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83 EL CARBONERO. ACTUACIÓN DURANTE LA GUERRA ntonio Manchón Jiménez 1 , alias el Carbonero, era natural de Nerpio (Albacete), había nacido en 1911, hijo de Eduardo y Gregoria. Nada sabemos de su vida de infancia y juventud, pero al iniciarse la sublevación de julio de 1936, se encontraba trabajando en Anglés (Gerona), donde se alistó como miliciano voluntario a la CNT, desempeñando sus funciones en Cataluña. Sin embargo, a causa de la enfermedad de su mujer, y al “manifestarle el médico que debía trasladarla a otra región”, el comité Anglés le autorizó para marcharse a Zurgena (Almería) con la obligación de encargarse de la organización de la CNT en la citada localidad. Llegó vestido de miliciano y armado de pistola, por lo que rápidamente recibió el apodo del Miliciano. Para montar la CNT utilizó una casa desocupada propiedad de Agustín Egea Jiménez, quien, al parecer, la cedió por miedo. Posteriormente fue concejal y primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Zurgena, así como Delegado de Abastos. Requisó lanas de varios pueblos (Chirivel, Vélez Rubio, Huéscar, LA PARTIDA DEL CARBONERO Y EL ESPAILLA AL FINALIZAR LA GUERRA CIVIL Eusebio RODÍGUEZ PADILLA Doctor en Historia REVISTA VELEZANA. Vélez Rubio (Almería). Nº 26, 2007, p. 83-94 A Concluidas oficialmente las operaciones militares de la Guerra Civil (18-VII-1936 a 1-IV-1939), algunas personas que habían luchado o simpatizaban con el bando derrotado deciden “echarse al monte” y seguir combatiendo, a su manera y con los precarios medios de que disponían, contra el régimen de Franco. Para unos fueron “guerrilleros”, “maquis” o “luchadores por la libertad”; para otros, “facinerosos”, “bandoleros” o, simplemente, ”delincuentes comunes”. En realidad, tanto por la ideología como por la organización interna de las partidas como por las acciones emprendidas, resulta complicado y, en ocasiones, controvertido distinguir dónde está el límite entre ambas concepciones contrapuestas. Sea como fuere, en el norte de las provincias de Almería y Granada destacan sobremanera dos nombres: Antonio Machón Jiménez el Carbonero y Melchor Alonso Mellado el Espailla. Especialmente del primero ha perdurado en el imaginario colectivo, incluso en la literatura oral popular, una memoria fresca hasta nuestros días. Muchas personas mayores conocen, a gran- des rasgos, algunas de las andanzas del célebre bandolero y se han llegado a componer algunos romances sobre su agitada vida y violentas acometidas. A partir de la documentación elaborada por las autoridades del momento (Sumarias militares, atestados, declaraciones de testigos, informes de la Guardia Civil, etc), intentaremos ofrecer una panorámica de las principales actuaciones de ambos perseguidos por las fuerzas del orden y la justicia franquista entre mayo de 1940 y noviembre del 41. Dibujo realizado por la el Carbonero o el Espailla, donde se retra- tan así mismos amenazantes y cargados de armas. (Expediente en Juzgado Togado Territorial de Almería).

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EL CARBONERO. ACTUACIÓN DURANTE LA GUERRA

ntonio Manchón Jiménez1, alias el Carbonero, era natural de Nerpio (Albacete), había nacido en 1911, hijo de Eduardo y Gregoria. Nada sabemos de su vida de infancia y juventud, pero al iniciarse la sublevación de julio de 1936, se encontraba trabajando en Anglés (Gerona), donde se alistó como

miliciano voluntario a la CNT, desempeñando sus funciones en Cataluña. Sin embargo, a causa de la enfermedad de su mujer, y al “manifestarle el médico que debía trasladarla a otra región”, el comité Anglés le autorizó para marcharse a Zurgena (Almería) con la obligación de encargarse de la organización de la CNT en la citada localidad. Llegó vestido de miliciano y armado de pistola, por lo que rápidamente recibió el apodo del Miliciano. Para montar la CNT utilizó una casa desocupada propiedad de Agustín Egea Jiménez, quien, al parecer, la cedió por miedo. Posteriormente fue concejal y primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Zurgena, así como Delegado de Abastos. Requisó lanas de varios pueblos (Chirivel, Vélez Rubio, Huéscar,

LA PARTIDA DEL CARBONERO Y EL ESPAILLA AL FINALIZAR

LA GUERRA CIVILEusebio RODÍGUEZ PADILLA

Doctor en Historia

REVISTA VELEZANA. Vélez Rubio (Almería). Nº 26, 2007, p. 83-94

A

Concluidas oficialmente las operaciones militares de la Guerra Civil (18-VII-1936 a 1-IV-1939), algunas personas que habían luchado o simpatizaban con el bando derrotado deciden “echarse al monte” y seguir combatiendo, a su manera y con los precarios medios de que disponían, contra el régimen de Franco. Para unos fueron “guerrilleros”, “maquis” o “luchadores por la libertad”; para otros, “facinerosos”, “bandoleros” o, simplemente, ”delincuentes comunes”. En realidad, tanto por la ideología como por la organización interna de las partidas como por las acciones emprendidas, resulta complicado y, en ocasiones, controvertido distinguir dónde está el límite entre ambas concepciones contrapuestas. Sea como fuere, en el norte de las provincias de Almería y Granada destacan sobremanera dos nombres: Antonio Machón Jiménez el Carbonero y Melchor Alonso Mellado el Espailla. Especialmente del primero ha perdurado en el imaginario colectivo, incluso en la literatura oral popular, una memoria fresca hasta nuestros días. Muchas personas mayores conocen, a gran-des rasgos, algunas de las andanzas del célebre bandolero y se han llegado a componer algunos romances sobre su agitada vida y violentas acometidas. A partir de la documentación elaborada por las autoridades del momento (Sumarias militares, atestados, declaraciones de testigos, informes de la Guardia Civil, etc), intentaremos ofrecer una panorámica de las principales actuaciones de ambos perseguidos por las fuerzas del orden y la justicia franquista entre mayo de 1940 y noviembre del 41.

Dibujo realizado por la el Carbonero o el Espailla, donde se retra-tan así mismos amenazantes y cargados de armas. (Expediente en Juzgado Togado Territorial de Almería).

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Galera, Baza, Cúllar, Orce y otros), almacenada luego en el cuartel de la Guardia Civil y la iglesia local para se revendidas en Almería con destino a ejército “rojo”. Se dice, igualmente, que fue el promotor y organizador de que los elementos de derechas fuesen obligados a derribar los altares del templo, siendo vigilados por un prepotente Machón a lomos de caballería y provisto de pistola y rifle.

Durante su estancia al frente del sindicato de la CNT en la población de Zurgena se le atribuyeron diferentes hechos por los que fue procesado al finalizar la contienda militar: realizar listas de personas de derechas para tra-bajar en la destrucción de la iglesia del pueblo; intervenir en la muerte de cinco sacerdotes de Zurgena; y haber intervenido en detenciones y muertes en Albox.

