la piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de...

349
La piedra angular Emilia Pardo Bazán Obra reproducida sin responsabilidad editorial

Upload: others

Post on 17-Jul-2020

2 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

La piedra angular

Emilia Pardo Bazán

Obr

a re

prod

ucid

a si

n re

spon

sabi

lidad

edi

tori

al

Page 2: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Advertencia de Luarna Ediciones

Este es un libro de dominio público en tantoque los derechos de autor, según la legislaciónespañola han caducado.

Luarna lo presenta aquí como un obsequio asus clientes, dejando claro que:

1) La edición no está supervisada pornuestro departamento editorial, de for-ma que no nos responsabilizamos de lafidelidad del contenido del mismo.

2) Luarna sólo ha adaptado la obra paraque pueda ser fácilmente visible en loshabituales readers de seis pulgadas.

3) A todos los efectos no debe considerarsecomo un libro editado por Luarna.

www.luarna.com

Page 3: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

1

Rendido ya de lo mucho que se prolongarala consulta aquella tarde tan gris y melancólicadel mes de marzo, el Doctor Moragas se echóatrás en el sillón; suspiró arqueando el pecho;se atusó el cabello blanco y rizoso, y tendió in-voluntariamente la mano hacia el último núme-ro de la Revue de Psychiatrie, intonso aún, pues-to sobre la mesa al lado de cartas sin abrir yperiódicos fajados. Mas antes de que deslizasela plegadera de marfil entre las hojas del primerpliego, abriose con estrépito la puerta frontera ala mesa escritorio, y saltando, rebosando risa,batiendo palmas, entró una criatura de tres acuatro años, que no paró en su vertiginosa ca-rrera hasta abrazarse a una pierna del Doctor.

-¡Nené! -exclamó él alzándola en vilo-. ¡Siaún no son las dos! A ver cómo se larga ustedde aquí. ¿Quién la manda venir mientras estáuno ocupado?

Page 4: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Reía a más y mejor la chiquilla. Su cara eraun poema de júbilo. Sus ojuelos, guiñados conpicardía deliciosa, negros y vivos, contrastabancon la finura un tanto clorótica de la tez. Entresus labios puros asomaba la lengüecilla colorde rosa. El rubio y laso cabello le tapaba la fren-te y se esparcía como una madeja de seda crudapor los hombros. Al levantarla el Doctor, ellapugnó por mesarle las barbas o el pelo, provo-cando el regaño cómico que siempre resultabade atentados por el estilo.

Desde la entrada de la criatura, parecíamenos severo el aspecto de la habitación,alumbrada por dos ventanas que dejaban pasoa la velada claridad del sol marinedino. Bienconocía Nené los rincones de aquel lugar auste-ro, y sabía adónde dirigir la mirada y el deditoimperioso con que los niños señalan la direc-ción de su encaprichada voluntad. No era a lostupidos cortinajes; no a las altas estanterías, altravés de cuyos vidrios se transparentaba a

Page 5: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

veces el tono rojo de una encuadernación fla-mante; menos aún a la parte baja de las mismasestanterías, donde, relucientes de limpieza yrigurosamente clasificadas, brillaban las herra-mientas quirúrgicas: los trocares, bisturíes, pin-zas y tijeras de misteriosa forma en sus cajas dezapa y terciopelo; los fórceps presentando laconcavidad de acero de mi terrible cuchara; losespéculos, que recuerdan a la vez el instrumen-to óptico y el de tortura...

Tampoco atraían a la inocente los medro-sos bustos que patentizaban los sistemas ner-vioso y venoso, y que miraban siniestramentecon su ojo blanco, descarnado, sin párpados; niaquella silla tan rara, que se desarticulabaadoptando todas las posiciones; ni la anchapalangana rodeada de esponjas y botecitos deácido fénico; ni los objetos informes, de gomavulcanizada; ni nada, en fin, de lo que allí erapropiamente ciencia curativa. ¡No! Desde elpunto en que atravesaba la puerta, dirigíase

Page 6: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

flechada Nené hacia una esquina de la habita-ción, a la izquierda del sillón del Doctor, donde,suspendida de la pared por cordones de secta,había una ligera canasta forrada de raso. Era lafamosa báscula pesa-bebés, el mejor medio decomprobar si la leche de las nodrizas reúnecondiciones, nutre o desnutre al crío; y en suacolchado hueco, a manera de imagen o símbo-lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nenede cartón, desnudo, agachado, apoyadito conlas manos en el fondo de la canasta, alzando lacara mofletuda y abriendo sus enormes ojazosazules. El cromo era el ídolo de Nené, que ten-día las manos para alcanzar a su altura, chi-llando: «Nino selo, Nino selo». «Vamos a ver -contestaba el Doctor- ¿qué quieres tú que tetraiga hoy el Niño del cielo?». Había minutosde duda, de incertidumbre, de combate entrediversas tentaciones igualmente fascinadoras. -«Tayamelos... rotilas... amendas... no, no, gale-tas... Un chupa-chupa...». El chupa-chupa pre-valecía al fin, y el Doctor, levantándose ágil-

Page 7: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

mente y ejecutando con limpieza suma el esca-moteo, deslizaba del bolsillo de su batín al fon-do de la canasta un trozo de piñonate. Aupan-do después a Nené, el hallazgo de la deseadagolosina era una explosión de gritos de gozo yrisotadas mutuas.

Preparábase alguna comedia de este géne-ro, porque Nené ya gobernaba hacia la báscula,cuando asomó por la puerta lateral, que sinduda conducía a la antesala, un criado, que alver al Doctor con la niña en brazos, quedoseindeciso. Moragas, contrariado, frunció el en-trecejo.

-¿Qué ocurre?

-Uno que ahora mismito llega... Dice que sipudiera entrar lo estimaría mucho; que ya vinoantes, y como había tanta familia...

Page 8: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Alzó la vista el médico, y se fijó en la esferadel reloj de pared. Marcaba las dos... menoscinco. Esclavo del deber, Moradas se resignó.

-Bueno, que entre... Nené, a jugar con lamuchacha... Ahora no da nada el Nino selo. Yasabes que mientras hay consulta...

Nené obedeció, muy contra su voluntad.Antes de volverse, dejando cerrada la puertaque le incomunicaba con la chiquilla, el Doctoradivinó de pie en el umbral al tardío cliente.Delataba su presencia un anhelar indefinible, lacongoja de una respiración; y al encararse conél, el médico le vio inmóvil, encorvado, afe-rrando con ambas manos contra el estómago elhongo verdoso y bisunto.

Moragas mascó tan «siéntese», y se enca-minó a su sillón, calando nerviosamente losquevedos de oro y adquiriendo repentina gra-vedad. Su mirada cayó sobre el enfermo comocaería un martillo, y en su memoria hubo una

Page 9: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

tensión repentina y violenta. «¿Dónde he vistoyo esta cara?».

El hombre no saludó. Sin soltar el sombre-ro y con movimiento torpe, ocupó el asiento dela silla que el Doctor le indicara; sentado y to-do, su respiración siguió produciendo aquelmurmullo hosco y entrecortado, que era comoun hervor pulmonar. A las primeras interroga-ciones del Doctor, rutinarias, claras, categóri-cas, contestó de modo reticente y confuso, do-minado tal vez por el vago miedo y el conatode disimulo ante la ciencia que caracteriza enlas consultas médicas a las gentes de baja esto-fa; pero, al mismo tiempo, expresándose contérminos más rebuscados y escogidos de lo queprometía su pelaje. Moragas precisó el interro-gatorio, ahondando, entregado ya por completoa su tarea. «¿Hace mucho que nota usted esosataques de bilis? Los insomnios, ¿son frecuen-tes? ¿Todas las noches, o por temporadas?

Page 10: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

¿Trabaja usted en alguna oficina; se pasa largashoras sentado?».

-No, señor -contestó el cliente con voz sor-da y lenta-. Yo apenas trabajo. Vivo descansa-damente; vamos, sin obligación.

Al parecer nada tenía de particular la frase,y, sin embargo, le sonó a Moragas de extrañomodo, renovándole la punzada de la curiosi-dad y el prurito de recordar en qué sitio y oca-sión había visto a aquel hombre. Volvió a fijarsus ojos, más escrutadores aún, en la cara delenfermo. En realidad, las trazas de este concor-daban muy mal con la aristocrática afirmaciónde vida descansada que acababa de hacer. Suvestir era el vestir sórdido y fúnebre de la me-socracia más modesta, cuando se funde con elpueblo propiamente dicho: hongo sucio y mal-tratado, terno de un negro ala de mosca, com-puesto de mal cortada cazadora y angosto pan-talón, corbata de seda negra, lustrosa y anuda-da al descuido, camisa de tres o cuatro días de

Page 11: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

fecha, leontina de plata, borceguíes de becerroresquebrajado sin embetunar, y en las manosnada absolutamente: ni paraguas, ni bastón. Nosuelen andar así los ricos, a quienes por obra ygracia de Dios les caen del cielo las hogazas.

-¿Según eso, no hace usted ejercicio ningu-no? -preguntó Moragas, que creía proseguir elinterrogatorio facultativo, pero se iba por latangente de la excitada curiosidad.

-Como ejercicio, sí... -respondió opacamen-te el hombre-. Paseo muchísimo. A veces andodos y tres leguas y no me canso. Algo se trabajatambién en la casa. No es uno ningún holgazán.

-No he dicho que usted lo sea -replicó coninflexión de severidad el médico-. Yo tengo queenterarme, si he de saber lo que anda descom-puesto en usted. ¿A ver? Reclínese allí -ordenó,señalando hacia un ancho diván colocado entrelas dos ventanas del gabinete.

Page 12: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Obedeció el enfermo, y Moragas, acercán-dose, le desabrochó los últimos botones delchaleco, tactando y apoyando de plano su ma-no izquierda, abierta, sobre la región del hipo-condrio. Luego, con los nudillos de la derecha,verificó rápidamente la percusión, auscultandohasta dónde ascendía el sonido mate peculiardel hígado. Mientras realizaba estas operacio-nes, adquiría su rostro movible una expresiónfirme e inteligente, al par que el del enfermorevelaba ansia, casi angustia. «Puede usted le-vantarse», articuló Moragas, que se volvía ya asu sillón, canturreando entre dientes, acto me-cánico en él.

Fijó otra vez la mirada en el consultante:ahora auscultaba y tactaba, por decirlo así, sufisonomía. Moragas, aunque del vitalismo pen-saba horrores, no era el médico materialista quesólo atiende a la corteza: sin hacer caso de eseescolástico duendecillo llamado fuerza vital,nadie concedía mayor influencia que él a los

Page 13: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

fenómenos de conciencia y a las misteriosasactividades psico-físicas, irreductibles al proce-so meramente fisiológico. «Ahí, en el cerebro oen el alma (no disputemos por voces), está elregulador humano», solía decir. En muchosdesfallecimientos de la materia veía lo que tieneque ver un observador culto y sagaz: el reflejode estados morales íntimos y secretos, que nosiempre se consultan, porque ni el mismo quelos padece tiene valor para desentrañarlos. Dí-gase la verdad: Moragas admitía la recíproca: aveces curó melancolías y violencias de caráctercon píldoras de áloes o dosis de bromuro. Élsabía que formamos una totalidad, un conjuntoarmónico, que apenas hay males del cuerpo odel espíritu aisladamente. En el cliente que te-nía delante, su instinto le señalaba un caso mo-ral, un hombre en quien el infarto del hígadoprocedía de circunstancias y sucesos de la vida.

-¿Bebe usted? -preguntole secamente, concierta dureza.

Page 14: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-A veces... una chispa de caña...

-¿Una chispa no más? Usted no se consultabien, mi amigo. Usted quiere engañarme, y noestamos a engañarnos aquí.

-No le engaño a usted, no señor: porqueque un hombre tome un vaso o dos, o tres si amano viene, me parece a mí que no hace cuen-ta. Hay ocasiones que no se puede menos, ypongo yo a cualquiera a que no eche un trago...

-Pues usted no debe echar ninguno -advirtió el médico endulzando la voz, porquenotó en la del cliente tonos muy amargos-. Leprohíbo a usted que lo cate hasta Noche Buenalo menos.

¿Pero dónde diablos había visto Moragasal individuo aquel? ¿Cuándo cruzara ante susojos la figura luenga, enjuta y como doblegada;la silueta que tenía algo de furtiva, algo queinspiraba indefinible alejamiento y recelo? A

Page 15: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

cada instante reconstruía con más precisión lafrente cuadrangular, anchísima, el pelo grisechado atrás como por una violenta ráfaga deaire, los enfosados ojos que parecían mirarhacia dentro, las facciones oblicuas, los pómu-los abultados, la marcada asimetría facial, signofrecuente de desequilibrio o perturbación en lasfacultades del alma. Si el médico tuviese delan-te un espejo, y pudiese establecer comparacio-nes entre su figura y la del individuo a quienexaminaba, comprendería mejor la impresiónde repulsa que estaba sintiendo, y la atribuiría alo marcado del contraste. Era la actitud de Mo-ragas de desenfado, por mejor decir, de esapetulancia cordial que impone simpatías: diría-se que siempre se disponía a avanzar, presen-tando el pecho, adelantando la cabeza, ten-diendo la nariz humeadora y grande. El enfer-mo, al contrario, parecía como que, obedecien-do al instinto de ciertos insectos repugnantes,se hallaba constantemente dispuesto a retroce-der, a agazaparse, a buscar un rincón sombrío.

Page 16: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Al comprobar la repulsión que le infundía elcliente, el médico se regañó a sí propio, tuvo unimpulso de bondad, y mientras tomaba la hojade papel para escribir una especie de directorioa que había de sujetarse el enfermo, con la iz-quierda cogió de una pureza de caoba un ciga-rro, y se lo alargó, diciéndole: «Fume usted».

Al mismo punto en que las yemas de susdedos rozaron las del cliente, la obscura remi-niscencia que flotaba en su memoria dio unlatido agudo, y casi se condensó. Moragas cre-yó que iba a recordar... y no recordó todavía.Vio una niebla, detrás un rayito de pálida luz...;mas todo se borró al rasgueo de la pluma sobrela cuartilla blanca. Mientras escribía, notaba(sin verlo) que el cliente no se había atrevido nia encender el cigarro ni a guardárselo en el bol-sillo de la americana. Moragas firmó, rubricó,secó en el vade, y tendió la hoja al enfermo.

Este permaneció un momento indeciso,con la hoja en la mano y la mirada errante por

Page 17: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

la alfombra. Al fin se resolvió, hablando torpe-mente, llamando al médico por su nombre depila.

-Y... dispénseme..., ¿y cuánto tengo queabonarle, don Pelayo?

-¿Por eso? -repuso Moragas-. Según... Si esusted pobre de verdad, deme lo menos quepueda..., o no me dé nada, que es lo mejor. Sitiene usted medios..., entonces, dos duros.

El hombre echó mano pausadamente albolsillo del chaleco, revolvió con tres dedos ensus profundidades, y sacó dos duritos brillan-tes, del nuevo cuño del nene, que depositó conreverencia en un cenicero de bronce.

-Pues muchísimas gracias, señor de Mora-gas -pronunció con cierto aplomo, como si elacto de pagar le hubiese dado títulos que antesno tenía-. No molesto más. Volveré, con su

Page 18: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

permiso, a decirle cómo me prueban los reme-dios.

-Sí. Vuelva usted. Observe el método, y nodescuide la enfermedad. No es de muerte, a nosobrevenir complicaciones; pero... merece aten-derse.

-Si uno no tuviera hijos -contestó el hom-bre, alentado por aquellas pocas palabras leve-mente cordiales-, tanto daba morir un pocoantes como un poco después. Al fin y al cabo seha de morir, ¿verdad? Pues año más o menos,poco interesa; digo, a mí me lo parece. Pero loshijos duelen mucho, y dejarlos pereciendo...Vaya, a su obediencia, don Pelayo.

Acababa de caer la cortina de la puerta;aún se oían en la antesala los pasos del cliente,cuando Moragas se alzaba del sillón, un tantodesazonado y nervioso.

Page 19: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Lo dicho; yo conozco a este pájaro, y leconozco de algo raro; vamos, que no me cabeduda. Es particular que no caiga en la cuentadesde luego, tan harto como está uno aquí enMarineda de rozarse con todo bicho viviente. Yél, forastero no es, porque... no; ¡si quedó envolver de cuando en cuando a ver cómo le sien-ta el método prescrito! No; ¡qué va a ser foras-tero! Moraguitas (el Doctor solía interpelarse así propio en esta forma), ¿por qué no le has pre-guntado el nombre a ese tío? ¿Por qué no teenteraste de dónde vive? ¡Bah! Tiempo hay; selo preguntaré cuando vuelva. De todos modos,me llama la atención no acertar qué casta depunto es éste...

-¡Nené! -gritó, aproximándose a la puertapor donde había salido la chiquilla.

Pero la Nené no asomó su hociquito sala-do, y el Doctor, obedeciendo a otra excitacióncaprichosa, volvió a la mesa, tomó la plegadera,y emprendió de nuevo cortar las hojas de la

Page 20: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Revue. Había allí un artículo sobre los morfi-nómanos que debía de ser completo, interesan-te... Entretenidas las manos en la operaciónmecánica de rasgar la doblez del papel, prose-guía en su cerebro distraído el sordo combatede la memoria, el impulso de la noción quequería abrirse calle entre otras infinitas, deposi-tadas, como en placa fonográfica, en aquel mis-terioso archivo de nuestros conocimientos. Sinduda una viva ola de sangre refrescó el rincónen que el recuerdo dormía, porque de improvi-so se destacó, claro y victorioso. Sintió Moragasel bienestar que causa el cese de la obsesión;pero apenas disipada la rápida impresión, casifísica, de libertad y sosiego, el médico notó unestremecimiento profundo; enrojeciose su tez,hasta la misma raíz del plateado cabello; tem-blaron sus labios, chispearon sus ojos, se dilatósu nariz, y Moragas, pegando un puñetazo enla mesa, exclamó en voz alta y resonante:

Page 21: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Ya sé... El verdugo... (Interjección furiosay redonda.) ¡El verdugo! (Otra más airada.)

Inmediatamente se arrancó del bolsillo elpañuelo; con las puntas de los dedos envueltasen él tomó las dos monedas relucientes; abrióde golpe la ventana, y dejó caer el dinero sobrelas losas de la calle, donde rebotó con son ar-gentino.

En aquel instante la Nené empujaba lapuerta. Venía gorjeando; pero al ver a su padreque se volvía cerrando las vidrieras y deste-llando cólera y horror, quedose paradita en elumbral, con ese instinto de las criaturas, que sehacen cargo de la situación psíquica mejor quenadie, y murmuró por lo bajo:

-¡Papá riñe... papá riñe!

2

Page 22: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Telmo, al despertar, se metió los puños enlos ojos, lamentando haber perdido el sueño,que era bonito. ¡Como que se trataba de revis-tas, paradas y simulacros, y él se había visto a sípropio convertido en Capitán General de Can-tabria, luciendo un uniforme todavía más majoque el de gala, ostentando plumeros, penachos,galones, cordones, estrellas, caracoleando sobrebrioso alazán tostado, y con un sable formal,formal, no de palo, sino de reluciente acero!

El despertar no podía ser más distinto delo soñado. El niño vio a su alrededor lo de to-dos los días, cuadro feo y triste: el camaranchónsórdido, descuidado, inmundo, que sudaba portodos sus poros desaliño y abandono. ¡Cuántamelancolía transpiraban las paredes con su re-voque negruzco; el piso de baldosa desigual ycenicienta, mal cubierto aquí y allí por viejísi-mos ruedos; las prendas de ropa, bastas, de malcorte y paño burdo, más sucias que raídas, pen-dientes de clavos; las dos camas de hierro pin-

Page 23: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

tadas de un azul carcelario, frío, con sus mantasde tonos apagados y terrosos, y sus sábanasagujereadas, divorciadas del agua y del jabón!

Telmo recordaba, como se recuerda undulce ensueño, que antes, cuando era pequeñi-to, había tenido, si no precisamente colchas deseda y palacios por morada, al menos un inter-ior bien cuidado, cuco, limpio: él suponía quedebió de ser así, porque le había quedado, deaquella época ya difumada entre nieblas, unasensación de calor tibio, de nido de plumón queenvuelve: y abriga. Entonces sus ropas eranaseadas y se adaptaban a sus carnes; la comidaestaba sazonada y gustosa; en invierno un bra-sero calentaba la habitación; en verano se per-cibía un conjunto claro y fresco, de cortinasplanchadas y de visillos que tamizaban la luz.Todo esto no lo detallaba el muchacho con pre-cisión absoluta; sus reminiscencias se confundí-an, y sólo se destacaba, con pleno realce, unrostro de mujer, que, si diésemos voto a Telmo

Page 24: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

en materias de hermosura, diríamos que era debelleza soberana. ¿Rubia o morena? ¿Muy jo-ven o en principios de madurez? Eso no lo sa-bía Telmo: sólo sí que era preciosa, y esparcíaen torno suyo bienestar, un ambiente de esplie-go.

No la vio a su cabecera aquel día tampoco.Quien andaba por allí era el padre, descolgan-do el sombrero ruin, para encasquetárselo sinprevio manejo de cepillo. Mientras el padre secubría, Telmo recibió la amonestación, a que yaestaba habituado.

-A ver si te levantas. No haraganees más.Allí en la cocina te quedan las sopas. A eso delas dos ve por la calle del Arroyal, que estarésaliendo de casa de don Pelayo Moragas... túbien la sabes, ¿eh? Pues aguárdame allí, que tellevaré a casa de Rufino.

Dijo esto último a tiempo que ya salía, y elpestillo de la puerta cayó con agrio chirrido.

Page 25: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

El muchacho no hizo gran caso al consejode «no haraganear». Constábale que tanto saca-ría en limpio de levantarse, como de quedarseotro rato en la cama. Justamente el problemaque todos los días necesitaba resolver, era enqué se invierte una jornada, no teniendo debe-res ni distracciones de ninguna especie. Para élno había escuelas, colegios, ni estudios; y tam-poco serían los amigos quienes le embobasen,porque ese gran aliciente de la niñez, primeramanifestación de las necesidades afectivas yprimer desahogo del instinto de sociabilidad, leera desconocido. Quedábale el recurso de va-gabundear sin tregua por las calles, de ir comoánima en pena, buscando algún rincón dondeno le conociesen.

Permaneció cerca de media hora entre sá-banas, cerrando los ojos para volver a soñar, siera posible, más cosas bonitas de aquellas delgénero bélico. Lo que es él, así se empeñase eldemonio, militar sería. No de tropa, no; jefe, y

Page 26: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

de los de alta graduación. Lo menos coronel. Ycon montura. ¡Dónde habrá placer como regirun caballo gallardo, fogoso! Eso será la mismagloria.

Decidiose por fin a echar una pierna fuerade la cama, y tras la pierna todo el cuerpo. Pú-sose los pantalones, que por cierto tenían másde un siete y la orilla festoneada de barro; lossuspendió como pudo de los tirantes de orillo;vistió la chaqueta, nueva y decente; encasquetóen la pelona una mala boina castaña, y no se leocurrió ni acercarse al palanganero de hierro,donde podría remediar algo la suciedad demanos y rostro, ni arar con el batidor la enma-rañada pelambrera. El abandono de su educa-ción había arraigado en su naturaleza infantil, ya fuer de legítimo idealista, soñaba con brillan-tes galones y garzotas blancas, mientras sucuerpo y sus trajes y su vivienda daban asco.Con los cinco mandamientos, en vez de cucha-ra, despachó la cazuela de sopa grumosa y fría,

Page 27: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

y ya le tienen ustedes dispuesto a echarse a lacalle.

Cuando salió del camaranchón, pudo ver-se que Telmo no era guapo. Tampoco ha denegársele alguna gracia y gentileza, algúnatractivo de ese que caracteriza a los pilluelos,por sucios y derrotados que estén. La arreman-gada nariz tenía su chiste, lo mismo que losgruesos labios de bermellón, afeados por laforma de la caja dentaria, que los proyectabademasiadamente hacia fuera. La frente, lobulo-sa, retrocedía un poco, y la cabeza era de esaslisas por el occipucio, como si hubiesen recibi-do un corte, un hachazo -cabezas de vanidosos,de ideólogos-, salvando algún tanto lo acentua-do de esta conformación, el bonito pelo negro,ensortijado y tupido como vellón de oveja. Losojos, infinitamente expresivos, de córnea azu-lada, líquida y brillante, eran dos espejos delcorazón del muchacho: en ellos el placer, lapena, la altivez, la humillación, el entusiasmo,

Page 28: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

la vergüenza, se pintaban fiel e instantánea-mente, reflejando un alma abierta y fogosa.Aquellos ojos pedían comunicación; buscaban ala gente, al mundo, para derramarse en él. Enconjunto, la cabeza del niño recordaba la de unnegro... blanco, si es permitida la antítesis. Nosólo el diseño de las facciones, pero la expre-sión candorosa de cómico orgullo que se ad-vierte en la fisonomía de los negros ya civiliza-dos y manumitidos, completaban la semejanzade Telmo con el tipo africano, y por su rostrotambién pasaban las ráfagas de tristeza y rece-loso encogimiento que caracterizan a las razasobscuras, cuando aún no borraron el estigmade la esclavitud.

Al cruzar la puerta, lo primero que notóTelmo fue una sensación, ya acostumbrada, debienestar, bajo la caricia del aire exterior. Abo-rrecía las cuatro paredes, y nunca ave cautivaen jaula, fiera circunstancia entre barras de hie-rro o gas sellado en redoma, aspiró con más

Page 29: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

energía a la plenitud del espacio. Si le gustabalo apacible y bello, lo grandioso, lo inmenso, learrebataba.

Su segunda impresión fue distinta: obser-vó que el sol, toldado entre nubes, ya empezabaa descender de la mitad del cielo, señal de queél, Telmo, se había descuidado, y probablemen-te sería tarde para reunirse con su padre a lapuerta del señor de Moragas. Este pensamientole espoleó. De su padre había adquirido la no-ción escueta y coercitiva del literalismo, de laobediencia a los poderes constituidos, y la prac-ticaba; obedecía sin reverenciar ni temer, y sen-tía incurrir en falta por la falta misma, no porlas consecuencias, pues no había allí verdaderorigor paternal. Salió disparado; la distancia,aunque tenida por respetable en Marineda, eraun juego para las piernas ágiles del chico. Ade-más, todo cuesta abajo, y con sitios donde sepuede ir a la carrera como el Campo de Belonay el Páramo de Solares, que desde hace bastan-

Page 30: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

tes años lucha por ser plaza de Mariperez, nom-bre de la heroína popular de la linda capitalmarinedina.

Precisamente, en la cuesta rápida que bajadel alto terraplén, donde se asienta el Cuartelde infantería, al Páramo de Solares, encontróTelmo una tentación que le hizo perder algunosminutos. Desemboca en aquella cuesta la vetus-ta calle donde, en un caseretón no menos ave-riado, se acomodaba como podía el Instituto desegunda enseñanza; los chicos, entre dos clases,solían desparramarse en bulliciosa bandada porel Campo de Belona, ejecutando a su modoevoluciones militares y simulacros, no siempreincruentos, de batallas, en que los proyectilesmortíferos que debemos a los adelantos de laciencia, eran sustituidos por los que la natura-leza o las obras de cantería brindan a la juven-tud. ¡Con qué envidia miró Telmo a aquellafalange! ¡Cómo se le iban los ojos tras ella! ¡Si lefuese permitido unirse a la partida y terciar en

Page 31: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

sus empresas!, ¡quién duda que a las primerasde cambio ganaría los entorchados y hasta lacruz laureada! Su expresiva fisonomía se ente-nebreció, y tuvo uno de sus minutos de tristeza,que eran como fugitivos eclipses de toda espe-ranza en el porvenir. Detúvose oyendo el bulli-cio escandaloso, la alborotada gritería de aque-llos cachidiablos, y, al fin, resolviéndose, a ma-nera del que dice a una torta sabrosa «ahí tequedas, porque no puedo meterte el diente»,tomó por el Páramo de Solares, costeó los so-portales nuevos, y fue a parar a la calle de Ver-gara, que nombran Arroyal todos los marinedi-nos. Bien conocía la casa de Moragas, y frente alportal se situó para aguardar a que su padresaliese. Sus ojos recorrían, sin embargo, toda laextensión de la calle, y a uno de estos giros depupila, vio la silueta paternal que desaparecía alo lejos, bajo las arcadas que sirven de vestíbuloal Teatro. ¡Ya había salido, y él no estaba allí!¡Qué diría! El chico iba emprender la carrera,cuando un incidente singular le detuvo. La ven-

Page 32: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

tana de Moragas se había abierto de prisa, conestrépito de vidrios; asomó un brazo, un blancopuño de camisa, una mano larga y flexible, ydos monedas de plata, brillantes y sonoras,cayeron sobre las baldosas de la acera... Todoen un decir Jesús. Telmo se precipitó a recoger-las, instintivamente. Sólo cuando las tuvo biencautivas en el hueco de la mano, le entraronciertos escrupulillos.

¿Subiría a restituir las monedas? Digámos-lo sin ambages: la vacilación duró muy poco.Telmo no tomaría, a buen seguro, un céntimodel ajeno bien contra la voluntad de su dueño;en cambio, con la lógica directa de la infancia,creía que quien tira por las ventanas el dinerono ha de censurar a quien lo recoja. Si por unmomento le dominó la idea de echar escaleraarriba y restituir su presa, la desechó al punto,tratándose mentalmente de páparo; y, con re-suelto ademán, sepultó los dos duros en elhondo bolsillo de su chaqueta.

Page 33: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Ya no pensaba en reunirse con su padre.Aquel tesoro le imprimió dirección distinta. Porde pronto, le sugirió que ya estaba en situaciónde alternar con los demás muchachos. No eraun concepto reflexivo; más bien un instintivocálculo, que le decía que el dinero, en este píca-ro mundo, cubre y facilita muchas cosas. Él nopodía apreciar lo exiguo de la suma; no habíavisto junta, en toda su vida, otra igual, ni pare-cida siquiera, y los cuarenta reales que danza-ban en su faltriquera se le figuraban asiáticotesoro. Con dos duros todo se puede empren-der, y todo se alcanza. Telmo, dueño de cuaren-ta reales, no podía ser el mismo Telmo de adiario, el que no encontraba chico que se aso-ciase a sus juegos, el que en todas partes reco-gía envenenada cosecha de sofiones y repulsas.

Dilatado el corazón por la esperanza, tanfulminante en la niñez, Telmo, sin acordarse deque tenía padre en el mundo, echó por el Pá-ramo de Solares arriba, alcanzando en breve la

Page 34: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

cuesta. ¡Con qué presteza la subió! Desde lacima, dominaba la extensión del Campo deBelona. Allá en el fondo, junto al parapeto, bu-llía el grupo a que soñaba incorporarse. A dis-pararse otra ver. La partida no prestaba aten-ción a aquel chiquillo, que corría tanto, que lassuelas de sus zapatos, desde lejos, parecíangirar. Los alumnos del Instituto provincial ma-rinedino deliberaban ¡cáspita!, y la deliberaciónles tenía endiosados. ¡Como que se trataba nadamenos que de un consejo de guerra!

Traían entre ceja y ceja, desde principio decurso, el propósito, el designio heroico de unabatalla memorable: aspiraban a reñir la mayor ymás homérica pedrea que han presenciado lossiglos. Hartos estaban ya de juegos bobos, deinocentes piñas repartidas a diestro y siniestro.¿Qué valían tales escaramuzas? No; denmeustedes un combate real y efectivo, donde losdos caudillos, Restituto Taconer (alias Cartucho)y Froilán Neira (por otro nombre Edisón) gana-

Page 35: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

sen imperecedera nombradía. Aquel día lesayudaba la suerte: el señor Roncesvalles, cate-drático de Historia, había tenido la feliz ocu-rrencia de quedarse en cama, no sé con cuálentripado o alifafe, y los chicos disponían de latarde entera para sus demoniuras; tarde que,además, habiendo roto el sol la cortina de nie-bla, por su serenidad hermosa convidaba a es-parcimiento.

Reducida quedaba la dificultad a buscarun sitio donde los guardias municipales nooliesen la quema. Sobre esto versaba la delibe-ración. La mayoría propuso la escollera llama-da del Parrochal, y también del Emperador, porser tradición -demostrada con sólidos argumen-tos en un folletito del señor Roncesvalles- que aaquella parte de la muralla marinedina, y al piede su vieja poterna, había atracado la lancha obote que conducía al César Carlos V cuandovino a celebrar Cortes y pedir subsidios en laciudad de Marineda. Era el punto muy estraté-

Page 36: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

gico, por estar la muralla derruida a trozos, yabundar portillos y grietas que permitían bur-lar la persecución de los más activos polizontes.En cambio, ¡barajas!, el sitio registraba perfec-tamente desde las ventanas de la Audiencia,Cárcel, Capitanía general, y de muchísimascasas particulares; y apenas silbase en el aire laprimer peladilla de arroyo, no faltaría una malaalma que avisase al jefe de la ronda y les echaseencima los agentes. Había otro lugar precioso:¡conchas!, de primor, que ni inventado; un lu-gar que tenía ya preparadito el escenario y elargumento del hecho de armas que se proponíanrealizar aquellos valientes... ¡El castillo de SanWintila!

Allí, allí sí que la acción podía adornarsecon todos los requisitos que, según les enseña-ban a ellos en clase de retórica, necesita la tra-gedia: peripecias, prótasis, epítasis y catástrofe.Por allí sí que rara vez, o puede decirse quenunca, aportaba un agente de la autoridad, con

Page 37: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

el bastón alzado y la lengua regañona e insul-tante. Allí sí... Pero ¡barajas! ¿Qué teníamos coneso? El asalto del castillo de San Wintila no erarealizable sin que existiese un héroe, dispuestoa sacrificarse para mayor diversión y recreo delos demás; hacía falta un pandote, y nadie loquería ser; todos aspiraban al lucido puesto deasaltantes. Hablose de echar la china y la paja-perra; mas nadie se avino a fiar en los azares dela suerte. ¿Azares? O trampas... ¡Vaya usted asaber! No, no; no hay confianza en la cuadri-lla... Sobre esto se armaba un gran vocerío, unaacalorada discusión. «Sois unos panarras, noservís para maldito...». «Sí, sí, pues anda y sirvetú...; a ver si eres tú el que te mamas las pie-dras». «Hombre, pues a suertes...; la suerte esigual para todos». «Me cargo en la suerte; siem-pre haréis escamoteos y chanchullos...». «AlParrochal, hombre, al Parrochal, que allí no hayesas dificultades...». «Pero ¡barajas! ¡Si en se-guida asoma el General los bigotes, y avisa alos municipales para jericoplearnos!...».

Page 38: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Desalado, sudoroso y con el alma al bordede la boca, que abría de un jeme por no as-fixiarse en su veloz corrida, llegaba entoncesTelmo a juntarse con la banda. «¿Que querráeste?», gruñó Cartucho, fijándole de reojo consus ojuelos maliciosos y bizcos. «¿Quién ese?»,preguntó un novato del grupo. Y el hijo delarmero silabeó misteriosamente: «¿Que quiénes, barajas? El cachorro del buchí». «¡Contra! Nome da la gana de jugar con él». «¡Déjalo, bara-jas!, que ya tenemos pandote», replicó el caudillocon la firmeza y previsión del hábil estratégicoque, en acciones de guerra, sabe aprovechartodo recurso.

Telmo se había parado, poseído de increí-ble timidez, a pocos pasos de la hueste. Toda laincitación de su esperanza; todo el pueril aplo-mo que le inspiraba la posesión de las dos bri-llantes monedas, trocose en encogimiento horri-ble al verse próximo a la sociedad, que era paraél lo que para la mujer tachada, el severo círcu-

Page 39: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

lo aristocrático, ¡más inexpugnable que unamuralla de hierro!, donde no logra penetrarnunca. Telmo sentía físicamente el peso de sutraje destrozado, descuidado y sucio, en pre-sencia de aquellos niños que, aun en medio deldesorden del juego, revelaban en su ropa más omenos lujosa, pero aseada y bien recosida, elcuidado de dedos femeniles, el esmero de unamadre, la posesión de un hogar. ¡Cuán felicesellos, con su cuaderno de apuntes en el bolsillo,emblema de la fraternidad escolar, con su ale-gre compañerismo, con sus horas de juego, consus estudios que les habían de granjear unpuesto entre las gentes, y cuán desdichado él, aquien tenían derecho de rechazar a puntapiés,como a can sarnoso!

Permanecía clavado en el mismo lugar, sinánimos para decir palabra, agitada la respira-ción, repentinamente pálidas las mejillas, elcorazón bailarín. Los dos pedazos de plata enque había fundado todas sus osadas hipótesis,

Page 40: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

le parecían ahora más ínfimos que dos ruedasde plomo. Sintió impulsos de agarrarlos y tirar-los también, imitando a la persona que sacó elbrazo por la ventana de Moragas. ¡Qué idiotez,suponer que con aquellas monedas se podíacomprar el derecho de asociarse a los chicos delInstituto! Ni siquiera prestaban el valor necesa-rio para pronunciar intrépidamente la frasesacramental: «¿Me dejáis jugar con vosotros?».

La súplica sólo la formularon sus ojos, fijoscon angustia en ambos cabecillas, quienes, a suvez, le consideraban con cierto desdén o altane-ría indulgente. Al fin Edisón, entre despreciati-vo y magnánimo, se dignó dirigirle la palabra.

-Vamos a la playa de San Wintila. ¿Tequieres tú venir?

Telmo imaginó que se abrían los cielos yque escuchaba los cánticos de los serafines. Pa-ralizado por la emoción, con la cabeza dijo quesí.

Page 41: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Has de obedecer como un recluta.

Nuevo balanceo de cabeza.

-Has de hacer lo que te manden... y ojo conel miedo.

Ademán de resolución.

-Pues andando. ¡Liscaááá!

A este grito de guerra, toda la partida saliócorriendo.

3

El castillo de San Wintila es uno de los va-rios fortines con que los ingenieros a la Vaubandel pasado siglo guarnecieron la embocadurade la bahía marinedina, para resguardar la pla-za de nuevos ataques y embestidas del inglés.

Page 42: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

A fin de llenar mejor su objeto defensivo, teníaanexo un parque de artillería, servido por unpolvorín colocado a conveniente distancia. Paralos tiempos de Nelson, en que si el pundonor yla sublime noción del deber militar estaban ensu punto, no se habían inventado y refinado yperfeccionado como hoy los ingenios y máqui-nas de guerra, el castillo de San Wintila eraexcelente baluarte, capaz de sostener y vigilarla boca de la ría, hostilizando a cualquier buqueenemigo que asomase a su entrada. Con todo,según suele suceder en España desde tiempoinmemorial, la línea de fortines que reforzaba lacosta de Marineda no es lo más adelantado deaquel mismo período en que se construyó: tieneresabios del sistema de fortificación medioeval,y las formas románticas del castillo roqueropugnan con el exacto trazado geométrico de lacasamata. Por eso, al caer la tarde o de noche, elcastillo de San Wintila, ya medio desmoronado,posee cierta belleza misteriosa de ruina, y re-presenta dos siglos más de los que realmente

Page 43: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

cuenta. Hace mayor este encanto lo pintorescode su situación. En la zona agreste y desiertaque Marineda prolonga hacia el Océano -anchapenínsula de bordes ondulados y caprichososcomo la fimbria de una falda de seda-, la costa,después de señalar con suave escotadura lanegra línea de peñascos que orlan el cemente-rio, de pronto dibuja una ensenada que, pene-trando profundamente en la orilla, se cierracasi, a la parte del mar, por estrecha garganta,forma debida a la prolongación y ensanche delarrecife sobre el cual se yergue el castillo. Allado opuesto del que oprime la angosta boca,estrecho o canal de la ensenada, se extienderedonda, suave, blanca, deliciosa, una playa definísima arena.

Aun cuando este arenal presente por tierrael acceso más fácil para los que quieran pene-trar en el castillo, nuestra partida eligió descen-der pasando por delante de la capilla, bajadaacaso más rápida, pero también con más expo-

Page 44: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

sición a desnucarse, rodando de algún precipi-cio al arrecife o al fondo de la caleta. La turbu-lencia de los primeros años goza en arrostrarobstáculos y en encontrar dificultades venci-bles.

Más que ninguno se complacía Telmo en elejercicio arriesgado de correr, mejor dicho, derodar por aquellas pendientes, desdeñando lasenda abierta y franca. Quería demostrar a suscompañeros de una hora que atesoraba comocualquiera y mayor grado que nadie, valor,resolución, agilidad y destreza. Ellos, dejándoleprecipitarse solo, iban en bandada, cruzandorisas, insultos, excitaciones, retos, órdenes yempellones. A la cabeza marchaban FroilánNeira y Restituto Taconer, sin dignarse mirar alpandote, al que, con su presencia y su compla-cencia, hacía posible la representación del dra-ma.

