .¡ne se

sientan más felices y nuis dignos de mi aprecio, todo esto me lo imagino y me lo digo n

mí misino mientras me aseo y desayuno. Tengo la impresión de que, cuando les

saludo al llegar al trabajo, estreno algo, una parte de *ni ¡vrsona que aún no he

utilizado nunca. Me gustan estos sentimientos 1/ disfruto compartiendo el sentido de

fraternidad con todo lo que me rodea".

2". F.l soltero y la agresividad. En la cultura occidental está firmemente

arraigada la idea de que el comportamiento humano es con- génitamente

agresivo. Hobbes defendió a ultranza esta idea (homo homini lupus, el hombre es

lobo para el hombre) y Freud sostenía que la inclinación hacia la agresión es

una disposición original e instintiva que se sustenta a sí misma, lo que le

llevó a admitir la existencia de un "instinto de muerte" (zdnatos") tan fuerte

como el "instinto de amor" (eros). Identificados con estos principios, que

muchos consideramos falsos, muchas personas ven su vida como un campo

de batalla. He aquí algunas posibles manifestaciones de la batalla protago-

nizada por los solteros.

a) Ll desprecio de sí mismo. Frecuentemente he entrevistado a solteros cuyo

discurso ha terminado en expresiones tales como "me lo merezco" o

"me he convencido de que no valgo para el matrimonio". Cuando uno

indaga qué hay detrás de tan evidentes manifestaciones de profundo

masoquismo (maltrato a sí mismo), se deduce que el soltero

contertulio de tumo confunde su eventual "fracaso" en el terreno del

amor con la totalidad de su persona, "nací para el fracaso, soy incapaz

de amar", "no quie-

!

El. I-I I URO DI: I OS SOLTEROS

ro más fracasos en mi vida". Frente a tal pesimismo, cabe otra visión

muy diferente de la vida: "lo que soy es tan bello, grande y noble que

me sobran motivos para estar convencido de que lo que me ofrece la

vida es más que suficiente y me sobra para disfrutar de ella". Cuando

la persona se ejercita en esta actitud positiva de la vida, comprueba

que realmente cada instante equivale a un espectáculo de lo

inesperado, a cierto estreno de lo nunca vivido.

b) Lo conipetilividad. Ciertos estudios sugieren que el soltero está

especialmente propenso a relacionarse con los demás en el plano

competitivo más que en el cooperativo, igualitario o de cont-

plementación. Y esto sucede porque, a diferencia de lo que ocurre en

la vida cotidiana del casado, en la red habitual de las relaciones del

soltero apenas hay nadie que le esté demandando amor gratuito, no

tiene a su lado una mujer/marido cuya actitud fundamental se define

a modo de esperanza de recibir todo a cambio de nada. Frente a un

mundo dominado por la gratui- dad, la vida del soltero se

desenvuelve en una matriz en la que estar por encima de los demás,

ser el primero, es un objetivo primordial y casi necesario, pues junto al

soltero apenas hay nadie que sólo le pida algo a cuenta de nada, ser

objeto de la donación totalmente desinteresada y, paralelamente,

tampoco suele contar con alguien que le dé amor al margen de sus

merecimientos. Me recordado al lector algunos de los sentimientos

que me expresaba un íntimo amigo meses antes de suicidarse. Pues

bien, este mismo amigo me decía en otra ocasión:

"Una de las cosas que mis echo de menos es que apenas tengo nadie a mi lado yara

celebrar mis importantes triunfos profesionales (mis libros, mis videos). Todo lo

contrario, he sabido que algunos compañeros me envidian".

3o. El soltero \j el estrés. A primera vista, la vida del soltero tendría que estar

dominada por un plus de tranquilidad ya que se encuentra libre de las

obligaciones familiares, pero frecuentemente ocurre lo contrario, lo que no es

difícil entender si se tiene en cuenta que el escenario de la vida del soltero se

desarrolla en un horizonte que se

245

I \ l’SIC O l c X ; i A |)FI.SOLTERO PNTRü I I MI IO Y LA REALIDAD

alimenta principalmente de la búsqueda del éxito, la conquista, los desafíos

profesionales v todo elle» desde la más pura individualidad I I soltero apenas

tiene nadie a su lado que le valore por sí mismo y sin necesidad de mostrarse

triunfador. Por ello no es de extrañar que muchos solteros hagan suyo el lema

"seré afortunado y amado en la medida en que me muestre triunfador; me

aterra enfrentarme a la vaciedad del fracaso" -se entiende, visto por los

demás-.

F.l estrés del soltero es la consecuencia directa de vivir instalado en ln

ntcnlira de sí mismo, que le lleva compulsivamente a ocuparse de crear una

imagen ideal de sí, aquélla con la que se presentará a los demás y la única

con que espera ser reconocido y aceptado por ellos Esta situación le condena

a vivir encadenado a sus acciones sobresalientes ya que en ellas encuentra su

justificación vital, lo contrario le llevaría a sentirse insignificante y a no

merecer el aplauso social, lo que le dejaría ante la soledad más espantosa.

Para que resulte más complicada su posición y dado que a nadie le gusta

vivir con quien vive obsesionado por alcanzar prestigio y de sus triunfos, los

demás se apartan de él, lo que nuevamente le conduce a la soledad (Blay,

1990).

Los remedios contra el estrés y contra el trabajo alienante son tan

conocidos como poco practicados en nuestra sociedad; de este tema me ocupé

ampliamente en una obra mía anterior, por lo que aquí me limitaré a resumir

para el lector algunas reflexiones principales (Ber- nad, 2000, p. 200ss). Para

comenzar, diré que hoy nadie en sus cabales pone en duda que el trabajo

dignifica al hombre puesto que es expresión de su creatividad y equivale a la

expansión de sus capacidades personales; negarlo supondría vaciar la

conciencia de todos aquellos que consiguen hacer del trabajo una experiencia

noble y feliz. Tampoco se trata de subestimar la dimensión económica del tra -

bajo en cuanto medio honrado de ganar dinero, gozar de comodidades,

adquirir bienes, viajar, cultivar el hobby preferido, etc. El problema surge

cuando el trabajo y la vida se desgajan hasta tal punto que constituyen

dimensiones yuxtapuestas y contradictorias dentro de la propia existencia, en

vez de armonizarse y complementarse entre sí. Por otra parte y contra

quienes piensan que la armonía entre vida y

fe

EL FUTUR() I JE IX>S SOLTEROS

trabajo es un objetivo inalcanzable, otros están convencidos de qm* dicha

meta es perfectamente realizable si se respetan determinadas condiciones

(Rodríguez Delgado, 1999; Blay, 1990). Hablando de éstas, podemos

mencionar las siguientes:

a) Amar lo que /tacaños. La experiencia nos dice que cualquier trabajo por

sencillo que sea puede dar pie para configurarlo con la impronta

personal y convertirlo en una actividad creativa, con tintes de

originalidad hasta hacerlo "algo nuestro". Está comprobado que las

personas que aman su trabajo dejan siempre algún rastro personal en

él.

b) Guiarse por lo vocacional. Un buen punto de partida en la vida de todo

trabajador es gastar energías y entusiasmo para conseguir el trabajo

que responde a la vocación personal; los solteros tienen en este

aspecto muchas más facilidades que los casados por su especial

estatuto de mayor libertad para cambiar de ocupación. En cualquier

caso, es difícil encontrar un empleo que no dé de sí para proponerse

como objetivo profesional la realización personal -sentirse útil- y

servir a los demás, que es al fin y al cabo la sustancia y el verdadero

sentido del trabajo.

c) ¡erarqu'.zar los objetiivs del trabajo. Esta directriz nos dice que entre los fines

lucrativos del trabajo y el gusto por hacer lo que a uno le gusta, lo

segundo es antes que lo primero, que vendrá por añadidura. Por otra

parte, en la sociedad actual, dominada por ritmos acelerados de

constante transformación, hay que estar dispuesto a cambiar de

trabajo, asumir que entrar en el campo laboral es un proceso que se

repetirá obligatoriamente a lo largo de la vida profesional; de algún

modo, hoy siempre estamos comenzando nuevos trabajos y, por ello,

hay que despedirse de las elecciones profesionales válidas para toda

la vida. Esto puede provocar estrés pero también es ocasión para

hacer del trabajo un campo de constante creatividad y descubrir

nuevos horizontes laborales, algo desconocido para nues tros

antepasados.

247

l.A PSICOLOGÍA DF.LSOLTERO: F.NTRF. F.l. MI IO V LA REALIDAD

d) Motivación profundo del trabajo: el amor y servicio a ¡os druida Todos los

sinsabores y cansancios que conlleva el trabajo quedan compensados

cuando se trabaja por amor a uno mismo v a los demás. Otros motivos

tales como alcanzar la fama, celebridad o reconocimiento ajeno suelen

acabar en el vacío y en H fracaso. Si no fuera así, resultaría

inexplicable el hecho frecuente de que muchos "triunfadores" acaben

en el tedio y lo más espantosa soledad.

c) Ct ejercicio de la SERENIDAD en ln inda del soltero

La serenidad constituye una experiencia gozosa que resulta de percibir

en estado de equilibrio los diversos aspectos o componentes de la vida

personal y se traduce en el sentimiento de contemplar l«i propia vida en orden

-saber a qué atenerse, orientada -saber lo que se quiere- y controlada -sentir que

nada de lo que verdaderamente importa en ella escapa a nuestro dominio y

control. Es sabido que los solteros, a diferencia de los casados, se mueven en

un marco de experiencia vital donde prácticamente todo está por definir; esto

provoca cierta dificultad para percibir la identidad personal en todo lo que

respecta a su dinámica y objetivos vitales. Una soltera de 33 años reflejaba tal

dificultad con estas palabras:

“Te levantas y nadie te dice ¡o que puedes desayunar, nadie te invita a

acompañarle en sus gustos, nadie le dice lo que puedes hacer el/in de sen lona. F.sto

me da la sen&tción de encontrarme perdida en un mundo en el que todo y nada es

siempre posible, porque nadie te pide nada".

La búsqueda de la serenidad: sus falsas salidas

Los solteros están especialmente expuestos ?. buscar la serenidad por

falsos derroteros. Comento seguidamente algunos de ellos.

a) Ll retraimiento o aislamiento social. El retraimiento es un intento de alcanzar

la tranquilidad y la seguridad personal mediante el distanciamiento

de todas las circunstancias y personas que nos abocan a situaciones en

que nos podemos encontrar con lo

EL IUTURO DE I.OS SOLTEROS

desconocido, lo nuevo o simplemente diferente. Bastantes sol teros

confiesan que buscan afanosamente que* nadie se cruce en el camino

pidiéndoles dar respuesta a algo que "no es propiamente suyo" u

optan por apartarse de aquéllos que les exigen cierto esfuerzo de

adaptación a los gustos y deseos ajenos. ¿De dónde nace esta

tendencia al retraimiento? Los especialistas de la personalidad aluden

a varias causas:

- Una primera causa es la actitud excesivamente perfeccionista con relación a

los demás que nos lleva a apartamos de quienes pueden hacernos

pasar por la vergüenza de ser rechazados por lo poco que nos

creemos ser o valer. Casi siempre nos equivocamos, pues

generalmente los demás se sienten tan imperfectos como nosotros y

necesitan que les amemos lo mismo que a nosotros mismos, con sus

imperfecciones y limitaciones.

- El retraimiento se basa también en el miedo al compromiso con los otros,

una característica muy propia del soltero. El retraído piensa que

cuando recibe algún bien de los demás, su libertad queda

comprometida sin ocurrírsele, por ejemplo, que lo que le dan los

demás es fruto de su generosidad. Algunos solteros dan por sentado

que la generosidad de los otros conlleva el tener que soportar la

carga de "sentir que debemos algo" a trueque de recibirlo, lo cual es

falso en la medida en que nos instalamos en el campo del amor

(Richo, 1998).

- El retraimiento procede frecuentemente del miedo ai diálogo con los

demás, partiendo de la base de que las personas somos demasiado complejas,

inesperadas o peligrosas y, en consecuencia, una fuente de conflictos

prácticamente imposibles de resolver. Es cierto que todos somos

complicados -sólo en las novelas rosa ocurren las cosas a pedir de

boca-, pero se equivoca el retraído cuando piensa que el contacto

con los demás equivale al sacrificio total de uno mismo, más bien es

lo contrario, que los demás contribuyen a completarnos con aquello

de lo que carecemos.

249

I.A PSICOLOGÍA DliLSOLTERO: l-'NTKl I I. MITO Y I A Kl -ALUJAD

- La vergüenza de depender de los demás es, frecuentemente, | tl base del

retraimiento. Los retraídos tienden a pensar que la dependencia es

señal de l.i propia debilidad o de infantilismo y esto les repugna.

Creen también que vivir encerrados en sí mismos es siempre más

fácil y llevadero que soportar las incomodidades de vivir con los

demás, lo cual y como dice la experiencia es casi siempre falso.

b) La perturbación de la serenidad por la fe excesiva en el bienestar de /,; sociedad

tecnificada. Una sociedad como la nuestra facilita el sentimiento de

autosuficiencia, pues permite tener cubiertas las necesidades básicas

de alimento, cuidado de la salud, la imprescindible compañía (a través

de la TV nos entra el mundo entero en casa); aparentemente tal mundo

tecnificado es la solución ideal para las personas que olvidan su

dimensión social.

Uim soliera ¡le 42 míos me decía: "Afrenas entro en casa pongo la radio o la

TV, la tengo en la cocina, en el salón 1/ en el dormitorio. I's una numera de 110

estar sola. Pero con frecuencia, me canso de pensar sólo en función de los demás y

me dedico a escuchar mis pensamientos o rumiar algún sentimiento vivido en el

trabajo".

El caso de esta soltera pone de manifiesto las consecuencias negativas

a que puede dar lugar la conexión ininterrumpida con el mundo

exterior, tanto más cuando tal contacto es sólo superficial. En tal caso,

se pierde la conexión radical con uno mismo, lo que impide disponer

de marcos de referencia y de contraste de las propias ideas y

sentimientos en cuanto distintos de los de los demás. Lowen (1993) ha

identificado este sentimiento con el fenómeno patológico del

"extrañamiento", una experiencia de soledad radical, que es fruto de la

falta de aquellos estímulos internos que nos permiten sentirnos

orientados en la propia vida.

c) La serenidad y el miedo al cambio. Cualquier cambio que nos afecta implica

entrar en la esfera de lo desconocido, tener que afrontar y aprender

nuevos esquemas de conducta y, también,

2 5 9

EL FUTURO DE LOS SOLTEROS

nuevas posibilidades de equivocarnos. La convivencia en pareja, en

particular, exige constantes adaptaciones y cambios tanto para

satisfacer las necesidades únicas de la otra parte (cambios de ánimo,

de gustos o preferencias, de salud, etc.) como para que el otro se

adapte a las nuestras (Branden. 1995). Esta exigencia resulta

demasiado pesada para personas poco decididas. Así me lo comentaba

un soltero de 35 añi>s:

"Nunca he dejado de sentir algún deseo de casarme. pero cuando he y,-tinado

(fue no tengo derecho a exigir a una mujer que se adapte a m¡> ./iSims y mis

vaivenes, me he echado a atrás En cierta ocasión tuve relacu»:es ron uní3 mujer

durante casi un año: comprobé que nunca era la misma cada día me encontraba

con una mujer distinta. No tuve coraje ;w»,j modarme a tanto cambio y la dejé.

Después he visto que, para bien u futra mal. es más fácil entenderme a mí mismo:

lo prefiero a }>esar de que ,on frecuencia me encuentro muy solo y no me entiendo

del todo a mí mismo".

c) El miedo al sufrimiento. La verdad de que "una alegría compartida es doble

alegría, y un dolor compartido es medio dolor" es una expresión muy

certera del conjunto de experiencias que nos acompañan y tejen

nuestra vida; así mismo, la sabiduría popular ha sabido descubrir muy

bien los extremos del continuo que se muestra entre el gozar y el

sufrir. Aunque lodos necesitamos compartir nuestras alegrías, es obvio

que necesitamos mucho más estar acompañados en el sufrimiento, la

tristeza y la soledad. Entre los sufrimientos concomitantes con la vida

de todo ser humano está la enfermedad, la veje/ y la muerte. Es raro el

soltero de cierta edad -a partir de los cuarenta años- que no exprese

cierto temor a eslar solo en estas muestras de la debilidad y limitación

humana. Asi me lo expresaba un jubilado recogido desde hace cinco

años en una residencia de la tercera edad:

~Hasta que cumplí los 45 años me bastaba a mí mismo, luego me cuse pero

perdí la mujer al año y desde entonces me siento solo y triste, rsjf- cialmente

cuando estoy enfermo. Ahora que tengo 65 años, me gustaría tener a mi lado

alguien que me demuestre que me quiere verdaderamente

251

LA PSICOLOGÍA DEL SOLTERO: ENTRE EL MITO Y I.A REALIDAD

y me cuide con tunar. Pienso también en mi vejez, cua/ulo lodo lo que me quede de

l/i vida cu esta residencia sea sólo una foto de ¡a familia en la mesita de noche. Coda

vez que pienso en ello sien lo cierta tristeza y no sé cómo podré sojwrtar, si

¡lego, mi ancianidad y esto ¡o digo ahora cuando me risita mi hijo u sé que esití

bien y hace lo que tiene que hacer, cuidar de sus hijos, los dos nietos que tengo".

Cómo evitar el retraimiento en todas su manifestaciones

Cometería una falta do atención con el lector no proponerle aquí algunas

directrices para afrontar el error del retraimiento y ayudarle a convivir con las

limitaciones y sinsabores que todos, tanto solteros como casados, estamos

expuestos a experimentar a lo largo do nuestra vida y especialmente en la

última parte de ella.

a) Para superar la actitud de retraimiento. Nos ayudará a libramos del

retraimiento el pensar que nunca careceremos de ¡os suficientes motivos para mantener la

dignidad de nuestra persona al margen y por encima del reconocimiento de los

demás y ello a pesar de que no seamos un dechado de perfección. El valor de

la persona radica en su capacidad para pensar, amar, aceptar la vida,

comunicarse, estar con los demás..., estas prerrogativas las podemos mantener

hasta el último instante de nuestra vida. No se trata, por tanto, de "comprar" a

los demás para que otorguen valor a nuestra vida, el valor de ésta está

asegurado por el hecho de ser personas con su propia e irrepetible his toria, su

propia conciencia, voluntad, imaginación y demás prerrogativas de la mente.

Estar con nosotros mismos es estar con una parte valiosa de la creación y, en

este sentido, somos en medida suficiente dignos do amarnos a nosotros

mismos; lo que nos viene de los demás es por añadidura y a modo de

complemento no necesario. Dejándonos llevar por estos pensamientos y

sentimientos, difícilmente incurriremos en la enfermedad que se llama

"victimismo" y que consiste en encerramos en el círculo vicioso e insano do

valorarnos sólo en función y en la medida en que el mundo exterior nos

valora y nos reconoce. Para alimentar la imagen positiva de nosotros mismos,

los terapeutas proponen las siguientes sugerencias y prácticas (Richo, 1999):

EL FUTURO DE LOS SOLTEROS

- Seleccionar aquellas decisiones que nos llevan a sentirnos bien con

nosotros mismos, aunque no se correspondan con el gusto

o criterio de los demás. Esta es la norma por la que se rigen las

personas maduras y la condición para gozar de buena salud mental.

"F.s imfwtible dar gusto a todo el mundo, jwro puedo cometer la gran torpeza de

morir en el intento".

"Arrastrarme hasta vender mi alma a los demás para recibir su aprobación y

simpatía es una forma muy sutil de egoísmo que me impedirá ser feliz".

- Dejarnos aconsejar por personas que consideramos íntegras y merecen

nuestra confianza; luego tomar las propias decisiones guiándonos por

nuestros propios valores.

"Siempre que tomo decisiones con sensatez, estoy disfrutando de algo que no

tiene el más perfecto de los robots: vivir sintiendo que soy libre y dueño de mí

mismo".

- Pensar que, con frecuencia, los demás nos rechazan no por nuestra

falta de valía, sino porque con los valores que encarnamos en nuestra

persona les estamos recordando sus limitaciones y su falta de

madurez para aceptarse como son. Por eso, si somos asertivos y

practicamos el respeto y amor hacia nosotros mismos, prácticamente

siempre preferiremos estar con nosotros mismos antes que estar bien

con aquéllos que nos tratan con frialdad o no nos muestran su aprecio

llevados por una actitud de hipocresía con la que pretenden disimular

la poca estima de sí mismos.

b) Afrontamiento del miedo al cambio. Para luchar contra las resistencias a los

cambios exigidos para nuestro propio desarrollo personal, puede resultar

eficaz el uso de algunas técnicas cuya utilidad está sobradamente probada.

Una de ellas es la denominada "jugar al riesgo medido".

- Hablamos de "juego" porque uno se expone por propia voluntad y

como puro experimento personal a situaciones que conllevan cierto

riesgo.

253

I AINKOIIK.ÍADI I SOI II KO INIKI I I MIK M I A Kl Al II),Mi

"Kiosgo medido" en cuanto que so trata «.lo dar pequeños pas,, s

adelante, previamente programados y, a la visla de lo que r,. M|| ta.

echar marcha atrás en caso de fracaso. Si se toma esta r«-^| como

norma de conducta, suele producirse el "efecto pigm., lión" o profecía

que so aimple a sí misma: cuainlo nos pn.p,, nenios metas nuevas y, a

la voz, ajustadas a nuestras posibilid.i. des. nos situamos en las

mejores condiciones de conseguirlos \ no sufrir la desagradable

experiencia del fracaso. Comprenda remos al mismo tiempo la

flagrante torpe/a que supone renun- ciar a los posibles

desaibrimientos y satisfacciones que com porta ol crecer diariamente

en los distintos campos de la Mda.

c) Afnvilamiaito del miedo al sufrimiento. La vida del soltero, como la del

casado, está sometida al dolor y al sufrimiento, dado que son realidades que

afectan a todos los humanos. Pensar lo contrario, qui la vida equivale a un

conjunto ininterrumpido do placeres, alegrías \ felicidad, sólo conduce a

padecer mayores niveles de sufrimiento. Nada tiene de innoble que

intentemos vencerlo y aliviarlo por los medios razonables a nuestro alcance,

la medicina, la ayuda psicológica o distrayéndonos con otras ocupaciones,

pero a la postre ninguna medida resultará eficaz si adoptamos la actitud de

rechazar radicalmente ol sufrimiento como hecho absurdo que no debiera

existir, una anomalía o violación de nuestro derecho inalienable a la felici -

dad. De poco servirá, por otro lado, rebelarse contra el sufrimiento

intentando suprimirlo con pseudorremedios, como proyectándolo en forma

de culpa hacia los otros o aliviándolo con salidas aberrantes -drogas

principalmente-, pues estas medidas sólo servirán para ocultarlo

momentáneamente y facilitar su posterior aparición con más virulencia y

gravedad. ,

“Mientras veamos el sufrimiento como un estado antinatural, una a udición

anormal que tememos y rechazamos, nunca lograremos desarraigar sus causas y

llevar una vida feliz" (Dalai Lama).