En relación con el asesinato de los sacerdotes, varios testigos presenciales señalaron que “...en la mañana del primero de septiembre de 1936, y en unión de otros milicianos, se personó en Zurgena cercando la casa en que habitaba el sacerdote Antonio Lorca... manifestando que iban a por dicho sacerdote para lle-varlo a Almería...”2. El Carbonero siempre negó estas acusaciones y propuso testigos a su favor, pero éstos no corroboran su coartada.

Su implicación en las muertes de Albox la co-nocemos por la declaración de un imputado en otra sumaria: la instruida contra Francisco Alfonso Salas El Puntas, quien, al serle preguntado si había intervenido en la muerte de José Ramón Masegosa Mora, Ginés Torres García y Francisco Rodríguez, y qué personas le acompañaban, alegó “que él no había cometido ningún asesinato en las personas citadas, que únicamente ordenó de palabra, en unión del alcalde Juan Pablo Mármol del Águila, que fueran conducidos dichos se-ñores a Almería, se lo dijo a Vicente Oller Campos el Balbino, Andrés Simón Asensio el Santos y otro apodado Menchón, vecino de Zurgena, en un coche, lo que efec-tuaron asesinándoles en el camino, en las proximidades del puente de Antas”3. Al igual que la anterior, nuestro protagonista siempre lo negó.

Después de un tiempo en la localidad de Zurgena,

Antonio Manchón Jiménez fue enviado al frente, donde llegó a alcanzar la graduación de Teniente y destinado al Batallón Disciplinario nº 3 del ejército republicano. Al producirse el derrumbamiento del frente de Andalucía, cruzó las líneas enemigas por Órgiva, donde fue dete-nido (como la mayoría del ejército derrotado) y enviado al castillo de Cuevas de Almanzora para ser procesado por los hechos anteriormente señalados.

EL ESPAILLA: DETENCIÓN EN MADRID Y TRASLADO A CUEVAS

Natural de Cuevas de Vera y casi de la misma edad que A. Manchón, durante la guerra (según su propia confesión en el diario personal) le dio tres tiros al cura Francisco Flores en la Ballabona. Al concluir el conflicto armado se hallaba en Madrid, donde hizo amistad con un jefe de Falange y un policía, trabajaba en un hotel, vivía con una mujer y en las fiestas nocturnas “nos divertíamos lo indecible”. Reconocido por un paisano, fue detenido (24-VIII-1939) e interrogado en la comi-saría y en la Dirección General de Seguridad. De nada le valieron las influencias de sus amigos. Lo encierran en Yeserías durante siete mes y, posteriormente, en el penal de Torrijos. Maltratados y apaleados, una noche pensaron los presos que los iban a fusilar, se apenaron y lloraron muchos de miedo, si embargo él les dijo: “No os apuraréis, algunos quedarán para vengar nuestra muerte”.

En abril del 40 es conducido a su pueblo (vía Linares-Almería), donde temía lo peor. Relata con minuciosidad el traslado hasta la cárcel de Almería (Ingenio), los tratos humillantes de la Guardia Civil, a la que odiaba con toda su alma: el frío, la miseria, el hambre (comían un cazo de agua con cáscaras de haba), los paseos por los pueblos (Linares), la noti-ficación de la condena, las fugaces encuentros con su familiares, etc. En ocasiones no contiene su rabia, por ejemplo, con motivo de los palos que recibió de un oficial en la prisión, dice: “cuando vi quién era, un odio feroz me entró dentro del corazón hacia aquel hombre que sin motivo me pegó palos”. Sentimiento parecido al que experimenta cuando una señora lo insultó en coche de línea. A su llegada a Cuevas, nuevamente se encuentra con su familia (hermana y madre) y es paseado por el pueblo. En el calabozo conoció al Carbonero.

Nuevamente en el juzgado, donde es llamado a declarar, vuelve a ser ofendido “por un fascista” e intenta ser intimidado por su madre para que informe sobre otros acusados, pero (siempre según propio testimonio) él no se arrugó, no delató a sus compañeros y, añade “que como sentía un ideal que tenía que luchar por él”, y que para vivir así (encarcelado) más cuenta le traía un morir, que él no era un cobarde para denunciar a nadie. Cuando sale del interrogatorio “la sed de venganza me ahogaba” y más cuando vi a compañeros y familiares llorando. Aquella misma noche Manchón y él se pusieron trabajar en la huida.

Curiosamente, el padre del Carbonero, Eduardo Manchón López, declara que “el verdadero nombre de su hijo es el de Manchón Martínez, y que la confusión es debida a que cuando… fue al servicio militar lo alistaron con el nombre de Manchón Jiménez y desde entonces ha usado este nombre y así lo tiene en su documentación”. Sumaria 2.060/41, pag. 28.

2 Declaración de Isabel Navarro Rodríguez, Dolores Meca Florencio, hermana de Pedro Meca Florencio, uno de los sacerdotes asesinados. Sumaria 30.882/39.

3 Declaración de Francisco Alfonso Salas. Sumarias 30.882/39 y 610/41.

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LA FUGA DE LA PRISIÓN DE CUEVAS DE ALMANZORA. 4 de mayo de 1940

En la prisión de Cuevas de Almanzora, Antonio Manchón Jiménez y Melchor Alonso Mellado compar-tían celda y la misma determinación de escapar de la prisión. Basándonos en la sumaria abierta contra ambos procesados y en el diario personal que Melchor Alonso redactó posteriormente, trataremos de reconstruir bre-vemente el arriesgado y trabajoso plan de fuga4.

El primer intento se hizo a propuesta de Manchón Jiménez, que quiso que se mirara la posibilidad de escapar por una chimenea que había en el calabozo: “probé a ver cómo estaba aquello, lo que yo pensaba, era imposible”. Esa misma noche planearon romper por debajo de los cimientos del calabozo para acceder a la habitación contigua. No hubo tiempo y dejaron la fuga para el día siguiente. Al llegar la noche, rompieron el primer muro5 saliendo a un patio: “aquella noche vimos por dónde teníamos que saltar el muro del castillo y nos fuimos otra vez al calabozo y tapamos con la misma tierra el trabajo que hacíamos...”.

A la noche siguiente hicieron una cuerda con las man-

tas. Para ocultar el ruido del desgarro y trenzado, Melchor cantaba, mientras su compañero rasgaba las telas, con las que consiguieron hacer una cuerda, y se prepararon para la fuga. Recorrieron el mismo camino del día anterior hasta llegar al muro del castillo, treparon a unas piedras,

pero les faltaban dos metros para llegar a lo alto del muro. Antonio se subió en la cabeza de Melchor y, con la ayuda de sus brazos y agarrado a una piedra saliente del muro, logro subir a lo alto del muro exterior del castillo, ayudando después a su compañero. Encaramados a lo más alto, extendieron la cuerda por la pared exterior, comprobando que le faltaban diez metros. Esta fatalidad les obligó a volver al calabozo y posponer la fuga.

En el tercer intento, con el fin de ganar metros de cuerda, cortaron una cadena del calabozo. Hicieron la misma operación que la noche anterior, tardando en es-calar el muro quince minutos. En un ángulo de la muralla probaron la cuerda, “pero nos faltaba todavía un poco, pero en un techo que estaba roto, pudimos bajar a una habitación con una ventana que daba a la calle...”.

