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L A PROBLEMÁTICA S I L V A ESPAÑOLA
Para la poesía vernácula, el Renac imiento signif icaba la i n v e n ción de u n nuevo sistema clásico de géneros; esto se ve c laramente en la poesía de Boscán y Garci laso 1 . C o m o explica Fowler 2 , reconocer el código genérico de u n poema es u n requis i to para saber leerlo . Pero no siempre son m u y claras las fronteras entre los dist intos géneros; son inestables, ya que i n f l u y e n cruces y accidentes históricos, y u n poema puede p a r t i c i p a r en más de u n género . Cada género histórico tiene su prop io repertor io de carac- v
terísticas, del cual están más o menos conscientes los poetas y sus lectores: cierto t i p o de discurso, secuencia de subdivisiones, est r u c t u r a métrica, extensión, temática, tono ético, etcétera. Los géneros poéticos son como pequeñas inst ituciones sociolingüísti-cas, a l tamente convencionales, que se v a n mod i f i cando colectivamente . E n la tradición renacentista del Ars poética horac iana, las formas métricas y estróficas tendían a ser def in idoras ; es evidente esto en las Anotaciones de H e r r e r a . Así , por e jemplo , las formas petrarquistas más típicas, la canción y el soneto, se redefinen clásicamente como oda y ep igrama. E l terceto i t a l i a n o , o terza rima, llegó a considerarse como equivalente del dístico elegiaco, y los versos sueltos como hexámetros dacti l icos; así es que la elegía o v i -d i a n a se i m i t a b a vernáculamente en tercetos, y la p r i m e r a epístola horac iana de la poesía española se escribió en versos sueltos 3 . N o sería difícil i n v e n t a r i a r de esta m a n e r a los géneros clásicos de j la poesía española del siglo x v i , inc luyendo las sátiras, las églo-f
1 E L I A S R I V E R S , " E l problema de los géneros neoclásicos y la poesía de Garc i laso" , Academia Literaria Renacentista, Salamanca, 1986, núm. 4, 49-60.
2 A L A S T A I R F O W L E R , Kinds of literature: An introduetion to the theory of genres and modes, H a r v a r d University Press, Cambridge, M A , 1982.
3 E. R I V E R S , " T h e horadan epistle and its introduet ion into Spanish l i te -r a t u r e " , HR, 22 (1954), 175-194.
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gas, las fábulas, las odas pindáricas y horacianas; cada género podría definirse sincrónicamente por su métrica y su discurso, y d i a -crónicamente por sus modelos antiguos y su desarrollo histórico. Y estos géneros tendían a definirse también por oposición m u t u a d e n t r o de u n sistema clásico; pero algunos géneros eran más estables que otros, y algunas partes del sistema f luctuaban notable m e n t e . T a n t o los poetas como los lectores conocían las convenciones genéricas que hacían intel ig ibles los poemas ind iv idua les .
H a y buenos estudios recientes sobre los géneros clásicos en Españaf) pero sigue siendo e jemplar para el siglo x v i el de C l a u d i o G u i l l e n sobre "Sátira y poética en G a r c i l a s o " 5 . A Garci laso no se le suele considerar como poeta satírico, pero, según demuest r a G u i l l e n , al final de su Epístola y al p r i n c i p i o de su Elegía I I el discurso ético se hace típicamente satírico, y el poeta se lo señala explícitamente al lector en los versos 22-24 de la elegía:
Mas ¿dónde me llevó la pluma mía?, que a sátira me voy m i paso a paso, y aquesta que os escribo es elegía.