Por lo dicho se desprende que el modo más adecuado de actuar fronte al

dolor pasa por hacer nuestros estos criterios básicos:

254

!

I I . I I lUKODti LOS SOI ri:iíOS

l-.l dolor os un componente esenci.il y necesario en toda vida humana

y, por tanto, la única postura racional ante él os su aceptación. En la

medida en que reconocemos nuestra capacidad para esta aceptación, nos

libramos ya en parte del dolor y, en cierta medida, también lo

superamos (Dalai Lama, 1999). Los creyentes, por su parte, saben que

el dolores una realidad providencial que sobrepasa la comprensión

humana, por lo que no procede caer en ol autoengaño de "exigir" la

exclusión do cualquier sufrimiento y dolor en nuestra vida (Blay,

1990).

L'l mejor modo do hacer llevadero ol dolor es acoparlo e incorporarlo

como un componente natural más de nuestra existencia. lista actitud nos

libra dol desamparo y la tensión que implica vivir guiados por el

rechazo y la rebeldía y, por el contrario, nos ayuda a convivir con la

"verdad dolorosa" de nuestra existencia. Hilo no quita que hagamos

todo lo posible para evitar el sufrimiento por todos los medios a nuestro

alcance y si, después do adoptarlos, el dolor se apodera de nosotros, lo

mejor es aceptarlo "disfrutando" en tal caso de saber sintonizar con las

leyes do la naturaleza, que son siempre superiores a nosotros mis mos.

Cion frecuencia nos atormentamos más de la cuenta pensando sin

fundamento que no disponemos do la capacidad suficiente para

afrontar los males que nos afectan en el presento o los muchos que

puedan sobrevenirnos en el futuro. A este respecto resulta elocuente

esta observación de Caballero (1992):

"El 40 ¡>or ciento de las co¡>as que nos preocupan jamás sucederán, el 30 por

ciento siguiente gira en tomo a l¡>> consecuencias Je antiguas decisiones que no se

pueden alterar, e¡ 12 por ciento tiene que ¡w con críticas y comentarios Je otros

sobre nuestra persona, el 10 por ciento solne la salud u estado de ánimo -que

empeora con nuestras preocupaciones-y sólo el S por ciento de las preocupaciones

se refiere a prcblentas reales de la vida a los que merece la pena hacer frente". En

consecuencia -añado por mi cuenta- nuestro "horno sapiens" que

dicen que somos sólo se ocupa del 8 por ciento de preocupaciones

sanas; lo demás es pérdida de tiempo y de energía, expresión de

nuestro "homo nccius".

255

>Hx•(\I>M. SOLTERO: l:NTKI ; . EL M1TOV LA Kl Al IDAO

• . final 011 el que oí sufrimiento puctie ser parcialmente maní.

, ^iijh'nulo por los seres humanos os ol reconocimiento de . • • vncia > do

nuestra afección constante por ól y, por el con. no aceptar el dolor como parte do

nuestra experiencia

• . equivale «i comenzar a sufrir, lo que ocurrirá sivmpie

lleguemos a aceptar que ol sufrir y ol gozar son viven-

• jamadas a coo istir en plano de igualdad en nuestras vidas

I' trices básicas para un programa de desarrollo pleno del soltero

:• del soltero hay cabida para la ilusión, la esperanza y la : -,11'-

acompañan el éxito en toda aventura personal. Lo con- .jr, quienes ven a los

solteros como un sores capidistni- ’ - ■ -r :• 'mi/.os y sin recursos personales. En la

vida del soltero '.irnbién para el pesimismo, el desinterés, la soledad y el 1*0ro por

encima de esos contrarios, constituiría una /•. imperdonable por parte del soltero

olvidarse de la riqueza q *• •• > ierra «-r» su interior y que no es otra cosa que la

gran posibili- realizarse plenamente como persona al margen del modelo < .n que

consiste en casarse y crear una familia. No tengo la menor «]«• (jiH- )i^s solteros

poseen en lo más profundo de sus personas I»/-;*, necesario para sor felices y hacer

felices a los demás y, desde v ' jpuirslo, el programa que propongo es el equivalente

a un epí- t«»u < i, síntesis do lo que en el plano de la acción se les ofrece y se les i-/i/i

<<, jmo < amino fecundo que les conducirá a su plena realización (.•ni •. jMTson.is

cabales y completas. Para mostrárselo y siguiendo el es<|«j« rn,i utilizado a lo largo

de este capítulo, indicaré las directrices qu«- pueden ayudarles a convertir en

atractiva y gratificante realidad sus (»*•« uli.ires posibilidades en el campo del

amor, del poder y de la sen iiid.id. lin este sentido, el programa que describo a

continuación se siiii.i en la antítesis de la visión superficial y caricaturesca de la vid.i

«l.-| soltero, y, hasta cierto punto también, constituye una postura r.uln .límenlo

opuesta con respecto al paradigma reduccionista que ve .il -.ollero como un sujeto

inadaptado a la matriz social propia del miinilo de los t asados o cliente asiduo de

los despachos del terapeuta, |*mm»|o>;os i línieos y psiquíatras.

EL FUTURO HE I.OS SOLTEROS

ptwbilidades especificas del soltero en el pinito del AMOR

Sucintamente, el soltero puede desarrollar su vocación al amor con

actitudes y prácticas capaces de proporcionarle una experiencia altamente

satisfactoria de su capacidad de amar. Tales experiencias se traducen en:

1) Ejercitar un trato exquisito con su persona, amando y cuidando su

cuerpo y su mente, apartándose de todo tipo de excesos y lujos

innecesarios en el cuidado personal, en la alimentación y, t*n general,

en el consumo compulsivo de bienes o programas de diversión.

2) Cultivar las mejores relaciones de amor y amistad con su familia de

origen, padres, hermanos, sobrinos, primos, etc., estando cerca de

ellos en todo momento y especialmente en las celebraciones familiares

y en sus situaciones de preocupación.

3) Implicándose con amigos y compañeros en programas y campañas

encaminadas a atender a los grupos especialmente necesitados de

asesoramiento, compañía, apoyo psicológico, etc.

4) Abriendo su corazón a las relaciones de intimidad con las personas que

le merecen confianza. La intimidad es lo contrario de la soledad que,

en términos psicológicos, es nuestro mayor sufrimiento por cuanto

implica la experiencia de que nadie se ocupa de nosotros.

Positivamente se traduce en el sentimiento de tener una vinculación

muy próxima con al menos una persona, que la vida es algo que

compartimos, que lo que me ocurre le importa mucho a esta persona y

viceversa (Fischer y Hari, 2002). Normalmente, se piensa que los

solteros están condenados a vivir privados de intimidad por la razón

principal de que difícilmente se puede dar ésta cuando falta el

contacto corporal y sexual completo, además del espiritual. Entiendo

que aclarar este punto puede ser algo importante para los solteros.

- Lo primero que conviene dejar claro es que el sexo es un símbolo

maravilloso de la intimidad, pero los símbolos pueden

257

I.AINCOL(X;ÍAI>I-:I.SOLTI:KO . I-NTRE ni. MI ID Y LA REAI.IIMI>

estar desprovisto» de todo significado en el plano re.il. F.sU» es lo

que ocurre cuando la intimidad se limita a lo puramente sexual: es

posible hacer el amor con otra persona v, al mismo tiempo,

sentirnos profundamente solos y vacíos tras acabarse el momento

de placer que acompaña el contacto carnal; y por el contrario,

podemos compartir nuestra propia vida con otra persona y

terminar sintiéndonos bien, cercanos y queridos, a pesar de que no

se produzca ningún tipo de contacto físico. Todo lo que tiene el

sexo de verdadera satisfacción depende de que se cumpla el

acercamiento en el nivel más profundo de nuestras necesidades

espirituales. Me lo explicaba a su manera una casada recordando la

transformación que habían experimentado sus relaciones de pareja:

"Al principio, »os ¡lamban las relaciones sexuales pero a partir de los dos

años surgieron muchas dificultades en nuestra convivencia diana Acudimos a

un ¡neólogo que nos hizo comprender ttanas cosas en las que nunca habíamos

¡rengado: 1) que, en contra de (o que se dice, los problemas de las parejas no se

resuelven en la cama, sino dialogando, escuchando, tolerando, perdonando,

etc.; 2) que el sexo nunca es loiio en el matrimonio sino sólo un complemento

importante dentro de él; 3) que el verdadero problema de la pareja radica más

en el acercamiento de los sentimientos que en el plano sexual.

A partir de ahí, comenzamos a trabajar nuestras relaciones de intimidad

espiritual y entonces pudimos descubrir nuevas posibilidades, por ejemplo, que

1) la intimidad exige coraje, fiarse del otro aunque en determinados momentos

nos pueda hacer daño; 2) los verdaderos regalos no son las flores o las frases

bonitas ("te quiero") sino que te trate con respecto y delicadeza y te escuche la

pareja; y 3) el dar a conocer nuestra cara negativa, por incómodo que sea, es

una elemento necesario que acrisola y da sentido a ¡a verdadera intimidad entre

los miembros de la pareja".

-Con frecuencia, la intimidad conlleva algunas incomodidades:

mostrar las propias necesidades al otro percibiendo que él no las

siente, contar los propios fracasos pasados o presen-

258

n i-u I UKO DI-: i AIS soi n uos

tos y, 011 gonor.il, exponernos al rechazo o a una aceptación a

medias del otro cuando nos descubrimos tal como somos. Llegar a

superar estos miedos es una auténtica conquista que pocos acaban

con éxito, que os lo mismo que decir que muchas personas,

incluidos los casados, jamás llegan a disfrutar de la verdadera y

total intimidad cuyo núcleo esencial, se mire por donde se mire,

siempre radica en uno mismo.

piK¡büidniie$ especifica* del soltero en el plano del PODER

Como homos visto, el poder de la persona se manifiesta en la acti vidad

laboral y creadora orientada a remediar la propia indigencia y la de los

demás; en este sentido, la mejor expresión del poder do la persona se

identifica con los productos derivados de su trabajo vivido con actitud de

responsabilidad y creatividad. Desde esta perspectiva, los solteros son

personas en cierto sentido privilegiadas por varias razones:

1) Gozan de una especial flexibilidad para orientar su trabajo en la linea

de sus aficiones, puesto que están libres de las necesidades

perentorias de atender a la familia. Piénsese a este respecto que la

mitad de los españoles no trabajan en lo que les gusta, se sienten

"desajustados laborales".

2) Al igual que los casados, la dedicación laboral del soltero le permite

disfrutar de sentirse útil en la provisión de medios para su propia

subsistencia y para el resto de la sociedad en general. En este sentido,

la "mística del trabajo" puedo alcanzar on la experiencia personal del

soltero unas dimensiones que se confunden con la humanidad.

Posibilidades especificas del soltero en el plano de ia SERENIDAD

La serenidad se deriva de la aceptación de sí mismo y de los demás libre

de toda visión egoísta de la vida, de la ansiedad malsana y del ais lamiento.

Es sabido, que la calidad de vida depende de tres factoa'S, de cómo

experimentamos nuestro verdadero amor hacia nosotros mis-

fe

259

L A I ’ S I CO I .C XI ÍA 1 )1 I . S OL TI - KO : l ' M' K I I I MI T O ' i I A K l iAL I DAI )

mus, vivimos ol tr.ib.ijo y nos relacionamos con los demás. En campos, l.i

vid.i del soltero, aunque con diferencias de matiz, no INI¿ privada de l.i

riqueza y variedad que disfrutan los casados. El soltero puede disfrutar de la

serenidad en su vida de muchas maneras y espo cialmente:

1) Cultivando el trato exquisito hacia los demás, mostrándose ante ellos

con sinceridad y aceptando lo que recibe de ellos con talante

agradecido.

2) Aceptando las incomodidades de sentirse solo en los momen tos en

que necesitaría de alguien que le acompañara y proporcionara ayuda

en las pequeñas cosas de la vida cotidiana. Pero hay más, en realidad

nadie está solo, todos pertenecemos a una red de servicios que cuida

de nuestra salud, nos provee de medios de subsistencia, nos permite

participar en el disfrute de todas las amplias conquistas de la ciencia,

del arte, del ocio, etc. La sociedad occidental y el mundo desarrollado

cada día son más generosos en poner a disposición de sus miembros

un largo listado de posibles modos de ocupar el tiempo, distraerse,

viajar, colaborar en grupos de participación ciudadana, recreativa,

social, etc. Se trata de vivir "viviendo la confirmación de los demás" y

esto se puede lograr por medios tan fáciles como hojeando la agenda

de teléfonos para hablar con cualquiera, paseando por las calles de

nuestro pueblo o ciudad, invitando a tomar unas copas al vecino, etc.

(Jaeggi, 1991, p. 147)

Conocí una colega soltera de 47 años que periódicamente se subía en una taxi,

entregaba 1.000 pesetas al taxista y le dería: 'lléveme a ver las últimas novedades,

cambios y mejoras que ha visto en la ciudad en los últimos meses"’.

Y en un reciente estudio sobre el diálogo afectivo de los ciu dadanos

con su ciudad, los entrevistados decían cosas verdaderamente

curiosas sobre cómo se divertían observando simplemente lo que

sucede en las calles (Bernad, 2003):

260

HL FUTURO DF. IX)S SOLTEROS

"Me fijo en ¡ti gente, t ihno ríen los jóvenes y los niños. í.n ln calle tro

personas elegantemente irstidas, amigos hablando, movimiento, vida, comercios

muy transitada. O/ras vece.s me siento en el banco de una plaza y me convierto

en espectador Je lodo lo que ocurre en ella como si fuera un gran teatro" (mujer

de 50 artos). "A veces me fwro y saludo al barrendero de turno y le felicito

por tener la ciudad limpia y charlo un poco con é¡~ (jubilado de 60 años)

3) Cuando con el paso del tiempo, el soltero se encuentra con las

limitaciones de la vejez y de la muerte, siempre encontrará razones

para aceptar las leyes de la naturaleza que nos ha hecho mortales. Al

margen de cualquier creencia religiosa, la mera consideración racional

de nuestra existencia nos hace ver que nada hasta el presente, ni la

ciencia ni la razón, nos lleva a pensar que la muerte física supone el

convertimos en nada, de nada, de nada de lo que somos hoy, a menos

que se confunda la muerte con el proceso de total aniquilación de

nuestra actual realidad personal, algo que ninguna mente bien

pensante ha conseguido entender hasta el presente.

261

5 APERTURA DEL SOLTERO A LA VIDA EN

PAREJA Y AL MATRIMONIO

Pensando en los solteros, vienen a mi memoria dos historias que, aunque

opuestas en su desenlace, coinciden en que sus protagonistas son solteros que

desean casarse. Antes de nada, me apresuro a decirte, apreciado lector, que el

leiv tttotiv de este último capítulo -y quiero dejar expresa constancia de ello- no

es "deja tu soltería y cásate”. sino algo menos imperativo, "si deseas vivir en pareja, hay

algunas reglas de juego que te conviene seguir".

Las primera historia que te cuento sucedió hace unos meses en un parque

de mi ciudad. Encontré a una pareja paseando con el carrito de bebé. F.1 papá

de 30 años me explicó así cómo llegó al matrimonio.

"Desde que cumplí los veinte, el matrimonio fue una posibilidad lejana y

confusamente percibida. No tenia tiempo para pensar en el .casamiento, era más

divertido la juerga y Ja libertad. No sé cómo y por qué llegó un día en tj:ie me cansé de

tanta diversión. Quería vivir de otro modo, con alguien y para alguien. Pensado y

hecho. Salí con mi amigo como de costumbre, entramos en un bar y a la primera pareja

de mujeres que vunos en la barra las saludamos, nos caímos simpáticos, «os ofrecimos

a salir con ellas y aceptaron.

Asi", tan simplemente, encontramos nuestra pareja y /ios casamos Y hasta ahora.

Llevamos dos años casados los dos amigos con las dos amigas, los dos tenemos un

bebé de meses y estamos encantada. No me explico por qué la gente hace tanto

problema de lo que a nosotros nos ha resultado tan sencillo*.

263

I A PSICOLOGÍA OKI.SOI.TKKO: I-NTKI- l-L MITO V I .A KI- AI IOAP

I -i segunda historia se ivmonta a varios años atrás y tiene todos los tintes

de pequeño drama. Se trata de una mujer de 40 años que, según me confesó

con tristeza, acababa de perder la esperanza de casarse.

"Mis amigas iban aullido. Cada año que ¡usaba suponía mris preocu¡>a- ción por

encontrar ¡mreja y me daba cuenta, o al menos asi losen tía, que cada vez fialrn

menos hombres de mi edad dispuestos a caxirse conmigo. Comencé a sentir ivrgileirji

de relaeionanne con los hombres. Fu el traba/o. todos bromealxw ofreciéndose para

presentarme un buen nooio. Sin apenas darme cuenta, me fue entrando un cierto

temor ¡i los hombnr, me parecía que UKIOS me rechazarían. Al final opté por

quedarme en oís» 1/ rrc» salir. Fn un viaje conocía un hombre, también soltero,

residente en otra ciudad. Sos dimos el teléfono y nos llamamos algunas ivces. Me

pareció que él no cstalxi entusiasmado por mí ni 1jo por él. V /o dejamos. Cuando

me pregunto ¡hir qué estoy soltera no tengo respuesta: no sé si por indecisión, por

cobardía, porque soy torpe para acercarme a los hombres o porque no los cutiendo.

Ln 1 tslos momentos me gustaría encontrar a un hombre con las mismas ganas de

casarse que tengo yo, pero por mas que cavilo no sé dónde puedo encontrarlo. fie

perdido la esperanza de poderme casar".

Este testimonio representa una elocuente explicación de la situación en

que se encuentran muchos psicólogos, yo incluido, y me refiero a lo

misteriosas que resultan las cosas cuando se intentan aclarar los motivos y

caminos por los que un soltero con ganas de casarse no logra encontrar la

pareja de su vida. Pasa lo mismo con las explicaciones tan poco convincentes

que he obtenido de los propios casados siempre que Ies he preguntado cómo

llegaron al matrimonio: "no lo sé muy bien", "no tengo una respuesta

c l a r a " m e casé porque lo hacía la mayoría de la gente de mi edad", "tenía

un novio desde hacía años", "porque no me gusta estar solo/a", "porque

quería amar y que alguien me quisiera", "en mi país^se casa el que quiere"

(un marroquí), "porque me gustan los niños" (preferentemente las mujeres),

"porque me enamoré", "porque me sentí muy atraído/a por una persona del

otro sexo", "porque hubo alguien que me lo pidió"... Reconozco que estos

testimonios apenas dan de sí para extraer criterios seguros y capaces de

orientar al soltero que se enfrenta a interrogantes tan comprometidos como

los siguientes: ¿cómo y cuándo surge el

264

AI’l-KI UKA I >i I SOI I l-KO A I.A VIDA L :N l’AKL'JA Y Al. MATRIMONIO

amor?, ¿dónde y cómo puedo encontrar la pareja que me va?, ¿qué debo

hacerse para que el amor aparezca y se desarrolle?, ¿cómo se consigue que la

otra persona vea que estás dispuesto/a a amarle para toda la vida?, ¿cómo se

pasa del atractivo físico al amor que compromete a toda la persona? De las

reflexiones que vengo ofreciendo a lo largo de estas páginas, extraigo una

conclusión: los que entienden en las claves de la afectividad y del amor no

consiguen esclarecer estas cuestiones de tanta transcendencia para los

solteros por una ra/ón fundamental, porque el amores una realidad

demasiado profunda y misteriosa para permitimos descifrar los secretos que

se encierran en su interior. Comprenderán mis lectores solteros que, tras esta

afirmación, todo lo que pueda decirles aquí no pasa de meras sugerencias,

directrices parciales que, aunque pueden ayudarles para llegar al matrimonio,

no deben tomarse a modo de recetas seguras para alcanzar el logro do la meta

que persiguen, encontrar la pareja de su vida, casarse y vivir felizmente

juntos. Tampoco pretendo desanimarles, sino todo lo contrario; el empeño

que pongan en resolver uno de los más bellos retos de su vida, compartir el

amor pleno con su pareja, puede quedar ampliamente recompensado con el

éxito si se atienen a dos condiciones fáciles de cumplir: un poco de sabiduría

y mucha generosidad. No es pecar de exagerado optimismo suponer que

todos mis lectores solteros poseen estas cualidades y, en consecuencia, les

animo a que las pongan a trabajar sin prisas y siguiendo algunas de las

orientaciones que con el mejor deseo indico a continuación.

Tara empezar v como síntesis anticipada del capítulo, propongo a la

consideración del lector este corto listado de hechos y reflexiones:

• Salvo raras excepciones, todos los solteros que conozco han querido o

quieren casarse y lo mismo me confiesan haber comprobado las

personas de mi entorno, al margen de estar casadas o solteras.