Cuando hubieron bajado a esa habitación, pudieron

ver que la ventana que daba a la plaza de la Condesa de la Algaida, estaba cerrada con una reja, pero “nosotros no nos afligimos, con un pedazo de hierro nos pusimos a romper un muro pegado a un agujero de los que tiene la reja de la ventana...”. Lo que hicieron con el menor ruido posible, porque debajo de donde estaban traba-jando había un ventero y los centinelas de la guarnición se encontraban en el patio6. Procediendo con todo el sigilo que pudieron, “y con miles de sufrimientos y con las manos ensangrentadas, a las cinco y media de la mañana conseguimos nuestros propósitos”.

El primero que salió fue Melchor, como conocedor del terreno, después Antonio. A los cinco minutos, cuan-do ya se encontraban alejados de la prisión, Manchón le estrechó la mano y le dijo “juntos hemos escapado a vida o muerte, seguiremos juntos hasta que no cambie el régimen”. Melchor le prometió lo mismo y cogieron el camino que daba a la sierra. Hacia las siete de la mañana estaban en la Sierra de la Ballabona.

En la celda donde habían estado encarcelados dejó Antonio Manchón una carta en la que declaraba su ino-cencia sobre los ocho asesinatos que se le imputaban; aseguraba que no le volverían a coger, que se dirigiría a Francia con los suyos y amenazaba con “que pronto triunfará y volverá a desquitarse de lo que ha sufrido”.

FUGITIVOS EN LA SIERRA. EN BUSCA DE LOS PADRES DEL CARBONERO EN VÉLEZ

La ajetreada y penosa vida como huidos en el cam-po, así como los primeros intentos de vida delictiva, los conocemos igualmente gracias al citado diario de Mel-

4 Sumaria 610/41. Diario personal de Melchor Alonso Mellado.5 Declaración del Alférez Comandante Militar de Cuevas, José Muñoz Soria: “los citados reclusos, valiéndose de herramientas de que disponían, hicieron

un agujero en el calabozo, en el que se encontraban aislados e incomunicados, por el que pudieron deslizarse al exterior del mismo atravesando a un segundo calabozo... abriendo otro nuevo boquete en la pared que limita con un patio interior...en el calabozo fueron hallados, un punzón de hierro de medio metro de largo, dos limas largas, dos limas cortas, un martillo...”

6 El destacamento de seguridad de la prisión lo componían: un alférez, tres sargentos, seis cabos y 44 soldados. En la prisión había de guardia aquella noche: un sargento, tres cabos y doce soldados.

Torre del homenaje del castillo de Cuevas de donde se fugaron el Carbonero y el Espailla en mayo de 1940. (Foto por gentileza de Enrique Fernández Bolea).

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chor el Espailla, al que seguiremos cronológicamente para situar sus movimientos, relaciones y actividades.

De la sierra de Ballabona se dirigieron a la de Alma-gro. Con la larga caminata llegó el cansancio para am-bos, pero mucho más para Antonio, que había pasado siete meses en un calabozo sin hacer ningún ejercicio. Melchor le animaba y le convencía para que siguiera andando, pero el cansancio y la sed iban haciendo mella. En el camino encontraron un pastor que les dio un vaso de leche y, más tarde, un cortijo donde bebieron agua y se repusieron del cansancio. Después se dirigieron a un cortijo de un amigo de Manchón, Agustín Ortega León7, donde llegaron a las nueve de la noche. Al verlos llegar, el dueño de la casa exclamó “¡ya estáis salvados!”, los abrazó y los alojó en un cortijo abandonado cercano a su casa, hasta que se marcharon en el mes de octubre de 1940.

El amigo de Manchón estaba contento con la pre-sencia de los huidos en su casa, pero no así su mujer y su hijo, que les molestaba la ociosidad de Manchón. Para conformarlos, Melchor Alonso se encargaba de las faenas de la casa: “yo era la mujer de la casa, porque la barría, la fregaba y le hacía las camas y la comida”. Sin embargo, por lo molesto de la situación en la casa, a los 28 días decidie-ron ir a los montes de Vélez Rubio, a casa de los padres de Manchón, que estaban trabajando el carbón y donde tenía escondido un fusil. A las diez de la noche salieron de la casa iniciando la marcha ayudados por un plano del camino. Caminaron hasta la noche en que llegaron a la choza donde residían sus padres en la sierra.

El relato es estremecedor por las penalidades su-fridas. ”Salimos a las 10 de la noche con un plano del camino que debíamos seguir, pero a la hora de ir andando nos equivocamos. Nuestro propósito era pasar por Vélez Rubio y Vélez Blanco antes de que fuese de día, pero no pudimos por la pérdida del camino. A las diez del día ha-bíamos pasado los veleces [sic] y encontramos un arroyo de agua en que nos pusimos a beber y a descansar. Llegó un señor con una burra y mi compañero le preguntó dónde estaba la Cueva de Ambrosio. El señor cogió sospecha de nosotros y nos dijo que no éramos segadores ni tra-bajadores porque íbamos bien vestidos y muy blancos. Al marcharse aquel señor nosotros salimos también como alma que lleva el diablo porque pensamos que iría a dar parte. Antes de que salieran fuerzas detenernos nos metimos en los montes. Empezamos a subir a la sierra8 a toda prisa que podíamos, pero el cansancio y la sed que teníamos nos hacía fracasar. Con muchas penas pudimos conseguir llegar a todo lo alto de la sierra. A cinco minutos

de ir andando nos encontramos con un pozo de agua. Saciamos nuestra sed, pero la debilidad y el hambre nos acometió, pero más cansancio, que llevábamos diez y seis horas andando y poco acostumbrados a ello. Llegamos a un pinar, nos acostamos un par de horas. Enseguida salimos otra vez caminando lo mismo, pero nuestros pies no nos dejaban. Haciendo esfuerzos sobrehumanos se-guíamos nuestro camino. Damos vista a unos cortijos. Mi compañero fue a preguntar por el camino, pero en vista de que se detenía fui yo y mi compañero estaba diciendo que éramos dos hombres que íbamos a por ganado, pero de esta conversación nos metieron en política. Estaba un nieto del dueño de la casa picando cebada. Le pregunto yo qué era aquello, y me contesta el viejo que para comer, y también me dijo que no puede vivir con esta gente, porque mire usted que teniendo trigo no podamos disponer de él, mientras no nos dan la orden. Salimos de aquel cortijo muertos de cansancio y de hambre. A las dos horas de ir andando íbamos muertos. Mi compañero iba más que yo, porque íbamos descalzos. Rompimos una toalla para liarnos los pies porque las sangre nos brotaba. Con mucha pena llegamos a un cortijo para preguntar por el camino. Mi compañero le pidió una poca de agua y la buena señora le dijo que no tenía, y era cierto que no tenía. Salimos otra vez, pero cuando traspusimos del cortijo, mi compañero me dijo, yo no puedo más, vamos a descansar aquí un poco. Nos acostamos y nos quedamos dormidos como troncos. A las dos horas salimos otra vez saltando la sierra y preguntamos por una cortijada por aquí poco más o menos. Llegamos a la cortijada y mi compañero ya sabía dónde nos encontrábamos. Pasamos la cortijada y nos encontramos con un niño llenando agua. Mi compañero le preguntó que de dónde era. Cuando el niño le contestó, mi compañero conocía a su familia, entonces le preguntó por unos carboneros que estaban haciendo carbón. El muchacho más o menos nos guió. Llegamos a otro cor-tijo que era familia del niño y preguntamos otra vez. Nos dijo el camino, pero como se hizo de noche perdimos el camino otra vez. Nos metimos en el bosque sin parar de andar y lloviendo. Ya medio muertos, nos paramos porque pensamos que cerca estarían sus padres. Empezamos a dar voces, pero nadie nos respondía. Mi compañero bajó un barranco y por fin pudimos dar con una choza que tenían sus padres. Yo estaba suspirando, pero al poco me llamó mi compañero y por la voz fui guiado porque no sabía nada. Así puede dar con la choza. Pues cuando llegué vi los cielos abiertos porque yo creía que aquella misma noche me moría”.

