la politica exterior como problema
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LA POLÍTICA EXTERIOR COMO PROBLEMA
Dr. Alejandro Simonoff (UNLP)∗
Es muy común escuchar que la Argentina no
tiene política exterior o que la misma posee un
erratismo como característica. Se escuchan
reclamos por políticas de Estado, como otros países
que las poseen.
De ser así estaríamos frente a un problema
muy grave, en realidad lo que ocurre es que existen
muchos proyectos de país que expresan cada uno un
Interés Nacional distinto. A éste no lo reducimos,
como el realismo clásico, a un plano estratégico-
militar-diplomático sino en combinación con otros
como el económico y el cultural.
Existen, como diría Juan Carlos Puig, en la
superficie elementos que aparecen como
contradictorios, determinados por las creencias de
los gobernantes, sus estructuras decisorias y los
intereses que representan. Pero además siempre han
existido, en el fondo, elementos estructurales, como
el periodo entre la segunda mitad del Siglo XIX y
principios del XX, la adscripción al área de
influencia británica, durante la Guerra Fría, por la
inestabilidad política, la puja por el modelo
económico y la forma de vinculación con
Washington, y desde 1983, con la continuidad
democrática en la construcción de un triangulo que
vincula a nuestro país con Estados Unidos y Brasil. ∗ Coordinador del CERPI – IRI - UNLP
Obvio que no fueron todas iguales, por
ejemplo estas últimas se construyeron con un
interesante juego de equilibrios entre las tendencias
autonomistas que privilegian a la región, como
escenario principal de su agenda, y los de inserción
restringida con la potencia hegemónica. Las
diferencias entre ellas están en la elección de su
alianza principal. Mientras los primeros apuntan a
generar márgenes de maniobra en el sistema
internacional sobre las alianzas con países con
similares recursos y valores aunque forme parte del
bloque, como en los ochenta, los dependentistas
optan acompañar acríticamente a la nación
dominante, sin tener en cuenta los propios intereses
y valores, como en los noventa. Obviar algunos de
estos lados, podría llevarnos a una mala política
exterior que tenga como resultado o un aislamiento,
o una inserción excluyente.
Estos elementos nos permiten delinear una
presencia de cierta estructura triangular, donde el
impacto de las tendencias autonomistas buscan
centrar su prioridad en Brasil, y las otras, las
dependentistas en los Estados Unidos. De acuerdo a
qué lado del triángulo se apoye la estrategia
principal de vinculación de la Argentina con el
mundo, será el resultado que obtendremos. Existen
fuertes condicionantes, como el endeudamiento que
generó la necesidad de acercarse a Washington para
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conseguir apoyo financiero, ya sea unilateral o de
los organismos multilaterales que controla, lo que
ocasiona una tensión en la búsqueda de un mayor
marco autonómico. La primera opción también
tiene sus dificultades, ya sea por las
transformaciones del sistema internacional, o los de
algún actor relevante para ella, como por ejemplo
Brasil, y que nos puede llevar, como ha escrito
Guillermo Figari, a una doble dependencia.
Pero lo que resulta obvio es que los actores
políticos, burocráticos y académicos hacen hincapié
en la superficie y no en el fondo. Y es precisamente
esto lo que nos interesa delinear aquí sus focos de
legitimación. Entendiéndolos como aquellos
lugares que irradian opiniones sobre un asunto y
crean en la sociedad una imagen sobre ello. Esto
lejos de aportar una mejor comprensión de nuestra
política exterior, al expresar diversos intereses e
ideologías, lejos de convertirse en un círculo
virtuoso que contribuya a entender el problema,
funciona como uno vicioso, enturbiándolo.
En principio tenemos tres focos básicos de
legitimación reconocibles: el político, el burocrático
y el académico.
Las disputas existentes en el primero de los
campos nos permiten señalar que no hemos logrado
constituir un espacio común. Existen en nuestra
sociedad diversos proyecto que involucran la forma
del sistema político, el modelo de desarrollo y la
percepción del sistema internacional que impiden la
constitución de política de Estado, o de consensos
básicos, en muchas materias, y de las cuales, la
política exterior no es la excepción.
