la organizacion de los obreros y la organizacion de los revolucionarios

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Vladimir Ilich Lenin 160 QUE HACER? 161 ? 3. La organización de los obreros y la organización de los revolucionarios Si el concepto de “lucha económica contra los patronos y el gobierno” corresponde para un socialdemócrata al de lucha política, es natural esperar que el concepto de “or- ganización de revolucionarios” corresponda más o menos al de “organización de obreros”. Y así ocurre, en efecto; de suerte que, al hablar de organización, resulta que hablamos literalmente en lenguas diferentes. Por ejemplo, recuerdo como si hubiera ocurrido hoy la conversación que sostuve en cierta ocasión con un “economista” bastante consecuen- te al que antes no conocía. 179 La conversación giraba en torno al folleto ¿Quién hará la revolución política? Pronto convinimos en que el defecto principal de este folleto consistía en dar de lado el problema de la organización. Nos figurábamos estar ya de acuerdo, pero…, al seguir la conversación, resultó que hablábamos de cosas distintas. Mi interlocutor acusaba al autor de no tener en cuenta las cajas de resistencia, las sociedades de socorros mutuos, etc.; yo, en cambio, pensaba en la orga- nización de revolucionarios indispensable para “hacer” la revolución política. ¡Y en cuanto se reveló esta discrepancia, no recuerdo haber coincidido jamás con este “economista” sobre ninguna cuestión de principio! ¿En qué consistía, pues, el origen de nuestras discrepan- cias? Precisamente en que los “economistas” se apartan a cada paso de las concepciones socialdemócratas para caer en el tradeunionismo, tanto en las tareas de organización sin embargo, confuso y perplejo, pues se “prosterna” ante el movimiento de masas, es decir, lo considera algo que nos exime de nuestra actividad revolucionaria, y no algo que debe alentar e impulsar nuestra actividad revolucionaria. Una huelga secreta es imposible para quienes participen en ella o tengan relación inmediata con ella. Pero para las masas de obreros rusos, esa huelga puede ser (y lo es en la mayoría de los casos) “secreta”, porque el gobierno se preocupará de cortar toda relación con los huelguistas, se preocupará de hacer imposible toda difusión de noticias sobre la huelga. Y aquí es necesaria la “lucha contra la policía política”, una lucha especial, una lucha que jamás podrá sostener activamente una masa tan amplia como la que participa en las huelgas. Esta lucha deben organizarla, “según todas las reglas del arte”, personas cuya profesión sea la actividad revolucionaria. La organización de esta lucha no se ha hecho menos necesaria porque las masas se incorporen espontáneamente al movimiento. Al contrario: la organización se hace, por eso, más nece- saria, pues nosotros, los socialistas, faltaríamos a nuestras obligaciones directas ante las masas si no supiéramos impe- dir que la policía haga secreta (y si a veces no preparásemos nosotros mismos en secreto) cualquier huelga o manifes- tación. Y sabremos hacerlo precisamente porque las masas que despiertan espontáneamente destacarán también de su seno a más y más “revolucionarios profesionales” (siempre que no se nos ocurra invitar a los obreros, de diferentes maneras, al inmovilismo).

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Fragmento del libro "Qué hacer" de Lenin.

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  • Vladimir Ilich Lenin

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    QUE HACER?

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    3. La organizacin de los obreros y la organizacin de los revolucionarios

    Si el concepto de lucha econmica contra los patronos y el gobierno corresponde para un socialdemcrata al de lucha poltica, es natural esperar que el concepto de or-ganizacin de revolucionarios corresponda ms o menos al de organizacin de obreros. Y as ocurre, en efecto; de suerte que, al hablar de organizacin, resulta que hablamos literalmente en lenguas diferentes. Por ejemplo, recuerdo como si hubiera ocurrido hoy la conversacin que sostuve en cierta ocasin con un economista bastante consecuen-te al que antes no conoca.179

    La conversacin giraba en torno al folleto Quin har la revolucin poltica? Pronto convinimos en que el defecto principal de este folleto consista en dar de lado el problema de la organizacin. Nos figurbamos estar ya de acuerdo, pero, al seguir la conversacin, result que hablbamos de cosas distintas. Mi interlocutor acusaba al autor de no tener en cuenta las cajas de resistencia, las sociedades de socorros mutuos, etc.; yo, en cambio, pensaba en la orga-nizacin de revolucionarios indispensable para hacer la revolucin poltica. Y en cuanto se revel esta discrepancia, no recuerdo haber coincidido jams con este economista sobre ninguna cuestin de principio!

