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LA POLÍTICA Y EL PODER DE LAS EMOCIONES Maria Pocoví Emotion Research Lab Coautores: Carolina López Villarroel Universitat de València Itziar Gil Carceller Universitat de València David Molina Torres Universitat de València Palabras clave: emociones, métodos, reconocimiento facial, neurosociología. Resumen A lo largo de la historia se pueden encontrar numerosos ejemplos en los que se ha apelado a diferentes sentimientos con el objetivo de conseguir la legitimación del poder político por parte de los ciudadanos y conseguir así la movilización de las masas. Según Hochschild (1975), el control muchas veces opera en clave emocional. De esta forma, podemos encontrar dos principales estrategias que se han seguido de forma recurrente para persuadir a las masas: la estrategia del miedo y de la ira. Como apunta Maquiavelo (1532) el vínculo que se establece con la ciudadanía es mayor si se apela al miedo que a otro tipo de sentimientos. De ello surge la estrategia que utiliza el miedo como forma de control de la población. Ésta es ampliamente utilizada por los partidos políticos que se encuentran en el gobierno para mantener el status quo. Se identifica a la oposición con ese sentimiento de miedo al cambio

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Page 1: LA POLÍTICA Y EL PODER DE LAS EMOCIONES · La metodología se basará en el análisis de la oratoria del político respecto a unas métricas fundamentales en el estudio de las emociones:

LA POLÍTICA Y EL PODER DE LAS EMOCIONES

Maria Pocoví

Emotion Research Lab

Coautores:

Carolina López Villarroel

Universitat de València

Itziar Gil Carceller

Universitat de València

David Molina Torres

Universitat de València

Palabras clave: emociones, métodos, reconocimiento facial, neurosociología.

Resumen

A lo largo de la historia se pueden encontrar numerosos ejemplos en los que se ha

apelado a diferentes sentimientos con el objetivo de conseguir la legitimación del poder

político por parte de los ciudadanos y conseguir así la movilización de las masas. Según

Hochschild (1975), el control muchas veces opera en clave emocional. De esta forma,

podemos encontrar dos principales estrategias que se han seguido de forma recurrente

para persuadir a las masas: la estrategia del miedo y de la ira.

Como apunta Maquiavelo (1532) el vínculo que se establece con la ciudadanía es

mayor si se apela al miedo que a otro tipo de sentimientos. De ello surge la estrategia

que utiliza el miedo como forma de control de la población. Ésta es ampliamente

utilizada por los partidos políticos que se encuentran en el gobierno para mantener el

status quo. Se identifica a la oposición con ese sentimiento de miedo al cambio

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aludiendo a la pérdida de los logros conseguidos, de los valores y normas tradicionales,

de la estabilidad social y política e incluso del futuro del país. Por otra parte, las

campañas políticas basadas en la ira suelen ser utilizadas por los partidos que se

encuentran en la oposición para intentar lograr la deslegitimación a través del

descontento.

Basándonos en ambas teorías, se presentará cómo actualmente en la política española se

utilizan estos sentimientos para tratar de persuadir a la población. De esta forma, se

observa cómo los candidatos buscan conectar emocionalmente con la ciudadanía y éstos

legitimen sus objetivos.

La metodología se basará en el análisis de la oratoria del político respecto a unas

métricas fundamentales en el estudio de las emociones: confianza, activación,

compromiso, autocontrol y la seguridad para determinar si los candidatos están

haciendo un correcto manejo de las emociones. Es decir, crear un perfil de credibilidad

del candidato. De esta manera, conocer cómo transmiten ese miedo o esa ira a la

ciudadanía con la intención de modificar la conducta de voto. En base a la tesis del

sistema de códigos de la Activación Facial de P. Ekman (1982), utilizaremos la

tecnología de reconocimiento facial de emociones que nos permite tener una conexión

entre la sociología, ciencia política y la neurología en este estudio.

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El poder de las emociones en la política

Las emociones siempre han estado presentes a la hora de analizar o de plantear teorías

filosóficas relacionadas con la política. La principal emoción de la que han hablado los

distintos autores a lo largo de la historia ha sido el miedo. Sin embargo, otras emociones

como la ira, el enfado, la indignación, la esperanza, etc., han estado presentes en las

diferentes teorías políticas.

Según Aristóteles, tal y como plantea en la Retórica, las emociones o pasiones, no son

un impulso ciego ni un reflejo automático, sino un juicio humano acerca de lo que lo

rodea. Este juicio de valor a menudo implica una posterior acción. De esta forma

entendemos que las emociones son esenciales en todos los aspectos de la vida, también

en la política. De hecho, según Aristóteles, el orador o el político, debe ser conocedor de

las pasiones humanas, de forma que pueda presentar sus argumentos de la forma más

eficaz ante su auditorio. A través del uso de las emociones, el político puede despertar

un estado de ánimo propicio y recíproco en su auditorio, para que su mensaje cale y no

encuentre resistencia, para esto debemos apelar en muchos de los casos a nuestro

cerebro reptiliano.