Al llegar a la fuente que corta la senda, an-tes de que, haciéndose más impracticable y

Page 45: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

peligrosa, descienda a la playa, la partida sedetuvo a tomar un resuello. Algunos, sofocadí-simos, acercáronse a la fuente, con ganas debeber del caño el agua famosa de San Wintila,tenida por medicinal: hubo quien colmó delíquido la gorra, y acanalando la visera, apagóla sed en tal guisa; otros, menos sedientos ymás deseosos de cháchara, la emprendieroncon unas pobres mujeres que abrevaban en elpilón dos o tres parejas de grandes bueyes ro-jos. Fue aquello un diluvio de chanzonetas endialecto. «Comadre, ¿me da a mí de beber?».«Véndame los bueyes, comadre». «¿A cómovale cada cuerno?». «¿Quiere dos perros chicospor la pareja?». «Ese tiene un sobrehueso en elrabo: aguarde, que se lo voy a amputar». Rom-pieron las mujerucas en gritos y denuestos, lomismo que si las pellizcaran. Telmo vio en labroma pretexto de asociarse, de intimar con lapartida, y llegándose bonitamente a uno de losbueyes, sacando una navajilla o cortaplumasque siempre llevaba consigo, y ocultándola en

Page 46: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

la mano cerrada, la clavó con disimulo en elhocico del animal, que saltó enfurecido, bra-mando y mugiendo, arrastrando en pos de sí ala mujer que tenía la cuerda. ¡Aquí de Dios ydel rey! Ya no fue refunfuñar ni gruñir; no fue-ron gritos ni quejas, sino alarido de muerte elque alzaron las aldeanas. «Socorro, socorro...Lambones, papulitos del infierno, cochinos,señoritos de basura, hemos de ir al juez que voseche a presidio...». A la sazón reparó una de lasmujeres en Telmo, a quien conocía por razón devecindad, y su fisonomía descompuesta se in-flamó aún más de desprecio y odio. «¡Tú habíasde ser, hijo de mal padre, malacaste, tiñoso,retoño de la horca!... ¡A tu padre y a ti os habí-an de agarrotar, en vez de ser vosotros quienagarrota a los enfelices!... ¡Valientes señoritosde estiércol esos que se juntan con una pudri-ción como tú!...».

Fue como perdigonada repentina que dis-persa un bando de gorriones. Los chicos alza-

Page 47: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

ron el vuelo, dejando en pos de sí clamoreoconfuso, un ¡uuú! largo y burlón, impotenterecurso para ocultar la vergüenza y el interiorberrinche. Telmo también clamaba, tambiéngritaba ¡uuú!; pero sus mejillas iban carmesíes ysus pupilas preñadas de cierto salado licor quereabsorbió con sobrehumano esfuerzo.

Ya pisaban el arrecife y deteníanse al piede las murallas del castillo. Allí era preciso ce-lebrar nuevo consejo. Cartucho y Edisón centra-ron el corro, dejando a Telmo fuera. Instintiva-mente, por movimiento propio del alma huma-na, y sobre todo de la infantil, cerrada a la ge-nerosidad y a la equidad, los chicos, al sentir lamortificación del incidente ocurrido, echabantoda la culpa a Telmo, a Telmo, que iba a ser suvíctima dentro de breves instantes. Al cargarlela parte más dura y peligrosa del juego, se lesfiguraba ser justicieros a raja tabla. ¿No habíadicho la mujer aquella que Telmo merecía elgarrote? Cuanto más se le apretase, más se

Page 48: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

cumpliría la ley de la justicia, que infama a supropio ejecutor hasta pasada la cuarta genera-ción -mejor dicho, eternamente-. No juraría yoque estas filosofías las razonasen y dedujesencon rigor los alumnos del Instituto marinedino;pero llevaban el germen de ellas en el corazón yen el cerebro y a su impulso obedecían.

Después de haber conferenciado obra deun minuto, intimaron a Telmo las disposicionesmilitares. «Oyes tú..., hazte bien cargo..., no nosfastidies. Tú eras la guarnición del castillo, ynosotros lo tomábamos por asalto. Te metes enél, y desde allí te defiendes como puedas. Pero,¡barajas!, si te escondes, no vale. Hemos de ver-te en las ventanas o en las troneras o en la puer-ta o en lo alto del muro..., en fin, que hemos deverte. Si te escondes, eres un camastrón, mama-lón, mulo, miedoso. ¿Entendiste?».

Telmo levantó su graciosa cabeza de negri-to blanco; sacudió briosamente la ensortijadazalea; una sonrisa vanidosa dilató sus labios

Page 49: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

gruesos, y afianzando la mano en la cadera,respondió enérgicamente: «¡Contra! Ni soymiedoso, ni me escondo, ¡barajas! Para entraren el castillo, tendréis que matarme».

¡Genio eminentemente español de las de-fensas heroicas de plazas y castillos, en que unpuñado de hombres entretiene y domina a unejército numeroso! ¡Morella, Numancia, Zara-goza, Sagunto! Nunca vuestro espíritu impulsóa nadie con más fuerza que al bizarro Telmo,cuando a brincos, a gatas, veloz como una la-gartija, se encaramaba por el interior del ruino-so y destechado fortín para aparecer, descubier-to el cuerpo todo, derramando denuedo, sobreel adarve. En los minutos anteriores a su ascen-sión por las paredes, no le había faltado tiempode llenar bolsillos y boina de piedras redon-deadas y no muy gruesas -las mejores paraarrojadizas- e improvisar una honda con lamanga de la camisa, que arrancó de un tirón.Más que en aquel imperfecto instrumento, fiaba

Page 50: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

en sus brazos fuertes y nerviosos. Era ambidex-tro, y contaba ayudarse con la izquierda.

El ejército sitiador, replegado en compactamasa a la entrada del arrecife, exhaló un gritoviendo aparecer sobre el adarve a la guarnición.Era el aullido que corea la salida del toro deltoril. Cada muchacho escondía su proyectil enel hueco de la mano: más de doce brazos hicie-ron a la vez el molinete, y una nube de piedras,venciendo la gravedad, subió en busca de lacabeza del intrépido adalid. La ley caballerescade las pedreas infantiles, que manda no dispararsino a las piernas, allí no se observaba; ¿ni quéley había de observarse con semejante adversa-rio? Pero él, raudo y precavido, esquivó la nubecorriendo como un gamo a la parte opuesta deladarve; y sin perder paso ni carrera, hizo elmolinete a su vez, y la piedra, silbando al ras dela tierra como un reptil, fue a percutir la canillade Cartucho, que exhaló un grito de dolor. «¡Ba-

Page 51: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

rajitas con ese, que me ha roto la espinilla! ¡Pie-dras, puño, piedras en él!».

Como los otros se reían, Cartucho rumióentre dientes dolorosos ayes; sus ojos se llena-ron de lágrimas, pero no flaqueó su energía. Alcontrario: diríase que la rabia del golpe infla-maba su coraje. Tenía fama de excelente tiradorde piedra: eligió del suelo una, bien lisa y mon-da, afilada lo mismo que un hacha, y antes dearrojarla, se detuvo. Telmo esquivara la nuevadescarga de piedras lanzada contra él por me-dio de una maniobra análoga a la anterior:huyendo prontamente al otro extremo deladarve, y refugiándose en un cubo. Esta oca-sión aguardaba Cartucho. Calculó adónde sereplegaba Telmo, y allá disparó el guijarro conmano certera. El proyectil alcanzó a Telmo enun hombro. El sitiado se detuvo, paralizado sinduda por el golpe. No obstante, ni llevó la ma-no a la parte lastimada, ni se abrió su boca paraexhalar una queja. Lo que hizo fue evitar la

Page 52: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

segunda peladilla, adoptando una estrategia desalvaje. Presentaba el derruido murallón bas-tantes desigualdades, y los huecos de los arran-cados o desquiciados sillares dejaban sitio paraque pudiese una persona agarrarse, sostenerse,ocultarse, y parapetarse en caso de necesidad.Telmo eligió uno de esos huecos, favorables asu plan de defensa, colocándose de tal suerte,que si, para lanzar las piedras, sacaba fuera deladarve todo el pecho, al ver venir la granizada,podía descolgarse apoyando un pie en el hueco,y quedar protegido por el muro. Sus dos brazoscomo aspas de molino, salían por cima deladarve, arrojando proyectiles con tanto acierto,que ya tres sitiadores cojeaban; lo cual revelabala caballerosidad de Telmo, que, acosado, sitia-do por enemigos numerosos, solo allí para de-fenderse contra un ejército, acataba la ley delcódigo de honor: disparaba únicamente a laspiernas.

Page 53: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Comprendían sin embargo los asaltantesque aquello era cuestión de tiempo, y esto mis-mo cebaba más su fiereza y su coraje. De trece ocatorce piedras lanzadas a la vez, ¿no había detocar alguna al defensor? ¿No habían de heriraquella cabeza que incesantemente se alzaba yhundía, a modo de diablillo en caja de chasco?En lucha tan desigual, a Telmo le tocaba su-cumbir. Froilán Neira (a) Edisón, el más listo dela partida, la única inteligencia calculadora dela reunión, tuvo una idea luminosa.

-No haremos nada, ¡puño!, mientras nosestemos aquí apiñados... Así él sabe de dóndeviene la piedra y se escabulle... A repartirse.Callobre, Augusto y Montenegro, allí... Rafael ySantos, a la derecha... Los demás, en aquellapeña alta... Yo, en esta obra... ¡Y a la cabeza! Enel pecho duele pero no aturde... A la cabeza,entre los dos ojos, que eso derrenga a un buey.

Diciendo y haciendo, el hábil Edisón fue aempericotarse en el arrecife, punto señalado

Page 54: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

para consumar su hazaña. Era un peñasco ne-gro, picudo, resbaladizo por las verdes algasque lo revestían, y en su centro, una excavacióncontenía agua de mar, clara y tibia, especie deensenada en miniatura, en cuyo fondo se veíavibrar sus tenazas a los cangrejos y esponjarse aun pólipo verde botella. El mar, el mar verda-dero, bañaba el pie del escollo, y Edisón se mojólas botas para tomar aquella ventajosa posición.No le importaba. Estribó firmemente en la me-seta superior del peñasco; acechó, y al ver reba-sar del muro la cabeza del sitiado, apuntó a larizosa vedija de cabellos, alzó el brazo, lo re-volvió tres veces con pausa... ¡Ah!, lo que esesta sí que había hecho blanco.

La cabeza desapareció de la rasante delmurallón... Los sitiadores exhalaron un grito detriunfo ronco y fiero... Pero la cabeza reapare-cía, pálida, surcada por un hilo de sangre; sere-na, fruncido el ceño, sublimada por radianteexpresión de gozo y de heroísmo, y las dos ma-

Page 55: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

nos, a un tiempo, enviaban a las piernas de Edi-són dos proyectiles... Ambos acertaron, y sincausar grave daño al caudillo, lograron no obs-tante, por la falsa posición en que se encontraba-parecida a la del coloso de Rodas-, derribarlede su pedestal. Cayó, y cayó al mar de plano, yel agua salobre penetró en sus orejas y en suspulmones, aturdiéndole. Mas como allí se hacíapie, el chico, guiado por el instinto de conser-vación, braceó y logró salir al playal. El inciden-te había distraído y aun asustado un poco a suscompañeros: todos abandonaron sus posicionesy se dirigieron a la arena, con la vaga aprensiónde algún trágico suceso. Edisón surgió cho-rreando y bufando de vergüenza, enseñando elpuño a la guarnición del inexpugnable castillo.Como si fuese una consigna, todos los de lapartida arrojaron a Telmo, en defecto de lasinútiles piedras, algún insulto. «¡Cobardón,mandria, bocalán; a que no te pones como antessobre la pared!... ¡Te escondes, y desde el es-

Page 56: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

condite disparas! ¡No vale, miedoso! ¡Trai-ción!».

Con la serenidad de la tarde, la quietud delas olas, el silencio de aquellos parajes solita-rios, las injurias llegaban altas y estridentes aldefensor de San Wintila. Y no se sabe cuál fuemás pronto, si oírlas o trepar por las grietas ypresentarse de cuerpo entero sobre el adarve,con las manos vacías, los brazos desdeñosa-mente cruzados sobre el pecho, ensangrentadala faz, el traje desgarrado. Su actitud era de retoy provocación, de un reto orgulloso, de vence-dor y héroe.

Los chicos, sin consultarse, se inclinaronpara coger cada uno su piedra, y sin concierto,a intervalos desiguales, hicieron el molinete,lanzaron el proyectil... Telmo, inmóvil, sin des-cruzar los brazos, ni poner en practica sus acos-tumbrados medios de defensa, sin correr por eladarve ni descolgarse buscando la proteccióndel muro, aguardaba... ¿Cuál de aquellas pie-

Page 57: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

dras fue la que primero le alcanzó? La escrupu-losidad histórica obliga a confesar que no sesabe. Probablemente le tocaron dos a un tiem-po: una en el brazo izquierdo, otra sobre unaoreja, junto a la sien. Y tampoco se sabe porobra de cuál de las dos abrió los brazos como elave que quiere volar, y se desplomó hacia atrás,precipitado en el vacío.

Quedáronse los muchachos aturdidos antesu victoria. No la celebraron con gritos ni conclamoreo triunfal. Hagámosles justicia: la con-ciencia les argüía. Sus corazones nuevos y fres-cos, sus almas no baqueteadas aún por las com-ponendas de la experiencia y de la vida, lesdecían a gritos que el lauro estaba manchadode infame cieno. Reinó entre ellos el silenciomás profundo. Se miraron. El ruido blando ysordo del mar al estrellarse en la playa, el cha-poteo de las olitas contra los escollos del canal,les parecieron voces acusadoras.

Page 58: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-¡Contra! -se atrevió a decir Cartucho, elmás desalmado guerrillero-. ¡Lo hemos jerico-pleado, señores! Duro, por hacer burla de noso-tros.

-¡Barajas! ¿Y si está muerto? La hicimosbuena... -indicó Edisón, el más previsor,hablando muy bajo, por si le oía el juez.

-¡Qué muerto, ni qué!... Un croquis o dos enla cabeza... Un chichón más o menos -opinóAugusto, rapaz de dos lustros y algunos meses,ya asiduo fumador de elegantes.

-A verlo, a verlo -exclamó Montenegro,tomando a brincos el camino de la fortaleza.

Siguiéronle los demás. Era el arrecife peli-groso, resbaladizo; pero los chicos saltariquea-ban por él lo mismo que gaviotas. La entradadel fortín no tenía puerta alguna; únicamenteamontonadas piedras obstruían el ingreso, ygrandes dovelas caídas y poderosos sillares

Page 59: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

volcados formaban una especie de barricada,que zarzas y ortigas hacían más inaccesible.Salvado aquel obstáculo, tenían que cruzar lossitiadores una poternita baja, y entraban en loque debió de ser cuerpo de guardia de los anti-guos defensores de la fortaleza, pues aún seveían, en el murallón, señales del fuego de lachimenea o cocina en la pared denegrida por elhumo. Allí, sobre un montón de escombros quehabía recibido su cuerpo al caer de lo alto deladarve, yacía Telmo, ensangrentado, blancocomo la cal, sin movimiento ni señal alguna devida. Los vencedores se quedaron de una pieza.

-O está muerto o lo parece -dijo Montene-gro con pavor.

-¿Qué muerto ni qué muerto? Se finge paraasustarnos -declaró Cartucho.

-No seas bárbaro -respondió Edisón, siem-pre en competencia con el hijo del armero, quele vencía en vigor, y a quien él vencía en meo-

Page 60: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

llo-. No seas cafre. Está muy mal. La hicimos,¡barajas!

-Pues ahora... no hay más camino que lis-carse. ¡Y pronto!

-¿Y ese? ¿Lo dejamos así, como a un gatoque se cayó de la buhardilla?

-¿Qué remedio? ¿Te quieres quedar tú acuidarlo?

-El padre vive ahí cerca, al lado del CampoSanto -advirtió Augusto el fumador-. Podíamosavisar...

-Cállate tú, cállate tú, tapón... A ver si temoneas conmigo... ¿Avisar al padre? A mí nome da la gana de ir a casa del padre, ¡contra!

-Ni a mí...

-Ni a mí...

Page 61: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Ni a mí, aunque me ofrezcan cien duros...

-Pues largo, que a lo mejor los municipalesnos pillan... Cada uno por su lado. ¡Arre!

4

El hombre que se había consultado conMoragas, no extrañó, al salir de casa del Doctor,el no encontrar a su hijo. Sabía que el rapaz eraaficionado a dormir hasta muy tarde, mejordicho, a estarse en la cama soñando despierto, yachacó la inexactitud a pereza. Ya parecería encasa de Rufino... o donde Dios dispusiese. To-mó el enfermo calle arriba. Al pasar por delantedel edificio que encierra a la vez el Gobiernocivil y el Teatro de Marineda, un instinto o unhábito le impulsó a buscar la sombra de lossoportales, y antes de llegar a la calle Mayor,que se columbraba a poca distancia rehirviendo

Page 62: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

en gente y llena de animación, giró hacia laizquierda y metiose bajo otra fila de arcos, queforman la soportalada del muelle. Era aquelloel reverso de la medalla; no cabía más marcadocontraste que el de las tiendas de la calle Mayor-surtidas, desahogadas, luciendo hermososescaparates de altos vidrios, bien alumbradasde noche por el claro gas- con los pobres tendu-chos y figones, y las sospechosas aguardenterí-as de las arcadas de la Marina, donde celebra-ban sus conventículos cargadores, pescantinas,habaneros recién desembarcados, vestidos dedril y con el rostro color de caoba, soldadetes ycarreteros del barrio de la Olmeda, que antes depicar a su yugada para que arrastrase el horri-ble peso de los bocoyes que abrumaban el ca-rro, aguijaban su propia brutalidad con unadosis de alcohol...

El cliente de Moragas... -a quien atribuire-mos el nombre de Juan Rojo-, se detuvo a lapuerta de la aguardentería más sórdida, más

Page 63: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

tenebrosa, la que frecuentaba gente más perdi-da y de donde se oían salir voces más avinadasy palabrotas más soeces. Antes de entrar, fluc-tuó un instante. Al fin el Doctor le había man-dado que no bebiese gota, que no lo catase si-quiera. Luchaba en Rojo la ya imperiosa cos-tumbre con el instinto de conservación o volun-tad de vivir que no abandona, ¡cosa extraña!, nia los mismos suicidas, en el crítico instante deatentar contra su existencia. «Cuando el médicolo dice...». Pasados diez segundos, transigía yacon un vasito, un vasito de a medio cuarterón,una miseria. «Poco veneno no mata», pensó,encogiéndose de hombros. Y tendiendo al vasouna mano mal delineada -larga y fuerte, dededos rudos-, lo trasegó al gaznate. Aquel es-polazo le infundió resolución. Al salir del ta-bernucho era su paso menos furtivo y cautelo-so; su rostro ostentaba cierta seriedad provoca-tiva, arrogante, como de persona determinada aarrostrar cualquier hostilidad, imponiéndose.«Me dan ganas de ir por la calle Mayor», pen-

Page 64: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

saba. «La calle es de todos, y quisiera yo saberquién puede oponerse a que me pasee pordonde se me antoje». Caló más el sombrero,metió las manos en los bolsillos del pantalón, yenhebrándose por el callejón del Arancel, hizoirrupción en la calle Mayor, emporio de Mari-neda.

Las gentes marinedinas, no siendo en tiem-po de verano, prefieren pasear antes que ano-chezca del todo; y huyendo de la temperaturadesapacible y del cierzo húmedo que sopla enel Ensanche, se hacinan en la calle Mayor, abri-gada por su misma angostura. Llena estaba lacalle de una multitud muy emperifollada ymuy deseosa de mirarse y divertirse, cuandoentró Juan Rojo. Éste no produjo ningún efecto;el gentío se lo bebió. Las señoras subían y baja-ban, entretenidas, o en criticarse, o en observar-se de reojo los trapos de cristianar, y ni vieron aaquel hombre, que, si podía interesar al obser-vador, debía pasar inadvertido entre el bullicio

Page 65: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

de una concurrencia tan apiñada como brillan-te. De las damas que ostentaban su mejor ropay se paraban a saludarse y a curiosear los esca-parates de los comercios, ninguna conocía aJuan Rojo. Si algún caballero recordaba su caray su talle, ya se colige que había de hacerse eldesentendido. Juan miraba a diestro y siniestro,sin encontrar más que fisonomías distraídas eindiferentes.

No obstante, a la puerta del Casino de laAmistad, en sillas colocadas fuera del vestíbulo,Juan divisó un importante grupo. Componíanloel Presidente de la Diputación, el rico fabricantey concejal Castro Quintás, el brigadier Cartoné,el novel abogado y a ratos periodista ArturitoCáñamo, el magistrado Palmares, el Fiscal de laAudiencia don Carmelo Nozales, y el señorAlcalde de Marineda en persona. Rojo, al acer-carse al Casino, mitigó el paso, y puede decirseque se encaró con el corro; miroles fijamente, ycomo, al parecer, no le reconociese ninguno,

Page 66: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

saludó casi en voz alta: «Señor de Palmares...señor Alcalde... felices...». Volviéronse, comopicados de la víbora, el oidor y la autoridadpopular: sus semblantes se anublaron, sus la-bios exhalaron una especie de sordo murmullo,que lo mismo podía ser respuesta que injuria.Rojo, sin quitarles de encima la vista, siguiólentamente su camino. Al extremo de la calle,donde ya se ensancha para descender en ligerodeclive hacia el Teatro, y donde los paseantesescasean, Rojo tropezó con dos personas, unaniña y una mujer del pueblo, modestamentetrajeadas, que se quedaron mirándole de hitoen hito. La niña, agazapada en las faldas de lamujer, con los ojos dilatados de terror, exclamóen voz trémula y baja:

-¡Ay madre! ¡El verdugo!

Sintió Rojo la exclamación como si recibie-se una bofetada fría en el rostro. Volviose, yacercándose a la criatura, que ya no se agarrabaa las faldas, sino que abrazaba, convulsa, llo-

Page 67: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

rando a gritos, las piernas de su madre, dijosentenciosamente, alzando la huesuda diestra:

-Como te libres de la justicia, de mí bien li-bre estás.

Y continuó andando, mejor dicho, corrien-do, porque había perdido todo el aplomo facti-cio debido al trago y desplegado al atravesar lacalle Mayor, y otra vez predominaba el impulsode buscar los rincones sombríos, los sitios de-siertos de la ciudad, el que le movía a filtrarsepor las calles más extraviadas y sospechosas, ya preferir, para sus salidas las horas en que cen-dra su velo de neblina el crepúsculo. Arrimadoa las casas, protegido por los soportales, alcan-zó la cuesta que asciende al Cuartel de Infante-ría, y una vez en la explanada del Campo deBelona, sintió cierto desahogo. Estaba ya en susbarrios. Allí se encontraba, ya que no entre susiguales -pues no tiene iguales Rojo-, al menosentre el pueblo indulgente, que perdona todo loque hacen los miserables por el pan. La sensa-

Page 68: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

ción de bienestar de Rojo aumentó al cruzar lapuerta de Rufino.

Era la casa de Rufino una tendezuela de lasllamadas antaño «de aceite y vinagre», y dondehoy se mezclan la especiería, el petróleo y loscomestibles, con los fósforos, barajas, aleluyas,alpargatas y otros artículos variados; por ejem-plo, pastillas de jabón rosa y verde, lechuga ybotellas de cerveza. No todos los líquidos quese despachaban allí eran de origen sajón, puesen la trastienda de Rufino, y alrededor de unamugrienta mesa, solía enzarzarse por las tardesla partida de brisca, jugándose muy españolascopas de aguardiente. Hacían la partida Rufinoel tendero; Antiojos, zapatero de viejo; MarcosLeira, hojalatero y lampista, y Juan Rojo. Quizáalgún aficionado a meterse en lo que menos leimporta tendrá la pretensión de averiguar có-mo podían el remendón y el artista en lata de-dicar sus tardes al cultivo de la brisca y del tutereal, abandonando la lezna y el soldador. Res-

Page 69: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

ponderé al susodicho curioso, que las familiasde Antiojos y Marcos Leira estaban organizadascon arreglo al usual patrón siguiente: la mujerdescornándose y reventándose a trabajar mien-tras los borrachines maridos cultivaban el odiocon dignidad... y con brisca.

La esposa de Antiojos era operaria en el ta-ller de Peninsulares de la Fábrica de Tabacos;sus ágiles dedos y los de su hija mayor, gana-ban el sustento de la familia. La hija menor,raquítica, que no había conseguido aún el sus-pirado ingreso en la Granera, se dedicaba a«preparar labor» a su respetable papá, cuyotaller consistía en una de las barracas que amanera de rojos hongos pululan a la sombradel Cuartel de Infantería, al pie del Campillo dela Horca, hoy Rastro. Allí se pasaba la vida lamísera segundona de Antiojos, esperando laproblemática llegada de un parroquiano paracorrer a avisar al remendón, que solía recibirlacon malas palabras y mucho peores obras.

Page 70: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Mientras no aparecía el parroquiano, la mucha-cha, que, por tener desgracia en todo hastahabía recibido en la pila el feo nombre de Oro-sia, no estaba ciertamente mano sobre mano odándose aire con el abanico. Ella remojaba lasuela; ella la batía sobre la chata piedra, estro-peándose las rodillas; ella señalaba con el pun-zón las distancias del clavillo; ella cosía el ma-terial; ella enceraba el hilo y recortaba y engru-daba las plantillas; ella abría los ojales, y cuan-do Antiojos llegaba despidiendo rayos por lainflamada nariz y los encandilados ojos, apenastenía ya que hacer sino lo indispensable para noperder la dignidad de maestro, la cual se cifrabaespecialmente en la forma, es decir, en la hor-maza de madera donde encajaba la bota o zapa-to que debía restaurar. «¡Cabra, vaca sucia,malditona! -solía decir a Orosia en su pintores-co lenguaje-. ¡Como me toques a la forma... teestripo!». Y la sin ventura Orosia lo ejecutabatodo... menos tocar a la forma, que era por lovisto la misteriosa clave del arte zapateril.

Page 71: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

A Marcos Leira, el hojalatero, le daba el vi-no por distinto lado: por el buen humor y lasandunga. Si a la mañanita, antes de matar elgusano, solía vérsele alicaído, con una murriasiniestra, en diciendo que se echaba al cuerpo elprimer vasito de caña rubia y melosa -esa exce-lente caña que se vende en la más ínfima taber-na marinedina-, ya estaba el honrado Marcos lomismo que unas pascuas de alegre, y suavecomo el terciopelo con su esposa y sus chiquiti-nes. Concha la hojalatera, morena, buena moza,de fogosos ojazos, juraba y perjuraba que nosabía ella cómo ciertas mujeres se lamentabande que sus maridos trajesen, al volver a suhogar, «un poquito de aquel de bebida». Sobreeste delicado punto andaban siempre a la greñala cigarrera, mujer de Antiojos, y la de Marcos.Está, ¡alabado sea Dios!, nunca más contentaque cuando su cónyuge tenía «la gotita en elcuerpo». Entonces no sólo se mostraba decidor,cariñoso, galante, sino que se tumbaba en lacama o salía, dejando en paz a Concha y al ofi-

Page 72: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

cial, que trabajaban mucho más solos. Las ma-las lenguas se despachaban a su gusto comen-tando la inclinación de la bella hojalatera a za-farse de su esposo; pero tal vez fuese exceso demalicia el roer los zancajos a la mujer del borra-chín, puesto que su tienda y tráfico andabanlucidísimos, dirigidos por ella, que, siemprelimpia y repeinada, semejaba una reina entretanta alcuza, regadera, colador, reverbero, lin-terna y palangana, fulgentes como la plata bru-ñida. Si la hojalatera cojease del pie que los ve-cinos sospechaban, su comercio no se vería tanpróspero, sus chiquillos tan saludables. Semurmuraba, ¡claro está!, ¿de quién no se mur-mura? No podían avenirse las comadres delbarrio del Cuartel a que la buena moza tuviesesu casa «llenita de todo», lo mismo que si elmarido no fuese un solemnísimo beodo, holga-zán y jugador; y el reconcomio de la envidia erasin duda el que las movía a atribuir tan negrosmóviles, no sólo al celo y asiduidad del jovenoficial de hojalatero, sino a las visitas de algún

Page 73: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

teniente que por allí se entretenía un rato alsalir del Cuartel.

Los cuatro jugadores de brisca eran cuatroejemplares de alcoholismo muy diferentes entresí. Casi deberíamos descontar uno, el especiero-tabernero Rufino. Este no bebía más caña de lanecesaria para impulsar a los otros; economiza-ba su vaso a la vez que colmaba el ajeno. Mar-cos Leira era el ser abyecto conducido por labebida a la atrofia del sentimiento del honorpopular (tan enérgico como el caballeresco), oforzado a beber sin tino para olvidar la ver-güenza, y capaz ya hasta de soltar un chistecuando, no recatándose de él, agarraba el te-niente a la hojalatera por el talle. Antiojos, elbeodo brutal, en quien el alcohol despertaba elsordo impulso de la locura sanguinaria. A ve-ces, cuando regresaba a su casa tambaleándose,haciendo eses sobre el pavimento desigual delas míseras callejas, por su cerebro obtuso cru-zaba purpúrea nube, y sus manos trémulas e

Page 74: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

inciertas sentían hormigueo feroz, prurito deestrujar destruyendo... En cuanto a Juan Rojo,pocas veces llegaba al estado de verdadera in-toxicación alcohólica: tenía la cabeza resistente,el estómago firme, terco el pensamiento, y si labebida le reanimaba al pronto, tardaba muchoen abstraerle completamente de la realidad. Élno le pedía sino olvido... ¡y el olvido tardabatanto en acudir! Aquel día, sin embargo, al sen-tarse ante la mesa de la trastienda de Rufino,recordaba las palabras del Doctor, y se habíapropuesto reprimirse. A la primer ronda, nobebió. Mientras daba cartas, la abstención lesumía en una especie de marasmo -el marasmoinsufrible que no desconoce ningún vicioso, siha intentado la enmienda-. En el profundo ydesconsolado abatimiento que le invadía, se lehincaba en el espíritu el recuerdo de aquel gru-po sentado a la puerta del Casino. ¡Finchadosde señores! ¡No responder al saludo sino condespreciativo murmullo! ¡Ah!, ya estaba él can-sado de tragar ajenjo, y si un día hablaba, le iba

Page 75: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

a acusar las cuarenta al Alcalde, a los señoresde la Audiencia, al mismo Presidente en perso-na! ¿No era Rojo también funcionario? ¿Valía dealgo lo que dispusiesen los de la Audiencia, si noestuviese él allí para cumplirlo? ¡El Alcalde!¡Con qué altanería se había negado días atrás aadmitir al hijo de Rojo en la Escuela municipal!¡No admitir a su hijo en la Escuela! ¿Queríanque fuese un pillete, sin instrucción ni oficio?¿Querían que...?

Los ojos de Juan se volvían hacia el vasolleno. Resistió no obstante, ¡rara firmeza!, du-rante las primeras horas de la tardecita. Sostu-vo con heroísmo la batalla. Por fin, cuando yael sol se acercaba a su ocaso y los sucios vidriosde la tienda hacían más turbia la escasa luz,aquellas sombras, cuya lobreguez caía a untiempo sobre sus pupilas y sobre su espíritu,fueron cómplices de la transacción. Tendió lamano temblorosa hacia el licor, y lo apuró, sin-tiendo con recóndita alegría que las sensaciones

Page 76: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

y sentimientos habituales, calor y esperanza,acudían a su llamamiento, y que una especie depalanca moral le soliviantaba, sacándole delpozo de hiel en que momentos antes yacía. Unagrosera chanza de Marcos le hizo reír; y, a unabarbaridad de Antiojos, contestó bromeando.Al mismo tiempo advertía cierta inquietud va-ga, aprensión de un mal desconocido, inquie-tud que en los hipocondríacos es estado nor-mal, pero que, a posteriori, suele llamarse pre-sentimiento. ¿Dónde estaría el chiquillo?

La partida de brisca se deshacía general-mente a las cinco o cinco y media, porque aJuan Rojo le gustaba recogerse temprano, cenarcon su hijo y acostarse. Antiojos y Marcos no seretiraban tan pronto: ¡para lo que se les perdíaen sus casas! Allí se quedaban hasta las diez olas once, y Antiojos algunas veces dormía a laestrella, pues su mujer, de ordinario paciente ysufrida, tenía días de súbita rebelión en queatrancaba la puerta, jurando que estaba «harta

Page 77: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

de pellejos» y que a lo mejor «hacía una» consemejante bigardón... Salió Rojo aquel día mástarde que de costumbre. Había cerrado la no-che, pero era hermosa: una pacífica noche deesas que anuncian la primavera y alaban alCreador. Para ir de la tienda a su morada, teníaque dar la vuelta por la calle del Peñascal ysubir por la del Faro, no sin costear unos pare-dones altos y lisos, doble línea de tapias queforman mezquina callejuela, en invierno soladade fango, en verano de polvo e inmundicias. Deuno de los tapiales Rojo oyó como si brotase unhervor de palabras confusas: tenían, en su tur-bia articulación, algo de blasfemia, y algo tam-bién de queja y lamento amarguísimo. Sintió unimpulso compasivo, mezclado a esa sugestiónde la vanidad, que nos dice, en presencia delinfortunio que podemos aliviar: «Aquí eresnecesario; aquí sirves; aquí vales». Al pie delparedón se rebullía un informe bulto humano,el que exhalaba aquella melopea confusa. Rojolo reconoció. Era su vecina la Jarreta, la borra-

Page 78: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

cha de oficio, que diariamente recogían los po-lizontes en distintos puntos de la poblaciónsobre las losas de la calle, ya en el Muelle, entredespojos de sardinería, ya en el paseo del Te-rraplén, al pie de algún banco, ya en los sopor-tales del malecón, ya entre los puestos de laPlaza de Abastos, siempre hecha «un templo»,siempre escupiendo de aquella pestífera boca-za, entre vahos de perrita, la hez y el espumara-jo del lenguaje. Sin duda el ataque fulminantede parálisis que acompaña a cierto período dela borrachera había sorprendido a la mujerota apoca distancia de su casucha, y de la inútil lidque sostenía con sus piernas negándose a lle-varla, eran fruto aquellos gruñidos, aquellosgemidos sordos y aquellas furiosas imprecacio-nes.

Rojo se aproximó, diciendo solícito:

-Ea, señora Hilaria... Upa... yo la ayudo...ya verá cómo la pongo en camino de su casa...en la puerta...

Page 79: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

La borracha gruñó más fuerte: sus vidrio-sos ojos se entreabrieron, fijándose en su inter-locutor, primero vagos, luego atónitos. Como laluz del farol y lo entreclaro de la noche permi-tiesen a la Jarreta distinguir las facciones de susalvador, sus pupilas destellaron ira, la sentinade su boca despidió una furiosa tufarada, yrecobrando habla expedita, bramó roncamente:

-¡Largo de ahí, sayón; como me toques, teescupo a la cara! No he dado de puñaladas anadie, ¿lo entiendes?, ni he robado tres cochi-nos cuartos, ¿lo oyes?, ¡para que tú me pongasla mano en el cuerpo! ¡Con Lucifer del infiernome voy y no contigo! ¡Como te arrimes, llamo alos vecinos y a la guardia de la Maestranza!¡Arre de ahí..., que manchas a las señoras!

5

Page 80: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Rojo se tambaleó. Aquello era peor que lodel saludo al magistrado y lo de las altaneríasdel Alcalde. El magistrado, al fin, aunque de lamisma escala, era un funcionario superior, unapersona de respeto... y podía desdeñarse de...¡Pero que aquella hembra miserable, vergüenzade su sexo y ludibrio de la humanidad, tuviesea menos aceptar de él, no amistad ni trato, sinoel servicio más casual, lo que se admite de cual-quiera! ¡La Jarreta! ¡Vean ustedes quién le hacíaascos, a él! ¡La Jarreta, aquella barredura!

No contestó. La harpía continuaba vocife-rando. El insultado bajaba la cabeza y se inter-naba ya en la calle del Faro, en dirección al Faromismo. Según adelantamos por esta calle, algopendiente, dirigiéndonos al cementerio y vien-do en lontananza, sobre el erguido promonto-rio, la misteriosa torre fenicia vestida por Car-los III con túnica neo-griega, las casas van sien-do más pobres, más bajas, más irregulares, has-ta que, cerca ya del cementerio, desaparecen

Page 81: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

por completo a la izquierda del arroyo, trans-formado en camino real, y sólo se divisa a laderecha hasta media docena de ranchos segui-dos, compuestos sólo de una planta baja y undesván gatero, o fayado, como en Marineda sue-le decirse. Los cinco primeros ranchos debíande hallarse deshabitados, porque un papelblanco se destacaba sobre las vidrieras. En elúltimo rancho, lindante con el cementerio, vivíaJuan. La pintura de almazarrón que cubría uni-formemente las maderas de las seis barracas, dedía trazaba una línea de sangre sobre el fondoverdoso o plomizo del Océano. Llegó Rojo a supuerta, encorvado y encogido, a modo de quienhuye de la persecución de un látigo, y alzó elpestillo y se filtró cautelosamente en la casa,como el que penetra a escondidas en el domici-lio ajeno a cometer reprobada acción. Ya de-ntro, echó cerillas y encendió el reverbero depetróleo colgado de la pared.

Page 82: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Cual si aquella luz sirviese para iluminarlecon una idea en cierto modo consoladora, acor-dose entonces nuevamente, redobladas susinquietudes, del niño. ¿Telmo? ¿Dónde estaríametido Telmo? Era raro no haberle visto entodo el día, y más raro aún no encontrarle espe-rando o jugando a la puerta a aquella hora, enque el apetito, excitado por un día entero detravesear por las calles, tenía que empujarlehacia la cena. Cuando su padre se retrasaba envolver a casa, el chico solía aguardarle en la deuna vecina, esposa de un botero del Muelle, ymadre de cuatro criaturitas -encanto de Telmo,pues aquella caterva le obedecía y respetaba,por ser mayor-. A esta buena mujer, llamadaJuliana la Marinera, y medio ciega de una per-sistente oftalmía, acudía Rojo en demanda deservicios domésticos, que remuneraba con bas-tante largueza; verbigracia, arrimar el pucheroa la lumbre, echar algún remiendo a su ropa o ala de Telmo, planchar tal cual camisa, mondarpatatas o fregar el suelo -cada semestre, a lo

Page 83: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

sumo-. Trabajando casi a tropezones, la Mari-nera lo hacía todo muy mal; sus remiendoseran mapas en relieve, y sus planchaduras tos-tones; pero Rojo no la trocaba por otra operariamás hábil, ya que esta le servía con afabilidad,y no desdeñaba el dinero de mis manos. Vien-do, pues, que Telmo no rondaba la casa propia,ni se hallaba dentro, pensó Rojo que estaría enla de la Marinera. Salió a enterarse. No: tampo-co el niño estaba allí, ni había parecido en todoel santo día. La Marinera, ocupada en echarpiezas a unos calzones de su hombre, soltó alpunto la labor, y se ofreció a recorrer las casasdel vecindario, por si alguien tenía noticia delrapaz. Entretanto Rojo se volvió a su vivienda,con esperanzas de que allí estuviese ya el niño.Pero en el momento de entrar, una impresiónparecida a la del aire helado que exhala unasepultura le clavó era el umbral... ¿Qué era?

En ciertos momentos de la vida, bajo el pe-so del miedo indefinible e ilimitado que sobre-

Page 84: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

coge al espíritu cuando presiente un mal sinpoder apreciar su extensión, este mal descono-cido reviste la forma concreta de otro mal o deuna serie de males viejos pasados, que resuci-tan y salen de la sombra como del mar el cadá-ver del náufrago, desfigurado, lívido y terrible.El silencio y soledad de la morada de Rojo; lacazuelita con el guiso, puesta sobre los tizones;la luz ardiendo; y, más que nada, el temor, laincertidumbre, la inexplicable desaparición delhijo, volvieron a Rojo seis o siete años atrás,recordándole una hora muy semejante y muydecisiva en su arrastrada existencia. Aquellahora, mejor dicho, aquel momento, venía cer-niéndose, preparándose desde tiempo atrás,cuando llegó, y sobre todo, desde que fue favo-rablemente despachada cierta solicitud preten-diendo la plaza de oficial público. Rojo, sin em-bargo, no veía o no quería ver cómo se habíaoscurecido la densa nube. Que su mujer andabaasí, distraída... que estaba fuera de casa largashoras... que a la de comer, si su marido le diri-

Page 85: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

gía la palabra, no contestaba apenas... que aveces se quedaba como embobada, pensandoen las musarañas, sin entender lo que le decí-an... que en el lecho común se volvía de espal-das, encogiendo los pies y haciéndose un ovillopara rehuir todo contacto... que apenas cuidabade Telmo, ni le hacía caricias... ¡ella, tan madra-za!: que las labores de la casa las desempeñabamal y a empujones, ¡ella, tan hacendosa!: y queun día, porque el marido reclamaba una comu-nicación íntima y tierna que de derecho le per-tenecía, había sufrido ella una convulsión, re-suelta en un diluvio de lágrimas, ¡ella, tan dócil,tan pronta en pagar su deuda de complacenciaconyugal!