• Hoy en día flota la idea de que el matrimonio tradicional es un reto

difícil de asumir, algo muy distinto a emprender un camino que

conduce fácilmente al encuentro con el ser soñado perfecto e ideal. La

experiencia indica que quienes identifican matrimo-

265

I A INKX >I.IK JA I »H SOI II KO I \ I Kl- Kl. MITO V LA KKAI .lOAl)

nio con facilidad suelen ser los mejores candidatos para conv^r- tirio

en objetivo imposible.

• 1 >ar el paso de soltero a casado tiene mucho de aventura por |<>

que no cabe esperar realizarlo con total seguridad; de ahí el dilema, o

te arriesgas dejando de lado el miedo que obstaculiza conseguir el

éxito, o eliges la excesiva prudencia y te condenas a convertirte en

jubilado del amor.

• A pesar de todas sus limitaciones, el matrimonio se presenta como

experiencia que facilita alcanzar dos objetivos de especial

transcendencia para la felicidad de las personas: tener al lado alguien

cercano que de apoyo, a la vez que constituye un impulso decisivo

para el desarrollo de la capacidad de vivir sintiéndose un ser útil y

valioso ante los ojos de los demás.

• Una de las dimensiones más atractivas del matrimonio es su especial

potencialidad para vivir en plenitud las satisfacciones derivadas del

amor incondicional y libre de cualesquiera límites previamente

fijados.

• El matrimonio no es una cuestión de dos sino de tres: la propia

experiencia, la de la pareja y las experiencias compartidas por los dos.

• TI matrimonio es más un camino que un hecho puntual, alienes no

entran en él con el ánimo de enriquecerlo y actualizarlo

permanentemente se sitúan en las condiciones idóneas para hacerlo

fracasar.

• Todas las edades son aptas para casarse si se dejan de lado los falsos

temores y se está en disposición de recibir amor y ofrecerlo.

• Ir al matrimonio para que alguien afiance nuestra autoestima,

resuelva nuestros problemas y asuma nuestras inseguridades y

complejos es una vía muy eficaz para complicarnos la vida y no

encontrar las satisfacciones que el matrimonio está llamado a

proporcionar en la vida en pareja.

• I loy prácticamente nadie se arriesga a hacer profecías sobre el

porvenir, éxito o fracaso de los nuevos modelos convivenciales

fe

266. r..

APERTURA DEL SOLI ERO A LA VIDA EN PAREJA Y AL MATRIMONIO

de pareja que so desmarcan dol matrimonio tradicional y cuya

característica más doíinitoria es la exclusión del compromiso total en

la relación afectiva entre sus miembros: parejas a prueba, parejas do

hecho, parejas do relevos (amores fieles y consecutivos, uno después

do otro), parejas con encuentros periódicos, parejas sin hijos, etc. Los

pocos que se atreven a pronosticar sobre la "pareja que viene" se

limitan a señalar que en ella serán decisivos dos rasgos hasta ahora

desconocidos, la relación erótica se desmarcará totalmente de la

procreación y ocupará un lugar secundario en las relaciones de pareja

y, por otro lado, la limitación en el tiempo del emparejamiento será

algo normal, por lo que cabe esperar que la separación dejará de

constituir el acontecimiento traumático que actualmente representa

para muchas parejas (Pasini, 200U; Duoeil, 20CK)).

• La base imprescindible para una buena relación de pareja es la

valoración positiva de uno mismo y un nivel mínimo de auto-

suficiencia, faltando estas condiciones es difícil que la convivencia en

pareja resulte satisfactoria y duradera.

A la vista del listado precedente, posiblemente te preguntes, apreciado

soltero, para qué puede serte realmente útil este capítulo. La respuesta es

sencilla: como he dicho en otro lugar, mi modesta pretensión es ofrecer

algunas sugerencias y directrices al numeroso grupo de solteros que se

encuentran incómodos con su situación y buscan realizar su vocación al amor

compartiendo su vida en pareja. A fuer de sincero, también quiero indicar al

soltero que desea dejar de serlo el reto que le espera: tendrá que poner en

juego toda su inteligencia y bastante decisión para superar las dificultades

que prácticamente siempre aparecen en el camino que conduce al

matrimonio. También me permito recordar al lector algo bastante común, que

a la hora de implicarse en la búsqueda de su pareja, está expuesto a come ter

importantes errores y patinazos, el mayor de los cuales será sin duda el darse

por vencido ante las primeras dificultades y zozobras que suelen surgir

especialmente en los primeros pasos que conducen al encuentro pleno con la

pareja.

267

I A PSICOLOGIA DEL SOLTERO: ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

Encontrarás tu pareja donde menos te esperas

Todos conocemos un montón de personas, las encontramos en el trabajo,

en el portal, en un viaje, en una fiesta familiar o social, en el bar, hoy es

posible que se nos presente en la pantalla de nuestro ordenador... ¿Cuántas

personas del otro sexo conocemos? Nadie es capaz de enumerarlas. Sin

embargo y en medio de tanto trajín de encuentros y contactos, casi siempre

hay algtina persona de edad parecida a la nuestra que nos gusta más que el

resto, en unos casos nos atrae su físico (sus ojos, su esbeltez, su silueta, su

pelo), en otros sus ademanes, su timbre de voz, su modo de andar, reír,

mirar, vestir o su manera cariñosa de saludar... Estímulos tan simples suelen

ser los comienzos de la "seducción" que, bien administrados, pueden

conducir a la conexión profunda y definitiva que acaba en la relación afectiva

que forja y sustenta la vida feliz en pareja. Es curioso que, a pesar de tratarse

de una experiencia común, no dispongamos de explicaciones racionales sobre

cuándo y por qué, en un momento dado, nos fijamos en una determinada

persona y en algún atractivo rasgo de ella que nos atrae con especial fuerza.

Autores notables como Jung y Freud sugieren que la atracción inicial surge

cuando las personas en juego son complementarias -los opuestos se atraen-, y

así, los extrovertidos se sienten atraídos por los introvertidos, los reflexivos

por los intuitivos y espontáneos, los egoístas por los generosos, los serios por

los juerguistas, los tímidos por los seguros y un largo etcétera. Pero esta

explicación no parece del todo convincente toda vez que comprobamos que,

con frecuencia, son varias las personas por las que sentimos algún interés y

sobre todo porque se da el hecho paradójico de que las diferencias extremas

en lugar de producir atracción alimentan la sensación de peligro que termina

en rechazo (Torrabadella, 2001).

Un marido enamorado de su mujer me relataba así lo que le atrajo en

el momento en que la conoció: "Yo soy muy extrovertido y fwrlanchin,

fácilmente acaparo ¡a conversación ai cualquier círculo de amigos o familia- res que

con tersan sobre los mds diversos temas, hasta el punto de no dar cancha a que los

demás expresen sus opiniones. En cierta ocasión coincidimos

208

APERTURA DEL SOLTERO A LA VIDA EN PAREJA ^ AL MATRIMONIO

con mi actual mujer en un encuentro ¡fe amigos v descubrí lo atractivo que resulta

lener ante si una ‘persona que salte escuchar Asi que da ¡di casarme con ella 'piirque

hablaba poco y escuchaba mucho'. De ella he aprendido ii escuchar. ¡Ha valido la

pena!".

Posiblemente el medio más eficaz para encontrar la propia pareja es el

que propone Segura (1997) al final de su libro sobre los secretos de la

atracción, seducción y el amor: "Deje de buscar fórmulas, consiga más tiempo

libro y vaya en busca de personas: sintiendo aprenderá mucho más,

anímese..." (p. 317). Una señal clara de que estás "animado" es cuando prestas

atención a las personas de tu entorno, dando por descontado que

prácticamente en todos los escenarios en que te mueves hay varias personas

que esperan tu mirada, que te fijes en ellas. Si tienes en cuenta que con

nuestras miradas expresamos el 70 por ciento de nuestra comunicación con los

demás, no te importará mirar a la persona que te interesa; esto es lo decisivo y

principal, al margen do que mientras miras hagas los más banales

comentarios sobre el tiempo, el tráfico, el trabajo que te espera, etc.

La eficacia de la mirada se fundamenta en dos hechos, uno sociológico y

el segundo biológico. Con respecto al primero, es sabido que una extraña e

injustificada norma social considera una incorrección mirar a los ojos de la

persona con quien se está dialogando pues se interpreta que una mirada fija

es el equivalente a cierta invasión de la intimidad del otro. Desde este

supuesto, se deduce que todo juega a favor de quien se desmarca de esta

norma y, a través de la mirada, da pie a que el otro reaccione pensando: "si me

mira es porque algún especial interés despierto en él/ella". El argumento

biológico lo proponen los especialistas del lenguaje gestual que aseguran que

cuando miramos con interés hay un brillo especia! en nuestros ojos y la pupila

se nos dilata, es entonces cuando la mirada equivale al mensaje "me atraes". Si

con la mirada acompañas la sonrisa, entonces obtendrás una combinación de

especial fuerza atractiva, pues se cumplirá la igualdad: mirada + sonrisa =

acércate (ibídem, p. 265).

269

I.A l’SK OI OCiÍA 1)1 .1 SOl.ll -KOl-NTKI: I I MITOY I.A REALIDAD

Correr el riesgo de acercarte a la persona que le interesa

Ante la primera atracción, hay sujetos propensos a considerar que se

extralimitarán siempre que muestren interés por la persona que les ha

llamado la atención y creen que el acercarse a su vida, sus ocupaciones, saber

dónde vive, sus relaciones sociales, en qué trabaja... es sinónimo de conducta

ridicula, descortés, atrevida, inadecuada, impertinente y, finalmente,

despreciable. Tales personas cometen el error de pensar que abordar al recién

conocido del otro sexo con el único interés de conocerle más os algo

incorrecto, cuando en realidad significa todo lo contrario; y esto es así

porque en el acercamiento .1 una persona siempre hay algo tan positivo como

demostrarle el valor que representa para nosotros. Tratándose en especial de

los solteros, puede constituir además uno de los medios más eficaces para

brindar la ocasión a la otra persona de que manifieste el interés que tal vez

ha sentido o siente hacia ellos. Por lo demás, nada obliga a cometer el

despropósito de pensar que abordar a una persona con el intento de

conocerla mejor equivale siempre a una declaración de amor en toda regla.

Un amigo mío cuenta con gracia cómo realizó el primer acercamiento a su

actual mujer:

'Nos habíanlos visto un montón de veces, ¡mes éramos compañeros de carrera. Cierto

día. entre clase y dase, levanté la vista y vi a distancia a una compañera que jnr

primera vez me pareció bellísima. No he sabido por qué fue en ese momento cuando

me Jijé en ella. El Cttso es ¡pie me atreví tam/veo me lo explico- a hacerle un gesto con

el índice de la mano dándole a entender que quería hablar con ella. Tampoco sé muy

bien qué le dije, sé que le pregunté algo sobre el tema explicado por e! profesor. IM

cuestión es que al día siguiente nos buscamos y nos sentamos juntos en el aula y

hablamos de la asignatura y de otros asuntos relacionados con nuestra carrera. Así

pasaron parios días hasta que le dije que me gustaba y .'¡ne sí no le importaba

podríamos salir y aceptó. Más adelante me confesó que también ella en cierta ocasión

se había fijado en mí y no se atrevió a confesármelo. Así y sin saber por qué comenzó lo

nuestro

Conocimiento de la pareja y timidez. Un impedimento importante y que

frecuentemente juega malas pasadas en la aproximación a los demás es la

timidez. La timidez es una emoción que combina el miedo con el interés hacia el

objeto social, por ello suele provocar una reac-

270

I APEKI UUA DEL SOLTERO A LA VIDA EN PAREJA Y AI. MATRIMONIO

don emocional negativa, avivar en nosotros un excesivo temor a ser

rechazados. El mejor remedio psicológico contra la timidez consiste on ln

aceptación de nosotros mismos y amarnos como somos, con nuestras

cualidades y nuestras limitaciones, pues sólo así podremos comprender las do

los demás y olios las nuestras. No hay que olvidar que la vida es un

grandioso don, no sólo por lo que los otros nos dan sino por ol bien inmenso

de permitimos damos a ellos y, en tal sentido, nuestra actitud de generosidad

es la medida do la aceptación que podemos esperar de la persona que nos

interesa v a la que queremos amar (Torrabadella, 2000).

Los celos: un grave obstáculo para el acercamiento y conocimiento mutuo. Los celos

hunden sus raíces en una falseada percepción de la pareja y se manifiestan a

través do comportamientos que el amante celoso realiza para impedir que su

pareja pueda ser mínimamente compartida por otro. La actitud básica del

coloso es el temor a que alguien fuera de la pareja pueda arrebatarle la

“posesión absoluta" de la persona amada que se percibe en calidad de objeto

amoroso exclusivo (Manglano, 2001). A este tipo de conducta celosa se

refieren los expertos cuando hablan de los celos enfermizos, personificados por

los sujetos posesivos y cuya inseguridad les lleva a alejar a la propia pareja

del contacto con cualquier posible "conquistador", por lejano que sea el lugar

que éste ocupo en las relaciones afectivas con la persona amada. Es sabido,

que estos celos son una fábrica de resentimientos y desconfianza y que

generan casi siempre una gran tensión y hasta deseos de venganza. Su

pronóstico es muy negativo, puesto que supone la destrucción de cualquier

atisbo de verdadero amor entro la pareja y puede llegar a convertir al

enfermo de celos en salvaje verdugo del otro. ¡Las páginas do "sucesos"

relatan diariamente las más truculentas historias fruto do los celos entre la

pareja!

Hay también celos buenos, dirigidos hacia alguien y a favor de alguien,

que son la consecuencia inmediata de querer preservar a la persona amada de

todo lo que lo puede dañar. Se dice de estos celos que son ol fruto del amor

de apreciación y no constituyen ningún peligro para la verdadera y

satisfactoria relación con la pareja puesto

271

I-A PSICOLOGÍA DPI. SOLTERO: ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

que, además de alimentar el mutuo amor, tienden a facilitar y poten ciar el

desarrollo afectivo desplegado por los miembros de la pareja con otras

personas.

Remedio contra los celos. Si los celos proceden de la frustración, apoyada en

la creencia de que alguien puede dar a la persona amada algo que r.osotros

no podemos ofrecerle, una forma eficaz de superar los celos es el cult ivo de

aquellos gestos de atención a la pareja que. por un lado, sabemos que son de

su agrado y, por otro, pertenece a lo más propio y positivo de uno mismo.

Hay un test o señal de que nuestro amor a la pareja es verdadero y no está

movido por los celos, comprobar que disfrutamos ofreciéndole aquello que

más le agrada y sabemos que valora muy positivamente. Por ultimo, ante

cualquier amago de celos se aconseja tomar dos medidas: 1) examinar deteni -

damente las acciones que los provocan en nosotros o en el otro y, n

continuación, 2) intentar compensarlos mostrando la máxima aten ción hacia

todo aquello que recibimos de la pareja o le facilita comprender y disfrutar de

todo aquello que le ofrecemos como peculiar lo mejor de nosotros mismos

(Torrabadella, 2000).

El salto al conocimiento personal y al amor pleno de pareja

Surgido el interés por una determinada persona, se impone la necesidad

de conocerla puesto que sólo podemos amar aquello que conocemos. En el

acercamiento de la pareja, ello implica ir más allá de las apariencias y entrar

en el ámbito de las intenciones, sentimientos y expectativas más personales

del otro. Es normal que tal paso vaya acompañado de algunas resistencias y

recelos por alguna de las partes o por ambas: ¿cómo presentarme ante el otro

sin falsear mi realidad, con mis luces y mis sombras, qué debo mostrarle de

mi persona para que se sienta atraído por mí y no me rechace, le merecerá la

pena comprometerse conmigo si me presento tal como soy, hay algo

incompatible entre nosotros, en qué medida puedo esperar que el otro se me

manifieste tal como es y no sólo en función de la imagen ideal de si mismo...?

Prácticamente ninguna pareja se libra de las

222

APERTURA DEL SOLTERO A LA VIDA EN PAREJA Y AL MATRIMONIO

incomodidades que supone dar estos primeros pasos en el encuentro personal

y especialmente dejar de lado el miedo que éstas y otras preguntas similares

provocan en los momentos iniciales de la relación de pareja; de tales miedos

he hablado ampliamente en los capítulos segundo y tercero de este manual,

se trata ahora de desentrañar sus recovecos psicológicos y, sobre todo, ofrecer

criterios para superarlos. Con este objetivo, analizaré las conductas que

suelen aparecer en los primeros pasos de la relación de pareja, y

especialmente aquéllas que facilitan el paso de la etapa de la "seducción" a las

verdaderas relaciones de amor, una experiencia que modifica sustancialmente la

vida personal y permite crear el proyecto en común resultante del acerca-

miento mutuo llevado con decisión y sin complejos.

Io. No ocultar la propia intimidad. 1 iay personas que deliberadamente no se

dejan conocer y son propensas a impedir que el otro les conozca. No es que

intenten dar una imagen falseada de sí mismas sino más bien una imagen

incompleta. Esta actitud obedece a dos motivos principales, por un lado, al

sentimiento de inferioridad o baja autoestima que les lleva a la conclusión

práctica, las más de las veces falsa, de que si se muestran tal como son serán

rechazados por el otro, y una segunda razón no menos importante, el temor a

que el otro, abusando de la confianza que se le otorga, pueda hacerles daño.

¿Cómo procede reaccionar ante tales dificultades? La respuesta es bastante

clara: superando la desconfianza y dejándose llevar por cri terios que

permitan y faciliten el conocimiento de nuestra persona por parte del otro; se

trata en definitiva de no impedir que el otro nos conozca, lo que conlleva

evitar a toda costa cometer el despropósito de exigirle que adivine o intuya

todo lo que se encierra en nuestro carácter, nuestros sentimientos, nuestras

ilusiones, nuestros gustos o preferencias, etc. (Heras, 2001). Paralelamente,

hay que ser muy precavido para no dejarse dominar por una sospecha

irracional, cavilar falsamente sobre unas hipotéticas malas intenciones del

otro para ocultarnos su realidad; el hecho de que el otro no nos dé a conocer

toda su intimidad no es razón suficiente para alimentar la falsa supo sición de

que nos intenta engañar. En este sentido, un comporta-

273

LA PSICOLOGÍA DHL SOLTERO: EN I RE EL MITO Y LA REALIDAD

miento sano es regirse por la norma "te creo lo que me dices y acepto lo que

todavía no puedes o no tienes la valentía de manifestarme" De aquí se

desprende la necesidad de que los primeros y más decisivos pasos del

acercamiento a la pareja vayan acompañados de la confianza mutua, lo que

se logra actuando en clave de sinceridad y de aceptación de la imagen con

que se nos presenta la persona que deseamos conocer (Castilla del Fino, 2000,

p. 319).

2°. La lista de requisitos básicos. Un modo eficaz de realizar con pie firme y

seguro el proceso de acercamiento mutuo entre la pareja es confeccionar la

lista de requisitos con los que se quiere actuar y llevar adelante la relación

(Torrabadella, 1999; Carter-Scott, 2000). En este caso, se traía de elaborar la

doble lista de requisitos "imprescindibles o no negociables" y la de aspectos

"preferenciales". Los primeros incluyen cualidades, comportamientos,

habilidades, actitudes, creencias y aficiones que exiges ver encarnados en la

persona amada y de los que no podrías prescindir. Ciertas personas

considerarán condiciones imprescindibles para la vida en pareja una

personalidad íntegra y positiva, una mínima capacidad de escucha, cierto

nivel cultural, el sentido religioso de la vida, la actitud de lucha ante las

dificultades de la vida, la entrega al trabajo y a la profesión, aceptar ser

algún día padre/madre, ejercer una profesión que no impida la convivencia

física y permanente de las dos partes...; en otros casos, se considerarán

incompatibles con las propias aspiraciones problemas graves de salud, la

presencia de trastornos serios de conducta tales como el alcoholis mo, la

drogadicción, la promiscuidad sexual, la aceptación de la vio lencia como

recurso normal para la resolución de conflictos, etc. Es prudente clarificar

este paquete de exigencias mínimas antes de llevar adelante la relación y, en

caso de djjda sobre algunos de estos puntos, lo aconsejable es cortar la

relación tras reconocer la incompatibilidad; recuerda que siempre te resultará

más fácil vivir solo que soportar la derrota en que puede terminar una larga

guerra con la pareja.

Fuera de los temas mencionados, prácticamente todo lo demás es

negociable. Así por ejemplo, son negociables muchas de las aficiones en que

puede emplear la pareja, juntos o por separado, su tiempo de

2IA

Al'EKTUKA DEL SOLTERO A LA VIDA EN PAREJA Y AL MATRIMONIO

ocio (cultura, deportes, viajes, convivencia con antiguas amistades), el

régimen e intensidad de las relaciones con las familias de origen, la

dedicación a los amigos, mantener relaciones de respetuosa amistad con el

miembro de la anterior pareja tras el divorcio, la convivencia con los hijos de

la anterior pareja, etc.; de hecho, la experiencia indica que parejas que pasan

por este tipo de condicionamientos son perfectamente viables y satisfactorias.

3". Las dudas que nunca desaparecen. A la luz de lo expuesto, pudiera pensarse

que un sesudo recuento de las apetencias personales en relación con la pareja

bastaría para disipar toda clase de dudas y disponer de total seguridad para

llevar a feliz término el conocimiento mutuo y decidirse inmediatamente por

el compromiso o rechazo final. Nada más lejos de la realidad, en los primeros

momentos del acercamiento las dudas más punzantes pueden hacer acto de

presencia del modo más inesperado y sobre los asuntos de mayor gravedad:

¿tendré la suficiente fuerza y paciencia para soportar lo que no me guste en

él/ella?, ¿cómo puedo estar seguro/a de que no evolucionaremos por

derroteros incompatibles?, ¿cómo reaccionaré y reaccionará cuando

descubramos lo que pertenece a nuestra intimidad?, ¿estoy seguro/a de que

quiero esta relación y estoy eligiendo bien? Hay que decir paladinamente que

sobre estos temas prácticamente ninguna pareja juega con total garantía, así

que lo mejor que se puede hacer en tales casos es buscar la verdad del

corazón y si él dice que esa es una persona que ofrece motivos serios para

quererle, entonces debes hacer un acto de fe en ti mismo y entrar con decisión

en el sublime reino del amor, pensando que siempre te quedará el recurso de

rectificar si, llegado el caso, comprendes que te has equivocado (Carter-Scott,

2000). A este propósito, no hay que olvidar que en el plano del amor, como en

todos los ámbitos de la vida, el aprendizaje es un factor decisivo cuyos

resultados no se rigen por la "ley de todo

o nada", por la visión instantánea, sino que suelen aparecer tras pasar

pacientemente por distintas fases y peripecias que nos enseñan a ir

cambiando nuestra actitud ante el objeto que consideramos digno de amor

(Torrabadella, 1999; Fischer y Hart, 2002).

