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1 La praxis revolucionaria como terapia anti estrés Iñaki Gil de San Vicente Publicado por Matxingune taldea en 2013 Tabla de contenidos ¿Qué es el estrés? .......................................................................................................... 1 Origen del concepto ....................................................................................................... 4 ¿Qué es la praxis? ......................................................................................................... 9 Angustia, miedo, ansiedad ............................................................................................. 12 Terror cristiano ............................................................................................................ 14 Tontos, extraños, peligrosos ........................................................................................... 16 Industria, familia y sexo .............................................................................................. 17 Autoridad sadomasoquista ............................................................................................. 20 Crisis poskeynesiana ..................................................................................................... 22 Tácticas y trampas ....................................................................................................... 25 ¿Qué es el estrés? He pensando que, dado el poco tiempo disponible para un debate de esta complejidad, lo mejor, lo más sintético y directo, era exponer ya en el título de la ponencia lo esencial de la tesis que voy a defender, es decir, que la praxis humana es la única terapia que puede superar el estrés. Pero, de entrada, ¿qué es el estrés? Lo primero que tenemos que decir es que estamos ante una pregunta relativamente reciente, aunque, como veremos luego, la raíz etimológica de la palabra estrés nos remite al griego antiguo porque ya se usaba en aquella época. Sin embargo sólo recientemente se ha empezado a usar y a estudiar lo que significa, aunque sí ya se usaba anteriormente la palabra «surmenaje» para designar algo relacionado con el estrés. Por ejemplo, en el diccionario Espasa-Calpe abreviado de 1957 no aparece la palabra «estrés» 1 , pero sí aparece «surmenage» como: «(Voz francesa) Estado morboso producido por la fatiga como consecuencia de un trabajo excesivo, especialmente el intelectual, combinado muchas veces con el hastío» 2 , y tampoco aparece «estrés» en el apéndice del Espasa-Calpe abreviado de 1965. De igual modo, no la encontramos en el NDEU 3 pero sí tenemos surmenage como: «Estado morboso producido por la fatiga repetida, física o intelectual» 4 . Y «estrés» tampoco aparece en el Diccionario de Psicología 5 de 1985. Por no extendernos en la consulta de diccionarios y enciclopedias, queremos acabar con La Enciclopedia de Salvat de 2003 en la que sí se define estrés: «Estado general de tensión en que se 1 Diccionario Enciclopédico Abreviado Espasa-Calpe, séptima edición, tomo III, Madrid, 1957. 2 op. cit., tomo VII, p. 376. 3 Nuevo Diccionario Enciclopédico Universal, Club Internacional del Libro, Madrid, 1984, tomo 18. 4 op. cit., tomo 40. p. 4915. 5 Diccionario de psicología, Edit. Orbis, Barcelona, 1985.

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Page 1: La praxis revolucionaria como terapia anti estrés · las respuestas de excitación del sistema nervioso autónomo, y, consiguientemente, de la actividad

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La praxis revolucionariacomo terapia anti estrés

Iñaki Gil de San Vicente

Publicado por Matxingune taldea en 2013

Tabla de contenidos¿Qué es el estrés? .......................................................................................................... 1Origen del concepto ....................................................................................................... 4¿Qué es la praxis? ......................................................................................................... 9Angustia, miedo, ansiedad ............................................................................................. 12Terror cristiano ............................................................................................................ 14Tontos, extraños, peligrosos ........................................................................................... 16Industria, familia y sexo .............................................................................................. 17Autoridad sadomasoquista ............................................................................................. 20Crisis poskeynesiana ..................................................................................................... 22Tácticas y trampas ....................................................................................................... 25

¿Qué es el estrés?He pensando que, dado el poco tiempo disponible para un debate de esta complejidad, lo mejor, lo mássintético y directo, era exponer ya en el título de la ponencia lo esencial de la tesis que voy a defender,es decir, que la praxis humana es la única terapia que puede superar el estrés. Pero, de entrada, ¿qué esel estrés? Lo primero que tenemos que decir es que estamos ante una pregunta relativamente reciente,aunque, como veremos luego, la raíz etimológica de la palabra estrés nos remite al griego antiguoporque ya se usaba en aquella época. Sin embargo sólo recientemente se ha empezado a usar y aestudiar lo que significa, aunque sí ya se usaba anteriormente la palabra «surmenaje» para designaralgo relacionado con el estrés.

Por ejemplo, en el diccionario Espasa-Calpe abreviado de 1957 no aparece la palabra «estrés»1,pero sí aparece «surmenage» como: «(Voz francesa) Estado morboso producido por la fatiga comoconsecuencia de un trabajo excesivo, especialmente el intelectual, combinado muchas veces conel hastío»2, y tampoco aparece «estrés» en el apéndice del Espasa-Calpe abreviado de 1965. Deigual modo, no la encontramos en el NDEU3 pero sí tenemos surmenage como: «Estado morbosoproducido por la fatiga repetida, física o intelectual»4. Y «estrés» tampoco aparece en el Diccionariode Psicología5 de 1985.

Por no extendernos en la consulta de diccionarios y enciclopedias, queremos acabar con LaEnciclopedia de Salvat de 2003 en la que sí se define estrés: «Estado general de tensión en que se

1 Diccionario Enciclopédico Abreviado Espasa-Calpe, séptima edición, tomo III, Madrid, 1957.2 op. cit., tomo VII, p. 376.3 Nuevo Diccionario Enciclopédico Universal, Club Internacional del Libro, Madrid, 1984, tomo 18.4 op. cit., tomo 40. p. 4915.5 Diccionario de psicología, Edit. Orbis, Barcelona, 1985.

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halla un organismo amenazado de ser alterado o perturbado en su equilibrio psicobiológico porla acción de agentes o condiciones ambientales (psicológicas, sociales, físicas, etc.).»6. Esta mismaenciclopedia define así el surmenage: «Estado de fatiga excesiva provocado por un trabajo corporalo intelectual prolongado e intenso, irreparable por el sueño normal»7. Otra definición de estrésnos la ofrece B. Tierno: «la respuesta de ansiedad que experimenta una persona cuando tiene quehacer frente a unas demandas del medio que le resultan excesivas. La persona no cree que con suscapacidades pueda superar aquello que su entorno le está pidiendo [...] una situación puede provocaruna respuesta de estrés en la medida en que la persona la percibe como algo que supera su capacidadde hacerle frente. En estos casos empezamos a experimentar una fuerte ansiedad y a pensar en cómoactuar en ese momento»8.

Otro autor, A. Gaeta Reynaldo nos dice que: «El estrés (stress) es un fenómeno que se presenta cuandolas demandas de la vida se perciben demasiado difíciles. La persona se siente ansiosa y tensa yse percibe mayor rapidez en los latidos del corazón. [...] es la respuesta del cuerpo a condicionesexternas que perturban el equilibrio emocional de la persona. El resultado fisiológico de este procesoes un deseo de huir de la situación que lo provoca o confrontarla violentamente. En esta reacciónparticipan casi todos lo órganos y funciones del cuerpo, incluidos cerebro, los nervios, el corazón,el flujo de sangre, el nivel hormonal, la digestión y la función muscular. [...] es un estímulo que nosagrede emocional o físicamente. Si el peligro es real o percibido como tal, el resultado es el mismo.Usualmente provoca tensión, ansiedad, y distintas reacciones fisiológicas. Es la respuesta fisiológica,psicológica y de comportamiento de un sujeto que busca adaptarse y reajustarse a presiones tantointernas como externas»9.

Una definición algo más profunda en su investigación y más rica en abrir vías de investigación esla de C. Varona: «la vida competitiva en la que estamos empeñados, las exigencias de éxitos enel mundo social, deportivo, de estudios, profesional, etc.; el crecimiento de las grandes ciudadescon el consiguiente aumento del ruido, contaminación y peligros contribuyen a que aumentenlas respuestas de excitación del sistema nervioso autónomo, y, consiguientemente, de la actividadglandular (aumento de adrenalina) y muscular (contracción de músculos viscerales y esqueletales)cuyo conjunto se ha denominado modernamente, tensión o «stress» y que, sicológicamente, estávinculado a estados mentales de preocupación, de afán de éxito competitivo, de multiplicación depercepciones excesivas (ruidos, olores, etc.) y demás situaciones que caracterizan el mundo actual,sin olvidar el peligro de desaparición total de la especie en un conflicto nuclear»10.

Dejando de lado el lenguaje nítidamente burgués de la cita, sin embargo tiene la virtud de tocar unmontón de factores que innegablemente propician el estrés. Otra cosa buena de este autor es que, unpoco antes y siguiendo las investigaciones de Wolpe sobre la ansiedad, tan relacionada con el estrés,relacionada con las fobias -«ansiedad irracional frente a estímulos inofensivos»11- abre la puertade entrada a una cuestión de gran importancia a nuestro entender. En efecto, si leemos a un autorque siempre debe ser leído como G. Jervis y su definición de la ética fóbico-obsesiva, vemos que laposibilidad de estrés está latente en el interior de buena parte de la estructura psíquica dominante enel capitalismo, necesitando sólo de ciertas condiciones para que se active.

Para comprenderlo mejor leamos a G. Jervis: «Fobias y obsesiones constituyen, antes que un trastorno,un típico modo de ser y reaccionar. Los estilos personales de vida de los fóbicos, y más marcadamenteaún de los fóbico-obsesivos, encarnan una serie de características bien conocidas: la escrupulosidad,el orden, la obstinación, la avaricia, la tendencia a planificar, clasificar y diferenciar, la disciplina,el sentido del deber, la escasa tendencia a la espontaneidad, la sumisión a la autoridad. La capacidadde obsesión es la virtud media del capitalismo: es la virtud de la acumulación y de la eficiencia,de la puntualidad y de la precisión industrial, del ahorro de dinero y de la posesión de bienes. Lospaíses de mayor desarrollo industrial y de la más antigua tradición capitalista, como Alemania ylos países anglosajones, han desarrollado a través del condicionamiento de varias generaciones una

6 Enciclopedia Salvat, El País, Madrid, 2003, tomo 8, p. 5.695.7 op. cit., tomo 19, p. 14.601.8 Bernabé Tierno: El psicólogo en casa, Edit. Fin de Siglo, «Temas de hoy», Madrid, 1997, pp. 140-141.9 Alonso Gaeta Reynaldo: El estrés. Metodología de investigación, www.monografias.com.10 Carlos Varona: Introducción a la sicología, Edit. Playor, Madrid, 1988. p. 197.11 Carlos Varona: Introducción a la sicología, op. cit., p. 196.

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relación bastante estrecha entre las costumbres medias de la vida cotidiana y la personalidad de tipoobsesivo»12.

El autor sigue luego desarrollando las relaciones entre las fobias y obsesiones con la represión que, porsu importancia, volveremos a analizar más adelante. Ahora nos interesa preguntarnos sobre qué puedesuceder en la personalidad de un fóbico-obsesivo como el arriba descrito cuando ve que el mundoreal no es como él cree y desea, cuando las presiones cotidianas de todo tipo, desde el trabajo hastalas afectivas y sexuales, pasando por las urbanas y ambientales, cuando todo ello le somete a talespresiones que su mundo tan ordenado y jerarquizado, tan preciso, puntual y disciplinado empieza aentrar en crisis porque no puede desarrollarlo, no es valorado e incluso es rechazado. El estrés es unode los efectos de esa situación.

Antes de analizar el por qué se ha tardado tanto tiempo en empezar a investigar el estrés, y por qué,al comienzo, el surmenage hacía más insistencia en el cansancio intelectual aunque no desdeñaba elfísico, antes de esto, queremos constatar que las definiciones aquí ofrecidas, así como prácticamentetodas a las que hemos tenido acceso, se mueven dentro de los marcos del pensamiento oficial,caracterizado por ocultar la existencia de algo tan decisivo como la explotación social de la fuerzade trabajo.

Estas definiciones se mueven dentro de la ideología burguesa más tradicional y tópica, la de lapersona individual sometida a presiones no definidas, que no se sabe de donde vienen ni a quérazones e intereses responden, excepto los de la «vida competitiva», expresión que puede entrarperfectamente en el darwinismo social y en la sociobiología más reaccionaria. Buscando paliar esteescoramiento conservador, fuimos a la revista oficial de un sindicato que se dice de izquierdas,CC.OO., y encontramos esta definición:

«Desde que Hans Selye introdujo en el ámbito de la salud el término estrés, este se ha convertidoen una de las palabras mas utilizadas, tanto por los profesionales de las distintas ciencias dela salud, como en el lenguaje coloquial de la calle. Selye, definió el estrés como una respuestageneral del organismo ante cualquier estímulo estresor o situación estresante. No obstante se hanrealizado múltiples trabajos sobre el estrés que han aportado diversas conceptualizaciones. Unaconceptualización más comprensible de estrés, lo definiría como un exceso de demandas ambientalessobre la capacidad del individuo para resolverlos, considerando además las necesidades del sujetocon las fuentes de satisfacción de esas necesidades en el entorno laboral.

El estrés es un hecho habitual en nuestras vidas. No puede evitarse, ya que cualquier cambio al quedebamos adaptarnos representa estrés. Los sucesos negativos, daño, enfermedad o muerte de un serquerido, son hechos estresantes, así como los sucesos positivos; ascender en el trabajo trae consigoel estrés del nuevo status, de nuevas responsabilidades»13.

Es verdad que los «sucesos negativos» son hechos estresantes, y en las p.inas que siguen lo veremosreiteradamente, pero desde una perspectiva sindical y de izquierdas el fundamental «suceso negativo»es la existencia del salario, es decir, el hecho de que la mayoría de la población tenga que padecer laexplotación asalariada para sobrevivir, por lo que la lucha por la abolición del salariado14 se convierteen una necesidad para la superación de buena parte de los factores que producen estrés.

De hecho, la preocupación por el surmenage surgió cuando se acumularon los efectos negativos quetenía en la productividad intelectual de las profesiones llamadas liberales la sobrecarga de esfuerzomental y luego del esfuerzo físico, y después, según la plusvalía absoluta fue siendo desplazada porla plusvalía relativa, más intensa en la explotación del trabajo cualificado, con sus correspondientesefectos somáticos, fue aumentando la preocupación por una realidad más masiva e inquietante a laque se le denominó estrés.

El salto del surmenage al estrés refleja y expresa el salto de la explotación cuantitativa a la cualitativa,el salto de la plusvalía absoluta que sólo se centra en la extensión física de las horas de trabajo, a laplusvalía relativa que busca el aumento de la intensidad del esfuerzo laboral psicosomático mediante

12 Giovanni Jervis: Manual crítico de antipsiquiatría, Anagrama, Barcelona, 1977, p. 325.13 Véase www.comfia.net.14 Karl Marx y Friedrich Engels: El sindicalismo, Ediciones de Bolsillo, Barcelona, 1976, dos tomos.

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la introducción de máquinas que estrujan hasta la última gota las fuerzas físicas e intelectuales de laspersonas trabajadoras.

Para ir concluyendo esta primera parte y adelantando cuestiones que desarrollaremos más en detalleposteriormente, leamos este párrafo que aparece en la revista electrónica de UGT: «Entre el 50% y el60% del absentismo laboral está relacionado con el estrés, según la Encuesta de Calidad de Vida en elTrabajo 2002 que realizó el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Además, el 15% de la poblaciónactiva española (cerca de 2 millones de trabajadores) padece mobbing, según se desprende de unestudio sobre «Violencia en el entorno laboral» facilitado por la Universidad de Alcalá de Henares(2002). La Organización Internacional del Trabajo (OIT) afirma que el coste de los problemas desalud mental relacionados con el trabajo representa el 3% del PIB de la Unión Europea»15.

Siendo ciertos estos y otros datos, también hay que ser conscientes de que el estrés se produce en otrascircunstancias de la vida cotidiana, como las familiares y domiciliarias, las escolares y educativas,etc., todas ellas relacionadas en definitiva con lo que sí es esencial para entender el problema: lamercantilización del ser humano, su alienación y su subsunción en mero instante de la acumulaciónde capital.