Todo esto, que en realidad era para notadoy advertido, no lo notaba Rojo, tal vez porqueno había sido crisis repentina, sino gradual,insensible en sus comienzos, y porque no seríatan exacto decir que procedía de la solicitud,como afirmar que ya antes la indicaban mil

Page 86: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

pormenores, síntoma fijo, pero rara vez apre-ciado, de las transformaciones del corazón. Elmarido, si percibía la frialdad, el hielo moralque iba cuajándose, no le atribuía la importan-cia que tuvo realmente, por su concepto delliteralismo de la vida, que le llevaba a estimarsedueño, no en sentido figurado, sino en el másreal y positivo, de aquella criatura humana.¡Era su mujer! Le pertenecía a él, a él solo, ¡aJuan Rojo! ¡Y por infernal que el destino deJuan Rojo pudiera considerarse, el destino deMaría Roldán estaba a él indisolublemente uni-do! Al casarse, María había aceptado cuantoviniese de su esposo, lo mismo la gloria que laúltima infamia... Esto lo creía Rojo un dogma, ysi le escocía la variación del carácter de María,no por eso imaginaba que de esta variaciónhubiese de seguirse nada grave y radical...

Por más imprevisto, fue más recio el golpe.Lo había sentido casi físicamente, a manera deporrazo en el cráneo. Ahora le parecía volverlo

Page 87: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

a sentir, porque las circunstancias exteriores leretrotraían al cruel instante. También aquellanoche había notado, al entrar en su casa, extrañasoledad y medroso silencio; también yacía, so-bre los tizones del hogar, la cazuela del estofa-do, bien arropada, bien tapada con el tiestocubierto de ascuas vivas; sólo que en la alcoba,y no en su camita, sino en el centro del lechomatrimonial, Telmo dormía tranquilamente: lamadre le había acostado allí, como para quellenase el hueco que dejaba ella. Y Rojo lo re-cordaba todo con aguda precisión: la espera, lasalida a preguntar a las vecinas «si habían vistoa su mujer», las sonrisas despreciativas, iróni-cas, rara vez compasivas, que contestaron a lapregunta, la primer noticia de la fuga, no creí-da, el aferrarse a la convicción de que todo erauna broma que María le daba, la noche pasadaentre esa angustia del dudar que precede a laconvicción de una catástrofe y es cien vecesmás intolerable que la misma incertidumbre,las investigaciones desesperadas del día si-

Page 88: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

guiente, el llanto desgarrador del niño que atoda costa quería ser vestido, lavado, atendidopor mamá, las noticias ya seguras, adquiridas enel Gobierno civil, de que se había visto a Maríaen un carro, camino de Lugo, acompañada deun individuo, los ofrecimientos de traerla alofendido esposo «por puestos de la Guardiacivil», la inesperada forma que en su espíritutomaron el desengaño y la afrenta, convirtién-dose en una total renuncia del derecho... y el em-peño que había tenido por espacio de muchosdías en representarse a María -que aún era fres-ca y joven- extraviada, enloquecida por unapasión delirante, ilusionada hasta el frenesí conotro hombre, y disculpable por la fiebre delcariño...

Mas este concepto del motivo de la deser-ción conyugal, no pudo prevalecer... Amigotes,vecinas, guardias municipales, gente oficiosa,se encargaron de desengañarle un día y otrodía... Qué amor, ni qué... ¡El hombre con quien

Page 89: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

María había huido le era casi indiferente!... Lohabía conocido puede decirse que de la noche ala mañana, y ni las tristezas, ni las rarezas, nilas distracciones anteriores tenían nada que vercon el personaje... Por lo demás, todo el barriosabía que María estaba resuelta a tomar el tole«con el primero que se presentara...». Se lohabía dejado decir muchas veces... «Y si no en-cuentro un desesperado, lo mismo da; yo megobernaré... No faltan casas de las Nueve tejaspor el mundo...». La casa de las Nueve tejas -Rojo lo recordó- era un lugar infame, llamadoasí por lo angosto de su fachada, que corona-ban únicamente nueve tejas, y famoso por estamisma singularidad en el mapa del vicio mari-nedino. No era, pues, la fatalidad pasional loque había deshecho el hogar de Rojo..., sinootro sentimiento, el que impulsa a huir de unaignominia refugiándose en distinta ignominia...¿mayor o menor? Arduo problema, que las co-madres del barrio tenían resuelto de plano ensentido desfavorable al cónyuge. «A mujer de

Page 90: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

bien no me gana ni la reina -decía una varoniltocinera del mercado-, pero si Dios y la Virgenme castigasen con tomar el marido mío seme-jante oficio, a fe de Colasa que me iba con lossoldados del Cuartel». Y esto lo profería la co-madre delante de su propio legítimo dueño yseñor, el cual respondía con mucha flema yconvencimiento: «Y que te sobra decir verdá,mujer... Porque ciertas cosas abochornan la ca-ra... Yo soy matachín, con perdón, de puercos, ya mucha honra, que nadie tiene por qué des-preciarme; pero primero me metía a recogermundicia en las cuadras, que a matachín de cris-tianos». Pocos meses después de la fuga de Ma-ría, cuando fue público que, abandonada por sucómplice, se había dado completamente a lavida airada en Vivero, y que rodaba por lascalles, las comadres tuvieron para ella más pie-dad, para el marido más aversión... Sólo la Ma-rinera decía sin rebozo que ella no aprobaba aMaría Roldán, teniendo María Roldán una cria-tura... Y esta opinión, defendida valerosamente,

Page 91: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

le había costado devorar insultos, porque, se-gún las mencionadas comadres, «ella defendíaa Rojo porque le servía de criada, lo cual erauna bajeza muy indecente».

Si no precisamente en estos incidentesmismos, en lo que se relacionaba con ellos, es-taban fijos los pensares de Rojo cuando entró aesperar que se averiguase el paradero de suhijo. Tanto, que necesitó hacer un esfuerzo paravolver a la realidad y concretar sus ideas enesta sola: «¿Y Telmo?». Dos golpes a la puerta,con el puño, apresurados, rápidos, y la vozquejumbrosa de la Marinera, que decía aho-gándose: -Señor Rojo..., señor Rojo... ¡Ay! ¡Ma-dre mía de la Guardia! Señor Rojo..., ¡que dicenque el niño suyo está muy malito, muy lasti-mado, sin poderse mover!... Que se lo dijeron ami chiquilla unas mujeres de las que bajan a lafuente del Castillo...-. Rojo salió con ímpetu, ycogiendo de un brazo a Juliana, gritó: -¿Dóndeestá el muchacho? ¿Dónde? -En San Wintila...

Page 92: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Crucificado a pedradas... Vaya allá, señor Ro-jo... Yo no tengo vista, que si la tuviese... -Elpadre no escuchaba ya: volaba por la cuestaarriba, para precipitarse luego por las pendien-tes del sendero tortuoso. La difusa claridad dela noche, ayudada por la argentina luz de lasaliente luna, que empezaba a surgir de losmontes que cierran la bahía, ayudaba a Rojo,salvándole de rodar y batir con su cuerpo en laescollera.

En la playa tranquila, misteriosamente ilu-minada por la claridad lunar, que derramabasobre la superficie del agua como una lluvia dehoces de plata bruñida, no se oía sino el blandomurmurio de las olas al encontrarse acaricián-dose; y el sosiego y quietud del aire, la negrurade las peñas contrastando con el fosfórico ver-dor del mar, la majestad que a tal hora y en talsitio adquiría el castillo desmantelado, erancomo ironía mofadora de la angustia del hom-

Page 93: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

bre que buscaba en aquellas peñas y rocas loúnico que tenía y amaba en el mundo.

Saltaba Rojo por la escollera, sin cuidarsede la probabilidad de un peligroso traspié. Apocos brincos estuvo dentro del fortín. La lunaalumbraba claramente el interior; a su luz elpadre pudo salvar la escombradura, y sobre unmontón de piedras divisó a Telmo, ensangren-tado y exánime: ni se movía, ni se quejaba.

Rojo se abalanzó como a una presa al cuer-po inerte, y lo palpó con ávidas manos, rugien-do de gozo al sentir calor y flexibilidad de vidaen los magullados miembros. Un suspiro ledilató el pecho: tomó al niño en brazos, se locargó al hombro, y emprendió la subida, sin laprecipitación de antes, porque tenía que cuidarde su inestimable carga. Ahora el herido gemía;sin duda el movimiento, por poco que fuese,reavivaba sus dolores. Rojo multiplicaba lasinterrogaciones entrecortadas y ansiosas, laspalabras de bronca ternura dichas a media voz,

Page 94: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

tratando de acomodar al muchacho lo mejorposible para que no sufriese, apoyando la dolo-rida cabeza en su propio seno, cogiendo a Tel-mo con manos de algodón, por decirlo así. Sinduda que el niño no estaba ni muerto ni mori-bundo...; pero ¡Dios que perdonas y castigas!¿Estaría herido muy gravemente? ¿Tendríapierna o brazo roto? ¿Le sobrevendría mortalcomplicación? ¿Quedaría para toda su vidaestropeado y deforme?

Cuando Rojo iba calculando estas probabi-lidades, había rebasado ya la montuosa pen-diente que se inclina hacia el castillo, y entrabaen la carretera, orillada por las tapias de los doscamposantos de Marineda, el católico y el pro-testante o disidente. La rotondita de la capillacatólica se recortaba sobre el cielo claro, y sucruz infundió al corazón de Rojo deseos de im-plorar a la Divinidad, de pedir a alguien quetodo lo puede lo que no esperaba de los hom-bres. Aquella súplica brotó con energía inmen-

Page 95: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

sa, con salvaje ímpetu, con esa fuerza que pare-ce suficiente para imponer la voluntad de lacriatura humana hasta al mismo Árbitro de lacreación. Sin pretensión alguna de heroicidad,como quien hace la cosa más natural, Rojo seencaró con su Dios -porque lo tenía- y le dijocomo quien propone un trato: «De morir al-guien, que sea yo... El niño que viva, que sane».Al hacer esta deprecación, la mirada de Rojopasó, de la cruz del cementerio, a la linterna delFaro que se alzaba a lo lejos; alto, solitario, su-blime, y como en aquel punto mismo la inter-mitente mirada de luz reapareciese con purísi-mo destello, refulgiendo entre las nubes, Rojopercibió una voz interior que decía: «Vivirá,sanará».

La puerta del rancho se había quedadoabierta de par en par, el quinqué luciendo, yJuliana la Marinera, medio a tientas como solía,y atortolada además por el susto, daba vueltas,mudando de sitio un cacharro, atizando la lum-

Page 96: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

bre, y repitiendo a media voz: «¡Jesús, Jesús!¡Virgen de la Guardia!». Al entrar Rojo con elniño a cuestas, la mujer exhaló un chillido deconmiseración, se apresuró, quiso enterarse...Pero ya el padre, con delicadeza de nodriza quedeposita en la cuna al crío, colocaba al heridosobre la cama, y se volvía para exclamar an-heloso:

-Vaya a buscar un médico, señora Juliana...¡Por el alma de su padre, tráigame un médico!...

6

La exasperación de Moragas tardó en disi-parse más de diez minutos: paseábase de arribaabajo por su gabinete de consulta, olvidado detodo, hasta de la presencia de Nené. Sentía esadesazón, ese malestar sordo e irritante que seapodera de nosotros después de una sacudida

Page 97: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

nerviosa que no reporta placer al organismo.Las injurias despreciables, las disputas largascon personas de poco caletre o de mala educa-ción, las ingratitudes odiosas, la vista de uninsecto repugnante, diversas causas morales yfísicas, engendran tan penoso estado de ánimo.El Doctor principió a sentir alivio mediante unacircunstancia puramente accidental: el sol, ven-ciendo al fin la neblina, batió alegremente enlos cristales; como si aquel rayo benéfico laatrajese, Nené se acercó, e intimidada aún, conhechicera zalamería, preguntó en su lengua detrapos:

-No yeve... ¿Amo alea?

Acostumbrado a la sutil interpretación filo-lógica que requería la charla de Nené, Moragascomprendió perfectamente, y tradujo sin vaci-lar: «¿Papá, no ves que no lloverá hoy? Vámo-nos a la aldea».

Page 98: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Moragas acostumbraba, despachada ya ladiaria consulta, mandar que enganchasen laberlinita o el milor, tomar consigo a Nené, yemprender un paseíto de tres kilómetros hastasu quinta en miniatura, enclavada al margendel camino real, en el alto de la Erbeda, gracio-sa aldeílla poblada de lavanderas y panaderas ysalpicada de casas de campo. Cuatro tapias, nimuy altas ni muy recias; un trozo de verja dehierro que permitía ver desde la carretera loscenadores de madreselva y la fuente del jardín;un palomarete en el patio; sobre quince gallinasponedoras; hasta dos docenas de frutales; cua-tro o seis coníferas de moda; alguna col y mu-cha enredadera, animaban a la diminuta mora-da donde el Doctor pasaba las mejores horas desu vida. ¿Y qué más podía necesitar un hombrede estudio y pensamiento, sino aquella salafresca y silenciosa, aquel despacho donde lasclemátidas y las francesillas se metían por laventana a curiosear los libros, aquella galeríaencristalada que brindaba el siempre movido

Page 99: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

espectáculo de la carretera, aquel palomar llenode nidos y arrullos, aquel comedor que tenía enlos chineros, en vez de ricas porcelanas, limpioscristales y blancas lozas, entreveradas con ca-muesas olorosas de la anterior cosecha -porqueno había otro frutero?

Además, en la aldea veía el Doctor una ex-celente compensación higiénica para la vidaurbana, que a la larga podía ser funesta a Nené.Viudo desde pocas horas después de venir almundo la criaturita en quien tenía puesto lomejor de sí mismo, el Doctor la cuidaba como lacuidaría una madre... fisióloga. La delicadeza ysuavidad de aquella tierna florecita le teníansiempre alerta, sólo que en vez de abrigarlacontra el cierzo y la helada detrás de las pare-des de cristal de un invernáculo, quería some-terla a un tratamiento que la permitiese vegetaral aire libre, desafiando la inclemencia de lasestaciones. «Rusticar a Nené» era el programa.Esto de la rusticación se ejecutaba tan al pie de

Page 100: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

la letra, que cuando estaban en la Erbeda padree hija, la criatura se chapuzaba en el pilón, seenfangaba en el bebedero de las gallinas, roda-ba abrazada a un pato, se revolcaba en el polvoy sacaba su linda madeja rubia hecha una per-dición: todo con gran contentamiento del pa-dre, que regañaba mucho si por casualidad laveía limpia. «Vamos, hoy me han tenido a estachiquilla debajo de un fanal... A ver si juegas, aver como te me presentas bien marrana...».

Así, pues, cuando no apretaba el trabajo,cuando en Marineda había epidemia de salud yninguna señora de la clientela de Moragas esta-ba próxima a bifurcarse, el Doctor se iba a laErbeda después de su consulta, y unas vecesregresaba al caer la tarde, para la visita, y otrasse quedaba a dormir, lo cual era ya el colmo dela expansión. Cuando podía lograr tanta fortu-na, dedicaba la noche a leer de política o deciencia, sobre todo de aquellas cuestiones palpi-tantes de la moderna medicina que llevan invo-

Page 101: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

lucrado algún problema metafísico, algún mis-terio del espíritu, alguna generalización filosó-fica. Si Moragas estudiaba por obligación lamedicina curativa, por recreo andaba siempre avueltas con los mal conocidos resultados de lasugestión, con las revelaciones de la frenopatíay con los efectos de ciertas substancias tóxicassobre el cerebro humano. Gustábale mucho elestudio de las que llamaban nuestros padresenfermedades mentales, y era franco admiradorde los médicos modernos que aplican atrevi-damente a los problemas del orden moral elmétodo positivo y analítico de la ciencia pre-sente. Como de esto se escribe mucho en el día,y Moragas lo hacía venir todo de París en gran-des remesas, sus orgías de lectura tenían el reti-ro de la Erbeda por testigo y cómplice.

No hay que decir si asentiría gustoso a laproposición de Nené. Al cuarto de hora dehaber visto aquel primer rayo de sol despuésde una mañana nublada, el padre y la niña,

Page 102: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

sentada en brazos de su niñera, corrían al trote-cillo de la yegua por el camino real. Ya sabemosque era la tarde de esas apacibles de la mástemprana primavera, que dan ganas de entonarel cántico de Fausto «Cristo resucitó». Sobre eldiáfano azul del cielo, agraciado por copos denubecillas blancas y finas como pluma de cisne,revoloteaban las primeras golondrinas; y en elaire había la frescura sana y entonada de labuena estación. Nené gorjeaba muy contenta,mirándose los calcetines, que por ser calados latenían reventando de orgullo. La criatura nopermitía a su padre separar la vista de los calce-tines famosos. Apenas volvía el Doctor la cabe-za para mirar a las quintas que festonean elcamino, al paisaje o a la gente de a pie o de acaballo, ya estaba Nené agarrándole de la sola-pa, y obligándole a bajar las narices. «¡Mía tace-tines..., mía tacetines de ujo! ¡Y ayer (Nenésiempre decía ayer por mañana), ayer tú ayohame tompas entanados, y vedes, y amaíllos...,toos talaos, de ujo, talaos!». Y la chiquilla trin-

Page 103: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

caba un dedo de su padre, y lo paseaba de ma-lla en malla, riendo. «Talaos así». «Bueno, pre-ciosa..., te compraré horror de calcetines, cala-dos así..., pero no me arranques el dedo». Des-pués de un intervalo de dos minutos, volvía asu tema la Nené, preguntando a su manera si lesería lícito enseñar los calcetines a las gallinas ya los Espíritus Santos (las palomas), y a Bismar,el mastín, a ver si eran de su agrado. Con lacharla de la niña, lo agradable del paseo y laesperanza de una tarde aldeana deliciosa, Mo-ragas se sentía como si le hubiesen hecho denuevo el alma. De la irritación de antes, ni ras-tros. La llegada a la quinta y la irrupción en lahuerta fueron triunfales.

Salió a recibirles el hortelano, vejezueloochentón, como una tapia de sordo, quitándoserespetuosamente el serón de paja que le cubríala chola. Y el Doctor, encaminando la voz demodo que fuese derechita al tímpano, le dirigió

Page 104: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

la pregunta sacramental: «¿Qué hay de nove-dades, señor Jacinto?».

-Novedades... -contestó lentamente el pa-triarca-. Novedades... Que el viento tronzó unapola de la cacia de flor..., y que un vidro de lagalería está hecho pedazos..., y que la gallinapedriscada está clueca..., y que ayer noche ma-taron a un hombre en la parroquia.

-¿Mataron a un hombre? -repitió Moragassin gran sorpresa, porque sabía la condiciónbelicosa y levantisca de los mozos erbedanos, ycreyó que se trataría de alguna riña de taberna.

-A la fuerza lo mataron de noche (prosi-guió el hortelano, creyendo que su amo le pre-guntaba la hora del suceso). Es Román, el carre-tero que iba y venía a Marineda con carretos depaja y de leña, y con sacos de trigo. Aparecióesta mañana en el monte de Sobrás..., ¿ve?,allí... (y el viejo señalaba hacia un punto bastan-te próximo). Toda la cabeza le hicieron miajas

Page 105: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

con una piedra o sabe Dios con qué... Dice queparece un Ceomo...

-Quimera o robo; nada, sobrevino una pen-dencia (pensó Moragas, metiéndose hacia sudespacho, deseoso de un par de horitas de pací-fica y jugosa lectura). Mas apenas daba princi-pio a un capítulo de un libro nuevo de Mauds-ley, vio entrar despavorida a la niñera, y pegóun salto en el sillón, temiendo que se tratase dealguna peripecia ocurrida a Nené.

-¡Señorito, señorito! (Moragas conservaba,no obstante su pelo blanco, aire muy juvenil, ylas criadas le señoriteaban a todo trapo.) ¡Seño-rito..., asómese..., que ahí va el Juzgado a pren-der a los que mataron a ese carretero!

La muchacha hablaba con el tono medrosoque adopta la gente del pueblo para referirse ala Justicia, a la cual nombra con inflexiones deterror que no tiene quizá para los ladrones nipara los asesinos. Moragas se levantó y se aso-

Page 106: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

mó a su galería, que dominaba el camino, fiján-dose con cierta curiosidad en el grupo. Ibandelante, en malos caballejos, el Juez y el Secre-tario; seguíanles a pie dos parejas de la Guardiacivil, cuatro hombres de rostro atezado y mili-tar, de ágiles y airosas piernas bien modeladaspor las polainas de camino; y detrás, a lo quepuede llamarse sin metáfora distancia respetuosa,sobre una docena de aldeanas y chiquillos, pe-lotón que iba engrosándose a medida que lacomitiva avanzaba. Moragas conocía al Juez, yaun había asistido en cierta grave dolencia a unhermano suyo; y al movimiento de cabeza y lasonrisa con que el representante de la ley lesaludó, contestó vivamente gritando:

-Adiós, Priego... ¿Quieren ustedes subir yrefrescar? ¿Una botellita de cerveza?

-Tantas gracias... Ahora, imposible -contestó Priego deteniendo un instante a sujaco, que no deseaba otra cosa-. A la vuelta.Llevamos prisa.

Page 107: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-¿Y... eso? -preguntó con significativo gestoel Doctor.

-¡Hmmm! -contestó el Juez en tono signifi-cativo, que respondía plenamente a la expresi-va interrogación de Moragas, dando a entenderdel modo más claro: «No crea usted que se tratade un crimen vulgar. Se me figura que hay te-la». Y tocando rápidamente al sombrero, losdos funcionarios consiguieron de sus monturasun mediano trotecillo, alejándose el grupo, que,al desaparecer en la revuelta, dejó, en opiniónde Moragas, cierto silencio extraño en la atmós-fera.

Intentó el médico recomenzar la lectura,pero no pudo. Sus ideas habían tomado otrogiro; su fantasía, distraída y excitada, seguía algrupo, asistiendo a las escenas siempre dramá-ticas y grotescas a veces, que acompañan a esoque se llama en lenguaje técnico levantar el ca-dáver. Existe en todo hombre, en el menos lite-rato, en el último burgués, lo que puede lla-

Page 108: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

marse un novelista natural, capaz de urdir enpocos minutos treinta argumentos complicadosy estrambóticos. Moragas poseía en alto gradoesa facultad: tenía de sobra imaginación, aundentro de la esfera de sus estudios profesiona-les; y, sin ser precisamente de la condición deaquel individuo que se murió de pena porqueal vecino le habían sacado el chaleco corto, elloes que se interesaba mucho en los asuntos aje-nos, con verdadero interés altruista; no porcuriosidad, como tantos, sino por la condiciónesencialmente expansiva y generosa de su ca-rácter. Dos minutos antes, le era indiferente elsuceso de la muerte del carretero Román; perodespués de la indicación del Juez, su fantasíatrabajaba sobre el tema del crimen y del enigmaprobable que se encerraba en él. Al pronto nose dio cuenta del verdadero origen de aquellaexcitación, mas no tardó en comprender que serelacionaba con el extraño cliente que habíaacudido pocas horas antes a su consulta.«Quienquiera que sea el asesino, valdrá más

Page 109: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

que aquel tunante. ¡Si yo creyese que es lícitoasesinar científicamente a algún prójimo, locreería de ese bicho... que ni prójimo conceptúosiquiera! ¡Así reviente de los malos hígados queDios le dio! Pero vamos, que hoy es día de pie-dra negra. Aquel individuo por la mañana, y porla tarde este suceso... que aún no sabemos enqué parará». Para distraerse, Moragas bajó aljardín, tamaño como un pañuelo, dio vueltaspor sus calles, que más parecían callejones, seenteró del estado de salud de legumbres y hor-talizas, mandó espallerar un pavío, hizo fiestasa Bismar; se indignó porque dos o tres insolen-tes babosas se comían el fresal con todo el des-caro del mundo..., y al mismo tiempo no cesóde atisbar por la verja el instante en que regre-sase «la Justicia».

Un poco antes de la puesta del sol, oyó unvocerío y divisó un tropel de gente que bajabapor la carretera, en dirección de la ciudad. Mo-ragas se encaramó al miradorcillo que, desde el

Page 110: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

ángulo de la tapia, registraba el camino perfec-tamente. Abría la marcha, como siempre, turbade pilluelos descalzos, de esos que van adondehay ruido y drama callejero, y que se reclutanlo mismo en los lavaderos de la Erbeda que enlas plazuelas marinedinas: seguían, graves yceñudos, los cuatro números de la Benemérita,y entre ellos caminaba, sueltas las largas tren-zas sobre el vestido de oscuro percal, una mujerjoven. Cuando pasaba la comitiva por debajodel mirador de Moragas, el sol poniente alum-bró de lleno la figura de la presa. Representabade veintiséis a veintiocho años: tenía el rostrocubierto de palidez; era menudita de cara ycuerpo, de facciones delicadas y regulares, deformas cenceñas, y con cierta pureza de líneasen el contorno del seno, alto y pudoroso, sobreun talle plano. El pelo muy negro, partido aambos lados, alisado sobre las sienes y colgan-do atrás en dos trenzas, contribuía a prestarleexpresión y aspecto de recato casi místico. Mo-ragas sintió una impresión profunda de sorpre-

Page 111: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

sa. ¿Por qué llevaban entre Guardias civiles aaquella criaturas? ¿Sería posible que fuese unacriminal?

La multitud, que seguía al grupo de losGuardias y la presa, se componía de gente al-deana. Iban en actitud más triste que hostil, concaras y actitudes de gente que acompaña a unentierro. Sólo algunos hombres y algunas viejascuchicheaban, mostrando indignación. Habíamujeres que alzaban las manos al cielo; otrasseñalaban a la presa; muchas volvían la cabezahacia atrás, mirando al objeto que cerraba lacomitiva: uno de esos carros del país, de primi-tiva forma, con rueda sin radios, que caminabalentamente, al paso de la yunta de bueyes roji-zos, muy animados por la carga relativamentetan ligera. En efecto, detrás de la armazón deentretejidos mimbres que otras veces serviríapara retener el carreto de arena o piedra, no sedistinguía sino un bulto de poca alzada, cubier-to con groseros paños; Moragas no necesitó

Page 112: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

mirarlo dos veces para conocer que era uncuerpo humano, un cuerpo muerto... Ni en lospaños, ni alrededor del bulto, ni por parte al-guna se veía mancha ni señal de sangre, y, sinembargo, Moragas creía notar en todo el carroun tono bermejo... Era que el sol se ponía, y suluz oblicua inflamaba cuanto tocase...

Ya había desaparecido la turba en la re-vuelta del camino; ya no se oían sus voces, yaún Moragas no se había meneado del mirador.Le dejara profundamente pensativo aquellamuchacha, tan débil, tan dulce en apariencia,llevada a la cárcel entre una muchedumbreacusadora. El aspecto de la mujer le había des-pertado viva curiosidad, parecidísima al inte-rés. Tenemos, o, por mejor decir, tienen las per-sonas del carácter de Moragas, de esos chispa-zos compasivos, que con repentina vehemenciase apoderan del alma. Moragas era lo que en laépoca de Rousseau se llamó hombre sensible, y loque hoy nuestro endurecimiento nombra, con

Page 113: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

cierto matiz de desdén, persona impresionable. Suprofesión dolorosa, lejos de embotarle la sensi-bilidad, se la refinaba cada día. Con la mismavivacidad con que había arrojado por la venta-na los dos duros de la consulta de Rojo, hubiesebajado entonces... ¿a qué? A cometer la ridicu-lez de ofrecer un refresco, una moneda, un con-sejo, una sonrisa, algo que tuviese forma conso-ladora, a aquella mujer tan pálida, de miradatan fija, de labios tan convulsivamente apreta-dos, de tan modesto porte...

Diez o doce minutos hacía que ni el polvolevantado por la comitiva se veía flotar en laatmósfera, cuando Moragas descendió de suobservatorio, porque se oía el trotecillo de dosjacos, y no dudó que fuesen las monturas delJuez y del Secretario, los cuales volverían cum-plida su tarea de iniciar las diligencias sumaria-les. Así era en efecto: el trote se detuvo ante lapuerta de la quinta, y los funcionarios desca-balgaron prontamente. El Doctor comprendió

Page 114: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

que aceptaban el refresco, del que debían deestar bien necesitados, y al tiempo que salía arecibir a sus huéspedes, llamó a la niñera, dan-do órdenes para que la cerveza, la grosella, lospasteles, que por fortuna había traído de Mari-neda calentitos, se sirviesen en la mesa de pie-dra del cenador.

Entró el Juez con sobrealiento de hombrerendido de fatiga, limpiándose el sudor de lafrente, y más serio y preocupado que antes. Erarubio, grueso, flemático, jovial, y no solía aho-garse en poca agua, por donde Moragas infirióque lo que así le preocupaba tenía que revestirverdadera gravedad. Al encontrarse en el cena-dor, donde corría un fresco deleitoso, y los jaz-mines olían regaladamente, y la cerveza sonreíaen el limpio tanque, la fisonomía de Priego sesosegó y aclaró, y exclamando, como lo haríacualquiera en su caso, «¡Uff!», se derrocó en elbanco de madera rústica, y contestó a lo que

Page 115: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

preguntaba su huésped, más con los ojos quecon la lengua.

-Pues... ¡cosa gorda... gorda! O mucho meengaño, o este crimen va a dar que hablar, nosólo aquí sino en la prensa de la corte... ¡Ay,qué agradecido quedo a esta bebida! He suda-do el quilo, y como no era cosa de que el Juez sepusiese a refrescar con vino en la taberna... Sí,yo también pensé, al recibir el parte, que setrataba de una riña...; aquí son el pan nuestrode cada día, porque no he visto gente más dis-puesta a andar a estacazos que la de estas pa-rroquias. Pero ya desde que tomé los primerosvientos comprendí que era algo más... Ya laverdad me hizo poca gracia, porque si los pe-riódicos dan en jalear estas cosas, raro es el juezque sale bien librado. Que si fue, que si vino,que si debió hacer esto o lo otro... Y a nadie legusta salir a pública vergüenza. ¡Señor! Estacerveza conforta.

Page 116: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Y la mujer que va presa, ¿qué papel juegaen todo ello? -preguntó con afán Moragas.

-¡Una friolera! ¿La ha visto usted tan... así...que parece que no rompe un plato? Pues o mu-cho me engaño... o es autora material... o por lomenos coautora e instigadora del crimen. Es lamujer del muerto..., mejor dicho la viuda delinterfecto, -añadió Priego festivamente, empe-zando a mascullar un pastelillo de hojaldre.

Moragas se había quedado pensativo.

-¿Dice usted que esa mujer?...

-¡Como usted la ve! Por ahora, en rigor, esprematuro todo cuanto se diga; y sin embargo,apostaría yo mi toga a que fue ella.

-¿Ella sola? ¿Cree usted que ella sola habráasesinado al marido?

-Sola, no. El amante debe de ser cómplice.

Page 117: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-¿Hay amante?

-Ya lo creo. En las aldeas, si usted escarbabien, salen sapos y culebras, lo mismo que enlas grandes capitales. Somos de igual pasta aquío acullá. Hay amante, y lo mejor del caso es queparece ser un cuñado... uno que estuvo casadocon la propia hermana del muerto. Yo no hetomado aún declaración a nadie, más que a lamujer que va presa, la cual, por ahora, no hacontestado sino vaguedades; yo tampoco insistímucho; todo se andará, y al principio se debetantear más que ahondar; pero los civiles habí-an charlado con las comadres de la aldea, ydesde que me informaron de que ella y el cu-ñado... (Priego juntó las yemas de los índices),dije yo para mí..., tate, aquí tenemos el hilo.

-¿Y ha preso usted al cuñado?

-Se le busca... Ya caerá. El tunante, poraparentar, dijo ayer que se marchaba de la pa-rroquia, que iba a Marineda a no sé qué dili-

Page 118: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

gencias y menesteres... y en vez de marcharse ala noche, se largó de madrugarla, realizado yael gatuperio... La hazaña (prosiguió el Juez,comprendiendo por la fisonomía de Moragasque oía con avidez los detalles) debió de suce-der ayer noche, cuando Román el carreterovolvía de llevar un carreto de arena a dos le-guas, al alto de Chouzas. A la cuenta, él solíavenir algo peneque. No sé cómo harían el pájaroy la pájara para sacarlo de casa y convencerlode que se fuese al montecito, donde lo despa-charon a hachazos, deshaciéndole la cabeza...

-La tiene terrible (confirmó el Secretario).Parece una sandía machacada... Lo que a mí mellama la atención es ver allí tan poca sangre,cuando debía estar inundado el suelo...

-Eso es raro (indicó Moragas). Me huele aque lo matarían en otro sitio... Verdad que porahora...

Page 119: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Estamos empezando, señor Moragas; es-tamos empezando (respondió el Juez, que noempezaba, sino que acababa de atizarse el se-gundo tanque del Gallo). Ahora también lestoca a ustedes emitir dictamen... Ahí va la víc-tima, en su propio carro, a que le hagan en Ma-rineda el debido reconocimiento y una autopsiaformal... Y en poniendo a buen recaudo la pája-ra y el pájaro, ellos cantarán y todo saldrá arelucir... Advierta usted que no hace seis horasque he tenido conocimiento del caso (añadió elJuez, que no se hallaba, realmente, muy descon-tento de sí mismo y de su penetración y sagaci-dad para coger desde luego una pista).

-¿Y... ella? -preguntó Moragas que no per-día de vista a la acusada.

-Ella..., ella, tan agua mansita y tan modosacomo usted la ve, debe de tener un rejo de mildiablos. Estaba tranquila, igual que usted estáahí, rodeada de dos o tres vecinas que la acom-pañaban, desde que se descubrió el cadáver, y

Page 120: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

sin echar ni una lágrima. Tampoco las echócuando la interrogué apretándola un poco, ycuando ordené la detención. A mis preguntasha contestado sin fanfarronería, sin miedo, sinprecipitación, con una calma asombrosa, di-ciendo que su marido volvió anoche a la horade costumbre; que cenaron en paz; que la man-dó acostarse, diciendo que él tenía que salir, yque dejase la puerta entornada; y que, comomuchas noches se entretenía en la taberna, ellase durmió, y sólo a la madrugada, al despertar-se, echó de menos al marido, sabiendo a cosade las once que había aparecido muerto en elpinar. Le digo a usted que la individua...

-¿Tiene hijos ese matrimonio?

-Sí: una chiquilla de tres años... Su abuelaqueda encargada de ella...

-Y usted cree que ella y el cuñado fueronlos autores... ¿y para qué?

Page 121: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-¡Bah! ¿Para qué había de ser? (exclamóriendo el funcionario). ¡Parece mentira que us-ted haya sido despensero antes que guardián!Para que nadie les estorbase; para verse libres ycampar por sus respetos.

El médico movió la cabeza. El crimen se leaparecía como un drama vulgar del adulterio;pero no pensaba lo mismo de la heroína, en lacual olfateaba algo extraño, algo digno de aquelmisterioso interés que sentía despertarse en sumente de observador y de curioso del espíritu.Acaso influía bastante en esta disposición de sualma, la coincidencia de haber visto y hablado,por la mañana, al hombre que probablementedesenlazaría el drama, apretando el gaznate ydeshaciendo las vértebras de aquella mujer tanjoven y de tan apacible aspecto: perspectiva quetenía la virtud de hacer saltar a Moragas. ¡Lasola idea de ver alzarse el cadalso, y para unamujer, le ofendía como un ultraje hecho a su

Page 122: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

misma persona! Nervioso ya, preguntó a Prie-go:

-Y esa mujer... ¿irá al palo?

-No creo (respondió el Juez con cierta en-tonación clemente)-. Yo supongo que autora, loque es autora... El guisado lo haría el querido.Ella sacará la inmediata. Y confiese usted que lamerece.

Algo iba a contestar Moragas, que pensabasobre el particular muchas cosas, pero le corta-ron la palabra sus huéspedes, levantándosecomo el que tiene prisa de marchar. Vio el Doc-tor al través de la verja que estaba enganchadosu coche, y propuso a los funcionarios llevarlesa Marineda. Siempre irían mejor que en unpenco de alquiler, y ganando tiempo: así comoasí, él aún tenía que hacer alguna visita antesde cenar. Accedieron; fiaron sus monturas a unespolista; subieron al cochecillo, que empezó arodar con sosiego; y la divina paz de la tarde; la

Page 123: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

hermosura de la ría que se divisaba a lo lejosteñida de carmín por el último y ya expirantereflejo del sol; la quietud del viento; la frescurade primavera y de verdor temprano que envia-ban los campos en plena germinación; las ma-drugadoras enredaderas que, ya algo floridas,se asomaban a las tapias de las quintas de re-creo..., todo fue causa de que ni Moragas ni susacompañantes volviesen a mentar el crimen,que parecía profanación de la sagrada hermo-sura de la naturaleza. Rendida por una tarde derusticación, llena de polvo, con manchas en eltraje, y barro en aquellos calcetines tan monos,Nené dormía.

7

La Marinera salió, dándose toda la prisaque le permitían sus pies guiados por sus casiinválidos ojos, mientras el padre se esforzaba

Page 124: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

en desnudar al herido. Quitole la ropa exteriorcon esmero imaginable, dejándole sólo la rotacamisa; y por medio de pañuelos y ropa blancaque desgarraba, estancó como pudo la sangreque manchaba la frente y el cuello del guerrerovencido. Durante estas operaciones, Telmo sequejaba sordamente. Pero al querer descalzarseel borceguí del pie derecho, fue un grito tanagudo y lastimero el que lanzó la criatura, queRojo se detuvo, sin resolverse a terminar laoperación.

-¿Te duele mucho, rapaz? ¿Te duele mu-cho? -preguntole afanosamente.

No contestó el muchacho, volviendo a suamodorramiento febril. Indudablemente noestaba su cabeza para discursos, ni su lenguapara explicaciones. Sólo al cabo de dos o treslargos minutos, balbuceó la exclamación detodos los maltratados, de todas las víctimas:

-¡Agua, agua!... Tengo sed.

Page 125: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

El padre llenó un vaso y lo acercó a los la-bios del niño, que bebió con ansia, dejando caerotra vez sobre la almohada la frente. Rojo apo-yó en ella la mano... Temperatura altísima, se-quedad y aridez de la piel invadida por la ca-lentura. Buscó Rojo una silla, la colocó a la ca-becera, y la ocupó alterado y sombrío. Por de-ntro sentía una ternura, un delirio de dolorosoafecto, que le ahogaban; pero la manifestaciónde aquel íntimo sentimiento, tan natural en lapaternidad, era ruda, concentrada, como todoen él.

Tascando el freno de la impaciencia queaguija al que a la cabecera de un ser amadoaguarda al médico y con él la certidumbre, qui-zá la salvación, Rojo meditaba sobre el suceso,y entreveía en él una nueva humillación agre-gada al ya innumerable catálogo de las que lehabían ulcerado el espíritu. Sólo que esta dolíamás, porque daba en la carne viva, en el senti-miento que, enérgico y soberano hasta en la

Page 126: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

fiera montés, es en el hombre más fuerte que lamuerte, porque es amor.

¿Por qué le habían apedreado a su niño?¿Era razón desahogar en Telmo los odios queinfundía Juan Rojo? ¿Era justo dejar al mucha-cho, agonizando, bañado en sangre, en un lugardesierto? ¿Qué daño hacía a nadie la criatura?¿No habría para ella perdón, olvido, indulgen-cia? ¿No era Telmo una persona como las de-más? ¿Por qué le ponían fuera de la ley, hasta elextremo de matarle a pedradas?

Interrumpió estas reflexiones el rodar deun carruaje, que resonaba sobre el seco piso dela carretera como sobre sonoro pavimento demetal, y la voz de la Marinera, apresurada, locade júbilo, resonó gritando:

-Señor Rojo... ¡Gracias a la Virgen de laGuardia! ¡Ay qué suerte! ¡Dar yo la vuelta porla calle del Peñascal, pasar delante de la capillade la Angustia... y oír rodar el coche del señor

Page 127: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

de Moragas! ¡Ay qué chillido di! Me agarré a lapuerta del coche... conté lo que pasaba... Y elseñor de Moragas, como es tan humano, enseguidita mandó dar vuelta al cochero... ¡Ala-bada sea la Virgen! Le he de rezar hoy mismotres Salves.

Apeábase ya Moragas de su cansada berli-nita, saltando con movimiento vivo y juvenil, yatravesando la puerta del rancho sin mirar si-quiera a Rojo, fuese derecho a la cama en queTelmo yacía, diciendo con voz alta, animada,cariñosa, de médico que al entrar en casa de lospobres sabe que debe ante todo consolar al afli-gido:

-¿Qué pasa? ¿Quién se ha perniquebrado?¿Un niño? Travesuritas, ¿eh? Ahora arreglare-mos esa cabeza rota.

Inclinábase ya hacia el doliente, cuando laluz que Rojo había descolgado y aproximadoalumbró de lleno el rostro del padre. Es indeci-

Page 128: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

ble el asombro que expresó el de Moragas alreconocer a su cliente de por la mañana, al delos dos duros tirados a la calle. Ira, pasmo, me-nosprecio, chispearon en sus redondas pupilas,que giraron con furor, en las finas múltiplesarrugas de su frente, en su abierta boca, en suspuños instantáneamente crispados. «¡Usted,usted!», repitió con las variadas expresiones delos sentimientos que le agitaban... Y serenándo-se de pronto por la misma fuerza de su cólera,y mirando al niño que gemía opacamente y alpadre que bajaba los ojos y quería ocultarse,pronunció en tono grave e incisivo:

-El niño, ¿es de usted?