Apremiados porque la comida estaba muy escasa en la casa de sus padres y no querían provocarles penalidades, decidieron volver a la casa del amigo a la

7 El dueño de la casa se llamaba Agustín Ortega León, quien, junto con sus hijos Cristóbal y José Ortega Fernández, fueron detenidos por haber colaborado con los huidos el 7-I-1941. José Ortega Fernández conoció a Antonio Manchón en la cárcel de Cuevas de Almanzora, donde también se encontraba recluido, teniendo noticias de su fuga al producirse ésta, y volvió a encontrárselo cuando fue libertado en el mes de julio de 1940, cuando acudió al domicilio familiar: “al llegar al domicilio de sus padres se encontró con un hombre ajeno a la familia, que aquel era el Espailla”. Agustín Ortega León fue condenado por los hechos relatados a la pena de quince años; su hijo José, a la de doce años y un día; Cristóbal fue absuelto.

8 Por la información que aporta el Espailla (pasados los véleces y Cueva de Ambrosio) no está claro si se trata de la Sierra de María o de la de las Estancias.

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mañana siguiente con las armas de que disponían: un fusil, una pistola del 6,35 y un revolver Smith del 9, y el hermano del Carbonero con dos burras y una torta de cebada de lo menos un kilo, quien les deja en la vega de Vélez Blanco y ellos continúan hasta la casa del amigo.

Emprendieron la marcha con dirección al campo de Huércal Overa, donde a los dos días “salimos a la carretera de Pulpí para robar a un azafranero, nos pusimos uno a un lado y otro de la carretera, pero el azafranero pasó y nosotros no le dijimos nada, ni le roba-mos, porque nuestro corazón no nos dejaba”. Después se refugiaron en casa de Manchón en Zurgena, donde permanecieron durante tres días. A las 7 de la mañana entraron el Ayuntamiento de Zurgena, pero no pudieron abrir la puerta y tuvieron que huir de nuevo, esta vez a Cuevas de Almanzora y, de allí, a la sierra de Almagro, en la que se alimentaban de higos y almendras.

Ese mismo día se fueron al cerro de la Limera, donde encontraron un pastor que les dijo que la familia de Melchor Alonso “estaba en la cárcel por que su hijo se escapó del castillo, por eso han metido a su padre y a su madre”. Aquella misma noche salieron para El Contador, decididos a robar, porque sin dinero no podían seguir viviendo. Apostados en las cercanías de Oria, decidieron robar a los gallineros que venían de Albox. Se metieron en una mina que dominaba la rambla y vieron pasar a los gallineros y a otras personas, “pero nos faltaba valor para robar... vimos a un hombre, que mi compañero dijo que era gallinero y le queríamos ro-bar, pero nos dio lástima y decidimos ir a los montes de Vélez Rubio, con los padres de mi compañero, porque no servíamos para robar”.

BURLANDO EL CERCO E INICIANDO LA ACTIVIDAD DELICTIVA

Al oscurecer llegó el hermano de Manchón de doce años corriendo y avisando que venía la Guar-dia Civil. Salieron corriendo hacia la choza, donde cogieron las armas, pero, cuando iban a salir, “nos dimos cuenta de que estaban rodeados; con sereni-dad pasamos por medio de los centinelas y salimos del cerco que nos tenían”. A unos treinta metros se pararon a escuchar: “desde las diez de la noche, que salimos del cerco, estuvimos escuchando hasta las una, en que oímos al jefe de la fuerza dar la orden de aproximación a las chozas y fuego al que intente salir, no sabían que los dos pájaros que defendían su vida estaban detrás de ellos”. Escucharon cómo pre-guntaron a un hermano de Manchón por el paradero de los huidos, “al tiempo que le daban una bofetada, entonces nos fuimos y es cuando decidimos robar...”. Después de caminar durante la noche llegaron al Contador, donde se aprovisionaron de comestibles y se fueron a Matián (Granada).

En Matián preguntaron a un amigo de Antonio Manchón si los arrieros tenían dinero, a lo que contestó

afirmativamente y se retiraron a una chavola de piedra, donde aguardaron su oportunidad durante tres días. Cuando vieron que por la rambla venían varios arrieros, les salieron al encuentro, dieron el alto y le sustrajeron las carteras, obteniendo entre los seis arrieros unas 500 pesetas.

Cuando tenían el dinero, Melchor Alonso le dijo a

Antonio Manchón que “éstos eran unos desgraciados y nosotros hemos de robar a los ricos para socorrer al que haga falta”, a lo que asintió Manchón, por lo que decidieron dirigirse a Matián y vigilar la casa de uno de los afectos al Movimiento: un tal Vigueras, que se había dedicado a “pelar” a las mujeres de significación republicana.

Tras varios días de observación, le salieron al

encuentro al Vigueras “y le dijimos que nos tenía que dar mil pesetas... nos dijo que tenía que ir al cortijo a buscarlas...”; a lo que accedieron. Desde la posición dominante que ocupaban los huidos vieron que de la vivienda salía gente para dar parte a la Guardia Civil, entonces Manchón hizo dos disparos al aire para que no saliera nadie y Melchor Alonso escribió una nota para la Guardia Civil, en la que decía: “fuimos a trabajar y no nos dejaron, nosotros necesitamos dinero para comer y nos lo tienen que dar los señoritos, que son los que tienen la culpa de que estemos nosotros así, ¡Viva la República!, ¡Viva España!, y para que sepan ustedes quienes somos firmamos, Antonio Manchón y Melchor Alonso”. Dejaron la nota en lo alto del cerro de Los Vi-gueras de Matián, para cuando llegase la Guardia Civil, y se marcharon del lugar.

ASALTOS A CAMINANTES Y ENFRENTAMIENTOS CON LA GUARDIA CIVIL

Decididos a emplearse en la actividad “guerrillera” para poder subsistir, lo hicieron en repetidas ocasiones, que conocemos a través de las declaraciones de las víctimas, los atestados de la Guardia Civil y las incoacio-nes de causas por el Juzgado Especial de Atracos de Almería.

Generalmente se trató de asaltos a viajeros y ca-minantes que se dirigían a sus trabajos en el campo, iban o venían de un lugar a otro, sobre todo al merca-do, realizar negocios o de visita a pueblos vecinos, a comprar ganado, lana, etc. Circunstancias en que las víctimas podían llevar dinero en cantidad suficiente para cometer el atraco.