Origen del conceptoSi hemos respondido muy somera y rápidamente a la pregunta anterior sobre qué es el estrés, tenemosque detenernos ahora un poco en responder a la pregunta sobre qué es la praxis. De hecho, en el rápidorepaso histórico que hemos realizado sobre la genealogía del estrés y del surmenage ya aparece lapraxis en su desenvolvimiento, en su capacidad para, mal que bien, mantener una concordancia relativay transitoria entre los avances de la enfermedad o del malestar como efecto de las crecientes exigenciasde la lógica del beneficio, y los avances de las respuestas que la institución médica le va dando, ylas reacciones de los diferentes grupos humanos afectados por esos malestares. Hay que insistir en latransitoriedad de dicha concordancia porque nunca ha sido ni lineal ni automática. Al contrario.

La capacidad de nuestra especie para resolver sus problemas siempre ha dependido de una complejainteracción de factores objetivos y subjetivos, de manera que el devenir del presenta al futuro nuncaha sido mecánico ni ciegamente determinado. La teoría de la praxis sirve mejor que ninguna otra enla comprensión de este problema, y esta teoría nos aconseja, primero y antes que nada, partir de laevolución del tema que estudiamos e, inmediatamente después, sintetizar una teoría abierta que vuelvasobre la propia evolución del proceso que analizamos y se introduzca en su devenir, modificándolo16.Por esto la respuesta a que qué es la praxis tendrá dos momentos que forman una unidad, uno es el delrepaso histórico del surgimiento de la preocupación humana sobre lo que ahora denominados estrés, yotro, pero siempre dentro de esa unidad de análisis y síntesis, la elaboración de una respuesta teóricabasada en esa aproximación histórica.

Hemos visto al principio las relaciones existentes entre la ansiedad y la tensión con el estrés. Másadelante precisaremos un poco las diferencias entre estos y otros términos, como la angustia, el temor,el miedo, etc., que tienen mucho que ver con el tema que tratamos, pero que ahora usaremos un pocosuperficialmente porque lo que nos interesa es recalcar cómo desde los orígenes de nuestra especieexistían poderosos factores desencadenantes de situaciones estresantes más o menos angustiosas.Según Nougier la gran civilización magdaleniense era una «civilización de angustia»17, por lasextremas condiciones de supervivencia. Sin duda, los lazos de solidaridad grupal se debían a que laúnica forma de sobrevivir en esas situaciones era mediante la estrecha unidad colectiva.

Esto lo han puesto de relieve la generalidad de estudios sobre las comunidades llamadas «primitivas»,pero T. S. Szasz ha extraído también esta conclusión especialmente crítica y desmitificadora, quenos serviré mucho en las p.inas que siguen: «Para el hombre, animal de rebaño, igual que para susantepasados no-humanos, la seguridad radica en la similitud. Por esto la conformidad es buena y ladivergencia es mala»18. Encontrar un refugio contra la angustia exigía y exige la conformidad con

15 Véase www.ugt.es.16 Juan Samaja: Introducción a la epistemología dialéctica, Lugar Editorial, Buenos Aires, 1994, pp. 147-156.17 Louis-René Nougier: En los orígenes del trabajo, Grijalbo, Barcelona, 1974, p. 26.18 Thomas S. Szasz: La fabricación de la locura, Kairós, Barcelona, 1974, p. 308.

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el orden establecido en el grupo protector, aunque ello suponga una sobrecarga tal de tensiones yfrustraciones que, al final, surja el estrés o algo peor.

Uno de los métodos más efectivos que desarrollaron aquellas sociedades humanas, aparte de primarla conformidad de sus miembros en un contexto tremendamente inseguro y que ha repercutido,especialmente, en el proceso posterior de surgimiento de las religiones, además de este método,también desarrollaron un profundo sentido de la socialidad del dolor y de la enfermedad, como explicaU. Galimberti:

«Entre los primitivos que conocían el “cuerpo” y no el “organismo”, la enfermedad tenía unsignificado social, y en cuanto tal era algo que se podía intercambiar con el grupo, J. Pouillon nosinforma, por ejemplo, que entre los 'dangaleats' la enfermedad tenía un valor iniciático; no sed podíaentrar a formar parte del grupo ni adquirir ningún tipo de posición social sin antes haber estadoenfermo. La enfermedad, vista como signo de elección en el grupo, no sed vivía de forma individual,sino que era objeto de intercambio como todas las cosas en el interior de aquella estructura simbólicaque convertía cualquier acontecimiento en una relación social llena de sentido. Además, el procesode cura, y no sólo entre los 'dangaleats' sino también en todas las sociedades primitivas, no teníalugar, como actualmente entre nosotros, en esa relación dual, aunque no recíproca, que se estableceentre el médico y el paciente, sino en un espacio más amplio en el que todo el grupo tomaba parteen la cura distribuyéndose alrededor del mal, el cual se concebía no como una lesión orgánica, sinocomo una ruptura, un desequilibrio en el sistema de intercambio social»19.

La civilización magdaleniense, que nos ha legado impresionantes obras de arte y un sofisticadoconocimiento empírico, vivía bajo presiones muy duras que, sin embargo y sobre la base de los datosdisponibles, no debieron generar los efectos que ahora provoca el estrés, aunque sí otros. Una de lasrazones aludidas para sostener esto es que T. McKeown nos ha explicado cómo y porqué en sociedadescazadoras-recolectoras, campesinas y no industrializadas, y hasta prácticamente el siglo XVIII enOccidente:

«La arteriosclerosis y sus diversas manifestaciones, incluida la enfermedad coronaria, la enfermedadcardiovascular y la enfermedad vascular periférica, eran raras, igual que la obesidad, la diabetes, lahipertensión, el carcoma intestinal y las varices [...] la presión sanguínea no subía con la edad y lahipertensión esencial y la apoplejía eran desconocidas». Tras resumir muy sintéticamente los estudiosde Trowell y Burkitt al respecto, concluye que: «La mayoría de la gente seguía llevando una vidarural activa y ni siquiera la minoría que habitaba en poblaciones se veía expuesta a muchos de losriesgos de nuestros días, tales como contaminación atmosférica, el empleo generalizado de productosquímicos, las condiciones de trabajo adversas, el tráfico, el abuso del tabaco y de las drogas»20.

Pero no pensemos que todo fue una maravilla durante el largo período anterior a la irrupción delcapitalismo desde el siglo XVII. Para el tema que aquí tratamos es muy conveniente saber que ya enuna época tan temprana e importante como la amplia cultura mesopotámica, sobre todo en su faseakkadia y babilónica, se concitaron tres factores de singular importancia para los siglos posteriores.Uno fue que bien pronto se desarrollo el poder de la institución médica. Como dice R. Labat: «Lafama de los médicos babilónicos rebasaba, por lo demás, las fronteras de su país. Y así, en la épocade El Amarna (siglo XVI) los vemos viajar por todo el Oriente Próximo, como sus colegas egipcios,solicitados por las Cortes extranjeras, que les remuneraban ricamente»21. Quiere esto decir que ya enesta época el dinero interfería decisivamente en la calidad de la atención médica que podían disponerlas clases pobres, pues los mejores médicos eran codiciados por las clases ricas.

Otro factor fue que esa medicina alcanzó unos niveles apreciables para su época en la aplicación delmétodo de pensamiento científico –aunque no debemos afirmar que entonces se hiciera «ciencia» enel sentido actual- en vez de, según se creía, pensamiento mágico, esotérico y místico. Y la tercera,sin embargo, es que estos últimos métodos sobrenaturales y anticientíficos de pensamiento sí fueronaplicados a un área de actos y comportamientos humanos que R. Labat define así: «las jaquecastenaces, los dolores en la nuca, los zumbidos en los oídos, los accidentes nerviosos y ciertas formasbrutales de parálisis podían traicionar una intervención demoníaca; en cuanto a los sortilegios, sus

19 Umberto Galimberti: La enfermedad: entre el cuerpo y el organismo, Archipiélago, Barcelona, nº 25, 1996, pp. 11-12.20 Thomas McKeown: Los orígenes de las enfermedades humanas, Edit. Crítica, Barcelona, 1990, pp. 70-71.21 R. Labat: «Mesopotamia», Historia General de las Ciencias, Orbis, Barcelona, 1988, tomo 1, p. 105.

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efectos se reconocían especialmente en los dolores de las vísceras, en las afecciones de la palabra,anorexia, impotencia, salivación incoercible, insomnios y sobresaltos sin causa»22.

Vemos así que desde los mismos inicios del saber médico en el sentido occidental de la palabra, setenía conciencia de la existencia de determinados males que, sin embargo, permanecían fuera de dichosaber y sí dentro de una interpretación sobrenatural. En esta época, todavía las cuestiones relacionadascon el «alma» se veían con una perspectiva diferente a las relacionadas con el «cuerpo», escisiónque, de algún modo, sigue vigente en la actualidad como se aprecia no sólo en las religiones sinotambién en los debates que periódicamente resurgen sobre la interacción de los componentes psíquicosy somáticos en el ser humano.

Si bien es cierto que, como veremos, es con el desarrollo de la racionalidad griega cuando se sientan lasbases para el inicio de un estudio metódico de los problemas del «alma», no lo es menos que todavíalos héroes homéricos llevan dentro de sí dicha tajante separación: «los héroes griegos se vuelven locos;algunos son presas de frenesí; otros aparecen enajenados a causa de la furia, la venganza o el dolor.[...] son más parecidos a marionetas, jugadores a merced de fuerzas que en esencia preceden del MásAllá y que ellos no pueden controlar: dioses, demonios, las parcas, las furias», estando aún lejos dela complejidad de las personalidades descritas por Sófocles, Shakespeare o Freud23.

Será a partir de los siglos –V y –IV cuando emerja la nueva forma de analizar estos comportamientos,como bien dice R. Porter, poniendo el ejemplo de la epilepsia24, pero sin profundizar en los cambiossociales que explican ese paso. Ahora bien, ya con cierta antelación, en concreto desde finales delsiglo –VI, junto al surgimiento de la tragedia, la reflexión griega sobre el derecho empieza a separarel crimen «voluntario» del «excusable», cuando las personas empiezan a asumir su autonomía conrespecto a los dioses y a las fuerzas ciegas, cuando así sucede, surge la conciencia angustiosa yproblemática del choque entre los valores y la práctica25.

Sobre esta base, la medicina griega, mucho más compleja y limitada por contradicciones en las queno podemos extendernos, empieza a investigar rigurosamente la totalidad de factores que envuelvena enfermo llegando a una sorprendente visión sistémica e integral del ser humano y de sus dolenciaspsicosomáticas como es la desarrollada por la Escuela de Cos, a la que pertenecía Hipócrates. Enpalabras de L. Bourgey: «La exigencia de su disciplina lo llevaban a ejercicio de una curiosidadhasta cierto punto universal, no sólo biológica, sino también psicológica, geográfica, sociológica yastronómica. [...] partiendo de observaciones hechas sobre el comportamiento de las poblaciones deEuropa y de Asia Menor, afirma que el temperamento de un conjunto de hombres viene influido porla constitución política, liberal o despótica, a que están sometidos aquellos. En esta misma obra seencuentran interesantes observaciones sobre la influencia que pueden ejercer en el organismo lasmodas y costumbres»26.

Sin embargo, tampoco este autor estudia las causas sociales de esos avances en la investigaciónsistémica de la personalidad humana, cosa que sí hace J. Mosterín, quien, además, hace hincapié enotras dos características muy actuales de la medicina de la Escuela de Cos, como son en términosactuales, el principio de precaución y la confianza de las propias fuerzas de recuperación de la personaenferma integrada en su entorno social.

La primera –el principio de precaución- nace de la regla de oro de Hipócrates: «ser útil, o al menos,no perjudicar», en el sentido de que dadas las lógicas limitaciones de la época, el médico sólo debíaintervenir con terapias «duras» cuando estuviera seguro de sus efectos positivos. Si no estaba muyconvencido actuaba la segunda característica: «prudencia y confianza en la propia regeneración delenfermo»27, siempre dentro de la concepción de la unidad psicosomática y social del ser humano y desus enfermedades. Veremos cómo el sistema médico público, es decir, el que se encarga de mantener lacapacidad productiva de la fuerza de trabajo social, no puede cumplir con estos requisitos esenciales,que quedan restringidos a la burguesía y a las fracciones de clase con dinero para pagar la medicinaprivada.

22 R. Labat: «Mesopotamia», op. cit., p. 117.23 Roy Porter: Historia social de la locura, Edit. Crítica, Barcelona, 1989, p. 23.24 Roy Porter: Historia social de la locura, op. cit., pp. 24-26.25 Jean-Pierre Vernant: «Edipo sin complejos»,Psicología y marxismo, AA.VV., Col. Roca, México, 1973. pp. 73-74.26 E. Bourgey: «La medicina griega desde sus orígenes hasta fines de la época clásica», Historia General de las Ciencias, op. cit., tomo 2, p. 328.27 Jesús Mosterín: Historia de la filosofía, Alianza Editorial, Madrid, 1984, tomo 3, p. 163.

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George Novack insiste en que los médicos hipocráticos «no separaban la mente del cuerpo ni el cuerpode lo que le rodeaba. Consideraban al hombre en relación con su ambiente natural y social [...] teníanen cuenta sistemáticamente el lugar en el que el paciente vivía, el alimento que comía, el tipo de aguaque bebía y el aire que respiraba [...] también consideraban las circunstancias sociales y políticasque afectaban al paciente [...] y no hacían ninguna discriminación entre esclavos y hombres libres»28.

Además de estas y otras tesis defendidas en su fundamental libro, Novack añade algo más que debemosexponer aquí por su importancia para nuestro tema ya que acierta en el núcleo del problema. Trasexponer muy rigurosamente la estructura socioeconómica y política de la democracia esclavista griega,sus sistemas de explotación, etc., el autor sostiene que:

«Lo característico de la sociedad ateniense no era la calma, sino la lucha. Las prolongadas yvictoriosas guerras de defensa nacional elevaron el orgullo, la confianza en sí mismos y la autoestimade los atenienses; las intrigas y las guerras imperialistas con las ciudades-estado rivales lesimpulsaron a aprovechar, cuando no a agotar, todas sus energías; las vastas ramificaciones de susempresas comerciales y colonizadoras, las disputas de los litigantes ante los tribunales, las contiendaselectorales, las luchas fraccionales y las revueltas civiles, significaban una convulsión constante. Unmensajero de los corintios decía a los lacedemonios que los atenienses “llegaban al mundo y no seconcedían ningún descanso a sí mismos ni se lo concedían a los demás”»29.

Corremos el riesgo de interpretar la afirmación del corintio a los lacedemonios desde nuestrosparámetros actuales, burgueses y occidentales, de descanso y competitividad, cuando no son losmismos. Siendo cierto que los atenienses no se concedían a sí mismos y a los demás ningún descanso,y eso se ve leyendo a Tucídides30 o Jenofonte31, no es menos cierto que su sentido de la competitividady del descanso, como toda su cultura, eran preburgueses y más asiáticas que europeas, ya que noestaban acuciados por las características implacables de la competencia capitalista ni con los mitosoccidentales, que se inventaron bastante más tarde32. Sin embargo, reafirmando lo anterior, tambiénes cierto que los griegos se percataron relativamente pronto de los efectos negativos del dinero y dela riqueza sobre las relaciones sociales e interpersonales.

Demócrito dejó escrito que: «Quien se halla enteramente dominado por la riqueza nunca podría serjusto»; «vuelven muchos la espalda a los amigos cuando de la abundancia caen en la pobreza»;«la pobreza en una democracia es preferible al llamado bienestar de manos de los poderosos, en lamisma medida en que la libertad lo es a la esclavitud», y «es preciso darse cuenta de que la vidahumana es frágil y efímera, sumida como está en la confusión de múltiples desgracias e impotencias,de modo que uno debe preocuparse de una fortuna modesta, y la estrechez medirse en relación conlas necesidades»33.

En el fondo de las afirmaciones de Demócrito, que se posicionaba en el bando de la democraciaesclavista contra el bando oligarca, ambos patriarcales y machistas, late la crítica a los efectosalienadores del dinero y a la creciente independencia de la circulación de mercancías que ya eraapreciables a finales del siglo –V. La vieja forma de vida del campesino libre que se protegía enlas bases de la economía comunal aún superviviente, y que se mostraba políticamente en la acciónparlamentaria como reminiscencia de la anterior asamblea comunal34, esta forma de vida estaba siendoaplastada por la escisión social entre ricos y pobres, con los efectos consiguientes en el aumento delas tensiones sociales de todo tipo.

