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La persona y la sociedad

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Junto a la llamada personala la bienaventuranza divi –na, el hombre posee una di-mensión social.

Todos los hombres están lla-mados a un idéntico fin, quees el mismo Dios.

Hay una cierta semejanza entre la comuniónde las personas divinas y la fraternidad quelos hombres deben instaurar entre ellos.

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La persona es y debe ser principio, sujeto y fin detodas las institucionessociales.

Algunas sociedades, comola familia y la comunidadcivil son necesarias para la persona.

También son útiles otrasasociaciones tanto dentro de las comunida-des políticas como a nivel internacional,en el respeto de la subsidiaridad.

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El principio de subsi –diaridad indica queuna estructura socialde orden superior nodebe interferir en lavida interna de un grupo social de ordeninferior.

No debe privarla de sus competencias, sinomás bien debe sostenerla en caso de nece-sidad.

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Una auténtica convivencia hu –mana requiere respetar la jus-ticia y la recta jerarquía de va-lores.

Debe subordinar las dimensio-siones materiales e instintivasa las interiores y espirituales.

Cuando el pecado pervierte el clima social,se necesita hacer un llamamiento a la con-versión del corazón y a la gracia de Dios.

La caridad es el más grande mandamientosocial.

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Toda sociedad huma –na tiene necesidad deuna autoridad legíti -ma.

Que asegure el orden ycontribuya a la reali –zación del bien común.

Esta autoridad tiene su propio fundamentoen la naturaleza humana, porque corres-ponde al orden establecido por Dios.

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La autoridad se ejercede manera legítimacuando procura elbien común.

Para conseguirlo usamedios moralmentelícitos.

Los regímenes políticos deben respetar el prin-cipio del “Estado de Derecho”: la soberanía esprerrogativa de la ley, no de la voluntad arbi-traria de los hombres.

Las medidas contrarias al orden moral no o-bligan en conciencia.

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Por bien común se entiende elconjunto de condiciones de lavida social que hacen posible a los grupos y a cada uno de sus miembros, el logro de lapropia perfección.

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El bien común supone: el res-peto y la promoción de los de-rechos fundamentales de lapersona.

El desarrollo de los bienes espirituales y tem-porales de la persona y la sociedad.

La paz y la seguridad de todos.

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La realización máscompleta del bien común se verificaen aquellas comuni-dades que:

Defienden y promueven el bien de losciudadanos.

De las sociedades intemedias.

El bien universal de las familias.

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Todo hombre par-ticipa en la reali-zación del bien común.

Respetando las le-yes justas y hacién-dose cargo de los sectores en los que tiene responsabilidadpersonal:cuidado de la propia familia y el compro-miso en el propio trabajo.

Todos deben tomar parte activa en la vidapública, como les sea posible.

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La sociedad asegura la justiciasocial cuando respeta la digni-dad y los derechos de las perso-nas.

La sociedad procura alcanzar la justiciasocial cuando garantiza las condicionesque permiten a las asociaciones y a losindividuos conseguir aquello que les co-rresponde por derecho.

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Todos los hombres gozan de igual dig-nidad y derechosfundamentales.

Creados a imagen del único Dios y dotadosde una misma alma racional.

Tienen la misma naturaleza y origen y es-tán llamados en Cristo, único Salvador,a la misma bienaventuranza divina.

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Existen desigualdades económi- cas y sociales que a- fectan a millones de seres humanos.

Están en to-tal contras-te con el Evangelio, son contrarias a la justicia,a la dignidad de las personas y a la paz.

Dios quiere que cada uno reciba de los demáslo que necesita y que quienes disponen de ta-lentos particulares los compartan con los de-más.

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La solidaridad que emana dela fraternidad humana ycristiana, se expresa, ante to-do, en la justa distribuciónde bienes.

En la equitativa remuneración del trabajoy en el esfuerzo a favor de un orden socialmás justo.

La virtud de la solidaridad se realiza tam-bién en la comunicación de los bienes es –pirituales de la fe.

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La salvación de Dios: la Ley y la Gracia

La Ley moral

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La Ley moral es obra de la sabiduría divina.Prescribe al hombre los caminos y las reglasde conducta que llevan a la bienaventuran-za prometida, y prohibe los caminos que apartan de Dios.

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La ley natural consiste enuna participación de lasabiduría y bondad deDios.

Expresa el sentido moraloriginario que permite alhombre discernir el bieny el mal.

La ley natural es universal e inmutable y pone la base de los deberes y derechos fun-damentales de la persona, de la comuni –dad y de la ley civil.

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A causa del pecado, no siempre ni todos son capaces de percibir enmodo inmediato y con igual claridadla ley natural.

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La Ley antigua constituyela primera etapa de laLey revelada.

Sus prescripciones mora-les, recogidas en los man-damientos del Decálogo,ponen la base de la voca-ción del hombre.

Prohiben lo que es contrario al amor deDios y del prójimo e indican lo que les esesencial.

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La Ley antigua permite co-nocer muchas verdadesaccesibles a la razón.