Descartes, en su obra Las pasiones del alma juzga la emoción como un sentimiento

subjetivo que acompaña a los comportamientos: el hombre se percata del estado de su

organismo y del comportamiento que seguirá y, a través de ese conocimiento, puede

elegir entre seguir el impulso de sus pasiones u oponerse a él.

Spinoza también estudió, a través de 72 proposiciones, la servidumbre humana o fuerza

de los afectos, es decir, cómo actuamos éticamente para lograr una recta conducta en la

vida, mostrando una vez más el poder de las emociones en la conducta humana, y por

ende, su influencia en la política.

David Hume por su parte, también entendió que algunas emociones o pasiones, las que

él considera violentas, son aplicables al campo de la persuasión publicitaria y la

propaganda política. Así, cuando los políticos desean atraer el interés de la gente para

llevarles a su terreno y presentarles su cosmovisión, utilizan habitualmente el artificio

de excitar al comienzo su curiosidad y aplazar todo lo posible el satisfacerla, de forma

que se incrementa la ansiedad e impaciencia de la persona a la hora de hacerle entender

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por completo el asunto, como expresó: “Saben muy bien que su curiosidad les

precipitará, en la pasión que ellos quieren excitar, y de esta forma ayudan al objeto en su

influencia sobre la mente”.

El filósofo francés Jean­Paul Sartre entendió la ira y el miedo como medios utilizados

por unas tendencias inconscientes para satisfacerse simbólicamente, para romper un

estado de tensión insoportable, lo cual muestra lo eficaz que puede ser explotar dichas

emociones a la hora de ejercer control o manipular a la población.

Según Stevenson, exponente del emotivismo, los juicios morales son, en primer lugar,

expresiones de las emociones de los individuos y, a la vez, imperativos con los que se

busca cambiar las actitudes y acciones de los otros. De forma que las emociones son

protagonistas a la hora de modificar conductas y actitudes, que es lo que en última

instancia busca el político en campaña electoral.

En su obra “Mentes y corazones partidistas. Los partidos políticos y la identidad social

de los votantes”, los politólogos Donald Green, Bradley Palmquist y Schickler muestran

como las afinidades ideológicas tienen más que ver con las emociones de los

ciudadanos que con la razón.

En el campo de la sociología de las emociones también encontramos autores que hacen

referencia a la importancia de las emociones en la vida política. Así pues, uno de los

clásicos, M. Weber, ya hacía referencia a las emociones en su teoría acerca de la acción

social. Éste presentaba una tipología de formas de interacción en la que consideraba la

acción afectiva, entre otras, la cual comprende la relación emocional del agente ante

unas circunstancias dadas. De esta forma, éste componente afectivo está presente en la

toma de decisiones de los individuos por lo que podemos deducir que un discurso

político que apele a las emociones puede influir y modificar la percepción del potencial

votante.

También, Kemper teoriza acerca de las emociones, el estatus y el poder. El autor

entiende el poder como una conducta de dominio y el estatus como la voluntad que se

tiene, y las conexiones que pueden resultar dan lugar a una estructura de emociones.

Así, cuando un agente ejerce una conducta de dominio sobre otro puede reproducir

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emociones negativas como pueden ser culpa, ansiedad o depresión. Sin embargo, si hay

un nivel igualitario entre los dos ejes puede generar emociones positivas como

seguridad o satisfacción. Esta teoría puede aplicarse a las estrategias políticas que

pueden llevarse a cabo en la competición electoral.

Por otra parte, Hochschild, defiende la importancia de las emociones en la vida social y

la necesidad de tenerlas en cuenta en el análisis sociológico puesto que en caso contrario

no puede entenderse en su complejidad un fenómeno social. La autora ejemplifica su

teoría con el nacionalismo o la identidad colectiva, estudia el sentimiento nacional y lo

presenta en estrecha vinculación con las emociones. Por tanto, las campañas políticas

basadas en el sentimiento nacional utilizan el componente emocional en primera

instancia para lograr la movilización de las masas.

El propio Felipe González reconoció esto cuando explicó ante el auditorio del XXIII

Congreso de las Juventudes Socialistas de España (JSE) las claves para ejercer el

liderazgo político: “El socialismo es, sobre todo, un sentimiento, y no es y no debe ser

una construcción ideológica. Para liderar el cambio es imprescindible hacerse cargo del

estado de ánimo de los otros”. Y continuaba: “El liderazgo consiste en estar con la

gente, con su sufrimiento, abriéndoles horizontes, pero hay que tenerlos claros”.

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Estrategias del miedo y la ira

Siguiendo la línea de Sartre, podemos decir que el miedo ha sido un instrumento

político desde el nacimiento de la política. De hecho, los autores clásicos ya lo

consideraban como un instrumento por parte de las élites dominantes para controlar,

dominar y movilizar a las masas.