No es por tanto sorprendente que, como sostiene R. Maineri: «La palabra estrés se deriva del griegostringere, que significa provocar tensión. Esta palabra se utilizó por primera vez en el siglo XIV y apartir de entonces se empleó en diferentes textos en inglés como stress, stresse, strest y straisse»35.Las disputas crecientes entre griegos libres; la vida centrada en la permanente defensa y expansión

28 George Novack: Los orígenes del materialismo, Edit. Pluma, Bogotá, 1977, pp. 127-134.29 George Novack: Los orígenes del materialismo, op. cit., pp. 157-158.30 Tucídides: Historia de la guerra del Peloponeso, Akal, Madrid, 1989.31 Jenofonte: Anábasis, Sarpe, Madrid, 1985.32 Edgardo Lander (comp..): La colonización del saber: eurocentrismo y ciencias sociales, Clacso, Buenos Aires, 2003.33 Demócrito: «Fragmentos», De Tales a Demócrito. Fragmentos presocráticos, Alianza Editorial, Madrid, 1988, nº 50, 101, 251 y 285, pp.302-326.34 Robert A. Padgug: «Clases y sociedad en la Grecia clásica», El marxismo y los estudios clásicos, AA.VV., Akal, Madrid, 1981. pp. 73-105.35 Roberto Maineri C.: «Estrés», http://www.fortunecity.com.

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de los negocios propios por parte de los ricos, en medio de un marco de luchas nacionales y socialescasi permanente, en estas condiciones la tensión debía ser una situación suficientemente cotidiana,especialmente en la vida de las mujeres y de los esclavos, sometidos a condiciones insoportables36,como para que surgiera una palabra que la designara.

Otro tanto debió suceder en Roma, en donde además de que las condiciones de vida para las masasse fueron degradando, también existía un sistema de coerción patriarcal basado en la dominaciónmás salvaje del fuerte sobre el débil, como explica P. Viene al explicar que el dicho «Yo te someto»o «te paedico, irrumo» era la injuria más popular entre los muchachos romanos: «la moral que sepracticaba era obsesivamente viril»37. Basta imaginarnos cómo tenía que ser la existencia cotidianade las mujeres en aquellas condiciones de poder patriarcal absoluto simplemente viendo la realidadactual, los diferentes grados de preocupación, inquietud, tensión y hasta miedo que llegan a padecenmiles de mujeres actualmente debido al machismo y a la misoginia de los hombres con los que serelacionan.

El sometimiento interpersonal, como todos sabemos, es uno de los factores que más tensión produce enla persona sometida, especialmente cuando no existen reglas que regulen y limiten el poder de agresiónde la persona que somete. Cuanto más impune e incontrolable es su poder, cuanto más impredecible eincierto, por caprichoso, es su comportamiento hacia las personas que domina, más tensa y angustiosaes la vida de éstas.

Y esto centrándonos hasta ahora sólo en la vida de las mujeres, de la juventud, de los ciudadanos libresempobrecidos que vivían angustiados por el pago de sus deudas, etc., pese a que el poder romanorecurría a juegos especialmente crueles38 para desviar las tensiones sociales, porque si profundizamosmás en la mecánica de explotación romana, tanto en su esclavitud interna como en las sucesivas ypermanentes invasiones de otros pueblos para imponerles severísimos impuestos o para esclavizarloso destruirlos si se resistían, entonces asistimos a espantosas condiciones de vida en las que la inquietud,preocupación, angustia, miedo y pánico eran realidades inseparables de una tensa cotidianeidad.

Tanto en los juegos, crueles y violentos en extremo, como en la vida cotidiana, la sexualidad solapadae insinuante era sólo la tapadera de una realidad sexual más amplia en toda la cultura grecorromana yjudeocristiana, interviniendo en ella, además de las drogas, también la homosexualidad, el bestialismo,la prostitución sagrada, el culto fálico, etc., como ha demostrado Acharya S39. La capacidad de goce ydisfrute del placer, con sus efectos sobre la calidad de vida en aquél período, fue destruida o reducidaal mínimo, o condenada a la clandestinidad atemorizada, por el cristianismo: «Desprecio de la alegríay de la felicidad, sublevación contra la existencia, antipatía, asco, mortificación total: este es elcristianismo clásico»40.

Semejante retroceso en cuestiones vitales para la calidad de vida, dentro del contexto objetivo de laépoca, y el endurecimiento de otros componentes autoritarios, represores y sadomasoquistas inherentesal cristianismo, tema al que luego volveremos, no hicieron sino multiplicar las presiones negativasque generaban situaciones de tensión, preocupación, angustia, miedo, etc., sin entrar ahora a precisarlos significados diferentes de estos conceptos.

Para hacernos una idea de la realidad represiva y exterminadora del pensamiento racional yprotocientífico helenístico, parte de una realidad más amplia en la que se reprimía todo lo que noobedeciese el lema de «creo porque es absurdo» de Tertuliano, tenemos estas palabras de G. Bueno:

«No fueron tanto los esclavistas romanos, en cuanto tales, sino los cristianos, antes y después dealcanzar el poder político, quienes sistemáticamente (salvo excepciones), mantuvieron la más tenazoposición a la ciencia griega que nunca haya existido. Por mucha voluntad de “objetividad” y“diálogo” que se tenga no es posible olvidarse de que fue el obispo Teófilo (bajo el imperio deTeodosio el Grande) quien destruyó el Serapeum, en donde se encontraban entonces los fondosprincipales de la Biblioteca de Alejandría. Y fue San Cirilo, uno de los más eminentes padresgriegos, quien con la mayor saña -en sus escritos contra Juliano- arremetió contra la Paideia griega,

36 St. Croix: La lucha de clases en el mundo griego antiguo, Crítica, Barcelona, 1988.37 Paul Viene: «Familia y amor durante el alto Imperio Romano», Amor, familia, sexualidad, AA.VV., Argot, Barcelona, 1984, pp. 15-57.38 Roland Auguet: Crueldad y civilización: los juegos romanos, Orbis, Barcelona, 1985.39 Roland Auguet: Crueldad y civilización: los juegos romanos, Orbis, Barcelona, 1985.40 Karlheinz Deschner: Historia sexual del cristianismo, Yalde, Zaragoza, 1993, p. 91.

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considerando a los libros griegos como débil y torpe plagio de los libros de Moisés. El mismo SanCirilo [...] instigó al populacho cristiano de Alejandría para que asesinara a Hipatía, una de las másdistinguidas mujeres de la antigüedad, comentarista del álgebra de Diofanto y de la doctrina de lascrónicas de Apolonio [...] bandas de frailes cristianos asesinaron a Hipatía, arrancándola la carne,al parecer, con las conchas puntiagudas de unas ostras»41.

De cualquier modo, con la extinción de la variante esclavista del modo de producción tributariodesapareció toda una forma de entender la unidad psicosomática del ser humano, entendimientoasfixiado por la dogmática cristiana, como hemos visto, y por el retroceso de las condicionessocioeconómicas que habían permitido mantener un grupo social improductivo materialmente perodedicado al desarrollo del método racional de pensamiento42. Simultáneamente a esta decadencia yretroceso, también aumentaban las sensaciones no sólo de crisis en todos los sentidos, sino igualmentede empeoramiento de las condiciones anímicas, personales, de cierto equilibrio entre lo interno y loexterno.

A. MacIntyre ha dejado escrito en su imprescindible obra sobre la ética que: «Al leer los testimoniosde la filosofía posterior a Sócrates que sobreviven en escritores como Diógenes Laercio y Cicerón, sepercibe el sentimiento de un mundo social desintegrado en el que los gobernantes se encuentran másperplejos que nunca, y la situación de los esclavos y los no propietarios no ha cambiado casi nada,pero en el que para muchos más miembros de la clase media, la inseguridad y la falta de esperanzason los rasgos centrales de la vida»43. ¿Y acaso no son la falta de esperanza en la resolución de losproblemas y la inseguridad en cualquiera de sus formas de expresión, factores que junto con otrospropician lo que ahora denominamos como estrés?

Sin embargo, el legado de la concepción unitaria e integrar del ser humano no se perdió definitivamentehasta la total extinción de los restos de la medicina grecorromana, porque todavía alrededor decomienzos del siglo VII subsistía la Escuela de Salerno que se planteaba una visión integraldel problema de la melancolía simultaneando la conversación y el diálogo, los paseos por elbosque, etcétera44. Pero, imparablemente y debido a razones que no podemos exponer aquí peroque ya fueron explicitadas irreprochablemente por J. D. Bernal45 y otros investigadores, fueronparcialmente rescatadas en una primera fase por la civilización arabo-musulmana, cristiano copta yjudía, básicamente, y luego, gracias a ese esfuerzo anterior, por la atrasada cultura europeo occidental.

Por esto tiene razón B. Farrington, autoridad incuestionable en todo lo relacionado con la GraciaAntigua, cuando investiga la medicina griega, sus avatares, dificultades y logros, afirma algo que esde especial valor para la tesis básica que aquí defendemos: «En el siglo XVI la medicina era parteimprescindible de la educación científica; hasta un Copérnico la estudió. Ninguna disciplina antiguaera más adecuada para guiar a una mentalidad indecisa por el puente que separa la escolástica dela ciencia moderna. Y ello porque [...] ninguna otra ciencia presenta tan felizmente hermanados alcerebro y a la mano»46. Una de las definiciones que más nos aproximan a lo que es la praxis, comoahora veremos, es la del hermanamiento entre el cerebro y la mano, y uno de los síntomas y a la vezde los efectos más terribles del estrés, es el debilitamiento de esa dialéctica entre el hacer y el pensarbajo las presiones incontrolables del entorno.

¿Qué es la praxis?Hemos visto el funcionamiento real, histórico, de la interacción entre el hacer y el pensar, la mano y alcerebro, en la problemática de las enfermedades, dolencias, tensiones y angustias humanas desde lostiempos remotos hasta el surgimiento de las primeras inquietudes racionales sobre sus causas; y hemosvisto cómo, tras esos pocos siglos de esplendor, se inicia el retroceso de la racionalidad esclavista anteel avance de lo esotérico y mistérico, de los cultos irracionales en este caso en su forma de religióncristiana, tal cual se entendía en aquellos siglos. Esta evolución es la praxis en su forma no teórica,

41 Gustavo Bueno: «Desarrollo científico y técnico y obstáculos sociales al final de la antigüedad», Desarrollo científico y técnico y obstáculossociales al final de la Antigüedad, V. De Magalhaes-Vilhena, Edit. Ayuso, Madrid, 1971.42 Rafael Jerez Mir: Filosofía y sociedad, Edit. Ayuso, Madrid, 1975.43 A. MacIntyre: Historia de la ética, Paidós, Barcelona, 1982, p. 105.44 Angel Fiasche: Hacia una psicopatología de la pobreza, Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, Buenos Aires, 2003, p. 175.45 John D. Bernal: Historia social de la ciencoa, Península, Barcelona, 1967, dos tomos.46 Benjamín Farrington: Mano y cerebro en la Grecia Antigua, Edit. Ayuso, Madrid, 1974, p. 100.

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es decir, no sintetizada aún en conceptos que descubren y resumen lo permanente, lo esencial, logenético-estructural habido a lo largo de todo ese proceso histórico.

Este método de descubrir lo que hay debajo de la superficie, de las formas, de las apariencias,pera volver luego a las profundidades de los problemas en el desenvolvimiento de sus dinámicasy contradicciones, este es el método científico-critico o praxístico, o praxeológico, y tiene lacaracterística de integrar la inducción y la deducción -ese «arco del conocimiento» al decir de D.Oldroyd47- en una totalidad superior en la que también se inserta la reflexión (auto)crítica y práctico-social sobre la propia acción y sus resultados.

Pero es precisamente este contenido (auto)crítico y práctico-social explícito el que origina el rechazono sólo al término de praxis sino, sobre todo, a su empleo como método de transformación. De hecho,en bastantes de los principales diccionarios y enciclopedias que han formado y forman la base de laeducación teórica de nuestra generación, no está presente la palabra praxis. Por ejemplo, el diccionariodirigido por D. Runes48, el diccionario de F. Mora49, y la enciclopedia dirigida por J. O. Urmson50; y,por no extendernos, la voluminosa obra colectiva sobre 850 textos de filosofía no incluye la praxis nien la temática, ni en la antología de citas ni en las locuciones y modismos51.

Peor aún, si bien se recogen las obras decisivas de Marx, los Cuadernos de la Cárcel de Gramsci,el Principio Esperanza de E. Bloch, etc., no aparecen dos textos decisivos como son el celebérrimoFilosofía de la Praxis de Sánchez-Vásquez52 y el no menos fundamental Dialéctica de lo concreto deK. Kosík53. Pero los hay también que separan estrictamente la «teoría» de la «praxis» como si fuerandos procesos paralelos que sólo los marxistas nos empeñamos en juntar54.

Podríamos seguir casi indefinidamente poniendo ejemplos de la muy poca atención que presta elacademicismo a la praxis sobre todo si nos introducimos en la moda de reciente aparición denominadaCTS -ciencia, tecnología, sociedad- pero no es este el sitio para tales criticar buena parte de los testosde esta corriente, y sobre todo su visión básica. Centrándonos en el tema que hoy nos congrega aquí,G. Petrovic nos ofrece una definición de praxis que va directamente al corazón del problema quetratamos: «Praxis. Se refiere en general a la acción, a la actividad y, en el sentido de Marx, a laactividad libre, universal, creativa y autocreadora a través de la que el hombre crea (hace, produce)y cambia (modela) su mundo humano e histórico y a sí mismo; una actividad específica del hombremediante la cual se diferencia básicamente de todos los demás seres»55.

Según esta definición, la autogénesis de nuestra especie es la praxis en su sentido pleno y esencial, ylas diversas capacidades libres concretas de las personas concretas en períodos históricos diferentesson otras tantas formas específicas de praxis realizadas en su contexto particular. Hemos visto surgirla praxis griega sobre el estrés; y hemos visto cómo entraba en crisis y desaparecía con el hundimientodel esclavismo para reaparecer más tarde pero en otro período histórico, desde el siglo XIV en lacultura inglesa, con lo que es otra praxis concreta diferente en la forma a la griega. Según G. Petrovicla evolución del pensamiento de Marx al respecto fue también un proceso de enriquecimiento delcontenido esencial ya presente en sus primeras obras hasta concluir en una visión más plena:

«En los Manuscritos económico-filosóficos Marx opone como regla “trabajo” a “praxis” y describeexplícitamente el “trabajo” como el “acto de alienación de la actividad humana práctica”, pero aveces lo hace de modo inconsistente pues usa “trabajo” como sinónimo de “praxis”. En La ideologíaalemana insiste mucho sobre la oposición entre “trabajo” y lo que él llamó previamente “praxis”, ydefiende la opinión de que todo trabajo es una actividad autoalienada de actividad productiva humanay debería ser “abolido”. La forma no alienada de actividad humana, llamada previamente “praxis”,se denomina ahora “autoactividad”, pero, pese a este cambio en la terminología, la idea fundamental

47 David Oldroyd: El arco del conocimiento, Crítica, Barcelona, 1993.48 Dagobert D. Runes: Diccionario de filosofía, Grijalbo, Barcelona, 1969.49 Ferrater Mora: Diccionario de Filosofía abreviado, Edhasa, Barcelona, 1978.50 J. O. Urmson: Enciclopedia concisa de filosofía y de filósofos, Cátedr,. Madrid, 1979.51 AA.VV.: Los libros de los Filósofos, Ariel, Barcelona, 2004, pp. 741-788.52 Adolfo Sánchez-Vázquez: Filosofía de la Praxis, Grijalbo, México, 1967.53 Karel Kosík: Dialéctica de lo concreto, Grijalbo, México, 1967.54 Nikolaus Lobkowicz (dict.): «Teoría y praxis», Marxismo y democracia. Enciclopedia de conceptos básicos, C. D. Kernig (director), Edic.Rioduero, Madrid, 1975, tomo 5, «Metafísica-Verdad», pp. 110-145.55 Gajo Petrovic: «Praxis», Diccionario del pensamiento marxista, T. Bottomore (dict). Tecnos, Madrid, 1984, p. 598.

