la política / por aristóteles ; traducción de pedro simón abril

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E.N.R. LA POLITICA por ARISTOTELES Traducción de PEDRO SIMON ABRIL EDICIONES NUESTRA RAZA MADRID

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E.N.R.

LA POLITICApor

ARISTOTELES

Traducción de

PEDRO SIMON ABRIL

EDICIONES NUESTRA RAZA

MADRID

PROLOGO

Aristóteles nació en Stagira, en el año384 a. J. C. Su padre, Nicomaco, médico deAmintas II, rey de Macedonia, murió cuan-do su hijo contaba pocos años de edad, que-dando el niño bajo la tutela de Proxenes, deAtarnes, en el Asia Menor. A los diez ysiete años fué Aristóteles a estudiar a Ate-nas; tres años después comenzó a seguir lasenseñanzas de Platón, y no dejó la Acade-mia hasta el fallecimiento del citado filóso-fo. En el año 348 regresó a Atarnes, e hizoamistad con el tirano Hermias, con una hijadel cual se casó. Tres años después fué Her-mias asesinado, y Aristóteles se refugió enla isla de Lesbos. Filipo, rey de Macedonia.le llamó a su corte y le confió la educaciónde Alejandro. Cuando Alejandro subió alTrono, Aristóteles pasó a Atenas, dondeabrió una escuela de Filosofía en el gim-nasio llamado Liceo. Muerto Alejandro,en 323, el filósofo se vió obligado a mar-char de Atenas para escapar de una acusa-ción de impiedad, y se marchó a Calcis, enEubea, donde murió a fines del año siguien-te, a los sesenta y dos años de edad,

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Los escasos fragmentos que se conservande las poesías de Aristóteles nos autoriza-rían a considerarle como uno de los prime-ros poetas de su tiempo, si el genio filosóficono hubiese hecho olvidar los demás títulosque su nombre tiene para la inmortalidad.

A imitación de su maestro, Platón, escri-bió diálogos, de los que se conservan losnombres del Eudemo y el Gryllus.

Más tarde abandonó la forma dialogaday compuso tratados populares, que, segúnQuintiliano, se distinguían por la brillantezy la elegancia de su estilo.

Entre las obras mayores de Aristótelesdebemos mencionar, en primer término, LaPolítica, compuesta, según parece, hacia elaño 344, en Mitilene. En este tratado, elautor desdeña toda clase de brillantes futili-dades para imponerse al lector con la únicafuerza de los razonamientos, sin más atrac-tivo que la verdad. Su forma es ya de unaseveridad escolástica; pero la naturaleza delasunto obliga al autor a cada instante a apar-tarse del tono severo y a esclarecer la discusión con ejemplos históricos y apuntes decostumbres o de caracteres. La Política sedirigía a los gobernantes y a los pensadoresde todos los países y todas las escuelas.

Las otras obras mayores de nuestro autorparecen haber sido escritas para uso de losdiscípulos del Liceo. Son éstas los famosostratados acroáticos o acroamáticos, cuyomismo nombre indica a lo que se destinaban,pues la palabra «polka. significa lección.Tales son, por ejemplo, la Física, la Metafi-

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sita y los tratados de lógica que forman elOrganon. La misma Retórica requería a ve-ces los comentarios del maestro. La Poéticaes un informe retazo de una obra perdida,o acaso el esbozo de un libro inacabado.

En los tratados acroamáticos, y entre aquelinextricable dédalo de distinciones. defini-ciones y sigolismos, encontramos a veces co-sas más humanas, tras las que se vislumbraal Aristóteles platónico.

Sin embargo, en ellas tropezamos a cadainstante con pasajes difíciles, escabrosos,ininteligibles a veces, y otras susceptibles dediez interpretaciones diversas, lo cual haceque La Política, donde tales defectos noabundan, sea la más humana., la más perfec-ta y la más asequible, para los lectores mo-dernos, de las obras del inmortal pensador.,

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CAPITULO PRIMERO

Si observamos que toda ciudad es unacierta compañía, y que toda compañía seajusta por causa de algún bien—porque to-dos hacen las cosas por parecerles buenas—,claramente se echa de ver que todas suscompañías pretenden algún bien, y muy se-ñaladamente aquélla, que es la más princi-pal de todas, y que comprende en sí todas lasdemás compañías, habrá de pretender el bienmás principal de todos. Esta es, pues, laciudad y la compañía civil. Aquellos, pues,que opinan que todos los hombres son ap-tos para regir una ciudad o un reino, lomismo que para una familia, no lo entien-den bien. Porque piensan que estos meneste-res no difieren en especie, sino sólo en regira muchos o a pocos. Si mandare a unoscuantos, dicen que es señor ; si a más, padrede familia, y si a muchos más, gobernadorde república o rey. Cierto que es rey cuan-do rige a su albedrío ; pero cuando gobiernaconforme a las razones de la ciencia y enparte rige y en parte es regido, dicen que esgobernador de república. Todo esto no suce-do e» la realidad, rozno lo entenderán fácil-

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mente los que sigan nuestras observaciones.Porque, así como en todas las cuestiones con-viene que lo que está compuesto se resuelvahasta en sus menores principios—porque és-tos son las menores partes de cualquier co-sa—, así también, resolviendo la ciudad enlas cosas de que está compuesta, y conside-rando sus principios, entendemos mejor loque a estas cosas toca, en qué difieren entresí, y si en cada uno de los elementos puedehallarse algo que pueda por ciencia y arteser regulado.

El que considerare las cosas hechas des-de su principio, así en esta materia corno enlas demás, podrá entenderlas bien de estamanera. Ante todo, conviene reunir aquelloselementos que no pueden subsistir indepen-dientes, como son el macho y la hembra paraconseguir la prole ; lo cual no es en ellos cosavoluntaria, sino que les es natural, así comoa los demás animales y plantas el apetecerla descendencia. Entre éstos, pues, para suconservación, hay uno que gobierna y otroque el gobernado. Porque aquel que con suentendimiento puede prevenir las cosas, na-turalmente es el señor y tiene el gobierno yregimiento. La hembra y el siervo difierenpor naturaleza, pues ésta no hace nada quese asemeje al cuchillo que fabrican en Del-fos los espaderos y que utilizan los pobrespara varios usos, sino que para cada' cosa.hace otra ; porque, de este modo; cada ins-trumento tendrá su perfección, sirviendo, nopara muchas obras, ,sino, para una sola. Mas,sn_tierra de bárjmroa, las mujeres, y los sier-

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vos tienen un mismo grado de honra y dig-nidad. Y la causa de esto consiste en que,entre ellos, no hay quien naturalmente go-bierne, sino que la compañía de ellos es desiervo y sierva. Por esto dicen los poetas,con sobrada razón, que los griegos sean se-ñores de los bárbaros ; casi dando a enten-der que es lo mismo bárbaro que siervo.

De estas dos compañías se compone la fa-milia. Así, dijo muy bien Hesíodo :

Lo primero que adquieras, sea la casa ;después mujer, y buey de agricultura.

Porque el pobre buey le sirve en lugar desiervo. La compañía, pues, que para los con-tinuos usos se junta es la casa ; y éstos sonlos que llamó Carondas : «criados con unmismo mantenimiento». Y Epiménides deCreta dice : «que gozan de un mismo fuego».

Pero la primera compañía, que, se compo-ne de muchas casas—y no para los usos co-tidianos—, es el barrio, el cual parece comocolonia o población de la casa. Y así, algu-nos los designan con el nombre de omoga-lagtas, que quiere decir criados con una mis-ma leche, pues son los hijos y los hijos desus hijos.

Por esto, antiguamente, las ciudades eranregidas por reyes, y hoy día las naciones,porque procedían de gentes regidas por re-yes. Porque toda familia es regida por elmás anciano, y por la misma razón la colo-nia o nueva población por ley de parentesco.Esto mismo lo confirma Hornero

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úada cual a sus hijos y consorterige, y les pone leyes convenientes.

Porque antiguamente vivían esparcidos deesta manera. Y también por esta misma ra-zón dicen que los dioses son regidos por unrey ; porque los hombres antiguamente, yaún hoy día, se atribulan a sí mismos la„for-ma y rostro de los dioses, como también susvidas.

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CAPITULO II

Mas la compañía que se compone de mu-chos barrios es la ciudad, la cual, hablandosumariamente, es para sí perfecta y bastan-temente suficiente, y se juntó por fin del vi-vir con • mayor comodidad. Por esto, todaciudad es compañia natural, pues lo son loselementos de que se compone. De aquí se co-lige claramente que la ciudad es una de lascosas más naturales, y que el hombre, por sunaturaleza, es animal político o civil, y queel que no vive en la ciudad, esto es, errantey sin ley, o es mal hombre o es más que hom-bre, como aquel a quien vitupera Hornerocon estas palabras :

Hombre sin ley, sin suerte, sin morada.

Porque el que tal es, junto con esto de sunatural es hombre amigo de guerra, comohombre que a ningún yugo está sujeto, sinosuelto como gavilán. Por esto consta ser elhombre animal político o civil muy más deveras que las abejas, ni que ningún otro ani-mal que va junto en manadas ; porque, comoya está dicho, la Naturaleza ninguna cosa

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hace innecesaria, y, entre todos los animales,sólo el hombre tiene uso de razón y de len-guaje. Porque la voz es indicio de la penao deleite que se siente, y así, otros animalestienen uso de ella, porque la naturaleza delos mismos hasta esto se extiende, que es te-ner sentimiento de lo que da pena o deleite,y dar señales de ello unos a otros. Mas elLenguaje es para demostrar lo que es prove-choso y lo que es perjudicial, y, por la mis-ma razón, lo que es justo e injusto. Porqueesto es peculiar de los hombres y distinto delos demás animales, que sólo ellos tienen no-ticia y sentimiento de lo que es bueno y delo que es malo, de lo que es justo y de lo quees injusto, y de las demás cosas semejantes.

Y lo que hace la familia y la ciudad es laconfederación de cosas semejantes ; por loque debe considerarse a la ciudad como an-terior a la familia y aun a cada uno de nos-otros, pues el todo necesario es primero quecada una de sus partes, ya que si todo nues-tro cuerpo se destruye, no quedará pie, nimano, sino solamente cuanto a la comuni-dad del vocablo. Porque cada cosa se dis-tingue por su propia obra o facultad, de ma-nera que pues no tienen ya el mismo oficioo facultad, no se ha de decir que son lasmismas partes sino en cuanto a la ambigüe-dad del nombre.

Consta, pues, que la. ciudad es cosa queconsiste en natura, y que es primero que nin-guno de nosotros. Porque si cada uno vi-viera solitario no podría bastarse a sí mis-mo ; será, comparado con la ciudad, de la

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misma manera que las partes con el todo.Pero aquel que en ninguna cosa puede hacercompañía, o el que por ser para si mismo su-ficiente no tiene necesidad de cosa alguna,ninguna parte es de la ciudad ; de maneraque, o será bestia o será Dios.

Todos los hombres, pues, tienen natural-mente este deseo de vivir en semejante com-pañía. Y el primero que la juntó fué autorde los mayores y mejores bienes. Porque asícomo el hombre, puesto en su perfecta natu-raleza, es el mejor de todos los animales, asítambién, apartado de la ley y de la justicia,es el peor de todos ; porque no hay cosa tanterrible corno un hombre injusto con armasy poder. Pero el hombre, puesto en poder yseñorío, modérase con la prudencia y la vir-tud, aunque puede hacer también un uso con-trario. Por esto, este tal es un hombre sinDios y muy cruel, si no está adornado devirtud, y es el más perdido de todos en loque toca a los carnales deleites y al comer.Pero la justicia es una cosa política o civil ;porque no es otra cosa sino regla y orden dela compañía civil, y este juicio es la determi-nación de lo que es justo.

CAPITULO III

Habiendo dicho de qué partes se compo-ne la ciudad, no es forzoso tratar primerode la Economía o regimiento de familias,pues cualquiera ciudad está compuesta de fa-milias.

Las partes de la Economía son aquellasde que la familia se compone ; la cual, si esperfecta, consta de siervos y de libres. Pero,pues entre las últimas cosas habremos de in-quirir las que son primeras, y si las prime-ras y últimas partes de la casa son el señory el siervo, el marido y la mujer, el padrey los hijos, tendremos que tratar de estastres cosas y lo que cada una de ellas debeser.

Estas son : la disciplina señoril, la conyu-gal—porque el ayuntamiento del macho conla hembra no tiene propio nombre—, y latercera, la paternal, que tampoco tiene nom-bre propio en la lengua griega.

Sean, pues, estas tres las que hemos di-cho. Pero hay otra parte cierta, que a mu-chos les parece ser la misma Economía en-tera, y a otros la más principal parte queella tiene, digo la que se llama arte de ad-

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quirir, de la cual también habremos de con-siderar su trascendencia.

Tratemos, pues, primeramente del señor ydel siervo, para que entendamos lo que ha-bremos menester para el uso necesario, y sipodemos hallar alguna cosa para entenderesta materia más apropiada que lo que has-ta ahora habremos dicho. Porque a unos lesparece que la señoril disciplina es ciencia yque todo es uno : la disciplina de regir lacasa y la de regir siervos, y la de adminis-trar la república, la misma que la de regirun reino, como ya dijimos al principio. Otroshay que tienen por opinión que el señorear escosa fuera de la Naturaleza, porque la ley esla que ordena que éste sea siervo y el otrosea libre ; pero que, cuanto a lo natural, nodifieren en nada, y que por esto no es cosajusta la servidumbre, pues es cosa forzosa yviolenta. Pero, pues la posesión o alhaja esparte de la familia, y el arte de poseer esparte de la Economía—porque sin las cosasnecesarias ni se puede vivir, ni bien vivir—,de la misma manera que en las vulgares ar-tes de necesidad ha de haber los propios ins-trumentos, si ha de darse a la obra su re-mate y perfección, de la misma manera tam-bién es en lo que toca a la Economía. Losinstrumentos, pues, unos son animados, yotros, cosas muertas y sin vida. Como al pi-loto le es el timón instrumento muerto ; peroal que rige la proa de la nave le sirve de ins-trumento vivo. Porque en las artes el minis-tro tiénese en cuenta de instrumento, de lamisma manera la posesión es el instrumento

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de la vida, ni es otra cosa la posesión queabundancia de instrumentos. El siervo, pues,es una alhaja viva, y todo ministro es comoinstrumento que precede a 'todos los otrosinstrumentos. Porque si cada instrumentopudiera, cuando lo llamaron o cuando sintie-ra que convenía, hacer lo que a él le tocabapor sí mismo—como dicen que lo hacían los,instrumentos de Dédalo o las ollas de trespies de Vulcano, las cuales dice el poeta quesin llamarlas ninguno salieron de suyo a ladivina contienda—, así también si los peinespor sí mismos tejiesen, y la pluma por símisma tocase la cítara, ni los oficiales ten-drían necesidad de ministros, ni los señoresde siervos. Estos instrumentos, pues, que de-cimos son instrumentos de hacer ; pero la po-sesión o alhaja, es instrumento de obrar. Por-que del peine de tejer procede alguna cosafuera del uso del tal peine ; pero del vestidoo de la cama sólo el .uso se pretende. Demásde esto, pues, el hacer y el obrar son cosasdiferentes en especie, y lo uno y lo otro tie-nen necesidad de instrumentos ; por }a mis-ma razón habrá entre los instrumentos lamisma diferencia. El vivir, pues, es obrar,pero no hacer, y por esto el siervo es mi-nistro de las cosas que pertenecen al obrar.De aquí se colige claramente cuál es la natu-raleza y facultad del siervo. Porque aquel quees hombre, y naturalmente no es suyo mismo,sino de otro, este tal es naturalmente siervo.Pero si hay alguno que de su naturaleza, seatal, o si no lo hay, y si a alguno le es mejory cosa justa el servir, o si no, y si toda ser-

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vidumbre es cosa fuera de naturaleza, másadelante lo disputaremos. Aunque no es cosadificultosa entender esto por razón y verlopor la experiencia de las cosas que suceden.Porque el regir y el ser regidos no solamen-te es cosa que la necesidad lo requiere, sinotambién cosa conveniente ; y ya desde el na-

, cimiento de cada uno salen unos para sermandados y otros para mandar, y aun haymuchas diferencias entre los que mandan ytambién entre los que son mandados ; y siem-pre es mejor el gobierno de los mejores re-gidos, como mejor es gobernar hombresque gobernar bestias. Porque siempre es me-jor obra la que se realiza por los que sonmejores, y donde uno rige y otro es regido,cada uno tiene su propio oficio, y así, en to-das aquellas cosas que se componen de otrasmuchas, entre las cuales hay alguna comuni-dad, ora sean continuadas, ora interpoladas,parece que hay alguna que mande y rija, yotra que sea regida y gobernada.

Lo dicho puede referirse de todas las co-sas animadas, de cualquier naturaleza quesean, teniendo en cuenta que las cosas quecarecen de vida también presentan su ma-nera especial de señorío y de armonía, aun-que el tratar de esto cae fuera de nuestraconsideración.

El animal está compuesto de cuerpo y al-ma, de los cuales elementos el alma señoreanaturalmente, y el cuerpo es el sujeto, de-biendo considerar que esto suceda en los:que tienen su naturaleza dispuesta conformeal buen concierto natural, y no en los que la

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tienen estragada. Porque en los perversos operversamente dispuestos, muchas veces pa-recerá que el cuerpo rige al alma, por estarmal ordenados y fuera de su natural dispo-sición. En el animal, pues, primeramente,como decimos, se echa de ver el señoril go-bierno y el civil. Porque el alma sobre elcuerpo tiene mando de señor, y el entendi-miento sobre los afectos, de gobernador yrey ; en los cuales claramente se muestra serconforme a naturaleza y utilidad que el cuer-po sea regido por el alma, y la parte que essujeta a los afectos, por el entendimiento ypor la parte que alcanza uso de razón.

Pero el querer mandar por igual, o al con-trario, es perjudicial a unos y otros. Lo mis-mo se observa en el hombre, si se le compa-ra con los demás animales, porque los ani-males mansos naturalmente son mejores quelos fieros, y a los unos y a los otros les esmejor ser regidos por el hombre, porque deesta manera se libran de peligros. Asimis-mo, el macho, comparado con la hembra, esel más principal, y ella inferior ; y él es elque rige, y ella, la que obedece. Pues de lamisma manera se ha de hacer de necesidadentre todos los hombres.

Aquellos que entre sí difieren tanto comoel alma del cuerpo o como el hombre de labestia están dispuestos de la manera refe-rida, y todos aquellos cuya propia obra es eluso corporal—que es el mejor que puedenhacer—estos tales son naturalmente siervos,para los cuales les conviene •más ser gober-

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nados por semejante señorío, pues lo es tam-bién en los cosas que están dichas.

Todo aquel que puede ser de otro, es na-turalmente siervo, y por esto se dice ser deotro el que hasta tanto alcanza razón quepueda percibirla, mas no la tiene en sí. Por-que los demás animales sirven no percibien-do las cosas por uso de razón, sino por losafectos, aunque el servicio de unos y otrosdifiere poco ; pues los unos y los otros no va-len en las cosas para el cuerpo necesarias,esto es, los siervos y los animales domésti-cos y mansos.

Aun la Naturaleza parece que quiere ha-cer los cuerpos de los libres diferentes delos de los siervos, pues hace los cuerpos delos siervos robustos para el servicio nece-sario, y los de los libres, derechos e inúti-les para obras semejantes, pero aptos parala vida civil y su gobierno, el cual está endos tiempos repartido : en tiempo de paz yen los menesteres y usos de la guerra.

Algunas veces suele acontecer al revésque unos tengan los cuerpos de hombres li-bres, y otros los ánimos. Esto, pues, constaclaramente : que si en sólo lo que al cuerpotoca hubiese tanta diferencia como hay en-tre nuestros cuerpos 'y las imágenes de losdioses, todos los demás juzgarían ser los ta-les merecedores de que todos los sirviesen.Y si esto es verdad en lo que se refiere alcuerpo, con mayor razón lo ha de ser res-pecto al alma, debiendo existir diferencianotoria. Sino que no se entiende con tanta

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facilidad la hermosura del alma como la delcuerpo.

Conste, pues, que naturalmente hay algu-nos hombres libres y otros siervos, a loscuales les conviene más servir y es justo quesirvan.

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CAPITULO IV

Aunque algunos afirman lo contrario, bienfácilmente puede demostrarse que no tienenrazón. Porque el servir y el siervo se dicede dos maneras : uno hay que es siervo con-forme a la ley—siendo la leyle conformidad oconsentimiento—, por lo cual dicen que losque son por guerra vencidos vienen a ser delos vencedores. Aunque la justicia de estehedao es reprendida por muchos de los quetratan de leyes, pareciéndoles cosa fuerte quesea el más poderoso el que sojuzgue al dé-bil. Pero la causa de esta cuestión, y lo quehace titubear a las razones es que en algunamanera la virtud, cuando viene a tener elseñorío, puede muy de veras forzar, y cual-quiera que vence a otro siempre es por ha-cerle ventaja en alguna manera de bien, demanera que parece que la fuerza no se hacesin alguna manera de virtud ; y que lacuestión nunca es sino acerca de la jus-ticia ; y por esto a unos les parece que lojusto consiste en una buena voluntad, y aotros, que es lo justo que sea señor el quemás puede. Y pues estas razones son tan di-ferentes unas de otras, las razones que dicen

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que lo más excelente en virtud no es bienque mande y gobierne, ninguna fuerza ten-drán, ni persuasión alguna. Pero algunos,abrazando fuertemente cierta manera de jus-ticia, según su parecer—porque la ley es cier-ta manera de justicia—, afirman que la ser-vidumbre por orden de guerra es cosa justa,y juntamente dicen que no lo es, porque pue-de ser que el principio de las guerras sea in-justo. En fin, ninguno dirá que el que esindigno de estar en servidumbre, en algunamanera sea siervo. Porque si así no fuese,acontecería que los que parecen ser más ge-nerosos fuesen siervos, y aun hijos de sier-vos, si aconteciese después de cautivos ven-derlos. Por esto, a los tales no pretendenllamarles siervos, sino a los bárbaros ; ycuando esto dijeren no inquieren otro, sinolo que de su naturaleza es siervo, como di-jimos al principio.

Por necesidad habremos de confesar quehay algunos que, adondequiera que vayan,son gente servil, y otros, en ninguna parte.De la misma manera habremos de juzgar dela nobleza del linaje. Porque a éstos, nosolamente en su propia tierra, pero aun don-dequiera que vayan, los tienen por gentebien nacida ; pero a los bárbaros, en su tie-rra solamente ; casi dando a entender quehay algunos absolutamente v de suyo noblesen linaje e hidalgos, y otros no absoluta-mente, como dice aquella Helena de Teo-dectes

Ninguno pienso habrá tan mal mirado,que sierva llame a la que sus abuelos

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del uno y otro sexo hubo alcanzadode raíz, descendientes de los cielos.

Cuando se dicen 'rosas semejantes, consola la virtud y el vicio distinguen al sier-vo del hidalgo, y también los claros y lososcuros en linaje. Porque se pretende que,así como de los hombres se producen hom-bres, y de las fieras, fieras, así también delos buenos han de proceder los hijos buenos.Y la Naturaleza pretende hacerlo así, demodo cierto ; pero muchas veces no puedesalir con su propósito. Consta, pues, queesta cuestión tiene alguna razón para dudarde ella, y que hay algunos que de suyo songente servil, y otros hidalgos ; estando estode tal modo repartido, que al uno le cumpleel servir y al otro el mandar, y el hacerlo deestá manera es cosa justa y conveniente paraque uno mande y otro obedezca en aquelgénero de gobierno para el que fueren aptosrespectivamente. Por la misma razón, en elgobierno señoril, lo que mal se hace, a unoy a otro le es perjudicial, y lo que convie-ne al todo conviene a la parte, lo mismo alcuerpo que al alma ; pues el siervo es unaparte del señor, como una cosa animada desu cuerpo, pero apartada de él. Por estohay entre el siervo y el señor, cuando sontales por naturaleza, cierta comunicaciónde provecho y también cierta amistad ; perocuando por naturaleza no son tales, sinopor ley y forzados por violencia, ocurre locontrario. De aquí también se colige queno es la misma disciplina la de ser señor

28 ARISTÓTELES

y la de gobernar República, ni ningún otrogénero de señorío es lo mismo, como algu-nos dicen ; porque la disciplina de Repú-blica es el arte de gobernar gente natural-mente libre ; pero la del señor es arte deregir gente sierva, y la disciplina de la Eco-nomía .es monarquía, porque toda familiaes regida por un señor, mientras que la dis-ciplina de la República es gobierno de gentelibre y de igualdad.

El ser señor no se dice conforme a ciencia,sino por tener dominio y señorío, y de lamisma manera ha de entenderse el ser sier-vo y el ser libre. Por lo mismo ha de haberdisciplina señoril y también servil. La dis-ciplina servil es como aquella que enseña-ba uno en Siracusa de Sicilia, adoctrinan-do a los criados las diversas maneras de ser-vicios y percibiendo emolumentos por sulabor.

Las artes, cuando son de este jaez, todasson artes serviles ; pero la ciencia señorilconsiste en saberse servir bien de los cria-dos. Porque el ser uno señor no consiste enposeer los siervos, sino en saberse servir deellos. Esta ciencia, pues, no contiene en síninguna cosa ilustre ni de fama, porque lomismo que el siervo ha de saber hacer, esomismo ha de saber mandarle el señor quelo haga. Por esto, os que están tan sobra-dos, que no les es forzado administrar suscosas por sí mismos, tienen ya su mayor-domo, que tenga cargo de aquéllas ; mien-tras los señores se ocupan de la Repúblicao en los graves estudios de la Filosofía.

CAPITULO Y

Pero la ciencia de adquirir es diferentede todo lo indicado, a manera de un artejusto de hacer la guerra o de cazar.

Ahora consideraremos generalmente laposesión y el arte de adquirir, y esto por elorden que nos habíamos propuesto ; pues de-cíamos que el siervo es una parte de la ha-cienda.

Primeramente, pues, podría dudar algunosi el arte de adquirir es una misma cosa quela Economía, o si es parte de ella, o tambiénsi es arte sujeta a ella.

Pero en lo que hay mayor duda y dificul-tad es en averiguar si el arte de adquirir esdiferente de la Economía. Porque el oficiodel que adquiere consiste en ver de dónde sepodrá sacar dinero y adquirir la posesión decosas ; y la posesión tiene varias partes, y dela misma manera las riquezas y hacienda.

Puede dudarse, también, si la agriculturaes parte distinta del arte de adquirir, y, ge-neralmente hablando, se puede dudar lo mis-mo de lo que respecta al mantenimiento, ya la posesión y cuidado de él ; pues hay grancantidad de mantenimientos, y por lo mismo

30 ARISTÓTELES

gran diversidad de maneras de vivir, así en-tre los hombres como también entre los otrosanimales, los cuales no pueden vivir sin man-tenimientos. Por lo que resulta, que la di-versidad de mantenimientos ha hecho lasvidas de los animales , diferentes : así vemosque hay unas bestias que viven en manadasy otras solitarias y apartadas unas de otras,según les conviene para su mantenimiento,por cuanto unas se mantienen de carne, otrasde frutos y otras de todas las cosas. De mo-do que ya la Naturaleza les repartió la ma-nera de vivir conforme a la facultad y elec-ción del mantenimiento que convenía a cadauna.

Pues como no place a todos naturalmen-te una misma cosa, sino que unas agradan aunos y otras a otros, de ahí las diferen-tes vidas de los que se mantienen de carneso de frutos.

Lo mismo acontece en las vidas de los hom-bres ; porque también las vidas de éstos sonentre sí muy diferentes. Los muy flojos yperezosos hócense pastores ; otros viven de lacaza, y entre éstos, unos diferentementede otros, como ahora : en que unos vivensalteando caminos, otros pescando (comoson los que viven junto a las lagunas, estan-ques o ríos y del mar), otros viven de ca-zar aves o fieras. Pero la mayor parte de loshombres vive de la tierra y de los benignosfrutos de ella.

Tantas diferencias, pues, hay de vidascuantas diferencias de naturales inclinacio-nes hay para obrar. Y los que no ganan la

LA POLÍTICA 31

vida contratando ni revendiendo son el pas-tor, el labrador, el salteador, el pescador yel cazador. Otros hay que mezclando unasmaneras de vida con otras, según su gusto,suplen de este modo lo que les falta paralos menesteres de la vida.

Esta manera de adquirir parece que laconcedió la naturaleza a todos los seres des-de que nacen. Porque desde el principio desu generación hay unos animales que sacanconsigo tanto mantenimiento cuanto les bas-te para si, como los que paren animal vivo,de sí mismo tienen mantenimiento hastacierto tiempo, que es la naturaleza de aque-llo que llamamos leche.

De la misma manera lo hemos de conside-rar en lo que se refiere a los adultos, comoen las plantas que sirven para los anima-les, y los demás animales para los menes-teres y usos de los hombres : los mansos ydomésticos para el servicio y mantenimien-to, y los fieros—si no todos, los más—parael mantenimiento y para que se hagan deellos vestidos o algunos otros instrumentos.

Pues, si la Naturaleza ninguna cosa haceimperfecta ni sin objeto, habremos de con-fesar que todo ha sido hecho para el ser-vicio del hombre. Por esto, el arte militar,en cierto modo, es arte de poseer ; pues loes el arte de cazar, que es parte de ella,y de la cual conviene usar contra las fieras,y también contra aquellos hombres que sien-do ya nacidos de suyo para ser sujetos nolo quieren ser, como guerra que será natu-ralmente justa.

32 ARISTÓTELES

Una especie, pues, del arte de poseer na-turalmente es parte de la Economía, lacual ha de tener en sí o proveerla de ma-nera que haya abundancia de las cosas, de lascuales se puedan sacar dineros, los cualesson para pasar la vida necesarios, y muy úti-les para la conservación de la compañía, asícivil como familiar. Y aun parece que loque verdaderamente se ha de llamar ha-cienda son los dineros, porque el tener sufi-cientemente abundancia de ellos para pasarbien la vida tiene su término, y no es, co-mo dice Solón en su poesía :

Ningún límite hay puesto a los mortalesen la codicia y copia del dinero.

Porque realmente lo hay así en las de-más artes ; puesto que en ninguna hay ins-trumento infinito ni en número ni en gran-deza ; y el dinero es copia abundante de ins-trumentos, así para regir la familia comotambién para el gobierno de la República.

Queda, pues, probado cómo, así en losque gobiernan familia como en los que ad-ministran República, existe la facultad deposeer y la causa de ella.

CAPITULO VI

Hay otra manera de posesión, la cual lia-nian arte de adquirir dineros, y es justoque se llame así, por no haber otro términopara designar las riquezas y posesiones.

La permutación de las cosas comenzóprimeramente por naturaleza, por razónque de las cosas necesarias para el vivirunos hombres estaban más provistos queotros. De aquí se colige que el arte de re-vender las cosas, naturalmente, no se com-prende en el arte de adquirir dineros. Por-que de necesidad habían de hacer el contra-to o permuta entre sí, según y cuanto a ellosles bastase.

En la primera compañía, pues, quierodecir en la familia, claramente consta queno lene que ver el arte de revender sinocuando ya la compañía viene a multiplicar-se y hacerse mayor. Porque de aquéllos, losprimeros lo tenían todo común, y los otrosque ya se apartaban, con todo esto comu-nicaban entre sí muchas y diversas cosas,con las cuales, por necesidad, habían de ha-ce/' las permutas, según vemos hoy día enmuchas tierras de bárbaras naciones en las

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maneras de sus contratos, puesto que per-mutan unas cosas útiles por otras, dandoy recibiendo vino por trigo y otras mercan-cías semejantes.

Esta manera de contratar ni está fueradel uso natural ni tampoco en especie algu-na del arte de adquirir dinero ; porque sola-mente sirve para suplir lo que falta o esca-sea para el mantenimiento natural. Pero esinnegable que de ésta nació la otra confor-me a la razón. Porque como había de ve-nir de lejos el socorro, adquiendo lo quehabía de menester y llevando lo que les so-braba, por necesidad hubo de introducirse eluso del dinero, ya que todas las cosas queson necesarias para la vida no era fácil trans-portarlas. Por esto acordaron entre sí dar yrecibir, unos y otros, en sus contrataciones,alguna cosa tal que siendo útil tuviese ma-yor facilidad para el trueque, como son ,elhierro, la plata y otros semejantes, objetos.

Al principio, solamente lo tasaban porcierta cantidad y peso ; pero después, porlibrarse de la fatiga de pesar, pusiéronleño o sello. Este se colocaba para indicar lacantidad.

Inventado, pues, el uso del dinero, per lanecesidad de las contrataciones, se descubrióluego el otro género de adquirir, que es elarte de comprar y vender, que si en un prin-cipio fué ruda y llana, poco a poco se hizoartificiosa, pensando los hombres cómo lo-grarían y de dónde mayor ganancia. Poresto parece que el arte de adquirir consisteparticularmente en el dinero, y que su pro-

o

POLÍTICA

pio oficio estriba en entender de dónde sepodrán sacar y ganar muchos dineros, yaque este arte es el que da las, riquezas.

Otras veces, si se . considera el dinero,parece cosa de vanidad y niñería, y que so-lamente es una ley ; pero, naturalmente noes nada ; porque si los que de él se sirvense cambiaran, no tendría ningún valor ni sir-ve para cosa alguna de las que son necesa-rias para la vida. Y acontece que :. el. que estámuy rico de, dineros, con todo esto carezcadel necesario sustento ; pareciendo una sinrazón que las riquezas sean de tal maneraque aquel que las posee pueda perecer dehambre, como cuentan las fábulas de Midas,del cual, por la insaciable codicia que teníade dinero, decían que todo lo que tocaba sele convertía en oro. Por esto, los hombres.buscan otra manera de riquezas y, :otra ma-nera de adquirir, no faltándoles razón paraello. Porque hay otra manera de adquiriry otro género de riquezas conforme a natu-raleza, .y este arte de adquirir semejantesriquezas es la Economía,

Porque el arte de los mercaderes es artede sacar dineros, no de cualquier manera,.sino contratando con el dinero ; y pareceque este arte consiste en el dinero,. porqueéste es el principio, y fin, de los contratos,.y las riquezas que proceden de . esta manerade adquirir. no parece que tienen cierto tér-.mino. Porque así como la Medicina es artede alcanzar la salud, y en esto no ponetasa. y cada una de las demás artes no , ponetérmino en su fin, porque aquélJds , es lo ,que

36 ARISTÓTELES

más ellas desean hacer y ejercitar ; pero a losmedios que van encaminados al fin, términoles ponen ; porque el fin que pretenden es eltérmino de cada una ; de la misma manera,en el fin de este modo de adquirir no haytérmino, siendo su móvil único el dinero ylas riquezas..

La disciplina de regir la casa, que no esarte de ganar dineros, tiene su término y sufin, porque el oficio propio de la Economía noes ganar dineros. Por esto parece que en laEconomía todas las riquezas, por necesidad,han de tener su término y su límite, aunquepor lo qué se acostumbra parezca lo contra-rio, ya que todos los que adquieren haciendapretenden acrecentar su dinero sin términoninguno, lo cual proviene de la gran afini-dad que hay entre ambas partes, aunque sevaría el uso de una misma cosa, siendo di-ferente del de el arte de adquirir, porque deun mismo uso es el poseer, aunque no poruna misma razón. La Economía tiene otrofin diverso, y el arte de adquirir solamenteacrecentar el dinero. De manera que a al-gunos les parece que acrecentar la haciendaes el oficio propio de la Economía, y estánfirmes en esta opinión, o sea, que' la pose-sión del dinero o se ha de conservar o au-mentar sin término ni límite ninguno.

La causa de esta opinión consiste en queestos tales precian más el vivir que el bienvivir, y, como su codicia no tiene límites,desean también poseer todas aquellas cosastocantes a la conservación de la vida. Perolos que procuran vivir bien conténtanse con

LA POLÍTICA :37

tener aquellos que se requiere para las nece-sidades corporales, y como esto parece tam-bién que es una manera de adquirir y poseer,toda su conversación y trato estriba en la ad-quisición de dinero, y de este modo de adqui-rir procedió el otro. Porque, como el gozar esexcesivo, procuran todo aquello que les con-serve en el exceso de gozar, y si para estono les basta el arte de adquirir dineros, paratener abundancia de ellos procuran buscarotros medios, aprovechándose para esto detodo género de fuerzas, aunque no confor-me a la naturaleza de ellas. Porque el oficiode la fortaleza no es hacer dineros, sino ha-cer los ánimos valientes ; ni tampoco es ofi-cio del arte de Capitán ni de la Medicinahacer dineros, sino, de la una, conseguir lavictoria, y de la otra, reparar la salud. Perolos hombres convierten todas las artes enganancia, como si éste fuese el último fin.

Ya hemos dicho cuanto se refiere al artede adquirir no necesaria, qué arte es y porqué causa tenemos necesidad de ella. ybién hemos tratado del arte necesaria deadquirir, cómo es diferente de la otra y quela natural Economía es la que considera loque toca al mantenimiento, no con infinitacodicia como aquella otra, sino con codicialimitada.