-Mío, sí... Es mi hijo -declaró Rojo con apa-gada y terrosa voz.

-Pues esa es la peor enfermedad de cuantaspueden sobrevenirle, y esa, ni se la curo yo, nise la cura nadie -replicó el médico volviendo laespalda y dirigiéndose hacia la puerta.

Page 129: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Aún no había dado tres pasos, cuando sin-tió que una mano se atornillaba al faldón de sulevita, atirantándolo de un modo violento. Vol-viose con repugnancia; miró de alto a bajo aRojo como se mira a un sapo muy feo, y dijo,vibrando las palabras cual otros tantos restalli-dos de tralla:

-No me toque usted, o haré un desatino.Ya bastó el atrevimiento de por la mañana. Losduros que dejó usted sobre mi mesa los arrojé ala calle, por no conservar nada en que ustedhubiese puesto las manos.

Rojo soltó al Doctor; pero dando rápidavuelta, maniobró de suerte que vino, colocán-dose delante, a caer a sus pies sin decir palabra.Moragas se detuvo. El niño gemía.

-Está muy malito. Herido. No sé qué tieneroto en su cuerpo. Señor don Pelayo, ¡por elalma de su madre!

Page 130: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Don Pelayo siguió ganando terreno haciala puerta, pero en ella encontró otro obstáculo:la Marinera, que le apostrofaba con energía.

-Señor, caridad. La caridad no distingue depersonas, señor. Y el inocente no tiene la culpade nada. Dios, nuestro Señor, nos manda cari-dad hasta con los perros.

Moragas luchaba consigo mismo; no entreencontrados sentimientos, que es lucha fácil,casi elemental, sino entre sentimientos análo-gos, todos amasados con aquella generosidadsemiquijotesca y semifilantrópica que, diga loque quiera el vulgo, no está reñida con las ten-dencias positivas del científico. Abandonar a unenfermo, parecíale, dentro de su profesión,monstruoso; y detenerse en aquella casa, cuidaral enfermo aquel, era, en su entender, una de-gradación, una especie de estigma que debíaverse después en las manos. Moragas habíaprodigado los socorros de su ciencia a personasbien viles. Sabía de memoria las huellas

Page 131: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

hediondas que marca el vicio en el cuerpo deldisoluto y de la ramera. Aunque hombre deli-cado en su vida interior y en el pulcro aseo desu persona, jamás había retrocedido ante nin-guna enfermedad, por repulsiva que fuese: y alasistir a la humanidad doliente, gracias a unamaravillosa analgesia, hija de la firme voluntad-esa analgesia que hacía decir a un santo quelas llagas del leproso huelen a rosas-, perdía elsentido del olfato, dominaba los del tacto y dela vista, y prescindía de la laceria para consa-grarse enteramente al deber. Por primera vezretrocedía ante una llaga moral, y su imagina-ción viva redoblaba la impresión de horror,que, de puro violenta, llegaba ya a parecerleridícula. De todas suertes, en el carácter de Mo-ragas, no cabía que durase aquella lucha; de nohaberse marchado en los primeros momentos,no se iría; y el pretexto para flaquear se lo dio laMarinera, insistiendo y repitiendo con una es-pecie de severidad respetuosa:

Page 132: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-¡Ay, señor!... ¿pero va a dejar al inocente?Señor, Dios no manda eso. Mire que es unacrueldad semejante porte.

-¿Es usted madre de ese niño? -preguntóMoragas.

-¡Ay!, ¡no señor, alabado sea Dios! -contestó espontánea y vivamente la Marinera-.Mi marido es un hombre de bien, botero delMuelle...

A su pesar sonrió Moragas; se estiró lospuños, canturreó, y como el que se determinapensando «pecho al agua», se dirigió al catredel herido. Con la pericia del veterano en estospenosos reconocimientos, comprobó muy enbreve que el chico tenía rota la cabeza en dospartes; y descalzándole sin hacer caso de suslamentos, advirtió que estaba dislocado el tobi-llo. De contusiones y magulladuras no se ocu-pó: eran numerosas, pero sin mayor importan-cia. Lesión interna no parecía que la hubiese,

Page 133: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

pero sí fiebre altísima. La Marinera alumbraba,y Rojo, inmóvil y como estupefacto, esperaba eldesenlace.

-¿Cómo ha ocurrido esto? -preguntó elmédico interrumpiendo su tarea-. ¿Han sidopedradas, o se ha caído además?

-¡Si no lo sabemos! -exclamó Rojo conster-nado-. Yo tuve noticia de que el niño estaba enel castillo de San Wintila, muy maltratado... fui,lo recogí, lo traje en brazos, y no le he podidosacar nada sobre el lance.

-Debió de ser una pedrea -advirtió la Ma-rinera.

-Sí, pero hay magulladuras en todo el cuer-po... Ha caído de alto, no cabe duda -advirtió elmédico sin dejar de palpar al muchacho.

Cuando, terminada la cura, puestas lasvendas, reducida la luxación, Moragas se ende-

Page 134: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

rezó exhalando un «¡uf!» de cansancio evidente,entonces -sólo entonces- se aproximó Rojo almédico, y con honda ansiedad le preguntó:

-¿Quedará cojo el muchacho? ¿Quedará re-sentido del pecho?

Moragas se volvió y por primera vez desdeque conocía la condición social de su cliente, lemiró cara a cara, como se miran unos a otros losseres humanos.

La casualidad le mostraba al hombre ex-cluido del concierto social bajo el aspecto máscapaz de conmover las fibras de su alma, aun-que sólo fuese por analogía de sentimiento.¡Moragas, el mayor padrazo de Marineda, elenamorado de la niñez, el derrochador de ju-guetes y confites, el hombre que después deuna traqueotomía había mezclado sus lágrimascon las de la familia de la operada criatura!

Page 135: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Aquel fue el primer instante en que lossentimientos de Moragas, que tanto habían deinfluir en el destino de Juan Rojo, sufrieron uncambio de posición, giraron sobre su eje, pordecirlo así, y a la indignación y al horror dealgunas horas antes reemplazó una especie deinterés extraño, de esa fascinación que la mismarepugnancia produce, y que se asemeja a lavocación del casto apóstol que entra en unacasa de perdición a convertir meretrices; por-que la suma piedad va al sumo mal. No era laprimera vez que advertía Moragas esa propen-sión, que él calificaba humorísticamente demanía redentorista. Le había costado por cierto latal propensión graves disgustos, comprobacio-nes penosas de negras ingratitudes, enredosgratuitos, molestias sin cuento y desazonesmagnas... Lo menos que le había costado, cos-tándole bastante, era dinero y tiempo. Sin em-bargo, al menor pretexto, la inclinación resurgíaen Moragas, y la perpetua ilusión del redento-rismo volvía a presentársele vestida con todos

Page 136: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

los adornos y galas que de ordinario ostentannuestros sueños. «Si yo (pensaba el Doctor)acierto a nacer en la Edad Media, época en quelas deficiencias del estado social y del organis-mo jurídico dejaban abierto tanto camino a lainiciativa individual, ¡sabe Dios lo que hubiesepodido hacer! Pero en la sociedad presente, nocabe duda que esta bobería de sentir como pro-pios los males ajenos, de meterme en lo que nime da ni me quita, se parece mucho al oficio deenderezar tuertos y desfacer agravios que yaridiculizó Cervantes».

Al advertir que la condición y estado deRojo, ¡de Rojo!, provocaban en él los primerossíntomas de la conocida enfermedad, el redentorse rió de sí mismo. «Moraguitas, esto es el aca-bose. Ahora te ha dado por compadecerte deeste sujeto. Ya has llegado al límite extremo dela chifladura benéfica, hijo. No, pues aquí síque no te suelto yo la rienda. A este hombre noes lícito ni considerarle como hombre. Si quie-

Page 137: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

res interesarte por algo raro y estupendo, inte-résate enhorabuena por la parricida a quienviste pasar hoy, entre civiles, por la carretera.¡Esa podrá ser una criminal, y admitamos, des-de luego, que lo es; pero criminal en caliente...,criminal pasional, que al delinquir obró, sinduda, por irresistible impulso, sin importarleque al otro lado del foso que iba a saltar estu-viese la expiación de una muerte afrentosa...!Esa mujer; Moraguitas, es una enferma comootra cualquiera de las que asistes... Ahí se expli-ca y se justifica la compasión... Pero con el tíoeste, que a sangre fría y a mansalva ha tomadopor oficio matar... A este, como a una víbora sele debía aplastar la cabeza».

Mientras Moragas discurría así, Rojo repi-tió la pregunta:

-¿Quedará cojo? ¿Imposibilitado?

-No -contestó el médico en voz severa-. Niquedará imposibilitado, ni cojo. Más que las

Page 138: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

lesiones, me preocupa el estado general... Voy aponerle a usted unas recetas...

Apareció por allí un recado de escribir, notan malo ni tan descabalado como era de temeren aquel tugurio, y Moragas escribió sus fór-mulas. No se oía en la habitación más que elangustiado respirar del padre y el quejido sor-do del enfermo, al cual se acercó el Doctor, sor-prendido de que la cura, en vez de calmarle,pareciese haberle producido más desasosiego,mayor inquietud.

-Convendría que no se moviese, por la dis-locación... -observó Moragas-. Pero, ¿quién lesujeta? Con esa calentura de caballo... Aguardeusted... Ya delira.

Telmo, en efecto, se agitaba en la cama, ysu inarticulado gemir se convertía en palabrasarticuladas penosamente, aunque claras y ex-presivas. El Doctor prestó oído.

Page 139: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Soy valiente -afirmaba Telmo-. ¿Quién esel que me llama cobardón? Embusteros... Veréissi... Tirar, que aguardo... Os desdeñáis de mí,porque... ¡Piedras y más piedras, contra!... Soyhombre para todos... Los cobardes vosotros...Venga de ahí... ¡pedrea!... Yo solo...

-¿Qué dice? -preguntó el padre.

-¡Bah! -respondió Moragas-. Por lo visto sehan reunido muchos chiquillos para apedrear-le... Lo que era de esperar... ¡No se quede ustedtan espantado, hombre! -añadió irónicamente,cediendo otra vez a la malevolencia-. ¿Cómo?¿No encuentra usted muy natural que la huma-nidad le apedree en la persona de su hijo?...

-¡Es una maldad! -exclamó sordamente Ro-jo, apoyándose en la pared y escondiendo la fazdemudada-. Que me apedreen a mí..., santo ybueno..., es decir..., tampoco...; pero, en fin, deapedrear... Lo que es al chiquillo..., ¡valientecochinada, señor de Moragas!, y usted me per-

Page 140: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

donará que me exprese con esta franqueza...¡valiente indecencia de esos pilletes sucios!

-Bien, hombre... usted creía que no habíamás que echar hijos al mundo, y que luego,aunque usted... Caramba con el hombre este...

-Pero, señor -intervino con fuego la Mari-nera-, el inocente ¿por qué ha de pagar? ¡Sólounos corazones negros hacen eso, señor!

-Ea, déjense de historias -ordenó el médicocon hastío-. Denle eso que dice ahí, que rebajarála calentura... Busquen limones o naranjas, yque beba, que beba sin tasa naranjada fresca...Humedecerle con el árnica disuelta los venda-jes... Nada de comida... ¿eh?, ni un caldo, nicosa ninguna... Cuidadito...

Rojo, humilde y cabizbajo, murmuró lle-gándose al Doctor:

Page 141: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Señor de Moragas, yo no le puedo pagar...Es decir, que no tengo medios..., porque usted,si a mano viene... no querrá..., vamos..., tomarla pobreza que yo pueda darle... Por el alma desu padre no se enfade... Si yo lo que le pido esque no me deje al rapaz abandonado... Si supie-se que mañana había de volver...

Moragas titubeó un instante. Al fin preva-leció el impulso.

-Volveré -contestó con firmeza-. Se lo pro-meto. Mañana, al anochecer.

Y en el momento de reclinarse en el rincónde su berlinita, antes que el cochero tocase conla fusta a la yegua, Moragas oyó una voz demujer, que decía fervorosamente, como rezan-do:

-¡Dios y la Virgen de la Guardia le conser-ven la niñita! Don Pelayo, hoy gana el cielo.¡Nuestro Señor lo acompañe, que tampoco

Page 142: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

nuestro Señor se desdeñaba de persona ningu-na de este mundo!

Era la Marinera quien hablaba así... Mora-gas sacó la cabeza, y para poner coto a las ben-diciones de la infeliz, contestó con gracejo ypicardía:

-Adiós, cacho de buena moza.

8

Despertose la capital marinedina comen-tando, rumiando, desfigurando -iba a decirsaboreando- la noticia del crimen de la Erbeda, sino me pareciese calumnia, porque realmentelos marinedinos no son tan ávidos de emocio-nes fuertes como los parisienses, y el malsanogusto de la sangre y del cieno les subleva elpaladar. Algo, no obstante, habían conseguido

Page 143: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

estragarlo la creciente invasión de la seccióncriminal en la prensa de la Corte, el noticieris-mo que registra al día, y con minuciosidad dig-na de más alto objeto, los pasos, movimientos,actos y dichos más insulsos y vulgares del cri-minal sujeto a la acción de la ley, desde que lafuerza pública le echa el guante, hasta que loshermanos de la Paz y Caridad depositan en elnicho sus despojos.

El vulgo de Marineda, como el vulgo detodas partes, había ido, gracias a la prensa,acostumbrándose a la terminología jurídica ypenal, a cierta crítica aguda de la ley y de susrepresentantes e intérpretes, crítica que, si noponía el dedo en la llaga, era por lo menos indi-cio de ese descontento social que clama porrenovación, pidiendo agua fresca de nuevosmanantiales. Andaba mezclado en este movi-miento de la opinión marinedina, como en to-dos los movimientos de la opinión, algo de me-cánico y pueril y algo de inspirado y fecundo;

Page 144: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

combinación que, transformada en instinto,ayuda sin saberlo a los verdaderos precursoresconscientes de la marcha progresiva de lahumanidad.

Ello es que aquella mañana, con la primeraluz diurna; con las primeras devotas que ma-drugaron a oír las misas de los Jesuitas; con losprimeros barrenderos que, mal despiertos aún,comenzaron a adecentar las calles y expulsar deellas a canes y galos errabundos; con las prime-ras mujerucas de las cercanías, de cesta en rue-do, que despertaron a los vigilantes de consu-mos para abonarles la alcabela; con las primerascriadas o amas hacendosas que salieron a apro-vechar la comprita de temprano; con los prime-ros lulos que desatracaron para inquietar a lasardina y a la merluza; con las primeras ciga-rreras que entraron en la Fábrica; con el bureomatinal de una población que cuenta por dece-nas de millar sus habitantes, que tiene doce ocatorce periódicos, seis u ocho fábricas entre

Page 145: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

grandes y chicas, Audiencia, Capitanía general,Colegiata, Instituto, puerto, movimiento adua-nero... y todas las etcéteras que aún puedenañadirse en honra y justo encarecimiento de lagentil capital de Cantabria, se esparció, rodó,creció, dio mil vueltas, adquirió más formasque un Proteo y tuvo más versiones que la Bi-blia, el horrendo y memorable crimen de laErbeda.

Según unos, tratábase de un marido beodoy brutal que amenazaba y pegaba constante-mente a su mujer, y a quien esta, en un arran-que de cólera provocado ya por tanto abuso,hiciera picadillo a hachazos. Según otros, lapasión de un pobre jornalero por la esposa desu cuñado le había inducido a matar a este en lasoledad de un pinar. Según los que parecíanmejor enterados, había de todo un poco: el ma-rido maltrataba a su mujer, el cuñado la quería,ella se entendía con el cuñado, y entre los dostramárase la muerte, la cual no se ejecutara en

Page 146: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

despoblado, sino en la propia morada de losesposos, en ocasión de dormir confiadamente lavíctima en el nupcial lecho, teniendo a su lado auna inocente criatura, niña de tres años. Fueesta horrible versión la que prevaleció, la quecon los rayos del sol, según ascendía a la mitaddel cielo, fue esparciéndose siniestra y categóri-ca por la indignada ciudad; la confirmaron ple-namente los periódicos de la mañana, que secantaron y repartieron entre nueve y nueve ymedia, y a eso de las once voceose un extraor-dinario, especie de hojilla volante muy borrosa,que noticiaba la captura del amante y su ingre-so en la cárcel pública.

A buen recaudo los dos criminales, no poreso se calmó la efervescencia de las conversa-ciones: más bien arreció a la hora del almuerzo.La tarde, en vez de apaciguar los ánimos, losencrespó, por ser precisamente la hora en quese forman en Marineda -y en todas partes, peroespecialmente en pueblos donde por fin algo se

Page 147: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

trafica y negocia- los corrillos, los grupos deesquina, las tertulias de las tiendas, los peñascosde las sociedades, los areópagos de banco depaseo, con otras manifestaciones de la sociabi-lidad humana. La opinión matutina de un pue-blo es siempre democrática: la forman las clasesmadrugadoras, trabajadoras, pobres, y estascondenan el crimen con menos dureza, como sicomprendiesen que es una enfermedad aguda aque están predispuestos los que ya padecenotras dos, crónicas y siniestras, miseria e igno-rancia. La opinión vespertina -que acaba porprevalecer- la condensan los burgueses, siem-pre más severos, más recelosos de la indulgen-cia y más celadores del orden moral externo.Por la tarde, pues, cuando la marea de discu-siones y comentarios fue creciendo y reventan-do en espuma contra las peñas de las dos socie-dades directivas -cada cual por su estilo y en suterreno-, que se llamaban la Pecera y el Casino dela Amistad, fue cuando un redactor de diariomarinedino, encargado de telegrafiar a impor-

Page 148: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

tante publicación de la corte, pudo fiar al alam-bre estas palabras: «Reina verdadera indigna-ción todas clases sociales. Excitados ánimoscoméntame detalles horribles».

Nosotros, deseosos de ilustrar como com-pete la opinión del lector, nos guardaremosbien de llevarle a la Pecera, frívola reunión depollos y gallos (todavía en Marineda se dice así)desocupados y enemigos de calentarse los cas-cos metiéndose en honduras científicas. Paraellos, el drama de la Erbeda fue un tema decharla profana, humorística y picante. Para elCasino de la Amistad, sobre todo para cierto se-nado (no en el sentido etimológico de edad,sino en el simbólico de respetabilidad y cordu-ra), el drama de la Erbeda fue muy otra cosa:dio ocasión a que se luciesen profundos cono-cimientos jurídicos y a que se aquilatasen ydepurasen intrincados y difíciles puntos dederecho penal.

Page 149: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Como que allí se congregaban, asociadospor la comunidad de gustos y profesiones, Cel-so Palmares, magistrado de la Sala de lo crimi-nal en la Audiencia marinedina; Carmelo Noza-les, fiscal de la misma; el nunca bien ponderadojurisconsulto Arturito Cáñamo, alias Siete patí-bulos; don Darío Cortés, delegado de Hacienda,persona muy ilustrada; el brigadier Cartoné, aquien no faltaba su tinturilla; y algunas veces,¡atención!, el joven abogado Lucio Febrero, so-brino de un Presidente de sala muy anciano,que había muerto en Madrid. Lucio Febrerotenía fama de gran talento -de uno de esos ta-lentos exagerados, peligrosos, revolucionarios,de los cuales se suele hablar en provincias, yaun fuera de ellas, en el mismo tono que se em-plea para nombrar una caja rellena de fulmina-to de mercurio... ¡qué digo!... ¡de panclastita...!

También solían entretejerse en este círculo,de tan competentes entidades formado, otrasprofanísimas, que no conocían ni de vista a

Page 150: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Justiniano, pero que (si puede decirse sin irre-verencia notoria) toreaban de afición. Mirándo-lo bien, ¿qué pito tocaba en ciertas cuestiones elmismo brigadier Cartoné? ¿Qué sabía de leyesel director del Horizonte Galaico? ¿Qué el buenode Castro Quintás, enriquecido con la honestaindustria de fabricar bujías esteáricas? ¿QuéCiriaco de la Luna, modelo de honrados pro-pietarios rurales, nata y espejo de detestablespoetas? ¿Qué Mauro Pareja, desertor momen-táneo de la Pecera, solterón incorregible? ¿QuéPrimo Cova, el sempiterno guasón? ¿Qué otrostantos como podríamos citar, y forman aquelnúcleo -renovado en algunos de sus elementospor la inevitable entrada y salida de militares yempleados, pero bastante fijo, en el fondo, paraque se pueda calcular de antemano cuál génerode opinión y forma de discusión prevaleceránen él-?

Cuenta el Casino de la Amistad entre susatractivos mayores el de un encristalado vestí-

Page 151: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

bulo, desde el cual la mirada avizor registramuy a su gusto la arteria principal de la pobla-ción, o sea la calle llamada Mayor por antono-masia, aunque no lo sea en tamaño, sino sólo enimportancia y concurrencia. No presume estevestíbulo de compararse a la Pecera, que debeprecisamente su nombre a los altos cristalesque, rodeándola por tres lados, la convierten enuna especie de transparente caja; pero en fin, talcual está, difícil es que a los tertulianos de laAmistad se les escape una rata, y el vestíbulotiene bastante partido; sobre todo desde quecesa el frío y se puede tomar allí café. Los díasde marejada de noticierismo, el vestíbulo rebo-sa, y las sillas se desbordan de sus estrechoslímites, pretendiendo invadir hasta el arroyo -porque aceras, dígase la pura verdad, no lasposee la calle Mayor...

La tardecita del estreno del crimen, no ba-jaría de treinta personas el grupo. Era aquello elgrand complet. Se discutían las versiones, se de-

Page 152: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

puraban, y se iba cristalizando la definitiva, laque ya no se discute. Mauro Pareja -alias elAbad-, gran indiscretista, tenía noticias de la me-jor tinta posible; como que acababa de echar unpárrafo con Priego, el juez que había estado enla Erbeda a levantar el cadáver y a instruir dili-gencias. Pareja pronunciaba instruir con ciertoretintín, añadiendo que no era su ánimo violarcosa alguna y menos el secreto de un sumariotan tiernecito, impúber por decirlo así; pero queseguramente, transcurridas las horas reglamen-tarias, se elevaría a prisión provisional la de-tención de la esposa y cuñado del interfecto, y sedictaría auto de procesamiento contra ambos,porque juntos habían hecho la gracia. AñadíaPareja otra noticia de interés: Priego descansarade su «penoso cometido» en la quinta de donPelayo Moragas, y Priego creía que Moragasestaba... enamorado, o punto menos, de la reo,según se deshacía en elogios de su aire modestoy simpático, el recato de sus modales y la dul-zura de su rostro.

Page 153: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Menos que esto se necesitaba para aguzarla malicia de los oyentes. «¿Pero Moragas laconoce? -¿Qué apostamos a que le lavaba a Mo-ragas la ropa sucia -Claro, de la Erbeda losdos... -Un idilio...». Todas estas chanzonetas,agridulces en los más, y sólo en alguno amar-gas, cesaron por encanto al ver perfilarse sobreel fondo de la venerable botica con que princi-pia la calle Mayor, la figura a un mismo tiempoatildada y suelta, la cabeza canosa y el cuerpojuvenil y cenceño de don Pelayo. Venía másque nunca perfilado y peripuesto, de gabán grisy chaleco blanco, de terso y fino piqué; el som-brero, algo ladeado y encajado sin descuido, losguantes prietos, en los labios la sonrisa, depar-tiendo con una señora cliente suya, la marquesade Veniales, a quien acababa de encontrarse sinduda. Cuando iban llegando cerca del Casino,despidiose la señora para entrar en una tienda,y Moragas, serio ya, como hombre que al que-darse solo recobra una preocupación, siguiócaminando, fijos los ojos en las baldosas. En-

Page 154: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

tonces Cartoné, que era campechano, le ceceó:«Moragas, psí, amigo Moragas...».

Moragas entraba rara vez en el Casino, nien la Pecera, ni en ninguno de los círculos ysociedades de Marineda. No le sobraba el tiem-po; su existencia estaba llena como un huevo, yapenas concebía el pugilato de ociosidad quecongregaba, a la misma hora y en torno de lamisma presa, todos los días, a las mismas per-sonas. Sin embargo, apresurose a acceder a laindicación de Cartoné, y aceptó, en defecto deuna taza de café, que entre horas le encalabri-naría los nervios, un sorbete, que se trajo delcafé más próximo, pues no tenía botillería elCasino. Y principiaron a llover sobre Moragaspreguntas y bromas. «Aquí se trata de detener-le a usted como complicado en el crimen de laErbeda... ¿No fue su lavandera de usted la quemató al marido? A ver, que declare el testigodon Pelayo Moragas...».

Page 155: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-¡Alto! -dijo Moragas festivamente-. Ni auncomo testigo me pueden a mí meter en ese be-renjenal. Esta mañana, cuando leí los periódi-cos, pensaba para mis adentros: ¿no es raroque, viviendo ella en el mismo lugar dondetengo mi huertecillo, no conozca a esa mujer?Puede que sea de las pocas de allí que yo nohaya visto, ni mirado. Y no es mal parecida...

-¡Hola!

-¡Vamos!

-¿Conque guapa ella?

-Guapa... no. Lo que tiene es un aire decompostura, un buen modo... que gustan y sor-prenden, por lo mismo que contrastan con elhecho que se le atribuye... Y digo que se le atri-buye, porque en realidad, por ahora, nada se haconcretado.

Page 156: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Hombre, pónganos usted en el secreto...Sus noticias son autorizadas... Ha conferencia-do usted ayer con Priego...

-¡Conferenciar!... -Y Moragas se rió, desca-bezando por medio de la boca del barquillo lapirámide del sorbete-. Si es que estaba yo en lagalería..., y como Priego pasaba cansado y fas-tidiado de la tarea, entró a refrescar con un tan-que de cerveza alemana... Ni él mismo sabíagran cosa. Eran los primeros instantes...

-¡Respetemos cl secreto del armario! -dijoPrimo Cova.

-Ustedes lo meten a barato -observó conmelancolía el magistrado don Celso Palmares,sacudiendo una cabeza amarillenta, pálida,color de legajo viejo, asaz entristecida por eltono telarañoso del cabello ralo-; pero noso-tros... nosotros, a cargar con la cruz. Esperabayo que en esta Audiencia no se ofrecería nuncaun caso así...

Page 157: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Lo que es de ésta... -interrumpió CarmeloNozales, el fiscal-, me da espina de que el señordon Celso no podrá mantenerse fiel a su propó-sito de jubilarse sin haber firmado una senten-cia de muerte...

La fisonomía del magistrado se enlobre-gueció más aún, y sus cejas se fruncieron, comoindicando gran desagrado en la conversación.Mauro Pareja comprendió que esta era mruyindiscreta, y la torció, llevándola al terreno dela actualidad.

-Lo cierto es que crímenes de este calibreno se ven todos los días, si se confirma la ver-sión última... que parece la verdadera...

-¿Qué versión? -preguntó Lucio Febrero, elcual llegaba en aquel mismo instante y se in-crustaba en el círculo, sin tomarse ni el trabajode dar las buenas tardes.

Page 158: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Su llegada produjo impresión. Las cabezasse volvieron hacia él; los ojos buscaron sus ojos.

-¿Así está usted? -exclamó Moragas-. ¿Tan-ta afición a la criminología, tanto revolver auto-res franceses, italianos y rusos, y desdeña ustedla parte experimental? Porque, para usted, elestudio de un crimen es como para mí el de uncaso patológico... mal que le pese al amigo se-ñor Cáñamo, que a cada cosa que usted hace odice toma el cielo con las manos.

-¿Yo?... -murmuró el jurisconsulto aludido,con una sonrisa que quería parecer almíbar yera rejalgar muy cargadito de arsénico-. No; si amí el señor Febrero ya me lleva convencido.Tales argumentos me va presentando, que merindo: no hay diferencia alguna entre el crimi-nal y el hombre de bien, y a los reos los debesentenciar el tribunal... a comerse una libra deyemas.

Page 159: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Lucio Febrero -mozo de buen talle y ga-llarda figura, digno sobrino carnal de aquelhermoso anciano que conocimos en Morriña- sesonrió con indulgencia irónica, mirando sere-namente a Arturito Cáñamo, el cual, por suparte, evitaba la mirada del joven abogado, aquien de muerte aborrecía. Ha de saberse queCáñamo, acabado de establecer en Marineda,con propósitos de barrer -calculaba para susadentros- los demás bufetes importantes, y per-suadido de que para conseguirlo necesitabafilosofar de palabra y en letras de molde, Artu-rito Cáñamo, digo, era un implacable penalista,y ya tenía escritos dos folletos abogando por lapena capital -por lo cual los marinedinos, queno carecen de travesura, le habían puesto elapodo de Siete patíbulos, y, bien que con menoséxito, el de Una horca en cada esquina, así comoal fiscal Nozales le llamaban Grocio y Pufendorf,por su afición a citar a estos dos tratadistassiempre juntos, como si fuesen uno solo-. Alaparecer en Marineda Lucio Febrero, con su

Page 160: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

aureola de brillantes estudios, con el prestigiode su figura y de su dicción enérgica, y con laarrolladora fuerza de sus ideas «disolventes»,Cáñamo presintió, venteó en él al rival, al quepodía cerrarle para siempre el camino de lafama y de la gloria. A la verdad, Febrero siem-pre advertía que no pensaba fijarse en Marine-da, sino que residía allí temporalmente, paraevacuar ciertos negocios de intereses relaciona-dos con la testamentaría de su madre; pero ¿nosería hábil disimulo? ¿No llevaría el maquiavé-lico fin de ir insinuándose con el público y mi-nándole a él, a Cáñamo, el terreno donde prin-cipiaba a sentar el pie? ¿No tenía Cáñamo enFebrero el enemigo natural que acosa a cadaser? Y aunque así no fuese, ¿cabía la menorduda de que Febrero había de eclipsar y deslu-cir a Cáñamo, y era el innovador, el nihilista, elanarquista del derecho penal, que con sus in-sensatas pero fascinadoras teorías había dearruinar las esperanzas de Cáñamo... y el edifi-cio social por contera?

Page 161: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Los ojos de Siete patíbulos vagaban por lamesa, huyendo la franca, risueña y desdeñosaojeada de Febrero: sin embargo, continuó, exa-gerando su sonrisita empapada en hiel:

-Señores, lo dicho: el señor Febrero ha lle-vado el convencimiento a mi ánimo. Ya metienen ustedes convertido..., a la blasfemia, alateísmo jurídico, al materialismo, al darwinis-mo desenfrenado y radical. Nada: discípulo mehago del señor Febrero; hay que amoldarse alos tiempos y dejarse ir con la corriente. Aquíme tienen ustedes dispuesto a ser protector ydefensor de todo asesino... ¡Digo asesino! ¡Si nolos hay! El señor Febrero me los identifica conel hombre intachable... Para él tanto monta elque estrangula a la madre que le dio el ser y elque la cuida y vela amoroso...

Volvió Febrero a mirar a Cáñamo fijamen-te, ya con más desprecio que chunga, y bus-cando en el bolsillo la petaca, respondió alzan-do los hombros al ataque de su adversario. Era

Page 162: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Febrero vivo, apasionado, y su temperamentosanguíneo-nervioso le impulsaba a la discusión,como impulsan al atleta a la lucha sus músculosde hierro: no obstante, había resuelto -y erahombre que se cumplía las palabras a sí propio-no dejarse conducir al terreno polémico porSiete patíbulos. Dos o tres frases sueltas, más omenos contundentes o festivas..., con eso so-braba. A Cáñamo este sistema le llevaba al fre-nesí.

-La verdad -aseveró Palmares- que las teo-rías del amigo Febrero son... fuertecillas, fuerte-cillas. Echan por tierra la administración dejusticia.

-Si se aplicasen al ejército -observó Carto-né- me lo tenían ustedes disuelto en una sema-na. Sembraría en las filas la indisciplina y lainsubordinación... Repito que no había ejércitoposible.

Page 163: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Ni administración pública -arguyó el de-legado de hacienda-. Tenemos que penar seve-ramente los atentados contra la propiedad, seapública o privada. El concepto del delito es labase de la responsabilidad administrativa. Sinembargo, me parece que ustedes, al pinchar alamigo Febrero (que ya nos deja por cosa perdi-da y renuncia a defenderse), le atribuyen teorí-as que él no profesa, o al menos interpretan lasque profesa de un modo muy violento, extre-mándolas y dándoles un alcance que no tienen.¿Me equivoco, Febrerito?

-Usted lo ha dicho, señor Delgado -respondió Febrero sacando la primer chupadade un pitillo y enarcando las cejas, movimientoque trazaba dos o tres arrugas sobre su tersafrente, bien calzada de negro pelo.

-Pues claro está (apoyó Moragas, gran ad-mirador y simpatizador de Febrero). El queoiga a Cáñamo, pensará que Lucio se empeñaen convertir a la sociedad en presidio suelto, y

Page 164: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

que va a fundar premios para el que saque loshígados a su suegra y se meriende una chuletade niño recién nacido... Lo que hace Febrero esestudiar esas cuestiones desde un punto devista científico, y nada más.

-¡Ah!... -vociferó Arturito, cuyos ojos para-dos y abultados, que Primo Cova comparaba ados huevos duros, se inyectaron de sangre ybilis-. ¡Ah!, pues ahí está precisamente el error,¡el error funestísimo y de espantosas conse-cuencias! El punto de vista en que hemos decolocarnos para estudiar cuestiones tan tras-cendentales, no ha de ser científico, sino moral,moraal, moraaaal... Es decir, que ese arduo,arduísimo problema, pertenece de derecho a laesfera de las ciencias morales y políticas... No,señores; no es con el criterio de la materia inertey ciega, del fatalismo y del determinismo ab-surdos, de Epicuro y Busnér, de la piedra quecae, ni con el escalpelo del anatómico en la ma-no, como han de decidirse ciertas cosas... Sólo

Page 165: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

que, en estos días aciagos, los partidarios de laevolución y la selección, el atavismo y la trans-misión hereditaria, los ciegos esclavos de lafilogenia y la embriogenia, se obstinan, menos-cabando nuestra dignidad, arrastrándola por ellodo, en borrarnos el carácter de racionales, yen equipararnos al orangután, o sea al monoantropomorfo, como ellos dicen!...

Al oír esta erudita parrafada. Palmares, elmagistrado, se puso aún más tétrico, lo mismoque si ya se viese orangután hecho y derecho, ole estuviesen enseñando por un cristalito la jetade los antropomorfos de que descendía; Mora-gas, con disimulo y por debajo de la mesa, hizoburlescamente el ademán del que da cuerda aun reloj, y Pareja, asestándole un codazo a Car-toné, dijo alto:

-A ver, a ver qué contesta Febrero. Me pa-rece que el discurso no tiene vuelta. ¿Será ustedcapaz de pulverizar a Cáñamo?

Page 166: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Bien seguro está Cáñamo de que yo lepulverice -respondió el joven letrado determi-nándose a hablar y tirando el cigarrillo-. ¿Cómoquieren ustedes que uno se atreva a discutircon persona de conocimientos tan vastos? Lamitad de las cosas que acaba de nombrar Artu-ro, yo no sé lo que son, ni si se comen con cu-chara. De manera...

-De manera que si usted toma a guasa es-tas cuestiones, entonces... -exclamó con ira Cá-ñamo.

-Eso no, ¡vive Dios! -replicó Febrero, a cu-ya cara trigueña subió una llamarada de san-gre, y cuyos ojos brillaron-. ¡Eso no! Tan por loserio las tomo... que no las discuto con usted.

-Señor mío, esa apreciación... sobre todoentendida al pie de la letra...

Page 167: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Señor mío, es usted muy dueño de enten-derla al pie de lo que le plazca... y de continuarilustrándonos...

-¡Quia! -respondió verdoso de despechoSiete patíbulos-; si quien nos ha de ilustrar esusted. De usted aprenderemos aquella peregri-na y curiosa noticia, de que el crimen empiezaen el reino vegetal... ¿Qué, ustedes no lo sabí-an? Pues señor Palmares, señor Nozales, el me-jor día tendrán ustedes que juzgar y condenar acadena perpetua a algún puñado de alfalfa o aalgún pimiento... porque según el señor de Fe-brero... (¿a que no se atreve ahora a repetir laexcentricidad?) hay plantas delincuentes, plan-tas ladronas y plantas asesinas... asesinas, perono crean ustedes que así de cualquier modo,¡sino con premeditación, alevosía, ensañamien-to... todas las agravantes!

-Y diría la verdad el que lo dijese -advirtióMoragas recordando algo que había leído en su

Page 168: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Revue de Psichyatrie. Son las plantas insectívoras...Ya lo creo que asesinan...

Las carcajadas del grupo no dejaron a Mo-ragas explicar el fenómeno. Arturito había ga-nado mucho terreno al convencer a su adversa-rio de sostener tan extravagante tesis. Febrerohacía señas a Moragas de que callase, pero Mo-ragas insistió:

-Según eso, ¿se reirán ustedes de la crimi-nalidad en las bestias? Pues la hay, y penalidadtambién. ¿No se acuerdan de que, en la Biblia,la ley de Moisés condena a muerte al buey quecause la de un hombre? ¿No hemos leído hacepoco en los diarios que habían procesado a unloro, no recuerdo por cual desaguisado análo-go?

-Sí, todo eso es muy lógico -silbó Arturito,encarándose con Moragas-; admitamos que soncriminales las berenjenas, y criminales los gri-llos..., ¡con tal que no lo sea el hombre! Ustedes

Page 169: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

quieren suprimir la noción del crimen; y al su-primir la noción del crimen, la de la responsabi-lidad; y con la noción de responsabilidad, la dellibre albedrío; y suprimida la del libre albedrío,a tierra la del castigo; y con el castigo, la de lavindicta pública, o sea la conciencia social, yotra noción más altísima, si cabe: la noción de...

-Eche usted nociones -interrumpió Febre-ro- y así que acabe, ¡hágame el favor de permi-tir que me cuenten la última versión del cri-men! Supe ayer que se ha cometido un parrici-dio en la Erbeda; pero dicen ustedes que haynuevos datos, y yo, entretenido con unos librosque me llegaron por correo, no he cogido unperiódico local esta mañana.

9

Page 170: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Pues hay detalles que espeluznan -contestóNozales-. De una ferocidad digna de salvajes,inconcebible, repulsiva.

-¿Está usted ya informando? -preguntó consocarronería Primo Cova.

-Como si estuviese -replicó no sin impa-ciencia el Fiscal-. Ni prejuzgo nada, ni los seño-res (señaló a Palmares), ni yo, ni persona algu-na, han de formar su opinión por lo que hoy seplatique, sino por la luz que arroje el sumario;pero admitamos provisionalmente que sea ver-dad lo que dice la mayoría de la prensa... y re-conozcan que el crimen es de los de patente...Al anochecer se recoge a su hogar un trabajadorhonrado, un infeliz carretero, y cena pacífica-mente en compañía de su esposa y de una ino-cente criatura... Se acuesta en el lecho conyugal,a reposar las fatigas del día... Apenas la inicuade su mujer le ve dormido, y dormida tambiéna la criatura en la misma cama, ¡qué horror!,sale y se va en busca del querindango, que es

Page 171: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

por cierto el mismo cuñado de la futura vícti-ma... Y vienen; y ella le entrega al amante elcuchillo, y pone debajo de la cabeza del maridoun barreño, y descuelga el candil, y alumbra, ylo sangran como a un cerdo, allí mismo, allídonde dormía su hija, la niña inocente, que nisiquiera abre los ojos... Y luego desocupan en elrío la sangre recogida en el barreño, y visten elcadáver, y el cuñado lo atraviesa en un burro ylo deja en un pinar, no sin triturarle la cabeza ahachazos, para que se crea que fue muerto allí,en riña o sabe Dios como... ¡Todo para gozar asus anchas una pasión impura y brutal!

El grupo escuchaba con interés tan artísticorelato. Al terminar la narración don Carmelo,exclamó Cartoné, que juraba como los galanesde las comedias viejas:

-¡Por vida!... ¡Voto a sanes!

Y Moragas intervino con vivacidad:

Page 172: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Señor Nozales, no sirve... Aquí no esta-mos dramatizando una acusación, a lo Melén-dez Valdés... El honrado carretero era un borra-chón muy holgazán y muy bárbaro, que le dabaa su mujer cada paliza... Esa noche gastaba unacurditis que no se podía tener; sólo así se explicaque se dejase matar sin el menor conato de de-fensa. Y en cuanto a que fue por gozar de unaimpura pasión..., dicen que ya la gozaban sinnecesidad de matarlo, y que él estaba perfecta-mente al cabo de la calle... Así pues, algo hayahí..., algún misterio, algún enigma psicológico,o fisiológico, o las dos cosas, y a ustedes, seño-res míos, toca esclarecerlo.

-Ya he dicho que no prejuzgo... -advirtióNozales mordiéndose los labios.

-No prejuzga usted... pero acusa...

