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La posmodernidad y sus descontentos de Sygmunt Bauman INFORME DE LECTURA Heavy Water plantea en unos términos muy precisos la sinopsis de la obra de Sygmunt Bauman “La posmodernidad y sus descontentos” diciendo: "De manera que, supuestamente, la clase social, la raza y el género habían desaparecido (y otras cosas supuestamente estaban desapareciendo, como la vejez, la belleza y hasta la educación): todas las formas realmente automáticas de establecer quién era mejor y quién era peor... habían desaparecido. Por todas partes la gente bienpensante declaraba que no tenía prejuicios, que al menos en ellos ya no había más prejuicios heredados. Ellos lo habían decidido. Pero para los que estaban en el terreno espinoso de la operación... los ignorantes, digamos, o los feos... no se trataba simplemente de una decisión. Algunos de ellos no tenían ropa nueva. Aún llevaban el uniforme de sus deficiencias. Había quienes andaban vestidos con esa misma mierda." En el párrafo anterior se recogen, de una manera creativa y crítica, los fundamentos de la obra de Bauman, denotando la base de los cambios sociales del mundo en la época denominada por Giddens como “modernidad tardía”, por Ulrich Beck “modernidad reflexiva”, por Balandier “hipermodernidad” y por Bauman “posmodernidad”. Este periodo colosal e indescifrable de la historia marca un hito de diferencias y pragmatismos subjetivos que imprimen en los “bienpensantes” la necesidad de revisar y teorizar sobre un mundo insondable. Los cambios sociales surgidos al final de la modernidad manifiestan un malestar general a raíz de las actuales pautas de comportamiento cultural y, es esto, lo que Bauman quiere rastrear en su libro, y la forma cómo estos nuevos patrones comportamentales se entremezclan con nuestro contexto capitalista. En el seguimiento cultural contemporáneo que hace va identificando, construyendo y deconstruyendo los fenómenos que a lo largo de la historia de la modernidad forjaron nuestro pensamiento, ideas relacionadas con el orden y la libertad que marcaron el

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La posmodernidad y sus descontentos de Sygmunt Bauman

INFORME DE LECTURA

Heavy Water plantea en unos términos muy precisos la sinopsis de la obra de Sygmunt Bauman “La posmodernidad y sus descontentos” diciendo: "De manera que, supuestamente, la clase social, la raza y el género habían desaparecido (y otras cosas supuestamente estaban desapareciendo, como la vejez, la belleza y hasta la educación): todas las formas realmente automáticas de establecer quién era mejor y quién era peor... habían desaparecido. Por todas partes la gente bienpensante declaraba que no tenía prejuicios, que al menos en ellos ya no había más prejuicios heredados. Ellos lo habían decidido. Pero para los que estaban en el terreno espinoso de la operación... los ignorantes, digamos, o los feos... no se trataba simplemente de una decisión. Algunos de ellos no tenían ropa nueva. Aún llevaban el uniforme de sus deficiencias. Había quienes andaban vestidos con esa misma mierda."

En el párrafo anterior se recogen, de una manera creativa y crítica, los fundamentos de la obra de Bauman, denotando la base de los cambios sociales del mundo en la época denominada por Giddens como “modernidad tardía”, por Ulrich Beck “modernidad reflexiva”, por Balandier “hipermodernidad” y por Bauman “posmodernidad”. Este periodo colosal e indescifrable de la historia marca un hito de diferencias y pragmatismos subjetivos que imprimen en los “bienpensantes” la necesidad de revisar y teorizar sobre un mundo insondable.

Los cambios sociales surgidos al final de la modernidad manifiestan un malestar general a raíz de las actuales pautas de comportamiento cultural y, es esto, lo que Bauman quiere rastrear en su libro, y la forma cómo estos nuevos patrones comportamentales se entremezclan con nuestro contexto capitalista. En el seguimiento cultural contemporáneo que hace va identificando, construyendo y deconstruyendo los fenómenos que a lo largo de la historia de la modernidad forjaron nuestro pensamiento, ideas relacionadas con el orden y la libertad que marcaron el camino político, económico y cultural que se debía seguir después de siglos de oscuridad, donde primaba la negación del individuo y el desorden generado por los malos gobiernos y la poca apropiación cultural.