Como!.;

Manifiestamente,' pues, 'se -ve , 71o , que álprincipio se dudaba : si el arte 'de 'adquirir'di-nerbs era parte de la Economía y 'referenteal > gobierno' de la :República, o 'si .110' lo:era',p:ero . convenía que precediese . Porque asícómo la ' disciplina del -gobierno público nohace a los 'hombres, sino . que turnándolos ' déla Naturaleza se sirve y- aprovecha de- ellos,de la Misma manera el mantenimiento lo hade Producir y dar la -tierra o el mar,. y deahí conviene que el gobernador de . la familiadisponga y ordene estas cosas como 'Corres-ponda. Porque no toca al arte' del tejer elhacer las hilazas, sino servirse de ellas yentender cuál es buena y conveniente y cuálMala' y sin provecho. De la misma manerapodría dudar alguno por qué el arte de ad-quirir ha de ser parte de la Economía y no10 ha de ser también la Medicina, , ,ya quetambién conviene que los que viven en lacasa tengan salud, como que vivan,

Todo esto, como poco ha decíamos, con-viene que proceda de la misma naturalezamuy cumplidamente, porque oficio propio dela naturaleza es dar mantenimiento a lo en-

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gendrado. Por esto es natural a Modos el artede adquirir de los frutos y dé TOS animales ;pero como ésta es de dos maneras, como he-mos dicho, y una de ellas es el arte de ven-der y comprar, y otra el arte de regir la fa-milia, y esta postrera es la necesaria y la másdigna de alabanza ; porque la primera es in-constante y vituperada con mucha razón(porque no adquiere conforme a la naturale-za, sino tomando de unos y de otros), y asíes reprendida la manera de adquirir con lo-gro y usura ; porque del mismo dinero pre-tende sacar ganancia, y no de aquello paraque fué inventado el uso del dinero, esto es,para uso de los contratos. Pero la usura seacrecienta a si misma ; por lo cual se llamóen griegos Locos, que quiere decir parto, yaque éste es semejante a quien lo pare, y ellogro es dinero parido de otro dinero. Demanera que, entre todos los modos de ad-quirir, éste es el más contra natura.

Ya hemos declarado bastante en lo querespecta al conocimiento del arte de adqui-rir ; conviene ahora que declaremos lo quese refiere a la práctica y uso de ella.

Estas, pues, son las partes útiles del artede adquirir : tener experiencia en lo que serefiere a la posesión, distinguiendo las co-sas más provechosas y convenientes, tantoanimadas como inanimadas, para obtener eldebido provecho.

Tratar de cada una de ellas en particularsería, ciertamente, útil para los negocios ;pero sería muy pesado el escribirlas por me-nudo. De todo ello ya han escrito varios au-

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tores, como son Cares Pario y Apolodoro Le-mino, de la agricultura, y de la misma mane-ra otros de varios géneros de cosas, las cua-les, el que las habrá menester, de allí podrátomarlas y entenderlas.

Será también utilísimo entender y recopi-lar las diversas cosas que en diversas partesestán escritas, por medio de las cuales al-gunos se hicieron ricos. Todas estas cosasson provechosas para aquellos que tienen enmucha estima el adquirir riquezas, como seescribe de Tales el milesio, aunque de élse cuenta por su sabiduría.

Vituperándole una vez—a Tales—ciertasgentes por su extremada pobreza, y despre-ciando la Filosofía, corno cosa sin utilidad,se refiere que hubo de conocer por la Astro-logía que aquel año había de cosecharse mu-cho aceite, siendo aún invierno, y que, cornotenía poco dinero, arrendó sobre prendastodos los molinos de aceite que había en Mi-leto y en Chío por poco precio, como nohubiera quien diese más por ellos. Pero cuan-do vino el tiempo de la cosecha todos pro-curaban recoger prestamente sus olivas y élalquilaba los molinos al precio que quería,y sacando de esta manera muchos dinerosmostró cómo es fácil que se enriquezca unfilósofo.

Corno hemos dicho, es general esta mane-ra de adquirir, si uno puede por si solo ha-cer la compra de las cosas. Por esto algunospueblos usan de este linaje de arbitrio cuan-do tienen necesidad de dinero, porque com-pran todo aquello que se ofrece en venta.

LA POLÍTICA 41

En Sicilia hubo cierto individuo que com-pró todo cuanto hierro había en las herre-rías. Después, como los mercaderes veníana comprarlo, lo enajenaba sin gran excesoen el precio, y de este modo, con cincuentatalentos que empleara en el negocio, ganóotros cincuenta y los hizo ciento. Cuandolo supo Dionisio (1), le mandó que se lle-vase su dinero ; pero no le permitió por mástiempo residir en la ciudad, corno a personaque había descubierto un modo de rentanada provechosa para el interés del común.

La consideración, pues, de Tales y delúltimo citado fué la misma, toda vez queambos procuraron con su maña acaparar lamercancía. Mucho importa conocer esto alos gobernadores de la República, porquemuchas ciudades tienen necesidad de dinerosy de semejantes réditos, de la misma mane-ra que la casa, y aun con más urgencia.Por lo cual han de tener cuenta de ello losque administren la República.

(1) El tirano de Siracusa.

CAPITULO VIII

Siendo tres las partes de la Economía :una la señoril—de la cual ya hemos trata-do—, otra la paternal, y la tercera la con-yugal (porque el varón ha de tener señoríosobre la mujer y los hijos como sobre per-sonas libres, pero no con una misma mane-ra de gobierno, pues con la , mujer ha detener señorío civil, y sobre los hijos real),tendremos que ver ahora los fundamentossobre los que se apoyan las dos últimas.

Consta que las mayores dificultades quese ofrecen en el gobierno de la casa son loshombres, mayor aún que de la posesión delas cosas sin ánima, y mucho más de lavirtud. , de ellos que de la mejoría de la po-sesión', que llamamos riquezas o bienes defortuna, y más cuenta se tiene con los li-bres que con los siervos. Primeramente,pues, dudaría alguno si en el siervo se requie-re alguna otra virtud fuera de las tocan-tes al -servicio cotidiano, que. suele ser demayor precio y valor que aquéllas, como sonla templanza, la fortaleza, la justicia y losdemás hábitos semejantes, o si no se requie-re que tenga más virtudes que las que tocan

LA POLÍTICA 43

al servicio corporal. Ambas partes presen-tan dificultades ; pues, ¿ qué diferencia ha-brá entre el libre y el esclavo? Y si no lashubiera no estaría todo ello fuera de razón,puesto que los siervos son también hombresy están dotados de inteligencia y discurso.

Esta cuestión es parecida a la que se ofre-ce al tratar de las mujeres y de los hijos, yconsiderar si tiene alguna virtud propia, ysi es conveniente que la mujer sea templadaen su vivir, valerosa y justa, y si hay hijosdisolutos y otros templados.

Conviene también 'observar si, tanto elque manda como el que obedece, han detener unas mismas virtudes o las requierendiferentes, porque si es necesario que tantouno como el otro participen de bondad in-signe, ¿ que razón hay para que uno siem-pre mande y el otro obedezca?

Porque estos tales no pueden diferir ensólo más y menos, pues el mandar y obede-cer difieren en especie, y decir que en unose requiera virtud y en el otro no, parecerácosa fuera de razón, porque si el que man-da no es templado ni justo, ¿cómo mandarábien y como debe? Además, el que ha de serregido, ¿ cómo dejará regirse bien? Porquesi es disoluto y cobarde, ninguna cosa harácomo conviene.

Consta, pues, que es necesario que así unocomo el otro sean personas dotadas de vir-tud ; pero que en ella haya diferencia, de lamisma manera que en las cosas que natural-mente obedecen. Lo cual se ve del pie a lamano en la misma alma : en la cual decimos

44 ARISTÓTELES

que hay una parte que naturalmente gobier-na y otra que naturalmente obedece, dicien-do de ambas que tienen virtudes diferentes,que son la parte que es capaz de razón y laque carece de ella. Claramente, pues, se en-tiende que ocurre de la misma manera entodo lo demás.

Del mismo modo que hay naturalmentediferencia de cosas, así también las hay enel mandar y obedecer, porque de una ma-nera señorea el libre al siervo, de otra elvarón a la mujer, y de otra el padre al hijo,y todos éstos tienen las mismas partes delalma ; pero de manera diferente. Así, elsiervo, de ninguna manera tiene la parteque toca a la consulta ; en cambio, la tienela mujer, aunque no sirve de ninguna cosa.También la tiene el niño, aunque en gradoimperfecto.

Del mismo modo referido podemos decirde las virtudes morales, de las cuales ha-bremos de reconocer que todos ellos partici-pan ; pero no de una misma manera, sino encuanto son necesarias para satisfacer su ofi-cio. Por esto, el que ha de gobernar ha detener virtud moral perfecta (porque la obrase atribuye siempre al principal artífice, y enesto el artífice principal es la razón) ; peroen cuanto a los demás, según lo que les co-rresponda realizar.

Consta, pues, manifiestamente, que todoslos que hemos dicho tienen sus propiasvirtudes morales , y que no es la misma latemplanza de la mujer que la del varón ; nitampoco la fortaleza ni la justicia, como Só-

LA POLÍTICA 45

orates juzgaba que era, sino que la fortale-za del varón es fortaleza que gobierna, y lade la mujer la que obedece. De la mismamanera en todas las otras especies de vir-tudes. Esto lo ven claramente los que lasconsideran en particular. Porque los que di-cen así, en común, que la virtud es tener elalma bien dispuesta o consiste en el obrarbien o cosa semejante, a sí mismos se en-gañan.

Mucho mejor hablan los que cuentan lasvirtudes por menudo, como G-orgías, que losque las defienden de otro modo. Por esto con-viene que, como el poeta dijo de la mujer,así también entendamos que pasa en todolo demás :

Muy bien le está a la mujery mucho lustre le dael silencio ; mas no estáal varón bien mudo ser.

Cosa cierta es que el niño es imperfecto,y que su virtud no se ha de conferir con elmismo, sino con el varón perfecto que go-bierna ; y de la misma manera el siervorespecto del señor. Dijimos ya que el siervoera útil para las necesidades, por lo cualse entiende que el siervo no tiene necesidadde virtud calificada, sino cuanta le bastepara no hacer falta r a su oficio por disolucióno cobardía.

Tal vez dude alguno de esto que hemosdicho, o sea que también los artífices tienennecesidad de virtud, porque muchas veces,por su intemperancia, dejan de cumplir con

46 ARISTÓTELES.-

sus obras como deben. Acaso podamos de-cir que de esto a aquello hay mucha dife-rencia, porque el siervo no es compañero enla comunidad de la vida, pero el oficial estámuy lejos de nosotros y alcanza tanta vir-tud como es la parte de servidumbre que letoca. Porque el bajo oficial tiene una particu-lar manera de servidumbre, y el ser siervo.es de las cosas que suceden por vía de natu-raleza ; pero zapatero, ni oficial de cualquier

• otro oficio, ninguno lo es por su nacimiento.Consta, asimismo, que el señor ha de ser

causa de que el siervo tenga esta manera devirtud ; aunque no de tal modo que poseala' ciencia señoril de enseñar a los criad-ossus oficios propios. Por esto, no dicen biende los que privan a los siervos del uso dela razón y afirman que sólo debe pertene-cerles el realizar lo que les manden, porquemayor exhortación se ha de hacer a lossiervos que a los niños.

Por lo que respecta al varón y a la mu-jer, a los niños y al padre, y de las virtudesde que cada uno debe estar adornado ; cómose han de comportar unos con otros ; lo queles está bien y lo que no les está, y cómo de-ben cumplir lo que les conviene y huir de loperjudicial, lo habremos de tratar más ade-lante, por necesidad, cuando nos ocupemosde los gobiernos de la República, porque sicualquier familia es parte de la ciudad, yaquéllos son parte de la familia, y la virtudde la parte se ha de reglar por la virtuddel todo, de necesidad se han de instruir loshijos y las mujeres 'teniendo consideración. a

LA POLITICA

la manera del gobierno de la República, siimporta algo para que la República esté biengobernada y sea virtuosa el ser los hijos vir-tuosos y el serlo las mujeres ; porque lasmujeres constituyen la mitad de la gente li-bre, y de los niños salen los que gobiernanla República.

De manera, pues, que de los unos hemosya tratado y de los otros habremos de tra-tar más adelante, dejando ya estas cuestio-nes como cosas terminadas, y pasemos aconsiderar lo que otros han tratado acer-ca del mejor modo y gobierno de la Repú-blica.

LIBRO SEGUNDO

CAPITULO PRIMERO

Siendo nuestro propósito tratar por ex-tenso la civil comunicación, la cual es la másprincipal de todas las compañías para quelos más puedan vivir conforme a sus deseos,conviene también que consideremos las de-más disciplinas de gobierno público, de lascuales se aprovechan y sirven algunas ciu-dades de las que se tienen por mejor regi-das y gobernadas y poseen mejores leyes,como también de las otras formas de go-bierno, por algunos tratadas, y que parezcantener en sí buena disciplina de gobierno,para que de este modo se eche de ver lo queestá bien y lo que es útil, y al mismo tiem-po para que al considerar o inquirir algo di-ferente de aquellas maneras de gobierno, noparezca del todo hecho de hombres que quie-ren sofisticar esta disciplina ; sino que aten-diendo a las formas de República que. ahorase hallan, y no están lo bien regidas quefuera de desear, por esto se entiende que nosponemos a tratar de ello.

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LA POLÍTICA 49

Primeramente, pues, habremos de comen-zar por lo fundamental, esto es : los lazoscomunes entre unos y otros ciudadanos ; pueses de necesidad que todos ellos o han de tenertodas las cosas comunes o ningunas, o unas síy otras no. El afirmar que no han de tenernada en común no se ajusta a la razón, por-que el regimiento de la República es una co-municación.

En primer lugar, pues, han de tener cornonecesidad común el lugar y asiento de la ciu-dad, ya que el territorio es sólo uno y los ciu-dadanos son participantes de él.

Pero ¿ podremos decir acaso que es másconveniente que la ciudad, donde cómoda-mente se ha de habitar, tenga común todolo que se puede comunicar, o que convienemás que tenga unas cosas comunes y otrasno ? Porque puede acontecer que los vecinosde la ciudad tengan entre sí comunes los hi-jos, las mujeres, las posesiones, como en LaRepública, de Platón. Porque allí Sócrates esde parecer que conviene que los hijos, lasmujeres y las haciendas sean comunes. ¿Di-remos, pues, que. es mejor que todo esto sehalle de la manera como hoy está o conformea la ley que se dispone en aquella República ?

Tiene, realmente, aquella comunidad de lasmujeres otras muchas dificultades, y más queaquello por cuya causa le parece a Sócratesque conviene hacerse aquella ley de aquelmodo, no parece deducirse de las razones queallí se exponen. Además, que para el fin queSócrates dice que conviene proponerse en laRepública, según ahora hemos dicho, de nin-

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ARISTÓTELES

surta manera puede conformar. De cómo sehaya de distinguir y repartir todo esto no sehabla allí palabra alguna. Digo de cómo hade ser una ciudad, casi presuponiendo que escosa muy importante que sea muy una, por-que esto es lo que en aquella obra se proponetratar.

Manifiesta cosa es que si en esto pasa muyadelante y viene a hacerse muy una, ya noserá ciudad. Porque la ciudad es, natural-mente, multitud, y si mucho se viene a haceruna, de ciudad se hará familia, y de familiaun hombre solo. De manera que, aunque fin-giésemos que se pudiera hacer una cosa comoésta, no convendría que se hiciese, porquesería destruir del todo la ciudad, la cual nosólo consta de muchos hombres, sino de muydiferentes en especie. Porque la ciudad no seconstituye con personas semejantes, siendodistinta cosa de la guerra, en que la utilidaddepende de la multitud, aunque toda sea deuna misma especie.

También habrá diferencia entre la ciudady la nación cuando la muchedumbre de lasmismas no esté repartida por aldeas, sinocomo los de Arcadia ; pero aquellas cosas deque se ha de componer una tercera han deser diferentes en especie. Por esta razón, loque conserva en su ser a las ciudades es laigualdad en el dar y recibir ; pues entre losque son libres y, por necesidad, iguales, seha de hacer de esta manera, ya que todosno pueden mandar juntamente, sino de añoen año o por espacios de tiempo determina-dos. Y así sucede, en efecto, qiie todos man-

LA POLf TICA 51

dan y gobiernan, como si se trastrocasen loszapateros y los arquitectos, y no fuesen unosmismos siempre zapateros o siempre arqui-tectos, Pues, si es mejor que las cosas quetocan a la civil compañía se estén de estemodo, podría preguntarse si no sería tal vezmás conveniente que siempre gobernasenunos mismos. Pero donde no es posible, porser todos, naturalmente, iguales, es muy jus-to que todos participen del gobierno, bien seabueno, bien sea malo, y procurar por todoslos medios vivir en igualdad, como lo hacíanlos del primer tiempo. Porque, en parte, unosmandan y otros son regidos por sus veces,corno quien se convierte en nueva persona.De la misma manera, unos gobernadores deRepública rigen un cargo y otros rigen otro.

De todo esto se colige claramente que nopuede ser una la República de la manera quealgunos dicen, y que aquello que constituyepara ellos el mayor bien de las repúblicas eslo que las destruye, y, por el contrario, lo quees el propio bien de cada cosa es lo que laconserva. También se colige, por otra parte,que el procurar hacer muy una la ciudad noes lo mejor del mundo, porque más bastantees para sí misma una familia que no un hom-bre solo, y una ciudad más que una familia.Y entonces presume una compañía ser ciu-dad, cuando hay en ella bastante multitudpara hacer aquella compañia. Y, pues, es másde desear lo que más suficiencia tiene, habre-mos de desear más lo que menos unidad tu-viere, que lo que es más uno.

CAPITULO II

Aunque lo dicho- anteriormente fuese lomás conveniente, esto es; el ser muy una lacompañía, no parecería muy cierto si todosjuntamente dijeran : mío y no mío. Porqueesto le parece a Sócrates ser señal de que laRepública sea perfectamente una. Porqueesto de decir todos entiéndese de dos mane-ras ; pues si se entendiese que cada uno porsí dijese : mío y no mío, acaso sucediera me-jor lo que Sócrates pretende. Porque cada unodiría de uno ¿fue es su hijo, y de una mismamujer que es suya ; y en lo que respecta a lahacienda y a las demás cosas, ocurriría lopropio. No lo entienden de este modo los quetienen las mujeres comunes y los hijos, sinoque todos los tengan así en común ; pero nocomo cosa que . particularmente sea suya. Yde la misma manera en lo que toca a la ha-cienda, que es de todos y particularmente deninguno de ellos.

Consta, pues, que al decir todos hay en-gaño y razón sofistica ; porque el vocablotodos, por entenderse de dos maneras, dicelo uno y lo otro, quiero decir, lo igual y lo

LA POLÍTICA 53

desigual ; y aun en las disputas hace argu-mentos litigiosos. De manera que el decirtodos es lo mismo que afirmar que de unamanera es bueno, aunque imposible, y deotra manera es cosa ajena de todo buen en-tendimiento y de toda concordia. Además,hay otro inconveniente en esto que decimos ;porque de lo que es común a muchos se tie-ne menos cuidado que de lo propio. Así acon-tece con los criados, donde algunas veces losmuchos sirven peor que los pocos. De estemodo, a cada ciudadano le saldrían mil hi-jos, no como suyos precisamente, sino quecon el primero que topara, y todos tendríanque preocuparse por los hijos de los demás,sin cuidarse de quién los engendró. ¿No esmucho mejor que cada uno pueda decir : éstees mío? Y así a un mismo hombre se le llamahijo, hermano o primo, según el grado de pa-rentesco que con él se tenga, lo cual es másconveniente para, que se conozcan y se amenunos a otros.

Algunos geógrafos nos dicen que existenen el Africa superior ciertas gentes que tie-nen comunes las mujeres, y que los hijos quenacen de ellas se los reparten conforme a lasseñales del padre a quien parece. Hay tam-bién algunas mujeres, y aun ciertas hembrasen otros géneros de animales, como son ye-guas y vacas, las cuales tienen esta naturalpropiedad de parir los hijos muy semejantesa sus padres.

Dejo aparte que, con todo eso, no puedeevitarse con facilidad semejantes deficienciaspor los que introducen comunidades seme-

54 ARISTÓTELES

jantes, con las consecuencias anejas de dis-turbios y muertes, forzadas y voluntarias,con acompañamiento de palabras injuriosasy continuas reyertas. Estas cosas se evitanpor el conocimiento mutuo de padres, her-manos e hijos.

Otro inconveniente se presenta al tenerlos hijos en comunidad ; pues no sólo se evitaque se junten los que se aman ; pero no seprohibe que no se amen, siendo gran feal-dad que se crucen padres e hijos y hermanoscon hermanas, pues aun el amarse solamentepor aquella razón es cosa torpe.

El mayor bien que puede disfrutarse en lasciudades es la amistad, porque, existiendoésta, habrá en ella menos disensiones. Estode ser muy una la ciudad encarécelo Sócratesen grado sumo, lo cual, según él dice, es elresultado de la amistad, como vemos que con-firma Aristóteles en su Diálogo del amor,cuando dice «que los enamorados, por lo mu-cho que se quieren, desean juntarse en uno,y de dos que son, en uno convertirse». Enéstos, pues, por necesidad, uno o ambos ha-brán de corromperse.

Pero en la República, necesariamente ha-brá de enfriarse la amistad cuando exista se-mejante comunidad, y con menor afecto di-rá el padre : «éste es mi hijo», o el hijo :«éste es mi padre». Porque, así como un pocode dulce lo mezclais en muy grande cantidadde anua no se echará de sentir tal mixtura,de la misma manera acontecerá que, con laconformidad y afición que pueda haber entreindividuos de nombres semejantes, no haya

LA POLITICA 55

necesidad de tener tanta cuenta en el gobier-no de la República, como se requiere el tenerel padre con los hijos o los hijos con el padre,o los hermanos entre sí.

Porque dos cosas hay que hacen a los hom-bres tener más solicitud y cuidado de las co-sas y cobrarles mayor afición : el serles pro-pias y el estar enamorados de ellas ; de lascuales ninguna puede haber en los que deaquel modo administraren la República.

Además, el transportar los hijos que na-cieren de labradores y oficiales a soldados, oviceversa, es gran revuelta y Babilonia.

Asimismo, todo aquello que arriba decía-mos ha de suceder por necesidad con los últi-mos, esto es : los agravios, amores y muer-tes. Porque ya no tendrán a los soldados porhermanos, ni por hijos, ni por padres. los quea otro género de ciudadanos fueren transpor-tados, y de la misma manera de vivir. Desuerte que el respeto de la genealogía y pa-rentesco no les refrenará de hacer cualquiercosa de aquellas.

CAPITULO III

Ya hemos determinado lo referente a lacomunidad de los hijos y mujeres. Síguese,tras esto, el considerar lo que toca a las po-sesionesde qué manera han de ordenarsepor los qeue han de regir la República, con-forme a la mejor manera de gobierno. La pri-mera cuestión es la de si conviene o no con-viene que las posesiones de las cosas seancomunes pero esto lo puede discutir cual-quiera, independientemente de lo establecidoacerca de los hijos y mujeres. Hablo, en loreferente a las posesiones, si es mejor queestando repartidas, como hoy día lo estánpor todas partes, deba ser común la propie-dad de ellas y el servicio de las mismas ; oque las granjas y huertos estén divididos,como están, y que los frutos que se obtienense traigan a montón común, como hacen al-gunas naciones, o, por el contrario, que latierra sea común y que comúnmente se cul-tive, pero los frutos se repartan conforme ala necesidad de cada uno, lo cual dicen quese acostumbra en algunas naciones bárba-ras (1). También podría discutirse la conve-

(1) Pág. 47,

LA POLÍTICA 57

niencia de que tierras y frutos fueran co-munes.

Si los que cultivaran la tierra fueran dife-rentes de los que la gozaran, ya constituiríaotra manera más fácil de negociar ; pero co-mo tuvieran que trabajarlas ellos mismos,presentaría más dificultades el problema dela posesión, porque no siendo los hombresiguales en el gozar de los frutos y la diligen-cia y trabajo para obtenerlos, habría muchasquejas contra los más favorecidos y menostrabajadores.

Par lo general, el poseer las cosas en co-mún ofrece serias dificultades, especialmen-te cuando median intereses encontrados. Es-to se observa en las compañías de los quecaminan juntos, los cuales riñen por minu-cias propias de niños. Asimismo, altercamosmás con los siervos que nos sirven frecuen-temente.

El poseer en común las haciendas tienegraves inconvenientes ; pero el orden actualestablecido, con leyes justas, evita muchosconflictos, porque así se obtiene todo el biende ambas maneras de poseer la propiedad.

Llamo ambas maneras de poseer la propie-dad a tenerlas en común y propias. Porque,en cierta manera, conviene que sean comu-nes, aunque absolutamente hablando han deser propias ; porque estando repartidos loscuidados de la administración habrá ocasiónde quejarse los unos a los otros ; y por estose acrecentarán y medrarán más teniendocada uno cuidado de lo suyo propio. Pero encuanto a servirse por la virtud, serán, corno

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dice el adagio vulgar, comunes las cosas delos amigos.

Para que no tengamos por imposible lo re-ferido, bastará con él caso que nos ofrecenalgunas ciudades en que esta ley está estable-cida, y muy especialmente en aquellas enque mejor regidas están y en donde el vivires más grato. En ellas, digo, hay unas cosasque son comunes y otras que pueden serlo.Porque teniendo cada una su propia posesión,unas cosas son útiles para los amigos, y deotras se sirven en común. En Lacedemoniatodos se sirven de criados comúnmente comosi fueran propios, y aun de los caballos y delos perros, para las necesidades que les ocu-rrieran en el campo.

Consta, pues, que es más conveniente quelas posesiones sean propias de cada uno, ycomunes en cuanto al servirse de ellas. Decómo haya de ordenarse todo esto es misiónque corresponde al legislador. Además, parael propio contentamiento, ha de notarse la di-ferencia que existe entre poseer una cosa ono tenerla. No en balde tiene cada uno granamistad consigo mismo ! Cosa en extremo na-tural, aunque suele vituperarse, que se ena-more uno de si mismo ; que no es lo mismotenerse afición que exagerarla mucho másde lo conveniente, de la misma manera queel avariento y usurero. Porque realmente to-dos tienen afición a semejantes cosas, siendomuy deleitoso el favorecer a los amigos y alos huéspedes o compañeros ; lo cual puedenhacer los hombres teniendo propias pose-siones,

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Pero los que desean hacer muy una la ciu-dad no admiten esto. Dejo aparte que los quetal intentan destruyen del todo las obras dedos virtudes, que son : la templanza cerca delas mujeres (porque es obra honesta el refre-narse de la mujer ajena por amor de la tem-planza) y la liberalidad acerca de las posesio-nes. Porque ni se mostrará nadie liberal nirealizará acto alguno liberal, por cuanto elejercicio de la liberalidad consiste en el usode las posesiones.

Este procedimiento parece ser el más apa-cible y conforme al amor de los hombres,porque quien lo oye lo acepta de buen grado,creyendo que de esta manera existirá entretodos una maravillosa convivencia, especial-mente si se corrigen los males que aún exis-ten en la ciudad, como los que proceden deno ser comunes las haciendas y por los plei-tos que se suceden de los contratos y de lainterpretación de los mismos.

Es también necesario como ya se dijomás arriba — que, siendo muchedumbre porla doctrina, se haga común y una ; y quienpretendiere introducir la doctrina en la ciu-dad, con objeto de hacerla buena y amadorade la virtud, piense que es disparate que seha de corregir con esta manera de comunida-des y no con las costumbres, con la filosofíay con las leyes, sino de la manera como enLacedemonia hizo el legislador, en que erancomunes las cosas referentes a las posesiones,y en Candía las de los convites. También seha de entender que estas cosas se han de es-tudiar por mucho espacio de tiempo y con

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mucho uso y experiencia de las costumbres ;por las cuales se entenderá bien si todo estábien ordenado. Porque hay que considerarque casi todas las cosas están ya inventadas ;pero algunas no están introducidas en uso yotras, después de conocidas, son desechadas

declaradas como inútiles.Todo lo antedicho se entenderá por la ex-

periencia, si uno considera la República deesta manera concertada. Porque si no la di-vide por sus partes y .aparta las unas de lasotras, no podrá concertar bien una Repú-blica, dividiendo a unos en compañías y aotros en parroquias y partes de parroquias.De manera que no habrá por ley otra cosadispuesta y ordenada sino que los soldados oguardianes no tengan que cultivar la tierra.corno ahora comienzan a observar los lacedo-nios. Pero ni aun el modo de los que han deposeer las cosas en común, en toda Repúbli-ca, puede declararse fácilmente. Porque, pornecesidad, ha de haber en toda ciudad dosciudades, y éstas, contrarias la una de laotra, porque a los soldados o guardas hóce-los como gente de presidio, y a los labrado-res y artesanos y a todos los demás los haceciudadanos. Así las quejas y pleitos y todoslos otros males que se dicen de las ciudadesno podrán evitarse, aunque dice Sócrates, re-firiéndose a los guardianes, que no tendránnecesidad de muchas leyes, sino solamente deaquellas que pertenezcan a la policía de laciudad y gobierno de la plaza. Concede asi-mismo (Sócrates) a los labradores propiedad

LA POLÍTICA 61

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de señorío sobre sus posesiones, con tal deeestl que paguen sus tributos.girar Si todas estas cosas son realmente necesa-lb: rias, no es fácil de demostrar, como tampocoo y lo contrario ; porque si fueren comunes las

1(1,1s mujeres y las haciendas propias, nos encon-traríamos con que no habría quien rigierala casa. Es asimismo cosa fuera de razónmar ejemplo de las bestias para dar a enten-

di que las mujeres se han de ejercitar enlos mismos ejercicios en 'que se ejercitan losvarones, porque las bestias no tienen ningúngobierno de familia.

También es cosa muy peligrosa el disponerlos gobernadores como Sócrates los dispone,porque constituye unos mismos gobernadorespara siempre, lo cual es causa de discordias,aun entre aquellos que no tienen gusto de ladignidad, cuanto más entre gentes coléricasy belicosas. El que haya de ordenarse de estemodo a los gobernadores se ve claro, porqueaquel oro que dice él procede de Dios no semezcla unas veces con estas almas y otrascon aquellas, sino siempre está infuso en unasmismas. Porque dice que desde su particularnacimiento, a unos se les infunde oró ; aotros, plata, y cobre y hierro a los que han deser oficiales o labradores. Además, que qui-tando la felicidad a los soldados de guarda,dice que el legislador la ha de dar a toda laciudad y hacer que toda ella sea dichosa. Locual es imposible, pues no puede ser feliztoda la ciudad sin' que lo sean todas sus par-tes, o las más, o a lo menos algunas. Porqueel ser dichoso no consiste solamente en la

igualdad. El ser igual, de tal manera puedeconvenir al todo, que no convenga a ninguna,de sus partes ; pero el ser dichoso es imposi-.ble. Y si los que son guardianes no son dicho-sos, quiénes lo serán? Menos lo han de ser,por cierto, los oficiales y aquella canalla degente vil y baja,. .

De manera que aquel modo de Repúblicade que trató-Sócrates tiene todas estascultades y otras no menores que éstas.

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1111CAPITULO IV

Casi de la misma manera está en las leyesque después fueron escritas. Por lo cual serámejor tratar algo del gobierno público que enellas se propone.

Porque en los libros de República de muypocas cosas trató Sócrates : de las mujeres,de los hijos y de la comunidad como habíade ser ; también de las haciendas y del or-den del gobierno. Porque toda la multitudde los moradores se reparte allí en dos sec-ciones : una, de los labradores, y otra, la deaquellos que han de pelear por la República.De estas dos sale la tercera, o sea la de losque han de aconsejar y cuidar del gobiernode la ciudad.

Por lo que toca a los labradores y a losoficiales, y si han de tener o no algún cargopúblico, y si han de pelear juntamente conlos otros y poseer armas, de ninguna de es-tas cosas determinó Sócrates, sino que es deparecer que las mujeres conviene que peleende la misma manera que los hombres y jun-tamente ,con ellos, y que aprendan la mismadoctrina que los soldados.

Por lo que toca al público gobierno, tra-

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64 ARISTÓTELES

tó muy poco Sócrates, y queriéndolo haceréste muy común a las ciudades, casi lo re-duce otra vez a la otra manera de república.Porque, exceptuada la comunidad de las mu-jeres y haciendas, todo lo demás es igual enlas dos formas de república, ya que les asig-na una misma manera de doctrina y que vi-van sin ejercitarse en las cosas necesariasde la vida ; y por lo que respecta a los con-vites o cofradías, de la misma manera ; ex-cepto que en esta segunda república diceque también han de tener las mujeres sucofradía, la cual ha de ser de mil mujeresque puedan tomar armas, y la de los varo-nes, de cinco mil.

De manera que todas las discusiones deSócrates tienen esta falta, pues son prolijas,llenas de novedades y perplejas. Aunque de-cir y tratar bien todas las cosas es, en ver-dad, dificultoso, pues aun esta multitud queahora decíamos, habremos de considerar quetendría necesidad, para mantenerse, de unatierra como Babilonia o de otra que fuesetan espaciosa como ella, en la cual hubiesende mantener cinco mil personas ociosas y,además, sus mujeres, con otra mayor cana-lla de gente de servicio.

Bien puede, pues, uno fingir y presuponera su deseo y voluntad ; pero no lo que esimposible de realizar. Dícese, pues, que ellegislador, al confeccionar las leyes, ha detener cuenta de dos cosas : la región y loshombres. Pero puédese añadir a éstas unatercera, que es : con las tierras comarcanas,si el pueblo ha de vivir una vida civil. Por-

LA POLÍTICA 65

que no solamente es necesario que la ciudaduse de aquellas armas que sean más conve-nientes para la guerra, conforme a la ma-nera y sitio de la tierra, sino también con-forme al modo de las tierras comarcanas.Y ya que alguno no aprueba esta manera devivir, ni particularmente para sí, ni común-mente para su ciudad, con todo eso, con-viene que los ciudadanos se muestren fero-ces a los enemigos, no solamente cuandovengan a hacerles guerra a sus casas, peroaun cuando se vayan. Se ha de considerartambién la cantidad de las haciendas, si sepuede tasar y determinar de otra maneraque allí se tasa, con mayor certidumbre yclaridad. Porque dice que ha de ser la ha-cienda tanta cuanto baste para vivir mode-radamente, que es como decir para vivirbien. Porque decirlo de esta manera es de-cirlo más generalmente. Además, que puedeacaecer que uno viva templadamente y, contodo esto, viva con miseria. Mejor se de-fine, pues, diciendo : moderada y liberalmen-te. Porque si está lo uno sin lo otro, el vivirliberalmente puédese entender como vivir lu-juriosamente, y el vivir moderadamente, co-mo el vivir en. trabajos y fatigas.

Solas, pues, estas dos virtudes consistenen el uso de la hacienda, porque de la ha-cienda no decimos que nos servimos mansani valerosamente ; pero templada y liberal-mente bien decimos ; de manera que losusos de estas virtudes han de consistir, pornecesidad, en la hacienda.

Sería, pues, cosa falta de razón que el

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que reduce a igualdad las haciendas no de-termine también el número de ciudadanosy que deje sin indicar los hijos que tienecada uno, corno cosa que está suficiente-mente llana y declarada, lo cual suele ocu-rrir hoy día en las ciudades. Pero esto noconviene que esté de la misma manera re-glado, siendo las haciendas iguales que es-tando como ahora están. Porque ahora nin-guno pone esto en duda, porque para cual-quier número que sea están las haciendasrepartidas. Pero entonces, no estando divi-didas, los desiguales en dignidad y más ba-jos no tendrían cosa alguna, ora fuesen me-nores en número, ora fuesen más.

Más conveniente cosa le parecería a al-guien que se pusiese tasa en tener hijos queno en la posesión de la • hacienda, de mane-ra que ninguno engendrase más de ciertonúmero de hijos, y que este número y límitele pusiese considerando las desgracias quepueden suceder, o si acaso muriera algunode ellos, y también teniendo en cuenta losque no tienen hijos. Porque el autorizar aque cada una críe todos los hijos que qui-siere, como en las más de las ciudades liehace, por necesidad ha de causar pobreza enlos vecinos de ella, y es motivo de que hayadiscordias y motines y que se hagan muchasmaldades.

Fidón, natural de Corinto, que es uno delos más antiguos legisladores, es de pare-cer que se conserven iguales las familias yel número de los ciudadanos, aunque al prin-

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cipio tuvieran desiguales suertes en la can-tidad.

Más adelante trataremos de todas estascosas y de la manera que nos parece han deestar mejor dispuestas y ordenadas.

También notamos otra falta en estas le-yes, y es que no determinan, en lo que tocaa las personas de gobierno, la diferenciaque ha de haber entre ellas y los súbditos.Pórque dice que, así como el estambre sehace de una manera de lana y la trama deotra, de la misma suerte se han de haber losque . gobiernan con los gobernados. Y puesdijo que se podía acrecentar la haciendahasta cinco partes más, ¿por qué no ha deser lo mismo en lo que respecta a la pose-sión de la tierra? ; debiendo ponerse algúnlímite para poseerla.

Conviene también considerar el reparti-miento de los patios de las casas, si acaso noconviene para la administración de la fami-lia. Porque asigna a cada uno dos patios, decasa, apartando el una del otro con distan-cia de lugar, siendo cosa muy difícil moraren dos casas diferentes.

Toda la disposición que allí propone (1)de república tira a ser, ni bien administra-ción popular, que se dice Democracia, nibien gobierno de pocos, que se llama Oli-garquía, sino media entre estas dos, la cualllaman comúnmente Policía, que es admi-nistración de República, porque consta depersonas que gobiernan la República.

(1) Sócrates.