V a r i o s géneros diferentes — l a sátira, la elegía, la epístola, la oda h o r a c i a n a — pertenecían a u n solo sistema clásico de oposiciones y polaridades que jus tamente en esa época se iba establec iendo en la poesía vernácula europea. Garci laso sabía que u n o de sus grandes modelos, Sannazaro, había escogido los tercetos p a r a la elegía, y que Bernardo Tasso exper imentaba con varias estrofas breves para la oda horac iana : de ahí la l i r a garci lasiana. Las Heroidas de O v i d i o , escritas en dísticos elegiacos, l levaban hacia los tercetos a la epístola horac iana , escrita en hexámetros. E n la Elegía I I de Garcilaso se reúnen elegía, epístola y sátira, pero la oposic ión p r i m a r i a es la b i n a r i a horac iana entre sátira y epístola: el estilo cómicamente v u l g a r de la crítica social se di ferenciaba c laramente del estilo moderado de la amistosa filosofía m o r a l . Los poetas renacentistas y sus lectores, en los años 1530, querían establecer u n a di ferencia entre estos dos contragéneros, que eran dos códigos distintos para la escr i tura y lec tura de dos conjuntos
4 Véanse, por ejemplo, JOSÉ JESÚS de BUSTOS T O V A R , " L a elegía como forma del discurso poético", en Teoría del discurso poético, Touiouse, 1986, pp. 9-20; L Í A S C H W A R T Z L E R N E R , "Formas de la poesía satírica en el siglo x v n : sobre las convenciones del género" , Edad de Oro, 6 (1987), 215-234.
5 HJC, pp. 209-233.
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diferentes de poemas. Este, en resumen, es el análisis que hace G u i l l e n de la situación genérica en ese m o m e n t o histórico.
Unos sesenta y cinco años más tarde , a pr inc ip ios del siglo x v i i , se desarrol laban otros esquemas métricos y géneros poéticos españoles. E l más notable de éstos era la silva. K a r l Vossler fue el p r i m e r hispanista moderno que asociara la si lva como género con su pr inc ipa l modelo clásico, la silva la t ina de Estacio (Pu -bl ius Papinius Stat ius) , defendida e i m i t a d a por el h u m a n i s t a i t a l iano Po l iz iano . E n su gran l i b r o La poesía de la soledad en España6
Vossler escribió a propósito de la poesía pastor i l u n breve excursus sobre la s i lva, señalando antecedentes métricos en la poesía i t a l i ana de Folengo. Podríamos añadir los nombres de Tans i l l o y de G r a z z i n i , i n v e n t o r de la burlesca madrigalessa, pero a mí me parece más i m p o r t a n t e la poesía de Bernardo Tasso. C o m o ya hemos visto en el caso de la l i r a , los experimentos de Bernardo Tasso se conocían y se i m i t a b a n en España. E n sus Rime. . . divise in cinque libri nuovamente stampate1 encontramos u n a " S e l v a nella m o r t e d i L u i g i G o n z a g a " escrita en u n a serie de más de 200 endecasílabos, con r imas irregulares y poco frecuentes, además de u n l i b r o de salmos y u n l i b r o de odas e h i m n o s , todos escritos en estrofas breves de canzone i t a l i a n a . E n su introducción general al t o m o , Tasso subraya " l a novità de m i e i v e r s i " al trasladarse desde los géneros i tal ianos (sonetos y canciones) hacia los géneros clásicos ( " H i n n i , O d e , Egloghe, & Se lve " ) , " d a n d o a divedere alle gent i , la poesia degl i a n t i c h i , colta dalle m a n i moderne , esser atta a rinovellarsi fra n o i d i fiori e d i f r u t t i d 'a l trettanta bellezza d i quanta R o m a o A t h e n e g l i producesse g i a m a i . N e sia chi dica la l i n g u a Thoscana n o n esser degna del l ' honore . . . " . Dice además que nadie debe c r i t i car sus h i m n o s y odas por falta de r i m a s , " l e cu i vo ci i n picc io la stanza r inchiuse , subitamente a guisa d 'Echo , u n a & due volte vanno i terando i l suono proposto . . . " . E l "verso p u ro e s a m e t r o " ha sido para él u n desafío más grande , y en este caso ha reduc ido a u n mínimo las r imas , separándolas todo lo posible. " M a posto che v i t i o fosse ne m i e i versi i l celar l ' a r m o n i a della r i m a , veramente n o n è da l oro i l d i f e t to , nei q u a l i senza più i n d u g i o , d i q u a r t o i n q u a r t o cortesemente par la & r isponde la r i m a . . . " . Esta parece ser la n o r m a en su " s e l v a ' ' , pero otros poemas t ienen r imas más distantes, y su Favola di Leandro es u n poem a de más de 700 versos sueltos, sin r i m a a lguna .