El aspecto de Antonio y Melchor, dada su ajetreada vida en el campo, debía amedrentar a los sorprendidos viandantes. Al primero se le describe de estatura regu-lar, más bien alta (entre 1,70 a 1,80 cm), muy moreno, con cejas grandes, espesas, juntas y muy pobladas; le faltaba medio dedo de una mano, e iba con pelliza oscura, botas y, en ocasiones, embozado en una manta (“no se veían más que los ojos”), o en capote militar

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deteriorado “de los utilizados por los rojos”. Por su parte, al Espailla, con su boina, cazadora de tela, alpargatas, también le decían el Rubio, por su aspecto pelirrojo “…, mejor, rojo”.

La técnica era siempre la misma: armados hasta los dientes con fusiles, pistolas, bayoneta, tercerola, bombas al cinto o de mano y/o mosquetón, sorprendían a los incautos caminantes y viajeros, generalmente a última hora de la tarde o de madrugada, saliéndoles al paso en rincones apartados, nunca en casco urbano o lugares muy poblados, y, profiriendo amenazas e inti-midándoles con los armas, les exigían documentación y la entrega de dinero o cualquier bien que llevaran consigo (ovejas, mulos, tijeras de marcar ganado, etc). En ocasiones, invitándoles a fumar, les interrogaban acerca de tal o cual persona o de las posiciones de la Guardia Civil; a algunos incluso les obligaban a des-prenderse de pantalones y otras prendas de vestir para intercambiarlas con sus ajados vestidos, y obligaban a las víctimas a permanecer sin moverse hasta pasado un tiempo. Conseguido el botín, se daban rápidamente a la huida.

Citamos tres ejemplos que pueden ser ilustrativos de los golpes que protagonizaba la cuadrilla del Carbo-nero y el Espailla:

El 25 de noviembre de 1940, a las seis de la ma-ñana, se produjo un segundo secuestro del hijo del dueño del cortijo de la Bermeja (Cúllar-Baza), llamado Vicente Sánchez Galera, “amenazándole a la familia, de que de no entregar a las 12 horas del día siguiente 10.000 pesetas, le darían muerte a su hijo...” Sobre las cuatro de la tarde, la Guardia Civil se personó en el lugar del secuestro “enfrentándose a los emboscados y entablando tiroteo con ellos, consiguiendo rescatar al secuestrado, no pudiendo dar alcance a los huidos por haberse dado a la fuga e internándose en la maleza del monte”.

El 30 de abril de 1941, sobre el mediodía, seis personas montadas en burro y una séptima caminando pasaban cerca de la cortijada de Aspilla (Chirivel) vieron bajar un hombre del cerro, armado con un fusil y una pistola. Cuando estuvo cerca les ordenó que se pararan, corriendo el cerrojo del arma. En ese momento todos empezaron a lamentarse y decirle que eran pobres jornaleros que lo necesitaban “y a fuerza de súplicas, para que cada uno le diera 25 pesetas, después 20 duros, y últimamente diez duros, como quería el su-jeto, quedando en resumen en las 25 pesetas, que el declarante propuso, haciendo la colecta entre todos a la cantidad estipulada”.

El 9 de julio del 41, Francisco López Segovia y Adolfo Soto Pardo, que se dirigían al campo de Baza a comprar lana, pasaban por lugar conocido por rambla de la Vega de Oria, le quitaron tres latas de kilo de merme-lada, la comida de su compañero y una de las burras. La burra que se llevaron El Carbonero y El Espailla apareció

en el anejo de Contador, “pintada todo el cuerpo con pintura negra y roja, y con letreros del Carbonero y el Espailla y de la CNT y del PC...” y, entre los aparejos, una carta dirigida a la Guardia Civil.

Comprobada su naturaleza, resulta más que discuti-ble encuadrar las acciones de la cuadrilla del Carbonero como de lucha armada para derrocar al régimen de Franco. De acuerdo con las denuncias y testimonios de sus contemporáneos, sólo en contadas ocasiones, su pasado “republicano” les inducía a amedrentar (incluso mofarse) de las víctimas diciéndoles que ellos eran “rojos malos”, que robaban sólo a los ricos, que irían contra determinados alcaldes pedáneos, o, incluso, que fueran al puesto de la Guardia Civil para que les devolvieran el dinero robado. Bravuconerías, chulerías y sarcasmos que están más cerca de individuos fuera de la ley, en continua persecución, quienes, viviendo casi como alimañas, para subsistir en las duras condiciones, además del apoyo puntual que les prestaban determina-dos familiares o conocidos de los cortijos, se veían en la necesidad de asaltar frecuentemente para abastecerse de bienes o dinero con el que poder obtener favores, víveres y otros medios de subsistencia.

LA REACCIÓN DEL CARBONERO ANTE LA DETENCIÓN DE SU FAMILIA

En abril del 41 la actividad “guerrillera” ya era notoria y ponía en evidencia la poca efectividad de las fuerzas destinadas a la persecución de huidos en la provincia de Almería. Por este motivo, y sospechando pudiera

Texto y dibujos del Espailla y el Carbonero a modo de bando “revo-lucionario”. (Expediente en Juzgado Togado Territorial de Almería).

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ACTUACIONES QUE LES IMPUTARON ENTRE SEPTIEMBRE Y DICIEMBRE DEL 40

Fecha Lugar Víctima Botín

15-IX Huércal Overa Pedro Fuentes Sánchez, Jarras 51 pts y el traje de su hijo

28-IX Cuerda de Vertientes David Masegosa Galera113 pts, una manta, una cesta de comida, tabaco y una navaja

XCortijo de la Bermeja (Cúllar)

Vicente Sánchez GaleraSecuestrado, robo de pistola y exigencia de 5.000 pts

25-XI Vicente Sánchez Galera2º secuestro, exigiendo por el rescate a sus padres 10.000 pts

26-XI Boca de OriaOnofre Sánchez Guirado y José Carreño García,

225 pesetas

28-XILa Chinica de la rambla de Albox

Alfonso Martínez Pérez, Adolfo Soto Pardo, Francisco López Segovia y Francisco Navarro Avellaneda

500 pts

22-XIILomicas de García (Saltador)

Bautista Parra Ballesta y Juan Ballesta Sánchez

1.575 pts

27-XII Terrera de AlcainaAlfonso Martínez Pérez, Adolfo Soto Parra, Alfonso Martínez y Adolfo Soto

200 pts

ACTUACIONES QUE LES IMPUTARON ENTRE ENERO Y JULIO DEL 41

Fecha Lugar Víctima Botín1-I Barranco de Limera

(Arboleas)Juan de Haro Silvestre, Pedro Martínez Jiménez y Juan Fernández Segura

490 pts

5-I Puente de Limpias, Albox

Venancio Martínez Navarro La llave del cortijo y una manta

9-II Cuesta de la Burraca de Vélez Rubio

Diego Valera Guerrero, Juan Parra Valera, vecinos de Úrcal; José Parra Sánchez y Francisco Guerrero Campos, vecinos de Huércal Overa

1.004 pts

III Rambla de Cabreras José Martínez Martínez y Agustín Artero Blázquez

250 pts

4-III Las Curvas (Chirivel) Andrés Reche Martínez, José Cuevas Navarro

475 pts y la merienda

4-III El Chaparral (Chirivel)

Juan López González, Juan López Hellín y Alfonso Artero García

705 pesetas en géneros de telas, un pan y una manta

29-III Los Vicarios (Vélez Rubio)

Juan Gázquez Gázquez 1.455 pesetas, americana y dos pantalones, bufanda y guantes

20-IV Atochado de Anselmo (Oria)

Damián Granados García 150 pesetas

22-IV Cerca de la fuente Orgalla

Pedro y Miguel Parra Parra 395 pesetas

28-IV Barranco de Las Minas

Luis Teruel Quiles 285 pts

30-IV La Aspilla (Chirivel) Luis García Carmona, Francisco Quiles Carmona, Juan Ruiz Montalvo, Juan Oller Navarro, Francisco Alfonso Martínez, Juan Ramos Caparrós y Antonio el Presbítero.