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Si dispone, pues, Sócrates esta manera deRepública como la más común de todas paralas ciudades, dice bien ; pero si la propo-ne como la mejor, después de aquella su pri-mera República, no acierta. Porque aun-que haya alguno que alabe más la Repúblicade los lacedemonios o alguna otra que seincline más al gobierno de los principales,hablan mejor los que hacen mezcla de mu-chas maneras de gobiernos, porque el go-bierno público que de más diferencias estácompuesto será más ventajoso que aquél.Además de esto, no parece que tenga cosaque huela a monarquía, sino a oligarquía ydemocracia, y aun parece que se inclina mása la oligarquía, lo vial se colige claramen-te de la elección ore los magistrados. Por-que el decir que escojan los más dignos, co-mún cosa es de ambas maneras de gobier-no ; pero el estatuir que los más ricos, denecesidad tengan autoridad para juntar con-cejo y hacer elección de magistrados, exclu-yendo a los demás, todo esto tira a oligar-quía o gobierno de pocos, y el procurar quelos más de los cargos públicos se den a losricos y que los mayores cargos se den a losmás ricos, también sabe a lo mismo.

Hace también la elección del Consejo oSenado conveniente a tal manera de gobier-no ,porque manda que todos, por necesidad,sean elegidos ; pero, primeramente, de los delprimer grado de hacienda ; después, otrostantos del segundo ; tras éstos, del tercergrado o del cuarto, excepto que del tercergrado o del cuarto no obliga a elegir nece-

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sariamente. Después de esto, dice que decada grado de censo o hacienda conviene quese escoja igual número de senadores. De ma-nera que los de los mayores censos seránlos más y los mejores, pues no es necesarioescoger de los otros censos.

Que no deba, pues, esta manera de Re-pública constar de democracia y monarquíacolígese de lo dicho como de lo que trata-remos más adelante, cuando se nos ofrezcahablar de esta manera de República.

También hay peligro en aquello del ele-gir los gobernadores, y cómo se deban ele-gir de los buenos los mejores. Porque sialgunos se quieren confederar y son en nú-mero suficiente, harán siempre la elección asu gusto y voluntad, de manera que lo queacerca del gobierno público se trata en loslibros de leyes pasa de esta suerte.

CAPITULO y (1)

Hay también otras maneras de gobierno,escritas unas por personas particulares, yotras por filósofos y hombres de gobierno.Y todas ellas están más conformes a las quehoy día están en ser y a las que se guardanactualmente en los gobiernos de los pue-blos, que ninguna de aquellas dos socrá-ticas.

Porque ninguno , innovó nada acerca dela comunidad de los hijos ni de las muje-res, ni tampoco de los convites o cofradíasde las mujeres ; antes comienzan a tratar sugobierno por las cosas necesarias.

Paréceles, pues, a algunos que es cosa desuma importancia disponer bien lo que res-pecta a las haciendas, porque dicen que so-bre éstas se promueven todos los alborotos.Por esto Paleas el calcedonio fué el primeroque introdujo lo de la igualdad de las . ha-ciendas, porque dice que conviene que lasposesiones de los ciudadanos sean iguales ;

(1) En los capítulos anteriores impugna Aris-tóteles las dos repúblicas de Sócrates, que se hallandescritas en los Diálogos de Platón ; en este capituloy siguiente trata de otros autores, analizando susobras.—(N. de los E.)

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lo cual no era dificil de introducir en lasrepúblicas que de nuevo se fundaban, aun-que en las ya establecidas era más irreali-zable, aunque brevemente se podrían igua-lar con ordenar que los ricos diesen dotesy no las recibiesen, y, al contrario, los po-bres las recibiesen y no tuvieran que darlas.

Pero Platón, en los libros de leyes queescribió, fué de parecer que, hasta cierto tér-mino, se permitiese a los ciudadanos el acre-centar los patrimonios ; pero que no se per-mitiese que ninguno lo acrecentase más decinco veces más que el que menor fuese, yque esto fuese lo sumo que pudiera poseercualquier ciudadano, como ya hemos dichoanteriormente.

Pero se ha de tener en cuenta con esto,como no la tienen estos legisladores, que losque ponen tasa en la posesión de las ha-ciendas conviene que la pongan también enel número de los hijos. Porque si el núme-ro de los hijos excede de la cantidad de lahacienda, por necesidad se ha de quebraresta ley, y además redundará en daño de mu-chos ricos, que se volverán pobres. Y con-viene procurar que estos tales no vengan abuscar novedades, constreñidos de la nece-sidad.

Cuán importante cosa sea esto de la igual-dad de los patrimonios para lo conservaciónde la compañía civil, ya lo entendieron mu-chos de los antiguos, como Solón, que lodispuso así por ley ; y en otras tierras tam-bién se prohibe que pueda cualquiera au-mentar su hacienda según su voluntad.

72 ARISTÓTELES

Hay, asimismo, otras leyes que prohi-ben que ninguno pueda vender sus posesio-nes, como en las de los locrenses, en que sehacía esta prohibición, y únicamente se to-leraba cuando se hubiera demostrado quela desgracia obligaba a vender.

Esta referida ley no la observaron los deLeucades, que han hecho muy popular sugobierno de República, porque ya no se usaentre ellos elegir los cargos y magistradosconforme a cierta tasa de haciendas, sinoque todos procuran tener tanta como los de-más, y que, ora sea excesiva corno para vi-vir con deleite, o tan mezquina que le obli-gue a la vida miserable y muy por onzas.

Consta, pues, que no basta que el legisla-dor haga las haciendas iguales, sino que hade procurar reducirlas a un medio. Además,aunque se les tase a todos la hacienda, noha de aprovechar nada, por más que se hade procurar que la codicia no se enseñoreede los cuidadanos, para lo cual bastan lasleyes suficientes.

Tal. vez dijera Faleas que esto mismo eslo que él pretende, porque es de parecer queen los pueblos haya igualdad en estas doscosas : en la hacienda y en la doctrina.

Respecto a la doctrina, conviene que sedeclare cuál haya de ser, porque no es con-veniente para el bien común que en la Re-pt'iblica exista una sola manera de doctrinay que todos aprendan la misma. Porque bienpuede ocurrir que la doctrina de la Repú-blica sea una misma y de tal modo que hagaa los hombres aficionados a tener más de

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lo que tienen, tanto en dinero como en hon-ra, o ambas cosas a la vez. Además de esto,riñen entre sí los hombres, no solamentepor la desigualdad de las haciendas, sinotambién por la desigualdad de las dignida-des y honras ; pero, al contrario, por cadacosa de éstas. Porque la gente vulgar riñeporque no son iguales las haciendas, y losprincipales porque los igualan con otros enlas honras.

De donde dijo Hornero :

Honra procura el malo y el perfecto.

Pero no solamente hacen agravio los unosa los otros por las cosas necesarias, para locual Faleas tiene por buen remedio la igual-dad de los patrimonios y haciendas ; porquela desnudez y hambre no fuerce a los hom-bres a hurtar, aunque tal vez hacen agra-vio por satisfacer sus deleites y deseos. por-que si su codicia excede a la necesidad, porsatisfacerla hacen agravios, y no por éstasolamente, sino por el deseo que tienen degozar de las cosas y deleites sin ningunapena.

¿ Qué remedio se dará para estas tres co-sas?

Para los unos es buen remedio darles unapoca hacienda y algún oficio en que traba-jen. Para los otros es el remedio la virtudde la templanza. Para los terceros, si en sí.mismos quieren buscar los deleites, no ha-llarán y podrán encontrar otro remedio quedarse a la filosofía, porque los demás delei-

74 ARISTÓTELES

tes tienen necesidad de otros hombres conquien se tomen.

Pero, por cuanto los mayores agravios sehacen no por satisfacer las necesidades, sinopor los deseos excesivos y sin término—co-mo vemos que ninguno se hizo tirano porcubrir su desnudez—, por esto hay propues-tos grandes premios y honras, no para elque mata al ladrón, sino al tirano.

De manera que el modo eje gobierno deFaleas vale para defenderse de los peque-ños agravios. Además, casi todos los esta-tutos que él propone en su República ver-san acerca de las cosas mediante las cualestendrán entre sí los ciudadanos buen gobier-no ; pero no . solamente se ha de tener encuenta lo que respecta a éstos, sino tambiénen lo referente a los comarcanos, y gene-ralmente con todos los extranjeros, porquela República se ha de disponer de tal ma-nera que se tenga cuenta con el poderfuer-zas de la guerra, de lo cual no dijo 'Faleasuna palabra.

De la misma manera, en lo referente alas haciendas, las cuales conviene que seansuficientes, no sólo para las necesidades ymenesteres, sino también para los peligrosque de fuera se ofrecieren.

Por tanto, no conviene que las hacien-das sean tan grandes que a los que esténcerca y a los poderosos incite su codicia, ylos que las tengan no las puedan defenderde los que las acometan. Tampoco debenser tan pequeñas que no basten a sustentar

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la guerra ni a resistir a los que les son igua-les y semejantes en fortuna.

De todo esto no resolvió nada Faleas.Así, conviene tener bastante cantidad de ha-cienda. La mejor tasa que se puede poneres ésta : que las haciendas no sean tan gran-des que por su mucho exceso no sea prove-choso a los más poderosas mover guerrapara obtenerlas. Como hizo Eubulo conAutofradate, el cual, estando dispuesto a po-ner cerco en Atarnea, le dijo que conside-rase bien en cuánto tiempo podría tomar elpueblo, y que, conforme a ese tiempo, ta-sase el gasto que en ello había de hacer, yque pues era menos lo que de Atarnea ha.bía de sacar, que holgase de levantar el cer-co ; y con decir esto persuadió a Autofra-date a que desistiese de aquel cerco.

Es, pues, hasta cierto punto, útil que lashaciendas de los ciudadanos sean iguales,para que ellos no se amotinen entre si.Pero en realidad, de verdad, no tiene estaley en sí muy gran provecho, porque losmás principales y de mayor valor se enfa-darán de esto, como gente que se cree obli-gada a tenerlas mayores, y por esto se vemuchas veces que promueven guerras y al-borotos. Además, la malicia de los hombreses insaciable, y dicen al pronto que se con-tentarían con diez maravedíes, y cuandolos han alcanzado, siempre apetecen más,hasta no ver el fin de sus deseos ; porque lanaturaleza de la codicia no tiene término, ycasi todos los hombres viven por satisfacersu códicia.

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El principio, pues, de poner remedio a es-tos males más consiste en disponer de talmodo la naturaleza de los hombres en loque toca a la bondad, que los buenos noquieran codiciar las riquezar y los malos nopuedan igualar los patrimonios. Lo cual po-drá hacerse si los malos tuvieren menospoder.

En lo de igualar las riquezas, no hablóFaleas como convenía, porque no igualó másque las posesiones de las tierras ; y hay otrasriquezas que consisten en siervos, ganados,dineros y alhajas.

O se ha de procurar, pues, que en todasestas cosas haya igualdad, o que se pongaalgún orden en ello, so pena de dejarlo estartodo.

Parece también, en su manera de dar le-yes, que dispone su gobierno para ciudadespequeñas, pues los artífices han de ser co-munes y no han de henchir el número de losde la ciudad. Pero si los que comúnmentetrabajan han de ser personas públicas de to-dos, lo han de ser como son en Epidamno,y corno Diofantes lo dispuso, en los tiem-pos pasados, en Atenas.

De la República, pues, de Faleas podráconsiderar cualquiera, respecto a las cosasreferidas, lo que hay bien o mal determi-nado.

CAPITULO VI

Ilippodamo, hijo de Eurifonte, natural deMileto, que inventó la división de las ciu-dades y partió por medio el puerto de Pi-reo, y fué tenido en todo el discurso de suvida por exaltado, a causa de que cuidabaexcesivamente de su indumentaria y del ali-ño de sus cabellos, aunque en verano ves-tía de riguroso invierno. Este fué el pri-mero de todos los que no administraron Re-pública, que, queriendo dar una prueba dediscreción, se puso a tratar del mejor modode este gobierno.

Ordenaba, pues, que la ciudad hubiese deser de diez mil vecinos y que estuviese re-partida en tres partes, correspondiendo, res-pectivamente, a los oficiales, labradores yhombres de guerra.

Repartía también los términos de la ciu-dad en tres partes : una para que fuese de-dicada al culto divino, otra para los meneste-res y usos públicos, y la tercera sirviese par-ticularmente para cada uno, con objeto deque en la primera se hiciesen los sacrificiosque pareciese convenir a los dioses, y éstafuese sagrada ; en la segunda se mantuvie-

78 ARISTÓTELES,

sen los que habían de pelear, y ésta fuesepública, y la tercera, que fuese de los labra-dores y perteneciese a cada uno de ellos.

Era, asimismo, de parecer que no hubie-ra más que tres especies de leyes Porquelas cosas acerca de las cuales hubiese dehaber judicatura eran tres en número : afren-ta, daño y múerte. Ordenaba también unacancillería, a la cual fuesen por apelacióntodas las causas que no pareciesen habersido bien juzgadas, y ésta ordenaba que fue-se de ciertos viejos escogidos, y que las sen-tencias en las audiencias y consistorios noconvenía que se pronunciasen por votos, sinoque cada juez llevase una tablilla en la cualescribiese si absolvía del todo a la parte o,si del todo condenada, la echase rasa y sien parte lo condenase y en parte lo absol-viese, lo distinguiese en ella. Porque, cornose hace ahora, no le parecía que 'estaba biendispuesto.

Ponía otra ley para los que inventasenalguna cosa útil a la ciudad, consistente enciertas honras, y para los hijos de los quehubiesen muerto en la guerra se les diesepúblico mantenimiento, cosa que en otraspartes aún no estaba establecida, como hoydía en Atenas y en algunas otras ciudades.

También ordenaba que el mismo puebloeligiese los magistrados, entendiendo porpueblo las tres partes de la ciudad, y que loselectos tuviesen cuidado de las cosas refe-rentes a la comunidad, a los forasteros y alos huérfanos.

Estas cosas son las principales de la Re-

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LA POLÍTICA 79

pública de Hippodamo y las más dignas deser recordadas. Pero dudaría, por ventura, al-guno, y primeramente en lo que toca a ladivisión del número de ciudadanos, porquetodos participan de la comunidad de aquelgobierno, así oficiales como labradores, y tam-bién los que están puestos en armas, aunquelos labradores y oficiales, por carecer de me-dios de defensa, ni posesiones o heredades,vienen a ser como siervos de los que estánpuestos en armas. No es posible, pues, queestos tales participen de todas las honras,porque generalmente han de ser electos paragobernadores y guardianes los que estánpuestos en armas. ¿ Qué afición han de te-ner, pues, a tal género de República si notienen parte en el gobierno de la misma?Además de esto, ¿ qué provecho proporcio-nan a la ciudad los labradores? Porque ofi-,ciales por necesidad los ha de haber, puesson indispensables en todas las ciudades, ypueden mantenerse con el producto de 'Susoficios ; pero los labradores, si dieran de co-mer a los que están puestos en armas, conrazón fueran alguna parte de la ciudad ; mastienen asignada cada uno su parte, y la culti-van en provecho propio. Además, aquellaparte común de la que se ha de mantenerla gente de armas, si se la han de cultivarellos mismos, ya no será diferente de la delos labradores.

Esta, pues, será la cuarta parte de la ciu-dad, que no participe de ninguna cosa, sinoque esté muy ajena del público gobierno,pues si propusiese alguno que todos sean

ARISTÓTELES

los que cultiven la tierra común, y ademásla suya propia, en tal caso la recolección delos frutos no será bastante para que cadauno mantenga dos casas. Ahora bien ; ¿porqué razón los labradores se han de privarde parte de su mantenimiento, recogido desu propia: tierra, para darlo a los puestos enarmas?

Todas estas cosas ocasionarían realmentegraves confusiones y revueltas.

Tampoco está bien ordenada aquella leyde la Judicatura que manda que el juez juz-

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gue dividiendo la Judicatura y que el juezhaya de ser repartidor. Porque esto, en eljuicio arbitrario, acaece caundo son muchos

ijos árbitros, porque comunican entre sí lasentencia que han de dar ; pero en las au-diencias eso no se sufre ; antes, por el con-.trario, los que hacen las leyes, siendo mu-chos, consultan entre sí para que los jueceslo tengan que hacer lo mismo. Dejo apartequé el tal juicio no puede dejar de tener en

sí mucha confusión y revuelta, si el juez juz- !it12,-a que el reo debe, pero no tanto como se lepide. Porque el que pide dice que se le de-

ben doscientos ducados, y el juez sentencia 0

que no son sino, ciento, aunque tal vez hayaotro juez que lo estime en menos, etc.

En lo que se refiere a la ley de los que einventan alguna cosa útil para la República

ála conveniencia de que se les honre debi-

amente, diremos que no es muy fácil dic-tar esa ley, sino que es ley apacible en laapariencia, porque trae consigo muchas fal-sas acusaciones, y tal vez alteraciones en la

LA POLÍTICA 81

República. Pero esto ya cae en otra cuestióndiferente, y se presta a diversas considera-ciones.

Tal vez aconteciera que algunos, pensan-do introducir y persuadir alguna común uti-lidad, tratasen de la disolución de las leyesy 'aun de la misma República. Ya que he-.mos hecho mención de esto, será convenien-te que tratemos algo de ello, porque es ne-gocio que tiene en sí verdadera dificultad.

Aceptamos que deben cambiarse las le-yes, porque en las demás ciencias ha sido estoútil,' como en la Medicina y el arte de la

33 4lucha y en las demás ciencias y facultades.Si volvemos la vista atrás, observaremos quelas leyes antiguas eran muy simples y másu-que bárbaras, porque en aquel tiempo to-dos los griegos iban cargados de hierro, yu,unos a otros se compraban las mujeres, y

es así en todo lo demás ; como en la ciudad deCunas hay una ley de homicidio, que si el

ell que acusa a otro de matador se acompañaseiZ de muchos testigos, aunque fuesen parien-le tes suyos, pudiera ser condenado el reo porle los dichos de aquéllos.

Además, las leyes escritas no convienehacerlas tan firmes que no se cambien nun-ca, porque lo mismo que acontece en las

9e demás artes ocurre también en el orden yo disposición civil : que no se pueden prejuz-)i• gar todas las cuestiones ni anticiparse a losie• hechos.

De todo se colige que las leyes han deser mudables, y cuáles y cuándo han de mu-

ga ; pero este es negocio en el que hay que8

jL

82 ARISTÓTELES

ir con gran recato, porque si el provecho demudar las leyes fuere poco, y adema elcambiarlas frecuentemente fuere malo, cla-ro está que han de disimularse algunos ye-rros de los legisladores y de los que gobier-nan la República. Porque no se sacará tan-to provecho de mudar las leyes como dañose producirá no dando crédito a los que go-biernan.

La similitud que se toma de las artes esfalsa, porque no es lo mismo cambiar unarte que una ley. La ley no tiene fuerza parapersuadir si no es por la costumbre, y éstano se confirma sino en largo tiempo. De ma-nera que mudar fácilmente las leyes recibi-das en otras leyes nuevas es hacer que lafuerza de ellas sea escasa o nula.

Asimismo, ya que hayan de mudarse, ha-brá que ver si conviene que sean todas o sóloalgunas, y por quién. En todo ello hay gran-des dificultades ; por eso será bien que de-jemos esta cuestión por ahora y la tratemosen el lugar conveniente.

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CAPITULO VII

En lo que respecta a la República de loslacedemonios y de los de Candía, y casi atodas las demás maneras de gobierno públi-co, se han de hacer dos consideraciones : laprimera, si hay en ella alguna cosa que estébien o mal establecida, conforme a la mejormanera de gobierno; y la segunda, si hay al-guna cosa dispuesta al contrario de lo queellas presuponen y de la manera que pro-ponen de República.

Cosa es muy clara y manifiesta que enla República que ha de ser bien adminis-trada ha de haber provisión de las cosas ne-cesarias ; mas de qué modo la haya o escosa que se pueda entender ligeramente,porque la gente de servicio, que en Tesaliallaman Pénestia, se ha rebelado muchas ve-ces contra los mismos tesalios, y de la mis-ma manera los siervos (1) contra los lace-demonios.

En cambio, nada les ha sucedido, a losde Candía, lo cual se explica porque las ciu-dades comarcanas, aunque hayan tenido gue-rras entre sí, ninguna ha prestado socorros

(1) Les llaman hilotas.

_ARISTÓTELEs••nnn••• I. • y•.~4 1111~1~~1.,

a 1os rebeldes, mientras que los lacedemo-, mas tenían , por enemigos a todos los pue-blos vinos (arsivos, mesemos y axcadios),pues wun contra los de Tesalia se ,rebelaronI. principio por verlos envueltos en guerra

con :Sus vecinos los aqu'eos, perrebos y mag-nesios.• Parece que si no hubiese otra dificultad•que la del cuidado de los iservos, constitui-

• ría -una muy grave pesadumbre. 'Porque silos halagáis se ensoberbecen y se tienen portan buenol y dignos de tanta honra comolos señores, y si son maltratados hacen vein-•te traiciones y aborrecen al señor.• Así, los lacedemonios, que en esta parte

•no tienen buen modo, les acaece lo referidocon los hilotass,

Además, la excesiva libertad y disoluciónde las mujeres eS muy perjudicial para elbuen gdpierno de la ciudad. Porque, así.ccumo el 'marido y la mujer son partes de, la familia, de la misma manera se ha de en-tender que se divide la ciudad en dos par-tes, casi, que es en la multitud de los varo-nes y en la, de las mujeres, de manera queeh todos los pueblos donde lo que toca alas mujeres va mal regido habremos de en-tender que la mitad de la ciudad está sin ley.

De modo que en. la República donde estoocurre, por necesidad han de ser muy esti-madas las riquezas, a causa de que los va-OneS están sujetos a . las mujeres, especial-ente los soldados ygente de guerra, excep-

tumido a los francos y algunas otras gentesque Públicamente " abusan del ayuntamiento

LA POLÍTICA 85

de unos machos con otros ; porque el pri-mero que sacó la fábula del ayuntamientode Marte con Venus no parece que lo fingiófuera de propósito, porque todos los que sonaficionados a la guerra se muestran muy in-clinados al amor o de los machos o de lashembras. Por esto, entre los lacedemoniosha sido de este modo, y cuando ellos eranseñores del gobierno, muchas cosas eran go-bernadas por mujeres.

Porque, ¿ qué diferencia hay de gobernarlas mujeres a gobernar los que son regidosy mandados por mujeres? El mismo malprocede de lo uno que de lo otro ; porquesiendo la osadía más útil para la guerra quepara las otras cosas ordinarias, eran paraesto las mujeres de los lacedemonios muyperjudiciales.

Lo cual se mostró muy claro en la em-presa de los tebanos, en la cual no sirvie-ron las mujeres de Esparta para otra cosasino para sembrar más terror que los mis-mos enemigos.

Este mal les ocurrió a los lacedemoniosdesde un principio, o sea la excesiva liber-tad de sus mujeres, a causa de las prolon-gadas ausencias con motivo de las guerrasque sostuvieron, primero contra los argivosy después contra los arcadios y mesenios.Después, cuando ya tuvieron reposo, ellosmismos se entregaron a su legislador, Li-curgo, dispuestos ya para ello por la disci-plina militar, la cual contiene en sí muchaspartes de virtud ; pero de las mujeres escrí-bese que, queriendo Licurgo sujetarlas a las

86 ARISTÓTELE'S

leyes y no prestándole ellas obediencia, de-sistió de tal empresa.

El no estar, pues, las cosas tocantes a lasmujeres bien establecidas, como poco ha sedijo, parece que no solamente causa en laciudad cierta indecencia o deshonestidad,sino que induce a los hombres a cierta co-,dicia del dinero.

Además de lo que antes decíamos, re-prenderá alguno la poca regla y orden que-en lo referente a las posesiones hay en Es-parta, porque hay varios que tienen hacien-das extremadamente grandes, y muchosotros muy pequeñas y hasta miserables. Deello ha resultado que todos los términos yposesiones están en poder de pocos. lo cualestá mal ordenado por las leyes. Por otraparte, las mujeres poseen gran cantidad detérminos, por razón de quedar herederas desus padres, como también por las dotes, quese dan tan grandes y excesivas. Mas valie-ra, pues, ordenar que ninguna mujer se ca-sara dotada,o que la. dote fuera pequeña opor lo menos mediana. Pero ahora *se per-mite que la pupila de su hacienda pueda de-signar libremente al heredero. De aqui haresultado que aquella tierra que antes basta-ba a sustentar mil quinientos hombres dearmas y tres mil infantes no basta ahorapara sustentar a mil.

Así se ha visto, por experiencia en lossace.z as, la mala orden y disposición de todoello, pues con sola una adversidad que reci-bió aquella República, nunca más pude alzar

LA POIATICA 87

s

e

cabeza, sino que quedó destruida por lospocos hombres que le quedaron.

Dicese también que en tiempo de los pri-meros reyes recogían en su República a losextranjeros y les daban privilegios de ciu-dadanos ; de donde sucedía que, aunque du-rase la guerra mucho tiempo, no venía ahaber falta de hombres. Y aún dicen más :que en aquel tiempo mantenían los esparta-nos diez mil hombre de guerra. Pero, contodo eso, sea o no verdad, mejor fuera hen-chir de hombres la ciudad, reglando y po-niendo tasa en las haciendas, porque la leyque allí hay de criar los hijos se opone porcompleto a lo que decimos.

Deseando su legislador, Licurgo, que losespartanos fuesen muchos en número, indu-ce a los ciudadanos a que engendren mu-chos hijos, porque la ley dispone que el queengendrare tres hijos esté dispensado de serguarda, y el que cuatro, se le dispensase detodo.

Cosa, pues, es cierta y manifiesta que sise engendran muchos hijos y las posesionesy términos están de tal manera repartidos,por necesidad habrá muchos pobres.

En lo que respecta al magistrado y cargode los éforos, no está bien ordenado, por-que este oficio tiene entre ellos autoridad ypoder sobre las mayores cosas, y los éforosson elegidos por la gente plebeya y popu-lar. De manera que acontece muchas vecesser nombrados para este cargo hombres muynecesitados, los cuales ponen en venta suparecer a causa de su pobreza. Lo cual se

ARISTÓTELES

111ha visto otras veces claramente, y sobre 1(11todo ahora, en las cosas de los andrios, por-que algunos de ellos, sobornados con dine-

1'11t

ro, destruyeron la ciudad.Y por ser tan grande y poderoso este

magistrado, y casi igual al poder tiránico, 1hacíanle muchas veces los reyes que ellos 1111gobernasen al pueblo y lo rigiesen. Deb ú

modo que, aun en esto, ha sufrido detrimen-to la República, porque de aristocracia se á ,i1.1ha venido a convertir en democracia.

Este modo, pues, de gobierno contiene ensí a toda la República, porque el pueblo,

lo,

,gistrado, está quieto y no busca novedades. :;11:'viéndose participante del más poderoso rna-

Para conservar la República y hacerla du-radera es conveniente que se cuiden, y en- ‘)101tretengan todas las partes de la ciudad. Con- Psérvanse, pues, los reyes por la propia honra 1que tienen, y los buenos y principales, por R ticla autoridad del Senado, porque este ofi-cio es el premio y la insignia de la virtud,y la gente vulgar y popular, por la dignidaddel eforato, porque de todos se hace la elec-ción, aunque no debía elegirse, ciertamente,del modo como ahora se efectúa, que es cosa II

de rapacería. Además que, siendo los éforosgente vulgar y de baja condición, los hacenseñores de muy grandes judicaturas. Por locual sería mejor que no juzgasen las causaspor sus propios pareceres, sino conforme alas leyes puestas por escrito. También se ob-serva que la vida de los Moros es muy dis-tinta de lo que pretende la ciudad, porque

88

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e.

el vivir de los mismos es muy regalado, y elde los demás tan áspero.

En lo que toca al gobierno del Senado,no está bien organizado, aunque tal vez diga.alguno que, por ser sus componentes hom-bres de bien e instruidos, convienen a la Re-pública. Pero el hecho de ser hombres degrandes negocios los que compongan el Se-nado no creemos que sea muy conveniente ;y el ser viejos también admite discusión,porque, así como hay vejez en el cuerpo, lashay , asimismo, en el entendimiento. Ade-más, los que participan de tales cargos semuestran poderosos para dar y repartir asu gusto las cosas comunes de la ciudad.Por lo cual sería mejor que se les pusiesealgún freno de castigo y no tuviesen tan ab-soluta la potestad como la tienen.

Pero parece que el magistrado de los éfo-ros corrige a todos los otros magistrados ;el cual derecho o libertad es para ellos dema-siadamente grande, ni es ésta la manera porla cual decíamos que se había de tomarcuenta al Senado. Además de esto, el modoque tienen para efectuar la elección de se-nadores es cosa de risa y niñería ; ni estábien que el que ha de ser electo para sena-dor, él mismo lo pida y lo pretenda, juz-gándose por digno. Porque el que es aptopara serlo había de ser electo, quisiera o noquisiera. Pero, así en esto como en todo, ellegislador parece que hace lo mismo ; por-que, induciendo a los ciudadanos a la ambi-ción, encarga después a estos mismos la elec-ción de los senadores,

89

ARISTÓTELES

Cualquiera que pretende algún cargo esambicioso, y las más de las voluntarias in- 3r1

jurias que acaecen entre los hombres pro-ceden de la codicia del dinero o de la am-bición.

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Respecto a si es preferible para el gobier-no de las ciudades el poder real, constituyeotra cuestión. Con todo, sería mejor que lohubiese. no como ahora lo hay, sino quecada uno de los reyes, por su merecimientoy vida, fuese juzgado digno de aquel car-go : pero el mismo legislador no está con- 111forme en que la bondad y virtud puedanser reducidas por sus leyes. Lo cual se veclaramente en esto que él mismo no se fíade ellos como de gente que no es tan hon-rada como debía.

Por lo cual, los que entre si eran enemi-gos solían enviarlos como embajadores, ¡mesles parecía que el bien de la República con- 1,1sistía en que los reyes tuviesen disensionesentre sí.

Tampoco ordenó bien lo que se refiere alas cofradías, que ellos llaman fiditia, el quelas introdujo en su principio. Porque seríamás conveniente que aquel ayuntamiento sehiciese en común, como acostumbran los deCandía. Pero entre los lacedemonios, cadauno lo ha de poner de su casa, aunque seanalgunos de ellos extremadamente pobres, tan-to que n.o basten a hacer un gasto tan peque-ño como aquél. De manera que sucede locontrario de lo que pretendió el legislador,porque éste pretendía que el aparejo deaquellas cofradías fuera muy común y popu-

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LA POLITICA 91

lar, y generalmente no ocurre de este modo,porque no pueden participar los que son muypobres.

Es antigua constitución entre ellos que elque en aquel escote no pudiere contribuir noparticipe en el gobierno de la República.

También han reprendido mucho, y conrazón, la ley del capitán general de la Ar-mada, por ser ley que causa alteración en laRepública. Porque, corno este cargo era per-petuo, siendo los reyes gobernadores o capi-tanes de la guerra, casi ha venido a ser otrapotestad real.

Podría también, en esta República, re-prender alguno el principal intento del le-gislador, como ya lo reprendió Platón en ellibro de Las leyes. Porque toda la disposi-ción de las leyes de Licurgo va enderezadaa una parte de virtud, que es la militar, lacual es útil para vencer. Y así, teniendoguerra, libraban bien, y al ser señores seperdieron, porque no sabían vivir en paz yquietud, ni ejercitarse en otro ejercicio nin-guno mejor que en el de la guerra.

Tienen otra falta, no menos grave queésta : que tienen por cierto que los bienessobre los cuales sostienen guerras unos hom-bres contra otros proceden más de la virtud

--que no del vicio, y en esto dicen bien ; peroyerran al creer que tales bienes son de másprecio y valor que la virtud.

Tienen también los espartanos mal orde-nado lo que se refiere a los dineros e inte-reses comunes. Porque ningún común tienedinero que sea de toda la ciudad ; y así, sién-

92 ARISTÓTELES

dotes forzoso hacer guerras muy grandes,con dificultad pueden contribuir a ellas.Porque, como las tierras de los espartanosson muchas, no hacen lista entre sí de , loque cada uno puede contribuir. Y así, allegislador le sucedió en esto lo contrario delo que convenía, porque hizo la ciudad, enlo común, pobre de dinero, y muy avarosa los particulares.

Baste lo tratado acerca de la Repúblicade los lacedemonios ; porque todas estas co-sas son las que cualquiera podría con másrazón reprender.

5

81

CAPITULO VIII

La República de Candía es mav seme-jante a la de Esparta, aunque tiene alciu-bnas cosas establecidas no de peor manera ;pero las más no con tanto lustre.

Porque parece, y aun se dice ser así, quela República de los lacedemonios imitó a lade Candía en las más de las cosas, y lasmás de las cosas antiguas no están tan bienregladas como las modernas.

Cuéntase, pues, que Licurgo, después quehubo cumplido con la tutela del rey Carilao,se fué a Lacedemonia, y que el mayor tiem-po lo pasó en Candía, por el parentesco =quetenía con ellos, ya que los lictios eran colo-nia de los lacedemonios. Los cuales, cuan-do fueron a poblar, tomaron aquella ordeny manera de leyes que guardaban los queentonces moraban en la isla. Así, aún hoydía, aquellos siervos que ellos llamaban pe-ecos, de la misma manera usan de las le-yes, que dispuso Minos primero. Y pareceque esta . isla naturalmente fué dispuestapara ejercer el señorío sobre los griegos,pues tiene propio sitio para ello, porque se-ñorea toda la mar, y casi todos los griegos

9 4 ARISTÓTELÉg

moran en las orillas. Porque, por una par-te, confina con la Morea, y por la otra conAsia, por aquella parte que corresponde aBodas y Triopio. Por esto, Minos fue señorde la mar y sujetó unas islas y pobló otras,y al fin, estando en la conquista de Sicilia,murió cerca de Camico.

Tiene, pues, la República de Candía pro-porción con la de Esparta, porque a los la-cedemonios les cultivan la tierra aquellossiervos que ellos llaman hilotas, y a los deCandía los llamamos periecos. Hay tambiénen ambas Repúblicas aquellas cofradías oconvites generales, los cuales no se llamabanantiguamente fiditia, sino andria, como losdenominan en Candía. De donde se coligeque de Candía provino el uso de ellos.Muéstralo también la disposición de la Re-pública, porque los éforos tienen en Lace-demonia la misma potestad que en Candíaaquellos que se llaman cosmos; salvo que loséforos son cinco en número, v los cosmos,diez. También los senadores de Lacedemo-nia son iguales en número a los de Candía,a quien ellos llaman el Consejo.

Primero existió en Candía un reino ; perodespués los candiotas mudaron aquella ma-nera de gobierno, y llevan la administraciónde la guerra los llamados cosmos.

Júntanse todos en concejo ; pero el con-cejo de ninguna cosa es señor, sino de apro-bar lo que el Consejo y los cosmos han de-terminado antes.

Pero lo que toca a las cofradías o comi-das generales, está mejor ordenado en Can-

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LA POLÍTICA

95

día que en Lacedemonia. Porque en Lace-demonia escota cada uno por cabeza lo queestá determinado, y si no, manda la ley queel tal no tenga voto en el gobierno, a noser que sea habido por extraño, como sedijo ya. Pero en Candía hócese el gasto encomún, porque de todos los frutos que secogen, y de los ganados que se crían, y detodos los públicos tributos que pagan losperiecos, se toma cierta parte, una para elculto divino y gastos comunes, y otra paralas cofradías o convites. De manera que to-dos, mujeres, niños y varones, comen delcomún.

Filosofó mucho el legislador acerca dela buena regla que se ha de tener en el co-mer, como cosa muy conveniente a la Re-pública, y asimismo , acerca del ayuntamien-to de las mujeres, para que no multiplica-sen de hijos, declarando cómo habían deconversar con los varones. De la cual ley,si está bien o no determinada, otro tiempose ofrecerá para discutirlo. Consta, pues,que lo que toca a las comidas o convitesestá mejor ordenado entre los lacedemo-nios ; pero en lo que respecta a los cosmos,está peor ordenado que lo de los éforos, por-que el mismo mal que hay en el gobiernode los éforos hay también en el de los cos-mos ; porque también es electo para cosmoscualquier manera de hombre, aunque lo queallí es útil para la conservación de la Re-pública no se halla en los cosmos de Can-ela. Porque en Lacedemonia, por hacerse laelección de éforos de todo género de gente,

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96 ARISTÓTELES

goza y participa el pueblo del mayor cargoy magistrado, y huelga la conversación so-bre aquel modo de gobierno ; pero en Can-día no se eligen los cosmos de todo génerode gentes, sino de ciertos linajes y fami-lias, y los senadores, de los que ya hansido cosmos ; contra los cuales se puedenproponer las mismas razones que se expu-sieron contra los senadores de Lacedemonia,porque el no tomárseles residencia, y el sertodo el discurso de su vida jueces es la ma-yor honra que la dignidad de ellos merece,

el gobernar, no conforme a la prescrip-ción de la ley, sino a su voluntad y pare-cer, es cosa peligrosa, y el estar el pueblososegado y no amotinarse, no participandodel gobierno, no es bastante argumento paraprobar que está bien ordenado el gobiernoy administración de la República. Porquelos cosmos no reciben del cargo provechoalguno, corno los éforos lo reciben en Es-parta, y así se apartan lejos por la isla cuan-do hay algún motín del pueblo, y el remedioque para este mal procuran es ajeno de todarazón, y nada civil, sino tiránico. Porque,muchas veces, algunos hacen entre sí con-juración, o de los mismos cosmos o de losparticulares, y echan por fuerza a los cos-mos, y así éstos tienen libertad de renunciarel cargo.

Todo esto fuera mejor que se hiciera con-forme a ley que conforme a la voluntad ymovimiento repentino de los hombres, porque esta regla ni es cierta ni segura. Perolo peor de todo es la revuelta y violencia . de

LA POLÍTICA 97

los hombres poderosos, de la cual usan mu-chas veces cuando no quieren ser condenadospor sentencia. De lo cual se colige claramente que esta manera de gobierno tiene algode República, pero realmente no lo es, sinoantes tiranía.