Quintiliano habló del poder del miedo “a la mayor parte de los hombres naturalmente

les mueve más el miedo del mal, que la esperanza del bien; así como los tales conocen

más fácilmente lo malo que lo bueno”.

El propio Cicerón, era consciente de que el miedo es un arma poderosa para manipular

a las masas o el populus, y lo utilizó hábilmente contra la Ley Agraria presentada por el

tribuno de la plebe Rulo, argumentando que ésta ponía en peligro la identidad de la

República tal como se la conocía y que traería la vuelta de la monarquía al territorio

romano, lo que pondría en riesgo el statu quo y una grave limitación de la libertad para

el pueblo.

Los primeros autores que estudian la política como una ciencia, y que son considerados

actualmente como los padres de la ciencia política también hablaban del uso del miedo

para controlar a la población.

Este es el caso de Maquiavelo, que en su archiconocida obra “El Príncipe” dedica un

capítulo entero al uso del miedo para controlar a la población. El capítulo XVII (De la

crueldad y la compasión; y de si es mejor ser amado que temido o lo contrario) extrae la

conclusión de que le es más beneficioso al príncipe, o gobernante, ser temido que

amado, por lo que resalta el uso del miedo como la forma más eficaz de mantener al

pueblo subyugado.

Desde Maquiavelo, el miedo ha seguido usándose de forma continua en los distintos

regímenes políticos y por gobernantes de muy distinta ideología o valores. Hobbes por

su parte, no concibe la política sin el miedo. Es el miedo el que lleva a la sociedad a

crear el Leviatán, al que confieren el uso exclusivo de la fuerza y la coacción, para huir

del temido estado de naturaleza. Es el miedo el que recibe como respuesta la creación de

la política, que busca la convivencia pacífica de la sociedad. Es a través del imperio de

la ley que se protege al ser humano de forma integral, incluso de sí mismo.

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Tocqueville, en la transición entre el antiguo régimen y el nuevo sistema que se abría

paso tras la revolución francesa también consideró útil el temor como instrumento para

la consolidación del nuevo sistema, en favor último de la libertad.

Spinoza, por su parte, también admitía el poder del miedo, y sin embargo, lo

consideraba como algo negativo para la vida política. Según él, los hombres pierden su

libertad si se someten al Estado y no solo ello, sino la posibilidad de conectarse a otros

por medio de sus emociones. La coacción de la ley es en Spinoza la precondición para

la exacerbación del deseo individual que conlleva a la expansión del egoísmo.

Bien es conocido el uso del miedo en muy distintos regímenes, aunque siempre se suele

ejemplificar con su evidente uso en la Alemania nazi, donde uno de sus principales

ideólogos, Goebbels entendió a la perfección el uso de este para manipular a las masas,

como expresó, diciendo que “muchos tienen un precio y los otros, miedo”.

En efecto, los seres humanos somos más proclives a la sumisión voluntaria cuando

experimentamos procesos de miedo, ansiedad e indecisión. Según autores más

contemporáneos como Robin, Foucault o R. Bernstein el miedo, lejos de ser un fin en sí

mismo, es más bien una herramienta política para lograr el adoctrinamiento interno.

Este miedo puede actuar por medio de un enemigo tanto externo como interno.

Respecto a la ira, dentro del juego democrático, también puede dirigirse para tratar de

lograr réditos electorales, bien utilizándolo contra colectivos concretos, como es el caso

de Donald Trump, o bien para atacar al partido en el gobierno directamente, acusándolo

de la situación actual de crisis, como hace principalmente Podemos en España, así como

el resto de partidos de la oposición, que se valen en mayor o menor medida de esta

estrategia, ya sea el PSOE o Ciudadanos.

El miedo y la ira se han constituido como políticas de Estado e instrumentos de control

y dominación, generando un pueblo atemorizado, indignado y fastidiado. De hecho,

actualmente se apela principalmente a los sentimientos y emociones de la gente.

El discurso se aleja de la razón, y se centra en comunicar y hacer sentir a los votantes

que si los opositores llegan al poder destruirán el status quo, y acabarán con el sistema

de creencias, valores o propiedades del sistema existente.

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También se apela al enfado colectivo por la situación actual, de forma que esto afecte al

partido en el gobierno. Como bien hemos oído en muchas ocasiones, los partidos

pierden elecciones, no las ganan, y esto a menudo es debido a que el partido en el poder

es expulsado a través de la rabia de la gente que deja de confiar en él.

Esta estrategia de apelar a los sentimientos se lleva a cabo a través de dos vertientes,

que el profesor Andrés Valdez Zepeda describe como la estrategia del miedo y la

estrategia del enfado/ira.

La estrategia del miedo se realiza a través de un proceso que podemos resumir en ocho

pasos:

1. Identificación de temores, amenazas, riesgos, preocupaciones, miedos y peligros

más sentidos y percibidos por los electores. P. Ej: terrorismo, debacle

económica, criminalidad, paro…

2. Priorización de temores y forma en la que pueden ser planteados, electoral y

estratégicamente.