25 pts a cada uno

29-V Villares (Albox) Roque Sánchez Marchán Tartala, en compañía de su vecino Patricio García Sánchez, Enrique Martínez Bervel Pintao, 425 pesetas, Patricio Sánchez García, Juan Pérez López, 90 pesetas, Bernardo Jiménez, Miguel González Fernández Calallo y Luis García García.

1.015 pts

4-VI Las Minas Luis Teruel Quiles 67 duros9-VII Rambla de la Vega

de Oria,Francisco López Segovia y Adolfo Soto Pardo Tres latas de kilo de mermelada, la

comida de su compañero y una de las burras

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tener relación con sus familiares, el día 25 “se montaron servicios de apostadero en los parajes de la Alfoquía y Cucador (Zurgena), al objeto de poder sorprender y procurar la aprensión de los fugitivos atracadores Mel-chor Alonso Mellado y Antonio Manchón Jiménez, en los domicilios de los familiares de este último, que les sirven de refugio”.

Aunque se esperó la llegada de los huidos por parte de la Guardia Civil, no obtuvieron los resultados preten-didos, por lo que se procedió a registrar los domicilios de la esposa de Antonio Manchón y la de sus suegros. En esta última encontraron un refugio subterráneo cons-truido en los corrales con capacidad para tres personas. Después detuvieron a los suegros (Francisco García Lorca Boletas y Jerónima Pardo Pomedio), la esposa (Catalina García Pardo) y las cuñadas (Jerónima y Ju-liana) del Carbonero.

Antonio y Melchor habían abandonado el escondite familiar y, al parecer, por causa de una diferencia, se separaron ambos, rompiendo así una amistad que se había forjado en los duros momentos de la prisión de Cuevas de Almanzora.

Enterado el Carbonero de la detención y maltrato de su familia, el 12 de abril escribió una serie de cartas dirigidas a diferentes autoridades de la comarca para exigir la puesta en libertad de sus familiares:

En Campaña.Sr. Alcalde Presidente del Ayuntamiento de Zurgena

El que suscribe, capitán del Ejército Rojo, Antonio Manchón Jiménez, alías El Carbonero, enterado de que ha sido detenida mi compañera y suegro, por el solo motivo de haber estado en el cortijo de mi suegro, le participo que, si lo tiene a bien, sean puestos en libertad en el plazo de 48 horas, de lo contrario atén-gase a las consecuencias.

Tenga en cuenta el camarada alcalde que se encuentra El Miliciano al mando y sin control del Gobierno, hasta que no venga su camarada Negrín, que vendrá en un día no muy lejano, y me dejó permiso para hacer todo cuanto mejor me parezca, y así lo haré. Hasta la presente no habéis conocido al Miliciano, pero lo vais a saber.

Sin otra cosa, se despide este vuestro enemigo con un saludo revolucionario.

Viva la RepúblicaViva EspañaVivan los RevolucionariosViva la CNTRecuerdos a mi amigo PinillaMayo 12, del año de 1941.

Otra misiva estaba dirigida a la Guardia Civil de Contador, anejo de Zurgena.

Sierra de Almagrera, 30 de mayo de 1941.Enemigo Carretero, Guardia Civil de Contador, Salud y

República.Me he enterado lo canalla que eres. Te trato de ‘tu’ porque no

te mereces otra cosa. Yo trato a todo el mundo de usted, cuando se lo merece, pero tú eres un verdadero gorila y tengo la seguridad de que no tienes padre reconocido, ni conoces a tu madre.

Zona aproximada donde actuaron principalmente la banda de el Carbonero y el Espailla entre mayo de 1940 y noviembre del 41.

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Me he enterado de que le ha pegado a mi hermano y siempre estas molestando a mi familia. Al tío Carbonero lo conoces, más vas a conocer a su hijo.

Tú eres muy valiente, que te crees tu eso, pero lo que eres es muy cobarde, porque no eres capaz, no eres capaz nada más que de cobardías. Además me he enterado que te has llevado una montura de casa de mi padre, que era mía, que no la había robado. Te has enterado, mejor te enteras dentro de unos días. Te tengo que sacar una montura de tu cuerpo, como no la devuelvas; y de tu pellejo tengo que hacer correajes para las sandalias de Negrín.

Tu guíate de los consejos de los canallas de los señoritos de Contador, que vas bien. Que sepas que soy muy honrado, [más] que los que a ti te aconsejan. Y que sepas que no te he querido matar, pero te he tenido a 50 metros: el día 30 de abril que subisteis y os parasteis en la puerta del corral de Benito Tortosa y estuvisteis tirando pica..., y encerrasteis a tres señoritas que subieron de casa de la dehesa... y yo me encontraba por encima de dicho corral. Con esto te demuestro que no te he querido matar, así que sigue metiéndote con mi familia.

El Carbonero, que te enteres”.

Evidentemente, la carta dirigida al alcalde de Zurgena no produjo los efectos solicitados, así que vuelve a escribir otra fechada en Baza el 5 de julio:

Presidente alcalde de Zurgena. Salud y República.Enemigo alcalde, el que suscribe, capitán del Ejército Rojo,

Antonio Manchón Jiménez “El Miliciano”.Hago saber que me he enterado que ha sido detenida mi

mujer y la familia de mi mujer. Hago saber que a partir de esta fecha en el plazo de 48 horas serán [deberán ser] puestas en libertad, de lo contrario, aténgase a las consecuencias, su vida depende de la libertad de ellas. Tenga en cuenta de que hasta aquí no me he querido meter con nadie de Zurgena, porque no molestaran a mi familia. Pero ya que ustedes me culpan como criminal, sépanlo, tengan en cuenta que pronto lo seré, y que sepa el alcalde de Zurgena que mi familia come de lo que yo robo. Por encima de la Guardia Civil y por encima de usted, y por encima de Franco y la madre que parió a Franco y a todo el que lo rodea. Tened en cuenta que me encuentro condenado a muerte y con las armas

en la mano y sin control de nadie y que nadie me impide que haga lo que me da la gana. Sin otra cosa, se despide su enemigo en espera será atendida mi petición.

Antonio Manchón “El Miliciano” o “El Carbonero”, como quieran entender.

Viva la República y Viva Negrín y los capitanes del Ejército Rojo. Salud”.