6 Losada, Buenos Aires, 1946. 7 Gio l i to de' Ferrar i , Vinegia , 1560.
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Vossler sabía que en la U n i v e r s i d a d de Salamanca Francisco Sánchez de las Brozas (Sanctius Brocensis) había publ icado para sus estudiantes, en 1554 y 1596, dos ediciones comentadas de las Silva de Po l i z iano 8 . E n 1607 Jáuregui publicó su famosa t raduc ción del Aminta de T o r q u a t o Tasso, usando generalmente versos sueltos, con algún heptasílabo entreverado, y para los coros usando r imas en estrofas de canción, r o m a n c i l l o heptasilábico, octavas y s i lva. Éste fue probablemente el texto más in f luyente en la t r a dición que establece Vossler de u n a silva pastor i l española, i n c l u yendo poemas como el de Pedro Espinosa ("Selvas donde en t a petes de esmera lda ' ' , publ icado en sus Flores de poetas ilustres de España de 1605 9 ) , el " A c a e c i m i e n t o a m o r o s o " de Jáuregui (publ i cado en sus Rimas de 1618 1 0 ) y , por supuesto, la Soledad I de Góngora, que circulaba en manuscr i to desde 1613. Vossler añade a esta l ista varios poemas de Lope de V e g a , que v a n desde a l gunos publ icados en Los pastores de Belén (1611) hasta su " S i g l o de oro (si lva m o r a l ) " de 1635.
L o que se le escapó tota lmente a Vossler fue que otro g ran poeta barroco de España, Francisco de Quevedo , había escrito silvas m u y impor tantes , con u n a c lara conciencia de la tradición estaciana. Este hecho ha sido aclarado por el e rud i to crítico l i t e r a r i o d o n Eugenio Asensio, q u i e n en 1983 publicó u n br i l lante ensayo t i t u l a d o " U n Quevedo incógnito: las silvas"11. E s t u d i a n do las agrupaciones de poemas en manuscritos e índices de la poesía de Quevedo , Asensio pudo demostrar que el poeta había escrito 36 silvas humanísticas entre los p r imeros años del siglo y el final de su v i d a . C i n c o de ellas se i n c l u y e r o n en la segunda parte de las Flores de poetas ilustres de España, recogidas (pero no publicadas) en 1611 . Y u n a de estas silvas, la t i t u l a d a " A l s u e ñ o " , se basa d irec tamente en u n a de las Silvae de Estacio, la número 4 del L i b r o V , t i t u l a d a " S o m n u s " , la más breve y quizá la más popu lar de todas. E n 1986 dos eruditos de Estados U n i d o s , James Crosby y Lía Schwartz L e r n e r , pub l i caron u n análisis exhaustivo del poem a l a t i n o y del complejo proceso de imitación y revisión al cual
8 FRANCISCO SÁNCHEZ DE LAS BROZAS (ed.), Angelí Politiani Silvee. . . cum scho-liis Francisci Sanctii Brocensis. . . , Petrus Lassus, Salmanticae, 1596.
9 PEDRO ESPINOSA, Poesías completas, ed. Francisco López Estrada, Espasa-Calpe, M a d r i d , 1975.
1 0 Cf. J U A N DE J Á U R E G U I , Obras, ed. Inmaculada Ferrer de Alba , Espasa-Calpe, M a d r i d , 1973, t . 1.
1 1 E U G E N I O ASENSIO, " U n Quevedo incógnito: las silvas", Edad de Oro, 2 (1983), 13-48.
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lo sometió Q u e vedo 1 2 . Según este análisis, el texto de 1611, a u n que truncado , representa la p r i m e r a versión; otro manuscr i to , con retoques autógrafos, refleja u n a segunda etapa, que pertenece a los años 1613-1616; la versión final que se publicó pos tumamente en 1670 refleja esta segunda etapa de revisión, y también otra post e r i o r , la cual pertenece probablemente al año 1624. Así es que ahora , con el estudio de Asensio, que coloca en u n a m p l i o contexto histórico y teórico las silvas de Q u e vedo, y con el análisis enfocado en la relación entre el texto ant iguo de 19 versos y el texto español de 93 versos, tenemos u n a base m u y firme para el estudio del género barroco por excelencia de la poesía española.