3. Evaluación de la experiencia de los electores en procesos electorales pasados,

para conocer pertinencia, modalidad y oportunidad del planteamiento

estratégico.

4. Estrategia publicitaria: creatividad de la situación temible para captar la atención

y transmitir que el futuro depende de dicha amenaza.

5. Liga de los opositores con los riesgos y peligros presentes en la coyuntura

electoral que han sido los más percibidos en importancia por los electores.

6. Construcción de la alternativa propia como la única capaz de garantizar una

solución eficaz a la amenaza.

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7. Evaluación del efecto de la campaña y cobertura mediática en la conducta y

comportamiento del ciudadano­elector.

8. Retroalimentación y, en caso necesario, adecuaciones y mejoras pertinentes.

Esta estrategia puede ser buena para triunfar en la campaña electoral, ya que diversos

estudios han demostrado que la carga emocional que produce una amenaza en un

discurso o anuncio tiene efectos más duraderos y profundos a la hora de modificar la

actitud, y están muy vinculados a los cambios de conducta, tal y como indican Stenghtal

y Craig. Además, como indican Snipes, La Tour y Bliss, apelar al miedo puede

incrementar el interés, la atención y persuasión de un anuncio. Esta estrategia la utilizan

principalmente los partidos que se encuentran en el gobierno, pues asocian a sus

oponentes al miedo a que la situación pueda empeorar, o que se pierdan los logros del

actual gobierno. En ocasiones incluso se apela a que los partidos de la oposición puedan

generar inestabilidad y poner en riesgo el futuro del país.

Esta estrategia la hemos podido ver claramente en los discursos del Partido Popular, en

los que hablan de una recuperación económica gracias al gobierno que se perderá si

algún otro partido llega al poder.

Por su parte, la estrategia del enfado/ira también sigue un proceso claramente definido,

que el profesor Valdez resume en siete pasos:

1. Se identifica qué es lo que molesta, enfada, enoja, fastidia, incomoda y genera

ira a los votantes.

2. Se priorizan los temas por orden de importancia.

3. Se articula la estrategia con base en los temas señalados por los ciudadanos,

ligándolos, con la filosofía, principios e historia del partido o candidato propio.

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4. Se implementa la estrategia, ligando a los opositores (historia, promesas

incumplidas…) como los causantes de los problemas, circunstancias o

situaciones que generan ira y enojo en la gente.

5. Se publicitan a través de todos los medios posibles sobre la urgencia de realizar

un cambio y se presenta como la única alternativa de llevarlo a cabo.

6. Se evalúa el efecto de la campaña en la conducta y comportamiento de los

votantes.

7. Se retroalimenta y, en caso necesario, se hacen los cambios o adecuaciones

requeridas.

Diversos autores contemporáneos afirman que el entramado político y económico de la

sociedad contemporánea occidental, es decir, las democracias capitalistas, se sostienen

gracias al empleo de un miedo difuso inducido en las clases trabajadoras. Estas políticas

del miedo sirven para beneficiar a las oligarquías privilegiadas, que utilizan a los

distintos gobiernos para mantener sus privilegios. Éstas se basan en doctrinas que

culpabilizan al individuo, haciéndole creer que es totalmente libre y que si no consigue

prosperar es por su propia incapacidad, de forma que le hacen sentirse responsable de su

falta de éxito. De esta forma se fomenta la resignación ante el dogma de que no hay otro

sistema posible como alternativa al actual. A través de estas políticas se busca inducir a

la gente a una servidumbre voluntaria, que representaría una de las características de lo

que el profesor De Sousa Santos definiría como fascismo social.

Así, a través de estos sentimientos se ha manipulado a las masas. Un claro ejemplo de la

estrategia del miedo, es su utilización tras los atentados del 11 de septiembre de 2001

por parte del gobierno de George W. Bush, quien canalizó el miedo para librar su

Guerra contra el terrorismo, y justificar así una serie de campañas militares que

supuestamente iban dirigidas a acabar con la amenaza terrorista, pero que

posteriormente quedaron demostradas como intereses más bien económicos, que poco o

nada tenían que ver con el discurso presentado por el expresidente de los EEUU. Su

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reelección se basó principalmente en mostrarse como el único candidato capaz de hacer

frente a la amenaza yihadista, lo que caló profundamente en los votantes

norteamericanos, que revalidaron su confianza en el mandatario republicano.

Obama, por su parte, utilizó la frustración de la juventud y el sentimiento de enfado o de

ira de las minorías hacia el partido republicano para llegar al poder, y es un claro

ejemplo de la estrategia de la ira, que suele utilizarse por los partidos excluidos del

poder que tratan de llegar a él.

Como decíamos antes, las emociones son fundamentales a la hora de acercarse al

electorado. Un buen ejemplo de ello fue Hugo Chávez, que se convirtió en un líder de

masas, dado que se dedicó principalmente a emocionar a sus seguidores, frente a la

oposición que trató de utilizar argumentos racionales para convencer a los votantes.