LA PERSECUCIÓN DE LA PARTIDA POR LA GUARDIA CIVIL. Septiembre-Noviembre de 1941

Vigilancia de los colaboradores y soborno de delatores

Como primera medida para la aprensión del Carbo-nero fueron desplazados de su lugar de residencia todos aquellos que eran sospechosos de estar colaborando con la partida, entre ellos, a José Martínez Fuentes, que vivía en un cortijo ubicado al pié de la Sierra de Almagro. Una segunda medida fue la publicación de una orden de busca y captura por los jueces de Huércal Overa (Miguel Montoya Carrique), Cantoria, Zurgena, Albox, y Chirivel, que son remitidos a los Puestos de sus demarcaciones.

Las autoridades franquistas eran conscientes de que, para acabar con la banda del Carbonero, era preci-so aislar a los fugitivos, cortándoles el posible favor de la población y cómplices de sus actividades. De este modo, en febrero del 41 se detiene en Vélez Rubio a Blas Gar-cía Lajara porque se le vio conversando y fumando con el delincuente e hizo de trasmisor de una orden expresa del Carbonero en la que, como siempre, amenazaba con “romper las camisas“ de los alcaldes pedáneos de Fuente Grande (Antonio Manchón Vivanco) y Tonosa (Juan Oliver Burló) “porque habían metido mucha gente en la cárcel”. Se acusa a Blas García de que difundió este alarmante mensaje “en la noche del domingo, en el cortijo de La Burraca, donde se hallaban de baile, infun-diendo el terror entre los concurrentes y demás vecinos de los anejos”. Encarcelado y juzgado, finalmente fue sobreseído el caso por falta de pruebas que justificaran el delito de complicidad con los bandoleros.

Según la memoria popular, aún se pueden ver los impactos de bala en la puerta del cortijo de Lorrán (o Los Ram), en Chirivel, tras la refriega sufrida el 15 de septiembre del 41. (Foto Modesto García Jiménez).

Nota amenazante de El Carbonero enviada a unos paisanos. (Ex-pediente en Juzgado Togado Territorial de Almería).

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Por su parte, el jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Almería utilizó los servicios de dos vecinos de Chirivel, que se encontraban escondidos en el campo, por temer las represalias de la Guardia Civil si se presentaban a las autoridades de Almería: M.S.S. Molineto y P.F.V. Estando detenida la madre de éste último, M.V.R., acusada de colaborar con la banda del Carbonero y el Espailla, se le conminó a ponerse en contacto con su hijo (escondido junto con Miguel), “con la promesa que le hizo la fuerza de que aliviara su situación en lo posible, así como la de su hijo, si le decía a la misma el paradero de éste, así como que le encargara se pusiese a disposición de la fuerza para conseguir la captura del Carbonero y su cuadrilla de forajidos; dicha M.V. participó a la fuerza de esta Comandancia que su hijo, P.F.V., se encontraba en el sitio conocido por ‘la Cenaca’, del término de Chirivel”9.

Sea como fuere, a estos colaboradores propiciato-rios se les ofreció la posibilidad de “reivindicarse ante la fuerza del Cuerpo y ante la España Nacional, a fin de poder vivir honrada y tranquilamente”, se les instó a tomar contacto con la partida, servir de enlace con la fuerza “y aprovechar la primera oportunidad para conse-guir la captura o muerte de toda la banda”. Conformes con ello, establecieron contacto en los últimos días del mes de agosto de 1941.

La refriega en el cortijo de Lorrán (Oria), 15-IX-41

Así las cosas, en la noche del 14 al 15 de sep-tiembre se presentaron todos los componentes de la partida, incluso los infiltrados, en el anejo de Contador (Chirivel), en una taberna donde se encontraban los vecinos de la misma Jesús Martínez Burgos y Antonio Martínez Bautista, a los que obligaron a ir con ellos hasta la casa de Jesús Martínez, que registraron y se apoderaron de 2.000 pesetas. Y continuando con los secuestrados hasta el cortijo Lorrán (Oria), que era propiedad de Bartolomé Martínez Cruz, donde llegaron a las 6 de la mañana del 15. Permanecieron durante todo el día, ocupando la parte alta de la casa cortijo, amarrando a las ventanas que daban al campo a los secuestrados.

Al atardecer, el propietario de la vivienda salió con el pretexto de ir a hacer un encargo a otro cortijo próxi-mo, y a una distancia de unos 1.500 metros encontró a un grupo de Guardias Civiles del puesto de Oria, a los que puso en antecedentes de lo que sucedía en su cortijo, marchando luego a dar conocimiento al puesto para pedir refuerzos.

La unidad de la Guardia Civil se dirigió, con la ma-yor presteza, al cortijo citado de Lorrán, estableciendo puestos de vigilancia alrededor del mismo y en espera de grupos de refuerzo, que llegaron de los puestos de Oria y Chirivel, completar el cerco al mismo. El asalto se empezó con tiro de fusilería. La partida guerrillera, al apercibirse del ataque, colocó delante de las ventanas atados a los secuestrados y apagando toda luz en el interior del cortijo. En estos momentos, los enlaces de la Guardia Civil procedieron a desatar a los secuestra-dos, “proveyéndoles al mismo tiempo de armas para esperar el momento oportuno, en que la fuerza se lan-zara al asalto y agredir también desde el interior a los cuatro bandidos”. Así, P.F.V. armó a Antonio Martínez con la escopeta que le habían quitado al mismo con anterioridad.

El asalto se verificó haciendo fuego intenso de fusilería sobre la vivienda que servía de refugio a la partida, “y lanzándose por los guardias algunas bom-bas de mano, y como al mismo tiempo los enlaces y secuestrados agredieron a los bandidos protegiendo el asalto, éste se culminó con pleno éxito, consiguiéndose la muerte del llamado Espailla y de los dos individuos desconocidos, que resultaron ser de Albox, uno de ellos, posteriormente identificado llamado Antonio Carmona Marín Jibao, habiéndose llegado a averiguar que el otro forajido se apodaba Veneno. También se detuvieron a otros dos componentes de la partida, “Vicente Fernán-dez Centeno, y el hijo de Frasquito el Guarda, hermano de la Catalina, donde se estaba celebrando la juerga”.

En el encuentro murió el guardia civil Emilio Leytón Gómez, que, “...en el momento en que se disponía a

9 María Venteo Reche, no obstante, fue condenada por su colaboración con la partida a tres años de prisión. Más tarde, cumpliendo condena alegó la colaboración de su hijo con las fuerzas de la Guardia Civil para solicitar su puesta en libertad, en la instancia, de fecha 16 de marzo de 1942, hace constar “...para ello ruega se tenga en cuenta el hecho realizado por su hijo llamado Pedro Fernández Venteo, que con posterioridad a la detención de la recurrente sirvió de enlace a la Guardia Civil que perseguían a la citada banda y como consecuencia de su actividad en el desempeño de la misión que le fue encomendada, dieron muerte el 15 de septiembre del año anterior [1941] a tres forajidos que formaban parte de la referida banda y posteriormente al Carbonero, por cuyo motivo mi citado hijo fue felicitado en la orden de la Región”. Sumaria 2.060/41, pag. 201.

El cadáver del Veneno, integrante de la cuadrilla de el Carbonero, tras ser abatido en el cortijo de Lorrán y trasladado a Chirivel. (Foto del Registro Civil. Gentileza de Modesto García Jiménez).