Suelen también juntar el pueblo y susamigos, y hacer monarquía, y amotinarseunos con otros y venir a las manos entre sí.Lo cual es lo mismo que dejar por algúntiempo de ser República y deshacerse de lacivil comunidad. Y la ciudad, en un tanmal estado puesta, está en gran peligro deperderse; si hay alguno que tenga poderpara enseñorearse de ella ; pero, como yahemos dicho, consérvala el lugar y puestoen que está constituida, porque siempre hadespedido lejos de sí a los extranjeros, ypor esto persevera entre los de Candía elservicio de los periecos. Pero, en cambio,los hilotas se han rebelado a los lacedenio-nios muchas veces. Mas los candiotas ncparticipan de gobierno de extranjeros, aun-que ahora nuevamente les ha sobrevenidoguerra de fuera a los de la isla, la cual hamostrado claramente cuán débiles y flacasson sus leyes.

Pero a nosotros bástenos lo que hasta aquíse ha tratado de ella.

CAPITULO IX

Los cartagineses también parece que tie-nen buena manera de gobierno de Repúbli-ca, y en muchas cosas hacen ventaja a to-dos los demás gobiernos, y también algu-nas cosas tratan casi de la misma maneraque los lacedemonios. Porque estas tres Re-públicas, en cierta manera, son muy con-formes entre sí, y a las demás hacen muygran ventaja ; digo, la de Candía y la deEsparta, y también la de Cartago, pues mu-chas cosas hay en ella muy bien ordenadas.

Y la señal en que se conoce estar unaRepública bien ordenada es ésta : que con-serva el pueblo en el orden del gobierno

j ue está ya establecido, y ni se levanta enella alboroto o motín que sea digno de contar,ni hay ninguno que sea tirano en ella.

Conforma, pues, la República cartagine-sa con la de los lacedemonios en las comi-das de las compañías, que son aquí comoallá las fiditias; v el gobierno de los cientocuatro de Cartago') es conforme al de los éfo-ros, excepto que en esto le hace ventaja aquéla éste : que los éforos son de todo géne-ro de gentes, pero los ciento cuatro de Car-

LA POLÍTICA 99

Lago se escogen de entre los mejores de laciudad, y los capitanes y Senado de Carta-go corresponden a los reyes y senadores deLacedemonia. Pero en esto hacen venta-ja a los cartagineses, que ni eligen siemprelos capitanes de un mismo linaje, ni tam-poco eligen a cualquiera, sino al que de to-dos se distingue, más por el valor que por laedad. Porque si los que son reyes o capita-nes son gente de poco, al darles el señoríode cosas muy grandes e importantes, hacena la República muy notables daños, comoya muchas veces los han hecho a la Repú-blica de Esparta.

Las más de las cosas que hay dignas dereprensión por exceder de lo que el legisla-dor pretende, comúnmente se hallan en to-das estas tres maneras de República Perode las cosas que tiran al presupuesto de laaristocracia y del público gobierno, hay unasque se inclinan más al gobierno popular, yotras que tiran más a oligarquía. Porque sise ha de proponer o no al pueblo una cosa,los capitanes y el Senado lo han de determi-nar. Pero si no se conforman, de esto y deellos es señor el pueblo. Y en lo que éstosproponen al pueblo, no solamente tiene ésteautoridad para aprobar lo que a los gobier-nos les parece, sino también para juzgar siconviene o no conviene ; lo cual, aunque al-guien lo dude, no se permite en las otrasformas de gobierno.

Pero el tener potestad el Senado de ele-gir por sí mismo aquellos cinco varonesque son señores de muchas y grandes co-

1

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sas, v el tener potestad estos cinco varo-nes de elegir los cien varones, que es el su-premo magistrado, y además el permaneceren el gobierno estos cinco varones más tiem-po que los otros magistrados (porque tie-nen señorío, aun después de cumplido elcargo, y también antes de entrar en él paraservirlo), esto sabe mucho a oligarquía.Pero el administrar los oficios públicos sinsalario y sin ser electos por suerte tiene lode la aristocracia o gobierno de buenos ;y sialguna otra cosa hay de esta manera, y tam-bién el ser conocidas y juzgadas todas lascausas o pleitos por todos los magistrados,y no unas por unos y otras por otros, cornoen Lacedemonia.

Pero, al parecer de muchos, en cierta ma-nera, el orden de gobierno de los cartagine-ses declina mucho de aristocracia a oligar-quía, porque tienen por uso de hacer elec-ción de magistrados, no solamente confor-me a la virtud, sino también conforme a lariqueza y hacienda. Porque tiene por ciertoque no es posible que un hombre necesita-do gobierne bien ni procure la quietud dela República. De modo que si el elegir losmagistrados con arreglo a las riquezas y ha-cienda es propio de la oligarquía, v el ha-cer lo mismo conforme a la virtud es dela aristocracia, serán una tercera manera dehacer elección de magistrados, conforme alo cual están ordenadas las cosas del go-bierno de Cartago. Porque al hacer eleccióntienen en cuenta estas dos cosas, especial-mente cuando hacen elección de los mayo-

LA POLÍTICA 101

res cargos, como es de emperadores y ca-pitanes. Este exceso, pues, de la aristocra-cia habremos de juzgar como error del le-gislador, porque el tener consideración deesto desde el principio de la República escosa en todas maneras necesaria para quelos mejores del pueblo puedan conservarseen quietud y no hacer bajeza ninguna, nosolamente administrando cargo público, sinoaun estando fuera de él. Y si, con la abun-dancia de riquezas, se ha de tener cuentaPara conservar en quietud y sosiego la Re-pública, no es, por cierto, bien que los car-gos mayores estén puestos en venta, comoson los de emperador y capitán.

Porque tal ley corno ésta hace que el di-nero sea tenido en mucha estima, y todoslos ciudadanos han de coincidir en esta apre-ciación, porque aquel pueblo donde no eshonrada y preciada la virtud no puede se-guramente ser regido conforme a la aristo-cracia. Y es cosa conforme a razón que elque compra los cargos por dineros los com-pra para ganar con ellos, porque no es ra-zonable que el que es pobre y virtuoso pre-tenda ganar con el oficio, mientras que elruin y a quien le cuesta su dinero no quieraganar con él.

Por esto es conveniente que los que sonaptos para gobernar, gobiernen. Y valieramás que el legislador no hiciera cuenta de.la hacienda de los buenos, sino que tuvieracuidado de que los que gobernasen tuvie-sen conservada la República en sosiego.

También parece mal que un mismo hom-

102 ARISTÓTELES

bre tenga muchos cargos, lo cual entre loscartagineses es tenido en mucha estima, por-que mejor se administra cada cosa cuandoel que la administra con sola aquélla tienecuenta.

Debe, pues, el legislador tener cuenta enesto : cómo se haya de hacer que un mismohombre sea a un tiempo zapatero y músicode flautas. Y donde el pueblo no es peque-ño, más civil y más popular es que muchosparticipen del gobierno, porque, como he-mos dicho, más en provecho de la comuni-dad y más pronto se hace y concluye cadacosa por los mismos.

Vese esto claramente en las cosas de laguerra y de la navegación, porque en estasdos cosas a todos toca el mandar y obedecer.

Pero siendo el gobierno de la ciudad con-forme a oligarquía, defiéndense bien enri-queciendo a alguna parte del pueblo y man-dándola a que pueblen otros lugares.. por-que con este remedio les parece, y ello esasí, que conservan su manera de gobierno.Pero eso es cosa que depende de la fortuna yel legislador, por sí mismo, había de hacerlosquietos y pacíficos, porque si alguna desgra-cia sucede y el pueblo se amotina con el go-bierno, no hay remedio ninguno por las le-yes para sosegarlos.

De esta manera, pues, hemos tratado delgobierno de los lacedemonios, de los candio-tas y de los cartagineses, las cuales Repúbli-cas, con razón, son tenidas por más ilustresy de fama.

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111.

111

CAPITULO X

Entre los que han tratado algo de Repú-blica ha habido algunos que no se ejerci-taron en el gobierno de ella, ni en otra cosaalguna, sino que perseveraron en propio re-cogimiento de particular vida, libre de ne-gocios ; de los cuales, si había alguna cosadigna de recordación, ya se ha dicho casitodo.

Hubo otros que fueron legisladores ydictaron leyes, unos a sus propias ciudadesy otros a algunas extranjeras, estando elloscolocados en el público gobierno. Y de és-tos, unos solamente escribieron leyes ; otros,también maneras de gobierno, como fue-ron : Licurgo y Solón ; porque éstos orde-naron leyes y Repúblicas.

De la República de los lacedemonios yahemos tratado. Solón parece a algunosque fué buen legislador, porque deshizo laoligarquía que, en Atenas, había excesiva,e hizo que el pueblo no estuviese más tiem-po esclavizado, introduciendo la democraciaen la patria, mezclando bien la manera degobernar.

Porque el Consejo del Areópago era a

104 ARISTÓTELES

manera de oligarquía (el sacar los cargospúblicos por elección tira a aristocracia ; lamanera de la judicatura es de la democra-cia).

Parece, pues, que Solón no deshizo lo queya estaba establecido anteriormente, digo,el Consejo y la elección de magistrados, sinoque puso al pueblo en libertad, haciendo quese escogiesen jueces de todo género de gen-tes. Por esto, algunos le reprenden diciendoque deshizo todo lo otro, haciendo señoresde todo a los jueces, los cuales son elegidospor todo género de gentes. Porque, como elpueblo puede tanto en los juicios, compla-ciendo todos al pueblo como a tirano hantraído el gobierno a la potencia popular enque hoy día está puesto.

Al Consejo del Areópago le quitaron awtoridad Efialtes y Pericles, y, adem ás, el pro-pio Pericles hizo que se diese salario a ]osjueces, y de la misma manera cada uno delos que gobernaban el pueblo ha acrecenta-do la potencia popular, hasta traerla al es-tado de democracia que ahora tiene.

Pero esto no parece haber sucedido con-forme al propósito y determinación de So-lón, sino antes acaso y por un suceso for-tuito. Porque, corno el pueblo fué causa dela victoria naval que los griegos tuvieron delos medos, crecióle el brío y alcanzó des-pués malos gobernadores contra los buenosque estaban en el gobierno. Porque Solónno parece que le dió al pueblo más potestadque aquella que era necesaria, esto es : ele-gir los magistrados y tomarles residencia.

LA POLÍTICA 105

Porque si el pueblo no tuviese et3ta potes-tad, seria siervo y les sería contrario y ene-migo. Solón escogió todos los mogistwadosde los más ilustres y más ricos, C3L1.0 de los

Iae que tuviesen quinientos cahices de tierras0 ) 9 o cierto número de yuntas, y la tercera or-

bo den hizo de los que mantuviesen caballo;, loscuales se llaman caballeros. La cbarla la

erg constituyó de oficiales, los cuales no teníanido derecho a ningún cargo público.

También hubo otros que fueron legisla-n dores, como Seleuco, que dió leyes a los lo-o el crenses, que moran en Poniente, y Caron-

das, natural de Catania, que dió Leyes; a losde su tierra y a otras ciudades pobladas por

reylos calcedonios, que están en Italia y en Si-cilia.

Otros hay que quieren estirar esto 'íant-),que dicen que Onomácrito fué el primeroque tuvo habilidad y facultad de hacer le-l yes ; el cual, siendo locrense, tuvo ejerciciosde letras en Candía, haciendo profesión deagoreros, y que Tales fué amigo de yque Licurgo y Seleuco fueron discípulos deTales, y Carondas, de Seleuco. Toda estodicen, sin considerar bien la conformdad delos tiempos.

ty, También Filolao, corintio, dió leyes a hstebanos, el cual era de linaje de los bacchia-das, y fué amigo grande de Diocles, aquel

(1/i' que ganó la joya en las fiestas del Olimpo ;el cual se fué de su tierra huyendo de losamores de su propia madre, Alcyones, y se

Rúrecogió en Tebas, donde ambos acaba, on suvida, y aun hoy día se muestran sus ;3epul-/1/

106 ARISTÓTELES

turas, de tal manera dispuestas, que una miraa la otra ; pero la de Filolao mira hacia Co-rinto, y la de Diocles le tiene vueltas las es-paldas. Porque se cuenta que ordenaron quede tal suerte se les hiciesen las sepulturas,que Diocles, por el odio que tuvo a aquelafecto, de tal manera estuviese que no mi-rara a la tierra de Corinto ; pero la de Filo-lao que mirase hacia ella.

Hizo, pues, Filolao leyes acerca de otrascosas, pero señaladamente sobre el .criar yel tener hijos, las cuales leyes llamaron po-sitivas ; y esto es lo que de él se halla es-crito para que el número de las herencias seconserve.

De Caronas no se halla cosa. propia, sino losjuicios de los falsos testimonios, porque él fuéel primero que introdujo esta cuestión ; peroes en la claridad del estilo mucho más dulcey apacible que los que hoy día son legisla-dores.

De Filolao es propia la igualdad de los pa-trimonios. De Platón, la comunidad de lasmujeres, hijos y haciendas, y las cofradíaso comidas de las mujeres. Además, la leyacerca de la embriaguez, disponiendo que eLque haya de ser rey del convite sea hombretemplado, y la ley del ejercicio militar : quelos que hayan de ser soldados se ejerciten envalerse de una misma manera de las dos ma-nos, como cosa conveniente para que no que-de una de las dos manos inútil.

Hállanse también leyes de Dracón, las cua-les dió a un gobierno ya fundado ; pero enellas no hay cosa propia que sea digna de me-

LA POLÍTICA 107gira

( 1,0.

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paes.

moría, sino la crueldad, por el mucho excesoes. de la pena.

que También hizo leyes Pitacco ; pero no orde-tl ,nó gobierno de República. Es, pues, propia

ley de Pitacco la que manda que los queestando borrachos cometieran algún deb-ut'.to, sean más gravemente castigados que losque lo cometieren en estado normal. Porque,como son más los que injurian a otros estandoembriagados que los que están en pleno gocede su discurso, no tuvo cuenta con la mise-ricordia y compasión, la cual se ha de tenermás con los borrachos, sino con la utilidad.

;st También Androdamo, natural de Regio,fué legislador de los calcedonios que pobla-

11 ron la Tracia, cuyas leyes son las del homi-i6

cidio y de las herencias ; pero ninguno pue-de mostrar ley que sea propia de él.

dct De esta manera, pues, quedan considera-11/ das las cosas tocantes a los más principales

gobiernos de República, y también aquellosde quien algunos han escrito.

LIBRO TERCERO

CAPITULO PRIMERO

Quien pretenda tratar acerca del gobiernode República y considerar cada una de susformas, ha de comenzar primero por elitlikrder qué cosa es ciudad, ya que algunos du-dan, hov en día, acerca de la significación deesta palabra. Así, unos dicen que la ciudadhizo tal o cual cosa ; otros, que no, sino laoligarquía o el tirano. Vemos asimismo quetodo el

bneuocio del que . escribe de República

o del legislador es tratar de la ciudad. Es,pues, el público gobierno cierto concierto yorden entre aquellos que moran en la ciudad.Pero pues ésta es una cosa compuesta, ma-nifiesto es que primeramente se ha de inqui-rir y tratar del ciudadano.

Porque la ciudad es una multitud de ciu-dadanos, aunque alguien duda acerca de aquién o a quiénes se ha de llamar ciudada-nos, pues todos confiesan que no es un mis-mo ciudadano en todos los géneros de,.Repú-

LA POLÍTICA 109

Mica. Porque acontece que uno que, confor-me al gobierno democrático, sería ciudada-no, no lo es conforme a la oligarquía. De-jando aparte los que de otra manera alcan-zan la ciudadanía, como son los que se ave-cinan, porque el ser ciudadano no consisteen morar en la ciudad, pues vemos que tam-bién los extranjeros y los siervos participande la habitación, ni tampoco son ciudadanoslos que de esta manera participan de las co-sas de justicia, que pueden emplazar y seremplazados delante del juez, y aun muchasveces los extranjeros no participan de esto deun modo perfecto, sino que tienen necesidadde tomar procurador o abogado ; de modoque, aunque de manera imperfecta, partici-pan de esta comunidad.

De la misma manera que los muchachos,por su poca edad, no son admitidos al go-bierno, y los viejos, que están exentos de losnegocios, habremos de decir que, en ciertomodo, san ciudadanos ; paro no absoluta-mente, sino añadiéndoles * los unos imper-fectos, y a los otros ya jubilados por la edad,o alguna otra razón.

Acerca de la gente de baja estofa y des-terrada, se pueden dudar y responder estasmismas cosas. El ciudadano, pues, que lo esabsolutamente, con ninguna de las demáscosas se distingue tan bien como en el par-ticipar del público juicio y del público go-bierno. Hay, pues, ciertos cargos públicos yoficios que tienen su límite en el tiempo, detal manera, que un mismo hombre no los pue-de desempeñar dos veces, o a lo menos den-

V ••

110 ARISTÓTELES

tro de cierto plazo. Otros hay que no tienencierto término de tiempo, como son el juezy el senador. Pero dirá alguno, por ventura,que ni éstos son gobernadores de República,ni, en cuanto tales, participan de algún car-go. Pero sería cosa de risa decir que los queson tan poderosos como éstos carezcan decargo y magistrado ; pero, en fin, esto im-porta poco, porque es cuestión de vocablo,ya que no tiene nombre lo que es común, yal oficio del que juzga y del que determinaen el Consejo algún nombre se la ha de dar.

Digámosles, pues, para hacer distinciónde oficios públicos, magistrados que no tie-nen cierto término de tiempo. Estos, pues,llamamos ciudadanos : los que participan desemejantes magistrados. Este es, indudable-mente, el más ciudadano de todos.

El ciudadano, conforme a la diferencia degobierno, ha de ser diferente. Por tanto. elciudadano que hemos propuesto más arribase halla más principalmente en la democra-cia o gobierno popular. .

En las demás especies de gobierno podríaacaecer que se hallase ; pero no es de nece-sidad, porque en algunas de ellas ni hay pue-blo ni tienen cuenta con el Consejo, sino quetienen sus senadores, y particularmente juz-gan y conocen de los pleitos.

Pero la definición del ciudadano puede re-formarse, porque en las otras formas de go-bierno el oficio del juez y el del senador noson magistrados sin término de tiempo, sinoque tienen limitado el ejercicio del cargo.

De aquí, pues, se colige quién es el ciuda-

LA POLÍTICA 111

dano : porque aquel que tiene derecho y li-bertad de participar del gobierno, del Conse-jo y de la judicatura se dice ser ciudadano detal ciudad.

Y. la ciudad se dice : la multitud de talesciudadanos, que es bastante, hablando en te-sis general, para la suficiencia y menesteresde la vida.

También definen de otra manera al ciu-dadano, enderezando la definición al uso, ydicen que aquél es ciudadano que nace yprocede de dos ciudadanos, y no de uno sola-mente, como de padre y de madre. Otros loestrechan más, hasta los dos abuelos y bi-sabuelos.

Definidas, pues, estas cosas así, civil ybrevemente, dudan algunos cómo podrá ave-riguarse si los abuelos y . bisabuelos hayansido ciudadanos.

Gorgias el Leontino, en parte burlándosedisimuladamente, y en parte dudando, de-cía que aquéllos se llaman morteros, pues sonhechos por manos de' los que son artíficespara hacerlos, de la misma manera que sonciudadanos de Larisa, que son hechos porlos artífices de hacer tales ciudadanos. Peroesta fué simplicidad de Gorgias, porque side la manera que habemos dicho participa-ran del gobierno público, serían realmenteciudadanos. Porque esto de nacer de padresciudadanos no puede afirmarse de los prime-ros que poblaron o poseyeron la ciudad.

Aunque, por ventura, hay más dificultaden los que en las mudanzas del público go-bierno fueron hechos ciudadanos, como hizo

Calístenes en Atenas, después que.hubo echa-do a los tirantes. Porque a muchos extran-jeros y a muchos siervos los distribuyó pororden de parroquias y los hizo ciudadanos.

La d uda, pues, que acerca de éstos ruedehaber 1;o es si son o no ciudadanos, sino sison juda o injustamente.

Y tP,un podría dudar alguno si el que -in-justamente es ciudadano se puede de algúnmodo decir que no es ciudadano, de maneraque valga lo mismo el ser injustamente talque (1 serlo falsamente.

IR re, pues vemos que muchos gobiernaninjustamente, de los cuales decimos que real-mente gobiernan, y el ciudadano se -definecon ∎ . ;(rta participación del público gobier-no, nihnifiesi a cosa es que habremos de con-fesar s,zr los tales ciudadanos.

CAPITULO II

Habremos ahora de declarar cuándo y có-mo es una misma la ciudad y cuándo no es lamisma, sino diferente.

Esta cuestión, en lo que respecta al lugary a los vecinos, no tiene dificultad alguna.Porque puede acontecer que se dividan así ellugar como los vecinos, y que unos se vayana morar a una parte, y otros a otra.

Tampoco hay dificultad en inquirir, cuan-do los hombres moran en un lugar, si he-mos de tenerlo por sola una ciudad, porqueno consiste el negocio en estar cercada demurallas. Porque bien podrían las genteshacerle una muralla a toda la Morea, y talcomo ésta es la ciudad de Babilonia, la cualtiene más circuito de región que de ciudad.Porque cuentan de ella que, habiéndola to-mado por la fuerza de las armas los enemi-gos, en cierta parte de la ciudad, y al cabode tres días, aún no se sabia la entrada deellos. Pero de esta cuestión trataremos enotro lugar.

El que trata de la disciplina de Repúblicaha de entender lo que toca a la grandeza yextensión de la ciudad, y si conviene ser Una

114 ARISTÓTELES

o muchas, en número. Pero cuando unosmismos vecinos moran en un mismo lugares de ver si, mientras el mismo linaje degentes perseverase en él, habremos de decirque es una misma la ciudad, puesto que, deordinario, unos mueren y otros nacen, comosolemos decir ser los mismos los ríos y lasfuentes, aunque unas aguas nacen y otras sedespiden. O habremos de decir, por esta ra-zón, que los hombres son los mismos, peroque la ciudad es diferente, porque la ciudades una comunidad, y comunidad de ciudada+nos, y siendo el modo de gobierno diferenteen especie y siendo diversa la manera de laRepública, parece ser cosa necesaria que nosea la misma la ciudad.

De la misma manera decimos que el coroes diferente cuando unas veces es coro decomedia y otras de tragedia, aunque lo cons-tituyan unos mismos hombres. Del mismomodo será diferente cualquiera otra comu-nidad y composición, siendo diferente su es-pecie, corno diremos que es diversa la armo-nía o consonancia de unos mismos sones, siunas veces es armonía dórica v otras vecesfrigia.

Si ello es de esta manera, claramente seentiende que, diciendo lo mismo del gobier-no, habremos de confesar que es una mismala ciudad.

CAPITULO III

También es pertinente a las referidas cosasel discutir si ha de ser una misma la virtudde un buen varón y la de un buen ciudada-no, o si ha de ser diferente.

Primero habremos de considerar cuál es lavirtud del ciudadano.

De la misma manera que decimos que elmarinero pertenece a una comunidad, asíhabremos de juzgar al ciudadano.

Entre los marineros, pues, aunque las fa-cultades de ellos son diversas (porque uno deellos es remero, otro piloto, y cada uno tienesu oficio), manifiesta cosa es que la propiadefinición de cada uno declara manifiesta-mente su virtud, y del mismo modo será ladefinición común que abarque a todos. Por-que el poner la nave en seguridad de puertoes el oficio común de todos ellos, pues estopretende cada uno de los marineros.

De la misma manera el fin de los ciudada-nos, aunque diferentes en la facultad, es laconservación de la comunidad, y esta comu-nidad es el público gobierno.

Por lo cual, la virtud del ciudadano, pornecesidad ha de ir enderezada al público

116 ARISTÓTELES

gobierno. Y pues hay muchas especies depúblico gobierno, manifiesta cosa es que noes posible que una sola sea la perfecta vir-tud del ciudadano.

Consta, pues, que puede acontecer ser unobuen ciudadano y, con todo esto, no poseerla virtud que hace al hombre bueno y vir-tuoso. Pero aun de otra manera se puede pu

lle-ar al cabo de esta cuestión del mejor -e

bierno de República, porque, si es imposi-ble que todos los que la constituyen seanhombres de bien y virtuosos, y cada uno deellos haya de realizar su oficio como debe, esimposible que todos los ciudadanos sean deuna misma condición y semejantes ; y, portanto, no será una misma la virtud del buenciudadano y la del hombre bueno y vir-tuoso.

Ahora cabe preguntar si habrá alguno,en que se den ambas cualidades, porque ge-neralmente decimos que el buen gobernadorde República ha de ser hombre de bien yprudente. También dicen algunos que la doc-trina del que ha de ser señor ha de ser des-de luego diferente, como se ve en los hijosde los reyes, los cuales aprenden desde luegoel arte de regir un caballo y de gobernar unpueblo ; y Eurípides dice :

No me enseñes las cosas delicadas,

sino lo que requiere el buen gobierno.

casi dando a enteder que hay alguna cienciapropia del gobernador de la República.

Y pues si en toda una la virtud del prín-

s, I

LA POLÍTICA 117

cipe y la del buen varón, y es verdad quehay otro ciudadano que ha de ser súbdito,no será cierto, generalmente hablando, todauna la virtud del príncipe y la del ciuda-dano.

Por esto, por ventura, decía Jasón quesentía mucha pena cuando no reinaba, comohombre que nunca había aprendido a ser per-sona particular.

Pero, con todo eso; se alaba mucho el serpersona apta para mandar como para obe-decer bien. Pues si la virtud de un buen va-rón llamamos ser virtud señoril, y la de unbuen ciudadano el poder mandar y obedecer,no serán ambas cosas de la misma maneradignas de alabanza.

Tal vez colija alguno que sea convenienteaprender ambas cosas o alguna de ellas, se-gún si se ha de mandar u obedecer. Porquehay un gobierno que se llama señoril, en elcual no es necesario que el señor aprenda arealizar las cosas que son necesarias parael vivir, sino que aprenda a servirse de ellas.Porque lo otro es cosa servil.

Decimos también que hay muchas espe-cies de siervos, porque son muchos los ofi-cios de los cuales es uno el de los que vivendel trabajo de sus manos. Por esto, en algu-nas tierras tienen por costumbre antigua quelos oficiales y gente que vive de un oficiomanual no participe del gobierno sino en casoque el pueblo viniese mucho a disminuirse.

Tales ejercicios, pues, como los de éstosque son súbditos, no los ha de aprender elhombre bueno, ni el ciudadano, ni siquiera

118 _ARISTÓTELES

el hombre de gobierno, a no ser que tuvieraque servirse a si mismo ; porque sucederíade ahí que ya no sería uno señor y otrosiervo.

Pero hay otro señorío, conforme al cualseñorea uno a los que le son semejantes enlinaje v gente libre, y éste es el que llama-mos señorío civil. Por esto dicen muy bienque no es posible que sepa gobernar bienquien nunca ha sido gobernado.

Conviene, pues, que el buen ciudadanoaprenda a poder regir y ser regido. Y éstaes la virtud del ciudadano : aprender el ré-gimen de gente libre para los dos fines.

Finalmente, solamente aquellos que sonhijos de ciudadano y ciudadana se tienen portales. De aquí se colige claramente que haymuchas especies de ciudadanos y que aquélse dice señaladamente ciudadano porque par7ticipa de las honras y cargos de la ciudad.Pero donde tal cosa está encubierta se pro-cura encubrirlo a los que juntamente son ve-cinos, como lo dijo Hornero en sus poesías :

Como un infame y triste desterrado.

Porque el que no participa de las honraspúblicas es tenido como extranjero.

Si es, pues, la misma o si es diferente lavirtud conforme a la cual es hombre de bieny conforme a la cual es buen ciudadano, secolige claramente de cuanto va dicho,

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CAPITULO IV

Ahora habremos de examinar las diversasformas de gobierno y las diferencias que tie-nen entre sí.

Es, pues, la República orden y gobiernode la ciudad y de los demás otros magis-trados ; pero señaladamente del magistra-do, que es señor de todos los demás. Porque,dondequiera, es señor el que manda y rigea los demás, y esto es el público gobierno.Digo de esta manera, que en las democra-cias o gobiernos populares es señor el pue-blo ; y por el contrario, en las oligarquíasson los pocos, y decimos que el gobierno deéstos es diferente del gobierno popular, ydel mismo modo diremos de las otras dife-rencias de repúblicas.

Pero primeramente habremos de presupo-ner el fin por cuya causa se instituyeron lasciudades, y cuántas clases hay de señorío.

Lo que pertenece al hombre y a la comu-nidad de su vivir ya está tratado en el pri-mer libro, en el cual se habló de la Econo-mía o gobierno familiar y del señorío, de-clarándose al propio tiempo cómo el hom-bre, naturalmente, es animal civil ; y por

120 ARISTÓTELES

esto, aun los que no tienen ninguna nece-sidad, gozan del favor de otro y apetecenvivir en compañia.

Además, les hace vivir en comunidad elprovecho mutuo y bien de todos, en cuantode ello les redunda a cada uno alguna partepara vivir bien y honestamente.

Este es, pues, el principal fin, así para to-dos comúnmente como para cada uno en par-ticular.

Consta, pues, que los más de los hombres,agradados del vivir, sufren y toleran muchosmales, casi mostrando que el vivir tiene ensí una dulzura y gusto natural.

Pero, con todo eso, las diferencias y ma-neras propuestas del señorío fácilmente sedividen. Porque el gobierno señoril, aunqueen realidad de verdad es una misma la uti-lidad del que es naturalmente siervo. y ladel que es señor nat Iralmente ,con todo eso,no menos rige en pi ovecho del señor v, acci-dentalmente, en provecho y utilidad del sier-vo. Desaparecido el siervo, no podría conser-varse el gobierno señoril. Pero el gobiernode los hijos, de la mujer y de toda la fami-lia, que se llama Economía, o es por el biende los gobernados, o a lo menos por algúnbien común a todos.

El que gobierne uno pretendiendo el pro-vecho de los demás lo vemos en las demásartes, como en la Medicina :sr en el ejerci-cio y arte de la lucha. Porque bien puede serque el mismo maestro de la lucha sea algunavez uno de los que ejerciten, de la misma

POLf TICA

121

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manera que el patrón o gobernador de lanave es siempre uno de los marineros.

El maestro, pues, de la lucha, o el patrónde la nave, considera el bien de aquellos quea su gobierno están sujetos. Pero cuando élfuere uno de aquéllos, él también, acciden-talmente, participa de aquella utilidad, por-que es uno de tantos navegantes.

Por esto, en los civiles magistrados, cuan-do se constituyen conforme a la igualdad delos ciudadanos, se tienen por dignos de go-bernar en parte, teniendo por bien que enaquella parte el apto en parte gobierne, yque después, por la misma razón, otro con-sidere el bien y utilidad de aquél, así comoel primero, estando en el gobierno, conside-raba el bien del otro.

Pero ahora, por las utilidades que de lascosas públicas prciceden, quieren gobernarcontinuamente, como si los que están pues-tos en el gobierno fuesen hombres enfermi-zos y por gobernar hubiesen siempre de te-ner salud ; porque si de esta manera acae-ciese, por ventura que procurarían mucholos magistrados.

Consta, pues, que aquellos gobiernos quetienen cuenta con la común utilidad son bue-nos y rectos, según justicia perfecta y abso-luta ; pero aquellos donde solamente se pre-tende el bien de utilidad de los que rigen,todos son gobiernos errados y viciosos y de-fectos de repúblicas bien administradas. Por-que son gobiernos como de señores para conesclavos, y la ciudad es comunidad de gentelibre.

CAPITULO V

Determinadas va todas estas cosas, síguesetratar de las maneras del público gobierno,cuántas son en número y cuáles, y primera-mente las perfectas ; porque, declaradas és-tas, quedarán manifiestas las viciosas.

Pero pues público gobierno y regimientosignifican una misma cosa, y regimiento esaquel que es señor de las ciudades, y lo quees señor, por necesidad ha de ser o uno o po-cos, o la comunidad, que cuando gobiernancon miras al bien común, por fuerza han deser buenos. Pero si lo encaminaren a la par-ticular utilidad, o del uno, o de los pocos, odel vulgo, ya son defectos y quiebras de lasbuenas maneras de gobierno. Porque, o ha-bernos de confesar no ser ciudadanos los quede aquel gobierno participan, o han de parti-cipar también del provecho del gobierno.

Acostumbramos, pues, llamar al gobiernode uno que va encaminado a la comían uti-lidad reino ; pero al de pocos, que ya sonmás de uno, aristocracia, que significa se-ñorío de buenos, o porque los que gobiernany señorean son buenos, o porque va ende.

LA POIATICA

rezado el gobierno a lo que es bueno parala ciudad y para los que de ella participan.Pero cuando la comunidad rigiere, encami-nada a la común utilidad, llámase aquel go-bierno del nombre que es común o todos losgobiernos : público gobierno. Lo cual acae-ce conforme a razón ; porque ser uno o pocosseñalados en virtud, cosa es que puede ocu-rrir ; pero que la multitud y vulgo sea per-fecto en toda clase de virtud, cosa es muydifícil, excepto en la virtud de las armas yla guerra.

Por esto, en esta manera de gobierno,aquella parte que tiene el uso y ejercicio delas armas es más poderosa, y los que estánen armas participan de él.

Las quiebras y viciosos gobiernos que alos ya dichos corresponden son : al reino,la tiranía ; a la aristocracia, la oligarquía ,y al gobierno popular, la democracia.

Porque la tiranía es señorío de uno en-caminado a la utilidad del que es señor, yla oligarquía es señorío enderezado al pro-vecho de los ricos y poderosos, y la demo-cracia es señorío enderezado al provecho delos más necesitados y gente popular ; peroninguno de ellas se dirige a lo que convienea todos comúnmente.

Conviene, pues, que analicemos un pocomás, largamente qué es cada una de estascosas; porque encierra esta materia en sí al-gunas dificultades y cuestiones.

Al que quiere filosofar acerca del orden decada una de ellas, y no contentarse solamentecon observar los hechos, no debe pasar esto

124 ARISTÓTELES

por alto ni dejar cosa alguna por tratar, sinodecir en todas y cada una de ellas la verdad.

Es, pues, la tiranía, como ya hemos dicho,un señorío en la comunidad civil semejanteal que un señor tiene sobre sus esclavos. Laoligarquía es cuando se hacen señores losque tienen las haciendas, y democracia, porel contrario, cuando son señores los que notienen muy grandes haciendas, sino que songente necesitada.

La primera dificultad, pues, que se ofrecesobre esta definición es : si los ricos son se-ñores de la ciudad, y son en número másque los pobres, ¿ por qué decimos ser demo-cracia, cuando el vulgo y muchedumbre se-ñorea? De la misma manera, por el contra-rio, si en alguna parte aconteciere ser me-nos en número los pobres que los ricos, perosiendo más valerosos vengan a ser señoresde la ciudad, ¿ por qué. dicen ser oligarquíndonde los pocos son señores de los muchos?

No parece, pues, que estén bien propues-tas las definiciones de los gobiernos de Re-pública, porque aunque uno añada a las ri-quezas el número de pocos, y a la necesidadel número de muchos, y nombre de esta ma-nera los públicos gobiernos : oligarquía don-de gobiernan los magistrados pocos y ricoshombres, y democracia, donde los rigen gen-te pobre, pero mucha en número, tiene to-davía otra dificultad. Porque las repúblicasque poco ha decíamos, ¿de cuáles de éstasdiremos que serán? O bien sea aquella don-de los más son los ricos y aquella donde sonmenos los pobres, y son cada uno de ellos

LA POLÍTICA 125

señores en ellas, pues no hay otra diferenciade repúblicas, fuera de las que anteriormente

o,se han propuesto.

teParece, pues, que esta razón demuestra

que el ser muchos o pocos los que sean serio-Os res es cosa accidental, lo uno para las oli-or garquías, y lo otro para las democracias, por-RO que dondequiera es así de ordinario, que los

ricos y poderosos son pocos, y muchos losnecesitados ; y por esto acontece que las an-teriormente dichas causas sean diferencias deRepública ; pero en lo que difieren la demo-

ib cracia y la oligarquía : en una es la pobreza.10 .

y en otra la riqueza. Y así, por necesidad,donde los hombres fueren admitidos en el

2 gobierno por sus riquezas, ora sean los talesle' o pocos, aquella manera de gobier-

no será oligarquía, y donde los que tuvierenpoco fuesen admitidos, será democracia.

Sino que acontece, como ya hemos dicho,que -tos unos sean pocos y los otros mu-chos, porque pocos son los que tienen abun-dancia de hacienda. Pero de la libertad to-dos son participantes ; y por esta causa tie-nen entre sí contiendas unos y otros acercadel público gobierno.

CAPITULO VI

Primeramente hemos de entender qué tér-minos dicen que son los de la oligarquía, ycuáles los de la democracia. Porque todostratan alguna manera de justicia ; pero todosllegan hasta cierto término, y no llaman jus-to a todo lo que es propiamente justo. Aun-que la voz justo parece ser cosa igual, y loes realmente ; pero no para todos, sino paralos desiguales. Pero los de aquellas repúblicasquitan aquello de para quién, y así son ma-los jueces. La causa de ello es que son juecesde sí mismos, y casi todos, o los más, sonmalos jueces en causa propia.

De. manera que, dividiéndose lo que paraalgunos es justo en cosas que lo son y perso-nas para quien ]o son, de la misma manera,como ya en las Éticas se dijo, la igualdadde la cosa bien la reciben todos ; pero acer-ca de la igualdad de las personas tienen en-tre sí contiendas, especialmente por la cau-sa que antes hemos indicado, y por esto juz-gan mal de sus propias cosas.