Estas posiciones se muestran irreductibles,
tanto del oficialismo como de la oposición -no
importa cuáles fuesen sus actores circunstanciales-,
reducen al otro a la nada. Existe un privilegio del
mediano y corto plazo, llevando a reducir toda
propuesta a planteos tácticos y no estratégicos.
Así resulta muy difícil poder construir una
estrategia que adopte las cuestiones positivas de una
gestión y que sean mejoradas y continuadas por la
siguiente, se pasa de un plumazo de una forma de
vincularse con el mundo a otra, como si nada,
produciendo problemas notorios en la inserción del
país en el escenario internacional
Con respecto al burocrático, no escapa a esta
lógica, pero posee dificultades propias. Primero la
puja existente entre el personal político y el
permanente de nuestro servicio exterior. La
desconfianza reinante desde la conducción política
hacia esta área profesionalizada. Es un clásico
desde la instauración del ISEN.
Además, allí conviven una amplia gama de
diversas formaciones que van desde los
diplomáticos de viejo cuño, generalmente
vinculados a grandes bufetes de abogados, y con
percepciones juridiscista clásicas, hasta otro más
reciente que emergen de estudios superiores de
universidades privadas porteñas, muy seguidoras de
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las modas académicas norteamericanas y bastante
alejadas de los problemas del país.
En este marco resulta muy difícil constituir
un poder administrativo especializado, similar al de
Itaramaty, ya que la forma de profesionalización
llevada a cabo incrementó numerosas patologías de
información que alejan de los elementos racionales
y genera caprichosos comportamientos
burocráticos, muy lejos de la experiencia de
Brasilia.
Y está el tercer sector, el académico que
sujeto a fuertes divisiones debido a la subsistencia
de varias corrientes epistémicas que cuando opinan,
si el gobierno no se ajusta a su modelo directamente
lo denostan.
En su recorrido disciplinar podemos identificar
por lo menos cuatro conceptualizaciones teóricas
distintas, tres desde un análisis eminentemente político y
otra, con una prevalencia de lo socioeconómico. Dentro
de las primeras encontramos a la puigiana o autonómica
clásica, la escudeana o noventista, otra de inspiración
neoliberal o relacionalista, y la última expresada por la
Asociación de Historia de las Relaciones
Internacionales, encabezada por Mario Rapoport.
De ellas a nuestro entender solo dos llegaron
a conformarse como instancias paradigmáticas: la
puigiana y la escudeana. En estas diferentes
perspectivas de análisis existe un afán deslegitimador de
las otras y relegitimador de la propia que aportan más
elementos para la confusión La política exterior
argentina constituye tanto un objeto de estudio como de
campo disciplinar. Y esta ambigüedad da lugar a cierta
tensión entre su contenido y su forma que lleva a
caracterizarla como proceso carente de coherencia, e
incluso muchas veces denunciando su inexistencia.
Se habla del contenido desde sus formas,
desnaturalizado a aquél, esto lleva a la proliferación de
interpretaciones sobre nuestras vinculaciones externas
que atraviesan el pasado, el presente y el futuro.
Pero además de los problemas propios de
cada núcleo existen serios problemas de
articulación entre cada uno de ellos como si fuesen
compartimientos estancos.
Como vemos existen muchas actitudes para
cambiar, la sociedad aún se debe una discusión
sobre todo de su modelo económico que junto con
la democracia recuperada y los valores que ésta
expresa, permitan una inserción internacional
acorde a sus intereses. Sólo la definición de nuestro
interés nacional en sentido amplio garantizará
políticas de Estado y no a la inversa. Pero además,
una actitud sinérgica entre estos focos podría ser el
inicio de una transformación que ayudaría a realizar
este debate franco que contribuyese enormemente
en la cuestión principal y constituir un círculo
donde el poder, el hacer y el saber empiecen a
constituir un círculo virtuoso y con ello nuestra
política exterior dejaría de ser problema