-Nada..., a estos señores, ¿sabe usted lo quehay que decirles, para que estén contentos? -intervino Siete patíbulos-. Pues hay que decirles

Page 173: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

que todo delincuente se encuentra en estado declemencia, y que sólo por eso cometió el cri-men. Yo tengo un sobrinito que pega a sus her-manas; y cuando su madre le riñe, ¿acierten pordónde sale el chiquillo? Dice que no lo pudoremediar: que le subió por el estómago unacosa, una cosa..., y que, al llegar a la mano, se leconvirtió en bofetada... Estos de la impulsiónirresistible son como el rapaz..., y si a aquel locuramos a fuerza de azotes, a éstos...

-¿Nos daría usted una azotaina? -interrogóFebrero mirando a Cáñamo con soberana inso-lencia festiva-. Ya me lo sospechaba yo, señorde Cáñamo. Ya suponía que, por gusto de us-ted, restableceríamos en todo su esplendor eltrato de cuerda, las pesas, el potro, las cuñas,las seis azumbres de agua echadas por un em-budo, con otros modos finos de preguntar quegastaban nuestros insignes abuelos. Y tambiénpondríamos en vigor la mutilación de manos ypies, la perforación de la lengua con hierro

Page 174: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

candente, las pencas, las mujeres untadas demiel y emplumadas, los hombres hechos cuar-tos y la marca roja en las espaldas... Toda lapenalidad infamatoria y torturadora, de la cualconservan ustedes con tanto celo lo poco queresta... Y ¡ay del que toque a esos restos!... ¿ver-dad, señor de Cáñamo? Eso es el Sancta Sancto-rum...

La fisonomía verdosa de Cáñamo se con-trajo, y sus acentuados pómulos palidecieronde enojo: su voz era temblona y furiosa al con-testar:

-Ya... ya... ya sé que ahí va a parar todo...,que ese es el objetivo de las supuestas reformas,y el fin a que tienden todas esas infames teorí-as. ¡Se quiere establecer la irresponsabilidad,para, a su sombra, echar por tierra lo único quesustenta este edificio minado por todas partes,atacando a la sociedad en sus mismos cimien-tos! ¡Se quiere alcanzar con la piqueta la base, elcentro misterioso en que descansan la paz, el

Page 175: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

orden, la justicia, la concertada marcha de todoel organismo social! ¡Se quiere..., horror causael decirlo..., tocar a la piedra angular, abolir laúltima pena!...

Al nombrar la última pena, armose en elgrupo una especie de motín: cada cual queríaemitir su opinión, objetar, afirmar, negar, dis-currir. Pero sobre la marea de tantas opinionescomo iban a ilustrar el asunto, sobresalió la vozde Primo Cova, que chillaba en agudo falsete:

-No le toquen ustedes ese punto a Cáña-mo... ¡La pena de muerte! Pues si esa es su par-te sensible... ¿No lo sabían? Ha escrito sobre elasunto en todos los diarios de la región, de lacorte y de América, y se calcula que el total delos artículos que lleva publicados podrá pesarasí como unos treinta quintales... Las empresasfunerarias se han asociado para regalarle unacorona de abalorio negro... Ha ilustrado la ma-teria con profundísimas investigaciones; se hametido en el bolsillo a Beccaria, a Filangieri y a

Page 176: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Silvela: Sólo nos ha dejado una duda, una incer-tidumbre horrorosa... ¡No ha podido decirnoscategóricamente cómo se conjuga la primerapersona del presente de indicativo del verboabolir! ¡No acaba de resolver si ha de decirse yoabuelo o yo abolo! Ya desesperado, optó por lasolución mixta y escribió esta copla... ¡Veránqué copla!

«Mi abuela quiere que abuela

Yo la pena capital:

¡Yo no soy bolo, y no abolo

Page 177: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

La garantía social!».

Grandes carcajadas corearon la imperti-nente gracia de Primo Cova. La conversaciónperdió su carácter de seriedad, borrándose elsombrío tinte que le comunicara el relato delcrimen, y se enzarzó, entre chanzas y epigra-mas, alentadas por el visible enojo del amosca-do Arturito, una contienda puramente gramati-cal, en que todos echaron su cuarto a espadassobre si debe decirse abuelo o abolo, causandoindignación y ardientes protestas el parecer de

Page 178: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

don Darío Cortés, quien afirmaba que no sedice de un modo ni de otro, sino yo abulo, y ale-gaba autoridades y razones serias. Es increíbleel fuego con que sostuvieron tan mezquina dis-puta. Olvidadas quedaron las cuestiones quehabían principiado a agitarse, el grado de res-ponsabilidad de los criminales y la convenien-cia de la última pena; y aquel grupo -relativamente consciente, ilustrado, grave- másencrespado de pronto que el mar en día detormenta, rompió en frases agrias y batallado-ras, cruzó apuestas, voceó hasta echar abajo elCasino y tener que advertirles el mozo que nogritasen, «que se oía mucho desde fuera». Fi-nalmente, varios campeones «se jugaron la ca-beza», por una desinencia de mala muerte, co-mo aquellos griegos de Bizancio que se mata-ban por el modo de persignarse, ¡mientras cadavez más próximo retumbaba el casco del caba-llo del invasor!

Page 179: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Tampoco de esto quiso disputar Febrero.Imitando su ejemplo Moragas (que en otra oca-sión no dejaría de alborotar, lo mismo que cadaquisque), al poco rato salieron juntos abogado ymédico, y sin ponerse de acuerdo, sin decirsepalabra, apenas doblaron la esquina que con-duce al paseo del Terraplén, enlazaron los bra-zos como personas dispuestas a platicar larga-mente, a lo cual les convidaba la serenidad delanochecer y la molicie de la atmósfera, ablan-dada por la primavera y entonada de vez encuando por un hálito salitroso venido del mar.Ya bogaba en el cielo el ligerísimo esquife de laluna nueva, y el lucero destellaba, como unamirada fija y amorosa de la cual parece que vaa desprenderse llanto.

Ninguno de los dos hombres -que sin estarunidos por antigua ni por fuerte amistad, loestaban en aquel punto por la afinidad de suscorrientes de pensamiento y de sentimiento-pronunció palabra hasta verse fuera de la zona

Page 180: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

de arbolado tupido, recortado y simétrico queforma el lucido y amplio paseo del Terraplén. Yes que por allí no había solamente árboles, sinotambién seres humanos, paseantes ociosos.Traspasada la última hilera de plátanos y aca-cias, encontráronse en el Malecón, siempre soli-tario, y que tiene por horizonte las aguas, en-tonces apacibles y suavemente rizadas, de labahía. Moragas fue el primero en estallar (Fe-brero era, aunque vehemente, más concentrado,y tenía ya el hábito de reprimirse que adquie-ren a la larga los verdaderos innovadores).

-¿Ha visto usted? ¡Qué caterva! ¡Valienteareópago! Así es que yo no pongo el pie nuncaahí...

-Yo sí suelo ir -respondió Febrero-. Les de-jo hablar, les oigo..., y aprendo, aunque parezcamentira. Y eso que ya delante de mí se recatanellos bastante. No sé de dónde han sacado queme río de lo que dicen. Lo que no hago es to-mar parte en las disputas. Eso no; por nada del

Page 181: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

mundo. Siendo, como soy, un hombre que secree nacido para la propaganda, considero quepara esta propaganda oral, ni están madurasaquí las conciencias, ni preparado el terreno.No diré que fuese enteramente mala la propa-ganda oral, siempre que recayese en un audito-rio escogido, capaz de recibir la idea con ciertanitidez, y de devolverla y comunicarla, mas sinalterarla mucho. Arrojarla ahí, en el Casino de laAmistad, o en cualquier Casino, para que la en-sucien, la desfiguren y la pisoteen..., eso sí queno lo haré yo... Sería profanarla..., y profanarlaen balde. No crea usted que no me ha costadoaprender a reprimirme, a sonreír y a callar,cuando oigo todo género de atrocidades y deabsurdos; a no perder jamás la sangre fría; aesquivar los ataques de los necios malignos,como ese Cáñamo, que siempre me andan bus-cando las cosquillas para poder decir que merefutan, y a imponerme por mi propia calma yretraimiento, que, tarde o temprano, hacenefecto en la muchedumbre. Así es que... me

Page 182: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

reprimo y me reprimiré, y a mí no me han demeter en ninguna danza ridícula. Ya ve usted loque ha sido la conversación de hoy; una seriede incoherencias y de extravagancias, y al finaluna de esas cuestiones gramaticales tan bizan-tinas y tan empalagosas..., de la cual saciarántodos lo que el negro del sermón. No: no haymás propaganda que la del periódico (sin acep-tar tampoco la polémica periodística, a no sercon gente bien educada y de mucho fuste, yclaro que me refiero a periódicos de Madrid), ladel libro, y la acción parcial sobre la concienciade algunas personas ilustradas, serias, debida-mente preparadas, y que crean en Dios y en elprogreso humano..., como cree usted.

-A pies juntillas -aseveró Moragas, dete-niéndose un instante y mirando a la bahía, es-pectáculo cuya magia le parecía mayor en aquelinstante-. De lo primero se me figura que nodudo jamás: de lo segundo, sólo me entran hor-migueos y escozores al verme entre mucha gen-

Page 183: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

te como la de hoy... Cáñamo, sobre todo, es untipo... Asusta pensar que ese hombre aspira a lamagistratura... ¿Usted cree que no sería capazde restablecer el tormento? ¡Como pudiese!

-¿Y qué tendría de extraño? Los tiemposdel tormento están muy próximos; son deayer..., ¡qué digo!, de hoy; esos procedimientosse emplean aún en muchos sitios, y si sacamosbien la cuenta, resulta que hay todavía máshumanidad que admite el tormento, que huma-nidad que lo rechaza. El mundo no tiene hoypor hoy sino una cascarilla de civilización quepuede levantarse con un alfiler, apareciendodebajo la barbarie primitiva. No hay que impa-cientarse: resignarse, tener cuajo... y hacer loque se pueda, que unas veces me parece poco yotras muchísimo... según el humor de que meencuentro y el punto de vista en que me coloco.

Hablando así, habían cruzado la parte devarga del malecón que costea el paseo, y seacercaban al punto donde asombran y obscure-

Page 184: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

cen la superficie de la bahía muchas embarca-ciones chicas, vacías, con el velamen arriado,cruzados los remos sobre la borda, inmóviles.Un fuerte y penetrante olor de yodo y algassubía del agua, y allá a lo lejos, los faroles delbarrio de la Olmeda trazaban sobre la superfi-cie deshechos rizos de luz. Sin darse cuenta deello, nuestros paseantes tomaron la direccióndel muelle de madera o Espolón, que les tenta-ba, por ser en él a aquellas horas la soledad noya relativa, sino absoluta. Adelantaron por eltablado cimbrado, siempre misteriosamenteestremecido por la acción de las olas, aun endías de completa bonanza, como era aquel. Y seinternaron, se internaron, cual si al avanzar poraquel camino que, señalando la dirección delOcéano, no conducía sino a una luz roja, ade-lantasen por el fatigoso y desierto Via Crucis delconsabido progreso. A uno y otro lado no tení-an sino mar; la tablazón mal junta les dejabaver bajo sus pies agua, agua sombría; a lo lejosdistinguían la enorme mole de una fragata ale-

Page 185: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

mana, que había entrado en puerto haría cosade hora y media, y al extremo del Espolón lar-guísimo, el mástil de la draga, que se erguíahacia el cielo, como afirmando lo que Moragasacababa de reconocer tan explícitamente: Dios yel progreso humano.

Ya en la punta del Espolón, detuviéronselos dos interlocutores, y convidados por la apa-cible temperatura, se sentaron en una gruesaviga, con el rostro vuelto hacia la extensión delmar, del cual venía ese aire tónico y esa frescu-ra estimulante que parecen disponer el alma ala lucha y al peligro. La sábana de agua, limita-da hacia la derecha por gracioso anfiteatro deredondeadas montañas, extendíase sin términoa la izquierda, y a pesar de su completa sereni-dad, no cesaba un instante de exhalar ese que-jido que recuerda el sordo rumor de una multi-tud humana, o el bramido del viento al engol-farse en las selvas.

Page 186: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Moragas se volvió hacia Febrero, y en vozbaja (aunque allí nadie pudiese oírles) le susu-rró:

-Para mí el crimen es... una dolencia, y elcriminal, un enfermo. Y esa dolencia puedecombatirse, y muchas veces curarse. Castigar-se... ¿por qué? ¿Castiga usted al que tiene uncáncer, al que sufre de una úlcera?

-Ahí empezamos a diferir -respondió Fe-brero-. Usted es, por lo que veo, correccionalis-ta. Yo... o voy más allá... o me quedo más acá...No sé. Creo que hay un tipo humano que, porsu organización, está dispuesto a ser criminal.No piense usted que supongo que ese hombrenace como un ser extraño, como una anomalíade la especie. Al contrario: es la humanidad laque en su origen fue criminal toda: cuanto másatrás vaya usted, ayudado por los escasos datoscientíficos que ya poseemos, más verá al hom-bre de las épocas primitivas ejerciendo comocosa corriente el homicidio, el robo, la viola-

Page 187: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

ción, el canibalismo... Los actos que más espan-tan hoy. Aún quedan en el globo ejemplares delo que pudieron ser las colectividades primiti-vas, y son los salvajes de ciertas razas. ¿Quéhacen los señores supervivientes de la edad depiedra? Comerse los unos a los otros, entregar-se libremente al instinto más bestial... Y lo queen los salvajes permanece en forma colectiva,en los países que llamamos civilizados se pre-senta como caso aislado... pero se presenta... yes a lo que damos el nombre de criminal, cuan-do realmente debía nombrarse un aparecido, unespectro de otra edad, un resucitado... o comose dice en lenguaje científico, un caso de atavis-mo, no porque en toda familia de criminal hayaascendientes criminales, sino por ser criminaltoda la ascendencia del hombre... Esto que levoy indicando a usted, y que Cáñamo llamaríateorías infames, no es sino una aplicación, al es-tudio de la antropología, de dos profundosdogmas cristianos: el de la caída o pecado origi-nal, y el de la redención... Por eso a la obra re-

Page 188: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

dentora -aunque en mínima parte- podemoscooperar todos, grandes y chicos...

-Así lo he creído siempre -interrumpió conentusiasta alegría Moragas-. En mi esfera, lo hepracticado mucho... siquiera para compensarlas ocasiones en que todos tenemos algo dehumanidad primitiva... que son, por mi parte,las sexuales... ¡A sangre fría, lo reconozcohumildemente!...

Febrero sonrió de la sinceridad con que seexpresaba el Doctor, muy notado, en sus tiem-pos, de afición a faldas.

-Ya ve usted -prosiguió Febrero- que pen-sando yo así, no hay calumnia más risible quela de acusarme de defensor y amigo de los cri-minales... Al oír y leer ciertas críticas que sehacen de los que queremos plantear el estudioy conocimiento racional del crimen, parece quenuestro propósito es santificar el grillete y ele-var a los asesinos a la categoría de mártires. Yo

Page 189: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

estoy a cien leguas de ese sentimentalismo...¡Pero métaselo usted en la cabeza a Cáñamo ycomparsa!

-Algo de eso me pasa a mí -interrumpióMoragas-. Si no considero precisamente márti-res a los criminales, confieso que tengo paraellos una indulgencia, una piedad especial...

-¡Ah! -exclamó el joven abogado-. Lo sé: notenía usted que decírmelo. Ustedes, los quecreen en el arrepentimiento, en la corrección yen la enmienda, proceden impulsados por elsentimiento; empapados en ciertas ideas pro-fundamente cristianas, son ustedes redentoristas:para ustedes carece de valor el fenómeno de lareincidencia, que tanto nos da en qué pensar anosotros. Pues mire usted: la sabiduría popularles desmiente a ustedes: «El lobo dejará losdientes, pero no las mientes. Quien malas ma-ñas ha, tarde o nunca las perderá. Genio y figu-ra, hasta la sepultura...». ¡El sentimiento! Noimporta que usted sea todo un hombre de cien-

Page 190: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

cia, ni que en los asuntos de su profesión estéhabituado a aplicar plenamente el método ex-perimental y positivo... En esto del estudio delcrimen, procede usted también por sentimien-to, lo mismo que Cáñamo... ¡No se asuste! Elnecio de Cáñamo obedece al sentimiento; peroal sentimiento malo, inconfesable, indigno, delrencor, el miedo y la venganza. El criminal,para él, es un enemigo personal; el verdugo, unaliado y un defensor; el patíbulo, la piedra an-gular. ¿Quién lo duda? Cáñamo se inspira en laprimitiva ley de la humanidad, que fue la deltalión: ojo por ojo y diente por diente. Y así co-mo todavía viven entre nosotros ejemplares dehumanidad primitiva, todavía ese espíritu devenganza personal subsiste en los códigos. Elorigen de la idea de justicia es egoísta; empiezapor el sentimiento de la propia defensa; encuanto al concepto puro, desinteresado, moral,de justicia... ese todavía está en estado de lo quelos alemanes llaman werden. ¡La Humanidad esuna persona colectiva que, con los siglos, va

Page 191: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

mejorándose y arreglándose... y tal vez acabepor llegar a ser la gran persona!... ¡Vea ustedpor donde yo también resulto correccionalista...pero no del individuo, sino de la especie!

-¿De modo que usted... no condena en ab-soluto la pena capital, que a mí me parece unaignonimia de la sociedad? -preguntó alarmadoel Doctor.

-No la condeno en absoluto; no por cierto -confirmó el abogado con cierta solemnidad-. Loque proscribo sin rebozo y a boca llena, es lapena de muerte como represalia y el concepto devindicta pública. Eso me parece tan odioso y tanrepugnante, que... le voy a confesar a usted midebilidad: a pesar del interés que debieran ins-pirarme esa clase de estudios, y la obligaciónque en cierto modo me he impuesto de practi-carlos, los días anteriores a una ejecución,cuando principian a anunciarla los periódicos,me entra un desasosiego, una especie de cuar-tana de león, y tan perturbado me pongo, que

Page 192: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

tengo que marcharme al campo. Es una ridicu-lez, y yo desearía curarme de ella, porque real-mente... me conviene, nos conviene a los inno-vadores, en este terreno, y en todos, muchasangre fría; la impasibilidad con que ustedeslos médicos amputan un miembro o registranun tejido... Sí, creálo usted; el enemigo queprincipalmente necesitamos combatir es el sen-timiento, los entes metafísicos que obstruyen elcamino de la razón... Necesitamos ser un tém-pano... ¡un témpano que piensa!

-Yo creo, amigo Lucio -objetó Moragas-,que en eso no la acierta usted. Para todo hacefalta ímpetu, calor y entusiasmo. La razónalumbra, pero sólo mueve la voluntad. La ge-neración joven actual es fría, es demasiado mo-rigerada, ve demasiado los inconvenientes de lapropaganda, el ridículo, la calumnia, las con-tradicciones de todo género que sufren los queprueban a batir en algún terreno las cataratasdel pensar. Los casi viejos -porque yo estoy

Page 193: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

mucho más cerca de los cincuenta que de loscuarenta- somos los únicos que conservamos elfuego sagrado. Aquí me tiene usted a mí, que loque necesito es esforzarme en contener ciertoquijotismo, eso que usted llama redentorismo,que me brota a cada instante, y que si no lotuviese a raya, ¡qué sé yo! ¡Pues eso, eso, y no elhielo perenne de la reflexión, es lo que se nece-sita para cooperar a la obra... para poner el gra-nito de arena...! Carecen ustedes de pasión...

-Puede ser... No crea usted que no se meha ocurrido... -asintió Febrero-. Nuestra aspira-ción es puramente científica. Queremos supri-mir esas concepciones morales que nos estor-ban. Queremos sustituir al estudio abstracto dela entidad crimen, el estudio concreto del sujetocriminal. Decimos como ustedes que no cono-cemos enfermedades, sino enfermos... Fuera elontologismo... Al que el vulgo llama hombreculpable, nosotros le llamamos únicamente hom-bre peligroso... Borramos la idea de castigo, y la

Page 194: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

reemplazamos con la de método curativo...Cuando eliminemos, nuestra acción será análo-ga a la de ustedes cuando aplican una sangríasuelta al hidrófobo... Y si vemos medio de evi-tar esa sangría, crea usted que la evitaremos.

-¡Eso espero! -respondió Moragas caluro-samente-. ¡Busquen ustedes, indaguen el modo-que debe de haberlo- para borrar de la frentede nuestra época ese horror grotesco que sellama el cadalso, y para suprimir ese enigmasocial que se llama el verdugo!

Al decir esto, Moragas creía oír, en el cla-poteo del agua contra los pies derechos y pilo-tes que sostenían el Espolón, la voz ronca deJuan Rojo y los ahogados gemidos de Telmo.

-Bien sabe usted que el cadalso no está enolor de santidad para nosotros -respondió eljoven letrado-. Tenemos mil razones para des-preciar, literalmente despreciar, ese aparato dela justicia, tal cual hoy se ejerce. Observe usted

Page 195: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

el movimiento de las conciencias: estúdielousted y note que uno de los pocos sentimientosmedioevales que persisten y hasta aumentan,es el odio al verdugo. El verdugo es hoy más pa-ria que en la Edad Media. Existe, indetermina-da, pero enérgica, la convicción de que no esmás que un asesino pagado por la sociedad. Y va-mos... raciocinando..., ¿qué más da quitar lavida diciendo «fallamos que debemos condenary condenamos...», que dando vuelta a una pa-lanca? Pues el caso es que para el magistrado,respeto, y para el verdugo, reprobación. Noteusted que en algunas naciones muy adelanta-das, verbigracia los Estados Unidos, se aspirasólo a quitar el verdugo, conservando la últimapena. O se lincha -lo cual revela un estadoanárquico, pero franco y juvenil, en que todosjuzgan y ejecutan- o se mata por la electricidad,en que el verdugo no existe. De todos modos, amí no me horripila mucho más un verdugoauténtico, que esos sustentáculos del garrote,como Cáñamo...

Page 196: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Según eso, ¿no recelaría usted entrar enrelación con el oficial público -preguntó Mora-gas esperanzado-, estudiarle, conocerle?...

-No lo recelaré en otro círculo más amplio.Aquí no, porque... mi reino no es de Marineda.Por lo demás, creo que el estudio del verdugo,que está por hacer, completaría el de los crimi-nales. Todo verdugo es necesariamente un caso,una anomalía regresiva, una monstruosidadpsicológica. Su situación es muchísimo másextraña que la del criminal. Pero aquí... ¡quédiablos! Vale más no ver a semejante alimaña.A quien veremos, y nos reuniremos para verla,si usted quiere, es a la parricida de la Erbeda ya su compañero; no ahora, mientras dura elalboroto y la vocinglería de los primeros instan-tes, sino después, cuando haya sido fallada lacausa; en fin, en alguno de esos períodos en queel público olvida al criminal en la cárcel. ¿Diceusted que esa mujer tiene aspecto dulce?

Page 197: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Lo tiene -afirmó Moragas-; tanto lo tiene,que se quedará usted asombrado si la ve. Yo nopuedo olvidar su aspecto. Necesito hacer unesfuerzo sobre mí mismo, para no erigirme enprotector suyo. Amigo Febrero: dichoso ustedpara quien los objetos sensibles toman forma deecuación o de algoritmo. Aquí me tiene ustedcon medio siglo encima, con bastantes desen-gaños... y capaz todavía, por haber visto pasar auna mujer joven, modesta, atada y entre civi-les... de ponerme completamente en ridículo.

-¡Pues cuidadito! -advirtió Lucio-. ¡Mireusted que eso quieren los Cáñamos!

10

Despedido de Febrero, Moragas subió a sucasa cinco minutos, volviendo a bajar transfor-mado: sin levita, sin guantes, embozado en lacapa, un tanto ladeado el honguillo. Diríase queacudía a alguna clandestina cita, o a algún con-

Page 198: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

ventículo de conspiradores. Todo menos atur-dir entonces los barrios con el estrépito de suberlina. Iba con ese andar cauteloso y furtivoque se llama paso de lobo, y pronto salvó el Pá-ramo de Solares y se metió, campo de Belonaarriba, por la calle del Peñascal, que había deconducirle a la del Faro.

Ya allí, seguro de que nadie le seguía ni leobservaba, tendió la vista en derredor, y regis-tró el lugar, asaz significativo y melancólico.Los sitios que un hombre habita y las mansio-nes que elige, dicen siempre al observador algode su espíritu y de su alma. No en balde eligie-ra Rojo por residencia aquel rancho, precisa-mente la última casa del pueblo, más allá de lacual... sólo se alzaban las tapias blancas y fríasdel Camposanto. Aquel hombre tenía que servecino de la muerte, y vivir así, en el ranchosombrío con puertas y ventanas bermejas, pare-cido a sucio paño sobre el cual se extendiesengrandes placas de sangre. No en vano tampoco

Page 199: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

los cinco ranchos que enlazaban el de Rojo conlas demás casas de la población se encontrabansiempre deshabitados; sin duda nadie habíaquerido ocupar aquellas barracas siniestras,contaminadas por la inmediata vecindad delhombre ignominia. No en vano tampoco, lacampiña de los arrabales, que hasta allí ostenta-ra notas simpáticas, de índole labriega -un pajaro meda de paja de maíz, un carro desuncido,algún arbolillo en que las yemas comenzaban adesabrochar, algún patatal próximo a dar flor-,se revestía, en torno del infame rancho, de tanhosca aridez, rompiendo en breñas negras ycalvas o desarrollándose en terrenos baldíos yarenosos. Y por último, no en vano servía defondo al rancho y al cementerio, el mar; pero noaquel mar de bahía suave, arrullador, rumoro-so, que en la punta del Espolón había coreadocon armonioso acento un diálogo de pensado-res, sino el amplio, libre, y estruendoso Cantá-brico, que con tumbo ya ronco, ya sonoro, yaquejumbroso y lúgubre, ya airado y furibundo,

Page 200: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

azota la escollera, muerde retorciéndose el pla-yal, escala los cantiles que guarnecen el peque-ño promontorio del Faro, y los corona de neva-do diluvio de espuma bravía, tan pronto batidacomo deshecha.

-El sitio lo expresa todo -pensaba Moragas.Este hombre, oprobio de la sociedad, no podíavivir sino aquí, en una especie de cubil de fiera.Mas en buena ley y justicia, si así vive estehombre, Cáñamo y los que piensan como éldebían agruparse en un barrio especial: el ba-rrio donde radicasen la Audiencia, la Cárcel, elPenal, el campo de la Horca y la misma casa deRojo. Ellos, los que han creado a este indefini-ble ser, no cumplían con menos que levantarleel entredicho y hacer respetar en él lo que en-tienden por justicia... Sí, pues váyanles coneso... Capaces serían, por no acercarse a él, dedejar pudrirse al muchacho, víctima del estadosocial de su padre.

Page 201: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Calculando así, y olvidando que la vísperatampoco él quería asistir al chico (lo cual de-muestra que Moragas había andado muchocamino en veinticuatro horas), determinose aefectuar lo que llamaba allá en sus adentrosbajada a los infiernos, y volviéndose y girando laspupilas, observó si alguien podía verle entraren el rancho. Cerciorado de que no había porallí fisgones, apoyó la mano en el pestillo... yeste movimiento hizo renacer la aversión y re-pugnancia de la víspera, algo que podía llamar-se un espanto frío, de esos que no van acompa-ñados de ningún tenor positivo y real. Vencióesta impresión; venció también la que le produ-jo ver en el zaguán, arrimada a la pared, unaescalera, que le recordaba la que en otros tiem-pos llevaban en el sombrero los verdugos, co-mo símbolo de la horca; y lo mismo que en cier-ta ocasión se había arrojado a un charco fétidopara sacar a un niño que se ahogaba, arrojose alinterior de la sórdida vivienda.

Page 202: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

La Marinera no andaba por allí: sólo el pa-dre velaba a la cabecera de Telmo. No cruzaronpalabra en los primeros instantes el Doctor yRojo. Este se puso en pie, y aquel aplicó la ma-no a cabeza entrajada, y luego el termómetro ala axila del paciente. Cuando lo sacó, sacudió yconsultó a la luz, vio que había cuarenta gradosde devoradora calentura.

-¿Ha comido?

-Ni chispa, señor. Naranjadas.

-¿Le ha dado usted antipirina?

-Sí, señor. Todo lo que usted mandó. Por lamañana estuvo despejadito, aunque se quejabamucho. Se ha recargado a la tarde.

-Pues mañana o esta noche, cuando se des-peje, caldo de sustancia. Tal vez la fiebre estésostenida por la debilidad.

Page 203: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Debe de ser eso, porque delira; es decir,ahora está amodorrado, y de repente se pone acharlar y dice cosas... tremendas.

-¿Cosas tremendas? -preguntó Moragasdejando la capa en una silla, porque se disponíaa reconocer debidamente las lesiones del niño-.¿Y qué cosas tremendas son esas que dice suhijo de usted?

-Siempre está con que es valiente y con quepuede con todos... y que le tiren más piedras,que por eso no se rinde... Todo se le vuelve «memataréis, me mataréis, pero no diréis que que-dé vencido... Soy el general Haches y el generalErres... No tengo ejército, pero basto yo; yo de-fiendo el castillo... Vengan piedras...». Sospe-cho, señor don Pelayo, que a esta criatura lehan jugado una partida atroz los chiquillos delInstituto: puede decirse que lo han reventado apedradas.

Page 204: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Si es así, efectivamente es tremendo...aunque natural y explicable.

No contestó Rojo: gruñó sordamente, yvolvió a instalarse, de pie, a la cabecera delherido. Moragas, entretanto, alzaba suavemen-te el apósito para reconocer el estado de laslesiones en la cabeza, y, levantando la sábana,se informaba del dislocado pie. Descoso, másque de reconocer y estudiar aquellas lastima-duras físicas, de echar la sonda en otros dolo-res, se volvió a Rojo:

-Supongo que usted se fijará bien en lo quehay que hacerle al niño, y seguirá todas misinstrucciones... Porque usted debe de querermucho a esta criatura.

Rojo se encogió de hombros.

-No tiene uno otra cosa -respondió opaca-mente.

Page 205: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Cumplido el deber profesional, minucio-samente examinado el enfermo, dadas las ins-trucciones de palabra y por escrito, Moragaspodía retirarse, pero consta de seguro que envez de hacerlo, tomó una silla y se colocó enella como quien no tiene urgencia. La vísperapor la mañana desmentiría él con tedio y enojoal que le pronosticase que había de tomar asien-to en semejante mansión. Haciéndose el dis-traído y acariciándose maquinalmente las pati-llas, clavó en Rojo sus pupilas grises, llenas deluz, preguntó como al descuido:

-¿No tuvo usted más hijos nunca?

-Sí, señor... otro murió de pequeñito... desarampión... Era una chiquilla.

-¡Feliz ella! -comentó Moragas en tono ex-presivo-. Crea usted -prosiguió con la mismasolemnidad-, que si me llama usted a asistir aesa criatura, y veo que su vida pende de unadosis de cualquier medicamento o de una saja-

Page 206: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

dura de bisturí... yo, que por salvar a un niñosoy capaz de echarme en un horno ardiendo...,creo que me meto las manos en los bolsillos, ydejo morir sin escrúpulo a su hija de usted.

Rojo ni protestó, ni mostró que le subleva-sen tan duras palabras. Su mirada, esquiva yerrante recorría las junturas del piso, y sus la-bios, color de violeta, se agitaban como si qui-siesen dar salida a cláusulas mal formadas y atruncados razonamientos. Al cabo balbuceó:

-Tiene usted... tiene usted muchísima ra-zón. El mayor favor que usted le podía haceral... al angelito, era... dejarla morir. Ella sí queestá bien. ¡Dichosa de ella!

Al oír Moragas estas expresiones, alegróse-le el espíritu, pareciéndole que tomaba buensesgo el interrogatorio que proyectaba.

Page 207: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Según eso -preguntó-, usted comprendeperfectamente cuál es su posición, y cuál la desus hijos, originada por la de usted.

-¿No lo he de comprender?

-Pero... -insistió el Doctor-, ¿lo comprendeusted por completo? ¿Se da usted cuenta clara yexacta del destino que le está reservado a esepobre rapaz que delira en esa cama? ¿Puedeusted formarse idea de su presente y de su por-venir, de los odios y las humillaciones que ledeja usted por infamante herencia, de lo que eshoy y de lo que será mañana? ¿Se hace ustedcargo de que este niño, si fuese capaz de calcu-lar, como calculamos los viejos, debiera, en vezde pedir a Dios que le conserve su padre, pedirque se lo quite?

Ninguna respuesta dio al pronto Rojo a es-tas resueltas palabras, con que el Doctor entra-ba en materia, cortando intrépidamente por losano. Sólo su azoramiento pudo descubrir que

Page 208: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

el Doctor había puesto el dedo en lo más enco-nado de la llaga. Al fin rompió en interrumpi-das frases.

-Demasiado se hace uno cargo de todo...No es uno ninguna persona que ni vea ni en-tienda... Y mejor es que uno ni hable ni seacuerde de eso, porque cuando no tienen re-medio las cosas...

-¡Al contrario! -interrumpió Moragas conenergía-. ¡Hay que acordarse de eso...; hay quehablar de eso, y mucho! Puesto que se ha en-contrado usted con Moragas, no ha de poderdecirse que el encuentro fue inútil y vano. Us-ted ha venido a consultar conmigo una enfer-medad del cuerpo..., y aunque tiene usted en-fermedad, y muy seria, lo de menos en usted esese padecimiento... De lo que usted está enfer-mo es de la conciencia, y ha contagiado usted aese inocente, que por culpa de usted se hallafuera de la ley y camino del presidio. ¿No lehace a usted reflexionar el hecho que usted

Page 209: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

mismo me refiere, de que para apedrear a suhijo de usted se hayan asociado todos losalumnos del Instituto? ¿No ve ahí claro el por-venir de este chiquillo? Para apedreado le des-tina usted, y apedreado será toda su vida. ¿Porqué no lo estrangula usted..., usted que tienepor oficio estrangular?

Con tal vehemencia pronunció Moragasestas palabras, arrastrado por el impulso, queRojo se puso, más que pálido, lívido, sintiendocomo latigazos de alambre en el alma; y no sinalguna aspereza, contestó:

-A otra cosa me podrá ganar cualquiera,pero no a querer a mi hijo, y por mí sería rey deEspaña. Si no lo es, no tengo yo la culpa. Unacosa es hablar y otra pasar por los casos de lavida de un hombre. Con mis manos no he dematar al hijo; ahora, si Dios se lo lleva, él saldráganando y yo también.

Page 210: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Estas últimas palabras fueron acompaña-das de una especie de gemido ronco, y JuanRojo, olvidando ya toda etiqueta social, se de-rrumbó en un escaño, escondió entre las manosla cabeza, y dio señales de aflicción o más biende hosco dolor.

Moragas se levantó. Cada vez era más vivosu deseo de saber la historia de Rojo. Sabidaesta, bien se podía calcular y comprender siRojo era o no redimible. Empezaba a sentir Mo-ragas la generosa fiebre, el ansia de bajar a losinfiernos para sacar de ellos un alma..., y algotambién el gustillo de mostrarle a Febrero queen todo fango, en la ciénaga más inmunda y vil,hay una perla que a fuerza de bondad y de ab-negación se encuentra, si se busca bien. Acerco-se a Rojo y le tocó en un hombro, estremecién-dose... Rojo no se movió.

-No sirve apurarse ni descorazonarse. Yale he dicho a usted que nuestro encuentro ha dehaber sido para bien. Algo he de hacer por ese

Page 211: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

niño, que valga más que aplicarle unas vendasy reducirle una dislocación...

Rojo se puso en pie. Su cara inexpresiva,angulosa, oscura, se iluminó todo lo que podíailuminarse... con una luz sorda, esbozando unaespecie de sonrisa, operación a que no estabanhabituados sus labios; y como si, para salvarsede morir ahogado, quisiese cogerse a una co-lumna, tendió los brazos hacia el cuerpo deMoragas -quien, redentorista y todo, se echóatrás prontamente-. Lo que no hizo Rojo fuehablar. ¿Para qué? Su actitud bastaba.

-A ver -ordenó Moragas, comprendiendoque ya tenía a su disposición y arbitrio a aquelhombre-. Siéntese usted otra vez... así..., lejos dela cama, porque no molestemos al enfermo...¿Cómo se llama?... ¿Cómo se llama su hijo deusted?

-Telmo, señor.

Page 212: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Pues para no incomodar a Telmo, póngaseusted ahí..., cerca de la ventana..., así... Yo tam-bién traigo mi silla... bien... Ahora me va usteda contar toda su historia, punto por punto..., ycómo llegó usted a tomar... un oficio tan cochi-no y vil.

-Don Pelayo -respondió Rojo en voz siem-pre ronca, y manoteando torpemente-. Ustedme ha de dispensar... Yo... en personas ignoran-tes y llenas de preocupaciones..., pues... no meadmiro de que digan ciertas cosas. Pero de unapersona ilustrada... no deja de chocarme. Notome a mal ningún dicho mío..., porque la malaexplicación de las personas... Quiero decir, va-mos, que eso de oficio cochino y vil..., yo ya séque lo dicen las mujeres de la plaza; aún ayerme lo espetó la borrachona de la Jarreta; mireusted qué princesa para despreciar a nadie...Ahora, usted, que tiene otra instrucción y otrosconocimientos..., creí, la verdad, que no diesepábulo a esas... aprensiones. Cansado estoy...,

Page 213: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

¡sí!, ¡muy cansado!, de oír a cada paso «infamia,infamia, vileza, vileza...». Infamia, ¿por qué?Vileza, ¿por qué? ¿Qué hago yo para que todosme canten el sonsonete de la vileza y de la in-famia? -prosiguió Rojo, con la lengua ya expe-dita y el habla caldeada por la indignación has-ta casi adquirir el temple de la elocuencia-.¿Robo yo el pan de nadie? ¿Soy algún criminal?¿Soy un falsario? ¿Falto, ni en tanto así, a la ley?¡Nadie más que yo la respeta... y la cumple! ¡Aver, señor de Moragas, si usted con su buentalento me aclara este enigma!

Moragas oía reprimiéndose. Si al ver a Ro-jo humillado sentía cierta compasión, cuandoRojo se crecía y se revolvía contra la sociedad, aseguir su impulso, le hubiese escupido y abofe-teado. El silencio de Moragas infundió ánimosa Rojo, que prosiguió:

-Sí, señor: ¡yo soy tan hombre de bien, omás, como cualquiera de los que me vuelven laespalda y me tratan lo mismo que a un perro!

Page 214: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Nadie me podrá probar que yo haya cometidoel delito más leve. ¡Delitos! ¡Crímenes! Por mídeja de haberlos: si no es por mí..., a paseo lajusticia. No soy un funcionario cualquiera... soyel primero, el más indispensable. A veces pasopor la calle Mayor, y están allí muy tiesos ymuy fonchos los señores de la Audiencia, elFiscal, el mismo señor Presidente... Les saludauno, y ni contestan: vuelven la cara, y hacenque no le ven a uno... ¡Qué risa me da!... ¡Cómome río... por dentro! (Rojo se rió convulsiva-mente.) ¡Que ellos sentencien... y que yo nocumpla... y verá usted en qué para todo eso dela justicia! Figúrese usted que yo me cuadro... yque otro como yo se cuadra... que nos declara-mos en huelga los oficiales públicos..., y verá us-ted a los magistrados con la obligación decumplir ellos mismos lo que sentenciaron! ¡Alos magistrados!... Y qué, ¿no soy yo tan magis-trado como ellos? ¡Soy el magistrado último...el que falla sin casación posible!... La justicia,

Page 215: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

sin mí... ¡valiente paparrucha! ¡La justicia... soyyo! (gritó dándose con el puño en el pecho).

No creyó Moragas oportuno emprender larefutación de estos desesperados sofismas, almenos por entonces. Las palabras y argumen-tos de Rojo le aumentaban el deseo de saber suhistoria, y de remontarse hasta los turbios orí-genes de aquella existencia humana. Pareciolemejor dejar pasar el arranque de acibarada so-berbia del hombre maldito, contestando sóloirónicamente:

-Todo eso será muy verdad, y a usted lesobrará la razón y usted será el magistrado su-premo, y, sin embargo, acaba usted de decirmeno hace tres minutos que se alegraba de haberperdido en tierna edad a una niñita, y que, si semuriese Telmo, él saldría ganando y usted tam-bién.

-Eso es otra cosa... -afirmó Rojo-. Si me vausted por ese lado... Preocupaciones y tonterías

Page 216: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

es lo que me rodea, y yo bien me las paso porcualquier parte, siempre que no tropiezan en elniño... Por mí..., estoy contentísimo, y no metrueco por nadie -afirmó con alarde que des-mentían sus temblorosos labios-. ¡Pero loshijos... duelen, duelen muchísimo! Más de cua-tro cavilaciones y de cuatro noches sin pegarojo... son por ellos, por ellos. Uno puede contodo... Y si le solivianta lo de las infamias y delas vilezas, es porque eso le tizna la frente alniño..., ¡que está inocente como los mismosángeles del cielo!