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arrojar una bomba de mano por una de las ventanas de dicho cortijo...”, recibió un tiro en el pecho, disparado por el Espailla. En la confusión de la noche cerrada y la refriega, el Carbonero consiguió romper el cerco y evadirse.

Estrechando el cerco y detención de colabo-radores

El perseguido se dirigió al cortijo de Juan Carrión Martínez el Barbero, también del término de Oria, en la que tenía un refugio para los casos de suprema emer-gencia. La Guardia Civil tuvo noticias de la existencia de este lugar seguro, personándose en el mismo el 19 de septiembre e interrogando a Juan Carrión Martínez; pero, una vez más, ya se había marchado el Carbone-ro, que se dirige ahora al cortijo de José Ayora Simón, donde también se personaría la Guardia Civil a las 8 de la tarde del 21, procediendo a la detención de sus moradores.

La detención de Juan Carrión Martínez puso al descubierto la red de personas que, por diferentes motivos, daban cobertura a la partida del Carbonero, siendo todos ellos detenidos: Fausto Martínez Carrión y su esposa Isabel Agüero Conchillo, vecinos del ba-rrio de Aljambra de Albox; María Granero Navarro la Pioja, con residencia en la Cuerda de los Leonardos,

“encargada de hacer las compras que le encargaban el Carbonero y el Espailla cuando se refugiaban en la casa del referido Fausto”; Francisco García Pedrosa, con residencia en el cortijo Almidonados; Victoriano Sas Pérez, de Albox, dueño de un cortijo lindante al del referido Fausto; Martín Bervel López, con residencia en el barrio La Aljambra; Ezequiel Sánchez Montoya, detenido en Tabernas; Dolores Sánchez Reche la Pa-sionaria, domiciliada en Fuente del Mojón, detenida en Cuevas del Almanzora; José Gil Fernández, de Fines; José Parra García el Tuerto, apresado en la Parata (Huércal Overa).

El día 25, sobre las 7 de la tarde, fue visto el Car-bonero en las proximidades del Ventorrillo de la Magra (Chirivel), marchando por la rambla de Pino Blanco, con dirección a la barriada de Matián, término de Cúllar-Baza (Granada). La Guardia Civil de Chirivel tuvo noticias de la presencia del Carbonero y sus acompañantes en el Ventorrillo de la Magra en la noche del 25 al 26. Se personaron a las primeras horas del 26, sin llegar a detenerle.

Poco a poco se iba desmoronando su infraes-tructura. Apresados sus colaboradores, le quedaban menos sitios seguros y los recursos se iban agotando, por lo que tenía que delatar su posición al procurarse fondos. Esto fue lo que ocurrió el 8 de octubre, cuando el Carbonero se situó en el cortijo Los Conzos, del término de Cúllar Baza, que estaba deshabitado y que era paso de estraperlistas, desvalijando de sus carteras a cuantos con dirección a Orce y Huéscar pasaron ese día, que en total debieron ser unos once o doce. Una de las personas atracadas, Juan Carrillo García, de Albox, se personó en la barriada del Mar-gen a las 11 de la noche, en donde puso el hecho en conocimiento del alcalde pedáneo y, por conducto de éste, se hizo llegar la noticia al comandante de puesto de Cúllar Baza. También denunciaron el atraco en el puesto de Albox, los vecinos de dicha localidad: Pedro Sáez Chacón, Fidel Martínez Expósito, Trinidad Gar-cía Carrillo y Juan Navarro Caparrós. Al día siguiente (9), a las 2 de la madrugada, El Carbonero abandona el cortijo Los Conzos con dirección indefinida.

Una vez más, la Guardia Civil recurre a los “infor-madores” locales: el pastor José Martínez Bujaldón, conocido por José Cayetano, natural de Oria, que vivía en una cueva en el río Baza, pone en conocimiento de las fuerzas de seguridad “que el Carbonero, ya se había marchado, llevándose la querida...”. La Guardia Civil permaneció en dicha cueva en espera de que volviese hasta el día 28, fecha en la que, en unión del detenido Ángel Fernández Venteo, se trasladaron al paraje del Pinar de Campo Cámara, “a casa de un amigo del Carbonero, llamado Miguel Azor Carrión”. De nuevo, la Guardia Civil llegaba cuando Antonio Manchón ya se había marchado, pero, al contrario de otras ocasiones, las informaciones les iban llegando sistemática y rápidamente, con lo que la persecución no permitía el reposo del huido.

El cadáver del Jibao, integrante de la cuadrilla de el Carbonero, tras ser abatido en el cortijo de Lorrán y trasladado a Chirivel. (Foto del Registro Civil. Gentileza de Modesto García Jiménez).

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El desenlace final: cueva de la Majada de los Masegosas, 7-XI-41

Al mediodía del día 7 de noviembre, una patrulla volante de la Guardia Civil dedicada a la persecución de huidos rojos, acompañados por un paisano que les servía de enlace, Miguel Sánchez Sola, se presenta-ron en la Majada de los Masegosas, enclavada en la rambla de la Hinojera (Cúllar Baza). En una cueva de ese lugar se refugiaba Antonio Manchón Jiménez El Carbonero. Se montó un servicio alrededor de dicha cueva, “situándose el sargento en el ángulo que forma la pared del corral; el guardia Ortiz, sobre la pared de la fachada, junto a la puerta principal; y los guardias Palacín y Barrios y el enlace, en los alrededores de la cueva convenientemente distribuidos”.

Cercada la cueva, el sargento realizó unos dispa-ros de pistola hacia una ventana. Al momento acudió a esa ventana Antonio Manchón y comenzó a disparar

DOCUMENTACIÓN

La información para elaborar el presente trabajo ha sido extraída de los siguientes archivos:

Juzgado Togado Militar Territorial nº 23 de AlmeríaSumarias 2.060/41; 30.882/39; 610/41 (Diario personal de Melchor Alonso Mellado, El Espailla); 612/41; 5.706/40; 610/45; 1.191/41; 1.414/41;

2.060/41.

Archivo Gobierno Civil de Almería. Carta de Antonio Manchón a alcalde de Zurgena; Informe del primer jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Almería; Informe de la Comandancia

de la Guardia Civil a Gobernador Civil de Almería; Atestados de la Guardia Civil de Albox al Gobernador Civil de Almería (31-X-1941 y 12-XI-1941).

con su fusil a la fuerza situada al frente de la misma, sin apercibirse de que en la fachada había un guardia civil que, por indicación del sargento jefe de la fuerza, lanzó una bomba de mano al interior de la cueva, “la cual cayó en la cocina y terminó fulminantemente con el forajido, que se halló muerto próximo a la ventana y junto al mismo un mosquetón, correaje con cartuchos y varias vainas en el suelo”. Como consecuencia de la explosión de la bomba de mano resultó también herida la joven que le acompañaba llamada Isabel Navarro Sánchez, que contaba 18 años de edad, la que falleció al ser conducida a Cúllar-Baza.

En este momento termina trágicamente la violenta actividad del controvertido “guerrillero” y comienza a gestarse, de boca en boca, la popularidad del célebre “bandolero”.

La conocida cueva de la Majada de los Masegosas (Cúllar) y hueco de la chimenea por donde fue introducida la bomba que acabó con la vida del Carbonero y de Isabel Navarro Sánchez. (Fotos por gentileza de Javier Castillo Fernández).