    En qu consista, pues, el origen de nuestras discrepan-cias? Precisamente en que los economistas se apartan a cada paso de las concepciones socialdemcratas para caer en el tradeunionismo, tanto en las tareas de organizacin

    sin embargo, confuso y perplejo, pues se prosterna ante el movimiento de masas, es decir, lo considera algo que nos exime de nuestra actividad revolucionaria, y no algo que debe alentar e impulsar nuestra actividad revolucionaria. Una huelga secreta es imposible para quienes participen en ella o tengan relacin inmediata con ella. Pero para las masas de obreros rusos, esa huelga puede ser (y lo es en la mayora de los casos) secreta, porque el gobierno se preocupar de cortar toda relacin con los huelguistas, se preocupar de hacer imposible toda difusin de noticias sobre la huelga.

    Y aqu es necesaria la lucha contra la polica poltica, una lucha especial, una lucha que jams podr sostener activamente una masa tan amplia como la que participa en las huelgas. Esta lucha deben organizarla, segn todas las reglas del arte, personas cuya profesin sea la actividad revolucionaria. La organizacin de esta lucha no se ha hecho menos necesaria porque las masas se incorporen espontneamente al movimiento.

    Al contrario: la organizacin se hace, por eso, ms nece-saria, pues nosotros, los socialistas, faltaramos a nuestras obligaciones directas ante las masas si no supiramos impe-dir que la polica haga secreta (y si a veces no preparsemos nosotros mismos en secreto) cualquier huelga o manifes-tacin. Y sabremos hacerlo precisamente porque las masas que despiertan espontneamente destacarn tambin de su seno a ms y ms revolucionarios profesionales (siempre que no se nos ocurra invitar a los obreros, de diferentes maneras, al inmovilismo).

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    las condiciones histricas, jurdicas, etc., pudiendo ser ms o menos estrechas, complejas, etc. (desde nuestro punto de vista, deben ser lo ms estrechas y lo menos complejas posibles); pero no puede ni hablarse de identificar en los pases libres la organizacin de los sindicatos con la orga-nizacin del partido socialdemcrata.

    En Rusia, en cambio, el yugo de la autocracia borra a primera vista toda diferencia entre la organizacin socialde-mcrata y el sindicato obrero, pues todo sindicato obrero, todo crculo estn prohibidos, y la huelga, principal mani-festacin y arma de la lucha econmica de los obreros, se considera en general un delito comn (y a veces incluso un delito poltico!). Por consiguiente, las condiciones de Rusia, de una parte, incitan con gran fuerza a los obreros que sostienen la lucha econmica a pensar en las cuestio-nes polticas, y, de otra, incitan a los socialdemcratas a confundir el tradeunionismo con la socialdemocracia (nuestros Krichevski, Martnov y Ca., que hablan sin cesar de la incitacin del primer tipo, no ven la incitacin del segundo tipo).

    En efecto, imaginmonos a personas absorbidas en el 99 % por la lucha econmica contra los patronos y el gobierno. Unas jams pensarn durante todo el perodo de su actuacin (de cuatro a seis meses) en la necesidad de una organizacin ms compleja de revolucionarios. Otras tropezarn tal vez con publicaciones bernsteinianas, bastante difundidas, y extraern de ellas la conviccin de que lo importante de verdad es el desarrollo progresivo

    como en las polticas. La lucha poltica de la socialdemocra-cia es mucho ms amplia y compleja que la lucha econmi-ca de los obreros contra los patronos y el gobierno. Del mis-mo modo (y como consecuencia de ello), la organizacin de un partido socialdemcrata revolucionario ha de ser inevitablemente de un gnero distinto que la organizacin de los obreros para la lucha econmica. La organizacin de los obreros deber ser, primero, profesional; segundo, lo ms amplia posible; tercero, lo menos clandestina posible (aqu ms adelante me refiero, claro est, slo a la Rusia autocrtica).

    Por el contrario, la organizacin de los revolucionarios debe agrupar, ante todo y sobre todo, a personas cuya pro-fesin sea la actividad revolucionaria (por eso hablo de una organizacin de revolucionarios, teniendo en cuenta a los revolucionarios socialdemcratas). Ante este rasgo comn de los miembros de semejante organizacin, debe desapare-cer en absoluto toda diferencia entre obreros e intelectuales, sin hablar ya de la diferencia entre las diversas profesiones de unos y otros. Esta organizacin debe ser necesariamente no muy amplia y lo ms clandestina posible. Detengmonos en estos tres puntos distintos.