Fracaso tras fracaso, la oposición venezolana ha parecido aprender de la experiencia, y

ha transformado su discurso apelando en esta ocasión a las emociones. Por un lado

Henrique Capriles supo conectar con un sentimiento de esperanza cuando afirmó que

había “un camino”. Sin embargo, mucho más efectiva fue la estrategia de la ira llevada

a cabo por Leopoldo López, que utilizó el descontento de la población ante los serios

problemas que afrontaba su país para convertirse en el símbolo del cambio y así

conseguir que la MUD obtuviese la mayoría en las elecciones parlamentarias.

A su vez, las políticas de austeridad que se están llevando a cabo en los países de la

Unión Europea también han sido respaldadas por esa política del miedo, consiguiendo

de esta forma que la gente acepte renunciar a derechos que de otra forma no se hubiesen

podido tocar. Esto lo explica de forma bastante clara la periodista e investigadora

Naomi Klein en su libro “La Doctrina del Shock”, en el que muestra cómo se pueden

hacer reformas impopularesa través de impactos o “shocks” en la psicología social de la

gente, provocados a partir de desastres o contingencias.

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También podemos encontrar ejemplos actuales de la estrategia de la ira: en España el

caso más claro es el de Podemos. La alusión permanente a un “cambio” por parte de sus

dirigentes, el aglutinar al resto de fuerzas tradicionales como “casta” y presentarlos

como los principales culpables de las tribulaciones por las que está pasando el pueblo

español son un claro indicador de la puesta en marcha de esta estrategia.

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Metodología

A lo largo de la história se ha hecho referencia a la conexión entre la política y las

emociones. En la actualidad con lo avances en la tecnología estamos ante un nuevo

campo de análisis de la comunicación política el cual nos permite tener un conocimiento

completo de aquello que transmitimos.

Nuestro estudio se basa en un procedimiento de análisis de las emociones a través de un

Saas de reconocimiento facial proporcionado por la compañía Emotion Research Lab.

Dicho software nos ofrece un examen de las microexpresiones faciales, basándose en la

tesis de Paul Ekman que tuvo como resultado la universalización de las emociones

faciales como bien planteaba el biólogo C. Darwin. Ekman explayó un Sistema de

Codificación Facial de Acciones ( Facial Action Coding System, FACS) donde

determina seis principales emociones: felicidad, tristeza, enfado, desagrado, miedo y

sorpresa, añadiendo la neutralidad que nos aporta la ausencia de todas las emociones

anteriores.

Dentro de esta nueva era de la comunicación de la política, la ciudadanía y las

emociones podemos analizar a través de este sistema de Emotion Research Lab las

microexpresiones faciales de los distintos candidatos para saber realmente qué

emociones están sintiendo en determinado momento. De la misma forma, podemos

mostrar aquello que conecta emocionalmente con las personas candidatas de los

diferentes partidos políticos. El software emocional de la compañía realiza un

seguimiento de “facial coding” y “eye tracking” midiendo 169 micro músculos del

rostros, así pues da el resultado de una capturación de cinco frames por segundo de las

respuestas del subconsciente.

Esta tecnología mide la efectividad del mensaje que transmite cada candidato, con el fin

de identificar las declaraciones que resten credibilidad, es decir estudiar las

incongruencias entre lo verbalizado y lo que realmente el candidato siente. La

metodología que utilizamos se fundamenta en el análisis facial de los diferentes

candidatos donde exponen sus discursos en la pasada campaña electoral, extrayendo el

patrón emocional que son las seis emociones básicas de Ekman (felicidad, sorpresa,

enfado,desagrado, miedo y tristeza); y la combinación de las dos emociones de mayor

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grado da el resultado de la emoción secundaria durante el discurso, según las teorías de

Robert Plutchik. Los parámetros que provee dicha herramienta son la activación

emocional, el índice de compromiso, la confianza, el autocontrol y la seguridad.

Por ello, la activación emocional nos da el grado de excitación de la persona, es decir,

nos indica si el sujeto se siente estimulado en dicho momento dando como resultado una

activación positiva o negativa del patrón emocional. El compromiso son dice si hay

felicidad y sorpresa. En cuanto a la confianza, nos refleja la valencia, es decir si hay

emociones negativas nos indica que no hay confianza. El autocontrol se mide a través

del enfado, si hay más del 50% de emoción de enfado el sujeto no posee autocontrol. Y

la seguridad hace referencia al miedo, es decir, si supera el 50% de miedo nos muestra

un bajo grado de seguridad.

A través de esta aplicación de software hemos analizado los rostros de los principales

candidatos a la presidencia del gobierno de España para determinar, sin filtros

racionales, cuáles eran sus principales emociones a la hora de tratar de transmitir e

influir en el comportamiento de sus potenciales electores utilizando tanto la estrategia

de la ira como la estrategia del miedo. Para ello hemos tomado extractos pertenecientes

a debates o comparecencias de los distintos líderes en momentos en los que estaban

utilizando dichas estrategias, para comprobar si el mensaje se correspondía a su vez con

sus propias emociones.