I.A PSICOLOGÍA DHL SOLTERO: ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

4Amor y sexo, ¿en qué orden? Uno de los anhelos humanos más profundos es

oslar cerca de alguien con quien compartir todo lo que snrrif»s y sentimos. So

piensa asi mismo que una vía eficaz para lograr t.iJ objetivo y libramos de la

soledad es el acercamiento a los demás He. vado hasta el nivel de total

intimidad; es aquí donde se plantean en clave psicológica las relaciones entre

amor, intimidad y sexo. Hablando de la sexualidad, está fuera de duda que

constituye un medio fundamental de expresión e intercambio de las

emociones más profundas entro las personas (confianza, entrega,

intemporalidad, éxtasis), pero oslo no justifica, como so hace con frecuencia,

confundir amor y carnalidad, como tampoco excluye la posibilidad de

experimentar un pl.Kí-r sexual intenso con personas de las que no se está

enamorado.

1 ijblando del sexo, es fácil constatar la existencia do grandes discrepan j.is a

ln hora do calibrar su papel en el engranaje de la comunicación mterpersonal

y, dentro de ésta y más concretamente, la conexión pre< is<i entre ol sexo y el

amor. La importancia del tema, exige entrar en H análisis de las mencionadas

discrepancias y, así, voy a pronunciarme sobre las dos principales posturas

que se sustentan en tomo al significado psicológico de las relaciones entre ol

amor y el sexo, me refiero a las posturas tradicional y nueva.

Pix.i< ión tradicional

l-i mayoría do personas y especialmente aquéllas que sienten miedo para

abrirse a la pareja suelen situarse en el polo totalmente opuesto a lo que

significa establecer la comunicación interpersonal limitándola al moro

análisis de la piel, algunos gemidos, monosílabos

o espasmos genitales. Los afincados en esta postura, confiesan sentirse

incómodos ante aquellas situaciones en las que los abrazos, el "hacer

manitas", el beso apasionado y el flirteo son introducidos por la pareja -

preferentemente por el varón- desde el primer momento de l.i relación. En

cierta ocasión, me decía una mujer de 25 años que astviaba tales gestos con el

miedo a la cama, un lugar que para olla sólo tiene sentido cuando

previamente se ha establecido con total claridad el compromiso de amor

pleno con la otra persona; es obvio que

APERTURA DEL SOLTERO A LA VIDA EN PAREJA Y AL MATRIMONIO

para personas así el sexo se considera el fruto o manifestación del amor y no al revés.

Adoptada esta perspectiva, se llega a una decisiva conclusión, que el sexo en

sus diversas manifestaciones y, especialmente, en cuanto experiencia intensa

no se considera condición necesaria para llegar a la auténtica intimidad sino

que más bien es consecuencia y manifestación de ella y, por tal motivo, debe

reservarse para el momento en que sirve para traducir y expresar la

verdadera entrega y dentro del amor percibido con seguridad y plenitud.

Este enfoque, la visión del sexo como consecuencia del amor y no al

revés, es apoyada por muchos psicólogos actuales para los cuales el sexo sin

amor suele dar pie a una experiencia traumática y carente de sentido y esto

por una razón fácil de entender: en la medida en que la intimidad sexual deja

a la intemperie nuestro yo profundo y suprime todas las barreras que

impiden que el otro nos perciba en toda nuestra integridad y tal como somos

se convierte en una situación amenazante que tiene muy poco que ver con la

tranquilidad y sosiego que acompañan al auténtico amor. En tal sentido, estos

mismos estudiosos se pronuncian negando incluso la posibilidad de que

puedan resultar verdaderamente gratificantes las relaciones sexuales

reducidas a un conjunto de divertidas prácticas amatorias, realizadas de

acuerdo con un variado programa donjuanesco de técnicas eróticas, llamativa

ropa interior o el juego corporal llevado hasta el delirio paroxístico del

orgasmo. A este respecto, quiero manifestar que una parte de los sol teros que

me han hablado de su fracaso en sus intentos de acercamiento a la pareja

reconocen haber corrido demasiado en llegar al encuentro sexual, y

consideran que su fallida experiencia les ha servido para comprender que la

relación sexual adecuada sólo puede darse en un contexto claramente

definido por la total transparencia emocional y madurez espiritual de la

pareja; todo lo demás, vienen a decir, les parece una frivolización de los

profundos vínculos que unen el amor con el sexo lo que, a la postre, implica

que para ellos el sexo viene a representar la ritualización externa o

celebración de la donación íntima y plena de sí mismo que previamente se ha

realizado de mutuo acuerdo en el ámbito más íntimo y profundo de las

personas. Desde

2 77

I.A PSICOLOGÍA DELSOl.THRO: ENTRE EL MITO Y I.A REALIDAD

esta posición, muchos adultos rechazan el sexo como punto de parti da o

previo al amor por entender que, así practicado, implica, al margen de otros

posibles desajustes, una exigencia excesiva en la medida en que da pie a que

aparezcan todos los harapos de la propia pobreza emocional, vulnerabilidad y

falta de sentido, dimensiones personales que todavía no se está seguro de que

serán aceptadas por la pareja inmersa en los primeros pasos conducentes al

amor pleno y total.

Siguiendo nuestro análisis, nos encontramos con un segundo aspecto

digno de consideración. La psicología profunda ha puesto de manifiesto que

el sexo al margen del amor no es otra cosa que una pobre técnica de camuflaje

mediante el cual se oculta el miedo al amor y al compromiso total; en tales

condiciones, el sexo no es sino un intento inútil y abortivo de superar la

propia soledad y su práctica el equivalente a: "aunque no te amo ni me siento

verdaderamente unido a ti, me gusta pasar un rato placentero en la cama

contigo" o, también, "mientras estoy abrazado a ti haciendo el amor dejo de

sentirme solo y desaparece el sentimiento de soledad que me asusta y no soy

capaz de soportar". De la perturbación que puede provocar la práctica del

sexo sin amor, habla elocuentemente la consulta que hace algún tiempo me

hizo una joven de 24 años:

" Vengo a hablar con usted porque no sé qué debo hacer. Resulta que todos los

compañeros del grupo de chicos y chicas con los que salgo tienen relaciones sexuales

entre sí. I!no de esos chicos, a! que he comenzado a querer, me ha estado presionando

hasta que he consentido hacer e¡ amor con él. a pesar de que yo siempre le decía que me

daba miedo y me rqmgnaba. IJ? malo no es eso, es que después de acostarme con él y de

no haber podido hacer el amor, me siento fracasada y avergonzada y, todavía peor,

siento asco hacia esc chico. La joven terminó preguntándome: ¿Hay algún

remedio para mi situación?".

Sintetizando lo anterior, podemos decir que no es aventurado concluir

que el miedo a la soledad y el deseo malsano de amor a cualquier precio es lo

que explicaría en muchos casos la sexualización prematura de la relación

amorosa, una interpretación, por otra parte, que coincide con el diagnóstico

de muchos estudiosos de la afectividad y del amor cuando paladinamente

afirman que el sexo sin o

APERTURA DEL SOLTERO A LA VIDA EN PAREJA Y AL MATRIMONIl >

antes del amor pleno es con más frecuencia de lo que parece una falsa salida o

desbordamiento incontrolado del ansia de recibir y dar amor, a la postre una

experiencia negativa derivada de haberse saltado algunas de las etapas y

procesos necesarios para llegar al pleno gozo del sexo dentro del auténtico

amor (Richo, 1998; Keen, 1994, Cárter y Sokol, 1996).

La nueva interpretación del binomio amor-sexo

En contra de la postura anterior, inclinada a ver el "sexo sin amor" como

experiencia totalmente negativa, hay datos sociológicos que por honestidad me

siento obligado a ofrecer al lector; de tales datos se desprende que en la

mentalidad de bastantes españoles las relaciones sexuales no tienen por qué ir

necesariamente unidas con el amor de pareja estable ni con la entrega total de

las personas implicadas en la comunicación sexual. Los datos a los que me

refiero son los siguientes: por un lado, según la encuesta del CIRES (1992), en

escala de 10, las relaciones prematrimoniales sólo obtienen entre los adultos

españoles una puntuación fawrable del 5,5. Y en la misma dirección y para de

Miguel (1992), sorprendentemente, los porcentajes de personas contrarias a las

relaciones sexuales prematrimoniales siguen siendo significativamente elevados (más

del 50 por ciento de los adultos entre 30 y 64 años, y casi el 20 por ciento de

los jóvenes entre 18 y 2° años). Pero en contra de estos datos, contamos con

otros que se pronuncian a favor y consideran legítimas las relaciones sexuales plenas entre

personas no casadas: así, según la encuesta de Salustiano del Campo (1993),

actualmente casi la mitad de los españoles, tanto hombres como mujeres,

admiten como normales y se muestran a favor de las relaciones sexuales

prematimonialcs -entre personas menores de cuarenta años este índice se

sitúa en torno al 80 por ciento- (!). No hay, pues, lugar a dudas, en términos

sociológicos y en la mentalidad de los españoles y especialmente de los más

jóvenes, las relaciones sexuales tienen sentido aunque no vayan acompañadas

del compromiso de amor ni con la entrega personal y plena entre los

miembros de la pareja sexual.

279

l.A PSICOLOGÍA DHL SOLTERO: ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

¿Qué ocurre cuando, más allá y al margen de los datos sociológicos, se

analizan las relaciones entre el sexo y el amor en su vertiente propiamente

psicológica? Algo de la respuesta que cabe dar a esta delicada cuestión lo he

anticipado ya en el capítulo segundo de este manual. Hablando del sexo, digo

allí que, entre las afirmaciones que pertenecen al abe de lo que significa la

sexualidad en la vida de las personas, hay dos altamente significativas y que

aquí es oportuno retomar para esclarecer más y mejor las relaciones

psicológicas entre sexo y amor. En el lugar citado decía lo siguien te:

"Cierto ejercicio de la sexualidad entra en la lista de las "necesidades básicas"

de la persona y el encuentro carnal entre personas de distinto sexo, con sus

componentes principales de intimidad total, excitación y cierta pérdida de uno

mismo en manos del otro, constituye una experiencia irrepetible que pone en

juego nuestro yo más profundo por cuanto, a través de la fusión íntima,

nuestro cuerpo se convierte en instrumento de uno de los mayores placeres

que podemos disfrutar en calidad de seres de carne y hueso. Un términos

psicológicos, esto conduce a Ja afirmación de que la sexualidad de la persona

se presenta en forma de tensión bipolar: por un lado, se siente el sexo con

enorme atracción y como un modo de colmar la necesidad cuasi obsesiva de

comunicación con la persona del otro sexo, pero, por otro, se experimenta el

temor a convertirse en mero objeto de posesión del compañero/a". Y

terminaba diciendo: "los afectados por el temor al vínculo sexual tienden a

resolver este conflicto interior entregándose a eventuales y sucesivas

experiencias amorosas que les permiten saciar sus necesidades sexuales -cabría

añadir, librarse de la soledad- y ahorrarles pasar por el compromiso del amor

total que les asusta y para el que no se sienten seguros de poder dar respuesta,

en cierto modo, el sexo resulta por sí solo suficientemente valioso aunque les

prive de gozar plenamente del amor" (Branden, 1995).

A la luz de estas consideraciones, una cosa parece clara: para muchas

personas, las relaciones sexuales íntimas conllevan una carga tal de entrega

personal que, desvinculadas del amor, pueden resultarles y de hecho resultan,

una situación cargada de violencia interior. Buscando una explicación a tal

violencia, aparecen diferentes motivos y es evidente que los imperativos

morales son en muchos casos el fac-

%

APERTURA DEL SOLTERO A LA VIDA EN PAREJA Y AL MATRIMONIO

tor decisivo y de mayor peso. Esto es así porque, como muy bien explican los

expertos en moral sexual, toda la tradición católica occidental ha vinculado

exclusivamente el sexo con el matrimonio y la procreación; piénsese a este

propósito que hasta fechas recientes las autoridades religiosas católicas

condenaban no sólo las relaciones sexuales fuera del matrimonio sino incluso

estas mismas relaciones practicadas dentro del matrimonio y sin estar abiertas

a la procreación. Por mi experiencia profesional he tenido ocasión de conocer

el trauma que ha supuesto para muchos matrimonios católicos atenerse a una

moral tan restrictiva.

En cierta ocasión acudió a mi consulta un matrimonio católico con el siguiente

problema: "Llevamos seis años casados y tenemos tres hijos y el que viene. Nuestra

economía no da para mantener más hijos. Sabemos que existen medios para controlar

la natalidaii pero nuestra conciencia nos prohíbe usarlos. ¿Qué debe hacer un católico

en nuestra situación?".

Pienso que, desde la psicología, una respuesta honesta y coherente ante

situaciones como la descrita debe atenerse a criterios como éstos. En primer

lugar, es evidente que, aunque la Iglesia puede proponer normas morales a

sus seguidores, y es lo suyo, tales normas no pueden exigirse literalmente y al

margen de las circunstancias personales y familiares; pensar lo contrario

supondría identificar la moral católica con la ética del héroe, del timorato o de

personas con la prudencia atrofiada. El buen sentido dicta que sea la propia

conciencia, prudentemente asesorada, el criterio seguido en cada caso. Y,

desde esta perspectiva, no puede considerarse inmoral limitar el número de

hijos haciendo uso prudente de los medios disponibles de control de la

natalidad y, al mismo tiempo, se impone reconocer que un objetivo noble de

los casados es dedicar la propia vida al cuidado de la familia compuesta por

los hijos que razonablemente se pueden criar y educar.

Pero hay más. Si admitimos el hecho de que las normas morales de

muchos sujetos no coinciden con la moral católica -caso en que se encuentran

bastantes ciudadanos-, entonces cabe también otra interpretación psicológica

de las relaciones sexuales fuera del matrimonio,

fe

281

I A i 'SK Ol.l X.lA PEI. SOLI ERO ENTRE EL MI I X ) Y LA RLAI ll>AI>

\ e> l.i pt>sibilidad do entenderlas como una forma de diálogo amis toso a

nivel meramente carnal entre los sexos, algo equivalente .1 |., prestación del

propio cuerpo como instrumento y fuente de placer \ felicidad para la pareja

amiga. Desde este supuesto, nada impui t. pensar que tal gesto, la relación

sexual, tiene un valor positivo p t>rj ciertas personas que por ningún concepto

pueden tacharse de inm». rales. De todos modos, conviene advertir también

que, a juicio de los expertos en cuestiones de amor, no debe olvidarse la

dificultad que conlleva mantener las relaciones de amistad en términos

puramente sexuales; lo que generalmente suele ocurrir en estos casos es que

alguna de las partes siente la necesidad de llevar a más la relación \. ^i ello

no se ve como posible, la pareja acaba abandonando las relaciones sexuales,

que se perciben demasiado vacías e incompletas y. por lo mismo, carentes de

sentido (Kogcrs, 1993). Una soltera de 35 años me comentaba en cierta ocasión

la experiencia de vaciedad que le asediaba después de mantener relaciones

sexuales con amigos v compañeros de profesión:

"Me he acostado con varios amigos durante algunos años. La verdad es que nos h

hemos pasado bien, en ciertos casos hasta diría que muy bien. Pero después de

hartarme de sexo, he dejado de practicarlo porque al final nadie se quiere casar

conmigo ni quererme en cuerpo y alma".

Resumiendo lo anterior, cabría entender las relaciones entre el sexo v el

amor en tres niveles:

a) Como fuente de excitación erótica y de placer en ausencia de amor y

de compromiso personal. Lo mejor que se puede decir de esta versión

de comunicación sexual es que no suele resultar gratificante por largo

tiempo para las personas implicadas en ella por cuanto supone reducir

el amor a sus dimensiones erótica, narcisista y pasional, a la postre,

tratar al otro más como cosa u objeto de placer que como persona.

b) Hay otra modalidad de relacionarse sexualmente que conlleva, además

de placer, cierta donación de sí mismo como instrumento de placer y

felicidad para la otra persona, lo cual supo-

282 i

f AI’I-RTURA DEL SOLTERO A LA VIDA I \ PARI |A V Al MATRIMONIO

no cierto grado do amor. En esto caso, al placer soxual so añado

ol gozo do dar algo do sí al otro, lo que representa para la pare ja

amiga la experiencia de sentirse reconocida y acompañada por el otro,

"si no nos quisiéramos, no haríamos esto el uno por el otro".

c) Por último, se pueden entender las relaciones sexuales como la

celebración del amor recíproco, total, incondicional v libre de toda

restricción entre las partes implicadas. A este nivel, la comunicación

sexual más que una meta en sí misma es la manifestación de haber

alcanzado el amor que, sin subestima del componente corporal,

conlleva el reposo espiritual, la seguridad y la complacencia en el

amor en cuanto donación. Muchos autores (Alberoni, 1986; Segura,

1997; Richo, 2002, entre otros) enmarcan este nivel de amor en el

matrimonio o su equivalente, la pareja estable, al tiempo que

proponen como señal de haberlo alcanzado el abandono de cualquier

actitud de egoísmo narcisista y una disposición que se proyecta en la

atención a las necesidades únicas del otro.

Las nuevas formas aceleradas y superficiales de acercamiento a la pareja

En este contexto, quiero referirme a ciertos planteamientos que considero

superficiales y que, de manera surrealista, muestran con supina ingenuidad la

posibilidad de realizar increíbles atajos en el complicado proceso de

acercamiento entre la pareja. Valga a modo de ejemplo, y no es único, el

televisivo programa "Xti". Consistía en introducir en una casa a un nutrido

grupo de solteras con tres varones solteros, con el objetivo de que en pocas

jornadas surgiera el amor definitivo entre algunos de ellos: "entre usted

soltero y salga casado" sería un buen resumen de las pretcnsiones de dicho

programa que, como es lógico, tuvo que retirarse inmediatamente de la

pantalla tras un estrepitoso fracaso. Basta el sentido común para darse cuenta

de que un escenario tan artificial no da de sí para que aparezca la reali dad de

la persona con la que uno está dispuesto a jugarse el devenir de toda su vida,

compartiendo por amor sus gustos, problemas, com-

LA PSICOLOGÍA 1)1-1. SOI II KO LNTKE I I MITO V LA KKAI.IIMD

piejos, sus cambios de humor, sus actitudes ante las muchas vicisiui- des y

experiencias por las que pasa la vida en pareja y que, por nin gún concepto, es

recomendable poner entre paréntesis cuando se tr.» ta de conocer con un

mínimo de respeto hacia sí mismo a la persona capaz de darte la felicidad.

Lo mismo cabe decir del conocimiento de la pareja a través de las nuevas

tecnologías, especialmente, el "chateo" por internet. Comn he dicho en el

capitulo tercero, las computadoras ofrecen nuevos r increíbles caminos para

las relaciones amorosas. Sin salir de tu pro pía casa, puedes contactar con

toda clase de personas y, aunque no contamos con estadísticas, es posible que

a través de la pantalla surja algunas veces el amor. No repetiré aquí los

peligros a que está expuesta la experiencia del amor codificado en clave de

"amor virtual", pues si bien es cierto que a través de estos nuevos medios

cibernéticos es posible conocer amigos, a estos amigos no se les ve la cara,

sobre todo los ojos, a través de los cuales los humanos nos comunicamos el

70 por ciento de lo que hay en nuestro interior y nos mostramos realmente lo

que somos. Tampoco aparece la elocuencia de los silencios, tan importantes

para comunicar la calma y el equilibrio en una sociedad estresada y envuelta

en profundos desajustes. Y no olvidemos la ausencia de otro elemento

esencial en el amor, la imprescindible confianza y la ausencia del temor al

compromiso que conlleva el amor pleno. Vale ia pena sopesar muy bien el

hecho do que cuando se apaga el ordenador, ninguno de los contertulios vir-

tuales se compromete con nada ni con nadie, son en realidad personajes

"filtrados" que pueden ser personas generosas pero también la encarnación

del egoísmo y la maldad, es posible incluso que lo que ofrece la pequeña

pantalla no tenga nada que ver en muchos casos con las verdaderas aficiones,

valores y los sentimientos íntimos y personales del que nos entusiasma por

su gracia verbal o su ingenio momentáneo e incomprometido. ¡El amor es un

asunto demasiado serio y complicado para esperar que se puede alcanzar

mediante el fácil recurso a los impulsos cibernéticos!

284

API RTL'RA I > C I S OI I I K O A l \ VII >A F.N PAREJA Y AL MATRIMONIO

Las parejas de hecho y la supresión de los vínculos jurídicos de la pareja

En los últimos años ha aparecido con especial fuerza una modali dad de

pareja que se opone a la funiializadón legal de la convivencia afectiva y de sus

efectos jurídicos, son las denominadas "parejas de hecho" que se definen

como la unión estable de un hombre y una mujer, o de dos personas del

mismo sexo, con la intención de desarrollar un proyecto de vida en común,

semejante al del matrimonio. No se trata, y esto es importante destacarlo, de

un intento de degradar o superar la situación tradicional en la que la

legitimidad y aceptación social de la pareja venían obligatoriamente

sancionadas legalmente, sino de una actitud cuyos protagonistas legitiman su

convivencia basándose en la "libertad ideológica" individualmente

considerada y en la posibilidad y el derecho de mantener una convivencia

enrique- cedora en la esfera personal al margen de las leyes del derecho

positivo reguladoras del compromiso matrimonial (Talavera, 2001).