    En los pases que gozan de libertad poltica, la diferencia entre la organizacin sindical y la organizacin poltica es completamente clara, como lo es tambin la diferencia entre las tradeuniones y la socialdemocracia. Por supuesto, las relaciones de esta ltima con las primeras varan de ma-nera inevitable en los distintos pases, en dependencia de

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    de comprender, por lo menos, esta nocin elemental; si dichas organizaciones gremiales no fuesen muy amplias. Y cuanto ms amplias sean estas organizaciones, tanto ms amplia ser nuestra influencia en ellas, ejercida no slo por el desarrollo espontneo de la lucha econmica, sino tambin por el influjo directo y consciente de los miembros socialistas de los sindicatos sobre sus camaradas. Pero en una organizacin amplia, es imposible la clandestinidad rigurosa (pues exige mucha ms preparacin que para participar en la lucha econmica).

    Cmo conciliar esta contradiccin entre la necesidad de una organizacin amplia y de una clandestinidad rigu-rosa? Cmo conseguir que las organizaciones gremiales sean lo menos clandestinas posible? En general, no puede haber ms que dos caminos: o bien la legalizacin de las asociaciones gremiales (que en algunos pases ha precedido a la legalizacin de las organizaciones socialistas y polti-cas), o bien el mantenimiento de la organizacin secreta, pero tan libre, tan poco reglamentaria, tan lose,180 como dicen los alemanes, que la clandestinidad quede reducida casi a cero para la masa de afiliados.

    La legalizacin de asociaciones obreras no socialistas y no polticas ha comenzado ya en Rusia, y est fuera de toda duda que cada paso de nuestro movimiento obrero socialdemcrata, que crece con rapidez, estimular y multiplicar las tentativas de esta legalizacin, efectuadas principalmente por los adictos al rgimen vigente, pero tambin, en parte, por los propios obreros y los intelec-tuales liberales. Los Vasliev y los Zubtov han izado ya la

    de la montona lucha cotidiana. Otras, en fin, se dejarn quiz seducir por la tentadora idea de dar al mundo un nuevo ejemplo de estrecho contacto orgnico con la lucha proletaria, de contacto del movimiento sindical con el movimiento socialdemcrata. Cuanto ms tarde entra un pas en la palestra del capitalismo y, en consecuencia, del movimiento obrero razonarn esas personas, tanto ms pueden participar los socialistas en el movimiento sindical y apoyarlo, y tanto menos puede y debe haber sin-dicatos no socialdemcratas. Hasta ahora, tal razonamiento es completamente justo; pero la desgracia consiste en que van ms lejos y suean con una fusin total de la socialde-mocracia y el tradeunionismo. En seguida veremos, por el ejemplo, de los estatutos de la Unin de Lucha de San Petersburgo, el nocivo reflejo de esos sueos en nuestros planes de organizacin.

    Las organizaciones obreras para la lucha econmica han de ser organizaciones sindicales. Todo obrero socialdem-crata debe, dentro de lo posible, apoyar estas organizacio-nes y actuar intensamente en ellas. De acuerdo. Pero es contrario en absoluto a nuestros intereses exigir que slo los socialdemcratas puedan ser miembros de las organiza-ciones gremiales, pues eso reducira el alcance de nuestra influencia entre las masas. Que participe en la organizacin gremial todo obrero que comprenda la necesidad de la unin para luchar contra los patronos y el gobierno.

    El fin mismo de las organizaciones gremiales sera inaccesible si no agrupasen a todos los obreros capaces

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    amplios, a los sectores ms atrasados; en liberarnos nosotros, los revolucionarios, de funciones que son, en el fondo, legales (difusin de libros legales, socorros mutuos, etc.) y cuyo desarrollo nos proporcionar, de manera ineluctable y en cantidad creciente, hechos y datos para la agitacin.

    En este sentido, podemos y debemos decir a los Zubtov y a los Ozerov: Esfurcense, seores, esfurcense!. Por cuanto tienden ustedes una celada a los obreros, mediante la provocacin directa o la corrupcin honrada de los obreros con ayuda del struvismo,181 nosotros ya nos en-cargaremos de desenmascararlos. Por cuanto dan ustedes un verdadero paso adelante aunque sea en forma del ms tmido zigzag, pero un paso adelante, les diremos: Si-gan, sigan!. Un verdadero paso adelante no puede ser sino una ampliacin efectiva, aunque minscula, del campo de accin de los obreros. Y toda ampliacin semejante ha de beneficiarnos y acelerar la aparicin de sociedades legales en las que no sean los provocadores quienes pesquen a los socialistas, sino los socialistas quienes pesquen adeptos.