L o p r i m e r o que hay que reconocer es que la si lva española no se define n u n c a t a n c laramente , n i por su or igen n i por su desarro l lo , como p o r e jemplo la oda horaciana. Las odas de H o r a cio constituían ya una clase coherente de poesía, aunque con cierta var iedad estrófica; su discurso se basaba en u n a fusión personal de estoicismo y de epicureanismo morales actual izada en términos de una modesta v i d a co t id iana y d i r i g i d a a u n amigo en cierta ocasión p a r t i c u l a r . Las odas de H o r a c i o fueron imitadas por poetas neolatinos e i ta l ianos , especialmente por Bernardo Tasso, cuyas breves estrofas encabalgadas fueron el modelo de G a r c i l a -so, q u i e n escribió, además de tres odas en latín, su oda en espa- ¡ ñol t i t u l a d a " O d e ad f l o rem G n i d i " , la cual t u v o u n a gran i n f luencia genérica en España. Luego u n grupo de poetas académicos en Salamanca, d i r i g i d o por F r a y L u i s de León , empezó hacia 1570 a t r a d u c i r al español odas selectas de H o r a c i o ; cuatro de las traducciones de F r a y L u i s fueron publicadas en 1574 por E l Brócense en sus anotaciones a la poesía de G a r c i l a s o 1 3 . De ahí en adelante h u b o u n a tradición cont inua de traducciones e i m i t a c i o nes de las odas de H o r a c i o : F r a y L u i s m i s m o , Francisco de la T o r r e , M e d r a n o , H e r r e r a , Espine l , Vi l legas y otros muchos . L a p r i m e r a parte (1605) de las Flores de poetas ilustres contiene numerosas odas de H o r a c i o t raduc idas al español. C a d a poeta volvía constantemente a los famil iares modelos horádanos , que daban siempre u n a definición m u y clara al género. Así fue que sin mayores problemas pudo escribir Menéndez y Pelayo su g r a n monografía sobre Horacio en España. M u y diferente es el caso de la silva española.
1 2 J A M E S O. CROSBY y L Í A SCHWARTZ L E R N E R , " L a silva «El sueño» de Que vedo: génesis y revisiones", BHS, 63 (1986), 111-126.
1 3 E. R I V E R S , " F r a y Luis de León: traducción e imitación", Edad de Oro, 4 (1985), 107-115.
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Es compl icada la cuestión de la in f luenc ia en España de las Silvce de Estacio, que seguramente no se leían tanto en las clases de latín como las odas de H o r a c i o . Y la si lva estaciana es de por sí más difícil de de f in i r como género poético. Escritas con pocas excepciones en hexámetros dactil icos, las Silvce eran poemas ocasionales. E l título genérico, in f lu ido por su doblete griego hyle, signi f i caba no sólo selvas sino también u n a abundanc ia de mater ia # n a t u r a l . E n el prefacio de su L i b r o I Estacio subraya la espontane idad y rapidez de su composición: " h o s l ibel los , q u i m i h i súbito calore et q u a d a m fest inandi vo luptate fluxerunt". Q u i n t i l i a n o define en términos parecidos la silva l a t i n a ; así vemos que había de dar u n a impresión de improvisación. Y sin embargo cada si l va de Estacio pertenecía a una categoría retórica b i e n def in ida : hay epicedia, ekphrases, epithalamia, propemptica, genethliaca, soterice (canciones fúnebres, descripciones, canciones de boda, de despedida, de cumpleaños, de salud recuperada) . . . Cada categoría en cierto sentido constituye u n género, o u n a especie, d i ferente . Quizá, como dice Asensio, la silva más típica es la descr ipt iva : Estacio describió u n a estatua del E m p e r a d o r , la v i l l a de u n amigo , sus baños, su árbol, u n t e m p l o . . . Pero " S o m n u s " , nuestro p u n t o de contacto más directo , no es u n a silva típica: con la brevedad de u n soneto, es la dolorosa petición de u n insomne que se d ir ige al dios del sueño. ( H u g o Fr i edr i ch escogió este poema como ejemplo típico del man ie r i smo l i t e r a r i o ) 1 4 .