Ix>s motivos que se aducen para justificar la pareja de hecho son varios:

uno frecuente es la diferencia de edad entre sus miembros, factor que origina

dudas razonables sobre el mutuo entendimiento de la pareja en el futuro, otro

es el rechazo expreso al compromiso que vincula a la pareja de por vida o

"para siempre", lo que se traduce en considerar la unión con cierto carácter de

provisionalidad -mientras las circunstancias se mantengan y lo aconsejen-,

otro motivo es la imposibilidad de contraer legalmente un nuevo matrimonio

por estar implicados los dos miembros de la pareja o alguno de ellos en el

proceso de anulación o separación de un anterior matrimonio, a veces y, por

último, son razones de tipo económico, no perder los derechos de jubilación

que legalmente desaparecen cuando se legaliza la convivencia de la pareja

entre personas mayores.

Las parejas de hecho, cuyo número en España oscila entre 600.000 y

220.000 según las diferentes estadísticas, son actualmente objeto de los más

encendidos debates por parte de los ciudadanos, los grupos sociales y

juristas, dando lugar a posicionamientos claramente encontrados en todos los

niveles. Lo demuestran estos datos:

285

I M>l« OLOOÍADII SOLI ERO: EN I Kl lí l. MIJO V LA REALIDAD

a) I os representantes de la iglesia católica lian criticado con duro- za

estas parejas por su dudosa moralidad y por considerarlos contrarias

al verdadero progreso y bienestar de la sociedad (Ar/obispo de

Valencia, obispo de Castellón y otros obispos \ arzobispos). El Tapa

se pronunció sobre el tema en la audiencia de 4 do junio de 1999

dando su rotundo "no" a las parejos do hecho porque "erosionan el

sentido mismo do la institución familiar y fomentan una alarmante

capacidad destructiva de la familia, célula básica de la sociedad".

b) l a plataforma para la promoción de la familia (Profam), que

representa a más de 300.000 familias madrileñas, ha recogido ya

15.000 firmas y espera llegar pronto a las 100.000 en contra do la Ley

de Familias -parejas de hecho- de la Comunidad de Madrid.

c) Los partidos políticos han tomado también postura ante el toma

defendiendo tesis difícilmente compatibles y así, mientras los de

izquierda se manifiestan decididamente defensores de estas parejas y

piden su reconocimiento pleno con los mismos derechos y ventajas del

matrimonio civil, los de derechas se niegan a reconocerles un estatuto

equivalente en todo al matrimonio.

d) Por su parte, varias Comunidades Autónomas (Cataluña, Aragón,

Comunidad Canaria, Andalucía, Castilla-La Mancha, entre otras)

disponen ya de sus propias leyes sobre las parejas de hecho y, con

pequeñas diferencias, todas estas leyes proponen como fundamento

jurídico de las mismas varios artículos de la Constitución Española,

especialmente los que se refieren a la libertad individual (Art. 1.1),

igualdad ante la ley (Art. 14) y libre desarrollo de la persona (Art.

10.1).

e) L1 toma ha llegado también hasta el Parlamento Europeo que, tras

una reñida votación, aprobó en el año 2001 el informe de los Quince

que reconoce a esias parejas los mismos derechos que a los

matrimonios.

APERTURA DM.SOl.TliRO A LA VIDA EN PAREJA V Al. MA I KIMONIO

Al margen de las leyes y debates soba* el tema, hay algunos datos que

ponen de manifiesto la vigencia de la familia tradicional en amplias capas

sociales. Por ejemplo:

• según una reciente declaración del Consejo de Europa, "el matrimonio

sigue siendo un valor fundamental de la sociedad".

• en Suiza el 94 por ciento de los niños nace en el seno de un

matrimonio, en Alemania, el 85 por ciento y en España (2003), de los

12 millones de uniones estables contabilizadas, 11.850

0 son matrimoniales y sólo el 2 por ciento de los mayores de 18 años

viven en unión de hecho.

Los parejas de hecho instas desde la sociología

Por lo que respecta a la perspectiva sociológica del tema, compruebo que

ha hecho acto de presencia una determinada corriente que parece recrearse en

cierta exaltación de las uniones de hecho aduciendo que son más profundas y

estrechas porque "al gozar de total libertad, tienen que reiterar constantemente

su voluntariedad de vivir en común, lo que las hace mejores, más libres o

espontáneas o satisfactorias que las que pueden hacer esos mismos individuos una

vez contraigan matrimonio" -el subrayado es mío- (Alberdi, 2000, p. 115). Con el

debido respeto a esta opinión y similares, pongo en duda la fuerza de esta

argumentación, pues entiendo que una decisión libre no es de suyo "mejor" y

"más satisfactoria" por el mero hecho de estar sometida a permanentemente

revisión, y mucho menos me convence la razón de que la unión de hecho es

de suyo "más libre" que la libertad implicada en el compromiso toial y de por

vida que vincula a la pareja dentro del matrimonio tradicional. Con la misma

actitud respetuosa, quiero decir que me parece caricaturesco considerar la

libertad de la persona a manera de suma de actos puntuales, de escasa

duración o permanencia, momento a momento; más bien pienso lo contrario,

que la manifestación más clara y plena de la libertad humana se corresponde

con una actitud dispuesta a la superación de lo

i

I AISKiH.tH.fADM SOLTE»» EN'IKE EL MITO Y LA REALIDAD

,.io\ isnm.il y .HvplJ corno Iialur.ll l.i incondicionalidad do la decisión

,.|.,sm.ul.i en l.i oniivga «“‘J1 vivida por encima do cualquier límiii- aipir.il

preestablecido y relativo a toda la vida de la pareja, indui- su miuro l\»r

o\trapolación, veo una sustancial identidad entreoí ,.,UM *le patvj.i estable y

los sólidos vínculos que unen a la madre con

l |u|«> »> al amigo con el amigo de verdad; nadie pone en duda que el

innegable y el significado profundo, positivo y satisfactorio de , amores

radica muy especialmente en no estar sometido a cons- tanlo revisión y

ofrecer un horizonte de seguridad y permanencia.

(Jms dice ¡a psicología sobre las parejas de hecho?

A la hora de explicar en clave psicológica el fenómeno creciente de las

parejas de hecho, vienen a cuento dos preguntas ineludibles; de dónde nace

(percepciones, motivaciones, actitudes, sentimientos) W deseo de vivir como pareja

formalmente no-casada y, la segunda, en qué se traduce la experiencia interior de vivir de

eso modo? Si nos atenemos a lo que expresan las propias parejas de hecho, el

motivo fundamental de optar por este tipo de emparejamiento es de

naturaleza "ideológica", básicamente la radical oposición a que las

instituciones públicas intervengan en la esfera de los sentimientos personales

que, por su propia naturaleza, pertenecen al ámbito de la conciencia

individual. Por tal motivo, consideran una intromisión abusiva del Estado

regular sobre la fuerza y funcionalidad que deben ejercer en el reconoci-

miento de la vida en pareja aspectos vivenciales íntimos de la misma y que,

objetivamente sopesados, desbordan los límites en que razonablemente

pueden y deben estar supeditados al control de la autoridad pública y de la

ley. En el terreno práctico, se considera improcedente que el Estado ponga

impedimentos legales para que una pareja no marital goce de todos los

derechos de los casados por el hecho de establecer relaciones afectivas no

coincidentes con los lazos de estabilidad y totalidad que se asignan al

compromiso matrimonial, pues no es el Estado a quien corresponde decidir

en nombre de la pareja cuándo su permanencia conviene o no a las personas

implicadas ni a qué nivel de profundidad afectiva han de comprometerse.

fe

288 ---------- — ------------- .WTiirí-

AI'I'KTUKA I>1-1 SOI 1 l-K( > A I A VIDA KN PARI |A ^ Al MAIKIMOMO

La lógica de estos argumentos termina postulando el reconocimien to de dos

marcos diferentes en las relaciones de pareja, el marco legal v el afectivo,

desde el primero no se pueden ni deben valorarse todos los supuestos vi

vencíales y fluctuaciones del segundo. A l.i postre, lo que en definitiva se

pide es que la legalidad sea más flexible y respete el ámbito de la libertad

individua! cuando, desde ella, se decide establecer relaciones afectivas de

pareja al margen de la ley que, no se olvide, tiene como principal cometido

favorecer el bienestar de los ciudadanos y que lo compromete siempre que se

entromete en el campo que denominamos “decisiones pertenecientes a la esfera de lo

estrictamente personal". Hasta el presente, todos los intentos de definir con

precisión el contenido y significado último de los términos que entrecomillo y

subrayo lian resultado fallidos.

Mi punto de vista es que las razones anteriores son insuficientes para

"justificar" y explicar psicológicamente el conjunto de dimensiones afectivas y

personales que conducen a optar por la pareja de hecho. Y, así, un mínimo

análisis de la cuestión pone de manifiesto que, bajo la fachada de los

mencionados motivos "ideológicos" aducidos por las parejas de hecho, se

esconde una actitud que se nutre de motivaciones y vivencias cuyo

significado en el encuentro y la convivencia en régimen de pareja de hecho

dan a este tipo de unión unas dimensiones claramente específicas, pero

también y sobre todo negativas. ¿De qué dimensiones se trata?

Io. Para empezar, cabe pensar que la pareja de hecho está basada en una

desconfianza todo lo respetable que se quiera pero insana, puesto que se

plantea en clave de un cierto recorte a las propias capacidades y recursos

personales: "¿seré capaz de...?, "¿conseguiré que el otro me quiera en todo

momento tal y como soy?", "si fracaso ¿podré soportar los graves

inconvenientes de la ruptura?, o "¿no es mejor dejar la puerta lo más abierta

posible para que en caso de darse la ruptura sea la salida del compromiso lo

menos traumáticamente posible?". Es obvio, que estas dudas esconden una

baja autoestima o, lo que es igual, la falta de confianza en sí mismo para

afrontar las eventuales y probables dificultades por las que suel en pasar

i 289

I.A INi OI IH.IA l>f I SOLTERO ENTREN MITO 1* I -Mil ANDAD

tocias las parejas. Desde esta interpretación, parece lógico alirmai que las

paa'jas de hecho basculan sobre la baso do la desconfianza en los propios

recursos tanto de uno mismo como do la pareja. A esto hay que añadir que

comenzar la vida en común con tales actitudes no os sino encarar y alimentar

la convivencia desde supuestos do debilidad, algo nada recomendable para

potenciar ol pleno desarrollo afectivo de la pareja.

2". Empalmando con la explicación anterior, otra do las debilida des que

veo personificada en las parejas de hecho es cierta incapacidad para asumir la

propia existencia con el margen prudente de inseguridad que le es inherente.

Es cierto que podemos considerar sano cierto temor ante las nuevas

situaciones que podrán sobrevenir pero, si no se asume que la vida del ser

humano tiene una buena dosis d, aventura y do riesgo, los excesos de

prudencia a lo único que conducen os a hacer imposible que la capacidad de

amar y recibir amor quede limitada a horizontes que nada tienen que ver con

la plena expansión y disfrute del amor entre los miembros de la pareja. Sin

ánimo de ofender a los lectores, pienso que encerrar el amor de pare ja dentro

de los límites de lo seguro y controlable os trasladarlo al mundo animalesco

de lo instintivo, sólo los instintos animales -a veces, se añado, y ol mundo de

los muertos- son mundos seguros, por eso las personas maduras actúan

convencidas de que libertad v seguridad total son términos incompatibles;

sólo quienes son capaces de renunciar a esa total seguridad se sitúan on el

camino que puede conducir al pleno goce dol amor en las parejas. A partir de

aquí, se llega a una conclusión altamente significativa y que, aunque sue na

fuerte, creo que constituye un buen criterio para valorar las pare jas de hecho:

sólo la excesiva o falsa prudencia lleva a sustituir el compromiso total del

matrimonio por el vínculo conscientemente condicionado y limitado en las

parejas de hecho. Hay un dato sociológico que confirmaría esta tesis: las

"parejas a prueba", las que se someten a un "tiempo de rodaje" y las "parejas

de hecho" se separan más que las unidas por los vínculos de matrimonio,

siendo para todas ellas la separación un acontecimiento igualmente negativo en sus vidas.

290

Al’l RTl KA DI I SOI IKKO A I A VIDA EN PAREJA 'r Al MATRIMONIO

3“. Las parejas de hecho, sobre todo después de que legalmente existen

leyes reguladoras del matrimonio civil y de divorcio, tienen más motivos que

nunca para actuar pensando que siempre les quedará la posibilidad di* la

separación si, llegado el momento, se hace imposible la convivencia en pareja.

¿Qué es, entonces, lo que motiva el no incluir en sus previsiones esta "fácil"

posibilidad? No encuentro mejor explicación para responder a este

interrogante que trasladarlo a aquella esfera de la personalidad en donde se

conjugan de manera cuasi inextricable tres términos decisivos en la conducta

humana, libertad, prudencia y miedo ante lo desconocido. Con todos los reparos

imaginables, permítame el lector caer en la tentación (!) de decir que es <■/

r/so de ¡a propia libertad, indebidamente limitada \K>r un exceso de prudencia v de miedo, lo

que conduce ii la elección de la pareja de hecho.

Si se admite la conclusión anterior, es fácil determinar la condición o

requisito necesario para pasar del compromiso de pareja de hecho a aquel

otro llamado a realizar el amor hasta los confines de su total desarrollo y

plenitud, me refiero a la fe en la vida, que consiste en actuar dominados por la

convicción de que, más lejos de lo que nuestros ojos ven en nuestro horizonte

más inmediato, hay un más allá cargado de posibilidades por las que vale la

pena luchar dejando de lado cualquier atisbo de desidia, desaliento o

escepticismo en nuestras propias fuerzas. La fe en la vida consiste en damos

cuenta de que la vida nos supera y que no podemos atraparla ni definirla

mediante el recurso a fórmulas o m ni comprensivas, algo parecido a lo que

pudiéramos denominar la "ecuación de la vida" y que posibilitaría el que

encajaran dentro de un marco plenamente coherente v totalmen te iluminado

el conjunto de dimensiones en que se despliega nuestra existencia,

pensamientos, sentimientos, dudas, inseguridades, temores, etc. (Lowen,

1993). Muchas conductas de la gente carecerían de la más elemental lógica si

no se interpretan como expresión de la fe en la vida que, de forma encubierta,

nos permite gozar anticipadamente de un futuro que, aunque incierto,

esperamos feliz, una especie de vuelta al paraíso en el que podremos ver

cumplidos los sueños aún

i 291

I \ INU (H.CH.ÍA I>1 I MM.TERO: liNTRE El. MITO Y I.A REALIDAD

no logrados hasta ol presento; ninguna gran empresa do nuestra vida es

alcan/ablo si nuestra esperanza no nos sitúa por encima y más allá do todas

nuestras limitaciones y miserias, convencidos do que tenelín»'. los suficientes

recursos para superarlas. ¡Hay motivos suficientes para pensar que ol gozo

del amor pleno dentro del matrimonio es una de las empresas en que pueden

implicarse todas las personas! (Bornad, 2000, p. 160-163).

Decálogo para solteros

Un modo de resumir este capítulo es proponer a mis lectores sol teros el

equivalente a un decálogo específico para ellos. Es sabido, que los decálogos

aglutinan reglas o normas fundamentales tendentes a regular alguna parcela

do la conducta humana. En este caso, mi propuesta más que do normas trata

de ofrecer un listado de principios o criterios que, desde la psicología, cabe

proponer al soltero que aspira a recorrer con eficacia los caminos del amor y

vivir felizmente con su pareja:

1" F.1 matrimonio es una opción libre, nada ni nadie puedo imponernos

la obligación de casarnos; en este sentido, el matrimonio no es una

cuestión que pertenece al ámbito de la ética sino de los valores, "me

merece la pena casarme poique el matrimonio representa para mí

una situación que me ayuda a enriquecer mi persona desarrollando

mi capacidad de dar y recibir amor".

2o. El disfrute del amor pleno no es patrimonio de los casados pues, al

igual que éstos, los solteros pueden disfrutar de relaciones afectivas

suficientemente satisfactorias.

3o. El matrimonio no cambia la dignidad y el valor de la persona, una y

otro radican en la condición del ser humano en cuanto sujeto libre,

único e irrepetible.

4o. La "media naranja" es un mito, todos estamos rodeados de varias

personas del otro sexo que pueden ofrecernos el regalo de su amor y

recibir el nuestro.

292

AI’KKTUKA DMI. SC»I ILUOA I .A VIDA l-.N l 'AKI JA ^ \l MAIKIMi « Mi >

5". El matrimonio no es el remedio a la soled.id ni .1 mientras

inseguridades, tal remedio es innecesario en nuestra v ida cuando

somos conscientes de que estamos rodeados de per sonas que se

fijan en nosotros y dedican alguna parte de ^ti vida a escucharnos y

¡1 cuidar de nosotros.

6o. La timidez os mala consejera para encontrar la pareja que puede

hacernos felices, por ello dejarnos llevar de la timidez nos priva del

inmenso don de la vida que nos permite gozar dando y recibiendo

amor.

T\ El amor pleno de pareja exige intimar con ella, cualquier paso

respetuoso encaminado a descubrir lo que se encierra en el alma de

la persona con la que pretendemos compartir toda nuestra vida es

una actividad cuya dignidad está fuera de cualquier duda.

8\ Casarse para recibir amor de la persona a la que queremos amar, sin

la paralela actitud de ofrecerle lo más propio de nosotros mismos, es

una conducta egoísta que arruina el amor y, tarde o temprano, nos

conducirá a sentir vergüenza de nosotros mismos.

9°. El matrimonio no implica la destrucción del amado ni su conversión

en lo que somos o sentimos, supone la construcción de una tercera

realidad, el "nosotros", respetuosa con las diferencias individuales

de cada miembro de la pareja.

10". El amor perfecto e ideal no existe, como tampoco el matrimonio

perfecto, por ello la aspiración de los casados debe consistir en

disfrutar de la persona amada tolerando magnánimamente sus

limitaciones y defectos y ayudándole a desarrollar sus cualidades.

i 293

ANOTACIONES Y COMENTARIOS al libro de

Carmen Alborch (1999): Solas. Gozos i/ sombras de una

numera de vivir. Madrid: Temas de Hoy. T ed.

Observación inicial

En estas páginas ofrezco reflexiones y formulo preguntas orien tadas

básicamente a aclararme yo mismo sobre algunos de los interrogantes que me

han surgido durante la atenta lectura y relectura de Solas. Mi intención no es

otra que ofrecer un punto de vista psicológico -confieso que no exento de

dudas en bastantes casos- sobre la interpretación de la vivencia de la soltería

en esta obra de Carmen Alborch que, como es sabido, ha gozado de

extraordinaria audiencia entre los lectores. A mi entender, las ideas de esta

mujer, que se define como sola, no son cuestión baladf y suponen una notable

penetración en la problemática de la vida del soltero en el final del siglo

veinte y en la sociedad a la que hemos dado en llamar "sociedad

desarrollada". Quiero dejar constancia, por un lado, mi total respeto hacia la

persona e ideas expresadas con encomiable sinceridad en esta obra de la

exministra socialista y, por otro, posicionarme ante ellas con la máxima

honestidad que me es posible; me he prestado a estas reflexiones movido,

sobre todo, del ánimo de comprender mejor lo mucho que como varón

seguramente me queda por aprender sobre la problemática que afecta a una

amplia parte de la socie-

fe

295

dad. los mujeros solteras. c mmi jHuJr.i comprobar ol lector qtu- Iwva leído ol

libro do Alborch, me centm especialmente on la porto del libro dedicada por

lo autora o exponer sus ideas inós personales (*n torno .1 l.is nuijoros solo* o

solloros.

1. I «i confianza en nosotros mismos

Dioo l.i .wtor.i (p. 101): "I I Inifiiijii personol oi/iutd o stilrcntar ¡,<~ prol'le- »»!.(>

,'ioilóm'tCOS U ti ilwri'thlt lltoHifodl'S iVlltO l’J SCIltido u ti! IT'fMI-n! ;. lidad, lo

mvndad. ln£i'iwh*>¡dad i» taem¡>otia jwn? el troto ¡con tos otros] ¡vn> no nos hoce

aumentar lo eonfion:o en nosotiw mismos yo ,fuc tenemos ¡o profunda ciuivicción de

ipie virina* /vio les otros".

Comentario

Si ontiondo la precedente afirmación, lo que la autora parecí’ decirnos es

que ol darse a los dem<1s con ol intento de serlos útiles no aporta nada a la

construcción de una imagen positiva y valiosa de sí mismo ni al desarrollo do

la autoestima, en otras palabras, que nada añade de positivo al

reconocimiento del valor personal do nosotros mismos el hecho de orientar

una parte de nuestra actividad a la específica finalidad de contribuir al

desarrollo de los demás. Con relación a estas afirmaciones, quieio decir:

1\ Una opinión muy extendida entro los estudiosos de la personalidad

sostiene que, por ley general, cualquier acción voluntaria, realizada con la sana

intención de contribuir al desarrollo de los que nos rodean, todo intento

consciente de hacerles felices, los gestos do amor hacia los o tros, moverse

dentro del marco del "nosotros"... supone una ampliación positiva do lo

personal que ™s enriquece y agranda nuestra condición de sores

individuales. Cuando talos conductas son libremente realizadas implican la

actualización de una capacidad personal positiva, la do compartir las propias

riquezas con aquéllos a los que amamos y servimos; en definitiva, que el

significado último del amor libremente ejercitado hacia los demás no os sino

la expansión y desarrollo de una dimensión valiosa y positiva de la persona

ANOTACIONES V COMENTARIOS AL LIBRO PE CARMEN ALUORCII

íl'romm, 2000). Por ello resulla chocante que la autora de So/as no vea en oí

despliegue de estas posibilidades personales un valor positivo qur redunda,

por .su propia naturaleza, en el logro de mayores cotas tic autoestima y, en tal

sentido, estoy convencido de que la demostración del amor gratuito y libre

hacia los demás, lejos de impedit el desarrollo de la autoestima, contribuye a

la elevación del concepto positivo que la persona hace de sí misma en cuanto

instrumento útil y valioso puesto al servicio do los demás. A título de

ejemplos paradigmáticos, pocos dudan hoy do que la entrega de Teresa de

Calcuta a los pobres y desvalidos tuvo un alto valor humano a los ojos de la

propia protagonista y de su entorno, y lo mismo cabe decir de la dedicación

de las madres al cuidado de sus hijos, del profesor a sus alumnos, del

gobernante a sus gobernados, etc. Todos estos gestos generosos tienden a

traducirse en mayores niveles de autoestima, toda vez que lo que tales

acciones significan y lo que se está realizando a través de ollas es hacer

patente la dimensión de nobleza y generosidad que se esconde en el interior

de cada persona en forma de capacidad potencial de crear escenarios más

positivos y completos del entorno en ol que se despliega la propia existencia.