    En una palabra, nuestra tarea consiste ahora en combatir la cizaa. No es cosa nuestra cultivar el trigo en pequeos tiestos. Al arrancar la cizaa, desbrozamos el terreno para que pueda crecer el trigo. Y mientras los Afanasi Ivnovich y las Puljeria Ivnovna182 se dedican al cultivo domstico, no-sotros debemos preparar segadores que sepan arrancar hoy la cizaa y recoger maana el trigo.183 As pues, nosotros no podemos resolver por medio de la legalizacin el problema de crear una organizacin sindical lo menos clandestina y

    bandera de la legalizacin; los seores Ozerov y Worms le han prometido y dado ya su concurso, y la nueva corriente ha encontrado ya adeptos entre los obreros. Y nosotros no podemos dejar ya de tener en cuenta esta corriente. Es poco probable que entre los socialdemcratas pueda existir ms de una opinin acerca de cmo hay que tenerla en cuenta. Nuestro deber consiste en denunciar sin desmayo toda participacin de los Zubtov y los Vasliev, de los gendar-mes y los curas en esta corriente, y explicar a los obreros los verdaderos propsitos de estos elementos.

    Nuestro deber consiste en denunciar asimismo toda nota conciliadora, de armona, que se deslice en los dis-cursos de los liberales en las reuniones obreras pblicas, independientemente de que dichas notas sean debidas al sincero convencimiento de que es deseable la colaboracin pacfica de las clases, al afn de congraciarse con las autori-dades o a simple falta de habilidad. Tenemos, en fin, el de-ber de poner en guardia a los obreros contra las celadas que les tiende con frecuencia la polica, que en estas reuniones pblicas y en las sociedades autorizadas observa a los ms fogosos e intenta aprovechar las organizaciones legales para introducir provocadores tambin en las ilegales.

    Pero hacer todo eso no significa en absoluto olvidar que, en fin de cuentas, la legalizacin del movimiento obrero nos beneficiar a nosotros, y no, en modo alguno, a los Zu-btov. Al contrario: precisamente con nuestra campaa de denuncias, separamos la cizaa. El trigo est en interesar en los problemas sociales y polticos a sectores obreros an ms

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    fbrica y lleva la crnica de lo que sucede en ella. El grupo central da cuenta cada mes a todos los cotizantes del estado de la caja (Art. 17), etc.

    Diez artculos estn consagrados a la organizacin dis-trital, y 19, a la complejsima relacin entre el Comit de la Organizacin Obrera y el Comit de la Unin de Lucha de San Petersburgo (delegados de cada distrito y de los grupos ejecutivos: grupos de propagandistas, para las relaciones con las provincias, para las relaciones con el extranjero, para la administracin de los depsitos, de las ediciones y de la caja).

    La socialdemocracia equivale a grupos ejecutivos en lo que concierne a la lucha econmica de los obreros! Sera difcil demostrar con mayor relieve cmo el pensamiento del economista se desva de la socialdemocracia hacia el tradeunionismo; hasta qu punto le es extraa toda nocin de que el socialdemcrata debe pensar, ante todo, en una organizacin de revolucionarios capaces de dirigir toda la lucha emancipadora del proletariado. Hablar de la eman-cipacin poltica de la clase obrera, de la lucha contra la arbitrariedad zarista y escribir semejante reglamento de una organizacin significa no tener la menor idea de cules son las verdaderas tareas polticas de la socialdemocracia. Ni uno solo del medio centenar de artculos revela la mni-ma comprensin de que es necesario hacer la ms amplia agitacin poltica entre las masas, una agitacin que ponga en claro todos los aspectos del absolutismo ruso y toda la fisonoma de las diferentes clases sociales de Rusia. Es ms, con un reglamento as, son inalcanzables no slo los fines

    lo ms amplia posible (pero nos alegrara mucho que los Zubtov y los Ozerov nos ofreciesen la posibilidad, aunque fuese parcial, de resolverlo de este modo, para lo cual tene-mos que combatirlos con la mayor energa posible!). Nos queda el recurso de las organizaciones sindicales secretas, y debemos prestar toda ayuda a los obreros que emprenden ya (como sabemos de buena tinta) este camino.

    Las organizaciones sindicales pueden ser utilsimas para desarrollar y reforzar la lucha econmica y, adems, con-vertirse en un auxiliar de gran importancia para la agitacin poltica y la organizacin revolucionaria. Para llegar a este resultado y orientar el naciente movimiento sindical hacia el cauce deseable para la socialdemocracia, es preciso, ante todo, comprender bien lo absurdo del plan de organizacin que preconizan los economistas petersburgueses desde hace ya cerca de cinco aos.