Señala lo que se debe o nose debe hacer y prepara ydispone a la conversión y a la acogida del Evangelio.

Siendo aun santa, espiritual y buena, la Leyantigua es todavía imperfecta, porque no dapor sí misma la fuerza y la gracia del Espíri-tu para observarla.

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La nueva Ley o Ley evangé-lica, proclamada y realiza-da por Cristo, es la plenitudy el cumplimiento de la leydivina, natural y revelada.

Se resume en el manda –miento de amar a Dios y alprójimo, y de amarnos comoCristo nos ha amado.

Es la gracia del Espíritu Santo lo que haceposible tal amor.

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La Ley nueva se encuen-tra en toda la vida y lapredicación de Cristo y en la catequesis moralde los Apóstoles.

El Sermón de la Montañaes su principal expresión.

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Gracia y justificación

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La justificación es la obramás excelente del amor deDios.

Es la acción misericordio-sa y gratuita de Dios, queborra nuestros pecados ynos hace justos y santos entodo nuestro ser.

Somos justificados por medio de la gracia delEspíritu Santo, que la Pasión de Cristo nos hamerecido y se nos ha dado en el Bautismo.

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La gracia es un don gra-tuito de Dios por el quenos hace partícipes de suvida trinitaria y capacesde obrar por amor.

Se le llama gracia habitual, santificante odeidificante porque nos santifica y nos diviniza.

Es sobrenatural porque depende de la ini-ciativa gratuita de Dios y nos supera y es-capa a nuestra experiencia.

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Además de la gracia habitual existenotros tipos de gracia:

Las gracias actuales ( dones en circuns-tancias particulares ).

Las gracias sacramentales ( propias decada Sacramento ).

Las gracias especiales o carismas ( parael bien común de la Iglesia ).

Gracias de estado, que acompañan alejercicio de ministerios eclesiales y res-ponsabilidades de la vida.

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La gracia previene, prepara y suscita lalibre respuesta del hombre.

Responde a las profundas aspiracionesde la libertad humana, la invita a coo-perar y la conduce a la perfección.

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El mérito es lo que da dere-cho a la recompensa por una obra buena.

Respecto a Dios, el hombreno puede merecer nada yaque todo lo recibió de Él gratuitamente.

Pero Dios da al hombre la posibilidad de adquirirlo mediante la unión a la caridadde Cristo.

Los méritos de las buenas obras se atribu-yen a la gracia de Dios y a la libre volun –tad del hombre.

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Bajo la moción del EspírituSanto podemos merecer las gracias útiles para san-tificarnos y para alcanzarla vida eterna.

También los bienes tempo-rales que nos convienensegún el designio de Dios.

Nadie puede merecer la primera graciaque está en el origen de la conversión y lajustificación.

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Todos los fieles estamos llama-dos a la santidad.

Esta es la plenitud de la vidacristiana y perfección de lacaridad.

Se realiza en la unión íntimacon Cristo y, en Él, con la Santísima Trinidad.

El camino de santificación del cristiano ten-drá su cumplimiento en la resurrección fi-nal de los justos, cuando Dios sea todo entodos.

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La Iglesia, Madre y Maestra

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La Iglesia es la comunidaddonde el cristiano acoge lapalabra de Dios y las ense –ñanzas de la “ Ley de Cristo”.

Recibe la gracia de los Sacra-mentos.

Se une a la ofrenda eucarística de Cristotransformando así su vida moral en unculto espiritual.

Aprende el ejemplo de santidad de laVirgen María y de los santos.

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El Magisterio de la Iglesia in-terviene en el campo moral,porque es su misión predicarla fe que hay que creer y practicar.

Esta competencia se extiendetambién a los preceptos es-pecíficos de la ley natural,porque su observancia es ne-cesaria para la salvación.

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Los preceptos de la Iglesia tienen por fina-lidad garantizar que los fieles cumplancon lo mínimo indispensable en relaciónal espíritu de oración, a la vida sacramen-tal y al crecimiento en el amor a Dios y alprójimo.

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Los preceptos de la Iglesia son cinco:

Participar en la misa todos losdomingos y fiestas de guardary no realizar trabajos y activi-dades que impidan la santifi-cación de éstos.

Confesar los propios pecados me-diante el Sacramento de la Re –conciliación al menos una vezal año

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Recibir el Sacramento deLa Eucaristía al menos enPascua.

Abstenerse de comer carney observar el ayuno en losdías establecidos por la Iglesia.

Ayudar a la Iglesia en susnecesidades materiales,cada uno según sus posi-bilidades.

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La vida moral de los cris-tianos es indispensablepara el anuncio delEvangelio.

Conformando su vida con la del Señor Jesús, los fieles atraen alos hombres a la fe en el verdadero Dios.

Edifican la Iglesia, impregnan el mundocon el espíritu del Evangelio y apresuranla venida del Reino de Dios.

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Presentación en POWER-POINT realizada por

Violeta Vázquezpara

www.oracionesydevociones.info