Desde tal perspectiva, parece lógico afirmar que las personas que eligen

libremente casarse y consagrarse al amor de la esposa/o y a los posibles hijos

nacidos de su amor no es sino un caso más de donación a los demás, lo que

lleva implícito el reconocimiento y despliegue del ser positivo que se lleva

dentro. Es por ello natural que estas vivencias se traduzcan en el desarrollo

do la autoestima personal.

2\ No veo por qué Carmen Alborch reconoce que el amor es algo positivo

en lo que tiene de valioso y noble en relación con uno mismo y le niega tal

dimensión cuando el amor es ejercitado hacia los demás.

En síntesis pues y desde lo dicho, creo que puede afirmarse sin peligro de

equivocarse que cualquier manifestación de amor liba* y generoso hacia los

demás tiende a aumentar la autoestima -lo contrario de lo que parece decirnos

la autora-.

297

I.A l’SK'OI 1XJÍA 1)1 1. SOl.TKRO: l -'NTRK IiL MITO Y I.A REALIDAD

2. I.a misión de Id mujer como esposa y m.idre

Vis tv/Sí’M/ín»» dice l.i autora cu la p. 103- que el matrimonio es y dely.

n.i ser el sítalo tic iwtu mujer; la familia tradicional, su estado ideal y sata- (¡ti lorio: y.

tener lutos. mí< un destino marcado por mn’sfm biología, sino mi deber ÍIII/O i

umphmiento se verá convenientemente recompensado. Una mujer, pues, no >e realiza si

no es madre. Una mujer sin pareja es irremediablemente infeliz y socialmente no cumple

con su misión". Y más adelante añade: Tu consecuencia, a las mujeres les es

inherente la abnegación, el Sitcrifieio e, incluso, el olvido de si mismas, en tanto que

cuidadoras y pro- iveilora< de los afecto* y responsables del buen funcionamiento de la

familia /.../, ¡tero la felicidad no puede ser impuesta y no tiene jwr qué conducirnos a

ella un camino único".

Comentario

1" Me pregunto si Alborch mantendría la misma postura si fuera hombre

y comprobara que la misma sociedad que asigna la función de madre a la

mujer le impusiera como hombre-varón, por ejemplo, la obligación del trabajo

como un imperativo natural y derivado de su condición de miembro de la

sociedad a la que pertenece y para provecho de ésta. Entiendo que la sociedad

no puede hacer imposiciones cualesquiera a sus miembros pero nada tiene de

extraño que otorgue una especial valoración positiva al cumplimiento de las

funciones que espera recibir de ellos para la buena marcha de la sociedad de

la que forman parte; todavía mejor se entiende tal juicio positivo cuando se

trata de funciones que pertenecen en exclusiva a algunos de sus miembros,

como es la maternidad en calidad de prerrogativa natural y exclusiva, hoy por

hoy, de la mujer.

2". Tampoco encuentro nada de extraño el que se vea positiva y fuente de

satisfacción para los miembros de la sociedad, en este caso de la mujer, la

relación que el sentir común establece entre el servicio a la sociedad corno

madre y la satisfacción que ésta puede experimentar por el servicio prestado a

la sociedad mediante y a través de la maternidad. La consideración de la

dimensión social de la persona es, creo, suficiente respaldo psicológico y

sociológico para establecer tal

298 ^

ANOTACIONES V COMENTARIOS AE I IBKODE t'AKMI N AEISOIUH

paralelismo. En estos tiempos en que el descenso de la natalidad se ha

convertido en algunos estados en grave problema social, parece poco menos

que insultante rechazar la posibilidad de que muchas mujeres disfruten en

ve/ de "sufrir" la maternidad en cuanto servicio generoso a la sociedad.

3°. Admito que la realización de la mujer como persona no tiene por qué

pasar necesariamente por ejercer su potencial capacidad de ser madre y, por

lo mismo, que su felicidad personal se haga depender exclusivamente del

ejercicio de tal potencialidad, como apunta el estereotipo de la mujer esposa y

madre, pero al mismo tiempo y habida cuenta de que, en el plan de la

naturaleza, la maternidad está reservada a la mujer, no entiendo por qué el

ejercicio de tal papel deba traducirse, de suyo, en fuente de un cierto

empobrecimiento personal, menos aún que constituya un obstáculo al

desarrollo personal de las mujeres. En este sentido, me parecería más

apropiado ver la maternidad como un gozoso servicio y una fuente normal de

expansión y autorrealización positiva para la mujer.

3. La soledad en las mujeres independientes y solteras y su salud mental

Dice la autora en la p. 111:"... los manuales de psicología aluden a la soledad de las

mujeres independientes como un importante problema de salud mental: las mujeres son

infelices porque son libes. Eslo es algo terrible, injusto y falso".

Comentario

Io. Los manuales que, como profesional de la psicología conozco, no

suelen presentar con carácter general tal argumento, al menos no lo he visto

reflejado en los ensayos que he leído sobre la mujer independiente y soltera.

Lo que sí dicen tales estudios es que de hecho muchas mujeres independientes

confiesan que para ellas una fuente de infelicidad es la soledad, una

experiencia desagradable que, según confiesan, se deriva en buena medida de

su condición de solteras.

I

I A l*SirO!.lX;ÍA DI-I.SOI II -KO: INTUI- II. MU O Y I.A Ul Al ll»AI>

l-ntieiulo que ante estas confesiones m«1s que evidentes, lo lógico es

admitirlas con honestidad V sin tapujos, lo que no debe llevar, p«,, otr.i

[•'.irle, a la equivocada conclusión de que muchas mujeres solo*, o

independientes faltan a la verdad cuando dicen sentirse felices \ go/ai de

una envidiable salud mental.

2". Aceptado que no se puede decir sin más que la soledad sufri da por

muchas mujeres independientes y solteras sea una consecuencia necesaria de

su independencia -en esto estoy con Alborch-. nada obsta para reconocer que

la situación de mujer independiente conlleva en bastantes mujeres una

especial dificultad para librarse del mal de la soledad; en términos

equivalentes, parece claro que vivir independientes y sentir cierto

"sufrimiento" a causa de la solo- dad es una experiencia frecuente que muchas

mujeres confiesan abiertamente.

3". Admito también que la soledad no es patrimonio exclusivo di las

mujeres independientes y solteras, como repetidamente y con razón expresa

la autora de Solas, pues es sabido que muchas mujeres casadas confiesan

sentirse muy solas. Pero ello no es óbice para admitir el hecho real de que en

nuestra situación cultural actual, muchas mujeres independientes y solteras

consideren especialmente difícil librarse de un cierto nivel de sufrimiento a

causa de la soledad que conlleva su vida independiente. En este sentido,

entiendo que, más fructífero que "acusar" a los estereotipos sociales de

exagerar el mal de la soledad que acompaña la independencia y soltería en la

mujer, sería más conveniente promover el desarrollo personal de las muje res -

y también de los hombres solos- para que asuman con madurez los

inconvenientes de la soledad qutj les toca vivir, lo que se traducirá en una

mejor salud mental. Cabe pensar que, en la medida en que se dé tal

aceptación libre, las mujeres -y los hombres- independientes dejarán de sufrir

y ya no considerarán "terrible" el lote de soledad que conlleva su situación de

independencia. Me desmarco, por ello, del carácter de "terrible" que el

estereotipo asigna a la soledad de los independientes y solteros y estoy con

Alborch cuando entiende que

300

ANOTAl IONliS Y C OMKMARIOS AL UBKODI: C'AKMI \ AI.HOKUI

l. vs mujeres independientes y solteras pueden disfrutar de buena salud

mental, pero ello con una condición, que sepan asumir su independencia y

soltería como una elección plenamente libre y responsable, lo que implica que

están dispuestas también a someterse a las correspondientes limitaciones que

conlleva su condición de solteras y, entre ellas, una cierta carga de soledad.

4. No hay que sentirse culpables por buscar la propia felicidad

En la p 112 de Srt/rts so dice: 'Si ¡wr fin hemos descubierto que In felicidad

lyoi nuestra titilación de solas] es preferible al sacrificio o la abnegación, no dclviiu»

sentirnos culfHtbles". Y en la página siguiente añade: “L> esencial es vivir la

propia vida, no la del otn>. Y desde huyo, mundo se vive «’hi se aprende a vivir así

(felizmente solas

Comentario

1°. En términos generales, no hay inconveniente alguno en admitir que el

no vivir exclusivamente para la abnegación y el sacrificio de sí mismo sean

motivos suficientes y por sí solos para sentirse culpable. Al fin y al cabo, el

amor bien entendido comienza por uno mismo puesto que el amor es querer

al prójimo y el prójimo primero y más cercano, somos nosotros mismos. En

teoría, pues, nada que objetar. Pero los hechos están ahí y nos dicen que en

nuestra sociedad hay mujeres que relacionan su independencia con algún

sentimiento de culpa.

2°. A la hora de establecer la relación entra* estos dos hechos, inde-

pendencia y culpa, una explicación plausible puede obedecer a la

identificación que muchas personas hacen de la independencia con una

actitud egoísta. La lógica nos lleva a pensar que es esta actitud y no otra la

principal fuente de la que se derivaría la vivencia poco gratificante del

sentimiento de culpa en algunas mujeres -y hombres-.

3o. Si se admite que tal es la causa del sentimiento de culpa, la cuestión

parece que debiera orientarse a dilucidar en qué medida la independencia y la

soltería constituyen realmente una forma de

301

I . A l * SK O I I X¡ Í A 1 )1 -1 . S O I I I U O I N T K I I I M IT O Y I A KK AI . ID A I)

egoísmo vicioso y criticable, capaz do producir la vivencia de culpa on l.is

personas que, por encima de todo, eligen su independencia Por descontado

i|uo el hecho de que el estereotipo social de egoísta*, así lo considere no es

motivo suficiente para que las personas independientes tengan que asumir tal

interpretación, pero tampoco se justifica adoptar ante este juicio social una

actitud victimalista; más bien lo que parece adecuado y eficaz es que los

solteros muestren con sus hechos a los ojos de quienes les rodean que no está

justificado el estigma social de egoístas que se Ies atribuye. Así llegaríamos .1

l.i conclusión de que en la medida en que las personas solas hacen l.i opción

de vivir independientemente y, a la vez, dan muestras de una actitud

generosa practicando cierta dedicación a los demás on sus entornos sociales,

cabe esperar que acabará por carecer de funda- monto la acusación de

egoísmo que se les atribuye y, paralelamente, se verán totalmente libres del

sentimiento de culpa que la sociedad pone en ellas v algunas dicen padecer.

Por último, me inclino a pensar que esta meta, la experiencia de una vida

gozosa por parte de los independientes y solteros, difícilmente se convertirá

en realidad mientras éstos se rijan por el lema de que para ser feliz "lo esencial

es vivir [sólo] !a propia vida, no la del otro".

5. ti difícil equilibrio de las mujeres que optan por vivir solas

"Muchas mujeres -[solas), se dice en la página 113 de la obra que estoy

'comentando, manifiestan no saber qué hacer para conciliar el deseo de autonomía,

sus intereses profesionales, sus exigencias en la relación con la pareja 1/ su nostalgia

de una vida feliz idealizada".

Comentario %

r. En muchas esferas de la vida aparece como problema acuciante

compaginar dentro de un marco de vida equilibrado v armónico los diferentes

roles ejercidos por las personas, por ejemplo, depender de los demás v ser

uno mismo, ser amigo de los hijos y recriminarles por sus incorrectos

comportamientos, tratar a los alumnos como amigo y suspenderles cuando su

rendimiento acadé-

L. 302

ANOTACIONES Y COMEN! ARIOS Al. LIBRO DE CARMI N ALBORCII

mico no es satisfactorio, disfrutar de la vida y asumir los achaques de la

vejez, compaginar el papel de marido y padre con el ejercicio de las

obligaciones profesionales, etc. Hay que reconocer que, en general, articular

adecuadamente los distintos requerimientos en los que se despliega la

conducta global de las personas es un problema universal que obliga

frecuentemente a difíciles equilibrios y momentos de indecisión v de zozobra,

y esto es igualmente válido tanto para las mujeres como para los hombres, al

margen de su estado de casados

o solteros. Confieso que no acabo de entender por qué Alborch con sidera

especialmente difícil y, sobre» todo, con carácter de exclusividad y hasta con

tintes dramáticos alcanzar tal equilibrio en el caso de las mujeres solas, a

menos que se parta de un supuesto, que 110 comparto, que se Ies considere

especialmente incapaces para armonizar las dificultades y problemas que

conlleva vivir un cierto grado de independencia con el resto de sus

compromisos en el marco de su desarrollo personal, en especial, compaginar

lo profesional con sus necesidades afectivas.

2o. Manteniendo lo anterior, suena a queja de tintes victimistas no sólo

las dificultades mencionadas puestas en boca de las mujeres solas por la

autora, sino otras muchas que aparecen aquí y allá a lo largo de So/ns.

Valgan de ejemplo las cinco preguntas -más bien lamentos- que en forma de

punzantes interrogantes aparecen en la misma página que comentamos y que

Alborch expresa en nombre de las mujeres solas: ¿Quién o qué es el

responsable de que haya tantas mujeres solas? ¿La demografía, demasiadas

mujeres?, ¿las exigencias marcadas por la revolución sexual y el feminismo?,

¿los hombres demasiado tradicionales?, ¿la búsqueda de las mujeres de una

mayor calidad en ios sentimientos, de una mayor autonomía? Desde cual -

quier punto que se mire, salvo que se echen todas las culpas de tan tos males a

los hombres "tradicionales" -opinión que la autora no parece defender,

aunque tampoco la descarta- la respuesta es bastante simple: la opción por

determinados objetivos en la vida conlleva la renuncia de otros, y esto no

vale sólo para las mujeres solas, es ley universal y un gaje de la vida (!).

303

I A l’SICOLCX'.ÍA DEL SOI I ERO: ENTRE I I M I IO Y I.A REALIDAD

y. La autora termina el párrafo que contiene las anteriores peguntas con

la solemne afirmación ya citada: "Lo esencia! es vivir la propia vida, no la del

otro". Yo me pregunto, ¿por qué no ttnubwu |,, del «'tro? o ¿por qué no es al

menos tan bueno y valioso vivir la \ ¡da del i>tro que vivir sólo la propia

vida? Me inclino a pensar que Alborch hace suya una exigencia vital excesiva

por parte de las mujeres solas, la pretensión de gozar de su autonomí a sin

asumir sus correspondientes servidumbres o limitaciones; a esto se llama

pecar de idealismo y da pie para formularse otra pregunta ¿por qué no es tan

responsable v culpable de los males que sufren las mujeres solas su excesivo

idealismo que el "tradicionalismo excesivo" del que se dice que hacen gala

muchos hombres? Hs una pregunta digna de analizarse en profundidad so

pena de exponerse a confundir el tópico con la realidad.

6. ¿Son más felices las solteras que las casadas?

En la p 115 cita la autora un estudio realizado en Estados Unidos

entre 1985-1986 del que se extrae el siguiente dalo: "el 60 por denlo de las

solieras opinaban que eran más felices que sus amigas casadas y las mujeres entre

veinte y treinta años mostraban una preferencia cada vez mayorjwr la soltería”.

Comentario

1". Lo primero que hay que decir es que se trata de un estudio puntual,

realizado en un contexto concreto y, además, bastante dis tante en el tiempo lo

que exige, aun aceptando su fiabilidad, interpretarlo con cautela y sobre todo

ser prudentes en cuanto a la legitimidad y validez de su extrapolación a los

momentos actuales y a los variados contextos en que se desenvuelve hoy en

día la vida de la mujer soltera.

2". A lo anterior hay que añadir un dato de especial relevancia: los

expertos en psicología de los sentimientos (Castilla del Pino, 2000),

consideran que actualmente no disponemos de criterios válidos y fiables, ni

de instrumentos consistentes para medir la intensidad de las

¿04

A NOTACION l¡S V COMEN TARIOS Al I.IHKODI C AKMl \ Al HOKCII

vivencias emocionólos y, poi lo mismo, los diferentes niveles de íeli - cidad en

las solteras y casadas, pues las medidas de tales vivencias emocionales son en

la actualidad tan imprecisas y groseras que suena .1 frivolidad decir cuánto

más felices son unas personas respecto de otras, en nuestro caso, las solteras

respecto de las casadas, máxime cuando los estudios disponibles sobre este

tema no son concordantes y en muchos casos contradictorios (Gail y Moon,

1997).

3". En cualquier caso y desde los datos del estudio citado por Alborch. no

queda claro por qué, si la soltería conduce tan claramen te a la felicidad,

todavía hay tantas mujeres que aspiran a casarse y esperan ser felices en el

matrimonio. En este contexto, recuerdo la confesión de una amiga que, tras

haberse casado a los 35 años, me decía: "yo siempre fui defensora de la

soltería mientras estuve soltera, ahora que estoy casada soy partidaria de las

ventajas del matrimonio". Cuando uno se pregunta por qué tantas mujeres se

casan, varias son las hipótesis posibles explicativas: ¿Será porque a) las casa-

das son inconscientes y no saben en qué berenjenales se meten?; b) ¿será más

bien porque son más maduras e inteligentes y saben que la felicidad no es una

experiencia vinculada de oficio a determinados estados ni patrimonio de

situaciones únicas, como la soltería?; o c) ¿tal vez es debido a que muchas

mujeres consideran que, a pesar desús dificultades, el matrimonio, si se

aprende a sacar partido de él, resulta "rentable" en términos de desarrollo

personal y un medio de conseguir logros vitales positivos profundamente

deseados y vinculados a la vida en pareja...? Cualquiera de estas preguntas

están abiertas a varias respuestas perfectamente asumibles. A este propósito,

me viene al pensamiento lo que suelo decir a los jóvenes con los que por mi

trabajo profesional trato diariamente: "por si no lo ¿abes, te recuerdo que hay

tres estados imperfectos, la soltería, el matrimonio y todos los intermedios".

4°. Todo lo anterior me lleva a proponer el siguiente criterio práctico: la

opción por el matrimonio o !a soltería depende de un compli cado y rico

conjunto de actitudes y expectativas pertenecientes al

i 305

LA PSICOLOGIA OH SOI 11-110: l;MKI : I I V 70'. I A kl --ALIDAI)

ámbito di’ lo personal, profesional y afectivo, Jo que significa que is

prácticamente imposible decidir de una ve/ por todas y con carácter general

cuál de los dos estados, la soltería o el matrimonio, es para cada mujer -y para

cada hombre- la mejor vía de alcanzar el lote do relativa felicidad que puede

disfrutar la persona a lo largo de su vida Kn este sentido, me inclino a pensar

que es a partir de la consideración de (odas las posibilidades que nos ofrece la

vida y al margen de falsas utopias, reduccionismos ingenuos o torpeza para

definir las propias aspiraciones, de donde se puede deducir con cordura y

adecuadamente la orientación personal hacia la soltería o el matrimonio, listo

es lo mismo que decir que para llegar al juicio definitivo sobre la pre ferencia

de la soltería o el matrimonio es obligado empeñarse en el análisis detenido

del propio talante personal y del contexto social en el que a cada hombre o

mujer se le ofrecen las mejores posibilidades de desarrollo y felicidad. Es

evidente, que estas posibilidades responden a un patrón tan decisivamente

individual que asumir por la vía de simple mimetismo el juicio de las amigas

sobre el matrimonio resulta un criterio insuficiente, frívolo e infantil para

decantarse por la soltería.

7. Excesivo deseo de agradan un especial peligro para las casadas

Cuenta Alborch en su obra -p. 116- el caso de una amiga que le expli-

caba cómo cuando se enamoraba se situaba en otra realidad y de for

ma muy sutil empezaba a acomodarse y subordinarse al rol que

desempeñaba en la pareja y así "en cuanto te descuidas estas en la cocina

encantada, sin que nadie te lo haya impuesto, hasta que un día, te preguntas ¿que

hago yo aquí? y suena la alarma, porque tus deseos de complacer se están

convirtiendo en una obligación".

Comentario

1°. Encuentro lógico que suene la alarma en el desempeño de las tareas

domésticas en la medida en que se actúa en las relaciones de pareja y en el

marco familiar al margen dol amor. Efectivamente, si el deseo de complacer

no se asienta en el amor, estar en la cocina, hacer

306 _

A NO I Al IONES Y COMb'N'IARICIS AL LIBRO 1)1 < ARMEN ALüORCI I

l.i colada, ocuparse de las rutinarias tareas del hogar o realizar cual quier

actividad casera de interés para la familia y, cabría añadir, muchas otras

obligaciones en la vida... pueden resultar acciones no sólo poco gratificantes

sino aburridas y esclavizantes para quienes las realizan; concédaseme que esto

vale también para los cada día más numerosos hombres que comparten las

tareas del hogar con sus mujeres. Pero éstas y otras muchas vivencias

personales pueden adquirir, y adquieren de hecho, un sentido muy distinto

cuando el tema se enmarca en otro terreno, en el de las motivaciones

profundas de las personas y especialmente en el ámbito del amor. Desde la

perspectiva del amor, las acciones más rutinarias se transforman en ges tos de

gran valor humano y convierten "pesadas obligaciones" en acciones altamente

gratificantes en el plano íntimo de la persona. Así lo ven quienes opinan, -y

creo que es lo correcto- que el valor de las acciones personales no depende

tanto de su consideración de meros gestos materiales y externos sino de los

móviles que las dirigen. I.o contrario equivaldría a cometer la grave injusticia

de subestimar en bloque la dedicación de nuestras madres a la casa y las

muchas actividades sencillas en que hoy emplean su vida muchas personas

dentro del hogar dedicando mucho tiempo y esfuerzos a llevar a cabo las

tareas necesarias para la buena marcha de la familia.