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de Marx sigue siendo la misma: “la transformación del trabajo en autoactividad”. Permaneció igualen los Grundrisse y también en El Capital»56. Vemos que el propio concepto de praxis es enriquecidoteóricamente gracias a la misma praxis del personaje que lo elabora. Diríamos que es una autopraxissi no fuera una redundancia.

En el desenvolvimiento de la praxis tal cual aquí ha sido expuesta, juegan un papel clave conceptoscomo alienación y el fetichismo, que no podemos precisar ahora sino sólo en sus relaciones con el temaque tratamos. Si la praxis es autoactividad, la autogénesis, es decir, la capacidad de nuestra especiepara construirse a sí misma, si es así, la pérdida o desaparición de la conciencia-de-sí imprescindiblepara la autoactividad hace que ésta sea mutilada en algo decisivo. La alienación es precisamente esaamputación de la conciencia-de-sí, de la autoconciencia sin la cual la autoactividad genera en trabajo-para-otro, para el poder dominante.

Desde esta lógica, L. Silva dice que: «La alienación, en su sentido más general y filosófico, es unapérdida del propio ser, que es sustituido por un ser que no es el que en propiedad ontológica lecorresponde al sujeto»57. La sustitución de ser-propio por el ser-ajeno es, a la vez, la obligación dedescender de la autoactividad creativa a la penosa obligatoriedad de trabajar-para-otro, o en palabrasdel mismo autor: «el paso universal del valor de uso al valor de cambio»58.

Aunque el valor de uso tiene, en la dialéctica mercantil, su correspondiente valor de cambio, en ladialéctica de la autoactividad el valor de uso es la capacidad de la propia persona o del colectivo,género, clase, pueblo, etc., para construirse para-sí, llegando a ser su propio uso-de-sí consciente;por tanto, en esta dialéctica emancipadora, el paso al valor de cambio es justo lo antagónico eirreconciliable, es la pérdida y prohibición del uso-de-sí, de la independencia autoconsciente de lapersona y del colectivo, para degenerar en uso-para-otro, en una mercancía dependiente de la voluntadde otra persona u otro colectivo, de su propietario, sea patrón, marido, confesor, oficial de mando,juez, policía, médico, psiquiatra, Estado opresor, etc.

Deshumanizado el ser humano en cuanto simple mercancía propiedad del poder, destruida suautoactividad como valor de uso de sí mismo, esa mercancía bípeda e inconsciente de sí, sólo tienecomo foco iluminador de sus oscuridades y tinieblas al propio fetichismo de las mercancías. Es decir,las personas no se identifican entre ellas como personas sino como cosas, como mercancías, mientrasque éstas, simples cosas producidas por esas personas, se presentan como personas auténticas dotadasde todas sus cualidades. Por ejemplo, la televisión no es una cosa rodeada de personas sino una personaque adoctrina a las cosas que la imitan bobaliconamente. Antes los domicilios se diseñaban para laspersonas, ahora se diseñan para el lugar en donde se pondrá la televisión convertida en el centro de lacasa. Antes las campañas electorales giraban sobre la base del horario de las personas, ahora dependendel horario televisivo.

Es decir, nuestra capacidad de crear y hacer, en este caso la televisión, ha sido destruida para alienarnosen simples peones ciegos de lo que nosotros hemos hecho. Esta es la tesis más brillante de J. Holloway:«En el capitalismo existe una inversión de la relación entre las personas y las cosas, entre el sujeto y elobjeto. Hay una objetivación del sujeto y una subjetivación del objeto: las cosas (el dinero, el capital,las máquinas) se convierten en sujetos de la sociedad, las personas (los trabajadores) se conviertenen objetos. Las relaciones sociales no son sólo en forma aparente sino realmente relaciones entrecosas (entre el dinero y el Estado, entre tu dinero y el mío), mientras que se priva a los seres humanosde su socialidad, se los transforma en «individuos», el complemento necesario del intercambio demercancías»59.

La teoría, filosofía o método de la praxis, sin mayores precisiones, insiste machaconamente en lavisión integral del ser humano, en la reintegración de todos los componentes escindidos, separados yenfrentados entre sí, en la nueva fusión del cerebro con la mano, en la reunificación de la psique conel soma como elemento central del avance en una nueva forma de transformación de la realidad: «laperspectiva del sujeto de la praxis cambia nuestra comprensión de la filosofía y transforma no sólola ética, la política o la estética, sino a la teoría del conocimiento y a la resolución o disolución de

56 Gajo Petrovic: «Praxis», op. cit., p. 601-602.57 Ludovico Silva: La alienación como sistema, Alfadil Ediciones, Caracas, 1983. p. 273.58 Ludovico Silva: La alienación como sistema, op. cit., p. 274.59 John Holloway: Cambiar el mundo sin tomar el poder, Herramienta, Buenos Aires, 2002. p. 86.

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los problemas de la metafísica como comprensión general de la realidad», como afirma S. Sevilla, loque le lleva a sostener que, teniendo en cuenta el «carácter prioritario de la acción» y su defensa de lalibertad «como noción central» inherente a la praxis, está sucediendo que: «Puede hablarse, en estesentido amplio, de un giro hacia la praxis de la filosofía contemporánea»60.

Este giro se aprecia nítidamente en muchas áreas de la acción y del pensamiento humano actual, sobretodo tras la nueva oleada de movilizaciones y luchas mundiales desde la mitad de los años noventadel siglo XX, pero vamos a concluir este apartado sobre la praxis como terapia antiestrés con estasignificativa cita que adquiere todo su sentido si la leemos desde el avance de la praxis emancipadora:

«Como en todas las disciplinas, en enfoque integral de la nueva psicología tiene una perspectivaholista y dinámica. La visión holista, que en psicología suele relacionarse con el principio dela Gestalt, sostiene que las propiedades y las funciones de la psique no pueden comprendersereduciéndolas a elementos aislados, exactamente como el organismo físico no puede ser comprendidoanalizando cada una de sus partes por separado. La visión fragmentaria de la realidad no es sólo unobstáculo para la comprensión de la mente sino también un aspecto característico de la enfermedadmental. Una experiencia sana de uno mismo es una experiencia de todo el organismo, cuerpo y mente,y las enfermedades mentales muchas veces son el resultado de la incapacidad de integrar los distintoscomponentes de este organismo. Desde este punto de vista, la distinción cartesiana entre mente ycuerpo y la separación conceptual ente los individuos y su entorno nos parecen síntomas de unaenfermedad mental colectiva compartida por la mayoría de las personas de la cultura occidental, y,como tal, suele ser vista por otras culturas»61.

La praxis es el método que sirve para explicar, comprender y transformar la autogénesis humana, laformación de nuestra especie a partir de la dialéctica entre ella misma y la naturaleza objetiva a laque pertenece, aunque no tenga conciencia de ello. Y cuando las personas no pueden controlar lassituaciones en las que están inmersos, o peor aún, no tienen conciencia de lo que les ocurre fuera ydentro de sí, cuando las fuerzas externas e internas se han hecho incontrolables e irracionales en sufuncionamiento al haberse roto su unidad dialéctica, entonces, se agarrotan en sus tensiones y miedos,entran en estrés.

Luego, si no consiguen superar la crisis, terminan desintegrándose en múltiples trozos inconexosque se alejan entre sí, sin rumbo ni autogobierno, bajo las fuerzas centrífugas de las tempestadescotidianas, unas veces hundiéndose en las profundidades oscuras de la tensión y angustia individualmás tormentosa o emergiendo otras veces a la superficie aterradora de las gigantescas masas deproblemas que se abalanzan sobre ellas. La rotura de la unidad dialéctica entre la autoconcienciainterna y la conciencia de lo exterior es justo lo contrario de lo que caracteriza a la praxis, que noes otra cosa que la lúcida certidumbre de la interacción entre la conciencia crítica de sí y las fuerzasexteriores. Naturalmente, semejante dialéctica debe remitirse siempre a un contexto social preciso, omás correctamente, tanto a las condiciones objetivas impuestas por el modo de producción dominantecomo a la fase histórica en la que se encuentra ese modo de producción.

Angustia, miedo, ansiedadHasta ahora hemos hablado muy en general sobre la tensión y la ansiedad, también de la angustiay del miedo, pero sin precisar. Para lo que sigue conviene hacerlo porque la capacidad respuesta yde superación del problema dependen, en primera medida, de la correcta comprensión del problema.Según A. Tallaferro62, el propio Freud tardó un tiempo en aclarar estas cuestiones, y el relativodesorden en el uso de estas palabras proviene de la ambigüedad del vocablo alemán Angst que setraduce a la vez como miedo, ansiedad y angustia.

Una explicación básica: el miedo es la sensación que se sufre cuando se sabe la hora en la que van aempezar a caer bombas sobre la cabeza de uno mismo. La ansiedad es cuando se sospecha, se intuye,se imagina que puede empezar el bombardeo pero se desconoce el momento de su inicio. El susto escuanto estallan al lado sin tener ninguna sospecha de que podía suceder. La angustia es la sensación que

60 Sergio Sevilla Segura: «Praxis», Compendio de epistemología, J. Muñoz y J. Velarde (edit.) Trotta, Madrid, 2000, pp. 464-469.61 Miguel Martínez Miguelez: El paradigma emergente, Gedisa, Barcelona, 1993. p. 170.62 Alberto Tallaferro: Curso básico de psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1974. p. 209 y ss.

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domina cuando nada hace presagiar un bombardeo pero la persona teme esa posibilidad o cualquierotra desgracia.

Hemos visto cómo se definía al magdaleniense como «civilización de angustia» y nos imaginamoslas condiciones de supervivencia de aquellos tiempos en los que los peligros ciertos o inciertos, losriesgos que se debían correr a diario eran muy frecuentes. ¿Podemos aplicar el mismo criterio a lassociedades que no son católicas e incluso que no son religiosas? ¿Podemos aplicar este criterio a lacivilización magdaleniense a pesar de los enormes riesgos diarios que debía asumir para sobrevivir yque le producían la angustia citada por Nougier?

Por lo que hemos visto arriba sobre la forma de vida griega, no es sorprendente que la civilizaciónesclavista e inmisericorde inventara la palabra stringere, base del estrés sobre el que hoy hablamos.Pero antes de seguir profundizando en por qué empezó a recuperarse su uso a partir del siglo XIV dela cronología cristiana, tenemos que detenernos en una cuestión muy importante como es el hecho deque, frente a esta nuestra civilización, otras culturas, pueblos y civilizaciones no esclavistas vivían yresolvían de manera muy diferente las contradicciones que generaban situaciones de riesgo y tensiónpersonal e interpersonal.

Simplemente leamos a autores clásicos y obligados como E. R. Service63, M. D. Sahlins64 o K.Polanyi65, por citar sólo algunos, para conocer los mecanismos colectivos de integración, absorcióny desactivación de las tensiones interpersonales, así como los mecanismos sociales de control de lospeligros de escisión social inherentes al surgimiento del mercado y del primer dinero, al margen de suforma externa. Algunas o bastantes de estas costumbres pasaron con diversas transformaciones a lassociedades tributarias, en las que si bien el uso del dinero y la circulación de mercancías estaba muchomás desarrollada, también se mantenían determinados controles que evitaban que sus contradiccionesinherentes, en síntesis, la lucha de clases, derivara hacia conflictos de brutalidad extrema como losacaecidos a partir del triunfo del capitalismo. En este sentido, es muy conveniente leer a Samir Amin66.

Desde luego que debemos huir de todo romanticismo idílico con respecto al pasado precapitalista,como si en esa larguísima fase humana no hubieran existido toda serie de conflictos y violencias. Lashubo y muchas, y en ellas la tensión psicológica humana surgía inevitablemente llegando a situacionescríticas extremas, pero se interpretaban y se vivían de otro modo. Incluso en una práctica aborreciblecomo el canibalismo, en la que se sintetizan todos los horrores humanos, es imprescindible la necesidadde recurrir a la contextualización histórica y cultural de sus prácticas concretas.

Esto es lo que hace N. Davies en su brillante investigación sobre los sacrificios humanos, eneste caso en la comparación entre el canibalismo ritual azteca y otras culturas: «En cuanto a lacrueldad con sus congéneres, los aztecas carecían de los refinamientos de sus contemporáneos losinquisidores. Podemos sentirnos justificadamente impresionados por los ritos aztecas, pero ciertoshorrores ideados por otros pueblos, tanto del Viejo Mundo como del Nuevo, se hallaron notablementeausentes entre ellos. No hubo suicidios colectivos, como en la India; ni tormentos prolongados, comoen Oceanía, Norteamérica o Europa; ni tribus condenadas a la extinción, devorados hasta la últimamujer y el último niño, como en las islas Fidji; nunca se supo de nadie que hubiera sido enterradovivo, como en la antigua UR o en América del Sur; y los muertos no fueron exhumados y consumidos,como en Nueva Guinea»67.

La carga de tensión psicológica debía ser insoportable en las situaciones aquí descritas, bastante antesde sufrirlas incluso a no ser de que existieran profundas ideologías que las calmasen o implacablessistemas coercitivos que imposibilitasen toda resistencia e impusiesen la resignación más derrotista ypasiva. Probablemente también existiera un clima de tensión cotidiana con altibajos en las sociedadescapaces de realizar estas y otras atrocidades, y en las que era muy posible que se dieran situacionesmenos sanguinarias pero también de gran dureza y hasta miedo pánico. Sin embargo, hasta dondellegan nuestros conocimientos, no desarrollaron como los griegos un concepto para poder definir yestudiar la tensión humana en concreto y en general los problemas de la personalidad en su contextoglobal, como hemos visto.

63 Elman R. Service: Los cazadores, Labor, Barcelona, 1979.64 Marshall D. Sahlin: Las sociedades tribales, Labor, Barcelona, 1977.65 Karl Polanyi: La gran transformación, La Piqueta, Madrid, 1989.66 Samir Amin: El eurocentrismo. Crítica de una ideología, Siglo XXI, México 1989.67 Nigel Davies: Sacrificios humanos, Grijalbo, Barcelona, 1983, p. 219.

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Terror cristianoVisto esto, debemos profundizar un poco más en las condiciones básicas previas existentes en lacivilización judeocristiana y que generaban una situación vital caracterizada por el miedo al infiernoa causa de los pecados y, sobre todo, por los efectos psicológicos del canibalismo simbólico y del ritodel sacrificio. P. Tierney no duda en afirmar que: «El deseo casi desesperado de judíos, cristianos ymusulmanes de afirmar el poder salvífico de un lejano acontecimiento acaecido en el monte Moriahmuestra con qué fuerza está arraigada en los subconscientes religiosos la idea de su sacrificio humanocomo fundación del orden social»68.

Bien es cierto que, progresivamente, el método racional desarrollado por los griegos fue entrandoen las estructuras mitológicas y mistéricas del cristianismo, proceso que aún no ha acabado como lomuestra la historia del pensamiento occidental, pero lo decisivo es que los anclajes inconscientes delcristianismo perviven en los creyentes, por lo que las cadenas irracionales del sacrificio humano y delcanibalismo simbólico no sólo siguieron dominando durante siglos como lo demostró la Inquisición,sino reaparecen a diario al calor de las nuevas ofensivas reaccionarias del cristianismo.

Por ejemplo, no existe apenas diferencia en lo esencial en los climas de incertidumbre, riesgo, angustia,etc., -recordemos la precisión hecha al comienzo de este apartado- que se sufrieron durante los siglosinquisitoriales y los efectos de la irracional prohibición del preservativo por la Iglesia católica. Porun lado, la Inquisición fue una de las máquinas más perfectas en producir tensión y miedo socialesdado que la denuncia que abría un expediente contra una persona acusada, con todo lo que acarreaba,desde la tortura hasta la hoguera, podía ser perfectamente anónima, emitida por una persona oculta eimpune que permanecía en el anonimato69.

Cualquier persona que mantuviera públicamente tesis críticas con el poder en cualquiera de sus formascorría riesgos más o menos grandes de ser denunciada anónimamente. Por otro lado, aunque lasformas y los contenidos cambian, en el fondo el problema del riesgo y del miedo, más el añadidode la sensación de culpa por haber cometido pecado, están muy activos en las personas creyentesque mantienen relaciones sexuales sin preservativos sabiendo que desobedecen a su Iglesia, y quepueden infectarse con el VIH o con cualquier otra enfermedad. Del mismo modo que la presencia de laInquisición generaba por un clima social de preocupación social, intimidación, recelo y desconfianzaante los demás, sobre todo a las personas críticas, también la prohibición del preservativo generareacciones similares en las condiciones actuales.