Por lo que toca a la virtud o vicio de laciudad, deben considerarlo aquellos que tie-nen cuidado de que haya buenas leyes. De

LA POLÍTICA 127

lo cual se colige claramente que aquella ciu-dad que con verdad se ha de llamar ciudad hade tener mucha cuenta con las cosas tocan-tes a la virtud, no para hablar solamente deellas.

,La ley es un pacto, como dijo Licofrónel Sofista, que sale fiador de unos por losotros en las cosas justas ; pero no es bas-tante para hacer buenos y justos a los ciuda-danos. Yu que esto sea verdad se demuestraclaramente. Porque si imaginásemos que al-guno juntase en uno los lugares de tal ma-nera que las ciudades de Megara y Corintose tocasen con los muros, no sería, con todoeso, una ciudad, ni aunque se casasen los deuna ciudad con la otra, aunque esto es unade las cosas que contiene en sí la comunidadde las ciudades. Asimismo, aunque algunosmorasen en parte, pero no tan lejos que no sepudiesen comunicar, pero si tuviesen leyesentre sí que el dar y tomar los unos a losotros no se. agraviasen, como de esta ma-nera : que uno fuese albañil, y el otro labra-dor ; el de más allá, zapatero, y de variosotros oficios, aunque contrataran y se ayuda-ran mutuamente, con 'todo ello no constitui-rían ciudad.

Consta, pues, que la ciudad no es la comu-nicación del lugar, ni el no inferirse agraviounos a otros, ni tampoco por causa del dary recibir. Bien que de necesidad han de atra-vesarse estas cosas entre los (ciudadanos ;pero no porque se hallen estas cosas es poreso ciudad, sino que aquélla es comunidad debien vivir, hecha de casas y familias por cau-

128 ARISTÓTE'LES

sa de la vida perfecta y bastante para sí mis-ma ; lo cual no puede realizarse no morandotodos en un mismo lugar y entre sí juntan-do matrimonios. Por esto, en las ciudadesestá ordenado que haya parentelas, parro-quias, sacrificios, conversaciones propias .delvivir en compañia, lo cual es oficio exclusivode la amistad, porque la amistad es la elec-ción del vivir en compañía.

Es, pues, el fin de la ciudad el bien vivir,y las demás cosas se procuran para vivirbien. Y la ciudad, es comunidad de familiasy de barrios por causa de la vida perfecta vsuficiente ; y esto es lo que decimos vivirpróspera y honestamente.

Por causa, pues, de los buenos hechos,habremos de decir que fué inventada la ciu-dad, y no por vivir juntamente. Por lo cual,los que más parte de virtud ponen en seme-jante compañía, a estos les ha de tocar másparte de la ciudad que a los otros, ora sea enlibertad y linaje iguales, ora sean mayores,si con todo eso en la virtud civil fueren me-nores, y más que a los que excedan en rique-zas, quedándose muy atrás en la virtud.

Consta, pues, de lo tratado, que todos aque-llos que, sobre el gobierno público, tienencontiendas entre sí, no tratan sino cierta par-te de justicia.

CAPITULO VII

Pero hay otra dificultad acerca de quiénha de tener el señorío de la ciudad, porque,o lo ha de tener el pueblo, o los ricos, o losbuenos, o alguno que sea mejor que todos.o algún tirano.

Pero todas estas cosas parecen tener sudificultad, porque si los pobres, por ser másen número, se repartiesen entre sí las haciendas de los ricos, ¿ no sería esto cosa injus-ta? En cambio, a los que fuesen señores lesparecería ser justamente hecha. ¿ Cuál, pues,diremos ser extrema injuria, si ésta no lo es?

Asimismo, tratándolo todo, si los más sereparten las haciendas de los menos, es cosaclara que destruirán la ciudad, pues la vir-tud no destruye al que la tiene, ni tampocolo justo es causa de que se destruya la ciudad.

De lo cual se colige claramente ser seme-jante ley injusta de necesidad. Además, todolo que el tirano haga había de ser tenido porjusto, porque hace fuerza por ser más pode-roso, así como el pueblo a los que son ricos.

¿Diremos, pues, por ventura, que es jus-to que manden los que son menos y los ri-cos? Porque si lo es, también lo será lo otro.

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130 ARISTÓTELES

Consta, pues, que todas estas cosas sonmalas e injustas. Pero conviene que los bue-nos tengan el mando y señorío sobre todos,aunque de ello no se ha decolegir, necesaria-mente, que todos los demás queden sin hon-ra, al no ser agraciados con las magistra-turas.

Tampoco diremos que mande uno solamen-te, aunque sea el mejor de todos, porque tam-bién tira mucho esto a oligarquía.

Mas dirá alguno, por ventura, que no esbien que el hombre tenga absoluto señorío,sino la ley, pues puede ocurrir que en el áni-mo de tal hombre se escondan las pasiones.Y, pues, si la ley sabe mucho a oligarquía oa democracia, ¿ qué diferencia habrá de laley al hombre en lo que hemos dicho? Por-que de la misma manera sucederán las co-sas que anteriormente están ya dichas.

Lo que parece, en verdad, más convenien-te es que el pueblo sea señor, y no los bue-nos, aunque pocos. Porque aunque cada unode los muchos, por sí considerado, no seahombre de bien y virtuoso, pudiera ocurrirque juntándose todos en común sean mejoresque aquellos otros pocos, no como particu-lares, sino como todos juntos ; así como las-enas que se hacen a escote de muchos sonmás suntuosas que las que se hacen a costade un particular. Porque siendo muchos ten-drá cada uno su partecilla de virtud y de pru-dencia, y juntos todos en uno, será todo aquelpueblo como un hombre que tenga muchospies y muchas manos y muchos sentidos ;

LA POLÍTICA 131

y lo mismo será en las costumbres y en lospareceres.

Pero los hombres de bien y virtuosos di-fieren de cada uno de los muchos, en par-ticular, de la misma manera que se diferen-cian los hermosos de los feos, y las cosashermosamente dibujadas, con artificio, de lasnaturales y que existen realmente ; porquelo que en la naturaleza está repartido lo poneel artífice en un solo dibujo ; porque si sehace examen de las partes de una mujer, máshermosos serán los ojos que las demás par-tes, y viceversa.

Pero si es verdad que en todo pueblo y entoda multitud puede haber semejante dife-rencia de los muchos a los pocos y buenos,está incierto. Pero que en algunos pueblosno la puede haber, acaso es verdad y cosacierta. Porque la misma razón cuadraríatambién para las bestias ; porque, a decirverdad, hay pueblos que difieren muy pocode los salvajes. Pero, en alguna multitud,bien puede ello ser verdad. Y,' por esto, po-drá cualquiera, con esta distinción, expresarla duda poco antes propuesta y la que deba-jo de ella se contiene, que es : de qué cosashan de ser señores los libres y toda la mul-titud de los ciudadanos ; digo : los que nison ricos ni muy señalados en las cosas devirtud. Porque hacer a estos tales participan-tes de las mayores magistraturas no es, erverdad, cosa segura. Porque en algunas co-sas harán agravios por su injusticia, y enotras errarán por su ignorancia. Pero no re-partirles nada ni hacerles participantes de

132 ARISTÓTELES

ninguna cosa es de temer y muy peligroso.Porque cuando en una ciudad hay muchagente sin honra y necesitada, por fuerza hade estar la dicha ciudad llena de enemigos.Resta, pues, hacerles participantes del Con-sejo y de la judicatura.

Por esto, Solón y algunos otros legislado-res disponen que el pueblo tenga señorío so-bre la elección de los magistrados y sobretomarles residencia ; pero no les permitenque rijan por sí solos el gobierno y cargos dela República ; porque, juntos todos, tienenbastante conocimiento, y estando mezcladoscon los mejores, ayudan al gobierno de laciudad.

Pero esta disposición y manera de Repú-blica tiene primeramente esta dificultad, queparece que es de una misma habilidad juzgarde una cura si está o no está bien hecha, yhacer que el tal enfermo quede bien curadode la presente enfermedad, y el que esto hacees el médico ; y lo mismo es en las demáscosas que consisten en arte y experiencia.

De la misma manera, pues, que el que encosa de Medicina ha de tomar residencia hade ser médico, así también ha de ser en ]asdemás cosas que son a ésta semejantes. Por-que, hablando así, en común, en todas lasartes hay algunos tales como éstos. Así, atri-buimos el juzgar a los que están bien instrui-dos. no menos que a los que lo entiendenbien.

En lo que toca, asimismo, a la elección,parece que existe la misma dificultad, por-que el hacer buena elección es oficio propio

LA POLÍTICA 133

de los que bien lo entienden. Porque si enalgunas obras y artes tienen algún conoci-miento los que no son artífices de ellas, ¿ di-remos, por ventura, que lo entienden mejorque los artífices?

De manera que, conforme a esta razón, nosería bien hacer al vulgo señor ni de la elec-ción ni de los magistrados, ni el ,de tomarlesresidencia.

Pero hay otra cuestión aneja a ésta, por-que no es cosa ajena de razón que los malossean señores de mayores cosas que los bue-nos, pues las residencias y las elecciones demagistrados son las mayores cosas, las cualesen algunas formas de República están a dis-posición y orden de los pueblos, Porque elconcejo es señor de todas estas cosas, delcual participan y en el cual aconsejan y juz-gan hombres de poca hacienda y de cualquie-ra edad ; pero los oficios de tesoreros y degobernadores, y los demás graves magistra-dos, no los sirven sino hombres de muchahacienda.

Alguno dirá, tal vez, si esto está bien o malordenado, porque ni el que toma residencia,ni el que aconseja, ni el que entra en con-sejo es el que tiene el señorío, sino todo elcolegio de los jueces, y todo el consejo y todoel pueblo ; y cada uno de los que hemos di-cho es una partecilla de estas cosas.

De manera que, con mucha justicia, elpueblo es señor de las mayores cosas, par-que en el pueblo, en el consejo y en las re-sidencias entran muchos, y la hacienda de

ARISTÓTELES

todos éstos es mayor que la del particular yla de los pocos que rigen los magistrados.

Mas la cuestión, que al principio se pro-puso, no demuestra otra cosa sino que las le-yes, rectamente establecidas, conviene quesean señoras y que manden, y que el gober-nar, sea de una o de muchas cosas, es oficioprivativo del señor.

Así, pues, las leyes han de estar bien de-.terminadas y ser conformes a la manera delgobierno de la República, y, por tanto, hande ser justas las de las buenas repúblicas,e injustas las que sean malas.

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CAPITULO VIII

En todas las ciencias y artes, el fin que sepretende es bueno, y el mejor y más prin-cipal bien en el arte y la ciencia, que es se-ñora de todas las demás, es la potestad civil,y el bien común es lo justo, pues a todos con-viene comúnmente.

Pero a todos les parece que lo justo es unacosa igual, y hasta cierto punto conformancon las razones filosóficas en que se trató delas costumbres, porque lo justo es una cosadeterminada y para ciertas 'personas especial-mente.

Dicen, pues, que conviene que para losiguales sea lo justo igual ; pero se ha de en-tender qué cosas son las que tienen igualdady cuáles las que no. Porque hay en esto di-ficultad, y en esto consiste la filosofía de laRepública. Porque diría, por ventura, algu-no que los magistrados se han de repartirconforme al exceso de todo género de bienes,si en todo lo demás no difieren en nada, sinoque fueren semejantes ; porque aquellos en-tre quienes hubiere diferencia han de tenerdiferente dignidad. Pero si eso fuese así ver-dad, los que excediesen también en el color

14:

136 ARISTÓTELES

y en la cantidad, y en cualquier otro géne-ro de bienes, habrían de tener, asimismo,más parte en las cosas justas de la Repúbli-ca, lo cual es llanamente falso, porque se vea las claras en las demás ciencias y facul-tades, pues cuando los músicos de flautasson semejante en las habilidades, los que fue-ren de más claro linaje no han de tener se-ñorío sobre las flautas, porque no por serilustres las tañerán mejor. Pero al que enaquel género de música hiciere ventaja a to-dos los demás, a éste conviene que se le en-treguen las mejores flautas.

Y si esto que decimos aún no se entiendebien, veremos si lo podernos expresar másclaramente. Porque si hubiese alguno que enel tañer de la flauta fuese muy señalado, peroen la nobleza del linaje y en la hermosurafuese menor que los otros, aunque uno de es-tos bienes es de mucho más valor que la mú-sica de flautas (digo la nobleza del linaje y lahermosura), y que, conforme a proporción,exceden tanto en valor a la música de lasflautas, con todo eso, a este individuo se ledeben dar las mejores flautas, cuando el talles hace a ellos ventaja en la misma música.

De esto habrá de seguirse que cualquierbien, conforme a esta razón, se podría con-ferir con otro. Porque si una particular can-tidad se compara con las riquezas y con lalibertad, también se podrá hacer lo mismocon la cantidad en general.

De manera que, si este particular' excedeen la virtud, la grandeza de la virtud. abso-lutamente hablando, también excede. y así

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LA POLÍTICA 137

todos los bienes se podrían comparar ; sinoque la cuestión ha de ser por necesidad enaquellas cosas en las cuales consiste la ciu-dad. Por esto, con razón, los nobles en lina-je, los libres y los ricos andan en competen-cias sobre la honra, porque por necesidad hande ser libres y tener hacienda ; porque no po-dría ser ciudad aquella donde todos fuesenpobres o todos fuesen siervos.

Pero si de estas cosas hay necesidad, cons-ta también que la habrá de justicia y de lavirtud militar, porque tampoco se puede ha-bitar en una ciudad sin éstas.

Parece, pues, que para que exista una ciu-dad, con razón se requieren casi todas estascosas. Pero para el vivir bien habrá de pre-ferirse la doctrina y la virtud, como ya se hadicho anteriormente.

Ya hemos dicho también que todos, encierta manera, tienen justicia ; pero, abso-lutamente hablando, no todos, porque los ri-cos tienen la mayor parte de los términos, ylos términos son una cosa común. Pero loslibres y los de buen linaje trátanse corno muycercanos los unos de los otros, porque más deveras son ciudadanos más generosos que losde baja suerte, y el buen linaje dondequieraes tenido en mucha estima. Hay para esto,asimismo,- otra razón que parece muy ver-dadera : que de mejores padres han de pro-ceder mejores hijos, porque la nobleza es vir-tud de linaje.

De la misma manera, pues, diremos quela virtud con buen derecho se usurpa la ma-yor dignidad.

138 ARISTÓTELES

En cada género, pues, de República de lasque están propuestas no hay disputa sobrequién ha de tener el mando y el gobierno,porque cada una difiere de las demás en aque-llo que le es propio.

Posible cosa es que el pueblo, alguna vez,sea mejor y más rico que los pocos, no con-siderando a cada uno en particular, sino to-dos juntos en cuerpo ; pero en cada manerade República es diferente el ciudadano, y enla mejor, aquel que puede y huelga de obe-decer y mandar para pasar la vida corno lorequiere la virtud.

4

CAPITULO IX

Pero si hay alguno que haga gran ventajaen el exceso de la virtud, o si fueren más deuno, pero no tantos que basten a henchir elnúmero de la ciudad, pero de tal manera quela virtud de los demás no sea bastante paravenir al parangón con la de aquel tal o aque-llos tales, ni tampoco la civil potencia, es.tos tales, si muchos fueren, o este tal, sífuere uno, ya no se ha de tener por parte dela ciudad. Porque siendo tan desiguales envirtud y en la civil potencia, recibirán no-table agravio siendo juzgados por dignos deiguales cosas ; porque a un hombre como éstelo habremos de tener como a un dios.

De aquí se colige que las leyes han de dic-tarse para los que son iguales, así en linajecomo en poder ; pero para semejantes hom-bres no hay necesidad de leyes, pues ellos sonla misma ley, y mucho daría que reír el queintentase sujetarles a una ley, porque repeti-rían lo que Antístenes dijo que respondieronlos leones cuando los conejos tenían su con-cejo y determinaban que todos tuviesen dig-nidad igual.

Por esto, las ciudades que tienen gobierno

140 ARISTÓTELES

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41:

popular han establecido el ostracismo paracasos semejantes.

También se cuenta en las fábulas que losque navegaron en la famosa nave Argos de-jaron de llevar a Hércules en su compañía,porque, como hombre que hacía mucha ven-taja a todos los otros navegantes, no queríagobernar la nave en compañía de los otros.

Por esto, los que vituperan la tiranía y elconsejo que Periandro dió a Trasíbulo no pa-rece que lo hacen con razón completa. Por-que dicen que Periandro no respondió nadaal mensajero que Trasíbulo le había enviado,acerca de la embajada que le traía, sino que,cortando las espigas más crecidas, empare-jaba el sembrado ; por donde, no entendien-do el mensajero la causa por que lo hacia. ycontándole a Trasíbulo lo que le había ocu-rrido, entendió Trasíbulo que había de matara los que fuesen más señalados.

No sólo conviene esto a los tiranos, nisólo los tiranos lo hacen, sino que tambiénes lo mismo en las oligarquías y en las de-mocracias, porque el ostracismo, en algunamanera, tiene la misma fuerza que prohibira los que se señalan más y desterrarlos.

Vese esto claramente, también, en las de-más artes y ciencias. Porque el pintor jamásdejará que el pie del animal que retrata ex-ceda en proporción a las demás partes, aun-que sea diferente la hermosura de ellas. Niel que fabrica las naves dejará que excedafuera de proporción la popa ni otra ningu-na de las partes de la nave. Ni tampoco el

LA POLITICA 141

" maestro de capilla, al que sea el mejor can-tor le consentirá cantar en el coro.

De manera que bien puede ser por estacausa que los monarcas, en esto conformecon las ciudades, si, siendo el gobierno deellas útil para ellas mismas, hacen estomismo.

Mejor fuera, tal vez, que desde un prin-cipio al acaparador con el muy señalado en lavirtud. Porque ninguno dirá que es justo aun tal hombre desterrarlo de la ciudad, co-mo tampoco es justo que nadie pretenda go-bernarle, lo cual equivaldría a ser partícipescon Dios del señorío.

Resta, pues, que se haga (lo cual parecefactible) que todos, voluntariamente, se su-jeten a este hombre, y los que tan buenosfueren sean a perpetuidad reyes en los pue-blos.

yr

CAPITULO X

Tal vez sea conveniente, después de lasva propuestas razones, tratar y discutir acer-ca del reino ; porque éste decimos ser unade las especies de buen gobierno.

Conviene, pues, que se discuta y consi-dere si a la ciudad y provincia que ha de serbien gobernada le es útil o no el ser admi-nistrada por un rey, o si le cumple más otramanera de gobierno, o si a unas convieney a otras no conviene.

Primeramente hay que distinguir si sóloexiste una manera de reinos, o si los haydiferentes.

Fácilmente se comprende que hay muchasdiferencias de reinos, y que la manera degobernar no es la misma en todos ellos ; por-que los lacedemonios parecen un reino muyconforme a la ley, no teniendo el monar-ca señorío sobre todas las cosas, y cuandosale del término de Esparta es capitán ge-neral del ejército. También les compete alos reyes de Esparta la administración delos sacrificios que se hacen a los dioses.

Es, pues, este reino romo un perpetuogobierno de gente libre, porque no tiene po-

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LA POLiTIOA 143

der para dar a nadie la muerte, sino encierto periodo de su reino, lo cual muestraclaramente Romero. Porque, cuando esta-ban en los ayuntamientos, decíanle a Aga-menón muchas pesadumbres ; pero, salidosde allí, tenían poder para matarlos.

Porque dice de esta suerte :

Al que ir de la batalla huyendo viere

poco le importará, si a su persona

de los perros y buitres defendiere :

que yo le daré muerte por corona.

Este es, pues, una especie de reino en queel monarca es el verdadero capitán del ejér-cito, y unas veces es heredado y otras se dapor elección.

Hay otra clase de monarquía, como sonalgunos reinos que existen entre los bárba-ros, los cuales tienen el señorío casi idénti-co al de los tiranos. Porque, como las na-ciones bárbaras son gente más servil que lanación griega, sufren sin pesadumbre el go-bierno señoril.

Existe otra clase de monarquía, que sesolía usar en tiempo de los antiguos grie-gos, y recibían los reyes el nombre de Esim-netas; la cual monarquía era, en verdad, unaespecie de tiranía electiva. Se diferenciabade la monarquía de los bárbaros en que noestaba sujeta a ley alguna.

Alceo, en sus poesías, dice que tomaron aPittaco por tirano los de Mitilene.

De este modo les censura :

144 ARISTÓTELES

El bajo pueblo, vil, sin hora y brío,a Pittaco levanta por tirano :

el gobierno de todo y seflorio

a un hombre da, de vil y baja mano,

y aquel que nada sube encima el suelo,

lo encumbra, en alabanzas, hasta el cielo.

CAPITULO XI

Las enumeradas, pues, son las especiesque hay de reinos : una, la que era en tiem-po de los Héroas, y ésta era reino sobre gen-te voluntaria, en casos ya determinados, por-que el rey era el capitán de la guerra y juezy señor de las ceremonias y sacrificios quea los dioses se les hacían.

La segunda especie era el reino de los bár-baros, que procedía por herencia de linaje,y tenía sobre los suyos mando de señor.

La tercera era la que llaman Esimnetia,y ésta es una voluntaria tiranía.

La cuarta es la de los lacedemonios, lacual es, sumariamente hablando, un perpetuogobierno militar heredado por linaje.

La quinta especie de reino consiste enque el rey, siendo uno solo, es señor detodos.

En realidad, de verdad, casi son dos solaslas especies que hay de reinos, de las cua-les habremos de tratar : esta postrera que de-cíamos y la de los lacedemonios, porque casitodos los demás reinos son como mezclas deestos dos.

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146 ARISTÓTELES

De manera que nuestra consideración hade versar sobre dos cosas : una, si convieneo no a las ciudades tener perpetuo capitán,y si éste ha de proceder por herencia de li-naje o por elección, y la otra, si es cosaque cumple que uno sea señor de todos o sino conviene.

El tratar, pues, del gobierno de guerrasemejante más manera tiene de cuestión deleyes que de gobierno de República. Por-que en todas las maneras de gobierno pue-de acaecer esto ; de modo que hay que tra-tar de la primera.

La otra manera de reino es especie de Re-pública, y así conv iene tratar de ella y pa-sar por las cuestiones que al hablar de ellase ofrezcan.

Es, pues, el principio de nuestra consultasi es mejor ser regidos por un buen varóno por buenas leyes.

Paréceles a algunos que conviene másser regidos por rey, porque las leves ha-blan solamente en general y no cuadran deltodo a las cosas que puedan ocurrir ; y así,es simpleza, en cualquier arte, gobernarseconforme a la letra de la ley.

No obstante, conviene que los que hande gobernar tengan en sí aquella general ra-zón, siendo más robusto aquello que no estásujeto a pasiones de ánimo que lo que natu-ralmente las tiecie.

Esta falta, pues, no se halla en la ley ;pero en cualquier hombre se ha de hallarpor necesidad. Tal vez dirá alguno que loshombres pueden consultarse entre sí mejor

LA POLÍTICA 147

ha que en las leyes ; lo cual, en último término,te les llevará a legislar.Siempre será más conveniente que go-

lf muchos que uno solo, con tal queesa sean gente libre y no hagan cosa contra la

si ley o fuera de ella, sino en aquello donde,por necesidad, la ley no pudo disponer o

ra prever.de Tal vez se oponga el argumento de queor. los muchos pueden tener contiendas entreue. sí, mientras que si fuera uno solo el que go-tro lo haría sin contradicción.

A esto se puede responder que ya se pre-Re que los muchos han de ser buenos,

P.de la misma manera que lo ha de set uno.

5 111 Y pues el gobierno de muchos, pero bue-nos, decimos ser la aristocracia, y el gobier-no de uno decimos que es el reino, másconveniente será para las ciudades la aris-

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tocracia que el reino, ora sea el reino sin po-der, o con él. ,

Por esto, antiguamente, se regían por re-ves, porque era cosa rara hallar muchos hom-bres excelentes en virtud, por más que en-tonces las ciudades eran pequeñas. Elegían,asimismo, los reyes por buenas obras querecibían de ellos, lo cual era propio de hom-bres de bien y virtuosos ; pero cuando su-cedió que ya había muchos dotados de la

1 misma manera de virtud, no lo sufrieronmás, sino que buscaron algo que fuese a to-dos común, y así introdujeron el público go-bierno. Pero como después, viniendo a gas-

tar y hacerse peores, procuraban ganan-los propia de lo común, es de creer que na-

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148 ARISTÓTELES

cieron de allí las oligarquías, porque se esti-maron en mucho las riquezas y se codicia-ban con afán.

De las oligarquías, primeramente, se con-virtieron en tiranías, y después de las tira-nías, en democracias ; porque como, por sumuy torpe codicia, se iban reduciendo a muypocos, hicieron a la multitud mucho más po-derosa, hasta hacerla levantar e introducirlas democracias o gobiernos populares. Y co-mo sucedió que las ciudades se hicieron ma-yores, procedió, por ventura, de aquí que nopudo fácilmente introducirse otra manera degobierno fuera de la democracia.

Pero si se afirmara la conveniencia deque las ciudades se rijan por reyes, ¿cómose ha de arreglar lo de la sucesión de loshijos? ¿ Convendrá que también reinen losque de ellos procedieren?

Esto es cosa perjudicial, por la razón deque los hijos pueden salir tales cuales.

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CAPITULO XII

Ofreceremos ahora haber de tratar delrey que todo lo rige a su voluntad. Porqueel rey, que conforme a la ley se llama rey,no constituye una especie diversa de reino,como ya se ha dicho ; porque en todas lasdiferencias de repúblicas puede haber per-petuo oficio de capitán de guerra, como loes en la democracia y en la aristocracia. Yaun muchos hacen que sea señor de la ju-risdicción.

Pero aquí hemos de tratar de la potestadreal que llaman absoluta, la cual es cuandoel rey, por su propia voluntad, gobierna to-das las cosas.

Paréceles, pues, a algunos que no es con-forme a naturaleza que uno sea señor de to-dos los ciudadanos, cuando la ciudad estácompuesta de gentes semejantes, porque losque tienen una misma naturaleza y se pare-cen entre sí tienen también una misma ma-nera de justicia y una misma dignidad. Por-que, así como es notable daño para los cuer-pos que los que son desiguales en cantidadtengan igual mantenimiento o igual vestido,

de la misma manera acaece en lo de las hon-

Es

'Ixsoto modo es dañoso 3que losn ~es la . tengan desigual ; i)or4:11tceu que no es más justo regir que ser, siendo lo mismo cuando en parta fi.» y en: p son regidos, porque esto, y la ley es el orden de las'cosas.0, pues, más 'útil que, la ley mande, que

quier particular ciudadano.or, la misma razón, si algunos han de

:Sel gobierno y señorío como cosaim-

scIdible, han de ser éstos como par_Irlianea y ejecutores de las leyes ; porque, porinefesidad, 'ha de haber algunos magistrados,

dice que no es justo que sea uno solocuando: son todos semejantes.

La > ley enseñándonos convenientemente,que lo demás 'lo juzguen e inquie-

tados con muy justa senten-es asimismo, facultad de enmen-

.

reformar la leyes en lo que, por ex-éliéncil, les pareciere mejor.

ue ordene, pues, que la ley sea la queno; parece que dispone que el mismo

bierne, y también las leyes. Pero elexila que el hombre mande, dispone

que la bestia fiera sea la que regule

pues, de lo dicho, que, entre losson; 'semejantes e iguales, ni es -Útil ni

AMO sea el señor de todos, aun-existan leyes, ni aunque el tal se-

sea más señalado en virtud, sino en cier-anera. Primeramente .habremos de dis-

lir qué;'_cosa es, la más apta parapma Aristoora •,an y qué otra para

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República. Será, pues, más apto para serregido por rey aquel pueblo que esté dis-puesto a sufrir y tolerar. Para aristocracia,aquel pueblo que tolere que muchos, aun-que aptos y buenos, administren el gobier-no de gente libre ; pero la multitud que esapta para gobierno de república es aquellaque está dispuesta para la guerra y para re-gir y obedecer conforme a la ley, que distri-buye las dignidades y cargos a los que noson ricos, según el valor y merecimientosde cada uno.

Cuando aconteciere, pues, así, que todoun linaje o algún singular entre todos seseñalare más en virtud que todo, el resto delos hombres, de tal manera que la virtudde ese individuo haga notable ventaja a lade los demás, en tal caso será muy justoque sea linaje real y aquél sea el rey detodos.

Resta, pues, solamente, que todos se de-jen regir por el gobierno de este individuo,y que él sea señor absolutamente.

LIBRO CUARTO

CAPITULO PRIMERO

En todas las artes y ciencias que no tra-tan de las cosas en particular, sino genéri-camente, y son ciencias perfectas, correspon-de considerar qué es lo más excelente. Dedonde se colige claramente que a una mis-ma ciencia pertenece el considerar cuál esla mejor manera de República y qué cla-se conviene para cada pueblo.

De manera que el legislador y el que real-mente ha de ser gobernador de Repúblicadeberá entender cuál es, absolutamente, lamás perfecta manera de República, y cuáles la mejor conforme a los supuestos en queconsiste. Debe, pues, entender cómo se hade fundar desde un principio, y, después defundada, cómo se ha de conservar por largotiempo.

Sobre todo, se ha de entender lo que con-viene a cada pueblo, y no como hacen algu-nos tratadistas de República, que mucho ye-

LA POLÍTICA 153

rran en el .uso de las cosas necesarias ; por-que no solamente interesa considerar la me-jor manera de República, sino también aqué-lla que es posible alcanzar. Pero aquellostratadistas se ponen a contemplar solamen-te la más perfecta manera de gobierno y quetiene necesidad de mucho aparato, y otros,poniéndose más de propósito a tratar de lacomún manera de gobierno y refutando lasque realmente se hallan en ser, alaban la Re-pública de los lacedemonios o alguna otra.

Conviene, pues, introducir tal orden degobierno, que, conforme a las cosas presen-tes, puedan hacerse en comunidad ; porqueno menos trabajosa obra es retornar una Re-pública que fundarla de nuevo, así como noes menos trabajo desenseñar lo mal enseña-do que aleccionar de nuevo.

Por esto, además de lo dicho, conviene queel varón civil y buen gobernador de Repú-blica tenga facultad para favorecer a las re-públicas que ya están en ser, lo cual no pue-de hacerlo si no entiende cuántas manerashay de República.

Paréceles a algunos que sólo son repúbli-cas la democracia y la oligarquía, lo cual, noes verdad.

Así, según fuere la manera de Repúbli-ca, se han de ajustar las leyes. Porque laRepública es orden para la conservación delas ciudades, la cual dispone cómo se han derepartir los cargos públicos y quién es elque ha de tener el supremo señorío en elgobierno.

Pero las leyes son cosas consideradas fue-

154 ARIS'TÓTELEL,

ra de las cosas que muestran, que tal es laRepública, conforme a las cuales han de re-gir los que gobiernan, y castigar a los quedelinquieren contra ellas.

Consta, pues, que por necesidad se hande entender las diferencias que hay de Re-pública, y cuántas especies en número tienecada una, aun para establecer las leyes queconviene, porque unas mismas leyes no pue-den igualmente ajustarse a todas las oligar-quías ni a todas las democracias, pues no hayuna sola especie de democracia, sino mu-chas, ni tampoco es cosa sencilla la oligar-quía.

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CAPITULO II

La causa de haber muchas maneras deRepública es que cada ciudad consta de mu-chas y diversas partes. En primer lugar, ve-mos que todas las ciudades están compues-tas de casas, y que la multitud que en ellasreside no dispone de la misma hacienda,pues unos son ricos, y otros pobres, habien-do algunos de mediano estado. Y así, de losricos como de los pobres, unos son aptospara el ejercicio de las armas, y otros va-len poco para ello. También, de la gente po-pular, vemos que unos son labradores ; otros,mercaderes, y algunos, oficiales. Entre losilustres hay también sus diferencias, así encuanto a la hacienda como en cuanto a lagrandeza del estado, como es el de los caba-lleros .o gente que está obligada a mantenercaballo ; porque esto no lo pueden sustentarno siendo ricos.

Además de las diferencias que hay res-pecto a las , haciendas, hay otra conforme alos linajes y otra conforme a la virtud. Siésta ha de ser otra distinta parte de la ciu-dad, ya está suficientemente declarado alhablar de la aristocracia.

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156 ARISTÓTELES

Consta, pues, que es necesario que seanmuchas las diferencias de República, y di-versas en especie unas de otras. Porque elpúblico gobierno es orden de los magistra-dos, y este orden lo distribuyen todos, o con-forme a sus haciendas, o con arreglo a lacomunidad que haya entre ellos.

Por necesidad ha de haber tantas mane-ras de repúblicas cuantas diferencias de ór-denes haya, según los excesos o diferenciasde sus partes. Pero, señaladamente, pareceque hay dos, como se dice de los vientos,que unos son septentrionales y otros meri-dionales, y que los demás son excesos de és-tos. Así también parece que hay dos dife-rencias de República : administración popu-lar y oligarquía. Todas las demás son quie-bras de aquélla y gobiernos viciosos.

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CAPITULO III

No conviene afirmar de un modo absolu-to, como algunos lo hacen, que la demo-cracia consiste en aquella manera de gobier-no de la cual es señor el pueblo ; porquetambién en las oligarquías es la mayor par-te la que tiene el señorío.

Habremos, pues, de decir que es gobier-no popular cuando éste reside en gente li-bre, y oligarquía cuando en poder de genterica. Lo que suele acontecer es que los li-bres son muchos y los ricos pocos.

Con todo lo dicho no basta para discer-nir estas maneras de gobierno, sino que,pues son muchas las partes, así del pue-blo como de la oligarquía, las distinguire-mos aún más. De manera que ni los libres,siendo pocos y señoreando a los no libres,que son los más, o digamos al pueblo, comoacontece en Apolonia, la que está en el marJonio, y también en Thera. Porque en cadauna de estas ciudades, las honras y cargospúblicos estaban en poder de los más ilus-tres en linaje y de los que descendían delos primeros pobladores, los cuales, en com-paración con los otros, eran pocos, Ni tani-

1 58 ARISTÓTELES

poco, si los ricos son más en número, serágobierno popular, como lo era antiguamen-te en Colofonia, donde los más tenían muygrandes haciendas antes de la guerra con-tra los de Lydia. Sino que entonces se diceser gobierno popular o democracia, cuandolos libres, aunque no ricos, siendo más ennúmero, fueren sefiores del público gobier-no, y oligarquía cuando lo fueren los ricosy los más nobles en linaje, siendo pocos ennúmero.

Digamos ahora por qué causas hay másmaneras de público gobierno que las que an-tes hemos propuesto, porque las ciudades,como ya muchas veces está dicho, no sólose componen de una parte, sino de mu-chas.

Es, pues, una parte de la ciudad aquellamultitud que trata lo perteneciente al man-tenimiento, que son los que se llaman labra-dores, y otra, los que se llaman oficiales, queson los que tratan las artes y oficios, sin loscuales no puede vivirse en la ciudad. La ter-cera parte la constituyen los mercaderes, en-tendiendo por tales los que tratan del com-prar y vender, y de las ferias y los cambios.La cuarta parte es la de los jornaleros, quealquilan el trabajo de sus personas para vivir.La quinta consta de los que defienden la tie-rra de los enemigos, la cual es no menos ne-cesaria que las otras en la República. si noha de estar a merced de los que la quierantomar, porque no es posible que aquella quenaturalmente sea sierva se halla de llamarciudad.

LA POLPFICA

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La sexta parte la componen los ricos, quecon sus haciendas sustentan la ciudad, y laséptima, los que se ocupan en el público go-bierno y administran los públicos oficios,pues no se puede conservar la ciudad sinmagistrados. De necesidad, pues, ha de ha-ber algunos que puedan mandar y que ad-ministren en la ciudad las cosas públicas, yacontinuamente, o ya interpolada y por susveces.

Resta ahora tratar de aquellas partes deque hicimos mención poco ha, la que con-sulte las cosas y la que determine entre losque litiguen, por sentencia, lo que es justo.

Si esto se ha de tratar como conviene enlas ciudades honesta y justamente, por ne-cesidad ha de haber e* n ellas algunos de losciudadanos que sean hombres virtuosos.

Y aunque todos los hombres presumen devirtuosos y les parece que son aptos pararegir los más de los destinos públicos, el serunos mismos juntamente pobres y ricos re-sulta imposible.

Por esto parece que éstas son las másprincipales partes de la ciudad : los ricos ylos pobres. Pero como generalmente acaeceque los ricos sean los menos y los pobreslos más, parece que estas dos partes de laRepública son contrarias entre si ; y confor-me a estas dos partes se suelen disponer losgobiernos públicos : Democracia y Oligar-quía.

Que haya, pues, más diferencia de públi-cos gobiernos, y por qué causas, ya está di-cho anteriormente ; pero demostremos aho-

160 ARISTÓTELES

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ra cómo hay también muchas maneras dedemocracia y de oligarquía, attnque se co-lige claramente por lo dicho con anteriori-dad : porque hay muchas especies de gente,así entre los que llamamos pueblo, como en-tre los principales ; como ahora son especiedel pueblo los labradores y los mercaderes,otra, de los que tratan por el mar, y unosson corsarios, otros se ganan la vida contratar en mercaderías y conducirlas de unsitio a otro, y otros, en fin, son pescadores.Porque en muchas partes hay gentes deesta especie, como en Constantinopla y Ta-ranto hay mucha copia de pescadores ; enAtenas, de marineros, y en Egina y Chios,de mercaderes, y en Tenedos, de barqueros.