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Ejemplos de investigación

A lo largo de la campaña electoral, y tras el 20­D, durante los pactos post­electorales

hemos podido ver en diferentes ocasiones la utilización de la campaña del miedo y de la

ira por parte de los principales partidos que competían por acceder al gobierno de

España. Los distintos candidatos han apelado a las emociones de sus potenciales

votantes, emociones que también han mostrado ellos mismos al emitir sus mensajes.

Como ya hemos expuesto anteriormente, la campaña de la ira suele ir dirigida a

desprestigiar al partido que está en el gobierno. Por ello, se denigra el trabajo realizado

por el partido en el gobierno, y a destacar los problemas que afronta la nación para así

culpabilizarlo de ellos y conseguir mermar el apoyo a dicho partido por parte de la

ciudadanía, presentando a su vez una alternativa a este, con el fin de conseguir lo que

se conoce como un trasvase de votos, de uno a otro partido.

La campaña del miedo, por su parte, suele dirigirse a partidos de la oposición, y suele

ser utilizado por los partidos que se encuentran en el poder, aunque si bien es cierto que

no es utilizado exclusivamente por éstos, como veremos a continuación. La estrategia

del miedo consiste en infundir temor en los votantes ante la posibilidad de perder los

logros obtenidos hasta la fecha o acabar con el status quo actual, e incluso apelando a la

posible destrucción de los valores actuales, lo que llevaría a la sociedad al caos. De esta

forma lo que se busca es evitar la fuga de votos a otros partidos que puedan disputarle el

electorado en diversas cuestiones.

Vamos a analizar en este caso la utilización de ambas campañas en los distintos

candidatos de los cuatro principales partidos de la actual escena política española, el

Partido Popular de Mariano Rajoy, el PSOE de Pedro Sánchez, Ciudadanos de Albert

Rivera, y Podemos de Pablo Iglesias.

En primer lugar hemos analizado el instante en el que Pedro Sánchez apelaba a la ira

para atacar al gobierno de Mariano Rajoy. A continuación, el discurso de Rivera contra

Podemos basándose en el miedo que puede inspirar la formación de Iglesias en cuanto a

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la cuestión soberanista catalana. Al líder de Podemos lo hemos analizado mientras

atacaba a los partidos que han conformado el llamado bipartidismo. Por último, hemos

analizado el rostro de Mariano Rajoy mientras utilizaba la estrategia del miedo frente al

secesionismo catalán.

Pedro Sánchez y la estrategia de la ira

En primer lugar, vamos a analizar a Pedro Sánchez, que ha utilizado constantemente la

estrategia de la ira a lo largo de la campaña electoral, principalmente a la hora de atacar

a su principal adversario, el Partido Popular.

Foto 1: Análisis de Pedro Sánchez.

Fuente: Elaboración Propia (Barómetro Político Emocional)

La imagen en cuestión ha sido extraída del debate a dos emitido en la televisión antes de

las elecciones generales, la cual nos refleja excitación y confianza pero no hay

compromiso ni seguridad.

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Pedro Sánchez utiliza la estrategia de la ira, y efectivamente podemos ver que esa es la

principal emoción que muestra llegando a sentir un enfado del 94.32%, es decir, está en

un estado de no tener autocontrol de la situación, con niveles que le llevan incluso al

odio. La frase que está pronunciando en ese momento es reveladora y consecuente con

las emociones que siente y que quiere transmitir a los espectadores: “Porque el

presidente del gobierno, señor Rajoy, tiene que ser una persona decente. Y usted no lo

es”.

Sánchez está hablando de la supuesta indecencia del presidente Rajoy. Evidentemente

su acusación está estrechamente vinculada a los casos de corrupción que asedian al

Partido Popular, y que Sánchez utiliza para desprestigiar la labor del partido en el

gobierno. Sabe que la corrupción es, tras el paro, la principal preocupación de los

españoles, y canaliza ese descontento ciudadano para atacar a su contrincante político, a

quien responsabiliza de ese mal que, por otra parte, también afecta a su partido. Sin

embargo, de esta forma aleja el foco de atención de sí mismo para responsabilizar al

propio presidente del gobierno de la corrupción sistémica que padecemos actualmente.