Salvando todas las diferencias entre estos ejemplos, es innegable que existe una identidad de efectosperversos y destructores de la felicidad humana. La pregunta es ¿qué existe por debajo de esasdiferencias? ¿cuál puede ser la personalidad común, básica, sobre la que se levanta la estructura dedominación material y simbólica que logra que se obedezca a la Inquisición y se cumpla con laprohibición del preservativo aunque ello acarree la muerte?

Pensamos que este terrorismo emocional y psicológico que somete al creyente a una vida cargada demiedos y preocupaciones, se sustenta en lo dicho por Celso Goldaracena del Valle: «en función debuscar la aprobación de una autoridad paterna idealizada e interiorizada, es decir, Dios; vivir en unarenuncia masoquista, buscando el placer en la aprobación; obtener, como gratificación narcisista,la sensación de superioridad moral, la autocomplacencia en esta superioridad, que daría el sentirsemejor que otros, y, también, más poderoso que el deseo instintivo, la bestia agazapada de la Biblia,interpretado como algo malo y ajeno al individuo, a pesar de que habita en él [...] la fuerza delsentimiento religioso vendría de la tendencia a reproducir en la vida adulta el papel del padre durantela infancia, como autoridad poderosa y sabia, que despierta temor e impone normas contrarias a losdeseos del sujeto, que, a su vez, desempeña el papel de protector y proveedor. En la vida adulta, lafigura de Dios sería la idealización de la autoridad paterna, que ocupa su lugar y cumple funcionessemejantes»70.

68 Patrick Tierney: Un altar en las cumbres. Historia y vigencia del sacrificio humano, Muchnik Editores. S. A., Barcelona, 1991, p. 419.69 César Vidal: Enciclopedia de las religiones, Planeta, Barcelona, 1997, p. 329.70 Celso Goldaracena del Valle: «Freud y la religión», Cinco teorías sobre la religión. La religión en la obra de Hume, Kant, Marx, Nietzschey Freud, Eris, La Coruña, 1994, p. 269.

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Este autor nos está hablando explícitamente de la personalidad sado-masoquista, relacionadadirectamente con la personalidad autoritaria, temas a los que luego volveremos porque sonimprescindibles para comprender qué es el estrés en el capitalismo contemporáneo. Profundizando enesta temática C. Olievenstein ha dicho que:

«Toda Iglesia, toda irracionalidad organizada a modo de sistema racional, está basada en la muerte,sublime o terrorífica. Constituye el instrumento por excelencia para combatir la angustia de lamuerte. Para todos aquellos que no disponen de la fuerza o, simplemente, de las bases culturales paraforjarse una opinión personal a partir de un debate íntimo, la institución religiosa tiene preparadala respuesta: cree y te salvarás, o más sutilmente, si no crees, si no obedeces, entonces estás perdido.Entre la falta demonizada (tanto más cuanto que es invisible), la condena al infierno y la redención delos justos, el sistema erige, a partir de postulados que no pueden verificarse y de los que no podemosgarantizar su existencia, una construcción explicativa de las causas, perfectamente lógica, que seadueña de quien, obligado a comulgar con ella, no se atreverá a escapar al castigo; hasta tal puntoel delito reside en una culpabilidad tan semejante a salvajes accesos de angustia que incluso podríanllegar a confundirse»71.

Ahora bien, semejante estructura psíquica y semejante estructura de coerción y terrorismo ético ysimbólico -la Iglesia- no surgen de la nada, ni tampoco simplemente de los efectos perversos que enlos hombres tienen los dogmas religiosos y las grandes argucias de la manipulación inseparables dela propia estética cristiana: «Las iglesias son para mí refugios del arte. Y en estas visitas me percatéde que toda esa pompa insufla miedo a los hombres. Todo comienza ya por el mismo picaporte de lapuerta, situado bien alto: de forma totalmente automática el hombre se aferra a lo de arriba, penetraa través de un portalón sobredimensional. Resultado: el hombre se siente pequeño. Su autoestimamengua, se torna humilde»72.

Todo esto es cierto, pero su origen hay que buscarlo en antes de las religiones rebeladas, hay quebuscarlo en el impacto de incipiente economía dineraria y mercantil sobre las religiones entoncespoliteístas que, bajo la presión igualadora de la mercancía y del dinero en cuanto equivalente universal,fueron derivando hacia el monoteísmo. Podemos recurrir aquí a la crítica marxiana y marxista de lareligión centrada precisamente en su naturaleza de droga, de opio, que se toma para olvidar y escaparsede un mundo frío, sin corazón, desalmado, pero es suficientemente conocida y está ya tan confirmadapor los acontecimientos que no vamos a aburrir a los asistentes.

Pero esa humildad ante el poder del que está «arriba» se transforma en arrogancia hacia el que está«abajo», sobre todo cuando son las instituciones establecidas las que instigan reacciones autoritariasmediante movilizaciones de masas que, fervorosamente, se convierten en orgullosos martillos deherejes. Ya en 1209 el Papa Inocencio III, con el apoyo de todos los poderes «terrenales», lanza lacruzada contra los albigenses y cátaros exterminando a centenares de miles de personas, y a partirde ahí se inicia la oleada de represiones como la de herejes y judíos desde 1215. Al poco tiempo seinicia también la estrategia de reclusión represiva de las minorías peligrosas cuando Luis VIII decretala ley del lazareto en 1226.

Estamos hablando de comienzos del siglo XIII, cuando el comercio, la mercancía y el dinero empiezana expandirse de nuevo por Europa. Un poco más tarde, en 1377 se crea en Londres el primerlocal destinado a pacientes mentales, en el hospital de Bethlehem que dará nombre a la palabra«manicomio»: bedlam73. Recordemos que fue en este siglo XIV cuando, precisamente en Inglaterra,se recupera la vieja palabra griega que se refiere a tensión y que hoy se conoce como estrés. Realmente,en las condiciones insoportables de la Europa medieval, la tensión social debía ser muy alta, sobretodo en aquellos colectivos rechazados y reprimidos por el sistema dominante.

Lo que nos interesa ahora, para acabar este apartado, es indicar que esta mezcla de expansión dela mentalidad mercantil siquiera en sus niveles iniciales, más la evolución a partir de ahí de unamentalidad básica especialmente «occidental», para definirla con los términos actuales, además de losañadidos de otras condiciones particulares que deben analizarse en cada caso, todo esto junto, produjouna especial cultura de la «crueldad civilizada», de un comportamiento social acorde con la lógica del

71 Claude Olievenstein: El Yo paranoico, Paidós, Barcelona, 1993, pp. 139-140.72 Udo Jürgens: «Mi religión no tiene diez mandamientos, sino doce tonos», En qué creo yo, AA.VV., Yalde, Zaragoza, 1992, p. 138.73 Thomas S. Szasz: La fabricación de la locura, op. cit., p. 310 y ss.

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beneficio material y simbólico que ha dejado océanos de dolor e iniquidad en los sucesivos pueblosque han sido avasallados por Occidente.

Hacemos hincapié en esta cuestión porque no sólo saca a la luz qué efectos terribles hemos causadoy estamos causando los occidentales sobre la humanidad en general al imponerles nuestros modoscapitalistas de vida, sino también cual es uno de los componentes más profundos de la estructura demasas dominante que también nos condiciona a nosotros y, entre otras muestras, también apareceoperativa en el estrés.

No hemos encontrado otra forma mejor para mostrar lo dicho que mediante esta cita sobre delos efectos de las invasiones de Alejandro Magno y las lecciones que se pueden extraer del largoimperialismo europeo y capitalista posterior. La tarea «civilizadora» de este genocida en serie era tanatroz que se propagó tan rápidamente su obsesión por la riqueza y su falta de escrúpulos para obtenerla,aun a costa de decenas de miles personas civiles asesinadas, que bien pronto las gentes abandonabansus casas y ciudades antes de su llegada.

En otros casos: «muchos residentes preferían saltar de los muros con sus esposas e hijos o quemarsus propias casas y familias a ser destripados en las calles. El suicidio en masa es raro entre laspoblaciones europeas, pero es más común entre las víctimas de los ejércitos occidentales. Los pueblosno europeos, cuando se enfrentan a la desesperanza que supone resistir a los ejércitos occidentales,sean éstos los Diez Mil de Jenofonte, las legiones romanas en Tierra Santa o los norteamericanos enOkinawa, con frecuencia prefieren una muerte voluntaria y en grupo»74.

Las atrocidades que cometen en el exterior los ejércitos occidentales sólo son un reflejo de la realidadde violencia interna existente en el capitalismo occidental. Los ejércitos occidentales sólo puedenaplicar una brutalidad tan salvaje porque antes cada uno de sus soldados y oficiales la ha aprendidodesde la infancia y, luego, durante la instrucción, la ha ordenado mentalmente y la ha justificado con losvalores imperialistas y con las ganancias que obtiene individual y colectivamente con las masacres querealiza. La facilidad con la que los ejércitos han bañado en sangre a sus propios pueblos obedeciendolas órdenes de las clases dominantes también se debe a la conjunción de esos factores y a las medidasinternas para mantener la fidelidad militar al poder.

Muy posiblemente, determinado número de soldados sintieran aversión y rechazo a realizar esasdegollinas pero, por lo general, terminaban y terminan obedeciendo al mando de la misma forma en laque un obrero permanece fiel al patrón aunque sus compañeros estén de huelga, o en que un trabajadorestresado al límite por la explotación que sufre va a fichar cada mañana sin ni siquiera plantearse ir almédico. Podríamos seguir poniendo ejemplos sobre la identidad de fondo entre los comportamientosmoldeados por las grandes fábricas de obediencia y sumisión: familia, iglesia, educación, taller,fábrica, cuartel... M. Foucault y otros más ya han investigado esta dinámica y no vamos a detenernosen ella.

Tontos, extraños, peligrososSobre el fondo de dependencia y sumisión, de ansiedades e incertidumbres, que se ha construidosocialmente durante miles de años, y que los sucesivos modos de producción han ido moldeandoy reforzando, sobre este fondo se levanta no sólo una forma correspondiente en el capitalismo sinotambién unos componentes nuevos creados por la especificidad del modo capitalista: el fetichismo dela mercancía. Al invertirse la realidad, al convertirse las cosas en personas y los seres humanos encosas, ocurre que la definición de «normalidad» pierde todo referente con lo real y se convierte en uncajón de sastre del que se puede extraer cualquier definición que el poder necesite en cada momento75.Pero todas estas diferencias tienen un denominador común que no es otro que el de descalificar a losgrupos y colectivos que no funcionen como mercancías, como cosas.

Dado que la «normalidad» ha terminado reflejando el fetichismo social, todo aquél sujeto que nose comporte según las reglas fetichistas -supremacía absoluta del valor de cambio, de la lógica delbeneficio, de la temporalidad asalariada, etc.,- queda automáticamente fuera de la «norma» y se

74 Victor Davis Hanson: Matanza y cultura. Batallas decisivas en el auge de la civilización occidental, Turner-FCE, México, 2004, p. 109.75 Giovanni Jervis: Manual crítico de antipsiquiatría, op. cit., p. 236.

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convierte en algo extraño, que es el primer paso para llegar a ser algo peligroso. Esto es, a grandesrasgos, lo que les sucedió a los excluidos de la «normalidad» dominante en el capitalismo anterior alsiglo XVIII, campesinos y artesanos desclasados, pobres, vagabundos, enfermos, deficientes, niñosabandonados, etc., que pasaron «de tontos a extraños»76.

La transformación de tontos a extraños respondía a las necesidades del capitalismo preindustrial,fase en la que todavía la explotación de la fuerza de trabajo no exigía una total separación entre eltrabajo físico y el intelectual, entre el trabajador y la máquina, entre la familia trabajadora y el espaciode trabajo, etc.; o sea, no se había producido la subsunción total del trabajo en el capital. En estascondiciones, los tontos y esas masas de gentes que no se habían «adaptado» a las nuevas exigencias,eran una rémora, un obstáculo pasivo en el peor de los casos, pero nada más porque el capitalismo aúnno exigía la total e incondicional sumisión física del trabajador.

Con la fase industrial, con la fábrica y con toda la cotidianeidad psicosomática sometida al capital,los extraños pasan a ser peligrosos porque son irreductibles a la explotación integral. Naturalmente,en la historia real, este tránsito de una fase a otra fue largo, con altibajos y ritmos diferentes según lospaíses, con superposiciones de características, etc., y con múltiples conexiones con otros problemascotidianos de las masas trabajadoras de manera que la propaganda reaccionaria y conservadora podíamezclar perfectamente toda serie de situaciones inaceptables para ella presentando un cuadro completode los peligros de la subversión social.

También los hubo que, desde su conservadurismo, pretendieron crear alternativas de mantenimientodel viejo orden volviendo a valores ya superados por la industrialización, como es el caso de F. LePlay77, y otros muchos que desde lo que ya se empezó a denominar como «sociología», comenzarona proponer diversas alternativas, tema que no entra en el debate de hoy aunque tiene una ramificacióndirecta ya que el grueso de los tontos y extraños, que estaban en proceso de ser declarados serespeligrosos, pertenecían a las masas empobrecidas, esas que tenían que robar leña en los bosques delos señores para cocinar y calentarse, como muy bien criticó Marx en sus primeros textos extendiendosus análisis a problemas directamente relacionados con situaciones decisivas para la generación delo que hoy llamamos estrés como son el divorcio, la vivienda, los derechos de expresión, además deotras78. Quiere esto decir que se estaba formando lo que se ha llamado «cuestión social» y que ha sidotan bien analizado por R. Castel79.

Pero de entre todas las investigaciones que se hicieron en esta época, destaca con mucho sobre el restola realizada por Engels en 1845 sobre la situación de la clase obrera inglesa. Una obra en la que seanalizan todas las características del sistema salarial y fabril que generaban en la vida cotidiana de lasmasas, analizada con una minuciosa precisión, las lacras sociales que motivan lo que ahora llamadosestrés, salvando las distancias con el capitalismo actual. Más aún, en bastantes cuestiones, Engels siguesuperando a mucha de la charlatanería actual, tanto por el método que emplea como por los problemasconcretas que analiza, sobre todo cuando expone los efectos destructores80 que el trabajo causa en losobreros adelantándose en lo esencial noventa años a la descripción que hará Hugo Selve.

Los textos de Marx y Engels a los que nos hemos referido tienen la virtud de haber sido escritos enel momento de giro de gozne entre la lucha de clases que todavía conservaba fuertes reminiscenciasartesanales y preindustriales, como las luchas alrededor de 1830, y las luchas obreras claramenteindustriales simbolizadas en la Comuna de París de 1871. Bien es cierto que en 1848 otra oleadarevolucionaria sacudió al capitalismo, pero aún no tenía la contundentes experiencia de la Comuna, loque se comprueba comparando el Manifiesto Comunista con las obras marxistas posteriores a 1871,pese a su innegable unidad esencial.

Industria, familia y sexoPues bien, en el tema que tratamos, también la burguesía comprendió el peligro de 1871 pues, apartir de esta fecha, impulsó decisivamente una modernización en el sistema de reciclaje permanente

76 Roy Porter: Historia social de la locura, op. cit., p. 177 y ss.77 Jesús M.ª Garayo: La recuperación de Frédéric Le Play, REIS, CIS Madrid, nº 93, 2001.78 Karl Marx: En defensa de la libertad. Los artículos de la Gaceta Renana 1842-1843, Fernando-Torres Edit., Valencia, 1983.79 Robert Castel: Las metamorfosis de la cuestión social, Paidós, Barcelona, 1997.80 Fiedricht Engels: La situación de la clase obrera en Inglaterra, OME, tomo 6, Critica, Barcelona, 1978, p. 429.