    Este plan ha sido expuesto en el Reglamento de la Caja Obrera del mes de julio de 1897184 y en el Reglamento de la Organizacin Sindical Obrera de octubre de 1900.185 El defecto de ambos reglamentos consiste en que estructuran con todo detalle una vasta organizacin obrera y la confun-den con la organizacin de los revolucionarios. Tomemos el segundo reglamento por ser el ms acabado. Consta de 52 artculos: 23 exponen la estructura, el funcionamiento y las atribuciones de los crculos obreros, que sern orga-nizados en cada fbrica (diez hombres como mximo) y elegirn los grupos centrales (de fbrica). El grupo central dice el Art. 2 observa todo lo que pasa en su

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    la prensa clandestina, sin crear para ello grupos especiales? Dirigir la lucha de los obreros por el mejoramiento de su situacin en la fbrica (Art. 3). Para esto tampoco hace falta reglamentacin. Todo agitador, por poco inteligente que sea, sabr averiguar a fondo, por una simple conversa-cin, qu reivindicaciones quieren presentar los obreros y, despus, hacerlas llegar a una organizacin estrecha, y no amplia, de revolucionarios, para que les enve la octavilla apropiada. Crear una caja con cotizacin de dos kopeks por rublo (Art. 9) y dar cuenta cada mes a todos de las entradas y salidas (Art. 17); excluir a los miembros que no paguen las cuotas (Art. 10), etc.

    Eso es un verdadero paraso para la polica, pues nada hay ms fcil que penetrar en el secreto de la caja central fabril, confiscar el dinero y encarcelar a todos los militantes mejores. No sera ms sencillo emitir cupones de uno o dos kopeks con el sello de una organizacin determinada (muy reducida y muy clandestina), o incluso, sin sello alguno, hacer colectas cuyo resultado se dara a conocer en un peridico ilegal con un lenguaje convencional? De este modo se alcanzara el mismo fin, y a los gendarmes les sera cien veces ms difcil descubrir los hilos de la organizacin.

    Podra continuar este anlisis del reglamento, pero creo que con lo dicho basta. Un pequeo ncleo bien unido, compuesto por los obreros ms seguros, ms experimen-tados y mejor templados, con delegados en los distritos principales, y ligado a la organizacin de revolucionarios

    polticos, sino incluso los fines tradeunionistas, pues estos ltimos requieren una organizacin por profesiones que ni siquiera se menciona en el reglamento.

    Pero lo ms caracterstico es, quiz, la pesadez asom-brosa de todo este sistema que trata de ligar cada fbrica al comit mediante una cadena ininterrumpida de reglas uniformes, minuciosas hasta lo ridculo y con un sistema electoral indirecto de tres grados. Encerrado en el estre-cho horizonte del economismo, el pensamiento cae en detalles que despiden un tufillo a papeleo y burocracia. En realidad, claro est, las tres cuartas partes de estos artculos jams son aplicados; pero, en cambio, una organizacin tan clandestina, con un grupo central en cada fbrica, facilita a los gendarmes la realizacin de redadas increblemente vastas. Los camaradas polacos han pasado ya por esta fase del movimiento, en la que todos ellos se dejaron llevar por idea de fundar cajas obreras a vasta escala, pero renunciaron muy pronto a ella, al persuadirse de que slo facilitaban presa abundante a los gendarmes.

    Si queremos amplias organizaciones obreras y no am-plios descalabros, si no queremos dar gusto a los gendar-mes, debemos tender a que estas organizaciones no estn reglamentadas en absoluto. Podrn entonces funcionar? Veamos cules son sus funciones: Observar todo lo que pasa en la fbrica y llevar la crnica de lo que sucede en ella (Art. 2 del reglamento).

    Existe una necesidad absoluta de reglamentar esto? No podra conseguirse mejor por medio de crnicas en

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    nuestro fraccionamiento y nuestros fracasos continuos, no logramos ms que hacer ms accesibles a la masa las tradeuniones del tipo de las de Zubtov u Ozerov.

    En qu deben consistir, en suma, las funciones de esta organizacin de revolucionarios? Vamos a decirlo con todo detalle. Pero examinemos antes otro razonamiento muy tpico de nuestro terrorista, el cual (triste destino!) vuelve a marchar al lado del economista. La revista para obreros Svoboda (Nm. 1) contiene un artculo titulado La orga-nizacin, cuyo autor procura defender a sus amigos los economistas obreros de Ivnovo-Voznesensk.