Además de éstos, se encuentran los jor-naleros y los que tienen poca hacienda, queno pueden vivir sin trabajar. Asimismo, losque son gente libre, pero no son hijos de pa-dre y madre ciudadanos.

Entre los ilustres hacen diferencia las ri-quezas, la nobleza del linaje, la virtud, ladoctrina y otras cosas.

La democracia, pues, que más principal-mente se dice democracia es la que consisteen la igualdad, porque la ley de ésta pres-cribe que los ricos no tengan más parte delpúblico gobierno que los pobres, ni que losunos ni los otros sean señores de él, sinoque todos sean semejantes. Porque si la li-bertad, según el parecer de algunos, y laigualdad consisten principalmente en la de-mocracia, de esta manera la habrá comple-tamente si todos por igual participaren del

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LA POLITICA 161

gobierno. Esta es, pues, una manera de de-mocracia.

Hay otra manera de democracia, en quelos cargos se reparten conforme a la facul-tad de las haciendas, aunque no muy gran-des, y el que tanta cantidad de hacienda tu-viere es habido por suficiente para ser delpúblico gobierno, y el que no, es reputadopor inhábil.

Otra manera hay de democracia, en quese ordena que todos los ciudadanos que nodebieren a la República puedan tener losmagistrados ; pero que la ley haya de tenerel señorío.

En otra especie se dispone que cualquierciudadano que tenga su derecho reconoci-do como tal pueda tener cargo público, peroque la ley sea la que mande.

Otra manera de democracia hay que entodo lo demás es como las otras, salvo queel pueblo, y no la ley, tiene el señorío ; estoes, cuando los estatutos del concejo son losque tienen fuerza, y no la ley, de lo cualson causa los que rigen el pueblo.

La causa de poder tanto las ordenacio-nes del concejo, y no las leyes, estriba enque todo lo quieren reducir al pueblo, y losque defienden esta manera de gobierno tie-nen muchas simpatías y les da el pueblomucho crédito.

Con razón, pues, se reprende esta mane-ra de gobierno, porque donde las leyes notienen señorío no es aquella República ; por-que la ley ha de tener señorío sobre todos,y los magistrados sobre las cosas particula-

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162 ARISTéTELR8

res y juzgar lo que conviene a la Repú-blica.

De manera que pues la democracia es unade las maneras de público gobierno o deRepública en la cual todas las cosas se- tra-tan por estatutos de concejo, ni aun pro-piamente es democracia, porque ninguna po-pular ordenación puede hacer que sea uni-versal.

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sea uDi.CAPITULO IV

Las especies de oligarquía son éstas : laprimera, cuando los cargos públicos se re-parten conforme a la cantidad de las ha-ciendas ; pero tanta, que los pobres, con sermás en número, no pueden participar deellos ; la segunda es cuando se hace la elec-ción de magistrados conforme a poca can-tidad de hacienda, pero ellos mismos eligenlos que les han de suceder ; la tercera espe-cie de oligarquía es cuando el hijo sucedeal padre en el gobierno ; la cuarta, cuandoacaece esto mismo que en la tercera, y cuan-do no la ley, sino los magistrados.

Esta manera de gobierno en la oligarquíaes correspondiente a la tiranía en la monar-quía, y a la última especie que dijimos, enla democracia.

Suelen llamar a esta especie de oligar-quía señorío de gente poderosa.

Hemos de entender que sucede muchasveces que el gobierno conforme a las leyesno sea popular ; pero con arreglo a la cos-tumbre y modo de tratar se gobierne po-pularmente.

Los gobiernos no se cambian repentina-

164 ARISTÓTELES

mente, pues suele ocurrir que al principiose tienen los hombres por contentos, porpoco que se vean más aventajados que losotros. De modo que las leyes anteriorescontinúan en vigor y siguen mandando, aun-que se cambie la forma de gobierno.

Consta, pues, de lo propuesto 13er tantaslas especies de la democracia y de la oli-garquía como la participación que tenganen el gobierno una o varias de las partesque dijimos integraban la ciudad.

Asimismo, fuera de la democracia y oli-garquía existen otras dos maneras de 11Zepú-blica, o sea la propiamente llamada así yla aristocrática.

Donde el gobierno, pues, tiene cuenta conla hacienda y la virtud y con la comunidaddel pueblo, como ocurre en Cartago, el go-bierno es aristocrático, y donde con solaslas dos cosas, que son la virtud y la comu-nidad del pueblo, como se hace en Lacede-monia, también es aristocracia.

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CAPITULO y

Réstanos ahora tratar de aquella mane-ra de gobierno que propiamente es tenidapor República, y después, de la tiranía.

Las hemos dispuesto por este orden, por-que realmente ni la tiranía ni las aristocra-cias, que poco ha decíamos, son gobiernospúblicos, sino que, en verdad, son todasellas vicios y defectos del recto y buen (Yo-bierno, aunque se cuentan en el número bdelos buenos gobiernos, siendo, como lo son,vicios y defectos de ellos, como va dijimos.

Con razón se hace mención al fin de latiranía, porque ésta, menos que ningunaotra, es gobierno de República, y nosotrosnos propusimos tratar del gobierno popularsujeto a leyes.

El ser bien regida por leyes la Repúbli-ca no consiste en tenerlas buenas, si loshombres no las siguen u obedecen. Por estoes conveniente que estén dispuestas de talmodo que sean obedecidas, y además queestén hechas como deben, porque puedeacaecer que el pueblo obedezca las leyesmalas.

En las más de las ciudades sólo tienen

166 ARISTÓTELES

por público gobierno lo que llamamos Re-pública, porque la mezcla del gobierno sólotiene consideración a que haya conformi-dad entre los ricos v los pobres, y entre lariqueza y la libertad. ; porque, casi en todaspartes, los que son ricos pretenden estar enposesión de la bondad.

Conviene, pues, que en la República es- •

tén bien mezclados ambos .elemencos -y quela seguridad de la misma dependa de queninguna parte de la ciudad desee otra mane-ra de gobierno.

Réstanos ahora tratar de la tiranía, aun-que ya lo hicimos al tratar del reino, y men-cionamos dos clases de tiranía en cuantoambas no conformaban con la ley. Porqueentre algunas bárbaras naciones eligen mo-narcas con absoluta potestad, y antiguamen-te, entre los antiguos griegos, había tam-bién algunos monarcas d.e esta manera.

Eran, pues, tales monarquías gobiernosreales en cuanto a la ley y ser elegidas ala voluntad del pueblo ; pero eran tiránicasen cuanto tenían el gobierno señoril y go-bernaban conforme a su propio parecer . Perola tercera especie de tiranía es la que másde veras parece ser tiranía ; ésta correspon-de al reino, porque ningún hombre libre sesujetará por su voluntad a semejante se-ñorío.

Estas, pues, son las especies de tiranía,por las (iuusas y razones dichas.

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CAPITULO VIcitv

nah Cuál sea la mejor manera de Repúblicay cuál la mejor manera de vivir y más con -.veniente para las más de las ciudades y paralos más de los hombres, ni lo reglan éstosconforme a la virtud, que excede a la ca-pacidad del vulgo, ni conforme a doctrina,pues son cosas que exigen buen luicio na-tural y del favor y ayuda de la fortuna ;tampoco conforme al público gobierno quees más digno de desear, sino conforme aaquella vida que puede ser más común a to-dos, y también conforme a aquella manerade gobierno de que las más de las ciudadespueden participar.

Porque de las maneras de gobierno quellaman aristocracias, de las cuales tratamospoco ha, unas van muy lejos de las más delas ciudades, y otras se aproximan a la Re-pública.

Por esto habremos de ocuparnos de am-bas maneras de gobierno como si fueranuna sola. El juicio, pues, de ellas ha defundarse en los mismos principios, porquesi bien lo determinamos en las Eticats' , lavida bienaventurada es la que es conforme

168 ARISTÓTELES

a virtud y sin estorbo, y la virtud decíamosque era medianía. Estos mismos términosse han de poner en la virtud de la ciudad yen el vicio y en la manera del gobierno, por-que no es otra cosa el público gobierno sinouna vida de la ciudad.

En todas las ciudades hay tres partes dis-tintas : unos muy ricos, otros muy pobres,y otros que tienen entre aquéllos cierto me-dio. Y pues todos confiesan que la regla yel medio es lo mejor, consta claramente queen las prosperidades la medianía de las po-sesiones es la mejor de todas, porque fácil-mente ésta se sujeta a la razón.

Porque la comunidad es cosa que consis-te en amor, porque un enemigo con otrono quiere juntarse ni seguir el mismo ca-mino.

La ciudad requiere, cuando posible fue-re, que conste de iguales y semejantes ciu-dadanos, lo cual más de veras ocurre a losque están en el medio. De lo cual se coligeque semejante ciudad ha de ser muy bienregida.

Por eso era muy aceptable aquella ora-ción de Focílides, que suplicaba a Dios quea los de mediano estado repartiese muchosbienes, porque quería ser él en la ciudad delos medianos.

Consta, pues, que la mejor de las comu-nidades de República es la que se hace entrelos de mediano estado, y que pueden re-girse y gobernarse bien aquellas ciudades enlas cuales los de mediano estado son másque los muy ricos o muy pobres.

'A POLÍTICA 169

Partiendo del supuesto de que la Repú-blica convenga a todos, habremos ahora detratar de las tres partes de que consta, v delas cuales habrá, de considerar el legisladorlo que conviene a cada una. Y si estas trespartes andan bien regidas, por necesidad es-tará, bien gobernada la República, y en solala diferencia de estas tres partes necesaria-mente consiste la diferencia de los públicosgobiernos.

La primera es el consejo o consulta delas cosas comunes ; la otra, la que se refie-re. al gobierno de los magistrados, habien-do de entenderse qué magistrados convieneque haya y qué señorío han de tener, y c(;-mo han de ser electos ; la tercera es qué ma-nera ha de haber en las judicaturas.

El consejo, pues, es señor de tratar delo que toca a la guerra y a la paz, al hacero deshacer las ligas, del hacer leves, de con-denar a muerte o a destierro, de la confis-cación de bienes v del tomar las residencias.

Necesariamente, pues, o todas estas judi-caturas se han de someter a todos los ciu-dadanos, o todas a algunos, o a un magis-trado o a más de uno. Juzgar todos de todoello es propiq, del gobierno popular, porqueel pueblo desea una igualdad como ésta,pues el consultar particulares personas to-dos los negocios es propio de la oligarquía.

Cúmplele, pues, a la democracia que máshoy día parece serlo (digo de aquélla don-de el pueblo es el señor de las leyes paraconsultar las cosas), y es lo mejor, hacer lomismo que por lo que a las audiencias toca

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170 ARISTÓTELES

se hace en las oligarquías ; porque ponenpena a los que quieren que sean jueces, sino lo quisieren aceptar, y los populares pro-ponen premios para los que fueren pobres.Conviene, pues, lo mismo en lo que tocaa los concejos.

Conviene también que los senadores senombren o se sorteen de todas las partesdel pueblo por igual. Asimismo, es conve-niente que si acaso la multitud del vulgoexcediere mucho a la de los ciudadanos, nose dé premio a todos, sino a los que convi-niere, conforme al número de los ilustres,o que sorteen del pueblo los que hayan deconstituir el concejo.

En las oligarquías conviene que, o se eli-ja cierto número de senadores entre todo elpueblo, o hagan alguna señoría, como acon-tece en algunas ciudades, y a los de esta se-ñoría llaman senadores o guardianes de lasleyes, y que las cosas que éstos determinarense consulten después con el pueblo.

Porque, de esta manera, el pueblo tendráparte en las consultas y no podrá deshacercosa alguna de las que convengan a la Re-pública.

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CAPITULO VII

Síguese el hacer división de los magistra-dos, porque también esta parte de discipli-na de la República tiene muchas diferen-cias, y hay que distinguir : cuántos magis-trados conviene que haya en la Repúblca,qué señorío deben tener y cuánto tiempodebe durar cada magistrado (porque unosson de parecer que duren seis meses ; otros,que menos ; algunos, que un año entero, yotros, que mucho más tiempo), y si convie-ne que sean perpetuos o para tiempo inde-finido, etc.

Asimismo, en o que respecta al nom-bramiento de los magistrados, ha de discu-tirse quiénes han de ser electos, quién losha-de elegir y cómo se han de nombrar.

Quiénes se hayan de llamar magistrados,no es fácil decirlo, porque la comunidad ci-vil tiene necesidad de muchos que la admi-nistren. Por esto, ni todos los que fuerensorteados han de ser tenidos por magistra-dos, y en primer lugar los sacerdotes (por-que el sacerdocio lo hemos de tener porcosa diferente de los públicos magistrados),y tras ellos los administradores Je las fiel-

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172 ARISTÓTELES

tas y los pregoneros. También se hace elec-ción de embajadores.

Hay, asimismo, algunos ciudadanos quetienen a su cargo el regir a las mujeres ya los niños, como también hay otros quecuidan de la provisión y gobierno de lascosas, porque muchas veces se eligen tro-jeros o medidores de trigo.

Todos éstos, pues, hablando sumariamen-te, habremos de reputar por magistrados,principalmente porque tienen poder y auto-ridad para consultar de algunas cosas y juz-garlas, y sobre todo poner en ellas orden.

Se ofrece ahora otra cuestión : ¿cuántosy de qué clase se requieren para que se go-bierne una ciudad, y cuáles han de ser for-zosos magistrados?

Para ello deberá tenerse en cuenta la ma-yor o menor extensión de la ciudad, por-que en las grandes ciudades conviene quese haga así : que para cada oficio sea electouno, porque, por ser muchos los ciudadanos,puede acaecer que entren en el gobiernomuchos.

Pero en las pequeñas ciudades, por nece-sidad se han de encomendar a pocos hom-bres muchos cargos. Por esto no es inconve-niente que a un mismo individuo se confíenvarios cargos, porque no se impiden los unosa los otros, y por haber poco número dehombres hay necesidad de nombrar magis-trados para diversos oficios.

Si pudiésemos, pues, decir cuántos ma-gistrados son menester en una ciudad. y los

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que no son necesarios, podríamos fácilmen-te resolver esta cuestión.

Conviene también que se entienda quémagistrados, conforme a la disposición dellugar, ha de haber para cada cosa, y de quécosas cumple que tengan cuidado ; es decir,que uno tenga cargo de toda la policía, ouno, de los muchachos, y otros, de las mu-jeres.

En cuanto toca a las diferencias de losgóbiernos, también hay que notar si difie-ren los magistrados, porque hay ciudadesdonde convienen semejantes magistrados, yhay otras donde no convienen. Porque unosmismos magistrados, en algunas partes esbien que sean de gran poder, y en otras, demuy poco. Y, con todo eso, hay algunospropios, como los senadores, que consultanlas cosas antes que se propongan al pueblo ;el cual magistrado no es de democracia ;pero lo es el común consejo, porque convie-ne que haya alguna cosa que sea de tal ma-nera que tenga cuidado de considerar todoaquello que se proponga al pueblo, para queéste no pierda el tiempo en ello. Y si éstosson pocos en número, sabe a oligarquía.Pero donde existen dos magistrados, los queprimero consultan son superiores a los quedeliberan, porque el consultor es magistradopopular y el preconsultor de la oligarquía.• Deshácese, pues, la fuerza del Senado enaquellas democracias en las cuales el mis-mo pueblo conoce juntamente de todas lascosas y determina sobre ellas, lo cual acae-ce donde o los hombres están ricos o se les

174 ARISTÓTELES

da premios a los que se reunen en concejo.Porque, como están ociosos, júntanse mu-chas veces y juzgan de todas las cosas. Peroel magistrado que pone regla en los mucha-chos o en las mujeres, o cualquier otro ma-gistrado que tiene cuidado de cosas seme-jantes, es propio de la aristocracia, mas node democracia. Porque ¿cómo pueden pro-hibir a las mujeres de la gente pobre queno salgan? Tampoco puede ocurrir esto enla oligarquía, porque las mujeres de los queestán constituidos oligárquicamente viven endeleites.

Respecto a todo ello, baste con lo dicho,por ahora.

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CAPITULO VIII

Ahora habremos de tratar, en primer lu-gar; de la elección de los magistrados.

Consisten las diferencias de las eleccio-nes en tres términos, los cuales, propuestosde necesidad, han de comprender en sí to-das las diferentes maneras de elecciones.

Es, pues, el primero de estos términos eldeterminar quiénes son los que han de ha-cer las elecciones de los magistrados ; el se-gundo, de qué personas se ha de echar manopara hacer en ellas la elección, y tercero, dequé manera se han de hacer las elecciones.

Cada cuestión de éstas tiene otras trespartes o diferencias. Porque, o han de ha-cer la elección todos los ciudadanos o par-ticularmente algunos, o se han de elegir detoda suerte de gentes o determinadamente.de algunos, como si dijéramos, conforme ala cantidad de la hacienda o conforme allustre del linaje, o conforme al valor de lavirtud, o por otra cosa análoga, como enMegara se hace la elección de magistradosde los que fueron a la guerra y se ofrecie-ron a la muerte por la libertad del pueblo ;y esto se hace por elección de votos o por

•176 ARISTÓTELES

suerte, o por ambos procedimientos junta-mente.

Digo de esta suerte : que unos magistra-dos los elijan personas particulares, y otros,todo el pueblo.

Cada manera, pues, de éstas tendrá otrascuatro diferencias. Porque, o harán la elec-ción todos y de todos, por elección de vo-tos, o todos de todos por su suerte, y o detodos, así en montón o de todos por suspartes repartidos (como por parroquias, porbarrios o por compañías, hasta que venga apasar por todos los ciudadanos), o siemprede todos, así juntos, y unoá de esta mane-ra y otros de aquélla.

Asimismo, si los particulares han de ha-cer la elección, o han de elegir de todos, porvotos o por suerte, o de algunos por votosy de otros por suerte.

De manera que vienen a ser doce las ma-neras de elección, fuera de estas dos últi-mas consideraciones.

Estas dos maneras son de gobierno popu-lar, pues las demás son propias de la oli-garquía o de la aristocracia.

Resta ahora por tratar lo que toca a lasjudicaturas. En tres términos consiste tam-bién la diferencia entre ellas, o sea : en quiénha de recaer la elección de juez, en qué cau-sas han de intervenir, y cómo han dejuzgar.

Determinemos primeramente cuántas es-pecies ha de haber de audiencias. Son ochoen número : una, de las residencias ; otra,de los agravios que se hacen a la Repúbli-

LA POLÍTICA 177

ca y comunidad ; otra, de las cosas que im-portan para el público gobierno la cuarta,entre los mismos jueces y particulares, enlo que respecta a la gravedad de las penas ;la quinta, en lo que toca a los particularescontratos de cantidad y calidad, y ; ademásde éstos, lo que se refiere a homicidios y apleitos de extranjeros.

Las especies de la audiencia de homici-dio, ora entre los mismos jueces, bien ep-

a tre diversos, son : el juzgar de homicidios

a voluntarios y de los que acaecieron por dds-

pie gracia, y, en fin, de todo aquello donde cons-ta del hecho y se disputa la equidad, cornotambién de los que se libran de la muerte yse trata de levantarles el destierro, como se

r dice haber en Atenas una audiencia de estasputos

,Pocausas.

La audiencia que sirve para los extranje-ros puede ser de dos modos : cuando litigan

últi« extranjero con extranjero y extranjero conciudadano.

También ha de haber audiencia para lo°p , casos nimios.

111 Tratemos ahora de las tocantes al públi-co gobierno, las cuales, si no van bien re-111 gidas, causan en la República motines y al-

1 11 borotos.

(111 Por necesidad ha de ser de esta manera :que o todos han de juzgar de las cosas so-

ban por votos o por suerte, o todosde todas ellas, parte por votos y parte porsuerte, o particularmente de las mismas, unospor votos y otros por suerte.11°

d'En suma, pues, estas cuatro maneras hay

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de judicaturas. Porque, asimismo, losticulares eligen de algunos jueces -que.;gan de todas las causas, y esto por VOt001bien por suerte, etc.

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LIBRO QUINTO

CAPITULO PRIMERO

Después de lo tratado en los libros ante-riores, ofrécesenos ahora el estudiar las cau-sas de que proceden las alteraciones y mo-vimientos en los pueblos, y por qué motivosdestruyen cada manera de República.

Asimismo, habremos de indicar los reme-dios para semejantes alteraciones, y con quéregimiento se conservará más cada especiede República.

Primeramente, pues, hemos de presupo-ner que hay muchas diferencias de públi-co gobierno, y que todas llevan en la bocala justicia y la igualdad, que consiste enproporción, aunque realmente van en lasobras fuera de ella, como ya anteriormen-te dijimos, porque el gobierno popular cons-ta de gentes que, porque en algo son igua-les, pretenden que lo han de ser en todo,porque, como todos son de la misma ma-nera libres, piensan que todos absolutamen-te son iguales.

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180 ARISTÓTELES

La oligarquía consta de gentes que en al-guna cosa son desiguales, y por esto preten-den que lo han de ser en todo ; porque, porser desiguales en hacienda, piensan que ab-solutamente son en todo desiguales ; y así,los unos, corno si absolutamente fuesen igua-les, pretenden que han de participar de to-das las cosas igualmente, y los otros, como,si aboslutamente fuesen desiguales, en to-das las cosas pretenden que han de ser aven-tajados.

Todas estas maneras de gobierno tienenallzuna sombra de justicia ; pero absoluta-mente van erradas. Y, por la misma causa,cuando, conforme la presunción que los unosy otros tienen, no participan del gobierno,mueven alteraciones y alborotos. Y los quecon mayor razón los movieran son los quemenos los mueven, que son los que a los de-más execeden en virtud, porque sólo éstosdeben ser en todo preferidos.

Hay, pues, algunos que, porque excedena los demás en nobleza de linaje, no se tie-nen por bien librados con vivir igualmenteque los otros. Estos, pues, hablando suma-rialmente, son los principios y las fuentes detodas las alteraciones y de los alborotos delos pueblos. Por esto, con razón se mue-ven alteraciones ; unas veces, con el fin demudar la manera de gobierno, trocándola enotra, como la democracia en oligarquía, ola oligarquía en democracia, o éstas en Re-pública o en aristocracia. Asimismo, sobreel relajarla o estrecharla, como si la que yaes oligarquía quisiesen estrecharla más.

LA POLÍTICA 181

Suelen también amotinarse por la des-igualdad, porque no tienen proporción en-tre sí los desiguales, y el perpetuo reino en-tre los que son iguales es cosa desigual, ylas alteraciones se producen por introducirla igualdad.

Hay, pues, dos maneras de igualdad :una' conforme a número, y otra conforme aproporción. Confesando, pues, ser una cosaabsolutamente justa, disputan y altercanno serlo conforme a proporción ; los unos,por ser en cierta cosa iguales. pretendenserlo en todo, y los otros, por verse en algodesiguales, pretenden que lo han de ser entodo. Por esto, señaladamente, vienen todaslas repúblicas a reducirse a dos especies.:democracia y oligarquía ; porque la noblezay la virtud hállase en muy pocos, y las de-más cosas, en muchos. Porque hombres ver-daderamente ilustres y buenos apenas se ha-llarán ciento en parte alguna ; pero ricos sehallarán muchos en todas partes ; y deter-minar lo que es absolutamente igual, con-forme a cualquiera de aquellas dos cosas, esun mal error. La consecuencia de ella es queninguna de estas manera de República es deduración.

Por eso conviene que, entre algunas co-sas, se regule la igualdad conforme a pro-porción aritmética, y entre otras, conformea proporción de dignidad. Pero, con todoesto, es más segura y más libre de altera-ciones la democracia que la oligarquía, por-que en las oligarquías hay dos clases de al-teraciones unas, que ellos mismos se tie-

182 ARISTÓTELES

nen en si, y otras, que tienen con el pueblo ;pero en las democracias solamente hay laque es contra los poco poderosos.

Pero el pueblo consigo mismo nunca tie-ne disensión que sea digna de nombrar. Asi-mismo, el gobierno que está en poder de losde mediano estado, más parentesco tiene conel gobierno popular que con el de los pocos,y así es más segura manera de Repúblicade todas las que son de este jaez.

La causa, pues, de que los hombres seaficionen a mudar la manera de gobierno, lamás general, es aquella de que hablamospoco ha. Porque unos desean poner en lascosas igualdad, promueven alborotos ; otros,por introducir la desigualdad y el exceso_Estas cosas pueden desearse injusta o jus-tamente, porque los que son menores se amo-tinan por ser iguales, y los que son iguales,por ser aventajados.

Los principales motivos que les inducena ello son la honra y la ganancia, y las con-trarias a, éstas.

CAPITULO II

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Qué fuerza tengan las antedichas causaspara producir alteraciones, consta de modomuy palmario, porque cuando los que tie-nen el gobierno cometen demasías y cohe-chan, amotínanse los hombres . entre sí con-tra las repúblicas que les confieren tal po-der. Y el cohechar es unas veces en hacien-das particulares, y otras en las de la Repú-blica.

También consta lo mucho que puede lahonra, y cómo es causa de las alteraciones.Porque los hombres, viéndose a sí mismosdespreciados y a otros puestos en honra y

. dignidad, amotínanse. Lo cual se hace injus-tamente cuando algunos, fuera de lo que sudignidad merece, o son honrados o despre-ciados ; pero cuando se hace conforme a ladignidad de cada uno, se hace justamente.

También por exceso se causan las altera-ciones, cuando el poder de uno es demasia-do. Así suele ocurrir con la monarquía ola conspiración de gentes poderosas, Por estosuelen cada año hacer destierro de ostra-cismo, como en Argos y en Atenas ; aunque

184 ARISTÓTELES

mejor fuera prevenir desde el principio, paraque no crecieran tanto y tener que poner elremedio más tarde.

Por temor hacen los motines los que hanhecho algunos agravios y temen que han deser por ellos castigados ; y también los quetemen recibir agravio y quieren prevenirloantes de que llegue, como en Rodas se con-juraron los principales contra la comunidadpor las acusaciones que les quería poner elpueblo.

También mueven alteraciones por menos-precio, y se rebelan, como acaece en las oli-garquías, cuando son más los que no partici-pan del gobierno, porque se tienen por máspoderosos.

Lo mismo suele ocurrir en las democra-cias, en que los ricos se revuelven contraellas, como aconteció en Tebas después dela batalla de Inofites, en donde, por malaconstitución del gobierno, se deshizo la de-mocracia. También el gobierno de Megarase disminuyó por el mal orden que en él ha-bía. Y lo mismo sucedió en Siracusa antesde la tiranía de Gelón, y en Rodas antes dela conjuración.

También suceden en las repúblicas altera-ciones y mudanzas por las subidas que sehacen fuera de la proporción ; porque, asícomo el cuerpo se compone de sus partes,v han decrecer todas ellas conforme a bue-na proporción para que exista conformidadentre ellas, de la misma manera la ciudadconsta de sus partes, entre las cuales no seadvierte alguna que crece muchas veces, 09-

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LA POLÍTICA 185

mo la muchedumbre de los pobres en las de-mocracias y repúblicas.

Acaece también esto algunas veces por al-gunas desgracias, como en Tarento, cuan-do los de la Apulia les mataron gran nú-mero de gente principal, poco después dela venida de los medos sobre Grecia, en quede República se convirtió en democracia.

Asimismo, los de Argos, siendo muertosa manos de Cleómenes el lacedemonio, de-jaron sus casas y República en manos de los

15• extranjeros.También en Atenas, habiendo librado mal

con los lacedemonios por la tierra, vino adisminuirse mucho la nobleza de la ciudad,por ser forzados a ir por su catálogo o pa-

11.drón a la guerra.ti Suele ocurir todo esto en las democra-

cias ; pero no tan a menudo. Porque cuan-I¿ do los ricos vienen a ser más y las hacien-

das crecen mucho, conviértense en °ligar-(luías v en conspiraciones de gentes podero-sas. También suelen trocarse los públicosgobiernos sin alteraciones por algunas ver-güenzas, corno en Herea, que de elecciónde votos la trocaron en elección de suertes.porque elegían algunos que ellos mismos, alser electos, se avergonzaban.

También por negligencia, cuando consien-ten que sean puestos en el gobierno los queno están conformes con aquella manera degobernar, como en Floreo se deshizo la oh-, garquia de los magistrados siendo electo He-racleodoro, el cual, de oligarquía la convir-tió en República y democracia,

186 ARISTÓTELES

Asimismo, por alguna. poquedad, enten-diendo por tal lo que muchas veces no seecha de ver, alguna gran mudanza de le-yes, cuando nace no teniendo cuenta con laspocas cosas. Como en Ambracia la hacien-da que se requería para el magistrado eramuy poca, al fin vinieron a gobernar losque no tenían ninguna.

También es causa de alteraciones el noser la gente de una misma nación y volun-tad. Porque, así como no se funda una ciu-dad de cualquiera multitud, así también encualquier cantidad de tiempo. Por esto, to-dos cuantos han recogido gente advenediza yextranjera, los más han sufrido alteraciones.Como les acaeció a los trecenios, que reco-gieron en sus tierras a los aqueos, en la ciu-dad de Sibaris ; después vinieron a multi-plicarse tanto los aqueos, que echaron de sustierras a los trecenios, de lo cual les vino elmal a los sibaritas.

Asimismo, en Constantinopla hicieron con-juración los advenedizos contra los de la tie-rra, y, robándola, fueron vencidos en bata-lla. También los de Auriso, recogiendo a losdesterrados de Chío, les hubieron de echardespués a punta de lanza. Los de Zancle,asimismo, por recoger a los samios ; se per-dieron.

En las oligarquías, pues, amotínanse losmuchos como gente agranizada por no. par-ticipar de las cosas igualmente, y en las de-mocracias, los más ilustres, porque les ha-cen vivir en igualdad, no siendo iguales.

También se amotinan algunas veces las

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LA POLfTIOA

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ciudades por los términos o asientos de latierra, cuando la región no es convenientepara hacer una a la ciudad, como les acae-ció a los claromenios, que los que morabanen Chytro se amotinaron contra los que mo-raban en la isla. Y lo mismo sucedió a loscolofonios y a los notios. Y aun en Menas nose gobiernan todos de la misma manera,sino que son más populares los que viven enPireo que los que residen en la ciudad. Por-que, así como acaece en las guerras, que alfaltar algunos de los jefes se perturba el or-den de los escuadrones, así también pareceque cualquier diferencia es ocasión de amo-tinarse el pueblo.

Las alteraciones y motines, aunque noconsistan en cosas de poco, suelen tenerprincipio por motivos insignificantes, y se-ñaladamente pueden mucho las pequeñascausas, cuando éstas se dan entre los queson señores del gobierno. Como acontecióen Siracusa, de Sicilia, en tiempos pasados,que por un motín de dos mozuelos que es-taban en el gobierno y riñeron por ciertosamores vino a mudarse la República.

Por esto conviene que estas cosas se te-man y se remedien en el principio, y se apa-cigüen las contiendas de los gobernadores ypersonas poderosas ; porque al enhornar (diceel refrán) se hacen los panes tuertos, y lascosas suelen errarse en los principios, y elprincipio se dice ser la mitad del todo,

Así, en Delfos, una disensión que huboen unas bodas fué el principio de todas lasrevueltas que después entre ellos sucedieron,

188 ARISTÓTELES

Porque el desposado, teniendo por agüerouna cosa que sucedió, cuando fué a la des-posada no la tocó, sino que se fué dejándolaasí. Los parientes, teniéndose de aquello porafrentados, estando él haciendo sacrificiohurtaron el dinero del templo y después lehicieron condenar a muerte como a hombreque había cometido sacrilegio.

También en Epidamno se mudó la ma-nera de gobierno con ocasión de un casa-miento, porque, habiendo prometido a otrosu hija en casamiento, como el padre deldesposado, que era también de los del go-bierno, le hiciese cierto agravio, convocó alos que estaban fuera del gobierno.

Conviértese, pues, el gobierno en oligar-quía y en democracia, y también en Repú-blica, por ocasión de querer señalarse enfama o acrecentarse algún colegio de ma-gistrados o alguna parte de la ciudad. Comoen Atenas, el Consejo de Areópago, que-dando en fama de la guerra hecha contralos medos, parece que quiso estrechar la ma-nera del gobierno. Asimismo, después lagente de mar, habiendo sido causa de lavictoria que se obtuvo en Salamina, así poreste hecho tan singular, como por la fuer-za que alcanzaban por el mar, hicieron máspoderosa la potencia y gobierno popular.Asimismo, en Argos, habiéndose distingui-do mucho la gente principal en la batalla deMantinea, en que fueron vencidos los lace-demonios, intentaron deshacer el gobiernopopular.

En suma, habremos de entender que to-

dos aquellos que desean escalar el poder, biensean particulares, o magistrados y parroquias,

. mueven siempre alteraciones.También suelen alterarse muchos pueblos

cuando las partes de ellos, que parecen en-tre sí contrarias, vienen a igualarse unascon otras, como son los ricos y la gente po-pular ; porque si una de las dos partes seaventaja mucho en manifiesto exceso, la otraparte no quiere ponerse en peligro.

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CAPITULO III

Convendrá ahora que consideremos lasmencionadas alteraciones y sus causas en ca-da especie de República.

Las democracias, generalmente se mu-dan por la maldad de los que guían al pue-blo, porque calumniando unas veces particu-larmente a los que tienen haciendas. hacenque se junten todos los pobres contra aqué-llos (porque el común peligro hace recon-ciliarse entre si aun a los mayores enemi-gos) ; otras veces, amotinando a todo elpueblo, como en Coos se mudó la democra-cia por ser malos los que al pueblo persua-dían y guiaban. De la misma manera se des-hizo en Megara la democracia, porque losgobernadores del pueblo, por tener haciendasque confiscar, desterraron a muchos de losprincipales, hasta que éstos pudieron juntar-se, y, venciendo al pueblo, introdujeron laoligarquía.

En los tiempos pasados, cuando eran unamisma cosa el capitán del pueblo y el de laguerra, mudábanse las democracias en tira-nías, porque casi todos los tiranos procedie-ron de los lisonjeadores del pueblo.

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LA POLÍTICA 191

Mas ahora, como ha crecido tanto la re-tórica, los muy elocuentes son gobernadoresde los pueblos ; pero, por la poca experienciaque tienen de las cosas de la guerra, no laosan emprender sino muy rara vez.

Levantábanse, pues, antiguamente más ti-ranías que ahora, porque como casi toda lagente popular estaba en los campos y muyocupada en sus haciendas, los que goberna-ban, gentes de suyo belicosas, erigíanse entiranos. Hacíanlo éstos con la confianza delpueblo, y el modo de lograrla era mostrarseenemigos de los ricos. Como en Atenas Pi-sístrato, teniendo bandos con los pediacos yteágenes, en Megara, matando los ganadosde los ricos, fué tenido por digno de la ti-ranía.

También se mudan de la antigua democra-cia a ésta muy moderna, porque donde losmagistrados van por elección y no conformea alguna tasa de hacienda, y el pueblo es elque hace la elección, como los que pretendenla investidura de magistrados suelen lisonje-ar a sus electores, han traído el negocio a taltérmino, que hacen al pueblo señor hasta delas leyes.

El remedio, pues, que hay para que estono ocurra, o por lo menos se aminore, es quelas parroquias elijan los magistrados, y no elpueblo en común.

5 !:

CAPITULO IV

Las oligarquías suelen mudarse de dos ma-neras muy notorias. La primera, si los pocopoderosos hacen agravio a la comunidad ; por-que, en tal caso, cualquiera es suficiente paraerigirse en cabeza del pueblo, y muy espe-cialmente si alguno del gobierno se hace ca-pitán de la gente popular. Como hizo Lygda-mis en Naxo, el cual fué después tirano de losnaxios.

Tiene también este gobierno otras diferen-cias de alteraciones por parte de otras gen-tes ; porque algunas veces la alteran los mis-mos ricos, cuando no son admitidos al go-bierno, y deshacen la oligarquía, como haocurrido en Marsella, en Istro, en Heracleay en otras muchas ciudades.

También se trastruecan las oligarquías porcausa de los mismos que las rigen, cuandotienen entre si contiendas sobre quién ha deser cabeza del gobierno. También acaecenmudanzas en las oligarquías, cuando los querigen, después de haber gastado y consumidosus haciendas y patrimonios, viviendo luju-riosamente, procuran introducir novedades ylogran alzarse o ayudar a otro para que lo sea,

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LA POLÍTICA

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como hizo Hipparino a Dionysio en Siracusade Sicilia.

A veces, pues, estos tales intentan modifi-car la República, y otras defraudan las ha-ciendas de las ciudades. De donde resultaque, o se levanta un motín contra ellos, eellos procuran que lo haya.

Pero la oligarquía que es concorde entre síno se deshace fácilmente. Lo cual muestra alas claras aquella República de Farsalo ; por-que aquéllos, con ser pocos, son señores demuchos, por avenirse bien entre ellos mismos.

También se deshace la oligarquía cuandoen la misma nace otra oligarquía. Esto acaececuando, siendo pocos en número los del go-bierno, aun aquellos pocos no participan delas mayores magistraturas, como acontecióen Elide ; porque, estando el gobierno en po-der de muy pocos de éstos, los menos, eransenadores por ser perpetuos oficios.

Múdanse, pues, las oligarquías así en lostiempos de la guerra como en los de la paz ;en la guerra, por no fiarse del pueblo, necesa-riamente se han de servir de soldados extran-jeros, porque aquel a quien encomiendan el

_ gobierno suele hacerse tirano las más de lasveces, como hizo Corinto Timofanes. Y simuchos fueren a los que se les encomienda.estos muchos se hacen tiranos y se alzan conel señorío.