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Albert Rivera y la estrategia del miedo

A continuación vamos a analizar a Albert Rivera, el cual ha utilizado la estrategia de la

ira contra el Partido Popular, pero que también ha utilizado la campaña del miedo, como

analizamos a continuación:

Foto 2: Análisis de Albert Rivera

Fuente: Elaboración propia (Barómetro Político Emocional)

El líder de Ciudadanos ha jugado distintas campañas dependiendo de la temática. Ha

centrado su discurso a desprestigiar el bipartidismo, en el que ha utilizado la estrategia

de la ira, especialmente aludiendo a la falta de transparencia y a la corrupción de los

partidos tradicionales, pero también ha atacado duramente al otro principal partido

emergente, Podemos, sobre todo en cuestiones relacionadas con la cuestión soberanista

catalana, apelando en esta ocasión a la estrategia del miedo. Hay que recordar, que

Ciudadanos nació como un partido autonomista, principalmente con el objetivo de

frenar el avance de los partidos de carácter nacionalista o independentista catalanes, lo

cual explica su insistencia en dicho tema. En estos casos, su posición era claramente

defensora del status quo actual, y por ello ha empleado la estrategia del miedo. Ha sido

su principal baza para atacar a Podemos, ya que no podía emplear la estrategia de la ira

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con un adversario que no ha gobernado lo suficiente como para poder achacarle malos

resultados, corrupción o gestión deficiente.

En la imagen podemos ver una activación muy alta, con un grado de confianza bajo,

además el sentimiento de Miedo muy alto, un 96,07% mientras pronuncia la siguiente

frase: “Eso no quita que yo no esté de acuerdo con el referéndum separatista que

propone Podemos”. Esto significa que tiene un bajo nivel de seguridad pero sí que

posee un autocontrol de la situación. Sin embargo, no refleja compromiso dado que su

sorpresa es muy inferior y la felicidad en nula.

Como hemos comentado líneas arriba, Rivera está apelando al sentimiento de miedo de

los españoles frente a las aspiraciones separatistas en Cataluña. Él mismo lo siente, y lo

utiliza para desprestigiar a Podemos, haciendo ver al partido de Iglesias como un

peligro, e incluso como un enemigo para la unidad e integridad de España, mostrándose

a sí mismo y a su partido como un garante de la permanencia de Cataluña dentro del

Estado español.

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Pablo Iglesias y la estrategia de la ira

Por su parte, el número uno de las listas de Podemos es el máximo exponente que

tenemos actualmente de la utilización del discurso de la ira. Podemos nació

precisamente de ese sentimiento, que ya se podía percibir en la ciudadanía a través de

movimientos como el 15­M en el que expresaban su indignación. Esa indignación frente

a los principales partidos del sistema bipartidista es la que ha utilizado Podemos a lo

largo de la campaña electoral para desprestigiar a sus principales adversarios políticos,

tanto Partido Popular, como Partido Socialista.

Foto 3: Análisis de Pablo Iglesias.

Fuente: Elaboración propia (Barómetro Político Emocional)

Nos muestra un grado alto de activación con un nulo compromiso. Podemos ver a un

Pablo Iglesias visiblemente enfadado donde no tiene autocontrol ni confianza ni

seguridad, y que apela al sentimiento de ira de la gente, mientras se expresa de la

siguiente manera: “Ha nacido una nueva España, una España que pone fin al sistema

político del turno”. Su ataque es directo, no sólo al partido del gobierno, sino también

hacia el PSOE.

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En realidad es una ofensiva al sistema de turno bipartidista que se ha ido manifestando

en la democracia española durante los últimos casi 40 años. Su disputa se centra en los

partidos que principalmente han tenido un mayor acceso al poder, y pretende con ello,

culpabilizarles de la actual situación de crisis que atraviesa el país, presentándose a sí

mismo como la solución para acabar con esos problemas, que insiste en que han sido

causados por aquellos que han manejado el poder hasta la fecha.

El uso de la estrategia de la ira no implica exclusivamente achacar los problemas a

aquellos que ostentan el poder, o sacar a relucir sus trapos sucios, sino que se ha de

mostrar una alternativa esperanzadora, como en este caso utiliza Iglesias al decir que

“ha nacido una nueva España”. Esa “nueva España” no es otra que la que él representa,

y de ésta forma crea un discurso en el que nos encontramos con la dicotomía de lo

“viejo” frente a lo “nuevo”. Lo viejo, que representa la corrupción, el turnismo, la

precariedad laboral, el paro o las políticas de austeridad. Lo nuevo es la esperanza de

cambio, de la mejora de la situación a nivel económico y social, la transparencia y la

responsabilidad política.

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Mariano Rajoy y la estrategia del miedo

Por último analizamos el discurso del líder del Partido Popular, el cual ha empleado

principalmente a lo largo de su discurso la estrategia del miedo, como es propio de

aquellos políticos que se encuentran en el poder.

Foto 4: Análisis de Mariano Rajoy.

Fuente: Elaboración Propia (Barómetro Político Emocional)

Como podemos ver la activación es muy alta con un inexistente compromiso y

confianza, y tiene un nivel muy bajo de autocontrol.