L a edición que hizo E l Brócense de las silvas de Pol iz iano l l a maría la atención en España sobre el género, pero estas silvas no eran base de imitación n i experimentación. A u n q u e escritas en hexámetros, las silvas de Pol iz iano se parecían poco a las de Estacio: son m u c h o más largas (600-800 versos) y , como dice Asensio, son praelectiones, o conferencias académicas, sobre poesía clásica. Por eso se usaban en Salamanca como texto un ivers i tar i o . L o único interesante de esta edición, me parece, es el prop io com e n t a r i o de E l Brócense sobre la pa labra " s i l v a " :
Silva, Nemus, & Saltus diferunt. I n silva sunt arbores siue cae-duae siue incaeduae. . .Saltus est ubi siluae & pastiones sunt. Nemus etiam a pastione, vel pascendo dictus Graecis, sed est magis locus voluptatis causa paratus, siue arte, siue natura constet. Siluae rur -sus per translationem dicuntur il la, quae congeruntur & comparan-
1 4 H U G O F R I E D R I C H , " Ü b e r die Silvae des Statius (insbesondere V , 4, Somnus) u n d die Frage des literarischen M a n i e r i s m u s " ; Wort und Text: Fest-schrift für Fritz Schalk, Frankfurt , 1963, 34-56.
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tur ad componendum l i b r u m , vel orationem. Gic .3 ,Orat . Pr imum silua rerum, ac sententiarum comparanda est. Sed crediderim po-tius Politianum Siluarum inscriptione delectatum, eo quod i n siluis scripserit, & i n secreto nemore. N a m i n Fesulano nemore, ut in f i ne primae siluae fatetur, sedem habebat.
E l ambiente silvano del escritor m i s m o es u n a idea o r i g i n a l , que no deja de apoyar la asociación que hace Vossler entre la s i l va y l a poesía de la soledad.
L a imitación que hizo Quevedo del " S o m n ü s " parece ser el \ contacto más directo entre el texto de las silvas de Estacio y la ! r i ca tradición de la silva española durante el siglo x v n ; desde luego no hubo n i n g u n a escuela de traductores e imitadores , como en el caso de H o r a c i o . Las silvas de Quevedo t ienen por eso u n a i m p o r t a n c i a f u n d a m e n t a l ; como dice Asensio, al m o r i r este poeta en 1645, dejó u n grupo sustancial de 36 silvas, " u n equívoco cor-pus en que a l ternaban silvas estacianas y silvas métr icas" . Por " s i l v a métr i ca" Asensio quiere decir u n nuevo género prosódico que y a en 1624 ofrecía " u n a fácil transición hacia u n a poesía ya lírico-descriptiva, ya ref lexiva , ya n a r r a t i v a , ya didáctica. . . " 1 5
También merece atención o tro corpus de silvas españolas, escritas ya antes de la explosión genérica que significó en 1613 la Soledad I de Góngora: son las once silvas de Francisco de R i o j a 1 6 . Su editora más reciente, Begoña López Bueno, teniendo en cuenta los estudios de Vossler y de Asensio , les dedica unas pocas páginas. Pasa por alto la Si lva I de R i o j a , que es quizá la más intere sante y seguramente la más sofisticada y enigmática, basada en u n texto griego, en prosa, del siglo i v . E n esta silva u n p i n t o r se d i r i g e a A p o l o protestando que no puede representar en u n a t a b la de laure l al dios solar. E l p i n t o r ha pod ido representar sin p r o b l e m a a otras figuras mitológicas: a A u r o r a , a u n a n i n f a , a M a r te . A h o r a encuentra u n a explicación mitológica de su fracaso con el sol: la castidad de Da fne , i m p l i c a d a en la tabla de l a u r e l , opone resistencia todavía a la violación de A p o l o . Esta si lva, d igna de Estacio m i s m o , parece ser u n a alegoría platónica del fracaso del arte m a t e r i a l , incapaz de representar los conceptos ideales que existen en la mente del art is ta . Las diez silvas restantes de R i o j a se d i v i d e n , según Begoña López , en dos grupos c laramente di fe -
1 5 ASENSIO, art . cit. 1 6 FRANCISCO DE R I O J A , Poesía, ed. Begoña López Bueno, Cátedra, M a
d r i d , 1 9 8 4 .