2o. Al hilo de estas consideraciones y centrando el tema en las actividades

de la mujer dentro del hogar, pienso que en el planteamiento de Alborch se

insinúan varios equívocos y principalmente uno, que el ideal de la dinámica

familiar consistiría en que cada uno de los miembros de la pareja se implique

en las tareas domésticas siguiendo criterios de un igualitarismo funcional a

ultranza "participación en todo y en la misma proporción", en lugar de regirse

por las leyes peculiares de los ecosistemas según las cuales las partes contri -

buyen a la buena marcha del organismo considerado en su unitotali - dad y

realizando funciones diferentes y complementarías. Puesto por medio este

último criterio, se entiende que lo que cuenta dentro del complejo familiar ya

no es lo que cada uno realiza dentro de la casa en calidad o a manera de pieza

aislada e impersonal sino que las

I 307

I.A I'SICOLOGÍA DEL SOLTERO: ENTRE II MITO Y LA REALIDAD

acciones diarias y rutinarias se valoran desdo ol sentido profundo v positivo

que les confiere la consideración de que son gestos de amor puestos al servicio

del bienestar de las personas a las que se ama y que forman un mismo hogar.

Sólo cuando se rechaza este principio, so encuentra lógica la amarga queja que

la autora pone en boca de su amiga en relación con los trabajos culinarios y se

justifica el que se considcie motivo suficiente de alarma aceptar la "obligación"

de contribuir a las cargas familiares.

3”. Hay más. Los expertos en el tema del amor no tienen la menor duda

en diagnosticar que el mal experimentado por nuestra apenada cocinera es la

enfermedad que denominamos "victimismo", una enfermedad propia de las

personas que, llevadas de una pretendida ilimitada capacidad de darse hasta

el sacrificio, dejan que el sentimiento de amor se les desmadre (Manglano,

2001). Estas personas caen en la trampa sutil de "dar para lograr ser

imprescindibles, dar para estar satisfechas de sí mismas, dar para sentirse

entregadas...". En tono irónico Lewis (1997) llama a este mal la enfermedad de

"la señora Atareada", mujer que da "porque necesita que le necesiten, porque

teme que le dejen de necesitar y pretende ser imprescindible". Estos objetivos

ocultos y en buena medida inconscientes hacen que el dar ya no genere amor

sino que lo destruya, y es así porque lo que se intenta con este modo de amar

es enganchar al otro, forzarle a que acepte el amor y así obligarlo a que te

tenga presente. No son otros los efectos de esa forma de amar que llamamos

"amor de pura donación" o amor por exceso y cuyos síntomas son el deseo de

"morir innecesariamente", hasta llegar a sentirse "consumido" en la entrega. Se

preguntará el lector por el remedio contra esta enfermedad. La receta no es

otra que estar atento a ejercer el amor desde la íntima y consciente decisión de

poner a quien lo recibe en una situación tal que no se le obligue a recibir lo

que se le da y se le permita gozar de su persona, de sus cualidades y de su

libertad. Cuando se da amor con y desde esta actitud, difícilmente se incurre

en el error del victimismo que acusa la mencionada ama de casa, pues el

ajuste entre lo que st? quiere dar y se da hace difícil la aparición de cualquier

actitud

308 > • •

ANOTACIONES Y COMENTARIOS AL LIBRO I>E CARMEN ALW >Kt 11

enfermiza. Podemos concluir diciendo que lo que le pasa a nuestra alarmada

cocinera es que no Ha aprendido a amar con el equilibrio suficiente para

darse de acuerdo con una medida de amor que permite ejercerlo gozando de

él y sin sufrirlo.

8. La donación a los demás como falta de respeto hacia sí mismo

Comenta Alborch -p. 116-117- que en el contexto de la fascinación que

acompaña todo proceso de enamoramiento, puede ocurrir que "tras la

fascinación inicial percibes que no existe equilibrio entre lo que das y

lo que recibes; te has comprometido muchísimo y lo peor es que ha sido de una forma

unilateral, con lo que descubres que no merece la pena haber entregado tanto, sobre

todo si llegas a perder el respeto y la estima hacia t¡ misma".

Comentario

1°. Comparto con la autora el criterio de que para ejercer el amor en clave

desana normalidad tiene que darse una cierta reciprocidad y que, por lo

mismo, amar totalmente y siempre a los demás sin contraprestación alguna

suele resultar generalmente una áctitud demasiado sublime para poderla

mantener largo tiempo sin incurrir en el sufrimiento y los desequilibrios

personales derivados de la autoin- molación. Pero, admitido esto, también

conviene recordar en este contexto que aunque amar a los demás "a cuenta de

nada" parece algo irracional, "amar sólo para recibir'' es una forma de

egoísmo que a la postre conduce a la subestima y desprecio de sí mismo, "soy

un egoísta y un aprovechado", "no soy capaz de amar de verdad y con un

mínimo de generosidad", etc. La conclusión es clara: también en el campo del

amor los excesos son malos.

2o. En la cita de Carmen Alborch y una vez más, nos volvemos a

encontrar con el tema del amor como tema fundamental dentro de las

relaciones de pareja. Pues bien, todos los estudiosos del amor son concordes

en afirmar que tales relaciones no pueden regirse por normas y criterios

mercantiles "te doy para que me des", "te doy en la misma medida en que

recibo de ti". Un mundo regido por principios

i-A rsicoi OÍ; ÍA ni i SOLTERO : r.Ni KI: I i MI IIJ v LA KHAI.IDAD

que no dejan ol mínimo resquicio para ol ejercic io di’ Id pino grolm- dad,

resulla no sólo impensable sino radicalmente inhumano; basta para caer en la

cuenta de ello el recuento de todos los gestos gratui tos de amor que hemos

recibido a lo largo de la vida.

3". Supuesto lo anterior, surge una decisiva cuestión: ¿cuál es l.i medida

del amor equilibrado, el que engrandece a las personas sin menoscabo de su

propia identidad? 1.a psicología del amor aporta algunos datos de interés

para dar con la respuesta planteada. Vendo a su clarificación, podemos

comenzar diciendo que el amor es lanías cosas que pocas empresas hay tan

difíciles como explicarlo y definirlo. Es por ello que los más finos análisis

psicológicos sobre el amor acaban reconociendo que este sentimiento es en

buena medida un misterio v, por lo mismo, una vivencia indescriptible,

imposible de traducir en palabras, dado que éstas son categorías mentales y

ol amor una experiencia de vida. No deja de ser, por otra parte, una paradoja

que después de reconocer el decisivo papel del amor en nuestras vidas,

comprobemos la facilidad con que nos equivocamos por exceso o por defecto

a la hora de ejercerlo, y ello tanto cuando damos amor como cuando lo

recibimos.

4". A la vista de estas consideraciones, todo conduce a pensar que el

lamento expresado en la cita con que se inicia este apartado no es otra cosa

que la expresión del dolor de una mujer que considera excesiva la medida del

amor que da en comparación con el que recibe. Tomando postura ante estas

manifestaciones y tras remitir al lector a mi reciente obra (Bemad, 2000, p.

202ss.), en la que dedico largas páginas a hablar del amor en las principales

dimensiones y vivencias que lo desarrollan, intentaré resumir en unas pocas

afirmaciones ni i respuesta al problema concreto planteado por la confidente

de Carmen Alborch.

a) Como he recordado anteriormente, el amor bien entendido comienza

por uno mismo, dado que el amor sano consiste en la búsqueda de la

felicidad del prójimo y el prójimo más cercano somos nosotros mismos.

Apartarse de este principio es sencillamente antife

310

ANOI A( ÍONI S Y COMENTARIOS Al. LIBRO lili CARMKN ALBORCI!

natural. I’or oso mo llama la atención ol hecho do que la mujer citada por

Alborch no haga referencia alguna al amor que so profesa a si misma y sólo so

quoja del amor que no recibe de los demás. ¿No es esto señal de que está

olvidando el papel que en el plano del amor significa amarse a sí misma y do

que está cometiendo el error de fundamentar su autoestima exclusiva y

básicamente en ol amor que le viene de las demás personas?

b) 1:1 amor entre personas es mucho más que un mero derivado del

deseo natural, puro gesto instintivo, por cuanto implica poner en jue go el uso

do la propia libertad y el respeto debido tanto hacia la propia persona que

ama como a la persona que recibe el amor. F,n este sentido, so dice con

fundamento que el amor es un regalo, una donación libre, que siempre

podemos dar y siempre recibir, lo que en términos equivalentes es lo mismo

que decir que el ejercicio del verdadero amor no es posible sin el respeto a la

propia libertad y, al mismo tiempo, sin cierta entrega generosa y gratuita de

uno mismo a los demás.

c) Por su propia naturaleza, el amor no es algo que podamos tener o no

tener, como no se puede tener o no tener inteligencia o v oluntad. Esto

planten el problema de sabor qué hacemos con el amor y cómo lo podemos

ejercitar. Y es llegados a este punto, cuando comprobamos que ei amor puede

ser tan profundamente creativo como destructivo. Es creativo en la medida en

que, bien ejercitado, sirve para hacernos felices, y destructivo cuando lo

convertimos en fuente de nutrimiento.

d) Aunque pueda sonar a cruel y resultar incómodo, no hay modelos

estandar para definir las formas de amar, por lo que cada persona debe

encontrar su propia medida en el ámbito del amor; esto constituye uno de los

problemas más acuciantes del ser humano -como muy bien queda reflejado y

con no pequeña dosis de amargura en la cita que origina estos comentarios-.

Por mi parte y la vista del estado de indefinición con que nos vemos

obligados a situarnos ante el hecho del amor y sobre todo ante la dificultad

para fijar los límites precisos con que hay que ejercerlo para que no acabe en

"pérdida del respeto y de la autoestima", considero útiles los siguientes

criterios:

311

I A PSK'OI.CXIÍA DHL SOI IT-KO l-NTKK EL MITO Y I A RF.AI IDAD

- El <*.v<rs<> de amor hacia no solios mismos, llevado hasta el extremo de

excluir nuestro amor a los demás, nos convierte en seres mezquinos, a

la postre en unos pobres narcisos egoístas. Así mismo, el e.vivsúw amor

a los demás, exigiéndoles que acepten nuestro amor, no es sino un

disimulado intento de esclavizarles v de manipularles con virtiéndolos

en posesión nuestra; en definitiva, constituye una forma sibilina de

privarles de uno de sus derechos más sagrados, de su libertad, lo que

difícilmente es compatible con el disfrute del amor a medio o largo

plazo.

- Por el lado opuesto, ejercer el amor en medida insuficiente equivale,

tratándose de nosotros mismos, al desprecio de nuestra persona y la

negación del valor que nos merecemos en cuanto seres individuales y

valiosos por el solo hecho de ser personas -en esto consiste la falta de

autoestima o bajo concepto de sí mismo-. Por otra parte, una medida

insuficiente de amor a tos demás nos lleva a tratarles con actitudes

destructivas, intolerancia ante su peculiar forma de ser, rechazo de

cualquier tipo de acercamiento a ellos mediante el diálogo y la

empatia, olvido de sus necesidades únicas, desconsideración del amor

que nos ofrecen, etc.; en definitiva, la falta de amor a los demás acaba

por traducirse en la desproporcionada e injusta exigencia de que nos

amen a cualquier precio, aunque ello suponga el sacri ficio de sí

mismos y su autodestrucción.

- Por último, en la medida en que vamos adquiriendo claridad en las

ideas sobre el amor y lo ejercemos al margen de los extremos que

acabamos i^le señalar, hacemos posible que este nobilísimo

sentimiento humano se convierta en experiencia equilibrada y feliz

tanto para el que da amor como para el que lo recibe. Tal medida ideal

de amor podría plasmarse en el lema: "ámate a ti mismo con todo el respeto y

la intensidad que te sea posible e intenta reproducir tal amor respetuoso e intenso en la

forma de amar a los demás". La validez de esta regla se funda-

.312

ANOTACIONES Y COMENTARIOS AL LIBRO DE CARMI N Al.BORCI I

monta en el hecho de que ol amor a los demás no os sino el reflejo y

prolongación del verdadero amor a sí mismo. Asumido este principio,

se llega precisamente a la conclusión contraria a la consignada en la

cita que estamos comentando y, así, el "haber entregado tanto", en

lugar de constituir un peligro para perder el respeto y la estima hacia

uno mismo, conducirá a la vivencia de la fascinante y gozosa

experiencia que acompaña la expansión personal que se realiza a

través del amor pleno a los demás.

9. La realización profesional del hombre y la mujer dentro de la pareja

Alude Carmen Alborch -p. 121- a uno de los obstáculos que suelen

darse dentro de la pareja por el hecho de que "mientras que la incom-

patibilidad entre el ámbito profesional y pida privada no se plantea por lo general en

los hombres. /.../, muchas mujeres han tenido que elegir y renunciar Aunque las

mujeres estén dispuestas a asumir talas las responsabilida- des, con gran esfuerzo por

su parle, los hombres en ocasiones, no están a la misma altura y surgen los celos

profesionales". Y concluye el párrafo dicien do: "de ahí al deterioro matrimonial sólo

hay un paso".

Comentario

Io. Los celos a los que alude la autora existen, es más, muchos se inc linan

a pencar que irán creciendo en nuestra sociedad a medidai que se vaya

incorporando la mujer casada al ejercicio profesional. Pero también opino que

Alborch está reflejando en su cita un mundo afortunadamente ya superado

por muchas parejas jóvenes. Ho> en día, las parejas jóvenes suelen plantearse

el tema con un talant» de diálogo más maduro, lo que les permite encontrar

fórmulas d- equilibrio; así, todos conocemos parejas, de diferente nivel

cultural profesional, en las que el hombre y la mujer saben repartirse la tareas

de la casa y de los hijos y algunas incluso en las que el cuid£ do de la casa

corre a cargo del marido y es la mujer la única que tr; baja fuera del hogar.

I.A I'SICOLOGÍA DLL SOLTERO: ENTRE EL MITO Y LA REAI IDAD

2 '. Por otra parto, ol hecho de que la normativa legal de muchos estados,

incluido el español, reconozcan a las parejas decidir cuál de los dos miembros

de la pareja usa la baja laboral con ocasión del nacimiento de un nuevo hijo

nos está indicando a las claras hasta qué punto han cambiado ya las cosas en

relación con el presente tema. En tal sentido, considero excesivamente

desproporcionada y en cierta medida ya obsoleta la actitud generalizada que

la autora de Solas asigna a las mujeres que "de hecho siempre han creído que

se las amaba por su disponibilidad para los demás, confundiendo así el amor

con la necesidad" (p. 168); de igual manera, que considero cri ticable la postura

de muchos hombres, totalmente entregados a la profesión y que no saben

compaginarla con un mínimo de atención a la mujer y a los hijos.

y\ I.ejos de mi intención el simplificar el problema que apunta Alborch

negando su existencia o suponiendo que es de fácil solución, más bien pienso

con ella que lograr el deseado equilibrio de la dinámica familiar en una

sociedad como la nuestra, dominada por la competí ti vidad, la eficacia y el

consumisnio, es para muchas parejas un asunto enormemente complicado y

fuente de muchos sacrificios, desequilibrios, frustración y conflictos. En este

sentido, confieso que no tengo fórmulas mágicas, si es que existen, para

proponérselas al lector. Lo que sí me atrevo es a valorar la actitud de muchas

mujeres -y también de muchos hombres- que, por el bien de la familia que han

fundado y a la que se sienten pertenecer, han optado por sacrificar libremente

algunas posibilidades de promoción y dedicación al trabajo en beneficio de la

familia.

4o. Buscando referentes más completos, creo que a muchos hombres y

mujeres les conviene repensar con calma determinados principios v, entre

otros, sugiero los siguientes: 1) no hay por qué considerar el éxito en la vida

únicamente en el plano del trabajo y de la actividad profesional, en la vida

hay otros muchos objetivos nobles capaces de llenar el corazón humano, uno

posible, y que afecta hoy

3 1 4 ,

ANOTACIONES V COMENTARIOS Al. 1.IUKO DI CARMEN Al.BORC11

por hoy principalmente a las mujeres, es ocuparse de la familia y de la casa

para que cuando el marido o los hijos llegan al hogar encuentren alguien que

les acoja libre del agotamiento, del estrés y de las prisas que marcan la vida

profesional de muchos hombres; 2) tampoco es recomendable considerar el

trabajo únicamente como fuente de riquezas ni trabajar -y esto es

especialmente aconsejable a los hombres- mientras "el cuerpo aguante", que es

lo mismo que decir, "a costa de lo que sea", incluida la propia salud o el

olvido de los deberes familiares más sagrados. A este propósito, recuerdo la

reciente confesión de un presentador de TV que a la pregunta "¿tra bajas por

necesidad o por gusto?" contestó: "trabajo por dinero; es saludable (!) que la

gente trabaje para ganarse la vida y no para realizarse, me encanta ganar

dinero porque es la forma de comprar tiempo en el futuro". Lo curioso es que

ese mismo presentador a renglón seguido decía: "quiero que los domingos

sean sólo depresivos, no depresivos y terroríficos como los míos, el ritmo de

un programa diario (como el mío] es devastador". Cuando contemplo tales

niveles de incongruencia no puedo por menos que recordar con pena la

historia de personas que he conocido, totalmente desorientadas con relación al

trabajo, como la de aquella florista que, con mucho dinero en el banco, moría

dos meses después de jubilarse, o la del camionero que dejaba viuda y cinco

hijos a la semana siguiente de confesarme "no sé hacer otra cosa que trabajar";

por todo ello 3) hago expresa invitación a rechazar algunos falsos dogmas

tales como el que la autoestima se fundamenta principalmente en el tipo de

trabajo que realizamos o que el trabajo es la medida de la persona.

5°. Por último, me desmarco de una sociedad que hasta ahora apenas se

ha ocupado de asegurar económicamente a las esposas v madres que, tras una

crisis matrimonial o separación, quedan a merced de su suerte, es decir, sin

recibir una compensación por parte de aquéllos a los que han dedicado una

gran parte de su vida, los maridos o compañeros.

I 3 1 5

I A PSICOLOGÍA DEL SOLTERO: ENTRE EL MITO V LA REALIDAD

10. Lo que hacemos con el propio cuerpo es asunto exclusivamente

Dice Alborch en la p. 176 citando .< Naomí Wolf: "cuando una mujer

><• otorga a ti misma y a las demás ¡H'iiniso para comer, ser sexual, envejecer, lle-

var lejanos /.../ taparse culera o ir medio desnuda, hacer cuanto se le antoje respecto

a seguir o ignorar una v/sidn estética, es que ¡¡a triunfado". V arta- de por su

cuenta: "Una mujer gana cuando decide que lo que cada uno haga con su cuerpo es

exclusivamente asunto suyo".

Comentario

1". Comienzo por reconocer que, en mi condición de hombre, no soy el

más indicado para decir a las mujeres cómo deben usar su libertad y, sobre

todo, lo que pueden y deben hacer con su cuerpo. Recuerdo lo que decía

Unamuno: "Siempre existe la libertad que uno se quiere tomar", aunque se

olvidó añadir "con todas sus consecuencias". Una mujer puede salir a la calle,

siguiendo el dictamen de sus gustos personales o de la moda, semidesnuda o

semivestida, dependiendo de la parte del cuerpo que cada espectador quiera

observar; lo que pasa es que a la minifaldera y para su disgusto se le escapa el

control de las reacciones que provoca en los demás. El tema toma un tono

especial cuando uno oye ciertas declaraciones de las mujeres sobre el acoso

sexual de los varones -de todos los varones, dicen algunas, porque todos son

iguales-, acoso, por otra parte, que nunca es justificable. En el contexto

español, la cosa viene de lejos. Recuerdo dos hechos de interés para el caso.

Cuando por los años 70 invadieron las nórdicas las tradicionales tierras

hispanas, un columnista madrileño tituló su artículo del día con el sabroso

encabezamiento "Está visto que lo veremos todo". Por aquellas mismas

fechas, un municipal de Palma de Mallorca se acercó a una señora muy ligera

de ropas y balbuceando la lengua de los galos le dijo algo así: "Madame

...vous ... habiller", a lo que la interesada replicó "puede hablarme en

castellano, soy española". Al urbano le faltó tiempo para replicarle "pues vaya

usted señora a vestirse". La moda crea estos pequeños problemas de tener que

mostrar el desconocimiento de las lenguas extranjeras (!) o, por qué no decirlo

también, en el caso de las mujeres sufrir el "acoso" de los varones que

nuestro

IMN» 316 i

ANOTACIONES Y COMEN I ARIOS Al I IRRO DE CARMEN AlBORCt i

van por la calle "marcando paquete" y los hombres el de las mujeres

semidesiuidas que les excitan solo Dios sabe cuánto (!). Así llegan muchos a la

conclusión de que los mejor dotados económica o físicamente buscan más o

menos conscientemente intranquilizar a sus congéneres haciendo que el

binomio de su cuerpo-vestimenta resplandezca para envidia y tentación de los

semejantes.

2°. Pasando del plano teórico de los derechos de los hombres y mujeres

sobre el modo de vestir al de los hechos diarios, nos encontramos con que

algunos varones reaccionan ante las mujeres vestidas provocativamente

deparándoles piropos de mal gusto y yerbas del género; tales reacciones que,

en el plano teórico, son absolutamente injusti ficables e intolerables, dejan de

ser tan claramente inexplicables habida cuenta de los instintos con los que la

madre naturaleza ha dotado tanto a los hombres como a las mujeres y con los

que es prudente contar.