Moragas acercó más su silla a la de Rojo;sonrió, se mordió la punta del sedoso mosta-cho, limpió con el blanco pañuelo los quevedosde oro, se los caló, estiró los puños tersos ylimpios de la camisa, y guiñando un tanto lospárpados, como el que quiere reconcentrar lafuerza visual, preguntó a Rojo:

-Diga usted, ¿usted ha estudiado en susmocedades? ¿Ha seguido usted alguna carrera?

Page 217: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Y Rojo, como el que dice la cosa más natu-ral del mundo, respondió:

-Sí, señor... Yo estudié para cura.

11

El rostro de Moragas, que por su excesivamovilidad y flexibilidad parecía a veces de go-ma elástica, se dilató de sorpresa, y a renglónseguido, por extraña inmixtión del elementohumorístico en aquella conversación tan fúne-bre y acerba, disparó el Doctor la mayor y másfranca carcajada que habían oído jamás las pa-redes de la barraca de Rojo.

-¿Conque para cura? Bien... ¡De primera! Siusted me lo dice, capaz hubiese sido yo de adi-vinarlo. ¡Para cura!, pues ahora, si no tiene us-

Page 218: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

ted inconveniente... sírvase decirme cómo hapegado el gran brinco, desde el hisopo hasta...

Un ademán expresivo completó la frase.Rojo, dócilmente, con ese tonillo enfático que laclase social más inferior adopta para narrar lossucesos de su propia vida, respondió:

-Estudié hasta dos años de latín en el Se-minario de Badajoz. Y me entraba bien el estu-dio...

-¿Es usted extremeño?

-No señor. Nací en Galicia. Mi padre era deaquí, y mi madre portuguesa. Pero la carrera demi padre, que era militar y de alta graduación,nos hizo viajar por toda España. En Badajoznacieron algunos de mis hermanos... porquetuve once; y esos quedamos huérfanos, y cadauno tiró por su lado, a vivir como pudo.

Page 219: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-¿De modo que sentía usted vocación al es-tado eclesiástico?

-Sí, señor... o por lo menos creía sentirlaentonces. A esa edad casi no sabe uno lo que leconviene... ¡psch! ¡Si lo supiera cuando es másviejo! En el Seminario estaban contentos de mí.Pero el señor Obispo -que medio me tenía ofre-cida una capellanía- luego se negó a dármela...y yo no vi esperanzas de salir adelante con laprofesión.

-¿Qué hizo usted?

-Me dediqué a seguir la carrera de maestronormal... Tan pronto como la hube terminado,un amigo mío me tomó de pasante para uncolegio que dirigía. El colegio iba sosteniéndo-se... así... aleteando, a trompicones. Lo malo es,que de allí a poco quebró... Y cáteme usted otravez en la calle.

-¡Mal sino!

Page 220: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Entonces caí soldado.

-¿Y qué tal? ¿Cogió usted el chopo?

-¡Qué remedio! Como no pintase en la pa-red los cuartos para redimirme... Y puedo decira boca llena que quedaron mis jefes satisfechosde mi porte. No recibí una reprensión, porqueobedecí como una máquina. Los jefes son losjefes, y ellos a mandar y nosotros a callar. Puesyo..., ¡vamos!..., como sabía algo más que miscompañeros..., y obedecía igual que un reclu-ta..., fui ascendiendo..., primero a cabo..., a sar-gento después... Y así que cumplí mi tiempo,conseguí ir a Lugo, a regentar una escuela.

-Veo que tenía usted vocación de maestro -observó Moragas.

-No me disgustaba la profesión... -aseveróRojo-; sólo que andaba traspasado de necesi-dad... ¡He pasado mucha miseria entonces... y

Page 221: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

después! Lo peor fue que me enamoré de unagallega...

La frase, bien sencilla y con ribetes cómi-cos, fue pronunciada en tono tan singular, queMoragas no sonrió. Pareciole como si en la aus-cultación moral que practicaba, de repente sehubiese presentado un sonido especial, delatordel verdadero asiento de la dolencia. «Aquíestá el mal», le decía su instinto médico, aplica-do entonces a la patología del espíritu. «Aquítienes la clave. Hasta ahora no supiste lo quetraías entre manos: la enfermedad se te aparecíaembozada, sorda, latente, rebelde a toda inves-tigación. Ya cogiste el hilo... ¡Tira del cabo, queya sacarás el ovillo de esta alma!...».

-¿Dice usted que se enamoró de una galle-ga? (preguntó en alta voz). Pero... eso... ¿qué?¡Se habría usted enamorado de tantísimas mu-jeres! Al cabo era usted joven...

Page 222: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-No, señor. Yo no me enamoré de muchasmujeres... Siempre fui de buena conducta, quenadie pudo poner tacha en mis costumbres.Como si toda la vida tuviese cincuenta años...Ya ve: salí del Seminario, y... lo mismo que sino saliera. Nunca me tentaron las rapazadas nilos vicios que veía en otros.

-Pero, en fin (interrumpió Moragas), esavez se enamoró usted de veras.

-Tan de veras, que me casé, señor.

-¡Ah! -exclamó expresivamente Moragas.

-Y como usted conoce..., la situación delhombre casado se diferencia muchísimo de ladel soltero. Yo hasta entonces no había tenidoansia por el mañana: íbamos saliendo del día, ylo que es para mí solo, pelado... con una taza decaldo había de bastarme y sobrarme. Pero lle-garon la mujer y los hijos... y vi el mundo deotra manera. Con mi escuela no tenía ni para

Page 223: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

arrimar el puchero a la lumbre. No se pagaba; acada paso choques con el Ayuntamiento, por sicobro o si no cobro, y si se me adeudan o no seme adeudan mensualidades... Aquello no eravivir, señor de Moragas, y crea usted que milveces le faltaba a uno el ánimo para todo... paratodo absolutamente. Me acordé entonces deque yo conocía bastante a don Nicolás MaríaRivero, que tenía la sartén por el mango... Mefui a Madrid, y le vi a él, y también a otro pezmuy gordo, de esta tierra, que me acuerdo queme dijo... asimismo como yo se lo digo a usted:«Vuélvase a Lugo... Antes de que esté ustedallá, se habrá largado el huésped». ¡Y el hués-ped era el rey Amadeo! Fue verdad. No llegarayo a los Nogales..., y proclamada la República.Aquel señor no se olvidó de mí: me envió aOrense, con un destino...

-¿Destino? ¿Qué destino?

-En la policía -respondió Rojo en voz másbaja y sorda que de ordinario.

Page 224: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-¿De orden público? ¿Mangas verdes?

-No señor... Aquella fue otra policía, queexistía entonces, y ahora se me figura que talvez no la habrá... Como la Guardia Civil se re-concentraba en los pueblos por las trifulcas, elcampo quedaba entregado a las partidas faccio-sas... En Orense y Lugo, sobre todo, las aldeasestaban tan mal, que de un día a otro se recela-ba un levantamiento. A mí me colocaron a lasórdenes del gobernador de Orense, que porcierto era muy exaltado en ideas. Yo salía a re-gistrar las casas de los curas carlistas, y antes deque saliese, aquel señor, encerrándose conmigoen el despacho, me decía: «Vaya usted Rojo,registre, allane, prenda, entre a saco, haga bar-baridades... Firme en esos carcundas de puña-les, que esos son los demonios, esas son las fie-ras que nos traen a mal traer...». Pero yo...

-¿Usted se opuso? -preguntó Moragas,buscando un rayo de esperanza y de luz-. ¿Us-ted se negó?

Page 225: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-¡Ya se ve que me negué, mientras no tuveun papel, una orden por escrito, bien clara yterminante! Lo que se ordena de palabra, en elaire se rubrica. Allá va el mandato... y el hom-bre que lo cumple, cuando está más satisfecho,se encuentra ahogado y comprometido. La leytiene que estar escrita, y en no estando escrita,ya no es ley. Así es que yo... ¡vamos, sin ala-barme!, no me apoqué, ni por voces que medaba el Gobernador. Me cuadré, me puse tieso.«Vengan unas letritas de su puño, señor Go-bernador, y entonces hablaremos y se hará loque vuestra señoría disponga. Yo no me meto aallanar una morada sin que me suelten un pa-pel. Papel en mano, que se me ponga delante elmundo». Y el Gobernador no tuvo más reme-dio que aflojar el papelito... Con él hice yo co-sas... tremendas.

-¿Lo declara usted mismo? -interrumpiócon severidad Moragas.

Page 226: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-¡No señor...! Cuando digo tremendas... esun modo de hablar, porque yo no hice más nimenos de lo que me mandaron: en nada meextralimité. Como usted comprenderá, mi obli-gación era cumplir las instrucciones, obedecer arajatabla, no meterme en más honduras.

-Eso es lo que repruebo (articuló Moragasfrunciendo el entrecejo severamente, gesto quetrazaba, sobre su frente de goma, pensativasarrugas). ¿Cree usted que si me escriben ahoraen un papelito «cometerás tal atrocidad» y voyy la cometo, estoy libre de culpa?

Rojo titubeó, no encontrando argumentoscontra Moragas.

-Pues señor -articuló lentamente-, yo creo,con perdón de usted, que en respetando la au-toridad y obedeciendo a las leyes establecidas,nadie delinque, nadie falta. Y la prueba es queno se me exigió miaja de responsabilidad porsemejantes hechos. Yo era mandado, y con obe-

Page 227: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

decer me salvaba. No faltó quien me dijese enaquel entonces: «Verás, verás. Ahora este revol-tijo se lo lleva la trampa, y los vidrios rotos lospagas tú». Y yo, con mi papel en el bolsillo y lafirma del Gobernador más clara que las estre-llas, de todos me reía. Bien quisieron echarme apresidio..., ¡pero narices!

-¿Y qué hizo usted -preguntó Moragas, ca-da vez más interesado-, al llevarse la trampaaquello y acabársele a usted el oficio de allanarcasas de curas? ¿Se dedicó usted al... de ahora?

-Entonces -contestó el hombre sombría-mente, recapacitando para recordar el nuevopeldaño de la escala social que rodara-, enton-ces... me metí a comisionado de apremios.

-¡Magnífico! -dijo Moragas, riendo sarcás-ticamente-. ¡Muy bien pensado y muy en carác-ter! La Revolución perseguía con el hierro y elfuego las ideas; la Restauración fue más practi-

Page 228: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

ca, y organizó la persecución de los bolsillos...Reclutó una jauría de sabuesos..., ¡y a cazar!

-Pero, señor -objetó Rojo-, las contribucio-nes hay que cobrarlas, y lo que es por su finogusto no las pagaría nadie.

-Cuando son excesivas y brutales -respondió colérico Moragas-, cuando pesantanto que revientan al contribuyente... ustedsuponga un Estado bien regido, donde hayaabundancia y economía, y crea usted que eseEstado no necesita comisionados de apremios.En fin, el caso es que usted...

-Señor... Yo tenía entonces la niña, que esterapaz nació después... Y era preciso mantener-los...

-Esa ya es una razón de mejor ley -contestódon Pelayo.

Page 229: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Pero yo no sería comisionado de apremiossi fuese una mala acción -declaró Juan Rojo concurioso alarde de dignidad, que casi desconcer-tó a Moragas-. Yo, ni en esa ni en las demásacciones de vida he faltado, porque sé muybien qué es delito y qué no es delito, y podríaahora mismo someter a un juez todos mis actos,seguro de que no tendría por qué avergonzar-me. Yo soy honrado a carta cabal; yo, si encuen-tro en la calle millones, los devuelvo a su due-ño; yo respeto como el que más lo que deberespetarse; pero era cuestión de dar de comer ami familia... y serví al Estado, lo mismo que loservía, pongo por caso, el Delegado de Hacien-da...

El argumento debió de impresionar a donPelayo, que o no supo o no quiso replicar porentonces palabra. Callaba también Rojo, y rei-naba en el pobre camaranchón embarazososilencio. De pronto se le ocurrió al Doctor una

Page 230: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

pregunta, que produjo en su interlocutor sacu-dida muy honda.

-Y... con su mujer..., ¿se llevaba usted bien?

Rojo tembló súbita y visiblemente, y res-pondió, siempre temblando, en voz apenasperceptible:

-Muy bien... No teníamos una palabra másalta que otra.

-«He dado en lo vivo... -pensó Moragas-.Aquí está la brecha; aquí encontramos los teji-dos no gangrenados por la putrefacción dellegalismo. Bien. Por ahí el bisturí; por ahí el ter-mo-cauterio»... Y en voz alta:

-Su mujer de usted..., ¿vive?

-Sí, señor -contestó lacónicamente la casiextinguida voz.

Page 231: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Y... -Moragas no se atrevió a decir más,porque le imponía el temblor de Rojo, a la vezque su instinto médico seguía diciéndole: «Esaes la carne viva. Registra sin miedo». Completóla fórmula interrogadora con una mirada circu-lar, que expresaba algo parecido a lo que sigue:«Y si vive su mujer de usted, ¿cómo es que nose encuentra a la cabecera del niño, o aseandoesta leonera un poco?».

Rojo callaba. Un suspiro entrecortado salióde su pecho. Luego dio dos o tres palmaditasen la rodilla del pantalón, y murmuró:

-Mi perdición fue venirme de Orense aMarineda. Si yo no vengo aquí... Aquí me en-gañaron. Porque yo fui engañado, señor deMoragas. El atender a consejos... ¡Y lo haríancon buena intención probablemente! Como meveían lleno de necesidad... Me persuadieron,me dijeron: «No seas bobo. Esto es una ganga,una chiripa». Yo les respondía (tan cierto comoahora está usted ahí, sentado en ese banco):

Page 232: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

«¡Pero si no voy a saber!... ¡Pero si voy a hacer laplancha!»... Y me contestaban, asimismo como ledigo a usted: «Aquí no habrá que trabajar nun-ca. Los veinte años se pasan sin que se ejecuteni a un gato... Y te embolsas treinta y siete duri-tos cada mes, por estarte cruzando de brazos,paseando las calles... ¡Treinta y siete duritos!».Ya ve usted que la cosa es para tentar a cual-quiera...

-¿Y... quiénes le decían a usted eso?

-Los amigos...

Moragas sonrió.

-Y su mujer de usted, ¿qué opinaba?

Rojo, al nombre de su mujer, contrajo denuevo la fisonomía. Al fin pronunció, aceleran-do las palabras y como el que se disculpa:

-Aquella decía que de ningún modo; queella no se había casado para eso... Pero al mismo

Page 233: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

tiempo, la verdad: el dinero le tenía que saberbien; porque ya usted ve, criando y aficionada alas comodidades y muy amiga de la casita llenay de la rica ropa blanca...

Estas palabras salieron quebradas comosollozos. Diríase que Rojo se dirigía a su propiamujer y discutía con ella. Moragas empezaba acomprender toda la historia de aquel hombre.Estaba viendo a la mujer, delicada, hacendosa,refinada cuanto es posible dentro de su clase, yno refinada en lo material tan sólo, puesto queretrocedía ante la infamia, aunque esa infamiareportase holgura, ropas limpias y descanso.

-De todos modos -prosiguió Rojo como de-seoso de cambiar el giro de sus explicaciones-,fue mi perdición, señor, que la tenía Dios de-terminada allí. ¿A que no quiere usted creerque había lo menos seis o siete aspirantes a laplaza, que ya presentaran sus solicitudes, y conlas grandes aldabas, con grandes empeños detodas clases, mientras yo no metí ni una triste

Page 234: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

cuña? A la verdad, no sabía yo mismo lo quedeseaba... Por el aquel de que me estaban pin-chando y hurgando para que pidiese... escribími solicitud, diciendo que había sido sargento yañadiendo mis certificaciones, y la presenté así,sin más ni más... ¡Mire usted lo que es el desti-no de las personas! A los ocho días, decretada ami favor, y los de las recomendaciones, a laluna de Valencia.

-Y..., -preguntó Moragas, como quien echala sonda en un paraje de gran profundidad-, y...usted... en la guerra... o... en otras circunstan-cias... ¿había tenido ya... ocasión de... de herir...o matar a alguno?

-¿De herir? ¿De matar? -contestó Rojo conindefinible expresión de extrañeza y protesta-.¿De matar? ¿De herir? En los cincuenta y cincoaños que llevo de vida, no me acuerdo de haberhecho daño a nadie con mis manos. No entré enacción formal nunca. Si los jefes me mandasendisparar contra el enemigo, dispararía, ¡qué

Page 235: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

remedio! Pero el caso no llegó. A mi cargo co-rrió un año entero la instrucción de quintos, yninguno puede quejarse de que yo le haya cas-cado un revés siquiera.

-Pues entonces... ¿cómo pensaba ustedarreglárselas con... el oficio que iba a tomar?

-¿No le digo -replicó Rojo dolorosamente-,que fue una cosa que vino así? Yo calculaba:vamos viviendo y cobrando, que ocasión habráde pensar lo que conviene, cuando lleguen lasapuradas. Podía suceder que no llegasen nun-ca; podía uno morirse sin que llegasen... y noservía de nada el consumirse antes de tiempo...Por lo pronto, cobraba mi sueldecito; vivíamos;entretanto, quizás saltase otra colocación; y...calma y aguardar. Sólo que vino la gorda, comopasa siempre en este mundo, cuando menos seesperaba... y me encontré atado de pies y ma-nos... con la obligación delante...

Page 236: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Inconcebible parece -exclamó Moragas-que pudiese usted resolverse a...

-Y ¿qué quería usted que hiciese? No mehabía de resistir a la Ley. ¿No conoce usted,don Pelayo, que eso era imposible? ¡Ay québien se habla! El que manda manda, y los queestamos debajo obedecemos.

-Pudo usted decir que no... ¡y veríamosquién...!

-Me obligarían...

-¿Cómo?

-Me llamarían al despacho del jefe de laronda secreta... y... allí...

Rojo hizo el ademán de juntar los dos pul-gares por su cara externa, y el gesto del quesufre un dolor cruel. Moragas mostró expresivoasombro.

Page 237: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-¡Tormento! -exclamó espantado, recor-dando las afirmaciones de Lucio Febrero ycomprendiendo la verdad que encerraban.

Rojo sólo contestó con una inclinación decabeza, clavando la quijada en el pecho. Mora-gas apretó los puños y soltó un terno a mediavoz. Dominose al cabo de algunos segundos elfilántropo, y dejando caer sobre Rojo una mira-da mitad compasiva, mitad irónica, preguntó:

-¿De modo que... por fin... tuvo usted que...trabajar? ¿Y cómo se las compuso? Porque ustedno sabía...

-No sabía... ¡ya se ve que no! Y temía... va-mos... un fracaso, no fuera a alborotarse el pú-blico, y a silbarnos o apedrearnos... Pero salí delapuro, porque el hijo del oficial público quehabía en Marineda antes que yo, vino a verme yme dijo: «No se aflija, Rojo, que yo le ayudaré.Saldrá bien del compromiso. ¡Palabra de honor!Yo no he trabajado nunca; pero no necesito: ya

Page 238: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

sé como se hace, y hasta parece que me llevaafición a hacerlo. Si tuviese como usted los mé-ritos del servicio militar, para mí y no para us-ted sería la plaza. Ahora ya la tiene usted y pormuchos años la disfrute. Pero no pase cuidado,que hemos de quedar con honra. Yo subiré conusted al tablado haciendo de ayudante, por sihubiese la menor dificultad; yo le prepararé loschismes, que han de estar como la propia seda,y yo le explicaré allí la habilidad... Este es eloficio del aguador, que se aprende al primerviaje». Y así fue. Tan bien lo hizo, que le regalétres duros. Fuera de dar vuelta a la cigüeña...,puede decirse que a aquel lo despachó el mu-chacho.

Moragas se contenía. A seguir su impulsorepentino haría alguna barbaridad muy gorda.Pero bajo el movimiento de indignación habíaun sentimiento persistente de conmiseraciónindefinible. El alma abyecta y entumecida de

Page 239: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Rojo era su presa. El apóstol laico no queríarenunciar a la romántica obra de misericordia.

-Y... ¿cuántas veces volvió usted a... traba-jar? -preguntó conteniéndose.

-Cinco.

12

Una fúnebre pausa siguió a la respuesta deRojo. Moragas se quedó helado. Aquella cifra leconfundía como puede confundir un sofísticoraciocinio. El hombre que tenía delante habíaejecutado cinco veces el movimiento de brazoque manda a otro hombre a la eternidad.

Así que don Pelayo dominó el estupor,preguntó de un modo incisivo:

Page 240: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Y diga usted... ¿Y la primera vez... al me-nos... no tuvo usted... algún hormigueo en laconciencia? ¿O se quedó usted perfectamentetranquilo?

-La primera vez -respondió la tenebrosavoz de Rojo-, los ocho días después, o tal vezquince... soñaba de noche... con él...

-¡Ah! ¡De noche! ¿le veía usted?

-Le veía.

Nueva pausa y silencio más atroz.

-¿Y... después? -insistió Moragas.

-Después... Por eso a veces un hombre...Sólo el que pasa por ciertas cosas... Si no fueseque apenas podía dormir, no bebería yo ni me-dia copa de caña en mi vida.

-¿Empezó usted entonces a beber caña?

Page 241: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Rojo guardó silencio. Aquella confesión sa-lía en jirones, sangrienta, magullada, como laintermitente queja que arranca el paroxismo deldolor; y Moragas, acostumbrado a ver y curartantas heridas, comprendía que lo más grave, lomás hondo, lo más amargo de todo no acababade ascender a la superficie. No podía Moragasadivinar qué clase de cadáver dormía en el fon-do, pero lo presentía, allá, muy abajo, en losúltimos senos de un pozo de ignominia, ver-güenza y desesperación humana. Su instintoinfalible seguía gritándole: «Por aquí, poraquí... están las últimas telas del corazón, de esecorazón que lo mismo les late a los filósofosque a los jueces, a los criminales que a los ver-dugos; la porción augusta que existe en estemiserable lo mismo que en ti...».

-Y... -preguntó expresiva y lentamente,clavando los ojos en su interlocutor pensandocon la mirada, por decirlo así, sobre su espíritu-. Y... su mujer de usted... ¿qué decía de esos

Page 242: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

malos sueños con reos agarrotados? ¿No soña-ba también ella?

-Esas son cosas que no importan nada -declaró torvamente Rojo-. De eso más vale nohablar. Estamos gastando aquí conversacionesque no vienen al caso... y ahora... sería buenoatender al chiquillo:

«Tú caerás -pensó Moragas-. No te me es-capas. Ya sé por dónde te duele. ¡La fibra uni-versal! Esa es la que responde siempre. Amor,paternidad... Habría que ser fabricado de bron-ce para no resollar por ahí... Y me parece que túresuellas, y fuertecito... Pues si resuellas... porahí te atacaremos. Del concepto limitado demarido y padre, puedo hacerte pasar al generalde hombre. Me costará trabajillo sacar a flote lahumanidad; pero por lo mismo... Yo te trabajaré.¡Ah, si el Padre Incienso y el Padre Fervorínsintiesen estos pujos redentores que siento yo!Lo que me indigna es el contrasentido de quelos tales Padres serán capaces de absolver tran-

Page 243: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

quilamente al verdugo, a la media hora dehaber agarrotado a su prójimo... ¡y en cambio lenegarían la absolución si le diese por sostenerque la misa puede o debe decirse en castella-no!».

Hecho este aparte, un tanto candoroso ysin medula, el filántropo miró otra vez a Rojo,fija y hondamente. Dos imágenes se enlazabanen su fantasía: la de la presunta parricida de laErbeda y la del ser maldito a quien quería re-dimir. Vio a la mujer estrangulada por el hom-bre, con permiso de las leyes... «No será -calculó para sí-. Este individuo no volverá aquitar la vida a nadie. Moraguitas, o eres unbolonio, o de esta vez has concluido con el ver-dugo de Marineda».

El propósito le infundió singular anima-ción y hasta alegría. Aquella sí que era hazañabonita, verdadera redención. ¡Salvar una exis-tencia y dignificar un alma!

Page 244: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Oiga usted... -pronunció con irresistiblefuerza-. Usted es un hombre a quien todos des-precian. ¿Está usted convencido de ello?

-Pero es una injusticia grandísima.

-No lo es. Sin embargo, quiero concederle austed que lo fuese. Escúcheme con atención.Esa injusticia, ¿la paga o no la paga su hijo deusted? ¿Por qué le tenemos ahí en esa cama,destrozado a pedradas el cuerpo?

-¡Porque hay gente muy bárbara en elmundo!

-Veo -exclamó Moragas con energía- queno quiere usted avenirse a la razón. Veo quedesea usted que su hijo continúe en la mismasituación social. Pues, ¡buenas noches! Busqueusted médico.

Page 245: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Rojo emitió un quejido informe, de súplicay protesta, tendiendo las manos como para de-tener a Moragas.

-Precisamente -añadió el Doctor, que a pe-sar de haberse despedido no se movía de lasilla -estaba yo dispuesto a tomarme interés porel muchacho, y a servirle de algo para resolverel problema de su educación y de su porvenir.

No respondió Rojo con palabras, pero repi-tió el ademán de postrarse ante el Doctor. Estese desvió, poniéndose en pie y mostrando in-tenciones de retirarse.

-Hablemos claro -dijo parándose en mitaddel camaranchón-. A ver si usted me entiende.¡Puedo ser útil a su hijo y servirle... de mucho!¿Qué educación le da usted? Apostemos queninguna.

-¿Y qué culpa tengo yo, señor? ¡De todoslados le echan! En las escuelas privadas no le

Page 246: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

quieren. En las del Ayuntamiento, el fantasmóndel Alcalde me dice que no tiene cabida, por-que es hijo de padre acomodado. Si va al Insti-tuto, le acabarán de matar a pedradas. Intentoponerle a que aprenda un oficio, y el dueño dela fábrica de dorados le admite un día, y al si-guiente le planta en la calle, porque los apren-dices se le declaran en huelga... ¿Es injusticia, ono? ¡Mi hijo es tan bueno como ellos! ¡A lo me-jor ellos tendrán padres ladrones!

-¡Que los tengan! -objetó Moragas-. ¡Lopeor es ser hijo de usted! Y si no lo confiesausted ahora mismo... no vuelve a verme el peloen toda su vida.

Rojo exhaló un grito sofocado, un grito queno se oía casi, un grito que lloraba.

-Pues bueno... lo confieso, sí, señor... Con-fesado... El demonio lo hace... ¡Ser hijo mío es lopeor del mundo!

Page 247: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Y un hijo de usted no tiene más caminoque sucederle en el cargo...

-¡Eso no! ¡Primero le ahogo... con las ma-nos... sin instrumentos!

Al pronunciar estas palabras fue Rojo, co-rriendo desatentadamente, a batir contra lapared de tablas del mísero rancho, ocultando elrostro en el rincón. Moragas se llegó a él, y casia su oído murmuró, tuteándole por repentinainspiración de su retórica de apóstol:

-Yo puedo salvar a tu hijo y hacerle hom-bre como los demás...; yo puedo darle oficiohonrado y hasta instrucción y carrera superior,si sirve para el caso...

Rojo se volvió, y, mirando al médico cara acara, exclamó:

-¡Pues gana usted el cielo; porque obra decaridad como ella!...

Page 248: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-No..., no gano cielo ninguno... porque nolo haré de balde.

El padre se quedó callado, sin adivinar enqué moneda le iban a exigir el pago de la buenaobra.

-¿Estás dispuesto a pagar? -insistió Mora-gas.

Rojo miró a la cama donde reposaba Tel-mo, y, sin vacilar, respondió con firmeza sobre-humana:

-Sí, señor. Pagaré.

El Doctor guardó silencio, como si quisiesedejar que grabase en el ambiente la promesa deRojo. Pasados unos instantes, repitió:

-¿Pagarás?

Page 249: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Está dicho... ¡y basta!, usted haga que mihijo deje de ser aborrecido de todos y que no sevea en el caso de tomar mi oficio, y yo...

-Veremos -advirtió Moragas-. No me fíotodavía. Temo -añadió, mezclando tratamien-tos- que si yo le digo a usted «haz esto o haz lootro», usted me salga con que la ley... y con quela obligación...

-No señor. Juan Rojo hará lo que usted lemande. ¿Ha oído? Lo que usted le mande. Soyun hombre de bien; a nadie causé daño sino pororden superior; pero como usted tiene tantosenemigos... ¡si hace falta dar un susto!...

-¡Bárbaro! -respondió Moragas-. No hagocaso de este rasgo de estupidez... Ya sabrás loque exijo de ti... y si te queda un adarme desentido moral, me obedecerás con pleno con-vencimiento de que llevo razón... Y si has deobedecerme, empieza ya. Dime al punto porqué no vives con tu mujer.

Page 250: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Pero a usted ¡qué le importa eso! -gimióRojo-. Yo no quiero saber de ella... Se marchó...

-¿Con otro?

-Bueno; ¿y si fuese con otro?... ¡Dios laperdone! Yo bien perdonada la tengo... ¡QueDios mire por ella, porque yo lo único que sé esque es madre de mi hijo... y... abur!

-Ya no pregunto más... -dijo Moragas, sin-tiendo una emoción tan dramática que le pare-ció ridícula-. Perdonar siempre, es la ley verda-dera, ¡y no esas que acatas tú! ¡Yo también haréque perdonen a tu hijo!... Adiós, que volveré...Hasta mañana... ¿Entiendes? ¡Hasta mañana!

13

Page 251: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Y no pudo volver Moragas a la mañana si-guiente, porque Nené amaneció enferma. Em-pezó por fiebrecilla catarral, y siguió por unade esas calenturas que en pocos días agotan lanaturaleza de una criatura pequeña, como vivacorriente de aire que activa la combustión dedelgado cirio. Se marchitaron las mejillas deNené; leve capa vidriosa cubrió sus dulces pu-pilas negras; sus manitas enflaquecieron, des-cubriendo los tiernos huesecillos bajo la pielflácida. El Doctor lo olvidó todo; encerrose conla criatura; no revolvió libros, porque com-prendía los orígenes del mal, pero se abrazócon él cuerpo a cuerpo, y a fuerza de reconsti-tuyentes y de cuidados exquisitos, empezó Ne-né a manifestar una sombra de mejoría. Y lamejoría se fue graduando, y se iniciaron losantojitos de golosinas y de juguetes... Moragasentrevió la posibilidad de llevarse a su niña a laErbeda, y allí restaurarla por completo en fuer-zas, en alegría y en vitalidad. «Tenemos Nené»,le decían sus estudios y le repetía la esperanza.

Page 252: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Un día salió disparado a comprar un juguetenuevo, norte-americano, unas enormes maripo-sas mecánicas que volaban solas; y al soltarlasen la habitación de la convaleciente, y oír que sereía de los aletazos que pegaban contra la paredlos pintorreados mariposones, acordose por vezprimera, con vago remordimiento del hijo deJuan Rajo.

Como toda persona impresionable, Mora-gas solía caer de la cumbre del entusiasmo alfondo del desaliento. En el camaranchón delverdugo le había parecido empresa fácil la delrehabilitar el chico, sacándole de la atmósferade ignominia donde vegetaba. Hallábase dis-puesto entonces a vencer preocupaciones yantipatías, violentar las puertas de escuelas ytalleres, salir fiador, y realizar en un solo día lasalvación de Rojo y la de Telmo. Rojo no mata-ría más: Telmo sería obrero o estudiante... Yahora, a un mes de distancia, el plan se le figu-raba impracticable y absurdo. Advertía la liga-

Page 253: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

dura de la voluntad, el hielo que cohíbe la ac-ción y sólo veía las dificultades y hasta el ladocomprometido y semigrotesco de su proyecta-da empresa. «¿No hay por ahí otros muchachosa quien proteger? He ido a fijarme en ese, pre-cisamente en ese... ¡Moraguitas! ¿Dónde metestú, en Marineda, al hijo del verdugo? Todo elmundo torcerá el gesto apenas le nombres...».

Pararon estas fluctuaciones en aplazar yganar tiempo. Diose a sí propio la excusa deque nada se puede emprender durante el vera-no, y el verano iba aproximándose ya. «En es-tos meses todo se paraliza. Época de vacacio-nes... La gente se larga al campo... Yo tambiénquisiera darme una vueltecilla... ¡Los coloresque echará Nené en la Erbeda! Y para iniciar lacampaña redentora... mejor a principios de in-vierno». Contribuyó a apagar las ardorosasresoluciones de Moragas el hallarse Telmo yacurado de sus descalabraduras. El niño, sano ybueno y correteando por la calle del Faro, pare-

Page 254: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

cíale menos digno de compasión. Hasta sintióMoragas, por egoísmo del cariño a su hija, cier-ta hostilidad contra Telmo, tan robusto y vigo-roso, más despejado, más resuelto, más marcialque nunca, y crecido dos pulgadas lo menos.«La salud de este bigardo la quisiera yo paraNené...». Al punto, reaccionando su generosocarácter, Moragas quedó descontento de símismo, en un estado de ánimo especial, compa-rable al sufrimiento. Sentía como si llevaseatravesada una barra de metal frío y duro, cuyopeso gravitaba sobre su alma y la deprimía.«Más tranquilidad es no ver el ideal ni de cienleguas, que verlo y no alcanzarlo», pensó elmédico. Siempre que el recuerdo de Juan Rojocruzaba por su memoria, sentía don Pelayo laimpresión de humillante impotencia que causaal deudor el aspecto del acreedor -del acreedormudo, que espera sin reclamar el préstamo-. Elestado moral de don Pelayo lo conocen y pade-cen todos cuantos hombres, sin llegar a justos,perfectos ni santos, pueden llamarse buenos,

Page 255: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

sensibles y altruistas. El santo no sufre: cumplesin temor: su voluntad es de una pieza. El bue-no... cumple o no cumple, pero siempre le san-gra la herida de la piedad.

Lo que más obligaba a Moragas a no olvi-darse de Rojo, eran las conversaciones relativasal crimen de la Erbeda. Ni en el campo ni en laciudad se hablaba de otra cosa. Según lo vatici-nado por Priego, el tal crimen había tenido granresonancia, hasta en la prensa de Madrid, don-de se le consagraron extensos telegramas y lar-gos artículos, alguno tomado de los diarios deMarineda. Esperábase la vista pública como seespera un acontecimiento: se sabía que asistirí-an a ella Paco Rumores, un hijo de Marineda,admitido como noticiero en el diario de mayorcirculación de España; que don Carmelo Noza-les preparaba un informe brillantísimo, prelu-dio de su traslado a la Audiencia de la corte, yque, no obstante su resistencia y repugnancia aexhibirse en Marineda como letrado, Lucio Fe-

Page 256: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

brero había tenido que encargarse de defendera la parricida.

Moragas resolvió asistir al juicio oral. Peroa última hora se lo impidió la hija de la mar-quesa de Veniales, casada hacía siete meses conun ingeniero, y tan enemiga de perder tiempo,que, al cumplirse ese plazo mínimo, aumentabala especie humana con una criatura. Fue el lan-ce apretado y peligroso, y Moragas no pudoapartarse del potro de tormento donde gemía laprematura madre. A la misma hora en que en-traba en el mundo una niña sietemesina, losjurados y la Audiencia sentenciaban a salir deél a una mujer y un hombre; los reos de la Er-beda, sentenciados a garrote vil, «como era deesperar», que dijo Cáñamo.

Unánime estuvo la prensa aquella noche yla mañana siguiente, poniendo en las nubes elinforme de Nozales, y revelando descontento yextrañeza ante la defensa de Febrero. Fiel a losmoldes clásicos de la oratoria forense, Grocio y

Page 257: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Pufendorf pronunció una especie de invocacióna las furias del derecho penal, esmaltando suoración de vengadores apóstrofes. Para el obje-to sirviole de mucho a Nozales el ligero bañoliterario que poseía, y la acusación de Batilocontra los dos asesinos de Castillo le hizo elcaldo gordo, sin que por nadie fuese notada lacoincidencia de ideas y frases, que pudiera pa-recer resultado de coincidencia de crimen. Lomismo que Meléndez Valdés en 1821, Nozaleshabló del desenfreno, perversión y abandonobrutal de las costumbres, de la funesta disolu-ción de los lazos sociales, de la inmoralidad quepor doquiera cunde y se propaga con la rapidezde la peste, del olvido de todos los deberes, ypresentó como rasgo característico de la épocaal hacer escarnio del nudo conyugal; habló dela consternación de la patria ante tan horrendoatentado, perseguido con las mayores penasdesde la antigüedad remota hasta la época pre-sente; citó una ley del Fuero Juzgo y otra deltítulo de los omecillos en las Partidas; y terminó

Page 258: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

con el parrafeo efectista de cajón en estos in-formes, encareciendo a los jueces la trascenden-cia del veredicto y la importancia de la misiónque la sociedad les confía, la necesidad de re-primir inexorablemente el crimen y de inspirar-se, no en una compasión reñida con la ley, sinoen el recuerdo de la víctima «que ya no puedehablar y desde otras regiones contempla a lasociedad y a los jueces». La concurrencia, pen-diente de los labios de Nozales, prestó tambiénafanosa atención a Lucio Febrero; sólo que,hacia el segundo tercio de la perorata del jovenletrado, principió a desorientarse, y al final,confesando que «todo aquello podría ser muycientífico», convino en que era raro y sospecho-so, y aun funesto a la sociedad, de cuyas manosarrancaba el consabido rayo vengador que No-zales, con artístico ademán, fingiera vibrandosobre las cabezas malditas de los reos. Además,¿no era un sofisma evidente, una falta de leal-tad jurídica, el empeño de demostrar que laparricida, al entregarse a un amante, y al con-

Page 259: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

certar después con él la muerte de su esposo,no obedecía a sugestiones de la lascivia, sino alas de un terror profundo, de esos que extraví-an y ciegan, al terror de que el amante la acogo-tase, y luego al terror de que el marido, cum-pliendo amenazas tan reiteradas y horriblescomo verosímiles, la ahogase una noche, entreel silencio de la alcoba conyugal? ¿A qué veníaapoyar tesis tan rara con citas de obras de me-dicina, que demuestran la obcecación y trastor-no moral que produce el miedo en el almahumana, y sobre todo en la femenil, donde laeducación y la costumbre riegan y cultivan esesentimiento? ¿Por qué Febrero no citaba obrasde Derecho penal? ¿Por qué no admitía la ver-sión natural y corriente de la bribona que, a finde dar gusto al cuerpo, toma un galán, y paramejor disfrutar del galán suprime al marido?Nada, está visto que estos jurisconsultos deahora se agarran a un clavo ardiendo con tal dedeclarar al reo irresponsable... Había que oír aCáñamo en los pasillos de la Audiencia de Ma-

Page 260: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

rineda. «Les digo a ustedes que, a este paso, lasociedad se hunde, se desploma... Como que sequita la piedra angular, fundamento de todo eledificio». Renació la tranquilidad al saberse elveredicto del jurado, prueba de que la sociedadno se desplomaba aún. ¡La apuntalaría muy enbreve un doble cadalso!

A los dos o tres días de hacerse pública lasentencia, entró en el gabinete de Moragas Lu-cio Febrero, y el abogado tendió al médico unamano que ardía.

-¿Sabe usted -dijo arrojándose en el diván-que tengo calentura por las tardes?

Moragas le pulsó. Sí; había elevación detemperatura, pero casi insensible.

-Tal vez sea -dijo- una manifestación palú-dica; pero se me figura que lo que tiene ustedpuede llamarse berrinche.

Page 261: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Lucio no contestó al pronto: dudaba entrecallar o espontanearse. Al cabo, poniéndose depie y con la expansión de quien destapa el al-ma:

-Me voy de Marineda -exclamó-. Me mete-ré en la montaña, a cazar, lo que falta del vera-no, y con eso tal vez me salvo de una hepatitis.¡Felices ustedes los que no se reprimen, los quedan válvulas a la ira como al entusiasmo! ¿Diceusted que poca fiebre? Pues yo pensé tener cua-renta grados y varias décimas.

Moragas se rió, y murmuró, apoyando ca-riñosamente ambas manos en los hombros delabogado:

-¡Qué a pechos lo ha tomado usted! No locreí. Es verdad que la causa metió ruido, y queNozales puso toda la carne en el asador.

-Toda la carne... Sí, la carne manida; carnede un siglo. Pero el pensamiento del auditorio

Page 262: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

contaba justamente la misma fecha que los ar-gumentos de Nozales. ¡Les habló el lenguajeque entendían!...

-Y usted en chino -advirtió Moragas-.Aquella teoría del crimen por miedo sería muyingeniosa en los Assises de París... Lo que es poracá... usted se pasó de listo, señor don Lucio.

-¡De lo que me pasé fue de sincero! -exclamó apesadumbrado el joven defensor-. Aveces la verdad no es verosímil; yo lo olvidé,quise hacerla brillar en todo su esplendor, ysólo conseguí espesar la sombra. Nozales sí queestuvo acertado. Hay para uso de los tribuna-les, una especie de aleluyas del hombre malo ybueno que se aplican indistintamente a cual-quier criminal: es una máscara clásica, comoesas figuras alegóricas de yeso que representanlas Virtudes, o las Estaciones del año. ¡Lahumanidad es tan variada, tan diferente entresí!... ¡Cada alma es un mundo! Pero Nozales, ylos magistrados. ¡Cargue el diablo con ellos!

Page 263: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Vamos, ¿ve usted como nadie es de bron-ce? -advirtió Moragas-. Se ha tomado ustedinterés por su defendida... ¿Qué tiene de parti-cular?