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de la fuerza de trabajo -el sistema de salud pública-, superando la fase anterior caracterizada por lamedicina social y la contención del pauperismo, para avanzar en la especialización médica comosistema de control social adecuado a la creciente especialización del trabajo y, por tanto, a la crecientecomplejidad del movimiento obrero y de sus luchas, que se sintetizaban luego en una teoría coherente,el socialismo, con pretensión de responder a todas las demandas obreras y derrotar a todas lasexplotaciones burguesas.

Según J. Varela y F. Álvarez-Uría: «No se debe al azar que el auge de las especialidades médicascoincida con un importante empuje de la división social del trabajo y con el nacimiento del taylorismo.En el trasfondo está el miedo a las organizaciones obreras que, tras la Comuna, constituyen unafuerza social cada vez más temida y combatida. La política ‘seguridad social’ iniciada por Bismarcken Alemania y seguida más tarde por liberales como Lloyd George en Inglaterra y por el Institutode Reformas Sociales en España nace precisamente para contener el peligro que para la burguesíarepresenta el movimiento obrero organizado. En el interior de esta política de seguridad y pazsocial la medicina contribuirá notablemente al esfuerzo de una asistencia individualizada destinada afragmentar la cohesión social de las masas socorriendo a los individuos cuando se ceba sobre ellos ladesgracia de la enfermedad»81. No hace falta decir que la individualización de enfermo corresponde ala visión jerárquica y mecánica de la medicina de aquél tiempo, reflejo fiel del mecanicismo dominanteen toda la estructura científica desde el siglo XVII.

El desarrollo del maquinismo industrial fue exigiendo más y más entrega incondicional de la fuerzade trabajo. R. Porter ha estudiado la crisis del «yo fuerte» que afectó a la población norteamericanaaproximadamente en el decenio de 1870, especialmente a los hombres, al no poder responder a lasexigencias productivas. Una cultura basada en el individualismo depredador, en el «individuo solitarioque debía hacer frente al mundo», fracasa cuando se endurecen las exigencias de la producción, dela competitividad burguesa:

«Muchos norteamericanos, al parecer, no podían soportarlo. Sus nervios no daban más de sí,padecían lasitud y letargo. Fracasaban. Por supuesto, entre las mujeres era de esperar que asíocurriera. Las llamadas «nuevas mujeres» se habían visto tentadas falsamente de tratar de emulara sus hombres, de triunfar en empresas intelectuales, en el mundillo literario o en la vida pública,contraviniendo con ello todas las leyes de la psicobiología. Acababan histéricas. Una vez se lesenseñara a ocupar de nuevo su lugar apropiado en el hogar, se recuperarían. Lo especialmentepreocupante, sin embargo, era el número de hombres norteamericanos por los cuatro costado quetambién parecían rendirse, incapaces de responder a los desafíos del mercado que deberían haberconstituido la causa del éxito de su virilidad».

G. Bread propuso la palabra «neurastenia» -«una forma elegante de hablar de la debilidad de losnervios»- que fue luego divulgada por el psiquiatra W. Mitchell. Esta crisis fue una de las razones quepermite a R. Porter afirmar que: «A partir de las postrimerías del siglo XIX, las enseñanzas de lospsicólogos y los servicios de los psiquiatras han desempeñado un papel de creciente importancia enla tarea de moldear la mentalidad norteamericana, en una medida que seguramente no tiene paraleloen ninguna otra nación»82.

J. Kovel precisa incluso los años en los que se inició la psicologización de esta sociedad: básicamenteentre 1905 y 1910, aunque ya hubo algunos inicios alrededor de 1900. Como efecto de lapsicologización y de otros cambios socioeconómicos, en Estados Unidos surgirá tempranamente la«industria de la salud mental» caracterizada por, uno, «énfasis en el consumo de artículos»; dos,«creciente control técnico de la aportación humana al proceso de producción»; y tres, con el finde asegurar estas dos estratagemas, «un intento más o menos sistemático de penetrar en la vidacotidiana, incluyendo la subjetividad, y controlarla»83. Recordemos estas tres características porquevolveremos a ellas más adelante.

Estamos hablando del país capitalista avanzado que ya en esta época empezaba a ponerse por delante deAlemania y Gran Bretaña, una economía que exige la racionalización y tecnificación de todo el proceso

81 Julia Valera-Fernando Álvarez-Uría: Las redes de la psicología, Edic. Libertarias, Madrid, 1986, p. 176.82 Roy Porter: Historia social de la locura, op. cit., pp. 259-260.83 Joel Kovel: «La industria norteamericana de la salud mental», Psiquiatría crítica. La política de la salud mental, D. Ingleby (ed.), Crítica,Barcelona, 1982, pp. 87-91.

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productivo: «el pragmatismo americano arrolla con las viejas formulaciones burguesas en torno ala libertad, la dignidad, la humanidad y la autonomía. Una política científica exige una psicologíacientífica que quedará reducida fundamentalmente a la ingeniería de la conducta: American way oflife».

No es por tanto sorprendente que sea aquí en donde confluyan muy rápidamente las investigacionespsicológicas sobre la personalidad humana con las necesidades empresariales, dando como resultadoel surgimiento del taylorismo en 1911: «se desarrollarán los estudios sobre la fatiga, las emociones,la organización de los grupos de trabajo, la división parcelaria de las tareas, y por supuesto, larelación entre motivación y rendimiento. Muy pronto crecerán como hongos Institutos de fisiologíadel trabajo, de psicotecnia industrial, de psicología de las profesiones, etc. Los cronómetros y lastandardización ergonómica de tiempos y movimientos coexistirán con las medidas de la inteligenciay de la personalidad destinadas a una selección científica del personal»84.

Aquí tenemos que volver a lo expuesto en la primera parte del texto cuando hablábamos de lasrelaciones entre el estrés, la ansiedad y la personalidad fóbico-obsesiva. La reacción burguesa en elsentido de introducir masivamente la sociología, la psicología y la psiquiatría para salir de la «crisis desubjetividad» de finales del siglo XIX no actuaba sobre el vacío sino sobre la compleja interacción quese establece entre la represión de las pulsiones y el resto del comportamiento. No es casualidad queG. Jervis plantee esta cuestión inmediatamente después de hablar de las fobias. Pero antes de seguirconviene precisar dos cosas para evitar caer en los tópicos simplificadores que tanto han desprestigiadolos estudios sobre estas cuestiones.

Una de ellas es la del pansexualismo en el sentido más simple y directo de sexualidad, achacablesupuestamente al psicoanálisis, algo que el propio Freud ya dejó aclarado en su tiempo85. La otra es quetampoco el concepto de «represión» puede ser reducido a algo unívoco, aunque es un concepto claveen la aportación del psicoanálisis al conocimiento crítico de la sociedad burguesa. Anna Freud insistióen esta matización: «El hecho de que mecanismos de defensa tales como el rechazo, la transformaciónen lo contrario, la vuelta contra sí mismo, la proyección, la formación reactiva y la sublimación sedesarrollen y se empleen, no disminuye la posición privilegiada de la represión en la vida psíquica[...] Pese a que otros mecanismos pueden producir desvíos, cambios de dirección y transformacionesde los impulsos derivados, sólo la represión consigue erradicar completamente su aparición en elmaterial consciente»86.

Desgraciadamente, no tenemos tiempo en esta ponencia sobre la praxis revolucionaria como métodoantiestrés para extendernos en el psicoanálisis que, significativamente, surgió en esta época decrisis de tránsito de una fase capitalista a otra y, sobre todo, de crisis de crecimiento de la praxisrevolucionaria marxista. Así que, centrándonos en lo básico del problema que tocamos, es decir, quées lo que determina además de otros factores que la sociedad burguesa genere una estructura psíquicacaracterizada también por la asunción y defensa del orden opresivo.

Una de las mejores respuestas sigue siendo la obra de J-M. Brohm: «Existe una continuidad represivade la sociedad, que se perpetúa a sí misma, entre otras cosas en la represión sexual. Para mantenerla,la sociedad debe continuar de sus futuros miembros a todas sus «bases culturales». La civilizacióndescansa sobre las represiones realizadas por las generaciones anteriores y sobre toda nuevageneración recae la tarea de mantener esa sociedad, imponiéndose a sí misma las mismas represiones.Pero como los hombres no aman el trabajo por propia iniciativa, ni renuncian gustosos a sus propiaspulsiones, asume la sociedad un cierto número de medidas restrictivas y represivas, para lo cualse sirve de la intermediación de determinados tipos de estructuras, entre otras, la educación y lafamilia»87.

Quiere esto decir que aunque el individuo puede recurrir a varios mecanismos inconscientes para lograrno contradecir el orden existente, al final debe recurrir a la represión, en el sentido freudiano, aun acosta de un mayor deterioro. La personalidad fóbico-obsesiva es especialmente dada a esta dinámica

84 Julia Valera-Fernando Álvarez-Uría: Las redes de la psicología, op. cit., pp. 87-88.85 Sigmund Freud: «Prólogo de la cuarta edición de Tres ensayos para una teoría sexual», Los textos fundamentales del psicoanálisis, AltayaBarcelona, 1983, p. 347.86 Anne Freud: «Introducción al concepto de represión», Los textos fundamentales del psicoanálisis, op. cit., p. 643.87 Jean-Marie Brohm: «Psicoanálisis y revolución», Marxismo, Psicoanálisis y Sex-Pol, Gránica Editor, Argentina, 1973, tomo 2, p. 206.

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destructiva y conforme la realidad le va superando por las exigencias que impone, por las disciplinaslaborales que debe cumplir a rajatabla y que no dan tiempo a que el fóbico-obsesivo cumpla con susritos y defensas ante lo exterior o que, en contra de su rechazo a lo nuevo, le obligan a tomar iniciativasque le enfrentan a la incertidumbre de lo desconocido; en estos y otros casos esta personalidad debeacelerar la espiral de sus ritos por irracionales que sean para sí mismo y para los demás88.

Si nos fijamos con alguna atención en determinados comportamientos de personas cercanas a nosotros,especialmente en el trabajo, observaremos qué cantidad de actos pequeños, fugaces y cortos, realizanrepetitivamente cuando están nerviosas e inquietas por alguna razón que se nos escapa. Nosotrosmismos realizados tales ritos sin percatarnos de su sentido porque están destinados a darnos algunatranquilidad inconsciente en una situación que por algún motivo puede reactivarnos fobias y miedosprofundos.

Autoridad sadomasoquistaPero dado que tales actos no resuelven definitivamente esos problemas, sino que los postergan yagudizan, dado que por mucho que terminemos recurriendo a la represión inconsciente siempre va pordelante de nosotros la exigencia objetiva de las reglas de la productividad y competitividad capitalistaen su fase actual, por esto mismo, más temprano que tarde se reinicia la espiral de la crisis, ennuestro caso del estrés. La fase actual del capitalismo se caracteriza, entre otras cosas, por la casipermanente innovación tecnocientífica, al menos en las ramas punteras de la producción. En estoscasos, el fóbico-obsesivo sufre más porque teme a lo nuevo, a la creatividad, al esfuerzo por innovarporque son proclives a la «falta de decisión, dudas y desconfianzas»89, reacciones comunes cuandodeben enfrentarse a lo desconocido, especialmente cuando eso desconocido se insinúa cargado deincertidumbres y peligros.

Aparece entonces el profundo autoritarismo de estas personalidades pues, habiéndoles fallado todoslos rituales que debieran haberles protegido, sólo encuentran el sosiego perdido en la protección de unaautoridad, de un poder. Esta es una de las razones del por qué la burguesía no tiene apenas remilgos enaceptar cualquier sistema de poder, desde el fascismo más salvaje hasta la monarquía más primitiva,pasando por la amplia gama intermedia incluido el parlamentarismo, excepto el socialismo, con tal deque se le garantice la buena marcha de sus negocios. Su fobia-obsesiva absoluta es el comunismo ypara exorcizarlo aceptan cualquier sistema político.

Llegados a este nivel de interrelación entre la estructura psíquica y el contexto social preñado decontradicciones, hay que recurrir siempre a la dialéctica de la psique y del soma en la historia concreta,en nuestro el primer tercio del siglo XX: «Psicológicamente es posible observar aquí, tanto en el casoparticular como en los grupos mayores, que los atentados contra las formas tradicionales de vida -así, por ejemplo, la gran crisis económica de los años treinta, inesperado fenómeno concomitante dela industrialización- movilizan una gran cantidad de angustia. Los impulsos que ponen en marcha losprocesos de decadencia social son, sobre todo, los impulsos procedentes de fantasmas de destrucción,angustias de persecución y de daño brotados de aquellos fantasmas y que, aunque sólo son percibidosde manera vaga, se vuelven apremiantes»90.

Que el capitalismo cambia de fase a fase histórica es algo sabido, pero también hay que saber quepor debajo de estos cambios histórico-genéticos hay una esencia genético-estructural que le identificaen cuanto modo de producción específico y a la vez le diferencia de los restantes. Existe por tantouna dialéctica entre lo permanente, lo nuevo y lo viejo, que es tanto más importante de ser estudiadacuando nos enfrentamos a las relaciones de las personalidades colectivas con los contextos socialesen sus largas duraciones, para utilizar una expresión de Braudel.

Desde esta perspectiva metodológica y para seguir profundizando en los comportamientos humanosen y ante problemas estructurales del capitalismo, es decir, los que permanecen en lo esencial pesea los cambios formales, debemos recurrir a A. Fiasche cuando estudia la psicopatología de la clase

88 Giovanni Jervis: Manual crítico de antipsiquiatría, op. cit., pp. 325-326.89 Alberto Tallaferro: Curso básico de psicoanálisis, op. cit., pp. 236-237.90 Alexander y Margarete Mitscherlich: Fundamentos del comportamiento colectivo, Alianza Universitaria, Madrid, 1973, pp. 285-286.

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media argentina pauperizada en muy poco tiempo por efecto del neoliberalismo impuesto primero porel golpe militar y su terror sangriento y después reforzado y extendido por el nemenismo:

«Es demasiado obvio que empobrecerse y modificar las costumbres de la vida cotidiana genera unsentimiento de pérdida de lo que se tuvo y dejó de tener. Es natural que esta circunstancia se acompañeen la mayoría de los casos de un cuadro depresivo. Reactivo a los cambios que impone esta situación,y un sentimiento de rabia o resentimiento, generalmente hacia el sistema social que lo provoca».Apreciamos aquí una clara continuidad de fondo entre lo básico de esta cita con la anterior, más aúncuando el propio A. Fiasche desarrolla los problemas que surgen en lo que ahora se define como los«nuevos pobres» causados por el deterioro de las «clases medias», especialmente las «ansiedadesdepresivas o persecutorias», retomando las lecciones de Freud y de su hija Anna, y la «angustiapersecutoria»91.

Los actuales «nuevos pobres» también existieron en fases capitalistas anteriores, y sobre todo en lacrisis de los años treinta con demoledores efectos en la psique de las «clases medias» -sin entrar ahoraa precisar este concepto-, como muy bien estudió W. Reich en sus investigaciones sobre el fascismoy la pequeña burguesía alemana en los años treinta, sobre todo en lo relacionado con el reforzamientode una estructura psíquica autoritaria, machista, racista, militarista e idealista. En estas condiciones,W. Reich se hizo una pregunta crucial: «lo que es necesario explicar no es que el hambriento robe oque el explotado se declare en huelga, si no por qué la mayoría de los hambrientos no roban y porqué la mayoría de los explotados no van a la huelga»92.

Durante la crisis de los años treinta del siglo XX y durante la debacle económica argentina definales de ese siglo y comienzos del siglo XXI, decenas de miles de personas sufrieron hambre yfueron echadas de sus trabajos, o vieron sus reducirse sus sueldos a una miseria inservible. Bajo esaspresiones se generalizó el estrés social, pero el capitalismo superó la crisis mediante recursos brutalesy sanguinarios, muchos de los cuales se apoyaban en posiciones autoritarias, o en estas palabras deH. Wiesbrock: «Por posición autoritaria, entendemos los rasgos o formas de comportamiento, comoespíritu de subordinación, adoración al poder, y fidelidad frente a jefes y superiores, recelo frentea las responsabilidades propias, etc. (el «síndrome autoritario», en el sentido de la enseñanza de laauthoritarian personality contiene, junto a estos rasgos otros [...] como inclinación hacia el prejuicio,«nacionalismo», agresividad, etcétera»93.