Bauman recoge en su libro los valores fundamentales de una sociedad sumergida en la competencia de mercados e identificados con la libertad y la ordenanza como principios imprescindibles de una cultura forjada en pro de la belleza, limpieza y orden a partir de un sacrificio de libertad individual que nos figura una negación individual para la vida en la sociedad del orden, pues si bien el hombre busca estos valores culturales en pro del beneficio de la sociedad no lo hace nunca por puro instinto, pues el hombre, lo explica

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Bauman, no tiende por naturaleza a estos valores, sino que lo hace por puro adiestramiento.

El autor retoma, considero, una visión contractualista en cuanto manifiesta la negación del individuo, del instinto para recibir los beneficios sociales y participar del orden y belleza que esta le ofrece. “La civilización se construye sobre una renuncia al instinto”. En este sentido, la civilización impone grandes sacrificios que se manifiestan en ansías de libertad buscando el desarrollo individual, pero, que, atendiendo a las necesidades de un mundo al que ya se le llama “Aldea global”, presupone un compromiso, un contrato, un acuerdo que implica concesiones mutuas, buscando el beneficio para todos, en otras palabras, buscando la belleza, la limpieza y el orden.

Otro actor importante en la estructuración de la sociedad posmoderna es la desmesura, pues se evidencia que “el principio de realidad tiene que defenderse hoy en día ante un tribunal de justicia en el que el principio de placer es el máximo juez. Lo que significa que la libertad individual, en otro tiempo un riesgo y un problema para todos los constructores del orden , se ha convertid en el principal valor y recurso de la autocreación continua del universo humano.

Así mismo, podemos referirnos al hecho en el que podemos afirmar que: los hombres y las mujeres posmodernos han cedido una porción de sus posibilidades de seguridad a cambio de una porción de felicidad. Los descontentos de la modernidad eran el resultado de un tipo de seguridad, que permitía demasiado poca libertad en la búsqueda de la libertad individual. Los descontentos de la posmodernidad surgen de un tipo de liberta en la prosecución del placer que permite demasiado poca seguridad individual.

Por otro lado, Bauman va introduciendo de manera cronológica fenómenos que determina a la sociedad posmoderna. La construcción del extraño en las sociedades occidentales y su relación con los sueños de pureza y racionalidad de la modernidad, identifican el miedo, el rechazo, la sospecha hacia aquello que no me es familiar, que me es totalmente desconocido cuya presencia desordena mi entorno y crea conflicto con mi idea de esteticidad y belleza. Lo extraño y el extraño generan en las sociedades posmodernas sentimientos de repulsión que contrarían mi ideal de pureza, mi sueño de perfección y bienestar. De ahí la necesidad de hacer algo con aquello que contamina mi realidad, que obstruye el orden que ejerce e imprime la sociedad en mi vida, en mis formas, en mi cultura.

Por esta misma línea, dice Bauman, que la pureza constituye un ideal; una visión de la condición que todavía hay que crear o de esa condición que hay que proteger diligentemente de los peligros reales o imaginarios. El mundo nos ofrece, para contribuir a nuestro sueño de pureza, una creación magnánima surgida de los aportes de la naturaleza que en ningún cao son puros o impuros

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desde su nacimiento, sino que por el contrario van embelleciendo nuestro entorno, pero no podemos decir lo mismo cuando la mano del hombre ha tocado aquello que la naturaleza nos otorgó maravillosamente. Así mismo afirma Bauman “la intervención humana no se limita a enfangar la naturaleza y llenarla de inmundicias; introduce en la naturaleza la propia distinción entre pureza y sociedad, crea la posibilidad misma de que una parte determinada del mundo natural sea limpia o sucia”.

Pero las cosas no son en sí mismas sucias, sino que también determina esta impureza su ubicación. Las cosas fuera de lugar representan una suciedad contaminante de mi entorno. Cosas que son suciedad en un contexto pueden hacerse puras con un solo cambio de posición, y viceversa. Sin embargo, hay cosas para las cuales no se tiene destinado un lugar adecuado, y esto genera un problema. El mundo de los buscadores de pureza es demasiado reducido para ellas y en tal caso hay que deshacernos de aquello que nos estorba. Así, pues, el orden significa un entorno regular estable para nuestra acción.

Sin embargo, el problema de lo puro y lo impuro, de la suciedad o la limpieza se agrava aún más cuando nos damos cuenta que la suciedad, como muchas de las cosas y sentimientos del hombre, en absoluta, no existe, ya que cada observador le imprime su toque de subjetividad y las cosas van a variar de estereotipo según se les mire. La individualidad del ser humano vuelve a pasarnos otra mala pasada y nos reduce muchas realidades al subjetivismo con que se les mire.