-No, Moragas... No es eso -respondió Fe-brero esforzándose en hablar sin violencia nicólera-. Ella... me es casi indiferente, y el queri-do, antipático. Me importan... como concepto.Veo que ella va a morir... no por criminal, sinopor miedosa. Su crimen es horrible, nausea-bundo; tiene circunstancias que espeluznan;conformes; pero si se atendiese a lo interno...ella no debía morir.

-¿Cree usted que deba morir en garrotemujer ninguna? -preguntó Moragas fogosa-mente.

-Ya sabe usted como pienso en ese asun-to... No soy abolicionista... Pero las mujeres,puesto que la ley las considera menores parainfinidad de casos, y el derecho político las ex-

Page 264: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

cluye, debieran encontrar ante el derecho penalla protección y la indulgencia que se deben almenor. ¡Y váyales usted con esto a los señoresdel margen! Esa criminal de la Erbeda, porejemplo, no hubiese cometido el crimen si nofuese educada bajo el régimen del terror viril.Me ha contado su historia. De niña, la pegabasu padre para obligarla a pisar tojo. De mucha-cha, en las romerías, la sacaban los mozos abailar a empellones o zorregándola un varazo...¡galantería rusticana! De casada, su marido no lasolfeaba mucho (por eso dijo Nozales, paro-diando a Meléndez Valdés, que era hombre debondoso carácter); pero un día que vino másborracho que otros, la quiso meter en el horno yarrimar lumbre... Sobreviene el querido... y... laconquista un día, por violencia, con amenazas ygolpes; establecen el concubinato... el maridolos pilla casi infraganti, y hace la vista gorda...sin duda por temor al Cirineo..., pero así queeste vuelve la espalda, agarra a su mujer de lasmuñecas, la lleva ante el horno..., la suelta des-

Page 265: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

pués..., y por frases, por miradas, por intuición,ella comprende que el propósito es firme, quesu marido tiene determinado matarla y sóloespera ocasión propicia. Así la va asesinandopoco a poco, de susto. Al acostarse le dicesiempre: «Cuando menos pienses te despiertasen la eternidad». Y la mujer suprime el sueño,quiere que no la sorprendan, poder resistir,gritar... ¿Comprende usted el estado psíquicoque determina el no dormir en muchos meses?Naturalmente confía sus terrores al querido,que se alarma también por cuenta propia..., yclaro, surge la idea del crimen... Ahí tiene ustedla génesis... ¡Miedo!

-Pues nadie lo ha creído, sépalo usted -advirtió Moragas-. En el concepto general, elesposo murió porque estorbaba...

-Dejarlo -respondió Febrero suspirando-.¿Qué más da? Yo me voy de caza, de pesca, demonte..., de cualquier cosa... Y no oiré, ni en-tenderé, ni me tropezaré con Cáñamo, ni con

Page 266: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Nozales, ni con don Celso Palmares, que des-pués de andar diciendo que se moriría sin fir-mar una sentencia de muerte, ha firmado ésta...Me libraré del espectáculo ridículo de la versa-tilidad de las muchedumbres; no veré a losmismos que hoy clamaban «vindicta pública»,telegrafiar a los Diputados y Senadores paraconseguir ese otro absurdo que llaman indul-to...

-¿Sentiría usted que indultasen a su defen-dida?

-Sé que no la indultarán: corren vientos deseveridad. Pero el indulto me subleva. O nocondenar, o no perdonar a capricho. La cle-mencia ministerial (ni real es) corre parejas conla justicia histórica... Ea, adiós, señor don Pela-yo; a menos que quiera usted acompañarme ala Cárcel... Voy a despedirme de esa infeliz, y adarle ánimos, haciéndola creer mil embustes.¿Me ayuda usted a mentir? ¿Sí? ¡Cuánto mealegro!

Page 267: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

14

El Doctor aún no acababa de resolverse.Estaba en uno de esos períodos en que el cora-zón pide más descanso que lucha. ¡De cuánendeble contextura es la hebra del destinohumano! ¡Cuán insignificante puede ser el mo-vimiento psíquico que tal vez decide de unaexistencia!

Moragas miró a los vidrios de su ventana ynotó que hacía un sol radiante, un día de junioespléndido y no caluroso; y por esto y por lasimpatía que le inspiraba Lucio, pensó: «pechoal agua»; se puso el sobretodo gris, y bajó lasescaleras de muy buen talante.

Hállase enclavada la Cárcel de Marineda alextremo inferior del Barrio de Arriba; por unlado mira al mar, por otro -donde tiene su prin-

Page 268: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

cipal entrada- a una plazoleta irregular y endeclive, entre cuyas baldosas crece la hierba. Elaspecto de esta plazoleta es de los que enamo-ran al artista y desazonan al edil fomentador dereformas urbanas. A la derecha, el gótico case-rón de un noble; a la izquierda, la alta pared dela Audiencia; en primer término callejuelas ycalles, y allá en el fondo, azul bahía. Construidaen el último tercio del siglo pasado, la Cárcel deMarineda guarda algunas fúnebres memoriasde nuestros disturbios políticos: enséñase elcalabozo de donde salieron varios liberales pa-ra la horca, y ciertos realistas a tripular un bar-co que en mitad de la bahía se desfondó, arras-trando al abismo su tripulación maniatada.

-¿Sabe usted -pronunció Moragas dete-niéndose antes de franquear la puerta- que laCárcel es angustiosa y triste ya antes de que seponga en ella el pie? Esas rejas triples, comidasde orín, parecen telarañas urdidas por la coac-ción y el aburrimiento.

Page 269: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Pues sepa usted que esta es una de las me-jores de España. ¡Hay cada cárcel por ahí! Enalgunas viven los reos con los pies metidos enagua... o en cosa peor. Acuérdese usted de loque charlamos hace tiempo en el Espolón: laidea de que el acusado es torturable no se haextinguido, ni mucho menos. Esta Cárcel -añadió Lucio deteniéndose y agarrando fami-liarmente al Doctor por la solapa- es un porten-to de construcción, al decir de los inteligentesen arquitectura. Ahí le contarán a usted -casoque tenga la paciencia de escucharlo- que si elcarcelero deja caer al suelo en su habitación elmanojo de llaves del edificio, se oye el estrépitodesde cualquier celda, y que a su vez el carcele-ro, desde su habitación, no pierde ripio decuanto pasa en las celdas de los presos... A pe-sar de tales maravillas de acústica, por las rejasbajas entran botellas y más botellas de aguar-diente, y el último día que estuve a ver a midefendida, había un preso curándose de dospuñaladas, causadas en riña después de una

Page 270: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

juerga... ¡Qué mundo, este mundo penal!... ¡Ydecir que ahí, y no en los infolios apolillados,está el Derecho futuro, el que crearemos! Entreusted, que ya verá tristezas... aunque ahí nadiese queja ni llora: todos son estoicos desde quepasan ese umbral.

Entraron, y se puso a sus órdenes un em-pleado solícito, acostumbrado a las visitas deLucio Febrero, que andaba en la Cárcel comopor su casa. Moragas, no familiarizado con ellugar, miraba con desolación las paredes reves-tidas de suciedad inveterada, de mugre queparecía exudación del delito; deletreaba losrótulos trazados sobre ellas con humo, y resistíaa fuer de médico, el tufo indefinible, mezcla devahos de rancho insípido y de gente desaseada,que flotaba por los pasillos y hasta en los pa-tios. Aunque los dos amigos iban derechos aldepartamento de mujeres, situado en el pisoalto, Febrero arrastró a Moragas hacia el patioprincipal, donde tomaban recreación los hom-

Page 271: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

bres. Los presos, que llevan por sistema fingirindiferencia hacia cuanto viene de fuera nocambiaron de postura ni interrumpieron susocupaciones. La mayor parte de ellos, fuerza esdecir que en nada se ocupaba: entregados a ladetestable holgazanería carcelaria, paseábanseen grupos por el estrecho recinto, charlandocanturreando a media voz, y clavando de sos-layo en Febrero miradas frías y hostiles. Mora-gas sentía aquellas ojeadas alevosas, que se lehincaban como navajillas en el rostro. Un preso,en particular, le inspiró tan súbita repugnancia,que de buen grado se iría a él para retarle yabofetearle. «¡Vaya un pájaro!», murmuró dan-do con el codo a Febrero. El pájaro merecía, enefecto, alguna atención, por más que su tipo noofreciese una singularidad propia de Marineda,sino una variedad, común tal vez en todos losestablecimientos penales del universo. Era elAdonis del presidio; el que en París se llamapâle voyou, en Madrid chulapo, y en Cantabriacarece de nombre propio, por ser planta exóti-

Page 272: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

ca: mozo imberbe, de quebrada color, con ciertaperfección de formas que en vez de atraer repe-lía, como repele una lámina obscena. Vestíacamiseta sucia, que descubría el arranque delcuello y el resalte de las tetillas; pantalón depaño crema, ceñido como el de los bailaores, ybotas prietas, nuevecitas, de caña clara. La ca-beza llevábala desnuda, y pegado el cabello alas sienes en reluciente gancho. Andaba conindecoroso meneo de caderas, y en provocativaactitud se aproximó al grupo de Moragas yFebrero, como diciendo: «Mírenme ustedes,aquí está un mozo cruo». El celador que acom-pañaba a los dos amigos empujó con disimulo aFebrero, y llegándose al oído de Moragas, susu-rró guiñando el ojo: «A ese lo mantiene y loviste y lo habilita de todo una...».

Mas ya solicitaba la atención de Moragasotro asunto; acababa de divisar, en el ángulofronterizo del patio, a dos criaturas, que repre-sentarían a lo sumo de nueve a once años.

Page 273: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-¡Vea usted! -exclamó, dirigiéndose a Fe-brero-. ¡No pensé que también hubiese micos!

Los chicos, acurrucados en el suelo, se le-vantaron a la voz del celador, que les dijo im-periosamente: «Aquí». Acercáronse los dos: elmayorcillo, altivo, serio; el menor, risueño, cíni-co, ostentando en la carita esa expresión pica-resca, que acompañando a la inocencia tienealgo de celestial, y que marchita por el vicioencoge el corazón. «A ver, ¿por qué estaránaquí este par de peines?», exclamó el Doctor,alargándoles con disimulo, no sé qué plata me-nuda. Iba a explicarlo Febrero, pero el celadorse adelantó. «El más pequeño es el que escalóuna chimenea para abrir la puerta a los ladro-nes cuando entraron a coger los cálices y lasalhajas en San Efrén. El otro..., que parece deonce años, pero tiene ya sus doce y medio... esel que en el Campo de Belona dejó seco a unasistente de una puñalada en la ingle». Mora-gas clavó los ojos en el precoz homicida.

Page 274: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-¿Es verdad eso? -preguntó con más lásti-ma que enojo-. No alzas del suelo tanto comomi bastón..., ¿y ya has matado a un hombre?

Al mismo tiempo le consideraba con sor-presa, notando que parecía el muchacho aquelmi niño filipino; su cara era terrosa, juanetuda,inexpresiva; sus ojos oblicuos, su boca pálida.

-¿Por qué hiciste eso? -repitió Moragas coninsistencia.

-Porque el asistente pegaba a mi hermano -contestó el chico en ronca voz de pollo quemuda para engallar.

Febrero desvió la atención de Moragas se-ñalándole la puerta de una celda baja, a travésde la cual asomaba el bulto de un hombre.

-Allí tiene usted al coautor del crimen de laErbeda; el sentenciado a muerte...

Page 275: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

El Doctor se volvió con viveza, pero Luciole contuvo poniéndole la diestra sobre el brazo.

-Acerquémonos con disimulo... Ese indivi-duo me aborrece desde que defendí a su cuña-do, porque cree que yo traté de echarle encimatoda la culpabilidad... Si le dirijo la palabra,baja la cabeza, y no me responde... Pero desdeaquí le verá usted muy bien.

-¡Qué facha tan siniestra! -exclamó Mora-gas.

El asesino, recostado en la jamba de lapuerta, miraba al patio, y a la luz del sol lehería de lleno. Efectivamente, su cara y su as-pecto eran característicos. Moragas reparó ensu cabeza deprimida, con pelambrera sombría,semejante a las pelucas de los villanos de co-media; en su mirar zaino, su siniestra palidez,su cara mal proporcionada, más desarrolladadel lado derecho, sus manos grandes y nudo-sas, su prominente y bestial mandíbula. Bajo la

Page 276: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

blusa y el pantalón de lienzo se adivinaba uncuerpo vigoroso, y el zapato de lona dibujaba elpie, aplanado y recio de la plebe aldeana. Laposición que había adoptado arrimándose a lapuerta era algo penosa, por hallarse sujeto congrillos, que le impedían cruzar las piernas.

-Éste sí que no engaña -murmuró Mora-gas-. ¡Qué pedazo de bruto! ¡Vaya un protago-nista para un crimen pasional!

-Pues ahí verá usted -contestó Febrero-. Sila gente fuese observadora, sólo con mirarle ala jeta se reiría de los patéticos apóstrofes deNozales y de todo aquello del culpable ardor ydel fuego criminal. ¿Ese hombre inspirar pasión?¡Caballeros! Es un másculo de las edades pre-históricas; es el oso de las cavernas... Subamos,y observe usted el contraste entre el Romeo y laJulieta, que desde arriba puede contemplarle, sise le antoja... ¡Pero no le contemplará! ¡Si algúnalivio puede tener la desgraciada, es encontrar-se libre de semejante fiera! Y le advierto a usted

Page 277: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

que cuando le preguntan a él, jura en tono pla-ñidero que ella le incitó, que ella le perdió...

Subían, mientras Febrero hablaba así, porlas escaleras húmedas y pinas, y dejando atráslas cocinas apagadas y solitarias, de ennegreci-do y sórdido fogón, llegaban al departamentode las presas. Oíase en el pasillo el aullido fú-nebre y prolongado de una loca furiosa, ence-rrada en celda aparte, en tanto que se expedien-taba calmosamente su envío al manicomio.Cuando penetraron en las cámaras destinadas alas mujeres, pudo el Doctor creerse metido enun infierno con vistas al paraíso.

Eran pardas y bisuntas las paredes; negray rebajada la techumbre; carcomido el piso;reducidísimo el espacio para el rebaño de pre-sas que se apiñaba en pie, buscando apoyo enlas ruines tarimas -donde sólo convidaba alsueño flaco jergón mal surtido de poma o pajade maíz seca-; mefítica la atmósfera, y triplica-dos los polvorientos barrotes que la retasaban.

Page 278: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Mas al través de los hierros, tan próxima quecasi metía por ellos jirones de raso turquí, esta-ba la bahía amplia, majestuosa, rielando bajo elsol, poblada de gentiles minucias, de chalanas,de pesados lanchones, y señoreada por unmagnífico trasatlántico, el Puno, que con lascalderas trepidando aún, mal borrado el pena-cho gris de su alta y fina chimenea, acababa defondear, y sobre cuya cubierta hormigueabanlos pasajeros, aguardando la falúa de la Sani-dad para arrojarse a los columpiadores esqui-fes... Indiferente, buena sin propósito de serlo -como la naturaleza misma- la bahía enviaba alas reclusas el perpetuo socorro de un aire salo-bre y vivificante, que en aromáticas bocanadasse introducía burlando las rejas...

El celador advirtió a Moragas que de aque-llas hembras -exceptuando la parricida- ningu-na estaba allí más que por leves faltas, hurtos,agarros de moño, cosa insignificante, que a mu-chas las permitía alardear aún de mujeres de

Page 279: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

bien. Sin embargo, con la misteriosa fraternidadque en la prisión se establece, todas tratabancordialmente a la sentenciada a morir.

Sentada en un rincón, vestida de rigurosoluto, la divisó Moragas, avisado por un codazode Febrero. «La individua», pronunció más conlos ojos que con la boca el abogado, y el médicose fue derecho hacia ella. La reo se levantaba yapor respeto a su defensor, y daba felices días; yal oír por vez primera su voz delgada y tímida,Moragas experimentó la misma impresión agu-da e intensa de piedad que había notado al ver-la cruzar la carretera entre guardias civiles.Acaso fue mayor, más punzante, porque veía ala criminal enflaquecida, encorvada, lo mismoque si sus espaldas soportasen, no en sentidofigurado, sino en realidad, el terrible peso de laley. Por su reducida estatura y magrura extre-ma, parecía un muchacho disfrazado en ropasfemeniles: bajo su mantón negro, cruzado apesar del calor, no se distinguía forma de mu-

Page 280: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

jer, y el pañolito de zaraza con lunares, avan-zando sobre la frente, envolvía en marco desombra el rostro color de cera, afilado, sumido.Moragas contemplaba aquellas facciones me-nudas, aquellos ojos enrojecidos por el insom-nio, y aquella boca contraída que no presentabaningún signo característico de sensualidad.

-¿Qué tal? ¿Cómo vamos? -preguntó el de-fensor llegándose a la reo, en tono que queríaser campechano y jovial.

-Así... así... -contestó la mujer penosamen-te.

-Ahora te han mudado de habitación, ¿eh?Aquí estás mejor -observó Febrero. (La habita-ción no era mejor ni peor que la otra.)

-Psch... Sí, señor... Bien estoy en todas par-tes -murmuró la presa con apagado acento,recalcando un poco la palabra bien.

Page 281: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-¿Y... de ánimos? Mira, ya sabes que no tepermito abatirte -añadió Febrero en tono demédico que ordena al paciente vomitivos u otramedicina repugnante.

-De ánimos... muy mal, señor... -respondióla sentenciada, fijando sus ojos, grandes, oscu-ros y de mirada dura, en el abogado-. Sueñocosas... Ayer... soñé que estaba ya en el cadalsomismo.

-¡Valiente simple! -exclamó Febrero, riendoforzadamente-. Como me vuelvas a soñar bo-badas semejantes... Ya te he dicho cien vecesque el Supremo casará la sentencia, y aunqueno la case es igual, porque gestionaremos elindulto. Y de todos modos... ¡tonta! ¡Si aún te-nemos por delante el verano entero! En tiempode vacaciones no funcionan los tribunales...Bien sabes que hasta el otoño lo menos no pue-de pasar nada...

Page 282: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

La presa no contestó. Bajó los ojos, y un le-ve estremecimiento agitó su cuerpecillo.

-Mira -añadió el defensor-; para que veasque no te olvido un momento, aquí te traigo auna persona muy respetable y muy influyente,el Doctor Moragas... Puede hacer muchísimopor ti... si... si llegase el caso... Verás como... en-tre todos...

Moragas se aproximó más a la reo, envol-viéndola en aquella ojeada penetrante y alenta-dora que sabía tener a la cabecera del enfermodesahuciado. La mujer a su vez levantó la vista,y el médico alargó la mano y cogió la de la cul-pable, apoyando la yema del pulgar en la mu-ñeca para apreciar la pulsación. La piel estabafría y ligeramente sudorosa; el pulso retraído,casi insensible.

-Ánimo -profirió a su vez Moragas, peroen tono completamente distinto del de Febrero,con fe, ardor y persuasión comunicativa-. Áni-

Page 283: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

mo. Dé usted gracias a Dios, que hoy es unbuen día para usted. ¿A usted qué le parece?¿Tengo yo cara de mentir o de engañar? Puesyo afirmo que no irá usted al palo.

Por la muñeca que Moragas oprimía seprecipitó un arroyuelo vivo y rápido de calientesangre; activose el pulso, y la piel adquirió sua-ve temperatura. La mujer fijó en Moragas lahumedecida y brillante mirada de sus ojos, ex-clamando:

-Usted tiene cara de decir verdad.

-Pues valor y esperanza, y no soñar máscon el cadalso...

-¿No me matarán?

-¡No, y no, y no!

No se daba don Pelayo cuenta exacta de loque decía: no hablaba su razón, sino su volun-tad, algo que le traía a la boca frases impruden-

Page 284: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

tes de esperanza y consuelo. ¿Cómo podía élimpedir que aquella mujer pereciese en el patí-bulo? ¿Cómo?... «Pues no se me antoja quemuera. Moraguitas, esta partida hay que ganar-la... ¡Vergüenza para ti si no la ganases!...».

Cuando médico y abogado, abandonandoel recinto de la prisión, salieron a beber conansia el aire del mar, Febrero se detuvo y dijo alDoctor en tono reflexivo:

-Estoy persuadido de que a la gente delpueblo se le trastea como se quiere, y que po-demos hacerles mucho bien, no alumbrando surazón, sino utilizando su credulidad. Deja us-ted a mi defendida cual yo no la he dejadonunca... Lo mismo que un guante. Esa mujertiene una particularidad propia de criminales:ya sabe usted la escasez de reacción vascular...y la insensibilidad. No la he visto ponerse colo-rada ni una vez sola, ni nunca he sorprendidoque derramase una lágrima. Pues hoy, alhablarla usted, se ha encendido y se le han

Page 285: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

humedecido los ojos. Ha hecho usted bien... Leha perdonado usted lo peor del castigo, que essu idea y su temor ¡Morir! Hemos de morir to-dos..., y quién sabe si antes que ella. En lo únicoque le llevamos ventaja, es en ignorar la hora.¡Cuántos tísicos asistirá usted que a la primerhoja que caiga!... Lo cruel no es matar, sinomartirizar lentamente con el miedo: la ley aquí,inspirada en el criterio de Cáñamo, premeditael asesinato y lo realiza con ensañamiento pro-gresivo; cada día que pasa añade una tortura: elinsomnio, los sueños espantosos, el despertartemblando, las últimas horas, en que ya secuenta por segundos... Esa mujer mató, es cier-to; pero el muerto pasó, casi sin sufrir, del sue-ño a la eternidad; y la ley, en represalias, la tie-ne medio año con el garrote delante de losojos... Crea usted que esa mujer ya expió sucrimen sólo con lo que lleva pensado estos días.En fin, usted le ha proporcionado algún alivio...Hay mentiras benéficas.

Page 286: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Moragas no contestó al pronto. De una fos-forera de plata sacó un fósforo para encender elcigarrillo. Afianzó los lentes, acarició sus sola-pas, y de improviso, dando a Febrero un empe-llón muy expresivo, dijo lentamente:

-Y usted, ¿qué diría si no fuesen menti-ras?... Vamos, ¿qué diría usted?

Febrero sonrió con incredulidad afectuosa,y agarrándose del brazo del Doctor, respondió:

-No crea usted que no sé yo los vientos quecorren en altas esferas... Aunque interesen us-tedes a medio Congreso y a medio Senado, y aLagartijo y al Nuncio..., tiempo perdido. Estosvan al palo..., y yo me largo por no verlo, nooírlo, ni leer un periódico, ni abrir una carta encuatro meses.

-Yo no soy diputado, ni senador, ni torero,ni plenipotenciario... -afirmó Moragas, dete-niéndose y despidiendo hacia el mar una boca-

Page 287: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

nadita de humo-; pero... Basta; chito; cada unose entiende.

-¿Qué -preguntó Febrero humorísticamen-te-, va usted a escalar la Cárcel o a practicar unamina? Déjese usted de eso, Doctor. La vida deun ser más o menos, créame usted, nada impor-ta. Lo único serio, y lo único que e se debe de-fender a capa y espada, son las ideas. Cuandosucumbe una idea, es cuando procede tocar amuerto, llorar, vestir luto... Lo demás... ¡Psch!

15

Era de las últimas del verano aquella tarde,y mejor podríamos decir de las primeras delotoño, si bien ha de advertirse que en Cantabriala otoñada vence en paz, en hermosura, en es-plendor, al estío. El campo, segado ya presen-taba la nota melancólica del rastrojo sobre la

Page 288: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

tierra algo resquebrajada por la sequía; pero encambio el follaje de ciertas plantas ociosas, quepueden permitirse el lujo de no morir hasta elinvierno, brotaba más lozano y tupido que nun-ca, y las tapias de las quintas que caen al cami-no real se ufanaban con una soberbia diademade rosas, viña virgen, clemátide y bignonia.

También el minúsculo jardín del doctorMoragas lucía sus mejores preseas. Había unmagnolio que, de puro joven, no echara flor entodo el año; pero las últimas ráfagas de calorestimularan sin duda sus vírgenes yemas, y unánfora blanca como la nieve, cerrada aún, peroque ya comenzaba a delatarse indiscreta por sufragancia sutil, alboreaba entre las charoladashojas. Nené, que avizoraba la flor nueva desdedías atrás, se deslizó despacito, con paso vaci-lante, hacia el cenador donde su padre leía unperiódico -tan embelesado, por más señas, queni sintió acercarse a la criatura, ni atendió a losreiterados llamamientos de su vocecita fina

Page 289: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

como el oro-. Los renglones que absorbían aMoragas eran de un suelto concebido en estostérminos, plus minusve: «El Tribunal Supremoha desechado el recurso de casación interpuestocontra la sentencia condenatoria de los reos delfamoso crimen de la Erbeda, del cual tienenextensa noticia nuestros lectores. Se cree que laprensa y sociedades de Marineda gestionaránvivamente el indulto, para evitar un día de lutoy duelo a la culta capital de Cantabria».

-¡Papáaa! -chilló la voz de la niña algo en-caprichada y rabiosa ya-. ¡Papáaa! ¿Tá sodo?

-No, preciosa... No estoy sordo -respondióel padre, riéndose mal de su grado-. A ver,¿qué ocurre? ¿No me dejarás leer?

-For del buebo abió... Ámela. Queo for.¡For, for!

-¡Amén! Las vas a coger tú misma de larama...

Page 290: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

El Doctor aupó a la chiquilla, y esta agarróla preciosa magnolia semicerrada aún, destro-zándola, porque no podían cortarla sus dedi-tos... Por fin, entre hija y padre separaron delárbol la codiciada prenda, y Nené, apenas huboconseguido apoderarse de ella, salió corriendocuanto se lo permitían los vestigios de aquelladebilidad orgánica mal curada aún, en direc-ción de la casita. Nené tenía sus planes respectoal aprovechamiento de la primera magnolia deljardín.

Apenas el Doctor se vio libre del tirano, re-cobró su periódico con diestra febril, y releyó elsuelto, cual si no lo hubiese entendido, a pesarde ser tan trivial y claro. Apretose la barba yarrugó el ceño como quien medita sobre muyarduos problemas; luego se levantó y fue llenode agitación a pasear por la única y angostacalle de árboles del huertecillo. El sol jugabasobre la hierba de los recuadros, dorándola yprestando a todo un tinte pacífico y alegre. Mo-

Page 291: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

ragas hablaba solo, lanzando frecuentes excla-maciones, gesticulando, porque para él la re-flexión era acción, movimiento y marejada in-terna imposible de reprimir. «Ahí tienes, Mora-guitas, el conflicto que se te viene encima... An-da, hijo, ahora es cuando tienes que apretar lasclavijas tú... ¡Valiente derrota la que se te pre-para! Ni Waterloo... Has ofrecido interponerteentre aquella mujer y el garrote... Pero fue co-mo si ofrecieses la luna, ¡infeliz!... La agarrota-rán... y tendrás paciencia. No son ahora lostiempos poéticos del Caballero de Maison Rouge,que por medios inverosímiles y romancescossacaba a las cautivas de las mazmorras...».Mientras pensaba así, en los repliegues secretosde la intención y de la voluntad alentaba otracosa, una singular esperanza, que tenía el ímpe-tu y la energía del presentimiento, o mejor di-cho, del cálculo de probabilidades fundado endatos íntimos, cuyo valor sólo él podía estimar.Sin saber lo que hacía, se recostó en el cenador

Page 292: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

de viña virgen, y fue arrancando hojas de púr-pura, secas, que crujían entre sus dedos...

Por ser tan chico el huerto de Moragas, oía-se desde el jardín el ruido del tránsito por lacarretera, y Moragas, en medio de su distrac-ción, entreoía a ratos el susurro de cierto diálo-go infantil. ¿Con quién hablaba Nené? ¿Conalgún pordioserillo de los que se agazapan enla cuneta a esperar el paso de los carruajes? No,porque si así fuese, ya habría venido a reclamarde su padre una mota para socorrer la necesi-dad... Y la cháchara seguía, se animaba, salpi-cada de risas y exclamaciones gozosas... ¿Conquién?... Moragas acabó por salir de su absor-ción, movido por resortes de curiosidad. Subióla escalera del jardín, cruzó el comedor, y salióa la puerta de la salita... Se quedó medio petrifi-cado, como si hubiese visto la famosa jeta clási-ca de la Gorgona..., aunque a la verdad no veíasino la cabeza ensortijada, graciosa, resuelta, de

Page 293: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Telmo Rojo, tan próxima a la cabecita blondade Nené, que casi se tocaban.

Los dos niños estaban jugando a un juegoque consistía en construir con las piedras o gui-jos que en montón habían acumulado los cami-neros para recebar el firme, nada menos queuna fortificación en toda regla. Nené no teníaidea de qué es fortificación, y había principiadopor confundirla con otro edificio público, ex-clamado: «¡Casa papá selo!» (es decir, en suidioma, iglesia); pero Telmo, constante en susmalhadadas aficiones bélicas, se tomara el tra-bajo de explicar detenidamente a la chiquilla lasdiferencias capitales que existen entre una igle-sia y una fortificación, y el uso especial a queesta se destina. «Mira, aquí no hay curas, nisantos, ni Virgen de los Dolores... Esta casa estállena de soldados... que van con fusiles, ¿nosabes?; pon, pon, pon...; y luego tocan la corne-ta...: tararí, tararí. Y luego el oficial que losmanda...: media vuelta a la derecha... ¡arrr!

Page 294: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Después vienen los cañones..., que se colocanaquí..., y son pa espatarrar al enemigo...;¡booum!, ¡booum! A cada disparo, mueren unciento..., o mil..., o muchísimos más. ¡Si viesesqué bonito! Y viene el Capitán General, galo-pando..., patatrás..., y el Estado Mayor..., patra-trís, patatrís...; y el fuerte está en medio delmar..., ¿no sabes?, como San Roque... y el barcoque entra en bahía lo saluda...».

Nené, a cada palabra de Telmo, soltaba lacarcajada y batía palmas, loca de júbilo. Es in-dudable que no comprendía toda la profundi-dad de la enseñanza de su novísimo amigo,pero sí la sonoridad, el brío y gala de aquellodel ¡patatrís! y el ¡booum! Con los aterciopeladosojos fijos en el rostro del muchacho; con la cán-dida boca entreabierta; con las manos trémulasde gozo y los pies danzando, Nené seguía elcurso de arquitectura militar, y tomaba a puña-dos, como podía, el guijo, queriendo contribuira la pronta terminación del fuerte.

Page 295: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Recobrado ya el Doctor de su impresiónprimera, dio dos pasos, resuelto a agarrar de unbrazo al chico y estrellarle contra el montón depiedras... ¡Porque atrevimiento y descaro nece-sitaba el hijo de Juan Rojo para fraternizar conla niña de Moragas, angelito cándido, conser-vado entre algodones, capullo que un día habíade ser la rosa blanca del jardín social, el miste-rioso sagrario que se llama una señorita casadera!¡Nené jugando con el hijo de Rojo, con aquellahez de la sociedad, marcada en la frente, lomismo que por candente hierro, con afrentosascicatrices de pedradas! ¡Nené y Telmo juntos!...¡La niña, alegre como hacía tiempo que no es-taba; animada, encendidas las mejillas; los bra-citos abiertos para abrazar, el rostro tendido albeso único niño que no puede ser besado!

Sentía Moragas nuevamente la cólera delos primeros momentos, la que le moviera aarrojar por la ventana los dos duros, la que leaconsejara retirarse de la barraca de Rojo sin

Page 296: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

curar las heridas de Telmo, y la que entonces leimpulsaba a deshacer al muchacho, despertan-do en su alma instintos de destrucción tan sal-vajes, que acaso su misma fuerza los consumióinstantáneamente, como a la astilla la llamaimpetuosa que brota de su seno... Durante cin-co segundos, el Doctor fue capaz, en la inten-ción, de un crimen... y aquel vértigo, en sumisma horrible fiebre de ira y de sangre, traíaaparejada la reacción, correspondiente a la ac-ción por lo enérgica y súbita... «¿Eres tú el quequieres redimir, hacer milagros, salvar a un serhumano del patíbulo y a otro del envilecimien-to? ¿No te has comprometido a que este niñotenga carrera y porvenir, y sea acogido por lasociedad sin que le echen en cara su origen?¡Pues buen principio vas a dar a tu obra de mi-sericordia si se te ocurre deshacerle a punta-piés, aplastarle contra los guijarros como a unbicho venenoso! Pretendes rehabilitar al mu-chacho... Empieza por no cerrarle tu casa y nonegarle el beso de paz de tu hija».

Page 297: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Mientras pensaba, o más bien, sentía así,imponiéndosele el sentimiento vestido de re-pentina luz y hermosura, acercábase Moragas ala puerta y Telmo le veía. Los guijos se le caye-ron de las manos; la diestra buscó en la cabezala boina, y la arrancó con respetuoso apresura-miento; el muchacho se cuadró..., y el médico,serio, resuelto, como si penetrase en una sala dehospital rellena de apestados, tendió la mano,la colocó sobre la rizada vedija del chico, ymurmuró:

-Me alegro de verte, Telmo... Entra, entra,que te daremos de merendar.

Pagó al contado la buena acción del Doc-tor, el ver pintada en el semblante de su prote-gido una impresión vivísima de felicidad y gra-titud, que lo transformaba. Pudo entonces ad-vertir Moragas el carácter fisionómico de Tel-mo, aquella especie de vanidoso candor, deengreimiento cómico dentro de su edad, perocasi trágico en fuerza del contraste que ofrecía

Page 298: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

con la habitual situación del chico rechazado yhumillado. Los que aceptan la humillación sinprotesta, adquieren, o una expresión de resig-nación sublime -son los menos- o de bajezasiniestra y vengativa -y es lo más común estoúltimo-. Telmo distaba de ambos extremos;mostrábase víctima de una injusticia, y ni lacomprendía ni la quería sufrir. Él conocía intui-tivamente el valor de su alma; reconocíase ca-paz de grandes proezas... y le admiraba cadadía más que, en vez de tratarle como a un pe-rro, no le hubiesen puesto ya al frente de laguarnición de Marineda, o no le reservasen elmando de uno de aquellos buques tan hermo-sos de la escuadra, la Villa de Madrid o el acora-zado que se construía en el astillero...

Dejando a Nené y a los guijarros, subió lasdos escaleritas, penetró en la sala, y acercándo-se al médico, dijo con desembarazo, aunque nosin sobresalto interior:

Page 299: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Me mandó mi padre que viniese aquí. Di-ce que usted ofreció que yo entraría en una Es-cuela, y que luego me buscaría colocación, yque me darán trabajo donde quiera, y queaprenderé un buen oficio. Pero yo...

-¿No quieres trabajar? -preguntó Moragas,que ya sonreía, tendido en una mecedora yexaminando mejor al chico.

-Sí, señor; pero...

-¿Pero qué? Vamos a ver, di...

-De ser algo -exclamó Telmo resueltamen-te-, quiero ser militar.

-Ya caerás soldado.

-No, militar toda la vida... Oficial, vamos.

-¡Pues es una friolera! ¿Y para qué quierestú ser oficial, arrapiezo? -preguntó el Doctorentre bondadoso y grave.

Page 300: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Para tener soldados, y ganar muchas bata-llas, y llevar espada y... ensartar por los hígadosa quien me insulte.

Moragas calló, reflexionando, y en vez desublevarse contra semejantes propósitos, losencontró simpáticos y bien puestos. En aquelser que aspiraba con todas las energías de sualma a la rehabilitación, caía a maravilla la as-piración militar, y podía considerarse vocaciónverdadera. Aún no sabía Moragas si era posi-ble, y ya le pareció ver al muchacho con susestrellas, sus galones, su teresiana y su espadaal cinto.

-Irás a la Escuela y al Instituto -afirmó concalor-. ¡Y luego... Dios dirá! Atiende bien... Vasa llevarle este recado a tu padre... Te tomo enmi casa, conmigo.

-¿Con usted... aquí?

Page 301: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

La impresión fue tan profunda, tan tras-tornadora, que bajo el bronceado de la piel cur-tida por el aire, se vio esparcirse un tinte depalidez. Telmo no sabía lo que le pasaba. Eraun júbilo egoísta, invencible, soberano, quetenía visos de dolor. En el alma del niño, laproposición de Moragas tomaba forma, no sólode libertad, de redención de la afrenta, sino demágica traslación, desde el rancho sucio y lú-gubre, al oasis de un jardín poblado de floresde magnolia, semejantes a la que Nené traía enla mano, donde jugarían siempre, siempre, alevantar fortificaciones... ¡Qué dicha inespera-da, embriagadora! Perder de vista el barrio delFaro, apartarse del cementerio, dejar la casucha,y... esto no lo definía Telmo... que a definirlo, lohubiese rechazado su buen corazón...; pero alládentro era verdad...; ¡no vivir más con su padre,no respirar el hálito maldecido que asfixiaba!...

-¿No te quieres tú venir aquí? -preguntóMoragas, advirtiendo también una satisfacción

Page 302: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

interior originada por motivos muy diferentesde los que causaban la de Telmo.

-Yo... querer... -tartamudeó el chico-. Yo...¿Me quedo ya esta noche?...

-¿Esta noche?... ¡Vamos, que no tienes túprisa! -contestó el Doctor, risueño-. Esta nocheno podrá ser, mico; porque necesitamos permi-so de tu padre. Todo se andará. Mira, estoypensando que es mejor que no le adelantes na-da... No te asustes: se lo diré yo mismo... Lléva-le el recado siguiente: que no pase cuidado porti... y que un día de estos, como tendré que visi-tar en aquel barrio, allá iré... y que me espere...Oye tú, Nené. Tira esas piedras y esa tierra,grandísima calamidad, que me pones perdido...Así, limpita la Nené... ¿Quieres tú que este niñomeriende con nosotros ahora?

Sonrió la criatura de un modo angelical;alargó la enlodada mano como para agarrar a

Page 303: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Telmo, y con la cabeza más aún que con la vo-cecilla de oro, dijo tres veces:

-Quero, quero, quero.

Y luego, en tono reflexivo, como de quienda solución a un grave problema, añadió estoque repetiremos, con su traducción al pie:

-No le amos uce... (No le damos dulce...porque ese es para mí todo, y más que hubiera.)No le amos roco (tampoco se me antoja que élvenga a comerse mi rosco). Le amos buebo fito(le damos un huevo frito). Ete. (Este; la consa-bida flor de magnolio, en el estado que supon-drá el lector.)

16

Page 304: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Se ha confirmado en todas su partes la no-ticia del diario madrileño. Desechado el recursode casación, los reos de la Erbeda van a serpuestos en capilla.

Hoy, lo mismo que hace cinco meses, hier-ve Marineda, y en casas, en casinos, en cafés, enlas fuentes y tabernas -que son los casinos ycafés de la plebe- no se habla sino de una mujery un hombre... Mas, ¡cómo ha variado el acentocon que los nombres de la pareja se pronun-cian! ¡Cuán diversas las palabras que los califi-can! ¡Qué vuelta tan rápida ha dado la veleta dela voluntad! ¡Qué inconciliables los impulsos deantes y los de ahora!

La fermentación más activa es en las re-dacciones de los diarios. Van y vienen telegra-mas, abusando de la consabida fórmula de«evitar un día de luto a una población cultísi-ma». El primer telegrama lo ha lanzado laprensa liberal, tomando por abogado intercesoral famoso Santo cántabro, al gran jurista y antes

Page 305: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

omnipotente político, paño de lágrimas de todala gente de su provincia que anda por el mundoa caza de gangas y colocaciones. Y el Santo harespondido ya, en tono cordial y afectuoso,lamentando no pesar hoy lo que bajo el mandode Sagasta, e indicando que, de todas suertes,dispuesto se encuentra a hacer lo posible y loimposible para contentar a sus conterráneos. Ylos marinedinos, al saber la respuesta, refunfu-ñan quejosos, murmurando que si se tratase deCompostela... ya lo arreglaría todo muy bien elSantiño querido. Por su parte, la prensa conser-vadora y afín acude a don Ángel Reyes, pro-hombre del partido, y contrincante del Santo.«A ver si, por competencia...». Pero el telegra-ma de Reyes, franco y decisivo como su carác-ter, viene a verter un jarro de agua fría sobre lasesperanzas de la prensa. «Gestionaré, pero des-confío enteramente éxito». Tal es la respuestalacónica del hombre para quien ya se está mu-llendo la poltrona del Ministerio de Gracia yJusticia...