Alguna vez, temiendo esto, entregaron alpueblo el gobierno y señorío, por serles for-zado valerse de él ; pero en tiempo de paz,por no fiarse los unos de los otros, encomien-

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194 ARISTÓTELES

dan la guarda a los soldados y a un gober-nador.

También resultan alteraciones por hacer-se agravios los que están en la oligarquía yamotinarse sobre algunos casamientos o so-bre algunos pleitos, como los que menciona-mos anteriormente. Por sentencia de juecesse movió un motín en Heraclea, y en Tebaspor causa de un adulterio.

Muchas oligarquías, asimismo, han sidodeshechas por algunos de los que estaban enel gobierno, pesándoles mucho de verle tanseñoril y riguroso, como se hizo la de Ginido

la de Chíos.Alguna vez también, generalmente hablan-

do, se mudan las democracias y las oligar-quías, no en sus contrarias maneras de go-bierno, sino en otras de un mismo género,como, de democracias y oligarquías legítimasy gobernadas por ley, en otras que tenganabsoluto el señorío, y también de éstas enaquéllas.

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CAPITULO V

Síguese ahora el tratar de la conservaciónde cada especie de gobierno, tanto general-mente como refiriéndose en particular a cadauna.

En cuanto a lo primero, consta claramen-te que si entendemos bien las causas de don-de resulta el destruirse las repúblicas, tam-bién comprenderemos los medios para su con-servación. Porque los efectos contrarios, decontrarias causas han de proceder, y la des-trucción es contraria a la conservación.

En las repúblicas, pues, que están bienequilibradas se ha de tener tanta cuenta comoen lo que más que no se haga cosa algunacontra ley, y señaladamente con aquello queparece sin importancia, como la hacienda quepoco a poco se hunde y se destruye.

Tras de esto, no conviene dar crédito nifiarse de aquellas cosas que por engañar alpueblo se proponen, porque por la experien-cia se ve después manifiestamente la verdad.

Y, ciertamente, llama la atención el vercuánto tiempo perseveran algunas maneras degobierno, no solamente aristocráticas, sinotambién oligárquicas ; y esto no por estar es-

ARISTÓTELES

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tas especies seguras de peligro, sino por ave-nirse bien los que tienen el gobierno, así comolos que están fuera de él, como también entresí mismos > no haciendo agravios a los que noparticipan del gobierno y admitiendo a losque de entre ellos haya aptos para regir laciudad.

Consérvanse, pues, las repúblicas, no so-lamente por estar lejos, de quien las destruye,sino por estar cerca también algunas veces ;porque, teniendo el peligro tan cercano, des-vélanse más en mirar por el gobierno.

Conviene que los que tienen el cuidado dela comunidad siembren algunos temores, pa-ra que se guarden más y no deshagan la tu-tela del gobierno, como quien de noche hacecentinela, y den a entender que están cercalos que aún están lejos.

Conviene quitar, con favor de las leyes, lascontiendas y bandos entre gentes principales,y esto, los que no se inclinan hacia ningunode los rivales.

El entender cuándo principian estos ban-dos, como cuándo nace un mal, no es oficiode cualquiera, sino de hombre prudente encosas de República.

También precisa considerar las mudanzasde las haciendas y la cantidad en que se ta-san las mismas comúnmente, reglando lo pre-sente conforme a lo pasado. En unas ciuda-des, pues, cada año se tasan las haciendas, yen otras que son mayores, de tres en tresaños, o de cinco en cinco.

Si fueren, pues, las haciendas mucho ma-yores y más crecidas de lo que antes eran,

LA POIATICA 197

conforme a lo cual se hacían las tasas del go-bierno, que se dicte una ley mediante la cualsuban o bajen las tasas. Si el valor de lashaciendas subiere, que suba la tasa a propor-ción de lo que exceda el valor de las hacien-das, y si bajaren de valor, que se disminuyala tasa de la misma manera.

Porque si no se hace de este modo en lasoligarquías y en las repúblicas, sucederá queen la República se levantará oligarquía, y enla oligarquía, conspiración de gentes podero-sas, y de la otra manera de República se harádemocracia, y de oligarquía, República o go-bierno popular.

Por esto, es común consejo para la demo-cracia y para la oligarquía, como para cual-quier manera de República, no permitir queninguno particularmente crezca fuera de todaporción ; antes procurar que a todos se les detihaciendas pequeñas y que duren mucho másde las que repentinamente se hacen grandes.Porque se estragan mucho los que tienen ha-ciendas semejantes.

Y si así no se hiciere, al que se le hanhecho todas las honras en junto no convieneque así en junto se las quiten, sino poco apoco. Sobre todo, se ha de procurar de talmanera regir las cosas por leyes, que a ningu-no se le permita crecer demasiado, ni en po-der, ni en amigos, ni en dineros. Y si ya lofueren, conviene apartar las confederacionesde éstos, enviándolos a diversas partes.

Si acaeciere que muchos, por su manera devivir, intentaran novedades, conviene quehaya algún magistrado a cuyo cargo toque

198 ARISTÓTELES

ver. y considerar los que viven al revés de co-mo deben para la conservación de la Repú-blica ; en la democracia, conforme a las levesde la democracia, y en la oligarquía, confor-me a las de la oligarquía, y de la misma ma-nera en todas las otras formas de gobierno.

El remedio de ello consiste en encomendarsiempre los cargos y negocios a las partescontrarias (digo partes contrarias, los buenos,del vulgo, y los pobres, de los ricos) y procu-rar que no se mezclen los pobres con los ri-cos, o acrecentar la gente de mediano estado,porque éstos deshacen los motines que se le-vantan por la desigualdad.

Pero lo más principal, en toda manera deRepública, es disponer de tal manera las co-sas, así por leyes como por el gobierno fami-liar o economía, que los magistrados no seande provecho ni de ganancia. Y, sobre todo,se debe observar esto en las oligarquías, por-que de esta manera la gente popular no reci-birá pena por no tener parte en el gobierno ;antes se holgará que les dejen entender ensus haciendas.

Pero cuando entienden que" los magistra-dos usurpan la hacienda de la comunidad, re-ciben pena por dos motivos : por no partici-par de las honras y no participar de los pro-vechos. Por este solo camino puede ocurrirque un gobierno sea juntamente democráticoy aristocrático, si esto se determinare de estasuerte, porque sucedería que, así los principa-les como el pueblo, tendrían lo que pretendenunos y otros. Esto será así donde el tener car-go público no sea cosa de provecho ; porque,.

LA POLÍTICA 199

como el tener magistrado no sea cosa de ga-nancia, a los pobres no les importará el ejer-cerlo ; antes preferirán entender en sus nego-cios, y los ricos podrán administrarlos por notener necesidad de aprovecharse de las cosasde la comunidad.

Y porque los magistrados se han de admi-nistrar sin intereses, conviene que se asigneny ordenen algunas honras. Conviene tam-bién, en las democracias, no hacer agraviosa los ricos, y no solamente no hacer comu-nes las posesiones, sino tampoco los frutosque de ellas procedieren.

En la oligarquía conviene tener muchacuenta con la gente necesitada, y repartirleslos cargos de que hayan de sacar provecho. Ysi algún poderoso les hiciere agravio, casti-garle con mayor pena que si ellos, entre símismos, se hicieren agravios. Y prohibir quelas herencias no sean conforme a la sucesiónde la genealogía, y que ninguno sea herede-ro de más de una herencia ; porque de esta,manera vendrán a igualarse más las hacien-das y muchos pasarán de pobres a ricos.

Conviene también, así en la democraciacorno en la oligarquía, dar parte a los queno participan del gobierno : en la democra-cia, a los ricos, y en la oligarquía, a los po-bres, excepto en aquellas cosas que son pro-pias de los magistrados, 'en cuyo poder estáel público gobierno.

CAPITULO VI

Los que han de ejercer las más altas ma-gistraturas conviene que estén adornados detres cosas : primeramente, que tengan amora la conservación de la República presente ;tras de esto, que tengan facultad y poder muygrande para poner por obra las cosas del go-bierno, porque si es verdad, como lo es, queen todas las maneras de República no hayuna misma manera de justa necesidad, ha dehaber también muchas maneras y diferenciasde justicia.

Así, conviene que el legislador o goberna-dor de República no ignore qué cosas son lasque destruyen la democracia y cuáles la con-servan, y lo mismo respecto a la oligarquía ;porque ninguna de ellas puede ser ni conser-varse sin que haya gente rica y gente popu-lar, sino que, cuando vengan a igualarse lashaciendas, por necesidad ha de ser otra aque-ll a manera de gobierno. De manera que losque destruyen las leyes del exceso destruyen.por lo mismo, las Repúblicas.

Yerran. pues, así en las democracias comoen las oligarquías. En las democracias, enque los que son cabezas de la gente popularhacen señor al pueblo de las leyes, porque

LA POLÍTICA

habiéndolas siempre contra lis (ricos, hacendos de una la ciudad.

Conviene, pues, que se haga lo contrario :que se muestren hablar siempre por los ricos,y en las oligarquías, los que gobiernan ha-blen en favor del pueblo, y que los juramen-tos que se toman a los que rigen las oligar-quías sean al contrario de como hoy día sehace.

Y convendría también que mostrasen si-quiera y fingiesen lo contrario, mostrando ensus juramentos que no harán al pueblo agra-vio.

Pero lo que más importa para la permanen-cia de las repúblicas es aquello que hoy díatienen todos en muy poco, que es el aprendercómo se rigen los públicos gobiernos. Por-que poco sirve el hacer muy convenientes le-yes y el ser aprobadas por 'los que gobiernansi no hay gentes que estén acostumbradasejercitadas en el uso del gobierno : popular-mente, si las leyes fuesen populares, y oligár-quicamente, si fueren conforme a oligarquía.

Y el ser uno instruido en el gobierno deRepública no es hacer lo que dé gusto a losque rigen la oligarquía, ni a los que aman lademocracia, sino determinar las cosas con quelos unos puedan regir bien la oligarquía, y lcotros la democracia.

Pero hoy día, en las oligarquías, los hijosde los que gobiernan críanse con todo el regalodel mundo, y los de los pobres, muy dados alejercicio al trabajo ; de donde resulta queson f s que pueden mover alteraciones ynove' a. es.

202 ARISTÓTELES

Pero en las democracias que más lo pare-cen ser se hace al revés de lo que conviene.La causa consiste en que no determinan bienla libertad. Porque dos cosas son las que en-cierra la definición de la democracia : el serlos más señores y la libertad. Porque la jus-ticia parece ser igual, y la igualdad consisteen lo que a los más les pareciere, y la iguallibertad, en que cada uno haga lo que porbien tuviere.

De manera que, en semejantes democra-cias, cada uno vive a su voluntad y a su albe-dría, como dice Eurípides ; pero esto es cosamala, porque no hemos de considerar cornoservidumbre el vivir conforme a regla y disci-plina.

Estas, pues, son, sumariamente hablando,las causas por las cuales las repúblicas se mu-dan y destruyen, y también las que influyenen su conservación.

CAPITULO VII

Réstanos ahora tratar de la monarquía yde qué cosas la destruyen y con qué reme-dios puede conservarse.

Lo que sucede generalmente, así en losreinos como también en las tiranías, es casilo mismo que está dicho de los públicos go-biernos. Porque el reino es conforme a la aris-tocracia, y la tiranía resulta de la Anima es-pecie de oligarquía y de la última de la demo-cracia.

Por esto es la manera de gobierno más per-judicial para los súbditos, como cosa com-puesta de dos males y que contiene en sí lasfaltas y excesos que en ambas maneras degobierno se contiene, y cada una de estas mo-narquías, desde su principio, nace de cosasmuy contrarias. Porque el reino fué ordenadopara dar favor a los buenos contra la furiapopular, y fué electo por rey el que, entre losbuenos, era más señalado en la virtud o enexceso de nobleza de linaje ; pero el tiranotuvo origen en el pueblo y en la multitud delvulgo contra la gente principal, para que deellos el pueblo no recibiese ningún agravio ;lo cual se colige manifiestamente del suceso,

204 ARISTÓTBLES

4::

porque algunas de las tiranías se levantaronde esta manera, siendo ya las ciudades muypobladas, y otras, antes de éstas, de los reyesque traspasaban las leyes y costumbres de lastierras y deseaban tener más señoril y abso-luto su gobierno ; otras, también, de los queeran electos para las más graves y poderosasmagistraturas.

Por todas estas causas sucedía el hacersetiranos fácilmente, con sólo que ellos quisie-ran, apoyándose en el señorío y poder que te-nían ya de antes, unos con el gobierno real,y otro' s con el de los magistrados. Como lohizo Pidón en Argos, y otros tiranos, que selevantaron, teniendo antes real gobierno yseñorío.

El reino, pues, como hemos dicho, está or-denado conforme a la ley de aristocracia,porque es elección hecha conforme a digni-dad o por propia virtud o por linaje. Es,pues, el rey como una salvaguardia para quelos que tienen haciendas no sean agraviados,y para que el pueblo no sufra ninguna fuerza.

Pero la tiranía, como ya está dicho muchasveces, no tiene respeto a ninguna cosa co-mún, sino a su particular utilidad, y el fin deltirano es su propio deleite y contentamiento,mientras que el del rey es la bondad y la ho-nestidad.

Los mismos principios tienen las altera-ciones en las monarquías que dijimos en laí3repúblicas, porque, por agravios, por temoro por menosprecio, se rebelan muchos de lossúbditos contra los monarcas, y en donde losagravios, señaladamente por alguna fuerza o

LA POLÍTICA 205

lo

afrenta, y algunas veces también por quitar-les las haciendas.

Además, los monarcas tienen muy gran-des riquezas y muy grande dignidad. queson cosas que todos las desean.

Las rebeliones, pues, unas son contra lasmismas personas de los que mandan, y otras,contra el mismo señorío.

Las que se levantan, pues, por algunaafrenta son contra las propias personas ; y,como hay muchas maneras de afrentas, cadauna de ellas es causa de provocar a los hom-bres a cólera y saña, y casi los más de losairados se rebelan por vengarse y por no subir en mayor estado.

También puede ser destruido un reino dedos maneras : una, si los que participan deél están puestos en bandos, y otra, si quie-ren tratar las cosas más al modo de tira-nía que de reino, lo cual acaece cuando quie-ren ser señores de más cosas que las quetenían, y esto contra ley, porque entoncesdejan de ser reinos y se convierten en tira-nías.

Porque el reino es magistrado voluntario,que tiene señorío y mando sobre las mayo-res cosas, y como hay muchos que son se-mejantes y ninguno en nada excesivamentediferente, todos son aptos para la grande-za y dignidad del señorío, y por esto no obe-decen de voluntad. Pues si uno, por engañoo por fuerza, quiere ser señor, ya parece. seraquello tiranía. Pero en los reinos que porsucesión de linaje se van continuando, ade-más de las causas sobredichas de perdición,

1:

habremos de añadir ésta : que suelen suce-der en los reinos algunos hombres de pocovalor y autoridad, y con tener autoridad ydignidad real y no tiránica quieren hacerafrentas, y el ser deshechos estos tales escosa muy fácil, porque no está en más eldejar ellos de ser reyes que el no querer lossúbditos obedecerles. Pero el tirano fuérza-les, aunque ellos no quieran. Por estascausas y por otras semejantes se destruyeny deshacen las monarquías.

CAPITULO VIII

Consérvanse las mencionadas maneras degobierno con las cosas contrarias que hemosenumerado que las destruyen ; pero, en par-ticular, los reinos se conservan con reducir-los a la medianía ; porque cuanto de meno-res cosas y más limitado fuere el señorío,cualquiera que sea, por necesidad ha de du-rar mucho más tiempo.

Por esta causa, el reino de los molosos durótanto tiempo, y lo mismo el de los laCede-monios, por haberse repartido el señorío endos partes desde su principio y haberlo elrey Teopompo, con la creación de los éfo-ros, reducido a medianía ; con lo cual dis-minuyó en poder, pero se acrecentó en du-ración.

Las tiranías se conservan de dos manerasmuy contrarias : la primera es muy comúnentre tiranos, y los más de ellos la siguen ensu manera de gobierno. El procedimientoconsiste : primeramente, en derribar a losmás principales, matar a los hombres ani-mosos ; no consentir cofradías, ni compañías,ni manera alguna de doctrina ; antes prohi-bir todo aquello de que puedan proceder es-tas dos cosas : animosidad y fidelidad ; pro-curar que ni haya escuelas ni otros ayunta-

208 ARISTÓTELES

mientos de personas dadas a doctrina, y, enfin, procurar en todas maneras que los unosno tengan noticia de los otros. También orde-nan que los extranjeros anden siempre enpúblico y a la vista de todos, porque de estamanera no podrá encubrirse si alguna cosapretenden innovar.

Todas las demás cosas que son propias depersas y de bárbaros, san también propias delos tiranos. Es también el tirano amigo demover guerra para que los súbditos no es-tén tan holgados y tengan necesidad siem-pre de capitán.

El reino, pues, se conserva con el auxilioy favor de los amigos, aunque el no fiarse deellos es muy propia del tirano, quien sólohalaga a la gente ruin, muy dada a la lisonjay a la adulación ; lo cual no hará ningunoque tenga ánimo de persona libre.

De todas las maneras de gobierno enume-radas, son las menos durables la oligarquíay la tiranía ; porque la que más ha duradofué la de Orthagoras y sus hijos en Sicyón,la cual duró cien años ; y la causa de ello fuépor tratar moderadamente a los súbditos yestar sujetos a las leyes en la mayor partede las cosas. La segunda tiranía que más hadurado fué la de Corinto, en que los hijos deCypselo permanecieron en el poder setenta ytres años y seis meses. La tercera fué enAtenas : la de los hijos de Pisístrato ; perono como continuo señorío, porque Pisístratotuvo que huir dos veces.

Las más, pues, de las tiranías fueron deescasa duración.

LIBRO SEXTO

CAPITULO PRIMERO

El objeto y fin del gobierno popular es lalibertad. Por esto acostumbran decir que sóloen esta manera de gobierno se goza de liber-tad, porque a este fin va dirigida cualquiera

]?. democracia.111

De la libertad, pues, es propio el mandar110 unas veces y obedecer otras, porque la justi-1 cia popular consiste en la igualdad, que es

conforme, a número, y no en lo que respectaa dignidad. Introducida, pues, esta manerade justicia, por necesidad ha de tener el se-ñorío la multitud, la cual declara lo que le

11', parece justo e injusto ; porque dicen que es1 1razón y conviene que cada ciudadano viva9 en igualdad'. De manera que en las democra-i cias sucede que los pobres son más podero-1 sos que los ricos, porque constituyen el ma-O yor número, y lo que los más determinan,

aquello es lo que vale.Por Esta es, pues, una de las señales de la li-

14

210 ARISTÓTELES

bertad, la cual todos los populares ponen porfin de su gobierno.

La otra parte de la libertad es vivir cadauno como quiere, porque esto dicen que es--propio de la libertad, pues es siervo no podervivir como les parezca.

Este es, pues, el segundo término o fin dela democracia. De aquí procedió el no que-rer, si posible fuese, tener a nadie sujeción,y va que esto no sea posible, a lo menos, te-ner por sus veces el gobierno ; -y en cuantoa esta parte, ayuda mucho para la libertad,que consiste en la igualdad.

Presupuestas, pues, estas cosas y siendo deesta manera el gobierno, serán todas estascosas populares : hacer todos la elección delos magistrados y hacerla de entre todos ; elser señores todos de cada uno, y los particu-lares de todos en particular ; el elegir porsuerte los magistrados, aun de aquellos queno tienen necesidad de arte y experiencia ;no hacer la elección conforme a la cantidadde las haciendas, o a lo menos conforme apoca cantidad ; no dar un mismo cargo dosveces a uno, o pocos y pocas veces, excepciónhecha del magistrado de la guerra ; el juzgartodos y de todo género de gentes, y de todogénero de causas ; el ser el concejo de todaslas cosas o de las de mayor importancia, 'ylos magistrados, de cosas de poca .o de nin-guna. También es más popular el Senadoque los magistrados, donde no se da premioa todos ; porque donde lo hay también le qui-tan el poder al Senado.

Además de esto, es popular el haber pre-

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mios para todos : para los del concejo, paralos que juzgan y para los que gobiernan.

En la oligarquía se distingue por el lina-je, por riquezas y por doctrina ; en la demo-cracia, por el contrario, parece ser regidapor gente baja y pobre, y en lo que toca alos magistrados, el no haber ninguno per-petuo.

Estas cosas son las comunes a las demo-cracias, pues de este modo les parece que ha-brá igualdad y libertad en la República.

CAPITULO II

Siendo cuatro las especies de la democra-cia, la primera de ella, como ya se dijo, esla mejor, y aun es la más antigua de todasellas. Llamo la primera conforme a cómo sedividió el pueblo ; porque el mejor pueblo detodos es el de los labradores. De manera quepuede acaecer que se funde una democraciadonde la multitud del pueblo vive de la agri-cultura y de apacentar ganados. Porque es-tos tales,' por no tener mucha hacienda, noes gente ociosa, y así no se juntan muchasveces a consejo, y aun por faltarles las co-sas necesarias se dan mucho a sus trabajos,y no codician las cosas ajenas, sino que lesagrada más el trabajar que el entender en lascosas de República, ni apetecen el gobernarcuando para los que gobiernan no hay muygrandes premios ; porque la gente popular esmás amiga de provecho que de honra, lo cualse conoce en esto : que antiguamente se su-frían las tiranías, y hoy día las oligarquías,si ninguno les estorba su trabajo ni les quitalo que tienen.

Asimismo, el ser ellos los señores para ele-gir los magistrados y tomarles residencia su-

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ple la falta, si algún apetito de honra tienen,pues aun en algunos pueblos, aunque no seanseñores de la elección de los magistrados,sino que particularmente se haga la elecciónde todos, como se hace en Mantinea, con sólotener voto en el consejo se tienen por con-tentos los comunes. Esta, pues, la habremosde tener por una buena muestra de democra-cia, como en un tiempo lo era en Mantinea.

Por esto es muy útil para la democraciaque hemos propuesto, y así lo han practica-do : que todos tengan voto en la elección demagistrados, en tomar las residencias y enjuzgar las causas ; pero que los que han degobernar las más altas magistraturas seanpersonas escogidas y conforme a la cantidadde las haciendas, o no se haga elección deellos, sino de las personas que fueren másaptas para esos cargos ; porque los que segobernaren de esta suerte, de necesidad sehan de gobernar bien.

De manera que sucederá de aquí lo que esmás conveniente en los gobiernos de los pue-blos : que gobiernen los buenos, sin que hayaque reprender en ellos y sin que el puebloquede defraudado.

Consta, pues, ser ésta la mejor de las de-mocracias y también por qué razón y causa.Pero para que disponga bien un pueblo delabradores existen algunas leyes, aparte delas que están dispuestas desde antiguo, to-das las cuales son muy provechosas, pues deninguna manera ninguno puede poseer mástierras de la tasa establecida. Existía ade-más una ley que disponía que las primeras

'2.14 ARISTÓTELES

herencias no pudiesen ser vendidas. Otra ley,que dicen ser ordenada por Oxilo, prohibíaque se diesen dineros sobre parte alguna dela heredad que otro tuviese ; pero ahora con-viene regular esto conforme a la ley de losafitalos, lo cual es muy conveniente para loque tratamos. Porque los afitalos, aunqueson muchos y tienen términos pequeños, contodo eso, son todos labradores, porque noaprecian las heredades enteras, sino que lasreparten en tantas partes que las puedan to-mar los pobres por aquel precio.

Después de los labradores, el mejor puebloes el de los pastores y gente que vive de apa-centar ganado ; porque este género de vidatiene muchas cosas semejantes a la agricul-tura, y especialmente lo que toca a las cosasde la guerra, porque unos y otros son gentemuy ejercitada y de cuerpos para toda cosaconvenientes y aptos para sufrir en el cam-po el frío y el calor. Pero todos los demáspueblos, de los cuales casi constan las demásdemocracias, son peores que éstos ; porque sumanera de vivir es ociosa, y ninguna de lasobras que la multitud de hombres, oficiales.,mercaderes y gente jornalera, tratan es con-forme a virtud. Además que éstos, como songente que está mucho en la plaza y en laciudad, muchas veces se reúne en corrillos,mientras que la gente labradora, como andaesparcida por el campo, ni se junta ni tienenecesidad de semejantes ayuntamientos.

La última especie de democracia, por par-ticipar de ella todos conjuntamente, ni laciudad la puede sufrir, ni puede fácilmente

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permanecer, por no estar bien ordenada porleyes y costumbres. Además, todos aquellosintentos de los tiranos y sus pretensiones tam-bién parecen populares, como es : la dema-siada libertad de los siervos y de las muje-res y el permitir que cada uno viva como leparezca. Porque Muchos habrá que den fa-vor a semejante manera de República, por-que a los más les agrada el vivir con desordeny no templadamente.

CAPITULO III

El oficio, pues, del legislador y de aquelíos que quieren fundar tal manera de Re-pública consiste en no crear una obra muygrande ni pretender solamente que se f un-de, sino también que dure y se conserve.Porque el hacer durar una República uno omás días no es muy dificultoso. Por estoconviene que de aquellas cosas que se men-cionaron anteriormente escoja los mediosmás conducentes para la conservación de lasrepúblicas y se aparte de aquellas causas quelas destruyen y aniquilan.

Pero los que hoy día gobiernan los Esta-dos populares, por complacer a la multitud,confiscan por las audiencias muchos bienes yhaciendas. Por esto conviene que los que de-sean que la República dure y persevere ha-gan lo contrario, determinando por la leyque ninguna cosa condenada y hecha públi-ca se convierta en uso del pueblo, sino quese dedique al culto divino. Porque no poresto tendrán menos temor los que hicierenlos agravios, pues recibirán el mismo daño,y el pueblo no sufrirá perjuicio en sus in-tereses.

LA POLITICA 217

Conviene también que las públicas acusa-ciones se hagan pocas veces, prohibiendo congrandes penas a los que acusaren falsamen-te ; porque nunca acostumbran a acusar deesta manera a la gente común, sino a la gen-te principal. Y conviene asimismo que todostengan muy grande afición a la manera delgobierno, y si no fuere esto posible, a lo me-nos, que no tengan por enemigos a los go-bernantes.

Donde no hubiere rentas públicas convieneque se hagan muy pocos consejos y que lasaudiencias sean acerca de muchos negociosy que duren pocos días. Porque esto importamucho para que los ricos no teman los gas-tos. Importa también para que Se juzguenlos negocios mucho mejor, porque los ricosno quieren estar muchos días ausentes desus casas y de sus haciendas ; pero un pocode tiempo no les da ninguna pena.

Pero donde hubiere rentas públicas no seha de hacer como ahora se hace por los ca-bezas . de la comunidad, que distribuyen lasrentas sobradas ; porque ahora las reciben yluego tienen necesidad de las mismas, y se-mejante socorro pana los pobres es tinaja ho-radada ; sino que el que es verdaderamentepopular ha de considerar de qué modo po-drá evitarse que la gente común no esté muynecesitada, porque el estarlo es causa de quesea malo aquel gobierno popular. Ha de bus-car, pues, maneras y medios para que aque-lla abundancia sea cosa que dure mucho tiem-po, y lo mismo decimos de los ricos, paraque lo que procediere de las rentas públicas

218 ARISTÓTELES

lo repartan entre los necesitados. Los carta-gineses, tratando su gobierno de esta Inane-ra. tienen el pueblo muy favorable para sí,porque, corno envían siempre alguno del pue-blo a las administraciones, hacen los ricos.

Es, pues, de principales benignos y discre-tos abrazar a la gente común y necesitada ,y darle ocasión para que se aplique al traba-jo. Es bien, asimismo, imitarlo de los taren-tinos, los cuales, haciendo comunes con lospobres las posesiones, hacen al vulgo obe-diente a su voluntad para todos los menes-teres. Hicieron además dos clases de magis-trados : unos que se elegían por votos, y otrospor suertes. Los de suertes, para que gozaseel pueblo de ellos ; y los de elección, paraser de mejor modo gobernados. Puédese estohacer también en un mismo magistrado, re-partiendo la elección de tal manera que enparte sean electos y en parte sorteados.

De qué manera se haya de ordenar unademocracia o gobierno popular, queda ya de-clarado.

CAPITULO IV

De lo dicho casi se colige cómo se han defundar las oligarquías.. Porque conviene quecada una de ellas se funde al revés de la de-mocracia, que le es contraria, conforme aproporción, y señaladamente la más mode-rada y más principal de las oligarquías, lacual es muy cercana a la que se llama Re-pública ; y en ella conviene hacer divisionesde hacienda haciendo distinción de las ma-yores y de las menores, para que los magis-trados necesarios se elijan conforme a las me-nores, y los más principales conforme a lasmayores, y el que tal cantidad de haciendaposea sea tenido por apto para formar partedel gobierno.

Todo esto será conveniente que se hagade la mejor parte del pueblo. De la mismamanera se han de tratar los que quieran es-trecharla a la segunda especie de oligarquía,subiendo un poco más la tasa de las. ha-ciendas.

Pero en la última especie de oligarquíaque es contraria a la última democracia. yes la más rigurosa y la más tiránica de lasoligarquías, cuanto peor ella sea, tanta ma-

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220 ARISTÓTELES

yor necesidad tiene de ser conservada conguarda y diligencia. Porque, así como loscuerpos robustos y bien dispuestos en lo quetoca a la salud, las naves que están firmesy regidas por diestros y sabios marineros su-fren mayores peligros, sin quedar cascadasni perecer en ellos ; pero los cuerpos enfer-mizos y las naves cascadas y regidas por ma-los e indiscretos marineros no pueden su-frir ni aun las menores adversidades ; de lamisma manera, las peores maneras de go-bierno tienen necesidad de más guarda y di-ligencia.

Las democracias, pues, de la multitud delos hombres las conserva, porque esto es locontrario contra lo justo, que es conforme a.dignidad. Las oligarquías, por el contrario,se han de conservar por el buen orden.

Pero, pues son cuatro las más principalespartes del pueblo : labradores, oficiales, mer-caderes y jornaleros, y también son cuatrolas cosas útiles para la guerra : hombres dearmas, infantería armada, infantería ligeray marineros, donde la tierra fuere apta paracaballos, allí se puede introducir fácilmentela más estrecha oligarquía, porque . la defen-sión de los moradores consiste en esta ma-nera de poder, 'y el mantener caballos es pro-pio de gentes poderosas ; pero- donde hay in-fantería armada es fácil introducir la otraconsiguiente oligarquía, porque el tener ar-mas de aquella manera más es de gente ricaque de pobre. Pero la 'infantería ligera y lade mar es propia de la democracia.

Hoy día, pues, donde hay gran multitud

LA POLÍTICA 221

de gente semejante, cuando entre ellos se le-vanta algún motín, tienen mucho mayor pe-ligro.

Para esto conviene aprender el remediode los capitanes de la guerra, los cuales mez-clan con la caballería e infantería armada lainfantería ligera que necesitan. Con ésta, lospopulares vienen a ser señores todos los ri-cos ; porque, como son ligeros contra la ca-ballería e infantería armada, pelean muy fá-cilmente. De manera que el hacer un ejérci-to semejante es hacerlo contra sí.

Conviene, pues, que, haciendo distinciónde edades y viendo cómo unos son viejos yotros mozos, cuando sus hijos fueren alba depocos años, les enseñen el uso de todo géne-ro de armas, pesadas y ligeras, y cuando yalleguen a la edad adulta sean diestros enunas y en otras.

Pero el gobierno de la República no se en-tregue a la comunidad, sino, como ya hemosdicho, a los que alcanzaren tal tasa de ha-cienda, o, como se acostumbra en Tebas,después de haber por algún tiempo dejadoel oficio v serviles ejercicios, o como en Mar-sella, haciendo juicio de la dignidad de cadauno, así de los que están en el gobierno comode los de fuera de él.

Además, a los más principales magistra-dos que hayan de administrar conviene po-nerles tales cargas que el pueblo voluntaria-mente las rehuse y haya compasión de losque les administren, como de gente a quienlé cuesta muy caro el señorío.

Conviene también que el día que entraren

222 ARISTÓTELES

a tomar y servir sus cargos hagan grandessacrificios y construyan algunos edificios pú-blicos para que, participando el pueblo delos convites y viendo adornada la ciudad, loprimero con los ornamentos de los templosy lo segundo con los edificios, huelgue quecontinúe aquella manera de República. Tam-bién les vendrá a los principales con estoque dejarán memoria de su liberalidad.

Pero hoy día, los que gobiernan las oli-garquías no lo hacen así ; antes al contrario,porque procuran su provecho no menos quela honra. Por esto se puede decir que éstasson unas democracias de pocos.

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e CAPITULO V

Después de lo tratado, se sigue distinguirbien lo que respecta a los magistrados, cuán-tos y cuáles han de ser y de qué cosas hande tener el señorío, como poco ha dijimos.Porque la ciudad no puede estar sin los ma-gistrados necesarios, y sin los que tienen car-go del buen orden y policía de ella no se pue-de vivir bien y honestamente. En las ciuda-des y pueblos pequeños, por necesidad hande ser pocos los magistrados ; en cambio,en las grandes ha de haber muchos, comoya se dijo.

Conviene, pues, que se entienda cuálesmagistrados habrán de introducirse juntos ycuáles aparte. El primer cuidado y diligen-cia se ha de poner en las cosas necesariasque tocan a la provisión de la plaza, acercade la cual conviene que haya un magistra-do a cuyo cuidado toque el fijar los preciosa las cosas y cuidar de la policía. Porque encasi todas las ciudades se han de comprary vender las cosas necesarias para la vida,v esto es importantísimo para que se atien-da a su cuidado.

La segunda cuestión, aneja a la anterior,

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Hay también otro magistrado muy nece-sario, parecido al anterior, porque es acercade las mismas cosas ; pero. es en los términosv en lo referente a fuera de la ciudad. Llá-,mánles a estos magistrados veedores del cam-po, y también caballeros de sierra o mon-taraces. Estas administraciones son tres ennúmero. Hay otro magistrado a cuyo podervienen todas las rentas públicas y de cuyopoder se reparten para cada jurisdicción. Liá,-manlos a éstos cogedores, y también teso-reros.

Otro magistrado tiene el cuidado de guar-dar las escrituras propias de los contratos ylos procesos sentenciados por las audiencias,y estos mismos han de hacer los procesos ylas citaciones. En algunas partes suelen di-vidir el anterior cargo ; pero hay uno quetiene el señorío sobre todos. Llámanse 1.osanteriores notarios o escribanos.

LA POLÍTICA 225

Tras de este magistrado se sigue otro, quees el más necesario y más trabajoso de to-dos los magistrados, que es el que entiendeen las ejecuciones de los que han sido conde-nados y en guardar los presos. Este cargoes muy trabajoso, por ser muy odiado. Demanera que donde no hay mucha gananciano hay nadie que quiera servirlo. Pero esmuy necesario, porque importaría poco quese juzgasen las causas y se hiciese justicia,si no hubiesen de ser ejecutadas.

Por esto es mejor que no sea sólo uno estemagistrado, sino que en cada audiencia hayadiversos alguaciles o ejecutores ; y, de lamisma manera, se ha de procurar el hacerdivisión de los que tienen los procesos delas condenaciones.

En muchas partes, también es distinto eloficio del alguacil o ejecutor, del que es guar-dada la cárcel, como en Atenas aquellos ouese llaman los once. Por esto es mejor divi-dir este cargo para que no sea tan odioso.Porque es no menos necesario que el que seha dicho, y suelé ocurrir que los buenos hu-yen mucho de administrar cargo semejante,y el darlo a los malos es cosa peligrosa.

De manera que es *muy conveniente queeste cargo de magistrado no sea desempeña-do por un solo hombre, ni que uno mismolo tenga continuamente, sino que, donde haypresidio de soldados o de gente moza, con-viene que los magistrados tengan algún ciu-dadano que haga sus veces.

Estos magistrados, pues, los habremos detener por los más importantes ; pero, ade-

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2,26 ARISTÓTELES

más de éstos, hay otros que no son menosnecesarios y son de mayor honra y dignidad,porque requieren mucha experiencia y mu-cho crédito. Estos tales son aquellos magis-trados a quienes se encomienda la conserva-ción y tutela de la ciudad y aquellos que seeligen para las necesidades y menesteres dela guerra. Porque conviene que, así en tiem-po de paz como en el de guerra, haya quientenga cuidado de la guarda de las puertasy de los muros de la misma manera, y tam-bién del encabezar y poner por su orden alos ciudadanos.

Además de esto, hay hombres dé armas,soldados ligeros, ballesteros o soldados demar, y para cada clase de éstos suelen elegirun magistrado, que se designe con los nom-bres de presidentes de las galeras, capitanesde hombres de armas y capitanes de órdenesdiversas. Inferiores a éstos son los presi-dentes de una galera, los coroneles, los ca-pitanes de parroquias y otros particularescargos.

Conviene también que se elija otro magis-trado para que lleve la cuenta de los demás,ya que los mencionados anteriormente sue-len llevar entre manos las rentas 'públicas.Estos tales se llaman contadores o inquisi-dores, como también abogados.

Fuera de los sobredichos hay otro que esmuy señor de todos. Porque éste, muchasveces, contiene en sí todo el poder y repartelos tributos, el cual es presidente de toda lamultitud, donde tiene el pueblo el señorío ;porque el magistrado que tiene autoridad pa-

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ra juntar el pueblo, aquél tiene el señorío delgobierno. Llámase este magistrado, en al-gunas partes, consultor, porque consulta lascosas que se deben de hacer ; pero donde haymultitud, más se llama consejo.

Las maneras, pues, de los magistrados ci-viles casi son estas que están dichas. Otramanera de regimientos hay, o sea los quepertenecen al culto divino, como son los sacer-dotes y los fabriqueros, a cuyo cargo toca elconservar los sacros templos.