Retomando lo de lo extraño, Bauman parte de la premisa de que todas las sociedades producen extraños, y lo extraño hay que eliminarlo. Es aquí donde se hace alusión al Estado y a lo militar como forma de extirpación y control. El Estado, como en su momento planteó Rosseau es quien se encarga de que el Contrato establecido entre mi individualidad y la sociedad se cumpla, y los uniformados, como representación del Estado son los que de una u otra manera ejercen el poder para que todo aquello que sea extraño o esté desubicado vuelva a su lugar. “Los uniformes constituían la insignia de los servidores del Estado, esa fuente de todo poder y, ante todo, del poder coercitivo, cuyo principal cómplice es el poder que absuelve de la inhumanidad; llevando uniformes, los hombres se convierten en ese poder en acción; calzando botas militares, pisotean, y lo hacen por orden y en nombre del Estado” (BAUMAN, Sygmunt. La sociedad y sus descontentos. Ed. Akal, pag. 28).

Y entre tantos ires y venires del orden y el desorden, de la pureza y la impureza tenía que llegar “el pecado del capitalismo” que acabaría con el Estado de Bienestar propuesto para establecer un orden colectivo que beneficiara a toda la sociedad. El Estado de bienestar se entendía como un derecho que aseguraba a la colectividad. La Industria y este Estado de bienestar se

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combinaban para asegurar el bienestar de una sociedad que se encaminada hacia el progreso y hacia el orden en virtud de un beneficio mutuo, donde la industria se encargaba de ofrecer trabajo, sustento y seguridad a la mayoría de la población y el Estado cubrir aquello a donde la industria no llegaba, debía preparar a toda aquella fuerza de trabajo que no se ocupaba para que fuera de nuevo contratada, cosa que el capital no haría nunca. En estos momentos un alto numero de la población no está incorporada a la producción y tienen pocas probabilidades de reincorporarse; para quienes dirigen la economía esta ya no es marginal y el desplome del capital la hace menos marginal aún, situación que genera desorden en la sociedad, y junto con ella miedo y desesperanza hacia un progreso cada vez más inasequible y un futuro incierto.

Bauman identifica al Estado de bienestar como una ilusión de la cual ya no queda ni siquiera el recuerdo. El mercado y el consumismo son ahora los pilares en los que se fundamenta esta era de la posmodernidad dejando del lado una serie de desórdenes que ya nadie quiere ubicar. Son extraños elementos “fuera de lugar” a los cuales ha de buscárseles espacio.

En el mundo contemporáneo las relaciones interpersonales también son importantes. El mundo competitivo y capitalista saca al ruedo un sinnúmero de fieras de toda clase y con todos los tipos de propósitos que cualquiera se pueda imaginar. En este sentido, darle una mirada a la ética y a la moral de nuestros tiempos se hace necesario, cuanto más en el contexto de la Aldea Global que determina el rumbo de nuestras vidas.

El autor toma como punto de partida la teoría ética y moral de Levinas. Para este el universo moral se extiende entre yo y el Otro. Se hace alusión en este sentido a la sociabilidad innata de l ser humano que se desarrolla siempre en la reunión moral de dos: el Yo y el Otro, o el Rostro, nombres que identifican un mismo ente que se relaciona con mi entorno y que racionaliza conmigo las situaciones que nos circundan. La clave de la reunión moral entre el yo y el otro es que a esta llegamos siempre despojados de nuestras etiquetas sociales, económicas o políticas y hasta culturales y nos identificamos como esencias despojadas de nuestra humanidad. Se plantea, se plantea entonces la discusión de la irrupción de un Tercero y se analiza, entonces, las formas como estas relaciones o reuniones morales se alteran haciendo sentir incómodos a los dos primeros, pero tratando siempre de superar la intromisión buscando que el encuentro sea normal y corriente.

“El mundo humano es aquel en el que es posible juzgar la historia” y a partir de esta proposición Levinas puede afirmar que hay una discontinuidad esencial entre la relación del sí- mismo con el Otro, donde el papel determinante lo juegan la libertad y la integridad del otro. A partir de la anterior idea se quisiera postular el ideal de justicia, ideal que va más allá de las injusticias y no del juego que se deriva de estas.

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La justicia se plantea entonces, del exterior, no de las relaciones de moral y de las necesidades que desde allí se plantean, puesto que la moral y sus necesidades son relativas; la justicia viene en beneficio de la aproximación a lo absoluto, buscando que sea verdadera justicia y que tenga aplicabilidad een los confines del mundo.