Page 306: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

No por eso se desalientan los indultistas;sólo que su imaginación, abandonando los ca-minos de la probabilidad racional, busca sen-das nuevas, novelescas y raras. Se interesa alCardenal Arzobispo de Compostela, a fin deque este dirija un telegrama al Vicario de Cris-to, y Su Santidad, en muy patéticas frases,transmita a la Regente la súplica. Funciona elalambre, enviando elocuente excitación al mar-qués de Torres-Cores, poeta célebre, nacido enMarineda y residente en la corte de España, afin de que haga milagros con la lira y con lavoz, suplicando por todas partes misericordiapara los infelices reos. Y, sin duda, para animarcon el ejemplo a Torres-Cores, el vate local yoportunista Ciriaco de la Luna se siente inspi-rado, y da a luz nada menos que tres extensascomposiciones en tres periódicos distintos, una«Oda a la Clemencia», una «Descripción de losúltimos instantes de un reo de muerte», conlema de Víctor Hugo, y una «Deprecación a lareina y a la madre», con lema de Antonio Ar-

Page 307: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

nao. Roto el hielo, menudean páginas lacrimo-sas en los diarios marinedinos; pero flota ya enla atmósfera la convicción de que para los de laErbeda no se ablandará ningún corazón mag-nánimo; de que subirán al palo a su hora, y esahora está más próxima de lo que las autorida-des confiesan: es ya inminente. «Se ha indulta-do demasiado en estos dos años -dice en con-fianza Nozales el fiscal-. Conviene en indultos,como en todo, cierto tira y afloja, y ahora co-rresponde el tira».

Salía el Doctor Moragas, en las primerashoras de la tarde, de visitar a un enfermo deictericia, el magistrado don Celso Palmares -aquel que se había propuesto terminar su carre-ra sin firmar una sentencia de muerte, y sinembargo firmara la de la Erbeda-. Moragas sal-tó a su berlina, que le estaba esperando, y dioorden al cochero de dirigirse a la oficina tele-gráfica. Apeose a la puerta y despidió su cocheallí, subiendo aprisa las escaleras y metiéndose

Page 308: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

por los pasillos tenebrosos, sucios y alfombra-dos de colillas. Moragas llevaba encargo dePalmares de llamar por telégrafo al hermanodel magistrado, residente en Córdoba, puesPalmares se sentía enfermo de verdad, y ansia-ba tener a su cabecera alguna persona querida.Y a Moragas le corría prisa desempeñar la co-misión, para atender luego a quehaceres muyurgentes, de suma importancia, en el barrio deBelona...

Interceptaba la taquilla la espalda de unhombre, que accionaba entregando al telegra-fista la minuta de un parte «urgente, muy ur-gente». Leyó el telegrafista en alta voz, y Mora-gas pudo oír: «Subsecretario Gracia Justicia...En nombre caridad ruégole interese MinistroReina indulto reos Erbeda evitar día nefastocapital dignísima». Dudaba el empleado, aldeletrear la firma. «¿Es Arturo Cándamo?».«No, Cáñamo, Cáñamo», repitió el que expedía,con visos de desagrado e impaciencia al ver

Page 309: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

que no estaban familiarizados allí con su apelli-do; y como se volviese, pudo cerciorarse Mora-gas de que el caritativo suplicante del indultoera ni más ni menos que Siete patíbulos...

-¿Usted pedirá lo mismo? -exclamó esteconfianzudamente, saludando al Doctor-. Esetelegrama que trae usted en la mano será paraalgún pájaro de cuenta de Madrid.

-Nada de eso... -declaró Moragas-. Yo nopido indultos, ni cabezas tampoco. Y usted,¿qué milagro?, ¡usted el defensor de la últimapena...!

-Y eso, ¿qué tiene que ver? -respondió Cá-ñamo con asombro-. Yo exijo justicia, y al mis-mo tiempo reconozco los fueros de la piedad.¿No he de admirar al Monarca, ejerciendo laprerrogativa más hermosa y más sublime? Peroustedes los positivistas y materialistas son du-ros de corazón, carecen de entrañas, y quierendespojar al jefe del Estado de la preciosa facul-

Page 310: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

tad de inclinar, con una palabra de conmisera-ción, la balanza de la ley... ¡Ah! ¿Ni aun siendoel jefe del Estado una mujer se conmoveránustedes al verla suspender con un gesto la caídade la terrible cuchilla? Ahí tiene usted los frutosde la ciencia sin alma... ¿Qué dos pesetas? -añadió, mudando de tono y dirigiéndose altelegrafista-. A ver..., ¿son más de quince pala-bras? Sí, sí; ya; corriente... Voy por los sellos...

Transmitió Moragas el parte entretanto, yuna sonrisa retozó en sus labios, mientras evo-caba su memoria, clara y distinta, la imagen deLucio Febrero, el cual a tales horas subiría ce-rros y cruzaría arroyos en pos de algún bandode perdices, allá por las breñas del fragoso dis-trito de Mourante, y olvidaría, paladeando eldivino beleño que nos dan a beber la naturalezay la soledad, que hay en el mundo reos, verdu-gos, prensa que pida indultos y Ministros quelos aconsejen o desaconsejen...

Page 311: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

«Donde la ciencia acaba, empieza el senti-miento, y en los dominios del sentimiento, esreal lo absurdo», pensaba el Doctor cuandoenvuelto en su capa ascendía a pie la agriacuesta irregular que, en espera de una majes-tuosa rampa futura, es por hoy único acceso albarrio de Belona. Y una esperanza loca y sinlímites, un orgullo delicioso en que flotaba suespíritu como al caer en el éter azul, le incitarona volverse y mirar, desde la altura, a Marinedatendida a sus pies. Nunca tanto como en aquelinstante decisivo y supremo resaltara a sus ojosla semejanza de la linda ciudad con un cuerpode mujer, bien ceñida por torneado corsé ladelgada cintura, y sueltos a partir de ella lospliegues de la faldamenta amplia y rumorosa.Dos conchas llenas de esmeraldas parecían losdos mares, el de la Bahía y el del Varadero, quecomprimían a derecha e izquierda el esbeltotalle de la cuidad; y el nevado caserío, con susfachadas de miles de cristales, heridas por elPoniente, fingía sobre aquel talle primoroso el

Page 312: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

culebreo de un bordado de lentejuelas deste-llando a la luz de una tea roja... «Yo te evitaré elespectáculo, Marineda -murmuró el Doctorgalantemente, como si prometiese algo a unadama-. El día del crimen querías la muerte delos culpables, y hoy quieres su vida. Voy a dár-tela. Y corrió, lo mismo que si tuviese veinteaños...

Ante una barraca o garita pintada de al-mazarrón, de las que se acurrucan a la sombradel Cuartel, y que desde cierta distancia pare-cen sarta de corales, adorno del siniestro Campi-llo de la Horca, un corro de gente plebeya rodea-ba un cuerpo humano sin duda: un cuerpohumano, lo único sobre que se inclina tan muday piadosa la curiosidad popular. Alguien reco-noció a Moragas, aunque iba embozado y apaso tan furtivo y cauteloso; y las voces de«¡Venga, venga aquí, don Pelayo!» detuvieron,mal de su grado, al médico, que pretendía es-currirse. Llegose, y rompiendo por entre la

Page 313: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

multitud, vio en el suelo a una muchacha po-bremente vestida, fea, desmedrada, raquítica,de rostro azulado mejor que pálido: la sostení-an dos caritativas mujeres, y ella, con los ojoscerrados y sumidos, entreabierta la boca, hun-dida la nariz, respiraba congojosamente, o másbien arqueaba; Moragas reconoció desde elprimer instante el estertor preagónico. «¡Unadesgracia como otra cualquiera, señor de Mo-ragas!», murmuró oficiosamente un agente dela ronda, que andaba por allí, acercándose adon Pelayo. «Es Orosia, la hija del borrachón deAnteojos, un zapatero de viejo que trabaja enesa barraca que usted ve; mejor dicho, quientrabajaba era la chica; el padre no hace más queandar empalmando curdas... La hija tuvo ayerpor la mañana un vómito de sangre, y (aquíguiñó un ojo el agente) debió de ser de algúngolpe mal dado que el bruto del padre le pegaríaen el estómago con la forma, porque lo tenía decostumbre... Y dice que esta madrugada la oye-ron quejarse mucho las vecinas, porque el pa-

Page 314: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

dre la hizo venir por fuerza al trabajo, y la infe-liz no podía con su alma... Ahora la encontra-mos así... ¿Qué hacemos?».

-Una silla o un colchón para llevarla a sucasa -respondió don Pelayo.

-¡A su casa! -objetó una vecina sollozando-.¡Ay señor! A la mía vendrá... La suya está ce-rrada; la madre, que es cigarrera, se lleva lallave en el bolsillo, porque tiene miedo de queel maldito borracho le pegue fuego a todo...Pero traigan mi colchón, que no tenemos másque uno... y allí la pondremos... Tú, Cándido,ve a avisar al cura de la parroquia... ¡y Diosquiera que alcance!

-No alcanzará -respondió Moragas, quepulsaba a la moribunda-. De todos modos, quevaya... Y a ver si la pudiésemos, trasladar... ¡Esecolchón!

Page 315: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Ya lo traían, y Orosia fue tendida en él sinhaber recobrado la conciencia de sí misma, enaquel deliquio de muerte que era preludio deresurrección a vida menos horrible y amarga.Su ropa, desabrochada por los conatos de soco-rro de las buenas mujeres, y rota a trechos, de-jaba ver algunos fragmentos de mortificadadesnudez, y sobre las pobres carnecitas flacas,amoratadas equimosis y huellas, frescas aún, decrueldades brutales. Las comadres se limpiabanlos ojos con el pico del pañuelo de algodón;algunos hombres juraron y profirieron sordasamenazas. El colchón fue levantado en vilo porlas cuatro puntas, y la comitiva se puso en mar-cha, dirigiéndose hacia el domicilio de la com-pasiva dueña. Mas al llegar allí se vio que donPelayo acertara de medio a medio. Orosia nonecesitaba ya de humano socorro, y en cuantoal espiritual, si Dios no la hubiese perdonado...Dios no sería lo que es Él, en grado eminente ysumo.

Page 316: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

17

A boca de noche entró Moragas una vezmás en casa de Juan Rojo. Ya pisaba sin reparoaquel cuchitril siniestro, que entonces se lo pa-reció doblemente. El reverbero apenas lucía; lascamas estaban por hacer, en desorden, y no seveía a nadie en la estancia, hasta que de un rin-cón sombrío salió Rojo apresurado, ofreciendosilla, y tartamudeando de contento al ver alDoctor.

-Ya creía que no venía nunca más, don Pe-layo.

-No acostumbro faltar a mi palabra -exclamó Moragas sentándose, y señalando conademán imperioso al padre de Telmo el otroasiento, único que restaba en el camaranchón.

Page 317: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Sí, señor; ya lo sé demasiado... Pero comono venía... yo... me tomé la libertad... me ha dedispensar... de mandar allá al chiquillo...,pues... Y me trajo por contestación... que us-ted... que ya dispondría... Bien puede conocer,señor don Pelayo, que la cosa urge. El rapazestá perdiendo los mejores años de su vida, losque podía aprovechar para hacerse hombre. Oen escuela, o en taller, o donde usted vea, hayque meterle... El tiempo vuela... yo falto de estemundo cuando menos se piense... y es precisoque él quede ya colocado, para que no se leocurra...

-Ya sé, ya sé lo que no debe ocurrírsele -advirtió Moragas-. Basta. No necesitamos niusted ni yo perdernos en más explicaciones.Todo lo tenemos hablado. Le hice a usted unapromesa, ¿no la recuerda? Vengo a cumplirla.A costa de mi crédito, de mi posición, de midinero, de todo lo que soy y valgo, haré de suhijo de usted un hombre digno, admitido por la

Page 318: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

sociedad, y a quien nadie tendrá que torcer lacara.

-¿Será así? -interrogó Juan Rojo estreme-ciéndose al contacto de tanta ventura, como alde una corriente eléctrica.

-Así será.

Rojo hizo ademanes de enajenado, y Mo-ragas, más ceñudo y grave que nunca, añadió:

-Pero no de balde. Ya sabe usted que exijoen cambio...

-¡Todo lo que usted quiera! ¡Todo! -exclamó Juan, alzando los brazos y manotean-do como para tomar al cielo por testigo.

-¿Todo? Ahora veremos...

Recogiose Moragas como el luchador queecha atrás los codos para reunir fuerzas; calólos lentes de oro, se sobó las manos una contra

Page 319: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

otra, y dijo solemnemente, midiendo sus pala-bras:

-Dentro de doce horas, mañana por la ma-ñana, serán puestos en capilla los reos de laErbeda. Pasado mañana, a las siete en punto,hay orden de que sean agarrotados. El indulto,que se gestionó, no vendrá. No quiere el Go-bierno que la Reina ejerza su prerrogativa. Lefalta a usted, pues, día y medio para quitar lavida a dos semejantes. Vida por vida. Exijo lade ellos, en cambio de la que doy, moralmente,a su hijo de usted.

Rojo se quedó inmóvil, con la boca abierta,el semblante medio idiota. Truncadas sílabasbrotaron de sus labios.

-Yo... don... si... no sé...

-¡La vida de esos dos reos...! -insistió Mo-ragas.

Page 320: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Yo..., pero cómo quiere que yo...

-Usted, usted, y sólo usted, puede ya sal-vársela -prosiguió el filántropo con energíaextraordinaria, hipnotizando a Rojo al flecharleel rayo de acero de sus pupilas-. Usted, y sólousted. Donde han fracasado las Sociedades, lasautoridades, el Cardenal arzobispo, los diputa-dos, el Papa, usted va a vencer, y sin necesidadde tomarse más trabajo que el de decir «no».Cuando le llamen a usted para ejercer sus fun-ciones..., usted se niega. Que le exhortan. «No».Que le mandan, que le gritan, que pretendenaturdirle. «No, no». Que le piden a usted expli-caciones de su conducta. «No». Que le llevan austed ante el jefe de policía, que le quierenapretar los dedos pulgares... Sufrir si es preciso,y «no», y más «no», y «requetenó» mil veces.¡Este caso no llegará; yo estoy a la mira; yo im-pediré que se le haga a usted el menor daño..., afe de Moragas! Duerma usted tranquilo y des-canse, que no caerá un pelo de su cabeza... Co-

Page 321: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

mo la negativa de usted ha de ser la mismamañana de la ejecución, tienen que suspenderlapor fuerza..., y entonces usted publica en laprensa un comunicado, que yo redactaré, di-ciendo que no quiso ejercer sus funciones, por-que la conciencia le avisó de que no es lícito encaso alguno matar a un semejante. Y de lo de-más yo me encargo, y crea usted que ya no mo-rirán en garrote los reos.

Juan Rojo permaneció silencioso, como siacabase de desplomarse el orbe sobre su cabe-za. Y orbe era en efecto el que se le desplomaba:el orbe de sus creencias, de sus ideas, de sunoción social...

-Pero, señor... -murmuró-. Pero, señor...,yo... Vamos, me ha de permitir que le diga unacosa..., y es que... la justicia..., los criminales.

-¡Calle usted! -respondió con voz de truenoMoragas-. ¿Quién es usted para raciocinar so-bre criminales y justicia? ¿Quién? ¡La justicia!

Page 322: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Queda ahora mismo en este barrio, tirado sobreun colchón, el cadáver de una criatura asesina-da..., la hija de Antiojos el zapatero... ¿no leconoce usted? Su padre la asesinó a fuerza demalos tratos, de barbaridades, de golpes... Niun día de cárcel le costará al malvado... ¿O creeusted que todos los crímenes vienen a parar enla vuelta que da usted al torniquete? Ahorre-mos palabras, que no estoy para perder tiempo,ni para entretenerme en discusiones con us-ted... ¿Le conviene a usted el trato, sí o no? ¡Laredención de su hijo por la vida de esos reos!

-No se incomode, por Dios, señor de Mo-ragas... Yo... ¡Yo haré lo que usted mande! Seacabó... No hay más que decir... Y búsquemetrabajo para mí también, porque voy a encon-trarme sin pan... Basta, lo dicho dicho... Cuestelo que cueste..., haré lo que usted... ¡Digo que loharé, don Pelayo!

-Pues corriente -respondió el médico le-vantándose, como si no quisiera dejar enfriar la

Page 323: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

resolución de aquel hombre-. Ya está redimidosu hijo de usted..., y usted también, por añadi-dura. Quedará lavada, con esa acción, toda lainfamia anterior. Telmo, desde hoy, corre de micuenta. Que recoja su ropa... y que se vaya allácuando guste; hoy se le prepara habitación enmi casa.

Decía esto Moragas andando hacia la puer-ta, y dando por consiguiente la espalda a JuanRojo. Al poner la mano en el pestillo y abrir laboca para añadir «Adiós», hízole volverse unsonido ronco, una especie de mugido como elde las olas del mar cuando se engolfan por es-trecho canalizo que las comprime y las desme-nuza en espumosos jirones. Volteó rápidamen-te. El padre de Telmo era quien rugía o se que-jaba.

-Se... señ... don Pelayo, no... entendámo-nos... el rapaz. ¿Qué...?

Page 324: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Y adquiriendo de súbito, a impulsos deldolor, habla expedita y aun elocuente, rompióasí, colocándoles ante Moragas en actitud re-suelta, como de ataque:

-No; lo que es eso sí que no lo verá usted niningún nacido: ¡llevarse a mi rapaz, quitármeloa mí, que soy su padre, su padre, su padre!¡Apartarlo de mi lado como si yo tuviese el có-lera o fuese un malhechor! ¡Porque no lo soy,no señor, sino un hombre de bien, que ha res-petado siempre cuanto debe respetarse, y pue-do andar por allí con la cabeza muy levantadamás que muchos que me hacen ascos! ¡Yo nomancho a mi hijo, y yo no quiero apartarme deél, no quiero! ¡Es mi hijo, no tengo otro, ni ten-go sino a él en este cochino mundo!

Moragas midió a Rojo de pies a cabeza conuna mirada de hielo -de un hielo que quemaba,de un hielo que arrancaba la piel como un lati-gazo; casi sin transición pasó de este miedodespreciativo a una reacción efusiva y piadosa;

Page 325: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

y apelando a tutear a Rojo, como hacía siempreque deseaba influir más decisivamente en suespíritu, murmuró:

-¿Pero no ves, infeliz, que la base del bienque me propongo hacer a tu pijo es precisa-mente renovarle la atmósfera? A tu lado -¿no locomprendes?- siempre será ¡el hijo del verdugo!;un ser a quien mirarán con asco y con menos-precio los mismos que a fuerza de ruegos leadmitan a desempeñar la ocupación más vil ypeor retribuida. Tú serás un hombre intachabley la gran persona; ¡pero... mira qué diantre!: ¡atu hijo, los que limpian las alcantarillas no lequieren por compañero! No tratamos sólo deque Telmo encuentre instrucción y trabajo: espreciso que además encuentre honra, que es delo que andamos escasitos. ¡Ah! Si no fuese porla honra...

Moragas se interrumpió, buscando un ar-gumento concluyente y sin vuelta de hoja. Juanpermanecía inmóvil, sin articular palabra, aun-

Page 326: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

que era más aparente la fatiga de su respiraciónsiempre difícil. De vez en cuando movía la ca-beza de izquierda a derecha, como si exclama-se: «No, y no». Y el Doctor, práctico en incisio-nes profundas, le introdujo el bisturí sin miedo,seguro de acertar.

-¡Es preciso -dijo recargando cada palabra-que ahora te desprendas de tu hijo, para que élno tenga que imitar a los veinte años el ejemplode su madre, y dejarte solo con tu infamia...!

Certero había sido el corte; certero, y pene-trante hasta los tuétanos. Rojo tembló, y algoque era embrión de sollozo y lamento de ago-nía murió en su garganta, a la cual llevó ambasmanos, queriendo deshacer el lazo de la corba-ta, que realmente no le podía oprimir poco nimucho. Este movimiento instintivo le recordóotro, que el Doctor le prohibía realizar... Pensóen los reos. Si sabían que iban a ser puestos encapilla, ¿percibirían ellos también esta horrible

Page 327: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

constricción del tragadero, esta sensación deconvertirse la saliva en alfileres candentes?

-Tu mujer -continuó Moragas con impasi-bilidad quirúrgica- se fue porque no podía re-sistir que la llamasen la esposa del verdugo. Prefi-rió perderse, y hay quien la alaba el gusto:créeme a mí. El chico, en cuanto crezca y dis-tinga de colores, no se resignará tampoco... a lamala sombra de ser tu hijo. No verá tierra pordonde correr para escapársete. ¡Ah! ¿Te creísteque podías tomar por oficio retorcer pescuezos,y que eso era compatible con el amor, el hogar,la familia y los recreos de la paternidad? ¡Va-liente bobo! Menos malo es ser hijo de esos reosque te quieren entregar para que les aprietes elgaznate, que tuyo. A los hijos de los reos no lesapedrean. Esos no mataron más que a un seme-jante, y tú matarás a cien, si te lo mandan, portreinta y siete duros cada mes. Suelta a tu hijo sino quieres que él se te huya. ¿A que ya está

Page 328: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

rabiando por largarse de junto a ti? -añadió elfilántropo revolviendo el acero en la herida.

Rojo lanzó un grito de protesta.

-No señor... ¡Eso, me ha de perdonar usted,pero... es lo que se dice, hablar por no callar! Mirapaz está bien conmigo..., le trato perfectamen-te..., hasta, en lo que cabe, le mimo... No le helevantado la mano en mi vida... Se cumple ungusto de él primero que uno mío... ¡El mucha-cho, o es un condenado bribón..., o me tieneque querer!... -Así terminó, gimiendo, el padre.

-¿Sí? -pronunció Moragas con cierta ironía,guiñando los ojos y limpiando los lentes-. Aho-ra vamos a salir de dudas... Mira, tu chico meparece que entra...

Se oían los pasos de Telmo, y su manohabía levantado el pestillo; pero notando queestaba alguien de visita en el camaranchón, elmuchacho se había quedado perplejo, sin re-

Page 329: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

solverse a pasar. Moragas le llamó; y Telmo, alconocer al médico, penetró jovial y petulante.

-¡Hola, buena pieza! ¿De dónde vienes tú aestas horas? -preguntó el Doctor para abrir ca-mino.

-De casa de la Marinera -respondió el pi-lluelo-. Tiene los ojos perdidos; por eso no pu-do acercarse aquí hoy. Uno de los chiquillos sequeja de la cabeza. Aquello parece un hospital.

-¿Y tú te dedicabas a cuidarles? -insinuó elmédico-. Se me figura que eres un corretón, quete pasas la vida fuera de tu casa.

Telmo se encogió de hombros, y el Doctorcontinuó capciosamente:

-Por lo visto no estás aquí en tu centro.Debías hacer más compañía a papá. Está feo quevagabundees todo el día.

Page 330: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-¡Y... para la falta que hago aquí! -exclamóTelmo-. Los demás niños van al Instituto... Aalguna parte se ha de ir...

Diciendo así, el muchacho interrogaba conlos ojos al Doctor, como instándole a que recor-dase el compromiso pendiente.

-Precisamente para que tú... puedas... ir alInstituto, y a todos lados... estuve ahora... con-ferenciando con tu papá. Él conviene en que yote proporcione medios de estudiar, y de tenercarrera, y de seguir la militar, que tanto te gus-ta. Sólo teme que tus compañeros vuelvan ajugarte alguna mala pasada, como la del castillode San Wintila... ¿Crees tú que te la jugarán?Dinos tu parecer...

Telmo miró a su padre y al médico, re-flexionó, sintió que el instinto se convertía enluz..., y como quien se resuelve y se echa a na-do desde una gran altura, exclamó impetuosa-mente:

Page 331: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Estando a la sombra de usted no me la ju-garán... Si me la juegan hoy en día... es por loque es.

-¿Quieres tú arrimarte a mi sombra?

-¡Caramba!

En esta contestación puso el muchacho to-da la viveza de su espíritu y toda su alma, in-fantil aún, pero ya iluminada por la humilla-ción, la adversidad y el martirio perpetuo. Erael anhelo del cautivo que pide que le quiten elcepo y la argolla; era el grito de fiera del egoís-mo humano que aspira a la felicidad. Rojo no semovía. Representaba la imagen del estupor,fase culminante de la pena. Pero de improviso,por su fisonomía ruda y sin flexibilidad, desa-tose la emoción como un torrente. Giraron susojos, enseñando lo blanco; apretó los labios;dilató las fosas nasales; y con el ímpetu de fero-cidad animal desarrollado en su alma por laprofesión, se abalanzó al niño, con las manos

Page 332: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

abiertas y los dedos contraídos, rígidos, deseo-sos de apretar un pescuezo... Fue instantáneo,porque sus falanges se aflojaron en seguida, yempujando levemente a Telmo hacia el Doctor,dijo en voz que se oía apenas:

-Lléveselo. Pero ha de ser ahora mismo.¡Ahora mismo! No pongo más condición. Estanoche... que no duerma aquí. Yo... obedeceré.¡Lléveselo, por Dios y su Madre, señor de Mo-ragas!

-No; reflexione usted bien, Rojo, antes dedecidirse -advirtió Moragas pausadamente-.Tiene usted para pensarlo la noche... el día demañana... mucho tiempo. Eso sí: desde queusted se resuelva, que sea irrevocable... porqueaquí no vale desdecirse, y ahora sí y luego no.Por lo mismo... piénselo, piénselo.

-Pensado está -respondió Rojo con bruscafirmeza-. Sólo pido no tener al chiquillo ni un

Page 333: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

minuto más aquí. ¡Me parece que, a lo menos,ese favor...!

Telmo, comprendiendo a medias, miraba asu padre y al filántropo. Este, compadecido,transigía ya, proponiendo paliativos, queriendoaplacar el dolor de la carne paternal, que palpi-taba bajo el filo del acero.

-Verá usted a su hijo siempre que quiera...y pasado algún tiempo, hasta podrán ustedesreunirse... -murmuró al oído de Rojo-. La vo-luntaria retirada de usted del oficio, el habersalvado dos vidas con sólo decir no, le devolve-rán el aprecio de las gentes honradas... Si a us-ted también le redimo, hombre... Hágase ustedcargo... ¡Si no se hace cargo inmediatamente -porque es usted tozudo- ya se convencerá usteddentro de pocos días...! Ánimo, que Telmo nose entere... Vale más...

Juan Rojo volvió la cabeza; y acercándose asu hijo, le cogió de la mano e hizo ademán de

Page 334: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

impulsarle hacia el Doctor. El cual, admitiendola dádiva, agarró activa y calurosamente la ma-no del muchacho.

-Mañana irá la ropa -pronunció Rojo envoz mate, apagada, pero resuelta-. Lléveselo,señor de Moragas. Va con gusto mío. ¡Anda; yacuérdate de que ya... no tienes más padre queel señor!

Telmo quiso decir algo; apretósele el cora-zón, mitad de alegría, mitad de otra cosa..., ysin acción ni resistencia, se dejó conducir porMoragas. Salieron al aire libre: detrás de ellosblanqueaba la tapia del cementerio: delantetenían la extensión del mar; y, a la derecha, laciudad, alumbrada por mil luces. El filántroposonreía: orgullo inefable dilataba su corazón;sus pulmones bebían la brisa salitrosa; sus pa-sos eran elásticos; iguales; no tropezaba en laspiedras; creía volar. Más poderoso que el jefedel Estado, acababa de indultar a dos sereshumanos y de regenerar a otros dos! Y como

Page 335: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Telmo no le siguiese todo lo aprisa posible, yaun volviese de vez en cuando el rostro atrás,mirando hacia la barraca maldita, el Doctor seinclinó, echó un brazo al cuello del muchacho,y murmuró con ternura:

-Anda, hijo mío.

Epílogo

La víspera del día siniestro amaneció elcielo cubierto de nubes de plomo. Por la tardeadquirieron un tinte cobrizo, y oscilaban y ro-daban por el firmamento a manera de olas deun mar de metal derretido y candente. Rizadala bahía por el airecillo terral, adquirió bajoaquel siniestro celaje tonos de estaño, y en vezde las frescas rachas de invierno que soplabandías atrás, cayó sobre el pueblo un bochornosingularísimo; estremecieron la pesada atmós-

Page 336: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

fera bocanadas abrasadoras, y ascendió delsuelo ese vaho asfixiante que precede a la ráfa-ga del solano.

Frecuente es en Marineda este aire cálido yterrible, que pesa sobre la naturaleza lo mismoque sobre el espíritu. Diríase que a su hálitoletal, la vegetación desfallece, el mar se crispa,la luz se torna lívida y el hombre cae en ma-rasmo profundo o en insano vértigo. Sorda an-gustia oprime los pulmones, y nunca con ma-yor motivo que en horas tales podría un poetadel dolor decir como el profeta hebreo: «Mialma miró con tedio a mi vida».

Observaron los marinedinos el estado at-mosférico, y aunque no era inusitado, parecio-les que tenía, en ocasión semejante, algo defatídico simbolismo. Un patrón de taller, ame-nazado de perder la parroquia de la Audiencia,Regencia y Capitanía general si no aceptaba elhorrible encargo, comprara a peso de oro lajornada de dos operarios infelices, que, custo-

Page 337: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

diados por la policía y entre rechifla y murmu-llos de la plebe, habían principiado a levantar elmedroso armadijo del cadalso. Hincados lospostes, clavada, Dios sabe cómo, la escalera,aplazaron el resto de la obra sin nombre hastaque la protegiesen las tinieblas nocturnas: te-mieron que la colocación del palo y del banqui-llo les valiese alguna pedrada; cuando menos,injurias atroces.

Al punto mismo en que los carpinteros,simulando una retirada, tomaban la espuertade las herramientas y procuraban embebersepor callejuelas sospechosas, cabizbajos, pálidosde vergüenza y deseosos de encontrar prontoun tabernáculo donde el aguardiente les presta-se valor para dar, allá a media noche, cima a sutarea; al punto mismo en que el brigadier Car-toné entraba en la Cárcel para llevar un mazode puros al reo que estaba en capilla, y a la reo,de parte de la señora brigadiera, un escapulariode la Virgen de la Guardia; al punto mismo en

Page 338: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

que el reloj de la Audiencia marinedina, o comoallí dicen, de Palacio, lanzaba al aire una cam-panada sola, vibrante, solemne -las cinco y me-dia- un hombre, que andaba pegado a la paredy se recataba, costeó la solitaria plaza dondecampea la fachada principal del Palacio susodi-cho, y, evitando acercarse a los centinelas quecustodian la Capitanía General, se coló, por lapuerta de la Audiencia, al zaguán sombrío queda acceso a las Salas del Tribunal de Justicia.

El portero, viendo al hombre, hizo un ges-to significativo, como quien dice «ya sé a quévienes tú» y, descolgando el reverbero con quese alumbraba para leer un periódico, precedióal recién venido, y ambos se internaron en elpasillo que conduce a la Sala de lo criminal.

Antes de entrar en ella, detúvose el hom-bre, sobrecogido por la vista del ropero dondecuelgan los letrados sus ropas y birretes. A ladudosa claridad, y en semejante sitio, las fláci-das togas, con sus pliegues sepulcrales, parecí-

Page 339: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

an negros espectros de ahorcados. El birrete,distante de la toga, deja un claro que semeja elrostro, y el vuelillo representa la mano. Domi-nando el primer movimiento instintivo, siguióadelante. El portero abrió la Sala; aplicó un fós-foro a la boquilla de un brazo de gas, y la vivaluz azul y dorada relampagueó, iluminando laestancia plenamente.

-¿Es por aquello? -silabeó el portero, que eraun viejecito catarroso y temblón-. Pues mejorserá que se lo traiga aquí. Allá no se ve nada, ycon tanto trasto, ni se revuelve uno... Vaya, voypor todo. Aguarde.

Quedose solo el hombre en el templo de laLey. Sus ojos divagaron con extravío por el re-cinto, que solitario y mudo adquiría entoncesextraña majestad, algo que impondría respeto ala persona menos reflexiva. Vestía las paredesun venerable damasco carmesí: la tela de laetiqueta y de la representación oficial en Espa-ña, la que tan bien armoniza con las molduras

Page 340: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

doradas y tan rico fondo presta a las austerascabezas del clero y la magistratura. De igualtejido eran los sillones, sobre cuyas tallas de oroapagado campeaban la balanza de Temis y laespada vengadora. Idéntico tono de púrpuraintensa tenían el forro de la mesa y la tribunadel Fiscal. Bajo el dosel del Presidente, el ReyAlfonso XII, amarillento, injuriado por el pincelde un mal retratista, fijaba en el espectador susojos inteligentes y tristes. Las arrogantes armasde España, bordadas con oro, decoraban el res-paldo de los bancos, de raído terciopelo grana-te.

Por efecto sin duda del estado de su alma,el hombre creyó nadar en un charco sangriento.Aquel color vivo que le rodeaba, le infundíadeseos de rasgar, de arrancar; impulsos de toroacosado, destructores, feroces, ciegos. «¡Si pu-diese hacer pedazos la Sala!», pensó, mientrasen su trastornada cabeza retumbaban furiosasvoces. Volviole a la razón momentáneamente la

Page 341: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

entrada del portero, que traía en las manos doscajas cuadrilongas. Eran los instrumentos, que secustodian en la Audiencia, en un cuchitril obs-curo, escondidos como si fuesen la prueba deun crimen, hasta que, la víspera de la ejecución,los recoge el verdugo para adaptarlos al palo...

Depositó el portero las cajas sobre la mesa,no sin cierta visible repugnancia, y Juan Rojo,sereno ya en apariencia, serio y poseído de supapel, se aproximó y alzó la tapa, a fin de reco-nocer el contenido.

Debajo de paños empapados en aceite, re-luciente y limpio como si se acabase de frotar,apareció uno de los dos garrotes: cabalmente elmodificado con arreglo a las indicaciones deRojo. Tiene este artefacto de muerte, que laproduce a la vez por estrangulación y por as-fixia, el defecto de que en ocasiones retrocede eleje de hierro donde empalma la cigüeña, y nologrando el torniquete destrozar con la rapideznecesaria las vértebras cervicales y reducir el

Page 342: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

pescuezo al diámetro de un papel, puede laagonía de la víctima prolongarse un espacio detiempo en que cabe un infinito de horror. Notanto por esta consideración como por miedo aun fracaso y a una grita, Juan Rojo había discu-rrido sujetar la uña que alianza la palanca ocigüeña de un modo ingenioso y seguro, y seenvanecía de su obra. Aquel perfeccionado ga-rrote fue el primero que registró... Despuésexaminó el segundo, cerciorándose de que gi-raban bien ambos: y cerrando las cajas y envol-viéndolas en roto paño de sarga negra, las ocul-tó bajo la capa, sin decir palabra al portero, quetampoco parecía demasiado locuaz. Viendo queRojo cargaba con sus prendas, tosió el vejete,gargajeó, dio vuelta a la billa del gas, y toman-do otra vez su reverbero ahumado, guió silen-ciosamente hacia la puerta. Hasta que Rojotraspuso el umbral, no le dijo en tono más iró-nico que amistoso:

Page 343: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

-Vaya, abur... Tiento en las manos. ¡Y queaproveche!

Rojo ya no podía oírle, ni se oía más que así mismo. Después del tenaz y delirante insom-nio; después de haber reemplazado el alimentocon la bebida, sin conseguir la bienhechora em-briaguez; después de un día entero de dar vuel-tas a las mismas ideas en la angosta caja de sucráneo, dolorida y próxima a estallar, Juan Rojotropezaba siempre contra una pared de duraroca: la imposibilidad de la desobediencia. «Laautoridad manda... ¡Yo no puedo negarme! Soyun funcionario... ¡Tienen derecho sobre mí!».Recordaba su promesa, cierto; pero ¿qué signi-fica la promesa libre, voluntaria, contra el man-dato superior, la obligación? «No, no me puedonegar... ¿Quién soy yo para negarme?». Pro-blema sin solución para Rojo...

Miento... Una solución se le había ocurridoen las horas de solitaria desesperación que pasósin dormir, viendo la cama de Telmo vacía, y

Page 344: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

vacío el cuarto, y vacío más que todo el mun-do... Y de día tornó la solución a presentarse,clara, sencilla, consoladora y tremenda... Fuepor la tarde, cuando las primeras ráfagas deaire solano vinieron, como vahos de calderainfernal, a estremecer el ambiente marinedino.Rojo acababa de atar los picos de un pañolónviejo, un pañolón que había pertenecido a sumujer, y que serviría de baúl a la ropa de Tel-mo: Juliana se encargaba de llevarla a casa delDoctor. La vista de aquellos despojos del nau-fragio de su vida evocó en Rojo la memoria delas agonías pasadas y presentes. Volvió a ver,como si los tuviese delante, con la lucidez quese adquiere en las horas supremas, a María y aTelmo; pero no a Telmo ya crecido, sino tal cualera en brazos de su madre; vio sus manitasgordezuelas, que salían del mantón de abrigoen que andaba envuelto y buscaban a tientas elseno maternal... Madre y crío, así apretados,llenos de intimidad, de dulzura comunicativa,se reían, se halagaban; pero al acercarse Juan

Page 345: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Rojo, deshacíase el grupo: la madre arrojaba ala criatura lejos, muy lejos, y salía huyendo, tanrápidamente que más parecía haberse disueltoen humo por el aire...

-«Para no desobedecer y al mismo cumplirla palabra...», volvía a pensar Rojo algunashoras después, al dirigirse hacia su ranchoapretando bajo el brazo las dos cajas cuadrilon-gas. Ya no se veía cuando entró en el camaran-chón: a tientas -no quiso encender luz- buscóalgo sobre una mesa, y soltando en ella su car-ga, encontró lo que deseaba: botella y vaso.Echose al cuerpo un largo sorbo, y le parecióver más claro en su perro destino, confirmádo-se en que ni tenía otra salida, ni otro alivio queesperar. Único medio era aquel de cumplir losdeberes que entendía le ligaban a la Ley, a laJusticia social y a la Vindicta pública -entidadeshijas de la conciencia, y que, por lo mismo nopueden sobreponerse a su augusta genitriz...

Page 346: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

«Otro sorbo... y ánimo». Un estremeci-miento, una horripilación recorrió las venas delhombre que tenía por oficio matar. Paladeó elajenjo de aquel susto, y lo afrontó, y logró quele amargase menos. ¡Bah! Un segundo, un pata-leo, menos aún, la convulsión de un cuerpoatado, al hincarse en las vértebras un tornillo...Eso y nada más es la muerte. Embozose y salió.Tocaban al Rosario en la capillita próxima, yRojo dudó primero, y luego entró en ella des-pacio, y se arrodilló entre los grupos de muje-rucas. La voz gangosa del sacristán se elevóiniciando el rezo, pero Rojo no tomaba parte enél: su garganta no sabía articular sonidos, y losentía, porque era creyente y ansiaba rezar en-tonces. Una vecina le reconoció y le señaló aotra con el dedo, mostrando desagrado y re-probación. Rojo sintió un hervor de ira. «¡Niaquí consienten mi compañía, centella! Señála-me, señálame, vieja del diablo, que para lo queme has de señalar...».

Page 347: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

Volvió a salir, y con paso tranquilo, muyensimismado, tomó el camino de la Torre. Laluz del Faro atraía sus ojos; se le figuraba quedesde allí, más bien que en la capilla, alguien lemiraba piadosamente. Sin embargo, a los diezpasos retrocedió; entró de nuevo en el rancho, yrecogió el envoltorio de las cajas. Llevándolasbien cogidas, emprendió la ascensión otra vez.

El camino serpeaba, y al través de camposyermos rodeados de peñascales, subía hasta elpromontorio, donde la fenicia Torre se yergueimponente, justificando su dictado de centinelade los mares. Oíase cada vez más próximo eltumbo del Océano que rebotaba contra las pe-ñas, y un aire potente, vívido, rudo como lamisma costa, azotaba el pelo gris de Rojo. Ya alpie de la alta plataforma, que descansa en laescollera, Rojo se detuvo, y, en vez de subir laescalinata, metiose por los eriales y marismasque conducen al arenal de las Ánimas, el cualtal vez deba su fúnebre nombre a las muchas

Page 348: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

víctimas que cada invierno, en la pesca del per-cebe, sucumben en tan temeroso paraje.

Antes de que Rojo sentase el pie en el are-nal, le paró, helándole la sangre en las venas, elmugir lúgubre y pavoroso de dos hinchadas ycóncavas olas, que al reventar le salpicaron deespuma... Y no era día de tormenta, ni acasofuese aquella la marea más viva del equinoccio;pero debe de tener la ensenada de las Ánimastan especial hechura, que el Océano, al derra-marse allí, se encuentra preso, herido, subyu-gado, y rebrama, y salta en remolino arrollador,y quiere escalar el cielo...

Juan Rojo se sintió a la vez espantado y en-sordecido. El oleaje, con su misteriosa blancuracerca y su inmensidad incolora allá lejos, leaplanó el alma, y como el marino arroja lastrepor cima de la borda, lanzó a las rompientes lascajas que oprimía bajo el brazo. Las olas nointerrumpieron su clamoreo ronco de ardientejauría que persigue a la res. El padre de Telmo

Page 349: La piedra angular - ataun.eus¡sicos en... · lo del rorro viviente, veíase un cromo, un nene de cartón, desnudo, agachado, apoyadito con las manos en el fondo de la canasta, alzando

se volvió de espaldas al mar, y no viéndolo,recobró ánimos; dejó sobre una peña capa ysombrero; sacó un pañuelo del bolsillo; con-templó un minuto, intensamente, la luz delFaro; luego dobló el pañuelo y se vendó los ojosapretando mucho, de manera que también ta-pase los oídos, para no escuchar la voz delabismo, que le haría retroceder... Y así, ciego ysordo, anduvo con los brazos extendidos haciadelante, hasta que de pronto se sintió envuelto,cogido, arrastrado, y el agua, al inundar suspulmones, sofocó el grito supremo.