Siendo, pues, tres los magistrados confor-me a los cuales algunos eligen los más pre-eminentes cargos, que son : los guardianesde las leyes, los consultores y los senadoreso consejo ; el magistrado de los guardianesde las leyes es propio de la aristocracia ; elde los consultores, de la oligarquía, y el Se-nado o Consejo, de la democracia.

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LIBRO SEPTIMO

CAPITULO PRIMERO

Antes de definir qué clase de República esla más conveniente, habremos de ocuparncsde qué vida es más digna de ser apeteciday deseada, porque mientras esto no se enten-diere, por necesidad ha de estar muerta yconfusa la mejor manera de República.

El vivir felizmente, ora consista en el con-tento, ora en la virtud, ora en ambas cosas,cuadra muy de veras a los que exceden aotros en la bondad de las costumbres y enlas luces de sus entendimientos ; pero no aaquellos que. cifran su felicidad en los bie•nes materiales, porque éstos tienen su tér-mino, y el exceso y demasía ha de ser per-judicial, o a lo menos de ningún provecho,para los que lo tuvieren. Pero en los bienesdel alma, cuando más perfecto fuere cadauno de ellos, tanto más es de provechoso yconveniente. Es también una verdad muyclara y manifiesta, y la hemos de confesar

LA POLÍTICA 229

por tal, que los mejores afectos y disposi-ciones de las cosas, comparadas entre sí, tie-nen el mismo exceso y distancia que aquellasotras en que creernos que consistan tales afec-tos y disposiciones. -

De manera que el alma es cosa de mayorprecio y valor que las posesiones, y así, cadauno de nosotros excede tanto en prosperi-dad cuanto exceda en la virtud y discreción,y no por los bienes que estén fuera de él,sino por sí mismo y por ser tal su naturaleza.Porque los bienes que están fuera del almadependen del acaso y la fortuna ; pero el serjusto y ser prudente no procede de la fortunani por la fortuna.

Anejo a esto mismo es, y con las mismasrazones se prueba, que podrá decirse bien-aventurada aquella ciudad que fuere la me-jor de las ciudades, y donde, los hombrespracticaren la virtud en su vivir.

Es imposible obrar bien sin ejercitarse encosas buenas, y nada bueno puede hacer unhombre particularmente, ni toda una ciudad,sin virtud y sin prudencia, pues la fortalezay justicia de una ciudad, las mismas fuer-zas y ser tienen que aquéllas, por cuya par-ticipación cada uno de los hombres se diceprudente y templado en su vivir.

Quede, pues, propuesto esto : que la me-jor vida, así para cada uno en particular co-mo comúnmente para las ciudades, es aquellaque va regida y guiada por la virtud, en tan-to grado, que pueda ejercitarse en las obrasy hechos virtuosos.

CAPITULO II

Ahora deberemos tratar si es una mismacosa la felicidad de un hombre particular-mente y la de toda una ciudad, o si, por elcontrario, es diferente ; aunque esto es cosallana, pues todos confiesan ser la misma, por-que los que hacen consistir la felicidad y elbien vivir en las riquezas, éstos mismos tie-nen por bienaventurada la ciudad donde haymuchas riquezas, y los que tienen en estimala vida tiránica dirán que la ciudad que tie-ne señorío sobre más gentes es la más afor-tunada. En cambio, el particular que preciaen mucho su virtud tendrá por más dichosala ciudad en que más resplandeciere la virtud.

Pero estas dos cosas han de ponderarse :una, qué vida es más digna de ser escogida,la que se emplea en la comunicación y go-bierno de la ciudad o la del que se trata comoextranjero y se aparta de la contratación dela República ; la otra, qué clase de gobiernoy qué manera de ordenación de la ciudadhemos de tener por mejor, ora huelguen to-dos de participar del gobierno, ora algunos,pero no los más.

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LA POLfTIOA 231

mejor manera de gobierno aquella a cuyasleyes y ordenaciones viva cada cual y obreconforme a su virtud y viva dichoso.

Pero entre estos mismos que confiesan quela vida acompañada de virtud es la más dig-na de desear, se ofrece la cuestión siguien-te : qué vida es más digna de ser escogida,la civil activa, o la que se aparta de todaslas cosas exteriores, como es la contempla-tiva, la cual dicen algurfos ser propia delfilósofo. Porque estos dos géneros de vidaparece que escogen casi todos los hombresque tienen en algún precio y estima la vir-tud, así de los pasados como de los que vivenal presente. Llamo dos vidas : la civil y lafilosófica, y no importa poco el entender cuálde estas dos cosas es la verdad ; porque elque buen juicio tenga ha de tomar por blan-co en su manera de vivir lo que fuere lo me-jor, así cada uno particularmente, como tam-bién en común toda la ciudad.

Algunos hay, pues, que tienen por opiniónque el mandar y señorear a los comarcanos,.si se hace con señoril gobierno, es muy gran-de injusticia, y si se hace conforme a la dis-ciplina y regla dé República, no es cosa in-justa ; pero es grande impedimento para laquietud del que gobierna. Otros hay que juz-gan al contrario de éstos, porque sola la vidacivil y activa dicen ser propia del hombrevaronil ; porque en cada virtud particular-mente no tiene más facultad el particularpara ejercitarse que los que gobiernan las co-sas comunes y tienen cargo en la República.

Unos hay, pues, que son de esta opinión,

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232 ARISTÓTELES

y otros, por el contrario, afirman que sólo elgobierno señoril y tiránico es vida bienaven-turada. Y en algunas partes tienen esto porúltimo fin de su República y sus leyes cuandollegan a gobernar a sus comarcanos. Asimis-mo, en todas las naciones que pueden exten-der más suá dominios es tenida en precio estapotestad, como en tierra de tártaros y de per-sas, de tracios y de franceses. Porque en al-gunas tierras hay leyes que incitan a estavirtud, como en Cartago dicen que la honrade los anillos se da conforme a las veces queha seguido la guerra, cada uno. También exis-tía antiguamente esta ley en Macedonia, :que el que no hubiese muerto enemigo no sepudiese ceñir sin hebilla. Entre los tártarosno podía beber en las fiestas, con la taza dadade mano en mano, el que no hubiese muertoa alguno de los enemigos. Hin España, dondelas gentes son muy belicosas, puede uno le-vantar en su sepultura tantas columnas co-mo enemigos haya muerto.

Otras muchas cosas hay también en otrasnaciones como las mencionadas, introducidasunas por leyes y otras por costumbres. Peroparecerá cosa ajena y falta de razón a los quequieran considerar que el oficio del buen go-bernador de República sea el poder hallarmanera como pueda sujetar y señorear a losvecinos, quieran o no quieran ; porque ¿có-mo puede ser cosa de buen gobierno público,ni de buen legislador, lo que no es legítimo?Y aquéllo no es legítimo cuando, no solamen-te justa, pero aun injustamente, tiene el se-ñorío. Porque aun el vencer lo puede alean-

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zar el que no tiene justicia. Esto no vemosque acaezca en las demás ciencias, porque nies oficio de médico ni de marinero el persua-dir o hacer fuerza, el uno a los enfermos y elotro a los navegantes o pasajeros.

Pero les parece a algunos que el gobernarcivilmente es ser señores de los demás. v loque- para consigo mismos confiesan no serjusto ni ser útil, no tienen vergüenza de in-tentarlo para con los otros, porque ellos, en-tre si, procuran guardar justicia en el regir ;mas en lo que toca a los demás, no tienencuenta alguna, lo cual está muy fuera de ra-zón • si uno no es señor naturalmente y el otro'súbdito.• De modo que pues ello pasa así, no convie-ne querer ser uno señor de todos, sino de losque son aptos para ser sujetos ; de la mismamanera que no es bien ir a caza de hombrespara darlos en convite o sacrificarlos, sino ca-zar aquello que es conveniente para ello, estoes, el .animal silvestre que es bueno para lamanutención.

Bien puede, pues, una ciudad ser por símisma dichosa, si está bien regida y comodebe. Pues puede haber en alguna parte unaciudad qu.e, se habite, regida por sí misma asolas, con leyes virtuosas, cuyo orden de go-bierno vaya enderezado a la guerra ni a serseriará de sus enemigos, porque no habríaallí ninguna cosa de éstas.

Consta, pues, que todas las ordenacionesque . van encaminadas a la guerra las hemosde tener por buenas y honestas, no como úl-timo fin de todas las cosas, sino que éstas han

234 ARISTÓTELES

han de ir encaminadas para el fin. El oficio,pues, del buen legislador consiste en conside-rar la ciudad y la manera de los hombres ytoda la demás comunidad, cómo podrán par-ticipar de la buena vida y de la felicidad queellos puedan alcanzar.

Algunas cosas, pues, legítimas discreparánde las que estén puestas por ordenación, y estoes propio de la ciencia legal, o sea el ver sihay algunos pueblos comarcanos a los quecuadran determinadas leyes, y a cuáles no,y cómo han de usar de ellas los moradores.Pero esto tendrá después su conveniente con-sideración, o sea el fin a que ha de encami-narse la mejor manera de gobierno.

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CAPITULO III

Habremos de ver ahora con los que confie-san que la vida acompañada de virtud es lamás digna de ser escogida, aunque hay algu-nos que discrepan en cuanto al uso de ella,y tendremos que analizar ambas opiniones.

Unos vituperan a los civiles magistrados,y tienen como razonable que la vida del hom-bre libre es diferente de la del civil, y la másdigna de escoger - de todas ; y otros tienenpor la mejor de todas la civil ; porque—di-cen—es imposible que obre bien el que no seocupe en algo, y que el obrar bien y el serfeliz es todo una misma cosa.

De manera que unos y otros tienen en par-te razón y en parte no la tienen. Unos tienenrazón en decir que la vida del hombre librees mejor que la vida del señor ; porque estorealmente es verdad.. Pero el alabar más elestar fuera de los negocios que el tratarlosno es verdad tampoco ; porque la misma fe-licidad es ejercicio.

Presupuestas, pues, y determinadas todasestas cosas, tal vez habrá alguno que sea deopinión que lo mejor de todo es el tener elseñorío ; porque Je esta manera estará en

236 ARISTÓTELES

su mano emplearse en muchos negocios ymuy esclarecidos ; de manera que el que pue-de tener el señorío no conviene que lo dé asu vecino, antes por el contrario, quitárselosi lo tuviere ; ni que el padre tenga el señoríode los hijos, ni los hijos el del padre. Porquelo mejor es más digno de escoger, y el obrarbien es lo mejor.

Si alguno hubiere que, así en la virtud co-mo en el hacer cosas singulares y heroicas,fuese más poderoso, será bien seguir a éste,y es justo obedecerle. Porque el príncipe nosolamente ha de tener virtud, sino tambiénpoder con que pueda poner la tal virtud porobra. Pero si esto está bien dicho, y la felici-dad hemos dicho que consiste en el obrarbien. la mejor vida, así para la ciudad comopara sus componentes, será la vida activa.Pero la vida activa no es de necesidad queconsista en el tratarse así para con otros,como algunos se persuaden, ni que sólo sonactivas aquellas consideraciones que proce-den del obrar por respeto de lo que resulta deellas, antes lo son más de veras las contem-placiones y consideraciones que en sí mismastienen su perfección y por su propio respetose ejercitan ; porque el fin es el bien obrar,y así el fin será una cierta obra y ejercicio.Ni aun las ciudades que estuviesen por símismas aparte edificadas, y escogiesen aque-lla manera de vivir, no podrían, con todo eso,dejar de entender en algo, porque particular-mente se ejercitarían. Lo mismo también leacaece a cada uno de los hombres ; porque niel mundo permanece en inactividad. ni el

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Creador deja de ejercitarse en sus propiosejercicios,

Consta, pues, que, por necesidad, la mis-ma vida que es mejor para cada hombre par-ticularmente es también la mejor comúnmen-te para todos los hombres y para todas lasciudades que existen.

CAPITULO IV

Se ha de entender ahora qué cosas se hande presuponer acerca de la República que ba-bemos de fundar como deseamos, porque nose puede fundar una muy buena Repúblicade las cosas necesarias. Por esto conviene pre-suponer muchas cosas, como quien las desea ;pero de tal manera que ninguna de ellas seaimposible, como si dijésemos de la multitudde los ciudadanos y de la grandeza de los tér-minos ; porque así como los demás artíficesconviene que tengan los materiales necesa-rios para hacer sus obras (porque cuanto ellosmejor dispuestos y aparejados estuvieren, tan-to mejor será la obra), así también el queordena una República y el legislador han detener sus propios materiales y hábilmentedispuestos.

Lo primero, pues, que en la Civil abundan-cia se requiere es la multitud de los hombres,cuál ha de ser de grande y qué cualidadesnaturales ha de tener ; lo mismo, en lo quese refiere a los términos, cómo y de qué ma-nera han de ser.

Los más tienen por opinión que la ciudad,para ser próspera, ha de ser muy grande y

LA POLÍTICA 239

populosa. Si esto es verdad, ellos no entien-den cuál es grande ni cuál es pequeña, por-que sólo tienen en cuenta el número de losmoradores. Por tanto, hay que tener más encuenta el poder y fuerzas de la ciudad que elde la multitud, porque también tiene su pro-pia obra y efecto la ciudad, y así, aquellaciudad que esto más perfectamente pueda ha-cer la hemos de tener por la mayor. Como elque dijese que Hipócrates fué gran médico ymayor que alguno de gran cuerpo y estatura,no lo diría en cuanto hombre, sino en cuantomédico. Y aunque se haya de juzgar confor-me a la multitud, no se debe juzgar conformea cualquiera multitud ; porque en las ciuda-des, por necesidad o por ventura, ha de habergran número de siervos, de venidizos, de ex-tranjeros ; sino conforme a las que son partesde la ciudad y que realmente la integran ;porque el haber de éstos mucho número esseñal de ser grande la ciudad. Pero en aque-lla que dispone de muchos oficiales y pocagente apta para la guerra, no es posible quesea grande. Además, es muy dificultoso y aunacaso imposible que una ciudad muy populo-sa se pueda regir bien por leyes ; lo cual seconfirma por la experiencia, porque a lo me-nos las mejor gobernadas ninguna vemos quesea exclusivamente grande. También puededemostrarse esto por razón, porque la ley noes otra cosa sino cierto orden, y el estar unaRepública bien regida por leyes no es otracosa que estar bien ordenada, y lo que ennúmero excede por extremo no puede ser ad-ministrado con orden y concierto ; porque

240 ARISTÓTELES

ciesto requiere un poder divino, como el quecontiene y gobierna todo este mundo Uni-versal.

Por esto será mejor aquella ciudad que ten-ga en su grandeza el término y tasa referidos.

Hav, pues, en las ciudades, en lo que a sugrandeza toca, su término y medida, así comoen los demás animales, plantas e instrumen-tos. Porque cada una de estas cosas, ni sien-do extremadamente pequeña, ni excesivamen-te grande, tendrá su facultad ; sino que unasveces será falta de su naturaleza y otras es-tará excesivamente grande ; como una navede un palmo de ninguna manera será nave,y si fuese tan grande que tuviese doscientoscincuenta pasos de largo, tampoco lo seria,y en ambos casos resultaría inútil para la na-vegación. De la misma manera, la ciudad, sitiene poco vecindario, no es bastante para si,y si es muy grande y de mucha vecindad, serápara sí misma bastante en las cosas necesa-rias, pero corno provincia y no como ciudad ;porque es dificultosa cosa haber en ella públi-co gobierno. Por esto será ciudad principal laque contenga tanta multitud de ciudadanosque sea bastante para vivir bien y suficiente-mente, según la civil comunidad.

También es posible que la ciudad que exce-diere en la multitud a la referida sea mayor 'ciudad ; pero en esto, como ya hemos dicho,hay su límite y su término.

Cuál sea, pues, el término del exceso, escosa que puede entenderse fácilmente, porquelas obras de la ciudad unas consisten en losque rigen y otras en los que obedecen. El ofi-

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liar

LA POLÍTICA 241

cío del que rige es el mandar y el juzgar.Para juzgar bien las cosas de justicia y paradistribuir los magistrados conforme a la dig-nidad de cada uno, conviene que se conoz-can unos a otros. De manera que donde esto

no es así, por necesidad han de ir mal go-bernados los cargos y las judicaturas ; porqueninguna de estas cosas conviene que se hagansin mirarse bien, lo cual claramente se ve queocurre en la ciudad donde el número de veci-nos es excesivamente grande.

* *

En cuanto se refiere a los términos, mani-fiesta cosa es que han de ser suficientes ; por-que la suficiencia consiste en haber toda cosaen la ciudad y no estar falta de algo. En cuan-to a la cantidad y grandeza, que sean tangrandes que puedan mantener holgadamentea los moradores, viviendo ellos cómodamentey con templanza. En lo qúe respecta al sitio yfigura de los términos, no hay mucho que de-cir ; porque en algunas cosas se ha de seguirel consejo de los que son diestros y sabios enlas cosas de la guerra ; que conviene que ten-ga tal asiento, que con dificultad puedan en-trar en ellos los enemigos y los moradores sal-gan con facilidad. Y así como dijimos de lamultitud de hombres, que convenía que fuesetanta que todos se pudiesen conocer, así tam-bién lo hemos de entender de los términos ;y el ser los términos fáciles de ver es lo mis-mo que ser fáciles de defender y socorrerselos unos a los otros. El asiento de la ciudad,

16

242 ARISTÓTELES

si ha de ser tal cual deseamos, ha de estar cer-ca del mar y tener sus términos no lejos deella. Este, pues, es un término propuesto,que conviene para poderle dar socorro queesté a igual distancia de todos los lugares. Elotro es que sean los términos aptos para aca-rrear los frutos que se obtengan. Y en lo quetoca a los montes, para cortar madera o sialgunos otros provechos la tierra da de sí,esté dispuesto de manera que se pueda fácilmente portear.

. * *

En cuanto a lo que respecta a la comuni-cación y trato por mar, y si es útil o perjudi-cial a las ciudades, hay diversas opiniones ydisputas. Porque dicen algunos que el reco-ger gentes extranjeras, criadas en otras ma-neras de leyes y gobiernos, es cosa perjudi-cial, tanto para la conservación de las leyespropias como para que esté muy poblada degentes la ciudad ; -porque por la ocasión deltráfico marítimo muchos salen de la ciudad yllegan otros mercaderes de fuera, lo cual escosa muy contraria al buen gobierno.

Cosa es muy clara y manifiesta, que si nofuese por estos inconvenientes, es muchomejor para la seguridad como para la abun-dancia de las cosas necesarias que la ciudady su comarca participen del mar, porque conmás facilidad se hace frente a los enemigos ypuede recibirse socorro por ambas partes :mar y tierra ; y también para hacer daño alos que tengan puesto el cerco, si no fuerepor las dos partes, a lo menos. Dor una de

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LA POLÍTICA' 243

ellas lo podrán hacer mejor. Además de esto,poder recibir las cosas de que careciesen y des-pedir lo que allí abunde para otras partes.

No es conveniente que se celebren feriasque sirvan para la utilidad de los forasteros,y solamente la ciudad ha de determinar conquién conviene contratar y con quién no.

En lo que respecta al poderío marítimo, escosa clara y manifiesta que conviene sus-tentarlo con cierta grandeza y cantidad ; por-que es muy útil que se muestre el poderíose imponga terror no sólo para socorrer a laciudad, sino también a algunos de sus veci-nos, así por mar corno por tierra. En cuantoa la multitud y grandeza de este poder, se hade considerar la manera de vivir de la ciu-dad ; porque si es de tal naturaleza que seconsidere como cabeza y viva corno princi-pal República, por necesidad ha de tener laarmada correspondiente a su importancia.Pero aquella chusma de hombres que para laadministración de tal armada se requiere noes necesario que en tal ciudad la haya, por-r-le estos tales no forman parte alguna de laciudad. Porque la gente de guerra que en talni-macla va son gente libre y de la infantería,la 1 tiene el señorío y manda a los minis-tres de la armada, como vemos que ocurre enale.unas ciudades, como en Heraclea, la cual,con ser una ciudad harto menor que otras enla cantidad, con todo esto provee- muchas ga-

' leras.Ahora nos toca declarar las condiciones que

deben reunir los ciudadanos, aunque esto fá-cilmente lo entenderá cualquiera, poniendo

244

A TI T S TÓTELR S

los ojos en las mejor gobernadas ciudades delos griegos y en todo el resto del mundo, se-gún' está poblado por tantas y tan diversas'naciones. Porque las gentes que viven en lasregiones frías y las que están en la parte deEuropa son coléricas, altaneras y faltas dediscreción v de prudencia ; por lo cual perse-veran en libertad más que otras naciones ; pe-ro carecen de gobierno y no son suficientespara conservar el señorío de sus comarcanos.En cambio, las gentes de Asia son discretasy mañosas y poco coléricas, y por esto perse-veran en la sujección y servidumbre.

La nación griega, así como en lo que tocaa la región tiene el medio, así también parti-cipa de ambas cualidades ; porque tiene sucólera, pero acompañada de mucha pruden-cia y discreción. Por esto se conserva en su.libertad y se gobierna muy bien, y es apta,para tener gobierno y señorío sobre otras na-ciones, con que tuviese sola una manera degobierno.

Esta misma diversidad tienen las mismasnaciones griegas entre si ; porque unas tie-nen tal naturaleza, que solamente son aptaspara una de aquellas dos cosas ; otras estánpara ambas cosas tan bien mezcladas, que sonaptas para lo uno y para lo otro.

Consta. pues, que conviene que los ciuda-danos sean discretos v también algo coléri-cos, si se han de dejar regir por el legisladorpara el fin de la virtud. Porque así como al-gunos dicen que conviene que los guardastengan afición a los conocidos se muestrenásperos para con los no conocidos, la cólera es

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LA POLÍTICA 245

la que hace y causa el ser aficionados ; porqueésta es aquella facultad del ánimo con queamamos. Lo cual se conoce en esto : que lacólera más la tenernos contra los familiares yamigos que contra los extraños, cuando nosparece que somos para ellos despreciados.

Por esto Arquiloco disputa con su cóleraconvenientemente, reprendiendo a los ami-gos :

A ti, jamás amigos te han picado.

Y la parte, que en nosotros tiene señoríoy libertad, de esta facultad procede en todos ;porque la cólera es una cosa señoril e inven-cible.

Los que dicen que las guardas han de serásperas contra los extranjeros, no dicen bien ;porque a nadie se ha de tratar de esa mane-ra ; ni los magnánimos son tales por su na-tural condición, sino contra los que les hacenagravios. Lo cual les acaece más con sus fa-miliares, si entienden que les hace agravio,como ya hemos dicho poco antes, y el queocurra de este modo es conforme a razón ;porque recibieron perjuicio de los que pen-saban haber algún provecho, por lo que sedijo : «Terribles son las disensiones y riñasde los hermanos», y «Los que por extremose amaban, por extremo se aborrecen».

En cuanto se refiere a los que han de go-bernar la ciudad, cuántos hayan de ser ennúmero y qué condiciones deberán reunir,queda ya dicho ; aunque no se puede dar deesto tan clara demostración como de las co-sas que por el sentido se perciben.

246 ARISTÓTELES

Así como en las cosas compuestas natu-ralmente no todas las cosas, sin las cualesno sería el todo, son sus partes, de la mismamanera es cosa manifiesta que también en lasciudades no todas las cosas, que por necesidadha de haber en ellas, son sus partes ; ni tam-poco en ninguna otra compañía de la cualredunde un género común. Porque lo que hade ser parte, ha de ser una cosa y común y la

' misma en todos los que de ella participen.Porque entre unas cosas y otras puede nohaber comunidad, como entre la casa y el quela edifica, sino que el arte de los que la edifi-can es por causa de la misma casa.

Por esto las ciudades tienen necesidad detener posesiones ; pero, con todo, la posesiónno es parte de la ciudad, y mucha parte dela posesión consiste en las cosas animadas.,Pero la ciudad es una comunidad de gentessemejantes para vivir la mejor vida que posi-ble fuere, y pues lo mejor de todo es la feli-cidad, y ésta no es otra cosa que un perfectoejercicio y uso de la virtud, ocurre que unosparticipen mucho y otros poco, y algunos na-da. Lo cual claramente se echa de ver ser lacausa de que haya diversas especies de ciu Ja-des y muchas maneras de público gobierno ;porque como esta felicidad la procuran unosalcanzar de una manera y otros de otra y pormedios diferentes, hacen que las vidas v tam-bién los públicos gobiernos sean diversos.

Conviene,Conviene, pues, que haya en la ciudad man-tenimientos, y después que haya artes ; pór-que de muchos instrumentos tiene nuestrovivir necesidad. Lo tercero, conviene que

LA POLÍTICA ' 247

haya armas para reducir a los que se oponena la felicidad común y también para resistira los de fuera que quisieren hacer agravio yperjuicio. También es conveniente que ten-gan dinero para , hacer frente a todas las ne-cesidades y que fomenten el culto de los dio-‘111 ses. Por último, y como lo más importante,audiencias o judicaturas para las cosas con-venientes y de justicia que entre unos y otrosse ofrecieren.

hl Así, precisa que haya multitud de labrado-res que procuren lo del mantenimiento, yoficiales y gente de guerra, hombres de ha-cienda, sacerdotes y jueces de las cosas nece-sarias y a todos convenientes.

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Una de las obligaciones y tal vez la más111.importante que debe animar a todos los queá lel:.tratan de fundar una República es la que se

,o61' refiere a la educación y cuidado de los niños.; 51''' Por esto es muy conveniente que los legisla-

dores se preocupen del desarrollo corporal eintelectual de los que han de constituir la

;10 , ciudad futura.También han de estar bien dispuestas las

leyes que regulan los matrimonios, para que

l"ülas edades no discrepen y se tengan en cuen-l

tos0ta las disposiciones del varón y de la hembra.La experiencia nos demuestra como muy per-judicial, para el criar de los hijos, casar los

1111: hombres en edad muy tierna ; porque, en to-10\16',,'11

dos los animales, los frutos de los nuevos sonimperfectos, y paren más de ordinario hijas

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248 ARISTÓTELES

y pequeños de estatura ; de modo que lo mis-mo acontece con los hombres.

Conviene también, para la virtud de la tem-planza, casar las mujeres ya algo crecidas enedad ; porque las mozuelas, después que unavez participan del ayuntamiento, parecen sermás incontinentes.

También resulta ser cosa muy perjudicialpara los cuerpos de los machos y para el cre-cimiento de los mismos el uso y ayuntamien-to de las hembras.

Por esto conviene que las hembras se casende dieciocho años, y los varones de treinta ysiete, poco más o menos ; porque en estetiempo es muy conveniente el matrimonio alos cuerpos ya crecidos, y el engendrar hijosviene a muy buena sazón.

En lo que toca al matar o criar de los hijos,ha de haber una ley para que ninguna cosamanca o monstruosa se haya de criar ; peropor tener uno muchos hijos no los ha de ma-tar si la ley del pueblo lo prohibe, aunquetambién se ha de poner término en el núme-ro de los hijos, y si alguno rebasara esta tasa,se ha de procurar echarlos del vientre antesque tengan vida ni sentido. El ser esto lícitoo ilícito, el sentido y la vida lo disciernen.

Habiendo determinado la edad convenien-te para el ayuntamiento del hombre con lamujer, pongamos también tasa en el tiempoen que se han de emplear en haber hijos ; por-que los frutos de los muy ancianos tambiénson imperfectos, como los de los muy mozos,así en los cuerpos como en los entendimien-

LA POLÍTICA 249

tos ; y aun los de los muy ancianos son flacosy enfermizos.

En cuanto a la manutención y crianza delos niños, hay que tener en cuenta lo que seobserva en los demás géneros de animales yen •las naciones cuyo cuidado es perpetua-mente criar los cuerpos robustos para las co-sas de la guerra, que el mantenimiento copio-so de la leche es muy propio de los cuerpos,especialmente la de las mujeres que no bebenvino, por las enfermedades que proceden deél. Son también útiles los ejercicios y movi-mientos que puedan sufrir tan tiernos años.Conviene también que se acostumbren desdepequeños a sufrir los fríos ; porque esto esmuy importante para la salud y para los rigo-res de la guerra.

Los juegos y cuentos han de ser apropia-dos para cada edad, y todos los ejercicios hande ir encaminados para lo que luego se ha derealizar.

También ha de cuidar el legislador de lahonestidad del lenguaje, porque trae apareja-do lo deshonesto la obra perjudicial ; sobretodo, a la gente moza debe prohibirse la ex-cesiva libertad del lenguaje, que rebaja ladignidad del individuo.

Se debe igualmente a los mozos prohibirque vean representar yambos ni comedias,hasta que tengan tanta edad que puedan par-ticipar de las comidas y bebidas comunes, yque va la doctrina preserve a todos del daloque 'de estas cosas puede resultar.

LIBRO OCTAVO

CAPITULO PRIMERO

No hay nadie que ponga en duda que ellegislador ha de ordenar lo que respecta a ladoctrina de los mozos ; porque en las ciuda-des donde no se tiene cuenta de esto se sien-te bien el daño en las maneras del gobierno.

Así, conviene que se disponga el gobiernoconforme a la disciplina de cada manera deRepública, porque la propia costumbre afian-za el poder y aun contribuye a fundarlo, ysiempre la mejor costumbre es causa de lamejor manera de gobierno.

Importa también mucho entender, para to-das las facultades y artes, qué cosas se hande aprender y qué se pretende en cada una deellas, y por la misma razón en lo que tocaa los actos y ejercicios de virtud. Y pues todala ciudad pretende un mismo fin, es cosa cla-ra que todos por necesidad han de tener unamisma disciplina y que el cuidado de ella hade tocar comúnmente a toda la ciudad, y no

que particularmente la procure cada uno, co-mo acontece hoy día, en que cada uno la pro-cura para sus hijos, enseñándoles la particu-lar ciencia que al padre le parece. Porque lascosas que comúnmente a todos pertenecenconviene que se.ejerciten comúnmente, y ade-más, no conviene que . ningún ciudadano sepersuada que es señor de sí mismo, sino quetodos juntos son de la ciudad ; porque cadauno en particular es parte de toda la ciudad,y el cuidado de cada una de las partes ha deir encaminado al cuidado y diligencia deltodo.

En cuanto a lo referido, son dignos de ala-banza los lacedemonios, porque ponen mu-cha diligencia en la doctrina y crianza de sushijos, y esto es común.

* * *

Pero conviene que se entienda qué doctri-na es la que se ha de enseñar y cómo debeenseñarse ; porque aun hoy día existen dudasacerca de las obras y ejercicios, y no todosopinan de igual manera sobre lo que han deaprender los mancebos, así para alcanzar lavirtud como para la más perfecta vida.

Tampoco está determinado si conviene másaprender las artes que pertenecen al enten-dimiento o a las costumbres del ánimo. Estambién muy debatida cuestión la de si con-viene ejercitarlos en las cosas útiles para elvivir o en las que van a la virtud encamina-das.

No hay duda alguna que de las cosas úti-

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252 AitISTÓTELES

les se han de aprender las cosas necesarias ;aunque no convenga aprenderlas todas, sinosólo aquellas en que se distinguen los oficiosliberales de los serviles. Y habremos de con-siderar como obra de oficio la que hace loscuerpos o los ánimos inútiles para la virtud.Por esto llamamos oficios a aquellas artes quedisponen de peor hábito los cuerpos, y tam-bién aquellas que alquilan sus trabajos ; por-que éstas hacen el ánimo inquieto y abatido.Y aun ciertas artes liberales deben aprender-se con ciertas limitaciones propias de gentelibre ; pero ejercitar aquello por amor de otros,muchas veces parece cosa de gente servil.

Las ciencias, pues, que aquí hemos pro-puesto son neutrales.

* * *

Cuatro son las cosas en que son los man-cebos instruidos : letras, lucha, música, yalgunos dicen que la cuarta es el arte deldibujo.

La gramática y el dibujo los aprenden comoútiles para las cosas de la vida que son másnecesarias. La lucha, corno habilidad que im-porta para la fortaleza. De la eficacia de lamúsica ya dudarán algunos ; porque hoy día,como deporte, la aprenden casi todos ; perolos antiguos la colocaron en el número •y or-den de las ciencias, viendo que la misma na-turaleza pretendía—como hemos dicho mu-chas veces—no sólo estar bien ocupada, sinotambién estar honestamente descansada. Por-que éste es el principio o presupuesto de todas

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LA PCSIATICA 258

las cosas, como ya tratamos otra vez, porqueaunque lo uno y lo otro es cosa conveniente,con todo, es más de apreciar el descanso, y enfin, cuando nos ejercitamos hemos de procu-rar cómo habremos de descansar. Porque nolo hemos de hacer jugando ; porque de estamanera el juego sería el fin de nuestra vida.

Por esto conviene introducir algún pasa-tiempo en la vida, como quien introduce unamedicina. Pero el reposar parece que en símismo tiene el deleite y la prosperidad y elvivir afortunadamente, lo cual no cuadra alos que están ocupados en negocios, sino alos que están libres de ellos.

Consta, pues, manifiestamente, que con-viene aprender -algunas cosas y ejercitarse deellas para tener conversación en el tiempo deldescanso ; y que tales doctrinas y cienciascomo éstas se aprenden por causa de ellasmismas. Por esto los antiguos contaron la mú-sica entre las ciencias, no como cosa nece-saria (porque ninguna necesidad nos obligaa aprenderla) ni como cosa útil., como las le-tras, por el amor de la ganancia y por el buenregimiento de la casa y por aprender las otrasciencias y también por amor de muchos ne-gocios civiles. Pero el arte del dibujo pareceser útil para juzgar mejor de las obras de losartífices.

* * *

Las ciudades que hoy día mayor cuidadoparece que tienen de que los mancebos seejerciten les hacen adquirir el hábito de lu-

254 A RT S TÓTFIT.F:

chadores, en lo cual hacen notable daño a labuena gracia y garbo de los cuerpos, y tam-bién al desarrollo armónico de los mismos.Los lacedemonios, en esta parte, no lo ye-rran, aunque con los excesivos trabajos y

jeercicios les hacen inhumanos, creyendo queesto importa mucho para la fortaleza.

Pero como ya muchas veces está dicho, nose han de encaminar los hombres a una solavirtud, ni señaladamente a ésta logran alcan-zarla ; porque ni en los demás animales nien tanta diversidad de naciones vemos quela fortaleza se halla en los que son más fierosy crueles, antes bien, en los que son más be-nignos. Y aunque hay algunas naciones quesoy muy prontas para el matar y aun paracomer carne humana, como son los aqueosque moran en el Ponto Euxino, y los henio-chos y otras naciones de tierra firme, que soncorno éstas y aun peores, muy aptas para sal-tear y robar, no por eso alcanzan la virtud dela fortaleza. Y aun de los mismos lacedemo-nios tenernos experiencia que mientras ellostuvieron la primacía, en lo de los ejerciciosseñorearon a los demás ; pero ahora vemosque, así en las luchas corno en las batallas,les pasan adelante otros muchos.

De manera que, honesta y n.o bestialmen-te, conviene que los mancebos se ejerciten ;porque ni el lobo ni ninguna otra fiera tancruel como ella se pondría en un peligro ho-nesto y generoso, sino el hombre dotado devirtud. Y los que excesivamente en estas co-sas ejercitan a sus jhios y no los instruyenen las cosas necesarias, realmente los hacen

LA POLITICA 255

útiles ; pero sólo para una cosa en la Repú-blica, y aun para la peor de todas, como larazón de las demás cosas lo muestra clara-mente.

Cómo hayamos, pues, de usar del arte dela lucha no admite discusión ; porque hastaque a los mancebos les apunte la barba, de-ben ejercitarse en moderados trabajos corpo-rales, apartándolos de aquellos penosos es-fuerzos que les impidan el crecimiento. Deeste exceso puede proceder el que no se ha-llen en las fiestas olímpicas dos o tres hom-bres que hayan ganado joyas, primero demancebos y luego de varones, y esto por ha-ber perdido las fuerzas de mancebos ejerci-tándose de modo extraordinario.

Pero cuando después de apuntarles la bar-ba hubieren pasado tres años, y se hallasenentregados a otras disciplinas, entonces con-vendrá ejercitarlos en los trabajos y mante-nimientos que para ello fueren necesarios ;porque no conviene fatigarlos juntamente enel entendimiento y en el cuerpo.

•Finalmente, en lo que respecta a la músi-

ca, cuyo influjo tes tan grande en la vida delas ciudades, que reforma y mejora las cos-tumbres, y que se ha definido como la cosamás deleitosa, ora desnuda, ora de melodíaacompañada, será muy conveniente que laaprendan los muchachos ; porque todas aque-llas cosas deleitosas que no son perjudicialesno solamente cuadran para el fin, sino tam-

256 ARISTÓTELES

bién para el descanso, y es muy útil cosa des-cansar en los deleites de la música, no sola-mente como en cosa más ordinaria, sino tam-bién por el deleite y contento que en sí tiene.

Esta, pues, conforme a buena razón, es Yacausa que cualquiera podría dar, porque loshombres procuran alcanzar la felicidad pormedio de deleites semejantes. Pero cuanto alparticipar de la música, no solamente poresta causa, sino también por ser útil para go-zar de los descansos, habremos de observar sisu naturaleza es de-- mayor precio .y estimaque otras artes (porque la música contiene ensí en deleite natural, y es preciada en todaedad y en las diversas maneras de costum-bres), y si su influjo en el alma tiene el poderque suele atribuirsele.

Claramente podrá verse que la música hacecambiar las costumbres con sólo recordar lasmelodías de las fieras del Olimpo ; porque deellas ha dicho todo el mundo que mueven losánimos con furor divino.

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