No es casualidad que el concepto actual de estrés provenga de las investigaciones realizadas en 1935por el Hugo Selve, de origen austriaco, en sus estudios en la universidad de Praga, cuando observóque: «todos los enfermos a quienes estudiaba, indistintamente de la enfermedad propia, presentabansíntomas comunes y generales: cansancio, perdida del apetito, baja de peso, astenia, etcétera»94.

En esas fechas las condiciones sociopolíticas de Europa Central era bastante inquietantes no sólopor la mala situación económica y el malestar obrero sino también por los negros nubarrones que secernían debido al expansionismo nazi, a su agitación en la población alemana en Checoslovaquia y almovimiento de protesta en la zona eslovaca de este país, situación particular que debe inscribirse enla Gran Crisis que se generalizó tras el hundimiento financiero de octubre de 1929 en Estados Unidos,que está en la base inmediata de la guerra mundial de 1939-1945, siendo su causa fundamental y defondo, por un lado, la agudización de las contradicciones interimperialistas y, por otro, el antagonismoentre el imperialismo alemán y la URSS.

La oleada revolucionaria iniciada en 1917 con la revolución bolchevique forzó como respuestacontraria una serie de contrarrevoluciones militaristas y nazifascistas que aplicaron sistemas ferocesde orden interno para asegurar el funcionamiento de disciplinas laborales de explotación de la fuerzade trabajo especialmente duras. Simultáneamente las luchas de liberación nacional de los pueblosoprimidos por el imperialismo negaban abiertamente los principios de la superioridad occidental. Enestas condiciones se desarrollaron varias teorías sobre la personalidad humana, como la escrita en1936 por E. Fromm en la que profundizó en el carácter sado-masoquista:

91 Angel Fiasche: Hacia una psicopatología de la pobreza, op. cit., p. 264-269.92 Wilhelm Reich: Psicología de masas del fascismo, Edit. Ayuso, Madrid, 1972, p. 32.93 Heinz Wiesbrock: «¿Se siente el carácter alemán especialmente inclinado hacia el autoritarismo y el nacionalismo?», Psicología política,AA.VV., Barral Editores, Barcelona, 1971, p. 251.94 Alonso Gaeta Reynaldo: El estrés. Metodología de investigación, op. cit.

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«El placer de la obediencia y el sometimiento puede ser consciente o estar totalmente oculto trasracionalizaciones como el determinismo, la necesidad o la sensatez; pero lo decisivo del carácterautoritario es que las situaciones en las que puede obedecer son tan gratificantes para él, que noprocura transformarlas sino reforzarlas cada vez que las encuentra en la realidad. Dado que elcarácter gratificante y placentero conducta suele ser totalmente inconsciente, con frecuencia es difícildistinguir entre los casos en los que, efectivamente, hay rasgos de carácter autoritario-masoquistay aquellos en los cuales se trata simplemente de un sometimiento impuesto o motivado por razonesprácticas»95.

Tales síntomas mostraban la parte más directa y llamativa del problema de fondo, que sólo puedecomprenderse en toda su gravedad contextualizando la enfermedad no sólo en un tiempo cortosino dentro de las contradicciones estructurales del capitalismo, en su tiempo largo, ya que, tarde otemprano: «bajo determinadas circunstancia se impone una decisión dogmática en lugar de un juicioespecializado y limpio de mácula. En aquellos lugares en los que la confrontación con la realidad vaacompañada de inseguridad o miedo, nos sentimos inclinados a elevar hasta lo absoluto las escalassubjetivas, simplificando el mundo a una simple consecuencia de valores, medidos por esta escalade valor absoluto»96.

Pensamos que hay que partir de esta base genérica para evitar no caer en definiciones cerradas, yaque algunas investigaciones en años posteriores97 han planteado precisiones a algunas tesis sobre lapersonalidad autoritaria a raíz de estudios actuales sobre el racismo a finales del siglo XX, y la atenciónque hay que prestar a la «ansiedad intergrupal»98 más que a la hostilidad manifiesta.

Una de las diferencias más fuertes entre el racismo actual y el de los años treinta, para aprovechar eltema, es que, de por medio no sólo ocurrió la guerra mundial de 1939-1945 sino, fundamentalmente,una larga fase capitalista que cambió muchas de las características de este modo de producción,entre ellas la modalidad taylor-fordista de explotación laboral y la forma keynesiana de intervenciónsocioeconómica del Estado capitalista, temas en los que no podemos extendernos ahora sino sólo en lorelacionado con los problemas que debatimos. Durante estos años excepcional expansión capitalista de1945-1973, la medicina ha jugado un papel central en la integración funcional de las contradiccionessociales mediante la creación de la seguridad social, asistencia pública, etc., pero a costa de la pérdidadel anterior prestigio social del médico del pueblo, de la mutua, de la familia, etc.

Precisamente, la burguesía lanzó la denominada «política neoliberal» -es más correcto hablar de«contraofensiva capitalista»- porque, en síntesis, sus beneficios estaban reduciéndose pese a todos losesfuerzos anteriores por recuperarlos. Una de las soluciones transitorias que se experimentaron ha sidoasí descrita por J. C. Polack:

«Los recientes progresos de la automatización y la utilización de técnicas de información, multiplicanlos trabajos que requieren atención y control, y por lo tanto, la utilización permanente de los sistemasperceptivos y las reacciones reflejas, en detrimento de la motricidad, la decisión y la iniciativa. Lafatiga, mucho más rápida e intensa, de los circuitos neuronales, obliga a un tiempo de recuperaciónmucho más frecuente y prolongado; en ciertas fábricas de transistores en Japón, el trabajo de losverificadores se interrumpe cada hora para dar paso a sesiones de relajamiento de quince minutos,dirigidos por terapeutas especializados»99.

Crisis poskeynesianaFijémonos en que estas palabras están escritas al comienzo de la década de los años setenta del sigloXX, cuando el problema del estrés empezaba a ser estudiado, y cuando todavía ni se hablaba demobbing que no es sino un paso más en el endurecimiento de las disciplinas necesarias para hacer másproductiva la explotación social, y que lleva al estrés a uno nivel cualitativamente más alto de tensióninsoportable. La medida aplicada en Japón se está extendiendo rápidamente al resto del capitalismo

95 Erich Fromm: «Autoridad y familia», Marxismo, Psicoanálisis y SexPol, op. cit., tomo 1, documentos, p. 225.96 Klaus Eyferth: «Aspectos tipológicos de la personalidad autoritaria», Psicología polítca, AA.VV., Barral Editores, Barcelona, 1971, p. 215.97 Klaus Eyferth: «Aspectos tipológicos de la personalidad autoritaria», Psicología polítca, AA.VV., Barral Editores, Barcelona, 1971, p. 215.98 Rupert Brown: Prejuicio. Su psicología social, p. 254.99 Jean Claude Polack: La medicina del capital, Edit. Fundamentos, Madrid, 1974, p. 56.

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más desarrollado, manteniéndose y recuperándose empero otras disciplinas de explotación que inclusohabían sido abandonadas. Los cambios acaecidos en estas cuestiones durante medio siglo han forzadoa las clases dirigentes a adecuar su sistema de salud en general, pero básicamente de salud laboral.

J. C. Solís ya sometió a crítica la mitificación de la salud, mitificación necesaria para ocultar elsignificado y objetivo burgueses de las medidas tomada, insistiendo en lo relativo del concepto desalud y en evolución en el último medio siglo de las políticas sanitarias hasta llegar al concepto de«calidad de vida», que es tan relativo y parcial como los anteriores, y que está siendo desmontado por elneoliberalismo100. Por su parte, J. Canals y O. Romaní analizaron cómo la contraofensiva capitalista,con su afán privatizador y de desmantelamiento de los servicios públicos, está creando la ficción de quelas empresas privadas han recuperado la vieja tradición del «médico-amigo» añadiéndole los mejoresadelantos tecnocientíficos101.

La mitología sobre el «médico-amigo» proviene de lejos y representa la imagen del médico, psiquiatra,psicólogo... altruista y desinteresado, que practica sus conocimientos sin buscar una remuneraciónexcesiva y siempre dispuesto a ayudar al paciente. Exceptuando casos militantes y heroicos, como eldoctor Betune durante la revolución china al que Mao dedicó palabras agradecidas, y algunos otros, locierto es que estamos ante un mito muy efectivo para el sistema capitalista, sobre todo en la actualidad,cuando se multiplican toda serie de dependencias psicológicas hacia quienes tienen algún poder quepueda ayudarnos en un mundo cada vez más angustioso, más desconfiado102 aunque no por razonesbiológicas y genéticas. El nuevo brujo aparece como el viejo brujo, como el confesor, como el médico-amigo, que nos resolverá los problemas, complejos y vacíos con los ritos de toda la vida más losavances de la «ciencia moderna».

Y de la misma forma en que se ha hablado de la «sociedad de la desconfianza» U. Beck ha teorizadola existencia de una «sociedad del riesgo» y luego la ha concretado incluso en el ámbito mundial:«La sociedad de riesgo significa que el pasado pierde su fuerza determinante para el presente, y ensu lugar hace su entrada el futuro, es decir, algo no existente, sino construido y ficticio como causade la experiencia y el quehacer presentes. Cuando hablamos de riesgos, discutimos de algo que noestá a la vista, pero que puede hacer su aparición si no se toman ahora mismo cartas en el asunto.[...] Una sociedad que se ve como sociedad de riesgo está en situación -católicamente hablando- delpecador que reconoce sus pecados para al menos poder filosofar sobre la posibilidad y deseabilidadde una vida “mejor”»103.

La desconfianza ante las gentes del entorno, la preocupación por los riesgos que sabemos oimaginamos están esperándonos al acecho tras cualquier recoveco de la vida -por ejemplo, el riesgo delos accidentes laborales y la profunda desconfianza ante la pasividad consciente de la patronal, de losgobiernos y de los sindicatos reformistas-, toda esta situación cotidiana que, encima, se nos presentamagnificada, sobredimensionada y permanentemente en los medios de comunicación, ayuda objetivay subjetivamente a que se generen situaciones de estrés que están más acá y van más allá de tiempolaboral estrictamente considerado.

Cometemos un error si separamos artificialmente el tiempo laboral del mal llamado «tiempo libre» -existe el tiempo de recomposición de la fuerza de trabajo que en absoluto es «tiempo libre», ademásdel muy reducido «tiempo propio o libre»- de modo que el estrés laboral debe ser visto como unaparte muy importante pero no la única de un proceso estresante diario que abarca a casi toda nuestraexistencia.

Esta visión del estrés como un proceso que supera al tiempo laboral para continuar bajo otras formasa lo largo del tiempo diario de las personas afectadas, es imprescindible para comprender el auténticodramatismo con el que viven cada vez más las masas trabajadoras bajo los efectos desestructurantesde ataque burgués a sus condiciones de trabajo. La investigadora M.ª del R. Arregui ha estudiadodetenidamente los efectos globales de la precarización en la vida entera de las clases trabajadoras ymuy especialmente en su capacidad de interpretar la realidad e idear un proyecto de futuro a medioy largo plazo:

100 Juan Carlos Solis: Curar la salud, Archipiélago, Barcelona, nº 25 1996, pp. 33-38.101 Josep Canals y Oriol Romaní: Médicos, medicina y medicinas: del sacerdocio al marketing, Archipiélago, Barcelona, nº 25, 1996, p. 60.102 Irenäus Eibl-Eibesfeldt: La sociedad de la desconfianza, Herder, Barcelona, 1996.103 Ulrich Beck: ¿Qué es la globalización?, Paidós, Barcelona, 1998, p. 143-144.

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«El fin del contrato regular es también el del tiempo de la previsibilidad del trabajo, de destinoscerteros y de enraizamientos geográficos que habilitan compromisos a largo plazo y asunción delriesgo en función de un porvenir posible. Hoy el destino es de incertidumbre, configurando un graninterrogante pata todos y cada uno de los trabajadores y, el compromiso en la lucha, una apuestaen el vacío, porque la lucha por el futuro implica la certidumbre de que el futuro existe. Las nuevasrelaciones laborales han dado surgimiento a un tipo de trabajador caracterizado por una “mentalidadprecarizada”. Al estar rota la posibilidad de vivir una narrativa laboral de largo aliento, porqueel oficio que se ocupa tal vez dure sólo un año, algo menos o un poco más, por el despido o labúsqueda de una ocupación más ventajosa, el trabajador reconstruye simbólicamente esquemas deacción fragmentados y superpuestos, que anulan la posibilidad de una articulación estratégica»104.

Varias veces hemos insistido en que el capitalismo tiene una naturaleza genético-estructural quepermanece a pesar de los cambios histórico-genéticos. La precarización surgió con el capitalismoincipiente, cuando los aprendices de maestros artesanos tenían serias dudas sobre sí serían admitidosmás tiempo en el taller de sus maestros o tendrían que buscar otro taller, o cuando los hábilesconstructores de grandes obras y de catedrales deambulaban a la búsqueda de nuevos contratos, ocuando los terratenientes del capitalismo agrario contrataban a los peones para incluso una sola jornadade trabajo en la plaza del pueblo pudiendo dejarlos en la miseria más espantosa si no rendían losuficiente, o cuando los primeros obreros iban en fábrica en fábrica antes de poder organizar unaresistencia estable en una fábrica concreta.

La reducción de la precariedad ha sido y es una de las prioridades de las luchas obreras de todos lostiempos, aunque no de los sindicatos reformistas. Es por esto tanto el estrés unido a ella como susefectos sobre la capacidad de elaboración estratégica independiente han sido y son inherentes a laesencia del capitalismo, dependiendo su nivel de desarrollo específico de la marcha concreta de lasluchas de clases.

Hay que recurrir a esta base sociohistórica objetiva para comprender más en detalle la tragedia quesupone la expulsión del trabajo asalariado para las gentes que sobreviven sólo gracias a un salario.W. Darakjian ha dicho que: «Sabemos que el trabajo cumple una función constitutiva determinanteen los procesos de subjetivación e identitarios. Los sentimientos de fracaso de los proyectos vividoscomo personales y de inferioridad cuando se pierde un trabajo (sobre todo en ciertas condiciones,edad, etc.) pueden conducir a estados de parálisis psíquica, de empobrecimiento mental progresivo,de incapacidad de imaginar y de inhibición de la creatividad»105.

Sin entrar a establecer la diferencia entre drama y tragedia, hay que decir que decir que la mayoríaque sobrevive sólo gracias a su salario vive en el drama diario de la precariedad y en la posibilidadde que su vida se desbarate en la tragedia del paro estructural, que abre las puertas al malvivir de lamendicidad encubierta, de los trabajos alegales e ilegales en la economía sumergida, etc.

Mas la precarización de la existencia con sus efectos sobre el estrés y sobre otras situaciones, noatañe sólo a las clases trabajadoras y, en general, a las personas que sufren alta incertidumbre por lasrazones que fueran, sino también, aunque de otras formas, a quienes teniendo asegurada relativamentesu existencia material al poder disponer de otros trabajos, sin embargo, por las razones que fueran, suautoestima corre serio riesgo de hundimiento si se deterioran determinadas posiciones de poder queocupan en determinadas estructuras.

Es, por ejemplo, la precariedad y angustia psicológicas que sufre un marido cuando su mujer sedivorcia por iniciativa propia y en contra de la voluntad de su marido, o viceversa, pero ahora encontextos mucho más duros y dramáticos para la mujer por su carencia de medios salariales. Hablamosde las diferentes precariedades que afectan al amo y al esclavo, al patrón y al obrero, al marido ya la mujer, al oficial y al soldado, al cura y a la feligresa, al blanco y al negro, etc. Aquí, como entodo, la independencia o dependencia económica va unida a formas diferentes de vivir el estrés y laprecariedad, y sobre todo, salir de ellas en el primer caso o hundirse más aún en el segundo.

104 María del Rosario Arregui López: «Crisis de la modernidad y culturas laborales», Salud mental y derechos humanos, Ediciones Madresde Plaza de Mayo, Buenos Aires, 2004, p. 291.105 Wilson Darakjian Fajardo: |“Que no haya soledad...” Acerca de la crisis y la función de los vínculos en la construcción de lo nuevo», Saludmental y derechos humanos, op. cit., p. 274.