3°. Lo que en cualquier caso parece lógico es admitir que cuando una

mujer "se viste como quiere", en la práctica, se expone a no poder controlar en

todos los casos las reacciones que origina en su alrededor, ni los piropos

soeces ni las molestias que con su semidesnudez puede provocar en muchas

personas, tanto hombres como mujeres. A su vez, imponer una tolerancia

ilimitada de los otros con relación a los propios gustos en la esfera de lo

público, lo mismo en el vestir que en otras facetas del comportamiento regidas

por la costumbre, equivale a una forma de individualismo intolerante y, en

cualquier caso, discutible. No me parece razonable proponer como norma de

vida que los otros se acomoden siempre y en todo a las costumbres personales

de uno. Por lo demás, las sociedades civilizadas tienen para éste y casos

parecidos una vía bastante eficaz para dar con soluciones equilibradas a los

problemas de la convivencia en sana tolerancia y comprensión: recurrir, más

que a doctas teorías y fórmulas sacadas de la manga y a gusto del

consumidor, a sondeos de opinión seriamente elaborados y científicamente

realizados. Sería partidario de que mientras las mujeres no estén seguras de lo

que pueden dar de sí tales sondeos, ninguna mujer prudente debiera actuar en

público como si los que le rodean fueran ciegos y carentes de sensibilidad o,

dicho de otro modo, no me parece la mejor

fe

317

I.A l'SK. OLOt.ÍA DEL SOLTERO: I N I RE EL MITO Y LA REALIDAD

conquista de l.i mujer vivir como si .su cuerpo fuera únicamente suyo y >111

tener en cuenta que, en parte, es también y en cierta medida algo de quienrs

lo contemplan.

A modo de síntesis

I le pensado que tal vez aigunos lectores tengan interés y hasta puede ser

que me agradezcan el que a manera de síntesis resuma en pocas palabras las

conclusiones a las que he llegado tras mi análisis ile la obra Sotos, de Carmen

Alborch. Me presto a ello advirtiendo que, .1 la hora de comprometerme en

este empeño, no es mi intención imponer mi particular manera de entender

esta obra, por el contrario, reservo al propio lector el juicio final que de ella se

forme. Desde esta actitud, sintetizo mi pensamiento sobre Sotos en tres

capítulos: a) qué contiene esta obra; b) cómo podría completarse; y c) qué

preguntas quedan pendientes de respuesta en ella.

a) Qué contiene el libro Solas de Carmen Alborch

En mi opinión, el lector encontrará en Sotos:

1. El listado de expectativas que, en opinión de Carmen Alborch, los

hombres de hoy impiden alcanzar a las mujeres.

2. El listado de las numerosas situaciones y actitudes que hacen dudar

a las mujeres si les merece la pena amar como aman a los hombres.

3. El listado de las muchas ventajas que supone vivir solas y los pocos

inconvenientes que implica el vivir solas e independientes.

b) Cómo podría completarse Solas

En la obra de Carmen Alborch faltan:

1. Propuestas sobre las muestras de amor, respeto y consideración que

los hombres podrían ejercer para con sus mujeres o compañeras y

que éstas hoy echan especialmente de menos en sus maridos y en la

sociedad en general.

ANOTACIONES Y COMENTARIOS AL LIBRO DE CARMI N Al IK >Rl 11

2. Listado de las numerosas situaciones en que los casados, hombres y

mujeres, podrían gozar juntos si acertaran «i desarrollar las

posibilidades de un amor recíproco maduro v sano.

3. Listado de gestos concretos mediante los cuales el hombre podría

mostrar más y mejor el amor a su pareja y la mujer acrecentar su

amor a su marido o compañero.

4. Listado de las prácticas y actitudes creativas a partir de las cuales

los hombres y las mujeres podrían dar muestras a sus parejas de un

amor más maduro, sano y generoso.

c) Qué preguntas quedan sin respuesta en Solas

Hago constar que en este punto, el más largo de los tres, mi listado no

se limita a los temas e interrogantes que propongo y, así mismo, que

me ha costado mucho llegar a su formulación. En la línea de los

propósitos de este libro, esto me parece muy positivo pues ello

significa que el horizonte que nos espera en las relaciones hombre-

mujer, el futuro puede depararnos tanto a los hombres como a las

mujeres nuevas formas de entender el amor, a la larga mayores cotas

de disfrutar de las ilimitadas posibilidades de gozar de nuestro mutuo

entendimiento. Dicho lo cual, he aquí las preguntas que me parecen

especialmente pertinentes tras las reflexiones expuestas en las páginas

precedentes.

1. ¿En qué medida la falta de un amor maduro de las mujeres con

relación a sí mismas contribuye a que sientan tanto el desamor de

los hombres?

2. ¿Por qué con frecuencia duele a las mujeres profesar un amor total y

sin problemas a los hombres y éstos se muestran insensibles al amor

que les profesan sus mujeres?

3. ¿Cuáles podrían y deberían ser los gestos de amor de las mujeres

hacia los hombres para obtener de ellos una respuesta de amor más

satisfactoria, y viceversa?

319

I A l’SICOLOíIÍA DEL SOLTERO. ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD

4. ¿Cuáles serían las líneas maestras de un plan de desarrollo del amor

pleno y gozoso entre los hombres y las mujeres?

5. ¿Qué deberían hacer los hombres y las mujeres para que el amor

recíproco del que un día gozaron, en lugar de entrar en crisis y

acabe en fracaso, aumente y se desarrolle felizmente?

6. ¿Cómo, en el ámbito del amor, se puede facilitar el paso de

"enemigos" a "aliados" entre los hombres y lds mujeres?

7. ¿A partir de qué medida el amor que se profesan el hombre y la

mujer sirve para facilitar su propio desarrollo personal en vez de

convertirse en menoscabo de la autoestima de uno de los dos o de

ambos?

8. ¿Qué mecanismos y prácticas hay que introducir en la vida de los

solteros y en las relaciones de pareja para que tanto los casados

como los solteros se libren del mal de la soledad que muchas

sufren?

9. ¿Cuáles son las claves para que, tanto los casados como los solteros,

puedan alcanzar el máximo de felicidad que es alcanzable en uno y

otro estado?

10. ¿A partir de qué momento el deseo de agradar y ejercer el amor se

convierte en peligro de autodestrucción?

3¿0

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2001.

325

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SyCICIIdipiL/

DIRECTOR: CARLOS ALEMANY

1 Relatos para el crecimiento personal CARI os A. FMANY (EO.). RAMIRO ALVAREZ. JOSÉ VIO-NU BONCT.

losu CADODEVILLA. EDUARDO CHAMORRO, CARLOS DOMÍNGUEZ. JOSÉ ANTONIO GARCIA-MONGE. ANA

GIMENO-BAYÓN. MATE MELENOO. ALEJANDRO RCCAMORA. PRÓLOGO ne JosE Lu«s P NILLOS (6* ed.)

2 La asortiwdad expresión do una sana autoestima Oto A CASTANYER. (21* ed.) 3 Comprendiendo cómo somos. Dimensiones de lo personalidad AMA

GIMENO-BAYÓN COBOS. (5* ed.) 4 Aprendiendo a vivir. Manual contra el abummiento y la pnsa Espíranaa Borus. (5* ed ) 5. ¿OLIÓ OS el narcisismo? J O S É L u « S

Trechera (2* ed )

6 Manual práctico do P.N.L. Programación neuroüngüistica RAV*<O J ALVARÉ/ (5* ed.) 7. El cuerpo vivenciado y analizado. CARLOS ALEMANY Y VÍCTOR GARCÍA (EOS.)

8. Manual de Terapia infantil Gcstalttca LORETTA ZAIRA CORNEJO PAKOLINI. (5* ed.)

9. Viajes hada uno mismo Diano de un psicolerapeuta en la postmodemidad FERNANDO JIMÉNEZ

HERNANDEZ-PINZÓN (2* ed.) 10 Cuerpo y Psicoanálisis Por un psicoanálisis más activo JEAN SARWSSOFF. (2J ed.) 11 Dinámica de grupos. Cincuenta arios después Luis LOPEZ-YARIO EUZALOE. (5* ed ) 12. El eneagrama de nuestras relaciones MARIA-ANNE GALLEN - HANS NEIOHARDT. (5a ed.)

13. ¿Por qué me culpabihzo tanto? Un anáfisis psicológico do los sentimientos de culpa Luis

ZABALEGU. {3* ed ) 14. La relación de ayuda: De Rogers a Carkhuff. BRUNO GCRDANI. PRÓLOGO DE M. MARKOQUIN. (2' ed.)

15. La fantasía como terapia de ¡a person&Msd FERNANOD JIMÉNEZ HERNANCCZ-PMZÓN. (2* ed.)

16. La homosexualidad: un debate abierto. JAVÍR GAFO (ED.) JAVIER GAFO, CARLOS OOMINGUEZ, JUAN-

RAMÓN LACAUENA, ANA GIME NO BAYÓN. JOSÉ LUIS TRECHERA. (3* ed.)

17. Diario de un asombro Antonio GarcIa Rteio Prologo de J. Martin Velasco. (3* ed )

18. Descubre tu perfil de personalidad en el eneagrama DCN RCKARO R<SO. (5* ed.) 19. El manantial escondido. La dimensión espiritual de la terapia THOMAS HARI. 20 Treinta palabras para la madurez JOSÉ ANTONO GARCIA-MONGE. (8* ed.)

21. Terapia Zen. DAVID BRAZ*R PROLOGO OE ANA MARÍA SCHLÜTER ROOÉS. (2* ed.)

22 Sencillamente cuerdo La espmtual.dad de la salud mental. GE RAID MAY. PRÓLOGO OE JOSÉ-VICENTE BONET.

23 Aprender do Orente: Lo cotidiano, lo lento y lo caltado. Juan Masía Clavel. 24 Pensamientos del caminante M. SCOTT PECK. PRÓLOGO DE JOSÉ-VICENTE BONET.

25 Cuando el problema es la solución. Aproximación al enfoque estratégico. RAMIRO J ALVAREZ. (2* ed.)

26 Cómo llegar a ser un adulto. Manual sobre la Integración Psicológica y Espiritual DAVIO RICHO.

(2" ed ) 27. El acompañante desconocido De cómo h masculino y lo femenino que hay en cada uno de nosotros afecta a nuestras relaciones. John A. Sanford. 28. Vivir la propia muerte. STANLEY KELEMAN PRÓLOGO oe JUAN MANUEL G LLAÜOSTERA

29. El cr’cto de ¡a vida: Una visión sistémica de la familia ASCENSIÓN BELART - MAP \ FERRER. PRÓLOGO DÉ LUIS ROJAS MARCOS. (2* ed.)

30. Yo. limitado Pistas para descubrir y comprender nuestras minusvalías. MIGUEL ANGEL CONESA FERRER.

31. Lograr buenas notas con apenas ansiedad. Gula práctica para sobrevivir a los exámenes KEVIN FLANAGAN. PROLOGO DE JOAQUÍN M° GARCÍA DE DIOS. 32. AJI Babá y tos cuarenta ladrones. Cómo volverse verdaderamente rico. VERENA KAST. PRÓLOGO DE GABRIELA WASSERZIEHR

33 Cuando ol amor se encuentra con el miedo. DAVID RICHO. (3* ed.) 34. Anhelos del corazón. Integración psico/ogtca y espiritualidad WIXIE AU - NOREEN CAMIÓN. 35 Vivir y morir conscientemente losu CABOOEVULA PRÓLOGO ce CELEDONO CASTAÑEDO. (3* ed ) 36. Para comprender la adicción al luego MAR LA PRIETO URSÚA PRÓLOGO CE LUIS LLAVONA.

37. Psicoterapia psicodramática individual. TEOOORO HFRRANZ CASTILLO. 38 El comer emocional. Edward ABRAMSON 39. Crecer en intimidad Guia para me/orar las relaciones mterpersonales. JOHN AMODEO - KRIS WENTWORTH.

40, Diario dit una mae'stm u do tuc /'liáronla afnmnst* icmci A<~ñrn* Cmr c • mrmi

•51 Valórate por lj fvt;c’<Jod que ¿lcxnc.es Xavií:h Moreno Lara.

42 Pensándolo bien.. Guia práctica para asomarso a la realidad. RAMIRO J. ÁLVAREZ. Prólogo DE José Klwgbfii 43. Limites. fronteras y relaciones. Cómo conocerse, protegerse y disfrutar

de uno mismo CHARLES L. WMITFICLD. PRÓLOGO oe John Awonco 44 Humanizar el encuentro con el sufrimiento. José Carlos Bermejo. 45 Para que la vida te sorprenda. MATILDE OE TORRES. (24 ed.) 46. El Buda que siente y padece. Psicología budista sobre el carácter, la adversidad y la pasión. David

Brazier. 47 Hijos que no se van. La dificultad de abandonar el hogar. JORGE BARRACA.

PR<XOGO OE Lúe LÓPEZ-YARTO.

48. Palabras para una vida con sentido. M*. ANGELES NOBLE JAS. 49 Cómo Nevamos bien con nuestros deseos PHILIP SHELORAKE. 50. Cómo no hacer el tonto por la vida. Puesta a punto práctica dol altruismo.

LUIS CENCILLO. PRÓLOGO de ANTONIO BLANCH. (2® ed.)

51. Emociones: Una guia interna. Cuáles sigo y cuáles no. LESUE S. GREENBERG. PRÓLOGO OE CARMEN

MATEU. (2J ed.)

52. Éxito y fracaso. Cómo vivirlos con acierto AMADO RAMÍREZ WLAFAÑEZ 53 Desarrollo de la armonía interior. JUAN ANTONIO BERNAD 54. Introducción ol Rote-Playmg pedagógico PABLO POBLACIÓN KNAPPC y ELISA LÓPEZ BARBERA Y COIS.

PRÓLOGO DE JOSÉ A. GARCIA-MOGE.

55. Cartas a Pedro Guia para un psicoterapeuta que empieza LORETTA CORNEJO 56. El guión de vida JOSÉ LUIS MARTORE.L. PRÓLOGO Ü€ JAVIER ORTIGOSA.

57. So/nos lo mejor que tenemos. ISABEL AGÜERA ESPEJO-SAAVEORA.

58. El niño que seguía la barca. Intervenciones sistémicas sobre /os juegos familiares. GIULIANA PRATA;

MAR a VIGNATO y SUSANA BULLRICH. 59. Amor y traición. JOHN AMOOEO. PRÓLOGO DE CARLOS ALEMANY.

60. El amor. Una visión somática. STANLEY KCLEMAN. PRÓLOGO DE JAME GULLÉN DE ENRÍQUEZ.

61. Ala búsqueda de nuestro genio interior: Cómo cultivado y a dónde nos guía. KEVIN FLANAGAN.

62. A corazón abierto.Confcsionos de un psicoterapeuta FERNANDO JIMÉNEZ HERNANDEZ-PN- ZÓN. 63. En vísperas de morir. Psicología, espiritualidad y crecimiento persona!.

IOSJ CABODEVILLA ERASO. PRÓLOGO DE RAMÓN Martín ROORIGO.

64. ¿Por qué no logro ser asertivo? OLGA CASTANYER Y ESTELA ORTEGA.

65. El diario intimo: buceando hacia el yo profundo. JOSÉ-VICENTE BONET, S J. (2* ed ) 66. Caminos sapienciales de Onente. Juan Ma&A. 67. Superar la ansiedad y el miedo Un programa paso a paso PEDRO MC*ENO. PRÓLOGO oe DAVO H.

BARIOW, PH D (2* ed.) 68. El matrimonio como desafio. Destrezas para vivido en plenitud. KATW.EEN R FISÓHER y THOMAS N

HART 69. La posada de los peregrinos Una aproximación al Arle de Vivir Esperanza BORÜS. 70. Realizarse mediante la magia de las coincidencias. Práctica de la sincronicidad mediante los

cuentos JEAN-PASCAL DEBAILLEUL y CATHERINE FOURGEAU. 71. Psicoanálisis para educar mejor. FERNANDO JIMÉNEZ HERNANDEZ-PINZÓN.

72. Desde mi ventana. Pensamientos de autotiheración. PEDRO M;GUEL LAMET. 73. En busca de la sonrisa perdida. La psicoterapia y la revelación del ser.

JEAN SARK'SSOFF.

74. La pareja y la comunicación. La importancia del diálogo para la plenitud y la longevidad de la pareja. Casos y reflexiones. PATRICE CUDICIO y CATHERINE CUNCIO.

75. Arte la enfermedad de Afzheimer. Pistas para cuidackxes y fasribares. MARGA Ñero OBRERO 76. Me comunico... Luego existo. Una historia de encuentros y desencuentros JESÚS OE LA GANDARA

MART-N. 77. La nueva sofrologia. Guia práctica para todos. CLAUDE IMBERT. 78. Cuando el silencio habla. Matilde de Torres VillagrA.

79. Atajos de sabiduría CARLOS DAZ. 80. ¿Ouó nos humaniza? ¿Quó nos deshumamza? Ramón ROSAL CORTÉS

Mác allá rio' iniiii/iiinalitmn ftrcnc i (?crw,irn

82. La terapia centrada en la persona hoy. Nuevos ai/ancos en la teoría y en la práctica. DAVE MEARNS y

BRIAN THORNE. PRÓLOGO DE MANUEL MARROOUIN PÉREZ 83. La técnica de .tas movimientos oculares La promesa potencial de un nuevo avance psteo-

terapéuüco. FREO FRIEOSERG. IKIKUUUCUÚN A LA ED»OC« ESPAÑOLA POR RAMÍW J. ALVAREZ 84. No seas tu peor enemigo... ¡.. Cuando puedes ser tu mejor amtgo1 ANW-MARIE ^MAMÓN. 85 La memoria corporal Bases teóricas de la diafreoterapia Luz Casasnovas Susanna. 86. Atrapando la felicidad con redes pequeñas IGNACIO BERCIANO PÉREZ CON LA COLABORACIÓN OE llZlAR

BAHHfcNENtiOA

87. C.G. Jung. Vida, obra y psicoterapia. M Pilar Quiroga MÉNDEZ, 88. Crecer en grupo Una aproximación desde el enfoque centrado en la persona. BAR- TOMEU BARCELÓ,

PROLOGO DE JAVIER ORTIGOSA. 89. Automanqo emociona! Pautas para la intervención cognñrva con gnjoos ALEJANDO BELLO GOMEZ.

ANTONIO CREGO DÍAZ PROI OGO OE GUILLEM FEIXAS I VIARI ANA.

90. La magia de la metáfora. 77 retalos bfeves para educadores, formadores y pensadores. Nck OAEN.

PROLOGO DE RAMIRO J. ALVAREZ. 91. Cómo volverse enfanno mental JOSÉ LUISPOABREU PRÓLCGO DÉ ERNESTO FONSECA- FÁBRÉGAS.

92. Psicoterapia y espiritualidad La integración de la dimensión espiritual en la práctca terapéutica. AGNETA SCHREURS. PROI OGO OE José MARÍA MAROONES.

93. Ftuir en ta adversidad. A/w¡o Ramiro Vii ¡aFAÑEZ. 94. La psicología del soltero: Entre el mto y la reahdad. JUAN ANTCNO BEHNAD.

Serie MAIOR

1. Anatomía Emocional. STANLEY KGLEMAN. (4a ed.)

2. La experiencia somática. STANLEY KELEMAN. (2* ed.)

3. Psicoanálisis y Análisis Corporal do la Relación. ANDRÉ LAPIERRE. 4. PsKOdrama. Teoría y práctica. José AGUSTÍN RAMÍREZ.

PRÓLOGO DE JOSÉ ANTONIO GARCIA-MOMGE. (2* ed.)

5. 14 Aprendizajes vitales. CARLOS ALEMANY (ED.). ANTONIO GARCÍA RUBIO. JOSÉ A. GARCIA-MONGE. CARLOS R.

CABARRUS, LUIS CENC LLO. JOSÉ M. DÍEZ-ALEGRIA. OLGA CASTAMYER. IOSU CABOOEVILLA, JUAN MASÍA, Dc«.ORes

ALEIXANDRE, MIGUEL DE GUZM¿N. JESÚS BURGALETA. Mb. JOSÉ CARRASCO. ANA GIMENO. (8* cd.)

6 Psique y Soma. Terapia bioenergética. JOSÉ AGUSTÍN RAMÍREZ. PROLOGO DE LUIS PELAYO. EPILOGO OE ANTONIO

NÚÑEZ.

7. Crecer bebiendo del propio pozo. Taller de crecimiento personal. CARLOS RARAEL CABARRÚS. S J. PRÓLOGO OE CARLOS ALEMANY. (64 ed.)

8. Las voces del cuerpo. Respiración, sonido y movimiento en el proceso terapéutico. CAROLYN J.

BKADOOCK. 9. Para ser uno mismo Oe la opacidad a la transparencia. JUAN MASÍA CLAVEL 10 Vivencias desde el Enneagrama. MAITE MELENDO. (3* ed.) 11. Codependenda La dependencia controladora La depencencia sumisa. Dorothy May, 12. Cuaderno de Bitácora, para acompañar caminantes. Guia psico-histórico-espiritual. CARLOS RAFAEL

CABARRÚS. (3* ed.) 13. Del ¡viva los novios! al ¡ya no te aguanto! Para el comienzo de una relación en pareja y una

convivencia más inteligente. EUSEBIO LÓPEZ. 14 La vida maestra. El cotidiano como proceso de realización personal. JOSÉ MARIA TORO.

15. Los registros del deseo. Del afecto, el amor y otras pasiones. CARLOS DC**N«JCZ MORANO. 16. Psicoterapia integradora humanista. Manual para et tratamiento de 33 problemas

psicosensoriales. cognitrvos y emocionales. ANA G MENO-BAYÓN Y RAMON ROSAL. 17. De/a que tu cuerpo interprete tus sueños. EUGENE T. GENOLIN.

PRÓLOGO DE CARLOS R. CABARRÚS.

18. Cómo afrontarlos desafíos de la vida. CHRIS L. KLEMHE. 19. El valor terapéutico del humor. Ángel RZ. Idigoras (Eo.). (2* eo.) 20. Aumenta tu creatividad mental en ocho días Ron DAI RYMPI E, PH D . F.R.C. 21. El hombre, la razón y el instinto JOSÉ M* PORTA TOVAR. ??. Guia práctica del trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Pistas para su liberación. BRUCE M. HYMAN Y

CHERRY PEQRICK. PRÓLOGO CE ALEJANDRO RCCAMC*SA.