Resaltamos la inseguridad que nos transmite debido a que tiene un nivel alto de miedo,

ya que es la emoción predominante de Rajoy, llegando a un 97,89%, mientras pronuncia

la siguiente frase: “La unidad de todos los españoles, sean quienes sean, hayan nacido

donde hayan nacido, y vivan donde vivan”. Rajoy está compareciendo debido a la

situación que atraviesa actualmente Cataluña, con un Parlament gobernado por mayoría

por las fuerzas soberanistas. Rajoy apela a la unidad de España, pero a través de un

discurso del miedo. La estrategia es sencilla: apela al sentimiento de muchos españoles

ante la idea de que se rompa la unidad de España, y se presenta como el único garante

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para que eso no ocurra. Este es un tema recurrente en el discurso de los distintos

partidos en el gobierno, que han utilizado en muy diversas ocasiones el separatismo,

tanto catalán como vasco, para provocar miedo a los potenciales votantes, de forma que

crean que deben votarles para evitar esa situación. De forma indirecta está atacando a

los principales partidos de la oposición al presentarse como única opción ante la

eventual división de España, aludiendo a la incapacidad e incluso presunta complicidad

de sus adversarios políticos en esta cuestión.

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Conclusiones

Por todo ello, los debate políticos son de gran importancia debido a su impacto

emocional en la ciudadanía, pudiendo modificar e influir en el resultado electoral.

Tras el análisis de los cuatro casos expuestos, podemos concluir que efectivamente, la

utilización de las distintas estrategias emocionales está estrechamente relacionado con

las emociones del propio sujeto que las emplea. De esta forma, su mensaje adquiere

mucha más fuerza, lo cual permite influir de decisivamente en los potenciales electores.

La política basada en las estrategias del miedo y de la ira, es puramente emocional, y

por ello requiere de una implicación de los actores políticos en ese ámbito. Para poder

emplear de forma eficaz las distintas estrategias, los políticos deben sentir

subjetivamente aquello que pretenden comunicar. De esta forma, vemos cómo la

política se aleja de lo racional, de buscar soluciones concretas a los diversos problemas

de la sociedad, para acercarse más a un discurso de las emociones, en el que cuenta más

la forma que el fondo. Todos los sujetos estudiados en esta investigación nos han

mostrado que exteriorizan emociones negativas, que en palabras del sociólogo Kemper

expresan a través de ellas poder, es decir, un dominio hacia la población.

En resumidas cuentas si analizamos los parámetros de los cuatro candidatos

conjuntamente con las dos estrategias nos muestran un alto nivel de activación y un

nulo compromiso. En cambio se determina una diferencia entre quien emplea la

campaña de la ira y la del miedo. Así pues, los candidatos que utilizan la campaña de la

ira coinciden con un alto nivel de no tener autocontrol, es decir, tienen más de un 90%

en enfado pero una alta seguridad, ya que muestran menos del 5% en miedo. Por

contra, quienes desempeñan la campaña del miedo concurren en tener un alto nivel de

baja seguridad, dado que muestran tener un porcentaje superior al 95% de miedo. Sin

embargo muestran tener un autocontrol de la situación, reflejado a través de un nivel del

menos del 1% de enfado.

Bien es sabido, que los gestos, el vestuario, o la apariencia en general de los políticos

influye positiva o negativamente en la opinión que les pueda merecer a los potenciales

electores. En este caso podemos comprobar cómo las emociones influyen más en el

comportamiento de los votantes que el contenido racional de los discursos políticos, lo

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que concuerda con la visión deHochschild, quien considera que es imprescindible tener

en cuenta las emociones en el análisis sociológico.

Tras el análisis de las microexpresiones faciales a través del software de Emotion

Research Lab, hemos podido comprobar que no se trata exclusivamente de hacer un

discurso apelando a las emociones de miedo o ira, sino que los propios políticos no son

ajenos tampoco a la influencia de estas emociones, que sienten ellos mismos en el

momento en el que utilizan la estrategia del miedo o de la ira. De esto podemos concluir

que al apelar a los sentimientos para influenciar en los ciudadanos, los propios políticos

también son sugestionados por el propio mensaje que transmiten a la opinión pública, lo

que les sirve para defender su postura no solo desde un plano racional, sino también

emocional.

Por consiguiente, creemos que es vital poder tener un perfil de liderazgo emocional

completo el cual se tenga en cuenta tanto la oratoria, ya que permite mostrar una

credibilidad y coherencia en el discurso, y percepción emocional de la persona

candidata que se transmite a la ciudadanía para establecer una buena campaña política y

conectar en lo mayor posible con la sociedad. De esta forma, el software de facial

coding empleado puede ser una herramienta eficaz para el análisis sociológico, que

permite al político evaluar sus intervenciones no sólo en el plano estético o

comunicativo, sino también en el plano emocional, para así mejorar su conexión con

sus potenciales votantes.

En síntesis, creemos que la sociología debe de nutrirse de las tecnologías vigentes en el

siglo XXI con el fin de llegar a un análisis más amplio. De la misma forma se debe de

profundizar en la sociología de las emociones y combinarlo con nuevos campos de

estudio de disciplinas de las ciencias sociales.

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