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rentes. Las Silvas I I , I I I , I V y V se acercan mora lmente a ciertas odas de Horac i o : las dos pr imeras yuxtaponen los temas de la r i queza y la pobreza al concepto de la áurea mediocritas, y las otras dos proponen para amigos el e jemplo estoico de la constancia del poeta ante adversidades. E l segundo g rupo , de seis silvas, se basa p o r contraste en el t ema del carpe diem: la l legada de la p r i m a v e r a , las famosas descripciones de varias flores (rosas d i f e ren - * tes, la arrebolera, el c lavel , el jazmín) , la breve duración de su hermosura . Son silvas ecfrásticas, como muchas de las de Estad o . L a marca común de todas las silvas de R i o j a es el apostrofe: l a voz poética se d ir ige a u n amigo h u m a n o , al sol, a u n a flor, a u n a abstracción. Esta prosopopeya p e r m i t e , como en las silvas de Estacio, u n juego de la p r i m e r a persona lírica que const ituye lo que ha l lamado P a u l Julián S m i t h " l a retórica de la presenc i a " en la poesía del Siglo de O r o español 1 7 . O t r a silva de t i p o r i o j a n o parece ser la única a t r i b u i d a a J u a n de A r g u i j o , la que éste d ir ige " A la v i h u e l a " .
E n la tradición menos estaciana, más pastor i l , de Espinosa y Jáuregui, estudiada brevemente por Vossler, Espinosa tiene no sólo su " L l a n t o " , que es silva métrica con pocas r i m a s , t i t u l a d a " C a n c i ó n a manera de b o s c a r e c h a " 1 8 , u n lamento amoroso parec ido al de Salicio en la Égloga I de Garci laso: también escribió en silva métrica parecida su "Epísto la al l icenciado A n t o n i o M o reno recordando los t iempos felices de sus a m o r e s " 1 9 , por no hab l a r de varios salmos, que desde M o n t e m a y o r solían escribirse en silva métrica. Y entre la poesía panegírica que dedica al d u que de M e d i n a S idon ia , encontramos u n a "Boscarecha en alabanza del gran d u q u e " 2 0 , que empieza con u n a octava real y s i gue en silva métrica, con algún verso suelto: parece que Espinosa no usaba la palabra si lva, sino "boscarecha" , para significar senc i l lamente versificación i r r e g u l a r , con quizá a lguna alusión a la si lva estaciana en el caso del panegírico. Pero Jáuregui, en sus Rimas tiene dos poemas a los que él da el título de si lva: u n poem a académico d i r i g i d o ' ' A u n amigo docto y m a l contento de sus o b r a s " 2 1 , además del "Acaec imiento a m o r o s o " 2 2 mencionado por
1 7 PAUL J „ SMÍTH, " T h e rhetoric of presence in poets and critics of Gol -den Age lyric : Garcilaso, Herrera , Góngora" , MLN, 100 (1985), 223-246.
1 8 ESPINOSA, op. cit., núm. 9. 19 Ibid., núm. 10. 2 0 Ibid., núm. 63. 2 1 JÁUREGUI, op. cit., núm. 30. 2 2 Ibid., núm. 33.
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Vossler, silva n a r r a t i v a francamente erótica, en la tradición del Aminta. Las muchas silvas de Lope de V e g a reflejarán esta t r a d i ción abierta , sin claro sentido genérico, así como las silvas de J a c into Polo de M e d i n a 2 3 . Estas presentan también u n corpus heterogéneo, que inc luye u n ep i ta lamio , u n a silva m o r a l , y los Ocios de la soledad, combidando a don Luis Marín de Valdés a gozar la hermosura de la aldea (1633). M á s típica de Polo es la si lva cómica, que encontramos no sólo en u n a fábula burlesca suya ( la de A p o l o y Dafne, 1634) sino en una docena de obras satíricas, como por ejemplo su " S i l v a a una vie ja que di jo tenía dentera de comer l imón ' ' , que t ienen antecedentes en las madrigalesse de G r a z z i n i . Y a es d i fícil ver en estas silvas cuáles son las fronteras genéricas.