    Mala cosa es dice una muchedumbre silencio-sa, inconsciente; mala cosa es un movimiento que no viene de la base. Vean lo que sucede: cuando los estudiantes de una ciudad universitaria retornan a sus hogares durante unas fiestas en el verano, el movimiento obrero se paraliza. Puede ser una verdadera fuerza un movimiento obrero as, estimu-lado desde fuera? En modo alguno todava no ha aprendido a andar solo y lo llevan con andaderas. Y as en todo: los estudiantes se van y el movimiento cesa; se encarcela a los elementos ms capaces, a la crema, y la leche se agria; se detiene al comit y, hasta que se forma otro nuevo, vuelve la calma. Adems, no se sabe qu otro se formar, quiz no se parezca en nada al antiguo; aqul deca una cosa, ste dir lo contrario. El nexo entre el ayer y el maana est roto, la experiencia del pasado no alecciona al porvenir. Y todo porque el movimiento no tiene

    de acuerdo con las reglas de la ms rigurosa clandestinidad, podr realizar perfectamente, con el ms amplio concurso de las masas y sin reglamentacin alguna, todas las funcio-nes que competen a una organizacin sindical, y realizarlas, adems, de la manera deseable para la socialdemocracia. Slo as se podr consolidar y desarrollar, a pesar de todos los gendarmes, el movimiento sindical socialdemcrata.

    Se me objetar que una organizacin tan lose, sin nin-guna reglamentacin, sin ningn afiliado conocido y regis-trado, no puede ser calificada de organizacin. Es posible. Para m la denominacin no tiene importancia. Pero esta organizacin sin afiliados har todo lo necesario y ase-gurar desde el primer momento un contacto slido entre nuestras futuras tradeuniones y el socialismo. Y quienes deseen bajo el absolutismo una amplia organizacin de obreros, con elecciones, informes, sufragio universal, etc., son unos utopistas incurables.

    La moraleja es simple: si comenzamos por crear fir-memente una fuerte organizacin de revolucionarios, podremos asegurar la estabilidad del movimiento en su conjunto y alcanzar, al mismo tiempo, los objetivos so-cialdemcratas y los objetivos netamente tradeunionistas. Pero si comenzamos a constituir una amplia organizacin obrera con el pretexto de que es la ms accesible a la masa (aunque, en realidad, ser ms accesible a los gendarmes y pondr a los revolucionarios ms al alcance de la polica), no conseguiremos ninguno de estos objetivos, no nos desembarazaremos de nuestros mtodos primitivos y, con

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    embargo, cmo aprecia esta multitud de varios millones de hombres a su docena de jefes polticos probados, con qu firmeza los sigue! Ms de una vez, los diputados de los partidos adversos han tratado de irritar en el Parlamento a los socialistas, dicindoles:

    Vaya unos demcratas! El movimiento de la clase obrera no existe entre ustedes ms que de palabra; en realidad, es siempre el mismo grupo de jefes el que interviene. Ao tras ao, decenio tras dece-nio, siempre el mismo Bebel, siempre el mismo Liebknecht. Vuestros delegados, supuestamente elegidos por los obreros, son ms inamovibles que los funcionarios nombrados por el emperador!.

    Pero los alemanes han acogido con una sonrisa de des-precio estas tentativas demaggicas de oponer la multitud a los jefes, de atizar en ella malos instintos de vanidad, de privar al movimiento de solidez y estabilidad, minando la confianza de las masas en la docena de inteligentes. Los alemanes han alcanzado ya suficiente desarrollo del pen-samiento poltico, tienen suficiente experiencia poltica para comprender que, sin una docena de jefes de talento (los talentos no surgen por centenares), de jefes probados, preparados profesionalmente, instruidos por una larga prctica y bien compenetrados, ninguna clase de la socie-dad contempornea puede luchar con firmeza.

    Tambin los alemanes han tenido a sus demagogos, que adulaban a los centenares de bobos, colocndolos por

    races profundas en la multitud; porque no son un centenar de bobos, sino una docena de inteligentes quienes actan. Siempre es fcil que una docena de hombres caiga en la boca del lobo; pero cuando la organizacin engloba a la multitud, cuando todo viene de la multitud, ningn esfuerzo, sea de quien sea, podr destruir la obra (pg. 63).

    La descripcin es justa. Ofrece un buen cuadro de nuestro primitivismo. Pero las conclusiones son dignas de Rabchaya Mysl por su falta de lgica y de tacto poltico. Son el colmo de la insensatez, pues el autor confunde la cuestin filosfica e histrica social de las races profundas del movimiento con una cuestin tcnica y de organizacin: cmo luchar mejor contra los gendarmes. Son el colmo de la falta de tacto poltico, porque, en lugar de apelar a los buenos dirigentes contra los malos, el autor apela a la multitud contra los dirigentes en general. Son un intento de hacernos retroceder en el terreno de la organizacin, de la misma manera que la idea de sustituir la agitacin poltica con el terrorismo excitante nos hace retroceder en el sentido poltico.