Bauman recoge las definiciones de modernidad que se plantean desde el punto de vista social y el psíquico. Para el primero la modernidad es una cuestión de estándares de esperanza y de culpa. Valores que se entremezclan de tal manera que los unos prolongan la inmortalidad de los otros. La modernidad en tanto las combinaciones de las últimas categorías presupone la esperanza de un mañana mejor. Desde el punto de vista psíquico, la modernidad es una cuestión de identidad.

La modernidad implica un de venir constante para alcanzar los estándares y la identidad. Así se corra movido por la esperanza e impulsado por la culpa, siempre se va a tener la sensación de estar gateando. En este sentido, la modernidad es incurablemente autocrítica. Lo verdaderamente moderno no es la disponibilidad de aplazar la satisfacción, sino la imposibilidad de quedar satisfecho. Así, pues, la modernidad imprime una imposibilidad de quedarse quieto. Ser moderno significa estar en movimiento. Los modernos, entonces, somos nómadas, pero nómadas buscando donde establecerse, y cuando logra establecerse se descubre advenedizo, alguien que ya está en un lugar, pero que no pertenece del todo a él.

“… todo lo que merecía decirse se ha dicho, nada que todavía no se ha dicho merece decirse, tenemos todas las respuestas pero ya no tenemos más preguntas…” esta frase del capítulo sexto del libro en cuestión, nos induce a un mundo teórico y racional, que busca descomponer la realidad para entenderla y para organizarla de acuerdo a nuestro ideal de belleza y orden. La teoría se convierte, entonces, en intentos de organizar, de simplificar, de destemporalizar lo históricamente determinado, lo desordenado, lo complejo que es la experiencia. La posmodernidad sigue el rumbo crítico kantiano, unificador de la teoría y la experiencia para poder darle esteticidad al mundo, para poder ordenarlo, darle sentido, belleza.

Bauman hace una definición del filósofo identificándolo como quien posee la luz para organizar, como alguien que con su aire de conclusividad da fines a los debates más largos e incesantes. Hace un paralelo entre teóricos y novelistas o historiadores, poniendo a los primeros más fieles a las teorías y a los segundos a las experiencias.

Dentro de los problemas que trae consigo la posmodernidad está también, según Bauman, el arte y su significado. Parte de la idea que presentaron Foucault y Boulez pues afirmaron, hablando de la música que a cada una de

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las clases de música que existen se le garantiza el derecho de existir, y que este derecho es percibido como una igualdad de valor.

El arte contemporáneo se enfrenta a un sinnúmero de manifestaciones artísticas que plasman las subjetividades de los individuos en cada una de las distintas culturas de la sociedad. Para nuestro tiempo, nada es malo, todo es bueno. Aceptamos la pluralidad y la generosidad liberal, el mundo es feliz. Se plantea un problema en cuanto al uso de valor para categorizar el porqué del pluralismo que nos identifica. La tolerancia termina haciendo reduccionismo tanto de la obra como del artista.

A partir de las distintas percepciones del arte se plantean los problemas de la comunicación, cuando el canal no es el apropiado para emitir el mensaje. Bauman retoma a Wittgenstein para demostrar que en el arte contemporáneo hay una imposibilidad de un lenguaje privado. Que es necesaria una aceptación social entre unos signos y su significado. El papel del artista posmoderno cumple la misma función del filósofo en cuanto que el texto que escribe o la obra que realiza no están en principios gobernados por reglas ya establecidas, y no pueden ser sometidos a un juicio determinado mediante la aplicación de categorías conocidas.

Otro problema que se plantea a raíz del arte posmoderno es la libertad de interpretación, pues, ya no hay una categoría representativa del arte, de la creación del artista. El arte moderno desordenó la visión tradicional del arte y fomentó nuevos vínculos entre el objeto y cualquier cosa que debiese ser reconocida como su imagen.

La verdad como para cualquier pensado a lo largo de la historia de la humanidad, significa para Bauman una categoría que enruta los destinos del hombre por un camino incierto y desconfiado, en el que se avanza con sospecha y se camina con susceptibilidad esperando el cambio o el sobre salto que deviene gracia a su relatividad. Señalar aquello que es verdadero es simplemente la adecuación del objeto con el pensamiento, es sólo, como diría William James, un expediente en nuestra forma de pensar. Para Bauman la verdad es simple y llanamente la palabra que corresponde en el uso que hacemos de ella a una cierta actitud que adoptamos, pero ante todo deseamos o esperamos que otros adopten. La verdad es otra de las categorías que más se pintan de subjetividad y por ende de relativismo, de ahí que se nos plantee como una ficción o un relativismo.