Para muchos poetas y lectores del Siglo de O r o , sin embargo , la silva signif icaba sobre todo la nueva poesía de Góngora , sus Soledades] m u y p r o n t o después de su aparición en 1613 se hace esta identificación, en la Plaza universal de todas las ciencias y artes (1615) de Cristóbal Suárez de Figueroa :
Algunos siguen de poco a esta parte un nuevo género de composición (al modo de Estacio en las silvas) fundado en escurecer los con-cetos con interposiciones de palabras, y ablativos absolutos, sin artículos, aunque cuidadoso en la elegancia de frases y elocuciones. Grandes son las contiendas que causó esta novedad entre los poetas de España, contradiciéndola por una parte muchos, como contraria a la claridad elegante, y por otra siguiéndola algunos, como exquisita y adornada de poéticos resplandores 2 4.
S i , como hemos v isto , Quevedo con su imitación directa de Estacio, hecha antes de 1611, se podía considerar como u n o de los fundadores de la si lva española, podemos imag inarnos su disgusto al ver que las Soledades del canónigo cordobés se imponían ya como el nuevo modelo genérico.
¿Cuáles son las características genéricas de la silva gongor i -na? Tenemos el e jemplar análisis de N a d i n e L y , publ icado en 1985 2 5 , que t o m a en cuenta el entonces recién salido ensayo de Eugenio Asensio. A p l i c a n d o a las Soledades conceptos derivados de Genette, la hispanista francesa considera detalladamente su form a de discurso ( la si lva métrica), su m o d o de enunciación (epos)
2 3 JACINTO POLO DE MEDINA, Obras completas, ed. Ángel Valbuena Prat, M u r c i a , 1948.
2 4 M a d r i d , 1615 f. 358. 25 "Las Soledades: «Esta poesía inútil. . . » " , Criticón, 1985, núm. 30, 7-42.
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y su compleja estructura temática. Después de señalar su h o m o geneidad métrica (la proporción a p r o x i m a d a de 7 5 % de endecasílabos frente a 2 5 % de heptasílabos establece su grado cero), L y llega a la conclusión de que el género de las Soledades no es en efecto la si lva sino u n género nuevo que se había de l l amar soledad. " L a soledad-texto i n a u g u r a u n 'género ' poético nuevo , que se der iva de la silva, claro está, pero que, al const i tu ir u n a innovación, perm i t e la invención de programas métricos, formales y temáticos inéditos. . . " 2 6 . E n cuanto a su m o d o de enunciación, L y separa l a Dedicatoria de la Soledad / y de la Soledad I I . Es evidente la pre sencia del poeta en la p r i m e r a sección, d i r i g i d a al duque . E l pereg r i n o sólo dice tres versos (62-64) en la Soledad I , pero en la seg u n d a enuncia u n a larga invocación (vv . 123-171) y mant iene u n diálogo con el isleño (vv . 363-387 y 388-511) , con alternancia de tu teo y voseo. E l canto amebeo es también u n a especie de diálogo. M á s i m p o r t a n t e para la estructura del poema me parece que es el modo narrat ivo del yo poético, personaje formalmente ausente d u r a n t e los pr imeros 93 versos de la Soledad I y luego enunciador del " O h b i e n a v e n t u r a d o " y del apostrofe al pavo (vv . 309-314); también en la Soledad I I el n a r r a d o r se actual iza cuatro veces i n vocando aves. Y todavía más i m p o r t a n t e es el yo escritor, que se actual iza tres veces con el verbo " d u d o " , u n a vez con " n i c r e o " y u n a vez con " d i g o " ; se d ir ige así al destinatario (duque- lector) , incluyéndose con él y con el peregr ino en el p l u r a l de la p r i m e r a persona ( " n u e s t r o p e r e g r i n o " ) . Esta t r i n i d a d central se encuent r a en la estación de amor , en u n m u n d o erótico que nos l leva a bodas y desposorios, a cacerías y eventualmente a la muer te . E n su conclusión L y a f i r m a la rareza del género nuevo creado por G ó n g o r a , su m o d e r n i d a d rad i ca l .