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P. Rocchini ha investigado durante varios años una forma concreta de esta cuestión en el Parlamentoitaliano: «son muchos los políticos que [...] confunden su propia identidad personal con la querepresentan dentro del “régimen”, y que cuando comenzó el hundimiento del mismo, sintieron laincapacidad de encontrar otra nueva posibilidad de un papel que pudiera igualmente representar unafuente de gratificaciones como a la que se habían “acostumbrado”. La pérdida del papel positivopuede representar -para personalidades particularmente frágiles, muy extendida entre nuestra clasedirigente- una situación de estrés insoportable, ya que es inesperada (después de tantos años deconnivencias que se habían convertido en habituales), incontrolable (nadie sabe, de momento, adónde conducirán los actuales desórdenes) y que va a afectar a un aparato psíquico incapaz, por suestructura, de producir cualquier mecanismo de defensa válido»106.

Los factores que motivan estas situaciones inesperadas e incontrolables que afectan a laspersonalidades frágiles e incapaces de producir defensas válidas, son en la mayoría de los casosdesconocidos por ellas. Peor aún, en la medida en que el capitalismo completa su mundialización, en lamedida en que la ley de valor opera ya a escala planetaria y la mercancía impone su dictadura fetichistay alienadora, en esa medida, la existencia cotidiana aparece como regida por fuerzas incontrolables.Una sensación similar la padecieron durante bastantes milenios los campesinos que dependían ydependen del capricho de la climatología, o antes las sociedades cazadoras y recolectoras que, ademásde depender de los mismos caprichos, también estaban sujetas a los cambios en los movimientos delos animales de los que dependían.

Pero eran «cadenas naturales» dado que la especie humana no había creado todavía suficientes fuerzasproductivas como para disminuir significativamente su dependencia objetiva de la naturaleza, de laque forma parte. Actualmente la dependencia es cualitativamente peor porque es la dependencia notanto de la naturaleza, que también pero a otra escala, como de la estructura de poder de la clasedominante. Hay hambre, enfermedad y pobreza porque la burguesía mundial no quiere acabar con lapobreza, la enfermedad y el hambre, así de claro. Dicho de otro modo:

«La complejidad de factores que intervienen en la vida de las sociedades contemporáneas, enocasiones gestados a gran distancia y producto a su vez de efectos incontrolados o inconscientes,las virtualidades mágicas que con frecuencia se proyectan sobre las técnicas y racionalizacionesimpenetrables de los expertos, junto con la levedad de unas relaciones sociales regidas por unatomismo radical, concurren a crear en los ciudadanos una sensación de opacidad e impenetrabilidadde las fuerzas que gobiernan sus vidas. La realidad social adquiere así tintes fantasmagóricos yalucinatorios que se ven potenciados por estadísticas y cifras abstractas carentes en sí mismas desentido. En este marco, la privacidad se erige en la única fortaleza defensiva frente a un entornoamenazador regido por una permanente incertidumbre. Cuando impera una sociabilidad asocial,resultante de esta dinámica social, los hombres y los pueblos, lejos de decidir su propio destino seven condenados a sufrir la historia que otros hacen en su lugar»107.

Tácticas y trampasLos otros, los que hacen la historia en lugar de la inmensa mayoría, tienen muchos recursos paraocultar su poder de decisión e imposición. Obviamente, no podemos hacer aquí siquiera una síntesisde todos ellos pero en el tema que nos concierne sí podemos decir, como mínimo imprescindible, doscosas básicas. Una, que al final el problema del estrés se reduce a la incapacidad del ser humano que losufre para reapropiarse de sí mismo y de sus capacidades para sobre la base de ello decidir qué debe yquiere hacer, por qué y cómo, siempre dentro de una colectividad que lo engloba y determina, es decir,el problema de la propiedad de las fuerzas productivas, sabiendo que el ser humano es la primera yprincipal fuerza productiva. Otra y dependiente de la anterior, que esa incapacidad no es fortuita sinoque responde a mecánicas de explotación y de mantenimiento de esa explotación mediante tácticasefectivas, varias de las cuales vamos a exponer aquí.

La primera táctica no es otra que la misma capacidad de absorción normal, de integración, que tienenlas instituciones del academicismo burgués para controlar y reproducir las ideas que le interesan, y, a la

106 Piero Rocchini: La neurosis del poder, Alianza Editorial, Madrid, 1993, p. 100.107 Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría: Sujetos frágiles, FCE, Madrid, 1989, p. 159.

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vez, para marginar y reprimir las que le son contrarias. Concretamente, la capacidad de absorción delsistema universitario español cuando el objeto del pensamiento supuestamente crítico se difumina enabstracciones lacanianas sobre el amor y el deseo, sobre el capitalismo como «civilización del odio»,esta capacidad de absorción es tan grande que incluso hasta un fiscal anticorrupción de España tienecabida en un texto colectivo sobre «amor y deseo en la civilización del odio»108.

Experiencias de estas hay múltiples, pero la que acabamos de citar es muy significativa porque, desdela perspectiva de este texto, si algo caracteriza a cualquier fiscalía de un Estado burgués no es otracosa que la legitimación y ordenación represiva del odio, sobre todo en un Estado como el españolsustentado en la explotación de clase, en la opresión de naciones, en el imperialismo capitalista aunquesea de segunda categoría y en el sistema patriarcal aunque se piense retocar el orden constitucionalpara permitir que una mejer sea reina.

La segunda táctica proviene de la propia institución médica que excluye las alternativas anticapitalistasmediante tres mecanismos sintetizados de esta forma por R. Huertas: uno, «mecanismos estructurales[...] aquellas medidas de política sanitaria -o su ausencia premeditada- que impiden el desarrollo deun sistema sanitario público y equitativo, al servicio de la mayoría»; otro, «mecanismos represivos[...] Los mecanismos de represión directa, bien por medio de la fuerza, bien anulando ayudaseconómicas o prohibiendo programas o iniciativas susceptibles de chocar con cualquiera de lasparcelas de poder cobijadas bajo el Estado capitalista, han tenido su aplicación directa, en el sectorsalud, en el intento de cercenar cualquier experiencia participativa»; y, por último «mecanismosideológicos: individualización de los problemas de salud/negación de las causas sociales de laenfermedad [...] que facilite la desmovilización ciudadana necesaria para impedir la participación-entendida ésta como actividad crítica y emancipadora-, pero también que ignore y que hurte deldebate los planteamientos que cuestionan en sistema social hegemónico»109.

Como vemos, a diferencia de la primera táctica, que surge del poder de absorción, disciplinamientoy coerción inherente a la institución universitaria, esta segunda corresponde a un poder decisivodel orden capitalismo como es el poder médico en cuanto tal, sea «privado» o público. Hemosentrecomillado lo de «privado» porque en la realidad las empresas capitalistas que están debajo de lasclínicas privadas mantienen muy buenas relaciones con el Estado y con el ministerio que controla lasalud pública. Pero la interacción de ambas tácticas, más las intervenciones de la industria de la salud,nos lleva a la tercera táctica, a los congresos como momentos de orden y autoridad. En palabras deAngel Fiasche sobre el papel, objetivos y funcionamiento de los congresos médico-psiquiátricos:

«En su organización los intereses profesionales se combinan con otros de orden económico personal,y esto se da en las personas que detentan el poder en la institución: arreglos con las agencias deviajes, con las cadenas de hostelería, etc. La organización de los congresos responde a interesesideológicos: qué país va a tener el liderazgo, qué corriente va a predominar, etc., sin olvidar losbeneficios económicos personales que se mueven detrás de todo esto. Cada congreso genera nuevos“líderes”, incluidos en ese poder institucional. Entran los que están de acuerdo con las estructurasde poder. Incluso la selección de los trabajos que se leen, su aceptación o rechazo, giran alrededorde ese tipo de poder. Los congresos sirven, además, para las personas que están en el sistema depoder intercambien invitaciones con colegas de otros países -más por motivo turístico que por esmerocientífico- con todos los gastos pagados, honorarios por conferencias, etc. Además, la industriafarmacéutica viene contribuyendo a sostener esa situación. Es muy raro que el instrumento asistencialse beneficie con este tipo de congresos»110.

Las tres tácticas citadas se refuerzan con otras más específicas de la industria médica, aplicadasimpunemente con sus recursos de todo tipo, incluidos los de sus medios de prensa y debatetecnocientífico. Ese poder les ha permitido, por ejemplo, manipular la opinión de los compradores derecetas mediante la propaganda, induciéndoles a que compren tal o cual producto que sin embargotiene las mismas propiedades que otro más barato111. Ha permitido a la industria médica privadacomprar ilegalmente el trabajo de científicos estatales, aprovechándose de sus investigaciones pagadas

108 Carlos Castresana: «Aspectos jurídicos y culturales del odio», Lacan: amor y deseo en la civilización del odio, AA.VV., Universidad deGranada, 2004, pp. 199-220.109 Rafael Huertas: Neoliberalismo y políticas de salud, El Viejo Topo, Barcelona, 1999, pp. 92-100.110 Angel Fiasche: Hacia una psicopatología de la pobreza, op. cit., p. 208.111 Véase El País, 10 de mayo de 2005.

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por los presupuestos públicos112. Ha permitido seguir poseyendo las patentes médicas en régimen depropiedad privada cuando la humanidad sufre enfermedades113.

Estos poderes sólo son contrarrestados gracias a grandes movilizaciones de masas, o a decisionesprogresistas de determinados Estados como fue el caso de India, Sudáfrica y Brasil para producir ungenérico contra el VIH, o la reciente decisión hindú para producir un genérico contra el virus de lagripe aviar, o la práctica de Cuba durante tantos años.

Otras veces han sido movilizaciones democráticas amplias las que han forzado a retirar oficialmentedeterminadas definiciones «científicas» como fue el caso de la conservadora Asociación PsiquiátricaNorteamericana que en diciembre de 1973 tuvo que reconocer que la homosexualidad no era una«enfermedad psiquiátrica»114. Pero este avance logrado gracias a las movilizaciones todavía estámuy lejos de haber iluminado las oscuridades del dogmatismo cristiano y del miedo a la libertad y alos derechos personales, como se comprueba en la reacción autoritaria de la derecha y de la Iglesiaespañola contra el matrimonio entre personas del mismo sexo y su capacidad de adoptar y educarniños y niñas.

Aún y todo así, la fuerza del autoritarismo y del conservadurismo es patente en estos camposdel pensamiento, como se comprueba leyendo a F. Munné cuando sostiene que la rebeldía,el inconformismo, la marginación social, etc., pertenecen a lo que él denomina «la conductadesviada»115. También cuando se lee a J. Bachs sostener que la psicología sirve para mejorar lasrelaciones del ser humano con dios, con la religión, para demostrar cómo existen prácticas que loacercan a dios -la naturaleza, la meditación, etc.- mientras que hay otras que le distancian de dios,como el trabajo y el deporte116.

No se piense que estos son casos excepcionales, abundan, y lo que es peor, muchos profesores quepiensan lo contrario no se atreven a contradecirles, a establecer un debate sistemático. De este modo,la derecha más reaccionaria puede lanzar una ofensiva general contra derechos básicos que afectan a lafelicidad de millones de personas, a sus formas de vida, aumentando sus angustias, miedos y temores.

Mientras se libra esta contrarreforma y dándole vuelta a la vida cotidiana como si fuera un calcetínpodrido y pestilente, muchas de esas mismas personas no tienen otra alternativa que lanzarsedesesperadamente al consumismo como momento de felicidad y olvido. E. Fromm ya estudió acomienzos de los años ochenta este proceso en Estados Unidos, un país que guía al resto de las clasesburguesas del planeta:

«El hombre se ha transformado en homo consumens. Es individuo voraz y pasivo, y trata decomprender su vacío interior mediante un consumo permanente y cada día mayor (se conocennumerosos ejemplos clínicos de este mecanismo, representados por casos de ingestión excesiva dealimentos, compras desorbitadas, consumo excesivo de bebidas, como reacción frente a la depresióny la ansiedad); el hombre consume cigarrillos, licores, sexo, películas, viajes, así como educación,libros, conferencias y arte. Parece activo, «emocionado», y sin embargo en su ser más profundo esuna persona ansiosa, solitaria, deprimida y hastiada (podría definirse en hastío diciendo que es esetipo de depresión crónica que puede ser compensado eficazmente por el consumo»117.

Más recientemente, en el Estado español se han realizado estudios sobre el consumismo en mujeresy hombres, demostrando que el «estrés psico-social» estaba de manera moderada a grave pordebajo de la compulsión consumista: «Las compras se seguían de frecuentes problemas familiares,de graves dificultades de convivencia, e incluso de rupturas, como consecuencia de los gastosdesproporcionados, las discusiones, los engaños, los sentimientos de culpa, de vacío o inadecuaciónde las afectadas y, en menor grado, de interferencia laboral o escolar significativas. En todas eldispendio económico superaba sus posibilidades personales, y en más de la mitad hubo repercusionessignificativas para la economía familiar»118.

112 Véase El País, 18 de julio de 2005.113 Líela Ramírez: Farmacéuticas. Régimen de patentes poco ético: con licencia de hurto, http://www.rebelion.org, 20 de octubre de 2005.114 Peter Conrad: «Sobre la medicalización de la anormalidad y el control social», En «Psiquiatría crítica», op. cit., p. 153.115 Frederic Munné: Psicología social, Ceac, Barcelona, 1986, pp. 77-90.116 Jordi Bachs: Psicología diferencial, Ceac, Batcelona, 1983, pp. 157-172.117 Erich Fromm: Sobre la desobediencia, y otros ensayos, Paidós, Barcelona, 1984, pp. 135-136.118 Jesús J. de la Gándara: Comprar por Comprar, Cauce Editorial, Madrid, 1996, pp. 112-113.

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La praxis revolucionariacomo terapia anti estrés

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Está claro que el estrés psico-social que afecta a las mujeres surge más, en el tema que ahora tratamos yen otros muchos también, de las condiciones de explotación en la llamada «vida privada» en el hogar,y que frente a semejante situación sólo les queda, además del alcoholismo privado, tal vez la ludopatíay algunas otras «soluciones», sólo les queda independizarse económicamente para independizarsepersonalmente. Sin embargo, el poder patriarcal insiste en darles otra solución. Un ejemplo:

«10 buenos trucos para desacelerar: 1 Estimula tus sentidos. 2 Libera tus emociones. 3 Cuida tucuerpo. 4 Rompe el ritmo. 5 Frena los gastos. 6 Elige lo importante. 7 Mastica correctamente. 8Olvídate del tiempo. 9 Tómate el tiempo para el amor, y 10 Resístete al divorcio»119. Estamos anteuna mezcla de recomendaciones típicas del saber asiático contemplativo como control individualistadel tiempo, sensibilización corporal y emotiva, salivación y ceremonia en la comida, etc., con otrastípicamente occidentales en su sentido burgués como ahorro, racionaliza lo importante en el trabajopara aumentar tu productividad y éxito laboral, todo ello, desde luego, bajo el mandado de resistirseal divorcio, a la ruptura de la institución sobre la que se levanta el patriarcado.

Cambiando de forma debido a que el estrés que afecta a los hombres es algo diferente, a estos sele ofrecen soluciones parecidas que coinciden en el fondo por su individualismo estricto. Incluso seles está impulsando a algunos a que potencien su «lado femenino», más receptivo y paciente, másintuitivo, en vez que el excesivamente racional y competitivo del hombre, según dicen. Por lo general,al hombre se le ofrecen los deportes, los hobbies, los juegos, etc., soluciones que alguien denominócorrectamente como «la pequeña libertad»120.

Sin negar los aspectos positivos de algunas de esas alternativas, como la meditación y el relax, etc.,empero la lucha contra el estrés y otras dolencias psíquicas requiere de la gran libertad, de la praxiscomo autoactividad de reapropiación de uno mismo dentro de su entorno colectivo. Y requiere de loque Marx dejó escrito: «Exigimos de la crítica sobre todo que se comporte de manera crítica respectode sí misma y que no pase por alto las dificultades de su objeto».

Iñaki Gil de San Vicente Euskal Herria, 7 de noviembre de 2005

119 Véase: Mujeres Hoy, nº 340, segunda quincena de octubre de 2005.120 Gianni Toti: Tiempo libre y explotación capitalista, Cultura Popular, México, 1975, pp. 241-254.