    A decir verdad, me veo en un autntico embarras de richesses,186 sin saber por dnde empezar el anlisis del galimatas con que nos obsequia Svoboda. Para mayor cla-ridad, comenzar por un ejemplo: el de los alemanes. Nos negarn ustedes, me imagino, que su organizacin engloba a la multitud, que entre ellos todo viene de la multitud y que el movimiento obrero ha aprendido a andar solo. Sin

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    encima de las docenas de inteligentes; que glorificaban el puo musculoso de la masa, incitaban (como Most o Hasselmann) a esta masa a acometer acciones revoluciona-rias irreflexivas y sembraban la desconfianza respecto a los jefes probados y firmes. Y el socialismo alemn ha crecido y se ha fortalecido gracias nicamente a una lucha tenaz e intransigente contra toda clase de elementos demaggicos en su seno. Pero en el perodo en que toda la crisis de la so-cialdemocracia rusa se explica por el hecho de que las masas que despiertan de un modo espontneo carecen de jefes su-ficientemente preparados, desarrollados y expertos, nuestros sabihondos nos dicen con la perspicacia de Ivnushka:187 Mala cosa es un movimiento que no viene de la base!.

    Un comit compuesto de estudiantes no nos conviene porque es inestable. Completamente justo! Pero la con-clusin que se deduce de ah es que hace falta un comit de revolucionarios profesionales, sin que importe si son estudiantes u obreros las personas capaces de forjarse como tales revolucionarios profesionales. Ustedes, en cambio, sacan la conclusin de que no se debe estimular desde fuera el movimiento obrero! En su ingenuidad poltica, no se dan cuenta siquiera de que hacen el juego a nuestros economistas y a nuestros mtodos primitivos.

    Permtanme una pregunta: Cmo han estimulado nuestros estudiantes a nuestros obreros? nicamente transmitindoles los retazos de conocimientos polticos que ellos tenan, las migajas de ideas socialistas que haban podido adquirir (pues el principal alimento espiritual del

    estudiante de nuestros das, el marxismo legal, no poda darle ms que el abec, no puede darle ms que migajas). Ahora bien, tal estmulo desde fuera no ha sido demasiado grande, sino, al contrario, demasiado pequeo, escandalo-samente pequeo en nuestro movimiento, pues no hemos hecho ms que cocernos con excesivo celo en nuestra propia salsa, prosternarnos con excesivo servilismo ante la elemental lucha econmica de los obreros contra los patronos y el gobierno.

    Nosotros, los revolucionarios de profesin, debemos dedicarnos, y nos dedicaremos, a ese estmulo cien veces ms. Pero precisamente porque eligen esta abyecta expre-sin de estmulo desde fuera, inspira de modo inevitable al obrero (por lo menos al obrero tan poco desarrollado como ustedes) la desconfianza hacia todos los que les propor-cionan desde fuera conocimientos polticos y experiencia revolucionaria, y que despierta el deseo instintivo de recha-zarlos a todos, proceden ustedes como demagogos, y los demagogos son los peores enemigos de la clase obrera.

    S, s! Y no se apresuren a poner el grito en el cielo a propsito de mis mtodos polmicos exentos de cama-radera! Ni siquiera se me ocurre poner en tela de juicio la pureza de sus intenciones; he dicho ya que la ingenuidad poltica tambin basta para hacer de una persona un dema-gogo. Pero he demostrado que han cado en la demagogia, y jams me cansar de repetir que los demagogos son los peores enemigos de la clase obrera. Son los perores, por-que excitan los malos instintos de la multitud y porque a

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    los obreros atrasados les es imposible reconocer a estos enemigos, los cuales se presentan, y a veces sinceramente, como amigos. Son los peores, porque en este perodo de dispersin y vacilaciones, en el que la fisonoma de nuestro movimiento est an formndose, nada hay ms fcil que arrastrar demaggicamente a la multitud, a la cual podrn convencer despus de su error slo las ms amargas pruebas. De ah que la consigna del momento de los socialdemcra-tas rusos deba ser combatir con decisin tanto a Svoboda como a Rabcheie Dielo, que caen en la demagogia. (Ms adelante hablaremos detenidamente de este punto).188

    Es ms fcil cazar a una docena de inteligentes que a un centenar de bobos. Este magnfico axioma (que les valdr siempre los aplausos del centenar de bobos) parece eviden-te slo porque, en el curso de su razonamiento, han saltado de una cuestin a otra. Comenzaron por hablar, y siguen hablando, de la captura del comit, de la captura de la or-ganizacin, y ahora saltan a otra cuestin, a la captura de las races profundas del movimiento. Est claro que nuestro movimiento es indestructible slo porque tiene centenares y centenares de miles de races profundas, pero no se trata de eso, ni mucho menos. En lo que se refiere a las races profundas, tampoco ahora se nos puede cazar, a pesar de todo el primitivismo de nuestro trabajo; y, sin embargo, todos deploramos, y no podemos menos que deplorar, la caza de organizaciones, que rompe toda continuidad del movimiento. Y puesto que plantean la cuestin de la caza de organizaciones e insisten en tratar de ella, les dir que es mucho ms difcil cazar a una docena de inteligentes