Si con sus apostrofes el discurso de la silva estaciana (quevedesca, r i o jana) se basaba en la retórica de la presencia del yo lírico, l a nueva silva o soledad gongor ina c u l t i v a u n a retórica de la ausencia: en las Soledades, como acabamos de ver , apenas hay deíc-ticos de p r i m e r a persona relacionados con el n a r r a d o r o con el protagonista, ese j oven peregrino fantasmal 2 7 . Pero, entre sus n u merosos epígonos, Góngora encuentra m u y pocos capaces de ta l auster idad discursiva. U n o de los más próximos es Pedro Soto de Ro jas en su Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos.
2 6 Ibid., pp. 19-21. 2 7 E. RIVERS, 'T rob l ems of genre i n Golden Age poe t ry " , MLN, 102
(1987), 206-219.
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Los fragmentos de A d o n i s , del cual dice con gran perspicacia su ed i tora A u r o r a Egido : " P e r o hay u n a ausencia, la del h o m b r e , que señala su oposición a otros poemas descriptivos. Nadie acompaña al poeta en su peregr inaje , n i s iquiera el lector es r e q u e r i d o . . . " 2 8 . E n efecto, entre la invocación de Clío al p r i n c i p i o y la despedida de Euterpe al final (la cual llega " d e apostrofe vestida,/ color b ien a t e n d i d a " ) , el poeta describe objet ivamente los j a r d i nes, s in presencia ajena. Pero su prop io yo está siempre presente, implícito en los frecuentes deícticos ( " a q u í " , " e s t o " , etcétera). Quizá más radicalmente gongor ina es la silva de Agustín de Sala-zar y Torres t i t u l a d a " S o l e d a d a imitación de las de d o n L u i s de G ó n g o r a " 2 9 , descripción m u y ob jet iva de la llegada del día.
T e r m i n e m o s este p a n o r a m a prov is iona l de la silva española con el gran poema de la mexicana Sor J u a n a Inés de la C r u z . Su i Sueño no es, por supuesto, o t ra Soledad, pero su estructura d iscur- 1 siva lo ident i f i ca genéricamente con la silva o soledad gongor ina . Para comparar r igurosamente los dos poemas nos haría falta o tro análisis tan exigente como el de N a d i n e L y . L a silva métrica es parec ida, pero su función sintáctica es m u y diferente, pues los periodos de Sor J u a n a son a veces m u c h o más largos que los de G ó n gora ; es u n m u n d o más rac ionalmente art i cu lado . N o hay ded i ca tor ia n i diálogo; la re la t iva escasez de personajes humanos es evidente . E l A l m a es el personaje del Sueño que corresponde plenamente al peregr ino de Góngora , mirón erótico de las Soledades que se convierte en la observadora y teórica científica de Sor J u a n a . T i e n e razón Rosa Pere lmuter Pérez al a f i r m a r , después de u n minuc ioso examen de los deícticos, que "se t r a t a de u n a n a r r a d o r a que, aunque escurridiza, deja plena constancia de su existencia — y de su labor ordenadora— a lo largo del p o e m a " 3 0 . H e mos visto que Góngora en sus Soledades es todavía más es curr id i zo, pero sabemos que él también ordenaba con cuidado su poema, y L y ha señalado los verbos que i n d i c a n la presencia del yo escrit o r . S in embargo , la retórica de la ausencia es u n a de las marcas más dist int ivas de la si lva gongor ina , de la nueva poesía barroca , en la que el lenguaje m i s m o es el protagonista . A Quevedo le parecía esto i n m o r a l . Pero , si h u b i e r a pod ido leer el Sueño y captar su g r a n seriedad inte lec tua l , quizá se habría dado cuenta de que
2 8 Cátedra, M a d r i d , 1981, p. 43. 2 9 En Cythara de Apolo: Varias poesías divinas y humanas, Francisco Sanz, M a
d r i d , 1981, pp. 34-38. 3 0 ROSA PERELMUTER PÉREZ, " L a situación enunciativa del «Primero sue
ñ o » " , RCEH, 11 (1985), p. 190.