    que a un centenar de bobos; y seguir sostenindolo sin hacer ningn caso de sus esfuerzos para azuzar a la mul-titud contra mi espritu antidemocrtico, etc. Como he sealado ms de una vez, debe entenderse por inteligen-tes en materia de organizacin slo a los revolucionarios profesionales, sin que importe si son estudiantes u obreros quienes se forjen como tales revolucionarios profesionales. Pues bien, yo afirmo:

    Que no puede haber un movimiento revolucionario 1) slido sin una organizacin de dirigentes estable que guarde la continuidad.

    Que cuanto ms vasta sea la masa que se incorpore 2) espontneamente a la lucha y que constituye la base del movimiento y participa en l, tanto ms imperiosa ser la necesidad de semejante organiza-cin, y tanto ms slida deber ser sta, pues con tanta mayor facilidad podrn los demagogos de toda laya arrastrar a los sectores atrasados de la masa.

    Que dicha organizacin debe estar formada, en lo 3) fundamental, por hombres que hagan de las activi-dades revolucionarias su profesin.

    Que en un pas autocrtico, cuanto ms restrinjamos 4) el contingente de miembros de dicha organizacin, incluyendo en ella slo a los que hacen de las activi-dades revolucionarias su profesin y que tengan una preparacin profesional en el arte de luchar contra la polica poltica, tanto ms difcil ser cazar a esta organizacin.

  • Vladimir Ilich Lenin

    180

    QUE HACER?

    181

    ?

    Tanto 5) mayor ser el nmero de personas de la clase obrera y de las otras clases de la sociedad que podrn participar en el movimiento y colaborar en l de un modo activo.

    Invito a nuestros economistas, terroristas y economis-tas-terroristas189 a que refuten estas tesis, las dos ltimas de las cuales voy a desarrollar ahora. Lo de si es ms fcil cazar a una docena de inteligentes que a un centenar de bobos se reduce al problema que he analizado antes: si es compatible una organizacin de masas con la necesidad de observar la clandestinidad ms rigurosa. Jams podremos dar a una organizacin amplia el carcter clandestino in-dispensable para una lucha firme y tenaz contra el gobier-no. La concentracin de todas las funciones clandestinas en manos del menor nmero posible de revolucionarios profesionales no significa, ni mucho menos, que estos ltimos pensarn por todos, que la multitud no tomar parte activa en el movimiento.

    Al contrario: la multitud promover de su seno a un nmero cada vez mayor de revolucionarios profesionales, pues sabr entonces que no basta con que unos estudiantes y algunos obreros que luchan en el terreno econmico se renan para constituir un comit, sino que es necesario formarse durante aos como revolucionarios profesionales, y pensar no slo en los mtodos primitivos de trabajo, sino precisamente en esta formacin.

    La centralizacin de las funciones clandestinas de la or-ganizacin no implica en modo alguno la centralizacin de

    todas las funciones del movimiento. La colaboracin activa de las ms amplias masas en las publicaciones clandestinas, lejos de disminuir, se decuplicar cuando una docena de revolucionarios profesionales centralicen las funciones clandestinas de esta labor. As, y slo as, conseguiremos que la lectura de las publicaciones clandestinas, la cola-boracin en ellas y, en parte, hasta su difusin dejen casi de ser una obra clandestina, pues la polica comprender pronto cun absurdas e imposibles son las persecuciones judiciales y administrativas con motivo de cada uno de los miles de ejemplares de publicaciones distribuidas.

    Lo mismo cabe decir no slo de la prensa, sino de todas las funciones del movimiento, incluso de las manifestacio-nes. La participacin ms activa y ms amplia de las masas en una manifestacin, lejos de salir perjudicada, tendr, por el contrario, muchas ms probabilidades de xito si una docena de revolucionarios probados, no menos adiestra-dos profesionalmente que nuestra polica, centraliza todos los aspectos de la labor clandestina: edicin de octavillas, confeccin de un plan aproximado, nombramiento de un grupo de dirigentes para cada distrito de la ciudad, para cada barriada fabril, cada establecimiento de enseanza, etc., (se dir, ya lo s, que mis concepciones no son demo-crticas, pero ms adelante refutar de manera detallada esta objecin nada inteligente).

    La centralizacin de las funciones ms clandestinas por la organizacin de revolucionarios no debilitar, sino que reforzar la amplitud y el contenido de la actividad de un